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Septiembre-Diciembre 2008. No.6. ISSN-1870-7289 Derechos Reservados UAEH/ICSHU Las representaciones del infierno en las capillas agustinas del siglo XVI en el Estado de Hidalgo Arturo Vergara Hernández Instituto de Artes de la UAEH El tema principal de los programas murales de la capilla abierta de Actopan y de la iglesia de Santa María Xoxoteco, 1 municipio de Metzquititlán, es el infierno. A pesar de distar aproximadamente 50 kilómetros entre sí, ambos programas son básicamente iguales. Las diferencias que existen tienen que 1 En su origen, la iglesia de Santa María Xoxoteco era una capilla abierta. Esto se sabe por la anchura de su entrada original, cuyo arco aún se puede apreciar desde el coro. 1

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Septiembre-Diciembre

2008. No.6.

ISSN-1870-7289

Derechos Reservados UAEH/ICSHU

Las representaciones del infierno en las capillas

agustinas del siglo XVI en el Estado de Hidalgo

Arturo Vergara Hernández

Instituto de Artes de la UAEH

El tema principal de los programas murales de la capilla abierta de Actopan

y de la iglesia de Santa María Xoxoteco,1 municipio de Metzquititlán, es el infierno.

A pesar de distar aproximadamente 50 kilómetros entre sí, ambos programas son

básicamente iguales. Las diferencias que existen tienen que ver con el tamaño y

cantidad de temas pintados, ya que las mayores dimensiones de Actopan

permitieron la inclusión de más elementos; por otro lado, los temas de Xoxoteco

tienen más calidad u “oficio” y se encuentran en mejor estado de conservación. En

los muros testeros de ambos recintos se plasmaron escenas relativas al Antiguo

Testamento como El Génesis (La Creación, El pecado Original, La expulsión del

paraíso, El Castigo de Adán y Eva, El Arca de Noé, etc.) y El Apocalipsis (El Juicio

1 En su origen, la iglesia de Santa María Xoxoteco era una capilla abierta. Esto se sabe por la anchura de su entrada original, cuyo arco aún se puede apreciar desde el coro.

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Final, Los Jinetes del Apocalipsis, La Destrucción de Babilonia, etc.), además de

algunos temas socorridos de los agustinos contrareformistas como El Purgatorio.2

En los muros laterales se pintaron tanto escenas de pecado como los

tormentos a que se hacen acreedores los pecadores. La abrumadora presencia de

demonios, suplicios y almas castigadas nos evocan las representaciones del

infierno que tanto en pintura como en literatura abundaron durante la edad media

europea, sobre todo en épocas de grandes mortandades como la que provocó la

peste negra en el siglo XIV, que diezmó a más de la tercera parte de la población

europea. Otro factor que motivó el empleo del infierno como instrumento de control

social por parte de la iglesia católica fue la gran proliferación de heterodoxias

religiosas nacionales y regionales, que como se sabe, dieron paso al nacimiento

de la Inquisición en el siglo XII, cuando el Papa Inocencio III inició el exterminio de

los cátaros.

Por la escasa representación del infierno en el México colonial,3 llaman

poderosamente la atención los casos de Actopan y Xoxoteco. ¿Por qué se

pintaron tan profusamente escenas del infierno en estos dos lugares? ¿Era el

simple aprendizaje de la doctrina su función o existieron razones especiales para

que se realizaran?

Con base en un estudio detallado del contexto sociocultural de Actopan y

Xoxoteco a medidos de siglo XVI,4 logramos encontrar algunas respuestas. Aquí

daremos una sucinta relación de las más importantes.

Por llegar en tercer lugar,5 los agustinos se dieron a la tarea de evangelizar

aquellos territorios que por su lejanía, dispersión de población y agreste geografía,

no habían tomado para sí las otras órdenes. Para el caso del Estado de Hidalgo,

salvo pocas excepciones como Epazoyucan o Zempoala, los agustinos se

2 Recordemos que uno de los puntos centrales del ataque luterano al catolicismo romano fue la noción del Purgatorio, lugar “inventado” y pretexto para la venta de indulgencias.3 Los temas escatológicos se representaron poco y en forma aislada en capillas posas, tímpanos y hornacinas de claustros y crujías, siendo los más conocidos los de San Miguel Calpan, Cuitzeo, Acolman, Itzmiquilpan y Actopan. No existen en capillas abiertas, salvo los casos que estudiamos, siendo éstas, lugares destinados exprofeso a la población indígena. Ver: Elena Isabel Estrada de Gerlero, "Los temas escatológicos en la pintura mural novohispana del siglo XVI", en Traza y Braza. Cuadernos hispánicos de simbología, arte y literatura, No. 7, 1979.4 Arturo Vergara Hernández, El infierno en la pintura mural agustina del siglo XVI: Actopan y Xoxoteco en el Estado de Hidalgo, Tesis de Maestría en Historia de México, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2004.5 Los Franciscanos llegaron a Nueva España en 1524, los Dominicos en 1526 y los Agustinos en 1533.

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centraron en lugares difíciles de la Sierra, la Huasteca y el Valle del Mezquital que

“no habían recibido la luz del evangelio”. Estos territorios estaban habitados

mayoritariamente por indígenas otopames (otomíes y chichimecas jonaces y

pames) que habitaban estas zonas de refugio ante la expansión hegemónica de

los nahuas del centro de México. En la época prehispánica, Xoxoteco dependía de

Metztitlán, que aunque presentaba una población “nahua arcaica” en la cabecera,

estaba principalmente poblada por otomíes. Como se sabe, los señoríos

independientes de Metztitlán y Tutotepec, La Gran Chichimeca y el Reino Tarasco,

eran enemigos de Tenochtitlán, quien había colocado a los otomíes de Jilotepec-

Ixmiquilpan como “colchón amortiguador” con estos estados rivales.

El grado de aceptación tanto del sistema hispano de gobierno como de la

nueva religión varió mucho entre las regiones y los diferentes grupos indígenas de

nuestro país. No fue igual la evangelización franciscana entre pueblos de alta

cultura del Valle de México, Puebla y Tlaxcala, que la evangelización agustina de

la difícil y conflictiva frontera mesoamericana. La estrepitosa destrucción de

Tenochtitlan sirvió como ejemplo para que los pueblos indígenas vinculados a esta

metrópoli se desistieran de resistir a los conquistadores, al menos abiertamente.

No ocurrió igual entre los pueblos situados en la periferia de Mesoamérica, que

siguieron resistiendo pasiva o activamente durante todo el periodo colonial, siendo

tal vez el ejemplo más evocador el de los chichimecas aridoamericanos.

En este sentido, cuando hablamos del proceso de dominación y

colonización de nuestro país debemos referirnos a “Las conquistas de los

Méxicos”, ya que este hecho presentó notables diferencias de fondo y forma en las

distintas regiones. Según Phillip Powell, la conquista de los chichimecas fue más

tardada, sangrienta y difícil que la propia conquista de México: “en comparación

con [la guerra chichimeca], el triunfo de Cortés sobre los aztecas, que había

requerido menos de cinco años, resultaba una operación sencilla, sin mayor costo

en sangre y en dinero”.6

Al parecer, existió una relación directamente proporcional entre

sedentarismo/urbanización/vida civilizada y la aceptación de la cultura impuesta.

6 Phillip Powell, La Guerra Chichimeca. FCE, México, 1984, p. 47.

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Los grupos de cultura intermedia como el otomí7 presentaron una resistencia

pasiva a la evangelización, mientras que los chichimecas

cazadores/recolectores/nómadas) presentaron una resistencia activa que se

manifestó en el ataque, saqueo y destrucción de las avanzadas españolas a sus

territorios y de los conventos de los pueblos indios que habían aceptado el

cristianismo. Tanto Actopan como Xoxoteco se encontraban en medios

predominantemente otomíes, de por sí difíciles si nos atenemos a las

descripciones de los cronistas, como la de Juan de Grijalva8 que constantemente

alude a las dificultades de la evangelización en el aspecto humano y geográfico. A

esto debemos sumar la cercanía de la frontera mesoamericana, que complicaba

aún más el proceso de control ideológico, social y político que buscaban los

agentes hispanos, tanto laicos como religiosos. Esto se debía a que además de

los ataques, los chichimecas arengaban a los pueblos indígenas a rechazar a los

españoles y a regresar a las formas de vida y religión originales. Un ejemplo de la

reacción española a la resistencia chichimeca es el programa mural de la nave de

Ixmiquilpan, en el que se alienta a los combatientes otomíes que participaban en

la guerra española contra los chichimecas, caracterizando ésta como una Guerra

Sagrada, a la manera prehispánica.9

Tales fueron las condiciones en que fueron pintadas las escenas del

infierno en Actopan y Xoxoteco. Buscaban controlar a los otomíes ante el alboroto

chichimeca. Intentaban afianzarlos en el cristianismo ante la resistencia pasiva

que se traducía en simulación y ocultamiento de imágenes tras los altares, así

como ceremonias y ritos en cuevas y cerros. Se realizaron cuando había pasado

la euforia de la evangelización primigenia, en que se creía que la iglesia indiana

sería la nueva Jerusalén. Los rebrotes idolátricos y la desilusión de los frailes

7 Actualmente existe cierta polémica entre los historiadores sobre el desarrollo alcanzado por los otomíes en la época prehispánica. Sin negar sus aportaciones a la cultura mesoamericana y el desarrollo político alcanzado por algunos Estados otomíes como Xaltocan, es claro que este grupo tuvo un desarrollo menor que otros. La casi ausencia de arquitectura, lítica y cerámica otomí, así como su ubicación en zonas de refugio, indican el carácter subordinado de los otomianos.8 Ver: Juan de Grijalva, Crónica de la Orden de Nuestro Padre San Agustín en las Provincias de la Nueva España. Ed. Porrúa, México, 1985.9 Arturo Vergara Hernández, “Los murales de Ixmiquilpan, ¿reivindicación indígena o estrategia de dominación? Tesis de Doctorado en Historia, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, mayo de 2008.

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fueron el detonante de este arte aterrador.10 Al mostrar los tormentos a que serían

sometidas las almas de los indígenas que bebieran pulque, tuvieran concubinas y

adoraran ídolos, los agustinos recurrían el terror como el as bajo la manga que

había sido útil en la Europa medieval y curiosamente, aún lo sigue siendo en

nuestro atribulado siglo XXI.

A esta situación hay que añadir el proceso de sustitución que enfrentaban

los regulares ante el clero secular, que significaba la pérdida de poder real sobre

los pueblos indígenas, que habían suministrado los recursos no sólo para la

construcción de los suntuosos conventos, sino para cimentar y mantener su

estatus económico y político.

Por otro lado, los murales referidos no sólo buscaban evitar que los

otomíes volviesen a su antigua religión y cultura: también sirvieron como

instrumento del estrato español para justificar el maltrato y la explotación a que

eran sometidos, principalmente por parte de los encomenderos, a pesar de que la

legislación indiana se preocupó por protegerlos.

Las imágenes de Xoxoteco que abajo mostramos son una prueba

fehaciente de lo anterior. Las hemos intitulado “el maltrato necesario” y “la libertad

pagana como camino del infierno”.

Estas imágenes habían sido identificadas equivocadamente como “La Ira” y

“La Desobediencia”.11 Esta equivocación deriva del hecho de que en el recuadro

correspondiente a “La ira” en Actopan, se aprecia un tercer personaje y se ha

pensado que puede tratarse de un demonio. Sin embargo, lo deteriorado de la

pintura no permite asegurarlo. Este supuesto demonio no figura en Xoxoteco (foto

1), donde la pintura está mucho mejor conservada. En ella parece un español con

el atuendo del siglo XVI, quien con un garrote golpea a un indígena converso (esto

lo sabemos porque está vestido) postrado a sus pies. Sin embargo no se trata de

10 Por esta desilusión, algunos frailes intentaron marcharse a China, “donde esperaban encontrar las condiciones para fundar una iglesia sin defectos”. Antonio Rubial García. La evangelización de Mesoamérica, CNCA, 2001, p. 55.11 Los tres principales trabajos que han abordado este tema son: Elena Isabel Estrada de Gerlero, "Los temas escatológicos en la pintura mural novohispana del siglo XVI” op.cit, 1979, Víctor Manuel Ballesteros García, La orden de San Agustín en Nueva España: expansión septentrional en el siglo XVI, pensamiento y expresión, tesis de maestría, UNAM, 1991 y Juan Benito Artigas Hernández, La piel de la Arquitectura, los murales de Santa María Xoxoteco, México, UNAM, 1979.

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una representación de pecado porque no existe ningún demonio detrás del

español alentándolo, como en todas las demás escenas de pecado.

Colocada exactamente debajo de la anterior, la imagen de la foto 2 muestra

un demonio que abrazando a un indígena pagano (es decir no converso, lo

sabemos porque está vestido a la usanza prehispánica) parece llevárselo. Éste

observa al español que hace ademanes que parecen ser de enojo. Si

relacionamos ambos cuadros (lo cual es necesario dada su contigüidad), una

lectura podría ser: si el español maltrata al indígena, éste acaba por abandonarlo y

regresar a su modo de vida pagano (por tanto, demoníaco). Pero la interpretación

más lógica es: es preferible que el indio acepte los maltratos del español (es decir,

se someta a él), porque su libertad pagana lo conduce al infierno. Si esta

interpretación es correcta, no son sólo pecados los que se proscriben en los

murales, sino también actitudes. La actitud de rechazo al sistema hispano y vuelta

a la forma de vida tradicional es considerada como una falta grave que conduce al

infierno. La actitud de quejarse o enfrentar al maltrato español también es un

pecado que conduce al infierno.

No se trató aquí de representar los pecados de la ira y la pereza-

desobediencia como se ha sugerido. ¿Por qué no hay un demonio atrás del

español iracundo como en las demás escenas de pecado tanto en Xoxoteco como

en Actopan? Porque no era intención del pintor de Xoxoteco representar la

ira/maltrato del personaje español como pecado. ¿Se revierte entonces la

hipótesis de la defensa por la justificación del maltrato con el pretexto de evitar al

indio el paganismo-infierno? ¿Entonces a quien defendían realmente los agustinos

de Xoxoteco, al indio o al encomendero? ¿Podemos seguir pensando que se trata

simplemente formas auxiliares en la evangelización?

Esta pintura puede estar vinculada con el conflicto de 1553 en Metztitlán.

Los encomenderos Diego de Guevara, Alonso de Mérida, Miguel Díaz de Aux y las

hijas de Andrés de Barrios, concuño de Cortés, habían estado abusando de los

indígenas al grado que las quejas llegaron a oídos del Rey, quien envió a

investigar y aplicar justicia a Diego Ramírez. Este encontró que varios indígenas

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habían muerto por maltratos y estaban severamente sobretasados,12 por lo que

decidió embargar las encomiendas y condenar al destierro a los encomenderos.

Sin embargo, por la corrupción existente y los vínculos de parentesco con los

integrantes de la Audiencia, lograron revertir las sentencias de Ramírez, quien

murió (muy sospechosamente) poco después. La contemporaneidad,13 la

problemática semejante del conflicto y las pinturas y su común localización,

indican una relación muy directa de causalidad lo que nos ofrece elementos

valiosos para su interpretación. Creemos que la evangelización en México -y sus

testimonios artísticos- deben ser estudiados desde un punto de vista crítico y sin

desestimar las aportaciones importantes de los regulares, evaluar su desempeño

en un contexto amplio y en su justa dimensión.

Foto 1: “El maltrato necesario” Foto 2: “La libertad pagana como

camino del infierno”

12 Es decir, excedidos de tributos y servicios personales.13 El arquitecto Artigas hace una datación en base al atuendo de los personajes que coincide temporalmente con la visita de Diego Ramírez.

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Foto 3: “El pecado de la embriaguez”

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