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el problema de lso valores
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FI00 - FILOSOFÍATarea Académica 2015-3
Estimados participantes: La Tarea Académica consiste en realizar un trabajo de investigación, tomando en cuenta los siguientes aspectos:
- Título
- Introducción
- Desarrollo del tema
- Conclusiones
- Referencias bibliográficas
Se les sugiere los siguientes temas de investigación, para que ustedes elijan uno:
- El problema de Dios- El problema del Hombre
- El problema Etico- El problema del Ser
- El problema de los Valores- El problema de la Ciencia
- El problema Estético- El problema del Conocimiento
Recuerden que el envío del trabajo debe realizarse a través de esta Plataforma Virtual y tienen plazo hasta el 14 de noviembre.
PROBLEMA DE LOS VALORES
Para abordar la teoría de los valores es necesario primero resaltar su contexto desde el nacimiento, pues como dicen los historiadores hay que estudiar el pasado para entender el presente. Hablaremos del filósofo alemán Max Ferdinand Scheler nació en Múnich (Alemania) el 22 de agosto de 1874. Su padre fue un campesino bávaro luterano; al casarse se convirtió al catolicismo, del lado materno desciende de familia judía, lo que explica que en la época nazi fueran boicoteadas sus obras. En la adolescencia se convirtió al catolicismo bajo la influencia del capellán del liceo, y se hizo bautizar, pero abandonó esta religión progresivamente. Cuando la primera guerra mundial estalla Scheler se ve influido por este drama apareciendo en su mente el ideal de “unidad espiritual de Europa” basada en la solidaridad de los cristianos. En este ambiente de desastre y tristeza, Scheler desarrolla su teoría de los valores. El concepto valor se ha usado para referirse a numerosos contenidos: en significado económico, en sentido general como algo preferido, y con frecuencia en sentido moral. En la “teoría de los valores” (o “axiología” y “estimativa”) el concepto de valor se trata en un sentido filosófico general. Esta teoría usa el concepto de valor y reflexiona sobre él, tratando de determinar la naturaleza y el carácter del ellos y de los llamados “juicios de valor”. Ahora bien, antes de esta “teoría de los valores” hubo doctrinas filosóficas en la antigüedad que contenían juicios de valor, y muchas de ellas igualaban “el ser verdadero” con “el valor” por ejemplo para platón el “ser verdadero” (las ideas) son notablemente valiosas, por lo que afirma que algo es y algo vale es más o menos lo mismo. Nietzsche, dio un gran impulso a lo que luego se llamó “teoría de los valores”, ya que para él tenía importancia de la noción de valor como tal, pues habló de “valores” y de “inversión de todos los valores”, descubriendo el valor como fundamento de las concepciones del mundo y de la vida, que consistía en la preferencia de un valor. Por otra parte, hubo doctrinas morales (p. ej. el utilitarismo, el cual puntualiza; “lo bueno moralmente no es más que lo que es útil” Aguilar (1971)) lo cual fue muy importante para la formación de la teoría delos valores.
Según Scheler, los valores se presentan objetivamente, esto es a priori, como estructurados según dos rasgos fundamentales y exclusivos además de poderse aplicar en cualquier ámbito del ser:
1. La polaridad, todo los valores se organizan como siendo positivos o
negativos. A diferencia de las cosas que sólo son positivas.
2. La jerarquía, cada valor hace presente en su percepción que es igual,
inferior o superior a otros valores.
Esta jerarquía da lugar a una escala de valores que Scheler ordena de menor a
mayor en cuatro grupos:
1. los valores del agrado: dulce - amargo
2. los valores vitales: sano - enfermo
3. los valores espirituales los cuales se dividen en:
1. estéticos: bello - feo
2. jurídicos: justo - injusto
3. intelectuales: verdadero - falso
4. los valores religiosos: santo - profano
Por otro lado, los valores morales no son una categoría porque no poseen portadores, son puros. Su realización es más bien indirecta. Se verifica en la realización de los otros valores según su polaridad y jerarquía objetiva.
Para concluir, es importante resaltar que cuando Scheler todavía se consideraba católico escribió de lo eterno en el hombre (1921) justificando su conversión y después un estudio de la sociología del conocimiento, die wissensformen und die gesellschaft (formas de conocimiento y sociedad, 1926). Posteriormente se alejó del catolicismo y desarrolló una filosofía, basada en una concepción más bien hegeliana de dios (idea). Vale decir que es el hombre el lugar por el cual dios se hace manifiesto en la historia. Dios necesitaría del hombre para poder manifestarse realmente. Esta tesis es consecuencia de su polémica idea de que el espíritu es impotente. Ahora bien, el conocimiento abstracto y los valores religiosos obtendrían toda su fuerza de realización en los impulsos básicos
humanos. Scheler se opuso desde el comienzo a Freud respecto de que lo superior surge de lo inferior, sosteniendo que es imposible deducir de la sola represión sexual la capacidad del hombre de hacer surgir la novena sinfonía de Beethoven o los HERMANOS KARAMAZOV de Dostoievski.
http://doctoradocienciasdelaeducacionuft.bligoo.es/teoria-de-los-valores-de-max-scheler#.VixSTbcveUk
Scheler también asimila las ideas de San Agustín, Pascal y Nietzsche.
Sus teorías metafísicas evolucionaron desde una posición ortodoxa católica a una
concepción de Dios y del mundo similar a la del panteísmo romántico del siglo
XIX; y desarrolla sus ideas formulando una crítica al formalismo ético de Kant, al
empirismo ético y a todo relativismo y psicologismo.
Para comprender a Scheler hay que basarse en su teoría de los valores y en sus
ideas sobre el ser del hombre.
Scheler mantiene el dualismo de otras filosofías al ver al hombre como un
habitante de dos reinos diferentes, cuya clave es la noción de valor y la de
espíritu.
Para Scheler, los valores son objetivos y absolutos, ajenos a cualquier tipo de
relativismo o contingencia; y el espíritu es la capacidad para volverse al mundo de
los valores y de las esencias.
El hombre es un ser de impulsos y de espíritu y su inteligencia no es exclusiva
de él, porque también los animales participan de la misma inteligencia, aunque en
diferente grado.
El ser psicofísico, para Scheler, lo constituyen el impulso afectivo, el instinto, la
memoria asociativa y la inteligencia práctica.
El hombre se singulariza porque posee un espíritu y necesita concebir la idea de
un ser superior a él, externo a él, infinito y absoluto.
Una vez que el hombre ha hecho de la naturaleza su objeto, se vuelve sobre sí
mismo y se pregunta dónde está y cuál es su lugar en el mundo; descubriendo
que existe la posibilidad de la nada absoluta, lo que hace que se siga
cuestionando.
Esta esfera de un ser absoluto pertenece a la esencia del hombre, como la
conciencia de sí mismo y la conciencia del mundo, al margen de que sea posible o
no el conocimiento o la vivencia; porque la conciencia del mundo, la conciencia de
sí mismo y la conciencia de Dios representan una unidad estructural.
Desde el momento en que el hombre comenzó a adaptar el mundo a sí mismo y a
su vida; y se colocó fuera de la naturaleza para hacerla su objeto, ya no pudo
concebirse como parte del mundo.
Scheler niega el supuesto teísta de un Dios espiritual, omnipotente y personal;
para él la relación del hombre con el principio del universo es que este principio se
aprehende inmediatamente y se realiza en el hombre mismo como ser espiritual.
Esta es la idea de Spinoza y de Hegel “El Ser primordial adquiere conciencia de sí
mismo en el hombre, en el mismo acto en que el hombre se contempla fundado en
él”.
El hombre y Dios advienen juntos desde un principio y el espíritu y el impulso se
desarrollan a través de sus manifestaciones en la historia. Esto significa que el
hombre tiene que reconocer un Dios imperfecto, que se está haciendo junto a él.
Solamente cuando el hombre se conozca a sí mismo a través de la evolución,
podrá tener conciencia de su parte en la lucha de la Divinidad y como coautor de
ella.
Claro que la necesidad de protección y amparo es demasiado grande todavía para
que la humanidad la acepte; ya que el Dios absoluto no existe para protegernos,
pero sí hay consuelo en la realización de los valores en la historia del mundo hasta
el presente.
La estructura fundamental del ser hombre explica todas las obras del hombre, el
lenguaje, la conciencia moral, las herramientas, las armas, el mito, la religión, la
ciencia, la historicidad y la sociabilidad.
http://filosofia.laguia2000.com/los-valores/max-scheler
MAX SCHELER, EL FILÓSOFO DE LA PERSONA Y DE
LOS VALORES
MAX SCHELER (1874 – 1928)
1. I. DATOS BIOGRÁFICOS.
Max Scheler nació en Munich, estudió Filosofía en la universidad de Jena, teniendo como
maestros a Rudolf Eucken y a Otto Liebmann.
Fue, posteriormente, docente, a partir del año 1900, en esta universidad. Ese año – 1900
– aparecieron las “Investigaciones lógicas” deEdmund Husserl, que lo entusiasmaron
hasta tal punto por la Fenomenología, que profesó este pensamiento filosófico en la
universidad de Munich, donde fue catedrático, y lo enseñó también como Privatdozent
hasta el año 1910. Ese año abandonó la cátedra universitaria y vivió en adelante como
escritor libre (“soy un animal filosófico que necesita escribir”, solía autodefinirse).
Durante la primera guerra mundial, ejerció misiones diplomáticas en Ginebra y la Haya. Al
terminar el conflicto, en 1919, se hizo cargo de una cátedra en Colonia, donde enseñó
hasta 1928. En esta universidad fue colega de Nicolai Hartmann. En 1928 aceptó un
puesto docente en la Universidad de Frankfurt am Main, ciudad en la cual falleció, a
los 54 años, de un ataque cardiaco, dos días después de tomar posesión de su cátedra.
1. II. SU PENSAMIENTO.
Max Scheler fue, durante toda su vida, un interrogador inquieto, un verdadero
revolucionario intelectual, una sensible antena del espíritu de su tiempo, un brillantísimo
escritor, un fervoroso predicador de una ideología, varias veces convertido, un incontenido
gozador de la vida en todos sus aspectos y, a la vez, riguroso asceta, político y místico,
religioso y panteísta, rico en múltiples estímulos, innovador en diversos campos,
encantador y polifacético, sin madurar en ningún sistema. Probablemente, por ello, no
dejó escuela.
Fue en su juventud, dirigente estudiantil por lo que pudo percibir directamente la
problemática de la universidad alemana y europea de su época. Dedicó varios escritos a
la misión de la universidad. En la evolución de su pensamiento, resulta posible distinguir
claramente tres períodos:
1o el período primero, aún bajo la influencia de su distinguido maestro Rudolf Eucken, con quien le emparentaba profundamente su propio talante espiritual. Con
grande entusiasmo y en un lenguaje de sublime elevación poética (Rudolf Eucken había
sido galardonado en 1902 con el Premio Nóbel de Literatura), había anunciado Eucken,
contra el materialismo, un superior imperio del espíritu al que se eleva nuestra personal
vida del espíritu y del que recibimos todas las inspiraciones. Contra la fría lógica, Eucken
había apuntado a Agustín – San Agustín – el gran heraldo del amor, y a Pascal, maestro
de la “lógica del corazón” como inspiradores de su propio pensamiento filosófico. Eucken
vio, finalmente en la religión aquella suprema espiritualidad que otorga a nuestra vida
espiritual su garantía última. Este mensaje no se extinguió ya jamás en Max Scheler;
2º el período de la Filosofía idealista de los valores o axiología, que puede
considerarse su primavera, totalmente bajo la influencia de Edmund Husserl, de tal modo
que es posible sostener que ambos – Husserl y Scheler – son los dos exponentes más
importantes de la Fenomenología europea. El reino de las denominadas “esencias
ideales” otorgó a Scheler la base para elaborar diversas doctrinas de la Filosofía cristiana
católica, habiéndose convertido al catolicismo en 1916 y siendo, durante un tiempo,
ardiente y apasionado seguidor de la doctrina católica. Karol Wojtyla, el papa Juan Pablo
II, se doctoró con una tesis sobre el pensamiento de Max Scheler y puede ser
considerado un scheleriano con proyección teológica. Dietrich von Hildebrand, Romano Guardini, Viktor Frankl, entre otros, han recibido de nuestro filósofo estímulos decisivos;
3º el período de madurez o “vejez, que se inicia a partir de 1924, en que Scheler,
viendo más y más la fuerza bruta de las potencias biológicas, sociológicas y económicas,
que bloquean la vida del espíritu, se desliga del cristianismo y se aproxima a las
concepciones de Schopenhauer ySpinoza. A pesar de haber afirmado textualmente:
“Quiero vivir y morir en la Iglesia, a la que amo y en la que creo,” entre 1924 y 1925 se
sale de la Iglesia y escribe que jamás ha sido en realidad, “católico creyente”, por lo
menos, “según el criterio de los teólogos”. La creciente desvaloración del cristianismo,
fenómeno propio de la época, en que el amor a Dios y al prójimo pasa a ser humanidad,
la caridad cristiana se convierte en socialismo, el sentido religioso, en codicia de dinero, el
temor de Dios, en indiferencia, despiertan en nuestro filósofo fuertes dudas acerca de la
fuerza e importancia del cristianismo.
Max Scheler considera, con Jakob Boehme, que en nuestra conciencia se dan la mano el
ciego impulso y la lúcida razón. Prepara así, en esta época, una nueva antropología que,
por la relativa brevedad de su vida – 54 años – no logra escribir completamente. La
muerte lo sorprende saliendo de su casa para dirigirse a la universidad a dictar su curso
recién iniciado.
III.- NUEVA IMAGEN DEL HOMBRE.
Aun cuando Scheler no llegó a acabar su proyecto antropológico, elaboró, sin embargo,
algunas partes importantes del mismo. Sintetizaremos los más representativos:
a) ¿Qué es el hombre? Como mero ser natural (naturaleza humana), el hombre es, a la
vez, un callejón sin salida y un término. No ha derivado del animal sino que sigue siendo
animal y lo será siempre ya que es, esencialmente, un ser animado (“provisto de
animación”).
Más aún, dentro del mundo, es de hecho el animal peor adaptado, el más indefenso y el
más desgraciado: se halla en clara desventaja biológica frente a la mayoría de otros
animales. Pero, se trata de un ser espiritual, la presencia del espíritu lo define y es, por
ende, un ser trascendente; en realidad, dice Scheler es “el ser que ora y busca a Dios”.
Considerado de esta manera, es la alabanza objetiva que la naturaleza tributa a su
Creador: “No es que e! hombre ore sino que es él la oración de la vida y de la materia
toda” Sólo en cuanto buscador de Dios rompe el hombre las barreras de la naturaleza,
sólo como tal se eleva a la dignidad de persona. La persona es, finalmente, “la expresión
resplandeciente del ser”. “Se ve claro que lo verdaderamente humano, en el bípedo que
camina erecto, es sólo lo que hay en él de divino” (1).
No tiene sentido, entonces, decir que el hombre se imagina a Dios a la manera humana;
el hombre es, a la inversa, la expresión de lo divino (“De lo eterno en el hombre”). La
trascendencia y la existencia se dan la mano en el hombre, el ser que es persona. Por
eso él (el hombre) tiene vocación de infinito y de eternidad. Es su espiritualidad lo que lo
define y le confiere su esencia.
b) La persona. Esa expresión resplandeciente del ser, que es la persona, no es de
modo alguno un “objeto de orden superior”, que pudiera aprehenderse por una “visión de
la esencia”. La persona, gracias al conocimiento, produce todos los objetos y, por tanto,
no puede ser ella también un objeto.
La persona – el sujeto personal – es el foco de todas nuestras experiencias y actos; ella
es el centro metafísico de los actos. La cualidad de la existencia de la persona no está
nunca acabada, permanece inacabada: la existencia deberá dibujarse y plasmarse
constantemente en sus actos. De ahí que no sea posible conocer a la persona a la
manera de una cosa u objeto. Su esencia sólo podrá barruntarse realizando con ella sus
actos. Así, los que mejor conocen a Jesús no son, en realidad, los teólogos que han
escudriñado su vida y analizado sus discursos. Sólo a sus discípulos que lo siguen y lo
imitan aparece lo peculiar de esta divina personalidad.
Sólo sintiendo lo que ella siente, podremos aprender aquellos valores por los que una
persona configura su vida. A la inversa también, sólo a través de personas, a través de
héroes y de santos, podrán los valores operar en lo más íntimo del mundo. La persona es
el ser axiológico por excelencia y por antonomasia (1).
c) La comunidad. Como todo acto espiritual tiene su propio ser y procede, sin embargo,
de la unidad de la persona, así también todo individuo humano es una persona por sí y, a
la par, miembro de una persona total. Por esta vinculación se explica la comunidad.
Es posible así, distinguir dos formas o modos de asociación de las personas: la primera
es la comunidad en la que permanecen los individuos a pesar de toda separación y la
sociedad, la segunda, en que permanecen separados a pesar de toda vinculación. La
familia y la amistad forman comunidad; la fábrica, el cuartel y el Estado forman sociedad.
Aquélla se estructura por una “voluntad esencial”, ésta, por mera “voluntad de elección”.
Max Scheler ve en la sociedad sólo un producto de descomposición y decadencia de la
auténtica comunidad.
El estado, sostiene Scheler, es el gran pecado de la humanidad, es la encarnación de la
voluntad de poder (que diría Nietzsche), su historia está escrita con violencia y sangre,
sus parlamentos son cavernas en las que se cuelan la cobardía y la irresponsabilidad
humanas.
El sentido o fin de la evolución es que la humanidad se libere del Estado, fuente de
corrupción, de hipocresía, de cinismo y de maldad, es decir, de lo peor del ser humano,
de su lado más oscuro (2).
Por ello, nuestro filósofo predica la revolución en todos los terrenos: la emancipación
plena de la mujer, la del hombre, la de los jóvenes y la de los ancianos de todas aquellas
estructuras anquilosantes y asfixiadoras creadas por el Estado para mantenerse. Pero
también, la emancipación de los trabajadores de la clase capitalista y de los pueblos de
color de sus amos coloniales, de cualquiera y de toda forma de esclavitud tanto física
como espiritual.
Sólo la nación y la Iglesia son auténticas comunidades por cuanto sus miembros se hallan
íntimamente unidos por las mismas ideas y los mismos valores. El sujeto de la cultura es
la Nación, comunidad en la que se cultivan los más altos valores del espíritu. Sin
embargo, la cultura nacional ha de dilatarse y extenderse en una gran cultura europea,
cultura occidental en último término, que marca y define al hombre de hoy en el ámbito de
lo que llamamos occidente (3).
La misión, la verdadera misión de la universidad consiste en crear y elaborar cultura.- La
creación de cultura se logra a través de la investigación y la elaboración de cultura, a
través de la docencia (4).
Entre verdaderas comunidades – como lo son las naciones – todos los conflictos que
puedan presentarse habrán de resolverse necesariamente por vía pacífica, a través del
verdadero diálogo interpersonal. La guerra es un evento anticuado, carente de todo
fundamento, perteneciente a un pasado que ya no encuentra actualmente vigencia así
como lo son, asimismo, la esclavitud y la creencia en brujos o brujas.
d) Impotencia del Espíritu. El espíritu crea todas las ideas y todos los valores que
constituyen la grandeza de una cultura, pero no tiene el poder de realizarlos en la vida
diaria. Cuanto más nos elevamos jerárquicamente desde la sensibilidad al espíritu, tanto
más disminuye la corriente de la energía necesaria para imponer los productos del
espíritu al entorno o realidad que nos rodea. Lo que en el reino de las ¡deas es lo más
potente es, en el reino de la realidad, lo más impotente. En efecto, cuanto más puras sean
las ideas menos intervienen en el acontecer universal. Sólo donde las ideas se vinculan
con el instinto de la nutrición, del sexo o de la misma belleza, se convierten en potencia
histórica, capaz de forjar el curso de la Historia. Acuñó así Max Scheler la fórmula de la
“impotencia del espíritu”.
¿Cómo puede el espíritu obrar sobre los instintos?
El espíritu posee la fuerza de la abstracción, capaz de separar idea y realidad. De este
modo, “ideíza” al mundo. Por ello, el espíritu es, por contradicción, el “protestante” del
mundo, el asceta de la realidad, el enaltecedor de ésta. Gracias al espíritu, la vida
adquiere verdadera trascendencia.
El instinto no puede actuar sin representaciones ni ideas, aquél depende de éstas. Es por
ello que el ser humano se define, esencialmente, como ser espiritual y no como ser
animado. El espíritu le “echa al instinto una ¡dea, como un cebo, y le sustrae hábilmente
otra” (5). De este modo, indirectamente, rige el espíritu la furia del instinto ciego. Resulta,
por ejemplo, posible que el hombre se quite la vida, cosa que no realiza, probablemente,
ningún animal: es el espíritu quien, superando el fortísimo instinto de conservación, hace
que la persona – desesperada, angustiada o simplemente, trastornada – recurra al
suicidio como “solución” de su grave extravío existencial. Desde este punto de vista,
resulta posible afirmar que el hombre no pertenece al mundo, no es verdaderamente
mundo, sino que posee o tiene mundo (5), (6).
e) Dios. En su pensamiento filosófico tardío, en el llamado periodo de vejez, ve Max
Scheler en Dios a un ser de tensiones máximas. Dios, en efecto, desciende hasta lo más
bajo, a la oscuridad de los instintos demoniacos, pero asciende, asimismo, hasta lo más
alto, al reino de las ideas purísimas. Sólo en cuanto es espíritu claro, clarísimo, puede ser
llamado “Dios”. Pero, siendo espíritu puro, como tal es impotente. Por ello, Dios sólo pudo
haber creado el mundo en cuanto es también impulso ciego y voluntad demoníaca. El
instinto oscuro, sin embargo, se espiritualiza cada vez más en Dios, hasta que, al fin,
desaparece todo lo oscuro y se vuelve así el Dios de nuestra religión, aquél que
adoramos y nos sometemos. Así también es tema nuestro – de la humanidad –
espiritualizar cada vez más en nosotros el instinto, haciéndonos cada vez más humanos
en sentido pleno y, por ende, más semejantes a Dios. El lugar de esta edificación es el
corazón, no la Razón; la realización de Dios, del espíritu divino, por el hombre es la
verdadera finalidad de la historia universal: los designios divinos, realizados
imperfectamente por la humanidad constituyen el curso de la Historia (7).
f) Muerte e inmortalidad. A partir de Kant, la “vida del mundo” se ha desprendido
totalmente de la esfera religiosa y se ha encerrado y aislado en su propia “interioridad”. El
hombre actual requiere adoptar una nueva postura ante la muerte. Hoy en día nadie vive
ya de cara a la muerte, ni se habla jamás de ella.
La dedicación sin reservas a la economía vuelve indeseable a la muerte, que viene a
cortar las ganancias y frena el crecimiento económico individual y, a veces también,
colectivo.
Es menester, fundamentalmente, asegurarse para el caso de muerte.
Pero, como la muerte pertenece a la vida y es parte de ella, sin la primera le falta a la
segunda su totalidad. El no considerar a la muerte”, “amputa” a la vida, le sustrae esencia
y realidad.
Desde que el hombre se ha hecho extraño a sí mismo (se ha alienado), el mundo se le ha
tornado también extraño y hostil y la inevitable consecuencia es la angustia o temor al
mundo. En su póstuma obra, “Muerte y pervivencia”, Max Scheler no ve otra solución
que la incorporación de la esencia del hombre, después de la muerte, a la estructura
divina, panteísta que rige al mundo (7).
De esta manera, se identifica Scheler con la Filosofía de Baruch de Spinoza para quien
Dios es la naturaleza (Deus sive natura), Dios es el océano del ser: todas las cosas son
sólo olas transitorias, las gotitas de agua que salpican. La muerte no es otra cosa según
Spinoza – que el paso de la ola a otra en ese inmenso océano que denomina Dios.
Así, Scheler, al final de su vida, se sume plenamente en el pensamiento panteísta (8).
La ética material del valor.
a) El conocer y el amar. Según Emmanuel Kant, sólo tenemos noticia de la “cosa en sí”
por medio de nuestras formas de intuición (espacio y tiempo) e inteligencia. Pero Kant y
Husserl obran como si el hombre fuera únicamente un ser que conoce y no también un
ser que siente. De ahí que la filosofía de estos autores sea invención pura y construcción
vacía. La experiencia nos muestra que no llegamos al mundo que nos rodea por el
conocimiento sino gracias a un verdadero sentimiento intencional. Placer y dolor, calor y
frío, no menos que la brutal resistencia de las cosas, nos obliga a confesar que el mundo
exterior es una realidad que es menester tomar muy en serio. De este modo llega Scheler,
pasando más allá del idealismo de Husserl, a una posición de realismo epistemológico.
Ahora bien, si comparamos conocer y amar, muy pronto nos percatamos de que el amor
antecede al conocimiento: mucho antes de que el niño haya conocido que la leche es
blanca y nutritiva, ha amado y gustado ávidamente el sabor de la leche; antes de toda
botánica y zoología, los hombres han amado las flores y criado animales con amor; antes
de la astronomía, los seres humanos han levantado los ojos reverentemente a las
estrellas y las han venerado como divididas. Sólo investigamos lo que antes hemos
amado. Agustín de Hipona llegó a ser uno de los grandes filósofos y teólogos cristianos
por cuanto fue, primeramente, un grande amador. Scheler, arrebatado por su emoción, se
convirtió en el más convenido profeta del amor.
b) Ética universal del valor. Edmund Husserl mostró que, en la “visión de la esencia”,
podemos aprehender con evidencia intelectual “esencias ideales”. Max Scheler muestra
ahora que somos capaces de aprehender con “evidencia emocional” contenidos de valor
igualmente ciertos. Kant fundó su ética por medio de una ley formal y rechazó todos los
contenidos de bienes, falsa conclusión a la que tenía que llegar en su intelectualismo.
Los valores, empero, no pueden ser conocidos por el intelecto, pues son esencias
alógicas, son sentidos por la emoción, el ánimo o el “corazón” (9). Se aproxima así
Scheler al concepto de la “lógica del corazón” de Blas Pascal.
El Sentido de los valores o estimativa nos los muestra como aquellas cualidades
permanentes que producen de suyo un deber ideal y si a este deber le damos forma
dentro de la vida diaria se convierte entonces en “imperativo” (9). Puesto que la ética
estriba en los valores aprehendidos con “evidencia emocional”, es ella absoluta y, por
ende, igual para todos los pueblos (ética universal!) (9). La diferencia práctica de la ética
procede sólo de la diferencia racial, histórica o geográfica en el sentimiento producido por
el valor.
Pero, el hombre no sólo siente los valores sino también qué valor es menester preferir, de
acuerdo a su jerarquía en el conjunto de valores. Así, el grado ínfimo lo constituyen los
valores del sentir sensible: lo agradable y lo desagradable, lo provechoso y lo dañino, el
placer y el dolor. El segundo grado lo conforman los valores del sentir vital: lo noble y lo
innoble (vulgar). El tercero, los valores del espíritu: lo bello y lo feo, lo justo y lo injusto, el
aprecio puro de lo verdadero o cultura. El cuarto y más alto grado lo conforman los
valores de lo sumo y lo profano, los valores místicos con sus dos estados axiológicos
superiores: el éxtasis y la agonía (9). No existe, según Scheler, un grupo aparte o
independiente de valores “morales”. La moralidad consiste en realzar dichos valores, del
mejor modo posible, en la vida cotidiana y práctica
http://logoforo.com/max-scheler-el-filosofo-de-la-persona-y-de-los-valores/
FILOSOFÍA ACTUAL DE LOS VALORES I EL CARÁCTER DEL VALOR 2. Planteamiento
del problema Nos ocuparemos aquí de la cuestión siguiente: Las investigaciones actuales
en el campo antropológico, socioló- gico e histórico-cultural reconocen, en medida
creciente, que la conducta humana se halla decisivamente determinada por las
valoraciones. Basta tener presentes las diferencias que existen hoy entre la valoración del
individuo, de la persona y de los correspondientes derechos y exigencias, para
comprender el carácter urgente del problema planteado. La fisonomía de una época está
determinada esencialmente por tales valoraciones. Así ocurre por ejemplo, para decirlo
con SÉNECA y KANT, cuando es o cuando no es posible hablar de la dignidad propia del
hombre. Para captar, en general, el problema aquí implícito, debemos saber primero cuál
es el ámbito al cual se extienden las valoraciones y qué se quiere decir cuando se habla
de valores como cumplimientos y normas de las aspiraciones humanas o sobre lo valioso
en la realidad experimentable. Sólo entonces puede contestarse en qué medida es
posible hablar de valores específicos o de los diversos tipos de valor, y de no ser así, ni
siquiera deberíamos emplear la palabra "valor". Evidentemente, sólo puede ha- 351
FRITZ JOACHIM VON RI N T E LE N blarse de valores económicos, culturales, éticos,
etc., cuando entendemos por "valor" algo que es común en todos esos diferentes ámbitos
en que se manifiesta. Pero para poner en claro la naturaleza del fenómeno del valor, se
deben tomar metódicamente ejemplos de esta o aquella esfera axiológica, para poder así
trabajar de modo decisivo con lo que tienen de común. Por eso nos parece aconsejable el
siguiente camino: en primer lugar debe investigarse si, en definitiva, el concepto de "valor"
puede, en su sentido general, ser definido o aclarado. Si esto se presenta como posible,
el aspecto axiológico debe distinguirse de otros, particularmente del aspecto ontológico.
Pero, ¿no es entonces factible una interpretación puramente naturalista? Además: ¿no
está acaso presente un doble ritmo, ya que el valor es siempre valor para algo, se hace
posible sólo mediante su relación al sujeto y, sin embargo, posee al mismo tiempo el
carácter de independencia? ¿Tiene sentido, en fin, hablar de valores si no se toma en
cuenta el problema de si la realidad está o puede estar determinada por ellos? Si
llegamos a alguna conclusión al respecto, puede entonces intentarse una definición o,
mejor dicho, una indicación de lo que constituye de modo decisivo el carácter del valor.
¿Podrá justificarse éste entre los diversos aspectos que conocemos? 2. Características
del problema axiológico Es conocido en general el hecho de que ya PLATÓN se había
ocupado del problema de lo bueno, agathón, sin ofre= cer una definición clara del mismo.
Pero tanto él como ARISTÓTELES supieron ya distinguir entre el bien entendido como el
valor para algo, óacpéXtfjiov xa! y^ú, oí> svsxa y el bien en cuanto tal, auio xó ¿qaOdv,
cqadov xafr'aireo v, ajadov á%k(íK. Esto que decía del agathón podría corresponder,
aproximadamente, a lo que hoy es designado como "valor", lo cual ocurre a través de casi
todas las investigaciones 352 FILOSOFÍA ACTUAL DE LOS VALORES históricas. Pero
también en nuestra época pensadores como Nicolai HARTMANN O G. E. MOORE
afirman que no es posible llegar a una definición del valor y del bien o lo bueno. Esto debe
tener, sin duda, fundamento, el cual puede hallarse en el hecho de que se trata de uno de
los conceptos básicos más generales y que, por tanto, no puede ser referido a otro
concepto de extensión mayor. Sin embargo, no vamos a desanimarnos y dejar
abandonada a la arbitrariedad la cuestión acerca de qué es lo aludido con la palabra
"valor". Debemos volvernos hacia el fenó- meno que se nos ofrece, hacia la "cosa misma",
para ver si aquí pueden señalarse momentos característicos, que nos obliguen a hablar
de ámbitos de valor. Esto es posible solamente mediante un análisis ligado a la
experiencia, del mismo modo que hacen todas las ciencias cuando tratan de explicar o
comprender las experiencias particulares refiriéndolas a las leyes o relaciones generales.
No debemos, para ello, entregarnos a lo irracional, sino que necesitamos una mirada o
comprensión espiritual, en el sentido en que ésta, desde siempre, ha sido entendida como
algo racional, y racional en sentido amplio, como el antiguo lógos, y no en el sentido
restringido de algo que ofrece una indicación sensible sólo interpretable por un
pensamiento de orden lógico-formal y por fórmulas expresables matemáticamente, como
pretende el empirismo lógico. El fenómeno del valor no debe ser explicado por una forma
de contemplación extraña a su esencia, sino a partir de lo que se muestra. Por eso el
camino adecuado tampoco consiste en abordar el problema con supuestos ontológicos,
metafísicos o teológicos. Del mismo modo, en nada puede ayudar aquí una teoría general
del conocimiento, si no se ve lo específico del conocimiento axioló- gico. 3. Aspecto
axiológico y aspecto ontológico Por todo esto nos parece decisivo examinar, por lo pronto,
si el aspecto axiológico tiene una perspectiva particu- 353 FRITZ JO ACHIM VON RIN T E
L E N lar que no se presenta en otros modos de contemplación, como en el mero aspecto
ontológico. Esto nos permite ver que se trata de algo peculiar. El aspecto ontológico o del
ser verifica formas esenciales y busca la legalidad general que las determina. Se trata
entonces de comprobar si algo es y cómo es, ya sea un proceso químico, una clase de
piedra, las características de una especie animal o un hecho histórico, y cómo está
condicionado. En el aspecto axiológico aparece algo particular: STAVENHAGEN ha dicho
que asumimos en él (1.°) una "actitud" (Stellung) ya sea afirmando o negando. Es cierto
que la verificación ontoló- gica conoce también un "sí" y un "no", pero la mencionada
"actitud" o "toma de posición" ( Stellungnahme ) va más allá en esto, ya que no se limita a
lo fáctico-sensible, sino que afirma algo como bueno, como deseable, es decir: como
valioso. Debe admitirse entonces algo que pueda justificar esto. ¿Residirá tal justificación
en los distintos ámbitos de valores? El acercamiento a la problemática tiene ya lugar con
la pregunta por el sentido (como ocurre en Alemania en DILTHEY, SPRANGER, LAUTH,
la pregunta por el sentido de la vida humana, SCHELER) ; no sólo cuanto algo es
afirmado como no-contradictorio o cuando se evita el absurdo, sino en cuanto con tal
pregunta se va más allá de la manera científico-natural de consideración. Así ocurre, por
ejemplo, cuando pregunto si tiene sentido, preocuparse o incluso sacrificarse por esto o
por aquello, o, en definitiva, en qué consiste el sentido de la vida y por qué tendemos a
conservarla y cuidarla. O, tomando otro ejemplo: ¿qué sentido tiene crear una obra de
arte?, ¿acaso sólo el de alcanzar con ella éxito o dinero? Con seguridad que no. ¿No es,
en definitiva, la pregunta por el sentido la cuestión fundamental de toda filosofía, podamos
o no resolverla? Por eso introdujo TROELTSCH la palabra "totalidad de sentido"
(Sinntotalitat), para una comprensión de las unidades culturales que se dan en la historia.
No cabe duda de que esto sobrepasa una mera consideración ontológica limitada a la
verificación de leyes y hechos, y 354 FILOSOFÍA ACTUAL DE LOS VALORES no es de
asombrarse el hecho de que el neopositivista SCHLICK declara absurda la pregunta por
el sentido. Pero si admitimos la importancia de esa pregunta, nos encontramos con una
perspectiva que trasciende una mera consideración naturalista consecuente restringida a
las consecuencias lógicas, ya que el sentido, entendido como antes apuntamos, es algo
que nos deja aprehender con los métodos de aquélla. Por eso tiene razón Eduard
SPRANGER cuando dice que ya con el intento de buscar el sentido en toda tendencia
humana o detrás de ella se cumple una contemplación espiritual, que se extiende a algo
no aprehensible por la sensibilidad, a algo no sensible; y este pensador relaciona esto
directamente con la cuestión axiológica. 4. Lo específico en el fenómeno del valor Se
habla entonces de lo "valioso" cuando existe la aspiración o ambición (Streben) de algo,
como ya dijera ARISTÓTELES, OU %ávz* écpísxai. Pero, ¿no sería una conclusión falsa
el ver aquí ya resuelto el problema del valor? En todo caso, se manifestaría una deficiente
visión del problema. No obstante, es preciso destacar aquí un elemento positivo que debe
retenerse: lo axiológico implica en sí un elemento dinámico, porque lleva en sí la
exigencia de ser afirmativamente ambicionado (2.°). Pero con esto tampoco se dice
mucho, pues la ambiciones o las tendencias del hombre pueden vincularse con frecuencia
a lo contradictorio y lo contra valioso, y por tanto sólo habríamos ganado así un punto de
vista estrictamente formal. Preguntemos, pues, si junto a ese momento dinámico aparece
también otro, digámoslo así, estático, a saber: un correlato objetivo capaz de justificar la
tendencia o, dicho con más propiedad, el amor hacia él. Aparecen aquí, entonces, dos
aspectos, en la medida en que el objeto o el contenido de la tendencia se justifica en el
hecho de que es valioso para mí y para otros, o que 355 FRIT Z J O AC HIM V O N
RINTELEN es de tal naturaleza que puede ser ambicionado en virtud de su propio
contenido de sentido. También podemos preguntarnos si acaso no se hallan siempre
ambos aspectos, si bien a veces el centro de gravedad se halla del lado de la "relación
conmigo" y otras veces del lado de aquello hacia lo cual tiendo en la aspiración de
realizarlo. Así es como está presente la distinción, que desde hace mucho tiempo ha sido
de algún modo advertida (3.°) entre un mero valor de relación (Relationswert), es decir: un
valor para mí (valor de utilidad) o para algún otro, y un valor que se suele designar valor
propio (Eigenwert). Sin embargo, surge aquí de inmediato la objeción de que ya un valor
de utilidad presupone que aquello que es para mí útil o favorable o satisfactorio debería
contener en sí determinadas propiedades que le dan carácter axiológico y le permiten
ejercer sobre mí ese efecto de relación, como lo ha visto, por ejemplo, MEINONG, al
hablar de los "Objetivos". Con esto habríamos observado cierto doble ritmo del fenómeno
axiológico: el valor de relación (instrumental valué) y el valor propio (intrinsic valué, valué
in itself). Ya podremos ver si esto concierne también a todos los ámbitos de valores. El
valor es algo que puede servir para mí y para otro, y, si hablamos del sujeto humano, algo
que significa para él goce y una elevada alegría y, por tanto, un cumplimiento vital. Esta
cuestión, precisamente, no interesa en la consideración ontológica. La pregunta decisiva
por el valor, es entonces, la de si hay algo valioso en sí, algo que sea ambicionado, como
dice KANT, por sí mismo. ¿Se trata, de acuerdo con esto, de algo que nos atrae, nos
eleva y que en el más alto sentido nos es adecuado, algo que se nos presenta
intimamente, de un modo tal que tratamos de cumplirlo existencialmente, identificándonos
con ello? En el dominio de lo ético vemos como un médico que se sacrifica por el enfermo
—lo cual es bueno en sí—, siente en ese acto su propia satisfacción como valor de
relación. Un artista como RODIN crea una obra maestra, que en sí misma constituye un
producto estético, una creación valio- 356 FILOSOFÍA ACTUAL DE LOS VALORES sa,
pero que al mismo tiempo proporciona a su creador la complacencia de la relación y que
da también a otros algo decisivo. Así hacemos entonces el siguiente descubrimiento:
cuanto más alto es el grado del valor, o cuanto más rico es el cumplimiento axiológico,
tanto menor resulta la importancia del valor eficaz de relación resultante (Relationswert-
Leistungswert) si se lo compara con el valor propio. Por lo tanto el valor propio se nos
presenta primariamente, mientras que el de relación, secundariamente. En los ejemplos
usados, hemos hablado hasta ahora sólo de valores personales, y no hemos considerado
el problema de si también es lícito hacerlo de valores impersonales, con lo cual podríamos
extender umversalmente la pregunta por el bien, tal como lo ha hecho G, E. MOORE y la
filosofía originada en los antiguos. SCHELER, por ejemplo, trata acerca de los valores
vitales, cuya apreciación se nos presenta claramente en el movimiento deportivo
moderno; y esto no se debe, por supuesto, a que el organismo saludablemente
desarrollado sea valorado por su utilidad para el trabajo que puede realizar. Con
seguridad se ve en ello también un valor propio. Sin embargo, es necesario decir que para
la conciencia valorante se atiende con urgencia, en la esfera impersonal, el valor de
eficacia (Leistungswert), pero éste a su vez sólo es posible por medio de ciertas buenas
cualidades previas. Con esto tendríamos hasta ahora, como características específicas
del fenómeno axiológico, 1) que estamos frente a él asumiendo una posición afirmativa o
negativa, y no limitándonos a la mera verificación del hecho, con lo cual surge así el
problema del cumplimiento de sentido; 2) que por el lado del sujeto existe una tendencia,
una aspiración dirigida al logro de lo valioso, o bien, ante lo axiológicamente negativo,
hacia el rechazo del mismo, y 3) que lo valioso, por una parte, es comprendido por
nosotros como bueno en sí, mientras por otra parte y al mismo tiempo posee una
estimulante relación conmigo o con otros. Cuanto más insignificante parece ser un objeto
axiológico, tanto más se destaca en él el valor de relación. 357 FRITZ JOACHIM VON
RINTELEN Cuanto más esencial es el plano de valor a que se pertenece, tanto más
fuertemente se siente el carácter de valor propio. Esto vale tanto para los valores
personales como para los impersonales, en caso de que queramos usar también aquí el
concepto de valor y no hablar sólo de bienes, con lo cual, sin embargo, el carácter de
relación para algo se designa entonces como bueno. Pero al poner de relieve la relación,
es necesario responder a la pregunta de si tiene sentido hablar de lo valioso sólo en la
medida en que existe referencia a un sujeto valorante. Esto ha sido sostenido también por
muchos axiólogos, y ocurre sobre todo cuando se interpreta el valor en el sentido
utilitarista o en el hedonista, sea ya para el individuo o para la comunidad. También el
historicismo nos dirá que la valoración humana depende esencialmente de la evolución
histórica y de sus relativamente subjetivas tendencias, según lo que en cada época se
tiene por importante. Es, por lo pronto, algo comprensible de suyo el hecho de que todo
valorar, que parte del hombre, implica en todo caso una relación formal con una
conciencia, y nunca podemos trascender el horizonte trascendental de la conciencia. Esto
ocurre, más allá del valorar teórico, tanto más cuanto más destacamos las relaciones
externas, efectivas y prácticas de lo subjetivamente "valioso para mí", de la utilidad, y las
consideramos como lo decisivo para la cuestión del valor. Pero, no obstante, permanece
planteada la pregunta de si no puede mostrarse un correlato objetivo en el fenómeno del
valor, algo que nos obliga, en vista de la estructura fundamental del hombre, como dice
ALDRICH, a que lo consideremos como justificado en sí mismo y como conveniente.
Algunos pensadores, como Max SCHELER y Nicolai HARTMANN, admiten justamente
por eso una evidencia axiológica (Wertevidenz). Pero en caso contrario se perdería en el
dominio axiológico ético, por ejemplo, el carácter normativo. Tendríamos, entonces, como
otra característica (4.°) la relación necesaria con el sujeto en general, ya se trate de
valores de persona o de utilidad. 358 FILOSOFÍA ACTUAL DE LOS VALORES 5. Valor
real Hemos expresado ya la concepción de que los valores son fines de nuestra vida,
objetivos que nos proponemos para dar sentido a nuestra existencia y lograr así un
cumplimiento de nuestra vida. Pero esto puede comprenderse cabalmente sólo si aquello
a que se alude con la palabra valor puede ser hallado en una ejecución real, en un
acontecer real. A eso debe llegarse en la intención de valor, pues de otro modo nos
quedamos en lo meramente pensado, cuando no en lo imaginario. Así, por ejemplo,
ponemos de relieve valores éticos porque su realización es vista como valiosa. Yo
hablaría entonces (5.°) de un valor real, no perteneciente ya a una esfera irreal, sino que
puede ser señalado en una circunstancia real. Ahora hay que ver qué se entiende aquí
por "real". Por supuesto que no se alude con ello a una cosa presente o un objeto
aprehensible, pues tal afirmación nos haría quedarnos en una contemplación ontológica
naturalista (véase, al respecto, G. E. MOORE). Tampoco DESCARTES quiere decir eso
cuando reconoce la res cogitans como una substancia. El concepto realitas se ha
estrechado en la filosofía moderna en relación al uso lingüístico anterior La vida psíquica y
espiritual y sus actos propios no son una idealidad abstracta ni un ens rationis, sino algo
que tiene para los hombres un poder más elemental y, por ello, una mayor importancia
efectiva que los objetos sensibles externos. Del mismo modo, las creaciones culturales,
en cuanto posibles portadores de valor, son también algo real. Cuando hablo del valor de
la salud y del desarrollo vital de un ser vivo, o, en un ámbito más elevado, de la fuerza de
carácter de un hombre, quiero decir que estas cualidades valiosas son también realmente
válidas para otro o lo fueron, en el caso de que se trate por ejemplo de una gran
personalidad de la historia, sobre la cual emiten con frecuencia los historiadores sus
juicios de valor. Habría que entender entonces lo real como algo que en el espacio y el
tiempo ha encontrado una configuración concreta, un 359 FRIT Z J O ACHIM V O N RIN
TELEN cumplimiento o una realización, a diferencia de los contenidos abstractos de
pensamiento. La comprensión de esto nos parece fundamental, porque sólo en lo real
concreto puede descubrirse otro rasgo esencial del fenómeno del valor, al que vamos a
referirnos a continuación. 6. La gradación (Steigerung) Tal rasgo está constituido por el
momento de la gradación (6.°). En el dominio axiológico existe el comparativo y la
aproximación gradual a un superlativo, el maius et minus (San AGUSTÍN, San
ANSELMO). Cuando por ejemplo empleamos el concepto de agua o el concepto de
hierro, lo aludido no puede ser designado como algo superior o inferior. Pero ya en un
sencillo objeto de uso se podría hablar de ello, y así designar una tela de vestir como de
superior o inferior calidad. Esto significa que, en el segundo caso, la tela es peor con
respecto a la utilidad que puede prestar (valor de relación). Pero con este punto de vista
trasciendo ya el aspecto solamente ontológico. Esto se muestra de manera elemental
cuando se trata de valores personales de la existencia humana. Puedo realizar por
alguien un sacrificio moral que relativamente es una ayuda insignificante, pero también
puedo arriesgar mi vida por otro ser humano, en caso de que se trate de salvar, por
ejemplo, a alguien que corre peligro de ahogarse, o bien, como ha ocurrido con tanta
frecuencia en la guerra, si me expongo a morir para retirar a un herido de la línea de
fuego. En ambos casos trátase de la realización de un valor ético intrínseco, pero de muy
distinta intensidad y elevación. Lo que quiero decir es que justamente con este criterio
podemos verificar en cada caso si se trata de un fenómeno de valor, pues la tendencia de
lo axiológico está siempre dirigida hacia el logro del más alto grado posible de
cumplimiento. No se puede poner en duda por ejemplo, que nosotros mismos podemos
distinguir claramente entre una obra maestra y otra mediocre en el arte de una época
cultural extraña a la nuestra propia. 360 FILOSOFÍA ACTUAL DE LOS VALORES 7. Lo
individual. Profundidad y altura axiológicas ¿Dónde puede hallarse el correspondiente
grado de cumplimiento sino en la realidad concreta individual? Del concepto general como
tal no puede inferirse la infinitamente posible multiplicidad, pues aquél me ofrece
solamente la dirección esencial. De modo que lo propio de la contemplación axiológica es
buscar en el valor realmente cumplido su estado de cumplimiento más individual. Pero, al
poner el acento sobre lo individual, ¿no se excluye la admisión de una medida
supraindividual y sobre todo la de una norma incondicional? Esto implicaría la caída en un
relativismo, como es quizá la consecuencia de la ética situacional. Pero tal conclusión no
sería necesaria ni justa. Más bien diríamos que, así como ocurre en otras ciencias, lo que
se lleva a cabo aquí es hacer resaltar, entre la infinidad de experiencias, lo que es común
a aquello que se ve o se afirma en las diversas estructuras axiológicas y sus respectivos
ámbitos, y de este modo se logra un concepto axiologico (Wertbegriff). Dado que con el
concepto quiero referirme a lo general, es decir: a lo esencial, se justifica el hablar de
conceptos axiológicos o de ésta o aquella esencia de valor (Wertwesen), como, por
ejemplo, de "justicia", de "veracidad", de lo esencial en las distintas posibilidades de las
configuraciones esté- ticas, o también de la sublimidad de lo divino entendido como un
fundamental valor religioso. Se trata entonces de datos ideales —de lo que SCHELER
llama el "fenómeno apriorístico de valor" y que HARTMANN designa como "ser en sí"
ideal de los valores—, que pueden lograr, en cuanto formas axiológicas generales, una
acuñación individual en diferentes grados, que se da en las realizaciones concretas como
consecuencia de sus tendencias fundamentales. La mencionada gradación reside
precisamente en lo individual, como efecto de la íntima exigencia axiológica. Tenemos,
entonces, que el contenido lógico de un sentido esencial supraindividual se une a la
correspondiente configuración axiológica concreta en el acontecer óntico. 361 FRITZ
JOACHIM VON RI N T E LE N La perspectiva de lo individual, por lo tanto, no implica aquí
una relativización. Se podría incluso agregar que el concepto axiológico, designable tal
vez como "horizontal", puede ganar una orientación vertical hacia el más alto
cumplimiento posible. Tendríamos con esto un nuevo punto de vista (7.°), a saber: el
hecho de que al fenómeno de valor le es propia una dinámica vertical en la medida en que
dicho fenómeno implica la realización concreta de un contenido general en cada caso
individual y único. En este sentido es preciso añadir que podemos observar también
distintos planos axiológicos según la altura jerárquica y el grado de relación más íntima
con la existencia humana. Para ésta es más esencial, por ejemplo, el compromiso ético o
la vocación religiosa que los bienes externos estimulantes de la vida, o que las
construcciones técnicas que facilitan la vida y ensanchan su campo de acción, ya que
estas últimas pueden ser puestas también al servicio de lo negativo y de la destrucción
cuando no se las adapta a un orden superior. La lengua alemana dispone aquí de la
palabra Hohenrang (que en español equivaldría quizá a "altura jerárquica"), la cual
sugiere imágenes plásticas, Pero si recordamos lo ya dicho antes, deberemos expresar
ahora que los valores de los distintos planos jerárquicos pueden realizarse a su vez en
diversos grados según su propio sentido fundamental. Yo hablaría, por eso, aparte de la
"altura", de la profundidad con que un contenido fundamental puede ser realizado. Así
decimos que uno puede apropiarse de una obligación ética en distintos grados de
profundidad, o quedarse sólo en la superficie. Para esto es muy adecuada la moderna
palabra "existencial": así podría decirse por ejemplo que algo se hace existencialmente
mío, es decir: corresponde al más íntimo núcleo de mi ser. Una tal penetración en la
profundidad es válida también en las creaciones artísticas. Por cierto que esta manera de
hablar se relaciona primariamente con los valores personales, aun cuando con respecto a
los valores sociales o económicos también podemos decir que las configuraciones
permanecen en la 362 FILOSOFÍA ACTUAL DE LOS VALORES superficie y por ello son
menos eficaces, o bien que ellos han crecido en un estrato más profundo de las
verdaderas condiciones de vida y comunidad y por tanto son de configuración más fuerte.
Así es como se hace necesaria también la pareja de palabras altura y profundidad para
una auténtica comprensión de lo axiológico (8.°). 8. Ensayo de definición Con esto
llegamos al último punto de vista que nos permite señalar las características del fenómeno
axioló- lógico. Podemos intentar ahora una especie de definición y observar si con ella se
gana en el concepto de valor un aspecto común, que corresponde por igual a todos los
ámbitos de valores, y si en ellos se hace válida alguna variación diferente. Es corriente
hablar de las leyes naturales que se cumplen sin excepción y de sus modos de
configuración inmanente, las cuales de ningún modo son dadas inmediatamente a los
sentidos. Esto ocurre también con las cualidades de valor, si bien con la decisiva
diferencia de que en el ámbito personal de valores no existe ninguna determinación
necesaria, sino que todo se halla ligado a la libertad y la decisión de la persona; y a esto
se añade que sólo puede hablarse de lo valioso en la medida en que existe la relación a
un sujeto valorante. Si queremos hablar también de valores impersonales en el dominio
de lo humano, la realización de éstos depende también de la ejecución del sujeto
humano, como puede observarse por ejemplo en el caso de los valores económicos y
técnicos. En la naturaleza como tal, por ejemplo en los valores vitales, en cuanto que hay
una dependencia de condiciones físicas, tampoco se da siempre una situación
regularmente acuñada de cumplimiento. Pero si hablamos de valores personales, se nos
ofrece la siguiente experiencia: aquí no se trata tan sólo de un concepto general, digamos,
de una idea axiológica, sino (9.°) de la orientación hacia un ideal axiológico (Wertideal),
que en cuanto tal nunca puede alcanzarse en el 363 FRITZ J0ACH1M VON RINTELEN
plano de la finitud. Ambicionamos por ejemplo el logro del ideal de justicia, del ideal de
humanidad, del ideal de una democracia digna del hombre, tratando de alcanzarlo
aproximadamente. Podríamos extraer de aquí, nuevamente, el intento de una perspectiva
horizontal y vertical. Todo hombre y toda época tratan de realizar determinados ideales,
que pueden ser de insospechada fuerza de acción. Esto es de gran importancia para todo
aquel que quiere consagrarse a tareas pedagógicas. En la lengua alemana empleamos
para esto la palabra Leitbild (en español, quizá "imagen dominante" o "directriz"), la cual
implica tanto para el individuo como para la comunidad un llamamiento y una misión
íntimos, a los que se trata de corresponder cada vez más o se debería seguir.
Precisamente esto es lo que proporciona a la cuestión axiológica una importancia
particularmente dinámica. Nuestras observaciones nos han permitido mostrar hasta ahora
el hecho de que existe en la problemática del valor un panorama totalmente específico.
No nos contentamos con poner de relieve un contenido al que se alude con conceptos
generales, como sucede en la lógica del ser, que constituye la condición básica para todo
conocimiento de las cosas y de la naturaleza, de tal modo que puede hablarse de una
constante esencia (STEINBUECHEL). En lo axiológico se va más allá de esto y se trata
más bien de examinar cómo un contenido supraindividual de sentido, aprehensible lógica
y conceptualmente, ha encontrado en lo concreto y único su correspondencia menor y
mayor según la altura axiológica. En cierto modo la referencia óntica, con el sentido
esencial aprehensible lógicamente y de carácter estático, se halla ligada al momento
axioló- gico dinámico del correspondiente grado individual de realización del valor. Y
precisamente en dicha realización se halla el centro de gravedad, con lo cual quizá podría
hablarse aquí de un modo particular de lógica del valor, entendiendo la palabra "lógica" en
el sentido del griego lógos y no ya meramente en el de un orden formal. 364 FILOSOFÍA
ACTUAL DE LOS VALORES Con esto habríamos destacado entonces los siguientes diez
momentos esenciales del fenómeno axiológico: Existe en él (1.°) una afirmación o una
negación de modo tal que (2.°) puede verificarse siempre una tendencia o un rechazo
respecto de lo valorado. Puede presentarse como (3.°) valor propio (bonum in se) o como
valor de re' lación (secundum quid), destacándose el primero en el ámbito de lo personal y
el segundo en el de lo impersonal. Tiene sentido (4.°), al parecer hablar de valores sólo en
tanto se halla un sujeto espiritual que puede tomar posición frente a ellos. Al mismo
tiempo (5.°), la intención del fenómeno de valor consiste en encontrar realizada en la
realidad la mayor gradación posible de su contenido fundamental (6.°), de tal modo que
les es propia una dinámica vertical. Esto puede cumplirse (7.°) individualmente según el
rango axiológico (8.6 ) en diferente altura y también diferente profundidad, es decir (9.°):
según la penetración en el ideal axiológico apuntado, lo cual tiene validez sobre todo en
los valores personales. De este modo ganamos en la contemplación axiológica una
particular perspectiva propia y ponemos de relieve (10.°) conceptos de valor o valores
esenciales. Intentemos ahora una especie de resumen difinitorio de lo que hemos hallado
en la explicación del fenómeno axiológico. Para esto yo diría que cuando hablamos del
valor aludimos a un contenido cualitativo de sentido, que es objetivable, que se afirma en
una toma de posición como meta de una tendencia consciente o inconsciente, y que
puede ser realizado en diversos grados de elevación (valor real). El puede, merced a su
contenido intrínseco (valor propio) insertarse en otro orden (valor de relación y utilidad). Si
se trata de valores personales, domina el carácter de valor propio. En los valores
impersonales advertimos mejor el valor de relación, en la medida en que es provechoso
para algo. Cuanto más próximos a la existencia íntima humana, tanto más alto es el grado
jerárquico en el que podemos penetrar en diversa profundidad. 365 FRITZ J O AC HIM
VON RIN T E L E N El aspecto del valor posee características específicas que le
corresponden sólo a él, y nos permiten en cierto modo reproducir fenómenos esenciales
en forma de conceptos axiológicos o ideas de valor. II LAS DIVERSAS ESPECIES DEL
VALOR 1. Valor político y valor económico Nos toca ahora ocuparnos de las distintas
clases o especies de valores. Se habla, por ejemplo, de valor econó- mico, político,
estético, jurídico, ético, religioso y podría incluso hacerse de algunos otros. ¿Podemos
aplicar la determinación general, que hemos intentado en la primera parte, a todos estos
valores? y, en todo caso, ¿será esa aplicación siempre en el mismo sentido, o sólo en
sentido figurado o análogo? Evidentemente, lo primero se dará sólo cuando pongamos de
relieve los elementos formales generales, los cuales logran su acuñación en las diversas
especies. De acuerdo con este planteamiento, los valores personales se hallan siempre
en una relación inmediata con las ejecuciones humanas conscientes. Si hablamos de
valores económicos, nos referimos siempre a bienes de intercambio mercantil o a la
explotación de bienes naturales, que poseen una determinada cualidad propia como
buena mercadería. Esta es la condición para que los valores económicos en general
puedan ejercer su función de utilidad al servicio del individuo o del orden social. Lo
esencial aquí es que ellos poseen el carácter de valor de relación, condicionado por las
correspondientes propiedades que se adecúan al logro de un determinado fin. Los 366
FILOSOFÍA ACTUAL DE LOS VALORES valores económicos pueden cumplir esto de
diversas maneras, según se trate de bienes materiales mejores o peores, por ejemplo: si
la calidad de una máquina es mejor o peor con respecto a la función que se espera que
efectúe. Si bien se trata siempre de una cualidad con respecto al uso y la utilidad, son
valores de cosas (Sachwerte), sin embargo, el supuesto necesario para el logro de un
bienestar social digno del ser humano. Si bien por sí mismos poseen sólo un carárter de
valor impersonal, pueden también estimular, a través de su realización, una existencia
espiritual y personal superior. Su creación es por eso una invocación a la conciencia
social y se halla en relación íntima con otros ámbitos de valores, de los cuales hay que
hablar. Suponen, entre otras cosas, un fervor ético por el buen obrar, sin lo cual no son
factibles aquellas creaciones económicas valiosas. Con frecuencia se pregunta también
por los political valúes. En Alemania no es corriente hablar "de valores políticos" y se me
ocurre preguntar ahora a qué se alude con tal expresión. Si entendemos la palabra
"político" en el sentido de la antigua Polis, se trata entonces, como es obvio, de los
valores de la comunidad ciudadana. Estos son infinitamente numerosos y se relacionan
con todas las otras clases de valores o se apoyan en ellas. De modo que se trata del
problema de lo social, del justo orden, de la educación, de la investigación científica, del
cuidado de la salud y del mantenimiento del Estado, cuestiones correspondientes, en el
Estado moderno, a los diversos ministerios. El problema de lo político consistiría en lograr
la concordancia de los diversos ámbitos en beneficio de la comunidad. Se trata siempre,
entonces, de un factor de totalidad, que posee sin duda un carácter axiológico en la
medida en que puede ser realizado en la "comunidad del obrar". Su rasgo fundamental
consiste preponderantemente no sólo en configurar y obtener el orden teórico, sino un
orden concreto que protege al ciudadano y le posibilita el 367 FRITZ J0ACH1M VON RI N
T E LE N libre desarrollo vital adecuado a la dignidad humana. Por lo tanto, corresponde
al acontecer político una función que sirve tanto al individuo como a la comunidad, en el
sentido de los valores de relación, los cuales pueden sin embargo perfeccionarse tanto
como lo requiera el logro de un carácter de valor propio para el sistema de relaciones
políticas entendido como creación espiritual. No obstante, debemos ponernos en claro,
como ya se dijo antes, que esta estructura total es posible prácticamente sólo si está
sostenida por las obras cualititivas de los grupos reunidos. También aquí podemos hablar
de un ideal que nunca se cumple totalmente. Pero, al ser ambicionado, este ideal no
puede prescindir del fervor y el espíritu de sacrificio de los diversos miembros, lo cual sólo
puede alcanzarse por medio de la realización de auténticos valores. 2. Valores culturales
en general Más apropiado nos parece hablar de valores culturales. Pero también es éste
un nombre de conjunto, que implica en sí una multiplicidad de campos parciales, como los
correspondientes a los valores estéticos, éticos y religiosos. La palabra alemana Kultur
alude a algo particular en contraposición a los valores económicos y políticos propios de
la comunidad. Se trata de creaciones del espíritu, que poseen una relación directa con el
ser-persona, propio de lo humano, y con su existencia íntima, en la medida en que la
persona se halla abierta a tales creaciones. Conocemos culturas pertenecientes a los más
diversos pueblos, las cuales constituyen estructuras objetivas y expresiones reales de la
íntima vivencia anímica del total de un pueblo, de una unidad cultural, y que por encima
de esto son además de un carácter humano general. No se equivoca Nicolai HARTMANN
cuando dice que el espíritu objetivo supraindividual —no entendido metafísicamente— se
manifiesta entonces en un espíritu objetivado. Pensemos
FILOSOFÍA ACTUAL DE LOS VALORES en los poemas, obras literarias, obras de arte
como pinturas, estilos arquitectónicos, composiciones musicales, imá- genes directrices
(Leitbilder) de la vida comunitaria, etc. Se trata aquí de contenidos objetivados, y por ello
efectuados con un carácter real y que apuntan, merced a su cualidad intrínseca (valor
propio), a fecundar, a enriquecer la vida espiritual o, para decirlo con otras palabras, el
"espíritu viviente" (lebendiger Geist), al cual permiten, en definitiva, su propio devenir
(valor de relación). Ellos pueden alcanzar, en diversos grados de profundidad y de altura
cualitativa, la existencia humana, provocando en ésta el supremo desarrollo real de ser
concreto y valioso de la persona. Si tal realización de valor parte del individuo, hablaría yo
del cumplimiento de un valor propio real precisamente de esta existencia humana.
Sabemos suficientemente por la historia de la cultura, que justamente en el campo de los
valores culturales tiene la personalidad creadora una importancia decisiva, ya que
expresa en el desarrollo espiritual con carácter fecundo aquello que ya inconscientemente
representa, bajo la superficie, la orientación fundamental de una época. Pero con esto
permanecemos todavía demasiado en lo general y lo indeterminado. Debemos, pues,
discutir, acerca de aquellos ámbitos axiológicos que desde siempre han ocupado
continuamente a los pueblos y culturas, y en los cuales ambos se han expresado. De esta
manera es posible ver que existen efectivamente rasgos fundamentales comunes con el
carácter de intenciones humanas generales de valor. El hecho de que estos rasgos
fundamentales, en tanto valores básicos intentados, logran sin embargo muy diversas
variaciones en su realización histórico-cultural, lo hemos ya tratado. Ello corresponde a lo
que ya fue desarrollado en la primera parte acerca del fenómeno axiológico, cuando
señalamos que a todo valor esencial le es propia una limitada posibilidad de cumplimiento
según diversos grados de intensidad. Elsto ocurre particularmente en las otras regiones
axiológicas en cuestión: las de los valores estéticos, éticos y religiosos. 369 FRITZ
JOACHIM VON RINTELEN 3. El valor estético Consideramos por lo pronto el valor
estético. Es éste uno de los planos axiológicos más dudosos, y sin embargo es de central
importancia para la existencia humana. La palabra "estético" proviene del vocablo griego
aiaO-yjaic; (percepción), y en este sentido es empleada por KANT en su Crítica de la
Razón Pura, como "Estética trascendental". La palabra posee también, sin embargo, una
significación más especial y elevada, si bien la significación original nos señala lo que le
corresponde directamente, que es la característica de la percepción sensible. La visión de
lo estético es ella misma un pensar (GOETHE). Pero lo decisivo es el hecho de que el
valor estético se funda en la creación espiritual. Es un espíritu vinculado con la
sensibilidad y el alma, en cierto modo en él está el centro de su ser; y por el lado del
cumplimiento estéticamente sensible y en cuanto valor creado es una objetivación y
realización del contenido de vivencia. La obra de arte se presenta como una ejecución
creadora espiritual en los diversos ámbitos: en arquitectura, escultura, pintura, mú- sica,
poesía, estilo de vida, etc. La riqueza de nuestra vivencia humana absorbe las
experiencias esenciales de las formas reales manifestadas, produciendo en nosotros la
impresión de lo bello. Existe entonces en cada caso un valor creado, a partir del cual el
que valora estéticamente puede, conforme con su propia capacidad, oir, ver o descubrir el
sentido intentado. La imagen sensible, o de los sentidos, resulta una imagen de sentido.
Alejándose de la sensibilidad se convierte en una portadora de sentido. Un valor estético
es como un mito que quiere revelar en forma condensada una interpretación del sentido y
de la vida. En todo caso tal es su intención. Incluso la más sencilla forma de expresión
estética denuncia ya, como un ampliado lenguaje, un último horizonte de sentido que se
esconde detrás de ella. Este tipo de perspectiva no se nos presenta en los otros ámbitos
axiológicos que hemos considerado, pero la 370 FILOSOFÍA ACTUAL DE LOS VALORES
categoría de lo bello puede vincularse con éstos y darles una peculiar tonalidad. Se puede
preguntar con todo derecho si no nos es lícito hablar también, como lo ha hecho KANT,
de lo bello natural, que el hombre puede sentir en relación consigo mismo, aun cuando no
sea creado por él. Existe aquí un fundamentum in re, y el biólogo PORTMANN habla
actualmente en este sentido acerca de "tipos de autorrepresentación"
(Selbstdarstellungstypen) en la naturaleza. Pero también, en relación con el hombre,
puede hablarse y de hecho se ha hablado siempre de la posibilidad de una belleza
intrínseca, y así es como por ejemplo, suele decirse al juzgar la conducta de alguien, que
"ha realizado una bella acción, \ Una característica general del valor, que en lo estético se
destaca particularmente, es el rango de la cualidad y su gradación. Pero, ¿se puede
determinar esto en un sentido umversalmente válido? Por cierto que el fenómeno estético
admite históricamente variaciones extraordinariamente diversas; sin embargo, podemos
valorar según su rango una forma de expresión estética que no nos es propia, incluso si
pertenece a alguna cultura del pasado. Podemos hoy verificar perfectamente diferencias
de calidad en la plástica de la Grecia clásica, por ejemplo entre la de la época de Fidias y
las toscas simplificaciones del helenismo. PRAETORIUS, presidente de la Academia de
Arte de Munich, descubrió al comienzo de este siglo en París una infinidad de dibujos
chinos y escogió de entre éstos unos pocos, sin tener conocimientos sobre el arte chino.
En años posteriores se ocuparon muchos investigadores de arte con ese tipo de dibujos, y
ocurrió que los más valiosos resultaron ser aquellos que PRAETORIUS había elegido. A
pesar, entonces, de la acentuada relatividad que existe en el sentir estético, parece ser
esto una prueba de que el grado de configuración estética no es de naturaleza totalmente
relativa, sino que existe un rasgo esencial que se fundamenta en lo objetivo. Podemos
descubrirlo sobre la base de una comprensión espiritual que se justifica a sí misma y que
de ningún modo puede reducirse solamente a una opinión subjetiva del sentimiento, 371 F
RIT Z J O ACHÍM V O N RINTELEN aun cuando éste suele en buena medida vibrar al
unísono con aquélla. Pueden indicarse fundamentos acreditados, tales como
proporciones, medida, simetría, estructura, distribución, autenticidad, composición o
armonía, todo lo cual interviene en la apreciación espiritual. Por cierto que con esto
tenemos sólo algunas relaciones formales de orden (si bien tampoco homogéneamente
reconocidas), y lo decisivo respecto a los profundos valores estéticos sigue siendo la
interpretación del sentido, que precisamente en el arte moderno implica el criterio de la
autenticidad. Esto quiere decir que en valor estético debe expresarse una verdad de la
vida, ya sea para informarnos acerca del rigor de la existencia o de la elevación por
encima de lo cotidiano. Debe ser alcanzado algo que corresponde a la esfera íntima del
hombre. En este sentido lo estético puede, en virtud de su fuerza de irradiación,
representar una potencia purificante y al mismo tiempo cognoscente, para la conservación
de la altura humana alcanzada en distancia espiritualmente y para la protección que lo
aleja frente al desastre del desconsuelo. A través del arte el hombre se siente
ennoblecido, elevado, conducido a lo superior, a lo que es grande por esencia, aun
cuando los valores particulares son, mediante su jerarquía, totalmente distintos unos de
otros, tanto en su vocación cuanto en el cometido que el artista les imprime. Pero en todo
brilla el específico valor propio de lo estético. A él le es propio —mencionémoslo
nuevamente— aquel momento axiológico consistente en que la idea de valor puede ser
realizada siempre sólo de un modo fragmentario y apunta hacia el ideal trascendente.
Debido a la fuerza dinámica de forma que es propia de lo estético, no puede asombrar
que espíritus tan destacados como GOETHE pensaran que el arte verdaderamente
sentido no puede separarse de lo moral. 4. El valor ético El valor económico, estético y
cultural, como vimos, no puede prescindir del hacer humano, y lleva en sí un 372
FILOSOFÍA ACTUAL DE LOS VALORES requerimiento de realización. Tales valores no
se muestran con necesidad causal, como ocurre en la Naturaleza. Los valores éticos
encierran en sí, además, un carácter específico propio, general y normativo. Este consiste
en un deber (Sollen), el cual recurre a la libertad intrínseca del hombre, aun cuando ésta,
desde luego, tiene sus limitaciones. Para las decisiones somos remitidos aquí a las
situaciones particulares concretas o, en sentido más amplio, a la autodeterminación. En el
valor ético se halla la expresión perfecta de aquello que puede ser y es propio de un alma
humana. Por eso es que el problema axioló- gico está a veces casi totalmente vinculado
con el de las virtudes éticas. Puede decirse que el no cumplimiento en los ámbitos de
valores anteriormente considerados, no representa de por sí un desvalor o valor negativo,
si bien implica siempre un defecto. Pero el desdén por las imprescindibles exigencias
éticas es siempre un proceder negativo, con lo cual la esfera de la ética se distingue de
todas las otras. Pero justamente por eso le corresponde un valor propio o intrínseco, que
es siempre la expresión particu^ lar del respectivo valor de la personalidad, valor que
implica la confianza en su portador y la alta apreciación del mismo. La esencia de lo ético,
según esto, reside, como es obvio, en que la concreta conducta real del hombre, como
dice KANT, está determinada por una "buena voluntad". La voluntad o el compromiso del
hombre consigo mismo y frente a los demás, como ya pensaron los estoicos. El deber
consigo mismo consiste en la realización de todas aquellas exigencias íntimas que la
persona humana experimenta en la honradez y la sinceridad como algo ineludible para el
autodesenvolvimiento de su ser más íntimo. De este modo hay para los hombres morales
exigencias de carácter general, tales como amor a la verdad, gratitud, autodominio, o,
expresado negativamente, superación de la desconfianza, etc. En estos casos se trata de
exigencias imprescindibles, cuya desestimación tiene por consecuencia un obrar inmoral y
antivalioso. 373 FRITZ JOACHIM VON RINTELEN Pero hablamos además de valores
morales no sólo en sentido de una ética de prohibiciones (Verbotsethik), sino también, y
especialmente, cuando nos referimos a propiedades particularmente positivas, como la
fuerza de carácter, la lealtad incondicional, la elevada conciencia de responsabilidad, la
abnegación y el espíritu de sacrificio, que se desarrollan como actitudes humanas
superiores. Por medio de ellas la persona misma se eleva a su alta jerarquía axiológica
mucho más que en el caso de los valores antes mencionados. Hablamos, entonces,
además de los deberes necesarios y generales, de virtudes particulares que logran en
cada hombre individual un mandamiento propio y que realizan el valor básico de lo moral
en el sentido de una misión que les corresponde individualmente. Con esto hemos ya
hablado sobre los deberes y las virtudes respecto de los otros y de la comunidad. Su
consideración debe estar al mismo tiempo justificada intrínsecamente frente al propio yo y
su núcleo moral. Pueden tener lugar en la medida en que el obrar se hace, más allá del
deber y la obligación, en una conducta de amor. Por eso ha sido éste denominado
sencillamente el auténtico valor de lo moral, que proporciona el carácter axioló- gico
decisivo a todas las otras virtudes particulares. Con la anterior tenemos ya en claro lo
siguiente: el valor ético es un valor propio cualitativamente determinado, que en definitiva,
tiene el carácter normativo de un deber-ser y que presupone la libertad, en la posibilidad
de decisión. Se cumple como valor real en diversos grados de intensidad y al mismo
tiempo, en cuanto valor de relación, sirve a los otros y a la comunidad. El valor propio se
destaca aquí de modo decisivo, por lo cual el valor ético posee una particular proximidad
a la existencia humana. Debe ser cumplido por sí mismo, ya que se pierde casi totalmente
cuando yo, por ejemplo, ayudo o sirvo al pró- jimo sólo por el cálculo de una ulterior
ventaja para mí. Podemos también reproducir las formas individuales de conducta en
conceptos éticos esenciales y alcanzar así la acentuación de conceptos o ideas éticas de
valor. Debido 374 FILOSOFÍA ACTUAL DE LOS VALORES a que éstas suelen ser
desdeñadas en la realidad, algunos éticos, como Nicolai HARTMANN, han hablado de un
particular ser ideal de los valores, también quizá PLATÓN. La antigüedad ha destacado
especialmente la justicia, 8txaioaóvr¡, que ha sido formulada en toda ética elevada como
una exigencia. Esto nos lleva al problema de los valores jurídicos. Si los concebimos en el
sentido de un Derecho estatal práctico, debemos decir que pertenecen, en cuanto
derecho positivo, al ámbito de los valores ordenadores propios de la comunidad, y, con
HEGEL, hablaríamos entonces meramente de una "legalidad". Pero con ello no nos
encontramos todavía en el plano de las normas morales, ya que puede ocurrir —y el caso
se ha dado históricamente más de una vez— que una ley estatal contradiga a la
conciencia ética, lo cual es fundamento del derecho de resistencia (Hans KELSEN). Pero
por otra parte, la ley estatal debería corresponder a la normatividad ética y de ese modo,
para decirlo otra vez con HEGEL, adecuarse a la moralidad en sus exigencias últimas. Y
de este modo nos encontramos, por el hilo de las consecuencias, nuevamente en el
mundo de los valores éticos, los cuales se hacen oir en el seno de la conciencia moral. Se
sabe además suficientemente cuan repetidas veces se ha intentado explicar el valor ético
(1.°) de modo estrictamente biológico, o (2.°) sólo por referencia a la comunidad, o bien
(3.°) por medio del goce y el eudemonismo. Pero tales interpretaciones no consideran las
experiencias del campo de lo ético, y permanecen sólo en la periferia del problema. Por
cierto que la observación de las normas morales —digámoslo para tocar transitoriamente
el problema— (1.°) puede ser de utilidad biológica en el ámbito vital. Pero esto hace
referencia sólo a un campo muy limitado de lo ético, y las altas virtudes éticas no tienen
nada que ver con ello. Lo ético debe también (2.°) servir a la comunidad. Pero a ésta a
veces le resulta útil también el empleo de la fuerza bruta y el abuso de las exigencias
humanitarias, lo cual se halla absolutamente fuera del dominio de los valores éticos.
Muchos hechos éticos, quizá incluso una gran parte de ellos, no repercuten 375 F RIT Z
JOACHIM V O N RIN T E LE N utilitariamente. Así ocurre, por ejemplo, con la resignación
altamente moral de un hombre en su destino, en un hondo y grave sufrimiento, o cuando
alguien se sacrifica inútilmente para salvar a un ser humano, por ejemplo, en alta mar o
en las montañas. El valor propio del hecho moral, sin embargo, sigue presente en estos
casos. También debemos decir (3.°) que a menudo hacemos un sacrificio moral sin
obtener por ello primariamente ningún placer y, en cambio, el placer puede ser provocado
por elementos de muy bajo valor (compárese PLATÓN, ARISTÓTELES, etc.). En un
sentido más amplio se puede decir, por cierto, que el cumplimiento de valores éticos
siempre proporciona al hombre una satisfacción, una íntima alegría, inclusive en el
sacrificio. Esta verificación hace que el famoso esquema egoísmo-altruismo sea
insuficiente como único criterio ético. Sería, sin embargo, una deformación psicológica la
pretensión de designar la eudemonía como el motivo propiamente ético. El motivo ético
consiste más bien en el grado jerárquico cualitativo del obrar ético y de la meta
perseguida con tal obrar, como ya lo vieron los griegos. Este conocimiento es también
decisivo para la limitación a una ética de la "disposición de ánimo" o "intención íntima"
(Gesinnung). Por supuesto que para el valor ético se trata siempre de la intención moral
íntima, pero yo no puedo, frente a todos los posibles actos infames (como se ha visto en
los últimos tiempos en la vida política) actuar siempre conforme a mi buena disposición de
ánimo. Debe existir una íntima concordancia entre la cualidad de la disposición de ánimo
y la cualidad de los objetos a los que apunto en mis modos de comportamiento. Así se
pone otra vez de relieve el hecho de que los valores éticos deben implicar determinados
contenidos esenciales, que por su parte se reiteran en las ya mencionadas ideas de valor
con el carácter de normas. Pero se podría presentar aquí la objeción de que
históricamente se han dado muy diversos juicios de valor que a veces se contradicen
entre ellos. Algo semejante se da también en toda rama del saber, sin que ello nada 376
FILOSOFÍA ACTUAL DE LOS VALORES signifique contra el conocimiento mismo. La
discrepancia valorativa tampoco dice nada contra la posibilidad de alcanzar un
conocimiento ético del valor. La sensibilidad axiológica ética puede ser por cierto muy
grosera y torpe, pero también puede ser aguda y precisa y en este caso alcanzar un
genuino conocimiento del valor. Si examinamos los contrastes, advertiremos que éstos
provienen casi siempre de valoraciones excesivas y unilaterales, que pasan por alto lo
otro. Sin embargo, la arquitectónica ética está en fuerte dependencia de la situación
temporal, la tradición y de las correspondientes tendencias, y se halla determinada por la
estructura sociológica, de modo que también aquí podemos hablar de "variaciones". Hay
tanto puntos supremos de la cultura ética como grandes depresiones y descensos en ese
terreno, lo que no quita que ciertos valores básicos de lo ético nunca hayan sido negados
en sí mismos, como por ejemplo al amor, la justicia, la veracidad, la generosidad, el
respeto por la vida, etc., que se han contrapuesto siempre al odio, la mentira, el engaño,
el asesinato, la infamia, etc. No se podría presentar ninguna prueba de que las
mencionadas cualidades de valor han sido desestimadas radicalmente en alguna cultura.
Tenemos hoy día sin embargo una evidente inclinación a acentuar los antagonismos en
lugar de observar lo que en extensión mucho mayor hay siempre de común. Finalmente,
nos toca destacar en lo ético un momento que señala lo axiológico por antonomasia, pero
que precisamente aquí adquiere su característica más sobresaliente. Me refiero a lo
estático y dinámico al mismo tiempo. Todo hombre posee, merced a su educación y a su
desarrollo particular, cierto hábito moral estático, un estado moral de su ser, conforme al
cual él actúa en su naturaleza moral en la medida en que le son propias diversas
cualidades de valor. Se trata de algo que le es propio. De la misma manera Santo TOMÁS
concibe la sindéresis como un habitus. Pero si permanece en ello y no se ocupa
constantemente de su vida moral, es decir: si no se halla en un estado dinámico de
aspiraciones, la voluntad ética vital se detendrá y desmoronará. Este es el motivo más
pro- 377 FR1TZ JOACHIM VON RI N T E LE N fundo que explica por qué KANT quiso
inferir lo ético a partir de la idea del esfuerzo en servicio del deber (Pflicht). Pero nuestra
opinión es que ambas cosas —el hábito moral y la dinámica volitiva que en él despierta—
forman un todo único encaminado al logro de una ejecución completa. Con esto podemos
cerrar nuestras consideraciones sobre el valor ético y añadir a lo ya resumido acerca de
sus especies lo siguiente: la vinculación con el mundo interior subjetivo individual es aquí
lo decisivo, de modo que una deducción del valor ético como tal sólo a partir de su
relación con otros aparece como insuficiente. Esto no implica sin embargo una pura
subjetividad, sino una vinculación con las cualidades axiológicas objetivamente morales.
Su realización supone un hábito moral que puede cumplirse en la "dedicación siempre
anhelante" (GOETHE), lo cual es posible sólo en diversos grados de elevación. 5. El valor
religioso Para terminar diremos algo acerca del valor religioso. Sea cual sea la posición
que se asuma frente a lo religioso, el valor religioso ha sido sentido en todas las culturas y
pueblos como un hecho fundamental para la existencia humana y permite provocar el
último fondo de las diversas culturas. La conciencia religiosa es también, sin duda,
considerada históricamente, algo muy multilateral y ha conducido a veces al abuso. Lo
que aquí corresponde es caracterizar la dirección axiológica, ante todo en la medida en
que ella puede distinguirse de las otras especies. También aquí debemos discernir entre
dos puntos de vista: el lado del sujeto, y el del objeto intentado, aun cuando ambos
pudieran también coincidir estrechamente. Se habla de un valor religioso cuando en él se
puede cumplir la más noble elevación del hombre, la cual, al mismo tiempo debería lograr
una purificación del espíritu frente a un mundo que se pospone entonces en sus
exigencias
FILOSOFÍA ACTUAL DE LOS VALORES con sus conflictos trágicos. GOETHE creía que
la conciencia religiosa, considerada en su alto nivel, debería ser designada como
"veneración" (Ehrfuroht), lo cual no es conocido por la naturaleza infrahumana. La
veneración ve todavía algo más, a saber: "lo que el que carece de veneración no ve: el
misterio de las cosas y su profundidad axiológica" (SCHELER). ES la reverencia que se
hace a algo que está por encima de nosotros, una especie de contacto con lo sublime.
Con esto debería estar dada, al mismo tiempo, una superación de todo lo bajo y un estar
a salvo, en una realidad suprahumana, por lo cual se habla del posible cumplimiento del
valor religioso y del encuentro con "lo Santo" (WINDELBAND). Este pensamiento nos
señala que el valor religioso es por cierto un cumplimiento íntimo, pero al mismo tiempo
una especie de vuelta plena de confianza hacía potencias suprasensibles de mayor altura
jerárquica, las cuales son sentidas en cierto modo como un campo magnético del todo. La
unión con éste es un riesgo espiritual, la confesión de un espíritu animoso. Lo así aludido
es designado con los más diversos nombres: lo incondicionado, lo absoluto, lo
indescriptible, lo prodigioso, el valor supremo, el summum bonum, el Dios personal.
Rudolf OTTO ha hablado aquí de lo numinoso, que nos atrae irresistiblemente como valor
(fascinosum), pero al mismo tiempo provoca la impresión de nuestra propia insignificancia
(tremendum). Es sabido que en la tradición europea (FILÓN, PSEUDO-DIONISIO) se
desarrolló una filosofía negativa de la religión (theologia negativa), de lo indecible,
completada también por perspectivas positivas de valor, las cuales sólo con muchas
prevenciones o cuidados, de modo que allí puede hablarse por medio de comparaciones,
imágenes, o, como se dice con frecuencia, analógicamente (Santo TOMÁS: via
eminentiae, summum bonum). Pero el ritmo doble exige al mismo tiempo que el hombre,
en aquella vuelta hacia la trascendencia sentida, intente una penetración en sí y un
cumplimiento imitado del Ideal percibido, para alcanzar así su propia superación. 379 F
RITZ J O AC HIM V O N RI N T E LE N 6. Síntesis Resumiendo lo expuesto diremos lo
siguiente: En los diversos ámbitos de valores pudieron verificarse las características más
destacadas del fenómeno de valor, ya que vimos en éste su acuñación particular en
diferencia con otras esferas. Tales características son: un contenido cualitativo de sentido,
que implica al mismo tiempo, en cuanto valor propio, un valor de relación. Cuanto más
próximos están los valores de la existencia humana, tanto más fuertemente se destaca el
valor propio, de modo tal que puede distinguirse entre valores personales e impersonales.
Todo pensamiento axiológico tiende a la realización, al valor real, que puede alcanzar su
respectivo grado de elevación en relación a un cumplimiento ideal. El conocimiento
espiritual puede llegar a partir de la experiencia, a formas e ideas axiológicas generales.
El valor económico como valor de relación sirve al bienestar del hombre como
fundamento de un posible desarrollo vital personal digno del hombre. Los valores políticos
fueron entendidos como valores de comunidad, que deben garantizar, en cuanto
estructura de orden real, la existencia humana. El extenso concepto de los valores
culturales dirigió nuestra mirada a un ámbito espiritual y creador, que comprende a su vez
diversas regiones. Estas quieren proporcionar contenidos vitales personales más
intensos, ya sea como objetos que enriquecen y unen el mundo anímico, ya como un
sustrato espiritual objetivado. Pertenecen a este ámbito los valores estéticos, que
presentan las verdades de la vida en su autenticidad y fuerza configuradora, y de una
manera sensible plena de sentido y expresividad. El valor ético se extiende a toda la
esfera íntima del hombre, se presenta como un deber-ser normativo y se realiza en el
cumplimiento amoroso, que está ejecutado en un sentido anhelado y objetivamente
valioso. En el valor religioso el hombre busca una determinación axiológica suprasensible
y trascendente, que lo invita al cumplimiento de valor y que implica la veneración por el
380 FILOSOFÍA ACTUAL DE LOS VALORES valor divino entendido como una exigencia
fundamental y espiritual del alma. Creemos haber demostrado que es enteramente
posible exponer una característica esencial de lo que se entiende por valor y destacar sus
momentos particulares. Mi concepción axiológica admitió una nota realista, porque opino
que en todas las actitudes valorativas se está frente a un acontecer real, concreto, que no
podemos dejar despreciar. Pero la importancia que la cuestión del valor tiene en la
determinación de la vida del hombre y de los pueblos se advierte en las palabras de
NIETZSCHE: "Alrededor del inventor —nosotros diríamos: del incitador— de valores gira
el mundo, gira inaudiblemente".