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En los bordes del silencio Arturo F. Silva

En los bordes del silencio Arturo F. Silva · mientras los vientos del destino se agolpan en el cansancio de cada rostro. Un marinero duerme, otro habla por teléfono y otro lee un

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En los bordes del silencio

Arturo F. Silva

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I

Física

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Odisea

La Odisea, hoy, es un viaje en colectivo.

Polifemo está ahí

en el tercer asiento doble

mientras los vientos del destino se agolpan

en el cansancio de cada rostro.

Un marinero duerme,

otro habla por teléfono

y otro lee un periódico deportivo.

Está ese que no sabe cómo

comenzar a hablar con la chica

que está a su lado,

y aquel que, sigiloso,

sacó algo del bolsillo ahora seco

del hombre de barba cana.

Y Ulises,

evitando cualquier hipocresía,

lleva en el bolsillo

interior de su campera

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un arma con seis balas

por si a Penélope se le ocurriera

negarse a darle el divorcio.

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La celda

Después de los cien años de perdón

el ladrón reconoce

que robó y eso no cambia

el hecho preciso de su acto

y pide otra prórroga

porque al menos

esos cien años

le sirvieron para pensar

y tomar notas

y estudiar las estadísticas

y los titulares de los diarios

para charlar con los vecinos

o los amigos del café

y para meditar sobre los datos

que reunió durante ese tiempo

y concluye

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no sin un dejo de pena infinita

que todos

deberíamos estar presos

o que quizá ya lo estamos

y no nos damos cuenta.

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Mensajería

Hay muchísimos mensajes:

notas pegadas en la heladera

listas de compras

tarjetas de cumpleaños o de navidad

recordatorios en las agendas

cuadernos de comunicaciones

boletines, avisos, propagandas,

noticias de última hora

notas de suicidas, panfletos.

Pero también están aquellos

que no necesitan letras de molde

para llegar hasta nosotros:

besos, miradas de frente

o de soslayo, sonrisas,

espaldas por brazos abiertos,

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silencios, gemidos, cenas frías,

caricias casuales, miradas desviadas,

sonrojos, aplausos, lágrimas,

botellas vacías, vasos volcados,

píldoras en la mesita de noche.

El mundo es un lugar maravilloso

si uno se niega al analfabetismo

del cobarde, a la tibia nada

de la muchedumbre.

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El olvido

En esta tómbola

De más de diez dígitos

Y cuatro puntos cardinales

Sorbemos la médula de los días

Sentados en la tarde

A la sombra de la tarde

Cuando el silencio te avisa

Que ni la sangre de tu sangre

Prosigue con las consignas.

.

Una diana se abre en tu pecho

Mientras las saetas de la desazón

Buscan el centro rojo y a veces

Lo encuentran, en medio

De uno de sus movimientos vacuos.

.

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El horizonte es una cuerda

Con la que el tiempo te mecerá ahorcado

Olvidado de todo y por todos

Polvo sobre polvo sobre polvo

Olvido sobre olvido sobre olvido.

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Free Moon

Vamos a iniciar un movimiento, usted y yo,

vamos a juntar firmas, a enviar petitorios,

vamos a organizar una marcha,

a enviar cartas y notas a quien corresponda.

Vamos a pedir que suspendan

para siempre jamás

los viajes a la Luna.

Y es que ciertos hombres son tan predecibles

que podemos decir hoy lo que ellos

harán mañana, o pasado mañana.

Y con la excusa de la exploración científica

van a mandar allá a un montón de disfrazados

van a construir un iglú de cartón piedra

van a sacar muchas fotos y poner banderas

van a juntar toneladas de cascotes

y después

con la excusa de lo caro que está todo

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(por ejemplo la nafta para el cohete

o la comida deshidratada)

van a poner un cartel de cientos de kilómetros de largo

por decenas de kilómetros de alto

y hasta es posible que encuentren el modo

de iluminarlo de manera económica.

Y la verdad es que no nos gustaría

que al alzar la vista una estúpida

con una estúpida sonrisa, o un simpático osito

o un Santa Claus de barba falsa

nos quieran vender una coca cola,

o chiclets, o el nuevo modelo de celular

(¡llamadas a la Luna con descuento!)

O una 4 x 4

Ideal para sortear cráteres.

Preferiríamos, en lo posible,

(estoy seguro de que usted está de acuerdo

con lo que digo, por eso me atrevo

a que el plural lo incluya),

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poder mirar hacia el cielo y verla allí

como hasta ahora, casi virgen,

con esa cara marcada de acné adolescente

que tanto conocemos

y que tan bien le queda.

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Dibujo círculos

Dibujo círculos

uno tras otro

dibujo círculos

se sobreponen o no

algunos envuelven a otros

sin ser concéntricos.

Dibujo círculos

mientras la tarde se va

para siempre jamás.

Mi psicólogo dice que

dibujar círculos

una y otra vez

con la mirada perdida en el papel

sin ver las líneas

que mi mano dibuja

significa que me siento encerrado

preso quizá, estancado en una

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problemática, angustia, pérdida,

confusión, trauma, infancia, búsqueda

(son sus palabras, ésas

que yo no suelo usar nunca)

Mi mano se detiene al mismo tiempo

que mis ojos buscan los suyos

y los encuentran.

hace silencio

y unos segundos más tarde

fijo mi vista en el papel

y dibujo

dibujo círculos

y más círculos

tan sólo

dibujo círculos.

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La noche en los bosques

La noche en los bosques

Iguala a la de los nichos.

Sombras amarillas se extienden

En las rugosas cortezas.

El espectro de un ave en la memoria,

Imperfecto, como cualquier recuerdo,

Nos exime de nuestro miedo y evoluciona,

Junto con nuestros pasos o nuestra quietud.

Y sobre las hojas,

Más allá de las móviles cumbres,

El auge de las constelaciones

Agradece su perfección a un único sol.

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La nota del suicida

Qué fácil es caer en lugares comunes

qué fácil es decir que la vida es esto

o aquello

que la fe y los amigos y la familia

o que es una cobardía aunque

otros piensan que hay que ser muy valiente

opinan

siempre opinan

mirando a la terraza desde la vereda de enfrente

y creyendo realmente

que querer ser gerente de una

multinacional

es un buen sueño.

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La línea de sombra

Yo conozco esa línea de sombra

De la que habla Conrad.

Se extiende desde las uñas y

parece formar una garra.

Otras veces se vuelven hacia mí

cubre mis manos

y forma unos lindos guantes

de cabritilla subcutánea.

A veces es sombrero, anteojos

(pero nunca antifaz)

corbata, anillo, corazón

Y documento único de identidad.

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Rayo griego

Los antiguos griegos creían

que las cosas eran vistas

por un rayo que partía

desde el ojo hacia el objeto.

Y me parece, modestamente,

que no andaban muy errados

después de todo, como dijo

alguna vez Antonio Porchia

“El necio no ve el

Mismo árbol que ve el sabio”

¿Y si pudiésemos preguntarle a un pájaro,

A un escarabajo, a una ardilla?

Por mi parte cuando veo

una rueda en movimiento

la curva suave y elegante

de un auto nuevo,

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el reflejo de un cartel de neón

en el asfalto mojado,

una foto antigua en blanco y negro,

una estrella roja como Antares,

o una blanca, más brillante, como Sirio,

un cuerpo de mujer, o dos, o tres

─caramba que es transitada esta avenida─,

El color azul, el naranja, el negro,

el aire en movimiento, una moneda vieja,

la sombra de mi padre,

una ola rompiendo su curva y el silencio,

la arena en la botella, un eucalipto…

Cuando veo todo eso, y muchas otras

cosas más, que por no aburrir no cuento

todo aquello de belleza extraña

y no siempre compartida.

¿Quién me negará que ello no es

gracias al modesto e inocente rayo griego

que parte de mi ojo hacia el objeto?

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Nuevos soles, nuevas lunas

La excusa perfecta del lobo

no es más que un afiche multicolor

que esconde la garra impura de su deseo.

Las hordas marciales se preparan

y se esconden detrás de una pantalla,

de una aséptica mirada, de un error involuntario,

de una orden que se pierde en las alturas.

Y las nubes de acero se mueven

siempre hacia el este

van a crear nuevos soles y nuevas lunas

donde posarán sus pies y dejarán sus huellas

―huellas sin cámaras ni discursos humanitarios

ni mucho menos, buenos deseos―,

las viudas del águila,

los huérfanos del sueño del imperio.

Y la venganza clama su lugar en la tierra

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y se vuelve espada de filo traicionero,

profecía autocumplida,

nueva razón para que el asesino

justifique su obra.

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Quietud del tiempo

Sangre,

Sangre en las paredes de un cuarto

Que un niño atraviesa sin mirar

Una lluvia de perlas en la noche

Y tu confianza eterna en mis huesos.

Ella duerme en el espacio

En su camino de existencia suspendida

Y Dios mira todo sin comprender.

Un golpe en el portal del corazón

Y un descanso,

Otro golpe, y el lirio de tus ojos

Se abre en círculos de misterio.

Vivimos en este instante

Y caemos al siguiente

Nuestra caída, constante,

Improvisada, novedosa,

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Es todo lo que tenemos.

La muerte no es más

Que la quietud del tiempo.

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Paisaje con lluvia

De manera imprecisa

El paisaje

A través de la ventana

Se pierde en difusas líneas móviles

Con temblor de lluvia

De esa agua móvil que siempre conmueve

Y que cesa

Con declinación de orquesta

Y silencio de objeto sagrado.

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Para mirar una estrella

Primero hay que despojarlas

de todo velo de prosaico

romanticismo, ése que usa

su forma, su luz, su color

y su reflejo en el agua.

Luego tenemos que quitarles

toda esa capa de molesto

avance científico,

como su nombre, la magnitud

de su brillo y el lugar que ocupa

en su constelación.

Por supuesto, obviemos

toda relación con la falaz

astrología y sus influjos

que modulan a distancia

(¿con cuál hilo de plata?)

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Por último, debemos desnudarlas

de todo nuestro pasado

de esa noche en que la vimos

juntos o en solitario,

del nombre que le inventamos

y de cuántas veces

ya la hemos regalado.

Sin duda,

no es nada sencillo

poder mirar una estrella.

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Ocho dunas

TIEMPO

Dispersos en las redes

de días y de noches

la quietud es quien nos ahoga.

VOLVER

Volver,

¿Volver a quién?

¿Adónde?

Volver es siempre imposible.

ARENA

Un grano de arena es

Nada

No pesa en nuestra mejilla

Y puede viajar en el viento.

Pero el desierto avanza.

ÍNTIMO

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Caer.

Caer y seguir cayendo

En una escalera de pozos

De fauces hechas abismo.

Nada más íntimo que una pesadilla.

EL MIEDO

Una sucesión de onomatopeyas

Un oscuro rumor de símbolos

Un canto ritual, lejano, primitivo,

Que evoca en nuestras voces

El miedo a la tormenta.

SALTO

Salto en el espacio

Preciso de recuerdo

Y me sumerjo

En las aguas turbias

Del presente

¿Qué nos queda después del sueño?

QUIÉN SOY

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Se desliza mi mano sobre la página

Y, detrás de ella,

Unas finas líneas negras

Intentan demostrar quién soy.

EL TIEMPO

El tiempo es tan paciente, tan extenso,

Que se enreda en las columnas

Y las diluye.

Grieta,

Roca,

Y arenisca.

¿Quién recordará mi nombre

Cuando el tiempo se aferre a mis piernas

Y crezca

En busca de un corazón expuesto?

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Mallarmé

“La única bomba que conozco, es un libro”.

Dijo Stéphane Mallarmé.

Se ve que no conoció a Hiroshima y Nagasaki, pensé yo.

Se nota que no le cauterizaron la vena poética con un misil aire-tierra

o con una de esas bombas inteligentes que también mata inocentes

–cómo no iba a hacerlo, después de todo ¿para qué sirve una bomba?—

Está claro que Mallarmé no conoció el napalm ni a las V-2

o a esos cañonazos infernales en Bagdad que mutilaban,

junto a personas y animales,

a edificios, hospitales, mercados, escuelas, museos,

plazas, calles, alcobas y también a la biblioteca pública,

la que contenía tablillas de arcilla

(quizá los textos más antiguos que el hombre conociera)

y miles y miles de volúmenes que no supieron ser bombas

en ese principio de siglo

del cual nos deberíamos sentir apenados

y avergonzados

de que no fuera verdad

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aquella frase de Mallarmé.

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Una secuencia

Una secuencia es siempre una línea

de pasos, de horas, de intensa espera, de sueños,

una móvil fuente de sombras y de luces,

un giro de astros, una cadena de palabras

del eslabón del llanto hasta el del suspiro,

un vaivén de sangre, de transparente savia,

de oleaje permanente con su espuma en las rocas,

de eternas migraciones de aves y de peces

y de incesantes hombres con las manos vacías.

Gota a gota, el tiempo es una lluvia.

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En los bordes del silencio

De los suburbios de Roma

navega por los mares del tiempo

la palabra raíz de la lengua

y paladar.

Sonoras metáforas de incongruente

imagen, espejo roto de agua.

En los bordes del silencio

narra el verbo su constante

movimiento de árbol de otoño,

y en la nada de la pausa ciega

el tumulto de las rosas,

sapiente código de limitadas

puertas abiertas,

de sonoras caricias de labios,

que en un beso de raíz dormida

ofrece el instante

de la concepción futura.

Nada puede entorpecer el sino,

el eterno nexo de la palabra

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acuñada

en cadencia pura,

que perdura sola en bajorrelieve

de aire,

y nos llega a oscuras

de los suburbios de Roma.

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Déjenme recordar

Déjenme recordar

y perdón por la confianza,

y por traer aquí recuerdos que son sólo míos;

pero es que en algún momento de nuestras vidas

─generalmente más tarde que temprano─

nos ponemos a pensar en el pasado,

nos empieza a gustar la historia,

nos preguntamos por la vida de nuestros padres,

y al futuro de nuestros hijos llegamos

más con la imaginación que con el cuerpo.

Tampoco podemos concentrarnos,

las cosas se nos escapan de las manos,

y cuando queremos recordar algo

nos vamos por las ramas

y terminamos hablando de otra cosa,

aunque casi siempre

de nosotros mismos.

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Cuando los ruidos callen

Para Laura

Quiero sentirte respirar

Cuando los ruidos callen,

Formar una coraza con mis brazos desnudos

Para ayudar a que el silencio permanezca ajeno.

Tu oscura silueta, de vagos contornos

─Tersa imagen, como un campo sembrado─

Permanecerá precisa en el brillo de mis ojos:

Un ligero vaivén, una pausa entre dos tiempos,

Un gemido trémulo y una exhalación profunda

Como una indicación secreta

De lo que ocurre en tu sueño.

(Quizá fue una abeja o un sonido lejano,

El contacto de tu pie desnudo con el agua fría,

El saberte piedra, moneda o un pez

Atrapado en una red que asciende).

Quiero sentirte respirar

Cuando los ruidos callen,

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Ser centinela en la oscuridad cúbica

Para seguir el camino de una nueva luna

Y marcar su derrotero en la ventana,

Dejar que tu mano por un momento la eclipse

Y la ponga en su lugar, por importancia.

Tus brazos y tus piernas se vuelven hacia ti

Pero tan solo un momento, diminuto, inconsistente;

Luego la coraza se torna acorazada

Y mis párpados se ahogan en un aire espeso,

Me dejo conducir como un niño inexperto

A un salón de juegos, todos hechos para mí.

Es la hora profunda de mi sueño recurrente

En el que vuelvo a ser tu ángel en llamas.

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La luz curva

La luz curva y tu imagen invertida

Se deslizan

Veloces

Por tus mejillas doradas

Y buscan rápidas tu boca o el suelo

¿Qué destino buscan, hacia abajo?

Acercándome

Podría ver en ellas

Las estelas de diminutos barcos

Con las velas hinchadas de tu aliento

Y delfines incansables

Saltando

En las proas.

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Nada

La nada en sobrecitos fue

saborizada artificialmente

con cinco sabores distintos

y envasada en papel metalizado

de colores brillantes y logotipo subliminal.

.

Luego nos mira con ironía

desde la violencia de un estante

en un supermercado que nos viola

reiteradamente y con placer devoto

de esta nueva religión

de caldo especiado y vino rancio

de concursos telefónicos

de lleve dos y pague uno

y de cajeros que sonríen

mientras nos piden cambio

y nos cobran diez centavos

por una bolsita plástica

hecha con los desperdicios

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de esta nueva religión.

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Pretender

Pretender sin pretender

sólo nos queda ser nosotros mismos

pararnos en medio de la calle

o en medio de la nada

y mirar alrededor y descubrirnos.

Saber que estamos desnudos

como desnudos nacemos y como desnudos

morimos.

Saber que eso es todo

lo que tenemos para darles,

para ofrecerle al mundo

y a sus habitantes.

No será mucho, dirá alguien,

No será mucho, dirá el eco,

pero es todo lo que tenemos

y es eso o nada, dirá el viento.

Pero aún mucho o poco, nada

o todo

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nos quedará la mirada

alta, limpia, la que ve el horizonte

o baja y tímida, la que mira nuestros pies

y, más allá, una baldosa.

¿Horizonte o baldosa?

Esto o nada.

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Sudamérica

Sola,

Con el paso lento de una diosa en el olvido

Devorando el tiempo que alguna vez fue tu aliado

Y que hoy te atormenta

Como un cinturón invisible en tus enaguas

O como un encaje de corolas de hielo

Que vuelve noche a noche bajo los pies de los hambrientos

Esos que lamen las cortezas de las muchas hambres

Sintiendo como piedras a los vientos del destino.

No hay príncipe en tu historia, cenicienta

Tu zapatito de cristal está olvidado en la escalera

Por eso, quizá, tus niños andan descalzos por las calles

Y las ratas roen las calabazas.

Pero mejor será olvidar el cuento

Ya que son sólo palabras en los libros

A los que sus hojas, un otoño inverso

Separa de las manos y de los estantes

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O son leños en las hogueras de tus precisos generales.

Hermana huérfana del mundo

De las gestas gloriosas, de la épica heroica

Hija humilde de las proas y de los esclavos

Que esas proas arrojaban a tus playas

Madre, al fin, de una discordia inexplicable

Caín y Abel, al mismo tiempo, de tus imprecisos sueños.

¿Y cuál es ahora el horizonte de tus sombras?

¿Cuál el anhelo de la espuma de tus costas?

Quizá recuperar las esporas que los vientos del hambre

Han desperdigado por el mundo

Quizá pararte altiva de una vez por todas

Para declarar tu nombradía

Y vestir tus salvajes blasones con orgullo:

Aconcagua y Amazonas en la nada.

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Cae el cielo

El cielo se cae a pedazos

Retazos sin hilván de satélites

Artificiales yanquis o rusos

O chinos, japoneses, europeos

Mientras transmiten

Discursos políticos siempre

Iguales a sí mismos,

Partidos de fútbol, bodas reales o

Bodas Reales,

Publicidad de yogur o de

Pasta dentífrica

Y también, aunque tengan

Menos rating

Consejos sobre cómo cuidar

Al planeta

Aunque nunca dicen

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O nunca nos explican

Cómo debemos hacer para

Reciclar un pedazo de cielo

Con la bandera yanqui o

China o rusa o de la

Comunidad Económica Europea

Que acaba de caer

En el patio de atrás.

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II

Metafísica

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Poema a modo de epitafio

Epitafio:

Lo sé Navegamos mansamente

Hacia aguas profundas

LO SÉ

(Es inevitable esta certeza:

Decaer es un estado natural.

Diluir nuestro tiempo en el Tiempo

Es el objetivo de nuestra carne.

Mantener el rumbo fijo hacia la noche,

Expandir nuestro mínimo horizonte

Y, como una onda en el agua,

Cesar…)

NAVEGAMOS MANSAMENTE

(Alimentados por una eternidad soñada

─premios y castigos por el bien y el mal─

Transcurrimos la suma de nuestras horas.

En una segura, segura, quietud,

Preciso artificio de orfebres morales,

Nos convertimos en amantes

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De la desidia).

HACIA AGUAS PROFUNDAS

(Pues toda historia tendrá su final,

Preciso, soberbio, injusto o magnánimo,

En el que cada acto quedará detrás

Y toda certidumbre, todo color,

Toda palabra y toda poesía.

Un nuevo otoño vendrá,

Barriendo hojas secas a nuestros pies).

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La Rosa de los vientos

I

Subo en sentido inverso al hilo de agua

Al hilo de agua que busca la grieta

Que forma un caudal estrecho y constante

Que pierde en claridad lo que gana en fuerza.

Busco la cima, el punto más alto

Donde el aire se aparta como seda rasgada

Y las líneas se parten y caen al abismo

Horizonte quebrado, roca sobre roca montada.

Y ya en aquel lugar de albas y ocasos subterráneos,

Me elevo sobre las nubes

Y como un Jano acechante, pregunto:

¿Estás ahí?; ¿Estás ahí?; ¿Estás ahí?;

¿Estás ahí?

La rosa de los vientos permanecía callada.

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II

Precedo a la estela

Al móvil camino creado en el agua

Al cíclico destino de los peces

A las cálidas corrientes subterráneas.

Busco la línea, el filo del mundo

Donde el silencio es oscuro

Donde la oscuridad es profunda

Donde el sol nace y decrece

Y una mancha sin forma, blanca, lejana,

Puede ser de lona, de vapor, de hielo.

Y ya en aquel lugar de ocultos tesoros sin islas

Me elevo sobre el liso lomo del mundo

Y como un Jano acechante, pregunto:

¿Estás ahí?; ¿Estás ahí?; ¿Estás ahí?;

¿Estás ahí?

La rosa de los vientos permanecía callada.

III

Hundo mis pies en las secas olas

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Por la dorada ladera hecha de gotas de piedra.

El sol permanece bajo mis pies y a los lados

Y a lo alto y tan blanco

Que transforma en duna todo lo que toca.

Busco el silencio, la soledad absoluta

Donde aquel templo es virgen de palabras

Donde, como el viento, todo es nómade

Las huellas, sus creadores, y el frío de la noche.

Y ya en aquel lugar de inexistentes flores

Me elevo sobre las cumbres de oro

Y como un Jano acechante pregunto:

¿Estás ahí?; ¿Estás ahí?; ¿Estás ahí?;

¿Estás ahí?

La rosa de los vientos permanecía callada.

IV

Me apoyo en los nudosos troncos

Y la espesa savia pasa en silencio

Bajo la húmeda palma que conozco.

No veo el horizonte (pero sé que existe

Y que con dar dos pasos podría alcanzarlo).

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Busco lo vivo, la compañía constante

Donde el aire y la lluvia sean un bien compartido

Donde el amor sea pago en valor fecundo

Y la amistad un culto, un hecho inmutable.

Y ya en aquel lugar de noche permanente

Me elevo sobre mí mismo y sobre el follaje humano

Y como un Jano acechante, ensayo la pregunta

Y escucho su retorno, inacabado:

Ahí; ahí; ahí;

Ahí. Tan solo

La vacía rima del eco.

Y la rosa de los vientos permaneció callada.

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Tu fantasma

Aún me visita tu fantasma

lo hace como suelen hacerlo

todos los fantasmas amigables,

sin ruido de cadenas o graves suspiros de angustia

Lo hace, casi siempre, por las noches

en los momentos donde el sueño vence a la vigilia

o cuando leo el libro de turno

(siempre te molestó que leyera en la cama

decías que no te prestaba atención a ti).

.

Trae consigo tu perfume

tus palabras también, o tu silencio

y yo me obligo a no prestarle atención

me impongo la penosa tarea de ignorarlo

de ignorarte

Sé que poco a poco, paso a paso

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noche a noche, luna a luna

espaciará sus visitas a mi cama

y las irá dejando atrás

con un dejo obligatorio de olvido

como la estela de una fragata

o de un viejo galeón

que se aleja rumbo al horizonte.

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La muerte de Äase

Solo tres notas

Tres simples notas ascendentes

Que viven dos segundos en el aire;

Pero mientras ellas suben lentamente

Livianas, como llenas de caliente aire

Nos invitan, sin saberlo, al abismo

Al que entramos sin conciencia, sin quererlo,

Y donde habremos de pasar el eterno resto

De nuestros días.

Ese abismo que no es de rocas ni de tinieblas

Donde no existe, siquiera, la esperanza del invierno

Sólo el vacío que nos deja la certeza

De saber que somos Äase y que algún día

Solo tres notas

Tres simples notas ascendentes

Cerrarán nuestros ojos lentamente.

(Inspirado en “La muerte de Äase”; segundo movimiento de “Peer Gynt.

Suite N° 1, Op. 46” de Edvard Grieg).

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Ceremonias y martirios

I

Ceremonias y martirios y un astuto,

astuto asesino

que encuentra en la muerte

las loas al verdugo,

que reparte temores y estigmas como lluvia,

que roe las verdades temiendo precisiones,

que busca la hipócrita miseria

en los suburbios del alma.

II

Los platillos y las pesas

y el fiel de la balanza

con normas que conminan, que guían, que dominan,

Que muestran nuestra nada, nuestra ínfima miseria

y su martillo esconde al tiempo que nos muestra

su pánico de niño, el miedo que nos tiene.

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III

La verdad dignifica a su enemigo

la duda, súcubo del alma,

busca, inquisidora, razones permanentes;

limpia las retinas, dejando la luz clara

y muestra diminutos puntos

y luego líneas, y caras transparentes.

IV

El ansia permanente en cada suicida

el frío contacto del metal en la carne

la sangre que brota entre dedos sucios

y un cuerpo expuesto como una fruta madura

nos muestran que no es el único

en caminar sobre las llamas.

V

Catedrales de huesos, hundidas en el polvo

decorada de alabanzas, de cantos incesantes,

de maderas y clavos para la carne

y ceremonias y martirios

y un astuto

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astuto asesino.

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El vuelo de Ícaro

EL LABERINTO

Soy humano puesto que soy su fruto

signo y símbolo del hombre, que vierte en mí

palabras en los extremos de una línea curva:

la búsqueda incesante, los temores ocultos,

la locura, el olvido, el tiempo indivisible.

DÉDALO

Mis manos han elevado estos muros

y ahora, en este instante preciso,

me pertenecen y les pertenezco.

No maldigo a mi obra

ni a sus motivaciones.

Cumple su función más allá de sus propósitos.

ÍCARO

Transformando su orgullo en material y herramienta

el hombre construye,

construye y alarga las sombras,

las que, como un velo, cubrirán sus ojos.

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Y solo por haber levantado un muro más alto

por haber sido preciso en su ejecución,

solo por ser dueño de unas manos ágiles

de un afán tenaz, soberbio e industrioso,

el hombre bendice a su propia prisión.

EL LABERINTO

Cada uno ve en mí cierto espejo interior,

vueltas y vueltas sobre sí mismo

cúmulo de paredes grises -en su bóveda de hueso-

plagada de colores suspendidos, señales de alarma,

registros de nombres y objetos imposibles.

DÉDALO

Estos muros son mi cuerpo,

en ellos sobreviviré al tiempo y a sus consecuencias,

desde ellos estaré observando las infinitas auroras

y su alabanza dorada caerá por siempre sobre mí.

ÍCARO

Vanas son tus precauciones

y la solidez de tu esperanza

yo me resigno a las auroras que mis días me permiten.

En este monstruo que has engendrado no hay extensión

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que pueda vivir un día más que tú.

EL LABERINTO

El hombre se interna en mí como un huésped

que desconoce su propio hogar.

Ni el paso de los siglos ha variado su búsqueda

ni el paso de la eternidad lo hará.

Se interna en mí y solo ve imágenes marchitas

que justifican ciertas actitudes actuales,

solo hay líneas que insinúan algún miedo primitivo,

solo hay sombras cambiantes, pasos sucesivos

desde una desviación de la mirada del objeto deseado

hasta un reflejo condicionado y, al final,

como un candado simbólico que aprisiona su sexo.

DÉDALO

Como la substancia de un rio,

que solo cobra sentido al dirigirse al mar,

así es la vida del hombre.

solo cobra sentido cuando posee un destino.

Su fin es lo que dignifica a su principio

y cada nuevo paso debe dejar una huella más profunda.

ÍCARO

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¿Ves mi mano?

El agua en ella esta inmóvil.

Puedo beberla o refrescar mis ojos

y ella lo hará sin esperar nada a cambio.

¿El tiempo fluye?

Pues nada necesita el hombre,

solo este cuenco y sus límites.

Esta agua no sabe del mar.

DÉDALO

No. El hombre es un eje.

Los elementos lo rodean y lo benefician,

se someten y obedecen.

La tierra y el fuego se someten,

el agua y el aire obedecen.

Mueve tus brazos y reconoce tus dominios.

EL LABERINTO

El hombre teme y huye,

el espejo interior estalla y cada trozo vuela

reflejando limitados fragmentos de realidad.

Como la conciencia en la noche, huye,

sin saber que la frontera es un camino circular

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que lo alza y lo deposita, como una cita inevitable,

en el centro exacto de su frente:

Laberinto en el que moran Minotauros neurológicos.

ÍCARO

Me elevo sobre la resistencia de los muros

y el entorno me socava,

modifica mi forma y mi contenido.

Esta visión conmociona:

somos aves migratorias en busca

de una corriente propicia,

seguimos huellas invisibles en el aire espeso.

DÉDALO

Desde aquí puede verse la bahía

y el laberinto como un caracol dormido en ella.

Veo las infinitas líneas que pasan por mí

y me unen con cada objeto y forma y color que me rodea.

ÍCARO

Caigo.

El dominio de mis alas no puede ser eterno,

ni hay ley que pueda pretender ser tal.

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DÉDALO

Domina al aire y al sol.

Tu voluntad debe ser esa ley.

No hay eternidad que no deba ser buscada.

ÍCARO

Cuando la muerte golpea en las cercanías

el dolor se hace espuma a nuestro lado

y se torna sol, nube, marea y

océano en nuestra proa de humilde singladura.

EL LABERINTO

Vacío mi valor es nulo.

Como un hombre sin el anhelo del presente.

Aquí yazgo, no como un caracol dormido,

si no como una caparazón vacía, caracol fundido

en las arenas de la nada.

DEDALO

Hijo, hijo,

¿Por qué me has abandonado?

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Índice

I Física

Odisea

La celda

Mensajería

El olvido

Free Moon

Dibujo círculos

La noche en los bosques

La nota del suicida

La línea de sombra

Rayo griego

Nuevos soles, nuevas lunas

Quietud del tiempo

Paisaje con lluvia

Para mirar una estrella

Ocho dunas

Mallarmé

Una secuencia

En los bordes del silencio

Déjenme recordar

Cuando los ruidos callen

La luz curva

Nada

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Pretender

Sudamérica

Cae el cielo

II Metafísica

Poema a modo de epitafio

La rosa de los vientos

Tu fantasma

La muerte de Äase

Ceremonias y martirios

El vuelo de Ícaro