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EUGENIO MARÍA DE HOSTOS SOBRE LA EDUCACIÓN LIBERADORA PARA LA FORMACIÓN DEL SER HUMANO, EL PATRIOTA Y EL CIUDADANO. Ángel R. Villarini Jusino, Ph. D. Universidad de Puerto Rico Organización para el Fomento del Desarrollo del Pensamiento “Sea posible o imposible la patria americana, yo soy un patriota americano, que guiado por el amor a la justicia y aspirando a la absoluta imparcialidad, estudia en la carne viva de estas sociedades el secreto de su vida pasada, presente o venidera, para morir seguro de que alboreará para la humanidad el día de una nueva civilización, y de que ese día tiene por puerto el continente en que se funden todas las razas y todas las ideas.” Mi viaje al Sur, Eugenio María de Hostos Hace 110 años regresó Eugenio María de Hostos a Mayagüez, su cuna natal; permaneció allí hasta su partida para la República Dominicana el 5 de enero de 1900, donde morirá el 14 de agosto de 1903. Durante un período de menos de un año, Hostos llevó a cabo en Mayagüez, en el marco de la estrategia política de la Liga de los Patriotas, cuatro actividades de educación popular y escolar. Primero, un ciclo de conferencias públicas sobre principios del gobierno republicano y democrático, celebradas en el Ayuntamiento de Mayagüez; segundo una serie de artículos de prensa, publicados en Ponce, en los que, ante el hecho consumado de la invasión y el subsiguiente proceso de americanización, defenderá la estrategia del plebiscito como forma de salvaguardar la dignidad y soberanía del pueblo puertorriqueño. Tercero unas conferencias y clases nocturnas 1

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EUGENIO MARÍA DE HOSTOS SOBRE LA EDUCACIÓN LIBERADORA PARA LA FORMACIÓN DEL

SER HUMANO, EL PATRIOTA Y EL CIUDADANO.

Ángel R. Villarini Jusino, Ph. D.Universidad de Puerto Rico

Organización para el Fomento del Desarrollo del Pensamiento

“Sea posible o imposible la patria americana, yo soy un patriota americano, que guiado por el amor a la justicia y aspirando a la absoluta imparcialidad, estudia en la carne viva de estas sociedades el secreto de su vida pasada, presente o venidera, para morir seguro de que alboreará para la humanidad el día de una nueva civilización, y de que ese día tiene por puerto el continente en que se funden todas las razas y todas las ideas.”Mi viaje al Sur, Eugenio María de Hostos

Hace 110 años regresó Eugenio María de Hostos a Mayagüez, su cuna natal; permaneció allí hasta su partida para la República Dominicana el 5 de enero de 1900, donde morirá el 14 de agosto de 1903. Durante un período de menos de un año, Hostos llevó a cabo en Mayagüez, en el marco de la estrategia política de la Liga de los Patriotas, cuatro actividades de educación popular y escolar. Primero, un ciclo de conferencias públicas sobre principios del gobierno republicano y democrático, celebradas en el Ayuntamiento de Mayagüez; segundo una serie de artículos de prensa, publicados en Ponce, en los que, ante el hecho consumado de la invasión y el subsiguiente proceso de americanización, defenderá la estrategia del plebiscito como forma de salvaguardar la dignidad y soberanía del pueblo puertorriqueño. Tercero unas conferencias y clases nocturnas para obreros y finalmente, la fundación del Instituto Municipal de Educación, en el que plasmará sus ideas pedagógicas (Villarini, 2009)

El Instituto Municipal de Educación de Mayagüez

El Instituto Municipal de Educación de Mayagüez fue establecido conjuntamente con el programa de conferencias públicas y debe haber comenzado a funcionar, en la antigua Estación Agronómica, cercana al puente Balboa, alrededor del 7 de abril de 1899. Para esta fecha ya cuenta con unos catorce alumnos divididos en dos secciones. De éstos, cinco estudiaban gratuitamente. Los hijos de Hostos, Eugenio Carlos y Bayoán le ayudaban con las clases. (Villarini, 2003, 2009)

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En marzo de 1899 en un escrito titulado “El Instituto Municipal de Mayagüez” Hostos había descrito los propósitos y programa del Instituto. El fin de la reforma educativa que se emprende con el Instituto Municipal y, por ende, del plan de estudios es “la formación de hombres, de patriotas y de ciudadanos”. De aquí que la reforma de la enseñanza implique, en primer lugar, un fin social: “Ha de tener un fin humano, un fin nacional y un fin civil; formar hombres para la humanidad; patriotas para la humanidad; ciudadanos para el ejercicio del derecho, para el cumplimiento del deber, para la práctica del gobierno, para el progreso de la civilización.” (Hostos, 2001)

Obsérvese lo que se pretende con el Instituto; contrario a la que en alguna medida tenemos hoy día, la escuela en la que creía y construía Hostos en Mayagüez, no perdía de vista ni por un segundo su fin trascendental, ético y político, que le otorgaba pleno sentido: la formación de “hombres”, de patriotas y de ciudadanos. Desde esta perspectiva la obra educativa de Hostos se enmarca en un proyecto político-educativo de emancipación humana colectiva y personal. Decía Martí: “Hombres haga quien quiera hacer pueblos”. Esta es precisamente la misión fundamental de la educación, ayudar a desarrollar a la persona, como hombre, ciudadano y patriota, que dará a la comunidad su particular carácter.

La pedagogía, como nos enseñara Hostos, es ciencia y arte, es decir, un saber explicativo o interpretativo y constructivo. La finalidad última de la pedagogía es práctica; construir sistemas, medios, instrumentos que promuevan de forma deliberada determinados desarrollos humanos requeridos para el logro de ciertos fines. A partir de la concepción racional-instrumental de la educación en la modernidad, se darán tres tendencias en conflicto en la elaboración de una teoría-práctica de la educación o pedagogía en tanto actividad deliberada de formación humana. (Villarini, 2007)

Primero, la que busca reducir la educación a lo instrumental en términos de la producción de subjetividades económico-políticas: el ciudadano-elector-trabajador, construido desde la escuela, como instancia del Estado al servicio del mercado de trabajo, “dotado” de los conocimientos, destrezas y valores que lo cualifican a través de la instrucción. Aquí la escuela se organiza según el modelo fabril para el cual prepara. Sobre la base de esta experiencia histórica de las sociedades burocrática y tecnológicamente avanzadas, las teorías conductistas de la formación dominarán el escenario educativo.

Segunda, la que previniendo contra los males del especialismo y del modelo industrial, ve lo instrumental como sólo un momento o aspecto de lo educativo e insisten en entender la práctica en el sentido clásico de formación y no de mera instrumentación. Se trata de frenar y compensar la producción de meras subjetividades económicas, el especialismo, como nueva forma de barbarie, con una cultura humanista o general, que ayude a formar a un ser humano integral. Este será el terreno de lucha, sobre todo en aquellas sociedades con una amplia

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clase media y de sectores profesionales liberales, para la construcción en psicología y educación de teorías humanistas sobre la formación.

Tercera, la que va más allá de la mera instrumentación y formación y concibe la educación como acto ético-político de liberación, tanto personal como social. Se trata de ayudar a construir un sujeto reflexivo, crítico, creador, autónomo y solidario que se dé a la tarea de la auto-transformación personal y social como aspectos inseparables de un mismo proceso de lucha contra las formas sociales de injusticia, violencia, explotación. Esta es sobre todo la alternativa que brota de la experiencia de los pueblos o sectores del pueblo que viven en condiciones de opresión, como lo son el colonialismo o neocolonialismo.

Eugenio María de Hostos se ubica en este tercer grupo; con él adquiere constitución cabal una teoría-práctica de la educación de carácter humanista crítico y emancipador, que Pablo Freire bautizará casi un siglo después, como pedagogía de la liberación:

“Pedagogía que haga de la opresión y sus causas el objeto de reflexión de los oprimidos, de lo que resultará el compromiso necesario para su lucha por la liberación….tendrá, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero, en el que los oprimidos van descubriendo el mundo de la opresión y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación y, el segundo, en que una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en permanente liberación. En cualquiera de estos momentos, será siempre la acción profunda a través de la cual se enfrentará culturalmente, la cultura de la dominación.” (Freire, 1994)

Para Hostos la civilización es “confiscación”, el desarrollo de un nivel superior de la conciencia; “el vencimiento de la fatalidad por la libertad; el dominio de la fuerza por la inteligencia; apropiación de los agentes naturales por agentes científicos y económicos; aprovechamiento de todo para mayor bien de todos; desarrollo tal de la razón que cada vez haga más dueño de sí mismo al hombre” (Hostos, 2000)

En resumen: en la tradición de educación liberadora que va de Eugenio María de Hostos a Pablo Freire, reconocemos tres fines que la definen (Villarini, 2008):

Primero la educación como instrumento de liberación política y social.

Segundo, la formación integral del ser humano como meta y contribución de la escuela a dicha liberación.

Tercero, el desarrollo de la razón y la formación de la conciencia, la concienciación, como tarea central de la escuela que busca promover el desarrollo humano y la liberación.

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La formación del hombre, del patriota y del ciudadano, que se pretendía con la creación del Instituto Municipal de Educación de Mayagüez, era un proceso de formación integral del ser humano pleno por medio del desarrollo de la conciencia. La educación habría de ser humanista, patriótica y cívica (ciudadana).

La formación del ¨hombre¨ (ser humano): la educación humanista

Para Hostos el propósito esencial de la educación es “el formar hombres en toda la excelsa plenitud de la naturaleza humana.” (Hostos, 1992) Pero, ¿qué es aquello que nos hace plenamente humanos y que la escuela debe tener como razón de ser de sus afanes? Para Hostos lo característico de este pedazo de universo, de naturaleza, que es el ser humano, es que es universo, naturaleza consciente; materia espiritualizada. Consciente significa que el ser humano es capaz de percibir, sentir, pensar/conocer su vida y asumir frente a la misma una actitud voluntaria. El ser humano no sólo vive, no sólo es un ser de relación, sino que se vive en relación, puede asumir su vida, el conjunto de sus relaciones, como acto de sentimiento, de conciencia, de acción. Por eso llama Hostos al ser humano “obrero de la vida”. Dice al respecto:

“Para que el hombre fuera hombre, es decir, digno de realizar los fines de la vida, la naturaleza le dio conciencia de ella, capacidad de conocer su origen, sus elementos favorables y contrarios, su trascendencia y relaciones, su deber y su derecho, su libertad y su responsabilidad: capacidad de sentir y de amar lo que sintiera; capacidad de querer y realizar lo que quisiera; capacidad de perfeccionarse y de mejorar por sí mismo las condiciones de su ser y por si mismo elevar el ideal de su existencia.” (Hostos, 1939)

Para Hostos la vida buena es la vida plena que consiste en vivir en paz y armonía con uno mismo, con los otros, con la naturaleza y con el universo. La armonía se hace posible cuando las relaciones que nos ligan a nosotros mismos, los otros, la naturaleza y el universo se basan en la dignidad y la solidaridad, es decir, en el libre despliegue de las potencialidades y capacidades de todo ser de modo que pueda realizar el propósito de su existencia. En este sentido el bien es el perfeccionamiento de la vida, su liberación; el mal es la degeneración de la vida, su opresión.

La moral es para Hostos la constante lucha por el establecimiento de este orden de plenitud y la conciencia es el órgano de su posible realización, es decir del perfeccionamiento humano. La moral es constitutiva y constituyente de lo humano; sólo en la relación y en la actividad moral alcanza el ser humano su plena humanidad, su perfección. Nuestra naturaleza, dice Hostos, “nos llama con toda la fuerza de su objeto y fines a cumplir con ella” (Hostos, 1939). Pero para ello debe conocer las relaciones en las que se encuentra y a través de las cuales se perfecciona. Ese conocimiento quien mejor puede brindarlo es la ciencia. La

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moral es por ello con-ciencia, como lo dice Hostos. Sólo si existe ese órgano existe la moral y el carácter de la moral, su fortaleza o debilidad está en directa proporción con la de este órgano. Por eso la educación de la conciencia se convierte en la principal finalidad del proceso educativo: “Este deber de educar la conciencia individual es, en definitiva, el deber por excelencia. Con efecto: sólo favoreciendo con el mayor cuidado y con la mayor docilidad y con la buena fe más pura, esa fuerza que nace de las que juntas tienen la razón, la sensibilidad y la voluntad; sólo desarrollando esa fuerza puede el hombre ser hombre verdadero.” (Hostos, 1999)

Desde la perspectiva que venimos analizando, la educación formal adquiere un nuevo fundamento, se convierte en un empresa moral, en la empresa de ayudar a crear esa conciencia de las relaciones en las que estamos y de a actuar en conformidad con ellas. Cuando Hostos hablaba de la educación científica se refería pues a una empresa de formar seres humanos integrales e integrados a la totalidad del universo.

Hoy día en nuestro sistema educativo se da sobre todo prioridad a la enseñanza de las ciencias naturales. Pero se hace con propósitos fundamentalmente instrumentales, es decir para el mundo del trabajo y la competitividad. Hostos también privilegiaba el estudio de la naturaleza. Pero la naturaleza es para Hostos el conjunto de lo real, del orden universal que va desde la materia orgánica hasta la materia consciente o espiritualizada que llamamos ser humano. Por eso subraya que “la ciencia comprende todos los objetos de conocimiento positivo e hipotético, desde la materia en sus varias formas, transformaciones, fines necesidades y relaciones, hasta el espíritu en sus múltiples aptitudes, deberes, derechos, leyes, finalidad y progresión …. Desde las leyes que rigen el universo físico hasta las que rigen el mundo moral.” (Hostos, 1939)

De la educación científica de todos los seres racionales esperaba Hostos el desarrollo de la conciencia individual y social en el que funda la “esperanza de un progreso más armónico y de una civilización más racional.” La educación es por ende el proceso de volvernos conscientes de las relaciones en las que estamos, de asumirlas, consciente y voluntariamente, para actuar en conformidad con ellas. En una nueva educación así entendida estaría basada la nueva humanidad. La ciencia nos daría conocimiento sobre las leyes de la naturaleza, de la sociedad y del individuo, es decir nos da a conocer la relación en que estamos con esas realidades, de modo que actuemos en conformidad con dichas leyes y de ese modo podamos realizar plenamente los propósitos de nuestra existencia.

Ahora bien, el propósito de la existencia humana, la plenitud de armonía como acto de conciencia, sólo es alcanzable en el largo proceso histórico de la

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Humanidad. Sólo como parte de ese “sujeto histórico”, insertándose como eslabón de una cadena de desarrollo, puede cada persona individual alcanzar su humanidad concreta y particular y contribuir a la de la Humanidad en general. En este sentido la escuela, en tanto escuela humanista, prepara soldados para la realización del Ideal de la Humanidad. Como lo expresa en su discurso “El propósito de la Normal” (Hostos, 1992):

“La vida es una disonancia, y nos pide que aprendamos, gimiendo, llorando, trabajando, perfeccionándonos, a concertar en una armonía superior... las notas continuamente discordantes que, en las evoluciones individuales, nacionales y universales del hombre por el espacio y por el tiempo, lanza a cada momento la lira de las mil cuerdas que, con el nombre de historia solloza o canta, alaba o increpa…. los actos de la Humanidad en todas las esferas de la acción, orgánica, moral e intelectual que hacen de ella un segundo creador y una creación continua.”

Somos humanidad, ser genérico, en un doble sentido; primero, porque la humanidad del individuo está contenida en él sólo como posibilidad que se actualiza en la asociación, como lo son la familia o el pueblo. Segundo, porque la humanidad plena el individuo sólo la consigue a partir de la especie humana de la que es parte. La Humanidad es para Hostos “un ser colectivo, activo productor de un orden invariable y natural, en cuanto sometido a leyes invariables de la naturaleza”; una Humanidad que vive, siente y progresa en el tiempo y el espacio, pero que es en su naturaleza esencial, en sus necesidades y capacidades, igual en todos los tiempos y lugares, es decir naturaleza consciente (Hostos, 1989).

Los individuos y los pueblos que vienen a existencia a través de latitudes y épocas tienen que entenderse como partes de ese proceso más amplio que los trasciende, que es el del desarrollo de la Humanidad. La Humanidad es pues, nuestra segunda naturaleza, dice Hostos (1992) al respecto:

“Siendo la Humanidad la eterna madre278 de cuyo seno nos levantamos a la vida y sobre cuyo seno nos reclinamos en la muerte, toda su obra es nuestra obra, todo su pensamiento es pensamiento nuestro,279 todos sus afectos son nuestros afectos, todas las formas de su fe son transformaciones de la nuestra,281 todas sus responsabilidades son las nuestras y debemos responder de todos sus esfuerzos por construir sobre el mundo28 volcánico que habita, el mundo281 ideal que ha concebido.” Por ello afirma Hostos que “el hombre que vivamente siente la gratitud que a la Humanidad debemos por sus incesantes beneficios es el más humano” (Hostos, 2000)

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Para Hostos, que en este tema sigue a Karl Krause y a Sanz del Río, 1 es necesario ver el proceso de desarrollo humano como ocurriendo simultáneamente en tres tiempos, el corto plazo de la persona, el mediano de los pueblos y el largo de la Humanidad. El del individuo se enmarca en el de los pueblos y la Humanidad; por ello tanto pueblo como humanidad son, al igual que la naturaleza física, seno materno. Pero a la vez la humanidad se desarrolla por medio de individuos y los pueblos. La escuela tiene como su meta principal contribuir al desarrollo de la Humanidad trabajando en el desarrollo de la conciencia de los educandos en cuanto partes de la Humanidad y de la forma concreta de ésta que son los pueblos.

La formación del ¨patriota¨: la educación patriótica

Nuestra humanidad (nuestra condición de hombres), sólo es posible en el seno de un hábitat y de una comunidad de cuyo regazo surgimos, nos desarrollamos y nos sostenemos. La identidad nacional es la forma concreta en que vivimos colectivamente nuestra humanidad, como la personalidad es la forma concreta individual de hacerlo. La patria es para Hostos la “madre-alma”, (Hostos, 1992), queriendo decir con ello que si físicamente venimos a existencia y nos formamos 1 Krause, Karl (1985) El ideal de la Humanidad para la vida. Editorial Orbis: Barcelona. A partir de Kant y Herder, en el lugar del espíritu hegeliano, pone Krause la Humanidad. Ella es el sujeto de la Historia Universal, lo que en ella realiza y se realiza. Para Krause, “la historia humana sería el progreso de un ser y vida original, que siguiendo su ley interior se desenvuelve con medida en crecimientos graduales, abrazando cada uno al menos perfecto precedente hasta el último, que abrace todos los anteriores.” Esta idea fundamental de la Humanidad es, según Krause, “en la que todos como hombres y pueblos nos reunimos, la que a todos nos liga con lazo indisoluble” En esta idea común y en su ley histórica encuentran las sociedades humanas, desde el todo hasta el individuo. El sentido positivo de su historia pasada, e indicaciones siempre nuevas y perentorias para el porvenir. Para Krause “La naturaleza humana es la misma en todos los tiempos; pero la reunión de hombres y pueblos en sociedades superiores y más orgánicas, sólo se obra por grados y en sucesivos desenvolvimientos. El cumplimiento de estos últimos fines humanos no debemos esperarlo de las primeras edades; pero sí debemos esperar encontrar en todas conatos hacia este fin en individuos aislados y en familias y pueblos, con el presentimiento del destino último humano, y que sólo bajo este presentimiento son hoy explicables.” Reconocer, pues, lo que hay de sano y útil en estos ensayos de los pueblos y de tantos nobles hombres, determinar su relación con la idea eterna de la humanidad y con las leyes en esta idea contenidas; indagar lo que hoy en día toca hacer para la realización de esta ley y de nuestro común destino, y cómo hemos de anudar nuestra obra a la obra de los pasados tiempos, ésta es hoy nuestra más alta misión, y nuestro deber histórico; sólo en esta base e intención común adquieren todas las obras de nuestro tiempo vivo sentido, dirección cierta y estabilidad”. El sentido de trascendencia de Hostos, como queda claro en su discurso en la Escuela Normal, se expresa sobre todo en este “ ideal” de la Humanidad, que él intenta despojar de los residuos religiosos, teológicos y metafísicos que todavía mantienen en Krause y Comte. Esta concepción engendra en Hostos un optimismo y una hermenéutica desde la cual entender el proceso histórico, evaluar la sociopatía o el progreso de los pueblos, y con ello dar sentido a su obrar.

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en el seno de una madre biológica, espiritualmente nos hacemos personas en el seno de una patria. Al decir de nuestro Hostos: “Amamos la patria porque es un punto de partida. La vida es un viaje; la razón no sabría encontrar el punto de partida si no fuera por el terruño cuya imagen atrayente vemos por todas partes”. Esto significa que es parte de nuestro sentido de trascendencia, de nuestra capacidad para sentirnos parte de algo más allá de un aquí y un ahora, al que le debemos en gran medida lo que somos, del cual nos sentimos orgullosos y hacia el cual actuamos con respeto y gratitud. Algo que nos trasciende y a partir de lo cual nuestra vida cobra sentido de propósito y dirección (Villarini, 2005).

Cuando Hostos nos recuerda que la patria es un punto se refiere pues al hecho de que la personalidad individual se constituye a partir de la experiencia de la vida en una comunidad natural, étnica, cultural, histórica y política, que constituye el sustrato a partir del cual nacemos, nos nutrimos, nos sostenemos y nos diferenciamos, es decir, nos hacemos personas, tanto en el sentido individual como colectivo.

Pero la frase de Hostos tiene que interpretarse también en el sentido de la hermenéutica: somos seres de tradiciones, es desde una comunidad cultural y una tradición que constituyen nuestro horizonte de pre-juicios, desde la cual se nos abre el mundo, lo entendemos y con ello nos entendemos a nosotros mismos.

El patriotismo es, en primer lugar, sentimiento y, añade Hostos, “sentir mucho por la patria es trabajar mucho con el corazón por ello”. Es por ello “voluntad que se consagra al bien de una patria”; es “el deber de trabajar asidua y concienzudamente, en cuerpo y alma, con músculos y nervios, con razón y sentimiento, y con toda fuerza de la conciencia por el más alto desarrollo posible de la patria nacional.” Desarrollo, precisa Hostos, que no es otra cosa que el mejoramiento de las condiciones generales de la vida social (Hostos, 2000)

Hostos se esfuerza por distanciarse tanto de los falsos cosmopolitismos como patriotismos o de los intentos de oponer el uno al otro; sin que ello implique negar las dificultades que presenta el conciliar nuestros deberes como patriotas con nuestros deberes como hombres.

Para él la patria constituye nuestra forma concreta de Humanidad. “Cuanto más fuerte sea nuestro patriotismo, tanto más concienzuda será nuestra subordinación al más vasto interés de la humanidad”. Por ello critica a aquellos “que, so color de que la patria de los hombres es el mundo, se desentienden de la patria, dicen que para ser ciudadanos del mundo.” Cosmopolita, añade, no es el hombre que falta al deber de realizar los fines que la patria impone, sino el que, después de realizarlos o de batallar por realizarlos, se reconoce hermano de los hombres, y se impone el

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deber que reconoce de extender los beneficios de su esfuerzo a cualesquiera hombres en cualquier espacio y tiempo. “Cosmopolita es el patriota en toda patria”. (Hostos, 2000).

Por otro lado, Hostos critica las ideas erróneas de la tradición acerca del patriotismo como sacrificio del derecho personal o de la Humanidad en aras de un interés territorial. Ese “patriotismo de tradición”, añade, encarcela el espíritu humano en un límite geográfico, en una aspiración etnológica, en un exclusivismo, producto de las coacciones del alma, de violencias de conciencia, de esfuerzos contra las expansiones del espíritu; de vanagloria; adoración fetichista de un pedazo de tierra, torpemente tenido por el más perfecto.

Pero a la vez reconoce y defiende la esencia racional de dicho patriotismo. Dice al respecto:

“Esa idea de la patria no puede, pues, ser incompatible con la patria real que ocupamos, que, como a nuestra segunda madre veneramos, en donde vivieron nuestros progenitores, en donde viven sus recuerdos, su trabajo, sus dolores, sus glorias, sus grandezas. No es incompatible, con el derecho de defensa cuando la fuerza exterior venga a robárnosla, o la tutela histórica se haga indefinida e insoportable, ni con la genialidad particular que nos dé nuestro organismo físico, moral e intelectual, ni con la tradición, que, siendo pura y humana, es contemporánea de todos los siglos y de todos los progresos. No es «incompatible con el amor del suelo nativo, porque no por extender los límites y la acción de los derechos se borra el pasado honroso, que es el que consagra los lugares; ni la personalidad nacional, que, como la muerte en el organismo individual, es un hecho involuntario, sino que poniendo en comunión con otras comarcas otras personalidades nacionales, otras actividades, las nuestras se hacen más fuertes, por hacer a otras vidas solidarias de su vida.” (Hostos, 1992)

A partir de Hostos, entendemos que el patriotismo, en cuanto valor, deber y virtud, descansa en una identificación cognoscitiva, emocional y volitiva de amor, gratitud, respeto y servicio a una patria. Esa identificación se construye como interpretación y síntesis de cinco experiencias que la educación debe ayudar a provocar y convertir en objeto de reflexión y aprecio:

Primero, interpretarse y sentirse como surgido de una geografía, de una tierra, de un paisaje, de un espacio físico, que se proyecta como extensión del hogar; el terruño; la madre tierra. El terruño es aquel pedazo de tierra que sostiene nuestra vida, nuestro “ecos” o nicho vital. La patria es por ende, en primer lugar, el suelo, la raíz sobre la que nos elaboramos; elaboración esa que a su vez se convierte en suelo para nuevas elaboraciones. Es el punto de partida, al cual se retorna física y mentalmente una y otra vez; del que se vive enamorado por su naturaleza y paisaje; el lugar que se guarda en la imaginación; que se conoce y valora por encima de cualquier otro; que se respeta y no se vende. Esa vinculación al terruño

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base de la construcción de la identidad no surge del mero haber nacido en una determinada geografía; no se trata tanto de un estado físico sino mental que brota de las experiencias en la niñez por las cuales nos fuimos asociando a un hábitat u hogar que forma parte de nosotros. El espacio de la patria es por ende, más que el espacio de una geografía física, el de una vivencia; es más un espacio imaginario y emocional que real.

Cuando viví durante varios años en los Estados Unidos me maravilló el conocer hijos de puertorriqueños nacidos en los Estados Unidos que me hablaban de Puerto Rico, de sus playas, montañas y ríos con un entusiasmo y brillo que traslucía en sus y palabras como si le cantaran al paisaje que observaban o como si hubieran nacido y vivido allí. Y es que desde niños sus padres puertorriqueños les habían trasmitido la vivencia del terruño a través de sus cuentos y canciones. Literalmente los puertorriqueños embriagados de nuestra naturaleza cargamos con nuestras arenas mentales a cualquier parte del mundo, algo así como el judío errante las de su Jerusalén. Sobre esas arenas mentales, que son como vivencias del terruño se construye lo puertorriqueño en cualquier lugar del mundo; como lo expresa poéticamente José Gautier Benítez (1851-1879):

Puerto Rico, patria mía,la de blancos almenaresla de los verdes palmares,la de la extensa bahía;¡Qué hermosa estás en las brumasdel mar que tu playa azota,como una blanca gaviotadormida entre las espumas!En vano, patria sin calmamuy lejos de ti, suspiro;yo siempre, siempre te mirocon los ojos de mi alma;En vano me trajo Diosa un suelo extraño y distante;en vano está el mar de Atlante

interpuesto entre los dos;En vano se alzan los montescon su manto de neblina;en vano pardas colinasme cierran los horizontes;Con un cariño profundoen ti la mirada fijo:¡Para el amor de tu hijono hay distancias en el mundo!Y brotas a mi deseo como espléndido miraje,ornada con el ropajedel amor con que te veo.

Este sentimiento por el terruño, como rasgo de la puertorriqueñidad, tiene su origen histórico en aquellos que en el siglo XIX, a pesar de ser ciudadanos españoles, entraron en conflicto de intereses con la metrópolis y se dieron cuenta,

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por el trato de segunda categoría que sufrían por el hecho de haber nacido en otra geografía, que eran distintos a los españoles. Sobre este sentir y esta experiencia, en gran medida, autonomistas e independentistas construyeron sus programas políticos en defensa del terruño, primero frente a España y luego frente a los Estados Unidos.

Segundo, el patriotismo implica el interpretarse como miembro de una colectividad humana que llamamos “mi gente” lo que algunos llaman “la raza”, queriendo significar con ello una “población” que habita la tierra y que en interacción con la misma se va desarrollando, organizando y definiendo culturalmente, es decir haciéndose gente, pueblo. Una población humana que se hace pueblo a partir de las necesidades compartidas e intereses comunes, que se satisfacen por medio del trabajo la cooperación y el intercambio.

Las masas de indios repartidos en encomiendas, de negros esclavizados, y, sobre todo, de jibaros atados a la libreta del jornal o al salario mísero, ese es el pueblo de cuyo trabajo salió nuestro Puerto Rico. A ese pueblo que trabajó la tierra y la transformó para hacer de ella una patria, lo reconocemos también como “pater” del que surgimos y nos sostiene, pues sobre su trabajo y obra nos levantamos nosotros. Como lo poetizó Juan Antonio Corretjer (1908-1985):

Gloria a esas manos aborígenes porque trabajaban.Gloria a esas manos negras porque trabajaban.Gloria a esas manos blancas porque trabajaban.De entre esas manos indias, negras, blancas,de entre esas manos nos salió la patria.Gloria a las manos que la mina excavaran.Gloria a las manos que el ganado cuidaran.Gloria a las manos que el tabaco, que la caña y el café sembraran.Gloria a las manos que los pastos talaran.Gloria a las manos que los bosques clarearan.Gloria a las manos que los ríos y los caños y los mares bogaran.Gloria a las manos que los caminos trabajaran.Gloria a las manos que las casas levantaran.Gloria a las manos que las ruedas giraran.Gloria a las manos que las carreteras y los coches llevaran.Gloria a las manos que las mulas y caballos ensillaran y desensillaran.Gloria a las manos que los hatos de cabras pastaran.Gloria a las manos que cuidaron de las piaras.Gloria a las manos que las gallinas, los pavos y los patos criaran.Gloria a todas las manos de todos los hombres y mujeres que trabajaron.

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Porque ellas la patria amasaron.Y gloria a las manos, a todas las manos que hoy trabajanporque ellas construyen y saldrá de ellas la nueva patria liberada.¡La patria de todas las manos que trabajan!Para ellas y para su patria, ¡Alabanza!, ¡Alabanza!

Tercero, el patriotismo es el conocimiento y la identificación con esa segunda “naturaleza”, que sobre la base de la primera va construyendo la población, que con ello deviene pueblo, por medio de su trabajo y que da lugar a formas de pensar, apreciar y transformar la realidad, que quedan expresadas en costumbres y productos y que llamamos cultura. Producción por medio de la cual dicho pueblo se construye a sí mismo dotándose de una peculiar identidad. Como parte de esa cultura se construye una visión estética y ética de mundo que dan sentido a la vida; de modo que por encima del sobrevivir, nos empeñamos en alcanzar la buena vida y la vida buena.

La cultura negocia la relación con la realidad convirtiéndose así en la perspectiva cognitiva y afectiva desde la cual vivimos, es decir, tomamos conciencia de qué somos. Juan Pablo II escribió al respecto:

“En cualquier caso, ser hombre significa necesariamente existir en una determinada cultura. Cada persona está marcada por la cultura que respira a través de la familia y los grupos humanos con los que entra en contacto, por medio de los procesos educativos y las influencias ambientales más diversas y de la misma relación fundamental que tiene con el territorio en el que vive. En todo esto no hay ningún determinismo, sino una constante dialéctica entre la fuerza de los condicionamientos y el dinamismo de la libertad.

La acogida de la propia cultura como elemento configurador de la personalidad, especialmente en la primera fase del crecimiento, es un dato de experiencia universal, cuya importancia no se debe infravalorar. Sin este enraizamiento en un humus definido, la persona misma correría el riesgo de verse expuesta, en edad aún temprana, a un exceso de estímulos contrastantes que no ayudarían al desarrollo sereno y equilibrado. Sobre la base de esta relación fundamental con los propios «orígenes» —a nivel familiar, pero también territorial, social y cultural— es donde se desarrolla en las personas el sentido de la «patria», y la cultura tiende a asumir, unas veces más y otras menos, una configuración «nacional».

Se trata de un proceso natural en el cual las instancias sociológicas y psicológicas actúan entre sí, con efectos normalmente positivos y constructivos. El amor patriótico es, por eso, un valor a cultivar, pero sin restricciones de espíritu, amando juntos a toda la familia humana y evitando las manifestaciones patológicas que se

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dan cuando el sentido de pertenencia asume tonos de autoexaltación y de exclusión de la diversidad, desarrollándose en formas nacionalistas, racistas y xenófobas.” (Juan Pablo II, 2000)

Cuarto, patriota es la persona que se reconoce como parte de una historia de vida colectiva de cuyo proceso es resultado. Historia que se refiere no sólo a lo ocurrido sino también a la interpretación o memoria construida, como surcos de experiencias que marcan su vida. La historia así entendida es la sustancia de la que estamos hechos; si ella se borra se borra nuestra identidad. Así como las personas, así los pueblos, sólo existen en la medida en que contienen y mantienen viva en su memoria la historia de su devenir en el tiempo. Los pueblos sólo se conocen y reconocen en la medida en que construyen el texto de su historia.

Finalmente, la identidad patriótica se construye, cuando como resultado de todo lo anterior, el pueblo pasa del “ser en sí” al “ser para sí”, es decir, desarrolla conciencia de su identidad, se sabe pueblo, distinto a otros, con necesidades, intereses y valores, que le llevan a hacerse cargo de su propia vida mediante el desarrollo de un proyecto de soberanía; de construcción de un orden de leyes; de un Estado-nación. Por último, en su plena madurez la conciencia patriótica implica la construcción y compromiso de realización de un proyecto político emancipador. Proyecto mediante el cual un pueblo decide hacerse cargo de su vida, darse su propia ley, estar en auto-control de su vida, alcanzar su plena autonomía y soberanía, cuya máxima expresión es la independencia nacional.

En resumen, el patriotismo es sentirse, saberse, querer ser parte de una tierra, de un pueblo, de una historia, de una cultura y de un proyecto de nación soberana. Sobre ese suelo natural, étnico, cultural, histórico y político nuestra vida trasciende y nos sentimos parte de un proceso de lucha, por construir una mejor forma de humanidad, del que venimos, en el que estamos y al que vamos, y en cual debemos asumir nuestro puesto de combate.

Ahora bien, positivista crítico, estudioso de la realidad social, para Hostos la estrategia política supone un compromiso entre el ideal de patria acariciado y las fuerzas sociales que podrían realizarlo. Por eso insiste en que “El patriotismo (hablo orgullosamente del deber, no del sentimiento aparatoso y embustero), el patriotismo exige que se vea la realidad tal cual ha sido, tal cual tiene que ser y tal cual es.” (Hostos, 2001)

Se trata de que el análisis positivista no derive en mero oportunismo conformista o en extravío voluntarista. Para ello es necesario, primero, no perder de vista el ideal (”tal cual tiene que ser”) y el proceso histórico (“tal cual ha sido”) en términos de

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los cuales la realidad (“tal cual es”) debe ser examinada para descubrir en ella misma sus tendencias y posibilidades emancipatorias; segundo, una actitud de confianza, una fe crítica, en el pueblo y su liderato, de cuya actividad y fuerza podrán surgir nuevas posibilidades inéditas, el “inédito viable”; tercero trabajar en el desarrollo de su conciencia del pueblo de modo que orientada por los valores emancipatorios pueda tornarse en sujeto revolucionario y posibilitar con ello el inédito viable. Esta dialéctica entre ideal y realidad obliga a una gran flexibilidad en las estrategias políticas y educativas. Por ello la educación humana y patriótica tiene que estar acompañada de la educación ciudadana democrática.

La formación del ciudadano: la educación cívica

Hacia fines del siglo XIX Hostos ve emerger con claridad el diseño imperialista de los Estados Unidos y la necesidad de construir una estrategia política adecuada frente al mismo para preservar la libertad de las naciones latinoamericanas:

“La previsión manda que veamos desde hoy lo que hemos de ver mañana, Y no hay en la historia moderna un solo ejemplo de vida más consciente encaminada al dominio del Continente que la del pueblo para quien desde la primera infancia se ha presentado como destino manifiesto la dirección, en todo caso, la dominación, en caso necesario, de los pueblos que puedan coadyuvar al desarrollo de la Federación. Prever, que entre los casos de desarrollo y expansión de esa incontrastable fuerza continental, pueda llegar a ser uno la anexión forzada de cualquiera de las débiles naciones que la geografía ha puesto al acceso de la nación gigante, es ya un deber. Cumplir con el deber de prever la posibilidad del caso equivale a poner los medios para evitarlo, y no hay ningún otro medio, ninguno, que utilizar los recursos de civilización que, en la suya misma, ofrece el pueblo americano. Civilizarse a la americana es, pues, un recurso de salvación. Y para civilizarse a la americana es indispensable aprender a vivir el derecho a que ese pueblo ajusta su desarrollo.” (Hostos, 1939)

En el marco de este pronóstico y tesis, consumada la invasión de Puerto Rico Hostos funda con la Liga de los Patriotas una escuela de civismo para la democracia. Sobre los propósitos educativos de la Liga declara el propio Hostos:Compatriotas: La Liga de Patriotas, en cuyo nombre os hablo, se ha constituido con dos fines: uno, inmediato, que es el poner a nuestra madre Isla en condiciones de derecho; otro, mediato, que es el poner en actividad los medios que se necesitan para educar a un pueblo en la práctica de las libertades que han de servir a su vida, privada y pública, industrial y colectiva, económica y política, moral y material. Poner a Puerto Rico en condiciones de derecho, cuando aparentemente no ha sucedido otra cosa que un cambio del gobierno de hecho de España por el gobierno de hecho que ejerce la Unión Americana, parece difícil.

No lo es: la Constitución de los Estados Unidos, las tradiciones, las costumbres, el sólido cemento de justicia, equidad y libertad que sirven de base a esa potentísima

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Federación americana, todo nos da el uso del derecho general de abogar por la justicia y por el bien en nuestro suelo, y nos provee de cuantos derechos concretos sirven de recurso efectivo en la vida de esta sociedad.

Poner a Puerto Rico en condiciones de educarse a sí mismo y por sí mismo en las funciones de la vida sana y digna, tarea es de todo el porvenir, que el porvenir dirá si hemos sido por voluntad capaces de llevar a cima, como por entendimiento somos capaces de haberla concebido. Para salir de esta situación de hecho y entrar en una de derecho, la vía es obvia: los hijos de la patria la seguiremos necesariamente, porque también es única: es la vía del derecho constituido en ley.

Como se verá por los estatutos de la Liga y lo que luego hará en la República Dominicana a su regreso en 1900, Hostos intentaba un ambicioso proyecto de creación de un poder social, de organizar la sociedad, sin intermediario de los partidos para que directamente reclamen sus derechos, pero también para resolver los problemas sociales de alimentación, salud , producción, etc., Es como la declaración de un poder paralelo al Estado que la sociedad ejerce directamente ante de la incapacidad de éste y de los partidos políticos.

La idea de Hostos era que todo el pueblo se uniera para reclamar el respeto a nuestros derechos, educarnos sobre todo en los valores americanos, para que entonces fuéramos capaces de decidir nuestro destino. Era cuestión de darnos a respetar y ganar tiempo para organizarnos como pueblo. A través de un ambicioso plan educativo y social esperaba lograr esto, así la reforma educativa venía a sustituir a la política partidista. Esta estrategia implica establecer “una vasta institución de enseñanza” (Hostos, 2001)

La estrategia de la Liga pretendía lograr tres cosas en apariencia conflictivas.

1. Desde el Derecho: que el pueblo, o mejor, sus representantes exigieran la implantación de los derechos democráticos. Para esto se trataba de intervenir en el Congreso, escribir en la prensa, denunciar la situación ante el mundo, y educar a la ciudadanía más ilustrada.

2. Desde las necesidades sociales del país: aprovechar las instituciones norteamericanas para mejorar las condiciones de vida de los puertorriqueños y la infraestructura del país.

3. Desde la actividad educativa: aprovechando las nuevas libertades y la autonomía de los municipios crear una estructura social educativa que formara la personalidad puertorriqueña individual y colectiva.

Con la Liga de los Patriotas intentaba Hostos desarrollar una educación ciudadana para una “nueva manera” de hacer política, de concebir la organización del poder del pueblo. Refiriéndose a la política que practica la Liga de los Patriotas dice:

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“De ninguna manera es política que pueda seducir a los buscadores de poder o a los ansiosos de mando o a los disputadores de puestos. Es una política al revés de la enseñada por el coloniaje. En vez de encaminarla al poder político, se encamina al poder social; en vez de buscar el dominio de todos para uno, busca el dominio de cada uno por sí mismo; en vez de afanarse por fabricar partidos en el aire, se desvive por cimentar en la conciencia de la triste patria la noción de sus derechos, el conocimiento de sus deberes y el reconocimiento de sus responsabilidades. Con esa política sin poder, Puerto Rico tardará en llegar, pero llegará en seguro día, a asumir una personalidad que asombrará por lo digna, por lo firme, por lo concienzuda, al noble pueblo ante quien hoy se ventilan los intereses de los pueblos cedidos sin anuencia.” (Hostos, 2001)

Constituir este poder social, que Hostos opone al poder político, es decir al partidismo, es el “propósito social” de la Liga de los patriotas y consiste fundamentalmente en la educación de la conciencia moral y cívica del pueblo, “fortalecer la actividad particular y la actividad de asociación”, por medio de la educación informal y formal. Dice al respecto:

“Lo de que principalmente se trata en este instante de la vida del país, es ir preparándose para que la generación actual contribuya con sus esfuerzos al mejoramiento de sus hábitos y aumento de conocimientos; a que las generaciones posteriores se apoderen de todos los recursos que la libertad pone en manos del país. Para eso es indispensable establecer la instrucción pública en todos los grados y extensión, así para niños como para niñas, y tanto para los hombres como para la as mujeres.

Es indispensable aprontar y facilitar la práctica de las instituciones políticas, económicas, cívicas y culturales, que den a toda la población la aptitud, habilidad y espontaneidad necesaria para la vida activa , para el mejoramiento de la salud pública y para ejercitar la iniciativa que hay que forzosamente aplicar a todas las necesidades de la vida, así individual como social.” (Hostos, 2001)

El Artículo 5 de los estatutos de la Liga establece el objeto social del siguiente modo: “Organizar sobre cimientos de equidad, derecho, verdad y dignidad social, el trabajo, el gobierno, la educación pública, las creencias religiosas y la fuerza armada” (Ibid. 47)

En el marco de la estrategia de educar a los puertorriqueños en los conceptos y valores del gobierno republicano (es decir de promover lo que él llama el “americanismo”) de modo que valiéndose de estos mismos principios éstos pudieran exigir un trato no colonial a los Estados Unidos, en sus conferencias en

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Mayagüez Hostos promueve un republicanismo y democracia radical. Coincidiendo con la tradición que va de Thomas Jefferson a John Dewey, Hostos ve una relación consustancial entre democracia y educación. La soberanía del pueblo requiere la soberanía del individuo y en el ejercicio de ésta la adopción de una moral social. Dice al respecto en uno de sus artículos en torno al plebiscito, en palabras que tienen una gran pertinencia para los intentos actuales de educación ética y cívica:

“El poder social son las capacidades que tiene por naturaleza una nación, una provincia, un municipio… lo único que el Estado hace es funcionar con funciones del poder social... Las ejerce el Estado en representación y por delegación de la sociedad. De este modo, cuando la sociedad no está contenta con sus delegados les retira sus poderes y ella reasume su soberanía, es decir, la suma total de su poderes”

“Democracia en sus fines individuales, es absoluta autonomía de la persona humana, absoluta libertad en los derechos que le consagran, absoluta libertad para el trabajo que la emancipa. Entre otros fines sociales de la democracia son la mayor educación posible de los ciudadanos, la mayor moralidad posible en las funciones individuales y colectivas del derecho, la mayor igualdad posible en la distribución de los beneficios y gravámenes que resultan de la concentración de poderes y facultades del pueblo y de la sociedad en el Estado.”

Y no es que los partidos no sean importantes; por el contrario Hostos los ve como necesarios, expresión natural de la sociedad civil misma. Dice al respecto: “…no hay posibilidad de que el gobierno civil funcione con regularidad, mientras no haya partidos políticos que secunden la acción de las instituciones del Estado.” “Fundado el gobierno civil en la doctrina y en el hecho de la representación del poder social por delegados electivos de ellas, era y es indispensable que las opiniones relativas a los intereses sociales se presentaran en grupos representativos de esos intereses”. Lo que Hostos ataca es el funcionamiento actual de los partidos que no cumplen la función para la que nacieron: “De aquí la noción exacta de partido, y de aquí la condenación absoluta de los partidos personales, que no existen sino en las sociedades ignorantes, que empezando por ignorar los verdaderos intereses, concluyen por ignorar su dignidad, y andan siempre a caza de un jefe que les guíe, o se postran ante un ambicioso que reduce a sí mismo su partido”.

Como se ve lo que Hostos rechaza es el caciquismo o caudillismo que sustituye la representación social del poder social por la personal, el interés social por el del individuo. Pero la clave del ataque de Hostos a los partidos en PR es que no han

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sabido reivindicar la soberanía del pueblo y con ello se han anulado. Por eso el surgir de la Liga. Como lo explica en una de las reseñas de sus conferencias:

“Presentó la situación del país tal cual aparece, y mostró que en un país no dueño de sí mismo ni en aptitud de hacer efectivo su poder social, puesto que ni dispone de su soberanía, no hay medios efectivos de imponer la voluntad de la mayoría, que es en definitiva lo que constituye la fuerza de partidos de opinión. “¿De qué poder, preguntó, puede disponer una sociedad que ha perdido voluntariamente todo su poder social cuando no ha reivindicado en momento propicio su soberanía? No teniendo la sociedad ningún poder que delegar, ¿a qué poder podrá aspirar el partido que se disputa con otro la posesión del poder? Ni ayer, bajo los españoles; ni hoy bajo los americanos, tiene Puerto Rico ningún poder que dar, ni tienen los partidos ningún poder que disputarse. Mas ya que se disputan sombras de poder, veamos cómo se puede conseguir que haya partidos que correspondan a la situación actual de Puerto Rico; es decir, partidos que no disputen por un poder que no existe, sino por sacar para bien de Puerto Rico, el mejor partido posible de su azarosa situación.” (Hostos, 2001)

A mitad del ciclo de conferencias Hostos abordó el tema de la “escuela pública”. Defendió en sus conferencias las idea de que la escuela pública es una de las instituciones complementarias del régimen civil americano “De tal modo considera él que es profunda y fundamental la influencia de esa institución, que, mientras ella exista, él afirma que existirá la libertad fundada en el ejercicio del derecho, que es la libertad verdadera, tal como en los Estados Unidos se practica.” Estas palabras hacen claro que Hostos veía en la escuela un centro de educación y formación democrática que preparará al pueblo para el ejercicio de sus derechos. (Hostos, 2001)

Hoy día parece haberse generado, tanto en la teoría de los académicos como en la práctica de los movimientos sociales, el consenso de que lo que ha hecho crisis es la forma limitada en que se ha querido entender la democracia como ejercicio partidista electoral controlado desde los mecanicismos del Estado. Se multiplican pues las propuestas e iniciativas de nuevas formas de entender y practicar la democracia que expresan más adecuadamente su verdadero contenido ideal y sentido utópico.

El mismo Hostos proféticamente había advertido hace más de 100 años:

“Ninguna organización del Estado es ni puede ser definitiva, porque por encima de su organización está la vida social del que depende, y cuando llegue la hora en que la sociedad esté capacitada para un gobierno mejor que el que hoy ha llegado por observación y experiencias, el Estado tendrá que organizarse con

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arreglo a esa nueva capacidad. Por el momento, el máximum de desarrollo a que ha llegado la sociedad contemporánea, es el que permite organizar el estado democrático representativo; es decir, el Estado que corresponde a una democracia representativa.” (Hostos, 1989)

Y en otro lugar señala:

“¡Democracia! No profanéis las cosas santas. No os atreváis a convertir en palabra hueca, el concepto más alto de la vida política de los hombres en el mundo. La democracia no es una vaguedad que pueda aplicarse indistintamente a las sociedades que aspiran a constituirse en formas democráticas y a las formas embrionarias de gobierno popular. La democracia es una realidad patente, que procede del esfuerzo hecho por la especie humana para gobernarse conforme a la razón. La razón reconoce necesaria la libertad del ser humano en todas las evoluciones de su vida, y la libertad es un complejo de ciencia y de trabajo. (Hostos, 1992)

A partir de Hostos, sostenemos (Villarini 2009b) que la democracia, para la cual la educación cívica en la escuela debe contribuir a prepararnos, más que un régimen jurídico es:

• Una forma de constituir el poder (voluntad) colectivo, mediante su distribución igualitaria entre las personas que componen la comunidad, para conducir los asuntos comunales y sociales, para satisfacer necesidades, utilizar recursos y elevarse a un nivel superior de civilización.

• Una manera ideal de organizar las relaciones humanas en términos de autonomía, reciprocidad, justicia y solidaridad; que crea las condiciones que hacen posible el desarrollo pleno para todos; que reconcilia los dos valores más importantes de nuestra tradición: la libertad personal y la solidaridad comunal.

• Un espacio público de comunicación con un método racional para solucionar conflictos y disputas de cultura, valores y metas, a través del inquirir, el diálogo y la deliberación, que conduce a la construcción de un proyecto colectivo de vida.

La distribución igualitaria del poder es la característica fundamental de la democracia. De modo que toda lucha por la democracia entraña una denuncia de monopolio o distribución no igualitaria del poder y un reclamo de su redistribución de modo que todo el mundo pueda vivir una vida digna y plena.

Pero la posibilidad de que se reclame y logre esa distribución igualitaria del poder descansa en la existencia de individuos y comunidades soberanas, es decir capaces, tanto intelectual como colectivamente, de reclamar su cuota de poder, tanto en su carácter personal como en cuanto miembros de diversos colectivos. La soberanía del pueblo nace de la soberanía de cada persona que lo integra, es

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decir de su autonomía o capacidad de mando, y ésta de su conciencia. Por ello sólo hay verdadera voluntad popular si existe un cierto grado de desarrollo de la conciencia política, en todas las personas que componen el pueblo. Esto a su vez requiere de procesos educativos formativos, formales e informales, por medio de los cuales se construye tal conciencia y competencias ciudadanas. En ausencia de la persona soberana la democracia degenera en nuevas formas monopolísticas de distribución de poder.

Distribución igualitaria del poder, soberanía de la persona y educación de la conciencia, son pues los tres elementos fundamentales de la democracia. Nuestro Eugenio María de Hostos lo entendió así cuando con perfecta claridad señaló que:

“Democracia en sus fines individuales, es absoluta autonomía de la persona humana, absoluta libertad en los derechos que le consagran … La democracia es una ficción cuando no hay pueblo: no hay pueblo cuando no se cumplen en el individuo los fines que lo fortalecen ante el Estado y en sí mismo, los fines que el Estado debe desempeñar en la representación de las atribuciones de la sociedad … sin educación del pueblo no habrá jamás verdadero pueblo ; y que, sin pueblo verdadero, la democracia es una palabra retumbante, no un sistema de gobierno.”

Hay dos elementos en la caracterización que hace Hostos de la democracia que son importante para entender la relación de integración en la formación humanista, patriótica y ciudadana que, siguiéndolo, proponemos. Por un lado su defensa de la persona individual, del ser humano autónomo, frente al Estado, como elemento fundamental de la democracia. Con ello se hace eco de la tradición liberal democrática y se rescata frente al Estado autoritario o colectivista, el principio rousseauniano, del Estado como contrato social entre seres libres. Pero por otro lado, superando la interpretación individualista posesiva del contrato social, que hace de la democracia un mero régimen jurídico artificial agregado de individualidades, Hostos coloca un segundo elemento como fundante de la democracia, con lo cual retoma la idea de Simón Bolívar, que se remonta a la de Montesquieu. La democracia no puede dictarse, la democracia sólo puede surgir como construcción de largos procesos históricos de luchas y de formación, no sólo de la persona autónoma, del “hombre”, sino de los lazos de solidaridad que une a los “hombres” en un pueblo. Por eso detrás del acto constitutivo de las constituciones democráticas, de su lenguaje performativo, hay un “nosotros el pueblo”. La democracia supone pues que ha devenido históricamente no sólo la voluntad individual del “hombre” sino también su voluntad colectiva, la del patriota. Sentencia Hostos al respecto:

Para que exista una democracia, es necesario que el pueblo no sea un agregado casual de hombres: sino una asociación voluntaria, consciente, inteligente,

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adherida por la fuerza de cohesión de los grandes intereses de toda sociedad, educada en el trabajo, moralizada por la instrucción, civilizada por las costumbres públicas y privadas que crean el sucesivo progreso de la razón en la especie humana, y la experiencia de la vida universal en la historia.” (Hostos, 1992)

A modo de conclusión:

Una educación ciudadana crítica y emancipadora para el desarrollo de nuevas formas de democracia que emergen en nuestra América tiene que plantearse cómo transformar estos espacios de domesticación y formación de ciudadanos incompetentes, que son ahora la mayor parte de las escuelas y universidades, en zonas de desarrollo de seres humanos de conciencia humanista (global), patriótica y cívica, competentes para entender los grandes problemas y retos históricos de carácter moral y social del país y participar activamente en el proceso democrático de su solución y en la construcción de una sociedad y una humanidad solidaria, en la que todo ser humano pueda vivir en forma digna.

Lo que intentó Hostos en Mayagüez con su Instituto Municipal, la construcción de una escuela y de un proceso político que tenga como tarea central la formación integral de la conciencia y con ello del ser humano, del patriota y del ciudadano, sigue siendo la agenda de todos aquellos que seguimos empeñados en la emancipación y desarrollo pleno de nuestros pueblos.

7 de abril de 2009.San Juan, Puerto Rico

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Referencias:

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________________ (2009) Hostos en Mayagüez. Reforma educativa y procesos políticos. San Juan, Puerto Rico: Biblioteca del Pensamiento Crítico (en prensa). ________________ (2009b) Competentes para la democracia. Una propuesta alternativa de formación ciudadana. San Juan, Puerto Rico: Biblioteca del Pensamiento Crítico (en prensa).

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