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Hechizos y conjuros entre los gitanos y los no-gitanos M.» HELENA SANe HEZ ORTEGA Historiadora 1. Introducción: Los gitanos como gente mágica Los gitanos han sido objeto entre especialistas y profanos de mul- titud de tópicos. Entre todos ellos, sin duda, el más divulgado lo constituye el de su habilidad para las artes mágicas, especialmente adivinatorias. Según Julio Caro Baroja, los pueblos que se son mu- tuamente hostiles recurren con frecuencia a la acusación de bruje- ría ~, pero en el caso de los gitanos, más que ante una acusación nos encontramos con un auténtico negocio y un medio de vida que ha sido utilizado por ellos para sobrevivir a lo largo de siglos y casi siempre con las mismas características. El canónigo de París que recoge la noticia de su llegada a esta ciudad en 1427 da cuenta de cómo las mujeres gitanas se valían de esta supuesta habilidad para conseguir algún dinero. - - y con otros fines: «A pesar de su pobreza había entre ellos brujas que adivinaban examinando las líneas de la palma de las manos, lo que a uno le había ocurrido o había de pasarte. Con sus afirmaciones trajeron dificultades a varios matrimonios, pues le decían al marido: Tu mujer te ha coronado, o a la mujer: Tu marido te es infiel. Lo peor era que mientras hablaban a los curiosos, ya por arte de magia o por otro procedimiento, ya sea por obra del enemigo que está en el infierno o por hábiles manejos, les vaciaban de dinero la bolsa para engrosar la propia, según se decía» 2. Los cronistas que señalan la aparición del grupo gitano en los distintos países suelen coincidir en la descripción anterior, lo que Julio Caro Baroja, Vidas Mágicas e Inquisición, Madrid, Taurus, 1967, dos volúmenes. 2 Journal d’un bourgeois de Paris, citado por 3. Bloch, Buenos Aires, Fu- deba, 1962, 143 págs. Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, vol. 5. Ed. Univ. Compl. Madrid, 1984

Hechizos y conjuros entre los gitanos y los no-gitanos

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Page 1: Hechizos y conjuros entre los gitanos y los no-gitanos

Hechizos y conjuros entre los gitanosy los no-gitanos

M.» HELENA SANeHEZ ORTEGAHistoriadora

1. Introducción: Los gitanos como gentemágica

Los gitanoshan sido objeto entre especialistasy profanosde mul-titud de tópicos. Entre todos ellos, sin duda, el más divulgado loconstituye el de su habilidad para las artes mágicas, especialmenteadivinatorias. Según Julio Caro Baroja, los pueblos que se son mu-tuamente hostiles recurren con frecuenciaa la acusaciónde bruje-ría ~, pero en el caso de los gitanos,másque ante unaacusaciónnosencontramoscon un auténtico negocio y un medio de vida que hasido utilizado por ellos para sobrevivir a lo largo de siglos y casisiempre con las mismas características.El canónigo de París querecoge la noticia de su llegada a esta ciudad en 1427 da cuenta decómo las mujeresgitanas se valían de esta supuestahabilidad paraconseguiralgún dinero.- - y con otros fines:

«A pesar de su pobrezahabíaentre ellos brujas que adivinabanexaminandolas líneasde la palma de las manos,lo que a uno le habíaocurrido o habíadepasarte.Con sus afirmaciones trajeron dificultades a varios matrimonios,puesle decíanal marido: Tu mujer te ha coronado,o a la mujer: Tu marido te esinfiel. Lo peor era que mientrashablabana los curiosos,ya por arte de magiao por otro procedimiento,ya seapor obra del enemigoque estáen el infiernoo por hábilesmanejos, les vaciabande dinero la bolsapara engrosarla propia,segúnse decía»2.

Los cronistas que señalanla aparición del grupo gitano en losdistintos paísessuelen coincidir en la descripciónanterior, lo que

Julio Caro Baroja, Vidas Mágicas e Inquisición, Madrid, Taurus, 1967, dosvolúmenes.

2 Journal d’un bourgeois de Paris, citado por 3. Bloch, Buenos Aires, Fu-deba, 1962, 143 págs.

Cuadernosde Historia Modernay Contemporánea,vol. 5. Ed. Univ. Compl. Madrid, 1984

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M.a Helena SánchezOrtega

demuestraque no se trata de una conductaaislada o malinterpre-tada por el conónigode París.A propósito de su llegadaa Italia en-contramosel cuadrosiguiente:

«Muchagente fue muy respetuosamenteal encuentrode la mujer del duquepara hacersedecir la buenaventurapor ella, y así efectivamentepasaronmu-chas cosas: algunos se enteraronde su futura suerte;pero en todo caso,nin-guno regresó sin que le hubieran robado su bolsa o tal o cual prendade suvestuario.Las mujeres de estepueblo recorrían la ciudad de seis a ocho de latarde, exhibían sus talentosen las casasde los burguesesy se apoderabandecuantoquedabaal alcancede sus manos.Otras, entrabanen las tiendas simu-lando querer comprar, pero en realidad era exclusivamentepara robar»>.

Como es evidente,las descripcionescoincidenen los aspectosesen-ciales,y más adelanteveremosque se trata de característicasque serepiten con monotóna insistencia desdeel siglo xv al xix. Las razonesno es precisobuscarlasa través de complicadasinterpretaciones.Es-tamos simplemente ante una acuciantenecesidadde sobrevivir quelleva a la «especialización»de cadasexo, e incluso grupo de edad,enel seno de la minoría gitana. Mientras los más fuertes, los hombres,se enfrentana la sociedadsegún sus posibilidades —en las que novamos a entrar ahora~—, los débiles, mujeres, ancianos e inclusoniños, explotan su carácter«exótico» para conseguirgananciasqueno exigen un gran riesgo. Es la vieja relación entre charlataneríayprestidigitación. Como resulta evidente, es absolutamenteimposibleque el prestidigitador lleve a cabo sus «trucos» sin distraerla aten-ción de los espectadores.La necesidad,por parte de ellos, de sobre-vivir, y ciertascaracterísticasfísicas a las que nos referiremosa con-tinuación, hacíaninevitable el resultado:mujer gitana igual a brujao adivina. El propio canónigo de París nos da cuenta ya de la pro-funda impresión que le causó la presenciadel grupo y su aspectoinsólito:

«Casi todos tenían las orejas perforadas,y llevaban en cada una de ellasdos aros de plata, decían que en su país era signo de nobleza. Los hombreseran muy negros, de cabelloscrespos,las mujeres,las más feas y oscurasquepuedanverse.Todas teníanel rostro surcadode arrugas,cabellosnegroscomola cola de un caballo, y vestían una vieja manta muy ordinaria, prendidaal

Muratori, Cronica di Bologna, 1749, citado por it. P. Clebert. Los gitanos,Barcelona,Editora Aymá, 1965, 265 págs.

Sobre los oficios de los gitanos «asimilados»puede verse el apéndice demi libro Los gitanos españoles.El Periodo Borbónico, prólogo de Julio CaroBaroja, Madrid, Castellote, 1977. Acerca de sus prácticasal margen de la ley,también pueden encontrarsedatos en este libro. No obstante, sobre ambascuestionesesperopoder dar pronto a la luz mi trabajo sobre la minoría entrelos siglos xv-xjx con el título de: Los gitanos españoles.Evolución y contextohistórico de una minoría en la que espero haber conseguidoun análisis sufi-cientementematizado acerca de estos problemas.

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hombro con un lazo de paño o de cuerda,y bajo esaprenda,como todo ador-no, un pobre corpiño o una camisa.Eran, en suma, las criaturas más misera-bies que jamás se haya visto en Francia»».

La llegadade la minoría a Españano tiene característicastan ne-gativas.Las primeras descripcionesnos lo presentancomo un grupociertamenteexótico, pero lo que más llama la atención de los espa-ñoles del siglo xv es la habilidadparael cantoy el baile de los gitanosy gitanas. La situación, sin embargo,se modificará totalmentemuypronto y la actitud anti-gitanaserá la más extendida,especialmenteduranteel siglo xvii. Comoha señaladocon todaexactitudJulio CaroBaroja, la visión que de ellos tenían los hombresde los siglos xvi yxvii se corresponde,aproximadamente,con la siguientedivisión encuanto a las actividades: «los hombresson: 1) ladrones, cuatrerosy tratantesen bestias; 2) fabricantesde útiles de hierro; 3) prestidi-gitadoresy volatineros. Las mujeresson hechicerasy echadorasdela buenaventurao bailarinasy recitadoras,segúnla edad, la belleza

6y el genio» -

Esta es la impresión de los hombresdel Siglo de Oro, según lostestimonios recogidos por Caro Baroja a través de la Literatura dela época, es decir, el cliché no sólo de los hombres de letras, sinotambién del ciudadanode a pie, que coincide, sin embargo,con lasdescripcionesde la minoría que acabamosde recogera su llegadaaFrancia o Italia. Se trata de un tópico, evidentemente—de un tópico,por otra parte acuñadocon bastanterapidez— pero como todo este-reotipo contiene una parte de verdad y otra de abultamiento de larealidad a la que nos aproximaremosa continuaciónsiguiendo losprocesosinquisitoriales. De este modo nos resultaráposible comple-tar la imagenliteraria con la de los testimoniosde las propias gitanasencarceladaspor el tribunal.

En efecto, si tenemosen cuenta los datos que nos proporcionanlos archivos inquisitoriales, los gitanos no fueron la presa favoritadel tribunal. Segúnel viajero inglés del siglo xix G. Borrow, la razónde este desinterésse la dio el antiguo inquisidor de Córdoba,al queconoció, quien aseguróal puritano caballero que todo era debido aque sólo se tratabade «gente vil y despreciable».Esta apabullantefrase, que puede resultarmuy convincentepara los amantesde lademagogiay de las explicacionesde bulto, no resiste,sin embargo,el menor análisis histórico. Aunque, tal y como le aseguróel inqui-sidor a Borrow, los gitanos sólo cayeronesporádicamenteen las re-des del Santo Oficio, la situación mereceun examencuidadosoque

~ Op. cit.o Julio Caro Baroja, Los gitanos en cliché (contenido en el libro Temas

castizos,Madrid, Istmo, 1980. 230 págs.).

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estamosen situación de proporcionar despuésde una pacienteinves-tigación de archivo. Tal y como puede apreciarseen el Apéndice, apesarde que las primeras noticias de la minoría en nuestrapenínsulapertenecenal siglo xv, durante el siglo xvi y xvii —periodo de má-xima actividad del tribunal de] SantoOficio—, los gitanosquefueronprocesadospor esta jurisdicción son escasísimos,lo que no debedejar de sorprendernos,en principio, si tenemosen cuenta que laopinión generalizaday expresadapor los arbitristas,hombresde letraso de Iglesia, los gitanos«no eran cristianosmás que de nombre’>. Larazón,sin embargo,es tan evidentequesólo el desconocimientohisto-riográfico de la minoría puedeexplicar que esta actitud de la Inqui-sición haya sido contempladacomo una incógnita. Desde mi puntode vista, es evidenteque el «desinterés»del SantoOficio es debidoarazones que están íntimamente relacionadascon la propia voluciónhistórica de grupo. Es decir:

a) En primer lugar, el grado de asentamientode los gitanosdu-rante el siglo xvi y xvii es escaso.En su mayoría, estamostodavíaanteuna población nómada, que no tiene demasiadoscontactosconlos cristianosviejos. Si tenemosen cuentaqueparaqueunadenunciaprosperaseeran precisos,al menos,dos testigos,y desdeluego, poderatraparal supuestoculpable, no debe llamarnos la atenciónsi sólounos cuantos gitanos llegaron a ser procesadosduranteeste período.Más tarde, durante el siglo xviii, el número será mucho más signifi-cativo, aunqueno espectacular,y el examende los procesosde estaépocanos demuestraque el grupo se encuentraya mucho más pró-ximo al restode la poblaciónquedurantelos siglosanteriores.Un casomuy significativo a esterespectoes el de Beatriz Montoya,procesadaen tresocasionespor prácticassupersticiosasen el tribunal de Valen-cia. A pesarde la penade destierroque le fue impuesta,y de la gra-vedad que revestíael hecho de quebrantarlo,la gitana insiste unayotra vez en volver al pueblo dondehabíafijado su residenciak

b) En segundainstancia,es preciso tener en cuenta las caracte-rísticas de los delitos cometidos por los gitanos desdeel punto devista religioso. Como podemosapreciar también en el Apéndice, elnúmeromás importantecorrespondeamujeresprocesadaspor prác-ticas de tipo supersticioso:buscar tesoros,decir la buenaventura,yotras actividades similares de las que hablaremosa continuación.Luego encontramosun número relativamenteimportantetambién de

Beatriz Montoya fue procesadaen 1711 en compañíade su tía y maestra,la no menos sorprendenteMaría Montoya, alias «la tía Montoya». Más tardefue capturadaen 1718 y 1736. Se le impusieronpenasde cárcel y destierro,unode los cualespasó en Sigilenza en compañíade su marido CayetanoBusta-mante, pero siempre lo quebrantépara volver a su residenciade Valencia.

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blasfemosy blasfemas—enestecaso,no puededecirsequeexistaunamayor inclinación a estedelito entre los hombresque entre las muje-res, aunquesí pareceapreciarseuna tendencialigeramentesuperiorentre los hombres> al revés que en el caso anterior— y un númerocasi insignificante de gitanos procesadospor proposicionesheréticaso bigamia. Es decir, lo que podríamosdenominarlos «delitos meno-res», que empiezana interesar realmenteal tribunal a partir delsiglo xvii, y unavez eliminadaslas minoríasdisidentesrealmenteim-portantes:judíos, moriscosy luteranos.

Los gitanos,por tanto,no pasarondesapercibidosa los ojos de losinquisidores, pero las característicasdel grupo y de los delitos en queincurrieron hacencompletamentecomprensibleque sólo en rarasoca-sionesllegarana ser procesados.Hay que tener en cuenta,por otraparte,que tampocose tratabade unaminoría étnica realmenteimpor-tante desdeel punto de vista numérico,ya que aunquecarecemosdedatos exactos,es muy probableque no superaranunos cuantosmilla-res de almas durantelos siglos xvi y xvii, puestoquesegúnel censode 1783 —cuya credibilidad es muy cuestionable,por razonesen lasque no podemosentrar ahora—no superabanlos 10.000~

Si tenemosen cuenta,por consiguiente>las cifras del Apéndice>podríamos- llegar a las siguientesconclusionesacercade la situaciónde los gitanosanteel Tribunal del SantoOficio:

1. La apabullantemayoría de los procesadosson mujeres.2. En la mayor parte de los casos,estasreosson acusadasde prác-

ticas supersticiosas.3. El repertorio de los delitos cometidospor los gitanosse reducea

los de hechicería,blasfemia,proposicionesheréticasy bigamia.4. No existe ninguna figura procesal—al contrario que con las res-

tantesminoríaspeninsulares—quedistingaa los gitanosdel restode la población de cristianosviejos.

Los gitanos,por tanto, sólo llamaron la atencióndel Santo Oficioen la misma medidaque el resto de los habitantesdel’ país que nopertenecíana unaminoría racial o religiosa,y puestoque los delitosen que incurrían sólo pasarona interesarrealmenteal tribunal a par-tir de la segundamitad del siglo xvii, unavez eliminadoslos disiden-tes de primera fila, los gitanosempiezana haceresporádicasapari-ciones a partir de estasfechas,y con el mismo tipo de penasque lasestablecidasen el casode hechicería,blasfemia,proposicioneso biga-mia para los cristianosviejos.

e A esterespectopuede verseel censo de 1783 en mi libro antes citado.

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II. El problema de la caza de brujas en España

Como ya he señaladoanteriormente,el delito en que incurrieronmayoritariamente los gitanos, tanto hombres como mujeres, fue elde prácticassupersticiosas,lo que nos conducea enfrentarnoscon elinteresanteproblemade la actitud del SantoOificio frente a estetipode infracción religiosa.En pleno siglo xvii, mientras la cazade brujasarrecia en Europay producenumerosasvíctimas, la actitud de la In-quisición españolaes relativamentebenévola, y salvo raras excepcio-nes no encontramosningún reo que fuera condenadoa otra penaquela de azotesy destierroopenitenciasespirituales,segúnlos casos.Enrealidad, sólo en contadasocasionesapareceel término «bruja» enlas Relacionesde Causas,ya quelos inquisidoresutilizan generalmenteel de «hechicera»,«embaucadora’>o «prácticas supersticiosas»con osin «pacto”, ‘<explícito’> o «implícito”. Ch. Lea en su importante, ytodavía no superado manual sobre la institución, había señaladoyala importancia de la cuestión al separarambos problemas>Hechice-ría y Brujería, y dedicarlemás espacioal primero queal segundo~. Leaconsidera al segundo como un derivado del primero, y Julio CaroBaroja señalatambién en su clásico sobre el tema «Las brujas y sumundo>’, la diferencia entre«la hechiceracelestinesca>’que se encon-trabaen el Sury en el Centro,mientrasen los valles pirenáicoscomen-zaban a aparecerbrujas del mismo corte quelas de las zonasal nortede la cordillera. En efecto, los brotes de brujería según el modeloeuropeoson escasasen España~ y despuésde la actuaciónde Salazary Frías en el caso de Zugarramurdi, la cautela del tribunal ante estetipo de situacionesse convierte en la regla. Al menos en España,lasmujeresque fueron procesadaspor la Inquisición por haber llevadoa cabo prácticas mágicasno correránel riesgo de perder la vida, loque no quieredecir, sin embargo,que las penasa las queseráncon-denadaspor prácticas realmente ingenuas en muchos casos, segúnveremos,o por la suspicaciade sus vecinos, sean completamentebe-névolas.

En cualquiercaso, resulta sumamenteinteresanteseñalarque Es-paña fuera uno de los pocospaíseseuropeosen los que el problemano revistiera tintas excesivamentesombrías.Estamos,por tanto, anteun problemaque mereceun análisis detalladoen el que no podemos

Ch. Lea, A History of the Inquisition of Spain,=4ewYork, reimpresión,AmsPress, 1966, 4 vols. (1.a edición, 1906-1908). Sorfry and occult arts, cap. VIII.Wichtcraft, cap. ix.

10 Julio Caro Baroja,Las Brujas y su mundo, 1! Edición Alianza Editorial,1966. Caro centrasu trabajoen el brote Vasco de Zugarramurdien 1610, el másconocido, pero también hubo mujeres procesadaspor este delito en tierrasde Toledo, Cuenca, Granaday otras zonas,aunqueconstituyen,en general casosaisladosy no una crisis amplia como la de 1610.

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entrar aquípor falta de espacio~, pero sobreel queconvienepuntua-lizar algunos aspectosfundamentalesantes de entrar en el estudiode las prácticas y ritos de estasmujeres.En realidad, y aunqueelperfil de la bruja y el de lahechiceraestánclaramentediferenciadosi2,

basta con leeratentamenteun número suficiente de procesosinquisi-tonalespor el delito de prácticassupersticiosaspara comprenderquesi el Tribunal hubieraaceptadoal pie de la letra muchasde las decla-raciones efectuadaspor estasacusadas,la situación hubierapodidoadquirir tambiénaquí el mismo caráctersombrío que en el resto deEuropa.La actitud de los miembrosdel tribunal impidió, afortunada-mente, que se llegara a esta trágica situación. Incluso mucho antesdel sucesovasco de 1610, los inquisidoresespañolesdabanya mues-tras de un interéspor las cuestionesde carácterprocesalpoco comu-nesen el siglo xvi, segúnse ponede relieve en las instruccionesquela Supremaenvía al tribunal de Granadaen 1594:

«Rvdos. Señores: En este Tribunal se a visto el processoque la justiciaseglar a hecho contra las mugeres que éstán inculpadasde brujas de la villade Adra e ha pensadoque hace recevido mucho agravio ansi con las capturascomo en los tormentos que a algunasdolías se an dado,por no aber para ellosuficienteni yndicios bastantesabiendoestadotodasjuntas en una carcelcomomas largo que tendreis señorespor un memorial que con la presentese osenvia en ansi por esto como por ser la materiade la qualidad que es que muyraras veces se averigue ni procure en el tiempo contra ninguna personaseparescidoal ReverrendoSeñor Inquisidor General que luego que esta recibie-redes sin otro examenni averiguacion soltareis señorasde las cárcelesquelibrementesebayan a sus casasa Teresa Rodriguez, muger del Sr. Juán deMolina, e a Isabel de Vergara, muger de Juán de Serpose a CatalinaRamirez,muger de Bolaño, e a Man Diaz, muger dc Diego Miranda, a lasqualesparesceque están presas injustamentee negativas de los delitos de que están testifi-cadasy a todas las demás confitentes,porque de la justificación del procesose edige que les han hecho confesar de si o de otros con fuerza e opresiónconviene que luego sin dar lugar a ninguna dilación las examineis estandoapartadasen diversos aposentoslas unas de las otras e las deis como en eseSanto Oficio no se pretendesino sabere que puedanlibremente revocaro en-mendarlas cosasque hubieren dicho de si e de otras personasaconsejándolascon buenaspalabrasque miren por si e por sus condenase no digan ante vosotra cosaque no sea verdad porqueesso les podríaser mas dañosoe si hechoslos dichos examenesellas enmendareny revocaren sus primeras confesiones,también las soltareis libremente para que ir a sus casaspues ha sido hartaocasiónde sus culpas la injusticia que se les ha hecho e ay hechostodos losdichos examenescon ellas e haviendolesquitado el miedo y temor que deventener de revocar sus confesionesno quisieren hacerlo sino persistir todavia

11 En el estudio que estoy preparandoen estos momentospodrá verse unaampliación de esteapartado,al que dedicoun capítulo particular.

12 El lector puederemitirse a este respectoa la descripción que hago sobreambos caracteresen mi ponencia a las PrimerasJornadaspara el Estudio dela Mujer. U.A. M., 1981, publicadascon el título de <‘Nuevas perspectivassobrela mujer».

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que es verdad y passaansi lo que tienen confesado deveysseñoreshazerlessus preguntase repreguntase aberiguacionescerca de lo que dixieren paraalcanzarla verdad y hecho todo lo susodicho enviad sus procesosa este Tri-bunal con vuestro parescerde lo que en sus causasos parescierese devehazerpara que todavia seais afisados de lo que en estas causasse deve hazer yexecutar os instamos señoresmucho la brevedad porque harto hasta agoraparesQeque padecen injustamentey es justo que por parte del Santo Oficiotiene noticia de semejantesrespuestasseanpor medios jurídicos mediados...Granada,28 Diciembre 1554»‘~.

Segúnpuede observarsecon toda clasidad,es el temido tribunalde la Inquisición el queviene a rescatardel brazo seculari4 a las mu-jeres granadinasacusadasde brujería, demostrando,por otra parte,una actitud realmentesorprendentecon respectoal tratamiento quedebenser objeto. El énfasisque hace la Supremaen el aspectopericialdel caso no deja lugar a dudas, y no constituyeen modo alguno uncasoaislado.Como ya señaló Y. Caro Baroja, en el Tribunal convivíandos tendencias,la de los teólogos,de actitud más rígida, partidariosde hacer énfasis, en el aspectoherético de la cuestión —lo que hu-biera conducido al Santo Oficio españolpor los mismos vericuetosde los tribunaleseuropeosqueprotagonizaronlas cazasde brujas enSuiza, Franciay otros lugares—,y la de los hombresen los que pre-dominaba la formación jurídica y una preocupaciónracionalista devanguardiapara su tiempo que les llevaba a poner el acentosobre laforma de obtenerlas declaraciones,el temor de las supuestasvíctimasen el momentode llevarlas a cabo, etc., tal y como lo acabamosdever en las instruccionescitadas. La batalla decisiva se libró en 1610,en el momento de la actuación de Salazary Frías, pero Salazarnoes una especiede iluminado, descendidodel cielo en medio de uncampode barbarie.Es el hombreoportunoen el momentoadecuado,es decir, el eslabóndefinitivo de esta cadenade acontecimientos,quelogró inclinar de manera inequívocala conductaa seguir por partedel SantoOficio anteeste tipo de acusaciones.Antes y despuésde laactuaciónde Salazarresultaevidente, si analizamoslos manualesdelos inquisidoresespañoles15 que el Santo Oficio distinguía con todaclaridad entreel delito de «Hechicería’>y el de «Brujería», tal y comoya lo establecióLea, pero es posible, desdemi punto de vista, quesi la «corrienteteológica»hubieraterminado triunfando sobrela «jurí-dica», la historia del tribunal hubierasido muy distinta respectoal

‘> Archivo Histórico Nacional, Inquisición, libro 574, fol. 355 r y y. Deboeste interesantedato a la amabilidad de mi buen amigo Agostino Borromeo.

‘~ La jurisdicción secular entendía en que este de delitos desde la EdadMedia. Puedenconsultarselos capítulos dedicadosa la Hechiceríay Brujeríade Lea.

‘> El estudio de it. Caro Baroja sobre la actuación de Salazar ha sido am-pliado por O. I-lcnningsenen su libro The Witche’sAdvocate,Nevada, TorontoPress, 1980, de próxima aparición en españolen Alianza Editorial.

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problemaque estamosanalizando,de la que fue, lo que sin dudaalguna,hubieraterminadopor afectartambiéna las gitanasque prac-ticaron las artesmágicas y que siempre gozaron de una fama tanextendidade expertasen estascuestiones.

La cazade brujas no llegó a echarraíces,segúntodo lo anterior,en nuestropaís, pero esto no quiere decir que el tribunal descuidaraa los hombresy mujeresque se sintieron atraídospor las prácticassupersticiosas,y a quienesvemos comparecercon enormefrecuenciaanteel SantoOficio a lo largo de todoel siglo xvii y xviii. Susactitu-desy rituales, entrelas que se encuentranlas de los gitanos,son unaimportante fuente de conocimientospara el estudiosode las Menta-lidades y parael antropólogo,tanto si se trata de alguien interesadopor la minoría gitana, como es mi caso, como para el que se sientaatraído por este problema en general. La actitud de las hechicerasgitanas en Españaresultaría, sin embargo, totalmente incomprensi-ide para el estudiosode esta minoría si no dispusiéramosen primerlugar de un análisis, aunquesomero, de la actuaciónde las mujeresque tambiénse dedicarona estascuestionesentrelos cristianosviejos,con el fin de entenderel grado de originalidad de los rituales gitanos,y si la que 3. CaroBaroja llamó en sus «Vidas mágicase Inquisición’>,la «tribu mágica»poseíaen la realidad conocimientostan extraordi-narios como el vulgo del Siglo de Oro les suponía,es precisorecurriral método comparativopara averiguarsi estamos,una vez más, anteuno de los abultadostópicos que han acompañadoal pueblo gitanocontribuyendoa forjar una leyenda,a vecesnegra, a veces romántica—baste recordar a este respectola pintura de M. Falla en el «AmorBrujo»— en el sentidoamplio del término.

III. La hechiceríade los cristianos viejos en España

A pesarde la muchedumbrede trabajos publicadossobreel pro-Mema de la brujería en Españay el extranjero~ y del interés susci-tadopor los procesosinquisitoriales, el estudiosistemáticodel reper-tono de las hechicerasespañolasestá todavía por hacer desde mipunto de vista. Cirac Estopañan‘~ publicó en 1942 un trabajo bien

16 Además de los libros antes citados de Julio Caro Baroja y G. Henningsen,existen algunos trabajos cortos, como los de Angel Gari y Dimas Pérez. Labibliografía a este respectoen el extranjero resulta prácticamenteinagotable,pero desde mi punto de vista suele ser reiterativa y demasiadodescriptiva.Uno de los trabajos más importantes y enriquecedoreslo constituye el delhistoriador Y. Russell. Witchcraft in Midóle Ages, New York, Cornelí Iilniv.Press, 1972, 377 págs., y A I-Iistory of Witclzcraft. Sorcerers, Ileretics aná Pa-gans, London, mames and Hudson, 192 págs.La riqueza conceptualdel primerodesbordaampliamenteel marco cronológico de la Edad Media.

“ Cirac Estopañan,S., Los proce=osde hechiceríaen Castilla la Nueva. Tri-bunales de Cuenca y Toledo, Madrid, 1942.

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documentadoen el querecogióla mayor partede los conjuros,filtrosy hechizosutilizados por las mujeres procesadaspor estedelito antelos tribunalesde Toledo y Cuenca.A partir de estelibro, los historia-doresy antropológoshanconsideradoagotadoel temaen cierto modoy han tratado de estudiar otros aspectosdel problema. Sin embargo,

y a mi parecer,el erudito trabajo de Cirac debe ser revisadodesdela perspectivade los conocimientosactuales,procurandoen estecasoaportar a la cuestión las nuevasperspectivasdel antropólogoy delhistoraidor de la cultura.

Sin pretender,por tanto, entrar ahoraen un estudio,que requierepor sí mismo atención particular, resultaráinevitable llevar a caboun someroanálisis de los conocimientosy técnicasutilizados por lashechicerasno-gitanas,ya que sin él nos resultaríaimposible pronun-ciarnos acerca de la originalidad o ausenciade ella del repertoriomágico de las mujeresde nuestraminoría procesadaspor la Inquisi-ción a causadel mismo delito. Con este propósitoutilizaremosa con-tinuación los rituales recogidospor Cirac, en un trabajo que puedeconsiderarse,en realidad, como más próximo al catálogo que a unauténtico análisis histórico-antropológico.

Aunque no tuve la ocasión de conocer al erudito archivero deCuenca—quien indudablementepasó muchashoras revisando,cata-logando y leyendo procesos,tanto del tribunal de Toledo como deCuenca—,quiero pedirle perdón desdeaquí por el delito de «entrara saco» en su libro, tratando ademásde corregirle la página. Si elcorazóndel historiador es susceptiblede sufrir en el otro mundo, laindignación, bilis y «odios africanos» que este tipo de cosas sueleprovocarentrelos queestamosvivos, esperoque lo perdoneen honora las muchashoras quea quien estoescribe le robaron los archivos,privándometambién del aire, el sol y el doice ¡ar niente.

El estudioque llevó a caboCirac, aunqueconsistecasi exclusiva-mente en una colecciónde casos,muy abundantes,desdeluego, reco-gidos y clasificados de acuerdo con los artículos que examinaremosa continuación,puedeservirnos como eje para el estudio que trata-remosde llevar a caboa través de estaspáginas.

Nuestro propósito principal será tratar de averiguar cuáles eran,comparativamente,las prácticasde las hechicerasgitanasen relacióncon las mujeresquese dedicaronal mismo oficio en las áreasde Cas-tilla la Nueva y otras regionesespañolas,en las que también hemospodido consultarprocesosllevadosa cabo contragitanasque practi-caban el mismo delito. Por esta razón comenzaremoshaciendo unresumendel libro de Cirac con el fin de conocer> aunquesea demanerasuperficial,y sin entrar en ningún tipo de análisis,el caudalde conocimientosde las hechicerasque actuaronen Toledo y Cuenca.De esta forma podremosprocederdespuésa un estudiomás deta-

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llado de los conocimientosde las que actuabanen el áreavalenciana,gracias al muestreoque nos ha sido posible realizar a través de unauto de fe de 1655 compuestocasi exclusivamentepor hechiceros,yestablecerlas posibles similitudes o diferencias. Una vez realizadaesta aproximaciónpodremospronunciarnosacercade las caracterís-ticas y originalidad de los rituales de las gitanas dedicadasa la adivi-nción y otras artesmágicas.

La clasificación de los conocimientos supersticiososde Castilla laNueva que Cirac llevó a caboen sulibro antescitado serefiere exclu-sivamente a las característicasexternas de los conjuros, maleficios>etcétera, recogidosy minuciosamentecopiadospor él a través de losprocesosconservadosde los tribunales de Toledo y Cuenca.La men-ción de los capítulosque dedicaen su libro a los conocimientosdelo quepodríamosdenominar«folklore mágico»puedeservir paradaruna idea al lector de cuálesson los grandesapartadosen que Ciracdividió las prácticassupersticiosasconocidasen Castilla la Nueva.Losartículosque se correspondenconestefolklore mágicosonlos siguien-tes:

Artículo II. Laboratorio de hechiceras.Instrumentosy objetos.Cirac recoge aquí varios ejemplosde los instrumentos,objetos y

materialesmanejadospor las hechicerasprocesadaspor el SantoOfi-cío. Los materialesson muy diversos,pero siemprese refierena obje-tos que guardancierta similitud entresí, talescomo tierra de muertos,sapos,dientesy sogasde ahorcados,hierbasde todo tipo, pero espe-cialmente las olorosas.Bastarácon repetir la enumeraciónque Cirachace de uno de estos laboratorios para comprendercuáles eran losmateriales más comunes18:

«El primer laboratorio interesantese descubrióen Madrid el año 1622 alregistrar la casa de JosefaCarranza.En un puchero tenía resmay trementinapara las caderasde las mujeres; en otros, un poco de algo que parecíapez,figurillas de piernas, brazos,cabezasy otras cosas,y en otro un trapo con unpapel que decía.- «tierra de cementerios»o «tierra de muertos». En otro pu-chero que estaba tapado con unas cosas negrashabía otro papel en que seleía «para aborrecer’>, y en otros pucheros y redomillas, cosas quemadasynegras.Se hallaron tambiénen su laboratorio una calaverahumana,corazonesde lechones, ranas, huesos de abubillas, que comprabaa los pajareros, tierrade las tres cárcelesde Madrid, velas de ceraverde, trigo, azafrán,aguabendita,habas,un bocadode pan mordido, una cinta con una herraduray tres nudos,y una faja de dos lienzos, cosidos el uno al otro, de una vara de larga, y dosde ancha, dentro de la cual había plumas y huesos secosde abubillas».

El articulo IT lo dedica a la «adivinación».Despuésde una cortaintroducción en torno a los conocimientosastrológicos—de los quenosotros prescindiremosen esta ocasión— enumera luego las prác-

“ Cirac Estopairlan,op. cit.

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ticaspopularesquefueron perseguidaspor el SantoOficio. Los ejem-píos reunidosen el libro demuestranque las prácticasmás usualesyrepetidaseran las que enumeramosa continuación:

a) Prediccionesllevadasa cabomediantegranosde trigo y cebada;b) sortilegio «de las habas’>, similar al anterior; c) sortilegio de la«piedra alumbre»; d) sortilegios con naipes; e) prediccioneshechascon un cedazo;f) prediccionesen las que se utilizan huevos; g) pre-dicciones realizadascon la ayuda de redomasllenas de agua.

En esencia,los conocidos en Toledo y Cuencason los mismos yno puedeapreciarseninguna variante fundamental, a juzgar por loscasoscitados en el libro.

En el artículo IV, Cirac se ocupade los casosde encomendadores,saludadoresy loberos. Como en el caso anterior, se limita a narrarlos casosmás significativos de los conjuradoresde langosta y demo-nios que fueron procesadosdurantelos siglos xvi y xvii.

El capítuloy hacerelaciónde las supersticionesy hechiceríasdedi-cadasa evitar males y conseguirbienes,librarse de la justicia, tenerdicha, alcanzarfortuna y desenterrartesoros,capítulo esteúltimo alquenosotrosnosveremosobligadosa prestarespecialatención.Segúnlos casosrecogidos por Cirac, el temor de ir a la cárcel estababas-tante extendidoy algunos hombresy mujeres trataban de conjurareste peligro poniendouna estampade San Cristóbal detrás de lapuerta o la ventana.Otras vecesutilizaban la imagende SantaMartao llevaban un papel atadocon una cinta, como constaque lo haciaunamujer procesada,en el que habíaescamasde pescados,huesecí-líos y pedacitosde pan. Bastabacon esoy con decir:

«Amansaos,león bravo,que cuando tú nacisteDios nacido era».

Para conseguirla dicha, pareceque era corriente decir el Evan-gelio de SanJuanen romance.La costumbrede recogrhierbasoloro-sas, como la retama.Los cardosaltos, etc., estabantambién muy ex-tendida.Se rociabancon aguabendita,se conjurabany luego se lleva-ban en bolsitas que se suponíaproporcionaríanla dicha a suposeedor.

Ganaren el juego consistíaotra de las obsesionesde los hombresdel Antiguo Régimen,y paraconseguirlose utilizaban granosde hele-cho y ciertas hierbas como el trébol y la cincorama.Las bolsistasaparecentambién en este tipo de hechizos,así como las sogasde losahorcados,cuyas aplicacioneseran muy diversas. No sólo servíanparaganaren el juego, sino para otrasmuchascosas,como el inten-tar librarsedel servicio militar. SegúnCirac, algunoshombresasegu-

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raban que tenían«gracia’> y podíanlibrar de esta carga al hombreque tocaban.

El artículo VI, dedicadoa los maleficios,es uno de los más exten-sos e interesantes,segúnel catálogoque estamossiguiendo.Las loca-lidades que se seguíanen Castilla la Nueva eran las siguientes:

a) Alojamiento. Es decir, la extendidacreenciasegúnla cual sepodía producir daño a alguien a través de los poderes que poseíanalgunas personas.Es la vieja credulidad en el «maleficio’>, conocidodesde la AntigUedad, que llevaba a pensar que quien fallecía rápidao misteriosamentehabíasido víctima de algunode estoshechizos.

b) Ligamen. Aunque también es una fórmula mediantela cual selleva a cabo algún daño, el maleficio se realiza a través de algún ob-jeto, alguna prendao por contactofísico.

c) Comedizosy bebedizos.Cirac denominaasí a los maleficiosque se llevan a caboa través de la comidao la bebida,es decir, ado-bados con algún componente«mágico».

d) Maleficios por contactofísico. En realidad,se trata del mismotipo dc hechizo al quenos hemosreferidoal hablardel ligamen,segúnla división de Cirac.

e) Maleficios externos. Cirac reúne aquí aquellos maleficios enque los que se utilizaban polvos que debía pisar el enemigo o elamante, comidas y bebidas compuestassegún el apartado anterior.También hacereferenciaen esteapartado a las torturas a las que sesometía a los saposen muchasocasionesatravesándoloscon alfileres,enterrándolos,arrojándolospor la ventana,etc., con lo cual se supo-nía trasladarel mismo mal a la personaa la quese queríahacerdaño.

Como vemos, la clasificación de Cirac resulta un tanto confusa,y no logra estableceruna diferenciaclara entrealgunasprácticas,talescomo el «ligamen’>, los comedizos y bebedizos y los que denomina«maleficios externos»,a causade que no ha logrado penetrar, en miopinión, en el sentido que tenían en cada caso estas prácticas y seocupó preferentementede clasificarlasdesdeel punto de vista de lascaracterísticasformalesen lugar de intentar desentrafiarsu finalidad.

Los conjuros, filtros, sahumeriosy hechizos amatoriosque Ciracconsideraen el apartadoVIII son muy numerososy convieneque losmencionemosahora para poder compararlosa continuación con elrepertorio de las hechicerasvalencianas.Cirac reunió la serieque cita-mos a continuación,y cuya característicacomún sueleser la de estarorientados hacia algún objetivo amatorio.

La denominaciónque utiliza Cirac y que nosotrosmantendremosa continuación,es la misma que sueleapareceren los procesosinqui-

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sitoriales, según el tema central de la oración o el instrumento quese utilizaba para llevarlo a cabo:

— Conjuro a las estrellas. Imprecacionesde finalidad amorosodiri-gidos a las estrellas

— Conjuro de la sombray la escoba.Hechizo, también amatorio, enel que se pronunciabaun conjuro mientrasse realizabacierta cere-monia con la ayuda de una escobainvocandoa una sombra.

— Conjuros y cercosde demonios.También de carácteramoroso.Serealizabaun círculo y se invocaba al demonio.

— Conjuros de la sal. Se arrojaban puñadosde sal al fuego y se pro-nunciabantambién invocacionesque pretendíanconseguirel amorde algún hombre.

— Conjuros de las torcidas del candil. Conjuro de carácteracusada-menteerótico. Las torcidas, que debíanquemarsemientras se pro-nunciabael correspondienteconjuro, se fabricabandespuésde ha-berlas humedecidocon el líquido seminal.

— Conjuros de los clavos. Con el mismo fin que los anteriores, seenterrabano clavaban.

— Conjuro de los palmos.Consistíaen medirsey desmedirseel brazomientras se pronunciaban ciertas fórmulas que varían bastantedentor de una misma línea.

— Conjuros para desenojar.Se trata de invocaciones, algunas conbastante fuerza poética, que pretenden recuperar el afecto delamanteenojado.

— Conjuros de la mesay la cama.Como en el caso del de la escoba,se invoca a la puertay a la cama para recuperarel amor del galán.

— Conjuro de la puerta. Similar al anterior, pero con la puertacomoeje.

— Conjuros para quitar el sueño.En estecaso, la amantedesdeñadatrata de vengarsealejando el sueño del hombre que la ha aban-donado medianteoracionesbastanteoriginales e inspiradasen al-gunas ocasiones.

— Conjuros y oracionessupersticiosas.Son bastanteabundantes.Lasmás frecuentesson a SantaMarta, a Marta la Mala, a SantaElena,SanErasmo,y conenormefrecuenciase dirigen a las ánimas.Casisiempre tienen el carácteramorosode los casos anteriores.

En este mismo capítulo, Cirac enumera otros hechizos llevadosacaboen el áreade Toledo y Cuenca,tales como filtros, sahumerios,hechizosde corazonesde animales, hechizos de hierbas y pucheros,figura de cera, amuletos,bolsitas, cartas de toque, etc., a los que yase ha hecho alusión en parte en los capítulos anteriores.Se refierea los maleficiosllevadosa cabocon corazonesde carnero,de vaca o

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gallina, que se enterrabandespuésde haberlesclavado agujas. Tam-bién se recogíanciertas hierbas durante la noche de San Juan confines amatorios, como la valeriana, la ruda, el romero, o las ortigas.A veces se plantabanen tiestos y se regabancon vino blanco, o seenterrabanen ellos los corazonesde animales traspasadospor losalfileres y agujas. Este mismo tipo de manipulaciones lo llevabana cabo tambiénnuestrashechicerascastellanascon figuras de plomo,cera y barro, y siempre con la misma finalidad de tipo amoroso.

En medio de un clima mágico tan influyente resulta lógico que elindividuo aprendieran también a protegersepara librarse de tantomaleficio como le amenaza,y Cirac se ocupa de esta actitud en elapartado VII, en el que recoge los ejemplos de curaciones más omenos supersticiosas.Como es lógico, estascuracionesse correspon-den con las mismas fórmulas de los maleficios que hemos visto an-teriormente: a) desaojamiento;1,) desligaduras;e) ensalmo; d) san-tiguadores y saludadores,y e) curaciones supersticiosasen general.

Los procedimientosseguidosen cada caso son también muy simi-lares a los anterioresy no nos extenderemosmás en esteaspectoporfalta de espacio, ya que próximamente esperamosdedicar un estu-dio monográfico a todas estascuestionessuficientementeextenso ysatisfactorio.

Según acabamosde ver, la recopilación llevada a cabo por CiracEstopañanrepresentaun interesantecatálogo de lo que constituía elfolklore mágico en Castilla la Nueva, aunqueno logró penetraren elsignificado de estosrituales.Esta recopilación, sin embargo,nos serásumamente útil para compararlacon el repertorio de las hechicerasvalencianasque he podido estudiar a través de un extenso auto defe celebradoen 1655. A través de esteAuto de Fe trataremosde esta-blecer algunasconclusionesacercade la tradición mágica de los cris-tianos viejos y podremosprocedera constatarlas diferenciasy simi-litudes entre las tradiciones de las hechicerasgitanas y de las cris-tianas viejas.

Las hechicerasvalencianas:el «conventículo»de 1655

Según he señaladoanteriormente,por lo que respectoal área le-vantina, disponemosde un documento excepcionalque nos va a per-mitir llevar a cabo un muestreosuficiente, desde mí punto de vista,para nuestrospropósitos. En 1655 i9 el Tribunal del Santo Oficiode la ciudad de Valencia llevó a caboun auto de fe en el que fueronprocesados40 reos. Treinta y uno eran mujeres acusadas,casi en su

‘» A. H. N. inquisición, Valencia, libro 942.

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totalidad, de llevar a cabo prácticas supersticiosas,puestoque tansólo una fue procesadapor proposicionesheréticas.Los nueve reosrestantesson hombresacusadospor diversosdelitos: cuatro por ha-ber llevado a cabo también prácticas supersticiosas—en este casoencontramos dos hombres que han ejecutado hechizos para desen-cantar un tesoro—, dos por bigamia y un solicitante. Se trata de unauto de fe de enormeinterés,puestoqueviene ademostrarla impor-tancia que adquirieron en el siglo xvii lo que podemos denominar«delitos menores»(blasfemia,bigamia, solicitación y prácticas super-ticiosas),unavez desaparecidoscasi totalmentelos «grandesclientes’>de la centuria anterior (judíos, moriscos y luteranos) en algunos tri-bunales.Por otra parte, viene a ilustrar a la perfección las caracterís-ticas del comportamientodel Santo Oficio con respecto a lo que sedenomina en los procesos«superstición de yana observancia»,asícomo la personalidadde las mujeres que llevabana caboestasprác-ticas.

En primer lugar, convieneconstatar la abundantepresenciafeme-nina de la que hemos hablado ya en alguna ocasión anterior~. Lasmujeres no sólo constituyen la mayoría de los procesadosde esteauto de fe del tribunal de Valencia, sino que pertenecena todas lasedadesy estados:solteras, casadasy viudas. En contra de lo que sepudiera pensar,entre las treinta y dos procesadas,doce son casadas,10 estánsolterasy tan sólo nueve son viudas. En un caso no constasu estado. También resulta sorprendenteque la mayor parte seanmujeres jóvenes, con edadesinferiores a los treinta y cinco años.Veinte tienen, en efecto, menos de treinta y cinco años, seis oscilanentre los treinta y cinco y los cincuenta,y sólo en dos casoscuentanmás de cincuenta: Maria Bosch, llamada «la catalana»,que ya habíasido procesadaanteriormente,y JuanaAna Pérez,que tenía cincuentay ocho, pero cuyo marido todavía vivía. Sólo en cuatro casosno cons-ta la edad.

La procedenciade estas mujeres es también muy variada. Aunquela mayor parte son oriundas del árealevantina (Barcelona,Valencia,Alicante o Mallorca), también las hay castellanaso andaluzas.InésGarcía era natural de Simancas; doña Juanade la Paz, de Granada;Isabel Pérezhabía nacido en Belmonte; Maria Antonia de Neroña, enMarchena; IsabelMaría de Mendoza era también natural de Granada;

20 La presencia ayoritaria de la mujer en este tipo de cuestioneses tanevidente que no ha podido pasar desapercibidaa ningún autor. En eite sen-tido se expresabaya J. CaroBaroja en Las brujas y su mundo y Vidas nlcigicase Inquisición. Pueden verse también las observacionesque hace J. E. Russelly el trabajo de A. Mactarlane, Wicchcraft in Tudor and Stuart Englaud. A re-gional and comparative study, London, Routledge and Regan Paul, 1970, 334páginas.

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JacintaManuela,de Madrid, e Isabel JuanaGadía,de Cañete,en Cas-tilla.

En su mayor parte, estasmujeres se ocupabanen oficios modes-tos, cuandotenían alguno, y no faltan las que se veían obligadas amendigar a causa de la ausenciadel apoyo de algún hombre o porhaber sufrido un accidenteque las impedía ganarsela vida. Este esel caso de Ursula Gil, de cuarentaaños,quien no podía trabajar, se-gún declaró, a causade>unagrave dolenciaque padecía,y pedíalimos-na. Interesante,desde el punto de vista humano, resulta el caso dela misma Isabel Juan Gadía, que había sido condenadaya por su-perstición anteriormente, y cuando iba a cumplir el destierro al quela condenóel tribunal, resultó atropelladapor una galera. Un hom-bre que se compadecióla recogió, y la llevó al hospital, pero muriódurantesu proceso.En la mayor parte de los casos,sin embargo,es-tos interesantesdatos no suelenconstar,y sólo se mencionael estadocivil de las procesadas.Por lo que se refiere a María Cervera, viudade treinta años,se dice quetrabajabaen su casade sus manos».DeJacinta Manuela, natural de Madrid, y viuda, de veintiocho años,semencionaque se «ocupabade hilar».

No disponemosde ningún otro dato acercade las demásmujeres,solterasy viudas, y por lo que respectaa los oficios de los maridoshay que destacarque también son variados. Ana Badia estabacasadacon un labrador, así como doña Juanade la Paz, Gerónima Angel yCatalina Escribá, aunque viuda, también había tenido un marido la-brador. En otros casos, sin embargo>aparecenoficios un tanto sor-prendentes.Inés García estaba casadacon un zapatero; EsperanzaBadia con un librero; el marido de Ursula de la Llan§a era porterodel Gobernador;el de Laura Garrigues, albañil; el de Ana Sensano,cabritero, y el de Claro Marimón, tejedor de seda.Entre todas ellasmerecela pena señalarque Ana María Miguel, que ya tenía cuarentaaños, declaró estar casadacon un estudiantede Medicina. Isabel deMendoza parece pertenecera un grupo social más elevado,pues de-claró que su marido era un notario de Madrid, y JacintaManuela, laque se «ocupabade hilar’>, dijo que su marido era un tal JusepedeArce y Velázquez,«pintor», aunqueno nos ha sido posible averiguarsi lo era «por lo fino» o de los otros.

Un aspecto que interesaresaltares el hecho de que todas erancristianasviejas.

En cuanto a las penas, revisten esecarácterde «gravedadmenor»con el quesuele tratar en el tribunal este tipo de delitos, si tenemosen cuenta la durezacon que se condenóa moriscos,judaizantes,lute-ranoso sodomitas,y esto nos sitúa frente a un problemaque merecela pena nos detengamosen él.

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En efecto,la hechiceray la bruja escapanen Españaa la tremen-da persecucióny a la penacapital que se les destina en Europa, segúnhemosvisto antes,pero eso no quiere decir que sus prácticassupers-ticiones dejen indiferentes al tribunal. Esa «gravedadmenor» oscila,como sabemos,entre los simplespenitenciasespiritualesy el destie-rro perpetuo acompañadode azotes.En el auto valenciano apareceuna amplia muestra del precio que solían pagar las hechicerasporsus ingenuas y, generalmente, simples prácticas. Maria Villa Roya,solterade veinticuatro años,y Maria Cervera, viuda de treinta, logra-ron la condenade menor importancia,es decir, tan sólo tuvieron queabjurar de levi y llevar a cabo las penitenciasespirituales que lesmarcó el tribunal. JusepaRamírez y JusepaCerdá consiguieronquela causaquedasesuspensa.

JosepaCerdá falleció en la cárcel, al parecer de muerte natural,e Isabel JuanaGadía, de la que ya hemoshabladoantes,murió tam-bién antes de que se terminasesu proceso, seguramentea causadelaccidenteque sufrió cuando fue atropellada por la galera. Las res-tantes se víeron obligadas a cumplir penas de destierro, acompaña-das en algunos casosde azotes, que oscilaron entre los dos años,yel destierro perpetuo. Ana Sensano,la viuda del cabritero, y ClaraMarimón, la que habíaestadocasadacon un tejedor de seda, logra-ron escaparcon una condenade sólo dos años de destierro.Ana Ha-día y FranciscaCandel fueron condenadasa trcs. A cuatro años dedestierro se condenó a Clara Gómez, doña Juana de la Paz, Geróni-ma Angel, JacintaManuela,Lorenza Esbrí, Ana Maria Miguel y LauraMuñoz, a pesar de que las circunstanciasde esta última 21 hubierandebido destinarlamás a un hospital para perturbadosmentalesque aningún otro sitio. Con cinco años de destierro salieron de ValenciaEsperanzaBadía, la que estabacasadacon el librero, y Cecilia Iva-nez, soltera.

Las penasmás graves,ocho, diez años y destierro perpetuo,reca-yeron sobre aquellasmujeres que habíandesempeñadolos primerospapeleso tenido un mayor protagonismo,sobretodo si habíancom-parecido en alguna ocasión anterior ante el tribunal: JusepaGarcía,Ursula de la Llanqa, cuyo marido era el portero del Gobernador; Isa-bel Pérez de Martínez, María Antonia de Neroña, que fueron conde-

21 Laura Muñoz era solteray tenía treinta y cinco años- En el procesoapa-rececomo una posesade varios demonios,uno de los cualesse llamaba Luzbely el otro Buscarruido. Cuando la poseíaLuzbel era una mujer hermosa.Losvecinos la preguntabancosas que queríanaveriguar, y a cambio de sus pode-ces de adivina la daban vituallas. La pobre mujer, sin embargo,estaba po-seida, en realidad, por la mujer en cuya compañíavivía y que era quien cana-litaba las consultasy las dádivas sin que a cambio de esta explotación laproporcionaseun excesivobuen trato, ya que, segúnconsta, la tiraba dcl peloo la suministrabaaguardientepara conseguirque respondieraa las preguntasque le hacían.

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nadasa seis años; JusepaCliment, que ya había-estado procesadaanteriormente,y Laura Garrigues,debieron abandonarValencia du-rante ocho. A diez años de destierrofueron condenadasMaría Bosch,la «catalana»,que también había pasadoante el tribunal en otraocasión,y los inquisidoresañadieronademásla penade 200 azotes.Ursula Gil, que estabaen las mismascircunstancias>obtuvo la mismacondena.Isabel María Gil también fue condenadaa diez años, dosde los cuales debíantranscurir necesariamenteen Zaragoza.La má-xíma pena,el destierroperpetuo,recayó sobreJuanAna Pérez,quiendebió estar ademásrecluida durante tres años y recibir 200 azotes.

Unicamente en los casos de Inés García y Gerónima Gonzálezsemencionaque fueron condenadasa destierro, pero sin especificarel número de anos.

En cuanto a los azotes, siete de estasmujeres tuvieron que so-portar que se les propinaran cien latigazos ademásde la pena dedestierro correspondiente,y en cinco casos los inquisidores estima-ron oportuno que la pena ascendierahasta 200, castigoconsiderableque generalmentese aplicaba en dos ocasionesdiferentes; cien enprivado y cien en procesión«por las calles públicas».No obstante,esto, aunqueno he visto en ninguna ocasión que la acusadapasaraa continuaciónal hospital, es indudableque la víctima deberíasufrirconsecuenciasfísicas de consideracióncomo consecuenciade un cas-tigo tan duro. Es preciso añadir, sin embargo,que el tribunal solíatener en cuenta si la mujer condenadaa esta pena estabao no ensituación física de recibirla.

Características generalesdel ritualde las hechiceras valencianas

Convienedetenerseahora brevementeen las característicasgene-rales de los hechizos,conjuros, etc., que llevaban a cabo las mujeresprocesadasen el tribunal de Valencia. En la mayor parte de los ca-sos, la práctica consideradacomo supersticiosaha sido llevada acabo con el propósito de conseguir el amor de algún hombre o deretenerle,si ya se le ha conseguido.A juzgar por el catálogoreunidopor mi, gracias al auto de fe de 1655, el amor sería la preocupaciónpredominantede las mujeres, su objetivo fundamentaly la motiva-ción que las llevaría a entregarseal mundo de la hechicería,segúnvimos en parte anteriormente.En este punto, las procesadaspor eltribunal de Valenciano se diferencian en absolutode sus compañerasde los tribunales de Cuencay Toledo.

Los hechizosy maleficios que conocenestasmujeresson en unamayoríaabrumantede los casos,del tipo de los que el propio Santo

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Oficio denomina «superstición amatoria». Es decir, demuestranqueel amor, o algo parecido,constituíael eje de sus vidas y su preocu-pación fundamental.Como gráficamentese denominaa estasprácti-cas en la época, lo que se procura es «ligar y desligar voluntades’>,porque, como es lógico, a veces lo que resulta convenientees alejaraun hombrede otra mujer.

El elementoerótico también está presenteen estasprácticas ymerecela penaqueprestemosalguna atención a este problema másadelante.En realidad, los objetivos de las hechicerasvalencianas,ycasi me atrevería a decir que de las hechicerasen general,puedenagruparsefácilmente en los siguientes aparatados:a) lograr el amorde algún «galán»; A’) conseguirque regreseel que se ha ausentado;c) oraciones,conjuros, filtros, etc., con un fondo o finalidad erótica,y cl) prácticasadivinatorias (generalmentecon objetivos también amo-rosos, tales como averiguar si se ha logrado el amor de un determi-nado hombre, o si se llevará a cabouna boda.

Comovemos,las preocupacionesde las hechicerasvalencianassonfácilmente resumiblesy bastanteelementales:el amor, cómo conse-guirlo y conservarlo.Si tenemosen cuenta el mencionadoauto valen-ciano de 1655, el tema amorosoconstituíael principal objetivo de lasartesmágicas,al menospor lo que a la magiapopular se refiere. Apesardel amplio repertorio de hechizos,maleficios,conjuros,etc., con-tenidosen esteauto, tan sólo en unascuentasocasionesaparecenprác-ticas de caráctercuranderil, o que persiganobjetivos distintos a losanteriores.

Según he señaladoya, el propio Santo Oficio era conscientedeeste aspectode las prácticashechiceriles,y esta concienciade los in-quisiclores puedeobservarsefácilmente si recurridos al análisis de lacalificación del delito que llevaban a cabo en cada caso los teólogosdel tribunal. En general, la Inquisición solía denominarestasprácti-cas como «supersticiónde yana observancia»,pero según la mínucio-sidad que caracteriza todos los actos del. tribunal, en cada caso erapreciso determinar si existíao no herejía,si había o no pacto explíci-to o implícito con el demonio,y los matices del error en que habíaincurrido el inculpado o inculpada. En todos los casos que veremosa continuación,el SantoOficio consideréque se tratabade «supersti-ción de yana observancia»,añadiendo, segúnlas característicasde losconjuros, maleficios, etc., los siguientesmatices:

a) «Superstición»,cuandose trataba de adivinar alguna cuestiónen relacióncon el futuro de las personaso de descubriralgo oculto.

b) Superstición adivinatoria-amatoria, si al sortilegio se añadíala voluntad de averiguaralgo en relacióncon el mundo erótico-senti-mental.

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e) Sacrilegio. Cuandola hechicerallevabaa cabocruces,pronun-ciaba el nombrede Dios, la Virgen o los Santosdurantealgunade lasprácticas se habíaproducido «supersticiónadivinatoria’> o «supersti-ción adivinatoria-amatoriacon sacrilegio’>.

cl) Pacto explicito o implícito. El calificador de] tribunal añadíaesta última característicacuandose había producido la invocación aldemonio (generalmente,Barrabás,Satanáso el Diablo Cojuelo), o elritual daba a entenderque se pretendíainvocar a las fuerzasdel mal.

Por último, resulta preciso señalarla comunidad de interesesquesolía establecerseentre estas mujeres y que sirve para explicar denuevo la abundantepresenciafemeninaen estascuestionesen general,y en esteauto en particular.

Con muchafrecuencia,estasmujeresentablanentresí una relaciópmás o menosamistosa,se consultabanentreellas, aprendíanlas prác-ticas mágicaslas unas de las otras, etc. De esta manera se formabauna cadenade transmisiónde conocimientosque nos ayuda a com-prenderel hecho de que las prácticasque se llevabana cabo fueranprácticamentelas mismasen toda España.Al mismo tiempo, cuandoel Santo Oficio lograbacapturar a alguna de estashechiceras,profe-sionarles o aficionadas, bastabacon tirar de este primer cabo de lamadeja, por decirlo gráficamente,para conseguirque cayeranen susmanosen poco tiempo casi todas las demásque componíanel grupo.No era preciso que se llegasea la tortura, no nos engañemosa esterespecto.Ninguna de las mujeres que fueron procesadasen 1655 fuevotada a este procedimiento,y es muy raro encontrarcasosen quese considerepreciso llegar tan lejos. Sencillamente,el tribunal se li-mitaba a preguntar (si es que la atemorizadaprisionerano la confe-sabade manera«espontánea»),quién la habíaenseñadolos ritos quepracticaba.Aunque también es frecuente que la procesadarespondacon evasivas,atribuyendosusconocimientosa algunagitana que pasó.por su casaal azar~ —cuestiónsobre la que convendrávolver mástarde— o atribuyéndoseloa alguna persona fallecida, en la mayorparte de los casosindicaban los nombresy apellidos,o las señasper-sonalesde sus compañerasde «coventículo>’.

De acuerdocon todos los aspectosque acabamosde analizarutili-zandoel autodel tribunal de Valencia de 1655, me pareceque hemoslogrado una aproximaciónal problema humano, sociológico y proce-

22 Desdemi punto de vista, estarespuestaconstituye,en realidad, una formade eludir el testimonio, ya que la gitana representa,por lás característicasdelgrupo que examinaremosen el apartadosiguiente, la informante anónima porexcelencia: no se conoce su nombre,pertenecena un grupo con gran movili-dad, gran reputaciónde expertasen estas lides, etc. La mejor manera de noinculpar a ninguna personaconcreta era, por tanto, atribuir la información a«una gitana”. Representabatanto como haberdeclaradosin mencionara nadie.

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sal de la hechicería,que deberábastarnos,por ahora, en nuestrospropósitos,parapasaracontinuaciónal análisisde las prácticashechi-ceriles que condujerona estascristianasviejas hasta el tribunal delSantoOficio, obligándolasapagarpor ello con penasde azotesy des-tierro.

Clasificación de los rituales de las hechicerasvalencianas

Con el fin de homogeneizarla denominaciónde cada unade estasprácticashe conservadola titulación que Cirac le dio en el libro alque nos hemosreferidoanteriormente.Es precisoseñalar,sin embar-go, que esta denominaciónera, en realidad, la misma que utilizaba elpropio tribunal del SantoOficio y que los inquisidores la recogierona su vez de las mismashechiceras,ya que es muy frecuenteencontraral margende la Relación de Causaen que se ha conservadoel testi-monio de cadarea el título de la práctica que se va a resumir a con-tinuación, de tal maneraque son los propios escribienteslos que ha-cen figurar con el margendel folio: «conjuro de las cazoletas»,«ánimasola», «redomas»,etc. Veamos, pues, a continuación, cada uno deestosgrupos de acuerdocon la denominaciónque recogió Cirac, peroque es la misma que utilizaron los contemporáneosde estosritos.

A) Con el fin de lograr el amor de.algún galánse llevabanacabolas siguientesoraciones supersticiosaso conjuros, con sus correspon-dientes ritos: Conjuro del alumbre; oración de Hola, hola, varón; ora-ción de Lara, Lara; oración a la Luna; conjuro de las misas por losahorcados;conjuro de las naranjas; conjuro al Sol, y conjuro de lasoga de ahorcados.

Desdemi punto de vista habríaque añadira estegrupo las oracio-nes supersticiosaspronunciadas en honor de Santa Elena y SantaMarta, que suelen decirseprincipalmentecon esta finalidad.

B) Con la intenciónde queregreseun galánque se deseaver, tam-bién aparecenvarias oracionesy conjuros específicos:Conjuro de lascalles y cantones;conjuros en general en los que se invocaa la calle(existenvariasvariantes); conjuro de las cazoletas;maleficio del cora-zón de carnero; conjuro de la chimenea;conjuro de las horas nonas;conjuro de los palmos; conjuro de la puerta; conjuro de la ventana,y oración a San Silvestre.

Estosdos últimos aparecencon múltiples variantes,y, en general,cuandose invoca la calle o se hacedesdela ventanalo que se intentalograr es el regresodel amantedesdeñoso.

C) Las oraciones y conjuros con un contenido específicamenteerótico son también bastantefrecuentes.Desde este punto de vista

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puedenconsiderarselas siguientes:Conjuro de la cruzen las espaldas;conjuro de los estadales;conjuro del miembro; conjuro para queunhombre sólo puedatener trato carnal con la mujer que lo practica.Con estefin se llevabana cabolos quepodemosllamar «de los nudos»y «de las misas’>; filtros y hechizosllevadosa cabocon la sangremens-trual; conjuro de las torcidas del candil, y filtros y otrasmanipulacio-nes llevadasa cabocon los cabellos «de las partesverendas’>.

D) Los conjurosy prácticas con fines mánticos,que el tribunalconsiderabacomo «superstición adivinatoria-amatoria»podrían for-mar el cuarto gran grupo, que caracterizalos interesesde las hechi-cerasvalencianasy en general.Son los siguientes:Prácticay conjurodel alumbre; prácticay conjuro de las cazoletasy ampollas;prácticay ritual del ánimasola; conjuro y rito de las candelas;ritual y conjurode las naranjas,y ritual y conjuro de los palmos.

Las prácticasmánticasmás frecuentes,como en Castilla la Nueva,son las de las habasy los naipes.Tambiénpunedenutilizarsecon otrosfines, pero el más frecuente es el de carácteramatono.

E) En un quinto grupo podríamosreunir los maleficios,etc., quetienen también el amor como objetivo, pero con motices muy diver-sos, tales como «desenojarun galán», adivinar si vendrá o no a vera la dama,o para«encortar»—hechizar—a un hombre.

Segúnesperohaberpuestode relievea través de mi clasificación,el amor constituía,por tanto,el eje y el objetivo fundamentalde losrituales mágicos.Si tenemosen cuenta el mencionadoauto valencia-no de 1655, en el que he conseguidocatalogarmás de una cuarentenatipos distintos de conjuros,maleficios,filtros y oracionessupersticio-sas, es decir, de «manipulacionesmágicas»—sin teneren cuentalasvariantesque suelen aparecerde los más conocidosy frecuentes—sólo en seis ocasionesla finalidad de la prácticamágicano tiene uncarácteramatorio.La únicahechiceraque parecetener ribetescuran-deriles es una tal JuanaAna Pérez,mujer casadade cincuentay cincoaños,que conocía un remediopara hacer desaparecerlas verrugas,yutilizaba sahumeriospara lograr que sanasenlos hombresque esta-ban «cortados».Laura Garrigues,también casada,pero de treinta ytres años,es decir, unamujer relativamentejoven, y que no se veía,por tanto, obligadaa renunciar a otros aspectosde las «cuestionesamorosas»,practicabaun conjuro que servía para tener comida, yotro con la finalidad de conseguirdinero. En amboscasos,sin embar-go, el resto del repertorio era el mismo que el de las demás procesa-das,y estabaprimordialmente orientadoen el mismo sentido.

Las tres prácticas que también aparecenen el auto que estamosestudiandoy que no tienen carácterde «supersticiónamatoria»sonlas siguientes:

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— GeronimaGonzálezrealizabaun conjuro abasede aguabendi-ta con el fin de alejar el mal de su casa.

— Maria Antonia de Neroñautilizaba el conjuro del alumbre conel fin de que la aprovecharanlas oraciones.

— Doña Juanade la Paz decíala oraciónal ánimasola y asegurabaque serviapara alcanzar algún deseo.

En realidad, las hechicerasvalencianasposeíanun repertorio co-mún que se repite en todos los procesos.Algunas, tal vez las más ima-ginativas> parecen utilizar ciertas variantes más o menos originales,que proceden,sin lugar adudas,de su propia inventiva,aunqueno seapartanen lo fundamentalde las líneas esencialesseguidaspor la ma-yoría. Desdemi punto de vista, si tenemosen cuentael repertorio ela-boradopor Cirac para Toledo y Cuenca, así como los elementosquehe examinadoen algunostribunalesandaluces,el núcleo de las prác-ticas hechicerileses común en toda España.Como ya he señaladoantes, algunos maleficios y conjuros se repiten con tanta frecuenciaque son los propios funcionariosdel Santo Oficio los que anotanalmargende los folios en que se resumela causay el titulo de cadauno.En estos casos,el maleficio o conjuro se resumerápidamente,y encambioencontramosun mayor detenimientoen los casosque ofrecenalgunanovedad.

En este sentido,el repertorio de conjuros, ritos, etc.> que consti-tuian el acervo mágico de Laura Garriguespuedenrepresentarunejemplo perfecto del conjunto de conocimientosmanejadospor nues-tras hechicerasvalencianas.

En la relaciónen que seha resumidoel procesode estamujer apa-recen nadamás y nadamenosque las siguientesprácticas: 1) Echabalas habascon diversosfines; 2) Decía la oración al ánima sólo con ob-jetivos amatorios;3) Decíael conjuro de la puertay quicial para atraera los amantes;4) Realizabael conjuro de las torcidasdel candil conel fin de lograr el amor de los galanes;5) Realizabael conjuro de lamisa con el mismo fin que en el caso anterior; 6) Decía el conjuro«paradesenojar»,del quehay diversasvariantes,y que es uno de losmás extendidosentreestasmujeres,tanto en Castilla la Nueva comoen Valencia; 7) Hacía el conjuro de los palmoscon el fin de tener tra-to deshonestocon un galán en dos versionesdistintas; 8) Conocía laoración de SantaElena; 9) Realizabalas invocacionesa la ventanaen dos variantes,con el fin de lograr el regresode algún amanteau-sente; 10) Con el mismo objetivo queen el casoanteriorhacia tambiénel conjuro de la calle; 11) Llevabaa caboel conjuro de las horasno-nas; 12) Oración al ánimasola; 13) Hacia el conjuro del miembro parano perder la relación amorosacon su partenaire sexual; 14) Llevabaunas bolsitas coloradasa modo de amuletos con fines amatorios;

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15) Realizabaun hechizocon tierra de un hormiguero; 16) Utilizaba lasangremenstrual y los cabellosde las partesverendasen maleficiosde carácteramoroso; 17) Recomendabaque se moliera una piedreci-ta blanca y se la dieran a comer al galán del que se quería conseguirque se enamorara,y 18) Realizaba el conjuro del alumbre, tambiéncon finalidad amatoria.

La lista de «conocimientosmágicos»de Laura Garriguesconstitu-ye, segúnvemos, el prototipo de la que se podría elaboraren el casode cada una de sus compañerascondenadasen el mismo auto de fe,con ligeras variantes. Algunas hechicerastan sólo conocían cuatro ocinco conjuros, pero, en general, todas sobrepasabanla decena.Se-gún todo esto, resulta posible afirmar que el repertorio de las hechi-cerasespañolases común,a causade la transmisiónoral y de la mo-vilidad que habíaentre las diferentes zonasdel país, y que tampocosufre demasiadasvariacionesentre los siglos xvii y xviii. Preguntarsepor el origen de estasprácticasnos situaría frente a una cuestión quedesborda el objetivo de estaspáginas, pero a la que trataremosderesponderen algún trabajo próximo. Lo que no nos resultaráposible,sin embargo,será pasaradelantesin echaruna breve ojeada,por so-meraque sea,al contenido de estasprácticasque nos hemoslimitadoa catalogary mencionar hastaahora.

La contaminaciónreligiosa

Lo primero que sorprendeen ls prácticashechiceriles ejecutadasen los siglos xvi, xvii y xvrn, tanto por las mujeresprocesadasen eltribunal de Valencia,como en los castellanos,es la curiosamezcladereligión y supersticiónque suele estarpresenteen estos ritos y con-juros. La influencia de la religión oficial es tan profunda que se ponede relievea cadapaso.SegúnKeith Thomas23 la propia Iglesia Cató-lica fomentabala supersticiónpopular a través de las prácticas quellevaban a cabolos sacerdotesy el ritual oficial, acusandoal Cristia-nismo anterior a la Reforma de muchas de las tendenciassupersti-ciosas del campesinadoinglés. Sin adoptarexactamenteel mismopunto de vista de Thomas, es evidente que los ritos oficiales habíancaladotan hondoen el espíritu populara través de supresenciacoti-diana,que las hechicerasno podíanapartarsede esteuniversosobre-natural a la hora de llevar a cabo sus propias prácticasreligiosas,dandolugar a unaestrechainterrelación entre el mundo mágico-su-persticiosoy el de la Religión oficial. Ya Duby señalabacon respecto

22 Ketih Thomas,Religion and ti-te Decline of Magic, London, Widenfeld andNicolson, 1971, 716 págs.

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a las ideologíasqueestasseelaboranenel seno del mismo mareocul-tural y, por lo tanto, se expresana través del mismo lenguaje2t cons-tituyendo así una especiede imagen invertida la una de la otra. Enelcasode las hechicerasen Españano puedehablarse,desdemi puntode vista, de una inversión de valoresen el sentido estricto, sino másbien de una profunda «contaminación»del mundo religioso en el quela hechiceravive inmersacotidianamentey quepasaa la esferade lomágico de manerainevitable y casi imperceptible.

Los elementosutilizados por la Iglesia en sus ritos, las pautasse-guidaspor la Iglesia a la hora de orientar los rezos,o de dirigirse almundo sobrenaturalse imitan y reaparecena cadapaso en los con-juros, maleficios, etc, de las mujeresprocesadaspor la Inquisición.Al igual que la Iglesia recomendabadeterminadasoracionesparacu-rar el dolor de muelaso lograr el alivio de algunosmales, las hechi-ceras usabantambién oraciones especificascon el fin de lograr elregresodel amanteperdido o el amor de algún hombre.Del mismomodo que la Iglesia oficial admitía que se apelasea la ayuda de al-gunos santosbajo cuya advocaciónpodía ponerseel creyente sin in-currir en desviaciónheréticapara lograr ayudadurantelas tormentas,situación en que se considerabacasi indispensablerecurrir a SantaBárbara, o recuperaralgún objeto perdido mediante la intervenciónde San Antonio), las hechicerasbuscaránla ayuda de Santa Elena,SantaMarta o San Silvestre en los asuntosamorosos.Se trata de unamimesis en cierto modo lógica. En este sentido, tal y como señalabaDuby, estamosante la reprodncciónde un universo bien conocidodelque el individuo ya no puedeprescindir,y quedemuestraal mismotiempo la «contaminación»a la queme referíaantes.En cierto modo,se trata también de una incapacidadpara crear de nuevo un mundoabsolutamenteoriginal por parte de un grupo social cuyo nivel cultu-ral no es demasiadoimportante.

Si tenemosen cuentatodo lo anterior,ya no nos resultarátan sor-prendenteque la hechiceratenga por costumbrecomenzarsus con-juros invocando la ayuda de San Pedro, San Pablo o la SantísimaTrinidad, tal y como le ha oído al sacerdoteque dice la misa, y du-rante otros rituales. Si esos nombressignifican la posibilidad de lo-grar la ayuda de fuerzas superiores en las que también cree, ¿porquéno utilizarlas tambiénpara otros fines?De estamanera,el rosariopodrá servirparaaveriguarsi el amantevendráo no a ver asu amiga,seráposible ofrecer misas con el objetivo de recuperaro conquistar

24 Duby, G., Historia social e ideologíasde las sociedades,Barcelona,Ana-grama,1971, 117 págs. «Las diferentesideologíastienen, sin embargo,numerososrasgos en comun, pues las relaciones que representanson en definitiva lasmismas, se elaboranen eí senode un mismo marco cultural y se expresanatravés de los mismos lenguajes>’ (p. 861

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algún amor, o abiertamenteeróticos, y se rezarán credos, avema-rías, etc., con el mismo fin, por chocantequepuedaresultara nuestrosojos sobre todo cuando se trata del gruesode ritos que hemosagru-pado bajo el rótulo de eróticos.

Aunqueel nombre de Dios, la Virgen y los santos,así como el signode la cruz, etc., es una constanteque encontramosen la mayor partede los ritos supersticiosos,merece la pena que mencionemosahoraalguna práctica mágica que pueda servir de ejemplo de cuanto esta-mos diciendo, ya que por falta de espaciono nos resultará posibleanalizardetalladamentelos conjuros y maleficios recogidosde la tra-dición valenciana.GerónimaGonzález,por citar tan sólo un caso,pro-cesadaen 1655, ponía a hervir un jarrito con aguabendita quehabíarecogidoen tres iglesias distintas,y a la que añadíapalmay ramosdeolivo cortados en trozos menuditos. Luego rociaba con ella la casa,empezandodesdeel umbral, y decía:

«Entre el bien y salga el maltantos seanlos andadoresy veniderosque vengana mi casacomo la Virgen tiene rogadorestratantes seanlos que a esta casa vinierenpara hacermea mi biencomo Dios hizo a la Divinidadcon la Santa Humanidad».

El SantoOficio consideróque habíacometido supersticiónde yanaobservanciacon sortilegio a causade la proposición acercade la Di-vinidad, pero es evidente que la buenamujer trataba de reproducirlos exorcismosy práqtícas llevadasa cabo por la Iglesia para expul-sar las fuerzasdel mal y los demonios. Si esto era posible, ¿por quéprescindir del benéfico influjo del aguabendita para protegersu casade los posibles enemigos?

Otro elemento tomado directamentedel mundo eclesiástico sonlos filtros y hechizosquese ejecutabanconfiandoen la fuerza sobre-natural del ara consagrada,lugar donde,al fin y al cabo, se producíael milagro de la transformacióndel pany el vino en la carney sangrede Jesucristo.Las bolsitas quehabíanestadodebajo de un altar po-dían tener la facultad de proteger,atraer la buenasuerte,hacerganaren el juego, etc., a las personasque las llevaban.Otras veces,un trozode ara molida y vertida en el vino permitía recuperarel amor de al-gún amanteperdido. Maria de la Raya se lo dabaa beberal hombrecuyo amor quería conseguir.

Con los estadales,elemento también claramentereligioso, MaríaBosch llevaba a caboun conjuro que tenía asimismo fines amorosos.Se cortaban los estadalesy se les prendía fuego. Al mismo tiempohabíaque hacerseñascon el brazo, como llamandoal galán que se

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quería atraer. El conjuro se decía poniéndoseboca abajo> es decir,al igual que el sacerdoteen algunos momentosde la misa. Luego se«rezaba»:

«Glorioso San Antonio,vestido vais del hábito del padre menor,una gracia que os pido me la querais otorgarde los nueve fuegos que tomes uno me querais otorgar,el más ardiente, que lo querais poner sobre el corazón de Fulanoque no pueda descansar,hastaque a casa de Fulanavenga a descansarassi quemen su corazón como quemen las habasdelantede la Virgen María que estáen el altar».

Como es lógico suponer,dentro de este orden de cosas el sacrifi-cio de la misa no podía dejar de atraer la atención de las hechicerasinteresadasen utilizar para su provecho la «fuerza» contenidaen elrito que constitu(a la piedra angular de la Iglesia. Laura Garriguescyeia que cuandola misa se oía de acuerdocon determinadoceremo-nial, y se pronunciabael conjuro que ella conocía, podía servir paraconseguirque un hombre tuviera trato carnal con la mujer que ledeseaba.Ella iba al colegio del Corpus Christi, porque allí se decíanmás despacio.Oía tres consecutivas,y desdeque se elevabala hostiahasta el cáliz pronunciabala siguiente «oracion»:

Jesuchristfonecht notJesuchrist fonech crucificat en lo ventre de la Vergefont encarnatadxi comesteparacelessont veritatligo y ato el tal y los tales de Fulano(aquí había que hace una cinta a los calzonesdel galán que se quería enamorar)-

María Bosch también lo practicaba.A una personale pidió tressueldos para hacerdecir misas por las almas de los ahorcados.Ha-bía que oírla de pie con las manosatrás,y cuandoel sacerdotecon-sagraba,exclamar: «Miente con toda la bocay garganta»y tomar tie-rra de la sepultura. Se hacia con el mismo fin de lograr el amor dealgún hombre.

La influencia del universo religioso es tan poderosaque, segúnmicriterio, támbién es preciso interpretar otras muchas característicasdel mundo de las hechicerasdesdeestepunto de vista, tales como larepetición frecuente del número tres, que recuerdaa la SantísimaTrinidad, o del nueve,en relación con la costumbrede rezarnovenasa determinadossantos. Algunas oraciones supersticiosasse repitenigualmentedurantenueve noches,o nuevesveces,al ánima solahayque invocaría tresveces,etc,

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Este uso indebido de las prácticas religiosas será, justamente,elquerepudiaráy castigaráel tribunal del SantoOficio. En general,losinquisidoresno hablande hechiceríao brujería al llevar a cabo la ca-lificación del pecado-delito,sino de «supersticiónde yana observan-cia>’, «maleficio hostil», etc. En el caso de las hechicerasvalencianas,la calificación másfrecuentees la de «supersticiónamatoria»,puestoque el objetivo amorosoes el propósito fundamentalde estasprác-ticas supersticiosas.La definición de «supersticiónadivinatoria-ama-toria» es también la más frecuente.

Sin demasiadosescrúpulos,las reosde 1655 solían invocar tambiéna Barabás,Santanásy al Diablo Cojuelo siempre que les parecíacon-veniente, lo que, de acuerdo con lo que sabemos,el tribunal conde-naba como invocación de demonios. Implícita o explícita, según loscasos,pero el asunto no solía tener repercusionesgraves,porque concierto desparpajolas hechicerassolían decir que si bien llamaron alos demonios,éstosno acudieron...

Los utensilios: la «cocina mágica»

La limitada imaginación,a la que he aludido antes>de las mujeresmetidas en el negocio de la magia, se pone de relieve también en elrepertorio de sus utensilios, herramientasy productos utilizados. Loselementosque manejanpara sus hechizos, etc., suelen ser absoluta-mente cotidianos, a pesar del carácter«terrible» que se otorgan confrecuenciaa ciertos colores, sobre todo el negro, cuando se presentaen animalesmuy concretos,como el gato o la gallina. Algunos goza-ban de una reputación realmenteterrible que se ha conservadoin-cluso hastanuestrosdías. Este es el casodel pobre sapo [al que per-sonalmenteencuentro tan inofensivo como cualquier otro animal, apesar del lugar común que le ha convertido en uno de los seresnau-seabundopor excelencia]y del que sedebió hacerun enormeconsumoduranteel Antiguo Régimenpara las prácticasmágicas.Las hechicerasle clavabanalfileres> le dejabanmorir lentamente,le enterrabanbajoladrillos, etc., y le sometíana toda suertede torturas que pretendíanse reprodujeranen los amantesdesdeñososo en los enemigos. Real-mente, es preciso señalarque si en España,y fuera de ella, hubo al-gún animal que padeció las consecuenciasde la pasión amorosa, yque representeal mismo tiempo al símbolo de las artesmágicasen elmundo hechiceril es, sin dudaalguna, el sapo.

2> De esta manera realmenteescéptica suelenexpresarsetambién las ‘cris-tianas viejas. Por sólo citar un par de casos,puedenverse las Relaciones deCausa de Anna Ma Xerez y María Pérez, procesadastambién en Valencia en1671 (AH. N., Jnq., leg. 478), quienesdijeron al tribunal «que nunca se habíanseguidoefectos” de las ceremoniasque hacían.

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Ademásdel uso repetido de los animalesque acabamosde mencio-nar, las hechicerascompletabansus rituales, conjuros> mandasy ma-leficios, encendiendovelas o candelasde diversos colores> especial-mente verdes o amarillas, que resultaban imprescindibles para pro-nunciar determinadasoraciones,como la de Santa Elena. En algunoscasos,el rito se acompañabacon la luz de un candil. En casosextra-ordinarios, y para alcanzar ciertos resultados,recurrían a velas com-puestasde varios tipos de sebo, todos ellos de carácter«exótico» yespecial.

Las hierbas forman un repertorio aparte y bastanteextenso den-tro de los materiales utilizados en la hechiceríapopular. Son el ele-mento indispensablede los sahumerios>y, por tanto, casi todas sonolorosas.Suelen recogersela nochede San Juan,pero en alguna oca-sión la hechiceralas planta directamenteen un tiesto que considerarecomendableregar con vino blanco. Las más utilizadas son el cu-lantro, la rutia, los granosde helechoy otra~.

Cuandola mujer especializadaen estas artes mágicasquiere con-seguir una «ligadura’> realmente eficaz suele recurrir a los residuoscorporalesque tanto repugnana Cirac Estopañan.Con el fin de male-ficiar o ligar definitivamente a un galán, la hechicerarecurre a cual-quier cosa que procedadirectamentedel hombre o la mujer que vana participar en el hechizo, prefiriendo aquellaspartes, tanto femeni-nas como masculinas,de carácter íntimo y que están relacionadasconaquello que produce la impresión de emanarde las partesvitalesdel individuo. En estesentido,seráigualmenteválido el semenque lasangremenstrual,y el pelo de las distintaspartesdel cuerpo,incluidoel de las llamadaszonas «verendas»,los orines e incluso las uñas.

Por supuesto,en estanecesidadde establecerun contactodirectocon el cuerpo y la intimidad física del hipotético hechizado,tambiénseránválidas las prendasutilizadaspor él, o ella, o los objetos conlos que haya tomado contacto.

Los elementosque se utilizaban como amuletos, tanto en Castillacomo en el área levantina y andaluza,son igualmentesimples. Nues-tras hechicerassolían llevar con frecuenciabolsitas coloradas queconteníanmaterialesdiversos, pero bastanteelementales,tales comopiedrasblancas,trozosde ara consagraday piedraalumbre.El imán,que se considerabaque traía suerteen el juego y en los amores,erauno de los objetos más buscadosy apreciados.

Según puede verseen el libro de J. Caro Baroja, La estación de Amor,Madrid, Taurus, 1979, 304 págs., la cosechade estashierbas,asimismocon finesamorosos,se ha mantenidovigente hasta fechasmuy recientes.Como comple-mento cte estaexposición,el lector puede consultarestebello libro, en el queencontraráprácticas muy similares, así como el trabajo anterior de RafaelSalillas, La fascinación en España

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A veces, estos materialesse usabanpara componeralgunasbebi-das o comidas,dando lugar a lo que podríamoscalificar de «cocinamágica’>, tan simple en sus componentesque produce la sensacióndeque la mujer no ha podido desprendersede sus costumbrescotidia-nas a la hora de llevar a cabolas prácticassobrenaturales.La sal, elvinagre, el aceite, el aguardiente,formarán parte de casi todas las«fórmulas»con las que se lleva a caboel conjuro de las «cazoletas»,«ampollas’> o «redomas>’,que consisteen quemar lentamenteuno deestaslíquidos y observar la forma y color de la llama mientras sepronunciala oración apropiada.Luego se añadela «piedraalumbre’>,y ya se ha realizado el «compuestomágico»que permite averiguar sise poseeel amor de un hombre.

El huevo otro elementoindispensablede toda cocina, constituyeotro de los componentescon que solían llevarse a caboprácticasadi-vinatorias sumamentefáciles,por otra parte,de ejecutar. Bastabaconecharlo en el aguade un recipiente,orinal, jofaina, etc.,y esperara verel aspectoque presentabaal día siguiente.Las hechiceraslo interpre-taban según que hubiera «cuajado’> o no.

En los comedizosy bedizos el condimentofundamentallo consti-tuye, sin duda alguna, la sangremenstrual. La práctica consistía enuntar en la comida del galán o reducirla a polvo para añadirla al gui-so. Dentro de la mismaasociaciónde ideas,Laura Garriguesaconsejóa una mujer que llevase una piedra blancadentro de unabolsita, laacarícíaracon frecuencia,y luego se la diera a comer a su amante,convenientementereducidaa polvo, naturalmente,ya que lo que sepretendíaera conseguirsu amor y no su fallecimiento.

Como vemos,y si recordamosel repertorio de JosefaCarranza,lavariedadde los instrumentos utilizados por las hechicerasvalencia-nas,al menospor lo que se refiere al auto de fe de 1655, era un tantoinferior al de las grandeshechicerascastellanas,pero los elementosno variabanen lo fundamental.Tampocofaltabanentrelas valencia-nas los instrumentosmás o menos macabros,como la soga del ahor-cado, que segúnMaría Boch era útil para conseguirel amor corres-pondido. La mismamujer llevaba también a caboun maleficio en elque utilizaba un corazón de carnero, tal y como hemos visto haceraotrasmujeresen los tribunales de Cuencay Toledo.

La fuerza de la palabra

Todos estossencillos componentesno podían producir, indudable-mente,la impresión que las profesionalespretendíanlograr sobre susclientes si no contarancon los elementosindispensablesdel rito: lafuerza de la palabray su propia capacidadde sugestión.Lo esencial,

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y lo que realmenteconseguíaimpresionaral cliente, desdemi puntode vista> era la fuerza de la oracióno conjuro que la hechicerapro-nunciaba,de acuerdocon un ritmo y un énfasis quenos resulta casiimposible reproducir, pero que se puedeadivinar a través de la me-dida de las frases. La hechiceratenía buen cuidado en subrayarloesencial,repitiéndolo a manera de estribillo, segúnpuedeverse en laoración de Santa Elenacomo ejemplo típico, o través de la longitudde cada sentencia.

Es casi seguroque todas estasoracionesmágicassepronunciabanutilizando un sonsoneteque imitaba también, en-cierto modo, al delas oracionesoficiales, repetidasen voz alta o en bisbiseospor lasbeatas,una y otra vez. Según podríamosver si dispusiéramosde es-pacio para reproducir las más interesantes,todas producen la sensa-ción de constituir una especiede letanía.

Desde mi punto de vista, la sencillez de los elementosutilizados,tanto por las hechicerascastellanascomo las valencianas,no puedenexplicar la sugestiónejercida por estasmujeres sobre sus clientes.Ni siquiera los <‘elementos terribles», como la sangremenstrual, losanimalesnegros, sapos,corazonesde carnero, etc., no podían lograresta impresión si la hechicerano hubiera contado con el poderosoelementode las oracionesy conjurostradicionalespronunciadosconel so+oneteritual quepenetrabaen el espectadory le proporcionabala impresión de que algo sobrenaturalpodía ocurrir. Prácticamente,no encontramosningúnrito quecarezcade su correspondienteoraciónmágica que constituye, en mi opinión, el núcleo del hechizo que in-tenta llevarse a cabo.

Intento de clasificación final

De acuerdocon las consideracionesqueacabamosde hacer,pasa-remos ahora a ver con cierto detenimientoestos rituales supersticio-sos que nos hemoslimitado a mencionarhastaahora.En las páginasanteriores hemos seguido denominándoloscon los rótulos tradicio-nalesque aparecenen los procesosinquisitoriales, y que luego produ-jo Cirac Estopañan.En el análisis que trataremos de llevar a caboa continuaciónprescindiremosde estaclasificación para pasara teneren cuentala afinidad que puedeexistir entre estosritos, en razón delos instnimentos utilizados, o - del elemento fundamental que sirvepara caracterizarle.Además de la catalogaciónque llevamos a caboanteriormente,de acuerdocon los fines perseguidospor las mujeresque los llevabana cabo, desdeesta segundaóptica los hechizos,con-juros, etc., puedenagruparseen los apartadossiguientes:

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1.0 Procedimientosmánticos o sortilegios: a) Los llevados a cabocon habas,naipes,etc.; b) Mediante la utilización del fuego: alumbre,sal, etc., cazoletas,ampollas, etc., y c) Otros elementos:rosario, na-ranjasy otros objetos.

2.0 Los que contienenun elemento erótico: a) Hechizos con san-gre menstrual,semen,cabellos, etc., y b) De contenido erótico implí-cito.

30 La «fuerzade la palabra»:a) Conjuroscon fines amatoriosdi-versos: «Furioso viene...», «Hola, hola, varón>’, conjuro al sol, a laluna, a las estrellas,etc.; b) Conjuro de la puerta, la ventana,calles ycantonesy afines, y c) Oracionessupersticiosas:a San Sivestre,AnimaSola, Santa Elena, Santa Marta, San Onofre, San Erasmoy otras.

IV. La hechiceríagitana

A pesarde la persistenciacon quela voz popular atribuía a las mu-jeres gitanas dotes de adivinación y otros poderessobrenaturales,elrepertorio hechiceril de nuestraminoría es bastantelimitado y no di-fiere prácticamenteen nadadel que hemosvisto utilizar a las cristianasviejas procesadaspor el auto de fe valenciano. La gitana copia lasoraciones,conjuros, etc., que llevan a cabo las demás mujeres meti-das en estascuestiones,y lo único digno de constataren su actuaciónes el empobrecimientoque se observa en relación con el repertoriomanejadopor sus «cofrades»payas.Si en estebreve trabajo hubierasido posible analizar la hechicería culta cmv relación a la popular~,

hubiéramospodido constatar que muchos de los elementosutilizadospor las mujeres que se dedicabana las artes mágicas procedían deeste estamentosuperior, de los laboratorios de los nigromantes,o demujerestan sólo tienen una vaganoción. Se ha producido, por tanto,una suertede «descenso»en la escalade los conocimientos,que lasmujeresque practican la hechicería—puesto que la magia culta que-da reservada,en general,a los hombres—compensancon la adición,en muchos casos,de elementosfuertementepoéticos,desdemi puntode vista, como es el casodel contenidopasionalde muchasoracionesy conjuros. Basta a este respectocon recordar el llamado «conjuropara desenojar», la gracia ingenua de la oración a Santa Elena yotras28

27 En el trabajo definitivo que estamos tenninandoacerca de la cuestiónque hemos tratado de resumir en este artículo, existe todo un capítulo dedi-cado a este aspecto.

~» Puedeconsultarsea esterespectomi libro antescitado «Los gitanos es-pañoles.PeríodoBorbónico».

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En el caso del repertorio mágico de las gitanas,nos vemos obliga-dos a señalarun nuevo descensocualitativo. Las prácticasque llevana cabo las mujeresde estaminoría, a pesar de que en muchos proce-sos se las señalecomo responsablesde haber transmitido sus conoci-mientos a algunascristianasviejas —son más simples, menos varia-das y su conocimiento de oraciones,conjuros, etc., mucho más limi-tado que el de las cristianas, a juzgar por sus declaracionesy las delos testigosque llevan a cabo la denunciacontra ellas en los procesos.A pesarde estenueva «pérdida», la gitana compensala situación conun desplieguede habilidad y conocimiento de la psicología de su«cliente» que convierte cada uno de los procesosconservadosen undelicioso relato que supera,en muchoscasos,a la narración literaria.La gitana poseéel artede aproximarsea sucliente, una capacidadper-suasivaque supera los conocimientosde sus rivales no-gitanas,y unaimaginaciónpara conservarel interés de la personaque pretendelo-grar los efectosmágicos,que compensanla pobreza de su repertoriohechiceril y lo somerode sus prácticasrituales, segúnveremos.

Un ejemplo típico de cuanto acabamosde decir lo suponeel com-portamiento de Maria Hernández, también conocida como MaríaSalazar—en el caso de los gitanos nos encontramossiempre con di-versosalias, y resulta difícil averiguarcuál de todos es el que cons-tituy~ el verdaderonombre—,contrala que se siguió unacausaen eltribunal de Toledo en 1635 29

Para comprender los métodos de las gitanas hechiceras echare-mos ahora un ligero vistazo a esteproceso,que puedeservirnosparailustrar las característicasde la relación entre las gitanas y el mun-do payo,y de los trucos que utilizaban para sacarpartido de la exten-didísima creenciaen susvirtudes mágicas.

María Hernándezvivía en Santa Olalla, pero los hechosocurrie-ron en la villa de Maqueda. Contaba unos treinta años de edad, yestaba casadacon un herrero, es decir, en principio, pertenecíaalgrupo social4e los ~itnnns m~s nróximosa la socieAaa ‘le los cris-ET1 w448 228 m467 228 lSBTtianos viejos. Sin embargo,en algunasocasioneslas esposasde estoshombresque pertenecenal sector de la sociedadgitana que ha en-contrado un sitio en la sociedadgracias a su cualificación laboral,conviviendo pacíficamente con el resto de la comunidad, practicanla hechiceríaen parte por afición, en parte acuciadaspor el deseodeconseguiralgún dinero con el que redondearel presupuestofamiliar.Estas mujeres, por tanto, parecenpresentarla otra cara de la mo-neda de lo que hemos denominado~ «gitanos asimilados». La de-

29 AH. N., Inq., Toledo, leg. 88, num. 123.» Estaes unainteresantecuestiónsobre la que me preocupéen mi ponencia

en las PrimerasJornadaspara el Estudio de la Mujer, U.A. M., abril 1982, «Lamujer, el amor y la religión en el Antiguo Régimen».

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nuncia contra nuestragitana la llevó a cabo Jacinta del Castillo,mujer de un escribanopúblico, de unos veinticinco años de edad.Acontinuación seguiremosla declaraciónque ella misma hizo de loshechos,ya quesu brevedady grafismo situaránmejor al lector frentea su estadode ánimo que cualquier transcripción o resumenmarn-pulados por el historiador:

«Dixo para descargode su concienciaque un día de la semanade Heneroproximapasadadestepresenteaño y que no se acuerdaque dia fuesemas quepasó a las dos de la tarde estandola dicha doñaXacinta en su casaentró unaxitana pidiendo limosna, la cual dixo llamarseMaria Hernandez,la qual entrópidiendo limosna, y la dicha doña Xacinta se la dió y la dixo la catase labuenaventura,y la dicha xitana la asió la mano izquierda y despuésde haberlamirado las rayas de la mano la dixo: «Verdad es que con mi marido la hetenido una muy gran pesaduihbre”,y la xitana respondió: «Si tu me lo pagasyo te daré un remedio para que tengas paz con tu marido», y yo la dixe noentendiendoque era cosade tanto momento y tan perniciosa—obsérvesecomoel secretadodel tribunal opta a partir de ahorapor la narraciónen primerapersona,en la que se observael temor de D.a Jacintaante los funcionariosdelSantoOficio y su deseode salir exculpada—que me diese el remedio y se lopagaría.Y dixo la xitana: «aguárdatey verás quien te mete mal con tu ma-rido», y tomó una cuartilla de papel y la hizo muchasdoblecesy me la metióen la mano echandomuchasbendiciones,y me dixo la llevase a mi camay lametiese en ella y la tomasea traer, y me hizo que rezaseunas avemariasounos credos,que no me acuerdolo que fué de to, y yo de todo esto no creíanada,mas antes temía no me hiziese algun mal. Por ver en lo que parabaladexe proseguIr en sus embelecoscon ánimo de dar cuenta en el tribunal delSanto Oficio de Toledo, lo qual hubierahecho antes de agorasi hubiera comi-sario en esta dicha villa de Maqueda,mas como no le había hablé a un reli-gioso y debajo de confesiónle dixe me llamaseal dicho comisario,ante quienhago la dicha denunciación, y prosiguiendo en ella la dicha xitana tomó elpapel arriba declaradoy le echó más bendiciones llamando a Santa Marta, ydixo de una semienteno se qué cosas,y llamó al Diablo Cojuelo y me hizodescalzarun pie y hincar de rodillas y tomó el papel y le metió en una bacíade agua y le tuvo allí un poco de tiempo, y le sacódel aguay me lo enseñó,el qual papel tenía cuatro figuras y me dixo: «Veas aquí quien te mete malcon tu marido». Y despuesdestome vino a visitar mi madre y medixo: «¿quéhace aquí esta xitana?», y le dixe que había hecho ciertos emebelecos,y dixola xitana que quería echar una suerte a mi hermanapara ver si se había decasar,sacóun palillo muy pequeño,y pidió un poco de cera de la qual hizouna sortija pequeña,en la qual hincó dicho palo y lo puso en la partede arri-ba otro poquito de cera, y se lo puso la dicha gitana en su misma palma y leechóuna salivay el palo se andabaa la redonda.Y despuésde esto echódichasuerteponiendoun poco de sal en la punta de un cuchillo, y dixo ciertas pala-bras. Y dixo la dicha gitana que habíade ver arder la sal, y esta denunciantedijo que ella no veía arder la sal, despuésde todo esto la dicha gitana mepidió una cédula firmada de mi nombre y yo no se la quise dar, y me pidióque por amor de Dios no dijese nadaporqueno se supiera, y por asegurarlale di palabra de callar. Todo lo qual es verdad, so cargo de juramento que,fecho tiene»~‘

31 M.a Helena SánchezOrtega, op. cit.

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En estebreve relato queacabamosde observarsiguiendolas pala-bras de la supuesta«víctima» puedenapreciarsetodas las diferenciasy similitudes entre el comportamiento de las hechiceras gitanas ylas cristianas viejas. Según hemos podido comprobar, al igual quelas segundas,María Hernándezmezcla los elementossacrosy profa-nos, ordenando a su cliente que rece credos, avemarías,haciendocruces, etc. Como sin duda tiene noticias de que las profesionalesdela otra etnia hacen uso de la sal en algunos conjuros —recuérdeseel que hemos denominadoespecíficamenteasí— solicita a doña Ja-cinta un puñado de ella al fuego para llevar a caboel vaticinio segúnla forma y el color de la llama. Al igual que en algunos conjuros ala puerta,o a la ventana,en que la hechiceraespecíficaque hay queejecutarlo con un pie descalzo,María Hernándeztoma también esteelementoy manda a doña Jacinta que se descalce.La motivación delas mujeres que la consultan no ofrece ninguna novedad.Como enla inmensa mayoría de los casos,la «pasión amorosa»—tal vez con-vendría decir mejor la «vocación amorosa»~— constituye el objetivofundamental.Por lo demás,el ritual es sumamentesimple y no añadenada a los que llevaban a cabo las hechicerascastellanaso valencia-nas no gitanas, si exceptuamosel truco del papel pintado con tintasimpática en el que aparecenlas figuras que más convienena cadasituación, y que veremos utilizar con suma frecuencia a las hechi-ceras de nuestraminoría.

En general,el comportamientode las gitanas metidasen las cues-tiones de hechicería no presentamuchas variantes en relación conlo que acababamosde ver, si exceptuamoslo que he denominadoyaen alguna ocasión «el truco del tesoro escondido»~. Las gitanas quefueron procesadasante el tribunal de Toledo suelen introducirse enlas casas de sus futuros clientes con toda desenvoltura,y una vezinstaladasen la confianza del hombre o mujer —también hay hom-bres interesadosen recurrir a sus artes por cuestionesde juego ode amores—procuran sacar el máximo partido a la situación. Sinningún tipo de temor por su reputación o ante la posibilidad desufrir algún desmánpor parte de hombres jóvenes que andan enbuscade fortuna a los que vemos acercarsea dos gitanas,supuesta-mente llamadas María y Magdalena,también procesadasen este tri-bunal en 1623 M Con el pretexto de pedir limosna, segúnsu costum-

A. H. N., Inq., Toledo, leg. 90, núm. 159.“ Como ya señalóLea (A History of the Spanich Inquisition, vol. IV, cap.

VIII, Sorcery and Occult Arts, pág. 189), la Bula de Sixto V, Coeli et Terraepublicadaen 1585, vino a fortalecer la creenciaen la viabilidad de las prácti-cas supersticiosas.En ella se denunciaban la astrología, la invocación a losdemonios,el abusode los sacramentos,la utilización de «familiares” en anillosy espejos,y la consultaa mujeres fanáticas.

»~ El subrayadoes mío.

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bre, abordarona Cristóbal Texero de Vega, natural de Lisboa y queestabaen la Corte de paso para Italia como soldado en compañíade un compatriota> llamado SebastiánRodríguez. Como los dos sol-dados sentían la comprensible ansiedadpor averiguar cuál sería sufortuna, las pidieron que les dijeran la buenaventura.Con este finlas dos mujeres se introdujeron, al parecer sin ningún empacho,enel aposentoque ocupabanlos dos soldados>alojados en una posadacercana a la Cava de San Francisco. Una de las gitanas pidió que-darse a solas con Cristóbal «para decirle dos cosas».El criado y sucamaradasalieron tan a regañadientesque, según parece, quedaronespiando lo que ocurría a través de una hendidura de la puerta,desde donde vieron como le echababendiciones con un real de ados y prometía volver al día siguiente. Cuando Maria y Magdalenaregresaron,como habíandicho, y aunquelas dos eran mujeresjóve-nes de unos treinta años,entraron de nuevo en el cuarto de los sol-dados sin ningún reparo, y los encontraronen la cama.

Las dos gitanas le preguntarona Cristóbal cuál era el objeto desu visita a la Corte,y él las explicó que pretendíamuchascosas,entreellas que el Cardenal Infante le quisiera dar un privilegio de Maltaque tenía. Ellas insistieron para averiguar si no buscabaalgo más,y Cristóbal terminó por confesarque teníanegocioscon Su Majestady que deseabaque una mujer con la que quería casarsea su regresole escribieray no le olvidara. Ya tenemos,pues, a nuestrasgitanasante una víctima perfecta, un hombre joven, soldado y ambicioso,con negocios en la corte que le interesa arreglar y enamorado.La‘<ceremonia mágica»puedecomenazr.

Las dos mujeres le pidieron que les diera por escrito sus preten-siones y prometiera al Anima Sola cuatro misas para lograr que leconcedieranlos despachosque pretendía.Cristóbal hizo lo que lepedían, y ellas se guardaronel papel en el pecho. Luego sacaronunpoco de cera blanca «para hacer la suerte». Hicieron con ella unafigurita humanay le pidieron unasmonedasde oro y plata. Cristóballes dio tres reales de a dos, tres doblones y tres escudosde oro. Lasgitanas se las pusieron en la mano, luego clavaron la figurita sobreotra bolita de cera, asegurándoleque si se volvía boca abajo seríamala señal, pero que si «andabaalrededor»todo saldría bien. Des-pués dijeron quenecesitabanun poco de aguabendita que le habíanadvertido tuviera preparaday Magdalenala echó sobre la figurita ylas monedasdiciendo la oración de Santa Marta. Según declaró eltestigo, «vio éste en su propia mano que de suyo, sin que nadie latocase,dio unasvueltas alrededor,que le parecefueron dos o tres».El soldado debió quedar tan espantadoque preguntó a las gitanassi aquello lo hacían con pacto del demonio, pues de ser así él noquerría seguir adelante.Ellas le aseguraronque tan sólo se trataba

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de una gracia del «Anima Sola’> que conseguiría que sus negociosse resolvieran con bien. Sin embargo,y ante sus repentinos escrú-pulos, María y Magdalenale preguntaronsi se atreveríaa salir a lapuerta de la calle con un pie descalzoen el umbral, y el otro cal-zado. Debía llevar una vela verde en una mano y una figura en laotra. Cristóbal, cuyo valor no pareceestuvieraa la altura de su ambi-ción y de su condición de soldado, les preguntó cuál era el objetode aquella ceremonia, y ellas le explicaron que debía invocar a laestrella por la noche con aquella figura que habían fabricado consu camisa, decir la oración a Santa Marta y algunas otras, insistién-dole en que no debíavolver la carahacia atrás, porque podía ponerse«en gran peligro’>, y vería una sombrablanca, «tan grande como unacasa»,que diría tres veces su nombre con voz terrible. El soldadorespondió que no se atrevía a llevar a cabo aquella ceremonia, conlo cual Maria y Magdalena se ofrecieron inmediatamentea hacerloen lugar de su cliente. Para ello se llevaron el «hechizo»de las mo-nedasy de la figura que habían fabricado con la camisadel cliente.Como es de suponer, Cristóbal no volvería a ver las monedas,quees lo que pretendíanlas gitanas al ponderarle los peligros.

Al día siguiente volvieron de nuevo Maria y Magdalenacon dosredomitas de vidrio que conteníanun poco de agua y las pusierona hervir sobre el fuego asegurándoleque así podrían averiguar sisu negocio tendría éxito, mientras en la otra se desharíanlos malostestimoniosque le habían levantado.Durante la ceremoniade hacerhervir las redomas, Magdalena anduvo alrededor repitiendo: «Asícomo yer-ve, yervirán los deseos de despachara Cristóbal.» Luego,juntaron el aguade los dos recipientesy se la entregaroninformán-dole de que debía verterla en la puerta del palacio en donde iba atratar de su negocio.

Cuando las gitanas se marcharon,SebastiánRodríguez, el otrosoldado que siempre había estadopresenteen todos estos quehace-res, pareceque amonestóa su camaradadiciéndole que todo aquellono estababien, y quepodía incurrir en penade excomunión,de formaque entre los dos decidieron terminar con aquel asunto.En conse-cuencia con esto, al día siguiente trataron de recuperar el dinero ylos objetosque les habíandado a las supuestashechicerasreteniendoa una de ellas y mandandoa la otra a que fuera a buscar las perte-nencias de Cristóbal. Sin embargo, las dos mujeres protestron di-ciendo que no se lo podían devolverporque todo lo habíanenterradoen el campo y que lo único que pretendíanlos dos hombresera nopagarles su trabajo cuando ellas habían estado ya saliendo durantetres nochespara arreglar su negocio. El soldado las repitió que noquería seguir adelanteporque todo aquello era malo. Las gitanas leamenazaroncon que si el hechizo, que debía durar nueve noches,no

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proseguía,quedaríatullido de pies y manos. Así se inició una dis-cusión entre Cristóbal y sus hechiceras,que finalizó con el acuerdode llevar a cabo las ceremoniasnecesariaspara deshacerlas ceremo-nias anteriores,para lo cual se dirigieron los dos soldados en com-pañía de las dos gitanas hasta San Franciscoy allí Magdalenametióunasmonedasque le dieron en un pañueloy las enterró en el suelo,pidiéndolesque ellos hicieran lo mismo en otras iglesias que las gita-nas les señalaron.Cuando se separaron,Magdalenales devolvió elpañuelo, en el que Cristóbal ya no encontró las monedas que lashabía dado para deshacerel encanto.

Aunqueno disponemosde la sentenciade estacausani de la decla-ración de las gitanas, es de suponer que no fuera demasiadograve.Sí podemos, sin embargo, examinar, las calificacionesque llevarona cabo los teólogosdel tribunal y que demuestrancon toda claridadel escepticismodel Santo Oficio anteestascuestionesen general,peroespecialmentecuando se trata de prácticas llevadas a cabo por gita-nas. Aunque la actitud de uno de ellos, un tal Pedro González,parecequerer incluirlas en la misma serieque las hechicerascristianasvie-jas, y afirma que está claro que actúan con «pacto explicito e implí-cito», y que también se observa <‘yana observancia’>y otras «cosassacrílegas,usandode oracionesy misas y accionesy porque las pala-bras que decían en las dichasocasiones”y que convendríaque decla-rasen acercade quién es el Anima Sola”, luego añade:

«En las ratificaciones se deponeque cierta plata y oro que uno de los dostestigos había dado a las gitanas no lo balló después,sino sus cuartillos, yaunquela gitana respondióque el diablo lo habíavuelto la plata y oro en loscuartillos es de creer que no fue verdad sino quererseexcusary quedarseconel dinero, porque era fácil que las gitanas hubieranquitado la plata y oro ypuesto en su lugar los cuartillos si bien en personassemejantescualquier cosase hace sospechosapara examinalla,’.

Según el examende otro de los calificadores del tribunal, PedroTorencana:

«Pareceque fuera de que en algunascosasde que allí se testifican della,ay mucho de embeleco y embustecon que procuraban sacar dinero, pero enotras cosasy en todasellas juntas, alló ser claramentehechicería,malefictumet sortilgium, non purum sed mixtum aliquo errore circa doemonis sapientiamet potentiam, puescon lo que hacíanprocurabansaberel sucesofuturo de laspretensionesde Cristobal y juntamenteinclinar la voluntad de las personascon quien tenía las dichas pretensiones,lo cual solo es propio de Dios».

Pedro Torencana analiza la actuación de las dos mujeres a laluz de la Bula de Sixto V ~, y sus conclusionesson, por tanto, más

~> A. H. N., mg., Toledo, leg. 92, núm. 23.

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rigurosas que las del teólogo anterior, pero es evidente en amboscasosque ninguno de ellos terminaba de dar crédito a las artes má-gicas de Maria Magdalena.

El más moderadoy breve es el tercer calificador que se ocupó dela causa.Según este último:

«Las accionesque en ella se les aplican son de suyo supersticiosas,lo cualconstapor ellas mismasy por los efectosque en virtud de ellas se prometían,a que se añadencircunstanciassacrílegaspor el abusode las cosassagradasque se refieren. Verdad es que como no se siguió efecto alguno no se pruebafisicamente36 que interviniese pacto implícito o explícito con el demonio, yasí pudo todo ser embeleco para sacardinero».

Los testimonios de los calificadores de esta causa de 1623 noshan permitido aproximarnoscon rapidez y concisión a lo que fuela actitud generalizadade los inquisidores frente al delito de lashechiceras.Según se aprecia con toda claridad en la última califi-cación, mientras en toda Europa se desatabala caza de brujas, losfuncionarios del Santo Oficio se preguntaban ya por la relacióncausa-efectoy miraban con enorme escepticismola intervención deldiablo en los manejos de las hechiceras,especialmentecuando lamujer que se ocupabade estascuestionesera una gitana, segúnvere-mos más adelante.

En cuanto al repertorio de las demásmujeres de esta etnia quese ocuparon de estasartes, poco quedaque decir una vez vistos loscasosde María Hernández,y María y Magdalena,si es que estoseransus nombresverdaderos.En realidad, si nos atenemosa los procesosde una tal Agueda, Isabel de Alicante, Catalina de Ossesy Orobio ydemás mujeres de nuestraminoría que cayeronen las redes del tri-bunal de Toledo, no encontraremosgran variación en relación conlas causasque acabamosde analizar. En algunas ocasiones,comolo hizo Adriana en 1625, actúan como Celestinasy parecen contarcon toda una clientela de cierta calidad. Su repertorio de conjuros,maleficios, etc., parece poco amplio. Como de costumbre, la mujerencubre la falta de conocimientos con su capacidadde sugestionara los clientesy el poder de su personalidad,pero no merecela penaque nos detengamosahora en el relato de este proceso.

Aunque la tal Adriana fue recomendadaa una mujer joven quequería recuperaral amantecon el que había estadoengañandoa sumarido como «la hechicera más grande de España», su repertoriose limitaba a pedir a su cliente que exclame:

Delcambre,Le conceptde sorcellerie daus le duché de Loraine aux XVI etxvii s. fasc., III, Nancy, 1951.

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«Blas, Blas (el nombre del amante desdeñoso)encomiéndotea Barrabásy no te detengasa mi mandato».

También conocía el conjuro de la redoma, recomendabaun he-chizo en el que debían entrar como ingredientestierra de muertos,orines de negra, y un poco de agua de donde echan los cerotes loszapateros,recomendabael uso de polvos «hechizados»que debía pi-sar el amantedeseado,y rezabaun fragmento de la oración a SantaMarta. Como de costumbreen el caso de las gitanas, todas las cere-

monias van acompañadasde peticiones de dinero, joyas que debenentrar en la composición del maleficio, ropas, etc., y que luego nosuelen volver, con un pretexto u otro, a manos de la persona quese las ha entregado.

Esta forma de actuar se observa con toda claridad en el casode Catalina de Ossesy Orobio (curioso y rimbombante nombre parauna hechiceragitana) que actuó ya por los años de 1721 ~. La causaseguida contra Catalina es, sin duda una de las más jugosas de laserie de las hechiceras gitanas procesadasen Castilla, y con ellafinalizaremos estagalería de retratos de las mujeres de estaminoríaque se movieron en el área castellana.Al igual que sus compañerasde los procesosanteriores,Catalina no cree verdaderamenteen lasartes mágicas que practica, pero demuestraun conocimiento máscompleto de los rituales usadospor las cristianas viejas que tal vezdebamosatribuir al hecho de que su actuación se produce cuandola etnia ya había permanecidoen contactomás de dos siglos connuestros antepasados.

Su clientela está compuestapor hombres y mujeres, pero Cata-lina pareceespecializadaen la «recuperación’>de los amantesextra-viados. Su primer consultor, y principal denunciante,fue un tal Gre-gorio Vázquez,a quien habíaabandonadosu mujer y pretendíalograra travésde la gitana que volviera a su lado. Catalina utilizó en este

caso el conjuro del huevo, que puso en un plato con agua, debida-mente acompañadopor una sortija de plata, asegurándolea Grego-rio que si el huevo sc «cuajaba»sería señal de que «iba en bonanzasu pretensión”. Las palabras «mágicas’> que Catalina dijo en estaocasión fueron las siguientes:

«Así como es verdad que Nuestro SeñorJesucristonació en Belény si es verdadque la mujer de Vd. vengaa su disposición y mandato».

~‘ J. caro Baroja da cuenta en su trabajo «Los gitanos en cliché” de estasnoticias literarias.

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Al cabo de unos cuantos días volvió para examinar el resultadodel hechizo, pero como el huevo no se había «cuajado» le aseguróa Gregorio que surgían muchos inconvenientesy le pidió ropa desu mujer para llevar a cabo un conjuro más efectivo. Vázquez leentregó un guardapiésviejo, un jubón de estameñay una cortinaencarnada.Catalina le prometió que se lo devolvería todo una vezque hubieranconcluido el negocio. Como todo esto tampocobastaba,Catalina regresóde nuevo al cabo de unos cuantos días para pedirleuna piedra imán que también consiguió, pero Gregorio Vázquez yano volvió a verla despuésde esto.

En cuestionesmuy similares intervino también Catalina de Ossesy Orobio en relación con JosefaCano, Josefa Sánchezy María Gilque manteníanrelaciones extramatrimoniales y habían perdido elfavor de sus amantes.Como vamos viendo, la actitud de las mujerescasadasdurante el Antiguo Régimen distaba mucho de la estrictafidelidad que los padresde la Iglesia y la sociedadlas recomendabancon respecto a sus maridos. La conexión se estableció,como de cos-tumbre, a través de la buenaventuraque Catalina le dijo a JosefaCano en la calle de la Tornería. Si tenemosen cuentael fino instintodesarrollado por estas mujeres para los problemas humanos, no leresultaría difícil adivinar el tipo de problema que atormentabaa lapersona que se manifestabacon tantos deseosde averiguar su por-venir, por lo que Catalina la dijo inmediatamenteque «bien veía quetenía una pasión de la que la quería desengañar’>.Como es, lógico,JosefaCano no necesitabaque le dijera mucho más, y -la confesóque aunqueestabacasadacon un soldado,habíatenido relación conun tintorero llamado Gaspar de Medina que hacia tiempo.que «sehabíaretirado de su trato». Catalina se ofreció a devolverle su aman-te ,para lo cual le pidió cuatro reales de plata que pusoen una tazacon agua. Hizo muchas cruces mencionandoel nombre del Hijo ydel Espíritu Santo, y la advirtió que no vertiera el agua hasta eldía siguiente en que ella volvería «para que viera con sus ojos laverdad>’. Cuando la gitana volvió la pidió un lienzo blanco, que co-gieron cada una por una punta, mientras la gitana hacía las crucesacostumbradasy mencionabaa la Santísima Trinidad. Luego, tomótres granos de trigo y tres de sal y los puso juntos en un panelaña-diendo una semilla que llevaba. Según le dijo a Josefabastaríaconque dijera:

«Granito de helechopor la virtud que Dios te dioque hagasque venga a estar conmigo Fulano».

Y con ello conseguiríahacerle regresarcon toda seguridad.Tam-bién la advirtió que debía llevar siempre metido en el pecho aquel

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hechizo, o depositarlo debajo de la almohadacuandose fuera a dor-mir.

Muy similar es la relación de Catalina con JosefaSánchezy MaríaGil, amigas que se encontrabanen la misma situación amorosaqueJosefaCano. Según la declaración de Maria Gil, vecina de Toledo yde veintidós años de edad, la gitana se presentó en su casa paradecirle la buenaventuray le adivinó «que tenía una pasión muy cre-cida con un cuidado muy grande’>, es decir, una fórmula tan habitualcomo ambigua—procedimiento conocido y practicado desdela anti-giiedad por todos los augures—y que no puedefallar, puesto quede otra forma la persona no manifestaría interés por averiguar loque le pueda ocurrir. Todo ello no obstó para que María Gil, que«habíaestado divertida ilícitamente’> con un mozo soltero, de oficiotintorero, que la había abandonadopara contraer matrimonio, sequedasemuy sorprendidaante la «penetración»de la supuestahechi-cera, y mandó llamar a su amiga JosefaSánchezque también se en-contraba en una situación similar. Con el truco del plato de agua yel huevo cuajado consiguió que las dos mujeres la dieran las hebi-llas de los zapatos—probablementede plata—, las gargantillas, losanillos que llevaban puestosy unos encajesque ellas se resistieronbastante a entregarla. Para el caso en que el hechizo no tuvieraresultado y se vieran descubiertas,Catalina les ofreció provocar lamuerte de sus maridos... Como en el caso de JosefaCano, tambiénlas entrególa consabidabolsita con sal, trigo y helecho,e incluso unasflores secas que debían llevar puestas para que sus galanes nolas olvidaran.Con el pretextode prepararla mortajade los maridosmolestos, consiguió llevarse unos calzones de los susodichos.

Aunque ninguna de estas mujercs denunció a Catalina de Ossesy Orobio ante el SantoOficio, Gregorio Vázquezse dirigió a la SantaHermandadpara dar cuenta de los hechos y tratar de recuperar eldinero y los objetos que había sacadode su mujer, lo que consiguió«aunqueun poco deteriorados’>.Para desgraciade Catalina, la SantaHermandad consideróoportuno entregarla al Tribunal de la Inqui-sidón, lo que nos va a permitir conocerla más de cerca. Catalinatenía alrededorde los treinta años,y los testigos la describen comouna mujer muy morenaque llevaba hábito de viuda y con una man-telina negra. Cuando prestó declaración por primera vez ante el tri-bunal llevaba ya seis mesespresa,y dijo ser de oficio <‘gitana va-gante’>, hija de Diego de Osses,natural de Vizcaya, donde tambiénhabía nacido su madre. Ella había venido al mundo en Yuncos (To-ledo). Desdeallí pasó a Extremadura,donde falleció toda su familiay ella se vio obligada a trasladarsea El Carpio. Tuvo una hija conun labrador, del que no especifica si era o no gitano, aunque sincasarse,y luego anduvo vagandopor distintos sitios con sus herma-

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nos de raza. La vida de Catalina de Ossessupone,por tanto, el cuadroclásico de lo que se consideraba,en efecto, como una «gitana vagan-te’> durante el Antiguo Régimen.

Siguiendo siempre su propia declaración, sus padres eran cris-tianos viejos y ella aseguróestar bautizaday confirmada, oir misa ycomulgar en los tiempos prescritos por la Iglesia. Incluso señalóque la última vez que se había confesadolo había llevado a cabodurante la Ultima SemanaSantaen el pueblo de Fuensalidacon uncarmelita calzado que también la dio la comunión. Sin embargo, alllegar el momento de demostrar su conocimiento de los elementosfundamentales del Cristianismo determinadosen los Sínodos, «sig-nose,santiguose,dijo credo, avemaríay paternoster,todo mal, y res-pondió de la misma suertea todas las preguntas sobre la doctrinacristiana”. No parece,en efecto que el gradode cristianización de losgitanos en el siglo xviii —al menos de los vagantesy procesadosporla Inquisición— pasasede ser algo puramente superficial, y menostodavía se puede decir de los pertenecientesal grupo durante lossiglos anteriores.

Catalina sólo quiso confesarhaber estado en tratos con un hom-bre —Gregorio Vázquez—, quien la había encargadole compusieseuna piedra imán para tratar de recuperara su mujer, quien le habíaabandonado.Reconocióque había aceptadoel doblón que la ofreció,pero negó que hubiese llevado a cabo ningún manejo con la piedra,pues sólo había aceptado el trato para engañarle. Fue amonestadacuatro veces sin que quisiera añadir nada a esta declaración, perocuandose le leyeron los capítulos de la acusaciónaceptó los engañosque había llevado a cabocon las esposasinfieles, aunque siguió ase-gurando que tan sólo se trataba de una forma de conseguirdinero,porque quería ayudar a unos compañeros,gitanos como ella, queestabanpresos en las cárcelesde la Santa Hermandadsin tener anadie que les socorriera. Confesó que para el engañoque había eje-cutado con María Gil había compradoen una botica una hierba quellaman <‘pie de palomino», asegurandoque ninguno de los instru-mentos que había utilizado tenían más «virtud que la que por simismos tienen”, y que sólo eran útiles para llevar a cabo sus enga-nos, lina y otra vez repitió que todo lo había hecho para conseguirdinero, tal y como lo había llevado a caboya en muchasocasiones,y que las palabrasque los testigos la oyeron decir en lengua gitanaeran absolutamenteinofensivas.

En realidad, y si observamosdetenidamenteel comportamientode sus supuestasvíctimas, tanto Gregorio Vázquez,como las mujeresque querían seguir siendo infieles a sus maridos, no sólo parecenmucho más aferrados a las prácticas hechiceriles, sino incluso másculpables, de alguna manera, al igual que las personascomplicadas

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en los modernos«timos». Segúnla declaraciónde Catalinade Osses,cuandoella se ofreció a JosefaCano,y las demáspara eliminar asus maridos, se pusierontan contentasque la prometieronquesi loconseguía«la darían la sangre de sus venas y todo cuanto teníanen sus casas’>.

Efectivamente,Catalina de Osses,al igual que todas sus compa-ñeras, no es más que una timadora casi profesional, dispuestaentodo momento a sacarleel dinero al incauto payo que se prestealjuego de la buenaventura,o que manifieste con ello su predisposi-ción para los manejos «mágicos’>.Cuando el tribunal mandó que sela registrase para ver sí llevaba alguna alliaja, apareció sobre sucuerpo todo el «instrumental’> de que disponía listo para utilizarlocon sus clientes en cualquier momento: una trenza de pelo metidadentro de una media blanca con mucho espliego,una bolsita de sedacon una raíz, una especiede asta de ciervo, una taleguita de code-llante encarnadocon una piedra imán, otra taleguita con unos cabe-llos negros, trozos de uñas y una piedrecita colorada. Es decir, unrepertorio muy similar al de los laboratorios hechiceriles descritospor Cirac. Este talento para el engaño que hemos podido observaren las hechicerasgitanas que actuaron en Castilla es mucho másnotable y original si pasamosa analizar el comportamiento de lasprocesadasen el tribunal de Valencia a través de las causasconser-vadas.

El «truco del tesoro escondido»

Lo primero que merecela pena subrayaren el caso de las valen-cianas es su especializaciónen el procedimiento para «desencantar»tesorosque hemos denominadoel «truco del tesoro escondido».Enrealidad, este tipo de engañopareceser, si nos atenemosa los testi-monios literarios, uno de los más divulgados y practicados por lasgitanas en todo tiempo y lugar, puesto que Delcambre da cuenta decomo lo llevó acabounagitana en Franciaduranteel siglo XVI. Segúneste autor, el procedimientoque utilizó consistía en abrir un agujeroen el suelo de la cocina, echar agua bendita y decir un paternosterpara conseguirque el tesoro saliera a la luz poco a poco. Cervantesy Jerónimo de Alcalá nos dan también noticias de engañosque coin-ciden casi punto por punto con lo relatado por Delcambre. SegúnJerónimo de Alcalá, unas gitanas persuadierona una viuda de quehabía un tesoro en la bodegade su casa que apareceríamediantelosconjuros que ellas debíanpronunciar la nochede San Juan.Las gita-nas, al parecer,se habíanespecializadoen el mismo tipo de actuacióntanto en Españacomo en Francia, pero este truco, aparentemente

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tan elemental, tiene, desde mi punto de vista, tantas implicacionescon el mundo de la supersticiónen el áreamediterráneaque merecela pena que le dediquemosatenciónparticular y comparemosla ver-sión literaria con la que nos ha transmitido los procesos.Para ello,nada mejor que referirnos al relato cervantino, tan breve como ju-goso, contenido en «La Gitanilla” 38:

«.. la abuela (de la supuestagitanilla, Preciosa) dijo que ella no podía ira Sevilla ni a sus contornos,a causade que los añospasadoshabíahecho unagurla en Sevilla a un gorrero llamado Triguillos, muy conocidoen ella, al cualle había hecho meter en una tinaja de agua hastael cuello desnudoen carnesy en la cabezauna corona de ciprés, esperandoel filo de la medianoche parasalir de la tinaja a cavar y sacar un gran tesoro que ella le habíahecho creerque estabaen ciertaparte de su casa.Dijo que como oyó el buengorrero tocara maitines, por no perder la coyuntura, se dió tanta priesaa salir de la tinajaque dió con ella en eí suelo y con el golpe y con los cascos se magulló lascarnes,derrámoseel agua, y él quedónadandoen ella, y dando vocesque seanegaba.Acudió su mujer y sus vecinos con luces y halláronlehaciendoefec-tos de nadador, soplandoy arrastrandola barriga por el suelo; y meneandolos brazosy piernas con mucha priesa y diciendo a grandesvoces: «~Socorro,señores,que me ahogo!», tal le tenía el miedo que verdaderamentepensóquese ahogaba.Abrazáronsecon él, sacáronlede aquel peligro, volvió en sí, contóla burla de la gitana, y con todo eso contó en la parte señaladamás de unestadoen hondo, a pesarde todos cuantos le decíanque era embustemio; ysi no se lo estorbaraun vecino suyo, que tocaba ya en los cimientos de sucasa,el diera con entrambasen el suelo, si le dejaran de cavar todo cuantoél quisiera. Súposeeste cuentopor toda la ciudad, y hastalos muchachosleseñalabancon el dedo y contabansu credulidad y mi embuste».

Como podemos observaren este breve relato, en tiempos de Cer-vantes ya constituíanun tópico los engañoshechiceriles de las gita-nas, y especialmentelos que se relacionabancon la búsquedade teso-ros encantados,cuestión que obsesionóa los hombresy mujeres detodas las clasesy estadosduranteel Antiguo Régimen,como ha seña-lado J. Caro Baroja en alguna ocasión, dando lugar a diferentes ymúltiples procesos,en los que es muy frecuenteencontrarimplicadosa gitanas,moriscos,judíos y.-. frailes ~. A pesar de que este tipo de«timo», pues casi debemosconsiderarlo así, ya había pasadoa for-mar parte de la Literatura, el contacto con la realidad a través delos testimonios conservadosgracias a la amplia documentacióndelSanto Oficio nos demuestraque la credulidad y ambición, lógica entodos los tiempos, del que deseabaenriquecersecon rapidez y facili-dad, les convertía en una presa sumamentefácil para las avispadas

>8 Cervantesda a su relato un tono realista, en el que se realza el aspectopuramentecómico del engaño,pero como veremos más adelanteen el casode María Dolg, las gitanas intentabanrodear a la cuestión de tintes mágicos,aunqueeí resultadofinal fuera también en algunoscasos el ridículo ante losvecinos,como en el cuento de la abuela de la Gitanilla.

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gitanas.Resultacurioso constatar,por otra parte, que la mayor partede estos testimonios inquisitoriales se han conservadogracias al tri-bunal de Valencia. Aunque la mención de gitanas que han actuadoen este tipo de cuestionesaparececon cierta frecuenciaen los tribu-nales de Cuencay Toledo, y ya hemos visto como Cervanteslo con-sideracomo algo que también había tenido lugar en Sevilla, los pro-cesos verdaderamenteinteresantesen los que la gitana encausadaparecehaber convertido este tipo de engañoen una auténtica «espe-cialización”, pertenecensobre todo al tribunal de Valencia.

Isabel María Montoya en 1671, María Montoya en 1711, y 1735junto con su sobrina Isabel Montoya —que pasó ante el tribunalhasta tres veces y constituye un caso verdaderamenteespecialal quededicaremosparticular atención en otra parte~—; Josefa del Cabe-lío en 1721, Vicenta Eugenio en 1730, GenerosaVicente en 1725, unadenuncia contra dos mujeres de esta etnia que no llegó a prosperaren 1785, y finalmente la denuncia contra Antonia Diaz en 1794. Todasellas desfilaron ante el tribunal por el mismo delito, es decir: la bús-queda y desencantamientode tesoros, auténtica especialidadgitana>al menos en el árealevantina, a la que merecela pena que echemosun vistao antesde terminar el apartadodedicado al repertorio hechi-ceril de estas mujeres.

JosefaMaria del Cabello era natural de Tudela, pero residía enPedralva.Fue denunciadapor un comisario del SantoOficio que ha-bía oído hablar casualmentede las «malasoperaciones’>de unosgita-nos. Trató de averiguar de qué se trataba y tuvo conocimiento de loque les había ocurrido a María Dolg y su marido, Antonio Polo, veci-nos de Jitaguas.

El tribunal, en vista del relato que le hio su comisario, mandóllamar a María Doly, mujer de unos veinte años, natural de Aragón,aunqueresidía en el pueblo mencionado,quien contó el engaño deque había sido víctima por parte de una tal María N, hija de ungitano al que llamban El Sargento. Este hombre había llegado allugar en compañía de su mujer y su hija, ambas conocidaspor elnombre de María. A eso del mediodía se había presentadoen casade la Dol~ la más joven, asegurándole«que no sabia el bien que en

>8 Las formas de procederen el casode los judíos, frailes y algunosmoriscossuelendiferenciarsebastantede las seguidaspor las gitanasviejas, el grado deescepticismodc éstos es muy inferior al de las mujeresde la minoría gitana.En general,judíos y frailes utilizan procedimientosque están conectadosconla Cabala y la magia culta. Cirac Estopañanhace referencia en su libro aalguno de estos casosen su libro siempre citado, y en el trabajo definitivosobre el tema de este artículo hemos dedicado un capitulo completo a estacuestiónpara tratar de establecer,tambiénen este caso, las diferencias entreestos grupos.

~> Ya hicimos referencia anteriormente a esta interesantehechicera, quetambién nos ha parecido merecedorade capítulo aparte

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su casatenía, pues detrásde la puerta de su caballeriahabía cuatrojarras de moneda que estabaallí encantada’>.La gitana se ofreciópara desencantarlomedianteciertos conjuros, si ella le daba la ter-cer parte y las alhajasnecesariaspara llevar a cabo las ceremoniaspara este efecto. El desencantamientose podía lograr en tres días>pero era preciso que se llevase a cabo siendo día festivo, por lo cualse podía aprovecharla festividad de San Vicente Ferrer que estabacercana.También era condición indispensableque guardaseel mayorsecreto,sin contárselo tampoco a su marido, porque de otra manerael tesoro se convertiría en carbón. A cambio de aceptarsus condicio-nes la prometió dejarle ver la importancia de la fortuna encantada.

No parece que María Doig vacilase mucho acerca de lo que de-bía hacer, pues en aquella ocasión la entregó un tafetán negro, undelantal también de tafetán, dos reliquias de plata, una de ellas so-bredorada, tres cintas de raso, un pañuelo de seda, una sortija deplata, una funda de almohada de lienzo, unos zapatosy tres cele-mines de trigo, todo ello con el fin de emplearlo en las nueve mísasque iba a hacer decir en el convento de San Franciscode Chelva, to-das ellas acompañadasde una limosna de nuevereales y que debíandecirse en nombre del Anima Sola que estabaen compañía del di-nero.

A continuación, María procedió a la demostraciónde sus poderesmágicos,y de la magnitud del tesoro. A tal efecto, le pidió a MariaDolg un pliego de papel blanco, aguabendita y unos granos de sal.Todo lo pusoen una palanganay añadióun poco de aguausual.Lue-go plegó el papel tres veces y lo sumergió mencionandoa la Santí-sima Trinidad y diciendo algunaspalabrasque Maria Dolg no pudoentenderporque las murmuraba entredientes.Al rato, sacó el papely procedióa explicarla lo que aparecíarepresentado.«Mira —le dijoa su cliente—, mala mujer, ¿creerásahora lo que te decía? Miraaquí las cuatro jarras de moneda, mira la una que es mayor quelas otras. Mira aquí estas cruces que conforme las ves aquí en elpapel, están en las monedasde las jarras. Mira el moro que tienela llave para sacar el dinero. Esta otra figura que ves es el Angelque ha de alumbrar con un cirio para sacar el dinero. Y esta otrafigura que ves eres tú, como la dueñade esta casa. Mira las nueverayas que denotan las nueve misas que te dije con la limosna de nue-ve reales por cada una, y te aseguro que es tanto el gozo que tengopor ver que esto me sale bien, que no me cansode ver el papel. Yte advierto que estanoche he de enviar a Chelva a por un cirio verdeque ha de tener el Angel para alumbrarnoscuandosaquemosel di-nero, y enviaré apostapor el dicho cirio por el amor de ti y éstelohe de hacer bendecirpara el dicho fin por un sacerdote.»

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Como vemos, la capacidadpersuasivade la gitana era enorme> yes de suponer que Maria Dol~ quedó profundamente impresionadaante las «artes mágicas» de su visitante, y absolutamenteconven-cida de que pronto seria rica gracias a las operacionesque iba arealizar en su beneficio, aunqueno pudo darle la media libra deaceite que le pidió para alumbrar el candil con el que iba a quedarsevelando toda la nochepara trabajar en aquel negocio,porque no lotenía.

La gitana encargó a María Dolc que salieseaquellanoche al cam-po entre las once y las doce de la noche para decir la oración de laestrella. A esto> sin embargo, se resistió la interesada, la hechicerase ofreció a llevarlo a cambio en su lugar como de costumbre.Antesde despedirsetodavía la pidió una loncha de tocino «tan larga comosu pie», con la que debía hacer un convite aquella misma noche alAngel que las iba a ayudar a desencantarel tesoro. Luego se marchóasegurandoa Maria Ooig que la cumpliría todo cuanto la había pro-metido.

Cuando María Dolg se quedó sola, sintió miedo de que no la fue-ran a devolver todo lo que había entregadoa la gitana —lo que daprueba de la influencia que ejercía sobre ella la presenciafísica dela supuestahechicera—y fue a buscarla al corral donde tenía surancho para decirle que se las devolviera. Maria N. la tranquilizó,pero la dijo que, de momento, no se las podía enseñar,porque esta-ban encima del tesoro,«obrando sobre las jarras del dinero’>. Sólola podía devolver los zapatos,como lo hizo, y la advirtió que estabaa punto de echarlo todo a perder.

Como resulta evidente, la gitana estaba tratando de atemorizara Maria Ooiq para que no se arrepintiera del trato, y con estemismofin llegó inmediatamentea visitarla a su casala madre de la supues-ta hechicerapara advertirla del mismo peligro:

«Mujer, le dijo, tengo entendido que sé que has tenido con mi hija, y noporque ella me haya dicho tal cosa sobre de desconfiar de lo que le has en-tregado para sacar las jarras del dinero, y así, te asegurosalgasde cuidado,puesella lo cumplirá, que yo también y ato y entiendode eso y yo he llevadoen mi poder y maleta otras semejantesobras, muchos cobertores de raso yotras alhajas de precio”. «Con lo cual —añadeel proceso—y casi encantadala dicha Maria Dol9 quedócasi encantadaen su casay sin sus prendas”.

El grupo de gitanos se fue al día siguiente del lugar, al mismotiempo que regresabael marido de su cliente. Maria Dol9 le contótodo lo que había ocurrido, ambos cayeron en la cuenta del engañoy fueron a buscara la gitana en compañíade un pariente para recu-perar las prendas. Consiguieron alcanzarla en Yesa, y las justiciasdel lugar obligaron a la supuestahechicera a que devolviera lo que

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le había sacadocon embuste,excepto una cinta. La gitana, sin em-bargo, insistía en que todo era verdad, pero que María Oolg habíaperdido la ocasión de volverse rica al no haber guardado el secretoque la había prometido.

Aunque, según parece, la justicia civil dejó seguir su camino algrupo de gitanos una vez que hubieron devuelto las pertenenciasdeMaría Dolg, la actitud del Santo Oficio fue muy distinta. El comi-sario que había llevado a cabo la denuncia del sucesorecibió las ór-denesoportunas para perseguiry detenera la culpable, acercade lacual el tribunal disponía ya de datos muy precisos. Se trataba deFranciscaMontoya, mujer de FranciscoLucas, y la hija de ambos ysobre la que recaía la principal acusación, se llamaba en realidadJosefaMaría del Cabello.

Una vez en la prisión salieron a relucir otros muchos engañosdel mismo tipo que había llevado a cabo con payos de la mismacomarcay en los que aparecíasiempre el tesoro custodiadopor unmoro o por un turco, y otros detallesbarrocos, que se repiten siem-pre en los procesos incoados contra estas mujeres: Tesoros encan-tados y ocultos en algún lugar de la casade un campesino;el tesoroestá compuesto,generalmente,por monedasde oro y plata, y grannúmero de joyas; suele encontrarsedepositadoen tinajadas; con lamisma frecuencia, se habla de un moro o un turco —es decir, unindividuo que profesa la religión mahometana—que vigila el tesoroo es quien lo ha oculta; en algunos casos,la gitana habla también deuna doncella,encantaday cautiva por el mahometano,que podrá serdesencantadaal mismo tiempo que las monedasy joyas; el procedi-miento para desencantarlono ofrece tampoco demasiadasvariantes.Las gitanas se limitan a decir que es preciso ofrecer misas al AnimaSola, pedir ofrendasque a su vez haránal Anima, que tambiénvigilael tesoro, indicar que van a mandarhacerun cirio de cerasdistintas—a veces señalanque de color verde— y muy preciosas,aseguranque han entrado en la iglesia con un pie calzado y otro descalzo,oque han ofrecido convites, cuyas vituallas proceden, como es natu-ral, del cliente en cuya casa está enterrado el tesoro, al Anima Solao a los musulmanesque escondieronlas joyas, etc.4k

En cualquier caso, según hemos podido comprobar en el casode JosefaM? del Cabello, la pequeñahistoria viene a confirmar, casipasopor paso, los relatos de Cervantesy de Jerónimo de Alcalá. En

41 Aunque la búsquedade tesorosescondidoses una constanteuniversal, laactuación de las gitanas,y la de los hombresy mujeresen general que se ocu-paron de este negocio en Españaduranteel Antiguo Régimen, tienen caracte-rísticas que parecendiferenciarles de los centroeuropeos.Algo así, como loque podríamos denominarun «toque de mediterraneidad”.Aunque en el libroque estoy terminandoa este respectopodrá encontrarseun desarrollo mayorde esta idea.

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realidad, lo quepodemosllamar el «timo del tesoro»o el «truco deltesoro» parececonstituir la fórmula más refinada y compleja a laque consiguieronllegar las gitanas como medio para sacarpartidode su fama de grandeshechicerasy expertasen cuestionesmágicas.En los procesosconservadosen el tribunal de Valencia vemosrepe-tirse monótamente la situación anterior. Estas «hechiceras»repro-ducen unay otra vez la escenaque acabamosde contemplar,casi conla única variante del mayor o menor ingenio que son capacesdedemostrar. Según su inventiva particular, y sus dotes personalesdepersuasión, el caso puede alargarse o acortarse, resultando más omenos provechosopara la gitana, y más o menos divertido para ellector, pero el procedimiento es tan reiterativo que la búsquedadeltesoro escondidopuedeesquematizarsemás o menos como sigue:

1.0 Elección de una víctima que se suponefácil y dadivosa.22 Relato de una historia más o menos ingeniosaacerca de un

tesoro escondido,con el fin de despertarla codicia del cliente.32 Peticionesde dinero, joyas y cualquier tipo de provisiones o

ropa que se supone se van a utilizar durante las ceremoniasque espreciso llevar a cabo para desencantarel tesoro. La duración e im-portancia del engaño,como es lógico, dependede la mayor o menorinventiva de la gitana. Unas veces,la petición la hace para mandardecir alguna misa, otras para ponerse en contactocon el espíritu(alma) que está encargadade vigilar el tesoro y que la ha reveladosu existencia.

42 A continuación se observanlas ideas y venidas de la «hechi-cera’>, entre las que media un plazo más o menos largo —tambiénsegúnlas distintas técnicaspersonales—con el fin de conseguirnue-vos «materiales>’para el hechizo. La duración de la historia dependedel ingenio y la habilidad que la gitana manifiesta durante estaetapa.

50 Las peticiones de dinero suelen ir acompañadasde prácticaspseudomágicas,tales como sumergir un papel en agua, preparadocon tinta simpática,en el que el cliente ve apareceralgunasfigurasque le representana él mismo y las alhajas de las que va a ser po-seedor.Tambiénsuelenpronunciarsealgunas oracioneso <‘conjuros»con el fin de acentuarel carácter«mágico» de la ceremonia.Las va-riaciones entre una historia y otra no suelen ser muy grandes,aun-que también cuenta,como es lógico, la inventiva de cada«hechicera».

6.0 Por último, la gitana hace la última y más importante peti-ción de dinero o joyas, y desaparece.

Como ya he señaladoantes, la actuaciónde estasmujeresse ajus-ta casi puntualmentea las pautas que acabo de esbozar,y una vez

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que se ha leído un proceso se tiene la sensaciónde haberlos leídotodos. Hasta tal punto son igualesunos a otros. El perfil de la prota-gonista tampoco suele ser muy acusado,si exceptuamosel caso deBeatriz Montoya. Por tanto, ni siquiera en estecaso los gitanosestána la altura de su propia leyenda.Sólo unoscuantostrucos reiteradosa lo largo de los siglos a costa de la credulidad y apetito de dinerode los no-gitanos.

Consideraciónfinal

A pesar de cuanto hemos visto hasta aquí, los gitanos gozaronfama de gente mágica a lo largo de todo el Antiguo Régimen entrelas gentessencillas que no sólo creíanen sus poderessobrenaturales,sino que incluso les atribuían ciertas propiedades.Isabel Pacheco,de Cuenca~, en 1566, llevaba dentro de una bolita un pedazode ceracon dientes y un poco de soga de gitano ahorcado.También es fre-cuente encontrar mujeres procesadaspor la Inquisición, según heseñaladoantes, que parecenhaberseconvertido en hechicerascon-tando con las instrucción de las gitanas.Isabel de Alicante fue dete-nida en 1625 ~ por haber tratado de averiguar si volvería el maridode una mujer con un procedimiento que aseguró haber aprendidode unas gitanas. El caso más notorio a este respecto lo constituye,desdemi punto de vista, doña Antonia de Acosta Mexia«, que con-fesó durantesu procesohaber sido iniciada en las artesmágicasporunas gitanas que pasaron por la puerta de su casa. Aunque doñaAntonia también se hizo instruir por otras personas,tales como unamujer granadina,otra siciliana y un individuo llamado Montoya, doñaAntonia empezóa interesarsepor estascuestionesa causade sus pro-pias desventurasamorosasy acabó convertida en una auténtica ex-perta. En efecto, en muchas ocasionesy, en general, las hechicerasno-gitanasmanifiestanmuchamás imaginacióny barroquismoen susquehaceresque las maestrasde quienes dicen haber aprendido. Enla mayoría de los casos,por otra parte, las cristianasviejas no llegana los extremosde escepticismode las gitanas.Aunque es difícil esta-blecer hasta qué punto estas mujeres eran únicamente profesionalesque se aprovechabande la credulidad de susclientes, tanto en el casode las no-gitanascomo de las gitanas, es preciso señalarque en lamayor parte de los casosla hechicera no-gitanaactúa como expertay parte interesadaal mismo tiempo, segúnhemos visto en las proce-

~‘ Archivo Diocesanode Cuenca, leg. 236, núm. 3043. Citado por Ciroc Esto-panan.

4’ A. H. N., Inq. leg. 82, núm. 6.“ A.H.N., Inq., leg. 91, núm. 76.

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sadasen el autode fe valenciano,lo quenos hacepensarque le concedíana estascuestionesun margende credibilidad bastantegrande.

Por lo que se refiere al repertorio utilizado por ambosgrupos,mepareceque resulta evidente que no existe prácticamenteninguna di-ferencia. Utilizan métodos comunes,que las gitanas parecenconocersólo por encimadurante los siglos xvi y XVII para demostrarunamayor perfección en el siglo xviii, despuésde una convivencia pro-longada ya a lo largo de tres siglos con el resto de los habitantesdel paísy cuandohan logradoun mayor asentamiento.

La diferencia fundamental,por tanto, parece consistir en el es-cepticismo casi total de las gitanas,que las lleva a decir, como amuchasde ellas> que sólo ha llevado a cabo «cosasde gitana»,frentea la «fe” y afición aestascuestionespor partede las cristianasviejas.

No cabe duda, no obstantetodo lo dicho, que las calés supieronsacarprovechode su aspectoexótico del hecho de poseeruna lenguano entendidapor el resto de la comunidad, y de la habilidad conqueellas mismassupieron—acuciadaspor la necesidad—utilizar lafama de «gentesmágicas»que el grupo con el que convivían les ha-bía otorgado desde sus primeros contactos. No puede extrañarnos,por tanto, que segúnha señaladoJulio Caro Baroja, en el dicciona-rio de Covarrubias, se recogiera ya la acepción de «gitana’> comoequivalentede «embaucadora”,lo que puedetener, no lo olvidemos,un sentido peyorativo y positivo al mismo tiempo, al igual que eltérmino de hechicera,lo que no deja de resultar una coincidencia in-teresante. Un hombre puede acusarperfectamentea su amante dehaberle «hechizado”en el más amablede los sentidos.De la mismaforma, incluso hoy día, es posible oírle exclamar a algún andaluz:«Pero..., ¡qué gitanas eres...!», y no es preciso ofendersepor ello.Desdemi punto de vista, todo lo contrario.