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publicacin quincenal www.lajiribilla.cu www.lajiribilla.cubaweb.cu Continúa en la página 10 talo Calvino tuvo una idea que llamó: propuestas para el milenio, en la que planteó que la literatura debería ser li- gera. No ha quedado muy claro qué proponía Calvino, pero tengo la sensa- ción y la sospecha de que si estuviera vivo no lo diría. A mí no me parece que sea muy equilibra- do, para un tiempo como el que estamos vivien- do, una literatura ligera. Hay una contradicción tremenda en todo eso; significaría que la litera- tura no tendría nada que ver con la realidad y, si se mira alrededor, nos daríamos cuenta de que la ligereza está fuera de tiempo y de lugar. El caso es que, a raíz de esa idea de Calvino, en España se organizó hace un par de años un encuentro para que presentásemos propuestas para el milenio. Creo que fue completamente absurdo. Lo interesante, por la envergadura y la estatura intelectuales de las personas que par- ticipamos en ese encuentro, fue que nos lo tomamos en serio. Llegamos a tener 90 proyec- tos para el milenio donde se incluía de todo, fun- damentalmente delirio, puro delirio. Al punto de que, ahora mismo, no me puedo acordar, excepto de que, al día siguiente todo era literatura fantástica, imaginándonos situaciones para la humanidad, fuera de lugar. No estoy diciendo que la humani- dad no vaya a necesitarla ahora mismo o algún día, pero obviamente la inviabilidad era total. Mis propuestas eran sencillas, muy claras. Eran nueve, y cualquier persona podría formu- larlas. Pero la que me quedó fue la décima, que será el tema de mi conversación, la cual está rela- cionada con el trabajo literario y donde propon- go, sencillamente, el regreso a la filosofía. Regreso a la filosofía no en el sentido absur- do. No nos vamos a convertir ahora todos en filósofos. Filosofía aquí podría significar exac- tamente todo lo que esperamos encontrar en ella, es decir, la reflexión, el análisis, el espíritu crítico, libre. Es decir, circular dentro del universo hu- mano donde conceptos de otro tipo se en- frentan, se encuentran, se juntan, se separan, es lo que pasa todos los días. Si el hombre es un ser pensante, pues entonces que piense. JosØ Saramago Portugal Ilustración: Darien Silvio Rodrguez responde a BelØn Gopegui Air Supply en La Habana Un viaje por los conceptos de Alejo Carpentier Preguntas tristes sobre Espaæa y Cuba RenØ VÆzquez Daz El arte en el cuerpo

Ilustración: Darienepoca2.lajiribilla.cu/pdf/jiripapel/Jiribilla50.pdf · formularle a su autor una pregunta sobre su forma de escribir. La respuesta de Silvio ... «vida propia»

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� publicación quincenal � www.lajiribilla.cuwww.lajiribilla.cubaweb.cu

Continúa en la página 10

talo Calvino tuvo una idea que llamó:propuestas para el milenio, en la queplanteó que la literatura debería ser li-gera. No ha quedado muy claro quéproponía Calvino, pero tengo la sensa-

ción y la sospecha de que si estuviera vivo no lodiría. A mí no me parece que sea muy equilibra-do, para un tiempo como el que estamos vivien-do, una literatura ligera. Hay una contradiccióntremenda en todo eso; significaría que la litera-tura no tendría nada que ver con la realidad y, sise mira alrededor, nos daríamos cuenta de que laligereza está fuera de tiempo y de lugar.

El caso es que, a raíz de esa idea de Calvino,en España se organizó hace un par de años unencuentro para que presentásemos propuestaspara el milenio. Creo que fue completamenteabsurdo. Lo interesante, por la envergadura y laestatura intelectuales de las personas que par-ticipamos en ese encuentro, fue que nos lotomamos en serio. Llegamos a tener 90 proyec-tos para el milenio donde se incluía de todo, fun-damentalmente delirio, puro delirio. Al punto de que,ahora mismo, no me puedo acordar, excepto deque, al día siguiente todo era literatura fantástica,imaginándonos situaciones para la humanidad,

fuera de lugar. No estoy diciendo que la humani-dad no vaya a necesitarla ahora mismo o algúndía, pero obviamente la inviabilidad era total.

Mis propuestas eran sencillas, muy claras.Eran nueve, y cualquier persona podría formu-larlas. Pero la que me quedó fue la décima, queserá el tema de mi conversación, la cual está rela-cionada con el trabajo literario y donde propon-go, sencillamente, el regreso a la filosofía.

Regreso a la filosofía no en el sentido absur-do. No nos vamos a convertir ahora todos enfilósofos. Filosofía aquí podría significar exac-tamente todo lo que esperamos encontrar en ella,es decir, la reflexión, el análisis, el espíritu crítico,libre. Es decir, circular dentro del universo hu-mano donde conceptos de otro tipo se en-frentan, se encuentran, se juntan, se separan, eslo que pasa todos los días. Si el hombre es un serpensante, pues entonces que piense.

JoséSaramagoPortugal

Ilustración: Darien

Silvio Rodríguezresponde a

BelénGopegui

Air SupplyenLaHabana

Un viaje por losconceptos deAlejo Carpentier

Preguntas tristessobre España y CubaRené Vázquez Díaz

El arteen el cuerpo

a mayoría de las letras compuestas por Silvio Rodríguezconstituyen, a mi modo de ver, una prueba clara de la

posibilidad de abordar hoy la política poéticamente.Con motivo de la preparación de un curso llama-do Literatura y Conspiración, donde trabajare-

mos con algunas de esas letras, me tomé la libertad deformularle a su autor una pregunta sobre su forma de escribir.

La respuesta de Silvio Rodríguez resultó ser un texto deespecial relevancia para entender las claves de la creación artís-tica y también su inserción en un entorno revolucionario, untexto, en fin, cuyo interés rebasa con mucho los modestosobjetivos del curso. Por ello le pedí permiso para publicarlo.Reproduzco también la pregunta por cuanto puede orientar lalectura posterior.

P:Quisiera que me contaras en dónde te colocas, por asídecir, cuando haces una canción política —a su modo todas loson, pero las que lo son más.

Un solo ejemplo: me interesaría conocer qué te lleva a em-pezar tu parte de la «Canción de la Columna Juvenil del Cente-nario» con esa descripción del final de la fiesta, la ciudad aúnencendida y a usar el tú: «no digas no, que estás...». ¿En esemomento hay una voluntad deliberada de no incurrir en unlenguaje político que pueda parecer gastado o es solamente eltema el que te lleva a enfocarlo así? Sin duda, al pensar conrigor en cualquier cosa a veces se logra que no aparezcan lasimágenes obvias, pero aun así hay que pensar desde algúnsitio: ¿desde qué sitio te pusiste a pensar?

Creo que hay una cierta actitud en muchísimas de tus letrasy no me refiero solo a cómo hablar de política de forma algoindirecta, sino también a cómo hablar de las cosas como inter-poniendo una visión entre la visión que ya existe y ellas.

Sé que te estoy preguntando lo imposible, que me cuentescómo has construido lo que los narradores llamamos el tono, en elcaso de los poetas no sé cómo lo llamais. Pero quizá haya una parteque sí sea contable, y en todo caso me gustaría que me hablaras delo que significa para ti abordar la política poéticamente.

R: La verdad es que nadie pregunta esas cosas y me gustaríaver si consigo poner en palabras lo que suele ser espontáneo.

Antes que todo debo decirte que la parte compuesta pormí de la «Canción de la Columna Juvenil del Centenario» eshasta «¿Qué puede valer más?». El autor de los versos quesiguen es Pablo Milanés, así como la música y la voz que losinterpretan. Por entonces éramos integrantes del Grupo deExperimentación Sonora (GES) del ICAIC. Era habitual que losdirectores nos pidieran que trabajáramos juntos las bandassonoras y de ahí salieron algunas canciones a cuatro y en oca-siones a seis manos. No creo que la autoría compartida cambielo esencial que nos ocupa, ya que Pablo y yo estábamos ple-namente identificados e igualmente conmovidos por el sa-crificio de aquellos jóvenes trabajadores que intentaban (ysin duda, conseguían) «virar esta tierra de una vez». Éramostan compatibles que a veces para hacer las canciones soloacordábamos una tonalidad. Con ese norte cada uno se iba a

su casa y componía su parte. Luego nos encontrábamosy analizábamos qué segmento serviría mejor para em-

pezar y cuál para concluir. Entonces empalmábamoslos pedazos y listo. Jamás hicimos retoques.

Canción de la Columna Juvenil del Centenario

Mientras la ciudadaún a las cuatro esté encendiday haya un lugar que te distraiga por ahí—un humilde lugarun pequeño lugar—no digas no,que estás negando el Paraíso:sé donde por años la luz es un faroly el sueño diversión—única diversión—.Sé que ahora mismo,mientras se entona cualquier canto,mientras partimos a disipar el calor,se está luchando allá.¿Qué va a pagar la sangre que la tierra absorbe?¿Qué oro que no es oro de sueños pesa así?¿Qué puede valer más?

¿Qué paga este sudor, el tiempo que se va?¿Qué tiempo están pagando?: el de sus vidas.¡Qué vida están sangrando por la heridade virar esta tierra de una vez!

Cuando a las once el solparte el centro del honor,cuando consignas y metaspiden su paredón,cuando de oscuro a oscuroconversan por la acciónla palabra es de ustedes:me callo por pudor.

¿Qué paga este sudor, el tiempo que se va?¿Qué tiempo están pagando?: el de sus vidas.¡Qué vida están sangrando por la heridade virar esta tierra de una vez!

Luego de la necesaria aclaración de autoría regreso a loparticular que me pides, a la forma en que he abordado conintenciones poéticas la temática política. Y ahora, si me permi-tes, quisiera ampliar un poco la perspectiva, para ayudarte aque lo veas desde algunos de mis contextos.

Antes que hacer canciones me fui haciendo hombre en laprimera década de la Revolución Cubana, la del 60. Pudieraafirmar que adquirí nociones de ética simultáneas a las deestética, y es que tuve una adolescencia muy participativa, a lavez que leía ferozmente sobre lo humano y lo divino. El día quetriunfó la Revolución yo acababa de cumplir 12 años y a esaedad un primo me reclutó para la Juventud Socialista. Unosmeses más tarde estaba inmerso en la lucha estudiantil preuni-versitaria e iba de casa en casa pidiendo conservas para losmilicianos, atrincherados por los primeros ataques y sabota-jes. En 1961, con 14, fui uno de los 100 000 jóvenes queintegraron el ejército de alfabetizadores que dejaron las ciuda-des por la vida a la intemperie. Escogí para alfabetizar unazona cercana a la Sierra del Escambray, donde la lucha de clasesera muy violenta. El ejército de maestros al que pertenecíapuso su mártir: un brigadista de mi edad, llamado ManuelAscunce, fue torturado y muerto por los alzados. Poco despuésse produjo la invasión contrarrevolucionaria por Playa Girón,atizada por las administraciones norteamericanas. Me hicemiliciano el mismo día de aquel desembarco y mi generación,fundida a la anterior, siguió aportando sangre. Un día ya nosdimos cuenta de que no éramos niños, que cualquiera de no-sotros podía estar entre los caídos de la aurora siguiente.

A los 15 dibujaba una página de historietas en el semana-rio Mella, órgano oficial de la Unión de Jóvenes Comunistas. Alos 17 fui llamado a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, através del Servicio Militar, donde estuve durante algo más detres años. Producto de mi experiencia anterior como dibujantey diseñador gráfico, la mitad de mi vida militar la pasé en jefa-turas especializadas elaborando propaganda de defensa.

Puede que el trabajo político directo, en edades tan tem-pranas, me haya inmunizado, al menos un poco, contra susefectos. Puede que la saturación del recurso me haya hechoreplanteármelo desde un ángulo más humano, menos rígido.Puede que tuviera tan claro lo que era la propaganda que a lahora de escoger las palabras para una canción tratara de evitara toda costa lo que se le pareciera. Aun así no podía ni queríatraicionar mis principios ni dejar de estar de parte de lo queconsideraba correcto. Entonces tuve que trabajar contra lasfrases hechas, contra los caminos trillados, contra las fórmulasobvias que sonaban a panfleto y no a literatura. Porque de esose trataba: yo quería que mi lenguaje se pareciera a los discur-sos poéticos, no a los políticos, aunque el compromiso con mipaís y con mi tiempo me arrastrara a los contenidos másurgentes.

La labor que desarrollé para el cine, entre 1970 y 1975, esbuen ejemplo de cómo debí trabajar para la inmediatez, a lavez que buscar un lenguaje literario (y musical) que otorgara«vida propia» a la obra. Entonces hice muchas canciones porencargo, aunque nunca acepté un trabajo que no me motiva-ra, lo que ya implica una empatía cómplice. «Canción de laCJC» es de esa época y fue escrita para un documental repor-taje. En su caso hay, además, algunos elementos extraartísticos—en este caso político-históricos— que pueden ayudar a lacomprensión de por qué abordé la letra sobre la Columnacomo lo hice, e incluso hasta la música. Espero no estar exten-diéndome demasiado.

En 1970 el documental Columna Juvenil del Centenario,del realizador Miguel Torres, no representaba una imagen idí-lica de la Columna Juvenil, sino que asumiendo un papel tes-timonial de nuestra realidad mostraba un ángulo nadaoficialista. Mientras la prensa cubana enfocaba con un triunfa-lismo rimbombante (ingenuo) la campaña que los jóvenes li-braban en la provincia de Camagüey, aquel trabajocinematográfico, cámara en mano y en blanco y negro, mos-traba adolescentes vistiendo ripios, durmiendo a la intempe-rie, demacrados por la comida insuficiente y la labor excesiva,protagonistas que a la vez se expresaban con una firmeza yvoluntad impresionantes. Pero esta óptica más completa de larealidad contradecía a cierta zona de la dirección ideológicaque prefería una visión simplemente épica, sin profundizacio-nes que sacaran a la luz aspectos contradictorios de la dramá-tica realidad que vivíamos. Aquel modo predominante de verlas cosas en la superestructura cubana tenía su núcleo de artis-tas, escritores y hasta de autores lisonjeros, a tono con lasjustamente endurecidas canciones soviéticas de la SegundaGuerra Mundial. Pero tanto el mundo del cine cubano como lamayoría de los trovadores éramos más distendidos que aquelotro país pretendido y ortodoxo, aburridamente solemne,hierático.

Estas eran mis circunstancias y yo era un opositor de lavisión oficial cuando escribí esa canción. Pero lo contado noera todo. Por entonces había cierta fobia ideológica por elrock, algo así como una enfermedad infantil izquierdista, adecir de Vladimir Ilich. Esto llegaba a los extremos kafkianos debuscar células de rock en la música de los compositores, yhabía listas con calificativos y censuras para compases sospe-chosos. Después de algunas adversidades un grupo de jóve-nes músicos y yo tuvimos la suerte de encontrar refugio paraaquel tipo de excesos en el ICAIC (Instituto de Arte e Industria

Belén GopeguiEspaña

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Ilustración: Nelson Ponce

o, nunca había hecho una colada.Pero es más, los pasos que unen alpolvo oscuro con el agua clara y pro-pician que se desate primero el aro-ma y después el néctar, el gusto, la

sabrosura entre dulce y amarguita de la tazahumeante..., todo eso lo había visto desde lejoscomo en una película. En una de las novelas demi entrañable Padura, el teniente Mario Condeecha el azúcar en el jarro y crea la amalgama esti-mulante, pero leía de pasada sin suponermecomo protagonista del hecho.

Nací en el campo en 1960 y, hasta entonces,los varones no entraban siquiera a la cocina. Nose trataba de un fundamentalismo severo ni deque sería golpeado aquel niño que osara desta-par un caldero. Es que «la pega» era dura paralos hombres, antes del primer rayo de sol (paraaprovechar la fresca) y hasta el oscurecer por ra-zones similares. Resultaba difícil suponer que lapausa incandescente del mediodía se emplearaen trajines domésticos. Los niños y las niñas imitaban

esa división drástica, esa ley no escrita, y lashembras veían poco el surco, pero los varonesnada de la batea o el fogón.

Después me tocaron mujeres de buenas oregulares aptitudes como amas de casa, perotolerantes con mi falta de habilidad hogareña.Para colmo de bienes deformantes, desde hacesiete años vivo con cuatro mujeres, muy intelec-tuales y modernas, pero «pinareñamente» tra-dicionales en cuanto a compartirse las laborescaseras. En los mandados (los agrícolas, sobretodo) he sobresalido y hasta he tenido períodosde cierta sabiduría —o al menos entrenamien-to— en cuanto a los productos que «vienen» o«tocan» en la libreta de racionamiento. Ahora,

sin embargo, ando cuidando a mi madre que serecupera con éxito y sobrio fervor de una compli-cada operación y curso el segundo grado en ellavado de la losa. Debo aclarar que puede queno llegue rápido al tercer nivel, pues me equi-voco en el orden, olvido que los vasos van pri-mero y las cazuelas al final. Otra desgracia deltorpe fregador es que como de sus manos caengrasientas gotas, lo que se gana en relumbrede los platos se pierde en suciedad de la casa.Y limpiando el piso sí soy de comedia norteame-ricana de domingo por la tarde; se me cae laescoba, tropiezo con las llaves del agua, cami-no por donde no debo y otros disparates si-multáneos.

Con todo, ha sido hermoso enfrentar asun-tos que otros han hecho por mí en 45 añososcilantes entre el campo, la biblioteca, el en-sayo o el tiempo lanzado al aire como un pa-palote entre las risas de los amigos. Despuésde comernos el picadillo grumoso y mediosalado o las malangas a medio pelar, mi vieja yyo hablamos de política y de arte, del pasadoo de parientes que creí olvidados. Para colmode melancolía ha llovido con dulce saña y losapagones se han hecho presentes, como pararecordarnos las noches de tertulia de cuandoyo era niño y ella joven, cuando resultaba di-recta, pero no más importante, la relación dela madre con su hijo, el diálogo de mi torpezacon su perenne solidaridad.

Ilustración: Raupa

Amadodel PinoCuba

Cinematográficos). Ahí yo me desquitaba haciendo «rocanroles»con letras revolucionarias que los cuadrados de la cultura setenían que «zampar». Como el noticiero semanal ICAIC y laspelículas ponían nuestra música, aquella fue nuestra forma decontribuir a barrer con los prejuicios que existían con el rock.

Por eso, «Canción de la CJC» y otras de entonces son mediorockeras, lo que por otra parte contribuía a engordar nuestrafama de muchachos conflictivos.

Cuando en aquellos tiempos me ponía a escribir, debíaestar consciente de varios frentes de confrontación a la vez:aquel del que formaba parte como país martiano y socialista a90 millas del imperio; estos otros combates domésticos men-cionados, que suponían una forma de disidencia revoluciona-ria; y para colmo, debía cargar con el implacable frente íntimo,contra el que no había excusa y me exigía ser cada vez mejorpersona y artista.

Con la mayoría de las canciones que hice, las que no eranpor encargo, sino solamente porque se me ocurrieron, el pro-ceso ha sido muy parecido. Cuando hice «Te doy una canción»pasé de lo personal a lo colectivo con tanta naturalidad comocuando alguien va con su pareja, dándose besos, hasta unareunión de compañeros. Es que son el mismo hombre y lamisma mujer; no tiene por qué haber costuras; y si las relacio-nes que establecen, tanto privadas como públicas, son hones-tas, la verdad es que debieran verse unas como la continuaciónde las otras, ya que usamos la misma piel para amar que paradefender lo que creemos. Puede que la vestimenta, los utensi-lios, la parafernalia acompañante pueda cambiar. Quizá poreso funcionen mejor una marcha para el combate y un boleropara enamorarse.

Puede que a otros les sea más sencillo explicar cómo llegan«al tono» de lo que escriben. A mí me resulta difícil porquemuchos de mis procesos nunca han tenido método. Tambiénporque ese «tono» suele ser un hallazgo fundamental, al puntode que en ocasiones parece disputarle importancia al asunto.Estoy lejos de ser un defensor de la forma a ultranza, pero siadmitimos que una manera es la llave de una puerta, ¿cómono vamos a reconocerle lo que le corresponde? Lo que memueve y deseo escribir suele estar ante mis narices, como antelas de cualquiera, pero hasta que no encuentro la forma deabordarlo, soy un inválido. En ese proceso de búsqueda, a veceshe estado años. Ha sido como otra vía para llegar a las cancio-nes, que pudiera ser la de la sedimentación, como una especiede aprendizaje largo y secreto que desemboca en las palabrasjustas o en «el tono», como tú lo llamas. Eso me ha pasado,por ejemplo, con «Rabo de nube», que también es unacanción política, a su manera.

Nací en una zona rural donde los campesinos llaman rabode nube (raboenube) al tornado. Siempre me fascinó esa me-táfora del pueblo y, vampiro (chupa-ideas) como soy, intenté eltema varias veces. Una vez casi di por terminado un texto, peroera tan consciente y manipulador que asesinaba la transparencia

del símbolo. Muchos años después, en la ciudad de México,en una tarde sin prisas, se me apareció la canción talcomo está, con relativamente poco esfuerzo, como siya estuviera hecha en algún rincón de mi cabeza.La única explicación que le encuentro es que abor-dé aquella idea, descubierta en la infancia, ni másni menos que como un niño: no haciéndomeel inocente, sino desde un estado de ino-cencia.

Así que supongo que me puse a tiro deaquella canción. Y, por lo tanto, debo dejara cada cual el camino que deberá recorrerpara situarse al alcance de lo que desea.La única técnica que en este caso pudie-ra articular es que el proceso no debieraser confundido con poner a nuestroalcance lo que queremos poseer. Eso—al menos en mi caso— no resulta.Debe ser que hay estancias de la sensi-bilidad y sendas para llegar a ellas queson estrictamente personales. No sépor qué me da un poco de vergüenzarevelar que soy de los que —de algu-na forma— creen en lo inasible o puedeque más bien en lo intransferible.

No quiero dejar de mencionar al-gunos maestros que no paran de en-señar buenas maneras de poesíapolítica: Brecht, Hikmet, Josef, Vallejo.Hasta el mismísimo Rimbaud hizo unalegato antiguerrerista con aquel poe-ma que una vez leí bajo el título de «Eldurmiente del valle». Para qué hablar de MiguelHernández o Pablo Neruda. Ya sé que estos dos, juntoa Brecht y Maiakovsky, resultan explícitos o directos,que su mensaje no es tan sesgado como te interesaver ahora. Pero leyéndolos puede que haya aprendi-do lo que me estaba vedado. ¿Por qué prohibido? Porqueyo era un ciudadano de una revolución victoriosa y fundabauna nueva sociedad en la que los contenidos contingentesempezaban a formar parte de lo cotidiano, o sea, que debíaaligerarlos de herrajes embarazosos para hacerlos más lle-vaderos, capaces de ser llevados en los bolsillos de la gente.Porque de alguna forma mi realidad me pedía, más quegritos, susurros acompañantes en el largo camino porrecorrer.

http://www.lajiribilla.cu/2005/n217_07/217_20.html

http://www.lajiribilla.cu/2005/n217_07/lacronica.html

pocos kilómetros de la capitalcubana, un huracán, inusualpara el mes de julio, tocabatierra por Cabo Cruz, seadentraba en los mares del

sur y amenazaba con partir a la Isla en dos.En La Habana, sin embargo, otro huracánde múltiples rostros humanos se abatía sobrela Tribuna Antimperialista José Martí, en lalínea costera de la ciudad, a pocos pasos dela Oficina de Intereses de los EE.UU. Cienmil personas, mayoritariamente jóvenes, seagolpaban para asistir al primer conciertoen Cuba de uno de los mitos del rock delos años 80: el dúo británico-australianoAir Supply.

Dentro de los pronósticos estaba calcu-lada una asistencia masiva, pero no tanta.Porque, a decir verdad, el concierto reunióa nostálgicos seguidores de la formaciónrockera, pero también a decenas de milesde adolescentes que no habían nacidocuando Air Supply alcanzaba los primerossitios en las listas de preferencia publica-das por la revista Billboard en EE.UU.

Graham Russell y Russell Hitchcockfueron pródigos en su entrega. Poco despuésde la velada coincidieron en sentirse sor-prendidos por un público que coreó lasletras de algunas de las canciones con lasque ganaron notoriedad en la cresta de laola como «Every Woman in the World»,«Sweet Dreams», «Miracles», «Goodbye»,«Lost in Love» y «Even the Nigths areBetter».

Antes de la actuación, habían expresa-do «emoción» por traer su música a un lugardonde nunca habían estado. «Sabíamos quetenemos muchos admiradores en Cuba yqueríamos venir a actuar para ellos», su-brayaron. En la noche repasaron páginasobvias en un repertorio que se caracterizapor melodías bien definidas, con aires ro-mánticos y una plataforma rítmica segura ymachacante.

Se trata de una estética a la que hansido fieles y que se reconoce como soft rocko rock suave, aunque de vez en cuando elgrupo acompañante haya mostrado mayorpujanza que aquel con el que grabaron susprimeros discos.

Lo curioso, en todo caso, es que las can-ciones emblemáticas de los 80 no se diferen-cian mucho de las que han ido acrecentandosu repertorio. Hablan el mismo lenguaje mu-sical y contienen las mismas propuestas sen-timentales y humanistas. Graham y Russellfueron explícitos: «Queremos cambiar elmundo con nuestra música». Cara ambi-ción, pero a fin de cuentas justa. «El mundosería mucho mejor si las personas cultivaransus mejores sentimientos», es una divisa deesta agrupación, que se vio contrastada elmismo día de su concierto por los terriblesacontecimientos que tuvieron lugar enLondres: una cadena de atentados terro-ristas.

Los músicos dedicaron un minuto desu concierto a las víctimas de la masacre.Muy cerca del escenario, varias imágenesrecordaban cómo el terror no era un mo-nopolio de quienes se atribuyeron la atro-cidad en la capital británica. Abu Grhaib,la prisión en la ilegal Base de Guantánamo,la isla Diego García, las ciudades mártiresde Fallujah y Tikrit marcan el itinerario delterrorismo con marca de fábrica norteamerica-na y la contribución de los gobiernos de GranBretaña y Australia para llevarlo a cabo.

Graham y Russell no se pueden quejar.Se dieron el lujo de confundirse con el pú-blico, de dialogar de corazón a corazón congente que les quiere. ¿Se puede pedir más?

Pedro d

e LaHoz

Cuba

http://www.lajiribilla.cu/2005/n218_07/218_20.html

La cultura es un collar de oroque nos colgamos al cuello,que como buen talismán in-fluye en el l íquido oculto yrojo de nuestra vida. Su fuerza

magnética nutre de potencias ignotas nuestroser hasta llevarnos más lejos de lo que noso-tros solo podríamos». Justamente la agra-dable sensación de portar el collar al quehace alusión el poeta y crítico Luis AmadoBlanco, nos acompañará a todos cuandoabandonemos un recinto cargado de tantasmemorias como este.

No se puede sentir de otro modo cuandohacemos referencia al proyecto audiovisualdel Sello Colibrí del Instituto Cubano de laMúsica sobre el disco Homo Ludens, de LeoBrouwer, un documental homónimo dirigi-do por Ángel Alderete. De hecho, ya el discoen cuestión adquiere inmediata relevanciacomo suceso cultural al constituir la primeragrabación realizada por Leo en nuestros es-tudios desde hace dos décadas, además deque la mayoría de estas obras se presentacomo premier discográfica. Si todavía nofuera suficiente tal expectativa, aparecencomo invitados Chucho Valdés y SilvioRodríguez en este singular encuentro.

Reconocido entre los elegidos que encien-den luces al camino de la existencia, Brouwernos entrega la inusual propuesta del CDHomo Ludens cuya incidencia en el génerode música de cámara, e incluso hasta el signi-ficado del mismo en su abarcadora trayecto-ria, está en manos de la crítica especializada.Sin embargo, lo que nos descubre la ampli-tud de semejante empeño desde perspecti-vas reveladoras es el documental de Alderete.Nunca serán suficientes los testimonios quepreserven la huella de la obra de un artista,pero todavía más perentorios resultan aque-llos que exponen su condición humana.

Quizás por la complicidad de este colecti-vo para resaltar lo que cada uno de ellos tiene

del homo ludens, la aparente casualidad de pre-guntas no planificadas por parte de Alderete,permiten al prestigioso intelectual asumir untono desenfadado para conversar en torno asu formación integral como músico y de suprofunda amistad con personalidades comoChucho Valdés y Silvio Rodríguez. A la vez, esegesto de cortesía es correspondido, tanto porChucho como por Silvio, cuando aparecenenvueltos en la mayor sencillez, para declararlos sentimientos que profesan por este Maestro

de Maestros, por la excelente persona que esLeo Brouwer.

Por supuesto, lo más natural del mundo esque tres amigos que bien se quieren hablen elo-giosamente uno del otro, pero a ninguno se nosescapa el detalle de que se trata de tres músicosinmensos, sólidos monumentos del arte de lanación cubana para el mundo, que por la virtudde sus opiniones aquí expresadas se confirma

Ilustración: Sarmiento

Guille VilarCuba

nuestra privilegiada condición como espectado-res de esta hermandad creadora excepcional.

Cuán estimulante resulta el resplandor detanta humildad, gratitud y rigor profesional,cuyo reflejo cala muy hondo al admirar de cercalo que definen como admirable en cada unode ellos.

La refinada atmósfera de elegancia quedistingue al diseño del disco Homo Ludens esfielmente reproducida en este emotivo docu-mental, donde Alderete nos conduce por mediode un equilibrado montaje de entrevistas, diálo-gos, ensayos e incluso de sugerentes video clipsen franca armonía entre el contexto musical yel soporte visual escogido, para hacerlo clasi-ficar entre los documentos históricos imprescin-dibles de estos tiempos.

Con semejante joya como la que se noshará entrega, es indudable que llegaremos tanlejos como seamos capaces al conmovernospor la infinita dimensión de la cultura cubana.

http://www.lajiribilla.cu/2005/n216_06/216_32.html

nas horas, un breve espacio de tiempo, un ins-tante en la distancia transcurrieron para sepa-rar dos actos terroristas de envergadura. EnAfganistán, EE.UU. reafirmaba su política degenocidio y bombardeaba indiscriminadamen-

te a la población civil de un pueblo del este del país; allí moríanvíctimas del terrorismo de Estado inocentes seres humanos,entre ellos, mujeres y niños. Hasta el maniatado Presidente delpaís invadido protestó públicamente ante tan bárbaro acto lleva-do a cabo por los invasores... a quienes debe el favor de su man-dato. Lo curioso y patético de la reacción de esta marioneta prooccidental devenida Presidente de Afganistán, es su preocupa-ción porque estos ataques exacerben el odio por parte del pueblocontra su patrocinador y libertador (EE.UU.), las muertes de suscompatriotas pasan a un segundo plano, su reclamo no alcanza apedir la retirada del «flamante ejército libertador».

A escasas horas, en el lado claro de la luna, en el seno deLondres, paradigma de occidente y de la civilización, estalla-ban seis bombas, donde también hubo muertos y heridos. Lasautoridades británicas, al parecer, aprendieron la lección polí-tica de lo sucedido en España con los atentados terroristas del11 de marzo de 2004, hechos que, por la manipulación obsce-na y la mentira grosera con que fueron mediáticamente abor-dados, le costaron las elecciones al Partido Popular dirigidoentonces por su primer ministro, José María Aznar. Esta vez, elgobierno de Tony Blair, muy similar en sus estatutos belicistase ideológicos al de Aznar y Bush, ha sido cauteloso y ha actua-do con tacto al menos públicamente. No se han aventurado aacusar al IRA (Ejército Republicano Irlandés), por sus siglas eninglés, públicamente.

Considero una perogrullada el credo de que ambos ata-ques terroristas son condenables y repugnantes, tanto el deEstado, perpetrado por EE.UU. en Afganistán, y el de Londres,quien sea que lo haya efectuado. Este es un tema delicado;donde quiera que existan muertes de civiles e inocentes sedeben levantar enérgicamente las protestas, sin matices ideo-lógicos que desvirtúen la objetividad de las causas, pues en miopinión los fines no justifican los medios. Pero existen aristas

indiscutibles en las razones y en los móviles de uno y otroatentados, pasa que ni el más osado de nosotros rara vez tienela valentía de admitir lo que en definitiva sabe.

El punto que sí quiero destacar es el de la prensa, ese impe-rio corporativo controlado por los poderosos. El crimen conque marcan las pautas de las noticias, la gravedad de sus juicios,la embarazosa manipulación con que marcan diferencias a lahora de informar y/o desinformar. Ya no se trata de la imparcia-lidad burda o de la mentira maquillada, siempre al unísono delestablishment y la adulación sofisticada del status quo. Se tratadel genocidio mediático, ese que a diario oculta los crímenesde Estado y se alza estridente cuando estos son realizados porlas víctimas como reacción de impotencia, como resultado delsionismo y otras políticas de exterminio masivo. La prensa diez-ma con sus tentáculos a los que sobreviven de la escuela deguerra de la vida.

Más allá de ser cómplice, la prensa de occidente es hoy unarma sofisticada al servicio de las más perversas causas, esparte del flagelo que sofoca la dignidad y transmuta los códi-gos éticos de convivencia.

El doble rasero con que es tratado hoy el terrorismo en elmundo es en parte engendrado por la prensa. Cuántos medios

de información en EE.UU. han divulgado la verdad sobre LuisPosada Carriles, ese desfachatado terrorista transmutado enluchador anticastrista por el sector más anquilosado y retró-grado de Miami. Solo plumas y voces independientes, y algu-nas honorables excepciones, han revelado la trastienda de esteengendro de la CIA. Solo lo presento como un ejemplo más dela hipocresía. Posada Carriles es un terrorista y punto.

Es difícil ver o escuchar en EE.UU., por no hablar de Miami,—que es un adefesio con ínfulas— a algún analista serio, capazde afrontar el terrorismo y sus causas como demandan la razón yla honestidad. Falta la limpieza conceptual y valorativa, existe unacobardía corporativa que enloda las conciencias de los protago-nistas con tantas falacias y mentiras. Mientras la verdad objetivasiga siendo sepultada o profanada por el barniz de la prensa, larealidad de nuestras vidas será incierta y miserable.

Cuán poco se requiere para ser feliz.

AlexisFigueredo

EE.UU.

Ilustración: David

http://www.lajiribilla.cu/2005/n218_07/218_16.html

ara poder explicar el concepto de «terrorismo globalde Estado» es necesario que primero observemos susimplicaciones con el fascismo, pues existe una relaciónestrecha, casi íntima, entre fascismo y terrorismo. Dehecho, una definición clásica de fascismo, que se pro-

duce en 1935 por la Internacional Comunista plantea que «Fas-cismo en el poder es la dictadura abierta y terrorista de loselementos mas reaccionarios, más chovinistas y más imperialistasdel capital financiero»1. Esta definición se fundamenta en la ideade que cuando los capitalistas ven peligrar sus intereses estratégi-cos tanto económicos como políticos, recurren al terror para prote-gerlos, utilizando las variantes nacionalistas, el apoyo de clasesmedias descontentas y sectores desclasados del movimientoobrero.

El terrorismo del capital financiero nazifascista se desarrollóen un espacio internacional multipolar que guardaba un precarioequilibrio y chocó con una amplia alianza de potencias capitalis-tas y con la enorme fuerza socialista de la época representada enla Unión Soviética. Además, el fenómeno fascista, con su aniqui-lamiento de las «razas inferiores», comunistas, minorías étnicas,homosexuales y discapacitados, y su expansionismo territorial,era un proyecto imperialista de dimensiones limitadas. «El mundo»de mediados del siglo XX no había alcanzado las dimensiones globa-lizadas del actual.

Es correcto utilizar la identificación de fascismo para definir elfenómeno que se manifiesta a partir de las agresiones a Afganistáne Iraq, porque la humanidad sorprendida no ha sido capaz degenerar todavía un término más adecuado para caracterizarlo.La ideología y la práctica política supremacistas del actual grupogobernante encabezado por Bush guardan grandes similitu-des con el fascismo (tales como el predominio del militarismoy la creencia ciega en la tecnología militar, el favoritismo hacialas grandes corporaciones en la distribución de contratos mili-tares, el racismo que se expresa en el genocidio de pueblosenteros, el ultranacionalismo y el darwinismo social), aunquela coyuntura histórica de principios del siglo XXI es muy distin-ta a la del siglo XX.

Sin embargo, el concepto de fascismo no es lo suficientemen-te amplio y preciso que alcance a explicarnos las actuales circuns-tancias en las que se manifiesta el terror impuesto por EE.UU. ysus aliados.

En 1998 se llevó a cabo la Convención de la Organización dela Conferencia Islámica sobre la lucha contra el terrorismo interna-cional. Dicha Convención elaboró un documento que en su artícu-lo primero puntualiza qué terrorismo es: «Cualquier acto deviolencia o amenaza, prescindiendo de sus motivaciones o inten-ciones, perpetrado con el objetivo de llevar a cabo un plan crimi-nal individual o colectivo con el fin de aterrorizar a la gente oamenazarla con causarle daño o poner en peligro su vida, honor,libertad, seguridad, derechos». A renglón seguido la declaraciónmanifiesta en el segundo artículo: «La lucha de los pueblos, in-cluida la lucha armada contra el invasor extranjero, la agresión, elcolonialismo y la hegemonía, que persigue la liberación y la autode-terminación de acuerdo con los principios del derecho internacionalno se considerará un crimen terrorista».

Como se puede observar, esta definición del terrorismo pasapor visiones aparentemente contrapuestas acerca de la justiciaque acompaña a un acto de violencia infligido contra «la gente»para «amenazarla con causarle daño o poner en peligro su vida».Efectivamente, puede tomarse como contradictoria una defini-ción de terrorismo que, por un lado, sancione el modus operandidel terrorismo y, por el otro, defienda una excepción cuando «lalucha de los pueblos» permita «la lucha armada contra el invasorextranjero». Sin embargo, tal contradicción puede encontrarse enla torre de marfil de un ideólogo de la «democracia formal», y noen la intelectualidad comprometida de los pueblos intervenidos deAmérica Latina y de los territorios de Palestina, Afganistán e Iraq.

Los estadounidenses tienen otra visión del terrorismo, la cualse expresa en la siguiente definición: «Violencia premeditada,con motivación política, perpetrada contra objetivos no comba-tientes por grupos no estatales o por agentes estatales clandesti-nos, habitualmente con el propósito de influir en una audiencia».La anterior puede parecer un buen intento por definir el terroris-mo, pero se olvida de algo fundamental: La situación latente en ellugar del acto catalogado como terrorista y, en consecuencia, lanaturaleza defensiva u ofensiva del acto violento. Tal definicióntambién olvida referirse al Estado como una entidad que puedeinfundir terror directamente y no de forma solo «clandestina».Con lo anterior, los estrategas estadounidenses (a los que hayque sumarles los europeos) intentan evadir su responsabilidad ensus acciones violentas dirigidas contra otras naciones en suslances neocolonialistas e imperialistas.

Distintos analistas, entre ellos Noam Chomsky y William Schulz(dirigente de Amnistía Internacional en USA), aseguran que existeuna forma de terrorismo de Estado, pues cuenta con el soportedel aparato estatal para su puesta en práctica. Chomsky aseguraque existen varios tipos de terrorismo: terrorismo internacional,terrorismo a gran escala (dirigido contra un grupo numeroso depersonas), terrorismo a pequeña escala (enfocado hacia indivi-duos), terrorismo individual y terrorismo de Estado.

Acerca de este último, Schulz señala que existen tres nivelesfundamentales de la represión del sistema social de clases: el

primero pasa por una estructura económica, el segundo nivel esel del ejercicio de la represión sistémica «ordinaria» del Estado y eltercer nivel es el de represión estructural que perpetra el Estado enviolación de las normas del derecho nacional e internacional2.

Esto es, el terrorismo de Estado se ve obligado a transgredirlos marcos ideológicos y políticos de la represión «legal» (lajustificada por el marco jurídico tradicional) y debe apelar a«métodos no convencionales», a la vez extensivos e intensi-vos, para aniquilar a la oposición política y la protesta social,sea esta armada o desarmada.

Un problema de fondo para definir al terrorismo es conside-rar que en la gran mayoría de los casos el derecho se tuerce y seretuerce a favor de los grandes intereses y, lamentablemente, perju-dica a los débiles. Antístenes, considerado uno de los siete sabiosde la antigüedad griega, aseguraba que efectivamente las leyesasemejaban una telaraña, porque los ricos y poderosos podíanromperla, mientras los pobres y débiles se enredaban en ella.¿Qué podemos pensar de un Estado, como el estadounidense,que ha acumulado un enorme poder destructivo al ponerlo en labalanza de la justicia? ¿Qué decir de las invasiones a Afganistáne Iraq, donde el gobierno estadounidense ni siquiera se tomóla molestia de declarar la guerra, quebrantando el sistema in-ternacional consagrado en la Organización de Naciones Uni-das? ¿Cómo meter en el mismo rasero a los kamikazespalestinos y al Estado de Israel, cuando este último realiza unaguerra de ocupación y aniquilamiento del pueblo palestino,violentando cuanta recomendación de la ONU se ha elaboradopara detener la guerra de exterminio?

No se puede dejar de señalar que si se da una posición con-trapuesta a la hora de definir el terrorismo, inevitablemente se tienenque observar las condiciones objetivas de las situaciones particula-res en las que se desarrolla. No podemos promover justiciaen un espacio en el que se ponen a convivir leones concorderos. Este tipo de justicia es parcial, pues bene-ficia única y exclusivamente a quien detenta el podermilitar y económico por sobre la soberanía y auto-determinación de los pueblos. El sometimiento crea-do por los países militar y económicamenteavanzados por sobre las naciones subordinadas,inevitablemente nos lleva a una significación de esteproceso como indicador del sometimiento impe-rialista e, inevitablemente, a la lucha de clases en elámbito interno.

Sin embargo, utilizar como estrategia priorita-ria la acción aislada y beligerante en contra de losejércitos de ocupación o la dictadura de la bur-guesía es contraproducente, pues se niega la po-sibilidad del crecimiento coordinado de unmovimiento masivo en contra de la violencia ejer-cida por los enemigos, pues se le arrebata a lacomunidad la voluntad requerida para actuar enconjunto. Trotsky, desde los inicios del siglo XX,sostenía: «Para nosotros el terror individual es inad-misible precisamente porque empequeñece el papelde las masas en su propia conciencia, las hace aceptarsu impotencia y vuelve sus ojos y esperanzas hacia elgran vengador y libertador que algún día vendrá acumplir su misión.»3

Y prosigue: «Nos oponemos a los atentados terroris-tas porque la venganza individual no nos satisface. La cuentaque nos debe saldar el sistema capitalista es demasiado eleva-da como para presentársela a un funcionario llamado minis-tro. Aprender a considerar los crímenes contra la humanidad,todas las humillaciones a que se ven sometidos el cuerpo y elespíritu humanos, como excrecencias y expresiones del siste-ma social imperante, para empeñar todas nuestras energíasen una lucha colectiva contra este sistema: ese es el cauce en elque el ardiente deseo de venganza puede encontrar su mayorsatisfacción moral».4

También es necesario deslindar las acciones revolucionariasdel terrorismo. El terrorismo finalmente obedece a los interesesde las clases dominantes. Se han presentado en no pocoslugares del planeta, situaciones de degradación de las activi-dades revolucionarias. Fenómenos de bandidismo, secues-tros de población civil, agresiones a pueblos indios, colusióncon el narcotráfico y lumpenización de los elementos revolu-cionarios, indican el siempre latente peligro de desvirtuar losobjetivos revolucionarios, si no media el ejercicio permanen-te del imperativo ético y los principios humanistas que carac-terizan al socialismo libertario.

Para concluir, quisiera reiterar la idea de que «EE.UU. ha ele-vado el terrorismo al rango de política estatal global, más dañinay peligrosa para la humanidad porque es llevada a cabo por unaparato especializado y diversificado de subversión y con el apo-yo de la maquinaria bélica del más grande Estado capitalista. LaAgencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés)desde su fundación en 1947 ha sido el órgano fundamentaldel gobierno estadounidense para realizar las tareas de la

`guerra sucia´ que no puede ser caracterizada más que como `te-rrorismo´, si tomamos la definición de este término del propioBuró Federal de Investigaciones (FBI) estadounidense como el usoilegal de la fuerza o la violencia contra personas o propiedadespara intimidar o coaccionar a gobiernos, a la población civil o unsegmento de la misma, en la persecución de objetivos sociales opolíticos».5 Este terrorismo de Estado global no puede ser enfren-tado con otro terrorismo, sino con la organización revolucionariay consciente de todo el pueblo, como sujeto protagónico funda-mental, encaminada a establecer un mundo en el que el terroris-mo sea una pesadilla de un pasado ya superado.

* Ponencia para el evento sobre terrorismo organizado por Casa Lamm, México,4 de julio de 2005.** Doctor en Antropología, Investigador de la Dirección de Etnología y AntropologíaSocial del INAH, colaborador de La Jornada.

Notas1. Kevin Passmore. Fascism: a very short introduction. London: Oxford UniversityPress, 2002.2. Schulz, Williams, en Terrorismo de Estado, Navarra, España, Ed. Txalaparta,1990, p. 28.3. León Trotsky. Acerca del terrorismo, Marxists Internet Archive, http://www.marxists.org/espanol/trotsky/terrorismo.htm#14. León Trosky. La posición marxista acerca del terrorismo, Marxists InternetArchive, http://www.marxists.org/espanol/trotsky/terrorismo.htm5. Gilberto López y Rivas, «El terrorismo global de Estados Unidos», La Jornada,junio de 2005.

GilbertoLópezy Rivas**México

Ilustración:Idania

http://www.lajiribilla.cu/2005/n218_07/218_11.html

BelénGopeguiEspaña

del alma del cubano. Baste el «Romance de laniña mala», musicalizado o no, para situarloen una categoría literaria no muy reconocidapor los especialistas: la de los poetas que llegan.Y emocionan. ¡Y fundan!

Raúl nos habló de la escuelita del centralNarcisa donde un día, sorprendido, un amigoencontró a todos los niños descalzos, y tambiéndescalzo al joven profesor:

—Raúl, dicen tus alumnos que tú les hasdicho que deben andar sin zapatos para queles penetren por los pies las fuerzas telúricasde la enseñanza. ¿Qué locura es esa?

—Nada, chico, que había más de 20 niñosque no tenían zapatos y no venían a clases porla pena de sentirse inferiores. ¡Ahora todosandamos descalzos!

Y los zapatos, depositados en la ceiba queellos sembraron, y a la que llamaron CarlosManuel de Céspedes, eran la prueba elocuen-te de la verdad-mentira del poeta: había menoszapatos que alumnos.

Domingo tras domingo lo llamaba paraleerle mi colaboración en Juventud Rebelde yme sentía ampliamente retribuido al escucharsu risa del otro lado de la línea telefónica. Porél conocí simpáticas anécdotas de ManuelNavarro Luna, Onelio Jorge Cardoso, el villa-clareño Enrique Martínez, Jesús Orta Ruiz y deotras tantas figuras nacionales con un deno-minador común: eran hombres del interior dela República. A mí también me parece un mé-rito ese singular detalle.

Supe, contado por él mismo, cómo cons-truyeron un parque en Yaguajay rifando unaternera que nadie se sacaba, porque Raúl seguardaba la papeleta que iba a resultar gana-dora, con el propósito de rifarla de nuevo, hastaque tuvieran los fondos necesarios para ejecutarel proyecto.

O el cuento de aquel líder campesino que lepreguntó si el micrófono instalado en un mitintraspasaba los límites nacionales. Era un micró-fono para amplificar la voz en el parque y so-lamente en el parque. Pero Raúl lo vio tanentusiasmado que le respondió que su vozpodía ser escuchada a miles y miles de kilóme-tros de distancia. Fue una inocente broma en laque el campesino creyó fielmente. Y al tocarle suturno para hablar, comenzó su discurso diciendo:

—Camarada José Stalin. Camaradas delSoviet Supremo de la URSS...

Y también el concurso de décimas, con premiosen metálico y obsequios de firmas comerciales, en elque Raúl impresionó al jurado leyendo un elo-gio en décimas a Naborí, en el que terminabatodas sus espinelas con un amable ritornelo:

...soy la décima guajiray mi novio es Naborí.Renunció públicamente a su participación

en el concurso, diciendo que donde compitieraNaborí nadie más podría hacerlo, por ser este elmás grande de todos los decimistas. Claro queel premio del jurado, después del elogio, fuepara su amigo. Cuando el jurado leyó el fallo,Naborí, entusiasmado, cayó en brazos de su pa-negirista, agradeciéndole lo que había hecho porél, tan desinteresadamente. Raúl le respondió:

—Desinteresadamente, no. Quédate con eldinero. Pero de las guayaberas y los pantalonesque dan las firmas comerciales, tírame algo, queestoy tan necesitado como tú.

Cuando Raúl estaba al borde de la muerte, elenemigo inició una campaña internacional, pidien-do que quitaran a Fidel, que debía ser sustituido porun hombre más joven, que debía propiciar eleccio-nes en las que él, Fidel, no fuera candidato, etcétera,etcétera.

Raúl, comentando esta campaña conmigo,me dijo:

—¿Cuándo tú has visto, en la pelota, quequiten a un pitcher porque lo pida el equipocontrario?

Y agregaba, riéndose:—Si quieren que lo quitemos es porque

el pitcher de nosotros está por la goma. ¡Ydurísimo!

Tomado de ¡A Guasa, a Garsín! Textos escogidos de Enrique NúñezRodríguez. Ediciones Unión. Colección El Bobo. La Habana, 2003.

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Cuba báñate y vís-

tete para quevayas a buscar

el vino tinto, queEnrique está al llegar.»

Raúl evoca entonces su duchacon un jarro de lata, y la voz deRaquel que le advertía:

—Apúrate, Raúl, que por ahíviene un automóvil de Santa Claray en él debe venir Enrique.

Y agrega:«Me sequé rápidamente y,

más rápidamente aún, me pusela ropa y salí, casi corriendo, parael hotel Las Villas a buscar mis dosbotellas de vino, ya frías.

«Regresé por la calle real deYaguajay, con una botella en cada

mano, y apreté el paso para llegar atiempo a mi casa y recibir, como era

debido, a mi entrañable camarada. Perosucedió lo inusitado: justamente frente

al edificio de La Hermandad Ferroviaria, unode los lugares más concurridos de Yaguajay,

estornudé, y como, en el apuro, se me habíaolvidado ponerme el cinto, se me cayeron los

pantalones.«Lo lógico hubiera sido que pusiera las dos

botellas en el suelo y me llevara los pantalonesa su sitio. Pero al verme en calzoncillos en unlugar tan céntrico, solo se me ocurrió agachar-me, como una gallina clueca, y recorrer con mi-rada ansiosa toda la calle para saber si alguienme había visto en aquella ridícula circunstan-cia. ¡No había nadie en la calle! Suspiré alivia-do. Me puse de pie, cogí las dos botellas con lamano derecha y con la izquierda sostuve, poruna trabilla, el escurridizo pantalón. Estaba enesa operación cuando salió de atrás de unacolumna de una de las casas cercanas la excla-mación que aún resuena en mis oídos. El únicotestigo de mi ridículo, atiplando la voz para queno pudiera reconocerle, me gritó con todas lasfuerzas de sus pulmones:

— ¡Aguaaa!«Solo quien haya llevado alguna vez en la

cabeza una colombina o un catre, puede ima-ginar la fuerza destructiva de una expresióntan inofensiva. Juro que mis calzoncillos esta-ban limpios. Acababa de bañarme y vestirme.Y, sin embargo, el grito tuvo la cruel virtud dehacerme tambalear. Aprendí, entonces, que sihay miradas que tumban cocos, puede haberexclamaciones que derriben a un hombre.»

Raúl termina su narración afirmando:—Nunca supe quién fue el agresor.Hoy, al publicar esta anécdota, tenemos la

remota esperanza de que el autor de aquellaaplastante exclamación se dé a conocer, paraque Raúl, que tanto lo merece, pueda dormirtranquilo.

Casi todo lo referido a Raúl lo he contado.En periódicos, libros, conferencias y charlas, elnombre de este maestro, criollo y original, hasido casi una constante en mis trabajos. Suamistad fue una de esas cosas buenas quesuelen ocurrirle a uno en la vida. Discutirle susméritos literarios, como algunos han hecho,me parece una miopía crítica. Pienso que suvida toda fue un poema. La campaña de laalfabetización, su esfuerzo por la lectura, sufirme posición junto al pueblo, constituyenuna epopeya, aunque no la haya escrito LezamaLima. Y, de cuando en cuando, se nos aparecíacon un poema que calaba en lo más profundo

Ilustración: Idania

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RAÚL FER

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http://www.lajiribilla.cu/2005/n217_07/217_15.html

n una ocasión le pedimos a RaúlFerrer, maestro, poeta, ensayis-ta, improvisador de décimasguajiras y, sobre todo, un ríoabierto de cordialidad criolla,

que nos contara alguna anécdota suya. Fue en-tonces cuando nos dijo:

«Se cuenta, casi siempre, el ridículo de losdemás, pero el propio se guarda celosamente.Esto priva al humorismo de un excelente ma-terial.»

Y, predicando con el ejemplo, nos contó loque le sucedió, hace ya algunos años, en suentrañable y natal Yaguajay:

«Tenía anunciada la visita del poeta de SantaClara, Enrique Martínez, que vendría a comer connosotros a las seis y media de la tarde. Raquelse movilizó para ponerle una comida digna desu visita. Nuestros recursos eran escasos. Perose hizo. Sabía que a Enrique le gustaba el vinotinto frío, cosa que no será muy correcta gas-tronómicamente, pero era así. Compré dos bo-tellas de vino, y como no teníamos refrigerador

ni nevera, decidí ponerlas a enfriar en elhotel Las Villas, que quedaba a dos cuadras

de mi casa. Conseguí que me hicieran el pe-queño favor y regresé a la casa feliz y contento.

«Ayudaba a Raquel en la preparaciónde la comida y en esas gestiones fue avan-zando la tarde. Al acercarse la hora de lallegada de Enrique, Raquel me advertía:

DanielDíaz

MantillaCuba

os peores engaños son los que descansan sobreverdades simples, pues se pasa sobre ellos sin ad-vertirlos. Por ejemplo, uno lee la nota biográfica deun autor y se hace una imagen de él, una imagenque incluye quizás esa foto impresa en carteles

publicitarios, la noticia en la sección cultural de la prensa, el co-mentario de otros lectores... Con todo eso, que los estudiososllaman paratexto, se hace a priori una imagen del autor, y con ellacomienzan a surgir expectativas que inevitablemente afectarán larecepción de la obra. Si el lector se enfrenta a una novela o a unestudio sobre música, no será lo mismo, como no será igual si elnombre del autor es más o menos conocido. Siempre hay pa-trones de lectura, intereses creados por la experiencia propia yde otros. Buena parte de lo que se escribe hoy está determina-da por lo que los demás piensan y lo que antes se pensó. Peroel engaño no está tanto en esas ideas adquiridas casi por ós-mosis que uno llama su «herencia cultural», su «idiosincrasia»,como en el hecho de que para el ciudadano contemporáneo nose trata ya solo de conservar o renovar tradiciones, sino deganar o perder prestigio. Así, la cultura viene a valer, a veces, loque un hondo prejuicio que creemos, porque nos hace sentirmás cultos.

El engaño está, precisamente, en que esa imagen que unoconstruye no es real, por incompleta, porque nace de informacio-nes que han sido manipuladas sin remedio y que cada quienasimila en un contexto peculiar. Así, la manera en que otros auto-res se relacionaron con él, la evolución de las modas literarias, quefluyen haciendo meandros entre el realismo y lo fantástico o enabruptos cismas generacionales, y una buena dosis de azar, deter-minaron el modo en que ese paratexto se hizo. En ciertos momen-tos se podrá distinguir la intención de las editoriales, que comobuenos comerciantes buscan vender y como buenos agricultoressiembran cultura en el pueblo o la voluntad del crítico que se

afana por mostrar su propio genio, incluso forzando el sentidooriginal de las palabras citadas.

Pero el engaño también está en que todo ese paratexto noremplazará la lectura, su lectura de usted, su juicio. Hace ya años,en los días de mi adolescencia, tanto oí hablar de cierto autor quecomencé a rechazarlo. Durante un tiempo relegué sus libros, yluego, cuando por fin me decidí a leer algo, vi otra cosa. Vi laaventura de la mujer que huye de las costumbres de su casa enpos de un hombre a quien ama, un hombre que lucha por lalibertad, pero que acaba traicionando sus ideas, una mujer de-cepcionada que regresa a su antiguo hogar y al final muere poraquella libertad que su amado defendía. Fue una aventura apa-sionante, escrita por alguien que deliberadamente evadí sin quehubiese razones para ello. Su nombre no es ahora lo que importa,entonces para mí no pasaba de ser otro autor desconocido. Des-pués leí otros libros, con cada nuevo dato fui construyendo unaimagen y comencé a entrever la aventura de su existencia cifradaen sus obras: los proyectos a que se entregó, sus filiaciones, susviajes. Y aunque esa imagen más o menos compleja que surge conla lectura siga resultando incompleta, aunque esté apoyada sobreprejuicios sin fin, descubro en sus textos algo que es como elzumo de una experiencia vital ajena que viene a enriquecerme.

Sin embargo, cuando la complejidad de un autor —dada porsus agudos criterios sobre múltiples temas— se expande antenosotros con una erudición y una pertinencia abrumadoras, sehace necesario un libro donde se reúna y ordene esa variedad,donde se haga accesible y clara, como un diccionario de concep-tos. En tal caso, la imagen que del autor nos forjamos adquierehondura, matices, se torna dinámica. Uno puede atender a lasvariaciones que un concepto tuvo a lo largo del tiempo y, desdeeste ángulo, analizar el pensamiento del autor sobre determina-do asunto, vincular ideas aparentemente diversas y entrever suscoordenadas culturales propias.

Así ocurre con el Diccionario de conceptos de Alejo Carpentier(Letras Cubanas, 2004), elaborado por Víctor Fowler y CarmenBerenguer, un texto concebido para servir de ayuda a aquellosque se interesan por conocer la obra de uno de los más renom-brados hombres de letras que hemos tenido en nuestro país.Pienso que en esa oportunidad casi única que este diccionarionos ofrece para «viajar» por la mente de Carpentier, se muestratodavía el riesgo de confundir la imagen con la realidad. Pero noha de retrocederse ante este riesgo que es, por demás, inevitable;pues —como dijera el propio Alejo— «en el temor que inspiran alhombre los vuelos de su propia imaginación, se encuentra, sinduda, el peor enemigo que pueda haber tenido, en todos lostiempos, la creación del espíritu». Por el contrario, conociendo elriesgo, ha de aventurarse el lector en interpretaciones y análisisque lo ayuden a comprender, porque de eso se trata precisamentela lectura: de exégesis, de aprendizaje.

Es conveniente advertir, sin embargo, que no toda «la mente»del autor está contenida en los fragmentos que Fowler yBerenguer recogen. Falta su obra de ficción, y aunque com-prendo que esta sea excluida al hacer un diccionario de con-ceptos, una exploración a profundidad de su pensamientorequerirá que esta otra parte de su obra sea estudiada, espe-cialmente si, para él, la novela «trascendiendo el relato, llega aser un instrumento de investigación del hombre».

Quedan, por supuesto, las ideas que pensó o dijo al margende sus textos, vivencias que hoy nos resultan misteriosas y quemarcaron su simpatía por una determinada canción o una pintu-ra. Pero esa zona de su pensamiento, ya perdida sin remedio,ejerce también su efecto en el lector, invitándolo a construir conlos fragmentos que aún persisten una imagen que no porincompleta dejará de serle útil.

Ilustración: Darien

http://www.lajiribilla.cu/2005/n216_06/ellibro.html

Viene de la página primera

Se puede decir, y yo estaría de acuerdo enprincipio, que una cosa es la filosofía y otra laliteratura. La literatura no tiene que ser filosófi-ca, al igual que la filosofía no tiene por qué serliteraria, aunque es cierto que algunos filósofoshan hecho de sus tesis filosóficas magníficasobras literarias.

Por otra parte, la tentación del ficcionista ode cierto tipo de ficcionista es que es incapaz dedar un paso en la literatura que está construyen-do sin pensar no solo en lo que eso significa,sino también en el hecho mismo de lo que estáescribiendo. Eso es lo que me ha ayudado a re-gresar a la filosofía en un momento anterior ami Nobel y anterior, quizás, a la publicación dedos libros que considero importantes.

El Evangelio según JesucristoEl Evangelio según Jesucristo, que se vuelve a

presentar en Cuba, ha sido una novela importanteporque con ella, de alguna forma, he encontradoen su narrador mi propia voz, algo que necesita-ba para pensar y escribir.

Por todo eso, la verdad histórica no pasa poruna interpretación o por la mirada del tiempoen que esa interpretación se hace; por lo tanto,es más probable que por motivos distintos, po-líticos, ideológicos, la generación siguiente—si observa el mismo hecho— llegue a conclu-siones distintas. No sabremos nunca detalla-damente qué es lo que sucedió, sobre todoporque la historia que se cuenta es incompleta.

En primer lugar, la historia se escribe desdeel punto de vista de los vencedores, fatalmente,desde un punto de vista masculino. La humani-dad contada por una mujer o un equipo de muje-res sería totalmente distinta porque su visión esotra, incluso la historia de la humanidad —quede vez en cuando se hace y es una empresa com-pletamente desproporcionada porque nadiepuede escribirla, pero se intenta—, se compra yse vende.

Nacen todos los días personas que no van aser importantes; pero que están en la vida, traba-jan, sufren, son felices, van a la guerra, se mueren,se salvan. Tenemos que llegar a una conclusión: otoda esa gente nació para nada y no va a tenerninguna influencia en la historia —lo que es muydifícil porque para algo ha vivido— o se necesitasaber para qué. Napoleón no hubiera vencido sinaquellos que lo siguieron para la batalla, aunquese diga que es un estratega extraordinario, aunasí se necesita gente dispuesta a morir y eso lotuvo junto a los demás Napoleones que han infes-tado nuestra vida. No se trata, solamente, de quehan nacido para ir a la guerra y morir en nombrede Francia.

Y ahora con esta idea de que una mariposaaletea en Tokio y ocasiona un terremoto enCalifornia solo por el hecho de ese aleteo, ima-ginen los millones de seres humanos que hanmuerto. Si hay una lógica en el mundo, esa muertetendría que tener un efecto muchísimo mayorque el simple aleteo de la mariposa.

No se cuenta esa historia. Curiosamente ungran historiador francés de la nouvelle histoire,Georges Duby, empieza un libro suyo con unapequeña frase: «Imaginemos que». Cuando unose enfrenta a un historiador que en lugar deenunciar una verdad definitiva entra en el terri-torio de la imaginación, de la creación literaria yartística y te dice «imaginemos que», es unamirada completamente nueva sobre los llama-dos hechos históricos porque se plantea la posi-bilidad de trabajar con la imaginación sobre el

supuesto hecho real.¿Que por aquí no nos entenderíamos

nunca más? Quizás sea cierto, comonosotros más o menos necesitamos,

llamemos así, de verdades que se mantengan bienquietecitas, porque si no uno se desorienta. Vivirsería una experiencia realmente extraordinariaen la ahistoricidad total del sentido de las cosasque ocurren. A lo mejor sería eso en lo que ÍtaloCalvino pensaba al decir que la literatura deberíaser ligera en el sentido de que flotara, aceptandoque nada se puede definir.

El Evangelio según Jesucristo no quiero decirque sea una interpretación demasiado épica oblasfema o quizás sí, según el punto de vista.

Lo que más me ha interesado es el niño Jesúsy no ese que llamamos El Niño Jesús que está enla cuna, sino el que salió de esa cuna y empezó avivir. ¿Qué pasará con ese niño, víctima de la am-bición de un Dios que quiere todo el poder ynecesita de una víctima que no tiene la culpa?

El título del libro nació en circunstancias to-talmente extrañas. Un amigo mío, una personade buena voluntad, que tiene siempre una expli-cación para todo, me dice que ha sido inspiradopor Dios, cuando es una explicación sobrenatu-ral o como es el caso, absurda.

Estábamos Pilar y yo en Sevilla, era la horadel almuerzo. Cruzando la calle en dirección aun quiosco de revistas y periódicos, miré alfrente y leí en portugués: «El Evangelio segúnJesucristo». Seguí adelante, de repente paré yme dije que no era cierto lo que había visto,regresé y no estaba ya el titular.

El libro es profundamente irónico, de algunamanera no deja títere con cabeza y tiene muchascosas que a la Iglesia le ha costado tragar. Una deellas es que efectivamente Jesús tuvo hermanos,seis o siete.

Se trata de una virgen que tiene sietehijos, admitiendo que el mayor, Jesús, nacióde la Luz y, por lo tanto, no ha tenidoque pasar por el vientre desu madre. No sé si aquí laconocen, en Portugal existeuna virgen que se llama LaVirgen del O porque está em-barazada, ella ha sido poco apoco empujada al margen delas creencias y ya nadie creeque la virgen se embarazó.

Efectivamente, la virgenMaría, la mujer de José, quientampoco es un señor de muchaedad, va contra todo lo quetiene que ver con la tradiciónde los judíos que se casaban muyjóvenes porque era necesario tenerhijos. Es muy dudoso, si efectivamen-te Jesús ha tenido seis o siete herma-nos, que el pobre San José aún tuvieracapacidad para proliferar tanto. Si fueasí, era un hombre joven, casado conuna mujer joven que se llamaba María.

Y más. Jesús era un hombre, se enamo-ró y tiene adoración por María Magdalena.Existe un evangelio apócrifo donde se cuentaun momento en que están reunidos Jesús, losdiscípulos y las mujeres que lo acompañaban, yJesús besa a María Magdalena en la boca. Uno delos discípulos le pregunta: «¿por qué quieres túmás a María Magdalena que a nosotros?»; yJesús, que podría ser casi gallego, le contestacon otra pregunta: «¿y por qué crees tú que yoquiero más a María Magdalena que a voso-tros?». La cosa se queda así, no hay respuesta.Claro que Jesús era un hombre seguido porun grupo de mujeres y hombres que le calenta-ban el cuerpo en las mañanas frías de Judea y estoes lo natural y lo humano.

Los que leyeron la novela, al menos en unacosa estarán de acuerdo: el autor, que es un ateo—lo soy, no tengan ninguna duda—, ha tratado

la figura de Jesús con respeto total. Con respeto,por el hecho mismo de que para mí Jesús es unhombre. Al Dios yo lo desprecio, en El Evangelio...lo maltrato. No así con este chico, que por otraparte ha tenido que vivir con el Diablo, que tieneun rebaño enorme de ovejas. El Diablo vive en ununiverso paralelo a este, pero con la diferencia deque en su rebaño las ovejas no mueren, están allípara siempre. Jesús es educado de alguna formapor el Diablo. Con El Evangelio... se cierra unapuerta y se abre otra.

Ensayo sobre la cegueraEnsayo sobre la ceguera, publicado también

en Cuba, apuntaba al corazón del ser humano,después de estar mirando —no diré a la huma-nidad, pues es una tontería decirlo así— a loque yo pensaba que debería ser asunto de mitrabajo, con un gran angular donde cabía la his-toria bíblica, la historia de Portugal.

Hace algunos años, he escrito un ensayo quese llama «La estatua y la piedra»; en él intentabadescribir una estatua. A lo mejor no lo pensa-mos mucho, pero una estatua es la superficiede la piedra después de que el escultor ha tra-bajado sobre ella, pero la piedra sigue siendopiedra más allá de la superficie y, en el fondo,más allá de la superficie, no sabe que es estatua.

A partir de Ensayo…, pasando por Todos losnombres, La caverna, El hombre duplicado, Ensa-yo sobre la lucidez y la última novela que sepublicará este año, Las intermitencias de lamuerte, mi obsesión es llevar hasta lo máslejos y profundo que pueda, el significado deser humano.

Puede ser fácil, todos aquí somos seres hu-manos, no sé si hay algún ser divino, pero eso escosa suya. Conrad Lorenz dice haber descubiertoel eslabón entre el mono y el ser humano y eseeslabón somos nosotros. Por tanto, somos nomonos, pero todavía no humanos. Quizás, tienerazón.

Este planteamiento ni siquiera tiene que vercon las preguntas clásicas: ¿qué somos?, ¿de dóndevenimos?, ¿adónde vamos?, que no tienen respues-tas o con algunas de ellas que la ciencia puedeproporcionarnos.

Para mí la pregunta importante, y esa es pro-bablemente a la que costará más trabajo encon-trarle respuesta, es: ¿qué estamos haciendoaquí? Cada uno contestará: yo estoy haciendomi trabajo, tengo una vocación para hacer estoo aquello, pero eso no responde nada. Estamosaquí para construir una sociedad justa, magnífi-co que lo haga, pero sea cual sea la respuestaque podamos dar —pueden ser muchas y todasmagníficas— la pregunta queda intacta: ¿quées lo que estamos haciendo aquí?

A partir de Ensayo sobre la ceguera y conalguna excepción motivada por la naturaleza dela historia que estaba contando, yo gano unaespecie de conciencia incómoda de que todoresulta muy pequeño. Y no es muy pequeño enrelación con las vidas astronómicas que no po-demos ni siquiera imaginar.

A mí me causa una especie de vértigo la pre-gunta: ¿qué estamos haciendo aquí?, y la res-puesta solo puede ser una: en el fondo no estamoshaciendo nada. O mejor, estamos haciendo todocuanto podemos para justificar nuestra propiaexistencia. Pero cuando esto se acabe o cuando lagalaxia se hunda en el agujero negro que ya estáo cuando el Sol se apague, habremos pasado porel tiempo inútilmente, todo desaparecerá y ha-bremos sido en la vida del universo un suspiro,nada más que un suspiro.

Esta conciencia puede llevarnos a la angus-tia total, a pensar en lo que ocurrirá, ya sabemosque no será mañana. A lo mejor ni siquiera ne-cesitaremos que el sol se apague, puede ocurrirque, mucho antes, hayamos destruido el plane-ta y esta es otra hipótesis que, por el camino quevamos, seguramente puede ocurrir.

Esto parece no tener relación, pero sí. Laspersonas pierden su nombre, un ejemplo lo te-nemos en Ensayo sobre la ceguera; también enTodos los nombres hay una sola persona quetiene nombre y se llama José, no porque sea mialter ego, yo buscaba un nombre insignificante yla verdad es que el más insignificante que encon-tré fue el mío; en La caverna hay una familia contodos sus nombres; después, en El hombre du-plicado también hay nombres, pero en Ensayosobre la lucidez no hay ninguno. En Las intermitencias

Ilustraciones: Darien

en una galaxia que no es la más importante delUniverso… Qué casualidad es esta que nos hapuesto aquí… Aunque yo tengo una teoría inte-resantísima, tengo que decirlo. Como no tieneningún sentido que Dios se haya tomado el tra-bajo de crear el Universo, que no es pequeñacosa, para poner su creación más sublime, quees el ser humano, en este planetita sin impor-tancia, la conclusión es lógica: Dios creó al serhumano para que poblara el Universo. Es la úni-ca conclusión sensata y equilibrada; si no es así,es completamente inútil un Universo tan enormepara un ser tan pequeño como nosotros. Enton-ces, Dios nos colocó en todo el Universo, perocomo nos hemos comportado mal, al igual quenos estamos comportando ahora, Dios dijo: sino tengo cuidado (Risas), van a cagar mi Univer-so que tanto trabajo me ha costado. Entonces,nos reunió a todos y nos colocó en la cárcel, en la

Tierra como cárcel donde la es-pecie humana se debía compor-tar mal en el Universo…

Dios estará seguramenteloco mirando cómo andamospor ahí haciendo esos intentosde navegación espacial, debe estarmuy atento, por si volvemos a lasandadas… Dios ya llegó a la

conclusión: la Tierra ya está per-dida, yo no puedo hacer nada por

ella. Pues entonces, debemos estaraquí, pero si empezamos con la idea de ir a

la Luna y luego a Marte y luego a otra galaxia,Dios se encargará otra vez de decir: No, no lopermito… Es una teoría. Bien, qué es lo que elevaa ese hombre: buscar esa respuesta a ¿qué es loque somos? Pensemos que somos hijos de Dios,eso es una explicación que da para todo, nosprometen el Paraíso si nos comportamos bien ovamos al Infierno, cosa en que la Iglesia no cree,el Paraíso o el Infierno, porque no sabe dóndeestán…

El Papa Juan Pablo II ha dicho: Es que el Cieloes estar bien con Dios, y el Infierno, separado deDios… Si la Teología llega a esa conclusión, novalía la pena tanta Inquisición, tanto convento,tanta tortura ni todo lo que ha pasado antes…Cada uno tiene sus ideas y su relación con esasupuesta divinidad.

Cuando los navegantes llegaban a América,traían dos representantes en los barcos: el sol-dado y el fraile. El fraile llegaba y lo primero quedecía era: vuestros dioses son falsos, yo traigoconmigo al verdadero Dios. Ahí se jodió la ma-rrana (Risas). Porque efectivamente, con esa blandu-ra, todo lo que ha pasado ha sido genocidios,torturas, extorsiones, pueblos aniquilados, esoha sido lo que ha traído el fraile… Y cuando noconvencía, entraba el soldado, con la espada,con la lanza. Y todo, en nombre de Dios.

Tengo una obra de teatro, In nomine Dei,sobre el conflicto en el norte de Alemania, particu-larmente en la ciudad de Münster, entre los católi-cos y los protestantes anabaptistas, ha sido unacosa horrorosa. Ambos creyendo en el mismo Dios,se torturaron y se degollaron… De esa obra ya sehizo una ópera que se estrenó en Münster haceaños, que después fue a Italia y Portugal… No en-tiendo cómo la gente no se da cuenta: matar ennombre de Dios es hacer de Dios un asesino. Sies el creador de la vida no puede ser un asesino.No deberíamos permitírnoslo ni permitirlo, peroocurre todos los días. Entonces, esta especie in-teligente, sensible, capaz de amar como Blimunday Baltasar, capaces de ser Nelson Mandela u otraspersonas extraordinarias que sabemos queexisten, conviven junto a aquellas que son, a lavez, la bestia, el monstruo que anda por ahí…¿La literatura puede resolver esto? No. Puede talvez hacerlo más claro, tornarlo más evidente. Solome queda invitarlos: que cada uno saque susconclusiones. Nada más.

Versión de la intervención del escritor portugués José Saramago,Premio Nobel de Literatura, el viernes 17 de junio de 2005, enla sala Che Guevara de la Casa de las Américas.Transcripción de La Ventana. Casa de las Américas.

de la muerte —que parece un nombre extrañí-simo porque la muerte es definitiva y aquí esintermitente, viene y va, no significa que se resuci-te—, se divertirán mucho.

Cuando hablo de Juan Sebastián Bach, porejemplo, lo hago con minúsculas. Cuando pro-nuncio su nombre, ¿pueden ustedes ver algunamayúscula? Sí, porque piensan que debe estaruna mayúscula, pero lo que digo es un sonido yno tiene por qué llevar mayúscula, existe la con-vención, pero no quiero seguirla.

A partir de Ensayo sobre la ceguera hastaLas intermitencias de la muerte mi preocupa-ción es: ¿qué es esto, de ser hombre, mujer, desiendo hombre o mujer, ser niño o ser viejo, seresto o ser aquello, ser blanco o negro, qué signi-fica? Deberíamos saber que la palabra humani-dad es totalmente abstracta, no dice nada. Porquelo que llamamos humanidad en estos momentosson más de siete mil millones de personas y cadauna de ellas es única. Cuando Paul Ricard decía—ha muerto hace algunos días— que el otro escomo yo y tiene el derecho de decir yo, planteabaalgo muy serio y es que todos tenemos derecho adecir yo con la misma fuerza y ganas con queotros se habituaron y se acostumbraron a decir yode generaciones en generaciones, mientras quelos demás eran sencillamente los otros. Esto hayque equilibrarlo. Todos tenemos derecho a decir yo.

Con esto quiero decir que cuando terminémi enunciado de 10 propuestas —no para elmilenio, sino para el día siguiente—, y concluídiciendo que el regreso a la filosofía, en elfondo, era regreso al pensar: esto es algo queno se puede separar de la naturaleza del hombredesde el momento en que bajó del árbol, dejóde andar en cuatro patas y se puso de pie,cuando inventó el primer instrumento, un palocon el que podía llegar a un fruto que el brazo nopodía alcanzar. Toda esa historia, hasta el día enque estamos, es obra del pensar.

Quiero decir que hoy como escritor, yo, conPremio Nobel o sin Premio Nobel, con 82 años,considero que el privilegio del ser humano fueel de ser capaz de pensar, reflexionar, aplicar lospequeños instrumentos de un cerebro que, apesar de contener memoria, conocimientos ytodo eso archivado dentro, debe hacerlo funcio-nar en una obra que puede ser literaria. O comopersonas sencillas que quieren conocer el mundoen que se encuentran y piensan, discuten, anali-zan y preguntan. Eso, creo que es la única razónpor la que efectivamente vale la pena estar vivos.Y si a la par de eso se pueden resolver los proble-mas que son miles, que impiden a millones ymillones de personas no solo pensar, sino senci-llamente vivir, entonces la tarea que tenemos pordelante como seres humanos es inmensa, infini-ta y enorme.

Pero siempre tiene que empezar por donde tieneque terminar para volver a empezar y para volver aterminar, siempre y siempre. Pensar, pensar y pensar.

Preguntas del público¿Cómo abre Saramago la cuarta puerta de la

que habla en el prólogo de El Quijote?Antes debo explicar qué es el prólogo de

El Quijote. Venezuela ha hecho una versión abre-viada y mucho más pequeña que está organiza-da para la lectura de jóvenes.

Cuando estuve en Caracas, el Ministro de Cul-tura me invitó a escribir un prólogo para esa edi-ción. Tengo que decir que ha sido una invitaciónarriesgada por parte de quien piensa que puedohacerla, pero mucho más arriesgada por el quedecide hacerla. Sobre El Quijote se ha dicho todo,la bibliografía pasiva es infinita, y cómo vas a deciralgo interesante y no repetir lo que se ha dicho.

Yo no he dudado, sin tener muy claro qué podríahacer, y se me ocurrió algo que no es inédito, pero enmi prólogo tiene otras connotaciones, sobre todootras consecuencias.

¿Don Quijote está loco, realmente loco? Lonormal es decir sí. Y si partimos del principio deque el Quijote no está loco, quien está loco, su-poniendo que hay una locura ahí, es AlonsoQuijano. Él es el Hidalgo que anda por ahí, le-yendo mucho y, según Cervantes, acaba por en-loquecer de tanto leer, imaginar y poco dormir.Por lo tanto, no es Don Quijote el loco, sinoAlonso Quijano o Don Quijote es el loco de Alonso

Quijano. Curiosamente, al final del libro no esDon Quijote quien muere, sino Quijano.

Hay un nacimiento, principio y fin de DonQuijote que no coincide con el principio y finbiológico de Alonso Quijano. Don Quijote esalgo que está dentro de la vida de Quijano, perotiene de cierta forma su propia y total autonomía.

Puede que Alonso Quijano no se haya vueltoloco. Por una razón lógica, no hay en los archivospsiquiátricos ningún caso que se haya vuelto locopor el hecho de leer mucho o imaginar. Imaginares todo lo contrario, es la libertad de pensar.

Yo acabé por unirlo, colarlo a un recuerdo deun verso de Rimbaud cuando él dice, «La vraievie est ailleurs», en traducción libre, «La vidaauténtica está en otro lugar».

Esto es lo que ha dicho Rimbaud, pero heconcluido que si objetivamente Alonso Quijanono se volvió loco, su locura es efectivamente unaestrategia de Cervantes para hacer pasar un per-sonaje que de otra forma la sociedad y su tiempono aceptarían, porque una persona en su com-pleto juicio no haría las tonterías que hace esehombre. Pero no son obras de loco, sino dealguien que está pensando que objetivamentela vida auténtica está en otro lugar. Es inevitable laconclusión siguiente: el auténtico yo está en otrositio y hay que ir a buscarlo.

La pregunta era cómo se abrió esa cuartapuerta. Existe una puerta final que es la puertapara la libertad, porque el saber y la curiosi-dad son puertas que sucesivamente uno vaabriendo. Al final existe esa puerta que AlonsoQuijano o Don Quijote abre. No es que hayallegado a la vida auténtica, probablemente nohay otro remedio que seguir andando en direc-ción a ella y no llegar nunca a lo que se enten-día por el auténtico yo. Pero Quijano o DonQuijote es un hombre que va en esa dirección yesa es la libertad: cuando te buscas a ti mismo yte encuentras con todo lo que eres, con tusvirtudes y defectos, con las cosas malas y buenasque has hecho, cuando intentas conocerte auncuando no te conozcas, aun cuando mantengaslas puertas cerradas en ti.

Una cosa es abrir la puerta de la libertad parael mundo, otra cosa es abrirla para ti mismo, esaes más complicada. Cuando te pones a leerEl Quijote y queda solo por las tonterías quecomete, y hace cosas que no tienen ningún sen-tido, el propio Cervantes está consciente de eso.Alonso Quijano no se volvió loco, probablementelo que pasaba era que estaba aburrido de suvida, harto de la monotonía y la rutina. Entoncesdecidió que iba a cambiar.

¿No se cuenta sobre los que dicen: «voy abajar a comprar cigarrillos» y no vuelven? Puesde alguna forma —y voy a usar esta metáfora—,Alonso Quijano bajó a buscar cerillas con la ideade la libertad, la libertad del espíritu.

Alguien me preguntó el otro día si yo pensabaque se podía ser libre en una cárcel, y he dicho sí, yhe dado el ejemplo de Nelson Mandela. En lacárcel, años y años, y su espíritu estaba libre.

Considero que la obra literaria, el trabajoliterario, el pensar, la filosofía, el ensayo, eso enque uno se para a reflexionar sobre lo que sea,es la postura del hombre que entrega su vida alacto de pensar. Vemos el ejemplo de los ensayosde Montaigne. Yo estoy aquí para pensar. Pensar,incluso, a veces, en insignificancias.

Hay muchas cosas en los ensayos deMontaigne que son totalmente insignifi-cantes. Pero mucho más que eso, hay un ensa-yo de otro filósofo el cual se llama más o menos«De cómo filosofar es aprender a morir», de unagrandeza total, iluminadora, entiendo una can-tidad de cosas que más o menos sospechaba,pero ahí se encuentran claras.

A usted le gusta hablar mucho de filosofía, sedice que José es un pesimista, pero yo amo lasobras de José… Para mí, Memorial del convento,Ensayo sobre la ceguera, El Evangelio segúnJesucristo son obras que releo y son bellas histo-rias de amor… José nunca habla de eso, salvo enentrevistas con periodistas, pero es extraordinariala fuerza de las historias de amor en las obras deSaramago, y la fuerza de las mujeres…

Es cierto… Pero también es cierto que yo nome propongo nunca escribir una historia de amor.Si me lo propusiera a lo mejor caería en los tópicos

de siempre y la novela sería un fracaso. Lo quepasa es que las historias que cuento, creo queen todos los casos, ocurre algo que empieza aadivinarse como una historia de amor y puedellevar, digamos, hablando de María Magdalena,a expresiones literarias quizá un poco concep-tualistas. Pero también, al final de El Evangelio...,cuando ellos se separan, Jesús le dice: «Nopuedes venir conmigo», ella responde: «Mirarétu sombra si no quieres que te mire a ti». Y élcontesta: «quiero estar donde mi sombra esté,si allí es donde están tus ojos». Es un juego depalabras un poco cultista, un poco conceptista,es más bien del siglo XVII o XVIII, pero que efec-tivamente expresa hasta dónde puede llegar launión de dos seres. Ella acepta no mirarlo, peroél no puede prohibir que ella mire su sombra,pero él le contesta diciendo: «yo quiero estardonde mi sombra esté si ahí están tus ojos…».Es hermoso, aunque yo sea el autor y no sucedaasí, realmente es muy hermoso... Pero es ciertoque con el amor de Blimunda y Baltasaren el Memorial del Convento sí su-cede así.

Hay algo que me siguesorprendiendo partiendodel hecho de que todosestamos de acuerdo en quees una historia de amor muyhermosa, por el hecho mismode la caracterización de los per-sonajes y por cuanto ocurre. Estabafinalizando la novela cuando me dicuenta, con sorpresa, de que había escrito casi400 páginas de una historia de amor sin una solapalabra de amor. Ellos nunca dicen «te quiero»,«te amo», «tú eres la luz de mis ojos» o cosascomo esas, pero no es que me lo propusiera, creoque ha sido la fuerza profundísima de esa rela-ción humana que ha hecho inútil cualquier otracosa que no fuera la propia vivencia de ese amor.Se puede expresar en palabras corrientes, pero ellector sabe que está ahí. Hay una frase que de todosmodos intenta expresar eso, cuando en un mo-mento se dice: «Mirarse era la casa de ambos…».

El personaje de Blimunda, que veía más alláde la piel, incluso lo que estaba bajo la superficiedel suelo, cuando estaba en ayunas, tiene unarelación histórica con un caso real en Portugal,una mujer que se casa con un comerciante francésen el sur del país. Yo no sé si veía o no, pero el rey, DonJuan V, le concedió el título de Doña por eso, y, cu-riosamente, hace pocos días un lector del nortede Portugal me envió el registro del matrimoniode esa mujer con ese comerciante francés a prin-cipios del siglo XVIII… Yo sabía por informaciónhistórica que esa mujer había existido, pero eselector me envió la fotocopia del registro de laIglesia donde está archivado el matrimonio conese hombre. Entonces yo, sabiendo de estahistoria, inventé esta otra, en la que el persona-je que tiene esa característica cuando está enayunas es una mujer que no sabemos si es muyhermosa, y es la historia de la construcción delgran convento de Mafra, 40 km al norte deLisboa, una especie de Escorial, un poco máspequeño. Los personajes que son verdaderos,sobre todo Blimunda, Baltasar y Bartolomeo,todos tienen la letra B: Bartolomeo de Guzmán,que es un personaje histórico, pues tenía queser B, y cuando me dispuse a buscar un nombrepara ella, que no era fácil, pues no podía llamarseJoaquina ni Mercedes, con mucho respeto para lasJoaquinas y las Mercedes y las Dolores y las Flores,tampoco Lola… Entonces busqué un nombre, yen un vocabulario onomástico, bajando y bajan-do y bajando encontré Blimunda y me dije, «Aquíestá». Como ya tenía dos B, pues entonces deci-dí que el hombre se llamara Baltasar.

Es una novela que llevo en el corazón; hizo ala gente de fuera mirar hacia allí donde había unescritor que había hecho una novela que no es-taba mal.

En una ocasión confesó haber escrito Lacaverna no con sus ideas políticas, sino con loque era y con lo que creía. ¿Qué le impulsa aescribir de una manera tan abierta y atrevidasobre el interior del ser humano?

Yo he querido dejar bastante claro lo quehe dicho, al preguntar qué es lo que estamoshaciendo aquí, en el espacio, en este planeta,

http://www.lajiribilla.cu/2005/n215_06/215_41.html

spaña es partidaria de promover un diálogo con elgobierno de Cuba. Esa buena voluntad representauna esperanza, pero también da pie a muchas pre-guntas. La primera atañe a la transición. ¿Por qué silos españoles hicieron su transición a su manera, a

los cubanos no se nos permite hacer lo propio? Tal vez a muchosextranjeros —y a muchos españoles— les hubiera gustado que latransición trajera consigo un arreglo de cuentas con el franquismoy un rescate institucional de la memoria histórica española. Perocomo lo expresó Felipe González, eso hubiera removido los viejosrescoldos «bajo los cuales seguía habiendo fuego».

Y los españoles acometieron la empresa a su manera, contodo su derecho: no se abrieron las llamadas «fosas del silencio».No hubo rehabilitación de las víctimas de la represión posterior ala victoria de Franco. Los desaparecidos siguieron enterrados ensus cunetas y sus descampados sin nombre. Los hijos de las vícti-mas siguieron conviviendo con los verdugos de sus padres. Latransición española optó por no mostrar los pelos ensangrenta-dos de los reprimidos ni las señas de identidad de los represores.Tampoco la democracia rehabilitó a los vencidos como los verda-deros demócratas de la contienda y la dictadura ni se destronaronlas figuras cómplices del fascismo, comprometidas con las estruc-turas del régimen. Todo lo contrario; representantes de las insti-tuciones victimarias participaron en la forja de una reconciliaciónque, en gran medida, se hizo a costa de una derrota más sobre losreprimidos y sus familiares.

Pero se trataba de una reconciliación para España, no paraFrancia ni Alemania ni Suecia. ¿No fue una suerte que ningunapotencia extranjera decidiera si la Benemérita seguiría actuandocon «alma de charol» o sin ella o si un Fraga o un Suárez podíanfigurar en el sistema que se gestaba? ¿No es casi una maravillaque los españoles pudiesen decidir por sí mismos esperar nadamenos que 25 años para que el Parlamento condenase unáni-memente el franquismo? ¿Y qué decir de la estatua del dictadorque disfrutó de 30 años de respetuosa exhibición democrática,antes de ser retirada con sigilo y nocturnidad? Sobre la moralidadde tales cosas han habido muchas opiniones. Pero la única quecuenta es la de los españoles. Pues la transición, la reconciliacióny la democracia se hicieron para ellos y, por lo tanto, hubo quecocinarla con los ingredientes realmente existentes, en el fogónnacional y en los vapores de la cacerola de España.

¿No sería justo que a los cubanos nos dejaran hacer lo mismo?Pero no podemos. No nos dejan. Todo el mundo se atribuye elderecho de fabricar un proceso de transición para Cuba, sacadode una probeta de inseminación artificial e inoculado desde elexterior. Y como si los isleños fuéramos bobos —que por desgra-cia es casi «lo único» que no somos—, esa fabricación se basa enel ocultamiento de las particularidades de la Revolución Cubana yde la necesidad manifiesta de EE.UU. de liquidar, «a su manera»,el mal ejemplo de esa Revolución, sin tener en cuenta las aspira-ciones de los cubanos. ¿No debería España, por los vínculos queinexorablemente nos unen (y nos separan), pero ante todo porexperiencia propia, ser la primera en tomar en cuenta las dificulta-des (¡fuego debajo de los rescoldos!) que emanan de los factoresintrínsecos del caso cubano? Ojalá que así sea.

¿Qué importancia tiene el hecho de que EE.UU., una poten-cia extranjera, haya promulgado leyes que deben aplicarseextraterritorialmente en Cuba, y que codifican de modominucioso y violatorio del derecho internacional, cómotiene que efectuarse esa transición cubana, quiénespueden participar en ella, quiénes no pueden par-ticipar bajo ningún concepto y cuáles son los re-quisitos que se deben cumplir para que laagresión económica, diplomática y financieracontra el pueblo cubano deje de aplicarse?

A la hora de promover el diálogo entreCuba y la UE, ¿sacará a relucir España queexiste un documento (Comisión de Ayuda auna Cuba Libre) que insulta a todos los cu-banos por igual, independientemente de laposición que adopten ante Fidel Castro, segúnel cual EE.UU. nombrará a un «Coordinador dela Transición en el Departamento de Estado»,una especie de procónsul, con la explosivacarga histórica que ese nombramiento impli-ca? ¿Qué hubieran hecho los españoles, tantofranquistas como antifranquistas, si en 1975la Unión Soviética o cualquier otro país sehubiera tomado la insolente atribución denombrar un Coordinador de la Transiciónespañola que fiscalizara loque podía hacerse o evi-tarse en Madrid?

El Departamento deEstado dice en ese docu-mento sobre Cuba (http://usinfo.state.gov/espanol)que se destinarán 29 mi-

llones de dólaresadicionales (ya existían sietemillones) a los «organismospertinentes del gobierno de

los EE.UU.» para «alentar los esfuerzos diplomáticos internacio-nales» con el fin expreso de «precipitar el fin del régimen castris-ta». ¿Está segura la Administración española de que el pueblocubano desea que ese fin «se precipite», con los tremendos peli-gros que entraña y con el desprecio a la opinión del pueblo queserá objeto de esa precipitación? Y si existiera alguna duda alrespecto, ¿cómo se manifestará a la hora de implementar un diá-logo entre la UE y Cuba?

Medidas de EE.UU. para ayudar a los cubanos: «investigar lasformas en que las divisas entran y salen de Cuba, neutralizar lasempresas ficticias del gobierno cubano y disuadir las visitas turís-ticas a Cuba», o sea, estrangular a la gente por hambre; permitir

los viajes educativos a y desde Cuba «únicamente cuando el pro-grama apoye los objetivos de la política estadounidense»; «soca-var las tácticas de supervivencia del régimen castrista»; «limitar lasvisitas familiares a Cuba a un viaje cada tres años, requiriéndoseuna licencia específica para ello»; «limitar la definición de ̀ familia’a abuelos, nietos, padres, hermanos, esposos e hijos», lo cualsignifica que los cubanos debemos olvidarnos de nuestros tíos,tías y primos; evaluar «país por país» la posible aplicación delTítulo III de la Ley Helms-Burton, es decir, llevar ante los tribunalesestadounidenses a aquellas empresas europeas o de cualquierorigen que comercien con Cuba «para proteger los intereses na-cionales de los EE.UU.»; «aplicar firmemente las sanciones devisa del Título IV de la Ley Helms-Burton», o sea, negar la entradaa EE.UU. a los inversores extranjeros (¡y sus familiares!) que sebeneficien del comercio con empresas cubanas reclamadas poralgún ciudadano norteamericano, aunque esa ciudadanía sea pos-terior a 1959. Y para enseñar a los cubanos cómo se fomenta lalibertad de información, EE.UU. va a «ordenar el despliegue inme-diato de la plataforma aérea C130 Comando Solo». Esa «platafor-ma» es un bombardero de guerra especialmente preparado, quesobrevolará el espacio aéreo cubano para realizar las emisiones deTV y Radio Martí, órganos de propaganda del gobierno de losEE.UU. ¿Y si ese Comando Solo sufriera un accidente?

Esta insólita «Comisión de Ayuda a una Cuba Libre» tienecomo primer objetivo eliminar del mundo de los sentidos la ima-gen de que Cuba es «un lugar de destino turístico por excelencia,un centro de innovación en biotecnología y un Estado socialistacon buenos resultados, que ha logrado mejorar el nivel de vida desu gente y que es un modelo en educación, servicios médicos yrelaciones raciales para el resto del mundo». Según razona laComisión, esa imagen dañina debe sustituirse, mediante un es-fuerzo diplomático internacional coordinado y financiado porEE.UU., por la de un país «que auspicia el terrorismo», que «cuentapor lo menos con un cierto nivel de investigación de armas biológi-cas ofensivas» y donde la conducta de sus dirigentes es «cada vezmás irregular». Por el grave peligro que representan, creo queconmigo hay millones de cubanos, revolucionarios o no, anticas-tristas o no, residentes en la Isla o no, pero sí legítimamentepreocupados, que desearían saber si la Administración de Zapa-tero comparte esas imputaciones.

«Existe un creciente consenso internacional sobre la naturale-za del régimen de Castro y la necesidad de un cambio básicopolítico y económico en la Isla», asevera la Comisión de Bush.Con respecto a esto haré mis últimas preguntas: ¿Por qué noexiste un consenso internacional sobre la naturaleza del régimende China o de Arabia Saudita y la necesidad de un cambio básico?¿Se sabe si ese «consenso internacional» también existe en losrecovecos de la Cuba profunda, donde históricamente han surgi-do tantos focos de insurrección? Supongamos que el gobiernoespañol cree honestamente que ese consenso está vivo en lasentrañas de Cuba; ¿también está seguro de que las premisashistóricas y el modo de realizar ese «cambio básico» coincidencon las exigencias y los intereses de EE.UU.? Y si los cubanos noquieren hacer una transición, sino mejorar lo que ya tienen trashaber pagado un precio tan grande y poner y quitar y cambiar a su

manera lo que se quiera/pueda cambiar y a su propioritmo, ¿qué hará el Departa-mento de Estado? ¿Quéhará la UE?

Que los suecos, los ale-manes o los checos ignorentodo esto o finjan ignorarlo

porque el agredido les resulta in-tolerable y se ponen oportunista-

mente de parte del agresor, no me extraña enabsoluto. Pero que lo ignore España, con lo bien que conoce

a su siempre fiel isla de Cuba, ¿no resultaría incomprensible?Confiemos en la gestión de España. Ningún otro pueblo estámejor capacitado para comprender los enormes desafíos queenfrenta el pueblo de Cuba. Hace más de 20 años que vengoapelando a la experiencia y al sentido histórico de los españo-les, para que nos ayuden a mejorar, «en paz», la situación de11 millones de cubanos.

Para terminar voy a interrogarme a mí mismo: si estas pregun-tas me parecen esenciales, ¿por qué las califico de «tristes»?Porque nadie quiere responderlas. Porque nadie quiere nisiquiera escucharlas.

*René Vázquez Díaz es escritor cubano-sueco y miembro de la Directiva de laUnión de Escritores de Suecia.Nota de Rebelión:El pasado 27 de junio Eduardo Urrutia, el nuevo embajador de EE.UU. enMadrid, de origen cubano, estrenó su mandato afirmando que los objetivos enCuba de su país y de España son los mismos, por encima de unas divergenciasque espera superar.«España y EE.UU. han dicho que lo que quieren es que haya libertad y

democracia y que Cuba sea para los cubanos. Eso no es hoy así. Elgobierno español ha visto esa meta por un camino y nosotros

por otro. Pero la meta es la misma. Vamos a ver si, enalgún momento, los dos caminos se encuentran», dijo

Aguirre, tras entrevistarse con el ministro de Exterio-res, Miguel Ángel Moratinos.Tomado de El Viejo Topo.

René Vázquez Díaz*Suecia

Ilustraciones: Sarmiento

http://www.lajiribilla.cu/2005/n217_07/217_19.html

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La secretaria de Estado norteamericana,

Condoleezza Rice, tiene una posición dura con

Irán porque quiere vengarse de una decep-

ción amorosa sufrida con un estudiante iraní

cuando estaba en la universidad, afirmó un

diputado de Teherán, el conservador Shokrollah

Attarzadeh.

Según el diputado —citado por la agencia

de los estudiantes Isna—, Rice estaba enamo-

rada de un estudiante iraní de Qazvin, «pero

la relación terminó mal y ella quedó resentida

por este fracaso sentimental». El dato —con-

tinuó— surgió de «una investigación realiza-

da por una colega diputada, pero no puedo

decir su nombre».

La dura posición que tiene el ministro de

Exteriores alemán, Joschka Fischer, con Irán

también es explicada, a veces, por una historia

sentimental. Dicen que está enamorado de una

joven iraní residente en Alemania, opositora

al régimen islámico.

http://www.lajiribilla.cu/2005/n217_07/elgranzoo1.html

El Clarín

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¿Y qué decir de la estatua del dictador que

disfrutó de 30 años de respetuosa

exhibición democrática, antes de ser

retirada con sigilo y nocturnidad?

La exposición El arte en el cuerpo, propone unsutil juego de palabras que nos hace reflexionaracerca del arte ̀ dentro’ del cuerpo / del creador /del artista, y el cuerpo `dentro’ del arte. Lamuestra se propone jugar con una idea insu-

lar, que maneja el cuerpo como isla».La selección de los tres artistas que conforman este proyec-

to (Alicia Candiani, de Argentina; Marely Becerra, de México; yEduardo Moltó, de Cuba), se hizo a partir del análisis de losnexos indiscutibles que existen entre sus propuestas artísticas.

Se trata de fotografías manipuladas digitalmente, en lasque cada autor, sin renunciar a su poética personal se integrasutilmente a la de los otros artistas, sobre todo en las obrascolectivas realizadas para la muestra.

Moltó, desde los cuerpos pintados, nos propone una re-flexión en torno a la tradición —tanto pictórica como cultu-ral— insertada por obra de los bytes y la tecnología digital enlo más vanguardista de la contemporaneidad. Alicia, desde lafotografía y el grabado, trabaja el cuerpo como elemento centralde sus composiciones en las que el «entorno» en que se encuen-tra inmersa esta imagen acusa un delicado tratamiento digital,imposible de lograr con las técnicas tradicionales. En tantoMarely, en sus búsquedas directas de la plasticidad propia delcuerpo en movimiento, explora su belleza a partir de las dife-rentes calidades que le ofrece el medio digital, llegando, inclu-so, en algunos trabajos a la abstracción a partir del uso de efectosde descomposición de las imágenes.

Sin embargo, a pesar de las aparentes diferencias entreellos, la intención del proyecto es «fundir, mezclar, interrela-cionar» los trabajos de unos y otros para que dialoguen libremen-te y el espectador no sienta que existen límites o barreras que los separan. Por eso, se recurre a los soportes traslúcidos para

montar o imprimir los trabajos, de forma tal que se cree unefecto visual que funda las obras y permita vislumbrar frag-mentos de unas a través de las otras, en una especie de collagevisual. Las transparencias, además, nos remiten a las de lasaguas del mar que rodea esa isla que es el cuerpo humano. Elinmueble funcionará, por tanto, como embalse del mar, consus criaturas, ofrecidas esta vez en una serie de soportes inusua-les dentro de la tradición de las artes visuales, pues los artistasemplean, ex profeso, materiales que hasta ahora han sido pri-vativos de la publicidad y la propaganda, para explotar lasdiferentes texturas y calidades que estos aportan a las impre-siones.

Por otra parte, la intervención en el espacio, utilizando elpiso, el techo, las ventanas y los paneles transparentes, reiterala idea de crear un cosmos diferente, un espacio totalmentedistinto del habitual en el cual se moverán las obras, esas «cria-turas de islas» creadas por los tres artistas, transformandototalmente el espacio expositivo para que el espectador seencuentre inmerso en este océano de aguas y cuerpos y formeparte a la vez, con el suyo, de esta gran instalación.

Eduardo Moltó

Alicia Candiani

Marely Becerra

Luisa MarisyCuba

Ilustración: Nelson Ponce

http://www.lajiribilla.cu/2005/n216_06/216_12.html

l oficio que distingue a Eduardo Moltó es el dediseñador. Definitivamente ha tomado el relevode aquella generación de artistas cubanos quedignificaron el diseño como una concepciónestética, más que publicitaria, y como platafor-

ma para una ruta experimental de carácter abierto, instrumen-tal. Estoy pensando en Frémez y Umberto Peña, en Raúl Martínezy Esteban Ayala, en Muñoz Bachs y Alfredo Rostgaard, en FélixBeltrán y Rolando de Oráa.

A quien más cercano encuentro con Moltó es a Frémez.Ambos pasaron de los trabajos promocionales a la concrecióndel diseño como objeto artístico para sí, aunque no en sí.

Esto no es un juego de palabras. Cuando Moltó (comoantes lo hizo y lo sigue haciendo Frémez) decidió operar demanera autónoma los códigos del diseño gráfico, no vaciló enaprovechar los nuevos recursos tecnológicos de su tiempo.

Los softwares de última generación, los materiales nove-dosos (por ejemplo, los policarbonatos) y los recursos audiovi-suales en boga no vienen a él para confirmar ese siempresospechoso up to date que deslumbra a curiosos y snob, sinocomo puertas que se entreabren para canalizar inquietudes,opiniones, conflictos y necesidades expresivas que a su vezretan el oficio del artista.

El diseño es eso, aunque parezca una verdad de Perogrullo:organizar formas, someter el espacio, orientar el sentido; dejarun mínimo resquicio al azar. Orden, claro está, no quiere decir,

Eduardo Moltó

en este caso, dictado, sino sugerencia, incitación, sensible pro-vocación, interrogación inteligente.

Al adentrarse ahora en el discurso del cuerpo humano,en la más llamativa exposición del VII Salón de Arte Digital,Moltó se decide por diseñar la anatomía, a partir del gesto yla pose; pero, al mismo tiempo, entiende al cuerpo comoportador de ideas, generador de conceptos, con lo que su-pera las instancias clásicas del llamado body art.

Ya el artista había hecho muy buenos tanteos en esesentido: la cubierta del disco de Sory, una novel cantantecubana fichada por el sello discográfico Bis Music, atempe-ra el entorno pop de la cantante al diseño corporal quesobre la piel de la artista se magnifica. Y en el interludio delvideo clip del tema «Lula», de Francisco Repilado (CompaySegundo), del disco Saludo Compay, del cantautor catalánJavier Grass (sello factoría Autor / SGAE, 2005), ajusta lastonalidades en blanco y negro, altamente contrastadas sobreel cuerpo de una modelo, a la atmósfera romántica del pianode Chucho Valdés.

¿Hasta dónde llegará la impronta gráfica de EduardoMoltó? La apuesta es infinita. En cualquier soporte y bajocualquier condición, el diseño impera en su trabajo artísti-co. Buena cosa para el arte cubano y para esa especialidadtan requerida de nuevos aires.

Fabián

Alfons

o

Cuba

Ilust

raci

ón: E

ric

http://www.lajiribilla.cu/2005/n216_06/216_31.html

En España acaba de aprobarse una ley autorizando el matrimonioentre homosexuales. Reglamentaciones similares se han aproba-do en muchas otras partes del mundo. Se ha ido aceptando, demanera creciente, las relaciones entre personas del mismo sexocomo parte de la conducta social normal en una sociedad moder-na. No deja uno de pensar que hace apenas 100 años un tribunalcondenó al desdichado Oscar Wilde por haber optado por la di-versidad sexual.Una infección en el oído le produjo una inflamación cerebral,causa directa de su muerte. Pese a los oprobios que se habíanacumulado en su contra, a su miseria física, a su marginalidad

social y a la execración que recibió, no perdió su buen humor ni su óptimo estado de ánimo,según refirió Bernard Shaw que lo visitara en su declinación. Se había exiliado en París tras elproceso que se realizó en su contra por su relación con Lord Alfred Douglas, y la acusación delpadre de este, el Marqués de Queensberry.

Fue hallado culpable de sodomía; pecado nefando, condenable por la ley en aquella épocavictoriana de estricta moral; cumplió dos años de trabajos forzados en la prisión de Reading,donde escribió su famoso De profundis. Wilde fue un gran triunfador por el ingenio demostra-do en sus comedias de costumbres que satirizaban a los medios sociales de su tiempo. Pero ni

su reputación pudo defenderle de un medio hostil que se escandalizó por su ostentación de loque otros practicaban en privado.

La mudanza de los tiempos es visible en el enfoque que ahora se da a la personalidad delescritor. Hay un nuevo resucitar de su obra, y el estudio de su ejecutoria se ha convertido enobjeto de culto. Muchos teatros, de diferentes ciudades, han montado obras de su repertorio.También se ha publicado un libro, La esposa del pederasta, una biografía novelada de ConstanceLloyd, con quien Wilde contrajo matrimonio y tuvo dos hijos.

Wilde desafió a la Inglaterra victoriana. Eran tiempos de expansión imperial, la flota realdominaba todos los mares y a las islas británicas se añadía el dominio sobre la India, Australiay Canadá, tres de los países más grandes del mundo. Aquella cristalización social estaba deseo-sa de respetuosidad. El comportamiento pomposo y ficticio de la elite no toleraba fisuras. Elenriquecimiento de una burguesía orgullosa de sí misma pretendía una institucionalidad queWilde no respetaba. El escritor predicaba un esteticismo chocante y gustaba de sorprender yescandalizar. Parte de su reputación la alcanzó por sus audacias. Al desembarcar en EE.UU. porprimera vez para una gira de conferencias, declaró en la Aduana que lo único que tenía quedeclarar era su talento.

Wilde provenía de una familia letrada. Su padre, Sir William, era un eminente cirujano, quetambién escribía, y publicó libros sobre arqueología, folklore y un estudio sobre Jonathan Swift.La madre era una poetisa cuyos estudios sobre los mitos y el folklore celta le otorgaron autori-dad académica en ese tema.

En El retrato de Dorian Grey, Oscar Wilde mezcló elementos de la novela gótica con eldecadentismo francés finisecular. Pero fueron sus obras de teatro las que le otorgaron popula-ridad y fortuna. Con El abanico de Lady Windermere, La importancia de llamarse Ernesto, Unmarido ideal y Una mujer sin importancia renovó las técnicas del teatro de boulevard francés yreformó el teatro social inglés.

La acusación de Queensberry, pese a la reconocida excentricidad del marqués, era la expresióncompartida de un rechazo colectivo. En nuestro siglo se ha producido una liberación de costumbresque permite a cada quien escoger la expresión sexual de su preferencia sin temor a represaliasdemasiado graves. Aún quedan algunos prejuicios, pero se van deshaciendo con rapidez. De habervivido en nuestra época, Wilde habría pertenecido a algún movimiento gay y habría desfilado,orondo y con orgullo, por las calles de Londres, junto a sus congéneres, libre de toda condena moral.

LisandroOteroCuba

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