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 R EVISTA HISTORIA Y SOCIEDAD NO. 12, MEDELLÍN, NOVIEMBRE  2006, PP. 239-249  Jorge William Montoya Santamaría  239 A propósito del “Yo, Pierre Rivière...”, de Michel Foucault. Jorge William Montoya Santamaría* Resumen Este artículo pretende mostrar las posibilidades de análisis histórico que  puede suscitar un t exto como el “Y o, Pierre Rivière habiendo degollado a mi madre, mi hermana y hermano”. El artículo sugiere algunas vías posibles de  profundización tales como la relación entre psiquiatría y justicia en el siglo XIX, la superación de paradigmas de la época, la condición histórica del crimen y la metodología empleada en la recolección del material. Después de hacer una presentación general del caso se pasa a dar cuenta de dos recorridos o circuitos que permiten un a lectura transversal del texto. El primero de ellos es el que relaciona hecho-texto-memoria; y el segundo, el que muestra la estructura jerárquica de los poderes en juego. En el último capítulo se  pone de manifiesto el papel que comie nza a jugar el discurso psiquiátrico en la justicia, en particular con conceptos como el de “monomanía homicida” desarrollado por Esquirol. Palabras clave: análisis histórico, discurso psiquiátrico, crimen, justicia, monomanía, alienación, paradigmas.  Artículo recibido el 8 de agosto y aprobado el 14 de octubre de 2006. * Zootecnista y Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Doctor en Epistemología, Historia de las Ciencias y de las Técnicas de la Universidad París VII-Denis Diderot de París.

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REVISTA HISTORIA Y SOCIEDAD NO. 12, MEDELLÍN, NOVIEMBRE 2006, PP. 239-249

Jorge William Montoya Santamaría  239

A propósito del “Yo, Pierre Rivière...”,

de Michel Foucault.♣

Jorge William Montoya Santamaría*

Resumen

Este artículo pretende mostrar las posibilidades de análisis histórico quepuede suscitar un texto como el “Yo, Pierre Rivière habiendo degollado a mi

madre, mi hermana y hermano”. El artículo sugiere algunas vías posibles deprofundización tales como la relación entre psiquiatría y justicia en el sigloXIX, la superación de paradigmas de la época, la condición histórica delcrimen y la metodología empleada en la recolección del material. Después dehacer una presentación general del caso se pasa a dar cuenta de dosrecorridos o circuitos que permiten una lectura transversal del texto. El primerode ellos es el que relaciona hecho-texto-memoria; y el segundo, el que muestrala estructura jerárquica de los poderes en juego. En el último capítulo sepone de manifiesto el papel que comienza a jugar el discurso psiquiátrico enla justicia, en particular con conceptos como el de “monomanía homicida”desarrollado por Esquirol.

Palabras clave: análisis histórico, discurso psiquiátrico, crimen, justicia,monomanía, alienación, paradigmas.

Artículo recibido el 8 de agosto y aprobado el 14 de octubre de 2006.* Zootecnista y Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Doctor en

Epistemología, Historia de las Ciencias y de las Técnicas de la Universidad París VII-Denis Diderot deParís.

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240 A propósito del “Yo, Pierre Rivière...”, de Michel Foucault.

Abstract

This paper pretends to show the possibilities of the historical analysis that

a text such as the “Yo, Pierre Rivière habiendo degollado a mi madre, mihermana y hermano” may provoke. The paper suggests some possible waysof deepening such as the relation between psychiatry and justice in the XIXcentury, the surpassing of the epoch paradigms, the historical condition of crime and the methodology employed in the gathering of the material. Aftermaking a general presentation of the case, it goes on to account two roads orcircuits that allow a transversal reading of the text. The first of those is theone that relates the fact-text- memory; and the second is the one that showsthe hierarchic structure of the powers in game. In the last chapter it makes

manifest the role that psychiatric speech begins to play in justice, particularlywith concepts such as the “homicidal monomania” developed by Esquirol.

Keywords: Historical analysis, psychiatric speech, crime, justice, monomania,alienation, paradigms.

los lectores, impresionados como ellos,por el parricida de los ojos rojizos.

Entonces, ¿qué podríamos decir?¿qué agregar a un texto cuyasacralidad, a más de ser conjurada ensus inicios fue confirmada con signosrituales o, peor aún, que aunado a lalista de curiosidades literarias, fue con-denado a los anaqueles del olvido?

A Foucault siempre se le recuerdapor sus más renombradas obras:  La

arqueología del saber ,   Las palabras

  y las cosas,  La historia de la locura

en la época clásica,   La historia de

la sexualidad , por citar sólo algunas.Pero si bien cada una de ellas com-prende una experiencia intelectual di-ferente, puede leerse, allí mismo, el ries-

go de la palabra recayendo sobre esaconciencia interpeladora de los acon-tecimientos sociales e históricos.

Sí, es todavía hermoso dar 

su vida por un ser humano y

conservar así la esperanza

de que todos los hombres noson malos, puesto que hay

uno por fin que ha sabido

atraer a fuerza hacia sí las

aversiones recelosas de mi

amarga simpatía!...

Conde de Lautréamont

Ya no se habla, o parece no hablar-se más del “Yo, Pierre Rivière, habien-do degollado a mi madre, a mi herma-na y a mi hermano...”

1Parece ser que

el “estupor” y el “subyugamiento” nosólo acometieran a los gestores deaquella obra publicada en 1973 y dirigi-da por Michel Foucault, sino a todos

1

  Yo, Pierre Rivière, habiendo degollado a mimadre, a mi hermana y a mi hermano. Un caso

de parricidio del siglo XIX , presentado por MichelFoucault, Barcelona, Tusquets, 2ª edición, 1983.

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Tal vez lo sorprendente del “Yo,Pierre Rivière” esté menos en su in-

manencia, como es señalado en el pró-logo, que en la complacencia del autorpor presentar el caso incidiendo sólo enel arreglo de aparición de los sucesos.No estamos aquí ante el libro-bocetopreliminar de una magna obra por ve-nir -como es el caso de La historia de

la sexualidad , por ejemplo- sino, másbien, ante el libro-fuente concebido a

la manera de un ejercicio archivístico.El ataque y la defensa de la manera depresentar los archivos sin más consi-deración, ha dado pie a interesantesdebates. Es el caso de Philippe Lejeune,especialista de la autobiografía, paraquien el “Yo, Pierre Rivière” denunciauna “estrategia política de connivenciasubyugada” que “se acompaña de una

cierta ingenuidad textual: la idea de unaespecie de transparencia o de verdadliteral del texto”. Jean Pierre Peter,quien se encargó de establecer la me-moria de Pierre Rivière, toma la defen-sa ante estas críticas.

2

De otro lado, Carlo Ginzburg, en suobra  El queso y los gusanos. El cos-

mos según un molinero del siglo XVI ,acusa que al negar al texto el análisis

racional, queda sólo un irracionalismoestetizante que al excluir la posibilidad

de mostrar la existencia de una culturapopular, crea apenas relaciones oscu-ras entre Pierre Rivière y la culturadominante.

3

Aparte de esta querella y a motivode queja, los lectores de habla hispanano corrimos con buena fortuna, debidoa la supresión de los comentarios de laedición presentada por Tusquets en1976. De no ser por la traducción delcomentario de Michel Foucault “Losasesinatos que se cuentan”,

4descono-

ceríamos en nuestra lengua el acerca-miento discursivo a las fuentes conte-nidas allí. Sin embargo, tal comentarioes consecuente con la intención inicialde no superposición a la memoria de

Rivière -entendida en un sentido gene-ral- de ningún discurso alterador.

Todo esto, como ya dijimos, ha con-tribuido a olvidar no sólo el texto sino laimportancia de su profundo contenido.Nadie se arriesga a otra lectura y seestima el caso como cerrado. Pensa-mos, por el contrario, abierto el caso ynos sentimos impelidos a “profanar”unos signos con otros.

Son muchos los aspectos implicadosen esta obra y hacia los cuales podríadirigirse la mirada del historiador: rela-ción psiquiatría-justicia -como lo plan-

2La alusión aparece en el artículo de Michel

Kajman “Presencia de Foucault”, en:  Le Monde,París, noviembre 29 de 1991, p. 23, traducida porLuis Alfonso Paláu para el “Seminario de Historiade La Biología” de la Universidad Nacional deColombia, Sede Medellín, publicado el 22 de

diciembre de 1991.3Carlo Ginzburg,   El queso y los gusanos.  El

cosmos, según un molinero del siglo XVI ,Barcelona, Muchnik Editores, 1981, p. 19.

4Del comentario de Michel Foucault “Los

asesinatos que se cuentan” existe una traducciónde Luis Alfonso Paláu, en: Revista de Sociología

Unaula (10), Medellín, Universidad AutónomaLatinoamericana, julio de 1987.

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242 A propósito del “Yo, Pierre Rivière...”, de Michel Foucault.

tea el mismo Foucault y de la cual sedesprenden apreciaciones más preci-

sas referidas a jerarquías de poder ylucha por la verdad-, el posible para-digma cuya evidencia se hace implícitaen esa lucha, el estatuto del crimencomo figura histórica y circunstancialmás que natural, la representatividad ono del caso para la época, la emergen-cia de la historia personal como unacondición necesaria para pensar el su-

  jeto, y hasta las mismas formasmetodológicas empleadas en la reco-lección y ordenación del material.

Un trabajo de la exhaustividad pro-puesta sólo es realizable bajo la premi-sa del acceso a otras fuentesdiscursivas asentadas en la época: losescritos de Esquirol, Marc, Orfila y

Hoffbauer, que ayudarían a conocer afondo su sistema de pensamiento; larevisión de los Annales d’Higiène re-feridos al debate sobre la monomanía;también los parricidios famosos de laépoca, como el de Fieschi, Lacenaire yMagdalena Albert, con el fin de esta-blecer el justo lugar del caso y, por ende,su relación con la mentalidad de la épo-

ca. Así mismo, los casos clásicos de lapsiquiatría y de la criminología.

Como vemos, es toda una investi-gación para quienes en su momentopuedan emprenderla y aprovechar lariqueza histórica potenciada por el“Pierre Rivière”. Por el momento, in-tentaremos un acercamiento desde él

mismo, poniendo de relieve procesos nomuy evidentes y que son importantesal momento de percibir más que asom-bro ante el texto.

Casos que se cuentan

El 3 de junio de 1835 en el pueblode la Faucterie no fue un día muy afor-tunado para la familia Rivière. VictorieBrion, la madre, yacía muerta en el sue-lo junto a los cuerpos destrozados desu hija Victorie, de dieciocho años, yJules, de apenas siete. ¿El asesino? Supropio hijo y hermano Pierre, a quienluego los vecinos vieron salir corriendo

por el camino con una hoz ensangren-tada y gritando “vigile que no le ocurranada malo a mi madre”. “Acabo de li-berar a mi padre de todos sus males”.Todas estas cosas desconcertaban tan-to como el acto cometido. Pierre serecluye en los bosques durante variosdías en los cuales se alimenta de raíces,champiñones y verduras silvestres; cap-

tura pájaros y come cangrejos. Un díadecide salir al descubierto, ya por el ham-bre, ya por el deseo de ser capturado;se entrega cuasi voluntario a esa ins-tancia regidora de la ley: la justicia. Apartir de ese momento, todo será un pe-riplo de interrogatorios, declaraciones,acusaciones, casaciones, cauciones,atestados, exámenes y condenas.

Rivière, detenido en prisión, escribeuna memoria a petición del magistradoencargado del caso y consigna, parasorpresa de todos, los hechos que seconvirtieron en motivo del crimen. Sinembargo, aquella memoria concebidainicialmente por su autor como recau-do de cordura ante la sociedad para

asegurar su inmolación, fue empleadapor las figuras médicas de la época enpro de una defensa por alienación.

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Pero, ¿qué motivo podía tener unmuchacho de veinte años para come-

ter tan abominable acto?, ¿cuál era lanoción de ley que le llevó a no temer alcastigo? Inicialmente, se declara men-sajero de Dios en aquella empresa yun simple acatador de órdenes.

Más tarde, ante la presión de losinterrogatorios, decide confesar su ver-dad: liberar al padre de la influencia deuna mala mujer y de su hermana queseguía los mismos pasos de la madre.¿Y el pequeño Jules, cómo encajaba élen aquella macabra escena? Siendo laadoración del padre, podría consolarlecon su presencia una vez pasados loshechos, sensibilizar su dolorido corazóny hacerle perdonar al criminal el delitocometido. No obstante, Rivière estaba

tan seguro de su fin, que era necesarioganar también el odio de su padre, ase-gurándole una completa liberación detodo estado mortificador. El castigo alhijo sería visto no sólo merecido, sinodeseado, y ni una lágrima por él seríaderramada.

Los cambios en el comportamientode Rivière dejan siempre duda en el

 jurado con respecto a su cordura; si nohay tal claridad, ha de ser porque elcaso mismo se ubica allí como para-digmático. No siendo claro entonces suestado mental, mas sí la magnitud delcrimen cometido, es condenado a en-mendar la falta con el castigo a los pa-rricidas: la pena de muerte. Pero almomento de ser pronunciada la senten-cia es motivado el recurso de gracia,ante la caución de Esquirol, Marc yOrfila. El Rey, en su gran bondad y

sabiduría, conmuta la pena de muertepor la de cadena perpetua y, creyendo

hacer de esta manera una concesión alprisionero, logra por el contrario turbarsu espíritu que buscaba liberarse a tra-vés de la inmolación.

Una vez enterado de lo sucedido yante el descuido de los guardias de lapenitenciaría de Beaulieu, Pierre Rivièredecide continuar con su plan inicial eje-cutando por sus propias manos la sen-tencia que tan ávidamente esperó ycuya dilación se había convertido en supeor verdugo. Su última exhalación atra-vesará los barrotes de su celda paraser escuchada por la voz popular quela cantará a manera de endecha:

Si en los fastos de memoria se

inscriben los guerreros famosos,

de algunos bandidos en la his-toria, se conservan los nombres

horribles; el del joven Pierre

 Rivière, de quien voy a trazaros

las fechorías, para horror de la

tierra entera, allí figurará para

siempre...5

Circuitos

Una sensación queda siempre alenfrentarnos al texto: parece que unaredundancia incesante, ora de aconte-cimientos, ora de discursos reiterativossobre los hechos, viniera a caldearseen el libro-marmita donde tomaríancuerpo y encontrarían su lugar común.

5Hoja volante repartida en la época y publicada

al final del comentario de Michel Foucault bajo eltítulo “Endecha sobre este sujeto”.

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Tal vez, ello se deba no a repeticionessin sentido, sino a una constitución a

partir de declaraciones y certificados,que al momento de ser consignadosarrastran consigo, indefectiblemente, elrecuerdo memorístico de lo acaecidohasta el momento. Cada nuevo infor-me convoca un dato aquí, recapitula otroallá. Mallas superpuestas de lenguajedesplazándose libremente unas sobreotras, y requiriendo para una ilación ló-

gica algo más que el ordenamientocronológico.

En esta entresaca de sentidos, sa-len a flote recorridos más o menos cla-ros, que podríamos llamar circuitos. Untérmino, que si bien es muy genérico,define no obstante una trayectoria noreductible a un camino lineal y simpli-

ficado, aduciendo mejor una aproxima-ción periférica, continente de las rela-ciones allí imbricadas.

El circuito más general es el querelaciona hecho-texto-memoria. El he-cho: matar a la madre, a la hermana yal hermano. El texto: la traducción he-cha por la justicia como organismo ope-rante de la cultura. Y la memoria, paragarantizar la tutela de valores cultura-les advirtiendo el castigo ante su trans-gresión.

A simple vista, no habría nada queagregar a este triángulo reductor: se hacometido un crimen, la justicia ha to-mado cartas en el asunto; y para es-carnio de futuras generaciones, queda

inserto en la cultura por medio de lamemoria. Pero, ni el crimen adolece deindependencia con respecto a la cultu-

ra, como tampoco ella y sus instanciascon respecto a comportamientos que

  juzga y condena. Sería muy ingenuopensar, por ejemplo, que siempre, entodas las épocas, los hombres han vis-to con los mismos ojos y condenado deigual manera actos señalados por no-sotros de manera evidente comopunibles, incluso el asesinato. Pensarasí, sería considerar al crimen no comoun elemento adscrito a un devenir his-

tórico -una concepción fijista-, sinocomo perteneciente a un reducto ani-mal más o menos estanco anclado enel hombre. No entraremos aquí en ladiscusión sobre la agresividad humanacon relación a la animal;

6pero sí es

importante subrayar que los cambiosocurridos en el animal son de lenta ocu-rrencia y siempre bajo cotejamientos

hechos con el medio. En cambio loscomportamientos humanos manifiestanuna gran labilidad, pues su transmisiónno se debe a procesos regulares de laherencia génica. Rebasada la evoluciónbiológica por la cultural, la memoriadebió ser volcada hacia afuera en tér-minos de exteriorizaciones culturales.

7

Y aunque muchas cosas deban ser

aprendidas en el transcurso de nues-tras vidas, el mundo que nos tocó ensuerte resume los aciertos y desacier-tos de todos nuestros predecesores. Esentendible, entonces, que al no obede-

6Sobre el problema del instinto y la agresividad,

ver los trabajos de Konrad Lorenz, Niko

Tinbergeny y William Thorpe.7Nunca se hará suficiente énfasis sobre la

importancia de la obra  El gesto y la palabra, deAndré Leroi-Gourhan.

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cer a la transmisión genética, cuyo ob- jetivo es conservar la información, las

pautas culturales se alteran de manerarápida en el transcurso del tiempo, conlo que pueden ser rastreables los cam-bios y puntos de quiebre propulsores desu devenir. En otras palabras, los pro-cesos humanos al ser culturales sonhistoriables. Entonces, aunque estaaclaración pueda parecer anacrónica,no es tan evidente el castigo merecido

por Rivière, como si de hechos natura-les se tratara, ni el dictamen de su es-tado mental.

No debe olvidarse que en última ins-tancia lo que estaba en juego era ladeterminación sobre la vida o muertedel acusado. Paradoja del poder, queintentando resolver un asesinato conotro expresa su desagrado, no debido ala sangre derramada como al lugarusurpado por el verdugo. Los gobier-nos pueden argumentar sus genocidioso ejecuciones aduciendo simplementeseguridad nacional o individual, pero lasresponsabilidades siempre tienen for-mas sutiles de disolución en las esferasdel poder. Mas un criminal no tiene

excusa, y es llamado a encarar su sino.Ya en 1859 Thoreau alzaba su voz

para decir:

Todo hombre sabe cuándo está justificado, y todos los inteligen-tes del mundo serían incapacesde darle luz sobre el tema. El ase-sino siempre sabrá que se le cas-tiga justamente; pero cuando ungobierno quita la vida a un hom-bre sin el consentimiento de suconciencia, nos encontramos

ante un gobierno audaz que estádando un paso hacia su propiadisolución.

8

Pero, no era este el caso de Rivière.El castigo fue un reclamo en todo mo-mento: “Estoy resignado a la muerte” -dice. “Quiero morir lo antes posible”,petición no muy bien recibida en los tri-bunales, donde al operar la solemnidadcomo ritual efectista, aquellas palabrassignificaban una burla para las instan-

cias del poder al crear un sin sentido asu labor.

No importa el deseo del acusado; élya no se pertenece, ni siquiera puedetomar su propia vida. Se ha convertidoen la materia prima de la máquina pro-cesal, en un maniquí donde se ensayanprendas, en un felpudo del cual todos

tiran. Podríamos decir, sin reservas, quemás allá de la sentencia sobre un sujetollamado Pierre Rivière, el meollo de todala cuestión es la descarga del podermaterializada en su corporeidad. Pues,incluso, durante los interrogatorios enprisión, así como en la memoria, su pen-samiento es vaciado de todo valor per-sonal e interpretado a la luz de discur-

sos oficiales potestativos de la verdad.A la justicia no le importa el sujeto lla-mado Rivière nacido en la Faucterie,provincia de Caen, niño problema de-bido a sus manifestaciones agresivascon los animales, que asustaba a losdemás niños, que se reía idiotamentepor absurdidades, considerado loco por

8Henry D. Thoreau, Desobediencia civil y otros

escritos, Madrid, Tecnos, 1987, pp. 108-109.

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medio pueblo y asesino de casi toda sufamilia; no, a la justicia le interesa, y

esto es claro, incidir a través de la coac-ción popular, en la salvaguardia de va-lores morales. Apropiarse de ese cuer-po de turno y efectuar el espanto a tra-vés de la mueca del poseso. Es el es-carnio público, por la vía del temor, lamanera irracional de asegurar el orden.Pero, como veremos más adelante, esen el orden de la causalidad criminal

cuando comienzan en el siglo XIX lamedicina y la psiquiatría, como saberespositivos, a reclamar para sí el ejerci-cio del poder a manera de peritazgo.

En otro momento de ampliación vi-sual, encontraríamos un segundo circui-to, que, incluido en el anterior, muestrala estructura jerárquica de los poderes

en juego. La figura del juez de paz,quien como máxima autoridad sólo es-cucha informes y hace requerimientos,es la más destacada al comienzo; has-ta este momento su discurso es tácito,soportado por la investidura de su car-go. Todos los personajes confluyen ha-cia él: el alcalde, el médico, el oficial desanidad; todos le suceden en el orden

descrito, abriendo un círculo que tienesu cierre en el punto de apertura. Aquí la razón, como potestad del ejecutor dela ley, es una estructura cuñada en labase por los otros discursos subordina-dos. Y aunque tal enunciado no entrañeninguna novedad, el hecho de efectuarel despliegue de los saberes y ponerlosa dialogar sobre un mismo plano de

acontecimientos, crea una llave perfec-ta que le confiere solidez a toda la ma-quinaria judicial. De este entramado se

colige la importancia de incluir todos losinformes existentes sobre el caso; son,

por así decirlo, las citas de las revisio-nes que no pueden faltar en una histo-ria inmanente.

Pero las estaciones que marcan loscircuitos no se enlazan ingenuamente.Hay en ellas, toda una semántica in-tencionada: informes, acatamientos,

requerimientos, constataciones, ór-

denes, capturas y condenas. Así, enel proceso de captura de Rivière, el ri-tual jerárquico toma su repetición. Elfiscal del Rey de Vire, en compañía

del lugarteniente y después de infor-

mar al juez de instrucción se desplazanal lugar de los hechos. Una vez allí, seacata el atestado del juez de paz reali-zado con antelación. Ordenan, enton-

ces, a los alcaldes de comunas empren-der la búsqueda. Para tal efecto sereclutan guardias nacionales,obteniéndose la captura de Rivière.Por último, el fiscal de Falwse infor-

ma al fiscal del Rey de Vire, cerrándo-se el circuito.

Esta terminología “técnica” explicapor sí misma la jerarquización de losdiscursos. Y la veremos discurrir a lolargo de todo el texto.

Paradigmas

 En 1836 estaban en plena dis-

cusión sobre la utilización de

conceptos psiquiátricos en la

 justicia penal. Para ser más exac-

tos, se encontraban en un perio-do preciso de este debate: con-

cretamente a la noción de “mo-

nomanía homicida”, que Esqui-

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rol puso en circulación (1808),

hombres de ley como Collard de

 Montigny, médicos como Urbain

Coste, y sobre todo los magis-

trados y los tribunales (espe-

cialmente desde 1827) oponían

una gran resistencia.9

En el sumario se encuentra -comoya lo habíamos resaltado- que a partirde los interrogatorios se lleva a Rivièrea confesar el verdadero motivo de su

crimen: liberar a su padre de una malamujer y de sus hijos implicados. Ahorabien, la justicia tiene que construir elmóvil del crimen para liberarlo de laabsurdidad en que había caído. Un he-cho tan execrable no podía ser atribuidoal mero impulso irracional, a un ataquede frenesí momentáneo. De ser así, la

 justicia quedaría burlada; no sólo por-

que al ser ella agenciadora del poder nopodría operar ante un caso completa-mente esclarecido: hecho, pruebas, in-fractor, castigo estipulado; sino, porqueentre la lucha razón-sinrazón el casoactúa como bisagra, acercando y ale-

 jando los dos conceptos, requiriéndosetres elementos: razón, crimen, sinrazón;o mejor: justicia, crimen, locura. Si

Rivière es declarado loco y por esa víaescapa a la pena de los parricidas, el dis-curso penal habrá sufrido un desplaza-miento debido a un saber positivo cuyaobjetividad a través de pruebas científi-cas comienza a sentir incómodo su pa-pel de subordinado: el discurso médico.

En el interrogatorio, la justicia quie-re establecer su verdad: un crimen, un

motivo y un conocimiento de causa yefecto. Pregunta: “Tiene usted inteligen-cia suficiente como para saber que noes posible evitar el castigo que la ley lesinfringe a los asesinos y a los parricidas,¿cómo es que esta idea no le hizo cam-biar de proyecto?” Respuesta: “Obede-cí a Dios, no creo que sea ningún mal

 justificar su providencia”.10

Y más adelante se le vuelve a inter-pelar: “Hasta ahora no ha queridodoblegarse a la justicia, no ha hechohonor a la verdad, parece que ayer es-taba mejor dispuesto, díganos con fran-queza hoy, ¿qué razón pudo llevarlo aasesinar a su madre, a su hermana y asu hermano?”

11Esta razón será la que

habrá de ser investigada, con ella seproducirá la descarga de toda la ma-quinaria procesal; sin ella se parte labisagra, se da el desplazamiento delpoder y las instituciones estatales se-rán presa del pánico ante unas mani-festaciones transgresoras de la ley ycamufladas bajo una fachada de locu-ra. Pierre Rivière tiene que ser decla-

rado cuerdo y culpable.¿Pero qué era, en sí, lo que ocurría

en el saber médico, y específicamenteen el psiquiátrico a comienzos del sigloXIX? Dos teorías, hijas del movimien-to enciclopedista, verán su emergencia:el transformismo de Lamarck y la fre-nología de Gall; ambas lo suficiente-

9Michel Foucault, en la presentación del “Yo,

Pierre Rivière...”, Op. cit., p. 9.

10  Ibíd ., p. 37.

11  Ibíd.

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REVISTA HISTORIA Y SOCIEDAD NO. 12, MEDELLÍN, NOVIEMBRE 2006, PP. 239-249

248 A propósito del “Yo, Pierre Rivière...”, de Michel Foucault.

mente controvertidas en su época, perosin el poder de permanencia suficiente

para ser aceptadas de manera consis-tente por la comunidad científica.

Gall, médico y anatomista de profe-sión, realiza muchas disecciones hastallegar a ubicar la corteza cerebral en elnivel más elevado del encéfalo, carac-terística que compartiría el hombre conlos demás mamíferos. Pero Gall no secontenta con la simple ubicación gene-ral, sino que quiere localizar allí las fa-cultades “morales e intelectuales”. Paraello emprende, no como podría pensar-se una esquematización del encéfalo,sino del cráneo en su parte exterior. Se-gún su teoría, desde la óptica naturalistay fisiológica, existen facultades menta-les que son innatas y de cuya presencia

pueden dar cuenta las protuberanciascraneanas. La lista se establece de modoempírico, con base en biografías de hom-bres ilustres y en las desviaciones men-tales o monomanías que serían exage-raciones de esas facultades.

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Gall será acusado de materialista,pues su teoría prescinde de todarecurrencia a una explicación del com-portamiento a partir de estados del alma.Si se encuentra una de las protuberan-cias definidas, querrá decir que bajo ellase alberga la parte del cerebro que go-bierna dicho comportamiento. Entoncesno habría en el hombre una cierta vo-luntad intencionada para obrar de tal o

cual manera, ya se hable del instinto depropagación -o sexual-, el amor a la

progenie -o maternal- o del gusto porlos riesgos y la lucha -o agresividad.

La frenología no fue el punto de lle-gada en la expurgación del cerebro, perosí sirvió de punto de partida para otroshombres interesados más en las relacio-nes entre el cerebro y el cuerpo queentre el cráneo y el cerebro. Uno de ellosfue el alumno de Gall, Bouillaud, quienfundaría la anatomopatología del lengua-

 je, convertida luego en neuropsicología,abonada con los descubrimientos he-chos por Broca.

Retomando el hilo del proceso, po-demos ver en el certificado del médicodel pueblo, el doctor Bouchard, alusio-nes a la nueva ciencia: “No he hecho

investigaciones frenológicas, pues aun-que esta ciencia está muy poco evolu-cionada, debo decir que en este puntomis conocimientos son demasiado im-perfectos para que pudiera aplicarla auna circunstancia de esta gravedad”.

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Y es cierto. Bouchard se dedicará a darun parte de normalidad llegando a laconclusión de que el acusado fue presade un “estado de exaltación momentá-nea” que lo condujo a cometer el cri-men. No recurre para nada a la frenolo-gía, pero nos advierte de su existencia.

Pero con los demás psiquiatras noocurrirá lo mismo. Vastel, por ejemplo,

12Sobre la frenología, ver: Jean-Pierre Changeux,

 El hombre neuronal, Madrid, Espasa-Calpe,1985.

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Certificado del doctor Bouchard, que apareceen el capítulo 4, denominado “Consultas médico-legales”, en: Michel Foucault, Yo Pierre Rivière...,Op. cit., p.136.

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REVISTA HISTORIA Y SOCIEDAD NO. 12, MEDELLÍN, NOVIEMBRE 2006, PP. 239-249

Jorge William Montoya Santamaría  249

no tendrá reparos en declarar a Rivièrecomo un alienado mental “[...] y tuve

la profunda y completa convicción deque la inteligencia de Rivière no erasana, y que la acción que ante los ojosdel ministerio público pasaba por unhorrible crimen, no era sino el deplora-ble resultado de una auténtica aliena-ción mental”.

14Además, hará explíci-

ta su certeza de que tales conclusioneslas ha extraído del análisis exterior del

acusado y del estado de sus facultadesmentales desde su infancia. No le bus-ca las protuberancias al cráneo, pero sí pone en circulación todo el lenguajeconcordante con su sistema de pensa-miento. Las facultades mentales, comovimos, pueden ser de diversa índole,pero en todos los casos tendrán un ca-rácter innato, “La herencia es realmen-

te una de las causas más poderosas enla producción de la locura”,

15dice

Vastel, y concluye su informe, no comoquien sólo dice lo que le compete, sinocomo quien desea una transformación:“La sociedad tiene pues el derecho depedir, no el castigo de este desgracia-do, ya que sin libertad moral no puedehaber culpabilidad, sino el secuestro por

vía administrativa...”.16

Con esta suge-rencia a modo de reclamo, Vastel ha-cía eco de Pinel en su lucha por mejo-rar el trato a los insanos, eliminando laidea de que eran posesos o criminales,sino más bien enfermos como los otros.

Pero aun así, Pierre Rivière es decla-rado culpable. No obstante, una vez con-

sultados los eminentes médicos de París:Esquirol, Marc y Orfila, y habiendo ellosdado su veredicto según el cual PierreRivière manifiesta signos de alienacióndesde su infancia, las dudas del tribunalquedan disipadas al solicitarse la peticiónde indulto ante el Rey Luis Felipe. Sumajestad conmuta la pena de muerte porla de cadena perpetua y Rivière es “eje-

cutado” por vía monárquica.Esquirol se saldría con la suya al lo-

grar la inserción del concepto de “mo-nomanía homicida” en las filas penales.Por aquí no sólo se abonará el camino auna sicopatología “laicizada”, sino quetambién la psiquiatría como ciencia abri-rá un boquete en las estructuras del po-der, donde el tiempo, como variable au-

sente hasta el momento en términos dedimensión explicativa de un presente,vendrá a tomar asiento en un espacio,donde, por la vía de la biología el sujetoen adelante será un sujeto histórico.

Cabría preguntarse ¿quién gana endicha conquista? ¿el acusado, la psiquia-tría, el Rey? No nos convence la pena

capital como tampoco el internamiento;ambas a su manera son formas de re-gentar una razón que reclama para sí elderecho por la vida negando a su vez lalibertad. Habrá que esperar, incluso, has-ta el siglo XX para encontrar bosquejosde tratamientos, salvadores de cadalsosy también otorgadores de la libertad deser diferente.

Es necesario un orden, pero no acosta de ejecutar las víctimas del po-der que los excluye.

14  Ibíd ., p.138.15

  Ibíd ., p.139.16

  Ibíd ., p.148.