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LA HIGIENE EN LA CAPITAL HISPALENSE A FINES DEL SIGLO XIX María del Carmen Giménez Muñoz 1 INTRODUCCIÓN Todas las grandes urbes industriales del siglo XIX acarrearon una serie de problemas de habitación y condiciones generales de vida para la población de aluvión que venía a engrosar el proletariado de las mismas: hacinamiento humano, enfermedades contagiosas, alimentación deficiente etc. Médicos, higienistas y estudiosos de los problemas sociales han dejado excelentes descripciones de estas condiciones de vida provocadas por el proceso de la industrialización, desde las observaciones de Federico Engels sobre Manchester, las obras de los médicos catalanes Pedro Felipe Monlau y Joaquín Salarich a mediados del siglo XIX hasta las memorias de higienistas y estudiosos, destacando la de César Chicote sobre la vivienda obrera en Madrid. En las últimas décadas del siglo XIX se va conformando un amplio abanico cultural, técnico, médico-sanitario y jurídico encaminado a la mejora de la calidad de vida de las ciudades y de sus habitantes 2 . El pensamiento científico y positivista sirvió de instrumento para la reforma y modernización de la sociedad. De forma genérica, se empleó el término “regeneracionismo” para referirse al intento de modificar todas las facetas de la vida social y la acción del Estado, con un sentido modernizador 3 . La modernización, como programa, consistía en adaptar a las condiciones españolas las pautas y estructuras vigentes en los países que se consideraban ejemplarmente civilizados como eran los europeos occidentales. Esta aspiración tenía un señalado componente sanitario, por cuanto la comparación con dichos países indicaba importantes deficiencias del lado español, tales como los pésimos servicios de suministro de agua y alcantarillado urbanos, la ausencia de servicios organizados de estadística sanitaria, una más elevada mortalidad general y la amplia presencia de enfermedades infecto-contagiosas entre sus causas. Los higienistas se erigieron en 1 Doctora en Historia Contemporánea. Investigadora de la Universidad de Córdoba (España); becaria del Instituto de Estudios Almerienses (Diputación Provincial de Almería). ce: [email protected] 2 Véase: Rodríguez Ocaña, Esteban. Salud Pública en España. Granada, Universidad de Granada, 2005. 3 Véase: Rodríguez Ocaña, Esteban. Por la salud de las naciones. Higiene, microbiología y medicina social. Madrid, Akal, Historia de la Ciencia y de la Técnica, 1992.

Historia de La Higiene Rioplatense Fines S-xix

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LA HIGIENE EN LA CAPITAL HISPALENSE A FINES DEL SIGLO XIX

María del Carmen Giménez Muñoz1

INTRODUCCIÓN

Todas las grandes urbes industriales del siglo XIX acarrearon una serie de problemas

de habitación y condiciones generales de vida para la población de aluvión que venía

a engrosar el proletariado de las mismas: hacinamiento humano, enfermedades

contagiosas, alimentación deficiente etc. Médicos, higienistas y estudiosos de los

problemas sociales han dejado excelentes descripciones de estas condiciones de vida

provocadas por el proceso de la industrialización, desde las observaciones de

Federico Engels sobre Manchester, las obras de los médicos catalanes Pedro Felipe

Monlau y Joaquín Salarich a mediados del siglo XIX hasta las memorias de higienistas

y estudiosos, destacando la de César Chicote sobre la vivienda obrera en Madrid.

En las últimas décadas del siglo XIX se va conformando un amplio abanico cultural,

técnico, médico-sanitario y jurídico encaminado a la mejora de la calidad de vida de las

ciudades y de sus habitantes2. El pensamiento científico y positivista sirvió de

instrumento para la reforma y modernización de la sociedad. De forma genérica, se

empleó el término “regeneracionismo” para referirse al intento de modificar todas las

facetas de la vida social y la acción del Estado, con un sentido modernizador3. La

modernización, como programa, consistía en adaptar a las condiciones españolas las

pautas y estructuras vigentes en los países que se consideraban ejemplarmente

civilizados como eran los europeos occidentales. Esta aspiración tenía un señalado

componente sanitario, por cuanto la comparación con dichos países indicaba

importantes deficiencias del lado español, tales como los pésimos servicios de

suministro de agua y alcantarillado urbanos, la ausencia de servicios organizados de

estadística sanitaria, una más elevada mortalidad general y la amplia presencia de

enfermedades infecto-contagiosas entre sus causas. Los higienistas se erigieron en

1 Doctora en Historia Contemporánea. Investigadora de la Universidad de Córdoba (España);

becaria del Instituto de Estudios Almerienses (Diputación Provincial de Almería). ce: [email protected] 2 Véase: Rodríguez Ocaña, Esteban. Salud Pública en España. Granada, Universidad de

Granada, 2005. 3 Véase: Rodríguez Ocaña, Esteban. Por la salud de las naciones. Higiene, microbiología y

medicina social. Madrid, Akal, Historia de la Ciencia y de la Técnica, 1992.

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mediadores del conflicto social, asumiendo que las desigualdades sociales estaban en

el origen de la enfermedad. Tal vez la expresión más directa del afán reformista la

manifestaba la figura de Ángel Pulido, al frente de la Dirección General de Sanidad

entre 1901 y 1902. Pulido describía que el estado de la salud pública en España se

asemejaba más a la de los países africanos que a los de Europa cuando mencionaba

que existían ciudades españolas "cuyos cuadros de miseria, suciedad, ignorancia y

enfermedades, hacen pensar en las kábilas marroquíes, donde todo atraso y

desolación tienen su asiento"4.

En España, mencionaremos figuras tan relevantes como Pedro Felipe Monlau,

Francisco Méndez Álvaro, Mateo Seoane, Juan Giné Partagás, Rafael Rodríguez

Méndez, y el propio Pulido, entre otros. Los problemas de salud e higiene componen la

espina dorsal de sus estudios ya que tales problemas los entendían como riesgos de

morbilidad y mortalidad. Así pues, cuantificar, analizar y proponer medidas de

corrección formaron parte de una metodología básica de trabajo. La mayoría de los

higienistas concentraron sus esfuerzos en analizar la realidad social e identificar los

principales problemas que obstaculizaban el progreso del país.

Hacia el último tercio del siglo XIX, las más importantes ciudades españolas se

habrían transformado mejorando así sus condiciones medico sanitarias, menos

Sevilla. Para la capital hispalense, el proceso de modernización fue tardío, rezagado e

incompleto. El escritor Antonio Machado Núñez al prologar el libro del doctor Hauser

sobre las condiciones medico-sanitarias en la ciudad manifestaba lo siguiente:

“bajo dos aspectos distintos podemos considerar a Sevilla; aspectos que ofrecen un singular contraste: como ciudad monumental es importante por la magnificencia y belleza de sus edificios: bajo el aspecto higiénico de muchos de sus barrios se parece, pena cuesta el decirlo, a una ciudad árabe, y sólo comparable a las de las vecina costa de África”

5.

En efecto, el tejido urbano de la ciudad lo definía la infraestructura viaria

característica de las ciudades islámicas, de calles estrechas formando laberinto y la

ausencia de plazas o, en su defecto, la presencia de espacios abiertos muy reducidos,

que no pasaban de ser simples ensanches o confluencias de calles. El objeto del

presente trabajo es acercarnos a conocer mejor la historia de nuestra ciudad.

Asimismo, la historia local se convierte en un instrumento adecuado para analizar la

4 García Guerra, Delfín y Víctor Manuel Álvarez Antuña, “Regeneracionismo y Salud Pública.

El bienio de Ángel Pulido al frente de la Dirección General de Sanidad (1901-1902)”, en: Dynamis, nº 14, 1994, p 23-42. 5 Véase el prólogo de Antonio Machado Núñez en: Hauser, Philip. Estudios médico-

topográficos de Sevilla. Sevilla, Est Tip del Círculo Liberal, 1882, p IX.

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gran complejidad de factores que determina el estado de salud de la población. De ahí

que, se trate de investigar en qué condiciones higiénico-sanitarias se encontraba la

capital hispalense a fines del siglo XIX. Entre las fuentes utilizadas para llevar a cabo

esta investigación se deben de destacar: el Archivo Municipal de Sevilla, el Archivo de

la Diputación Provincial de Sevilla junto con el periódico La Andalucía (Hemeroteca

Municipal), por el enorme caudal de información que aporta a este estudio.

LA VIVIENDA INSALUBRE

A fines del siglo XIX, el papel de la vivienda será un factor determinante del

estado de salud de la población sevillana. Desde el comienzo de la Restauración

borbónica hasta bien entrado el siglo XX, el espacio urbano destinado a viviendas

quedó prácticamente petrificado. La escasez de nuevas viviendas y la colmatación del

caserío tradicional favorecieron a la propagación de las enfermedades6. Los

higienistas describían la insalubridad de las viviendas al identificar los principales

problemas sanitarios de las mismas con la humedad, la falta de luz, la ventilación, etc.

Los rápidos cambios inducidos en la forma de la ciudad manifestaban sus

peores consecuencias en las áreas ocupadas por las masas obreras, donde aparecían

edificaciones en las que el hacinamiento y la falta de higiene eran manifestaciones

evidentes de las desastrosas condiciones de vida del proletariado. Como es bien

sabido, desde mediados del siglo XIX la burguesía española amplía el escaparate con

una nueva mercancía: el suelo urbano y los bienes inmuebles de las ciudades. Las

razones de esa ampliación son básicamente dos: la incorporación de los bienes

desamortizados y la conversión de los predios rústicos de la periferia de las ciudades

en solares edificables. Por tanto existirían barrios pobres y barrios acomodados, cuyos

indicadores sanitarios acabarían relacionando enfermedad y clase social. A grandes

rasgos, la Sevilla del Norte fue cada vez más la Sevilla de los hospitales, de las

fábricas y talleres insalubres, de los más altos índices de mortalidad. El doctor

Francisco José Morales Pérez, médico de la Beneficencia Municipal Domiciliaria,

realizó un estudio en el que elaboró una estadística del movimiento de población al

tomar los registros civiles en la capital hispalense durante 11 años, de 1881 a 1891.

Por entonces la distribución de la población comprendía diez distritos repartidos en

6 Véase: González Cordón, Antonio. Vivienda y ciudad. Sevilla 1849-1929. Sevilla,

Ayuntamiento de Sevilla, 1985. González Dorado, Antonio. Sevilla: Centralidad regional y organización interna de su espacio urbano. Madrid, Servicio de Estudios del Banco de Urquijo en Sevilla, 1975. Marín de Terán, L. Sevilla: Centro Urbano y Barriadas. Sevilla, Biblioteca de Temas Sevillanos, 1980.

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parroquias7. El citado autor demostraba que las casas de los pobres constituían

generalmente focos de infección y en todas las epidemias padecidas se podía

comprobar cómo en los barrios que aquéllos habitaban había mayor mortalidad8.

Por otro lado, la ciudad crecía en población9. Morales Pérez apuntaba que la

población acumulada en el casco antiguo y barrios contiguos ascendía a 143.840

habitantes, es decir, 28.403 habitantes por km² dentro de la capital. Por tanto, la

influencia de la densidad de la población determinaría también la salud de sus

habitantes. Así lo hacía constar el doctor Morales:

“en los barrios donde la acumulación de personas es mayor en relación con la cantidad de luz, aire y superficie viaria, no tarda en presentarse lo que se llama malaria urbana que influye poderosamente en la aparición, marcha y terminación de las enfermedades que tienen las más de las veces por causa o con causa el sello especial de las dolencias por empobrecimiento orgánico, acarreando el tifus, las enfermedades erisipelatosas y toda clase de infecciones”

10.

Desde la prensa local se hacía un llamamiento a la autoridad política para que

se cumplieran ciertas medidas higiénicas. De este modo advertían que: “la inspección

7 Las collaciones eran las siguientes: primer distrito, parroquia del Sagrario; segundo distrito,

parroquia del Salvador y de la Magdalena; tercero, parroquia de Santa Cruz, San Ildefonso, San Bernardo, San Nicolás, San Isidoro y Santa María de las Nieves; cuarto distrito, parroquia de San Bartolomé, San Esteban, Santiago y Santa Catalina; quinto distrito, parroquia de San Roque, San Román y San Marcos; sexto distrito, parroquia de Santa Lucía, San Julián y San Gil; séptimo distrito, parroquia de Omnium Sanctorum y Santa Marina; octavo distrito, parroquia de San Andrés, San Miguel, San Juan Bautista, San Martín y San Pedro; noveno distrito, parroquia de San Vicente y San Lorenzo; décimo distrito, parroquia de Santa Ana y La O. Véase la gráfica del censo del padrón de pobres en. Giménez Muñoz, María del Carmen. Las instituciones sanitarias en Sevilla (1850-1900). Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 2007, p 255. 8 En relación a la parroquia obrera de San Roque existen numerosos expedientes custodiados

en el Archivo Municipal de Sevilla en donde se recogen las faltas de higiene en varias casas, por ejemplo en la calle Campo de los Mártires, Atanagildo y Lictores. Archivo Municipal de Sevilla (en adelante AMS), Colección Alfabética, sección “Beneficencia y Sanidad”, caja 1268, expediente nº 611. 9 En 1857, el número total de habitantes ascendía a 112.529. “Censo de población”, en: El

Porvenir, 5 de julio de 1857. En 1877, la población sevillana se elevaba a 138.354 habitantes. “Sevilla 25 de noviembre de 1879”, en: La Andalucía, 25 de noviembre de 1879. 10

Además, Morales Pérez daba algunos consejos sobre las edificaciones, por ejemplo, con respecto a los materiales de construcción recomendaba que “no deben absorber agua ni humedad; este produce siempre efectos perniciosos traduciéndose por la presentación de reumatismos, oftalmias, amigdalitis, bronquitis, afecciones catarrales y reumáticas, así como la anemia y la escrófula; deben además impedir la transmisión de los sonidos y del ruido tan perjudiciales a las personas delicadas y perniciosas; los revestimientos de papel en el que entran sustancias venenosas a base de plomo, cobre, zinc o arsénico deben desecharse”. Además advertía evitar los colores al temple y al óleo porque contenían compuestos arsenicales perjudiciales para la salud. AMS, Colección Alfabética, sección “Beneficencia y Sanidad” caja 1270.

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de las grandes casas de vecindad debe ser escrupulosa, pero más urge todavía que

se visiten ciertos barrios donde nos aseguran se conservan aun los antiguos cotarros,

o sean habitaciones donde los infelices que no tienen hogar ni familia pasan la noche

materialmente amontonados y confundidos sin diferencia de sexos ni edades. Esto,

además de ser inmoral, es en alto grado insalubre y puede traer no pequeños males a

la salud pública”11.

Años más tarde, el alcalde de Sevilla, José Morales y Gutiérrez, promulgaba un

bando, con fecha 8 de septiembre de 1878, cuyo primer artículo mencionaba lo

siguiente12:

“Todos los dueños o propietarios de las casas llamadas cotarros, o de dormir, dispondrán que las habitaciones destinadas a este objeto tengan la ventilación necesaria, con relación a su capacidad y a las personas que puedan albergarse en ellas”.

El artículo cuarto difundía: “Tanto en las casas de dormir, como en los corrales o casas de vecinos, el propietario hará fijar una tablilla en la puerta de cada habitación, cuarto o departamento, expresiva del número de personas que, como máximum, pueden albergarse en ella; y cuando de las visitas que se giren resulte que hay mayor número de personas que las designadas, se impondrá la mayor pena que la ley autoriza, al casero o encargado, y si no hubiese tablilla al propietario de la finca”.

En general, las casas de vecinos estaban constituidas por cuartos húmedos y

oscuros, dónde muchas veces no podía albergarse una persona y, sin embargo, se

destinaba para una familia aunque tuviera muchos hijos y estaban enclavadas en

barrios con calles tortuosas y estrechas. Morales Pérez describía cómo eran estas

casas:

“hay un gran patio de entrada: a derecha e izquierda una serie de puertas pequeñas, entradas de las viviendas que carecen las más de ventilación, sucediendo esto mismo en el 2º piso y aún en el tercero, varias carecen de cocinas y tiene a la puerta o dentro un hornillo portátil para preparar los alimentos. Existe un lavadero común para sanos y enfermos así como también un solo excusado que radica generalmente en al planta baja. Las paredes están llenas de mugre, haciéndose en ocasiones la atmósfera irrespirable”

13.

Precisamente, el carácter de desposeídos y de busca-trabajos de la mayoría de

los individuos se veía obligado a concentrarse en las áreas más descalificadas de la

ciudad en busca de alojamiento barato y de redes de solidaridad, lo cual comportaba

11

“Crónica Bético-Extremeña”, en: La Andalucía, 10 de junio de 1865. 12

AMS, Colección Alfabética, sección “Bandos y Edictos”, 8 de septiembre de 1878. 13

AMS, Colección Alfabética, sección “Beneficencia y Sanidad”, caja 1270.

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riesgos para la convivencia, el orden, la sanidad, etc. El hacinamiento de muchas

familias en una sola vivienda daba lugar al contagio que contribuiría a la propagación

de las enfermedades, por ejemplo la tos ferina, sarampión, viruela y tifoideas. Por

consiguiente, las condiciones de habitabilidad eran infrahumanas para el conjunto de

las familias sevillanas, la imposibilidad de una adecuada renovación de aire, la

ausencia de luz dentro de las viviendas junto a la presencia permanente de los

enfermos dentro de las mismas constituían los principales vehículos de contagio14.

Como ejemplos, el doctor Morales hacía mención a varias habitaciones, en las cuales

visitó a los enfermos. Una de ellas se hallaba ubicada en la calle de Alcalá:

“está situada en el hueco de la escalera del primer piso a la cual hay que bajar pasada una puertecilla y que no tiene otra comunicación y ventilación”. La otra, “todavía en peor situación en la calle de Macasta nº 12 donde nos refirió el cura de la parroquia que una mañana tuvo que dar los óleos a un matrimonio que murió hace años por haberse dejado la noche anterior un brasero a medio apagar”.

En esa misma casa

“hemos visitado tres variolosos en 1887 durante aquella epidemia en una cuadra convertida en habitación, la cual ha vuelto a ser cuadra, y que no parece sino destinada a esta continua alternativa”. No obstante, las condiciones higiénicas eran aún peores en “unas habitaciones de la calle de Cetina nº 4 que estaban en un corral de atrás terrizo, compuestas de algunas tablas con el techo de zinc y otras tablas por pavimento y que lo mismo se arrendaban para cuadras que para viviendas humanas”

15.

No le faltaba razón al diario de La Andalucía, pues la dejadez de los munícipes

era su nota común. Así se observa con respecto al estado en que se encontraba el

Corral de Montesino, en la calle Lista, cuando publicaba lo siguiente: “por cuyos

alrededores es imposible pasar, a causa de la fetidez insoportable que se percibe por

sus puertas y ventanas. Según la referencia de algunos vecinos, los sumideros y

cloacas están rebozando y nadie dispone que se desocupen”16. Luego, “las cuestiones

de sanidad e higiene son las que más deben de preocupar ahora la atención del

Municipio, pues si no se sanean convenientemente todos los focos de infección que

14

En la mayoría de los edificios reclamaban por su vejez reformas “todo es inarmónico, caprichoso y especial. Unos hay que ostentando una gran fachada, apenas tienen huecos para comunicar a el interior la luz y el aire …”. “La reforma de casas en Sevilla”, en: La Andalucía, 11 de agosto de 1864. La guardia municipal daba parte al denunciar la existencia de un individuo enfermo hallado en un local insalubre de la casa nº 55 en la calle Recaredo. AMS, Colección Alfabética, sección “Beneficencia y Sanidad”, caja 1271. 15

AMS, Colección Alfabética, sección “Beneficencia y Sanidad”, caja 1270. 16

“El Ayuntamiento y la higiene de la ciudad”, en: La Andalucía, 1 de julio de 1883.

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hay en la ciudad, y en este caso se hallan gran parte de los corrales y casas de

vecinos, a los peligros esteriores [sic] de invasión epidémica [cólera] que nos amenaza

se unirán los muchos que tenemos dentro de la población”17. A esto se unían otras

denuncias:

“en Sevilla cada mercado es un foco de infección, un manantial de pestilentes miasmas, que envenenando la atmósfera -corrupta de ordinario por la aglomeración de viviendas en determinadas calles, por las emanaciones nauseabundas que despiden las bocas de husillo, las columnas mingitorias y el escremento [sic] fermentado de las caballerías que circulan por las calles- ocasionará en esta época [junio] graves alteraciones en la salubridad pública”

18.

Al mismo tiempo existían en la ciudad numerosos establecimientos industriales

que, al no encontrarse aislados, resultaban ser generadores de insalubridad a las

casas contiguas constituyendo verdaderos focos de infección. Según el doctor

Sánchez Pizjuán, la primera fábrica que le llamó la atención fue la de gas, situada en

la calle Arjona, cuando manifestaba que “todo el mundo sabe que las emanaciones de

estas fábricas infectan el suelo, matan los árboles y constantemente dan olor

desagradable que produce molestias al vecindario con las partículas palpables de

carbón que se introducen en las habitaciones, viciando el aire”. Además añadía que,

“sus desperdicios contienen gases de ácido sulfúrico, carbónico y cianuro de amonio,

que saturan las aguas que vacían al río, contaminándolo por consiguiente”19.

No obstante, el problema sanitario no sólo afectaba a Sevilla sino también a

otras poblaciones como por ejemplo Madrid20. En 1885, con motivo de una nueva

oleada de cólera, el periódico La Andalucía reproducía las disposiciones higiénicas

dictadas en aquélla ciudad para que las imitasen las autoridades políticas en la capital

hispalense21. Con ello, lo único que se pretendía era prevenir contagios y sensibilizar a

los ciudadanos.

17

Ibidem. Hay que tener en cuenta que las epidemias de cólera se sucedieron periódicamente en Sevilla a lo largo del siglo XIX en los años 1833, 1834, 1854, 1855, 1856 y 1865, las que causaron mayor desasosiego y terror. En 1885 y 1890 hubo casos aislados que no revistieron carácter epidémico. Véase: Giménez Muñoz, María del Carmen. “El cólera en la capital hispalense durante la segunda mitad del siglo XIX”, en el: Libro de Actas del IX Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas. Cádiz, SEHCYT, t I, 2006, p 303-22. 18

“Higiene Pública”, en: La Andalucía, 27 de junio de 1880. 19

Sánchez Pizjuan, Francisco. La ciudad de Sevilla. Sevilla, Tipografía de Gironés, 1899, p 21. 20

Véase: Bahamonde Magro, Ángel y Julián Toro Mérida. Burguesía, especulación y cuestión social en el Madrid del siglo XIX. Madrid, Siglo XXI, 1978.

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LAS AGUAS Y EL ALCANTARILLADO

El agua será presentada como un agente eficaz en materia de prevención y

control de enfermedades. En 1883 se iniciaba la transformación del sistema de

abastecimiento de aguas en Sevilla mediante su concesión a una compañía inglesa.

Quizás sea éste junto con el del alcantarillado, los dos aspectos de la historia higiénica

de la capital andaluza que mejor se conocen gracias a los estudios realizados por los

coetáneos22.

En relación a la estructura del suelo, escribía el doctor Morales lo siguiente:

“asentada nuestra ciudad en una vasta llanura descansa sobre un terreno de aluvión y

arcilloso. Las aguas superficiales se estancan en el suelo y mezcladas con las

subterráneas que alimentan los pozos de los que todavía se sirven para los usos

domésticos forman grandes derrames y encharcamientos que imponen

imperiosamente la necesidad del desagüe” 23. Aclaraba que, “el desagüe no consiste

únicamente en facilitar la salida del agua, sino también en hacer circular el aire puesto

en contacto con el suelo para que destruya las sustancias orgánicas de que ésta se

encuentra impregnado y se transformen los sulfuros por medio de una combustión

lenta, en sulfatos que no exhalan olor sulfuroso, al mismo tiempo que las referidas

sustancias orgánicas se convierten en cuerpos oxidantes, reduciéndose

paulatinamente a productos minerales químicos” 24. Y frente a este problema, la

situación del Ayuntamiento de Sevilla no mejoraba con el paso del tiempo.

Ángel Pulido Fernández, Director general de Sanidad, afirmaba que el subsuelo

de Sevilla en su mayor parte era impermeable y que se encontraba “infecto en grado

peligroso, humedecido a saturación, en algunos puntos hasta pantanoso, por las

corrientes de aguas negras y las filtraciones de los pozos y cloacas antiguas, al

21

Entre las disposiciones se divulgaba que “los dueños de tiendas, puestos de comestibles, carbonerías, flores y demás objetos que puedan dar origen a residuos orgánicos habrán de preparar éstos de manera que sean recogidos fácilmente al paso de carros”. “Medidas Municipales”, en: La Andalucía, 11 de junio de 1885.

22

Véase: Stoffel, L M. Las aguas de Sevilla. Sevilla, Imprenta y Litografía de José María Ariza, 1877. Hauser, Philip. Estudios médico-topográficos de Sevilla. Sevilla, Est Tip del Círculo Liberal, 1882. Sevilla. Ayuntamiento. Abastecimiento de aguas potables y de riego a la ciudad: escrituras de concesión y acuerdos capitulares relativos al abastecimiento. Sevilla, Tipografía de La Región, 1897. Pulido Fernández, Ángel. Saneamiento de poblaciones españolas: Sevilla, Huelva, Cádiz, Málaga, Granada, Bilbao, Zaragoza, Valladolid, etc. Madrid, Imp Velasco, 1902. Higgins J. Proyecto para el alcantarillado de la ciudad de Sevilla. Sevilla, 1883. Laborde y Winthuyssen, F. El alcantarillado de Sevilla. Sevilla, 1900. 23

AMS, Colección Alfabética, sección “Beneficencia y Sanidad”, caja 1270. 24

Ibidem.

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extremo de que aquélla rezuman por el suelo, anegan los sótanos y empapan los

muros de las fincas bajas” 25.

El escritor Antonio Machado Nuñez señalaba que como las casas estaban

“construidas con mezclas y barros legamosos impiden, que el sol penetre en los pisos

bajos y que aquellas puedan ventilarse, lo cual es también obstáculo para que las

emanaciones de los pozos negros y blancos encerrados en cavidades que comunican

con las habitaciones tengan oportuna salida, mucho más, cuando se carece, como

nosotros carecemos de un sistema científico de alcantarillado, que lleven aquellas a

una distancia fuera de la zona respirable de la ciudad” 26.

En Sevilla, no existía una red de alcantarillado produciéndose la evacuación de

las aguas residuales por un sistema de cloacas y pozos negros sin más sistema de

depuración que el vaciado periódico de los mismos. No obstante, se tomaron algunas

medidas por parte del Ayuntamiento de Sevilla que con fecha 4 de agosto de 1881

divulgaba un bando firmado por el Gobernador Provincial, Enrique Leguina, en el que

se mencionaba en el artículo cuarto lo siguiente:

“Que por cuenta de los Ayuntamientos, si los particulares se negaran, se proceda a la desinfección de pozos negros y sumideros con sulfato de hierro y de cobre en partes iguales y disuelto en agua en proporción de uno de sal por diez litros de agua”.

Seguidamente el artículo quinto promulgaba:

“Que en las poblaciones en que existan, se proceda con la mayor urgencia a la

desinfección de las cloacas, depositándose en los puntos de origen, cantidades convenientes de cloruro de cal, dejando correr después por ellas, agua en cantidad bastante para que la limpieza y desinfección por arrastre de los detritus estancados, sea completa”.

Sin embargo, las medidas municipales no fueron suficientes en cuestiones de

higiene. Los enfrentamientos entre fracciones políticas afloraban continuamente en las

décadas postreras del ochocientos. Los alcaldes Hoyos, Puente y Pellón, Bermúdez

Reina … presidían cabildos que sólo diferían entre sí por el mayor o menor número de

individuos de los distintos partidos ante la mirada escéptica de la población hispalense.

Muchos de los comentarios que pudieron leer los sevillanos de fines del XIX así lo

testimonian. El Porvenir recoge esta información sobre el descuido de la ciudad: “se ha

censurado, con razón, la apatía y el abandono en no concluir el encauzamiento y

bóveda del inmundo Tagarete, cuyas emanaciones tan perjudiciales son para los

25

Pulido Fernández, Ángel. Saneamiento de poblaciones españolas. Sevilla, Madrid, Imprenta Velasco, 1902, p 275. 26

Véase: Hauser, Philip. Estudios …, p X.

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populosos barrios de S. Bernardo, S. Roque y la Calzada”27. En sus columnas

continuaba exponiendo que

“la construcción de alcantarillas y atarjeas para dar salida a las aguas sucias, a los escrementos [sic] y restos orgánicos es materia digna de mediato estudio, sin embargo, de lo cual nadie se preocupa de ello, siendo no obstante ese abandono causa inmediata de infección. Los depósitos de sustancias escrementicias [sic], tales como en la actualidad se construyen, son tan perjudiciales, cuanto que produciendo por la evaporación miasmas muy insalubres, vician y corrompen además las aguas corrientes

o los manantiales que alimentan los pozos”28.

De lo que se deduce que, por la proximidad de los pozos a las fuentes de agua

potable se corría el peligro de ver mezclados sus contenidos.

A todo ello se añadían las variaciones atmosféricas en las diferentes

estaciones del año que provocaban repetidas riadas del Guadalquivir, por lo que al

retirarse las aguas dejaban barros y lodos que exhalaban un aire mefítico perjudicial

para la salud pública. La historia de la ciudad estaba ligada a su lucha contra un río

causante de numerosas inundaciones, no pocas veces de carácter catastrófico. El

doctor José María Montaña y Ramonet escribe en que “hubo veces que el río alcanzó

una altura media de cinco metros sobre el nivel normal, llegando a los nueve metros,

en la zona del puerto. Se llamó a las riadas <<el perdurable enemigo de Sevilla>>”29.

Ciertamente, en enero del año 1895 se experimentó una como las sufridas en 1876 y

1892. Con respecto a éste último año, el alcalde Francisco González Álvarez difundía

un bando en el que contemplaba el sombrío cuadro de la ciudad30:

“los campos desvastados; el pueblo menesteroso hambriento; paralizadas todas las fecundas actividades del trabajo y la producción; angustiados los ánimos ante la perspectiva de nuevos males, generados por la calamidad, y, como complemento de esa siniestra obra de la adversidad, este Ayuntamiento, firme y resuelto en su sitio de honor, si dispuesto a cumplir hasta el fin sus penosísimos deberes, falto ya de recursos para acudir a la miseria pública y subvenirá a las más urgentes atenciones de su administración”.

27

“La higiene pública”, en: El Porvenir, 30 de julio de 1882. 28

Ibidem. 29

Memorias Académicas de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla, Sevilla, Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla, Fundación El Monte y FOCUS, 1998, p 126. 30

AMS, Colección Alfabética, sección “Bandos y Edictos”, 14 de marzo de 1892.

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Por consiguiente, la mendicidad como fenómeno de marginación se derivaba

de la situación de pobreza extrema en la que se encontraban las capas sociales más

deprimidas de la sociedad31.

LA LIMPIEZA DE LOS ESPACIOS PÚBLICOS: LAS CALLES Y PLAZAS

La higiene de las calles y plazas fue una de las principales inquietudes de los

profesionales de la medicina y de gran parte de la población por la relevancia que

tenían las enfermedades. Éstas serian las principales responsables de los niveles de

mortalidad en Sevilla. Pero, las políticas de higiene urbana desplegadas desde el

Consistorio sevillano no fueron suficientes. Con fecha 4 de agosto de 1881, se

divulgaba un bando municipal, firmado por el Gobernador Provincial, Enrique Leguina,

en el que se mencionaba en el artículo segundo lo siguiente32:

“Que como de la mayor conveniencia para el saneamiento y purificación de la atmósfera viciada con el polvo que se desprende de los arrecifes y paseos, se proceda al riego de los mismos, con agua en cantidad para que no se formen charcos ni fangos y sólo si se quede adherido al suelo el polvo del detritus de los citados arrecifes, practicando la operación dos veces al día”.

A continuación, el artículo tercero divulgaba:

“Que por cuantos medios la Autoridad pueda poner en práctica, se procure que las calles y plazas estén por medio del frecuente barrido, constante y completamente limpias”.

Sin embargo, los mandatos municipales no se cumplían. El riego que debía de

ser frecuente en determinados lugares resultaba ser escaso. Tampoco se acataban las

normas de barrido diario de las calles ni de recoger las basuras incluso llegaba ser

habitual arrojar todo tipo de objetos por ventanas y puertas a la vía pública33. Así, a

través de la prensa local se hacía público que el servicio de la limpieza continuaba

31

Véase: Huertas, Rafael y Ricardo Campos (ed). Medicina Social y Movimiento Obrero en España (siglos XIX y XX). Madrid, Fundación de Estudios Marxistas, 1992. También: Giménez Muñoz, María del Carmen. El Asilo de Mendicidad de San Fernando (1846-1900). Sevilla, Universidad de Sevilla, Secretariado de Publicaciones, 2006. 32

AMS, Colección Alfabética, sección “Bandos y Edictos”, 4 de agosto de 1881. 33

“El aspecto que presentan las vías públicas de esta ciudad por lo que se refiere a la manera como se practica el servicio de limpieza acusa el mismo abandono que en Sevilla impera en cuanto se relaciona con los importantes ramos de la policía urbana. No hay ciudad en España de la importancia de la nuestra, donde se lleve a efecto en peor forma y de un modo más detestable el referido servicio, del cual nos hemos ocupado en diferentes ocasiones sin que hayamos conseguido se introduzcan en él ni aún las reformas más insignificantes”. “La limpieza pública”, en: La Andalucía, 13 de enero de 1882.

Page 12: Historia de La Higiene Rioplatense Fines S-xix

desempeñándose de manera defectuosa cuando denunciaba que “uno de los muchos

sitios sucios que hay en Sevilla, es una esquina de la calle Dormitorio en su

proximidad a la calle a la plaza de San Pedro; allí había ayer a las dos de la tarde

basuras amontonas [sic] e inmundicias asquerosas de gente despreocupada. No se

comprende cómo a esa hora pueden verse ciertas calles así, pero lo hemos repetido

muchísimas veces: la limpieza municipal no es muy buena digamos, y la poca

aprensión de muchos vecinos, es peor aún”34.

Estos hechos eran confirmados por autores contemporáneos. Antonio Machado

Núñez así lo ratificaba: “intransitables por el fango y las inmundicias y nunca lavadas

sino por las lluvias que dejan en ellas un pegajoso barro, que evaporándose en los

ardorosos días de Primavera y Verano produce emanaciones, malos olores y un polvo

que el más ligero viento introduce en las casas, envuelve a los transeúntes y penetra

en sus pulmones, produciendo, cuando en los organismos no hay fuerzas para resistir

su acción deletérea, graves enfermedades del aparato respiratorio”35. Salvador

Caamuñas y Aponte, conde de Aponte, criticaba duramente a las autoridades

hispalenses y también a los vecinos “a pesar de los avisos que el ayuntamiento ponía

en las plazas y sitios concurridos por los ciudadanos, prohibiendo beber en las aguas

de las charcas pluviales, y de los salideros del acueducto de los Caños de Carmona,

la población más pobre seguía haciendo caso omiso a los mandamientos municipales”

36.

El descontento de la prensa y la población hispalense no se hacían esperar: “la

decencia, la moral, la higiene y el ornato de Sevilla, reclaman de consuno, que las

autoridades se preocupen del estado indecoroso, y de las escenas asquerosas, que se

promueven por las noches en el callejón de los Pobres. Dicha vía, a pesar de su poca

anchura, es sumamente concurrida, y las muchas personas que necesariamente

pasan por allí, tienen a la fuerza que notar el olor nauseabundo que en dicha calle

exhalan, los montones de basuras, que perennemente, se hallan con simetría,

colocados en toda su estensión [sic]; los fétidos miasmas del orinadero, que en uno de

sus extremos se ha instalado, y de presenciar espectáculos, nada edificantes, que, las

34

“Sevilla”, en: La Andalucía, 21 de septiembre de 1897. 35

Véase: Hauser, Philip. Estudios …, p X. 36

González Moreno, Joaquín. La Sevilla del Conde de Aponte. Sevilla, Edita Joaquín González Moreno, 1999, p 30.

Page 13: Historia de La Higiene Rioplatense Fines S-xix

mujeres de vida “non sancta”, que en dicha calle habitan, promueven con

frecuencia”37.

Por consiguiente, las columnas mingitorias seguían sin estar dotadas de

abundante agua exhalando pestilentes olores que imposibilitaban la circulación de los

transeúntes38. Las vías públicas quedaban convertidas en depósitos de inmundicias,

calzadas completamente destrozadas donde a cada paso se encontraban hoyos

profundos, baches y toda clase de desperfectos creando peligros para los viandantes y

para los jinetes39. Así sucedían los percances en uno de los baches que se hallaban

en la calle Feria, en el trayecto frente a la del Garfio: “un carro se atascó en él

ocasionando grandes trabajos el poder sacarlo de aquel atolladero; una caballería

menor cargada de varios efectos se cayó en el mismo, resultando rotos algunos

objetos de los que conducía; un ciego dio una fuerte caída, lastimándose gravemente;

lo mismo sucedió a un joven que distraído tuvo la desgracia de pasar por aquel sitio”40.

Por tanto, “el adoquinado de las calles removido; las aceras de asfalto destruidas; los

paseos llenos de profundas simas; los alrededores de las plazas de abastos

convertidos en estercoleros y los montones de basura adornando las calles hasta la

mitad del día”41.

En cuanto a la limpieza de las calles y plazas, como espacios públicos, sus

condiciones de habitabilidad y salubridad fueron denunciadas en múltiples ocasiones

por particulares42. Merece especial atención la calle de la Almudena: “la entrada de

37

“Crónica de Sevilla”, en: La Andalucía, 9 de junio de 1888. 38

El callejón de los Pobres seguía sirviendo de retrete. “Sevilla”, en: La Andalucía, 25 de septiembre de 1894. 39

“Llamamos la atención, de quien corresponda, acerca del estado en que se encuentra el trozo de la calle Castellar, entre las de Lista y Feria, que hace más de una semana, que quitaron el empedrado, y amontonaron las piedras, poniéndose dicho trozo intransitable, con las aguas caídas estos días”. “Crónica de Sevilla”, en: La Andalucía, 22 de marzo de 1887. 40

“Crónica de Sevilla”, en: La Andalucía, 11 de febrero de 1882. 41

“Crónica de La Andalucía”, en: La Andalucía, 19 de enero de 1883. 42

En el barrio de Triana, varios vecinos y propietarios escribían un comunicado al director de La Andalucía, en el que invitaban a cualquier persona a dar un paseo por sus “aseadas” calles. Aquéllos revelaban lo siguiente: “se nos dijo y así lo creímos, que se destinaba un número de jornaleros y algunos carros, para levantar el fango que todavía está en montones desde que llovió la última vez (ya hace días), que la calle Betis se iba a arrecifar, que la de San Jacinto se iba a concluir, le falta piedra, tierra, completar las aceras, poner guarda cantones (no hace más que dos años, que empezó la obra), la de Nuevo Mundo se iba a adoquinar, para esto señor director, se formó una lista estableciendo el orden, estaba ésta en quinto lugar y se ha adoquinado la que estaba en el sexto, quedando sin efecto la única que iba de Triana en dicho acuerdo. “Sevilla”, en: La Andalucía, 1 de marzo de 1889.

Page 14: Historia de La Higiene Rioplatense Fines S-xix

dicha vía está convertida en nauseabundo orinadero, en cuyos alrededores se ven

constantemente enormes montones de inmundicias; el empedrado lleno de

desperfectos y completamente destruido; la barreduela inmediata, sirviendo de

depósito de basura; y, lo que es más grave por las alteraciones que puede

esperimentar [sic] la salud del vecindario, dicho sitio se encuentra convertido en la

actualidad en un pantano de escremento [sic] procedente de los pozos negros del

Asilo de San Fernando, a causa de las filtraciones y derrames que se producen en la

calle” 43. Así pues se ponía de manifiesto la indiferencia por parte de los ediles en las

páginas de la prensa local.

LA NATURALEZA DE LAS ENFERMEDADES Y SU MORTALIDAD

El estudio demográfico de una población es de suma importancia, sobre todo

en lo que concierne a este estudio, en cuanto al número de defunciones que ocurrían

cada año. En la prensa local se publicaba una comparación entre el término medio de

la mortalidad padecida en Sevilla con la de otras poblaciones. He aquí en el cuadro nº

1 el estado demostrativo para el año 1881:

Cuadro nº 1

Mortalidad de las poblaciones por mil habitantes44

POBLACIONES

PROPORCIÓN POR CADA 1.000

PARÍS 25-----------------50

LYON 26-----------------86

NANCY 26-----------------55

LONDRES 21-----------------91

BRUSELAS 23-----------------75

BELÍN 27-----------------51

VIENA 29-----------------01

NUEVA YORK 32-----------------79

MADRID 40-----------------00

SEVILLA 30-----------------60

En el Archivo Municipal de Sevilla se conservan algunos expedientes con denuncias presentadas a la alcaldía acusando la existencia de focos infecciosos en el Barrio de Triana. AMS, Colección Alfabética, sección “Beneficencia y Sanidad”, caja 1271. “De las calles que presentan más indecente aspecto, se lleva la palma la de Alfarería, donde algunos vecinos poco celosos del cumplimiento de las Ordenanzas municipales y reñidos con la buena regla de higiene, arrojan la basura y las aguas sucias de sus respectivos domicilios, sin que los agentes de la Alcaldía eviten tan incalificable abuso”. “Sevilla”, en: La Andalucía, 15 de noviembre de 1892. 43

“Crónica de La Andalucía”, en La Andalucía, 24 de enero de 1883. “Todas las calles del barrio de la Carretería están en un estado lamentable, sin aceras y deshecho el empedrado, lo mismísimo que si estuviéramos en alguna aldeilla”. “Noticias”, en La Andalucía, 11 de septiembre de 1894. 44

Fuente: “La higiene pública”, en: El Porvenir, 29 de julio de 1882.

Page 15: Historia de La Higiene Rioplatense Fines S-xix

En relación al cuadro anterior, El Porvenir divulgaba lo siguiente: “La

comparación, como se ve, es desconsoladora. La situación topográfica y climatológica,

la configuración geológica y las condiciones del suelo y del subsuelo, con la calidad y

deficiencia de las aguas potables, son causas determinantes en Sevilla de ese

desnivel en la población que tan vivamente debe preocuparnos y hacia el cual nos

creemos en el imprescindible deber de llamar la atención de las autoridades” 45.

Así pues, un breve recorrido a través de los periódicos y fechas tomadas al

azar ilustran el tema demográfico en la capital hispalense. En La Andalucía se recoge

el movimiento de población sevillana comprendido entre el 29 de mayo y el 25 de junio

de 1882:

“De menos edad de un año han fallecido 516; de uno a cinco, 265; de cinco a diez, 25; de más de diez a veinte, 23; de veinte a cuarenta, 129; de cuarenta a sesenta, 179; de sesenta a ciento, 216. Los fallecimientos por enfermedades infecciosas ascienden a 361

46; por otras enfermedades frecuentes a 788

47; y por muerte violenta a 20; quince

por accidentes y cinco por suicidio”48

.

El colaborador C L Andradas del citado periódico afirmaba que “las

enfermedades de los órganos respiratorios, las infecciones, la dipteria y el crup o

garrotillo, el sarampión, la viruela, las intermitentes y los catarros intestinales [diarreas]

son, por orden de gravedad y de número, las que han ocasionado una mortalidad tan

importante”49. De esta manera, la frecuencia con que se presentaban sobre todo casos

de difteria inducía a la prensa local a divulgar consejos a sus lectoras, entre ellos: “la

45

Ibidem. 46

Aclaramos que las enfermedades infecciosas hacían referencia a la viruela, sarampión, escarlatina, difteria y crup, coqueluche, tifus abdominal, tifus, cólera, disentería, fiebre puerperal, intermitentes palúdicas y otras enfermedades. 47

Otras enfermedades frecuentes eran la tisis, enfermedades agudas de los órganos respiratorios, apoplejía, reumatismo articular agudo, catarro intestinal (diarrea) y cólera infantil. 48

Un total de 1.343 defunciones frente a 1.109 nacimientos. “Movimiento de población”, en La Andalucía, 1 de agosto de 1882. 49

“En los demás países se ve que predomina esta o el otro padecimiento, ocasionando un número de víctimas extraordinario, como sucede, por ejemplo, con la fiebre tifoidea en San Petersburgo y en Niza, la viruela en Viena, el sarampión en Cristianía, la tos ferina en Londres, la escarlatina en Berlín, la difteria en Francia, el cólera en la Meca; pero en España, así como en nuestras Antillas de América, se reúnen toda clase de afecciones infecciosas, las viruelas y las climatéricas, dando como resultante una mortalidad que llega en Madrid y Valencia a la proporción de 51.32 y 51.2 por 1.000, al paso que en San Petersburgo no pasa de 43.8, en Copenhage del 19, en Londres del 22.3, en Filadelfia del 21.3, en Nueva Orleáns del 32.7, en Stokolmo del 14.5 y en Edimburgo del 16.6 y al tenor de estos últimos en los demás países”. “La salud pública”, en: La Andalucía, 18 de enero de 1882.

Page 16: Historia de La Higiene Rioplatense Fines S-xix

difteria es cuatro veces más mortífera que el tifus, y ocho más que la tos ferina; urge,

pues, acudir pronto y con energía cuando se presente, sobre todo en niños

pequeños”… “Los accesos bruscos de sofocación durante la noche, acompañados de

tos bronca (perruna que dicen algunas madres), deben inquietar menos que la tos

pertinaz, sobre todo de igual índole; produce síntomas de asfixia y aumenta en

intensidad y frecuencia, acompañada de fiebre alta”…“Las nodrizas observarán

cuidadosamente al niño en el momento de alimentarle para ver si traga bien, siendo un

síntoma de interés el que no mame y que se presente un flujo de moco blanquecino

por las fosas nasales” 50.

Por otro lado, el doctor Morales Pérez estudió durante 11 años la mortalidad

por edades. Éstas eran causadas por diferentes enfermedades tales como la viruela,

sarampión, escarlatina, difteria, coqueluche, tifoidea, puerperal, palúdica, disentería,

sífilis, carbunco, tuberculosis, neumonía y otras afecciones51. Para llevar a cabo su

investigación dividió las edades, que se pueden apreciar en el cuadro nº 2:

Cuadro nº 2

Mortalidad por edades durante 1881-189152

AÑOS HASTA

5 MESES DE 5 MESES

A 3 AÑOS DE 3 A 6 DE 6 A 13 DE 13 A 20 DE 20 A 25 DE 25 A 40 DE 40 A 60 DE 60 A 80 DE MAS DE 80

1881 585 878 115 60 142 162 449 775 786 198

1882 571 1541 271 116 178 194 511 821 977 250

1883 570 1007 171 101 193 183 484 846 870 232

1884 624 1157 204 123 190 195 447 798 865 181

1885 580 919 155 102 168 175 416 756 821 199

1886 594 1117 190 107 182 168 401 686 810 180

1887 729 1723 480 221 186 203 442 761 855 175

1888 617 1182 334 159 145 170 432 666 901 190

1889 579 1165 304 151 129 143 418 771 990 197

1890 630 1112 260 110 191 164 454 829 1143 213

1891 677 1257 269 136 179 174 424 847 1026 251

TOTAL 6756 13058 2753 1386 1883 1931 4878 8956 10044 2266

En el anterior cuadro se percibe la debilidad corporal de los niños de 5 meses a

3 años, cuya mortalidad se elevaba a 13.05853. También se observa que el

50

“Preceptos de la ciencia. La difteria”, en: La Andalucía, 23 de octubre de 1884. 51

Véase: Giménez Muñoz, María del Carmen. Las instituciones sanitarias …, p 243-59. 52

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos recogidos en el Archivo de la Diputación Provincial de Sevilla (en adelante ADPSE), sección Beneficencia, legajo 1270. 53

De esta manera lo denunciaba la prensa local: “La mortalidad aumentaba de un modo considerable entre los niños en Sevilla. Este es un asunto que debiera estudiarse con gran interés por el señor alcalde, para buscar remedio eficaz a esta desgracia. Muchos de los niños muertos son víctimas de enfermedades contagiosas propias de su edad: de esas enfermedades que se desarrollan con más intensidad a medida que las prescripciones de la

Page 17: Historia de La Higiene Rioplatense Fines S-xix

fallecimiento de los ancianos ascendía a 10.044. Hay que tener en cuenta que en los

meses de noviembre y diciembre de 1889 empezó en la capital hispalense a padecer

la gripe, enfermedad que no aparecía hacía más de 20 años. Se exacerbó en

diciembre del 1891 con tenaz insistencia no dejando de causar defunciones en los

meses sucesivos, cebándose principalmente en las personas de avanzada edad54.

Con tasas de mortalidad abrumadoras, Sevilla veía dispararse los índices de

enfermedades, por ejemplo la tuberculosis, hasta convertirse en una de las ciudades

más insalubres del mundo. Concretamente para 1887 se recogen algunos datos

estadísticos tomados del Boletín demográfico sanitario: “la tisis, que arroja un total de

3.830 defunciones; las enfermedades agudas de los órganos respiratorios, con 2.605;

el catarro intestinal, con 2.349; la disentería, con 1.331 y la apoplejía, con 1.000”55.

Morales Pérez se detenía en estudiar la mortalidad en los diferentes distritos causados

precisamente por las enfermedades tuberculosas. A continuación representamos el

promedio de los 11 años de manera gráfica nº 1:

higiene pública son menos atendidas”. “Noticias locales”, en: La Andalucía, 12 de febrero de 1891. 54

Véase el expediente instruido con motivo de una comunicación del representante del Colegio farmacéutico referente al aumento de recetas despachadas durante el mes de enero de 1890 a consecuencia de la enfermedad denominada Grippe Influenza. AMS, Colección Alfabética, sección “Medicinas”, caja 914, expediente nº 455. 55

“Crónica de La Andalucía”, en: La Andalucía, 3 de mayo de 1887.

Page 18: Historia de La Higiene Rioplatense Fines S-xix

Gráfico nº 1

Proporción por mil de mortalidad causada por enfermedades tuberculosas

1881-189156

4,09 4,24

5,41 5,37

7,14

13,57

5,82

3,65

4,63

6,06

0

2

4

6

8

10

12

14

16

1º Distrito 2º Distrito 3º Distrito 4º Distrito 5º Distrito 6º Distrito 7º Distrito 8º Distrito 9º Distrito 10º Distrito

Se observa que el mayor número de muertos correspondía al sexto distrito que

a su vez comprendía las parroquias obreras de Santa Lucía, San Julián y San Gil. El

doctor Morales sostenía que las causas que más influían en la fomentación de la

tuberculosis eran la falta de alimentación en la clase pobre y la de condiciones en las

viviendas que venían a constituir una población de mayor densidad en habitaciones

reducidas y escasamente ventiladas. Años más tarde, el doctor Emilio Serrano tuvo

necesidad de demostrar que el gran error estratégico de la lucha antituberculosa en

Sevilla fue considerar la enfermedad como exclusiva de los pobres. Su empeño le

llevó a demostrar que, también, las clases medias y acomodadas corrían el riesgo de

contagiarse57.

Morales Pérez examinaba la mortalidad por meses. Seguidamente exponemos

en el cuadro nº 3 la evolución de la mortalidad con el gráfico correspondiente.

56

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos recogidos en ADPSE, sección: Beneficencia, legajo 1270. 57

Véase: Serrano, Emilio, “La lucha contra la tuberculosis en Sevilla”, en: El Noticiero Sevillano, 22, 23, 24, 25, 26, 27 y 28 de septiembre de 1922. También: Hauser, Philip. Estudios …, p 290-8.

Page 19: Historia de La Higiene Rioplatense Fines S-xix

Cuadro nº 4 Evolución de la mortalidad durante 1881-189158

AÑOS ENE FEB MAR ABR MAY JUN JUL AGO SEP OCT NOV DIC

1881 294 265 277 255 299 370 398 427 357 351 397 460

1882 423 421 443 450 482 497 484 456 432 409 413 520

1883 445 331 428 325 331 408 418 374 336 389 362 510

1884 408 348 427 402 389 376 390 399 435 415 376 419

1885 430 308 345 331 372 396 444 360 283 325 337 360

1886 351 339 332 370 383 401 319 326 343 384 439 448

1887 438 419 457 379 428 569 576 505 503 549 485 467

1888 412 462 460 342 323 511 405 368 348 369 385 411

1889 430 418 416 384 362 417 425 410 364 364 341 516

1890 733 414 486 357 332 352 386 335 367 371 453 520

1891 533 517 486 403 421 415 399 410 380 476 401 399

Gráfico nº 2 Evolución de la mortalidad durante 1881-1891

En el gráfico anterior se advierte que en los años 1882, 1887, 1890 y 1891 las

tasas de mortalidad fueron muy elevadas sobrepasando la cifra de 5.000 fallecidos.

Ello fue debido fundamentalmente a tres enfermedades, la tuberculosis, la viruela y la

difteria59. A causa de la creciente densidad del tráfico humano y mercantil, una ciudad

58

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos recogidos en ADPSE, sección: Beneficencia, legajo 1270. 59

Véase: Giménez Muñoz, María del Carmen. Las instituciones sanitarias …, p 256.

Page 20: Historia de La Higiene Rioplatense Fines S-xix

que aparecía con una elevada mortalidad se convertía en un peligro para las naciones

vecinas y aún para las lejanas60.

A continuación mostramos en el cuadro nº 5 la mortalidad por sexos y el gráfico

correspondiente.

Cuadro nº 5 Mortalidad por sexos durante 1881-189161

AÑOS MASCULINO FEMENINO

1881 2252 1898

1882 2798 2632

1883 2426 2231

1884 2523 2261

1885 2179 2112

1886 2331 2104

1887 2988 2787

1888 2451 2345

1889 2503 2344

1890 2596 2510

1891 2700 2540

Gráfico nº 3

Mortalidad por sexos durante 1881-1891

La elevada mortalidad del hombre se relacionaba por el contagio de los

animales. La Andalucía trataba la propagación de las enfermedades de los animales a

la especie humana al observarse cómo se desarrollaba, por ejemplo, un foco de

60

Un ejemplo de este problema se muestra en el cólera, cuyos gérmenes se desarrollaron y propagaron al exterior como ocurrió con la importación del cólera en España, Francia, Bélgica, Alemania, Inglaterra y Rusia. 61

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos recogidos en ADPSE., sección: Beneficencia, legajo 1270.

Page 21: Historia de La Higiene Rioplatense Fines S-xix

infección diftérico en un establo de vacas transmitiéndose la enfermedad al hombre. El

citado periódico denunciaba las caballerizas insalubres “las habitaciones donde se

tiene alojado el ganado caballar, pocas hay que reúnan las condiciones de higiene que

reclaman, siendo la mayoría de las caballerizas lugares lóbregos, aposentos

reducidos, mal ventilados, con escasa luz e insuficiente cubicación atmosférica,

encontrándose mayor número de animales del que debiera, y en algunas cuadras

están materialmente hacinados, como hemos tenido ocasión de ver”62. De esta

manera se convertiría la caballeriza en un foco contagioso “si el animal o varios de

estos, mueren, la desinfección que generalmente no se hace, es deficientísima, no

ocupándose nadie en inspeccionarla, resultando de todo ello, que las caballerizas

esparcen emanaciones pestíferas, produciéndose en abundancia el nitro y gases

azoados, vapores nauseabundos que el olor revela la presencia de gérmenes y

sustancias orgánicas en descomposición, convirtiéndose las habitaciones donde los

animales se alojan, en focos de infecciones, peligrosos para la salud pública”63.

Por todo ello, el periódico de La Andalucía afirmaba en una de sus columnas

“que la higiene pública es casi desconocida en Sevilla”. Unos renglones más abajo

seguía señalando “el servicio de limpieza es tan deficiente, que los montones de

basura se quedan a veces semanas enteras en la vía pública; nadie se cuida de la

inspección de los alimentos de primera necesidad, y así no es estraño [sic] que el

pescado se expenda podrido, las frutas verdes unas veces y otras en estado de

descomposición; el riego se practica en malísimas condiciones, porque no se barren

antes los sitios que son sometidos a la indicada operación; las mingitorias despiden un

hedor insoportable a veinte metros de distancia y los husillos se presentan como otras

tantas cloacas, al descubierto. Los carros que se destinan a la conducción de las

carnes, el pescado y los despojos de las reses, despiden un olor insoportable, los

conductores van tan sucios y asquerosos, que solamente con pensar en esto, se le

quita a uno las ganas de alimentarse con los indicados artículos”64.

Los mismos testimonios periodísticos afirmaban que “a la categoría de males

endémicos han pasado las fiebres infecciosas, la difteria, la viruela y otros cien que

sería prolijo enumerar. La anemia y la tisis vienen causando hace muchos años más

estragos que el cólera morbo”65. Para prevenir la elevada mortalidad, la Diputación

62

“Higiene pública”, en: La Andalucía, 17 de noviembre de 1892. 63

“Higiene pública”, en: La Andalucía, 18 de noviembre de 1892. 64

“Sevilla”, en: La Andalucía, 22 de junio de 1893. 65

“Sevilla”, en: La Andalucía, 29 de junio de 1893.

Page 22: Historia de La Higiene Rioplatense Fines S-xix

Provincial de Sevilla comunicaba que iba a fundarse un centro llamado Instituto

Provincial de Higiene donde debían de ser administradas las vacunas contra la viruela,

difteria, rabia, carbunco y otras enfermedades66.

A fines del siglo XIX, la imagen de Sevilla era desoladora “nunca, podemos

asegurarlo sin miedo de equivocarnos, se ha encontrado Sevilla tan sucia, tan

inmunda, tan asquerosa, tanto, que no parece que vivimos en una población de

primer orden, sino en un inmenso basurero, y conste, que esto no lo decimos nosotros,

que lo dice Sevilla entera”67. Y así rara sería la ocasión en que faltara un recorte de

prensa para censurar la negligente conducta de la Corporación municipal.

CONSIDERACIONES FINALES

Los datos y testimonios, que han aparecido en las páginas anteriores conducen

a conclusiones que justifican sobradamente los comentarios del doctor Morales Pérez

y de otros contemporáneos acerca de las pésimas condiciones higiénicas sanitarias

existentes en la capital hispalense a fines del siglo XIX. Por estas fechas existe

preocupación creciente de la comunidad científica por el tema de la prevención al

contagio de enfermedades infecciosas. Durante toda la centuria, Sevilla fue una ciudad

castigada por enfermedades y epidemias. Los problemas de salud eran atribuidos a la

industrialización y aparecían estrechamente unidos a las lamentables condiciones de

vida y trabajo que soportaba la población de clase baja. A esto se unían las

variaciones atmosféricas en las diferentes estaciones del año que provocaban

repetidas riadas del Guadalquivir, por lo que al retirarse las aguas dejaban barros y

lodos que exhalaban un aire mefítico perjudicial para la salud pública. Conste además

que las viviendas eran inadecuadas, pequeñas, mal ventiladas situadas en calles

estrechas y tortuosas, en las que se acumulaban las basuras y se estacaban las

aguas de lluvia.

Como es bien sabido, la politización electoralista, en connivencia con los

intereses caciquiles, convirtió con lamentable frecuencia al Ayuntamiento de Sevilla en

mero instrumento al servicio de los partidos. Así pues, el abandono, la falta de

iniciativa ante esta pavorosa situación demostraba lo poco que importaba al municipio

el bienestar de las clases trabajadoras. La insensibilidad gubernativa sirvió pues de

acicate a la prensa local para detallar con fidelidad el frágil marco en el que se

desarrollaba la salubridad pública así como demandar seriedad y pericia a la hora de

66

Véase: Giménez Muñoz, María del Carmen. Las instituciones sanitarias …, p 235-236. 67

“Inmundicia por todas partes”, en: La Andalucía, 17 de septiembre de 1896.

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afrontar nuevos retos sanitarios en los que estuviera presente la lucha frente a la

enfermedad infecto contagiosa. La prosperidad de fines del XIX alcanzó a las clases

altas y parte de las medias, sin embargo, quedaron perjudicadas las más modestas.

Las diferencias de ambientes y mentalidades estuvieron muy marcadas en la sociedad

sevillana. Prueba de ello fue la excesiva mortalidad padecida en donde existía mayor

número de viviendas ocupadas por obreros.