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IV. Las etapas de ia industríalizacìán argentina Diversos autores en la historiografía nacional han intentado dividir la historia industrial de nuestros país en ‘fases’ o etapas difsrenciadas en las qus resulta factible identificar, de manera m6s 0 menos estilizada, distintos “modelos” de crecimiento -atendiendo al tipo de ramas industriales que 8n cada caso motorizan ef prkeso expansivo, al origen del capital invertido, a las ‘fuentes’ de donde provienen los aumentos de productividad observados, 31 mayor o menor grado d8 apertura externa, etc&era. Desde los estudios pioneros de A. Ferrer (1959), A. Dorhnan (1983), G. Di Tella y M. Zyrneíman (1967), hasta aportes útrimos de D. Heymann (1980), pasando por los ya citados trabajos de C. Díaz Alejandro (1963), P. Gerchunoff y J. Uach (1975), D. Azpiazu et al. (1976), J. Katz (1969), J. Villanueva (1972) y otros, la metodología de la ‘periodiración’ ha servido con frecuencia cOrno instrumento descriptivo del proceso de industrializa- cb5n que siguiera nuestro país. Son Varias Ias fOrmaS en que se puede emplear Ia informacibn estadistica y 81 materia1 histc5rico para construir *fases” o etapas estructufal- mente diferenciadas dentro de una seiie de largo plazo; pero, tal como veremos a continuacibn, los distintos enfoques brindan una descripción mas o menos parecida a lo ocurrido. En Diaz Alejandro la construccibn de ‘fases’ se realiza comparando la estructura Industrial observada con aquélla que, en teoría, debería haber tenido nuestro país en distintos momentos seQún et patr6n ‘normal” internacional, dados el ingreso per cápita y la pobtaci6n. Sin embargo, a raíz de lo idiosincr&ico de la estructura dom&tica de precios relativos en el área industrial, el mismo autor r8COnOC8 qU8 l .. . IaS Cifras empleadas 8n este CákuiO 8St&n SUjetaS a ta!@3 45

IV. Las etapas de ia industríalizacìán argentina · grupo de cientktas poiíticos que encuentra en el cambio de ias relaciones triangulares Argentina-Gran f%etaha-Estados Unidos,

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IV. Las etapas de ia industríalizacìán argentina

Diversos autores en la historiografía nacional han intentado dividir la

historia industrial de nuestros país en ‘fases’ o etapas difsrenciadas en las

qus resulta factible identificar, de manera m6s 0 menos estilizada, distintos

“modelos” de crecimiento -atendiendo al tipo de ramas industriales que 8n

cada caso motorizan ef prkeso expansivo, al origen del capital invertido,

a las ‘fuentes’ de donde provienen los aumentos de productividad observados, 31 mayor o menor grado d8 apertura externa, etc&era. Desde

los estudios pioneros de A. Ferrer (1959), A. Dorhnan (1983), G. Di Tella y M. Zyrneíman (1967), hasta aportes útrimos de D. Heymann (1980),

pasando por los ya citados trabajos de C. Díaz Alejandro (1963), P. Gerchunoff y J. Uach (1975), D. Azpiazu et al. (1976), J. Katz (1969), J.

Villanueva (1972) y otros, la metodología de la ‘periodiración’ ha servido con frecuencia cOrno instrumento descriptivo del proceso de industrializa- cb5n que siguiera nuestro país.

Son Varias Ias fOrmaS en que se puede emplear Ia informacibn estadistica y 81 materia1 histc5rico para construir *fases” o etapas estructufal- mente diferenciadas dentro de una seiie de largo plazo; pero, tal como veremos a continuacibn, los distintos enfoques brindan una descripción mas o menos parecida a lo ocurrido. En Diaz Alejandro la construccibn de

‘fases’ se realiza comparando la estructura Industrial observada con aquélla que, en teoría, debería haber tenido nuestro país en distintos momentos seQún et patr6n ‘normal” internacional, dados el ingreso per cápita y la pobtaci6n. Sin embargo, a raíz de lo idiosincr&ico de la estructura dom&tica de precios relativos en el área industrial, el mismo autor

r8COnOC8 qU8 l . . . IaS Cifras empleadas 8n este CákuiO 8St&n SUjetaS a ta!@3

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errores que resultaria aconsejable poner mayor Masis en tos cambios en el Índice del grado relativo de industrializaci&? que sobre su nivet aparente’ (Diaz Alejandra, 1970).

Uno de tos autores del presenta trabajo (Ka&, 1969) ha examinado ta existencia d8 *cortes estructurales” en la historia industriat argentina computando la funci6n agregada de producci6n para et sector manufactu- rero en un determinado período y sometiendo tuego a un test estadístico ta hip6tesis de que las observaciones de períodos contiguos provienen -u no- de la misma funci6n de producci6n. Tampoco aquí el test es conctuyente en ta medida en que et rechazo de la hip&esis -esto es, el rechazo de que una misma funcion de produccibn haya generado las observaciones de ‘etapas’ contiguas- no permite afirmar fehacientemente si estamos frente a un cambio de la funci6n de produccibn o meramente frente a un cambio en et peso relativo de tas distintas ramas que comp@ nen et agregado con que se trabaja.

Otro autor que recurre a la ‘periodizacion’ del desarrollo industrial e& 0. Heymann (1980). En este caso su inter6s radica en et estudio del ciclo economice y para poder identificarlo no emplea un indicador único sino un “Índice de difusi6n” dado por un conjunto de series -venias, empleo, precios, etc.- que, tomadas al unisono, reflejan la existencia de un ‘punto crítico” (o furning point en ta nomenclatura del Nationaf Bureau of Economic Research que es la que adopta Haymann). Sin embargo, el mismo autor, al comentar el m&odo empleado, acota: YAhora bien, aun admitiendo que et consenso ciclico de series (...) sea raronabte para definir tos puntos criticos de referencia, et criierio para identificar el ciclo no es aún lo suficientemente preciso (...) De hecho pueden definirse tos puntos criticos con un m&odo esencialmente cualitativo (. .J y dependerta del juicio del analista ubicar tos mkimos y minimos cíclicos’.

En resumen, tos distintos ejercicios de “pertiixaci6n” del crecimiento industrial de nuestro país contienen un monto mas 0 menos atto de

subjetividad unido a tknicas estadisticas de distinto grado de sufistticaci6n y complejidad.

No obstante, es importante observar que los varios estudios menciona- dos brindan una caracteriraci6n bastante parecida de lo ocurrido. Emergen así con cierta claridad tas siguientes ‘fases” o ‘etapas” del proceso de industrialización:

Etapas del proceso de industriatizaci6n

Pre - 1930 1930 - 1943 1946 - 1955 ?950 * 1wt 1%4 - 1974 1976 - 1961

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Comencemos por 91 corte ‘pre-y-post-Am en el que no sbto insisten

economistas como Ferrer, Di Tella y Zymelmann, y Uiar Alejandro,

pensando tanto en el agotamiento de la frontera agrícola pampeana como

en la crisis internacional; tambi6n es crucial en el anålisis de un extenso

grupo de cientktas poiíticos que encuentra en el cambio de ias relaciones

triangulares Argentina-Gran f%etaha-Estados Unidos, en la firma del Pacto

Roca-Runciman y en el complejo tema de la neutralidad argentina en los

prolegbmenos de la Segunda Guerra Mundial un riquisimo laboratorio de

investigacibn social. (O’Connell, 1984; Rapoport, 1980; EscudB, 1983).

En general se describe la economia pre-1930 como una astructwa

sumamente abierta al comercio, pasiva en lo monetario y fiscal, y donde los

cambios clim6ticos internos y el ciclo econbmico de Gran Bretafia

constituyen las ‘fuentes’ rnhs notorias de inestabilidad domMica. El

control de cambios -que comienza a aplicarse en setiembre de 1931-, el

p8rmiSO pf6viO de impoftaCiOn6s -que entra 8n vigeflcia en nOvi8mbr8 de

1933 conjuntamente con una devaluaci6n del peso y con la implantación

de dos mercados de cambio, uno oficial y otro libre- y las modificaciones

introducidas por decreto entre 1930 y 1932 en la tarifa de avaliras y en

arancales de importacibn, constituyen las primeras manifestaciones de

politica econ6mica activa en una sociedad que habia vivido acostumbrada

a ta seguiacibn au?om&ica del patr6n oro. Pase a que en los ahos 1920

existen intentos de utilizaci6n del arancel externo como instrumento, de

politica de industriakacibn, ello debe verse como un hecho aislado

(Villanueva, 1972); recién a comienzos de Ia de-cada del treinta comienzan

a observarse distintas formas de intervencián activa del gobierno en politica

econdmica.

Tras los actos de gobierno d8 1931, el siguiente paso en este camino

de creciente intervenci6n estatal est& dado por los acuerdos que Argentina

firma en 1933 con Gran Bretaña y otros países europ8os aceptando

otorgarles divisas a pretio oficial para pagos por imponaciones hasta cubrir

los montos de compra de productos argentinos. LaS importaciones d8

terceros países, en cambio, debefAn hacerse al tipo de ca;mbio libre, siendo

Estados Unidos el principal afectado por esta norma. Aparece aquí el

bilateralismo que, junto con las regulaciones cambiarias y arancelarias

antes comentadas, habrla de constituir uno de los pilares centrales de la

política econ&nica de Ia diicada de los años treinta. Esta ‘etapa” d8l

desarrollo econ6mico argentino parece extenderse hasta la mitad de la

decada siguiente, momento en el qu6, con ta creacidn del Batxo de

CrBdito Industrial 8n 1944 y la implementaci6n de una vasta gama de

regulaciones extra-arancelarias de impotta&n, el psis entra en to que J.

Llack (1984) ha dado en Ilamar la etapa “mercado-internista’ de nuestra

enpansi& econ6mica.

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Es importante observar que pese a los varias cambios de politica econ6mica a que hace referencia nuestro pArrafo anterior, el crecimiento industrial de la etapa 19331944 estA lejos de constituir una gran ‘disconti- nuidad’ con et pasado. Tal como lo demuestra J. Villanueva, el proceso de industrialiracr6n ‘...arranca muchos anos antes de la DBcada de la Depresi6n Mundial’ y “...en 1935 el 78% de la producci6n industrial todavía SS Ilevaba a cabo en firmas establecidas antes de 1930. Por otra parte, el 66% de los establecimientos industriales establecidos en el país había sido fundado antes de 1930”. El mismo autor nos muestra que entre 1924 y 1930 se produce una fuerte expansibn de la inversibn industrial así como un rapido crecimiento en la importacibn de equipos y maquinarias para la industria; este fenómeno expansivo se concentra en sectores como productos quimrcos y farmacduticos, articulos elktricos, alimentos y bebidas; esto se suma, por supuesto, a los grandes frigoríficos, molinos harineros, plantas azucareras, talleres mecánicos de mantenimiento y reparación de ferrocarriles, plantas elaboradoras de tanino, etc., ya activas en el medio local desde los primeros años del siglo.

Por otra parte, en un estudio reciente de los autores del presente trabajo s8 observa que dentro de aquella temprana ola de industrialiraci6n anterior a los años treinta, es posible hallar establecimientos industriales de gran envergadura: las ptantas de Bunge y Barn, Siam Di Tella, Alpargatas, y otras que no ~610 cuentan en el medio local con establecimientos fabriles de gran actualizaci0n tecnol6gica para los est&ndares de la Bpoca, sino que muy tempranamente comienzan a buscar formas de expansibn hacia terceros mercados de la regidn latinoamericana; en este sentido se destaca la radicaci6n de las antes mencionadas en el medio brasileño (Katz y Kosacoff, 1984).

Entonces, admitiendo, como lo afirma Viltanueva, que la informacibn existente no avala la idea de que en materia de crecimiento industrial estamos frente a una clara discontinuidad con el pasado, observamos que durante la etapa 193&1943 se produce: a) un creciente cerramiento al comercio exterior: desciende del 24% al 19% del PBI en materia de exportaciones y del 25Ok al 15% en materia de imponaciones cuando comparamos 1925-29 con 1935-39; b) una caida en el ritmo de crecimiento y en ta inversión fija; c) una expansián industrial m&s r6pida que la de la ecanamía en su conjunto: la representacM del sector manufacturero en el P8I pasa del 18% ~II 1929 al 27% en 1939; los sectores que mas rApida- mente se expanden en dichos años son las refinerias de petr&eo, los artículos de caucho y de goma, los productos quimicos y farmachticos y, en menor medida, los textiles y confecciones; comienza tambik el desarrollo de la industria metalmecánica con la fabricaciOn de electrodo- m&ticos y la reparacián y fabricacibn de maquinaria textil y agrkola y de máquinas herramienta sencillas.

Va: rus estudios microecor~bmicos de plantas industriales establecidas a lo largo del periodo 1930-l 943 dan cuenta de lo idiosincrhtico y particular de la r~dustriatizackk que toma cuerpo en dicha 8poca. Veamos, a titulo de ejemplo, la evidencia empírica recogida en estudios como Ios de R. Turri -planta productora de máquinas herramienta creada en 1937-, Ducito -planta productora de rayún, fundada en ese mismo año por la firma norteamericana DuPant- (Katz 1986a y 1986b3) y, finalmente Acindar -planta productora de acero, puesta en marcha en 1943 en Rosario (Maxwell, 1977).

Estos estudios ponen du manifiesto diversos rasgos estructurales de la industrialitaci6n de los años t 930-1943 que parece útil destacar, Entre eHos, ios siguientes: 1) no 8s infrecuente que Ios productos con que se inicia la sustituci6n de importacjones hayan sido copia da un diseño extranjero largamente rezagado con respecto aI “estado del arte” internaci@ nal vigente aI momento de la copia; 2) el equipamiento fisico de la planta fabril estaba compussto por máquinas usadas y autofabricadas, da un alto grado de obsolescencia fisica y tecnol6gica; 3) el lay-out fabril era sumamente primitivo, m%s producto de la casualidad que del planeamiento ingenrerii; 4) el grado de integración vertical de los establecimientos fabriles era puco menos que total, anie la falta de subcontratktas y abastecedores de insumos, partes y componentes; 5) abundaban los criterios extraecon micos en la búsqueda y contratacibn de personal calificado, en la compra de maquinarias, etc., así como el autofinanciamiento empresario frente a Ia falta de un mercado de capitales medianamente organizado, etcétera.

En otros términos, la evidencia disponible sugiere que 81 tipo de planta industrial que emerge en ei medio local en esos años parece estar mucho m& afectado por caracteristicas de "segundo mejor” -frente a la creciente faka de abastecimiento internacional y a las progresivas dificuttades de importacih- que ia industriaiizacih de años previos; ésta o tsien contaba con cierto grado de “prutección natural” -producto de economias de localización, costos de transporte, etc.- o, alternativamente, debía afrontar con MI nivei adecuado de eficiencia operativa el reto de la competencia externa derivado de la mayor apertura que caracterizá a la economia nacional antes de la crisis de los años trewk

Vamos ahora a la “etapa’ siguiente: et ciclo expansivo 19451952. Este mueslra un fuerte aumento del ciima reguiatorio en ei que se gesta el

desarrollo industrial. Ya vimos at discutir las politicas de financiam¡ecMo del sector que en abri! de 1944 se crea e! Banco de Caédito Industrial, apareciendo aqui por vez primera ia idea de financiamiento de medio y jargo plazo para el desarrollo manufacturero. En ese mismo año se aprueba el régimen de Proteccidn y Promocih de Ias Industrias de Interks Nacianal (decreto 14.630) que estuvo en vigencia trece añas -basta 1957-

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y que otorga beneficios promocionales a unas cuarenta actividades declaradas de ‘int&s nacional’ a partir de esta iegisfacih. Al reglamentar- tie, en 1944, el funcionamiento del Sanco de CrBdito Industrial estas ramas resultaron ser las destinatarias directas de! apoyo de dicha agencia. 0, Altimir, J. Sourrouilfe y t-4. Santamaría (1966) muestran c6mo entra 1946 y 1949 ‘existe una fuerte tendencia al crecimiento de los medios de pago puesta a disposicih de fa indusha siendo tas ramas de Aiimentos y Bebidas y de producción Tetitil las que mayor apoyo reciben. Es importante observar que en dichos años das tercios del financiamiento bancario a fa industria proviene justamente dei 8anCo Industrialti”

En mayo de 1946 se crea al Instituta Argentino para la Promocih del Intercambio (IAPI) uno de cuyos objetivos centrales era el de administrar hs cuotas de importación previstas en eI decreto 14.630.

En el curso de esos años, y a partir de una creciente participaci6n de la Dirección Nacional de Fabricaciones Militares -que se crea en 194f-, comienza a desarrollarse el ha de la produccih estatal, que incluye a ta Sociedad Mixta Siderurgia Argentina (SOMISA) creada en 1947 como parte del Plan Siderúrgico Nacional, a ATANOR que data de 1946, y ã todo el grupo de plantas industriales adquiridas a países enemigos que se ponen bajo ta 6rbita de fa Direcci6n Nacional de Industrias del Estado (DINlE) en 1947.

En esta “etapa” crece significativamente la intervenci6n del Estado en el campo industrial, no ~610 a través de instrumentos indirectos -el control de cambios y el r6gimen de permisos previos de importacih, fas cuotas y prohibiciones de importacih, el financiamiento preferencial de medio y largo plazo para proyectos industriales, etc.- sino tambih a travh de la produccih estatal directa en campos como la siderurgia, diversas ramas de la producción quimicã, etc. Concomitantemente con este proceso de

creciente intervenci6n estatal se desarrolla una amplia infraestructura institucional pública encargada de poner en practica la Rlosofla intervenci@ nista por entonces prevalente. Asimismo, la industrializacih susttiutiva basada en el desarrollo de industrias livianas se cáracterir6 por la uthracih intensiva de mano de abra que, asociada a las dificultades de aprovisionamiento de bienes de capital def extranjero y a tin escaso

desarrollo de estas industrias a nivel local, dio por resuttado un herte crecimiento de la produccidn con caidas de fa produchidad laboral y un claro replanteo del papel de los sindicatos en la sociedad local. Es en estos años cuando el sector industrial se convierte en el motor de expansih de ta economía en su conjunto y en el gran generador de empleo.

Desde el punto de vista macroecon6mico esta ‘etapa’ del crecimiento puede ser fkilmente asimilada al *modelo estilizado’ que se discute en el capitulo ll de este trabajo. ta rápida expansión del período 19451948,

originada en las reservas de divisas -1.700 m+llones de db,lares- CQR que el psis sale de la Segunda Guerra Mundial, lievb a que la disponibilidad real de bienes y servicios creciera en esos anos de manera vertiginosa. Sin embargo, la restricckk externa no tardb en hacerse sentir frente al gran incremento de importaciones: en 1947 dicho incremento fue de 76% en volumen físico ante ~610 un 1,4% de aumento en las exportaciones; de este modo, ya en 1948 las reservas caian por debajo de los ISQ millones de d6lares an tanto que se mantenían pendientes pernlisos de importaci6n por unos 1.3X millones de d6tares. La inflación comienza a reflejar este agotamiento del proceso expansivo y en 1951 alcanza a niveles del orden del 50% anual. Todo esto, agravado Por la sequía de 1951-1952, preanuncia cambios de direccibn en la potítica econbmica que el mismo gobierno del peronismo comienza a implementar en 1952.

0, Heymann en el estudio previamente citado (1960) ubica el ‘pico” cÍclico a que aqui se hace referencia en el primer trimestre de 1952, en tanta que la funci6n agregada de produccih, estimada por uno de los autores de este trabajo sobre información estadistica inherente al conjunto de la industria manufacturera, muestra que las observaciones de 1953 y 1954 no provienen del mismo universo estadistico que generara la fumi& estimada para et período 1946-1952.

Pero, mAs al16 de la ubicacibn formal del ‘coRe estructural*, lo cierto 8s que a partir de 1951- 1952 se suceden cambios profundos. En cuanto al escanaria macroeconómico, estos cambios afectan la política de ingresos -congelamiento de salarios, elevacibn de precios agropecuarios, etc.-, la polÍtica cambiaria y de control de importaciones, el manejo del capital extranjero, efc. Mis específicamente en el plano industrial, la creciente incapacidad det gobierno para contener el déficit fiscal -lo que empeora et problema inflacionario- lleva a que se decida recurrir a ia ayuda del capitat extranjero como fuente de financiacibn del proceso de acumulackk industrial; se firman así convenios con empresas como Squibb, Mercedes Sen& California Petroieoum Co. y Kaiser. Pese a que el verdadero impacto da la inv8rsiQn extranjera directa ~610 comenzara a sentirse algunos años mAs tarde -en 195&1959-, es importante observar que cada uno de estos acuerdos involucra la institucionakacibn de un monopotio de hecho con fuertes implicaciones en lo que hace a resefva de mercados, precios internos, transferencias de ingresos entre sectores de la comunidad, etc&era.

La industria de bienes de consumo durables, la fabricacibn de equipos de capital para la industria textil, la producci6n de maquinaria agrkola y de mAquinas-herramienta sencillas, y en general, todo el complejo de industrias ektricas de consumo final, son las que en esos afios toman fa delantera, en tanto que los sectores de indumentaria y de cueros y calzado pierden parte del dinamismo que exhibieran en la dkada anterior.

El siguiente ciclo expansivo abarca desde 1958 hasta la recesián de

1962. Tras varios años consecutivos de saldo desfavorable 8n ej comercio

exterior Se registra un resultado positivo en 1953 y el ingreso y la demanda

giobal vuelven a repuntar; pero la caida de los precios internacionales

posterior a la guerra de Corea y ei incremento de importaciones muestran

con claridad que la restriccibn externa de la economía argentina es, en ese

mom8nt0, particularmente severa; por entonces, algunos Sectores opinaban que ~610 una inyeccibn masiva de capital extranjero podía financiar el

sostenimiento de la acumulación de capital.

En el curso de esta nueva ‘fase’ del proceso de industrializaci6n el

sector manufacturero argentino hab& de recibir Cerca de 500 millones de

dblares de inversión privada directa de origen norteamericano; esto no ~610

va a modificar sustantivamente ta estructura del sector Industrial en tkminos

de participaciones sectoriales relativas, sino que tamblbn habrA de incidir

muy profundamente sobre la morfología y performance de los distintos

mercados industriales y sobre la organizaci6n y divisisjn sociat del trabajo

prevalentes tanto a nivel de rama como de planta fabril individual. Coma

muestran 0. Mallon y J* Sourrouille (1975): “...La política proteccionista

sufrid en esos años un vuelco fundamental: de aqu&la que correspondia

a los intereses de ciertos grupos de presi6n se pas6 a otra que dio libre

acceso al capital y ta tecnología extranjeros’. Debemos recordar que, tras

la caida del peronismo en 1955, el psis entra gradualmente en una etapa

de desmantelamiento del aparato estatal recibido y que ta firma -en

diciembre de t958- de un estricto stand by con el Fondo Monetario

Internacional, permitid d8SaCelerar ei ritmo inflacionario y retornar eI

proceso expansivo, esta vez con una masiva entrada de capitales externos

y en el marco de una economía menos regulada que la de los años

cincuenta.

En esta etapa es Claramente la industria automotriz la que fidera el

proceso de crecimiento. ‘Esta aporta más del 30% del incremento en el producto bruto interno manufacturero en el intervalo 1958-1965 y aumenta

su participación 8n el producto bruto interno en 7 puntos* (Heymann, 1980,

phg. 34). Tras una participactón det 2,5% del PBI en 1951 la rama

automotriz absorbe el 10,3% del mismo en 1965, mostrando entre 1958 y

1965 una tasa anual de crecimiento dei 24 por cienro.

Vista fa importancia que adquiere en estos años et crecimiento de ia

industria automotriz -y el de todas sus ramas Satélites, como son autopar-

t8S, mAquinaS herramienta, 8tC.-, interesa examinar mas a fondo la atmósfera macro y micro econ6mica en que se produce tanto la implanta-

cibn como el desarrotjo posterior de esta industria en nuestro medio. Ello nos permitirá identificar varios rasgos recurrentes de nuestro modelo de industrializaci6n que han pasado relativamente desapercibidos- hasta ej

presente y que creemos de gran importancia para comprender su carMer

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idiosincrático. Veamos primero varios temas microeCon6micos relaciona- dos con la implantacibn de la rama automotriz, para pasar luego a un breve comentario de su incidencia a nivel macrosocial.

En los inicios de la dkada del cincuenta el país tiene 56 habitantes por autombvil, índice que baja a 35 hacia el fin de esta “etapa’ del desarrollo industriaf, esto es, hacia 1963-1964.

Dejando de lado el caso de ta Direcci6n Nacional de Fabricaciones e investigaciones Aeronhuticas (DINFIA) que a partir de la F&brica Militar de Aviones, creada en 1927, había producído hasta 1958 unos 13.ooO rastrojeros y planeaba producir unas 2.ooO unidades anuales del Graciela -un sedan dos puertas-, la verdadera fabricaci6n local de autom&iles comen26 con Industrias Kaiser Argentina, MA, la que puso en venta primeramente la Estanciera y el Jeep Willys y algo más tarde los autorn&¡- les de pasajeros Kaiser CarabeHa, Bergantin, Renault Dauphine y Torino. En 1958 producía unas 26.ooO unidades y hacia la mitad de la dkada siguiente superaba los 3o.W vehículos anuales. Exclusión hecha de las industrias de durables de consumo, que en esos ahos crecieron en el país significativamente, Kaiser constituye probablemente la primera experiencia dom&ica de producci6n metalmetinica de ‘grandes series’.

Ahora bien, esta producci6n posee rasgos tecnol6gicos particulares que conviene recordar aquí a fin de comprender adecuadamente el impacto que su establecimìento habria de ejercer sobre el medio industrial nacional en los años subsiguientes a su puesta en marcha. Este g&ero de estableci- miento fabril requiere la producci6n de bienes homogbneos, sujetos a un alto grado de estandarizaci6n y normalizaci6n. El riguroso planeamiento de la ‘línea” de producci6n hasta el nivel de los micramovimientos del operario, el desarrollo de subcontratistas especializados, el control de calidad externo 8 interno a la firma terminal, etc., constituyen condici6n sine qua non para captar adecuadamente las economías de escala que subyacen a este tipo de industrias que usan muy intensivamente equipos *dedicados* caros -m6quinas tra~s~er. Es por ello que los departamentos de ingeniería de diseño de producto, de fabricacidn y métodos y de

organización y planeamiento de la producci6n adquieren gran importancia en este tipo de plantas industriales.

Pero el grupo Kaiser -en franca declinacidn en los Estados Unidos en el momento de decidir su radicacibn en la Argentina- no contaba en su pais de origen con una buena ingeniería propia que le permitiera brindar a la subsidiaria local una adecuada tecnología de productos -planos de conjunto, planos por piezas, etc.-; tampoco disponia de tecnologías de fabricac¡& y de organiraci6n y métodos que hicieran innecesaria ta CreaCi6n de ekncos locales de ingenieria. Este hecho fuerza a ta firma local a desarrollar equipos t4cnicOS propios en una extensa gama de especialidades que van desde el diseño de productos hasta el desarrollo

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de subcontratistas independientes, pasando por la autofabricaci6n de innumerabtes bienes de capita!. instrumentos de medición ab hoc, dispositivos y m6scaras de mecanizado, etc. Los dos modelos inicialmente fabricados -ta rural Estancisra y el Jeep reclamaban un número importante de matrices y dispositivos que no pudieron importarse de Estados Unidos y que tuvieron que fabricarse en el psis. Asimismo, y a fin de estandarizar partes y subconjuntos entre ambos modelos, se recurrid dasde al comienzo al redisefio local del bastidor, de tos ejes traseros y delanteros, de los sistemas de transmisi8n, de la suspensi6n, etc. asi como a la construcción de herramientas que pudi8ra Servir para mecanizar elementos comunes de IOS distintos mod8los.

Junto a la ingenieria de producto y a Ia tecnotogía de fabricacih y mkodos tambidn hubo que desarrollar localmente la tecnología de organiza&? y ptñneamiento de la produccW, ya que la planta local y sus relaciones con subcontratistas eran absolutamente idiosincr&icas yen nada semejantes a las de las plantas automotrices de pakes m4s desarrollados. En este plano, la ausencia inicial de subcontratistas independientes, la fatta de costumbre por parte de los autopartistas locales de operar con ruthal estrictas de control de catidad y de tolerancia tknica, y la palka gubernamental d8 exigir un r6pido cronograma de integraci6n nacional 8n los vehiculos fabricados, fuerzan a la firma a emprender una extensa tarea de desarrul~o de proveedores imponiendo reglas estrictas de control de calidad, de cumplimiento de cronogramas de entrega, etc. Tambibn hubo de inducirse et desarrollo de ia ingenieria de diseño a nivel de los Subcontratistas y de los proveedor83 de partes y subconjuntos. Todo esto acab6 difundiendo en el medio metalmecWco nacional pr&ticas tecnolbgicas y estAndar8S de calidad y de cumplimiento de cronogramas inexistentes hasta entonces y que involucraban la tecnologia de diseño, los m&odos de fabricacibn y la organitaci6n y divisi6n social d8f trabajo. En otros tárminos: la industria automotriz afect6 profundamente et estado de

arte metálmechnico que dominaba en la sociedad locat. Esto, sin embargo, no refleja todo io ocurrido en el plano microeconhi-

co, Las plantas automotrices que s8 instalan en la Argentina ast&n tejos d8 reproducir la escala operativa y la organixaci6n del trabajo que imperan por es8 entonces en el mundo desarrollado: en lo que se refiere a tamaño, en ningún caso se trata de plantas que superan el 10 6 15% de un “tamaño tipico’ de fhbrica de pais industrializado; en materia de tecnologías de fabricaci6n son signiftativamente menos automatizadas y mas “disconti- nuas’ -producto esto ultimo de la gran variedad de modelos fabricados 8n la misma ‘Unea”-; y en lo que atañe a organización industrial, son plantas mucho mAs integradas verticalmente que las de paises desarrollados. Todos estos factores contribuyen a que este tipo de estabkimi8ntos opere con un mucho mayor down!ime -tiempo muerte que una planta d8 país

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desarroliado, lo que explica, a su vea, que la productividad global de los factores sea aqui marcadamente menor que en una planta automotriz de

una naci6n mhs madura. En otros t&minos: Ias plantas automotrices qua se rnstatan localmente

no ~610 son idiosincr&ticas por su escala operattiva, por su tecnciogía de procesos y por su organizacih y divisibn SO& dai trabajo, sino que, ademAs, deben fonosament8 YecreaT en el medio local una significativa cantidad de tecnologías de producto, de procesos, y de organizacih y metodas que simplemente no se encuentran disponibles 8n ningún lado para facilitar su funcionamiento. Acaban asi juntando Io peor de varios

mundos: una tecnoiogh ‘sub6ptima” de pioduccih y ufla ingenieria domh?ica dedicada, en buena medida, a resolver los prablemas intrinsecos

de una escala inadecuada y de una orgawaci6n industriaI y divisibn social

del trabajo inmaduras. Suman 8ntonces deseconomias estáticas y

din6micas de escala y de organiracibn industrial que son las que, en ciltima

instancia, impiden salir dt31 estrecho circulo del mercado dom&tico o

regional. Hasta aquí lo que se refiere al fen6meno microecon6mico qua subyace

a la radicacih local de ia industria automotriz en la mitad de los años

cincuenta. Como veremos luego, el proceso de gradual maduracibn

prOduCha y t8CnOi6giCa 8n 81 marco de una t8CnobqÍa altamente

‘Iowiizada’ y poco comparable con la de los paises d8 mayor desarrollo relativo habría de continuar a lo largo de ias siguientes “fases’o ‘etapas* de

la evsiucih industrial, dando por resultado una industria manufacturera

cargada de rasgos idiosincrkicos en la organizacibn y en la divisi0n social del trabajo. Pero mientras que en algunos campos de la produccibn manufacturera se fue cerrando paulatinamente la brecha relativa que la

separaba del mundo industrializado, en otros campos dicha brecha fu8

amplihdose con el correr de los años. Sin embargo, antes de Hegar a estos temas, consideramos necesario examinar ei impacto macroecon6mi-

co que tuvo la implantacidn de la industria automotriz en nuestro medio

económico y social.

Ya vimos que en 1959 el gobierno de/ Dr. Frondizi aprueba la ley t 4.780 relacionada con el tratamiento del capital extranjero; en es8 marco legal, el

decreto presid8nCial 3.639 de marzo de 1959 establece las condiciones particulares en que se habrCI de organizar la radicaci6n de capitales para

el sector automotriz en los cinco afios subsiguientes, fijando un rápido

calendario de creciente integraciån nacional. Como resultado de dicha IegistaciM se presentaron ante la Secretaría

de Industria 25 propuestas de inversiún automotriz. Y dado que dicha

Secretaria carecía en ese entunc8s de capacidad técnica Como para evaluar

y seleccionar proyectos, en t96Q se [lega a ta situacibn de que se

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encontraban en operacibn 21 establecimientos para un mercado total de menos de IoO.ooO vehiculos/año.

Este hecho revela, por un lado, un fenbmeno recurrente de la politica industrial argentina que vuelve a repetirse en distintos momentos y en relación con otros variós sectores de la industria (siderurgia, electrhica,

patroquimica): la escasa capacidad del sector públim para programar 8 instrumentar una estrategia sectorial de largo plazo. Pero tambibn reveta un curioso rasgo de conducta oligopólica identificado por F. Knickerboker en su tesis doctoral de Harvard (1973): firmas rivales tienden a reaccionar frente a la cmducta de sus competidores con movimientos similares. R. Jenkins, en su libro sobre la industria automotriz latinoamericana (19771, cita una frase con la que el Presidente de General Motors explica su inversi6n industrial en Argentina exactamente desde esta perspectiva. Dice F. G. Donner: l . ..Para GM, así como para varios otros fabricant8s de vehiculus, la ahernativa era producir en ta Argentina o retirarse del mercado*. En otros t&minos, la expansión automotriz de hnales de la década del cincuenta y principios de la del sesenta revela un fuerte componente de desequilibrio y btisqueda de rentas oligop6licas por parte de distintos grupos empresarios y la incapacidad del Estado Nacional de *arbitrar” entre ellos en funci6n de algún modelo de “conveniencia social”.

Algunos años más tarde esto habria de ocasionar ingentes costos sociales at pais, en oportunidad de plantearse la reorganizaci6n y concentracibn de esta rama productiva, es decir, cuando una extensa n6mina de las 21 firmas en operaci6n en 1960 tuvo que dejar el mercado ante la imposibilidad de que la demanda domhtica diera cabida a semejante número de establecimientos productores.

Un segundo conjunto de efectos macroecon6micos asociados a la implantaci6n de la industria automotriz incluye temas tan variados como, por ejemplo, el crecjmiento del déficit de los ferrocarriles ante la caída de la demanda de servicios de transporte ferroviario, la fuerte incidencia que la construcci6n de carreteras tuvo en la inversión pública y en el presupues- to del Estado y, de una manera general, el sesgo que la presencia de la industria automotriz hubo de imprimir en el uso del ahorro nacional -público o privado. Obviamente se trata en todos los casos de temas que demandarían individuafmente investigaciones particulares y que, por lo tanto, trascienden los limites del presente estudio (en relacibn con ellos véase: Sourrouille, 1980 y Jenkins, 1977). Pero aunque no examinemos estos temas in etienso no podemos dejar de remarcar aqui que la implantación del sector automotriz tuvo un generalizado impacto estructural subre la sociedad nacional en planos organizativos, tecnol6gicos, de asignaciún de recursos. etc., impacto que abarca no ~610 aspectos microacunómicos reiacionados con la organiracián y divisi6n social del trabajo, sino que tambihn involucra temas más generales da morfologia y

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funcionamknto de muchos mercados metalmecánicos, de utilizacibn del ahorro nacional, etc. En todos estos planos el país de ta post-industrializa- ci automotriz es ciertamente muy distinto al de dkadas anteriores.

La siguiente “fase” del desarrollo industrial -lm-?974- constituye sin duda la etapa más exitosa del proceso de industrializacibn que examina- mos. Por de pronto, tal como io demuestra D. tleymann (196U, pág.31 ), a diferencia de las otras etapas de crecimiento aquí identificadas, durante este periodo no se observa ningún año en eI que la actividad económica haya experimentado una caída de nivel absoluto. Por el contrario, la tasa anual de crecimiento “entre puntas” -que alcanza prkticamsnte al 8%- es la rnhs alta de los distintos ciclos aqui examinados. Crecen, simuh$nea- mente, la productividad industrial -6% por año a lo largo del período-, tos salarios, el empleo y las exportaciones,

La estructuraindustrial ralaiivamente nu8va que emerge durante el boom de inversiones de 1958-I 961, en la que se observa una fuarte presencia de fitiales locales de empresas extranjeras, experimenta en la década t964- 1974 un gradual proceso de afianzami8nto y de captacibn del mercado domkstico en el marco de una secuencia madurativa de largo plazo que no siempre ha sido adecuadamente comprendida en et debate econ6mico nacionat.

Veamos, 8n primer lugar, el escenario macroecon6mico en el que se inserta esta pedormance exitosa del sector manufacturero. El gobierno de A. Frondizi ca8 en marro de 1962, en el curso de un agudo proceso recesivo que cubre los años 1962-1963. El producto real psr cápita desciende allí at mAs bajo nivel de toda la década y el nivel de desocupa- ci6n de 1963 es del orden dat 10% de la PEA en ef Gran Bu8nOs Aires y mayor aun en el interior. El triunfo d8 Arturo Illia 8n 1963 y la designacibn de E. Blanco como Ministro de Ecor,omía marcan los inicios de la 8tapa recuperatoria, la que se evidencia en 1964 y 1965 con ritmos de cr8Cimi8n-

to det ord8n del B”& para el PB1 y del 15% para la producci6n industrial (Mailon y Sourrouille, p6g. 35). La nueva administraci6n pone en marcha un programa monetario, fiscal y salarial expansivo; psro quizh la verdadara explicación del Éxito alcanzado por la economia nacional en el conjunto de la década que nos ocupa deba buscarss en el fuerte incremento que registran en esos años nuestras expofiaciones -tanto primarias como no tradicionales-; este hecho reduce notablemente el peso que la restriccibn

externa ha tenido tradicionalmente sobre el proc8so de crecimiento da nues#ra economia. En tal sentido es importante observar que tras sw algo

inferiores a 1 DOO millones de dótares en 1961, las exportaciones totales alcanzan un nuevo “platead de casi 4.ooO millones de d6iares a mediados de los setenta.

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La espiral precios-salarios se reaviva en 1365 y ei dima pokico en que

vive la sociedad argentina vuelv6 c3 Compiicarse ante ta creciente tensi6n

SindiCal. Falta de qqo de otros setims de la comunidad, ei gobierno

del Dr. iltia es derrocado por ei goIpe militar del Gral. Onyania quien 8n

1967 nombra Ministra de Economía al Dr. A. Krieger Vasana. Este pone en

marcha un plan de esltabiliracih diferente a los que se habían intentado

con anterioridad: junto aI congelamiento de salarios también se pacta un

congetamiento de precios -gracias a io cual 81 SaiariQ real no cae tan fueflemente como en l959- y junto a la contraccih del d&cit fiscal se pone en marcha WI herte programa de inversih pública que lleva a reactivar !a ec~nomia. Así, hacia 1968 se habia logrado bajar la inflacih, restablecer una buena posicidn de reservas externas y expandir el nivel de

actividad económica.

Vayamos ahura aI panorama intra-industriai. La rama automotriz, pese

a mantener un saludable ritmo expansivo -partiCufarment8 entre 19139 y

1974- no registra un Crecimiento tan acelerado como el dei periodo de su

implantacibn, es decir, 1958-l 961. Algo parecido ocurre con ta industria de

maquinaria no el&rica, con el sector quimico y de materiales pl$stiCos, etc.

En otros tkrminos: tras tos aficc de ingreso al mercado, muchas de las

industrias ‘nuevas” registran un proceso de expansibn m& moderado por

la creciente Saturacibn de la demanda doméstiw. Por otra parte, de

manera gradual, y Sin que ello signifique una fuerte Incidencia sobre sus

ventas totales, estas ramas van avanzando sobre mercados externos,

expandiendo de a poco sus expotiacianes. Es así, entonces, que et

complejo “mstalmecánico’ mantiene tina participación relativa de alrededor

d8 un tercio en el producto industrial, en tanto que la industria quimica, de

derivados del pet~6leo y los productos da! caucho incrementan su

participación relativa desde ei 15% ai 20%. A su vez, alimentos y bebidas

y textiles cantinúan perdiendo terreno refativo en un proceso que arrancara

en los atíoS de la postguerra y que continúa como tendencia de largo

plazo (Lcangeii y klirtOUiti8, 1980, pbg.8).

A nivel miCroecon6miCo este @ido CreCimi8ntO industrial tiene como

Contrapartida un concomitante desarroHo de ios departamentos de

ingeniería de un sxtenso número de firmas industriales grandes y media-

nas, tanto de capital nacional como subsidiarias de empresas extranjeras.

La ingenieria de diseño de productos, asi como la ingeniería de producción

y metodos y -algunos anos m6s tarde- la de organizacibn y planeamiento

de la produccM, irán ganando terreno y consolidando un rápido

cf8cimi8ntQ de la capacidad t8CnOl6gica intefna. ES impartante compren-

d8r que este tipo de proceso madurativo no pu8d8 ocurrir de la noche a la mañana. En todo estabkcimiento industrial ileva tiempo desarrollar distintos tipos de capacidades técnicas y de ingenieria y recrear un cambio de actitud en t&cnkos y operarías en temas tates como el control de cali-

dad, el mantenimiento preventivo de equipos, la estandarización y narmalizacion de partes, subconjuntos y componentes, la subcontrataci6n de terceros, etc. Todo esto configura un proceso de maduracih tecnologica deI conjunto sscietai que trasciende el plano de la @anta industrial individual y que permea gradualmente a toda la trama comuni- tana.

Consideramos que esta tem%ca madurativa ha sido escasamente comprendida en la discusibn econ6mica nacionai (Katz, ISEEa y t986b). At menos tres consecuencias din6micas de este preso de madurach han sido identificadas en ia literatura de años recientes y nos parece importante citarlas aunque ~610 sea brevemente.

Primero: se produce el ya mencionado incremento de la exportac& de manufacturas de origen industrial. Tras haber s~do menos de 100 millones de dblares en 1969 llegan a casi 900 millones de d6laras en 1974, constfiuyendo asi casi una cuarta parte del total de nuestras exportaciones. junto con la exportacion de autombviks se registra un fuerte avance en las ventas externas de maquinas-herramienta, de equipamiento agricola, de bienes de capital para ta industria alimenticia, etc.; tambibn ia industrra quimica y petroquímica y la rama siderúrgica aumentan signifkatiuamente el monto de sus exportaciones.

Segundo: aparece en esta etapa la exportacic5n de tecnologÍa de origen nacional, ya sea a trav& de la de venta de ‘plantas completas’ “llave WI mano” como de la provisi6n de asistencia tknica en produccr6n y la ces& de licencias tecnol6gicas a firmas de terceros países (Ablin y Kati, 1985).

Tercero: junto a la exportac~bn de manufacturas de origen industrial y a la venta de tecnologia de oricjen domhstico, tambih crecen laS inversiones directas por parte de empresas industriales argentinas que optan por radicarse con capital propio fuera de las fronteras nacionales iniciando así un proceso de gradual internacionalización de ta estructura productiva domMica (Katz y Kosacoff, 1984).

Tomados en conjunto estos tres hechos sugieren que, pari passu con la industrializacrcjn sustitutiva de rmponaciones, se va gestando en esos anos un proceso de maduración de las fuerzas productivas locales que, de una forma u otra, invokra tanto a ta organizacih y división social det trabajo como a Ja búsqueda de nuevos mercados internacionales para el capital y la tecnolagia de origen doméstico. En suma, el pais parece estar a Ia búsqueda de un nuevo modelo de insercion #n el escenario internacio- nal.

Ahora bien, es obvio que todo este proceso madurattivo no carece de costos, Hasta aqui hemas examinado sus aspectos positivos; pero no pOd8moS dejar de plantear algunos de los costos sociales que conlleva dicho modelo y que son los que la administracion militar -que asume la

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conducción del país en 1976- habria de esgrimir para intentar un drAmat¡co

cambio de rumbo y un replanteo total de la estrategia de crecimiento

económico.

En el capitulo IIt de este trabajo vimos cómo el desarrollo del Sector

manufacturero en fodo el periodo de postguerra se bas6 en una masiva transferencia intersectorial de recursos en la que el sector primario, las

clases pasivas, los sectores obreros -en especia! los no sindicalizados- etc.

financiaron ei proceso de acumuki6n de capital del sector urbanc-

industrial por Ia vía de un elevado nivel de protección externa -pagado por

81 consumidor-, de inversiones de capital con finanC¡aCih a tasas de interhs negativo, de d8SgravaCiOneS fiscales al capital extranjero, de contratos con

el sector público con clhsulas de ‘cost&plus’, etc. Todos esfos constitu-

yen mecanismos gracias a los cuales el proceso de industrialización fue

financiado por la sociedad en su conjunto.

Resulta evidente que una situación de este tipo difícilmente podia durar

para siempre -sobre todo si se tiene en cuenta que el empresariado

industrial no lleg6 a concitar en al medio dom6sticu una atm6sfera de

consenso y legitimidad como la que posee en otros países del mundo

(BOletifl k!fOrR?ativO T8chk?t, diciembre de 1985). Por 81 Contrario 8s más

razonable pensar que dicha situacibn en algún momento debía poner en

marcha un proceso reactivo en el seno del cuerpo social, proceso que, en

este caso, tom6 forma a trav& det golpe militar de 1976. EI mismo ha sido descrito en la literatura de tas ciencias Sociales comu un intento fracasado

de modificar algunos de los rasgos centrales del desarroilo económico

argentino de postguerra, entre ellos el carácter l endodirigido’ y fuertemente

protegido del proceso de industrializaci6n y el alto grado de poder sindical

subyacente en el modeto de crecimiento (Canitrot, 1981). Veamos

primeramente los cambios ocurridos a partir de 1976 a escala macroeconb

mica, para pasar luego a examinar en particular el Area industrial, tanto a

nivel de rama como a escala de planta fabril.

Tras haber agotado su curso, dejando las secuelas tradicionales de alta

inflacih, fuerte déficit fiscal y crisis del sector externa, la expansi6n de

1973-1974 derivó en un critico 1975 en el que el nivel de actividad

econ6mica comienza a caer, En marzo de 1976 la Junta Militar reemplaza

al gobierno civil en el marco de una situaci6n ca6tica e intenta desregular

y abrir la economia apoyándose en una masiva represión social. Es

frecuente distinguir dos etapas diferentes en el programa de política

econ6mica aplicado por el nuevo 8l8nCo de gobierno.

La primera d8 ellas cubre el período 19761978 y muestra at menos

cuatro “momentos” diferenciados en los que se recurre suc8sivamente a:

1) la liberaci6n de precios y el congelamiento de salarios (abril de 1976-

febrero de 1977); 2) la “tregua’ de precios con el sector empresário (abri I

de 1977-julio de 1977); 3) la politica monetaria activa en el marco de la

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lib8racibn de precios y de la RexibilizaciOn de la politica salarial (julio de 1977-abril de 1978); y finalmente, 4) la apreciaci6n del tipo real de cambio con una poltiica monetaria pasiva (abril-diciembre de 1978).

A lo largo de todo este período 19761978, que se denomina “etapa de sin#ramien?o’ de la economia, se introduce un congelamiento de salarios a un nivel equivalente al 60% de lo alcanzado por estos en 1975; se reduce la tarifa media de importación desde el 93Oh al 52% a la par que se eliminan los cambios múltiptas y las restricciones financieras a la importación; asimismo, se reducen las retenciones a la exportacion y se fieva a un miiximo de 25% los incentivos a ia exportacibn no tradicional. El nivel de actividad econ6mica comienza a recuperarse en los inicios de 1977, año que finaliza con un crecimiento del PBI del 5%, un fuerte incremento de las exportaciones y, nuevamente, un saldo positivo de la cuenta corriente externa y un aumento de tas resecas internacionales. Como dicen J. Sourrouilie, B. Kosacoff y J. Lucangeli (1985) “...conforme a estos datos parecía evidente qua ía economía estaba pasando por uno de sus clásicos movimientos cíckos de reajuste posteriores a un programa de estabilita- cibn ortodoxo, apoyado en una devaluaci6n masiva’.

Sin embargo, el índice dfr precios -tanto a nivel de consumidores como de mercados mayoristas- giraba en torno al 150%, anual y se habia acelerado en el segundo semestre de 1977. La inRaci6n, pues, no habia retrocedido y esto lleva al gobierno a intentar un nuevo cambio de frente, esta vez más directamente inspirado en el manejo monetario del balance de pagos. Desde fines de 1978 se decide utilizar el tipo de cambio real como instrumento antiinflacionario preanunciando, a travks de la “tablita’, el ritmo de devaluaci6n esperado. Sa supone así que las tasas de interés y de inflacjon domktica hab& de “converger’ hacia los valores internacio- nales en et contexto de una situacion completamente abierta al movimiento de bienes y capitales con et exterior. Como lo muestra A. Canitrot (198l), la convergencia no tuuo lugar: “No se evidencib tendencia hacia la aproximacidn de las tasas de inflación interna y externa ni tampoco a la igualdad entre las tasas de crecimiento de los precios de los bienes comerciables y no comerciables’. La sobrevaluaci6n del peso afee6 fuertemente al sector industrial; este fenbmeno, sumado a la existencia de altas tasas de interk real, a la reducci6n de tarifas, y a la contracci6n del m8rcado dom8stico -por el bajo nivel de demanda y por la creciente competencia de sustitutos importados-, acabó superando toda posibilidad de ajuste competitivo põr parte del empresario dom&ico. En 1981, y en el contexto de una creciente incertidumbre relacionada con el posible mantenimiento de la estrategia antiinflacionaria adoptada, se produce el cambio de gobierno. La economía esta en plena recesi6n y el balance de pagos se esta deteriorando, lo que fuerza a la autoridad a introducir dos devaluaciones sucesivas en abrit y junio. Las mismas llegan demasiado

61

tarde: ia fuga de capitales de 1981 alcanza a fos 9.oQo miltones de d6iares (htk y Melo, 1984).

El grado de endeudamiento del sector empresario ha tomado para ese entonces proporciones inmanejables. Tal como lo explica uno de los autores (ksacoff, 1964) de este trabajo: ‘Hacia mediados de 1962 se establece un sistema de financiamienta de medio plaza (para el sector industrial) basado 8n tasas d8 inte& reguladas, 81 que asociado al

creciente ritmo inflacionario, provocb una rApida “licuaci9n de pasivos*+ A su vez, la revalorizaci& del tipo de cambio y la& restricciones a ta importación resultantes del abultado endeudamiento ext8mo (...) generaron

nuevamente condiciones de protecci6n para el industrial domktico, a

resultas de lo Cual 81 coeficiente de importaciones volv~6 a ios niveles

anteriores a la polirica de apertura.’ Visto ya Io ocurrido a escala macroecon6mica a lo largo d8 estos años,

corresponde ahora mirar con mayor d8ttáH8 la SituaCii>n industrial. Lo

haremos en tres planos distintos: a) et macfosectorial, atendiendo al

fximbi0 en et peso relativo que tienen las diversas ramas ds ia industria dentro del producto industrial agregado; b) el sectorial, r8f8ridO at cambio

que se observa en la morfología d8 los distintos mercados industrialas y en la divisibn social del trabajo predominantes a nivel de rama; finalmente, c)

el mieroecon~mico, relacionado con los cambios que sufre la tecnología

de organización y metodos de trabajo a escala de la planta fabril individual.

VeremoS que 8n cada uno de estos planos se registra un fenómeno

complejo de involucibn econ6mic&tecnol6gica que no ha sido mayormente

explorado por la prof8sidn hasta el+ presente.

Comenzando a escala macrosectorial conviene recordar qua mientras que en 1975 el sector manufacturero r8preS8ntaba el 27,8% del PH, en 7983 s&o constituía el 24,2% del mismo. Entre ambas fechas el producto

industrial cay6 mas de un 20%. En el curso de estos años pierden terreno

relativo las ramas m8talmecAnicas que habían iiderado el proceso expansivo d8 las dos dkadas anteriores y ganan iarticipacibn varias

industrias intensivas en recursos naturales como son la petroquímica, et

cemento, la siderurgia, la putpa y papel, el aluminio. En general se trata de plantas industriales surgidas ai amparo de regímenes especiales de

promoci6n -cuyo proyecto bien puede provenir de antes de 1976- (Schvaner, 1978 y Azpiaru, 1988); dichas plantas cuentan con un fuede

monto de subsidio estatal y aparecen en el marco de una r6pla expansidn

y diversificaci6n de grupos empresarios de capital nacional bntre los que

figuran Celulosa, Garovaglio y Zorraquín, Pérez Companc, Bridas, Astra, etc. Un nuevo juego de alianzas sociales entre ei capital nacional y sI

aparato 8statal parece emerger al amparo de la politica industrial de este

periodo (Schvarrar, 1983).

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Es decir, las ramas que ahora experimentan rápido crecimiento son ramas industriales que operan con cammodifies 0 cuasicsmmodities y donde ia in~~~~~iería de disena y de organizach y mhdos de psoducch -tan esencial en el áma rnetalmeckka y en la producci6n de bienes de capitab juega un papei mwho mwws importante. Se trata de ramas donde el valor agregado doméstico disminuye y donde adquiera mayor significa- ci6n ei tipo y Ia calidad de Icss recursos naturales con que cuenta el país y la forma de organ1z~16t-1 industrial elegida para la sxplotaci6n de los mismos (en relaci6n con al CASO de gas y petrcllea, vbase Guadagni, 1986).

los datas det último censo indican además que es en las industrias regionales -asociadas n fos nuevos regirnenes provinciales de promoci&-~ industrial- y en las escaias intermedias de tamaños de platia donde se ha logrado un cisrto avance 8n la participación relativa dentro del producto industrial agregado; elfo cnvo!ucra a sectores ‘tradicionales” como alimentos y bebidas, maderas y muebles, textiles, e?c&era.

En resumen, desde e( punto de vista agregada, el crecimiento industrial de la útiima década imptica ta caida relativa del complejo metal y electrome- cMco (Nochteff. 1904, Katz:, 1986b) y una expansi6n concomtiante de la ramas de insumos bkrcos anaes mencionadas, asi como de las industrias regionales asociadas a fos nuevos regirnenes promocionaies.

Pasando ahora at plano sectorial, resultan ciaros los cambios ocurridos en la morfulogia y funcionamiento de los mercados y en la división social del trabajo. Partiendo dei universo de las cien mayores empresas del país en 1975 (Schvarzer, 1 X33), vemos que en 1981 treinta y tres firmas no aparecian ya en el grupo de la cien maycres; trece de ellas correspondian a situaciones de desaparjci~n final por cierre, fusi6r1, etc. (entre ellas: General Motors, Citrëren, Olivetti, Gurmendi, Santa Rosa, Safrar-Paugeot). A su vez, y complementando la obsewaci6n a nivel agregado efectuada en eI parrafo anterior, observamos que en la informacibn de las cien mayores firmas de 1981 ingresan cinco empresas nuevas qua no Operaban en 1975: Aluar (aluminio), Papel Prensa (papel para dianos), Río Colorado (compañía de perforaci6n petrolera de Bridas y la firma italiana Saipem), Standard Electric (equipos teiefbnicos, propiedad de ITT) y Equitel (idem, propiedad de Siemens) I

Paralelamente ai cierre de plantas industriaias s8 produce un cambiu sutitantivo en la morfobgia de diversos mercados manufactureros, obse&ndose un aumento de la concentracibn econtjmica, en la rama automotriz, en el sector siderúrgico, en diversas ramas productoras de bienes de capital (m6quinasMherramienta, equipamiento agrícola, tractores), en el campo textil, en ta praducci6n de cigarrillos, etc. En no pocos casos -siderurgia, automotriz, textiles- este aumento de ConcentraMn ocurre en el marco de la adquisici6n -y posterior cierre- de plantas fabriles por parte de firmas competidoras, en circunstancias que dificilmente hubieran sido

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admitidas por la legislaci8n antitrust nofleamericana u europea, pero que

resultan aceptadas localmente ante la debilidad del Cuadro jurídico-legat de

nuestro pais. Por otra parte, aunque el tema no ha Sido adecuadamente

explorado en nuestro medio, existe evidencia fragmentaria indicativa de que

las prácticas oligopóiicas de f1jaci6n de precios, de división de mercados,

etc., aumentaron durante estos anos junto con el crecimiento de la

concentración económica y con et nuevo Cierre de importaciones que la

economía sufre a partir de 1983 como consecuencia de su crítica situación

de balance de pagos. TambiBn es fragmentaria la evidencia disponible sobre tos cambios en

las prácticas de SubcontrataMn o, dicho de otra manera, sobre los

aumentos en el grado de integraCi6n vertical y el consiguiente retroceso en

la divisi8n social del trabajo hacia formas organizativas menos rounda6our

o indirectas. En un trabajo de 1984, H. Petrei y J. de Melo (1984) indican

que cuatro de las nueve firmas por ellos examinadas habian aumentado el

grado de int8gración vertical con que Operaban; st empresario respectivo

Considerú que este ajuste de su conducta econbmica había sido ‘muy

importante” para su supervivencia. En otros términos, frente a la alternativa

de despedir mano de obra relativamente calificada -que cuesta volver a

conseguir y re-entrenar en oportunidad de una nueva reactivaci6n del nivel

de producción- no pocos empresarios optaron por aumentar et grado de

autoaprovisionamiento de partes, piezas y servicios, perdiendo economías

de especialización y desbaratando la infraestructura de subcontratistas

independientes que la industria había desarrollado paulatinamente durante

Iac dos décadas anteriores.

Un estudio reciente efectuado PUF uno de los autores del presente

trabajo confirma este hecho, en el marco de la industria local de mhquinas-

herramienta, constatando otras varias aAeraciones de la conducta

tecnológica a nivel microeconómico, que examinaremos con mayor detalle

seguidamente (Katz, 1986b). Este aumento en el grado de integración

vertical y el abandono de prácticas de subcontratacián y de producción

“indirecta” generalizadas en años anteriores d8b8 verse como una p&dida

importante del “capital tecnológico’ acumulado por nuestra so&dad en las

dkadas del sesenta y del setenta.

Pasemos al plano de la firma individual. Resutta claro que el programa

de política económica implementado a partir de 1976 modifk6 Sensible-

mente la relación obrerepatronal que prevalecía a nivel de fábrica. MAS altá de ta obvia represión sindical que se observa en los primeros años d8

la administracibn militar, to cierto 8s que el costo Salarial cae sensiblemente

ante la liberaci6n de precios y el congelamiento de Salarios de 1976. Algo

más tarde el costo de ta mano de obra para el empleador habr6 de seguir

bajando anie la supresi6n de las cargas patronales para el sistema d8

seguridad social y de los aportes para el Fondo Nacional de Vivienda (FONAVI) -15% el primero y 5% el segundo, sobre la nbmina salarial-.

En otros terminos, podemos suponer que hasta fines de 1979, en que Ia suma de ia apreciaci6n del peso y de la reducci6n tarifaria comienzan a tener un verdadero efecta represor de Ia infla&n, el empresario registra un aumento def mark-up sobre costos y, al mismo tiempo, un mayor grado de control sobre sus sindicatos de fábrica. Pero, a partir de allí, y frente a la persistencia del ritmo inflacionario, Ia historia toma un cariz diferente. El volumen físico de produccibn se contrae dram&amente ante la creciente penetracibn de sustitutos importados y la concomitante caída de ta demanda interna. No son pocas las ramas industriales que en esos años operan a un escaso 10 a 2003 de la capacidad instalada. Asi, después d8 haber producido 26,ooO tractores en 1976 la industria local sblo llega a fabricar 1.359 en 1981; en 1973 se alcanzaba la m&xima producci6n hist6rica d8 mAquinas-herramienta con 22.500 unidades, en tanto que en 1982 ~610 se produjeron 2.516 mAquinas. Estos ejemplos se repìten sistem&amente a travbs del espectro industrial, en particular en el campo metal y electrome&nico.

La caida del volumen fisico de produccibn trae aparejada una creciente incapacidad para mantener los gastos indirectos de la produc&n, entre los que se incluyen los gastos destinados a Ia financiacibn de los departamen- tos de ingeniería -de dise& de productos, de organización y métodos de produccibn, de planeamiento y desarrollo de subcontratistas, etc. Es esto lo que explica la reduccibn -y en muchos casos el cierre- de las oficinas tknicas de fa empresa, que son laS que tuvieron a su cargo la ‘produc- ci4n” de Ios conocimientos tecnológicos requeridos para diseñar nuevos productos, para adaptar al escenario dom&& productos y procesos traidos da/ exterior y, de manera m&s general, para aumentar la productivi- dad y eficiencia dei personal directo de produccidn. Este efecto es particularmente notable entre 1960 y 1982; y cubre todo et espectro industrial aunque es indudablemente más severo en el area metal y 8lectromecMca.

Otro aspecto microecon6mico que caracteriza este período es la escasa posibilidad de recuperaci& de ias inversiones efectuadas por la firma en maquinarias y equipos al amparo de la modificaci6n del calendario arancelario en bienes de capital. La sobrevaluaci6n del peso y la eliminacidn de aranceles de importaci6n llevaron, durante 1979, a que un número no pequeño de empresas se equipara; pero varios meses más tarde, esas empresas se encontraron con que la contraccibn del mercad0 domktico tes impedia usar adecuadamente dichos equipos y recuperar la inversi6n de capital en un tiempo aceptable. Se suman aquí la imposibili- dad de recuperar el gasto de capital y la obSoleSc8nCia tecnol6Qica del equipo por imposibilidad de reemplazarlo posteriormente.

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En suma, a nivel de establecimiento individual, el periodo examinado

muestra: volúmenes da producción rn& pequafios que los iniciales; serias

phdidas d8 ‘capital t8cnol6gico’ 8videnciadas en la contracci6n -0

desaparicrón- de dspartamentos de ingeniería; equipamientos tecnol6gica-

mente obsoletos; inversiones no recuperadas; y, de manera m%s gensral,

empresarios dispuestos a operar en lo financiera -arbitrando entre monedas

y títulos, sacando SU Capital al e~t8fiOt, etc.-, más que ocupados d8 lo

tecnd6gico y prodwtiwo. En et plano sectorial esta “etapa” de ta historia

industrial domdstica ha dejado como herencia: un aumento en la conmntra-

ci6n econbmica; nuevos patrones de diversificaci6n interindustrial de grupos empresariales domhicos que crecieron al amparo de regirnenes

especiales de protwck5n otorgados por el Estado; y eambius importantes

en la divisi6n socia! del trabajo en el seno de lay distintas ramas de

industria. Por Ultimo, a nivel del conjunto del sector industrial Ia reciente

dircada d8ja como secuela, por un lado, un marcado proceso de sstanca-

miento, en el Cual el sector industrial dej6 de ser et dinamizador d8 ia

8conomia y el generador de empleo; por otro lado, deja un cambio

fundamental en 8s peso relativo de los distintos Sector& de la industria

dentro del agregado; pierden terreno las ramas metal y electrometinicas

y la fabricaci6n de bienes de capital -sector8s relativamente m&s intensivos

8n valor agregado dom&ico y en ingeniería de diseiso d8 productos y d8 organizac& y m&odos de producci& y ganan posiciones relativas los

sectores productoras de insumos intermedios ds uso generalizado como son ta Sid8rufgia, la petroquímica, el aluminio; asimismo se produce un

deterioro considerable def proces; de acumulacibn, a tal punto que tas

nuevas inversiones ds captiat no alcanzaron a cubrir ta amotiracibn det

stwk preexistente.

Cerramos aqui este capitulo dedicado al estudio historiográfico de tas

“etapas’ de la industrialiracih argentina. Et prdximo examina lo ocurrido

en cada una de estas “etapas” empleando informacibn estadística referida a productividad, salarios, empleo, mArgenes brutos de ganancia y pr8cios

aelaths a dos dígitos da desagregacih de ta Ctasiftcaci6n Internacional

Industrial Uniforme @IU). Este arhlisis permitir& identificar cambios en las

“fuentes’ u orígenes del crecimiento industrial y en el proceso de distribu-

ci6n de los beneRCios de dse crecimiento en las distintas ‘fases” que hemos

raconocido en el preso da industriatizacih

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