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Hoja 3
INTRODUCCIÓN
La diferencia tiende a catalogarse como problema, deficiencia, carencia o dificultad. Pero en la escuela uno no es igual o desigual; uno es quien es.
José Contreras
De lo que quiero hablar es de lo que vivo, siento y pienso con respecto a este tema
de uno es quien es; de lo que mi experiencia me ha mostrado, provocado, eso sí, por ideas
y por personas concretas que me han hecho pensar, mirar y encontrar modos de nominar de
otra manera aquello que la realidad, también es; posibilitando ver en las situaciones
educativas lo que allí hay, lo que allí tiene de potente; o mejor lo que podía ser percibido,
visto, escuchado, sentido si dejáramos que las situaciones y las personas se mostraran, se
comunicaran desde sí y no desde mí.
Tener conciencia de las conceptualizaciones o desnudeces de nuestros
pensamientos tal vez nos permita darnos cuenta de lo que suponemos, lo que proyectamos,
de aquello que cuenta con una carga construida en la transmisión de las concepciones del
mundo que heredamos y que como tales se las imponemos no tan solo a lo que
consideramos de la realidad, sino a aquello que también damos en llamar realidad.
No hay dos iguales. Como educadores, creo que lo que tenemos que ver es el
mundo que es; y este mundo nos dice algo que toda madre sabe respecto de sus hijos: “no
hay dos iguales”.
Lo primero que quiero plantear de la igualdad es que es una idealización, hablar de
la igualdad es hablar de un mundo que no es, porque el lenguaje de la igualdad no
corresponde al mundo de lo educativo. En la distancia corta, la de la relación personal, la
que sostiene la práctica educativa, uno no es ni igual ni desigual; uno es quien es.
La mirada que se ha elaborado sobre las personas en educación desde la igualdad,
ya sea igualdad de partida (todos son o los considero iguales), de proceso (a todos los trato
igual) o de llegada (de todos pretendo lo mismo), afecta de una manera inadecuada a la
relación educativa, íntimamente lo sabemos. Lo que he dicho: esto es algo que sabe
cualquier madre en la relación con todos y cada uno de sus hijos. Y si miro a cada una y a
cada uno de mis estudiantes lo sé: la educación no es un problema de igualdad, sino de lo
adecuado a cada una o a cada uno.
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Considero que hay algo profundamente equivocado en lo que se viene planteando
bajo el epígrafe “atención a la diversidad”, porque lo que se ha dicho y propuesto no es la
atención a la singularidad de cada cual, la atención a lo nuevo que cada cual aporta por sí al
mundo (Rivera, 2000). Se ha dicho, más bien, que hay que atender a “la diversidad”. Y ello
parece referirse a un sector del colectivo del alumnado, el “diverso”, esto es, aquel que se
sale de lo previsto y estipulado, el que se desvía de la norma, de la normalidad (Skliar,
2000).
Resulta así que la diversidad es el colectivo de los que no encaja por alguna razón,
pudiendo ser las minorías étnicas, de quienes tienen dificultades o retrasos en el
aprendizaje, de los conflictivos en el aula, de quienes pertenecen a sectores sociales
“desfavorecidos” o, de los “discapacitados“. En esta posición atender a la diversidad es
atender a quienes tienen problemas en la escuela, o dicho de otra manera, a quienes dan
problemas en la escuela (de forma que el problema que se visibiliza es el que “da
problemas”, y no otros, porque problemas, en la escuela, todos pueden tenerlos, cada uno
los suyos); atender a quienes, no ajustándose a las exigencias de la institución, se dice que
tienen problemas porque crean problemas.
Reconocer a la escolarización y la escuela como un producto de la modernidad que
permitió la constitución de sujetos pedagógicos nos habilita a volver a pensar en la
constitución social del otro: el diferente, y reconocer en este proceso la fundamentación de
la necesidad de homogeneizar como tarea de la escuela bajo un mandato social para ello.
Los diversos son, por tanto, “los otros”, esto es, los que no son como nosotros. El
diferente es el que no es igual… a nosotros. Este “nosotros” se convierte en modelo, en el
punto desde el cual establecer la comparación y la diferencia, lo que responde
innegablemente a visiones ya constituidas socialmente como patrones de normalidad.
En tanto una percepción íntima me dice que nadie es igual a mí, o en reciprocidad
que yo no sería igual a nadie, pero si digo de alguien que no es igual a “nosotros”, me
incluyo bajo un colectivo normalmente poco explicitado en sus rasgos, que se concibe como
normalidad que hay que extender y conseguir para todos, o que es necesario distinguir o
reconocer en su exclusión (o en su dificultad y deficiencia) para algunos.
El “nosotros” es la normalidad de la igualdad deseable y “los otros” son además
concebidos bajo categorías que los engloban en colectivos de pertenencia: los otros son los
que conforman a las minorías, pudiendo ser estas étnicas (a algunas, las que asociamos a
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pobreza o a inferioridad cultural; nombramos la diferencia para hablar de mapuches, tobas,
wichis, pero no de pueblos originarios, para hablar de chinos, pero no de japoneses), son los
hijos de familias desestructuradas, son los hiperactivos.
El otro, el diferente, el que no es como yo (como nosotros), es alguien que pertenece
a un colectivo de diferencias/deficiencias: gitano, síndrome de Down, o bien tiene un nivel
retrasado para su edad, o pertenece a una familia de escasas condiciones socioculturales. Y
entonces, descritos bajo una categoría que los particulariza como poseedores de unos
atributos que pertenecen a un colectivo (por tanto, que los colectiviza), pierden su
singularidad personal, esto es, pierden, bajo esa mirada, quienes son por ejemplo al utilizar
la expresión: los bolivianos.
Aceptar que el orden institucional en la escuela (orden escolar) es una construcción
cultural y que como tal las clasificaciones, diagnósticos y tratamientos (psico) pedagógicos
no son independientes de las clasificaciones y jerarquías que introduce el orden social, la
mirada diagnóstica es una mirada institucionalmente situada, pero que se ciega ante la
institución en su singularidad de educativa.
De este modo, sitúa la diferencia/deficiencia como definición de a-normalidades del
individuo por su adscripción a categorías patológicas o de extrañeza social, pero no como
categorías que den cuenta del marco social o institucional en el que aparecen las no-
normalidades problemáticas.
La escuela distribuye al alumnado según supuestos de edad, referente de igualdad y
homogeneidad; la psicopedagogía tiene que documentar tanto el supuesto (las criaturas son
iguales a una misma edad), como la manifiesta negación diaria del mismo (la escuela está
llena de conflictos que deben resolverse por los “desajustes” que manifiestan niños y niñas
con relación a la definición que se hizo de ellos y de su localización institucional por su
edad) (Lloret, 1997).De la misma forma que está continuamente argumentando que niños y
niñas distribuidos en grupos de la misma edad “se socializan”, a la vez que hay que atender
a los problemas de socialización que se generan por la incapacitación para la convivencia
entre niños de diferente edad. O se tiene que estar siempre argumentando los contenidos y
los aprendizajes que corresponden a “una” edad, a la vez que atendiendo a los problemas
del alumnado, a retrasados y a adelantados, a los que necesitan atención específica
(¡“refuerzo”!), a los que no siguen, a los que no les interesa, a los desmotivados, a los que
no atienden, a los nerviosos, a “los de integración”, etc. Es decir, prácticamente a todos. A
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todos los que contravienen el orden institucional, psicopedagógicamente sostenido en su
justificación y en su acción de remedio.
Bajo este proceso de modelización, lo que se pierde es que no hay dos iguales.
Desde el principio la lección es clara: no hay dos iguales, ni siquiera por edad como atributo
temporal testimoniable y sin embargo se les quiere tratar como iguales para obtener algo
semejante de todos. La propia institución se ha ido organizando con esa ilusión de igualdad
y el cansancio del enseñante, entre otros, es la lucha por mantener esa ilusión ante el
desmentido constante. Y como sabe que no son iguales pero cree saber lo que son o cómo
son (y, si no, eso es lo que reclama al experto: que le diga cómo son y cómo tratarlos),
entonces quiere verlos según la diferencia que les define para tratarlos con respecto a ella,
para normalizarlos, para hacerlos iguales.
Necesitamos, por tanto, educar la mirada, mirar de otro modo, para ver la posibilidad,
junto con lo que es, con lo que se manifiesta. Si, como ha escrito Milagros Rivera (2000), “lo singular es lo nuevo que aporta al mundo común cada criatura humana que nace”,
nuestra mirada tiene que estar sensible a percibir esa singularidad: la de toda persona y
también la de cada relación con cada una.
Pero necesitamos también aquella comunicación en la que se expresa; aquella
relación en la que se habla y actúa y no en lo que se esconde, el hacer docente se resuelve
buscando la comunicación que pone en juego verdades, tanto del docente como las de los
estudiantes.
“Los niños, esos seres extraños de los que nada se sabe, esos seres salvajes que no entienden nuestra lengua” (J. Larrosa).
La infancia es algo que nuestros saberes, prácticas e instituciones ya han capturado:
algo que podemos explicar y nombrar, algo sobre lo que podemos intervenir, algo que
podemos acoger. Así, la infancia no es otra cosa que el objeto de estudio de un conjunto de
saberes más o menos científicos, la presa de un conjunto de acciones más o menos
controladas, o el usuario de un conjunto de instituciones más o menos adaptadas a sus
necesidades y demandas. Infancia explicada por nuestros saberes, sometida por nuestras
prácticas, capturada por nuestras instituciones.
Sin embargo, y al mismo tiempo, la infancia es lo otro: lo que siempre, más allá de
cualquier intento de captura, inquieta la seguridad de nuestros saberes, cuestiona el poder
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de nuestras prácticas y abre un vacío en el que se abisma el edificio bien construido de
nuestras instituciones de acogida.
La infancia entendida como algo otro no es lo que ya sabemos, pero tampoco lo que
aún no sabemos (lo que aún no sabemos es lo que se deja medir y anunciar por lo que ya
sabemos). La infancia como algo otro no es lo que ya hemos sido capaces de someter a la
lógica de nuestras prácticas e instituciones, pero tampoco es lo que aún no pudimos
someter (lo que todavía se nos resiste, justifica nuestro poder y no lo cuestiona). Todos
trabajan para reducir lo que aún hay de desconocido en el niño y someter lo que aún hay en
él de salvaje.
La otredad de la infancia no significa que los niños todavía se resistan a ser
plenamente apropiados por nuestros saberes, prácticas e instituciones, es algo mucho más
radical: su absoluta heterogeneidad respecto a nosotros y a nuestro mundo, su absoluta
diferencia. Inquieta lo que sabemos, suspende lo que podemos, pone en cuestión los
lugares que hemos construido para ella. Nos lleva a una región en la que no rigen las
medidas de nuestro saber y de nuestro poder. En tanto que encarna la aparición de la
alteridad, la infancia no es nunca lo que sabemos (es lo otro de nuestros saberes), sin
embargo es portadora de una verdad que debemos ponernos en disposición de escuchar;
no es nunca la presa de nuestro poder (es lo otro que no puede ser sometido), pero al
mismo tiempo requiere nuestra iniciativa; no está nunca en el lugar que le damos (es lo otro
que no puede ser abarcado), pero debemos abrir un lugar que la reciba. Eso es la
experiencia del niño como otro: el encuentro con una verdad que no acepta la medida de
nuestro saber, con una demanda de iniciativa que no acepta la medida de nuestro poder, y
con una exigencia de hospitalidad que no acepta la medida de nuestra casa.
La escuela como fruto de la modernidad, aun la lleva en su seno, poder
comprenderla como construcción cultural que es una de las tareas de la formación de
quienes en ella trabajamos, desentrañar su sentido, sus prácticas, sus discursos y las
representaciones que portamos, podrían hacer de ella un espacio para ser habitado en
tiempos de postmodernidad.
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CLASE I
TRANSFORMACIONES SOCIOCULTURALES EN LOS INICIOS DEL SIGLO XXI
La Modernidad y sus construcciones discursivas. La Postmodernidad y la tarea de
poner lo heredado bajo sospecha. La construcción de la mirada del otro: alteridad y
multiculturalismo.
“la alteridad del otro permanece como reabsorbida en nuestra identidad y la refuerza todavía más; la hace, si es posible, más arrogante, más segura y más satisfecha de sí misma. A partir de este punto de vista, el loco confirma nuestra razón; el niño, nuestra madurez; el salvaje, nuestra civilización; el marginado, nuestra integración; el extranjero, nuestro país; el deficiente, nuestra normalidad". Larrosa y Pérez de Lara (1998):
Travestismo Discursivo: Considerado en sentido amplio, el travestismo implica una
parodia de las convenciones y el discurso una serie de palabras y frases usadas para
manifestar lo que se siente, piensa o quiere. Por lo tanto travestismo discursivo es la
exposición disfrazada, encubierta sobre un asunto hecha en público a fin de enseñar y/o
persuadir.
Tolerancia: actitud y comportamiento, individual, social o institucional, caracterizado por la
consciente permisividad hacia los pensamientos y acciones de otros individuos, sociedades
o instituciones, pese a que los valores morales o éticos de aquéllos no coincidan, o incluso
desaprueben, los de éstos. La tolerancia se puede manifestar prácticamente en todas las
actividades humanas, pero muy especialmente en los aspectos religiosos, culturales,
políticos y en las relaciones de género. Los principales actores y receptores de la tolerancia
(en su recíproca esencia, tolerar y ser tolerado) son el individuo y el Estado.
En principio, tolerancia es un concepto muy relacionado con el de libertad. Es por ello que
las ideologías más vinculadas a él históricamente hayan sido el liberalismo, garante de
todas las libertades individuales?
Cultura: conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos,
que caracterizan a una sociedad o grupo social en un periodo determinado.
El término ‘cultura’ engloba además modos de vida, ceremonias, arte, invenciones,
tecnología, sistemas de valores, derechos fundamentales del ser humano, tradiciones y
creencias. A través de la cultura se expresa el hombre, toma conciencia de sí mismo,
cuestiona sus realizaciones, busca nuevos significados y crea obras que le trascienden.
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Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. |
Diversidad: Variedad, desemejanza, diferencia. Abundancia, copia de gran cantidad de
“varias cosas distintas”. Abundancia relativa de las especies presentes.
Sujeto: Persona innominada; frecuentemente cuando no se quiere declarar de quién se
habla, o cuando se ignora su nombre.
Espíritu humano, considerado en oposición al mundo externo, en cualquiera de las
relaciones de sensibilidad o de conocimiento, y también en oposición a sí mismo como
término de conciencia.
El travestismo discursivo parece ser una marca de la época que con la misma
celeridad de los cambios tecnológicos, los discursos sociales se arropan con nuevas
palabras que se acomodan sin conflicto a las intenciones de los enunciadores de turno. Los
autores discuten tres versiones sobre la diversidad:
"el otro como fuente de todo" mal,
"el otro como sujeto pleno de un grupo cultural" y
"el otro como alguien a ser tolerado"
y analizar las implicancias de cada una de ellas en el lenguaje escolar amplia el
horizonte desde el cual pensar la educación.
¿Será cierto que "todo lo sólido se desvanece en el aire"? ¿Será cierto que nuevas
retóricas son nuevos discursos, otros modos de nombrar? ¿Que por ejemplo el llamado a la
tolerancia viene a quebrar una historia construida sobre la violencia hacia el otro? ¿Que el
multiculturalismo supone un diálogo entre las diferencias, una convivencia apacible,
armónica, la desintegración de los conflictos en la cultura?
Poner en cuestión las miradas heredadas y los discursos construidos sobre nuestras
prácticas sociales, entre ella la educación, requiere de un máximo esfuerzo que nos permita
poner en suspenso ciertas retóricas sobre la diversidad y sugerir que se trata en ocasiones,
de palabras blandas, eufemismos, que al usarlas tranquilizan nuestras conciencias o
levantan la ilusión de pensar que asistimos a profundas transformaciones culturales
simplemente porque nos arropamos con palabras de moda.
La cuestión es interrogarnos sobre nuestras representaciones acerca de la alteridad,
los estereotipos que nos convierten en aliados de ciertos discursos y prácticas culturales tan
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políticamente correctas, como sensiblemente confusas a fin de habilitar la palabra, la
mirada, los discursos, el emerger de otras prácticas que construyan una convivencia desde
el lugar de un ser humano portador de humanidad en la búsqueda del encuentro con el otro,
a partir del cual poder recuperar la mirada, el deseo y el decir de sí mismo. En esta
deconstrucción invocaremos a algunas expresiones para conferir entidad teórica a la tarea
de formar en y para la posmodernidad, a saber:
“Cuando la memoria o los medios nos recuerdan "holocaustos", “dictaduras” o se
inmiscuyen en nuestro ámbito de tranquilidad hogareña con los "fantasmas" que retornan
recordándonos que el nazismo o neo nazismo no terminó con la muerte de su ideólogo, nos
horrorizamos y porque no, activamos otras dimensiones de una memoria muchas veces
adormecida en un mundo empapado de pragmatismo. Movimiento de evocación que lejos
de ser considerado poca cosa nos impulsa a la construcción de interrogantes ¿cómo es
posible que los tiempos actuales alberguen sin conflicto, discursos y prácticas, en
apariencia, opuestos?
No seríamos justos si creyésemos que el odio al extranjero es igual a la tolerancia o
que la aceptación del multiculturalismo es igual a dividir el mundo humano en culturas
legítimas por un lado y bárbaras por el otro. Pero tampoco estaríamos en lo cierto si
equiparáramos el sentido de las diferencias con las leves pluralidades, las ligeras
diversidades que apenas si cuestionan la hegemonía de la normalidad”.
Mediante los discursos de la modernidad sobre la diversidad, intentaremos recorrer
las distintas formas en que la diversidad ha tenido lugar en el pensamiento moderno y aún
postmoderno y lo haremos intentando pensar sus correlatos en el sistema educativo, para
ello tomaremos de Silvia Duchastky prestando la expresión de poner LA DIVERSIDAD
BAJO SOSPECHA, dado que la presencia de la diversidad es una construcción que puede
dar cuenta de los fines de la promesa del paradigma moderno y las herencias que el mismo
nos ha dejado en estos tiempos, caracterizados por la complejidad y la incertidumbre.
A fin de hacer comprensible la afirmación explicitada necesitamos develar esa forma
de mirar en el contexto en que se consolida como tal, por ello un recorrido por las
construcciones historizadas durante la modernidad nos posibilitara su comprensión,
interrogarnos sobre el siglo XX y sus concepciones habilitará la mirada centrada en las
representaciones y sus potencialidades de construcción de subjetividad para pensar nuestra
contemporaneidad.
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A este fin convocamos a una mirada reflexiva por tres de sus formas en que la
diversidad ha sido enunciada, configurando los imaginarios sociales sobre la alteridad: "el otro como fuente de todo mal", "el otro como sujeto pleno de un grupo cultural", "el otro como alguien a tolerar".
Versión 1. “El otro como fuente de todo mal”
El otro diferente funciona como el depositario de todos los males, como el portador de
las "fallas" sociales. Este tipo de pensamiento supone que la pobreza es del pobre, la
violencia del violento, el fracaso escolar del alumno, la deficiencia del deficiente.
Hobsbawm (1998): ¿Será demasiado contundente afirmar que el "otro como fuente de
todo mal", signó el modo predominante de relación social durante el siglo XX? Desde su
mirada de historiador inglés nos señala que este ha sido el siglo más mortífero de la historia
no sólo a causa de la envergadura de los conflictos bélicos, sino por los genocidios
sistemáticos (matanzas étnicas, apartheid, dictaduras).
Darnos cuenta de cómo la propia civilización desplaza la violencia externa a la
coacción interna mediante la regulación de costumbres y moralidades y no tan sólo en la
eliminación física como acto expulsor es tomar conciencia que a la regulación hay que
analizarla en el contexto del aumento de las cadenas sociales de interdependencia
(Elias1987) pero también en el marco de los dispositivos de construcción de sujetos y
regímenes de verdad (Foucault, 1990).
La modernidad construyó varias estrategias de regulación y de control de la alteridad
que sólo en principio pueden parecer sutiles variaciones dentro de una misma narrativa,
entre ellas podemos reconocer a la demonización del otro, o su transformación en sujeto
"ausente". Es en la ausencia de las diferencias al pensar la cultura donde se produce la
delimitación y limitación de sus perturbaciones; su invención, para que dependa de las
traducciones "oficiales"; su permanente y perversa localización del lado de afuera y del lado
de dentro de los discursos y prácticas institucionales establecidas, vigilando
permanentemente las fronteras; su oposición a totalidades de normalidad a través de la
lógica binaria; su inmersión en el estereotipo; su fabricación y su utilización, para asegurar y
garantizar las identidades fijas, centradas, homogéneas, estables.
En las formas de narrar la alteridad encontramos las formas de representación que
diluyen conflictos y delimitan los espacios por donde transitar con relativa calma. El lugar
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que crea la representación de los otros está atravesada, por una búsqueda permanente de
eufemismos, mejores (o peores) formas de denominar a la alteridad. Sin embargo, esas
formas no son neutras ni opacas y generan consecuencias en la vida cotidiana de esos
otros. La representación es un sistema de significación que da inteligibilidad al mundo y que
es producida dentro de relaciones de poder por medio de mecanismos de delegación (quién
tiene el derecho de representar a quién) y de descripción (cómo los diferentes grupos
culturales son presentados).
El problema de la representación no está limitado a una cuestión de denominación de
la alteridad, sino que hay sobre todo una regulación y un control de la mirada que define
quiénes son y cómo son los otros. Visibilidad e invisibilidad constituyen en esta época
mecanismos de producción de la alteridad y actúan simultáneamente con el nombrar y/o
dejar de nombrar.
En este sentido es interesante la idea de Griselda Pollok (1994) acerca del "llamado a
la visión" que la representación impone, esto es, una relación social ejercida a través de
manipulaciones específicas de espacios y cuerpos imaginarios para el beneficio del mirar
hacia el otro.
La alteridad tiene un carácter imprevisible y por lo tanto, peligroso por cuanto las
diferencias culturales suelen ser mejor explicadas en términos de trazos esenciales y
considerados como constitutivos de la naturaleza humana.
Con este fin de nombrar, visibilizar o invisibilizar la modernidad estableció una lógica
binaria a partir de la cual denominó e inventó de distintos modos el componente negativo
definido como lo marginal, indigente, loco, deficiente, drogadicto, homosexual, extranjero,
etc. Esas oposiciones binarias sugieren siempre el privilegio del primer término y el otro,
secundario en esa dependencia jerárquica, no existe fuera del primero sino dentro de él,
como imagen velada, como su inversión negativa.
La lógica binaria actúa, de acuerdo con Rutherford (1990) como si se rompiera y
proyectase: el centro expulsa sus ansiedades, contradicciones e irracionalidades sobre el
término subordinado, llenándolo con las antítesis de su propia identidad. El otro simplemente
refleja y representa aquello que es profundamente familiar al centro, pero proyectado para
fuera de sí mismo. Por ello, cuando los binarismos son identificados culturalmente, el primer
término siempre ocupa, como dice Mac Cannel (1989) la posición gramatical del "él", pero
nunca del "yo" o de "tú", construyendo en la modalidad enunciativa su posición de privilegio.
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Consideramos a la cultura, de acuerdo con Bhabha (1994) como un territorio de
diferencias que precisa de permanentes traducciones, el problema crucial es quien traduce a
quién y a través de qué significados.
Volviendo al discurso de la modernidad también encontramos otra cuestión
significativa y es su concepto de fijación en la construcción e invención de la alteridad; es un
modo de representación, paradojal que supone rigidez y un orden inmutable, pero al mismo
tiempo también desorden, azar y degeneración, dando ligar al estereotipo como una de
sus principales estrategias discursivas; que acaba siendo una modalidad de conocimiento e
identificación que vacila entre aquello que está siempre en un lugar ya conocido (esperado)
y algo que debe ser ansiosamente repetido. Es esta ambivalencia, en opinión de Bhabha
(1994) lo que permite su eficacia y validez, por cuanto garantiza su repetición en coyunturas
históricas y discursivas por completo diferentes. Este fenómeno centra sus estrategias de
individuación y marginalización; produce aquel efecto de verdad probabilístico y predictivo
que siempre debe ser excesivo, para aquello que puede ser demostrado empíricamente o
explicado lógicamente.
La alteridad, para poder formar parte de la diversidad cultural "bien entendida" y
"aceptable", debe desvestirse, des-racializarse, des-sexualizarse, despedirse de sus marcas
identitarias, ser como los demás. De acuerdo con Stam y Shohat (1995) el estereotipo no es
una actitud psicológica ingenua, sino que contiene formas opresivas que permite un control
social eficaz y produce una devastación psíquica sistemática en la alteridad.
Necesitamos del otro, aunque asumiendo cierto riesgo, pues de otra forma no
tendríamos como justificar “que somos”, nuestras leyes, las instituciones, las reglas, la ética,
la moral y la estética de nuestros discursos y nuestras prácticas. Necesitamos del otro para,
en síntesis, poder nombrar la barbarie, la herejía, la mendicidad, etc. y para no ser, nosotros
mismos “esos”, bárbaros, herejes y mendigos, por ello la estrategia según la cual la alteridad
es utilizada para definir mejor el territorio propio prohíbe formas híbridas de identidad,
desautoriza aquello que pretende el cambio y niega la usurpación del lugar que corresponde
a la normalidad.
Zizek (1998), pensador contemporáneo esloveno, quien analiza el ejemplo del judío
para mostrar cómo se despliega la fantasía ideológica de creer que allí afuera de lo social en
algún particular se funda “todo el problema". El truco del antisemitismo, dice, consiste en
desplazar las problemáticas sociales económicas, políticas, culturales a un conflicto entre la
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sociedad, concebida como un todo armónico, y el judío, una fuerza extraña que corroe la
estructura de la sociedad. ¿Qué hizo Hitler, se pregunta Zizek, para explicar a los alemanes
las desdichas de la época, la crisis económica, la desintegración social? Lo que hizo fue
construir un sujeto aterrador, una única causa del mal que tira de los hilos detrás del
escenario y precipita toda la serie de males.
¿Y qué se hizo más tarde con la homosexualidad sino acaso depositar ahí el origen de
todos los conflictos morales? ¿Y qué es oponerse a la legalización del divorcio sino
ahuyentar la disolución de la familia burguesa? ¿Y qué significa prohibir a una niña chilena,
como sucedió en una provincia argentina y probablemente en tantos otros lugares, que sea
abanderada sino ver en el extranjero la contaminación de la pureza de la patria? O ¿qué
otra cosa que depositar en el otro todo el mal, supone el rechazo a los "de afuera" cuando
se trata de defender las fuentes de trabajo locales?
Este tipo de operaciones consiste en licuar, disolver la heterogeneidad de lo social
condensando en una figura una serie de antagonismo de tipo económicos, políticos,
sociales, morales. Como si el hecho de nombrar un componente amenazador nos alejara de
la perplejidad que nos provocan las miserias terrenales. La simple evocación de un culpable
provee una sensación de orientación en tanto reduce a un objeto la complejidad de los
procesos de constitución de lo social y de las experiencias humanas.
Esta operación ideológica funcionaría disimulando una incongruencia que es
constitutiva de toda estructura social. A su turno el judío, el extranjero, el drogadicto, el
homosexual, el pobre, aparecen encarnando la imposibilidad estructural de la sociedad. El
problema es que la sociedad no está incapacitada de alcanzar su plena identidad a causa
de los judíos, paraguayos, gitanos, negros, etc. Lo que se lo impide es su propia naturaleza
conflictiva.
Si invirtiéramos esta lógica podríamos formular que la negatividad, el componente
disonante no está en un sujeto, portador de un atributo esencialista, ni siquiera es
necesariamente un disvalor, lo negativo es aquello que irrumpe para dislocar la aparente
normalidad. Por lo tanto los antagonismos, situacionales y contingentes, no se originan en
ningún exterior social, más bien expresan posiciones discursivas en conflicto.
En educación este mito constituyó un pilar fundacional de allí que Sarmiento creyó que
era la barbarie el origen del drama argentino y las acciones llevadas a cabo fueron desde la
eliminación física de gauchos y aborígenes hasta la constitución de sujetos civilizados,
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poblando el sistema educativo de oposiciones binarias, colocando de un lado lo deseable, lo
legítimo y del otro lo ilegítimo.
La promesa educativa en tiempos de modernidad pretendió eliminar lo negativo,
reencauzándolo: despojando de palabra al chico conflictivo, al "mal" alumno, al "mal"
hablado, devaluando el lenguaje no oficial, rechazando estilos de vida diferentes,
desautorizando la duda, juzgando de irrespetuoso al que cuestiona la autoridad, etc., etc.
En educación "el otro como fuente de todo mal "asumió distintas formas a lo largo de
la historia, expresamente violentas o subrepticiamente excluyentes, pero todas implicaron un
intento por descartar el componente negativo, es decir esa expresión que no es idéntica a la
conocida y deseada. El sentido común se tornó indeseable frente al pensamiento elaborado,
la metáfora, sólo artificio del lenguaje frente a la rigurosidad explicativa de la deducción, la
emoción devaluada frente a la razón, la emoción reprimida frente al decoro de las formas
correctas de comunicación, la estética mera apariencia frente a la solidez certera de la
racionalidad, la sexualidad pecaminosa frente a la mirada juiciosa de la moral.
Versión 2: “Los otros como sujetos plenos de una marca cultural”
Para esta perspectiva las culturas representan comunidades homogéneas de
creencias y estilos de vida. El estudio de las culturas primitivas dio origen al mito del
arquetipo cultural que sostiene que cada cultura se funda en un patrón que otorga sentido
pleno a la vida de todos sus miembros como si se tratara de redes perfectamente tejidas
que todo lo atrapan. Este mito de la consistencia cultural supone que todos los negros viven
la negritud del mismo modo, que los musulmanes experimentan una única forma cultural,
que las mujeres viven el género de manera idéntica. En pocas palabras, que cada sujeto
logra identidades plenas a partir de únicas marcas de identificación, como si acaso las
culturas se estructuraran independientemente de relaciones de poder y jerarquía.
El mito de la consistencia interna supone que cada cultura es armoniosa, equilibrada,
auto satisfactoria. En ella nada carece de significado espiritual, ningún aspecto importante
del funcionamiento general aporta consigo una sensación de frustración, de esfuerzo mal
encaminado. Esta idea descansa en el supuesto de que las diferencias son absolutas,
plenas y que las identidades se construyen en únicos referentes ya sean étnicos, de género,
de raza, de religión, etc.
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En este contexto, la diversidad cultural pasa a ser un objeto epistemológico, una
categoría ontológica; supone el reconocimiento de contenidos y costumbres culturales
preestablecidas exentas de mezcla y contaminación.
Para Bhabha (1994) la diversidad cultural es también la representación de una
retórica radical de separación de culturas totalizadas, a salvo de toda intertextualidad,
protegidas en la utopía de una memoria mítica de una identidad estable. Este autor articula
una distinción importante entre diversidad y diferencia, critica la noción de diversidad cuando
es usada dentro del discurso liberal para referir la importancia de las sociedades plurales y
democráticas y afirma que junto con la diversidad sobreviene una "norma transparente",
construida y administrada por la sociedad que "hospeda", que crea un falso consenso, una
falsa convivencia, una estructura normativa que contiene a la diferencia cultural: "la
universalidad, que paradójicamente permite la diversidad, enmascara las normas
etnocéntricas".
Lo que persiste en el mito de la consistencia interna es la idea de la coherencia
lógica mediante la cual puede imponerse un orden ideacional al caos de la experiencia y un
consenso causal según el cual habría éxito en los intentos de ordenar a los sujetos en la
persecución de ciertos ideales.
Claudia Briones (1996), antropóloga argentina, se pregunta si es válido colapsar
distintas formas de diferencia en un concepto, como el de etnicidad, género o raza. ¿"No
sería más interesante hablar de etnias o culturas como formas, procesos de marcación y no
cualidades ontológicas?"
No hay nada irreductible que haga de los grupos sólo razas o etnias; son los
procesos de comunalización los que operan mediante patrones de acción configurando los
sentidos de pertenencia de los sujetos, al tiempo que proclaman las diferencias con los otros
funcionan silenciando distinciones y conflictos internos. Esta postura radicalizada llevaría a
exagerar la otredad o a encerrarla en pura diferencia y de este modo permanecerían
invisibles las relaciones de poder y conflicto y se disolverían los lazos vinculantes entre
sujetos y grupos sociales. Este mito de la consistencia interna de las culturas, alimenta el
discurso actual multiculturalista.
El multiculturalismo se levanta contra las posiciones homogeneizadoras
reivindicando no sólo la inconmensurabilidad de las culturas según patrones universales
sino los derechos plurales no previstos por las narrativas totales. En este sentido es
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innegable la posibilidad de abrir el pensamiento producido por la modernidad mediante la
restitución de interrogantes que no fueron formulados aun.
El problema se suscita cuando las diferencias son consideradas como entidades
cerradas, esencialmente constituidas, produciendo una posición que inhabilita el diálogo
cultural en tanto escenario de disputa y se disuelven los escenarios de constitución de
identidades plurales.
Siguiendo a Zizek (1998): "la insistencia en el multiculturalismo entendido como la
coexistencia híbrida y mutuamente intraducible de diversos mundos de vida culturales puede
interpretarse también sintomáticamente como la forma negativa de la emergencia de su
opuesto, de la presencia masiva del capitalismo como sistema mundial universal".
El carácter paradójico del multiculturalismo es el de hacer caer a la modernidad en su
propia trampa al reclamarle, lo que ella debe. La modernidad queda así presa de si misma y
el multiculturalismo es, en este sentido, uno de los reflejos más significativos de su crisis.
¿No será entonces su respuesta políticamente correcta a la desigualdad, a las
exclusiones, a los genocidios, etc.? Será el multiculturalismo una manera elegante que la
modernidad desarrolló para confesar su brutalidad colonial?
Nuevamente Zizek (1998.) expresa: "Y, desde luego, la forma ideal de la ideología de
este capitalismo global es la del multiculturalismo, esa actitud que -desde una suerte de
posición global vacía- trata a cada cultura local como el colonizador trata al pueblo
colonizado: como nativos, cuya mayoría debe ser estudiada y respetada cuidadosamente.
En otra palabras, el multiculturalismo es una forma de racismo negada, invertida,
autorreferencial, un racismo con distancia: respeta la identidad del otro, concibiendo a este
como una comunidad auténtica cerrada, hacia la cual él, el multiculturalismo mantiene una
distancia que se hace posible gracias a su posición universal privilegiada".
A fin de abrir una perspectiva de análisis es interesante, en ese sentido, la distinción
que presenta Teixeira Coelho (1999) entre multiculturalismo como resultado y como
proceso, el primero es un caso de acción cultural, un dato que revela la coexistencia de
culturas diferentes, mientras que el segundo es una derivación de la fabricación cultural,
paternalista, autoritario, discriminatorio y totalitario: pretende establecer un paralelismo
cultural allí donde no existe y crear un débil mecanismo de compensación por las injusticias
y asimetrías de poder pasadas. Busca la superación entre culturas antagónicas, un borrar
Hoja 18
de las fronteras, un neoiluminismo, una especie de convergencia simbólica, el Black and
White de Michael Jackson, como afirma Coelho.
El multiculturalismo conservador abusa del término diversidad para encubrir una
ideología de asimilación. Así, los grupos que componen ese bálsamo tranquilizante que es
la cultura, son generalmente considerados como agregados o como ejemplos que matizan,
dan color a la cultura dominante. Entendido de esa forma, el multiculturalismo puede ser
definido, simplemente, como la autorización para que los otros continúen siendo "esos otros"
pero en un espacio de legalidad, de oficialidad, una convivencia "sin remedio".
Una pregunta inquietante permanece en la construcción de la idea de
multiculturalismo y ella es: ¿quiénes son los otros en la representación multicultural? Esta es
una pregunta crucial en una época donde las identidades ya no se construyen de una vez y
para siempre sino que se fragmentan, se multiplican y se hacen móviles (y no tan sólo en
relación a una conciencia de oposición a la identidad oficial).
La respuesta a este interrogante no parece ser muy clara. Pero es posible suponer
que los otros no son todos los otros, sino algunos otros. Se ha instalado un proceso de
fragmentación de la alteridad, que mucho tiene que ver con lo que algunos autores llaman
de "multiculturalismo empresarial", tal vez un nuevo maquillaje de la lógica del mercado. La
alteridad, nuevamente, es recategorizada y sub-dividida en categorías hasta ahora
desconocidas. Algunos otros se acercan, algunos otros se alejan cada vez más. El circuito
de la cultura recibe con beneplácito a la alteridad consumista y productiva. Y vigila a los
mendigos, a los niños de la calle, la prostitución, los deficientes, quienes continúan siendo
expulsados del territorio de la alteridad multicultural.
El discurso multicultural conservador sobre la alteridad provoca así, una frontera de
exilio para algunos de esos otros que no son prestigiosos, que continúan siendo miserables,
que serán siempre cuerpos y mentes oscuras e incompletas.
En el campo educativo la entrada del multiculturalismo es reciente dado que el
pensamiento etnocéntrico colonizador ha funcionado devaluando las otras narrativas y
produciendo una gramática escolar fuertemente disciplinadora y homogeneizante.
No obstante podemos señalar que su entrada presenta una doble impronta. Por un
lado se trata de una entrada folklórica - caracterizada por un recorrido turístico de
costumbres- y escolarizada que convierte a la diversidad cultural en una efemérides que
engrosa la lista de los festejos escolares. Por otro lado, la reivindicación del localismo como
Hoja 19
retórica legitimadora de la autonomía institucional pasa a ser otro modo de traducción
educativa del discurso multiculturalista. El supuesto cultural relativista del cada cual según el
cristal con que se mire, es aquí cada escuela según sus disponibilidades, condiciones
institucionales y capacidad de gestionar los riesgos de la competitividad.
Sería más apropiado, en virtud de lo que ya ha sucedido en los Estados Unidos, en
algunos países europeos y en América Latina, hablar de formas plurales, polimorfas,
políticamente discrepantes, discursivamente refractarias de educación multicultural.
Esto ocurre, justamente, por las discrepancias de interpretación existentes acerca de
la alteridad, de las representaciones y de las concepciones de cultura en los proyectos
pedagógicos. Así, parece posible incluir en la educación multicultural tanto los procesos de
asimilación de las minorías a la cultura "oficial" como los contenidos de naturaleza anti-
racistas y anti-sexistas.
Del mismo modo, podríamos entender por educación multicultural, simplemente, una
reflexión sobre la presencia de las minorías en las escuelas y una expresión conflictiva de
las distancias entre cultura escolar y cultura regional o local.
En general, en su versión débil o fuerte, los programas de educación multicultural
operan siempre a partir de un doble mecanismo: la idea de "respeto" hacia la cultura de
origen, en una suerte de marca de fatalidad y la de "integración" en la cultura huésped. Es
en esa duplicidad donde ocurren los conflictos permanentes entre mayoría y minoría, lengua
oficial y lengua del alumno, "alta" y "baja" cultura.
¿Será que la educación multicultural es sólo una enunciación del conflicto? O un
intento por encontrar en las descripciones conservadoras las soluciones a los conflictos?
¿Se trata de agotar la descripción de la diversidad en la visibilidad del diferente dentro del
aula? ¿Un aula políticamente correcta, con algún negro, algún deficiente; algún gitano? Las
diferentes formas que asume la educación multicultural son las diferentes formas de
responder esas preguntas:
…Una de ellas, cimentada en la lógica del capital humano, supone que la educación
es la inmersión necesaria para que todos, aún los “naturalmente privados de cultura"
adquieran habilidades útiles para su empleabilidad.
Es éste el multiculturalismo empresarial, dentro del cual las escuelas juegan el papel
de meros instrumentos de competitividad, territorios de conformidad con los códigos de
integración dominantes.
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Una escuela, por otro lado, que es incapaz de profundizar en las culturas y en las
lenguas de los alumnos que componen la alteridad escolar. Hay aquí, también, una relación
unívoca entre el concepto de diversidad y de igualdad. La idea de diversidad sólo es
aceptable, temporariamente, si conduce a la simetría de posiciones y a la pérdida de
identidades híbridas. La igualdad resulta de ese modo en una presión etnocéntrica para
quien o quienes no son, no quieren ser, no pueden ser rápidamente como los demás,
blancos, alfabetizados, saludables, de clase media, etc.
…Otra versión de la educación multicultural se aproxima a lo que puede ser llamado
de cognición multiculturalista. La sociedad multiétnica es presentada, inventariada,
"estetizada" en un formato folclórico, al mismo tiempo que envasada y fijada en el currículum
escolar.
Se trata de "aprender" sobre los grupos culturales, su exotismo, despojándolos de
narrativas, del relato de la experiencia. Apreciar la diversidad, aceptada, en fin, concluir que
en el mundo no estamos, lamentablemente, solos.
Pero los otros no están en la escuela, sino en el currículum. De ese modo, el objetivo
es enseñar acerca de la diversidad cultural y no la educación de la alteridad. Los otros están
al alcance de la mano, pero lejos, enmarcados en fotos, pinturas, músicas, teatros,
banderas, fiestas escolares, etc.
El currículum enseña cómo somos diferentes de la alteridad y se esfuerza en
encontrar algunas semejanzas grotescas. Se introducen temáticas como el racismo,
sexismo, rechazo cultural, como si ellas fueran, justamente, objeto de conciencia abstracta,
formas de asombro sobre aquello que la humanidad es, fue y será capaz de producir
culturalmente.
…Una tercera forma de educación multicultural, a la cual podríamos denominar como
una antropología sin sociología (Tadeu da Silva, 1995), impone la convivencia de los
diferentes, pero sin ninguna alusión a la desigualdad. Sus metas son preservar y extender el
pluralismo, valorizar la diversidad, conservando por ejemplo la homogeneidad en la
formación y composición del profesorado.
De acuerdo con Semprini (1998) existe una perversión manifiesta en estas formas de
educación multicultural, cuando ellas están sostenidas sólo a partir de lo políticamente
correcto, las acciones afirmativas y la presentación de la alteridad en términos exóticos.
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Peter McLaren (1997) sugiere la necesidad de otras formas políticas de
multiculturalismo y de educación multicultural, que superen aquellas liberales, humanistas y
progresistas, y a las cuales denominó de multiculturalismo crítico. En oposición a las otras
políticas de significación, que argumentan que las diferencias son sólo textuales y que se
satisfacen únicamente en cuestionar los privilegios de la cultura dominante, debe
cuestionarse el esencialismo mono cultural de toda forma de "centrismo" (logo, etno, falo,
antropo, euro centrismo, etc.) y entender la educación como una lucha alrededor de los
significados políticos.
Aún así, la educación multicultural deja en suspenso y tal vez retrase
voluntariamente la respuesta al interrogante sobre aquellos saberes diferentes incapaces de
unanimidad; el saber local y regional, descripto por Foucault (1990) que siempre ha sido
descalificado y entendido como incompetente o insuficientemente elaborado.
Versión 3: “El otro como alguien a tolerar”
¿Cómo no reivindicar el discurso de la tolerancia, frente a las consecuencias que
plantea la intolerancia para la vida humana y el ejercicio de la libertad?
Michel Walzer (1998) interroga la llamada política de la tolerancia, poniendo de
relieve las ambigüedades de los diferentes regímenes de tolerancia que ha construido la
humanidad. En una suerte de sumas y restas la historia de la tolerancia se ha desplazado
desde el privilegio del individuo en detrimento del reconocimiento de grupos o a la inversa, lo
que se tolera es el grupo, dejando sin resolver la cuestión de la libertad individual.
Walzer destaca que la modernidad ha dado lugar a dos formas de tolerancia, "la
asimilación individual y el reconocimiento del grupo" La conquista de la ciudadanía de
judíos, obreros, mujeres, negros e inmigrantes significó un paso decisivo en el terreno de los
derechos humanos, no obstante recordemos que el principio de reconocimiento se sustentó
en la homogeneidad, en la igualación y no en la diferencia. Soy ciudadano en mi carácter de
individuo igual y no en mi carácter de sujeto diferente.
Asimismo dotar a los grupos de cierto grado de reconocimiento mediante la
legitimidad de prácticas religiosas, programas educativos, formas de agrupación implicó un
grado de tolerancia, aunque restringido, si tenemos en cuenta qué lejos están los diferentes
grupos sociales y culturales de constituirse en sujetos políticos que discutan los alcances de
su inclusión en las políticas públicas.
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Como vemos, la tolerancia no está exenta de ambigüedades, pero sobre todo la
pregunta es si la tolerancia expresa una utopía de profundo reconocimiento de la alteridad y
si este es el escenario que posibilita la reconstrucción de los lazos de solidaridad social.
La polémica con el discurso de la tolerancia no supone reivindicar su opuesto, debatir
con los límites del discurso de la tolerancia no implica de ningún modo reivindicar la
intolerancia, sino habilitar la posibilidad de pensar lo que aun no ha sido objeto del
pensamiento, aquello que no ha sido lo ya pensado.
Si la tolerancia es una necesidad, pero también es una virtud, su reivindicación de la
mantiene vigencia en el discurso postmoderno y no deja de mostrarse paradojal, invitando a
admitir la existencia de diferencias pero en esa misma invitación reside la paradoja, ya que
si se trata de aceptar lo diferente como principio también se tienen que aceptar los grupos
cuyas marcas son los comportamientos antisociales u opresivos. Por ello realizaremos un
pasaje por algunas conceptualizaciones que convocan la re-visión, en términos de volver a
mirar para desentrañar desde esa manera sus significados y sentidos.
Desde la Real Academia Española se define a la tolerancia como “el respeto y
consideración hacia las opiniones de los demás, aunque repugnen a las nuestras”.
La reflexión sobre esta definición permite establecer una delimitación de sus límites y
fronteras, también sus inclusiones y pertenencias, dado que aceptar la definición sin una
posición crítica podría llegar a implicar, si así fuera, una tolerancia incluso a los grupos que
levantan las limpiezas étnicas en nombre de la pureza de la patria o también habría que
tolerar las culturas que someten a la mujer a la oscuridad, el ostracismo en la preeminencia
de unos sobre los otros.
Mientras que Clifort Geertz (1996), desde la antropología norteamericana, rechaza el
concepto de tolerancia basado en un relativismo expresando que "la idea de que todo juicio
remite a un modelo particular de entender las cosas que tiene desagradables
consecuencias: el hecho de poner límite a la posibilidad de examinar de un modo crítico las
obras humanas nos desarma, nos deshumaniza, nos incapacita para tomar parte en una
interacción comunicativa, hace imposible la crítica de cultura a cultura, y de cultura o
subcultura al interior de ella misma".
Las culturas no son esencias, identidades cerradas que permanecen a través del
tiempo sino que son lugares de sentido y de control que pueden alterarse y ampliarse en su
interacción. La cuestión central no es evitar el juicio de una cultura a otra o al interior de la
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misma, no es tampoco construir un juicio exento de interrogación sino unir el juicio a un
examen de los contextos y situaciones concretas.
Así también Ricardo Forster (1999) sospecha de la tolerancia por su tenor
eufemístico. La tolerancia, señala, emerge como palabra blanda, nos exime de tomar
posiciones y responsabilizamos por ellas. Debilita las diferencias discursivas y enmascara
las desigualdades. Cuanto más polarizado se presenta el mundo y más proliferan todo tipo
de bunkers, más resuena el discurso de la tolerancia y más se toleran formas inhumanas de
vida, lo que pone en riesgo la escasa y débil construcción de lazos sociales.
Por un lado la tolerancia consagra la ruptura de toda contaminación y convalida los
guetos, ignorando los mecanismos a través de los cuales fueron construidos históricamente
y no pone en cuestión un modelo social de exclusión, como mucho se trata de ampliar las
reglas de urbanidad con la recomendación de tolerar lo que resulta molesto.
No podemos dejar de señalar que tiene un fuerte aire de familia con la indiferencia y
corre el riesgo de tornarse mecanismo de olvido y llevar a sus portadores a eliminar de un
plumazo las memorias del dolor. El discurso de la tolerancia corre el riesgo de transformarse
en un pensamiento de la desmemoria, de la conciliación con el pasado, en un pensamiento
frágil, light, liviano, que no convoca a la interrogación y que intenta despejar todo malestar.
Un pensamiento que no deja huellas, desapasionado, descomprometido. Un pensamiento
desprovisto de toda negatividad, que subestima la confrontación por considerarla ineficaz.
La tolerancia puede materializar la muerte de todo diálogo y por lo tanto la muerte del
vínculo social siempre conflictivo, despoja a los sujetos de la responsabilidad ética frente a
lo social y al Estado de la responsabilidad institucional de hacerse cargo de la realización de
los derechos sociales. El discurso de la tolerancia de la mano de las políticas públicas bien
podría ser el discurso de la delegación de las responsabilidades a las disponibilidades de las
buenas voluntades individuales o locales.
¿Cómo juega la tolerancia en la educación?
Es cierto que somos tolerantes cuando admitimos en la escuela pública a los hijos de
las minorías étnicas, religiosas u otras, esta aceptación material no supone por eso mismo
un reconocimiento simbólico.
También somos tolerantes cuando naturalizamos los mandatos de la competitividad
cómo únicas formas de integración social, cuando hacemos recaer en el voluntarismo
individual toda esperanza de bienestar y reconocimiento, cuando hacemos un guiño
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conciliador a todo lo que emana de los centros de poder, cuando no disputamos con los
significados que nos confiere identidades terminales.
Somos tolerantes, también, cuando evitamos examinar los valores que dominan la
cultura contemporánea y también cuando eludimos polemizar con creencias y prejuicios de
los llamados sectores subalternos y somos tolerantes cuando a toda costa evitamos
contaminaciones, mezclas, disputas.
En el fenómeno de la naturalización la tolerancia es indiferencia frente a lo extraño y
excesiva comodidad frente a lo familiar. La tolerancia promueve los eufemismos, como por
ejemplo llamar localismos, identidades particulares a las desigualdades materiales e
institucionales que polarizan a las escuelas de los diferentes enclaves del país.
Retornemos al principio, para salir de allí: "el otro como fuente de todo mal" nos
empuja a la xenofobia (al sexismo, la homofobia, al racismo, etc.). A su vez, el discurso
multiculturalista corre el riesgo de fijar a los sujetos a únicos anclajes de identidad, que es
igual a condenarlos a no ser otra cosa de la que se es y a abandonar la pretensión de todo
lazo colectivo. Y por último, la tolerancia puede instalamos en la indiferencia y en el
pensamiento débil.
En la vida en la escuela es importante la búsqueda de nombres de aquello que aun
no ha sido nombrado para la construcción de la convivencia, en todo caso el trabajo con el
“otro” sobre la conceptualización posible de la tolerancia abrirá otros horizontes hacia la
decisión de construcción de nuevos significados para conocidos constructos u otras
denominaciones para la conformación de la construcción intersubjetiva que en los tiempos
de postmodernidad estamos necesitando. Si la expresión tolerancia incluye en si la
paradoja, la construcción de los sentidos paradojales posibilitara la problematización
requerida para volver a hilar los destejidos lazos sociales que se han desentramados en el
pasaje histórico del siglo XX al XXI, en la deconstrucción del paradigma moderno y la
visibilidad del postmodernismo.
Lo que la tolerancia pretende es la convivencia posible, respetadas las diferencias de
los que conviven. Una institución educativa es más democrática cuanto más tolerante es,
cuando más se abre a la comprensión de los diferentes, cuanto más pueden tornarse a la
comprensión de los demás. Pero la tolerancia decía Freire, es imposible sin humildad; la
intolerancia y la arrogancia van de la mano del mismo modo que la tolerancia y la humildad
se complementan.
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HACER DE Y EN LA TAREA DE EDUCAR LA CONSTRUCCION DE LA POSIBILIDAD DE LA CONVIVENCIA EN Y CON LA DIFERENCIA
Por suerte existen muchos imposibles, uno de ellos es que es imposible educar si
creemos que esto implica formatear por completo al otro, o regular sin resistencia alguna, el
pensamiento y la sensibilidad.
Aunque ha parecido interesante y parte de la construcción del discurso pedagógico
de siglos pasados considerar al acto de educar como una puesta a disposición del otro de
todo aquello que le haga ser distinto de lo que es en algún aspecto y en el inicio del
postmodernismo decimos que es, suertudamente un imposible.
Peter McLaren (1997) sugiere la necesidad de otras formas políticas de
multiculturalismo y de educación multicultural, que superen aquellas liberales, humanistas y
progresistas, y a las cuales denominó de multiculturalismo crítico. En oposición a las otras
políticas de significación, que argumentan que las diferencias son sólo textuales y que se
satisfacen únicamente en cuestionar los privilegios de la cultura dominante, debe
cuestionarse el esencialismo mono cultural de toda forma de "centrismo" (logo, etno, falo,
antropo, euro centrismo, etc.) y entender la educación como una lucha alrededor de los
significados políticos.
Aún así, la educación multicultural deja en suspenso y tal vez retrase
voluntariamente la respuesta al interrogante sobre aquellos saberes diferentes incapaces de
unanimidad; el saber local y regional, descripto por Foucault (1990) que siempre ha sido
descalificado y entendido como incompetente o insuficientemente elaborado”. Copiado de la
diversidad bajo sospecha.
La diversidad crítica pone en tela de juicio la posición centrista, pero también la
pluralista propulsada por los liberales que ofrece todas las posiciones concebibles, incluso
las que se amparan en presupuestos racistas, clasistas y discriminatorios. La diversidad
crítica se opone al “vale todo”. Mantiene una posición constante de vigilancia dado que el
discurso de la tolerancia corre el riesgo de transformarse, en un pensamiento frágil y
descomprometido, que subestime la confrontación, el conflicto y que no convoque a la
interrogación en un intento de despejar todo malestar. Este discurso de la tolerancia puede
despojar a los sujetos de la responsabilidad ética frente a lo social y al Estado de la
responsabilidad institucional de hacerse cargo de la realización de los derechos sociales,
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delegando las responsabilidades a las disponibilidades de las buenas voluntades
individuales o locales.
Frente a la posibilidad de vaciamientos discursivos, pensamos que se hace
imprescindible recuperar la dimensión política de la educación y hacer una fuerte apuesta a
la transmisión. Transmisión que no es entendida como una postura estática, conservadora,
sino transmisión que apunta a recuperar la historia, que resiste a las falsas neutralizaciones,
que rescata viejas palabras como público, sociedad, solidaridad, que permite configurar la
propia subjetivad y habilita al surgimiento del deseo.
Recuperar la dimensión política de la educación implica una apuesta a la
universalización de la cultura a través de un vínculo pedagógico no autoritario, implica apelar
a los docentes y alumnos no sólo como consumidores o reproductores de la estructura
social, sino como sujetos sociales capaces de generar solidaridad y conciencia social.
(http://www.unlz.edu.ar/catedras/s-pedagogia/artic5.htm).
Aceptar la renuncia de la pedagogía acerca de construir un sujeto distinto a lo que se
es, es convocar a provocar recorridos de trayectos formativos en una educación que
apueste a trazar un itinerario plural y creativo, sin patrón ni reglas rígidas que encorseten el
trayecto ni enfaticen resultados excluyentes.
ACTIVIDAD I La lectura, probablemente despierte inquietudes, interrogantes, dudas. En forma breve escribir la/s apreciaciones y argumentos positivos o no, que encuentran en
este texto. Siempre en el marco del transcurso de su carrera docente, en función de lo cual debe explicitar el contexto.
BIBLIOGRAFÍA
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Hoja 27
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• FOUCAULT, M. Microfísica del Poder, Madrid. La Piqueta, 1990.
• FOUCAULT, M. Tecnologías del yo y otros textos, Madrid, Paidós 1990.
• GEER TZ, C Los usos de la diversidad. Barcelona, Paidós 1996.
• GRIGNON, C y PASSERON, J.C. Lo culto y lo popular, Buenos Aires, Nueva Visión, 1991.
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• MCLAREN, P. (1997). Multiculturalismo Crítico. São Paulo: Cortez Editora.
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• ZIZEK, S. Porque no saben lo que hacen. El goce como factor político. Buenos Aires, Paidós 1998.
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CLASE II
RECONOCER LA MIRADA DE LA NORMALDAD PARA ABRIR LOS OJOS A OTRAS VISIBILIDADES. NORMALIDAD Y ANORMALIDAD EN EL BINARISMO SU
EXISTENCIA
Educación: concepto polisémico del que tomaremos algunas conceptualizaciones.
Una experiencia de conversación con los otros y de los otros entre sí, una conversación que,
como dice Jorge Larrosa (2002), sirva para mantener las diferencias, no para asimilarlas.
Para Freire la educación debe servir para que los educadores y educandos «aprendan a leer
la realidad para escribir su historia»; ello supone comprender críticamente su mundo y
actuar para transformarlo en función de «inéditos viables»; en torno a dicha acción y
reflexión y a través del diálogo, los educandos y los educadores se constituyen en sujetos.
Educar es conocer críticamente la realidad. Educar es comprometerse con la utopía de
transformar la realidad. Educar es formar sujetos de dicho cambio. Educar es diálogo
Otros: Crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes.
Instrucción por medio de la acción docente.
Conjunto de reglas, costumbres o modales que rigen la sociedad.
Actividad orientada intencionalmente para promover el desenvolvimiento de la persona
Humana, y de su integración en la sociedad
Normalidad: Ordinario, corriente. Que sirve de norma o regla, lo que por su naturaleza,
forma o magnitud se ajusta a normas fijadas de antemano. Modelo que se lo homologa a
‘naturalidad’. Aquello que se considera normal en las conductas humanas está basado en un
tipo de funcionamiento específico para una época dada de la cultura donde es ‘natural’ que
las personas piensen de una manera y se conduzcan de otra. Lo normal se define en
función del ideal que impone la cultura dominante al conjunto de la sociedad
Anormalidad: Patologías que se manifiestan a través de conductas alteradas o
desviaciones de las funciones que se consideran normales. Los comportamientos
considerados patológicos se definen como una contracara de las respuestas esperadas a
las condiciones que se establecen como normales.
Integración: Cohesión y ausencia de conflictos en los componentes de un todo social.
Integración, incorporación de elementos étnicos o religiosos dispares de una determinada
población a una sociedad uniforme que proporciona igualdad de oportunidades a todos sus
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miembros. En este tipo de sociedad a ningún miembro se le podrá negar ni limitar por razón
de sexo, raza, religión o nacionalidad su derecho a recibir educación, acceder a
instalaciones públicas o privadas, solicitar un empleo o poseer una propiedad.
Inclusión: es un concepto teórico de la pedagogía que hace referencia al modo en que la
escuela debe dar respuesta a la diversidad. Es un término que surge en los años 90 y
pretende sustituir al de integración, hasta ese momento el dominante en la práctica
educativa. Su supuesto básico es que hay que modificar el sistema escolar para que
responda a las necesidades de todos los alumnos, en vez de que sean los alumnos quienes
deban adaptarse al sistema, integrándose a él. La opción consciente y deliberada por la
heterogeneidad en la escuela constituye uno de los pilares centrales del enfoque inclusivo.
Argumentos y falta de argumentos con relación a las diferencias en educación Acerca de los argumentos de la educación y sus aparentes cambios.
La educación, cambio y argumentos
Es innegable que Educación y cambio son dos expresiones anudadas, imposible
pensar en educación si en la representación misma del término no se convoca a la idea del
cambio. Ahora bien en este territorio de inicio del siglo XXI desarmar esta asociación nos
implica en interrogarlos.
Skliar expresa: “¿podemos afirmar que la educación que cambia, que es cambio, que
nos cambia a nosotros mismos, que cambia a los otros, a los demás, es un argumento
mismo de cambio, el cambio? ¿Y que la educación es también un material hecho de
cambio? ¿Un argumento que cambia siempre de argumento? ¿Cómo diferenciar entonces
entre el cambio cuyo movimiento es perpetuo y sinuoso (argumento de la metamorfosis), de
aquel cambio que sólo juega a moverse, sin salirse de su sitio, permaneciendo siempre en
un mismo lugar, su lugar propio (argumento de la metástasis)? ¿Y qué podremos decir
acerca del argumento mismo del cambio, es decir, del cambio como argumento, como razón
primera y como finalidad última de la educación? ¿La educación más, mucho más, como
cambio que como educación?
Hoy parece que el argumento del cambio se instala en algunas -y sólo algunas
regiones de la educación: cambian los parámetros curriculares nacionales, regionales,
estatales y municipales; cambian las leyes de accesibilidad de la población a las escuelas
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de sus comunidades de origen; cambian las ideas acerca de la universalización de la
enseñanza; cambian las fuerzas de la obligatoriedad de la educación; cambian los planes
para la formación de maestras y maestros; cambian las imágenes de escuelas excluyentes
volviéndose, casi por fuerza de ley, casi por fuerza de texto, imágenes de escuelas
inclusivas, etcétera.
Los argumentos de la educación
Aquello que nos resta por saber -por pensar y por sentir- es si, cuando cambia la
educación, cambia el argumento mismo de la educación, cambian los argumentos de la
pedagogía, se escriben, se vuelven inéditos, se hacen posibles. La cuestión no es banal, y
quisiera plantearla más precisamente en los siguientes términos: ¿a cada cambio en
educación corresponde un cambio de argumentos en educación? ¿Cambia/n el/los
argumento/s o cambia de eje, de perfil, de silueta, simplemente, el propio cambio? ¿Hay,
digamos, una experiencia de cambio, o apenas una nueva desorientación pedagógica, un
desorden que es rápidamente puesto bajo la luz de los textos canónicos de la pedagogía y
bajo la fuerza de la ley, de las leyes educativas? ¿Se cambia, por el orden o por el desorden
educativo? ¿Fetichismo o pura vitalidad de los cambios educativos?
Antes de intentar responder a estas cuestiones (intento que supongo, desde ya, más
que vano y pueril), me gustaría profundizar un poco acerca del problema del "argumento" o,
mejor aún, de los "argumentos" de la educación, en la educación.
La expresión "argumento/s de la educación" es problemática, pues ya supone un
primer dilema del todo insoluble: ¿se trata acaso de los argumentos de la educación, que
son de la educación, que son propiedad de la educación, que son inherentes a toda
institución y a toda pedagogía? ¿Argumentos que, por lo tanto, no habitan en nuestros
cuerpos, en nuestras mentes? ¿Argumentos que, entonces, recibimos casi pasivamente
durante toda nuestra formación? ¿O bien, por el contrario, se trata de argumentos que son
nuestros? ¿Argumentos que (nosotros) le damos a la educación? ¿Argumentos nuestros
que argumentan la educación? ¿Nuestros argumentos en relación con la educación? ¿Los
argumentos con que hacemos y pensamos –y sentimos y vivimos- la educación?”.
A pesar de la desinstitución de aquellas construcciones de la modernidad la escuela
sigue siendo sentida como algo más que necesaria, digamos que insustituible, indelegable
en otra institución; argumentos que, en síntesis, configuran el decir que la propia escuela
hace de sí misma, en sí misma, por sí misma.
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Una cuestión que me parece crucial aquella de volver a preguntarnos: ¿de quién son,
entonces, esos argumentos? ¿Son nuestros argumentos? ¿O son los argumentos de la
educación entendida como disciplina, como saber, como poder institucional? ¿Son los
argumentos pétreos de las leyes, aumentos incólumes de los textos pedagógicos? ¿O bien
están en medio de nuestras identidades de educadores y educadoras? ¿En nuestra más
profunda y misteriosa intimidad pedagógica?
Diré, sólo provisoriamente, que se trata de aquellos argumentos que, si bien respiran
cómodamente en las leyes y en los textos, también suelen hablar en nosotros mismos, nos
conminan a argumentar siempre acerca de la imperiosa necesidad de la escuela, nos
obligan a ser, nosotros mismos, argumentos vivos de esos argumentos.
Consideraré apenas algunos de esos argumentos, los argumentos más visibles,
aquellos que tal vez más nos irriten, aquellos que, sin duda, más revelan el carácter de
colonialidad del proceso educativo, aquellos que más reflejan el tipo de vínculo habitual que
se establece con relación al otro, para enseguida abordar con mayor detalle el argumento de
la diferencia en la idea de integración educativa.
Por suerte existen muchos imposibles, uno de ellos es que es imposible educar si
creemos que esto implica completar por completo al otro, creer que hay alguien a quien
completar o, como ya dijéramos, regular sin resistencia alguna, el pensamiento y la
sensibilidad.
Hay por ejemplo, y cómo negarlo, un argumento de completud en la educación: la
escuela está allí pues algo debe, puede y merece ser completado. Si considerásemos, por
ejemplo, la imagen tradicional de la infancia y/o de la juventud como algo incompleto, como
algo que aún no es, como algo que no es en sí misma (sino a través de una fútil y soberbia
comparación con aquello que se supone el ser adulto); si entendiésemos la alteridad
deficiente como algo incompleto, como algo que aún no es, como algo que no es en sí
misma (sino por medio de una burda y obstinada comparación con aquello que se piensa
como normal); si mirásemos a los niños y niñas de clases populares, o a los jóvenes, o a los
indios, o a las mujeres, o al extranjero, entre muchas otras figuras de alteridad, todas ellas
como incompletudes, entonces el argumento de la completud es aquello que sirve para
argumentar para qué sirve la escuela: sirve para completar al otro, sirve para completar lo
otro. Hay un doble movimiento que podemos percibir: el movimiento de pensar al otro como
incompleto, de hacerlo incompleto, de fabricar y producir más y más su incompletud; por
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otro lado, el movimiento de completamiento, la necesidad de completamiento, la violencia
del completamiento. El cambio de argumento, sí es que lo hay, quizá se encuentre en el
pensarnos como incompletud, en percibirnos como humanos en tanto y en cuanto somos
incompletos, en que la incompletud, la finitud, el límite, la frontera, etc., son aquello que nos
hace humanos. Y no lo contrario.
Existe además, a no dudarlo, un argumento de futuro en la educación: todo lo que
el otro está siendo en este momento no es sino un pretexto, un pretexto muchas veces
insoportable, para alguna otra cosa que el otro deberá ser en el futuro por obra y gracia de
la educación. La infancia, así, no es pensada como una edad, ni como un estado, ni como
una condición de existencia, sino más bien como una suerte de temporalidad que deberá ser
sobrepasada sin más ni más; los niños y niñas no son nada en ese presente sino que lo
serán en un futuro, etcétera. ¿Y qué decir, entonces, del futuro de la promesa de trabajo, del
futuro de la promesa de la ciudadanía, del futuro de la promesa de la lectura, del futuro de la
promesa profesional, entre otras promesas puestas en el futuro?
Creo que aquí el cambio de argumento bien podría significar el pensar en cómo se
está postergando el presente, en cómo estamos postergando nuestro presente, que es el
único tiempo con el que contamos; pero, también, poder pensar en cómo se prefabrica el
futuro, cómo se inventa un tiempo que no está ni aquí ni ahora y que, tal vez, nunca
reaparezca en la vida del otro en cuanto fabricación hecha desde fuera, en cuanto modelaje
improbable e imposible.
Y hay, todavía, un argumento de una lógica de explicación (de los maestros y
maestras) y de comprensión (de los alumnos y alumnas). La explicación (como ya se ha
planteado en otros trabajos' a propósito del libro El maestro ignorante de Jacques Ranciére)
no es más que la invención y la construcción constitutiva de la incapacidad del otro. Se
explica pues se ha creado antes a un incapaz que necesita de la explicación.
La invención -y la construcción y la producción- de la incapacidad del otro es aquello
que posibilita el nacimiento de la figura del explicador. Y justamente es el maestro, la
maestra, el explicador, quien ha inventado al incapaz para justificar su explicación. Por lo
tanto, el explicador y el incapaz constituyen un binomio inseparable de todas las
presuposiciones argumentativas de la pedagogía, actuales y pasadas. No hay maestro
explicador sin alumno incapaz previamente construido. Y en la misma medida en que el
maestro torna más amplia la magnitud de su explicación, el cuerpo del alumno se va
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haciendo cada vez menor: es empequeñecido por la explicación. Así, la explicación es un
constante y perverso proceso de empequeñecimiento del otro o, en las palabras de
Ranciére (2003), de embrutecimiento del otro”.
Hasta aquí, tres de los argumentos más potentes y más reveladores que configuran
aquello que podríamos llamar herencia educativa. Sin embargo, y a diferencia de otras
herencias de las cuales sería posible escoger qué es lo que se hereda y qué es lo que no se
desea seguir heredando; da la sensación de que el argumento de la completud, la
fabricación del futuro y la lógica de explicación/comprensión resisten a todas sus formas de
descendencia, se mantienen rígidos, nos dejan rígidos, nos hacen reinventar y repetir cada
vez los mismos argumentos.
“Pero detengámonos un instante en nuestras palabras.
He utilizado, a propósito, el término "argumento". Quisiera volver a mirar más de
cerca esa expresión. Como ya bien se sabe, el argumento es un razonamiento que prueba o
refuta una proposición, es el asunto del que trata una obra literaria, una película (y también,
entonces, del que trata la pedagogía). Lo interesante de esta definición es que un
argumento se traduce rápidamente en una prueba con la que se defiende una acción o una
afirmación. Argumentar, así, es probar. Si adoptásemos la propia lógica del diccionario, de
cualquier diccionario (esto es: buscar las palabras familiares a la palabra en cuestión),
notaremos que "argumentar" supone el hecho de presentar razones en contra de una idea
y/o de un hecho a través de una figura retórica; por lo tanto, habría aquí ya una fórmula del
argumento a ser considerada: es una prueba esgrimida contra algo. Aún más interesante
resulta la expresión "argüir", pues ella supone contradecir específicamente a alguien y no
tan sólo a algo. Y aún más: deberíamos considerar el término "argucia", es decir, aquella
argumentación falsa presentada con sutileza e ingenio.
Los cambios en la educación se encuentran en un territorio que se extiende entre el
argumento y la argucia, entre el razonamiento, la prueba, la falsedad, la sutileza y la
retórica. Desde la perspectiva de los cambios burocráticos, de los cambios que se ponen en
juego en sitios obscuros y medrosos, alejados del pulso de la vida de las escuelas, hay una
tendencia a mezclar la prueba con su demostración. Parece que aquello que importa
realmente es el hecho de que al argumentar se utilice con energía el convencimiento y/o la
persuasión, y que éstos ocupen el lugar del argumento.
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Cualquier diccionario filosófico, por más mínimo, por más abreviado que sea, nos
dirá que en ese último caso, en el convencer y/o en el persuadir, ha de enfatizarse la
importancia que tiene el logro del asentimiento a lo argumentado (Ferrater Mora, 1970).
Dicho lo anterior, la pregunta que me gustaría plantear en este momento es la
siguiente: ¿constituyen los argumentos de la diferencia, de la preocupación con el otro, del
respeto, de la aceptación y la tolerancia hacia los demás, en verdad, un nuevo argumento
educativo? ¿Un nuevo argumento que cambia de raíz los argumentos educativos
anteriormente mencionados? ¿O se trata, una vez más, del viejo y conocido argumento de
la oposición binaria entre exclusión e inclusión? Además: ¿de quién o de quiénes resulta ser
el argumento de la diferencia? ¿Y de quién o de quiénes el argumento de la tolerancia, el
respeto, etc., hacia el otro? ¿Es la integración educativa un argumento que derrumba otros
argumentos, o viene simplemente a sostenerlos aún más?
El complejo problema que se nos plantea alrededor de la cuestión del otro, por una
parte, y la obsesión por el otro, por la otra, con relación al argumento de las diferencias y la
inclusión educativa constituye el sentir de lo educativo en esta contemporaneidad.
Acerca de la educación especial y la crisis de la "normalidad"
Si aquello que llamamos educación especial no
sirve para poner en tela de juicio "la norma"; "lo normal", "la normalidad", pues entonces no tiene razón de ser ni mayor sentido su sobrevivencia.
Skliar, C: Poner en tela de juicio la anormalidad y no la normalidad.
Parece haber un cierto consenso alrededor de la idea de que ya no hay un único
modo de entender qué es la educación especial y, entonces, definir cuáles son sus
paradigmas. Más aún: no hay tal cosa como la "educación especial", sino una invención
disciplinar creada por la idea de "normalidad" para ordenar el desorden originado por la
perturbación de esa otra invención que llamamos de "anormalidad". Supongo que los
especialistas estábamos demasiado acostumbrados a simplificar el problema e identificar la
educación especial con las instituciones especiales y referirnos a una oposición estricta
entre paradigmas terapéuticos y antropológicos. Sin embargo, a poco que entremos en sus
prácticas y en sus discursos, se nos hace más evidente que se trata más bien de
fluctuaciones, de una suerte de vaivén permanente entre aquellos "modelos", pero no de su
separación textual, de su distinción conceptual. De todos modos, creo que actualmente, más
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que de una cuestión de paradigmas, se trata de una verdadera disputa, consciente o no, que
intenta resolver la siguiente paradoja: la perpetuación o la implosión de aquello que
llamamos educación especial "tradicional".
Más específicamente, me parece que habría que considerar la existencia de una
frontera que separa de modo muy nítido aquellas miradas que continúan pensando que el
problema está en la "anormalidad"; de aquellas que hacen lo contrario, es decir, que
consideran la "normalidad" como el problema. Las primeras -sólo en apariencia, más
científicas, más académicas- siguen obsesivas por aquello que es pensado y producido
como "anormal"; vigilando cada uno de los desvíos, describiendo cada detalle de lo
patológico, cada vestigio de anormalidad y sospechando de toda deficiencia. Este tipo de
miradas no es útil para la educación especial ni para la educación en general: lo
"anormalizan" todo y a todos. Las otras miradas -tal vez menos vigilantes, pero también
menos pretenciosas- tratan de invertir la lógica y el poder de la normalidad, haciendo de
esto último, de lo normal, el problema en educación: por ejemplo, la desmitificación de lo
normal, la pérdida de cada uno y de todos los parámetros instalados en la pedagogía acerca
de lo "correcto"; un entendimiento más cuidadoso sobre esa invención maléfica del otro
"anormal", además de posibilitar el enjuiciamiento permanente a lo "normal"; a la "justa
medida", etcétera. Estas miradas, entonces, podrían socavar esa pretensión altiva de la
normalización, que no es más que la imposición de una supuesta identidad única, ficticia y
sin fisuras de aquello que es pensado como lo "normal".
Por eso creo que la educación especial podría ser pensada como un discurso y una práctica que torna problemática e incluso insostenible -y más bien imposible- la idea de lo "normal" corporal, lo "normal" de la lengua, lo "normal" del aprendizaje, lo "normal" de la sexualidad, lo "normal" del comportamiento, etc., acercándose de ese modo a otras líneas de estudio en educación, como lo son los Estudios de Género, los Estudios Culturales, el Post-estructuralismo, la Filosofía de la Diferencia.
El "malentendido" de las diferencias en educación
No temo al afirmar que la educación especial, así como la educación en general, no
se preocupan por las diferencias sino por aquello que podríamos denominar como una cierta
obsesión por los "diferentes" ; por los "extraños", o tal vez, en otro sentido, por "los
anormales". Me parece crucial trazar aquí un rápido semblante sobre esta cuestión, pues se
viene confundiendo -digamos trágicamente la/s "diferencia/s" con los "diferentes". Los
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"diferentes" obedecen a una construcción, una invención, son un reflejo de un largo proceso
que podríamos llamar de "diferencialismo'; esto es, una actitud -sin dudas racista- de
separación y de disminución de algunos trazos, de algunas marcas, de algunas identidades
con relación a la vasta generalidad de las diferencias. La diferencias no pueden ser
presentadas ni descriptas en términos de mejor o peor, bien o mal, superior o inferior,
positivas o negativas, etcétera. Son, simplemente, diferencias. Pero el hecho de traducir
algunas de ellas como "diferentes" y ya no como diferencias vuelve a posicionar estas
marcas como contrarias, como opuestas y negativas a la idea de "norma'; de lo "normal" y,
entonces, de lo "correcto", de lo "positivo"; de lo "mejor", etcétera. Lo mismo sucede con
otras diferencias, sean éstas raciales, sexuales, de edad, de género, de lengua, de
generación, de clase social, etcétera. Se establece un proceso de "diferencialismo" que
consiste en separar, en distinguir de la diferencia algunas marcas "diferentes" y de hacerlo
siempre a partir de una connotación peyorativa. Y es ese diferencialismo el que hace que,
por ejemplo, la mujer sea considerada el problema en la diferencia de género, que el negro
sea considerado el problema en la diferencia racial, que el niño o el anciano sean
considerados el problema en la diferencia de edad, que el joven sea el problema en la
diferencia de generación, que el sordo sea el problema en la diferencia de lengua, etcétera.
La preocupación por las diferencias se ha transformado, así, en una obsesión por los
diferentes. Y cabe sospechar de esta modalidad de traducción pedagógica que se obstina
desde siempre en señalar quiénes son los "diferentes", banalizando al mismo tiempo las
diferencias. De hecho, el problema no está en qué son las diferencias, sino en cómo
inventamos y reinventamos, cotidianamente, a los "diferentes". Por ello hay que separar
rigurosamente la "cuestión del otro" -que es un problema filosófico desde siempre, relativo a
la ética v a la responsabilidad por toda figura de alteridad- de la "obsesión por el otro". Y me
parece que la escuela no se preocupa con la "cuestión del otro", sino que se ha vuelto
obsesiva frente a todo resquicio de alteridad, ante cada fragmento de diferencia en relación
con la mismidad.
Sobre los diferencialismos en la pedagogía: discapacidad, deficiencia, necesidades educativas especiales y otros nombres impuestos a los otros
Es justamente en ese recambio de eufemismos donde más se advierten los reflejos
del diferencialismo. Parece que hay una necesidad constante de inventar alteridad y de
hacerlo para exorcizar el supuesto maleficio que los "diferentes" nos crean en tanto son
vistos, como señala Nuria Pérez de Lara (2001), como una perturbación hacia nuestras
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propias identidades. El lenguaje de la designación no es más ni menos que una de las
típicas estrategias coloniales para mantener intactos los modos de ver y de representar a los
otros y así seguir siendo, nosotros, impunes en esa designación e inmunes a la relación con
la alteridad. La cuestión de los cambios de nombres no produce necesariamente ningún
embate, ningún conflicto, ni inaugura nuevas miradas en nuestras propias ideas acerca de
quién es el otro, de cuál es su experiencia, de qué tipo de relaciones construimos en torno
de la alteridad y cómo la alteridad se relaciona consigo misma. Por el contrario, perpetúa
hasta el hartazgo el poder de nombrar, el poder de designar y la distancia con el otro.
Digamos, por un lado, que es un esfuerzo para matar la ambigüedad y la ambivalencia que
la alteridad suele provocarnos. Y, por otro lado, que asume esa función ilusoria de que algo
está cambiando. Creo que a pesar de disponer de todos los términos mencionados, muy
poco ha cambiado en torno de nuestra relación pedagógica con lo otro y con los otros.
De hecho, no ha habido cambios radicales en los dispositivos técnicos y en los
programas de formación que construyen discursos acerca de la alteridad, sea ésta
denominada como "deficiente"' "con necesidades educativas especiales'; "discapacitada",
"diversidad"; etcétera. Hay en todas ellas la presencia de una reinvención de un otro que es
siempre señalado como la fuente del mal, como el origen del problema. Y, también,
permanece incólume nuestra producción del otro para así sentirnos más confiados y más
seguros en el lado de lo normal.
La expresión "políticamente correcto" fue pronunciada por primera vez por Stalin,
para justificar sus purgas -y sus masacres- de todo lo que no convergiera hacia aquello que
podía considerarse como "normal político". En educación, lo "políticamente correcto" ha
servido para cuidarnos de las palabras, para resguardarnos de sus efectos. Pero no para
preguntarnos sobre aquello que dicen las palabras. Y mucho menos para comprender desde
qué altura y cuál es la boca que pronuncia esas palabras. Nietzsche tenía razón al decir
que: "no todas las palabras convienen a todas las bocas".
Cambios como metástasis, cambios como metamorfosis.
Más bien pienso en una conversación que, sirva para mantener las diferencias, no para asimilarlas. Larrosa, J:(2002)
¿Son las reformas reflejos de movimientos sociales, culturales, comunitarios? ¿Son
parte de aquello que llamamos políticas del corazón, políticas de la amistad, políticas de la
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hermandad? Por ello creo que existe, en la idea de integración, un punto de partida por
demás paradojal. Por una parte, parece que la escuela, toda escuela, debería abrir sus
puertas de un modo incondicional, sin administrar la entrada de aquellos que aún no están
en ella; y debe hacerlo sin que una ley o un texto lo indique. Pero cuando el cambio ocurre
en virtud de una obediencia debida al texto, ingresamos en aquello que puede ser llamado
como la "burocratización" del otro y de lo otro. Por lo tanto, hay aquí una primera discusión
que no se refiere al futuro (¿qué haremos con los "diferentes"?), sino mucho más al pasado
(¿qué hemos hecho con las diferencias hasta aquí?). Ahora bien: ¿qué significa abrir las
puertas para los alumnos llamados "especiales"? Esta pregunta puede responderse en dos
planos sólo en apariencia diferentes: por un lado, significa que las escuelas no pueden
volver a inventar un proceso de diferencialismo a su alrededor. Desde el mismo momento en
que algunos alumnos, y no otros, son considerados y apuntados como "los diferentes" ya
inscribimos ese proceso como separación y disminución del otro, contradictorio con aquello
que los textos de la reforma anuncian y enuncian. He visto con demasiada frecuencia cómo
la idea de integración/inclusión acaba por traducirse en una imagen más o menos definida:
se trataría de dejar la escuela tal como era y como está y de agregarle algunas pinceladas
de deficiencia, algunos condimentos de alteridad "anormal". Sólo eso, nada más que eso.
Por otro lado, cabe aquí la pregunta acerca de quién es el problema pedagógico con
relación a las diferencias, a todas las diferencias. La respuesta es muy simple: el problema
es de todos, a cada instante. No es del "diferente"; no es del maestro, no es de las familias,
no es de los otros alumnos. Por lo tanto, estas propuestas deben suponer el hecho de
repensar todo el trabajo -o la ausencia de trabajo- en torno de las diferencias, de las
diferencias conocidas y de las desconocidas. Lo que ocurre es que tal vez haya matices de
diferencias hasta aquí ignoradas o que han estado siempre ocultas. Esas formas
"novedosas" de diferencia -de cuerpo, de aprendizaje, de lengua, de sexualidad, de
movimiento, etc.- deben ser vistas no como un atributo o posesión de "los diferentes" sino
como la posibilidad de extender nuestra comprensión acerca de la intensidad y la extensión
de las diferencias en sí mismas.
Por todo ello, la cuestión de la integración debería plantearse en otros términos y no,
simplemente, como respuesta única a la exclusión más obvia, más directa. Está claro que el
mismo sistema político, cultural, educativo, etc., que produce la exclusión no puede tener la
pretensión de instalar impunemente el argumento de un sistema radicalmente diferente -
llámese integración, inclusión, o como se llame-. A no ser que aquí la inclusión sea, como
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decía Foucault (2000), un mecanismo de control poblacional y/o individual: el sistema que
ejercía su poder excluyendo, que se ha vuelto ahora miope a lo que ocurre allí afuera -y que
ya no puede controlar con tanta eficacia-, se propone hacerlo por medio de la inclusión o,
para mejor decirlo, mediante la ficción y la promesa integradora. Al tratarse de un mismo
sistema -reitero: político, cultural, jurídico, pedagógico-, los procesos de exclusión e
inclusión acaban por ser muy parecidos entre sí, siendo entonces la inclusión un mecanismo
de control que no es la contracara de la exclusión sino que lo substituye. La inclusión puede
pensarse, entonces, como un primer paso necesario para la regulación y el control de la
alteridad. Por ello es que notamos, sobre todo, la presencia reiterada de una inclusión
excluyente: se crea la ilusión de un territorio inclusivo y es en esa espacialidad donde vuelve
a ejercerse la expulsión de todo lo otro, de todo otro pensado y producido como ambiguo y
anormal. La inclusión, así, no es más que una forma solapada, a veces sutil, aunque
siempre trágica, de una relación colonial con la alteridad. Y es relación colonial pues se
continúa ejerciendo el poder de una lógica bipolar dentro de la cual todo lo otro es forzado a
existir y subsistir. Al tratarse de dos únicas posibilidades de localización del otro -que en
verdad, como mencioné, acaba por ser sólo un lugar-, no hay sino la perversión del orden y
el ejercicio de una ley estéril que persigue únicamente la congruencia. Llamo perversión a la
delimitación, sujeción y fijación espacial y temporal del otro en esa lógica. La consecuencia
de esta lógica perversa es que parece que sólo podemos entrar en relación con el otro de
una forma fetichista, objetivando al otro, o en términos de racismo -que es una de las
modalidades más conocidas del diferencialismo-, o en términos de tolerancia, de respeto,
etcétera. Y acabamos reduciendo toda alteridad a una alteridad próxima, a algo que tiene
que ser obligatoriamente parecido a nosotros, o al menos previsible, pensable, asimilable.
Así es que hacemos del otro un simulacro, un espectro, una cruel imitación de una no
menos cruel identidad "normal". Por ello creo que el binomio exclusión/inclusión no nos deja
respirar, no nos permite vivir la experiencia de intentar ser diferentes de aquello que ya
somos, de vivir la diferencia como destino y no como tragedia, ya no como aquello que nos
lleva a la desaparición de todo otro que puede ser, como decían Baudrillard y Guillaume
(2000), radicalmente diferente de nosotros. De algún modo, en lo que estoy pensando es
que el problema de la diferencia y la alteridad es un problema que no se somete al arbitrio
de la división entre escuela común y escuela especial: es una cuestión de la educación en
su conjunto; esto es: o se entiende la educación como una experiencia de conversación con
los otros y de los otros entre sí, o bien se acaba por normalizar y hacer rehén todo lo otro en
términos de un "nosotros" y de un "yo" educativo tan improbable cuanto ficticio. Y no estoy
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sugiriendo algo así como una pedagogía del diálogo, de la armonía, de la empatía, del idilio
con el otro.
Diversidad y diferencias en la educación
Sospecho del término "diversidad". Sobre todo por su aroma a reforma y por su
rápida y poco debatida absorción en algunos discursos educativos igualmente reformistas.
"Diversidad" siempre me ha parecido "bio-diversidad", esto es, una forma liviana,
ligera, descomprometida, de describir las culturas, las comunidades, las lenguas, los
cuerpos, las sexualidades, las experiencias de ser otro, etcétera. Y me parece, otra vez, una
forma de designación de lo otro, de los otros, sin que se curve en nada la omnipotencia de la
mismidad "normal". Homii Bhabha (1994) decía que la expresión diversidad implica una
forma de remanso, de calma, que enmascara las diferencias.
Hablar de "diversidad" parece ser una forma de pensar los torbellinos y los
huracanes culturales y educativos desde un cómodo escritorio y, sobre todo, de mantener
intacta aquella distancia, aquella frontera -inventada históricamente- que separa aquello que
es diversidad de aquello que no lo es. Así "diversidad" se parece mucho más a la palabra
"diferentes" antes mencionada, que a una idea más o menos modesta de la "diferencia".
Además, recordemos que la "diversidad" en educación nace junto con la idea de (nuestro)
respeto, aceptación, reconocimiento y tolerancia hacia el otro. Y esto es particularmente
problemático: la diversidad, lo otro, los otros así pensados, parecen requerir y depender de
nuestra aceptación, de nuestro respeto, para ser aquello que ya son, aquello que ya están
siendo. Refiriéndome en particular a la cuestión de la tolerancia hacia la diversidad: tolerar al
otro supone mucho más poner en evidencia "nuestras" virtudes y vanidades que un cambio
en la ética de la relación con la alteridad; tolerar al otro, lo otro, es dejar claro que ese otro,
eso otro, es moralmente censurable, detestable, y que nosotros somos generosos al
permitirle seguir viviendo en esa "condición" de diversidad.
En cambio, al hablar de las diferencias en educación, no estamos haciendo ninguna
referencia a la distinción entre "nosotros" y "ellos"' ni estamos infiriendo ninguna relación o
condición de aceptabilidad acerca de lo otro y de los otros. La diferencia - sexual, de
generación, de cuerpo, de raza, de género, de edad, de lengua, de clase social, de cuerpo,
de etnia, de religiosidad, de comunidad, etc.- todo lo envuelve, a todos nos implica y
determina: todo es diferencia, todas son diferencias. Y no hay, de este modo, algo que no
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sea diferencias, algo que pueda suponerse como lo contrarío de diferencia. En educación no
se trata de caracterizar qué es la diversidad y quién la compone, sino en comprender mejor
cómo las diferencias nos constituyen como humanos, cómo estamos hechos de diferencias.
Y no para acabar con ellas, no para domesticarlas, sino para mantenerlas y sostenerlas en
su más inquietante y perturbador misterio.
La formación, la "preparación" y la hospitalidad de la escuela
“..toda relación con la alteridad es, como
decía Lévinas (2000), una relación con el misterio..”
No es que la escuela o los maestros no están preparados. Todavía no hay un
consenso sobre lo que signifique "estar preparados" y, mucho menos, acerca de cómo
debería pensarse la formación en términos de integración. Por una parte, cabe la pregunta
de si es necesario o no, crear o reinventar y reproducir un discurso racional, técnico,
especializado sobre ese otro "específico" que está siendo llamado a la integración. No hace
falta un discurso racional sobre la sordera para relacionarse con los sordos, no hace falta un
dispositivo técnico acerca de la deficiencia mental para relacionarse con los llamados
"deficientes mentales'; etcétera. Por otro lado, tal vez haya una necesidad, que es aquella
de una reformulación sobre las relaciones con los otros en la pedagogía. Las ideas actuales
de formación que conservan intactas las mismas estrategias y los mismos textos que
criticamos desde siempre, acusándolos de ser invenciones, estereotipos, traducciones y
fijaciones de la alteridad. Ésos son modos coloniales que se refieren al otro, sea quien fuere
ese otro, impunemente, como un otro incompleto, insuficiente, que debe ser corregido -a la
vez que se afirma que es incorregible-, pues "está mal, está equivocado en ser aquello que
es". Me imagino una formación orientada a hacer que los maestros puedan conversar -
conversar, con la alteridad y que posibiliten la conversación de los otros entre sí. Es por eso
que entiendo que habría algunas dimensiones inéditas en el proceso de formación, más allá
de conocer "textualmente" al otro, independientemente del saber "científico" acerca del otro;
son aquellas que se vinculan con las experiencias que son del otro, de los otros, con la
vibración en relación con el otro, con la ética previa a todo otro específico, con la
responsabilidad hacia el otro, con la idea que toda relación con la alteridad es, como decía
Lévinas (2000), una relación con el misterio. Si continuamos formando maestros que posean
sólo un discurso racional acerca del otro, pero sin la experiencia que es del otro y sin la
capacidad de conversar con el otro, el panorama seguirá oscuro y esos otros seguirán
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siendo pensados como "anormales" que deben ser controlados por aquello que "parecen
ser" y, así, corregidos eternamente.
ACTIVIDAD II En el contexto de su quehacer docente, describa, teniendo en cuenta este texto,
“particularidades” de sus compañeros, autoridades, alumnos etc. Toda la comunidad educativa, incluida/o usted mismo. Explique si es posible, cambiar el paradigma que usted y la comunidad educativa sustentan y en el cual se basan, para desarrollar todas las actividades docentes y no docentes.
BIBLIOGRAFIA
• Baudrillard, Jean y Guillaume, Marc, Figuras de la alteridad, México, Taurus, 2000.
• Bhabha, Homii, The location of Culture, London, Routledge, 1994. Hay edición en español.
• Derrida, Jacques y Elizabeth Roudinesco, Y mañana qué..., México, Fondo de Cultura Económica, 2003.
• Derrida, Jacques, Anne Duforurmantelle invite Jacques Derrida á répondre De 1 hospitalité, Paris, Calmann-Lévy, 1997. Hay versión en español (2001).
• Ferrater Mora, José, Diccionario de filosofía abreviado, Buenos Aires, Sudamericana, 1970.
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• Larrosa, Jorge, "El arte de la conversación". Epílogo al libro ¿Y si el otro no estuviera ahí? Notas para una Pedagogía (improbable) de la diferencia.
• Larrosa, Jorge, Entre las lenguas. Lenguaje y educación después de Babel, Barcelona, Laertes, 2004.
• Levinas, Emanuel, Ética e infinito, Madrid, la balsa de la Medusa, 2000.
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• En Jorge Larrosa y Carlos Skliar (comps.), Habitantes de Babel. Política y poética de la diferencia, Barcelona, Laertes, 2001.
• Ranciére, Jacques, El maestro ignorante, Barcelona, Laertes, 2003.
• Skliar, Carlos, ¿Y si el otro no estuviera ahí? Notas para una pedagogía (improbable) de la diferencia, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2002.
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CLASE III
LOS DISCURSOS Y PRÁCTICAS CONSTRUCTORAS DE DEFICIENCIA Y NORMALIDAD
Las exclusiones del lenguaje, del cuerpo y de la mente. Presencias y ausencias
“…la discapacidad no es un fenómeno biológico sino una retórica cultural. Por lo tanto, no puede ser pensada como un problema de los discapacitados, de sus familias o de los expertos. Es una idea cuyo significado está íntimamente relacionado con el de la normalidad y con los procesos históricos, culturales, sociales y económicos que regulan y controlan el modo a través del cual son pensados e inventados los cuerpos, las mentes, el lenguaje, la sexualidad de los sujetos”. Skliar (2002)
Deficiencia: Insuficiencia, agotamiento, que impide a una función alcanzar el nivel corriente.
Discapacidad: Falta de habilidad para realizar una función específica, como ver, oir, etc.
Discapacidad es un término general que abarca las deficiencias, las limitaciones de la
actividad y las restricciones de la participación. Las deficiencias son problemas que afectan
a una estructura o función corporal; las limitaciones de la actividad son dificultades para
ejecutar acciones o tareas, y las restricciones de la participación son problemas para
participar en situaciones vitales. Por consiguiente, la discapacidad es un fenómeno complejo
que refleja una interacción entre las características del organismo humano y las
características de la sociedad en la que vive.
Etnias: Etnia (del griego ethnos, ‘pueblo’), en antropología, unidad tradicional de conciencia
de grupo que se diferencia de otros por compartir lazos comunes de nacionalidad, territorio,
cultura, valores, raza o tradición histórica. La etnia no constituye una unidad estática, por lo
que sus características pueden variar a lo largo del tiempo. El incremento de la población
puede generar su desplazamiento, separación o transformación, al sufrir el contacto con
otros grupos étnicos.
Segregación: separación de los individuos que integran una comunidad, por entenderse
heterogéneos o no asimilables en función de criterios ideológicos, étnicos, religiosos o de
otra naturaleza. Esta distanciación y enfrentamiento adquieren sentidos diferentes según los
contextos sociales y el grado de desarrollo democrático y de los valores dominantes en cada
comunidad.
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Discurso y práctica sobre la deficiencia: la exclusión de una teorización crítica acerca de la normalidad
En general la norma tiende a ser implícita, invisible
y es ese carácter de invisibilidad lo que hace que nunca sea cuestionada; siempre es el desvío lo que constituye el problema: así, el desvío está en el Otro, el Otro que se hace visible y resulta, entonces, problemático (Tadeus da Silva, 1998).
Vivimos en una época de guerras virtuales y de pobrezas reales, donde el discurso
sobre los otros, sobre la alteridad, parece consumirse dentro de la falsa promesa de la
globalización. Las fronteras de la exclusión se multiplican, se disfrazan y se esconden; sus
límites se amplían, presionan, cambian de color, de cuerpo y de lenguaje. Mientras se nos
bombardea con soluciones para un mundo moderno, miles de personas mueren en
conflictos étnicos. Aún así, se insiste en que nadie tiene derecho de quedar fuera de la aldea
global, aunque sea de una forma parcial, incompleta o deficiente.
La globalización trajo consigo, como aparente paradoja, la producción y la
fragmentación de las identidades de diferentes grupos sociales (Hall, 1997). En ese contexto
las preguntas que más nos inquietan son: ¿Se están desvaneciendo las culturas? ¿Las
comunidades están cediendo sus identidades? ¿Se esfumarán las diferencias y se acabarán
las resistencias, ante la lógica expansiva de la globalización? ¿Cómo representar hoy a
aquellos individuos y grupos descentrados del proyecto de homogenización? O dicho de otro
modo: ¿Cómo reflexionar sobre los sordos, indígenas, mujeres, negros, mestizos,
desempleados, niños de la calle, ciegos, etc., sin esconderse detrás de la máscara
terminológica de la natural pluralidad y la natural diversidad que componen esos otros?
Cuando hablo de deficiencia o deficientes no me refiero a los sujetos concretos sino
a un modelo conceptual muy difundido en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica: el
modelo de la deficiencia (véase Franklin, 1997). Por otro lado, el sucesivo recambio de
nombres en este ambiente de la educación no es ingenuo; supone una pretendida posición
políticamente correcta, que consiste en sugerir el uso de eufemismos o de expresiones
“rebuscadas” para nombrar a ciertos grupos culturales o sociales. No usar, en este contexto,
el término deficiencia, para utilizar otros más correctos, o bien más modernos, sería restituir,
una vez más, la eficacia retórica del discurso de la anormalidad.
“Soluciones para un mundo moderno”, es el leit motiv actual del IBM,
permanentemente difundido en los medios de comunicación.
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Es un hecho que la educación especial, sus instituciones totalitarias (Castel, citado
por Álvarez- ,Uria, 19963) y los sujetos que son forzados a incluirse en esa forma particular
de pedagogía, no forman parte de las agendas políticas, sociales y académicas de aquellos
que están vinculadas con otros movimientos sociales, culturales y pedagógicos -por ejemplo
de raza, clase, género, sexualidad, etnía-.
Existe, por lo general, una profunda desconfianza frente a la teorización en ese
territorio. La educación especial es considerada un problema menor, que trata de personas
que tuvieron la desgracia de adquirir algún tipo de deficiencia, sus familias y los
profesionales – especialistas- que trabajan con ellos. Más aún, los sujetos con deficiencia
raras veces son vistos como perteneciendo a una nación, siendo ciudadanos y sujetos
políticos, articulándose en movimientos sociales, poseedores de sexualidad, religión, etnía,
etc.
La educación especial es una subárea de la educación, discontinua en sus
paradigmas teóricos, anacrónica en sus principios y sus finalidades, relacionada más con la
medicina que con la pedagogía, discriminatoria, distanciada del debate educativo general y
generadora de discursos y prácticas de exclusión (Skliar, 1995, 1997a). En esta misma
dirección, no es habitual que la cuestión de la deficiencia sea abordada de un modo crítico
en el proceso de formación de profesores. Cuando se trata de la formación general,
abundan las clasificaciones médicas, las descripciones psicológicas y las especulaciones
metafísicas, aplicadas sobre un extraño continuum de sujetos que nada tienen en común –a
no ser, justamente, porque son reunidos bajo la anormalidad-. Además, se trabaja con una
serie de didácticas universales, casi siempre positivistas y, sobre todo, despolitizadas.
Por otra parte, cuando se trata de una formación específica en educación especial,
es común la tendencia a la producción y reproducción del modelo clínico de la deficiencia.
En ambos casos, formación general y específica, la educación especial y las
deficiencias son, sin dudas, tópicos subteorizados. Y esto sucede, curiosamente, en una
época donde los acontecimientos más triviales, como lo son el dormir, el fumar, correr, usar
un aro, mirar al vacío, comprar objetos inservibles o hacer dieta, son hiperteorizados.
Es en virtud de esa subteorización, consecuencia de una férrea tradición histórica de
control del sujeto deficiente por expertos de la medicina y profesionales para-médicos, que
la población general no vislumbra la conexión posible entre la deficiencia y su status quo, del
mismo modo en que muchos están comprendiendo la conexión entre raza y/o género y las
estructuras contemporáneas de poder y conocimiento.
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¿Qué puede interesar, a aquellos que se están formando en educación, una mirada
crítica sobre los deficientes, un cambio teórico sobre la educación especial y sus relaciones
con los valores de la ética y la exclusión? ¿Podrán percibir, los nuevos educadores, que la
cuestión de la deficiencia no puede -ni debe- ser pensada exclusivamente en torno de las
estrechas fronteras de inclusión/exclusión? ¿Incluirán en su debate formativo no sólo los
textos de los especialistas sino también –y sobre todo- las narraciones que los otros hacen
sobre sí mismos?
Los otros... ¿Son siempre los otros?
La cuestión de los sujetos deficientes supone un problema educativo, de ética y de
derechos humanos, del mismo modo en que se hace referencia a los niños de la calle, los
sin tierra, los negros, indígenas, homosexuales, analfabetos, etc. Los deficientes no
constituyen un grupo particular de excluídos, ni deben ser excluídos de otras exclusiones.
No se trata de un simple juego de palabras. Negar un abordaje político, histórico y cultural
en este campo, constituye el primer hecho discriminatorio sobre el cual, después, se
entretejen todas las demás discriminaciones de ciudadanía, sociales, lingüísticas, políticas,
comunitarias y culturales.
La lista de los sujetos y grupos excluídos es cada vez más inacabable, cada vez más
mayoritaria.
Resulta de la construcción de la alteridad, de la producción de esos Otros que no
somos, en apariencia, nosotros mismos. Pero que utilizamos para poder ser nosotros
mismos. En palabras de Larrosa y Perez (1996):
"La alteridad del otro permanece reabsorvida en nuestra identidad y la refuerza
todavía más; la hace posible, más arrogante, más segura y más satisfecha de sí misma. A
partir de este punto de vista, el loco confirma y refuerza nuestra razón; el niño, nuestra
madurez; el salvaje, nuestra civilización; el marginal, nuestra integración; el extranjero,
nuestro país; y el deficiente, nuestra normalidad".
La presunción de que la deficiencia es, simplemente, un hecho biológico y con
características universales, debería ser problematizada epistemológicamente. Desde la
perspectiva de los Estudios Culturales en Educación, es necesario invertir aquello que fue
construído como norma y como problema habitual: poder comprender el discurso de la
deficiencia, para luego revelarlo como institución totalitaria.
No me refiero a aquellas narraciones escritas sobre deficientes oprimidos y/o
superhéroes (en el estilo de Hellen Keller). Existe una significativa producción literaria de
sujetos cuya historia invierte el problema sobre quiénes son, en verdad, los otros. Un texto
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fundamental, en este sentido, es la autobiografía de la actriz sorda Emmanuelle Laborit,
LeCri de la Mouette (El vuelo de la gaviota, Éditions Robert Laffont, Paris, 1994).
Utilizo epistemología no en el sentido que le da la filosofía o la psicología del
desarrollo, sino en una dimensión, política, es decir, a las relaciones entre poder y
conocimiento (Foucault, 1980).
Los Estudios Culturales ven la educación como un proceso cultural de significación,
definido por relaciones de poder, concentrando su análisis en los mecanismos, estrategias y
políticas de constitución de las identidades sociales, en los esquemas de representación de
diferentes grupos y en la dinámica de funcionamiento de artefactos culturales vinculados a la
educación.
Objeto de ese discurso no es la persona que está en una silla de ruedas o el sordo o
el ciego, sino los procesos sociales, históricos, económicos y culturales que regulan y
controlan la forma acerca de cómo son pensados los cuerpos y las mentes de los otros.
Para decirlo más sencillamente, la deficiencia no es una cuestión biológica sino una retórica
social, histórica y cultural. La deficiencia no es un problema de los deficientes o de sus
familias o de los especialistas. Es un problema relacionado con la propia ética de la
normalidad. McLaren (1995), en una interpretación adecuada de los significados culturales
que regulan el discurso de la deficiencia, afirma que: " El funcionamiento de las políticas de
significación lo podemos ver en la educación especial, en la que una gran proporción de
estudiantes negros y latinos se considera que presentan "problemas de conducta", mientras
que a la mayor parte de los estudiantes blancos de clase media se les proporciona la
cómoda etiqueta de tener "problemas de aprendizaje".
Por regla general, hasta hace relativamente poco tiempo, los sujetos de la educación
especial, fueron narrados, juzgados, pensados y construídos por los profesionales que
trabajan con ellos, como objetos de estudio dentro de un discurso de control (Foucault,
1966). Esa práctica, fuertemente medicalizada y orientada hacia el cuidado y el tratamiento
–una ortopedia de los cuerpos y las mentes- sirvió a su propósito institucional de exclusión,
pero fracasó en la comprensión y justificación de su propia historicidad, sus principios,
mediaciones y mecanismos de poder.
En una perspectiva histórica, podemos localizar la génesis del problema de la
deficiencia en los siglos XVIII y XIX. Se trata de una relación social impulsada por factores
políticos y económicos que puede ser entendida como parte de un proyecto más global para
controlar y regular los cuerpos (Davies, 1996), incluyendo la criminalidad, la sexualidad, el
género, la enfermedad, etc. Y que condujo a la segregación e institucionalización.
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Los valores y las normas practicadas sobre las deficiencias forman parte de un
discurso históricamente construída, donde la deficiencia no es simplemente un objeto, un
hecho natural, una fatalidad, si no un proceso social que implica profundamente a todas las
personas que tienen un cuerpo y viven en el mundo de los sentidos.
Esa regulación o control del cuerpo, a través de las instituciones modernas como la
cárcel, la escuela, el hospital, etc. no resultó idéntica en sus finalidades y formas de
funcionamiento.
En la Argentina, esa cuestión fue abordada por primera vez, en el marco del I
Congreso Pedagógico Nacional de 1882, en una sección especial dedicada a los ciegos,
sordos, mendigos e idiotas. En esa sección, Terry –un eminente hombre de Estado- se
refirió a los sordomudos argentinos como seres irracionales, desgraciados, sometidos a una
vida puramente animal, condenados a vivir en perpetua noche, extranjeros en su propia
patria, hundidos bajo el peso de su mísera existencia, más predispuestos a las
enfermedades tuberculosas, etc. En su presentación, Terry concluye que:
“(...) Educar a los sordomudos es una obligación de naciones y gobiernos (...) Es una
necesidad pública porque el sordomudo no educado puede ser un peligro”. (Actas del I
Congreso Pedagógico, 1882).
Personas con deficiencia: regula también las vidas de las personas consideradas
normales.
Deficiencia y normalidad, en consecuencia, forman parte de un mismo sistema de
representaciones y de significaciones políticas, una misma matriz de poder (T.T. da Silva,
1998).
La educación especial conserva para sí una mirada iluminista sobre la identidad de
sus sujetos, esto es, se vale de las oposiciones de racionalidad/irracionalidad y de
completud/incompletud, como elementos centrales en la producción de discursos y prácticas
pedagógicas. Los sujetos son infantilizados y, al mismo tiempo, naturalizados y
humanizados, recurriendo a representaciones sobre aquello que está incompleto en sus
cuerpos y sus mentes.
Así el colonialismo recobra vigencia en la educación especial a través de discursos
normativos tales como, por ejemplo, ausencia de lenguaje, inteligencia primitiva, inmadurez
afectiva y cognitiva, comportamientos agresivos, peligrosos, etc ¿Podrá el lector discernir,
más allá de los títulos y de las apariencias, los textos de los colonialistas europeos que se
refieren a la naturaleza de los africanos o de las tribus indígenas o de los hispanos, de
textos que tratan sobre la psicología de los sordos o la inteligencia de los deficientes
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mentales? ¿O paternalismo y medicalización forman parte de un mismo discurso
colonialista? (Lane, 1992).
Si bien la epistemología tradicional de la educación especial cedió espacio, en la
actualidad, a algunas representaciones sociales de las identidades, en ellas los ciegos, los
sordos, los niños con problemas de aprendizaje, son percibidos como una totalidad, como
un conjunto de sujetos homogéneos, centrados, estables.
Los estudios etnográficos en educación especial, que intentan romper con el
microscopio puesto sobre el individuo deficiente e interpretar los escenarios familiares y
pedagógicos en donde está localizado ese sujeto, omiten todo recorte de las identidades. Se
supone, entonces, que el pasaje de la normativa de la medicina a la curiosidad de la
etnografía conlleva la reproducción de la norma del hombre-blancoeuropeo- alfabetizado-
profesional-alimentado.
Pero entonces: ¿Cuáles son los proyectos para los ciegos afro-americanos,
analfabetos y desempleados? ¿Cómo el modelo de la deficiencia construye sus
representaciones acerca de las mujeres sordas, madres solteras? ¿Existen, desde esa
perspectiva, los superdotados de las clases populares? ¿Y los niños deficientes mentales
sin tierra? ¿Cuál es la ética y cuáles son los valores de inclusión/exclusión que subyacen
todas esas omisiones?
La medicalización, la caridad, la beneficiencia y las exclusiones dentro y fuera de la
educación especial. Necesidades educativas especiales versus política de las diferencias.
Abordar la cuestión de la medicalización en la educación especial no es una tarea
simple. La medicalización no es un simple discurso de la medicina, relacionado con el
progreso inevitable de su ciencia, se ha infiltrado de una forma muy sutil en otras disciplinas
del conocimiento, gobernándolas, debilitándolas y descaracterizándolas.
Existe, es claro, una práctica de medicalización directamente orientada hacia el
cuerpo (del) deficiente, pero existe, sobre todo, una medicalización de la vida cotidiana, de
la pedagogía, de la escolarización, de la sexualidad. En otras palabras: la medicalización
debe ser entendida como una ideología dominante. Como tal, creó un sentido común,
normas y valores, estereotipos fundacionales y complicidades dentro y fuera de su campo
específico. Una de esas estrategias fue la de encapsular a la pedagogía, obsesionándola
con la corrección y, en estas últimas dos décadas, aventurando la solución final de las
deficiencias.
La alianza de la medicalización con la caridad y beneficiencia también constituye un
proceso complejo y multifacético. Se trata de la legitimidad moral con que la actividad
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misionaria y el auxilio caritativo son aceptados como respuestas válidas en la educación
especial, con el objetivo de humanizar a los sujetos. El ejemplo de los sordos es, en este
sentido, particularmente claro: para la mayoría de los oyentes, la sordera representa una
pérdida de la comunicación, un prototipo de auto-exclusión, de soledad, de silencio,
oscuridad y aislamiento. En nombre de ese estigma se practicaron y se practican las más
inconcebibles formas de control de sus cuerpos y mentes: entre los más significativos, la
violenta obsesión para hacerlos hablar; la tendencia a preparar a esos sujetos como mano
de obra barata; la experimentación biónica en sus cerebros; la formación paramédica y
pseudo-religiosa de los profesores; la prohibición de su lengua -la lengua de señas- y su
persecusión y vigilancia por todos los rincones de la mayoría de las instituciones especiales;
el desmembramiento comunitario entre los niños y los adultos sordos.
El discurso de la deficiencia oculta, tras su aparente cientificidad y neutralidad, el
problema de la identidad, la alteridad y, en resumen, la cuestión del Otro, de su complejidad.
El discurso de la deficiencia tiende a enmascarar la cuestión política de la diferencia; en ese
discurso la diferencia es mejor definida como diversidad y, así, la diversidad no es otra cosa
que la/s variante/s aceptables del proyecto hegemónico de la normalidad.
Las normas y valores sobre cuerpos y mentes completos, auto-suficientes,
disciplinados y bellos, constituyen la base de los discursos, las prácticas y la organización
de las instituciones especiales.
Es frecuente la estrategia en educación especial, según la cual esos sujetos son
definidos formando parte de una diversidad; diversidad en éste y otros contextos, esconde
una estrategia.
No es casual que la pedagogía correctiva, cuyos inicios se remontan al inicio del
siglo XX, estuviese vinculada estrechamente con la noción de la infancia anormal (Álvarez-
Uria, 1997; Varela, 1996).
Me refiero a las experiencias “biónicas” de implantes de retinas para los ciegos y de
cócleas para los sordos, y a las experiencias “estéticas” de cirugía de rostros para sujetos
con síndrome de Down.
La ambigüedad -y la hipocresía- con que se piensa y se construye la diversidad,
genera como consecuencia, en el mejor de los casos, la aceptación de un cierto pluralismo
que se refiere siempre a una norma ideal.
La cuestión de la denominación: sujetos deficientes, con deficiencia, portadores de
deficiencias o de discapacidad, discapacitados, con necesidades especiales, etc. constituye,
apenas, un debate sobre mejores y peores eufemismos para denominar la alteridad y que
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no adquiere ninguna relevancia política, epistemológica y/o pedagógica. Esto no supone
minimizar el efecto que su peligrosidad conlleva para su vida cotidiana. Son viejas y nuevas
acepciones que sirven para trazar viejas y nuevas fronteras referidas al estar fuera, al estar
del otro lado. La cuestión no se resuelve al encontrar términos políticamente correctos para
describir a estos o a otros sujetos, si no en: (a) desconstruir el supuesto orden natural de los
significados que los localizan en ciertos discursos y prácticas de poder, y (b) producir
rupturas en la lógica binaria de oposiciones (Bhaba, 1994) de la educación especial. Las
oposiciones binarias suponen que el primer término define la norma y el segundo no existe
fuera del dominio de aquel. Sin embargo, el ser sordo, por ejemplo, no supone lo opuesto -y
negativo- del ser oyente, ni el ser ciego el opuesto del ser vidente; son experiencias
singulares que constituyen una diferencia específica. En esta misma perspectiva, es posible
pensar en aquello que Sandoval (1996) denominó como conciencia oposicional, esto es, una
noción de identidad propia de quien/quienes se narran a sí mismos y se opone/n a las
presiones de la normalización.
El concepto de diferencia no reemplaza, simplemente, al de diversidad y mucho
menos al de deficiencia y/o discapacidad y/o necesidades especiales; tampoco ocupa el
mismo espacio discursivo. En este sentido, es necesario despojarlo de sus habituales
parentescos con aquellos términos y definir algunas de sus características más salientes.
- La diferencia no es una obviedad cultural; ella es construída histórica, social y
políticamente (por lo tanto, no es una totalidad fija, esencial, inalterable).
- La diferencia es siempre diferencia (en consecuencia, no puede ser entendida
como un estado no deseable, impropio, de algo que tarde o temprano volverá a la
normalidad).
- Las diferencias dentro de una cultura deben ser definidas como diferencias políticas
(y no simplemente como diferencias formales, textuales o lingüísticas).
El orden tradicional de los significados en el discurso dominante de la educación
especial puede ser leído como: sujetos deficientes, otros deficientes, escuela especial
institucionalización, medicalización, segregación, corrección/reeducación normalización
inclusión/integración.
Como por ejemplo: normalidad/patología, salud/enfermedad, inteligencia/deficiencia,
mayoría/minoría, eficiencia/deficiencia, etc.
- Las diferencias, aún vistas como totalidades o puestas en relación con otras
diferencias, no son fácilmente permeables ni pierden de vista sus propias fronteras.
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- Las diferencias no dependen de una autorización o de un permiso otorgado desde
la normalidad sino de un reconocimiento político y de su práctica.
Desoyentizar, oyentismo, oyentización, constituyen neologismos para describir
prácticas colonialistas de los oyentes, que hacen que los sordos sean obligados a narrarse,
juzgarse y pensarse como si se fuesen oyentes. Es en esa práctica, justamente, donde
muchos sordos se ven a sí mismos como deficientes, incompletos, pseudo-oyentes, etc.
(Skliar, 1998).
La exclusión dentro de la inclusión: los sordos en la escuela regular (All together...
how?) Es curioso que, al mismo tiempo que se define la ofensiva neoliberal como una nueva
pedagogía, de exclusión (Gentile, 1996) también debemos referirnos a ella,
paradójicamente, como una ofensiva a favor de la inclusión.
En Latinoamérica, a partir de la Declaración de Salamanca, es cada vez más
frecuente la idea de la inclusión/integración de los deficientes a la escuela común. A través
de los documentos oficiales el discurso integracionista opera en dos niveles diferenciados:
por un lado, un nivel supuestamente progresista: “la escuela especial es una forma terrible
de discriminación y exclusión”, “los deficientes tienen el derecho a asistir a la escuela con
los demás niños”, “es obligación de la escuela pública aceptar la diversidad”, “la escuela
integradora es una idea de avanzada”, etc. Por otro lado, un nivel totalitario: se reproduce el
continuum de sujetos deficientes –todos los deficientes deberían ser incluidos/integrados-
sin dejar espacio para un análisis diferenciado de los efectos de tales prácticas sobre cada
uno de ellos. De ese modo, cualquier argumento crítico –inclusive de los que se originan
dentro de las comunidades interesadas, de padres, de maestros, de los propios sujetos
llamados deficientes- es rápidamente censurado, considerado políticamente incorrecto, a
favor del segregacionismo y de la formación de guetos.
Más allá de las divergencias en cuanto al significado que pueda tener el proceso de
inclusión/integración, se advierte en los discursos dominantes la intención de reducir ese
complejo proceso a una experiencia escolar, a una mera contigüidad física de las diferencias
con aquellos llamados normales en el contexto del aula.
El discurso de la inclusión/integración está impregnado, detrás de su mensaje de
igualdad y justicia, de estereotipos idénticos a los desarrollados en las escuelas especiales y
a los cuales asocia, con mucha frecuencia, la eficacia, la eficiencia y la calidad en la
educación. ¿Cuáles son las conexiones entre neoliberalismo y educación especial? Por otro
lado: ¿Cuáles son las estrategias que se vienen desarrollando para una nueva ética
vinculada a los sujetos deficientes? La palabra inclusión deriva proviene del latín -includere-
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y se deriva de la composición del prefijo in co claudere, y significa clausurar, cerrar por
dentro. Según The Heritage Illustrated Dictionary of the English Language (New York:
McGraw-Hill, 1973, 665) inclusión puede ser entendida como “tener como miembro,
contener como elemento secundario o menor”.
Todos juntos ¿cómo? es un juego de palabras en inglés, propuesto por Jim Kyle
(1995) a partir de la canción de los Beatles “All together now”, para referirse a lo que el autor
supone una insostenible propuesta de inclusión de los sordos en la escuela regular.
La Declaración de Salamanca es el resultado de una reunión organizada por la
Unesco y el Ministerio de Educación y Ciencia de España en junio de 1994, con
representantes de noventa y dos gobiernos. Su objetivo fue el de establecer líneas de
acción para una escuela integradora, una escuela para todos, donde los servicios
educativos especiales “debe formar parte de una estrategia global de educación y,
naturalmente, de nuevas políticas sociales y económicas”.
En esta misma dirección: ¿Qué esconden las nuevas políticas de
inclusión/integración de los deficientes a las escuelas comunes?
La crítica al discurso dominante de inclusión/integración nada tiene que ver con una
afinidad hacia las escuelas y las pedagogías especiales. No es esa la interpretación que
debe hacerse. La aparente oposición entre escuela especial y escuela común sólo remite a
un aspecto, no demasiado esencial, que es el de la institucionalización o, dicho de otro
modo, el de la localización de los deficientes en el sistema de enseñanza.
No se vislumbra, mientras tanto, una mirada crítica hacia ambos sistemas de
escolarización. El eje de las relaciones entre diferencias, no puede estar enmascarando la
intención concreta de una reducción de costos, ni ser sólo un problema de burocracia o de
administración escolar, ni abandonar la educación especial en manos de fundaciones
privadas –una transformación del Estado absoluto en Estado desinteresado-, ni producir,
como consecuencia, la asimilación de las minorías y las diferencias dentro de la escuela
común. Lo que debe ponerse en discusión, por una parte, son los argumentos que
fundamentan las propuestas de inclusión/integración y, por otro lado, la política de
significados y las representaciones que produce y reproduce esta propuesta.
En referencia a lo primero, uno de los argumentos centrales de la idea de
inclusión/integración en el sistema común de educación, es el del mayor compromiso del
sistema oficial con la educación de todos. Sin embargo, es de notar que los estados de la
mayoría de los países latinoamericanos están retrocediendo en relación a sus obligaciones
con todos. En un país como el Brasil, cuya tasa de repetición de primer grado es del 50%
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(Cagliari, 1997) y donde todavía no se cumplen las metas fundamentales propuestas para
los años 1960, hablar de escuela para todos significa, en el mejor de los casos, una
metáfora ofensiva de los gobiernos.
En relación al problema de las representaciones, nada mejor que analizar una de las
publicidades televisivas oficiales que estimulan la inclusión/integración. El año pasado los
educadores brasileños asistieron, con cierta perplejidad, a una publicidad presentada por
una famosa cantante de música popular. Ella representaba a una maestra de escuela
común y presentaba los nuevos alumnos deficientes a sus alumnos normales. Los niños
deficientes eran representados a través de muñecos - ¿no podían ser de carne y hueso, o
no son de carne y hueso?- y presentaba a cada uno mencionando lo que se suponía era su
característica más importante. Por ejemplo: “Él es deficiente mental, pero aprende todo
perfectamente”. O bien: “Ella es deficiente auditiva, pero le encanta comunicarse”.
El costo de un niño deficiente, para el sistema público de educación es,
aproximadamente, ocho a diez veces mayor que el de un niño sin deficiencias. Eso
constituye un argumento de peso, junto con el del llamado fracaso cuantitativo de la escuela
especial- que en verdad es el fracaso del modelo de la deficiencia-, como para inclinar la
balanza hacia la inclusión. El Banco Mundial, que actualmente está financiando varios
proyectos de integración y de formación laboral de deficientes –por lo general, en el área de
la computación- expresa con claridad esos argumentos valiéndose de la relación costo-
beneficio.
No es posible olvidar que gran parte del movimiento de inclusión/integración, al
menos en algunos países europeos y en los Estados Unidos, fue originado a partir de juicios
al Estado de las familias de los deficientes, por prácticas discriminatorias.
En 1969 se propuso extender para ocho años el promedio de la escolaridad básica.
Actualmente, al igual que en el censo de 1994, los que consiguen finalizar la
escolaridad primaria requieren, en promedio, doce años (Folha de São Paulo, 01/02/1998).
Al intentar comprender la propuesta de inclusión/integración de los niños sordos a la
escuela común nos reencontramos, una vez más, con un problema de significados políticos
y de representaciones. ¿Cuál es la teoría que justifica esa práctica? ¿Cómo hacen los niños
sordos, o los y aislados en el mundo de los oyentes, para desarrollar su identidad, su lengua
y una vida comunitaria entre pares? ¿Cuál es la participación que se plantea para el niño
sordo en las discusiones y las construcciones pedagógicas colectivas?
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Es posible intuir cómo la práctica y el discurso de la inclusión se transforman, para
los niños sordos, en una experiencia sistemática de exclusión. Algunas de esas
investigaciones resaltan un conjunto de hechos que merecen ser apuntados:
- No existe una teoría, lingüística, didáctica o pedagógica, que pueda justificar la
práctica de la inclusión de los niños sordos a la escuela regular (Kyle, 1995).
- Una significativa cantidad de sordos ya vivieron, en aquellas regiones de nuestros
países donde no existían escuelas especiales, experiencias de inclusión. De sus
narraciones (Perlin, 1998) se percibe la frecuencia de términos tales como
aislamiento, dolor, angustia, falta de identidad, deficiencia, soledad, aburrimiento,
incomprensión, etc.
- Los maestros con niños sordos incluídos en sus aulas tienden a una abreviación, o
a una simplificación, o una reducción en alto porcentaje de todos los contenidos
escolares (Caselli yRampelli, 1989);
- Los profesores que actúan en salas de recursos especiales para sordos dentro de
la escuela común, no están formados ni en el dominio de la lengua de señas, ni en
la convivencia comunitaria con sordos, ni en el dominio de teorías cognitivas y
didácticas que se relacionen con las competencias visuales de esos alumnos
(Fernandez, 1997).
Tal vez las palabras de Emmanuelle Laborit (1995) sean, todavía, más concluyentes:
“Decidí no hacer más nada en clase. No soportaba más aquellas aulas, no soportaba
leer los labios, no soportaba luchar para producir los ruidos de mi voz, no soportaba la
historia, la geografía, incluso el francés, no soportaba a los maestros desanimados, que
constantemente me castigaban, me disminuían delante de los demás (...) Tenía la sensación
de ser manipulada, querían borrar mi identidad sorda. En la escuela, era como si me dijeran:
‘Es necesario que tu sordera no sea vista, es necesario que escuches con tu prótesis, que
hables como quien escucha. La Declaración de Salamanca, en su artículo 21, afirma que
debe ser asegurado para todos los sordos el acceso a la lengua de señas de su país. Nada
o muy poco fue realizado en este sentido.
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ACTIVIDAD III En esta lista de películas encontrar (por lo menos en tres) escenas significativas, que contribuyen para ejemplificar a lo que se ha referido este capítulo como
inversión epistemológica del problema en educación especial. Si sabes o encuentras otro films que refleje, míralo y comenta.
La intencionalidad es esta actividad es la producción de reflexiones sobre “discapacidad” y el problema epistemológico en EDUCACIÓN ESPECIAL, y no un análisis de la calidad del films.
“Te amaré en silencio” (1990) “El octavo día” (1995) “Nacional 7” (2000) “Yo Soy Sam” (2001) “Bailar en la oscuridad “(2000) “Adam” (2009) “Una tarde con Margarita (2010) “Temple Grandin” (2010”)
Bibliografía
• Álvarez-Uria, Fernando (1997). La configuración del campo de la infancia anormal.
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CLASE IV
APORTES PARA PENSAR LO QUE NECESITA LA EDUCACION ESPECIAL
Ciencias y Educación una relación necesaria. Comprendiendo los aportes de la Neurociencia y la Pedagogía
Neurociencia: La Neurociencia no sólo no debe ser considerada como una disciplina, sino que es el conjunto de ciencias cuyo sujeto de investigación es el sistema nervioso con particular interés en cómo la actividad del cerebro se relaciona con la conducta y el aprendizaje. El propósito general de la Neurociencia, declaran Kandel, Schwartz y Jessell (1997), es entender cómo el encéfalo produce la marcada individualidad de la acción humana.
Cerebro: Porción principal del encéfalo, constituida por los dos hemisferios cerebrales, unidos por el cuerpo calloso, y que constituye la parte mayor del sistema nervioso central en el hombre. Ocupa la parte superior del cráneo. El cerebro o telencéfalo se origina durante el desarrollo a partir del prosencéfalo o cerebro anterior. El cerebro está formado principalmente por los hemisferios cerebrales (corteza cerebral y ganglios basales). Los hemisferios cerebrales ocupan la mayor parte del cerebro humano y suponen cerca del 85% del peso del encéfalo. Su gran superficie y su complejo desarrollo justifican el nivel superior de inteligencia de los seres humanos si se compara con el de otros animales. Una fisura longitudinal los divide en hemisferio derecho y hemisferio izquierdo, que son simétricos, como una imagen vista en un espejo. El cuerpo calloso es un conglomerado de fibras nerviosas blancas que conectan estos dos hemisferios y transfieren información de uno a otro.
Aprendizaje: adquisición de nuevas manifestaciones de un sujeto como consecuencia de su interacción con el medio externo. En psicología, actividad que sirve para adquirir alguna habilidad y que modifica de manera permanente las posibilidades del ser vivo. El aprendizaje tiene por finalidad la adquisición de hábitos y la adquisición de conocimientos.
Enseñanza: en Pedagogía, la acción coordinada que tiene por finalidad hacer que los alumnos adquieran nuevos conocimientos, capacidades técnicas, formas de sensibilidad.
"Educación y Neurociencia": El estado actual de la Neurociencia y los resultados de la misma que son aplicables a la educación. La teoría del aprendizaje basado en el cerebro o compatible con el cerebro. Las implicaciones y aplicaciones de esta teoría para el currículo, la enseñanza y la evaluación. La actitud que se debe asumir en el ámbito educativo frente a la Neurociencia o a los resultados de la investigación del cerebro. ¿La educación tiene que cambiar de un modelo conductista a otro compatible con otras dimensiones del ser humano entre ellas las referidas a la cognición y a las concepciones necesarias de educación y pedagogía.
Pedagogía: Asombro permanente y cuyos resplandores nos impidan capturar la comprensión ordenada de todo lo que ocurre alrededor.
Posibles aportes a la Educación desde las Neurociencias
En todos los tiempos los maestros y profesores se han preocupado por encontrar
respuestas a los múltiples interrogantes del aula, en especial a aquellos que los procesos de
aprendizajes de sus estudiantes hacen que no puedan ser comprendidos con los saberes
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disponibles, lo que lleva a la búsqueda de aportes, en especial desde las ciencias
psicológicas y pedagógicas, aunque en la educación especial el vinculo entre salud y
educación es indisoluble.
Esta preocupación profesional marca caminos y trayectorias profesionales en la
búsqueda de alternativas para el trabajo en el aula. Desde un tiempo a esta parte el
surgimiento de la neurociencia aporta conocimiento sobre el cerebro, información sobre
cómo funciona este órgano para poner en el trabajo áulico de la enseñanza un ambiente
escolar, un currículo, una evaluación más acordes con las características intrínsecas e
innatas de nuestros cerebros para aprender o, en otras palabras, más compatibles con la
manera de como aprende nuestro cerebro.
Considerar los aportes de la teoría del aprendizaje basada en el cerebro o
compatible con él, sus las implicaciones y aplicaciones de esta teoría para el currículo, la
enseñanza y la evaluación como una de las posibles lecturas para enriquecer el hacer
educativo.
De un modo particular nos detendremos en los principios del aprendizaje del cerebro
y en otros principios para el diseño de un ambiente compatible con el cerebro. Y
procuraremos responder a la pregunta: ¿Cómo pasar de la teoría e investigación del cerebro
a la práctica en el aula y a las políticas educacionales?
También nos referiremos a la actitud que es necesario asumir en el ámbito educativo
frente a la Neurociencia, o a los resultados de la investigación que sobre el cerebro se
producen y, en consecuencia, a cómo afrontar el desafío que les plantea a los educadores la
investigación del cerebro.
Actualmente de término "Neurociencias", afirma Beiras (1998), hace referencia a
campos científicos y áreas de conocimiento diversas, que, bajo distintas perspectivas de
enfoque, abordan los niveles de conocimiento vigentes sobre el sistema nervioso. Es, por
tanto, una denominación amplia y general, toda vez que su objeto es extraordinariamente
complejo en su estructura, funciones e interpretaciones científicas de ambas. Se hace
Neurociencia, pues, desde perspectivas totalmente básicas, como la propia de la Biología
Molecular, y también desde los niveles propios de las Ciencias Sociales. De ahí que este
constructo involucre ciencias tales como: la neuroanatomía, la fisiología, la biología
molecular, la química, la neuroinmunología, la genética, las imágenes neuronales, la
neuropsicología, las ciencias computacionales.
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El funcionamiento del cerebro es un fenómeno múltiple, que puede ser descrito a
nivel molecular, celular, organizacional del cerebro, psicológico y/o social, en donde la
Neurociencia representa la suma de esos enfoques., pasando a ser el mayor campo de
investigación durante los últimos 25 años.
Así también necesitamos como en todo ámbito atender a que la Neurociencia se
caracteriza por un cierto tipo de reduccionismo, que su principal objetivo de investigación es
ofrecer una comprensión mecanicista de la conducta de todo el organismo, un nivel de
análisis más allá de las moléculas, células o circuitos individuales.
Caine y Caine (1998), sostienen que los investigadores en Neurociencia trabajan a
un nivel mecanicista y reduccionista, pero también abordan mecanismos, funciones o
conductas cognoscitivas, entre las que figuran la sicología cognoscitiva, la lingüística, la
antropología física, la filosofía y la inteligencia artificial (Sylwester 1995).
Reconocer, siguiendo a Geake (2002), que si el aprendizaje es el concepto principal
de la educación, entonces algunos de los descubrimientos de la Neurociencia pueden
ayudarnos a entender mejor los procesos de aprendizaje de nuestros alumnos y, en
consecuencia, a enseñarles de manera más apropiada, efectiva y agradable. En ese sentido
se entiende la afirmación de Wolfe (2001) de que el descubrimiento más novedoso en
educación es la Neurociencia o la investigación del cerebro, un campo que hasta hace poco
era extraño a los educadores.
Los avances en Neurociencia han confirmado posiciones teóricas adelantadas por la
psicología del desarrollo por años, tales como la importancia de la experiencia temprana en
el desarrollo. Lo nuevo es la convergencia de evidencias de diferentes campos científicos.
Detalles acerca del aprendizaje y el desarrollo han convergido para formar un cuadro más
completo de cómo ocurre el desarrollo intelectual.
La clarificación de algunos de los mecanismos del aprendizaje por la Neurociencia ha
sido mejorada por la llegada de tecnologías de imágenes no invasivas que han permitido a
los investigadores observar directamente los procesos del aprendizaje humano, por lo
menos desde un punto de vista mecanicista.
Algunos descubrimientos fundamentales de la Neurociencia, que están expandiendo
el conocimiento de los mecanismos del aprendizaje humano, son:
1. El aprendizaje cambia la estructura física del cerebro.
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2. Esos cambios estructurales alteran la organización funcional del cerebro; en otras palabras, el aprendizaje organiza y reorganiza el cerebro.
3. Diferentes partes del cerebro pueden estar listas para aprender en tiempos diferentes.
4. El cerebro es un órgano dinámico, moldeado en gran parte por la experiencia. La organización funcional del cerebro depende de la experiencia y se beneficia positivamente de ella (Bransford, Brown y Cocking 2000). Sylwester (1995) precisa más esto al sostener que el cerebro es moldeado por los genes, el desarrollo y la experiencia, pero él moldea sus experiencias y la cultura donde vive.
5. El desarrollo no es simplemente un proceso de desenvolvimiento impulsado biológicamente, sino que es también un proceso activo que obtiene información esencial de la experiencia.
En resumen, el conocimiento en neurología está comenzando a dar algunas
iluminaciones (insights) a preguntas de gran interés para los educadores.
Sierra y Sierra (2000), empero, a propósito de los significativos avances en el campo
de la neurofisiología del aprendizaje y de la memoria, advierten que todos esos datos, que
nos aproximan a la comprensión del "lenguaje máquina" del cerebro, son muy difíciles de
relacionar con las sofisticadas características del aprendizaje humano.
Jensen (2000a) aporta toda una lista muy esquemática pero clara de
descubrimientos recientes en Neurociencia que se pueden aplicar en clase y de temas que
tienen importantes implicaciones para el aprendizaje, la memoria, las escuelas y el
desarrollo del cuerpo docente directivo de los establecimientos escolares:
- El cerebro que crece: el cerebro humano puede hacer crecer nuevas células.
- El cerebro social: las interacciones y el estado social impactan los niveles de hormonas.
- El cerebro hormonal: las hormonas pueden y de hecho impactan el conocimiento.
- El cerebro que se mueve: el movimiento influye en el aprendizaje.
- El cerebro plástico: dado un mejor enriquecimiento del cerebro para realambrarse, éste cambia.
- El cerebro espacial: cómo trabajan el espacio, el aprendizaje relacional y la recordación espacial.
- El cerebro atencional: cómo el córtex prefrontal dirige realmente la atención y déficits atencionales.
- El cerebro emocional: cómo las amenazas y las hormonas afectan la memoria, las células y genes.
- El cerebro adaptativo: cómo la aflicción, el cortisol y los estados alostáticos impactan en el aprendizaje.
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- El cerebro paciente: el rol del tiempo en el proceso de aprendizaje.
- El cerebro computacional: el rol de la retroalimentación en la formación de las redes neurales.
- El cerebro artificioso: cómo las artes y la música afectan al cerebro y la conducta.
- El cerebro conectado: cómo nuestro cerebro es cuerpo y el cuerpo es cerebro; cómo trozos de información cerebral circulan a través de nuestro cuerpo.
- El cerebro en desarrollo: cómo optimizar el valor de los tres primeros años sabiendo qué hacer y cuándo hacerlo.
- El cerebro hambriento: el rol de la nutrición en el aprendizaje y la memoria; cuáles son los mejores alimentos, ¿qué comer?
- El cerebro memorable: cómo nuestras memorias son codificadas y recuperadas.
- El cerebro químico: qué hacen determinados químicos y cómo activar los correctos.
Sylwester (1995), al hablar de los modelos del cerebro que están más en boga, trae
a colación el pensamiento de Edelman al respecto. Si bien, dice Sylwester, el modelo más
prevalente y atrayente del cerebro que existe es el computador, según Edelman; empero, el
computador no es el modelo apropiado de cerebro, porque es desarrollado, programado y
funciona con una fuerza externa. Las razones que arguye para rechazar este modelo son
que muchas memorias se almacenan en los mismos sitios donde se realizan las
operaciones actuales. Además, el poderoso rol de las emociones y la preponderancia del
procesamiento en paralelo de nuestro cerebro le sugirieron a Edelman que el modelo útil
para nuestro cerebro debe provenir de la biología y no de la tecnología. Ateniéndose a este
enfoque, en consecuencia, declara que la dinámica electroquímica del cerebro se parece a
la ecología de un ambiente selvático. Este no instruye a los organismos sobre cómo deben
actuar. La evolución actúa por selección, no por instrucción.
Si tomamos en consideración los aportes de: LA TEORIA DEL APRENDIZAJE
BASADO EN EL CEREBRO O COMPATIBLE CON EL CEREBRO, encontramos:
Según Sprenger (1999), hace más de 25 años que los educadores han estado
buscando una teoría que pueda traducirse en una aplicación práctica en la sala de clases.
La primera teoría de la investigación del cerebro fue la del cerebro derecho/cerebro
izquierdo, la que para los educadores fue por largo tiempo equivalente a todo lo que se
sabía sobre el cerebro (Dickinson 2000-2002). Sin embargo, hace ya 17 años, Hart (1986)
sostenía que hasta ese entonces la educación nunca había tenido una teoría adecuada del
aprendizaje. Según ella, tal teoría debería referirse al cerebro, y sólo en esos últimos años
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se había llegado a una comprensión holística necesaria del cerebro para establecer tal
teoría. En base, pues, a esos conocimientos, planteó ella la teoría del aprendizaje
compatible con el cerebro.
Y declaraba enfáticamente que para que la educación fuera realmente "compatible
con el cerebro", debía ocurrir un cambio en el paradigma de enseñanza-aprendizaje.
Pero no todos están de acuerdo con que se usen los términos "aprendizaje basado
en el cerebro", pues según Cohen (1995) y Yero (2001-2002) el aprendizaje siempre ha sido
"basado en el cerebro"; todo aprendizaje, de cualquier tipo en la escuela, está "basado en el
cerebro", de tal modo que el término como tal no tiene sentido. En consecuencia, es mejor y
no se presta a equívocos utilizar los términos de "compatible con el cerebro". Y así se puede
hablar de enseñanza escolar, de currículo o de evaluación compatibles con el cerebro o no.
En cuanto a las IMPLICACIONES Y APLICACIONES DE LA TEORIA DEL
APRENDIZAJE COMPATIBLE CON EL CEREBRO PARA EL CURRICULO, LA
ENSEÑANZA Y LA EVALUACION: LOS PRINCIPIOS DEL APRENDIZAJE DEL CEREBRO, encontramos que… “Como cualquier teoría que se precie de tal, el aprendizaje compatible
con el cerebro tiene también sus principios e incluyen también perspectivas de las nuevas
ciencias y lo mejor que sabemos de la práctica y de la amplia experiencia humana (Caine y
Caine 2003).
• Principio 1. El cerebro es un complejo sistema adaptativo: tal vez una de las características más poderosas del cerebro es su capacidad para funcionar en muchos niveles y de muchas maneras simultáneamente. Pensamientos, emociones, imaginación, predisposiciones y fisiología operan concurrente e interactivamente en la medida en que todo el sistema interactúa e intercambia información con su entorno, constituyendo una totalidad y que no puede ser reconocido o entendido cuando sólo se exploran las partes separadamente.
• Principio 2. El cerebro es un cerebro social: durante el primer y segundo año de vida fuera del vientre materno, nuestros cerebros están en un estado lo más flexible, impresionable y receptivo como nunca lo estarán. Comenzamos a ser configurados a medida que nuestros receptivos cerebros interactúan con nuestro temprano entorno y relaciones interpersonales y a lo largo de nuestra vida, nuestros cerebros cambian en respuesta a su compromiso con los demás, de tal modo que los individuos pueden ser siempre vistos como partes integrales de sistemas sociales más grandes. En realidad, parte de nuestra identidad depende del establecimiento de una comunidad y del hallazgo de maneras para pertenecer a ella. Por lo tanto, el aprendizaje está profundamente influido por la naturaleza de las relaciones sociales dentro de las cuales se encuentran las personas.
• Principio 3. La búsqueda de significado es innata: en general, la búsqueda de significado se refiere a tener un sentido de nuestras experiencias. Esta búsqueda está orientada a la supervivencia y es básica para el cerebro humano. Aunque las
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maneras como tenemos un sentido de nuestra experiencia cambia a lo largo del tiempo, el impulso central a hacerlo dura toda la vida. En lo esencial, nuestra búsqueda de significado está dirigida por nuestras metas y valores. La búsqueda de significado se ordena desde la necesidad de alimentarse y encontrar seguridad, a través del desarrollo de las relaciones y de un sentido de identidad, hasta una exploración de nuestro potencial y búsqueda de lo trascendente.
• Principio 4. La búsqueda de significado ocurre a través de "pautas": entre las pautas incluimos mapas esquemáticos y categorías tanto adquiridas como innatas. El cerebro necesita y registra automáticamente lo familiar, mientras simultáneamente busca y responde a nuevos estímulos. De alguna manera, por lo tanto, el cerebro es tanto científico como artista, tratando de discernir y entender pautas a medida que ocurran y dando expresión a pautas únicas y creativas propias. El cerebro se resiste a que se le impongan cosas sin significado. Por cosas sin significado entendemos trozos aislados de información no relacionados con lo que tiene sentido o es importante para un aprendiz en particular. Una educación efectiva debe darles a los alumnos la oportunidad de formular sus propias pautas de entendimiento.
• Principio 5. Las emociones son críticas para la elaboración de pautas: lo que aprendemos es influido y organizado por las emociones y los conjuntos mentales que implican expectativas, inclinaciones y prejuicios personales, autoestima, y la necesidad de interacción social. Las emociones y los pensamientos se moldean unos a otros y no pueden separarse. Las emociones dan color al significado. Las metáforas son un ejemplo de ello. Por lo tanto, un clima emocional apropiado es indispensable para una sana educación.
• Principio 6. Cada cerebro simultáneamente percibe y crea partes y todos: si bien la distinción entre "cerebro izquierdo y cerebro derecho" es real, no expresa todo lo que es el cerebro. En una persona sana, ambos hemisferios interactúan en cada actividad.
• La doctrina del "cerebro dual" es útil más bien, porque nos recuerda que el cerebro reduce la información en partes y percibe la totalidad al mismo tiempo. La buena capacitación y educación reconocen esto, por ejemplo, introduciendo proyectos e ideas naturalmente "globales" desde el comienzo.
• Principio 7. El aprendizaje implica tanto una atención focalizada como una percepción periférica: el cerebro absorbe información de lo que está directamente consciente, y también de lo que está más allá del foco inmediato de atención. De hecho, responde a un contexto sensorial más grande que aquel en que ocurre la enseñanza y la comunicación. "Las señales periféricas" son extremadamente potentes. Incluso las señales inconscientes que revelan nuestras actitudes y creencias interiores tienen un poderoso efecto en los estudiantes. Los educadores, por lo tanto, pueden y deben prestar una gran atención a todas las facetas del entorno educacional.
• Principio 8. El aprendizaje siempre implica procesos conscientes e inconscientes: si bien un aspecto de la conciencia es consciente, mucho de nuestro aprendizaje es inconsciente, es decir, que la experiencia y el input sensorial son procesados bajo el nivel de conciencia. Puede, por tanto, ocurrir que mucha comprensión no se dé durante la clase, sino horas, semanas o meses más tarde. Los educadores deben organizar lo que hacen para facilitar ese subsiguiente procesamiento inconsciente de la experiencia por los estudiantes. ¿Cómo? Diseñando apropiadamente el contexto, incorporando la reflexión y actividades metacognoscitivas, y proporcionando los
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medios para ayudar a los alumnos a explayar creativamente ideas, habilidades y experiencia. La enseñanza en gran medida se convierte en un asunto de ayudar a los alumnos a hacer visible lo invisible.
• Principio 9. Tenemos al menos dos maneras de organizar la memoria: tenemos un conjunto de sistemas para recordar información relativamente no relacionada (sistemas taxonómicos). Esos sistemas son motivados por premio y castigo, y también tenemos una memoria espacial/autobiográfica que no necesita ensayo y permite por "momentos" el recuerdo de experiencias. Este es el sistema que registra los detalles de su fiesta de cumpleaños. Está siempre comprometido, es inagotable y lo motiva la novedad. Así, pues, estamos biológicamente implementados con la capacidad de registrar experiencias completas. El aprendizaje significativo ocurre a través de una combinación de ambos enfoques de memoria. De ahí que la información significativa y la insignificante se organicen y se almacenen de manera diferente.
• Principio 10. El aprendizaje es un proceso de desarrollo: el desarrollo ocurre de muchas maneras. En parte, el cerebro es "plástico", lo que significa que mucho de su alambrado pesado es moldeado por la experiencia de la persona. En parte, hay predeterminadas secuencias de desarrollo en el niño, incluyendo las ventanas de oportunidad para asentar la estructura básica necesaria para un posterior aprendizaje.
• Tales oportunidades explican por qué las lenguas nuevas, como también las artes, deben ser introducidas a los niños muy temprano en la vida. Y, finalmente, en muchos aspectos, no hay límite para el crecimiento ni para las capacidades de los seres humanos para aprender más. Las neuronas continúan siendo capaces de hacer y reforzar nuevas conexiones a lo largo de toda la vida.
• Principio 11. El aprendizaje complejo se incrementa por el desafío y se inhibe por la amenaza: el cerebro aprende de manera óptima hace el máximo de conexiones cuando es desafiado apropiadamente en un entorno que estimula el asumir riesgos.
Sin embargo, se encoge o se "bajonea" ante una amenaza percibida. Se hace entonces menos flexible y revierte a actitudes y procedimientos primitivos. Es por eso que debemos crear y mantener una atmósfera de alerta relajada, lo que implica baja amenaza y alto desafío. La baja amenaza no es, sin embargo, sinónimo de simplemente "sentirse bien". El elemento esencial de una amenaza percibida es un sentimiento de desamparo o fatiga. La tensión y ansiedad originales son inevitables y deben esperarse en un aprendizaje genuino. Esto se debe a que el genuino aprendizaje implica cambios que llevan a una reorganización del sí. Tal aprendizaje puede estar intrínsecamente lleno de tensiones, prescindiendo de la habilidad o del soporte ofrecido por el profesor.
• Principio 12. Cada cerebro está organizado de manera única: todos tenemos el mismo conjunto de sistemas y, sin embargo, todos somos diferentes. Algunas de estas diferencias son una consecuencia de nuestra herencia genética. Otras son consecuencia de experiencias diferentes y entornos diferentes. Las diferencias se expresan en términos de estilos de aprendizaje, diferentes talentos e inteligencias, etc.
Un importante corolario es apreciar que los alumnos son diferentes y que necesitan
elegir, mientras están seguros que están expuestos a una multiplicidad de inputs. Las
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inteligencias múltiples y vastos rangos de diversidad son, por lo tanto, características de lo
que significa ser humano.
Lackney (1998), como corolario de los principios del aprendizaje del cerebro recién
expuestos, plantea una serie de principios para diseñar la escuela, a fin de que ésta sea
compatible con el cerebro:
1. Unir la literatura de la Neurociencia con las interpretaciones de los principios del aprendizaje basado en el cerebro.
2. Facilitar las implicaciones. Los principios que forman el cerebro se basan directamente en lo que sabemos de neurofisiología del cerebro y de entornos óptimos de aprendizaje.
3. Hacer un lugar no es lo mismo que distribuir un espacio. Los entornos óptimos de aprendizaje deben ser enfocados holísticamente, incluyendo tanto el ambiente físico como el entorno social, organizacional, pedagógico y emocional.
4. El diseño de entornos de aprendizaje basado en el cerebro requiere que transformemos nuestro pensamiento tradicional basado en disciplinas o asignaturas en maneras interdisciplinarias.
Según Purpose Associates (1998-2001), la aplicación de la teoría del aprendizaje
compatible con el cerebro impacta a la educación en tres aspectos fundamentales:
Currículo: los profesores deben diseñar el aprendizaje centrado en los intereses del alumno y hacer un aprendizaje contextual.
Enseñanza: los educadores deben permitirles a los alumnos que aprendan en grupos y usen el aprendizaje periférico. Los profesores que estructuran el aprendizaje alrededor de problemas reales, estimulan también a los estudiantes a aprender en entornos fuera de la sala de clase y fuera de la escuela.
Evaluación: ya que los alumnos están aprendiendo, su evaluación debería permitirles entender sus propios estilos de aprendizaje y sus preferencias. De esa manera, los alumnos supervisan y mejoran sus procesos de aprendizaje.
Y luego se preguntan: ¿Qué sugiere el aprendizaje basado en el cerebro?
Sugiere que los profesores deben ayudar a los alumnos a que tengan experiencias
apropiadas y saquen provecho de esas experiencias.
Caine y Caine (2003) dicen que para pasar de la teoría de la investigación del
cerebro a la práctica escolar, lo primero que hay que hacer es partir repensando la escuela:
repensar todos los aspectos de la educación, desde el rol del profesor a la naturaleza de la
evaluación.
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Lo que realmente transformaría la escuela, asevera por su parte Yero (2001-2002),
es plantearse esta pregunta: ¿Cómo pueden ser las escuelas más compatibles con la
manera como los seres humanos aprenden?
Lawson (2001) afirma que el diseñar la enseñanza compatible con el cerebro es un
verdadero desafío para nuestra profesión. A futuro seremos no diseñadores de enseñanza,
sino diseñadores de aprendizaje.
El desafío para los profesores, afirma Sylwester (1995), es definir, crear, mantener
un ambiente y currículo escolar estimulantes emocional e intelectualmente.
Los programas extracurriculares acercan más al mundo real que cualquier otra cosa
en la escuela. Usan metáfora, juego, una moderada dominación de un adulto, en un medio
no amenazante e informal para explorar las dimensiones, tácticas y estrategias de solución
de problemas.
Actividades tales como proyectos de los alumnos, aprendizaje cooperativo,
evaluación por portafolio ponen a los alumnos en el centro del proceso educativo.
Marian Diamond (2000) recomienda que los profesores deben aproximarse a su
tarea con el compromiso de tratar a sus alumnos con un tierno y cariñoso cuidado. Ella
piensa que cada alumno debe ser tratado como persona.
¿Cuál debería ser la actitud de los profesores o educadores deberían asumir ante la neurociencia?
Varios autores sostienen que estamos frente a un gran desafío profesional. Nuestra
profesión, según Sylwester, es una profesión conductista. Nos fijamos en las
manifestaciones visibles, medibles y manejables de conocimiento más que en los
mecanismos y procesos cognitivos. Como nuestra profesión no puede comprender los
procesos cerebrales internos se concentra en objetos o eventos externos (estímulos) y en la
conducta que emerge de procesos cognitivos desconocibles (respuesta).
Aprendemos a manipular el entorno para lograr la conducta deseada.
La base de nuestra profesión está más cerca del folclore que del conocimiento
científico. Podemos predecir lo que ocurre en clase, pero no sabemos por qué ocurre. El
centrarse en la conducta externa puede llevar a conclusiones inapropiadas. No
comprendemos los mecanismos subyacentes que gobiernan la enseñanza y aprendizaje
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como son la emoción, el interés, la atención, el pensamiento, y la memoria. No sabemos si
nuestros alumnos aprenden debido a nuestros esfuerzos o a pesar de ellos.
El estudio de la conducta, por otra parte, puede llevarnos a diagnósticos y
tratamientos parciales de muchas complejas conductas de aprendizaje como dislexia,
desórdenes de atención, motivación y olvido.
Estamos, pues, ante una encrucijada: podemos seguir fijándonos en la observación
de la conducta externa o buscar una comprensión científica de los mecanismos, procesos y
malos funcionamientos que afectan la realización de tareas complejas de aprendizaje.
Ahora bien, el entender los mecanismos y procesos del cerebro añade una
dimensión excitante a lo que pensamos sobre nuestra profesión. Sólo a través de nuestro
conocimiento de la investigación y de las chapucerías de nuestra profesión comenzaremos a
descubrir las aplicaciones útiles de la teoría del cerebro.
Nuestra orientación profesional ha sido sólo en ciencias sociales y conductuales; los
alumnos de pedagogía rara vez trabajan mucho en biología, química y psicología cognitiva.
Pero los significativos adelantos en la teoría e investigación del cerebro sugieren que debe
aumentarse la cantidad de ciencias naturales en nuestra preparación.
Y Sylwester concluye, planteándose esta interrogante: ¿Puede una profesión
encargada de desarrollar un cerebro efectivo y eficiente permanecer desinformada con
respecto al cerebro? Si no podemos presentar líderes informados en problemas educativos
surgidos de la investigación y teoría del cerebro, ¿podemos esperar que otros, tan
desinformados como nosotros, tomen decisiones por nosotros?
El desafío para los educadores, prosiguen Caine y Caine (1998), es que hay que
tomar en serio la investigación del cerebro. Eso significa cambiar nuestro pensamiento y
práctica a base de lo que sabemos del aprendizaje compatible con el cerebro. Jensen
(2000b) parte haciéndose una pregunta candente: ¿El aprendizaje basado en el cerebro es
verdad o es impostura? ¿Dónde está la prueba del aprendizaje basado en el cerebro?
A menudo aparecen preguntas con respecto a si la investigación del cerebro es
confiable para la capacitación y para la aplicación en clase. Los precavidos, escépticos,
vacilan en abrazar nuevas ideas. Los entusiastas e impulsivos ensayan cualquier cosa,
tenga ésta fundamento o no. Nunley (2002) se explicita un poco más en este punto diciendo
que hay, actualmente, un murmullo de advertencia que está circulando por la comunidad
educacional en cuanto a que los profesores no deberían subirse demasiado rápido al carro
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de la educación basada en el cerebro. Lo que tenemos que hacer es esperar. Esperar que
los neurocientíficos nos digan cómo toda esa nueva investigación sobre el cerebro se puede
aplicar en la sala de clases.
Pero lo que los educadores no entienden es que los neurocientíficos no saben dónde
comenzar, pues ellos no son profesores; no están en la sala de clases. No saben las
preguntas cuyas respuestas buscamos. Como educadores tenemos que abordar de frente
nuestras más apreciadas cuestiones sobre la clase. La tecnología está allí. Tenemos que
conocerla ahora.
Como es evidente, un profesor bien informado habitualmente tomará mejores
decisiones. El profesor debe juzgar si la investigación se adecua a su particular clima de
aprendizaje y cómo. Uno tiene que ser cuidadoso y prudente en cómo se interpreta y usa la
investigación. Nuestro proceder debe ser buscar la investigación básica en neurociencia y
juntarla con los datos de la sicología y de la ciencia cognitiva. Lo que uno nunca encontrará
es un estudio definitivo que demuestre que el aprendizaje basado en el cerebro es mejor.
Wolfe (2001) también acentúa esa actitud precavida con respecto a la investigación
en neurociencia: el entusiasmo y el interés en la investigación en neurociencia es innegable.
Pero, ¿adónde estamos yendo con nuestra nueva información? ¿Será otra moda o estamos
al fin a punto de adquirir una teoría científicamente fundamentada de la enseñanza y del
aprendizaje? Pienso que eso tiene la posibilidad de ir a uno u otro lado. Eso depende de
cómo interpretemos y utilicemos la investigación.
Lo que debemos hacer es escoger cuidadosa y analíticamente entre los datos y
determinar qué estudios realmente tienen aplicaciones para la clase y cuáles no.
Madigan (2001) pone una nota, hasta cierto punto negativa, a propósito de ese
innegable entusiasmo por la investigación basada en el cerebro, cuando dice: "No hay nada
malo en la lógica de querer saber cómo trabaja el cerebro; eso podría ayudarnos a entender
cómo aprende la gente". De hecho, hay una gran cantidad de investigación preliminar en
esta área. El problema es que algunos profesores están extrapolando pieza por pieza de
algunos hallazgos y creando especificaciones curriculares sin una investigación real que las
sustente. El uso del término "basado en el cerebro" ha llegado a estar de moda, pero,
desgraciadamente es sólo eso una moda que puede realmente dañar la investigación seria
en un campo tan complejo.
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No podemos ir de la Neurociencia a la clase, porque no sabemos bastante sobre
Neurociencia.
Muchos científicos, aconsejan que es muy prematuro aplicar en la sala de clases los
estudios sobre memoria y aprendizaje. Incluso si la ciencia estuviera lista para su aplicación,
los profesores deberíamos exigir un estudio cuidadoso de cualquier herramienta basada en
la teoría antes de apoyar su implementación y diseminación masiva. Sólo la innovación
basada en la investigación mejorará nuestra base de conocimientos.
Caine y Caine (1998) aconsejan también actuar con cautela cuando se trata de
aplicar la investigación del cerebro a la clase. La investigación del cerebro, afirman, deja
muchas cosas sin responder, pero también influye en cómo educamos. Por lo tanto, los
resultados y conclusiones de los biólogos deben ser filtrados. Los educadores deben
aprender a cómo pensar sobre la investigación del cerebro, porque nadie trabaja más
íntimamente con los cerebros vivos que ellos. Reducir la investigación en neurociencia a
prescripciones de estrategias de enseñanza minimiza la inmensa promesa de esa
investigación para los educadores.
Los educadores deben basarse en muchos cuerpos de investigación y relacionarlos
para aprovecharse plenamente de la investigación del cerebro. Ningún campo, sea biología
o filosofía o química solos, determina qué son los seres humanos y cómo aprenden. La
biología no reemplaza lo que entendemos. Es uno de los muchos cuerpos de trabajo y
pensamiento que nos mantiene pensando sobre qué realmente pensamos y entendemos.
Al tratar con la neurociencia los educadores deben reflexionar y trasladar esa
continua investigación al mundo de la educación, pero no traducir esa investigación
compleja en estrategias que no resultan.
Lackney (1998) coincide con los autores citados, pero acicatea a seguir adelante:
hay que ser cautos al aplicar los resultados de la investigación basada en el cerebro, pero
simultáneamente hay que seguir adelante con lo que sabemos. No podemos esperar, hay
que actuar.
En vista de todo lo expuesto ¿Cuál sería el desafío que les plantea a los educadores la investigación del cerebro?
Si bien las escuelas no deberían funcionar basadas únicamente en la biología del
cerebro, ignorar, por lo demás, lo que sabemos sobre el mismo es una irresponsabilidad. El
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aprendizaje basado en este órgano ofrece sugerencias a los profesores que quieran una
enseñanza más informada. Ofrece la posibilidad de menos corazonadas o equívocos en
clase.
Es cierto que estamos todavía en la infancia de la investigación cerebral y que hay
mucho más que aprender todavía. Pero no podemos descartar esa investigación bajo el
pretexto de que está de moda, es prematura u oportunista; eso sería peligroso para nuestros
alumnos.
Sylwester (1995) afirma que si queremos hacer de la docencia una profesión
creativa, optimista y estimulante, tenemos que descubrir nuevas maneras de pensar sobre lo
que es la educación formal y lo que puede ser.
La actual teoría e investigación del cerebro entrega ahora esbozos amplios y
tentativos de cómo debe ser la escuela del futuro; pero los descubrimientos se
intensificarán. Los profesores que quieren estudiar los adelantos de la nueva ciencia
cognitiva, y luego explorar y experimentar en su búsqueda de apropiadas aplicaciones
educativas, tendrán que resolver cosas específicas en los años venideros.
En otro de sus libros, The Brain Revolution (1998), Sylwester concluye diciendo que
entender cómo trabaja el cerebro es algo muy importante para los educadores, porque una
profesión desinformada es vulnerable a las modas seudocientíficas, a generalizaciones
inapropiadas y a programas dudosos. Cuesta imaginarse por qué una persona que educa
cerebros no quiera entenderlos ni explorar las maneras cómo aumentar su efectividad,
ahora que la información está disponible.
Sousa (2001) es categórico al decir que, si bien los profesores tienen todavía mucho
que aprender de la psicología conductista y cognoscitivista, tienen mucho más que descubrir
aún en la excitante área de la biología, incluyendo la investigación en neurociencia. A
medida que examinamos las pistas que esta investigación está produciendo acerca del
aprendizaje, reconocemos su importancia para la profesión docente... Los profesores tratan
de cambiar el cerebro humano cada día. Mientras más sepan de cómo él aprende, más
exitosos pueden ser. El conocimiento es poder.
Nuestra tarea, concluyen Caine y Caine (1998), consiste no sólo en interpretar y
aplicar lo que otros descubrieron. Nosotros, como profesores, trabajamos con grupos de
cerebros vivos a cada momento del día, conocemos y vemos cosas que los neurocientíficos
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ni siquiera se imaginan. Tenemos que hacer algo más. Los profesores deben tomar el
liderazgo para darle sentido a lo que está siendo descubierto.
Tenemos que hacer preguntas y centrar la investigación en las áreas que sabemos
que tienen más necesidad de ser entendidas.
Al examinar tantos testimonios de profesionales de la educación que están en
permanente contacto con el mundo neurocientífico sobre las bondades y limitaciones de la
investigación del cerebro, sobre la teoría del aprendizaje compatible con el cerebro, sobre
sus implicaciones y aplicaciones en la sala de clases y en la escuela, cabe preguntarse: ¿la
educación necesita realmente de la Neurociencia? Estamos seguros de que, después de la
lectura atenta de este artículo, usted dirá rotundamente que sí.
¿Podemos continuar haciendo lo que hacemos cuando se sabe fehacientemente que
el sistema actual escolar es abiertamente atentatorio contra el cerebro? ¿Podemos seguir
priorizando en el currículo escolar el contenido, tratando de llenar los cerebros de nuestros
alumnos con información (input) y obtener el correspondiente output en los tests o pruebas,
cuando se sabe que la información prolifera a un ritmo geométrico y que sería necesario que
los estudiantes estuvieran cuarenta años en la escuela para adquirir el "conocimiento
esencial" necesario?
No podemos seguir como estamos; si queremos, los profesores, ser realmente
profesionales de la educación, tenemos que actuar como tales. Y eso requiere que
adquiramos una buena base de información científica sobre el cerebro, sobre cómo aprende
el cerebro. En cada escuela, en cada departamento provincial de educación, debería existir
un núcleo de profesores de ciencias naturales, de humanidades, de artes, etc., que
trabajaran en procura de conocer más y profundizar más en la teoría del aprendizaje
compatible con el cerebro.
Cosa curiosa, los programas de desarrollo profesional y de capacitación de las
empresas y de la industria van varios años delante de las escuelas y de los liceos en la
promoción de técnicas de aprendizaje acelerado o favorable al cerebro para diferentes tipos
de aprendices. Ha llegado, pues, el momento para que las escuelas, las instituciones
formadoras de profesionales de la educación y las diversas estructuras educacionales del
Estado se pongan de acuerdo para hacer del uso de la información de la investigación del
cerebro la prioridad principal y más dinámica.
Hoja 73
Una manera concreta de llevar esa aspiración a la práctica es que en cada escuela
los profesores y el cuerpo directivo hagan investigación-acción sobre las aplicaciones de los
resultados y los avances en Neurociencia al proceso de aprendizaje y enseñanza.
Sólo la investigación-acción, dice Jensen (1998), hecha por usted o por otros
colegas, confirmará que la idea que usted leyó en una revista de educación o que aprendió
en un curso-taller sobre Neurociencia y Educación, resulta para más de alguien, en muchas
partes, reflejando una alta confiabilidad en el método. Sousa (2001), hablando de las
ventajas de la investigación-acción, afirma que la investigación-acción le permite al profesor
y al cuerpo de profesores recoger datos para determinar la efectividad de las nuevas
estrategias sugeridas compatibles con el cerebro; le permite, además, acrecentar su propio
desarrollo profesional; le proporciona al profesor una consistente retroalimentación para su
autoevaluación, introduce formas alternativas para evaluar al estudiante, y sus resultados
pueden llevar a importantes cambios en el currículo.
Las exigencias para la docencia aumentan día con día; ahora se espera que en el
espacio educativo, los profesores sean capaces de formar personas con pensamiento
crítico, con una expresión clara de sí mismos, capaces de resolver problemas complicados y
llegan a ser aprendices para toda su vida. Lo anterior implica sintetizar los aportes que
detallan científicamente los aspectos humanos que favorecen el aprendizaje, como la acción
con la cual el ser humano conoce.
La síntesis de los aportes de las ciencias humanas, requiere de la construcción de la
mirada de complejidad, de la provisoriedad, de la incertidumbre, de la creación de otros
reflejos en el horizonte de la formación docente tanto inicial como continua, en la
incorporación de las múltiples dimensiones que nos constituyen como sujetos
multisignificados desde el mundo de la ciencia en la comprensión del desarrollo de lo
humano. Ninguna esfera debería ser disminuida por una atención significativa a la parte
biológica, afectiva y cognitiva, como tampoco la esfera de las ciencias de la educación,
ámbito especifico para pensar la educación, el dispositivo escolar de formación y la
disponibilidad de los saberes necesarios que constituyen el campo disciplinar del educador.
Es intencionalidad en los tiempos postmodernos la construcción y disponibilidad de
un conocimiento integral y fundamentado de la capacidad de educabilidad del ser humano
por parte de los formadores de docentes y así abrir las puertas a estos últimos para su
lectura y abordaje pedagógico. No es gratuito que los docentes de educación especial, en su
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afán de comprender a los estudiantes con necesidades educativas especiales, recurran
tanto al plano biológico, como al cultural.
El acto pedagógico no puede obviar la integralidad del funcionamiento bio-físico y
químico, mental- emocional, social- cultural, pues somos seres complejos,
multidimensionales y holísticos, nada deja de producir subjetividad. Un docente requiere no
sólo el conocimiento de la pedagogía, la didáctica, del contexto y de la disciplina, sino la
comprensión epistemológica y, sobre ésta, la comprensión de los procesos biológicos
mediante los cuales transitamos para construir los conocimientos.
Hasta aquí hemos dado un recorrido por los aportes de la neurociencia, ahora bien,
es imprescindible recuperar la esencia de la profesión docente, la pedagogía, el saber
docente enmarcado en el paradigma postmoderno de la complejidad, se implica en la
formación inter y transdisciplina, los limites y las fronteras de los saberes profesionales son
difusos e inacabados, el sentimiento de incompletud que caracteriza a los docentes, es
precisamente el dinamizador de la búsqueda de seguir en el camino,,, camino lleno de
sinuosidades y recorridos diversos, pero siempre inconclusos… inconclusion saludable en la
construcción de los lugares requeridos para los sujetos encarnados.
Necesariedad de la Pedagogía
Por ello un último recorrido desde la pedagogía es imperioso para volver a mirar lo
ya visto, en el desafío de mirar lo no visible.
C. Skliar (2002) expresa: “Por un lado, la tarea de educar se transformó en un acto
de fabricar mismidades y allí se detuvo, satisfecha de sí misma; estableció un orden, una
jerarquía de sumas y restas, de sujetos y predicados, de Historia e historias, de exclusión y
de inclusión, de ángeles y réprobos.
Por otro lado, el acto de educar tomó otro rumbo, siguió otro camino sobre el cual
nunca se detuvo, pues nunca lo dio por cumplido, nunca lo dio por acabado:
Aquí ya no hay ningún objeto a fabricar, ningún objeto del que se tenga una
representación anticipada que permita su elaboración y lo encierre, en cierto modo, dentro
de su “resultado”, sino un acto a realizar en su continuidad, un acto que nunca termina de
veras porque no comporta ninguna finalidad externa a él mismo, definida con antelación.
(Meirieu, 1998, p. 62)
La educación como un acto que nunca termina y que nunca se ordena.
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La educación como poiesis, es decir, como un tiempo de creatividad y de creación
que no puede ni quiere orientarse hacia lo mismo, hacia la mismidad.
Después del orden, ningún otro orden, sino la perplejidad. Esta vez, la perplejidad de
la educación, la perplejidad de la escuela.
¿Podríamos pensar, entonces, en una pedagogía de la perplejidad?
Una pedagogía de la perplejidad que sea un asombro permanente y cuyos
resplandores nos impidan capturar la comprensión ordenada de todo lo que ocurre
alrededor.
Que permita desvanecernos para crear una pedagogía otra. Una pedagogía del
acontecimiento, una pedagogía discontinua que provoque el pensamiento, que retire del
espacio y del tiempo todo saber ya disponible; que obliga a recomenzar de cero, que haga
de la mismidad n pensamiento insuficiente para decir, sentir, comprender aquello que ha
acontecido; que enmudezca la mismidad.
Y que desordene el orden, la coherencia, toda pretensión de significados. Que
posibilite la vaguedad, la multiplicación de todas las palabras, la pluralidad de todo lo otro.
Que desmienta a un pasado únicamente nostálgico, solamente utópico, absurdamente
elegíaco. Que conduzca a un futuro incierto.
¿Una pedagogía para un presente disyuntivo?
Pedagogía para un presente disyuntivo que es, al mismo tiempo, aunque en otras
temporalidades, tres posibles modos de entender la pedagogía: el otro que debe ser
borrado, el otro como huésped y el otro que reverbera permanentemente.
La pedagogía del otro que debe ser borrado es la pedagogía de siempre; una
pedagogía que niega dos veces y que lo hace de una forma contradictoria: niega que el otro
haya existido como otro y niega el tiempo en que aquello – la propia negación “colonial” del
otro – pueda haber ocurrido.
Niega que el otro haya existido, pues no hay “mujer”, no hay “negro”, no hay
“vagabundos”, no hay “sin-algo” ni “sin-todo”, no hay “anormales”, no hay “inmigrantes”, no
hay “delicuentes” etc. No hay porque ni son enunciados, ni están ahí para enunciarse. No
hay sino sólo en un anuncio forzado y forzoso. En una mención etérea cuya voz se apaga a
cada vocal, a cada consonante.
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Y niega el tiempo de la negación del otro: es, por ejemplo, África, que no ha existido
nunca o que permanece siempre fija entre el siglo XVIII y el XIX; es la mujer que no ha
existido nunca o que siempre está detenida poco antes de la década del ’60 del siglo XX; es
el anormal que no ha existido nunca o que siempre está expuesto únicamente en el circo; es
el inmigrante que no ha existido nunca o que siempre está condenado sólo a su ser-
documentado/indocumentado, a su ser-fuera, a su ser-maléficamente-nada.
La pedagogía del otro que debe ser borrado es el nunca-otro y el siempre-otro.
Nunca existió como otro de su alteridad, como diferencia.
Y siempre existió como un otro de lo mismo, como una repetición de la mismidad.
La pedagogía del otro como huésped de nuestro presente es la pedagogía cuyo
cuerpo se “reforma” y/o se “auto-reforma”; es la ambición del texto de la mismidad que
intenta alcanzar al otro, capturar al otro, domesticar al otro, darle voz para que diga siempre
lo mismo, exigirle su inclusión, negar la propia producción de su exclusión y su expulsión,
nombrarlo, confeccionarlo, darle un currículum “colorido”, ofrecerle un lugar vacuo,
escolarizarlo cada vez más para que, cada vez más, pueda parecerse a lo mismo, sea lo
mismo.
Es una pedagogía que afirma dos veces y que niega también dos veces: afirma el
“nosotros” pero niega el tiempo (probablemente) común; afirma al otro pero le niega su
tiempo.
Es la pedagogía de la diversidad como pluralización del “yo mismo” y de “lo mismo”;
una pedagogía que hospeda, que alberga; pero una pedagogía a la cual no le importa quién
es su huésped sino que se interesa por la propia estética del hospedar, del albergar.
Una pedagogía que reúne, en el mismo tiempo, la hospitalidad y la hostilidad hacia el
otro. Que anuncia su generosidad y esconde su violencia de orden.
Una pedagogía que no se preocupa por (y que aborrece de) la identidad del otro sino
que repite (hasta el hartazgo) solamente la ipsidad del “yo”.
La repetición hasta el hartazgo de siempre lo mismo.
Y la pedagogía del otro que reverbera permanentemente es la pedagogía de un
tiempo otro, de un otro tiempo.
Una pedagogía que no pueda ocultar las barbaries y los gritos despiadados de lo
mismo, que no pueda enmascarar la repetición monocorde, y que no pueda, tampoco,
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ordenar, nombrar, definir, o hacer congruentes los silencios, los gestos, las miradas y las
palabras del otro.
Una pedagogía que, en el presente, pudiera instalarse, pero no acomodarse, entre la
memoria y el porvenir.
Pero, también, una pedagogía que no sea sólo la fabricación del futuro y que se abra
al porvenir, ese tiempo que, como sugiere Larrosa (2001, p. 419), “nombra la relación con el
tiempo de un sujeto receptivo, no tanto pasivo como paciente y pasional, de un sujeto que
se constituye desde la ignorancia, la impotencia y el abandono, desde un sujeto, en fin, que
asume su propia finitud (...)”.
Pedagogía del otro que debe ser borrado. Pedagogía del otro como huésped (y como
huésped de la hostilidad). Pedagogía del otro que reverbera permanentemente.
Pedagogías para un tiempo disyuntivo, para un tiempo de perplejidad, para un
tiempo incesantemente, excesivamente presente.
Pedagogías para una espacialidad dual, antagónica, para un espacio que se abra al
porvenir de un sujeto que, entonces, asume su propia finitud de ser otro, de no ser lo mismo.
La necesariedad de la Pedagogía para configurar las practicas educativas en los
escenarios contemporáneos es innegable y la invitación a volver a alojarnos en las ciencias
de la educación para encontrar palabras, recuperar miradas, construir horizontes y visibilizar
sujetos y subjetividades conforma, tal vez, la práctica educativa de este recién estrenado
siglo XXI.
Actividad III
Después de haber recorrido esta clase, escriba en forma escueta, si hay o puede haber algún encuentro, si es necesario unir en algún punto estos ensayos para pensar en una práctica educativa que incluya, visibilice, en pos de potenciar educabilidad y equidad. Registre reflexiones que aporten a ampliar la vinculación entre Educación Especial y Ciencias.
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CLASE V
LA MODALIDAD EDUCACION ESPECIAL
Los marcos normativos y el Sistema Educativo
Anexo I LEY N° 26.206. LEY DE EDUCACIÓN NACIONAL http://www.me.gov.ar/doc_pdf/ley_de_educ_nac.pdf (Material que se encuentra en el CD y en el Campus como: Ley_Educ_Nac.pdf) Anexo II RESOLUCIÓN CFE Nº 105/10 MODALIDAD: EDUCACIÓN ESPECIAL http://www.me.gov.ar/consejo/resoluciones/res10/105-10.pdf (Material que se encuentra en el CD y en el Campus como: CFE_Res_105-10.pdf) Anexo III LEY VIII Nº 91. Ley de Educación de la Provincia de Chubut http://www.chubut.edu.ar/descargas/institucional/ley_educ_91-10.pdf (Material que se encuentra en el CD y en el Campus como: Ley VIII - 91.pdf) Anexo IV Educación Especial, una modalidad del Sistema Educativo en Argentina. Documento. Orientaciones. http://www.educacion.gob.es/dctm/ministerio/educacion/actividad-internacional/cooperacion-educativa/2010-bp-12.argentina- 2.pdf?documentId=0901e72b805fb490 (Material que se encuentra en el CD y en el Campus como: Ed Especial - Doc. Orientaciones.pdf) Anexo V RECOMENDACIONES DE LA 48ª REUNIÓN DE LA CONFERENCIA INTERNACIONAL DE EDUCACIÓN 1. Recomendaciones de los Ministros de Educación, Jefes de Delegación y Delegados de
153 Estados miembros, cuadragésima octava Conferencia Internacional de Educación (CIE) (Ginebra, 25 - 28 de noviembre de 2008); participaron representantes de 20 organizaciones intergubernamentales, 25 ONGs, fundaciones y otras instituciones de la sociedad civil.
2. Que luchen contra la desigualdad social y los niveles de pobreza como prioridades, puesto que constituyen serios obstáculos para la aplicación de políticas y estrategias de educación inclusiva; y que afronten dichos problemas en un marco de políticas intersectoriales.
3. Que promuevan culturas y entornos escolares adaptados al niño, que sean propicios para un aprendizaje efectivo y que integren a todos los niños y niñas, que sean saludables y protectores y que respeten la igualdad entre los géneros; asimismo les recomendamos que promuevan el rol activo y la participación de los propios educandos, sus familias y sus comunidades.
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II. Políticas públicas 4. Que recaben y utilicen los datos pertinentes relacionados con todas las personas
excluidas, independientemente del tipo de exclusión, con el fin de desarrollar mejor las políticas y las reformas educativas encaminadas a su inclusión; y que desarrollen mecanismos nacionales de seguimiento y evaluación al respecto.
5. Que consideren pertinente la ratificación de todas las convenciones internacionales relacionadas con la inclusión, y en particular la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidades, adoptada en diciembre de 2006.
6. Que impartan la educación teniendo en cuenta el interés público y que refuercen las medidas de que dispone el gobierno para orientar, promover y garantizar el seguimiento del desarrollo equitativo de la educación de gran calidad, en estrecha alianza con la sociedad civil y el sector privado.
7. Que formulen políticas para proporcionar apoyo pedagógico a las distintas categorías de educandos, con el fin de facilitar su desarrollo en las escuelas regulares.
8. Que consideren que la diversidad lingüística y cultural en el aula es un recurso valioso, y que promuevan el uso de la lengua materna durante los primeros años de escolarización.
9. Que insten a las partes interesadas en la educación a diseñar marcos curriculares efectivos, que incluyan todas las etapas, desde la infancia en adelante, adoptando al mismo tiempo un enfoque flexible para dar cabida a las necesidades y situaciones locales; y que diversifiquen las prácticas pedagógicas.
III. Sistemas, interfaces y transiciones 10. Que garanticen la participación y la consulta de todas las partes interesadas en los
procesos de toma de decisiones, puesto que la responsabilidad general de la promoción de la inclusión implica el compromiso activo de todos los actores sociales, en el que el gobierno desempeña un papel de liderazgo y las funciones de órgano normativo de conformidad con la legislación nacional, cuando proceda.
11. Que refuercen los vínculos entre las escuelas y la sociedad, con el fin de permitir a las familias y a las comunidades participar y contribuir en el proceso educativo.
12. Que desarrollen programas de atención y educación de la primera infancia (AEPI) que promuevan la inclusión, así como detecciones e intervenciones precoces relacionadas con todo el desarrollo del niño.
13. Que refuercen el uso de las TIC, con el fin de garantizar un mayor acceso a las oportunidades de aprendizaje, en particular en las zonas rurales, alejadas y desfavorecidas.
14. Que proporcionen oportunidades educativas no formales de gran calidad que puedan gozar del reconocimiento formal de las competencias adquiridas en estructuras no formales.
15. Que redoblen los esfuerzos para reducir el analfabetismo y así trabajar en aras de la inclusión, teniendo presente la importancia que tiene para la educación de los niños que padres y madres sepan leer y escribir.
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IV. Educandos y docentes 16. Que refuercen el papel de los docentes mediante la mejora de su estatus y condiciones
de trabajo; que desarrollen mecanismos para emplear a candidatos adecuados y seleccionen a los docentes calificados que estén sensibilizados con las distintas necesidades de aprendizaje.
17. Que formen a los docentes dotándolos de las capacidades y los materiales necesarios para enseñar a distintas poblaciones estudiantiles y satisfacer las distintas necesidades de aprendizaje de las diferentes categorías de educandos, mediante métodos como el desarrollo profesional a nivel de la escuela, la formación inicial sobre inclusión y una instrucción en la que se tenga en cuenta el desarrollo y los puntos fuertes de cada educando.
18. Que respalden el papel estratégico de la enseñanza superior en la formación inicial así como la formación profesional de los docentes sobre prácticas de educación inclusiva mediante, entre otros, la asignación de recursos adecuados.
19. Que promuevan la investigación innovadora sobre procesos pedagógicos y de aprendizaje relacionados con la educación inclusiva.
20. Que proporcionen a los administradores de las escuelas las capacidades necesarias para responder con eficacia a las distintas necesidades de todos los educandos y para promover la educación inclusiva en el seno de sus escuelas.
21. Que tengan en consideración la protección de los educandos, de los docentes y de las escuelas en situaciones de conflicto.
V. Cooperación internacional 22. Que reconozcan el papel de liderazgo que desempeña la UNESCO en la educación
inclusiva:
- Promoviendo el intercambio y la difusión de buenas prácticas. - Proporcionando, cuando se solicita, asesoramiento a los países sobre el mejor
modo de desarrollar y aplicar las políticas de educación inclusiva. - Fomentando la cooperación Sur-Sur y Norte-Sur-Sur en aras de la promoción
de la educación inclusiva. - Alentando los esfuerzos para aumentar los recursos destinados a la educación,
tanto en la esfera nacional como internacional. - Haciendo esfuerzos especiales para apoyar a los países menos adelantados y
a los países afectados por conflictos en la aplicación de las recomendaciones. - Que insten también a las demás organizaciones a respaldar a los Estados
miembros en la aplicación de las mencionadas recomendaciones según convenga.
23. Que difundan entre los actores y socios de la comunidad educativa internacional las presentes Conclusiones y Recomendaciones, adoptadas unánimemente en la clausura de la cuadragésima octava reunión de la CIE, con el fin de inspirar, guiar, respaldar y formular políticas educativas inclusivas que gocen de fuerzas renovadas y de un firme convencimiento.
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Anexo VI: METAS EDUCATIVAS 2021
LA EDUCACIÓN QUE QUEREMOS PARA LA GENERACIÓN DE LOS BICENTENARIOS
Los Ministros de Educación reunidos en El Salvador el 19 de mayo de 2008 aprobaron en su declaración final un compromiso que puede tener enormes repercusiones para la educación iberoamericana:
Acoger la propuesta “Metas Educativas 2021: la educación que queremos para la generación de los Bicentenarios”, comprometiéndose a avanzar en la elaboración de sus objetivos, metas y mecanismos de evaluación regional, en armonía con los planes nacionales, y a iniciar un proceso de reflexión para dotarle de un fondo estructural y solidario.
Se iniciaba en esa Conferencia un ambicioso proyecto para reflexionar y acordar en 2010 un conjunto de metas e indicadores que diera un impulso a la educación de cada uno de los países. El objetivo final es lograr a lo largo de la próxima década una educación que dé respuesta satisfactoria a demandas sociales inaplazables: lograr que más alumnos estudien, durante más tiempo, con una oferta de calidad reconocida, equitativa e inclusiva y en la que participen la gran mayoría de las instituciones y sectores de la sociedad. Existe, pues, el convencimiento de que la educación es la estrategia fundamental para avanzar en la cohesión y en la inclusión social.
El proyecto surge cuando se celebran los 200 años del traslado de la Corte Portuguesa a Brasil y cuando varios países iberoamericanos se preparan para celebrar el bicentenario de su independencia. Y se formula con el horizonte de otro año, 2021, en el que otros tantos países vivirán una conmemoración similar. Parece, pues, que es el tiempo oportuno, de la mano del bicentenario de las independencias, para plantearse un proyecto colectivo que contribuya a dar sentido a las ansias de libertad que recorrieron Iberoamérica hace doscientos años (…)
Pobreza y extrema pobreza en la región
Posiblemente las dos características más profundas y lacerantes de la región sean la pobreza y la desigualdad. Aunque los datos apuntan a una disminución de la pobreza desde 2003, en estrecha relación con el crecimiento económico, los niveles absolutos y relativos de la pobreza siguen siendo alarmantes. Según las estimaciones de la CEPAL (2005),2 los pobres en América Latina y el Caribe son el 40,6% de la población, algo más de 213 millones de personas. El número de indigentes, aquellos que viven en la pobreza extrema, llegan hasta 79 millones, casi el 15% de la población (…).
Profundas desigualdades
Junto con la pobreza, la desigualdad es otra característica que desgraciadamente define a la inmensa mayoría de los países de la región. Un dato expresivo de esta situación es que el índice de Gini de todos los países es superior al 0,43. En términos de la distribución del ingreso, la región es la más desigual del mundo.
Como señala el Informe sobre Cohesión Social (CEPAL-SEGIB, 2007) un rasgo distintivo de la desigualdad se manifiesta en las diferencias enormes entre los ingresos del decil más rico de la población en comparación con el siguiente.
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Mientras que en los países europeos el ingreso del 10% de la cúpula supera en no más de 20% ó 30% el ingreso del decil siguiente, en América Latina esa distancia es superior al 100% y, en algunos países, al 200%.
1. El texto que aquí se presenta en forma parcial fue elaborado a partir del acuerdo alcanzado en la XVIII Conferencia Iberoamericana de Educación celebrada en El Salvador el día 19 de mayo de 2008, convocada por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, la Conferencia Iberoamericana de Ministros de la Educación, y la Secretaría General Iberoamericana. El objetivo de esta primera versión fue facilitar el debate que hiciera posible llegar a un acuerdo entre todos los países sobre la educación a la cual se aspira para la generación de los bicentenarios.
2. CEPAL (2005). Panorama social de América Latina 2005. Santiago de Chile, Naciones Unidas.
3. CEPAL-SEGIB (2007). Cohesión social. Santiago de Chile, CEPAL.
Una situación similar se encuentra en los ingresos laborales. En buen número de países, el 10% de las personas con mayores ingresos percibe entre el 35% y el 45% de las rentas de trabajo. En cambio, el 20% de los trabajadores con menores ingresos capta sólo entre el 2,5% y el 5% de los ingresos laborales.
La pobreza y la desigualdad son los mecanismos principales que contribuyen a perpetuar la reproducción social y la limitación de la movilidad: bajos ingresos, condiciones desfavorables en el hogar, problemas de alimentación y de salud, dificultades para mantener a los hijos en la escuela, bajo rendimiento escolar de los hijos, abandono temprano o escasa preparación, acceso a trabajos poco cualificados o con niveles de salarios inferiores y formación de una nueva familia que repite el esquema básico anterior. (…)
La riqueza multicultural y su olvido histórico
La diversidad étnica de la población de América Latina y el Caribe, que cuenta con casi 580 millones de habitantes en 2007, representa un enorme potencial de desarrollo. Los pueblos indígenas y los afrodescendientes, cuyas poblaciones se estiman alrededor de 58 millones y 174 millones, respectivamente, se encuentran entre los grupos étnicos más desfavorecidos de la región.
Desgraciadamente, todavía no ha sido suficientemente reconocida la riqueza que supone para Iberoamérica y para el mundo esta diversidad de culturas, lenguas, modos de vida y experiencias históricas acumuladas.
Existen más de 400 grupos indígenas en América Latina. De acuerdo con datos censales, Bolivia es el país con mayor proporción indígena –66%–. En el otro extremo, Brasil registró un 0,4% en el censo.
En términos absolutos, México es el país con un mayor volumen de población indígena, seguido de Bolivia y Guatemala.
Los datos muestran sostenidamente mayor incidencia de la pobreza, menor ingreso, escolaridad y esperanza de vida, mayor mortalidad infantil y materna, y menor acceso a la salubridad y al agua potable. Hay que agregar, además, la situación de exclusión y discriminación histórica (…).
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Diferencias en el acceso a la educación
La pobreza y la desigualdad tienen su específica manifestación en el retraso educativo de amplios sectores de la población y en las diferencias existentes entre los más pobres y los más ricos. Basta señalar que el porcentaje de personas analfabetas se sitúa en torno a las 34 millones de personas, lo que supone casi el 10% de la población. La desigualdad entre países es también notable.
Mientras en varios de ellos no hay apenas analfabetismo entre la población mayor de 16 años (menos del 5% en España, Cuba, Portugal, Argentina, Chile, Costa Rica y Uruguay), en otros países como Guatemala, Nicaragua y El Salvador, el analfabetismo afecta a más del 18% de los alumnos. Junto a ello, el 40% de los jóvenes y adultos de la región, unos 110 millones, no han terminado sus estudios de educación primaria.
Las desigualdades se manifiestan también al comparar las posibilidades educativas de los diferentes sectores de la población. Estudios recientes señalan que el porcentaje de alumnos que completan la educación secundaria es cinco veces superior entre aquellos que se encuentran en el quintil más rico de ingresos familiares que aquellos que se encuentran en el quintil más pobre. Mientras que el 23% de los primeros terminan la educación superior, sólo el 1% de los más pobres lo consiguen. El promedio de escolarización del quintil superior es de 11,4 años mientras que en el quintil inferior de ingresos es de 3,1 años. (…)
Principales retos para mejorar la calidad de la educación
Los retos principales a los que se enfrentan la mayoría de los países de la región se refieren a la falta de competitividad de las escuelas públicas, al reducido tiempo de aprendizaje de los alumnos, a los insuficientes recursos para hacer frente a las demandas de los alumnos, a la situación del profesorado, a las dificultades de los centros para ofrecer un currículo atractivo que mantenga a los alumnos en la escuela, a las insuficiencias en la gestión de los recursos públicos y a los reducidos resultados académicos obtenidos en comparación con los países desarrollados.
El aumento de la escolarización en todos los países, sin que se produjera un incremento similar en el gasto público y en la gestión eficiente de los recursos destinados a la educación, ha conducido a un deterioro de la escuela pública y a un dualismo entre los sistemas educativos que refleja, y en cierta manera tiende a mantener, las diferencias sociales: una escuela pública gratuita y mayoritaria a la que acceden los alumnos de los sectores populares que o bien no tienen una escuela privada cercana o bien no pueden pagarla; y una escuela privada minoritaria, en la que se escolariza principalmente los alumnos de la clase media-alta de la población. En el deterioro de la escuela pública intervienen múltiples factores. Ya se ha hecho referencia al primero de ellos y posiblemente el más determinante: el incremento del alumnado sin los recursos suficientes para hacer frente a las exigencias educativas con garantías de éxito. Pero hay otros también importantes, sin duda relacionados con la escasez de los recursos. Por una parte, habría que apuntar las limitaciones en las condiciones básicas para asegurar la igualdad en los procesos educativos: falta de garantías de que todos los alumnos tengan cinco horas lectivas en la educación primaria y al menos seis horas en la educación secundaria; reducido número de escuelas con horario integral, lo que supone que asistan a cada escuela varios turnos de alumnos con la limitación que ello supone para la atención educativa y las posibilidades de alternativas formativas al término del horario establecido; e insuficientes medios para una enseñanza activa: bibliotecas, ordenadores, espacios para la música, el arte, el deporte o para una atención educativa especializada a determinados alumnos. (…)
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Desajustes notables entre educación y empleo
Una de las mayores contradicciones de la sociedad latinoamericana es el binomio formado por educación y empleo: la actual generación de jóvenes es la que ha tenido más años de escolaridad y ha alcanzado mayor nivel educativo, pero es la que tiene más dificultades, no sólo para encontrar empleo sino también para que esté acorde con la formación alcanzada.
En parte debido a las mayores competencias laborales exigidas, en parte a la falta de articulación entre el mercado laboral y el mundo educativo, y en parte también a la propia inestabilidad del mercado de trabajo, lo cierto es que los jóvenes en la actualidad viven con mucha mayor inseguridad e insatisfacción su incorporación al empleo. Además, las tasas de desempleo están fuertemente condicionadas por el nivel educativo alcanzado (…).
Comprender las culturas juveniles
Los proyectos educativos no pueden formularse al margen de sus destinatarios. Por el contrario, han de plantearse a partir de la comprensión de cuáles son los intereses, los valores y las formas de relación que mantienen las nuevas generaciones.
De otra forma, existe el grave riesgo de que los jóvenes, especialmente aquellos que tienen más dificultades para mantenerse en las escuelas, sientan que los contenidos de aprendizaje están totalmente alejados de su forma de vida y que apenas les va a servir para abrirse camino en el entorno en el que se desenvuelven. Por ello, el análisis de las culturas juveniles es indispensable para afrontar los desafíos de una educación que llegue a todos y en la que todos aprenden para integrarse de forma activa en la sociedad.
Los estudios recientes sobre la juventud han destacado la importancia de comprender las culturas juveniles y los cambios profundos que se han producido en ellas, en gran medida por la hegemonía de las tecnologías de la información, por las nuevas formas de relación que ellas comportan, por el predominio de la imagen y por las nuevas formas de conformar la identidad de los jóvenes y su sentido de pertenencia al grupo.
La juventud no puede considerarse una cultura marginal cuyos miembros deben abandonar para incorporarse a la cultura adulta, sino que tiene una especificidad propia en la que sus miembros asumen su identidad personal en la medida en que se apropian de los objetos simbólicos colectivos: normas, valores, formas de consumo, relaciones, comunicación, rituales, diversiones y expresiones personales y colectivas conforman los ejes que diferencian a los que están dentro de los que están fuera, a los que están en el centro o en la periferia.
Hay que tener en cuenta que no existe una única cultura juvenil, sino que en función del contexto social en el que se desenvuelven, pueden aparecer formas específicas de relacionarse y de vivir la pertenencia al grupo común. Aparecen entonces “tribus urbanas”, en las que existen códigos lingüísticos y estéticos propios y en las que las normas comunes operan como auténtica barrera a la presencia de extraños. El desplazamiento de estos códigos de conducta compartidos hacia actitudes violentas y de oposición a una sociedad capaz de ofrecer posibilidades, pero incapaz de facilitar su logro, explica la presencia de grupos juveniles con actitud de permanente agresión.
(…)
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En síntesis: educación, culturas, ciencia e innovación
(…) La conmemoración de los bicentenarios de las independencias, desde el final de esta década hasta el 2021, ha de servir para bucear en las señas de identidad nacionales pero también en los procesos de identidad iberoamericanos, conscientes de que la apuesta decidida por una mejor educación para todos los ciudadanos es la garantía para el progreso social y económico de cada uno de los países y de la región en su conjunto. La construcción de la identidad iberoamericana ha de basarse en las raíces culturales, lingüísticas e históricas comunes, pero también en proyectos colectivos que se proyecten en el futuro y que manifiesten la fuerza y la solidaridad iberoamericana. El proyecto de las
Metas Educativas 2021 alcanza todo su sentido en esta perspectiva.
En este contexto han de interpretarse las once metas que constituyen el núcleo fundamental de la educación que queremos para la generación de los bicentenarios:
1. Comprometer a la sociedad con la educación El impulso a la educación no puede proceder solamente de la acción de aquellos
sectores comprometidos habitualmente con el mejor funcionamiento del sistema escolar. Hace falta buscar nuevos aliados en la sociedad, ampliar el movimiento a favor de la educación y desarrollar programas que aborden los problemas sociales y educativos de forma integrada.
2. Educar en la diversidad La diversidad de alumnos y de alumnas es la situación habitual en las escuelas y en la
sociedad. La meta que se plantea pretende que los sistemas educativos fortalezcan las políticas atentas a la diversidad y compensadoras de sus insuficiencias de partida, de manera especial en la defensa de los derechos de las alumnas y en el apoyo a la inclusión social y educativa de los alumnos más vulnerables, especialmente las minorías étnicas, las poblaciones indígenas y afrodescendientes, los que se encuentran en condiciones sociales desfavorables y los alumnos que presentan necesidades educativas especiales asociadas a condiciones de discapacidad.
3. Extender la educación temprana Garantizar la educación infantil o inicial para todos los niños y niñas desde sus
primeros años de vida es una garantía para su desarrollo y aprendizaje posteriores, pero lo es especialmente para aquellos niños y niñas que se desenvuelven en contextos sociales desfavorables. Por ello es necesario asegurar una oferta suficiente para todos en la que se garanticen las mejores condiciones educativas.
4. Universalizar la educación básica y mejorar su calidad Asegurar que todos los niños y niñas iberoamericanos estudien durante al menos doce
años es la mejor estrategia para el progreso de la región, la cohesión social y la reducción de las desigualdades.
Esta oferta de puestos escolares suficientes debe acompañarse de programas que animen a las familias a mantener a sus hijos en las escuelas, de estrategias que resuelvan el grave problema de la repitencia escolar y de iniciativas en múltiples campos para mejorar la calidad de la enseñanza. Al mismo tiempo, es necesario que el acceso a estos estudios se realice de forma equitativa, de tal manera que los colectivos que a lo largo de la historia han estado más alejados de ellos, como las poblaciones indígenas o afrodescendientes, tengan un porcentaje de acceso a estos estudios similar al del conjunto de la población.
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5. Asegurar que todos los alumnos alcancen las competencias básicas El acceso universal a la educación básica y las condiciones para su calidad son
imprescindibles, pero también lo es lograr que todos los alumnos y alumnas alcancen las competencias básicas para proseguir estudios posteriores, para incorporarse a la sociedad de forma activa y para ejercer sus derechos y deberes como ciudadanos libres y responsables.
Ello supone ofrecer un currículo significativo que potencie, al menos, la educación en valores, que incorpore la lectura y el uso del computador en el proceso de enseñanza y de aprendizaje, en el que la educación artística tenga un papel relevante y que estimule el interés por la ciencia entre las alumnas y los alumnos.
6. Incrementar el acceso de los jóvenes a la enseñanza postobligatoria Se pretende que el mayor número de alumnas y de alumnos prosigan sus estudios en
la Educación Secundaria Superior, en la Educación Técnico Profesional y en la Universidad, de tal manera que la mayoría de la población tenga en el año 2021 estudios postobligatorios.
7. Conectar educación y empleo a través de la Educación Técnico Profesional Para asegurar el desarrollo e incremento de la competitividad de Iberoamérica, es
necesario reforzar y coordinar los sistemas educativos y laborales de gestión de la Educación Técnico Profesional. Al mismo tiempo, es preciso diseñar y desarrollar una oferta suficiente que ha de ser innovadora, cualificada, basada en las competencias profesionales y adaptadas al contexto socioeconómico.
8. Educar a lo largo de toda la vida Universalizar la alfabetización, la educación básica y otras oportunidades de
capacitación para jóvenes y adultos a lo largo de toda la vida, con diferentes metodologías y, en especial, con las nuevas tecnologías, es una estrategia fundamental en la lucha contra la pobreza, a favor de la inclusión, así como para extender e incrementar el capital del conocimiento en Iberoamérica.
9. Cuidar el desarrollo profesional de los docentes Lograr que el profesorado esté preparado y motivado para ejercer con acierto su tarea
profesional es sin duda el factor que más influye en la mejora de la calidad de la enseñanza. Para ello, es necesario cuidar la formación inicial y continua de los docentes, el acceso al trabajo docente y sus primeros años de desempeño profesional, sus condiciones laborales y su desarrollo profesional.
Hace falta, al mismo tiempo, plantear nuevas estrategias que ayuden al profesorado, entre las que cabe destacar el apoyo a la creación de redes de escuelas y de profesores, la ampliación de los programas de innovación, evaluación e investigación educativa, y la formulación de proyectos de formación que relacionen la teoría y la práctica, y que orienten de forma preferente hacia equipos de profesores que trabajan en la misma escuela.
10. Contribuir a la configuración del espacio iberoamericano del conocimiento y a la investigación científica
El desarrollo del espacio iberoamericano del conocimiento es la meta que se han marcado los países de la región para reforzar la creación de redes universitarias de postgrado, la movilidad de estudiantes e investigadores, y la colaboración de investigadores iberoamericanos que trabajan fuera de la región. Sus ejes principales se encuentran en el
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incremento del número de investigadores en cada uno de los países y en su movilidad así como en el aumento sostenido de la inversión en investigación y desarrollo. El fortalecimiento del Centro de Altos Estudios Universitarios de la OEI es una de las principales estrategias para dinamizar el espacio iberoamericano del conocimiento. Su objetivo general consiste en fortalecer y mejorar la calidad de los procesos de modernización de la educación, la ciencia y la cultura, a través de la constitución y el impulso de redes de formación e investigación interinstitucionales.
11. Conseguir más recursos para la educación e invertir mejor El enorme esfuerzo que va a suponer el logro de las metas 2021 exige un estudio
riguroso de su coste económico por cada uno de los países, así como una respuesta solidaria de aquellos con mayor potencialidad económica. Por ello, se incluye en el proyecto un conjunto de programas de acción compartidos para avanzar juntos y se formula la necesidad de un esfuerzo solidario para invertir más y mejor, en el que se establece la posibilidad de crear un Fondo Internacional Solidario para la Cohesión Educativa.
ACTIVIDAD V (FINAL)
Tenemos la Ley nueva en nuestra Provincia, la Educación Especial en la Ley
Nacional, Las Orientaciones para la Modalidad del Sistema Educativo en ARGENTINA; leerlas, compararlas, buscar similitudes y diferencias. Cotejar con lo expuesto en las clases anteriores.
En nuestra Ley encontrar en todos los niveles educativos, si existen los argumentos necesarios para fortificar y Defender el paradigma de la EDUCACIÓN ESPECIAL: sus objetivos, metas y soluciones a nuestro quehacer diario, dentro de las instituciones, en la comunidad educativa toda. Si está contemplado el trabajo interdisciplinario, la articulación entre los distintos niveles, la atención y prevención desde la temprana edad, el seguimiento cuando terminan la escolaridad obligatoria, etc. En síntesis explicar si esta ley protege a todos y reglamenta.