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Nueva Antropología Nueva Antropología, A. C. [email protected] ISSN 0185-0636 MÉXICO 2002 Leticia Durand LA RELACIÓN AMBIENTE-CULTURA EN ANTROPOLOGÍA: RECUENTO Y PERSPECTIVAS Nueva Antropología, septiembre, vol. XVIII, número 61 Nueva Antropología, A. C. D. F., México pp. 169-184 http://redalyc.uaemex.mx

Durand l 2002 La Relacion Ambiente Cultura en Antropologia Recuento y Perspectivas

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Nueva Antropología

Nueva Antropología, A. C. [email protected]

ISSN 0185-0636 MÉXICO

2002

Leticia Durand LA RELACIÓN AMBIENTE-CULTURA EN ANTROPOLOGÍA:

RECUENTO Y PERSPECTIVAS Nueva Antropología, septiembre, vol. XVIII, número 61

Nueva Antropología, A. C. D. F., México pp. 169-184

http://redalyc.uaemex.mx

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LA RELACIÓN AMBIENTE-CULTURAEN ANTROPOLOGÍA: RECUENTO Y PERSPECTIVAS

Leticia Durand*

Apartir de la década de 1980 el de-terioro ambiental (compuesto porfenómenos como contaminación,

deforestación, pérdida de la biodiversidad,erosión, cambio climático, etc.), resulta-do de los modelos imperantes de produc-ción y consumo, era ya un foco de seriapreocupación. El debate ambiental habíaadquirido relevancia mundial y parte desu problemática se había incorporado adistintas áreas de las ciencias sociales. Eneste momento algunos antropólogos, alnotar que los temas ambientales estabansiendo poco atendidos en la antropología,comenzaron a preocuparse de que la cul-

tura, como parte importante de la rela-ción sociedad-ambiente, no fuera consi-derada en las reflexiones sobre tales te-mas, y que los mismos antropólogostuvieran una escasa participación en es-tas discusiones, a diferencia de los econo-mistas, sociólogos y politólogos (Durham,1995; Painter, 1995).

Para algunos autores, como Durham(1995), el hecho de que el estudio de losprocesos de destrucción ambiental y laforma de lidiar con ellos todavía no seestablezca como un tema de estudio den-tro de la antropología, se debe básicamen-te a la tradición apolítica del análisis dela relación ambiente-cultura dentro de ladisciplina. Esta tradición posiblementetiene su origen en las posturas relativis-tas que sostienen que todas las culturas

* Instituto de Investigaciones Antropológicas,Universidad Nacional Autónoma de México.

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deben ser respetadas y valoradas de igualmanera, y que todas son interpretacionesválidas de la realidad. Estos supuestoshan desempeño un papel importante enla lucha contra el etnocentrismo y la dis-criminación, pero al mismo tiempo pro-vocaron que muchos antropólogos se abs-tuvieran de hacer juicios e involucrarseen movimientos políticos al no deslindarsus actividades académicas, dentro de lasciencias sociales, del activismo social, enalgunos casos por el afán de construir unaciencia social libre de valoraciones mora-les (Milton, 1997).

Actualmente existe dentro de la antro-pología una revaloración de los temas li-gados a la problemática sociedad-ambien-te, pues ha sido claro que la forma deintervenir en la realidad responde a lamanera en que ésta se entiende, se inter-preta y se percibe, es decir, a la forma enque culturalmente se construye. Dadoeste resurgimiento de la cultura comopunto esencial de análisis en el binomiosociedad-ambiente, en este trabajo pre-tendo hacer un recuento histórico de lasprincipales ideas para explicar la relaciónsociedad-ambiente que provienen de laantropología y discutir la forma en que elconcepto de cultura ha sido definido yutilizado, a fin de comprender cómo y enqué forma se puede concebir hoy a la cul-tura dentro de la investigación sobre laproblemática ambiental.

EL DETERMINISMO AMBIENTAL

La historia del vínculo ambiente-culturao del campo de estudio, que de forma ge-neral podemos llamar antropología am-biental, se caracteriza por la oposición de

los dos elementos involucrados en estarelación. Desde las primeras ideas plan-teadas por Aristóteles, Heródoto y Poli-bio y aún hasta nuestros días, la inten-ción ha sido básicamente determinar cuálde los dos elementos tiene mayor impor-tancia e influencia en la conformación delas relaciones entre el ambiente, la cul-tura y la sociedad.

Los griegos sostenían una visión me-canicista en la que el ambiente, y dentrode éste principalmente el clima, se consi-deraba un factor determinante en la con-figuración del comportamiento social y laforma física y psicológica de los individuos(Ellen, 1989). Este tipo de ideas domi-naron la antropología del siglo XIX con losplanteamientos de Friedrich Ratzel,quien sentó las bases para la conforma-ción de la antropogeografía, que tuvo aEllsworth Huntington como su principalexponente. El principal objetivo de la an-tropogeografía radicaba en investigar elgrado en que la cultura es moldeada porlas condiciones ambientales, pues dabapor hecho que todos los rasgos culturalesse definen por el ambiente, abriendo asíla posibilidad de explicar la diversidadcultural a partir de las influencias am-bientales (Milton, 1997). Sin embargo,pronto fue evidente que la antropogeogra-fía no era capaz de explicar la realidad ydiversidad cultural, pues culturas asen-tadas en un mismo ambiente podían com-partir pocas características en común(Milton, 1997). Aunado a esto, los traba-jos derivados de esta corriente teórica secaracterizaban por la simplificación de losprocesos, la sobregeneralización y muchosde ellos también por sus tintes racistas.Todo esto, además del reconocimiento dela magnitud, la rapidez y la conciencia

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con la que el hombre es capaz de modifi-car la naturaleza, aun en las sociedadesmás simples, fueron algunas de las prin-cipales razones que explican el rechazode las ideas del determinismo ambientaly el surgimiento de posturas apoyadas enel relativismo cultural (Ellen, 1989; Mo-rán, 1990).

EL POSIBILISMO

La antropología de las primeras décadasdel siglo XX estuvo fuertemente influida porel trabajo de Franz Boas y su grupo dealumnos que se inscribían conscientemen-te en una corriente de tipo subjetivista-relativista (Rutsch, 1984). Al estudiar alos grupos esquimales, Boas encontró quemuchos elementos culturales de estas co-munidades se creaban de manera indepen-diente al ambiente, lo que lo llevó a postu-lar que el ambiente natural de una culturalimita o favorece el surgimiento de ciertosrasgos específicos, pero de ningún modoopera como un determinante general; así,desempeña un papel poco activo en la cons-titución y emergencia de rasgos sociales(Geertz, 1963; Rutsch, 1984, Ellen, 1989;Morán, 1990).

Para Boas y los posibilistas influidospor él, la cultura es una totalidad estruc-turada que no permite establecer priori-dades causales entre los elementos quela constituyen, como sería el caso del de-terminismo ambiental. Esto impide elplanteamiento de generalizaciones, puescada cultura debe ser estudiada en supropio contexto, y justifica la negativa encuanto a la búsqueda de causas y oríge-nes de los procesos culturales dada laimposibilidad de establecer la determina-

ción de causas específicas (Rutsch, 1984).De manera que se pretendía reconstruirel desarrollo histórico de las culturas sinpreocuparse por sus causas.

Alfred Kroeber, alumno de Boas, seadhiere a los planteamientos de su maes-tro pero propone una visión mucho másradical. En su escrito The superorganic,Kroeber (1917) plantea un nivel autóno-mo para el fenómeno cultural o superor-gánico, en sus propios términos, que con-sidera imposible de ser explicado a partirde lo orgánico o la expresión biológica,química y física de la vida. La cultura debeser abordada, de acuerdo con Kroeber, apartir de sus propias manifestaciones,pues no existen causas exteriores quepuedan explicarlas (Rutsch, 1984; Ellen,1989). Sin embargo, esta separación ta-jante entre lo cultural y lo natural no per-mitió a Kroeber consolidar una posiciónecológica coherente. Años más tarde, conla publicación de Cultural and naturalareas of native North America (1939), endonde relaciona áreas culturales conáreas naturales en busca de patrones,afirma que la cultura puede ser compren-dida primariamente sólo en términos dela propia cultura, pero no puede ser to-talmente comprensible si no se conside-ran los factores no culturales, como lasvariables ambientales con las que está enrelación y que la condicionan.

Entre las fallas del posibilismo se pue-den mencionar su énfasis en un relati-vismo que impide generalizar más allá decada caso particular y la ausencia de bús-queda de las causas de las conexionesculturales (Morán, 1990). Al igual que laantropogeografía, el posibilismo es unavisión que carece de potencial para expli-car la diversidad cultural aun a un nivel

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superficial, pues su capacidad de análi-sis se reduce en gran medida a que cultu-ra y ambiente constituyen entidades se-paradas y variables independientes. Demanera que es imposible pensar en unsistema de interacción donde se generanrelaciones dinámicas que provocan mo-vimiento o desarrollo (Geertz, 1963; Mil-ton, 1997).

La antropogeografía y el posibilismoson vertientes del determinismo ambien-tal. La primera constituye la versión po-sitiva, en la que el ambiente se establececomo el factor de mayor influencia en laconformación de los rasgos culturales, yla segunda la versión negativa en la queel ambiente no es el principal factor deinfluencia pero sí un factor regulador, yaque limita o favorece los rasgos cultura-les (Milton, 1997). Ambos enfoques, aun-que capaces de establecer principiosgenerales aplicables a la relación ambien-te-cultura, tienen poco que decir sobre losorígenes de un rasgo cultural particulary sobre los patrones culturales que carac-terizan a ciertas regiones geográficas(Milton, 1997).

LA ECOLOGÍA CULTURAL

El posibilismo y las visiones relativistasde la cultura tuvieron un gran auge, so-bre todo en la antropología norteameri-cana, pero la supremacía de un empiris-mo que no permitía explicacionescausales ni generalizaciones poco a pocofue cristalizando en una fuerte corrientede oposición, que dio origen a uno de losplanteamientos más importantes en elanálisis de la relación sociedad-ambien-te: la ecología cultural.

La ecología cultural planteada por Ju-lian Steward, otro alumno de Franz Boas,surge dentro del contexto del neoevolu-cionismo o evolucionismo multilineal, ypara algunos autores sus bases filosófi-cas se encuentran en el materialismo cul-tural (Harris, 1996; Ellen, 1989). La ideade que las culturas evolucionan es ya unhecho consumado en la antropología delsiglo XX, pero los puntos álgidos y sobrelos que existe poco consenso son, por unlado, saber cuándo las culturas similaresse desarrollan a partir de condiciones si-milares (paralelismo) o cuándo los rasgossimilares surgen de estadios iniciales di-símiles (convergencia), y, por otro, las cau-sas que provocan las semejanzas y dife-rencias en el proceso evolutivo de lossistemas socioculturales (Harris, 1996).La ecología cultural aportó a esta discu-sión la posibilidad de ver el ambientecomo una variable clave en la evoluciónde las sociedades, al enfocarse en las si-militudes que existen entre sociedadesque participan de ambientes parecidos(Ellen, 1989).

Steward rompió con los planteamien-tos de la antropogeografía y el posibilis-mo, ya que para él el elemento crucial enel análisis no era ni la naturaleza ni lacultura, sino el proceso de interacciónentre la organización social y los elemen-tos del ambiente apropiados por un gru-po cultural (Morán, 1996). La ecologíacultural se interesó básicamente por ana-lizar las pautas de conducta seguidas enla explotación de un ambiente específicoa través de la aplicación de una tecnolo-gía particular, y el grado en la que estospatrones conductuales afectan aspectosde la cultura que no están directamenterelacionados con las prácticas producti-

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vas (Harris, 1996; Ellen, 1989). Ésta esuna posición novedosa para la época pues,como hemos visto, la mayoría de los an-tropólogos opinaban que el entorno físicoera en la historia cultural un factor devaga influencia.

En 1936 Steward publica su ensayoThe economic and social basis of primiti-ve bands, considerado como el trabajo demayor influencia en el estudio de la rela-ción sociedad-ambiente surgido desde laantropología, pues por primera vez sepresenta un análisis de la interacciónentre ambiente y cultura, en términoscausales, sin caer en el particularismohistórico (Harris, 1996; Ellen, 1989). Perola verdadera legitimación de la ecologíacultural dentro de la antropología no sedio hasta veinte años después, cuandopublica The theory of culture change(1955)

La obra de Steward estuvo influida porKroeber, aunque entre ambos existen di-ferencias cruciales. En forma opuesta aKroeber, quien se interesaba por encon-trar correlaciones a partir del plantea-miento de áreas culturales, Steward seinteresa más por encontrar explicacionesy le da a los factores causales una impor-tancia que no existe en Kroeber, conce-diéndole al ambiente un papel activo yenfocando su atención hacia los procesosculturales más que a la clasificación delas culturas. En The theory of culturechange, Steward rescata la visión evolu-tiva, que había sido rechazada por suspredecesores. No obstante, su interpre-tación del proceso evolutivo no era la deestados fijos por los que atraviesan todaslas culturas, sino un proceso multilinealque involucra un número indefinido deposibles caminos que pueden dar origen

a instituciones similares o distintas, deacuerdo con la incorporación de diferen-tes combinaciones de patrones ambien-tales, sociales y técnicos. La ecología cul-tural se establece entonces como elestudio del proceso adaptativo por el cuallas sociedades humanas se ajustan a unambiente dado a partir de las estrategiasde subsistencia (Ellen, 1989).

El análisis y la clasificación de las cul-turas se centra en lo que Steward deno-minó núcleo cultural (culture core), o elconjunto de rasgos culturales que se en-cuentran más estrechamente relaciona-dos con el ambiente, resultado directo dela interacción entre hábitat y cultura, querepresentan ajustes ecológicos fundamen-tales que no se extienden al todo social ycultural (Geertz, 1963; Harris, 1996;Ellen, 1989). Desde este punto de vistalas culturas son similares no porque ocu-rren en hábitats que son en su totalidadsimilares, sino porque ciertos elementoscruciales en el ambiente sí lo son. En sutrabajo “The economic and social basis ofprimitive bands” (1936) Steward analizalas bandas primitivas como una organi-zación social intercultural y explica sudesarrollo combinando la capacidad pro-ductiva de las tecnologías que las carac-terizan con los diversos tipos de hábitaten los que se presentan. Aun cuando labanda primitiva es un tipo de organiza-ción social que se presenta en distintosambientes, Steward logró identificar losrasgos ecológicos comunes que dan ori-gen al tipo general y otra serie de rasgosde los que se desprenden los subtipos. Elaspecto ecológico determinante es la bajaproductividad de las técnicas de caza yrecolección en hábitats adversos, que semantiene en los distintos ambientes en

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los que se encuentra este tipo de organi-zación social, y que limita la densidadpoblacional. Los subtipos de bandasidentificados (patrilocal, compuesto ymatrilineal) son resultado de factoresque reducen las ventajas de la patrilo-calidad, como la existencia de animalesmigratorios. Además de indicar que unacombinación determinada entre mediofísico y tecnología hace posible la existen-cia de un tipo particular de organizaciónsocial, Steward hace hincapié en que estarelación entre ecología y tecnología pro-duce resultados que son independientesde las personas o individuos que estén enella implicados y de su propia disposiciónhacia el tipo de organización resultante(Harris, 1996). De esta forma, la culturaes considerada como un elemento autó-nomo diferenciado de sus elementos por-tadores, es decir los individuos, que seinsertan en el ambiente como un elementomás que afecta y es afectado por la red derelaciones que se establecen dentro delsistema natural, pero cuyo origen y leyesno son las mismas que rigen los fenóme-nos biológicos (Palerm, 1967). En estesentido la ecología cultural se separa delentendimiento del hombre como un serpuramente biológico regido por leyes na-turales, e intenta comprender la formaen que la cultura es determinada por sumedio ambiente, posición que posterior-mente será criticada por Rapapport yVayda, como veremos más adelante.

Las críticas a la ecología cultural secentraron en la vaguedad de la definiciónde núcleo cultural, en la escasa importan-cia que se atribuía a la cultura como uni-dad primaria de análisis y en la conside-ración de que la conclusión sobre el papelpreponderante de la organización produc-

tiva en la conformación de las sociedadeshumanas y la cultura era prematura(Ellen, 1989; Morán, 1990). A pesar de suimportancia, estas críticas no disminuyenel valor del trabajo de Steward, que tie-ne, entre otros méritos, la proposición deuna metodología específica de trabajoapoyada en un desarrollo teórico que per-mite poner a prueba sus postulados, laposibilidad de superar o evitar los argu-mentos circulares del funcionalismo y delparticularismo histórico, en los quela cultura sólo puede ser explicada por lapropia cultura, y finalmente, la visión re-lacional y procesal en el análisis entre cul-tura y ambiente. Sin embargo, es necesa-rio aclarar que la ecología cultural nosignifica la superación del determinismoambiental, pues Steward únicamente re-produce tal determinismo pero a un ni-vel de mayor precisión. En lugar de pos-tular que todo el ambiente determina atoda la cultura, como lo hace el viejo de-terminismo ambiental, propone que sonciertos rasgos ambientales específicos losque determinan ciertos rasgos culturalesespecíficos.

LA ANTROPOLOGÍA ECOLÓGICA

La ecología es una ciencia reciente que seinicia a mediados de los años cincuentadel siglo XX, aunque las primeras ideasde corte ecológico son anteriores. Porejemplo, el concepto de ecosistema, claveen el desarrollo de la ecología, fue formu-lado por primera vez en 1935 por Sir Ar-thur Tansley, quien destaca las relacio-nes entre el medio físico y el medionatural o biológico, y sugiere que en lanaturaleza existe un estado de equilibrio

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dinámico. Veinte años después el concep-to de ecosistema fue propuesto como launidad básica de análisis en ecología, locual permitió la emergencia de una cien-cia integral y cuantitativa con nuevos re-tos teóricos en el estudio de la organiza-ción y el funcionamiento de los sistemasnaturales a niveles complejos (Morán,1990).

Alrededor de 1960 la teoría ecológicaestaba ya consolidada y poco a poco fueejerciendo influencia en otros camposde estudio. Al mismo tiempo, el estado delos estudios ambientales en antropologíaestaba listo para permitir la entrada dela visión ecosistémica dada la insatisfac-ción producida por la ecología cultural.Esta situación llevó a los antropólogos abuscar paradigmas más explícitos en labiología, los primeros y más entusiastasde los cuales fueron Roy A. Rapapport yA. P. Vayda (Ellen, 1989; Morán, 1990).

La teoría ecológica permitió situar alhombre dentro de la perspectiva ecosis-témica, pero la concepción sobre la formaen que el hombre se inserta en la tramaecológica varía entre autores. A diferen-cia de la ecología cultural de Steward, queconsidera que el entendimiento de la cul-tura no puede remitirse únicamente a lasleyes físicas y biológicas, a otros les pare-ce que adoptar esta visión lleva a la teo-ría ecológica a perder su capacidad paraexplicarnos la perspectiva cultural (Rap-paport, 1990).

Específicamente Rapapport (1990) ar-gumenta que la ecología cultural implicaen realidad una analogía que deforma elanálisis de la relación sociedad-ambien-te, al considerar a la cultura humanacomo equiparable en funcionamiento a laspoblaciones animales, y propone una vi-

sión sintética, basada en la homología, enla que los elementos que antes habían sidoseparados por el discurso (ambiente ycultura) sean ahora parte de un conjuntointegral. Para construir esta síntesis, par-te del principio de que la especie humanaes una más entre la enorme variedad deespecies biológicas del planeta, y que comotal sus relaciones con el medio físico y bio-lógico son continuas, indisolubles y nece-sarias.

Rappaport y Vayda reconocen que auncuando la cultura tenga un origen y leyesdistintas de aquellas que rigen el fenó-meno biológico, esta diferenciación noimplica una total autonomía funcional.En el marco de la teoría ecológica, la cul-tura puede ser considerada como uno delos atributos o propiedades de las pobla-ciones humanas. La cultura no es análo-ga a las poblaciones animales, pero cons-tituye, desde este punto de vista, el mediomás importante y característico a travésdel cual las poblaciones humanas man-tienen las relaciones materiales con losotros componentes del ecosistema del queforman parte. La cultura es para estosautores el rasgo adaptativo característi-co del ser humano y del que las socieda-des humanas dependen para sobreviviry satisfacer sus necesidades. La culturaes un producto de la naturaleza y estáregida, aun teniendo sus propias leyes,por las leyes de las cosas vivientes (Rap-paport, 1971; 1990).

Este nuevo enfoque, a partir del cualsurge la escuela de la antropología ecoló-gica, se pregunta fundamentalmente sila conducta humana, en términos de con-venciones y prácticas sociales, económi-cas, políticas y religiosas, favorece o ame-naza la supervivencia de sus propios

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actores, y si mantiene o degrada los sis-temas ecológicos en los que ocurre; es de-cir, si las prácticas o propósitos humanosson o no compatibles con los imperativosde los ecosistemas (Rappaport, 1971;1990).

Un rasgo característico de la antropo-logía ecológica es que, además de consi-derar los aspectos ecológicos en la expli-cación de los fenómenos culturales, éstoscobran significado biológico al ser enten-didos como adaptaciones, procesos demantenimiento del equilibrio interno yexterno, y estrategias de supervivencia.La antropología ecológica pretende expli-car la cultura a partir de los rasgos co-munes a todos los seres vivos, partiendodel supuesto de que, a menos que seconozcan las semejanzas, será posible co-nocer la magnitud e importancia de lasdiferencias. Esto tiene la ventaja de per-mitir evaluar la incidencia de los sereshumanos en los ambientes por medio dela metodología ecológica y de ligar lasculturas y sociedades con unidades ma-yores en las que desarrollan sus fun-ciones.

El método de la antropología ecológicase basa en la comparación de modelos.Uno de ellos es el modelo de organizaciónde la naturaleza manejado por una cul-tura dada, o modelo percibido, y otro, elmodelo teórico de funcionamiento plan-teado por la ecología, o modelo operativo.La efectividad de todo modelo percibidose basa en sus ventajas funcionales yadaptativas; sin embargo, esta funciona-lidad se mide en términos de los efectosque tiene sobre el modelo operativo, detal forma que mientras menos devasta-dora es una cultura más adaptada o fun-cional se considera.

Un ejemplo claro de este enfoque es eltrabajo de Reichel-Dolmatoff (1976) rea-lizado entre los indios tukano de Colom-bia, en el noreste de la región amazónica.En este estudio el autor explica a la cos-mogonía indígena como una adaptacióna las condiciones ecológicas del área. Puesde ella se desprenden reglas estrictas quecontrolan el crecimiento de la población,la explotación de los recursos naturalesy la agresión interpersonal. Tal y como loplantea la antropología ecológica, Reichel-Dolmatoff hace énfasis en la similitudentre la concepción del mundo natural delos tukano como un sistema limitado,de recursos finitos y restringidos, en elque la energía fluye en un circuito, conel concepto ecológico de ecosistema. Estasimilitud entre el modelo percibido y elmodelo operativo lo hacen considerar alos tukano como una sociedad altamenteadaptada a su ambiente, y resaltan laimportancia de la cultura como un me-canismo de adaptación. Sin embargo, apesar de la existencia de este tipo de so-ciedades, donde cultura y ambiente inte-ractúan en una relación de equilibrio,existen culturas que se caracterizan porser altamente destructivas en términosecológicos. En este sentido, Rappaportmenciona la existencia de maladaptacio-nes culturales, que deben ser entendidascomo contradicciones entre los nivelescultural y ecológico, y que por lo extendi-das y generalizadas sería necesario ex-plicar mediante una teoría particular ala que propone llamar teoría de la patolo-gía cultural (Rapapport, 1990)

El enfoque ecosistémico en la antropo-logía ha tenido claras ventajas, como elcarácter holista de la concepción del hom-bre y su relación con el ambiente, su ela-

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boración en términos de estructura, fun-ción y equilibrio que sugiere la posibili-dad de encontrar principios comunes en-tre la antropología y la biología y deacceder a estudios de carácter multidis-ciplinario, y finalmente la capacidad deligar los estudios culturales con el inte-rés por la preservación ambiental (Mo-rán, 1990). No obstante, al igual que lasideas que la precedieron, la visión ecosis-témica presenta también algunas desven-tajas. Una de las críticas más fuertes ala antropología ecológica establece queésta ha sido un modelo teórico que hamarginado el concepto de cultura dentrode la misma antropología (Milton, 1997).Al establecer como principal unidad deanálisis a las poblaciones humanas y alos comportamientos físicos observablesdentro de ellas, la antropología ecológicaexcluye los conocimientos, pensamientosy sentimientos a partir de los cuales laspersonas entienden el mundo y guían susacciones. De acuerdo con Milton (1997),si esto no se toma en cuenta, la antropo-logía ecológica y el estudio mismo de larelación ambiente-cultura corren el ries-go de disolverse en la ecología general.En una reflexión similar, Cajka (1980)plantea que el análisis ecológico de las so-ciedades humanas puede aportar infor-mación sobre el impacto de las prácticashumanas en el ambiente y sobre las posi-bles alternativas de explotación y produc-ción, pero menciona que las soluciones alos problemas ambientales no puedenprovenir de análisis ecológicos sino másbien del análisis de los factores económi-cos, sociales y demográficos que dan ori-gen a los procesos de deterioro y a la vo-luntad social de implementarlos.

LA ETNOECOLOGÍA

Una visión distinta de las que se han ex-puesto a lo largo de estas páginas la cons-tituye la etnoecología. El término lo em-pleó por primera vez Harold Conklin en 1954para definir un área de estudio dedicadaal análisis de las conceptualizaciones yclasificaciones humanas de plantas y ani-males, así como para entender el conoci-miento y las creencias relacionadas conlos procesos biológicos. Los enfoques an-teriores a la etnoecología ignoraban laimportancia de la interpretación, la per-cepción y el conocimiento del ambienteque poseen las comunidades y que mu-chos suponían una mera respuesta me-cánica y homogénea a estímulos am-bientales. Estos factores los rescata laetnoecología, que plantea que los grupose individuos ven su ambiente de formasnotablemente diversas y que estas dife-rencias implican variaciones en las inte-racciones ecológicas (Ellen, 1989). Enten-der cómo un grupo humano comprendesu ambiente es esencial para explicar susrelaciones ecológicas (Bellón, 1993).

El desarrollo de la teoría etnológica haestado fuertemente ligado a las corrien-tes posmodernas o postestructuralistas enla antropología, que sostienen que las vi-siones del mundo de las personas y gru-pos culturales se construyen a partir dela experiencia social. Las diferentes vi-siones del mundo son distintas inter-pretaciones de una realidad común. Estoconvierte la realidad en un elemento in-conmensurable, pues los significados y lasverdades son socialmente construidos ysólo es posible acceder a ellos a partir dela interpretación cultural, sin la cual larealidad carece de sentido y es inexisten-

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te (Rutsch, 1996; Milton, 1997). Este en-foque marca una profunda diferencia encuanto al estudio de la relación ambien-te-cultura planteada tanto por el deter-minismo ambiental como por la antropo-logía ecológica. En la etnoecología lacultura es vista como un factor que defi-ne el ambiente, al moldearlo y englobar-lo con verdad y significado, por lo quedesde este punto de vista podemos hablarde la etnoecología como determinismo cul-tural (Milton, 1997)

Otra vertiente que se desprende de laidea general de Conklin, es la propuestapor Toledo (1991), quien argumenta queel objetivo central de la etnoecología esconocer las técnicas de producción de loscampesinos del tercer mundo, que repre-sentan la mayor parte de lo que se conocecomo culturas tradicionales (Toledo,1990a). Este tipo de técnicas y manejosha demostrado una enorme racionalidadecológica que puede ser empleada paramodificar los actuales estilos dominantesde producción agropecuaria y forestal (To-ledo, 1990a, 1990b). En este sentido lalabor etnoecológica consiste en descifrarel “corpus y praxis” del modo campesinode producción (Toledo, 1991).

La literatura etnoecológica ha crecidoenormemente en las últimas dos décadas,produciendo una gran cantidad de des-cripciones sobre los sistemas de clasifica-ción indígenas, tanto de elementos orgá-nicos como plantas y animales, comoinorgánicos, suelos o clima, de los ecosis-temas. Sin embargo, la disciplina ha dadoun mayor énfasis a la recolección de cla-sificaciones y a la metodología empleadacon este fin, que a las relaciones que seestablecen entre las conceptualizacionesy percepciones y la estructura social y

cultural (Ellen, 1989). De acuerdo conToledo (1990a) la mayor parte de los es-tudios etnoecológicos tiende a tratar deforma independiente el conjunto de cono-cimientos tradicionales de sus propósitosprácticos, estableciendo a la cultura comouna entidad autónoma de la esfera pro-ductiva, y considera tan sólo segmentosespecíficos del sistema cognoscitivo, esdecir se estudia específicamente lo que seconoce acerca de los hongos, las plantasútiles, los sistemas de clasificación, etc. Enla etnoecología las clasificaciones se hanconvertido en importantes por sí mismasy se ha dejado un poco de lado el contextoen el que se desarrollan. Se ha ignorado lavariación, flexibilidad y las condicionessociales y culturales de los sistemas de cla-sificación, al ponderar los tipos taxonómi-cos particulares y el contraste entre ellosy olvidar que una cosa es saber cómo lagente denomina a los objetos de su medioambiente y otra muy distinta cómo serealiza la interacción con esos objetos(Ellen, 1989; Bellón, 1993).

Un peligro constante en los estudios decorte etnoecológico es la idealizaciónde las comunidades indígenas y sus for-mas de producción, al adolecer de una gra-ve ausencia de problematización. Los es-tudios etnoecológicos cobran verdaderoauge alrededor de la década de los seten-ta, cuando los efectos del desarrollo in-dustrial comienzan a ser ambientalmen-te evidentes. La etnoecología se dedicaentonces a rescatar las distintas formasde relación y uso del ambiente natural,gestadas antes del inicio de la moderni-dad y que han resistido la expansión cul-tural de occidente, esto es, la ecología tra-dicional o indígena. Como ya se mencionó,se encontró en ella una moralización de

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la naturaleza que, al incluir valores am-bientales en su comportamiento, produ-cía una relación más equilibrada con elambiente. Sobre estas premisas se cons-truyeron las ideas centrales que guían lapráctica de la etnoecología, pero al no si-tuarse en conflicto, al no problematizarlo tradicional y lo moderno, al suponer queexiste a priori una relación funcional en-tre conocimiento y manejo de los recur-sos (Bellón, 1993), y al no considerar quela expansión de la sociedad occidental envez de provocar un evento de destrucciónde lo tradicional (Toledo, 1990a) produceun proceso de interacción, los trabajos et-noecológicos corren el riesgo de colocarseen el idealismo. En este sentido se tiendea la simplificación tanto de la visión delconocimiento tradicional sobre la natura-leza, como de la situación de las comuni-dades tradicionales frente al empuje dela modernidad, reforzando el mito de quelas sociedades indígenas, tradicionales ono industriales, son siempre ecológica-mente sustentables.

A pesar de lo anterior, la etnoecologíaes un campo de estudio joven que ha de-mostrado la diversidad de formas en quelas sociedades perciben y se ajustan alambiente, ha permitido comprender y re-valorar las formas de vida y producciónno-occidentales, a través de la amplia do-cumentación sobre la congruencia ambien-tal de muchas poblaciones indígenas(Patton, 1993). Todo esto ha dado origen aun amplio movimiento de conservaciónbasado en la promoción de los derechosindígenas sobre sus tierras y la preserva-ción de sus formas de vida (Alcorn, 1994),aunque se ha mencionado que la influen-cia y aplicación de los conocimientos etno-lógicos a la problemática ambiental pue-

den ser potenciados si se abandona el con-cepto constructivista de cultura (Milton,1997). El reconocimiento de la existenciade diferentes concepciones culturales delambiente y de que su entendimiento es útilpara la conservación ambiental es inde-pendiente del supuesto de un ambienteculturalmente determinado por la cons-trucción cognoscitiva.

PERSPECTIVAS

Después de esta revisión, podemos dis-tinguir dentro de la historia de la antro-pología ambiental la asignación de tresdistintos papeles a la cultura en relacióncon el ambiente. Por un lado hallamos elconjunto de posturas que constituyenel determinismo ambiental (antropogeo-grafía, posibilismo, ecología cultural), enel que la cultura es moldeada por el am-biente. En lo que puede denominarse de-terminismo cultural (etnoecología) la cul-tura es algo así como una lente a travésde la cual se observa y se construye el am-biente; y finalmente, un tercer papel co-loca la cultura dentro de una relación demutua influencia con el ambiente (antro-pología ecológica). Además de ser distin-tas en cuanto al papel que desempeña lacultura en la relación sociedad-ambien-te, las tres posturas identificadas difie-ren, y es lógico esperarlo, en el significa-do mismo que se le otorga al concepto decultura y en su poder como herramientade análisis.

El determinismo ambiental implicaque la cultura está constituida básica-mente por una serie de adaptaciones alambiente y se desarrolla en un procesoequivalente al de la selección natural

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(Durham, 1995; Milton, 1997). En el en-foque ecosistémico, la cultura deja de serel concepto central en el estudio de la re-lación que establecen los seres humanoscon el ambiente al ser vista como unaadaptación más al entorno natural; y porúltimo, en el determinismo cultural, lacultura se define como el proceso de asig-nación de significados a la realidad a par-tir del cual ésta se construye, siendo elambiente una construcción cultural (Mil-ton, 1997).

La secuencia temporal de estas ideasse encuentra obviamente ligada al desa-rrollo de las escuelas de pensamiento másgenerales en la antropología. El determi-nismo ambiental del siglo XIX, por ejem-plo, tiene sus raíces en el evolucionismo yel posibilismo nace precisamente del re-chazo a las teorías evolutivas y al surgi-miento del relativismo cultural. La ecolo-gía cultural es un enfoque metodológicoque se desprende del neoevolucionismo oevolucionismo multilineal, mientras quela antropología ecológica está ligada con lapretensión positivista de hacer de la an-tropología una ciencia cuantificable y laetnoecología con la aparición de las postu-ras posmodernas y el rescate del romanti-cismo dentro de la antropología. Aunqueexiste una secuencia histórica en la quelas propuestas son planteadas y reempla-zadas o modificadas por otras, actualmentedentro de la antropología ambiental, aligual que en el resto de la antropología,existe una situación en la que convivenagregados de distintas teorías en lo queStocking (1982) ha llamado “equilibriopoliparadigmático”. Es posible encontrartrabajos más o menos recientes basadosen la antropología ecológica que buscanevidenciar la conducta adaptativa de cier-

tas poblaciones (Daltabuilt Godas et al.,1988; Kuchikura, 1988), trabajos dedica-dos a la recuperación del conocimiento in-dígena (Figueiredo et al., 1993; Toledoet al., 1995), o trabajos de corte materia-lista (Folmar, 1992). Así, gran parte de lasteorías que se fueron desarrollando a lolargo de la historia de la antropología am-biental coexisten ahora en un mismo tiem-po. Sin embargo, es claro que las visionesmás recientes dentro de la antropologíaambiental ya no tratan de determinar sies la naturaleza o la cultura el elementode mayor causalidad en la relación, ni tam-poco consideran la congruencia entre na-turaleza y cultura como una medida deéxito o adaptación.

Para Descola y Pálsson (1996), el ver-dadero problema que existe en el intentode discernir si es la naturaleza la quemoldea la cultura o la cultura la que im-pone significado a la naturaleza, resideen sostener ambas entidades como opues-tas e independientes. Por un lado expli-can que los estudios de campo realizadosen sociedades no-industrializadas eviden-cian que no en todas las culturas existela dualidad naturaleza-cultura, por lo quees necesario estudiar el porqué de su pre-sencia en la sociedad occidental. Por otro,ambos autores sostienen que las dos pos-turas, la materialista y la culturalista,utilizan una misma concepción de natu-raleza, que consideran pobre. La concep-ción a la que se refieren es la de natura-leza como un estado o esencia, y no comoun conjunto de procesos y relaciones quese definen y orientan en su interacción;proponen entonces superar la oposiciónentre hombre y naturaleza y entenderloscomo entidades inseparables tanto en sudefinición como en su relación.

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Análisis como el que realizan Descolay Pálsson (1996) han permitido que algu-nos antropólogos dedicados al estudio dela interfase entre cultura y ambiente co-miencen a cuestionar la validez y utili-dad teórica de cualquiera de las posturasextremas, prefiriendo colocarse en unpunto intermedio. Simmons (1993), porejemplo, considera que ambos enfoquesson correctos debido a que, por un lado,el universo existe en sus propios térmi-nos, pero por otro, las habilidades percep-tuales de los seres humanos no son per-fectas; de manera que los modelos queconstruimos serán siempre imperfectos yprovisionales. Menciona que la construc-ción de modelos explicativos responde aque somos incapaces de observar y com-prender toda la complejidad del mundo,aun ayudados por la tecnología. Los mo-delos son una reducción de la masa deinformación que obtenemos del mundonatural, siendo por lo tanto visiones par-ciales del mismo. Cada modelo nos dice yaporta cosas distintas en apariencia co-rrectas o verdaderas.

Por su parte, Ingold (1992) argumen-ta que el desarrollo de la antropologíaambiental se ha visto limitado debido aque sus supuestos fundamentales se en-cuentran en contradicción. Una de lasideas centrales de esta rama de la antro-pología es que las relaciones entre los se-res humanos y su ambiente están media-das por la cultura, que hace las veces demecanismo de adaptación al ambiente.Sin embargo, sucede que sin la cultura elambiente se convierte en una entidadcarente de significado y existencia, por loque la cultura se transforma en una adap-tación a nada. Ingold explica que parasolucionar este conflicto es necesario

abandonar la noción de cultura como unsistema de adaptación a las exigenciasambientales o desechar la idea de que losseres humanos habitan un mundo cultu-ralmente construido en su totalidad. Parasuperar este dilema el autor propone con-siderar que no existe ninguna divisiónentre ambiente y cultura, y que tanto laspersonas como el ambiente son parte deun proceso de mutua constitución dondeuno da forma al otro en el curso del pro-ceso de vida.

Basado en las ideas de Ingold (1992;1996), Milton (1997) considera que unabuena parte de la realidad se construyesocialmente, pero que debe existir unabase para tal construcción y ésta es laexistencia misma de la realidad que con-tiene un componente no construido, estoes, no todo lo que hay en la realidad esproducto de la asignación cultural de sig-nificados. Si el ambiente no es más queuna construcción social, podríamos mo-dificarlo con tan sólo generar diferentesverdades y significados. En este sentidoes muy importante el aporte de Ingold(1992) en cuanto a la diferenciación en-tre naturaleza y ambiente: la naturalezaentendida como un conjunto de objetosneutros se transforma en ambiente a par-tir de la interpretación cultural de los in-dividuos y grupos sociales.

En los últimos años ha sido claro quealcanzar un tipo de desarrollo viable, entérminos tanto ecológicos como económi-cos y sociales —el denominado desarro-llo sustentable—, no depende únicamen-te de nuestra capacidad como sociedadpara producir nueva tecnología y valorareconómicamente los componentes de labiodiversidad y el daño ambiental. Lasustentabilidad implica en sí misma ge-

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nerar nuevas formas de vida en sociedad,que nos permitan generar una nueva re-lación sociedad-ambiente o, lo que es lomismo, nueva construcción cultural de lanaturaleza. El gran aporte que la antro-pología puede hacer a la crisis ambientales ayudarnos a entender los problemasambientales ya no sólo como desequili-brios en las variables físicas, químicas ybiológicas de los ecosistemas, sino tam-bién como producto de una relación par-ticular de los seres humanos con la natu-raleza. En este sentido es importanteconsiderar cómo los distintos grupos cul-turales definen y entienden su relacióncon el entorno natural, los problemasambientales derivados de tal relación yla forma en que se los interpreta. Paraacercarnos al objetivo anterior me pare-ce que teóricamente es importante rete-ner parte de la visión del determinismocultural expresado por la etnoecología, es-pecíficamente la idea de que a la natura-leza se la interpreta y dota de significa-do, y que este significado varía entreculturas; pero al mismo tiempo acotar lacapacidad de la cultura en la construc-ción de la realidad y el ambiente, como loproponen Ingold (1992) y Milton (1997).Acotar, en el escenario de la actual pro-blemática ecológica, significa entenderque los problemas ecológicos o ambienta-les existen aun cuando su percepción einterpretación varíe entre grupos socia-les, pues de no ser así caemos en el peli-gro de considerar que los problemas am-bientales existen sólo cuando son social yculturalmente percibidos. En este senti-do, uno de los principales puntos de aná-lisis para la antropología es conocer quétipo de perspectivas culturales, o formasde ver el mundo creadas a partir de la

vivencia y conformadas por supuestos,valores, explicaciones y normas, permi-ten que problemas como la contaminacióno la deforestación se transforman en pro-blemas sociales, esto es, en focos de pre-ocupación y acción de grupos e individuos,y cuáles lo impiden o dificultan.

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