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1 Historia de los Cántabros y la Peña Amaya SITUACIÓN El que la espectacular Peña Amaya haya sido un baluarte defensivo durante las Edades Antigua y Media a nadie puede extrañar dada su formación rocosa y su privilegiada posición. El macizo de Amaya es una recia meseta doblemente acantilada, con superposiciones sólo accesibles por muy contados puntos, ya que sus 387 m de altura rocosa emergen amenazadores a las espaldas del pueblo de Amaya, desarrollándose un espigón alargado de 4 km que tiende a caer y a descomponerse hacia el oeste. En el extremo de poniente se separa un cabezo ruinoso de contornos partidos en abismo. A sus pies se prolonga el escalón inferior del macizo, de superficie plana, y así mismo recortado por despeñaderos irregulares. Por el norte se produce una cuenca que vierte por Puentes de Amaya y Salazar, para elevarse de inmediato la imponente lora de Albacastro, que es otra barrera caliza de 6 km de una altura regular y semejante a la de Amaya, pero más homogénea y con escasa línea de despeñaderos. Ambas se desploman por el E, donde se abre la hermosa campiña de Humada, que es un reducto de vida agrícola en medio de plegamientos y roturas violentas. Por el sur se siente la paz más absoluta en el relieve cuando se contempla todo un marasmo paisajístico milagrosamente abierto hacia el infinito. Se terminaba aquí la vieja Cantabria, como lo hacen las cresterías y las mesetas. El espacio fortificado va con las líneas predispuestas por la naturaleza, que forman en el plano un triángulo con agudo vértice hacia el oeste. Presidido por la acrópolis, al pie de ésta, pero sobre el escalón inferior del macizo por el mediodía, nace un manantial inagotable que cae precipitándose hacia el pueblo de Amaya. A los pies de la roca, campos y riachuelos sortean pequeñas lomas con vida de secano y pastoreo. Tan imponentes son estas barreras, que provocan un microclima diferenciador entre sus caras norte y sur. Por el norte de la llanada del Castro se tendió una muralla de cierre que protegía la plataforma en un trecho vulnerable de 160 m, seguramente sin ninguna puerta que la franquease, y cuyo rastro aún hoy puede seguirse. De igual modo, el flanco meridional adolece del mismo carácter, por lo que tuvo que contar con otro parapeto similar sobre la cuenquecilla, excluyéndola. Los accesos parecen ser tres: uno subiendo por donde resbala el arroyuelo; otro por la punta oeste, en que una fuerte rampa se encajona por una pequeña cortadura del acantilado, y un tercero paralelo a esta por el costado sudoeste. También debió abrirse otro portillo en un amplio recoveco en el sur, solapado en un entrante del precipicio, junto al complejo de edificios medievales que yacen arrasados aquí. El espacio resultante de esta descripción es de una gran extensión, y pudo albergar un número muy elevado de personas. De hecho, así fue, ya que Amaya era difícil de quebrantar, sobre todo el cabezo superior, pero por otra parte su situación marginal y muy salida de la cordillera, la dejaban expuesta, por su carácter fronterizo, a las acometidas enemigas que se avecinaban contra los Cántabros. Grupos militarizados, colonos de la Meseta, gentilidades enteras, y algún personaje

Historia de los cántabros y la Peña Amaya

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Historia de los Cántabros y la Peña Amaya

SITUACIÓN

El que la espectacular Peña Amaya haya sido un baluarte defensivo durante las Edades Antigua yMedia a nadie puede extrañar dada su formación rocosa y su privilegiada posición.

El macizo de Amaya es una recia meseta doblemente acantilada, con superposiciones sólo accesiblespor muy contados puntos, ya que sus 387 m de altura rocosa emergen amenazadores a las espaldasdel pueblo de Amaya, desarrollándose un espigón alargado de 4 km que tiende a caer y adescomponerse hacia el oeste.

En el extremo de poniente se separa un cabezo ruinoso de contornos partidos en abismo. A sus piesse prolonga el escalón inferior del macizo, de superficie plana, y así mismo recortado pordespeñaderos irregulares. Por el norte se produce una cuenca que vierte por Puentes de Amaya ySalazar, para elevarse de inmediato la imponente lora de Albacastro, que es otra barrera caliza de6 km de una altura regular y semejante a la de Amaya, pero más homogénea y con escasa línea dedespeñaderos. Ambas se desploman por el E, donde se abre la hermosa campiña de Humada, que esun reducto de vida agrícola en medio de plegamientos y roturas violentas.

Por el sur se siente la paz más absoluta en el relieve cuando se contempla todo un marasmopaisajístico milagrosamente abierto hacia el infinito. Se terminaba aquí la vieja Cantabria, como lohacen las cresterías y las mesetas.

El espacio fortificado va con las líneas predispuestas por la naturaleza, que forman en el plano untriángulo con agudo vértice hacia el oeste. Presidido por la acrópolis, al pie de ésta, pero sobre elescalón inferior del macizo por el mediodía, nace un manantial inagotable que cae precipitándosehacia el pueblo de Amaya. A los pies de la roca, campos y riachuelos sortean pequeñas lomas convida de secano y pastoreo. Tan imponentes son estas barreras, que provocan un microclimadiferenciador entre sus caras norte y sur.

Por el norte de la llanada del Castro se tendió una muralla de cierre que protegía la plataforma enun trecho vulnerable de 160 m, seguramente sin ninguna puerta que la franquease, y cuyo rastro aúnhoy puede seguirse. De igual modo, el flanco meridional adolece del mismo carácter, por lo que tuvoque contar con otro parapeto similar sobre la cuenquecilla, excluyéndola.

Los accesos parecen ser tres: uno subiendo por donde resbala el arroyuelo; otro por la punta oeste,en que una fuerte rampa se encajona por una pequeña cortadura del acantilado, y un terceroparalelo a esta por el costado sudoeste. También debió abrirse otro portillo en un amplio recovecoen el sur, solapado en un entrante del precipicio, junto al complejo de edificios medievales queyacen arrasados aquí.

El espacio resultante de esta descripción es de una gran extensión, y pudo albergar un número muyelevado de personas. De hecho, así fue, ya que Amaya era difícil de quebrantar, sobre todo elcabezo superior, pero por otra parte su situación marginal y muy salida de la cordillera, la dejabanexpuesta, por su carácter fronterizo, a las acometidas enemigas que se avecinaban contra losCántabros. Grupos militarizados, colonos de la Meseta, gentilidades enteras, y algún personaje

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acaudalado, serían posiblemente las divisiones según el origen y el estado social, de eseconglomerado heterogéneo que constituyó la ciudad de Amaya.

LA FORMACIÓN DEL PUEBLO CÁNTABRO

Es difícil conocer toda la verdad sobre la historia de los Cántabros, ya que ellos no dejaron nadaescrito y lo que se sabe ha llegado a través de los escritos grecorromanos, que muchas veces sehacían en base a hechos referidos por los soldados o viajeros que visitaron estas tierras. Por otraparte, en la Antigüedad Clásica se contemplaba al resto del mundo desde la perspectiva delMediterráneo, el Mare Nostrum. Aquellos países bárbaros que quedaban alejados de "Nuestro Mar"eran difícilmente conocidos y situados con escasa precisión en el mapa. Un índice de esta exactitudlo da el primer mapa de Cantabria, debido a Ptolomeo, cuyo parecido con la realidad es bastanterelativa, como se puede observar en la figura adjunta.

Así, en la propia Península Ibérica, los pueblos alejados de las riberas del Mediterráneo eran tantomenos familiares y comprendidos, cuanto más se internaban en la Meseta central detrás de lasbarreras montañosas que la atraviesan. Pero resultaban particularmente desconocidos aquellosterritorios hispánicos bañados por el Océano, sobre todo los situados hacia el norte.

En esta última zona vivía un pueblo especialmente famoso por su bravura. Se trataba de losCántabros, cuya cita más antigua se debe al escritor latino Marco Porcio Catón, más conocido con elnombre de Catón el Viejo, verdadero creador de la historia latina (234-149 a. de C.). Su obraprincipal se titula “Los Orígenes” y constituye una Historia de Roma desde los tiempos más remotoshasta el año 149. Sólo se conservan de ella varios fragmentos. En uno, que se refiere a la campañaque el propio Catón realizó en nuestra península siendo cónsul en el año 195 a. de C. Al hablar del ríoEbro, da la noticia de que éste tiene su nacimiento en el país de los Cántabros. Éste es el punto dereferencia geográfica, que tradicionalmente se ha considerado siempre como fundamental paraCantabria, que allí nace el río Ebro, el gran río ibérico que desemboca en el Mare Nostrum.

Después de Catón hay otros dos escritores griegos, que hacia el año 100 a. de C., vuelven a hacerreferencia al país de Cantabria. Uno era el sabio Poseidonio (135-60 a. de C.) y el otro,contemporáneo de éste, el sabio Asclepiades de Mirlea.

La naturaleza del país en que habitaban, la extensión y accidentes geográficos de éste, lascaracterísticas y costumbres del pueblo no aparecieron plenamente desveladas sino a partir de latotal conquista (la palabra ideal sería sometimiento) romana de su territorio en el año 19 a. de C.

a) según Ptolomeo b) situación sobre el mapa actualMapas de las Ciudades Cántabras en el siglo II

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En cualquier caso, parece que no se puede hablar de la existencia de verdaderos Cántabros conanterioridad al siglo VIII a. de C. Es imposible determinar la época en que el pueblo como tal estabaya formado y habitaba en el país, y menos aún precisar cuándo se empezó a utilizar la palabra“Cántabros”.

La estructura social de pueblo en sus líneas generales, tal y como se conoce a través de las fuentesclásicas, puede sugerir en principio una gran antigüedad, que se remonte a los tiempos anteriores alas invasiones célticas en España, que comienzan en torno al año 700 a. de C., principalmente losrasgos de carácter matriarcal.

Por otra parte, la toponimia del país revela la existencia de bastantes nombres de origen precelta,con las mismas raíces que el vasco actual. Esto no quiere decir que los “Vascos” dominasen esteterritorio cántabro (como algunos pseudo-historiadores de esta zona pretenden reivindicar pararealzar una gloria que nunca tuvieron y que ahora “necesitan políticamente”), ya que si se tiene encuenta que esta especie de sustrato cultural se extiendía, con matices, por casi todo el norte deEspaña desde el Pirineo aragonés hasta Galicia, cabría pensar en la existencia de un conglomeradode pueblos al final de la Edad del Bronce, es decir, en el paso del milenio II al I a. de C., queocuparan todo ese extenso territorio montañoso, con una cultura relativamente uniforme, en dondepredominaron elementos culturales de tipo matriarcal ya mezclados con otros patriarcales, y quehablaran lenguas emparentadas con el vasco actual. Es lo que se ha llamado el Pueblo Pirinaico, acasodescendiente muy lejano de las gentes que habitaron esta zona ya desde los tiempos paleolíticos,pero con numerosas infiltraciones y aportes culturales de otros pueblos.

Tales infiltraciones, durante la Edad del Bronce, han debido ser de origen mediterráneo, a travésdel valle del Ebro, coincidiendo con la máxima expansión de la denominada cultura del Argar, entreel 1.400 y el 1.000 a. de C., y otras de origen europeo especialmente durante el llamado BronceAtlántico, entre el 1.000 y el 800 a. de C. Este complejo de pueblos, que vivían asentados en el paísa la llegada de los celtas, ha sido designado por algunos autores con el nombre de Ligur, en unintento de compaginar los datos arqueológicos y filológicos con ciertos textos muy antiguos que seremontan a la época de las primeras exploraciones griegas.

Pero parece claro que las gentes que entonces vivían en Cantabria no eran todavía Cántabros en elpleno sentido de la palabra. Hacia el 700 a. de C. llegan a la Península algunas oleadas de celtas,puestos en movimiento por presiones de los Germanos, y hasta es más que probable que con ellosarribaran mezcladas ciertas gentes de estirpe germánica. Entre los grupos celtas había algunosconocidos con el nombre de Pelendones o Blendios, de los cuales se han encontrado restosarqueológicos en la región soriana, en Teruel y en Ávila.

No cabe duda de que por entonces o algún tiempo después los pueblos de esta estirpe llegaronhasta Cantabria, puesto que aquí existirán aún en la época romana unas gentes llamadas Plentuisios yBlendios. Estos dominaron, y en gran parte transformaron, a los demás pueblos de la región,asentándose en la parte más rica del país, es decir, en el Sur, incluyendo el valle de Campoo junto alas fuentes del Ebro, y posiblemente también en los valles del Besaya buscando la salida hacia losllanos de la costa. Los pueblos indígenas, que podían considerarse como restos, las gentes llamadasConiacos, Concanos y acaso los propios Orgenomescos, quedaron replegados hacia las zonas másperiféricas del país.

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Dejando a un lado la existencia de otras invasiones sucesivas que no debieron afectar a Cantabria,hay que referirse a la llegada, hacia el año 600 a. de C., de los celtas del grupo Belga, que seestablecen en la meseta, desalojando a varios de los pueblos anteriormente asentados.Posteriormente, se instalaron en los relativamente ricos valles del extremo Sur de Cantabria, lo quesupondría un desalojo parcial de sus antiguos habitantes, procedentes de las invasiones anteriores.Por otra parte, la obtención del mineral de hierro en abundancia supuso un dominio y control delresto del país, incluidas las antiguas gentes indígenas, ya posiblemente bastante celtilizadas y que apartir de este momento lo serían más. Hay que suponer, pues, que las gentes de la invasión belgaconstituirían el catalizador en la creación del nuevo pueblo, llamado Cántabro. De hecho estasgentes serán quienes lleven posteriormente la parte más relevante en los sucesos de la época de lagran guerra cántabra.

Estos pueblos se instalaron en los grandes Castros del sur del país, como Monte Bernorio y MonteCildá (cercano al anterior, no el situado encima de Silió), ciudad que al parecer coincide con la quelos textos posteriores llaman Vellica y según algunos Bélgica. Estas gentes desarrollan la culturaconocida por el nombre de Posthasllstatica y son importantes fabricantes de armas de hierro,especialmente un tipo de espada, conocida precisamente con el nombre de “espada de Bernorio” yque se extiende por gran parte de la meseta.

Aunque no se cita en ningún texto, ya por estos años la Peña Amaya debía ser un poblado, puestoque en las excavaciones efectuadas han aparecido piezas de sílex y arcilla, pertenecientes a estasépocas anteriores a los escritos. Además dada la proximidad con los asentamientos citados y suestratégica posición es seguro que ya estaba poblada.

De acuerdo con este esquema, un tanto hipotético, el pueblo cántabro estaría constituido por unnúcleo importante celta de tipo belga, dominador de todo el territorio (acaso los Cántabrosoriginarios), por otros grupos celtas más antiguos ya asentados desde hacía tiempo en el país, y porgentes de origen pre-celta dominadas, celtilizadas y en alguna forma marginadas.

Naturalmente en estos asentamientos de pueblos se producen fenómenos culturales yauniversalmente conocidos. El grupo dominante impone su ley y su fuerza, pero el grupo dominadopuede ir infiltrando su cultura hasta límites insospechados en el seno de la sociedad advenediza.Esto es lo que debió ocurrir en Cantabria, en una simbiosis bastante desarrollada, que permiterastrear un sustrato primitivo en la cultura (por ejemplo la estructura matrilineal, nombres deorigen precéltico), junto a una autoridad patriarcal, propia de los pueblos celtas, un ajuarfundamentalmente también de carácter céltico y una cantidad apreciable de nombres y topónimosdel mismo origen.

Esto no obsta para que entre ciertas “gentes” se conservaran más los elementos primitivos y acasohasta los restos de su lenguaje, y en otras predominara más decididamente el elemento céltico.Pero la unión estaba consumada y con ella la irrupción en la historia del pueblo que a partir deentonces será conocido unívocamente con el nombre de Cántabro. Los siglos que median entre el V yel I a. de C. serán suficientes para que esta simbiosis se consolide y adquiera un valor dehomogeneidad y estabilidad, como indican las fuentes escritas de época romana.

TIPOS Y COSTUMBRES DE LOS CANTABROS

Desde el punto de vista antropológico parece que, en los resultados de las investigaciones llevadas acabo con la población de los valles actualmente más apartados, hay una mezcla de tipos

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braquicéfalos, celto-germanos altos y rubios con otro tipo braquicéfalo celto-alpino bajo y moreno yun “resto” arcaizante con elementos primitivos, mediterráneos y dináricos.

La forma de ser de los Cántabros estaba relacionada con la montaña en sí misma. El paisaje es enextremo quebrado, apenas existen pequeñas llanuras en los valles; por todas partes colinas, ásperasmontañas, ríos impetuosos, altas cumbres cubiertas de nieve gran parte del año, regiones inmensasde bosques impenetrables, abundancia de animales salvajes... El género de vida tenía que ser duroen extremo; el paisaje parece que incita a la ferocidad, a la bravura, a la creación de una vidaguerrera, bárbara.

Desde las cumbres, mientras al Norte se ve la línea azulada del mar Cantábrico, al Sur se aprecia lallanura inmensa de Castilla, regada por ríos de aguas tranquilas. Es una tierra que ofreceposibilidades para la agricultura, pero en ella vivían otras gentes que trabajan los campos:Autrigones, Turmogos, Vacceos, y que estarían dispuestos a defenderlos de la presión de losCántabros. Con estas premisas, se formó un pueblo duro, con ánimo guerrero, sobrio, capaz dedominar a otras gentes, de lanzarse a la llanura y de conquistar otras tierras. Esto hace que Amayafuese un enclave primordial en las incursiones por las llanuras, lo que demuestra que estuvo pobladadesde los primeros tiempos de la formación de este Pueblo.

El régimen económico lo fundaban en una pobre agricultura de tipo extremadamente arcaico,frecuentemente sin la asociación a ella de animales domésticos, y en una ganadería aparte algo másfloreciente, aunque acaso no mucho más. Junto a esto practicaban la caza, muy abundante en el paísy que les servía como ejercicio de entrenamiento bélico, y explotaban algunas minas, especialmentede hierro, con vistas, sobre todo, a la fabricación de armas. Además, el saqueo de las cosechas en elmomento propicio del año era una de las principales fuentes económicas con que contaba el pueblo

Recreaciones de un guerrero y un poblado Cántabros

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cántabro. Por otra parte, los Cántabros estuvieron mezclados en guerras lejanas, en calidad detropas mercenarias, siendo muy codiciados por su bravura. Aquellas gentes volverían al fin a sustierras con el botín de sus empresas guerreras.

El típico poblado indígena del noroeste de España, en la época prerromana, era el llamado “castro”,una ciudad o aldea fortificada que se asentaba sobre un alto. El recinto amurallado tenía plantacircular o elíptica, y las casas del interior eran muy pobres y apenas si se hallaban ordenadas conalgún sentido urbano. Las viviendas de los castros cántabros eran cabañas, generalmente de plantacircular, y se agrupaban de una forma bastante desordenada dentro, y a veces fuera, del recintodefensivo. Las paredes, un tanto elevadas, solían ser de piedra, pero la cubierta era de paja yramajes. Parece ser que en el interior, un pilar central de madera ayudaba a sostener la techumbre.Estrabón dice, que junto a los muros de las casas cántabras existían unos bancos corridos donde sesentaban, por orden de dignidad, los comensales que asistían a los convites.

J. Carballo ha distinguido en Cantabria dos tipos de castros: el castro clásico, generalmente degrandes dimensiones, que apareció en la zona sur de Cantabria, es decir, en Campoo, norte dePalencia..., y el castro pequeño, casi como si fuera sólo una atalaya, sobre un pequeño monteescarpado, generalmente de aspecto cónico muy regular, y que era frecuente en la parte baja deCantabria.

Parece que los historiadores distinguen entre el oppidum, es decir, la población fortificada, degrandes dimensiones, capaz de dar cabida dentro de sus muros a toda una tribu, e incluso a másgente en circunstancias especiales; el castellum, o poblado normal, que podría albergar un clan, en lahipótesis de que éstos tuvieran un sentido territorial, y la simple atalaya, de carácter militar, queúnicamente serviría de refugio a la población civil en tiempos de guerra.

Por esta razón, el número de castros oppidum en Cantabria no fue muy elevado. En la zona sur seencontraban los de Peña Amaya, Monte Cildá (junto a Valoria), Monte Bernorio (cerca de Quintanillade las Torres), Santa Marina (junto a Mataporquera), el Castrejón (en Naveda), Cañeda y Aradillos(sin ubicación precisa), y, finalmente, el de Retortillo (Juliobriga), ya que parece ser que antes deser ciudad romana fue castro indígena.

En los grandes oppida, el eje mayor del recinto podía pasar de los 150 metros. El muro era depiedra, construido generalmente de forma descuidada y sin mortero. No obstante, el grosor delmismo podía ser de un par de metros. Era notable el sistema de vanos. Las puertas habían sidocuidadosamente estudiadas desde un punto de vista estratégico y frecuentemente estabandefendidas por un segundo muro en el interior de las mismas.

Además de la muralla principal, existían otros complejos defensivos, especialmente en las zonas másaccesibles del castro. Estos podían ser vallados, terreros, fosos, etc., a veces en número elevado.

Las armas defensivas más importantes eran el casco, el escudo y la coraza. De esta última poco onada se conoce, por lo que se refiere a los Cántabros. En cuanto a la defensa de la cabeza, se sabe,en primer lugar, que los Cántabros tenían pelo largo como las mujeres y que durante el combate selo ataban atrás con una cinta. Cubriendo el pelo llevaban un casco de cuero. Éste es un detallecurioso que ha transmitido Estrabón.

Parece ser que los Cántabros tenían dos tipos de escudo: el “caetra” o escudo pequeño, que apareceen las monedas de Carisio y al que se refiere Silio Itálico, al llamar a la juventud cántabra alistada

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en el ejército cartaginés iuventus caetrata, y el escudo grande, que era el que llevaban losguerreros, con el dibujo de la estela gigante de Zurita. En ambos casos la forma del escudo erasiempre circular.

Entre las armas ofensivas figuraba, en primer término, una de las más típicas del españolprerromano: el dardo, en sus distintas formas de venablo, soliferrum, falárica... Silio Itálico habladel Cántabro como spicula densus, es decir, cargado de dardos, y Dión Casio añade que Augusto sevio en un gran apuro durante las guerras cántabras a causa, entre otras razones, de la destreza conque los Cántabros usaban las armas arrojadizas. Junto a los dardos se hallaba la típica lanza, talcomo aparecen en las monedas de Carisio y en los ajuares de las tumbas de Monte Bernorio.

Aparte de estas armas, el Cántabro utilizaba la espada pequeña y el puñal. Las primeras, con discosen el extremo del tahalí y la empuñadura con las tres tiras de hierro, que debía ir recubierta demadera o hueso. En lo que respecta al puñal, tenía la empuñadura rematada por dos pequeñasantenas, un tipo paralelo a la espada, y que al parecer fue aceptado por los romanos como armaoficial en las legiones.

Todavía aparece otra arma, que las monedas de Carisio atribuyen a los Cántabros: es el hacha doble,la bipennis. Que ésta era también arma típica de los Cántabros, lo afirma también Silio Itálico,quien, al describir al cántabro Larus, le pinta armado de la bipennis. No se hace mención, en cambio,del arco y las flechas, y ni siquiera de la honda, si bien ésta es probable que fuera conocida yutilizada, siendo el Cántabro un pueblo que practicaba el pastoreo.

En cuanto a la forma de pelear y a la estrategia, se sabe que los Cántabros preferían la guerrilla,como el resto de los habitantes de la Península, lo que dificultó notablemente la conquista del paíspor los romanos, teniendo en cuenta, sobre todo, lo accidentado de la región cántabra. Parece serque eran también hábiles en montar a caballo. De hecho, algunas de las modalidades cántabras en laestrategia de la caballería pasaron al ejército romano, donde después existía un cantabricusimpetus y un cantabricus circulus como maniobras especiales, de las que se habla en tiempos deAdriano (la adlocutio) y Arriano.

Aunque en segundo plano, las consideraciones de tipo estratégico y económico no debieron estartampoco ausentes de la mente de Augusto a la hora de decidir y planear la guerra. Los Cántabros,asentados en un territorio pobre en recursos agrícolas, vivían básicamente del pastoreo. Los camposricos en cultivos de la Meseta, ocupados por pueblos que hacía tiempo estaban ya bajo controlromano, ejercían una irresistible atracción para ellos, por lo que habían convertido en un medionormal de subsistencia la realización de expediciones sistemáticas y periódicas de saqueo entreestos pueblos vecinos. Este hecho explica quizá el que los principales asentamientos cántabrosconocidos (Monte Cildá, Monte Bernorio, Celada de Marlantes, Amaya, Castro de Santa Marina,Ulaña, etc.) tuviesen su emplazamiento en la vertiente sur de la Cordillera en territorio colindantecon la Meseta y a lo largo del mejor paso natural existente entre ésta y la costa.

Además de los daños que estas “razzias” causaban en los bienes y las personas de un territorio yasometido a Roma, las autoridades romanas veían en ello un peligro de contagio entre estos pueblosvecinos, que necesariamente tenían que comparar su estado de sumisión e indefensión con la libertadde sus vecinos del norte, lo que podía provocar un levantamiento generalizado.

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LA GUERRA CONTRA ROMA

Con esta situación descrita y después de varias tentativas de conquista, Augusto planeó el ataquedefinitivo, cuya campaña comenzó ya muy entrada la primavera del 26 a. de C. Se cita que la columnacentral empezó tomando las grandes fortalezas cántabras del sur del territorio, como Peña Amaya yMonte Bernorio, contándose una gran batalla en el llano al pie de Vellica (castro situado en el MonteCildá, en Olleros de Pisuerga) en la que los Cántabros fueron vencidos replegándose en los montes ybosques centrales, donde los Cántabros se hicieron fuertes con continuas emboscadas en una guerrade guerrillas.

La lucha fue tremendamente penosa para las tropas romanas desde las primeras escaramuzas. DionCasio cuenta cómo los Cántabros no plantearon batalla campal sino que se limitaron a hostigar a lastropas romanas sirviéndose del mejor conocimiento de la accidentada orografía y se replegabandespués a las montañas, a medida que las tropas romanas destruían sus recintos fortificados, hastael punto de desmoralizar tanto al ejército como a su propio emperador.

La penetración romana y el repliegue cántabro debieron de formar una especie de fondo de sacoentre Alto Campoo y la cabecera del río Besaya hasta que las tropas romanas procedieron a asaltary tomar la última plaza fuerte de los Cántabros que las fuentes denominan Aracillum, tras larga yheroica resistencia. Ni la arqueología, ni los estudios de toponimia han podido localizar todavía estelugar que la historiografía posterior ha convertido en símbolo de la resistencia del pueblo cántabrocontra Roma al estilo de Numancia entre los Celtíberos, Alesia entre los galos y Masada en laguerra judía. Ninguna de las hipótesis que se han emitido se ha podido confirmar.

Afortunadamente para los romanos, a poca distancia de la frontera sur del país, y al pie del granpoblado fortificado de Bélgica o Vellica (Monte Cildá), en la hermosa llanura de Mave o deValdecaral, un importante contingente de guerreros cántabros cayó en la trampa y saliendo de laciudad acometieron de frente al ejército romano formado en orden de combate.

La lucha en estas condiciones fue naturalmente favorable para las fuerzas imperiales, y losCántabros, antes de perecer en la batalla, tuvieron que volver la espalda a su adversario. Al nopoder refugiarse en la ciudad, que cayó en manos de los romanos, huyeron a los montes y,remontando el curso del alto Pisuerga, se refugiaron en lo más abrupto de la cordillera (Curavacas,2.527 m; el Espigüete, 2.450 m; Peña Prieta, 2.533 m; Peña Labra, 2.006 m), que se extiende alnoroeste del campo de operaciones. Es la sierra que los Cántabros llamaban “Monte Vindio”, palabraque en celta quiere decir “Blanco”, clara alusión a la nieve de sus cumbres, que sin duda aúnsubsistía en abundancia durante aquella primavera.

El ejército romano persiguió y acosó a los fugitivos como en una cacería de fieras, según la frase deFloro. No obstante, una vez acogidos a las cumbres, los Cántabros se sintieron seguros, puespensaban que “antes llegarían allí las olas del Océano que las legiones romanas”, como comenta elpropio Floro. Los Romanos entonces ocuparon los valles contiguos y los Cántabros quedaronrecluidos en las montañas, donde, como dice Orosio, “asediados por el hambre perecieron casi hastael último”.

Durante la dominación romana, el pueblo cántabro después de sufrir el castigo que arrastraba trasde sí la derrota de una sublevación, soportando en él los más atroces medios, diezmada su gente,esclavizados los combatientes que lograban sobrevivir, mutilados aquellos que estuvieran en próxima

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edad de pelear y arrasados sus poblados, les bastaban dos años para reponerse e iniciar una nuevarevuelta, como las que motivaron las duras campañas romanas de los años 26, 24 y 22 antes de J. C.

La pacificación total y el comienzo de la romanización empezaron después de la definitiva victoriaromana en el 19 a. de J.C.

Con el fin de mover sus tropas con agilidad (primero durante la campaña y después durante elsometimiento) los romanos construyeron una importante red de calzadas, a la vez que crearon unaserie de poblaciones a las orillas de éstas. Para marcar los recorridos y las distancias empleaban losmiliarios, que eran tablillas de barro cocido (al menos las que ahora se conocen) donde marcaban elitinerario y las distancias entre cada punto.

El miliario más conocido es el llamado itineratrio de barro, que se conserva en el Museo Arqueológicode Oviedo, que tenía una pestaña para colgar en la pared. Fue hallado a finales del siglo pasado en laregión de Astorga, juntamente con otros itinerarios. En él se consignan las estaciones y distancias deuna calzada que, desde el campamento de la Legio VII (con sede principal en León), iba desde Segisamo(Sasamón) hasta Portus Blendium (Suances), pasando por las siguientes ciudades: Rhama (Villadiego)(7 millas), Amaia (Amaya) (18 millas), Villegia (Monte Cildá, junto a Villarén) (5millas), Legio IV (Cabria)(5 millas), Octaviolca (Mercadillo) (5 millas), Iulióbriga (Retortillo) (10 millas), Aracillum (situacióndesconocida) (5 millas), Portus Blendium (? millas).

El itinerario parece una adaptación de finales del siglo I o principios del siglo II d. de C., cuando yaexistía el campamento de León, de otro más antiguo que recogía una de las principales vías deCantabria, coincidente con el camino de penetración de la columna de Augusto durante la guerra del 26a. de C. La importancia de este itinerario ha sido puesta de relieve por los más importantesinvestigadores del tema. Aunque algunos han dudado o incluso negado su autenticidad, ya que alguna delas distancias no eran reales, un examen directo del mismo realizado recientemente en el museo deOviedo, permite afirmar, sin lugar a dudas, que se trata de una pieza auténtica. Se han hallado también

Placa y mapa del llamado “itinerario de barro”

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algunos miliarios del camino cerca de Herrera de Pisuerga y de Julióbriga, y varios tramos de calzadatodavía se conservan en el sur de la actual Cantabria, siendo el más importante el situado entrePesquera y Bárcena de Pie de Concha.

En este itinerario se citan varias ciudades cántabras situadasjunto a la vía. De las ocho ciudades de que habla Ptolomeo, tresVellica, Octaviolca y Julióbriga se hallaban en este trayecto, y, delos tres puertos mencionados por Plinio, uno Portus Blendiumcorresponde también a la vía. Las demás poblaciones cántabras delitinerario también eran conocidas por otras fuentes, tal es el casode Amaya y Aracillum. Cabe pensar que el resto de las otrasciudades cántabras conocidas correspondería al trayecto de lasdemás calzadas, aún no perfectamente identificadas. Por depronto, es fácil suponer que los otros caminos de penetración delejército de Augusto habían de coincidir también con calzadas y conciudades.

Después de la guerra, los romanos hicieron que los moradores delos principales castros bajaran sus poblados a los llanos, con el finde tenerles más sometidos. Sin embargo, en el siglo III lasinvasiones de los Francos provocaron la nueva fortificación de losantiguos castros, se cita el caso de Vellica, aunque parece que

Amaya pudiera haber mantenido una población estable durante todo este tiempo.

Durante estos siglos del dominio de Roma los Cántabros se romanizaron en gran medida adquiriendouna cultura relativa, pero sin abandonar sus costumbres y creencias. Sin embargo, la mayor parte delos restos encontrados, pertenecientes a esta época, son inscripciones funerarias escritas en latíndedicadas a los dioses Manes, de la mitología romana, que representaban los espíritus de los muertos,aparentemente hostiles. A veces los manes se identificaban con “di parentes” (antepasados muertos),que vivían en el submundo y aparecían sólo ciertos días, en los cuales se les hacían ofrendaspropiciatorias.

Alguna de las curiosas inscripciones encontradas en Peña Amaya, una vez traducidas, decían losiguiente:• A los dioses Manes, Saturnino, de sesenta años, Emamnigaule, la erigió a su hija Mansicina de veinte

años.• A los dioses Manes, Cornelia Materna puso la lápida estando viva a su propia memoria y a la de Noive

de cuarenta y cuatro años.• A los dioses Manes, Cornelia Materna, madre, la puso a la memoria de su hija Flavia de veinticinco

años, junto a la tumba de su madre.

LA LLEGADA DE LOS GODOS

Durante el año 409 parece que varias tribus germánicas pudieron atravesar los Pirineos, penetrandoen Hispania, pocos días bastaron para que desde los cuarto vientos, una gran masa de gentedespavorida corriesen buscando la salvación en los peñascos firmes y seguros de Amaya, que en esemomento estaba habitada por un pequeño grupo indígena. Esta invasión conquista Hispania, dejandoa Cantabria libre de todo gobierno. Esto hace que los romanos abandonen la península y los

Piedra grabada encontrada enAmaya

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Cántabros cojan de nuevo el poder estableciendo su capital en el bastión de Amaya (durante toda ladominación romana la capitalidad había estado en Iuliobriga).

Durante este siglo V los Vándalos que invadieron el norte de España tuvieron varias batallas enCantabria, sin llegar a conquistarla. Se cita que el monte Cildá fue fortificado de nuevo con laslápidas de la necrópolis, sin embargo, esta plaza fue vencida e incendiada. A pesar de las conquistasque pudieran haber realizado, el pueblo cántabro permaneció independiente.

Durante todos estos primeros siglos de nuestra era, el Cristianismo se había ido extendiendo por todala península, aunque en Cantabria su penetración no había sido muy profusa. Sin embargo se tiene laconstancia que en el valle de Valderredible existían varios cenobios de monjes en el siglo VI, que sehabían establecido en las cuevas existentes en la zona y no sólo eran un foco de irradiación religiosa,sino también cultural. Se tiene noticia de varias anécdotas durante la evangelización de San Millán dela Cogolla y sus monjes en Cantabria, sobre todo durante sus últimos días en la capital Amaya: • Parece ser que el santo curó milagrosamente a un matrimonio de notables cántabros, llamados

Nepotiano y Proferia, cuya enfermedad fue atribuida a posesión diabólica.• La fama del santo y de su poder taumatúrgico fue tan grande que incluso se dio el caso de que

otra mujer cántabra, cuyo nombre no se indica, fue en peregrinación hasta el cenobio de la Riojapara obtener allí su curación, pues era coja. El viaje lo realizó subida a un carro.

• En la biografía de San Emiliano “Vita Sancti Aemiliani” de Braulio Caesaraugustanus se cita elsiguiente texto: “Cierta mujer llamada Bárbara de tierra de Amaya, que estaba paralítica y muyfatigada fue llevada ante él, y por las oraciones del santo cobró luego la salud”.

A pesar de todo esto, la secular resistencia del pueblo cántabro a toda clase de novedades hizo muydifícil la difusión del cristianismo en el país.

Cuenta San Braulio (Obispo de Zaragoza), que escribió la biografía de San Millán (+575), que pocoantes de su muerte, en la cuaresma del 574, tuvo una visión, a consecuencia de la cual se trasladó aAmaya la capital de Cantabria, y allí habló al pueblo el día de la Pascua, recriminándole su dureza einfidelidad. Le echó en cara sus pecados, que eran matanzas, robos, ferocidad e incesto. Los tresprimeros defectos van perfectamente de acuerdo con lo que dice San Isidoro de los Cántabros: “Suánimo es pertinaz y especialmente dado al bandolerismo y a la guerra, y están siempre dispuestos adesafiar los castigos”, reflejando el género de vida de la Cantabria libre en la época visigoda, muysimilar al de la época anterior a la conquista romana, cuando realizaban sus incursiones guerreras yde bandidaje en las zonas contiguas de la meseta.

Sin embargo, es extraño que se cite como algo característico de ellos el pecado de incesto. Sepuede pensar que acaso podría relacionarse con alguna forma de degeneración de las antiguascostumbres matriarcales, que permitiera casarse a los hermanos entre sí, para que de esta maneralos varones tuvieran acceso a la propiedad, la cual seguiría correspondiendo por derecho a lashembras. Pero esto no es más que una suposición.

El hecho es que San Millán anunció a los Cántabros la visión que había experimentado durante suretiro de la cuaresma en el cenobio. Según ella, el pueblo cántabro sería castigado por suinfidelidad, perdiendo la independencia y la destrucción de su ciudad, por entonces más importante,Amaya. Cuando les exhortaba a penitencia y todos le escuchaban con reverente atención, uno de losnotables, llamado Abundancio (Abundantius), le interrumpió violenta y desconsideradamentediciendo que era un “viejo chocho” y que sus muchos años le hacían ya desvariar. San Millánprofetizó que el propio Abundancio sufriría en su persona los efectos del castigo divino. Poco

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después tuvo lugar el ataque de Leovigildo, la ciudad fue destruida y Abundancio y otros muchosCántabros fueron salvajemente masacrados por las tropas visigodas. Parece ser que el propio SanMillán falleció en este ataque.

Se ha hablado de la existencia ya de una sede episcopal en Amaya en esta época, pero no haypruebas de ello. Hay opiniones que dicen que no existía, ya que no se cita el nombre de Amaya entrelas sedes episcopales representadas en los concilios de Toledo. Sin embargo, otras fuentescomentan que esto es así debido a la poca implantación que el cristianismo tenía entre los Cántabrosdurante este período. La primera cita del obispo de Amaya aparece en la Nómina Ovetense, que esya del siglo VIII, por tanto, después de la invasión musulmana.

Durante todo este tiempo que los visigodos llevaban dominando la Península no habían tenido ningunainfluencia en el pueblo cántabro, perfectamente diferenciado con los que no se identificó, sino, bienal contrario, a cuya dominación se opuso con continuas rebeliones.

Todo esto hace que en el año 574 el rey Leovigildo realice una campaña contra Cantabria, de la que unanota del Biclarense dice: “En aquellos días, el rey Leovigildo, penetrando en Cantabria, mata a losinvasores de la región. Toma Amaya, se apodera de sus tierras y sus riquezas y restablece su dominioen el país”.

Esta cita puede interpretarse de dos maneras: o que Leovigildo mató a unos invasores que habíanpenetrado en Cantabria y, por tanto, deberían ser Suevos, siendo éste el motivo del ataque de losvisigodos, o sencillamente que Leovigildo, al penetrar en Cantabria, acabó con el propio ejércitocántabro, a cuyas gentes se les llama “invasores” por sus constantes incursiones y depredaciones enla meseta (opción que parece la más plausible).

No existen muchos detalles sobre la campaña de Leovigildo en Cantabria, pero el hecho de citarsesólo Amaya indica, por una parte, la importancia que conservaba esta ciudad de la frontera Sur deCantabria, y, por otra, que la toma de la misma fue un hecho de armas importante en el desarrollode la guerra. Acaso también entonces fue incendiada la acrópolis de Monte Cildá. Tampoco se sabesi la ocupación visigoda se limitó poco más que a la toma de Amaya y del sur de Cantabria o si enefecto se extendió al resto del País.

Esto demuestra que la historia se vuelve a repetir y que en Cantabria sigue vivo el espíritu deindependencia que la había hecho célebre en el mundo. Sus luchas por ella no cesaron. A lascontinuas rebeliones contra los romanos sucedieron las no menos frecuentes sublevaciones contralos visigodos, quienes, poco antes de la invasión musulmana estaban, una vez más, pacificando suterritorio.

Sin embargo, la indomable actitud del pueblo cántabro frente a los invasores godos, sus continuassublevaciones y revueltas, siguen incólumes. Esto fuerza al monarca godo Ervigio (que ocupó el tronodel 680 al 687) la creación del Ducado de Cantabria, permitiendo al pueblo cántabro vivir en unrégimen de libertad que no disfrutaban el resto de los pueblos peninsulares, pero asegurando sussometimientos, sin duda de paz y de tributos, con la responsabilización personal de uno de losprincipales señores de Cantabria, que más dominio y prestigio pudiera ostentar dentro de la unidadpolítica del pueblo cántabro.

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Esta independencia pactada parece también confirmada por la inexistencia en territorio cántabrode asentamientos visigodos ya que de haber existido hubieran aparecido algunas necrópolis, y no setiene noticia de más hallazgos que algunos objetos y monedas procedentes posiblemente de botín deguerra o de comercio.

La creación de este Ducado y designación del primer Duque Favila, se produjo sobre el año 684,cuando éste, que era señor de Liébana, tendría unos treinta años (lo que hace suponer que naceríahacia el 654).

De esta época datan los broches de cinturón encontrados en Peña Amaya (siglo VII), que estánformados por dos placas de tipo liriforme con cabecera circular rematada por un botón. Ambas hanperdido la hebilla articulada y la aguja, conservando los resortes del pasador (ver figura).

Una vez que el ejército visigodo fue derrotado por Tarik en la batalla de La Landa (año 711), losárabes comenzaron con rapidez la conquista de la Península. Entre las gentes de las ciudades, unosadoptaron la resolución de quedarse, confiados a la clemencia del invasor, y otros prefirieron laemigración, con sus enseres más apreciados. Algunos aristócratas marcharon a Francia, otros a lasmontañas de la Cordillera Cantábrica, algunos de estos últimos trataron de hacerse fuertes enAmaya, ya que la defensa iniciada en algunas ciudades del sur no había tenido gran éxito. En estemomento Amaya registró la mayor población de su historia y comenzó la principal culturización delas gentes cántabras.

Tarik ben Ziyad, una vez que conquistó Toledo, y después de una breve campaña por Castilla laNueva para asegurar su conquista, debió de pasar el invierno de aquel año 711 en Toledo. En laprimavera del 712 organizó una incursión por el Norte, atacando a la ciudad cántabra de Amaya, queal fin conquistó. En ella residía el, por entonces, gobernador Pedro “dux Cantabriae” duque deCantabria.

Broches de cinturón encontrados en Peña Amaya (siglo VII)

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Aquel mismo año, Muza ben Nusayr desembarcó en Algeciras con numerosas tropas para hacersecargo de las conquistas de su subordinado Tarik. Después de la entrevista de los dos jefes enTalavera, ambos pasaron a Toledo, donde permanecieron algún tiempo organizando la conquista

Cantabria seguía con su espíritu indomable de siempre, como prueba el que sus hombres recuperaran yvolvieran a fortificar la ciudad de Amaya. Por lo que Muza ben Musayr tiene que conquistarla de nuevo,en el 714, dejando la ciudad totalmente saqueada y obligando a los Cántabros a asegurar sus fronterasmás al interior de su territorio.

En ese momento, los pueblos Astur y Cántabro estaban totalmente delimitados por el río Sella. Sinembargo, después de la conquista de Amaya, los árabes, al no poder penetrar más en el territoriocántabro, llegaron al mar por la zona astur, sometiendo a este pueblo. Munuza se hizo cargo de lagobernación del territorio fijando su sede en Gijón.

El duque Pedro era el caudillo principal que contenía por el sur los combates musulmanes, desde sunueva posición en la cordillera. Sus huestes estaban distribuidas estratégicamente por todos estosmontes, guardando los accesos naturales.

Pelayo (figura cántabra ya importante, nacido en el pueblo de Cosgaya, hijo del conde Favila señor deLiébana), que estaba presente en la defensa de Amaya ayudando al duque Pedro, fue hecho prisionerodurante esta batalla y llevado como rehén a Córdoba, para asegurar la obediencia del pueblo cántabro.Pero Pelayo se evadió de su prisión (año 716) (estos hechos no están perfectamente clarificados siendola parte más oscura de la historia de Pelayo) y volviendo al cerco, se puso al frente de sus gentes en laparte occidental del país (ribera este del río Sella), donde el sometimiento del territorio de losAstures a los árabes supone una amenaza para Cantabria, con serio y continuo peligro. Durante los años717 y 718 hostigó a Munuza, el gobernador árabe de Gijón,

El fracaso árabe en sus ataques a las posiciones defensivas del Sur de Cantabria, obligó a susguerreros a planear la incursión por la zona baja de la costa (la zona defendida por Pelayo), partiendodel territorio astur.

En el 718, el gran aparato de fuerzas llegadas desde diversos puntos de España, bajo el mando deAlkama, no respondía al deseo de castigar a un guerrillero que molestaba a los destacamentos quesujetaban al pueblo astur, sino a un plan meticulosamente trazado para la invasión de Cantabria,adentrándose por la única zona vulnerable, salvando la rocosa defensa de la cordillera, por los vallespróximos a la costa.

Pelayo, que conocía aquel territorio piedra a piedra, como aseguran las crónicas, al iniciarse laavanzada, supo atraer sobre sí al ejército árabe y hacerse perseguir hasta llevar a las tropas invasorashacia el territorio que le era favorable, a las tierras cántabras de Covadonga, donde, en duro combate,las huestes de Pelayo les infringieron serio quebranto, cortándoles la retirada desde los altos montesque escoltan la angosta trampa que les había sido preparada. Después de esta victoria Pelayo fueproclamado Rey, situando la corte en Cangas de Onís (zona cántabra por estar al este del Sella).

En la batalla de Covadonga, Munuza se dio a la huida siendo muerto durante la misma. Este hechofue aprovechado por los nobles visigodos (que se habían refugiado en tierras cántabras huyendo delos árabes) para tomar a su cargo la zona dejada por Munuza, donde intentaron el resurgimiento del

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visigotismo y la restauración de una monarquía. Sin embargo, también tuvieron problemas con losAstures (que, como los Cántabros, consideraban invasores a los godos).

A partir de esta batalla, los historiadores árabes, ignorando el nombre de Cantabria, denominan alterritorio cántabro “Sierra de Pelayo o Peña de Pelayo”.

Se le ha asignado a Pelayo el comienzo de la reconquista, pero no fue así, ya que él sólo se dedicó adefender y reconquistar (en parte) sus dominios cántabros. Éste muere en Cangas de Onís en el 737y su sucesor Favila I sólo reinó dos años pues murió a manos de un oso, por lo que tampoco realizóninguna campaña de reconquista.

A su muerte, la monarquía cántabra recayó en Alfonso I (739 a 759), hijo del Duque de CantabriaPedro, al estar casado con Emersinda la hija de Pelayo. Éste, tras unos años de reorganización delejército, invade Asturias (entre el 749 y el 750), desde donde los visigodos estaban confabulando eintentando hacerse con el poder cántabro. Después de ésto, ayuda a los gallegos, que se habíansublevado contra los musulmanes. Es, por tanto, este momento el que realmente se puedeconsiderar como inicio de la Reconquista. Este hecho, transcendental para realidad de la historia deEspaña, fue ocultado por las crónicas visigodas de Alfonso III, ya que constituía un contrasentido ala historia que pretendía dar a conocer.

A Alfonso I, después de la conquista de Asturias no le fue difícil llegar a Galicia y penetrar en lazona Bracarense, hacia Oporto y Braga. Después recorrerá el Sur del Duero entrando en León,Astorga, Simancas, Ledesma y Salamanca, y las tierras mesetarias al Sur de los territorioscántabros, reconquistando las zonas que habían sido invadidas durante las campañas de Muza:Amaya, la antigua capital (en manos de los árabes de 714 al 758), Saldaña, Mave, Oca, y siguió hastaOsma, limpiando de invasores Avila, Segovia, Clunia, Sepúlveda, etc., para recorrer a continuaciónlos valles del Ebro, adentrándose por tierras riojanas, Miranda, Revenga, Alesanco, Cenicero...

Con la invasión de la Península por los árabes, muchas gentes portadoras de la cultura visigoda ehispano−romana, ya fundidas, se replegaron a las regiones apartadas de la cordillera Cantábrica,acosadas por la rápida conquista musulmana. Es entonces cuando verdadera y definitivamente seabrió paso la romanización en Cantabria. Entonces es cuando el aluvión de elementos culturales que“invadió” Cantabria transformó totalmente el país.

De todos modos, parece que no se produjo una auténtica y definitiva integración de los elementosforáneos en el seno del pueblo cántabro. Un indicio de ello puede ser el hecho de que estoselementos inmigrantes conservaran, un siglo después ya en el reinado de Fruela I (759 a 768), sunombre de foramontani, para distinguirlos de los montani = Montañeses o Cántabros en sentidoestricto. Los Foramontanos fueron precisamente los primeros que retornaron a repoblar las tierrasde la meseta, cuando se inician las “presuras” con la reconquista de la tierra perdida o abandonada.De cualquier manera es innegable el influjo que los Foramontanos ejercieron en los nativos y en sucultura, hasta el punto de que, se puede decir, que constituye uno de los hitos definitivos en lahistoria del pueblo cántabro.

A esta inmigración del siglo VIII hacia Cantabria se deben la existencia de reliquias, cuyo cultoaparece desde entonces muy enraizado en la historia cántabra. Probablemente entonces llegaron aLiébana la reliquia del Lignum Crucis y la de Santo Toribio, tal vez desde Astorga; las reliquias deSan Emeterio y San Celedonio a Santander, estas últimas al parecer procedentes de Calahorra; las

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reliquias de Santa Juliana a Santillana, etc. Es un caso análogo al sucedido en Santiago deCompostela con las reliquias del Apóstol, según parece, procedentes de Mérida.

No parece que Amaya tuviera demasiada actividad desde que fue reconquistada por Alfonso I en el758, posiblemente sólo estaría poblada por una guarnición defensiva. Sin embargo, aún seguíaimponiendo su el temor por sus pasadas gestas a los musulmanes. De hecho, en diciembre de 825quisieron atacar de nuevo Cantabria, que ya en este tiempo empezaba a llamarse Castilla, para lo queenviaron un ejército al mando del Vali de Jaén, Faray Ibn Masarra. Éstos lo intentaron entre las zonasde Barruelo y Aguilar de Campoo, intentando la penetración por “Val de Olea”. Sin embargo, esteataque les produjo nuevas derrotas, como recuerda la toponimia de esta zona con los nombres de“Mata-morisca”, en las cercanías de Aguilar, y “Mata-morosa” en las de Reinosa.

En el año 854 Amaya fue reedificada y fortificada por el Conde Rodrigo (hermano o hermanastro deOrdoño, de estirpe cántabra), siendo rey Ordoño I. En este momento es cuando se construyó lafortaleza sobre una de las cumbres de Peña Amaya, de ahí su nombre de El Castillo.

A partir del año 860 el Emir de Córdoba Muhammad se reveló contra el rey Ordoño I, con el fin decontrarrestar los avances cristianos por las tierras de Castilla. Para ello preparó un fabuloso ejércitode miles de jinetes, al mando de su hijo Abd Al Rahaman, con el objetivo de conquistar Amaya, dondellegaron en el verano de 863, pero bien defendida por el Conde Rodrigo no pudieron conquistrarla y laconsideraron inexpugnable dirigiéndose a otros objetivos en los que fueron obteniendo éxitos,recuperando frentes como Burgos, Oca, Mijancos y Morcuera, llegando hasta el valle de Mena.

Fray Justo Pérez de Urbel describiría Amaya de la siguiente forma: “La primera capital de Castillafue Amaya, la capital Cántabra, la peña inexpugnable que domina la izquierda del alto Pisuerga y quees como un espolón que lanza la montaña hacia la llanura de los campos góticos. Ahora es la avanzadacastellana, como antes lo fue Cántabra, llena de historia heroica, pues allí combatieron losCántabros por su independencia, y su pérdida fue casi siempre triste preludio de graves quebrantospara el indómito pueblo”.

EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN DE AMAYA

Ha quedado demostrado que Amaya estuvo habitada desde los tiempos prehistóricos. Sin embargohasta la llegada de los Romanos, que no comenzó su historia escrita, no se tiene constancia de lapoblación que allí vivía.

Durante la guerra contra Roma parece que pudiera haber unas 250 personas, que ascendieron a unas350 durante toda la dominación.

La invasión de los Francos en el siglo III hizo que momentáneamente su población ascendiese a unos2.000 moradores, debido a la llegada de gentes de toda Cantabria huyendo de estas hordas. Sinembargo, al ser pronto expulsados del territorio cántabro, la gente fue tornando a sus antiguoslugares, quedando una población residual de 500 almas.

En el año 409 con la invasión Germánica (Visigodos) y la caída de la dominación romana, Julióbriga dejóde ser la capital cántabra, pasando a serlo Amaya. En este momento es cuando se inició el verdaderoapogeo de este bastión, que llegó a tener unos 8.000 habitantes, aunque por poco tiempo, ya que, como

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ocurrió en la anterior invasión, pronto se restableció el dominio Cántabro, con lo que los moradorespasaron a ser unos 4.000.

Este apogeo nace por sí mismo, a consecuencia de la creciente amenaza germánica que sacudió losterritorios limítrofes durante un largo período de tiempo. Así se comprende con facilidad el hechode que ningún autor clásico mencionase Amaya en sus escritos, ya que todos habían muerto cuandoregistró este resurgimiento espectacular.

El que Amaya conservase tanto tiempo dentro de sí a tanta población es poco menos que imposible,pero se mantuvo tan destacada que Leovigildo se dirigió contra ella, y al someterla en el año 574 seatribuyó el dominio de Cantabria. En este momento, también hubo un incremento puntual a unas 6.800personas, que rápidamente se estabilizaron en unos 4.500.

Durante tres siglos fue cabeza de un amplio radio, y cuando por fin los musulmanes de Tarik (año712) se acercaron empujando hasta ella nuevas y grandes masas de fugitivos, alcanzó la más altapoblación de toda su historia (10.000 habitantes). Los moros pusieron sitio a la fortaleza,barriéndoles a todos en poco tiempo con un asedio de hambre.

Rápidamente se produjo una nueva repoblación (2.000 hab.), por lo que dos años más tarde Muzarepitió el asalto. Después de esto debió seguir la acampada de una pequeña guarnición bereber deunos 200 hombres, que en el 758 fue reconquistada por Alfonso I, aunque prácticamente quedódespoblada hasta que el conde Rodrigo, en el 860, la recuperó con un soplo de vida, ya nunca máscomo antes, en la que la máxima población fue de 500 personas.

DECADENCIA DE AMAYA

A finales del siglo IX, Amaya comenzó su decadencia, pues Castilla, nacida en el viejo territoriocántabro, se hizo mayor de edad, logrando su unidad política y territorial, con Fernán González,desde el año 933, asentando sus lares en las tierras castellanas de Covarrubias. Por ello, al estar el

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Población de Amaya a lo largo de su historia escrita

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frente alejado de los antiguos límites cántabros y no volviendo a retroceder éste tan al norte,Amaya pierde su primacía estratégica, siendo prácticamente abandonada, no apareciendomencionada en ningún hecho histórico posterior.

A la muerte de Ordoño III, su reino se dividió con la formación del reino de León, quedando el reinode Castilla a manos del conde Fernán González. Castilla estaba cuajada de esperanzas cuando en el970 murió éste, dejando a su hijo García Fernández el poderoso Condado.

Fray Justo Pérez de Urbel, dice de Fernán González que había pasado sus años infantiles entrepastores y carboneros de la Montaña, donde el Conde de Lara tenía el núcleo primitivo de su riquezafamiliar. De allí bajó ochenta años antes el abuelo, llamado también Fernando, para ocupar un vallejunto al Ebro y levantar sobre el río el castillo de Siero, entre las gargantas pintorescas deQuintanilla Escalada, donde aún se ve la tosca y primitiva iglesia, y, en sus muros, el nombre delfundador y de su mujer, al lado de la cruz y el anagrama de Cristo: Fernando y Gutina.

En Bosquemada, en el interior de Cantabria, en las proximidades de donde se alza el Santuario de laPatrona de la Montaña, Nuestra Señora de la Bien Aparecida, recibe su aprendizaje y el temple virilque ha de hacer legendaria su figura. Su maestro fue, sin duda, alguno de sus familiares, pues aldecir de las viejas crónicas medievales “un caballero anciano le adiestraba en el manejo de lasarmas y en el arte de montar a caballo, y los montañeses estaban encantados con él por “ca” mucholes agradaba el donaire y gesto y hermosura del mancebo”.

Así es Fernán González, un Cántabro de la estirpe montañesa de los Lara, hecho hombre entre lasgentes y en las tierras de la antigua Cantabria, quien acude a reafirmar a Castilla ante la historiareuniendo bajo su autoridad el Condado paterno de Burgos, los de Castilla, Asturias de Santillana(Cantabria), Lantarón y Álava, constituyendo, sobre el año 950, el gran Condado de Castilla. Sushechos se cantan en anónimos versos con aureola de leyenda, formando el gran poema que lleva sunombre. En él aparece identificado el nombre y territorio de Cantabria con el de Castilla, en laréplica del Conde al discurso de Gonzalo Díaz, que dice:

“Así amañó la cosa el mortal enemigo cuando perdió la tierra el buen Rey Rodrigo.Nada quedó en la España que valiese ni un hijosi no Castilla Vieja un lugar muy antiguo”.

Ello es indudable, el movimiento reconquistador que nace en Cantabria, la fuerza espiritual ymaterial de esta avanzada va ganando terreno, pero como en toda conquista, sobre la fuerza, es elespíritu del que la realiza el que se impone sobre el terreno conquistado, sino no tendría fuerza derazón alguna para su realización o no tendría permanencia. La amplitud de la empresa, de las tierrasreconquistadas o mejor dicho conquistadas, porque nunca fueron de dominio cántabro, va afirmandosu nombre. Ya se ha anticipado que aquella zona fortalecida por castillos defensivos, aquellavanguardia en la frontera de Cantabria frente a los moros, que llamaron Castilla, los Castillos, hacenperdurar este nombre y extenderle a medida que esta línea avanza muy lentamente sobre elterreno conquistado.

Pero, ha de tenerse en cuenta que Castilla no es sólo el movimiento bélico que impulsa laReconquista, abriendo su cuña a lo ancho de los campos góticos. Es más el espíritu de la viejaCantabria, el espíritu rebelde, disidente con sus profundas raíces aferradas al ancestralsentimiento que caracterizó y singularizó a sus hombres. No es en este caso la rebeldía al extraño

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yugo el que la mueve. Cantabria forma parte de un reino que encabezaron e hicieron posible sushijos y ha de apartarse dicho reino del sentir del pueblo cántabro para que éste, como siempre a lolargo de su historia, se oponga con fuerza a tal proceder.

Así nace Castilla, con el viejo espíritu de raza, enfrentándose al de la monarquía que ella misma hizonacer y sostuvo. Así queda patente en ella su carácter, que no ha de debilitarse en ajenas tierras yconvivencias, ni aunque aquellos guerreros que la forjaron y los monjes y gentes que la repoblaronsean relevados y sustituidos por otros, pues ya, hechos en el espíritu que se llamaba Castellano,llevaron la fe de sus ideales y el sentimiento nuevo que ha cuajado con fuerza innovadora la secularrebeldía, Castilla, ya se ha dicho, es como el alma que iría penetrando en el territorio de España.

Javier Tezanos Diciembre – 2001

BIBLIOGRAFÍA

“Los Cántabros” de Joaquín González Echegaray.

“Cantabria Raíz de España” de Manuel Pereda de la Reguera (académico de la Real Academia de laHistoria, de la de Bellas Artes y otras más).

“Enciclopedia de Cantabria”

“Historia Social y Económica de Cantabria, hasta el Siglo X” de Miguel Ángel Fraile López.

“Cantabria a través de su historia” de Joaquín González Echegaray.

“Ascensión a Peña Amaya, del libro 50 Rutas por las Montañas de Cantabria (Tomo 3)” de FernandoObregón Goyarrola.

“Marcha A Peña Amaya” de Paulino Tezanos (23- 11- 1.991).

“Cántabros, la génesis de un pueblo” varios autores.

“Cantabria en la transición la Medievo. Los siglos oscuros IV – IX” de Joaquín González Echegaray.

“Historia General de Cantabria. Cantabria Antigua” de Joaquín González Echegaray.