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Contenidos elaborados a partir de los recursos educativos CREA de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía
PROF. ENRIQUE M. TEJERO GALVÁN 1
FUNDAMENTOS DEL ARTE I – 1º BACHILLERATO – I.E.S. PROF. TIERNO GALVAN
Unidad 4 - Tema 4
El cambio de paradigma en el Renacimiento: Miguel Ángel Buonarroti
El siglo XVI asiste al asentamiento de las ideas humanistas gestadas en el siglo anterior y al
establecimiento del Renacimiento en todo su esplendor, término que por cierto acuñó Vasari en su
famosa obra Las Vidas de los artistas, de la que hablaremos detenidamente a lo largo de la unidad.
Supuso el fin definitivo de la Edad Media, la caída del feudalismo y una nueva conciencia individual,
que tendrá su máxima expresión en la figura clave de Miguel Ángel Buonarroti, primer gran ARTISTA con
mayúsculas, que con su esfuerzo y genialidad elevó las artes plásticas a la mima categoría que
disfrutaban las artes liberales como las matemáticas y la filosofía, por ejemplo.
Los artistas tienen una fuerte base académica, ya no son simples artesanos, sino que aprenden distintas
ramas científicas del Humanismo. Los humanistas defienden el conocimiento de la verdad a través de la
experiencia, la razón y la experimentación; del modelo teocentrista medieval se pasa a un nuevo
modelo en el que el hombre es el centro del saber. Y hacia mediados de la centuria asistiremos a la
primera gran reforma de la Iglesia tras la aparición de sectores críticos con el alto nivel de vidas de los
papas, el Concilio de Trento, que desembocó en la aparición de la Iglesia Protestante, a lo que la Iglesia
Católica arremetió con su Contrarreforma, lo que ocasionó la aparición del Barroco.
Pues todos estos cambios ideológicos y estilísticos quedan reflejados en la obra de Miguel Ángel, sin
duda una de las grandes cumbres de todo el arte universal, un genio con sus luces y sus sombras, pero
con unas indudables dotes artísticas que le encumbraron al máximo estrellato que ninguna otra figura
alcanzó con anterioridad.
Estos eran los enemigos de Miguel Ángel, las otras figuras clave del renacimiento que lucharon por
conseguir el mismo nivel de estrellato que el florentino, y entre ellos hubo traiciones, acusaciones,
descalificaciones y demás episodios de los que da buena cuenta Vasari en su libro.
1. Biografía. Su relación con el entorno.
La verdadera obra de arte no es más que una sombra de la perfección divina.
“¿Cómo puedo hacer una escultura? Simplemente retirando del bloque de mármol todo lo que no es
necesario. No hay ninguna idea que no pueda expresarse en mármol. Cada bloque de piedra tiene
una estatua en su interior y es la tarea del escultor descubrirla”.
Estas son solo algunas de las geniales citas del genial y polifacético artista italiano, un GENIO con
mayúsculas, con sus luces y sus sombras también, amado y odiado, o mejor dicho, envidiado a partes
iguales, tuvo una fuerte personalidad unida a una ambición sin límites. Impetuoso, violento, arrogante,
generoso, trabajador, sencillo, solitario, valiente, neurótico,….
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Todos esos adjetivos y más se le pueden atribuir a uno de los máximos genios indiscutibles de todos los
tiempos, súper hombre y súper artista. En palabras de su amigo, el intelectual Aretino, ha habido muchos
reyes, pero un solo Miguel Ángel.
En su dilatada vida hubo de todo: peleas, intrigas, huidas, espionaje y, sobre todo, mucho trabajo en
muy variadas disciplinas, pues, aunque él se tuviera por encima de todo como un escultor, no fue menos
importante ni genial como pintor y arquitecto. Vamos a descubrir su apasionante vida, sus obras y su
legado inmortal y atemporal en este apasionante tema.
1.1. Los Medici.
En la segunda mitad del siglo XV, cuando Miguel Ángel vino al mundo, el centro político, cultural y
filosófico de toda Europa era Florencia, la ciudad estado donde se gestaba la recuperación de las
ideas del mundo clásico y que se denominó Renacimiento. Un tal Cosme de Médici, apodado el Viejo,
fue el fundador de esta poderosa dinastía. Junto a su padre Juan, fundan el Banco Médici a finales del
siglo XIV, con sedes en Londres y París, convirtiéndose en el hombre más rico de la época. Gracias a su
poder económico y sus influencias consiguió hacerse con el mando de la ciudad y creó una de las
cortes más refinadas del mundo, donde artistas, filósofos, dramaturgos, músicos y demás humanistas
leían y traducían a los sabios y recuperaban los ideales de belleza grecorromanos. Cosme funda la
Academia Platónica con el fin de recuperar el saber de la antigüedad. Fue Cosme el Viejo quien
encarga a Brunellleschi la famosa cúpula de la catedral.
A la muerte de Cosme fue su joven nieto, Lorenzo, el que con tan solo veinte años tomó las riendas de la
dinastía, y al que se le conocía como Lorenzo el Magnífico, que engrandeció la erudita corte de su
predecesor con pensadores de la talla de Pico della Mirandola, Poliziano o Marsilio Ficino. Bajo el
mandato de Lorenzo, verdadera edad de oro florentina, se produjeron los mecenazgos de Donatello y
Leonardo, entre otros aparte del de Miguel Ángel. Se reconstruye la basílica de San Lorenzo, y se erigen
los palacios Pitti y Médici, así como los jardines del Belvedere y la Galería de los Uffizi.
Los Médici gobernaron la ciudad hasta el asesinato en 1537 del primer duque de Florencia, Alejandro de
Médici, pero siguieron ejerciendo una gran influencia durante más de dos siglos, saliendo de esta saga
familiar nada menos que tres papas y dos reinas de Francia, entre otras muchas figuras destacadas.
Pues en esta época de esplendor de la Toscana nació Miguel Ángel Buonarroti en 1475 en Capresse,
cerca de Arezzo. Desde muy joven demostró grandes cualidades artísticas pero su padre se negó a que
estudiara como aprendiz a algún taller ya que en esa época era una actividad de muy poco prestigio
social. Pero no pudo resistirse, y en 1488 Miguel Ángel ingresó en el prestigioso taller de la familia de los
Ghirlandaio.
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En esa época el jovencísimo Miguel Ángel visitaba el jardín de San Marcos que los Médici habían
poblado de magnificas esculturas de la antigüedad clásica, y se encontró con el mismísimo Lorenzo.
Éste le preguntó que a qué se dedicaba, y tras decirle Miguel Ángel que era aprendiz en el taller de los
Ghirlandaio, Lorenzo fue a ver sus obras y tan impresionado quedó que inmediatamente se llevó al
joven genio a su corte, quedando Miguel Ángel instalado allí y rodeado de los más grandes humanistas
del momento.
Ese famoso jardín de San Marcos era una especie de academia al aire libre donde además de Miguel
Ángel, otros artistas estudiaban las serenas esculturas clásicas, bajo la dirección de un discípulo de
Donatello, el maestro Bertoldo. Entre estos artistas se encontraba Pietro Torrigiano, y juntos fueron a
admirar los frescos de Masaccio de la Iglesia del Carmine, y mientras que a uno le entusiasmaron, al otro
no le gustaron tanto, comenzando a discutir tan airosamente que la cosa terminó con un brutal
puñetazo de Torrigiano que le ocasionó a Miguel Ángel la rotura de su nariz, quedando deformado para
siempre tal y como atestiguan sus retratos y autorretratos.
Parece que fue el presagio de malos tiempos para Florencia y para el joven Miguel Ángel. Lorenzo murió
súbitamente en 1492, y su sucesor, Piero de Médici, no le encargó grandes obras ni parece que le tenía
la misma gran estima que su predecesor. Por otra parte, los ejércitos franceses y españoles amenazaban
a la ciudad, y un fraile dominico llamado Girolamo Savonarola estaba agitando a las masas con sus
sermones en contra del lujo de la familia gobernante, llegándoles a acusar de herejes, pues tal era su
devoción hacia el paganismo griego y romano. La cosa terminó mal para todos: Piero huyó de la
ciudad tras la entrada de las tropas francesas en 1494, Miguel Ángel se traslada a Roma y Savonarola
acaba quemado en la hoguera.
Se había terminado para siempre esa Florencia culta, refinada, en donde se gestó el Renacimiento y se
dio por acabada la Edad Media para dar comienzo a la Edad Moderna.
A los humanistas de la corte de los Médici les debemos la implantación del Renacimiento y el fin de la
Edad Media. Marsilio Ficino fue el filósofo que estuvo al frente de la Academia Platónica. Entre sus ideas,
cabe destacar su visión antropocentrista del hombre, centro del universo, y afirmó que la melancolía era
una característica del genio creador. Su discípulo Pico della Mirandola estableció nexos de unión entre
la filosofía griega, el paganismo romano, el cristianismo y el judaísmo, así como entre el ideal de belleza
y la espiritualidad. Y ambos influyeron notablemente en Miguel Ángel y en toda su producción artística.
Tras dejar Florencia y establecerse algún tiempo en Bolonia, Miguel Ángel se traslada a Roma, donde
comienza su peculiar relación con el Vaticano, realizando su majestuosa Piedad. Vuelve a Florencia por
unos años, entre 1502 y 1504 para realizar su monumental David, y ya no volverá a la capital de la
Toscana hasta 1513 para acometer varios encargos de los papas León X y Clemente VII, ambos de la
dinastía Médici, para ya establecerse definitivamente en Roma a partir de 1534, donde fallecerá en
1564, causando una de las pérdidas más lamentadas de todo el arte.
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1.2. Julio II.
Tras la caída de los Médici y la instauración de una República en Florencia, Miguel Ángel viaja
brevemente a Venencia y Bolonia para instalarse en Roma en 1496, y hasta su muerte, su vida se
repartirá entre estas dos ciudades. En estas fechas realiza su primer encargo para los papas, su Piedad
del Vaticano, comenzando así una larga trayectoria de mecenazgo y grandes encargos que no
siempre llegaron a concluirse ni estuvieron exentos de polémica y sonadas discusiones.
Hacia 1502 regresa a Florencia para trabajar en los frescos de la Sala del Consejo del Palacio della
Signoria, y la colosal estatua del David. En 1505 regresa a Roma pues el papa Julio II le encarga su
mausoleo, otra obra descomunal para la que el genio florentino pasa nueve meses en las canteras de
Carrara eligiendo y excavando los bloques de mármol. Tras comenzar con las estatuas del Moisés y los
esclavos, Julio II decide cancelar el proyecto y esto supone el primer gran enfado entre el mecenas y el
artista. Miguel Ángel regresa a Florencia y a punto estuvo de ser excomulgado, pues tal era el enfado
del papa.
Tras una entrevista en Bolonia en donde ambos se disculparon y firmaron la paz, el papa le encarga en
1508 la realización de los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina, algo que Miguel Ángel aceptó a
regañadientes pues él se consideraba ante todo escultor y creía firmemente en la superioridad de la
escultura frente a la pintura. Aun así, y tras no pocos encontronazos con el papa, sobre los honorarios, la
diferencia de gustos y la necesidad de que el artista contara con ayudantes, a lo que siempre se
negaba Miguel Ángel, la colosal obra se concluyó en 1512.
Julio II le hace firmar un contrato para retomar su tumba, algo que le acarreará problemas y litigios
hasta casi el final de su vida.
Julio II muere un año después, y su sucesor, el papa León X de Médici, le encarga varios trabajos en
Florencia, entre otros, la Capilla de los Médici y la Biblioteca Laurenciana. Además, la ciudad le nombra
ingeniero militar y recorre la Toscana para reconstruir murallas. Trabaja en Florencia hasta 1534 para
trasladarse definitivamente a Roma.
El papa Paulo III le nombra arquitecto, pintor y escultor oficial del vaticano. Otra obra descomunal le
espera a Miguel Ángel: los frescos del Juicio Final nuevamente para la capilla Sixtina. Desde 1546 hasta
el final de sus días, Miguel Ángel trabajará como arquitecto para la basílica de San Pedro del Vaticano,
esculpirá algunas esculturas para la tumba de Julio II y morirá en 1564 como el mayor genio de la
historia del arte. Miguel Ángel está enterrado en la Iglesia de la Santa Cruz de Florencia.
Ahora que ya sabemos bastante de la vida y la personalidad de Miguel Ángel, conozcamos un poco
más en profundidad al papa que encargó al genio sus obras más espectaculares y con el que mantuvo
una relación de amor-odio digna de una superproducción cinematográfica.
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Si fuerte era la personalidad de Miguel Ángel, no era menor la del papa Julio II, conocido como el papa
guerrero. Guiliano della Rovere era sobrino del papa Sixto IV y fue nombrado cardenal muy joven,
viajando por Europa y especialmente trabajando para el arzobispado de Aviñón. Sus pretensiones, de
llegar a ser papa tras la muerte en 1492 de Inocencio VIII chocan contra las del cardenal Rodrigo
Borgia, quien será finalmente elegido papa con el nombre de Alejandro VI. Las conspiraciones de Julio II
contra los Borgia no cesan y tras la controvertida muerte de Alejandro VI, Julio II es nombrado papa en
1503, y comienza un autentica ofensiva militar para intentar conquistar los demás estados italianos y
unificar la península bajo el mandato de la Santa Sede. Para ello articuló toda una serie de alianzas,
intrigas, ataques, guerras y acuerdos en donde se vieron implicadas las grandes potencias europeas,
aunque su ambicioso proyecto finalmente fracasó. Más que un papa parecía un guerreo feroz, pues
vestía con armaduras y toda Europa se hizo eco de su carácter agresivo y colérico.
Además de estratega, militar y sabio gobernante, Julio II también fue un gran mecenas de artistas como
Rafael, Bramante y Miguel Ángel, y se propuso dignificar la ciudad Roma y restaurarle el aspecto que
tuvo en la antigüedad. La ciudad del Vaticano tal y como la conocemos hoy se debe al impulso de
este papa tan poco usual, así como las primeras restauraciones del Foro y el Coliseo.
Entre ambos, el mecenas y el genio, se estableció una estrecha relación profesional donde hubo de
todo, amor, respeto, admiración, pero también desencuentros y desavenencias que acabaron con la
huida del artista a Florencia, más de una furiosa pelea e incluso violencia física. En palabras del biógrafo
de Miguel Ángel, Ascanio Condivi: Julio le quiso entrañablemente, haciendo más aprecio de él que de
ninguna otra de las personas que le rodeaban.
Julio II admiraba a Miguel Ángel, pero como ya te habrás hecho una idea de quién era este papa
guerrero, para él Miguel Ángel era su asalariado, su trabajador que debía acatar sus órdenes, realizar su
voluntad y a ser posible, en el menor tiempo posible, pues el papa sabía que era viejo y deseaba ver
concluidas las obras antes de que falleciera. A esto hay que sumarle el también furioso temperamento
del genio, su infinito nivel de exigencia, su negativa a trabajar con ayudantes que aligeraran el trabajo y
por encima de todo, su consideración de ARTISTA con mayúsculas. Para él, como veremos más
adelante, el arte está al mismo nivel que la filosofía, la ciencia o la literatura, y ya no es un simple
artesano que trabaja con sus manos por un jornal, sino que se merece una mayor consideración y mejor
sueldo. Muchas de las disputas entre ambos se debían a que Miguel Ángel consideraba que tenía que
cobrar mucho más por su labor.
El primer gran enfado se produjo cuando el papa anuló la construcción de su mausoleo, pero ya Miguel
Ángel llevaba casi un año, llegando a extraer él mismo los bloques de mármol de la cantera de Carrara.
El artista se trasladó a Florencia y llegó a decir que no volvería a Roma hasta que el papa hubiera
fallecido.
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Cuando la tensión se relajó, Miguel Ángel aceptó el encargo de pintar los frescos de la Capilla Sixtina,
pero tras una disputa en la que el papa llegó a atizarle con su bastón, nuevamente el genio huyó a
Florencia. Fue necesaria una disculpa formal del papa y un aumento de los honorarios que recibiría
Miguel Ángel para que éste volviera a Roma y terminara los frescos.
1.3. Miguel Ángel y el nuevo papel de los artistas.
El siglo XVI trae una nueva concepción del artista que hará que pase de anónimo artesano gremial a
artista genial, con una personalidad única que exige una gran valoración social, y las artes plásticas
pasarán de ser artes mecánicas para adquirir un carácter científico y formar parte de las artes liberales
como la filosofía, la poesía o las matemáticas.
El estatus de los artistas cambió para siempre en esta centuria retomando una idea que ya se gestaba
en la centuria anterior y que terminó por asentarse gracias a dos personalidades clave del
Renacimiento: Giorgo Vasari y Miguel Ángel Buonarroti.
Giorgio Vasari nació en Arezzo en 1511, muy cerca de donde también nació Miguel Ángel. Artista
polifacético y humanista, además de arquitecto y pintor, fue su faceta de escritor la que le catapultó a
la fama, pues con su obra Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos
desde Cimabue a nuestros tiempos, cambió para siempre el papel del artista en la sociedad e inauguró
una nueva disciplina científica: la historia del arte.
Las Vidas de Vasari supone el nacimiento de la historiografía del arte como disciplina que debe
fundarse en fuentes, en datos fiables, con una metodología clara y una visión histórica, e introduciendo
el concepto que cambiará para siempre el estatus de los artistas: el de GENIO o maniera.
A pesar de sus fallos y de su imparcialidad, supone un antes y un después en la historia, y que tú puedas
estudiar esta materia se debe principalmente a la visión premonitoria y la ingente labor de este artista,
humanista y escritor llamado Vasari.
Su libro no es una sucesión sin más de datos biográficos de las personalidades más ilustres del
Renacimiento, sino que están ordenados siguiendo una evolución histórica. Vasari se basa en los
escritores de la antigüedad y su método de las tres edades para articular sus Vidas. La primera etapa se
corresponde con la infancia, y lo ocupa el Trecento, en donde artistas como Giotto o Cimabue hacen
aflorar al arte de su oscurantismo medieval. En el segundo período, juventud, que se corresponde con el
Quattrocento, artistas como Massacio, Donatello o Jacopo della Quercia comienzan a estudiar
perspectiva y anatomía, las obras se conciben como un todo regido por el orden y la medida, aunque
el resultado aún es algo toso, en palabras de Vasari, con una manera seca. En el periodo de madurez y
plenitud, el Cinquecento, el arte llega a su esplendor y perfección llegando a superar a los modelos de
la antigüedad clásica.
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Destacan por encima de todos la famosa triada: Rafael, Leonardo y Miguel Ángel, el único artista con
vida que aparece en la primera edición de Las Vidas de 1550, y el artista que representa el genio en su
máxima concepción neoplatónica.
Vasari toma a Miguel Ángel como genio indiscutible que abre el camino para que los artistas cambien
su estatus social y pasen de meros artesanos dependientes de las decisiones de los gremios, a artistas de
gran condición social plenamente independientes que utilizan las manos, pero para dar forma matérica
a su pensamiento. Gracias fundamentalmente al Humanismo renacentista, que dota de una base
científica a cualquier manifestación artística, ya no vale que un artista aprenda un oficio y trabaje con
sus manos, sino que debe tener un amplio conocimiento en disciplinas como las matemáticas, la
geometría, la filosofía, la óptica, etc. Y con el humanismo cambian los mecenas: de un arte al servicio
casi exclusivo de la Iglesia vemos como ahora las grandes familias que gobiernan los diferentes estados
como los Médici en Florencia, los Sforza en Milán o los Montefeltro en Urbino encargan grandes obras
con los que aumentar su prestigio, al mismo tiempo que también aumenta el prestigio de los artistas que
las realizan.
2. Miguel Ángel arquitecto.
Fueron muchas y muy variadas las creaciones arquitectónicas del genio italiano, pero cabe destacar la
que se convirtió en el símbolo de la ciudad de Roma, del poder papal por antonomasia y del
renacimiento en general: la cúpula de la basílica de San Pedro. Maravillosa obra cumbre de la
arquitectura y la ingeniería, recoge siglos del buen hacer arquitectónico desde Vitrubio, pasando por la
basílica de Santa Sofía y retomando las magistrales soluciones técnicas que el gran Brunelleschi había
realizado medio siglo antes en su cúpula de la catedral de Florencia.
2.1. Primeras obras.
Miguel Ángel se estrena como arquitecto con una pequeña obra dentro del Castillo de Sant’Angelo en
el Vaticano, la Capilla de San Cosme y San Damián, en 1515. De gran influencia clásica, el genio
concibe los elementos arquitectónicos como si fueran esculturas a las que dotarlas de una plasticidad
inusual que ya anuncia lo que serán sus obras de madurez.
En 1516 gana el concurso celebrado por el papa León X, hijo de Lorenzo el Magnífico, para concluir la
fachada de la Iglesia de San Lorenzo, en Florencia, que había renovado medio siglo antes el arquitecto
Brunelleschi. Para ello el artista trabaja durante tres años haciendo maquetas y dibujos, con una idea de
combinar en la fachada frontones alternos triangulares y semicirculares que albergarían un conjunto de
dieciocho esculturas monumentales, a la manera de los escenarios teatrales romanos, introduciendo así
el primer manierismo en la arquitectura.
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Pero el proyecto se paraliza en 1520, y Miguel Ángel recibe otro encargo para la misma iglesia y por otro
papa de la misma familia, Clemente VII: la renovación de la Sacristía Nueva para convertirse en el
mausoleo de los Médici. Los trabajos se inician en 1521, se paralizan en 1527 y se vuelven a retomar en
1527 hasta que Miguel Ángel se traslada a Roma definitivamente en 1534, dejando el conjunto
escultórico inacabado. En contraste con el clasicismo de la sacristía vieja, obra de Brunelleschi con
esculturas de Donatello, Miguel Ángel concibe el espacio de una forma manierista, dividiendo la pared
en paneles independientes en donde los elementos clásicos como columnas, pilastras y cornisas se
alargan y estrechan para dar la impresión de que no hay espacio suficiente para albergar las figuras. En
la cúpula de la sacristía introduce los casetones típicos del panteón romano y aumenta su redondez, lo
que se conoce como cúpula de media naranja, conjugando volúmenes y huecos, salientes y vanos,
frontones partidos y guirnaldas, anticipando la que será su obra maestra de madurez: la cúpula de San
Pedro del Vaticano.
Para la ciudad de Florencia Miguel Ángel acometió varias reformas y mejoras en el Palacio Médici
Ricardi, obra del arquitecto Michelozzo, que consistieron en el cerramiento de los arcos de la galería de
la planta baja y la colocación de unas ventanas denominadas arrodilladas en el centro de los arcos.
De 1524 a 1527 Miguel Ángel trabaja por encargo del mismo papa Clemente VII en otro edificio
contiguo a la iglesia de San Lorenzo, la Biblioteca Laurenciana, para la que diseña el vestíbulo y la sala
de lectura. Acabada años más tarde por Vasari, miguel ángel diseña un espacio cuadrangular para el
vestíbulo que se une por medio de una genial escalera al espacio rectangular más elevado de la sala
de lectura, en donde vuelven a aparecer frontones que se rompen, ventanas ciegas y la bicromía de
los mármoles de colores que ya había empleado Burnelleschi. La escalera se articula en tres rampas
ovaladas con forma de abanico con peldaños curvos en su parte central que contrastan con los
peldaños rectos de los laterales.
Uno de los más imponente edificios de la Roma renacentista es el Palacio Farnesio, encargado construir
por el cardenal Alejandro Farnesio, futuro papa Paulo III en 1517 a Antonio Sangallo el Joven. Con más
de cincuenta metros de fachada principal y distribuida en tres cuerpos, Miguel Ángel es el encargado
de terminar la fachada hacia 1545, terminando el piso superior con ventanas con arcos de medio punto
rematadas por cornisas triangulares, añadiéndole una elegante cornisa volada y decorando el balcón
central. Así mismo termina gran parte del inacabado patio central.
2.2. La Plaza del Capitolio.
Ya en Roma, en 1546 se le encarga la ordenación urbanística de la Plaza del Capitolio, lo que supondrá
la antesala de su obra maestra arquitectónica, la Basílica de San Pedro.
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Encargo del papa Paulo III, suponía la revitalización de un espacio emblemático para la ciudad, pues
esta plaza había sido el centro del foro en la época de la antigua Roma y en esa época presentaba un
estado lamentable de abandono.
Esta plaza situada en la cima de la colina Capitolina suponía el centro del casco antiguo de la ciudad,
con una estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio, conservada de milagro durante la Edad Media
y confundida durante siglos con el emperador Constantino, un templo romano dedicado a Júpiter
Capitolino, el palacio Senatorial edificado sobre el archivo de Roma llamado Tabularium, ambos en
completo estado de abandono y ruina, y la iglesia gótica de Santa María, que se erigió sobre las ruinas
del templo de Juno Moneta.
La genial solución de Miguel Ángel fue diseñar un espacio con planta trapezoidal para ganar espacio y
mayor anchura visual, con una abertura que hiciese mirar a la plaza no al foro sino al Vaticano, y
disponer dos fachadas gemelas en los laterales ante los edificios existentes que se convertirían en el
Museo Capitolino y el Palacio Senatorio, futuro ayuntamiento. En las fachadas introdujo el orden corintio
gigante que ayudan a que el conjunto gane en verticalidad. Para ello, pilastras y columnas se
extienden por los dos cuerpos de la fachada hasta la cornisa y la balaustrada. Aunque el conjunto no se
terminó hasta bien entrado el silgo XVII, el arquitecto encargado de su finalización, Giacomo della
Porta, respetó casi todas las ideas de Miguel Ángel y continuó si idea general de la plaza: un lugar
amplio y emblemático de la ciudad que sirviera como escenario para eventos solemnes.
El genio florentino también diseñó los mosaicos del pavimento de la plaza, aunque no se colocaron
hasta 1940 cuando Mussolini quiso usar este espacio como propaganda del fascismo. Todo el conjunto
es un reflejo de la Creación, con los tres edificios principales como símbolo de la Santísima Trinidad, y en
el suelo quiso plasmar la correspondencia entre el mundo terrenal y el de las ideas, con sus elipses que
se cortan y forman los doce símbolos del zodíaco. La estatua ecuestre fue colocada en el centro de la
plaza, a la que se accede por una escalinata y una balaustrada diseñadas también por Miguel Ángel.
2.3. San Pedro del Vaticano.
La obra maestra del Miguel ángel arquitecto y, por ende, de todo el Cinquecento italiano es la
construcción de la Basílica de San Pedro del Vaticano. Es la mayor basílica de la Cristiandad: tiene 193
metros de longitud y 45 metros de altura, con esa majestuosa cúpula que domina toda la ciudad de
Roma. Según la tradición, la basílica se erige en el lugar donde se encuentra enterrado San Pedro, uno
de los doce apóstoles de Jesús y el primer obispo de Roma. Así mismo es el mausoleo de los papas,
donde han sido enterrados la mayoría de los pontífices.
Las obras de la nueva basílica se inician en 1506 bajo el papado de Julio II y el arquitecto Bramante,
quien diseña una planta de cruz griega inscrita en un cuadrado coronada por cinco cúpulas, siendo la
central la de mayor tamaño e inspirada en la cúpula del panteón de Agripa.
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Bajo la dirección de Bramante se ordena la demolición de la antigua basílica paleocristiana, lo que
valió duras críticas, entre ellas las del propio Miguel Ángel.
Al mismo tiempo que se le encarga la remodelación de la plaza del Capitolio, Miguel Ángel retoma los
planos y maquetas de los predecesores Rafael, Giuliano y Antonio de Sangallo y especialmente de
Bramante, pero introduce bastantes novedades. Aunque el genio florentino aseguró al ser nombrado
arquitecto oficial de San Pedro que alejarse de Bramante es alejarse de la verdad, lo cierto es que
remodeló casi por completo el proyecto inicial.
Recupera la idea de Bramante de planta de cruz griega, pero con una sola entrada principal en lugar
de las cuatro fachadas ideadas por su predecesor, eliminando el sistema de pináculos que adornarían
dichas fachadas para dotar al conjunto de un aspecto más clásico. En los ábsides dispuso pilastras de
orden gigante que sujetan una descomunal cornisa que recorre toda la basílica en su interior, incluido el
tambor que sujeta la cúpula. Eliminó también los deambulatorios de los extremos de la cruz, los
campanarios de las esquinas y se centró en dotar al conjunto de la robustez necesaria para soportar el
peso de la descomunal cúpula que coronaría el conjunto.
Lo más sobresaliente del conjunto es la majestuosa cúpula que domina toda la ciudad Roma, prodigio
técnico que se basa sobre todo en la anterior cúpula de Brunelleschi para la catedral de Florencia. Con
doble casquete y forma de media naranja, está sujetada por pechinas que a su vez descansan en
medias cúpulas inferiores, y en el exterior, un enorme tambor con contrafuertes rematados por parejas
de columnas que se alternan para dejar paso a enormes ventanas en los vanos, todo ello recorrido por
una cornisa decorada por guirnaldas. Llama la atención la asombrosa unidad del conjunto, conseguida
por la continuidad que las columnas del tambor que recogen los nervios de la cúpula que parten de la
enorme linterna que corona todo el conjunto.
En esta ocasión Miguel Ángel sí contó con ayuda, la del segundo arquitecto Juan Bautista de Toledo,
que abandonaría el proyecto en 1563 para construir el monasterio de El Escorial por oren del monarca
español Felipe II. A la muerte de Miguel Ángel, las obras continuarán bajo Vignola y la cúpula fue
terminada finamente por Giacomo della Porta, quien añadió un mayor peralte en su exterior. Carlo
Maderno ya en el siglo XVII prolongó la nave central y finalmente Bernini terminó la plaza.
3. Miguel Ángel escultor.
Ante todo, Miguel Ángel se tuvo por escultor, y defendió la superioridad de esta disciplina frente a la
pintura, lo que le ocasionó más de una disputa con Leonardo da Vinci. Nunca hasta entonces se había
visto un escultor con las dotes de Miguel Ángel para el duro arte de la escultura, maravillando desde
muy joven a mecenas y papas, como le ocurrió a Lorenzo de Médici.
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Sus esculturas encarnan a la perfección el ideal de belleza neoplatónico, son grandiosas, con una
desbordante anatomía y una inconmensurable vitalidad y fuerza interior, lo que se conoce como la
terribilitá.
Prefería el mármol blanco de las canteras de Carrara que en muchas ocasiones él mismo elegía, y sobre
las que vertía toda su fuerza con el martillo y el cincel para eliminar lo que le sobra al bloque de mármol.
Prepárate para conocer al mayor genio de la escultura de todos los tiempos, un virtuoso sin parangón
que, partiendo de la herencia grecorromana y sus ideas de belleza como armonía, superó con creces a
cualquier obra anterior y anticipó las nuevas corrientes artísticas manieristas y barrocas.
Entre sus primeras obras cabe destacar el Relieve de la Batalla de los centauros y su Virgen de la
escalera, donde se aprecia la influencia clásica y vemos un dominio absoluto de la técnica, los escorzos
y su inconfundible capacidad para crear las más diversas texturas con el mármol. La primera vez que
abandona Florencia en 1494 se establece en Bolonia donde aprende de Jacopo della Quercia la
maestría a la hora de ejecutar los ropajes y la plasmación de la agitada vida interior de los personajes.
En 1496 esculpe su Baco con sátiro, su primera gran obra maestra, que no gustó al cardenal que se lo
encargó, aunque su parecido con las mejores estatuas de la Roma clásica era innegable. De hecho, su
biógrafo, Ascanio Condivi afirmó: ...esta obra, por su forma y manera, en cada una de sus partes,
corresponde a la descripción de los escritores antiguos; su aspecto festivo: los ojos, de mirada furtiva y
llenos de lascivia, como los de aquellos que son dados excesivamente a los placeres del vino.
Hacia 1524 Miguel Ángel esculpe las tumbas del Mausoleo de los Médici en la sacristía nueva de la
iglesia de San Lorenzo. El proyecto incluía cuatro grandes sepulcros, una Virgen con el Niño y las
estatuas de los santos Cosme y Damián.
De todo esto, tan sólo realizó dos sepulcros, los de Lorenzo y Juliano, hermanos del papa León X, y la
Virgen con el Niño. Los sepulcros son una perfecta armonía entre arquitectura y escultura, que
anticipan la vigorosidad de las expresiones cuyo culmen será El Moisés, y donde destaca la figura de la
alegoría del Día, con su tratamiento inacabado que refuerza la expresividad de ese rostro a medio
hacer.
También destacamos sus enormes relieves a modo de medallón denominados tondos, como su Tondo
Pitti y Tondo Taddei, que combinan partes completamente terminadas con otras apenas esbozadas. Y el
resto de su producción, las Piedades, la tumba de Julio II y su David son tan increíbles y colosales que se
merecen un apartado cada una de estas obras maestras.
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3.1. Las Pietá.
El tema de la Piedad, que versa sobre el momento en que la Virgen María recoge el cuerpo sin vida de
su hijo tras la crucifixión, ya era muy habitual en el Gótico, y en la unidad anterior has podido ver
buenos ejemplos de ello. Para el Miguel Ángel escultor será un tema recurrente en su producción, y
verás cómo desde su obra culmen de juventud, la Piedad del Vaticano, hasta su última Piedad
Rondanini, un muestrario de estilos desde el más puro clasicismo hasta el expresionismo más trágico y
espiritual, pero todas ellas demostrando la gran habilidad técnica de este ARTISTA que se enfrentaba
solo, como un David frente a Goliat, a esos enormes bloques de mármol que atacaba con decisión tras
haber realizado varios bocetos.
Como él mismo dijo:” …en cada bloque de mármol veo una estatua tan clara como si se pusiera
delante de mí, en forma y acabado de actitud y acción. Sólo tengo que labrar fuera de las paredes
rugosas que aprisionan la aparición preciosa para revelar a los otros ojos como los veo con los míos”.
La Piedad del Vaticano, 1499.
Se trata de la escultura más clásica en el más amplio sentido de la palabra de cuantas realizó Miguel
ángel. Destinada a ser contemplada de frente, la escultura mide 195 x 174 centímetros, y como es
habitual en las obras del genio italiano, se realizó en un solo bloque de mármol de Carrara. Con una
composición en triángulo que simboliza la divinidad, y sobre una base con forma de elipse, observamos
la famosa línea serpentinata del artista, con la disposición en diagonal del cuerpo de Jesús y el suave
contraposto de la cabeza de la Virgen y la posición de sus piernas. Miguel Ángel optó por contraponer
el movimiento de los paños de la parte inferior con el delicado y suave tratamiento de los rostros, que
emanan serenidad y tranquilidad.
El cuerpo de Cristo yacente es todo un tratado de anatomía, pues al igual que muchos artistas de la
época, Miguel Ángel acudía a hospitales a realizar minuciosos estudios de anatomía diseccionando
cadáveres.
Suena un poco macabro, pero la única posibilidad de estudiar el cuerpo humano en una sociedad
culta pero aun profundamente religiosa. Sobre esta Piedad escribió Vasari en su Vidas: … le dio mucha
fama y si bien algunos tontos dicen que hizo demasiado joven a la Virgen ¿no advierten ni saben que
las personas vírgenes inmaculadas mantienen y conservan largo tiempo la expresión de su rostro sin
alteración alguna, mientras que, con los afligidos, como Cristo, ocurre lo contrario? De modo que esa
obra agregó bastante más gloria y fama a su talento que todas las anteriores.
La Piedad Bandini o florentina, 1550.
Según Vasari y su biógrafo Condivi, este conjunto escultórico estaba previsto que formara parte de la
propia tumba del artista, aunque finalmente Miguel Ángel la vendió en 1561.
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Esta Piedad la forman cuatro personajes: Cristo en el centro con la característica línea serpentinata
manierista sujetado por Nicodemo, que aparece con los rasgos del genio, la Virgen y María Magdalena.
Al contrario que en su anterior Piedad, aquí la serenidad y la belleza idealizada dan paso al dolor y la
angustia en su más marcado dramatismo. Ambas piezas son del mismo autor, pero ya no del mismo
hombre: el humanista de juventud se ha convertido en un anciano con un profundo sentimiento
religioso. La relación de esta escultura con Miguel Ángel no fue muy buena del todo, ya que en 1555 en
un ataque de furia la destrozó en varias partes tras golpearla sucesivamente con un martillo.
Vasari explica lo ocurrido así: … “quizá porque la piedra era dura y estaba llena de esmeril y el cincel
sacaba chispas, o quizá por su autocrítica severa, no estaba nunca contento con nada de lo que
hacía” …
Piedad Rondanini.
La última escultura del genio florentino es la Piedad Rondanini, sobre la que estuvo trabajando el
anciano hasta pocos días antes de su muerte. En esta obra contrastan las partes acabadas con las aún
esbozadas, y nos sirve para entender mejor cuál era el proceso creativo de Miguel Ángel. Las dos figuras
extremadamente alargadas parecen fundirse en una sola figura sobrenatural trágica y misteriosa. Aún
en vida la donó a su criado Antonio del Franzese, y más tarde la adquirió el marqués de Rondanini, para
finalmente ser adquirida en el siglo XX por el ayuntamiento de Milán.
3.2. El David.
La historia del joven David que vence al gigante Goliat es de sobra conocida por todos. Según la Biblia,
el joven David lanzó con su honda de cuero una piedra que chocó contra la frente del gigante,
haciendo que cayera inconsciente al suelo y así David pudo decapitarlo y acabar con él.
Pues esa historia bíblica da paso a otra historia no menos apasionante que comienza a mediados del
siglo XV y culmina en 1504 con la inauguración de la estatua más bella y perfecta del mundo según
todos los historiadores del arte.
En 1501 la recién instaurada República de Florencia le encarga al joven Miguel Ángel de tan sólo
veintiséis años la realización de esta colosal estatua. Nicolás Maquiavelo estaba al frente del ministerio
de exteriores, y tanto él como los demás jefes del gobierno querían una obra descomunal que
simbolizara la virtud de un joven gobierno frente a la hegemonía despótica de los Médici y de los
invasores, pues el rey de Francia había amenazado con anexionar la Toscana a la corona francesa. Y
algo similar querían hacer los papas desde el vaticano.
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Bueno, se la encargaron a Leonardo y a Miguel Ángel, que recién acababa de terminar su Piedad del
Vaticano, y ante la afirmación de que él podía acabar el encargo en menos tiempo que el que dijo
Leonardo, y que no necesitaría añadirle ninguna pieza de mármol, que lo haría como él solía ex uno
lapide, pues finalmente el joven, pero ya archiconocido Miguel Ángel se hizo con el encargo.
El bloque de mármol no era nuevo ni recién extraído de Carrara, sino que llevaba cuarenta años
abandonado en el fondo del taller del gremio de los tejedores de la ciudad, y ya se le conocía como el
gigante. El boque iba a ser la estatua de algún profeta para un contrafuerte lateral de la catedral, y así
lo empezó el escultor Agostino de Duccio hacia 1460, pero parece que se cansó de darle martillazos y el
bloque quedó abandonado.
Tras tres años de arduo trabajo con la ayuda de sofisticados andamios, el David fue inaugurado en 1504
y fue tal el asombro que causó que se formó un comité de expertos para decidir la ubicación de esta
obra maestra, entre los cuales estaba el mismísimo Leonardo da Vinci. Unos querían colocarla en el
lateral de la catedral, aunque se perdiera la visión trasera de la obra, otros que estuviera en la Plaza de
la Signoría, frente al ayuntamiento, pero ¿a dónde debía mirar ese desafiante David? ¿Hacia Francia,
Pisa, la rival Roma? Finalmente fue allí donde se instaló la escultura, en la plaza de la Signoría mirando
hacia la Roma de los papas, trasladándose en 1873 a su emplazamiento actual, la Galería de la
Academia de Florencia, en donde se diseñó especialmente la sala donde reposa la estatua, pues mide
nada más y nada menos que 4’17 metros y pesa más de 5 toneladas. En su emplazamiento original
podemos disfrutar hoy de una fiel copia a tamaño natural.
Poco se sabe de la ejecución de este coloso, pues Miguel ángel era muy celoso de su trabajo,
sospechaba que le espiaban y no dejaba entrar a nadie en su taller. Sí se sabe que tras unos pocos
bocetos a lápiz creó varios modelos en cera y terracota, pero no a tamaño natural, así que como era
habitual en él, se armó de cincel y martillo y se dispuso a crear el David en poco más de tres años.
Llama la atención la portentosa anatomía de la figura, pues a pesar de que se trata de un adolescente
tiene unos grandes músculos de adulto, unos brazos muy largos que terminan en unas manos
portentosas con las venas muy marcadas. la cabeza también es algo grande, con esa mirada de
tensión y fuerza contenida a punto de estallar en cualquier momento. Otra vez la terribilitá tan
característica de Miguel Ángel.
El David de Miguel Ángel no es como el de sus predecesores tallados por Donatello y Verrochio, ni en
tamaño ni en iconología. En este no aparece Goliat por ningún sitio, por lo que el David aquí
representado está a punto de enfrentarse con el gigante, o que acaba de vencerle, de ahí que
apreciemos tensión en sus músculos y esa mirada altanera y desafiante. Vuelve a aparecer aquí el
contraposto clásico con la pierna izquierda ligeramente adelantada y el peso que recae en la pierna
derecha.
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3.3. El Moisés.
El Moisés es la escultura central del sepulcro que a modo de gran mausoleo ideó el papa Julio II a
principios del siglo XVI. El tema se recoge en el Antiguo Testamento y es de suma importancia para los
cristianos. Tras pasar cuarenta días en monte Sinaí el profeta regresa con las Tablas de la Ley para
mostrarlas al pueblo israelita cuando descubre con gran enfado y estupor que están adorando al
Becerro de Oro.
El ambicioso proyecto de su grandioso mausoleo se lo encargó el papa en 1505 y en un principio iba a
ser destinado a la nueva basílica de San Pedro que ya estaba construyendo Bramante. El proyecto
original comprendía una gran estructura piramidal inspirada en una de las maravillas del mundo
antiguo, el Mauleo de Halicarnaso. Con unas enormes proporciones, de siete metros de altura por once
de longitud, se completaba con más de cuarenta figuras de mármol y bronce. Ya en vida el pontífice
canceló el proyecto, posiblemente debido a la escasez de fondos pues ya se estaban empezando las
obras de la nueva basílica, cuando Miguel Ángel se había pasado casi un año en Carrara eligiendo y
extrayendo él mismo los bloques de mármol, lo que supuso el primer gran enfado entre ambos y la
vuelta del genio a Florencia.
Pero se rumoreaba entre los círculos más eruditos de la época que la verdadera razón fue la rivalidad y
enemistad que sentían Bramante y su discípulo Rafael hacia Miguel Ángel, y que convencieron al papa
para que cancelase su mausoleo, aduciendo que daba mala suerte eso de diseñar tu propia tumba
aun estando con vida, y que le ofreciera a cambio los frescos de la capilla Sixtina, en donde Miguel
Ángel se daría de bruces con un proyecto de estas características ya que no dominaba la técnica
pictórica, y así dar acabar con la fama y el prestigio que había conseguido Miguel Ángel con su Piedad
y con el David.
Una vez fallecido el papa, el proyecto se retomó en 1515 pero a una escala mucho menor, pasando de
un mausoleo exento con cuatro puertas a un monumento adosado a la pared, y con distinta ubicación:
de la basílica de San Pedro se pasa a la iglesia de San Pedro in Vincoli, iglesia de la familia della Rovere
a la que pertenecía Julio II. De la mano de Miguel Ángel son varias figuras entre las que cabe destacar
sus seis esclavos y el Moisés, una de tantas obras maestras que nos legó el genio italiano.
Con una composición al más puro estilo clásico, la figura del Moisés se articula en un eje vertical con un
ligero contraposto marcado por el leve giro de la cabeza y las disposiciones de los brazos y las piernas.
Con un modelado perfecto, en donde Miguel Ángel demuestra una vez más que la dura superficie del
mármol no se le resiste, capaz de crear las más variadas texturas para ponerlas al servicio de su idea,
destacan las partes más pulidas que hacen reflejar la luz con otras más rudas que ayudan a otorgar esa
fiereza, esa terribilitá tan característica del Moisés.
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También destaca su grandiosa y asombrosa anatomía, con esos músculos del rostro en tensión, como si
fuera a estallar en un ataque de ira de un momento a otro.
El Moisés supone el punto álgido del clasicismo renacentista: visión antropocentrista del arte, belleza
idealizada del cuerpo como la materialización de la virtud y la fortaleza, composición equilibrada,
virtuosismo técnico… aunque ya Miguel Ángel anticipa lo que serán sus obras de madurez, cargadas de
un mayor dramatismo y distorsión de las formas que inauguran el Manierismo y anticipan el Barroco.
Son variadas las interpretaciones de esta obra: desde que es un retrato idealizado del papa Julio II, de
fuerte carácter y personalidad combativa como la del profeta, pasando por que se trata de un retrato
del genio florentino, hasta que se trata de una alegoría de las vidas activa y contemplativa tan del
gusto del Neoplatonismo. Entre las influencias que Miguel Ángel recibió para acometer esta figura cabe
destacar el grupo helenístico del Laoconte, así como la figura del Pozo de Moisés del escultor tardo
gótico alemán Klaus Slutter, que ya conoces de la unidad anterior.
También hay que destacar las figuras de Los Esclavos, que fueron desechadas por el autor pero que son
un valioso testimonio de la forma de trabajar del genio, que nos muestran la manera de atacar el
bloque de mármol e ir haciendo aflorar las formas desde el exterior.
4. Miguel Ángel pintor.
El súper hombre y mega artista del renacimiento no pudo sucumbir a la tentación de ser también pintor,
y de los mejores de la historia. Se lo tomó como un reto más del que salir airoso y demostrar sus enormes
facultades, y así fue como tras realizar varios encargos en su juventud, con tan solo veintiocho años
realiza uno de los conjuntos iconográficos más sobresalientes de toda la historia: la bóveda de la Capilla
Sixtina.
Y eso que, según sus propias palabras, la pintura no es un arte, sino un mero ejercicio de magia ilusoria
que se limita a imitar la apariencia de las cosas y a crear fantasmas vanos.
Sonadas fueron sus discusiones con Leonardo sobre qué arte era superior, defiendo Miguel Ángel la
clara supremacía de la escultura, afirmando que: … “la escultura es la antorcha de la pintura, entre la
una y la otra hay la misma diferencia que entre el sol y la luna”.
4.1. Sus primeras obras.
Miguel Ángel también realizó una valiosa obra pictórica que, aunque nunca fue lo que más le gustó,
acepto varios encargos de diversa envergadura.
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Su primera obra conocida es El tormento de San Antonio cuando el artista contaba con tan solo doce
años, y unos años más tarde realiza un Santo entierro que deja inacabado. Su primera obra pictórica de
envergadura es el Tondo de la Sagrada Familia o Tondo Doni.
Al igual que los tondos realizados en escultura, se trata de pinturas con formato circular a modo de
grandes medallones, muy del gusto de la población florentina. Tondo significa círculo, y en la sociedad
de la época simbolizaba la perfección y el matrimonio. Es la única pintura del genio que se conserva en
su Florencia natal.
Este tondo, tiene 120 centímetros de diámetro y fue finalizado hacia 1505, cuando el artista ya había
realizado su Pietá, con la que guarda similitudes con la Virgen aquí representada como son los ropajes y
la disposición del cuerpo, y se hallaba en la capital toscana esculpiendo su colosal David.
La tabla fue encargada por el adinerado banquero Agnolo Doni, perteneciente a la influyente familia
de los Strozzi, como regalo de bodas para su esposa. A Miguel Ángel no le gustaba mucho la pintura,
pero es lógico pensar que aceptó el encargo porque estaba bien pagado y así podría descansar de
darle martillazos al descomunal bloque de mármol del David.
El grupo principal lo forman José, la Virgen y el Niño, fundidos en una sola masa de estructura piramidal
en donde sobresale el escorzo de la Virgen con su forma serpentinata tan característica del autor y que
inaugura el Manierismo. Ese forzado escorzo de la Virgen dota de movimiento a todo el conjunto
principal, así como ese grupo de jóvenes desnudos del fondo. Los colores tampoco son los usuales, sino
que Miguel Ángel los vuelve un poco irreales, como metalizados y vibrantes con mucho brillo. Destacan
así mismo los rasgos formales típicos de toda su producción: vigorosa anatomía, figuras tratadas como si
fueran esculturas, belleza fría y distante, predominio de lo dinámico frente a lo estático, esa fuerza
interior de todos sus personajes, esa terribilitá.
Obra maestra de toda la pintura del Cinquecento, con el Tondo Doni queda inaugurado el Manierismo,
y en sus Vidas, Vasari hace la siguiente referencia a esta singular pintura: … “Quiso Agnolo, (Doni) su
amigo, ciudadano florentino, al que gustaba mucho tener cosas hermosas, antiguas como de artesanos
modernos, tener cierta cosa de la mano de Miguel Ángel, estaba comenzando a pintar en un tondo a
Nuestra Señora, que arrodillada, levanta en los brazos al niño para que José lo reciba”.
Donde Miguel Ángel introduce, en el giro de la cabeza de la madre de Cristo que sostiene los ojos fijos
en la belleza suma del hijo contento y el afecto maravilloso del Santo anciano.
Son varias las interpretaciones de esta Sagrada Familia, pero casi todos los autores coinciden en que
Miguel Ángel quiso plasmar el círculo de la vida a la manera neoplatónica del humanismo:
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se inicia dicho círculo con la era de la filosofía pagana, simbolizada por las figuras desnudas masculinas
del fondo, para seguir girando con el Antiguo Testamento simbolizado por José y María, continuando
con el Nuevo Testamento encarando en la figura del Niño, y haciendo de puente entre ambos mundos,
el pagano y el cristiano, estaría la figura del Bautista.
Si comparamos esta Sagrada familia con otras versiones del mismo tema de sus contemporáneos,
observamos muchas diferencias con las de sus coetáneos. La de Miguel Ángel es mucho más fresca,
novedosa, atrevida, el fruto de un genio muy superior al de los demás.
4.2. La bóveda de la Capilla Sixtina.
La Capilla Sixtina ocupa un edifico anexo a la basílica de San Pedro del Vaticano. Erigida durante el
pontificado de Sixto IV en el último tercio del siglo XV, tenía dos funciones: una función religiosa como
Capilla Palatina y una función defensiva como puesto fortificado para defender el resto de edificios
papales. La capilla tiene planta rectangular con unas dimensiones de 41 metros de largo por 14 metros
de ancho, y una altura de 20 metros. Recubierta por una bóveda de cañón, antes de que llegara
Miguel Ángel ya había sido decorada con anterioridad. Perugino pintó unos frescos que se taparon más
tarde con los del genio florentino del Juicio Final. Boticelli y Ghirlandaio entre otros artistas realizaron
unos frescos en las paredes laterales con escenas de la vida de Cristo y Moisés, así como una serie de
retratos de diversos papas.
Cuando Julio II, sobrino de Sixto IV accede al poder en 1503 decide enriquecer con nuevas pinturas
esta capilla, y como era digno de un hombre astuto y conspirador como él, supo sacar provecho como
nadie de la rivalidad existente entre los artistas a su cargo: Leonardo, Bramante y su protegido Rafael, y
Miguel Ángel. Julio II había pensado primero en Leonardo, pero debido a su avanzada edad, rechazó el
proyecto. Entonces pensó en Miguel Ángel, a quien ya le había encargado su mausoleo pero que
pronto canceló, lo que provocó el primer gran enfado entre el mecenas y el artista. Pero el papa sabía
que Miguel Ángel se tenía ante todo por escultor, así que lo embaucó diciendo que, si no hacía él el
encargo, lo realizaría Rafael. En estos momentos Miguel Ángel no tenía ningún gran encargo que
realizar, pues el papa había cancelado su ambicioso proyecto de mausoleo, y sabía que si Rafael lo
acometía le supondría fama y gloria, así que el florentino aceptó el reto y el papa tan contento, pues
sabía que Miguel Ángel se esforzaría en realizar un buen trabajo y quedar por encima de su rival Rafael.
Según el biógrafo Condivio, cuando recibió el encargo Miguel Ángel protestó: “pero yo no soy pintor,
¡yo soy escultor! Con el pincel he hecho muy poco y quiere usted que pinte mil metros cuadrados de
techo curvo”. A lo que el entusiasmado papa replicó: “harás un buen trabajo, mi arquitecto Bramante
te levantará el andamio”. Te puedes imaginar lo primero que hizo Miguel Ángel cuando el 10 de mayo
de 1508 comenzó a trabajar: desmontó el andamio de Bramante y se construyó él mismo un andamio a
su gusto.
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Algo de razón llevaba Miguel Ángel cuando afirmó que no sabía mucho de pintura, así que en los
primeros días llamó a varios amigos pintores de Florencia y al propio Vasari para que le ayudaran con las
primeras figuras. Entre todos le explicaron cómo realizar un fresco, las cantidades, la necesaria división
del trabajo en jornadas y tras unas semanas de rápido aprendizaje, Miguel Ángel los despidió a todos y
se quedó solo ante la enorme pared. A los andamios solo subía él, pues los diseñó de tal forma que solo
soportaban el peso de su cuerpo, y a la Capilla Sixtina no entraba nadie salvo unos ayudantes que le
daban comida y los utensilios que necesitaba mediante un sistema de poleas; nadie más que Miguel
Ángel pintó las más de trescientas figuras que componen los frescos de la bóveda de la capilla Sixtina.
Tras un proyecto inicial del que conservamos algunos bocetos de la representación de los doce
apóstoles, se pasó a un complejo programa iconográfico sobre La Creación que implicó un mayor
tiempo en la ejecución y el doble de dinero. Ambas cosas enfadaron al pontífice, pero finalmente
accedió a pagarle al genio seis mil ducados y a esperar impacientemente a que las pinturas estuvieran
listas.
En estos frescos Miguel Ángel conjuga los textos bíblicos del Génesis articulados por medio de
elementos arquitectónicos simulados y varias figuras como los profetas, las sibilas y unos jóvenes
desnudos no exentos de polémica que ya había utilizado en el fondo de su Tondo Doni: los ignuti.
El programa iconológico de la bóveda de la Capilla Sixtina.
Vamos a analizar y describir este impresionante conjunto de frescos, verdadera obra maestra y símbolo
por antonomasia del renacimiento en su más amplio sentido.
La franja central de la bóveda la ocupan nueve paneles sobre distintas escenas del Génesis, cinco con
escenas menores separados por esos ignuti con medallones y guirnaldas. Las otras cuatro escenas
principales están separadas por elementos arquitectónicos que Miguel Ángel pintó como si fueran
trampantojos que se funden con los elementos arquitectónicos reales de la bóveda: pilares, cornisas,
nervios y capiteles crean un espacio ilusorio más que convincente.
Las nueve escenas del Génesis están agrupadas en grupos de tres. El primer grupo es La Creación del
Universo, con los episodios de La separación de la luz y las tinieblas, La creación de los astros y La
separación de la tierra y las tinieblas.
El segundo grupo es el más famoso, La creación del hombre, que comprende las escenas de La
creación de Adán, la de Eva y la Expulsión del paraíso. El último grupo es el dedicado a Noé, con las
escenas de El sacrificio de Noé, el Diluvio universal y La embriaguez de Noé.
A los lados de estos paneles centrales y separados por las enjutas triangulares, aparecen los Profetas. Los
cuatro principales están entronizados: Isaías, Jeremías, Daniel y Ezequiel. Junto a ello, los profetas
menores Zacarías, Joel y Jonás, y las Sibilas de Cumas, Persia, Libia, Delfos y Eritrea.
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En las pechinas de las esquinas de la bóveda Miguel Ángel pintó cuatro episodios relevantes del pueblo
de Israel: David y Goliat (que ya era de sobra conocido por el artista), La serpiente de bronce, el Castigo
de Adán y el episodio de Judith y Holofernes.
Finalmente, los frescos se inauguraron el 31 de octubre de 1512 ante el asombro de todos cuantos
acudieron al evento, y Miguel Ángel fue encumbrado al más alto nivel de estrellato que nadie antes
había alcanzado. El mito había comenzado.
4.3. El altar del Juicio Final.
Veinticinco años después de terminar la bóveda de la capilla, Miguel Ángel vuelve al mismo lugar tras el
encargo del papa Paulo III, que le encarga la realización del altar de la capilla con un gran fresco sobre
el Juicio Final que describe San Juan en su Apocalipsis, y relacionado con el contexto histórico del
momento: la amenaza de la Reforma protestante y el Saqueo de Roma sufrido en 1527 por las tropas
españolas de Carlos V.
Desde 1537 hasta 1541 el artista estuvo trabajando en esta nueva obra descomunal, otro reto más que
sumar a su trayectoria, pero no podemos perder de vista la edad del genio: sesenta años tiene Miguel
Ángel cuando vuelve a enfrentarse a una pared de catorce por trece metros, que cubrió con casi
cuatrocientas figuras.
La zona central del fresco la ocupa la figura de Cristo como juez, quien con su mano alzada separa a
los justos y salvados de los pecadores. Es un Cristo resucitado bastante enfadado, algo inusual en la
iconología que siempre lo presentaba o como un hombre muerto que ha sido sacrificado para salvar a
la humanidad, o como un resucitado con aspecto angelical.
A su lado vemos a una Virgen María que se esconde tras la figura de su hijo, algo atemorizada por la
violencia de la escena. Alrededor de ambos están los santos más conocidos, representados con sus
símbolos que los hacen fácilmente reconocibles. Entre otros podemos distinguir a San Pedro con las
llaves del paraíso, San Andrés con la cruz en forma de aspa de su martirio, San Lorenzo con la parrilla
donde fue martirizado, y la figura que más nos llama la atención es San Bartolomé, que sostiene la piel
que le fue desollada al más puro estilo expresionista. Como curiosidad, has de saber que Miguel Ángel
escogió a esta figura para incluir su autorretrato. En un segundo círculo que rodea a las figuras centrales
están representados varios mártires, vírgenes y confesores de la Iglesia.
Debajo de este grupo central aparecen ángeles tocando las trompetas del Apocalipsis y los Libros de la
Vida y de la Muerte, con los nombres de los salvados y los condenados respectivamente. En la parte
inferior izquierda están las personas salvadas que van ascendiendo al cielo, algunas de ellas son
cadáveres que acaban de resucitar, plasmadas con un realismo y un expresionismo que no volveremos
a ver hasta Goya casi tres siglos más tarde.
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A la derecha están los condenados, rodeados de demonios que les impiden subir y de ángeles que les
arrojan a las tinieblas. También vemos a Caronte llenar su barca con personas aterradas y desesperadas
que no acaban de asimilar lo que está sucediendo. También hay que destacar los dos lunetos
superiores, con los símbolos de la Pasión de Cristo.
Todo el conjunto es el culmen del estilo de madurez del artista: cuerpos vigorosos, anatomía exagerada,
esa fuerza vital llamada terribilitá, movimiento y vigorosidad a los que hay que añadir ahora unos
brillantes y contrastados colores, un mayor realismo y patetismo al que no nos tenía acostumbrados
Miguel Ángel. Atrás quedaron el equilibrio y la armonía del renacimiento más clásico para entroncar
con las ideas de la nueva iglesia que se veía amenazada por las reformas protestantes del norte de
Europa, por lo que se intenta crear en el espectador una especie de miedo religioso, un infundido terror
que disuadiera a la gente de abandonar las creencias católicas y abrazar las nuevas corrientes
protestantes. Parece ser que Miguel Ángel conocía las pinturas de El Bosco, y que para este fresco se
inspiró en la Divina Comedia de Dante.
Este Juicio Final ya no gustó tanto como lo hizo la bóveda del Génesis. Los asistentes al Concilio de
Trento quedaron horrorizados ante su visión, y no tardaron en surgir las feroces críticas ante tal cantidad
de desnudos y sus claras referencias paganas. Se llegó a acusar a Miguel Ángel de hereje por haber
pintado tantos desnudos en un lugar santo como era la capilla, y aunque los papas Paulo III y Julio III
fueron bastante tolerantes, en 1564 bajo el papado de Pío V se decide tapar las partes más obscenas
de los desnudos, y se le encarga al pintor discípulo de Miguel Ángel, Danielle da Volterra que repinte el
fresco y cubra con paños los desnudos, por lo que pasó a ser conocido como il braghettone.
Debido a sucesivas intervenciones durante los siglos posteriores y al humo de las velas usadas durante las
liturgias, los frescos han llegado hasta nosotros en un estado bastante lamentable. Fue necesaria la
sabia intervención del restaurador Gianluigi Colalucci durante más de treinta años para poder apreciar
esta joya de la pintura en todo su esplendor, con la viva riqueza cromática que empleó su creador.