HABLAN DE MONSEÑOR ROMERO.pdf

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    HABLAN DE

    MONSEOR ROMERO

    Roberto Valencia Lpez

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    Hablan de MONSEOR ROMERO

    Roberto Valencia LpezPrimera Edicin: Marzo de 2011.Autor: Roberto Valencia LpezEditor: Fundacin Monseor RomeroDiagramacin: William LpezImpresin: Impresos ContinentalDiseo de Cartula: Arq. Jaqueline Sorto

    Esta edicin consta de 1000 ejemplares.

    Se termin de imprimir en marzo de 2011Pedidos: Fundacin Monseor RomeroColonia Mdica Av. Dr. Max Bloch casa 1018,San Salvador, El Salvador, C.A.Tel.: (503) 2226-0934fundacionmonsenorromero@hotmail.comwww.fundacionmonsenorromero.org.sv

    Reservados todos los Derechos

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    Cada uno de nosotros tiene su grandeza,no sera Dios mi autor si yo fuera una cosainservible. Yo valgo mucho, t vales mucho,todos valemos mucho, porque somoscriaturas de Dios, y Dios ha hecho derrochede maravillas en cada hombre Porque la

    iglesia aprecia al hombre y no pude tolerarque una imagen de Dios sea pisoteada porotro que se embrutece pisoteando a otrohombre

    (Homila 4 de septiembre 1977, 23 Dom. Tiempo Ordinario)

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    Prlogo de Monseor Gregorio Rosa C hvez...........................................1

    Prlogo del autor........................................................................................7

    D atos bio grficos so bre M onseo r Romero ...............................................10

    1. H ctor D ada H irezi, el poltico..............................................................12

    2. Ricardo Urioste, el vicario general.........................................................27

    3. Salvador Barraza, el amigo .............................................37

    4. Eva Menjvar, la monja ...............................................45

    5. Mara de la Luz C ueva, la superiora ...............................................54

    6. V cto r H ugo Rivas, el art ista ...............................................65

    7. O r lando C abrer a, el obispo .............................................................73

    8. N ia Elvira y N ia N oy C hacn, la familia............................................82

    9. R ober to C ullar M art nez, el abogado ..............................................91

    10. Su pueblo . .............................................104

    Biblio grafa.................................................................................................111

    CONTEN IDO

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    PRLOGO

    EL ESPRITU DEL SEOR EST SOBRE M

    Este no es un libro ms sobre Monseor Romero, sino una gua segurapara acercarse al autntico Monseor Romero. Los testigos que han sidoentrevistados nos entregan valiosas claves para conocer al ser humano,al discpulo de Jess y al pastor que llega hasta la ofrenda de su vida. Porsus pginas desfilan gentes muy cercanas a Monseor, como SalvadorBarraza, las hermanas Chacn, el actual obispo de Santiago de Mara, y

    monseor Urioste, quien estuvo siempre a su lado en San Salvador;hombres muy conocidos como Hctor Dada Hirezi y Roberto Cullar;dos religiosas -la hermana Lucita y la hermana Eva-, y un joven artista quenos pone en contacto con el lenguaje y la visin de la juventud de hoy.Cada uno y cada una van trazando pinceladas que nos permiten conocery comprender mejor al salvadoreo ms conocido y ms amado en elmundo entero. Completa el cuadro un mosaico multicolor de voces del

    pueblo que, desde la cripta de Catedral, nos dicen por qu creen queMonseor Romero es santo.

    Roberto Valencia es un talentoso periodista vasco-salvadoreo que halogrado penetrar con el corazn y la inteligencia en el misterio de MonseorRomero y en la complejidad del contexto en el que le toc ser pastorde un pueblo martirizado. Con perspicacia ha visto en el Diario deMonseor Romero -que recoge las memorias de los dos ltimos aos de

    servicio como arzobispo de San Salvador- una herramienta imprescindiblepara conocer al ser humano. En sus pginas, no solo incluy grandesbrochazos de su quehacer, sino que lo enriqueci con sensaciones ysentimientos, sobre todo en los ltimos meses de vida. El lector interesadoen comprobar la veracidad de lo que aqu se cuenta encontrar en elDiario elementos seguros para no perderse.

    Usted cree que Monseor Romero es santo? La pregunta surge, a vecesde forma brutal, en los labios del periodista que, con maestra y conocimientodel tema, la formula a cada entrevistado o entrevistada. Al juntar lasdiferentes respuestas queda en evidencia que aqu estamos ante una formams bien indita de santidad. Algunos llegan incluso a expresar su temor

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    de que la figura que se nos proponga como modelo de santidad no seael verdadero Monseor Romero, y por eso no se muestran muy interesados

    en el proceso de canonizacin.El libro que me honro en presentar pone en nuestras manos un materialprecioso para desmitificar la figura de Monseor Romero. En una ocasinl dijo a un grupo de alumnas de un colegio catlico que en San Salvadorse tienen dos imgenes muy diferentes del arzobispo: Para unos, es elcausante de todos los males, como un monstruo de maldad; para otros,gracias a Dios, para el pueblo sencillo sobre todo, soy el pastor. Y cmo

    quisiera que ustedes hubieran sido testigos de la acogida que dan a mipalabra, a mi presencia sobre todo en los pueblos humildes! (Diario,11.04.78).

    Conoc al padre Romero cuando yo era seminarista menor y, despus demis estudios de Filosofa, colabor con l un ao entero como su asistenteen seminario menor de San Miguel. En su Diario habla de m como amigoque lo ha sido desde tanto tiempo y muy de fondo (Diario, 18.05/79).Por eso me siento muy contento de poder escribir algunas palabrasintroductorias a esta obra inspirada e inspiradora.

    Por dnde comenzar? Quisiera detenerme en primer lugar en lostestimonios de Salvador Barraza y de las hermanas Chacn, porque allse retrata de manera fresca el talante del hombre scar Romero,remontndonos incluso hasta sus tiempos de sacerdote en la dicesis de

    San Miguel.

    Barraza nos sorprende cuando afirma que l no era el motorista deMonseor Romero -la pelcula Romero nos haba hecho creer lo contrario-; sino su amigo: Para cosas de confianza me buscaba, y tambin yo meencargaba de que saliera a distraerse porque tena mucha tensin.

    Por su parte, Elvira y Eleonor Chacn describen con sencillez que su casa

    era para Monseor una verdadera Betania: l vena aqu con el afn dedescansar, de olvidarse de sus cosas. Aqu no se hablaba de D'Aubuissonni de los obispos ni de nada de eso. Su idea era Cmo decirlo? Sentirseen familia, recuerda Eleonor. Me consta que Monseor Romero llegaba

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    con toda confianza, incluso a altas horas de la noche y con variosacompaantes, a este hogar en el que la mesa siempre estaba servida. El

    sola decir que all se cumpla el dicho popular cayendo el muerto soltandoel llanto. Con la misma confianza llegaba tambin a la casa de la familiaBarraza.

    Otro testigo excepcional de esa poca anterior a los azarosos aos enque le toc pastorear la arquidicesis de San Salvador es monseor RodrigoOrlando Cabrera, quien fue uno de sus ms cercanos colaboradores enla dicesis de Santiago de Mara. Repite aqu lo que ha afirmado en otras

    ocasiones: que se ha exagerado al afirmar que Monseor Romero abrilas puertas de la casa episcopal para albergar a los cortadores de caf. Unaperla de esta entrevista en la afirmacin de lo que tantos hemos comprobado:Es curioso. Monseor Romero siempre se senta mejor cuando estabacon los pobres. Se le notaba. Siendo obispo aqu, ocurra a veces quecuando iba de visita, algunos padres le preparaban almuerzo o la cena.Pero cuando lo mandaban a buscar, lo encontraban en el atrio, compartiendotamales o un caf con gente muy humilde.

    Un dato de inapreciable valor -confirmado por Barraza, las hermanasChacn y monseor Cabrera- es que Monseor Romero, despus devolver de su paseo al mar y antes de la misa del da en que fue asesinado,le pidi a Salvador que lo llevara a Santa Tecla a confesarse con el padreAzkue, su director espiritual. Vaya manera de prepararse para ofrecer enel altar la mxima prueba de su amor a Jesucristo!

    Los testimonios de Roberto Cullar y Hctor Dada Hirezi nos acercanal hombre que vivi con pasin la defensa de la dignidad de los pobres yperseguidos, y acompa a gente clave que soaba, como l lo haca, conun pas diferente.

    El nombre de Roberto Cullar aparece con frecuencia en el Diario deMonseor, siempre ligado al tema de los derechos humanos o a lapreparacin de la homila dominical del pastor. Impresiona su descripcin

    de la autopsia del cadver del obispo asesinado y los datos acerca delorigen y la evolucin del Socorro Jurdico del Arzobispado. Pero destacoel pasaje cuando se refiere a Reynaldo Cruz Menjvar, el militante demcrata-cristiano que permaneci ms de nueve meses en una crcel clandestinade la Polica de Hacienda, sometido a las ms brutales torturas; al leerlo,

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    uno se siente horrorizado. Monseor, en su Diario, menciona el caso enuna forma sumamente discreta, pero el relato de Roberto Cullar arroja

    luz sobre el corazn del pastor: Me impresion, francamente se lo digo,que fuera el propio Monseor Romero el que lo trat. l no quera quenadie se enterara de que lo tena escondido en el arzobispado, porque ahpas unos pocos das, y l mismo le daba las medicinas.Quienes conocemos a Hctor Dada Hirezi sabemos de su clara identidadcristiana y de su valiente compromiso iluminado por la doctrina social dela Iglesia. El Diario no deja a este respecto ninguna duda: ya se trate su

    calidad de dirigente democristiano, de canciller de la primera Junta surgidadespus de la insurreccin militar del 15 de octubre de 1979, o de integrantede la segunda Junta, la confianza y la estima de Monseor Romero hacial son incuestionables. Es particularmente valiosa la insistencia de Hctoren recalcar que Monseor Romero fue un hombre honesto: Creo queninguno habamos valorado la absoluta honestidad humana y religiosa deMonseor Romero, una conjuncin de honestidades que lo llevaron a

    comprometerse en cosas que nadie esperbamos que se comprometiera.

    La visin de dos laicos metidos en el mundo se completa con la miradade dos religiosas. La primera es madre Lucita, conocida en el mundo enteropor su cercana con Monseor Romero, a quien le dio la sorpresa deentregarle una casita como regalo el da en que l cumpla 60 aos; y lasegunda es la hermana Eva, quien nos cuenta de primera mano cmo vivi

    Monseor Romero la muerte de su amigo, el padre Rutilio Grande, alcontemplar su cuerpo acribillado en el templo de Aguilares.

    La madre Lucita -al igual que las Hermanas Chacn- puede afirmar quepara Monseor Romero, el hospitalito era su Betania. Ella supo -y nofue la nica- de los arrebatos del carcter de Monseor Romero, pero noduda de su santidad: No tengo dudas Porque lo conoc y s que quines

    hablan mal de l no lo conocieron. Era un hombre de una fe y de unaoracin muy profundas, y todo lo que haca lo consultaba con Dios antes,arrodillado, para que le diera sabidura y le dijera qu tena que hacer. Fueun santo muy humano.

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    Hay que agradecer a la hermana Eva Menjvar -una religiosa Carmelita deSan Jos que dej su congregacin, junto con varias compaeras para

    asumir un trabajo de acompaamiento bastante arriesgado-, su vivenciade esa noche tan densa de la velacin del padre Grande y de sus doscompaeros. Ella tampoco duda de la santidad de Monseor Romero: Laveo en sus grandes valores. El hombre era muy humilde y de muchaoracin, muy profundo. Si uno se fija en sus homilas, en cmo las ibaordenando, dan pie a pensar que Monseor no slo iba a hablar, sino quehaca profundas reflexiones, y no solo hacia fuera. Fue una profunda

    reflexin decirse a s mismo en un momento muy importante de su vida:ahora me toca cambiar a m. Y as nos lo dijo algunas veces: esto nos lohan enseado as, pero tenemos que hacer esto otro.

    El nombre de monseor Ricardo Urioste es el que con ms frecuenciaaparece en el Diario de Monseor Romero. Pero, ms all de la estadstica,tenemos que rendirnos ante la invaluable contribucin del hombre queha gozado de la confianza de los tres arzobispos ms importantes denuestra historia arquidiocesana: monseor Luis Chvez y Gonzlez,monseor Arturo Rivera Damas y Monseor Romero. Este lo mencionaen las primeras pginas del Diario como uno de sus acompaantes -juntocon Monseor Rivera- en un importante viaje a Roma para hace contrapesoa otra delegacin que haba viajado al Vaticano para mal informar al Papay pedir su destitucin. Le vemos luego a su lado como vicario general,como vicario pastoral, como administrador y como la persona con la que

    siempre puede contar. Le encomienda misiones delicadas ante personajesdel Gobierno, del mundo de la poltica o de la empresa privada; y pide suconsejo constantemente para saber discernir la voluntad de Dios en ladramtica historia de la Iglesia y de la patria.

    Quienes conocen a monseor Urioste no se sorprendern al leer estaafirmacin: Monseor Romero fue el hombre que ms conoci el magisterio

    de la Iglesia en este pas, y nadie despus ha podido conocerlo tan bien.O cuando se refiere a la acusacin de que el arzobispo fue manipulado:Si, claro que Monseor fue manipulado! Lo manipul Dios, que hizo conl lo que le dio la gana. Yo de eso estoy convencido, pero convencidsimo,como dogma de fe.

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    Concluyo este rpido recorrido con la palabra de un joven artista quenaci seis aos despus de la muerte de Romero y que gan el concurso

    de pintura organizado el ao pasado por el Gobierno de El Salvador.Cuando se le pregunta a Vctor Hugo Rivas qu opina sobra la decisindel presidente de la Repblica, Mauricio Funes, de declarar a MonseorRomero como gua espiritual de la nacin, responde con franqueza: Guaespiritual no se es porque alguien te nombre, sino porque uno se lo haganado. Y la imagen de Monseor Romero se respeta en la actualidad,pero no porque alguien lo haya nombrado gua, sino por lo que hizo y porlo que dijo. De l a m me impacta el simple hecho de que, siendo lamxima autoridad de la arquidicesis, llegara a los cantones ms perdidosy hablara con las personas ms humildes. Y cuando visits donde l viva,pods darte cuenta de que viva en la austeridad. La gente aprecia esascosas, y por eso Monseor Romero sigue siendo recordado hoy. l solose gan el respeto que tiene.

    Espiando entre las homilas dominicales de Monseor Romero, un florilegio

    de pensamientos retrata su corazn de pastor. Entre ellos he escogido elsiguiente para concluir esta presentacin: Qu distinto es predicar aqu,en este momento, que hablar como amigo con cualquiera de ustedes! Eneste instante, yo s que estoy siendo instrumento del Espritu de Dios ensu Iglesia para orientar al pueblo. Y puedo decir, como Cristo: 'El Espritudel Seor est sobre m, a evangelizar a los pobres me ha enviado'. Elmismo Espritu que anim a Cristo y le dio fuerza a aquel cuerpo nacidode la Virgen para que fuera vctima de salvacin del mundo es el mismo

    Espritu que a mi garganta, a mi lengua, a mis dbiles miembros le datambin fuerza e inspiracin. (Homila, 16.07.78)

    Mons. Gregorio Rosa ChvezSan Salvador, marzo de 2011

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    PRLOGO DEL AUTOR

    Monseor Romero se ha convertido en algo tan grande que aspirar acondensarlo en un puado de pginas resultara un acto de vanidad. Estelibro, pues, no tiene vocacin biogrfica, ni pretende ser un manual dehistoria, ni revelar verdades nunca antes contadas sobre su teologa osobre las sombras que an envuelven su asesinato.

    Hace ms de tres dcadas que dej de estar entre nosotros, pero su figurano hace sino crecer: siguen apareciendo documentales, libros, conversatorios,estatuas y homenajes en el mbito acadmico-cultural, pero sus palabrasy su rostro proliferan tambin en murales y camisolas tanto en cantonesignotos del territorio salvadoreo como en cosmopolitas ciudades deEuropa y Norteamrica. No es ninguna exageracin afirmar que MonseorRomero se ha convertido en un referente mundial.

    A inicios de noviembre de 2010 trascendi una noticia que apenas tuvoeco en la prensa salvadorea. La Asamblea General de Naciones Unidas(ONU) proclam el 24 de marzo, fecha de su asesinato, como el DaInternacional del Derecho a la Verdad en relacin con Violaciones Gravesde los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Vctimas, para suconmemoracin en todo el mundo. Conviene tomarse unos segundospara leer cmo la ONU justific esta decisin: Reconociendo tambinlos valores de Monseor Romero y su dedicacin al servicio de la humanidad,en el contexto de conflictos armados, como humanista consagrado a ladefensa de los derechos humanos, la proteccin de vidas humanas y lapromocin de la dignidad del ser humano, sus llamamientos constantesal dilogo y su oposicin a toda forma de violencia para evitar elenfrentamiento armado, que en definitiva le costaron la vida el 24 demarzo de 1980. Eso se dijo en Naciones Unidas sobre un salvadoreo.

    Conviene explicitar, sin embargo, que su grandeza no comenz a edificarsesobre su memoria. A pesar de ser arzobispo de un minsculo pastercermundista, scar Arnulfo Romero Galdmez fue reconocido en vidapor universidades de Estados Unidos y Blgica con dos doctorados HonorisCausa, y el Parlamento britnico lo propuso a finales de 1978 como

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    candidato al Premio Nobel de la Paz. Algn da el Vaticano quiz lobeatifique, para dicha de la feligresa catlica, pero, ocurra o no, su figura

    brilla tanto ya que estoy convencido de que las numerosas biografas,recopilaciones, pelculas y noticias periodsticas que han visto la luz siguensiendo pocas.

    El librito que tiene entre sus manos surge con la nica aspiracin deaportar, con mucha humildad, un granito que contribuya a recopilar,ordenar y -si cabe- difundir an ms su vida. La Fundacin MonseorRomero y quien suscribe estas lneas coincidimos en que, dentro de lo

    mucho y variado que se ha escrito, su lado humano es quiz el menosexplorado. De Romero, por ejemplo, se sabe que defendi a los pobresy que pronunci valientes homilas, pero no se conoce tanto si era tmidoo extrovertido, callado o dicharachero, o si le gustaban el ftbol, el teatroo los frijoles.

    Para intentar conocerlo mejor, hablamos con un racimo de personajes

    que lo conocieron bien. El guin es muy sencillo: realizar semblanzas decada de estas personas para con todos esos perfiles configurar, como sifuera un rompecabezas, una semblanza de Monseor Romero. Todo, esos, concebido, reporteado y redactado desde la trinchera del periodismo,con la entrevista de profundidad como principal herramienta de trabajo,aunado a una intensa labor de documentacin. Dicho esto, resulta obvioque la materia prima de esta obra son los testimonios que amablementebrindaron los entrevistados, casi siempre en largas sesiones que en algunos

    casos se prolongaron por varios das. Desde aqu, un sincero agradecimientoa Hctor Dada Hirezi, Ricardo Urioste, Salvador Barraza, Eva Menjvar,Mara de la Luz Cueva, Vctor Hugo Rivas, Orlando Cabrera, la familiaChacn y Roberto Cullar Martnez. Sin su paciencia este esfuerzo nuncapodra haber llegado a puerto alguno.

    El tiempo pasa, y ese pasar de los aos termina siendo uno de los principalesproblemas a la hora de reconstruir escenas, al menos cuando se escribecon la tica como Norte. La memoria humana tiene limitaciones, y tampocohay que descartar los lgicos riesgos de idealizacin cuando se habla dealguien como Monseor Romero. Ya he sealado que este libro se haescrito desde la trinchera del periodismo, lo que anula por completo laconsciente invencin o manipulacin de datos o testimonios, pero creo

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    que no est de ms sealar que en el reporteo quedaron sin respuestamuchas preguntas, que se revelaron respuestas que tenan mal planteada

    su pregunta, y que hasta se hallaron respuestas falsas que, a fuerza derepetirse, muchos las consideran verdades.

    As, los testimonios recogidos ponen en duda axiomas como que el calibrede la bala utilizada para asesinarlo era .22, o como el lugar desde el quese dispar el fusil en la capilla, o como la influencia que tuvieron en lametamorfosis de Monseor Romero los dos aos que pas como obispode Santiago de Mara. Esos mismos testimonios tambin revelan como

    falsas algunas aseveraciones en torno a su figura, como la del reverendoWilliam Wipfler, quien errneamente se atribuye ser la ltima persona enrecibir la comunin de manos del arzobispo; o como esa otra versin, tanextendida como errada, que asegura que el proyectil impact en su pechodurante la consagracin.

    En fin, se trata de aportes mnimos pero novedosos a su vida y a su muerte,

    que surgieron mientras intentbamos satisfacer la principal misin que noshabamos propuesto: realizar un honesto retrato de Monseor Romerocomo ser humano, no solo como el mito casi inalcanzable en que se haconvertido. En estas pginas el obispo mrtir reir, sufrir, se enojar,tendr miedo, comprender y pedir comprensin, contar chistes, regaara sus amigos, se equivocar como nos ocurre a todos.

    En lo personal, agregar como conclusin que, cuando lo asesinaron, yo

    apenas tena 3 aos de edad, por lo que celebro sobremanera la oportunidadque la Fundacin Monseor Romero me concedi de conocerlo ahora.De todo corazn agradezco a quienes me abrieron las puertas de sus vidaspara intentar comprender la vida de Monseor Romero. Y a usted, amigolector, espero que leer este libro le deje la misma sensacin de estar anteun personaje inigualable que me dej a m escribirlo.

    Roberto Valencia, [email protected]

    Marzo de 2011

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    DATOS BIOGRFICOS

    1917, 15 de agosto. scar Arnulfo Romero Galdmez nace en CiudadBarrios, al norte del departamento de San Miguel1930. Ingresa en el seminario menor de San Miguel.1942, 4 de abril. Es ordenado sacerdote en Roma en plena II GuerraMundial.1943, agosto. La guerra le obliga a interrumpir sus estudios en laUniversidad Gregoriana.

    1943, diciembre. Regresa a El Salvador despus de haber permanecidoalgunas semanas preso en Cuba.1944, 4 de enero. Oficia su primera misa en el pas en la iglesia deCiudad Barrios.1944-1967.Tras un breve paso por la parroquia de Anamors (LaUnin), durante ms de dos dcadas tiene una intensa vida pastoral en ladicesis de San Miguel.

    1967, 8 de junio.Es nombrado secretario de la Conferencia Episcopalde El Salvador.1970, 21 de abril.La Santa Sede lo nombra obispo auxiliar de laarquidicesis de San Salvador.1970, 21 de junio.Fastuosa fiesta de consagracin a la que asiste inclusoel presidente de la Repblica. Un grupo de sacerdotes redacta un manifiestoen su contra.

    1974, octubre.Es notificado de su nombramiento como obispo deSantiago de Mara. La toma de posesin se realiza el 14 de diciembre.1975, diciembre. Clausura el Centro de Promocin Campesina LosNaranjos, administrado por los padres pasionistas en Jiquilisco.1976, 6 de agosto.En una concurrida homila en Catedral metropolitanaMonseor Romero critica con dureza al clero progresista.1977, 22 de febrero.Toma posesin mximo responsable de la

    arquidicesis de San Salvador.1977, 12 de marzo.Asesinato del sacerdote jesuita Rutilio Grande,su amigo personal.1977, 20 de marzo. Monseor Romero desoye al nuncio y celebra enCatedral metropolitana una misa nica.

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    1977, 30 de marzo.El papa Pablo VI recibe a Monseor Romero enRoma y le muestra su apoyo a la lnea pastoral del arzobispo.

    1977, mayo-junio.El Ejrcito salvadoreo se toma la ciudad de Aguilares,incluida su iglesia. Tres sacerdotes jesuitas son expulsados del pas.1977, 1 de julio. El general Carlos Humberto Romero asume laPresidencia de la Repblica. Monseor Romero rechaza la invitacin alevento.1978, 14 de febrero.La Universidad de Georgetown le concede elttulo de Doctor Honoris Causa.

    1978, noviembre.El Parlamento britnico propone a Monseor Romerocomo candidato al Premio Nobel de la Paz.1979, 7 de mayo. Monseor Romero se rene con el papa Juan PabloII, quien de forma explcita cuestiona su lnea pastoral.1979, 15 de octubre. El Movimiento de la Juventud Militar da un golpede Estado de corte progresista que es visto con buenos ojos por MonseorRomero.

    1980, 3 de enero. La primera Junta Revolucionaria de Gobierno,respaldada tcitamente por Monseor Romero, llega a su fin con la renunciamasiva de funcionarios.1980, 22 de enero. La marcha convocada por la CoordinadoraRevolucionaria de Masas se convierte en la manifestacin ms multitudinariade la historia del pas.1980, 2 de febrero. La Universidad Catlica de Lovaina (Blgica) le

    concede el Doctorado Honoris Causa.1980, 17 de febrero.Monseor Romero lee en la homila la cartaescrita al presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, para pedirle quesuspenda la ayuda militar.1980, 23 de marzo. En la homila hace un llamado a que las bases delejrcito desobedezcan las rdenes de sus superiores.1980, 24 de marzo.Una bala pone fin a su vida mientras celebra misa

    en la capilla del Hospital Divina Providencia.1980, 30 de marzo. El masivo funeral de Monseor Romero terminaen un bao de sangre.

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    HCTOR Dada Hirezi

    El poltico

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    La honestidad es prima-hermana de la bondad, de la verdad, de la integridad.Decirle honesto a alguien es decirle mucho, a pesar incluso de que se haconvertido en una de esas palabras que pronunciamos a la carrera, sinreparar en su trascendencia. Al mundo le ira mejor si la honestidadestuviera ms extendida. Pues bien, Hctor Dada Hirezi no se cansar deretratar a Monseor Romero como alguien honesto. Lo repetir una yotra y otra vez.

    -Creo que ninguno de nosotros habamos valorado su absoluta honestidadhumana y religiosa -dice Hctor cuando intenta explicarse a s mismo porqu de un da para otro el preferido de la oligarqua se convirti en vozde los

    sinvoz-, una conjuncin de honestidades que lo llevaron a

    comprometerse en cosas con las que nadie esperaba que se comprometiera.

    Hctor lo conoci muy bien, desde nio, desde cuando llegaba a la casade su to Emilio Simn y lo hallaba reunido con un joven cura migueleollamado scar Arnulfo Romero. Ambos, Emilio y el padre Romero,mantenan encuentros espordicos como directores que eran de CriterioyChaparrastique, los semanarios de la arquidicesis de San Salvador y dela dicesis de San Miguel respectivamente. Ah empez todo. Con losaos, devinieron incontables las veces que Hctor y Monseor Romeroestuvieron juntos.

    -Y usted -pregunto a Hctor-, cree que Monseor Romero es santo?-Totalmente, pero qu es la santidad en una teologa sana? Hay querecordar que los dos grandes fundadores de la Iglesia fueron Pedro, queneg a Cristo, y Pablo, que persegua cristianos; y los dos son santos. Lossantos son seres humanos que cometen errores, como todos, pero quecumplen con los principios de honestidad, de bondad, de entrega a losdems, de cumplimiento de la palabra de Jess de Nazareth Y eso fuel.-Esa plena conciencia de su santidad la tuvo despus o antes del asesinato?-En vida ya senta que era un cristiano ejemplar. Si algo yo le respetabaes que haca lo que l crea, y lo haca con sanidad de espritu. Nunca leencontr una mala intencin, y que no estuviramos siempre de acuerdono quiere decir que uno no respetara su total honestidad.

    Su total honestidad, dice.

    ***

    Hctor Miguel Antonio Dada Hirezi naci el 12 de abril de 1938 al interiorde la vivienda familiar, ubicada muy cerca del Campo de Marte, en elCentro Histrico de San Salvador. Sus apellidos son de origen rabe. Losdos abuelos nacieron en Palestina, y ambos llegaron a El Salvador despus

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    de pasar unos aos en Nueva York, pero por caminos separados. Su padre,Cristo Miguel Dada, era un mdico formado en Francia, cristiano ortodoxo,creyente en Dios pero poco amigo de los templos. Su madre, GracielaHirezi, naci y se cri en Zacatecoluca, donde la familia era propietariadel principal almacn de la ciudad; era catlica y religiosa en el sentidoms tradicional de la palabra.

    -Pero mi formacin catlica se la debo a los jesuitas -dice.

    En una poca en la que aprender a leer y a escribir estaba al alcance depocos, Hctor estudi en la institucin de educacin secundaria msprestigiosa del pas: el Externado de San Jos, administrado por la Compaade Jess. Los Dada Hirezi no eran oligarqua ni mucho menos, pero vivancon holgura.

    -Puedo decir que tuve una infancia muy feliz, con mucho cario en mi casa.

    Los estudios superiores los realiz en la Universidad de El Salvador,Ingeniera civil, y fue en esos aos, en la segunda mitad de la dcada delos 50, cuando comenz a coquetear con la poltica. Se convirti endirigente estudiantil -lleg incluso a presidir la ACUS, Accin Catlica

    Universitaria Salvadorea-, y particip en la fundacin del Partido DemcrataCristiano (PDC). No aparece en el listado de fundadores tan solo porqueestaba fuera del pas el da de la inscripcin en el tribunal electoral. En1966, con apenas 28 aos, ocup una curul en la Asamblea Legislativa.

    A finales de los 60 decidi estudiar Economa. Serias discrepancias con ladirigencia del partido por la guerra contra Honduras lo convencieron dehacerlo en el extranjero, y en 1970 se instal en Blgica. Para entoncesestaba ya casado con Gloria Snchez Chvez, la madre de sus cuatro hijos:

    Hctor, Rodrigo, Carlos y Gloria. De Europa se regres definitivamentea inicios de 1977, conoci desde las entraas -particip en la primera yen la segunda Junta Revolucionaria de Gobierno- la efervescencia polticay sus consecuencias, y tres aos despus tuvo que irse de nuevo, esta veza Mxico y amenazado de muerte. Durante la guerra civil hizo consultorasy trabaj para institutos de investigacin y para Naciones Unidas, y cumplia rajatabla su decisin de no involucrarse con ninguna de las partes enconflicto.

    -Me lo pidieron varios amigos -recuerda-, pero no me met al FDR (FrenteDemocrtico Revolucionario) porque nunca he credo en la lucha armadacomo medio de hacer poltica.

    Tras la firma de los Acuerdos de Paz, los Dada-Snchez regresaron a ElSalvador. La poltica pronto llam a la puerta de Hctor: concejal en San

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    Salvador, regreso a la Asamblea como diputado, ministro Su rostro eshoy por hoy uno de los ms conocidos de la poltica salvadorea, y quiz

    uno de los ms respetados.-Pero El Salvador an est como est, don Hctor. Cmo duerme despusde haberle entregado tanto al pas?-El mundo no es perfecto, y este pas es ms imperfecto que lo que deberaser. Yo aprend hace tiempo que uno tiene que hacer todo lo que puedapara cambiar las cosas en la direccin que uno cree que es la correcta,pero Roberto, tambin aprend que uno no tiene toda la responsabilidad.

    ***La primera vez que Monseor Romero tuvo que mirar a los ojos defamiliares de vctimas de una masacre perpetrada por la Guardia Nacionalfue el domingo 22 de junio de 1975, seis meses despus de haber tomadoposesin como obispo de Santiago de Mara. Sucedi en el cantn TresCalles del municipio de San Agustn, departamento de Usulutn, lugar enel que el da anterior unos 40 agentes se haban presentado a la 1 demadrugada y haban asesinado a sangre fra a seis campesinos -Jos Ostorga,

    sus tres hijos, dos vecinos- de una comunidad eclesial de base. La noticiahaba llegado a odos de Monseor Romero el propio sbado, y el domingose desplaz hasta Tres Calles. Tras verificar en persona lo sucedido, decidiescribir dos cartas para explicitar su inconformidad: una dirigida al presidentede la Repblica, su amigo el coronel Arturo Armando Molina; y la otra,a los obispos salvadoreos. Pero se neg a denunciar pblicamente loocurrido.

    La noticia de la tragedia se reg por todo el pas, y se col en la agenda

    de la Comisin Nacional de Justicia y Paz, un organismo consultivoconformado por laicos y religiosos del que tanto Monseor Romero comoHctor formaban parte.

    -Tuvimos una gran discusin ese da, bastante fuerte, porque nosotrosdecamos que haba que denunciar la masacre, y l sostena que no, quela Iglesia tena que actuar por caminos ms discretos -dice Hctor.

    Esa actitud timorata ante la represin se desvanecera tras la toma de

    posesin como arzobispo de San Salvador, y Monseor Romero hoy esrecordado en todo el mundo como un referente incuestionable en materiade derechos humanos. Esa metamorfosis, que algunos llaman conversin,fue aos despus motivo de conversacin. Hoy entiendo muchas de lascosas que ustedes nos decan en la Comisin de Justicia y Paz, le dijo aHctor en alguna ocasin.

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    Hctor amaneci el 18 de marzo de 1977 en Blgica, donde vivi variosaos y cosech una licenciatura y una maestra en Economa por la

    Universidad Catlica de Lovaina. Abord un avin y cruz el ocanoAtlntico junto a toda su familia, esta vez con la firme intencin de radicarsedefinitivamente en El Salvador. Eran aos sin internet ni televisin porsatlite, pero Hctor se haba esforzado por no desconectarse de larealidad salvadorea. Saba que a scar Arnulfo Romero, un viejo conocidosuyo, lo haban nombrado arzobispo de San Salvador haca un mes. Laeleccin no le haba hecho gracia porque l era de los convencidos de queel indicado para el puesto era monseor Rivera Damas.

    La ltima escala del vuelo fue en el aeropuerto de La Aurora, en Ciudadde Guatemala. All subi otro viejo conocido suyo: monseor EmanueleGerada, el nuncio apostlico para Guatemala y El Salvador. Entonces habamenos formalidad en los aviones y, como varios asientos estaban vacos,apenas despeg la aeronave, el nuncio Gerada y Hctor se sentaron juntospara platicar.

    -Usted me tiene que ayudar a convencerlo -le dijo el nuncio Gerada-, loque est haciendo Monseor Romero es una locura.-Y qu es lo que est haciendo? -pregunt Hctor, sorprendido de queestuvieran hablando de la misma persona tradicionalista y sumiso a la

    jerarqua eclesistica que l conoca.-Quiere cerrar las iglesias!

    Seis das antes de aquel encuentro en las alturas haban acribillado al padreRutilio Grande. Reunido el martes 15, el clero haba aprobado en asambleay de forma abrumadora la idea de oficiar en Catedral metropolitana una

    misa nica. Monseor Romero respald la peticin, algo que escandalizsobremanera al Gobierno del coronel Molina y a Gerada, quien apenasunas semanas atrs haba sido su principal promotor.

    Al da siguiente de su llegada a El Salvador, en la vspera de la misa nica,Hctor se acerc a las oficinas del arzobispado, situadas en el segundopiso del seminario San Jos de la Montaa. Le dio el psame por lo delpadre Grande y le coment su conversacin con Gerada, pero no tratde convencerlo de nada. Al contrario, se puso a sus rdenes.

    -La relacin con monseor Gerada era tensa -recuerda-, creo que porquel nunca entendi lo que pasaba en este pas ni la honestidad de MonseorRomero. l era de ese sector de la Iglesia para el que la tranquilidad eslo ms importante, sin importar el costo.

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    El 22 de enero de 1980 las calles de San Salvador acogieron la manifestacinms multitudinaria jams vista en el pas. Hctor se atreve a calificarla

    como la ms grande jams vista en Centroamrica. Estimacionesconservadoras cifraron en 250,000 las personas que respondieron a laconvocatoria realizada por la Coordinadora Revolucionaria de Masas, elms firme intento por unificar el crisol de movimientos sociales en queestaba fraccionada la izquierda salvadorea.

    -Nunca se haba visto algo as -dice-, y yo, honestamente, pens que conesa manifestacin iban a intentar tomarse Casa Presidencial.

    Fue tanta la afluencia que mientras algunos an esperaban salir desde elmonumento al Divino Salvador del Mundo, otros estaban ya frente a lacatedral, donde se dice que comenzaron los disparos. Monseor Romeroregistr sus impresiones en su diario personal: A la altura del PalacioNacional se inici un tiroteo que desband esta preciosa manifestacin -preciosa manifestacin, dice-, que era una fiesta del pueblo. Para finalesde enero su apoyo tcito a las organizaciones populares, y por extensina sus reivindicaciones, tena a la base el desencanto acumulado hacia la

    Junta Revolucionaria de Gobierno, de la que en ese momento Hctor era

    uno de los cinco integrantes. Aquel da, los principales funcionarios deGobierno siguieron los acontecimientos encerrados en Casa Presidencial.Despus de que las radios reportaron el tiroteo, Hctor y MonseorRomero hablaron por telfono.

    -Monseor, esos disparos no son de soldados -le asegur Hctor-. Acabode consultar y me han garantizado que se cumpli nuestra orden de queno hubiera ningn agente de seguridad ni ningn soldado en el camino.-Pero hay gente en catedral que los est viendo disparar desde el PalacioNacional.-No puede ser, Monseor.

    S pudo ser.

    Cuando confirm por otras vas la veracidad de la versin, Hctor selevant en medio de una reunin de gabinete y pidi explicaciones alministro de Defensa, el coronel Guillermo Garca, que encarnaba la lnea

    dura dentro de la Fuerza Armada. La nueva versin era que en efectohaban dejado unos guardias para custodiar el Palacio Nacional y que sepusieron tan nerviosos que dispararon, pero sin rdenes de sus superiores.Hubo ms disparos y ms muertos en ms lugares. Trece aos despus,la Comisin de la Verdad cifr entre 22 y 50 los fallecidos entre losmanifestantes, adems de un centenar de heridos.

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    -Yo soy una persona muy tranquila, pero verdaderamente reaccion conmucha violencia ese da -dice-. Creo que los militares nos estaban viendo

    la cara.Al da siguiente, 23 de enero, la tensin se mantuvo. Tras lo ocurrido enla vspera, unas 40,000 personas se haban refugiado en la Universidad deEl Salvador, y el Ejrcito, desplegado en los alrededores, amenazaba coningresar con el pretexto de que escondan armas. Monseor Romero sepresent en Casa Presidencial para solicitar que levantaran el cerco militar,y esa visita fue el detonante para otro violento choque verbal entre lasantagnicas visiones que haba dentro del gabinete.

    Con el paso de los das la situacin, lejos de calmarse, se tens ms:asesinatos, atentados, huelgas, ametrallamientos, tomas de fbricas,secuestros En la madrugada del 23 de febrero un escuadrn de la muerteirrumpi en la vivienda de Mario Zamora, procurador general de laRepblica y mximo exponente de la lnea progresista al interior del PDC,con la que Hctor se identificaba. Lo ametrallaron en un bao de la casa.

    -Y ese s ya fue el fin.

    Solo entonces se convenci de lo que ya saba pero se negaba a admitir:que las fuerzas que empujaban el pas hacia la guerra abierta eran mspoderosas que las que trataban de evitarla. Tambin al interior la JuntaRevolucionaria de Gobierno de la que formaba parte.

    ***

    La conclusin a la que lleg esta comisin, despus de haber odo testigos

    presenciales fidedignos y de haber platicado con numerosos corresponsalesextranjeros que se encontraban en el lugar de los hechos, es la siguiente:1.) La manifestacin convocada por la Coordinadora Nacional deOrganizaciones Populares de Masas se estaba realizando en una formapacfica y ordenada. Esta actitud desde un principio contrast con la actitudprovocadora de la derecha, a la que la misma Junta de Gobierno culpcomo causante del desorden. 2.) Antes de que se iniciara la balacera desdeuna avioneta se estuvo arrojando veneno contra los manifestantes. []4.) Hay una gran convergencia de opiniones en sealar a estos guardias

    nacionales del Palacio Nacional como los responsables de la balacera. 5.)Algunos de los manifestantes defendieron a sus compaeros disparandotambin con armas de fuego. [] 7.) Aunque s hubo posteriormenteacciones de repudio por parte de algunos miembros de las organizacionespopulares (quema de algunos autos, saqueos), la mayora no se dejprovocar como tal vez hubieran deseado los de la derecha, sino que se

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    refugiaron en templos o edificios cercanos y varios miles sin dispersarsese fueron a proteger ordenadamente en el recinto de la universidadnacional. [] 9.) Toda la informacin radial de estos acontecimientos fuecontrolada por el Gobierno, quien orden que se mantuvieran por msde 48 horas las emisoras de radio en cadena nacional, difundiendo solola versin oficial. 10.) La prensa nacional public solo fotografas de losmanifestantes que andaban armados, pero no de las actitudes de la derechay de la Guardia Nacional que los agredi.

    (Monseor Romero, homila del 27 de enero de 1980)

    ***

    Durante finales de los sesenta y en buena parte de la dcada de los setentaHctor tuvo una intensa actividad poltica como militante de la democraciacristiana. Tras el golpe de Estado del 15 octubre de 1979, se desempecomo canciller durante la primera Junta Revolucionaria de Gobierno eintegr la segunda Junta tras la recomposicin de enero de 1980. Mantuvoadems una privilegiada relacin con Monseor Romero, que terminconvertido en un actor poltico trascendental del trienio 1977-1980. Hctortiene mucho que decir sobre lo ocurrido en esos aos, pero an no seanima.

    -Desde hace mucho tiempo tengo el guin hecho para escribir un libroalgn da, pero debo confesarte, Roberto, que me cuesta mucho hablarde estas cosas.

    ***

    Convencido de que nada poda detener la guerra civil, y sabedor de queera objetivo prioritario de los escuadrones de la muerte, el 3 de marzode 1980 Hctor renunci a su cargo en la segunda Junta y decidi abandonarde inmediato el pas. Pero antes visit a Monseor Romero.

    -l no le pidi que se quedara? -pregunto.-No, le di las explicaciones de mi decisin y le dije: esto, Monseor, nova hacia ningn lado.

    En realidad, el pas s fue hacia algn lado: directo a un precipicio del quetardara ms de una dcada en salir. Hctor se exili, y desde la lejanavivi el principio del fin: tan solo durante el primer ao de exilio asesinaronal arzobispo, asesinaron al rector de la Universidad de El Salvador, violarony asesinaron a cuatro religiosas estadounidenses, torpedearon cualquierposibilidad de dilogo con la tortura y el asesinato de seis dirigentes delFDR, la guerrilla lanz la Ofensiva final, se cre el Batalln Atlacatl

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    Socorro Jurdico del Arzobispado cifr en ms de 28,000 los asesinatosde civiles tan solo en 1980 y 1981.

    Tras aquel ltimo encuentro, Hctor vol hacia Mxico, solo, y nunca msvolvi a ver a Monseor Romero. Pero su esposa Gloria s visit alarzobispo el 12 de marzo y le facilit el nmero de telfono de la casa enla que se hospedaba su marido. Tambin ella le pidi consejo: la Policade Hacienda ya haba ido a buscarla a su lugar de trabajo.

    -Gloria, tambin usted debe de irse -le aconsej-. Si se queda aqu, la vana matar.-El que est en peligro de que lo maten es usted -le respondi.-Pero usted est casada y tiene hijos, y yo soy obispo. Usted tiene queirse, y yo me tengo que quedar.

    Gloria tambin vol a Mxico, lo hizo con boleto de ida y vuelta. Los hijosse quedaron en principio en El Salvador. El jueves 20 de marzo, MonseorRomero tom el nmero telefnico que la esposa le haba dejado y lomarc.

    -Hctor, est all su seora? -le pregunt secamente.-S, Monseor.-Pues qutele el pasaporte y el boleto de avin, y que se quede con usted.Si regresa, la van a matar.-S, mi seora me cont que usted le recomend eso.-Es que as son las cosas. Su seora se tiene que quedar en Mxico.

    Monseor Romero le colg el telfono. Pocas veces Hctor lo sinti tanimperativo, pero no hubo ninguna otra ocasin para preguntarle el porqu.A los cuatro das, ese mismo aparato volvi a sonar en torno a las 7 dela tarde. Esta vez el que preguntaba por l era Djuka Julius, un periodistade Tanyug, la agencia de noticias estatal de Yugoslavia, al que Hctor habaconocido unos das atrs.

    -Me acaban de hablar de San Salvador -le dijo-, solo cuelgo y lo llamo austed. No le puedo dar detalles porque ahora no s ms, pero acaban dematar a Monseor Romero.

    Hctor sinti como si le dispararan en el pecho.

    ***

    El asesinato Hctor lo interpret como una operacin de guerra desdeun inicio, como un intento por deshacerse de la nica persona que tena

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    la autoridad moral para llamar al dilogo. Quienes lo mataron quisieronmatar la voz de la conciencia de un pas entero. Quisieron matar la

    honestidad.-Algunos sectores al inicio culparon a los grupos insurgentes, usted llega dudar?-En absoluto. Cuando ocurre algo as, la primera pregunta que uno debehacerse es quin gana con eso, y la derecha en El Salvador fue tan torpeque permiti que la izquierda recibiera los frutos de la popularidad deMonseor Romero, a pesar de que l criticaba con dureza todo tipo delucha armada. Tambin Estados Unidos necesitaba una solucin rpida, y

    yo no s cunto se involucr el grupo de asesores norteamericanos, peroel asesinato me parece que fue una accin que pretenda forzar a lo quelos norteamericanos me dijeron a m el 14 de febrero de 1980: que laguerra la podan ganar en no ms de seis meses.

    Cuando escuch ese argumento en boca de un alto representante de laembajada de Estados Unidos, Hctor sonri y le respondi que al fin oaun punto en comn con el pensamiento de la guerrilla en ciernes: que la

    guerra sera corta._Haba una obsesin entre los estadounidenses de que podan derrotara la guerrilla as -y chasquea sus dedos- si les soltaban las manos. YMonseor Romero era la persona que les amarraba las manos.

    ***

    La Comisin concluye lo siguiente:

    1. Existe plena evidencia de que:

    a. El ex-Mayor Roberto D'Aubuisson dio la orden se asesinar alarzobispo y dio instrucciones precisas a miembros de su entornode seguridad, actuando como escuadrn de la muerte, de organizary supervisar la ejecucin del asesinato.

    b. Los capitanes lvaro Saravia y Eduardo vila tuvieron una participacin

    activa en la planificacin y conducta del asesinato, as como FernandoSagrera y Mario Molina.c. Amado Antonio Garay, el motorista del ex-capitn Saravia, fue

    asignado y transport al tirador a la capilla. El seor Garay fue testigode excepcin cuando desde un Volkswagen rojo de cuatro puertas,el tirador dispar una sola bala calibre .22 de alta velocidad paramatar al arzobispo.

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    (De la locura a la esperanza. La guerra de 12 aos en El Salvador. Informede la Comisin de la Verdad para El Salvador. Naciones Unidas, San

    Salvador/Nueva York 1992-1993)***

    El jueves 15 de febrero de 2007 la Asamblea Legislativa, en sesin plenaria,debati una propuesta para nombrar a Roberto d'Aubuisson Arrieta HijoMeritsimo de El Salvador. Ese da el llamado primer rgano del Estadose asemej ms un estadio de ftbol que a la sede del Poder Legislativo.Militantes y simpatizantes de Alianza Republicana Nacionalista (ARENA),

    el partido fundado por D'Aubuisson, llegaron a la sesin, pero eran minorafrente al nutrido grupo que lleg a oponerse al homenaje con carteles queexplicitaban su rechazo. D'Aubuisson, hijo meritsimo de la muerte,deca uno. No al asesino de Monseor Romero, deca otro. De entretodos los diputados, Hctor, representante entonces de un pequeopartido de centro-izquierda llamado Cambio Democrtico, era el que msy mejor lo haba conocido.

    -No era la primera vez que se discuta sobre Monseor en la Asamblea.De vez en cuando los de ARENA se lanzaban a hablar pestes de l, ymuchas veces me toc decirle a alguno: usted nunca lo conoci, yo s, ylo conoc lo suficiente como para decir que usted est mintiendo.

    Pero aquel 15 de febrero opt por la prudencia. Incluso hubo un momentoen el que, en medio de la discusin, subi a pedir calma a detractores ypartidarios de D'Aubuisson. Cuando solicit la palabra, habl poco perosustancioso.

    -En esa ocasin solo les dije quin era Roberto d'Aubuisson.-Y quin era Roberto d'Aubuisson? -pregunto.-Tambin lo conoc bien. Era un poquito menor que yo y siempre fue unpistolero, desde que tena 16 aos, borracho y pistolero. Y sigui siendoborracho y pistolero toda su vida.

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    Ricardo URIOSTE Bustamante

    El vicario general

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    Aquella maana Monseor Romero y sus dos acompaantes llegaron contiempo a la plaza de San Pedro y se mezclaron entre la multitud. Era 25de junio de 1978, su ltimo domingo en Roma antes de que los tresemprendieran viaje de regreso a El Salvador. No se habra perdonadodejar de rezar el ngelus junto al papa Pablo VI, que cuatro das antes lohaba recibido en una clida audiencia privada. El Papa se asom al balcncuando an faltaban unos minutos para medioda y sorprendi a todoscon unas sentidas palabras sobre Mauro Carassale, un nio de 11 aossecuestrado dos meses atrs.

    -Querido Mauro -dijo Pablo VI en italiano-, t eres el smbolo, pequeocordero, de la bondad inocente, y tu gesto se eleva como ejemplo paratodos, invitando al herosmo del sacrificio de s en favor del hermano quesufre.

    El caso de Mauro, un nio de un pequeo pueblo llamado Olbia, en la islaitaliana de Cerdea, haba conmocionado al pas entero. Cuando a finalesde abril los secuestradores llegaron a la casa, se quisieron llevar al hermanomayor, Enrico, pero Mauro les hizo saber que l estaba enfermo y seofreci a cambio.

    -Nosotros invocamos a la Virgen -agreg el Papa-, la compasiva por sublimeexcelencia, para que venga desde el cielo en tu socorro y en el nuestro.

    Monseor Romero escuch con atencin las palabras de Pablo VI, lasrumi en silencio, y concluy que el mensaje iba de alguna manera dirigidoa l. Fiel a su parquedad, no coment nada a sus acompaantes: el obispode Santiago de Mara, Arturo Rivera Damas; y Ricardo Urioste, el vicariogeneral de la arquidicesis.

    -Era muy perspicaz, se fijaba en todo -responde Urioste cuando le preguntopor esta ancdota tres dcadas despus.

    Cuando estuvo a solas, Monseor Romero se desahog ante la grabadoraen la que registraba su diario. Narr con detalle lo ocurrido aquella maana,y finaliz con un paralelismo entre su admirado Pablo VI -quien falleceraseis semanas despus- y su labor como arzobispo de San Salvador: Mellen de satisfaccin esta denuncia del Papa, porque mi modo de predicarcoincide con este gesto de comprensin con el sufrimiento humano. Ledoy gracias a Dios de encontrar aqu una nueva motivacin para seguiradelante en mi trabajo pastoral.

    Y Monseor Romero sigui adelante.

    ***

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    Ricardo Urioste Bustamante naci el 18 de septiembre de 1925 en SanSalvador, en una casa situada sobre la avenida Independencia, que entoncesera una elegante calle que serva como puerta de entrada a la capital. Hijode Adrin y de Amada, y hermano menor de sus dos hermanas, la familiaUrioste no nadaba en la abundancia, pero tampoco pasaba apuros, nisiquiera cuando en 1928 falleci Adrin, un aplicado contador que trabajabapara la International Railways of Central America, la empresa que operabael ferrocarril.

    Amada era muy religiosa, fue terciaria franciscana, y Urioste desde niose vio tentado por la idea de convertirse en sacerdote. La posibilidad sepresent casi por casualidad cuando tena 11 aos, en un da de clasescualquiera en el colegio marista donde estudiaba.

    -Entr el hermano Manuel -recuerda-, que era el director, y llam a cuatro:a Salvador Lpez, un muchacho que era muy bueno con el acorden, aMatialena, a Mario Eloy Guerrero y a m. Afuera estaba un viejito vestidode sotana que result ser monseor Belloso, el arzobispo. El hermanoManuel le dijo: monseor, estos son los que quieren ir al seminario. Peroninguno de nosotros haba nunca hablado de eso.

    Urioste ingres en el Seminario San Jos de la Montaa el ao en que seinaugur: 1938. Siete aos despus, con 20, march hacia Espaa a estudiar

    Teologa. Para ser ordenado sacerdote tuvo que pedir dispensa ya que elDerecho Cannico lo impide antes de los 24. La ordenacin fue el 18 de

    julio de 1948, con 22 aos y 10 meses. Un da despus viaj a Nueva York,ciudad en la que ofici su primera misa. De all a California, donde residanmadre y hermanas, y a las pocas semanas vol de nuevo desde EstadosUnidos a Europa para en septiembre iniciar sus estudios en DerechoCannico en la Universidad Gregoriana de Roma.

    Estando en Roma, un da de 1950 recibi una carta con matasellos de ElSalvador. La firmaba el padre scar Arnulfo Romero, director del semanarioChaparrastique. El 1 de noviembre de ese ao el papa Po XII hara pblicoel dogma de la Asuncin de la Virgen Mara, y cuando el padre Romerose enter de que en Roma haba un sacerdote salvadoreo, se le ocurripedirle un artculo. Urioste lo escribi y se lo envi.

    -An recuerdo que terminaba diciendo: El obelisco de granito de la plazade San Pedro pareca cantar con nosotros Cristo vence! Cristo reina!Cristo impera!.

    La relacin ah qued. Urioste ni siquiera recibi algn tipo de comunicacinde agradecimiento o para confirmar que el artculo haba llegado a SanMiguel. De hecho, nunca ha sabido si se public o no.

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    Urioste regres a El Salvador cuando concluy sus estudios a finales de1951. El arzobispo, monseor Chvez y Gonzlez, lo acogi con los brazosabiertos y de inmediato lo puso a trabajar con l. En 1957 le asign suprimera parroquia: la de San Francisco, en el centro de San Salvador,donde permanecera hasta que en octubre de 1977 Monseor Romerolo llam para convertirlo en vicario general.

    Pero antes de eso, en 1968, acaeci el primer encuentro personal con elpadre Romero. Ocurri en San Miguel, y ms que encuentro fueencontronazo. Urioste lleg a la Perla de Oriente invitado por el obispo,Lorenzo Graziano, a dar una charla a los sacerdotes. Al final de la conferenciabusc al padre Romero, cuyo nombre ya sonaba en todo el pas por sulaboriosidad y dedicacin, pero tambin por su tradicionalismo y por susconflictos de personalidad con otros sacerdotes. Lo hall recostado enuna hamaca, y se acerc para comentarle uno de los discursos sobre ladoctrina social de la Iglesia del papa Pablo VI. Con las palabras justas, niuna ms, y no sin cierto grado de altanera, el padre Romero se incorporpara hacerle varias correcciones. Cuando regres a San Salvador, Uriostereley sus revistas y confront su interpretacin original con la que habahecho el padre Romero, y termin dndole la razn.

    -Fue el hombre -reflexiona Urioste- que ms conoci el magisterio de laIglesia en este pas, y nadie despus ha podido conocerlo tan bien.

    Entre 1967 y 1974 Monseor Romero vivi en San Salvador, pero loscontactos entre ambos fueron mnimos, por no decir nulos. l viva comoaislado, no se mezclaba mucho con el clero, recuerda Urioste ese perodo.

    ***

    Quieres caf o no?, me pregunta Urioste. Es esta una maana de agostode 2010, y estamos sentados en el jardn de su casa, en la colonia Romade San Salvador, alrededor de una vieja mesa forjada. La espesura que nosrodea la preside un vigoroso palo de aguacate. Por el tronco, salpicadode musgo, ayer descendieron dos ardillas, miraron con descaro a losintrusos y se subieron. Son muy trabajadoras, hasta los cocos de esaspalmeras han aprendido a abrir, coment Urioste al percatarse de miasombro.

    Adems del recipiente con caf y de las tazas, sobre la mesa forjada hayun cenicero con cabuyas -a sus 84 aos conserva el vicio del cigarro- yun montn de revistas y libros apilados. Dos llaman mi atencin: uno esDon Quijote de la Mancha; el otro, una edicin en ingls de El precio de lagracia,de Dietrich Bonhoeffer, un telogo alemn que tambin fue asesinadopor la intransigencia; en su caso, encarnada por el nazismo. Bonhoeffer y

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    Monseor Romero tienen en comn algo ms que la admiracin de Urioste.A los dos les erigieron una estatua en la Galera de los Mrtires del SigloXX que decora unos de los prticos de la abada de Westminster, enInglaterra. Estn el uno junto al otro, como si alguien hubiera querido quese contaran sus intimidades para toda la eternidad.

    -Y usted -pregunto a Urioste-, cree que Monseor Romero es santo?-Yo no tengo la ms mnima duda, pero ni la ms mnima. Incluso tengola certeza de que est en el cielo desde el primer momento, con Dios, ycreo tambin que, ante tantas acusaciones que se hicieron y an se hacenen su contra, me imagino que el Seor le estar diciendo: no te aflijs,Oscarito, t aqu ests conmigo. No hags caso de lo que dicen all abajo.

    ***

    Urioste est convencido de que Dios inspir a Monseor Romero entodas y cada una de las decisiones tomadas. Esa es la razn, dice, por laque se comprometi a seguirlo.

    -Muchos lo admiran por su defensa de los derechos humanos, y yo tambin.Por su defensa de la vida, por su cercana con los pobres, por su amorpor ellos, y todo eso es muy correcto, pero yo -y enfatiza el yo- lo admirabams por su bsqueda de Dios y su afn de comunicarse con l, porque deah arrancaba todo lo dems.

    Admiracin que suena muy sincera, a pesar de que en esta larga entrevistapor momentos me dar la impresin de que la relacin entre ambos nuncaabandon el mbito de lo estrictamente profesional.

    -Alguna vez lleg a considerarlo su amigo? -pregunto.-Pues depende de cmo entendamos la palabra amigo. Si se trata de deciramigo en el sentido de: mire, Monseor, no quiere que vayamos a comerhoy? O vamos hoy al cine, Monseor, le parece? Pues no. Yo creo queen ese sentido l solo tena un nico amigo: Salvador Barraza.

    ***

    Como le ocurri a la gran mayora de los religiosos y religiosas de laarquidicesis, Urioste no se alegr cuando la Santa Sede design a MonseorRomero. Y el descontento no era porque en la capital se desconocieraquin era este migueleo. Entre 1970 y 1974 se haba desempeado comoobispo auxiliar en San Salvador, en una atpica y mal avenida terna demando integrada por monseor Chvez y Gonzlez como arzobispo y pormonseor Rivera Damas tambin como auxiliar. Ambos simpatizaban con

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    las ideas progresistas surgidas del Concilio Vaticano II y de la conferenciade obispos latinoamericanos de 1968 en Medelln, Colombia.

    -Recuerdo -me dice- algo que monseor Rivera Damas me confi antesde morir: poco tiempo antes de que en Roma decidieran quin sera elarzobispo, a l le dijeron que necesitaban a alguien menos crtico con elGobierno, y por eso escogieron a Romero. Yo siempre digo que cuandola Iglesia se deja llevar por motivaciones humanas, el Espritu Santo haceotra cosa, verdad?

    Urioste lo admite: hay un antes y un despus en su relacin con MonseorRomero. En los primeros das de febrero de 1977, cuando ya se rumorabaquin sera el sucesor de monseor Chvez y Gonzlez, no ocultaba sudisconformidad. Pocas semanas despus, a finales de marzo, fue el nicoque lo acompa en el primer viaje a Roma. Algo ocurri en ese intervalode tiempo. Al telogo jesuita Jon Sobrino le gusta usar la palabra conversinpara definir la transformacin, y seala como detonante el asesinato delpadre Rutilio Grande. Urioste prefiere hablar de un proceso; para ilustrarlo,recurre al evangelio de San Marcos.

    -Monseor fue alguien que siempre, desde joven, fue viendo qu es lo queDios peda de l, y poco a poco Dios lo fue llevando por los caminos quelo llev. Yo siempre comparo esto con lo que ocurre con Jess y el ciegode nacimiento al que cura en Betsaida. El Seor le toca los ojos -y Uriostegesticula como si fuera l quien est sanando-, y le pregunta que si ve, yel ciego le dice: veo a los hombres como rboles que caminan; o sea, queno estaba viendo bien. Entonces, el Seor le vuelve a tocar los ojos y le

    pregunta de nuevo que si ve. Y el ciego le dice: ahora veo perfectamente.Algo as ocurre en la vida de Monseor. l fue siempre muy cercano a lospobres y con una gran sensibilidad, pero los vea como personas a las quehaba que tratar paternalmente. Pero el Seor le va tocando los ojos paraque vaya viendo por qu son pobres, por qu estn en esa condicin,cmo hay que escucharlos y verlos.

    -Y cundo le toc los ojos al punto de cambiarle de forma tan radical?-Yo creo que se los va tocando desde San Miguel, y sobre todo cuandoes obispo de Santiago de Mara. Considero que esos aos en Santiago deMara le sirvieron muchsimo para ir viendo de otra manera a los pobres,a tal grado que cuando regresa a San Salvador nosotros ignorbamos laapertura que haba tenido.

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    Enviado por la Santa Sede, el cardenal brasileo Alosio Lorscheider aterrizel ltimo da del ao 1979 en el aeropuerto de Ilopango en calidad devisitador apostlico. Monseor Romero y Urioste fueron a recibirlo.Lorscheider llegaba con la misin expresa de investigar quin era el causantede la tensa relacin que se viva al interior de la Iglesia. Para ello se marcuna apretada agenda de entrevistas con distintos personajes, tanto defensorescomo detractores de Monseor Romero. Eran muchos los que no losoportaban, entre ellos tambin hombres de Iglesia, escribira aos despusLorscheider.

    El 1 de enero se celebr en el Hospital Divina Providencia un encuentroentre Monseor Romero, Lorscheider y uno de los integrantes de laprimera Junta Revolucionaria de Gobierno.

    -Yo estaba tambin en la reunin -dice Urioste-. Empezaron a hablar,hablar y hablar, y de repente, Monseor se excus y sali.

    Ese encuentro era realmente importante. Monseor Romero haba tenidoen mayo su primera audiencia con Juan Pablo II, en la que el nuevo Papano se mostr con l tan comprensivo como su predecesor. En cuanto ala presencia del funcionario, basta decir que la reunin fue apenas dos dasantes de la renuncia masiva que puso fin a la primera Junta de Gobierno,en la que Monseor Romero haba depositado sus esperanzas para evitarla guerra civil.

    -Pasaban los minutos, y Monseor no volva. Ellos dos se pusieron a platicar,pero yo dije: bueno, estos seores no han venido a verme a m, voy abuscarlo.

    Urioste se dirigi a la casa pero no lo hall. Despus fue a la sala de lasvisitas, y tampoco. Prob en el jardn y hasta en el cafetn, pero nada. Yase regresaba a la sala en la que se encontraban los invitados cuando se leocurri entrar en la capilla.

    -Y ah estaba l, solo, hincado en la tercera banca del lado izquierdo. Yome acerqu y le dije: Monseor, los seores le estn esperando. S, ya voy,me dijo. Pienso que fue a consultar con Dios qu contestarles.

    No fue un caso anecdtico o aislado. Urioste est convencido de quenunca tom una decisin importante sin consultarla antes con Dios.

    ***

    Finalmente, un llamamiento a la oligarqua. Les repito lo que dije la otravez: no me consideren juez ni enemigo. Soy simplemente el pastor, el

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    hermano, el amigo de este pueblo que sabe de sus sufrimientos, de sushambres, de sus angustias, y, en nombre de esas voces, yo levanto mi vozpara decir: no idolatren sus riquezas, no las salven de manera que dejenmorir de hambre a los dems. Hay que compartir para ser felices. Elcardenal Lorscheider me dijo una comparacin muy pintoresca: hay quesaber quitarse los anillos para que no le quiten los dedos. Creo que esuna expresin bien inteligente. El que no quiere soltar los anillos se exponea que le corten la mano, y al que no quiere dar por amor y por justiciasocial se expone a que se lo arrebaten por la violencia.

    (Monseor Romero, homila del 6 de enero de 1980)

    ***

    El 24 de marzo de 1980 Urioste lo pas recluido en su casa de la coloniaRoma. Se senta mal. Unas lceras en sus piernas que lo han acompaadomedia vida le exigan reposo con frecuencia, y aquel fue un lunes de dolores.Si no haba podido salir de casa durante el da, mucho menos estaba entresus planes hacerlo de noche. Pero una llamada de telfono de la secretariadel arzobispado en torno a las 6:35 lo cambi todo. Haban atentadocontra Monseor Romero. Escuch noticia, colg el telfono y al pocolo volvi a descolgar para llamar al nuncio apostlico, Emanuele Gerada,que ese da se encontraba en Guatemala.

    -Le dije lo que haba ocurrido y punto.

    Decir que la relacin entre Monseor Romero y el nuncio Gerada eratensa es decir poco. Se tens desde el inicio del arzobispado, cuando elrecin nombrado arzobispo celebr la misa nica para condenar el asesinatodel padre Grande, y el distanciamiento no hizo sino acrecentarse con elpaso de los aos. Monseor Romero, un hombre respetuoso como pocosde la jerarqua eclesistica, lleg a escribir sobre el nuncio Gerada losiguiente: La figura del nuncio representa al Papa, pero no siempre lorepresenta ntidamente.

    Tras la llamada, Urioste se dirigi en carro al Hospitalito. Alcanz a verla sangre en el suelo, pero el cadver ya se lo haban llevado a la PoliclnicaSalvadorea. No haba mucha gente. Unos periodistas se le acercaron yle pidieron unas palabras. Accedi, pero apenas saba nada de lo ocurrido.Despus march hacia la Policlnica, donde al fin pudo ver el cuerpo inerte,y ah mismo se tom la decisin de embalsamarlo.

    Urioste pas a ser el vicario capitular, algo as como el administradorapostlico, y a l le toc organizar la misa-funeral del 30 de marzo.

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    -Le afect su muerte? -pregunto.-Si me preguntas que si llor cuando lo vi muerto, la respuesta es no, nollor. Lo sent mucho, me impact enormemente, estaba tristsimo, peroen cierto sentido, como yo estaba seguro de que su sucesor iba a sermonseor Rivera, eso me alent mucho.-Cmo estaba tan seguro si la decisin dependa de Roma?-No quiero entrar en detalles de las gestiones que hice como vicariocapitular, pero en ese momento pens que el pas necesitaba con urgenciaun obispo con todos los poderes. Entonces, fui con el nuncio y le dije:mire, monseor, yo estoy dispuesto a dejar de ser el vicario capitular ysugiero a monseor Rivera como obispo encargado mientras la Santa Sede

    nombra a alguien. Y accedi, escribi a Roma para proponerlo, y se aprob.Arturo Rivera Damas, obispo de Santiago de Mara, el nico entre los seisque integraban la Conferencia Episcopal que no se haba opuesto aMonseor Romero, tom las riendas de la arquidicesis a las pocas semanas,con la venia del nuncio Gerada. En febrero de 1983, pocos das antes dela visita del papa Juan Pablo II, fue nombrado arzobispo de San Salvador,con lo que se cerr el plan diseado por Urioste.

    ***-Sabes de qu me arrepiento? -me pregunta-. Pues me arrepiento de nohaber llevado nunca un diario, de no haber sido tan diligente comoMonseor.-Nunca es tarde, padre.

    Me responde con una mirada y una risotada sorda, y saca su agenda, unadel tamao de una cajetilla de cigarrillos, para ver qu otro da podemos

    continuar la entrevista. Pero antes le pido que por favor me aclare algoimportante.

    -Cundo siente que Monseor Romero lo cambia a usted?-En vida yo le admiraba su proceder, su altura espiritual, su disponibilidad,su trabajo, su entrega. Me llamaban la atencin su actitud ante Dios, surespeto-Pero cundo fue consciente de que estaba ante una persona excepcional?-A partir de las primeras semanas de arzobispo empec a notar algo ensu vida personal, en su predicacin. Para m era algo nuevo escuchar aalguien como Monseor, porque normalmente, cuando uno oye a unsacerdote que empieza a contar cosas, uno piensa: va a seguir por tal otra,luego por tal otra y va a terminar de tal modo. Pero con Monseor noera as, siempre era algo nuevo.

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    -Que si lo manipularon? S, claro que Monseor fue manipulado! Lomanipul Dios, que hizo con l lo que le dio la gana. Yo de eso estoyconvencido, pero convencidsimo, como dogma de fe.

    Su vicario general fue uno de los ms firmes soportes dentro de la curiaarzobispal durante el agitado trienio al frente de la arquidicesis. No eraamistad lo que los una, pero s una relacin basada en el respeto y en laconfianza. Urioste cree tener identificado el momento que simboliza sucambio de talante hacia Monseor Romero. Fue durante el viaje a la SantaSede que emprendieron los dos solos a finales de marzo de 1977 paraexplicar la polmica decisin de la misa nica. Recin llegados a Roma, sehospedaron, y al poco Monseor Romero golpe la puerta de su habitacinpara invitarlo a dar un paseo. Ni el cansancio acumulado le impidi negarse.Llegaron a la baslica de San Pedro y, frente al altar de la confesin, elarzobispo se arrodill, y Urioste hizo lo mismo.

    -A los cinco minutos, ms o menos, me levant. Lo mir, y lo vi en unatan profunda oracin, con sus ojos cerrados, empapado de Dios, que enese momento me dije: a este hombre hay que seguirlo, porque l estsiguiendo a Dios.

    Despus del asesinato, la relacin curiosamente se estrech an ms.Repas sus homilas, ley su diario y sus apuntes espirituales, y Uriostese convenci de lo que ya estaba convencido. En el ao 2000, siguiendoel ejemplo de una asociacin similar que unos conocidos haban formadoen Estados Unidos, promovi el nacimiento de la Fundacin MonseorRomero, que preside desde entonces. Los objetivos que se propusieroneran recordar su obra, dar a conocer su pensamiento y conmemorar losaniversarios del asesinato y del natalicio.

    -Pero, monseor Urioste, esa labor no debera de haberla hecho la Iglesiacatlica como institucin?-Pues pienso que s, pero de hecho no se haca ni se hace. En algnmomento incluso tuvimos alguna friccin con el arzobispo Senz Lacalle.As que nos toc a nosotros llevarlo adelante.

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    SALVADOR Barraza Ascencio

    El amigo

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    Aquel sbado Monseor Romero estuvo reunido en el Hospital DivinaProvidencia con dos de sus ms estrechos colaboradores, el padre RafaelMoreno y el padre Francisco Estrada, jesuitas los dos. Primero habaatendido a dos coroneles de la Fuerza Armada en una conversacin cordialpero en la que no faltaron reproches, para luego quedarse solos los tres,ordenando ideas para la homila del da siguiente. Estaba claro que no serauna ms, que el pas entero estara ms pendiente que lo acostumbradode sus palabras. Era 20 de octubre de 1979, y la homila que afinaban ibaa ser la primera despus del golpe de Estado.

    A las 11 de la noche los sacerdotes se retiraron. Cuando ya se haban ido,Monseor Romero se percat de que el padre Rafael Moreno se haballevado por error los papeles en los que haba anotado las ideas que sedispona a dar desarrollar. El toque de queda iniciaba a las 12, y necesitabaque alguien fuera hasta la residencia de los jesuitas, en Santa Tecla, pararecuperarle sus anotaciones. Era un favor de esos que solo se piden apersonas de entera confianza, y llam a Salvador Barraza.

    No lo tuvo que repetir dos veces. Salvador se visti, manej su carro hastaSanta Tecla, recogi los papeles, desde all se dirigi hasta el Hospitalito,se los entreg a su amigo, y se regres a la casa, cerca de la Terminal deOccidente, sin que ocurriera inconveniente alguno. Salvador volvi a lacama, y Monseor Romero sigui trabajando en soledad hasta las 4 de lamadrugada.

    ***

    Salvador vive hoy en la colonia Buenos Aires del barrio San Jacinto de SanSalvador. El dinero que entra en la casa es poco, muy poco, y casi todolo aporta su esposa Marta. l trabaja como vendedor de mobiliario escolar,pero gana a comisin, y la venta est mala, nula en los ltimos meses.

    -Don Salvador, y usted no tiene su pensin?-No. Yo trabaj mucho, pero por mi cuenta, y uno de joven no piensa quealgn da le faltar el trabajo.

    Su casa es larga y estrecha. La sala es lo primero cuando se entra desdela calle. Est pintada de azul celeste, pero la humedad se ha encargado deennegrecer algunas partes. No tiene techo falso, y el mobiliario es escaso:una mesa y sillas, dos sofs cubiertos con sbanas desteidas, y un pequeomueble de madera sobre el que descansa un televisor. Lo que singularizaesta sala es el montn de fotografas familiares que cuelgan de las paredes,algunas tomadas en los tiempos de la prosperidad, hace 30 o 40 aos. Hayuna fotografa ligeramente apartada del resto que es la que Salvador msestima.

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    -Ah estamos en Mxico -me dice.

    La fotografa es en blanco y negro, y en ella aparecen sentados, en unplano corto, l y Monseor Romero. La tomaron durante una de lasfunciones del Gran Circo Unin, en la capital mexicana, mientras los dosmiraban un nmero de funambulistas. Sonren. Monseor Romero vistede civil y nada permite suponer que sea un arzobispo. Sin la explicacin,lo que cuelga en la pared azul celeste ennegrecida es una imagen de dosamigos, sin ms.

    ***

    Salvador Barraza Ascencio naci el 31 de diciembre de 1936 en un mesndel barrio Candelaria, en el centro de San Salvador. La infancia ocupa hoymuy pocos de sus recuerdos. Ni siquiera se acuerda si eran siete u ocholos hermanos que resultaron del matrimonio entre Manuel y Virginia, suspadres. Fueron, eso s lo tiene presente, aos de dificultades que loobligaron desde muy joven a trabajar para complementar los ingresosfamiliares. Empez como ayudante en una gasolinera.

    La primera vez que dice haber visto a Monseor Romero fue en una misavespertina en la catedral de San Miguel, ciudad a la que viajaba con frecuenciaa peticin de los padres redentoristas, para los que trabajaba. En unaocasin, recin llegado desde San Salvador, Monseor Romero le ordenque se durmiera un rato porque en unas horas saldra de regreso a lacapital.

    A inicios de los setenta, y animado por su esposa, Salvador pas a ser su

    propio patrn. Naci Zapatitos Nenes, un negocio de venta de zapatospara nios que no tard en convertirse en una saludable fuente de ingresos.Fueron los tiempos de la prosperidad, los tiempos que le permitieron, porejemplo, viajar a Europa por puro placer.

    -El negocio iba bien, tena clientela hasta en Guatemala y Honduras -diceahora con nostalgia-, pero luego se puso duro. Con el terremoto del 86y con la guerra muchos negocios desaparecieron, y eso tambin le pasal mo.

    Ese trabajo le dejaba mucho tiempo libre, circunstancia que contribuya solidificar su amistad con Monseor Romero: casi siempre estabadisponible para l. Se los vea juntos desde antes incluso de la consagracincomo obispo, y cuando salan en carro rara era la vez que no manejabaSalvador.

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    -Pero yo no era su motorista -aclara, consciente de que muchas veces lohan presentado equivocadamente as-. Como arzobispo l tena su motoristaasignado, pero para la cosas de confianza me buscaba a m, y tambin yome encargaba de que saliera a distraerse, porque tena mucha tensin.bamos seguido al mar, siempre andbamos hamacas en el bal.

    Se hicieron compadres, literalmente. Monseor Romero es el padrino deMara Virginia, la mayor de los cinco hijos que Salvador procre con susdos esposas: Eugenia, la ex, con la que tuvo tres; y Marta, la actual, conla que tiene dos.

    Tras la quiebra de Zapatitos Nenes le toc hacer casi de todo, perosiempre en el rea de las ventas. Vendi camisas, vendi pastas Robertoni,vendi su carro Pero nada volvi a ser igual. De los tiempos de laprosperidad queda tan solo la amistad con Monseor Romero que, a sumanera, an cultiva desde el anonimato. Cada domingo, a pie o en un busde la ruta 22, se desplaza hasta Catedral metropolitana para escuchar lamisa de las 9 junto al mausoleo donde yacen los restos de su amigo.

    -Y usted -pregunto a Salvador-, cree que Monseor Romero es santo?-Claro. Y no es solo que lo crea, sino que lo viv a la par de l. Tan solover esa conviccin con la que entraba en las iglesias Con Monseorllegu a tener una confianza de hermanos, de buenos hermanos.-Not diferencia en l antes y despus de ser arzobispo?-Lo mismo. Yo igual lo llevaba a mi casa, igual jugaba con mis hijos, igualse acostaba en la haragana-Algunos hablan como si se tratara de dos personas distintas.-No, nada que ver. Lo que s es que tena un carcter fuerte, pero esoantes y despus. Como migueleo, pues. Carcter fuerte, pero tambinla otra cosa: la dulzura, la forma respetuosa de tratar, era bien mielita.

    ***

    El nuncio apostlico para Guatemala y El Salvador en 1970 era el italianoGirolamo Prigione. Poco antes del atardecer del 21 de abril, monseorPrigione habl con Monseor Romero y le comunic la decisin de laSanta Sede de nombrarlo obispo y el cargo asignado: obispo auxiliar dela arquidicesis de San Salvador. Le pidi que lo meditara y que lerespondiera en no ms de 24 horas. Acept.

    La consagracin se celebr dos meses despus, el 21 de junio. El propioPrigione fungi como consagrante principal, y los co-consagrantes fueronmonseor Chvez y Gonzlez y monseor Rivera Damas, arzobispo deSan Salvador y obispo auxiliar respectivamente. El cardenal Mario Casariegoviaj desde Guatemala para el evento, adems de los obispos salvadoreos

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    y de otros llegados de distintos pases de la regin. Como maestro deceremonias eligi a su amigo, el padre Rutilio Grande. La celebracin serealiz en el gimnasio del Liceo Salvadoreo y fue realmente multitudinaria.Entre los cientos de invitados estaba Salvador, pero apenas pudieronhablar.

    -Lleg una buena cantidad de gente. Incluso el Tapn estaba all.

    El Tapn al que se refiere es el entonces presidente de la Repblica, elgeneral Fidel Snchez Hernndez, que se sum al largo listado de diputados,ministros y generales que asistieron. El grueso de las familias acomodadasde San Miguel, Ciudad Barrios y Santiago de Mara viaj en tropel a lacapital. Hubo msica, banquete, vino, discursos Para el clero que estabams en sintona con las directrices consensuadas por los obisposlatinoamericanos en la ciudad de Medelln dos aos antes, la fastuosa fiestafue la confirmacin de que era un ttere de la oligarqua. Un grupo desacerdotes incluso firm un comunicado para criticarle con dureza.

    ***

    Monseor Romero tena un carcter fuerte, explosivo a veces. Cuandose molestaba, algo que ocurra con relativa frecuencia, su locuacidad seconverta en un ariete contra el causante de su enojo, sin importar si esteera un ser querido y sin medir la contundencia de sus palabras. A alguienque haba hecho de la palabra su herramienta de trabajo nada le costabaser hiriente. Y lo lograba. Luego, ms calmado, le tocaba pedir disculpas.Se me fue la albarda de lado, le gustaba decir.

    Ese carcter suyo le dio problemas durante las ms de dos dcadas quetrabaj en la dicesis de San Miguel, sobre todo con los dems curas. En1967 lo trasladaron a San Salvador para trabajar en la Conferencia Episcopaly, salvo el caso paradigmtico del padre Grande, tampoco logr entablargrandes amistades con sacerdotes en la capital. Los siete aos hasta supartida hacia Santiago de Mara se recuerdan como aos de escasainteractividad en los espacios comunes del seminario, donde resida, eincluso aos de recelos y fuertes confrontaciones pblicas con otrosreligiosos, en especial con el numeroso grupo de jesuitas aglutinados entorno a la Universidad Centroamericana Jos Simen Caas (UCA).

    Salvador no se libr de los arrebatos. Una vez que tenan que maanearpara viajar a Guatemala, Monseor Romero se present temprano en lacasa de su amigo para comprobar que an no se haba despertado. Salvadorsalt de la cama cuando su esposa le dijo que lo esperaban en la puerta,se visti en un santiamn y sin desayunar siquiera se subi en el carro y

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    lo puso en marcha. Sobre la carretera Panamericana, a la altura del municipiode El Congo, oblig a Salvador a detener el carro en una gasolinera y leorden que se baara.

    -Lo bueno es que con Monseor era como cuando los cipotes se pelean,que rpido se les olvida. l no ocupaba su cabeza en esos pleitos.

    No solo en esa ocasin Salvador lo comparar con un nio. Dir: se reapuro nio. Dir: nunca he visto otra persona que mantenga la sencillez deun nio. Dir: nunca dej lo de nio. Dir: tena muchas cosas de nio.Dir: su corazn era como el de un nio.

    Un nio, eso s, con un carcter fuerte, explosivo a veces.

    ***

    Pasan las 11 y media de la maana de un viernes de septiembre, y Salvadory yo esperamos en el portn de la escuela a Martita, su hija pequea. Suesposa Marta trabaja, y a l le toca traerla en la maana y recogerla amedioda. Juntos caminan dos veces al da los ms de 10 minutos queseparan el centro escolar de la casa. Platicando sobre Monseor Romerola espera de hoy se hace ms corta. Llovizna. La puerta metlica se abrea cada rato y por l salen nios y nias uniformados. En una de estas,queda entreabierta y al fondo, sobre una pared, aparece la inconfundibleefigie.

    -Mire -comento a Salvador-, ah tienen a Monseor Romero pintado.-Ah, s? -mira curioso-, pues es la primera vez que me fijo Pero a lno le gustaba eso.-Que lo dibujaran?-No, la fama. No le gustaba la fama, ni siquiera que le tomaran fotos.

    ***

    Jams me he credo lder de ningn pueblo, porque no hay ms que unlder: Cristo Jess. Jess es la fuente de la esperanza, en Jess se apoyalo que predico, en Jess est la verdad de lo que estoy diciendo. S, yosera un loco, queridos hermanos, queridos radioyentes, querer ser yo,frgil, mortal, que voy a acabar como todos ustedes, muerto, querermehacer yo el sostn de todo un pueblo y de toda una esperanza.

    (Monseor Romero, homila del 28 de agosto de 1977)

    ***

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    Era madrugada, pero Monseor Romero segua despierto en su casa delHospitalito cuando escuch en el techo unos ruidos a los que en unprincipio no dio mayor importancia. La cosa cambi cuando, amplificadopor el silencio de la madrugada, un golpe seco estremeci toda la casa, yesta vez s que se asust como se asustara alguien que est amenazadode muerte.

    A Monseor Romero no le gustaba hablar ms de lo necesario sobre lasamenazas que reciba. Ni siquiera con su amigo Salvador. Ni siquiera cuandoestaba solo frente a su grabadora. Pero fueron muchas y variadas, y cadacual ms explcita. Usted, monseor, est a la cabeza del grupo de clrigosque en cualquier momento recibirn unos 30 proyectiles en la cara y enel pecho, deca una nota firmada por un grupo paramilitar llamadoFALANGE en mayo de 1979. Esta unin patritica lo condena a muerte,igual que hemos matado a tanto cura comunista, deca otra carta, apadrinadaesta por la Unin Guerrera Blanca, tambin escuadroneros.

    Para septiembre de 1979 la certeza de que su vida corra peligro era talque incluso el Gobierno del general Humberto Romero, con quienMonseor Romero nunca tuvo contacto alguno para explicitar su rechazoa la represin de los cuerpos de seguridad estatales, le ofreci guardaespaldasy hasta un carro blindado. No los acept: Sera un antitestimonio pastoralandar yo muy seguro mientras mi pueblo est tan inseguro.

    -Vaya, hoy s que ya estuvo -debi pensar tras escuchar los ruidos en sutecho.

    Asustado pero firme, sali de la casa para averiguar qu ocurra. Respiraliviado cuando vio unas ardillas que haban dejado caer unos aguacatesdel palo que hay junto a la casita. Agarr del suelo un par de los aguacatesy se refugi. A la maana siguiente, antes del desayuno, cont lo ocurridoa las hermanas carmelitas.

    -Mire, madre Lucita, fjese que casi no pude dormir en toda la noche, peroaqu le traigo el cuerpo del delito -y le entreg los aguacates y una sonrisa.

    Apenas tuvo a Salvador delante tambin le cont su encuentro con lasardillas, y los dos rieron como nios traviesos. Todava hoy, cuando lorecuerda, Salvador re como quien cuenta una travesura.

    ***

    -Me permite una fotografa? -pregunto a Salvador antes de encaminarnosjuntos hacia Catedral metropolitana.-Claro, pero me va a dejar cambiar de camisa. Tengo una que es deMonseor, me la pongo?

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    -La que usted quiera.-Es que como hemos hablado tanto de Monseor Romero Ya regreso.

    Salvador desaparece y reaparece al instante enfundado en una camisolaque alguna vez fue blanca y que tiene el cuello rodo. En el pecho, el rostroimpreso en blanco y negro, con una nica franja horizontal roja a la alturadel ombligo sobre la que hay una inscripcin: 24 de marzo de 1980-2001.Es una camisola sin secretos, similar a las que a diario se venden en lasentradas de la catedral, pero esta se pag en colones.

    -Hoy s, tmeme la foto -dice Salvador, el orgullo en la mirada.

    ***

    La ltima misa completa a la que asisti Monseor Romero no fue, obvio,aquella en la capilla del Hospitalito que no finaliz porque un disparo leperfor el trax. Tampoco fue la misa en la baslica del Sagrado Corazndel da anterior, esa en la que pronunci la histrica homila en la que, ennombre de Dios y del sufrido pueblo salvadoreo, suplic, rog y ordenel cese de la represin. No. Monseor Romero celebr su ltima misaentre campesinos, en una humilde iglesia consagrada a la Virgen de Lourdesen el cantn Calle Real, ubicado en el rea rural del municipio de Delgado,a mitad de camino entre San Salvador y Apopa.

    Fue Salvador quien lo llev hasta Calle Real, y en esa ocasin los acompaEugenia, la esposa. Ellos tres ms los tres hijos de la pareja haban almorzadoantes en la casa, haban visto juntos televisin y hasta haba sobrado algode tiempo para que el invitado durmiera un rato la siesta. Al cantn llegaroncuando faltaban unos minutos para las 4, justo para el inicio de la misa enla que confirmaron a un buen nmero de jvenes. Al finalizar, hubo plticascon los campesinos, entrega de vveres para el Hospitalito y se tomalguna que otra fotografa con los recin confirmados.

    Entre unas cosas y otras les atardeci en el cantn Calle Real. Se despidieronde los pobladores, se subieron al carro, Salvador lo puso en marcha y lostres regresaron a la casa familiar. All cenaron sin saber que sera la ltimacena.

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    Eva del Carmen Menjvar, EVITA

    La monja

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  • 7/21/2019 HABLAN DE MONSEOR ROMERO.pdf

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    Es sbado, casi domingo, pero el parque central de Aguilares es unhervidero. Parece que todos quieren ver de cerca los tres cadveres queyacen en un pasillo del convento, cerca de la iglesia El Seor de lasMisericordias. Los ametrallaron poco antes de las 5 de la tarde, cuandose dirigan en un Volkswagen Safari blanco hacia El Paisnal, un pequeopueblo a no ms de diez minutos en carro desde aqu. Nelson Lemus eraun aclito de apenas 16 aos al que le gustaba repicar las campanas y delque se dice que sufra ataques de epilepsia; tiene cinco balazos. Don ManuelSolrzano, el mayor de los tres con sus 72 aos, era uno de los ms activoscolaboradores de la parroquia; presenta 10 perforaciones. El tercer cuerpo,de un hombre fornido de 48 aos de edad, es el del prroco, y los 18orificios de bala son la prueba de que se ensaaron con l. Se llamabaRutilio Grande, el padre Rutilio Grande.

    Entre la multitud est la hermana Evita, una carmelita de San Jos. Hallegado desde Guazapa pasadas las 8, en bus, junto al padre Jos LuisOrtega, jesuita, como jesuita tambin era el padre Grande. Es tanto elgento que les ha costado acercarse hasta el convento y ms an accederal pasillo donde estn los cuerpos.

    A los tres los tienen sobre unas mesas y semi-envueltos noms con sbanasblancas, para que todos los vecinos de Aguilares, de sus cantones y de loscantones de los pueblos vecinos vean qu les han hecho. Una de las balasatraves el crneo del padre Grande y, aunque han transcurrido casi sietehoras, todava sangra. A la hermana Evita le parece demasiado, pide unatoalla al padre Salvador Carranza, otro de los jesuitas presentes, y comienzaa pasrsela por la cabeza. En ese momento el silencio se torna mssilencioso. Entran dos obispos. Uno es Monseor Romero y aparecevestido de riguroso negro. El sacerdote que est acribillado sobre la mesaes su amigo. Se acerca ens