Japón y España Historia

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Japon,España,Historia,escrito por Florentino Rodao y cuadros Pintor Paco Barberá

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Drawing 1:

El primer barco espaol en el Japn Bakumatsu Florentino Rodao Creemos interesante ofrecer ntegro el texto de este oficio con el primer barco espaol que visit Japn en el perodo Bakumatsu, cuando ste pas se debata entre mantener el viejo orden establecido a principios del siglo XVII tras la unificacin del pas o abrirse de nuevo a la influencia y la tecnologa

extranjera. La visin comparada de Japn y de China a cargo del comandante del buque espaol resulta extremadamente interesante por reflejar el bagaje tpico de los espaoles educados sobre esas regiones del planeta de las que se saba tan poco. Haber sido ledo en Palacio Real, adems, resalta su importancia porque muestra no slo las personas que lo leyeron sino tambin la consideracin que se le dio: el informe fue un creador de imgenes en pequea escala. El balance entre la apertura de un pas y la introversin del otro ha sido una conclusin constante al comparar a China y a Japn, tocndole en esta ocasin a Japn el mejor papel. FLORENTINO RODAO

Drawing 2:

El Teniente de Navo D. Eugenio Snchez y Zayas, Comandante de la Corbeta Narvez con oficio de ayer me dice lo siguiente: En mi comunicacin nmero 1 de 15 de mayo di cuenta a V. I. de la llegada de esta Corbeta a Shanghae y de haber all repuesto el combustible y diversos efectos de consumo de la mquina. El 16 de mayo al amanecer sal de aquel punto para el golfo de Pecheli. Durante aquel da descend el Ro Wosung y el Yang-tse-kiang y por la tarde, fuera ya de la barra de este ltimo me dirig hacia el N. a

travs del mar amarillo. Durante la navegacin encontr vientos calmosos y tiempos bonancibles. El 18 por la tarde avist la pennsula de Shang-tung que se dobl aquella noche. Al da siguiente atraves el Archipilago de Mian-bass y despus de pasar a la vista de los bajos de Sha-sui-tien di fondo enfrente de la barra de pei-ho el 20 a las 4/2 de la tarde. [368] All estaba la Fragata francesa Semramis que haba salido de Wosung una semana antes que esta corbeta de Shang-hae. A excepcin de este buque que se hallaba all aguardando el regreso del Almirante Taurs que haba ido a Tientsin, ninguno otro haba en el fondeadero. Dentro del ro estaban tres o cuatro mercantes de poco porte. Desde la ltima guerra en China los franceses y los Ingleses ocupan los fuertes de la entrada de PeiHo, guarneciendo estos de la derecha y aquellos el de la izquierda del ro. Tienen all unos pequeos destacamentos al mando de oficiales de Marina. Una caonera de hlice inglesa estacionada en Tien-tsin y una goleta de vela francesa en los fuertes, mantienen las comunicaciones a lo largo del ro entre los Embajadores aliados residentes en Pekn y la boca del Pei-ho, y sirven al mismo tiempo para consolidar las relaciones de esas potencias con la china recordando

a los mandarines del Celeste Imperio la visita, poco para ellos agradable, que no hace mucho tiempo recibieron de las flotas europeas. Los fuertes de la entrada del Pei-ho deban sino [sic] me engao evacuarse en la actualidad por las tropas aliadas, pero a causa de algunas complicaciones que han surgido con el Gobierno de china no tan solo no se evacuan por ahora, sino que el Almirante Francs ha reforzado su guarnicin con gente de la Semramis durante el tiempo que yo he permanecido all. Desde luego la Narvez no poda, a causa de su tamao entrar en el ro y las noticias que all se adquirieron no hicieron ms que corroborar lo que ya se saba desde Manila. Esto es, que por el Pei-Ho no pueden navegar mas que buques de muy corto calado. Nuestro Ministro Plenipotenciario no consider conveniente deber ir a Tien-tsin sino en un bajel de guerra. Se puso en relaciones con el Contra Almirante francs, quien puso a su disposicin la Caonera Kien-chan (pequeo buque de ruedas agregado a la Semramis) que se hallaba en Tien-tsin con dicho contra-Almirante en la poca de nuestra llegada. El vapor Kien-chan bajo el ro hasta Ha-k para transportar nuestro Ministro. El 25 por la maana sali a bordo dicho seor con toda la Legacin en botes de la Corbeta que lo condujeron al fuerte

francs, donde se embarco en el Kien-chan. A su salida de la Narvez fue saludado al can con arreglo a la ordenanza y a su paso en nuestros botes por enfrente de los fuertes fue saludado igualmente por los ingleses y los franceses, a cuyos saludos contest esta Corbeta. El fondeadero del pei-ho es de lo ms malo que se encuentra en el mbito de la mar. Lo es en tanto grado que comparado con el se puede decir que el de sacrificios enfrente de Veracruz es cmodo, seguro y abrigado. En el Pei-Ho se deja caer el ancla enfrente de la costa en el paraje que mejor parece. No hay abrigo de ningn viento, la mar es siempre mucha, los tiempos reinantes en el golfo de Pe-chili no son siempre buenos, la distancia a la tierra es enorme y con suma frecuencia no se puede barquear. El da de mi llegada procure acercarme al ro todo lo posible a fin de facilitar el desembarco de la Legacin. Fonde [369] pues en cuatro brazas escasas a 7 millas de tierra, dejando la fragata francesa, nica compaera que tena en aquel paraje, otras cuatro millas mas afuera de esta corbeta. Durante la noche baj la marea (pues casualmente fonde en pleamar) y no qued mas agua que la que necesita estrictamente la corbeta para flotar con el mar en calma. Pensando estaba en enmendar de fondeadero antes que volviera a

bajar la marea, cuando entr un mal tiempo y tuve a toda prisa que encender la mquina e irme tres millas mas afuera, quedando as a 10 de la boda del ro. La Fragata Semramis, sin embargo, de estar a 11 o 12, tuvo tambin que enmendarse e ir a parar a 15 millas de distancia, antes de encontrar agua proporcionada a su mayor calado. Un bote que se envi a tierra al da siguiente de nuestra llegada tardo 40 horas en regresar. Y an cuando se combinaron despus las horas de salida de las pocas embarcaciones que fueron a comunicar con los fuertes, de manera que coincidieran con las de las mareas, no se pudo conseguir que un bote que fuese al ro estuviera de regreso a bordo antes de 18 20 horas. All no se deba quedar por tanto mas que el tiempo absolutamente indispensable. La Fragata francesa haba ido tan solo para que fuese su Almirante a Tien-tsin y estaba guardando por momentos su regreso para irse a otra parte. Me puse pues de acuerdo con el Ministro Plenipotenciario sobre la inversin del tiempo que deba permanecer all la Corbeta y se convino en que fuera a recorrer el Golfo de Pe-chili volviendo al Pei-Ho antes de la poca en que en que deba dejar definitivamente aquellas aguas. El 25 desembarco la Legacin y el 26, tan luego como regresaron los botes, sal a la vela de

aquel fondeadero, en busca de otro paraje menos malo. Como en la costa del Pe-chili, sin embargo de ser todo un golfo imperial, no hay puerto ninguno, ni bueno ni malo, proyect ir a la Gran Muralla, pues teniendo que fondear el barco enfrente de cualquiera playa vala mas estar all donde siquiera haba algo que ver. Dirig, pues, mi derrota en este sentido, pero al da siguiente se declar un furioso temporal del N.E. con tanta mar y tanto viento, que despus de luchar con l por espacio de algunas horas se hizo necesario arribar y buscar refugio donde refugiarse, sopena de llenar el barco de averas. Encend pues la maquina el 28 al amanecer, sal del Golfo del Pechifi y me fui a las islas de Atiantan en el estrecho de este nombre dejando caer el ancla aquella tarde al abrigo de la isla de Chang-shan. En esta isla poblada, como lo est todo cuanto rincn hay en China, donde el exceso de poblacin es causa de que falte materialmente tierra donde habitar, se encuentra un excedente fondeadero abrigado de los vientos del 1. y 4. Cuadrante que son los ms tempestuosos en el Pei-hi. Sin embargo, de ser muy pequea, cuenta cinco o seis aldeas cada una con 40 50 casas y toda ella, lo mismo que las islas

inmediatas, esta cultivada con esa minuciosidad y ese cuidado que se nota en los campos del Imperio Chino, pas el mejor cultivado del [370] mundo sin exceptuar la misma Blgica. Aparte de sus campias sembradas de trigo no hay all otra cosa notable que una pagoda consagrada a la Virgen Vianhan, patrona de los navegantes chinos, donde la piedad de los marineros del mar amarillo ha depositado innumerables modelos de juncos y champanes de todas formas y tamaos, religiosas ofrendas en cumplimiento de votos dirigidos al cielo en una noche tempestuosa que podran figurar dignamente en nuestros museos como muestras completas de lo que son los embarcamientos en este pas. Esper en Chang-shang que mejorara el tiempo y luego que abonanz me dirig a Heng-chang-fu que se hallaba a corta distancia y a donde me traslade en la tarde del 30 de mayo. Feng-chan es una ciudad de segunda clase en el orden jerrquico de las poblaciones chinas. Es decir, una poblacin de primer orden despus de las tres capitales, Pekn, Nankn y Cantn. Su nombre Henchang significa ciudad avanzada, lo debe sin duda a su colocacin a la entrada del golfo de Pe-chili. Se halla rodeada por una muralla de formidable apariencia, cuya

frente por el lado del mar ocupa una extensin de cerca de dos millas, muralla sobre la cual no se ve un solo can, pero que bien pudiera fcilmente recibir artillera. Cuenta 230.000 habitantes segn me dijo el Chifu que la gobierna. Sus calles anchas y tiradas a cordel (cosa rara en china) estn adornadas con una gran porcin de extraas construcciones de piedra, especie de arcos triunfales que las atraviesan, cuyos frontones de granito ostentan fantsticas esculturas y sendas inscripciones. Estas raras construcciones son momentos [sic] de todos tiempos elevadas por la vanidad de los mandarines que all han residido y que han tratado as de perpetuar su memoria, carece casi completamente de comercio exterior y tanto por esta causa como por su mala rada ha sido tan poco frecuentada por los europeos que durante los ltimos cinco aos los solos buques que la han frecuentado han sido una caonera francesa y otra caonera inglesa. Con no poca sorpresa ma, pues no crea que hubiera all mas que chinos, encontr en Heng-chang seis o siete misioneros protestantes angloamericanos que se hallan establecidos all desde hace cosa de cuatro aos, los cuales desde el momento

que lleg el buque vinieron todos a bordo con sus mujeres y sus hijos, ansiosos como es natural de ver caras blancas, y mientras que permanecimos all todos ellos se esmeraron a porfa en semos tiles y agradables. Por medio del superior de esta misin que se brind espontneamente a servirme de intrprete me puse en relaciones con el Gobernador (Chi-fu) de Hengchang y, despus de tener la seguridad de que me devolvera la visita fui a cumplimentarlo el da primero de Junio acompaado de los oficiales del buque. El Chi-fu nos recibi en su palacio, extrao aunque agradable conjunto de edificios rodeados de vastos jardines, en cuya entrada se vean los leones de piedra [371] (pero leones chinos, especie de animal quimrico que ms tiene del tigre o del gato que del len) smbolo de la potencia del mandarn de alta jerarqua. Era mandarn de tercera clase (botn azul transparente) y se llamaba Yu-lang-yay. Segn me dijeron los misioneros est emparentado con la familia Imperial. Por lo dems era Yu-lang-yay, como todos los altos funcionarios chinos, persona sumamente atenta y ceremoniosa, pues sabido es que la cortesa en China es tanta que ya peca en exageracin. El Chifu nos recibi con salvas de artillera, nos hizo grandes agasajos, nos detuvo mas de dos horas con

su compaa y nos obsequi con un refresco compuesto de cosas que tal vez sean comestibles, de alguno de cuyos platos el mismo Su Excelencia Yulang-yay se digno servirme con sus propios dedos. Un banquete chinesco no es ya hoy da ninguna novedad, pero es siempre una cosa tremenda, se puede aadir que un recuerdo horrible para los estmagos europeos. El nuestro comenz por pepitas de sanda, sigui por dulces y frutas, continu por carnes y mariscos y termin por una infinidad de cosas sin nombre, productos qumicos de la cocina china, condimentados con aceite de resina y presentados en mezclas de toda forma, color y sabor que fue preciso tomar, so pena de pasar por descorts, regando aquello con abundantes tibaciones [sic] de Sam-chu, bebida tibia que se extrae del grano de mijo, y con repetidas tazas de te hirviendo, con las que fuimos perseguidos desde el primer instante durante todo el tiempo de nuestra visita. Al da siguiente vino el Chi-fu a bordo a devolvrnosla, acompaado de sus principales empleados tanto civiles como militares, y trayendo adems su hijo y un crecido acompaamiento. Transportado desde la playa en botes de esta corbeta, recibido al estruendo de la artillera y con los honores debidos a su cargo, permaneci a bordo cerca

de 4 horas sumamente satisfecho. Visit detenidamente todo el buque parndose largo rato delante de la incomprensible mquina, admirando aquel extrao artificio de hierro y bronce. Vio maniobrar la artillera y lanzar granadas a los caones, uno de los cuales accedi a disparar por si propio, aunque sin poder conseguirlo, pues las delicadas y pequesimas manos del aristocrtico mandarn, en todo semejantes a las de la ms delicada seora europea, o por mejor decir iguales enteramente a las manos de la mas poderosa criolla americana, no pudieron hacer la corta fuerza precisa en el cordn de la llave del can para que el martillo rompiera el fulminante, y despus de no pocas tentativas infructuosas tuvo que desistir de aquella empresa. Y por ltimo, no se marcho de a bordo sin llevar consigo sendos papeles llenos de dulces de los brbaros, que por mas seas le gustaron mucho (bien es verdad que para que gustaran a cualquiera mas que los suyos se necesitaba bien poco) y que de motu propio manifest querer llevar a casa para que los probaran sus hijas. Creo poder asegurar que el dignatario chino qued sumamente complacido de su visita al barco Espaol. Al despedirse para marcharse me dijo que deseaba [372] darme una comida en su casa y hacerme conocer a su familia, pero como el aceptarla hubiera

sido el exponerme a tener que detener el buque all demasiado tiempo (esto aparte de que una segunda y ms completa prueba de la cocina del mandarn podra muy bien ser demasiado fuerte para mi naturaleza), me excuse con la necesidad de salir al da siguiente, pues tal era mi proyecto antes de la visita. Aquella noche, el preceptor del hijo de Chi-f, mandarn de categora inferior que tambin haba estado por la maana, mas traa ramos de flores y de hojas de t, enviados por la familia de Pu-lan-yay. No lo s en verdad a qu atribuir semejante galantera, cuyo precepto no tengo noticias que se encuentre en ninguno de los libros de los ritos de la etiqueta chinesca. El da siguiente a medio da (3 de junio) sal de Teng-chang y me dirig a la vela hacia la gran muralla. El 5 recal sobre la costa de Tartaria y aquella tarde a las 4 di fondo enfrente de la Gran Muralla. Sabido es que este monumento es sin duda la obra ms colosal ejecutada por la mano de los hombres, fue construido hace mas de 20 siglos por el Emperador Che-Hoang-Ti. Se dice que emple 500.000 obreros y que la termin en cosa de 5 a 6 aos, pero en mi sentir esta cantidad de hombres y de espacio son demasiado pequeos para crear aquella enorme fortificacin de mas de 1300 millas de largo,

que comienza en la mar, cruza llanuras, atraviesa ros, sube y baja altas montaas, salta vales profundos sin que su lnea se vea interrumpida sino una sola vez en todo el trayecto por el ro amarillo, por encima del cual no pudo echar un puente. Hasta hace muy poco tiempo los europeos no han tenido mas que noticias muy vagas de esta muralla y solo se saba que su existencia era una realidad y no una fbula. Los viajes por tierra a travs del Asia eran y siguen siendo punto menos que imposibles y las costas del extenso golfo de Liang-tung donde principia la muralla han estado completamente desconocidas hasta 1793, en que dos buques de guerra ingleses (Discovery y Alceste) navegaron por su parte meridional y vieron desde 8 a 9 leguas de distancia las torres de la Gran Muralla. Las dos guerras con China y ms especialmente la ltima, juntamente con algunos trabajos hidrogrficos ejecutados en 1859 y 1860 han servido para dar a conocer el golfo de Liang-tung, pero an hasta hoy da son muy contados los europeos que han podido pisar la gran Muralla. El Embajador francs Barn Gros despus de firmados en Tein-tsin los tratados de 1858 quiso visitarla y fue all en el aviso de vapor Pregent. Este buque se acerc a la costa por la parte de china, es decir, por la parte inferior de la muralla, y tuvo que

fondear a dos o tres millas de distancia a causa de los bajos que por aquel paraje despide la tierra. La embajada francesa salt en la playa con mucha dificultad (bastante lejos de la muralla) pues los botes no podan atracar: pero los habitantes de las aldeas vecinas que haban acudido a ver el vapor se opusieron formalmente a que los franceses se acercaran a la muralla. [373] Reunidos en nmero de 300, a pie y a caballo, salieron a su encuentro y despus de varias conferencias intiles tuvo el Barn Gros que retirarse a su buque, a fin de evitar una lucha y no comprometer su posicin por una excursin de recreo y curiosidad. Yo me atraqu a la costa de Tartaria con objeto de evitar los bajos que haban impedido aproximarse al Pregent, y encontrando muy limpia toda aquella parte pude fondear en 76 brazas de agua a menos de media milla al este del extremo de la Gran Muralla, que veamos por su cara exterior, es decir, por la Tartaria. Por aquella parte la costa es tan sumamente limpia que yo no fonde todava mas cerca porque iba a la vela y se qued en clama el viento al llegar all. La Gran Muralla comienza a unas 150 varas de la playa donde forma una especie de herradura que contiene dentro una gran extensin de terreno y que

es un verdadero reducto que defiende su flanco por el lado de la mar. Desde all sale hacia el interior dirigindose como al N.N.O. a travs de la llanura. Encuentra a corta distancia unas montaas de ms de 2000 pies de altura por las cuales sube, ya formando escalones y ya cuestas, siguiendo las ondulaciones del terreno hasta la misma cumbre, en donde cesa de verse el fondeadero. El reducto donde comienza despide un estribo que avanza hasta la playa y penetra en el agua bastante mas adentro del lmite de las mareas bajas de suerte que toda comunicacin por tierra queda cortada entre la Tartaria y la China. Sin embargo, con el transcurso del tiempo y la falta de tiempo se ha ido amontonando la arena contra la muralla en algunos parajes cerca de la playa y en la actualidad pasan por all de una parte a otra no tan solo las personas sino tambin los animales. En un libro publicado recientemente Souvenirs d'une ambassade en chine et au Japn por Mr. de Ettoges, agregado a la embajada del Barn Gros, se dice que la muralla desciende al mar por dos espolones o muelles paralelos. Esto no es exacto, pues no hay mas que el espoln o estribo de que acabo de hablar. Tal equivocacin tiene por origen indudablemente la

distancia y el punto desde donde la vieron los Franceses. Yo he pasado luego por el paraje en que fonde la Pregent y parece desde all efectivamente que una de las caras del reducto es otro espoln que avanza hacia el mar. En uno de los ngulos del reducto se eleva una pagoda de dos pisos cuyo interior est casi arruinado. Los chinos tienen la costumbre de poner letreros por todas partes. Las tablas y las tiras de papel con sentencias y versos de sus sabios y de sus poetas sirven para lo mismo en sus casas que los cuadros y las pinturas en las nuestras. Siguiendo esta costumbre, las paredes de la pagoda estn adornadas con grandsimas lpidas de mrmol negro, algunas de ellas, notables por su colosal tamao, llenas de apretadas escrituras que, en mi profunda ignorancia del idioma y de las letras del celeste imperio he tenido el sentimiento [374] de no entender. Quizs all se diga quienes fueron los constructores y en que poca se levant la obra que all comienza, aunque tambin puede muy bien no ser aquello otra cosa que una recopilacin de mximas de Confucio o de cualquiera de sus comentadores. La muralla tiene el mismo aspecto que las de todas las ciudades de primer orden que yo he visitado.

Pudiera creerse que todas las fortificaciones en China son de una misma poca, sino se conociera la repugnancia, el horror con que se miran en este pas las innovaciones de cualquiera clase, por leves, por motivadas, por convenientes que pudieran ser, que tiendan en lo mas mnimo a atraer las prcticas establecidas. Aqu en este pas donde todo, hasta lo mas trivial, esta reglamentado por leyes antiqusimas y por tanto muy veneradas, donde hace muchos siglos se crey que todo haba llegado a la perfeccin as en el orden moral como en el orden material: donde todava se conserva esta creencia arraigada en el fondo de todas las almas, sin que para destruirla sea bastante el contacto con los europeos, considerados de buena fe en china, lo mismo por el pueblo que por el gobierno, como monstruos o como demonios; donde se rechazan sistemticamente las ciencias y las artes de Europa, que se miran todas como intiles o como perjudiciales, en este pas son materialmente imposibles las innovaciones de ninguna clase. Se oponen a ellas las leyes y las costumbres. Las impide la misma constitucin orgnica de esta sociedad cuya base fundamental es el respeto a lo antiguo, la veneracin a lo pasado. En China se copia todo lo que existe, pero jams se crea nada nuevo. Las infinitas embarcaciones que surcan sus ros y sus mares son iguales a las que los surcaban hace ms de dos mil

aos. Todas sus poblaciones, todos sus edificios son tan completamente semejantes, que se dice ordinariamente que quien ha visto un pueblo chino los ha visto todos. Su admirable sistema de canalizacin, su sistema de riego es general por todas partes. Sus medios de cultivo, sus procedimientos mecnicos, los productos de su industria son idnticos en todo el imperio, sin embargo de la diversidad de Chinas. Sus vestidos son uniformes en figuras, telas y colores y se vienen usando desde tiempos antiqusimos. En general y en revs palabras se puede decir que en China todo es igual o cuando menos muy semejante. Casi pudiera decirse sin pasarse de exageracin que toda (?) la raza humana que puebla este pas est fundida en el mismo molde. Tanta es la semejanza que tienen los chinos entre si los unos con los otros, y tan leves son en sus fisonomas estas diferencias que en las dems razas de la tierra sirven para distinguir una criatura de otra criatura de la misma especie. Una de las consecuencias de tal estado de general de cosas es que la Gran Muralla de China haya de ser forzosamente igual, como lo es en efecto a las murallas de Shang-hae [Shanghai], Heng-chan, Tientsin [Tianjin] o cualquiera otra de 1717 ciudades fortificadas que se dice haber en el Imperio. [375]

Por la parte exterior que da frente a la Tartaria la muralla hasta una cierta altura est hecha con piedras negras que parecen pizarras y el resto con grandes ladrillos de color oscuro de tierra sin cocer. De trecho en trecho, a distancias de 300 a 400 metros, hay torres cuadradas que son propiamente los baluartes de aquella inmensa cortina. Todas las que vimos eran de dos pisos y de piedra de granito: en el primer piso tenan por cada frente tres sacteras [sic] de forma ojival (9 en total) y el segundo piso estaba almenado. Por esta cara inferior la pared est bastante deteriorada ya por la accin del tiempo ya tambin porque los habitantes de las aldeas inmediatas, que no son pocas, sueles al parecer utilizar los ladrillos de la muralla para construir sus casas. En algunos parajes estn asimismo destrozadas las almenas, pero en general la obra en su conjunto se conserva en buen estado. Se conoce que tuvo un ancho foso y se conservan los vestigios. Pero la necesidad del terreno es muy grande en china y el arado del cultivador ha invadido hasta el mismo pie de la escarpa del muro. Tan luego como fonde el buque, bajamos cual

es natural a tierra, a recorrer la gran muralla. Un bote nos desembarc en el mismo pie del estribo que avanza en la mar. A decir verdad los chinos y los trtaros no parecan al principio hallarse muy satisfechos con aquella repentina invasin. Mas considerando quizs por una parte que los brbaros ramos muchas y bien armados y siendo por otra que todo el dao que se les haca se reduca a recorrer y examinar aquel monumento, fueron poco a poco humanizndose y concluyeron por hacerse buenos amigos. El gran cario que se profesa en todo el Imperio Celeste a las monedas de plata mejicana contribuy poderosamente a cimentar esta amistad y despus de algunas ligeras transacciones nos encontramos all tan en nuestra casa como pudiramos estar en cualquier otro fondeadero en la misma Espaa. En una de las cortinas de la muralla estaba pintado un gran rtulo con letras europeas que se lea desde abordo y que deca Arcona, Monigt Preusse Fregatte. La vanidad nos tent con aquel mal ejemplo y quisimos tambin dejar nuestro nombre escrito en aquella mole inmensa de ladrillo de 20 siglos. Volvimos pues a la maana siguiente provistos de pintura blanca y cuando salimos de all aquella tarde, se lea desde la mar en la Gran Muralla Narvez. Corbeta de S.M.C. 6

Junio 1864. Mientras tanto empezaba a darme cuidado la aguada del buque, cosa algn tanto difcil de reemplazar en el norte de china. En Shang-hae no hay mas agua que la del ro, la cual es tan mala que los europeos han tenido que renunciar a ella. Se la mezcla siempre con vino o bien (lo que es ms comn entre las clases acomodadas) no se bebe mas que agua de soda o cerveza. En todo el golfo de Pe-chili apenas hay agua potable y la poca que se encuentra es generalmente [376] mala. Los chinos jamas beben agua pura. En cambio, estn continuamente bebiendo t y se atribuye con fundamento tal costumbre a la mala calidad de las aguas que hay en el Imperio Celeste (y ms especialmente a su parte septentrional) y a la necesidad de hervirlas para que no sean nocivas para la salud. Yo no haba podido encontrar agua en las islas de Tian-tan ni en la ciudad de Teng-chan y tampoco la halle en las cercanas de la gran muralla. Pero teniendo noticias de que la haba buena en Lia-sia-kuang a unas 7 leguas de all, me traslade a esa poblacin en la propia tarde del 6 de junio a la mquina por no haber viento. Lin-sia-kuang es una aldea de corto vecindario, habitada por campesinos. Su rada es bastante buena y

se puede aproximar un buque a tierra a distancia de menos de media milla. Hay all dos pozos de agua muy regular, y en ellos pude, aunque con mucho trabajo pues a lo mejor se agotaban, reemplazar parte de la aguada de la corbeta. Esta faena me detuvo all cosa de cinco das, en uno de los cuales fue visitado de nuevo el buque por varios mandarines. Residan en Nan-bai-ho, poblacin de aquellas inmediaciones y habiendo odo hablar de la llegada de un champan brbaro cargado de maravillas, queran verlas por sus propios ojos. En esta visita tuve ocasin de cerciorarme de un rasgo del carcter chino, rasgo de que antes sospechaba por haberlo notado varias veces, que pinta bien su vanidad nacional. Los chinos conciben que no se entienda su idioma hablado: pero no conciben que no se le entienda cuando lo escriben. La diversidad de lenguas que se hablan en el Imperio Celeste, donde un chino de Canten, otro de Fo-kien y otro de Pe-chili se entienden todava menos quizs entre s que un espaol, un francs y un ingls; la generalidad de su escritura ideolgica [sic, ideogrfica] que es una misma a pesar de la diferencia de idiomas no tan solo en toda china, sino tambin en Cochinchina, Tartaria y an en el mismo Japn donde est muy repartida y por ltimo la falta absoluta entre los chinos de

conocimientos geogrficos que les hace creer de buena fe que no hay mas mundo que China y que fuera de China no hay nada en el mundo son las causas que han dado tal vez origen a esa creencia. Viendo los buenos de los mandarines que por mas que hablbamos no nos podamos entender, sacaron sus avos de escribir, avos de que todo chino de categora va siempre provisto, escribieron una porcin de cosas probablemente muy buenas en sus clsicos papeles rojos y me las presentaron con gran cortesa para que yo los leyera. Al hacer esto se vea en sus rostros el aire de satisfaccin de una persona que ha conseguido resolver un difcil problema importante [sic], Debo confesar que al ver ellos que yo entenda mucho menos sus grabados que sus palabras, formaron una tristsima opinin de mi capacidad. Su admiracin ray en estupor al considerar aquel otro mandarn brbaro de cielos desconocidos, que era tan brbaro que no solo no entenda el chino pero que ni an siquiera saba leer. [377] Una vez reemplazada la aguada que se puso, sal de Lin-sia-kuang el 11 de junio por la maana y me dirig a la vela hacia la barra del Pei-ho, para informarme del estado de los asuntos de nuestra Legacin. Hasta aqu toda la campaa haba sido sumamente

feliz, pero en esta travesa ocurri un incidente bien desagradable. Un Junco chino nos abord a las 11 de la noche y nos hizo pedazos el bocalon de foi, el de pelifoc y el tamborete del Camprs. Fue menester andar mas que de priesa para que no nos destrozaran todos los botes de la banda de estribor. Este abordaje era tanto mas extrao cuanto que el Junco haba sido visto con mucha anticipacin y se haba maniobrado para evitarle, si bien intilmente porque se nos vino encima. Adems, la noche estaba suficientemente clara y la corbeta llevaba sus tres luces de situacin. Por otra parte, el junco haba arriado las velas en el mismo instante del abordaje y haba en la corbeta quien crea que los chinos haban tratado de saltar a bordo, pero que al ver la mucha gente que acudi al lugar de la avera se haban escondido bajo la cubierta de la embarcacin. Sabido es que hay muchsimos piratas en las costas de China a pesar de la activa persecucin que les hacen los marinos ingleses (en una sola ocasin destrozaron una flota de 64 Juncos piratas donde haba mas de 3000 hombres) la piratera sigue an, si bien en menores proporciones, infestando todos estos mares. El ao pasado un buque hamburgus fue

robado y echado a pique a muy corta distancia de Hong-kong. Ahora mismo, en julio de 1864, el bergantn espaol Ylocano ha sido asaltado dentro del propio puerto de Hon-kong debajo de las bateras inglesas y ha podido salvarse gracias a la enrgica resistencia de la tripulacin. Dos de sus marineros heridos estaban al cuidado del mdico de la Valiente, cuando la Narvez entr en Hong-kong de regreso de esta campaa cuyo parte estoy extendiendo. Como esta corbeta cuando navega a la vela con sus caones al centro tiene el mismsimo aspecto de un clipper mercante aparejado de briek-barca, mucho ms cuando se la mira desde proa, que las velas del palo trinquete ocultan la chimenea, era posible que la hubieran tomado por lo que no es. Aparte de esto, nosotros habamos anochecido a corta distancia de un brick-barca hamburgus del tamao de la Narvez, que es cuando por nuestra proa a la puesta del sol se haba puesto por la popa al principio de la noche y segua nuestras aguas a distancia de 2 3 millas. Era tambin posible que se hubieran equivocado de barco. Hice contar la gente que venia en el junco chino y result que haba 47 hombres. Los detuve, pues, encend la mquina, lo tom del remolque y me lo llev al Pei-ho a donde llegu a las siete de la maana

siguiente del 12 de julio. Escrib al Sr. Ministro Plenipotenciario dndole cuenta de la ocurrencia y [378] rogndole que averiguara si el buque era o no pirata, y enva a Tien-tsin uno de los que parecan principales en el junco. Este deba presentarse a las autoridades chinas las cuales diran si el buque se ocupaba o no en un trfico legal. En Ha-k, pequea aldea a la entrada del ro Pei-ho, no se conoca el barco ni su tripulacin por no ser de all. Si era pirata, importaba poco que pudiera escaparse el hombre enviado a Tien-tsin, toda vez que quedaban otros 46, y si no lo era, las autoridades chinas cuidaran de decirlo al Sr. Plenipotenciario, quien me lo hara saber por el propio emisario. Habiendo salido ste en la misma tarde del da 12, me preocup en remediar la avera de esta corbeta, lo cual pudo hacerse con los recursos del buque, construyendo un nuevo tamborete y poniendo los bocalones de respeto. El buque qued fondeado por la popa al alcance de nuestros centinelas, intern llegaba la contestacin de Tien-tsin. Mientras tanto, recib por varios conductos noticias nada agradables, aunque vagas, del estado de los asuntos de nuestra Legacin. No se especificaban sucesos, pero se deca en general que aquello iba mal.

As pues, al cabo de tres das resolv trasladarme a Tien-tsin, tanto por esto cuanto por no haber recibido contestacin acerca del junco detenido y adems para acordar con el Sr. Ministro Plenipotenciario las operaciones futuras de esta corbeta. Dej pues el buque el 16 y tomando en Ta-ku carruajes del pas (endiabladas mquinas inventadas a propsito para triturar los huesos) sal de all al oscurecer y llegu a Tien-tsin en la siguiente maana. Afortunadamente las noticias que haban llegado hasta nosotros acerca del estado de los asuntos de la Legacin eran inexactas. Haban surgido al principio algunas dificultades, pero se las haba orillado y todo marchaba en orden y por buen camino, segn me dijo el Sr. Ministro [Sinibaldo de Mas]. Con respecto al junco, el Plenipotenciario chino que estaba tratando con el espaol haba manifestado que la embarcacin no era pirata y que el abordaje haba sido fortuito. Nuestra Legacin haba reclamado una indemnizacin por las averas causadas a la Narvez, pero esto haba dado lugar a contestaciones, y por ltimo, se convino en que se soltara el junco y se diera el asunto por terminado. Finalmente y con relacin a las operaciones de

sta Corbeta, estando ya instalada la Legacin y con los asuntos marchando por buena va, me manifest el Sr. Ministro me manifest que toda vez que no deba detenerme all hasta la conclusin del Tratado, cosa que por entonces iba largo, no tena ya necesidad del buque. As pues se acord que emprendiera su campaa de regreso a Filipinas y que dijera el fondeadero de la barra del pei-ho, luego que expirara el tiempo fijado en mis instrucciones. Arreglado ya todo sal de Tien-tsin el 19 y regres a la corbeta donde llegu el 21 al amanecer. Se dej ir el junco en libertad y me ocup de alistar el buque para la salida. Mientras tanto haba fondeado en Pei-ho la Goleta de Guerra [379] inglesa (gun vessel) Asprey, conduciendo a su bordo a Mr. Wade, Ministro ingls en china en relevo de Mr. Bruce. Por este buque supimos noticias de Shang-hae nada satisfactorias. El clera estaba haciendo all temibles estragos. Se calculaban de 1000 a 1500 personas las que moran diariamente en la poblacin. Uno de los buques. Uno de los buques de la estacin inglesa (el vapor Leopard) haba perdido dos oficiales y quince hombres. Entre las vctimas de la enfermedad se contaba nuestro cnsul el Sr. D. Eusebio de Fortuny. Esta corbeta se hallaba en verdad no poco escasa de combustible y no sabia en verdad donde adquirirlo.

Tena el proyecto de ir por l a Shanghae pero las noticias que haba de esta poblacin obligaban a abandonar la idea. No era prudente comprometer la salud de mi tripulacin, el buen xito de la campaa, por ir all con el solo motivo de tomar carbn. Por otra parte el combustible que haba en Shang-hae era por el momento por lo malo y caro. Ya en el mes de mayo me haba sido forzoso detenerme all quince das por esta sola necesidad de reemplazar el carbn. Era casi seguro que ahora una detencin semejante, una detencin de solo una semana en aquel ro infestado por el clera, podra tener consecuencias perjudiciales de suma gravedad para el buque. Preciso fue desistir de tal proyecto y desistir al propio tiempo de remontar el ro hasta Nankn aun ms que a Shang-hae la escala en aquella capital tena otro grave inconveniente. Sabido es que en China hay una guerra civil desde hace no pocos aos y se atribuye y no sin algn fundamento a esta discordia intestina el fcil xito de las potencias europeas en su ltima guerra contra el celeste imperio. En estos ltimos tiempos el Gobierno Imperial ha hecho todos los esfuerzos que son posibles con un gobierno como el de China a fin de terminar esta lucha. Cuando yo toqu en Shang-hae la insurreccin se hallaba reducida a muy corto espacio de terreno en los alrededores de Nankn, que era la capital de los rebeldes, o sea de los

taepings como se les llama en China. Esta ciudad cercada ya varias veces sin buen xito se hallaba entonces sitiada estrechamente por las fuerzas imperiales y se esperaba rendirla pronto. Por tanto, la ida de esta corbeta a Nankn podra haber sido perjudicial para los intereses de nuestra Legacin, pues el gobierno de Pekn hubiera podido hacer sobre ella toda clase de suposiciones. Posteriormente he sabido en Cantn a principios de agosto que Nankn ha sido tomada el 19 de julio por las tropas imperiales las cuales se dice que han pasado a cuchillo a todos los habitantes varones de aquella inmensa capital. Abandonada la idea de ir a Shang-hae se hacia preciso buscar carbn en el Pe-chili. Pero all no lo haba, o lo que es lo mismo, el que haba all era malsimo y a precio de oro. El Sr. Ministro Plenipotenciario trat de procurrmelo, pero no pudo. Los ingleses no tienen all depsitos. La caonera que est en el Pei-ho navega con carbn chino, con el cual no consigue apenas andar. Nosotros mismos la hemos visto tardar 7 horas en navegar 9 millas, y su comandante [380] me dijo que era porque no poda levantar vapor. Sin embargo, habiendo diferencia de opiniones acerca de los carbones chinos, resolv experimentarlos y formar concepto por mi propio. Haba un depsito en Ha-ku [sic] por el cual pedan

nada menos que 19$ Tonelada. Hice adquirir 40 quintales y los prob a bordo. El resultado de esta experiencia me demostr que era preferible hacer toda la campaa a vela, mejor que tirar el dinero comprando aquella cosa negra que se llamaba carbn, con la cual no se poda hace andar la mquina. Me reduje pues a adquirir algunos vveres frescos que se encuentran en Ha-ku fcilmente y al amanecer del da 25 de junio sal de la barra del Pei-ho para regresar a Filipinas. En la pennsula de Shantung, a la salida del golfo de Pechi-li se encuentra se encuentra el puerto de Yen-tai, que ha sido muy recientemente abierto al comercio europeo por los ltimos tratados. A fin de ver si encontraba all carbn me dirig a la vela hacia Ten-hai [sic], donde fonde el 28 a las 4 de la tarde, Yen-tai es una ciudad insignificante que est creciendo rpidamente, porque la provincia de Shang-tung produce algodn y se le exporta a Europa desde all. Estaban en el puerto diez o doce embarcaciones europeas y dos caoneras de guerra francesas, adems de un crecido nmero de barcos chinos. Y a pesar de ser muy pocos los europeos establecidos all encontr un pequeo depsito de carbn de piedra de regular calidad. Se adquirieron 86 toneladas a 17$ y tan luego como se las embarc sal de aquel puerto el 30 al amanecer. Sin embargo de que con ese refuerzo no se llenaron las carboneras, trat de ver si

era posible llegar hasta Hong-kong con el combustible que tena a bordo, sin hacer por esto que la travesa fuera interminable. Suponiendo que en aquellas latitudes haba quizs algunos vientos variables apagu los fuegos y largu el aparejo tan luego como sal de Yen-tai, proponindome reservar la mquina para cuando en latitud ms baja encontrarse bien entablada la monzn del S.O. Pero enseguida que desemboqu en el mar amarillo observ que esta monzn no tan solo alcanza hasta all como dicen los derroteros, sino que adems estaba entablada en toda su plenitud y con todas sus variaciones. Ocho das de lucha contra calmas, chubascos y vientos por la proa no produjeron mas resultado que llevar al buque hasta el Archipilago de Corea [sic]. Hubo singladura en que se granjearon por junto 18 millas y pas tres das a la vista de las Islas Alceste y Modesta (?) dando vueltas sin poder montarlas. Semejante resultado me convenci que si me empeaba en continuar a la vela, me expona a tener que aguardar por all hasta el mes de noviembre, a que con los tiempos fros se entablaran los tiempos del N.E. Era preciso pues quemar el combustible que haba a bordo y buscar en donde reemplazarlo a lo largo de la derrota. Dos caminos se me presentaban a la vista: El primero hacia el S.O. a Shang-hae. Subir el

yang-tse-kiang, pagar un dineral por el practicage del ro, llegar a una poblacin infestada por el clera, perder all mucho tiempo y encontrar carbn regular a precios muy subidos. [381] El segundo hacia el S.E. a Japn. Llegar a puertos fciles, estar en un pas sano, hacer ver nuestro pabelln donde no se le conoce, ver una nacin que est llamando la atencin de Europa, no perder tiempo y encontrar carbn regular a precios mdicos. No vacil, encend la mquina el 7 de julio al oscurecer y me dirig a Nagasaki. No se me ocultaba que poda encontrarme con muy serias dificultades. Conozco bastante la historia de las relaciones de las potencias cristianas con los japoneses desde la expedicin del Comodoro Perry hasta la poca presente. Creo estar enterado de las causas que indujeron al gobierno de Japn a cerrar sus puertos poco despus de los tiempos de San Francisco Javier, as como de las que le han hecho volver a abrirlos hace 9 aos. Pero precisamente este mismo conocimiento me deca que si encontraba dificultades no deban ser de ndole insuperable. Por lo dems, esta escala en el Japn traa necesariamente consigo algo no previsto, algo indeterminado, algo de eso que se llama suerte, y en todas las empresas de los hombres, lo mismo en las grandes que en las pequeas, es menester dejar a Dios su parte.

Nuestra nacin no tiene hechos tratados con el Japn, no por otra causa sino porque no se ocup de eso cuando todas las dems potencias de Europa lo hicieron, en la poca en que declar el Gobierno Japons que estaba dispuesto a tratas con todo el mundo, pero esta falta de tratados no era un impedimento para la corbeta, pues el buque de guerra por su propia naturaleza tiene derecho para ir a todas partes. Puesta la mquina en movimiento el 7 al oscurecer, recal el 8 sobre la isla de Quelpart (?) y el 9 a la puesta del sol di fondo en Nagasaki. Desde el primer momento de aproximarse a Nagasaki se dej sentir que el Japn es un pas muy distinto de la China. Bateras de costa bien situadas, bien tenidas y bien artilladas con caones europeos de grueso calibre defienden la entrada del Puerto y el forzarlo en caso de guerra no sera empresa fcil. An antes de fondear ya haba venido a bordo un bote con un oficial japons a informarse de la nacionalidad del buque y propiamente dicho a hacer lo que se llama la visita de guerra. Esto jams se ve en ningn puerto de China en cuyos puertos entran y salen las embarcaciones europeas lo mismo que no estuvieran habitados. Aquel oficial japons ya sabia por la bandera que el buque entrante era espaol y as lo dijo hablando en ingls bastante correctamente. En china es muy raro que no confundan todas las potencias de Europa unas

con otras. Para el chino todos los europeos son de una sola nacin, es decir, pases brbaros. Para el japons no. El Japons las diferencia. Sabe geografa, cosa que el chino ignora absolutamente. El chino desdea en general las ciencias y las artes de Europa, al paso que el japons las admira y procura iniciarse en ellas. Yo fonde en Nagasaki a las 8 de la noche. A las 10 atracaba a bordo una hermosa aunque extraa fala con el Superintendente de la Aduana (que ejerce funciones semejantes a las de Capitn de Puerto) acompaado de varios oficiales y de intrpretes japoneses. Vena en nombre del gobernador a saludar y [382] a informarse del motivo de la llegada del buque. Habindole manifestado que iba por carbn, aguada y algunos vveres, entabl conversacin y en el transcurso de ella y como cosa ordinaria me dio un papel escrito en ingls que me dijo ser las ordenanzas del Puerto para los bajeles que no tenan tratados con el Japn. Efectivamente as se intitulaban esas ordenanzas (Regulations) que eran muy breves pues se reducan a dos: 1.- No usar los botes propios para comunicar con tierra. 2.- Hacer pasar por aduana todo cuanto se comprara y pagar los derechos que pudieran estar establecidos.

Esta segunda regla era muy natural y no tuve inconveniente en admitirla, pero con respecto a la primera ped explicaciones, pues a la verdad el texto de su redaccin era bastante oscuro. Estas explicaciones fueron, que no negaban que el buque permaneciera en puerto el tiempo que le pareciese, que no negaban tampoco que se comunicara con la poblacin, pero queran que siempre que se tratara de ir a tierra se izara en un tope una bandera para que viniese un bote del gobierno japons, aadiendo por va de paliativo que este bote jams tardara. Aceptar esto hubiera sido si no precisamente estar incomunicado a bordo, al menos dependiendo por completo para comunicaciones con el exterior de la buena o mala voluntad de las autoridades de Nagasaki. Manifest pues corts pero categricamente que no aceptaba por ningn concepto semejante condicin hacindole los argumentos que me parecieron convenientes. De nada me sirvi que el Superintendente me citara nombres de buques y de naciones que haban llegado all para hacer tratados con los japoneses y que segn me dijo la haban aceptado. De nada sirvi que ofreciera tener constantemente un bote suyo cerca del buque para que no hubiera que esperar por su llegada. Yo consideraba esto como intervencin extranjera en el servicio interior del buque

y mi deber era no ceder en el derecho de usa mis propias embarcaciones siempre que lo tuviera por conveniente. No pudiendo avenirnos me dijo que lo consultara con el Gobernador. Mas temiendo yo que esta consulta pudiera ser un pretexto de demora y de negociaciones interminables le manifest por preciso que al da siguiente temprano estuviera resuelto el asunto, en el concepto de que teniendo que hacer en tierra, pensaba, si no se le resolva, ir a las 10 de la maana en mi canoa. Le devolv pues sus ordenanzas y por ltimo se despidi a la 1 de la noche asegurndome que a la maana siguiente me enviara la contestacin del Gobernador. En esta visita tuve ocasin de notar la exquisita poltica de los oficiales japoneses, muy distinta por su cortesana y su dignidad de la familiaridad y zalamera que se nota en los mandarines chinos. A las 10 de la maana atracaba a bordo otra fala japonesa. Vena en ella el segundo gobernador de Nagasaki acompaado de un nmero bastante crecido de oficiales y por supuesto, [383] con sus intrpretes japoneses. Siguiendo la invariable costumbre de todos los orientales de no ir nunca derechos a un objeto me habl primero de varias cosas indiferentes, de Espaa, de Filipinas, de no tener nuestro gobierno tratados con el suyo, y an me nombr nuestra ltima guerra en

Marruecos. Luego puso mucho empeo en saber si yo iba al Japn a tratar de negocios, es decir, a hacer tratados, manifestndome no ser all sino a Yokohama a donde en tal caso deba dirigirme. Desengaado fcil y francamente sobre este punto, abord por ltimo el asunto capital, aunque de una manera indirecta y dndolo como cosa hecha, manifestndome que siempre que yo deseara bote poda izar en un tope la bandera, etc. Yo le aguardaba aqu y lo ataj resueltamente sin rodeos ni circunloquios. Le dije que segn todas las leyes de derecho de gentes los japoneses estaban en su derecho de admitir o no admitir un buque cualquiera en sus puertos. Que si lo admitan y el buque era de guerra estaban tambin en su derecho de sealarle fondeadero donde mejor les pareciera. Pero que una vez admitido y fondeado no tenan absolutamente derecho para intervenir de manera alguna en su servicio interior y que uno de los actos de este servicio interior era el uso de sus propias embarcaciones. Le manifest que yo no poda tratar del asunto sino bajo estas bases, las cuales se reducan lisa y llanamente a la admisin o no admisin del buque en el puerto. Y por ltimo le agregu que yo haba llegado al Japn resuelto a no faltar en nada a los Japoneses, pero resuelto tambin a no permitir que ellos faltaran en nada a los espaoles, y que la nica manera que haba de entendernos era respetando

mutuamente los principios establecidos como derecho de gentes en todas las naciones civilizadas. Esto basto. Mi diplomacia franca y leal y si se quiere algn tanto alquitranada como la de todos los oficiales de la marina, produjo el resultado que era de esperar. No hubo discusin sobre punto ninguno. El gobernador me dio completamente la razn y me dijo que consideraba el asunto como terminado. Y efectivamente qued terminado. Hemos estado en Nagasaki de la propia manera que pudiramos estar en Manila. Yo he cuidado de que por nadie del buque se diera el mas leve motivo de disgusto en la poblacin y ellos por su parte se han esmerado en que los espaoles salieran de Nagasaki contentos con los japoneses. Tratando luego de las necesidades del buque me indic el Gobernador que el Gobierno Japons podra facilitarme carbn, aguada y vveres frescos, pero no carnes saladas porque no las tenan ellos. Acept con tanto ms gustos sus ofrecimientos cuanto que deseaba yo que fuera el gobierno japons y no el comercio extranjero quien proveyera el buque, a pesar de las ofertas que de todas partes me haban llovido desde el primer momento de mi llegada: pero le indiqu que mi aceptacin era bajo el concepto de que se pagara todo, con lo cual convino como cosa sobreentendida.

Por ltimo, cuando ya estaba todo arreglado se despidi el gobernador saliendo de a bordo a las 9 de la maana. He otro (?) antes que hemos estado [384] en Nagasaki lo mismo que pudiramos estar en cualquier Puerto espaol. La novedad de hallarnos en el Japn nos tuvo en tierra lo mismo a los oficiales que a mi todo el tiempo que pudimos cercenar a nuestros deberes en el buque. He dado licencias para pasear a maquinistas, contramaestres, maestranza, y algn marinero de buena conducta. Desde el primer da conocieron los japoneses nuestros uniformes y supieron distinguirnos de los otros europeos. No ha ocurrido el mas mnimo incidente. Sin embargo hemos ido por todas partes por la ciudad y por el campo, y aun a veces los oficiales y yo nos hemos retirado a bordo a horas muy altas de la noche despus de haber estado en sociedad ya con europeos ya con japoneses. Por todas partes hemos encontrado afabilidad en las miradas, sonrisa en la boca, atencin en los ademanes. Y esto nos ha sucedido precisamente en una poca en que los oficiales de otras marinas bajan a tierra con el revlver en la cintura; en que en cierta Escuadra hay una orden circular mandando disparar en el acto y sin vacilar sobre todo japons que se vea llevar la mano a la empuadura de uno de sus sables (sabido que todo japons, a no ser de la clase mas inferior del pueblo

nunca sale sino armado con dos sables y que este uso es en el Japn tan general como lo es en Europa el de salir con guantes o con reloj) orden circular necesaria en fuerza de los muchos asesinatos que haba y sigue habiendo y de los ataques que se dirigan y se dirigen contra las personas de esa escuadra. En resumen todos en esta corbeta han salido materialmente encantados del Japn y yo debo confesar que tambin lo estoy. Aquello es decididamente lo mejor de Asia. El pueblo japons se halla quizs a punto de emprender una lucha desesperada con una o ms potencias europeas y sin embargo ama y admira a los europeos. Aunque he estado muy poco tiempo en el Japn, por lo que he visto y odo me figuro que tan vez no se ha sabido tratar a los japoneses. El Japn tiene su civilizacin propia y camina adems a paso de gigante hacia la civilizacin europea, que amolda a la suya y de la cual toma con avidez las ciencias y las artes tiles. El Japons es orgulloso. Tiene la conciencia de su fuerza y de su dignidad y quiere ser el amigo, no el esclavo de Europa. El europeo en Asia, acostumbrado a tratar como dueo y seor al perezoso indio y al degenerado chino, ha credo tan vez poder explotar en su provecho el Japn

como explota la India y la china y se ha equivocado. De aqu la mala inteligencia, de aqu la guerra que va a estallar. El sentimiento de que el europeo lo considera como de una raza inferior no deja materialmente vivir al japons. Este es el aguijn que le hace trabajar sin descanso para colocarse en su nivel y preciso es confesar que trabaja con fruto. En Nagasaki hay una factora que construye maquinas de vapor con operarios japoneses. Otra factora semejante ha sido quemada por los ingleses el ao pasado en Kagoshima. Su marina cuenta hoy da con 43 buques de vapor, todos ellos a la verdad construidos en Europa o en Amrica, pero no tienen en ellos nadie que no sea japons, ni [385] an los maquinistas. Se cuentan con respecto a sto curiosas ancdotas Les ha sucedido que por no poder parar una mquina de un sistema complicado, un buque tuvo que estarse dando vueltas dentro de un puerto hasta que se le acab el vapor. Otro buque se par por la misma causa; pero no por eso desisten de no querer admitir maquinistas extranjeros. Estn armando un ejrcito con carabinas y hacindole abandonar sus clsicas ropas talares para que aprenda la tctica europea. Las ciencias, las tcnicas y las artes de Europa tienen aulas en muchas poblaciones del Japn. Yo he tenido a bordo oficiales de marina japoneses que hablaban ingls, francs y holands.

Todo esto se ha hecho en el Japn en 9 aos. Desde 1855 data la expedicin del Comodoro Perry que abri al mundo civilizado las puertas de este Imperio cerrado desde mas de dos siglos atrs. Voy a citar unas pocas observaciones personales del carcter japons entresacadas entre muchas. El Gobernador de Nagasaki me preguntaba: Si un buque de guerra japons fuera a Espaa, lo recibiran ustedes? Cmo lo trataran?. Al responderle yo que naturalmente como a cualquier otro extranjero, su rostro, ordinariamente impasible, expres una viva satisfaccin. Aquel hombre tena empeo en saber si nosotros los consideramos tambin como de raza inferior. Durante la semana escasa que hemos estado all un japons, a fuerza de preguntar a todos los del barco, form una especie de vocabulario espaol y ya medio se expresaba en nuestro idioma. Un empleado de la aduana que saba ingls, no par hasta que le di libros espaoles y una cartilla de los marineros y le ensee la pronunciacin de las letras en castellano. Cuando se trat de embarcar el combustible vino un oficial japons por un maquinista, para que se eligiera entre sus diferentes depsitos. El carbn fue llegando a bordo en botes, cada uno al cuidado de un oficial subalterno. El primero que lleg dio cuenta de la

cantidad que traa indicando que se poda pesar. Yo dispuse que no se pesara, con tanto mayor motivo cuanto que por las cuentas de la mquina y por las carboneras vacas saba la suma de toneladas que tena que embarcarse. Esto pareci causarle una agradable sorpresa y ya en lo sucesivo ninguno otro dijo que se pesara, concretndose solo a dar parte de la cantidad que traa. Cuando otros distintos funcionarios vinieron a cobrar y el contador les pag no quisieron contar el dinero. Podra citar muchsimos mas rasgos notables de esta gente, todos ellos buenos. Nada de lo que antecede se ve en China. El Japn es un pas feudal perfectamente organizado. El gobierno es sumamente fuerte: su mano pesa sobre todo y lo abarca todo. All, como en la mayor parte de las sociedades antiguas, el gobierno no es el representante de la nacin, sino que es por s propio la nacin. Fuera del gobierno no hay nada. Todo cuanto hay en el pas pertenece al gobierno o depende inmediatamente de l. All el pueblo apenas tiene significacin. Casi todo se compone de empleados [386] del gobierno, que es quien alimenta y da ocupacin a todo el pas. Yo creo que se puede comparar el estado social del Japn con el del

Imperio Romano en los tiempos de los Csares. Los europeos quieren reformar y asimilarse esta sociedad por medio del comercio y de la guerra. En mi concepto se equivocan. Esta sociedad no se reforma sino por medio del cristianismo, que es lo que ha reformado la sociedad romana. Cuando el Cristianismo reforme el Japn, su asimilacin con la Europa ser completa. Esto lo sabe por instinto el gobierno japons y se defiende del Cristianismo como de su enemigo natural. Por lo dems el comercio le interesa y la guerra no le importa. Pero tales consideraciones estn quizs fuera de su lugar en la presente comunicacin. Nagasaki es una ciudad de 80.000 almas, situada en terreno bastante quebrado y su puerto es segursimo. Hay establecidos all un centenar de europeos que se han construido un barrio separado de la poblacin: sin embargo los holandeses continan ocupando el clebre islote de Dezima [Dejima], cuyo puente no se cierra en la actualidad. En uno de los cerros de la ciudad se ensea todava el lugar de suplicio de los mrtires del Japn. Cuando yo fonde se hallaban en el puerto tres buques de guerra

ingleses (el Ratler de 17 caones, otro de menor porte y una caonera) el aviso francs Marcredi, quince o veinte buques mercantes de diversas naciones u algunos vapores y dos buques de vela japoneses, adems de un gran nmero de juncos de cabotaje. En la ciudad se vean ondear los pabellones de los cnsules de casi todas las naciones de Europa, incluidas Prusia, Portugal y Suiza. Daba dolor contemplar el hermoso pabelln solitario de esta corbeta, sin otro pabelln igual que le tendiera los brazos desde la playa. Durante nuestra permanencia en Nagasaki hemos sido objeto de muchas muestras de simpata por parte de diversas personas de la comunidad europea. El cnsul francs vino a bordo al siguiente da de haber fondeado, a ofrecerme sus servicios a falta de cnsul espaol. Agradec tal como se mereca tan delicada atencin, pero ya me haba entendido directamente con las autoridades japonesas y era conveniente seguir as. Rellen las carboneras tomando 93 toneladas de un carbn muy bueno que costaron un total de 345$, es decir, 3.70 por tonelada. Yo saba que el combustible era bueno y barato en el Japn, pero nunca me figur que fuera tanto. El carbn ingls que se encuentra en los

mercados de China es muy poco superior al japons y cost a 16$ en Shang-hae y a 17 en Yen-tai. El carbn que se recibe en Manila directamente desde Inglaterra, y que es inmejorable, sale por contrata a 15$. Navegando este buque a regular velocidad consume 12 toneladas al da de carbn de nuestros depsitos. En esta campaa se han consumido 13 del adquirido en China y 16 del Japons, andando el buque lo [387] mismo con uno y con otro, es decir, 6 y media millas a regular velocidad, o sean 11 a 12 libras de presin en las calderas y trabajando la mquina con el segundo grado de expansin. As pues, el precio de un da de fuegos encendidos con los carbones en Shang-hae y Yen-tai ha sido de 214$ y con los carbones de Japn de 59$. La Economa del uno al otro combustible ha sido por tanto de 155 frente a 214, que es el 72 por ciento del gasto total. Es decir que 28 dlares empleados en carbn japons produce el mismo efecto til que 100$ empleados en carbn ingls adquirido en los mercados de China. Estos nmeros no necesitan comentarios. Repuesto el buque de combustible, aguada y vveres, sal de Nagasaki el 15 de julio por la tarde y me dirig hacia Hong-kong. No puedo dejar de consignar aqu un sentimiento que es unnime tanto en el buque como en los europeos residentes en Nagasaki: Si el

gobierno espaol piensa algn da relaciones con el Japn, la escala que ha hecho esta corbeta en Nagasaki le ha allanado el camino. Hemos odo estas palabras en todas las bocas a nuestra salida de all. Y puedo decir que hoy da en el Japn se conoce y se estima a los espaoles. Habiendo salido de Nagasaki el 15 a las 5 de la tarde, hice rumbo al canal de Formosa, navegando con la mquina a regular velocidad y ayudando todo lo posible con el aparejo. El 20 al amanecer emboqu otro canal y ya desde all empec a sentir los malos tiempos que son propios de esta estacin en el mar de china, tiempos que arreciaron tanto que en la noche siguiente se rifaron las dos gavias de alto abajo. Afortunadamente eran las viejas y todo se redujo a emvergar [sic] las de respeto. El 22 a las dos y media de la tarde dej por ltimo caer el ancla en Hong-kong. Las continuas lluvias me obligaron a demorar el reemplazo del combustible mucho ms tiempo del que hubiera deseado. Pude por fin embarcar 80 toneladas que se adquirieron a 13$ y el 2 de agosto al amanecer sal para Cantn. Subiendo estaba el ro cuando poco antes de llegar a la empalizada en la barra de Lintin se vio una fragata Hamburguesa embarrancada y haciendo seales.

Fui hacia ella y la envi un bote con un oficial, a quien rog su capitn le disemos auxilio. Era la Fragata Malvina Vidal, capitn Y. L. Nessau. Haba varado la tarde anterior, se hallaba en situacin nada agradable y rodeada ya de embarcaciones chinas que acuden como cuervos que huelen un cadver. La tom de remolque y trat de sacarla aunque intilmente por entonces. Era un buque de 1300 Toneladas y estaba enteramente cargado. Despus de dos horas de trabajo tuve que desistir, pues por poco varo yo tambin para sacarla. La presencia de la embarcacin de guerra disip la nube de lanchas china que ya no volvieron a aparecer. Fonde al lado de la fragata y despus de sondar por sus inmediaciones cre posible poderla sacar remolcndola por la popa a la hora de la pleamar. Enmend la situacin de este buque preparando todo para esta hora, y a las 9 de la noche se volvi a remolcar la Fragata sin conseguir [388] mas que moverla un poco. Al amanecer del 3 amarr fuertemente la corbeta a corta distancia de la Fragata y a las 9 de la maana tuve el gusto de verla flotar y de llevarla a 9 brazas de agua en donde fonde. Estando ya salvada la dej all y segu a las 12 y media para mi destino. Aquella noche a las 8 di fondo en la segunda barra y la marca me impidi que pudiera seguir ro arriba hasta las 11 y un cuarto de la maana del 4. A esta hora, habiendo ya agua suficiente en todo el ro

se volvi a levar y a las 2 de la tarde di fondo en Cantn. Los peridicos de Hong-kong se han ocupado de ese incidente, pues el capitn de la Fragata, que como es natural vino a bordo a darnos gracias despus de ver su buque a flote, ha credo deber reiterrnoslas por medio de los papeles pblicos. Incluyo a V.I. un peridico ingls y otro portugus donde se habla de eso. Permanec en Cantn hasta el 15 en que sal de all a las 8 y media de la maana. No alcanzando el da para llegar a Hong-kong di fondo por la tarde en Lanneet, lev a las 4 de la maana del siguiente da y a las 8 y media llegu a Hong-kong. Adquir aqu algunos vveres que necesitaba y el 18 a la 1 de la tarde sal de este puerto. La travesa se ha hecho sin incidente notable en tres das catorce horas y hoy a las tres de la madrugada he dejado caer el ancla en la Baha de Manila. La salud de la tripulacin durante toda la campaa ha sido inmejorable. Se han hecho diversos ejercicios de fuego y en mi concepto el estado general de instruccin de todo el buque deja poco que desear. Todo lo que tengo el honor de participar a V.I. para su conocimiento incluyndole los estados de

entrada y los extractos de navegacin Y tengo la honra de trasladarlo a V.E. para su debido superior conocimiento llamando la superior atencin de V.E. con recomendacin en favor del celo y laboriosidad de Zayas, que unido a su basta instruccin y a las dems apreciables circunstancias que lo adornan, lo constituyen uno de los oficiales mas aventajados de la Armada. He aprobado al comandante de la Narvez su arribada a Nagasaki en el Japn y las dems disposiciones que adopt en su campaa as como el auxilio que prest a la Fragata Hamburguesa Malvina Vidal, de que hacen mrito con encomio los peridicos portugueses de la costa de China. Cavite, 23 de agosto de 1864 Firma: Pava [389] Seora: Terminada la comisin de conducir el vapor Narvez desde el puerto de Manila hasta la barra del ro Pei-ho o Pei-ko? a la Legacin de S.M. en China, el comandante de dicho buque teniente de navo Don Eugenio Snchez y Zayas acompaa al parte de las

operaciones de su navegacin una noticia histrica, hidrogrfica y estadstica de los diferentes puertos de China y la Tartaria que ha visitado y mas detalladamente del de Nagasaki perteneciente al Imperio del Japn en el que se vio precisado a hacer escala para repostarse de combustible; y sin embargo de no tener Espaa tratados ni relaciones de ninguna especie con aquella nacin, el comandante de la citada goleta ha conseguido en su buen tacto y acierto tener la mejor acogida por parte de las autoridades locales que le facilitaron vveres y carbn, prodigndole adems toda clase de deferencias a las cuales ha sabido corresponder debidamente este oficial; en su consecuencia el Director que suscribe es de sentir pudiera contestarse al comandante general del Apostadero de Filipinas que V.M. ha visto con particular satisfaccin el celo, laboriosidad y conocimiento con que el referido comandante ha desempeado dicha comisin, noticindose al Director de Personal para las correspondientes anotaciones en su hoja de servicios. Tambin es de parecer que se d traslado al Sr. Ministro de Estado de la parte correspondiente al Japn que contiene esta comunicacin para los fines que puedan convenir en aquel departamento.

21 de noviembre de 1864. Firmado: Jos Martnez Viales. Con la nota. Hecho en 5 de diciembre. Despacho 1535 dirigido al Ministro de Marina, remitido desde Cavite el 23 de agosto de 1864 por la Comandancia General de Manila del Apostadero de Filipinas. Se Traslada oficio del comandante de la Narvez relativa a las operaciones verificadas durante su campaa en China con la Legacin. Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores. [390] [391]

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Drawing 3:

HISPANIA NOVA

2000)

NMERO 1 (1998-

FLORENTINO RODAO, [email protected], Universidad Complutense de Madrid. Japn y la poltica espaola hacia la postguerra mundialResumen: Cuando ya estaba claro que los aliados seran los vencedores absolutos de la II Guerra Mundial, el gobierno del General Francisco Franco busc nuevos argumentos para ganar una aceptacin internacional para la permanencia del rgimen una vez llegada de la paz. Uno de esos, a partir de la llegada del Ministro Jos Flix de Lequerica a la cartera de Exteriores, llev a utilizar el enfrentamiento hacia Tokio. Llev al fin de la representacin de los intereses japoneses en el continente americano, a la ruptura de relaciones diplomticas, e incluso a pensar en la posibilidad de una declaracin de guerra. Palabras claves: Francisco Franco. Jos Flix de Lequerica. Espaa: Relaciones exteriores. Japn: Relaciones Exteriores. Guerra del Pacfico. II Guerra Mundial. Propaganda. Abstract: When it was already obvious that the Allies would win decisively the Second World War, the Francisco Franco's government looked for new arguments to gain international acceptance for its regime after the end

of the violence. One of those, after Jos Flix de Lequerica was appointed as Foreign Minister, was to use the confrontation towards Tokyo. As a consequence, Madrid stopped representing the interests of Japanese nationals in the Americas, severed diplomatic relations and even thought about the possibility of declaring war. Key Words: Francisco Franco. Jos Flix de Lequerica. Japan: External Relations 1944-1945. Spain: External Relations 1944-1945. Pacific War. Second World War. Propaganda Los giros en las relaciones polticas entre Estados son relativamente frecuentes a lo largo de la Historia, pero el realizado por Espaa en relacin a Japn durante el perodo del ministro Jos Flix de Lequerica (verano de 1944 a la primavera de 1945) ha sido uno de los ejemplos ms radicales a lo largo de este siglo[1]. Espaa, desde el decidido apoyo al ataque japons en Pearl Harbor en diciembre de 1941, pas a enfriar progresivamente las relaciones mutuas hasta llegar a la ruptura en 1945, e incluso a considerar una declaracin de guerra. Buena parte de este giro le correspondi al perodo Lequerica y en este trabajo se intenta explicar las razones que llevaron a tal deterioro. Para ello, comenzamos con la exposicin de los hechos para pasar despus a la actitud de los principales actores del conflicto as como las razones para que la tensin no llegara al

conflicto blico. 1.- Un nuevo contexto Jos Flix de Lequerica lleg el 13 de agosto de 1944 al cargo de Ministro de Asuntos Exteriores tras la muerte de su antecesor, el Conde de Jordana. Su nombramiento fue casual a pesar de que el general Franco tard poco tiempo en decidirse por l. Aunque haba otros candidatos aparentemente ms apropiados para el necesario giro hacia los aliados cuando la guerra ya entraba en su ltimo ao, Franco le escogi para resolver la embarazosa situacin de la Embajada espaola en Vichy, la capital de la Francia ocupada por los alemanes, pronta a ser liberada, y donde era cada vez ms un obstculo tener un representante de tan alto rango. Lequerica no tena ninguna credencial de aliadfilo y y nunca haba escondido sus opiniones favorables al Eje[2]. En el caso de Japn, incluso, los estadounidenses tenan conocimiento (y se lo recordaron durante bastante aos) de una fiesta dada por l en la Embajada en Espaa celebrando el ataque a Pearl Harbor en 1941[3] En cuanto a la evolucin blica en el verano de 1944, ya se presagiaba que la victoria no quedara del lado del Eje; se saban ya definitivas las derrotas alemanas y las dudas que quedaban eran sobre el papel que pudiera jugar Berln tras la paz. En la Guerra del Pacfico, por su parte, la ofensiva norteamericana haba desbaratado una buena proporcin de las comunicaciones martimas entre los

territorios de la denominada "Esfera de Co-prosperidad del Gran Asia Oriental", aunque Japn segua manteniendo casi todas las conquistas territoriales de principios de la guerra. El contexto general era, pues, desfavorable al Eje, pero adems, pocos das despus de la toma de posesin de Lequerica, coincidieron una serie de hechos que marcaron la relacin exterior de Espaa, incidiendo especialmente en las relaciones con el Imperio Japons. Por una parte, las tropas alemanas abandonaron la zona francesa fronteriza con Espaa en los Pirineos, con lo que la amenaza de una invasin nazi o de posibles represalias directas desapareca completamente[4]. Por otra, y ms en relacin con Japn, muri el presidente del gobierno filipino en el exilio, Manuel Quezn y el anterior vicepresidente, Sergio Osmea, form uno nuevo en el que dej fuera a los dos miembros ms destacados del grupo de mestizos espaoles, Andrs Soriano y Joaqun M. Elizalde, antiguos Ministro de Hacienda y Comisario residente en Washington, respectivamente[5]. La relacin del gobierno portugus con Japn era, tambin, cada vez ms tensa y haba motivos (y rumores) para pensar que Lisboa iba a declarar inmediatamente la guerra a Tokio, tras haber solicitado formalmente el 7 de agosto la retirada de las tropas japonesas de su colonia en Timor Oriental y amenazar con la ruptura

de relaciones caso que Tokio rehusara[6]. Lisboa estaba siendo tentado con la posibilidad de enviar un contingente a Timor caso que los aliados lanzaran un ataque all y ello haba facilitado la autorizacin para utilizar las islas Azores como base naval para las comunicaciones militares entre Estados Unidos y Europa[7]. Por ltimo, desde Lisboa lleg a El Pardo un rumor basado en el testimonio de una persona presuntamente escapada de Filipinas: ms de 4.000 espaoles haban sido fusilados all, y se especificaba en el telegrama: "No se trata de una matanza en bloque, tipo Katyn sino de fusilamientos individuales o por grupos pequeos, justificados de muy diversas maneras"[8]. La relacin con Japn quedaba fuertemente influida por este contexto cada vez ms difcil y, sin duda, fue el motivo para que Lequerica se entrevistara con el representante japons, Suma Yakichir al da siguiente de su toma de posesin, precediendo este encuentro en tres das al del embajador alemn[9]. Faltando la versin espaola, resulta difcil saber con exactitud lo tratado en la reunin, pero parece que los dos se dedicaron principalmente a auscultar las posibles reacciones del otro. A diferencia de las referencias a las entrevistas con su antecesor, Jordana, Suma no inform a Tokio sobre las discrepancias mutuas; segn este Ministro japons, predominaron los saludos cordiales propios

de una primera toma de contacto, sealando Lequerica que tanto l como el Jefe de Estado "estaban ansiosos de avanzar en las relaciones amistosas con Japn" y que l mismo no tena "intencin de disminuir las relaciones ntimas existentes durante el perodo de Jordana". Suma, por su parte, expres el "cordial agradecimiento" de su gobierno por la representacin de los intereses por los espaoles, solicitando "la cooperacin de Lequerica para mantener la duradera amistad entre los dos pases"[10]. La falta de contactos previos y la rapidez del momento hubo de evitar llegar a conclusiones ms elaboradas, pero tambin podemos ver que ninguno de los dos funcionarios puede ser calificado precisamente de sincero. Suma inform idlicamente sobre la evolucin del conflicto en el Pacfico, soslayando la importancia de la reciente prdida de Guam y de otras islas de la Micronesia en comparacin con los territorios de China. A nadie se le poda escapar que estas islas podan ser una base excelente para atacar Japn, pero Lequerica prefiri no discutir con Suma. Con ello, vemos un primer cambio en la tctica en relacin con Jordana: las discrepancias se las callaba y ello nos indica que Lequerica ya no pensaba en una futura mejora de las relaciones, tal como le ocurra a su antecesor, sino que, adems del diplomtico, haba decidido usar otros canales para la relacin con

Tokio. El objetivo ya no era solucionar sus problemas sino usarlas como trampoln para una posguerra en la que el papel de Estados Unidos sera mucho ms importante. Haban dejado de tener un significado bilateral para formar parte esencial de la lucha por la, previsiblemente difcil, supervivencia del rgimen franquista en un mundo dominado por los antiguos enemigos. 2.- Los beneficios de la enemistidad con Japn Dos das despus de esta entrevista, Lequerica mostr ms claramente cul sera su tctica hacia Japn, al remitir una primera nota circular desde la Delegacin Nacional de Prensa a los medios de comunicacin, en la que se buscaba sacar las diferencias mutuas a la luz. El ttulo de la nota circular no deja lugar a dudas sobre las intenciones: "Orden sobre el criterio abiertamente favorable a los Estados Unidos en la guerra contra el Japn. Y muy concretamente en las operaciones que tendrn lugar en Filipinas". La segunda, dos das despus, iba tambin enfocada hacia Asia: "Orden y orientaciones sobre la situacin de la guerra y la conducta espaola, con especial referencia a la lucha en el Pacfico. Contra la poltica japonesa de signo anticristiano y antioccidental". En otra tercera, a los tres das, se entregaban las nuevas orientaciones en relacin con la guerra en Europa: "Orden y orientaciones sobre la actual situacin de la guerra

en Europa y el tono de informacin en el frente oriental y el frente occidental, con los matices oportunos dentro de los debidos lmites de la neutralidad espaola. Sobre la expansin del comunismo. Criterio sobre la poltica interior de las zonas liberadas. Concretamente Francia. Conducta espaola hacia la paz internacional"[11]. No consideramos necesario reflejar totalmente el texto de las notas, pero s resulta interesante destacar el hecho de ser anteriores las notas en relacin con Japn a las del frente occidental, puesto que parecen mostrar que fue el giro de postura en ante el conflicto en el Ocano Pacfico el que llev a reordenar la posicin ante la Guerra en Europa. Se apost por intentar utilizar propagandsticamente la guerra en Asia y ciertamente el objetivo principal de ese cambio era Estados Unidos tal como demuestran las sugerencias que tanto el general Franco como Lequerica hicieron al Embajador estadounidense, Carlton J.H. Hayes, sobre la posibilidad de romper relaciones con Tokio "en el momento idneo"[12]. Franco no dej de aprovechar para explayarse sobre la oportunidad de atacar a Japn, afirmando que en dos ocasiones haba estado ya a punto de la ruptura[13]. Suma, el Ministro nipn, comprendi pronto las nuevas inclinaciones espaolas y en dos semanas ya consideraba la relacin mutua irremisiblemente

deteriorada, afirmando: "ahora tenemos suficientes datos para comprender la poltica diplomtica del ministro Lequerica". Como es previsible, culp a Estados Unidos de ese deterioro y supuso que Washington, aprovechando el regreso del Embajador Hayes, pedira a Espaa la ruptura de relaciones con Japn[14]. Quizs ya tena conocimiento de las entrevistas en Hayes y no rechaz la posibilidad de que Madrid aceptara[15]. Pero independientemente de lo que le hubiera dicho a la cara Lequerica o de la informacin confidencial que hubiera recibido, la retrica anti-japonesa era creciente en Espaa y el propio hecho de utilizar las tensiones propagandsticamente demuestra que haban llegado a un punto en que eran irreversibles. Con Jordana, las relaciones mutuas tambin haban estado caracterizadas por la tensin; aunque cada vez ms eran un obstculo en el trazado de las relaciones exteriores de Espaa, predomin el deseo de mejorarlas. Lequerica, por su parte, desech la esperanza: las antiguas diferencias pasaron a ser un argumento para aprovechar. Siendo cada vez ms difcil seguir atacando a la Unin Sovitica en el aspecto propagandstico, al rgimen franquista le iba quedando Japn como nica arma arrojadiza entre sus enemistades; otra nota a los medios de comunicacin de 13 de septiembre nos muestra la creciente

imposibilidad de criticar a los enemigos de siempre, al ordenar que se tuviera en cuenta la "distincin fundamental" entre "Rusia" como entidad nacional y el "comunismo de exportacin"[16]. Pero el giro espaol hacia Japn acab limitndose al aspecto propagandstico y no fue tan rpido como algunos pensaron ms tarde que deba haber sido. La ruptura no lleg y tres razones principales pueden ser el motivo: la situacin en Portugal, la propia personalidad del Caudillo y el temor a las represalias. En primer lugar, la no materializacin de un desembarco aliado en Timor, tal como estaban esperando los portugueses, enfri sus deseos de declarar la guerra a Tokio. Por otro lado, la personalidad del General Franco le llevaba a evitar tomar decisiones rpidamente; en septiembre de 1944, el Caudillo tuvo en bandeja tomar alguna medida claramente antijaponesa en su ltima entrevista con Hayes, cuando ste le pidi la ruptura con Japn, China y Manchukuo y, adems, le sugiri la conveniencia del reconocimiento del Gobierno de Osmea en el exilio, pero no tom ninguno de estos pasos[17]. Prefiri, como en otras ocasiones, esperar y ver. La ltima razn, al fin y al cabo, permaneca: el temor a que una postura radical condujese a una represalia entre los espaoles en Asia. La Iglesia Catlica, la Compaa General de Tabacos y el Comit de la Colonia Hispano-Filipina, entre otros, ya se

haban encargado de hacer saber al gobierno su postura vigilante hacia lo que pudiera ocurrir en ese escenario, y el gobierno haba de tener muy en cuenta su posible reaccin ante desenlaces violentos: la imagen de los japoneses como brbaros haba sido confirmada con ese telegrama venido de Portugal sobre una matanza tipo "Katyn", en el que se haba aadido a mano: "son unos salvajes". En septiembreoctubre de 1944, en consecuencia, cuando las relaciones entre Japn y Portugal estaban ms tensas, Lequerica prefiri limitarse a insistir en los pasos ya andados antes que a experimentar caminos de resultado aventurado. As, en octubre se emitieron una orden para la prensa y una nota verbal a la Legacin japonesa. Se aprovech la festividad del 12 de octubre y la prxima lucha en las Filipinas para enviar una nueva orden a los medios de comunicacin: "Compartimos con los pueblos americanos su alarma ante el imperialismo japons, que significa, teniendo en cuenta la indudable amistad y convivencia rusonipona, la ambicin del dominio asitico sobre el mundo"[18]. Por su lado, la Nota Verbal protestaba por la falta de respuesta a otra Nota anterior en relacin con el ataque a los intereses de Espaa: la toma por el ejrcito japons de algunas propiedades de la Compaa General de Tabacos de Filipinas y el fin de la autorizacin de envo de fondos de Filipinas a

Espaa[19], y en el tercer y ltimo punto se insertaba una clara amenaza: "Si las autoridades japonesas siguen mostrando tan poco inters en los deseos espaoles, ser necesario reexaminarse la poltica de representar los intereses en el extranjero"[20]. Las amenazas espaolas eran cada vez ms claras y surtieron su efecto, logrando que los funcionarios japoneses, a ltima hora, se dieran cuenta de la necesidad de evitar en lo posible las quejas de Madrid. El Ministro Suma, alarmado, se bas en el posible fin de esta representacin de los intereses japoneses en Amrica Latina para pedir enfticamente a Tokio que cesaran los ataques en la prensa a Espaa[21] y una atencin especial a estos problemas de la colonia espaola en Filipinas, ya fuera compensado con dinero por las ventas forzosas de propiedades al ejrcito japons o bien por otros medios[22]. El Ministerio de Exteriores japons o Gaimush, vivi con preocupacin el empeoramiento de estas relaciones con Madrid y actu con una rapidez inusitada. Se consult con el Cuartel General del Ejrcito y con el Ministerio de Finanzas para posibilitar el envo de nuevas remesas y se mand un telegrama a su embajador en Filipinas (en la prctica, la autoridad real en el pas), Murata Shzo, insistiendo en lo deseosos que estaban de "no irritarle [a Espaa] o darle cualquier pretexto para romper relaciones con el

Eje"[23]. La respuesta desde Filipinas, ciertamente, vino de forma inmediata, a pesar de haber comenzado ya la invasin norteamericana y de que poco se poda hacer en esos momentos: Murata explic la situacin de algunas haciendas de la Compaa de Tabacos y afirm que se renunciara al control sobre la propiedad "en cuanto cesara su necesidad"; adems, anunciaba una compensacin apropiada, pero no pudo ir ms all de estas promesas a la colonia en Filipinas[24]. Recibidas estas explicaciones, los espaoles percibieron el inters de Japn por evitar un enfriamiento de las relaciones, pero tambin que el abanico de posibilidades de los diplomticos nipones era reducido, puesto que primero tenan que convencer a los militares y stos no solan escuchar con excesiva atencin a sus razones. No obstante, cada vez era ms difcil influir por medio de la diplomacia; lo que dijera la Legacin japonesa cada vez era menos importante. Las operaciones militares trastocaron ms an los intereses de los pases ibricos ante la guerra en Asia y las antiguas colonias cambiaron las tornas en sus posturas. Lisboa, anteriormente muy tenso con Japn a causa de las tentaciones de Washington, pas a desinteresarse porque Timor fue descartado como alternativa para un desembarco aliado, mientras que Madrid, por su parte, comenzaba un comps de espera diplomtico a

la espera del resultado de las operaciones en Filipinas. Por parte de Japn ocurri algo semejante, pasaron a considerar la posibilidad de devolver Timor a los portugueses antes de que acabara el conflicto, pero frente a los espaoles ya no tena sentido pedirles la mejora de la situacin de la colonia espaola porque dentro de poco, posiblemente, ya no estara en sus manos. Este comps de espera del otoo-invierno hizo arreciar las dudas en Madrid sobre cmo sacar el mayor provecho posible a la enemistad con Japn en funcin de esa difcil posguerra. Turqua, otro pas que haba mantenido una fuerte amistad con el Eje, rompa relaciones con Tokio en enero al tiempo que se intensificaban las presiones estadounidenses a los pases latinoamericanos para dar nuevos pasos en la enemistad hacia Japn, que condujeron a las declaraciones de guerra a Japn de Paraguay, Per y Ecuador en los primeros das de febrero[25]. Estas dudas sobre qu postura tomar parecen ser el motivo de la cita del ministro Lequerica, el 18 de enero, con el ex-ministro Ramn Serrano Suer, a instigacin de Franco. El antiguo cuadsimo segua manteniendo buenas relaciones con la legacin nipona y su opinin era importante, tanto por esas relaciones que segua manteniendo como por representar la opinin de aquellos que pudieran seguir teniendo sentimientos projaponeses[26]. Exteriores consider las

opciones para endurecer la postura ante Japn: limitar el volumen de la representacin de Tokio en Madrid (frente a los tres diplomticos espaoles en Tokio, haba acreditados 18 funcionarios japoneses en 1943 y se segua pidiendo nuevas acreditaciones)[27], reconocer el Gobierno de Sergio Osmea (que ya se haba instalado en la parte liberada del Archipilago Filipino)[28] o sacar de Filipinas al cnsul Jos del Castao (falangista radicalmente antiestadounidense y objeto de Notas protestando por sus denuncias de ciudadanos ante los japoneses)[29]. Ambas eran muy complicadas; la limitacin del nmero de diplomticos porque poda significar un enfrentamiento que no llevara a ningn resultado concreto y el reconocimiento de Osmea, porque Estados Unidos no lo haba hecho an. Slo se decidi trasladar a Tokio al cnsul Jos del Castao, pero incluso esta decisin tampoco se pudo llevar a cabo; la salida del Cnsul de Filipinas fue desaconsejada fuertemente por el Embajador en Tokio, que prevea no slo problemas tcnicos difciles, sino tambin polticos: ordenar el abandono de una colonia justo cuando se acercaba el peligro a Manila indicaba escasa preocupacin humanitaria[30]. Madrid, en definitiva, hubo de resignarse a seguir sin tomar medidas nuevas para profundizar en la tensin con Japn y se hubo de limitar a los mtodos ya

conocidos: una nueva orden a los medios de comunicacin, el 18 de enero. En ellas, se relacionaba ya claramente el desarrollo de la Guerra del Pacfico con lo que llamaba el "sentido de amistad" hacia los Estados Unidos de Amrica. Lo utilizaba, adems, como compensacin frente a las crticas recientes de germanofilia en la prensa espaola: "Como actualmente se desenvuelven operaciones militares en Filipinas, deber tenerse extremo cuidado en cumplir las orientaciones sealadas en el orden general y transmitidas en el verano pasado, a fin de que se mantenga el criterio de amistad y de inteligencia con los Estados Unidos"[31]. Espaa, en definitiva, no saba bien cmo aprovechar esa creciente corriente antijaponesa en ese beneficio propio: ni se decidi dejar de representar los intereses, tal como se haba amenazado, ni se tomaron esas posturas que propona el embajador norteamericano. El sentimiento tan claramente antijapons dentro de sus fronteras no se supo trasladar al exterior. En ello, hubieron de influir fuertemente dos referencias claves, Argentina y Portugal, ms an que la ya inexistente intermediacin alemana en las relaciones con Japn. Adems, el temor a posibles represalias entre la comunidad hispana en Filipinas y China, de nuevo, hubo de ser una razn clave para evitar que Madrid diera un paso definitivo. Hubieron de ser acontecimientos venidos de fuera los

que provocaran la decisin de actuar. 3.Masacres en Manila Desde los primeros das de marzo, apremi como nunca la necesidad de actuar contra Japn. Varias razones tuvieron que ver con ello y todas pasaban por Washington: un nuevo embajador norteamericano llegaba a Madrid, Norman Armour y Manila era tomada por los norteamericanos. Por primera vez, los propios espaoles en Filipinas podan enviar mensajes contando su situacin y se pudieron confirmar las noticias sobre su sufrimiento y la gran cantidad de muertos[32]. Adems de los nuevos factores polticos, tales como el menor temor a las represalias japonesas (aunque quedaban comunidades de misioneros en Japn o China), o la idea de satisfacer a las autoridades americanas, un factor relativamente imprevisto haba venido a reforzar la necesidad de tomar una medida antijaponesa: los asesinatos masivos de espaoles en Manila. Espaa poda utilizar propagandsticamente y de forma fehaciente el hecho de estar tambin sufriendo en carne propia la "barbarie" japonesa. En Exteriores, la primera reaccin al conocer esas noticias sobre la Batalla de Manila fue ordenar al Embajador en Washington, Crdenas, pedir una entrevista con el Secretario de Estado. El objetivo era estudiar las posibilidades de aliviar los problemas de la colonia hispana en Filipinas y as consta en la documentacin.

Pero adems de este deseo humanitario, Lequerica hubo de buscar tambin evitar crticas a Espaa solicitando facilidades para la salida del cnsul Castao de Manila; no hay mencin a ello en la documentacin, pero en el expediente de Castao se puede ver que el mismo da de esa entrevista, el 10 de marzo, era nombrado consejero en Lima[33]. El coro de voces contra el Cnsul de Espaa (y, en consecuencia, contra Espaa) era creciente y, mientras que en Manila los nuevos ocupantes aliados le detuvieron en su domicilio por unos das, en Washington el diputado demcrata Coffee, recordaba sus actos anti-norteamericanos durante la ocupacin japonesa. Las informaciones sobre la colaboracin del funcionario espaol con el ocupante japons eran, ciertamente, lo que ms poda poner en apuros al gobierno espaol. El movimiento apresurado de Exteriores no pudo lograr su objetivo; Castao nunca lleg a tomar posesin en Lima y, lo que es peor, tuvo que soportar una vuelta a Espaa pasando por Estados Unidos entre medidas de seguridad para evitar permanecer en territorio americano ms de lo necesario y bajo la atencin de la prensa. La campaa de prensa del rgimen era atacada en su lnea de flotacin. A mediados de marzo, era cada vez ms necesario para Madrid contrarrestar la propaganda antif