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Ideales y realidad en los orígenes de las Hermanas Dominicas de San José. El proyecto fundacional en la perspectiva del Padre Reginaldo Toro y de las doce primeras Hermanas”, en Cynthia Folquer (editora): La Orden dominicana en Argentina: actores y prácticas. Desde la Colonia al siglo XX, San Miguel de Tucumán, UNSTA, 2008, pag. 55-80. IDEALES Y REALIDAD EN LOS ORÍGENES DE LAS HERMANAS DOMINICAS DE SAN JOSÉ. El proyecto fundacional en la perspectiva del Padre Reginaldo Toro y de las doce primeras Hermanas Gabriela Alejandra Peña Centro de Estudios Filosóficos y Teológicos (CEFYT) [email protected] Entre las Hermanas Dominicas de San José, a diferencia de lo que sucede en otras congregaciones religiosas, no se habla con frecuencia de una “Madre Fundadora” (o, en todo caso, co-fundadora junto a un varón que haya tenido la primera idea). Ese título, solo se atribuye a Fray Reginaldo Toro,o.p., pues la iniciativa de dar origen a ese instituto religioso fue exclusiva de este sacerdote. Esta particularidad distingue a esta congregación de los numerosos institutos similares que tuvieron su origen en el siglo XIX, con los cuales comparte, no obstante, muchas otras características. Sin embargo, nada hubiera sido posible sin doce mujeres de diferentes edades y condiciones sociales, culturales y económicas que se ofrecieron a si mismas para encarnar ese proyecto fundacional y hacer así, de lo que pudo haber sido solamente un sueño, una realidad. Y ellas fueron, indudablemente, tanto o más protagonistas de ese hecho que quien había concebido la idea primitiva, porque hicieron propio ese sueño ajeno, a cuya concreción consagraron sus energías, sus esfuerzos, sus ilusiones, su compromiso Y quienes, además, involucraron a otras que vendrían después, y a quienes orientaron y enseñaron a seguir trabajando para alcanzar el ideal y hacerlo realidad cotidiana, concreta, real y tangible. No obstante, es difícil saber mucho sobre lo que ellas mismas soñaban antes y durante su opción por la vida

IDEALES Y REALIDAD EN LOS ORÍGENES DE LAS HERMANAS DOMINICAS DE SAN JOSÉ. El proyecto fundacional en la perspectiva del Padre Reginaldo Toro y de las doce primeras Hermanas

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El origen histórico de la Congregación religiosa Hermanas Dominicas de San Josè (Argentinas)

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Entre las Hermanas Dominicas de San Jos, a diferencia de lo que sucede en otras congregaciones religiosas, no se habla con fr

Ideales y realidad en los orgenes de las Hermanas Dominicas de San Jos. El proyecto fundacional en la perspectiva del Padre Reginaldo Toro y de las doce primeras Hermanas, en Cynthia Folquer (editora): La Orden dominicana en Argentina: actores y prcticas. Desde la Colonia al siglo XX, San Miguel de Tucumn, UNSTA, 2008, pag. 55-80.IDEALES Y REALIDAD EN LOS ORGENES DE LAS HERMANAS DOMINICAS DE SAN JOS. El proyecto fundacional en la perspectiva del Padre Reginaldo Toro y de las doce primeras Hermanas

Gabriela Alejandra Pea

Centro de Estudios Filosficos y Teolgicos (CEFYT)

[email protected] las Hermanas Dominicas de San Jos, a diferencia de lo que sucede en otras congregaciones religiosas, no se habla con frecuencia de una Madre Fundadora (o, en todo caso, co-fundadora junto a un varn que haya tenido la primera idea). Ese ttulo, solo se atribuye a Fray Reginaldo Toro,o.p., pues la iniciativa de dar origen a ese instituto religioso fue exclusiva de este sacerdote. Esta particularidad distingue a esta congregacin de los numerosos institutos similares que tuvieron su origen en el siglo XIX, con los cuales comparte, no obstante, muchas otras caractersticas.

Sin embargo, nada hubiera sido posible sin doce mujeres de diferentes edades y condiciones sociales, culturales y econmicas que se ofrecieron a si mismas para encarnar ese proyecto fundacional y hacer as, de lo que pudo haber sido solamente un sueo, una realidad. Y ellas fueron, indudablemente, tanto o ms protagonistas de ese hecho que quien haba concebido la idea primitiva, porque hicieron propio ese sueo ajeno, a cuya concrecin consagraron sus energas, sus esfuerzos, sus ilusiones, su compromiso Y quienes, adems, involucraron a otras que vendran despus, y a quienes orientaron y ensearon a seguir trabajando para alcanzar el ideal y hacerlo realidad cotidiana, concreta, real y tangible.

No obstante, es difcil saber mucho sobre lo que ellas mismas soaban antes y durante su opcin por la vida religiosa, sobre las motivaciones que impulsaron a cada una para dar ese paso, los ideales que deseaban alcanzar en el nuevo estado de vida que abrazaban, los sueos que las llevaron a apostar por un incierto comienzo en lugar de optar por una institucin consolidada y ya en marcha. La dificultad estriba en que casi no hay testimonios en los que estas primeras Hermanas se expresen por si mismas. Podemos conocer por las fuentes, las ideas, aspiraciones e interpretaciones del fundador, lo que l soaba para las Hermanas, pero no es fcil vislumbrar lo que ellas soaban y proyectaban para si mismas. Probablemente haya sido lo mismo que el Padre Toro propona, pero, indudablemente, mirado desde una perspectiva femenina, que debi de haberle dado un color particular. En este punto, las primeras Hermanas Dominicas de San Jos comparten la suerte de tantas mujeres que a lo largo de la Historia de la Iglesia, de la vida religiosa, de la espiritualidad, a lo largo, en fin, de la historia humana, han quedado en las sombras, en el silencio, en el anonimato, no porque su presencia y accin no hayan sido invalorables y nicas, sino porque las circunstancias de su tiempo y lugar no permitieron (a los dems e incluso a ellas mismas) valorar el aporte insustituible que cada una de ellas estaba haciendo, ni la fuerza y trascendencia que su ejemplo, su memoria, su herencia espiritual poda tener para orientar a las mujeres de los tiempos que an deban llegar y que hoy vivimos. (Herrera, 2005, 214)

Para reparar en parte esa situacin de cierta injusticia, comenzaremos por identificarlas a cada una de ellas por sus nombres:

1. Rosario Garzn, Hermana Rosario de Sto. Domingo, 2. Teodosia Vasquez Brac,Hermana Mara Teresa de Jess, 3. Carmen Orellano, Hermana Carmen de Santo Toms, 4. Martina Robin, Hermana Martina del Seor,5. Luisa Ferreyra, Hermana Imelda de San Jos,6. Justa Orellano, Hermana Catalina de Jess,7. Carmen Chambeaud, Hermana Ins del Carmen,8. Dominga Loza, Hermana Dominga del Rosario, 9. Alejandra Baigorria, Hermana Ascensin del Espritu Santo,10. Luca Ceballos, Hermana Antonina del Sacramento, 11. Clara Luengo, Hermana Rosa Clara. 12. Hortensia Garzn, Hermana Mara de JessEn esta breve investigacin intentaremos conocer el modelo que se les present a estas noveles dominicas a travs de su fundador, y procuraremos vislumbrar algunos rasgos de la visin que ellas mismas tenan de su vida y misin al servicio de los hermanos. Este acercamiento tendr la limitacin de estar mediado por testimonios ajenos (Folquer, 2006, 55). En algunos casos los del propio Padre Toro, de cuya respuesta en correspondencia a las nuevas consagradas intentaremos intuir cules eran las inquietudes, problemas, preguntas que ellas le planteaban y en otros casos, los de sus propias Hermanas de congregacin que, tras la muerte de las interesadas, escribieron sobre ellas. En este ltimo caso, la dificultad estriba en que el paso del tiempo y el hecho mismo de la ausencia fsica suelen hacer difusa la percepcin de defectos y exaltar la de las virtudes. De igual manera, se trata de una mirada ms cercana, propia de quienes comparten muchos tramos del camino.El contexto

a- La vida religiosa en la Iglesia del siglo XIX

Durante el siglo XIX la Iglesia en todo el mundo vivi una etapa de gran fecundidad en lo referente al nacimiento de nuevas familias religiosas. Tras el perodo de descristianizacin de fines del siglo XVIII y primeros aos del siguiente, sucedi una etapa de restauracin y nuevo impulso para la vida eclesial, que llev, entre otras manifestaciones, a un proceso de renovacin o restauracin de la vida religiosa. La necesidad de encontrar un nuevo sentido para el proyecto de vida consagrada en el contexto de una sociedad radicalmente distinta de la que haban conocido hasta entonces provoc movimientos de renovacin en las rdenes tradicionales y dio origen a nuevos institutos que procuraban ser respuestas tambin nuevas. Alvarez Gmez da cuenta de ms de 75 congregaciones masculinas en el siglo XIX, a las que habra que sumar las 1139 congregaciones femeninas creadas entre esa centuria y la siguiente. Entre las caractersticas de estas nuevas fundaciones cabe sealar la aprobacin pontificia, la diversificacin del apostolado, con especial acento en la educacin y la beneficencia o asistencia, la centralizacin romana, el modelo fundacional casi nico. (1990, pp 527 y ss). Si sumamos a este el anlisis de Esponera Cerdn, podemos agregar que las iniciativas fueron casi siempre humildes, de carcter local, eminentemente prctico, ligadas a alguna necesidad concreta, con una escasa planificacin del desarrollo posterior, librado casi por completo a la accin de la Divina Providencia y que los fundadores y cofundadores mostraron generalmente poca inventiva, limitndose a tomar alguna de las frmulas de vida religiosa viables dentro de lo ya existente. Aunque algunos tuvieron intuiciones evangelizadoras notables, pocas pudieron desarrollarse debido a las limitaciones de su ambiente.

En cuanto a la espiritualidad, aunque fue frecuente la adscripcin a una escuela espiritual ya existente, todos, al igual que los sacerdotes y laicos, participaban de la espiritualidad propia del siglo, que se distingui por la ausencia de grandes figuras que hicieran escuela al respecto, una mirada pesimista de la vida y del mundo, devocin eucarstica y mariana intensa, individualismo de la vida espiritual, cierto atractivo por lo maravilloso o milagroso, sentimiento filial hacia el Papa y la fuerte devocin popular por algunos santos.

En Latinoamrica, las clases dirigentes, tanto del mbito secular cuanto eclesial, deseosas de profundizar los vnculos con Roma y, sobre todo, de afrontar ciertas cuestiones surgidas de la fuerte influencia laicista, se interesaron en traer a sus pases a las nuevas fundaciones o, directamente, dar origen a sus propias congregaciones para llevar adelante un proceso de suplencia y complementacin respecto del estado en mbitos donde an se disputaban espacios y que resultaran ser de fuerte incidencia social.(1995, pp 13-18).

En otras palabras: la vida religiosa en el siglo XIX se renueva y reactiva, en el Viejo y en el Nuevo Mundo segn un modelo uniforme, con poco espacio, aparentemente, para la originalidad. El criterio de discernimiento parece haber sido la correspondencia con el modelo planteado, la preservacin ms que el cambio, la conservacin ms que la transformacin. Esta perspectiva est en ntima correspondencia con la percepcin que de si misma y del mundo tena en ese tiempo la Iglesia universal. La Orden de Predicadores no era ajena a este movimiento universal y estaba abocada, tambin a su propio proceso de renovacin y restauracin.

En particular en la provincia Argentina se haba ocupado de este asunto Fr Olegario Correa y posteriormente Fr. Reginaldo Toro, futuro fundador de las Dominicas de San Jos. La tarea haba sido especialmente difcil, aunque finalmente se haban alcanzado ciertos logros y se iba instaurando en algunos conventos la vida comn, la observancia de la regla y la fidelidad a un modelo de vida religiosa acorde a los tiempos que corran en toda la comunidad cristiana. El convento de Crdoba haba sido el primero en adherir a este nuevo (o renovado) estilo de vida y constitua el pilar de la nueva modalidad de vida consagrada en la que Toro crea de todo corazn. No sera casual, entonces, que en esta ciudad y al amparo de esta comunidad desarrollara el futuro obispo su proyecto fundacional.

b- Los orgenes de las Hermanas Dominicas de San Jos

La congregacin de las Hermanas Dominicas de San Jos fue fundada el 9 de octubre de 1886 en la ciudad de Crdoba por Fray Reginaldo Toro, hasta poco antes provincial de la Orden en Argentina y poco despus obispo de Crdoba. El proyecto del nuevo instituto vena siendo gestado desde haca ya un tiempo, se haba nutrido en consultas a los miembros de su comunidad religiosa, a las autoridades eclesisticas romanas, a otras religiosas dominicas cuyas constituciones sirvieron de base para la organizacin jurdica de la nueva congregacin, a autoridades religiosas locales y a algunas personalidades del medio local que podan prestar su apoyo al proyecto. Entre estos se destacaron los esposos Jorge Poulson y Estaurfila Ladrn de Guevara, vinculados al fundador por lazos de afecto casi familiar, personas adineradas, sin hijos y dedicados casi por entero a la educacin. De entre sus relaciones y alumnas salieron las primeras Hermanas, en su escuela privada, que funcionaba en su casa, se reunieron para recibir formacin, conocerse ms entre si, rezar en comn y preparar los detalles prcticos de su nueva vida.

En este aspecto se marca una diferencia respecto del modelo fundacional de casi todas las congregaciones religiosas de la poca: no hay aqu una persona nica de referencia, entregando sus bienes, sus ideas y su propia vida por esta nueva institucin, sino un matrimonio que aporta todo lo que puede aportar, habida cuenta de que no les tocara ser protagonistas directos y un grupo de mujeres a algunas de las cuales el fundador ni siquiera conoca personalmente antes de los trmites iniciales. No hay en esta historia un vnculo de amistad previo, unos ideales ni una bsqueda compartidos. No existe en el origen de esta fundacin ese estilo de relacin que fue comn en la historia de la Iglesia y que Hayde Herrera describe con gran claridad en el caso de Elmina Paz y Angel Boisdron, que llevan adelante un proyecto similar casi al mismo tiempo que Toro. .

En el caso que nos ocupa, las relaciones entre el fundador y las primeras mujeres que respondieron a su invitacin estn desde el primer momento marcadas por el modelo de paternidad-filialidad. Las nuevas hermanas no vern en Fray Reginaldo a un amigo, una persona con quien compartir la tarea en una relacin de igualdad, sino a un Padre, a una persona que las engendr como comunidad, que creo para ellas las condiciones de posibilidad de su nueva vida, y que, como tal, las educar, las guiar, les marcar el camino. Alguien, en definitiva, a quien se ama y se respeta reconociendo que su funcin y circunstancias lo colocan en una posicin de superioridad. Este concepto no solo es acorde a los ideales de la poca respecto de la vida religiosa, sino tambin a la visin de la familia cristiana y a la percepcin vigente acerca del rol de la mujer en la vida de la sociedad y de la comunidad eclesial (Estevez,1998, 140) . No debe olvidarse que la Iglesia decimonnica disenta con los ideales democrticos que parecan estar acabando con las bases de la sociedad tradicional, cuestionando los principios de autoridad en todos los campos e intentaba reforzar las relaciones de autoridad-obediencia (que, ciertamente no excluyen el afecto ni otro tipo de vnculos) como garanta de orden, paz y fidelidad a la voluntad de Dios en todos los estados de vida.

Ilustrativo de todo esto resulta el relato escrito por la Hna Antonina del Santsimo Sacramento, fundadora. En este texto la religiosa describe los encuentros previos a la fundacin, el proceso por el cual se fueron conociendo y preparando para ese importante paso de iniciar la nueva congregacin religiosa, aunque no menciona nada que nos permita conocer los sentimientos que animaban al grupo durante ese perodo. Este es su testimonio:

El Rdo Padre (Fr Reginaldo Toro) las tenia apuntadas a todas (las aspirantes a ingresar) con sus nombres y apellidos._ El 11 de Agosto nos hizo llamar a todas las que se habian presentado a la Casa de la Sra Estaurofila_ Esto fu cerca de la oracin; y estando todas reunidas; ( que recien nos conocimos) nos hizo firmar a todas en un papel provisorio hasta poder formular el Acta_ firmamos 12. ( pero una falt) y quedamos 11.

Se nos orden que a fines del mes de Agto. principios de Setiembre, asistisemos todas las noches ( eso de la oracin) para la enseanza del oficio de la Sma. Virgen_ Nos llevo los libros (eran usados) y nos dio a cada una_ Todo el mes en la hora indicada iba l con otro Padre y nos enseaban el latin y demas inclinaciones, (como se acostumbra hasta el presente) y tambien dandonos las instrucciones sobre la vida religiosa, y dems deberes y oficios de una Comunidad.

El relato de la Hna Antonina es rico tambin en detalles sobre los acontecimientos inmediatamente anteriores a la ceremonia inaugural y sobre los hechos del da 9 de octubre. Llega incluso a registrar el tema de la homila del administrador episcopal que presidi la celebracin (Las obras son la prueba del amor) y da cuenta de la comparacin que el mismo estableci en cuanto al nmero de las nuevas consagradas y el de los apstoles de Jess. Pero no hay ningn comentario sobre las resonancias que todo esto tuvo en las protagonistas principales de esa de la historia que se estaba gestando. Sin embargo, la trascendencia de los acontecimientos no dejaba de repercutir en el interior de cada una de ellas. 2- Los ideales

El proceso de fundacin de las Hnas Dominicas de San Jos nos presenta a un fundador, varn, fraile, acostumbrado a ejercer cargos de gobierno, formacin, enseanza, en otras palabras, a ser responsable por la vida y la misin de otros, soando un estilo de vida religiosa y apostlica para un grupo heterogneo de mujeres, muchas de las cuales, al momento en que l proyecta, le eran completamente desconocidas, que no tenan experiencia de la vida religiosa, cuya visin del mundo era, indudablemente, muy distinta. Su modelo se nutra, entre otras fuentes, de su propia experiencia y conocimiento de vida religiosa masculina (vivida en medio de un proceso de reforma profundo y por momentos muy difcil), el dilogo con otros varones y mujeres consagrados de Amrica y Europa y el estudio de las constituciones de las Hnas dominicas de Vic en Espaa. Vale decir que la tarea fundamental de orientar y poner en marcha la nueva congregacin consistira en acortar las distancias entre el ideal propuesto y la realidad de la vida cotidiana de las nuevas religiosas, descubriendo y construyendo maneras de vivirlo para estas mujeres, en ese lugar y en ese tiempo. Y cuando decimos realidad de la vida cotidiana, incluimos en este concepto tanto sus limitaciones y posibilidades, derivadas de sus personalidades y caracteres diversos, su educacin, su extraccin social, sus defectos y virtudes, sus diferentes edades y condiciones fsicas, sus experiencias espirituales previas, cuanto la manera en que ellas individual y comunitariamente- entendieron y asumieron el modelo ideal que se les propuso. Mientras que en la percepcin del Padre Toro, todo el proyecto de vida de las Hnas Dominicas de San Jos era absolutamente ideal (pues nunca ser asumido y vivido por el que lo pensaba), para las religiosas, ese ideal tena conexiones directas con la realidad, pues la vida concreta de cada da se desarrollara en la permanente tensin entre el deseo y el esfuerzo de llegar a ser como se propona y la experiencia de la propia limitacin, entre la voluntad y la posibilidad. Y sera esa tensin la que ira marcando los caminos y proyectando la obra hacia otros tiempos y otros espacios. a- La propuesta del Padre Reginaldo Toro

Para saber cul era el ideal que se les propuso a las mujeres dispuestas a dar inicio a la nueva congregacin, hay que centrar la atencin en su fundador, director y padre espiritual, Fray Reginaldo Toro.

Estudios anteriores sobre este dominico han demostrado su condicin de hombre prctico, atento a las necesidades de su tiempo, emprendedor y fuertemente identificado con el sentir de la Orden dominicana y de la Iglesia (Pea, 2004).

Hombre de gran capacidad para discernir lo que era necesario en cada situacin y para obrar en consecuencia, no fue, en cambio, amigo de grandes discursos, obras poticas o literarias de gran vuelo. Sus escritos son interesantes y ricos, pero limitados, generalmente, a las cuestiones propias de los muchos cargos de responsabilidad y pastoreo que le toc ejercer.

De ah que su concepcin de la vida religiosa y el ideal que orientaba sus esfuerzos al emprender la obra de esta fundacin fuera, sencillamente, el que en la Iglesia universal se estaba imponiendo a consecuencia de la renovacin ya mencionada. Como ya hemos apuntado, consult, pregunt y compar para asumir este nuevo proyecto responsablemente.

Adhera a la idea de vida consagrada que se propona y la present como el modelo de vida al que deban adherirse las nuevas dominicas cordobesas.

Estas son algunos rasgos del mismo, en la perspectiva del Padre Toro.

Espiritualidad

Comenzaremos analizando este aspecto pues el mismo Fray Reginaldo insista en sealar que, antes de su compromiso como religiosas, las nuevas dominicas deban esforzarse por asumir y vivir plenamente su condicin de cristianas. La propuesta del Padre Toro para las Hermanas era la de una espiritualidad basada en los principios de la devotio moderna, con un fuerte acento en el concepto de fuga mundi. Esto es, una vida espiritual de carcter individualista y una relacin con Dios de tipo intimista, con un fuerte acento en la dimensin emotivo-afectiva. Desde los inicios, ya en la enumeracin de los fines del instituto, redactada por el fundador, se lee que el primero de ellos es procurar la propia santificacin y en el acta de fundacin, poco antes de las firmas, se expresa que se da inicio a la nueva comunidad procurando con el auxilio de Dios que sea en provecho de sus propias almas. En ambos casos se expresa inmediatamente la necesaria dedicacin al apostolado, pero la primaca de la salvacin individual est bien marcada.

El carcter intimista y emotivo de la relacin con Dios se manifiesta en numerosos consejos, plticas, oraciones y recomendaciones escritas para las religiosas. Algunos extractos de los ejercicios espirituales que el fundador predic para las Hermanas en 1896 lo ilustran:

All, hablando el Seor como esposo del alma dice llorando: te apart del mundo, te acost conmigo, te hice feliz, conociste lo que yo era para ti y ahora das la espalda, huyes de mi presencia. Llorando Jess con el semblante melanclico exclama :hija ma, esposa ma, levntate del lodo fro y acrcate al calor que te dar vida() cmo no os habis de conmover as la vista de los beneficios de Dios, de su paciencia, de su clemencia, de su amor?

El concepto de fuga mundi, presentado como ideal para el cristiano y en particular para quines han elegido la vida religiosa, esta explcito en los mismos ejercicios, donde leemos expresiones como esta, tomada de la pltica del da 2: la verdadera religiosa, muerta al mundo, vive en Dioso esta correspondiente a la del da 10: huid del mundo para que oigais la dulce voz de vuestro amado. La concepcin, comn en la espiritualidad decimonnica, del mundo y las realidades temporales como un impedimento para la santificacin personal, sustentan la recomendacin de huir del mismo y refugiarse exclusivamente en la vida espiritual, acentuando la necesidad de combatir contra las propias inclinaciones naturales hasta el punto de la mortificacin para alcanzar ese estado de perfeccin y felicidad.

Vida religiosa

En ntima vinculacin con su concepcin de la vida espiritual, est su perspectiva acerca de la vida religiosa, que constituye el modelo que con mayor insistencia se presenta a los ojos de las nuevas Hermanas como su perfil de identidad, a partir del ingreso en la nueva congregacin.

Se trata de una visin ideal, que se sustenta en la comprensin de la vida consagrada como estado de perfeccin.

De ah que se pone un fuerte acento en las virtudes que se deben cultivar, dicindoles que deben ser muy sumisas, humildes y obedientes en todo, y que deben trabajar para convertirse en un modelo de modestia, un modelo de urbanidad, un modelo de caridad, un modelo de respeto a Dios. Adems, deben ser extremadamente cuidadosas en todo lo que hacen, imitando en eso a la Virgen Mara que, segn les escribe , nos excita a mayor cuidado y vigilancia en nuestros ya grandes, ya pequeos deberes.Tambin se les marcan cules deben ser sus preferencias respecto de las actividades y los sentimientos con que deben realizarlas cuando en los ejercicios de 1896 se les recomienda volver al fervor inicial de los tiempos fundacionales, pues entonces la oracin era vuestro alimento el ms apetecible, el silencio vuestra ocupacin la ms grata, el coro vuestro empleo el ms delicioso, el cuidar a los enfermos daba entusiasmo, ensear en el colegio lo ms placentero porque pareca conversar con los ngeles.

Los votos se consideran garanta de santidad, pues constituyen el signo distintivo del estado de perfeccin. Acerca de la castidad piensa y ensea el obispo Toro que consiste en morir al cuerpo y vivir solo para el espritu y que constituye una lucha de difcil victoria. Sin embargo, alienta a las religiosas dicindoles:

Buen nimo Hermanas, porque el Seor os llama a tan eminente grado de perfeccin, os dar fuerzas que habis menester para salir victoriosas en las batallas del formidable enemigo. En la vida religiosa que abrazis hallaris los medios ms oportunos para alcanzar la victoria.

La pobreza es entendida por el fundador como el desprendimiento afectivo y efectivo de todos los bienes de la tierra, sin que quede dominio sobre el menor de todos ellos, que elimina automticamente toda necesidad, por tratarse de una pobreza voluntaria y elegida, que libera de preocupaciones y alcanza mejores y mayores bienes.

El voto acerca del cual el Padre Toro escribe ms insistentemente a las religiosas es, sin lugar a dudas, el de obediencia. Esto est en clara consonancia con el modelo de relacin que se haba establecido entre las Hermanas y su Padre y en perfecta armona con la prctica habitual de la Iglesia decimonnica y con el rol que a las mujeres les corresponda en la vida eclesial y social.

La obediencia es para l base y fundamento del estado religioso, y consiste en el sometimiento de la propia voluntad y libertad. En una carta a las Hermanas escrita en 1889, les dice:

la obediencia no tiene juicio propio sino orden del superior. La obediencia manda, y no permite discurrir lo que se manda. La obediencia quita la propia libertad y el sbdito religioso agradece cuando oye la voz del prelado que manda esto o aquello. El sbdito no averigua el porqu jams. El sbdito sabe sus reglas que le mandan que Dios primero y despus sus prelados. El sbdito sabe que ha dejado el yo y solo ve lo que manda el prelado. El sbdito no tiene voluntad, no tiene libertad porque voluntariamente ha entregado su ser a Dios y a la ley que profesa.

Su mirada acerca de este tema est lejos de ser negativa o pesimista. En su concepcin, la obediencia ofrece mayores ventajas que limitaciones y es un beneficio para el crecimiento espiritual y para la felicidad de quienes la viven de esa manera. De ah que, al prrafo antes transcripto, le agrega inmediatamente:

Qu hermoso es no tener responsabilidad en lo que obedece!Qu grande es venderse a si mismo!

Adems, la obediencia es para l una virtud cuyas consecuencias en la vida cotidiana deben experimentarse en forma visible e inmediata.

Desde que vosotras comprendis que esto es obediencia, no debis excusaros cuando os indiquen lo que se os manda, no debis enojaros cuando os adviertan, no debis olvidaros cuando os encargan algo, no debis hacer lo que os parezca, sino lo que se os manda.

La obediencia que libera la conciencia y exime de responsabilidades debe manifestarse en la actitud de sumisin, que reiteradamente se les presenta a las Hermanas como la principal de una buena religiosa. Segn la percepcin que de la mujer posea la Iglesia del siglo XIX, las virtudes ms trabajadas y recomendadas para ellas son la humildad, el sacrificio, la entrega escondida. Estas actitudes refuerzan y legitiman el rol que se les ha asignado durante siglos tanto a nivel eclesial cuanto social, que las coloca como encargadas de lo domstico, lo privado, lo subalterno y en algunos casos sirven para acallar o moderar los deseos ms profundos de igualdad, participacin, decisin por parte de las que constituyen la mayor porcin del pueblo de Dios pero a menudo la de menor protagonismo (Estvez, 1998, pag. 140). Otra expresin de la obediencia que contribuye a moldear las conciencias y a reforzar el tipo de relacin de dependencia paterno filial entre el fundador y las nuevas Hermanas es la absoluta y confiada entrega a la gua del confesor o director espiritual, que Toro recomienda de esta manera: el Padre espiritual debe saber todo lo que el espritu de las hijas sufre y siente para llevarlas por un camino ms conforme a la santificacin, agregando nuevamente la apelacin a la obediencia: y Uds deben ayudarme a ello con el buen cumplimiento que les impone la ley.

Sobre este punto, Estevez avanza un poco ms all y sostiene que esta prctica de direccin orienta desde una experiencia netamente masculina, pues esta tarea ha estado por siglos reservada a los ministros ordenados. Tambin afirma que con frecuencia es un modo de perpetuar, en ocasiones por ambas partes, los modos de relacin jerrquicos y patriarcales y de interiorizar, por parte de las dirigidas, maneras de percibir la realidad, de acercarse a Dios, de establecer lazos de comunicacin que no son propiamente femeninos y que a menudo conducen a dependencias afectivas y cognitivas (1998,pag.142). Este anlisis coincide en parte con la situacin que puede reconstruirse a partir de los textos que poseemos. Indudablemente, en lo referido a los modos de relacin entre las Hermanas y el fraile, el modelo planteado por la autora puede verse tambin en las personas que estudiamos, aunque para hablar de su maneras de percibir la realidad, de relacionarse y comunicarse nos resultan escasos los testimonios que poseemos.

El apostolado

Como corolario de un estilo de vida y de una espiritualidad, el apostolado que se propone en el modelo fundacional tambin est en consonancia con los patrones culturales y eclesiales del momento. De todas formas la propuesta es, en el marco de la realidad de la poca, amplia y abarcativa. El mismo documento redactado con el acta de Fundacin, denominado Fines del Instituto de las Hermanas Terciarias Dominicas de San Jos, expresa a modo de introduccin: Siendo la mente de los fundadores de este instituto remediar, con el auxilio de Dios, muchas necesidades que se dejan sentir en esta sociedad, no es ms que justo que esta misma sociedad conozca los fines que se propone. Y a continuacin enumera las mltiples posibilidades que, a medida que la congregacin crezca y consiga mayores recursos humanos y materiales, se ofrecen como apostolados: atencin de enfermos a domicilio y en la misma casa religiosa, hogares para ancianos, enfermos, pobres, etc., ofrecer habitaciones para mujeres que necesiten un tiempo de meditacin y silencio, alojamiento para mujeres solas que no deseen mantener casa propia, alojamiento y tratamiento especial para personas rebeldes o problemticas que no puedan convivir con sus familias y, adems de apostolado, como medio de vida; la educacin de nias y jvenes.Todas estas actividades reflejan un gran conocimiento y una fuerte sensibilidad por las necesidades y urgencias de su poca. Fundador y Hermanas saben que estos son los servicios que pueden y deben prestar si quieren, como propone el mismo documento, abrazar todas las miserias de la humanidad paciente sin distincin de creencias, patria ni condicin. Incluso podramos decir que este abrazo universal se entiende tambin sin distincin de tiempos, pues queda clara la proyeccin a futuro cuando el documento expresa que a medida que se pueda se irn desarrollando estos servicios y otros que la experiencia vaya demostrando.En el apostolado se espera que las Hermanas practiquen las virtudes que se les recomiendan para toda su vida: generosidad, entrega, obediencia.

3. La realidad. La vida de las Hermanas

La mayora de los estudios referidos a la vida cotidiana de las mujeres en las postrimeras del siglo XIX y primeros aos del XX parecen demostrar que, pese a la subordinacin genrica a que estaban sometidas, muchas mujeres supieron encontrar espacios de participacin y de autonoma que les permitieran desarrollar sus potencialidades y hacer sus aportes a la construccin de la sociedad de su tiempo. Es verdad que la sociedad decimonnica tenda a perpetuar la situacin de reclusin y desvalorizacin de lo femenino, pero tambin lo es que las mujeres encontraron alternativas variadas para evitar o paliar esta situacin, las cuales iban desde la rebelda directa hasta la adaptacin conveniente, pasando por la impugnacin y la revisin de los modelos ofrecidos a para ellas desde los mbitos institucionales. En este contexto, no es extrao que afirmemos que las primeras dominicas de San Jos, como tantas mujeres de su tiempo, vivieron su vida cotidiana en la permanente tensin entre la fidelidad a los ideales propuestos y abrazados libremente y las posibilidades reales de llevarlos a la prctica, en la puja interior y a veces tambin exterior- entre la necesidad de conservar las formas y modelos tradicionales (presentados como propuesta ideal por el fundador) , a cuyo amparo podan encontrar su lugar en la Iglesia y en la sociedad, prestar sus servicios, concretar sus sueos y aspiraciones libres de peligros y crticas, y el deseo de abrirse a nuevas posibilidades que ampliaran y multiplicaran la proyeccin de esta nueva obra, y les permitiera encontrar nuevas formas de realizacin personal y comunitaria. No protagonizaron episodios destacados o llamativos, no fueron rebeldes ni contestatarias, sus acciones no fueron ms all de su propio entorno, pero supieron encontrar el equilibrio para vivir en medio de esas tensiones y abrir caminos para quienes las seguiran.Veamos hasta qu punto asumieron, adaptaron o recrearon el ideal propuesto las religiosas de quienes nos ocupamos, sabiendo que es necesario leer entre lneas y captr pequeos detalles reveladores para encontrar esos rasgos que hablan de un ideal asumido y encarnado con total responsabilidad. Volveremos sobre los puntos que mencionamos al hablar del ideal del fundador. Espiritualidad

Aparentemente, este fue uno de los puntos en que menos conflictos y dificultades se presentaron a la hora de poner en prctica los consejos y sugerencias del obispo Toro. Acaso porque no se apartaban en mucho de la prctica comn a todos los fieles cristianos en la poca, que a todas las nuevas Hermanas deban serles familiares desde antes de su ingreso en la congregacin.

Si bien la misma opcin por la vida religiosa constitua para ellas una aplicacin concreta del concepto de fuga mundi, resulta evidente que ese apartamiento no significaba, en modo alguno, cortar sus relaciones sociales y familiares o aislarse de lo que ocurra en la sociedad. De varias de ellas se expresa en las necrologas que eran muy apreciadas por toda la gente que conocan, que recurran a sus amigos, benefactores y parientes para obtener recursos para sus obras y que mantenan estrechos vnculos con sus propias familias. La insistencia del fundador en reglamentar minuciosamente las visitas y la atencin a otras personas en la portera parecen indicar que las relaciones sociales hacia afuera del convento eran intensas, llegando, en ocasiones, a verse como un peligro para la vida comunitaria, el silencio y retiro propios de la vida consagrada.

Por otro lado, el mismo obispo Toro las mantena al tanto de lo que suceda en otros lugares mediante la correspondencia que les diriga en ocasin de sus numerosos viajes, por lo que resulta evidente que estaban informadas de la situacin de la Iglesia universal y de los principales acontecimientos del pas y del mundo.Como la mayor parte de los cristianos de su poca, basaban su vida espiritual en la recepcin frecuente de los sacramentos, y tenan una particular devocin por la Eucarista. Solo a modo de ejemplo podemos mencionar que en la necrologa de la Hna Martina dice, como caracterstica propia suya que se confesaba varias veces y reciba los Sacramentosy en la de la Hna Mara Teresa de Jess que estaba triste y lloraba solamente cuando el Padre Director le priv de recibir la Eucarista (...) Tena desde su juventud una especial devocin al Ssmo. Sacramento.Este mismo ejemplo nos sirve para sealar que, tambin en coincidencia con la orientacin que la espiritualidad cristiana llevaba en su tiempo, las religiosas vivan su relacin con Dios de manera sentimental, intimista y emotiva. Adems de sealar que la privacin de la comunin era causa de sus lgrimas, la autora de su panegrico nos relata que , cuando reciba reconvenciones injustas, la Hna Mara Teresa con toda confianza deca mi Jess (haci(sic) le hablaba a N. Sor) Por qu me hacs esto? Y retirndose la Capilla se pona delante de Jess Sacramentado de quien era muy devota.Interesante por lo vvido de la descripcin es este relato acerca de la Hna Rosario, que tras muchos esfuerzos propios y ajenos haba conseguido instalar un altar en honor del Sagrado Corazn en la casa de descanso en la localidad de Tanti y antes de partir de regreso a la ciudadle dirigi estas palabras, como en conversacin con El Sagrado Corazn de Jess, ya tengo el gusto de verte colocado en el altar, y en un nicho con cristal, para que no te llenes de tierra, en el tiempo que no hay quien te quide, ya puedes disponer de m cundo tu quieras, ya se me han cumplido mis deseos, yo estoy contenta, de dejarte acomodado como yo lo queria; no te olvides de mi.La idea de la mortificacin y la penitencia como medio para vencer las pasiones y perfeccionarse en el camino de la santidad estaba bien arraigada. De la Hna Martina escribe la autora de la necrologa que ofreci todo con paciencia a Jess y Mara. Siempre estaba en penitencia, ofreciendo sus angustias en bien de las almas y como prueba de que la penitencia implicaba tambin el dominio del cuerpo agrega que permaneca gran tiempo arrodillada. De la Hna Dominga leemos que oraba y haca penitencia por la Congregacin para que no decaiga en el fervor de la oracin y la caridad.

A pesar de que en este punto parece haber una concordancia notable entre el ideal propuesto por el fundador y la realidad de las Hnas, el retiro espiritual del ao 1896 se destin a reflexionar sobre la tibieza espiritual y la necesidad de ponerle remedio. Evocando los primeros aos de vida de la congregacin escriba Toro:

pasaron aquellos das felices, se entibi el fervor, desfalleci la fervorosa devocin y aquella tierna y suave inclinacin a la piedad fue decayendo con el uso mismo de las cosas santas

Sera tan as o acaso se trata de un celo excesivo por parte del sacerdote?No esperara demasiado este padre respecto de sus hijas? Resulta casi indudable que la mayora de las Hermanas se esforz por mantener viva su espiritualidad hasta el fin de sus vidas, an en medio de sus luchas y superando sus debilidades.

Vida religiosaUno de los puntos en que ms insiste la enseanza de Toro a sus hijas es el de las virtudes que como religiosas deben cultivar. An con las limitaciones del discurso fnebre usado como fuente, podemos sacar algunas conclusiones que nos permiten suponer que, con espritu crtico y sinceridad las Hnas eran capaces de reconocer sus limitaciones y dificultades a la hora de encarnar el modelo de religiosa virtuosa y santa que se les propona.As es como de la Hna Martina se dice que ingres de edad madura, por eso le costaba adaptarse a las reglas y constituciones y que su oficio era el de sacristana, y a pesar del esfuerzo que haca todo le sala mal, pero tambin que Dios la fue purificando a travs de sufrimientos espirituales y que con la fuerza de la voluntad logr perseverar en la comunidad fundada.De la Madre Clara Rosa se deca que era un poco delicada de salud, pero era muy activa y le gustaba mucho el trabajo de la casa y que por esa razn y por su profunda humildad y espritu de silencio se le asign el oficio de procuradora.

En otras palabras, se trata de mujeres reales, que estn lejos de ser modelos en todo, como se les propona, pero que, concientes de sus defectos y limitaciones, apostaban por superarse y seguir en camino. Un ltimo ejemplo de este modo profundamente humano de vivir el compromiso asumido nos lo ofrece este testimonio sobre la Hna Teresa de Jess:

fue nombrada de procuradora y enfermera en los cuales oficios se desempeaba con toda activid(sic), era la primera en el servicio de las hermanas y las miraba con suma caridad; pasaba muchas malas noches y despues de esta vena al trabajo del amasijo, y el cumplimiento de su deber. Esto la comens (sic) a debilitar mucho y comens a sentirse muy mal de salud, pero ella no dejaba las malas noches y el fuerte trabajo de su deber, teniendo tambin a su cargo el de maestra de Tercer grado.Solo una voluntad firme y una gran madurez personal permiten asumir los propios compromisos con semejante empeo.

No obstante, en ocasiones el Padre Toro no estaba del todo conforme con la actitud de sus hijas, pues no siempre practicaban la virtudes recomendadas. En una carta sin fecha dirigida a varias de las Hnas les recrimina duramente dicindoles:

no deben pronunciar ciertas palabras que an en la sociedad no son bien aceptadas, como por ejemplo: qu me importa, yo he de hacer lo que quiera, yo he de tomar lo que me guste, yo he de contestar como quiera

Y les reprocha que esta actitud es infantil e inmadura pidindoles que no sean tan nenes y nenes.Muy lejos estaban de ser modelos de sumisin y humildad, como se pretenda de ellas.

La relacin con el confesor y director espiritual tampoco era siempre exactamente la que el Padre Toro hubiera deseado. De la Hna Martina dice su panegrico que su director no la entenda, a la Hna Mara Teresa de Jess el confesor la haca sufrir horriblemente, pues no haba da de confesin que ella no recibiera una fuerte reprimenda que la haca salir vanada (sic) en lgrimas.

La vida comunitaria, al parecer, no era siempre fcil ni armnica. De la Madre Carmen de Santo Toms se escribe que sufri en silencio muchas amarguras y contrariedades en relacin a su cargo de superiora y de la ya nombrada Hna Teresa de Jess que padeca igualmente a causa de algunas Hermanas que tenan un carcter diferente a su manera de pensar y tambin por ciertos celos indiscretos de algunas otras religiosas. El ejercicio de la autoridad tambin deba generar disputas y problemas, lgicos en las relaciones de poder en todos los grupos humanos. A esta reflexin nos lleva la insistencia del fraile en hablar de los derechos y deberes de las superioras y en la necesidad de ejercer su funcin con caridad y buenas maneras.Con respecto a los votos, el que, aparentemente, se interpretaba de maneras diversas era el de obediencia. De la Hna Martina se expresa que le costaba atender las indicaciones del director y confesor y a varias dominicas les recrimina el Padre Toro su costumbre de cuestionar y discutir las rdenes. Sin embargo, l mismo propicia en las Hnas la obediencia conciente y libre, pues, por ejemplo, al momento de informarles que deban hacerse cargo del lazareto para atender a los enfermos de clera les dijo que solo iran las que no tengan miedo, las que tengan miedo no van para que no se vayan a contagiar. De la Hna Mara Teresa de Jess sabemos que en ocasin de haber recibido un nombramiento para el que no se senta capacitada se neg aceptarlo y ante la insistencia del fundador y su apelacin a la obediencia le respondi sencillamente Perdone Seor, no le puedo obedecer en esto y se retir apelando posteriormente al dilogo con todas las Hnas para que apoyaran su pedido. No obstante, aqu aparece nuevamente muy clara la tensin entre el querer, el poder y el deber. Esta misma Hna, segn su bigrafa pstuma, cuando sufra cerias (sic) recomendaciones de su Superior sola decir, yo soy de l y l puede hacer de m lo que el quiera, puesto que es mi padre, y lo sufre todo por Dios.

Vale decir que la obediencia era una virtud cultivada y apreciada, pero que de modo alguno anulaba la iniciativa personal, el discernimiento ni la libertad. Aquellas mujeres eran obedientes, pero saban bien lo que generosa y responsablemente podan y queran asumir y tambin lo que no queran.

ApostoladoEn lo que respecta al apostolado, si bien se registran algunas reconvenciones particulares del director de la congregacin para alguna de ellas, parecera que las religiosas no solamente alcanzaron plenamente el ideal propuesto sino que superaron esas expectativas. A pesar de sus escasos recursos, de ser una institucin an en formacin, de la falta de experiencia de la mayora de ellas y de la necesidad de desempearse en varias tareas al mismo tiempo, de todas se dice generalmente que eran muy serviciales, generosas y responsables, que cultivaban las virtudes necesarias para su tarea y que eran muy apreciadas por los destinatarios de sus actividades. Solo a modo de ejemplo mencionaremos de entre las enfermeras a la Hna Dominga, de quien se dice que cuando asista a los enfermos a domicilio todos la admiraban y veneraban por su ternura y delicadeza en el trato con ellos. A los pobres y hurfanos les tena especial cario y trataba de aliviarles en sus necesidades. De las maestras, a la Hna Imelda, que era tan amante de las nias, como querida de ellas y de las Hnas que combinaban actividades diversas a la Hna Rosario, que pasaba malas noches, enseaba en las clases de los primeros Grados y haca los oficios mas humldes, siempre con su cara llena de contento, con un rostro risueo y sumamente amable y complaciente con todos. Por semana hacia de enfermera de refectolera, y hasta cocinaba cuando era necesario.Acaso ms importante que el juicio de sus mismas Hermanas sea el reconocimiento que las religiosas fueron adquiriendo en la sociedad cordobesa tanto por su labor de maestras cuanto por la de enfermeras. Numerosos son los testimonios en los diarios de la poca y el hecho de que se fueran confiando a su atencin nuevas obras, algunas propias y otras iniciadas por otras instituciones es una prueba clara de su prestigio y eficiente desempeo.

Consideraciones finalesLlegado este punto, parece evidente que las doce mujeres que dieron origen a la congregacin de Hnas Dominicas de San Jos conocan y compartan el ideal de vida religiosa que les propuso, en un comn sentir con la Iglesia de su tiempo, fray Reginaldo Toro, y que hicieron esfuerzos por responder a sus expectativas adecuando su vida, costumbres y actividades a los requerimientos presentados. Pero tambin es claro que esta propuesta no fue aplicada en forma absoluta y acrtica.Segn los testimonios, la existencia de las Hermanas discurri por caminos en los que la voluntad de vivir segn un ideal elevado, ofrecido desde fuera de la comunidad misma, aunque acogido por todas, deba coexistir con la conciencia de las propias limitaciones para hacerlo. Pero esta experiencia, lejos de constituir una frustracin o an a pesar de haberlo sido para algunas dio lugar al descubrimiento (a veces ms intuitivo que racional) de otras posibilidades, otros modos de vivir este estilo de vida integrando las caractersticas de edad, sexo, educacin, habilidades, defectos, opiniones y sentimientos de cada una. En cierto modo, los aos iniciales de la congregacin constituyeron un proceso de aprendizaje en el que se pona a prueba una nueva manera de vivir la eclesialidad y la consagracin religiosa que, superando ideales de tipo universal, pudiera reformular ese modelo desde las experiencias individuales y comunitarias para hacerlo propio y poder ofrecerlo como don a la Iglesia y a la sociedad de su tiempo y del tiempo por venir. (Azcuy, 2002, pag. 202-207) Las hijas intentaban alcanzar la madurez y las opciones propias sobre la base del ideal de su Padre. Este proceso, que comenz en el siglo XIX, contina en forma ininterrumpida en el esfuerzo cotidiano de las Hnas Dominicas de San Jos por atender a los signos de los tiempos y de los lugares y dar respuestas nuevas, abrazando de mltiples maneras a la humanidad sufriente hoy, en Argentina, en el siglo XXI.FUENTES

Archivo de las Hermanas Dominicas de San Jos

Carpeta Papeles de nuestro Padre Fundador

Cuaderno Origen y datos y de ms acontecimientos de la Fundacin del Instituto de las Hermanas Terceras Dominicas De San Jos. Ao 1886 9 de Octubre, escrito por la Hna Antonina Cevallos.

Cuaderno Hermanas Terceras Dominicas de San Jos

Necrologas

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En esta nmina solamente se incluyen las doce Hermanas de coro que constituyeron la primera comunidad de religiosas Dominicas de San Jos, once que firmaron el acta de fundacin y una que se agreg al da siguiente. No estn includas las que ingresaron en los primeros aos posteriores ni las Hnas legas o conversas, que, indudablemente, compartieron el esfuerzo de hacer realidad el proyecto de vida religiosa que estaba comenzando a plasmarse.

Una comprensin ms profunda de estos aspectos requiere adentrarse en el conocimiento de la historia de la Iglesia en el perodo estudiado y en particular de la historia de la espiritualidad, pues la vida religiosa no es sino una manifestacin clara y, en ciertos sentidos, particularmente intensa de fenmenos mucho ms amplios dentro de la vida eclesial. Cfr Alvarez Gmez, pp 503-542; Comby, pp 104 y ss y De Pablo Marotto, pp 323 y ss

La autora sostiene que ambos personajes compartieron desde que se conocieron un amor profundo a la historia y a la Iglesia, siempre desde perspectivas distintas y diversas; y agrega, en una interpretacin hecha a la luz de la comprensin de las relaciones entre varones y mujeres, que a Elmina Paz le tocar se a un tiempo hija y madre de su propio fundador (2005, 212), tal era la naturaleza y la fuerza de su vnculo personal.

Archivo de las Hermanas Dominicas de San Jos (en adelante: AHDSJ), Cuadernos, Origen y datos y de ms acontecimientos de la Fundacin del Instituto de las Hermanas Terceras Dominicas De San Jos. Ao 1886 9 de Octubre, escrito por la Hna Antonina Cevallos. Todas las citas documentales se hacen respetando la ortografa y puntuacin del original.

AHDSJ, Carpeta Papeles de nuestro Padre Fundador ,Fines del Instituto de Hermanas Terciarias Dominicas de San Jos y Acta de Fundacin, Crdoba, 9 de octubre de 1886.

Idem, Ibidem, Ejercicios espirituales, da 1, segunda pltica.

Idem, Ibidem, das 2, 10 y 3, plticas nicas.

Idem, Ibidem, Carta de Fray Reginaldo Toro a las Hermanas, Buenos Aires, 22 de febrero de 1889 y carta a las Hermanas y colegialas, Buenos Aires, sin fecha.

Idem, Ibidem, Carta de Fray Reginaldo Toro a las Hermanas Dominicas de San Jos, 29 de septiembre de 1888. En la carta del 27 de agosto de ese mismo ao hay recomendaciones individuales para diferentes Hermanas, recriminando a varias por sus faltas de cuidado o alentndolas a superarse en eses punto. Aunque los nombre han sido borrados en la transcripcin con que contamos, se deduce del contexto que son Hermanas diferentes. El primer ejemplo dice:La Hna (NN) escribe con buena ortografa, pero le faltan letras, y prueba esto lo descuidada que es al ocuparse de algo. Unas lneas despus leemos: La Hna (NN) tiene mucho que cuidar en sacrista (...) y es necesario que haga algo por ser ms atenta y cuidadosa con los enfermos y ms adelante se refiere a una tercera Hermana recomendndole que cuide, se mueva y haga hacer lo que le mandan. Evidentemente, el tema le pareca sumamente importante.

Idem, Ibidem, Ejercicios espirituales, da 1, pltica primera.

Idem, Ibidem, Ejercicios espirituales, da 3, segunda pltica.

Idem, Ibidem, da 4, pltica nica.

Idem, Ibiden, Carta de Fray Reginaldo Toro a las Hermanas, Buenos Aires, 13 de agosto de 1888.

Idem, Ibiden, Carta de Fray Reginaldo Toro a las Hermanas, Buenos Aires, 22 de febrero de 1889.

Son frecuentes expresiones como esta: Recen mucho y sean muy humildes y sumisas y obedientes en todo(Idem, Ibidem, Carta de Fray Reginaldo Toro a las Hermanas, Santa Rosa, 26 de marzo de 1889)

Idem, Ibidem, carta de Fray Reginaldo Toro a las Hermanas, sin fecha.

Sobre la prctica de la confesin y la direccin espiritual y su incidencia en la constitucin de las subjetividades individuales puede leerse el artculo de Cynthia Folquer citado oportunamente y la bibliografa que en el mismo se consigna.

AHDSJ, Carpeta Papeles de nuestro Padre Fundador, Fines del instituto de las Hermanas Terciarias Dominicas de San Jos

Afirma Teresa Suarez, el ms variado universo femenino-monjas, prostitutas, esposas o nias- tena un varn que organizaba y controlaba sus actividades (2006, pag. 590)

Idem, Ibidem, Reglamento para las visitas, 1891-1893

AHDSJ, Necrologas, Hna Martina del Seor Robin, Madre Mara Teresa de Jess Vazquez Brac, Madre Rosario de Santo Domingo Garzn y Madre Dominga del Santsimo Rosario Loza

Idem, Carpeta Papeles de nuestro Padre Fundador Ejercicios espirituales, da 1,pltica primera.

Idem, Ibidem, Carta inconclusa de Fray Reginaldo Toro a las Hermanas Terceras Dominicas de San Jos. Crdoba.

Idem, Ibidem, carta de Fray Reginaldo Toro a las Hermanas, Buenos Aires, 13 de agosto de 1888.

Idem, Cuaderno Hermanas Terceras Dominicas de San Jos.

Idem, Necrologas, Madre Mara Teresa de Jess Vzquez Brac

Idem, Ibidem, Madre Dominga del Smo Rosario Loza, Hna Imelda de San Jos Ferreira, Hna Rosario Garzn.

Adems de las dos escuelas en la ciudad de Crdoba y del Colegio del Santsimo Rosario en Santa Rosa de Ro Primero, se les entregaron para su administracin el Hospital de Nios de la Santsima Trinidad y el Hogar Nuestra Seora del Milagro de la Sociedad de Beneficencia, el Hospital Italiano, inaugurado por la comunidad peninsular en la ciudad de Crdoba y el Hogar Ntra Sra del Carmen en La Rioja.