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El sur de Sinaloa en la época prehispánica Luis ALFONSO GRAVE TIRADO Se presentan los datos con los que se cuenta hasta ahora de los procesos ocurridos en la época prehispánica en el sur de Sinaloa. Para ello se divide la ocupación en tres etapas: la primera abarca del 300 al 750 d. C., la segunda del 750 al 1200 d. C. y la última de aquí a la llegada de los españoles. De cada una de ellas se refieren las características de sus utensilios, las actividades de subsistencia, la situación política y las relaciones con otras regiones. Introducción J_iO que aquí se presenta es consecuencia directa de la investigación arqueológica de salvamento lle- vada a cabo con motivo de la construcción de la carretera San Blas-Mazatlán. Tramo Sinaloa, Sub- tramos Mazatlán-Rosario y Escuinapa-Límites entre Sinaloa y Nayarit. En este trabajo se tratará de dar respuesta, aunque sea a través de la formu- lación de nuevas preguntas, a las interrogan- tes que surgieron antes, durante y después del trabajo de campo. Para ello se utilizaron no sólo los resultados de nuestra investigación sino tam- bién los de trabajos arqueológicos previos. Una característica de lo que ahora es el sur de Sinaloa, que inmediatamente es percibida al enfo- car el interés hacia su pasado (y también hacia su presente), es la variedad de recursos naturales con los que cuenta; ya que de manera más bien rápida y fácil, es posible acceder a los productos de la sierra, el pie de monte, la llanura costera, los este- ros y el mar. Por otro lado, merece también resaltarse la unidad geográfica que hay entre el sur de Sinaloa y el norte de Nayarit; en particular, en el área comprendida entre el río Piaxtla, al norte de Ma- zatlán y el río Santiago, en la parte central de Nayarit; región que es dominada por la presencia de esteros, a través de los cuales es posible mante- ner una interrelación constante, ya que práctica- mente toda su extensión es navegable por embar- caciones pequeñas en todo el año (fig. 1). Si nos remitimos a la historia de la arqueología sinaloense hay datos que indican la posibilidad de que la ocupación más temprana de la zona se re- monte hasta el periodo Formativo temprano, esto es, por el año 2000 a. C.; 1 sin embargo, los datos en que se funda son muy pocos y endebles. De hecho, durante nuestra investigación, no obtuvimos ningún elemento que nos permitiera Estudios Mesoamericanos Núm. 3-4, enero 2001-diciembre 2002

El sur de Sinaloa en la época prehispánica · LUIS ALFONSO GRAVE TIRADO 79 Figura 1. Mapa de la región sur de Sinaloa y norte de Nayarit. el reconocimiento de alguna ocupación

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El sur de Sinaloa en la época prehispánica

Luis ALFONSO GRAVE TIRADO

Se presentan los datos con los que se cuenta hasta ahora de los procesos ocurridos en la época prehispánica en el sur de

Sinaloa. Para ello se divide la ocupación en tres etapas: la primera abarca del 300 al 750 d. C., la segunda del 750 al

1200 d. C. y la última de aquí a la llegada de los españoles. De cada una de ellas se refieren las características de sus

utensilios, las actividades de subsistencia, la situación política y las relaciones con otras regiones.

Introducción

J_iO que aquí se presenta es consecuencia directade la investigación arqueológica de salvamento lle-vada a cabo con motivo de la construcción de lacarretera San Blas-Mazatlán. Tramo Sinaloa, Sub-tramos Mazatlán-Rosario y Escuinapa-Límitesentre Sinaloa y Nayarit. En este trabajo se trataráde dar respuesta, aunque sea a través de la formu-lación de nuevas preguntas, a las interrogan-tes que surgieron antes, durante y después deltrabajo de campo. Para ello se utilizaron no sólolos resultados de nuestra investigación sino tam-bién los de trabajos arqueológicos previos.

Una característica de lo que ahora es el sur deSinaloa, que inmediatamente es percibida al enfo-car el interés hacia su pasado (y también hacia supresente), es la variedad de recursos naturales conlos que cuenta; ya que de manera más bien rápiday fácil, es posible acceder a los productos de lasierra, el pie de monte, la llanura costera, los este-ros y el mar.

Por otro lado, merece también resaltarse launidad geográfica que hay entre el sur de Sinaloay el norte de Nayarit; en particular, en el áreacomprendida entre el río Piaxtla, al norte de Ma-zatlán y el río Santiago, en la parte central deNayarit; región que es dominada por la presenciade esteros, a través de los cuales es posible mante-ner una interrelación constante, ya que práctica-mente toda su extensión es navegable por embar-caciones pequeñas en todo el año (fig. 1).

Si nos remitimos a la historia de la arqueologíasinaloense hay datos que indican la posibilidad deque la ocupación más temprana de la zona se re-monte hasta el periodo Formativo temprano, estoes, por el año 2000 a. C.;1 sin embargo, los datosen que se funda son muy pocos y endebles.

De hecho, durante nuestra investigación, noobtuvimos ningún elemento que nos permitiera

Estudios Mesoamericanos Núm. 3-4, enero 2001-diciembre 2002

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Figura 1. Mapa de la región sur de Sinaloa y norte de Nayarit.

el reconocimiento de alguna ocupación anterioral año 300 d. C, es decir, del periodo Formativo;lo cual, por supuesto, no es razón suficiente pa-ra proponer que no la hubo; pero mucho menospara especular en torno a sus características cul-turales, de organización sociopolítica o de relacio-nes interregionales.

De acuerdo con la secuencia cerámica estable-cida por Isabel Kelly en Chameda2 y su posteriorrevisión por Charles Kelley y Howard Winters,3la ocupación más temprana claramente identifi-cada en la región comienza alrededor del año 300d. C. y, teniendo como base esta seriación, nues-

tros datos así lo confirman, ya que la manifesta-ción más temprana en la franja investigada es lade cerámica de la fase Tierra del Padre (250/300al 500 d. C.), especialmente el tipo "Chametlapolicromo temprano" que es el tipo diagnósticode esta fase. Aunque en realidad esto ocurre enpocos sitios; sin embargo, es posible que los ma-teriales monocromos, que normalmente se consi-dera que corresponden a la fase siguiente (Baluar-te, entre el 500 y el 750 d. C.), provengan desdeesta época. Esto lo decimos en virtud de que losmateriales monocromos se encontraron asociadostanto al tipo diagnóstico de la fase Tierra del Pa-

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80 EL SUR DE SINALOA EN LA ÉPOCA PREHISPÁNICA

Tipo: Chametla policromo tempranoClásico

I CTipo: Chametla policromo medio

Clásico temprano

Tipo: Chametla policromo esgrafiado •

Clásico

Figura 2. Tipos policromos de la primera etapa (300-750 d. C).

dre como a los de la fase Baluarte. Yendo más allá,el tipo Chametla policromo temprano puede to-marse en realidad como una variante de los tiposdiagnósticos de la fase Baluarte (Chametla poli-cromo medio, Negro bandeado esgrafiado); pol-lo que es probable que en realidad no se pue-dan diferenciar culturalmente estas dos fases sinoque pueden corresponder a una misma dinámica

(fig- 2).Tanto los materiales decorados como los mono-

cromos fueron elaborados con una misma clasede pasta, además de que presentan el mismo aca-bado de superficie, así que es probable que hayansido hechos por un mismo grupo de gente quemantuvo las mismas costumbres, explotó los mis-mos ecosistemas, en fin, mantuvo la misma cul-tura (o sea, dentro de lo que cabe, era la mismagente). Así, de acuerdo con estos datos, en un pri-mer momento, los grupos se asentaron (¿llegaronpor primera vez en este periodo o son la conti-nuación de los habitantes del Formativo que no

se han descubierto?) sobre todo en aquellas zonasmás favorables geográficamente de la región, estoes, a orillas de los cuerpos de agua de caudal per-manente como los ríos y algunos arroyos gran-des, así como en algunos de los valles más fértiles,que son las zonas que mayores ventajas ofrecenpara la subsistencia.

Más adelante, conforme aumentaba la pobla-ción, se fueron ocupando en forma extensiva lavega del río Presidio, en su mayor parte a travésde pequeñas comunidades ribereñas, al parecercompuestas por unas cuantas casas, separadas delas demás por apenas el espacio suficiente paramantener una parcela. Asimismo, en la segundamitad del Clásico (a partir del 500 d. C.), se ocu-pan prácticamente todos y cada uno de los lo-meríos ubicados a orillas de arroyos de corrienteintermitente, aunque la mayoría por poco tiem-po y casi siempre en la forma de casas aisladas o,incluso, únicamente como zonas de cultivo.

Por supuesto, no era sólo de la agricultura dedonde obtenían sus alimentos, sino también de lacaza como lo indica la presencia, en unidadeshabitacionales, de huesos de animales salvajes, asícomo de animales domesticados, en particular delos perros, ya que .varios de los huesos recupera-dos son de esta clase de animal, incluyendo unoen claro contexto ritual (asociado a un entierrohumano), pero que tiene algunas característicasque indican que pudo haber sido cebado;4 quizácomo las representaciones de perros gordos deColima. También de la pesca se obtenían recur-sos alimenticios, ello, en la actualidad, se mani-fiesta por la presencia en los sitios arqueológicosde conchas de molusco, en particular de "pata demuía", ostión y varias especies de almeja, así comofragmentos de tenazas de jaiba, pero es de supo-ner que también se explotaban el camarón y diver-sas especies de pescados, aunque de ello es difícilencontrar los restos como para confirmarlo.

Por otra parte, en lo que respecta a las estruc-turas arquitectónicas, en los sitios habitacionalesmás pequeños las casas debieron ser sencillas, conapenas la presencia de horcones para sostener latechumbre y sin la necesidad de cimientos, ya que

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por lo general, iban a estar habitadas por un cor-to periodo de tiempo; sin embargo, en aquelloslugares en los que se iba a estar por tiempo másprolongado, se hizo necesario construir casas conuna mayor durabilidad, al menos algunas de ellas,que quizá puedan corresponder a la que habitabael personaje de mayor prestigio de la comunidad.De cualquier forma, las estructuras habitacionalesfueron elaboradas en su mayor parte con mate-riales perecederos, aunque en algunas ocasioneslas paredes se hacían con bajareque, de lo cual esposible que se conserven algunos restos; asimis-mo, como parte del sistema constructivo, se colo-caban piedras limitando la casa, al parecer paraevitar la intrusión de alimañas al interior; ello nospermite conocer que eran de forma cuadrangulary que únicamente contaban con una pieza; almenos eso es lo que se observó en el caso que fueexcavado.

Dentro de estas casas se enterraba a los muer-tos, la mayor parte de los cuales eran entierrossecundarios, aunque hay también primarios, entodo caso todos eran directos; por lo que pareceser que los famosos entierros en olla de Sinaloacorresponden a un periodo específico, presumi-blemente asociados a la cerámica Aztatlán (750-1100 d. C). Esta situación se reconoció tanto enlos sitios excavados en la vega del río Presidiocomo en la parte sur de la zona de estudio, en lostres asentamientos cuya ocupación principal ocu-rrió en el periodo Clásico.

Había, además de las casas, algunas otras es-tructuras más elaboradas, para las cuales se erigie-ron incluso pequeños basamentos formados, ensu mayor parte, sólo por tierra, aunque sí hay unospocos que presentan piedra en su fachada. Noobstante, sobre ellos se levantaban edificios dematerial perecedero, pero que debieron tener unafunción distinta de la habitacional; quizá admi-nistrativa o ritual; y tal vez en otras se realizaríanactividades de carácter ceremonial; ello, por su-puesto, se daría en sólo unos cuantos asenta-mientos.

Esta situación nos lleva, irremediablemente, ala organización sociopolítica de la región en el

periodo Clásico, ya que es evidente que nos estáindicando una diferenciación jerárquica entre lasdistintas comunidades y, por ende, también entrelos que habitaban esos poblados. Sin embargo,quizá convenga aclarar que esta diferenciación je-rárquica no significa necesariamente estratifica-ción; esto es, las diferencias no estaban determi-nadas por el distinto acceso a los recursos, sinomás bien, era el resultado del prestigio social ga-nado a lo largo del tiempo por un determinadogrupo que, poco a poco consiguió, por decirloasí, la institucionalización del poder; es decir, lo-gró que el poder siempre recayera en alguien deese mismo grupo a través de la implementaciónde mecanismos sociales y religiosos, tales comoel parentesco, tanto real como figurado, en el sen-tido de que se proclamaba el grupo más cercanoal mítico fundador del grupo social o a la deidadprincipal.

Ello se manifiesta por la presencia, en muypocos sitios, de estructuras de carácter ceremo-nial y, en todavía menos, de plazas en las que eraposible llevar a cabo reuniones periódicas que ser-vían para mantener la cohesión de todo el grupoen torno a la deidad y, sobre todo, la autoridaddel representante de ésta: el jefe.

Estos sitios de mayor complejidad tuvieronuna ocupación prolongada, siendo de los pocosque presentan elementos claros de que estuvie-ron habitados desde la fase Tierra del Padre, porlo que se ubican casi siempre en las zonas másfavorables de la región, además de que por lascaracterísticas geográficas de la misma, era posi-ble acceder con relativa facilidad a los productosde los distintos ecosistemas. Es decir, mientrasque en una comunidad ubicada en la sierra sepodía contar fácilmente con madera y animalesde caza, por mencionar algo, era difícil, por lafalta de espacios adecuados, practicar la agricul-tura y no tenían tampoco los productos de lapesca; por el contrario, un asentamiento de lasorillas del estero era eminentemente pesquero,pero no contaba con madera, incluso para unaherramienta de trabajo corno las canoas, y la tie-rra tampoco era idónea para la agricultura; en

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tanto que las poblaciones de la llanura teníanacceso a buenas tierras laborables, pero no erafácil acceder a los animales de caza ni a la pescarii a la sal de la costa.

Pero un asentamiento ubicado en un lugar es-tratégico, la orilla de un río que baja de la sierra ydesemboca en el estero, por ejemplo, podía acce-der a los recursos de estas tres distintas comuni-dades y concentrar las diferentes clases de produc-tos para que desde ahí se trasladaran a los sitiosque no contaban con determinada clase de ellos.El grupo que habitaba este poblado se encargaríade que en el resto de las comunidades se tuvieraacceso a los productos que ellos no producían,creándoles cada vez más la necesidad de los mis-mos y una mayor dependencia, por lo que a lalarga podría controlar sus actividades, para quetuvieran productos para cambiar por los que ellosno tenían, empujándolos hacia la especialización.Aunque ésta no debió haber sido tan acabada siconsideramos que en sitios tierra adentro hay pre-sencia de concha, lo que sugiere que sus propiospobladores fueron quienes las pescaron.

En tanto que el grupo que habitaba el pobla-do en el que se concentraban los productos, alencargarse de la distribución de los mismos, sededicaría cada vez más a las actividades secunda-rias como la administración y cada vez menos alas actividades productivas; asimismo, esta espe-cialización y los mecanismos de control llevaríana esa comunidad a convertirse en el asiento delprincipal edificio religioso de la región. De talmodo vemos que, en determinado momento, unasentamiento llegaría a ejercer el control econó-mico, político y religioso sobre el resto de las co-munidades de una zona, lo cual se manifiesta enforma clara en el patrón de asentamiento regio-nal; sin embargo, las áreas de dominio no eranmuy extensas, sino que se supeditaban, al pare-cer, a zonas geográficas delimitadas. Así, en elperiodo Clásico, una de estas zonas pudo habersido la vega del río Presidio con El Walamo (SA-005) como centro rector y otra la región cercanaa la actual población de Escuinapa, en donde elsitio principal sería el de Juana Gómez; y, quizá,

otro sería el valle cercano a Aguacaliente, en elque destaca el sitio El Campamento de Laureano

11 (MR-037).Algo semejante debió ocurrir en esta época en

el río Baluarte, es decir, que para el lapso de tiem-po comprendido entre el 300 y el 800 d. C., yaunque de acuerdo con los materiales cerámicos,costumbres funerarias y las características de losasentamientos había una cierta unidad cultural entoda la parte sur de Sinaloa, no podemos decir lomismo en cuanto a la política, sino que más bienla región se dividía en pequeños señoríos o caci-cazgos, sin que ninguno de ellos haya logrado lahegemonía sobre toda la región. De cualquier for-ma esta organización sociopolítica les permitiótener relaciones con otras zonas y acceder a pro-ductos que no se encontraban aquí, particularmen-te obsidiana, que aunque no es muy abundanteen este periodo sí está presente. Por otro lado, re-sulta curioso que cerámica del sur de Sinaloa sehaya encontrado en diversas regiones, pero acá esmuy escasa la de otras zonas, o quizá esta impre-sión se deba a que en realidad 110 hemos logradoreconocerlo.

Así, se ha reportado en el sur de Sonora, enparticular en Huatabampo, "una figurilla típicade Sinaloa, de la fase Tierra del Padre",5 pero seencuentra asociada a materiales mucho más tar-díos. Ella supone que el contacto entre ambas re-giones se dio a través de conexiones marítimassiguiendo la costa.6

Por su parte, Charles Kelley y Howard Win-ters7 reconocen en Durango materiales cerámicostanto de la fase Tierra del Padre como Baluarte,sobre todo de los tipos policromos, así comofigurillas "White filleted" y malacates. Es decir,hay una relativa abundancia, a pesar de que entreellos se interpone la importante barrera geográfi-ca que es la sierra Madre Occidental, por lo quees probable que la relación se haya establecido através de los ríos Presidio y Baluarte, que nacenen las partes altas de la serranía, relativamente cer-canos a la altiplanicie de Durango.

Sin embargo, no cabe duda que los contactosmás claros y continuos se dieron con la vecina

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región del norte de Nayarit, con la cual el sur deSinaloa, forma una unidad geográfica; esto ha sidoestablecido tanto en Peñitas como en Amapa, si-tios arqueológicos ubicados en las márgenes delrío San Pedro. Esta relación es tan notable que seha llegado a postular que la cerámica de ambasregiones son en realidad variantes de un mismoestilo que se manifiesta en el uso de los mismoscolores y diseños decorativos.8

No obstante, aun cuando sí es evidente unacierta unidad cultural reflejada en los tepalcates,también es cierto que hay algunas diferencias; peroellas pueden ser el reflejo de la organizaciónsociopolítica, ya que es de esperar que al estar se-parados en unidades políticas pequeñas, éstas tu-vieran una cierta independencia y autonomía enciertos aspectos, lo que se manifiesta en primertérmino en los objetos de uso cotidiano, quizá porello podemos encontrar algunas diferencias en lacerámica monocroma pero no en los artefactosde carácter ritual.

Como ya dijimos, la obsidiana es el elementode origen foráneo más notable en la región, la cualllegaba acá en la forma de artefactos terminadoscomo puntas de proyectil y, sobre todo, comopequeños nodulos sin trabajo previo invertido. Deestos últimos creemos que provienen del yacimien-to de Llano Grande, ubicado en el Altiplano du-ranguense (ver mapa); en tanto que las puntas deproyectil, de acuerdo con los resultados del análi-sis PIXE provienen del yacimiento de la Sierra delas Navajas, en el actual estado de Hidalgo.9 Alparecer llegó a la región no como resultado deuna relación directa entre el sur de Sinaloa y elAltiplano Central, sino a través de los grupos deZacatecas y Durango, los cuales mantuvieron re-laciones con ambas zonas.10

II

Hacia el año 750 d. C. ocurre un cambio en lascaracterísticas de la cerámica, como resultado apa-rentemente de la transformación de algunos as-pectos de la vida cotidiana y de la vida en general.

V

^Tipo: Botadero incisoPosclásico temprano

Tipo: Tuxpan rojonaranjaPosclásico temprano

Tipo: Aztatlán rojobayoPosclásico temprano

Tipo: Sentispac rojobayoPosclásico temprano . ~ ...

Figura 3. Tipos representativos de la segunda etapa(750-1200 d. C.)

Así, en primer lugar, se da un cambio en eluso de ciertas clases de pasta para la elaboraciónde las vasijas, dejando de lado la hasta el momen-to casi exclusiva utilización de la pasta de granu-los medios, habiendo ahora una preferencia, porun lado, en el uso de pastas con granulos grandesy gruesos, esto es, sin una previa selección, y,por el contrario, también comienza a usarse unaarcilla fina, la cual debió someterse a una limpie-za de inclusiones y puede ser que incluso se hayacribado.

En el caso de la primera clase de pasta, ésta seusó para la elaboración de las vasijas de uso do-méstico, en específico para aquellos utensilios des-tinados a la preparación de la comida y/o el al-macenamiento, ya que en su mayor parte corres-ponden a ollas, jarras y cazuelas. Mientras que depasta fina, las formas predominantes son loscuencos y cajetes, y sólo ocasionalmente se en-cuentran ollas y jarras; es decir, aunque tambiénpueden ser destinadas al uso doméstico, éstas qui-zá sólo eran para el consumo de los alimentos.

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También con pasta fina se elaboraron las vasijasdecoradas, algunas de las cuales, al parecer, eranusadas exclusivamente en prácticas rituales o ce-remoniales.

En este último caso, aparte de la utilización deotra clase de pastas, cambian también los diseñosy los motivos en la decoración de la cerámicabicroma y policroma, a la vez que, aun cuandono hay cambios substanciales en los colores, enrealidad éstos son más firmes y brillantes (fig. 3).

Sin embargo, nosotros encontramos que exis-te continuidad en la ocupación en algunos sitios,sin evidencias notables de cambio cultural, aun-que sí, quizá, político, pues hay muchos asenta-mientos que a partir de este momento quedandeshabitados. Por tanto, es probable que la deso-cupación de estos sitios sea más bien el resultadode la implementación de nuevos mecanismos desubsistencia y/o de control político y no que laregión en general se haya deshabitado por un tiem-po y luego hayan llegado nuevos grupos con otrobagaje cultural. Sobre este aspecto podemos ha-cer notar que hubo un reacomodo de los asen-tamientos con relación al periodo Clásico, en elque se ocupan preferentemente las orillas de losesteros en la parte sur del área, así como el pie demonte de la sierra en el extremo norte; por el con-trario, se desocupan varios de los sitios de la vegadel río y de los valles intermontanos ubicadosentre los ríos Baluarte y Presidio; aunque claro,algunos de los asentamientos sí muestran conti-nuidad en su ocupación.

En este mismo sentido apuntan los resultadosde Richard Shenkel, en su estudio de los asen-tamientos de la zona estuarina, quien señala quees notorio un aumento en la explotación demoluscos de concha, lo que el mismo Shenkelexplica por "el arribo al área de grupos con unarmeva técnica de explotación y el gusto por la car-ne de moluscos".11 Sin embargo, nosotros encon-tramos que ya desde el periodo Clásico hay con-sumo de ellos, aunque claro no con la intensidadde este momento. Esto es, ya tenían la capacidadtécnica necesaria para la explotación de moluscos,por lo que más que el inicio de su consumo en

esta época, lo que pudo suceder es la especializa-ción de cierto grupo en la pesca y conservaciónde la carne de molusco, lo que permitió que éstadurara más tiempo, quizá a través del ahumado.12

La especialización en actividades pesqueras lesllevó a asentarse de modo permanente en las ori-llas de los esteros; aunque muchos de los sitiosson en realidad sólo acumulaciones de concha yno hay restos de otras actividades como cerámicay lírica;13 o sea, son sitios de pesca, en los queúnicamente se recolectaban moluscos y no eranasentamientos habitacionales. Es decir, para estosmomentos se acentúa el proceso de especializa-ción iniciado en el periodo anterior, y en el queciertos asentamientos se dedicarían casi exclusi-vamente a determinadas actividades y, por tanto,tendrían la necesidad de intercambiar por los bie-nes que ellos no producían; no obstante, este in-tercambio no sería directo sino que de ello se en-cargaría un grupo, un redistribuidor. Esta espe-cialización se pone de manifiesto en algunosasentamientos de esta época, ubicados en vallesen los que sí hay claras evidencias de actividadesagrícolas pero no hay ninguna concha, así que lesdebió llegar únicamente la carne, sobre ello resul-ta sintomático el sitio San Miguel (EC-012).

Esta situación requiere necesariamente de laexistencia de un asentamiento de complejidadimportante que se encargaría de la redistribucióny ejercería el control económico del que se derivael político. Uno de los mecanismos de control,usados casi de forma invariable en todos los tiem-pos y culturas, es la religión. Por ello debemosesperar el incremento de evidencias con simbo-lismo religioso (que dicho sea de paso, es uno delos indicadores del desarrollo de la organizaciónsociopolítica de las sociedades jerárquicas). Unade ellas es, sin duda, la proliferación de elementosiconográficos en la cerámica Aztatlán.

Otro elemento, y no descartable por cierto, esla presencia en la marisma de El Calón, sitio conun evidente carácter ceremonial.14 La pirámide deconcha de El Calón se encuentra a orillas de lalaguna Agua Grande, una de las pocas que per-manecen con agua todo el año, pero, luego de la

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temporada de lluvias se convierte en una isla de-bido a que los alrededores se inundan, lo cual co-incide con la temporada alta de pesca. Así quedebió resultar impresionante la celebración de unaceremonia en lo alto de la pirámide de más de 20m de altura, la que sería visible por prácticamen-te todos los pescadores, y durante la cual se invo-caría seguramente una buena pesca.

Para su funcionamiento, estas ceremonias de-bieron realizarse en forma periódica, al menos alinicio de la temporada de pesca, y los pescadoresse acostumbrarían a ella,15 relacionándola con lapresencia de los moluscos y del camarón, los cua-les tienen un ciclo biológico bien determinado,por lo que casi siempre se reproducen en la mis-ma época del año, al inicio del otoño. Sin embar-go, este sitio era sólo de carácter ceremonial y de-bió depender de otro en el que se llevaran a cabolas actividades administrativas, además de otras decarácter religioso, probablemente relacionados conel ciclo agrícola. El candidato es Juana Gómez,sitio arqueológico que se ubica sobre una loma aorillas del arroyo del mismo nombre, el cual secompone de varios montículos; aunque, es pro-bable que en las márgenes de alguno de los ríoshaya un sitio de mayor complejidad que haya fun-cionado como centro rector.

Por desgracia, muchos de los montículos fue-ron elaborados con tierra y, de un tiempo a estaparte, las vegas de los ríos han sido sometidas auna intensa actividad agrícola en la que se ha uti-lizado maquinaria pesada con el fin de nivelar losterrenos, destruyendo buena parte de las estruc-turas arquitectónicas prehispánicas. Pero tambiénes cierto que en realidad la investigación arqueo-lógica en la región está apenas en sus inicios, asíque no desesperemos.

Pero dejando de lado las lamentaciones y re-gresando hacia cosas más concretas, es evidenteque uno de los elementos más destacados de esteperiodo en la región es la cerámica Aztatlán, so-bre la que se han dicho mil y una cosas, aquí tra-taremos de señalar algunas.

En primer lugar, llama la atención la ampliadispersión de vasijas policromas decoradas pro-

fusamente, ya que se han encontrado en varias zo-nas; aparte del sur de Sinaloa y norte de Nayarit,que fue la primera región en la que se reconocióy a la que incluso se bautizó con ese nombre.16

Así, hay una relativa abundancia de las mismasen Guasave17 y en Culiacán,18 que se consideran aveces dentro de la misma área cultural. Pero tam-bién se han reportado con cierta amplitud en elsur de Jalisco,19 en Huatabampo, Sonora;20 queestán todavía en la zona costera del Pacífico; e in-cluso en regiones bastante lejanas y/o con barre-ras geográficas como Durango,21 y hasta hay unoscuantos ejemplos provenientes de la zona de in-fluencia de Casas Grandes y el suroeste de Esta-dos Unidos.22

Es decir, hay evidencias de interrelaciones enuna zona más bien amplia, lo que se manifiestano únicamente en la cerámica, sino también enotra clase de objetos, caso específico de la líticatallada, en especial de la navajillas prismáticas deobsidiana; las cuales son relativamente abundan-tes en esta época. De acuerdo con el análisis físi-co-químico de éstas se determinó que en su ma-yoría provienen de los yacimientos de Pénjamo yAbasólo, en el actual estado de Guanajuato, y elresto son de El Pedernal, ubicado en la cuenca deMagdalena, Jalisco.23 Sabemos que la obsidiana deGuanajuato llegó en esta época a la costa del Pa-cífico por la ruta del río Balsas.24 Así que pudollegar al sur de Sinaloa a través de los contactoscon los grupos costeros.

También los moluscos de concha tuvieron supapel como bienes de intercambio, tanto en lo querespecta a su carne, como a objetos elaboradoscon la concha e incluso de perlas.25 Es decir, hayvarios productos que parecen haber sido objetode intercambio en una vasta zona del occidente ynoroeste de México en el Posclásico temprano.

Esta interrelación pudo haber tenido algunainfluencia en el desarrollo sociopolítico y econó-mico de la región sur de Sinaloa en particular y,en general, en toda la costa del occidente,26 ya quepudo ocurrir que las presiones económicas y po-líticas de otros grupos les hayan empujado a con-solidar su integración (que ya había comenzado

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tiempo atrás) con el fin de estar en condicionesde competir y no ser absorbidos políticamentepor alguno de aquellos. Incluso, existe la posibili-dad de la absorción de ideas como un estímulopara el desarrollo de ciertos grupos.27

Bajo este aspecto podrían abordarse las carac-terísticas de la cerámica Aztatlán, cuyo rasgo prin-cipal es la utilización de pintura roja sobre fondobayo, café o naranja, por lo que se ha tratado derelacionar con la cerámica Coyotlatelco del cen-tro de México.28 Sin embargo, por sus caracterís-ticas, consideramos que se puede incluir dentrode la tradición rojo sobre bayo del norte y occi-dente de México y cuya máxima dispersión coin-cide en tiempo con el de ésta.

Las características de las vasijas Aztatlán, quela ubican entre "algunas de la cerámicas prehistó-ricas conocidas más elaboradas del Nuevo Mun-do",29 sería el resultado de la incorporación delsimbolismo religioso de estos grupos plasmandoen ella los elementos iconográficos propios de suscreencias.

No obstante, debido a la gran semejanza queguarda con la cerámica Mixteca-Puebla se ha pre-tendido que la primera (Aztatlán) deriva de ésta,30

pero, como hemos estado viendo, la cerámicaAztatlán se remonta hasta por lo menos el 750 d.C., mientras que la Mixteca-Puebla parece serposterior. Entonces, o la influencia fue en senti-do inverso o bien son manifestaciones indepen-dientes derivadas de una tradición cultural común,ya que hay cada vez más elementos que nos per-miten reconocer a los pobladores de la regióncomo nahuas, incluso desde el periodo Clásico.31

III

De cualquier forma, esta situación termina hacia el1100 d. C., o quizá un poco después, para dar pasoa una nueva etapa, en la que parece haber un aisla-miento de la región del resto del occidente y no-roeste de México, durante la cual se rompe aparen-temente la "unidad cultural" para dar lugar a la frag-mentación en unidades territoriales pequeñas.

Tipo: Taste satínPosclásico tardío

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n ''.*/) 7\. i ' iV

Tipo: Taste borde rojo

Posclásico medio y tardío

01f

Tipo: Taste policromoPosclásico tardío

Figura 4. Tipos representativos de la tercera etapa(1200-1532 d. C.)

En el sur de Sinaloa la cerámica se caracterizapor un acabado lustroso (satín, le llamó IsabelKelly) y la utilización de pastas aún más finas quelas usadas en la cerámica Aztatlán, así como porla presencia dominante de una forma específica:cajetes con el borde evertido, además de una grancantidad de tecomates de paredes delgadas (fig. 4).

De este periodo se registraron sólo unos pocossitios, los cuales se ubican, por un lado, hacia laparte norte de la región, en particular en la vegadel río Presidio, pero en las cercanías de la costa;y por el otro, en la parte sur, a orillas de los esteros.Es decir, contamos con pocos elementos comopara postular el tipo de organización política, perono puede ser sustancialmente distinta de la delperiodo anterior, aunque sin la estrecha interre-lación con áreas lejanas. Asimismo, parece ocu-rrir un vuelco en las actividades productivas, de-cayendo casi por completo la recolección demoluscos de concha, en particular de ostión, aun-

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LUIS ALFONSO GRAVE TIRADO87

que en el sitio MR-003 La Milpa de la Pila, cuyaocupación principal es de este periodo, hay unarelativa abundancia de "patas de muía"; este cam-bio en el patrón de subsistencia se debió, segúnShenkel, a que: "Alrededor del 1300 de nuestraera, ellos [los comedores de moluscos] dejan elárea por alguna razón, quizá una extinción tem-poral de los ostiones debido a la sobreexplotacióny una inundación otoñal devastadora".32

Es decir, que, de acuerdo con este autor, llega-ron, comieron ostiones y se fueron. Sin embargo,la cerámica policroma de esta fase guarda bastan-te relación con la cerámica Aztatlán, sólo que yano hay profusión de elementos iconográficos sinosólo de elementos geométricos, lo que sugiere quecontinúa una misma tradición cultural pero concambios en los patrones de conducta, de estrate-gia de subsistencia, derivadas sí, quizá de la extin-ción temporal de los ostiones, por lo que ahorasólo se aprovecharían el resto de los recursospesqueros como el camarón, la jaiba y una am-plia variedad de peces, además de la caza, la agri-cultura y la extracción de sal.

Por otro lado, aun cuando ya no hay eviden-cias de relaciones con áreas lejanas, sí continúanlos estrechos contactos con el norte de Nayarit y,en menor medida, con Durango. De hecho, pare-ce ser que la región comprendida entre el ríoPiaxtla y el río Santiago, forma todavía una uni-dad cultural. Pero, de repente, esta secuencia cul-tural parece terminar hacia el 1250-1300 d. C.;33

es decir, más de 200 años antes de la llegada delos españoles a tierras sinaloenses. Sin embargo,todas las relaciones de la entrada de Ñuño deGuzmán a estos lares coinciden en que estaba"hartamente poblada"; entonces, ¿qué ocurre conesos 200 años sin utillaje? Debemos recordar queesta secuencia se estableció principalmente conbase en la presencia de artefactos de Sinaloa enDurango, y aunque allá dejen de encontrarse ha-cia el 1300, ello no necesariamente significa queen Sinaloa haya habido un despoblamiento, sinoque la explicación más obvia es que se rompieronlas relaciones entre estas dos áreas, sea la causaque haya sido.

Por otro lado, en prácticamente todos los si-tios arqueológicos de la región, la última ocupa-ción se encuentra arrasada, ya sea por las laboresagrícolas o la erosión eólica, así como la derivadade los torrenciales aguaceros que se abaten sobreella en el otoño.

IV

De acuerdo con las relaciones de la Jornada deÑuño de Guzmán por la Nueva Galicia,34 a la lle-gada de los españoles, la región del sur de Sinaloaestaba dominada por el poblado de Chametla, queera la cabecera del señorío del mismo nombre quepresumiblemente se extendía hacia el sur hasta elrío de Las Cañas, que hoy sirve como límite entrelos estados de Sinaloa y Nayarit. Sin embargo,hacia su parte norte, al parecer su dominio no lle-gaba ni siquiera hasta el río Presidio, sino que ensus márgenes se encontraba otro "pueblo princi-pal" al que los españoles llaman Quezala, el cualestaba "muy bien poblado, hasta la mar pobla-do". Pero no sabemos en realidad si era sujeto deChametla o si era la cabecera de otro señorío. Decualquier forma, la subsistencia era principalmentederivada de la agricultura y la pesca; además deque producían una buena cantidad de sal. Estasdos últimas actividades se realizaban con técnicasque, con sólo unas pequeñas variaciones, se siguenpracticando en la actualidad.

En suma, independientemente de que forma-ran unidades políticas diferentes, la región com-prendida entre el río Piaxtla en Sinaloa y el ríoSantiago en Nayarit, formaban en el siglo XVI unaunidad lingüística y cultural.

Toda la zona estaba habitada por los totorameso totonames, grupo de filiación nahua que ocu-paba la mayor parte de la llanura costera, y lossitios principales, casi invariablemente, se locali-zaban en las cercanías de la costa; sin embargo,algunos de los asentamientos pequeños controla-dos políticamente se encontraban en la serranía.Aunque, también parece ser que en la parte altade la sierra se encontraban otros grupos, los acá-

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xees y xiximes, también de filiación nahua, perocon estrategias culturales diferentes y con los quepresumiblemente había constantes enfrenta-mientos.

De hecho, el nombre Totorame o más bienTotoname33 es de origen nahua, y significa "la gen-te del calor" y para quien ha estado en la zona,sabrá que no puede haber nombre más apropia-do; asimismo, prácticamente todos los topónimosde la región son también de raíces nahuas, entreellos podemos mencionar Mazatlán, Escuinapa,Teacapán y Caligüey (El Calón).

Sin embargo, como vimos, esta tradición cul-tural está presente en la región desde por lo me-nos la última parte del Clásico, manifestándoseclaramente en los tipos policromos Aztatlán, endonde hay representaciones de algunos de los dio-ses principales del panteón del Altiplano Centralen el Posclásico tardío. Es decir, la unidad cultu-ral de la región parece observarse a lo largo detoda la ocupación prehispánica, y su influencia semanifiesta en la actualidad, ya que es indudableque, por costumbres, actividades productivas, in-tereses y hasta en el modo de hablar, la parte surde Sinaloa es más cercana al norte de Nayarit queincluso al resto de Sinaloa.

Notas1 Stuart Scott, "Un templo en el estuario. Hallazgosprehistóricos en las marismas de Sinaloa y Nayarit",en Notas Antropológicas, vol. I, núm. 3. y S. Scott, "Coreversus marginal Mesoamerica: a coastal west Mexicanperspective", en Michael S. Foster y Phil C. Weigand,eds., The Archaeology of ivest and northwest Mesoamerica.

2 Isabel Kelly, Excavations at Chametla, Sinaloa.3 Charles J. Kelley y Howard D. Winters, "A revisión

of the archaeological sequence in Sinaloa, México", enAmerican Antiqnity, vol. V, núm. 4.

4 Alicia Blanco, comunicación personal, 1999.3 Beatriz Braniff, Arqueomoluscos de Sonora, noroes-

te y occidente de Mesoamerica.6 ídem.1 Ch. J. Kelley y H. D. Winters, "A revisión of the

archaeological sequence in Sinaloa, México", en op. cit.8 Betty Bell, "Archaeology of Nayarit, Jalisco and

Colima", en tiandbook of Middle American indians.Archaeology of Northern Mesoamerica, p. 711.

9 Luis Alfonso Grave Tirado et al., "El análisis físi-co-químico de la obsidiana como herramienta heurís-tica para el establecimiento de relaciones".

10 Ch. J. Kelley y H. D. Winters, "A revisión of thearchaeological sequence in Sinaloa, México", en op. cu.y Nelson, "Observaciones acerca de la presencia toltecaen la Quemada, Zacatecas", en Federica Sodi Miranda,coord., Mesoamerica y norte de México. Siglo IX-XI1, t. 2.

11 J. Richard Shenkel, "Quantitative analysis andpopulation estimares of the shell mounds of the Ma-rismas Nacionales, West México", en Betty Bell, ed.,The Archaeology of West México, p. 62.

12 Aunque es probable que desde la primera partedel Clásico ya fuera conocida esta técnica en la región,ya que en contextos de ese momento en el sitio EC-012 San Miguel, se encontraron algunas conchas deostión con evidencia de haber sido sometidas al fuego.

13 J. R. Shenkel, "Quantitative Analysis and Popu-lation Estimates of the Shell Mounds of the MarismasNacionales, West México", en op. cit., y S. Scott, "Ar-chaeology and the Estuary: Researching Prehistory andPaleoecology in the Marismas Nacionales Sinaloaand Nayarit, México", en op. cit.

14 "Este montón de conchas (casi todas todavía ce-rradas), había sido levantado hasta una altura de 25metros. Tiene el aspecto indudable de un templo debi-do a su forma de pirámide truncada. Arriba se observauna superficie cuadrilátera nivelada por los arquitectosprehispánicos. En la base mide 80 metros de ancho por100 metros de largo" (S. Scott, "Un templo en el estua-rio. Hallazgos prehistóricos en las marismas de Sinaloay Nayarit", en Notas Antropológicas, vol. I, núm. 3, p.98.

15 "Dondequiera que los hombres se hayan acostum-brado a esta vivencia [la ceremonia] repetida con preci-sión y limitada con exactitud en sus iglesias y templos,ya no pueden prescindir de ella. Mantienen con res-pecto a ella una dependencia como si se tratase del ali-mento y de todo lo demás que constituye su existen-cia" (Elias Canetti, Masa y poder, p. 20).

" Cari Sauer y Donald Brand, Aztatlán: PrehistoricMexican Frontier of the Pacific Coast e I. Kelly, "Ceramicprovinces of Northwest México", en IV Reunión de

Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología.17 Gordon Ekholm, Excavations at Gttasave, Sinaloa,

México, vol. 38.18 I. Kelly, Excavations at Cnliacán, Sinaloa." Joseph B. Mountjoy, Proyecto Tomatlán de salva-

mento arqueológico. Fondo etnobistórico j arqueológico.Desarrollo del proyecto. Estudios de la superficie y J. B.Mountjoy, "El desarrollo de la cultura Aztatlán vistodesde su frontera suroeste", en Federica Sodi Miranda,coord., Mesoamerica y norte de México. Siglo IX-XII, t. 2.

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20 Ana María Álvarez Palma, Huatabampo: conside-raciones sobre una comunidad agrícola prehispánica enel sur de Sonora, México.

21 Ch. J. Kelley y H. D. Winters, "A revisión of thearchaeological sequence in Sinaloa, México", en op. a'/.;Jaime Ganot y Alejandro Peschard, "El Posclásico tem-prano en el estado de Durango", en F. Sodi, op. cit.

22 J. B. Mountjoy, "El desarrollo de la culturaAztatlán visto desde su frontera suroeste", en op. cit.

23 L. A. Grave Tirado et al., op. cit.24 Juan Rodrigo Esparza López, Aplicación de las téc-

nicas nucleares PIXE j NAA para el estudio de las rutas decomercio de la obsidiana en Tierra Caliente, Michoacán.

25 B. Braniff, "A propósito del Ulama en el norte deMéxico", en Arqueología 3 y J. B. Mountjoy, "Recursoscosteros del occidente y su papel en el desarrollo de lacultura prehispánica: los moluscos", en Ricardo ÁvilaPalafox, coord., El occidente de México en el tiempo.Aproximaciones a su definición cultural.

26 Cf. ídem.21 "Un gran número de arqueólogos hoy día están

de acuerdo en que las sociedades pueden verse altera-das no sólo por presiones políticas y económicas degrupos vecinos, sino también por ideas que han toma-do prestadas de sociedades adyacentes, hasta el puntode que la cultura que las recibe puede desarrollarse deuna manera muy diferente a como lo hubiera hecho sino hubiera recibido esos estímulos externos" (BruceTrigger, Historia del pensamiento arqueológico, p. 309).

28 Ch. J. Kelley y H. D. Winters, "A revisión of thearchaeological sequence in Sinaloa, México", en op. cit.,p. 560 y B. Bell, "Archaeology of Nayarit, Jalisco andColima", en op. cit., p. 750.

29 Clement W Meighan, "Archaeology of Sinaloa",en Handbook of Middle American Indians, vol. 11, p. 761.

30 Kelly, 1941, G. Ekholm, op. cit.31 Cf. Christian Duverger, "Evidencias de la presen-

cia náhuatl en el occidente de México durante el Clási-co y Posclásico", en Ricardo Ávila Palafox, coord., Eloccidente de México en el tiempo. Aproximaciones a su

definición cultural.32 J. Richard Shenkel, "Quantitative analysis and

population estimares of the shell mounds of the Ma-rismas Nacionales, West México", en op. cit., p. 62.

33 Cf. Ch. J. Kelley y H. D. Winters, "A revisión ofthe archaeological sequence in Sinaloa, México", en op.cit.

34 Joaquín García Icazbalceta, Colección de documen-tos para la historia de México.

35 Ch. Duverger, "Evidencias de la presencia náhuaden el occidente de México durante el Clásico y Pos-clásico", en op. cit.

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