9
Rev. Fil. Univ. Costa Rica, XIX (49, 50), 101-110, 1981 Luis Lara El ENIGMATICO PARMENIDES la Escuela de Elea es un verdadero hito de . en la evolución histórica de la Filosofía gríe- Lo es sobre todo de la génesis de la Metafísica, tiene sus inicios y sus intuiciones originarias en s de Mileto, en las alegorías místico-poéticas Hesíodo y en las audacias matemáticas de la • ica ontológica de los pitagóricos. Son tres -dimensiones metodológicas y doctrinarias- fuerza radical que convergen en el crisol único y - . ta de los eléatas. la primera de ellas es la ueda denodada de un principio y fundamento sea ante todo origen de las cosas y garantía de permanencia. Ya en Tales esta decisión eidética e fuerza creadora, aunque sin el rigor heurfs- que le imprimen los eléatas. La segunda fase esta gran creación es el convencimiento racional ~rsuación"- de que ese origen buscado no es ible a la inspiración o, mejor, al fervor mís- y debe de ser corre lato de una función estric- nte racional, una de cuyas virtudes mejores cera gran idea- ha de ser la de poder captar la - 'dad de la realidad, por cuanto esa condición - ría se sabe ya que es una nota primaria de la ncia originaria, objeto inveterado de la Meta- "ea. la celebridad de Parménides data de su propia y se debe a muy diversos motivos. Fue un bre de gran prestigio social -regia prosapia de dores-o El rango o pedestal dentro de una " ad es el factor decisivo para que un indi- o pueda evidenciar e iluminar con brillos úní- sus virtudes innatas. De otra manera pueden desapercibidos por sus contemporáneos o ser íamente reconocidas como auténticos valores trascendencia. Además se piensa que la fama de o maestro de Elea se debe, entre otros mo- tivos, a la dificultad enigmática de su Poema y a que la expresión alegórica, con su borde de mis- terio, se convirtió de súbito en una especie de au- reola de su pensamiento filosófico. Por añadidura y como si fuera poco Parménides fue un forjador de leyes, I1n creador de normas sociales, un artífice de la paz en el mar tácitamente turbulento de una ciudad que como la suya había conocido muy pronto el valor excitante de la prosperidad eco- nómica y aun la tentación incipiente del lujo. Todo esto debe de tener su dosis de verdad. Para Estrabón y Plutarco fue Parménides un auténtico legislador. Pero es preciso reconocer que la fama y el prestigio intelectual de Parménides e incluso su celebridad eterna, que quizá arranque de haberle dedicado Platón uno de sus más importantes diá- logos, el "Parménides", tiene su última justifi- cación y su causa en el hecho indiscutible de que el genio parmenídeo penetró en algunas de las bases e intuiciones primordiales del espíritu filosófico grie- go. Su profundidad racional tuvo sagacidad onto- lógica, poder de acceso al Ser sin más, despojado de todas sus turbias añadiduras y accidentes. De ahí que una de sus grandes aportaciones a la His- toria de la Metafísica sea precisamente el descu- brimiento de que entre el Ser y el pensar hay una conexión sustancial. Para hacer este descubri- miento y mantenerse tercamente en él es necesario haber captado previamente, con la claridad ra- cional máxima de la Idea, esa dimensión única donde mente y realidad establecen un diálogo de afmidades transparentes. Desde entonces la Razón pura será un don eterno, un regalo con que los dioses distinguen a los llamados amantes de la sabi- duría, seres de privilegio, elegidos por las luces ex- celsas, lo cual quiere decir que piensan desde el

El Enigmatico Parmenides

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: El Enigmatico Parmenides

Rev. Fil. Univ. Costa Rica, XIX (49, 50), 101-110, 1981

Luis Lara

El ENIGMATICO PARMENIDES

la Escuela de Elea es un verdadero hito de. en la evolución histórica de la Filosofía gríe-Lo es sobre todo de la génesis de la Metafísica,tiene sus inicios y sus intuiciones originarias ens de Mileto, en las alegorías místico-poéticasHesíodo y en las audacias matemáticas de la• ica ontológica de los pitagóricos. Son tres

-dimensiones metodológicas y doctrinarias-fuerza radical que convergen en el crisol único y- . ta de los eléatas. la primera de ellas es la

• ueda denodada de un principio y fundamentosea ante todo origen de las cosas y garantía de

permanencia. Ya en Tales esta decisión eidéticae fuerza creadora, aunque sin el rigor heurfs-que le imprimen los eléatas. La segunda fase

esta gran creación es el convencimiento racional~rsuación"- de que ese origen buscado no es

ible a la inspiración o, mejor, al fervor mís-y debe de ser corre lato de una función estric-nte racional, una de cuyas virtudes mejorescera gran idea- ha de ser la de poder captar la

- 'dad de la realidad, por cuanto esa condición- ría se sabe ya que es una nota primaria de la

ncia originaria, objeto inveterado de la Meta-"ea.

la celebridad de Parménides data de su propiay se debe a muy diversos motivos. Fue un

bre de gran prestigio social -regia prosapia dedores-o El rango o pedestal dentro de una

" ad es el factor decisivo para que un indi-o pueda evidenciar e iluminar con brillos úní-sus virtudes innatas. De otra manera pueden

desapercibidos por sus contemporáneos o seríamente reconocidas como auténticos valores

trascendencia. Además se piensa que la fama deo maestro de Elea se debe, entre otros mo-

tivos, a la dificultad enigmática de su Poema y aque la expresión alegórica, con su borde de mis-terio, se convirtió de súbito en una especie de au-reola de su pensamiento filosófico. Por añadiduray como si fuera poco Parménides fue un forjadorde leyes, I1ncreador de normas sociales, un artíficede la paz en el mar tácitamente turbulento de unaciudad que como la suya había conocido muypronto el valor excitante de la prosperidad eco-nómica y aun la tentación incipiente del lujo.Todo esto debe de tener su dosis de verdad. ParaEstrabón y Plutarco fue Parménides un auténticolegislador. Pero es preciso reconocer que la fama yel prestigio intelectual de Parménides e incluso sucelebridad eterna, que quizá arranque de haberlededicado Platón uno de sus más importantes diá-logos, el "Parménides", tiene su última justifi-cación y su causa en el hecho indiscutible de que elgenio parmenídeo penetró en algunas de las bases eintuiciones primordiales del espíritu filosófico grie-go. Su profundidad racional tuvo sagacidad onto-lógica, poder de acceso al Ser sin más, despojadode todas sus turbias añadiduras y accidentes. Deahí que una de sus grandes aportaciones a la His-toria de la Metafísica sea precisamente el descu-brimiento de que entre el Ser y el pensar hay unaconexión sustancial. Para hacer este descubri-miento y mantenerse tercamente en él es necesariohaber captado previamente, con la claridad ra-cional máxima de la Idea, esa dimensión únicadonde mente y realidad establecen un diálogo deafmidades transparentes. Desde entonces la Razónpura será un don eterno, un regalo con que losdioses distinguen a los llamados amantes de la sabi-duría, seres de privilegio, elegidos por las luces ex-celsas, lo cual quiere decir que piensan desde el

Page 2: El Enigmatico Parmenides

ciones que sobre Parménides ha hecho EduardoNicol. "De esta manera se comprende Odice en su"Metafísica de la expresión", p. 161 -la diferenciaradical de sentido que tiene en Heráclito y en Par-ménides el principio de unidad. En el primero esun principio del ser, intuido en el ser mismo, y porello establece la condición de posibilidad del cono-cimiento; en el segundo es una condición impuestaal ser por la razón, que hace imposible la ciencia:la paradoja de la metafísica tradicional consiste enque se funda en el principio de Parménides, y a lavez sólo es posible a base de contrariar el mismoprincipio de fundamentacíón", Sin duda esa sed deunidad, genuinamente metafísica, implica algunasdificultades y ambigüedades en la doctrina. Dentrode la pretensión de conocimiento unitario que ca-racterizó la filosofía desde Tales, la Escuela deElea con Parménides da un salto a un nuevo nivelde unidad sin haber logrado superar el anterior.Ocurre que toda concepción racionalista y analí-tica engendra abstracciones. Y son las abstrac-ciones la fuente de todas las escisiones y dualí-dades que se insinúan en una doctrina menos-cabando su armonía y conspirando contra su síste-matismo. Es el momento histórico en que aparecela dualidad confusionaria entre unidad y unicidad,entre unidad formal -entitativa y unidad concreta,esto es, unidad de realidad. Pese al gran avance enel manejo de los conceptos y en la mayor forma-lidad racional de la actitud filosófica, la Unidadabsoluta de Parménides supone un retroceso y ex-cesiva limitación objetiva para la Filosofía. Esta yano podía ser -frente a Heráclito, en quien aún serespetaba la Naturaleza- la ciencia de la realidadsino simplemente la especulación sobre el ser. Yentre ser y realidad Parménides, fiel a su idea bá-sica de la unidad, no pudo hallar ningún vínculojustificable. A veces la influencia de un maestroresulta nociva en ciertos momentos del desarrollooriginal de su discípulo. En este caso ha sido lainfluencia de Pitágoras ese elemento de terquedady rigidez que tienen algunas concepciones parme-nídeas. El pitagorismo es la metafísica de la Forma-"peras", el límite-, la determinación funda-mental por la fuerza trascendental de la medida, lanumerosidad y la elemental armonia. El reino delser es el reino de la discontinuidad, de la inde-pendencia jerárquica de las condiciones primariasde las cosas. La consistencia natural de ellas es fija,macizamente estable, estática, simple y carente decualidades que puedan ser susceptibles de cambio.El ser parmenídeo es esa esfera maciza que consti-

102 LUlSLARA

"cielo" (ex-celsis) y no desde las cosas materiales.La Filosofía en este momento ha dejado de serhumilde interpretación de la Naturaleza, como lofue en la doctrina jónica, y abandona también suvisión metafísica simple, directa, ingenua, para vol-verse de espaldas a la realidad e imponerle a ésta,con la aprioridad de la soberbia racional, las condi-ciones de verdad que "realmente" posea. Sin dejarde ser Filosofía de la Naturaleza ni Metafísica, sub-sumiendo estas fases y vertientes originarias suyas,la investigación del hombre cobra rango de Gno-seología. La reflexión y el método inciden sobre supropio ámbito: es la estructura elemental de laconciencia cognoscitiva, uno de los descu-brimientos máximos de la ciencia humana. "Descu-brió -dice Jean Zafiro pulo en su obra "La Escuelaeléatica", p. 83-84- que el observador permaneceextraño a lo que observa y que el sistema que su-perpone a la realidad para observarla, le pertenecea él, observador, y no a lo que observa. Parménidesestimaba la realidad inconmensurable con el pensa-miento humano porque creía que esta realidad eracontínua. Esto es falso, pero en último análisis larealidad, por otras razones, permanece a pesar detodo inconmensurable con el pensamiento huma-no". Pese a la oscuridad con que se presenta enciertos momentos, el gran descubrimiento de quela realidad verdadera es una adivinación creadorade la mente. El se mantiene erecto con toda suvitalidad. Es en este punto donde Parménides co-teja su grandeza con la de Heráclito. Ambos, pesea sus profundas diferencias, concibieron el ser realy verdadero como unidad. Su divergencia insal-vable procede del momento en que se explicita lafunción que tal unidad tiene en el complexo Ín-timo de las cosas. Para el filósofo del dinamismo ydel fuego la unidad y permanencia de las cosas nosólo no era incompatible con su transformaciónsino que más bien daba a ésta el mérito y consis-tencia ontológicos que merecía. En virtud de suintuición vitalista la naturaleza es para Heráclitouna permanente consunción y superación de ma-teria burda que ha de depurarse y reducirse sustan-cialmente a través de esta Íntima deglución. Larealidad se transforma, se supera y permanece pre-cisamente porque vive de lo que asimila y des-truye. La Naturaleza es vida progrediente. Para eleléata, en cambio, la unidad es una condición tanfríamente racional que no roza ni de lejos la cálidamovilidad de las cosas y su metabolismo onto-lógico.

A este respecto son interesantes las observa-

Page 3: El Enigmatico Parmenides

EL ENIGMATlCO PARMENIDES

tuye la estructura central y elemental del Universo,excluyente no sólo de la diversidad -lo cual es yala primera gran dificultad- sino de todo contenidoontológico concreto, toda esencia "física". La na-turaleza o consistencia de la realidad iba a quedarrelegada a un plano donde los afanes cognoscitivosdel hombre son más humildes y la mirada de lamente un tanto más torpe, apta sólo para a-prehender los círculos oscuros de las superficies.(p. VIII, 40). Lo más grave es que Parménidespone en juego categorías ontológicas que aún noeran del pleno dominio suyo ni de la metafísicadesarrollada hasta su nivel histórico. Esta insu-ficiente conceptuación categorial y ambigüedaddoctrinaria que resulta de querer fundir la abs-tracción delimitante del número pitagórico con latotalidad inmóvil del Ser genuinamente parme-nidiano, puede contemplarse con gran claridad enel Fragmentó VIII, 20, 25, 35, donde aduce que elSer verdadero no es divisible en virtud de su conti-nuidad y que esta continuidad, a su vez, debe suvirtud a la identidad -homogeneidad- del Ser,con lo cual está haciendo un uso fácil y una mezclade categorías que la metafísica posterior ha demos-trado su diversa extracción. No se trata de pedirfiligranas y finuras categoriales a Parménides, pen-sador al fin y al cabo de un nivel histórico rudi-mentario de la metafísica. Si se trata de ver en eluso indiscriminado de algunos conceptos la ambi-güedad consustancial que produjo en la Filosofíaprimera: su exacerbado racionalismo. Probada laidentidad como indivisión e inmovilidad cualitativa-homogeneidad- queda el problema de hacercompatible la totalidad inmóvil (B VIII, 35) con laconque lo 'simple e idéntico es indiviso, pero no loes que además sea contínuo. No obstante, este tipode razonamiento es de la más genuina laya parme-nídea y ofrece esa dura arista por la cual el eléatase opone con resistencia metafísica al Filósofo deEfeso, para quien la continuidad y dinamismo de-viniente iba a constituir la raíz ígnea de lo real. Lasmayores dificultades las encontramos en la parejaontológica unidad-diversidad, ya que como diceNicol censurando en este punto a Parménides:"Lejos de afinar lógica y ontológicamente, el con-cepto de unidad, Parménides lo convierte en uncontrario del concepto de pluralidad. Pero, ni elprincipio lógico de no contradicción, ni la obser-vación de las cosas, obligan a considerar en efectoque la unidad excluya la diversidad" (Met. de laexpr. p. 162). El racionalismo parmenidiano, comolo caracteriza Aristóteles en su Metafísica, está fé-

103

rreamente adscrito -aherrojado- por la idea deunidad única, que va a tener su secuela más típicaen las célebres aporías de Zenón en las cuales nosólo se intenta dialécticamente eliminar el movi-miento y su correlato temporal sino que el espaciomismo queda reducido a su elementalidad puntual.Platón mismo - ¡nada menos! - en el célebre diá-logo en que trata de integrar la idea básica de Par-ménides respecto a la incompatibilidad entre uni-dad y pluralidad nos ofrece un maravilloso juegodialéctico que mereció el elogio de la filosofía mo-derna en Hegel, No obstante es preciso declararque el desarrollo no está exento de oscuridades yaporías, lo cual simplemente prueba la tremendadificultad de la idea central de la doctrina eleática.Es por tanto interesante y útil hacer una exégesisde algunos de los párrafos del "Parménides" endonde Platón manifiesta con más sutileza la ten-sión dialéctica entre lo Uno y lo múltiple. Nuestraopinión es que el indudable virtuosismo con-ceptual de la dialéctica platónica pierde elasti-cidad, claridad y verosimilitud siempre que Platón,por veneración a uno de sus más eximios prece-dentes, se mantiene en una postura de respeto his-tórico y de fidelidad pseudodiscipular. Dice Pla-tón: "Si son desemejante s a lo Uno (las cosas, losotros entes), es claro que serán desemejantes a algoque ya es desemejante a ellos. Se dará la deseme-janza en lo Uno, y los otros serán precisamentedesemejantes en relación a esta desemejanza (par-ménides, B 161, b. ( ... ) He aquí que 'lo Uno queno es ni tiene determinación alguna. ( ... ) Es indu-dable que no serán otros con respecto a lo Uno,dado que este no es. .. serán otros en relaciónmutua. (164, b. e) ( ... ) Dondequiera se da la plu-ralidad, se da también la unidad (165, e). Este jue-go laberíntico empieza a aclararse si suponemosque hay dos tipos o niveles de unidad: una unidadque es y otra que no es. La unidad que no es -lainferior y empírica del mundo sub lunar- y la Uni-dad que sí es y constituye el rango propio delmundo noético, eterno y "uránico". Ambas uni-dades son realidad, solo que en distintos nivelesontológicos, siendo este precisamente lo que nopudo atisbar Parménides, motivo por el cual notuvo más alternativa que negar el ser a todo cuantono se hallaba en la dimensión de la Unidad trascen-dental. Y esta negación implica también esa inopiaeleática para captar el ser y el devenir en una mis-ma función eidética, para hacer compatibles lasesencias y los demás círculos de la jerarquía ón-tica, incluso aquellos que constituyeron en el pla-

Page 4: El Enigmatico Parmenides

EL ENIGMATICO PARMENIDES 105

racionales las imaginerías órficas y hasiódicas, elanimismo religiosista y la teogonía. Desde el Poe-ma la teogonía deviene Teología y el animismo seconvierte en una fría reflexión sobre la Unidaduniversal y en una crítica de su corre lato racional,"porque el pensar y el ser son una y la misma cosa(B I1I). Desde entonces el griego confiará en surazón como mensajera de la verdad. Werner Jaegeren su obra "La teología de los primeros filósofosgriegos", Edición F. de C. Económica, p. 101, di-ce: "Por primera vez en el lenguaje filosófico delos griegos tropezamos con la personalidad filosó-fica considerada como portadora del conoci-miento. No hay intención alguna de vanagloriarsede este conocimiento; el filósofo prefiere ver en élel don de un poder divino y pintarse con modestoorgullo como un simple instrumento de ese po-der". Esto quiero decir que, pese a la fría reflexiónde este cambio de mentalidad aún siguen vigentes,con fuerza vital, los entusiasmos místicos de He-síodo, si bien no sería lícito exagerar tal influjocomo en ciertos momentos parece entreverse en laslíneas de la obra citada de Werner Jaeger, en cuyapágina 96 dice: "Una cerrada comparación haceevidente que sólo necesitamos considerar la Teo-gonía" como el modelo de Parménides, sin quenecesitemos ocupamos de "Los trabajos y losdías". El paralelismo entre Parménides y la Teo-gonía de Hesíodo resulta especialmente evidenteen la segunda parte del Poema del primero. Nosólo aparece en ella el Eros cosmogóníco deHesíodo, sino junto con él ( ... ) un gran númerode deidades alegóricas como la Guerra, la Lucha, elDeseo, etc, cuyo origen en la Teogonía de Hesíodono puede ponerse en duda". Es preciso añadir al-gunas acotaciones a esta opinión de Jaeger, puessin negar tal influencia hesiódica hay que reco-nocer la frialdad con que Parménides utiliza esasentidades retóricas para dar expresión a las abstrac-ciones metafísicas más tremendas que se habíanproducido en Grecia desde que Pitágoras formulósus estéticas exactitudes matemáticas y todo su sé-quito de formalismos "desrreales". A veces se sien-te la tentación de juzgar nocivas esas imágenes poé-ticas y alegóricas para un pensamiento que es en-gendro primogénito de una apetencia de claridadesrecias, de luces primeras. A la sensibilidad poéticade Parménides, que no puede ser puesta en en-tredicho, quizá se adecúen las imágenes árficas,pero al pensamiento metafísico, ásperamente ra-cionalista encerrado en esas expresiones, se le em-paña un tanto su transparencia eidética. Es lo que

ocurre siempre que un pensador, un novelista opoeta adopta una técnica preexistente y, sobretodo, ajena a la más genuina manera de su origi-nalidad. La expresión oscilará en un tremendo de-sajuste. La verdadera originalidad tiene su propiatécnica de expresión y su estilo superdiferenciado,mensajero insustituible. Ortega y Gasset en su obra"Origen y epílogo de la Filosofía", ha visto bieneste asunto y dice: "Parménides adopta oblicua-mente, fríamente, reflexivamente un "género ar-caizante" y desde él se pronuncia. O dicho de otromodo: que Parménides usa el poema mito-lógico-místico sin creer ya en él, como mero ins-trumento de expresión, en suma, como voca-bulario. Las creencias difuntas perduran muchotiempo convertidas en meras palabras" (Ed. Fondode C. E. con p. 84).

El Poema desde el punto de vista literario noaporta nada nuevo. Constituye un lenguaje, un es-tilo y un sistema metafórico recibido de Hesiíododirectamente. Es un fruto de madurez del orfismotambién. Su trascendencia y aureola histórica con-siste en que detrás de esa madurez literaria sub-yacen pensamientos rigurosamente científicos yuna manera de pensarlos que abre al espíritu griegocauces insospechados. La conciencia griega lograuna inmensa avanzada en su camino de liberaciónde las turbiedades míticas que enlazaban su tra-dición a los dogmas indúes de los Upanishad. DeTales a Parménides se tiende ese hilo imaginativo,originariamente filosófico, que adopta ante las teo-gonías y cosmogonías hesiódico-órficas una ac-titud reflexiva, problematizante, indagadora delporqué de toda explicación sobre el origen de losdioses y las cosas. Frente al estremecimiento míti-co el filósofo nato que es Parménides coloca lapasión noética, la fuerza insensible del logos. Elmito, sin embargo, como ya apuntó Aristóteles, noes nunca despreciado por el verdadero filósofo,quien más bien lo recoge como fuente de sus pro-pias concepciones científicas. El mito es el em-brión de la Ciencia y la Filosofía. En este sentidovio también Hegel, en su Filosofía de la Historia,que toda imagen mítica es un auténtico "filo-sofema". Parménides mismo nos ofrece en su Poe-ma -sin excesivo desprecio por ser un material dela vía dóxica del conocimiento- unas cuantas imá-genes cosmogónicas que delatan su afinidad y cer-canía al orfismo. Pero coloca todas esas cálidasimágenes en la sección correspondiente. El Poemaes una obra de madurez y tiene una rígida es-tructura que, desgraciadamente, han erosionado al-

Page 5: El Enigmatico Parmenides

106 LUIS LARA

gunos párrafos fragmentarios. Diógenes Laercio-en sus "Vidas" - sitúa el acmé de Parrnénides entorno a los cuarenta años. De ello podría deducirseque es en ese período de madurez cuando redactasus versos metafísicos, con los cuales el griego tie-ne el testimonio definitivo de su capacidad espi-ritual para la ciencia pura. Nunca hasta ahora sehabía visto con tan meridiana evidencia esa posi-bilidad de pensamiento riguroso, de razón pura. Lodemás es retórica o secuela intrascendente, o defi-ciencia que puede ser pábulo para fríbolos ob-jetantes. "El carácter verdaderamente esencial deun descubrimiento físico -ha dicho W. Heisen-berg- no es consecuencia sino premisa de la claradelimitación del concepto descubierto ysu campode aplicación: la teoría debe abrir una nueva posi-bilidad de pensamiento y obligar así a un ver-dadero cambio de rumbo en la situación teórica, amodificar el planteamiento de los problemas".(Los nuevos fundamentos de la ciencia, p. 190).

Parménides es el creador de una Escuela en elsentido más estricto del término: un conjunto deideas, doctrinariamente coherentes que van a pro-mover la posibilidad y la concreta esperanza de unperíodo de clasicismo. Por eso es justo reconocerahora y siempre, una vez más, que la filosofía per-menideana, dueña legítima de lo mejor de la vetametafísica pitagórica, conduce indefectiblementeal pensamiento platónico. Esta es una de sus máxi-mas justificaciones como hito eterno del pensa-miento: haber influído en el origen del idealismoplatónico.

Antes de hacer un recorrido exegético por elPoema reparemos en algunas significaciones gene-rales del mismo que pueden brindamos claves paratoda explicitación ulterior. Por primera vez el pen-samiento griego -adelantándose en este a Platón-va a vislumbrar la realidad como escindida en suentraña ontológica misma. Una de esas dos seccio-nes entrañables va a establecerla la estructura mis-ma del conocimiento: no hay diferencia entre elpensar verdadero y el ser. El ser es principio deverdad, sentido del pensar. El pensar -logos- esprincipio mental y cósmico que da unidad al decirde las cosas. Aunque Anaxágeras era un niño depecho cuando Parménides formulaba su ontologíay por tanto el nous aún no había surgido en laescena, no sería ilícito decir que una de las básicasenseñanzas del Poema es que el nous del hombrerecibe en sí la vez de la Naturaleza que es ellogos.La otra sección de la realidad, ese "aquende" de laescisión del ente, no tiene función en el sistema de

Parménides. Siendo fieles a sus postulados y a sugenuina concepción del ser esa otra dimensión dela Naturaleza carece de la posibilidad misma de su

justificación, La esencia natural - "füsis" - es unacategoría extraparmenídea, extraontológica, y hade recibir todas las injusticias y desprecios bajo eltítulo general de "apariencias". Lo aparente es dó-xico, falso, erróneo, carece de ser porque es y noes y esto resulta intolerable para una metafísicaque se apoya originariamente en el principio de nocontradicción. No obstante preguntamos si estedóxico ser y no ser, esta vacilación del pensa-miento de los "no elegidos" y "no iniciados" quetanto preocupa a nuestro filósofo es el absolutoerror, el absurdo rotundo y sin sentido. Sería posi-tiva la respuesta de algunos críticos. Para EduardoNicol, por ejemplo, Parménides llama opinión "noa un conocimiento vulgar e inadecuado de los mis-mo que puede ser mejor conocido en teoría, sino ala pura falsedad, al error completo, a la vana ilu-sión que tema por ser a lo que no es". (Met. de laexpr. p. 157). Disentimos de la interpretación deNicol en este pequeño e importante punto. Porquelo cierto es que Parménides distingue con nitideztres vías posibles del conocimiento. Dos de ellasson vías del pensamiento filosófico: la vía del ser yla vía del no-ser. Pero esta segunda vía -delno-ser- queda descalificada por absurda y sin fun-damento, constituye un trágico desvío de la filo-sofía (por ejemplo la de Heráclito, que a ratos ob-sesiona a Parménides). La tercera vía es la de lasopiniones vulgares e irresponsables, irreflexivas, delcomún de las gentes. "Aquella que afirma -dice enB 11, 5- que el Ser es y el No-Ser no es, significa lavía de la persuasión ... y la que dice que el No-Serexiste y que su existencia es necesaria, ésta ( ... )resulta un camino totalmente negado para el cono-cimiento". Poco después nos propone Parménides,como una advertencia de la Diosa en el B VI, 5, esatercera dimensión posible del pensamiento, que esdonde éste tropieza con la reiteración dóxica in-consciente del vulgo. Considera que es la vía "porla que se lanzan los mortales ayunos de saber, quemarchan errantes en todas direcciones, cual si demonstruos bicéfalos se tratase".

Hemos dicho que el género literario elegidopor Parménides para formular sus relánpagos meta-físicos el poema místico -cosmogónico de los ór-ficos- opaca el sentido ontológico de la Idea yatenúa su precisión, siempre deseable en Filosofía.Ortega decía que la claridad es la cortesía del filó-sofo. Pero esta cortesía, -hay que agregar- no ha

Page 6: El Enigmatico Parmenides

EL ENIGMATlCO PARMENIDES 107

solido ser frecuente en los grandes pensadores, en-tre otras razones porque la dificultad de las escar-padas alturas metafísicas conspira contra su cla-ridad, aparte de que no han faltado genios comoPlatón en quienes concurría, al lado de la fuerzaFIlesíaca de la idea, un raro poder de expresióniteraria que no siempre es fácil de interpretar. Qui-2á lo más adecuado a la idea filosófica y su proble-matismo intrínseco sea la expresión escueta, di-recta, sin retórica, precisamente científica, en laque no se deslicen imágenes febriles que puedanevaporar con su alta temperatura las ondas lu-mínicas de la idea pura. Por otra parte es necesarioreconocer que la Historia de la Metafísica tiene enHeráclito -con sus trágicos aforismos-, en Par-ménides -con sus reminiscencias órficas- y en Pla-ón -con sus diálogos "novelantes" - tres hitos

primordiales de la creación de un lenguaje propiode la Filosofía. Una de las características de estaextraña ciencia es que nace con una torva luchacontra el lenguaje. Al filosofar la conciencia luchamás contra la expresión que contra la idea mismaque intenta formular. En Filosofía, como en nin-guna otra forma del saber, es la forma el origenmismo de la creación, el surgimiento del problema.Por ello se ha visto desde tiempos de Sexto Em-pírico -según parece- que una de las virtudes delPoema, frente a lo que citábamos de Ortega, esprecisamente la fuerza alegórica que expresa y a lavez impulsa el cuerpo incorpóreo de la Idea.

De las tres partes en que sin duda se estructurael Poema, la Introducción, un tanto aparatosa yexcesivamente ornamental, ha sido objeto de diver-sas interpretaciones. Es una verdadera carta de pre-sentación a la grandes metodologías modernas y eltestimonio de que la obra parmenídea es ante todouna Crítica de la razón. Pero además es el embriónde toda ulterior pedagogía, la base de que todaverdadera enseñanza ha de consistir en un esfuerzode creación inducida, de autodidaxis que recibe lasugerencia heterodidáctica del maestro. En estecaso es el joven Parménides quien se dispone arecibir por elección divina la Sabiduría revelada deuna Diosa. El misterio del Ser se hace accesible porvía de iluminación revelada. Desde entonces la ins-trucción todo lo contrario de la instrucción pú-blica -va a ser peripecia íntima de un arúspice,vate o sacerdote como Orfeo o quizá el mismoPitágoras, pese a su matemática frialdad- que reci-be los "lustres" (futurible de la Ilustración díecio-chesca) de una Luminaria divina, omisciente, poli-rradiante. En este punto se ha querido ver remi-

niscencias del pitagorismo. Para Jean Zafiropulo,que se desespera en pos del rastro pitagórico, laIntroducción del Poema "simboliza a nuestroparecer sin ningún género de dudas la iniciaciónque era de rigor en la secta pitagórica, como por lodemás en todas las religiones de misterios, echandode ver así el lector desde el comienzo que Parrné-nides es un elegido que sólo escribe para elegidos".(La escuela eleática, p. 94).

1) Orto de la luz origi naria. Por eso conducenel carro las virgenes.

"El camino por donde es conducido el joven

Parménides -joven de 26 años que el autor decuarenta evoca con nostalgia de lo que fue en esafase auroral en que tuvo los primeros brotes de suoriginalidad- es senda sacra de milenarios bardosque infunden tradición y fervor en el espíritugriego de las danzas y cantos orgiástico s de Orfeoy, a través de ese venerable entusiasmo, en el espí-ritu místico-epistemológico de los pitagóricos. Poreso es "renombrado camino", porque el hombrecualquiera -no elegido-, pese a su "vulgaridadmortal", sabe que existe un lugar donde el misterioinsinúa mágicamente su presencia infundiendo luzprimordial -luz del primer orden- al hombre quesabe que puede saber. Es un camino y un proceso,con toda la prosopopeya - ¡pompa! - que exige laprerrogativa de una elección inmortal -inmortal elque elige y el que es elegido-, una travesía por ladimensión suprasensible donde las cosas son todas,esto es, totales, partícipes de la Unidad que lassostiene al borde sombrío del No-ser. Frente alborde sombrío que es punto de partida de esecamino de liberación, de superación de la igno-rancia, como una meta que es última morada de laambición espiritual se halla el Orto genes Hijas delSol, esas ondas primeras a través de las cuales elSol se hace mensajero de sí mismo y la claridadvirginal es la promesa más pura del Origen.

Después de esa inspirada presentación de sumétodo (B 1, 1-5) parece que el gran poeta enfríamomentáneamente su estro y, dejando pasar aprimer plano su condición de jurista y legislador,nos brinda la primera gran concepción griega de laverdad. Desde Parménides la filosofía griega va atambalearse desde las turbias y encubridoras apa-riencias hasta las esencias patentes, inteligibles.

Page 7: El Enigmatico Parmenides

108

su mismidad formal absoluta. El espacio y eltiempo, como condiciones básicas de lo real empí-rico, han sido un tremendo tormento para el meta-físico. Tenemos buenos ejemplos de ello incluso enAristóteles, en cuya física se dan definicionesmeramente descriptivas del tiempo, el movimientoy el continuo ("La medida del movimiento segúnel antes y el después", "lo siempre divisible de lodividido" -definición del continuo como una pro-piedad estática-). Un tanto meior, pero descrín-uva, es la definición aristotélica del lugar como "ellímite inmóvil de lo circunscriptívo ". Siempregrandiosa e insatisfactoria la del movimiento: "Elacto de un ente en potencia en tanto que está enpotencia". Esa torpeza del griego. para superar elestatismo de lo real cuando trataba de concebir lodinámico tiene su más digno precedente en Parmé-nides. Porque ya en su doctrina la espacio-tem-poralidad es senda confusa y laberíntica que sólopuede ser objeto de pensamientos dóxicos, bicefá-licos, esto es, ambiguos y superficiales como la ex-periencia misma en que se basan, que nuncaconduce a lo cierto y definitivo, a lo estable yarmónico, sino que siempre remite a un estrato deulterior desarmonía y arbitrariedad. Estos hombres-pobres mortales no elegidos ni iniciados, no con-ducidos por la Diosa sino adocenados por laDemonia-, vulgares y empíricos "se ven llevadosde aquí para allá, sordos, ciegos y llenos deasombro, como una turba indecisa ( ... ), en uncaminar en pos de todo, que es un andar y undesandar contínuo" (B VI, 5). No podemos vermenos, en estas líneas, que un precedente del plan-teamiento que condujo a Berkeley a negar todovalor de testimonio a las manifestaciones empíricasde las cosas, que son siempre presentación de fenó-menos que remiten a otros fenómenos, de talmanera que la sustancia material última, que es elobjeto buscado por la Metafísica, nunca podría ob-jetivarse en esa dimensión correlativa de los sen-tidos.

Los decires y consejos de la Diosa aún siguenasediando el espíritu joven del poeta metafísico.Insiste una y otra vez sobre la nociva inercia de lacostumbre, fuente de superficialidades, arbitra-rismos y ambigüedades, convicciones sinfundamento -creer que se sabe la esencia de algo yfundamentos sin convicción- no saber que se po-see la clave de una idea y dejarla que velatilice susustancia racional en contacto con ideas de menosriobleza o dejar que funciones inhábiles pero síhabituales den escapatoria a la alusión originaria.

LUlSLARA

Entender será captar la verdad en un íntimo actode lectura de las esencias, ocultas para la visiónocular y francas y evidentes para la razón. laverdad será desde ahí aletheia, desvelación,función racional que hace posible la transparenciade los velos singulares. Esa transparencia es causade la persuasión, sin la cual no hay verdad sino"trillada" y "perversa" opinión que reitera hoycomo ayer su mismidad vacía e irresponsable (B II1-5). En este mismo Fragmento II planteaParménides la célebre contraposición de vías delconocimiento posible. Lo hace de modo tan es-cueto y en tal tono que se diría que es cierta,como algunos historiadores han pensado -Hirsch-berger, por ejemplo- su enconada y terca polé-mica contra Heráclito. El camino del devenir -queno hay que confundir con el de la doxa- no sólono es sino que además es incognosible y, como sifuera poco, inefable, Estamos pues en una situa-ción de agnosticismo radical que garantiza alPoema un puesto de dignidad al lado de la Críticade la razón pura. Todo racionalismo, a fuerza dedesconfiar de lo empírico y despreciarlo porinepto para ofrecer la verdad, parte de un tácito einconsciente respeto por la realidad sensible, osci-lando al fin y al cabo entre la actitud adusta yprepotente que le niega condición de verdad y laactitud resignada y servil que confiesa la ineptitudde la razón para hacer accesible esa porción deverdad indudable que poseen las apariencias comopartícipes de un orden jerárquico de realidades.Por ello son justas las palabras de Hirschbergercuando dice: "Toda forma de racionalismo en es-pecial caminará por las vías descubiertas por Par-ménides.Frente a Heráclito ha mostrado Parmé-nides el camino que lleva al tipo de verdades fijas,siempre idénticas a sí mismas; es el pensamientoabstractivo" (Hist. de la Fil. p. 22, HO).

La próxima incitación de la Diosa logra enel joven filósofo un grado más de contemplaciónpura, un nivel aún más independiente de lo empí-rico. "Observa -le dice, B IV, 1-, pues, cómo loque parece más lejano se hace firmemente presentepara el Espíritu, que no será dividido por la unióndel Ser con el Ser". El juego dialéctico de lopresente y lo ausente, lo patente y lo oculto, losensible y lo suprasensible tiene aquí su primeracto en el escenario de la Historia. La división seráuna propiedad de lo sensible, de lo que se yuxta-pone y despliega en el espacio empírico, en tantoque Ser y Ser es una unión inconsútil, que no sehace sino que simplemente es, es lo Uno del Ser en

Page 8: El Enigmatico Parmenides

EL ENIGMATICO PARMENIDES

Para encontrar franquía al Ser de modo que nosirradie su propio campo racional, su genuina vía deacceso y de manifestación -si es que el Ser semanifiesta- es preciso operar una reducción sobreel plano de la costumbre. No queremos ver en tanprimitivo sistema metafísico atisbos de Fenorneno-logía, pero es lo cierto que toda gran actitud en laHistoria del pensamiento tiene sus precedentes, ig-norados muchas veces por los mismos creadores denuevas ideas o de nuevos aspectos y problemas deideas antiguas. Recomienda la Diosa -es decir elgenio metafísico de Parménides- no fiarse de la''fuerza rutinaria" de la costumbre", afanarsesobre la visión racional para que no se vuelvan "losojos irreflexivamente" hacia la periferia de lo real.Todo ha de pasar por el ojo mágico de la con-ciencia reflexiva y reductiva. Incluso son nocivos,sus citadores de opacidad y desarmonía, los oídosy la lengua misma. He aquí -B VII 1-5- quenuestro eléata husserliano no se fía ni del cuerpointangible de la nuda palabra. Si le dijesemos que"en principio era el verbo" contestaría solemne y'monolítíco: -Sí; pero [cuidado! : el verbo ser-oy al lado del verbo ser, un áspero toro bellino deaspavientes, las apariencias múltiples apadrinadaspor los otros verbos engendrandos simples "pala-bras", pruebas múltiples. Ya empieza aquí la Filo-sofía a tomar demasiado en serio las formasexactas y fijas, las estructuras simples e inmóvilesque conducirán indefectiblemente a la teoría de laabstracción de Aristóteles y, a su través, a la fuenteclásica de todo logicismo formalista.

Las fórmulas parmenídeas son, no pocasveces, ambiguas y aún contradictorias. Pero 10opaco y dual no es el pensamiento metafísico sub-yacente, del que hay suficientes pruebas que, leacreditan como impregnado de pureza y unidad.Sólo son ambiguas las maneras de decir. Ya hemosaludido en otro momento de este trabajo a la insu-ficiencia de este género literario como aliado ymensajero de los primeros grandes atisbos de laMetafísica. En este momento la más noble de lasciencias no ha encontrado su propio lenguaje. Lalengua propia de la Filosofía no será creada y ple-namente adquirida hasta Arístóteles. Aforismos,poemas, diálogos, son eslabones que la Filosofíatransita en busca de su género intrínseco, esto es,la prosa didáctica. Ejemplos de lo que apuntamosson numerosos y convendría recordar sólo algunos,entre otras razones porque quizá lo más útil de unaexégesis sobre una obra consagrada por la aureolamultisecular no sea reparar en los detalles de su

109

humana imperfección sino ante todo evidenciar losvalores que justifican y fundamentan su trascen-dencia y su permanente fuente de pensamientosserios sobre asuntos del primer orden de la Filo-sofía. Al final del B VII, 5, aconseja la Diosa, paraeludir las sugestivas malignidades de la Demonia-como eludiera siglos después Descartes la orien-tación engañosa del Genio Maligno- que se denpruebas múltiples en todo juicio. Olvida Parrné-nides -o su Diosa consejera- que el nivel depureza y simplicidad trascendental, superior a todacondición cualitativa, es incompatible con la multi-plicidad. Una de las paradojas de la Metafísica tra-dicional es que, siguiendo la línea abstractiva yeminentemente formalista que le imprimiera Par-ménides, tiene como uno de sus principios básicosel de "no contradicción", cuya forma fundamentalestá constituida a su vez por tres supuestos de sim-plicidad absoluta -mismidad del ser, del signi-ficado y del tiempo- y por otra parte, sin abando-nar esa intención simplista, quiera dar razón delcambio y 10 múltiple introduciendo otrossupuestos, carente s de afinidad con los primeros.Esta dualidad y hasta escisión fundamental de laMetafísica, representada ante todo por las dos víasparmenídeas del conocimiento y por los reinosirreconciliables de la realidad platónica -noetós yaisthetós-, la ha observado Hartmann con granprecisión analítica en el sistema categorial aristo-télico, en el cual no sólo apunta desajustes sistemá-ticos sino que considera los conceptos básicoscomo ineptos para justificar el devenir. Es posibleque haya exageración e injusticia en tales aprecia-ciones. Pero hay algo básico que es cierto: la meta-física aristótélica no logra integrar plenamente elorden trascendental -ente como ente, objetoformal que y queda- con el nivel de lasustancia real y concreta donde despliega su sis-tema de categorías. De ahí que el concepto cate-gorial básico, la sustancia, signifique unas veces elsubstrato último de la materia, otras la esencia ge-nérica y universal y, en fin, la causa intrinseca decada cosa. Todo eso sin conexión aparente con elnivel de radicalidad formal que es desde Parrné-nides la ambición central del pensamiento meta-físico. Para el eléata ello no es problema alguno,pues declara que el cambio, 10 múltiple y todas lasdemás formas de manifestarse las apariencias cons-tituyen el no-ser, el objeto de todo pensamientoiluso y falso. Para el Estagirita, en cambio, suespíritu metafísico se frustra en todo momento enque sus conceptos categoriales y sus factores tras-

Page 9: El Enigmatico Parmenides

110 LUISLARA

cendentales -materia, forma, potencia y acto- noden razón suficiente del cambio y su íntima causa-lidad. Y si a aclarar el devenir no concurren efecti-vamente las nociones trascendentales últimas-cosa, algo, uno, etc.- su sistema cruje a la horade los ajustes definitivos. "Es un hecho asombroso-dice el gran Nicolai Hartmann- que Aristótelesapenas haya hecho uso de las diez categorías, tancuidadosamente sentadas y desarrolladas, en sudoctrina del ente en cuanto ente. (Ontología, T. 11,Intr. #2). Estos desajustes y dualidades venimos di-ciendo que tienen una procedencia parmenídea ytienen su clave en ese espíritu de simplificaciónque la Escuela de Elea trajo a la Historia. Es esemismo pensamiento para el cual el virtuosismo úl-timo de lo real sólo puede poseerse por reduccióna las formas separadas y carentes de estructura.Haber nacido es una deficiencia ontológica radical,pues supone un período anterior de nihilidad, deno-ser. Por eso Meliso, fiel discípulo y rindiendolealtad al Ser increado e imperecedero de su maes-tro, dice en el Fragmento 1 de su poema: "Lo queera, era siempre y será siempre. Porque si hubiesenacido, necesariamente habría sido nada antes dehaber venido a la existencia. Pero si en efecto, hu-biese sido nada, en modo alguno nada podría nacerde nada". Es un pensamiento para el cual lo únicoque vale es el hecho absoluto de ser, sin prece-dentes, sin origen, sin vida (B VIII 1-5-10). Lavida, la sustancia corpórea, el origen del mundo,las leyes causales de la Naturaleza, etc., carecen devalor objetivo para la ciencia y son, en el nivel enque se mantiene esta doctrina, objeto de meraopinión y hábito mental, o alicientes para el arteo la religión. Las actitudes mentales de carácterabsolutista, pese a sus pretensiones, suelen ser limi-tadas. Su visión es tanto más pobre y limitadacuanto mayor sea su ambición de totalidad. Consi-guen la máxima extensión conceptual a costa deperder su comprensión de la realidad y su riquezaontológica. Parménides exige que el Ser sea total:

"ha de existir absolutamente o no ser del todo"(B VIII, 10). Pero como lo simple vive de la com-plejidad de que carece y es precisamente totalidadpor negación absoluta de todo lo que las cosasconcretas y singulares tienen, el poeta y filósofoque es Parménides se decide en ciertos momentos aexplicar esa simplicidad recurriendo a calificativosque contradicen esa pureza racional de que parte.En este sentido habla de que el ser está integrado,posee todos los miembros. O sea: es simple y a lavez integrado por la totalidad de partes posibles,pues no puede carecer de nada. Es inextenso einmóvil ya la vez es un "todo, contínuo". Carecede principio y de fin" y no obstante "dado queposee un último límite, el Ser está terminado portodas partes, semejante a la masa de una esferabien redondeada" (B VIII, 25 Y 40). No tenemosotro modo de justificar todas estas incongruenciasque situarse en la perspectiva parmenídea y aducirque la totalidad inmóvil es no obstante contínuaporque es indivisible, homogénea e idéntica y que,por otra parte, la limitación rotunda y universal, suequidistancia y ubicuidad es indefinida por carecerde cualidades múltiples que la singularicen. El Ser,finalmente, es indefinido e infinito pero no ilimi-tado, porque para Perménides, al fin y al cabo yquizá sin saberlo, discípulo de Pitágoras, el apeirones la negación de toda virtud y el límite - "pe-ras"- es la virtualidad fundamental misma. Através de esta originaria claustrofobia el espíritugriego fue siempre amante de la medida y su poderdelimitante. De ahí que aun en el mayor genio deGrecia -Aristóteles- el movimiento y su corre-lato, el tiempo, hayan quedado sin justificacióncategorial auténtica y sin explicación satisfactoria.Esto lo ha visto justamente Eduardo Nicol en su"Metafísica de la expresión", p. 170: "la mismidaddel ser en Aristóteles excluye el tiempo, como yaen Parménides, y por esto el cambio sigue siendoun problema ontológico, en vez de ser un datopara toda ontología posible".

OBRAS CITADAS

Parménides: Poema (Trad. C. Láscaris, Julián MariaJosé Antonio Miguez).

José Antonio Miguez: La escuela de Elea (Frag-mentos completos) ed. Aguilar.

José Ortega y Gasset: "Origen y epílogo de la Filoso-fía" (Ed. Fondo de C. Económica, México, 1960).

Eduardo Nicol: "Metafísica de la expresión" (Ed.Fondo de C. Econ., México, 1957).

Xavier Zubiri: "Naturaleza, Historia, Dios" (Editora

Nacional- Madrid, 1963).Jean Zafiropulo: "L'écoíe éléate, Societé d'édition

"Les BeUes Lettres, Paris, 1950).Werner Jaeger: "La teología de los primeros filósofos

griegos". (Fondo de C. Económica, México, 1952).Platón: "Parrnénides" (E. Aguilar. B. Aires, 1963).Johannes Hirschberger: "Historia de la Filosofía" (E-

ditorial Herder), Barcelona 1961.