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Maqueta: RAG Reservados lodos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con pena� de multa y privación de l ibertad quienes reproduzcan o plagien. en todo o en parte, una obra li teraria. artística o ciemíf ica. fijada en cualquier tipo de sopone sin la preceptiva autorización. Caps. 1 y 1 O, Juli<ín Gallego. Cap. 2, Michael H. Jameson, por permiso de la lnstituionen r Arkeologi och Antik Historia, Uppsalu. Cap. 3, Petcr Gasey, por permiso de Cambri dge University Prcss. Cap. 4, © Thoma s W. Gallant. Cap. 5, © Stephen Hodkinson. · por permiso del Trinity Hall, Cambridge, Cambridge Philological Socicty. Cap. 6. © Robin Osboe. por permiso de Taylor and FrancisBook Ltd. Cap. 7, Lin Foxhall, por permiso de Taylor and FrancisBook Lld. Cap. 8, Victor Davis Hanson. por permiso de Sion and Schuster. lne. Cap. 9, Ellen Meiksins Wood. por permiso de Verso Ltd. de la pre;ente recopilación. Julián Gallego. 2003 ©Ediciones Akal, S.A., 2003 para todos los países de habla hispana Sector Foresta, 1 28760 Tres Cantos Madrid - España Tel.: 91 806 19 96 Fax: 91 804 40 28 ISBN: 84-460-1437-8 Depósito Legal: M. 355-2003 Impreso en Cofás, S.A. Móstoles, (Madrid) JUUÁN GALLEGO EL MUNDO RURAL EN LA GRECIA ANTIGUA Traducciones: Gabriela Duchini

Garnsey - Campesinado Subsistencia YSupervivencia

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Page 1: Garnsey - Campesinado Subsistencia YSupervivencia

Maqueta: RAG

Reservados lodos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con pena�

de multa y privación de l ibertad quienes reproduzcan o plagien. en todo o en parte, una obra literaria. artística o ciemífica. fijada

en cualquier tipo de sopone sin la preceptiva autorización.

Caps. 1 y 1 O, ID Juli<ín Gallego. Cap. 2, ID Michael H. Jameson, por permiso de la lnst ituionen fi:ir Arkeologi och Antik Historia, Uppsalu.

Cap. 3, ID Petcr Garnsey, por permiso de Cambridge University Prcss. Cap. 4, © Thomas W. Gallant. Cap. 5, © Stephen Hodkinson. ·

por permiso del Trinity Hall, Cambridge, Cambridge Philological Socicty. Cap. 6. © Robin Osborne . por permiso de Taylor and FrancisBook Ltd.

Cap. 7, ID Lin Foxhall, por permiso de Taylor and FrancisBook Lld. Cap. 8, 11) Victor Davis Hanson. por permiso de Sirnon and Schuster. lne.

Cap. 9, 11) Ellen Meiksins Wood. por permiso de Verso Ltd.

ID de la pre;ente recopilación. Julián Gallego. 2003 ©Ediciones Akal, S.A., 2003

para todos los países de habla hispana Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos Madrid - España

Tel.: 91 806 19 96 Fax: 91 804 40 28

ISBN: 84-460-1437-8 Depósito Legal: M. 355-2003

Impreso en Cofás, S.A. Móstoles, (Madrid)

JUUÁN GALLEGO

EL MUNDO RURAL EN LA GRECIA

ANTIGUA

Traducciones: Gabriela Duchini

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más pobres, aquellos que no podían ganarM.: el Ml:-.tcnto u partir de :-.u tierra, parecerían haberse agrupado con los pobres en general. Los granjeros, georgoi, eran aquellos que se ganaban el sustento a partir de l a tierra, y un sustento decente. Pero, desde una perspectiva moderna, no necesitamos abandonar nuestra admiración por Atenas para volver al cuadro de u na plebe naval y ociosa, que fue propuesto por los ene­migos de la democracia, sino que deberíamos reconocer que uno de los grandes logros de Atenas fue dar plenos derechos a hombres l ibres cuyo papel como ciudadanos, para usar un lenguaje completamente anacrónico, no consistía en un título sobre un trozo de tierra.

En resumen, entre u na variedad de regímenes agrícolas, dos son clar�mente distinguibles: primero, aquel de las regiones social y eco­nómicamente conservadoras como Esparta, Creta y Tesalia, caracteri­zadas por grandes haciendas trabajadas por siervos, quizás común­mente como aparceros, y por una producción adaptada principalmente para proveer cereales en excedente para elites a la vez que sati sfacer las necesidades de subsistencia de la mayoría. Segundo, exi stía el régi n:en de áreas que miraban más hacia afuera, tales como Quíos y Corc1ra, donde las grandes haciendas privadas eran trabajadas por esclavos para una producción más orientada al mercado. El Ática clá-1 sica se ubica en alguna parte entre el segundo y un postulado tercer tipo, aquel de las pequeñas granjas famil iares trabajadas mayoritaria­mente s in ayuda externa y que no apuntaban mucho más allá de la subsistencia. En el Ática la t ierra total poseída por la mayoría de las famil ias era pequeña, pero durante el periodo clásico más tardío fue trabajada intensivamente con una gran i nversión de trabajo dirigida a obtener un excedente para ser intercambiado y no meramente para la subsistencia.

No hay razón alguna para pensar que estos tipos agotan las posibi­l idades. Queda bastante por aprender, especialmente, pienso, de la arqueología, a pesar de l os problemas de i nterpretación, así como de una mirada renovada de la evidencia escrita para la agricultura y de los estudios comparativos, particularmente entre las regiones del mundo griego con su contexto cultural común y a lo largo de su historia en casi el mismo contexto natural.

70

PETER ÜARNSEY

EL CAMPESINADO: SUBSISTENCIA Y SUPERVIVENCIA'''

l. Introducción

El mundo grecorromano era una sociedad con una urbanización

relativamente alta sostenida en su mayor parte por el trabajo de peque­

i\os granjeros, propietarios o arrendatarios. El patrón y la extensión de

esta urbanización, la condición de ciudades particulares y sus relaciones

entre sí estaban cambiando constantemente. Los hogares campesinos

individuales subsistían, se extinguían, migraban y estaban sometidos a

diversos grados de explotación. Pero la estructura esencial de la socie­

dad medi terránea y el carácter de su base económica permanecieron

relativamente estables a todo lo largo del periodo de la antigüedad clá­

sica. En este capítulo, considero el problema del aprovisionamiento ele

alimentos desde el punto ele vi sta ele los productores de subsistencia o

cercanos a la subsistencia 1 • La supervivencia del campesinado depen­

día de su éxito en seguir una estrategia de producción de bajo riesgo

y en establecer y sumar la mayor cantidad de lazos sociales y econó­

micos con sus iguales y sus superiores en la sociedad.

En cuanto a las ciudades, había poca regulación del aprovisiona­

miento ele alimentos por parte de los gobernantes l ocales. La Atenas

del siglo IV a.C. y la Roma republicana tardía e imperial fueron excep-

* Este 1exto es el capítulo 4 clellrabajo ele Peter Garnsey. Famine all(/ food supply in

the Graeco-Roman 1\'0rld. Responses to risJ.: and crisis, Cambridge Universily Press, Cam­

bridge, 1998, 43-68. 1 El autor introduce aquí no sólo los temas a lratar en el presente capfllllo sino tam­

bién los del capfltdo 5: «Aprovisionamiento y dislribución: las comunidades urbanas>>, de

Fwnine andfood supp/r l'nota del editor].

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Page 3: Garnsey - Campesinado Subsistencia YSupervivencia

cionales a este respecto. En la mayor parte de los estados, las autori­dades cívicas i ntervenían sólo en t iempos de crisis, y su compromiso sólo duraba el tiempo de la propia emergencia. Más aún, las respues­tas gubernamentales o públicas a la crisis de al imentos raramente eran radicales. La redistribución de la propiedad no se tenía como una posi­bi l idad, y las instituciones permanentes que se concebían para hacer frente a las crisis de alimentos eran rudimentarias. La protección del c iudadano común contra un percance en el sistema de aprovisiona­miento de al imentos reposaba esencialmente sobre los miembros de l a elite que actuaban a partir de su capacidad privada.

La mayor parte de las granjas de la antigüedad eran pequeñas. Incluso cuando largas extensiones estaban en posesión de un propie­tario rico, era común que la tierra se fragmentara, en la medida en que fuera t ierra arable más que pastizales o bosques. Las haciendas del rico estaban regularmente no sólo fragmentadas, sino también espar­cidas2.

¿Cómo cultivaban su tierra los grandes terrateni entes? La eviden­cia antigua, en particular la evidencia para Ttalia, se presenta sesgada en favor de una «hacienda esclavista», propiedad de unas modestas 25-60 hectáreas, empleando una fuerza de trabajo esclava permanen­te controlada por un vigilante de esclavos. Esta hacienda esclavista representa un estilo de labranza que puede legítimamente ser l lamada a lo sumo la «excepción dominante», incluso en la Italia republicana tardía e imperial temprana, el centro de la esclavitud agraria. Más aún, en la práctica, pocos propietarios de tierras hacían caso omiso por completo del trabajo campesino l ibre. La viabilidad económica de las haciendas esclavistas dependía de la disponibi l idad de trabajo libre en los tiempos ele punta del año agrícola, especialmente durante las cose­chas; también era común en la Italia imperial temprana emplear cam­pesinos como arrendatarios que controlaban una fuerza ele trabajo esclava. Finalmente, a lo largo del área enorme ocupada por el Impe­rio romano, la población rural, pequeños propietarios, arrendatarios y trabajadores (permanentes o estacionales), era predomi nantemente libre. La economía antigua en todos los periodos reposaba sobre los hombros de los campesinos, no de Jos esclavos3.

2 P. Garnsey y R. Saller, The Ronw11 empire. Ecrmomy . .wrietr and culwre. Londres, 1987. J Ver A. Carandini. <<Sviluppo e crisi del k manitiuture rurali e urbane>>, en A. Giardina y

A. Schiavone (eds.). Societil nmw1w e pmdu:ione schim'istica. Bari, 198 1 . vol. 2, 249-60 (la esclavitud como <<la excepción dominante»): P. Garnsey. <<Non-slave labour in ancient Ro me». en idem (ed.). Non-s!ave in the Gmeco-Roman ll'or/d, Cambridge. 1980, 34-·H, en 41-3; D. W. Rathbone. <<The development of agriculture in the 'Ager Cosanus·, during the Roman republic: problems of evidence and interpretatiom>, JRS. 71 ( 198 1 ), 1 0-23 (interdepende ncia entre cam­pesinos y grandes terratenientes); K.-P. Johne. J. Kühn y Y. Weber. Die Kolo//e/1 i11 /tct!ien wul

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l.m eampe�inos han s ido dclini dos como «pequeños productores de la tierra que. con la ayuda de un equipamiento simple, su propio trabajo y el de sus familias, producen principalmente para su propio consumo y para hacer frente a las obligaciones con respecto a Jos poseedores del poder político y económico, y alcanzan casi la autosu­ficiencia total dentro del marco de una comunidad aldeana»4.

Esta definición distingue al campesino, pequeño poseedor o arren­datario (las categorías no son mutuamente exclusivas), por un lado, del granjero empresarial que cultiva cosechas vendibles en el mercado, y, por el otro, del cultivador o pastor primitivo aislado del mundo exte­rior a su comunidad. Soy renuente en admitir tanto la dependencia política como la económica como una característica definitoria del campesinado, porque deseo incluir no sólo a las comunidades campe­sinas (sin duela la mayoría) que estaban unidas por relaciones poi íticas con ciudades o un estado central, sino también a las comunidades rura­les pre-polis de la Grecia arcaica como la Beocia del poeta Hesíodo, donde las prácticas económicas y los valores morales eran reconoci­blemente «campesinos», y las regiones poco urbanizadas que fueron ampliamente independientes de o sólo estuvieron débilmente vinculadas con los centros urbanos. En Italia, en buena parte de nuestro periodo, las regiones de colonización etrusca, griega y púnica (y áreas tales como el Lacio y la Umbría fuertemente influenciadas por los etrus­cos), donde las ciudades y el patrón ele cultura urbana estaban bien establecidas desde los tiempos prc-romanos, pueden distinguirse cla­ramente respecto de la mayor parte del resto de la península, caracte­rizada por granjas aisladas y centros poblacionales pequeños que eran a menudo poco más que lugares de refugio o centros de culto con fun­ciones económicas menores. En las provincias norafricana y clanubia-

denll'e.�t!ichen Pmvin:en des romischen Reichl!.l'. Berlín. 1983: P.W. DI! Neevc. Coi111111S. Pri· m te farm-tenancy in Roman Ita/y duri11g the Repu!Jiic and ear!y Principate. Am,terdam. 1984 ( arrendutarios); C. Whittaker. <<Rurallabour in three Roman provinccs». en P. G¡¡rnsey (ed.), op. cit., 73-99 (trabt�o dependiente libre).

� T. Shanin. Tile awk1•·ard class. Political .wciolngy r�( peasantry in a del'elopi11g society: R11ssia. /9/0-1925. Oxford, 197 1 . 39; cf. J.C. Scott. '/11e moral ecmwlll,\' of the pea.wnt. Rebellion and .wbsistence in so111i1east Asia. Ncw Haven. 1976. 157. Sobre los campesinos modernos. ver también e.g. H.-T. Fei. Pea.1ant lije in Chi11a. A jield \'llldy of counll)' lije i11 the Ya11gtze va/ley. Londres, 1939; R. Redfield, Peasa11t snciety all(/ culwre. Chicago, 1956; E. Wolf, Peasallls, Nueva Jersey, 1966; S.L. Popkin. Tile mtional peasant. The political economy of mm/ .1·ociety in Vietnam. Berkeley. 1979; H.A. Forbes, Strategy and soils. Technnlogy, praduction and em•inmme/11 i11 t!Je penill.\'11/a of Metllwla, Greece (tesis de doctorado), Pennsylvania. 1982. Constituyen estudios históricos útiles M. Monta­nari. L'alimenta:ione contadina nell'a/w medioel'o. Nápoles. 1979: idem. Campagne medie1•ali. Stmrture praduuive. rapporti di hn•oro. sistemi alimentari. Nápoles, 1 984: E. Le Roy Ladurie, Les paysans du Languedoc, París. 1966, 2 vols.; P. Goubert, La payscmnerie fran,·aise a u XVII" sii!cle. París, 1986.

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Page 4: Garnsey - Campesinado Subsistencia YSupervivencia

na del Imperio romano, los grupos de veteranos y sus descendiente' formaron comunidades de campesinos sobre territorios originalmente no dependientes de una ciudad5.

Al adoptar una definición ampli a del campesinado, estoy haciendo más dificultoso generalizar sobre l as respuestas campesinas a las constricciones medioambientales y las demandas humanas. Era ya una tarea ardua, y no sólo a causa de l a falta de i n terés en los peque­ños campesinos manifestada en las fuentes, producto de la el ite social y cultural. El comportamiento de los campesinos tiene que ser eva­luado a l a luz de una serie de factores, sobre todo el sistema de tenen­cia y el tamaño de la granj a, pero también el cl ima y la ferti lidad del suelo, l a naturaleza de las cosechas, l a tecnología y el uso de la tierra, los recursos materi ales de los cultivadores, l a estructura de l a familia, las condiciones demográficas, las relaciones con los mercados y l as c argas i mpuestas desde afuera. Un breve comentario sobre las dos pri­meras de estas variables puntualizará las d isparidades que exi stían y las implicaciones sobre las chances de supervivencia.

En primer lugar, los medios de existencia no eran igualmente acce­sibles para los pequeños propietarios, los arrendatarios y los trabaj a­dores asalariados. La demanda de los trabajadores asalariados sobre el producto de la tierra era obviamente más modesta, y eran particular­mente vulnerables en tiempos de escasez de alimentos cuando l a demanda bajaba y los salarios caían. En comparación con los trabaj a­dores asalari ados, los granjeros arrendatarios tenían un mayor acceso a los recursos del terrateniente, que podía sentirse obligado a garantizar su subsistencia, al menos hasta que l a cosecha fuera recogida. Mucho

5 D. Lehman. «Two paths of agrarian capitalism. ora critique of chayanovian marxism», CSSH. 28 ( 1986). 601-27 (capitalismo agrario): P. Millett. «Hcsiod and his world», PCPhS. 30 ( 1984), 84-115 (Hesíodo); M.W. Fredcrik�en. <<Changes in patte m of settlcmcnt», en P. Zan­ker (ed.). Hellenismus in Milleliwlien, Gotinga, 1976, 341-55; E. Gabba. <<ConsideraLioni sulla decadenza della piccola proprieta contaclina nell'ltalia centro-rneridionale del 11 sec. a.C.», Krema. 2 (1977). 269-84 (Italia): H. Pavis ci 'Escurac. «Notes sur le phénom�ne assodatif clans le monde paysan a l'époque du Haut-Empire>>. Amiquités Ajl-icahres. 1 ( 1967). 59-71 (África, etc.). Con respecto al campesinado en la antigüedad. ver también M.l. Fin ley. Tile ancielll eco­nomy, z• ed. Londres. 1985. cap. 4: P. Gamsey, <<Where clid italian peasants live'?>>, PCPhS. 25 ( 1979), 1-25; <<Non-slave labour>> (op. cit. n. 3); L. Foxhall, «Greece ancient and modern -sub­sistence and survivai>>. Hi.l'fot)· Today, 36 (1986), 35-43; P. Garnsey y R. Saller, Roman empi­re (op. cit. n. 2). 75 ss. Sobre estrategias d� supervivencia, ver P. Halstead, <<Couming sheep in neolithic and bronze age Greece>>, en l. Hodder, G. Isaac y N. Hammond (eds.), Pa11ern oftlre pmt. Studies in lronour ojDm•id Clarke, Cambridge, 1981, 307-39; Straregiesfor sun·il'(l/. An eco/ogical appruadr ro social and emnomic c/range in the earlyfanning conmwnities ofT/res· saly. N. Greece (tesis de doctorado). Cambridge, 1984: <<Thc cconomy has a normal surplus. Economic stability and social change among earty farming communities ofThessaly, Greece>>, en P. Halstead y J. O'Shea (eds.), Bad year ecunomics. Culwral responses 10 ri.1·k allllwrcer­taintY, Cambridge. 1989.

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Ut JWndla tk lo� términos del arriendo y l a actitud del terrateniente. La ptJ�Il'IOil de lo� propietarios ocupantes era más sólida ante l a ley, pues­tu que su control sobre l a tierra y sus productos era superjor. En tiem­pm tk adversidad, no obstante, su posición independiente podía real­nwnte actuar contra e l los. Los pequeños poseedores, que eran también una fuente valiosa de trabaj o estacional para una gran hacienda, esta­hun tal vez mejor protegidos contra desastres, si podían aceptar l a nyuda de su vecino sin c aer en las deudas y l a dependencia6.

En segundo lugar, en cuanto al tamaño de l a granja Finley escribe: .. El tamaño óptimo de una gran ja campesina es una noción obviamente "in sentido». El concepto de tamaño mínimo es igualmente un sin sen­tido. El tamaño de l a granja que un ateniense corriente (un rhes) podía haber trabajado en el periodo clásico ha sido estimado en alrededor de 2-4 hectáreas (20-40 plethra). El lote plebeyo clásico en l a Itali a rcpu­hlicana era bastante más pequeño, algo en el orden de 1,25-2,5 hectáre-us (5-1 O iugera). Muchos en cada sociedad habrán trabajado l otes más grandes o más pequeños que esto. El punto esencial es que la granja <(básica» del Ática e Itali a es universalmente considerada demasiado pequeña para haber soportado por sí misma a una famil ia campesina, y la falta era significativamente más grande si se empleaba trabajo animal. De Jo cual se sigue que el acceso a otras tierras, generalmente sin culti-l var, y a otros empleos, era crucial, y que las fortunas del campesinado Íluctuaban signi ticativ�mente c?n l a disponibi ! idad de tales tierras. �1 todas partes donde hub1era pres1ones sobre la t1erra, como resultado del � c-¡:ez¡miento de l a población o el aumento de l a inversiones en l a pro- ¡ piedad rural por parte de l os ricos, el resultado habrá sido una expansión ) del área en cultivo y bajo propiedad privada, y por consi guiente una contracción del incolto y un acceso reducido a lo que queclaba7.

b M.t. Finley. Economy (op. cit. n. 5). 105. 1 Ver A. Burforcl, <<The family farm in Greece», CJ, 73 ( 1977), 162-75, sobre las pose­

siones atenienses; pero que señala que los tlretes recibían parcelas de 4-6 hectáreas en el extranjero. Las cifras romanas se obtienen a partir de anécdotas semilegenclarius (Piinio, Historia lllllllral, XVIII. 18; 20: cf. Columela. 1, pref. 13), y ele evidencia basada fir­menn:nte para lo� reparto> coloniales (e.g. Li vio, Vil, 21, 1 1; XXX VIl, 46, 10-47, 2, con E.T. Salmon, Rnman colonisation wl(/er tlrl' Republic. Londres, 1969). Para el consenso acerca de la no viabilidad, cf. P. Brunt, /talitm manpo11·e1; 225 B.C.-A.D. 14. Oxford, 1971, 194; reseña de K.O. White, Romcmfarming, Londres, 1970, .IRS, 62 ( 1972), 153-8, en 158: K.O. White, op. cit .. 336, cf. 346; M.H. Jameson, <<Agriculiure and slavery in classical Athens>>, CJ, 73 ( 1977), 122-45, en 131 (para (familia de) 5 leer 4). Estos dos últimos auto­res citan cálculos no publicados de K. Hopkins. Seg(m Hopkins (l'ia White). 3.25 personas necesitan 1,75-2 ha (7-8 iugera) sin arado, y 5 ha (20 iugera) con arado. Cf. C. Clark y M. Haswell. The economics of subsistence agriculture, 4' ed. Londres. 1970. 64-8. para las implicancias de emplear trabajo animal. Pero el acceso a otras tierras es esencial. Todas estas visiones y cálculos se basan en la inferencia de que los rendimientos eran baj os, pero ver P. Garnsey y R. Saller, Roman empire (op. cit. n. 2), 77-82.

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El rango de diversidad de las sociedades campesinas puede po1 supuesto apreciarse más plenamente a través de análisis de comunidadc� rurales contemporáneas, o casi contemporáneas, que por medio de la" exiguas fuentes antiguas. Por ejemplo, un estudio antropológico recien­te del campesinado italiano encuentra que existe un profundo foso entre los campesinados del sur y el centro de Italia. En el sur, las granjas son generalmente pequeñas, inegulares y dispersas; están trabajadas por campesinos que viven a una distancia lejana; estos campesinos están ais­lados de los propietarios y unos de otros; la norma es más bien el traba­jo alquilado que el mercado de trabajo; la propiedad está continuamente circulan.do y se prefiere la fa mi lía nuclear. En Italia central, por otro lado, predomman los contratos a partes; los ten:atenientes y los cultivadores e�tán estrechamente ligados a través del patronazgo; los cultivadores vtven en o cerca de la tierra; el tipo de familia preferido es la familia exte?di?a; se recurre al mercado de trabajo cuando es necesario, y la contmutdad en el control de la posesión de la tiena es normals.

El mundo antiguo sin duda presenció contrastes ioualmente aou-d S. "' "'

os. tn embargo, es probable que la emergencia en las sociedades tra�i�ionale� del .tercer mundo de poderosas fuerzas económicas y pohttcas baJO la forma del capitalismo, el colonialismo y el naciona­l i.smo, y la irregularidad de su impacto sobre el campo, hayan produ­ctdo un grado excepcional de diversidad en las sociedades campesinas del tercer mundo, mayor tal vez que en cualquier otra época histórica anterior al periodo moderno temprano de la historia europea. Esto no da a los historiadores antiguos la licencia de asumir un alto nivel de homogeneidad, continuidad y estabilidad de valores y sistemas en las soc�edades rurales de su período. Dados la delinición amplia del cam­pestnado y el vasto rango espacial y temporal que he adoptado, sería más razonable hacer una presunción inicial de la particularidad de cualquier soc�edad rural. Los beocios de Hesíodo (siglo VIII a.C.), los paisanos del Atica que eran ciudadanos plenos y miembros activos de la democracia directa (siglos v y IV a.C.), los granjeros arrendatarios de. la Itali

.a altoimperial l igados sólo por un contrato legal de arrenda­

mtento (stglos 1 y 11 d. C.), y sus sucesores en Italia y más allá, los colo­ni del bajo Imperio, ligados al suelo (siglos IV y LV d.C.) , pertenecen a mundos diferentes. El «campesino antiguo típico» es una quimera.

El alto nivel de diversidad dentro de las sociedades campesinas modernas, por supuesto, no ha desalentado la generalización. Se hacen

8 �·:· Silverrnan. «Agricultura! organisation. social structure. and valuc; in ltaly. Amora1 . tam1l1sm recons1dered>>, America11 Amhropolngisr. 70 ( 1968). 1-20. respondiendo al estud1o de E.C. Banfield. The moral basis ofa backwwrl societ\'. Chica"o 1958. sobre el <<amoralismo familiar>> en Lucania.

· "' '

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lllll'HI\, a llll:tiUdo dil>cordantc�. sobre el comportamiento campesino repn:�cntativo. Considérese las contrastantes declaraciones siguientes9:

Generalmente. el cultivador campesino busca evitar el fracaso que lo arruinará más que intentar un golpe grande pero arriesgado. En len­guaje de toma de decisión su comportamiento es adverso al riesgo; minimiza la probabilidad subjetiva de la pérdida máxima. Los campesinos están continuamente esforzándose no meramente para proteger sino para elevar su nivel de subsistencia mediante inversiones a corto y largo plazos, tanto públicas como privadas. Su lógica de inversión se aplica no sólo a intercambios de mercado sino también a intercambios no mercantiles.

Para el presente propósito, los detalles del debate importan menos que la comprensión implícita y dividida de que hay un nudo central ele actitudes y prácticas reconocidamente «campesinas», que trascienden las culturas (y, agregaría, las épocas). Ésta es una presunción que un historiador antiguo puede aceptar. Para dar Jo que podría parecer a pri­mera vista un ejemplo trivial, el pasaje siguiente del escritor médico Galeno1o i lustra un comportamiento que es improbable que haya sido peculiar de los campesinos del Asia Menor del siglo 11 d.C.:

Cuando nuestros campesinos están transportando el trigo desde los

campos en carros a la ciudad, y desean robar algo sin ser delectados,

llenan jarras de arcilla con agua y las colocan entre el trigo: el Irigo

entonces capta para sf la humedad a través de la jarra y adquiere volu­

men y peso adicionales, sin que los observadores nunca detecten el

hecho a menos que alguien que conocía la treta de antemano haga

una inspección más cuidadosa.

En un mal año había bastante cizaña en el trigo. Los granjeros no ter­

minaban ele separarlo totalmente por medio del uso de cribas, que

eran cómodas para este propósito, porque el trigo total era escaso;

tampoco los panaderos se molestaban, por la misma razón.

En el intento que sigue de reconstruir la estrategia de superviven­cia de los granjeros de subsistencia comunes, me centro en las res­puestas que emanan de la naturaleza esencial de una agricultura de subsistencia operando bajo las condiciones económicas y medioam­bientales antiguas, a la vez que se tienen en cuenta las divergencias

9 J.C. Scott, Moral economy (op. cit. n. 4), 4; S.L. Popkin. Ratio11al peasant (op. cit.

n. 4), 4. 1o Galeno. De /as facultades naturales,!, 14, 56; cf. VI, 549 ss. (Kuhn).

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Page 6: Garnsey - Campesinado Subsistencia YSupervivencia

que son (al menos en cierta medida) un producto de la interacción de la economía campesina con el entorno político y económico más am­plio. Puestos aparte la astucia nativa (tal como es atestiguada por Gale­no) y el vigor físico y mental puro, la capacidad del campesino anti­guo par� sobrevi�i r se analiza mejor bajo tres rúbricas: estrategias de producc1ón, relac10nes económicas y sociales, comportamiento demo­gráfico.

II. Producción

La labranza de subsistencia es una empresa de riesgo mínimo. El granjero se esfuerza por reducir su vulnerabilidad dispersando sus posesiones de tierra, diversificando sus productos y almacenando sus excedentes.

a) Dispersión de la posesión de tierra

Una granja típica de la Lucania moderna ha sido descrita de este modo:

No es probable que semejante granja sea toda de una sola pieza: puede ser de tres o cuatro partes dispersas a diversas alturas en la montaña e incluso en lados opuestos de ésta. Aunque caminar de un campo al otro es una tarea que lleva tiempo y cansa, la mayor parte de los granjeros prefieren tener su tierra en al menos dos partes como seguro contra la pérdida de cosechas; la tormenta de granizo que afecta un lado de la montaña dejará intacto el otro lacJoll.

La fragmentación, la dispersión de las parcelas ele tierra, es un rasgo eterno de la labranza mediterránea. Cualquier patrón existente de dispersión de la tierra es el producto de reglas y costumbres de herencia y dote locales. Pero la práctica de la fragmentación es ente­ramente natural; se ajusta al clima y al paisaje. A este respecto se co�Tesponde con.el «archipiélago vertical» andino y con la «penínsu­la mchnada» alpma que abarcan e incorporan un amplio rango de cl i­mas y micro medio ambientes y proveen un alto nivel de seguridad

1 1 E.C. Banfield, Mo�·at basis (op. cit. n. 8), 50. S.L. Popkin, Rational peasc111t (op. cit. n. 4), 49-50. d1ce que la fragmentactón de lotes es ubicua, provee una larga lista de mini­desastres, y observa que la dispersión de tierras puede estar más extendida de lo necesario o simplemente ser inapropiada.

'

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IH'IItc u la� con�tltn·tonc� ecológicast2• La estrategia opuesta, con­Cl'lltración o unilicación de la t ierra, que los reformadores de la tiena han tendido a considerar como un bien absoluto, tiene sentido sólo en un área ecológicamente homogénea. En el Mediterráneo norte, en par­ticular, las vastas extensiones de tierras l lanas son relativamente raras. A�í. donde se esperan fracasos en las cosechas como consecuencia de irregularidades en el c l ima, la diversificación espacial es beneficiosa. Da al granjero acceso a una variedad de micro climas, de los cuales sólo algunos serán adversamente afectados al mismo tiempo por con­diciones meteorológicas desfavorables.

Hay una ventaja económica adicional que se gana con la dispersión de campos, puesto que cosechas idénticas no maduran simultáneamen­te en localidades diferentes, y las energías de la fuerza de trabajo pue­den por consiguiente repartirse en el tiempo. Pero la ventaja principal para el pequeño granjero se encuentra en la reducción del riesgo.

b) Diversificación del producto

El pequeño granjero mediterráneo ha practicado tradicionalmente la labranza mixta, el multicosechado de arables y árboles en la misma tierra con la adición de un ganado pequeño. La meta es la autosu­ficiencia pero también la minimización del riesgo: puesto que Jos requerimientos del crecimiento de los diversos productos difiere, la posibilidad de que el granjero se quede sin nada se reduce. En Jo que sigue no hago ningún intento de dar una explicación comprensiva de la dieta campesina ni de evaluar la importancia relativa ele los ele­mentos que la componen. M i propósito es más bien demostrar con referencia a los cereales, el miembro que lidera la tríada ele los ali­mentos principales (siendo los otros el aceite ele oliva y el vino), cuán amplio fue en la antigüedad el rango de cosechas y la medida en que esta diversidad fue una respuesta a la incertidumbre y el azar.

El cultivo mezclado de cereales y legumbres ha sido un patrón común en la agricultura mediterránea tradicional. Pensamos en el trigo

12 R.M. Netting. Balmrcing on an Alp. Ecologica/ cltange and contimrity in a Swiss motmtain co1wnuniry. Cambridge, t 981, 14-5. Para la reducción de riesgos en un medio alpino, también R.M. Netting, «Üf men and meadows. Strategies of alpine land use», An!lt­ropologica/ Quarterly, 45 ( 1 972), 132-44; R.E. Rhoades y S.l. Thompson, «Adaptauve strategies in alpine environments. Bcyond ecological particularism», American Erltnolo­gist, 2 ( 1975), 535-51: B.S. Orlove, «Ecological anthropology>>, Amuwll?eview of Alllhro­pology. 9 (1980), 235-73. Para los Andes, ver e.g. D. Lehmann (ed.). Ecology and exc/J�IIl­ge in tite Andes, Cambridge. 1982; D. Guille!, «Towards a cultural ecology of mountams. The central Andes and the Himalayas compared», Curren/ Antltropology, 24 ( l 983), 561-74, respondiendo a los estudios clásicos de J. V. Mun·a, Formaciones económicas y políticas andina.\', Lima, 1975, etc.

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como el cereal representativo. Sin embargo, había um1" t:Utllllll� varic dades de trigo y sus usos eran en algunos casos complementario¡,. Además, muchas otras cosechas seminales eran plantadas, como re­presentantes seguros en zonas ecológicas particulares y corno cose­chas sustitutasl3.

. -r:eofr�sto (ca._

370-285 a.C.) conocía numerosas clases de trigo (d1stmgmdas segun color, tamaño, forma, peso, ciclo de crecimiento, valor nutritivo y localidad), cebada (de dos a seis hileras) y cereales menores (tiphai, zeiai, olurai, mijos), y tres estaciones de siembra (otoño tardío, comienzos de la primavera, verano). Durante los siglos que separan a Teofrasto, por un lado, de Varrón ( 1 16-27 a.C.), Colu­mela lfloruit mediados del siglo 1 d.C.), Plinio el Viejo (ca. 23-79 d. C.) y Galeno (ca. 1 29-199 d. C.), por el otro, las existencias de semi­llas disponibles y por ende la cosecha mixta del granjero se habían alte�ado. Puede as�mirse como documentado adecuadamente el mejo­ramiento de la calidad de los tipos de semillas existentes mediante la sele.cción natural. El progreso hecho por los trigos desnudos, el trigo pamficable (triticum aes1ivum) en particular, a expensas de variedades con vainas de trigos y cebadas, es bastante más visible. El comentario sig�iente de Galeno es sintomático: «Entre los romanos, como entre cast todos sus sometidos, el pan más puro es denominado semidalis; el más c�rcano �s el semidalites. Pero el nombre de semida!is es grie­go y anltguo, m 1entras que silignis no es griego en absoluto. Pero es el único nombre que puedo darle» 14.

Sin embar�o la� cosechas seminales con vaina no fueron despla­zad�s. En la dtgrestón de Varrón en alabanza de Italia, el far de Cam­panta (semen adoreum o trigo escanda) encabeza la lista de los pro­ductos en Jos que Italia conducía al mundo. Una combinación de hallazgos arqueológicos (restos de semillas y morteros para mondar l�s g�anos) y fuente� literarias muestra que la popularidad del far de nmgun modo se hab1a desvanecido unos cien años después de Varrón. Columela comienza su discusión de las clases de semillas clasifican­do al semen adoreum con el lriticum, o trigo desnudo, corno «los dos

(j) �.{.\t-�

• 13 La evidencia literaria y otras son bien explotadas por M.S. Spurr, Arable cultii'Otion m Roman ltaly c. 200 B. C.-c. A.D. 100, Londres, 1986, esp. cap. 5. Sobre el norte de Italia a comienzos de la Edad Media, véase M. Montanari, Alimemazione contadina (op. cit n 4) 1 09-66.

o o • 14 Galeno, VI. 483. El cambio en el equilibrio entre los varios cereales es tema de J.R.

Sallares, Towards a new app1vach to ancient histOI)'· The imeraction of biological pheno­mena, the economy, cmd social stnrcture (tesis de doctorado), Cambridge, 1986. (Este tra­baJO se publicó como The ecology oj the ancient Greek world, Londres, 199 1 [nota del edi­tor�. ) �u estudto suplanta a los de N. Jasny, «Compelition among grains in classical anuqutty>>, AHR, 47 ( 1942), 747-64; The wheats o.f classica/ amiqui(v, Baltimore, 1 944.

80

primeros y más útiles granos para los hombres». Él conocía cuatro clases de far, una de ellas una variedad de tres meses: en otras pala­bras, podía emplearse como una «cosecha de recupera�ión�> .e� caso de pérdida de la cosecha principal de invierno. En 1� dtsquJSICtón de

Columela,far y triticum no eran mutuamente exclustvos:

Los granjeros deberían conservar estas clases de semillas, triticwn Y

adoreum, por esta razón, que pocas veces una tierra esté tan situada

que podamos contentarnos con una clase de semilla, en tanto alguna

faja ya sea seca o pantanosa la corta de parte a parte. Además, el lri­

ticum crece mejor en un sitio seco, mientras que el adorewn se per­

judica menos con la humedad 15•

En adición, es muy probable que los granjeros comunes cultivaran

trigos desnudos para la venta y los cereales menos comercializables

para su propio consumo. Los campesinos asiáticos d� Galeno seguían

esta práctica. Los colonos de las haciendas eclestástt.cas del norte de Italia a comienzos del periodo medieval cultivaban tngo candeal para

sus terratenientes y «grani rninuti», especialmente mijo. para su pro­pio consumo16.

El alcance del declive de la popularidad de la cebada después del periodo clásico es duro de medir: la evidencia viene en lo esencial del

Ática exterior y de las áreas de bajas precipitaciones del sudeste de G�·e­

cia, su terreno predilecto. La cebada fue siempre una c_osecl!a menos Sl.g­

nificativa en Italia que en Grecia, pero era cultivada aun baJO el lmpeno,

aun cuando fuera esencialmente para los atúmales y para los humanos en

tiempos de emergencia. Columela dice que la variedad llamada por los paisanos hexastichum o catherinum es recomendable por esta razón: «Es

mejor alimento que el trigo para todos los animales .que pertenecen. a la

granja, y es más saludable para los humanos que el tngo malo.; y en llcm­

pos de escasez nada hay mejor para guardar contra la carencia». Galeno no tiene en alta estima a la cebada:

En algunos pueblos, se usa la harina de cebada cuando falta el pan.

Yo mismo he visto a la gente de campo comiendo a partir de harina

15 Varrón, l, 2. 7; Columela. ll, 6. 1-2. Sobre los restos de plantas, vere.g. A.M. Small.

<<The environment of San Giovanni in the Roman period», en G. B arker y R. Hodgcs (eds.),

British Archaeological Report, lnt. Ser. 102, Oxford, 1 9 8 1 ,.2 1 0 : escanda, triticum aesti­

vtmt, triricum durwn, cebada. avena: además, vicia faba, gUisante, lenteJa. arveJa, alfalfa

(en niveles más tardíos). Sobre los morteros, ver L. Moritz, Grain milis wtd flour in clas­

sical anriquity, Oxford, 1958, cap. 4. . . . 16 Ver e.g. Galeno, VI, 5 1 3 (sobre tiphe y nlura, citados abaJo); M. Montanan, All·

melltazione contadina (op. cit. n. 4). 139.

8 1

Page 8: Garnsey - Campesinado Subsistencia YSupervivencia

de cebada en Chipre, aun cuando ellos cu ltivaran una g1a11 calltHI,ul de trigo. En los viejos días, la gente acostumbraba preparar conuda' con harina de cebada, pero ahora se reconoce su debilidad en tt5rnu nos de valor nutritivo. Da poco alimento al cuerpo. La gente C0111llll y aquellos que no practican ejercicios regulares lo encuentran bas tante suficiente, pero aquellos que sí hacen ejercicios de un modo u otro, lo encuentran por completo carente.

Pero la cebada, según la propia explicación de Galeno, era más o menos ubicua, y debía clasificarse con el trigo como un cereal supc­rior17.

En cuanto a los cereales superados por el trigo y la cebada, la lista de Galeno no diverge significativamente de la de Teofrasto, pero es más informativo sobre su papel en la producción y el consumo. Sobre la zeia, él escribe:

Los que viven en los países con un invierno frío son compelidos a ali­mentarse con ésta y a sembrru·ta, porque es el grano que resiste mejor el frío.

Sobre la olura y la liphe:

Hay bastante ele cada uno de ellos en Asia, y especialmente en la región por encima de Pérgamo, puesto que los campesinos usan pan hecho con ellos porque el trigo es acarreado hacia las ciudades . . . Los panes calientes a partir de las mejores tiphai son mucho más preferi­bles que los panes ele olura . . . Cuando está caliente es buscado inclu­so hasta por los habitantes ele la ciudad, siendo pedido con una clase particulru· de queso.

Sobre el bromos:

Este grano es muy abundante en Asia, y especialmente en Misia, que está arriba de Pérgamo, donde también se hallan tiphai y olurai en cantidad. Pero es alimento para cuadrillas de caballos, no para hom-

17 Para la cebada en la Grecia clásica. ver L. Gallo, «Aiimentazione e classi sociali. Una nota su orzo e frumcnto in Grecia>>, Opus, 2 ( 1 983). 449-72; Alimenta<.ione e demo­grajia del/a Grecia amica. Salerno, 1984; para el período romano, ver Columela, 11, 9, 14: Galeno. VI, 501 ss., en 507; cf. Plinio, Historia natural, XV!U, 7 1 -75; la cebada era pre­ferida por «los griegos» para gachas (polema), pero su uso ha declinado (esp. en Italia), y es mayormente una comida animal. Ver G.D.R. Sanders, «Reassessing ancient popula­tions», ABSA, 79 ( 1984), 25 1-62. esp. 259. para conjeturas (firmes) acerca de la importan­cia de la cebada en las Cícladas en la antigüedad. basado en evidencia tardía.

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hit''· Porque los hombres no hacen con él pan a menos que sean gol­tll'ados por un hambre severa. En tiempos normales, sin embargo, t•l lm los comen cocidos en agua con vino dulce, o hepsema o vino de 1 1 1 id. como la tiphe1s.

·

( 'ulumcla presenta al mijo (italiano o común) como un recurso de ncia para los pequeños granjeros. «En muchas regiones», dice,

l·ampesinos se sustentan gracias al alimento hecho a partir de Dos generaciones antes, Estrabón había escrito que el mijo era

defensa segura contra el hambre para los habitantes del valle del cuando otras cosechas fallaban. El Ps.-Josué da un ejemplo de su romo cosecha sustituta, que podía plantarse en la primavera o el

a causa de su resistencia a la sequía y su corto ciclo de creci­nto de tres a cuatro meses:

En los meses de Khaziram [junio] y de Tamrnuz [julio], Jos habitan­tes de estos distritos estuvieron reducidos a toda suerte de inconve­nientes para vivir. Ellos sembraron mijo para su propio uso, pero no fue suficiente para ellos, porque no floreció bien19.

El papel jugado por las legumbres secas en el régimen agrícola no disímil . Es decir, eran cultivadas como algo común o como cose­

de recuperación y al imentos ante el hambre Una ilustración con­icnte de esta última función la provee la discusión de Columela del · no, que contiene la siguiente observación:

La primera consideración pertenece al lupino, puesto que requiere el menor trabajo, los menores costos y de todas las cosechas que son sembradas es la más benéfica para la tierra . . . Cuando es ablandado mediante cocción es un buen forraje para el ganado durante el invier­

no; también sirve en el caso de los humanos para evitar el hambre cuando les sobrevienen años de malas cosechas20.

Los autores antiguos en su discusión sobre las cosechas de simien­tr no siempre distinguen firmemente entre cereales y legumbres. De modo similar, la distinción entre plantas cultivadas o si lvestres es Imprecisa. El «huerto de cocina» contenía una amplia variedad de hor-

J� e ,/A., 1 1 p �t'l.< �A\ .

1" Galeno, VI, 513, 517, 522-523. ¡q Columela, 11, 9, 17; Estrabón. V, l. 12; Ps.-Josué, Crónica, cap. 38; M.S. Spurr.

l 'ultivation (op. cit. n. 13), cap. 5. :n Columela, 1, 9, 1 sigs. Sobre nabos, ver Columela, ll, 1 0, 22 ss. («alimento que llena

p.uu la gente de campO>>), y Plinio, Historia natural, XVIll, 1 27 (<<una precaución contra 1 1 hambre»).

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talizas, algunas convencionales, otras un tanto menos. A una di�tam:ia más lejana de la casa de la granja, una amplia variedad de verduras cultivadas en tierras arables, particularmente como barbecho (sin los modernos desmalezadores para erradicarlas), hacían su contribución a la dieta del campesino.

Todavía más lejos en los campos se encontraban los recursos del incolto, tierras no cultivadas. En su clásico L'alimentation végétale, Maurizio elabora una lista de 621 «plantas de recogida». Él no trata específicamente el período grecorromano, pero muchas de sus plantas comestibles son citadas por los autores antiguos. Los campesinos han sido siempre forrajeadores sobre tierras no cultivadas, en bosques, pantanos y ríos. Ellos recogen alimentos tanto suplementarios como alternativos; o, según una distinción hecha por Galeno, alimentos que son comidos normalmente «en ausencia de hambre» y otros sólo comi­dos en condiciones de hambre. La dificultad en sostener esta distin­ción está i lustrada en el siguiente texto de Galeno concerniente a los campesinos de Asia. Éste alude al papel jugado por los animales domésticos como reserva de alimento, y puede servir a la función adi­cional de introducir la tercera arma de la estrategia de supervivencia campesina, el almacenamiento:

La gente de campo come habitualmente el fruto del cerezo silvestre, las moras, las bellotas y el fruto del madroño, y un tanto menos los de otros árboles y arbustos. Pero cuando el hambre ataca a nuestra tierra, y hay bastantes bellotas y nísperos, ellos Jos almacenan en pozos y los consumen en vez de los alimentos de los cereales a lo largo del invierno y comienzos de la primavera. Las bellotas eran pre­viamente comida para los porcinos, luego cuando los cerdos no podí­an ser mantenidos en el invierno en la forma usual, primero los mata­ban y los usaban como alimento, después abrían sus pozos de almacenamiento y comenzaban a comer las bellotas, preparándolas como comida en una variedad de formas de un Jugar a otro2 1 .

e) Almacenamiento

Los campesinos de Galeno acumulaban alimentos contra el ham­bre como cosa común. Esto es más l lamativo que su uso de los ani-

ll Galeno. VI, 620; Maurizio, Histoire de l'alimentation végétale, Parfs. 1932: cf. J. Frayn, Subsistencefarming in Roman ltaly, Londres, 1979, 57-72; J.K. Evans, <<Piebs ms­tica. The peasantry of classical haly, 11>>, AJAH, 2 (1980), 134-73; M. Montanari, Alimen­tazione contadina (op. cit. n. 4), 431-8, enfatiza la importancia crucial del incolto para combatir la falta de vfvcres. Sobre el huerto de cocina, ver A p. Virgiliano. More/l/ m, ed. E.J. Kenney.

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rnale-. do1m--. t 1n 1, P • l l l l l , ,.,,." . 1 a l n wcenada. o el almaccnamie�1to de

productos a l i lttl' l l l rUtl' que contribuían a su dieta usu�l -en partlcula�,

grano. pero también legumbres secas, frutas secas (h1gos, uv_as), acei-

te de oliva y vino-. . , . El almacenamiento era una neces1dad econom1ca para un cam_p�-

sino. Para Hesíodo existía una dimensión moral adicional. Para v1v1r

una vida honorable, es necesario trabajar duro, llena� lo� granerosyro­

pios y las jarras de almacenado, y sustentarse por SI mtsmo. Su 1deal

está resumido en estas palabras:

Así las espigas ele tu grano se inclinarán si �eu_s mismo fin�lmente te

da una buena madurac ión, y entonces qui taras las telaranas ele las jarras; y espero que te alegres cuando tomes del almacén lo que has acumulado. Tendrás mucho hasta que llegues a la asoleada época primaveral; y no mirarás a otros ansiosamente, sino que otros hom­bres necesitarán tu ayuda22.

El almacenamiento estaba diseñado para proveer un nivel de _flujo

ininterrumpido de productos alimenticios durante las �st�c10nes

improductivas del año. Esto significa, e� años non�1ales, el _rnv .. crno Y comienzos de la primavera, como la c1ta de Hes10do lo 111d1ca. D_e

modo similar, Galeno escribe respecto de una legumbre que denomi-

na dolikhos:

Todo aquel que quiera almacenarlas ele modo seguro deberá primer?

secarlas cuidadosamente, como mi padre acostumb:aba hacer!�. Asr,

permanecen buenas durante todo el invierno, ofreciendo los m1smos

servicios que los guisantes23-

Los bienes almacenados, no obstante, podrían tener q_ue dura� a lo

largo de un verano estéri l . Un granjero prudente su_s�epllble a_l nesgo

de falta de cosechas apuntaría a ahorrar una prov1s1ón de al1mentos

además de los requerimientos del año en curso. Para usar un_a frase 1

acuñada por Allan en su estudio de los campesinos del �ste afncan? Y aplicada por Halstead a la Tesalia neolítica, l a expectativa campesma

es producir un «excedente normal»:

Los cultivadores de subsistencia, dependientes.

enteramente.

o casi enteramente de la producción ele sus huertas, tienden a cu lnv_ar un área amplia suficiente para asegurar el aprovisionamiento de alrmen-

21 Hesíodo, Trabajos y días, 473-478. n Galeno. Vl, 546.

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tO� Cll llnH l'\lUl' IOII de l l'lll f l l l lll'llhl\ flOhll'\, 1 )lo lo t t l l l t l l i i iO. l 11 t'OIIIII nidad estaría cxpuc�ta a priva<.:ionc� lrccucntc:-. y !UUVl'\ lll''ro' dt exterminio o dispersión por hambre, muy especialmente en rcgiom'' de precipitaciones inciertas y fluctuantes. Se esperaría, por lo tanto

la producción de un «excedente normal» de alimentos en el año pro medio.

r Los granjeros de la actual Kosona, en la península de Metana en el Pelopon�s?� apuntan a res�var una provisión de dos años de Lrigo y 1 una provtston de cuatro años de a�eite de oliva (puesto que una cose­cha de olivo razonable sólo podía anticiparse cada dos años). Ellos no siempre tenían.éxito. Allan encuentra que la sobreproducción entre los

� Tonga promed1aba el 40% de las necesidades de subsistencia24. Los pequeños granjeros no guardaban en forma de grano por mucho

más de dos años. Sus posibilidades de almacenamiento eran limitadas, y el grano terminaba deteriorándose. Las observaciones de Teofrasto so.bre la durabilid�d del trigo encierran un mensaje que resulta pesi­mtsta para los culttvadores (aunque un poco menos para los consumi­dores):

Para la propagación y siembra, generalmente, las semillas de un año parecen ser las mejores; las de dos o tres años son inferiores, mien­tras que aquellas guardadas un tiempo aún mayor son infértiles, aun­que están aún disponibles como comida25.

En layráctiea, mucho dependía de las posibilidades de almacena­O:iento. Esta� iban desde los huecos toscos tipo ardi llas de Jos campe­smos del As1a Menor o las pilas de grano de Símulo en un rincón oscuro (en el Moretum pseudo-virgiliano), a las vasijas para el alma­cenamiento relativamente seguro pero aún en pequ

.eña escala o las

estructu�·as para e� almacenamiento de grano en cantidad descritas por los escntores agncolas. Varrón se refiere a unidades de 1 .000 modii (encima de los 3.300 kg.)26.

Las semillas podían deteriorarse fácilmente por la acción de roe­dores, hongos y sobre todo insectos, suponiendo incluso que pudieran ser proteg�das con éxito del tiempo. Todos los escritores agrícolas tie­nen htstonas para contar sobre granos de larga vida, pero su continua

2J W. Allan, Tile African ilusbandman, Edimburgo, 1965, 38. citado por P. Halstead. «Normal surplus» (op. cit. n. 5): cf. H.A. Forbes, Strategl' and soils (op. cit. n. 4).

2� Teofrasto. Historia de las plantas, VIII, 1 J . . 26 Ps.-Virgilio, Moretum, 1 3- 1 8; Varrón, 1, 57; cf. Columela, 1 , 6, 9 ss.; Plinio, Hi.\'lo-

na natural, XVIII, 301 ss. Para almacenamiento para la venta, ver Varr6n, 1, 16, 2; 1, 62 y 69: Columela, 1 1 , 20, 6.

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uiN'\It 1 11 <.:tlll ! 1 1' p1Phh.onu1' pam impedir la entrada de la humedad 'ulta m:b vcrd:tdn .t

1:1 trigo no se con!)crva tan bien como algunos otros granos o las le�umbres secas, otra razón para el uso de estas últimas por �?S granje­

comunes. Columela dice que una vez secado al sol el miJO se con­más tiempo que otros granos. Esto sigue al comentario de que

muchas regiones los campesinos (coloni) se mantienen pasando por lo el mijo. Teofrasto pensaba que los mejores granos para el alma­namiento eran el mijo, el sésamo, el lupino y el garbanzo. Galeno

e continuas referencias a la preservación de alimentos por medio secado y escabechado. Se nos informa incluso que los cardos blan­

dos «son puestos en salmuera o vinagre y guardados hasta el año aiguie;;te». En el caso de las frutas, su dis�usión es un útil recorda.to­rio del valor dado en la antigüedad a los h1gos u1va en comparación con las frutas más perecederas. Galeno tiene a estas últimas en baja estima: habiéndose abstenido largamente de ellas bajo la prudente liUpervisión de su padre, a los dieciocho años, y luego nuevamente al año siguiente, fue de juerga con algunos amigos a comer frutas a Pér­iamo, con el resultado de que contrajo una aguda enfermedad que tuvo que ser tratada por medio de una sangría27 .

I I I . Relaciones sociales y económicas

Los pequeños poseedores se protegían de la adversidad económi­ca en menor o mayor medida por medio de las relaciones con los miembros de su comunidad o de las comunidades vecinas y con los

hombres de riqueza e influencia superiores.

a) Intercambio

El intercambio y el almacenamiento son complementarios. Los bienes que exceden a los requerimientos se intercambian por otros en los que hay deficiencia. Cierto intercambio de bienes o servicios es inevitable, puesto que ningún hogar puede ser enteramente autosufi­ciente. Se necesita, sin embargo, que no haya un patrón regular de intercambio, donde los excedentes de comida no tengan que ser eli­minados rápidamente, esto es, donde los hogares puedan almacenar excedentes en los años buenos y apoyarse en los artículos almacena­dos en los malos.

21 Galeno, Vl, 755-756; cf. Columela, 11, 9, 1 8; Teofrasto, Causas de las pla11tas, IV,

15, 3.

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1 /. \ 1

Page 11: Garnsey - Campesinado Subsistencia YSupervivencia

Esa forma de intercambio es más ventajosa para el campc .... ino 1 k subsistencia que se desarrolla fuera del contexto de mercado. Pm:m productores podían evitar por completo el contacto con un mercado Sím�do, el. campesino del Moretum, está tan cerca de un campesino tk subststenc�a común como la l i teratura de la antigüedad pueda llevarno:-- . La ausencm de carne en su dieta es uno de los diversos indicadores dl' su extrem� pobreza. Símulo cultiva, procesa y consume su propio sus­tento, hab1endolo sazonado con hierbas, ajo y queso. No obstante esto. nece�ita procurarse efectivo para pagar por los artículos en los que e� defic1ente (tales como la sal), y tal vez también para hacer frente a las demandas de rentas, impuestos o intereses. Para este fin cultiva horta­lizas en su «huerto de cocina» para la venta

-en el mercado28.

La cantidad de trabajo y recursos que un granjero utilizaba para la producción de cosechas vendibles establecía una diferencia. Una rela­ción demasiado cercana con el mercado socavaría su base de subsis­tencia. En adición a los avatares climáticos que eran alao «dado» una parte de su condición permanente, se expondría a sí m�mo a las

'vici­

situdes del intercambio mercantil. El intercamb)g_ !�e<¿íR_r� era una alternativa más deseable. Los

productores intercambiaban por fuera del mercado con otros de la misma comunidad, generalmente parientes y vecinos en función ele adquirir bienes que estaban en falta temporalmente t;·as una mala o mediocre cosecha. Tales relaciones podían extenderse también a los campesinos de otras comunidades no muy lejanas. Es digno de recor­dar que el clima así como el rendimiento varían extraordinariamente tan�o �ntre como ?entro de las regiones del Mediterráneo, y que ta

·l

vanac1ón era particularmente marcada en los paisajes quebrados ele Grecia a Ilalia.

Dión de Prusa, un político local y filósofo moral en el cambio del s�glo r d.C., provee una conmovedora i lustración del rol de la recipro­c.Idad en una sociedad rural. Dión preguntó a su anfitrión, un campe­smo que labraba en las colinas eubeas:

«¿Es ella aquella a quien quitaste su túnica para darla al hombre

arruinado?» «NO» dijo con una sonrisa. «Esa hija se casó hace tiem­po Y ya ha tenido niños. Su marido es un hombre rico que vive en una

aldea». «¿Y te ayudan cuando necesitas algo?», pregunté. «Nosotros

no necesitamos nada», replicó la esposa, «pero ellos se llevan piezas

de caza nuestras siempre que agarramos algo. y frutas y hortalizas, porque no tienen huerto. El último año tomamos prestado algo de

28 Ps.-Virigilio. Morerum, 78-8 1 . El editor sugiere (p. 1 , n. 60) que Símulo era un esclavo colonus ahorrando para comprar su libertad.

88

t11go �11¡11 p.11 ,1 1.1 "crnhra, pero lo dcvolvimo� tan pronto como el

tiempo de la co�ccha l legó»29.

Las nociones emparentadas de autosuficiencia y reciprocidad están

splegadas aquí. Subsecuentemente, nos enter��os de q�e la red ele

ft·---·•"'''"c de la famil ia llega más allá de la famtha extendJda, a otros

nno,.,r .. , locales. Un cerdo salvaje joven se i ntercambia por otro cerdo

presumiblemente domesticado, y se obtiene vino para una oca-

sión especial. . .

Ocho siglos antes, Hesíodo había aprobado. l a compet�nc1a entre

hogares sobre la base de que forzaba al campesmo a trabaJar duro:

Así, después de todo, no había una clase de Lucha, sino. q�e sobre

toda la tierra hay dos. En cuanto a una. el hombre l a elogiana st lle­

gara a entenderla . . . Ella incluso conduce al. negligente a

_ esforzarse;

pues el hombre se pone ansioso por trabaJar cuando ptensa en su

vecino, un hombre rico que se apresura a arar, plantar y poner su

hogar en buen orden: y el vecino envidia al vecino cuando se apresu­

ra detrás de la riqueza. Esta Lucha es saludable para los homb.res. Y

el alrarero cela al al farero. y el artesano al artesano, y el mdtgente

está celoso del indigente y el aedo del aedo.

En un clásico pero controvertido estudio, se sugiere una com�ar�­

ción entre esta aserción belicosa ele la autosuficiencia d�l hogar mclt­

vidual y el «familiarismo amoral» atribuido a los cam�es1�0:-. lucanos.

La ética de la comunidad aldeana es capturada en la sigUiente fonnu-

\ación:

Maximiza las ventajas materiales de corto alcance ele la familia nu­

clear; asume que todos los demás harán lo mismo30.

La comparación no debería tomarse por varias razones obvias,

empezando por la naturaleza del poema hesióclico, «un . m?d.�lo de Y

un modelo para la sociedad» compuesto con el fin de mfluu en «la

reproducción ele los valores socialcs»3 1 .

!9 Dión Crisó>tomo. Discursos, VII. Sobre la historicidad del discurso, ver A.H.M.

Jones, The Roman world of Dio Chrysosrom, Harvard, 1978, 6 1 . . .

.m Hesíodo, Trabajos y días, 20-26; E.C. Banfield, Moral bclSis (op. clf. n. 8), 6 1 . .

11 Citado en P. Garnsey y 1. Mor-ris. «Risk and the pohs. The evolutron of rnsututro­

nalised responses 10 food supply problems in the early Greek.

state», en P. Halstead Y

J. O'Shea (eds.), Bad years economics. Cu/wral respor1ses ro nsk ami ttllcerrwr�ry, Car�� ­

bridge. 1 989, 98-105. Sobre Hesíodo en tanto campesrno, ver P. Mrllett. «1-lestOd» (op. C ll.

n. 5).

89

Page 12: Garnsey - Campesinado Subsistencia YSupervivencia

Es sin embargo inneg·tbk e ind' . . 1 1 . un rasgo estándar de los

<h

: . .

J'>CU! J ? e, t¡lll' ei JJithvrdu:i l J -.riHI ,., ogates campcsrno� Pe . l ·1 · ¡· · .

puede ser más 0 menos p¡·o . d 'n · · 1 < e rnt JvrduaiJsllHl ' , nuncw o re e iand 1 . d

.

de la comunidad campesina Ad á , J ' o e �� a o de cohc-.ron

agresiva y extrema (como en.

el em

ds, a

Iun

¡ · donde exrste en una f'orm"

1 . sur e ta 1a en époc d a . Beocia antigua en la visión de Hesíod . as m o ernas y en

miento de la neces'd d d . . o), coexiste con un reconocí 1 a e mtercambws y 0 d d .

les con otros hogares cam esin L p r en e . e conexiones latera-

las malas entre parientesfcara�:�r· as :uen�s relaciones entre vecinos (y

tras que Hesíodo escribía: IZa an a os aldeanos lucanos, mien-

Mide bien lo que tomes de tu vecin d .

medida, e incluso más si '

o.' y evt�élvele � ren, en la misma

necesidad de 1 pt edes, par a que sr postenormente estás en

nuevo o encuentres seguro'2

Falta ver qué rol ju aaban las r 1 . . patronazgo, en protege� a los

e acwnes verticales, en particular el campestnos contra la adversidad.

b) Parro11azgo

El pdatrona�go es una relación duradera entre individuo d .·

za O po er destguaJ qt · j ' . S e t tque-

servicios33. Los patro��sl '¡:� ��a

n���n�.rcam?i.o asimétrico de bienes y

tamos en dinero comida eqp . � lSpOSJCIÓn como regalos o prés-

. · ' ' urpam1ento para labranza ·¡¡ p!Oporcwnan asistencia y protección 1 . 1 A . � semi as, y

pr?ductos, apoyo político y prestigio s���ai U cambt

_o �eclb�n trabajo,

mtca entre no iguales no es atro . na. Plll a ' elactón econó­

una sola cara entre un benef�ct _naz�o. La candad, una relación de

mente pasivo, no es patronaz oOJ

. �ctJvo y �n . ben�ficiario esencial­

explotación? No a los o ios dg .1 G ueden dtsttngutrse patronazgo y

' J e a gunos. Más que de . . 1

nazgo es necesariamente ex lotativo . . . . cu que e patro­

go como una relación potencPI.a l t

' _PI efieJO constderar al patronaz-. . men e rnestable que a d .

gual pOSICIÓn de neaociació d 1

d . ' causa e la clesl-

deslizarse hacia la e:plotacJ·Ón e

b_as oLs paites, puede con facilidad

. . ' n a lerta o que tá . 1 ' . tranSICIÓn es un cambio en e l b

1 .d . �s tmp tcllo en esta

a ance e serviCIOS para ventaja de la

.12 Hesíodo, Trabajos ,. días 349-351 " S b . ' ·

·.· o re el parronazgo, ver E. Gellner J W Meduerranean socieries, Londres 1977

y . . arerbury (eds.), Patmns 011(/ clients in

verman, J. Scou y A Weingrod L, .' especwlmeme los artículos de E. Gellner S Sil-

. 1 · · o meJor acerca del p 1 • .

' · lesu la R. Saller, Personal patmnage lllider 11 ·l .

a ronazgo pnvado en la antigüedad

trata las relaciones de clase agrarias, sobre l�e ecu ·' emplre •. Cambridge, 1982, pero no

«Patronage of the rural poor in the Ro l clual ve¡ también P. Garnsey y G. Woolf

· . . · man wor e>> en A W· 11 1� d . • 111 anCle/ti �·ocle(r, Londres, 1 53-70.

' . a ace- ,a nll (ed.), Pcuronage

90

parte mú-. luctlc. l'l l ! . 1 ' ' ' 1 1 1 1 1 de l a patte tmh débil. En una rclaei6n de

patronaLgo, un patnutu debe satisfacer las expectativas del cliente del

tratamiento que le es debido a él si la relación está para continuar y no

para degenerar en algo diferente. El dilema que enfrenta aquel que pretenda historiar el patronazgo

es claro. Esperaríamos que el patronazgo hubiera sido un rasgo estruc­

tural de la sociedad rural de la antigüedad, pero nos vemos en apuros

al intentar mostrar qué fue. Es fáci l demostrar que comunidades y

organizaciones profesionales, miembros en ascenso de las clases pro­

pietarias romanas o provinciales e incluso plebeyos respetables, esta­

ban tomados en redes patronales; ciertos casos han recibido trata­

miento monográfico por parte de los historiadores modernos. Pero el

patronazgo rural es poco visible en el mundo mediterráneo antes del

Imperio romano tardío. Si el patronazgo estuvo presente en la Beocia

arcaica, Hesíodo elige ignorar el fenómeno: el suyo era un mundo de

«príncipes devoradores de regalos», trabajadores tipo siervos (clmoes)

y campesinos obstinadamente independientes. Si Plinio, un terrate-� niente absentista acomodado de la Italia de fines del siglo t d.C., era <t-

patrono de sus arrendatarios en la Toscana y l a Galia Cisalpina, guar-

da silencio sobre el tema34• Galia y Siria proveen atisbos de relaciones sociales verticales en un

ambiente rural que implican en su mayor patte a los pobres libres. En

Galia, la unidad social y administrativa básica fue tradicionalmente la

tribu, no l a ciudad. Una sucesión de observadore romanos o grecorro­

manos -César, Varrón, Tácito, Estrabón y Diodoro- revela que en la

Galia pre y posconquista, servi, clienles, ambacti y obaerati estaban

todos de algún modo tomados en el campo magnético de los jefes. Pero

la información es escasa acerca de sus posiciones económicas y ocupa­

ciones precisas y el contenido de la relación que los ataba a sus supe­

riores sociales. Así, con respecto a los clientes, sabemos solamente que

formaban parte de las escoltas y séquitos regulares ele un jefe, en la paz

como en la guerra. Cinco siglos después ele la conquista de Cés<u·, Galia

estaba aún relativamente suburbanizada, y los nobles galos, tal como los

retrata y ejemplifica Sicionio Apolinar, obispo y granel seigneur de Cler­

mont Ferrand, eran aún de modo reconocible jefes galos, el centro de

una red de relaciones asimétricas. Pero no todas las relaciones vertica­

les de la sociedad gala inicial o tardía se clasifican como patronazgo .

Los esclavos no eran clientes. Los trabajadores de granjas y los peque­

ños aJTendatarios en l a base de la escala social, fueran o no dependientes

por deudas, apenas deben haberse distinguido de los esclavos, compara­

bles tal vez a los dmoes de l a Beocia arcaica. Finalmente, Salviano,

3• Hesíodo, Tmbajos y días, 38-39, 442; cf. 559-560. Plinio. Carllls, IX, 37.

9 1

Page 13: Garnsey - Campesinado Subsistencia YSupervivencia

obispo de Marsella, escribió en un l'amo�o P"''\Jl' qul' <t l'.llt\,t el,· l.t dut tributación y la inseguridad, el campesino galo lenía ltl'� OIK'tOI It'' poc l f 1 huir con los bárbaros, unirse a las bagaudas o buscar el palwtWI!'n d algún magnate vecino con tien·as, entregando su tierra y MI libl't lad d, movimiento a cambio de protección contra las incursiones bárbanp., y l.t demandas del gobierno centraL En efecto, Jos pequeños poseedorc' t'\1.1 ban siendo protegidos de manera i nadecuada por los patronos lradit " ' nales y explotados por otros nuevos. La visión apocalíptica de Salviatlll de la Galia en disturbio sirve como marco para el cuadro más optimi\1.1 de Sidonio de una sociedad relativamente cohesiva pero fragmentada Las fuentes para Siria imperial tardía introducen dos clases de relacio11 vertical, una que Jiga a los arrendatarios con sus señores terratenientt'' absentistas de base urbana, otra que Jiga a los aldeanos con hombres poclt• rosos locales, tanto militares, oficiales, ex oficiales (honorati) como reli giosos36. En un discurso de Libanio, ellos son igualmente visibles, y esléllt en desacuerdo. Libanio se queja de que los campesinos no estaban siguiendo Jos procedimientos reconocidos para buscar ayuda para sí mis mos. Tiene en mente, en particular, a ciertos arrendatarios judíos con quic nes él mismo estuvo en disputa. En tren de alirmar su queja, Libanio evoca un patrón tradicional de Jos servicios patrono a cliente que, esl:í implícito, caracterizaba sus relaciones con estos arrendatarios, los ele su familia y sus ancestros a lo largo de cuatro generaciones: Ellos incluso pueden volver a sus amos más agradablemente dispuestos hacia éstos, así como autorizar una remisión de deudas o incluso ofre­cer una concesión, y de nuevo, si ellos constantemente tienen necesidad de recurrir a la ley entre uno y otro se acercarán al propietario.

El contacto se había quebrado en circunstancias no reveladas, en parte debido a una inadecuación patronal, como Libanio tácitamente admite. Sigue diciendo que el terrateniente iba a enviar a los peticio­nantes ante «uno de los personajes más poderosos» si él mismo no

·15 Diodoro, V, 29, 2: Varrón, 1 , 17, 2: César, Guerra de la.\ Ga!ias, l , 4; VI, 1 5 ; etc.: ( Tácito. Anales, lli, 42; Sicionio. Cartas, 1V, 18, 2; V. 19; etc. con �.M. Wightrnan, «Pca-'-.12 sa�a!JQ poten tates. An inve�gation of 1?2Ci� structu!: and land tenure in Roman Gau�. A.IAH, 3 (1978). 43-63; Salviano, Del gobiemo de Dios. V, 8, 38-40. que sin duda exage­raba, cf. A.H.M. Jones, The /me Roman empire. Oxford, 1 964. 2 vols., 777. Hay por 'upueMo otros portavoces, tanto eclesiásticos corno seculares, para la Galia romana tardía, y las condiciones sociales galas eran extremadamente diversas. Para las bagaudas. ver R. Van Dam, Leadership and comllnmiry in late amique Ca u/, Berkeley. 1985. 36 Libanio. Discursos, XLVII; cf. XXXIX; P. Brown, The cult nfthe saims, Chicago, 1 9 8 1 ; J.H. Liebeschuetz, Antioch. City and imperial administration in the later Roman empire, Oxford, 1972, 198-208, con bibliografía: E. Patlagean. Pau\'1'(!/é écnnomique et paul'reté socia/e á By�ance, IV''-VI/• siecle, París, 1977, 287-95.

92

. · e , de acercarse a él , los 11 lll'\ill a l.tlm '>lt' H'ljll\!ll llliC11lOS. n VCl

udatarim. lle Ubanto: •

. 1

. . - n de los cuarteles crel general recurrieron a su treta habitual e 11Cleto . . . los pre-1 l os de J·usticia Entonces vtnteron su escudo contra os rec am

. . 1 b 1 1 s y el gene-. tos y fonaJe para os ca a o ·

�:���·�:�óc�bl��:r�c���

od::quellos que ��bían �esert_ado de sus pues-

tos, y el gobernador obedeció y prometto hacer lo asr. . . . • 1 t ómo aldeas de propietarios En el mismo discurso Ltba

ldnro re

haa:i�ndose ganado la inmunidad . os saquearon otras a eas, . . ó 1 1

pesm . . . ón del comandante de la guarnJCJ n oca ' virtual medtante l a piOtecci d . . · cebada y oro. al que ellos habían

d�onq�ist���a�

��1 ���j�:�: c;n�:.�g�� patrono llamado . �n un segundo

h.tscur��g·o del patronazgo de algunos aldeanos de los Mlxrdemo, que se IZO e

. . cedió a extraer un pago en hombres del personal del gober nadol � pro usando a sus esposas como ·oductos de los campesrnos, grano y otros P'

, . . .ó e a apoderarse de aldeas enteras, sirvientas domestrcas. Su mten�t . n

d rl sentimiento de los campesinos una acción no desesperada en � ��t�br

�e un ex olicial (honoratus), tenía necesitados de protección. Este

1. � saiviano el interés en expandir sus en común con l�s magnates ga_los

de

1 evos clientes; los militares posesiones de uerra a expensas e o��1�na L; otra clase. parecen haberse contenta�o con �ago� L'banio emergió en el lmperio El parrocinium, descrrto aqut p�t . 'de Jo� campesinos oprimidos , · !mente corno un servrc1o · · . tardto esencta

. .d 1 patronazgo (comida y servr-por impuestos y rentas . Ebr� p

date��o�e�ción) pero se describe mejor · . q e se daban a cam ro e 1- '

t CJOS u . , .

N J le a al patronazgo tal como es en en­como una fuerza tlegttlma. o � ·imero mientras puede ser carac­dido normalment� por dos razor�es.

�� el p, ermanecer afuera de una , . d n Sistema de patl onazgo . tenst1co e u . . la nada el patrocinium parece tr moralidad formal ofictalmente ptoc

l, r ·s

'tentes y burlarse de la ley: , l á 1 ar los códigos mora es ext . mas al a socav una serie ele leyes a comren-el patrocinium es de lleno cond�na

ld�:�

� el patrocinium era pecul iar­zos de los años 360. En segun � u

é -d� da de la tierra del cliente y su mente ex�lotativo, resultando �n l:s �e 1 e� indic;n que algunos de es�os degradacrón �n general -:aunqt e mbiéJ; albergaban hombres que teman patronos de dras más recJen�es �a

f . ' t'vos arrendatarios libres y traba­poco o nada que _rderder,

ucn� �;PI l��!�{ón �eneralizada y autorizada37_. jadores ya somet1 os a ""

. ( d• atrociniis vicorum» ). Sobre el colonato, v�ase 37 Código teodosumo, XI. 24 " " P 1 F

. 1 (ed ) Swdies in ancient soc1ety, Th R Colonate» en M. · lll ey · · · 1 · A H M. Jones. « e oman ' . f y in ftaly before D10c ettan>>,

. . 1 974 288 303· cf M 1 Finlcy, «Pnvate arm tenanc Londres, , - ' · . .

C b ·d 1976 1 03-2 1 . en idem (ed.), Swdies in Roman property, am n ge, ,

93

Page 14: Garnsey - Campesinado Subsistencia YSupervivencia

El patronazgo tradicional e'taha l' ll Cl l'- 1' c;l l l'l l l l ljll'lln t;u dll t ¿Pero cuán ubicuo era el patronazgo en los tiempos iniciales y h;q11 qué condiciones floreció? El patronazgo funcionaba mejor cuando los patronos estaban illtl' grados a la comunidad rural. Prosperó Gunto con otras relaciones nw .. explotativas y menos equilibradas) en Galia, fuera de la «Provincia Vieja» en el sur, que nunca llegó a estar altamente urbanizada. El patronazgo era una fuerza importante en el interior de Siria, donde la vida urbana estaba subdesarrollada y las aldeas eran muchas e indc· pendientes. Los problemas surgían donde los patronos naturales, los grandes terratenientes, se iban a las ciudades o eran residentes perma­nentes allí como una clase rentier. L.a ciud�d era el foco y símbolo de l a civilización grecorromana. Su v1da soc1al, cultural y política era atractiva para el rico y ambicio­so. A medida que las ciudades crecían en número, tamaño y prosperi­dad a lo largo del litoral mediterráneo, en los valles de los ríos y en las regiones interiores inmediatas, la clase de los señores terratenientes abscntistas se multiplicaba. 1 .Hay textos que presentan un cuadro cabal de la confrontación entre res1dentes urbanos y rurales. Los campesinos del pasaje de Galeno cita-) d_o anteriormente estaban reducidos a «comidas de hambre», habiendo s1do forzados a entregar cereales y legumbres a las poblaciones urbanas. El aislamiento dichoso del pueblo de la colina eubca de Dión fue hecho añicos cuando .las autorid�des de la ciudad descubrieron su existencia y c�menzaro� � 1mponerle 1mpuestos, rentas y cargas obligatorias. Estra­bon, que VIV I Ó en la época de Augusto, escribió de la ciudad gala de Nemausus (Ní'mes): «Ha sometido a su autoridad veinticuatro aldeas que son excepcionales por su provisión de hombres fuertes, de reservas como las suyas, y contribuyen a sus expensas». Orcisto, un pueblo ubi­cado en �os límites de la Galatia en el Asia Menor central, buscó que Constantmo lo elevara a la condición de ciudad precisamente a causa de que estaba sometido a una ciudad, Nacola, y juzgaba que su dominio era opresivo. Finalmente, el arribo de los campesinos a las ciudades como e�nigrantes estacionales o permanentes en busca de empleo y subsisten­Cia es destacado por varios escritores, incluyendo a Libanio, que deplo­raba su pres�ncia en Antioquía, y Ambrosio, que condenaba la práctica de su expuls1ón de Roma cuando la comida era escasa3s. La oposición entre ciudad y campo puede esbozarse de manera muy precisa. Los campesinos no carecían de acceso a las amenidades

18 Galeno, VI, 749 ss.; Dión Crisóstomo, Discursos, VIl, 68-69. Estrabón, 186; ILS, 6699, Ltbanto, XLJ, 1 1 ; Ambrosio, De los servicios, 111. 45-52; ver R. MacMullen, Ro111a11 social re/atiOIIS, New Ha ven, 1 974, 28-56.

94

de la ciudad. l''Pl't l l l l l l lt'll ll' �o,i eran residentes urbanos, como �� veces eran. La!> ciudadc�o, pequeñas eran poco más que aldeas c�·ec1d�s, el

de la producción agrícola de un área y el lugar de res1denc1� de parte o la mayoría de la población labradora. En las dem��rac1as, campesinos participaban en el proceso de t�ma .de dec1s1

_�nes Y

ban protegidos de la explotación por J�s i�s.t1tuc10�es pol!ttcas Y legales. Finalmente, el liderazgo de las �mas tlptc�s) �ltgarqlllas des­cuidaba más que tiranizaba al campesmado. «LJbamo y su .clase», escribe Peter Brown, «no querían obligaciones que los conduJeran al campo, lejos de la política de la ciudad y las delicias de las grandes villas suburbanas en Dafne»39.

La evidencia de Libanio de que los terratenientes basados en la ciudad podían actuar como patronos de sus arrendatar�os debería n.o obstante tomarse seriamente. No está fuera de la cuest1ón el que Plt­nio, aun basándose en Roma, ejecutara servicios patronales ocasiona­les para sus arrendatarios de Toscana y Galia Cisalpi.na, a pesar de la consentida impresión en sus cartas de que las relac1�nes eran pura­mente económicas. Un señor terrateniente que estuviera preparado, como lo estaba Plinio, para planear las remisiones de rentas y la con­versión de alqui leres fijos en arreglos de aparcería puede sin dificul­tad ser imaginado interviniendo en la ley o arregla�do c�sam1entos para arrendatarios seleccionado�. En general, !a relación senor t�rrate-

. niente-arrendatario era potencialmente un fértil campo proc1eado1 para el patronazgo, puesto que ambas partes tenían un interés en �na empresa común . De la misma manera, los grandes y �os peque�os propietarios de tierras que reconocían su �nterdependencm econ�m1c

�1

podían fOLjar una relación que se extend1a mucho más allá del .tntet­cambio de salarios por trabajo. Pero muchos grandes terratenientes explotaban su superior posición de negociación para degradar a !os pequeños poseedores en arrendatarios y � l�var a los �rre�1datanos libres a la dependencia; y si al igual que P!Jmo, ellos se mclinaban al paternal ismo, estaban demasiado lejos de ser patrono� activos4.0.

, Para concluir: la primera línea de defensa campes111a cons1st1a en parientes, vecinos y amigos de su propia con�unidad rural. El patro­nazgo proporcionaba un seguro complementariO contra desasti.·es. Para algunos, incluso, podía haber funcionado como una alternativa a tal

J9 P. Brown, Cu/1 (op. cit. n. 36). 85. Además, Libanio se mantenía ocupado con st�s cJienies urbanos, sobre todo �us propios alumnos. ver J.H. Liebeschuetz, A1�110ch (op. cu. n. 36). 1 92-8. Ver P. Garnscy. <<ltalian peasantS>> (np. cit. n. 5), sobre la res1denc1a de los campesinos; G.E.M. de Ste. Croix, Tile class struggle in tl!e �utc1ent Greek ��:orld, Londres, 198 1 , e.g. 96-7, sobre la protección contra

_ la explotactó� baJO la democ1 ac1,1. . <�o Plinio, Cartas, IX, 37. Sobre las finanzas de Pltmo. ver R.P. Duncan-Jones, Ew·

nomy of rile Roman empire. Quantitative studies, 2' ed. Cambndge, 1982, 17-32.

95

Page 15: Garnsey - Campesinado Subsistencia YSupervivencia

red de relaciones horizontalc�. �ic111pre l(Ul' el patrono luc1 a act1vo \ accesible. El patronazgo a menudo funciona a través de una di�trihu ción preferencial de recursos y servicios para favorecer a los cliente�. que son alentados a poner sus propios intereses y los de su patrono sobre todos los demás. Sospecho que hubo poca solidaridad campesina en la sociedad gala, donde los hogares individuales estaban ligados con los jefes o magnates por una variedad de relaciones verticales cuidado samente graduadas, de la cual el patronazgo era una. En el contexto sirio, en contraste, el patrono fuerte no contraponía a los aldeanos uno� contra otros sino que promovía la armonía y la acción colectiva.

En la corriente principal de la sociedad mediterránea tradicional, la población rural necesitaba tanto de las relaciones horizontales como de las verticales de tipo patronal para hacer frente a las demandas impuestas sobre ella por la ciudad y, donde existía, por el estado cen­tral. En cuanto a los patronos que eran terratenientes absentistas de base urbana, la relación patronal no necesita haber socavado seria­mente el natural sistema de sustento del campesino dentro de su pro­pia comunidad. De la misma manera, no obstante, tal patronazgo era a menudo remoto, inhallable e inefectivo. Cuando las cargas impues­tas desde afuera se convertían en lo suficientemente opresivas como para hacer peligrar el bienestar material de los terratenientes así como el de los arrendatarios, la explotación activa era sustituida por relacio­nes patronales fluctuantes, y los clientes previos, dispuestos ya hacia las ventajas de la protección en caso de apuro, las buscaban con mayor urgencia y desesperación.

IV. Comportamiento demogr(¡fico

Malthus argumentaba que en e l largo plazo el crecimiento de la población sobrepasaría los recursos alimenticios de una nación, cau­sando la subida de los precios, la caída de salarios y una baja en el estándar de vida. La espiral descendente podía detenerse por medio de los frenos positivos del hambre y la gueiTa, o en forma alternativa y menos trágicamente, por el freno preventivo de «la restricción pru­dencial de los casamientos». Malthus estaba seguro de que era el freno preventivo lo que mantenía el equilibro entre población y suministro de comida en las sociedades más avanzadas («mejoradas») de su tiempo, y las investigaciones recientes han confirmado su juicio en el caso de Inglaterra. Se ha demostrado con l a ayuda de un conjunto de registros parroquiales que cubren el período entre los siglos xvt y XIX

que las fluctuaciones en el aprovisionamiento de comida tenían un impacto mayor sobre la nupcialidad y la fertilidad que los patrones de mortalidad. Estos resultados y otras evidencias comparativas deberían

96

111 1 1 1 1 1.11 al l 1 1 �tonadt11 . l l l l l¡..'tH> a bu�car el funcionamiento de las estra­IC,ZII�' adaptativas en el mundo mediterráneo de la antigüedad41.

En la sociedad antigua como en todas las preindustriales, los pro­ml'lllO� de mortalidad eran altos y la expectativa de vida al nacer baja: entre 20 y 30 años resulta una estimación razonable42. El determinan­le principal del alto nivel de mortalidad eran las enfermedades. Ade-nlás, las fluctuaciones de corto plazo en los promedios de muertes � ocurrían como consecuencia de la guerra, las epidemias y la escasez l de comida. El problema en cuestión es si l a l imitación voluntaria de la lumilia -por ejemplo a través del ajuste de l a edad de casamiento y el Intervalo entre nacimientos, el uso de la anticoncepción, el aborto, laj exposición de niños- hacía una contribución importante a la determi-nación de las tendencias de la población en el largo o el corto plazo.

De los varios modos de l imitación de la familia, la exposición de los niños recién nacidos, que morían o eran recogidos y criados por otros, generalmente como esclavos, es lo más visible en las fuentes. Probablemente también fuera la práctica más común especialmente entre los pobres. Sin embargo, no es fácil ver cómo podría demostrar­IIC su significación para una sociedad o período particulares, ni qué decir para la antigüedad en general. El autor del examen más exhaus­livo de los métodos de control de población en la antigüedad se queda corto al estimar la frecuencia de su uso43.

La evidencia es muy variada y de peso desigual. Un texto l iterario con implicancias demográficas interesantes es el bien conocido relato de Heródoto de la colonización de Cirene desde la isla de Tera en el

iglo vu a.C. Si la interpretación ofrecida más abajo es aproximada­mente correcta, entonces la narración es una i lustración de la interac­ción de frenos positivos y preventivos en un comunidad44.

41 T. Malrhus, An t>ssay on rile principie of popttlarion, Londres, 1798 (reed. 1 970):

F.A. Wrigley y R. Schofield, The popularion hisrory of England, 1541-1871. A recnns­

trucrinn. Cambridge, Mass., 198 1 , 1 5 - 1 54; R. Schofield. <<The impact of scarcity and

Jllcnty on population change in England, 1 5 4 1 - 1 8 7 1 », en R. l. Rorberg y T. K. Rabb (eds.),

1/uuger and hist01y. Tite impact of changingfood pmduction wtd COIISwnption pauems 011

wciery, Cambridge, 1983, 67-93; J. Hajnal, <<European marriage patterns in perspective»,

en D.Y. Glass y D.E.C. Eversley (eds.), Popularion i11 histOI)', Londres. 1965.1 0 1 -43: E.A.

Wrigley, Popularion in histnry, Londres, 1969, 108-43, esp. 1 1 6-27.

42 K. Hopkins, <<Ün the probable age structure of lhe Roman population». Popular ion

�ludies, 20 ( 1 966), 245-64 (25 años); B.W. Frier. <<Roman life expectancy. Ulpian's evi­

tknce», HSCPh, 86 ( 1 982), 2 1 3- 5 1 ( 2 1 años. principios del siglo m d.C.) : <<Roman life

r'pectancy. The Pannonian evidence», Plroenix, 37 ( 1 983), 328-44. 4.1 E. Eyben, «Family planning en Graeco-Roman antiquity>>, AS, 1 1 - 1 2 ( 1980-81 ), 5-82.

M. Golden, <<Demography and the exposure of girls at Athens>>, Phoenix, 35 ( 1981 ), 316-31.

uguye que los atenienses practicaban el infanticidio femenino en la proporción del 10% o más.

.¡.¡ Heródoto, IV, ISO ss.; cf. SEG, IX, 3; Heródoto, 1, 146 Uonios). Me he beneficiado

.té la lectura de un texto de G.L. Cawkwell sobre los orígenes de la colonización griega,

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El pueblo de Tera, oprimido por un M.:quw dl: 1>ictc ar1os que hab1n marchitado casi todos los árboles de la isla, votó un decreto «de enviar hombres, al hermano del hermano, elegido por sorteo, y de todos lo-. siete distritos», de acuerdo con Heródoto. Ninguna mujer fue en la ex pe dición. En la así llamada «Estela de los Fundadores», tal vez una falsifi cación más tardía, «hombres, mujeres, niños y niñas» juraron castigos para aquellos que desobedecieran el decreto, pero sólo los hombres fue ron despachados como colonos. Los jonios que dejaron Atenas para fun­dar ciudades en la costa del Asia Menor habrían actuado de modo simi­lar, seg(m Heródoto lo indica: «Se pusieron en camino desde el p1itanco de los atenienses y se consideraban a sí mismos los más nobles de los jonios. Pero no llevaron mujeres a la colonia; por el contrario, consi­guieron apoderarse de mujeres carias, a cuyos padres mataron».

Una explicación de la ausencia de colonos mujeres podría ser que las mujeres eran escasas en el hogar como resultado de la práctica del infan­ticidio. Esta no es la única explicación posible: el relato de Tera, podría decirse, muestra que hubo una abundancia de hijos jóvenes (adultos) en una isla generalmente superpoblada. Pero, en primer lugar, esta imagen de la Tera del siglo vu no es realista: una comunidad con un excedente absoluto de recursos humanos debería haber sido capaz de disponer de más que los (a lo sumo) 200 hombres que pudieron llenar los navíos pen­teconteros. En segundo lugar, la superpoblación no es el móvil principal de la colonización de Cirene, sino una hambruna inducida por la sequía. Una comunidad en la que la población y los recursos estaban fuera de equilibrio, gracias a una aplicación demasiado entusiasta del freno pre­ventivo, fue golpeada por un flujo de malas cosechas, y sólo escapó al impacto completo del freno positivo de la hambruna por medio de la acción drástica de expulsar a una parte de su población. Afortunadamen­te, el mundo mediterráneo no estaba ceJTado a la emigración.

Otras evidencias l i terarias son a menudo impresionistas y tenden­ciosas. ¿Qué es Jo que debe sacarse en limpio de «El pobre no cría niños» de Plutarco; o de «cada uno cría un hijo, incluso si resulta ser un hombre pobre; incluso un hombre rico expone siempre a una hija» de Posidipo? Tácito observaba que la exposición estaba inusualmente ausente entre los germanos y judíos, y Estrabón apuntaba que los egipcios criaban celosamente cada niño que había nacido. ¿Qué se extrae, precisamente, para la sociedad grecorromana? ¿Que la exposi­ción era tolerada, familiar o endémica45? Por lo que se ve, «la ley de

que contiene una discusión de amplio alcance de asuntos concernientes a la demografía. publicado luego como «Early colonisation>>, CQ, 42 ( 1 992), 289-393.

•l Plutarco, Mom/ia, 497e; Posidipo, Hermafrodita, fr. 1 1 , Knock; Tácito. Germania, 19: Historias, V, 5; Estrabón, 824 (cf. Papiro de Oxirrinco, 744: <<Si es un ni1io, criarlo; si es una niña, desecharla>> : un soldado a su esposa).

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Ro1nulo» ofrece más información, al menos en relación con la socie­dud romana inicial; ella implica que la exposición de niños de ambos acxos era lo suficientemente frecuente como para ser consiperada una amenaza contra la comunidad, así como que, después de la aprobación de la ley, las niñas permanecían en riesgo mucho más que los niños. La ley exigía que los ciudadanos romanos criaran a todos los niños ( fuera de alguno que fuese deforme) y la primera de las niñas nacidas. Sin embargo, su autenticidad debe ponerse en duda. Sólo es citada por Dionisia de Halicarnaso en el curso de su discusión del pasado semi­legendario de Roma, y no es recogida por n ingún documento legal tnrdío46.

Un lugar destacado entre los textos l iterarios indignos de confian­za puede dársele a la generalización de Polibio sobre la Grecia de su �poca, mediados del siglo l l a.C.:

En nuestro propio tiempo, la totalidad de Grecia ha estado sometida a la falta ele hijos y la escasez de población, debido a que las ciuda­des han quedado desiertas y la tierra ha cesado de rendir fruto, aun­que no ha habido ni guerras continuas ni epidemias . . . Puesto que los hombres habían caído en tal estado de presuntuosidad, avaricia e indolencia que no deseaban casarse, o si se casaban, no deseaban criar a sus niños, o a lo sumo, como regla, sólo a uno o dos de ellos, de manera de dejarlos en prosperidad y educarlos para gastar su for­tuna, el mal creció rápida e insensiblemente. En los casos en los que había uno o dos niños, y uno se moría en la guerra y otro por enfer-

46 Dionisio de Hnlicarnaso, l l , 15 ; e f. lX, 2 1 , l ; cf. Tito Livio, "1, 9 (pennrio mulierwn y el rapto de las sabinas). La destacable reticencia en general de las fuentes romanas repu­blicanas sobre el infanticidio hn conducido a algunos a dudar de si la exposición era cono­dda en Roma antes del Jmperio. Véase H. Bennett, <<The exposure of infants in ancient Rome>>, CJ, 1 8 ( 1 922), 34 1 -5 1 ; en contra, E. Eyben, <<Family planning>> (op. cit. n. 43), 14, n. 33. En cuanto al predominio de la exposición en la antigliedad en general. ver W.V. llarris, <<The theoretical possibility of extensive infanticide in the Graeco-Roman world>>, CQ, 32 ( 1982), 1 14-6, apoyándose en P. Brunt, lta/ian manpower (op. cir. n. 7), 1 48-54, entre otros, en contra de D. Engels, <<The problem of female infaticide in the Graeco· Roman world>>, CPh, 75 ( 1 980), 1 1 2-29. Harris argumenta a partir del matrimonio tem­prano a favor de la importancia estructural de la exposición, aceptando a K. Hopkins <<The age of Roman girls marriage>>, Po¡mlation Swdies, 1 8 ( 1 965), 309-27; las muchachas se casaban a los 12- 15 años y los muchachos un poco más tarde. La evidencia de Hopkins está sesgada hacia la aristocracia. Véase R. Saller, <<M en 's age at marriage and the consequen­ces i n the Roman family», CPh, 82 ( 1987), 2 1 -39; cf. P. Garnsey y R. Saller, Romcm empi· re (o p. cit. n. 2), cap. 7, para el argumento sobre la base de la evidencia epigráfica de que los hombres se casaban a fines ele sus veinte años y las mujeres en torno a los veinte años. poco más o menos, un patrón encontrado en las sociedades meclitarráneas tardías. Ver J . Hajnal, <<Two kinds of pre·industrial household formation system>>, en R. Wall, J . Robin y P. Lastett (eds.). Familyforms in historie Europe, Cambridge, 1983, 65-l 04. Las implican­das de una edad tardfa de matrimonio para la fertilidad permanecen sin ser exploradas.

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medad, es evidente que las casas deben haberse quedado dcso¡;upa das, y como en el caso de los enjambres de abejas, así poco a po¡;o las ciudades se volvieron faltas de recursos y endebles47 .

Esta diatriba moralista ha sido tratada con demasiado respeto. Decir incluso que el pasaje documenta un declive voluntario en el pro­medio de los nacimientos entre las familias de l a propia clase y región de Polibio es hacer una afirmación demasiado ambiciosa. No es rea­lista atribuir a Polibio o a cualquier otro observador antiguo tan alto nivel de conciencia demográfica.

Textos l i terarios aislados han sido también usados para sostener el argumento de que la población rural de la Italia republicana no se esta­ba reproduciéndo a sí misma. La naJTación de Apiano del período de los Graco (compuesta cerca de 250 años después) contiene la siguiente sen­tencia: «Los comisarios de la tierra escucharon los lamentos de los pobres de que ellos fueron siendo reducidos del bienestar a la penuria extrema, y de allí la falta de niños, a causa de que ellos eran incapaces de criar la progenie». Este texto en combinación con un comentario de Dión Casio sobre la escasez de mujeres entre las clases altas romanas bajo el Principado de Augusto no justifica la afirmación de que «los campesinos de la época graquiana, desposeídos de sus tierras, eran inca­paces de criar niños»48.

Pueden verse aquí casos de despoblamiento para la Grecia helenís­tica (y la Italia republicana tardía) pero no se apoyan en evidencias de comportamiento demográfico de las familias, que por otra parte no existen. Los datos griegos son principalmente arqueológicos. Muestran abandono de sitios, sin i luminar, no obstante, las causas y el contexto49.

¿Puede la epigrafía tener éxito donde la arqueología falla para arrojar luz sobre los patrones de comportamiento humano y sus moti­vaciones? Tarn, entre otros, estaba satisfecho con que las i nscripcio-

47 Polibio, XXXVI. 17: cf. F.W. Walbank, A lli.ltorical commemary 011 Polybius. Oxford, 1957, 680- 1 ; M. Rostovtzeff. Tlle social allll economic llisiOI)' of the /lel/enistic wor/d, Oxford, 1 94 1 , 3 vols., 623. 1464, n. 23; W.W. Tarn y G.T. Griffith, Helleni.1·ric civili­zation, 3' ed. Londres, 1952, 100- 1 ; C. Préaux, Le monde hellenistique. La Crece er I 'Orient de la mort d'Aiexandre ll la conquete mmaine de la Crece (323-146 av. J.-C.), París, 1 978.

2 vols., 52; etc. En lo que concierne a la demografía helenística. he sacado provecho de las perspicaces visiones de Su e A lcock.

48 Apiano. Guerras civiles, 1, 1 O; Dión Casio, LIV, 16. 2: P. Brunt. ltalian manpower (op. cit. n. 7), 152.

49 J . Bintliff y A. Snodgrass, <<The Carnbridge/Brndford boeotian expedition. The lirst four yearS», JFA, 1 2 ( 1 985), 123-61; T.H. Van Andel. C.N. Runnels y K.O. Pope, <<Five thousand years of land use and abuse i n the southcrn Argoli d, Greece». Hesperia. 55

( 1986), 103-28; C.N. Runnels y T. H. Van Andel, <<The evolution of settlement in the sout­hern Argolid. Greece. An econornic explanation>>, Hesperia, 56 ( 1987).

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lll'"· ! J l ll' JlHi l'll'lt n u t, l l i l l u1 1a prcpontkrancia de niños dentro de las l . t l l t i l i a .... c�tablccwn una frecuencia del infanticidio en Grecia cluran­ll' lines del siglo 111 y el 11 a.C. Pero Tarn no toma en cuenta la prácti­ca conmemorativa -en particular, la posibilidad de que las hiJas exis­ll'ntcs no fueran contadas- ni se pregunta tampoco sobre los orígenes u ocupaciones de las fami l ias afectadas. Marca una diferencia en el hecho de que las inscripciones de Mileto, que producen el impresio­nante cociente de 1 1 8 niños contra 28 niñas, afecte a un grupo de mer­cenarios de Creta. Es probable que el infanticidio femenino haya juga­do un papel en producir este cociente entre sexos fuera de lo común, pero la i mportancia de su contribución no es cognoscible. Así, en este caso la epigrafía no llena la brecha en la evidencia ni se combina con otros datos, también problemáticos, para producir una reconstrucción convincente de las tendencias demográficas50.

Un documento epigráfico de Italia a comienzos del siglo 11 d.C. es simi larmente sospechoso como evidencia demogrMica. El esquema alimentario de Trajano para el modesto pueblo de Veleia en las coli­nas por encima de la moderna Piaccn7.a proveían un sustento básico para 264 niños y 36 niñas. Si estas cifras son un rel'lcjo verdadero del cociente niño:niña en la comunidad, entonces la exposición de niñas recién nacidas había alcanzado propor¡;ioncs epidémicas, y Velcia estaba en marcado declive. Pero es obvio que aquellos que planearon el proyecto habían resuelto dar preferencia a los niños como recep­tores de dádiva� y seleccionar sólo una fracción de las niñas disponi­bles, tal vez aquellas pertenecientes a las famil ia� que no tenían hijos adultos.

Si puede asumirse que el esquema de Trajano estaba diseñado para dar un sustenlo b{tsico a niños por encima o por debajo del nivel ele subsistencia, entonces se sigue que un número considerable de niñas estaban condenadas a la desnutrición, y presumiblemente no sólo en Veleia sino también en los cinco pueblos poco más o poco menos de Italia donde están atestiguado� esquemas al imentarios. En otras pala­bras, las niña:- eran sistemáticamente expuestas, o descuid<tdas, o ambas cosas.

La inscripción, no obstante, sí tiene alguna significación demográ­fica después de todo. Puede agregarse al muy considerable cuerpo de evidencia para la antigüedad en cuanto a que se daba preferencia a los

�u W.W. Tarn y G.T. Griffilh. J-le/lenislic ci1•ili:arirm (op. cit. n. 46). 1 00-2. Véase la crÍiica de S.B. Pomcroy. <dnfanticide in hellcnis1ic Greccc», en A. Cameron y A. Kuhn (ed>.), lmages of .. ·omen in m11iquiry. Londre!>. 1983, 207-22. que. sin embargo. parece es1ar sugiriendo que podemos. de manera segura. general izar a partir del comportamiento de lo' mercenarios porque ello> <<no son mí pico>>> en su época.

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varones, así fueran niños o adultos. Un sistema de valores que pcnn 1 tía una discriminación del tipo revelado en Veleia, que compromet ta las chances de producir una comunidad demográficamcnte estable, podía fáci l mente haber acomodado la exposición de niñas recién naci­das como una práctica estándar5 1 .

Para concluir: los granjeros de subsistencia a lo largo d e la historia se han esforzado en adaptar sus familias de acuerdo con la circuns­tancias materiales (estáticas o cambiantes), con resultados eficaces o no para su propio futuro y el de su comunidad. En palabras de A.V. Chayanov, inspiradas en los datos rusos de los desolados años 1 880: «Es evidente que a un bajo nivel de seguridad material, cuando sólo existe la mera posibilidad de existencia física, las condiciones materia­les influyen en el tamaño de la famil ia con la fuerza de un determinan­te». Aunque el proceso no puede ser documentado para la antigliedael en la forma en que puede hacérselo para la Inglaterra y la Francia ele comienzos ele la modernidad, hay ev idenc ias suticientes para mostrar que las estrategias adaptativas estaban en funcionamiento en la for­mación de la familia (y para mostrar qué estrategias se favorecían), así como en el proceso ele producción agrícola y en las relaciones socia­les y económicas. El ideal de Hesíodo de tener un único hijo era algo que su hermano Pcrscs podía persegu ir activamente. Su realización no tenía que dejarse enteramente a la naturaleza52.

�1 ILS. 6675. con R.P. Duncan-Jones. «The purposes and organisation of thc alimen­ta». PBSR. 32 ( 1 964). 1 23--+6. en 123 : Economy (op. cit. n. 40), 294-300.

�� A. V. Chayanov, Tlie tlieorv of peasant economr ( 1923 ). reed. Wisconsin, 1986; Hesíodo. Trabajos y días. 376. Para asegurarse. Hesíodo va a decir que más de un hijo puede ser ventajoso para la producción.

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THOMAS W. GALLANT

LOS HOGARES ANTIGUOS Y SU CICLO

DE VIDA''

El /rogar es la comwlidad establecida 1/atura/mente para la sati.\:faccióll de las 11ecesidades cotidia11as. a cuyos miembms Caro11das llama «los de/ mismo alma­céll» y lc./Jimé11ides de Creta, <<los del mismo contedero>>.

Aristóteles, Política

Cuando intentamos analinr la economía doméstica de la Grecia untigua, ¿qué unidad de estudio es la óptima? ¿La fam i l ia, la aldea. la región o el estado? Todos son importantes y se relacionan con la eco­nomía doméstica. Para Aristóteles la respuesta era simple: cl /wg(//:

Cualquier investigación del antiguo hogar griego debe centrarse en los temas del tamaño, la composición y el desarrollo longitudinal ele los grupos co-residentcs en los hogares. Necesitamos preguntarnos: ¡,cuán grande era el hogar antiguo «promedio»'? ¿Cuántas bocas había que tenían que ser alimentadas a partir de la despensa? ¿Cuánta mano de obra podía requerirse para trabajar la t ierra del hogar? Y lo más i mportante, cómo se operaba este cambio a lo largo del ciclo de l'ida del hogar. Necesitamos respuestas a estas preguntas si queremos entender por qué los campesinos antiguos hacían las elecciones eco­nómicas que hacían. Implica una enorme diferenc ia el hecho de que un hogar pudiera contar con el trabajo de numerosos varones y muje­res adultos, digamos un hogar múltiple del tipo z.admga 1 , o sólo con

':' El presente estudio ha sido ext raído del volumen de Thoma� W. Gullant. Risk and \ttl'l'iva/ i11 wtcie!lt Greece. Reco11strucring rile rural domestic eco11omy. Polity Press/Basil lllackwell, Cambriclgc-Oxford, 199 1 , 1 1 -33, del que forma parte como capítulo 2.

1 E.A. Hammel. «The :adru!Ja as proce>s>>. en P. Laslett y R. Wall (eds.). Howetwtd r111d fa mi/y i11 past time, Cambridge, 1972. 335-74: <<Household structure in founeenth cen-

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