Eies 18, La Oración con el Sentimiento de una Presencia - Fernando Manresa, SJ

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    LA ORACINCON EL SENTIMIENTO DE UNA

    PRESENCIA

    Fernando Manresa, sj.

    1. Liminar2. El encuentro3. Conducidos por el Espritu4. El Discernimiento5. Libertad en la Esperanza

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    1. LIMINAR

    "...el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espritu

    Santo que nos ha sido dado" (Rom 5, 5).

    ...el viento sopla donde quiere, y oyes su voz pero no sabes de dnde viene ni adnde va" (Jn 3, 8).

    "...pero el Espritu Santo, que el Padre enviar en mi nombre, os lo enseartodo y os recordar todo lo que yo os he dicho" (Jn 14, 26).

    "...todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejarnos como en un espejo lagloria del Seor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez msgloriosos, conforme a la accin del Seor, que es Espritu" (II Cor 3, 18).

    "...Sabemos que la creacin entera gime hasta el presente y sufre dolores departo. Y no solo ella; tambin nosotros, que poseemos las primicias del Espritu,nosotros mismos gemirnos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestrocuerpo... El Espritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros nosabemos pedir como conviene; mas el Espritu intercede por nosotros congemidos inefables" (Rom 8, 22-23.26).

    ...Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues estoes lo que Dios, en Cristo Jess, quiere de vosotros. No extingais el Espritu; nodespreciis las profecas; examinadlo todo y quedaos con lo bueno" (I Tes 5, 16-21).

    Orar es ir aprendiendo a llegar hasta el corazn del mundo para reconocer en l lapresencia del Seor y dejarse llevar por su apasionado amor por quienes viven en l.Este progresivo aprendizaje brota de un encuentro" o "situacin de revelacin". En ellala "aparicin" de la presencia del Espritu y del poder de su amor va generando ennosotros un movimiento de transformacin ("cultivado" por la oracin de contempla-cin) y un movimiento de comunin ("cultivado" por la oracin de discernimiento).

    Por la oracin de contemplacin vamos aprendiendo a abrir en nuestro corazn

    espacios para una "nueva libertad", modelados conforme a la vida y persona de Jess, ypor la oracin de discernimiento vamos aprendiendo de qu modo, en qu lugar y hastaqu punto situarnos en el mundo, para ir convirtindonos cada vez ms en fermento dereconciliacin entre los hombres. Dejndonos llevar por este doble movimiento, vamossiendo progresivamente "enraizados" en el Seor y vamos siendo progresivamente"desplazados" hacia los dems, aprendiendo, a travs de "mociones" y "signos" de la

    presencia y del amor apasionado del Seor dentro de nosotros y en el mundo, a "reflejarcomo en un espejo la gloria del Seor". Por las mociones, superando las resistencias queofrecemos, vamos aprendiendo a interpretar los signos; y por stos, yendo ms all de lamera constatacin de "hechos", vamos aprendiendo a dejarnos llevar por el amor delSeor, que a travs de los signos se nos hace presente.

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    El punto de llegada de todo este aprendizaje orante es el ejercicio esperanzado de"vivir en el mundo la presencia del Espritu desde su apasionado amor por quienesviven en l". Dicho de otro modo: vivir como "contemplativos en la accin".

    Al orar, evocamos e invocamos. Evocando, recordamos agradecidamente aquellossignos de la presencia del Seor -invisible pero actuante que nos acompaa

    envolvindonos, tanto en la soledad como en la solidaridad. E invocando, anticipamosesperanzadamente aquella presencia del Seor que va viniendo a nuestra vida tanto en laespera como en la entrega.

    El recordar "nos hace", deshacindonos unas veces y rehacindonos otras; y elanticipar "nos ofrece", entregndonos unas veces y reservndonos otras. De este modo,orar es la forma de alargar hacia atrs y prolongar hacia adelante todo nuestro ser. De talmanera que, alargndolo y prolongndolo, poco a poco se nos va convirtiendo todo len gratitud y ofrenda.

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    2. EL ENCUENTRO

    "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta..."

    (Apoc 3, 20).

    Inicio de un aprendizaje

    Nuestra historia en el mundo es una historia ambigua, toda ella hecha de "tentaciones"(tropiezos, infidelidades. vacilaciones, oscuridades...) y de "apariciones"(oportunidades, desafos, logros, cambios...). Tal ambigedad solamente se aclara -ynunca del todo- a partir de un "encuentro" con Aquel que con su presencia -desde atrsy hacia adelante- nos envuelve, nos atrae y nos orienta a lo largo de nuestro camino.Este encuentro -que no acontece en el vaco, sino siempre en medio de la vida y en elcontexto histrico- no tiene por qu suceder tan slo una vez en la vida y es difcilmente

    olvidable.

    Tal "encuentro" puede ocurrir imprevistamente, sin haberlo podido prevenir nicalcular, sin seal alguna que lo haya podido anticipar: cuando as acontece,irrumpiendo transformadoramente en nosotros, pone de manifiesto su "iniciativa", sucarcter gratuito. Pero puede tambin acontecer -con ms frecuencia- en forma de "largo

    proceso", un proceso tan largo que pocas veces, mientras vamos haciendo nuestrahistoria, tenemos conciencia de que llega a un trmino concreto. En cualquier caso el"encuentro" no es ms que el inicio de un aprendizaje a vivir, sentir, decidir "de otramanera" y, as, a ir pasando del reconocimiento de aquella Presencia, que nos ha salidoal encuentro con inesperada intensidad, a la entrega confiada a Aquel de quien su

    presencia no es ms que "su espalda". Este encuentro" nos conduce, no hacia un lugarque est ms all de nuestra historia, sino hacia aquellos lugares de la historia en los queAquel que nos ha salido al paso "brilla por su ausencia". Si nos dejamos llevar por lafuerza de este encuentro vamos poco a poco pasando de ser "con" los otros a ser "para"los otros, vamos aprendiendo (aprender es siempre "irse transformando") a reconocer yacoger la Presencia de Aquel que siempre est viniendo en los rostros humillados de losque en su vida "El que est viniendo"brilla por su ausencia (oracin de contemplacin)y vamos aprendiendo a encaminar nuestra vida hacia adelante en confrontacin, enreciprocidad y en dilogo con su Presencia, dejndonos llevar por su apasionado amor

    por quienes viven en el mundo (oracin de discernimiento).

    Qu acontece por dentro en tal encuentro?

    No es fcil -y tal vez no sea posible- describir lo que realmente acontece "por dentro"en tal encuentro o situacin de revelacin. De todos modos podemos aproximarnoscomo a la fuente de la que brota la oracin.

    Una "brecha" en nuestra vida

    Toda situacin de revelacin nos afecta integralmente: nos sentimos concernidos porella, no slo interiormente, sino tambin en nuestras relaciones sociales, con las cosas,

    en nuestra orientacin en la vida. Si prestamos cierta atencin, poco a poco nos vamospercatando de que tal situacin de revelacin "ha abierto una brecha en nuestra vida":

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    sentimos cmo va llegando el paso del Espritu del Seor hasta aquellos rincones denosotros rnisrnos a los que apenas tenemos acceso y en los que nos jugamos el sentidode la vida. En medio del curso ordinario de nuestra vida ha sucedido algo que nosconvida a cambiarla. Generalmente vivimos la vida ordinaria con una conciencia quenos va diciendo cmo la vivimos, por qu la vivimos as, con quines la vivimos, etc.

    La "brecha" abierta por la situacin de revelacin nos invita a cambiar las respuestasque ordinariamente damos a tales preguntas y, as, dejndonos llevar por la confianzaque inicialmente nos ha suscitado, somos orientados y atrados a encaminar nuestrosfuturos pasos en la vida por senderos que no slo nos hacen a nosotros rns humanos,sino que ayudan a que los otros recorran tambin los suyos ms hurnanamente. Se abreun "antes" y un ..despus".

    Nuestra primera reaccin: la perplejidad

    Nuestra primera reaccin ante tal situacin suele ser la perplejidad, toda ella hecha desentimientos contrapuestos: por un lado, sentimos cierto vrtigo ante las nuevas

    posibilidades o caminos que se nos abren porque no sabemos adnde nos conducirn;por otro lado. sentirnos confianza puesto que no dejamos de sentir cierta atraccin porseguir alguno de ellos; sentimos tambin impotencia a la vez que fuerza (que noacabamos de saber de dnde viene). En una palabra: sentimos acrecentados los lmitesde nuestra finitud y sentimos que somos "llamados" a superarlos. Vivimos, a la vez, laaspiracin a cambiar y un conocimiento mayor de nuestra indigencia. Sentimos pordentro que "seguir" lo que se nos abre es locura para la razn y escndalo para laimaginacin. Nos sentimos inquietos. Sentimos que dejarnos llevar por lo que nos ha"aparecido" no es una posibilidad que est en nuestras manos. La situacin derevelacin ni nos preserva, por tanto, de nuestra finitud ni nos encierra en ella, sino quenos ofrece una propuesta del Seor para vivir nuestra propia situacin: limitada peroabierta.

    La situacin de revelacin puede, por tanto, generar en nosotros o bien unadisposicin de desconcierto (de soledad, de temor, de oscuridad, etc.) o bien unadisposicin de confianza (de luz, de accin de gracias, etc.). Por un lado, nos sentimos"sacados" -al menos por un instante de la ambigedad propia de nuestra vida ordinaria,nos sentimos como preservados de ella, como si estuviramos dotados para superarla,como "recreados". Y por otro lado, nos damos cuenta de que la situacin de revelacinvivida contiene trnsitos (vamos pasando del temor a la gratitud, de la inseguridad a lafirmeza, de la soledad a la compaa, de la preocupacin a la paz; y ello en ambos

    sentidos) y contiene tambin simultaneidades (entre estas disposiciones, en s mismasopuestas entre s).

    Una oferta en nuestra vida: hay algo ms que...

    La situacin de revelacin provoca en nosotros tambin el hecho de que nos sentimoscomo "amenazados": lo que haba sido vivido hasta entonces como claro, seguro, comolo nico posible, ya no nos aparece as. Nos damos cuenta de que somos invitados avivir nuestra vida de forma ms desinteresada, ms desapropiada, como respuesta a unainvitacin, como la tarea que deriva de un don recibido y acogido, como algo recibidoque entregar. Quien vive tal situacin de revelacin percibe que su vida ordinaria -cuyo

    curso sigue adelante con todos sus afanes y contradicciones- tendr "ms" sentido, si sedeja llevar por la invitacin entrevista; percibe que su conciencia ordinaria, que seguir

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    enfrontndose a los problemas de la vida, va siendo profundizada y ampliada: "hay algoms que acoger", "hay algo ms que hacer", "hay algo ms que comunicar", "hay algoms por lo que luchar". Brevemente: nuestra conciencia ordinaria se encuentra"envuelta en el misterio de Aquel que, aun oculto, se ha manifestado, algo ms". No

    podemos nombrarlo, pero ya no podemos prescindir de El. No sabernos quin es, pero

    sentimos su presencia. No sabemos hacia dnde encaminaremos nuestros pasos, peropresentimos que -vayamos donde vayamos- "no nos faltar".

    Vivir a dos niveles

    Si nos dejamos llevar un poco ms all, pronto caemos en la cuenta de que lasituacin de revelacin nos orienta hacia Alguien que no se confunde con las realidadesde la vida que llevamos entre manos. En el fondo aprendernos o volvemos a aprenderque este Alguien, cuya presencia hemos vivido intensificada en la situacin derevelacin, es Alguien personal, diferente de cualquier otra realidad de la vida, que nosenvuelve integralmente transformndonos, sin el cual ya no podemos vivir y al cual no

    podemos nombrar. Lo que -llegados a tal persuasin- se nos impone, no es tanto eldesconcierto en que tal vez hayamos quedado sumidos, sino la presencia de Aquel quenos ha visitado.

    Como consecuencia de todo ello, quien ha vivido la situacin de revelacin seencuentra ante dos niveles distintos de realidad. Por un lado, la realidad de su vidaordinaria y comn, y por otro la presencia de Aquel que, sin competir con la vidaordinaria ni confundirse con ella, nos llama. Esta aparente "dualidad" es vivida en unclaroscuro difcil de negar: vamos sintiendo que una certeza, una firmeza, poco a poconos va enraizando en aquella Presencia y por otro lado vamos sintiendo tambin queuna insuperable oscuridad nos envuelve.

    Los "surcos" del Espritu

    Cmo podramos resumir "los surcos" que deja el paso del Espritu del Seor cuando-repentina o progresivamente, mansa o combatidamente-, nos sale al encuentro en una"situacin de revelacin"?

    La misin

    En la situacin de revelacin se nos ha hecho presente con sorpresiva intensidad el

    Espritu del Seor. Pronto nos damos cuenta de que tal "aparicin" es el fundamento opunto de partida de una tarea o "misin". Y de que sta es el desarrollo histrico deaqulla: la "aparicin" ha abierto nuestra vida. De este modo nuestra vida se puede irconvirtiendo en el "paso" del Espritu, a travs de nosotros, hacia los otros. Este "paso"es aquel que nos va convirtiendo poco a poco de ser "con" los otros a ser "para" losotros. Paso duro, difcil y largo que es un proceso de "progresiva comunin". Procesoque tiene lugar efectivamente por el trabajo -todo l hecho de "invitaciones" y"gemidos"- del Espritu en nosotros. De este modo el don. particularmente recibido, seva transformando en tarea progresivamente comunicada. Un pasado nuestro -tal vezvivido resignada, apticamente- se va convirtiendo en un futuro todo l orientado haciala reconciliacin ("la paz"): lo lejano se hace vecino. Vamos siendo introducidos poco a

    poco -bajo la gua del Espritu- en el espacio diseado por la cruz de Jesucristo, en unespacio sin fronteras; un espacio que se va abriendo sobre la marcha: el espacio de la

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    "misin". Aquel espacio en el que somos invitados una y otra vez a "abandonarlo todo"y, as, ir construyendo "la paz".

    Ir penetrando en la densidad de la vida

    Lo que hemos llarmado "aparicin" no tiene nada de extrao; no acontece de formainmediata ni en forma mgica. No se trata de la manifestacin de "Alguien" que seesconde tras las cosas de la vida y del mundo, ni es tampoco producto de nuestraimaginacin piadosa. El camino para captar la presencia del Seor ms bien consiste enir penetrando en la densidad de lo sensible y de lo histrico para que, por contraste y enconfrontacin con ello, "aparezca" -brillante por su presencia o gimiente por suausencia- el Espritu de Aquel que slo es alcanzable en la medida en que transfigura lascosas con las que tratamos y los acontecimientos que vivirnos.

    Y ello de tal manera que las cosas que tratamos y los acontecimientos que vivimospierden, por una parte, su carcter absoluto; pero, por otra, se revisten de un carcter

    "sacramental". He aqu la razn por la cual, por ejemplo, el "CnticoEspiritual" o el"Cntico de las criaturas"testifican no slo los "ojos nuevos" de quienes as han "visto"al mundo, sino tambin la verdad ltima de las cosas del mundo y de los aconte-cimientos de la historia, desvelada en una situacin de revelacin. sta, en una palabra,despierta en nosotros una nueva capacidad de "sintona" con el mundo y la historia, envirtud de la cual somos preservados de la evasin y de la ilusin.

    Un doble movimiento

    El itinerario humano a que da lugar la experiencia vivida en una situacin derevelacin podra describirse como un doble movimiento. Por un lado, un rnovirnientode "consagracin": poco a poco vamos siendo transformados desde nuestras races. Noslo en nuestra interioridad, sino tambin exteriormente. No slo en nuestras relacionescon Dios, sino tambin en nuestras relaciones sociales; no slo en nuestro espritu, sinotambin en nuestro cuerpo. El "derramamiento del Espritu" en nosotros va

    polarizndonos ms y ms en torno a los "gemidos del Espritu" en toda la creacin. Deeste modo nuestra persona va siendo acrecentada en su ser por el despojo("consagracin"). Por otro lado, un movimiento de "comunin": poco a poco vamossiendo remitidos a aquellos lugares en donde -por contraste- el Espritu vive"gimiendo", prisionero y atenazado. Los "ojos nuevos", desde los cuales miramos lascosas del mundo y los acontecimientos de la historia, son los que reconocen en ellos a

    tales "gemidos". De esta forma nuestra historia personal va siendo acrecentada por ladonacin y el servicio ("comunin").

    Fuente de la que brota la oracin

    Tal "encuentro" se convierte en un silencioso rumor que alienta en el corazn y queacompaa nuestra vida "con el sentimiento de una Presencia". Nos abre los "ojosnuevos" ante los cuales la realidad se nos manifiesta en su ocultada verdad: la vemosms honradamente, actuamos en ella con ms misericordia, nos situamos ante ella conms fidelidad. Descubrirnos -dicho brevemente- que, desde dentro y desde ms all denosotros, somos "sostenidos" por la invisible pero actuante presencia de Aquel que,

    desposeyndonos, acrecienta nuestro ser; que, revelndosenos, ilumina nuestro pensar,que, ofrecindosenos, libera nuestro decidir y que, ocultndosenos, dilata nuestra

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    capacidad de amar en forma de esperanza. A este silencioso rumor, que acompaanuestra vida a lo largo y ancho de nuestros das, lo podramos llamar "oracinfundamental" (el suelo nutricio del que se alimenta cualquier forma de oracin explcitaque podamos practicar). Esta "oracin fundamental" nos sita en medio de los hombres,a medio camino entre la dominacin de que somos objeto por parte de nuestros sentidos

    y el esplendor deslumbrante de la verdad. Nos sita -aunque de "forma nueva"- en laambigedad de la vida.

    Es posible que el lector se haya ido haciendo una serie de preguntas: no ser que todolo descrito es ms bien fruto de la oracin y no tanto algo ya anticipado en la situacinde revelacin?; no puede ocurrir que la oracin explcita resulte redundante?; no se

    puede sacar de todo ello la conclusin de que la oracin es algo ya superfluo oexclusivo de personas especialmente "llamadas" a ella?

    No es posible, o slo es posible artificialmente, "separar" la "oracin fundamental" yla prctica viva de la oracin explcita. Ya hemos acentuado de diversas maneras el

    carcter "germinal" de todo lo expresado. Todo lo descrito se da en la situacin derevelacin "anticipadamente", y por ello, si queremos vivirlo realmente, lo ponemos en

    juego a la hora de orar. Y entre "oracin fundamental" y "prctica de la oracin" existeuna relacin recproca: la primera "llama" a la segunda y sta "fortalece" a la primera.La primera sin la segunda va poco a poco debilitndose; y la segunda sin la primera va

    poco a poco ritualizndose. La "continuidad viva de la primera no slo vive en la"discontinuidad" cronolgica de la segunda, sino sobretodo en la "discontinuidad"desordenada e imprevisible de sucesos, contingencias, estados de nimo, trabajos yrelaciones...

    En fin, todo ello nos habla del hecho de que "orar honradamente" es algo que superanuestras fuerzas y nuestras disposiciones ordinarias. De que "orar honradamente" esobra del Espritu en nosotros y de que lo que a nosotros nos toca es vivir "vigilantes" ala espera de su paso o venida.

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    3. CONDUCIDOS POR EL ESPRITU

    "Fui donde el ngel y le dije que me diera el librito. Y me dice: Toma, devralo;te amargar las entraas, pero en tu boca ser dulce como la miel" (Apoc 10, 9).

    A lo largo de nuestra vida vamos siendo conducidos por el Espritu del Seor "atrancas y barrancas". Nos va trabajando, "anhelando y gimiendo" por dentro y desdefuera de nosotros. Nos va liberando de las resistencias que le ofrecemos y va abriendoen nosotros espacios para una "nueva libertad". De tal manera que vamos aprendiendo

    poco a poco a participar en la vida y en el trabajo de Dios en el mundo "estando conl.

    Para aprender a dejarnos llevar por el Espritu es preciso "pararse" de vez en cuando.

    Es decir, orar contemplativamente. Al hacerlo -en el silencio y en el recogimiento- noslo vamos "escuchando su voz", sino sobre todo reconociendo "su forma deconducirnos", la pedagoga del Espritu del Seor para con nosotros.

    Jess, la pedagoga del Espritu

    La historia de Jess es la que nos pone de manifiesto la pedagoga de Dios para connosotros. Por eso es indispensable la contemplacin de la vida e historia de Jess.Dejndonos modelar por la vida e historia de Jess -bajo la inspiracin actual de suEspritu- , se va introduciendo poco a poco en nuestro ser y en nuestro obrar un nuevo"sentido" ("sensus"), una nueva mentalidad que vive de una "nueva" libertad.

    Nos encontramos siempre ofreciendo resistencias, miedo, instinto de poder, concienciade autonoma, etc. Lo cual tiene como efecto la impermeabilizacin del corazn, laretencin de nuestra libertad en una vaga, oscura y oscilante indeterminacin, el

    bloqueo ante dificultades externas que nos salen al paso en la vida, una creciente miopafrente al "hilo conductor" que unifica y da sentido a nuestra vida en medio de la

    pluralidad y variedad de circunstancias que nos desparraman, etc.

    Ante ello, la contemplacin de la vida e historia de Jess y el dejarse transformar porsu Espritu que trabaja y vive actualmente en el mundo llaman al ejercicio del

    discernimiento. Para que este discernimiento -siempre necesario- no se convierta en unsimple ejercicio "puntual" de reflexin prudencial es preciso contar con un "horizonte".Tal "horizonte" -que no siempre habita en nosotros con suficiente fuerza y claridad- esla vida e historia de Jess, actualizadas ahora por la fuerza de su Espritu. Ir poco a pocodejando que tal "horizonte" se vaya formando en nosotros, ir poco a poco "sintindolo ygustndolo" como nuestro, ir "sintiendo y gustando" que no slo es un pasado sino queacta en el presente, ir poco a poco "sintiendo y gustando" que, transformndonos, dasentido a nuestra vida, todo esto es el fruto de la oracin contemplativa.

    Algunos puntos acerca de la oracin contemplativa

    A continuacin vamos a desarrollar algunos puntos, que nos parecen ms importantes,acerca de la oracin contemplativa.

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    Mirada centrada en Jess

    La oracin contemplativa centra su mirada en Jess y su historia con y para nosotros,ya que toda ella es la pedagoga del Espritu que va ensendonos -ahora!- a polarizartoda nuestra vida en torno al Padre y a vivir para los dems (Reino).

    Esta "atencin" contemplativa es doble: por una parte la mirada se fija atentamente enla historia de Jess; y por otra, el corazn se va abriendo al misterio que dicha historia, ala que tenemos acceso a travs de las narraciones testimoniales del Nuevo Testamento,encierra y que en ella se nos revela y se nos esconde, y en el que al mismo tiempo pocoa poco vamos siendo introducidos por la fuerza del Espritu, el mismo que condujoaquella historia. En la medida en la que vamos contemplando la historia de Jess,vamos abriendo el corazn al misterio, vamos aprendiendo a dejarnos transformar porl. Porque la historia de Jess es en s misma la revelacin de los caminos de Dios hacianosotros y la revelacin de nuestros caminos hacia l.

    Ir penetrando el misterio

    Nos encontramos, y no como simples espectadores, ante Jess, el Cristo, la"misteriosa figura histrica" de la nueva libertad. La narracin evanglica es el lugar enel que la historia se convierte en misterio y la contemplacin de la historia narrada es laaccin por la que vamos penetrando el misterio, si nos dejamos llevar por la fuerza delEspritu que lo actualiza y nos lo abre. As es como podemos ir "escuchando su voz" y"abriendo los ojos" para acoger un "sentido" -siempre inagotable- que nos es ofrecido

    por el Espritu que, a travs de la historia narrada.y contemplada, nos va transformando.Descubrir en la vida e historia de Jess nuestro camino, un cauce en el que poder irenraizando y orientando nuestra vida y nuestra historia, es la obra del Espritu en laoracin conemplativa.

    Una doble dimensin

    Hay, pues, en la oracin contemplativa una doble dimensin: por un lado,confrontamos nuestra vida y nuestra historia con las de Jess (accin); y por otro lado,esperamos que el Espritu, descubriendo el misterio que en la historia de Jess seencierra y se nos revela, convierta tal confrontacin en nuestra transformacin (pasin).

    Nada se impone, nada ocurre automticamente. Es cuestin de tacto, de escucha, dever interiormente, de sentir y gustar.

    De este modo, suavemente, somos invitados a recorrer los caminos de nuestra vidadesde el horizonte de la vida e historia de Jess. Somos invitados a ello por las"mociones" del Espritu, el cual va dando relieve y actualidad a la vida e historia deJess, tanto en la historia y vida de los hombres como en la historia y vida de cada unode nosotros. De este modo vamos poco a poco sintiendo -si no ofrecemos resistencias-cmo se va acrecentando nuestra libertad. La aventura ms libre y liberadora que

    podemos vivir se inscribe, no slo "en referencia a" Jess, sino en "el interior mismo"de su camino. Poco a poco vamos pasando de "vivir ante Dios" a "vivir con Dios", devivir "con" los hombres a vivir "para" ellos.

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    Peregrinar hacia el corazn del mundo

    La contemplacin de la vida e historia de Jess se va convirtiendo poco a poco en una"peregrinacin" hacia el corazn del mundo, hacia aquellos lugares en los que se nosrevela Dios "para" el mundo y el mundo "para" Dios. Esta peregrinacin va

    discurriendo por sucesivas etapas, cada una de las cuales no es otra cosa que "una"actualizacin parcial o una anticipacin de la totalidad del misterio.

    De etapa en etapa, el "peregrino" (quien contempla) va siendo "desplazado" en lamedida en la que se deja convertir en "compaero" de Aquel que -habiendo peregrinadohistricamente por los caminos de Palestina en el pasado- sigue peregrinando como"Espritu" por los camino del mundo en la actualidad. Hacindose "compaero", quiencontempla la vida e historia de Jess va aprendiendo a dejar nacer en l una nuevaforma de vivir, va aprendiendo a "pasar" de una forma de vivir centrada en s mismo aotra forma de vivir centrada en aquella libertad que el Espritu ha ido haciendo nacer enl. Y todo ello se va produciendo, en quien contempla la vida e historia de Jess, si va

    "consintiendo" -como El- atravesar sucesivas y distintas formas de muerte.

    Ahora, puede "verificar" (hasta cierto punto) la verdad de su peregrinacincontemplativa, puesto que sta no era, por decirlo de alguna manera, un fin en s misma,sino el aprendizaje para vivir la vida no tan slo "con" los hombres sino "para" ellos.Puede "verificar" (hasta cierto punto) si su libertad sigue siendo ante todo una "libertadde..." (presiones, condicionamientos, etc.) o una "libertad para..." (la reconciliacin, elservicio, la paz, etc.).

    El misterio que se va desvelando en la historia de Jess

    La oracin contemplativa peregrina por el itinerario de Jess, tal como ha quedadonarrado en el Nuevo Testamento. Puede ocurrir que, ante la variedad y pluralidad, antela discontinuidad narrativa de los momentos o etapas de la historia de Jess, se pierdade vista el ncleo que da unidad, el "misterio" que la hace hablar, que la convierte en"palabra para nosotros". Cuando tal cosa ocurre, la contemplacin carece de fuerza,nuestra sensibilidad queda tan solo perifricamente afectada, Jess se convierte en unmero "modelo" de humanidad y, como consecuencia, debemos recurrir a nuestra "fuerzade voluntad" si pretendemos que la contemplacin sea eficaz (?). Pero si "los ojos denuestra fe" atisban en la historia de Jess aquel "misterio" hacia donde se dirige lamirada contemplativa, la historia de Jess va "despertando" en la nuestra, va formando

    la nuestra, va ofreciendo a la nuestra -deshacindola y rehacindola- el deseo de vivirnuestra autonoma como gratitud y de convertir nuestro instinto de poder en entregaservicial.

    Qu es lo que va poco a poco desvelndose a esta mirada y va introducindonos -transformndonos- en el "misterio" que anima a tal historia'?

    La intimidad filial

    Jess es la fidelidad, la misericordia y la justicia de Dios. Como tal su vida es todaella "ofrenda", "gratitud" y "alabanza" a Dios. O dicho con otras palabras: su vida revela

    a Dios como "Padre". Este ncleo es el que explica los rasgos propios de la vida deJess y que, en consecuencia, va modelando la de aquel que contempla la vida de Jess.

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    Es la "intimidad filial" de Jess con su Padre la fuente de la que Jess vive y de la quedimana su existencia y en virtud de cuyo poder realiza su misin. De ah nacen no slosu palabra y su poder de hacer milagros, sino tambin y sobre todo la plenitudcondensada de aquella palabra suya que, luego, se va derramando gota a gota en losevangelios. Contemplado a Jess en el corazn de su existencia, va adquiriendo unidad

    la contemplacin de los distintos hechos que no son ms que la exteriorizacin deaqulla. Partiendo, por tanto, de dicha unidad (exteriorizada tanto en los gozososencuentros de Jess con pobres, enfermos y pecadores como en la oscuridad de la cruz)el Espritu nos va acercando la historia de Jess como la realizacin de la voluntadamorosa del Padre para con nosotros. Y nosotros vamos gustndola sorbo a sorbo.

    Si Jess no hubiera vivido una intimidad tan profunda con su Padre, jams hubiesepodido llegar tan lejos en su comunidad con nosotros. Por coincidir con la voluntadamorosa del Padre, pudo convertir en "eucarista" toda su existencia. Pues en ellacoinciden la absoluta "accin de gracias" del hombre a Dios con la absoluta "entrega"del hombre a Dios. Esta global e ntima relacin con el Padre se convierte en "don" para

    nosotros. Al consentir que el Padre haga de l un don para nosotros, Jess nos recibedel Padre cmo hermanos en nuestro ser ms ntimo.

    Vivir "con Dios para los hombres.

    Este es el ncleo "revelante" del sentido de la historia de Jess. La historia y la vidade Jess nos ensean en qu consiste vivir "con Dios para los hombres": vivirentregndose desde la gratitud. Una forma de vida que sin duda puede, en las actualescircunstancias, ser oscurecida por nuestra comprensin del mundo, pero que no puedeser legtimamente superada.

    Jess es el "hombre para los dems" en la medida en que lo exige su misin. Por ello,lo es con todas sus consecuencias: "se sienta a la mesa con publicanos y pecadores" (Mt9, 11). Esta misin procede del Padre. Es ms: l mismo es tal misin. l mismo es esta

    palabra que el Padre nos dirige. Y para serlo se "ha vaciado y humillado" (Fil 2, 7 ss).De tal forma que en El est presente y se hace transparente Dios mismo. El origen de lacomunicacin de Dios a nosotros -abierta en Jess- descansa en la intimidad que vivicon el Padre. Esto es lo que se refleja, por ejemplo, ya a sus doce aos cuando, porobediencia al Padre, no se tom el trabajo de prevenir de antemano a su familia; ocuando no reciba a su madre y a sus parientes que iban a visitarle; o cuando en la cruz,"abandonado del Padre", introduce a uno de sus discpulos en su esfera para que

    participe de ella de modo amargo y definitivo.En el corazn de mundo

    La meta de la misin de Jess es introducirse, con todo el amor del Padre, en elcorazn del mundo, lleno de desamor. Jess acta introduciendo en nuestro "todosocial" (vida matrimonial, vida familiar, amigos, sistema religioso, sistema social, etc...) aquel amor que l vive. Surge as una situacin de confrontacin, un frente a frente:el corazn de Dios frente al corazn del mundo. La misin de Jess vive del carcterabsoluto del amor del Padre, que expresar culminantemente en obediencia solitaa enla cruz. Es ah, en la cruz, donde este amor -solitariamente vivido y que abre una brecha

    en el corazn endurecido del mundo- se convierte en la fuerza que posibilita vivirsiempre "dialogando y compartiendo el perdn".

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    Brevemente: para dar a todos amor, Jess renuncia en la cruz a todo amor. Sin

    abandono de todo, no es posible una donacin de todo. "Por amor al amor del Padre",Jess est dispuesto a morir.

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    Reflejar la gloria del Seor

    Ser cristianos significa que en toda situacin humana podemos y debemos "reflejar lagloria del Seor" (II Cor 3, 18). Recibimos el resplandor de este amor dejndonosimpregnar de l en la oracin contemplativa. As, vamos poco a poco aprendiendo y

    volviendo a aprender:

    Prioridad de la palabra

    La prioridad absoluta de la palabra que precede a toda reaccin personal nuestra.Vamos aprendiendo a recibir. Vamos aprendiendo a "escuchar". Tal audicin orecepcin presuponen disponibilidad: aquella actitud que no cree saberlo todo deantemano, que no escucha desde prejuicios. Toda accin cristiana debe fluir de unacontemplacin antecedente. En el origen de cada funcin especfica de la vida cristianadeber situarse una actitud de "indiferencia" ante Dios. Or, contemplar, estarindiferentes constituyen la disposicin fundamental de aquella oracin que slo lo ser

    autnticamente cuando descanse o intente descansar en la respuesta incondicional yafirmativa a la voluntad de Dios. All donde se d esta respuesta -aunque inconfesada yocultamente- all se da tambin una oracin fundamental.

    Enviados en misin

    Nuestra participacin en la forma de vida y en la misin de Jess es posible all dondeestemos dispuestos a recibir y vivir nuestra existencia como misin. No se trata dedisponer nuestra misin actuando por nuestra cuenta en pretendida "mayora de edad",sino de dejar que nuestra misin nos sea determinada por El. La respuesta afirmativarepresenta aprender a "morir con l". Pero ser enviados por su Espritu significa"resucitar con l". Una misin adems depende, en cada fase, del que enva y por ello

    puede ser estructurada de un modo siempre nuevo y distinto: por eso el acto dedisponibilidad inmediata ("creer" - "or" - "guardar" - ,,callar" - "responder") jams

    puede convertirse en algo pasado y olvidado: "orad siempre...!" (I Tes 5, 17).

    Hacer saltar los lmites de nuestra disponibilidad y de nuestra socialidad puedeproducir la impresin de farisesmo y de petulancia, a no ser que vaya ntimamenteligado a la humildad de la pura fe, la cual confiere credibilidad ante los dems. "Esto noes obra ma, no es amor mo. Es el amor de Dios que se me acerca en Jess y que, malque bien, intento transmitir dejndome llevar por su Espritu". De este modo se hace

    visible la insalvable distancia que media entre Aquel que justifica y cualquiera denosotros que sigue viviendo en la viscosa ambigedad de su vida y de su corazn. Todoel que quiera vivir cristianamente tiene que haber muerto con Cristo. Por eso losenviados de Dios vienen siempre del desierto. Del desierto de los pueblos, al que Diosconduce a los suyos a litigar con ellos cara a cara y a hacerlos pasar uno a uno bajo sucayado

    Conclusin

    ste es el ncleo que da unidad a la diversidad histrica de la vida de Jess. Esto es loque la oracin contemplativa va poco a poco "sorbiendo". Esto es lo que -orando-

    vamos poco a poco aprendiendo. Esto es lo que, aprendindolo, nos va poco a pocotransformando. Esto es lo que contemplado una y otra vez, nos va poco a poco

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    introduciendo en el corazn del mundo. Esto es lo que nos va enseando a creer,conforme a una etimologa medieval segn la cual "creer" significa "dar el corazn"(credere = cor-dare); lo que nos va enseando a remitirnos incondicionalmente a lasmanos del Seor, a aceptar ser posedos por l en la escucha obediente y en la docilidadde corazn. Creer no es -como suele acontecer- pretender signos, sino ofrecerlos; es

    confesar el amor de Dios que sigue viviendo pascualmente entre nosotros por suEspritu, a pesar de la falta de evidencias; es aceptar crucificar las propias esperanzas enla cruz de Jess el Cristo y no a Jess el Cristo en la cruz de nuestras propiasesperanzas.

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    4. EL DISCERNIMIENTO

    "...Y no os acomodis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la

    renovacin de vuestra mente, de forma que podis distinguir cul es la voluntadde Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto" (Rom 12, 2).

    La contemplacin de la historia de Jess suscita en nosotros -puesto que toda ella esobra de la plenitud del Espritu que en l habitaba -nociones, impulsos, deseos....,creando poco a poco en nosotros orientaciones, aperturas, disposiciones que, en suconjunto, son la base no slo de un ejercicio prctico de nuestra libertad, sino de una"nueva forma" de entenderla y vivirla.

    Por eso, la oracin contemplativa nos ofrece la posibilidad real de un discernimiento"conforme al Espritu de Jess", que, a travs de la historia y persona de Jess, ha idocreando en nosotros espacios de una "nueva libertad". La oracin de discernimiento esel proceso por el cual vamos "encarnando" personal y socialmente lo que el Espritu nosha ido sugiriendo. De tal manera que, con tal proceso, vamos dando "cuerpo histrico" ala inspiracin del Espritu.

    El discernimiento vive de la contemplacin, del impulso iluminador y transformadoren ella acogido. La oracin de discernimiento es aquel proceso, en el que "sentimos" el"paso del Espritu del Seor" envuelto en ambigedad y por el cual la "aparicin" (loque ha dejado marcado en nuestro corazn la vivencia de la "situacin de revelacin" o"encuentro" y la oracin contemplativa) se convierte en "misin". Esta conversin -de laaparicin en misin- no es algo que tenga lugar sin dejarse afectar por los hechoshistricos, por las distintas situaciones en las que sucesivamente vamos encontrndonos.

    No es algo que pueda ser calculado.

    A la hora de la verdad, la oracin de discernimiento es el "puente" entre la oracincontemplativa y nuestra efectiva vida cristiana. El "puente" por el cual vamos pasando

    poco a poco de vivir "con" los dems a vivir "para" los dems.

    A partir de nuetra ambigedad

    La ambigedad propia de nuestra vida (que solamente se aclara a partir del"encuentro"), la aparente dualidad de quien se encuentra ante dos niveles distintos derealidad (la realidad de la vida ordinaria y comn y la presencia de Aquel que nosllama), la complejidad de situaciones y sentimientos es lo que -partiendo de la situacinde revelacin vivida- da pie y nos conduce -buscando "ms luz" en medio de laoscuridad y poniendo en juego la certidumbre global que nos ha nacido- al"discernimiento". Si mediante l, "deliberando" el sentido, el momento y la verdad denuestra reaccin, poco a poco llegamos a una decisin que despeje tal ambivalencia,entonces acogemos confiadamente la presencia solicitante del Espritu del Seor, deAquel que, en medio del espesor de la vida, nos "ha salido al encuentro", "ha llamado a

    la puerta", "ha dejado escuchar su voz".

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    Entonces, cuando nuestra respuesta es positiva, va renaciendo en nosotros la "feviva", aquella que es inseparable de la esperanza y del amor. Reconocemos que "algonos ha sucedido" y, de este modo, vamos ms all de lo que calculadoramente

    programamos, vamos ms all de lo que racionalmente pensarnos, vamos ms all de loque esforzadamente podemos. En una palabra: nos abandonamos, nos entregamos,

    confiamos! Es as como va naciendo en nosotros germinalmente una transformacin.Esto es lo que inicialmente entrevemos, esto es lo que contemplativa y discernidarnenteva poco a poco adquiriendo forma y concrecin.

    Todo esto no sucede en un instante. Se trata de todo un "proceso" que en la situacinde revelacin tan slo se ha anunciado o anticipado: nos ha sido ofrecido. Por ello,quien se deja llevar por tal proceso se siente invitado a "hacerse cargo" de todo lo queya desde sus inicios le ha sido entregado. Se siente invitado a cargar con su vida (talcomo es y tal como ser), pero de una forma diferente: en lugar de cargar con ella desdela preocupacin y desde el temor, se siente invitado a cargar con ella desde lasobreabundancia, desde el gozo y desde la gratitud. Este proceso -as sentido y vivido-se va poco a poco desarrollando en la medida en la que vamos asumiendo con

    honestidad las cosas de la vida tal como vienen, sin escamotear sus dificultades, sindefendernos ante ellas, sin proyectar en ellas nuestros deseos. Nos sentimos invitadosms bien a situarnos all donde la vida supera la debilidad de los hombres. Nossentirnos invitados a desenmascarar todo aquello que dificulta o impide que los otros

    puedan vivir la "nueva libertad" que -al menos por un instante- nos ha abierto a nosotrosel corazn. En la medida en que procedemos as, va tomando cuerpo, forma concreta, -segn las circunstancias y posibilidades reales- aquella invitacin recibida. Y va enrai-zndose ms y ms en cada uno aquella transformacin que inicialmente -como unasemilla y como una promesa- se ha operado en nosotros.

    Este movimiento -de comunin y de transformacin- tiene dos direcciones: por unlado, se trata de ir asumiendo honradamente la vida tal como viene, se trata de ir"encarnando en ella ms y ms" la invitacin recibida. Y por otro lado, se trata de irdejndose transformar -no sin renuncias, no sin contradicciones, no sin oscuridades- porlas oposiciones que la vida, tal como viene, provoca en quien se deja llevar por la fuerzaencarnatoria de la invitacin recibida.

    Este doble movimiento no acaba nunca: no es un movimiento cerrado sobre smismo, sino un proceso abierto ms y ms en la medida en que ms y ms nos dejamosllevar por l. La vida entera no acaba de realizar nunca del todo lo recibido en aquellasituacin de revelacin como anuncio y promesa, no logra nunca realizar la verdad -nuestra verdad!- que en aquella situacin nos ha "aparecido". Es ms: la vida nosmostrar una y otra vez que siempre hay una distancia insuperable entre "nuestra

    verdad" y "nuestra realidad". Nuestra verdad: aquella que en la situacin de revelacinse nos haba entregado, se nos haba anunciado, se nos haba ofrecido... y habamosentrevisto. Nuestra realidad: la que en diferentes momentos de la vida comprobamosuna y otra vez que somos.

    Hemos sido interpelados y germinalmente transformados; en la vida constatamos queno acabamos nunca de responder adecuadamente a tal interpelacin y que no acabamosnunca de dejarnos transformar del todo.

    Condiciones de posibilidad

    La oracin de discernimiento tiene un punto de partida, sin el cual difcilmente tiene

    lugar un discernimiento verdaderamente evanglico. Difcilmente tiene algo quediscernir quien "ha perdido el mundo", quien no vive en relacin "real" con l, quien no

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    se deja afectar por sus inquietudes, sus presiones, sus impulsos desestabilizadores, susluchas, etc.

    Difcilmente tiene algo que discernir quien no ha cado en la cuenta de queinstintivamente tiende a defenderse de la realidad tal como es; quien tiende a ocultrselao por ignorancia o por miedo o por autosuficiencia. O ms sutilmente: quien confunde

    lo que sucede en su interior con lo que urge desde fuera de l. Quizs tal situacin -interesadamente tranquila- no sera otra cosa que no haber tomado nota, desde laexperiencia vivida, de que vive permanentemente tentado.

    Difcilmente tiene algo que discernir honradamente quien ignora el lugar desde el cualemprende el proceso de discernimiento. Porque dicho lugar -personal y social- no slocondiciona desde el comienzo la verdad de todo el proceso, sino que tambin puedetener la capacidad de manipularlo o desfigurarlo, ya que no desde cualquier lugar

    personal y social podemos vivir "para" los dems.Difcilmente tiene algo que discernir quien se deja llevar por la sensacin de la propia

    impotencia o se deja mellar por la conciencia de la insuperable desproporcin que existeentre lo que el mundo es y lo que debiera ser; quien, llevado por tal conciencia,

    sobrevive en la desesperanza o en el desencanto.Difcilmente tiene algo que discernir quien no tenga disponibilidad para lo nuevo,

    para el cambio, para ir dejndose hacer, para el riesgo, para el desenmascaramiento(tanto de cada uno como de la realidad que le envuelve); quien no tenga aquella"entereza" por la cual somos capaces de ir verificando dicha disponibilidad; aquella"entereza" por la que vamos poco a poco pasando de una "buena concienciasuficientemente tranquila" a una "buena conciencia objetiva". Paso que no es nada fcil,

    puesto que no se puede dar sin despojo.Difcilmente tiene algo que discernir quien no est dispuesto a remover todos aquellos

    obstculos -internos y externos-que entorpecen el ejercicio de aquella "nueva libertad"que se ha ido formando poco a poco en la oracin contemplativa; y quien no estdispuesto a promover la realizacin prctica -"tanto cuanto es posible"- de la inspiracinque nos viene de la realidad histrica, vivida e interpretada por aquellos "ojos nuevos"que la oracin contemplativa ha ido formando en nosotros.

    El tiempo del Espritu

    Vivimos en el "tiempo del Espritu". El Espritu es el que, en la ausencia de Jess, nosinvita a seguir discerniendo en nuestra historia. En el tiempo del Espritu solamentecontamos para discernir con un "cauce". No contamos con leyes exteriores a nosotros.Somos nosotros, ahora, quienes debemos seguir haciendo la historia, llevados por el

    Espritu que no hace ms que "recordarnos" aquel cauce y "ensearnos" a caminar porl.

    Todos sabemos que, de resultas de la muerte y resurreccin de Jess, se ha introducidoen el mundo un "poder transformador" (le llamamos "Espritu") que va trabajando lahistoria secretamente por dentro, a pesar de la falta de evidencias sensibles. El "MisterioPascual" -punto de partida de la introduccin en nuestra historia de aquel "podertransformador" tiene un carcter tendencial: este su carcter tendencial es el que haceque aquel poder transformador siga actuando como un "fermento" en el corazn delmundo y de la historia.Nuestro camino de discernimiento no es otro que "dejarnos llevar" -sin resistencias-

    por este carcter tendencial de la muerte y resurreccin de Jess, actualizadas por elEspritu que trabaja el corazn de los hombres y del mundo, configurndolos

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    pascualmente. En este sentido, el proceso de discernimiento es "la confesin vivida" (elreconocimiento) y "la participacin prctica" en tal proceso transformador. Conforme aello, hay en nuestra vida una "pasividad" fundamental, un dejarse hacer, una obediencia

    bsica, una hurnildad radical. Y en la medida en la que es reconocida, aceptada yconfesada por nosotros, tal "pasividad" fundanlental se traduce en actividad. en tarea de

    discernimiento. Esta "pasividad" fundamental es vivida en la oracin contemplativa. Ysu traduccin como tarea es lo que constituye la oracin de discernimiento.El proceso de transformacin -iniciado y sostenido por aquel poder transformador que

    acta en el mundo y en nuestro corazn, a pesar de la falta de evidencias- ha sidodesencadenado por el Espritu entregado a nosotros por la muerte de Jess. Este Espritu"ha sido derramado en nuestros corazones" (Rom 5, 5) y "gime en toda criatura" (Rom8, 20). Vive "gimiendo" no slo en toda criatura oprimida, sino tambin en nosotros,que sentimos interiormente no slo el deseo de liberarlo all donde gime, sino tambinsu "clamor impotente" en nosotros, que hace que miremos. descubramos, interpretemos,acompaemos e intentemos liberar al Espritu que gime en todos aquellos cuya vida ycuyo rostro no son otra cosa que "signos" de que en ellos el Espritu est gimiendo y,

    as, est llamndonos. El "gemido" del Espritu en nosotros es una llamada a liberar alEspritu que gime en los otros.

    No siempre solemos entender as el proceso de discernimiento. En unos casos solemosentenderlo como un "trabajo puramente interior", por el cual vamos sacando obstculosde todo tipo a nuestra disponibilidad personal, sin referencia alguna a las situaciones enlas que se encuentran aquellos en los que el Espritu vive gimiendo. En otros casos losolemos entender como una mera "lectura de los signos de los tiempos", sin referenciaaluna a las disposiciones personales que convierten aquella mera lectura en unatransformacin personal. En ambos casos -en los que solemos frecuentementeencontrarnos- no estara mal preguntarnos por qu nuestros discernimientos acabansiendo o una mera "puesta en comn" o una mera "reflexin interiorista".

    Algunos rasgos de la oracin de discernimiento

    Algunos rasgos ms concretos pueden ayudarnos a clarificar la oracin dediscernimiento tal como la hemos propuesto.

    El combate interior

    Nunca nos encontramos en situacin neutral. La experiencia nos dice que en nosotrosse libra un combate en el que nuestra libertad se encuentra o bien atrada por el bien

    (inspirada por el "buen espritu") o bien seducida por la inclinacin al mal (sugerida porel "mal espritu"). Este combate es el origen de la oscuridad en la que solemos vivir, dela oscilante vacilacin en la que suele moverse nuestra libertad, de la opacidad denuestra mirada a la hora de reconocer en los otros la presencia gimiente del Espritu. Enuna palabra: no somos transparentes! Hay en nosotros una opacidad fundamentalresultado de este combate: "ni podemos, ni sabemos, ni queremos....". Confesar oreconocer tal situacin es el primer paso para entrar en un proceso de discernimientocomo sujetos en los que tambin est actuando el proceso transformador del Espritu.

    Ir hacia dnde no esperbamos

    A medida en que vamos viviendo, nos vamos dando cuenta de que en nuestro esprituy en nuestro cuerpo se va dibujando una "ley fundamental" cada vez ms interiorizada:

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    el permanente paso -nunca acabado y siempre reiniciado una y otra vez- que nace enuna inspiracin sentida, que pasa por su reconocimiento y que conduce a una crecientecompenetracin entre aquella inspiracin y nuestra respuesta. Es decir, poco a poco nosvamos "familiarizando" -en la medida en que vamos efectivamente respondiendo- conla accin del Espritu en nosotros. Este paso, sin embargo, y a pesar de tal creciente

    familiarizacin, es vivido por nosotros en medio de vacilacin y, as, nos vaconduciendo "hacia donde no esperbamos ir".La experiencia de la progresiva "familiaridad" con la accin del Espritu suele ir

    acompaada por la progresiva inclinacin a una creciente concrecin. Una concrecinque sea "signo" de un efectivo itinerario en la vida entre pobreza y riqueza, honor yhumillacin, entre xito y fracaso, etc. Esta inclinacin nos plantea la necesidad dedecidir y tomar una posicin. De tal manera que el pasado o el presente no dejen ennosotros cicatrices incurables que hagan disminuir nuestra disponibilidad hacia elfuturo. Tal necesidad nos viene sugerida por la esperanza: de este modo eldiscernimiento no es nicamente determinado por un pasado que superar o por un

    presente que concretar, sino sobre todo por un futuro al que ofrecerse generosa y

    lcidamente.

    Deseo de ms

    Este impulso de "encarnacin" nace de un deseo de "ms". De ms verdad en la vida,de ms solidaridad en nuestras relaciones. Un deseo que no acaba y que no renuncia acrecer. Un deseo que vive de la disponibilidad para recibir, siempre ms agradecida ytransparentemente, el Espritu que sigue siendo derramado en nuestros corazones. Undeseo que vive de la disponibilidad para percibir, siempre con mayor fidelidad ycompenetracin, al Espritu que gime en los otros. Un deseo, en fin, de mayor lucidez ymayor comunin que no anulan el riesgo, sino ms bien lo acrecientan.

    Afinar la mirada

    La vida nos ha ido enseando a darnos cuenta de la presencia del Espritu vertida ennuestros corazones a travs de situaciones concretas, de intuiciones, de palabrasinesperadas, de rostros concretos o desconocidos, etc. Pero pocas veces somosconscientes de la presencia del Espritu en nuestros corazones como si se tratara de un"estado permanente". Para poder captar al Espritu derramado y gimiente en nuestrocorazn y en el de los dems es preciso "afinar la mirada" al mundo,despreocupndonos de nosotros. Y hacerlo de tal manera que, mediante una

    "convergencia de indicios", percibamos la "con-sonancia" entre el don del Espritu ennuestro corazn y el gemido del Espritu en el de los otros, entre el gemido del Esprituen nuestro corazn y el don del Espritu en el de los dems. No es fcil percibir tal "con-sonancia" porque, en la mayora de los casos, solemos estar "ocupados o distrados".Esta "dispersin" es la que una y otra vez hemos de ir superando con el fin de poderhablar de la "verdad" de nuestro proceso de discernimiento.

    Caminar "hacia adentro" v "hacia los dems

    La vida en el Espritu es, pues, movimiento. Y el discernimiento es el proceso en elque tal movimiento nos introduce. No es solamente movimiento externo (cambios de

    cualquier tipo), sino tambin y sobre todo movimiento "hacia adentro". Movimiento quepoco a poco nos va descentrando y desenraizando respecto de la situacin en la que

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    solemos encontrarnos habitualmente y nos va recentrando y enraizando en torno a latarea de comunin o reconciliacin nunca consumada del todo con y entre todos loshombres. Este camino "hacia adentro" es un xodo, a travs del cual no slodescubrirnos quines somos, sino "quines somos llamados a ser"; no slo descubrimosquines son los otros, sino "quines han sido llamados a ser". No es difcil interpretar tal

    itinerancia "hacia adentro y hacia los dems" como la forma prctica por la queparticipamos actualmente en el trabajo del Espritu, trabajo que -en medio de grandesdiferencias, separaciones, distancias y contradicciones- va creando una todava mayorcomunin entre los hombres.

    Criterios de un sano discernimiento

    Estos criterios slo podrn referirse a las condiciones formales del proceso mismo dediscernimiento. Las decisiones u opciones determinadas que surjan de ese proceso no

    pueden ser validadas por criterios que se basen en su adecuacin a determinados valorescristianos objetivos, sino que en ltima instancia slo podrn ser consideradas como

    vlidas por referencia a la actitud de fondo en la que hemos entrado en el proceso dediscernimiento del que ellas son su fruto. Y cul es la actitud de fondo especficamentecristiana que garantiza que el proceso de discernimiento es sano, que est guiado por el"buen espritu"? Esta actitud es la de la "indiferencia": no querer ms riqueza que po-

    breza, vida larga que corta, salud que enfermedad, etc. Es decir la actitud de quien noespera realmente la plenitud sino ms all de la muerte y, por eso, es verdaderamentelibre para buscar la justicia por encima de toda ideologa y de todo inters particular nogeneralizable. Es, por tanto, una actitud anclada en una conciencia cristiana que ha idodejndose transformar y purificar progresivamente.

    La idea de un proceso de discernimiento cristiano, entendido y practicado como algoque consiste en ir quitando obstculos subjetivos para llegar al conocimiento de unaverdad objetiva (la voluntad de Dios) que est ya hecha all fuera de nosotros, noresponde a un discernimiento sano. El discernimiento cristiano es un proceso en el queesa verdad o esa voluntad de Dios se va conociendo en la misma medida en que se vahaciendo y supone la confesin o el reconocimiento crticamente explicitado de que notenemos ningn criterio externo seguro (en el sentido estricto y concreto de la palabra)que nos garantice nuestra fidelidad al Espritu. Supone la aceptacin consciente de laoscuridad de la fe y de la opacidad y ambigedad de nuestra vida.

    La oracin de discernimiento puede, en fin, ayudarnos a comprender ms lcidamente

    toda nuestra vida cristiana como un largo caminar a travs de un discernimiento sin fin,en el que el "buen espritu" es aquel que nos previene continuamente de caer en lamayor tentacin puesta por el "mal espritu", la tentacin de querer llegar en algnmomento a poseer dominadoramente al "buen espritu" y de creernos libres en algnmomento del influjo del " real espritu" La esperanza cristiana est en el polo opuesto al

    pecado de intentar idolizar a Dios para poder manejarlo a nuestro antojo y sentirnosseguros. Comprender que el discernimiento de la verdad no es para nosotros, cristianos,sino la verdad de nuestro discernimiento, de la misma manera que el encuentro con Diosen nuestra vida no es otra cosa que su bsqueda incansable.

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    5. LIBERTAD EN LA ESPERANZA

    "..llevamos este tesoro en vasos de barro, para que aparezca que la extraordinaria

    grandeza del Poder es Dios y que no viene de nosotros... Llevamos siempre ennuestros cuerpos... el morir de Jess. a fin de que... la vida de Jess se manifiesteen nuestro cuerpo" (lI Cor 7, 10).

    El proceso de discernimiento vive de la esperanza. Una esperanza que poco a poco vatransformando nuestra libertad, a imagen y semejanza de aquella "fuente" de libertadque es don y perdn incansables (el Padre), que se nos ha manifestado en la aventurahumana de Jess (el Hijo) y que anima e inspira nuestro "recuerdo" y nuestra decisin(el Espritu). Tal esperanza, sello que ha dejado en nosotros el Seor que nos llama, esuna esperanza que encuentra sus races en la muerte y resurreccin de Jess, de talmodo que esta raz se ha convertido para nosotros en la "fuente" de un sentido nuevo

    para la vida.Qu le pasa a nuestra libertad cuando se deja llevar por la fuerza del Misterio

    Pascual?, qu le pasa cuando dejamos que el Espritu vaya "configurndonos en laesperanza"?, qu idea podemos hacernos de nuestra libertad de resultas de iracumulando lentamente en la memoria viva las experiencias vividas en nuestro camino

    pascual?, en qu consiste esta "nueva libertad en la esperanza" desde la cual vivimos"desde el Espritu y para los otros"?, cul es la libertad que pone en juego quien vivecomo "contemplativo en la accin"?

    La resurreccin de Jess no es un suceso que clausura, que cierra o acaba. Es unsuceso que abre, pone al descubierto, alarga. Porque refuerza la promesa de Dios alconfirmarla.

    Universalizacin de la esperanza

    Lo que esperbamos se ha realizado en Jess y, al realizarse en Jess, confirma lapromesa de Dios. Tal confirmacin no hace que la promesa de Dios deje de serlo ya.Nuestra esperanza aumenta porque ha sido confirmada y no queda anulada, sino que seve acrecentada. Porque la resurreccin de Jess es el signo de que la promesa ahora es"para todos", incluso para aquellos que no tan slo no viven de la esperanza en la

    promesa, sino que no saben nada de ella.La resurreccin de Jess es por tanto la fuente de la universalizacin de la Promesa

    del Reino. Nuestra esperanza, al universalizarse, se profundiza en la medida en la queconsentimos vivirla solidariamente con todos los hombres. Si nos tomamos en seriotodo esto, no podemos dejar de reconocer que el sentido total de la resurreccin de Jessse encuentra en el futuro: la resurreccin de todos nosotros "de entre los muertos" -todava no acontecida- es el sentido de la resurreccin de Jess -ya acontecida-. El "ya"(ya acontecida) de la resurreccin de Jess agudiza -en lugar de debilitar- el "todavano" de nuestra futura resurreccin, de reconciliacin de todos con todos, superando alenemigo ltimo que nos separa a cada uno de s mismo y a todos entre todos: la muerte.

    Por eso podemos afirmar que la resurreccin de Jess, anticipacin de la resurreccinde todos, es un "potencial inagotable de esperanza" que nos incita a vivir contra todadesesperanza, ofrecindonos un sentido "todava en suspenso mientras no llegue lo que

    bblicamente llamamos "nueva creacin", el Reino de Dios. El mismo ejercicio de laesperanza contra toda desesperanza es lo que nos da a conocer qu significa la

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    resurreccin de Jess, es lo que nos da a conocer qu significa aquella vida en la que notendr lugar alguno la muerte.

    Si este es el marco de "nuestra vida en esperanza", no es extrao que nospreguntemos: cmo ejercer nuestra libertad en rgimen de esperanza?, cmo incide laesperanza, que anida en el corazn de resultas de la oracin contemplativa, en nuestras

    relaciones libres con las cosas, con los dems, en la vida? Es razonable que noshagamos tales preguntas porque parece que, situada en rgimen de esperanza, nuestralibertad no puede contentarse ni con el simple gozo de lo que ya posee ni con el merosueo de lo que se le escapa. Envuelta por la muerte -y sus mil formas anticipadas en lahistoria y en la sociedad y por el envejecimiento que va produciendo en nuestro mundo,en nuestro corazn y en nuestro anhelo- parece como si nuestro camino pascual no

    pudiera reducirse ni a repetir ni a crear. Parece como si -entre los dos extremos- noacabsemos de entender del todo en qu consiste una vida que no sea ni repeticin nicreacin, una vida que sea la huella que va dejando en las obras una imaginacin quevive de un inaudito recuerdo y de una confirmada esperanza.Qu significa, pues, libertad en rgimen de esperanza? La libertad en rgimen de

    esperanza no es otra cosa que lo que, ejercitndola, da sentido a la vida de los dems.Pues libertad en rgimen de esperanza es aquella que se deja hacer desde aquel futuroque atrae a todos, incluso desde ms all de la muerte.

    La pasin por lo posible

    La libertad en rgimen de esperanza vive de una opcin a favor o en contra de la vida.Vive de una alternativa radical. "Te pongo delante bendicin y maldicin: elige la vida,y viviris t y tu descendencia..." (Dt 30, 19-20).

    Si intentamos expresar lo que estas palabras bblicas dan a entender junto con otrasdel Nuevo Testamento que hablan en el mismo sentido, podramos decir que unalibertad autnticamente marcada por la esperanza es aquella que vive de la "pasin porlo posible". Aquella libertad que no slo vive de lo que cree que est a su alcance nislo de aquello que puede soar, sino de lo futuro. Aquella libertad que retiene el sellode lo futuro que la promesa de Dios, realizada en Jesucristo, ha inscrito en ella.

    De dicha "pasin por lo posible" brota una actitud tica que no vive de la separacinentre lo que pasa y lo que permanece, ni del distanciamiento respecto de lo que no pasa,ni del consentimiento sin reservas al orden establecido, ni de la creencia de que eltiempo actual es el nico tiempo de salvacin (o lo contrario). Tales formas deconciencia tica rechazan vivir en rgimen de esperanza porque, juntamente con eltemor que toda esperanza despierta en nosotros (si se cumplir o no), rechazan, tambin,

    la conmocin que procede de la esperanza, siempre envuelta en dilatadas esperas oinminentes realizaciones. De no vivir la conciencia tica que se alimenta de laesperanza, vivimos "sin esperanza y sin temor": actitud frecuente -por lo menos en laesfera pblica de nuestra vida- cuando nuestra libertad vive en rgimen de racionalidad.Acabamos as, sin esperanza, en la "sabidura del mero presente", aquella sabidura que

    pretende ser realista, que pretende "atenerse a los hechos", que nos va invadiendo en lamedida en la que nos va enseando a "sospechar de todo", a desmitificarlo todo, adesilusionarnos de todo.No se trata, por tanto, de vivir de criterios que emanan de la pura constatacin de lo

    que ya poseemos ni de los que brotan de la acomodacin a la realidad que se nosimpone. No se trata de vivir ni de la necesidad ni de la arbitrariedad, sino de "lo

    posible". Porque la esperanza no vive ni de la una ni de la otra, sino de la solidaridadsiempre posible aunque siempre difcil. En este sentido la esperanza vive de la

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    imaginacin, que nos permite captar el "poder de lo posible" y que supera las cadenasde la racionalidad y las telaraas de la arbitrariedad; la que nos adiestra a disponer todonuestro ser hacia aquello que es "nuevo". Por ejemplo: somos libres para imaginar quees posible la solidaridad all donde hasta ahora ha dominado la enemistad?, somoslibres para imaginar un futuro en el que debamos renunciar a algo importante para

    dejarnos llevar por la "misteriosa imagen de la nueva libertad" que hemos ido poco apoco interiorizando en la oracin de contemplacin?, somos libres para imaginar unajusticia que, aun a costa de nosotros mismos, produzca una sociedad diferente?,encuentra nuestra libertad en tales imgenes un mero sueo o bien encuentra en ellas laexpresin de un deseo que la moviliza de verdad?No podemos ocultar que, a pesar de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestro

    amor, nuestra libertad no ha quedado todava suficientemente transformada como paraimaginar, cada vez con menos violencia y con ms naturalidad, lo que es "posible",aunque duro y difcil. Sin tal imaginacin, difcilmente nuestra accin en la vida y en elmundo realizar -por el camino del discernimiento- lo que la oracin contemplativahaya dejado en nosotros. O dicho en direccin contraria: sin tal imaginacin

    difcilmente los "ojos nuevos", que se han ido formando a lo largo de nuestracontemplacin, descubrirn en la vida y en el mundo aquellos lugares y aquellasoportunidades que dan pie para entrever en ellas "lo posible".

    Conciencia de misin

    La libertad, evanglicamente entendida, vive de la obediencia, de la escucha atenta.En rgimen de esperanza, la libertad se realiza en la obediencia a la promesa esperada,no viviendo del cumplimiento de ninguna ley, sino de la resurreccin de Jess. Es decir,lo que nos hace justos ya no es cumplir tal o cual ley, sino la fe viva en el Seor muertoy resucitado. Se trata de una conciencia que ya no vive del deber, sino de la esperanza,de una esperanza ejercida, de la misin. Esta conciencia de misin vive de la realizacinde la esperanza en la promesa. Nos movilizamos porque nos dejamos llevar por el poderdel Espritu que ha sellado nuestros corazones con la esperanza en la realizacin de la

    promesa de Dios. Puesto que dicha conciencia procede no del presente sino de larealizacin futura de la promesa, nos abre hacia su futura realizacin.

    Mientras la conciencia del deber brota de la diferencia entre lo que somos y lo quedeberamos ser y, as, nos va progresivamente individualizando e incluso separando aunos de otros, la conciencia de la misin vive de la distancia entre cada uno de nosotrosy todos los dems y de la distancia que existe entre los otros y el futuro comn a todos:la justicia, la paz, la libertad; en una palabra, la reconciliacin entre todos.

    Ahora bien, la conciencia de misin no puede vivir sin descifrar signos anticipadoresdel Reino de la paz. Se alimenta y se va concretando a medida que vamos captando -porun rastreo permanente- los indicios que ya ahora nos hablan del futuro posible, gracias ala muerte y resurreccin de Jess. Rastreo posible: porque es posible encontrar talessignos, por ms que aparentemente parezca lo contrario. No es fcil, no es tan fcilcomo creemos, pero es posible, porque -como decamos pginas atrs- vivimos bajo el

    poder tendencial de la resurreccin de Jess. Porque en el fondo de toda la creacin y denosotros mismos hay huella de aquel acontecimiento, y esta huella no es otra que unatendencia, un dinamismo por los que esperamos que la muerte -y todas susfragmentarias anticipaciones- no tenga la ltima palabra ni en nuestra vida ni en la delmundo.

    Todo esto tiene enormes repercusiones prcticas tanto en el plano comunitario, comoen el poltico, como en el csmico. Una libertad en la esperanza es una libertad abierta a

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    lo nuevo, no tan egocntrica como la nuestra: ms atenta a la justicia social, a losproblemas de la comunidad humana, a las cuestiones que el uso de los bienes del mundonos plantea a todos. Es una libertad "para" la reconciliacin.

    Por ejemplo: entendemos de hecho la libertad ms como la capacidad de crearcomunin que como la capacidad de elegir individualmente lo que ms nos conviene?,

    nos damos cuenta de que el uso libre, individualmente decidido, de las cosas que estna nuestra disposicin puede repercutir en detrimento de la ecologa del mundo y de lajusticia entre lo hombres?, es que tal vez no hemos hecho la experiencia de quenuestras decisiones libres tienen muchas veces efectos negativos en los dems?, hemossido capaces de dejar que nuestras decisiones libres estn determinadas por ladesesperanza de los otros?, acaso no hemos cerrado nuestro mundo al de los otros enmuchas ocasiones para poder ejercitar nuestra libertad de tal manera que no se noshiciesen presentes los efectos negativos que sobre los otros pudieran tener? Brevemente:una cosa es ejercer la libertad en rgimen de total autonoma y otra es ejercitarla enaquel rgimen de esperanza que no puede desvincularse de los otros.

    La oracin contemplativa nos ha ido impregnando poco a poco del "recuerdo" que en

    los primeros cristianos dej Aquel que vivi inigualablemente "en rgimen deesperanza". La oracin de discernimiento no es otra cosa que un ejercicio prctico deesperanzas, suscitando signos efectivos de esperanza.

    A pesar de la muerte

    La libertad en rgimen de esperanza es, pues, libertad "a pesar de la muerte" y detodas sus anticipaciones en la vida y es, adems, libertad que vive del "mucho ms". Lasdos expresiones no son ms que el anverso y reverso de la misma realidad: ambas sonlibertad en rgimen de esperanza.

    Qu significa libertad "a pesar de"? Es aquella que vive afrontando un horizonte queno puede superar. Hay una separacin insalvable entre la esperanza y la muerte, lamisma que media entre Jess de Nazaret, que a lo largo de su vida camina hacia lamuerte, y el Cristo resucitado que, con la presencia de su Espritu, va transformandonuestro caminar en el mundo, vigorizando nuestra esperanza e inspirando nuestras deci-siones libres. Es verdad que entre Jess de Nazaret y el Seor resucitado hay unaidentidad pero tambin es verdad que entre el mundo que vivimos y el Reino de Dioshay una cierta continuidad. En un caso la identidad es captada por los "ojos de la fe" yen el otro caso aquella "cierta continuidad" solamente es captable por la esperanza.Captamos el significado de la cruz de Jess y de la dureza de su seguimiento desde suresurreccin, captamos lo que ser el Reino de Dios desde los signos que de l se hacen

    presentes, reconocidos en medio de la ambigedad de la vida y del mundo.Nuestra esperanza cristiana lleva el signo de la discontinuidad entre todo lo queconduce a la muerte y todo lo que niega a la muerte. Es una esperanza que es la vivacontradiccin de todo aquello que vive entre nosotros bajo el signo de la muerte, por esocontradice la realidad actual, aunque no la juzgue negativamente. El Reino de Dios -loque esperamos vive ya en nosotros pero velado, envuelto en signos de muerte: egosmo,incuria, miedo, debilidad, impotencia, injusticia, ambigedad, enfermedad, desgracia,marginacin... Realidades que son -como decamos antes- anticipaciones histricas,

    personales y sociales, de lo que es la muerte definitiva y total. Si la relacin entre cruz yresurreccin de Jess pertenece al orden de lo inesperado, de lo paradjico (y no alorden de la lgica de nuestros deseos, de las proyecciones de nuestros anhelos), la

    libertad en rgimen de esperanza es algo radical: libertad de "descifrar" los signos deresurreccin que se esconden en nuestra vida y en la de lo dems bajo la apariencia de

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    muerte. Es la libertad de "poner", de ofrecer los signos que abren la vida de los dems yla nuestra a la realidad del Reino. Es una libertad que se enfrenta con lo que ladesmiente, con las muertes "metafricas" que inundan la vida de aquellos que no vivenni pueden vivir en rgimen de esperanza.

    Vivir de un exceso de vida

    Todo lo que vamos diciendo puede parecer, por lo menos a algunos, excesivamentedramtico. El desafo de la muerte, vivido cristianamente, tiene sin embargo unacontrapartida: un impulso de vida, la presencia de un crecimiento. Ya lo deca S. Pablo:la libertad en rgimen de esperanza no vive de la "equivalencia" (te doy tanto - me dastanto; he sufrido tanto - me merezco tanto; lucho tanto - he de conseguir tanto), sino quevive de la sobreabundancia (Rom 5, 12-30). Hay, pues, "algo sobrante"; hay "unexceso". Lo cual da pie tanto a lo que nuestra razn llama locura de la cruz como a loque nuestra esperanza llama sabidura de la resurreccin. Que d pie a una cosa o a laotra depende de nuestra libertad, depende en definitiva de si nos hemos dejado penetrar

    (oracin contemplativa) por aquella "misteriosa figura de la nueva libertad" (Jess) y desi vamos discernidamente actuando conforme a ella.

    Cuando, viviendo en rgimen de esperanza, nos dejamos inspirar por este "exceso",vivimos aquella forma de vida cuya razn de ser radica en "dar gratuitamente lo quegratuitamente hemos recibido"; vivimos aquella forma de vida que, al no esperar nada acambio, se hace capaz de esperar algo que la inunde y la sobrepase gratuitamente;vivimos aquella forma de vida cuya motivacin no es el propio crecimiento, sino el delos dems; vivimos aquella forma de vida que, por desarrollarse en el rgimen deesperanza nacido de la resurreccin de Jess, es una historia "crucificada". Convieneque tal forma de vida se refleje en la victoria cotidiana sobre el trabajo, sobre el ocio, enla vida personal, en la vida social, etc. Ser libre en rgimen de esperanza significa iraprendiendo a "encontrarse y sentirse en casa" en tal forma de vida, ir aprendiendo avivir de la sobreabundancia recibida, liberando da a da con ms naturalidad lasobreabundancia vivida. El hecho de que nuestra libertad en rgimen de esperanza seauna libertad "a pesar de" nos mantiene alerta ante las muertes "metafricas". En lamedida en la que afrontamos crucificadamente estas muertes desde nuestra libertad enrgimen de esperanza, en la misma medida vamos experimentando la otra cara de lamisma libertad: aquel gozoso "mucho ms" que proviene de la aspiracin interminabledel Espritu que alienta a toda la creacin, aun cuando se exprese en "gemidos".

    Todo esto es lo que ponemos en juego (sin haberlo merecido) cuando vivimos nuestravida pascualmente, cuando ponemos aquellos signos que desvelen la esperanza

    soterrada en el corazn de los hombres, cuando nos dejamos llevar en la vida, medianteel discernimiento, por la "nueva libertad" que en nosotros se ha ido formando deresultas de haber sido transformados -en la oracin contemplativa- por la "misteriosafigura histrica", Jess, reveladora de la Absoluta Libertad.

    - La oracin tiene su lugar en los comienzos de nuestra accin: como accin degracias por lo que estamos dispuestos a hacer.- La oracin tiene su lugar en el centro de nuestra accin: como invocacin parahacer lo que el Seor espera que hagamos.- La oracin tiene su lugar en los lmites de nuestras posibilidades, como splicadirigida a las posibilidades de Dios.

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    - La oracin tiene su lugar al trmino de nuestra accin: como bsqueda debendicin ante la imposibilidad de disponer del xito o de las consecuencias denuestra accin.- La oracin tiene su lugar en la experiencia de fracaso, como bsqueda de

    perdn y de aquella fuerza que proviene de la accin misericordiosa de Dios.

    - La oracin tiene su lugar en la experiencia de xito, como gratitud que impidela autosuficiencia y hace posible el gozo sin temor.

    "Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues es loque Dios, en Cristo Jess, quiere de vosotros" (ITes 5, 16-18).

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