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Jean Baudrillard - La Izquierda Divina

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    lean Baudrillard

    La izquierda divinaCrnica de los aos 1977-1984

    EDITORIAL ANAGRAMA, BARCELONA

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    1 1 0 c 111ra tc in original: 1111 '11 dv ne. Chronique des annes 1977-1984

    iI,dllJ 11 Grasset FasquellePars. 198 5

    Traduccin:Joaqun JordPortada:Julio Vivas

    EDITORIAL ANAGRAMA, 1985Calle de la Cruz, 440803 4 BarcelonaISBN 84-339-00 79-XDepsito Legal: B. 26697 -1985Printed in SpainDi agraf ic, S. A. - Constituci, 1 9 - 0 801 4 Barcelona

    riot in de l izquierd

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    Marzo de 1977LA LUCHAMAGICAO LA FLAUTAFINAL

    Un fantasma obsesiona las esferas del poder: el co-munismo. Pero otro fantasma obsesiona a los propioscomunistas: el poder.Todo est falseado en la escena poltica actual, regu-lada por un simulacro de tensin revolucionaria y de tomade poder por los comunistas (y la izquierda en general);en realidad, detrs de toda una puesta en escena en la quelos comunistas siguen desvivindose por hacer frente a laderecha y preservar de este modo todo el edificio, lo queles preocupa y les da una fuerza de inercia siempre reno-vada es la obsesin negativa del poder, lo que les estimu-la es la vergenza de la revolucin. No son los nicos en

    hallarse en esta situacin, pues la poltica escapa a todo1mundo, y la propia derecha carece de resortes. Pero el\'1\ 'o es que los comunistas siempre han aparecido hist-I'i .amente, en la perspectiva leninista a la que todo elmundo se adhiere (y a la que ellos mismos creen ser fie-les), como polticos prcticamente corrio unos profesona-11,,' d la toma del poder. As pues, su desfallecimiento, sud . 'uin iento poltico es ms flagrante. Miedo del poder ca-l I~ d anular la perspectiva abierta por Sanguinetti en

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    el Autntico Informe sobre las ltimas posibilidades desalvar el capitalismo en Italia: ver cmo los comunistastoman el relevo de la clase dominante en el ejercicio delpoder y la gestin poltica del capital (las ltimas elec-ciones italianas han desenmascarado esta utopa que se-gua estando alimentada por el viejo idealismo cnico dela lucha de clases).De dnde les viene esta impotencia, esta castracin?Quin le ha puesto el cascabel al gato? Y por qu sor-tilegio fracasan siempre, prximos al objetivo, y no porprotesta como el corredor de fondo que, en su soledad,decide perderse y rechazar de ese modo la regla del jue-go -no, por qu fracasan irresistiblemente a un palmodel poder, por qu frenan desesperadamente, como en lashistorietas grficas, a la vista del abismo del poder?

    Berlinguer manifiesta: No hay que tener miedo aque los comunistas tomen el poder en Italia. Frmula ma-ravillosamente ambigua, ya que puede significar:-que no hay que tener miedo, ya que si los comu-nistas llegan al poder, no cambiarn nada de su mecanis-mo capitalista fundamental; .-que no existe ningn peligro de que lleguen nuncaal poder por la razn de que no lo quieren;-pero tambin que, en realidad, el poder, un autn-tico poder, ya no existe -ya no existe poder- y por tan-to no hay ningn peligro de que alguien lo tome o lo re-cupere;-y finalmente: YO (Berlinguer) no temo que los co-munistas tomen el poder en Italia; cosa que puede, pa-recer lgica, casi evidente, pero que en el fondo no lo estanto, ya que esto puede significar lo contrario (no haoe8

    falta el psicoanlisis para esto): TEMO que los comunis-tas tomen el poder en Italia (y hay buenas razones paraeso, aunque slo sea para un comunista).Todo ello es simultneamente cierto. Ah est el secre-to de un discurso cuya ambigedad traduce por s misma

    la inestabilidad del poder. Imposibilidad de una posicindeterminada de poder. Grado cero de la voluntad poltica.Todos los partidos pagan las consecuencias de esta liqui-dacin, pero los comunistas son quienes sufren ms cruel-mente esta abolicin de la voluntad de poder poltico.

    El caso de la falsa circular de Mosc al partido co-munista portugus sobre los medios ms eficaces paratomar el poder. Increble ingenuidad de todos los actoresde este vodevil. Hay que pensar que fue la izquierda con-Irariada la que lanz este bulo a fin de resucitar una ener-{fapoltica de los comunistas que haca tiempo que ha-han perdido. A la sombra de los partidos comunistas enIlor, desde hace tiempo slo existe una izquierda virgenque espera hacerse violar por la derecha. Este docu-1 1 1 .nto es falso o autntico? Carece de toda importancia,y 1 que evidentemente lo autntico es -Io contrario: a sa-/H I que los comunistas llevan largo tiempo programa-t lu para no tornar el poder. Habra sido un mejor ejem-Ido le simulacin ofensiva lanzar el bulo contrario: Di-11 ('lr es de Mosc a todos los partidos comunstas del11 1 1 11 1 lo sobre los medios ms eficaces para no tomar ja-11 1 poder.

    IL n contra de todo el trucaje de la esfera poltica, queI \ -n torno a la idea de subversin del orden actual porI p trtido comunista, en contra de esta aagaza que cuen-

    I 11 1 1 la complicidad de todos, hubiera convenido inyec-9

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    tar esta simulacin destructora, un bulo que le diera lavuelta a todo el modelo actual de simulacin poltica.Ellos mismos (pues todo ocurre como si ellos lo su-pieran) dan todo tipo de buenas razones, en trminos derelaciones de fuerzas, de situacin objetiva, etc.: no setoma el poder en perodo de crisis (lo que equivaldraa gestionar la crisis del capital; ahora bien, sabemos queel capital no espera otra cosa que este relevo gestionario,ver Sanguinetti). Pero esto, claro est, es absurdo ya quela crisis resuelta no deja ninguna oportunidad a un re-levo revolucionario.

    Otra explicacin, tambin tctica, pero ms comple-ja; si el partido toma el poder, se enfrenta a un dilema:o cae en el reformismo total para conservar su electora-do -y desde este punto de vista es perdedor respecto alos socialistas (en general, desde la perspectiva reformis-ta, la, izquierda es perdedora ante la derecha, que lohace mucho mejor)-, o se ve obligado a asegurar susperspectivas revolucionarias, y es barrido inmediatamen-te. Puesto entre la espada y la pared, el partido no tienems eleccin que quedarse a un paso de la lnea del po-der, donde puede aparecer como poseyendo vocacin detriunfar, y salvar as su imagen, sin verse obligado a sal-tar por encima de su sombra, con la prueba de fuego delpoder, en la que se perdera definitivamente. Al mismotiempo, permite a la derecha jugar continuamente conla inminencia de una victoria comunista para mantener-se en el poder por inercia. As funciona el torniquete po-ltico, argumento interminable cuyo desenlace ya estprevisto y en el que en cada partida se reparten las mis-mas cartas.

    Sin embargo, esto no siempre explica la razn de quelos comunistas estn incapacitados para el juego poltico,10

    es decir, para asumir polticamente una disociacin delos medios y de los fines -principio de la poltica en losque el poder es el fin e irrelevantes los medios-o Loscomunistas estn obnubilados por los medios y han per-dido de vista todos los fines, estn obnubilados por losresultados progresivos, la lenta progresin de las masas,la toma de conciencia histrica, etc., slo creen en esoya fuerza de pretender, en buena tica superkantiana,homogeneizar los medios y los fines, a fuerza de haberconvertido el propio poder en un medio, han perdido lacapacidad de tomarIo. Se han despojado de cualquierviolencia poltica; debido a ello, siempre yen todas par-tes son la vctima, y se limitan a mantener el mito mise-rabilista de las masas dominadas por un poder explota-dor. Esta es la nica sustancia de todos sus discursos,una recriminacin lamentable y lastimera dirigindose aqu piedad, a qu instancia de justicia, a qu dios queles vengara del capital?Es posible que los comunistas nunca hayan sentidorealmente el gusto del poder.'' En tanto que comunistas

    ':, En tanto que revolucionarios est claro que las cosas son muydiferentes, y habra mucho que decir al respecto. Pues, entre la inmo-ralidad caracterstica del capital y que es el resorte del ejercicio delpoder, y la incurable moralidad que prohbe ahora su ejercicio poltico los comunistas (abrindose camino histricamente ambas a unt icrnpo), el proletariado del siglo XIX, haba abierto otro camino, dcsa-I o frontal al poder por la muerte, en las insurrecciones aplastadas, ysingularmente en la Comuna. Se le ha reprochado a Marx que slo~e interesara por las luchas obreras despus de ser derrotadas Luchati clases en Francia 18 de Brumario, La Comul1a . Marx no tiene ni11 11 pelo de tonto. Pues, al fin y al cabo, es en ese preciso momentocuando son interesantes: cuando el sujeto de la historia ha sido aplas-I 1 1 lo. Por una vez que Marx es inmoral y presiente algo en la dcstruc- i n de lo que ms aprecia: la finalidad lineal o dialctica de la1{lIr,n,la razn proletaria victoriosa, es posible que conozca a fon-do el absurdo de todo eso y de la toma del poder? Tal vez ha'1lIbieloms de lo que parece respecto al poder, ha intuiclo a Lenin y

    1 1 talin, y, detrs del clculo ascendente de la historia, ha adivinado11

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    slo han sentido indudablemente el gusto por la domi-nacin burocrtica -algo que es diferente del ejerciciopoltico, y que slo es su caricatura.Sin embargo, el estalinismo sigue cargado de violen-cia poltica, porque desborda el puro y simple valor deuso de la historia, de las masas, del trabajo y de lo so-cial. Sigue teniendo algo de un imperium absurdo, desen-cadenado ms all de una finalidad racional de lo social(error de Glucksmann respecto a la lgica terrorista delos campos estalinistas, campos de trabajo en oposi-cin a los campos de exterminio nazis, y que slo por esoseran un modelo ms perfecto de dominacin). Tal vezresida ah el secreto del fracaso de los comunistas, desu complejo de impotencia poltica: a partir de Staliny de su muerte, se han alineado cada vez ms sobre el va-lor de uso sobre una ingenua creencia en una posibletransparencia de la historia, de lo social -gracias a laeliminacin de cualquier dimensin que no sea la deuna sana gestin de las cosas, con lo que han recada enun moralismo nunca visto desde los mejores tiempos delcristianismo-o Es una revolucin muy pobre la que al ha-ber perdido lo que tena de inmoral y de desmesuradala idea de revolucin, capaz de desafiar al capital en elque el aplastamiento de la clase (aplastamiento insensato de la cla-se-sujeto, ah, inmediatamente, y sin esperar el aplastamiento razo-nable de la clase dominante) segua siendo el nico desafo posible.En el fondo, el nico proletario bueno, al igual que los indios, es elproletario muerto. Pero esto es cierto en otro sentido, mortal paracualquier poder y cualquier burocracia. En determinados momentos dela historia, el proletariado ha apostado a favor de su propia destruc-cin (en contra del propio Marx, cfr. la Comuna), y ello a cambio deningn poder presente o futuro, sino en contra de todo poder. Estono pertenece a ninguna dialctica, para siempre jams innombrable,pero en algn lugar esta energa de muerte se transparenta hoy en lairrisin de todas las instituciones, incluidas las revolucionarias, quehan credo enterrarla,12

    terreno de su virulencia (y no en el de su supuesta racio-nalidad), no hace ms que tomar el relevo del capitalen su impotencia para gestionar la cosa pblica. Con sutica salvaje, el capital tampoco se preocupaba del va-lor de uso, ni del buen uso de lo social -significaba laempresa demente, ilimitada, de abolir el universo simb-lico en una indiferencia cada vez mayor y una circula-cin incesantemente acelerada del valor-o As es el capi-tal: el reino ilimitado del valor de cambio. No es ciertoque el capital oponga al orden simblico y ritual un ordenracional del inters, del beneficio, de la produccin y deltrabajo, en suma, un orden de finalidades positivas. Im-pone una desconexin, una desterritorializacin de to-das las cosas una extensin desmesurada del valor, urorden no menos irracional de la inversin a cualquierprecio (lo contrario del clculo racional, segn Weber).La racionalidad del capital es una pamplina: el capital esun desafo al orden natural del valor. Este desafo no co-noce lmites. Busca el triunfo del valor (de cambio) acualquier precio, y su axioma es la inversin, no la pro-duccin. Todo debe ser vuelto a jugar, reinvertido, elautntico capitalista no atesora, no disfruta, no consu-me, su productividad es una espiral ilimitada, destina todala produccin a una productividad posterior -sin tomarin consideracin las necesidades, los fines humanos y so-ciales-. Por lo menos as es el capitalismo, sin medida niI oral, que ha dominado desde el siglo XVIII hasta los: mienzos del siglo xx.El marxismo no es ms que su forma degradada. El.ocialismo no es la forma dialctica superior del capital,

    1 0 es la forma degradada y trivializada de lo social, laforma moralizada por la economa poltica (reducida aI vez por Marx a la dimensin crtica y perdiendo por

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    consiguiente la dimensin irracional y asctica que toda-va asoma en la Etica protestante de Weber), a su vezenteramente moralizada por el valor de uso.Toda la buena conciencia poltica (y no nicamenteeconmica) se ha refugiado en el valor de uso. Hay quereplanteada bajo una perspectiva ms cruel an que la

    de Ios objetos y de las mercancas. A la altura de la totali-dad de lo social. Pues lo que se pone en juego esta vez es elvalor de uso de lo social, 1 social como valor de uso.El arco iris dialctico que ha brillado largo tiemposobre la nocin marxista de la mercanca y el sacrosantohorizonte del valor se ha esfumado, y en sus fragmentosdispersos podemos ver hoy su realidad: el valor de usono slo no es nada, y funciona como taparrabos de laeconoma poltica (cosa que Marx, todo hay que decido,vislumbr ms o menos, sin que le siguiera nadie que sereclamara de l ya que todo el socialismo, toda idea derevolucin y de final de la economa poltica se regulansobre el triunfo del valor de uso frente al valor de cambio-termin la alienacin mercantil, el universo es transfi-gurado por el valor de uso, desde el valor de los obje-tos al, sexual, del propio cuerpo, o a aquel, ms general,de todo lo social,devolviendo por fin a cada cual laimagen de sus propias necesidades-), sino que es algomucho peor: la forma degradada del valor de cambio.La forma completamente desencantada de la economala fase neutra y abolida' de la utilidad, que clausura eproceso delirante e interminable del intercambio mercan-til, de la instanciacin de cualquier cosa en la especiesublime del dinero (proceso que, como sabemos, apasio-na a todo el mundo y de manera colectiva, mientras queel uso, la funcin, la necesidad, etc., se limitan a inte-resar a cada individuo de manera aislada, de un modo14

    eternamente resignado). Cuando un objeto, un ser, unaidea, han encontrado su valor de uso (su funcin, etc.),est terminado, se produce la entropa total: el valor deuso es como el calor en la segunda ley de la termodin-mica: LA FORMA MAS BAJA DE LA ENERGIA.Los comunistas creen en el valor de uso del trabajo,de lo social, de la materia (su materialismo), de la histo-ria. Creen en la realidad de lo social, de las luchas, delas clases, etctera. Creen en todo, quieren creer en todo,ah est su profunda moralidad. Y esto es lo que lesarrebata cualquier capacidad poltica.Ya no creen en el sacrosanto horizonte de las apa-riencias -la revolucin es lo que quiere poner fin a lasapariencias-, sino nicamente en el horizonte limitadode la realidad. Creen en la administracin de las cosas y

    en una revolucin emprica que seguira el hilo del tiem-po. Creen en la coherencia y en la continuidad del .tiempo.Se les escapa por completo la desmesura, la mmora-lidad, la simulacin y la seduccin que constituyen la po-ltica. Y esta actitud les convierte en idiotas, profunda-mente atascados en su burocracia mental, que, ms con-cretamente, les hace ineptos para tomar o conservar elpoder. Han llegado a ser los administradores del valorle uso de la vida, con una cierta sonrisa municipal y laorondez provinciana de los tcnicos de la clase media (las clases medias proceden de la domesticacin histricay del embrutecimiento por el valor de uso). ~l proleta-riado combata la atrocidad del valor de cambio y de suristema generalizado, es decir, al nivel revolucion~ri~ delapital, y enfrentndole mortalmente a su propia mh~-Inanidad de valor de cambio. Mientras que en la actuali-lud todo transcurre entre lamentaciones infantiles por unvo1 r de uso cada vez mayor, yeso no es ms que la ideo-

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    loga de la clase media, y el socialismo y el comunismoson expresin de la degradacin de los valores dominan-tes del ~apital y del hundimiento del juego poltico,.. Gracias a haberse convertido en puros y simples te-ricos y practicantes del buen uso de lo social a travs

    de buen, uso ?e la economa poltica, los comunistas hancaldo ~as baJOS que el capital, capaces slo de presidirla geston de la forma ms degradada de la ley del valor.

    . Nos hallamos ante el final definitivo de la dialctica.Fmal de la gran promesa marxista.La condicin de la liberacin de la clase obre-ra es la liquidacin de toda clase, tal como la libe-

    r~c,in ~el Tercer Estado (del orden burgus) signi-fic la lIberacin de todos los estados.. Esto es als~, pues la dialctica ha pasado -o, mejord~cho, y ah esta la enfermedad infantil de la teora mar-xsta=-, nunca ha dejado de estar del lado capitalista.

    y lo que apar~ce a travs de la imposibilidad por partede os comunistas de asumir el poder, a travs de suf?bla al poder, es la incapacidad histrica del proleta-nado para realizar aquello que la burguesa supo haceren su poca: la revolucin.. Cuando la burguesa pone fin al orden feudal, sub-VIerte realmente un orden y un cdigo total de las rela-c~o~es sociales (nacimiento, honor, jerarqua) para sus-tituirlo por otro (produccin, economa, racionalidad,progreso). y ello es as porque se vive a s misma como

    clase (no como orden o estado: Tercer Estado fue crea-do por terceros), es decir, como algo radicalmente nuevo,16

    una concepcin radicalmente nueva de la relacin social,que puede quebrantar el orden de castas.El proletariado, por su parte, no tiene nada que opo-ner radicalmente al orden de una sociedad de clases. Con-trariamente a la burguesa que juega su partida (laeconoma) imponiendo su cdigo, el proletariado pre-tende liberarse en nombre de la produccin, lo que equi-vale a decir que los trminos en cuyo nombre la burgue-sa se ha liberado en tanto que clase seran los mismosen cuyo nombre el proletariado se negara en tanto queclase Trampas de la dialctica, con la que la burguesaha infectado al proletariado. La burguesa no superadialcticamente el orden feudal, lo sustituye por un or-den de valor sin precedentes -la economa, la produc-cin, la clase como cdigo antagonista y sin nada en co-mn con el cdigo feudal-o Y su autntica estrategia con-siste en atraer engaosamente al proletariado al estatutode clase, o incluso a la lucha de clases -por qu no?-ya que la clase es un cdigo, cuyo monopolio posee: laburguesa es la nica clase del mundo -si consigue lle-var al proletariado a reconocerse como clase, aunque seapara negarse como tal se lleva el gato al agua.El autntico relevo que garantizarn (que a veces yagarantizan) los comunistas y la izquierda. no es el queanuncia para denunciarlo Sanguinetti en su Informe ve-rdico. Es mucho ms fnebre y ms sutil: Los comunis-las tomarn un da el poder para ocultar el hecho de queya no existe. As pues, ya no se tratar de una subversindel capital, ni de una revolucin del capital sobre s mis-mo, sino simplemente de una involucin de lo poltico,le una reabsorcin de lo poltico y de toda violencia po-IItica en una sociedad entregada exclusivamente a losJuegos de la simulacin de masas.

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    Septiembre de 1977CASTRADALA VISPERA DE SU BODA

    .La izquierda es como Poulidor. Pedalea generosamen_te en pos del poder, las multitudes le aplauden y, en elmomento de triunfar, baja a la segunda posicin a lasombra, al nicho de la oposicin. O bien la izquie;da escomo Eurdice: apenas el poder se vuelve para atrapar-la, ella regresa a los infiernos, virgen y mrtir que sereparte la sombra de los tiranos.

    Basta de ciclismo y de mitologa. La decepcin del23 de septiembre es la de un fracaso poltico, o bien obe-dece a que se nos ha arrebatad cualquier vencimientoreal? El mismo desconcierto de la derecha es un snto-ma inte~esante, su i~capacidad para explotar lo que paraella debiera haber SIdo una victoria, pero que no lo es,por~ue 1 0 que se interpreta en este guin anticipado del~ vIctona y de la descomposicin de la izquierda, es pre-CIsamente la anticipacin la precesin del texto sobreel vencimiento histrico, y esto es tan mortal para laderecha como para la izquierda, ya que significa el finalde ~ualquier perspectiva estratgica, Toda la clase polticaesta aterrada ante esta reversin de 1 0 poltico en la simu-lacin, contra la cual ninguna de las fuerzas presentes ni18

    la masa silenciosa pueden hacer nada, pues todo el mundomanipula pero nadie puede ser acusado de dominar elproceso de simulacin (es posible que ocurra otra cosa alnivel de la masa silenciosa),Cada uno de ellos acusa al otro de desunirse aparen-temente para reconciliarse llegado el momento, es decir,de poseer una estrategia, Pero esto no es ms que untruco para divertir a las multitudes. En realidad, derechae izquierda tornadas en bloque juegan conjuntamente ala tarea de la diferencia, trabajan conjuntamente en sal-vaguardar el modelo de simulacin poltica y esta colu-sin prevalece respecto a sus respectivas estrategias., Porotra parte, en este sistema de disenso simula,do, de, ~lsua-sin (que coincide con el de la coexistencI~ pa~lfca anivel mundial) ya no existe ninguna estrategia, SIlla unaespecie de destino que nos absorbe a todo~, des,t no deproduccin ineluctable de lo social, y de dlsuaslOn, me-diante lo social. (Ahora bien, todos nosotros asumimosesta produccin de lo social corno un ideal ir~eversible,aunque slo sea para combatirlo.) En este SIstema dedivisin tctica del trabajo, la defeccin de una de laspartes (hoy la izquierda) es una especie de traicin, degolpe bajo, de acto fallido, pues conduce a, un descen~ode la inversin poltica, con la correspondiente energraque escapa a la esfera de absorcin de lo social, y eS,toes una derrota para todos. En pocas palabras, la IZ-quierda se comporta mal. Se permite la ~antasa de pe-learse encarnizadamente por unas tontenas, cuando suout ntico papel, aquel al que no escapar, e,s,el. de seruna pareja fiable, slida, en el juego de equilibrio y desuspense poltico con la derecha, un polo que sea un can-du tor de la electricidad de lo social (donde reaparecela njuncin de los soviets y de la electricidad en la

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    definicin del socialismo, as como la del paraguas y dela mquina de 'coser en la mesa del cirujano)., Pe~o tambin puede decirse (y lo divertido de estahIst.ona es que todas las hiptesis son simultneamentepos~bles,y esto es precisamente lo que define hoy lo [oel fI~ de lo] poltico: sucesin, como en situacin de in-gravidez, de todas las hiptesis, ninguna de las cuales anu-la a la otra, sobreimpresin e interferencia cclica det~do~ ,los modelos -pero es precisamente esta anti-gra-

    v.ltaclOn este efecto inefable, lo apasionante, porque ponefm a cualquier estrategia y a cualquier racionalidadpoltica-) que si prcticamente en todas partes seplanteael problema del paso del poder a la izquierda como unaespecie de limpieza de cutis universal hacia el socialis-mo no se trata ya de la peripecia tradicional de unaderecha que, habindose gastado con el ejercicio del .po-der, se desprende de l por un tiempo en favor de la iz-quierda, a fin de que sta sirva de relevo y de correa detransmisin episdica a la clase dominante, La izquier-da como prtesis histrica de la derecha (cosa que tam-poco es falsa). Es una hiptesis que sigue estando en labase del libro de Sanguinetti sobre los mejores medios desalvar el capital en Italia.

    Pero si aceptamos que ahora el problema fundamen-~al.ya ~o .es el del capital, sino el de lo social, y que lauruca tctica de regeneracin de lo social, de produccinacelerada de lo social, es la del discurso de la crisis, hayq~e pensar entonces que la izquierda, dado que ha sur-gido y se ha alimentado del pensamiento crtico se rn-pO,ndral poder como el portavoz ms creble, a efigiemas c,oherente, el espejo ms fiel de la crisis. El poderle ser~ devu~Ito ya no para resolver una crisis real (queno existe), smo para administrar el dircurso de la crisis ,20

    la fase crtica del capital, que no tendr fin, ya que es lade lo social.Si tuviramos que retener algo de Marx, sera lo si-guiente: el capital produce lo social, es su produccinesencial, su funcin histrica. Y las grandes fases de losocial, convulsiones y revoluciones, coinciden con la faseascendente del capital. Cuando las determinaciones obje-tivas del capital se frenan, lo social no lo supera con unazancada dialctica, tambin l se hunde, de la misma ma-nera que a un moribundo real corresponde un exangeimaginario. A eso estamos asistiendo actualmente: la iz-quierda muere de la misma muerte que el poder.Pero tambin podemos decir (siguen las hiptesis re-versibles): la derecha siempre amenaza, al cabo de uncierto tiempo de poder, con llevar a un estancamiento,

    a una involucin de lo social (de la participacin de lasmasas, etc.). Unica solucin: una reinyeccin una sobre-dosis de simulacin poltica en el cuerpo social agonizan-te. Revolucin en dosis homeopticas, destilada por laizquierda, que toma as el relevo de la produccin de losocial, de la misma manera que los sindicatos se han im-puesto garantizando el relevo del capital en la socializa-cin definitiva del trabajo. Dicho sea de paso, lo hanonseguido?La paradoja de este advenimiento del socialismo y dela izquierda, es que llega demasiado tarde cuando el pro-eso de socializacin, pasada la fase ascendente y vio-1nta de socializacin capitalista, ya est en decadencia,.uando lo social se despide. La izquierda slo llega al poder para administrar la despedida de lo social, la1 nta disgregacin, reabsorcin, involucin e implosinI . lo social -a eso se le llama socialismo. De igual mane-ra, los sindicatos slo conquistan la gestin triunfal e in-

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    discutible de la esfera del trabajo cuando el proceso la-boral, generalizndose, pierde su virulencia histrica yse precipita en el relato de su propia representacin.Pero este socialismo sigue siendo capaz de llevar abuen fin esta despedida? Indudablemente no: slo puedemultiplicar los signos de lo social y simular extremada_

    mente lo social. En cuyo caso, como al final de cualquierdespedida frustrada, cabe prever que caeremos en la me-lancola.

    La ms interesante de la peripecia real es la anticipa-cin de la escritura sobre la realidad. Especie de eyacu-lacin precoz (todo se hace y se deshace seis meses antesde las elecciones) que equivale a una castracin en eltiempo, a una ruptura en el ritmo del acontecimiento, quesiempre SU1,one una conjuncin imprevisible y un mo-mento mnimo de incertidumbre. As, por ejemplo, mayodel 68 posea un elevado grado de eventualidad, al no serni previsto, ni modelo de peripecias futuras. Aqu Ocurretodo lo contrario: cambios sbitos, sorpresas, rupturas,todo ello es un secreto de Polichinela, la puesta en escenarutinaria por unos viejos profesionales de la poltica deun falso acontecimiento prematuro que arrebata a lo queno es ms que un pseudo-acontecimiento, las elecciones,el escaso suspense poltico que seguan teniendo. Tal esel efecto de un sistema de programacin y de desprogra_macin calculado, de un sistema de disuasin donde nisiquiera la realidad volver a tener jams ocasin deproducirse.

    Independientemente de los mviles y de las maqui-naciones propias de cada uno de los actores de este vo-devil, lo que nos fastidia a todos, sin que seamos capaces

    de evitarlo, es el desvanecimiento de las es~asasdp~si~i-lidades de la pizca de encanto que mantem~ t~ avia arealidad, el principio de realidad del acontecimiento. L~real ya no volver a producirse, pues han muedrto en dS. d f podan esenca e-mbrin las relaciones e uerza que . . .1 'lo el fantasma de la mayora silenciosa SIguenar o, y so . ., d d t anoplaneando sobre este desierto, mclman ose e an ,em ,ante el vencimiento de las urnas de marzo, aho~a aun masindiferente que el episodio de una vida antenor, ya queha bajado el teln.Y todo el P.C. ser llamado el mayor respon-, pese a, I t de la simula-sable de esta situacin (aunque e es rag? ,

    cin le supere de mucho) porque l es quien .mas hla cotno. . dif cia a quitar e gusib .do a seculanzar esta m Ieren ,d~ 1~1poltica a todo el mundo, en beneficio de u~a ges-tic disciplinada, de una visin economIcIst~ y e unaIOn . 1 E frene SI por hacerra transparencia de lo SOCIa. n su~ranscurrir lo social como elemento puro, ~omol,~~~r:~. , como grado cero de la energia po 1 ,CIOnpura y 1 ti de lo social resi-su frenes por la pura y simp e ges IOn 1 icoden todas las posibilidades del P.C., porque es e un.

    l homogneo Pero precisamente esta mIS-parato socia . f dh idad puede no ser ms que un e ecto e apa-ma omogenei id 1 do1 . 1 a fuerza de quedar reduci o a grarato y o SOCIa, bai 1 S dr muy bien estallarle bruscamente ajo ara, po rianalgas.

    Absurdidad de un pacto de gobierno, corno si eldi 'lo fuera el medio de aplicar un programa Apa-:' cee:~t un considerable desprecio p?~ el p~d~r, un ~~~-iderable desconocimiento de la pohhC~ --:- e tii~~ par~Id ms, en cierto modo se venga, pues a mep

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    l~,sobe.rana poltica aumenta a la par que esta concep-CIOnml~erable del poder como valor de uso-. A fuerzade analIzar. el Estado como mecanismo ejecutivo de laclase dominante, los comunistas se han castrado dela energa para tomarIo (y no digamos para abolido ). Elpoder como forma cuyos contenidos son imprevisiblesy cuyas bazas pueden invertirse, pudiendo la lgica d~lo poltico arrastrar al hombre o a la clase en el poder~ ~evorar sus propias bases y a quemar sus propios ob-]~tIvos -he aqu lo que quieren sofocar a cualquier pre-CIO-. Para ~llo,una nica solucin: la programacin. Hayqu~ neutralIzar de antemano 10 poltico a fuerza de raco.nalidad econmica y social. Es preciso que la forma obe-dezca nicamente a unos contenidos previos, de la mis-~a manera que es preciso que el acontecimiento realsolo sea el eco de un relato previsto. La misma disua-sin, la misma contracepcin, la misma decepcin.

    Eso es lo que las masas, en las que sin duda siguealen.tando una incurable facultad de alucinacin poltica,hablan esperado de una victoria de la izquierda: unasm~anas inesperadas. y de eso haba que haberlas desen-ganado antes de que fuera, demasiado tarde, encadenn-d?las ~ una lgica programtica. Cualquier programa esdlsuaslVO,porque se organiza contra el futuro. Ofrece ade-ms, la posibilidad de cazar y de anular las situacionesantes de que se produzcan, es posible reactualizarlo inde-finidamente sin que corra el peligro de hacerse actual, ys~ puede gastar en l una energa alucinante que resulta-ria amenazadora en cualquier otra parte. Es el modelode jurisdiccin preventiva de toda una sociedad elevadoa la potencia. El chantaje al programa puede reempla-zar todas las represiones. Entre las tecnologas duras depersuasin y de socializacin forzada y Ias tecnologas24

    blandas de disuasin pura, el programa representa la for-ma esprea de las burocracias sociales modernistas.Debi ser profundo el pnico en el Comit central aa comienzos del verano, en plena victoria anticipada. Perocabe pensar que la operacin disuasin ya estaba previs-ta desde las elecciones presidenciales, en las que queda-ba claro que el umbral crtico del fifty/fifty sera supe-rado, que era ineluctable la investidura. A partir de ah,gran impulso de esperanza como preludio al bautismo delpoder -pero demasiado pronto excesivamente pronto, dela misma manera que se vende la piel del oso por miedode matarle, o como se inventa el diablo para hacerle re-troceder- y simultneamente, puesta a punto del guinde disuasin, de desmovilizacin, de decepcin. Pero ahsale a la luz toda la historia del P.C.: se despliega en mo-vilizar a las masas una energa equivalente a la que seemplea, despus, en desmovilzarlas, de lo que resulta unjuego de suma cero -es el gran juego de lo social, ciclajey reciclaje de las masas, aceleracin y freno del ciclo,relanzamiento e inercia- como fue la rbita de la revo-lucin cultural en China -con un momento fuerte: elde la disuasin (1945: desarme ; 1948: aprender a termi-nar una huelga; 1968: huelga general y elecciones, y estavez ruptura de la Unin de la izquierda)-. Jams se valo-rar suficientemente el papel histrico del P.C. como m-quina de disuasin, mquina de combustin intil y ccli-ca de las energas. Qu queda de todo eso? Precisamen-te lo social, lo social como residuo acumulativo, comodeyeccin creciente, como lo que resta de todas las revo-luciones fallidas, como recada, como masa inerte, quelo recubre todo, segn una abstraccin que el socialismoacaba por realizar plenamente. Las famosas conquistassociales, que desde hace un siglo constituyen toda la

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    I I ,,11 I t i 1, no son ms que las fases de estaI 111 '1 /1 1('(' 'ute.,,, /11 rrucioso es que el P.C. y Marchais siguen pre-

    11 1 udose como unos espantajos histricos, proclaman-I con aire falso: Claro que s, queremos el poder ,La irona consiste en que ellos que han pasado' veinteaos proclamando su inocencia: [No, no queremos elpoder , para ser aceptados en el concierto poltico, ha-yan pasado a ser sospechosos de no quererlo, Jams sehabr visto un mejor ejemplo de un aparato convertidoen el signo eficaz de su propia irrisin. Pero, en el fondo,todo el mundo aplaude este papel, porque todos necesita-mos a ese P.C. tal como le ha dejado su castracin pol-tica: fardn, arrogante, farsante, engallado, patriotero,gestionario -encarnando la cara visible de la revolucinaquella eternamente visible de una revolucin que gravitaindefinidamente en la rbita del capital.

    Pero todos los dems partidos, y sin duda nosotrosmismos internamente, lo seguimos sobrevalorando des-mesuradamente, por el desasosiego en que nos sumirasu desaparicin. Sigue siendo, pese a todo, el ltimo granvestigio de una era pretrita de lo poltico. y ah est sufuerza, en el chantaje y en la nostalgia. y su triunfo ac-tual consiste en bloquear la situacin en torno a unaproblemtica arcaica (nacionalizaciones, defensa nacio-nal, nivel de vida de las masas trabajadoras) en la cual,en sus mejores momentos, ni l mismo cree. El P.C. slotena sentido en la perspectiva de una dictadura del' pro-letariado. Hoy se encuentra ante la inercia de las masasuna fuerza de inercia que encubre sin duda una nuevaviolencia -pero ante esta disolucin de 10 social, estasolucin difusa e ininteligible en que se ha convertido6

    tanto 10 social como lo,poltico, el P.C., al igual que tan-tos otros, carece de recursos.No obstante, hay que intentar entenderle. No es fcil,en una sociedad en plena revolucin hacia las tecnologasblandas (incluidas las del poder), mantener un aparatoy una ideologa duros. Monopolio, centralizacin, progra-macin, burocracia, defensa nuclear -el P.C. sigue sien-do el ltimo gran enemigo de la socialidad ligera,' coolautogestionaria, ecolgica, contactual (y ya no contrae-tual)-. Frente a la sociedad psi, con porno, lbido y es-quizo incorporados, el partido sigue estando a favor. dela sociedad asistencial, disciplinaria, la del enclaustramien-to y del 'aparato, an por entero dentro de un espaciopanptico: estaliniana, pues, por vocacin, pero sin laviolencia poltica del estalinismo; estaliniana de cruce-ro, adornado de oropeles new look que le dan el aire detravesti de la historia moderna.Evidentemente, la sociedad fluida y tctil, tctica ypsicodlica, hacia la que nos lleva la era de las tecnolo-gas blandas, no es menos feroz que la de las tecnologasduras, y podramos incluso comenzar a echar de menos,ante la inquietante extraeza de la simulacin, la dictadu-ra del proletariado, concepto claro y vigoroso (aunque setratara de la dictadura ejercida sobre el proletariado, esalgo que carece de importancia para la transparenciautpica del concepto -incluso en la ambigedad d~ s~genitivo, se trataba de un concepto fuerte-). Hoy ~I SI-quiera existe un proletariado ejerciendo sobre s mismouna dictadura violenta mediante un dspota interpuesto-esto sigue siendo la baza y el resorte poltico del Estadototalitario, baza de exterminacin de la que los camposson la forma extrema, con el sueo demente del dspotade acabar con su propio pueblo (Hitler en 1945condenan-

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    1 mu 'rt 1 J1 11 blo alcmnj=-, slo quedan unas ma-ti luido y il nciosas, ecuaciones variables de los son-dcos, bjctos de tests perpetuos que, como un cido, lasdisuelven. Probar, sondear, contactar, solicitar, informar-es una tctica microbiana, tctica de virulencia en laque lo social termina por disuasin infinitesimal, y ni

    siquiera tiene tiempo de cristalizar-o Anteriormente, laviolencia cristalizaba lo social, engendraba mediante lafuerza una energa social antagonista. Esta demiurgiasigue siendo la del estalinismo. Lo que hoy nos dirige esla semiurgia blanda.La cuestin de la posible resistencia a esta tactilidadinvasora, de una posible inversin de la simulacin sobrela base misma de la muerte de lo social, sigue planteada.El problema de una nebulosa desocializada y de losnuevos procesos de implosin que en ella se producen.Pero el P.C., por su parte, slo opone a las tecnologasblandas el mantenimiento artificial de un aparato socialde masas y de la ideologa arcaica de movilizacinmientras que ya todo es mucho ms mvil de lo que lcree todo circula con una movilidad incontrolable, in-cluido el propio P.C. sometido como todo el mundo, ya pesar suyo, a una movilidad tctica, ahora sin estrate-gia, sin autntico referencial, social e histrico, tambinl reciclado desde hace tiempo, pero simulando desespe-radamente lo contrario: infraestructuras slidas, finali-dades irreductibles. Pero esta misma resistencia arcaicasigue sirviendo de espantajo funcional a la sociedad detolerancia, y de santuario ideolgico para la conservacinde las masas.

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    El P.C. tiene una idea de las masas, de la economa,de la poltica y de la revolucin tan obsoleta como la quesiempre tuvo de la cultura, que siempre entendi comorealismo decorativo burgus y objetivismo cientifista deizquierda. Es el defensor de lo social-figurativo, es decir,la equivalencia poltica del realismo figurativo en pintu-ra. Todas las revoluciones que se han producido a partirdel siglo XVIII en la forma, en el espacio y en el color nohan pasado de letra muerta en la poltica, y especialmen-te en la poltica revolucionaria, empeada por vocacincon el principio histrico de verdad, de realidad y deracionalidad. No slo no es posible imaginar nada equi-valente a la deconstruccin del objeto en pintura, a laabstraccin (una deconstruccin del espacio poltico,del sujeto de la historia, del referencial de clase?), sinoque la nueva espiral que conduce al hiperrealismo, aljuego desmultiplicado de representacin en abismo, ala hipersimulacin de lo real, no tiene hasta ahora ningunaequivalencia en la esfera poltica. Intuirn, imaginarnalguna vez esas cabezas polticas y politiqueras que todassus energas y sus discursos pueden llegar a convertirseen algo parecido a unas prestaciones hiperrealistas, o sea,hiperrepresentativas de una realidad inencontrable?Una mesa no deja de ser lo que es, pero ya no tienesentido representada tal como es.

    Una mercanca no deja de ser lo que es (aunque Marxdemostrara que ya no era lo que era), pero ya no tienesentido hablar de su valor de uso, as como tampoco desu valor de cambio, que sigue dependiendo de un espa-cio representativo de la mercanca.El poder no deja de ser lo que es, pero ya no tienesentido hablar de lo que representa, ni representrselocomo real.9

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    I I I II 1111 1\ t i t i 1 1J d ja de ser lo que es, pero ya no1111 I11I dn P 'lIS da ni meditarla como tal.

    J l I11 III P.. al igual que la realidad, que lo social,110 (lt-j le ser la que es, pero sin duda no es ms que : es decir, se consume y agota en su propio parecido.Hiper.

    Pues en el fondo el mismo trabajo (que ni siquieraes una despedida pues sta sigue teniendo un referencialmelanclico, y sigue llevando, como el transfert, a unaresolucin; la muerte implcita en la despedida sigue sien-do un acontecimiento psquico real y forma parte de unahistoria), el mismo trabajo de deconstruccin, de abstrac-cin y de hiperrealizacin que se ha producido en el te-rreno de la representacin visual y de la percepcin sen-sorial se ha producido tambin, sin que nadie se entere,en la esfera poltica, econmica y social -y la imposicincada vez mayor de lo social lleva mucho tiempo siendola de una socialidad muerta, e hiperreal, de la misma ma-nera que la imposicin cada vez mayor del trabajo no esms que la del trabajo muerto, de los signos obsesionan-tes del proceso difunto del trabajo, o de la misma maneraque la del sexo no es ms que la del modelo sexual hiper-realizado en los signos omnipresentes de la liberacin,en el discurso ineluctable del goce, en la finalidad sin findel deseo.Con ello estamos muy lejos de todo el discurso mani-fiesto de este mundo, inmerso, de izquierda a derecha,en su realismo poltico. Pero es posible que esta ceguerarealista slo afecte a la llamada clase poltica, la nica, en creer en la poltica y en la representacin poltica, dela misma manera que los publicitarios son los nicosque creen en la publicidad.Lo social, la idea de social, lo poltico, la idea de po-30

    ltica, siempre han sido enarbolados por una fraccin mi-noritaria. En lugar de concebir lo social como una especiede condicin original, de estado de hecho que englobatodo el resto, de dato trascendental a priori como ocurrecon el tiempo y con el espacio (pero justamente hacetiempo que el tiempo y el espacio han sido relativizadoscomo cdigo, mientras que lo social jams lo ha sido-por el contrario, se ha reforzado como evidencia natu-ral: todo ha pasado a ser social, flotamos en lo socialcomo en una placenta materna, el socialismo ha acabadopor coronar todo eso inscribindolo como idealidad fu-tura- y todos hacen sociologa a tope, exploran las me-noresperipecias, los menores matices de lo social sinponer en cuestin su mismo, axioma), en lugar de eso hayque preguntarse: quin ha producido lo social, quinregula este discurso, quin ha desplegado este cdigo,fomentado esta simulacin universal? No ser una cier-ta intelligentsia cultural, tecnicista, racionalizante, huma-nista, que ha descubierto con ello el medio de pensartodo el resto y de enmarcarlo en un concepto universal(el nico posiblemente), que ha encontrado poco a pocoun referencial grandioso, las masas silenciosas, de las queparece emerger la esencia, irradiar la energa inagotablede lo social? Pero se ha pensado acaso que la mayor par-te del tiempo ni estas famosas masas, ni los individuos,se viven a s mismos como sociales, es decir, en este espa-cio perspectiva, racional, panptico, en el que se reflejanlo social y su discurso?Existen sociedades sin social, de la misma manera queexisten sociedades sin escritura. Esto slo parece absur-do porque los mismos trminos son absurdos -si ya noson sociedades, qu son? Grupos, etnias, categoras: serecae en la misma terminologa-, la distorsin entre la

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    hiptesis y el discurso es irreparable. Sin referirse a otrassociedades, cmo designar, aqu y ahora, lo que enlas masas (que se supone que encarnan la indiferen-ciacin y la generalidad de lo social) se vive ms ac, oms all, o al margen de lo social y de cuanto se tramaa ese nivel? Cmo designar este non-sens este resto ine-fable? No se trata de anarqua, de asocialidad, de desocia-lizacin, sino de una indiferencia profunda y radical ala relacin y a la determinacin social como cdigo, ycomo sistema hegemnico a priori. Ya no se trata de loslapsus, de las lagunas y de los accidentes de lo social, nide quienes se le resisten por su singularidad (locos, dro-gadictos, homosexuales) -esas son, en realidad, unas ca-tegoras pilotos de lo social y un da se les conceder sulugar en una socialidad amplia-o Se trata de otra cosa,que precisamente no es un resto, ni un excedente, ni unaexcepcin, sino algo masivo, banal e indiferenciado, algoms poderoso que lo social, que no lo trasgrede sino quese limita simplemente a ignorar su ley y sus principios.Algo que escapa a la representacin, ya que lo social y lopoltico pertenecen al terreno de la representacin y dela ley. Qu sabemos de esta indiferencia masiva, perono pasiva, de este desafo por inercia al corazn mismode la manipulacin, qu sabemos de esta zona en la quelo social, que es el sentido, quizs nunca ha llegado a te-nerlo?

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    Enero-abril de 1978PAVANAPOR UNA IZQUIERDA DIFUNTA

    QU HACE RER A MARCHAIS?30 de enero

    Qu le da este aire de victoria, esta insolencia tanfantstica, cuando todos los dems se sienten tan desdi-chados? Un jbilo semejante slo puede proceder de laexaltacin singular que proporciona la certidumbre deperder, mostrando todos los signos contrarios de la vo-luntad decidida de ganar. Slo puede ser la alegra per-versa de hacerse negar el poder cuando no se quiere yde aprovechar este rechazo para mantener una posicinde fuerza oposicional. Jbilo de la manipulacin asegu-rada, cuando los adversarios se han movilizado a pesarsuyo para la realizacin de tus propios objetivos. Jbilosarcstico, jbilo de arrebujarse en su ghetto artificial,jbilo negativo, pero profundo, pues procede de los bajosfondos de la abyeccin poltica, nacido del abandono radi-cal de cualquier voluntad o estrategia poltica y que arran-ca su fuerza de esta manipulacin a contrapi. Ejemplo

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    fascinante de un partido que habr congregado todas susenergas en disuadir a una mayora potencial d~ lleva~leal poder. Negarse como tal -la famosa consigna hIS-trica del proletariado-, jams realizada, ya que el con-cepto y la realidad de la clase se habrn volatilizadoantes incluso de poder superarse como tales, de ahel aplazamiento sine die de la revolucin -plenamenterealizada, por el contrario, por el propio partido :~ :antoque aparato poltico, sin asumir ya ninguna posicin ~epoder que no sea la interna de su propio aparato ~msegregar otra cosa que la dosis mnima y homeostatlc~de poder necesario para la regulacin del aparato, dedi-cando todas sus energas a mantener y reforzar un poten-cial que ya nunca ser puesto en juego-o Sofisticacin delos medios con exclusin de los fines, inflacin de la or-ganizacin, deflacin de los objetivos y de la volun~adpoltica. Prctica ecolgica en el fondo. El. P.C .cammahacia el ahorro, la economa, la autosubsIstencIa. Res-ponde inconscientemente a la pregunta: ~cmo aho:rarel poder, del que ya no queda nada, o casi nada? ~~~~ahorrar un recurso escaso y en trance de desapancIOn..Cmo hacer funcionar la poltica con los mnimos gas-G d .tos con el mnimo de inversin, de riesgos y e venc-mientos: en' ltimo trmino: cmo crear la ilusin deuna voluntad de poder poltico, cmo escapar a la apu~s-ta poltica sin destruir su principio de realidad? iBomt~programa para las futuras generaciones, destinadas, aquy en todas partes, a administrar los resi?,:os y a colmarlas carencias (agotamiento tanto de lo pol tico como de lasmaterias primas)Por otra parte, a partir de esta base el P.C. prospera Ycrece entre los jvenes. El P.e. es una especie de a~ilopara todos los disoccupati de la poltica. Anttdeoresvo.

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    antimelanclico, repartidor de una poltica de hormonas,sigue constituyendo un remanso a los resplandores delo social para todos aquellos que no han sido mimadospor la historia. Administra el paro poltico de la mismamanera que la oficina nacional del empleo administrael paro profesional. Por consiguiente, le falta mucho paradesaparecer, ya que todo indica que en el futuro los hur-fanos de la poltica sern cada vez ms numerosos. Tie-ne una eternidad delante de s, ya que extrae su fuerza deesta desafeccin. Tiene el mismo inters en este volantede inercia y en esta neutralizacin de la poltica que po-da tenerlo el Capital en la neutralizacin de las fuerzasproductivas mediante el volante de inercia del ejrcitode reserva del. paro.

    En este aspecto, el P.C. gana en toda la lnea. Quinsabe, sin embargo, si la trampa que tiende a toda una so-ciedad poltica no fracasar, y si no tendremos derecho,en las elecciones de marzo, a una peripecia inesperada: lavictoria de la izquierda a pesar de todos los esfuerzosdesesperados del P.C.? Una especie de irona secreta pa-rece conducir ineluctablemente a la izquierda hacia lamayora. Se trata de la irona transhistrica de las ma-sas llevando a los aparatos de izquierda al poder a pesarsuyo.Existe una ley objetiva (una especie de mquina quese ha puesto en marcha con la historia), una ley de iner-cia que juega ahora en favor de la izquierda, mientras quehasta el momento haba jugado siempre en favor de laderecha? Esta ley podra enunciarse como la ley de invo-lucin hacia el socialismo -la izquierda accede al lugarvaco de la poltica y colma el vaco de lo poltico con

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    la eficaz monotona de 10 social y de la gestin de losocial->, apenas suficiente para administrar la derelic-cin de 10 poltico (Hannah Arendt) y para llegar al po-der y asumir, como de costumbre, la responsabilidad delos sacrificios (ver las declaraciones de Lama y de laC.G.LL. italiana).La hiptesis inimaginable es que el P.C. haya enten-dido eso, y al mismo tiempo se negara a hacerla -peroes intil formularla.Es ms estimulante esta especie de desafo lanzado ala izquierda, y al P.C. en especial, por unas masas que laelegiran pese a su desunin -gracias a una voluntad dever por verlo, como en el pker?, tal vez sin esperarnada profundamente, pero ejecutando inexorablementela especie depromesa que desde siempre se les ha hecho-oAsombroso enfrentamiento de la base contra la mala vo-luntad poltica de los aparatos: obligarles a jugar, em-pujarles tal vez a la catstrofe, en una mezcla inextrica-ble de nostalgia histrica y de desilusin anticipada res-pecto a las posibles consecuencias. Que sea lo que Diosquiera: es preciso que se realice el guin de la izquierda.Hay que ir a verlo -por el espectculo, por el honor,por el prestigio, para rer? .Todas las clases sociales comparten este prurito,esta ansia de izquierda, aunque su ideologa se 10 impida.Al margen del inters que pueda tener la derecha en des-embarazarse del poder (aunque no parezca dispuesta aponer en prctica y en escena su propia muerte con lamisma inteligencia con que 10 hizo de Gaulle con el re-ferendum de 1969),todo el mundo espera esta peripeciapara que quede inscrita en la combinatoria o~l,igada dela esfera poltica. Yano es, en efecto, una cuestIOn de o~-cin: hay que zambullirse, hay que aceptar el desafo36

    lanzado por las estadsticas -53 %: las masas, ya queson utilizadas como carnaza de sondeo, no permitirnque las estadsticas sean desmentidas y no les den larazn-o La izquierda, por su parte, no tiene ms solucinque inc.linarse ante el poder de las masas, que es el poderaleator-io de las estadsticas.5i1e febrero

    Esta es la razn de que tambin el P.C. recurra deses-p~:adamente a la. barra estadstica: para tomar su por-CIOnde poder, exige la obtencin del 25 de los votos.Ultimtum surrealista, pues a quin se dirige? 'A losdem id (..emas part os? Aunque estuvieran de acuerdo, median-te qu procedimiento podran cederle unos votos? Setrata de un desafo lanzado al electorado annimo, a lama~?ra silenciosa? Si queris un poder de izquierda,tenis que comenzar por realizar un milagro estadstico.Este es el desafo planteado a las masas, un listn dema-siado alto para ser saltado (en realidad, este desafo noes ms que el que plantea el P.C. a sus propias masasdesafo de desobedecerle, y de precipitarse a ser repre-sentado ilegalmente por los dems).

    De todos modos, aunque el P.C. consiguiera fran-quear el listn, seguira dimitiendo, absolutamente deci-dido como est a no sufrir la prueba del poder. Todo loque quiere es hinchar sus efectivos para reforzar su chan-taje ideolgico: [estamos expoliados, nos alejan del po-der Quiere la situacin ideal de una oposicin injusta-mente. p:ivada de sus derechos -posicin triunfal delresentimiento-:-. Para que este chantaje funcione, es preci-so que el partido siga estando alejado del poder. Esta sen-

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    cillsima ecuacin dicta toda la estrategia del P.C., perocorre el riesgo de ser burlada por una forma inesper~~~de desafo Queris el poder, de acuerdo, lo tendrisLas masas empujando a los aparatos en una victoria p-rrica, obligndoles a llevar hasta el fin su supuesta razn,y empujando de este modo todo el sistema de la repre-sentacin a un costalazo suicida.'Todos los partidos, todas las fuerzas polticas se venId' . tsuperados -ya no por la izquier a, ~~na excesivan:en esencillo- por una exigencia transpohtlca de espectaculoy de juego, superados por una inercia provocadora queninguna de ellas puede ya controlarEl P.C. confiaba en eludir el poder a fuerza de progra-macin y de superprogramacin. Y he aqu que las ~as~s,pasando por completo del programa, cuyas contradiccio-nes y sutilezas desprecian profundamente, a~enazan conllevarle de todos modos al poder. El poder sin el progra-ma, cuando la consigna era: el programa contra el po-der Curiosa inversin.La situacin es mucho menos escabrosa para el P.C.Pues si bien l quiere el poder, lo quiere de acuerdo conel idealismo de un programa. Millares de intelectualessocialistas estn elaborando, en la ms completa ilusinrealista de lo poltico, todas las soluciones para despusde marzo de 1978, desde la disuasin atmica hasta lacontinuacin de las negociaciones de Bruselas sobre losacuerdos de Lom y qu actitud adoptar con motivo dela reunin de la CNUCED que se celebrar en Ginebra an-tes del verano. Idealistas recalcitrantes, ingenuos hastala mdula, piensan que el poder est hecho de decisionesconcretas y audaces, y desde el fondo de esta. buena feprogramtica, ya estn a partir de ahora metldo~ en lapiel de Allende, abocados al suicidio. Mitterrand Siempre

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    ha tenido la cabeza de un suicida (Giscard slo tena ladistinguida cabeza de un gillotinado). De todos modostambin el P.S. se encontrar a contrapi, pues si lasma~as le eligen no es en absoluto por un' programa, sinopor verle en el poder.El malentendido es total, y a l se debe el discretoencanto de estas elecciones. El poder propiamente pol-tico, esquivado por todas las fuerzas en liza, que no sonms que las ejecutaras de un programa, es absorbidopor el poder como espectculo, el nico que distribuyenactualmente las masas mviles y estadsticas -pues nonos hagamos ilusiones: en el trance siguiente, reelegirna la derecha, pero esto carece de importancia- quierenel espectculo, el signo, no,el cambio de sociedad Quie-ren un bonito espectculo, no un buen programaLas masas no quieren ser representadas. Quierenasistir a una representacin. (Ni siquiera quieren repre-sentarse a s mismas, la autogestin no les conmueve de-masiado.) Les basta con un destino de representacin, seacual fuere. Quieren aprovechar el espectculo de la re-presentacin. Todos los representantes (partidos, sindi-catos) se sirven de la exigencia social de las masas paraescapar a la poltica (y llevan razn: la sociedad se ad-ministra a partir de lo social -si no fuera por su cobarda,el P.C. tiene toda la razn del mundo en desconfiar del

    poder poltico que ya no existe o que slo es una trampade la representacin, para confar en la gestin cotidiana,municipal, de lo socal=-), pero las masas no lo entien-den del mismo modo: prefieren el espectculo, aunquesea grotesco o ridculo, de lo poltico a la gestin racio-nal de lo social.Es posible que la experiencia de lo social no les gus-te demasiado? Es posible que esta experiencia histrica39

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    nombre sobre sus hombros, noque se ha lanzado en su do? '.Es posible que no quie-sea por completo de su agra o. bligadas a unas responsa-ran ser tomadas como masas ~bol lque estn hartas de lohi ? Es poSI ebilidades lstoncas. e d los problemas. 1 de lo concreto y ereal y de lo :-aclOna, b t d de los suyos? Es posi-objetivos, mcluso y so r\ o o del fin de lo poltico,ble que prefieran el ~atro a~:~~opoltica que se niegael encanto absurdo e una lC 'lebre adagio Y baja a la1 d uerdo con e creo. , .como ta , e ac. h 1 gando a las masas, m-ll en el antl-teatro, a a .' 1ea e, como 1 El' o hacindose mvltar avitando a los basureros ~ ~s~~ ica es posible queEliseo, rivalizando en bajeza ~ ngtagci~social que se. d a la expenmeprefIeran to o esa h to bien?b 1 1 que conocen ar .ejerce so re e as y , .d s como para hacerseLas masas no son tan estupl a bili dad to-. 1 der la responsa 1 1 ,birlar la representacIO~d e ~~teriorados por una prolon-dos ellos valores podn o:', do sobre ellas si los. . ue segUInan pesangada hlstona Y q t tos de descargarlos so-E' s que con en -asumieran. stan ma mismo truco que las' rnu-bre sus representantes>:. Es el l' d s 'Vaya chiste See estan expo la a . I d[eres. Se cree qu L 1 tad la responsabilida ,desembarazan del poder. a va unr ;osa y actualmente,1 oder es una cosa demente, pe 19 d 1 horn-e p, 1 dioses envan a la raza e osridcula. Es lo que os de la ms elevada mitologa Y labres para perderles. Des r una irona secreta,hi . 1 s masas poms elevada storra. a. ' '1 a los hroes comod . d ecipltarse en esiempre han eja o pr b d el espectculo de su. t . s sa orean o -vctimas expa oria , l' d d Y el extranoh bi do en la actua 1a muerte. Nada a cam la l' . nserva la huella de esta. 1 t blero po tuco coaparecIdo en e a denan a los que ya nod b 1 ca : las masas con .come la ur es . d '1 Eficacia silencIOsa. 1 d o lo que resta e e . .qUIeren e po er , 1 t . S banco de expenen-e irnica de las mayonas a ea ona .4

    cias desde siempre de lo social, hoy ellas experimentanlo poltico, o lo que queda de l, sobre los mismos defen-sores de la clase poltica. Enfrentado a sus propios de-fensores, y verosmilmente a sus propios intereses, lamayora silenciosa, propensa ahora a la izquierda, apuntaa un objetivo oscuro que no es ciertamente la cualidadde la vida, ni la satisfaccin de sus necesidades, ni su de-recho a lo social.Cuanto ms mujer es la mujer ~deca Nietzsche-,ms se defiende contra cualquier tipo de derecho. Cuan-to ms masa es la masa, ms se resiste a cualquier tipode representacin. Y navegan las mayoras silenciosas ...

    20 de febreroAl final, la izquierda no triunfar. El P.C. no desisti-r hasta la segunda vuelta. Llegar hasta ah, en la disua-sin y en su voluntad de fracaso. Nada le detendr en elfrenazo y en el derroche. As pues, predominar sobre lasmasas y sobre su oscura (y tal vez irnica) voluntad dever en accin, y sometida a prueba, a la izquierda, estaizquierda divina e inencontrable. Pero se habr presen-ciado una lucha a muerte entre un aparato decidido adesmantelar la voluntad poltica de las masas y unas ma-

    sas forzando a los aparatos a jugar el juego poltico (perono nos hagamos ilusiones: stos tienen suficientes me-dios programticos y burocrticos para eludir, aunquese les obligue a vencer, todos los peligros del poder). Ysern derrotadas al final por la ltima traicin y la astu-cia de los aparatos (por consiguiente, no habr ningunaexcepcin a la ley histrica que pretende que las masassiempre acaban por ser jodidas ).41

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    Ultimo matiz: es posible que el P.C. se resista tandesesperadamente a la llamada de sus propias masas por-que se huele que cabe que esta voluntad no tenga. otraintencin que empujarle a la catstrofe. Hacerle Jugary perder -porque s, por el .espectculo, pa~a ag?tar historia, terminar con la hipoteca revolucIOnana q~pesa desde hace tanto tiempo sobre todo el mundo SInresolverse, y que pronto ser definitivam~~te superadasin que nunca se haya producido. TentaCIOn .de ~pon:ra la neutralizacin lenta de 10 poltico una peripecia masviolenta, una catstrofe, una ordala? En lugar de lamuerte lenta, la muerte violenta?

    S de marzoNuevo episodio de la estrategia de dis~as~~ del P.C.Habiendo calculado que el rechazo del deSistimiento ~en-dra un efecto psicolgico desastroso, elige otro camine,que es claramente el de la propagand.a ~e derecha, el delespantajo comunista. Mediante ~n Viraje de l8? ~radosrespecto a sus posiciones anteriores, que consistan ennegarse a acceder al poder si no obtena el 25 de .105

    votos (chantaje estadstico), pretende ahora qu~ quiereferozmente su parte de poder, una parte proporcwnal.delos sillones ministeriales. Exigencia absolutamente m-congruente, fanfarronada hecha adrede para asustar atodos, y sin fundamento, sin ms voluntad real que ,la.deabocar a la izquierda al fracaso. Sin duda, esta tcticaser ms eficaz. Como la ruptura de la Unin no ha hechovacilar los sondeos, le restaba al P.C. esta arma ab.so-luta: resucitar el anticomunismo, la imagen del cuchilloentre los dientes, que ya ni siquiera la derecha conse-42

    gua hacer funcionar en la conciencia de las masas. Aspues, el P.C. ha sustituido con toda suavidad a la derechadesfalleciente para obstruirse a s 'mismo el camino delpoder.Pero qu puede lIevarle a actuar as? Dnde estel misterio? De dnde extrae esta decisin inquebranta-ble en la disuasin? Qu voluntad malfica le anima,qu estrategia secreta? No le preguntis nada: no la tiene-a no ser la de la disuasin revolucionaria a toda costa,reforzamiento de su propia supervivencia y abandono detodo el resto, que ha practicado la U.R.S.S. desde haceveinte aos (a partir de Cuba, la U.R.S.S. ha frenadotodos los movimientos histricos de revolucin sobre elglobo) y China desde hace poco-o Hay una cierta lgicaen esta renuncia a cualquier estrategia y en este replie-gue sobre una gestin entrpica de las fuerzas revolucio-narias. Lgica de regresin y de muerte.

    20 de marzoLa izquierda ha perdido. Pero los comunistas hanganado unos cuantos escaos. Han jugado abiertamentea favor de la victoria de la derecha para, gracias a ello,

    ganar unos pocos escaos, progresar en un espacio de-jado vacante, y en el que ellos mismos han creado elvaco,

    En el fondo, es igual que en Italia. Tambin all,cadaeleccin permite al P.C. trasladarse un poco ms le-jos ... hacia dnde? no hacia el poder: se contenta conel traspontn tecnocrtico y gestionario que la D.C. le con-cede, sin exigir nada a cambio. El P.C. no accede irresis-tiblemente al poder, ocupa irresistiblemente el espacio43

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    dejado vaco por el reflujo y el desencanto d~ la. ~sferapoltica. Su lenta progresin es la de la banalzacn. dela desertificacin de la sociedad civil y poltica. Ya nosabemos donde est actualmente la sal deIa tierra, peros sabemos que el P.C. es la mayor empresa de desalini-zacin. Caiga sobre l la vergenza de haber hecho pro-gresar, con tanta energa, la estupidez funcion~ n~cesa-ria para su extensin; la vergenza de haber Iiquidadolos ltimos vestigios de una exigencia poltica, para ase-gurar la homstasis cancerosa de lo social.. Metafigurade la estupidez Y de la pulsin de muerte, hIlarante: lajeta de Marchais. Jeta histrinica, exacerbada ~or la de-magogia burlesca y por el chantaje a la vulgandad, quetodo el mundo acepta y padece aparentemente como unaespecie de iniciacin a la sociedad futura. . .. , .

    El P.C. conduce a la beatitud del compromIso histri-co: para que la totalidad de la historia termine c.onuncompromiso, es preciso, en efecto, que todo el sIs.tem~tienda a cero sin peripecia violenta, lentamente, progresI-vamente con un empecinamiento calculado.El fi~al de la historia y de la poltica hubiera podidoser algo muy diferente a un compromiso, hubiera podi-do constituir un hiperacontecimiento violento y transfor-mador, una implosin de consecuencias incalculable~. Hayretracciones, corrupciones, hundimientos que son literal-mente revolucionarios. Y el de los grandes sistemas re-presentativos, polticos e histricos, el. h,:n.dimiento .d~lmismo principio de realidad, y del pnncIpIO de ~ocIalI-dad, podan abocar a una conflagracin des~onocIda.Pero ah est el P.C.para impedir que el SIstema mue-ra de muerte violenta. Es el freno metaestabilizador, elcompromiso histrico, no con la derecha (qu impor:ala derecha) sino con la propia historia. Hacer que la his-

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    toria carezca de final. De la misma manera que la reli-gin, o sus sucedneos, han conseguido eliminar el im-pacto del acontecimiento de la muerte de Dios, y destilarsus consecuencias a dosis homeopticas.Por lo menos los italianos han producido las Briga-das Rojas al mismo tiempo que el compromiso histrico.Producido el antdoto violento de la lenta putrefaccinde los compromisos. Qu ocurrir entonces? Es posibleque Italia sea, pese a todo, la nica sociedad que se des-compondr de manera violenta, teatral, irnica, ridculae imaginativa. Nosotros quedamos lejos de eso.

    QU HACE ESCRIBIR A ALTlIUSSER?

    Nos preguntbamos qu hace rer a Marchais. Althus-ser se pregunta lo que ya no puede durar en el partidocomunista. * Lo que ya no puede durar es ni ms ni menoslo que lleva cincuenta aos durando, y cuya denunciaritual jalona los anales del partido. Apunta como siemprea la devolucin de una transparencia del partido, de unadialctica de la base y de la cumbre (que jams ha sidohistrica), de una dialctica de la prctica y de la teora(que tampoco ha llegado nunca a filosfica). Nada nue-vo: el encantamiento antiestalinista, ms engaoso anque el estalinismo del aparato.Este memorial ha sido visto inmediatamente como unacontecimiento, y todo el mundo lo ha celebrado profun-damente como una palabra de verdad. Todo el mundo,* Ver Le Monde de lo das 25, 26, 27 Y 29 de abril de 1978.

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    salvo el nico a quien en el fondo correspondera celebrar-lo: el propio P.C. Pues el acontecimiento slo tiene dehistrico esta especie de pasmosa complicidad que uneal acusador Althusser y al acusado P.C., Yel absoluto en-gao que de ah nace. ILa verdades que hay que salvar al P.C.F;: este es elimperativo categrico de toda -Ia clase pol~tica, prctica-mente de toda la sociedad francesa. Umca estructurafuerte en la cual puede seguir sostenindose la ilusinde lo poltico y de lo social, y por consiguiente la posibi-lidad de hacer gravitar las masas en torno a estos dosastros muertos, el P.C. debe ser salvado y resucitado acualquier precio. Hace tiempo que ya no encarna ningunaamenaza de toma del poder ni de subversin del orden,pero todo el mundo necesita esta idea, este fantasma d~lpartido (y ah est su fuerza), porque en cas? contraro10 que cae en desgracia es todo el o:den POh~ICO,o so-cial, no nicamente el orden social, smo lo SOCIala secas,que se hunde por su puesta en eviden~~abrutal.. El P.C.es la ltima garanta de una baza poltica y ~ocIal: aun-que sea de simulacin. He ah porque ~u eXIstencIa, sucredibilidad y su legitimidad son un tabu de una punta aotra del abanico poltico.Ahora bien, el P.C. ha hecho un buen trabajo en lasltimas elecciones. Ha detenido una vez ms. :1, volan:ede la historia en el punto retro de una OposIclOn?~IZ-quierda impotente, nostlgica y av.a,nza~do,c on dficul-tades pero manteniendo una vocacion histrica de rele-vo s~lvando de ese modo lo imaginario del poder deiz~uierda al asegurar la realidad del de la derecha, y.pro-porcionando a toda la .clase poltica un arrendamIentosuplementario de cinco o diez aos antes de v~rse enfr~n-tada a su prdida, radical de realidad y al fmal crucial46

    de lo poltico. Salvadas las distancias, ocurre lo mismo enItalia; all, el referencal en prdida es el Estado italia-no, y quin le salvar con su intervencin regeneradora,frente y contra todos? El P.CJ., que llegar a identificar-se con l (ver el sabroso episodio de Aldo Moro, con elP.C.1. sustituyendo al Estado desfalleciente para mante-nerse firme y sacrificar la cabeza del Estado, es el dis-creto encanto de algunas situaciones histricas). El ser-vicio que el P.C.1. presta al Estado italiano, Althusser selo presta en Francia al P.C.F.Al trmino de las elecciones, el P.C.F. corra el riesgode pagar caro no tanto el eminente servicio prestado a laderecha (cualquier compromiso interno de la clase pol-tica, sea de derecha o de izquierda, carece de.gran impor-tancia) como su defeccin poltica en general. Eso es lograve, el desencanto poltico, presagio de la muerte, ladisuasin de cualquier baza poltica, de cualquiet espec-tculo, de cualquier apuesta respecto el futuro. Eso eslo que ocultaba la cara estruendosa y presuntuosa deMarchais, el enframiento deliberado de la historia, ladecepcin en profundidad, la de los militantes, la divisinde lo imaginario para reinar mejor sobre lo real, todaesta mortificacin. Si el P.C., no hubiera querido msque derrotar al P.S. al precio de un fracaso comn, sehabra tratado por lo menos de una estrategia poltica y,a decir verdad da igual una que otra... pero sera honraren exceso al P.C. atribuirle una estrategia de fracaso.Significara escamotear la autntica imputacin: o seaque el P.C., mucho ms que a los socialistas, destrozacualquier estrategia destroza el desarrollo de la historia,se ha convertido en una fuerza de disuasin y de decep-cin inigualable, y que todo lo que puede ofrecer es unamoral una moral domstica: salvar los muebles, salvar

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    los aparatos, salvar el Estado, salvar las instituciones.Sobre todo nada de estrategia, la estrategia es peligrosa:un programa. Nada de profeca o de aventura: la solid~zde las instituciones se basa en el fracaso de la profeca.y debemos reconocer que cada fracaso poltico va segui-do de una oleada de altas en el partido, eterno objetode estupefaccin para la razn lgica. Pero es que el mi- .litantismo se basa en este tipo de inversin desilusionada.Frustrado de una victoria, de una parusa o parodia de la.gran noche, podrn asumir una prctica a largo ~lazocon una resignacin encarnizada tanto ms encamzadaen la medida en que est abocada a un nuevo fracaso.'Dentro de cncoaos les ganaremos Como bien sabe-mos, si el reino de Dios fuera de este mundo, la Iglesiano existira..As pues, el P.C. acierta en girar indefinidamente entorno al poder, como un gato, sin querer tomarlo. Puesslo vive de la revolucin diferida. Cada fracaso de larevolucin, cada ocasin fallida (pero por poco), le re-fuerza en su ser, en la espera, en la institucin a largoplazo. Le gustan las elecciones, Y confa en la mayorasilenciosa, en la derecha, para evitarle la victoria y losriesgos del poder. Para l la situacin ideal est justopor debajo del 50 . Eso le permite dejar de jugar laalternancia (en la que sera barrido por el P.S.), la revo-lucin (en la que sera barrido por la historia). Le permi-te seguir siendo la reserva de la izquierda, la reserva dela Repblica, la reserva de la Historia, la reserva de laRevolucin. El ghetto en el que se encierra y del cualfinge lamentarse es el nico medio artificial donde puedesobrevivir. All puede ejercer su gran fuerza tranquIla, suglida vocacin de gestionario al amparo del poder, suvocacin de mayora silenciosa oposicional.

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    Ah est la verdad del P.C., la insuperable verdad delpartido comunista. Y no slo la de su aparato sino la deste y de sus militantes conjuntamente. La totalidad dela institucin es operacional de la base a la cumbre. Yen ~icho s~nti~o Althusser muestra una soberana hipo-cresia al disociar una vez ms el militante del aparatopara idealizar a uno en contra del otro. Qu le permteefectuar esta discriminacin, si no es su antigua moralfilosfica, y la intencin de devolver al partido una vir-tud y una virginidad a costa de unos militantes revisadosy corregidos como disidentes del aparato? Maravillosocandor manifestar simultneamente a los militantes queson la sal del partido, pero que durante cincuenta aosslo han sido capaces de, dejarse sobornar, manipular,engaar, violar por el aparato Significa acusarles defalta de inteligencia histrica y de estupidez incurable .Significa despreciarles an ms de lo que les despreciael propio aparato.Marchais tiene toda la razn en contra de Althusser:es cierto que la inmensa mayora de los militantes estncontentos, y que el partido, tal como es les ofrece lo quedesean. En caso contrario, no seguiran en l. O si no, esque son estpidos. No hay otra respuesta, y Althussertampoco la encontrar: o el desprecio de hecho detrs dela visin idealista, o la necesidad de abandonar todo suanlisis de un supuesto complot de la cumbre contra labase, de un supuesto abuso de poder y de engao por elaparato, que siempre tiende a regenerar de hecho la esen-cia del partido. Por otra parte, este problema supera enmucho al partido y pone en cuestin todo el anlisis so-cial actual: las masas son algo ms que un rebao eter-namente alienado y manipulado a placer por un supuestopoder que las instrumentalizara sin esfuerzo alguno, o

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    nos decidiremos a analizar de una vez qu es eso de lapasividad de las masas y de su supuesta manipulacin?Todo el anlisis de Althusser se basa en la ideologa de latransparencia invertida (siempre soada, siempre decep-cionada) del militante.Toda su argumentacin se reduce a:-oponer el militante al partido;-oponer el partido a 10que debera ser;-oponer el partido a su propia poltica.En suma, no resignarse jams a que el partido sealo que es. Recalentarlo con una negatividad dialcticavenida de fuera (de la teora, de las prcticas de base, et-ctera). Vaya ingenuidad su exigencia terica respectoa un partido que, por su parte, ha abolido objetivamentedesde hace mucho tiempo la vieja distincin teora/prc-

    tica en una lgica circular de la base a la cumbre. Seacab la dialctica: una circularidad que es idntica a lade la comunicacin de masas. Universo cool sin el menorcalor dialctico, pero hace mucho tiempo que el parti-do ha entendido que la dialctica es un plato que secome fro. Slo necesita una reinyeccin hormonal a inter-valos regulares de democracia, de espritu crtico, deantiestalnismo, un injerto homeoptico. Nada de dialc-tica: homeopata. Ha sido el trabajo de generaciones deopositores desde siempre, de Sartre anteriormente, deAlthusser hoy: resucitar lo imaginario del partido, reha-ciendo por milsima vez la patologa estaliniana del apa-rato. De ese modo, eliminan cualquier anlisis originalde una situacin original: a saber, la liquidacin noslo del proletariado y de su dictadura, sino de lo polticoy de toda estrategia, la liquidacin no slo de la lucha declases, sino de lo social y del partido en su definicinsocial. Qu sigue representando el partido? Ni al prole-

    tarado, ni a la lucha de clase .. .ea relacin de fuerzas 1 s 1lI SIqUIera a una autnti-. ., , so o encarna lo s . 1rncion ms vaga 10 1fl ocia en su defi-, SOCIa otante h ..tado l mismo en su ob . que oy VIVImos.Afec-. ra VIva y en su d f . .,rica por la flotacin de Io x s r e mIClOnhist-e o SOCIal,el partid 'que una maquinaria de dbil d f o no es masde uso mltiple ya no m ta l e.IllIclOn, pero de gestin, e a urgIca y bu ,. .gen y semejanza de la f'b. rocratlca a ima.estaliniana, sino borros: rica, Imag~n especfica de la erariable, dirigindose mu hY oP,orthullIsta, de geometra va-

    l . e o mas acia la . 1 .,e reCIcla]e que a la ]. mampu acion yerarqura y 1 di ..a la disuasin que al. . ~,IngIsmO, mucho ms, a IntoxlcaclOn y a 1 di . liASI pues la cr't. a ISClpma., ' I tea antIestalinia dI.mas que una diversi' _ na e partido no esmonstruo fro que s on e~ganosa. El estalinismo es elestalinismo ya no es : m~estra a los chiquillos. Pero elcial y, adems tarnpo n nm~una parte el problema esen.1 co es CIerto que 1 idunano -ni demoe 't. e part o sea esta-. ra ICO por otrtempo siendo otra cosa ta bi a parte-, lleva unreferente y de estrateg.' ( n: ien flotante, con prdida depone una referencia la mIentras que el estalinismo su-y una estrateg f )en evolucin en nvol , la uerte: estructura, UClOno en dic ,santes peripecias que s f pe,r IClOn-las intere-un pblico de ml r teo rece~ aqu al anlisis (qu esI an es que es 1 .de un partido: han q d' d a Imagen de marca. . ue a o oscurecidgraCIas a la visin tradicional e ' as por completoSe trata del m n ~ermmos de estalinismo.Ismo oscurantlsm .los neofilsofos y su visin del Gul o que Impera sobreA1thusser pueda dive d ag, y por mucho quenos sirve la misma ;::~a e nuest~os maestros disidentes,martismo Opuesto a un t tleI~re~lVa de anlisis: neo-hu-do a rtarsmo retr .,e una antigua idea del Estado d o, reactlVaclOnen una concepcin todav , y. e sus poderes basadala panoptIca del espacio poltico

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    (el Estado de vigilancia y del Gulag). Reciclaje, de hecho,de la libertad, del derecho, de la responsabilidad, de laautonoma, de la disidencia ... As es exactamente el guinde la ofensiva trucada deAlthusser contra el partido. Eter-no fantasma del gran Sujeto manipulador, el Estado, elaparato, el poder, y del pequeo sbdito oprimido, peroque crecer: la sociedad civil, el militante, el disidente.Eterna polaridad del estalinismo que dibuja en el an-lisis un espacio tan confortable Eterno pensamiento sub-yugado y atrapado en la nostalgia de lo poltico y de unpoder de Estado, que en el fondo no tiene ms crdito quela acusacin de autoritarismo que se le hace. El autnticoestalinismo es el de este pensamiento crtico que quie-re creer a cualquier precio en el estalinismo de su adver-sario -resucitndole de ese modo en el momento desu desfallecimiento.Todo lo que apela a la desestalinizacin, a la autono-ma, a la disidencia y a la transparencia pertenece al mis-mo orden de debilidad analtica. Y todo ocurre como sila sociedad francesa hubiera encargado a Althusser quecanalizara toda la decepcin hacia esta problemtica tra-dicional y polvorienta: proteger al P.C. bajo un estali-nismo de favor -porque la crtica radical no es msque un refuerzo de ideologa, un injerto dialctico enel cuerpo sin rgano del partidoAl rehuir la prueba de fuego del poder, el P.c. se en-cuentra normalmente ante la prueba de legitimidad desu propio poder. Qu queda de un aparato que no quie-re tomar el poder? La cuestin crucial que se le planteano es la de su estrategia y de sus errores (una diversinms) sino la de su razn de ser. Qu sentido puede te-ner un partido que se desva de su propia finalidad his-trica? Ya no sirve para nada, dice pragmticamente5

    Rocard. Peor an: est descalificado en su propia exis-tencia, y corre el peligro de no recuperarse jams deesta prueba de verdad, de un desafo al que no ha sabidoresponder. Y ah yo hablo en tanto que militante, queno soy, pero cuya desesperacin personal, no tanto en tr-minos de fracaso poltico como de humillacin simbli-ca, entiendo perfectamente.Gracias a Dios, no dudamos de que el ejemplo queel partido ha dado a sus militantes, el gran ejemplo va-leroso de renunciar a apoderarse del poder y permaneceren una oposicin piadosa, propicia y constructiva, nodudamos de que este gran ejemplo ser seguido por losmilitantes en su relacin con su propio aparato: sabenque la serenidad est en el sacrificio y que hay que evi-tar cualquier metabolismo revolucionario -han podidocomprobar que gracias a la involucin y al fracaso elpartido consigui granjearse el respeto de toda la socie-dad francesa-, de modo que no pondrn en discusinuna arquitectura disuasiva tan hermosa. Sin contar conque el aparato y el partido son actualmente los nicosen Francia que ofrecen una autntica estructura de aco-gida disciplinaria en la que es posible alinearse, ocurralo que ocurra, junto a las decisiones del aparato. Quextraordinaria seguridad (el ejrcito es menos seguro)La lnea del partido puede ser de geometra variable,pero sigue siendo una lnea, y en un mundo en el que todoflota, en el que cada cual est abandonado a sus propiosdeseos, a la angustia de hacer y de pensar 10 que se quie-re en el momento en que se rompe la voluntad como re-ferencial, nos suscita admiracin que persista por 10 me-nos esta dictadura de la lnea, con toda la seguridad queproporciona, y que vale como mnimo tanto como la dic-tadura de la expresin libre que se nos quiere imponer

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    en otros lugares. El P.C. es la ms hermosa institucinprotectora y teraputica del mundo occidental, no la cri-tiquemos en nombre de un reformismo charlatn y deun conformismo autocrtico. Despus de la dictadura delproletariado, tendremos que renunciar a la dictaduradel partido? Nada nos asegura que eso sea un progresoobjetivo, desde el momento en que sabemos que la liber-tad de palabra y de deseo es la forma moderna y univer-sal de la vigilancia y del silencio. Me atrever a insinuarque ahora hablo, una vez ms, en nombre del militantede base? Si yo fuera militante, no me servira de nadaun partido vulnerable al modernismo, vulnerable a todoslas burlas de la historia, vulnerable a mi propia crtica.Si no lo soy, tampoco me sirve de nada un partido cr-tico, renovado y reciclado con los colores de la palabray del deseo; quiero que el partido se vea enfrentado asu desfallecimiento radical y a su muerte.

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    2l est do de gr ci

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    Septiembre de 1981EL EXTASIS DEL SOCIALISMO

    Una idea penosa: que a partir de un deter-minado punto preciso del tiempo, la historiahaya dejado de ser real. Sin percibido, la tota-lidad del gnero humano habra abandonadode pronto la realidad. Todo lo que ha ocurridoa partir de entonces ya no sera en absolutocierto, pero no seramos capaces de descubrir-lo. Nuestra tarea y nuestro deber actuales con-sistiran en descubrir este punto y en tantoque no lo consiguiramos, deberamos perse-verar en la destruccin actual.

    CANETTI

    La hiptesis sera que en Francia vivimos actualmen-te una forma exttica del socialismo.No hay ms que ver el fnebre xtasis de la cara deMitterrand.El xtasis caracteriza el paso al estado puro, en suforma pura, de una forma sin contenido y sin pasin. Elxtasis es antinmico de la pasin.57

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    As pues, podemos hablar de un xtasis del Estado.Desapasionado, desencarnado, desentendido, pero omni-potente en su transparencia, el Estado accede a su formaexttica, que es la de lo transpoltico. Al mismo tiempoque nadie cree en l, existe una especie de oblacin total,de recurso total, de solicitacin universal hacia esta ni-ca figura a su vez desaparecida, o en trance de desapa-ricin, desde el punto de vista poltico: el Estado.Ocurre lo mismo con el socialismo, y en el fondo elestado de gracia sera algo as como la asuncin exorbi-tante de un modelo que mientras tanto ha perdido suverdad.No es la izquierda la que ha derribado a la derechade acuerdo con un proceso de ruptura, ni la que le hasucedido de acuerdo con un proceso de alternancia. Hahabido algo extrao en el modo de aparicin de estaizquierda, correlativo por otra parte con el modo de des-aparicin de la derecha. Esta se ha limitado a esfumarse,como algo que llevaba tiempo sin existir. Ms o menos yalo sabamos. Pero tambin la izquierda lleva largo tiemposin .existir. Yeso 'no le ha impedido aparecer prodigio-samente, de repente, resucitar, como la vocacin funda-mental de la sociedad francesa, como un patrimonio eter-no (que, por otra parte, ha sido inmediatamente santifi-cado. con todo tipo de ceremonias conmemorativas, Pan-theon, monte Valerien, etc.). As pues, su promocin seinscribe como la coronacin del ao del patrimonio.De modo que no se trata exactamente de una revo-lucin ni de una peripecia histrica, sino de una especiede parto poshistrico largo tiempo retardado (hasta elpunto de que se ha podido creer en un aborto definitivo),una especie de alumbramiento muy especial, el de unnio oculto que el capital habra hecho a la sociedad fran-58

    cesa sin que ella lo supiera. Germina, incuba, estalla, einvade al mismo tiempo. Es exactamente como Alien. Laizquierda es el monstruo de Alien. Y, en su conjunto, elacontecimiento se revela como un gigantesco efecto es-pecial -muy conseguido por otra parte-, breve xtasisen el curso moroso de nuestro destino popular.A m me gustara creer que todo ello fue el fruto deuna prolongada lucha social y poltica de los trabajado-res, de los sindicatos, de los partidos de izquierda, deinnumerables voluntades e iniciativas individuales -perome cuesta mucho.Tampoco creo que las personas se hagan alguna ilu-sin respecto a la sustancia poltica de las elecciones.Pero a su modo las han utilizado -cinematogrficamen-te, por decirlo de alguna manera-: han sacado del m-dium electoral un efecto especial, una apuesta sobre laizquierda a la que se conceden de repente todas las opor-tunidades. [Hemos ganado Pero, cuidado, esta con-fianza espectacular tiene forma de desafo: a un tiempose permiten y se ren de la izquierda. Tambin en eso losrepresentantes del pueblo son muy ingenuos: entiendensu eleccin como una aprobacin y un consenso popular,ni siquiera imaginan que no hay nada tan ambiguo comoempujar a alguien al poder y el espectculo ms divertidopara el pueblo ha sido siempre sin duda el fracaso deuna clase poltica. De una u otra manera, en los recove-cos de la famosa conciencia popular la clase poltica,sea cual sea, sigue siendo el enemigo fundamental. Con-fiemos en ello, por lo menos.Tampoco creo que este acting-out electoral haya su-puesto para la mayora de la gente una determinada pro-yeccin de sus esperanzas, un juramento de fidelidad alsocialismo como voluntad de representacin. Creo que lo

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  • 5/25/2018 Jean Baudrillard - La Izquierda Divina

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    que fundamentalmente se ha visto afectado ha sido laimaginacin esttica y moral, pero por el resto, en lo quese refiere a la imaginacin histrica y poltica, este acon-tecimiento carece de consecuencias. Lo que importa esel xtasis. jEsto cambia, esto cambiar Ya no, creemosen el sentido de una finalidad o de una superacin his-tricas, aportamos la veleidad de asentimiento, la velei-dad de creencia, la confianza mvil y curiosa que se con-cede a los efectos de la innovacin, a los efectos del cam-bio, prcticamente a los efectos de la moda. Y no lo digocon ligereza, o de modo metafrico. Pienso que con estesocialismo no sexuado polticamente, con este socialismoexttico y asexuado, entramos literalmente en la era delprt-a-croire, de la misma manera que la moda ha entra-do en la era del prt-a-porter (tambin la moda es cxt-tica y transexual).El advenimiento del socialismo como modelo no tienenada que ver con su acontecimiento histrico. Como acon-tecimiento, como mito, como forma de ruptura, el socia-lismo no tiene, cmo dira yo?, el tiempo de asemejarsea s mismo, de adquirir fuerza de modelo, no tiene tiem-po de confundirse con la sociedad; desde este punto devista no es un Estado estable, y a decir verdad slo hahecho breves apariciones histricas. Mientras que hoy elsocialismo se propone como modelo estable y creble: yano es una exigencia revolucionaria, es una simulacin decambio (simulacin en el sentido de desarrollo del me-jor guin posible) y una simulacin del futuro. No hay sor-presa, no hay violencia, no hay superacin, no haypasin autntica ..El modelo, como cualquier modelo, esthecho para realizarse en una total semejanza a s mismo,est hecho para hiperrealizarse. Por este motivo digoque es exttico: lo hiperreal es el xtasis de lo real fijado

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    en su propia semejanza, expurgado de lo imaginario yfijado en su modelo (incluso si ese modelo es el del cam-bio).Todo eso para plantear la cuestin de la que depen-den para todos nosotros lo que se ventila en la situaciny la misma posibilidad de entender algo de ella: se pro-duce, con este socialismo, una resurreccin de lo polticoy de la escena poltica? Una desaceleracin del procesotranspoltico de desvanecimiento del tiempo y de la his-toria --en el cambio como proceso generalizado de di-suasin de las bazas polticas y sociales, como procesode desaparicin de lo real y de transpiracin exttica detodos los modelos-, el Estado como modelo extticode realizacin de la violencia, etc.?No tengo respuesta: ah est el punto ciego de quehabla Canetti, en el que, sin percibirIo, la totalidad delgnero humano habra abandonado