El hijo del enterrador - Jose Luis Romero.pdf

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  • EL HIJO DEL ENTERRADOR

    Jos Luis Romero

    1. edicin: julio, 2013

    Jos Luis Romero, 2013

    Ediciones B, S. A., 2013

    Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (Espaa)

    www.edicionesb.com

  • Depsito Legal: B. 15.099-2013

    ISBN DIGITAL: 978-84-9019-398-3

    Maquetacin ebook: Caurina.com

    Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el

    ordenamiento jurdico, queda rigurosamente prohibida, sin autorizacin escrita de los

    titulares del copyright, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o

    procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico, as como la

    distribucin de ejemplares mediante alquiler o prstamo pblicos.

    Quiero dar las gracias a Jordi Guardiola, cuyas magnficas historias en los

    momentos del caf me animaron y me inspiraron para escribir este libro, tambin por su

    perseverancia para que la novela no perdiera realidad histrica. Gracias a mi familia

    por la paciencia infinita que ha tenido conmigo (de hecho an sigo en casa). Y a Eva

    Nart, por su impagable favor con el texto. Finalmente doy las gracias tambin a mi

    editora, Luca Luengo, sin cuya ayuda este libro no hubiese visto la luz.

  • Contenido

    Portadilla

    Crditos

    Dedicatoria

    Basado en una historia real

    NOTA DEL AUTOR

    Prlogo

  • Basado en una historia real

    NOTA DEL AUTOR

    El Asilo del Port, ubicado entre el puerto y la falda de la Montaa de Montjuich,

    era una institucin que formaba parte de la red de Beneficencia infantil de Barcelona

    donde iban a parar nios hurfanos o delicados de salud, cuyas familias no podan

    procurarles las atenciones necesarias. El hijo del enterrador es una parte de la historia del

    Asilo contada a travs de la mirada de Jorge, un nio de ocho aos enfermizo y dbil, que

    traba una amistad fraternal con otros dos chicos del internado: Eloy y Ricardo. Eloy es

    otro nio de su edad, torturado a causa de su maldita pierna atrofiada a la que culpa de

    todos sus males y desgracias; Ricardo es tan solo algo mayor que ellos, aunque a causa de

    su desarrollo tiene la corpulencia de un adulto. Ricardo tiene buen corazn, pero tambin

    es muy bruto y a causa de eso todos le temen y le conocen por Animal.

    De la mano de nuestros protagonistas el lector ser testigo de la rivalidad, abuso y

    maltrato de los ms grandes y fuertes hacia los ms pequeos, y del apuro de los tres

    chicos para escapar a toda esas dificultades. El hijo del enterrador es una historia dura

    pero a la vez cordial que nos mostrar la cara menos amable de la relacin de los chicos

    con las severas Esclavas del Corazn de Mara, orden religiosa que tutelaba el Asilo con

    una frrea disciplina. Se trata de una cruda historia de nios y de sus familias con la que

    recorremos algunas postales de la Barcelona de la dcada de los cincuenta, aos de

    severas dificultades para las clases trabajadoras y ms desfavorecidas, para las que no era

    fcil sobrevivir en aquella ciudad.

    Esta novela cuenta una historia real vivida por Jordi Guardiola Dum, que a

    finales de la dcada de los cincuenta sobrevivi a su internamiento en el Asilo del Port

    durante tres aos. Jordi es hoy un hombre de sesenta y dos aos que no ha podido

    arrinconar aquel aciago periodo de su vida, ni ha querido enterrar el recuerdo de esa

    especie de familia que formaron los tres nios, quienes al igual que tres hermanos, se

    confabularon cuando hizo falta, se consolaron en los momentos de desesperanza,

    aprendieron juntos a rerse de ellos mismos y a ser felices pese a tenerlo todo en contra.

    Jordi Guardiola jams olvidar a ninguno de sus amigos, ni la complicidad que

    naci entre ellos en aquellos tiempos de desgracias. En su corazn alberga dos grandes

    recuerdos: la nefasta relacin con la religin, tal como la entendi en aquella poca y el

    trgico final de uno de ellos. Sus recuerdos novelados conforman esta historia.

  • Prlogo

    La madre Gema asom a primera hora de la maana en la enfermera del Asilo. El

    sol comenzaba a penetrar por las ventanas y su hbito resplandeca con vivos destellos

    celestes. Camin de puntillas por el pasillo hasta detenerse junto al camastro y observ al

    nio dormir durante unos instantes. Luego puso la mano suavemente sobre su frente. El

    chico abri los ojos con un sobresalto.

    Qu pasa?

    Buenas noticias Jorge, casi no tienes fiebre. Pero tienes que asearte y ponerte esta ropa que te he trado.

    El nio levant la cabeza y observ la ropa limpia de los domingos que haba a

    los pies de la cama. Luego mir a su alrededor, los dems chicos dorman an.

    Qu sucede? Es que hoy es domingo otra vez?

    La madre Gema se sonri.

    No, claro que no chiquillo. Solo hay un domingo por semana. Tienes que levantarte porque alguien muy especial ha venido a verte. As que lvate la cara, pinate

    bien y vstete. Rpido.

    Es que me van a adoptar? pregunt tristemente.

    T ya tienes una madre y nadie te va a adoptar.

    Pero entonces?

    Diablos Jorge! Bram la madre Gema, para a continuacin santiguarse presa de un inmediato arrepentimiento por la ignominiosa palabra que acababan de pronunciar

    sus labios. Quieres no rechistar y hacer de una vez lo que te digo?

    Jorge salt de la cama en calzones y camiseta de tirantes, se meti en un

    pantaloncillo corto, se coloc una camisola abrochndose hasta el ltimo botn, unos

    calcetines blancos que le llegaban hasta las rodillas y se calz las sandalias. Luego se

    puso una chaquetita de lana y se la abroch de arriba abajo.

    Tengo que lavarme la cara?

    S insisti ella.

    Pero es que el agua est muy fra.

    Ya lo s, pero hoy tienes que estar muy guapo.

    El nio se dirigi a regaadientes al lavabo. Pas junto al catre de Eloy, que

  • dorma profundamente, y desapareci tras la puerta de los aseos. Repentinamente a eso,

    Eloy abri los ojos sin moverse lo ms mnimo y contempl fijamente la pintura del

    techo. Senta su cuerpo arder como por el fuego y haba tenido terribles dolores de cabeza

    durante toda la noche. La luz que penetraba por las ventanas se clavaba como cuchillas en

    sus retinas y cerr los ojos. Al momento volvi a quedarse nuevamente dormido.

    Paralelamente a esa situacin que se produca en la enfermera, en el dormitorio

    principal del Asilo, donde ms de un centenar de nios dorman, la madre Espritu Santo

    entr como un huracn vara en mano, y recorri de una punta a la otra el pasillo que

    divida la habitacin en dos hileras de camastros, gruendo y sacudiendo la vara contra

    los barrotes de las camas.

    La monja era seca como un palo y tena una cara angulosa y arrugada, en sus ojos

    siempre una expresin cansada y violenta a la vez. Su envoltura negra le confera aspecto

    de aparicin siniestra. Al igual que todas las dems monjas, excepcin hecha de las que

    se ocupaban de la enfermera, la madre Espritu Santo vesta completamente de negro,

    con una pechera que suba hasta el mentn y una tnica de sarga y manga ancha. Cubra

    su cabeza un velo de lana, tambin oscuro y una toca blanca que bajaba hasta el ceo.

    Detrs de la madre Espritu Santo entr la madre Cecilia.

    Buenos das, hermanas las salud la madre Teodora, que se ocupaba de la enfermera y que estaba en el dormitorio porque Mosi, el vigilante nocturno, la haba

    avisado de que algn chico no haba parado de toser en toda la noche.

    Buenos das? Si estos son buenos das que baje Dios y lo vea gru con su spera voz la madre Espritu Santo desde el extremo opuesto del pasillo. Tambin

    llegaron los azotes de su vara y los gemidos de los chicos. Cada da lo mismo? T, marrano, cuntas veces tengo que repetirte que hay que dormir de lado y tapado con la

    manta? No quiero tiendas de campaa solt un par de azotes y se oyeron gritos de dolor. Un chico comenz a lloriquear. Los nios no lloran rezong la monja. Venga holgazanes! Son las siete de la maana y an estis en la cama.

    La madre Cecilia, por su parte, comenz a arrancar las sbanas a los muchachos

    dejndolos al descubierto. Aquella entrada matinal de la madre Espritu Santo y la madre

    Cecilia aturdi a la madre Teodora.

    Arriba nios, que a quien madruga Dios le ayuda se sum ella, animando a los chicos a saltar de la cama.

    La madre Espritu Santo pas al lado de ella como un huracn devastador.

    Hermana Teodora la reprendi. Cundo se dar cuenta de que estos chicos son unos ingratos? Demasiado hacemos por ellos sirvindoles de comer y lavando sus

    ropas. O es que cree que algn da nos agradecern lo que hacemos por ellos?

    Pero una fuerza inquebrantable palpitaba en lo ms profundo del corazn de la

    madre Teodora.

    Hermana Espritu Santo, buscando el bien de nuestros semejantes

  • encontraremos el nuestro propio.

    Pero la madre Espritu Santo siempre tena una respuesta seca preparada.

    Eso no son ms que palabreras necias reneg enojada.

    En la enfermera unos tmidos pasos se acercaron por el pasillo. La madre Gema

    se volvi y una mano fra y hmeda se agarr al instante a la suya. Palp las mejillas de

    Jorge, estaban hmedas pero las not an algo calientes. Luego pas una mano por sus

    cabellos, cortos y tiesos como un cepillo de pas.

    Ya ests?

    Ya estoy dijo el chico.

    Otra monja, la madre Regina, asom casualmente en ese momento en la

    enfermera y se sorprendi al ver a Jorge en pie.

    Qu hace levantado tan pronto este mocoso enfermizo? dijo con el ceo completamente fruncido.

    Tiene una visita respondi la madre Gema mientras lo rodeaba con un abrazo protector.

    Hoy? se extra. Hoy no es da de visitas.

    El chico contempl con el mismo terror de siempre las profundas arrugas de la

    madre Regina, tan vieja como la madre Espritu Santo, la madre Cecilia y la madre

    Remedios. Tan horrible como casi todas. Pero la voz de la madre Gema lo tranquiliz.

    Ests muy guapo, Jorge dijo pasando una mano por sus cabellos. Vmonos.

    Adnde?

    Calla y haz lo que te digo.

    La madre Gema dio un tirn de su mano y lo arrastr consigo. Pasaron ante la

    cama de Eloy, que segua durmiendo o al menos eso pareca, y Jorge afloj el paso. Se

    volvi hacia l con impotencia, como si presagiara algo.

    No tenemos tiempo que perder dijo la madre Gema llevndoselo.

    Cuando salieron, Eloy abri de repente los ojos y unas pequeas lagrimillas

    comenzaron a rodar por sus mejillas. En lo ms profundo de su corazn tema algo,

    aunque no saba muy bien qu. Quiz tema que Jorge se marchara para no volver. Cerr

    nuevamente los ojos y sus labios temblaron.

    Jorge y la madre Gema bajaron hasta el patio de cemento de la enfermera,

    atravesaron una pequea verja y salieron a otro patio de tierra gigantesco. Cruzaron ante

    los solitarios y viejos columpios de hierro dejando a un lado el comedor, las aulas y el

    campanario. Atrs qued tambin el perpetuo olor a sopa de ajo que lo impregnaba todo.

  • Finalmente accedieron al edificio de Direccin.

    Vamos a ver al seor Ass?

    No. Bueno, s.

    Y qu venimos a hacer?

    No seas impaciente Jorge. Todo a su momento.

    En el primer piso les aguardaba el seor Juan, el vigilante. Jorge le ech una

    tmida mirada. El seor Juan llevaba puesto el viejo abrigo de siempre y sus albarcas de

    siempre.

    Buenos das les salud el seor Juan. Se acerc hasta Jorge, sonriendo, y le dio un buen pescozn. Y t qu, ests preparado?

    Para qu?

    Cmo que para qu?

    El seor Juan mir a la madre Gema sacudiendo la cabeza, luego mir a Jorge y

    se ech a rer. Jorge agach la cabeza porque sin saber muy bien el motivo se sinti

    avergonzado.

    Juan, deje tranquilo al muchacho. Quieres sentarte en el banco, Jorge?

    Vale.

    Jorge se sent en el banco, cabizbajo y preguntndose qu demonios haca all.

    Sobre l haba un inmenso retrato del seor director Ass, posando majestuoso, y a su

    derecha, un viejo reloj de pared fuera de hora con el cristal roto. Una gran alfombra

    cubra el suelo de madera. Por la ventana poda ver la cercana montaa de Montjuich y el

    cementerio, un paisaje que no poda contemplar desde las ventanas del dormitorio, que

    daban al paseo de la Zona Franca.

    La voz ronca y pesada del seor Ass traspasaba la puerta de su despacho. Jorge

    aguz el odo, escuch que el director tena entablada una discusin con alguien y que se

    reiteraba en sus negativas una y otra vez. . Jorge dedujo que el director no

    lograba convencer a otra persona de lo que fuera que estaban discutiendo.

    Juan, el vigilante, se haba colocado a un lado de la puerta del director y

    contemplaba quedamente al chico. Jorge mantena la mirada fija en la punta de sus pies,

    que jugueteaban con el pelillo de la alfombra. Mientras tanto, la madre Gema tena todos

    sus sentidos puestos en las voces que llegaban a travs de la puerta.

    Madre es que an no le ha explicado nada al chico? le pregunt de repente el seor Juan.

    La madre Gema intercambi una mirada con el hombre y luego observ al chico.

  • Qu es lo que me tiene que decir, madre? pregunt el nio sorprendido.

    La religiosa se sonroj un poco. Luego se sent junto al nio y suspir

    profundamente.

    Vers, ah dentro hay una persona que ha venido a verte.

    Pero si hoy no es domingo de visita insisti Jorge. Por qu han venido a verme un da que no es domingo de visita?

    Ya s que hoy no es da de visitas, Jorge. Pero esa persona que te digo est hablando con el director de algo muy importante para ti.

    Jorge abri mucho los ojos.

    De qu?

    En cuanto se abra esa puerta lo sabrs.

    El seor Juan escuchaba divertido aquella charada. Se haba recostado contra la

    pared y los observaba con las manos hundidas en los bolsillos del abrigo. De repente, en

    el interior del despach se oy arrastrar una silla, unos pasos y al momento el seor

    director abra la puerta. El seor Juan recobr la compostura seria que se esperaba de un

    vigilante y se estir el abrigo. La sorpresa puso en pie a Jorge, que se sinti

    extraordinariamente aturdido.

    Mam! balbuci confuso. Qu haces aqu?

    Y escuch las palabras que llevaba mucho tiempo esperando or.

    Preprate Jordi. Nos vamos.

    Al sentir aquellas palabras su corazn dio un vuelco.

    Nos vamos?

    S, nos vamos.

    Adnde?

    A casa.

    Jorge parpade desconcertado y su corazn se aceler an ms.

    Pero nos vamos para siempre? pregunt observando alternativamente el rostro del seor director y el del seor Juan, por si le estuvieran gastando una broma

    pesada. El seor Ass mantena un semblante serio y sombro, mientras que el vigilante

    mantena una pose de fingido misterio.

    S, nos vamos para siempre.

    Jorge pens enseguida en todo lo que tendra que llevarse, pero el recuento acab

  • rpido: all no tena ms que lo que llevaba puesto.

    Seora Mara insisti el seor director, le repito que el chico est en la enfermera y que an no se ha recuperado. No se lo puede llevar as como as.

    Me da igual. Yo lo llevar a un mdico y acabar de curarse en casa.

    Mara era muy consciente de que las cosas ahora iran mejor. Ella haba

    comenzado a trabajar en la fbrica de confeccin de piel en la que tiempo antes haba

    entrado su hija Montserrat, y la boda de Montse con Manuel era inminente. La pareja

    viviran en casa con ella y con tres sueldos, aunque precarios, Jorge poda volver a casa.

    El chico dio un grito de alegra al or aquellas palabras de mam y corri a sus

    brazos. Mara lanz un lamento y se deshizo en sollozos. Algunas lgrimas corrieron

    tambin por las mejillas de la madre Gema.

    El seor director mene la cabeza con desconcierto.

    Ni que aqu maltratramos a los chicos dijo con fastidio. Juan, acompelos hasta la salida de atrs.

    El vigilante se encogi de hombros, abri una puerta y pidi que le siguieran,

    pero Mara se neg en rotundo.

    No, por la carretera del Port, no. De ninguna manera saldremos por la carretera del Port.

    La madre Gema se puso en pie y junt las manos sobre su pecho. El seor Juan

    mir al director esperando sus instrucciones. El seor Ass volvi a menear la cabeza.

    Est bien, Juan. Que salgan por la puerta principal. Acompelos hasta la puerta del paseo de la Zona Franca, pero asegrese bien de que se van.

    El vigilante les indic que le siguieran escaleras abajo, pero antes de poner un pie

    sobre el primer peldao Jorge se volvi y contempl a la madre Gema, que le observaba

    con expresin de serenidad.

    Jorge, cuida mucho de tu madre.

    El chico titube unos instantes.

    Mara dio una palmadita sobre el hombro del chico. Jorge corri hasta la madre

    Gema y se abraz fuertemente a su cintura. No pudo decir nada, la angustia tena

    paralizada su habla. Segundos despus la madre Gema frot los cabellos del chico.

    Anda, ve con tu madre.

    Jorge regres con su madre y descendieron las escaleras cogidos de la mano. El

    seor Ass contempl molesto la escena.

    Con todo lo que hacemos por estos chicos...

  • Acto seguido se meti en el despacho y cerr de un portazo.

    Un autobs de dos pisos paraba minutos despus en el paseo de la Zona Franca,

    justo ante la puerta principal del Asilo del Port. El conductor llevaba guantes y bufanda y

    su aliento era como un chorro de vapor. Jorge y su madre subieron al segundo piso. El

    chico corri hasta la ltima fila de asientos, desempa un cristal con la mano y peg la

    nariz a l. El autobs arranc y comenz a alejarse con un enrgico traqueteo. La

    montaa de Montjuich, copada por la bruma, se esboz tras el edificio del Asilo. Al fondo

    tambin qued el sombro cementerio. De pronto apareci alguien en la puerta del Asilo

    agitando la mano enrgicamente. Reconoci a Eloy. Cmo habra podido llegar hasta

    all, tan enfermo como estaba?

    Sin despegar la nariz del cristal, que comenzaba a empaarse con su aliento y con

    sus lgrimas, Jorge tambin levant una mano. Y no supo bien por qu, pero en lugar de

    sentir una inmensa alegra por marcharse de all, como llevaba tanto tiempo deseando,

    sinti una tristeza y un desasosiego infinitos. Se refugi entre los brazos de Mara y

    comenz a llorar desconsoladamente.

    1

    Jorge despert una maana y escuch desde su habitacin las voces de mam,

    Isabel y la de un seor que nunca antes haba odo, que hablaban reunidos en la sala. Por

    el rechinar del mimbre, el desconocido deba estar sentado en la mecedora de pap, donde

    nadie se haba sentado desde que haba muerto. El chico llevaba un buen rato despierto en

    la habitacin oyendo el rumor de las voces, y aunque no haba podido deducir de qu

    hablaban, intuy que ocurra algo. Su mundo eran aquellas paredes y nada poda

    escaprsele en aquellos escasos treinta metros cuadrados.

    Vivan en el barrio viejo, el piso tena tres habitaciones y una sala que hacan

    servir de alcoba y de comedor. De todas las habitaciones solamente haba una que daba a

    un patio de luces, esa era la de Jorge, que como casi siempre, estaba otra vez enfermo.

    Las otras habitaciones no tenan ventilacin y solamente disponan de un pequeo

    tragaluz que daba al pasillo, por donde tambin se colaba el aire. Despus haba una

    cocina, pequea y desprovista de lujos, un comedor que debido a sus escasas dimensiones

    siempre se hizo servir de recibidor, y un ridculo aseo. La mitad del aseo lo ocupaba un

    asiento de albailera cubierto por una tabla perforada. La medida del agujero era la justa

    para que cupieran las nalgas de un adulto, aunque a la vez, algo excesivamente grande

    para las de Jorge, que siempre que tena la necesidad de utilizarlo se vea envuelto en un

    aprieto para no caerse por el agujero. Una madera colocada a modo de tapa impeda que

    los malos olores se repartiesen por toda la casa.

    El sol estaba reido con los inquilinos y solo baaba ligeramente el balcn de la

    salaalcoba, aunque en verano dejaba fe de su existencia pasando tambin por la

  • habitacin de Jorge, de siete a siete y media de la maana.

    Desde su nacimiento, el chico haba padecido probablemente todas las

    enfermedades que poda tener un nio, lo que le impona estar largas temporadas en casa.

    Y aunque haba asistido al colegio, las constantes ausencias apenas le haban dejado

    tiempo para aprender nada.

    Qu passa mama? pregunt el nio extraado al encontrar gente en casa.

    Mara se acerc a l y pas la mano acariciando delicadamente sus cabellos.

    Jorge se fij en ese momento en su vestido negro. Mara no haba dejado de llevar luto ni

    un solo da desde que pap haba muerto un ao atrs.

    Jordi, recordes que el doctor va dir que el millor perqu et posessis bo, seria trobar un lloc fora de la ciutat on viure?

    S, s que anem a mudarnos?

    Mara se agach frente a l y Jorge se fij en sus ojos, en lugar de aquella bonita

    mirada iluminada de siempre, choc con una mirada ensombrecida. Entonces mam le

    sonri, desde la muerte de pap haba visto sonrer a mam en contadas ocasiones.

    No, amor meu, no anem a mudarnos. Anirs a un collegi nou dijo conteniendo las lgrimas que comenzaban a formarse en sus ojos.

    Aunque era cierto que a causa de su precaria salud los mdicos la haban

    aconsejado llevar al nio fuera de la ciudad, tambin lo era que con el sueldo de Montse,

    que haba comenzado a trabajar como cosedora en una fbrica de confeccin de piel y lo

    poco que ella ganaba cosiendo en casa o lavando ropa para el vecindario, no llegaba para

    vivir los tres. Pap haba muerto y como las empresas donde haba trabajado no le haban

    dado de alta en la Seguridad Social, Mara no cobraba ninguna pensin. Por eso el

    internado del Port se planteaba como la mejor opcin.

    Jorge rumiaba las palabras de mam sin convencerse.

    Per a mi magrada Els ngels...

    Este colegio tambin te gustar. Verdad Isabel? Mara haba cambiado al castellano de forma automtica. En la familia solamente empleaban el cataln en la

    intimidad del hogar o con personas que lo hablaran habitualmente, que no era el caso ni

    de Isabel ni de Guillermo. Hizo una seal convenida a Jorge para que hiciera lo mismo.

    Claro asinti la vecina. Adems hars nuevos amigos.

    No quiero tener nuevos amigos ni ir a ese colegio.

    No digas tonteras, Jordi. Nos ha costado mucho conseguir una plaza dijo mam.

    Cmo se llama ese colegio?

  • Colegio del Port.

    No me gusta el nombre. Seguro que el colegio tampoco me gusta.

    Mara sacudi la cabeza.

    Ya vers como s. El Port es un colegio de monjas dijo tiernamente.

    Jorge frunci el ceo.

    Pero las monjas me obligarn a rezar y yo odio rezar. Quina merda!

    Jordi, no digas palabrotas le ri Isabel. Un chico tan guapo como t no tiene que decir esas palabrotas.

    El seor desconocido solt una carcajada ante la reaccin del chico.

    Jordi intervino por primera vez. Si no quieres rezar no tendrs por qu hacerlo. Solo tienes que mover los labios y hacer como que rezas.

    Jorge escuch al extrao con desconfianza.

    Mama, qui es aquest senyor?

    El desconocido volvi a soltar una carcajada ante la curiosidad del chico.

    s Guillermo, un amic de la famlia. Ens portar en taxi.

    De pronto los ojos de Jorge se iluminaron.

    Voy a subirme en un taxi? Nunca me he subido en un taxi. Podr sentarme delante?

    Claro dijo Guillermo. Adems se trata de un SEAT 1400, el primer modelo que ha fabricado la SEAT.

    Y la vuelta tambin podr sentarme delante?

    Guillermo cruz una mirada sombra con Mara.

    Escchame Jordi, tendrs que quedarte a dormir all dijo mam.

    Por qu?

    Porque en el colegio del Port todo el mundo duerme all.

    Jorge se mordi el labio inferior y seguidamente pregunt:

    Es un internado? Mara movi afirmativamente la cabeza. Cuntos das tendr que quedarme all?

    Ahora no tienes que preocuparte por eso porque ir a verte muy a menudo. Venga, desayuna y vstete.

  • Jorge se sent delante, atrs viajaban Isabel y Mara. Era la primera vez que se

    suba a un taxi y contagi con su emocin a Mara, aunque en su interior, mam rebosaba

    tristeza y congoja. Guillermo arranc con el SEAT 1400 desde la calle San Gil, una calle

    estrecha de porteras estrechas del barrio viejo, y tom la ronda San Antonio. Las calles

    hervan de vida y Jorge se entusiasm al ver pasar los autobuses con aquellos anuncios de

    la CocaCola de colores tan vivos. Lo buena que deba estar la CocaCola. Con una economa familiar menguada tras la muerte de pap y las deudas que haba dejado, Jorge

    nunca la haba probado.

    Guillermo tom la ronda San Antonio y el chico se hipnotiz con el vaivn de los

    tranvas, que advertan de su paso con persistentes timbrazos. Observ que mucha gente

    suba y bajaba de ellos en marcha, ignorando el peligro que supona saltar sobre las

    propias vas o al paso de otro tranva. Los carromatos tambin atrajeron su curiosidad,

    tirados por aquellos asombrosos caballos que trotaban sobre el empedrado haciendo

    resonar sus cascos. Record que una vez vio un accidente, un tranva que top con uno de

    aquellos carromatos y mat al caballo. Se arm un lo tan tremendo que la polica tuvo

    que poner orden.

    La lenta marcha del taxi tambin le permiti pasear la mirada por los bulliciosos

    comercios de la ronda San Antonio. Las aceras constituan un colorido escaparate donde

    se expona una variopinta oferta de productos. Las fruteras exhiban su reclamo en cajas

    y cajas rebosantes de frutas y verduras; las pasteleras exponan sus tentadores postres en

    los aparadores; los bares, sus terrazas abarrotadas de clientes y los vendedores de

    peridicos vociferando la noticia del da por todas partes. Las libreras exponan junto a

    la puerta de los comercios tenderetes cargados con montaas de libros. Tambin observ

    un estanco, una tienda de lmparas y otra que venda cortinas y alfombras. Haba una

    cola enorme de gente en una administracin de lotera para comprar la Lotera de la

    suerte, como anunciaban los carteles.

    Guillermo tom una avenida donde la gente, los carromatos y los trolebuses

    campaban a sus anchas por todas partes. El pavimento de la avenida era de adoquines y

    los rales de los tranvas surcaban toda la calle. Los edificios eran monumentales. Jorge

    divis dos chimeneas gigantescas y humeantes.

    Quin carrer s aquest? pregunt.

    En castellano, Jordi, que estamos en la calle.

    Per si aqu no ens sent cap estrany...

    Aunque no haya extraos. En castellano, te he dicho.

    Guillermo carraspe con el propsito de intervenir.

    Estamos en la avenida del Marqus del Duero explic templadamente sealando hacia un extremo de la calle. Ves a aquel hombre, el que est subido a la escalera?

    S. Qu hace?

  • Est cambiando las bombillas fundidas de las farolas.

    Entonces es un farolero.

    S. Yo antes era farolero.

    S? Y por qu lo dejaste?

    Porque es ms divertido conducir un taxi. Sabes que el farolero enciende y apaga las farolas una a una? Jorge contempl con curiosidad a Guillermo, como si reflexionara en aquella observacin. Luego volvi a observar al farolero trabajando. Las farolas dan empleo a mucha gente. Es una verdadera lstima que los faroleros vayan

    a quedarse sin trabajo dentro muy pocos aos.

    Por qu?

    Por el progreso, Jordi. Porque en un futuro las farolas tendrn unos controles que encendern y apagarn el alumbrado de las calles de manera automtica. Y entonces

    ya no harn falta faroleros.

    Cmo sabes eso?

    Porque he visto cmo pasaba en Alemania.

    Jorge reflexion sobre aquel ltimo apunte.

    Cmo es Alemania?

    Guillermo se sonri.

    Un pas donde hace demasiado fro y donde la gente es demasiado seria. Quiz porque tambin se trabaja demasiado duro.

    Jorge peg la nariz a ventanilla y expuls un chorro de aliento que empa el

    cristal. Dibuj un garabato con el dedo y se entretuvo observando con melancola las

    farolas.

    Y entonces qu harn los faroleros? pregunt de pronto.

    Tendrn que dedicarse a otra cosa, como hicieron en Alemania.

    Mam apretaba la mano de Isabel mientras retena en su memoria cada palabra y

    cada gesto de su hijo.

    Pasaron frente a la calle Poeta Cabaas, que qued a la derecha. Dos hombres

    con capas de toreo practicaban lances en plena calle mientras un tercero, que sostena

    unas astas trabajadas en madera, les envesta una y otra vez imitando con torpeza las

    acometidas de un toro.

    Quiz los faroleros puedan dedicarse a torear dijo Jorge.

    Guillermo lo contempl con el rabillo del ojo, sonrindose. Luego mir a travs

  • del espejo interior. Contempl el rostro de Mara, constreido por el dolor.

    El primer paseo de Jorge perdurara en su memoria para el resto de los das,

    tambin en el corazn de mam, que viaj enmudecida y con la mano de Isabel aferrada

    todo el tiempo a la suya.

    Atravesaron la montaa de Montjuich por polvorientos caminos de tierra. Al

    culminar un pequeo collado pasaron junto a un maloliente vertedero y tuvieron que

    cerrar las ventanillas para poder respirar. Un repelente hedor cargaba el aire. Poco ms

    adelante Jorge observ unas barracas construidas con maderos y piedras a uno y otro lado

    del camino. La gente que haba all los observaba con una cierta indiferencia, menos los

    nios, que los recibieron corriendo como locos detrs del coche. Observ que la mayora

    de aquellos chicos iban descalzos, vestidos a base de harapos y que eran de piel muy

    morena.

    Qu sitio es este?

    Mam apret los labios y puso una mano sobre su hombro.

    No lo s, cario. Guillermo, dnde estamos?

    El hombre carraspe.

    Esto son las barracas de Can Valero. Lo cierto es que todo Montjuich est lleno de barracas.

    Qu gente tan rara dijo Jorge contemplando la carrera de los chicos a travs del cristal.

    Son gente muy pobre, Jordi.

    Y por qu son tan morenos?

    Guillermo se sonri.

    Unos porque son gitanos, otros porque pasan muchas horas al aire libre.

    Pero qu hacen aqu?

    Huir del hambre y la miseria. Vienen de todas partes de Espaa, pero sobre todo de Andaluca, de Galicia y de Extremadura. Sabes dnde estn esas regiones?

    Jorge sacudi negativamente la cabeza.

    Ya te lo ensearn en la escuela. Solo en esta montaa hay miles y miles de personas viviendo as, en barracas. Sin luz y sin agua le explic Guillermo. Algunas zonas de Barcelona estn plagadas de barracas como estas que ves aqu.

    Se volvi hacia Mara.

    Mam, son ms pobres que nosotros?

  • S, hijo admiti sintiendo un enorme peso en el pecho.

    Como cuando los abuelos vivan en el Guinard en aquella barraca sin agua y sin luz rememor Jorge.

    Mara no pudo evitar evocar un recuerdo.

    Jordi, recuerdas la pasada Nochevieja cuando la abuela vio en su reloj que eran las doce y sac una paellera y un cucharn y dio la primera campanada golpeando la

    paellera a la vez que se echaba una uva a la boca?

    Jorge se sonri.

    S, claro que me acuerdo.

    Como no tena dientes se explic Mara, hasta que no le sac toda la piel a la uva con las encas y se trag las semillas, no dio la segunda campanada. Y as hizo con

    cada una de las uvas, hasta que se comi las doce. Jordi se durmi antes de que se

    comiera la ltima, poco antes de la una, porque las doce campanadas duraron aquella

    noche hasta ms tarde de la una.

    Jorge, Isabel y Guillermo rompieron a rer, fueron instantes de complicidad.

    Rieron hasta que la realidad que se dibujaba en el exterior impuso su silencio.

    Pensaba que nosotros ramos los ms pobres del mundo murmur. No podemos hacer nada por ellos?

    Tienes muy buen corazn, Jordi. Pero nosotros no podemos hacer nada.

    Mara se alegr en su interior por el buen corazn del chico. Mientras tanto Jorge

    contemplaba horrorizado las miserables barracas que se sucedan a un lado y otro del

    camino. Guillermo aprovech para recitar unos versos de Pedro Caldern de la Barca que

    se saba desde nio:

    Cuentan de un sabio, que un da tan pobre y msero estaba, que solo se sustentaba

    de unas yerbas que coga. Habr otro entre s deca, ms pobre y msero que yo? Y cuando el rostro volvi, hall la respuesta, viendo que iba otro sabio recogiendo las hojas

    que l arroj.

    Al acabar los versos Jorge le interrog con la mirada.

    Siempre hay alguien ms pobre que uno mismo, Jordi.

    Guillermo alarg una mano y frot el cabello crespo del chico. El resto del

    trayecto hasta la carretera del Port transcurri en silencio.

    Guillermo detuvo el SEAT 1400 frente a una enorme verja que esconda tras de s

    un majestuoso pero viejo edificio. Los muros eran grises y deslucidos, y todas las

    ventanas se encontraban cerradas. Jorge sinti un escalofro interior.

    Guillermo accion el freno de mano, el crujido de la palanca cogi desprevenido

  • al nio.

    Qu ha sido ese ruido?

    El freno. Y anda, bjate.

    Alarg la mano y puls la maneta de su puerta. Luego se ape y abri una de las

    puertas traseras. Isabel sali por ella. Cuando rodeaba el coche para abrir la otra se dio

    cuenta de que Mara sala por la misma, pegada a Isabel como si fueran siamesas.

    Qu mana tiene todo el mundo de bajarse por la misma puerta gru para s.

    Jorge se haba situado frente a la cancela y miraba hacia arriba con aturdimiento.

    Nunca haba visto una verja tan grande en ningn sitio. Al menos en Los ngeles no haba ninguna as. Se preguntaba si el objetivo de aquella verja no sera evitar la huida de

    los nios, cuando sinti las manos de mam caer suavemente sobre sus hombros y su voz,

    algo trmula.

    Es aqu, cario.

    Jorge se volvi, mam estaba tras l. Isabel y Guillermo se haban quedado atrs,

    junto al taxi. l se haba recostado sobre el cap del automvil y liaba un cigarrillo de

    caldo. Isabel los observaba. Era una buena vecina, siempre tena buenas intenciones y se

    preocupaba mucho por la salud de Jorge. Y desde que pap haba muerto se haba

    volcado con Mara mucho ms. Ambas compartan la viudedad.

    Cunto tiempo tendr que quedarme aqu? le pregunt Jorge a mam.

    Hasta que te cures y el mdico diga que puedes volver.

    Pero si ahora no estoy enfermo.

    Mam pas una mano por sus cabellos, pens que pinchaban como un cepillo de

    pas. Luego lo tom de la mano y se acercaron hasta el timbre. Jorge dio un salto con el

    brazo y la mano estirados intentando llegar hasta el botn. En el segundo intento lo

    consigui. Son un timbrazo e instantes despus sali un hombre de una caseta. Iba

    ataviado con una sahariana descolorida.

    Qu quieren? pregunt el hombre malhumorado. Pero al bajar la mirada se encontr con el chico, que le sonrea. Y t quin eres?

    Jorge, el director nos espera a las once dijo Mara anticipndose a la contestacin del chico.

    Umm gru observando a mam de arriba abajo. Trae el documento?

    S respondi alargndoselo.

    El hombre sac un manojo de llaves, busc una, la encaj en la hendidura, le dio

    tres vueltas y abri de par en par una portezuela de hierro. Luego alarg la mano, cogi el

  • documento y le ech un vistazo.

    Seor, lo est leyendo del revs apunt Jorge extraado, no porque supiera leer, sino porque vea el dibujo del guila del timbre cabeza abajo. Sabe leer del revs seor?

    El hombre lo contempl quedamente. Luego se encorv hasta colocar su mirada a

    la altura de la de Jorge.

    Te estaba poniendo a prueba, chico. Y deja de llamarme seor, me llamo Gernimo y soy el portero.

    En ese momento Jorge retrocedi un paso y contempl espeluznado el rostro del

    portero. Le faltaba un ojo y tena una profunda y oscura cicatriz de un araazo en el

    cuello.

    Qu le ha pasado en el ojo, seor?

    Jordi, no te he dicho mil veces que no hay que hacer preguntas impertinentes?

    No se preocupe seora, ya estoy acostumbrado. A los chicos siempre les causa impresin la primera vez Gernimo puso una mano sobre el hombro del nio. Jorge, esto es una herida de guerra. Un avin tir una bomba sobre las Casas Baratas y Bumm! Un trozo de metralla salt disparada y me vaci el ojo. Algn da te ensear

    donde ocurri, no est lejos de aqu.

    Jorge record en ese momento a pap, muerto un ao antes. Mam le haba

    contado que tambin estuvo en la guerra, de carabinero, y que poco antes de que acabara

    la guerra le nombraron capitn. Aunque no recordaba haberlo visto nunca vestido de

    militar.

    La voz de Gernimo lo apart de aquellos recuerdos.

    Pero como te deca, chico, tuve suerte recalc ante la pasmada mirada de Jorge.

    Por qu?, si perdi un ojo.

    Porque la bomba cay sobre una casa y mat a un padre y a su hija. Pero ahora venga, aligera y vente conmigo.

    Jorge se abraz a la cintura de mam rodendola con ambos brazos y se apretuj

    contra ella. Las lgrimas hicieron su aparicin al instante. Mam se sac un pauelo de la

    manga y le enjug el llanto. Luego se sec ella mientras suspiraba profundamente.

    Vamos, vamos dijo Gernimo ya inmunizado contra aquellas desconsoladas escenas de despedida.

    Un momento le rog mam. Inclin hacia delante la cabeza y se sac una medallita de La Moreneta, la virgen Patrona de Catalua, que llevaba colgando del cuello

    con un cordn, despus se agach frente a Jorge y se la colg. Nuestra Seora de

  • Montserrat velar por ti le dijo. Tras lo que le bes en una mejilla y le anim a pasar.

    Nada ms entrar Gernimo volvi a cerrar la puerta con llave.

    Mejor as opin secamente el portero mientras se despedan con la mano.

    Gernimo caminaba a grandes zancadas y Jorge tuvo que apretar el paso para

    seguirle, aunque volva continuamente la cabeza buscando a mam. Ella lo contempl

    atravesar un gran patio de tierra y alejarse hasta que desapareci de su vista. En ese

    momento encaj el rostro entre el hueco de los barrotes, se aferr fuertemente a ellos y un

    torrente de lgrimas comenz a baar su rostro. Isabel se acerc junto a ella y la tom de

    una mano.

    Ya vers como aqu estar bien. Ese hombre me ha parecido muy amable.

    Mam levant la mirada sus ojos estaban completamente entelados.

    Si le pasase algo no podra soportarlo gimote Mara.

    2

    Jorge se sinti como una hormiguita al contemplar la construccin de edificios

    que le envolvan. Casi una manzana entera de edificaciones, la mayora edificios

    deslustrados y sin rebozado exterior. Caminaba confuso tras los largos pasos de

    Gernimo, cuando el portero se detuvo repentinamente en seco, sac una pipa de un

    bolsillo del pantaln y la encendi con una cerilla. Luego solt una gran bocanada de

    humo y lo observ quedamente.

    Cuntos aos tienes, Jorge?

    Ocho.

    Ocho? se sorprendi. Pues vas a tener que comer mucho y crecer deprisa, chico. Como que me llamo Gernimo que tendrs que hacerlo para sobrevivir aqu Jorge se qued petrificado y con los ojos muy abiertos ante aquella observacin. Mira, voy a explicarte un par de cosas sobre este sitio: la primera es que a nadie le gustan los

    chivatos. Entiendes lo que te digo? Jorge asinti moviendo lentamente la cabeza de arriba a abajo. Vers aadi templadamente Gernimo, aqu sobra tiempo para el aburrimiento y a veces los chicos hacen diabluras para matar el tiempo. Trastadas de las

    que nadie tiene que enterarse. Me sigues?

    S respondi con un hilo de voz.

    Si mantienes la boca cerrada todo ir bien. En boca cerrada no entran moscas y se sonri mientras daba otra fuerte chupada a la pipa y soltaba una espesa columna de

  • humo envolvente. Pero de quien en verdad tendrs que cuidarte es de otras personas solt misteriosamente.

    De quin? pregunt Jorge asustado.

    De las monjas, chico. Cuando lleves algn tiempo aqu lo entenders. De repente Jorge sinti un extrao escalofro recorrer su espalda. Por qu tendra que tener

    cuidado con las monjas?. T haz lo que ellas te manden y no tendrs problemas. Y sobre todo que no te pille Espritu Santo haciendo cochinadas ni fumando.

    Nunca he fumado.

    Pues mejor, porque de lo contrario acabars en el Cuarto Oscuro y all lo pasars realmente mal. Gernimo esboz un rictus de terror. Algunos dicen que la madre Espritu Santo es una autntica bruja, que nunca envejece y que cuando naci ya

    tena cien aos.

    Las palabras de Gernimo sobrecogieron al nio.

    Entonces es inmortal?

    Gernimo asinti moviendo lentamente la cabeza.

    Reanudaron la marcha. Jorge se senta confuso por la avalancha de advertencias

    que Gernimo le haba hecho. Rodearon una pequea edificacin y un penetrante y

    singular olor inund todo el ambiente. Hueles eso? Es ajo. Las monjas lo utilizan para todo. As que vete acostumbrando a ese olor. Aunque te aseguro que en cuanto lleves aqu

    un par de das ni lo notars.

    Dejaron atrs un campanario cuyo torren deba tener unos tres pisos de altura y

    pasaron junto a unos viejos columpios de hierro. La sombra de un enorme sauce planeaba

    sobre los columpios y sus ramas se desplomaban vencidas por el peso de las hojas. Jorge

    se detuvo un instante y mir el sauce con gran impresin.

    Qu rbol es este?

    Gernimo elev la mirada hacia las ramas del sauce, luego lo mir a l.

    Jorge dijo templadamente, hay una cosa que tambin quiero decirte.

    Qu? pregunt con inocencia.

    Que no es bueno preguntar tanto Jorge agach la cabeza y record las veces que mam le haba repetido lo mismo. Ahora encontraba alguien ms que se lo

    recordaba. Esprate ah le orden Gernimo sealando un solitario banco de piedra. El conserje se aproxim hasta una puerta situada como a unos diez pasos, sac su llavero

    y busc una llave, aunque antes de abrir se volvi inesperadamente hacia el chico. Un sauce llorn dijo. Jorge levant la mirada tmidamente. Ese rbol es un sauce llorn. Lo plant yo mismo hace unos veinticinco aos.

    Jorge dirigi la mirada hacia el magnfico rbol y lo contempl, no recordaba

  • haber visto un rbol de magnificencia semejante. Cuando se volvi nuevamente hacia

    Gernimo, este ya haba cruzado la puerta. En aquel preciso momento volvi a sentir un

    nuevo escalofro recorrer su espalda. El fro de la piedra donde se encontraba sentado

    traspasaba la fina textura del pantaln como una cuchilla y en instantes recorri todo su

    cuerpo. Entonces comenz a tiritar. Se acurruc sobre s mismo formando un ovillo, y sin

    dejar de sentir aquel escalofro recorrer su espalda una y otra vez, cerr los ojos.

    Se despert al sentir que una mano se posaba sobre su frente. Intent incorporarse

    pero aquella mano se lo impidi. Se senta algo mareado y tena la visin nublada.

    Dnde estoy?

    En la enfermera, as que no metas ruido o despertars a otros chicos. Jorge enfoc la mirada, encontr una sonrisa. Soy la madre Gema y estoy aqu para cuidar de ti contest con su apaciguada voz.

    Qu me ha pasado? Me duele mucho la cabeza.

    Tienes fiebre, es normal que te duela un poco la cabeza. Adems llevas durmiendo muchsimas horas seguidas.

    Pero es que me duele mucho, aqu explic sealndose el cogote, donde se notaba un pequeo bulto.

    Eso tambin es normal. Perdiste el conocimiento y al caer de lado te diste un buen golpe con un canto del banco.

    Tengo un chichn.

    Se ir solo.

    De repente un enronquecido susurro entr en escena.

    Ha llegado enfermo de tifus. Por qu no se lo dice hermana Gema? reneg la madre Regina, que estaba cambiando los orinales de debajo de las camas. Entre su ronca

    voz y el ruido de los orinales despert a ms de un chico que no os abrir los ojos, sino

    que opt por hacerse el dormido.

    Jorge intent incorporarse un poco para ver quin haba hablado, pero al

    intentarlo sinti una punzada que le cruzaba la cabeza de un lado a otro, y desisti.

    Entonces voy a morirme? pregunt Jorge muy asustado.

    La madre Gema se sent en un costado de la cama y lo tranquiliz.

    No. No vas a morirte, pero baja la voz. Tendrs fiebre y dolor de cabeza durante unos das. Quiz tambin vomites y tengas diarreas. Pero no, no vas a morirte. Luego elev el susurro de voz. Por favor, hermana Regina, no asuste ms al chico.

    La madre Regina gru algo unas camas ms all, Jorge alz la mirada para

    observar quin era la madre Regina y solo la pudo contemplar un instante: una silueta

  • encorvada que se mova toscamente. Sera tambin una bruja como deca Gernimo de

    la madre Espritu Santo? Se frot los ojos y poco a poco la nube que enturbiaba su vista

    desapareci y descubri sobre l un rostro fresco, de facciones redondeadas y profundos

    ojos negros. Era la madre Gema, llevaba un hbito azulado y una cofia blanca. Luego

    alz un poco la cabeza y contempl su alrededor. Estaba en un pequeo dormitorio con

    unas diez camas de hierro negro, a los pies de cada cama haba una silla tambin de

    hierro negro y entre cama y cama una mesita con un cajn. Las paredes estaban

    revestidas de cermica hasta unos dos metros de altura y rematadas con una cenefa. El

    resto de la pared estaba pintado de color blanco. El techo, altsimo, y las vigas, tambin

    estaban pintados de aquel mismo blanco. El suelo era de baldosas blancas y negras

    dispuestas en una especie de tablero de ajedrez. En las paredes colgaban algunos cuadros

    de vrgenes, un Sagrado Corazn y un crucifijo.

    Quiso hacerle una pregunta a la madre Gema, pero entonces record lo ltimo

    que le haba repetido Gernimo: que no era bueno preguntar tanto. As que cerr los ojos

    y concentr su olfato en el olor a limpio de las sbanas.

    Eso es Jorge, descansa dijo aquella clida y apaciguada voz que le acompaaba.

    Se adormil pensando que haca bien en seguir el consejo de Gernimo. Cuando

    estaba cogiendo ya el sueo, pudo or por primera vez aquella copla de cuyo estribillo

    llegaba amortiguado de la gramola de un bar.

    Mi jaca

    galopa y corta el viento

    cuando pasa por El Puerto

    caminito de Jerez.

    Escuch repetir el estribillo una y otra vez, hasta que se durmi.

    Una sacudida en la cama y el penetrante olor del ajo le despertaron un poco ms

    tarde. Abri los ojos y lo primero que vio fue una vela sobre la mesilla, el resto de la

    estancia estaba a oscuras. Luego dio con un cuenco humeante que despeda aquel

    fortsimo olor a ajo y que sostena la madre Gema en su mano.

    Qu pasa?

    Tienes que tomarte esto.

  • Jorge neg con la cabeza.

    Me duele mucho la barriga.

    Por eso tienes que tomarte esto.

    Es que huele mal.

    No huele mal, es sopa de ajo y tienes que tomrtela. Te ayudar a recuperarte.

    Se incorpor un poco y Gema acerc el cuenco a su boca.

    Quema.

    Pues bebe despacio, pero tienes que tomrtela.

    Jorge puso los labios en el borde del recipiente y sorbi un poco. Quemaba como

    deban quemar las llamas del infierno y picaba como si le hubieran echado ortigas. A

    pesar de la repugnancia que le provocaba el olor de la sopa, sorbito a sorbito, Jorge acab

    por terminarse todo el caldo, tras lo que se dej caer sobre la almohada, rendido como si

    acabara de librar una batalla contra un poderoso enemigo. La madre Gema volvi a

    ponerle la mano sobre su frente.

    Ests ardiendo otra vez le levant la camiseta y examin su torso. No me gusta nada este sarpullido, voy a tener que ponerte algo.

    Voy a morirme, a que s? pregunt aterrado.

    La monja lo contempl quedamente.

    Jorge, tienes una extraa fijacin con la muerte. Puedo saber por qu?

    Mi padre era enterrador.

    Bueno, eso explica en parte esa mana tuya con morirte.

    Pero voy a morirme?

    Todos nos moriremos algn da deliber mientras se pona en pie. Pero ahora escchame bien, no se te ocurra tocarte esas ronchas y mucho menos morirte.

    Vuelvo enseguida.

    La madre Gema enfil el pasillo hasta una salita donde resplandeca una luz

    mortecina. Al momento lleg el ruido a cacharros. Mientras tanto, Jorge pensaba en la

    muerte. Saba que segn te hubieses portado en la vida el alma iba al cielo o al infierno, y

    para toda la eternidad, pero que tambin poda acabar en el purgatorio. Recordaba los

    dibujos de algunos libros que los profesores les haban mostrado en el colegio: en el cielo

    las almas volaban entre ngeles y nubecillas con la satisfaccin dibujada en sus rostros.

    En cambio, en el infierno los demonios metan las almas en ollas de agua hirviendo y les

    daban latigazos. El infierno significaba sufrimiento eterno. Y el purgatorio era un lugar

    intermedio entre el cielo y el infierno donde las almas esperaban una segunda

  • oportunidad, aunque segn decan los maestros, te podas pasar esperando toda la

    eternidad. Pap le haba contado algunas historias sobre enterradores y cementerios con

    las que se haba asustado mucho. Eso era una de las causas por lo que le aterraba tanto la

    muerte.

    La madre Gema volvi con una escudilla y una jofaina que coloc con sumo

    cuidado a los pies de la cama.

    Incorprate y no metas ruido le pidi ayudndole.

    Jorge se sent en un borde de la cama. La lucecilla de la vela le permiti darse

    cuenta de que todas las camas estaban ocupadas. La madre Gema le ayud a sacarse la

    camiseta de tirantes, luego cogi la jofaina y verti parte de su contenido en la escudilla.

    Era un lquido oscuro.

    Qu es eso?

    Un blsamo, esto ayudar a que se te curen todas esas ronchas. Sac unas gasas, las empap en aquel ungento y comenz a untarle el cuerpo. Jorge sinti un

    bienestar instantneo. La madre Gema unt primero su torso, despus su abdomen y

    despus su cuello. Acab en la espalda, donde haba un mayor nmero de aquellas

    ronchas.

    Llevas una medalla de Nuestra Seora de Montserrat observ Gema.

    Me la dio mi mam.

    Sabes que le llaman La Moreneta?

    Claro.

    Pero sabes por qu?

    Porque es negra.

    Muy bien Jorge, eres un chico muy listo. Si alguna vez vas a Montserrat podrs verla en el Monasterio.

    Al terminar de enjugar su cuerpo con el ungento lo arrop remetiendo las

    sbanas entre el somier y el colchn para que no se destapara fcilmente y lo cubri con

    una manta, tras lo que le advirti que no se destapara. Luego empuj la escudilla y la

    jofaina con el pie hasta ocultarlas bajo la cama y se despidi de l con un beso en la

    frente. Jorge se enrosc formando un ovillo con su cuerpo y cerr los ojos. Durmi con la

    medallita de La Moreneta aferrada entre las manos.

    Un alboroto lo despert en plena noche. Se incorpor asustado y sudoroso y

    recorri su alrededor con la mirada mientras calculaba el tiempo que haba dormido.

    Deba ser ms de medianoche. Pero, qu significaba aquel jaleo?

    Poco a poco sus pupilas se acomodaron a la oscuridad y fue entonces cuando

    distingui las siluetas de los chicos amontonados junto al ventanuco. Jorge se desliz

  • entre las sbanas de la cama deshecha y puso un pie en el suelo, estaba helado. Y nada

    ms incorporarse le invadi una ligera sensacin de mareo que se desvaneci al poco. En

    mitad de aquella aterradora oscuridad se acerc hasta la pia de chicos. Intent echar un

    vistazo por el ventanuco pero no alcanzaba a ver nada. Entonces se percat que desde la

    ltima fila una cabeza sobresala por encima de todas las dems. Aquel chico estaba de

    pie sobre una silla. Jorge busc una silla y se subi a ella, no sin esfuerzo.

    Qu pasa? le pregunt.

    El campanario indic el muchacho apuntando con un dedo hacia el exterior.

    Jorge ech un vistazo, vislumbr un ligero resplandor que proceda del interior

    del lejano torren.

    Hay una lucecita.

    S, eso es. Hay una luz.

    Y qu?

    Que ahora el Cuatrojos tiene que llegar hasta arriba y tocar la campana.

    Por qu? No entiendo

    El chico lo observ con una mirada mezcla de curiosidad y solemnidad.

    T eres el que ha llegado hoy a lo que Jorge asinti. Hoy le ha tocado al Cuatrojos, pero algn da puede tocarme a m o a ti el chico extendi el brazo y puso la yema de sus dedos sobre la frente de Jorge aunque an somos demasiado enanos. Nos falta un poco para llegar a la campana.

    Jorge record el ltimo consejo de Gernimo y se decant por no preguntar nada

    ms y limitarse a observar. La luz titilaba en el campanario y avanzaba muy lentamente

    en mitad de una espesa oscuridad, hasta que se desvaneci de repente.

    Mierda! Exclam el chico. Ahora s que el Cuatrojos la ha cagado.

    Qu pasa?

    Se le ha apagado la vela y no ha llegado ni al primer piso. Ahora tendr que subir el resto a oscuras.

    Tiene que subir hasta arriba?

    S, hasta la campana. Pobre del Cuatrojos. Sin la vela seguro que se mata Jorge se asombr por la naturalidad con que el muchacho haba anunciado la muerte del

    Cuatrojos. Cmo te llamas? le pregunt de repente.

    Jorge. Y t?

    Eloy.

  • Pasaron unos minutos cuando de pronto la campana toc su primer gong. Los

    chicos lo celebraron alzando los brazos y con vtores en favor del Cuatrojos.

    Lo ha conseguido! anunci Eloy. Luego cont las veces que son la campana. Doce campanadas, las doce.

    Has subido all alguna vez? le pregunt Jorge.

    No, an no. Pero cuando veas de cerca ese campanario te morirs de miedo, te lo aseguro.

    Llevas mucho tiempo aqu?

    Eloy hizo memoria. Llevaba tanto tiempo all que no recordaba su vida fuera de

    las paredes del Asilo, por lo que dej correr la pregunta.

    Ahora bajmonos, si nos pilla la madre Regina se va a enfadar mucho.

    Jorge se baj de la silla, al ponerse junto a Eloy se dio cuenta de que el chico era

    ms o menos de su altura.

    Cuntos aos tienes? le pregunt Jorge.

    Ocho, aunque pronto cumplir nueve. Y t?

    Yo tambin tengo ocho.

    Oye, he odo que has llegado enfermo.

    S, pero me han trado para que me cure.

    Eloy se puso en jarras y lo observ fijamente.

    Entonces, si te vas a quedar mucho tiempo aqu te har falta un hermano. Quieres que seamos hermanos?

    Jorge frunci el ceo.

    Hermanos as por las buenas? No s Ya tengo una hermana y de pronto Jorge se acord por primera vez en mucho tiempo de Jos. Jos, como le haba contado

    su madre, haba muerto unos aos antes de que l naciera, cuando mam estaba

    embarazada de Montserrat. Jos se cay desde una mesa cuando tena dos o tres aos, no

    recordaba con exactitud cundo le haba dicho mam, pero al cabo de pocos das de aquel

    golpe se muri. Mam guardaba sus ropitas en el armario pero nunca hablaba de l. Jos

    hubiera sido el mayor de los hermanos.

    Tu hermana es ms grande o ms pequea que t? le pregunt Eloy.

    Ms grande. T no tienes hermanos?

    Hice uno aqu, Antonio, pero lo adoptaron. Ahora no s dnde est.

  • Y a ti por qu no te llevaron con l?

    Por esto dijo remangndose una pernera del pantaln.

    Jorge baj la mirada. Eloy tena una pierna atrofiada, una extremidad huesuda y

    un poco retorcida. Nunca haba visto nada igual.

    Qu te ha pasado ah?

    Es de nacimiento. Despus de ver esto quieres que nos hagamos hermanos? S o no?

    Jorge mir hacia el ventanuco. Los chicos continuaban apiados observando el

    exterior. Se fij en que la mayora de ellos deba sacarle por lo menos la cabeza en altura

    y que parecan mucho ms fuertes que l.

    Pero cmo vamos a hacernos hermanos si no tenemos los mismos padres? plante Jorge.

    Podemos hacer un juramento.

    Qu clase de juramento?

    Eloy mostr la palma de la mano hacia arriba, ech un escupitajo sobre ella y le

    pidi a Jorge que hiciera lo mismo. Jorge lo hizo y las juntaron, no pudo evitar sentir

    asco.

    Ahora repite conmigo Eloy pronunci un juramento que terminaba con una maldicin para la madre Espritu Santo.

    Pero quin es la madre Espritu Santo? Es de verdad una bruja?

    Eso te lo aseguro, pero ya la conocers. Pero ahora tienes que repetir el juramento.

    Jorge repiti el extrao juramento. Luego Eloy escupi en el suelo y le pidi a

    Jorge que escupiera encima. Acto seguido aplast la mezcla de escupitajos con el pie.

    Jorge hizo luego lo mismo.

    Ya somos hermanos.

    Ya? Pues ha sido mucho ms fcil de lo que yo pensaba. Sin sangre ni nada.

    Ahora tendremos que cuidar el uno del otro y compartirlo todo.

    Bueno dijo Jorge para s, pensando que no tena nada para compartir.

    De repente hubo un alboroto general y los chicos volvieron a las camas en

    desbandada. Al poco, el silencio se haba apoderado de la habitacin como si llevaran

    horas durmiendo. Jorge cerr los ojos con los pensamientos puestos en su nuevo hermano

    Eloy y su maltrecha pierna, hasta que el recuerdo de mam ocup sus pensamientos.

  • Mam! La imagen de mam tendiendo la ropa recin lavada mientras entonaba

    Muntanyes del Canig fue tan fuerte que no pudo reprimir las lgrimas. Se enrosc bajo

    las sbanas, con la medallita de La Moreneta pegada a sus labios y llor en completo

    silencio hasta que se dej vencer por el sueo.

    Muntanyes del Canig, fresques sn i regalades,

    sobre tot ara lestiu, que les aiges sn gelades.

    3

    Unas voces y el traqueteo de la cama le sobresaltaron. Jorge entreabri los ojos.

    El sol penetraba rabioso por la ventana e irradiaba justo sobre su rostro. Como aquel

    vocero continuaba, se incorpor para ver qu pasaba. Fue entonces cuando la vio por

    primera vez.

    Arriba znganos! grua una monja mientras pasaba de cama en cama sacudiendo una vara contra los catres. Jorge no acababa de comprender qu ocurra con

    tanto jaleo, cuando la monja volvi a pasar ante l. Acaso quiere el seorito que se le sirva el desayuno en la cama? El chico la observ conteniendo la respiracin: aquella monja era la persona ms vieja que haba visto jams, le faltaba un diente y tena vello en

    la barbilla y en el labio superior. Es que no me oyes? le grit malcarada.

    Haz caso de lo que te dice murmur alguien a su lado.

    Paralizado, Jorge mir hacia su costado y se encontr con la intensa mirada de

    Eloy. Se sacudi las sbanas y salt de la cama. Al ponerse en pie se llev una mano a la

    frente y se tambale.

    Qu te pasa nio raqutico? refunfu la monja.

    No me encuentro bien.

    Lo que te pasa es que tienes hambre. Has llegado aqu enfermo y hambriento. A lavarte la cara ahora mismo y a desayunar.

    Jorge se puso el pantaloncillo, la camisola, se calz las sandalias y corri tras

    Eloy, que le esperaba en el pasillo hacindole seas.

    No queras conocerla? le susurr Eloy mientras sostena una discreta sonrisa . Esa es la madre Espritu Santo.

    Jorge volvi la mirada atrs pero no dijo nada, estaba sobrecogido viendo a la

    madre Espritu Santo observarlos con los brazos en jarras. Aparentaba ms de cien aos.

    Seguro que era una bruja y que ya haba nacido as de vieja, como le haba explicado

  • Gernimo. Luego tomaron el pasillo, Jorge se dio cuenta de que Eloy arrastraba

    ostensiblemente su pierna atrofiada.

    Al entrar en el bao dieron con una pequea algaraba de chicos jugando a

    empujarse y tirarse agua que ces nada ms que entraron ellos. Ninguno tena un pelo en

    la cabeza, todos estaban calvos como bombillas y Jorge se pregunt cmo iba a poder

    distinguir a unos de otros. Uno larguirucho que llevaba el torso desnudo y que era todo

    hueso se les aproxim. Sostena un cigarrillo humeante entre sus dientes amarillentos.

    Vaya, vaya Mirad a quien tenemos aqu, el Huevo y el nuevo dijo mientras se sacaba la colilla de la boca.

    Poncho, no te metas con l le advirti Eloy.

    T te callas si no quieres que te parta la boca, Huevo. Cmo te llamas renacuajo? Que cmo te llamas! repiti ante el mutismo de Jorge.

    Jorge murmur.

    Cmo? Habis odo lo que ha dicho? El nuevo dice que se llama renacuajo. El chico huesudo sonri para el resto, que comenzaron a rerse a carcajadas. Yo soy Poncho, recurdalo. Y si digo que te llamas renacuajo, a partir de ahora te llamas

    renacuajo. Lo has entendido, renacuajo?

    Jorge mir de reojo a Eloy. Su nuevo amigo tena la mirada puesta en el suelo.

    Eh, Huevo!, hazle un favor a este renacuajo y advirtele de lo que le pasa a los chivatos. Luego hinc un dedo sobre el pecho de Jorge y dijo: Tienes madre o padre, renacuajo?

    Madre susurr mientras asenta moviendo la cabeza de arriba abajo lentamente.

    Pues yo soy hijo de un zorro y de una serpiente replic Poncho ante la explosin de carcajadas del resto de chicos. As que quiero que sepas que cada vez que te traigan un paquete tendrs que drmelo a m.

    Djalo en paz, Poncho. No te ha hecho nada para que te metas con l intervino Eloy.

    Poncho le propin un puetazo en la barriga a Eloy y lo derrib al suelo. Luego

    volvi a colocarse el cigarrillo nuevamente en la boca, lo apur con dos profundas

    chupadas y se lo pas a otro chico. Este lo cogi con la punta de las uas, y as la colilla

    circul de mano en mano, hasta que lleg al ltimo chico.

    Mierda! Os la habis acabado toda dijo con enojo y la lanz a las letrinas.

    Poncho se coloc la camisola y sali a toda prisa por la puerta. La recua de chicos

    calvos sigui sus pasos saliendo atropelladamente por la puerta. Eloy se puso en pie con

    ambas manos sobre la barriga.

  • Te ha hecho mucho dao?

    Tranquilo, no es la primera vez que me pega. Vamos le apremi.

    Pero tenemos que ir con ellos?

    S, vamos con esos tiosos.

    Pero si an no nos hemos lavado.

    Da igual. Ahora ya no tenemos tiempo.

    Y salieron a toda prisa tras la estela dejada por el chico huesudo y sus amigos.

    La puerta del comedor de la enfermera era de un apagado color gris y tena un

    cristal granulado que permita el paso de la luz pero no dejaba ver el interior. Una monja

    guardaba la entrada. Desde el final de la fila Jorge pudo ver que la monja sostena en sus

    manos una botella y una cuchara sopera. Poncho pas el primero, y como siempre,

    tambin fue el primero en sorber el contenido de aquella cuchara que la madre Regina

    meti sin contemplaciones en su boca.

    Qu le ha dado? quiso saber Jorge.

    Aceite de hgado de bacalao. Una mierda.

    Y a qu sabe?

    A diablos. Pero t tmatelo sin rechistar o la madre Regina se enfadar y te har tomarte cinco cucharadas.

    Uno a uno los chicos desfilaron ante la monja y uno a uno los chicos fueron

    tomando su racin de aceite de hgado de bacalao. Todos en la misma cuchara.

    Finalmente le toc al turno a Jorge. Alz la mirada y contempl a la madre Regina, le

    pareci tan vieja y fea como la madre Espritu Santo. La botella que sostena en sus

    manos tena el dibujo de un pescador con un gran pez cargado sobre sus espaldas.

    Emulsin de Scott, deca la etiqueta.

    Abre la boca le espet sor Regina. Jorge entreabri un poco los labios. Que abras bien la boca, te estoy diciendo. Al instante not el contacto de la cuchara contra sus dientes y un sabor agrio y a pescados podridos recorrer su garganta. Venga, venga que no es para tanto. Y por ser la primera vez, otra ms Jorge trag otra ms.

    Y debido a un comentario que haba odo en la fila, la madre Regina se fij

    detenidamente en el aspecto de Jorge y luego en el de Eloy. Efectivamente no se haban

    aseado, por lo que les oblig a tomar dos cucharadas ms de aceite de hgado de bacalao.

    Jorge entr en el comedor con los intestinos retorcindose y una lagrimilla a punto de

    saltarle. Eloy trag el aceite de bacalao sin rechistar. Nada ms cruzar el umbral de la

    puerta, los chicos percibieron aquel intenso olor a sopa de ajo que inundaba el ambiente.

    Las mesas estaban dispuestas para cuatro comensales, su superficie era de

    formica y sobre ellas haba un plato, una cuchara y un tazn, todo de aluminio. Nunca

  • disponan de servilletas, para eso se usaban las mangas. Y tampoco haba nunca cuchillos

    ni tenedores, para eso estaban las manos. El techo de la sala era abovedado y de l

    pendan tres lmparas. En una pared de la sala haba tres enormes ventanas que daban a la

    calle, y en la pared contraria otras tres ventanas que daban a un patio interior. Un

    poderoso caudal de luz entraba por ellas.

    Jorge y Eloy se sentaron juntos, los dos solos. Cada una de las otras mesas fue

    ocupada por cuatro chicos. Poncho los observaba desafiante y los otros chicos tampoco

    les quitaban el ojo de encima mientras cuchicheaban y rean.

    Se ren de nosotros dijo Jorge.

    S, son as de subnormales.

    Pero por qu se ren de nosotros?

    Porque son subnormales, ya te lo he dicho.

    Pues si a ti no te importa que se ran de ti, a m s que me importa que se ran de m.

    Eloy lo observ intensamente, sin decir nada. Jorge comprendi que ya haba

    dicho demasiadas cosas y no pronunci ni una palabra ms.

    La madre Teodora entr en la cocina y al poco regres con una canastilla de

    mimbre colgada al brazo, le acompaaba una mujer que llevaba una jarra humeante y

    expresin de enfado, la seora Josefa. Al momento el olor a chocolate, a leche y a pan

    recin hecho se mezcl con el de la sopa de ajo que flotaba en al ambiente. La madre

    Teodora y la seora Josefa pasaron por las mesas dejando una hogaza de pan para cada

    chico, una onza de sucedneo de chocolate y un vaso lleno de leche caliente, la leche en

    polvo de los americanos.

    Luego, la madre Teodora se coloc frente a las filas de mesas, con las palmas de

    las manos unidas y la punta de los dedos rozando la barbilla. Y con los ojos entrecerrados

    como si se sumiera en un trance, pero en alerta, pronunci la oracin acostumbrada:

    Seor, bendice estos alimentos

    que por tu bondad vamos a recibir.

    Bendice las manos que los prepararon.

    Da otro tanto a los que nada tienen.

  • Y concede tu paz y tu justicia a nuestra Patria.

    Amn.

    Tras la bendicin de la mesa la madre Teodora se persign solemnemente y al

    instante los chicos daban cuenta del desayuno. Mientras coman Eloy le explic que la

    comida de la enfermera era mejor y mucho ms abundante que la que daban en el

    comedor del Asilo, como Jorge no tardara mucho en comprobar. Y en minutos no qued

    nada sobre la mesa y ya bajaban al patio.

    El tiempo que duraba el desayuno y las comidas era el justo, lo mismo que el

    tiempo que se permita pasar en el dormitorio. Bajo ningn concepto se toleraba la

    holgazanera. El resto del da los chicos lo dedicaban a jugar en el patio, ya que estando

    en la enfermera no tenan obligacin de hacer clase.

    Cuando bajaron al patio la madre Teodora los form en dos filas y, como de

    costumbre, les hizo cantar lo nico que Jorge haba aprendido en la escuela: el Cara al

    sol.

    Cara al sol con la camisa nueva

    que t bordaste en rojo ayer,

    me hallar la muerte si me lleva

    y no te vuelvo a ver.

    Formar junto a mis compaeros

    que hacen guardia sobre los luceros,

    impasible el ademn,

    y estn presentes en nuestro afn

  • Inmediatamente despus, Poncho y los chicos eligieron un rincn en la sombra y

    se apostaron en crculo. El patio de la enfermera, aunque pequeo, era de cemento, a

    diferencia del patio del Asilo, que era de tierra. Jorge y Eloy se quedaron a una distancia

    prudencial de aquellos monstruos.

    Qu van a hacer? pregunt Jorge.

    Jugar a la Taba. Sabes lo que es la Taba? Jorge sacudi la cabeza. Se juega con el huesecillo de un cordero.

    Con el huesecillo de un cordero? repiti asombrado.

    Con un huesecillo de la pata que tiene forma cuadrada. Se lanza al aire y segn como caiga puedes ser inocente, culpable, verdugo o rey. Si te sale inocente te libras.

    De qu?

    De qu va a ser, del castigo explic Eloy tan natural.

    Y si te sale culpable?

    Eloy sacudi la mano en el aire y solt un silbido.

    Pues entonces preprate, el rey decide el castigo que mereces y el verdugo se encarga de ti. Generalmente te azotar o te tirar de las orejas, aunque tambin se permite

    apostar cosas.

    Cmo qu?

    Lo nico que uno se puede apostar aqu: un trozo de chocolate del desayuno o un cigarro.

    Y de dnde se sacan los cigarros?

    Los vende Juan, el vigilante. Los hace de colillas que recoge por los suelos de los bares. Pero si te pillan las monjas fumando, preprate.

    Jorge observ expectante lo que suceda en el crculo formado por Poncho y sus

    secuaces. De vez en cuando se oa a alguien gritar: Carne! O Hueso! Seguido de un

    Yupi! o un grito de exclamacin. Lo cierto es que se lo pasaban en grande, porque todo

    el rato se les oa rer y se empujaban unos a otros jugando.

    Jorge se lanz comido por la curiosidad.

    Quiero ver cmo juegan. Te vienes?

    Eloy lanz un salivajo al aire y lo observ caer a unos dos metros.

    No. Ve t si quieres.

  • Jorge se acerc hasta el corrillo de chicos. Poncho le ech un vistazo de reojo

    para luego sonrer diablicamente.

    Mirar quin ha venido, el renacuajo los chicos que rodeaban a Poncho alzaron la vista y le observaron como si acabara de llegar un estorbo. Te ha dejado venir el Huevo? y acto seguido todos rieron a carcajadas.

    Jorge pase su mirada de uno a otro, observndolos en silencio.

    Juegas o qu? le apremi alguien.

    El chico frunci el ceo.

    No tengo nada que apostar.

    Poncho tena la Taba en la palma de la mano, la lanzaba al aire, a la altura de un

    metro ms o menos y luego la recoga. As repetidamente, como si hiciera un

    malabarismo. Y sin apartar la atencin de la Taba, que suba y bajaba todo el rato en su

    mano, provoc a Jorge.

    Si no te atreves a jugar a qu has venido?

    Seguro que ha venido a espiar dijo un chico.

    S, seguro que es un espa dijo otro.

    Sabes lo que les pasa a los espas? amenaz Poncho.

    Lo mismo que a los chivatos dijo alguien.

    S, lo mismo.

    No soy ningn espa se defendi Jorge. Ya os he dicho que no tengo nada que apostar. Y no soy ningn chivato, solo quiero ver cmo jugis.

    No me lo creo, seguro que te ha mandado el Huevo a espiarnos dijo alguien.

    No! grit furiosamente Jorge, tras lo que todas la miradas se dirigieron sobre Poncho.

    Bueno, voy a fiarme de ti dijo el chico huesudo rodeado por un coro de miradas recelosas. Puedes jugarte el chocolate del desayuno de maana. Si pierdes te quedas sin chocolate y si ganas tendrs el doble. Qu dices a eso?

    S, as nos demostrars que no eres ningn espa del Huevo apunt una voz.

    Jorge titube durante unos instantes. Mientras se lo pensaba se gir y mir hacia

    donde estaba Eloy. Intuy que Eloy estara molesto con l, pero ahora no poda rehuir el

    desafo de Poncho y quedar como un espa.

    Vas a jugar o necesitas que el Huevo te d permiso? le apremi Poncho.

  • Vale dijo finalmente pensando que si ganaba podra darle la mitad del chocolate a Eloy y reconciliarse con l. Los chicos le hicieron un espacio y Jorge se sent

    entre ellos. Observ que ninguno de ellos se escapaba a los araazos y costras de sangre

    en piernas y brazos, seguramente de caerse, pens.

    Minutos despus un coro de carcajadas lleg hasta Eloy, que observ cmo Jorge

    se pona en pie, se sacuda la culera del pantaln y volva cabizbajo.

    Te han ganado, verdad?

    S respondi Jorge amargamente. Y lanz un escupitajo con el que alcanz ms distancia que el que haba lanzado Eloy. Maana tendr que darle el chocolate del desayuno a Poncho.

    Me lo imaginaba.

    Por qu ibas a saberlo?

    Porque hacen trampa. Poncho sabe cmo tirar la Taba para ganar siempre l. Pero no te preocupes, compartiremos mi chocolate.

    Estas enfadado conmigo?

    No. Por qu iba a estarlo? Quien se quedar sin chocolate maana y sin paquete cuando se lo traigan sers t.

    Ya no me acordaba de eso.

    Pues Poncho se acordar de tu paquete, eso te lo aseguro.

    Pero ests enfadado conmigo, se te nota insisti Jorge.

    Te digo que no.

    Pues yo creo que s.

    Bueno, cree lo que quieras.

    Si no ests enfadado, qu te pasa? Llevas un buen rato rascndote esa pierna y te has hecho sangre.

    Eloy levant la mirada y mir fijamente a Jorge.

    Que maana es sbado y ser el segundo sbado que paso en la enfermera.

    Y qu ms da eso? Aqu se come mejor que en el Asilo, no?

    Los sbados hay visitas para los hurfanos y voy a perderme otra oportunidad de que me adopten y salir de aqu. Yo no tengo padres, como t dijo airado.

    Yo solo tengo madre.

  • Entonces, las visitas de los sbados a ti te darn igual, pero a m no. Estoy harto de este sitio y harto de estas monjas.

    Eloy le explic que los sbados haba ducha general, pero que los hurfanos

    tomaban la ducha aparte y luego las monjas los acicalaban para recibir a las visitas, que

    entraban por la puerta principal del paseo de la Zona Franca. Las monjas reciban a las

    visitas en una lujosa sala donde les ofrecan t, caf y pastas, y que a veces vena gente

    acomodada que no poda tener hijos para adoptar uno. Por eso era tan importante para

    Eloy no perderse ninguna visita de los sbados. El chico maldeca su pierna atrofiada y la

    culpaba de continuar an all.

    Maldita pierna atrofiada!

    Jorge no aadi nada ms a lo que dijo Eloy. Cogi una piedrecilla y la lanz

    como si fuese una canica. El guijarro describi una parbola y fue a caer muy prximo a

    su ltimo escupitajo. Eloy cogi tambin algunas piedrecillas y al momento entablaron

    una competicin para ver quin acertaba a dar a alguno de aquellos salivajos.

    Por qu le llaman Poncho? pregunt de pronto Jorge.

    Porque de pequeo lo encontraron en una caja de cartn y lo nico que llevaba puesto era un poncho de lana.

    Jorge solt una carcajada.

    Por qu te res? quiso saber Eloy.

    Yo un da ser el seor Jorge Font. Jorge porque es mi nombre, y Font porque era el apellido de mi padre. Has pensado cmo se llamar l?

    No.

    Pues seor Poncho de Lana dijo riendo.

    Eloy se sum a sus carcajadas cuando de pronto Poncho y el resto de chicos se

    pusieron en pie y se dirigieron a todo correr hacia las escaleras que suban a los

    dormitorios. Jorge los observ.

    Dnde van?

    Seguro que van al almacn respondi tranquilamente Eloy.

    A qu?

    Me apuesto lo que quieras que a hacerse una paja.

    A hacerse una paja? repiti Jorge con cara de idiota.

    Eloy lo observ contrariado.

    No sabes lo que es hacerse una paja, verdad?

  • Jorge frunci el ceo.

    Claro que lo s.

    Eloy solt una carcajada que pudo orse en todo el patio.

    No. Estoy seguro de que no lo sabes.

    Vale, no lo s. Me ensears lo que es hacerse una paja?

    Claro y continu riendo.

    4

    Zanganeaban en la habitacin despus de la comida del medioda, que haba

    consistido en un trocito de pescado servido con una racin de arroz y una pieza de fruta

    muy madura, cuando Jorge advirti el ruido de un motor en el patio. Corri hasta la

    ventana y ech un vistazo. Una camioneta cargada de verduras acababa de llegar y

    Villalba, su conductor, charlaba animosamente con la madre Gema. En ese preciso

    instante la madre Cecilia asomaba en el dormitorio, y con muchsimo mal humor les grit

    tres palabras que puso a los chicos en marcha:

    Vamos, todos abajo.

    Jorge se volvi y a su lado encontr a Eloy, que tambin miraba por la ventana.

    Qu pasa? le pregunt Jorge.

    El camin. Tenemos que trabajar.

    Jorge puso unos ojos como platos.

    Trabajar? Pero si estamos enfermos!

    El trabajo fortalece y las monjas no quieren vagos explic Eloy mientras se encoga de hombros y se pona en marcha.

    Al instante, una manada de nios trotaba escaleras abajo con Poncho a la cabeza.

    Llegaron justo cuando Villalba elevaba la plataforma del volquete y las verduras

    comenzaban a rodar. En poco ms de un minuto se form una gran montaa de lechugas,

    habas y coliflores bajo una nube de moscas negras que revoloteaban excitadas sobre las

    verduras. La visin de las verduras trajo a su memoria un confuso recuerdo de la parada

    donde pap y mam vendan frutas y verduras en el Mercado de la Boquera. La

    evocacin de su difunto pap inund sus recuerdos. Pap, un hombre carioso y

    trabajador al que la guerra y la crcel de Burgos transformaron en un taciturno fantasma.

  • Jorge no era capaz de recordar demasiadas cosas de pap, pues trabajaba noche y da

    alternando la parada del mercado por las maanas, con el oficio de enterrador por las

    noches. Lo que s recordaba bien era su cansancio y su tristeza. Siempre sumido en una

    especie de melancola, siempre parco en palabras.

    La voz de la madre Teodora llamando a formar retumb en el patio y lo arranc de

    sus pensamientos. Tras el canto del Cara al sol rompieron filas y formaron un corro

    alrededor de la montaa de verduras. Jorge espant las moscas que libaban una coliflor y

    la husme. Ola de forma extraa. Luego introdujo un dedo por un agujerillo negro de la

    verdura y un gusanillo diminuto y amarillento sali adherido a su dedo.

    Est podrida dijo con asco.

    Pues lmpiala gru alguien a sus espaldas.

    No hizo falta que se girase para ver quin era, la voz cavernosa de la madre

    Espritu Santo, que pasaba por all, era inconfundible, as que se puso manos a la obra de

    inmediato. Primero toc separar la montaa de verduras en montoncitos y clasificarlas.

    Hicieron una montaa de coliflores, otra de lechugas y otra de habas. Inmediatamente

    despus comenzaron a limpiarlas.

    Mientras tanto, Villalba haba sacado un diario y se haba puesto a ojearlo

    espatarrado en un asiento de la camioneta. Tena la puertezuela abierta y las piernas le

    colgaban por fuera.

    Qu buenas trae el diario? le pregunt la madre Gema.

    Villalba pase la mirada por los titulares.

    La Sociedad Espaola de Automocin, SEAT, ensamblar este mes su primer modelo fabricado ntegramente aqu, en la Zona Franca, el SEAT 600. La primera unidad

    ser entregada al general de la regin militar de Catalua dijo acabando la frase con irona. Luego aclar: despus del primer modelo el SEAT 1400, cuyas piezas venan todas de Italia, el SEAT 600 lo fabricaremos ntegramente aqu.

    Eso dar ms trabajo.

    A muchos ms hombres, madre.

    Me parece bien, los hombres deben trabajar.

    Sabe qu significado le han puesto los trabajadores de la fbrica al nombre SEAT? Siempre Estars Apretando Tornillos y solt una carcajada.

    Eso es una broma, verdad?

    S, pero una broma con fundamento. Las piezas las traen de Italia y fallan ms que una escopeta de feria. A ver qu ms pone S, mire, lo vendern por sesenta y cinco mil pesetas, impuestos aparte. No s si con el sudor de una sola frente alguien podr

    comprarse un seiscientos.

  • Sesenta y cinco mil pesetas! Madre de Dios bendita! Quin se comprar un coche habiendo autobuses y trenes?

    Imagino que esa nueva y famosa clase media que tan de moda est ahora.

    La madre Gema frunci los labios.

    Dice alguna cosa ms ese diario?

    Dentro de unos meses inaugurarn el nuevo campo del Barcelona. Se llamar Estadio del Club de Ftbol Barcelona.

    Y por qu han tenido que hacer un campo nuevo?

    Porque la gente ya no caba en el viejo. Fjese, madre, sesenta mil localidades y se ha quedado pequeo.

    Pero tanta gente va a ver el ftbol?

    Al Barcelona s.

    Pues no s yo que le puede encontrar la gente a ver a tanto hombre en calzn corto corriendo tras una pelota.

    Hermana Gema, ver jugar a Ladislao Kubala no es cualquier cosa. Ese hngaro es un malabarista con el baln en los pies.

    S. Ese hngaro. He odo hablar de l, dicen que es comunista.

    Bueno, ya no es hngaro, ni creo que sea comunista. Kubala huy de Hungra y cuando lo fich el Barcelona se nacionaliz espaol. Aunque antes tuvo que bautizarse,

    claro apostill con una sonrisa malvola.

    Mientras Villalba y la madre Gema charlaban, los chicos seguan atareados con la

    limpieza de las verduras. A Jorge y a Eloy les toc pelar habas y a Poncho y su squito

    limpiar lechugas y coliflores. La seora Josefa apareci con una gran olla y les dijo que

    fueran echando las habas peladas dentro.

    Quin es esa mujer? pregunt Jorge cuando se hubo ido.

    Josefa, la mujer del seor Juan, el vigilante.

    Y no es monja?

    No. Somos muchos y necesitan muchas manos. Pero ahora concntrate en pelar habas o nos reirn.

    Jorge se fij en que los chicos del corro de Poncho se escondan disimuladamente

    algunas lechugas bajo la camisola y que de cuando en cuando, Eloy se echaba a la boca

    un puadito de habas. Jorge lo imit y cat las habas, no recordaba haberlas comido

    nunca crudas y el sabor le amarg el paladar.

  • No te gustan? le pregunt Eloy al ver su expresin de asco.

    Estn amargas.

    Bueno, eso es porque an estn un poco verdes, pero llenan la barriga.

    Jorge apunt a Poncho con la barbilla.

    Esos se estn escondiendo lechugas.

    S, luego las lavarn y se las comern. Pero ni t ni yo hemos visto nada.

    Pero les dejan que hagan eso?

    No, pero la madre Gema hace la vista gorda. Hizo una pausa y luego buf: si los pilla la madre Espritu Santo

    Jorge se ech un puado de habas a la boca y puso cara de payaso, con lo que

    Eloy se ech a rer. Despus volvi a echarse otro y otro puado ms de habas, hasta que

    no le cupo ni una ms en la boca y la risa de Eloy estall de una forma incontrolable.

    Mastcalas bien o luego te doler la barriga.

    Pero Jorge tuvo tan mala suerte que la madre Espritu Santo y la madre Cecilia

    pasaron por all en el momento en que tena la boca completamente llena y otro puado

    preparado en la mano.

    Nios del demonio gru la madre Espritu Santo.

    Con que os gusta jugar con la comida, eh? Reneg la madre Cecilia. Pues os aseguro de que os vais a acordar de las habas para siempre.

    La madre Espritu Santo cogi a Jorge de las orejas y la madre Cecilia hizo lo

    mismo con Eloy. En mitad de las risas de Poncho y los suyos los arrastraron hasta la

    cocina, all los sentaron frente a frente y colocaron en medio una fuente llena de habas.

    Jorge y Eloy se miraron atemorizados cuando la madre Espritu Santo elev

    amenazadoramente la vara sobre sus cabezas.

    Empezad a comer habas ahora mismo y que no quede ninguna les grit. Y se qued quieta, contemplndolos con los brazos en jarras. Jorge la observ con el rabillo

    del ojo, en lugar de semejarse a uno de aquellos ngeles que haba dibujados en los libros

    del colegio, se pareca a uno de los demonios que tanto miedo le daban. La madre Cecilia

    tena todo el morro y el ceo arrugados.

    Y hasta que dieron cuenta de todas las habas que haba en la fuente, la madre

    Espritu Santo y la madre Cecilia estuvieron vigilando cmo los chicos coman habas y se

    quejaban de un dolor de tripa cada vez ms fuerte. Y lejos de toda piedad, al menor

    quejido de protesta, la madre Espritu Santo o la madre Cecilia lo arreglaban tirando

    fuertemente de las patillas de los chicos. Despus de acabar con las habas los echaron con

    una seria advertencia. Ellos corrieron al lavabo a vomitar.

  • Creo que me estoy muriendo gimoteaba Jorge.

    Solo es un atracn, maana se te habr pasado y ni te acordars.

    Creo que me acordar de esto toda la vida. Cmo me duele la barriga!

    Eso es lo que quera esa bruja.

    Yo me muero.

    Mtete los dedos en la boca y vomita.

    Que me meta los dedos en la boca?

    S, tienes que meterte dos dedos hasta el fondo y vomitar.

    Qu asco!

    Venga, Jorge, haz lo que te digo.

    Jorge se meti dos dedos en la boca, hasta el fondo, y al instante sinti la primera

    arcada. Sus intestinos se retorcieron en mitad de un calambrazo y vomit de golpe. Eloy

    lo hizo despus que l.

    Miradlos lleg la voz de Poncho a sus espaldas. Creis que son el Huevo y el Renacuajo, o solo un par de nias?

    Yo creo que solo son un par de nias lloronas dijo alguien.

    Jorge no pudo moverse. Eloy volvi la cabeza y vio a Poncho, que iba

    acompaado de su inseparable comitiva.

    Qu estis haciendo aqu solos? inquiri Poncho con los brazos en jarras.

    Vomitando. Es que no lo ves? respondi Eloy.

    Poncho dio dos pasos hacia ellos.

    Queris que llame a vuestra mam? dijo burln, y el cortejo que acompaaba al chico huesudo rompi a rer.

    Jorge se volvi al or las carcajadas y no pudo contener el cao de vmito que le

    sobrevino en ese preciso instante y que cay sobre los pies de Poncho. Este enrojeci de

    furia inmediatamente.

    Lmpiamelo ahora mismo grit colrico.

    No, que se limpie l espet Eloy.

    La comparsa que acompaaba a Poncho enmudeci de golpe.

    Eh, t renacuajo A quin vas a hacer caso, al Huevo o a m?

  • No le hagas caso! Dijo Eloy plantndole cara a Poncho, ha ve