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MIÉRCOLES, 4 FEBRERO 2015 L a gente lleva cuarenta y cua- tro años acudiendo a mi con- sulta porque se siente mal emocionalmente, y cuando le doy el alta siempre me pre- gunto: ¿qué ha cambiado? ¿Y qué se responde? Básicamente, la manera de pensar. Eso es mucho decir. Hay que saber cómo. Yo les pregunto a to- dos lo mismo: “¿Te has planteado para qué vives?”. ¡Si viera las caras de la gente…! La gran mayoría no se lo ha planteado jamás. ¿Es una pregunta trampa? Todos vivimos para ser felices, sentirnos bien en cada momento de la vida, eso es lo que buscamos y lo que deseamos para nues- tros hijos. De acuerdo. ¿Y de qué depende? Según los neurocientíficos, de lo que pensamos. Pues enseñemos a pensar en lugar de a obe- decer, porque hay que pensar bien para sen- tirse bien. En el momento en que creas la nor- ma “hay que obedecer”, hay quien se otorga el papel de juez y de verdugo, y premiamos y castigamos. ¿Quién nos ha dicho que la fun- ción educativa es judicializar la vida? Así crecemos, ejerciendo un juicio per- manente sobre los otros. Sí, sin entender que equivocarse no es ser culpable, es ser humano. “Niño, quieres re- coger las zapatillas del comedor, que cada día tengo que decirte lo mismo. ¡Estoy harta de tu desorden! ¡Siempre estamos igual!”. ¿Le suena esta escena? Lamentablemente, sí. Ocurre en todos los domicilios de Barcelo- na donde hay menores de 30 años y en me- dio mundo, ¿y sabe desde cuándo? Desde que existen las zapatillas. Pero esa bronca nunca ha servido para nada más que para bajar la autoestima del chaval, alejar la comunicación e incluso crear comporta- mientos deshonestos: “Ha sido el perro”. ¿Cuál es la alternativa? Un comentario menos culpabilizador y más empático: “Vivir en el desorden hace que me sienta mal, ¿podrías llevar las zapatillas a tu cuarto, por favor?”. Cada día al llegar a casa y ver las zapatillas del retoño en el sa- lón nos sentimos mal. Sentimos que no nos tienen en cuenta, que les hemos educado mal y que somos culpables. Buena radiografía de una madre. Pensemos un poquito: ¿qué puedo esperar de la vida? ¿Dónde estarán las zapatillas?... ¡Pues en el salón! Hace 2.000 años que están ahí. Se rompe la lavadora y es un gran con- tratiempo, ¡pero si ya sabíamos cuando la compramos que tiene fecha de caducidad! ¿Fuera broncas y discursos? La bronca no enseña a solucionar los proble- mas. Creemos que educamos racionalmen- te y lo hacemos desde nuestras emociones. Si el niño no estudia, nos da rabia: “¡Con to- do el esfuerzo que hemos hecho!”. O miedo: “¡Qué será de él!”. Entiendo. Debemos empezar por aprender nosotros a controlar nuestras emociones. Los seres hu- manos somos altamente imperfectos, de ma- nera que cuando vemos que nuestros hijos cometen errores hay que aceptarlo, enseñar- les y no pegarles la bronca. Hay que ense- ñarles a pensar. ¿Cómo se enseña a pensar? Para empezar, hay que aprender a detectar lo que sientes, y cuando te sientes mal decir- te: “No voy bien”. En lugar de mirar a tu alrededor en busca de quién o qué es lo que te hace sentirte mal, mira lo que ocurre en tu cabeza: qué percepción debes cambiar. Entiendo, no hay que machacar la auto- estima propia ni ajena. Es fundamental aprender a pensar bien de uno mismo. Las personas necesitamos sen- tirnos aceptados, valorados, queridos, respe- tados y ayudados. Y lo que no necesitamos es sentirnos cuestionados, aleccionados, re- ñidos, reprochados, agobiados. Los pensamientos negativos son muy tenaces. Hay que mantener un pensamiento positi- vo alternativo durante más tiempo. Imagi- ne algo que le guste, durante esos minutos el pensamiento negativo no está, y a base de insistir los pájaros no hacen nido donde no les dejas. Nuestro cerebro se modifica conti- nuamente dependiendo de lo que hacemos, pensamos y sentimos. Si no te quieres sentir mal, aprende a sentirte bien. Es difícil pensar bien cuando las cosas van mal. Cierto, hay que dirigir bien la propia vida, marcarte tus objetivos, priorizados, realis- tas, y poner la mentalidad necesaria; pre- guntarse para qué vives y relativizar. Casi nada. Hemos de aprender a controlar el egoísmo, las emociones, la inseguridad. Entender que nada exterior a ti mismo te va a dar la felicidad de manera estable. El exterior nos modela desde la cuna. Sí, pero puedes cambiar. Tus padres no te querían, de acuerdo, ¿y ahora qué?... No que- da otra que aprender a tener autoestima, a pensar mejor, a empatizar, a relacionarse, a comunicarse, a esforzarse. IMA SANCHÍS LA CONTRA LUIS TATO “Hay que pensar bien para sentirse bien” VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET Tengo 68 años y 44 de profesión como psicólogo clínico investigando las emociones. Barcelo- nés, casado, dos hijos. Social y políticamente nos perdemos en el corto plazo, por eso no ense- ñamos educación emocional en las escuelas. Somos esclavos de nuestras propias emociones “¿Cuántas parejas se se- paran, cuántas se sopor- tan y cuántas se aman?”, me pregunta Salmurri. Estarán de acuerdo con- migo en que el último grupo pierde... “Y eso ocurre porque lo que es habitual está mal. Lo que importa en la vida es el día a día”. Psicólo- go clínico de largo reco- rrido, se jubiló hace cua- tro años del hospital Clí- nic, pero sigue activo en su consulta Gabinet Col·lectiu Galton (el pri- mero en España dedica- do a la psicología clínica y la psiquiatría) y defien- de que la felicidad es una conquista que de- pende en gran medida de lo que pensamos. En Razón y emoción (RBA) quiere enseñarnos a pen- sar, a utilizar la razón para gestionar mejor nuestras emociones. El día a día Ferran Salmurri, psicólogo clínico 47901 CUPÓN 4

Ferran Salmurri, Psicólogo Clínico - Razón y Emoción

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Entrevista al Psicólogo Clínico Ferran Salmurri. Razón y emoción

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Page 1: Ferran Salmurri, Psicólogo Clínico - Razón y Emoción

MIÉRCOLES, 4 FEBRERO 2015

L a gente lleva cuarenta y cua-tro años acudiendo a mi con-sulta porque se siente malemocionalmente, y cuando ledoy el alta siempre me pre-gunto: ¿qué ha cambiado?

¿Y qué se responde?Básicamente, la manera de pensar.

Eso es mucho decir.Hay que saber cómo. Yo les pregunto a to-dos lo mismo: “¿Te has planteado para quévives?”. ¡Si viera las caras de la gente…! Lagran mayoría no se lo ha planteado jamás.

¿Es una pregunta trampa?Todos vivimos para ser felices, sentirnosbien en cada momento de la vida, eso es loque buscamos y lo que deseamos para nues-tros hijos.

De acuerdo.¿Y de qué depende?

Según los neurocientíficos, de lo quepensamos.Pues enseñemos a pensar en lugar de a obe-decer, porque hay que pensar bien para sen-tirse bien. En elmomento en que creas la nor-ma “hay que obedecer”, hay quien se otorgael papel de juez y de verdugo, y premiamos ycastigamos. ¿Quién nos ha dicho que la fun-

ción educativa es judicializar la vida?Así crecemos, ejerciendo un juicio per-

manente sobre los otros.Sí, sin entender que equivocarse no es serculpable, es ser humano. “Niño, quieres re-coger las zapatillas del comedor, que cadadía tengo que decirte lomismo. ¡Estoy hartade tu desorden! ¡Siempre estamos igual!”.¿Le suena esta escena?

Lamentablemente, sí.Ocurre en todos los domicilios de Barcelo-na donde hay menores de 30 años y en me-dio mundo, ¿y sabe desde cuándo?

…Desde que existen las zapatillas. Pero esabronca nunca ha servido para nadamás quepara bajar la autoestima del chaval, alejar lacomunicación e incluso crear comporta-mientos deshonestos: “Ha sido el perro”.

¿Cuál es la alternativa?Un comentario menos culpabilizador y másempático: “Vivir en el desorden hace queme sienta mal, ¿podrías llevar las zapatillasa tu cuarto, por favor?”. Cada día al llegar acasa y ver las zapatillas del retoño en el sa-lón nos sentimos mal. Sentimos que no nostienen en cuenta, que les hemos educadomal y que somos culpables.

Buena radiografía de una madre.Pensemos un poquito: ¿qué puedo esperarde la vida? ¿Dónde estarán las zapatillas?...¡Pues en el salón!Hace 2.000 años que estánahí. Se rompe la lavadora y es un gran con-tratiempo, ¡pero si ya sabíamos cuando lacompramos que tiene fecha de caducidad!

¿Fuera broncas y discursos?Labronca no enseña a solucionar los proble-mas. Creemos que educamos racionalmen-te y lo hacemos desde nuestras emociones.Si el niño no estudia, nos da rabia: “¡Con to-do el esfuerzo que hemos hecho!”. Omiedo:“¡Qué será de él!”.

Entiendo.Debemos empezar por aprender nosotros acontrolar nuestras emociones. Los seres hu-manos somos altamente imperfectos, dema-nera que cuando vemos que nuestros hijoscometen errores hay que aceptarlo, enseñar-les y no pegarles la bronca. Hay que ense-ñarles a pensar.

¿Cómo se enseña a pensar?Para empezar, hay que aprender a detectarlo que sientes, y cuando te sientesmal decir-te: “No voy bien”. En lugar de mirar a tualrededor en busca de quién o qué es lo quete hace sentirte mal, mira lo que ocurre entu cabeza: qué percepción debes cambiar.

Entiendo, no hay quemachacar la auto-estima propia ni ajena.Es fundamental aprender a pensar bien deuno mismo. Las personas necesitamos sen-tirnos aceptados, valorados, queridos, respe-tados y ayudados. Y lo que no necesitamoses sentirnos cuestionados, aleccionados, re-ñidos, reprochados, agobiados.

Los pensamientos negativos son muytenaces.Hay que mantener un pensamiento positi-vo alternativo durante más tiempo. Imagi-ne algo que le guste, durante esos minutosel pensamiento negativo no está, y a base deinsistir los pájaros no hacen nido donde noles dejas. Nuestro cerebro semodifica conti-nuamente dependiendo de lo que hacemos,pensamos y sentimos. Si no te quieres sentirmal, aprende a sentirte bien.

Es difícil pensar bien cuando las cosasvan mal.Cierto, hay que dirigir bien la propia vida,marcarte tus objetivos, priorizados, realis-tas, y poner la mentalidad necesaria; pre-guntarse para qué vives y relativizar.

Casi nada.Hemos de aprender a controlar el egoísmo,las emociones, la inseguridad. Entenderque nada exterior a ti mismo te va a dar lafelicidad de manera estable.

El exterior nos modela desde la cuna.Sí, pero puedes cambiar. Tus padres no tequerían, de acuerdo, ¿y ahora qué?... Noque-da otra que aprender a tener autoestima, apensar mejor, a empatizar, a relacionarse, acomunicarse, a esforzarse.

IMA SANCHÍS

LA CONTRA

LUIS TATO

“Hayquepensarbienparasentirsebien”

VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

Tengo 68 años y 44 de profesión como psicólogo clínico investigando las emociones. Barcelo-nés, casado, dos hijos. Social y políticamente nos perdemos en el corto plazo, por eso no ense-ñamos educación emocional en las escuelas. Somos esclavos de nuestras propias emociones

“¿Cuántas parejas se se-paran, cuántas se sopor-tan y cuántas se aman?”,me pregunta Salmurri.Estarán de acuerdo con-migo en que el últimogrupo pierde... “Y esoocurre porque lo que eshabitual está mal. Loque importa en la vidaes el día a día”. Psicólo-go clínico de largo reco-rrido, se jubiló hace cua-tro años del hospital Clí-nic, pero sigue activo ensu consulta GabinetCol·lectiu Galton (el pri-mero en España dedica-do a la psicología clínicay la psiquiatría) y defien-de que la felicidad esuna conquista que de-pende en gran medidade lo que pensamos. EnRazón y emoción (RBA)quiere enseñarnos a pen-sar, a utilizar la razónpara gestionar mejornuestras emociones.

El día a día

FerranSalmurri, psicólogo clínico

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