Ghio Marcos - El Rito y la Guerra.pdf

Embed Size (px)

DESCRIPTION

A partir de 1994 se dedicó a traducir la obra de Julius Evola, de la cual lleva ya editados unos 30 textos. Asimismo para esa misma fecha, luego de romper todo lazo con el nacionalismo católico al cual responsabilizó de las fallidas rebeliones carapintadas y del apoyo al gobierno de Menem en la mayoría de sus representantes, volvió a editar El Fortín al que transformó en expresión del tradicionalismo alternativo. Fundó también el Centro Evoliano de América del cual es actualmente presidente.En 1995 su publicación fue denunciada por el embajador de la República de Israel y por la DAIA, de violar la ley antidiscriminatoria contra su colectividad. El fiscal Stornelli, a cargo de tal investigación, luego de secuestrar ejemplarles de El Fortín de una librería, asignó el análisis de los mismos a tres peritos, dos de los cuales eran de origen judío y el restante miembro de la cátedra Che Guevara de la Universidad de Buenos Aires, es decir enemigos manifiestos del suscripto. Luego de dos años de investigación tuvieron que reconocer que solamente podían encontrar en los mismos ‘prejuicios’, pero no actos de ‘discriminación’ como castiga la ley. A pesar de ello el fiscal pidió igualmente la indagatoria de Ghio obteniendo luego su procesamiento, el cual tuvo que ser desechado por haber transgredido los plazos legales. Gracias a tal servicio efectuado hacia tal importante colectividad, el fiscal Stornelli fue premiado con el cargo de ministro en la provincia de Buenos Aires.

Citation preview

  • Continuando con la .... 11 ele lu distintas lorn..._ eHldll1 lle Estudios EvollallOI tle jt ai Herades edita e eol c-ferencla ,... e l dictar el 17 de A1 ..... ele rememorars e I 1 falleclmlento del Gral. En este traliaio .... ta rcler .. tafslco y ahonillnHlosoenol ....... . - partlculcir, la do ... MllVialll"' como la causa lcl al argenti- a la ...._.. accl cual, tras la exc de pacifi- contrario a ... 111flll~Kt1l9 fe, estaba enrt1ad espirltua ele ......_ ....._

    Prxima edicin: JuJius E\iola, Imperialismo Pagano

    Marco hlo

    RITOY GUERRA

    Ediciones ~ Heracles

  • MARCOSGHIO

    EL RITO Y LA GUERRA

    SERIE CUADERNOS TRADICIONALES N 3

    L - -

  • Hecho el depsito que marca la Ley Buenos Aires - septiembre del 2.000

    (Impreso en la Al:gentina)

    Ediciones Heracles, 2.000

    Ilustracin de portada:

    Edicin patrocinada por el Centro de Estudios Evolianos

    Casilla de Correo N 92 CP (1425) Suc. 25 - Buenos Aires

    e-mail: [email protected]

    Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseo de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitidq en manera alguna

    ni por ningn medio, ya sea elctrico, qumico, ptico, de grabacin o de fotocopia, sin permiso previo del edito1:

    A manera de Introduccin

    MALVINAS: LA GUERRA POR EL HONOR

    La historia de la humanidad es la historia de las guerras. Mal que les pese a los pacifistas, defensores de los "derechos humanos" (no as de sus obligaciones) y llorones de todo orden, las guerras han tenido su presencia y la tendrn en el acontecer humano.

    De hecho la Argentina ha sido producto de la guerra. Sea cual sea la opinin que stas merezcan, desde la poca de los conquistadores espaoles, pasando por las invasiones inglesas, las luchas por la Independencia, las guerras civiles, las intervenciones imperialistas de Inglaterra y Francia, la guerra del Paraguay, etc. han formado a la Argentina. Y sin ms, remontndonos a las pocas precolombinas, las guerras eran tambin actividad destacada entre las poblaciones indgenas. Incluso nos atreveramos a decir que hasta la del Paraguay

    . (1865-1870) la guerra ha sido algo as como un deporte nacional. El siglo transcurrido desde esta ltima hasta la guerra de las Malvinas ha hecho caer en el olvido nuestro origen guerrero. A travs de la incorporacin de la Argentina al mundo capitalista, burgus y fenicio, sucesivas generaciones han sido ganadas por el pacifismo llorn y mujeril, falto de virilidad y exclusivamente inclinado al goce material y consumista, en desmedro de las virutudes que nos dieron presencia en el mund como nacin independiente.

    No hay nacin en el mundo digna de tal nombre que no haya sido alumbrada por guerras. La independencia no se la otorga como la libertad a un esclavo, se la gana con la lucha heroica, y la Argentina no fue una excepcin.

    Ha habido y habr guerras de todo orden: por conquistas territoriales, por recursos naturales, por mercados, por el "espacio vital", por motivaciones geopolticas o estratgicas, o por ideologas tales como la democracia o el socialismo que en realidad esconden

    5

    1 1

    1

    ~

  • detrs suyo oscuros intereses. Pero lo que distingue a nuestra gu.ena de Malvinas es que fue una guerra por el honor, ms all de las motivaciones y de los propsitos de sus circunstanciales protagonistas.

    Fue una gue1Ta de la que es difcil encontrar un cas anlogo en los ltimos tiempos. No se pele por un poco ms de territorio, puesto que la Argentina es un pas extenso y no tiene hambre de extensiones. No se pele por el petrleo, el gas o la pesca, o por otros recursos minerales. No se pele para dar ubicacin a excedentes de poblacin. No se pele para instalar bases militares. No se hizo la guena para conquistar mercados y someter a una poblacin para ser utilizada como mano de obra barata, ni tampoco por odios raciales, tnicos, religiosos, ni usando como hipcrita pretexto a alguna que otra ideologa.

    Se pele en cambio por el honor. Y qu honor? Pues ni ms ni menos que la cualidad moral que nos induce al cumplimiento del deber. Y el hombre argentino supo desde siempre que las Malvinas y dems islas de archipilagos del Atlntico sur eran nuestras y que no podamos pasivamente seguir soportando la afrenta de ser ocupadas por un imperialismo de los peores que existen, es decir, el ingls, enemigo secular de Espaa, identificado con una concepcin del mundo burguesa, mercantilista y fenicia, esto es, crudamente materialista.

    Frente a este enemigo, nosotros los argentinos somos herederos de una concepcin distinta de la vida y del mundo, conforme a la cual el espritu debe gobernar a la materia, ms all de temporarios oscurecimientos como el que soportamos en estos das.

    Fue esta idea, in~oncientemente llevada a travs de generaciones, la que surgi el 2 de abril de 1982, ms all de las intenciones de los circunstanciales gobernantes de entonces.

    Nadie pens en aquel momento en una guerra por objetivos crudamente materiales, econmicos, estratgicos o geopolticos. La guerra era por la dignidad y el honor, al estilo guerrero tradicional, es decir, ms all del bien y del mal, ms all del xito y del fracaso. Fue en cumplimiento de un deber que se hizo lo que debi ser hecho.

    Este sentido del 2 de abril es el que debemos rescatar. En estos

    6

    aciagos tiempos de burdo materialismo, del aparente triunfo de todo lo bajo, mediocre, corrupto, malsano y subalterno que golpea a los argentinos por obra y gracia de las nefastas dirigencias polticas, el 2 de abril debe conservarse en la memoria colectiva como un incentivo para la restauracin nacional.

    La epopeya de Malvinas debe seguir inspirando a lo ms noble y sano de la Argentina preparando el momento de la recuperacin.

    El 2 de abril nos est diciendo: basta de lamentos, basta de lgrimas, basta de pedir perd(.n y de rogar! Que cesen las gastadas voces de los retricos, de los polticos y de los mediocres! Mantenerse de pi entre las ruinas es la consigna.

    Julin Ramrez

    7 1 ' !J 1

    t

  • , ,

    EL RITO Y LA GUERRA

    Hoy presentamos el ltimo tomo de la coleccin La Magia com ciencia del espritu y, tal como lo hemos hecho en ocasin de los volmenes anteriores, efectuaremos una exposicin sobre tal fundamental obra desde una perspectiva diferente de las restantes a fin de evitar ser reiterativos .

    Podemos decir que es justamente en el momento en el que hemos llegado al final del camino cuando queremos remontarnos a aquello que podra aparecer como el origen y la razn ltima de este proyecto.

    Me hallaba en 1982 viviendo en un pequeo pueblo en la frontera patagnica con Chile y en ese entonces fui uno de los tantos que, en abril de ese ao, vibrara con la epopeya malvinense. Retirado, en medio de las montaas, me senta insatisfecho con el mundo moderno y con el cariz que asuma un gobierno que, si bien en poltica internacional mantena una cierta independencia (rechazo del boicot de trigo a la URSS, sostenimiento ele la soberana en el Beagle, etc.), a nivel econmico y de las costumbres adhera con fervor morboso al ms extremo consumismo propio de la sociedad materialista de los tiempos ltimos. Ante la imagen del burgus que viajaba por el mundo y que se solazaba rodendose de consumos superfluos, disfrutando de la plata dulce, nosotros pertenecamos en vez al bando de aqullos que reivindicaban al hroe, es decir, a aquel que, por sobre todas las cosas, exalta los valores del espritu en el terreno de la vida cotidiana, lo cual se manifestaba en la preeminencia del honor antes que la simple vida, en la entrega absoluta por el triunfo de la justicia por sobre la mera seguridad material. Y justamente la guerra de Malvinas, tal como dijera un colaborador nuestro de Bariloche, el Dr. Julin Ramrez, fue el nico momento de nuestra historia del siglo XX en donde se pele por el honor y por la dignidad nacional. No fue sta una guerra por el petrleo, ni por el espacio vital, ni por otras riquezas

    9

    !\ ,,

    '

    '

    ,, 1

    1

    '

    '' . 1 ; i

    ,.

    ,. 1

    :I;'

  • 0 bienes que reclamara en ese entonces la Argentina. Simpleme?te se pele por el honor ante la afrenta que implicaba el haber_ s1~0 despojados haca ms de un siglo de un pedazo de nuestro temtono de manera virulenta. Y sta fue, tal como lo mostrara nuestro colaborador, quizs la nica guerra posterior a la gran Guerra en donde en el siglo XX que, a diferencia de las otras, se haba pele~do exclusivamente por tales valores superiores. Algunos han quendo errneamente comparar tal epopeya con otra guerra ms reciente como la del Golfo Prsico. Pero quiero resaltar aqu que la misma se desencaden por una razn econmica, cual fuera la posesin de los pozos petroleros de Kuwait. . .

    y fue tambin cmo vimos -y trato ahora de recumr a la memona colectiva de hace casi veinte aos- que en medio del fragor del combate, cuando pareca que el vigor de nuestras armas ~ra imbatible cuando nos despertbamos en las maanas con anunc10s de que v~rios invencibles navos enemigos eran hundidos por el valor sin lmites de nuestros combatientes, fue justamente en ese punto liminal cuando comprendimos algo mucho ms pr~fundo que las noticias sobre la contienda. Con la guerra de Malvinas se nos hizo patente cada vez con mayor claridad que nos hallban:os viviendo simultneamente en dos pases diferentes. La Argentma se encontraba como dividida en dos mitades ntidamente diferenciadas: por un lado aquella que no dudamos en calificar como la Argentina oculta, a la que designamos hoy a secas como Argentum para diferenciarla en forma tajante de su caricatura en la actualidad harto ostensible y al alcance de nuestras manos, la Argentinita rutinaria a la que en algn momento hemos en cambio definido como Argielandia, retomando el calificativo de argies que nos otorgaran los ingleses, ya que se trata de dos pases sumamente antagnicos. El uno volcado hacia lo superior y trascendente, el otro en vez hacia el mundo del puro cambio y de los consumos incesantes. El uno que durante la guerra deseaba la victoria y la justicia, el otro en cambio la paz y la simple vida. Pero ~ue justamente con la guerra de las Malvinas cuando esa Argentma oculta, Argentum, era la que despertaba y pareca regenerarse,

    10

    r 'I

    porque comprendimos all que s6lo una guerra, una guerra autntica que fuera no simplemente por riquezas o territorios, sino por una concepcin del mundo era aquello que poda despertarnos del largo letargo en que nos hallbamos desde los mismos orgenes de nuestra historia. Fue as cmo, dentro de tal contexto de regeneracin espiritual qtw abarcara las races ms profundas de Argentum, que nosotros nbrnznmos con vigor la causa del catolicismo; pero no del convcncionnl y modernista en aquel entonces y aun hoy vigente, sino de ese catolicismo medieval presente, aun con atenuaciones, desde nucstrn misma colonia, aquel que, a nivel social, daba primacn u In tierra y al trabajo sobre el dinero y la finanza, de aquel que conceba ni ciclo como una lucha y un combate, como una conquista etcrnn, justmncntc como una guerra santa, y cuya manifestacin ms plcnn se expresara en la historia de la Cristiandad a travs de lo que fueran las Cruzadas. Y era a paitir de las categoras propias de ese catolicismo raiga! que nosotros veamos en la vereda de enfrente n In Inglaterra apartada de su religin, la que, en sus orfgenes, fucrn tambin la nuestra. El protestantismo, tal ese desvo, que segn Max Weber fuera calificado como el origen del capitalismo, y cuyos filsofos desplegaban toda la batera de sus argumentaciones en aras de suplantar la raz metafsica ltima presente en el hombre por la mera razn discursiva, tal como lo manifestara claramente Hegel, el cual, en su Introditccin a la Historia de la Filosofa, explicaba que uno de los sentidos esenciales de su disciplina, en inteligencia con el luteraismo a nivel religioso, era la sustitucin del misterio cristiano por excelencia, sustentado en la figura del rito sagrado de la transubstanciacin, y por lo tanto de la metafsica, por lo que es simplemente profano y moral. Por ende, la consecuencia deba ser con el tiempo tambin la sustitucin de una sociedad jerrquica, orientada hacia lo sagrado, por este mundo consumista y moderno de masas y de mquinas que tanto repudiamos. La guerra de Malvinas, ms que una lucha por una mern conquista territorial, se nos haba convertido pues en una Cruzada. Fue as cmo muchos de nsotros, siempre indiferentes ante los avatares t!e nuestra

    11

    !\

    1

    i

    1 1

    '

    1 1 1

    1

    1

  • ...,....,- - ----- - - - .. ~ . ,,.. .,.- . --e-.-.. .... . . . .J- ~.,, - "

    politiquera domstica, esta vez llenamos las plazas, nos ofrecimos como voluntarios para ir a combatir, creamos en los distintos pueblos mltiples comisiones de solidaridad, organizamos colectas pblicas.

    Pero agreguemos tambin -y esto es quizs lo ms import;ante que una guerra entre concepciones del mundo diametralmente opuestas, entre una cosmovisin metafsica y sagrada y otra profana, deba diferenciarse principalmente no por el podero militar que se sustentara, por supuesto importante s -y hay que resaltar aqu que nuestras FFAA no estaban para nada desarmadas como ahora-, sino por algci que nos singularizara y diferenciara sustancialmente de nuestro enemigo materialista, no tan slo verbalmente y a nivel de una simple discusin filosfica, sino en cuanto a los instrnmentos a utilizar en el combate. Es decir, la misma deba estar caracterizada por nuestra capacidad de suscitar y arrastrar hacia nosotros a esas mismas fuerzas pertenecientes al plano de lo alto cuya existencia nosotros invocbamos, de esas fuerzas superiores y sagradas que, justamente en tanto tales, nos diferenciaban y otorgaban superioridad respecto del enemigo que las negaba y contra el cual combatamos. Faltaban pues los ritos que las convocaran, que las hiciesen descender a la arena del combate, ponindolas de nuestro lado y asegurndonos por lo tanto la victoria, la que, segn la tradicin, no representa otra cosa sino la manifestacin ostensible de la soberana del espritu sobre la materia. Aquellas fuerzas que negaban la existencia de lo sagrado como realidad objetiva deban ser doblegadas irreversiblemente por la contundencia del arma metafsica convocada por los ritos. Y tal funcin corresponda en exclusividad a quienes por estricta investidura estaban encargados de proveerlos y de dispensarlos.

    Fue justamente en el momento ms lgido del combate cuando el jefe del catolicismo prometi venir especialmente a la Argentina. Pero es dable agregar aqu que ya en ese entonces se sospechaba de ciertas intenciones oscuras. La Iglesia, a travs de sus representantes, cuando no se declaraba abiertamente en contra de la gesta malvinense, guardaba silencios cmplices y emita dobles

    12

    ,.

    '

    mensajes. Las misas y los sennones no eran efectuados impetrando abiertamente por la victoria, sino en manera artera pidiendo la paz. Incluso en muchas parroquias circulab(].n volantes capciosos y francamente enemigos de la causa de la Argentina. En una declaracin firm.ada por el obispado de Neuqun, por ejemplo, se alertaba siniestramente acerca de lo que se llamaban los

  • rendicin, y todo ello ante la impotencia de quien entonces nos gobernaba, un deprimido y sorprendido Gral. Galtieri. Y vimos tambin tm rostro cnico y satisfecho, solazado por haber aglutinado tras su figura al mismo pueblo que pocos das antes reclamaba la victoria y que hoy en cambio se resignaba, gracias a una extraa alquimia, slo posible por quien representaba una tan alta investidura espiritual, a una paz de cobardes y de arrepentidos. No faltaron una vez ms los ilusos inveterados y siempre existentes que nos dijeron luego que el pontfice haba venido a evitarnos un holocausto nuclear.

    Esto de la paz lograda nos permite efectuar dos reflexiones . Hace poco en Japn se acaba de rememorar los 55 aos de la ms gran tragedia padecida por tal pas, cual fuera el holocausto de Hiroshima y Nagasacki . Holocausto que, de paso digmoslo, no ha merecido ningn juicio de Niiremberg, y que significara la muerte casi instantnea de 200.000 japoneses. Pero en realidad el mismo no es nada en comparacin con la terrible rendicin que ha sobrevenido despus con un Japn muerto en sus tradiciones espirituales milenarias, convertido en una mquina de consumos y de materialismos. Y nosotros diramos lo mismo, qu hubiera sido peor para la Argentina, aun en el supuesto de que hubiera sido cierto que corramos peligro de un holocausto nuclear, la bomba atmica o estos gobiernos miserables, producto de la rendicin, que hemos tenido en estos ltimos casi veinte aos, los cuales, sin haber tenido necesidad de las guerras de las cuales nos hablaba el obispado de Neuqun han igualmente hundido a nuestro pueblo en la desesperacin, el hambre y la mise1ia. Qu es lo que entonces le tenemos que agradecer al Papa?

    Y fue as cmo, en medio de la desazn que me produjo como a tantos la derrota de Malvinas y en especial la manera en la que sta se consum, cay en mis manos un pequeo folleto realmente revelador. Se titulaba La doctrina aria de la lucha y la victoria, cuyo autor era Julius Evola y cuyo editor era un grupo recientemente constituido de orientacin neonazi, conocido como CEDADE, hoy ya inexistente. Fue realmente un acierto su edicin

    14

    porque el mismo responda a la perfeccin de manera muy sinttica ante el enigma que representaba la guerra justamente en un momento en el cual la misma era considerada como un terrible despropsito, en tanto que se la comprenda tan slo como un medio de rapia. Aqu se la revalorizaba en cambio como un instrumento adecuado de catarsis y de purificacin. Pero adems el autor, a quien yo hasta ese entonces no conoca, propona, desde la ptica misma de la guerra en su funcin purificadora, una muy original lectura de una obrn clsica del Oriente, el Bhagavad-Gita. Intent ampliar mis conocimientos sobre tal autor y descubr que su obra era muy extensa y prcticamente no traducida al castellano. En varios meses de bsqueda slo pude dar con otro folleto sobre

    oel mismo tema de la guen-a titulado: La Metafsica de la Guerra y luego otro aun ms notable, Orientaciones, en donde nos expona los principios que deba sustentar un movimiento alternativo que quisiera estructurarse luego de una derrotn. Tambin Italia, la patria de Julius Evola, haba siclo derrntu

  • existir en diferentes lados, no olvidemos que tambin en los cementerios hay paz. Y nosotros no queremos vivir en este cementerio que es la sociedad de consumo. El catolicismo al que adhiero es algo ms profundo que el papa y la devocin obtusa hacia su figura y a la estructura institucional que l representa. Fue en medio de esta crisis existencial que muchos como yo vivan que desde el continente y el pas de donde soy originario, el mismo de Julius Evola, me escribi milagrosamente un familiar con el que mantena una muy espordica correspondencia. Me dijo -y esto es lo llamativo del caso- que se haba informado de los graves problemas que padeca la Argentina y me pregunt si necesitaba alguna ayuda. Era cmioso, pues en esa poca aun no haba estallado la hiperinflacin y se crea aun en el Plan Austral recin implementado. Yo me acord entonces inmediatamente de aquellos tres pequeos folletos de Evola que haba ledo y le dije, para dar algn viso a mi pedido, que pensaba hacer una tesis sobre tal autor y si me poda enviar sus obras. Obviamente especulaba con que mi to no conoca la realidad de la Argentina y menos aun la de la Facultad de Filosofa y Letras de Buenos Aires . Porque de lo contrario me hubiera contestado que estaba loco. Afortunadamente crey en lo que le deca y al poco tiempo recib uh aviso de la aduana de Neuquen en donde me invitaban a concurrir a retirar un muy pesado paquete y fue all que me encontr con unas treinta voluminosas obras de J. Evola, prcticamente su obra completa, o al menos sus principales libros editados.

    Ms tarde, y gracias p1incipalmente a la lecl11ra de estos escritos, nuestra reflexin nos llev a comprender ms profundamente el por qu en ese entonces el papa se haba alineado abiertamente del lado ingls, del de una nacin protestante en contra de la Argentina, un pas catlico de cuya religin l era el representante. Nos recordaba cmo ya va1ios siglos antes tambin un papa vaticano se aline con el sultn en contra de Carlos V, emperador catlico, o aun como nos recordara tambin recientemente Cecilia Jack, cmo -permiti la cada de Constantinopla ante los turcos porque sus defensores, c1istianos ortodoxos, no queran acatar la soberana de

    16

    Roma. Se trataba en ese entonces una vez ms de una cuestin poltica, la misma que haba primado en la guerra de Malvinas. La Iglesia haba apostado ahora a la cada del comunismo y no quera un conflicto en el cono Sur en donde la Argentina, que ya entonces haba vendido trigo a la URSS, se alineara con sta en contra de la Entente Inglaterra-USA-MEC. Pretenda ahora con lderes como Lech Walesa instituirse como el ala social del capitalismo, siguiendo la misma lnea inaugurada con la Democracia Cristiana en Italia, ambas experiencias por suerte concluidas en fracaso estrepitoso. Es decir, subordinaba una dimensin sagrada y metafsica, cual era la sustentacin de los valores de la cristiandad, en funcin de un inters poltico profano y temporal. As pues en la gue1rn de las Malvinas a los Argentinos que hnn sido capaces de verlo, y mal que les pese a algunos, se les hizo ostensible 1or vez primera y en forma contundente un fenmeno cscnciul de nuestra civilizacin cual es el gelfismo. Dicho movimiento significa la desercin de la institucin espiritual por excelcncin, la dadora de ritos, la preservadora de la pureza de Jos mismo.i;, y por lo tanto representa el verdadero origen de la decadencia; porque bien sabemos que el pez se pudre siempre por ln cabeza. Ln curda y subversin del factor espiritual determina en modo indefectible In de las instancias posteriores: el Estado, la nacin, In fnmilin y finalmente el caos y la disolucin social.

    Y fue as como, hmgando entre esa plurnlidncl mi.ltiple de libros que completaban esa muy pesada caja, hall en el fondo de la misma tres muy gruesos tomos de una coleccin titulada lntroducci6n a la Magia que estaba redactada por un gmpo de autores integrantes de un muy misterioso grupo de Ur que intcgrnbn Julius Evola como figura central y firmantes todos con un pscuclnimo respectivo. Me sent intrigado por una obra tnn cxtrnfltl que versaba sobre temas a los que en general haba rehusado untes ncceder. Debido a mi formacin universitaria, siempre hubfn rcchnzudo como poco serio y acientfico el fenmeno del esoterismo y consecuentemente de la magia, de la cual conservaba el conocimiento usual en nuestros das como mero entretenimiento, prcslidigilncin, cuando no oscura

    17

    1

    ' 1

  • - ---~-~---------------------~----

    y siniestra brujera. Pero esta tan peculiar obra, la que representa un singular esfuerzo, prcticamente nico en nuestra historia, tena el sumo valor de unir fa temtica del esoterismo con el conocimiento cientfico, despegando as a las disciplinas que componan aquella

    esfera del plano de la charlatanera y el macaneo tan habitual en nuestros das.

    Pero haba tambiri aqu una temtica esencial que se rios perfilaba por primera vez y que nos ayudaba a comprender el significado de nuestra crisis. Se refera justamente a la funcin del rito. ste era uno de los temas esenciales de la obra sobre la Magia. La misin principal de una religin, se deca all, estribaba en el cumplimiento puntual de los iitos, ante el cual deban subordinarse todos los dems fines. Si una religin deja de desarrollar tal funcin, o al menos disminuye su carcter para descender a otro plano,

    moralizador o poltico como en nuestro caso, severas sern las consecuencias para las comunidades que participan de la misma. El rito es el acto por el cual se mantiene el vnculo perenne entre este mundo y el otro mundo, entre la esfera natural y la sobrenatural, entre lo fsico y lo metafsico. Si esta accin es descuidada o subordinada, dicha relacin queda disuelta y entonces sobrevendrn graves daos y secuelas nefastas para quenes han incunido en tal desvo. La ruptura de un organismo social con el vnculo con lo sagrado representa anlogamente como si a un cuerpo viviente se le taponara un arte1ia esencial.

    Y esta disolucin, este apartamiento de la fuente originaria y fundamento de lo real es lo que explica una serie de acontecimientos que le sucedern luego a la comunidaden que ello ha acontecido. Aun los fenmenos que suceden en el plano fsico, tan slo en apariencias ajenos al m:undo espiritual, no son sino efectos de lo que ha sucedido antes . en una esfera superior y metafsica. Ciertos hechos considerados como infaustos o desgraciados, tales como catstrofes o cataclismos, y que son usualmente atribuidos a causas puramente naturales obedecen en vez a razones que son del orden sobrenatural. Lo que el comn de l gente ignora es que todo fenmeno fsico va precedido necesariamente por uno metafsico

    18

    y que lo que el hombre realiza no es en nada indiferente por sus acciones a los acontecimientos que luego por reaccin acontecern en el resto del cosmos. Evola en Rebelin contra el mundo moderno nos sealaba al respecto, al hablar de la raza hiperbrea, la raza roja, inmortal y originaria, remoto antecedente de nuestra humanidad, cuya sede se hallaba en el polo norte de la tien-a, que, tras una cada, tras una inconsecuencia en el mantenimiento del vnculo con lo sagrado, decae y la resultante de ello ser el movimiento del eje de la tierra y el posterior congelamiento de los polos, hasta finalizar con la desaparicin de tal raza. Es lo que tambin manifestara el propio San Agust(n como un eco de tal verdad superior: Una vez que se descuida lo sobrenatural, no nos queda lo natural, sino lo infranatural, es decil; el desorden, el caos.

    Se deca en tales obras que el pensumiento moderno, en tanto que todo pretende explicarlo naturalmente, slo se aplica a las causas eficientes de las cosas. Ante In constatacin de hechos trascendentales, pertenecientes al plano natural, pero de consecuencias histricas indubitables, ignora o rehuye de una explicacin por las causas finales que se encuentrnn por detrs de esos mismos hechos, siendo su visin de la realidad de carcter unidimensional. Por ejemplo, ante un acontecimiento de trascendencia histrica como fuera la destruccin de la Armada Invencible de Felipe II, la que estaba destinada a invadir Inglaterra, y que con tal accin habra podido cambiar todo el curso de la historia, la explicacin es simplemente a travs de causas naturales, tales como un inconveniente meteorolgico, una tempestad, etc.; para el moderno ha sido el mero azar por lo tanto lo que habrf a hecho que la Armada se hundiera y que Inglaterra no fuera invadida. Lo que no nos explica es por qu justamente tuvo que ser en ese instante en que se desarroll esa tormenta, por qu justo tena que pasar por all la Armada que iba a invadir Inglaterra. Por qu a sta y no a otra Armada tuvo que pasarle tal cosa? Por qu tuvo que ser ,el corsario Drake el que vino despus de la tormenta y no antes? Esta es la reflexin del pensamiento tradicional, el que no

    19

    !!

    .i 1 ,,

    il

  • queda satisfecho con explicaciones meramente naturales. Las desinteligencias entre el poder espiritual y el poltico, el conflicto por las investiduras es para el pensamiento tradicional la causa ltima del acontecimiento. Han sido las ferzas de lo alto las que, a travs de un fenmeno perteneciente al plano de la meteorologa, al ;retirarse han castigado con la derrota a la civilizacin que haba roto el equilibrio espiritual y la consecuencia es el desorden en el plano de la materia.

    Esta idea siempre estuvo latente en la Tradicin. La obra antes mencionada representa una exaltacin de Roma, cuyo gran podero no se habra debido a su fuerza material, sino al carcter religioso y ritual de cada una de sus acciones. Cuando los romanos por ejemplo fueron derrotados por los caitaginenses en la batalla del Lago Trasimeno , el general que conduca los ejrcitos manifest que la derrota se debi, ms que a la falta de valor en el combate expuesto por la tropa, a la falta de rigor en el cumplimiento de los ritos. Es decir, que para el hombre tradicional las causas espirituales tenan primaca sobre las meramente materiales.

    Y aun hoy cuando ese rabino de Jerusaln manifiesta, ante el horror y agra,vio . de la inmensa mayora de los judos y de todos los demcratas del mtindo coaligados, que el holocausto de seis millones de sus compatriotas en los campos de exterminio nazi representa el castigo al que ha sido sometido este pueblo por haber pecado, es decir por haberse apartado de lo sagrado, de sus iitos, para entregarse a lo mundano, no hace sino manifestar, desde la perspectiva de la civilizacin a la que pertenece, un principio metafsico cierto, que aun es rastreable en la misma Biblia hebrea. Quien se aparta de lo sagrado es como si se amputaia la arteria

    . esencial que da vida a toda su existencia y la consecuencia es que tarde o temprano hay que descontar por el desvo en que se ha incurrido.

    Desde tal ptica pues la victoria en Lln combate tena un sentido superior al de un mero despliegue de fuerzas y de valor, la misma representaba un smbolo de una realidad suprema, ella tena un valor sagrado, significaba en la esfera de la exterioridad lo que en

    20

    un plano interno del sujeto era el doblegamiento de lo inferior. Era la manifestacin de que haba logrado vencerse al yo inferior proveniente de la materia, el que est presente en uno mismo haciendo tdunfar en s a las fuerzas de lo trascendente. Tal imagen es manifestada a la perfeccin por el esoterismo islmico al hacerse la analoga entre la grande y In pequeria guerra santa. Y en cambio, cuando sta no se haba operado, las causas deban ser buscadas ms en circunstancias sobrehumanas que meramente humanas. No venca aquel que hubiese tenido los ejrcitos ms poderosos, sino que la victoria estaba del Indo de aquel que haba sido capaz de lograr una mayor eficacia en la ejecucin del rito. Y cuando la lucha era entre un pueblo espiritual poseedor de ritos y otro brbaro, carente de stos, la victoria de este ltimo cm el castigo que reciba el primero . por haberse apartado del orden metafsico. Tal el caso de:l resultado de Malvinas.

    La relaci.n que se establece con el dios es pues, desde esta perspectiva, de carcter activo y no pasivo. No puede vencerse en lo externo si antes no se ha vencido en lo interno y vencerse a uno mismo, doblegarse significa haber sido cupuz de traer hacia s al dios para que nos sea afn. Se rccucrdu al respecto la imagen de lacob quieI1 logra vencer al ngel y lo doblega consiguiendo su bendicin. Lo cual corresponde al dicho de Plotino eri las Enadas: Corresponde que los dioses VCl!lfW1 a m( y no yo hacia los dioses.

    Ante lo divino pues In actitud no es de ninguna manera el pacifismo, la pasividad de un alma ansiosa y atormentada, que todo l.o espera de afuera, sino que se trata en cambio de una conquista, de un doblegamiento, ele una victoria. La actitud ante el dios no es as la espera pasiva, la entrega u su voluntad omnmoda a fin de que todo lo disponga mm en contra de nosotros mismos, siendo el alma as un mero ttere que, al decir ele Pascal, un pensador afn a este estado decadente, es como una mera cufia por donde sopla el viento de la divinidad, sino una actitud de conquista, de doblegamiento, de realizacin victoriosa; huy que hacer que el dios descienda hacia nosotros y no permanecer quieto y pasivo esperando que ste venga y haga su voluntad. Hay que hacer en

    21

  • modo tal que la voluntad del Dios llegue a convertirse en nuestra propia voluntad y de tal forma se multiplique y convierta en invencible. Los dioses para los clsicos no representan categoras morales, ellos no son al respecto ni buenos ni malos, son fuerzas csmicas superiores a las que debemos ser capaces de atraer hacia nosotros. Por ello el que triunfa no es necesariamente ni el virtuoso, ni el sabio, sino aquel que ha sido capaz de convocarlos. Y en esto consiste pues el sentido mgico del rito.

    Para la concepcin tradicional la victoria lo es pues todo y cuando se carece de sta la misma vida se encuentra totalmente vaca. Ser vencido equivale pues a algo peor que estar muerto y la existencia carece totalmente de sentido si no es pensada y ordenada en funcin de una reivindicacin, de una regeneracin espiritual, slo factible a travs de una guerra, de una guerra santa, y no de una paz de vencidos y humillados.e. Por ello es que dijimos en El Fortn que las Malvinas no nos deben ser devueltas, sino que deben ser reconquistadas.

    Rendirse en un combate, entregarse al enemigo, otorgar a un dios ajeno a nosotros la iniciativa de la victoria, como hizo gran parte de nuestro ejrcito, siguiendo los insanos consejos de Wojtila, representa justamente esa actitud pasiva y claudicante propia del virus gelfo y burgus que ha corrodo a nuestra civilizacin. Y hay que buscar slo all y no en la superioridad tecnolgica del enemigo la causa de nuestra derrota. Fuimos derrotados exteriormente tan slo porque antes lo habamos sido interiormente. La debacle en el terreno fsico slo es explicada por la claudicacin acontecida previamente en el plano espiritual y metafsico. Tan slo cuando el dios del combate se haba retirado de nosotros y cuando en los templos se imploraba de rodillas por una paz de humillados, slo all fue que la victoria se fue de nuestro lado.

    Aun hasta hace pocos aos , mucho despus de la guerra de Malvinas, ha podido escucharse un eco de este mismo espritu de la claudicacin en algunas frases emitidas por un coronel experto en rendiciones cuando manifestaba tras una de sus tantas rebeliones fallidas: Fuimos derrotados, pero en el fondo vencimos pues se

    22

    hizo la voluntad de Dios, ante lo cual cabe slo contestar con esta contundente mxima de Plotino extractada de sus Enadas: Estn los que no tienen armas. Pero el que tiene armas, que combata, porque no existe un Dios que combate en lugar de los que no estn en armas. Y nnte este segundo despropsito emitido eti 1989 en ocasin de otra frustrada asonada cuando dijera: Ellos queran que tomramos el poder para evitar que accediera al mismo Meneni, ese argentino que piensa patriticamente, pero ai ren_dirnos, frustramos sus proyectos y por lo tanto los derrotamos, fainbin queremos contestar con esta otrn contundente frase de Plotino,

    . pre.sente como la otra en el Tomo VI de Ju obra sobre la V!agia: Es ju;to que los viles sean dominados por los malvados. Con tales conceptos no se hace sino expresnr en lenguaje estratgico militar ese mismo espritu gelfo sumiso, interesado meramente en mediatizar las fuerzas espirituales de una nucin ponindolas al servicio de una institucin espuriu qtrn hn falseado sus fines metafsicos pata entre-garse promisctrnmonte nl mundo y a sus repartijas de poder.

    La funcin de los ritos es por lo tanto, do ncucrdo n ln obra del grupo de Ur, 1a de obtener que esns fucrzns fiupcriorcs nos sean afines.< Lejos se encuentra pues el vnlor del, 1mcerdocio en el de

    trtr de pontificar acerca de la validez o 110 de la guerra, dndonos sobre la misma lecciones de momlidud gumlhinnn, tnl como hizo el papa Wojtila; l en cambio debfn hncer vnler su investidura para obtener que las fuerzas superiores estuviemn de nuestro lado y operaran la derrota sobre el infiel. EHttl Cnrwcla poda haber tenido incluso un significado superior n lu do tnntns olrns cruzadas, como no la tuvo propiamente la que se tlspleg conlrn el Islam, pues era una lucha entre concepciones diferentes do Dlmi; uqu! en cambio era contra el mundo modemo que HO intentnbn luchnr y la Iglesia deba ponerse a la cabeza de la mismn huciendo vnlcr el poder de sus ritos otorgados por el Dios-Hombre Je,\'llc:risto. Pero en cambio a la inversa, tal como presencirnmos en vivo, vino a doblegar nuestras energas de combate a favor de una rendicin.

    No quiero terminar estas palabras sin rendir un pequclo y muy

    23

  • personal homenaje. Hace pocos meses falleci ese to mo que cumpliera con la magnfica tarea de enviarme en manera por lo dems generosa la totalidad de las obras de Evola y del Grupo de Ur. Debemos estarle todos sumamente agradecidos. Sin ese gesto totalmente desinteresado esta prolfica obra emprendida por Ediciones Heracles, con sus ya 20 .obras editadas sobre el pensamiento tradicional, no habra existido. Esta figura annima que no lo conoca a Evola y que incluso discrepaba con su manera de pensar, repitiendo a coro lo que decan los medios para descalificarlo; ha sido sin proponrselo siquiera tremendamente importante en la divulgacin de un pensamiento alternativo que nos cabe duda alguna ser el que asumir en sus principios esenciales la nueva generacin metafsica del prximo milenio a punto de iniciarse. Sea pues en su honor que hoy presentamos este tomo final de la obr.a sobre la Magia.

    Marcos Ghio

    (Conferenciq dictada el pasado 1718100 en el Centro de Estudios Evolianos en ocasin de la presentacin de la edicin castellana del Tomo VII de la obra La Magia como ciencia del Espritu, del Grupo de Ur.)

    24

    EDICIONES HERACLES

    CATLOGO GENERAL:

    J. Evola, Rebelin contra el mundo moderno.............................................. 30 $ J. Evo la, Los hombres y las ruinas................................................................... 17 $ J. Evola, Ms all del fascismo ....................................................................... 15 $ J- Evo la, La raza del espritu ............................................................................. 16 $ J. Evola, La doctrina del desperta1~ cnsO)IO de ascesls buddhista .............. 25 $ J. Evo la, El camino del cinabrio ....................................................................... 16 $ J.Evola, Cabalgar el tigre.............................................................................. 20$ J. Evo la, El arco y la clava ................................................................................. 20 $ J. Evola-Ren Gunon, Jerarqua y democracia ............................................... ?$ Grupo de Ur y otros, La magia como ciencia del espritu (t. IIV) ...... 15 $e/u

    ce ce ce , La magia como ciencia del cspfr//11, (Tomo 1~ Vly VII) 16 $e/u Atilio Mordini, El catlico gibelino.............................................................. 1 O $ M. Valsan, Juana de Arco .................................................................................. 7 $

    Serie Cuadernos de Doctrinn

    Marcos Ghio,ElEspfrituLeglonarto ............................................................... 3 $ Marcos Ghio, Julius Evo/a en el mundo de habla hispana .......................... 3 $

    Prximas ediciones

    Julius Evola, Imperialismo Pagano.

    e-mail: [email protected]

    Casilla de Correo N 92, Sucursnl 25, (11125) Buenos Ahcs, Argcntinn. Pgina web: www.geocities.com/athens/trny/ 18%

    :1

    :1 ; 1

    ji 1

    1

    i

    1

    img333img315img320img323img324img325img326img327img328img329img330img331img332