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EDICIÓN ESPECIAL Febrero 2017 - ISSN 1390-4515 100

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EDICIÓN ESPECIALFebrero 2017 - ISSN 1390-4515

100

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Constituidos como jurados Carlos Ferrer (España), Iván Rodrigo-Mendizábal (Bolivia) e Iván Égüez (Ecuador), para discernir el Premio La Linares de novela breve, 2016, reci-bimos 62 novelas bajo los requisitos estipulados en las bases de la convocatoria.Leídos los trabajos, se realizó una primera ronda de prese-lección donde pudimos apreciar un grupo de novelas que se consideraban de mejor nivel, tomando en cuenta la calidad de su escritura, su contenido, y los recursos novelísticos.En la siguiente fase de selección se convino en que no existía una novela que se destacara nítidamente sobre otras ni que lograra alcanzar el estatuto de premio único. Sin embargo, se destacaron con similar calidad las novelas: La sincronici-dad azarosa de los trenes, presentada por el seudónimo Kim Yu; Los juguetes que perdimos en el camino, presentado por George Borewell; Adela, firmada por Tadeo.Con estas consideraciones, el jurado determinó distinguir con Menciones de Honor, por igual, y sin ninguna prelación, a las tres novelas mencionadas. El jurado sugiere a los organizadores dividir el premio pecuniario entre las tres menciones.El jurado fundamenta su decisión por los méritos notorios que, en términos generales, son los siguientes:• La sincronicidad azarosa de los trenes tiene una estruc-tura abierta, posmoderna, donde confluyen la non fiction, entrevistas polifónicas, disquisiciones estéticas y sincronías textuales sobre el tema central, todo lo cual confluye en la fi-gura del pintor Endara Crow, diseccionado desde numerosos puntos de vista, todos ellos necesarios para poder construir el personaje referencial. El final no es contundente, pero la obra merece el reconocimiento.

Veredicto del Premio La Linares de novela brere, 2016

Rocinante

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VEREDICTO

• Los juguetes que perdimos en el camino es una obra que va de menos a más, que construye morosamente un perso-naje obsesivo (coleccionista de juguetes, recolector de perros callejeros), y su relación con el inframundo que le rodea, y del cual el personaje se aliena y evanece, pero que al mismo tiempo hace ver la inutilidad de la dedicación frente a una realidad que le sobrepasa. El autor obliga al lector a inmis-cuirse con su propia experiencia en un mundo referencial que no busca al lector pasivo y en el que se destaca el juego entre realidad y ficción.• Adela es la luz y sombra no solo del personaje que provoca la historia (un individuo en estado de coma) sino el mundo íntimo de quienes lo rodean en un permanente hilo reflexivo sobre el derecho a vivir y el derecho a morir. Novela, si se quiere, cruda y problematizante, cuyo final cierra la historia y abre la discusión obligando al lector a preguntarse sobre el tema. Podría decirse que es una novela psicológica, pero sobre todo una escritura basada en la introspección, bruñi-da, apelativa, casi inmisericorde.Abiertos los sobres que contenían los nombres de los auto-res, se constató que las novelas mencionadas correspondían a:Los juguetes que perdimos en el camino, Roberto Ramírez;Adela, Modesto Ponce;La sincronicidad azarosa de los trenes, Luis Alberto Bravo.La entrega de los premios se hará el 23 de abril de 2017, que coincide con la celebración del Día Internacional del Libro, en ceremonia especial a realizarse en Casa Égüez, el nuevo centro cultural de la Campaña de Lectura Eugenio Espejo, próximo a inaugurarse.Es dado en la ciudad de Quito, el 23 de enero de 2017.

Firman los jurados

3Rocinante

Carlos Ferrer(España)

Iván Rodrigo-Mendizábal(Bolivia)

Iván Égüez(Ecuador)

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4 Rocinante

Rocinante No. 100Febrero 2017

Contenido

•ROCINANTE es una publicación de la Campaña Nacional Eugenio Espejo por el Libro y la Lectura, que es una iniciativa ciudadana que busca mejorar el comportamiento lector de los ecuatorianos. No recibe fondos públicos y se maneja mediante la autogestión y a través de la asociación con diversas entidades. Sus líneas básicas de acción son la edición y distribución masiva de libros, la capacitación a mediadores de lectura, la difusión de la literatura nacional en el extranjero y la reflexión teórica sobre el tema de la lectura. •DIRECCIÓN GENERAL: Iván Égüez. •EDICIÓN: Andrés Cadena. •DISEÑO: Agustín Montúfar Égüez. © CORPORACIÓN EUGENIO ESPEJO POR EL LIBRO Y LA CULTURA. El Heraldo 244 y Juan de Alcántara. Teléfono: 243 2980. •DERECHOS RESERVADOS.

• Especial: 100 números de Rocinante

6

• Ricardo Piglia: una lectura

50

• Federico García Lorca, bajo la lupa

28

• John Berger no ha muerto

60

• Prosas de Julio Pazos

76

• La liquidez de Bauman

70

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5Rocinante

Textos de:José Aldás, Andrés Cadena, Santiago Vizcaíno, Bruno Sáenz Andrade, Diego Cazar Baquero, Yanko Molina, Carlos Ferrer, César Chávez Aguilar, Genoveva Mora

Iván Égü[email protected]és [email protected]ín Montúfar Égü[email protected]@revistarocinante.com

EEl cabalístico número 100 está en sus manos. Cien veces hemos cabalgado apurados en

Rocinante con su aparecimiento puntual, de “foto finish”, con el primer día del mes, y

así, tas con tas, seguiremos con el mismo entusiasmo, procurando no fallarles a

nuestros miles de lectores. Este número prácticamente coinci-de con otro hito de la Campaña de Lectura, el culmen de la larga res-tauración de la casa solariega en el barrio y frente a la escuela donde transcurrió nuestra infancia. Es-tamos por inaugurarla, lo hemos hecho paso a paso, piedra a pie-dra, sin prisa pero sin pausa, con la misma convicción y constan-cia con las que hemos entregado ya seis millones de libros a los lectores ecuatorianos. Esta revis-ta es la bitácora del movimiento

editorial, literario, cultural, de los últimos ocho años y piquito, lapso

que, paradójicamente, coincide con la dejadez del Estado en esta activi-

dad. Optimistas esperamos que se co-rrija el rumbo. También confiamos en el

respaldo que han sabido darnos nuestros suscriptores. En nombre de ellos agradecemos

a los colaboradores que honraron estas páginas, a los editores y equipos de trabajo que fueron reno-

vándose, que fueron cambiando sin dejar de ser, en espe-cial a aquellos que, leales a una visión social por el libro y la

lectura, hicieron y hacen visible esta huella colectiva. ié

“Aún siento el costillar de Rocinante”

[email protected]

revistarocinante.com

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Hace 100 meses empezaron las andanzas de la revista que tiene entre sus manos. Con el tiempo, ha ido cambiando en muchos aspectos, colaboradores, temáticas, secciones e incluso apariencia... pero mantiene fija su meta: llegar a un público amplio en número y diverso en intereses y experiencias con los libros. La idea es que todo mundo encuentre en estas páginas algo que le llegue, y le invite a continuar cabalgando en las inagotables sendas de la literatura, sin adjetivos. Así como el jamelgo Rocinante adquiría su esplendor y gallardía solamente ante los ojos del soñador Alonso Quijano, estas páginas, querido y desocupado lector, aguardan siempre el brillo, la vida y la valía que sus ojos, al recorrerla, les sepan otorgar.

ESPECIAL

6 Rocinante

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UUna fructífera labor es la que ha desarrollado Rocinante co-mo promotora y suscitadora de la cultura nacional: a lo largo de ocho años (el primer número se publicó en noviembre de 2008) han sido más de 550 colaboradores, entre nacionales y extranje-ros, los que han comentado libros recientes y analizado autores epónimos a través de sus páginas. Han sido alrededor de 1230 artículos los que llevan la firma de 266 autores nacionales y 284 extranjeros, quienes fomentaron el crecimiento de uno de los medios de mayor acogida en los hogares ecuatorianos que, con una rigurosa puntualidad mensual, refleja la historia del pensa-miento crítico y creativo del medio.

La Campaña de Lectura Eugenio Espejo, como pionera en la distribución masiva de libros, es la que, adicional a la publicación de un texto literario mensual, sustenta la información siempre actualizada que circula en la revista; bajo la dirección del escri-tor Iván Égüez, se ha dado apertura a una gran cantidad de au-tores nóveles y a sus obras. La idea siempre es poner al alcance del lector promedio la actualidad del quehacer cultural del país, para defender la idea de que el libro y la lectura son el motor de la conciencia crítica. Aquello que permite la formación de una cultura propia. Nuestra identidad.

Rocinante:una revisión en números

7Rocinante

n José Aldás

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Antes de Babieca

8 Rocinante

bre las más recientes películas (Sherlock Holmes, The dark night rises, Hugo, Seda, The Black Swan, Europa report, por poner algunos ejemplos) fueron una tradición en la re-vista. Dos son los números (12-72) que dan cuenta del tema de una forma más amplia.

Todo tipo de lectura tiene un espacio en Rocinante, que ha dedicado una sección para la revisión de las películas es-trenadas en los últimos años. También se han analizado los filmes que basan su guion en la literatura, las publicaciones teatrales hechas por editoriales nacionales e internacionales; antes de la aparición de Babie-ca (una iniciativa también de la Campaña de Lectura y que ya va en su número 12), revis-ta dedicada a las artes escéni-cas en general y, como es cos-tumbre, al cine independiente y comercial. Las 81 reseñas publicadas en Rocinante por Juan Fernando Jaramillo so-

ESPECIAL

Rocinante #1

Rocinante #99

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Lectura nuestra de cada día

9Rocinante

por Jorgenrique Adoum); la minificción (9), la poesía y los poetas (64).

Temáticas amplias como el amor tratado en los libros (4-16-52-88) o la participación de la mujer en la literatura (5-29-41-53-89); además de la lite-ratura fantástica y de ciencia ficción (7-30-69), con Fernando Naranjo, escritor e ilustrador; lo policíaco y lo negro (8), tal como el ensayo (68) y los co-mentarios sobre el fútbol y las letras (20-53) han sido aborda-das por Kundera, Kafka, Bor-ges, Muñoz Molina, Juan José Saer, entre otros.

Rocinante también ha con-siderado los avances de la tecnología y su relación con los lectores: los e-books y los soportes electrónicos que han tomado vigor en los últimos años (19-22-23-35-70) han sido comentados.

Lastimosamente, en estos ocho años Rocinante también ha tenido que difundir varios obituarios (una suerte de re-conocimiento póstumo por aquello de que en la literatura todo empieza con la muerte)

Rocinante ha sido una di-fusora de reflexiones sobre el libro y la lectura. Vale recor-dar que en cada uno de sus 99 números han constado uno o más artículos en torno al mer-cado editorial, la situación del libro en el país, la pedagogía y la literatura. Así, la litera-tura infantil (2-32), análisis exhaustivos de la novela (3-25-51-57-65-96-99) basados en las opiniones de autores de trayectoria y reconocidos por la crítica: novela histórica o novela breve (y en especial los fragmentos de Breve historia de la historia breve, escrito

Rocinante #50

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10 Rocinante

Sobre los clásicos y los contemporáneos

La lectura meditada de Car-los Ferrer y sus 38 artículos relacionados con los grandes autores de siempre, además de las curiosas anécdotas na-rradas por Bernardita Maldo-nado en sus 18 artículos, dan vigencia a obras icónicas. Los lanzamientos de óperas pri-mas y las nuevas obras de los escritores nacionales tienen su espacio en Rocinante. Un total de 351 obras reseñadas entre

ESPECIAL

de los escritores que nos han dejado físicamente: 46 son las muertes que recuerdan las pá-ginas: José Emilio Pacheco, Juan Gelman, Doris Lessing, Álvaro Mutis, Jorgenrique Adoum, Claude Levi-Strauss, Bolívar Echeverría, José Sa-ramago, Ernesto Sábato, An-tonio Tabucchi, Günter Grass, Carlos Fuentes, Ray Bradbury, Gabriel García Márquez, Um-berto Eco y más. Se publicó un total de 14 perfiles de autores nacionales, iniciados con Uli-ses Estrella, y 13 separatas.

Los últimos números han aportado al debate sobre la re-cientemente aprobada Ley de Cultura (94) y la primicia de capítulos sueltos de la novela

inédita de Coetzee (96) luego de su visita a Guayaquil, con motivo de la Feria del Libro. Pero la Campaña también ha rescatado textos casi descono-cidos para los ecuatorianos: El pirata del Guayas, de Manuel Bilbao; Las encantadas, de Melville; La camarada de Pe-kín, de Adoum, entre otros.

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novela, cuento, poesía y ensa-yo publicadas por diferentes editoriales dan cuenta de la labor de la revista, que no solo centra su trabajo en la litera-tura sino que también incluye las ciencias sociales, políticas y económicas. Las diferentes re-vistas de circulación nacional, como Tierra verde, Tierra incógnita, Imaginaria, Malai-dea o Reincidencias; además de los títulos de la colección Magíster de la UASB fueron incluidos en las páginas de Rocinante. Lucía Lemos, con sus 56 artículos, brindaba una panorámica de los libros edi-tados fuera de nuestro país, el tiempo presente de las letras del mundo.

Una gran ventana para re-conocer a las personas que trabajan diariamente para que la máquina cultural del país tome fuerza. Así, se destacan las publicaciones de Gabriela Alemán, Abdón Ubidia, Carlos Arcos Cabrera, Santiago Páez, Javier Vásconez, Jorge Dávila Vázquez, Edgar Allan García, Adolfo Macías, Juan José Ro-dinás, Ernesto Carrión, Jor-

ge Velasco Mackenzie, Iván Égüez, Huilo Ruales, Francis-co Proaño Arandi, Julio Pazos, con las obras que se han escri-to a lo largo de ocho años.

Además de sus galerías, en donde se muestra la obra pic-tórica de escultores y pintores, Rocinante ha albergado a ar-ticulistas como Bruno Sáenz, Miguel Aillón, José Aldás, Ce-cilia Ansaldo, Sandra Araya, Mónica Varea, Enrique Ayala Mora, Fernando Balseca, Juan Carlos Arteaga, Estanislao Orozco, Byron Rodríguez, Fer-nando Tinajero, Leonardo Va-lencia, Cecilia Velasco, Diego Araujo, César Chávez, Santia-go Vizcaíno, Esteban Mayor-ga, Yanko Molina. Todo, con la acertada dirección de Iván Égüez, para que la Campaña no detenga su marcha en pos de una revalorización del li-bro, la lectura y los autores; para que no pasen inadverti-dos a los ojos de la sociedad. Es Rocinante, entonces, como lo dicen estas estadísticas, el hogar de la palabra. El mensa-jero del pensamiento.

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ESPECIAL

conjurado la soledad, la enfer-medad o el dolor gracias a la compañía de un libro; hay los que han saciado su inquietud y curiosidad vitales bebiendo de las narraciones, poesías y piezas teatrales escritas a lo largo de la historia… Pero no existe un modo generalizable para conseguir, masivamente, que la gente haga de la lectura literaria parte de su día a día, una actividad cotidiana, un ejercicio familiar.

HHay algo de azar en el ac-to de leer; en las motivacio-nes para que alguien empie-ce a convertirse en un lector de literatura. Eso sí, rara vez interviene el pensum escolar con sus asignaciones obligato-rias, o los libros de texto que contienen pequeños fragmen-tos de obras a modo de excu-sas para abordar algún punto del sílabo. Hay quienes se han acercado a la lectura porque en la casa sus padres lo ha-cían todo el tiempo; otros han

n Andrés Cadena

Donde empieza la literatura

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de “que ama”— por las letras. No es una revista literaria, re-petía Diego Cornejo Menacho cuando asumía el proyecto, es una revista para lectores. Diego fue el primer editor y junto con Iván Égüez, director de la Campaña, concibieron la revista, desde el nombre hasta la identidad gráfica y, por su-puesto, su tono.

Las iniciativas —asistemá-ticas, politizadas o llenas de vacíos— por parte de estamen-tos gubernamentales dejan en claro que no se ha puesto en marcha una manera institu-cional de lograrlo, sobre todo porque la idea de contar con un plan nacional de lectura pertenece aún a la ficción. La meta misma de buscar apun-talar los índices de lectura en una sociedad puede ser con-traproducente, cuando ello nos regresa a la ruta de la obliga-ción, de la tarea, del castigo. Y por otro lado, la lectura, como todo, se encuentra sig-nada por un contexto donde la tecnología ha hecho a cada práctica más cambiante, móvil e interactiva. De modo que el mundo del libro no puede per-manecer ajeno e inmutable; ni seguir recetas predetermina-das para coyunturas pasadas.

La revista Rocinante surgió así, en 2008, pensando en un público lector que rehuía de lo solemne y lo grave; que se acercaba más informal e in-tuitivamente a la literatura, y que tenía un interés en forma-ción y amateur —en el sentido

Iván Égüez

Diego Cornejo

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ESPECIAL

14 Rocinante

las obras de las que habla el canon. Debía habitar un ámbi-to que no excluyera sino que, como el aleph, abarcara todo, porque la experiencia humana entera, lo que ha sido y lo que podrá ser, está en los libros, como siempre repite Iván.

El público lector no se consti-tuye únicamente por estudian-tes de letras y humanidades, ni por profesores de literatura, críticos profesionales u otros lectores asiduos. También es-tán los ocasionales o intermi-

Rocinante no quería ser una atalaya académica ni pedagó-gica, sino contribuir al multi-forme universo de intereses del lector, desde la vivencia de la lectura, desde la anécdota, desde el recuerdo, el homena-je, la relectura, la página sal-vada, el testimonio: desde los incontables ángulos con que se puede enfocar el mundo del libro. La propuesta era hablar de este espacio considerándolo como un campo de interaccio-nes, llamarlo también merca-do, y abordarlo como un me-dio conformado por personas y no por conocimiento frío; un punto de encuentro y contra-punto de actores, voces y ros-tros, más allá de los títulos y

Rocinante #91

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15Rocinante

se expresado en las palabras de alguien más. Estas páginas acogen a escritores de gran diversidad de orígenes, estilos y épocas; a periodistas, profe-sores, estudiantes y lectores (pertenecientes o no a alguna institución); en fin, a personas y sensibilidades varias ante to-do, porque compartir la pala-bra escrita es siempre un acto íntimo entre dos voces: aquella que escribe, y aquella que re-suena, en silencio, en la mente de quien lee. En su tamaño fí-sico y en el formato de sus con-tenidos quiere ser manejable, ágil, ligera pero suscitadora; no pretende agotar temas ni acotar las sendas de los estu-diosos, sino proveer la mayor cantidad de referencias para posibles lecturas, y de venta-nas para atisbar aquello que está del otro lado, al interior de cada obra o autor. Habrá cumplido su misión si, después de recorrer estas páginas, esa lectora o ese lector se sumerge directamente en las páginas de un libro, si ha sido conduci-do hasta el lugar donde empie-za la literatura.

tentes, aquellos que se ampa-ran en los célebres “derechos del lector”, de Pennac; o quie-nes se demoran en un libro porque no gozan de más de unos minutos al día para leer, o los jóvenes que empiezan a maravillarse con las primeras tramas de aventuras o los ver-sos clásicos, o los círculos de cultores de tal o cual género; y cualquier mujer u hombre a quien le parezca buena idea ir formando la biblioteca del hogar, un espacio de posibili-dades creciente. Tal vez ellos mismos no alcanzarán a leer todos los títulos que consigan, pero intuyen que alguien, un hijo, una sobrina, un hermano o una visita, podría tomar al-guno de esos tomos, por azar, y empezar su propio camino en la lectura, que, como decía Borges, no puede ser sino un camino personal y de placer.

A ellos se dirige Rocinante, que ofrece textos más y menos complejos, firmas más y me-nos conocidas, y que da cabida a cualquier tema observado ba-jo la lupa del lenguaje, con la reflexión que entraña el texto literario: la posibilidad de ver-

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ESPECIAL

16 Rocinante

¿¿Rocinante? En mi conocimiento, es la única revista del país que, a través de reseñas y comentarios, pone al tanto al lector de novedades bibliográficas y, ocasionalmente, de títulos ocultos que no deben continuar empolvados en los estantes de las librerías. Esa es su misión más obvia, pero no la única. Revisa la actualidad del pensamiento en torno a la lectura y los escritores, ofrece ciertas guías para la selección de libros y la orientación de la lectu-ra, sin descuidar, en sus breves editoriales o en secciones especiales dentro de cada número, la situación cultural del Ecuador o determinada página de la historia de sus letras. Relacionada con la Campaña de Lectura, promo-ciona sus libros de difusión masiva. Debería buscar con mayor asiduidad un público que no se limite a los sus-criptores de la Campaña, para dar mayor efectividad a esa difusión y constituirse en una eventual propuesta de discusión abierta.

Bruno Sáenz A.

Novedades, guía y orientación

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17Rocinante

L

R

La revista Rocinante es quizá la única publicación espe-cializada en libros que existe en el país. Especializada no por el hecho de mirar al objeto libro con la mirada del experto, sino porque es un mapa de lo que se publica men-sualmente en el Ecuador y fuera de él. El lector, a través de ella, puede enterarse de las novedades editoriales, leer reseñas de libros de diversos géneros, matizadas con en-trevistas, crónicas, perfiles, etc. Es una revista que ha si-do concebida para la lectura amena y distendida. Ofrece, además, espacio para los jóvenes y consagrados escrito-res, y para las editoriales independientes, que necesitan de difusión. Como exeditor, puedo decir que la revista Ro-cinante es un espacio donde libros y autores cabalgan en conjunto.

Rocinante es un espacio único, indispensable e irreempla-zable. No hay otra publicación que llegue a tantos lectores ni que se haya impuesto la tarea de promover la lectura. Vaya propósito en un país que registra uno de los índices más bajos en cuanto al tiempo dedicado a leer, en todo el mundo. Rocinante es la fuerza que sostiene a un sueño. Rocinante es el bocadillo que invita al gran banquete. Sin este corcel no habría jinetes que se atrevan a aventurarse en el misterioso acto de leer.

Santiago Vizcaíno

Diego Cazar Baquero

El único espacio especializado en libros

En una tarea indispensable

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ESPECIAL

18 Rocinante

Con esta edición arrancó la carrera de Rocinante. Aparecieron algunos artículos de autores del momento, como Gabriela Alemán, Rocío Madriñán, Rafael Lugo o Modesto Ponce. Para graficar los distintos testimonios, el fotógrafo Juan Zurita realizó sesiones con cada colaborador, en locaciones especiales. También, se ofrecía un reportaje sobre la editorial Eskeletra; Diego Cornejo comentaba alrededor de la adaptación al cine de El amor en los tiempos del cólera, y César Chávez daba un testimonio de su experiencia como bibliotecario. Como novedad, además de anunciar que el Premio Nobel de Literatura se acababa de conceder al francés J. M. G. Le Clézio, la revista incluía una nota sobre la lectura digital en el Kindle.

Algunos números para el recuerdoNro. 1, noviembre 2008

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19Rocinante

El último adiós a Jorgenrique Adoum. Cecilia Ansaldo, Raúl Pérez Torres, Humberto Vinueza, Bruno Sáenz y Juan Cueva colaboraron con acercamientos a las distintas vetas de su obra literaria, y a su legado para la cultura del país. Modesto Ponce hacía una lectura de la novela Imago, de Iván Égüez; Tratado del amor clandestino, de Franciso Proaño Arandi, acababa de salir finalista del Rómulo Gallegos, e Ismaíl Kadaré se alzaba con el Príncipe de Asturias. Además, se incluía un texto sobre literatura japonesa: Mishima comentaba una novela de su maestro Yasunari Kawabata.

El tema especial fue el centenario de cuatro de los narradoresecuatorianos clásicos: Joaquín Gallegos Lara, Humberto Salvador, Ángel F. Rojas y Demetrio Aguilera Malta. Lamentablemente, Claude Levi-Strauss acababa de fallecer, y Lucía Lemos le dedicaba una semblanza; mientras que Boletín y elegía de las mitas se presentaba en Cuenca adaptado como cantata popular sinfónico-coral. Además, el tema de apertura era un acercamiento a la obra ensayística de Jorge Velasco Mackenzie, Lecturas tatuadas, que la Campaña acababa de publicar en su colección Luna de papel.

Nro. 10, agosto 2009

Nro. 14, diciembre 2009

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ESPECIAL

Se jugaba el Mundial de fútbol en Sudáfrica, y el tema central fue la relación entre literatura y ese deporte; Alejandro Ribadeneira y Oswaldo Paz y Miño colaboraron recordando obras y autores a quienes les había interesado indagar desde la letra en el deporte más popular del mundo. Vicente Robalino publicaba un nuevo poemario, y Raúl Serrano, un ensayo sobre la narrativa de Humberto Salvador. En poesía, Alexis Naranjo y Ernesto Carrión se editaban y circulaban en Perú.

El número se abría con el peliagudo tema de las políticas públicas —su ausencia y su necesidad— en el ámbito de la lectura. Y se celebraba la publicación, en la colección Luna de bolsillo, del libro Las Encantadas, de Herman Melville, en torno a las Galápagos. En poesía, Carlos Vallejo nos traía Oficio de navegantes, y Luis Carlos Mussó, Geometría moral; ambos libros, comentados para la revista por Bruno Sáenz Andrade. En cuanto al cine, Juan F. Jaramillo valoraba la bella Black Swan, que poco después le valdría a Natalie Portman un Oscar.

Nro. 20, junio 2010

Nro. 27, enero 2011

20 Rocinante

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Un especial sobre la obra y el pensamiento de Agustín Cueva, mediante textos de Alejandro Moreano, Fernando Tinajero, Michael Handelsman y Fernanda Beigel. También se incluía un recorrido por varios libros que hablaban sobre la guerra de las Malvinas, de autores como Rodolfo Fogwill, Carlos Gamerro, Patricia Ratto y Federico Lorenz. La Campaña de Lectura publicaba en ese mes el libro de relatos Los hombres sin rostro, de Modesto Ponce Maldonado. Había además un reportaje sobre la Librería Rayuela, en su quinto aniversario; y un cuento de Solange Rodríguez Pappe de su libro Balas perdidas.

Todo un hallazgo (realizado por Esteban Mayorga como parte de su investigación académica) fue el encontrar una novela de piratas escrita en 1855 y ambientada en las costas ecuatorianas, El pirata del Guayas, de Manuel Bilbao. Se trataba posiblemente de la novela más antigua escrita en el país, con la particularidad que el autor no era ecuatoriano. El libro se publicó en la colección Luna de Bolsillo, con prólogo del mismo Mayorga, que se reprodujo en la revista. También se incluyó una despedida a Ray Bradbury, que había muerto poco antes; y Leonardo Valencia hacía una panorámica a la realidad editorial de Guayaquil.

Nro. 43, mayo 2012

Nro. 45, julio 2012

21Rocinante

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ESPECIAL

La novedad literaria la constituyó Malabares en su tinta, ambiciosa novela de Iván Égüez publicada por Eskeletra y que comentó en la revista Carlos Carrión. Otra obra del momento era la novela Tierra incógnita, del argentino Adolfo Colombres, con una prosa continuadora de Conrad. Y en su colección Luna de Bolsillo, la Campaña publicaba la antología generacional Decapitados, con poemas de Medardo Ángel Silva, Humberto Fierro, Arturo Borja, y Ernesto Noboa y Caamaño. También, Javier Vásconez acababa de publicar La otra muerte del doctor, y Silvia Stornaiolo, la novela Tenga.

Renata Égüez estuvo a cargo de preparar un antología de jóvenes cuentistas ecuatorianos, que se publicó en ese mes con el título Tiros de gracias. Neoficción ecuatoriana, e incluyó a autores como Jorge Izquierdo, Bolívar Lucio, Yanko Molina, Esteban Mayorga, Solange Rodríguez, entre otros. La revista dedicó un espacio considerable a estos autores. Además, Antonio Correa y César Chávez elaboraban acercamientos a la obra del polémico francés Michel Houellebecq. Ernesto Cardenal recibía el Premio Reina Sofía. Dos poetas incursionaban en la narrativa: Luis Carlos Mussó con la novela Oscurana, y Santiago Vizcaíno con los cuentos de Matar a mamá; mientras que Juan José Rodinás publicaba Estereozen.

Nro. 49, noviembre 2012

Nro. 50, diciembre 2012

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Con extensos artículos, se abordó las obras de dos figuras emblemáticas: Jorge Carrera Andrade, poeta y ensayista ecuatoriano; y el escritor francés Albert Camus. También, se celebraba las óperas primas de Paulina Briones (Extrañas) y de Santiago Cevallos (El Barroco: marca de agua de la narrativa hispanoamericana), en narrativa y ensayo, respectivamente. También se hablaba de publicaciones nuevas de Fernando Naranjo, la novela Guasmo Sur; y de Juan Pablo Castro, el libro de cuentos Miss Frankenstein. Diego Araujo ofrecía una lectura sobre la más reciente novela breve de Abdón Ubidia, Callada como la muerte, que fue editada en la serie Luna de Bolsillo.

Una celebración del género del cuento, a raíz del pretexto del Nobel concedido en ese momento a la canadiense Alice Munro, y se incluía un relato de ella. El libro del mes en la Campaña era La última erranza, de Joaquín Gallegos Lara, con un amplio estudio sobre el autor realizado por Yanko Molina. En poesía, aparecía L.A. Monstruo, el primer libro de la guayaquileña Andrea Crespo, y Víctor Vimos entrevistaba al peruano Mario Montalbetti; y en novela, Lucía Lemos escribía a propósito del (entonces) más reciente libro de Vargas Llosa, El héroe discreto.

Nro. 55, mayo 2013

Nro. 61, noviembre 2013

23Rocinante

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ESPECIAL

El tema central fue un homenaje a Miguel Donoso Pareja, fallecido hacía poco. Fernando Balseca, Adolfo Macías y Abdón Ubidia abordaban las distintas facetas del autor: novelista, ensayista, promotor de talleres. Además, a propósito de las publicaciones de la Campaña La metamorfosis, de Kafka, y Corazón débil, de Dostoyevski, Alejandro Moreano hacía una reflexión acerca de estos dos autores y su relación con la concepción de Estado moderno. También se dio espacio al tema del teatro, con una entrevista a Genoveva Mora y un texto de Carlos Ferrer.

Nro. 78, abril 2015

24 Rocinante

Eduardo Galeano había desaprecido hacía poco, y el libro del mes de la Campaña fue Galeanas, una recopilación de sus narraciones. Así, Rocinante le dedicó un espacio estelar a varias reflexiones en torno a su memoria. También habían fallecido dos premios Nobel de Literatura: Günter Grass y Thomas Tranströmer, y la revista les dedicó sendos artículos. Además, se continuaba con una serie de reportajes sobre las bibliotecas del Ecuador. Y se incluyeron comentarios a una decena de nuevas publicaciones, en el contexto ecuatoriano y de fuera del país, de autores como Vicente Robalino, Iván Égüez, Umberto Eco, Enrique Serrano, Manuel Chiriboga, Eduardo Puente, entre otros.

Nro. 79, mayo 2015

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Rocinante renovaba su cara, cambiando su diseño, para mejor. También tenía una sección de “Perfil inacabado”, que ahondaba en determinados personajes; en este número la figura fue Antonio Preciado, y el libro del mes publicado en Luna de Bolsillo fue su antología personal Yo y mi sangre. En una nota extensa, Byron Rodríguez develaba algunos hechos poco conocidos acerca de Carlos Fuentes, como que vivió una parte de su infancia en Quito. Se hacía un reportaje sobre el nuevo sello El Fakir Editores; y Diego Cazar reflexionaba en torno a la censura y lo obsceno.

La Campaña de Lectura había lanzado su Premio de novela breve “La Linares”, y la ganadora de la primera edición fue Sandra Araya, con La familia del Dr. Lehman, que circuló ese mes. Por otro lado, Rocinante recogía los testimonios de varios actores del mundo del libro en torno al futuro de este, en la época digital: Raúl Zurita, Marialuz Albuja, Osdany Morales, entre otros, opinaban a ese respecto. Se comentaban los últimos libros de Santiago Páez y Julio Pazos. Y en lo relativo al cine, Juan F. Jaramillo analizaba Spotlight, que terminaría ganando el Oscar pocos meses después.

Nro. 80, junio 2015

Nro. 86, diciembre 2015

25Rocinante

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ESPECIAL

Después del trágico terremoto de abril de 2016, gran parte de la Costa ecuatoriana se hallaba en la mira de la ayuda, la asistencia, el rescate, la reconstrucción. La revista Rocinante dedicó la mayor parte de este número a un re-conocimiento de las provincias de Manabí y Esmeraldas, desde varios ámbitos: historia, antropología, literatura escrita y oral, creencias populares, gastronomía, música, religiosidad, y más, fueron tratados en artículos de Luis Zúñiga, Edgar Allan García, Kintto Lucas, Byron Rodríguez, Cecilia Velasco, Abdón Ubidia, Juan Mullo, Rut Román. Además, entre las novedades editoriales estaban la primera novela de Diego Araujo Sánchez, y un nuevo poemario de Ernesto Carrión.

Nro. 92, junio 2016

26 Rocinante

En febrero, el tema central era el amor visto a través de los libros; autores como Flaubert, Tolstói, Barbusse, Albert Cohen, Neruda, entre otros, tuvieron cabida en esta edición. También se informaba del proyecto Clubes de Maestros Lectores, iniciativa del Ministerio de Educación en conjunto con la Campaña de Lectura. Eran novedad novelas de Adolfo Macías y de Salvador Izquierdo. El Perfil inacabado giró en torno al actor y humorista Carlos Michelena. Desde este número, la revista ya no contaría con textos sobre cine ni teatro, puesto que ya circulaba Babieca, la revista para espectadores, de la Campaña de Lectura.

Nro. 88, febrero 2016

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Como una primicia, Rocinante publicó unos fragmentos inéditos de la próxima novela de J.M. Coetzee, autor sudafricano, premio Nobel, que asistió a la FIL de Guayaquil. María Fernanda Pasaguay abordaba el tema de la construcción de la identidad y la sexualidad, proceso que rastreaba en varias obras literarias. También, ante la inminencia de las elecciones en EEUU, se presentó una entrevista con Paul Auster, en torno al papel de los escritores en la política. Adicionalmente, Bruno Sáenz comentaba el más reciente poemario de Roy Sigüenza; y Cecilia Velasco presentaba un artículo sobre Velasco Ibarra como personaje literario, en varias obras ecuatorianas a lo largo del tiempo.

En la colección Luna de Bolsillo, la Campaña publicó dos libros ese mes: Bajo la noche, de Antonio Correa Losada, y Te faruru, de Salvador Izquierdo. Se trataba de dos publicaciones peculiares: la primera es una novela escrita por un poeta experimentado, que recoge asimismo las memorias de un protagonista en la madurez de su vida; y la segunda es un texto experimental que renueva el concepto de narrar. Además, el Perfil inacabado se centraba en Nelson Estupiñán Bass; se ofrecía perfiles de varios colombianos radicados en Ecuador que se dedican al quehacer cultural: Alfonso Monsalve, Iván Ulchur y el mismo Antonio Correa. Y también se incluyeron acercamientos a las obras de Ana María Matute y Carmen Martín Gaite. Fue además noticia la publicación de La noche acopia silencios, poemario de Bruno Sáenz Andrade.

Nro. 96, octubre 2016

Nro. 93, julio 2016

27Rocinante

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Un hito llamado García Lorca

Este mes, la Campaña de Lectura publica en su colección Luna de bolsillo el libro Poeta en Nueva York, del célebre autor español Federico García Lorca, reconocido también por sus obras de teatro, clásicos del género. Este libro marca un cambio en la producción literaria del autor del Romancero gitano, quizás su poemario más ampliamente difundido. A más de ochenta años de su prematura desaparición (antes de llegar a los 40), su poesía y sus obras de teatro continúan leyéndose y poniéndose en escena, e incluso llevándose al cine. El momento en que vivió, época de la Generación del 27, era una ebullición de cambios, vanguardias, experimentación y relectura de los clásicos; pero García Lorca siempre supo indagar, más allá de las preocupaciones formales, en lo profundo del alma y la experiencia humanas.

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AUTOR DEL MES

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Federico García Lorca perteneció a la Generación del 27, llamada así por el año en que se juntaron. Estos remarcables autores desarrollaron sus propuestas a partir de búsquedas relacionadas con la vanguardia y, a la vez, con el rescate de la poesía clásica española

29Rocinante

EEn 1927, confluye en Sevilla un grupo de poetas españoles para realizar un homenaje a Luis de Góngora, por los 300 años de su nacimiento. El es-critor barroco había sido ol-vidado e incluso desdeñado por generaciones anteriores, mientras que los nuevos bar-dos encontraban en sus preo-

cupaciones formales, en su au-dacia metafórica, un horizonte válido para la creación poética.

Todos ellos habían sido in-fluenciados por las vanguar-dias europeas —especialmen-te francesas— y su afán de ruptura y experimentación con nuevas formas de hacer poesía. Casi todos habían pu-

Una generación de amigos

DEL MES

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blicado con mayor o menor asiduidad en la Revista de Oc-cidente, dirigida por Ortega y Gasset. Todos compartían una admiración por la poesía de Juan Ramón Jiménez. Pronto serían conocidos como Gene-ración del 27.

En su transcurso vital, va-rios habían convivido en la Residencia de Estudiantes, y frecuentado los mismos cafés madrileños hasta forjar una verdadera amistad, incluso más allá de sus afinidades poé-ticas.

(Jorge Guillén, en F. García Lorca, Obras completas, Madrid, Aguilar, 1955)

Mi nostalgia de aquellos días se complace en rememorar los coloquios entre aquellos amigos. Éramos amigos, y con una comunidad de afanes y gustos que me ha hecho conocer por vía directa la unidad llamada “generación”. Pedro Salinas y yo, Gerardo Diego, Federico García Lor-ca, Dámaso Alonso, Vicente Alexaindre, Rafael Alberti. Y Pepe Bergamín, y Melchor Fernández Almagro… men-ciono a los sentados tantas veces alrededor de mesas más amistosas aún que intelectuales. Mediada la comida, ya era Federico el centro de la habitación, y no de la escena, porque nada artificioso se interponía entre aquellos co-mensales que alternaban o superponían su tiroteo verbal.

Más tarde, con el adveni-miento de la Guerra Civil, to-dos los poetas de la Generación del 27 tomarían partido por la República, y tras la derro-ta, muchos de ellos se verían lanzados al exilio o la muerte. García Lorca es asesinado en Granada. Pedro Salinas, Jor-ge Guillén, Luis Cernuda se refugian en la cátedra de uni-versidades estadounidenses; Rafael Alberti viaja primero a Argentina y luego a Italia; solo Gerardo Diego, Vicente

Alexaindre y Dámaso Alonso permanecerán en España. Sin embargo los vínculos que los unían nunca se debilitan.

La poesía de la Generación del 27, a pesar de que cada au-tor tiene características muy propias que lo distinguen del resto, mantiene un desafío a las antiguas formas de poeti-zar —especialmente a las de la llamada Generación del 98—, se suma a la búsqueda de las vanguardias de una poesía pu-ra, que no responda sino a la

AUTOR DEL MES

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propia creación por medio de palabras, sin responder a na-da más que al impulso creati-vo. Sin embargo, en todos los

poetas se nota un afán por la perfección formal, que los dis-tanciaría, por ejemplo, del su-rrealismo.

Nació en Madrid en 1891. Estudió Filoso-fía y Letras en la Universidad Central.

Fue lector de español en la Sorbona entre 1914 y 1917, y luego obtuvo la cátedra de Li-

teratura en la Universidad de Sevilla en 1918. Regresó a Madrid en 1926. En 1936, se ve obliga-

do a exiliarse en los Estados Unidos, donde fue profesor invitado en Wellesley College, y a partir de 1939 dio clases en John Hopkins University (Baltimore) y en la Universi-dad de Río Piedras (Puerto Rico). Muríó en Boston en 1951. Escribió poesía, relato, ensayo y crítica. Además, fue un destacado traductor del francés.

Nació en Valladolid en 1893. Estudió Fi-losofía y Letras en la Universidad de Ma-

drid. Fue lector de español en la Sorbona entre 1917 y 1923. Enseñó Lengua y Litera-

tura en la Universidad de Murcia entre 1926 y 1929. Fue profesor invitado en Oxford, y luego,

a partir de 1931 mantuvo una cátedra en la Universidad de Sevilla. Fue detenido por su militancia republicana y solo en 1938 logró salir de España hacia Estados Unidos, donde enseñó en Wellesley College y Harvard. En 1977 ganó el premio Cervantes. Falleció en Málaga en 1984.

Pedro Salinas

Jorge Guillén

DEL MES

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Nació en Santander en 1896. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de

Deusto. Ya en Madrid, colabora con las re-vistas vanguardistas Grecia, Cervantes y

Reflector. En 1920, obtiene la cátedra de Len-gua y Literatura en el Instituto general y Técnico

de Soria, y en 1923 se traslada con el mismo cargo a Jijón. En 1948, se incorpora como miembro de número en la Re-al Academia Española. En 1979 recibe, junto a Jorge Luis Borges, el premio Cervantes. Murió en Madrid en 1987.

Nació en Fuente Vaqueros, Granada, en 1898. Estudió Filosofía y Letras, aunque

finalmente se graduaría de licenciado en Derecho en 1923. A partir de 1924, se

instala en la Residencia de Estudiantes, en Madrid, donde conocería y trabaría amistad con

el pintor Salvador Dalí y el cineasta Luis Buñuel. En 1929, viaja a Nueva York, donde permanecería durante casi un año, estudiando en Columbia University. Antes de regre-sar a España, permanece en Cuba algo menos de 4 meses. En 1932, crea el grupo de teatro La Barraca, con el que recorrerá su país presentando obras clásicas y contempo-ráneas. En 1936, al estallar la Guerra Civil, y a pesar de haber estado distanciado siempre de la militancia políti-ca, es capturado y fusilado por las fuerza nacionalistas de Franco. Además de poeta, fue dramaturgo, actor, director de teatro y pintor.

Gerardo Diego

Federico García Lorca

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AUTOR DEL MES

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Nació en Sevilla en 1898. A partir de 1909, se trasladó con su familia a Ma-

drid, donde estudiaría Derecho y Comer-cio. Trabajó en la compañía de ferroca-

rriles, pero a partir de 1925 abandonó toda actividad profesional debido a la tuberculosis que

lo aquejaba. Durante la Guerra Civil, permanece en obli-gado reposo a causa de su enfermedad. En 1949 es elegido miembro de la Real Academia. En 1977 se le concedió el premio Nobel de Literatura. Murió en Madrid en 1984.

Nació en Madrid en 1898. En 1919 se gradúa de Derecho, y en 1921, de Filoso-

fía y Letras. Ese mismo año es nombrado lector de español en la Universidad de Ber-

lín, y entre 1923 y 1925 da clases de literatu-ra en Cambridge, donde retornará entre 1928 y

1929. En el mismo año viaja a la Universidad de Columbia, donde coincidirá con García Lorca. Durante la Guerra Ci-vil, se refugia en la zona republicana hasta su derrota. A partir de 1939, obtiene la cátedra de Filología Románica en la universidad de Madrid. En 1945 es nombrado miembro de la Real Academia, de la que sería director desde 1968. Muere en Madrid en 1990.

Vicente Aleixandre

Dámaso Alonso

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DEL MES

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Nació en el Puerto de Santa María, en Cádiz, en 1902. En 1917 se traslada con

su familia a Madrid, donde a partir de 1922 se relaciona amistosamente con Gar-

cía Lorca, Buñuel y Salvador Dalí. En 1931 se afilia al Partido Comunista. En 1933 viaja a la

Unión Soviética. Participa activamente en la Guerra Civil del lado republicano y es secretario de la Alianza de Inte-lectuales Antifascistas. A partir de 1940, y después de un fugaz paso por Francia, se instala en Buenos Aires. En 1963, se traslada a Roma. Vuelve a España en 1977. En 1983 se le concede el premio Cervantes. Muere en 1999. Además de poeta, Alberti fue pintor.

Nació en Sevilla en 1902. En 1919 em-pieza a estudiar derecho en su ciudad

natal; en la universidad conoce a Pedro Salinas, que es su profesor. Nunca culmi-

nará sus estudios, pues su padre muere en 1920. En 1929, gracias a las gestiones de Salinas,

es nombrado lector de español en Toulouse. Durante la Guerra Civil apoya a la República, por lo que se ve obliga-do a exiliarse primero a Inglaterra y luego a Estados Uni-dos, donde da clase en Mount Holyoke College. En 1952, se traslada a México, donde es profesor en la Universidad Autónoma. Muere en 1963.

Rafael Alberti

Luis Cernuda

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AUTOR DEL MES

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35Rocinante

publicado el Romancero gita-no, que de inmediato le trajo éxito de público y crítica, pe-ro las ambiciones poéticas del autor granadino no estaban saciadas.

EEn 1929, Federico García Lorca parte a Nueva York pa-ra estudiar en Columbia Uni-versity. Huía de la “penumbra sentimental” y buscaba nuevas experiencias. En 1928, había

n Yanko Molina

Poeta en Nueva York,según Federico García Lorca

DEL MES LIBRO DEL MES

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Las experiencias en Nueva York resultan muy ricas: en esta ciudad termina la “Oda al Santísimo Sacramento del Altar” y escribe un guión ci-nematográfico, pero, sobre to-do, compone su Poeta en Nue-va York, libro que desafía su poética anterior e incluye in-fluencias distintas. Es el más surrealista de los poemarios de García Lorca, el verso se vuelve blanco, las imágenes son desconcertantes y la poe-sía se manifiesta en estado pu-ro. Sin embargo, la presencia de la humanidad es constante, lacera con una fuerza mul-tiplicada. La modernidad se encuentra en continua disputa

con lo humano, la civilización muestra su faceta más brutal, más bárbara.

El encuentro entre la sen-sibilidad del poeta y la metró-poli es provechoso, y da frutos extraordinarios como Norma y paraíso de los negros o la Oda al rey de Harlem.

«Y me lanzo a la calle y me encuentro con los negros. En Nueva York se dan cita las razas de toda la Tierra, pero chinos, armenios, rusos, ale-manes, siguen siendo extran-jeros. Todos menos los negros. Es indudable que ellos ejercen enorme influencia en Nortea-mérica y, pese a quien le pe-se, son lo más espiritual y lo

LIBRO DEL MES

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más delicado de aquel mundo. Porque creen, porque esperan, porque canta y porque tienen una exquisita pureza religiosa que los salva de todos los pe-ligrosos afanes actuales» (esta y todas las citas del artículo pertenecen al conferencia-re-cital que dicta Federico Gar-cía Lorca en Madrid, el 16 de diciembre de 1932, incluida en Federico García Lorca, Poeta en Nueva York, Lumen, Bar-celona, 2002).

Pero la búsqueda no se agota. La ciudad continúa subyugando al poeta con su crueldad, con su vértigo, con la lucha entre el cemento y el cielo que se proyecta desde los grandes edificios, con sus habitantes impertérritos y su-midos en el tráfago de la eco-nomía.

«Y sin embargo, lo verdade-ramente salvaje y frenético de Nueva York no es Harlem. […]

»Lo impresionante por frío y por cruel es Wall Street. Llega el oro en ríos de todas partes de la Tierra y la muer-te llega con él. En ningún sitio del mundo se siente como allí la ausencia total del espíritu: manadas de hombres que no pueden pasar del tres y mana-das de hombres que no pueden pasar del seis, desprecio de la ciencia pura y valor demonía-co del presente. Y lo terrible

es que toda la multitud que lo llena cree que el mundo será siempre igual, y que su de-ber consiste en mover aquella gran máquina día y noche y siempre.»

De este encuentro con lo más cruel de la economía mo-derna y sus mecanismos sur-girán poemas tan descarna-dos como Danza de la muerte, Paisaje de la multitud que vo-mita o Paisaje de la multitud que orina.

Luego, en verano, el poeta huirá al campo. La opresión de la gran ciudad lo había expul-sado. Su encuentro con esta América distinta dará gran-des poemas como Niña ahoga-da en el pozo, El niño Stanton o Vaca. En ellos, la solidaridad con lo humano, incluso con lo animal, se agudiza. El paso por el vértigo de la ciudad ha-bía afinado la sensibilidad y lograba una mirada distinta.

«En aquel ambiente, natu-ralmente, mi poesía tomó el tono del bosque. […]

»Pero un día la pequeña Mary se cayó a un pozo y la sacaron ahogada. No está bien que yo diga aquí el profundo dolor, la desesperación autén-tica que yo tuve aquel día. Eso queda para los árboles y las paredes que me vieron.»

Luego, el regreso a la ciu-dad, la cruel modernidad si-

DEL MES

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gue siendo la misma, pero el poeta ha refinado sus escudos. El encuentro es diferente, el tono más reposado, la presen-cia del otro ya no lacera en igual medida.

«Después… otra vez el ritmo frenético de Nueva York. Pero ya no me sorprende, conozco el mecanismo de las calles, ha-blo con la gente, penetro un poco más en la vida social y la denuncio. Y la denuncio por-que vengo del campo y creo que lo más importante no es el hombre.»

En este trance se escriben New York (oficina y denun-cia) o la Oda a Walt Whitman.

Finalmente, el poeta ha lo-grado encontrarse plenamen-te con la ciudad, que lo des-pide dejándole admiración, superado ya el tormento. Hay plena conciencia de los signi-ficados, y empieza a surgir la redención.

«El cielo ha triunfado del rascacielos, pero ahora la ar-quitectura de Nueva York se me aparece como algo prodi-gioso, algo que, descartada la intención, llega a conmover como un espectáculo natu-ral de montaña o desierto. El Chrysler Building se defiende del sol con un enorme pico de plata, y puentes, barcos fe-rrocarriles y hombres los veo encadenados y sordos; enca-

denados por un sistema econó-mico cruel al que pronto habrá que cortar el cuello, y sordos por sobra de disciplina y falta de la imprescindible dosis de locura.»

El libro se cierra con la sali-da de Nueva York, el paso por La Habana antes de regresar a España nos dejará el Son de los negros de Cuba, con su carga de optimismo y esperan-za.

En Poeta en Nueva York, García Lorca se renueva, es otro, deja lo folclórico y se su-merge en la modernidad más descarnada. Su poesía se des-humaniza en la técnica para lograr algunas de sus mayo-res cotas de humanidad. El li-bro no se publicará sino hasta 1944, tras la muerte del poeta, pero desde entonces marcará un sendero para los nuevos escritores de España e Hispa-noamérica.

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39Rocinante

N«No os voy a decir lo que es Nueva York por fuera, porque, juntamente con Moscú, son las dos ciudades antagónicas sobre las cuales se vierte ahora un río de libros descriptivos; ni voy a narrar un viaje, pero sí mi reacción con toda sinceridad y sen-cillez; dificilísimas a los intelectuales, pero fáciles al poeta. Para venir aquí he vencido ya mi pudor poético.

»Los dos elementos que el viajero capta en la gran ciudad son: arquitectura extrahumana y ritmo furioso. Geometría y angus-tia. En una primera ojeada, el ritmo puede parecer alegría, pero cuando se observa el mecanismo de la vida social y la esclavitud dolorosa de hombre y máquina juntos, se comprende aquella tí-pica angustia vacía que hace perdonable, por evasión, hasta el crimen y el bandidaje.

»Las aristas suben al cielo sin voluntad de nube ni razón de los viejos muertos enterrados; éstas ascienden frías con una belleza sin raíces ni ansia final, torpemente seguras, sin lograr vencer y superar, como en la arquitectura espiritual sucede, la intención siempre inferior del arquitecto. Nada más poético y terrible que la lucha de los rascacielos con el cielo que los cubre. Nieves, llu-vias y nieblas subrayan, mojan, tapan las inmensas torres, pero éstas, ciegas a todo juego, expresan su intención fría, enemiga del misterio, y cortan los cabellos a la lluvia o hacen visibles sus tres mil espadas a través del cisne suave de la niebla.

»La impresión de que aquel inmenso mundo no tiene raíz os capta a los pocos días de llegar y comprendéis de manera perfecta cómo el vidente Edgar Allan Poe tuvo que abrazarse a lo misterio-so y al hervor cordial de la embriaguez en aquel mundo.»

El 16 de diciembre de 1932, Federico García Lorca dictó una conferencia y recital poético en Madrid. En ella, leyó y dio su visión sobre Poeta en Nueva York, intercalando la lectura de

varios de los poemas de su libro

La conferencia

DEL MES

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teatro de su época, ejemplifi-cada en autores como Muñoz Seca o los hermanos Álvarez Quintero, García Lorca revalo-rizó a los clásicos como ejem-plo de modernidad (el crítico Díez-Canedo sostuvo en 1928 que “nuestro verdadero teatro de vanguardia es Lope y Cal-derón”). Admiró a Unamuno como admiró a Valle-Inclán, leyó profusamente a Góngora y Nietzsche, se alejó del cos-tumbrismo y utilizó personajes simbólicos, aunque son los per-sonajes femeninos los que arti-culan el deseo lorquiano.

A partir de los años 20 in-tegró en su producción litera-ria el componente estético de las vanguardias. Su primera obra, El maleficio de la mari-

SSensualidad y tragedia, muerte y sueño, esterilidad y abundancia. Para el autor gra-nadino Federico García Lor-ca (1898-1936) el teatro es au-téntico cuando plantea como objetivo cambiar la sociedad, provocando y suscitando una alternativa al teatro burgués a lo Benavente, al teatro de salón de ambición comercial. García Lorca tuvo una visión mágica del teatro y una com-prensión social del mismo, que lo aproximó a Artaud. El autor español mantuvo un diá-logo permanente con el teatro clásico y recuperó de manera parcial motivos mitológicos y un lenguaje simbólico inheren-te a los ritos. Contra la atonía y la crisis de creatividad del

n Carlos Ferrer

El teatro de García Lorca:imaginación e innovación

El español supo distanciarse de las lucrativas reglas de juego empresariales, y en su dramaturgia plasmó las

vertientes de la vanguardia renovadora y de la tradición

40 Rocinante

AUTOR DEL MES

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parte del teatro menor lor-quiano. Dos visiones enfren-tadas, dos posturas diferentes: una, la de la alegría del movi-miento y la reafirmación de la identidad; otra, la del mundo tradicional, la de la monótona inmovilidad. La fuerza de la costumbre no logra, finalmen-te, imponer el pesimismo. En La zapatera prodigiosa esta-mos ante una burla farsesca contra los prejuicios, tan bella y deslumbrante como almiba-rada.

Entre su teatro más renova-dor y vanguardista, se desta-can El público, que se rige por la polisemia de su fantástico verbo y oscila entre lo onírico y lo simbólico, donde el conflic-to surge de la pugna entre el

posa, fracasó estrepitosamen-te. El drama romántico Ma-riana Pineda está ubicado en el entorno del teatro histórico modernista de Marquina, al que García Lorca añadió ele-mentos renovadores de hondo alcance poético, de estilización de la realidad y de una con-cepción de teatro como arte. El granadino intentó acercarse al público con este drama de to-que comercial.

En El retablillo de San Cris-tóbal tenemos el deshumaniza-do gran guiñol, el tratamiento amuñecado de la poesía popu-lar, mientras que en la farsa La zapatera prodigiosa encon-tramos un muestrario de los temas y obsesiones del escritor granadino, a pesar de formar

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DEL MES

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una joven espera eternamen-te la llegada de su enamorado mientras soporta el inexorable transcurrir del tiempo, que coincide con el marchitar de la rosa.

amor y el teatro (entendido co-mo vida), y fue escrita a partir de la emoción sentida por Gar-cía Lorca tras estar en las Ca-ballerizas Reales de Córdoba, la “catedral para los caballos”; y Así que pasen cinco años, un texto dramático de lectura no lineal trufado de sueños e influido por Maeterlinck. En estas piezas, compuestas en escenas o cuadros, rompe el autor español con su habitual estructura en tres actos y los elementos escénicos se yuxta-ponen en un aparente desor-den dramático.

En Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín encon-tramos sabiduría e ignorancia, un choque entre lo lírico y lo grotesco, el engaño y la ven-ganza y el poder del cuerpo, así como influencias del teatro breve del Siglo de Oro español, de la commedia dell’arte ita-liana y del simbolismo francés. La juventud del entusiasta e incluso tierno Perlimplín, hé-roe trágico de múltiples aris-tas, contrasta con la efímera turgencia corporal de una frá-gil Belisa centrada en lo apa-rente. La pieza, dotada de una comicidad de guante blanco, fue repudiada por Buñuel y Dalí por no seguir la tendencia surrealista. En 1935 está fecha-da Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, donde

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TragediasLas tragedias de García

Lorca, quien vivió cerca de los escenarios buena parte de su vida, tienen su base en la mar-ginación y en el conflicto, que surge del choque entre la nor-ma social imperante (la con-vención se impone a la fuerza de la naturaleza humana), y la resistencia a esta mediante el instinto, la pasión y la tenden-cia innata y natural:

Bodas de sangre (1933) se escribió bajo la influencia de Jinetes hacia el mar, de Syn-ge, y supuso la consagración de García Lorca como dra-maturgo. Cinco años tardó el granadino en concluir la pieza tras inspirarse en lo aconteci-do en el crimen de Níjar (Al-mería) con Francisca Cañadas y Paco Montes como protago-nistas. Sangrientas fuerzas pueblan la pieza, los instintos indomables, el amor por enci-ma de todo y la pasión incon-trolable.

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Temas recurrentes en sus obras son la crítica a las normas sociales y la confrontación entre génerossu actitud y de su carácter, que choca con el deseo de libertad y el impulso amoroso de Ade-la, más fuertes que su temor a la autoridad materna. El amor revienta paredes a través de la muerte. Bernarda asume y per-sonaliza la moral del pueblo y pretende que sus hijas la aca-ten mediante obediencia pú-blica, por lo que concede a sus hijas el derecho de ser libres. Bernarda no acepta todo lo que no encaje en dicha moral deca-dente de preceptos negativos y constricciones. La obra, que desarrolla una tensión meta-fórica en el entramado de los diálogos, se inspira en Frasqui-ta Alba, residente en Valderru-bio, que era vecina de los Lor-ca en la Andalucía de los años treinta, se aproxima a Casa de muñecas de Ibsen y supera los estereotipos del drama rural de Benavente. El personaje de Pe-pe el Romano existió en la rea-lidad, pero con el sobrenombre de Pepico el de Roma (José Benavides Peña), quien se casó con una de las hijas de Alba.

Yerma (1934), escrita en tres años, está dotada de un juego expresionista y de un espíritu trágico, y en ella encontramos el conflicto griego entre natu-raleza y convención, además del tema de la honra. El deseo impone su ley ante la esperan-za y la inconformidad con el destino (la esterilidad femeni-na). Esta segunda tragedia ru-ral fue un éxito en los escena-rios, a pesar de las acusaciones de inmoralidad.

La casa de Bernarda Alba (1936) posee un clima de pa-sión y de tensión en medio de un constructo patriarcal que muestra el poder hegemónico de lo masculino. Si la mujer no accede a ese sometimiento, se encontrará marginada por la sociedad, que es capaz de en-gendrar monstruos como Ber-narda (alegoría del poder y de la represión). Precisamente esa rebelión contra la norma es el primer acto de emancipación. El tema central de la obra es el enfrentamiento entre una moral autoritaria, rígida y con-vencional (representada por Bernarda) y el deseo de liber-tad (encarnado por Ma. Josefa y Adela). El fiero autoritarismo de Bernarda Alba se manifies-ta ya en su primera interven-ción, está presente en las últi-mas palabras que pronuncia y constituye una constante de

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La simbología del sino, de la muerte y de la naturaleza (la fuerza telúrica de la tierra) domina esta trilogía rural, con la que el granadino penetró en las entrañas de los pueblos. Aún hoy sigue penetrando

Las frases de García Lorca

Al igual que Valle Inclán, su teatro es un ejemplo de constante búsqueda y renovación

“Yo en el teatro he seguido una trayectoria definida. Mis primeras comedias son irrepresentables. Ahora creo que una de ellas, Así que pasen cinco años, va a ser represen-tada por el Club Anfistora. En estas comedias imposibles está mi verdadero propósito. Pero para demostrar una per-sonalidad y tener derecho al respeto he dado otras cosas”.

“El teatro es una escuela de llanto y de risa y una tri-buna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equívocas y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón y del sentimiento del hombre”.

“Toda mi infancia es pueblo. Pastores, campos, cielo, so-ledad, sencillez en suma. Yo me sorprendo mucho cuando creen que esas cosas que hay en mis obras son atrevimien-tos míos, audacias de poeta. No. Son detalles auténticos, que a mucha gente le parecen raros porque es raro tambié-na cercarse a la vida con esa actitud tan simple y tan poco practicada: ver y oír”.

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DEL MES ENTREVISTA HISTÓRICA

Parte de un diálogo entre Juan de Alfarache y Federico García Lorca, texto publicado originalmente en la revista Miradero, en 1931

GGarcía Lorca me tiende la mano generosamente… En este gesto de amistad llevo aprendida frecuentemente la simpatía. Por vez primera he hablado con Federico García Lorca. Y su mano, ex-tendida hacia mí, generosamente, me ha significado tanto o más que sus palabras…—¿Cuál fue su primer estreno en Madrid?Lorca rió antes de contestar.—El primer estreno fue un hermoso pateo. El maleficio de la mariposa, que puso Martínez Sierra en escena. La obra tenía

‘La prosa nos va haciendo dueños de nosotros mismos al paso de los años’

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ENTREVISTA HISTÓRICA

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un valor plástico, acrecentado por las decoraciones de Barradas; ese querido artista uruguayo recién muerto… Era un decorado cubista.—¿La obra, en verso?—Sí. La estrené cuando era casi un niño. La prosa nos va hacien-do dueños de nosotros mismos al paso de los años.—¿Y luego?—El estreno de Mariana Pineda, por Margarita Xirgu, esta vez con éxito favorable, en Fontalba, en 1927.—¿Y en 1931, La zapatera prodigiosa?—Exacto; pero escrita cinco años antes. También Mariana Pine-da fue terminada tres años antes de su estreno.—Los bocetos del decorado y los dibujos de los trajes se atribuyen a usted.—Todo; hasta el menor detalle es dirigido por mí. Entiendo que el autor no debe abandonar estas funciones de la total dirección meticulosa. Debe ser el verdadero director de escena. Y en mis próximas obras lo pienso dirigir todo personalmente, hasta en los menores detalles. El autor es “el que ve” la obra, y debe ense-

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ñar a los artistas “cómo la ha visto”.—Y esta absorción directiva, ¿no tropieza con resistencias de los actores?—Con Margarita todo ha ido como la seda. Tiene una intuición maravillosa, y fácilmente se asimila el criterio del autor. Su con-descendencia, su adaptación llega a tanto que más de una vez me ha dicho: “En La zapatera prodigiosa me ha hecho cantar. Y ahora, Lorca, ¿me va usted a hacer bailar en alguna obra?”. Margarita es genial, maravillosa.—Del teatro de vanguardia, ¿qué opina usted?—Considero que el teatro puede ser muy atrevido; pero con una norma: que sea para todo el mundo. Está bien algo de labora-torio, de teatro experimental; pero toda obra de teatro no debe buscar limitaciones, sino ser ampliamente para todos.—¿Tiene usted mucha labor entre manos?—Dos obras. Una en verso y otra en prosa. Una tragedia de mu-cha acción.—¿En cuántos años?—En los que cada obra necesita. Yo no aceptaré jamás encargos de obras con un número determinado de actos. Estas cosas no se pueden concretar de antemano. Los actos son los que pide la obra.—El artista la desarrolla como quiere.Y Federico García Lorca se expresa enérgicamente:—Yo siempre haré el teatro que me guste, el que siento; y lo haré como me dé la gana.He aquí una fórmula que sintetiza el credo artístico de un autor que tiene el orgullo de sentir su propia obra con la independen-cia que es garantía de los mayores aciertos artísticos.—¿Hace mucho que usted volvió de América?—En julio seguí un curso en los Estados Unidos, en la Columbia University. En Cuba di, más tarde, un curso de conferencias en la Sociedad Hispanocubana de Cultura, que es la entidad que organiza los cursos más importantes a cargo de españoles capa-citados en la especialidad de sus estudios. Allí las conferencias se pagan muy bien. Propiamente, la conferencia es un espectáculo. El público está habituado a pagar cantidades crecidas por asistir a estas conferencias. Se da el caso de conferenciantes que, con-tratados para dar varias conferencias, no las explican todas, por antipatía; por frialdad del público o por lo que sea. Yo tuve la for-

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tuna de dar ocho conferencias, aumentando en cinco el número de las señaladas de antemano.—El público siempre tiene reacciones interesantes.—El público de teatro, sobre todo. Yo lo he observado con los in-tentos del teatro en verso. Muchas veces, el público no entiende bien; pero la música del verso le llega hasta muy hondo, y le conmueve, y se agita, y aplaude y dice: “Esto está muy bien”. Y es que el influjo de la poesía es maravilloso en el público. No enten-derá quizá el poema, pero lo siente, le llega al corazón.—Y entre todos los públicos, el más apasionado por usted, ¿será el de Granada?—No lo crea usted. Nadie es profeta en su tierra. Tengo un gru-po de amigos, sí es cierto, que toman con el cariño de las cosas propias mis triunfos en la escena. Pero Granada, que es ciudad inteligente, es una ciudad muy fría… Lo que vale allí es el pue-blo, son las afueras, el Albaicín, todo lo que hay de secular en la entraña de las gentes del pueblo. Es el pueblo ese de las calles. La ciudad es una ciudad acolchada, muerta… Ahora bien: todo carácter del pueblo vierte a raudales la simpatía…

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ENTREVISTA HISTÓRICA

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García Lorca se pierde en la expresión retardada de las pala-bras. Sueña, poeta, lejos de su tierra, evoca cosas y gestos. De pronto una transición brusca. Y el chasqueo de una risa:—¿Trabaja cronométricamente o por intermitencias?—A saltos. Yo creo que en el ocio surge la poesía más pura. Unos días escribo mucho, otros nada.—¿Su vida en Madrid?—Sencilla y sin literatura. Sería horroroso que saliera a la calle, al café, al casino, y hablara de literatura. Trabajar en casa y en la calle… ¡Ah! ¡No! Prefiero hablar de toros y de fútbol.—¿Es usted un buen aficionado?—A las dos cosas.—¿A cuál primero?—A los toros.—¿Torero predilecto?—Ninguno.—¿Ni siquiera cuatro ases de la baraja?—Ni eso. Voy a los toros y aplaudo lo bueno y a los buenos. No soy apasionado.—¿Y en fútbol tampoco?—Sí; pero sin que mi pasión llegue a vincularse a un equipo. Cuando presencio un partido, unos me son más simpáticos que otros. Conquistan espontáneamente la simpatía por cualquier ac-cidente del juego. Y deseo que gane el que más rápidamente captó mis simpatías. Voy al espectáculo deportivo sin prejuicio alguno.Riendo, salimos de la habitación Lorca y yo. Es difícil acabar la conversación con este hombre dechado de simpatía, que tiene en el acento un deje americano, entre criollo y andaluz, que es en lo externo para el trato de gentes un ornato exquisito, algo así como gracia alada de las cariátides en arquitectura… Y vuelta en la despedida a hablar del teatro poético. Se adivina la obsesión.—Dicen que es inverosímil… ¡Bah! La aparición de los espectros en escena… ¡Como si no fuera posible que una mujer cuando vuelve a su casa se encuentre a su padre muerto!…Y Lorca, en el corcel de la fantasía, imaginación preñada de concepciones poéticas, nos tiende la mano, esa mano generosa con la que signará la fe de vida de varias figuras de mujer de su teatro poético, que esperan la sacudida de la nieve o del fuego para ser eternas…

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HISTÓRICA

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una lectura

Ricardo Piglia:

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sión (1975), hasta el último: Los diarios de Emilio Renzi (2016).

Pero el tema de la tradición literaria Piglia lo asume, me parece, desde dos elementos confrontantes: una postura crítica (no necesariamente re-cluida al sentido de la crítica literaria), y la de homenaje. Pensemos por un momento en uno de los textos iniciales y a la vez más influyentes de nuestro autor: “Nombre falso”, relato que dio título al libro de 1975. El cuento en conjunto es un homenaje a Roberto Arlt (la anécdota trata de la búsqueda y encuentro de un texto inédi-to de él), pero a la vez es una discusión crítica sobre el sen-tido no solo de ese texto o de la figura del novelista argen-tino, sino de la misma litera-

SSe ha escrito mucho en estos días sobre la obra y la persona de Ricardo Piglia: de su talento como narrador (Nombre falso, Respiración artificial, Prisión perpetua), de su inteligencia como ensayista (Crítica y fic-ción, Formas breves), de su ca-pacidad académica (“Escenas de la novela argentina”), de su trabajo como editor (Serie Negra de la Editorial Tiempo Contemporáneo). Nos queda claro, por lo tanto, que era uno de los escritores más impor-tantes de la literatura latinoa-mericana, y una referencia notable, y a veces ineludible, al momento de reflexionar so-bre ella, en especial en lo refe-rente a su tradición. Este tema, Piglia lo trabaja —y lo vive— desde su primer libro, La inva-

n César Chávez Aguilar

Un acercamiento a las preocupaciones esenciales y al estilo y la búsqueda del escritor argentino,

recientemente fallecido

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el sentido histórico, patriotero o político haya encorsetado a la literatura encadenándola a postura fijas, detenidas, se-cas, ese arte —reconstruido de cierta manera por Piglia en algunas de sus ficciones— es fluyente, rico, en permanente movimiento.

Esta cualidad mimética en el arte de Piglia (me refiero a ese sentido de apropiación de todos esos elementos textuales y el constituirlos en un discur-so propio) va a ser uno de sus

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tura, y su capacidad creativa pero también falsaria, llena de apropiaciones y de búsqueda de reconocimiento, elementos estos que están filtrados, en unos casos de manera sutil, y en otros constituyen la esencia de los relatos, y aún de la mis-ma realidad literaria.

La estrategia que utiliza Pi-glia en esta doble hélice que mueve su visión acerca de la tradición literaria queda esta-blecida ya ahí. En Respiración artificial (en mi opinión, su mejor novela), la lectura que realiza a través de los múlti-ples personajes, acerca de la historia, de la literatura, del sentido de la creación, de la trascendencia, vigor y fraca-so de la tradición, llega a una altura artística difícil de alcan-zar en lo posterior. Es un ver-dadero palimpsesto de plagios, imitaciones, parodias, en don-de escuchamos ecos, voces de escritores como Borges, Gom-browicz, Macedonio Fernán-dez, Sarmiento, y con ello va armando un enfrentamiento crítico con la tradición, y más allá del lugar común de que to-da imitación es un velado ho-menaje, cuando uno termina de leer esta novela, se siente el cariño y la admiración del au-tor hacia ese pasado que nun-ca ha dejado de ser presente; que, por más cadenas con que

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sellos reconocibles. Un sello que está conformado también, dentro de esta línea dual de la que venimos hablando, por sus propios afectos, que se de-jan ver en su estilo narrativo (su ensayística, a su manera, es también narrativa): un ape-go a lo popular, a las dicciones locales, a las atmósferas, a los personajes arrabaleros, todo esto herencia de Roberto Arlt, alguien tan apreciado por Pi-glia; pero, a la vez, crea una serie de personajes, relatos y

tramas librescos, con juegos paradójicos, lleno de referen-cias cultas que manan indete-niblemente de una fuente tan grande y poderosa como la de Jorge Luis Borges. Es en esa dualidad, en esa aparente confrontación de estilos, que Piglia fortalece el suyo, y nos hace pensar, por lo mismo, que esos estilos, esas dos persona-lidades tan dispares (la calle y la biblioteca, por reducirlos a una palabra) no estaban tan alejadas, y la escritura de Pi-

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glia, tan rica en dobleces y gi-ros, lo demuestra.

En el primer volumen de los Diarios de Emilio Renzi, afirma: “La literatura es ex-periencia y no conocimien-to del mundo”, y esto está en consonancia con lo que hemos venido hablando. Todas estas influencias, riquezas, apro-ximaciones, posturas críticas son en realidad un mundo de experiencias, unas posibilida-des que no se hubieran dado de no existir la curiosidad, que es el alma de la experiencia. Hay una actitud en Ricardo Piglia de preguntar, de buscar, y la búsqueda nace de la cu-riosidad y crea experiencias a veces contradictorias, en el ca-so de Piglia, con la tradición. Alberto Manguel dice acerca de la curiosidad: “Descubrimos pronto que la curiosidad pocas veces es recompensada con respuestas significativas y sa-tisfactorias, sino más bien con un deseo cada vez mayor de formular nuevas preguntas, y con el placer de dialogar con otros”.

Esta capacidad inquisitiva se la ve en especial en Crítica y ficción, su primera recopila-ción de ensayos, publicada en 1986, en donde indaga cues-tiones que han sido y serán sus permanentes compañeras: Arlt, Borges, la literatura poli-cial, el relato social, la novela,

la crítica literaria. Pero cada ensayo es una apertura al diá-logo con el lector, Piglia logra crear una conexión con él que me atrevería a calificar de ino-cente, en el sentido de que ha-ce recordar las razones por las que nos iniciamos en el acto de leer o de escribir; esa sensa-ción profunda e indescriptible de querer seguir ampliando al-go de lo que viste y leíste. Ese diálogo primario es fundamen-tal en la literatura, así es como nos formamos como lectores, y eso lo logra Piglia en muchas de sus páginas tanto narra-tivas como ensayísticas. Hay una intención profunda de una comunicación real, pues aspira a la respuesta instintiva del lector. Buscaría lo que Karl Rahner, en otro aspecto menos terrenal, pretendía: “Y ahí, el comunicante tanto más reci-be cuanto más comunica; el receptor tanto más comunica cuanto más recibe”.

La recepción de su ensayís-tica se fue consolidando con el tiempo. Su revisión de la litera-tura latinoamericana —en esa dualidad de la que hemos veni-do hablando— ha hecho surgir nuevas ideas en torno tanto a autores (podemos mencionar el rescate intensivo que ha he-cho de la figura de Macedonio Fernández), como a géneros subvalorados, hablamos de la novela policial y de la novela

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negra, y la influencia que ca-da uno de ellos ha marcado nuestra literatura. Se podría decir que no es el primero. Se podría decir, pero hay un ele-mento que me parece singular en torno a esto, y es la capa-cidad creativa de Piglia: él es un creador, y su actividad crí-tica está atada íntimamente a su sentido artístico. No asume a la literatura como un edificio que hay desmontar, ni ve a los personajes como pretextos so-ciales, políticos o sociológicos, ni mira a los temas narrados como justificaciones sobre la escritura. No, cada análisis, cada inmersión, cada preo-cupación está motivada por el aspecto artístico y creativo. No niega las influencias y sus consecuencias sociales, políti-cas y otras en los textos —de su misma obra se podría hacer una lectura en este sentido—, pero en sus ensayos reinvindi-ca, como punto de partida, la voluntad creativa, el desarro-llo del lenguaje, la armazón de las tramas, la configuración de un personaje. Todas ellas cualidades estéticas; y, como toda estética bien realizada, conlleva una presencia ética y una presencia política en el menos perverso de los senti-dos. Esta es una lectura acerca de Ricado Piglia, una que pue-de ser múltiple así como lo fue su obra.

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n Ricardo Piglia

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FRAGMENTO

El arte de la natación

EEn efecto, el psicoanálisis y la literatura tienen mucho que ver con la natación. El psicoanálisis es en cierto sentido un arte de la natación, un arte de mantener a flote en el mar del lenguaje a gente que está siempre tratando de hundirse. Y un artista es aquel que nunca sabe si va a poder nadar: ha podido nadar an-tes, pero no sabe si va a poder nadar la próxima vez que entreen el lenguaje. En todo caso, la literatura le debe al psicoanálisis la obra de Joyce. Él fue capaz de leer el psicoanálisis, como fue capaz de leer otras cosas. Joyce fue un gran escritor porque su-po entender que había maneras de hacer literatura fuera de la tradición literaria; que era posible encontrar maneras de narrar en los catecismos, por ejemplo; que la narración, las técnicas narrativas no están atadas sólo a las grandes tradiciones narra-tivas sino que se pueden encontrar modos de narrar en otras experiencias contemporáneas; el psicoanálisis fue una de ellas.

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La otra cuestión es qué le debe el psicoanálisis a la literatura: le debe mucho. Podemos hablar de la relación que Freud estableció con la tragedia, pero no me refiero a los contenidos de ciertas tragedias de Sófocles, de Shakespeare, de las cuales surgieron metáforas temáticas sobre las que Freud construyó un universo de análisis. Me refiero a la tragedia como forma que establece una tensión entre el héroe y la palabra de los muertos. En litera-tura, se tiende a ver la tragedia como un género que estableció una tensión entre el héroe y la palabra de los dioses, del oráculo, de los muertos, una palabra que venía de otro lado, que le estaba dirigida y que el sujeto no entendía. El héroe escucha un discur-so personalizado pero enigmático, es claro para los demás, pero él no lo comprende, si bien en su vida obedece a ese discurso que no comprende. Esto es Edipo, Hamlet, Macbeth, este es el punto sobre el que gira la tragedia en la discusión literaria co-mo género que empieza con Nietzsche y llega hasta Brecht. La tragedia, como forma, es esa tensión entre una palabra superior y un héroe que tiene con esa palabra una relación personal. Esa estructuración tiene mucho que ver con el psicoanálisis, y no he visto que ello haya sido marcado más allá de la insistencia sobre lo temático: por supuesto, en Edipo hay un problema con unos padres y unas madres, en Hamlet hay un problema con una madre, en fin. Pero en Hamlet también hay un padre que habla después de muerto.

Otra forma sobre la cual pensar la relación entre el psicoanáli-sis y la literatura es el género policial. Es el gran género moder-no; inventado por Poe en 1843, inundó el mundo contemporáneo. Hoy miramos el mundo sobre la base de ese género, hoy vemos la realidad bajo la forma del crimen, como decía Bertolt Brecht. La relación entre la ley y la verdad es constitutiva del género, que es un género muy popular, como era la tragedia. Como los grandes géneros literarios, el policial ha sido capaz de discutir lo mismo que discute de la sociedad pero en otro registro. Eso es lo que hace la literatura: discute lo mismo de otra manera. ¿Qué es un delito, qué es un criminal, qué es la ley? Discute lo mismo que discute la sociedad pero de otra manera. Si uno no entiende que discute de otra manera, le pide a la literatura que haga co-sas que mejor las haría el periodismo. La literatura discute los mismos problemas que discute la sociedad, pero de otra manera, y esa otra manera es la clave de todo. Una de estas maneras es

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58 Rocinante(De “Los sujetos trágicos (literatura y psicoanálisis)”)

el género policial, que viene discutiendo las relaciones entre ley y verdad, la no coincidencia entre la verdad y la ley, el enigma como centro secreto de la sociedad, como un aleph ciego. Poe inventa un sujeto extraordinario, el detective, destinado a esta-blecer la relación entre la ley y la verdad. El detective está ahí para interpretar algo que ha sucedido, de lo que han quedado ciertos signos, y puede realizar esa función porque está fuera de cualquier institución. El detective no pertenece al mundo del delito ni al mundo de la ley; no es un policía pero tampoco es un criminal (aunque tiene sus rasgos). Dupin, Sherlock Holmes, Marlowe, el detective privado está ahí para hacer ver que la ley en su lugar institucional, la policía, funciona mal. Y a la vez el detective es el último intelectual, hace ver que la verdad ya no está en manos de los sujetos puros del pensar (como el filósofo clásico o el científico) sino que debe ser construida en situación de peligro, y pasa a encarnar esa función. Va a decir la verdad, va a descubrir la verdad que es pero que nadie ha visto, y la va a denunciar. Se plantea aquí una paradoja que el género (y Poe antes que nadie) resuelve de un modo ejemplar: cómo hablar de una sociedad que a su vez nos determina, desde qué lugar externo juzgarla si nosotros también estamos dentro de ella. El género policial da una respuesta extrema: el detective, aunque forme parte del universo que analiza, puede interpretarlo por-que no tiene relación con ninguna institución…, ni siquiera con el matrimonio. Es célibe, es marginal, está aislado. El detective no puede incluirse en ninguna institución social, ni siquiera en la más microscópica, en la célula básicas de la familia, porque ahí donde quede incluido no podrá decir lo que tiene que decir, no podrá ver, no tendrá la distancia suficiente para percibir las tensiones sociales. Hay un elemento extraño a toda institución en el sistema de interpretación que encarna el detective: está afuera y muchos de sus rasgos marcan esa distancia (la vida nocturna y un poco perversa de Dupin, la cocaína de Sherlock Holmes, el alcohol y la soledad de Marlowe), sus manías son for-mas de su rayar la diferencia. En la tragedia un sujeto recibe un mensaje que le está dirigido, lo interpreta mal, y la tragedia es el recorrido de esta interpretación. En el policial, el que interpre-ta ha podido desligarse y habla de una historia que no es la de él, se ocupa de un crimen y de una verdad de la que está aparte pero en la que está extrañamente implicado. Me parece que el psicoanálisis tiene algún parentesco con estas formas.

FRAGMENTO

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59Rocinante

(Quito, 1938)

(1982)

(Milagro, 1979)

PREMIADOS

Tres escritores con recorrido

Ha publicado los cuentos También tus arcillas (1998) y Los hom-bres sin rostro (2012). En novela El palacio del diablo (2005, Premio Joaquín Gallegos Lara, del Municipio de Quito); La casa del desván (2008, finalista del Premio Planeta-Casa América). Su obra Adela la escribió entre 2015 y 2016.

Ha estudiado Literatura, y Creación Literaria. Es doctorante de Filología, en Barcelona, con un trabajo sobre Herman Melville. Su primera novela, La ruta de las imprentas, fue finalista del Premio a Primera Novela Sergio Galindo, en México; y se publicó en ese país, en 2015. Dos cuentos suyos forman parte de la antología Los que ven-drán: nuevos cuentistas ecuatorianos (2014).

Ha publicado Septiembre, Hotel Bartleby, El jardinero de los Ro-lling Stones, Utolands, Cuentos para hacer dormir a una niña punk, entre otros. Recibió el Premio del Fondo Editorial del Ministerio de Cultura, en 2012; y el Premio Nacional Miguel Riofrío, de la CCE Loja, en 2015. Fue considerado por la FIL Guadalajara de 2011 como uno de “los 25 secretos literarios de América Latina”. Fue becario del FONCA.

Breve presentación de los autores reconocidos en el Premio La Linares de Novela Breve 2016

Modesto Ponce Maldonado

Roberto Ramírez Paredes

Luis Alberto Bravo

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John Berger no ha muerto

PERFIL

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PPocos seres sobre el planeta pueden ser más de una cosa y serlo con excelencia. John Ber-ger (Londres, 1926-París, 2017) fue tanto poeta como crítico de arte, novelista como pintor y dibujante, y todo lo hizo con brillantez. Pero pocos seres sa-bemos mirar, y fue eso, mirar, lo que mejor supo hacer y lo hizo por sobre todas las demás cosas.

Mucho se escribe de este la-do del mundo, demasiado. Y se escribe como si se buscara de-jar inmensos legados. ¡Se es-cribe demasiado! Algunos es-criben para alcanzar laureles, persiguen premios, aplausos y hasta veneración antes de ser “eliminados” por la muerte. En Occidente —sobre todo— culti-vamos la idea de que el oficio

He venido a mirar el mundo hasta la entrañay acariciar las cosas simplementeúnico patrimonio de los hombres.

No he venido a burlarme de la muerte.

Jorge Carrera Andrade.Vocación Terrena. (1972)

de escribir es un camino hacia la consagración. Después de muertos —decimos— quedará nuestra obra como un legado. Pero la muerte no mata.

En sus “Doce tesis sobre la economía de los muertos” (1994), John Berger sinteti-za sus principios escriturales cuando reconoce —en lugar de plantear tesis, lo que hacía John era atestiguar, registrar descubrimientos, reconocer luces— que las sociedades ca-pitalistas olvidamos que la ex-periencia de los muertos era, para los vivos premodernos, su futuro último. “Por sí mis-mos, los vivos estaban incom-pletos. Los vivos y los muertos eran interdependientes. Siem-pre. Solo esa forma moderna tan particular del egoísmo

n Diego Cazar Baquero

Dibujo para desmentir la desaparición del testigo

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rompió tal interdependencia. Y los resultados son desastro-sos para los vivos, que ahora piensan en los muertos como eliminados”.

Durante sus años dedicados a pintar, el joven John buscó perfeccionar su oficio de mi-rar y lo hizo en función del arte. Escribir fue el método de registro de sus meditaciones. Decía que la pintura es de las artes la más parecida a la filo-sofía, y en ella depositaba sus más profundas abstracciones sobre la vida y la muerte. En un artículo titulado “Pintar un paisaje”, recogido en la antolo-gía La apariencia de las cosas (1972), John escribía: “Imagi-nemos un metro cúbico de es-pacio: vaciémoslo de nuestra idea de ese espacio; lo que nos queda se parece a la muerte”.

Los resultados de haber-nos desentendido de nuestros muertos fueron los objetos so-bre los que posó su atención John Berger. Eterno escapis-ta de la cárcel del renombre, John fue de aquellos que se entregan a lo que el inmenso poeta Jorge Carrera Andra-de llamó «la vocación terre-na». En tal aventura solo po-demos hallar a un testigo, a un curioso, no a un vanidoso. John escribía en un acto más bien orgánico que le ayuda-ba a preguntar y, mucho me-

nos, a responder. La lucidez de lo espontáneo es producto de la observación atenta y no del deseo por la conclusión. Pintar o dibujar se convirtie-ron en las puertas que lleva-ban al testigo a mirar. Así, John fue capaz de ensayar verdades alrededor de la luz de una luciérnaga, en Bosnia, el otro lado de las lilas en las montañas; se ocupó de mirar a una liebre en Italia, los ata-ques de Al-Qaeda, Bin Laden, los pobres de EEUU que apare-cieron repentinamente tras el paso del huracán Katrina, el Che Guevara, Pablo Picasso, Le Corbusier…

Mirando y muriendo hasta la entraña, John Berger se convirtió en uno de los pen-sadores más influyentes del siglo XX. Sus escritos eran cada año los más esperados o se colaban entre los más leí-dos de las listas de Europa, porque nadie como él fue ca-paz de hablar del poder de las corporaciones y su influencia en los conflictos bélicos más destructivos del siglo pasado y del actual. Nadie como él supo incriminar a los omnipotentes magnates del petróleo y de las armas como los responsa-bles de las guerras en nombre del islam o del cristianismo. Nadie como John Berger su-po retratar al campesino o al

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de la militancia partidista, se constituyó en un hecho poé-tico. Porque la poesía para él —como el ensayo, la crítica o el dibujo— no fue sino he-rramienta para existir en la experiencia pasajera de este mundo visible y en lo que de él no es visible. Conoció bien el lugar donde se juntan el tiem-po del mundo y el tiempo de la conciencia, y se acostumbró a ir y venir del uno al otro.

Con la esperanza entre los dientes (2007) es una de las constataciones de que para

artista como los portadores de las voces que nos sirven para comprendernos en la esencia de existir.

Fue innata su capacidad de perfeccionar el arte de apar-tarse para ver mejor y solo así adoptar una postura pública. La mirada distante, contem-plativa, reflexiva, nos recuer-da la pluralidad de significa-dos que coexisten en nuestras formas de estar. En ello basó John su vida comprometida, su activismo político, que, le-jos del escándalo mediático y

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Berger la vida humana fue motivo de un poema fatal que atravesó sus artículos. A pro-pósito de lo que ha significado para el mundo la Nakbah (el episodio que en 1948 dio lu-gar a la fundación del estado de Israel, a costa de la expul-sión de setecientos mil pales-tinos y el asesinato de otros diez mil) escribía en su texto “Un momento en Ramala”: “el gobierno israelí alega que se vio obligado a tomar estas me-didas con tal de combatir el terrorismo. Sus alegatos son fintas. (…) Pero es aquí don-de los muertos ayudan a los vivos a resistir, aquí hombres y mujeres deciden volverse mártires. El estrangulamiento inspira el terrorismo que dice combatir”. La existencia, en el pensamiento de John Berger, se reveló como un insondable universo que da cabida a la multiplicidad de realidades y que no deja de enrostrarnos

la precariedad criminal con la que llevamos nuestra convi-vencia los humanos.

En El cuaderno de Bento (2011) —una autopsia exquisita de su particular visión del fi-lósofo holandés Baruch Spino-za—, Berger explora al filóso-fo, lo intuye, lo reinventa y se indaga a sí mismo a través de dibujos. “Quienes dibujamos —escribe varias veces, y reite-ra la belleza— no solo dibuja-mos a fin de hacer visible pa-ra los demás algo que hemos observado, sino también para acompañar algo invisible ha-cia su destino insondable”. La metáfora de la luz está siem-pre presente. Lo invisible no es algo desprovisto de lumino-sidad sino que responde a otra noción de claridad distinta a la que se experimenta durante la vigilia. John no dibuja para oscurecer sino que enciende lucecitas, como luciérnagas en la mesita de noche.

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nar nuestras propias visiones del tiempo y del espacio. “De nada sirve utilizar la muer-te para simplificarnos”, dijo John. Vista así, la muerte no significa nada distinto de todo lo demás, de la vida, de la luz de la luciérnaga o de la liebre que se escapa de las redes de los hombres.

¿Puede, entonces, morir aquel que descubrió cómo ha-bitar el vacío? ¿Puede morir quien se reconoce humilde tes-tigo de la eternidad? ¿Es un simple mortal quien se entre-ga a la fugacidad como a una vocación? No. John Berger es la memoria de nuestras mira-das y es nuestra imaginación. John Berger no puede haber muerto.

El sueño como el dibujo fue-ron dos de las formas de mirar que usó Berger. Por eso hubo poesía en su activismo político y social, y no un burdo estan-darte de demagogia.

El dibujo y la poesía son la promesa de algo que existe de alguna manera misteriosa, pe-ro que nunca podrá cumplirse ni revelarse del todo. La ima-gen, las imágenes, son apa-riencias de las cosas que atra-viesan físicamente el túnel de los ojos y las miradas son, casi de inmediato, quienes las inter-pretan, les atribuyen tiempo y sentido, espacio y nombre en forma de palabras. El compro-miso que asumió John Berger durante su experiencia entre los vivos fue con las palabras, para que cada una de ellas sea dicha oportunamente. Esas cualidades de verdad —decía John— son apenas posibilida-des de cuestionamientos, pero posibilidades profundas. En las imágenes reside el miste-rio del tiempo y del espacio, y también sus máscaras. Ver un cuadro o una foto no es un ac-to tan inocente sino un modo de reconocer y reconocernos en una visión de la realidad que nos compete. Ver tiene que ver con la vida y tiene que ver con la muerte.

Y la muerte no es más que un dispositivo que nos debe permitir a los vivos cuestio-

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CLÁSICO

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El reloj y la máscara de Walter Benjamin

AA Walter Benjamin le sub-yugaban los objetos. Era de esas personas que lo tocan to-do con una sensualidad explo-radora en las manos, los de-

dos que parece que se dilatan al tocar y adquieren un poder adhesivo como de ventosas. Su amor por los libros infantiles y por cualquier clase de libro

El coleccionismo requiere estabilidad. Benjamin es el coleccionista nómada que no para de adquirir y que lo va perdiendo todon Antonio Muñoz Molina

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más tarde lo que habría sido muy urgente que hiciera. Era uno de esos perezosos que no paran de trabajar, un abúlico de andares torpes que cami-naba durante días enteros por París, un expatriado casi sin oficio ni beneficio que llegaba cada día a la Biblioteca Nacio-nal con una puntualidad de funcionario y se quedaba has-ta la hora de cierre sumergido en los yacimientos documenta-les sobre la vida en París en el

o revista o periódico era tan material como el que sentía por los juguetes. Una curiosa fraternidad une en ese amor a tres contemporáneos, cada uno de ellos extemporáneo a su manera: Benjamin, Klee, Torres-García. Hasta el final de su vida errante, Benjamin conservó un dibujo de Klee que había comprado en 1924, la figura de un ángel, Ange-lus Novus. Solo se desprendió de él en los últimos tiempos de incertidumbre y penuria en París, cuando tendría que ha-berse marchado y no lo hacía, cuando aún estaba a tiempo de huir de Europa, antes de la declaración de guerra en sep-tiembre de 1939.

En su biografía detallada y magnífica de Benjamin, Howard Eiland presta mucha atención a su amor por los obje-tos, a sus manías y sus rarezas personales. Benjamin estaba muy interesado en la grafo-logía y era un gran lector de novelas policiacas. Leía las de Agatha Christie, los enigmas truculentos de Gaston Leroux, las aventuras de Fantomas. Pero su preferido era Geor-ges Simenon, y se entusiasmó con El cartero siempre llama dos veces, de James M. Cain, que leyó en francés. Quizás el refugio y la inercia de la lec-tura lo inducían a dejar para

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siglo XIX, sobre los bulevares y los pasajes por los que andu-vo el fantasma de su querido Baudelaire.

Pero también había tardado en irse de Alemania en 1933, y habría caído en manos de la Gestapo si llega a retrasar solo un poco más la huida. Walter Benjamin tenía a la vez espíri-tu de vagabundo y espíritu de coleccionista, y esa doble con-dición incompatible le compli-caba la vida más aún de lo que ya lo hacía de por sí su propia incapacidad para las cosas prácticas, su sostenido talento para no tener éxito en ningu-no de los empeños que se pro-ponía. El espíritu vagabundo se arregla con un equipaje ligero y una existencia más o menos azarosa. El coleccio-nista requiere estabilidad para estar siempre rodeado de sus posesiones.

Walter Benjamin es el co-leccionista nómada que no para de adquirir y que lo va perdiendo todo, desde el mis-mo momento en que la ruina de Alemania después de 1918 arrastró consigo el bienestar de la clase burguesa judía e ilustrada en la que él había nacido.

Su lectura de Proust, más intensa porque lo tradujo al alemán, le dio los instrumen-

tos literarios para revivir el mundo de su propia infancia. Proust escribió en un largo sedentarismo de enfermo bur-gués los siete volúmenes de su novela: en una Europa someti-da a convulsiones criminales, a tsunamis de guerra mecani-zada y exterminio, Benjamin pudo escribir más bien a salto de mata, en cafés, en habita-ciones baratas de hotel, las pá-ginas concisas de su Infancia en Berlín hacia 1900, que aho-ra nosotros leemos en español en una traducción de Jorge Navarro Pérez. Los siete volú-menes suntuosos de Proust se reducen en Benjamin a una brevedad de libro de poemas. Pero ese libro él nunca lo tuvo en sus manos. Como casi todos los suyos, Infancia en Berlín solo se publicó después de su muerte. El hombre que amaba tanto tocar las cosas, los ju-guetes, los libros, las estilográ-ficas, y que tenía una vocación literaria tan devoradora, es-cribía para revistas minorita-rias de exiliados o para sí mis-mo, y no pudo ver impresos los libros suyos que soñaba, en parte porque los capítulos que debían conformarlos eran ar-tículos y ensayos dispersos por ahí, en parte porque no pudo darles fin.

CLÁSICO

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Para un adicto a Benjamin es una delicia visual y táctil la edición del Libro de los pasa-jes publicado en español por Abada, pero ese placer no de-be hacernos olvidar que lo que estamos tocando no es una obra culminada sino un al-macén de borradores. A Ben-jamin le faltó tiempo y calma para completar ese proyecto magnífico, pero quizás había crecido y se había desbordado tanto que ya no había manera de que se lo pudiera sujetar a una forma inteligible.

El biógrafo Eiland cuenta que en enero de 1940, mien-tras intentaba acelerar trámi-tes de huida siempre poster-gados para los que de repente ya era tarde, Walter Benjamin se compró una máscara anti-gás. La guerra declarada y en suspenso desde unos meses atrás podía empezar de ver-dad en cualquier momento. En el cuarto donde ya no estaba el dibujo de Paul Klee, la más-cara antigás, con su presencia monstruosa de cuero, metal y goma, le hacía pensar a Ben-jamin en las calaveras que te-nían en sus celdas los monjes antiguos como recordatorio de la muerte. La llevaba consigo cuando salió de París, en el úl-timo momento, en uno de los últimos trenes que pudieron

abandonar la ciudad, el 14 de junio.

Pasó unos meses refugiado, más bien absurdamente, en Lourdes, donde las multitudes de fugitivos se mezclaban con las de fieles que peregrinaban al santuario mariano. A fina-les de septiembre estaba en Port Bou, en la Fonda Francia, agotado de tanto huir, muy en-fermo del corazón. Gracias al talento administrativo de los fabricantes de patrias y fron-teras, disponía de un visado de tránsito por España, y otro para Portugal, además de un visado de entrada para Esta-dos Unidos, pero no tenía vi-sado de salida de Francia. Si las autoridades españolas lo hacían volver, los franceses lo entregarían de inmediato a los invasores alemanes. Gracias al testimonio de una compañera de huida sabemos cuál fue el último objeto de valor que con-servaba Walter Benjamin: un reloj antiguo, de oro, un resto arqueológico de vida burgue-sa, un recuerdo de familia. El reloj estaba abierto sobre una repisa, junto a la cama donde yacía Benjamin, que no para-ba de mirar la hora. Quizás en ese momento ya había tomado su dosis de morfina y compro-baba en el reloj la rapidez de su efecto.

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Acerca de lo leve y lo líquidoEl sociólogo Zygmunt Bauman, fallecido recientemente a los 91 años, fue una de las voces críticas más escuchadas en los últimos tiempos. Parte de su obra buscó desarmar el sistema capitalista y la globalización, donde los ciudadanos se enfrentan a la desprotección del Estado (aunque vivan la vigilancia y la sobreinformación) y a un proceso de licuefacción del mundo, en que valores, creencias

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PÁGINAS SALVADAS

LLos fluidos se desplazan con facilidad. “Fluyen”, “se derraman”, “se desbordan”, “salpican”, “se vierten”, “se filtran”, “gotean”, “inundan”, “rocían”, “chorrean”, “manan”, “exudan”; a diferencia de los sólidos, no es posible detener-los fácilmente —sortean algu-nos obstáculos, disuelven otros o se filtran a través de ellos, empapándolos—. Emergen in-cólumes de sus encuentros con los sólidos, en tanto que es-tos últimos —si es que siguen siendo sólidos tras el encuen-tro— sufren un cambio: se hu-medecen o empapan. La ex-traordinaria movilidad de los fluidos es lo que los asocia con la idea de “levedad”. Hay líqui-dos que en pulgadas cúbicas son más pesados que muchos sólidos, pero de todos modos tendemos a visualizarlos como más livianos, menos “pesados” que cualquier sólido. Asocia-mos “levedad” o “liviandad” con movilidad e inconstancia: la práctica nos demuestra que cuanto menos cargados nos desplacemos, tanto más rápido será nuestro avance. Estas ra-zones justifican que considere-mos que la “fluidez” o la “liqui-dez” son metáforas adecuadas

y estilos de vida han perdido su definición. Desconfiado de la virtualidad y las redes sociales, Bauman acuñó el término “precariado” para nombrar a una clase social en gestación, producto de la inequitativa distribución de la riqueza, la desaparición del proletariado y la búsqueda por “avanzar” en la escala social. El pensador nacido en Polonia apuntaba a una reconstrucción del sistema educativo, más allá de los sílabos escolares, que permitiera repensar la democracia y la justicia social, con los ojos puestos en la cultura y la tradición, y en el ámbito local antes que en la globalización y lo digital. Presentamos aquí unos extractos del célebre libro Modernidad líquida, que vio la luz en el año 2000

n Zygmunt Bauman

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para aprehender la naturaleza de la fase actual —en muchos sentidos nueva— de la historia de la modernidad. Acepto que esta proposición pueda hacer vacilar a cualquiera que esté familiarizado con el “discurso de la modernidad” y con el vo-cabulario empleado habitual-mente para narrar la historia moderna. ¿acaso la moderni-dad no fue desde el principio un “proceso de licuefacción”? ¿Acaso “derretir los sólidos” no fue siempre su principal pasatiempo y su mayor logro? En otras palabras, ¿acaso la modernidad no ha sido “flui-da” desde el principio? Estas y otras objeciones son justifi-cadas, y parecerán más justi-ficadas aún cuando recorde-mos que la famosa expresión “derretir los sólidos”, acuñada hace un siglo y medio por los autores del Manifiesto comu-nista, se refería al tratamiento con que el confiado y exube-rante espíritu moderno aludía a una sociedad que encontra-ba demasiado estancada para su gusto y demasiado resisten-te a los cambios ambicionados, que todas sus pautas estaban congeladas. Si el “espíritu” era “moderno”, lo era en tan-to estaba decidido a que la realidad se emancipara de la “mano muerta” de su propia historia… y eso solo podía lo-

grarse derritiendo los sólidos (es decir, según la definición, disolviendo todo aquello que persiste en el tiempo y que es indiferente a su paso e inmu-ne a su fluir). Esa intención requería, a su vez, la “profa-nación de lo sagrado”: la des-autorización y la negación del pasado, y primordialmente de la “tradición” —es decir, el se-dimento y el recibo del pasado en el presente—. Por lo tanto, requería asimismo la destruc-ción de la armadura protecto-ra forjada por las convicciones y lealtades que permitía a los sólidos resistirse a la “licue-facción”. Recordemos, sin em-bargo, que todo esto no debía llevarse a cabo para acabar con los sólidos definitivamente ni para liberar al nuevo mun-do de ellos para siempre, sino para hacer espacio a nuevos y mejores sólidos; para reem-plazar el conjunto heredado de sólidos defectuosos y defi-cientes por otro, mejor o inclu-so perfecto, y por eso mismo inalterable. Al leer el Ancien Régime [El Antiguo Régimen y la Revolución] de De Tocque-ville, podríamos preguntarnos además hasta qué punto esos “sólidos” no estaban de ante-mano resentidos, condenados y destinados a la licuefacción, ya que se habían oxidado y en-mohecido, tornándose frágiles

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gún Thomas Carlyle, de todos los vínculos que condicionan la reciprocidad humana y la mutua responsabilidad, con-servar tan solo el “nexo del dinero”. A la vez, esa clase de “disolución de los sólidos” des-trababa toda la compleja tra-ma de las relaciones sociales, dejándola desnuda, desprote-gida, desarmada y expuesta, incapaz de resistirse a las re-glas del juego y a los criterios de racionalidad inspirados y moldeados por el comercio, y menos capaz aun de competir con ellos de manera efectiva.

Esa fatal desaparición dejó campo libre a la invasión y al dominio de (como dijo Weber) la racionalidad instrumental, o (como lo articuló Marx) del rol determinante de la eco-

y poco confiables. Los tiempos modernos encontraron a los sólidos premodernos en un estado bastante avanzado de desintegración; y uno de los motivos más poderosos que es-timulaba su disolución era el deseo de descubrir o inventar sólidos cuya solidez fuera —por una vez— duradera, una solidez en la que se pudiera confiar y de la que se pudiera depender, volviendo al mun-do predecible y controlable. Los primeros sólidos que de-bían disolverse y las primeras pautas sagradas que debían profanarse eran las lealtades tradicionales, los derechos y obligaciones acostumbrados que ataban de pies y manos, obstaculizaban los movimien-tos y constreñían la iniciativa. Para encarar seriamente la ta-rea de construir un nuevo or-den (¡verdaderamente sólido!), era necesario deshacerse del lastre que el viejo orden im-ponía a los constructores. “De-rretir los sólidos” significaba, primordialmente, desprender-se de las obligaciones “irrele-vantes” que se interponían en el camino de un cálculo racio-nal de los efectos; tal como lo expresara Max Weber, liberar la iniciativa comercial de los grilletes de las obligaciones domésticas y de la densa tra-ma de los deberes éticos; o, se-

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nomía: las “bases” de la vida social infundieron a todos los otros ámbitos de la vida el status de “superestructura” —es decir, un artefacto de esas “bases” cuya única función era contribuir a su funcionamien-to aceitado y constante—. La disolución de los sólidos con-dujo a una progresiva eman-cipación de la economía de sus tradicionales ataduras políti-cas, éticas y culturales. Sedi-mentó un nuevo orden, defini-do primariamente en términos económicos. Ese nuevo orden debía ser más “sólido” que los órdenes que reemplazaba, por-que —a diferencia de ellos— era inmune a los embates de cualquier acción que no fuera económica. Casi todos los po-deres políticos o morales ca-paces de trastocar o reformar ese nuevo orden habían sido destruidos o incapacitados, por debilidad, para esa tarea. Y no porque el orden econó-mico, una vez establecido, hu-biera colonizado, reeducado y convertido a su gusto el resto de la vida social, sino porque ese orden llegó a dominar la totalidad de la vida humana, volviendo irrelevante e inefec-tivo todo aspecto de ella que no contribuyera a su incesante y continua reproducción.

***

En la actualidad, las pautas y configuraciones ya no están “determinadas”, y no resul-tan “autoevidente” de ningún modo; hay demasiadas, cho-can entre sí y sus mandatos se contradicen, de manera que cada una de esas pautas y configuraciones ha sido des-pojada de su poder coercitivo o estimulante. Y, además, su naturaleza ha cambiado, por lo cual han sido reclasificadas en consecuencia: como ítem del inventario de tareas indivi-duales. En vez de preceder a la política de vida y de encua-drar su curso futuro, deben seguirla (derivar de ella), y re-formarse y remoldearse según los cambios y giros que esa política de vida experimente. El poder de licuefacción se ha desplazado del “sistema” a la “sociedad”, de la “política” a las “políticas de vida”… o ha descendido del “macronivel” al “micronivel” de la cohabita-ción social. Como resultado, la nuestra es una versión privati-zada de la modernidad, en la que el peso de la construcción de pautas y la responsabilidad del fracaso caen primordial-mente sobre los hombros del individuo. La licuefacción de-be aplicarse ahora a las pautas de dependencia e interacción, porque les ha tocado el turno. Esas pautas son maleables

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La desintegración de la trama social y el desmorona-miento de las agencias de ac-ción colectiva suelen señalarse con gran ansiedad y justifi-carse como “efecto colateral” anticipado de las nuevas leve-dad y fluidez de un poder ca-da vez más móvil, escurridizo, cambiante, pasivo y fugitivo. Pero la desintegración social es tanto una afección como un resultado de la nueva técnica del poder, que emplea como principales instrumentos el descompromiso y el arte de la huida. Para que el poder flu-ya, el mundo debe estar libre de trabas, barreras, fronteras fortificadas y controles. Cual-quier trama densa de nexos sociales, y particularmente una red estrecha con base te-rritorial, implica un obstáculo que debe ser eliminado. Los poderes globales están aboca-dos al desmantelamiento de esas redes, en nombre de una mayor y constante fluidez, que es la fuente principal de su fuerza y la garantía de su in-vencibilidad. Y el derrumbe, la fragilidad, la vulnerabilidad, la transitoriedad y la preca-riedad de los vínculos y redes humanos permiten que esos poderes puedan actuar.

hasta un punto jamás experi-mentado ni imaginado por las generaciones anteriores, ya que, como todos los fluidos, no conservan mucho tiempo su forma. Darles forma es más fá-cil que mantenerlas en forma. Los sólidos son moldeados una sola vez. Mantener la forma de los fluidos requiere muchísi-ma atención, vigilancia cons-tante y un esfuerzo perpetuo… e incluso en este caso el éxito no es, ni mucho menos, previ-sible. Sería imprudente negar o menospreciar el profundo cambio que el advenimiento de la “modernidad fluida” ha im-puesto a la condición humana. El hecho de que la estructura sistémica se haya vuelto remo-ta e inalcanzable, combinado con el estado fluido y deses-tructurado del encuadre de la política de vida, ha cambiado la condición humana de modo radical y exige repensar los viejos conceptos que solían en-marcar su discurso narrativo. Como zombies, esos conceptos están hoy vivos y muertos al mismo tiempo. La pregunta es si su resurrección —aún en una nueva forma o encar-nación— es factible; o, si no lo es, cómo disponer para ellos un funeral y una sepultura de-centes.

***

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NOVEDAD

Textos breves, de Julio Pazos

EEn una edición de formato pequeño, de una portada sin pretensiones pero elegante, que me hace pensar en un cua-derno de notas íntimas, Julio Pazos libra al lector, si no su más secreta entraña, sí una expresión menos común de lo habitual de su mundo poético e imaginativo. El prologuista, Carlos Aulestia, seguidor devo-to de Julio, llega a afirmar una verdad parcial: “Textos breves acaso alcanza un mérito lite-rario más alto por su natura-leza ficticia, por su estructura esencial de microcuentos”. Y se refiere, con perspicacia, a “la formidable capacidad del poeta para cultivar el arte de la digresión”.

En el presente libro, es fre-cuente el paso inusitado de lo que parece ser el tema princi-pal a otros que lo complemen-tan, enriquecen o modifican, en tanto simulan (juegan a) referirse a otra cosa, o atan hilachas por las puntas menos obvias pero no menos signifi-cativas de las composiciones.

Supongamos que la discu-sión sobre los géneros tiene

todavía algún sentido: de ser así, pensaría yo primero en ca-lificar estos textos de poemas en prosa, por vocación próxi-mos a la lírica pero no ajenos al fragmento narrativo ni al gesto dramático.

La experiencia personal, la página suelta de una biogra-fía o de la historia (hay otras muestras de erudición correc-tamente integrada), la leyen-da, la fantasía ciudadana, una realidad finamente transfigu-rada –en fin de cuentas, coti-diana– ocupan las páginas de esta casi “plaquette”. Una de las características del arte de Pazos, la voz mesurada aun-que de efecto calculado, brilla aquí, comparable a sus inven-ciones en verso. La visión obje-tiva (Julio suele apropiarse de rasgos concretos de la vida y las costumbres de la ciudad y el campo que, aislados, no solo pueden verse de mejor mane-ra sino que adquieren el carác-ter de presencias autónomas) alterna con un controlado patetismo, con la ironía y un cierto humor disimulado bajo el simple esbozo de una sonri-

n Bruno Sáenz A.

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sa, de socarronería, me atre-vería a sugerir. En esa tenden-cia a formular (hay, en efecto, de relato en estas viñetas de vuelo seguro) el detalle de la crónica aislado de sus antece-dentes, radica parte del miste-rio que se infiltra en esa “de-cisión natural” de no alejarse de la visión colectiva, por ende compartida con todos (cuyos rasgos secretos reserva para sí la pluma del poeta). Olvido, tal vez, mencionar un análisis particular, que se desprende de la hoja escrita por sí solo, sin explicaciones profesorales, de las debilidades humanas. El escritor prefiere exponerlas, comprenderlas a ratos, y de-ja al lector la crítica o la mala conciencia:

Faltaría anotar que la propensión a la expresión esencial de la última poesía de Pazos halla también un lugar en esta prosa.

Eran los días de Guillaume Apollinaire, Rubén Darío y Medardo Ángel Silva. No cabe duda que ellos soñaban en las noches. De igual modo la familia, madre e hijos, dormían en sus camas, pero en la madrugada se despertaban con el llanto de un alma en pena dete-nida en la higuera. La madre fue a consultar con su primo, cura de la matriz del cantón. Mira hija, dijo el cura, es el alma de tu suegra. Esa mujer, a pesar de mis consejos, dejó la casa como única heren-cia para tus siete hijos. Comentó que había gastado en los funerales de su hijo y se olvidó de los nietos. Es el alma de tu suegra. Cuando vuelva a llorar despierta a tus hijos, sácalos al patio y haz que repi-tan estas palabras: ter perdonamos abuelita. Así lo hicieron y desde entonces su alma dejó de penar.

Alma en pena

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NOVEDAD

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Hoy subimos el precio del pollo asado. El toque de queda comienza a las siete. A la cinco llegan y todos quieren pollo. Mañana la estrate-gia es esta: se asarán doscientos pollos y se los colocará en las cajas de cartón. Tres personas entregarán los pedidos, previo el pago. Yo recogeré el dinero. A las cinco cerraremos el restaurante y podrán ir a sus casas. Pasado mañana se harán trescientos pollos. El horno no da para más. Subiremos cincuenta centavos. Desde mañana les mejoraré el sueldo y también a los guardias. Aprovecharemos el toque de queda. Cada día se aumentarán cincuenta centavos. Se ha dicho que los soldados tienen orden de disparar al que se encuentre en la calle.

Los proveedores entregaban los insumos a las nueve de la ma-ñana. Dejaban las facturas y se les hacía los depósitos en la cuenta del banco. No convenía guardar el dinero en la alcoba vecina. Se contaban los billetes y se llenaba el papel del depósito. La oficina del banco quedaba muy cerca, a solo dos casas más allá; sin embargo, el depósito se hacía en compañía de dos guardias. Los empleados, que de pronto podían convertirse en ladrones y asesinos, no eran de confiar. Por suerte, fueron leales. Se les obsequiaba botellas de ron y pollos. En el silencio de la alcoba y sobre una mesa, los montones de billetes fueron creciendo día tras día.

Ambición

El sociólogo hizo una pausa larga en su relato de tantas desventu-ras. En ese espacio, el público de gente que nació hace veinte años —salvo algunos ancianos— pensó que las descripciones de esas en-fermizas prácticas de tortura se parecían a las ficciones de los filmes de moda. Los jóvenes no conocieron a los desdichados que lograron escapar de los agentes que respaldaban a los crápulas que se toma-ron el poder. En realidad, los jóvenes desconocían los nombres de los dictadores. Quizás era la condición de la felicidad, el olvido; tal vez el recuerdo de esos ominosos seres repugnaba tanto que no merecía siquiera el recuerdo. El sociólogo prosiguió con esas espantosas des-cripciones y no concluyó porque dijo que solo los relatos de ficción tienen finales.

Olvido

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14 DE FEBRERO

Amores de ficción

Juan Carlos Onetti

Los había conocido y extrañado de su madre. Besaba en las dos mejillas o en la mano a toda mujer indiferente que le presentaran, había respetado el rito prostibulario que prohibía unir las bocas; no-vias, mujeres le habían besado con lenguas en la garganta y se ha-bían detenido sabias y escrupulosas para besarle el miembro. Saliva, calor y deslices, como debe ser.Después la sorpresiva entrada de la mujer, desconocida, atravesando la herradura de dolientes, esposa e hijos, amigos llorones suspiran-tes.Se acercó, impávida, la muy puta, la muy atrevida, para besarle la frialdad de la frente, por encima del borde del ataúd, dejando entre la horizontalidad de las tres arrugas, una pequeña mancha carmín.

Los besos

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80 Rocinante

Virgilio Piñera

Nuestro amor va de mal en peor. Se nos escapa de las manos, de la boca, de los ojos, del corazón. Ya su pecho no se refugia en el mío y mis piernas no corren a su encuentro. Hemos caído en lo más te-rrible que pueda ocurrirle a dos amantes: nos devolvemos las caras. Ella se ha quitado mi cara y la tira en la cama; yo me he sacado la suya y la encajo con violencia en el hueco dejado por la mía. Ya no velaremos más nuestro amor. Será bien triste coger cada uno por su lado.Sin embargo, no me doy por vencido. Echo mano a un sencillo recur-so. Acabo de comprar un tambor de pez. Ella, que ha adivinado mi intención, se desnuda en un abrir y cerrar de ojos. Acto seguido se sumerge en el pegajoso líquido. Su cuerpo ondula en la negra den-sidad de la pez. Cuando calculo que la impregnación ha ganado los repliegues más recónditos de su cuerpo, le ordeno salir y acostarse en las losas de mármol del jardín. A mi vez, me sumerjo en la pez salvadora. Un sol abrasador cae a plomo sobre nuestras cabezas. Me tiendo a su lado, nos fundimos en estrecho abrazo. Son las doce del día. Haciendo un cálculo conservador, espero que a las tres de la tar-de se haya consumado nuestra unión indestructible.

Unión indestructible

14 DE FEBRERO

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Ana María Shua

Un hombre sueña que ama a una mujer. La mujer huye. El hombre envía en su persecución los perros de su deseo. La mujer cruza un puente sobre un río, atraviesa un muro, se eleva sobre una montaña. Los perros atraviesan el río a nado, saltan el muro y al pie de la mon-taña se detienen jadeando. El hombre sabe, en su sueño, que jamás en su sueño podrá alcanzarla. Cuando despierta, la mujer está a su lado y el hombre descubre, decepcionado, que ya es suya.

La mujer

Eduardo Galeano

En la selva amazónica, la primera mujer y el primer hombre se mi-raron con curiosidad. Era raro lo que tenían entre las piernas. —Te han cortado? —preguntó el hombre. —No —dijo ella—. Siempre he sido así. Él la examinó de cerca. Se rascó la cabeza. Allí había una llaga abierta. Dijo: —No comas yuca, ni plátanos, ni ninguna fruta que se raje al madu-rar. Yo te curaré. Echate en la hamaca y descansá. Ella obedeció. Con paciencia tragó los menjunjes de hierbas y se de-jó aplicar las pomadas y los ungüentos. Tenía que apretar los dientes para no reírse, cuando él le decía: —No te preocupes. El juego le gustaba, aunque ya empezaba a cansarse de vivir en ayunas y tendida en la hamaca. La memoria de las frutas le hacía agua la boca. Una tarde, el hombre llegó corriendo a través de la floresta. Daba saltos de euforia y gritaba: —¡Lo encontré! ¡Lo encontré! Acababa de ver al mono curando a la mona en la copa de un árbol. —Es así —dijo el hombre, aproximándose a la mujer. Cuando terminó el largo abrazo, un aroma espeso, de flores y frutas, invadió el aire. De los cuerpos, que yacían juntos, se desprendían vapores y fulgores jamás vistos, y era tanta su hermosura que se morían de vergüenza los soles y los dioses.

El amor

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SOLAPAS

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No tendrán mi odioAntoine Leiris / Ariel.

TESTIMONIO

La noche del 13 de noviembre de 2015 Antoine, un joven periodista, se queda en casa con el pequeño Melvil, de diecisiete meses, para que su mujer, Hélène, pueda ir al concierto de los Eagles of Death Metal en la sala Bataclan de París.Tras enterarse de los atentados, y con el miedo en el cuerpo, Antoine recorre hospitales y comisarías de policía. Sus peores temores se confirman: Hélène es una de las víctimas mortales. Lo primero es identificar el cuerpo; luego viene el papeleo, los psicólogos, los policías, la familia y los amigos. ¿Cómo seguir viviendo? ¿Qué decirle a Melvil cuando reclama a su madre?Pero la vida se empeña en continuar. En la guardería, las madres llevan cada día papillas caseras para Melvil —que solo come potitos industriales— y a casa llegan cartas de apoyo de todos los rincones del mundo. Entretanto, Antoine intenta adaptarse a su nueva realidad: bañar a Melvil, alimentarle, mimarle, ir a la tumba de Hélène, imaginar cómo será su relación con su hijo a partir de entonces…

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Pablo Escobar in fraganti Juan Pablo Escobar / Planeta

BIOGRAFÍA

Tras el éxito de Pablo Escobar, mi padre, el libro en el que Juan Pablo Escobar pasaba revista, a partir de su propia experiencia, a la vida del narcotraficante más famoso de todos los tiempos, llega la otra cara de la moneda: el libro en el que el hijo de Pablo Escobar va en busca del recuerdo que de su progenitor guardan otros, incluso aquellos a los que más perjudicó a lo largo de su carrera criminal, y recopila anécdotas y datos inéditos hasta ahora.Juan Pablo Escobar revela dónde estaba su padre el día en que sus sicarios asesinaron al ministro de Justicia, Rodrigo Lara; la verdadera relación que mantenía con el grupo rebelde M-19 y su participación en el secuestro de la hermana de uno de sus mejores amigos. Habla con los hijos de algunos de los archienemigos de Pablo Escobar y explica cómo consiguió su padre hacerse inmensamente rico; incluso describe las macabras alianzas de Escobar con la corrupción internacional, mucho mayores de lo que él mismo creía.«Este libro forma parte de un ejercicio muy personal, profundo y sincero que lo único que pretende es contar una historia para que nadie la repita; quiero compartir mis experiencias de vida al lado de mi padre, Pablo Escobar, y las profundas heridas por las cuales decidí no convertirme en él.»

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SOLAPAS

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Cuba StoneJavier Sinay, Joselo y Jeremías Gamboa / Tusquets

CRÓNICA

En marzo de 2016, los Rolling Stones tocaron por primera vez en Cuba, en un concierto gratuito que se realizó en la Ciudad Deportiva de La Habana. Un viernes Santo, apenas después de la visita del presidente estadounidense Barack Obama —el primer mandatario de ese país en pisar suelo cubano en los últimos ochenta y ocho años—, los Stones tocaron ante una multitud cuyo número exacto todavía se discute. En el recital había fanáticos de todo el mundo y, por supuesto, cubanos que en su inmensa mayoría jamás habían escuchado esas canciones.Javier Sinay, periodista argentino; Joselo, escritor y guitarrista de la banda mexicana Café Tacvba, y Jeremías Gamboa, escritor y periodista peruano, viajaron a Cuba para presenciar ese extraño experimento, ese choque entre la banda de rock más longeva del mundo y un pueblo que despierta a su música recién por estos años. Aquí están las crónicas que los tres escribieron sobre ese concierto que se convirtió en un acontecimiento histórico.

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luces sobre una situación huma-na observable en todo el conti-nente”.

La novela de Carrión marca un nuevo paso en la incursión del poeta en la narrativa: ante-riormente, publicó en la Campa-ña de Lectura la novela Un hom-bre futuro, mencionada en la primera edición del Premio La Linares; y en una coedición de Cactus Pink y Manzana Bomb, la novela Ciudad Pretexto. Estas obras orbitan un universo temá-tico con ciertas preocupaciones constantes: la relación con el pa-dre, los ideales y las desesperan-zas políticas, la reflexión sobre la escritura, entre otros.

Por otro lado, Casa de las Américas entregó sus premios especiales fuera de concurso, y en el caso de poesía, el galardón José Lezama Lima correspondió a otro ecuatoriano, Raúl Vallejo, por Mística del tabernario.

IIncendiamos las yeguas en la madrugada es el título de la novela del guayaquileño Ernes-to Carrión que acaba de alzarse con el Premio Casa de las Amé-ricas 2017, entre cerca de 400 obras participantes.

El jurado, integrado por Rey Andújar, Juan Cárdenas, Milton Fornaro, Ana García Bergua, y Ahmel Echevarría, conside-ró que el manuscrito “ofrece un crudo y vibrante retrato so-cial cuya intención no es solo sondear un paisaje urbano es-tratificado y violento, donde el desencanto y la pesadilla son las constantes de una ecuación de vida, sino que consigue otor-garle al relato un peso literario específico que logra aunar una estructura dinámica, con zonas de suspenso bien administradas, personajes verosímiles y conflic-tos que, lejos de circunscribirse a un contexto específico, arrojan

E. Carrión gana el Casa de las Américas

NOTICIA

La edición 58 del galardón premió a la novela del ecuatoriano

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GA

LE

RIA

Roc

inan

te

car parte de este gran fresco conformado por innumerables pinturas cuyo denominador común es la necesidad de ex-presarse a través del arte, de su arte, que es simultánea-mente una forma de trabajo y de subsistencia. Y, voluntaria-mente, pensada o no, esta for-ma plástica ha ido convirtién-dose, además, en un registro cultural que archiva de modo espontáneo la memoria de la comunidad.

Es este un libro plural, di-verso y colorido, de tiempos y personajes como la propia pintura de Tigua. No pretende anclarse en campos antropo-lógicos ni sociológicos, menos detenerse en los largos deba-tes entre arte y artesanía.

Su objetivo primordial es divulgar un trabajo artístico que tiene como firma un im-portante número de artistas/artesanos de la región que les ha dado su nombre: Los pinto-res de Tigua. Intentamos enfo-

Los pintoresde Tigua

(De la introducción)

n Genoveva Mora

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