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Homilía Te Deum 2011 Fecha: Domingo 18 de Septiembre de 2011 Pais: Chile Ciudad: Coyhaique Autor: Mons. Luis Infanti de la Mora EL TEMPLO DE DIOS NO PUEDE SER UN MERCADO (Juan 2, 13 22) Muy queridas autoridades y hermanos y hermanas todos: Al concluir el año Bicentenario de la Nación, en la Eucaristía del Te Deum de las Fiestas Patrias de este año 2011, no puede haber un texto bíblico más adecuado que él del Evangelio que hemos escuchado, pues sitúa la indignación y el rechazo de Jesús al mercado que el pueblo había hecho en el templo de Jerusalén, en las FIESTAS DE LA PASCUA, la principal fiesta del pueblo judío, en que anualmente celebraba la liberación de la esclavitud en Egipto y la conquista de la independencia como pueblo, de la conquista de la libertad, de la peregrinación hacia la Tierra Prometida, su tierra, Israel. Esa fiesta, la Pascua, la celebraban absolutamente TODOS, con un ritual socio-religioso, familiar y comunitario a la vez. Los más pudientes ofrecían ovejas, los pobres ofrecían palomas para ser sacrificadas y obtener la purificación de sus pecados y la reconciliación y la benevolencia de Dios. En el templo de Jerusalén, el lugar más sagrado, se realizaba la principal celebración, que continuaba luego en cada casa. Jesús llega justamente a este lugar sagrado, de oración y de encuentro con la santísima presencia de Dios, para proclamar que lo habían transformado en un lugar de comercio. Y echó a los vendedores, y derribó las mesas desparramando el dinero por el suelo. Habían hecho del templo, de la casa de Dios, un mercado. Cambiaron a Dios por el ídolo del dinero, del poder. Habían emborrachado al pueblo con el consumismo, arrastrando incluso a los pobres en este dinamismo mercantil. El vocerío del mercado era más altisonante que el murmullo de las oraciones. La reacción, los gestos y las palabras de Jesús, SON PROFECÍA TAMBIÉN HOY, cuando queremos celebrar nuestra independencia y libertad, nuestra pascua nacional, y sin embargo reconocemos con asombro e indignación que hemos hecho que EL MERCADO GLOBAL SEA NUESTRO TEMPLO. Adoramos al dios-dinero a tal punto que lo usamos para engañar y abusar de los hermanos. Con el dinero y por dinero estructuramos tal poder, hasta llegar a marginar y esclavizar más a las personas y a depredar y destruir más a la amada tierra en que vivimos. Por las variadas expresiones de esta estructura de poder y sus abusos, pedimos perdón, como personas, como iglesia y como sociedad, y debemos asumir una CONVERSIÓN, que se manifieste en nuevos estilos de vida, que nos lleven más a SERVIR, a CUIDAR, a RESPETAR, que a querer dominar. A pesar de que estamos concientes de que LA TIERRA ES DE DIOS, de que la tierra es el templo en que Dios habita a través de cada una de sus criaturas, especialmente en el ser humano, hemos endiosado las leyes y las exigencias del mercado, por sobre la dignidad, la solidaridad, el bien común, los derechos y los deberes de las criaturas de Dios, ofendiendo así, gravemente, a su mismo Creador. Nos preocupa e indigna el lucro en la educación, pero también más allá de ella, en la salud, en los fármacos, en el comercio sexual, en el agua potable, en el comercio de las semillas, en la energía, en la minería, en la tecnología, en la telefonía, en la gasolina, en las concesiones viales, en los grandes holdings y monopolios. Nos desgastamos en largas discusiones para fijar los límites de un sueldo mínimo para los trabajadores, y por otro lado dejamos infinito liberalismo para los sueldos máximos y el descontrol de las ganancias.

Homilía Te Deum 2011

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Homilía Te Deum 2011

Fecha: Domingo 18 de Septiembre de 2011Pais: ChileCiudad: CoyhaiqueAutor: Mons. Luis Infanti de la Mora

EL TEMPLO DE DIOS NO PUEDE SER UN MERCADO(Juan 2, 13 22)

Muy queridas autoridades y hermanos y hermanas todos:

Al concluir el año Bicentenario de la Nación, en la Eucaristía del Te Deum de las Fiestas Patrias de este año 2011, no puede haber un texto bíblico más adecuado que él del Evangelio que hemos escuchado, pues sitúa la indignación y el rechazo de Jesús al mercado que el pueblo había hecho en el templo de Jerusalén, en las FIESTAS DE LA PASCUA, la principal fiesta del pueblo judío, en que anualmente celebraba la liberación de la esclavitud en Egipto y la conquista de la independencia como pueblo, de la conquista de la libertad, de la peregrinación hacia la Tierra Prometida, su tierra, Israel.Esa fiesta, la Pascua, la celebraban absolutamente TODOS, con un ritual socio-religioso, familiar y comunitario a la vez. Los más pudientes ofrecían ovejas, los pobres ofrecían palomas para ser sacrificadas y obtener la purificación de sus pecados y la reconciliación y la benevolencia de Dios.En el templo de Jerusalén, el lugar más sagrado, se realizaba la principal celebración, que continuaba luego en cada casa.

Jesús llega justamente a este lugar sagrado, de oración y de encuentro con la santísima presencia de Dios, para proclamar que lo habían transformado en un lugar de comercio. Y echó a los vendedores, y derribó las mesas desparramando el dinero por el suelo. Habían hecho del templo, de la casa de Dios, un mercado. Cambiaron a Dios por el ídolo del dinero, del poder. Habían emborrachado al pueblo con el consumismo, arrastrando incluso a los pobres en este dinamismo mercantil. El vocerío del mercado era más altisonante que el murmullo de las oraciones.

La reacción, los gestos y las palabras de Jesús, SON PROFECÍA TAMBIÉN HOY, cuando queremos celebrar nuestra independencia y libertad, nuestra pascua nacional, y sin embargo reconocemos con asombro e indignación que hemos hecho que EL MERCADO GLOBAL SEA NUESTRO TEMPLO. Adoramos al dios-dinero a tal punto que lo usamos para engañar y abusar de los hermanos. Con el dinero y por dinero estructuramos tal poder, hasta llegar a marginar y esclavizar más a las personas y a depredar y destruir más a la amada tierra en que vivimos. Por las variadas expresiones de esta estructura de poder y sus abusos, pedimos perdón, como personas, como iglesia y como sociedad, y debemos asumir una CONVERSIÓN, que se manifieste en nuevos estilos de vida, que nos lleven más a SERVIR, a CUIDAR, a RESPETAR, que a querer dominar.A pesar de que estamos concientes de que LA TIERRA ES DE DIOS, de que la tierra es el templo en que Dios habita a través de cada una de sus criaturas, especialmente en el ser humano, hemos endiosado las leyes y las exigencias del mercado, por sobre la dignidad, la solidaridad, el bien común, los derechos y los deberes de las criaturas de Dios, ofendiendo así, gravemente, a su mismo Creador.

Nos preocupa e indigna el lucro en la educación, pero también más allá de ella, en la salud, en los fármacos, en el comercio sexual, en el agua potable, en el comercio de las semillas, en la energía, en la minería, en la tecnología, en la telefonía, en la gasolina, en las concesiones viales, en los grandes holdings y monopolios. Nos desgastamos en largas discusiones para fijar los límites de un sueldo mínimo para los trabajadores, y por otro lado dejamos infinito liberalismo para los sueldos máximos y el descontrol de las ganancias.

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Necesitamos reconocer entonces que la economía no es sólo un problema técnico y político, sino ESENCIALMENTE ÉTICO, en que debe prevalecer el bien común, la equidad, la solidaridad, la austeridad, el respeto por los derechos y deberes de las personas, especialmente de los más débiles, y de la madre tierra, de la cual somos íntimos integrantes.El malestar de amplios sectores sociales, expresado en estos meses, nos lleva a tener mayor conciencia que necesitamos cambios de fondo a nivel social, económico, político, jurídico, espiritual. Necesitamos un CAMBIO CULTURAL PROFUNDO que requiere tiempo, sabiduría, generosidad y buena voluntad, como lo indica la declaración de la CECH del 10 de agosto pasado ("Recuperemos la confianza y el diálogo"). Por la paz social y por el bien de la Patria ¡no podemos seguir con la falta de diálogo fecundo y con los altos índices actuales de desconfianza en personas e instituciones que deberían ser el motor de la vida democrática y moral del País

Vivimos tiempos en que los cambios profundos y la confianza debemos alimentarlos con la oración y con el discernimiento, sobre todo las personas de fe, pues, reconociendo nuestra pequeñez, nuestra fragilidad y nuestro pecado, necesitamos de la sabiduría y de la gracia del Espíritu de Dios que guíe nuestros pensamientos, nuestras voluntades, nuestras decisiones y nuestra historia por los caminos de la profecía de los nuevos tiempos, del diálogo y de la paz, para que florezca la justicia, la solidaridad, la libertad y el amor, junto a una sana, respetuosa y pluralista unidad, que siempre quisiéramos ver brillar en toda nuestra Patria, como corresponde a un Estado moderno, acorde con la nueva época de la humanidad en que ya estamos transitando.

Al entrar al nuevo milenio experimentamos cada vez más que estamos en una NUEVA ÉPOCA DE LA HUMANIDAD, donde ya no podemos buscar soluciones del pasado para temas y problemas de los cuales tenemos clara conciencia que son totalmente nuevos e inéditos en la historia de la humanidad. Como decía Einstein, "los problemas no pueden resolverse con el mismo pensamiento que los creó".

Cristo, en el templo de Jerusalén echó fuera a los vendedores, abusadores y comerciantes, porque no quiso renovar, sino que quiso DESTRUIR ese modelo mercantil en que habían transformado al templo.E instauró UN TIEMPO NUEVO, con signos y presencias nuevas: "¿Qué signos milagrosos nos muestras para justificar lo que haces" le preguntaron los judíos.Jesús contestó: "Destruyan este templo y yo lo resucitaré en tres días". Se refería a su Cuerpo, que como Cordero inmolado debía asumir la muerte en la Cruz, para, a los tres días, resucitar. Él, resucitado, es el nuevo Templo, el nuevo Santuario, definitivo. Su Palabra es la nueva Ley, la Ley del AMOR, que sirve a la humanidad entregando su vida para asegurarnos el camino de salvación.Sin Cristo, muerto y resucitado, no hay salvación, ni para nosotros ni para nuestra tierra.

Toda actitud y acción de Jesús surge del AMOR, como BUEN PASTOR, como CAMINO, VERDAD Y VIDA, no de otras motivaciones. Y esa quiere ser también la motivación y la actitud de la iglesia, hoy.

LA ACCIÓN PROPIA DE DIOS ES EDIFICAR, RESUCITAR. Cuando yo caigo, Él me levanta y hace andar. Cuando yo desespero, Él me despierta la vida. Cuando yo me encierro en el egoísmo y en el orgullo que marginan, Él me abre al amor fraterno y solidario. Cuando yo me escondo en las tinieblas de la violencia, Él me ilumina y lanza a actitudes y gestos de paz. Cuando yo construyo corazones de piedra, Él resucita corazones de carne y de dignidad, de confianza y de esperanza. La acción de Dios se manifiesta siempre en la acción de personas de buena voluntad, en la acción de la iglesia. Damos gracias a Dios porque hoy son muchas las personas, también en nuestra Región, que trabajan por la paz, por la justicia, por aliviar los sufrimientos, por promover la solidaridad, por infundir esperanza, por sanar el pecado, por contagiar la alegría, por hacer florecer la verdad, por abrir caminos de fe y de amor.

Las personas, los hijos de Dios, y cada una de sus criaturas somos el Santuario de Dios. "¡No transformen la casa de mi Padre Dios en un mercado" nos dice Jesús. Transparenten a Dios en su vida de cada día, en su vida económica, política, cultural, religiosa, afectiva, artística, social, laboral, familiar. Dios sigue caminando en medio de nuestro pueblo y de nuestra tierra, busca un templo digno donde vivir, una casa donde alojar, una tierra donde reinar. Lo busca y espera encontrarlos en ti, en mí, en nuestra tierra, porque Él nos regala todas las riquezas y las bellezas de Dios. Para acoger esta acción fecunda de Dios, ciertamente que necesitamos emprender y profundizar un proceso de espiritualidad y de formación humana, cívica, moral. Qué mejor texto iluminador para este proceso que el Evangelio de Jesús y los

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llamados de Dios que nos hace día a día en los hermanos y en nuestra tierra. Estemos atentos y contemplativos, para responder generosa y adecuadamente.

Hagamos así de Aysén, de Chile y de América Latina una tierra de Dios, una MESA PARA TODOS, sin excluidos de los bienes y de las decisiones relevantes que atañen la vida de nuestra Patria. Proclamemos entonces nuestro himno de alabanza, con nuestra voz y con nuestro testimonio y estilo de vida:

A TI, OH DIOS, TE ALABAMOS, TE BENDECIMOS, TE ADORAMOS, TE GLORIFICAMOS, TE DAMOS GRACIAS, HOY Y POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. A M E N .

� Luis Infanti De la Mora, osmObispo Vicario Apostólico de Aysén

Coyhaique, TE DEUM 18 de septiembre de 2011