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8/9/2019 La administracion cultural del peronismo
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LA ADMINISTRACION CULTURALDEL PERONISMOPOLITICAS, INTELECTUALES YESTADO
Flavia Fiorucci
2007Working Paper No. 20
TheUniversityofMarylan
d,
CollegePark
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Flavia Fiorucci
LA ADMINISTRACION CULTURAL DEL PER-ONISMOPOLITICAS, INTELECTUALES Y ESTADO
2007Latin American Studies Center
University o Maryland, College Park
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Latin american StudieS center
Working Paper No. 20
LASC Executive Committee
Sal Sosnowski (Director)Janet CharnelaJudith FreidenbergPatricia J. HerronSteven KleesRoberto P. KorzeniewiczRoberta LavinePhyllis PeresMary Kay Vaughan
Series Editor: Stacy KeoghWebmaster & Designer: Pablo Calle
Copyright 2007 by Flavia Fiorucci
ISSN 1535-0223Latin American Studies CenterUniversity o Maryland, College Park0128B Holzapel HallCollege Park, MD 20742
http://www.lasc.umd.edu
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LA ADMINISTRACION CULTURAL DEL PERONISMO
POLITICAS, INTELECTUALES Y ESTADO
Flavia Fiorucci
God Help the Government that Meddles with Art
Ministro Lord Melboure
Quest- ce quune beaut qui nexiste pas pour
tous ? Quest-ce qu une vrit qui n existe pas pour
tous ? Que la culture nexiste pour quelques-uns est
un scandale qui doit cesser- mais que la dmocratie
semploie faire cesser depuis quelle existe
Gatan Picon
INTRODUCCION
Las lecturas tempranas del peronismo de ste como la conrmacin de la ame-
naza ms temida, la de un fascismo vernculo no cambiaron demasiado en los
aos posteriores. Los intelectuales describieron el peronismo como un rgimen
inhspito para la vida cultural e intelectual. Como un momento donde, en palabras
del escritor Hctor Murena - toda actividad cultural [resultaba] un equvoco,
un prejuicio, un tenue vapor del invernadero que un viento helado [dispersaba]en pocos segundos. No obstante, el gobierno que en la visin de sus detractores
censuraba y desdeaba a sus elites cultivadas, intent llevar adelante un conjunto
de transformaciones en el terreno de la administracin cultural. Es en esos aos
cuando el estado incorpor una serie de dependencias para coordinar la adminis-
tracin de la cultura creando la Subsecretara de Cultura luego Direccin de Cul-
tura e increment notablemente el gasto pblico en cultura. Cre adems un orga-
nismo la Junta Nacional de Intelectuales que prometa organizar y patrocinarlas actividades de la intelectualidad. Es decir, el gobierno expandi su esfera de
accin hacia mbitos que ataan a la vida intelectual tanto en su dimensin ms
simblica como material. Cules fueron las polticas que desde estas instancias
se implantaron? Cules eran los principios que subyacan a la expansin de la
Primer ministro britnico, 835, citado en C. Gray, The Politics of arts in Britain, (Londres:MacMillan, 000), p. 54.
Critico literario que particip como consejero del Ministerio de Asuntos Culturales francs cuandoste fue inaugurado. Citado por Philippe Urfalino,Linvention de la politique culturelle, (Paris:Hachette, 004), p. 54. Alberto Ciria,Peronismo y Cultura Popular, (Buenos Aires: Ediciones dela Flor,) p. 53. Ejemplos de esta lectura se pueden leer en Silvia Sigal,Intelectuales y poder en laArgentina. La dcada del sesenta , (Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 00).
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burocracia cultural? Cul era la estrategia en torno al campo intelectual que per-
neaba de las acciones de los nuevos organismos estatales? Se intent con estascreaciones burocrticas operar sobre el campo intelectual? Cmo ley la inteli-
gencia local estas acciones estatales? En otras palabras, cules fueron y en qu
medida las polticas culturales del rgimen signaron la relacin entre el campo
intelectual y el estado? Exista, en lo ideolgico, tal hiato entre la poltica ocial
y el campo intelectual? Se mantuvo la poltica inamovible a lo largo de todo el
periodo? A travs de una lectura del derrotero institucional de la administracin
cultural bajo el peronismo este artculo se propone contestar a los interrogantes
mencionados. La intencin es observar las luchas que se tejieron alrededor de de
una serie de instituciones que fueron fundadas con la maniesta intencin de adju-
dicarse el monopolio de la denicin de la poltica cultural a nivel nacional dado
que en dicho proyecto de transformacin burocrtica se dirimieron posiciones y
debates cruciales a la hora de delimitar las relaciones entre el estado y el campo
intelectual. De ah su importancia a la hora de realizar un balance de la relacin
entre el peronismo y los intelectuales.4
SEGUNDONES Y CONSAGRADOS
El conocido rechazo de la mayora de los intelectuales frente a la emergencia del
peronismo era el teln de fondo donde deba operar el gobierno. Atinadamente, si
lo que se buscaba era evitar reacciones adversas, Pern escogi un intelectual para
3 El interrogante sobre la poltica cultural conlleva una serie de complicaciones. En principio, elmismo objeto de estudio - la poltica cultural - resulta sumamente complejo de delimitar dada la
dicultad misma de denir aquello que puede ser interpretado o englobado bajo este concepto.Constituye una poltica cultural nanciar un libro? Ayudar un intelectual? Reformar un museo?Aumentar el presupuesto de una biblioteca? Decidir o rechazar la construccin de una estatua?Cmo adems guiarse por la enmaraada red burocrtica que puede estar involucrada en larealizacin de la poltica cultural, an aquella relacionada a lo que comnmente se asocia con altacultura? La mirada sobre la burocracia cultural aqu propuesta nos permite superar estas dicultadesmetodolgicas. En lugar de denira priori aquello que se entiende como poltica cultural, serecurre aqu a un camino inverso: observar aquello que el estado designa como rea de accin de su
burocracia cultural.
4 Esta lectura no se plantea estudiar la poltica cultural del peronismo, si no los esfuerzos de unadependencia estatal creada para denirla y coordinarla. La aqu propuesta es necesariamente unamirada recortada: existan una multiplicidad de otras dependencias estatales que se ocupaban de lacultura.
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dirigir la Comisin de Cultura. No obstante, las relaciones entre estos dos sectores
se inauguraron con un conicto. El Poder Ejecutivo nombr al historiador revisio-nista Ernesto Palacio como presidente de la Comisin Nacional de Cultura. Pala-
cio, un conocido escritor nacionalista, dio su primer paso en falso cuando otorg
el Gran Premio de Honor de la Comisin de Cultura al ex ministro de Relaciones
Exteriores del presidente Castillo (Enrique Ruiz Guiaz) por un libro sobre Mal-
vinas. La decisin contradeca lo que haba dictaminado oportunamente el jurado
de expertos el cual se haba expedido a favor de la obra de Ricardo RojasEl Pro-
feta de La Pampa Vida de Sarmiento sobre el prcer educador. Las reaccionesfueron diversas pero sirvieron para establecer el tono de abierta animosidad que
caracterizara desde entonces las relaciones entre la intelectualidad y la burocracia
cultural. Este evento conrmaba a los intelectuales antiperonistas que la burocra-
cia cultural serva bajo el peronismo a las intenciones ms temidas: a la interven-
cin lisa y llana de la poltica en el campo intelectual. El debate suscitado por el
premio continu en el recinto legislativo. An cuando Palacio gozaba de respeto,
no logr convencer a sus colegas del carcter desinteresado de su gestin. A nesde 947 debi renunciar a la presidencia de la Comisin Nacional de Cultura.5
Este fracaso inicial, el consecuente intento ocial de empezar de nuevo una re-
lacin que se revelaba difcil desde la primera hora, y el oportuno reclamo de
algunos intelectuales de ser incluidos en la reforma social peronista, aceler la
puesta en marcha de la gran invencin del gobierno en materia de gestin cultural:
la creacin de la Subsecretara de Cultura en febrero de 948. La fundacin desta se insertaba en una reforma burocrtica de mayor envergadura: la separacin
de la administracin de justicia y educacin. Concretamente, el peronismo apart
de la rbita del Ministerio de Justicia la poltica educativa y cultural al crear la
Secretaria de Educacin de la Nacin y el Ministerio de Educacin un ao des-
pus. Al frente de dicho Ministerio fue nombrado Oscar Ivanissevich, un mdico
5 Detalles de este debate se pueden leer en Diana Quattrochi-Woisson Diana,Los males de lamemoria: historia y poltica en la Argentina, (Emec, Buenos Aires, 995)., p. 60-666 Segn el decreto tanto el secretario de educacin como la secretaria tenan prerrogativas deministro y ministerio respectivamente.
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cirujano catlico y antiliberal. Segn el decreto los temas relacionados con la
educacin y la cultura haban alcanzado un grado de complejidad e importanciaque se haca necesaria la formacin de un despacho especial. La fundacin de la
Subsecretara de Cultura se justicaba en el hecho de que en el plan de gobierno
gura entre sus captulos esenciales el fomento de la cultura y el fortalecimiento
de sus instituciones representativas. La letra chica del decreto estableca que era
labor de la Subsecretara la coordinacin y gerencia de todas las dependencias
culturales de la administracin nacional: la Comisin de Bibliotecas Populares;
la Biblioteca Nacional; los museos nacionales; la Comisin de Monumentos yLugares Histricos; la Comisin de Cultura y el Teatro Cervantes. La Comisin
de Cultura continuaba funcionando como rgano consultivo. El gobierno que en
la visin de sus detractores desdeaba de la cultura de elites creaba un rgano
estatal para fomentar la denominada alta cultura y para coordinar el mejor aprove-
chamiento de los recursos del estado ya existentes. Esto ltimo abra un escenario
incierto porque si bien la Subsecretara poda constituirse en una oportunidad para
reencauzar las relaciones del gobierno con la intelectualidad tambin implicabapotenciales focos de conicto dado que se expandan las capacidades estatales en
el rea.
La propuesta del estado peronista de regular y legislar sobre la cultura (espec-
camente aquello que se consideraba como alta cultura), a travs de la creacin
de nuevas dependencias estatales coincidi con un clima de poca donde varios
pases haban comenzado a ampliar la burocracia cultural. Entre 935 y 943funcion en Estados Unidos el primer programa federal de nanciamiento de las
artes. En Brasil la constitucin establecida por el Estado Novo en estipu-
l el deber estatal de contribuir directa e indirectamente en el desenvolvimiento
cultural del pas, lo que estimul la fundacin de diversas instituciones artsti-
7 Para una caracterizacin de Ivanissevich ver Adriana Puiggrs (Dir),Peronismo: Cultura Polticay educacin, (Galerna, Buenos Aires, 995). pp3-78 VerBoletn del Ministerio de Educacin, febrero de 4.9 Para un anlisis de casos sobre el avance del estado hacia la poltica cultural ver Milton C.Cummings Jr, Richard S. Katz, The Patron State Government and the Arts in Europe, North Americaand Japan, (Oxford: Oxford University, 987).
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cas, cientcas y de enseanza.0 En Inglaterra se otorg en 946 estatus legal al
Consejo para el Fomento de la Msica y las Artes, cuerpo colegiado ideado porLord Keynes. En todos los casos, dichas creaciones burocrticas, que institu-
cionalizaban sistemas de patronazgo de las artes, detonaron enconados debates y
Argentina no fue la excepcin. El problema era evidente: cmo conciliar libertad
de creacin y patronazgo estatal? Debe y puede ser la cultura un rea de poltica
pblica? An si se pudiera llegar a un consenso sobre estas cuestiones, quedaba
en pie la pregunta sobre la seleccin: qu arte y qu artistas deben ser nanciados
por el estado? Y nalmente, quin o quines deben ser los encargados de delinearesta poltica? En el caso de Argentina, el avance del estado en la gestin cultural
comenz en los tempranos aos treinta y constituy un proceso que se articul en
paralelo a la institucionalizacin del campo intelectual. El estado peronista conti-
no por lo tanto un proyecto que lo anteceda, por lo que sera errneo asimilar la
expansin estatal al mero objetivo del peronismo de intervencin.
El gobierno nombr a Antonio Castro al frente de la recin inaugurada Subsecre-tara. Castro era un historiador que tena cierta experiencia en gestin de museos.
Haba sido investigador y director del Palacio San Jos en Entre Ros y cuando
fue designado Subsecretario ostentaba desde 945 el cargo de director del Museo
Sarmiento y Presidente de la Comisin de Cultura desde el alejamiento de Pala-
cio. Al asumir el cargo, Castro especic como objetivos de su gestin elevar el
nivel cultural de la poblacin, llevando la cultura a todos los rincones del pas
y mejorar las condiciones de la clase intelectual, en especial del intelectual detierra adentro. Fragmentos de los discursos que Castro pronunci en los das
inaugurales de su gestin permiten observar adems cierto nimo revanchista de
un intelectual que hasta entonces haba ocupado un lugar marginal en el campo:
llegaba para rescatar la cultura de una casta intelectual que se [la] haba adue-
0 Daryle Williams, Gustavo Capanema, ministro da cultura, Angela de Castro Gomes,Capanema: o ministro e seu ministrio, (Rio de Janeiro: FGV, 000) p.56. El documento que ocializ dicha institucin elaborado por Keynes fue el primero enreconocer las artes como una responsabilidad estatal permanente. Sobre Keynes y el patronazgocultural ver Anna Upchurch, john Maynard Keynes, The Bloomsbury Group and the Origins of theArts Council Movement,Internacional Journal of Cultural Policy, Vol. 0, N , 004, pp. 07-7.
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ado en forma absoluta. La nueva Subsecretara se justicaba tambin en un
estado que pretenda dar su propia orientacin a la cultura, jar [sus] objetivosy controlar [su] ejecucin.
En el proyecto de la fundacin de la Subsecretara se conjugaban nes y pblicos
variados. Las polticas a desarrollarse desde esta agencia deban ser distributivas,
redistributivas y tambin reguladoras. Proyectaban orientarse a dos audiencias
diversas: los productores y los consumidores de cultura. Tena como intencin
expresa corregir asimetras regionales entre el interior y Buenos Aires tanto enrelacin a la creacin como al consumo cultural. En cierto sentido la nueva de-
pendencia cultural se poda ver como una continuacin de la ya existente ya que
se asentaba en el andamiaje institucional creado en la dcada del treinta (la Aca-
demia de Letras y la Comisin de Cultura). No obstante la Subsecretara estaba
animada por dos propsitos innovadores: la democratizacin y el acento en la
federalizacin del consumo cultural.4 En un plano normativo el estado se pro-
yectaba claramente como el artce y el responsable de una poltica cultural conrespecto a lo que comnmente se asocia con alta cultura lo que por extensin im-
plicaba la institucionalizacin de mecanismos para intervenir sobre el campo inte-
lectual. El aumento de las partidas presupuestarias para el rea puede leerse como
un signo del compromiso poltico del rgimen con la empresa. Las partidas
se triplicaron, pasando de .55.500 pesos a ..000 pesos.5 Esto representa
una proporcin claramente mayor a la que aument el gasto pblico real en su
totalidad, que creci en el perodo que va de 947 a 948 en aproximadamente un40% para luego estacionarse. Proporcionalmente, el incremento para cultura era
tambin mayor a aquel que fue considerado el principal motor de las inversiones
Castro,Boletn, abril de 1949 N Boletn del Ministerio de Educacin, N , p.
4 La Subsecretara se organiz en cinco departamentos que hablan de las tareas que se proponaesta agencia al ser creada: Departamento de Difusin Cultural; Departamento de Bellas Artes;Departamento de Investigaciones Culturales; Departamento de Conservacin de la Cultura yDepartamento de Poltica Cultural ejercido por el mismo subsecretario.Boletn del Ministerio de
Educacin, de marzo de 4
5 Ver detalle en Decreto 709, 4 de enero de 949, incorporado alBoletn del Ministerio deEducacin, N 3, Enero de 949.
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estatales: el gasto en defensa que se expandi en dicho perodo en un 60 %.
La eleccin de Castro a la cabeza de la nueva estructura no era para nada obvia
al ser una gura menor y poco conocida en el mundo de las instituciones de la
cultura (sobretodo en la ciudad de Buenos Aires). Adems con el nombramien-
to de Castro el gobierno dispuso por decreto la renovacin de la Comisin de
Cultura, que como se mencion deba funcionar como rgano asesor de la nueva
Subsecretara. Esto abri una disputa con la intelectualidad porque implic que
sus antiguos integrantes fueran reemplazados por guras elegidas directamentepor el poder ejecutivo nacional. Entre los que deban retirarse de la Comisin
estaba el representante de la Sociedad Argentina de Escritores y los dos miembros
de las cmaras legislativas. El conicto lleg a la Cmara de Diputados cuando
6 Estos datos estn calculados en base a una tabla de gasto pblico real reproducida por PabloGerchunoff, Lucas Llach, El ciclo de la ilusin y el desencanto. Un siglo de polticas econmicasargentinas, (Buenos Aires, Ariel, 003), p. 79.
7 Existe una dicultad intrnseca a la hora de conformar una burocracia cultural que no es tanmarcada en otros mbitos de la administracin pblica: la de identicar a los expertos de dicha
poltica. Este problema est asociado a la imposibilidad de sealar un grupo que se pueda adjudicarconocimientos, destrezas o calicaciones especcas necesarias para decidir sobre ste captulode la gestin pblica, teniendo en cuenta entre otras cosas, la diversidad de actividades de aquelloque se engloba bajo el concepto de cultura. Dicha dicultad se volvi ms compleja en el perodoaqu estudiado, porque la mayora de la intelectualidad se opona al peronismo. Adems la nuevadependencia pretenda ir ms all de los mbitos letrados y era lcito preguntarse quines estaban
mejor preparados para comprender las necesidades y demandas de los sectores populares en torno
a la cultura. En sntesis, no exista para la cultura un correlato como el caso de los arquitectos para
las polticas de la vivienda, para los cuales la relacin entre competencias tcnicas y participacinen el desarrollo de polticas pblicas era al menos en la autorepresentacin - ms inmediata.Ver Anah Ballent, La Caja de Pandora: Los arquitectos y el peronismo mimeo. Existe unaincipiente pero interesante bibliografa que explora la relacin entre las demandas estatales de unsaber y la consolidacin de los campos profesionales en el pas. Para el caso de los ingenieros verSilvana Palermo, Elite tcnica y estado liberal: la creacin de una administracin moderna enlos Ferrocarriles del Estado (870-90), mimeo, El caso de los mdicos puede ser ledo en eldocumentado estudio de Ricardo Gonzlez Leandri, Curar, Persuadir, Gobernar: la construccinhistrica de la profesin mdica en Buenos Aires, 1852-1886, (Madrid: Consejo Superior deInvestigaciones Cientcas, 999). Para una seleccin de textos que incluyen diversas profesionesver Federico Neiburg & Mariano Plotkin (compiladores),Intelectuales y expertos, La constitucin
del conocimiento social en la Argentina, (Buenos Aires: Paids, 004). Segn Plotkin y Neiburg,el desarrollo de las ciencias sociales estuvo estrechamente vinculado a la demanda de expertos por
parte del estado en vas de consolidacin y modernizacin.8 Sobre el conicto que este tema provoc en la Sociedad Argentina de Escritores ver FlaviaFiorucci, Between Institutional Survival and Intellectual Commitment: The Case of the Argentine
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Ricardo Rojas intent en vano promover la revisin del decreto planteando una
cuestin de privilegio. Rojas se quejaba de que la Comisin se haba convertidoen un organismo simplemente burocrtico, sin vida propia ni autoridad intelec-
tual. Calicaba la reorganizacin como un agravio a la Cmara de Diputados y
haca expresa su preocupacin de que la cultura est dirigida por el PEN. Para el
diputado escritor el inters del gobierno en la cultura no era genuino se reduca a
la mera centralizacin. Las diatribas de Rojas revelaban que los avances estata-
les sobre terrenos que eran propios del campo intelectual generaban desconanza.
Al mismo tiempo, stas insinuaban ciertas aprehensiones elitistas. Rojas concluasu alocucin armando que el orden de prioridades estatales estaba claro: mien-
tras [el estado destinaba] millones de pesos a los clubes de ftbol, poco era lo que
destinaba a la cultura. Que la cultura ocupara un lugar relegado en el presupuesto
no era un dato nuevo, lo que le molestaba a Rojas era que el deporte ocupara un
lugar preponderante.
Si el objetivo del estado era crear una burocracia con capacidad de reorganizar elcampo cultural los pasos seguidos resultan, sino objetables, por lo menos torpes
y dejan adivinar cierto desconocimiento de las leyes que regan las dinmicas de
la comunidad intelectual. La decisin ocial de integrar la Comisin con gu-
ras desconocidas para la mayora de los escritores, especcamente porque stos
tenan ms credenciales cientcas que culturales, era sin lugar a dudas un tema
espinoso. La reaccin de Rojas no slo responde a sus diferencias ideolgicas
y/o polticas con el peronismo sino que se inscribe en un conicto bastante tpicodel campo: el de los reconocidos contra las guras menores. Tal como advierte
Pierre Bourdieu, el campo intelectual tiene sus dominados y dominantes, constitu-
ye un campo de fuerzas y de luchas que buscan conservar o transformar jerarquas
internas. Para 40 ya haca varios aos que el campo cultural argentino operaba
con cierta autonoma. Contaba con espacios de sociabilidad especca y haba
Society of Writers during Perns rule, The Americas: A Quaterly Review of Inter-AmericanCultural History, Vol 6, N 4, Abril 006.9 Decreto 78 del 6 de marzo de 949. Es probable que en las designaciones haya pesado lainuencia de Ivanisevich dado el nmero importante de mdicos entre los miembros de este cuerpocolegiado.
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logrando la imposicin de criterios de distribucin de prestigio internos, an en
aquellos mbitos donde su labor se realizaba en conjuncin con la del estado. Lossignos visibles de dicha autonoma eran variados, observaban distintos grados de
formalidad, constituan tanto instancias de consagracin y/o legitimacin como
de reproduccin pero no caban dudas de su existencia en 947.0 An cuando el
peronismo no se propuso ni emprendi en ningn momento una completa renova-
cin de los crculos intelectuales objetivo por cierto difcilmente alcanzable en
un campo que ya funciona - s permiti a muchos personajes de trayectorias des -
lucidas, guras del interior poco reconocidas a nivel nacional, la posibilidad deuna mayor visibilidad integrndolos a instituciones estatales o hacindolos acree-
dores de galardones que difcilmente sus pares les hubieran concedido. Rojas los
caracterizaba en su alocucin como personajes de estilo pedestre y proclives
al gerundio. El caso de Castro no escapaba a la denuncia de Rojas: director de
un museo en la provincia de Entre Ros que para 945 ni siquiera contaba con
luz elctrica, dos aos despus diriga la dependencia estatal llamada a denir la
poltica cultural nacional. La articialidad del notable ascenso se comprendemejor observando la trayectoria posterior de Castro: luego del peronismo ste
desapareci completamente de los registros. Su nombre no est en ninguno de
los diccionarios biogrcos argentinos editados luego de 955. Casos como los
de este personaje proliferan dentro de la Secretara. Otro ejemplo, probablemente
ms elocuente, es el de Horacio Velsquez: de obrero frigorco pas en 949 a
dirigir la Comisin de Bibliotecas Populares. Lo antecedan en el puesto persona-
jes como Juan Pablo Echage y la de Carlos Obligado.
Esta promocin de guras deslucidas y/o advenedizos implic que los antes ig-
norados, los que ocupaban un lugar subordinado en el campo, podan imponer
sus criterios sobre aquellos que tenan mayor capital cultural. No era fortuita la
0 Entre ellos podemos mencionar los mecanismos de eleccin independiente de los miembros dela Academia de Letras, la decisin sobre los premios propios y ajenos hasta la tcita y compartidaaceptacin de una jerarqua de publicaciones. Para ese entonces la colaboracin en una determinadarevista (Sures el caso ms paradigmtico) garantizaba el ingreso a la selecta comunidad de escritores
profesionales.
Estos datos surgen de la lectura de las Actas del Perodo de la Comisin Nacional deMonumentos y Lugares Histricos que regulaba la labor del museo.
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mencin del recientemente electo Subsecretario de Cultura de la necesidad de re-
cuperar la cultura de una casta. Del otro lado, el rechazo absoluto de los consa-grados a todo proyecto estatal antecedido por la rbrica cultural que veremos
repetirse a lo largo del perodo debe ser entendido entre otras cosas como la pro-
teccin de un monopolio del cual se consideraban portadores legtimos: decidir
quin es quin entre los literatis y artistas. Los reproches a la vulgarizacin vivida
por la cultura que denunciaba Rojas, los intelectuales recientemente promovidos
por el peronismo los convertan en estandarte de su legitimidad. A diferencia de
la privilegiada casta, estos ltimos buscaban acercarse al pueblo y promover lacultura ms all de los estrechos connes de una elite. Era esta apelacin al pueblo
una estrategia contra los mecanismos de exclusin y clausura que los reconoci-
dos no tardaran en poner en marcha.
El hecho de que gran parte de los nombres elegidos por el PEN estaban ligados a
las universidades intervenidas por el peronismo agregaba un elemento de discor-
dia. El arbitrario e indito recambio del personal docente de la Universidad reali-zado y/o instigado por el peronismo es un dato ineludible a la hora de comprender
la respuesta de la intelectualidad a las transformaciones institucionales: muchas
guras intelectuales, sobre las cuales la Subsecretara se propona legislar, haban
sido vctimas del vaciamiento universitario. Entre los nuevos miembros de la
Comisin de Cultura estaban: Carlos Rivas, mdico interventor de la Universi-
dad de La Plata desde 948; Roque Izzo, interventor de la facultad de Ciencias
Mdicas de la Universidad de Buenos Aires; Agustin Riggi, gelogo director delMuseo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia desde 946; Federico Daus,
gegrafo, ex interventor del Consejo Nacional de Educacin y decano de la
Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires desde 949. A
estos se sumaban personajes desconocidos como Armando Echeverra, un pro-
fesor de escuela, encargado en ese entonces de dirigir la Comisin Nacional de
Aprendizaje y Orientacin Profesional junto con el abogado Horacio Rodrguez,
Pierre Bourdieu, Les usages du peuple, en Choses Dites pp.-p. Questions deSociologie, -
3 Sobre la universidad ver Pablo Buchbinder,Historia de las Universidades Argentinas, (BuenosAires: Sudamericana, 005), pp.44-68.
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quien haba sido director desde 934 del Registro de la Propiedad Intelectual y
abogado del Crculo de Autores.4 La cabeza de toda la estructura el ministro deEducacin - haba sido el primer interventor de la Universidad de Buenos Aires
de 946 a 948, en momentos en donde las exoneraciones y renuncias se hicieron
efectivas. Los nicos conectados especcamente al mundo de la cultura en esa
inslita lista eran Carlos Ibarguren, el escritor nacionalista en ese entonces presi-
dente de la Academia de Letras y el autor de bestsellers de contenido antisemita
Gustavo Martnez Zuvira, director de la Biblioteca Nacional. Figuras stas, que a
pesar de tener experiencias ms acordes al tipo de decisiones que se deban tomar,eran personajes cuestionados por gran parte de la intelectualidad por sus posicio-
nes ideolgicas de derecha. En otras palabras, al no ser personajes de consenso,
difcilmente stos podran ayudar al gobierno a atraer a la intelectualidad de su
lado.
El primer y ms ruidoso experimento de la Subsecretara de Cultura fue la crea-
cin en mayo de 948 de la Junta Nacional de Intelectuales. Los eventos y de-bates que desencaden la fundacin de esta institucin mostraron las discusiones
que tenan lugar en el campo intelectual y las actitudes e iniciativas no siempre
compatibles que el gobierno ensayaba con la intelectualidad. La idea de la Junta
estaba inspirada en el pedido de algunos intelectuales.5 Oportunamente, varios
escritores, no todos peronistas, haban reclamado al presidente Pern por la preca-
riedad de la situacin econmica del sector y ste haba respondido con el proyec-
to de la Subsecretara y de la Junta. Para el peronismo la Junta representaba unaocasin nica: respondiendo a dicha demanda, posicionndose como garante de
la actividad artstica e intelectual, el gobierno poda plantearse la posibilidad de
cooptar a la intelectualidad, al menos, vencer los rechazos iniciales. No obstante,
el proyecto tena elementos contradictorios. La Junta proyectaba como misin
expresa extender los benecios de la reforma social peronista a los trabajadores
intelectuales. Buscaba paliar la situacin de injusta pobreza en que la clase
4 La funcin de la Comisin Nacional de Aprendizaje y Orientacin Profesional era scalizar laformacin de los menores y jvenes vinculados al trabajo en las fbricas.5 Ver Elas Castelnuovo, Carta a Manuel Glvez, 3 de marzo de 947, Archivo Glvez, AcademiaArgentina de Letras. Ver detalles en el captulo 3.
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intelectual desarrollaba su tarea, rayana a menudo segn el decreto- en la in-
digencia. A efectos de remediar esta situacin el nuevo organismo, conforma-do por los mismos intelectuales, deba expresamente dignicar y asegurar [sus]
condiciones de vida, y [su] libertad econmica juzgada indispensable para el
goce normal de la libertad espiritual. En el decreto reglamentario se estableca
que la organizacin promover[a] la investigacin y la creacin literaria, artsti-
ca, cientca y tcnica, y velar[a] por todas las manifestaciones de la cultura y su
difusin. Adems prometa expresamente que ninguna iniciativa del gobierno,
bajo pretexto alguno, ha[bra] de interferir [con] el ejercicio de la libertad deltrabajador intelectual. Esta ltima promesa sin embargo no alcanz para atenuar
las sospechas de gran parte de la intelectualidad local acerca de los propsitos
que animaban el patronazgo estatal en el peronismo. Los intelectuales antipero-
nistas pensaban que con la Junta el estado buscaba tan slo controlar el campo.
Dicho temor no se fundaba solamente en acontecimientos y/ o lecturas previas,
sino en ciertas exigencias presentadas en dicha oportunidad. Es que Pern si bien
haba sido el a la estrategia conciliatoria convocando a la intelectualidad en suconjunto a participar en la fundacin de dicha organizacin y proponiendo tanto
a aclitos y detractores como autoridades de la Junta, impona como requisito
para llevar adelante el proyecto que las dos sociedades de escritores existentes en
la Argentina se reagrupasen en una sola. Por un lado, esto pareca insinuar que
la agenda del gobierno era sindicalizar a la inteligencia y por el otro signicaba
concretamente la fusin de Asociacin de Escritores Argentinos que reuna a los
literatos que haban expresado su adhesin al peronismo y la Sociedad ArgentinaDe Escritores donde se congregaban los antiperonistas.
Como s que hay varias entidades [de escritores] que los agrupa, es ne-
cesario no desperdiciar ningn valor de los escritores, y para ello, a mi
entender, la tarea principal a realizar, es unirlos a todos en una sociedad
o reunir a todas las sociedades, para realizar una tarea de colaboracin, lo
inmediato es unirse espiritualmente, para que yo pueda ofrecerle no a un
6 Decreto N 5484, 8 de mayo de 948, enBoletn del Ministerio de Educacin, p.50.7 La lista inclua intelectuales expresamente peronistas como Gustavo Martnez Zuvira o DelnaBunge y antiperonistas como Carlos Alberto Erro o Eduardo Gonzles Lanuza.
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sector de los escritores argentinos sino a todos los sectores.
La discordia domin la sesin en donde se deba votar la conformacin del nuevo
rgano. Los peronistas expresaron su oposicin a unirse apelando a las diferen-
cias ideolgicas irreconciliables que separaban a ambos grupos de escritores. El
antiperonismo por su parte decidi enfrentarse a un proyecto que no era otra cosa
para ellos que un intento de vigilar la cultura e intervenir sobre las reglas del cam-
po intelectual, por lo tanto se rehus a conformar la institucin. En ese contexto la
Sociedad Argentina de Escritores se convirti en la interlocutora del gobierno enrepresentacin de la intelectualidad antiperonista y declar su repudio repitiendo
que la cultura no poda ser dirigida.0
La intelectualidad antiperonista no vio, no quiso ver, o simplemente no crey en
los nimos pacicadores. Por el contrario, interpret el proyecto como un ataque
directo a la autonoma del campo intelectual. El rechazo se explicaba por una lec-
tura de la propuesta ocial donde subsidio y autonoma no podan ms que cons-tituir una relacin de mutua negacin. La creacin de la Junta y conjuntamente
la de la Subsecretara pona sobre el tapete un debate constitutivo a la formacin
del campo intelectual que ya haba aparecido en la dcada del treinta cuando se
fundaron la Academia de Letras y la Comisin de Cultura. En ese entonces, el
debate se haba resuelto a favor de consideraciones de orden prctico. Se haba
logrado alcanzar una situacin de equilibrio entre los deseos de autonoma de los
intelectuales y los benecios del subsidio. Por lo tanto la reaccin de los intelec-tuales antiperonistas no implicaba una posicin doctrinaria sobre la legitimidad de
la intervencin estatal o sobre la incompatibilidad entre patronazgo e instituciona-
lizacin del campo. La misma Sociedad Argentina de Escritores tena hasta nes
de 947 un representante en la Comisin Nacional de Cultura. La intransigencia
de los intelectuales frente a la Junta y a la Subsecretara implicaba un cuestiona-
8 El primer magistrado convers ayer con un grupo de escritores,La Prensa, Friday December 947.9 Junta nacional de intelectuales, antecedentes de su creacin - Decretos y reglamentos internos,(Ministerio de Educacin, 949).0La Nacin, , y 3 Diciembre 947,La Prensa y de diciembre 4.
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miento concreto al estado peronista, al elenco de funcionarios escogidos y no a
la conveniencia misma de una poltica cultural o del patronazgo estatal. Revelabauna posicin que buscaba preservar la autonoma porque se sospechaba de las
intenciones ociales. El gobierno, alimentaba dicha lectura con pedidos incon-
gruentes. Si la promesa expresa del peronismo de no intervenir en la dinmica del
campo intelectual era genuina, la exigencia de que los intelectuales se uniesen en
una sola asociacin de escritores contradeca dicha oferta. La no participacin de
los intelectuales en las nuevas creaciones institucionales debe interpretarse como
una forma de rehusarse a legitimar con la presencia: los intelectuales consagrados
al autoexcluirse de la Junta impedan que la misma se constituyera en una ins-
tancia de legitimacin del campo. Slo aquellos carentes de capital cultural, de
prestigio, estaban dispuestos a formar parte de dicha institucin. De ah que luego
de cado el peronismo los intelectuales peronistas ms castigados por sus colegas
fueron aquellos pocos, que aunque reconocidos, se unieron al nuevo movimiento
poltico. El caso de Leopoldo Marechal es el ms representativo. Segn este
autor, su peronismo, le cost un ostracismo de aos, el cierre de puertas vitalesy literarias, una especie muerte civil o asesinato colectivo.
Los temores de los antiperonistas no se cumplieron: la Junta no fue un instrumen-
to regulador del campo intelectual y cultural simplemente porque sta enseguida
perdi mpetus hasta ser cerrada por un decreto en 953. Durante su efmera du-
racin, sta se ocup de las relaciones del gobierno con la recin fundada UNES-
CO, de la redaccin de un estatuto del trabajador intelectual, adems de ser laresponsable de un proyecto que sobrepas sus lmites cronolgicos: la creacin de
la Orquesta Sinfnica del Estado. La suerte de una convocatoria como la lanzada
3 La obra ms signicativa de este autor (Adn Buenosayres), aparecida en 4, fue ignorada porla crtica o denostada con trminos claramente humillantes. El escritor Gonzalez Lanuza la caliccomo un Ulises local, pero salpicada de estircol. La critica apareci en Sur. Ver John King, Sur:
Estudio de la revista argentina y de su papel en el desarrollo de una cultura 1931-1970, (Fondo de
Cultura Econmica, Mxico, 989), p. 93.Leopoldo Marechal en Alfredo Andrs,Palabras con Leopoldo Marechal, (Buenos Aires: Editorial
Ceyne, 990), p.5.3 Leopoldo Marechal en Alfredo Andrs, Palabras con Leopoldo Marechal, (Buenos Aires:Editorial Ceyne, 990), p.5.33 El estatuto no pudo ser puesto en prctica porque provoc el rechazo unnime de la
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por el gobierno en el Teatro Cervantes en un contexto de divisiones tan viscerales
no sorprende. Los recelos de los intelectuales antiperonistas frente al proyecto de
la Junta son comprensibles, sobre todo teniendo en cuenta las contradicciones del
proyecto. Haber esperado de ellos otra reaccin sera exigir una dosis de aplomo
que los tiempos no propiciaban. Sin embargo, es claro que el debate y la decisin
que tomaron al rechazarlo comprometieron el futuro de dicha institucin y cerra-
ron toda posibilidad de dilogo entre la intelectualidad y el estado peronista. Nos
muestra adems la capacidad de los intelectuales de reaccionar en forma orgnica
y articulada frente a lo que observan como un ataque al propio gremio.4
UNA CULTURA METROPOLITANA PARA EL PUEBLO
Como se mencion en prrafos anteriores a la hora de crearse la Subsecretara
haba dispuesto que su labor deba orientarse a dos audiencias, los denominados
productores de cultura y a sus consumidores Si la Junta fue el principal proyecto,
aunque fracasado, destinado a este primer pblico, varias fueron las polticas que
la Subsecretara intent para el segundo de los grupos. Con un afn primordial-mente distributivo, no exento de preocupaciones civilizadoras, la Subsecre-
tara se aboc desde un principio sus esfuerzos a hacer posible el consumo de
alta cultura a la mayor cantidad de pblico. A tan slo das de ser inaugurada, el
nuevo organismo estatal dispuso la consecucin de un plan integral de poltica
cultural, el que deba ser diseado por la Comisin de Cultura.5 Cules fueron
las acciones desarrolladas y de que forma las mismas condicionaron an ms la
difcil relacin con la intelectualidad local? Varias y con suertes dispares fueronlas actividades del gobierno programadas por este plan. Entre ellas cabe resaltar
la del Tren Cultural. La Subsecretara orden la creacin de una especie de centro
cultural itinerante que tena como misin recorrer el pas acercando la cultura a
las poblaciones alejadas. Este deba trasladar conjuntos teatrales y artsticos, or-
questas, exposiciones pictricas, escritores y libros y acercarlos al interior. Ense-
intelectualidad. Ver Flavia Fiorucci,Neither Warriors Nor Prophets: Peronist and AntiPeronistintellectuals, 1945-1956, (Tesis Doctoral, Universidad de Londres, 00).34 Esto mismo implic un cambio de rol para el intelectual. De abogado de la democracia, adalidde la lucha contra el fascismo en los aos treinta, el intelectual pas en el contexto del peronismo acircunscribir su voz pblica a la defensa de sus intereses ms particulares.35 Decreto N .45, de abril de 948,Boletn del Ministerio de Educacin, p.05.
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guida el proyecto fue presentado como poltica central de la nueva administracin
quien en un principio no escatim esfuerzos para llevarlo a cabo.
Paralelamente se sumaron otras polticas que tenan el mismo afn democratiza-
dor que se le quera dar a la nueva agencia estatal. La Comisin de Bibliotecas
Populares dependiente de la Subsecretara acus un dinamismo extraordinario,
entre cosas porque se aumentaron sus partidas notablemente (de .0.5 pesos
en 946 pas a tener 3.578.865 en 946.) Al mismo tiempo se organiz un
programa de conferencias y audiciones radiales, un plan de difusin del teatro enel interior con dos elencos que recorran el pas, un programa de Teatro para nios
de los hogares obreros, se cre una orquesta de Msica Popular y en julio de 949
se orden la institucin de un Gran Certamen Nacional de Teatro Vocacional. El
certamen, que tuvo mejor suerte que otras iniciativas del gobierno, se inspiraba en
el intento de fomentar la labor de los grupos teatrales en el interior del pas, ra-
ramente visitados por compaas teatrales, atentos adems a que tales cuadros
constituyen ncleos experimentales de los que surgirn nuevas personalidadespara incorporarse a la escena nacional. El proyecto extenda los benecios del
subsidio estatal a un grupo hasta entonces exento de ellos. El estado no impona
un contenido rector de una poltica cultural como suceda con la idea de un
tren que desde el centro se diriga a la periferia - sino que fomentaba un espacio
por donde discurra la espontaneidad creativa del pueblo.
La resolucin que estableca la creacin del concurso mencionada arriba estipula-
36 Se contrat a un director artstico francs (Andrs Gardes) para el diseo de los vagones, sedesign el personal para ste, Castro comenz a recorrer el pas en jornadas previas a la inauguracindel tren para difundirlo. Sin embargo, el entusiasmo inicial pronto pereci, el tren no lleg amaterializarse y en 50 la idea fue abandonada.
37 La Comisin de Bibliotecas era la nica dependencia de la Subsecretara de Cultura que tena unpresupuesto independiente de las partidas de la Subsecretara.38 Hubo experimentos anteriores a este tipo de certmenes en el mbito privado, por ejemploorganizados por compaas teatrales o por publicaciones. Ver Nora Mazziotti, Bambalinas: el augede una modalidad teatral-periodstica, en Diego Armus, Mundo Urbano y Cultura Popular: Estudiode Historia Social Argentina, (Buenos Aires,Sudamericana) p. 86. El dato innovador del peronismono es slo que este tipo de concursos es organizado por el estado sino su grado de apertura hacia elinterior.
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ba que el apoyo a dichas manifestaciones artsticas [las vocacionales] ocupa[ban]
un lugar de preferencia dentro de las actividades planicadas por esta Subsecre-tara. Lo cierto es que el fomento de las aciones populares puede ser identi-
cado como un contenido recurrente de la poltica cultural durante todo el perodo,
incluso luego que Castro dejar el cargo de Subsecretario en 950. Entre las ini-
ciativas que se sumaron a la poltica de democratizacin cultural se pueden men-
cionar: la inauguracin de un Saln de Artes Plsticas para el Magisterio; o de un
Saln Nacional para Estudiantes de Artes Plsticas o aquellas que proveen medios
a los grupos vocacionales para manifestarse. En el Teatro Cervantes se cre unaSala Argentina con la idea de que los grupos del interior pudieran llegar a Bue-
nos Aires a realizar presentaciones, la Subsecretara cedi salas gratuitamente a
distintos grupos teatrales, y numerosos coros recibieron subsidios.40 La democra-
tizacin era entendida en un sentido amplio: no slo difundir manifestaciones cul-
turales entre grupos normalmente imposibilitados de acceder a las mismas, operar
as sobre la sensibilidad del pueblo, sino tambin proporcionar a aquellos con
inquietudes artsticas los medios para realizarlas. El apoyo a la actividad amateurborraba la distincin entre productores legtimos y acionados del arte e inclinaba
al gobierno no hacia la subvencin de la bsqueda de la excelencia artstica sino
ms vale fomentar el arte como un pasatiempo para las masas. Esto aliment an
ms el mencionado conicto entre guras menores y consagradas. El estado daba
a los profesionales del arte un motivo extra para sentir su legitimidad amenazada.
Por ejemplo, el auspicio de un teatro consumado por practicantes amateurs era
vivido como un rebajamiento de esta actividad. Poda adems ser ledo como unaforma ms de intervenir sobre las jerarquas internas al propio campo. El contraste
era evidente para sus protagonistas: mientras se segua organizando religiosamen-
te el Certamen de Teatro Vocacional, los actores se quejaban al gobierno del des-
empleo generalizado en el sector.4 Los afanes democratizantes de la Secretara de
Boletn del Ministerio de Educacin, de Julio de 4
40 Resolucin del de marzo de 949 brindando a los conjuntos vocacionales de teatro salasgratuitas de la Subsecretara, Boletn, N 5 Marzo de 949. Tambin se auspiciaron las actividadesculturales de la Confederacin General del Trabajo.4 La queja del sector se puede leer en una carta enviada por el sindicato del teatro. Legajo 5,
FST, AGN. No obstante, Es necesario subrayar el peronismo trajo aparejada nuevas oportunidadeslaborales para los actores dado el impulso otorgado al cine. Tambin se lograron ciertas conquistas
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Cultura alimentaron as las reacciones elitistas de las clases cultas.4
Realmente implicaba el fomento de las vocaciones una revalorizacin de un arte
del pueblo para el pueblo? El n de toda distincin entre arte y artesana? La
proclama que la legitimidad cultural era nalmente improcedente y tan slo sujeta
a dispositivos institucionales?4 Negar toda legitimidad a una prctica profesio-
nal del arte y la cultura? Un intento por producir un reordenamiento total del
campo cultural? Si bien podemos detectar durante el peronismo tanto polticas
como discursos ambiguos en relacin a este interrogante es posible concluir queno estuvo en el horizonte del peronismo revocar las jerarquas culturales. El caso
de la pintura nos brinda un ejemplo concreto para abordar esta pregunta. Por un
lado, el Ministro de Educacin armaba la improcedencia de las jerarquas cultu-
rales al abrir el Saln del Magisterio. En este Saln no hemos necesitado hacer
la separacin de lo que en otro lado hubimos de hacer entre lo normal y lo pato -
lgico. Aqu todo es normal.44 El contrapunto que tena Ivanissevich era el Saln
de Artes Plsticas donde participaban los pintores profesionales, el cual habainaugurado poco antes. Si el primero de los salones poda ser mirado con ojos
de amor y estmulo, el segundo debi ser cuidadosamente inspeccionado por el
jurado antes de ser presentado al pblico para delimitar apelando a un lenguaje
que le era familiar - el lmite entre lo normal y lo enfermizo.45 Las diatribas de
Ivanissevich iban en contra de la nefasta mana del cubismo, del futurismo, del
fauvismo y del surrealismo. Sus conclusiones eran categricas: entre los pero-
como la construccin de casa del teatro.4 Sobre los efectos del populismo en el arte ver Roger Bartra, Democracia y Cultura,Letras
Libres, Octubre 000, Ao II, N , pp. 46-50.43 Para un breve anlisis de la relacin entre alta y baja cultura ver, Jerarquas culturales yJerarquas sociales en Carlos Altamirano, Trminos Crticos de la Sociologa de la Cultura,(Buenos Aires: Paids, 004).44 Discurso de Ivanissevich de Inauguracin del Primer Saln de Artes Plsticas del Magiesterio, 4de octubre de 4 reproducido enBoletn del Ministerio de Educacin, N 0, octubre de 4, p.
405.
45 Discurso Pronunciado por Oscar Ivanisevich, el acto inaugural del XXXXI Saln de ArtesPlsticas, el de septiembre de 948. Ivanisevich se refera concretamente a su exhortacin al
jurado para que retirase el cuadro de Pettorutti,Sol en ngulo, exigencia que el jurado pese a loinsinuado en el discurso, rechaz. Para una discusin ver Giunta, Vanguardia, Internacionalismo y
Poltica, (Buenos Aires: Paids, 00) p. 66- 67.
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nistas no caben losfauvistas y menos los cubistas. Dicho discurso permiti a la
oposicin establecer paralelos con el nazismo dado que este recordaba en muchossentidos al texto de la exposicin del arte degenerado, an cuando no fuera un
texto antisemita. Las palabras del ministro no slo parecen sugerir que el gobier-
no prefera el arte producido por el pueblo al que le otorgaba mayor legitimidad
- sino tambin que auspiciaba una esttica realista. Sin embargo, como observa
Andrea Giunta en un cuidadoso estudio, el peronismo no tuvo mayor ingerencia
en las artes plsticas y no favoreci una escuela artstica sobre otra. No se produ-
jeron quemas, conscaciones, ni proscripciones, mientras Ivanissevich aborrecadel arte abstracto otro director de un museo nacional como Ignacio Pirovano (Mu-
seo de Arte Decorativo) coleccionaba dicho arte.
La abstraccin tampoco fue extirpada (como haba aconsejado Ivanissevich) de
las exhibiciones realizadas con el auspicio ocial. Por el contrario, en 949 algu-
nas de las exposiciones ms relevantes del perodo estuvieron dedicadas al arte
abstracto tales comoDe Manet a nuestros das y la especcamente denominadaArte Abstracto .4 Incluso un tiempo despus, el Ministerio envi precisas instruc-
ciones a los establecimientos de enseanza pblica los cuales estaban obligados
de visitar los Salones de Arte sobre cmo los maestros deban orientar a los
alumnos a la hora de apreciar una pintura.4 En las mismas se instaba a que frente
a determinadas formas o escuelas artstica [el docente] deber explicar que el arte
no es simplemente, la reproduccin exacta, mecnica, material de la Naturaleza.
Por otro lado el estado segua abonando la idea de exista una cultura superior queera la que deba llevarse del centro a la periferia, hasta llegar incluso a armar que
la divulgacin de lo popular era necesaria para cooptar a las masas y comenzar un
proceso de educacin de sus gustos. Al asumir, Castro cit las palabras de Pern:
la vulgarizacin de nuestra cultura deber servir como elemento espiritual para
captar a las masas de emigrados, facilitando por esa va generosa la absorcin.
El proyecto era, en el decir de uno de los editorialistas de la revista de teatro Tala,
46 Sobre los avatares del arte abstracto bajo el peronismo ver Giunta, Vanguardia, pp. 45-.47 En esta obligacin se hacia maniesta la voluntad de educar al pblico para que pudiera gozarde los bienes expuestos en un museo. Resolucin del de junio de 953 del Ministerio deEducacin, verBoletn de Comunicaciones del Ministerio de Educacin, N , junio de 5.
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acercar la cultura al pueblo; educarlo por medio del arte,pulir sus imperfeccio-
nes y hacer que pueda asimilar las obras superiores de los creadores de la cultu-
ra.4 Es inherente al objetivo de la democratizacin cultural la jerarquizacin.
Dicho propsito se basa en la visin de que hay una cultura legtima, lo que se
busca es diseminar su acceso. En consecuencia el pueblo aparece como un sujeto
a ser renovado donde las prcticas de la cultura popular no tienen valor artstico
o esttico. Adems ni la radio ni el cine fueron parte de los proyectos activos de
la Subsecretara o de la Direccin de Cultura. Las polticas que involucraban a
dichos medios fueron parte de la gestin de la Secretaria de Informaciones Pbli-cas.4 Es probable que esta distribucin institucional de tareas abonara una mirada
tradicional y/o conservadora sobre las prcticas artsticas donde el cine y la radio
difcilmente podan entrar en la misma categora que el teatro por ejemplo.
La creacin por parte del Ministerio de Educacin de las denominadas Misio-
nes Monotcnicas (947), que tenan entre otros el rol maniesto de irradiar
cultura a las comunidades rurales nos ofrece un ejemplo acabado de cul eranalmente la visin del gobierno del grado de desarrollo cultural del pueblo.50 El
estado proyectaba lo popular como una esfera de actividad creativa pero no un
espacio tal como era postulado por el romanticismo de una autenticidad o
verdad que no se hallara en otra parte.5 Hasta en el pueblo ms lejano llegaba
ahora el arte, proclamaba la revista Mundo Peronista., Hasta donde jams lleg
un signo de la cultura metropolitana llegaba un concertista, que en el relato de la
revista, provocaba una reaccin nueva y desconocida para una familia que vivaen el monte.5 El mencionado concertista poda ser un ignoto profesor de piano
48 Miguel Ronzitti, Plan Quinquenal y Teatro, Tala, n,,3 , (Septiembre, Noviembre,Diciembre 953) citado por Leonardo, p. 3.49 La televisin xxx Mirta Varela.50 Las misiones empezaron a funcionar en 947 y tenia como misin educar al campesinadorural. No slo se les enseaban tcnicas agrcolas, artesana, nociones de economa sino tambin seorganizaba una biblioteca y una discoteca.
5 Ver Jess Martn-Barbero,De los medios a las mediaciones Comunicacin, cultura y hegemona,(Ediciones Gilli, Mxico, 988), pp.8. Los escritores que se aliaron al peronismo tampoco vieronen lo popular un lenguaje para operar un cambio en lo literario. Ver Andres Avellaneda, El Hablade la Ideologa, (Buenos Aires, Sudamericana, 983), p. .5 Hasta en el pueblo ms lejano, Mundo Peronista, N , N, 5 de noviembre, p. .
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y es probable que lo fuera lo que importaba es que vena como mensajero de
la cultura metropolitana, de aquello que era presentado como un ideal. Guillermo
Palacios observa que la misiones culturales introducidas en con el objetivo
de actualizar el Mxico rural, al querer difundir elementos de la cultura urbana
reforzaban la representacin de la inferioridad del grupo agrario, de su limitada
capacidad para manejar los ingredientes de ese nuevo conjunto de gustos, normas
y prcticas que signicaban el progreso y la modernidad, ante los cuales eran
necesariamente infantiles y torpes practicantes.5 Esto mismo, no era ajeno a
los afanes democratizantes que se vivan en el mundo peronista. Cuando Perndeca que la cultura si no es popular no es cultura, no propona un rescate sin
cortapisas de las tradiciones populares, ni proveer aquello que era parte del gus-
to ya existente.54 Se refera en forma expresa a la necesidad de borrar tantas
dcadas de olvido y capacitara las masas para que se ilustraran en todo lo
posible, poner a su alcance los medios ms comunes y elementales de estudio
y lograr por ese medio su elevacin cultural.55 La misma estructura burocrtica
de la Subsecretara de Cultura centralizada en la Capital Federal responda a unaimplcita jerarqua entre la cultura urbana (metropolitana) y la del interior.
Subrayaba la distancia entre un mundo (el de la ciudad) que poda irradiar
cultura utilizando el lenguaje del rgimen y uno que poda recibirla. El pe-
ronismo abrevaba en un tpico clsico de las elites letradas latinoamericanos que
en Argentina haba tenido su elaboracin ms acabada en Sarmiento: la ciudad
como foco civilizador.5 Por otra parte, a la hora de interpretar el nfasis al apoyo
de las vocaciones no debe descartarse una estrategia de recambio: el estado buscacrear sus propios cuadros artsticos.5 Esto no implica un desafo a las jerarquas
5 Guillermo Palacios,La Pluma y el Arado Los intelectuales pedagogos y la construccin
sociocultural del problema campesino en Mxico, 1932-1934 , (Mxico: El Colegio de Mxico,) p. .
54 Para una discusin terica sobre los trminos cultura, cultura popular, cultura de masas, verAltamirano, Trminos.55 Mundo Peronista, subrayado es mo.
56 Para una discusin sobre el ideal urbano en Amrica Latina y su relacin con la cultura letradaver ngel Rama, La Ciudad Letrada, (Montevideo: Arca, 995).57 Segn Luis Ordaz el apoyo del peronismo al teatro vocacional se explicaba por su conicto conel teatro independiente liderado por guras opositoras como la de Lenidas Barletta. Luis Ordaz, ElTeatro en el Ro de la Plata, (Buenos Aires: Leviatn, 957).
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culturales sino un intento por reproducirlas y en consecuencia, reforzarlas. En
954, el gobierno hizo maniesta esta aspiracin al armar que el estado tomaa los sujetos mejor dotados y les ofrece enseanza artstica por intermedio de sus
academias e institutos. De ah surgirn los artesanos del arte y los artistas. La
voluntad de recambio se puede relacionar a las dicultades que tuvo el peronismo
para lograr apoyos en la familia intelectual. Ya resignado, el rgimen baraja la
posibilidad de crear sus propios cuadros.
Por todo esto sera equivocado pensar que el contenido de cultura que se promo-
va en esos aos desde la institucin aqu estudiada delineaba una esttica estatal
exclusivamente centrada en el color local y en lo popular. Si ciertas iniciativas: la
fundacin del Instituto del Folklore, la institucin de un da para celebrar la tradi-
cin (948), o la creacin de una orquesta de msica popular, otras la desmentan,
como la creacin de la Orquesta Sinfnica o la organizacin de puestas teatrales
de obras clsicas como la representacin de Electra de Sfocles en las escalinatas
de la Facultad de Derecho.5 En sus audiciones en el Cervantes se incluan obrasde Weber, Chopin, Mozart y el famoso decreto que determinaba que deba pasarse
un cincuenta por ciento de msica nacional en las salas de espectculos, estaba
basado en consideraciones econmicas (proteger a la corporacin de msicos e
intrpretes) y slo secundariamente invocaba motivos nacionalistas.5 La misma
orquesta de msica popular, delimitaba claramente que lo popular era toda aquella
msica consumida por el pueblo, an la extranjera. Las menciones del discur-
so poltico al fomento de una cultura nacional, por ejemplo la expresa intencindel II Plan Quinquenal de desarrollar la cultura artstica con preponderancia del
acervo nacional, se superponan con otras que armaban la universalidad de los
valores culturales. No tenemos la pretensin de seguir pensando en las ondas
etreas e inalcanzables de una cultura ideal armaba Pern, pero a ah mis-
mo admita, si tenemos la pretensin de ir poniendo ladrillo sobre ladrillo hasta
58 En 948 se instituy por decreto el 0 de noviembre como da de la tradicin, aniversariodel nacimiento de Hernandz. Sobre el teatro bajo el peronismo ver Yanina Andrea Leonardo,Espectculos y guras populares en el circuito teatral ocial durante los aos peronistas, mimeo.59 Decreto 337, 3 de diciembre de 949. El mismo decreto se justicaba apelando a un pedido delas entidades representativas de la industria de la msica. Existen testimonios que sugieren que eldecreto era asiduamente violado. Ver Legajo 358, Fondo Secretaria Tcnica, AGN
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alcanzar las alturas etreas e inalcanzables de ese arte ideal perseguido por la
humanidad durante siglos.0 Esta falta de acento, al menos en forma exclusiva,en la cultura popular y en lo que comnmente se asocia con lo nativo tambin se
dio en otros captulos de la produccin cultural promovida por el rgimen. Emilio
Bernini resume el cine producido bajo el peronismo - en gran parte auspiciado
por el mismo gobierno - como caracterizado por la transposicin de lo culto:
la traduccin al lenguaje cinematogrco de la literatura europea del siglo XIX.
Entre otros el cine del perodo lm a Flaubert (Madame Bovary, Schlieper), a
Maupassant (La dama del collar, Mottura), a Ibsen (La dama del mar, Sofci),a Gorki (Albergue de mujeres, Mom), a Tolstoi (Celos, Sofci), a Schnitzler (El
ngel desnudo, Christensen) y a Dostoievsky (El jugador, Klimovsky). En el
caso del teatro la situacin parece haber sido ms heterodoxa. Al mismo tiempo
que se desplegaban importantes esfuerzos para exponer obras clsicas como el
mencionado caso deElectra, el estado apoyaba obras de la dramaturgia nacional
tradicional asociadas al nativismo como fueron las espectaculares puestas deEl
patio de la Morocha de Catlo Castillo y Anbal Troilo (953). Por otra parte,la misma apelacin a la tradicin (cuando se haca) no era un elemento novedoso.
Tal como sostiene Alejandro Cattaruzza, la apropiacin estatal del gaucho y la
consecuente reivindicacin de las prcticas culturales folclricas, la identicacin
de dicha gura como esencia de la identidad nacional, preceda al peronismo.4
Basta mencionar por ejemplo que el festejo del da de la tradicin formaba parte
60 Juan Domingo Pern, La Prensa, de diciembre de 5 Bernini sostiene que este uso del gnero se debe por un lado al agotamiento del criollismo y porel otro, a que este permite evadir el control estatal sobre el contenido. Emilio Bernini, Un cine culto
para el pueblo. La transposicin como poltica del cine durante el primer peronismo, mimeo.6 Sobre los auspicios al cine ver Noem Girbal-Blancha, Mitos, paradojas y realidades en la
Argentina peronista (1946-1955), (Quilmes, Universidad Nacional de Quilmes, 000), pp. 4-54.63 Sobre el teatro ver Leonardi, Espectculos y Laura Mogliani, Principales Objetivos de laPoltica Cultural Teatral del Peronismo (945-955): Hegemona y Difusin Cultural, www.unsam.com.
64 Para una interesante discusin en torno al proceso que llevo a la apropiacin estatal del gauchover Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian, Hroes Patricios y Gauchos Rebeldes. Tradicionesen Pugna, enPolticas de la Historia Argentina 1860-1960, (Buenos Aires: Alianza Editorial,003), pp. 7- 6 y Alejandro Cattaruzza, Descifrando pasados: debates y representaciones dela historia nacional, en Alejan;dro Cattaruzza (comp.), Crisis econmica, avance del Estado eincertidumbre poltica (1930-1943), (Buenos Aires: Sudamericana, 00), pp. 46-476. Sobre laaparicin del gaucho en la iconografa del peronismo ver Gene, Un mundo, pp. 0-
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desde 939 del calendario ocial de la provincia de Buenos Aires y que el Ins-
tituto del Folklore propiamente anteceda al peronismo.5 En otras palabras, nodebemos confundir programas estatales con smbolos y actividades previamente
instaladas en la sociedad, ni es posible concluir la existencia de una poltica cul-
tura peronista basada en lo popular.
An cuando las iniciativas culturales del peronismo tendan a reforzar jerarquas
propias de la alta cultura las mismas alimentaron los recelos de la intelectualidad
que las asociaban a la vulgarizacin, al nacionalismo y a lo popular. De acuerdoa la interpretacin ms diseminada entre los intelectuales antiperonistas lo que
resultaba de la poltica estatal era una cultura abaratada, producida en serie.
Podramos pensar dichas prevenciones como la prueba del elitismo de los intelec-
tuales antiperonistas: stos se oponen a la democratizacin porque socavaba las
bases de su autoridad cultural. En contra de ese argumento es necesario advertir
que la vocacin pedaggica y civilizatoria est presente en los proyectos de
aquellos intelectuales que se quejan de esos mismos afanes en el peronismo. Elejemplo paradigmtico es el de Sury su poltica de traduccin, la cual implica
entre otras cosas la democratizacin del consumo, el intento de crear un pblico
lector. Por lo tanto, si bien las aprehensiones de los intelectuales frente a la
poltica cultural del peronismo pueden ser tomadas como evidencia del carcter
antipopular de la intelectualidad local, sera ms atinado leerlas como la expresin
de la desconanza que sienten frente a la capacidad del gobierno de realizar la
democratizacin cultural, donde lo popular quedara subsumido a lo masivo. Ala vez, no se pueden descartar ciertos gestos de esnobismo social por parte de los
65 Varios expedientes del Ministerio de Educacin muestran como los maestros por propiainiciativa apelaban a repertorios asociados al folklore como vehculo para acrecentar el sentimiento
nacionalista en el mbito escolar y demandaban del estado una mayor inversin en el rea. Porejemplo, en 946 fue creado por propia iniciativa de los maestros un Centro Cultural FolklricoArgentino del Magisterio.66 Francisco Ayala, El escritor, Sur, 03 (95). p. . 67 Wilson concluye que la recurrencia del grupo Sur a la prctica de la traduccin anulara
parcialmente la tesis del elitismo del grupo. VerWilson, La Constelacin del Sur, (Buenos Aires,Sigloveintuno, 004) p.44. La vocacin pedaggica por cierto con pretensiones de federal- tambin estaba en el Colegio Libre de Estudios Superiores segn Federico Neiburg, Losintelectuales y la invencin del Peronismo (Alianza Editorial, Buenos Aires, 998), p.54.
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intelectuales que no deber ser asociados con ademanes propios o exclusivos de la
intelectualidad.
LOS LMITES DEL ESTADO
Si los primeros aos del peronismo fueron de prueba, innovacin y expansin
del estado en el terreno cultural, el inicio de la dcada de 50 tambin trajo
aparejado cambios tanto en las estrategias del estado con los intelectuales como
en la poltica cultural estatal. Dichas transformaciones pueden resumirse en dos
direcciones: por un lado en la progresiva prdida de dinamismo de la burocracia
cultural creada muy poco antes y por el otro, en la proliferacin de eventos que
remitan a un nimo cada da ms censurador con la intelectualidad. En cuanto a
la burocracia cultural, el repliegue de las iniciativas estatales fue, como en otros
mbitos de la poltica pblica del peronismo, a contramano de lo que suceda en
el terreno de la legislacin dado que la reforma constitucional haba estipulado ex-
presamente la responsabilidad estatal en la proteccin y fomento de las ciencias
y las artes. La nueva Constitucin impona la necesidad de elaborar un aparatolegislativo que pudiera reglamentar las nuevas disposiciones y es de esperar que
la Subsecretara estuviera llamada a jugar un rol importante en la consecucin de
esta labor. Sin embargo, en julio de 950, Ivanissevich debi renunciar por apa-
rentes desentendidos con Eva Pern, e ingres un nuevo ministro de Educacin:
el mdico Armando Mndez de San Martn quien haba ejercido hasta entonces
el cargo de Director de la Asistencia Social. Con el cambio se transform a la
Subsecretara en una Direccin Nacional de Cultura. Castro, quin consigui que-dar como presidente de la Comisin de Cultura, fue reemplazado por un joven
poeta vinculado al catolicismo: Jos Castieira de Dios. Pronto fue claro que el
cambio institucional, signicaba una vuelta atrs en el avance del estado en el
terreno cultural. Por empezar, se recortaron en un tercio las partidas presupues-
tarias para el rea que haban aumentado al inaugurarse la Subsecretara. Esto
68 El artculo constitucional estableca adems criterios para determinar aquello que constitua elpatrimonio cultural de la nacin incluyendo en ste todas las riquezas artsticas e histricas ydictaminaba que stas quedaran sujetas a la tutela del estado. El prembulo incorporaba ademsun alegato a promover la cultura nacional.Ver Julio Cesar Avanza, Los derechos de la Educacin yla Cultura en la Constitucin Argentina, (Ediciones de Biblioteca Laboremos, La Plata, 950).69 El periodo en que Mndez de San Martn fue ministro se caracteriz por el avance de la
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ltimo reejaba la crisis econmica por la que atravesaba el pas que obligaba al
gobierno a disminuir el gasto pblico. La creacin de la Direccin de Cultura erapor lo tanto la aceptacin de un fracaso: el del proyecto de la Subsecretara y de
aqul que propona incluir a la intelectualidad en su conjunto en la elaboracin de
una poltica estatal, lo que fue admitido por el estado cuando disolvi la Junta de
Intelectuales (5).
El recorte nanciero tambin se hizo evidente en la disolucin de la Comisin
Nacional de Folclore que haba sido abierta por la Subsecretara de Cultura en948. Asimismo se dispuso el cierre de la Comisin de Cultura a nales de 954.0
Segn la justicacin ocial la intencin era centralizar la accin cultural estatal
en una sola dependencia, pero poco despus al ordenarse que se congelaran los
nombramientos de personal fue evidente que lo que se buscaba era disminuir los
gastos. De acuerdo a las estadsticas provistas por Llach y Gerchunoff, medi-
do en precios constantes, el gasto pblico se redujo entre 950 y 953 un 3%.
Adems, el hecho de que a pesar de ser creada en 950, el funcionamiento de laDireccin de Cultura no se reglament hasta 954, revela la poca importancia que
se le asignaba a la nueva dependencia que sigui funcionando casi por inercia. De
esta forma, la Direccin de Cultura slo espordicamente se ocup de las nuevas
exigencias establecidas por la Constitucin proclamada en 949. Esta retom las
iniciativas culturales que se haba originado en los aos anteriores pero con un
presupuesto y un entusiasmo ms modesto. Religiosamente continuo organizando
el Certamen de Teatro Vocacional, transform el Tren Cultural en ms humildesestas provinciales de cultura e instituy nuevos certmenes como el anterior-
mente mencionado Saln Nacional de Estudiantes de Artes Plsticas siguiendo
esa idea que apareca tan importante para el peronismo como la que era fomentar
las vocaciones. Subsidi tambin algunos proyectos populares otorgando ayudas
nancieras aisladas como por ejemplo el que le dio en 95 al Museo de Bellas
peronizacin en la educacin pblica (particularmente con el cambio de los libros de texto) y por uncreciente nivel de conictividad entre el Estado y la Iglesia. Ver Mariano Plotkin, Maana es Sn
Pern, (Editorial Ariel, Buenos Aires, 993).pp. 6- 08.70 Decreto 0564, --547 Decreto 0564, 7 de diciembre de 954.
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Artes de la Boca. El repliegue estatal en el rea tuvo lugar an cuando el II Plan
Quinquenal (95) rescataba el artculo constitucional sobre la cultura e incluauna serie de proyectos especcos. Es necesario aclarar que los recortes no pasa-
ron inadvertidos para quienes estaban a cargo de la gestin de las dependencias
que formaban parte de la Direccin de Cultura y provocaron frustraciones. El
director del Museo de Bellas Artes (Juan Zoochi) se quejaba de no haber logrado
cumplir el objetivo cardinal de su gestin: la construccin de un nuevo y moder-
no edicio para el museo. En dos cartas, la ltima de julio de 95, Zoochi le
reclam a Pern el incumplimiento de la promesa que le haba hecho en 947,por lo que el museo continuaba funcionando en una casa tan inadecuada como
ineciente, recordndole adems que tal descuido no era digno de un rgimen
como el peronista.
En cuanto a las relaciones entre el estado y la intelectualidad es posible regis-
trar una mayor recurrencia de polticas ociales censuradoras a partir de 950
aunque no se abandonaron completamente los gestos conciliadores. Esto se pue-de observar en dos instancias contradictorias: en los esfuerzos por promover los
premios de la Comisin Nacional de Cultura y en el decreto que reglament el
funcionamiento de las academias nacionales. Dichas tentativas hablaban de la
persistencia de estrategias estatales irreconciliables con respecto a la inteligencia:
la cooptacin en el caso de los premios y la mera subordinacin en el caso de las
academias. Es probable que el acento sobre la ltima de stas haya sido alimen-
tado por la indiferencia y rechazo de los intelectuales a los intentos de cooptacinprevios. En 95, a pesar que las partidas para cultura haban sido reducidas, el
gobierno aument el monto recibido por el premio de la Comisin Nacional de
7 Como excepcin a esta falta de dinamismo, debe destacarse la mega exposicin La Pintura y laescultura argentinas de este siglo presentada entre octubre de 5 y marzo de 5 en el Museo de
Bellas Artes. Para detalles de la exposicin ver Giunta, Vanguardia.73 AGN, Fondo Documental de la Secretaria Tcnica de la Nacin, Legajo 37. Un dato sintomticoes que para dirigirse a Pern, Zoochi envi la misiva como parte de la campaaPern quiere
saber realizada en 95. En sta se convocaba a la poblacin en general para que hiciera llegarsus propuestas para integrar el II Plan Quinquenal. El hecho de que el director del museo usara uncanal de comunicacin destinado a los sectores civiles para acceder al ejecutivo es revelador dela autorepresentacin que el mismo haca de su propio lugar e inuencia dentro de la estructura
burocrtica del gobierno.
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Cultura de 5.000 a 40.000 pesos. Instaur adems nuevos galardones nacio-
nales a investigaciones acadmicas y textos literarios, e instituy una serie dedistinciones regionales. Junto con esto inici un programa de becas para intelec-
tuales americanos para que visiten el pas con el n de estudiar e investigar. Con
esto, el estado buscaba atraer a los intelectuales y al mismo tiempo convertirse en
un agente productor de valor cultural. Sin embargo, los esfuerzos fueron vanos.
Para ser escogido como ganador haba que inscribirse. En 955 el gobierno volvi
a aumentar el monto de las distinciones nacionales a 60.000 pesos y cambi su
reglamento porque en muchos de ellos no habido ninguna presentacin. En lasnuevas bases se derog la obligatoriedad de la publicacin ocial del trabajado
ganador. Finalmente el gobierno acept tcitamente su escasa legitimidad para
distribuir prestigio en el campo intelectual: estimaba que slo exentos del deber
de publicar en la editorial ocial los intelectuales se presentaran al concurso.4
La indiferencia de la intelectualidad a la importante recompensa econmica pue-
de ser interpretada como un deliberado gesto tendiente a preservar las jerarquaspropias y a subrayar la improcedencia de valoraciones externas.5 A dicho cau-
sa, debemos agregar el conicto que se inici a nes de 950 por la legislacin
que pretenda regular el funcionamiento de las Academias el cual invalidaba todo
esfuerzo con nimo conciliador. En septiembre de 950, luego de que Mendz
de San Martn se convirtiera en Ministro de Educacin, el Congreso de la Na -
cin promulg una ley que estableca que el Poder Ejecutivo deba reglamentar
el funcionamiento de las Academias. El proyecto aprobado apresuradamente enla ltima sesin de la Cmara de Diputados, fue materia de una acalorada dis-
cusin. El diputado Jos Prez Martn de la provincia de Santa F expres su
desacuerdo contra lo que consider un escaln ms en la consecucin de una
74 A nes comparativos, para evaluar la importancia econmica del premio se puede traer a colacinnuevamente el sueldo de un maestro que recin se iniciaba en la docencia. Este era de 300 pesos.75 Ya desde los primeros das del peronismo los premios ociales perdieron legitimidad, comovimos en el evento que motiv la renuncia de Ernesto Palacio.76 Las academias tendrn por objeto la conservacin, fomento y difusin de la cultura en susdiversas manifestaciones, as como el asesoramiento permanente de los poderes pblicos, cuando lefuera requerido.
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cultura dirigida. En tono amenazante Reynaldo Pastor, les dijo a sus colegas
en la Cmara que la vida argentina va a demostrar cun difcil ser en el futuroreconstruir lo que hoy van a destruir slo por el afn de hacer triunfar las ideolo -
gas que sostienen desde el gobierno. A la hora de defender la ley, los diputados
peronistas invocaron los clsicos reproches a una intelectualidad que acusaban de
antipopular y antinacional. Ricardo Guardo cerr su intervencin en el debate
con una pregunta retrica ms que elocuente a la hora de conrmar las sospechas
de la oposicin: Puede pretenderse que haya centros de cultura superior que
vivan alejados de la realidad poltica de un pas? John William Cooke defendi elproyecto apelando a aquello que ms teman los opositores: el carcter interesado
del patronazgo estatal.
Para nosotros el n de la comunidad no es una obra aislada, una estatua o
un libro olvidado en alguna biblioteca de academia. Nosotros admitimos
la posibilidad de que haya quienes se dediquen a cualquier tipo de activi-
dad intelectual,pero creemos que el hombre que tenga un puesto en unaacademia nacional protegida y mantenida por el estado debe devolverle
al estado parte de los benefcios que de l recibe.
Recin en septiembre de 95 el Poder Ejecutivo sancion el decreto respec-
tivo. El mismo, justicado en que el gobierno nacional deba ser el rector y
el organizador de toda actividad que interese al patrimonio social, tanto en el
terreno cultural como en el cientco, estableca la necesidad de racionalizarel funcionamiento de las diversas entidades cientcas y culturales. Para esto se
centralizaba la scalizacin de la labor de las academias a un rgano reciente-
mente creado: el Consejo Acadmico Nacional, integrado por los presidentes de
las distintas academias, el Ministro de Educacin y el rector de la Universidad de
Buenos Aires. Adems de la ingerencia ministerial en las Academias, el nuevo re-
77 Diario de Sesiones de la Cmara de Diputados de la Nacin, Tomo IV, septiembre 9 950, p.54.
78 Sobre los usos de lo popular ver Pierre Bourdieu Los usos del pueblo, en Pierre BourdieuCosas Dichas, (Madrid, Editorial Gedisa, 993), pp. 5-57.Diario de Sesiones de la Cmara de Diputados, septiembre de 50, p. 5.
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glamento inclua una serie de disposiciones concretas que causaron gran revuelo
en los crculos intelectuales. Se estableca que la designacin de los acadmicosde nmero deba ser aprobada por el Poder Ejecutivo y se estipulaba que los
miembros de ms de sesenta aos deban retirarse. Se decretaba adems la obliga-
cin de las academias de prestar la colaboracin de orden cientco y cultural que
los poderes pblicos le requirieran.0 Esto ltimo implicaba un postrero intento
por forzar esta vez sin ninguna pretensin amistosa - el objetivo frustrado que
haba animado la fundacin de la Junta Nacional de Intelectuales: cooptar a la
intelectualidad, pero nos habla de un momento donde domina una lgica distinta.El decreto otorgaba dos meses a los presidentes de las academias para enviar la
nmina de acadmicos que reunan las condiciones, y para reorganizarse bajo la
nueva estructura. En el caso de las academias privadas el gobierno iba an ms
all. Se eriga con la potestad para crearlas, intervenirlas o negarles personera
jurdica. El requisito de los sesenta aos implicaba el virtual vaciamiento de estos
cuerpos colegiados, en su mayora integradas por personas mayores a esa edad.
Por ejemplo, de los acadmicos de la Academia de Letras, tan slo uno elpoeta Francisco Luis Bernrdez era menor de sesenta aos. En lugar de apunta-
lar el funcionamiento de estas entidades culturales, el decreto provoc renuncias
masivas. Carlos Ibarguren, quien haba apoyado el peronismo en das iniciales,
dej por motus propio pero en silencio su cargo de presidente de la Academia
Argentina de Letras. Dedic los que seran los ltimos das de su vida a escribir
sus memorias. El poeta Bernrdez, el nico miembro de la Academia de Letras no
abarcado por el decreto, present su renuncia. La Academia de Ciencias Moralesy Polticas, cuerpo privado en donde se reunan conocidas guras como Ricar-
do Levene, Enrique de Ganda y Rmulo Zabala, decidi autodisolverse por el
voto unnime de sus miembros. Su autoclausura, acto cargado de simbolismo,
demostraba el grado de rechazo que la medida generaba a lo largo del campo
intelectual. En los textos de las dimisiones que fueron reproducidos en la prensa
diaria se acusaba al decreto de avasallar el derecho de asociacin, la libertad de
pensamiento y de expresin.
80 El PEN tena adems el derecho de elegir sobre quien recaera la presidencia entre aquellosternados por el recientemente fundado Consejo Acadmico.8 Ver La Nacin, de octubre de 5.
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Las mayores diatribas contra el proyecto se centraba en que la prdida de libertad
ya que ste privaba [a las academias] de esa independencia que [era] su mayor
resguardo contra las vicisitudes de la vida poltica. El editorial del diarioLa
Nacin conclua con algunas frases reveladoras de cual era la visin que se tena
de la gestin cultural estatal:
Constituidas en adelante como cuerpos sin real autonoma, cercenando su
derecho a nombrar a los propios miembros, carentes stos de estabilidad
y en estrecha y continua dependencia del gobierno que los designa con
mandato limitado, las academias no conservarn sino el nombre, pues
habrn de constituirse en dependencias del estado como tantas otras de
ndole cultural ya existente, cuyas tiles resoluciones y tareas son dirigi-
das por notas desde las ofcinas ofciales.
Para el editorialista deLa Nacin lo que estaba en juego era la existencia misma
de un campo intelectual autnomo. Como una sugerencia velada a los renun-
ciantes el editorial subrayaba que en otras latitudes las academias no slo eran
autnomas sino que adems contaban con rentas propias con que fortalecer la
necesaria independencia. Aunque el decreto no estimul la formacin de una
academia no ocial, algunos de sus miembros formaron grupos que intentaron
mantener dichos espacios de sociabilidad. El nuevo reglamento de las academias
no logr por lo tanto ni la cooptacin ni el recambio, resultando por el contrario
en la virtual parlisis de dichas asociaciones. De algn modo lo comentado revela
el poder y el grado de cohesin aunque relativo de la intelectualidad antipero-
nista frente al estado: sta ltima fue capaz de desarticular uno a uno los distintos
proyectos estatales que intentaron regular la vida intelectual. Esto ltimo puede
ser interpretado como un signo de la madurez que ha alcanzado el campo inte-
lectual en el mbito nacional.
La Nacin, de octubre de 5.
83 Ver Discurso de Don Mariano de Vedia y Mitre en el Sepelio de Carlos Ibaruguren, enBoletnde la Academia Argentina de Letras, Tomo XXI, N 80, Abril- Junio 956, p. 59.
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A partir de la instancia referida el estado se convirti en muchos sentidos en unverdadero desorganizador del mundo letrado mostrando sus aristas ms autori-
tarias. Es decir abandon completamente los objetivos barajados al principio de la
gestin de intervenir sobre el campo intelectual a travs de la integracin. Varias
instituciones de la cultura local tales como la Sociedad Argentina De Escritores, el
Museo Social o el Colegio Libre de Estudios Superiores experimentaron diversos
episodios de censura. El mencionado cambio se reej en el funcionamiento de
la burocracia cultural estatal. En octubre de 95 asumi como nuevo director deCultura (Ral de Oromi), quien se haba desempeado hasta entonces en el cargo
de Subsecretario de Informaciones de la Presidencia de la Nacin, secundando en
su tarea a Ral Alejandro Apold. Este ltimo, encargado de llevar adelante la po-
ltica de propaganda del rgimen, era el responsable de la progresiva peronizacin
del imaginario pblico, sobre todo a partir de 950.4 Poco antes, el Ministerio
de Educacin haba aconsejado en una resolucin interna hacer un minucioso
reajuste en los cargos directivos de modo que no queden sino hombres de absolutaconanza y lealtad.5 La orden dictaminaba adems que la Direccin de Cultura
deba intensicar su accin de difusin de la doctrina justicialista mediante la
voz de los intelectuales argentinos. Si bien este objetivo no se llev a cabo la
mayora