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El26deoctubrede1949elreporteroGabrielGarcíaMárquezfueenviadoalantiguoconventodeSantaClara,queibaaserdemolidoparaedificarsobreélunhoteldecincoestrellas,apresenciarelvaciadodelascriptasfunerariasyacubrirlanoticia.
Se exhumaron los restos de un virrey del Perú y su amante secreta, unobispo, varias abadesas, un bachiller de artes y una marquesa. Pero lasorpresa saltó al destapar la tercera hornacina del altar mayor: sedesparramó una cabellera de color cobre, de veintidós metros y oncecentímetrosdelargo,pertenecienteaunaniña.Enlalápidaapenasseleíaelnombre:SiervaMaríadeTodoslosÁngeles.
CuentaelpropioGarcíaMárquez:«Miabuelamecontabadeniñolaleyendadeunamarquesitadedoceañoscuyacabelleralearrastrabacomounacoladenovia,quehabíamuertodelmalderabiaporelmordiscodeunperro,yeraveneradaenlospueblosdelCaribeporsusmuchosmilagros.Laideadequeesatumbapudieraserlasuyafueminoticiadeaqueldía,yelorigendeestelibro».
Enestanovelahistórica,elescritorcolombianonosofrecenuevamenteunaobracautivadorayfascinantequeatrapaallectoralolargodecadaunadesus páginas; el estilo de su escritura, muy semejante al mítico-históricoutilizado en Cien años de soledad, la hace parecer «como un capítuloperdido»deestaúltimaobra.
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GabrielGarcíaMárquez
DelamoryotrosdemoniosePubr2.0
Horus19.07.16
ebookelo.com-Página3
GabrielGarcíaMárquez,1994
Editordigital:HorusePubbaser1.2
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ParaCarmenBalcellsbañadaenlágrimas
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ELOGIOSPARADelamoryotrosdemoniosDEGABRIELGARCÍAMÁRQUEZ
«Unahazañaconmovedoraybrillante».—TheNewYorkTimesBookReview
«Una obra de considerable seducción y perspicacia…GarcíaMárquez retiene unavozvitalyexcepcional,ylaplumadeunángel».
—LosAngelesTimesBookReview
«Encantadora… Evoca la textura de una civilización mientras que su rangoemocional,desde locómicohasta lomístico,exhibeunalcancequepocasvecesseencuentraenobrasdeficciónagranescala».
—TheBostonGlobe
«Luminoso…Demuestraqueunodelosmaestrosdeestegénerosiguetrabajandoenlacimadesupotencia».
—TheNewYorkTimes
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Parecequeloscabelloshanderesucitarmuchomenosquelasotraspartesdelcuerpo.
TOMÁSDEAQUINO
Delaintegridaddeloscuerposresucitados(cuestión80,cap.5)
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El26de octubre de 1949no fue undía de grandes noticias.ElmaestroClementeManuel Zabala, jefe de redacción del diario donde hacía mis primeras letras dereportero,terminólareunióndelamañanacondosotressugerenciasderutina.Noencomendó una tarea concreta a ningún redactor. Minutos después se enteró porteléfono de que estaban vaciando las criptas funerarias del antiguo convento deSantaClara,ymeordenósinilusiones:
«Dateunavueltaporalláaverquéseteocurre».Elhistóricoconventodelasclarisas,convertidoenhospitaldesdehacíaunsiglo,
ibaaservendidoparaconstruirensulugarunhoteldecincoestrellas.Supreciosacapillaestabacasialaintemperieporelderrumbepaulatinodeltejado,peroensuscriptas permanecían enterradas tres generaciones de obispos y abadesas y otrasgentesprincipales.Elprimerpasoeradesocuparlas,entregarlosrestosaquieneslosreclamaran,ytirarelsaldoenlafosacomún.
Me sorprendió el primitivismo delmétodo. Los obreros destapaban las fosas apiocha y azadón, sacaban los ataúdes podridos que se desbarataban con sólomoverlos, y separaban los huesos del mazacote de polvo con jirones de ropa ycabellos marchitos. Cuanto más ilustre era el muerto más arduo era el trabajo,porquehabíaqueescarbaren los escombrosde los cuerpos y cernermuy fino susresiduospararescatarlaspiedraspreciosasylasprendasdeorfebrería.
Elmaestro de obra copiaba los datos de la lápida en un cuaderno de escolar,ordenabaloshuesosenmontonesseparados,yponíalahojaconelnombreencimadecadaunoparaquenoseconfundieran.Asíquemiprimeravisiónalentrareneltemplofueunalargafilademontículosdehuesos,recalentadosporelbárbarosoldeoctubrequesemetíaachorrosporlosportillosdeltecho,ysinmásidentidadqueelnombre escrito a lápiz en un pedazo de papel. Casi medio siglo después sientotodavíaelestuporquemecausóaqueltestimonioterribledelpasoarrasadordelosaños.
Allí estaban, entremuchos otros, un virrey del Perú y su amante secreta; donToribiodeCáceresyVirtudes,obispodeestadiócesis;variasabadesasdelconvento,entreellaslamadreJosefaMiranda,yelbachillerenartesdonCristóbaldeEraso,que había consagrado media vida a fabricar los artesonados. Había una criptacerradaconlalápidadelsegundomarquésdeCasalduero,donYgnaciodeAlfaroy
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Dueñas,perocuandolaabrieronsevioqueestabavacíaysinusar.Encambiolosrestosdesumarquesa,doñaOlalladeMendoza,estabanconsulápidapropiaenlacriptavecina.Elmaestrodeobrano ledio importancia:eranormalqueunnoblecriollohubieraaderezadosupropiatumbayquelohubieransepultadoenotra.
En la tercera hornacina del altarmayor, del lado delEvangelio, allí estaba lanoticia.Lalápidasaltóenpedazosalprimergolpedelapiocha,yunacabelleravivadeuncolordecobreintensosederramófueradelacripta.Elmaestrodeobraquisosacarla completa con la ayuda de sus obreros, y cuanto más tiraban de ella máslargayabundanteparecía,hastaquesalieronlasúltimashebrastodavíaprendidasaun cráneo de niña. En la hornacina no quedó nada más que unos huesecillosmenudos y dispersos, y en la lápida de cantería carcomida por el salitre sólo eralegibleunnombresinapellidos:SiervaMaríadeTodoslosÁngeles.Extendidaenelsuelo,lacabelleraespléndidamedíaveintidósmetroscononcecentímetros.
El maestro de obra me explicó sin asombro que el cabello humano crecía uncentímetropormeshastadespuésdelamuerte,yveintidósmetrosleparecieronunbuen promedio para doscientos años. Amí, en cambio, nome pareció tan trivial,porquemi abuelame contabadeniño la leyendadeunamarquesita dedoceañoscuyacabelleralearrastrabacomounacoladenovia,quehabíamuertodelmalderabiaporelmordiscodeunperro,yeraveneradaenlospueblosdelCaribeporsusmuchosmilagros. La idea de que esa tumbapudiera ser la suya fuemi noticia deaqueldía,yelorigendeestelibro.
GABRIELGARCÍAMÁRQUEZ
CartagenadeIndias,1994
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UNO
Unperrocenizoconunluceroenlafrenteirrumpióenlosvericuetosdelmercadoelprimer domingo de diciembre, revolcómesas de fritangas, desbarató tenderetes deindiosytoldosdelotería,ydepasomordióacuatropersonasqueseleatravesaronenelcamino.Treseranesclavosnegros.LaotrafueSiervaMaríadeTodoslosÁngeles,hija única del marqués de Casalduero, que había ido con una sirvienta mulata acomprarunaristradecascabelesparalafiestadesusdoceaños.
TeníaninstruccionesdenopasardelPortalde losMercaderes,perolacriadaseaventuróhastaelpuente levadizodelarrabaldeGetsemaní,atraídapor labulladelpuertonegrero,dondeestaban rematandouncargamentodeesclavosdeGuinea.ElbarcodelaCompañíaGaditanadeNegroseraesperadoconalarmadesdehacíaunasemana, por haber sufrido a bordo una mortandad inexplicable. Tratando deesconderlahabíanechadoalagualoscadáveressinlastre.Elmardelevalossacóaflote y amanecieron en la playa desfigurados por la hinchazón y con una raracoloraciónsolferina.Lanavefueancladaenlasafuerasdelabahíaporel temordequefueraunbrotedealgunapesteafricana,hastaquecomprobaronquehabíasidounenvenenamientoconfiambresmanidos.
A la hora en que el perro pasó por el mercado ya habían rematado la cargasobreviviente, devaluada por su pésimo estado de salud, y estaban tratando decompensar las pérdidas con una sola pieza que valía por todas. Era una cautivaabisinia con siete cuartas de estatura, embadurnada demelaza de caña en vez delaceitecomercialderigor,ydeunahermosuratanperturbadoraqueparecíamentira.Teníalanarizafilada,elcráneoacalabazado,losojosoblicuos,losdientesintactosyelporteequívocodeungladiadorromano.Nolaherraronenelcorralón,nicantaronsuedadnisuestadodesalud,sinoque lapusieronenventaporsusolabelleza.Elprecioqueelgobernadorpagóporella,sinregateosydecontado,fueeldesupesoenoro.
Era asunto de todos los días que los perros sin dueño mordieran a alguienmientrasandabancorreteandogatosopeleándoseconlosgallinazosporlamortecinadelacalle,ymásenlostiemposdeabundanciasymuchedumbresenquelaFlotadeGaleonespasabaparalaferiadePortobelo.Cuatroocincomordidosenunmismodíanolequitabanelsueñoanadie,ymenosconunaheridacomoladeSiervaMaría,queapenassialcanzabaanotárseleeneltobilloizquierdo.Asíquelacriadanosealarmó.Ellamismalehizoalaniñaunacuradelimónyazufreylelavólamanchadesangredelospollerines,ynadiesiguiópensandoennadamásqueeneljolgoriodesusdoceaños.
Bernarda Cabrera, madre de la niña y esposa sin títulos del marqués deCasalduero,sehabíatomadoaquellamadrugadaunapurgadramática:sietegranosdeantimonioenunvasodeazúcarrosada.Habíasidounamestizabravadelallamadaaristocraciademostrador;seductora,rapaz,parrandera,yconunaavidezdevientre
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parasaciaruncuartel.Sinembargo,enpocosañossehabíaborradodelmundoporelabusodelamielfermentadaylastabletasdecacao.Losojosgitanosseleapagaron,seleacabóelingenio,obrabasangreyarrojababilis,yelantiguocuerpodesirenasele volvió hinchado y cobrizo como el de unmuerto de tres días, y despedía unasventosidadesexplosivasypestilentesqueasustabanalosmastines.Apenassisalíadela alcoba, y aun entonces andaba a la cordobana, o con un balandrán de sarga sinnadadebajoquelahacíaparecermásdesnudaquesinnadaencima.
Había hecho siete cámaras mayores cuando regresó la criada que acompañó aSierva María, y no le habló del mordisco del perro. En cambio, le comentó elescándalodelpuertoporelnegociodelaesclava.«Siestanbellacomodicenpuedeserabisinia»,dijoBernarda.PeroaunquefueralareinadeSabanoleparecíaposiblequealguienlacompraraporsupesoenoro.
«Querrándecirenpesosoro»,dijo.«No»,leaclararon,«tantoorocuantopesalanegra».«Una esclava de siete cuartas no pesa menos de ciento veinte libras», dijo
Bernarda.«Ynohaymujerninegraniblancaquevalgacientoveintelibrasdeoro,anoserquecaguediamantes».
Nadiehabíasidomásastutoqueellaenelcomerciodeesclavos,ysabíaquesielgobernadorhabíacompradoalaabisinianodebíadeserparaalgotansublimecomoservirensucocina.Enesasestabacuandooyólasprimeraschirimíasylospetardosde fiesta, y enseguida el alboroto de los mastines enjaulados. Salió al huerto denaranjosparaverquépasaba.
DonYgnaciodeAlfaroyDueñas, segundomarquésdeCasaldueroy señordelDarién,tambiénhabíaoídolamúsicadesdelahamacadelasiesta,quecolgabaentredos naranjos del huerto. Era un hombre fúnebre, de la cáscara amarga, y de unapalidezdelirioporlasangríaquelehacíanlosmurciélagosduranteelsueño.UsabaunachilabadebeduinoparaandarporcasayunbonetedeToledoqueaumentabasuaire de desamparo. Al ver a la esposa comoDios la echó almundo se anticipó apreguntarle:
«¿Quémúsicassonésas?»«Nosé»,dijoella.«¿Acómoestamos?»El marqués no lo sabía. Debió de sentirse de veras muy inquieto para
preguntárseloasuesposa,yelladebíadeestarmuyaliviadadesubilisparahaberlecontestado sin un sarcasmo. Se había sentado en la hamaca, intrigado, cuando serepitieronlospetardos.
«SantoCielo»,exclamó.«¡Acómoestamos!»LacasacolindabaconelmanicomiodemujeresdelaDivinaPastora.Alborotadas
por lamúsica y los cohetes, las reclusas se habían asomado a la terraza que dabasobre el huerto de los naranjos, y celebraban cada explosión con ovaciones. Elmarquéslespreguntóagritosquedóndeeralafiesta,yellaslosacarondedudas.Era7dediciembre,díadeSanAmbrosio,Obispo,ylamúsicaylapólvoratronabanenel
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patiodelosesclavosenhonordeSiervaMaría.Elmarquéssediounapalmadaenlafrente.
«Claro»,dijo.«¿Cuántoscumple?»«Doce»,dijoBernarda.«¿Apenasdoce?»,dijoél,tendidootravezenlahamaca.«¡Quévidatanlenta!»Lacasahabíasidoelorgullodelaciudadhastaprincipiosdelsiglo.Ahoraestaba
arruinadaylóbrega,yparecíaenestadodemudanzaporlosgrandesespaciosvacíosylasmuchascosasfueradelugar.Enlossalonesseconservabantodavíalospisosdemármolesajedrezadosyalgunaslámparasdelágrimasconcolgajosdetelaraña.Losaposentosquesemanteníanvivoseranfrescosencualquiertiempoporelespesordelosmurosdecalicantoy losmuchosañosdeencierro,ymásaúnpor lasbrisasdediciembre que se filtraban silbando por las rendijas. Todo estaba saturado por elrelente opresivo de la desidia y las tinieblas. Lo único que quedaba de las ínfulasseñoriales del primermarqués eran los cincomastines de presa que guardaban lasnoches.
Elfragorosopatiodelosesclavos,dondesecelebrabanloscumpleañosdeSiervaMaría,habíasidootraciudaddentrodelaciudadenlostiemposdelprimermarqués.Siguió siendoasí conelherederomientrasduróel tráfico torcidodeesclavosydeharinaqueBernardamanejabaconlamanoizquierdadesdeel trapichedeMahates.Ahoratodoesplendorpertenecíaalpasado.Bernardaestabaextinguidaporsuvicioinsaciable,yelpatioreducidoadosbarracasdemaderacontechosdepalmaamarga,dondeacabarondeconsumirselosúltimossaldosdelagrandeza.
DomingadeAdviento,unanegradeleyquegobernólacasaconpuñodefierrohastalavísperadesumuerte,eraelenlaceentreaquellosdosmundos.Altayósea,deunainteligenciacasiclarividente,eraellaquienhabíacriadoaSiervaMaría.Sehabíahechocatólicasinrenunciarasufeyoruba,ypracticabaambasalavez,sinordenniconcierto. Su alma estaba en sana paz, decía, porque lo que le faltaba en una loencontraba en la otra. Era también el único ser humano que tenía autoridad paramediar entre el marqués y su esposa, y ambos la complacían. Sólo ella sacaba aescobazos a los esclavos cuando los encontraba en descalabros de sodomía ofornicandoconmujerescambiadasenlosaposentosvacíos.Perodesdequeellamurióseescapabandelasbarracashuyendodeloscaloresdelmediodía,yandabantiradosporlossuelosencualquierrincón,raspandoelcucayodeloscalderosdearrozparacomérselo, o jugando almacuco y a la tarabilla en la fresca de los corredores. Enaquelmundoopresivoenelquenadieeralibre,SiervaMaríaloera:sóloellaysóloallí.Demodoqueeraallídondesecelebrabalafiesta,ensuverdaderacasayconsuverdaderafamilia.
Nopodíaconcebirseunbailongomástaciturnoenmediodetantamúsica,conlosesclavospropiosyalgunosdeotrascasasdedistinciónqueaportabanloquepodían.Laniñasemostrabacomoera.Bailabaconmásgraciaymásbríoquelosafricanosdenación,cantabaconvocesdistintasdelasuyaenlasdiversaslenguasdeÁfrica,o
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convocesdepájarosyanimales,quelosdesconcertabanaellosmismos.PorordendeDomingadeAdvientolasesclavasmásjóveneslepintabanlacaraconnegrodehumo,lecolgaroncollaresdesanteríasobreelescapulariodelbautismoylecuidabanlacabelleraquenuncalecortaronyquelehabríaestorbadoparacaminardenoserporlastrenzasdemuchasvueltasquelehacíanadiario.
Empezabaaflorecerenunaencrucijadadefuerzascontrarias.Teníamuypocodelamadre.Delpadre,encambio,teníaelcuerpoescuálido,latimidezirredimible,lapiellívida,losojosdeunazultaciturno,yelcobrepurodelacabelleraradiante.Sumodo de ser era tan sigiloso que parecía una criatura invisible. Asustada con tanextraña condición, la madre le colgaba un cencerro en el puño para no perder surumboenlapenumbradelacasa.
Dosdíasdespuésdelafiesta,ycasipordescuido,lacriadalecontóaBernardaqueaSiervaMaría lahabíamordidounperro.Bernarda lopensómientras tomabaantesdeacostarsesusextobañocalienteconjabonesfragantes,ycuandoregresóaldormitorio ya lo había olvidado. No volvió a recordarlo hasta la noche siguienteporque losmastines estuvieron ladrando sin causa hasta el amanecer, y temió queestuvieran arrabiados. Entonces fue con la palmatoria a las barracas del patio, yencontró a Sierva María dormida en la hamaca de palmiche indio que heredó deDomingadeAdviento.Comolacriadano lehabíadichodóndefueelmordisco, lelevantó la sayuela y la examinó palmo a palmo, siguiendo con la luz la trenza depenitenciaqueteníaenroscadaenelcuerpocomounacoladeleón.Alfinalencontróelmordisco:undesgarróneneltobilloizquierdo,yaconsucostradesangreseca,yunasexcoriacionesapenasvisiblesenelcalcañal.
Noeranpocosnitrivialesloscasosdemalderabiaenlahistoriadelaciudad.Eldemás estruendo fue el de un gorgotero que andaba por las veredas con unmicoamaestradocuyasmanerassedistinguíanpocodelashumanas.Elanimalcontrajolarabiaduranteelsitionavaldelosingleses,mordióalamoenlacarayescapóaloscerrosvecinos.Aldesdichadosaltimbancolomataronagarrotelimpioenmediodeunasalucinacionespavorosasquelasmadresseguíancantandomuchosañosdespuésen coplas callejeras para asustar a los niños. Antes de dos semanas una horda demacacos luciferinos descendió de los montes a pleno día. Hicieron estragos enporquerizas y gallineros, e irrumpieron en la catedral aullando y ahogándose enespumarajosdesangre,mientrassecelebrabaeltedéumporladerrotadelaescuadrainglesa.Sinembargo,losdramasmásterriblesnopasabanalahistoria,puesocurríanentre la población negra, donde escamoteaban a los mordidos para tratarlos conmagiasafricanasenlospalenquesdecimarrones.
A pesar de tantos escarmientos, ni blancos ni negros ni indios pensaban en larabia, ni en ninguna de las enfermedades de incubación lenta, mientras no serevelaban los primeros síntomas irreparables. Bernarda Cabrera procedió con elmismocriterio.Pensabaquelasfabulacionesdelosesclavosibanmásrápidoymáslejosquelasdeloscristianos,yquehastaunsimplemordiscodeperropodíacausar
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undañoalahonradelafamilia.Tanseguraestabadesusrazones,quenisiquieralemencionó el asunto al marido, ni volvió a recordarlo hasta el domingo siguiente,cuando la criada fue sola almercado y vio el cadáver de un perro colgado de unalmendroparaquesesupieraquehabíamuertodelmalderabia.LebastóunamiradaparareconocerelluceroenlafrenteylapelambrecenicientadelquemordióaSiervaMaría.Sin embargo,Bernardano se preocupó cuando se lo contaron.Nohabía dequé:laheridaestabasecaynoquedabanirastrodelasexcoriaciones.
Diciembre había empezadomal, pero pronto recuperó sus tardes de amatista y susnochesdebrisaslocas.LaNavidadfuemásalegrequeenotrosañosporlasbuenasnoticias de España. Pero la ciudad no era la de antes. El mercado principal deesclavossehabíatrasladadoaLaHabana,ylosminerosyhacendadosdeestosreinosdeTierraFirmepreferíancomprarsumanodeobradecontrabandoyamenorprecioenlasAntillasinglesas.Demodoquehabíadosciudades:unaalegreymultitudinariadurantelosseismesesenquepermanecíanenpuertolosgaleones,yotrasoñolientaenelrestodelaño,alaesperadequeregresaran.
Novolvióasabersenadadelosmordidoshastaprincipiosdeenero,cuandounaindiaandariegaconocidaconelnombredeSaguntatocóalapuertadelmarquésalahorasagradadelasiesta.Eramuyvieja,yandabadescalzaaplenosolconunbordóndecarretoyenvueltadepiesacabezaenunasábanablanca.Teníalamalafamadeser remiendavirgos y abortera, aunque la compensaba con la buena de conocersecretosdeindiosparalevantardesahuciados.
Elmarquéslarecibiódemalagana,depieenelzaguán,ydemoróenentenderloquequería,pueseraunamujerdegranparsimoniaycircunloquiosenrevesados.Diotantasvueltasyrevueltasparallegaralasunto,queelmarquésperdiólapaciencia.
«Sealoquesea,dígamelosinmáslatines»,ledijo.«Estamosamenazadosporunapestedemalderabia»,dijoSagunta,«yyosoyla
únicaquetengolasllavesdeSanHuberto,patronodeloscazadoresysanadordelosarrabiados».
«Noveoelporquédeunapeste»,dijoelmarqués.«Nohayanunciosdecometasnieclipses,queyosepa,nitenemosculpastangrandescomoparaqueDiosseocupedenosotros»
Saguntaleinformóqueenmarzohabríauneclipsetotaldesol,yledionoticiascompletas de los mordidos el primer domingo de diciembre. Dos habíandesaparecido, sindudaescamoteadospor los suyospara tratardehechizarlos,yuntercerohabíamuertodelmalderabiaenlasegundasemana.Habíauncuartoquenofuemordidosinoapenassalpicadoporlababadelmismoperro,yestabaagonizandoen el hospital del Amor de Dios. El alguacil mayor había hecho envenenar a uncentenardeperrossindueñoenloqueibadelmes.Enunasemanamásnoquedaríaunovivoenlacalle.
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«De todos modos, no sé qué tenga yo que ver con eso», dijo el marqués. «Ymenosaunahoratanextraviada».
«Suniñafuelaprimeramordida»,dijoSagunta.Elmarquésledijoconunagranconvicción:«Siasífuera,yohabríasidoelprimeroensaberlo».Creía que la niña se sentía bien, y no le parecía posible que algo tan grave le
hubieraocurridosinqueéllosupiera.Asíquediolavisitaporterminadaysefueacompletarlasiesta.
No obstante, esa tarde buscó a SiervaMaría en los patios del servicio. Estabaayudandoadesollarconejos,conlacarapintadadenegro,descalzayconelturbantecoloradodelasesclavas.Lepreguntósieraverdadquelahabíamordidounperro,yellalecontestóquenosinlamenorduda.PeroBernardaseloconfirmóesanoche.Elmarqués,confundido,preguntó:
«¿YporquéSiervaloniega?».«Porquenohaymododequedigaunaverdadniporyerro»,dijoBernarda.«Entonceshayqueproceder»,dijoelmarqués,«porqueelperroteníaelmalde
rabia».«Al contrario», dijo Bernarda: «más bien, el perro debiómorir pormorderla a
ella.Esofuepordiciembreylamuydescaradaestácomounaflor».Ambossiguieronatentosalosrumorescrecientessobrelagravedaddelapeste,y
aun contra sus deseos tuvieron que conversar otra vez sobre asuntos que les erancomunes,comoenlostiemposenqueseodiabanmenos.Paraéleraclaro.Siemprecreyóqueamabaalahija,peroelmiedoalmalderabialoobligabaaconfesarsequese engañaba a sí mismo por comodidad. Bernarda, en cambio, no se lo preguntósiquiera,puesteníaplenaconcienciadenoamarlanideseramadaporella,yambascosasleparecíanjustas.Muchodelodioqueambossentíanporlaniñaeraporloqueellateníadelunoydelotro.Sinembargo,Bernardaestabadispuestaahacerlafarsadelaslágrimasyaguardarunlutodemadreadoloridaporpreservarsuhonra,conlacondicióndequelamuertedelaniñafueraporunacausadigna.
«Noimportacuál»,precisó,«siemprequenoseaunaenfermedaddeperro».Elmarquéscomprendióeneseinstante,comounadeflagracióncelestial,cuálera
elsentidodesuvida.«Laniñanosevaamorir»,dijo,resuelto.«Perositienequemorirhadeserdelo
queDiosdisponga».ElmartesfuealhospitaldelAmordeDios,enelcerrodeSanLázaro,paraveral
arrabiadodequelehablóSagunta.Nofueconscientedequesucarrozadecresponesmortuorios iba a ser vista como un síntomamás de las desgracias que se estabanincubando, pues hacía muchos años que no salía de su casa sino en las grandesocasiones, y hacía otros muchos que no había ocasiones más grandes que lasinfaustas.
La ciudad estaba sumergida en su marasmo de siglos, pero no faltó quien
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vislumbrara el rostro macilento, los ojos fugaces del caballero incierto con sustafetanesdeluto,cuyacarrozaabandonóelrecintoamuralladoysedirigióacampotraviesahaciaelcerrodeSanLázaro.Enelhospital,losleprosostiradosenlospisosde ladrillos lo vieron entrar con sus trancos demuerto, y le cerraron el paso parapedirleunalimosna.Enelpabellóndelosfuriososcontinuos,amarradoaunposte,estabaelarrabiado.
Eraunmulatoviejoconlacabezaylabarbaalgodonadas.Estabayaparalizadodemediocuerpo,perolarabialehabíainfundidotantafuerzaenlaotramitad,quedebieronamarrarloparaquenosedespedazaracontralasparedes.Surelatonodejabadudas de que lo había mordido el mismo perro ceniciento del lucero blanco quemordióaSiervaMaría.Ylohabíababeado,enefecto,aunquenosobrelapielsanasinoenunaúlceracrónicaqueteníaenlapantorrilla.Esaprecisiónnofuebastanteparatranquilizaralmarqués,queabandonóelhospitalhorrorizadopor lavisióndelmoribundoysinunaluzdeesperanzaparaSiervaMaría.
Cuandovolvíaalaciudadporlacornisadelcerroencontróaunhombredegranaparienciasentadoenunapiedradelcamino juntoasucaballomuerto.Elmarquéshizodetenerelcoche,ysólocuandoelhombresepusodepiereconocióallicenciadoAbrenunciodeSaPereiraCao,elmédicomásnotableycontrovertidode laciudad.Eraidénticoalreydebastos.Llevabaunsombrerodealasgrandesparaelsol,botasde montar, y la capa negra de los libertos letrados. Saludó al marqués con unaceremoniapocousual.
«Benedictusquivenitinnomineveritatis»,dijo.Sucaballonohabíaresistidodebajadalamismacuestaquehabíasubidoaltrote,
yselereventóelcorazón.Neptuno,elcocherodelmarqués,tratódedesensillarlo.Eldueñolodisuadió.
«Paraquéquierosillasino tendréaquiénensillar»,dijo.«Déjelaquesepudraconél».
Elcocherotuvoqueayudarloasubirenlacarrozaporsucorpulenciapueril,yelmarqués le hizo la distinción de sentarlo a su derecha. Abrenuncio pensaba en elcaballo.
«Escomosisemehubieramuertolamitaddelcuerpo»,suspiró.«Nadaestanfácilderesolvercomolamuertedeuncaballo»,dijoelmarqués.Abrenuncio se animó.«Éste eradistinto»,dijo.«Si tuviera losmedios, loharía
sepultarentierrasagrada».Miróalmarquésalaesperadesureacción,yterminó:«Enoctubrecumpliócienaños».«Nohaycaballoquevivatanto»,dijoelmarqués.«Puedoprobarlo»,dijoelmédico.ServíalosmartesenelAmordeDios,ayudandoalosleprososenfermosdeotros
males.Habíasidoalumnoesclarecidodel licenciadoJuanMéndezNieto,otrojudíoportugués emigrado al Caribe por la persecución en España, y había heredado sumalafamadenigromanteydeslenguado,peronadieponíaendudasusabiduría.Sus
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pleitos con los otrosmédicos, que no perdonaban sus aciertos inverosímiles ni susmétodosinsólitos,eranconstantesysangrientos.Habíainventadounapíldoradeunavez al año que afinaba el tono de la salud y alargaba la vida, pero causaba talestrastornos del juicio los primeros tres días que nadie más que él se arriesgaba atomarla. En otros tiempos solía tocar el arpa a la cabecera de los enfermos parasedarlos con cierta música compuesta a propósito. No practicaba la cirugía, quesiempreconsideróunarteinferiordedóminesybarberos,ysuespecialidadterroríficaerapredeciralosenfermoseldíaylahoradelamuerte.Sinembargo,tantosubuenafamacomolamalasesustentabanenlomismo:sedecía,ynadielodesmintiónunca,quehabíaresucitadoaunmuerto.
A pesar de su experiencia,Abrenuncio estaba conmovido por el arrabiado. «Elcuerpohumanonoestáhechoparalosañosqueunopodríavivir»,dijo.Elmarquésnoperdióunapalabradesudisertaciónminuciosaycolorida,ysólohablócuandoelmédiconotuvonadamásquedecir.
«¿Quésepuedehacerconesepobrehombre?»,preguntó.«Matarlo»,dijoAbrenuncio.Elmarquéslomiróespantado.«Al menos es lo que haríamos si fuéramos buenos cristianos», prosiguió el
médico, impasible.«Ynoseasombre, señor:haymáscristianosbuenosde losqueunocree».
Sereferíaenrealidadaloscristianospobresdecualquiercolor,enlosarrabalesyenelcampo,queteníanelcorajedeecharunvenenoenlacomidadesusarrabiadospara evitarles el espanto de las postrimerías.A fines del siglo anterior una familiaenterasetomólasopaenvenenadaporqueningunotuvocorazónparaenvenenarsoloaunniñodecincoaños.
«Se supone que los médicos no sabemos que esas cosas suceden», concluyóAbrenuncio. «Yno es así, pero carecemosde autoridadmoral para respaldarlas.Acambio de eso, hacemos con los moribundos lo que usted acaba de ver. LosencomendamosasanHuberto,ylosamarramosaunposteparaquepuedanagonizarpeorypormástiempo».
«¿Nohayotrorecurso?»,preguntóelmarqués.«Despuésdelosprimerosinsultosdelarabia,nohayninguno»,dijoelmédico.
Hablódetratadosalegresquelaconsiderabancomoenfermedadcurable,conbaseenfórmulasdiversas:lahepáticaterrestre,elcinabrio,elalmizcle,elmercurioargentino,elanagallisflorepurpureo.«Pamplinas»,dijo.«Loquepasaesqueaunoslesdalarabiayaotrosno,yes fácildecirquea losqueno lesdiofuepor lasmedicinas».Buscólosojosdelmarquésparaasegurarsedequeseguíadespierto,yconcluyó:
«¿Porquétienetantointerés?»«Porpiedad»,mintióelmarqués.Contemplódesdelaventanaelmaraletargadoporeltediodelascuatro,ysedio
cuenta con el corazón oprimido de que habían vuelto las golondrinas. Aún no se
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alzabalabrisa.Ungrupodeniñostratabadecazarapedradasunalcatrazextraviadoenunaplayacenagosa,yelmarquéslosiguióensuvuelofugitivohastaqueseperdióentrelascúpulasradiantesdelaciudadfortificada.
LacarrozaentróenelrecintodelasmurallasporlapuertadetierradelaMediaLunayAbrenuncioguióalcocherohastasucasaatravésdelbulliciosoarrabaldelosartesanos.Nofuefácil.Neptunoeramayordesetentaaños,yademásindecisoycortode vista, y estaba acostumbrado a que el caballo siguiera solo por las calles queconocíamejorqueél.Cuandodieronporfinconlacasa,AbrenunciosedespidióenlapuertaconunasentenciadeHoracio.
«Nosélatín»,seexcusóelmarqués.«¡Nifaltaquelehace!»,dijoAbrenuncio.Ylodijoenlatín,porsupuesto.Elmarquésquedó tan impresionado,que suprimer acto alvolver a casa fueel
másrarodesuvida.LeordenóaNeptunoquerecogieraelcaballomuertoenelcerrodeSanLázaroyloenterraraentierrasagrada,yquemuytempranoaldíasiguientelemandaraaAbrenuncioelmejorcaballodesuestablo.
Despuésdelalivioefímerodelaspurgasdeantimonio,Bernardaseaplicabalavativasde consuelo hasta tres veces al día para sofocar el incendio de sus vísceras, o sesumergía en baños calientes con jabones de olor hasta seis veces para templar losnervios.Nadalequedabaentoncesdeloquefuedereciéncasada,cuandoconcebíaaventurascomercialesquesacabaadelanteconunacertidumbredeadivina,taleseransus logros, hasta la mala tarde en que conoció a Judas Iscariote y se la llevó ladesgracia.
Lohabíaencontradoporcasualidadenunacorralejadeferiaspeleándoseamanoslimpias, casi desnudo y sin ninguna protección, contra un toro de lidia. Era tanhermoso y temerario que no pudo olvidarlo. Días después volvió a verlo en unacumbiambadecarnavala laqueellaasistíadisfrazadadepordioseraconantifaz,yrodeadaporsusesclavasvestidasdemarquesascongargantillasypulserasyzarcillosde oro y piedras preciosas. Judas estaba en el centro de un círculo de curiosos,bailandoconlaquelepagara,yhabíantenidoqueponerordenparacalmarlasansiasdelaspretendientas.Bernardalepreguntócuántocostaba.Judaslecontestóbailando:
«Medioreal».Bernardasequitóelantifaz.«Loquetepreguntoescuántocuestasdeporvida»,ledijo.Judas vio que a cara descubierta no era tan pordiosera como parecía. Soltó la
pareja,yseacercóaellacaminandoconínfulasdegrumeteparaqueselenotaraelprecio.
«Quinientospesosoro»,dijo.Ellalomidióconunojodetasadorarejugada.Eraenorme,conpieldefoca,torso
ondulado, caderas estrechas y piernas espigadas, y con unas manos plácidas que
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negabansuoficio.Bernardacalculó:«Midesochocuartas».«Mástrespulgadas»,dijoél.Bernardalehizobajarlacabezaalalcancedeellaparaexaminarleladentadura,y
laperturbóelhálitodeamoníacodesusaxilas.Losdientesestabancompletos,sanosybienalineados.
«Tuamodebeestarlocosicreequealguientevaacomprarapreciodecaballo»,dijoBernarda.
«Soy libre yme vendo yomismo», contestó él. Y remató con un cierto tono:«Señora».
«Marquesa»,dijoella.Éllehizounareverenciadecortesanoqueladejósinaliento,ylocompróporla
mitaddesuspretensiones.«Sóloporelplacerdelavista»,segúndijo.Acambiolerespetósucondicióndelibreyeltiempoparaseguirconsutorodecirco.Loinstalóenuncuarto cercanoal suyoquehabía sidodel caballerango,y lo esperódesde laprimera noche, desnuda y con la puerta desatrancada, segura de que él iría sin serinvitado.Pero tuvoque esperar dos semanas sin dormir enpazpor los ardores delcuerpo.
En realidad, tan pronto como él supo quién era ella y vio la casa por dentro,recobró su distancia de esclavo. Sin embargo, cuando Bernarda había dejado deesperarlo y durmió con sayuela y pasó la tranca en la puerta, él se metió por laventana.Ladespertóel airedelcuartoenrarecidopor sugrajoamoniacal.Sintióelresuello de minotauro buscándola a tientas en la oscuridad, el fogaje del cuerpoencimadeella, lasmanosdepresaqueleagarraronlasayuelaporelcuelloyse ladesgarraronencanalmientrasleroncabaeneloído:«Puta,puta».DesdeesanochesupoBernardaquenoqueríahacernadamásdeporvida.
Se enloqueció por él. Se iban por las noches a los bailes de candil en losarrabales, él vestido de caballero con levita y sombrero redondo que Bernarda lecomprabaasugusto,yelladisfrazadadecualquiercosaalprincipio,ydespuésconsupropiacara.Lobañóenoro, concadenas, anillosypulseras,y lehizo incrustardiamantesenlosdientes.Creyómorircuandosediocuentadequeseacostabacontodaslasqueencontrabaasupaso,peroalfinalseconformóconlassobras.FueronlostiemposenqueDomingadeAdvientoentróensudormitorioalahoradelasiesta,creyendoqueBernardaestabaeneltrapiche,ylossorprendióenpelotashaciendoelamorporelsuelo.Laesclavasequedómásdeslumbradaqueatónitaconlamanoenlaaldaba.
«Notequedesahícomounamuerta»,legritóBernarda.«Otevas,oterevuelcasaquíconnosotros».
DomingadeAdviento se fueconunportazoque le sonóaBernardacomounabofetada.Ellalaconvocóesanocheylaamenazóconcastigosatrocesporcualquiercomentario que hiciera de lo que había visto. «No se preocupe, blanca», le dijo la
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esclava.«Ustedpuedeprohibirmeloquequiera,yyolecumplo».Yconcluyó:«Lomaloesquenopuedeprohibirmeloquepienso».Sielmarquéslosuposehizobieneldesentendido.Afindecuentas,SiervaMaría
eraloúnicoquelequedabaencomúnconlaesposa,ynolateníacomohijasuyasinosólodeella.Bernarda,porsuparte,nisiquieralopensaba.Tanolvidadalatenía,quederegresodeunadesuslargastemporadaseneltrapichelaconfundióconotraporlograndeydistintaqueestaba.Lallamó,laexaminó,lainterrogósobresuvida,peronoobtuvodeellaunapalabra.
«Eresidénticaatupadre»,ledijo.«Unengendro».
ÉseseguíasiendoelánimodeamboseldíaenqueelmarquésregresódelhospitaldelAmor de Dios y le anunció a Bernarda su determinación de asumir conmano deguerra las riendas de la casa. Había en su premura un algo frenético que dejó aBernardasinréplica.
Lo primero que hizo fue devolverle a la niña el dormitorio de su abuela lamarquesa,dedondeBernardalahabíasacadoparaquedurmieraconlosesclavos.Elesplendordeantañoseguíaintactobajoelpolvo:lacamaimperialquelaservidumbrecreía de oro por el brillo de sus cobres; elmosquitero de gasas de novia, las ricasvestiduras de pasamanería, el lavatorio de alabastro con numerosos pomos deperfumesyafeitesalineadosenunordenmarcialsobreeltocador;elbequeportátil,laescupiderayelvomitoriodeporcelana,elmundoilusorioquelaancianabaldadaporelreumatismohabíasoñadoparalahijaquenotuvoylanietaquenuncavio.
Mientraslasesclavasresucitabaneldormitorio,elmarquésseocupódeponersuleyen lacasa.Espantóa losesclavosquedormitabana lasombrade lasarcadasyamenazóconazotesyergástulasa losquevolvieranahacersusnecesidadesenlosrincones o jugaran a suerte y azar en los aposentos clausurados. No erandisposiciones nuevas. Se habían cumplido con mucho más rigor cuando Bernardatenía elmandoyDomingadeAdviento lo imponía, y elmarqués se regodeaba enpúblico de su sentencia histórica: «Enmi casa se hace lo que yo obedezco». Perocuando Bernarda sucumbió en los tremedales del cacao y Dominga de Advientomurió, los esclavosvolvierona infiltrarse congran sigilo, primero lasmujeres consuscríasparaayudarenoficiosmenudos,yluegoloshombresociososenbuscadelafrescadeloscorredores.Aterradaporelfantasmadelaruina,Bernardalosmandabaa que se ganaran la comidamendigando en la calle. En una de sus crisis decidiómanumitirlos, salvo a los tres o cuatro del servicio doméstico, pero elmarqués seopusoconunasinrazón:
«Si han de morirse de hambre, es mejor que se mueran aquí y no por esosandurriales».
NoseatuvoafórmulastanfácilescuandoelperromordióaSiervaMaría.Invistióde poderes al esclavo que le pareció de más autoridad y mayor confianza, y le
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impartió instrucciones cuya dureza escandalizó a la misma Bernarda. A la primanoche, cuando la casa estaba ya en orden por primera vez desde la muerte deDomingadeAdviento,encontróaSiervaMaríaen labarracade lasesclavas,entremediadocenade jóvenesnegrasquedormíanenhamacasentrecruzadasadistintosniveles.Lasdespertóatodasparaimpartirlasnormasdelnuevogobierno.
«Desdeestafechalaniñaviveenlacasa»,lesdijo.«Ysépaseaquíyentodoelreinoquenotienemásqueunafamilia,yessólodeblancos».
La niña resistió cuando él quiso llevarla en brazos al dormitorio, y tuvo quehacerleentenderqueunordendehombresreinabaenelmundo.Yaeneldormitoriodelaabuela,mientraslecambiabaelrefajodelienzodelasesclavasporunacamisadenoche,nologródeellaunapalabra.Bernardalosviodesdelapuerta:elmarquéssentadoenlacama,luchandoconlosbotonesdelacamisadedormirquenopasabanporlosojalesnuevos,ylaniñadepiefrenteaél,mirándoloimpasible.Bernardanopudo reprimirse.«¿Porquénosecasan?», seburló.Ycomoelmarquésno lehizocaso,dijomás:
«No sería un mal negocio parir marquesitas criollas con patas de gallina paravenderlasaloscircos».
Algohabíacambiadotambiénenella.Apesardelaferocidaddelarisasurostroparecíamenosamargo,yhabíaenelfondodesuperfidiaunsedimentodecompasiónqueelmarquésnoadvirtió.Tanprontocomolasintiólejos,ledijoalaniña:
«Esunagorrina».Lepareciópercibirenellaunachispadeinterés.«¿Sabesloqueesunagorrina?»,
lepreguntó,ávidodeunarespuesta.SiervaMaríanoselaconcedió.Sedejóacostarenlacama,sedejóacomodarlacabezaenlasalmohadasdeplumas,sedejócubrirhasta las rodillas con la sábana de hilo olorosa al cedro del arcón sin hacerle lacaridaddeunamirada.Élsintióuntemblordeconciencia:
«¿Rezasantesdedormir?»La niña no lomiró siquiera. Se acomodó en posición fetal por el hábito de la
hamaca y se durmió sin despedirse. Elmarqués cerró elmosquitero con elmayorcuidadoparaque losmurciélagosno la sangrarandormida. Ibana ser lasdiezyelcoro de las locas era insoportable en la casa redimida por la expulsión de losesclavos.
Elmarquéssoltólosmastinesquesalieronenestampidahaciaeldormitoriodelaabuela,olfateando lashendijasde laspuertascon latidosacezantes.Elmarqués lesrascólacabezaconlayemadelosdedos,yloscalmóconlabuenanoticia:
«EsSierva,quedesdeestanocheviveconnosotros».Durmiópocoymalporlaslocasquecantaronhastalasdos.Loprimeroquehizo
allevantarseconlosprimerosgallosfueiralcuartodelaniña,ynoestabaallísinoenelgalpóndelasesclavas.Laquedormíamáscercadespertóasustada.
«Vinosola,señor»,dijo,antesdequeél lepreguntaranada.«Nisiquieramedicuenta».
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Elmarquéssabíaqueeracierto.IndagócuáldeellasacompañabaaSiervaMaríacuando lamordió el perro.Laúnicamulata, que se llamabaCaridaddelCobre, seidentificótiritandodemiedo.Elmarquéslatranquilizó.
«EncárgatedeellacomosifuerasDomingadeAdviento»,ledijo.Leexplicósusdeberes.Leadvirtióquenolaperdieradevistaniunmomentoyla
trataraconafectoycomprensión,perosincomplacencias.Lomásimportanteeraquenotraspasaralacercadeespinosqueharíaconstruirentreelpatiodelosesclavosyelrestodelacasa.Enlamañanaaldespertaryenlanocheantesdedormirdebíadarleuninformecompletosinqueélselopreguntara.
«Fíjate bien lo que haces y cómo lo haces», concluyó. «Has de ser la únicaresponsabledequeestasmisórdenessecumplan».
A las siete de lamañana, despuésde enjaular los perros, elmarqués fue a casadeAbrenuncio.Elmédico leabrióenpersona,puesno teníaesclavosni sirvientes.Elmarquéssehizoasímismoelreprochequecreíamerecer.
«Éstasnosonhorasdevisita»,dijo.Elmédicoleabrióelcorazón,agradecidoporelcaballoqueacababaderecibir.
Lollevóporelpatiohastaelcobertizodeunaantiguaherreríadelaquenoquedabansino los escombros de la fragua. El hermoso alazán de dos años, lejos de susquerencias, parecía azogado. Abrenuncio lo aplacó con palmaditas en lasmejillas,mientraslemurmurabaaloídovanaspromesasenlatín.
El marqués le contó que al caballo muerto lo habían enterrado en la antiguahuertadelhospitaldelAmordeDios,consagradacomocementeriodericosdurantela peste del cólera. Abrenuncio se lo agradeció como un favor excesivo.Mientrashablaban,lellamólaatenciónqueelmarquéssemantuvieraadistancia.Élleconfesóquenuncasehabíaatrevidoamontar.
«Temotantoaloscaballoscomoalasgallinas»,dijo.«Es una lástima, porque la incomunicación con los caballos ha retrasado a la
humanidad»,dijoAbrenuncio.«Sialgunavezlarompiéramospodríamosfabricarelcentauro».
Elinteriordelacasa,iluminadopordosventanasabiertasalamargrande,estabaarreglado con el preciosismo vicioso de un soltero empedernido. Todo el ámbitoestabaocupadoporunafraganciadebálsamosqueinducíaacreerenlaeficaciadelamedicina.Habíaunescritorioenordenyunavidriera llenadepomosdeporcelanaconrótulosen latín.Relegadaenun rincónestabaelarpamedicinalcubiertaenunpolvodorado.Lomásnotorioeranloslibros,muchosenlatín,conlomoshistoriados.Loshabíaenvitrinasyenestantesabiertos,opuestosenelsuelocongrancuidado,yelmédicocaminabaporlosdesfiladerosdepapelconlafacilidaddeunrinoceronteentrelasrosas.Elmarquésestabaabrumadoporlacantidad.
«Todoloquesesabedebedeestarenestecuarto»,dijo.
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«Loslibrosnosirvenparanada»,dijoAbrenunciodebuenhumor.«Lavidasemehaidocurandolasenfermedadesquecausanlosotrosmédicosconsusmedicinas».
Quitó un gato dormido de la poltrona principal, que era la suya, para que sesentaraelmarqués.Lesirvióuncocimientodehierbasqueélmismopreparóenelhornillodelatanor,mientraslehablabadesusexperienciasmédicas,hastaquesediocuenta de que elmarqués había perdido el interés. Así era: se había levantado deprontoyledabalaespalda,mirandoporlaventanaelmarhuraño.Porfin,siempredeespaldas,encontróelvalorparaempezar.
«Licenciado»,murmuró.Abrenuncionoesperabaelllamado.«¿Ajá?»«Bajolagravedaddelsigilomédico,ysóloparasugobierno,leconfiesoquees
verdadloquedicen»,dijoelmarquésenuntonosolemne.«Elperrorabiosomordiótambiénamihija».
Miróalmédicoyseencontróconunalmaenpaz.«Ya lo sé», dijo el doctor. «Y supongo que por eso ha venido a una hora tan
temprana».«Así es», dijo el marqués. Y repitió la pregunta que ya había hecho sobre el
mordidodelhospital:«¿Quépodemoshacer?»En vez de su respuesta brutal del día anterior, Abrenuncio pidió ver a Sierva
María.Era eso lo que elmarqués quería pedirle.Así que estaban de acuerdo, y elcochelosesperabaenlapuerta.
Cuando llegaron a la casa, elmarqués encontró aBernarda sentada al tocador,peinándoseparanadieconlacoqueteríadelosañoslejanosenquehicieronelamorporúltimavez,yqueélhabíaborradodesumemoria.Elcuartoestabasaturadodelafragancia primaveral de sus jabones. Ella vio almarido en el espejo, y le dijo sinacidez: «¿Quiénes somos para andar regalando caballos?» El marqués la eludió.Cogió de la cama revuelta la túnica de diario, se la tiró encima a Bernarda, y leordenósincompasión:
«Vístase,queaquíestáelmédico».«Diosmelibre»,dijoella.«Noesparausted,aunquebuenafaltalehace»,dijoél.«Esparalaniña».«Noleservirádenada»,dijoella.«Osemuereonosemuere:nohaydeotra».
Perolacuriosidadpudomás:«¿Quiénes?»«Abrenuncio»,dijoelmarqués.Bernardaseescandalizó.Preferíamorirsecomoestaba,solaydesnuda,antesque
ponersuhonraenmanosdeunjudíoagazapado.Habíasidomédicoencasadesuspadres, y lo habían repudiado porque propalaba el estado de los pacientes paramagnificarsusdiagnósticos.Elmarquéslaenfrentó.
«Aunqueustedno loquiera,yaunqueyo loquieramenos,ustedessumadre»,dijo.«Esporesederechosagradoquelepidodarfedelexamen».
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«Pormíhaganloquelesdélagana»,dijoBernarda.«Yoestoymuerta».Al contrario de lo que podía esperarse, la niña se sometió sin remilgos a una
exploraciónminuciosadesucuerpo,conlacuriosidadconquehubieraobservadounjuguetedecuerda.«Losmédicosvemosconlasmanos»,ledijoAbrenuncio.Laniña,divertida,lesonrióporprimeravez.
Las evidencias de su buena salud estaban a la vista, pues a pesar de su airedesvalido teníauncuerpoarmonioso, cubiertodeunvellodorado, casi invisible,yconlosprimerosretoñosdeunafloraciónfeliz.Teníalosdientesperfectos,losojosclarividentes,lospiesreposados,lasmanossabias,ycadahebradesucabelloeraelpreludio de una larga vida. Contestó de buen ánimo y con mucho dominio elinterrogatorioinsidioso,yhabíaqueconocerlademasiadoparadescubrirqueningunarespuestaeraverdad.Sólosepusotensacuandoelmédicoencontrólacicatrizínfimaeneltobillo.LaastuciadeAbrenunciolesalióadelante:
«¿Tecaíste?»Laniñaafirmósinpestañear:«Delcolumpio».Elmédico empezó a conversar consigomismo en latín. Elmarqués le salió al
paso:«Dígameloenladino».«Noesconusted»,dijoAbrenuncio.«Piensoenbajolatín».SiervaMaríaestabaencantadaconlasartimañasdeAbrenuncio,hastaqueéstele
pusolaorejaenelpechoparaauscultarla.Elcorazónledabatumbosazorados,ylapielsoltóunrocíolívidoyglacialconunrecónditoolordecebollas.Alterminar,elmédicolediounapalmaditacariñosaenlamejilla.
«Eresmuyvaliente»,ledijo.Yaasolasconelmarqués,lecomentóquelaniñasabíaqueelperroteníamalde
rabia.Elmarquésnoentendió.«Lehadichomuchosembustes»,dijo,«peroéseno».«Nofueella,señor»,dijoelmédico.«Melodijosucorazón:eracomounaranita
enjaulada».Elmarquéssedemoróenelrecuentodeotrasmentirassorprendentesdelahija,
nocondisgustosinoconunciertoorgullodepadre.«Quizásvayaaserpoeta»,dijo.Abrenuncionoadmitióquelamentirafueraunacondicióndelasartes.
«Cuantomástransparenteeslaescrituramássevelapoesía»,dijo.Loúnicoquenopudo interpretar fueelolordecebollasenelsudorde laniña.
Comonosabíadeningunarelaciónentrecualquieroloryelmalderabia,lodescartócomosíntomadenada.CaridaddelCobrelerevelómástardealmarquésqueSiervaMaría se había entregado en secreto a las ciencias de los esclavos, que la hacíanmasticaremplastodemanajúylaencerrabandesnudaenlabodegadecebollasparadesvirtuarelmaleficiodelperro.
Abrenuncionodulcificóelmínimodetalledelarabia.«Losprimerosinsultosson
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másgravesyrápidoscuantomásprofundoseaelmordiscoycuantomáscercanoalcerebro»,dijo.Recordóelcasodeunpacientesuyoquemurióalcabodecincoaños,peroquedóladudadesinohabríasufridouncontagioposteriorquepasóinadvertido.La cicatrización rápida no quería decir nada: al cabo de un tiempo imprevisible lacicatriz podía hincharse, abrirse de nuevo y supurar. La agonía llegaba a ser tanespantosa que eramejor lamuerte.Lo único lícito que podía hacerse entonces eraapelaralhospitaldelAmordeDios,dondeteníansenegalesesdiestrosenelmanejodeherejesyenergúmenosenfurecidos.Denoserasí,elmarquésenpersonatendríaqueasumirlacondenademanteneralaniñaencadenadaenlacamahastamorir.
«En la ya larga historia de la humanidad», concluyó, «ningún hidrofóbico havividoparacontarlo».
Elmarquésdecidióquenohabríaunacruzporpesadaquefueraquenoestuvieraresueltoacargar.Demodoquelaniñamoriríaensucasa.Elmédicolopremióconunamiradaquemásparecíadelástimaquederespeto.
«Nopodíaesperarsemenosgrandezadesuparte,señor»,ledijo.«Ynodudodequesualmatendráeltempleparasoportarlo».
Insistióunavezmásenqueelpronósticonoeraalarmante.Laheridaestabalejosdeláreademayorriesgoynadierecordabaquehubierasangrado.LomásprobableeraqueSiervaMaríanocontrajeralarabia.
«¿Ymientrastanto?»,preguntóelmarqués.«Mientras tanto», dijo Abrenuncio, «tóquenlemúsica, llenen la casa de flores,
hagancantar lospájaros, llévenlaaver losatardeceresenelmar,denletodoloquepuedahacerlafeliz».Sedespidióconunvoleodelsombreroenelaireylasentencialatinaderigor.Peroestavezlatradujoenhonordelmarqués:«Nohaymedicinaquecureloquenocuralafelicidad».
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DOS
Nuncasesupocómohabíallegadoelmarquésasemejanteestadodedesidia,niporquémantuvounmatrimoniotanmalavenidocuandoteníalavidaresueltaparaunaviudezapacible.Habríapodidoserloquehubieraquerido,porelpoderdesmesuradodelprimermarqués,supadre,CaballerodelaOrdendeSantiago,negrerodehorcaycuchilloymaestredecamposincorazón,aquienelreysuseñornoescatimóhonoresyprebendasnicastigóinjusticias.
Ygnacio,elherederoúnico,nodabaseñalesdenada.Crecióconsignosciertosderetrasomental,fueanalfabetohastalaedaddemerecer,ynoqueríaanadie.Elprimersíntomadevidaquese leconocióa losveinteaños fuequeestabadeamoresyendisposicióndecasarseconunade lasreclusasde laDivinaPastora,cuyoscantosygritosarrullaronsuinfancia.SellamabaDulceOlivia.Erahijaúnicaenunafamiliadetalabarterosdereyes,yhabíatenidoqueaprenderelartedehacersillasdemontarpara que no se extinguiera con ella una tradición de casi dos siglos. A esa raraintromisiónenunoficiodehombresseatribuyóelquehubieraperdidoeljuicio,ydetan mala manera, que costó trabajo enseñarla a que no se comiera sus propiasmiserias.Salvoporeso,habríasidounpartidomásquemejorparaunmarquéscriollodetanescasasluces.
DulceOlivia teníauningeniovivoybuencarácter,ynoerafácildescubrirqueestaba loca.Desde la primera vez que la vio, el jovenYgnacio la distinguió en eltumulto de la terraza, y ésemismo día se entendieron por señas. Ella, cocotólogainsigne,lemandabamensajesenpalomitasdepapel.Élaprendióaleeryescribirparacorresponderconella,yésefueelprincipiodeunapasiónlegítimaquenadiequisoentender. Escandalizado, el primer marqués conminó al hijo a que hiciera undesmentidopúblico.
«Nosóloescierto», lereplicóYgnacio,«sinoquetengola licenciadeellaparapedirsumano».Yanteelargumentodelalocura,contestóconelsuyo:
«Ningúnlocoestálocosiunoseconformaconsusrazones».Elpadrelodesterróensushaciendasconunmandatodedueñoyseñorqueélno
sedignóutilizar.Fueunamuerteenvida.Ygnacioteníaterrordelosanimales,menosdelasgallinas.Sinembargo,enlashaciendasobservódecercaunagallinaviva,selaimaginóaumentadaal tamañodeunavaca,ysediocuentadequeeraunendriagomuchomás pavoroso que cualquier otro de la tierra o del agua. Sudaba frío en laoscuridad y despertaba sin aire en la madrugada por el silencio fantasmal de lospotreros. El mastín de presa que velaba sin pestañear frente a su dormitorio loinquietabamás que los otros peligros.Él lo había dicho: «Vivo espantado de estarvivo». En el destierro adquirió el talante lúgubre, la catadura sigilosa, la índolecontemplativa, lasmaneras lánguidas, el habla despaciosa, y una vocaciónmísticaqueparecíacondenarloaunaceldadeclausura.
Alprimerañodedestierrolodespertóunfragorcomoderíoscrecidos,yeraque
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losanimalesdelahaciendaestabanabandonandosusdormiderosacampotraviesayensilencioabsolutobajo la luna llena.Derribabansinruidocuanto les impidieraelpasoenlínearectaatravésdedehesasycañaverales,torrenterasypantanos.Delanteiban los hatos de ganadomayor y las caballerías de carga y de paso, y detrás loscerdos, las ovejas, las aves de corral, en una fila siniestra que desapareció en lanoche.Hasta las aves de vuelo largo, incluidas las palomas, se fueron caminando.Sóloelmastíndepresaamanecióensusitiodeguardiafrentealdormitoriodelamo.Ésefueelprincipiodelaamistadcasihumanaqueelmarquésmantuvoconaquelyconlosmuchosmastinesquelesucedieronenlacasa.
Desbordadoporel terrorenlaheredaddesierta,Ygnacioel jovenrenuncióasuamorysesometióalosdesigniosdelpadre.Aéstenolebastóconelsacrificiodelamor,yleimpusolacláusulatestamentariadecasarseconlaherederadeungrandede España. Fue así como desposó en una boda de estruendo a doña Olalla deMendoza,unamujermuybelladegrandesyvariostalentos,alaquemantuvovirgenpara no concederle ni la gracia de un hijo.De resto, siguió viviendo como lo quesiemprefuedesdesunacimiento:unsolteroinútil.
Doña Olalla de Mendoza lo puso en el mundo. Iban a la misa mayor, más amostrarse que a cumplir, ella con basquiñas de muchos vuelos y mantos deresplandor, y la toca de encajes almidonados de las blancas de Castilla, y con unséquito de esclavas vestidas de seda y cubiertas de oro. En vez de las chinelas deandarporcasaqueusabanenlaiglesiahastalasmásremilgadas,llevababotinesaltosde cordobán con adornos de perlas. Al contrario de otros principales que usabanpelucasanacrónicasybotonesdeesmeralda,elmarquésvestíaencuerpoconropasde algodón, y birrete blando. Sin embargo, siempre asistió obligado a los actospúblicosporquenuncapudovencerelespantodelavidasocial.
Doña Olalla había sido alumna de Scarlatti Doménico en Segovia, y habíaobtenido con honores la licencia para enseñar música y canto en escuelas yconventos.Llegódealláconunclavicordioenpiezassueltas,queellamismaarmó,ydiversos instrumentos de cuerda que tocaba y enseñaba a tocar con gran virtud.FormóunconjuntodenoviciasquesantificólastardesdelacasaconlosnuevosairesdeItalia,deFrancia,deEspaña,ydelcualllegóadecirsequeestabainspiradoporlalíricadelEspírituSanto.
Elmarquésparecíanegadopara lamúsica.Sedecía,almodofrancés,queteníamanos de artista y oído de artillero. Pero desde el día en que desembalaron losinstrumentossefijóenlatiorbaitaliana,porlararezadesudobleclavijero,eltamañodesudiapasón,elnúmerodesuencordaduraysuvoznítida.DoñaOlallaseempeñóenquelatocaratanbiencomoella.Pasabanlasmañanascancaneandoejerciciosbajolosárbolesdelhuerto,ellaconpacienciayamoryélconunatozudezdepicapedrero,hastaqueelmadrigalarrepentidoselesentregósindolor.
Lamúsicamejorótantolaarmoníaconyugal,quedoñaOlallaseatrevióadarelpasoquelefaltaba.Unanochedetormenta,talvezfingiendounmiedoquenosentía,
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sefuealarecámaradelmaridointacto.«Soydueñadelamitaddeestacama»,ledijo,«yvengoporella».Élsemantuvoensustrece.Seguradeconvencerloporlarazónoporlafuerza,
ella siguió en los suyos. La vida no les dio tiempo. Un 9 de noviembre estabantocandoadúobajolosnaranjos,porqueelaireerapuroyelcieloaltoysinnubes,cuando un relámpago los cegó, un estampido sísmico los sacó de quicio, y doñaOlallacayófulminadaporlacentella.
Laciudadsobrecogidainterpretóla tragediacomounadeflagracióndelacóleradivina por una culpa inconfesable. El marqués ordenó funerales de reina, en loscuales semostróporprimeravezcon los tafetanesnegrosy lacolormacilentaquehabíadellevarhastasiempre.Alregresodelcementeriolosorprendióunanevadadepalomitas de papel sobre los naranjos del huerto.Atrapóuna al azar, la deshizo, yleyó:Eserayoeramío.
Antesde terminar el novenariohabíahechodonación a la iglesiade losbienesmateriales que sustentaron la grandeza delmayorazgo: una hacienda de ganado enMompoxyotraenAyapel,ydosmilhectáreasenMahates,asólodosleguasdeaquí,convarioshatosdecaballosdemontaydepaso,unahaciendadelabranzayelmejortrapichedelacostacaribe.Sinembargo, la leyendadesufortunasefundabaenunlatifundio inmenso y ocioso, cuyos linderos imaginarios se perdían en lamemoriamásalladelospantanosdeLaGuaripaylosbajosdeLaPurezahastalosmanglaresde Urabá. Lo único que conservó fue la mansión señorial con el patio de laservidumbrereducidoalmínimo,yeltrapichedeMahates.ADomingadeAdvientoleentregóelgobiernodelacasa.AlviejoNeptunolemantuvoladignidaddecocheroqueleconcedióelprimermarqués,yloencargódevelarporlopocoquequedabadelacaballerizadoméstica.
Por primera vez solo en la tenebrosamansión de susmayores, apenas si podíadormir en la oscuridad, por el miedo congénito de los nobles criollos de serasesinadospor sus esclavosdurante el sueño.Despertabadegolpe, sin saber si losojosfebrilesqueseasomabanporlostragaluceserandeestemundoodelotro.Ibaenpuntillasalapuerta,laabríadepronto,ysorprendíaaunnegroqueloaguaitabaporlacerradura.Lossentíadeslizarseconpasosdetigreporloscorredores,desnudosyembadurnadosdegrasadecocoparaquenopudieranatraparlos.Aturdidoportantosmiedos juntos ordenó que las luces permanecieran encendidas hasta el amanecer,expulsóalosesclavosquepocoapocoseapoderabandelosespaciosvacíos,yllevóalacasalosprimerosmastinesamaestradosenartesdeguerra.
Elportónsecerró.Relegaronlosmueblesfrancesescuyosterciopelosapestabanpor la humedad, vendieron los gobelinos y las porcelanas y las obrasmaestras derelojería,yseconformaronconhamacasde lampazoparaentretenerelcaloren lasrecámarasdesmanteladas.Elmarquésnovolvióamisaniaretiros,nillevóelpaliodel Santísimo en las procesiones, ni guardó fiestas ni respetó cuaresmas, aunquesiguiópuntualenelpagodelostributosalaIglesia.Serefugióenlahamaca,aveces
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en el dormitorio por los sopores de agosto, y casi siempre para la siesta bajo losnaranjosdelhuerto.Laslocasletirabansobrasdecocinaylegritabanobscenidadestiernas,perocuandoelgobiernoleofrecióelfavordemudarelmanicomio,seopusoporgratitudconellas.
Vencidaporlosdesairesdelpretendido,DulceOliviaseconsolóconlaañoranzadeloquenofue.SeescapabadelaDivinaPastoraporlosportillosdelhuertocadavezquepodía.Amansóehizosuyoslosmastinesdepresaconcebosdebuenamor,ydedicaba sus horas de sueño a cuidar de la casa que nunca tuvo, a barrerla conescobasdealbahacaparalabuenasuerteyacolgarristrasdeajosenlosdormitoriosparaespantaralosmosquitos.DomingadeAdviento,cuyamanoderechanodejabanadaalazar,muriósindescubrirporqué loscorredoresamanecíanmás limpiosdecomoanochecían,ylascosasqueordenabadeunmodoamanecíandeotro.Antesdecumplir un año de viudo, el marqués sorprendió por primera vez a Dulce Oliviafregandolostrastosdecocinaqueleparecíanmaltenidosporlasesclavas.
«Nocreíqueteatrevierasatanto»,ledijo.«Porquesiguessiendoelpobrediablodesiempre»,lecontestóella.Así se reanudó una amistad prohibida que por lomenos una vez se pareció al
amor. Hablaban hasta el amanecer, sin ilusiones ni despecho, como un viejomatrimoniocondenadoalarutina.Creíanserfelices,ytalvezloeran,hastaqueunodelosdosdecíaunapalabrademás,odabaunpasodemenos,ylanochesepudríaenunpleitodevándalosquedesmoralizabaalosmastines.Todovolvíaentoncesalprincipio,yDulceOliviadesaparecíadelacasaporlargotiempo.
A ella le confesó elmarqués que su desprecio por las fortunas terrestres y loscambios de sumodo de ser no habían sido por devoción sino por el pavor que lecausólapérdidasúbitadelafecuandovioelcuerpodelaesposacarbonizadoporelrayo.DulceOliviaseofrecióparaconsolarlo.Leprometiósersuesclavasumisatantoenlacocinacomoenlacama.Élnoserindió.
«Nuncamásmecasaré»,lejuró.Antes de un año, sin embargo, se había casado a escondidas con Bernarda
Cabrera, lahijadeunantiguocapatazdesupadrevenidoamásenelcomerciodeultramarinos. Se habían conocido cuando éste la encargó de llevar a la casa losarenquesensalmueraylasaceitunasnegrasqueeranladebilidaddedoñaOlalla,ycuando ella murió siguió llevándoselas al marqués. Una tarde en que Bernarda loencontróenlahamacadelhuertoleleyóeldestinoescritoaflordepielensumanoizquierda.Elmarquésseimpresionótantoconsusaciertosquesiguióllamándolaalahoradelasiestaaunquenotuvieranadaquecomprar,peropasarondosmesessinqueéltomaralainiciativadenada.Asíqueellalohizoporél.Loacaballóenlahamacapor asalto y lo amordazó con las faldas de la chilaba que él llevaba puesta, hastadejarloexhausto.Entonceslorevivióconunardoryunasabiduríaqueélnohabríaimaginado en los placeres desmirriados de sus amores solitarios, y lo despojó singloriadesuvirginidad.Élhabíacumplidocincuentaydosañosyellaveintitrés,pero
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ladiferenciadeedadeseralamenosperniciosa.Siguieron haciendo el amor en la siesta, de prisa y sin corazón, a la sombra
evangélicadelosnaranjos.Laslocaslosalentabanconcancionesprocacesdesdelasterrazas,ycelebrabansustriunfosconaplausosdeestadio.Antesdequeelmarquéstomaraconcienciadelosriesgosqueloacechaban,Bernardalosacódelestuporconlanovedaddequeestabaencintadedosmeses.Lerecordóquenoeranegra,sinohijadeindioladinoyblancadeCastilla,demodoquelaúnicaagujaparazurcirlahonraeraelmatrimonioformal.Éllediolargashastaqueelpadredeellallamóalportónala hora de la siesta con un arcabuz arcaico en bandolera. Era de verba lenta yademanessuaves,yleentregóelarmaalmarquéssinmirarloalacara.
«¿Sabequéeseso,señormarqués?»,lepreguntó.Elmarquésnosabíaquéhacerconelarmaenlasmanos.«Hastadondealcanzamiciencia,creoqueesunarcabuz»,dijo.Ypreguntó,de
verasintrigado:«¿Paraquélousa?»«Para defenderme de los piratas, señor», dijo el indio, todavía sinmirarlo a la
cara.«Ahoralotraigoporsisumercedmequierehacerlagraciadematarmeantesqueyolomate».
Lomiróalacara.Teníaunosojitostristesymudos,peroelmarquésentendióloquenoledecían.Ledevolvióelarcabuzyloinvitóaseguiradelanteparacelebrarelacuerdo.El párroco de una iglesia vecina ofició la boda dos días después, con lospadres de ella y los padrinos de ambos. Cuando terminaron, Sagunta apareció dedondenadiesupoycoronóalosreciéncasadosconlasguirnaldasdelafelicidad.
Unamañanadelluviastardías,bajoelsignodeSagitario,naciósietemesinaymalSiervaMaría deTodos losÁngeles. Parecía un renacuajo descolorido, y el cordónumbilicalenrolladoenelcuelloestabaapuntodeestrangularla.
«Eshembra»,dijolacomadrona.«Peronovivirá».Fue entonces cuandoDominga deAdviento le prometió a sus santos que si le
concedíanlagraciadevivir,laniñanosecortaríaelcabellohastasunochedebodas.Nobien lohabíaprometidocuando laniña rompióa llorar.DomingadeAdviento,jubilosa,cantó:«¡Serásanta!».Elmarqués,que laconocióya lavadayvestida, fuemenosclarividente.
«Seráputa»,dijo.«SiDiosledavidaysalud».Laniña,hijadenobleyplebeya,tuvounainfanciadeexpósita.Lamadrelaodió
desdequelediodemamarporlaúnicavez,ysenegóatenerlaconellaportemordematarla. Dominga deAdviento la amamantó, la bautizó en Cristo y la consagró aOlokun,unadeidadyorubadesexoincierto,cuyorostrosepresumetantemiblequesólosedejaverensueños,ysiempreconunamáscara.Traspuestaenelpatiodelosesclavos,SiervaMaríaaprendióabailardesdeantesdehablar,aprendiótreslenguasafricanasalmismotiempo,abebersangredegalloenayunasyadeslizarseporentreloscristianossinservistanisentida,comounserinmaterial.DomingadeAdvientolacircundó de una corte jubilosa de esclavas negras, criadas mestizas, mandaderas
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indias,quelabañabanconaguaspropicias,lapurificabanconlaverbenadeYemayáy le cuidaban como un rosal la rauda cabellera que a los cinco años le daba a lacintura. Poco a poco, las esclavas le habían ido colgando los collares de distintosdioses,hastaelnúmerodedieciséis.
Bernarda había agarrado ya con mano firme el poder de la casa, mientras elmarquésvegetabaenelhuerto.Suprimerempeñofuerestablecerlafortunarepartidaporelmarido,escudadaenlospoderesdelprimermarqués.Éste,ensutiempo,habíaobtenidolicenciasparavendercincomilesclavosenochoaños,conelcompromisode importaralmismotiempodosbarrilesdeharinaporcadauno.Consus trápalasmaestras y la venalidad de los aduaneros vendió la harina pactada, pero tambiénvendió de contrabando tres mil esclavos más, lo cual lo convirtió en el tratanteindividualmásafortunadodesusiglo.
Fue aBernarda a quien se le ocurrióque el buennegociono eran los esclavossino la harina, aunque el negocio grande, en realidad, era su increíble poder depersuasión.Conunasola licenciapara importarmilesclavosencuatroaños,y tresbarriles de harina por cada uno, hizo el agosto de su vida: vendió los mil negrosconvenidos, pero en vez de tres mil barriles de harina importó doce mil. El másgrandecontrabandodelsiglo.
La mitad del tiempo la pasaba entonces en el trapiche de Mahates, dondeestablecióelnúcleodesusasuntospor lacercaníadel ríoGrandede laMagdalenaparael tráficodetodoconel interiordelvirreinato.Alacasadelmarquésllegabannoticiassueltasdesuprosperidad,delacualnorendíacuentasanadie.Eneltiempoquepasabaaquí,aunantesdelascrisis,parecíaotromastínenjaulado.DomingadeAdvientolodijomejor:«Elculonolecabíaenelcuerpo».
SiervaMaríaocupóporprimeravezunlugarestableenlacasacuandomuriósuesclava, y arreglaron para ella el dormitorio espléndido donde vivió la primeramarquesa. Le nombraron un preceptor que le impartió lecciones de españolpeninsularynocionesdearitméticaycienciasnaturales.Tratódeenseñarlealeeryescribir.Ellasenegó,segúndijo,porquenoentendíalasletras.Unamaestralaicalainicióenlaapreciacióndelamúsica.Laniñademostróinterésybuengusto,peronotuvopacienciaparaaprenderningúninstrumento.Lamaestrarenunciósobrecogidaydijoaldespedirsedelmarqués:
«Noesquelaniñaseanegadaparatodo,esquenoesdeestemundo».Bernarda había querido apaciguar los propios rencores, pero muy pronto fue
evidentequelaculpanoeradelaunanidelaotra,sinodelanaturalezadeambas.Vivíaconelalmaenunhilodesdequecreyódescubrirenlahijaunaciertacondiciónfantasmal. Temblaba sólo de pensar en el instante en quemiraba hacia atrás y seencontrabaconlosojosinescrutablesdelacriaturalánguidadelostulesvaporososylacabellera silvestrequeya ledabaa lascorvas.«¡Niña!», legritaba,«¡teprohíboquememiresasí!».Cuandomásconcentradaestabaensusnegociossentíaenlanucaelalientosibilantedeserpienteenacecho,ydabaunsaltodepavor.
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«¡Niña!»,legritaba.«¡Hazruidoantesdeentrar!»Ellaleaumentabaelsustoconunaretahílaenlenguayoruba.Denocheerapeor,
porqueBernardadespertabadegolpeconlasensacióndequealguienlahabíatocado,yeraquelaniñaestabaalospiesdelacamamirándoladormir.Fueinútilelintentodelaesquilaenelpuño,porqueelsigilodeSiervaMaríaleimpedíaquesonara.«Loúnicoqueesacriaturatienedeblancaeselcolor»,decíalamadre.Tanciertoera,quelaniñaalternabasunombreconotronombreafricanoquesehabíainventado:MaríaMandinga.
La relaciónhizocrisisunamadrugadaenqueBernardadespertómuertade sedpor los excesos del cacao, y encontró unamuñeca de SiervaMaría flotando en elfondodelatinaja.Noleparecióenrealidadunasimplemuñecaflotandoenelagua,sinoalgopavoroso:unamuñecamuerta.
ConvencidadequeeraunmaleficioafricanodeSiervaMaríacontraella,resolvióquelasdosnocabíanenlacasa.Elmarquésintentóunamediacióntímida,yellalofrenó en seco: «O ella o yo». Demodo que SiervaMaría volvió al galpón de lasesclavas, aun cuando sumadre estaba en el trapiche. Seguía siendo tan herméticacomocuandonació,yanalfabetaabsoluta.
Pero Bernarda no estaba mejor. Había tratado de retener a Judas Iscarioteigualándoseaél,yenmenosdedosañosperdióelrumbodelosnegocios,yeldelavidamisma.Lodisfrazabadepiratanubio,deasdecopas,dereyMelchor,yse lollevaba a los arrabales, sobre todo cuando fondeaban los galeones y la ciudad seprendíaenunaparrandademedioaño.Se improvisaban tabernasyburdelesen losextramurosparaloscomerciantesqueveníandeLima,dePortobelo,deLaHabana,deVeracruz,alarebatiñadelosgénerosymercancíasdetodoelmundodescubierto.Unanoche,muertodelaborracheraenunacantinadegaleotes,JudasseleacercóaBernardacongranmisterio.
«Abrelabocaycierralosojos»,ledijo.Ellalohizo,yéllepusoenlalenguaunatabletadelchocolatemágicodeOaxaca.
Bernarda lo reconoció y lo escupió, pues desde niña tenía una aversión especialcontraelcacao.Judas laconvenciódequeeraunamateriasagradaquealegraba lavida,aumentabalafuerzafísica,levantabaelánimoyfortalecíaelsexo.
Bernardasoltóunarisaexplosiva.«Siesofueraasí»,dijo,«lasmonjitasdeSantaClaraseríantorosdelidia».Estabayacogidaporlamielfermentada,queconsumíaconsusamigasdeescuela
desdeantesdecasarse,ysiguióconsumiéndolanosóloporlabocasinoporloscincosentidosenelairecalientedeltrapiche.ConJudasaprendióamasticartabacoyhojasdecocarevueltasconcenizasdeyarumo,comolosindiosdelaSierraNevada.ProbóenlastabernaselcanabisdelaIndia,latrementinadeChipre,elpeyotedelRealdeCatorce, y por lo menos una vez el opio de la Nao de China por los traficantesfilipinos.Sinembargo,no fuesordaa laproclamadeJudasen favordelcacao.Deregresodetodolodemás,reconociósusvirtudes,yloprefirióatodo.Judassevolvió
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ladrón, proxeneta, sodomita ocasional, y todo por vicio, pues nada le faltaba.Unamalanoche,delantedeBernarda,seenfrentóamanoslimpiascontresgaleotesdelaflotaporunpleitodebarajas,ylomataronasilletazos.
Bernardaserefugióeneltrapiche.Lacasaquedóalgarete,ysinonaufragódesdeentoncesfueporlamanomaestradeDomingadeAdviento,queterminódeformaraSiervaMaría como quisieron sus dioses. Elmarqués se había enterado apenas delderrumbedelaesposa.Deltrapichellegabanvocesdequevivíaenestadodedelirio,quehablabasola,queescogía losesclavosmejor servidosparacompartirlosensusnochesromanasconsusantiguascompañerasdeescuela.Lafortunavenidaporagua,poraguaseleiba,yestabaamerceddelospellejosdemielyloscostalesdecacaoque mantenía escondidos por aquí y por allá para no perder tiempo cuando laacosaban las ansias. Lo único seguro que le quedaba entonces eran dos múcurasrepletasdedoblonesdeacienydeacuatro,enoropuro,queen tiemposdevacasgordashabíaenterradodebajodelacama.Eratantosudeterioro,quenielmaridolareconociócuandovolviódeMahatesporúltimavez,alcabodetresañoscontinuos,pocoantesdequeelperromordieraaSiervaMaría.
Amediadosdemarzo,losriesgosdelmalderabiaparecíanconjurados.Elmarqués,agradecidoconsusuerte,sepropusoenmendarelpasadoyconquistarelcorazóndela hija con la receta de felicidad aconsejada porAbrenuncio. Le consagró todo sutiempo.Trató de aprender a peinarla y a tejerle la trenza. Trató de enseñarla a serblancadeley,derestaurarparaellasussueñosfallidosdenoblecriollo,dequitarleelgustodelescabechede iguanayelguisodearmadillo.Lo intentócasi todo,menospreguntarsesiaquéleraelmododehacerlafeliz.
Abrenuncio siguióvisitando lacasa.No leera fácil entenderseconelmarqués,peroleinteresabasuinconscienciaenunsuburbiodelmundointimidadoporelSantoOficio.Asíselesibanlosmesesdelcalor,élhablandosinseroídobajolosnaranjosfloridos,yelmarquéspudriéndoseenlahamacaamiltrescientasleguasmarinasdeunreyquenuncalooyónombrar.EnunadeesasvisitasfueroninterrumpidosporellamentolúgubredeBernarda.
Abrenunciosealarmó.Elmarquéssehizoelsordo,peroelquejidosiguientefuetandesgarradorquenopudoignorarlo.
«Quienquieraqueseaestánecesitandounresponso»,dijoAbrenuncio.«Esmiesposaensegundasnupcias»,dijoelmarqués.«Puestieneelhígadodeshecho»,dijoAbrenuncio.«¿Cómolosabe?»«Porquesequejaconlabocaabierta»,dijoelmédico.EmpujólapuertasinpermisoytratódeveraBernardaenlapenumbradelcuarto,
ynoestabaenlacama.Lallamóporsunombre,yellanolecontestó.Entoncesabriólaventanaylaluzmetálicadelascuatroselamostróencarneviva,desnudayabierta
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encruzenelsuelo,yenvueltaenelfulgordesusflatosletales.Supielteníaelcolormortecinodelaatrabilisrebosada.Levantólacabeza,encandiladaporelresplandordelaventanaabiertadegolpe,ynoreconocióalmédicoacontraluz.Aéllebastóunamiradaparaversudestino.
«Teestácantandolalechuza,hijamía»,ledijo.Leexplicóqueaúneratiempodesalvarla,siemprequesesometieraaunacura
urgentedepurificacióndelasangre.Bernardaloreconoció,seincorporócomopudo,ysesoltóenimproperios.Abrenunciolossoportóimpasiblemientrasvolvíaacerrarlaventana.Yadesalidasedetuvoantelahamacadelmarquésyprecisóelpronóstico:
«Laseñoramarquesamoriráamástardarel15deseptiembre,siesqueantesnosecuelgadeunaviga».
Elmarqués,inalterable,dijo:«Loúnicomaloesqueel15deseptiembreestétanlejos».SeguíaadelanteconeltratamientodefelicidadparaSiervaMaría.Desdeelcerro
deSanLázaroveíanporelorientelasciénagasfatales,yporeloccidenteelenormesolcoloradoquesehundíaenelocéanoenllamas.Ellalepreguntóquéhabíadelotroladodelmar,yéllecontestó:«Elmundo».Paracadagestosuyoencontróenlaniñaunaresonanciainesperada.Unatardevieronaparecerenelhorizonte,conlasvelasareventar,laFlotadeGaleones.
La ciudad se transformó. Padre e hija se solazaron con los títeres, con lostragadoresdefuego,conlasincontablesnovedadesdeferiaquellegaronalpuertoenaquelabrildebuenospresagios.SiervaMaríaaprendiómáscosasdeblancosendosmeses que nunca antes. Tratando de hacerla otra, también el marqués se volviódistinto, y lo fuedeunmodo tan radical quenoparecióunamudanzadel caráctersinouncambiodenaturaleza.
La casa se llenó de cuantas bailarinas de cuerda, cajas de música y relojesmecánicossehabíanvistoenlasferiasdeEuropa.Elmarquésdesempolvólatiorbaitaliana.Laencordó,laafinóconunaperseveranciaquesólopodíaentenderseporelamor,yvolvióaacompañarselascancionesdeantañocantadasconlabuenavozyelmaloídoquenilosañosnilosturbiosrecuerdoshabíancambiado.Ellalepreguntóporesosdíassieraverdad,comodecíanlascanciones,queelamorlopodíatodo.
«Esverdad»,lecontestóél,«peroharásbienennocreerlo».Feliz con lasbuenasnuevas, elmarqués empezóapensar enunviaje aSevilla
para que Sierva María se restableciera de sus pesares callados y terminara sueducacióndelmundo.Lasfechasyelrumboestabanyaacordados,cuandoCaridaddelCobrelodespertódelasiestaconlanoticiabrutal:
«Mipobreniña,señor,yaseestávolviendoperro».Llamado de urgencia,Abrenuncio desmintió la superstición popular de que los
arrabiados terminaban por ser iguales al animal que losmordió. Comprobó que laniña tenía un poco de fiebre, y aunque ésta se consideraba una enfermedad en símismaynounsíntomadeotrosmales,nolapasóporalto.Leadvirtióalatribulado
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señorquelaniñanoestabaasalvodecualquiermal,pueselmordiscodeunperro,conrabiaosinella,nopreservabacontranada.Comosiempre,elúnicorecursoeraesperar.Elmarquéslepreguntó:
«¿Esloúltimoquepuededecirme?»«La ciencia no me ha dado los medios para decirle nada más», le replicó el
médico con lamisma acidez. «Pero si no cree enmí le queda todavía un recurso:confíeenDios».
Elmarquésnoentendió.«Hubierajuradoqueustederaincrédulo»,dijo.Elmédiconosevolviósiquieraamirarlo:«Quémásquisierayo,señor».ElmarquésnoseconfióaDios,sinoatodoelqueledieraalgunaesperanza.En
la ciudad había otros tres médicos graduados, seis boticarios, once barberossangradores y un número incontable de curanderos y dómines en mesteres dehechicería,apesardequelaInquisiciónhabíacondenadoamiltrescientosadistintaspenas en losúltimoscincuenta años,y ejecutadoa siete en lahoguera.Unmédicojoven de Salamanca le abrió a Sierva María la herida sellada y le puso unascataplasmas cáusticas para extraer los humores rancios.Otro intentó lomismo consanguijuelasenlaespalda.Unbarberosangradorlelavólaheridaconlaorinadeellamismayotroselahizobeber.Alcabodedossemanashabíasoportadodosbañosdehierbasydoslavativasemolientespordía,ylahabíanllevadoalbordedelaagoníaconpócimasdeestibionaturalyotrosfiltrosmortales.
La fiebre cedió, pero nadie se atrevió a proclamar que la rabia estuvieraconjurada.SiervaMaría se sentíamorir.Alprincipiohabía resistido con el orgullointacto,peroalasdossemanassinningúnresultadoteníaunaúlceradefuegoeneltobillo,lapielescaldadaporsinapismosyvejigatorios,yelestómagoencarneviva.Habíapasadoportodo:vértigos,convulsiones,espasmos,delirios,solturasdevientrey de vejiga, y se revolcaba por los suelos aullando de dolor y de furia. Hasta loscuranderosmásaudaceslaabandonaronasusuerte,convencidosdequeestabaloca,oposeídaporlosdemonios.ElmarquéshabíaperdidotodailusióncuandoaparecióSaguntaconlallavedesanHuberto.
Fue el final.Sagunta sedesnudóde sus sábanasy se embadurnódeunturasdeindiospararestregarsucuerpoconelde laniñadesnuda.Éstaseresistiódepiesymanosapesardesudebilidadextrema,ySaguntalasometióporlafuerza.Bernardaoyó desde su cuarto los alaridos dementes. Corrió a ver qué pasaba, y encontró aSierva María pataleando en el piso, y a Sagunta encima de ella, envuelta en lamarejadadecobredelacabellerayaullandolaoracióndesanHuberto.Lasazotóaambasconloshicosdelahamaca.Primeroenelsuelo,encogidasporlasorpresa,yluegocorreteándolasporlosrinconeshastaquelefaltóelaliento.
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El obispo de la diócesis, don Toribio de Cáceres y Virtudes, alarmado con elescándalopúblicodelostrastornosydesvaríosdeSiervaMaría,lemandóalmarquésunrecadosinprecisionesdecausa,defechaodehora,locualfueinterpretadocomounindiciodesumaurgencia.Elmarquéssesobrepusoalaincertidumbreyacudióelmismodíasinanunciarse.
Elobispohabíaasumidosuministeriocuandoyaelmarquéssehallabaretiradodelavidapública,yapenassisehabíanvisto.Además,eraunhombrecondenadoporsu mala salud, con un cuerpo estentóreo que le impedía valerse de sí mismo, ycorroídoporunasmamalignaqueponíaapruebasuscreencias.Nohabíaestadoennumerosasefeméridespúblicasenquesufaltaerainconcebible,yenlaspocasaqueconcurríaguardabaunadistanciaqueloibaconvirtiendopocoapocoenunserirreal.
Elmarqués lohabíavistoalgunasveces, siemprede lejosyenpúblico,peroelrecuerdo que conservaba de él le quedó de unamisa concelebrada a la que asistióbajopalioyllevadoenandaspordignatariosdelgobierno.Porelcuerpoenormeyelaparatodesusornamentosparecíaa simplevistaunancianocolosal,peroel rostrolampiño de rasgos puntuales, con unos raros ojos verdes, conservaba intacta unabellezasinedad.AlaalturadelasandasteníaunnimbomágicodeSumoPontífice,yquienes lo conocían de cerca lo sentían también en el brillo de su sabiduría y suconcienciadelpoder.
Elpalaciodondevivíaeraelmásantiguodelaciudad,condospisosdeespaciosenormesyenruinas,deloscualeselobisponoocupabani lamitaddeuno.Estabajuntoalacatedral,yteníaconéstaunclaustrocomúndearcosrenegridos,yunpatiocon un aljibe en ruinas entrematorrales desérticos.Hasta la fachada imponente depiedra labrada y sus portones de maderas enterizas revelaban los estragos delabandono.
El marqués fue recibido en la puerta mayor por un diácono indio. Repartiólimosnasmenudasentre losgruposdemendigosquesearrastrabanenelzaguán,yentróenlapenumbrafrescadelacasaenelmomentoenquesonaronenlacatedralyresonabanensuvientrelascampanadasenormesdelascuatrodelatarde.Elcorredorcentralestabatanoscuroqueseguíaaldiáconosinverlo,pensandocadapasoparanotropezar con estatuas mal puestas y escombros atravesados. Al final del corredorhabía unapequeña antesalamejor iluminadapor un tragaluz.El diácono se detuvoallí,leindicóalmarquésquesesentaraaesperar,ysiguióporlapuertacontigua.Elmarquéspermaneciódepie,escudriñandoenlaparedprincipalungranretratoalóleodeunjovenmilitarconeluniformedegaladelosalférecesdelrey.Sólocuandoleyólaplacadebronceenelmarco,sediocuentadequeeraelretratodelobispojoven.
El diácono abrió la puerta para invitarlo a pasar, y el marqués no tuvo quemoverseparaverotravezalobispocuarenta añosmásviejoqueenel retrato.Eramucho más grande e imponente de cuanto se decía, aun agobiado por el asma y
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vencido por el calor. Sudaba a chorros y se mecía muy despacio en un mecedorfilipino, abanicándose apenas con un abanico de palma, y con el cuerpo inclinadohaciaadelantepararespirarmejor.Llevabaunasabarcasdelabriegoyunacamisolade lienzo basto con pedazos luidos por los abusos del jabón. La sinceridad de supobrezasenotabaaprimeravista.Sinembargo,lomásnotableeralapurezadesusojos, sólo comprensible por algúnprivilegio del alma.Dejó demecerse tan prontocomovioalmarquésenlapuerta,ylehizounaseñalafectuosaconelabanico.
«Adelante,Ygnacio»,ledijo.«Éstaestucasa».Elmarquéssesecóenlospantaloneselsudordelasmanos,franqueólapuertay
se encontró en una terraza al aire libre, bajo un palio de campánulas amarillas yhelechoscolgados,desdedondeseveían las torresde todas las iglesias, los tejadosrojos de las casas principales, los palomares adormilados por el calor, lasfortificaciones militares perfiladas contra el cielo de vidrio, y el mar ardiente. Elobispotendiócontodaintenciónsumanodesoldado,yelmarquéslebesóelanillo.
A causa del asma su respiración era grande y pedregosa, y sus frases estabanperturbadasporsuspirosinoportunosyporunatosásperaybreve,peronadaafectabasuelocuencia.Establecióde inmediatoun intercambiofácildeminuciascotidianas.Sentadofrenteaél,elmarquésagradecióaquelpreámbulodeconsolación,tanricoydilatado, que fueron sorprendidos por las campanadas de las cinco. Más que unsonido fue una trepidaciónquehizovibrar la luz de la tarde y el cielo se llenódepalomasasustadas.
«Es horrible», dijo el obispo. «Cada horame resuena en las entrañas como untemblordetierra».
Lafrasesorprendióalmarqués,pueseralomismoqueélhabíapensadocuandodieronlascuatro.Alobispoleparecióunacoincidencianatural.«Lasideasnosondenadie», dijo. Dibujó en el aire con el índice una serie de círculos continuos, yconcluyó:
«Andanvolandoporahí,comolosángeles».Unamonjadeserviciollevóunagarrafaconfrutaspicadasenunvinazodedos
orejas,yunplatóndeaguashumeantesqueimpregnaronelairedeunolormedicinal.Elobispoaspiróelvaporconlosojoscerrados,ycuandoemergiódeléxtasiseraotro:dueñoabsolutodesuautoridad.
«Tehemoshechovenir»,dijoalmarqués,«porquesabemosqueestásnecesitandodeDiosytehaceseldistraído».
Lavozhabíaperdido sus tonalidadesdeórganoy losojos recobraronel fulgorterrenal.Elmarquésse tomódeunsorbo lamitaddelvasodevinoparaponerseatono.
«Su Señoría Ilustrísima debe saber que arrastro la más grande desgracia quepuede sufrir un ser humano», dijo, con una humildad desarmante. «He dejado decreer».
«Ya lo sabemos, hijo», replicó el obispo sin sorpresa. «¡Cómo no íbamos a
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saberlo!»Lo dijo con una cierta alegría, pues también él, siendo alférez del rey en
Marruecos,habíaperdidolafealosveinteañosenmediodelfragordeuncombate.«FuelacertidumbrefulminantedequeDioshabíadejadodeser»,dijo.Aterrado,seentregóaunavidadeoraciónypenitencia.
«Hasta que Dios se apiadó de mí y me indicó el camino de la vocación»,concluyó.«Asíqueloesencialnoesquetúnocreas,sinoqueDiossigacreyendoenti.Ydeesonohayduda,puesesÉlensudiligenciainfinitaelquenoshailuminadoparabrindarteestealivio».
«Habíaqueridosobrellevarmidesgraciaensilencio»,dijoelmarqués.«Puesmuymal lo has logrado», dijo el obispo. «Es un secreto a gritos que tu
pobreniñaruedaporlossuelospresadeconvulsionesobscenasyladrandoenjergadeidólatras.¿Nosonsíntomasinequívocosdeunaposesióndemoníaca?»
Elmarquésestabaespantado.«¿Quéquieredecir?»«Que entre las numerosas argucias del demonio es muy frecuente adoptar la
apariencia de una enfermedad inmunda para introducirse en un cuerpo inocente»,dijo.«Yunavezdentronohaypoderhumanocapazdehacerlosalir».
Elmarquésexplicólasvicisitudesmédicasdelmordiscodelperro,peroelobispoencontrósiempreunaexplicaciónasufavor.Preguntóloquesindudasabíadesobra:
«¿SabesquiénesAbrenuncio?»«Fueelprimermédicoquevioalaniña»,dijoelmarqués.«Queríaoírlodetupropiavoz»,dijoelobispo.Sacudióunacampanillaquemanteníaasualcance,yunsacerdotedeunostreinta
años bien llevados apareció en el acto, como un genio liberado de una botella. Elobispo lo presentó como el padre Cayetano Delaura, nada más, y lo hizo sentar.Llevaba una sotana casera para el calor y las abarcas iguales a las del obispo.Eraintenso,pálido,deojosvivaces,yelcabellomuynegroconunmechónblancoenlafrente.Sualientobreveysusmanosfebrilesnoparecíanlosdeunhombrefeliz.
«¿QuésabemosdeAbrenuncio?»,lepreguntóelobispo.ElpadreDelauranotuvoquepensarlo.«AbrenunciodeSaPereiraCao»,dijo,comodeletreandoelnombre.Yenseguida
se dirigió al marqués: «¿Ha reparado, señor marqués, en que el último apellidosignificaperroenlenguadeportugueses?»
En estricta verdad, continuó Delaura, no se sabía si aquél era su verdaderonombre. De acuerdo con los expedientes del Santo Oficio era un judío portuguésexpulsadodelapenínsulayamparadoaquíporungobernadoragradecido,alquelecuró una potra de dos libras con las aguas depurativas de Turbaco. Habló de susrecetas mágicas, de la soberbia con que vaticinaba la muerte, de su presumiblepederastia,desuslecturaslibertinas,desuvidasinDios.Sinembargo,elúnicocargoconcreto que le habían hecho era el de resucitar a un sastrecillo remendón de
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Getsemaní.Seconsiguieron testimoniosseriosdequeestabayaamortajadoyenelataúd cuando Abrenuncio le ordenó levantarse. Por fortuna, el mismo resucitadoafirmó ante el tribunal del SantoOficio que en ningúnmomento había perdido laconciencia.«Losalvódelahoguera»,dijoDelaura.Porúltimo,evocóelincidentedelcaballomuertoenelcerrodeSanLázaroysepultadoentierrasagrada.
«Loamabacomoaunserhumano»,intercedióelmarqués.«Fueunaafrenta anuestra fe, señormarqués»,dijoDelaura.«Caballosdecien
añosnosoncosadeDios».Elmarquéssealarmódequeunabromaprivadahubiera llegadoa losarchivos
delSantoOficio. Intentóuna tímidadefensa:«Abrenuncioesundeslenguado,perocreo con toda humildad que de ahí a la herejía hay un buen trecho».La discusiónhabría sido agria e interminable de no ser porque el obispo los puso en el rumboperdido.
«Diganloquediganlosmédicos»,dijo,«larabiaenloshumanossueleserunadelastantasartimañasdelEnemigo».
El marqués no entendió. El obispo le hizo una explicación tan dramática queparecióelpreludiodeunacondenaalfuegoeterno.
«Porfortuna»,concluyó,«aunqueelcuerpodetuniñaseairrecuperable,Diosnoshadadolosmediosdesalvarsualma».
Laopresióndelanochecerocupóelmundo.Elmarquésvioelprimerluceroenelcielomalva,ypensóensuhija,solaenlacasasórdida,arrastrandoelpiemaltratadoporlaschapuceríasdeloscuranderos.Preguntóconsumodestianatural:
«¿Quédebohacer?»Elobisposeloexplicópuntoporpunto.Loautorizóparausarsunombreencada
gestión,ysobretodoenelconventodeSantaClara,dondedebíainternaralaniñaalamayorbrevedad.
«Déjalaennuestrasmanos»,concluyó.«Diosharáelresto».Elmarquéssedespidiómásatribuladoquecuandollegó.Desdelaventanadela
carrozacontemplólascallesdesoladas,losniñosbañándosedesnudosenloscharcos,labasuraesparcidaporlosgallinazos.Alavueltadelaesquinavioelmar,siempreensupuesto,yloasaltólaincertidumbre.
LlegóalacasaentinieblasconeltoquedelÁngelus,yporprimeravezdesdelamuertededoñaOlallalorezóenvozalta:ElángeldelSeñoranuncióaMaría.Lascuerdasdelatiorbaresonabanenlaoscuridadcomoenelfondodeunestanque.Elmarqués siguió a tientas el rumbode lamúsica hasta el dormitorio de la hija.Allíestaba,sentadaenlasilladeltocador,conlatúnicablancaylacabellerasueltahastaelpiso,tocandounejercicioprimarioquehabíaaprendidodeél.Nopodíacreerquefuera la misma que había dejado al mediodía postrada por la inclemencia de loscuranderos, amenosquehubieraocurridounmilagro.Fueuna ilusión instantánea.SiervaMaríasepercatódesullegada,dejódetocar,yrecayóenlaaflicción.
La acompañó toda la noche. La ayudó en la liturgia del dormitorio con una
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torpeza de papá prestado. Le puso al revés la camisa de dormir y ella tuvo quequitárselaparaponérselaalderecho.Fuelaprimeravezquelaviodesnuda,yledolióversucostillaraflordepiel,lasteticasenbotón,elvellotierno.Eltobilloinflamadotenía un halo ardiente.Mientras la ayudaba a acostarse, la niña seguía sufriendo asolasconunquejidocasiinaudible,yaéllosobrecogiólacertidumbredequeestabaayudándolaamorir.
Sintióelapremioderezarporprimeravezdesdequeperdiólafe.Fuealoratorio,tratandocontodassusfuerzasderecuperareldiosquelohabíaabandonado,peroerainútil: la incredulidadresistemásquelafe,porquesesustentadelossentidos.Oyótosera laniñavariasvecesen lafrescade lamadrugada,yfueasudormitorio.Alpasar vio entreabierta la alcoba de Bernarda. Empujó la puerta por el apremio decompartir sus dudas. Estaba dormida bocabajo en el piso y con un ronquidofragoroso. El marqués permaneció asomado con la mano en la aldaba, y no ladespertó.Lehablóanadie:«Tuvidaporladeella».Ycorrigióenseguida:
«¡Nuestrasdosvidasdemierdaporladeella,carajo!»Laniñadormía.Elmarquéslavioinmóvilymustiaysepreguntósipreferíaverla
muerta o sometida al castigo de la rabia. Le arregló elmosquitero para que no lasangraranlosmurciélagos,laarropóparaquenosiguieratosiendo,ypermanecióenvelajuntoalacama,conelgozonuevodequelaamabacomonuncahabíaamadoenestemundo.EntoncestomóladeterminacióndesuvidasinconsultarlaconDiosnicon nadie. A las cuatro de lamañana, cuando SiervaMaría abrió los ojos, lo viosentadojuntoasucama.
«Eshoradeirnos»,dijoelmarqués.Laniñaselevantósinmásexplicaciones.Elmarquéslaayudóavestirseparala
ocasión.Buscóenelarcónunaschinelasdeterciopelo,paraqueelcontrafuertedelosbotines no lemaltratara el tobillo, y encontró sin buscarlo un vestido de gala quehabía sido de su madre cuando era niña. Estaba averaguado y percudido por eltiempo,peroeraclaroquenohabíasidousadodosveces.Elmarquésse lopusoaSiervaMaríacasiunsiglodespuéssobreloscollaresdesanteríayelescapulariodelbautismo.Leveníaunpocoestrecho,yesoaumentabadealgúnmodosuantigüedad.Lepusounsombreroqueencontrótambiénenelarcón,ycuyascintasdecoloresnoteníannadaqueverconelvestido.Lequedóexacto.Porúltimolehizounamaletitademanoconunasayadedormir,unpeinededientesapretadosparasacarhastalasliendres del carángano, y un pequeño breviario de la abuela con bisagras de oro ytapasdenácar.
Eradomingoderamos.ElmarquésllevóaSiervaMaríaalamisadecinco,yellarecibió de buen ánimo la palma bendita sin saber para qué. A la salida vieronamanecerdesdelacarroza.Elmarquésenelasientoprincipal,conlamaletitaenlasrodillas,ylaniñaimpávidaenelasientodeenfrenteviendopasarporlaventanalasúltimascallesdesusdoceaños.Nohabíamanifestadolamínimacuriosidadporsaberparadónde la llevabanvestidadeJuana laLocayconunsombrerodecarcaveraa
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unahoratantemprana.Alcabodeunalargameditaciónelmarquéslepreguntó:«¿SabesquiénesDios?»Laniñanegóconlacabeza.Habíarelámpagosytruenosremotosenelhorizonte,elcieloestabaencapotado,y
elmaráspero.AlavueltadeunaesquinalessalióalpasoelconventodeSantaClara,blancoysolitario,contrespisosdepersianasazulessobreelmuladardeunaplaya.Elmarqués lo señaló con el índice. «Ahí lo tienes», dijo. Y después señaló a suizquierda:«Verás elmar a todahoradesde lasventanas».Como laniñano lehizocaso,lediolaúnicaexplicaciónqueledaríajamássobresudestino:
«VasatemperarunosdíasconlashermanitasdeSantaClara».Por ser domingo de ramos había en la puerta del tornomásmendigos que de
costumbre.Algunosleprososquesedisputabanconelloslassobrasdelascocinasseprecipitaron también con la mano extendida hacia el marqués. Él les repartiólimosnasexiguas,unaacadauno,hastadondelealcanzaronloscuartillos.Latorneralovioconsustafetanesnegros,yvioalaniñavestidadereina,yseabriópasoparaatenderlos.ElmarquésleexplicóquellevabaaSiervaMaríaporordendelobispo.Latorneranolodudóporeltalanteconquelodijo.Examinóelaspectodelaniña,ylequitóelsombrero.
«Aquíestánprohibidoslossombreros»,dijo.Sequedóconél.Elmarquésquisodarletambiénlamaletita,yellanolarecibió:«Noleharáfaltanada».Latrenzamalprendidasedesenrollócasihastaelpiso.Latorneranocreyóque
fuera natural. Elmarqués trató de enrollarla. La niña lo apartó, y se la arregló sinayudaconunahabilidadquesorprendióalatornera.
«Hayquecortársela»,dijo.«EsunamandaalaSantísimaVirgenhastaeldíaquesecase»,dijoelmarqués.Latorneraseinclinóantelarazón.Tomóalaniñadelamano,sindarletiempo
paraunadespedida,ylapasóporeltorno.Comoeltobilloledolíaalcaminar,laniñasequitólachinelaizquierda.Elmarquéslavioalejarse,cojeandodelpiedescalzo,ycon la chinela en la mano. Esperó en vano que en un raro instante de piedad sevolvieraamirarlo.Elúltimorecuerdoquetuvodeellafuecuandoacabódeatravesarlagaleríadeljardín,arrastrandoelpielastimado,ydesaparecióenelpabellóndelasenterradasvivas.
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TRES
ElconventodeSantaClaraeraunedificiocuadradofrentealmar,contrespisosdenumerosasventanasiguales,yunagaleríadearcosdemediopuntoalrededordeunjardín agreste y sombrío. Había un sendero de piedras entre matas de plátano yhelechossilvestres,unapalmeraesbeltaquehabíacrecidomásaltoquelasazoteasenbuscade la luz, yun árbol colosal, de cuyas ramas colgabanbejucosdevainilla yristras de orquídeas.Debajo del árbol había un estanque de aguasmuertas con unmarcodehierrooxidadodondehacíanmaromasdecircolasguacamayascautivas.
El edificio estaba dividido por el jardín en dos bloques distintos.A la derechaestabanlostrespisosdelasenterradasvivas,apenasperturbadosporelresuellodelaresacaenlosacantiladosylosrezosycánticosdelashorascanónicas.Estebloquesecomunicaba con la capilla porunapuerta interior, paraque lasmonjasde clausurapudieranentrarenelcorosinpasarporlanavepública,yoírmisaycantardetrásdeuna celosía que les permitía ver sin ser vistas. El precioso artesonado demaderasnobles,queserepetíaenloscielosdetodoelconvento,habíasidoconstruidoporunartesano español que le dedicómedia vida por el derecho de ser sepultado en unahornacinadelaltarmayor.Allíestaba,apretujado tras las losasdemármolconcasidossiglosdeabadesasyobispos,yotrasgentesprincipales.
CuandoSiervaMaríaentróenelconventolasmonjasdeclausuraeranochentaydosespañolas,todasconsusservicios,ytreintayseiscriollasdelasgrandesfamiliasdelvirreinato.Despuésdehacer susvotosdepobreza, silencioycastidad,elúnicocontacto que tenían con el exterior eran las escasas visitas en un locutorio concelosíasdemaderapordondepasabalavozperonolaluz.Estabajuntoalapuertadel torno, y el uso era reglamentado y restringido, y siempre en presencia de unaescucha.
A la izquierda del jardín estaban las escuelas, los talleres de todo, con unapoblación profusa de novicias ymaestras de artesanías.Estaba la casa de servicio,conunacocinaenormedefogonesdeleña,unmesóndecarniceríayungranhornode pan. Al fondo había un patio siempre empantanado por las lavazas dondeconvivíanvariasfamiliasdeesclavos,yporúltimoestabanlosestablos,uncorraldechivos,laporqueriza,elhuertoylascolmenas,dondesecriabaysecultivabacuantohacíafaltaparaelbuenvivir.
Al final de todo, lomás lejos posible y dejado de lamano de Dios, había unpabellónsolitarioquedurantesesentayochoañossirviódecárcelalaInquisición,yseguía siéndolo para clarisas descarriadas. Fue en la última celda de ese rincón deolvidodondeencerraronaSiervaMaría,alosnoventaytresdíasdesermordidaporelperroysinningúnsíntomadelarabia.
Latorneraquelahabíallevadodelamanoseencontróalfinaldelcorredorconuna novicia que iba para las cocinas, y le pidió que la llevara con la abadesa. Lanovicia pensó que no era prudente someter al fragor del servicio a una niña tan
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lánguidaybienvestida,yladejósentadaenunodelosbancosdepiedradeljardínpararecogerlamástarde.Perolaolvidóderegreso.
Dosnoviciasquepasarondespuésseinteresaronporsuscollaresysusanillos,ylepreguntaronquiénera.Ellanocontestó.Lepreguntaronsisabíacastellano,yfuecomohablarleaunmuerto.
«Essordomuda»,dijolanoviciamásjoven.«Oalemana»,dijolaotra.Lamásjovenempezóatratarlacomosicarecieradeloscincosentidos.Lesoltó
latrenzaqueteníaenrolladaenelcuelloylamidióporcuartas.«Casicuatro»,dijo,convencida de que la niña no la oía. Empezó a desbaratarla, pero SiervaMaría laintimidóconlamirada.Lanoviciaselasostuvoylesacólalengua.
«Tieneslosojosdeldiablo»,ledijo.Le quitó un anillo sin resistencia, pero cuando la otra trató de arrebatarle los
collaresserevolviócomounavíborayledioenlamanounmordiscoinstantáneoycertero.Lanoviciacorrióalavarselasangre.
Cuando cantaron la tercia SiervaMaría se había levantado una vez para tomaraguaenelestanque.Asustada,regresóalbancosinbeber,perovolviócuandosediocuentadequeerancánticosdemonjas.Quitólanatadehojaspodridasconungolpediestro de lamano, y bebió en el cuenco hasta saciarse sin apartar los gusarapos.Luego orinó detrás del árbol, acuclillada y con un palo listo para defenderse deanimalesabusivosyhombresponzoñosos,comoseloenseñóDomingadeAdviento.
Poco después pasaron dos esclavas negras que reconocieron los collares desantería y le hablaron en lengua yoruba. La niña les contestó entusiasmada en lamisma lengua. Como nadie sabía por qué estaba allí, las esclavas la llevaron a lacocina tumultuosa,dondefuerecibidaconalborozopor laservidumbre.Alguiensefijóentoncesenlaheridadeltobilloyquisosaberquélehabíapasado.«Melohizomadreconuncuchillo»,dijoella.Aquieneslepreguntaroncómosellamaba,lesdiosunombredenegra:MaríaMandinga.
Recuperósumundoalinstante.Ayudóadegollarunchivoqueseresistíaamorir.Lesacólosojosylecortólascriadillas,queeranlaspartesquemáslegustaban.Jugóaldiáboloconlosadultosenlacocinayconlosniñosdelpatio,ylesganóatodos.Cantóenyoruba,encongoyenmandinga,yaunlosquenoentendíanlaescucharonabsortos. Al almuerzo se comió un plato con las criadillas y los ojos del chivo,guisadosenmantecadecerdoysazonadosconespeciasardientes.
A esa hora todo el convento sabía ya que la niña estaba allí, menos JosefaMiranda,laabadesa.Eraunamujerenjutayaguerrida,yconunamentalidadestrechaqueleveníadefamilia.SehabíaformadoenBurgos,alasombradelSantoOficio,peroeldondemandoyelrigordesusprejuicioserandedentroydesiempre.Teníados vicarias capaces, pero estaban de sobra, porque ella se ocupaba de todo y sinayudadenadie.
Surencorcontraelepiscopadolocalhabíaempezadocasicienañosantesdesu
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nacimiento. La causa primera, como en los grandes pleitos de la historia, fue unadivergenciamínimaporasuntosdedineroyjurisdicciónentrelasclarisasyelobispofranciscano. Ante la intransigencia de éste, las monjas obtuvieron el apoyo delgobiernocivil,yésefueelprincipiodeunaguerraqueenalgúnmomentollegóaserdetodoscontratodos.
Respaldadoporotrascomunidades,elobispopusoelconventoenestadodesitiopara rendirloporhambre,ydecretóelCessatioaDivinis.Esdecir:elcesede todoservicioreligiosoenlaciudadhastanuevaorden.Lapoblaciónsedividióenpedazos,y las autoridadescivilesy religiosas seenfrentaronapoyadasporunosoporotros.Sinembargo, lasclarisasseguíanvivasyenpiedeguerraalcabodeseismesesdeasedio, hasta que se descubrió un túnel secreto por donde las abastecían suspartidarios.Losfranciscanos,estavezconelapoyodeunnuevogobernador,violaronlaclausuradeSantaClaraydispersaronasusmonjas.
Senecesitaronveinteañosparaquesecalmaranlosánimosyserestituyeraalasclarisas el convento desmantelado, pero al cabode un siglo JosefaMiranda seguíacocinándoseafuegolentoensusrencores.Losinculcóensusnovicias,loscultivóensus entrañasmásque en su corazón, y encarnó todas las culpas de suorigen en elobispoDeCáceresyVirtudesyentodoelquetuvieraalgoqueverconél.Demodoquesureaccióneraprevisiblecuandoleavisaron,departedelobispo,queelmarquésdeCasalduerohabíallevadoalconventoasuhijadedoceañosconsíntomasmortalesde posesión demoníaca. Sólo hizo una pregunta: «¿Pero es que existe un talmarqués?». La hizo con doble veneno, porque era asunto del obispo, y porquesiemprenegó la legitimidadde losnoblescriollos, a loscuales llamaba«noblesdegotera».
AlahoradelalmuerzonohabíapodidoencontraraSiervaMaríaenelconvento.Latorneralehabíadichoaunavicariaqueunhombredelutoleentregóalamaneceruna niña rubia, vestida como una reina, pero no había averiguado nada sobre ella,porqueera justo elmomento enque losmendigos estabandisputándose la sopadecazabedeldomingoderamos.Comopruebadesudicho leentregóelsombrerodecintasdecolores.Lavicariaselomostróalaabadesacuandoestabanbuscandoalaniña,y la abadesanodudódequiénera.Loagarrócon lapuntade losdedosy loreparóaladistanciadelbrazo.
«Toda una señorita marquesa con un sombrero de maritornes», dijo. «Satanássabeloquehace».
Habíapasadoporahíalasnuevedelamañana,caminodellocutorio,ysehabíademoradoeneljardíndiscutiendoconlosalbañileslospreciosdeunaobradeaguas,peronovioalaniñasentadaenelbancodepiedra.Tampocolavieronotrasmonjasquedebieronpasarpor allí variasveces.Lasdosnoviciasque lequitaron el anillojuraron que no la habían visto cuando pasaron por allí después de que cantaron latercia.
Laabadesaacababadehacer la siestacuandooyóunacancióndeunasolavoz
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quellenóelámbitodelconvento.Tiródelcordónquependíaal ladodesucama,yunanoviciaaparecióal instanteen lapenumbradelcuarto.Laabadesa lepreguntóquiéncantabacontantodominio.
«Laniña»,dijolanovicia.Todavíaadormilada,laabadesamurmuró:«Quévoztanbella».Yenseguidadio
unsalto:«¡Cuálniña!»«No sé», le dijo la novicia. «Una que tiene el traspatio alborotado desde esta
mañana».«¡SantísimoSacramento!»,gritólaabadesa.Saltóde lacama.Atravesóelconventoa lasvolandas,y llegóhastaelpatiode
servicioguiándoseporlavoz.SiervaMaríacantabasentadaenunbanquillo,conlacabelleraextendidaporlossuelos,enmediodelaservidumbrehechizada.Tanprontocomo vio a la abadesa dejó de cantar. La abadesa levantó el crucifijo que llevabacolgadodelcuello.
«AveMaríaPurísima»,dijo.«Sinpecadoconcebida»,dijerontodos.La abadesa blandió el crucifijo como un arma de guerra contra SiervaMaría.
«Vaderetro»,gritó.Loscriadosretrocedieronydejaronalaniñasolaensuespacio,conlavistafijayenguardia.
«Engendro de Satanás», gritó la abadesa. «Te has hecho invisible paraconfundirnos».
Nolograronquedijeraunapalabra.Unanoviciaquisollevarladelamano,perolaabadesaseloimpidióaterrada.«Nolatoques»,gritó.Yluegoatodos:
«Nadielatoque».Terminaron por llevarla a la fuerza, pataleando y tirando al aire dentelladas de
perro,hastalaúltimaceldadelpabellóndelacárcel.Enelcaminosedieroncuentadequeestabaembarradadesusexcrementos,ylalavaronabaldazosenelestablo.
«Tantos conventos en esta ciudad y el señor obispo nos manda los zurullos»,protestólaabadesa.
Laceldaeraamplia,deparedesásperasyel techomuyalto,connervadurasdecomejénenelartesonado.Juntoalapuertaúnicahabíaunaventanadecuerpoenterocon barrotes de madera torneada y los batientes atrancados con un travesaño dehierro.Enlapareddelfondo,quedabaalmar,habíaotraventanaaltacondenadaconcrucetas demadera. La cama era una base de argamasa con un colchón de lienzorellenodepajaypercudidoporeluso.Habíaunpoyoparasentarseyunamesadeobra que servía al mismo tiempo de altar y lavatorio, bajo un crucifijo solitarioclavadoenlapared.AllídejaronaSiervaMaría,ensopadahastalatrenzaytiritandodemiedo,alcuidadodeunaguardianainstruidaparaganarlaguerramilenariacontraeldemonio.
Sesentóenelcatre,mirandolosbarrotesdehierrodelapuertablindada,yasíla
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encontrólacriadaquelellevóelplatóndelameriendaalascincodelatarde.Noseinmutó.La criada trató de quitarle los collares y ella la agarró por lamuñeca y laobligóasoltarlos.Enlasactasdelconventoqueempezaronalevantarseesanochelacriadadeclaróqueunafuerzadelotromundolahabíaderribado.
Laniñapermanecióinmóvilmientraslapuertasecerróyseoyeronlosruidosdelacadenaylasdosvueltasdelallaveenelcandado.Violoquehabíadecomer:unaspiltrafasdececina,unatortadecazabeyunajícaradechocolate.Probóelcazabe,lomasticóyloescupió.Seacostóbocarriba.Oyóelresuellodelmar,elvientodeagua,los primeros truenos de la estación cada vez más cerca. Al amanecer del díasiguiente,cuandovolviólacriadaconeldesayuno,laencontródurmiendosobrelosmatorralesdepajadelcolchón,quehabíadestripadoconlosdientesylasuñas.
Alalmuerzosedejóllevardebuenosmodosalrefectoriodelasinternassinvotosdeclausura.Eraunsalónamplio,conunabóvedaaltayventanasgrandes,pordondeentrabaagritos laclaridaddelmaryseoíamuycercaelestruendode loscantiles.Veinte novicias, jóvenes la mayoría, estaban sentadas frente a una doble fila demesones bastos. Tenían hábitos de estameña ordinaria y la cabeza rapada, y eranalegres y bobaliconas, y no ocultaban la emoción de estar comiendo su pitanza decuartelenlamismamesadeunaenergúmena.
SiervaMaría estaba sentada cerca de la puerta principal, entre dos guardianasdistraídas,yapenas siprobababocado.Lehabíanpuestounabata iguala lade lasnovicias,ylaschinelastodavíamojadas.Nadielamirómientrascomían,peroalfinalvarias novicias la rodearon para admirar sus abalorios. Una de ellas trató dequitárselos.SiervaMaríaseencabritó.Alasguardianasquetratarondesometerlaselasquitódeencimaconunempellón.Sesubióenlamesa,corriódeunextremoalotro gritando como una poseída verdadera en zafarrancho de abordaje. Rompiócuanto encontró a su paso, saltó por la ventana y desbarató las pérgolas del patio,alborotó las colmenas y derribó las talanqueras de los establos y las cercas de loscorrales.Lasabejassedispersaronylosanimalesenestampidairrumpieronaullandodepánicohastaenlosdormitoriosdelaclausura.
No ocurrió nada desde entonces que no fuera atribuido al maleficio de SiervaMaría. Varias novicias declararon para las actas que volaba con unas alastransparentesqueemitíanunzumbidofantástico.Senecesitarondosdíasyunpiquetedeesclavosparaacorralarelganadoypastorearlasabejashastasuspanalesyponerla casa en orden. Corrió el rumor de que los cerdos estaban envenenados, que lasaguas causaban visiones premonitorias, que una de las gallinas espantadas se fuevolando por encima de los tejados y desapareció en el horizonte delmar. Pero losterrores de las clarisas eran contradictorios, pues a pesar de los aspavientos de laabadesaydelospavoresdecadaquien, laceldadeSiervaMaríaseconvirtióenelcentrodelacuriosidaddetodas.
Laquedade la clausura regíadesdequecantaban lasvísperas, a las sietede lanoche,hastalaprimaparalamisadeseis.Laslucesseapagabanysólopermanecían
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las de las pocas celdas autorizadas. Sin embargo, nunca como entonces era tanagitadaylibrelavidadelconvento.Habíauntráficodesombrasporloscorredores,de murmullos entrecortados y prisas reprimidas. Se jugaba en las celdas menospensadas,lomismoconbarajaespañolaquecondadoscargados,ysebebíanlicoresfurtivosysefumabatabacoliadoaescondidasdesdequeJosefaMirandaloprohibiódentrodelaclausura.Unaniñaendemoniadadentrodelconventoteníalafascinacióndeunaaventuranovedosa.
Aunlasmonjasmásrígidasescapabandelaclausuradespuésdeltoquedequeda,yseibanengruposdedosotresparahablarconSiervaMaría.Ellalasrecibióconlasuñas, pero pronto aprendió amanejarlas según el humor de cada quien y de cadanoche.Una pretensión frecuente era que les sirviera de estafeta con el diablo parapedirle favores imposibles. Sierva María imitaba voces de ultratumba, voces dedegollados,vocesdeengendrossatánicos,ymuchassecreyeronsuspicardíasy lassentaron como ciertas en las actas.Una patrulla demonjas travestidas asaltaron laceldaunamalanoche,amordazaronaSiervaMaríay ladespojaronde sus collaressagrados. Fue una victoria efímera. En las prisas de la huida, la comandante delatracodiountraspiéenlasescalerasoscurasysefracturóelcráneo.Suscompañerasno tuvieron un instante de paz mientras no devolvieron a su dueña los collaresrobados.Nadievolvióaperturbarlasnochesdelacelda.
ParaelmarquésdeCasalduerofuerondíasdeluto.Máshabíatardadoeninternaralaniñaqueenarrepentirsedesudiligencia,ysufrióunpasmodetristezadelquenuncaserepuso.MerodeóvariashorasalrededordelconventopreguntándoseencuáldesusventanasincontablesestabaSiervaMaríapensandoenél.CuandoregresóalacasavioaBernardaenelpatiotomandoelfrescodelaprimanoche.LoestremecióelpresagiodequeibaapreguntarleporSiervaMaría,peroapenaslomiró.
Soltó losmastines y se acostó en la hamaca de la alcoba con la ilusión de unsueñoeterno.Peronopudo.Losalisioshabíanpasadoyeraunanocheardiente.Lasciénagasmandabantodaclasedesabandijasaturdidasporelbochornoyráfagasdezancudos carniceros, y había que quemar bostas de vaca en los dormitorios paraespantarlos.Lasalmassehundíanenelsopor.Elprimeraguacerodelañoseesperabaentonces con tanta ansiedad como había de rogarse seis meses después queescamparaparasiempre.
Apenas despuntó el alba el marqués se fue a casa de Abrenuncio. No habíaacabadodesentarsecuandosintióporanticipadoel inmensoaliviodecompartir sudolor.Fueasuasuntosinpreámbulos:
«HedepositadolaniñaenSantaClara».Abrenunciono entendió, y elmarqués aprovechó sudesconciertopara el golpe
siguiente.«Seráexorcizada»,dijo.Elmédicorespiróafondoydijoconunacalmaejemplar:«Cuéntemetodo».
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Entonces el marqués le contó: la visita al obispo, sus ansias de rezar, sudeterminaciónciega,sunocheenblanco.Fueunacapitulacióndecristianoviejoquenosereservóniunsecretoparasucomplacencia.
«EstoyconvencidodequefueunmandatodeDios»,concluyó.«Quieredecirqueharecuperadolafe»,dijoAbrenuncio.«Nuncasedejadecreerporcompleto»,dijoelmarqués.«Ladudapersiste».Abrenuncio loentendió.Siemprehabíapensadoquedejardecreercausabauna
cicatrizimborrableenellugarenqueestuvolafe,yqueimpedíaolvidarla.Loqueleparecíainconcebibleerasometerunahijaalcastigodelosexorcismos.
«Entre eso y las hechicerías de los negros no haymucha diferencia», dijo. «Ypeoraún,porquelosnegrosnopasandesacrificargallosasusdioses,mientrasqueelSantoOficiosecomplacedescuartizandoinocentesenelpotrooasándolosvivosenespectáculopúblico».
LaparticipacióndemonseñorCayetanoDelauraenlavisitaalobispoleparecióunprecedentesiniestro.«Esunverdugo»,dijo,sinmásvueltas.Yseperdióenunaenumeración erudita de antiguos autos de fe contra enfermos mentales ejecutadoscomoenergúmenosoherejes.
«Creoquematarlahubierasidomáscristianoqueenterrarlaviva»,concluyó.El marqués se santiguó. Abrenuncio lo miró, trémulo y fantasmal con sus
tafetanesdeduelo,yvolvióaverensusojoslasluciérnagasdelaincertidumbrequenacieronconél.
«Sáqueladeahí»,ledijo.«Esloquequierodesdequelavicaminandohaciaelpabellóndelasenterradas
vivas»,dijoelmarqués.«PeronomesientoconfuerzasparacontrariarlavoluntaddeDios».
«Puessiéntase»,dijoAbrenuncio.«TalvezDiosseloagradezcaalgúndía».Esanocheelmarquéssolicitóunaaudienciaalobispo.Laescribiódesupuñoy
letraconunaredacciónenmarañadayunacaligrafíainfantil,ylaentregóenpersonaalporteroparaestarsegurodequellegabaasudestino.
ElobispofuenotificadoellunesdequeSiervaMaríaestabalistaparalosexorcismos.Había terminado lameriendaen su terrazadecampánulasamarillas,yno leprestóuna atención especial al recado. Comía poco, pero con una parsimonia que podíaprolongarel ritualpor treshoras.Sentadofrenteaél,elpadreCayetanoDelaura leleíaconunavozbienimpostadayunestiloalgoteatral.Ambascosasconveníanaloslibrosqueélmismoelegíaasugustoycriterio.
Elviejopalacioerademasiadograndeparaelobispo,quesebastabadelasaladevisitasyeldormitorio,ylaterrazadescubiertadondehacíalassiestasycomíahastaqueempezabalaestacióndelluvias.EnelalaopuestaestabalabibliotecaoficialqueCayetanoDelaurahabíafundado,enriquecidoysostenidodemanomaestra,yquese
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tuvo en su tiempo entre las mejores de las Indias. El resto del edificio eran onceaposentosclausurados,dondeseacumulabanescombrosdedossiglos.
Salvo lamonjade turnoqueservía lamesa,CayetanoDelauraeraelúnicoquetenía acceso a la casa del obispo durante las comidas, y no por sus privilegiospersonales, como se decía, sino por su dignidad de lector. No tenía ningún cargodefinido,nimástítuloqueeldebibliotecario,peroseleconsiderabacomounvicariodehechoporsucercaníadelobispo,ynadieconcebíaqueéstetomarasinélalgunadeterminaciónde importancia.Teníasuceldapersonalenunacasacontiguaquesecomunicaba por dentro con el palacio, y en la cual estaban las oficinas y lashabitacionesdelosfuncionariosdeladiócesis,y lasdemediadocenademonjasalservicio doméstico del obispo. Sin embargo, su verdadera casa era la biblioteca,dondetrabajabay leíahastacatorcehorasdiarias,ydondeteníauncatredecuartelparadormircuandolosorprendieraelsueño.
Lanovedaddeaquella tardehistóricafuequeDelaurahabía trastabilladovariasveces en la lectura. Ymás insólito aún que saltó una página por error y continuóleyendo sinadvertirlo.Elobispo loobservóa travésde susespejuelosmínimosdealquimista,hastaquepasóalapáginasiguiente.Entonceslointerrumpiódivertido:
«¿Enquépiensas?»Delaurasesobresaltó.«Debedeserelbochorno»,dijo.«¿Porqué?»Elobisposiguiómirándoloalosojos.«Seguroqueesalgomásqueelbochorno»,
ledijo.Yrepitióenelmismotono:«¿Enquéestabaspensando?»«Enlaniña»,dijoDelaura.Nohizoningunaprecisión,puesdesdelavisitadelmarquésnohabíaparaellos
otra niña en elmundo.Habían habladomucho de ella.Habían repasado juntos lascrónicasdeendemoniadosylasmemoriasdesantosexorcistas.Delaurasuspiró:
«Soñéconella».«¿Cómo pudiste soñar con una persona que nunca has visto?», le preguntó el
obispo.«Era una marquesita criolla de doce años, con una cabellera que le arrastraba
comolacapadeunareina»,dijo.«¿Cómopodíaserotra?»Elobisponoerahombredevisionescelestiales,nidemilagrosniflagelaciones.
Su reino era de este mundo. Así que movió la cabeza sin convicción, y siguiócomiendo.Delaurareanudólalecturaconmáscuidado.Cuandoelobispoterminódecomer,loayudóasentarseenelmecedor.Yainstaladoagusto,elobispodijo:
«Ahorasí,cuéntameelsueño».Eramuysimple.DelaurahabíasoñadoqueSiervaMaríaestabasentadafrenteala
ventanadeuncamponevado,arrancandoycomiéndoseunaporunalasuvasdeunracimo que tenía en el regazo. Cada uva que arrancaba retoñaba enseguida en elracimo.Enel sueñoera evidenteque laniña llevabamuchos años frente a aquellaventanainfinitatratandodeterminarelracimo,yquenoteníaprisa,porquesabíaque
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enlaúltimauvaestabalamuerte.«Lomásraro»,concluyóDelaura,«esquelaventanapordondemirabaelcampo
era la misma de Salamanca, aquel invierno en que nevó tres días y los corderosmurieronsofocadosenlanieve».
Elobisposeimpresionó.ConocíayqueríademasiadoaCayetanoDelauraparanotomarencuentalosenigmasdesussueños.Ellugarqueocupaba,tantoenladiócesiscomoensusafectos,loteníabienganadoporsusmuchostalentosysubuenaíndole.Elobispocerrólosojosparadormirlostresminutosdelasiestavespertina.
Mientras tanto, Delaura comió en la misma mesa, antes de rezar juntos lasoracionesdelanoche.Nohabíaacabadocuandoelobisposeestiróenelmecedorytomóladecisióndesuvida:
«Haztecargodelcaso».Lodijosinabrirlosojosysoltóunronquidodeleón.Delauraacabódecomery
sesentóensupoltronahabitualbajolasenredaderasenflor.Entonceselobispoabriólosojos.
«Nomehascontestado»,ledijo.«Creíquelohabíadichodormido»,dijoDelaura.«Ahoraloestoyrepitiendodespierto»,dijoelobispo.«Teencomiendolasaludde
laniña».«Eslomásraroquemehayaacaecidojamás»,dijoDelaura.«¿Quieresdecirqueno?»«No soy exorcista, padre mío», dijo Delaura. «No tengo el carácter ni la
formaciónnilainformaciónparapretenderlo.Yademás,yasabemosqueDiosmehaasignadootrocamino».
Asíera.Porgestionesdelobispo,Delauraestabaenlalistadetrescandidatosalcargo de custodio del fondo sefardita en la biblioteca del Vaticano. Pero era laprimeravezquesemencionabaentreellos,aunqueamboslosabían.
«Conmayorrazón»,dijoelobispo.«Elcasodelaniña,llevadoabien,puedeserelimpulsoquenosfalta».
Delaura era consciente de su torpeza para entenderse conmujeres.Le parecíandotadas de un uso de razón intransferible para navegar sin tropiezos por entre losazaresde la realidad.La sola ideadeunencuentro, aunconunacriatura indefensacomoSiervaMaría,lehelabaelsudordelasmanos.
«No,señor»,decidió.«Nomesientocapaz».«Nosóloloeres»,replicóelobispo,«sinoquetienesdesobraloqueacualquier
otrolefaltaría:lainspiración».Eraunapalabrademasiadograndeparaqueno fuera laúltima.Sinembargo,el
obispo no lo conminó a aceptar de inmediato sino que le concedió un tiempo dereflexión,hastadespuésdelosduelosdelaSemanaSantaqueempezabaaqueldía.
«Veaveralaniña»,ledijo.«Estudiaelcasoafondoymeinformas».Fue así como Cayetano Alcino del Espíritu Santo Delaura y Escudero, a los
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treintayseisañoscumplidos,entróenlavidadeSiervaMaríayenlahistoriadelaciudad.HabíasidoalumnodelobispoensucélebrecátedradeteologíadeSalamancadondesegraduóconloshonoresmásaltosdesupromoción.EstabaconvencidodequesupadreeradescendientedirectodeGarcilasodelaVega,porquienguardabauncultocasi religioso,y lohacíasaberde inmediato.SumadreeraunacriolladeSanMartín de Loba, en la provincia deMompox, emigrada a España con sus padres.Delaura no creía tener nada de ella hasta que vino al Nuevo Reino deGranada yreconociósusnostalgiasheredadas.
Desde su primera conversación con él en Salamanca, el obispo De Cáceres yVirtudes se había sentido frente a uno de esos raros valores que adornaban a lacristiandaddesutiempo.Eraunaheladamañanadefebrero,yatravésdelaventanaseveíanloscamposnevadosyalfondolahileradeálamosenelrío.Aquelpaisajeinvernalhabíade ser elmarcodeun sueño recurrenteque ibaaperseguir al joventeólogoporelrestodesuvida.
Hablarondelibros,porsupuesto,yelobisponopodíacreerqueDelaurahubieraleídotantoasuedad.ÉllehablódeGarcilaso.Elmaestroleconfesóqueloconocíamal,perolorecordabacomounpoetapaganoquenomencionabaaDiosmásdedosvecesentodasuobra.
«No tan pocas veces», dijo Delaura. «Pero eso no era raro aun en los buenoscatólicosdelRenacimiento».
Eldíaenqueélhizosusprimerosvotos,elmaestrolepropusoqueloacompañaraalreinoinciertodeYucatán,dondeacababadesernombradoobispo.ADelaura,queconocía lavidaen los libros, elvastomundode sumadre leparecíaun sueñoquenuncahabíade ser suyo.Lecostaba trabajo imaginarseel caloropresivo, el eternotufo de carroña, las ciénagas humeantes, mientras desenterraban de la nieve loscorderospetrificados.Alobispo,quehabíahecho lasguerrasdeÁfrica, leeramásfácilconcebirlos.
«HeoídodecirquenuestrosclérigosenloquecendefelicidadenlasIndias»,dijoDelaura.
«Yalgunosseahorcan»,dijoelobispo.«Esunreinoamenazadoporlasodomía,laidolatríaylaantropofagia».Yagregósinprejuicios:
«Comotierrademoros».Perotambiénpensabaqueéseerasuatractivomayor.Hacíanfaltaguerrerostan
capaces de imponer los bienes de la civilización cristiana como de predicar en eldesierto.Sinembargo, a losveintitrés años,Delauracreía tener resuelto sucaminohastaladiestradelEspírituSanto,delcualeradevotoabsoluto.
«Toda la vida soñé con ser bibliotecario mayor», dijo. «Es para lo único quesirvo».
HabíaparticipadoenlasoposicionesparauncargoenToledoquelopondríaenelrumbodeesesueño,yestabasegurodealcanzarlo.Peroelmaestroeraobstinado.
«Esmás fácil llegara santocomobibliotecarioenYucatánquecomomártir en
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Toledo»,ledijo.Delaurareplicósinhumildad:«SiDiosmeconcedieralagracia,noquisierasersantosinoángel».Nohabíaacabadodepensarenlaofertadesumaestrocuandofuenombradoen
Toledo,peroprefirióaYucatán.Nuncallegaron,sinembargo.HabíannaufragadoenelCanaldelosVientosdespuésdesetentadíasdemalamar,yfueronrescatadosporun convoymaltrecho que los abandonó a su suerte en SantaMaría laAntigua delDarién.Allípermanecieronmásdeunaño,esperandoloscorreosilusoriosdelaFlotadeGaleones,hastaquealobispoDeCácereslonombraroninterinoenestastierras,cuyasedeestabavacanteporlamuerterepentinadeltitular.Viendolaselvacolosalde Urabá desde el batel que los llevaba al nuevo destino, Delaura reconoció lasnostalgias que atormentaban a sumadre en los inviernos lúgubres de Toledo. Loscrepúsculosalucinantes,lospájarosdepesadilla,laspodredumbresexquisitasdelosmanglaresleparecíanrecuerdosentrañablesdeunpasadoquenovivió.
«SóloelEspírituSantopodíaarreglartanbienlascosasparatraermealatierrademimadre»,dijo.
Doce años después el obispo había renunciado al sueño de Yucatán. Habíacumplido setenta y tres, estabamuriéndose de asma, y sabía que nuncamás veríanevar en Salamanca. Por los días en que SiervaMaría entró en el convento teníaresueltoretirarseunavezallanadoparasudiscípuloelcaminodeRoma.
CayetanoDelaurafuealconventodeSantaClaraaldíasiguiente.Llevabaelhábitodelanacrudaapesardelcalor,elacetredelaguabenditayunestucheconlosóleossacramentales,armasprimerasenlaguerracontraeldemonio.Laabadesanolohabíavisto nunca, pero el ruido de su inteligencia y su poder había roto el sigilo de laclausura.Cuandolorecibióenellocutorioalasseisdelamañanaleimpresionaronsus aires de juventud, su palidez de mártir, el metal de su voz, el enigma de sumechónblanco.Peroningunavirtudhabría bastadopara hacerle olvidar que era elhombredeguerradelobispo.ADelaura,encambio,loúnicoquelellamólaatenciónfueelalborotodelosgallos.
«Nosonsinoseisperocantancomociento»,dijolaabadesa.«Además,uncerdohablóyunacabrapariótrillizos».Yagregóconahínco:«Todoandaasídesdequesuobisponoshizoelfavordemandarnosesteregaloemponzoñado».
Igual alarma le causaba el jardín florecido con tanto ímpetuqueparecía contranatura. Amedida que lo atravesaban le hacía notar a Delaura que había flores detamañosycoloresirreales,yalgunasdeoloresinsoportables.Todolocotidianoteníaparaellaalgodesobrenatural.Acadapalabra,Delaurasentíaqueeramásfuertequeél,yseapresuróaafilarsusarmas.
«No hemos dicho que la niña esté poseída», dijo, «sino que haymotivos parasuponerlo».
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«Loqueestamosviendohablaporsí»,dijolaabadesa.«Tengacuidado»,dijoDelaura.«Avecesatribuimosaldemoniociertascosasque
noentendemos,sinpensarquepuedensercosasquenoentendemosdeDios».«SantoTomáslodijoyaélmeatengo»,dijolaabadesa:«Alosdemoniosnohay
quecreerlesnicuandodicenlaverdad».En el segundo piso empezaba el sosiego. A un lado estaban las celdas vacías
cerradas con candado durante el día, y enfrente la hilera de ventanas abiertas alesplendordelmar.Lasnoviciasnoparecíandistraersedesuslabores,peroenrealidadestabanpendientesdelaabadesaysuvisitantemientrassedirigíanalpabellóndelacárcel.
Antes de llegar al final del corredor, donde estaba la celda de Sierva María,pasaronporladeMartinaLaborde,unaantiguamonjacondenadaacadenaperpetuaporhabermatadoadoscompañerassuyasconuncuchillodedestazar.Nuncaconfesóelmotivo.Llevabaallíonceaños,yeramásconocidapor susevasiones frustradasqueporsucrimen.Nuncaaceptóqueestarpresadeporvidafueraigualasermonjadeclausura,yera tanconsecuentequesehabíaofrecidoparaseguircumpliendo lacondena como sirvienta en el pabellón de las enterradas vivas. Su obsesiónimplacable,a laqueseconsagrócon tantoahíncocomoa su fe,era ladeser libreaunquetuvieraquevolveramatar.
Delauranoresistiólacuriosidaduntantopuerildeasomarsealaceldaporentrelas barras de hierro de la ventanilla.Martina estaba de espaldas. Cuando se sintiómiradasevolvióhacialapuerta,yDelaurapadecióalinstanteelpoderdesuhechizo.Inquieta,laabadesaloapartódelaventanilla.
«Tengacuidado»,ledijo.«Esacriaturaescapazdetodo».«¿Tantoasí?»,dijoDelaura.«Así de tanto», dijo la abadesa. «Si demí dependiera estaría libre desde hace
muchotiempo.Esunacausadeperturbacióndemasiadograndeparaesteconvento».Cuandolaguardianaabriólapuerta,laceldadeSiervaMaríaexhalóunvahode
podredumbre.Laniñayacíabocarribaenlacamadepiedrasincolchón,atadadepiesymanosconcorreasdecuero.Parecíamuerta,pero susojos tenían la luzdelmar.Delauralavioidénticaaladesusueño,yuntemblorseapoderódesucuerpoyloempapódeunsudorhelado.Cerrólosojosyrezóenvozbaja,contodoelpesodesufe,ycuandoterminóhabíarecobradoeldominio.
«Aunque no estuviera poseída por ningún demonio», dijo, «esta pobre criaturatieneaquíelambientemáspropicioparaestarlo».
La abadesa replicó: «Honor que nomerecemos». Pues habían hecho todo paramantenerlaceldaenelmejorestado,peroSiervaMaríagenerabasupropiomuladar.
«Nuestraguerranoescontraellasinocontralosdemoniosquelahabiten»,dijoDelaura.
Entrócaminandoenpuntillasparasortear las inmundiciasdelpiso,yasperjó laceldaconelhisopodelaguabendita,murmurandolasfórmulasrituales.Laabadesa
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seaterrorizóconloslamparonesqueibadejandoelaguaenlasparedes.«¡Sangre!»,gritó.Delauraleimpugnósuligerezadejuicio.Noporqueelaguafuerarojateníaque
ser sangre, y aun siéndolo, no tenía por qué ser cosa del diablo. «Más justo seríapensarqueseaunmilagro,yesepoderessólodeDios»,dijo.Peronoeralounonilootro,porquealsecarseenlacallasmanchasnoeranrojassinodeunverdeintenso.Laabadesaenrojeció.Nosólolasclarisas,sinotodaslasmujeresdesutiempoteníanvedadacualquierclasedeformaciónacadémica,peroellahabíaaprendidolaesgrimaescolásticadesdemuyjovenensufamiliadeteólogosinsignesygrandesherejes.
«Almenos»,replicó,«noneguemosalosdemonioselpodersimpledecambiarelcolordelasangre».
«Nadaesmásútilqueunadudaatiempo»,replicóDelauraenelacto,ylamiródefrente:«LeaasanAgustín».
«Muybienleídoquelotengo»,dijolaabadesa.«Puesvuelvaaleerlo»,dijoDelaura.Antesdeocuparsedelaniñalerogódemuybuentonoalaguardianaquesaliera
delacelda.Luego,sinlamismadulzura,ledijoalaabadesa:«Ustedtambién,porfavor».«Bajosuresponsabilidad»,dijoella.«Elobispoeslajerarquíamáxima»,dijoél.«No tiene que recordármelo», dijo la abadesa, con un sesgo de sarcasmo. «Ya
sabemosqueustedessonlosdueñosdeDios».Delauraleregalóelplacerdelaúltimapalabra.Sesentóenelbordedelacamay
revisóalaniñaconelrigordeunmédico.Seguíatemblando,peroyanosudaba.Vistadecerca,SiervaMaríateníarasguñosymoretones,ylapielestabaencarne
vivaporel rocede lascorreas.Pero lomás impresionanteera laheridadel tobillo,ardienteysupuradaporlachapuceríadeloscuranderos.
Mientras la revisaba, Delaura le explicó que no la habían llevado allí paramartirizarla, sino por la sospecha de que un demonio se le hubiera metido en elcuerpopararobarleelalma.Necesitabasuayudaparaestablecerlaverdad.Peroeraimposiblesabersiellaloescuchaba,ysicomprendíaqueeraunasúplicadelcorazón.
Al término del examen, Delaura se hizo llevar un estuche de curaciones, peroimpidióqueentraralamonjaboticaria.Ungiólasheridasconbálsamosyalivióconsoplossuaveselescozordelacarneviva,admiradodelaresistenciadelaniñaanteeldolor. SiervaMaría no contestó a ninguna de sus preguntas, ni se interesó por susprédicas,nisequejódenada.
FueuncomienzodescorazonadorquepersiguióaDelaurahastaelremansodelabiblioteca.Eraelámbitomásgrandedelacasadelobispo,sinunasolaventana,ylasparedes cubiertas por vidrieras de caoba con libros numerosos y en orden. En elcentro había un mesón con cartas de marear, un astrolabio y otras artes denavegación, y un globo terráqueo con adiciones y enmiendas hechas a mano por
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cartógrafos sucesivos amedida que iba aumentando elmundo.Al fondo estaba elrústicomesón de trabajo con el tintero, el cortaplumas, las plumas de pavo criolloparaescribir,elpolvodecartasyunfloreroconunclavelpodrido.Todoelámbitoestabaenpenumbra,yteníaelolordelpapelenreposo,ylafrescurayelsosiegodeunafloresta.
Alfondodelsalón,enunespaciomásreducido,habíaunaestanteríacerradaconpuertas de tablas ordinarias. Era la cárcel de los libros prohibidos conforme a losespurgatorios de la Santa Inquisición, porque trataban de «materias profanas yfabulosas,yhistorias fingidas».Nadie tenía accesoa ella, salvoCayetanoDelaura,porlicenciapontificiaparaexplorarlosabismosdelasletrasextraviadas.
Aquel remanso de tantos años se convirtió en su infierno desde que conoció aSierva María. No volvería a reunirse con sus amigos, clérigos y laicos, quecompartíanconéllosdeleitesdelasideaspuras,yorganizabantorneosescolásticos,concursos literarios, veladas de música. La pasión se redujo a entender lasmarrulleríasdeldemonio,yaesoconsagrósus lecturasy reflexionesdurantecincodíasconsusnoches,antesdevolveralconvento.El lunes,cuandoelobispo loviosalirconpasofirme,lepreguntócómosesentía.
«ConlasalasdelEspírituSanto»,dijoDelaura.Se había puesto la sotana de algodón ordinario que le infundía un ánimo de
leñador, y llevaba el alma acorazada contra el desaliento. Falta le hacían. Laguardianacontestósussaludosconungruñido,SiervaMaría lo recibióconunmalceño,yeradifícilrespirarenlaceldaporlosrestosdecomidasviejasyexcrementosregadosporelsuelo.Enelaltar, juntoa la lámparadelSantísimo,estaba intactoelalmuerzo del día. Delaura cogió el plato y le ofreció a la niña una cucharada defrijolesnegrosconlamantecacuajada.Ellaloesquivó.Élinsistióvariasveces,ylareacción de ella fue igual. Delaura se comió entonces la cucharada de frijoles, lasaboreó,yselatragósinmasticarcongestosrealesderepugnancia.
«Tienesrazón»,ledijo.«Estoesinfame».Laniñanoleprestólamenoratención.Cuandolecuróeltobilloinflamadosele
crispólapielysusojossehumedecieron.Éllacreyóvencida,laalivióconsusurrosdebuenpastor,yalfinseatrevióazafarlelascorreasparadarleunatreguaalcuerpoestragado.Laniñaflexionólosdedosvariasvecesparasentirqueaúneransuyosyestirólospiesentumidosporlasamarras.EntoncesmiróaDelauraporprimeravez,lo pesó, lomidió, y se le fue encima con un salto certero de animal de presa. Laguardianaayudóasometerlayaamarrarla.Antesdesalir,DelaurasacódelbolsillounrosariodesándaloyselocolgóaSiervaMaríaencimadesuscollaresdesantería.
Elobisposealarmócuandoleviollegarconlacaraarañadayunmordiscoenlamano que dolía de sólo verlo. Pero más lo alarmó la reacción de Delaura, quemostrabasusheridascomotrofeosdeguerrayseburlabadelpeligrodecontraer larabia.Sinembargo,elmédicodelobispolehizounacuraciónsevera,pueseradelosquetemíanqueeleclipsedellunessiguientefueraelpreludiodegravesdesastres.
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En cambio, Martina Laborde, la vulneraria, no halló la menor resistencia enSiervaMaría.Sehabíaasomadoenpuntillasalacelda,comoalazar,ylahabíavistoamarradadepiesymanosenlacama.Laniñasepusoenguardia,ymantuvosusojosfijosyalertahastaqueMartina lesonrió.Entoncessonrió tambiényseentregósincondiciones. Fue como si el alma de Dominga de Adviento hubiera saturado elámbitodelacelda.
Martinalecontóquiénera,yporquéestabaallíparaelrestodesusdías,apesardequehabíaperdidolavozdetantoproclamarsuinocencia.CuandolepreguntóaSiervaMaríalasrazonesdesuencierro,ellapudodecirleapenasloquesabíaporsuexorcista:
«Tengoadentroundiablo».Martinaladejóenpaz,pensandoquementía,oquelehabíanmentido,sinsaber
queellaeraunadelaspocasblancasaquienesleshabíadicholaverdad.Lehizounademostracióndelartedebordar,ylaniñalepidióquelasoltaraparatratardehacerlaigual.Martinalemostrólastijerasquellevabaenelbolsillodelabataconotrosútilesdecostura.
«Lo que quieres es que te suelte», le dijo. «Pero te advierto que si tratas dehacermemaltengocómomatarte».
Sierva María no puso en duda su determinación. Se hizo soltar, y repitió lalecciónconlafacilidadyelbuenoídoconqueaprendióa tocar la tiorba.Antesderetirarse,Martinaleprometióconseguirelpermisoparaverjuntas,ellunespróximo,eleclipsetotaldesol.
Alamanecerdelviernes,lasgolondrinassedespidieronconunaampliavueltaenelcielo,yrociaroncallesytejadosconunanevadadeañilnauseabundo.Fuedifícilcomerydormirmientraslossolesdelmediodíanosecaronelfiemoempedernidoylas brisas de la noche depuraron el aire. Pero el terror prevaleció.Nunca se habíavistoquelasgolondrinascagaranenplenovueloniquelahedentinadesuestiércolestorbaraparavivir.
En el convento, desde luego, nadie dudó de que SiervaMaría tuviera poderesbastantesparaalterarlasleyesdelasmigraciones.Delauralosintióhastaenladurezadel aire, el domingo después de la misa, mientras atravesaba el jardín con unacanastilla de dulces de los portales. SiervaMaría, ajena a todo, llevaba todavía elrosario colgadodel cuello, perono le contestó el saludoni sedignómirarlo.Él sesentó a su lado,masticó con deleite una almojábana de la canastilla, y dijo con labocallena:
«Sabeagloria».AcercóalabocadeSiervaMaríalaotramitaddelaalmojábana.Ellalaesquivó,
peronosevolvióhacialapared,comolasotrasveces,sinoqueleindicóaDelauraquelaguardianalosespiaba.Élhizoungestoenérgicoconlamanohacialapuerta.
«Quítesedeahí»,ordenó.Cuandolaguardianaseapartó,laniñaquisosaciarsushambresatrasadasconla
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mediaalmojábana,peroescupióelbocado.«Sabeamierdadegolondrina»,dijo.Sinembargo,suhumorcambió.Facilitó lacuraciónde laspeladurasque leescocían laespalda,yleprestóatenciónaDelauraporprimeravezcuandodescubrióqueteníalamanovendada.Conunainocenciaquenopodíaserfingidalepreguntóquélehabíapasado.
«Memordióunaperritarabiosaconunacolademásdeunmetro»,dijoDelaura.SiervaMaríaquisoverlaherida.Delaurasequitólavenda,yellatocóapenascon
el índice el halo solferino de la inflamación, como si fuera una brasa, y rió porprimeravez.
«Soymásmalaquelapeste»,dijo.DelauranolecontestóconlosEvangeliossinoconGarcilaso:«Bienpuedeshacerestoconquienpuedasufrirlo».Se fue enardecido por la revelación de que algo inmenso e irreparable había
empezado a ocurrir en su vida. La guardiana le recordó al salir, de parte de laabadesa,queestabaprohibidollevarcomidadelacalleporelriesgodequealguienles mandara alimentos envenenados, como ocurrió durante el asedio. Delaura lemintióquehabía llevado la canastilla con licenciadelobispo,y sentóunaprotestaformal por la mala comida de las reclusas en un convento célebre por su buenacocina.
Durante la cena le leyó al obispo con un ánimo nuevo. Lo acompañó en lasoracionesdelanoche,comosiempre,ymantuvolosojoscerradosparapensarmejoren Sierva María mientras rezaba. Se retiró a la biblioteca más temprano que decostumbre, pensando en ella, y cuanto más pensaba más le crecían las ansias depensar.RepitióenvozaltalossonetosdeamordeGarcilaso,asustadoporlasospechadequeencadaversohabíaunapremonicióncifradaque teníaalgoquevercon suvida.Nologródormir.Alalbasedoblósobreelescritorioconlafrenteapoyadaenellibroquenoleyó.Desdeelfondodelsueñooyólostresnocturnosdelosmaitinesdelnuevodíaenelsantuariovecino.«Dios tesalveMaríadeTodoslosÁngeles»,dijodormido.Supropiavoz lodespertódepronto,yvioaSiervaMaríacon labatadereclusaylacabelleraafuegovivosobreloshombros,quetiróelclavelviejoypusounramodegardeniasreciénnacidasenelflorerodelmesón.Delaura,conGarcilaso,ledijodevozardiente:«Porvosnací,porvostengolavida,porvoshedemoriryporvosmuero».SiervaMaríasonriósinmirarlo.Élcerrólosojosparaestarsegurodequenoeraunengañodelassombras.Lavisiónsehabíadesvanecidocuandolosabrió,perolabibliotecaestabasaturadaporelrastrodesusgardenias.
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CUATRO
El padre Cayetano Delaura fue invitado por el obispo a esperar el eclipse bajo lapérgoladecampánulasamarillas,elúnicolugardelacasaquedominabaelcielodelmar. Los alcatraces inmóviles en el aire con las alas abiertas parecíanmuertos enpleno vuelo. El obispo se abanicaba despacio, en una hamaca colgada de doshorcones con cabrestantes de barco, donde acababa de hacer la siesta. Delaura semecía a su lado en un mecedor de mimbre. Ambos estaban en estado de gracia,tomandoaguade tamarindoymirandoporencimade los tejadoselvastocielo sinnubes.Pocodespuésdelasdosempezóaoscurecer,lasgallinasserecogieronenlasperchas y todas las estrellas se encendieron al mismo tiempo. Un escalofríosobrenaturalestremecióelmundo.Elobispooyóelaleteodelaspalomasretrasadasbuscandoatientaslospalomaresenlaoscuridad.
«Diosesgrande»,suspiró.«Hastalosanimaleslosienten».Lamonjadeturnolellevóuncandilyunosvidriosahumadosparamirarelsol.El
obisposeenderezóenlahamacayempezóaobservareleclipseatravésdelcristal.«Hay que mirar con un solo ojo», dijo, tratando de dominar el silbido de su
respiración.«Sino,secorreelriesgodeperderambos».Delaurapermanecióconelcristalenlamanosinmirareleclipse.Alcabodeun
largo silencio, el obispo lo rastreó en la penumbra, y vio sus ojos fosforescentesajenosporcompletoaloshechizosdelafalsanoche.
«¿Enquépiensas?»,lepreguntó.Delauranocontestó.Vioelsolcomounalunamenguantequelelastimólaretina
apesardelcristaloscuro.Peronodejódemirar.«Siguespensandoenlaniña»,dijoelobispo.Cayetanosesobresaltó,apesardequeelobispoteníaaquellosaciertosconmás
frecuenciadelaquehubierasidonatural.«Pensabaqueelvulgopuederelacionarsusmales con este eclipse», dijo. El obispo sacudió la cabeza sin apartar la vista delcielo.
«¿Yquiénsabesitienenrazón?»,dijo.«LasbarajasdelSeñornosonfácilesdeleer».
«Este fenómeno fue calculado hace milenios por los astrónomos asirios», dijoDelaura.
«Esunarespuestadejesuita»,dijoelobispo.Cayetanosiguiómirandoelsolsinelcristalporsimpledistracción.Alasdosy
doceparecíaundisconegro,perfecto,yporuninstantefuelamedianocheaplenodía.Luegoeleclipserecobrósucondiciónterrenal,yempezaronacantarlosgallosdel amanecer. Cuando Delaura dejó de mirar, la medalla de fuego persistía en suretina.
«Sigoviendoeleclipse»,dijo,divertido.«Adondequieraquemire,ahíestá».Elobispodioelespectáculoporterminado.«Setequitarádentrodeunashoras»,
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dijo.Seestirósentadoenlahamaca,bostezóydiograciasalSeñorporelnuevodía.Delauranohabíaperdidoelhilo.«Conmisrespetos,padremío»,dijo,«nocreoqueesacriaturaestéposeída».Estavezelobisposealarmódeveras.«¿Porquélodices?»«Creoquesóloestáaterrorizada»,dijoDelaura.«Tenemos pruebas a manta de Dios», dijo el obispo. «¿O es que no lees las
actas?»Sí. Delaura las había estudiado a fondo, y eran más útiles para conocer la
mentalidad de la abadesa que el estado de Sierva María. Habían exorcizado loslugaresdonde laniñaestuvoen lamañanadesu ingreso,ycuantohabía tocado.Aquienes estuvieron en contacto con ella los habían sometido a abstinencias ydepuraciones.Lanoviciaquelerobóelanilloelprimerdíafuecondenadaatrabajosforzados en el huerto. Decían que la niña se había complacido descuartizando unchivoquedegollóconsusmanos,ysecomiólascriadillasylosojosaliñadoscomofuego vivo. Hacía gala de un don de lenguas que le permitía entenderse con losafricanosdecualquiernación,mejorqueellosmismosentresí,oconlasbestiasdecualquier pelaje.Al día siguiente de su llegada, las once guacamayas cautivas queadornaban el jardín desde hacía veinte años amanecieronmuertas sin causa.Habíafascinadoalaservidumbreconcancionesdemoníacasquecantabaconvocesdistintasdelasuya.Cuandosupoquelaabadesalabuscaba,sehizoinvisiblesóloparaella.
«Sin embargo», dijo Delaura, «creo que lo que nos parece demoníaco son lascostumbres de los negros, que la niña ha aprendido por el abandono en que latuvieronsuspadres».
«¡Cuidado!», lo alertó el obispo. «El Enemigo se vale mejor de nuestrainteligenciaquedenuestrosyerros».
«Pues elmejor regalo para él sería que exorcizáramos una criatura sana», dijoDelaura.
Elobisposeencrespó.«¿Deboentenderqueestásenrebeldía?»«Debe entender que mantengo mis dudas, padre mío», dijo Delaura. «Pero
obedezcocontodahumildad».Asíquevolvióalconventosinconvenceralobispo.Llevabaenelojoizquierdo
un parche de tuerto que le había puesto su médico mientras se le borraba el solimpresoenlaretina.Sintiólasmiradasquelosiguieronalolargodeljardínydeloscorredoressucesivoshastaelpabellónde lacárcel,peronadie ledirigió lapalabra.Entodoelámbitohabíacomounaconvalescenciadeleclipse.
Cuando la guardiana le abrió la celda de Sierva María, Delaura sintió que elcorazónselereventabaenelpechoyapenassipodíatenerseenpie.Sóloporsondearsuhumordeesamañanalepreguntóalaniñasihabíavistoeleclipse.Enefecto,lohabía visto desde la terraza.No entendió que él llevara un parche en el ojo si ella
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habíamiradoelsolsinprotecciónyestababien.Lecontóquelasmonjaslohabíanvistoderodillasyqueelconventosehabíaparalizadohastaqueempezaronacantarlosgallos.Peroaellanolehabíaparecidonadadelotromundo.
«Loqueviesloquesevetodaslasnoches»,dijo.AlgohabíacambiadoenellaqueDelauranopodíaprecisar,ycuyosíntomamás
visible era un átimo de tristeza. No se equivocó. Apenas habían empezado lascuraciones,laniñafijóenélsusojosansiososyledijoconvoztrémula:
«Mevoyamorir».Delauraseestremeció.«¿Quiéntelodijo?»«Martina»,dijolaniña.«¿Lahasvisto?»Laniña le contóquehabía idodosveces a su celdapara enseñarla abordar, y
habíanvistojuntaseleclipse.Ledijoqueerabuenaysuaveyquelaabadesalehabíadadopermisodehacerlasclasesdebordadoenlaterrazaparaverlosatardeceresenelmar.
«Ajá»,dijoél,sinparpadear.«¿Ytedijocuándotevasamorir?»Laniñaafirmóconloslabiosapretadosparanollorar.«Despuésdeleclipse»,dijo.«Despuésdeleclipsepuedenserlospróximoscienaños»,dijoDelaura.Perotuvoqueconcentrarseenlascuracionesparaqueellanonotaraqueteníaun
nudoenlagarganta.SiervaMaríanodijomás.Élvolvióamirarla,intrigadoporsusilencio,yvioqueteníalosojoshúmedos.
«Tengomiedo»,dijoella.Sederrumbóenlacamaysesoltóenunllantodesgarrado.Élsesentómáscerca
y la reconfortó con paliativos de confesor. Sólo entonces supo Sierva María queCayetanoerasuexorcistaynosumédico.
«¿Yentoncesporquémecura?»,lepreguntó.Aélletemblólavoz:«Porquetequieromucho».Ellanofuesensibleasuaudacia.Yadesalida,DelauraseasomóalaceldadeMartina.Porprimeravezdecerca
vioqueteníalapielpicadadeviruela,elcráneopelado,lanarizdemasiadograndeylosdientesderata,perosupoderdeseduccióneraunfluidomaterialquesesentíadeinmediato.Delauraprefirióhablardesdeelumbral.
«Esa pobre niña tiene ya demasiados motivos para estar asustada», dijo. «Leruegoquenoselosaumente».
Martinasedesconcertó.Nuncaselehabríaocurridopronosticaranadieeldíadesumuerte, ymuchomenos a una niña tan encantadora e indefensa. Sólo la habíainterrogado sobre su estado, y por tres o cuatro respuestas se dio cuenta de quementía por vicio. La seriedad con que Martina lo dijo le bastó a Delaura para
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comprenderqueSiervaMaríalehabíamentidotambiénaél.Lepidióperdónporsuligereza,ylerogóquenolehicieraningúnreclamoalaniña.
«Yosabrébienloquehago»,concluyó.Martinaloenvolvióensuhechizo.«Séquiénessureverencia»,dijo,«yséque
siemprehasabidomuybienloquehace».PeroDelaurallevabaunalaherida,porlacomprobación de que Sierva María no había necesitado la ayuda de nadie paraincubarenlasoledaddesuceldaelpánicodelamuerte.
Enelcursodeesasemana, lamadreJosefaMiranda lehizo llegaralobispounmemorialdequejasyreclamos,escritodesupuñoyletra.PedíaqueserelevaraalasclarisasdelatuteladeSiervaMaría,consideradaporellacomouncastigotardíoporculpas ya purgadas de sobra. Enumeraba una nueva lista de sucesos fenomenalesincorporadosalasactas,ysóloexplicablesporuncontuberniodescaradodelaniñacon el demonio. El final era una denuncia airada de la prepotencia de CayetanoDelaura,desulibertaddepensamientoysuojerizapersonalcontraella,ydelabusodellevarcomidaalconventocontralasprohibicionesdelaregla.
ElobispolemostróelmemorialaDelauratanprontocomoregresóacasa,yélloleyódepie,sinqueselemovieraunmúsculodelacara.Terminóenfurecido.
«Si alguien está poseído por todos los demonios es Josefa Miranda», dijo.«Demoniosderencor,deintolerancia,deimbecilidad.¡Esdetestable!»
Elobisposeadmiródesuvirulencia.Delauralonotó,ytratódeexplicarseenuntonotranquilo.
«Quierodecir»,dijo,«que le atribuye tantospoderesa las fuerzasdelmal,quemásbienparecedevotadeldemonio».
«Mi investiduranomepermiteestardeacuerdocontigo»,dijoelobispo.«Peromegustaríaestarlo».
Lo reprendió por cualquier exceso que hubiera podido cometer, y le pidiópaciencia para sobrellevar el genio aciago de la abadesa. «Los Evangelios estánllenosdemujerescomoella,aunconpeoresdefectos»,dijo.«YsinembargoJesúslasenalteció». No pudo continuar, porque un trueno retumbó en la casa y se escapórodandoporelmar,yunaguacerobíblicolosapartódelrestodelmundo.Elobisposetendióenelmecedorynaufragóenlanostalgia.
«¡Quélejosestamos!»,suspiró.«¿Dequé?»«Denosotrosmismos»,dijoelobispo.«¿Teparecejustoqueunonecesitehasta
un año para saber que es huérfano?». Y a falta de respuesta, se desahogó de suañoranza:«MellenadeterrorlasolaideadequeenEspañahayandormidoyaestanoche».
«NopodemosintervenirenlarotacióndelaTierra»,dijoDelaura.«Peropodríamosignorarlaparaquenonosduela»,dijoelobispo.«Másquelafe,
loqueaGalileolefaltabaeracorazón».Delaura conocía aquellas crisis que atormentaban al obispo en sus noches de
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lluviastristesdesdequelavejezselotomóporasalto.Loúnicoquepodíahacereradistraerlodesusbilisnegrashastaquelovencieraelsueño.
A fines de mes se anunció por bando la llegada inminente del nuevo virrey, donRodrigodeBuenLozano,depasoparasusededeSantaFe.Veníaconsuséquitodeoidoresyfuncionarios,suscriadosysusmédicospersonales,yuncuartetodecuerdaque le había regalado la reinapara sobrellevar los tedios de las Indias.Lavirreinateníaalgúnparentescoconlaabadesayhabíapedidoquelaalojaranenelconvento.
SiervaMaríafueolvidadaenmediodelaabrasióndelacalviva,losvaporesdelalquitrán,eltormentodelosmartillazosylasblasfemiasagritosdelasgentesdetodaley que invadieron la casa hasta la clausura. Un andamio se derrumbó con unestrépito colosal, y un albañil murió y siete obreros más quedaron heridos. Laabadesaatribuyóeldesastrea loshadosmaléficosdeSiervaMaría,yaprovechó lanuevaocasiónpara insistir enque lamandaran aotro conventomientras pasaba eljubileo.Estavezelargumentoprincipalfuequelavecindaddeunaenergúmenanoerarecomendableparalavirreina.Elobisponolecontestó.
DonRodrigo deBuenLozano era un asturianomaduro y apuesto, campeóndepelotavascaydetiroalaperdiz,quecompensabaconsusgraciaslosveintidósañosquelellevabaalaesposa.Sereíacontodoelcuerpo,aundesímismo,ynoperdíaocasióndedemostrarlo.DesdequepercibiólasprimerasbrisasdelCaribe,cruzadasde tambores nocturnos y fragancias de guayabas maduras, se quitó los atuendosprimaverales y andaba despechugado por entre los corrillos de las señoras.Desembarcóenmangasdecamisa,sindiscursosnialardesdelombardas.Enhonorsuyoseautorizaronfandangos,bundesycumbiambas,aunqueestabanprohibidosporelobispo,ycorralejasdetorosypeleasdegallosendescampado.
La virreina era casi adolescente, activa y un poco díscola, e irrumpió en elconvento como un ventarrón de novedad. No hubo rincón que no registrara, niproblemaquenoentendiera,ninadabuenoquenoquisieramejorar.Enelrecorridodel convento quería agotarlo todo con la facilidad de una primeriza. Tanto, que laabadesacreyóprudenteahorrarlelamalaimpresióndelacárcel.
«No vale la pena», le dijo. «Sólo hay dos reclusas, y una está poseída por eldemonio».
Bastó decirlo para despertar su interés. De nada le valió que las celdas nohubieran sido preparadas ni las reclusas advertidas. Tan pronto como se abrió lapuerta,MartinaLabordesearrojóasuspiesconunasúplicadeperdón.
Noparecíafácildespuésdeunafugafrustradayotraconseguida.Laprimeralahabía intentado seis años antes, por la terraza del mar, con otras tres monjascondenadas por distintas causas y con diversas penas. Una lo logró. Fue entoncescuando clausuraron las ventanas y fortificaron el patio bajo la terraza. El añosiguiente,lastresrestantesamarraronalaguardiana,queentoncesdormíadentrodel
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pabellón,yescaparonporunapuertadeservicio.LafamiliadeMartina,deacuerdoconsuconfesor,ladevolvióalconvento.Durantecuatroañoslargossiguiósiendolaúnicapresa,ynoteníaderechoavisitasenellocutorionialamisadominicalenlacapilla.Demodoqueelperdónparecíaimposible.Sinembargo,lavirreinaprometióintercederanteelesposo.
En la celda de SiervaMaría el aire estaba todavía áspero por la cal viva y losresabios del alquitrán, pero había un orden nuevo. Tan pronto como la guardianaabrió la puerta, la virreina se sintió hechizada por un soplo glacial. SiervaMaríaestabasentada,conlatúnicaraídaylaschinelassucias,ycosíadespacioenunrincóniluminadoporsupropialuz.Nolevantólavistahastaquelavirreinalasaludó.Éstapercibió en su mirada la fuerza irresistible de una revelación. «SantísimoSacramento»,murmuró,ydiounpasodentrodelacelda.
«Cuidado»,ledijolaabadesaaloído.«Escomounatigra».Laagarródelbrazo.Lavirreinanoentró,perolasolavisióndeSiervaMaríale
bastóparahacersealpropósitoderedimirla.Elgobernadorde laciudad,queerasolteroymariposón, leofrecióalvirreyun
almuerzodehombressolos.Tocóelcuartetodecuerdaespañol,tocóunconjuntodegaitas y tambores de San Jacinto, y se hicieron danzas públicas y mojigangas denegrosqueeranparodiasprocacesdelosbailesdeblancos.Alospostres,unacortinaseabrióenelfondodelasala,yapareciólaesclavaabisiniaqueelgobernadorhabíacomprado por su peso en oro. Estaba vestida con una túnica casi transparente queaumentaba el peligro de su desnudez. Después de mostrarse de cerca a laconcurrencia ordinaria se detuvo frente al virrey, y la túnica resbaló por su cuerpohastalospies.
Superfeccióneraalarmante.Elhombronohabíasidoprofanadoporelhierrodeplatadeltraficante,nilaespaldaporlainicialdelprimerdueño,ytodaellaexhalabaunhálitoconfidencial.Elvirreypalideció, tomóaliento,yconungestodelamanoborródesumemorialavisióninsoportable.
«Llévensela,porelamordeNuestroSeñor»,ordenó.«Noquieroverlamásenelrestodemisdías».
Tal vez como represalia por la frivolidaddel gobernador, la virreinapresentó aSiervaMaríaen lacenaque laabadesa lesofrecióensucomedorprivado.MartinaLabordeleshabíaadvertido:«Notratendequitarleloscollaresylaspulseras,yveránlo bien que se porta». Así fue. Le pusieron el traje de la abuela con que llegó alconvento,lelavaronypeinaronlacabellerasueltaparaquelearrastraramejor,ylavirreinamisma la llevó de lamano a lamesa del esposo.Hasta la abadesa quedóasombrada de su prestancia, de su luz personal, del prodigio de la cabellera. Lavirreinamurmuróaloídodelesposo:
«Estáposeídaporeldemonio».Elvirreyseresistióacreerlo.HabíavistoenBurgosunaenergúmenaquedefecó
sinpausastodaunanochehastarebosarelcuarto.TratandodeevitarleaSiervaMaría
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undestinosemejante, laencomendóasusmédicos.Éstosconfirmaronquenoteníaningúnsíntomadelarabia,ycoincidieronconAbrenuncioenqueyanoeraprobablequelacontrajera.Sinembargo,nadiesecreyóautorizadoparadudardequeestuvieraposeídaporeldemonio.
ElobispoaprovechólafiestaparareflexionarsobreelmemorialdelaabadesaylasituaciónfinaldeSiervaMaría.CayetanoDelaura,asuvez,intentólapurificaciónpreviaalexorcismo,yseencerróacazabeyaguaenlabiblioteca.Noloconsiguió.Pasó noches de delirio y días en vela escribiendo versos desaforados que eran suúnicosedanteparalasansiasdelcuerpo.
Algunosdeesospoemasseencontraronenunlegajoapenasdescifrablecuandolabibliotecafuedesmanteladacasiunsiglodespués.Elprimero,yelúnicolegibleporcompleto, era el recuerdo de sí mismo a los doce años, sentado sobre su baúl deescolarbajounatenuelloviznadeprimavera,enelpatioempedradodelseminariodeÁvila. Acababa de llegar después de varios días de mula desde Toledo, con unvestidodesupadrearregladoasumedida,yaquelbaúlquepesabadosvecesmásqueél, porque sumadrehabíapuestodentro cuanto lehiciere faltapara sobrevivirconhonrahasta el finaldel noviciado.Elportero ayudóaponerlo en el centrodelpatio,yallíloabandonóasusuertebajolallovizna.
«Llévalo al tercer piso», le dijo. «Allá te indicarán cuál es tu lugar en eldormitorio».
En un instante el seminario en pleno estaba asomado a los balcones del patio,pendientedeloqueélharíaconelbaúl,comoelprotagonistaúnicodeunaobradeteatroquesóloélignoraba.Cuandocomprendióquenocontabaconnadie,sacódelbaúl las cosas que podía llevar en los brazos, y las subió al tercer piso por lasempinadasescalerasdepiedraviva.Elpasanteleindicósulugarenlasdoshilerasdecamasdeldormitoriodenovicios.Cayetanopusosuscosasencimadelacama,volvióalpatioysubiócuatrovecesmáshasta terminar.Porúltimoagarróde lamanijaelbaúlvacíoylosubióarastrasporlasescaleras.
Losmaestrosyalumnosqueloveíandesdelosbalconesnosevolvíanamirarlocuandopasabaporcadapiso.Peroelpadrerectorloesperóenelrellanodeltercerocuando subió con el baúl, e inició los aplausos. Los demás lo imitaron con unaovación. Cayetano supo entonces que había sorteado con creces el primer rito deiniciación del seminario, que consistía en subir el baúl hasta el dormitorio sinpreguntarnadaysinayudadenadie.Larapidezdesuingenio,subuenaíndoleyeltempledesucarácterfueronproclamadoscomoejemplosparaelnoviciado.
Sinembargo,elrecuerdoquemáshabíademarcarlofuesuconversacióndeesanoche en la oficina del rector. Lo había citado para hablarle del único libro queencontraronensubaúl,descosido,incompletoysincarátulas,talcomoéllorescatóporazardeunoscajonesdesupadre.Lohabíaleídohastadondepudoenlasnochesdel viaje, y estaba ansioso por conocer el final. El padre rector quería saber suopinión.
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«Losabrécuandoterminedeleerlo»,dijoél.Elrector,conunasonrisadealivio,loguardóbajollave.«Nolosabrásnunca»,ledijo.«Esunlibroprohibido».Veinticuatroañosdespués,enlaumbríabibliotecadelobispado,cayóenlacuenta
de que había leído cuantos libros pasaronpor susmanos, autorizados o no,menosaquél. Lo estremeció la sensación de que una vida completa terminaba aquel día.Otra,imprevisible,empezaba.
Había iniciado sus oraciones de la tarde, al octavo día de ayuno, cuando leanunciaronqueelobispoloesperabaenlasalapararecibiralvirrey.Eraunavisitaimprevista, aun para el virrey, a quien se le ocurrió a destiempo en el curso de suprimerpaseoporlaciudad.Tuvoquecontemplarlostejadosdesdelaterrazafloridamientrasllamabandeurgenciaalosfuncionariosmáscercanosyponíanunpocodeordenenlasala.
El obispo lo recibió con seis clérigos de su estadomayor.A su diestra sentó aCayetanoDelaura,aquienpresentósinmástítuloquesunombrecompleto.Antesdeempezar la charla el virrey revisó con una mirada de conmiseración las paredesdescascaradas, las cortinas rotas, los muebles artesanales de los más baratos, losclérigosempapadosdesudordentrodesushábitosindigentes.Elobispo,tocadoenelorgullo, dijo: «Somos hijos de José el carpintero». El virrey hizo un gesto decomprensión, y se lanzó a un recuento de sus impresiones de la primera semana.HablódesusplanesilusoriosparaincrementarelcomercioconlasAntillasinglesasunavezrestañadaslasheridasdelaguerra,delosméritosdelaintervenciónoficialen la educación, de estímulos a las artes y las letras para poner estos suburbioscolonialesatonoconelmundo.
«Lostiempossonderenovación»,dijo.El obispo comprobó una vezmás la facilidad del poder terrenal. Tendió hacia
Delaurasuíndicetembloroso,sinmirarlo,ydijoalvirrey:«AquíelquesemantienealcorrientedeesasnovedadeseselpadreCayetano».Elvirreysiguió ladireccióndel índice,yseencontróconelsemblante lejanoy
losojosatónitosquelomirabansinpestañear.LepreguntóaDelauraconuninterésreal:
«¿HasleídoaLeibniz?»«Asíes,excelencia»,dijoDelaura,yprecisó:«Porlaíndoledemicargo».Al final de la visita se hizo evidente que el interés mayor del virrey era la
situacióndeSiervaMaría.Porellamisma,explicó,yporlapazdelaabadesa,cuyatribulaciónlohabíaconmovido.
«Todavía carecemos de pruebas terminantes, pero las actas del convento nosdicen que esa pobre criatura está poseída por el demonio», dijo el obispo. «Laabadesalosabemejorquenosotros».
«EllapiensaquehabéiscaídoenunatrampadeSatanás»,dijoelvirrey.«Nosólonosotros,sinolaEspañaentera»,dijoelobispo.«Hemosatravesadoel
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marocéanopara imponer la leydeCristo,y lohemos logradoen lasmisas, en lasprocesiones,enlasfiestaspatronales,peronoenlasalmas».
HablódeYucatán,dondehabíanconstruidocatedralessuntuosasparaocultarlaspirámides paganas, sin darse cuenta de que los aborígenes acudían a misa porquedebajodelosaltaresdeplataseguíanvivossussantuarios.Hablódelbatiburrillodesangrequehabíanhechodesdelaconquista:sangredeespañolconsangredeindios,de aquéllos y éstos con negros de toda laya, hasta mandingas musulmanes, y sepreguntósisemejantecontuberniocabríaenelreinodeDios.Apesardelestorbodesurespiraciónydesutosecitadeviejo,terminósinconcederleunapausaalvirrey:
«¿QuépuedesertodoesosinotrampasdelEnemigo?»Elvirreyestabademudado.«EldesencantodeSuSeñoríaIlustrísimaesdesumagravedad»,dijo.«NoloveaasíSuExcelencia»,dijoelobispodemuybuenmodo.«Tratodehacer
másevidentelafuerzadelafequerequerimosparaqueestospueblosseandignosdenuestrainmolación».
Elvirreyretomóelhilo.«Hastadondeentiendo,losreparosdelaabadesasondecarácterpráctico»,dijo.
«Piensa que quizás otros conventos tuvieranmejores condiciones para un caso tandifícil».
«Pues sepa Su Excelencia que escogimos a Santa Clara sin vacilar, por laentereza,laeficaciaylaautoridaddeJosefaMiranda»,dijoelobispo.«YDiossabequetenemoslarazón».
«Mepermitirétransmitírselo»,dijoelvirrey.«Ella lo sabe de sobra», dijo el obispo. «Lo queme inquieta es por qué no se
atreveacreerlo».Aldecirlosintiópasarelauradeunacrisisdeasmainminente,yapresuróelfinal
de la visita. Contó que tenía pendiente un memorial de cargos de la abadesa queprometía resolver con el más ferviente amor pastoral tan pronto como la salud ledieraunatregua.Elvirreyseloagradeció,ypusotérminoalavisitaconunacortesíapersonal.Tambiénélsufríadeunasmapertinaz,yleofreciósusmédicosalobispo.Éstenolocreyódelcaso.
«TodolomíoestáyaenlasmanosdeDios»,dijo.«TengolaedadenquemuriólaVirgen».
Al contrario de los saludos, la despedida fue lenta y ceremoniosa. Tres de losclérigos,yentreellosDelaura,acompañaronalvirreyensilencioporloscorredoreslúgubreshastalapuertamayor.Laguardiavirreinalmanteníaarayaalosmendigosconunacercadealabardascruzadas.Antesdesubiralacarroza,elvirreysevolvióhaciaDelaura,loseñalóconsuíndiceinapelable,yledijo:
«Nodejesquemeolvidedeti».Fue una frase tan imprevista y enigmática, que Delaura sólo alcanzó a
corresponderconunareverencia.
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El virrey se dirigió al convento para contarle a la abadesa los resultados de lavisita.Horasdespués,yaconelpieenelestribo,yapesardelacosodelavirreina,lenegó el indulto aMartina Laborde, porque le pareció un mal precedente para losmuchosreosdelesamajestadhumanaqueencontróenlascárceles.
El obispo había permanecido inclinado hacia adelante, tratando de apagar lossilbidos de su respiración con los ojos cerrados, hasta que Delaura regresó. Losayudantessehabíanretiradoenpuntillasylasalaestabaensombras.Elobispomiróentornosuyoyviolassillasvacíasalineadascontralapared,yaCayetanosoloenlasala.Lepreguntóenvozmuybaja:
«¿Hemosvistojamásunhombretanbueno?»Delaura respondió con un gesto ambiguo. El obispo se incorporó con un
movimiento difícil y permaneció apoyado en el brazo de la poltrona hasta quedominólarespiración.Noquisocenar.Delauraseapresuróaencenderuncandilparaalumbrarleelcaminodeldormitorio.
«Hemosestadomuymalconelvirrey»,dijoelobispo.«¿Habíaalgunarazónparaestarbien?»,preguntóDelaura.«Nosetocaalapuerta
deunobisposinunanuncioformal».Elobisponoestabadeacuerdoyse lohizosaberconunagranvivacidad.«Mi
puertaesladelaIglesia,yélsecomportócomouncristianodelosdeantes»,dijo.«El impertinente fui yo por culpa de mi mal de pecho, y algo he de hacer porenmendarlo».Ya en la puerta del dormitorio había cambiadode tonoy de tema, ydespidióaDelauraconunapalmaditafamiliarenelhombro.
«Ruegapormíestanoche»,ledijo.«Temoqueseamuylarga».Enefecto, se sintiómorircon lacrisisdeasmaquehabíapresentidodurante la
visita.Comonoloalivióunvomitivodetártaroniotrospaliativosextremos,tuvieronquesangrarlodeurgencia.Alamanecerhabíarecobradoelbuenánimo.
Cayetano,desveladoenlabibliotecavecina,noseenteródenada.Empezabalosrezosdelamañanacuandoleanunciaronqueelobispoloesperabaensudormitorio.Loencontródesayunandoenlacamaconuntazóndechocolateacompañadodepanyqueso,respirandocomounfuellenuevoyconelespírituexaltado.ACayetanolebastóconverloparadarsecuentadequesusdecisionesestabantomadas.
Así era. Contra la solicitud de la abadesa, Sierva María se quedaba en SantaClara,yelpadreCayetanoDelauraseguíaacargodeellaconlaconfianzaplenadelobispo. No se mantendría bajo régimen carcelario, como hasta entonces, y debíaparticipardelasventajasgeneralesdelapoblacióndelconvento.Elobispoagradecíalasactas,perosu faltade rigorcontrariaba laclaridaddelproceso,demodoqueelexorcista debía proceder según su propio criterio. Ordenó por último que Delauravisitaraalmarquésennombresuyo,conpoderespara resolvercuantohiciera falta,mientrasélteníatiempoysaludparaatenderloenaudiencia.
«Nohabráningunainstrucciónmás»,ledijoelobispoparaterminar.«QueDiostebendiga».
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Cayetano corrió al convento con el corazón desmandado, pero no encontró aSiervaMaríaensucelda.Estabaenlasaladeactos,cubiertadejoyaslegítimasyconlacabelleraextendidaasuspies,posandoconsuexquisitadignidaddenegraparauncélebreretratistadelséquitodelvirrey.Tanadmirablecomosubellezaerael juiciocon que obedecía al artista. Cayetano cayó en éxtasis. Sentado en la sombra yviéndola a ella sin ser visto, le sobró el tiempo para borrar cualquier duda delcorazón.
Alahoranonaelretratoestabaterminado.Elpintor loescudriñóadistancia, lediodoso trespinceladasfinales,yantesdefirmarlo lepidióaSiervaMaríaqueloviera. Era idéntica, parada en una nube, y en medio de una corte de demoniossumisos.Ellalocontemplósinprisaysereconocióenelesplendordesusaños.Porfindijo:
«Escomounespejo».«¿Hastaporlosdemonios?»,preguntóelpintor.«Asíson»,dijoella.Terminada la pose,Cayetano la acompañó hasta la celda.Nunca la había visto
caminar,ylohacíaconlagraciaylafacilidadconquebailaba.Nuncalahabíavistoconuntrajedistintodelbalandrándereclusa,yelvestidodereinaledabaunaedadyuna elegancia que le revelaron hasta qué punto era ya una mujer. Nunca habíancaminadojuntos,yleencantóelcandorconqueseacompañaban.
Laceldaeradistintagraciasalosdonesdepersuasióndelosvirreyes,queenlavisitadedespedidahabíanconvencidoalaabadesadelasbuenasrazonesdelobispo.Elcolchóneranuevo,lassábanasdelinoylasalmohadasdeplumas,yhabíanpuestoutensiliosparaelaseocotidianoyelbañodelcuerpo.Laluzdelmarentrabaporlaventanasincrucetasyresplandecíaenlasparedesreciénencaladas.Comolacomidaeralamismadelaclausura,yanofuenecesariollevarnadadefuera,peroDelauraselasarreglósiempreparapasardecontrabandoalgunasexquisitecesdelosportales.
SiervaMaríaquisocompartirlamerienda,yDelauraseconformóconunodelosbizcochuelosquesustentabanelprestigiodelasclarisas.Mientrascomían,ellahizouncomentariocasual:
«Heconocidolanieve».Cayetano no se alarmó.En otra época se habló de un virrey que quiso traer la
nieve de los Pirineos para que la conocieran los aborígenes, pues ignoraba que lateníamoscasidentrodelmaren laSierraNevadadeSantaMarta.Talvez,consusartesnovedosas,donRodrigodeBuenLozanohabíacoronadolahazaña.
«No»,dijolaniña.«Fueenunsueño».Lo contó: estaba frente a una ventana donde caía una nevada intensa,mientras
ellaarrancabaysecomíaunaporunalasuvasdeunracimoqueteníaenelregazo.Delaura sintió un aletazo de pavor. Temblando ante la inminencia de la últimarespuesta,seatrevióapreguntarle:
«¿Cómoterminó?»
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«Medamiedocontárselo»,dijoSiervaMaría.Élnonecesitómás.Cerrólosojosyrezóporella.Cuandoterminóeraotro.«Notepreocupes»,ledijo.«Teprometoquemuyprontoseráslibreyfeliz,porla
graciadelEspírituSanto».
Bernarda no se había enterado hasta entonces de que Sierva María estaba en elconvento. Lo supo casi por casualidad, una noche en que encontró aDulceOliviabarriendoyordenandolacasa,ylaconfundióconunaalucinacióndelassuyas.Enbusca de alguna explicación racional, se dio a registrar cuarto por cuarto, y en elrecorridocayóenlacuentadequenohabíavistoaSiervaMaríadesdehacíatiempo.CaridaddelCobreledijoloquesabía:«Elseñormarquésnosavisóqueseibamuylejosyquenolaveríamosmás».Comolaluzestabaencendidaeneldormitoriodelmarido,Bernardaentrósintocar.
Estabadesveladoen lahamaca,entreelhumode lasbostasqueardíana fuegolentoparaespantaralosmosquitos.Vioalaextrañamujertransfiguradaporlabatade seda, y también pensó que era una aparición, porque estaba pálida ymustia, yparecíavenirdemuylejos.BernardalepreguntóporSiervaMaría.
«Hacedíasquenoestáconnosotros»,dijoél.Ella lo entendió en el peor sentido y tuvo que sentarse en el primer sillón que
encontróparatomaraliento.«QuieredecirqueAbrenunciohizoloquehabíaquehacer»,dijo.Elmarquéssesantiguó:«¡Diosnoslibre!»Lecontó laverdad.Tuvoel cuidadodeexplicarlequeno lahabía informadoa
tiempo porque quiso tratarla, de acuerdo con lo que ella quería, como si hubieramuerto. Bernarda lo escuchó sin parpadear con una atención que no le habíamerecidoendoceañosdemalavidacomún.
«Sabíaqueibaacostarmelavida»,dijoelmarqués,«peroenpagodeladeella».Bernarda suspiró: «Quiere decir que ahora nuestra vergüenza es de dominio
público».Vioenlospárpadosdelmaridoeldestellodeunalágrima,yuntemblorlesubiódelasentrañas.Estaveznoeralamuertesinolacertidumbreineludibledeloquetardeotempranoteníaquesuceder.Noseequivocó.Elmarquésselevantódelahamaca con sus últimas fuerzas, se derrumbó frente a ella y se soltó en un llantoásperodeviejoinservible.Bernardacapitulóporelfuegodelaslágrimasdehombrequeseescurrieronporsusinglesatravésdelaseda.Confesó,contodoloqueodiabaaSiervaMaría,queeraunaliviosaberqueestabaviva.
«Siempreheentendidotodo,menoslamuerte»,dijo.Volvióaencerrarseensucuarto,amelazaycacao,ycuandosalióalcabodedos
semanaserauncadávererrante.Elmarquéshabíanotadotrajinesdeviajedesdemuytemprano,ynolesprestóatención.AntesquecalentaraelsolviosaliraBernardapor
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elportóndelpatioenunamulamansa,yseguidaporotraconelequipaje.Muchasvecessehabíaidoasí,sinmulerosniesclavos,sindespedirsedenadienidarrazonesdenada.Peroelmarquéssupoqueaquellavezseibaparanovolver,porqueademásdelbaúldesiemprellevabalasdosmúcurasrepletasdeoropuroquetuvoenterradasduranteañosdebajodelacama.
Tirado a la bartola en la hamaca, el marqués recayó en el terror de que loacuchillaranlosesclavos,ylesprohibióentrarenlacasaaunduranteeldía.AsíquecuandoCayetanoDelaura fueavisitarloporordendelobispo, tuvoqueempujarelportón y entrar sin ser invitado, porque nadie respondió a los aldabonazos. Losmastines se alborotaron en sus jaulas, pero él siguió adelante.En el huerto, con lachilaba sarracena y el gorro toledano, el marqués hacía la siesta en la hamaca,cubierto por completo por los azahares de los naranjos. Delaura lo contempló sindespertarlo,yfuecomoveraSiervaMaríadecrépitayhechatrizasporlasoledad.Elmarquésdespertó,ytardóenreconocerloporelparcheenelojo.Delauralevantólamanoconlosdedosextendidosenseñaldepaz.
«Diosloguarde,señormarqués»,dijo.«¿Cómoestá?»«Aquí»,dijoelmarqués.«Pudriéndome».Apartóconunamanolánguidalastelarañasdelasiestaysesentóenlahamaca.
Cayetanoseexcusóporentrarsinserinvitado.Elmarquésleexplicóquenadiehacíacaso del aldabón porque se había perdido la costumbre de recibir visitas. Delaurahablóentonosolemne:«Elseñorobispo,muyatareadoymaldelasma,memandaenrepresentación suya». Una vez cumplido el protocolo inicial, se sentó junto a lahamacayfuealasuntoqueleabrasabalasentrañas.
«Quieroinformarlequemehasidoencomendadalasaludespiritualdesuhija»,dijo.
Elmarquésloagradecióyquisosabercómoestaba.«Bien»,dijoDelaura,«peroquieroayudarlaaqueestémejor».Explicóelsentidoyelmétododelosexorcismos.Lehablódelapotestadquedio
Jesús a susdiscípulospara expulsarde los cuerpos los espíritus inmundos,y sanarenfermedades y flaquezas.Le contó la lección evangélica deLegión y los dosmilcerdos endemoniados. Sin embargo, lo primordial era establecer si Sierva Maríaestabaen realidadposeída.Élno locreía,pero requería laayudadelmarquésparadisiparcualquierduda.Antetodo,dijo,queríasabercómoeralahijaantesdeentrarenelconvento.
«No lo sé», dijo el marqués. «Siento que la conozco menos cuanto más laconozco».
Lo atormentaba la culpa de haberla abandonado a su suerte en el patio de losesclavos. A eso atribuía sus silencios, que podían durarmeses; las explosiones deviolenciairracional,laastuciaconqueseburlabadelamadrecolgándolesalosgatoselcencerroqueella leponíaenelpuño.Lamayordificultadparaconocerlaerasuviciodementirporplacer.
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«Comolosnegros»,dijoDelaura.«Losnegrosnosmientenanosotros,peronoentreellos»,dijoelmarqués.En el dormitorio, Delaura separó con una sola mirada lo que fue la profusa
utilería de la abuela y los objetos nuevos de SiervaMaría: lasmuñecas vivas, lasbailarinasdecuerda,lascajasdemúsica.Sobrelacama,talcomolahizoelmarqués,seguíalamaletitaconquelallevóalconvento.Latiorbacubiertadepolvoestabadecualquier modo en un rincón. El marqués explicó que era un instrumento italianocaído en desuso, y magnificó las facultades de la niña para tocarla. Empezóafinándola por distracción, y no sólo terminó tocándola de buena memoria, sinocantandolacanciónquecantabaconSiervaMaría.
Fueuninstanterevelador.LamúsicaledijoaDelauraloqueelmarquésnohabíaacertadoadecirledelahija.Éste,asuvez,seconmoviótantoquenopudoterminarlacanción.Suspiró:
«Noseimaginalobienquelequedabaelsombrero».Delaurasecontagiódesuemoción.«Veoquelaquieremucho»,ledijo.«Noseimaginacuánto»,dijoelmarqués.«Daríaelalmaporverla».DelaurasintióunavezmásqueelEspírituSantonosesaltabaelmínimodetalle.«Nadaserámásfácil»,dijo,«sipodemosdemostrarquenoestáposeída».«Hable con Abrenuncio», dijo el marqués. «Desde el principio ha dicho que
Siervaestásana,perosóloélpuedeexplicarlo».Delauraviosuencrucijada.Abrenunciopodíaserleprovidencial,perohablarcon
élpodíatenerimplicacionesindeseables.Elmarquésparecióleerleelpensamiento.«Esungranhombre»,dijo.Delaurahizoungestosignificativoconlacabeza.«ConozcolosexpedientesdelSantoOficio»,dijo.«Cualquier sacrificio será poco para recuperarla», insistió elmarqués. Y como
Delauranodabamuestrasdenada,concluyó:«SeloruegoporelamordeDios».Delaura,conunagrietaenelcorazón,ledijo:«Lesuplicoquenomehagasufrirmás».Elmarquésnoinsistió.CogiólamaletitasobrelacamaylepidióaDelauraque
selallevaraalahija.«Almenossabráquepiensoenella»,ledijo.Delaurahuyósindespedirse.Protegió lamaletitabajo lacapay seenvolvióen
ella, porque llovía a mares. Tardó en darse cuenta de que su voz interior ibarepitiendoversossueltosde lacanciónde la tiorba.Empezóacantarlaenvozalta,azotado por la lluvia, y la repitió de memoria hasta el final. En el barrio de losartesanosdoblóa la izquierdade laermita, todavíacantando,y tocóa lapuertadeAbrenuncio.
Al cabo de un largo silencio, se oyeron los pasos cojitrancos, y la vozmedio
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dormida:«¡Quiénes!»«Laley»,dijoDelaura.Fue lo único que se le ocurrió para no gritar el nombre. Abrenuncio abrió el
portón creyendo que en verdad era gente del gobierno, y no lo reconoció. «Soy elbibliotecariodeladiócesis»,dijoDelaura.Elmédicolefranqueóelpasoenelzaguánenpenumbra,yloayudóaquitarselacapaensopada.Ensuestilopropiolepreguntóenlatín:
«¿Enquébatallaperdióeseojo?»Delaura le contó en su latín clásico el percance del eclipse, y se extendió en
detallessobrelapersistenciadelmal,aunqueelmédicodelobispolehabíaaseguradoqueelparcheerainfalible.PeroAbrenunciosólolepusoatenciónalapurezadesulatín.
«Esdeunaperfecciónabsoluta»,dijoasombrado.«¿Dedóndees?»«DeÁvila»,dijoDelaura.«Puesmásmeritorioaún»,dijoAbrenuncio.Lehizoquitar lasotanaylassandalias, laspusoaescurrir,yleechóencimasu
capa de liberto sobre las calzas atascadas. Luego le quitó el parche y lo tiró en elcajóndelabasura.«Loúnicomalodeeseojoesquevemásdeloquedebe»,dijo.Delauraestabapendientedelacantidaddelibrosapelmazadosenlasala.Abrenunciolonotó,ylocondujoalabotica,dondehabíamuchosmásenestantesaltoshastaeltecho.
«¡EspírituSanto!»,exclamóDelaura.«EstoeslabibliotecadelPetrarca».«Conunosdoscientoslibrosmás»,dijoAbrenuncio.Lodejócuriosearagusto.Habíaejemplaresúnicosquepodíancostarlacárcelen
España.Delauralosreconocía,loshojeabaengolosinadoylosreponíaenlosestantescon el dolor de su alma. En posición privilegiada, con el eterno Fray Gerundio,encontró a Voltaire completo en francés, y una traducción al latín de las CartasFilosóficas.
«Voltaireenlatínescasiunaherejía»,dijoenbroma.AbrenunciolecontóqueeratraducidoporunmonjedeCoimbraquesedabael
lujodehacer libros rarospara solazdeperegrinos.MientrasDelaura lohojeaba,elmédicolepreguntósisabíafrancés.
«Nolohablo,perololeo»,dijoDelauraenlatín.Yagregósinfalsospudores:«Yademásgriego,inglés,italiano,portuguésyunpocodealemán».
«Se lo pregunto por lo que dijo de Voltaire», dijo Abrenuncio. «Es una prosaperfecta».
«Ylaquemásnosduele»,dijoDelaura.«Lástimaqueseadeunfrancés».«Ustedlodiceporserespañol»,dijoAbrenuncio.«Ami edad, y con tantas sangres cruzadas, ya no sé a ciencia cierta de dónde
soy»,dijoDelaura.«Niquiénsoy».
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«Nadielosabeporestosreinos»,dijoAbrenuncio.«Ycreoquenecesitaránsiglosparasaberlo».
Delauraconversabasininterrumpirelexamendelabiblioteca.Depronto,comoleocurríaamenudo,seacordódellibroqueleconfiscóelrectordelseminarioalosdoceaños,ydelcualrecordabasólounepisodioquehabíarepetidoalolargodelavidaaquienpudieraayudarlo.
«¿Recuerdaeltítulo?»,preguntóAbrenuncio.«Nuncalosupe»,dijoDelaura.«Ydaríacualquiercosaporconocerelfinal».Sinanunciárselo,elmédicolepusoenfrenteunlibroqueélreconocióalprimer
golpedevista.EraunaantiguaediciónsevillanadeLoscuatrolibrosdelAmadísdeGaula. Delaura lo revisó, trémulo, y se dio cuenta de que estaba a punto de serinsalvable.Alfinseatrevió:
«¿Sabequeésteesunlibroprohibido?»«Como lasmejores novelas de estos siglos», dijo Abrenuncio. «Y en lugar de
ellasyanoseimprimensinotratadosparahombresdoctos.¿Quéleeríanlospobresdehoysinoleyeranaescondidaslasnovelasdecaballería?»
«Hayotras»,dijoDelaura.«CienejemplaresdelaediciónpríncipedelQuijoteseleyeronaquíelmismoañoenquefueronimpresos».
«Se leyeron no», dijo Abrenuncio. «Pasaron por la aduana hacia los distintosreinos».
Delauranolepusoatención,porquehabíalogradoidentificarelpreciosoejemplardelAmadísdeGaula.
«Estelibrodesaparecióhacenueveañosdelcapítulosecretodenuestrabibliotecaynuncalehallamoselrastro»,dijo.
«Debí imaginármelo», dijo Abrenuncio. «Pero hay otros motivos paraconsiderarlounejemplarhistórico:circulódurantemásdeunañodemanoenmano,porlomenosentreoncepersonas,yporlomenostresmurieron.Estoysegurodequefueronvíctimasdealgúnefluvioignoto».
«MideberseríadenunciarloalSantoOficio»,dijoDelaura.Abrenunciolotomóenbroma:«¿Hedichounaherejía?»«Lo digo por haber tenido aquí un libro prohibido y ajeno, y no haberlo
denunciado».«Ése y muchos otros», dijo Abrenuncio, señalando con un amplio círculo del
índice sus anaqueles atestados. «Pero si fuera por eso usted habría venido hacetiempo,yyonolehubieraabiertolapuerta».Sevolvióhaciaél,yconcluyódebuentalante: «En cambio, me alegro de que haya venido ahora, por el placer de verloaquí».
«El marqués, ansioso por la suerte de su hija, me sugirió que viniera», dijoDelaura.
Abrenuncio lo hizo sentar frente a él, y ambos se abandonaron al vicio de la
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conversación,mientras una tormenta apocalíptica convulsionaba elmar. Elmédicohizounaexposicióninteligenteyeruditadelarabiadesdeelorigendelahumanidad,de sus estragos impunes, de la incapacidad milenaria de la ciencia médica paraimpedirlos.Dioejemploslamentablesdecómoselahabíaconfundidodesdesiempreconlaposesióndemoníaca,aligualqueciertasformasdelocurayotrostrastornosdelespíritu.EncuantoaSiervaMaría,alcabodetantassemanasnoparecíaprobablequela contrajera.Elúnico riesgovigente, concluyóAbrenuncio, eraquemuriera comotantosotrosporlacrueldaddelosexorcismos.
La última frase le pareció a Delaura una exageración propia de la medicinamedieval,peronoladiscutió,porqueservíabienasusindiciosteológicosdequelaniña no estaba poseída. Dijo que los tres idiomas africanos de Sierva María, tandiferentesdelespañolyelportugués,noteníannimuchomenoslacargasatánicaqueles atribuían en el convento.Había numerosos testimonios de que tenía una fuerzafísicanotable,peronohabíaningunodequefueraunpodersobrenatural.Tampocoselehabíaprobadoningúnactodelevitaciónoadivinacióndelfuturo,dosfenómenosqueporciertoservíantambiéncomopruebassecundariasdesantidad.Sinembargo,Delaurahabíaprocuradoelapoyodecofradesinsignes,yaundeotrascomunidades,y ninguno se había atrevido a pronunciarse contra las actas del convento ni acontrariarlacredulidadpopular.PeroeraconscientedequenisuscriteriosnilosdeAbrenuncioconvenceríananadie,ymuchomenoslosdosjuntos.
«Seríamosustedyyocontratodos»,dijo.«Por eso me sorprendió que viniera», dijo Abrenuncio. «No soymás que una
piezacodiciadaenelcotodecazadelSantoOficio».«Laverdadesquenisiquieraséacienciaciertaporquéhevenido»,dijoDelaura.
«AnoserqueesacriaturamehayasidoimpuestaporelEspírituSantoparaprobarlafortalezademife».
Le bastó con decirlo para liberarse del nudo de suspiros que lo oprimía.Abrenunciolomiróalosojos,hastaelfondodelalma,ysediocuentadequeestabaapuntodellorar.
«No se atormente en vano», le dijo con un tono sedante. «Tal vez sólo hayavenidoporquenecesitabahablardeella».
Delaurasesintiódesnudo.Selevantó,buscólosrumbosdelapuerta,ynoescapóenestampidaporqueestabaamediovestir.Abrenuncio loayudóaponerse la ropatodavía mojada, mientras trataba de demorarlo para seguir la charla. «Con ustedconversaría sin parar hasta el siglo venturo», le dijo. Trató de retenerlo con unfrasquitodeuncoliriotransparenteparacurarlapersistenciadeleclipseensuojo.Lohizoregresardelapuertaparabuscarlamaletitaquehabíaolvidadoenalgúnlugardelacasa.PeroDelauraparecíapresadeundolormortal.Agradeciólatarde,laayudamédica,elcolirio,peroloúnicoqueconcediófuelapromesadevolverotrodíaconmástiempo.
NopodíasoportarelapremiodeveraSiervaMaría.Apenassiadvirtió,yaenla
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puerta, que era noche cerrada. Había escampado, pero los albañales estabanrebosadosporlatormenta,yDelauraseechóporelmediodelacalleconelaguaalostobillos.Latorneradelconventotratódecerrarleelpasoporlaproximidaddelaqueda.Éllahizoaunlado:
«Ordendelseñorobispo».SiervaMaríasedespertóasustadaynoloreconocióenlastinieblas.Élnosupo
cómoexplicarleporquéibaaunahoratandistintayagarróalvueloelpretexto:«Tupadrequiereverte».Laniñareconociólamaletita,ylacaraseleencendiódefuria.«Peroyonoquiero»,dijo.Él,desconcertado,lepreguntóporqué.«Porqueno»,dijoella.«Prefieromorirme».Delauratratódezafarlelacorreadeltobillosanocreyendoquelacomplacía.«Déjeme»,dijoella.«Nometoque».Élno lehizocaso,y laniña lesoltóunaráfagadeescupitajosen lacara.Élse
mantuvo firme, y le ofreció la otra mejilla. Sierva María siguió escupiéndolo. Élvolvióacambiar lamejilla,embriagadopor lavaharadadeplacerprohibidoque lesubió de las entrañas. Cerró los ojos y rezó con el alma mientras ella seguíaescupiéndolo, más feroz cuanto más gozaba él, hasta que se dio cuenta de lainutilidad de su rabia. Entonces Delaura asistió al espectáculo pavoroso de unaverdadera energúmena. La cabellera de SiervaMaría se encrespó con vida propiacomolasserpientesde laMedusa,yde labocasalióunababaverdeyunsartaldeimproperiosenlenguasdeidólatras.Delaurablandiósucrucifijo,loacercóalacaradeella,ygritóaterrado:
«Saldeahí,quienquieraqueseas,bestiadelosinfiernos».Susgritosatizaronlosdelaniña,queestabaapuntoderomperlashebillasdelas
correas. La guardiana acudió asustada y trató de someterla, pero sólo Martina loconsiguióconsusmanerascelestiales.Delaurahuyó.
Elobispoestabainquietodequenohubierallegadoalalecturadelacena.Sediocuentadequeflotabaenunanubepersonaldondenadadeestemundonidelotroleimportaba, como no fuera la imagen terrorífica de SiervaMaría envilecida por eldiablo.Huyóa labibliotecaperonopudoleer.Rezócon lafeexacerbada,cantó lacanción de la tiorba, lloró con lágrimas de aceite ardiente que le abrasaron lasentrañas.Abrió lamaletita de SiervaMaría y puso las cosas una por una sobre lamesa.Lasconoció,lasolióconundeseoávidodelcuerpo,lasamó,yhablóconellasenhexámetrosobscenos,hastaquenopudomás.Entoncessedesnudóeltorso,sacódelagavetadelmesóndetrabajoladisciplinadehierroquenuncasehabíaatrevidoatocar,yempezóaflagelarseconunodioinsaciablequenohabíadedarletreguahastaextirparensusentrañashastaelúltimovestigiodeSiervaMaría.Elobispo,quehabíaquedado pendiente de él, lo encontró revolcándose en un lodazal de sangre y delágrimas.
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«Eseldemonio,padremío»,ledijoDelaura.«Elmásterribledetodos».
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CINCO
El obispo lo llamó a capítulo en su oficina y escuchó sin contemplaciones suconfesión descarnada y completa, consciente de que no estaba oficiando unsacramento sino una diligencia judicial. La única debilidad que tuvo con él fuemantener en secreto su verdadera falta, pero lo despojó de sus encomiendas yprivilegios sin ninguna explicación pública, y lo mandó a servir de enfermero deleprososenelhospitaldelAmordeDios.Élsuplicóelconsuelodedecirlamisadecincoparalosleprosos,yelobisposeloconcedió.Searrodillóconunasensacióndealivioprofundo,yrezaronjuntosunPadreNuestro.Elobispolobendijoyloayudóaincorporarse.
«QueDiosseapiadedeti»,ledijo.Yloborródesucorazón.Aun después de que Cayetano había empezado a cumplir la condena, altos
dignatariosdeladiócesisintercedieronasufavor,peroelobispofueinquebrantable.Descartólateoríadequelosexorcistasterminanposeídosporlosmismosdemoniosquequierenconjurar.Suargumentofinal fuequeDelauranosehabíaconcretadoaenfrentarlos con la autoridad inapelable de Cristo, sino que incurrió en laimpertinenciadediscutirconellossobreasuntosdefe.Fueeso,dijoelobispo,loquecomprometiósualmaylopusoalbordedelaherejía.Sorprendiómás,sinembargo,queelobispohubierasidotanseveroconsuhombredeconfianzaporunaculpaquemerecíaaduraspenasunapenitenciadevelasverdes.
Martina se había hecho cargo de Sierva María con una devoción ejemplar.Tambiénellaestabaatribuladaporlanegativadelindulto,perolaniñanoloadvirtióhasta una tarde de bordado en la terraza, cuando alzó la vista y la vio bañada enlágrimas.Martinanoleocultósudesesperación:
«Prefieroestarmuertaaseguirmuriéndomeenesteencierro».Su única esperanza, dijo, eran los tratos de Sierva María con sus demonios.
Quería saber quiénes eran, cómo eran, cómo negociar con ellos. La niña enumeróseis, yMartina identificó a uno como un demonio africano que alguna vez habíahostigadolacasadesuspadres.Unanuevailusiónlaanimó.
«Quisierahablarconél»,dijo.Yprecisóelmensaje:«Acambiodemialma».SiervaMaríaseregodeóenlapicardía.«Notienehabla»,dijo.«Unolomiraala
carayyasabeloquedice».Contodaseriedadleprometióavisarleparaquesevieraconélenlasiguientevisitación.
Cayetano,porsuparte,sehabíasometidoconhumildadalascondicionesinfamesdel hospital. Los leprosos, en estado de muerte legal, dormían por los suelos enbarracasdepalmaconpisosde tierraaplanada.Muchossearrastrabancomomejorpodían.Losmartes,díadecuracióngeneral,eranagotadores.Cayetanoseimpusoelsacrificiopurificadordelavarloscuerposmenosválidosenlasartesasdelestablo.Enésasestabaelprimermartesdelapenitencia,conladignidadsacerdotalreducidaalburdocamisóndeenfermero,cuandoaparecióAbrenuncioenelalazánqueleregaló
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elmarqués.«¿Cómovaeseojo?»,lepreguntó.Cayetanonolediopieparahablardesudesgraciaocondolersedesuestado.Le
agradecióelcolirioque,enefecto,lehabíaborradodelaretinalaimagendeleclipse.«No tiene nada que agradecerme», le dijo Abrenuncio. «Le di lo mejor que
conocemosparaeldeslumbramientosolar:gotasdeagualluvia».Loinvitóaque lovisitara.Cayetano leexplicóquenopodíasalira lacallesin
licencia.Abrenuncionoledioimportancia.«Siustedconocelasdebilidadesdeestosreinos, sabrá que las leyes no se cumplen por más de tres días», le dijo. Puso labiblioteca a su disposición para que continuara sus estudios mientras le hacíanjusticia.Cayetanolooyóconinterésperosinningunailusión.
«Ahíledejoesaangustia»,concluyóAbrenuncioespoleandoelcaballo.«Ningúndiospuedehaberhechountalentocomoelsuyoparamalbaratarlofricandomalatos».
ElmartessiguientelellevóderegaloeltomodelasCartasFilosóficasen latín.Cayetano lohojeó, loolfateópordentro,calculósuvalor.Cuantomás loapreciabamenosentendíaaAbrenuncio.
«Quisierasaberporquémecomplacetanto»,ledijo.«Porque losateosnoacertamosavivirsin losclérigos»,dijoAbrenuncio.«Los
pacientes nos encomiendan sus cuerpos, pero no sus almas, y andamos como eldiablo,tratandodedisputárselasaDios».
«Esonovaconsuscreencias»,dijoCayetano.«Niyomismosécuálesson»,dijoAbrenuncio.«ElSantoOficiolosabe»,dijoCayetano.Al contrariode loquepudierapensarse, aqueldardoentusiasmóaAbrenuncio.
«Venga a casa y lo discutimos despacio», dijo. «Noduermomás de dos horas pornoche, y siempre a retazos, así que cualquier momento será bueno». Espoleó elcaballoysefue.
Cayetano aprendió pronto que un poder grande no se pierde a medias. Lasmismaspersonasqueanteslocortejabanporsuprivanzalesacabanelcuerpocomoaunleproso.SusamigosdelasartesylasletrasmundanassehicierondeladoparanotropezarconelSantoOficio.Peroaélledabalomismo.Noteníamáscorazónquepara Sierva María, y aun así no le bastaba. Estaba convencido de que no habríaocéanos ni montañas, ni leyes de la tierra o el cielo, ni poder del infierno quepudieranapartarlos.
Unanoche,porunainspiracióndesmesurada,escapódelhospitalparacolarsedecualquiermodo en el convento. Había cuatro puertas. La principal, que era la deltorno; otra de igual tamaño del lado delmar, y dos pequeñas de servicio. Las dosprimeras eran infranqueables.ACayetano le fue fácil identificar desde la playa laventanadeSiervaMaríaenelpabellóndelacárcel,porserlaúnicaqueyanoestabacondenada.Revisó el edificiopalmoapalmodesde la calle buscando envanounabrechamínimapordondeescalarlo.
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Estaba a punto de rendirse cuando recordó el túnel por donde la poblaciónabastecía el convento durante elCessatio aDivinis. Los túneles, de cuarteles o deconventos,eranmuydelaépoca.Habíanomenosdeseisconocidosenlaciudad,yotrossefuerondescubriendoenelcursodelosañosconsusarandelasdefolletín.UnleprosoquehabíasidosepulturerolerevelóaCayetanocuáleraelquebuscaba:unalbañal en desuso que comunicaba el convento con un solar vecino donde el sigloanteriorestuvoelcementeriodelasprimerasclarisas.Salíajustodebajodelpabellóndelacárcel,yfrenteaunmuroaltoyásperoqueparecíainaccesible.Sinembargo,Cayetano consiguió escalarlo al cabo de muchos intentos frustrados, como creíaconseguirlotodoporelpoderdelaoración.
Elpabellóneraunremansoenlamadrugada.Segurodequelavigilantedormíafuera, sólo se cuidó de Martina Laborde, que roncaba con la puerta entreabierta.Hastaesemomentolohabíatenidoenvilolatensióndelaaventura,perocuandosevio frentea lacelda,conelcandadoabiertoen laargolla,elcorazónse le saliódequicio.Empujó la puerta con la puntade losdedos, dejódevivirmientras duró elchillido de los goznes, y vio a Sierva María dormida a la luz de la veladora delSantísimo. Ella abrió los ojos de pronto, pero se demoró para reconocerlo con elcamisón de lienzo de los enfermeros de leprosos. Él le mostró las uñasensangrentadas.
«Escalélatapia»,ledijosinvoz.SiervaMaríanoseconmovió.«Paraqué»,dijo.«Paraverte»,dijoél.Nosupoquémásdecir,aturdidoporel temblordelasmanosylasgrietasdela
voz.«Váyase»,dijoSiervaMaría.Élnegóconlacabezavariasvecespormiedodequelefallaralavoz.«Váyase»,
repitióella.«Omepongoagritar».Élestabaentoncestancercaquepodíasentirsualientovirgen.
«Asímematennomevoy»,dijo.Ydeprontosesintiódelotroladodelterror,yagregóconvozfirme:«Demodoquesivasagritarpuedesempezarya».
Ella se mordió los labios. Cayetano se sentó en la cama y le hizo el relatominuciosodesucastigo,peronoledijolasrazones.Ellaentendiómásdeloqueéleracapazdedecir.Lomirósinrecelosylepreguntóporquénoteníaelparcheenelojo.
«Ya no me hace falta», dijo él, alentado. «Ahora cierro los ojos y veo unacabelleracomounríodeoro».
Se fue al cabo de dos horas, feliz, porque Sierva María aceptó que volviera,siempre que le llevara sus dulces favoritos de los portales. Llegó tan temprano lanochesiguientequeaúnhabíavidaenelconvento,yella teníaelcandilencendidopara terminar el bordado deMartina. La tercera noche llevómechas y aceite para
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alimentar la luz. La cuarta noche, sábado, estuvo varias horas ayudándola aespulgarse de los piojos que habían vuelto a proliferar en el encierro. Cuando lacabellera quedó limpia y peinada, él sintió una vez más el sudor glacial de latentación. Se acostó junto a Sierva María con la respiración desacordada y seencontró con sus ojos diáfanos a un palmode los suyos.Ambos se aturdieron.Él,rezandodemiedo,lesostuvolamirada.Ellaseatrevióahablar:
«¿Cuántosañostiene?»«Cumplítreintayseisenmarzo»,dijoél.Ellaloescudriñó.«Yaesunviejecito», ledijoconunpuntodeburla.Se fijóen los surcosde su
frente,yagregócontodala inclemenciadesuedad:«Unviejecitoarrugado».Él lotomóconbuenánimo.SiervaMaríalepreguntóporquéteníaunmechónblanco.
«Esunlunar»,dijoél.«Deafeite»,dijoella.«Denatura»,dijoél.«Tambiénmimadrelotuvo».Hastaentoncesnohabíadejadodemirarlaalosojosyellanodabamuestrasde
rendirse.Élsuspiróhondo,yrecitó:«Ohdulcesprendaspormimalhalladas».Ellanoentendió.«Esunversodelabuelodemitatarabuela»,leexplicóél.«Escribiótreséglogas,
doselegías,cincocancionesycuarentasonetos.Ylamayoríaporunaportuguesasinmayoresgraciasquenuncafuesuya,primeroporqueéleracasado,ydespuésporqueellasecasóconotroymurióantesqueél».
«¿Tambiénerafraile?»«Soldado»,dijoél.AlgosemovióenelcorazóndeSiervaMaría,puesquisooírelversodenuevo.Él
lorepitió,yestavezsiguiódelargo,convozintensaybienarticulada,hastaelúltimodeloscuarentasonetosdelcaballerodeamorydearmas,donGarcilasodelaVega,muertoenlaflordelaedadporunapedradadeguerra.
Cuando terminó, Cayetano tomó la mano de SiervaMaría y la puso sobre sucorazón.Ellasintiódentroelfragordesutormenta.
«Siempreestoyasí»,dijoél.Ysindarletiempoalpánicoseliberódelamateriaturbiaqueleimpedíavivir.Le
confesóquenoteníauninstantesinpensarenella,quecuantocomíaybebíateníaelsabordeella,quelavidaeraellaatodahorayentodaspartes,comosóloDiosteníaelderechoyelpoderdeserlo,yqueelgozosupremodesucorazónseríamorirseconella.Siguióhablándolesinmirarla,conlamismafluidezyelcalorconquerecitaba,hasta que tuvo la impresión de que Sierva María se había dormido. Pero estabadespierta,fijosenélsusojosdeciervaazorada.Apenasseatrevióapreguntar:
«¿Yahora?»«Ahoranada»,dijoél.«Mebastaconquelosepas».
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Nopudoseguir.Llorandoensilenciopasósubrazopordebajode lacabezadeellaparaquelesirvieradealmohada,yellaseenroscóensucostado.Permanecieronasí, sin dormir, sin hablar, hasta que empezaron a cantar los gallos, y él tuvo queapurarseparallegaratiempoalamisadecinco.Antesquesefuera,SiervaMaríaleregalóelpreciosocollardeOddúa:dieciochopulgadasdecuentasdenácarycoral.
Elpánicohabía sido reemplazadopor la zozobradel corazón.Delaurano teníasosiego,hacíalascosasdecualquiermodo,flotaba,hastalahorafelizenquehuíadelhospitalparaveraSiervaMaría.Llegabajadeandoalaceldaensopadoporlaslluviasperpetuas,yellaloesperabacontalansiedadquelasolasonrisadeélledevolvíaelaliento.Unanochefueellaquien tomó la iniciativacon losversosqueaprendíadetantooírlos.«Cuandomeparoacontemplarmiestadoyaverlospasospordomehastraído»,recitó.Ypreguntóconpicardía:
«¿Cómosigue?»«Yoacabaré,quemeentreguésinarteaquiensabráperdermeyacabarme»,dijo
él.Ella lo repitió con lamisma ternura, y continuaron así hasta el final del libro,
saltando versos, pervirtiendo y tergiversando los sonetos por conveniencia,jugueteando con ellos a su antojo con un dominio de dueños. Se durmieron decansancio.Laguardianaentróconeldesayunoalascinco,enmediodelaalgazaradelosgallos,yambosdespertaronasustados.Se lesparó lavida.Lavigilantepusoeldesayuno en lamesa, hizo una inspección de rutina con el farol, y salió sin ver aCayetanoenlacama.
«Luciferesunbicho»,seburlóélcuandorecobróelaire.«Tambiénamímehavueltoinvisible».
SiervaMaríatuvoquerefinarsuastuciaparaquelavigilantenovolvieraaentrarenlaceldaaqueldía.Tardeenlanoche,despuésdeunajornadaenteraderetozos,sesentíanamadosdesdesiempre.Cayetano,entrebromaydeveras,seatrevióazafarleaSiervaMaríaelcordóndelcorpiño.Ellaseprotegióelpechoconlasdosmanos,yhubo un destello de furia en sus ojos y una ráfaga de rubor le encendió la frente.Cayetano leagarró lasmanosconelpulgaryel índice,comosiestuvierana fuegovivo,yselasapartódelpecho.Ellatratóderesistir,yél leopusounafuerzatiernaperoresuelta.
«Repiteconmigo»,ledijo:«Enfinavuestrasmanoshevenido».Ellaobedeció.«Doséquehedemorir»,prosiguióél,mientrasleabríaelcorpiño
consusdedoshelados.Ellalorepitiócasisinvoz, temblandodemiedo:«Paraquesóloenmífueseprobadocuántocortaunaespadaenunrendido».Entonceslabesóen los labios por primera vez. El cuerpo de Sierva María se estremeció con unquejido,soltóunatenuebrisademaryseabandonóasusuerte.Élsepaseóporsupielconlayemadelosdedos,sintocarlaapenas,yvivióporprimeravezelprodigiode sentirse en otro cuerpo.Una voz interior le hizo ver qué lejos había estado deldiabloensusinsomniosdelatínygriego,enloséxtasisdelafe,enlosyermosdela
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pureza,mientrasellaconvivíacontodaslaspotenciasdelamorlibreenlasbarracasdelosesclavos.Sedejóguiarporella,tanteandoenlastinieblas,perosearrepintióenelúltimoinstanteysedesbarrancóenuncataclismomoral.Permanecióbocarribaconlosojoscerrados.SiervaMaríaseasustódesusilencioysuquietuddemuerte,ylotocóconundedo.
«¿Quélepasa?»,lepreguntó.«Déjameahora»,murmuróél.«Estoyrezando».Enlosdíassiguientessólotuvieroninstantesdesosiegomientrasestabanjuntos.
Nosesaciarondehablardelosdoloresdelamor.Seagotabanabesos,declamabanllorandoalágrimavivaversosdeenamorados,secantabanaloído,serevolcabanencenagalesdedeseohasta el límite de sus fuerzas: exhaustosperovírgenes.Pues élhabíadecididomantenersuvotohastarecibirelsacramento,yellalocompartió.
Enlaspausasdelapasiónintercambiaronpruebasexcesivas.Élledijoqueseríacapazdecualquiercosaporella.SiervaMaríalepidióconunacrueldadinfantilquesecomieraporellaunacucaracha.Éllaatrapóantesdequeellapudieraimpedirlo,yselacomióviva.Enotrosdesafíosvesánicoséllepreguntósisecortaríalatrenzaporél,yelladijoquesí,peroleadvirtióenbromaoenserioqueenesecasotendríaquecasarseconellaparacumplirlacondicióndelamanda.Élllevóalaceldauncuchillode cocina, y le dijo: «Veamos si es cierto».Ella se volvió de espaldas para que élpudiera cortar de raíz. Lo instó: «Atrévase». No se atrevió. Días después, ella lepreguntósisedejaríadegollarcomounchivo.Éldijoquesíconfirmeza.Ellasacóelcuchilloysedispusoaprobarlo.Élsaltóde terrorconelescalofríofinal.«Túno»,dijo.«Túno».Ella,muertaderisa,quisosaberporqué,yélledijolaverdad:
«Porquetúsíteatreves».En los remansos de la pasión empezaron a disfrutar también de los tedios del
amorcotidiano.Ellamanteníalaceldalimpiayenordenparacuandoélllegabaconlanaturalidaddelmaridoquevolvíaacasa.CayetanolaenseñabaaleeryescribirylainiciabaenelcultodelapoesíayladevocióndelEspírituSanto,alaesperadeldíafelizenquefueranlibresycasados.
Al amanecer del 27 de abril, Sierva María empezaba a dormirse después queCayetanoabandonólacelda,cuandoentraronabuscarlasinanuncioparainiciarlosexorcismos. Fue el ritual de un condenado a muerte. La llevaron a rastras alabrevadero,lalavaronabaldazos,ladespojaronatironesdesuscollaresylepusieronelcamisónbrutaldelosherejes.Unamonjadejardineríalecortólacabellerahastalaaltura de la nuca con cuatromordiscos de unas cizallas de podar, y la arrojó a lahogueraencendidaenelpatio.Lamonjapeluqueraacabóde tundirle loscabosdeltamaño de media pulgada, como lo usaban las clarisas debajo del velo, y fueechándolos al fuego a medida que los cortaba. Sierva María vio la deflagracióndoradayoyólacrepitacióndelaleñavirgenysintióeltufoacredecuernoquemado
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sinqueselemovieraunmúsculodesurostrodepiedra.Porúltimolepusieronunacamisa de fuerza, la taparon con un trapo fúnebre, y dos esclavos la llevaron a lacapillaenunaparihueladesoldados.
ElobispohabíaconvocadoalCabildoEclesiástico,compuestoporprebendadosesclarecidos,yéstoshabíanescogidoacuatrodelossuyosparaqueloasistieranenelprocedimiento de Sierva María. En un último acto de afirmación el obispo sesobrepuso a las miserias de su salud. Dispuso que la ceremonia no fuera en lacatedral, como en otras ocasionesmemorables, sino en la capilla del convento deSantaClara,yasumióenpersonalaejecucióndelexorcismo.
Lasclarisasencabezadasporlaabadesaestuvieronenelcorodesdeantesdelosmaitines, y allí los cantaron con acompañamiento de órgano, conmovidas por lasolemnidad del día que despuntaba. Enseguida entraron los prelados del CabildoEclesiástico,losprebostesdetresórdenesylosprincipalesdelSantoOficio.Apartedeestosúltimos,nohabíanihabríaningúncivil.
El obispo entró el último en atuendo de gran ceremonia, llevado en andas porcuatro esclavos y con un aura de aflicción inconsolable. Se sentó frente al altarmayor, junto al catafalco de mármol de los funerales grandiosos, en una poltronagiratoriaquelefacilitabaelmanejodelcuerpo.Alasseisenpunto,losdosesclavosllevaronaSiervaMaríaenlaparihuela,conlacamisadefuerzaytodavíatapadaconelpañomorado.
El calor se hizo insoportable durante la misa cantada. Los bajos del órganoretumbabanenelartesonado,yapenassidejabangrietasparalasvocesinsípidasdelas clarisas invisibles detrás de las celosías del coro. Los dos esclavos mediodesnudosquehabíanllevadolaparihueladeSiervaMaríapermanecieronenguardiajunto a ella. La descubrieron al final de la misa y la dejaron tendida como unaprincesamuerta sobre el catafalcodemármol.Los esclavosdel obispo lo pusieronjunto a ella en lapoltrona, y losdejaron solos enun amplio espacio frente al altarmayor.
Lo que siguió fue una tensión invivible y un silencio absoluto que parecían elpreludiodealgúnprodigiocelestial.Unacólitopusoalalcancedelobispoelacetredelaguabendita.Élagarróelhisopocomounmazodeguerra,seinclinósobreSiervaMaría,ylaasperjóalolargodelcuerpomurmurandounaoración.Deprontoprofirióelconjuroqueestremeciólosfundamentosdelacapilla.
«Quienquiera que seas», gritó. «Por orden de Cristo, Dios y Señor de todo lovisibleyloinvisible,detodoloquees,loquefueyloquehadeser,abandonaesecuerporedimidoporelbautismoyvuelvealastinieblas».
SiervaMaría, fueradesíporel terror,gritó también.Elobispoaumentó lavozparaacallarla,peroellagritómás.Elobispoaspiróafondoyvolvióaabrirlabocapara continuar el conjuro, pero el aire se le murió dentro del pecho y no pudoexpulsarlo. Se derrumbó de bruces, boqueando como un pescado en tierra, y laceremoniaterminóconunestrépitocolosal.
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CayetanoencontróaquellanocheaSiervaMaríatiritandodefiebredentrodelacamisadefuerza.Loquemásloindignófueelescarniodelcráneopelado.«Diosdelcielo»,murmuróconunarabiasorda,mientraslaliberabadelascorreas.«Cómoesposible que permitas este crimen». Tan pronto como quedó libre, SiervaMaría lesaltóalcuello,ypermanecieronabrazadossinhablarmientrasellalloraba.Élladejódesahogarse.Luego le levantó la cara y le dijo: «Nomás lágrimas».Y enlazó conGarcilaso:
«Bastanlasqueporvostengolloradas».SiervaMaríalecontólaterribleexperienciadelacapilla.Lehablódelestruendo
deloscorosqueparecíandeguerra,delosgritosalucinadosdelobispo,desualientoabrasador,desushermososojosverdesenardecidosporlaconmoción.
«Eracomoeldiablo»,dijo.Cayetanotratódecalmarla.Leaseguróqueapesardesucorpulenciatitánica,su
voztormentosaysusmétodosmarciales,elobispoeraunhombrebuenoysabio.AsíqueelpavordeSiervaMaríaeracomprensible,peronocorríaningúnriesgo.
«Loquequieroesmorirme»,dijoella.«Tesientesfuriosayderrotada,comomesientoyopornopoderayudarte»,dijo
él.«PeroDioshadegratificarnoseneldíadelaresurrección».SequitóelcollardeOddúaqueSiervaMaríalehabíaregalado,yselopusoaella
afaltadelossuyos.Setendieronenlacama,unoalladodelotro,ycompartieronsusrencores,mientraselmundoseapagabaysóloibaquedandoelcositeodelcomejénenelartesonado.Lafiebrecedió.Cayetanohablóenlastinieblas.
«EnelApocalipsisestáanunciadoundíaquenoamaneceránunca»,dijo.«QuieraDiosqueseahoy».
SiervaMaría habría dormido una hora desde que se fue Cayetano, cuando unruido nuevo la despertó. Frente a ella, acompañado por la abadesa, estaba unsacerdoteviejodetallaimponente,depielpardaatesadaporelsalitre,conlatestadecrinesparadas,lascejasagrestes,lasmanosmontaraces,yunosojosqueinvitabanalaconfianza.AntesdequeSiervaMaríaacabaradedespertar,elsacerdoteledijoenlenguayoruba:
«Tetraigotuscollares».Lossacódelbolsillo,talcomolaecónomadelconventoseloshabíadevueltopor
exigencia suya. A medida que se los colgaba en el cuello a SiervaMaría los ibaenumerandoydefiniendoenlenguasafricanas:elrojoyblancodelamorylasangredeChangó, el rojoynegrode laviday lamuertedeElegguá, las siete cuentasdeaguayazulpálidodeYemayá.Élsepaseabacontactosutildelyorubaalcongoydelcongoalmandinga,yellaloseguíacongraciayfluidez.Sialfinalpasóalcastellanofuesóloporconsideraciónconlaabadesa,incréduladequeSiervaMaríafueracapazdetantadulzura.
Era el padre Tomás deAquino deNarváez, antiguo fiscal del SantoOficio enSevillaypárrocodelbarriodelosesclavos,escogidoporelobispoparasustituirloen
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losexorcismosporsusimpedimentosdesalud.Suhistorialdehombreduronodejabadudas. Había llevado a la hoguera a once herejes, judíos ymahometanos, pero sucréditosefundabasobretodoenlasalmasnumerosasquehabíalogradoarrebatarlesalosdemoniosmásastutosdeAndalucía.Erafinodegustosymanerasconladiccióndulcedeloscanarios.Habíanacidoaquí,hijodeunprocuradordelreyquesecasóconsuesclavacuarterona,yhabíahechosunoviciadoenelseminariolocalunavezdemostradalalimpiezadesulinajeporcuatrogeneracionesdeblancos.SusbuenascalificacioneslemerecieroneldoctoradoenSevilla,dondevivióypredicóhastasuscincuenta años. De regreso a la tierra había pedido la parroquia más humilde, seapasionópor las religionesy las lenguasafricanas,yviviócomootroesclavoentrelos esclavos. Nadie parecía mejor hecho para entenderse con Sierva María yenfrentarseconmásrazónasusdemonios.
SiervaMaría lo reconoció al instante como un arcángel de salvación, y no seequivocó.Enpresenciadeelladesarticulólosargumentosdelasactasyledemostróala abadesa que ninguno de ellos era terminante. Le enseñó que los demonios deAméricaeranlosmismosdeEuropa,perosuadvocaciónysuconductaerandistintas.Leexplicó lascuatroreglasdeusopara reconocer laposesióndemoníacay lehizoverquéfácilresultabaaldemonioservirsedeellasparaquesecreyeralocontrario.SedespidiódeSiervaMaríaconunpellizcodecariñoenlamejilla.
«Duermetranquila»,ledijo.«Conpeoresenemigosmelashevisto».Laabadesaquedótanbiendispuesta,queloinvitóalcélebrechocolateperfumado
delasclarisas,conlasgalletitasdeanísylosprodigiosdereposteríareservadosaloselegidos.Mientraslotomabanenelrefectorioprivado,élimpartiósusinstruccionesparalospasossiguientes.Laabadesalasacatócomplacida.
«Notengoningúninterésenqueaesainfelizlevayabienomal»,dijo.«LoqueleruegoaDiosesquesalgacuantoantesdeesteconvento».
El padre le prometió que pondría lamayor diligencia para que fuera asunto dedías,yojaládehoras.Aldespedirseenellocutorio,amboscomplacidos,nielunonielotropodíaimaginarsequenuncamásvolveríanaverse.
Así fue. El padre Aquino, como lo llamaban sus feligreses, se fue caminandohasta su iglesia, pues hacía tiempo que rezaba poco y lo compensaba ante Diosreviviendocadadíaelmartiriodesusnostalgias.Sedemoróenlosportales,aturdidopor los pregones de los vendedores de todo, a la espera de que bajara el sol paraatravesarelbarrizaldelpuerto.Comprólosdulcesmásbaratosyunafraccióndelaloteríadelospobresconlailusiónincorregibledeganárselapararestaurarsutemploperdulario. Se entretuvo una media hora conversando con las matronas negras,sentadascomoídolosmonumentalesfrentealasbaratijasdeartesaníaexpuestasenelsuelosobreesterasdeyute.HacialascincocruzóelpuentelevadizodeGetsemaní,dondeacababandecolgarelcadáverdeunperrogordoysiniestroparaquesesupieraquehabíamuertoderabia.Elaireteníaolorarosasyelcieloeraelmásdiáfanodelmundo.
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El barrio de los esclavos, al borde mismo de la marisma, estremecía por sumiseria.Enlasbarracasdearcillacontechosdepalmaseconvivíaconlosgallinazosyloscerdos,ylosniñosbebíandelpantanodelascalles.Sinembargo,eraelbarriomásalegre,decoloresintensosyvocesradiantes,ymásalatardecer,cuandosacabanlassillasparagozardelafrescaenmitaddelacalle.Elpárrocorepartiólosdulcesentrelosniñosdelamarisma,ysequedócontresparasucena.
Eltemploeraunranchodebaharequeytechodepalmaamargaconunacruzdepalo en el caballete. Tenía escaños de tablonesmacizos, un solo altar con un solosantoyunpúlpitodemaderadonde el párrocopredicaba losdomingos en lenguasafricanas.Lacasacuraleraunaprolongacióndelaiglesiapordetrásdelaltarmayor,dondeelpárrocovivíaencondicionesmínimasenuncuartoconunacamadevientoyunasillarústica.Alfondohabíaunpatiecitopedregosoyunapérgoladeparrasconracimospasmados,yunacercadeespinasqueloseparabadelamarisma.Laúnicaaguadebebereraladeunaljibedeargamasaenunrincóndelpatio.
Un sacristán viejo y una niña huérfana de catorce años, ambos mandingasconversos,eranlosayudantesenlaiglesiayenlacasa,peronohacíanfaltadespuésdelrosario.Antesdecerrarlapuerta,elpárrocosecomiólostresúltimosdulcesconunvasodeagua,ysedespidiódelosvecinossentadosenlacalleconsufórmuladerutinaencastellano:
«BuenasysantasnochesosdepareDiosatodos».Alascuatrodelamañanaelsacristánquevivíaaunacuadradelaiglesiadiolos
primeros toquespara lamisaúnica.Antesde lascinco,envistadequeelpadresedemoraba,fueabuscarloensucuarto.Noestaba.Tampocoloencontróenelpatio.Siguióbuscándoloenlosalrededores,porqueavecesseibaaconversardesdemuytempranoenlospatiosvecinos.Noloencontró.Alospocosfeligresesqueacudieronlesanuncióquenohabíamisaporquenoencontrabanalpárroco.Alasocho,yaconelsolcaliente, laniñadelserviciofueasacaraguadelaljibe,yallíestabaelpadreAquino,flotandobocarribaconlascalzasquesedejabapuestasparadormir.Fueunamuerte triste y sentida, y un misterio que nunca se esclareció, y que la abadesaproclamócomolapruebaterminantedelainquinadeldemoniocontrasuconvento.
LanoticianollegóhastalaceldadeSiervaMaría,quesequedóesperandoalpadreAquinoconuna ilusión inocente.NosupoexplicarleaCayetanoquiénera,pero letransmitió su gratitud por la devolución de los collares y la promesa de rescatarla.Hastaentoncesleshabíaparecidoaambosqueelamorlesbastabaparaserfelices.FueSiervaMaríaquiensediocuenta,desengañadaporelpadreAquino,deque lalibertaddependíasólodeellosmismos.Unamadrugada,despuésdelargashorasdebesos,lesuplicóaDelauraquenosefuera.Éllotomóalaligeraysedespidióconunbesomás.Ellasaltódelacamayseabriódebrazosenlapuerta.
«Onosevaomevoyyotambién».
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LehabíadichoaCayetanoenalgunaocasiónque lehubieragustado refugiarseconélenSanBasiliodePalenque,unpueblodeesclavosfugitivosadoceleguasdeaquí,dondeseríarecibidasindudacomounareina.ACayetanoleparecióunaideaprovidencial, pero no la vinculó con la fuga. Confiaba más bien en formalismoslegales.Enqueelmarqués recobraraasuhijacon lacomprobación indiscutibledeque no estaba poseída, y en obtener el perdón y la licencia de su obispo paraintegrarseaunacomunidadcivildondelasbodasdeclérigosodemonjasfuerantanfrecuentesquenoescandalizarananadie.DemodoquecuandoSiervaMaríalopusoen laencrucijadadequedarseo llevársela,Delaura tratódedistraerlaunavezmás.Ellase lecolgódelcuelloy loamenazócongritar.Estabaamaneciendo.Asustado,Delauralogróliberarseconunempellón,yescapóenelmomentoenqueempezabanlosmaitines.
LareaccióndeSiervaMaríafueferoz.Porcualquiercontrariedadbanallearañólacaraalaguardiana,seencerrócontrancayamenazóconprenderlefuegoalaceldae incinerarse en ella si no la dejaban irse. La guardiana, fuera de sí por la caraensangrentada,legritó:
«Atrévete,bestiadeBelzebú».Comoúnicaréplica,SiervaMaríaleprendiófuegoalcolchónconlalámparadel
Santísimo.La intervencióndeMartinaconsusmodossedantes impidió la tragedia.De todos modos, la guardiana pidió en el informe de aquel día que la niña fueratrasladadaaunaceldamejorprotegidaenelpabellóndelaclausura.
La ansiedaddeSiervaMaría apresuró la deCayetanopor encontrar un recursoinmediatodistintodelafuga.Tratódeverendosocasionesalmarqués,yenambasfue impedido por losmastines, que encontró sueltos y de su cuenta en la casa sindueño.Laverdaderaqueelmarquésnovolveríaaestarallí.Vencidoporsusmiedosinterminables,habíatratadoderefugiarsealamparodeDulceOlivia,yellanolediopuertas. La había llamado por todos los medios desde que le empezaron lassoledades,ysólohabíarecibidorespuestasdeburlasenpajaritasdepapel.Deprontoapareció sin ser llamada y sin anunciarse. Había barrido y compuesto la cocina,inservible por falta de uso, y lamarmita borboritaba a fuego alegre en la hornilla.Estaba vestida de domingo con volantes de organza, y acicalada con afeites ybálsamosdemoda,yloúnicoqueteníadelocaeraunsombrerodegrandesalasconpecesypájarosdetrapo.
«Teagradezcoquehayasvenido», ledijoelmarqués.«Mesentíamuysolo».Yterminóconunlamento:
«HeperdidoaSierva».«Es culpa tuya», dijo ella sin darle importancia. «Hiciste todo para que se
perdiera».La cena era un ajiaco almodo criollo, con tres carnes y lomás escogidode la
huerta.DulceOlivialosirvióconunasmanerasdeseñoradecasaque le ibanmuybienasuatuendo.Losperrosbravoslaseguíanacezantes,seleenredabanentrelas
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piernas, y ella los entretenía con susurros de novia. Se sentó a la mesa frente almarqués,comopodríanhaberestadocuandoeranjóvenesynoletemíanalamor,ycomieron en silencio, sin mirarse, sudando a raudales y tomando la sopa con undesinterés de matrimonio viejo. Después del primer plato, Dulce Olivia hizo unatreguaparasuspirar,ytomóconcienciadesusaños.
«Asíhubiéramossido»,dijo.Elmarquéssecontagiódesucrudeza.Laviogordayenvejecida,condosdientes
menos,ylosojosmarchitos.Asíhubieransido,quizás,siélhubieratenidoelcorajedecontrariarasupadre.
«Talparecesentusanojuicio»,ledijo.«Siempreloheestado»,dijoella.«Fuistetúelquenomevionuncacomoera».«Yo te distinguí entre la montonera cuando todas eran jóvenes y bellas y era
difícildistinguiralamejor»,dijoél.«Medistinguíyomismaparati»,dijoella.«Túno.Siemprefuistecomoahora:un
pobrediablo».«Meinsultasenmipropiacasa»,dijoél.LainminenciadelaltercadoentusiasmóaDulceOlivia.«Estanmíacomotuya»,
dijo.«Comoesmíalaniñaaunquelahayaparidounaperra».Ysindartiempoalaréplica,concluyó:
«Ylopeorsonlasmalasmanosenquelahasdejado».«EnlasmanosdeDios»,dijoél.DulceOliviagritóenfurecida:«Enlasdelhijodelobispo,quelatieneemputecidayempreñada».«¡Sitemuerdeslalenguateenvenenas!»,gritóelmarqués,escandalizado.«Sagunta aumenta pero no miente», dijo Dulce Olivia. «Y no intentes
humillarme,queyasólotequedoyoparaempolvartelacaracuandotemueras».Era el final de siempre. Sus lágrimas empezaron a caer en el plato como
goterones de sopa. Los perros se habían dormido, pero los despertó la tensión delpleitoyalzaronlascabezasalertasygruñeronconlagarganta.Elmarquéssintióquelefaltabaelaire.
«Yaves»,dijofurioso,«esasícomohubiéramossido».Ellaselevantósinterminar.Quitólamesa,lavólosplatosylascazuelasconuna
rabiasórdida,yamedidaqueloslavabaibarompiéndolosenelfregadero.Élladejóllorar,hastaquevaciólosescombrosdelavajillacomounaavalanchadegranizoenelcajónde labasura.Se fue sindespedirse.Elmarquésno suponunca,ni lo suponadie,enquémomentoDulceOliviahabíadejadodeserella,ysóloseguíasiendounaapariciónenlasnochesdelacasa.
ElinfundiodequeCayetanoDelauraerahijodelobispohabíasustituidoalmásantiguo de que eran amantes desde Salamanca. La versión de Dulce Olivia,confirmada y pervertida por Sagunta, decía en efecto que Sierva María estabasecuestradaenelconventoparasaciarlosapetitossatánicosdeCayetanoDelaura,y
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quehabía concebidounhijo dedos cabezas.Sus saturnales, decíaSagunta, habíancontaminadoalacomunidadenteradelasclarisas.
Elmarquésnoserepusojamás.Tantaleandoeneltremedaldelamemoriabuscóunrefugiocontraelterror,ysóloencontróelrecuerdodeBernardaenaltecidoporlasoledad.Tratódeconjurarloconlascosasquemásodiabadeella,susvientosfétidos,susrepostadasríspidas,susjuanetesdegallo,ycuantomásqueríaenvilecerlamásselaidealizabanlosrecuerdos.Derrotadoporlaañoranzalemandórecadosdetanteosal trapichedeMahatesdonde la suponíadesdeque se fue,yallí estaba.Lemandórazón de que olvidara sus rencores y regresara a casa, para que ambos tuvieran almenosconquiénmorir.Antelafaltaderespuesta,sefueabuscarla.
Tuvoque remontar los afluentes de lamemoria.La haciendaquehabía sido lamejor del virreinato estaba reducida a la nada. Era imposible distinguir el caminoentrelamaleza.Delingeniosóloquedabanlosescombros,lasmáquinascarcomidasporelóxido, lasosamentasde losdosúltimosbueyes todavíauncidasalbrazodeltrapiche.Elpozodelossuspiroseraloúnicoqueparecíaconvidaalasombradelostotumos.Antesdedivisar la casa entre las breñas calcinadasde los cañaverales, elmarquéspercibióelperfumedelosjabonesdeBernarda,quehabíaterminadoporsersuolornatural,ysediocuentadecuánansiosoestabaporverla.Enlabarandadelpórtico, sentada en un mecedor y comiendo cacao con la mirada inmóvil en elhorizonte,allíestaba.Teníaunasayadealgodónrosadoyelcabellotodavíahúmedoporelbañorecienteenelpozodelossuspiros.
Elmarquéslasaludóantesdesubirlostresescalonesdelportal:«Buenastardes».Bernardalecontestósinmirarlo,comosielsaludohubierasidodenadie.Elmarquéssubió a la baranda, y desde allí recorrió el horizonte completo con una miradacontinua por encima de la maleza. Hasta donde alcanzaba la vista no había sinomontesalvajeysólolostotumosdelpozo.«¿Quésehahecholagente?»,preguntó.Bernarda, igual que supadre, volvió a contestarle sinmirarlo. «Sehan ido todos»,dijo.«Nohayunservivoencienleguasalaredonda».
Élentróenbuscadeunasiento.Lacasaestabadesportillada,yunosarbustosdeflorecitasmoradasdespuntabanporentrelosladrillosdelpiso.Enelcomedorestabalamesaantiguaconlasmismassillascarcomidasporelcomején,elrelojparadoenunahoradequiénsabíacuándo,ytodoenunairedeunpolvoinvisiblequesesentíaalrespirar.Elmarquéssellevóunadelassillas,sesentójuntoaBernarda,yledijoenvozmuybaja:
«Hevenidoporusted».Bernarda no se inmutó, pero hizo con la cabeza una afirmación apenas
perceptible.Éllecontósuestado:lacasasolitaria,losesclavosagazapadosdetrásdelosarbustosconloscuchilloslistos,lasnochesinterminables.
«Aquellonoesvida»,dijo.«Nuncalohasido»,dijoella.«Talvezpudieraserlo»,dijoél.
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«Nomediríatalcosasideverassupieracuántoloodio»,dijoella.«Tambiényohecreídosiemprequelaodio»,dijoél,«yahoramesucedequeno
loséacienciacierta».Bernardaleabrióentoncessusentrañasparaqueélsevieradentroalaluzdeldía.
Le contó cómo fue que su padre la mandó con el pretexto de los arenques y losencurtidos, cómo lo engañaron con el truco viejo de la lectura de la mano, cómoacordaron que ella lo violara cuando él se hacía el desentendido, y cómo habíanplaneadolamaniobrafríaycerteradeconcebiraSiervaMaríaparaatraparlodeporvida.Lo único que él debía agradecerle era que no hubiera tenido corazón para elúltimoactoacordadoconsupadre,queeraecharleunchorrodeláudanoenlasopaparanotenerquesufrirlo.
«Yo misma me puse la soga al cuello», dijo. «Pero no me arrepiento. Erademasiadoesperarqueademásdetodotuvieraqueamaraesapobresietemesina,oausted,quehasidolacausademisdesgracias».
Con todo, el último peldaño de su degradación había sido la pérdida de JudasIscariote.Buscándoloenotrossehabíaentregadoa lafornicaciónsinfrenocon losesclavosdeltrapiche,queeraloquemásascoledabaantesdeatreverselaprimeravez.Losescogíaencuadrillasylosdespachabaenfilaindiaenlaguardarrayadelosplatanales hasta que lamiel fermentada y las tabletas de cacao resquebrajaron susencantos,ysevolvióhinchadayfea,ylosánimosnolealcanzaronparatantocuerpo.Entoncesempezóapagar.Primeroconoropelesalosmásjóvenes,segúnlabellezayelcalibre,yalfinalenoropuroconlosquepudiera.Tardódemasiadoendescubrirque escapaban en masa a San Basilio de Palenque para ponerse a salvo de suhambrinainsaciable.
«Entoncessupequehubierasidocapazdematarlosamachetazos»,dijo,sinunalágrima.«Ynosóloaellossinotambiénaustedyalaniña,yalbaraterodemipadre,yatodoelquesehabíacagadoenmivida.Peroyanoeranadieparamataranadie».
Permanecieron en silencio viendo el atardecer sobre las breñas. Un tropel deanimalesremotosseoyóenelhorizonte,yunavozdemujerinconsolablelosllamóporsusnombres,unoporuno,hastaquesehizonoche.Elmarquéssuspiró:
«Yaveoquenotengonadaqueagradecerle».Selevantósinprisas,volvióaponerlasillaensulugar,ysefuepordondehabía
venido,sindespedirseysinunaluz.Loúnicoqueseencontródeél,dosveranosmástarde,enunaveredasinrumbo,fuelaosamentacarcomidaporlosgallinazos.
MartinaLabordehabíahechoaqueldíaunasesióndebordadoqueduró lamañanaenteraparaterminarunalaboratrasada.AlmorzóenlaceldadeSiervaMaría,yluegofuealasuyaparahacerlasiesta.Porlatarde,yaenlasúltimaspuntadas,lehablóconunararatristeza.
«Si algunavez sales de este encierro, o si salgoprimero, acuérdate siemprede
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mí»,ledijo.«Hadesermiúnicagloria».Sierva María no lo entendió hasta el día siguiente, cuando la guardiana la
despertóagritosporqueMartinanoamanecióensucelda.Habíanregistradoafondoel conventoynohallaronniun rastro.Laúnicanoticiaque se tuvodeella fueunpapelescritoconsuletrafloridaqueSiervaMaríaencontródebajodelaalmohada:Rezarétresvecesaldíaporqueseaismuyfelices.
Estabatodavíaaturdidaporlasorpresa,cuandoentrólaabadesaconlavicariayotrasreverendasdeinfantería,yconunapatrulladeguardiasarmadosdemosquetes.TendióunamanocoléricaparatocaraSiervaMaría,ylegritó:
«Erescómpliceyseráscastigada».Laniñalevantólamanolibreconunadeterminaciónqueparalizóalaabadesaen
susitio.«Losvisalir»,dijo.Laabadesaquedóatónita.«¿Noestabasola?»«Eranseis»,dijoSiervaMaría.Noparecía posible, ymenos aúnque salieran por la terraza, cuya única vía de
escape era el patio fortificado. «Tenían alas de murciélago», dijo Sierva Maríaaleteando con los brazos. «Las abrieron en la terraza, y se la llevaron volando,volando,hastaelotroladodelmar».Elcapitándelapatrullasesantiguóespantadoycayóderodillas.
«AveMaríaPurísima»,dijo.«Sinpecadooriginalconcebida»,dijeronacoro.Fue una fuga perfecta, planeada por Martina en sus mínimos detalles con un
sigiloabsoluto,desdequedescubrióqueCayetanopasabalasnochesenelconvento.Loúnicoquenoprevió, oqueno le importó, fuequedebía cerrar desdedentro laentradadelalbañalparaevitarcualquiersospecha.Los investigadoresde la fuga loencontraronabierto,loexploraron,descubrieronlaverdad,ylotapiarondeinmediatoporsusdosextremos.SiervaMaríafuemudadaalafuerzaaunaceldaconcandadoenelpabellóndelasenterradasvivas.Esanoche,bajounalunaespléndida,Cayetanoserompiólospuñostratandodederribarlatapiadeltúnel.
Arrebatado por una fuerza demente corrió en busca del marqués. Empujó elportón sin tocar y entró en la casa desierta, cuya luz de dentro era lamismade lacalle,porque losmurosdecalparecían transparentespor laclaridadde la luna.Lalimpieza,elordendelosmuebles,lasfloresdeloscanteros,todoeraperfectoenlacasa abandonada. El quejido de los goznes había alborotado a los mastines, peroDulceOlivialoscallóensecoconunaordenmarcial.Cayetanolavioenlassombrasverdes del patio, hermosa y fosforescente, con la túnica demarquesa y el cabelloadornadodecameliasvivasdeoloresfrenéticos,yalzólamanoconlacruzdelíndiceyelpulgar.
«EnelnombredeDios:¿quiéneres?»,preguntó.
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«Unánimaenpena»,dijoella.«¿Yusted?»«SoyCayetanoDelaura»,dijoél,«yvengoarogarlederodillasalseñormarqués
quemeescucheuninstante».LosojosdeDulceOliviacentellearondefuria.«Elseñormarquésnotienenadaqueescuchardeunrufián»,dijo.«¿Yquiénesustedparadecirlocontaldominio?»«Soylareinadeestacasa»,dijo.«PorelamordeDios»,dijoDelaura.«Avíselealmarquésquevengoahablarlede
suhija».Ysinmásvueltas,conlamanoenelpecho,dijo:«Muerodeamorporella».«Una palabra más y suelto los perros», dijo Dulce Olivia indignada, y señaló
hacialapuerta:«Fueradeaquí».Eratantalafuerzadesuautoridad,queCayetanosaliódelacasacaminandohacia
atrásparanoperderladevista.El martes, cuando Abrenuncio entró en su cubículo del hospital encontró a
Delauradestruidopor lasvigiliasmortales.Lecontótodo,desdelosmotivosrealesdesucastigohastalasnochesdeamorenlacelda.Abrenunciosequedóperplejo.
«Me hubiera imaginado cualquier cosa de usted, menos estos extremos dedemencia».
Cayetano,sorprendidoasuvez,lepreguntó:«¿Nuncahapasadoporesto?»«Nunca,hijomío»,dijoAbrenuncio.«Elsexoesuntalentoyyonolotengo».Trató de disuadirlo. Le dijo que el amor era un sentimiento contra natura, que
condenaba a dos desconocidos a unadependenciamezquina e insalubre, tantomásefímeracuantomás intensa.PeroCayetanono looyó.Suobsesiónerahuir lomáslejosposibledelaopresióndelmundocristiano.
«Sóloelmarquéspuedeayudarnosconlaley»,dijo.«Hequeridosuplicárseloderodillasperonoloencontréencasa».
«No lo encontrará nunca», dijoAbrenuncio. «Las voces que le llegaron es queusted trató de abusar de la niña. Y ahora veo que desde el punto de vista de uncristianonolefaltarazón».Lomiróalosojos:
«¿Notemecondenarse?»«Creoqueya loestoy,peronoporelEspírituSanto»,dijoDelaura sinalarma.
«Siemprehecreídoqueéltomamásencuentaelamorquelafe».Abrenuncio nopudoocultar la admiraciónque le causaba aquel hombre recién
liberadode lasservidumbresde larazón.Perono lehizopromesasfalsas,ymenoscuandoestabadepormedioelSantoOficio.
«Ustedestienenunareligióndelamuertequelesinfundeelvaloryladichaparaenfrentarla»,ledijo.«Yono:creoqueloúnicoesencialesestarvivo».
Cayetano corrió al convento. Entró a pleno día por la puerta del servicio yatravesóeljardínsinprecauciónalgunaconvencidodeserinvisibleporelpoderdela
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oración.Subió al segundopiso, atravesóun corredor solitariode techosmuybajosque comunicaba los dos cuerpos del convento, y entró en el mundo silente yenrarecidodelasenterradasvivas.Sinsaberlo,habíapasadofrentealanuevaceldadondeSiervaMaríallorabaporél.Estabaapuntodealcanzarelpabellóndelacárcelcuandolofrenóungritoasusespaldas:
«¡Alto!»Sevolvióyviounamonjaconlacaracubiertaporelvelo,yuncrucifijoalzado
contraél.Diounpasoadelante,perolamonjaleinterpusoaCristo.«¡Vaderetro!»,legritó.
Asusespaldasoyóotravoz:«Vaderetro».Yluegootrayotra:«Vaderetro».Giróvariasvecessobresímismoysediocuentadequeestabaenelcentrodeuncírculodemonjasfantásticasdecarasveladasqueloacosabanagritosconsuscrucifijos:
«¡Vaderetro,Satana!»Cayetanollegóalfinaldesusfuerzas.FuepuestoadisposicióndelSantoOficio,
ycondenadoenunjuiciodeplazapúblicaquearrojósobreélsospechasdeherejíayprovocódisturbiospopularesycontroversiasenelsenodelaIglesia.PorunagraciaespecialcumpliólacondenacomoenfermeroenelhospitaldelAmordeDios,dondevivió muchos años en contubernio con sus enfermos, comiendo y durmiendo conellos por los suelos, y lavándose en sus artesas aun con aguas usadas, pero noconsiguiósuanheloconfesadodecontraerlalepra.
SiervaMaría lo había esperado en vano.A los tres días dejó de comer en unaexplosiónderebeldíaqueagravólosindiciosdelaposesión.TrastornadoporlacaídadeCayetano,porlamuerteindescifrabledelpadreAquino,porlaresonanciapúblicade una desventura que escapó a su sabiduría y a su poder, el obispo reasumió losexorcismosconunaenergíainconcebibleensuestadoyasuedad.SiervaMaría,estavez con el cráneo rapado a navaja y la camisa de fuerza, lo enfrentó con unaferocidad satánica, hablando en lenguas o con aullidos de pájaros infernales. Elsegundodíasesintióunbramidoinmensodeganadosembravecidos,latierratembló,y ya no fue posible pensar que SiervaMaría no estuviera a merced de todos losdemoniosdelaverno.Deregresoalaceldaleaplicaronunalavativadeaguabendita,queeraelmétodofrancésparaexpulsarlosquepudieranquedarensusentrañas.
El acoso prosiguió por tres días más. Aunque llevaba una semana sin comer,SiervaMaríalogróliberarunapiernayledioalobispoungolpedetalónenelbajovientre que lo derribó por los suelos. Sólo entonces se dieron cuenta de que habíapodidosoltarseporquesucuerpoeratanescuálidoqueyanolosujetabanlascorreas.El escándalo aconsejaba interrumpir los exorcismos, y así lo estimó el CabildoEclesiástico,peroelobisposeopuso.
SiervaMaríanoentendiónuncaquéfuedeCayetanoDelaura,porquénovolvióconsucestadeprimoresdelosportalesysusnochesinsaciables.El29demayo,sinalientos para más, volvió a soñar con la ventana de un campo nevado, dondeCayetanoDelauranoestabanivolveríaaestarnunca.Teníaenelregazounracimo
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deuvasdoradasquevolvíanaretoñartanprontocomoselascomía.Peroestaveznolasarrancabaunaporuna,sinodedosendos,sinrespirarapenaspor lasansiasdeganarle al racimo hasta la última uva. La guardiana que entró a prepararla para lasexta sesión de exorcismos la encontró muerta de amor en la cama con los ojosradiantes y la piel de recién nacida. Los troncos de los cabellos le brotaban comoburbujasenelcráneorapado,yselesveíacrecer.
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GABRIELGARCÍAMÁRQUEZ,nacidoenColombiael6demarzode1927,esunade las figurasmás importantes e influyentes de la literatura universal.Ganador delPremio Nobel de Literatura en 1982, es además cuentista, ensayista, críticocinematográfico, autor de guiones y, sobre todo, intelectual comprometido con losgrandes problemas de nuestro tiempo, en primer término con los que afectan a suamada Colombia y a Hispanoamérica en general. Máxima figura del llamado«realismomágico»,enelquehistoriae imaginación tejenel tapizdeuna literaturaviva, que respira por todos sus poros, es en definitiva el hacedor de uno de losmundosnarrativosmásdensosdesignificadosquehadadolalenguaespañolaenelsigloXX.EntresusnovelasmásimportantesfiguranCienañosdesoledad,Elcoronelno tiene quien le escriba,Crónica de una muerte anunciada, La mala hora, Elgeneral en su laberinto, el libro de relatosDoce cuentos peregrinos, El amor entiemposde cólera yDiatriba de amor contra un hombre sentado. En el año 2002publicó laprimerapartede su autobiografía,Vivirparacontarla. Falleció el 17deabrilde2014.
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