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  JULIO CORTÁZAR Y EL BOXEO Dr. M. Sc. Patricio Santamaría Escobar El denominado “boom” de la literatura latinoamericana que agrupó en su momento a escritores que, posteriormente, se convirtieron en verdaderas luminarias de la palabra escrita como: Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, entre otros, incluyó también en este selecto grupo a un argentino, Julio Florencio Cortázar, escritor, traductor e intelectual, narrador de un estilo muy original y que llamó la atención de lectores y críticos por su versatilidad y particularidad notables,  creador de importantes novelas que inauguraron una nueva forma de hacer literatura en Latinoamérica, rompiendo los moldes clásicos mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal y donde los personajes adquieren una autonomía y una profundidad psicológica, pocas veces vista hasta entonces; así lo demuestran obras tan especiales como “Rayuela” o “La vuelta al día en ochenta mundos”, parodiando a Julio Verne, en las que presupone un estilo único de hacer novela. Más allá de su alta calidad literaria, en esta crónica queremos descifrar los gustos humanos de Cortázar, pues es bien sabido que los escritores viven en un mundo propio, alejado del que todos los mortales “normales” lo hacemos. En este propósito nos encontramos con un Cortázar apasionado por el Boxeo. A manera de confesión, el escritor dice sobre el arte de la fistiana: “ a mí me parece un enfrentamiento muy honesto, muy noble. Me interesa el enfrentamiento de dos técnicas, de dos estilos, la habilidad de vencer siendo a veces, más débil. Te diré que casi siempre estuve del lado del más débil en el boxeo y muchas veces los vi vencer y es una maravilla. Por otra parte, lo que sucede es que a mí no me interesan los deportes colectivos. Eso pareciera que va en contra de mi ideología pero creo que no es así. El fútbol, por ejemplo, me es totalmente indiferente. Sé que decir esto, en boca de un argentino, es algo grave, capaz de desatar muchas iras... Pero me es tan indiferente como el rugby o el beisbol. Me gustan los deportes donde se enfrentan dos individuos, como sucede en el tenis o en e l boxeo. Son dos destinos que se juegan el uno contra el otro. En el fútbol son once contra once, gana o pierde un equipo. La responsabilidad individual se diluye, todo se diluye; alguien pudo haber jugado muy bien o muy mal pero nunca tiene la plena responsabilidad del triunfo o de la derrota. En el boxeo eso no es posible. Allí un hombre vence a otro. Gana porque es mejor o porque hizo mejor las cosas”.  Descubierta ya la pasión deportiva de Cortázar, es menester “Indagar” cuáles fueron sus boxeadores favoritos; en efecto, al extraordinario literato, lo maravillaba la perfección de Ray Sugar Robinson, el descaro de Muhammad Alí, el baile del intocable Nicolino Locche y el impacto demoledor de Carlos Monzón, ni más ni menos. Cortázar, ciertamente, practicó este deporte

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Dr. M. Sc. Patricio Santamaría Escobar

El denominado “boom” de la literatura latinoamericana que agrupó en su momento a escritores

que, posteriormente, se convirtieron en verdaderas luminarias de la palabra escrita como: Mario

Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, entre otros, incluyó

también en este selecto grupo a un argentino, Julio Florencio Cortázar, escritor, traductor e

intelectual, narrador de un estilo muy original y que llamó la atención de lectores y críticos por su

versatilidad y particularidad notables, creador de importantes novelas que inauguraron una nueva

forma de hacer literatura en Latinoamérica, rompiendo los moldes clásicos mediante narraciones

que escapan de la linealidad temporal y donde los personajes adquieren una autonomía y una

profundidad psicológica, pocas veces vista hasta entonces; así lo demuestran obras tan especiales

como “Rayuela” o “La vuelta al día en ochenta mundos”, parodiando a Julio Verne, en las que

presupone un estilo único de hacer novela.

Más allá de su alta calidad literaria, en esta crónica queremos descifrar los gustos humanos de

Cortázar, pues es bien sabido que los escritores viven en un mundo propio, alejado del que todos

los mortales “normales” lo hacemos. En este propósito nos encontramos con un Cortázar

apasionado por el Boxeo. A manera de confesión, el escritor dice sobre el arte de la fistiana: “a mí 

me parece un enfrentamiento muy honesto, muy noble. Me interesa el enfrentamiento de dos

técnicas, de dos estilos, la habilidad de vencer siendo a veces, más débil. Te diré que casi siempre

estuve del lado del más débil en el boxeo y muchas veces los vi vencer y es una maravilla. Por otra

parte, lo que sucede es que a mí no me interesan los deportes colectivos. Eso pareciera que va en

contra de mi ideología pero creo que no es así. El fútbol, por ejemplo, me es totalmente

indiferente. Sé que decir esto, en boca de un argentino, es algo grave, capaz de desatar muchas

iras... Pero me es tan indiferente como el rugby o el beisbol. Me gustan los deportes donde se

enfrentan dos individuos, como sucede en el tenis o en el boxeo. Son dos destinos que se juegan el

uno contra el otro. En el fútbol son once contra once, gana o pierde un equipo. La responsabilidad

individual se diluye, todo se diluye; alguien pudo haber jugado muy bien o muy mal pero nunca

tiene la plena responsabilidad del triunfo o de la derrota. En el boxeo eso no es posible. Allí un

hombre vence a otro. Gana porque es mejor o porque hizo mejor las cosas”. 

Descubierta ya la pasión deportiva de Cortázar, es menester “Indagar” cuáles fueron sus

boxeadores favoritos; en efecto, al extraordinario literato, lo maravillaba la perfección de Ray

Sugar Robinson, el descaro de Muhammad Alí, el baile del intocable Nicolino Locche y el impacto

demoledor de Carlos Monzón, ni más ni menos. Cortázar, ciertamente, practicó este deporte

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siendo joven e incluso fue narrador deportivo. Una de las anécdotas más decidoras en este

aspecto es la que protagonizó como relator de una pelea de boxeo para el programa Actualidades

Francesas que se difundió para México y Argentina en el año de 1954. Luego de la transmisión lo

echaron. El resultado había sido pésimo, por su dificultad para la pronunciación del español. 

De entre sus muchas obras, hay varias dedicadas al boxeo, quedan para siempre cuentos como:Torito; El noble arte; Lucas, su patrioterismo; La noche de Mantequilla y Segundo viaje; todos con

guantes y en algún rincón.

Definitivamente Julio Cortázar amó tanto al boxeo que, incluso lo llegó a comparar con la narrativa,

así: “El buen cuentista es un boxeador muy astuto, muchos de sus golpes iniciales pueden parecer

poco eficaces cuando, en realidad, están minando las resistencias más sólidas del adversario”. 

Fijémonos en esta otra: "entre un texto apasionante y su lector, la novela gana siempre por

puntos, mientras que el cuento debe ganar por knockout". A la par que la estética de la Literatura

que tanto cultivó, Cortázar amó la estética del boxeo; que a nadie le quede dudas de esta pasión

de este notable escritor argentino, ”accidentalmente” nacido en Bélgica y naturalizado francés,

muerto en el año de 1984 de leucemia, sus restos reposan en el cementerio de Montparnasse,París.

Tumba de Cortázar en Julio Cortázar (foto de Sara Facio, 1967).

Montparnasse, París. 

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Sugar Ray Leonard Nicolino Locche

Mohamed Alí Carlos Monzón 

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