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GLOBALIZACIÓN, CIUDADANÍA Y EDUCACIÓN http://www.oei.es/publicaciones/global_ciud_educ.htm Autores: Mercedes Oraisón (coord.) Colección: Educación en Valores Edita: Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) - Octaedro Número de páginas: 119 Encuadernación: rústica Tamaño: 15 x 23 cm Fecha de edición: 2005 Edición número: 1 ISBN: 84-8063-767-6 Precio: 12 Euros Resumen El presente libro aborda la problemática de la ciudadanía analizada en el contexto actual y en su impacto sobre las distintas dimensiones de la vida social y personal. La instalación hegemónica del modelo neoliberal, que parecía haberse articulado sin mayores fricciones con la democracia representativa, terminó generando un orden en el que emergen una gran diversidad de conflictos y tensiones. Lejos de acercarse a los ideales de igualdad y libertad, gran parte de las democracias occidentales parecen haber tomado un rumbo que, en mayor o menor medida, consolida y profundiza las desigualdades sociales, condena a la marginación a grandes sectores, institucionaliza dispositivos de corrupción administrativa en diferentes niveles de la vida política, facilita el acceso al poder a grupos oligárquicos, hipoteca y malgasta los bienes del Estado y constriñe los espacios de participación y deliberación, excluyendo de las negociaciones y de la construcción de acuerdos a amplios sectores de la sociedad, devalúa y deprecia el rol de la ciudadanía y de la opinión pública. Por su parte, la economía globalizada ha creado una cultura híbrida, superficial y mercantilizada que ha conducido a una acuciante pérdida de sentidos, al debilitamiento de las identidades individuales y colectivas, al resquebrajamiento de los sistemas tradicionales de integración social y a una agudización de la vulnerabilidad social. Este escenario tan fuertemente crítico, nos desafía a pensar y construir alternativas que nos permitan avanzar más allá de la perplejidad y la indignación moral. Y todo indica que tales alternativas, si quieren producir una ruptura sensible con los

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GLOBALIZACIÓN, CIUDADANÍA Y EDUCACIÓNhttp://www.oei.es/publicaciones/global_ciud_educ.htm

Autores: Mercedes Oraisón (coord.)Colección: Educación en ValoresEdita: Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) - OctaedroNúmero de páginas: 119Encuadernación: rústica Tamaño: 15 x 23 cm Fecha de edición: 2005Edición número: 1ISBN: 84-8063-767-6Precio: 12 Euros

Resumen

El presente libro aborda la problemática de la ciudadanía analizada en el contexto actual y en su impacto sobre las distintas dimensiones de la vida social y personal.

La instalación hegemónica del modelo neoliberal, que parecía haberse articulado sin mayores fricciones con la democracia representativa, terminó generando un orden en el que emergen una gran diversidad de conflictos y tensiones. Lejos de acercarse a los ideales de igualdad y libertad, gran parte de las democracias occidentales parecen haber tomado un rumbo que, en mayor o menor medida, consolida y profundiza las desigualdades sociales, condena a la marginación a grandes sectores, institucionaliza dispositivos de corrupción administrativa en diferentes niveles de la vida política, facilita el acceso al poder a grupos oligárquicos, hipoteca y malgasta los bienes del Estado y constriñe los espacios de participación y deliberación, excluyendo de las negociaciones y de la construcción de acuerdos a amplios sectores de la sociedad, devalúa y deprecia el rol de la ciudadanía y de la opinión pública. Por su parte, la economía globalizada ha creado una cultura híbrida, superficial y mercantilizada que ha conducido a una acuciante pérdida de sentidos, al debilitamiento de las identidades individuales y colectivas, al resquebrajamiento de los sistemas tradicionales de integración social y a una agudización de la vulnerabilidad social.

Este escenario tan fuertemente crítico, nos desafía a pensar y construir alternativas que nos permitan avanzar más allá de la perplejidad y la indignación moral. Y todo indica que tales alternativas, si quieren producir una ruptura sensible con los procesos anteriores, sólo podrán provenir de las instancias públicas de realización y ejercicio de la soberanía popular.

Es necesario recuperar el impulso cívico, como un elemento de consolidación de la vida democrática, en relación a cuantos parecen quedar, no ya en los márgenes de la forma de vida de una plena ciudadanía, sino desinteresados por asimilarse a unas prácticas cívicas comprometidas por una visión del mundo que desintegra más cosas que recompone.

Índice

IntroducciónMercedes Oraisón

I Cultura y valores democráticos en América Latina. Una reflexión desde la filosofía políticaÓscar Mejía Quintana

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II La ciudadanía imposible. Pensar al sujeto cívico desde una pedagogía de la miradaFernando Bárcena y Gonzalo Jover

III Educación para la eticidad y la ciudadanía en tiempos de globalización. Una mirada desde MéxicoMaría Teresa Yurén

Presentación de los autores

Introducción

El presente libro forma parte de una obra que aborda la problemática de la ciudadanía en los países de la región. El primer volumen se ha centrado en los procesos de construcción sociohistórica generados desde la escuela. En este segundo volumen, la cuestión es analizada en el contexto actual y en su impacto sobre las distintas dimensiones de la vida social y personal.

El momento de crisis sociopolítica e institucional que estamos atravesando se ha vuelto especialmente complejo debido a sus múltiples connotaciones. La instalación hegemónica del modelo neoliberal, que parecía haberse articulado sin mayores fricciones con la democracia representativa, terminó generando un orden en el que hoy emergen una gran diversidad de conflictos y tensiones. Lejos de acercarse a los ideales de igualdad y libertad, gran parte de las democracias occidentales parecen haber tomado un rumbo que, en mayor o menor medida, consolida y profundiza las desigualdades sociales, condena a la marginación a grandes sectores, institucionaliza dispositivos de corrupción administrativa en diferentes niveles de la vida política, facilita el acceso al poder a grupos oligárquicos, hipoteca y malgasta los bienes del Estado y constriñe los espacios de participación y deliberación, excluyendo de las negociaciones y la construcción de acuerdos a amplios sectores de la sociedad, devalúa y deprecia el rol de la ciudadanía y la opinión pública. En otro terreno, la economía globalizada ha creado una cultura híbrida, superficial y mercantilizada que ha conducido a una acuciante pérdida de sentidos, al debilitamiento de las identidades individuales y colectivas, al resquebrajamiento de los sistemas tradicionales de integración social y a una agudización de la vulnerabilidad social.

Este escenario tan fuertemente crítico, del que da cuenta pormenorizadamente Óscar Mejía en el primer capítulo de este libro, nos desafía a pensar y construir alternativas que nos permitan avanzar más allá de la perplejidad y la indignación moral. Y todo indica que tales alternativas, si quieren producir una ruptura sensible con los procesos anteriores, sólo podrán provenir de las instancias públicas de realización y ejercicio de la soberanía popular.

Para Habermas (2002) la propia lógica de desarrollo del capitalismo avanzado ha abierto una nueva constelación de la política y la economía en la que el sistema tiende a autorregularse mediante la despolitización de los asuntos prácticos, la cientifización de la política y el ejercicio de un control técnico ampliado. La reducción del dominio político a administración racional es posible a costa de la democracia, ya que esta lógica rompe con la concepción de una esfera de opinión pública con funciones políticas. A los ciudadanos, en el mejor de los casos, sólo les toca legitimar al personal administrador y juzgar sobre la cualificación de los funcionarios, pero si las cualificaciones son comparables, en principio sería indiferente cuál de los grupos concurrentes de líderes llega al poder. Es decir, que "la administración tecnocrática de la sociedad industrial convierte en superflua a la formación democrática de la voluntad colectiva" (ibíd., p. 140).

En el capítulo "Cultura y valores democráticos en América Latina. Una reflexión desde la filosofía política", Óscar Mejía analiza cómo la generalización del papel neutro de la tecnocracia

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desplaza las decisiones y ejecuciones macro y micropolíticas a los organismos de planeación económica sin ser consultadas con las comunidades afectadas y legitimándose por consensos estadísticos, no democráticos.

Por otro lado, también destaca Mejía, el neoliberalismo ha querido identificar su espectro de cambios económicos y los ajustes superestructurales, político-jurídicos, requeridos para internacionalizar las economías latinoamericanas con un "nuevo" modelo de "democracia participativa" que no tiene otro propósito más que el de excluir amplios sectores sociales de la discusión pública sobre el macromodelo de crecimiento que está tratando de imponerse.

Además de esta utilización ideológica del modelo de democracia participativa, la lógica del ajuste del proyecto pseudomodernizador neoliberal está produciendo, señala Mejía, un desplazamiento de funciones estatales al capital nacional y transnacional y las instancias tecnoburocráticas del Estado, y generando un proceso de marginalización económica, social y política que profundiza los desequilibrios ya existentes.

Lo que está claro, pues, es que la racionalidad estratégica no puede resolver los problemas que ella misma ha creado, por lo que se hace ineludible incorporar nuevos paradigmas de interpretación de la relación política, social y económica que instalen a la ética como variable dependiente en la discusión y las decisiones centradas en el sujeto.

Aquí se plantea el desafío de construir una democracia participativa, deliberativa o consensual, como único modelo éticamente legitimable, que potencie el rol crítico y autónomo de la opinión pública y posibilite institucionalizar canales de diálogo entre el Estado y la sociedad civil desde los cuales puedan rescatarse y hacerse oír las reivindicaciones de los sectores más desfavorecidos.

Tal como lo postula Mejía, se requiere concebir y determinar un nuevo paradigma jurídico-político basado en un modelo normativo de democracia consensual-discursiva, que entienda a la ciudadanía como sujeto estructural de su proyecto modernizador, de la discusión pública sobre la problemática económica, política y sociocultural que la afecta y cuyo consenso sobre las macropolíticas públicas confiera la legitimación del orden jurídico-político existente.

Ahora bien, la convicción sobre la necesidad de una reconfiguración del marco sociopolítico se entrelaza con un supuesto fundamental que constituye otro punto nodal en este libro: la ciudadanía como categoría política, que opera inexorablemente a partir de una lógica de inclusión-exclusión, debe ser resignificada a partir de nuevas miradas y posicionamientos teóricos desde los cuales pueda pensarse al ciudadano en relación estrecha con su condición humana.

Para Mejía es imperativo recuperar el concepto, la dignidad y el respeto de la persona como fundamento de la democracia debido a que los mecanismos de participación ciudadana son inoperantes si el ciudadano como tal no se asume a sí mismo como persona moral, libre e igual, capaz de formar parte activa, como ser racional y autónomo, de las decisiones que lo afectan directamente a él, a su comunidad y al país en general.

Teresa Yurén, en otro capítulo de este libro, "Educación para la eticidad y la ciudadanía en tiempos de globalización. Una mirada desde México", concibe que la ciudadanía debe partir de un proyecto de dignificación. Y dignificar, como dirá seguidamente esta autora, significa contribuir al proceso de construcción de una eticidad y una moralidad que favorezcan la dignidad. Inspirándose en la obra de Agnes Heller sobre las necesidades radicales, Yurén ha podido formular un concepto no metafísico de dignidad, entendiéndola como el conjunto de las necesidades radicales que, a lo largo de la historia, se han mostrado como constitutivas de la riqueza humana: la libertad, la conciencia, la socialidad, la objetivación, y la pertenencia a la

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humanidad. En síntesis, la dignidad para Yurén es la necesidad de cada uno de ser una persona libre, social, consciente y creadora de cultura que busca ser reconocida como tal y, por ende, como miembro del género humano.

Por su parte, Bárcena y Jover, en el capítulo "La ciudadanía imposible. Pensar al sujeto cívico desde una pedagogía de la mirada", nos proponen replantearnos la cuestión de la ciudadanía a la luz de un impulso reflexivo distinto del habitual. No como lo hace el filósofo moderno, que mira las cosas siempre por encima del mundo y desde la posición privilegiada de un yo ensimismado y protegido ante lo otro, sino mirando el mundo desde adentro. Desde la lógica del primero se piensa al mundo desde el afuera de la existencia humana (contingente, finita y siempre plural en su expresión), mientras que pensar las cosas del mundo desde su adentro es colocarse en una posición que piensa lo que acontece de forma no defensiva, aun al advertir que los acontecimientos resquebrajan nuestras categorías y conceptos más firmes. En este sentido, para estos autores, no es posible concebir la ciudadanía y la civilidad al margen de las circunstancias que atraviesan millones de seres humanos cuyas vidas se viven cargadas de dolor, abandono y sufrimiento.

Bárcena y Jover nos plantean, además, la necesidad de recuperar el impulso cívico, como un elemento de consolidación de la vida democrática, en relación también a cuantos, por circunstancias políticas, económicas y sociales, parecen quedar no ya en los márgenes de la forma de vida de una plena ciudadanía, sino desinteresados, en el fondo, por asimilarse a unas prácticas cívicas comprometidas por una visión del mundo que desintegra más cosas que recompone.

Justamente porque la condición de ciudadano no es algo que se adquiere como un simple estatus jurídico, sino que se trata de una construcción de subjetividades que requiere ser revitalizada y reanimada día a día, es fundamental como lo ha señalado Dewey (1958) que la educación despierte en cada ciudadano la iniciativa, la disposición y la preocupación por los intereses de la colectividad. La democracia no es compatible con la pasividad, el fatalismo y el conformismo. Un estado de conciencia que en el caso de los excluidos, Freire (2002) ha llamado de "anestesia histórica".

Aunque tal estado de conciencia y tal condición de exclusión no se vincula solamente, como lo muestran los autores de esta obra, con los sectores más marginales de nuestras sociedades. Se puede considerar excluidos a quienes de alguna manera tienen asegurados sus derechos civiles y votan más o menos asiduamente. Desde una perspectiva ético-política la problemática es más compleja: se es excluido cuando el voto no es una herramienta que proporcione posibilidad de cambio o transformación, o cuando no garantiza a quien lo emite la oportunidad de incidir en la toma de decisiones sobre asuntos que le afectan directa o indirectamente. Ser excluido es no tomar parte en las deliberaciones y la formación de consensos basados en una concepción de justicia como equidad, ya sea por las coacciones y limitaciones propias del sistema o porque la propia persona se ha automarginado, como nos dicen Bárcena y Jover, ha desertado de las instancias de participación política.

En este sentido, para Apel (1991) aquel que se abandone al despotismo burocrático-totalitarista y se arraigue a una moral convencional no podría ser considerado como un sujeto moralmente autónomo. Basada en una teoría de la acción comunicativa, la ética del discurso revaloriza la competencia comunicativa del hombre, considerando que como tal, debe participar siempre en todas las deliberaciones de las normas que le incumben o le interesen. Sólo mediante la generalización -o institucionalización- de esta forma de vida democrática-participativa podrá alcanzarse la autoafirmación de la justicia como principio universal para la resolución de conflictos y a una conciliación de la autonomía personal con la voluntad. solidaria.

Uno de los desafíos ético-educativo más importantes de nuestro tiempo parecería ser, pues, además del desarrollo de condiciones adecuadas de deliberación racional que permita

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consensuar normas en un proceso discursivo moralmente válido, el movilizar la voluntad de participación. Y esto no sólo es una necesidad sentida en países con democracias incipientes como los de nuestra región, sino incluso en los más prósperos de Occidente donde el Estado Benefactor ha podido garantizar suficientemente los derechos y libertades básicas de sus miembros. En este caso, el retraimiento de sus ciudadanos de la escena pública, ha conducido a Cortina (1993) a llamarlos "clientes pasivos del Estado de Bienestar".

Los tres autores de esta obra centran su atención en el fenómeno de la apoliticidad. Bárcena y Jover han observado que los jóvenes valoran aquellas cuestiones y preocupaciones concretas que afectan a su vida cotidiana por encima de los ideales ético-políticos, cómo el presupuesto democrático de la partición queda en último lugar de la escala de valores que mide el índice de inalienabilidad de los derechos. El bajo grado de implicación política se observa en su participación en iniciativas sociales que no se relacionan con el compromiso político, ellos mismos no se identifican como ciudadanos activos. Para estos autores la pérdida de nuestra propia experiencia de sentirnos ciudadanos nos hace inmunes a la percepción de aquellos que son excluidos del ámbito del nosotros, nos quita la posibilidad de abrimos a la inquietud.

En el mismo sentido Yurén advierte sobre el desmantelamiento de los puentes entre la vida pública y la vida privada, y entre la moralidad y la socialidad, considerando que a esta situación contribuyen tres factores fundamentales: la pérdida de autonomía, la privatización de la eticidad y el resquebrajamiento del ágora. Como efecto de la globalización, para Yurén, se ha perdido la capacidad de subjetivarse y simultáneamente la capacidad de objetivarse mediante una praxis, la capacidad de formarse y conformar la cultura y la sociedad. Esta pérdida, de lo que llama la capacidad praxeoformativa, junto con la autonomía ilusoria, que en los hechos es la realización de la heteronomía bajo la apariencia de independencia, generan fuertes condicionantes al proceso de construcción de la eticidad. Los estudios que revelan la apatía de los jóvenes en relación con la política, ponen en evidencia, para Yurén, la pérdida del ágora. Esta autora concuerda con Bárcena y Jover en que estamos interpelados por la imposibilidad de la ciudadanía.

Frente a tal diagnóstico la educación, como Dewey lo pensó, será un recurso ineludible para convertir a cada ciudadano en un actor o agente de los procesos sociales y comunitarios en los que se ve involucrado, en un sujeto racionalmente motivado a intervenir en las deliberaciones públicas desterrando su rol de simple espectador pasivo y condescendiente de las actividades ciegas y dirigidas externamente por los demás.

Otro punto de convergencia en la propuesta de los autores que conforman esta obra, se vincula con el rol de la educación y los procesos que ésta debería promover. Para Yurén, no bastan experiencias educativas que estimulen el juicio crítico. El desarrollo de autonomía y de la capacidad praxeoformativa requiere una educación que involucre a los jóvenes en la construcción de pautas de valor y de un modelo de vida buena y de sociedad deseable. Asimismo, concibe que la procuración de una eticidad dignificante debe apelar al desarrollo de lo que Habermas (1999, p. 72) llama "una sensibilidad hermeneútica que nos conduzca a incluir al otro sin intentar nivelarlo ni confiscar su alteridad". Para Yurén la intencionalidad de la vida buena comunitaria implica la referencia al otro que, siguiendo a Lévinas, nos interpela en su sufrimiento. Y la respuesta a esa interpelación no puede ser sino la reivindicación del derecho a una vida con dignidad. Dice Yurén que tal derecho de las víctimas de la globalización, convertido en res-pública es lo único que puede conducir a la paz universal a la que aspiraba Kant.

Concurrentemente, Bárcena y Jover plantean una pedagogía de la mirada centrada en la hermenéutica narrativa. Educar en la mirada para estos autores es ver la humanidad del otro más allá de la forma y el aspecto con el que se nos presenta. Significa cruzar la frontera para poder ver el mundo desde el lugar de quien padece y sufre la injusticia. Educar la mirada requiere la descentración del yo, requiere fragilizar el yo a partir de la experiencia de la

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fragilidad del otro. Todo esto, dirán Bárcena y Jover, sin perder el plano de la asimetría bajo la cual se define la relación entre ambos capaz de despertar la repugnancia ante lo intolerable: el sufrimiento del otro.

Educar una ciudadanía sensible al sufrimiento del otro, participante y políticamente empoderada requiere postular como principio regulativo la idea del interlocutor válido que Cortina comparte con Apel, esto es "[...] mínima concepción de hombre [...] facultado para decidir sobre la corrección de las normas que le afectan, movido por intereses cuya satisfacción da sentido a la existencia de normas, capacitado para tomar decisiones desde la perspectiva de intereses generalizables" (Cortina, A., p. 143).

Otra exigencia complementaria es la recuperación de lo público como espacio fundante de la cultura de la civilidad, la convivencia y la democracia; como sala de ensayo y recreación de las competencias ético-ciudadanas que acabamos de mencionar. Para Habermas es en este espacio donde se genera el poder comunicativo, el de los ciudadanos y de la sociedad civil. Este poder se ejerce en la conformación de "una vasta red de sensores que reaccionan a la presión de problemas y situaciones problemáticas que afectan a la sociedad global, y estimulan opiniones influyentes" (Habermas, 1998, p. 376) controlando el ejercicio del poder político administrativo y programándolo en alguna medida.

Como vemos, los diferentes autores del libro nos instan a participar en una discusión acerca de los procesos de construcción de las subjetividades moral, social y política en un mundo globalizado, complejo y conflictivo; y sobre los desafíos que, en este contexto, se plantean para la posibilidad de un proyecto democrático, los que podríamos resumir en una sencilla fórmula: más democracia, más educación, mayores experiencias de participación ciudadana.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

APEL, K. O. (1991): Teoría de la verdad y ética del discurso, Barcelona, Paidós/ICE-UAB.CORTINA, A. (1995): La ética de la sociedad civil, Madrid, Anaya. - (1993): Ética aplicada y democracia radical, Madrid, Tecnos.DEWEY, J. (1958): Democracia y educación, Buenos Aires, Losada.FREIRE, P. (2002): Educación y cambio, 5.ª ed., Buenos Aires, Galerna.HABERMAS, J. (2002): Ciencia y técnica como "ideología", Madrid, Tecnos.- (1998): Facticidad y validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso, Valladolid, Trotta.