La administracion cultural del peronismo

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    LA ADMINISTRACION CULTURALDEL PERONISMOPOLITICAS, INTELECTUALES YESTADO

    Flavia Fiorucci

    2007Working Paper No. 20

    TheUniversityofMarylan

    d,

    CollegePark

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    Flavia Fiorucci

    LA ADMINISTRACION CULTURAL DEL PER-ONISMOPOLITICAS, INTELECTUALES Y ESTADO

    2007Latin American Studies Center

    University o Maryland, College Park

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    Latin american StudieS center

    Working Paper No. 20

    LASC Executive Committee

    Sal Sosnowski (Director)Janet CharnelaJudith FreidenbergPatricia J. HerronSteven KleesRoberto P. KorzeniewiczRoberta LavinePhyllis PeresMary Kay Vaughan

    Series Editor: Stacy KeoghWebmaster & Designer: Pablo Calle

    Copyright 2007 by Flavia Fiorucci

    ISSN 1535-0223Latin American Studies CenterUniversity o Maryland, College Park0128B Holzapel HallCollege Park, MD 20742

    http://www.lasc.umd.edu

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    LA ADMINISTRACION CULTURAL DEL PERONISMO

    POLITICAS, INTELECTUALES Y ESTADO

    Flavia Fiorucci

    God Help the Government that Meddles with Art

    Ministro Lord Melboure

    Quest- ce quune beaut qui nexiste pas pour

    tous ? Quest-ce qu une vrit qui n existe pas pour

    tous ? Que la culture nexiste pour quelques-uns est

    un scandale qui doit cesser- mais que la dmocratie

    semploie faire cesser depuis quelle existe

    Gatan Picon

    INTRODUCCION

    Las lecturas tempranas del peronismo de ste como la conrmacin de la ame-

    naza ms temida, la de un fascismo vernculo no cambiaron demasiado en los

    aos posteriores. Los intelectuales describieron el peronismo como un rgimen

    inhspito para la vida cultural e intelectual. Como un momento donde, en palabras

    del escritor Hctor Murena - toda actividad cultural [resultaba] un equvoco,

    un prejuicio, un tenue vapor del invernadero que un viento helado [dispersaba]en pocos segundos. No obstante, el gobierno que en la visin de sus detractores

    censuraba y desdeaba a sus elites cultivadas, intent llevar adelante un conjunto

    de transformaciones en el terreno de la administracin cultural. Es en esos aos

    cuando el estado incorpor una serie de dependencias para coordinar la adminis-

    tracin de la cultura creando la Subsecretara de Cultura luego Direccin de Cul-

    tura e increment notablemente el gasto pblico en cultura. Cre adems un orga-

    nismo la Junta Nacional de Intelectuales que prometa organizar y patrocinarlas actividades de la intelectualidad. Es decir, el gobierno expandi su esfera de

    accin hacia mbitos que ataan a la vida intelectual tanto en su dimensin ms

    simblica como material. Cules fueron las polticas que desde estas instancias

    se implantaron? Cules eran los principios que subyacan a la expansin de la

    Primer ministro britnico, 835, citado en C. Gray, The Politics of arts in Britain, (Londres:MacMillan, 000), p. 54.

    Critico literario que particip como consejero del Ministerio de Asuntos Culturales francs cuandoste fue inaugurado. Citado por Philippe Urfalino,Linvention de la politique culturelle, (Paris:Hachette, 004), p. 54. Alberto Ciria,Peronismo y Cultura Popular, (Buenos Aires: Ediciones dela Flor,) p. 53. Ejemplos de esta lectura se pueden leer en Silvia Sigal,Intelectuales y poder en laArgentina. La dcada del sesenta , (Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 00).

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    burocracia cultural? Cul era la estrategia en torno al campo intelectual que per-

    neaba de las acciones de los nuevos organismos estatales? Se intent con estascreaciones burocrticas operar sobre el campo intelectual? Cmo ley la inteli-

    gencia local estas acciones estatales? En otras palabras, cules fueron y en qu

    medida las polticas culturales del rgimen signaron la relacin entre el campo

    intelectual y el estado? Exista, en lo ideolgico, tal hiato entre la poltica ocial

    y el campo intelectual? Se mantuvo la poltica inamovible a lo largo de todo el

    periodo? A travs de una lectura del derrotero institucional de la administracin

    cultural bajo el peronismo este artculo se propone contestar a los interrogantes

    mencionados. La intencin es observar las luchas que se tejieron alrededor de de

    una serie de instituciones que fueron fundadas con la maniesta intencin de adju-

    dicarse el monopolio de la denicin de la poltica cultural a nivel nacional dado

    que en dicho proyecto de transformacin burocrtica se dirimieron posiciones y

    debates cruciales a la hora de delimitar las relaciones entre el estado y el campo

    intelectual. De ah su importancia a la hora de realizar un balance de la relacin

    entre el peronismo y los intelectuales.4

    SEGUNDONES Y CONSAGRADOS

    El conocido rechazo de la mayora de los intelectuales frente a la emergencia del

    peronismo era el teln de fondo donde deba operar el gobierno. Atinadamente, si

    lo que se buscaba era evitar reacciones adversas, Pern escogi un intelectual para

    3 El interrogante sobre la poltica cultural conlleva una serie de complicaciones. En principio, elmismo objeto de estudio - la poltica cultural - resulta sumamente complejo de delimitar dada la

    dicultad misma de denir aquello que puede ser interpretado o englobado bajo este concepto.Constituye una poltica cultural nanciar un libro? Ayudar un intelectual? Reformar un museo?Aumentar el presupuesto de una biblioteca? Decidir o rechazar la construccin de una estatua?Cmo adems guiarse por la enmaraada red burocrtica que puede estar involucrada en larealizacin de la poltica cultural, an aquella relacionada a lo que comnmente se asocia con altacultura? La mirada sobre la burocracia cultural aqu propuesta nos permite superar estas dicultadesmetodolgicas. En lugar de denira priori aquello que se entiende como poltica cultural, serecurre aqu a un camino inverso: observar aquello que el estado designa como rea de accin de su

    burocracia cultural.

    4 Esta lectura no se plantea estudiar la poltica cultural del peronismo, si no los esfuerzos de unadependencia estatal creada para denirla y coordinarla. La aqu propuesta es necesariamente unamirada recortada: existan una multiplicidad de otras dependencias estatales que se ocupaban de lacultura.

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    dirigir la Comisin de Cultura. No obstante, las relaciones entre estos dos sectores

    se inauguraron con un conicto. El Poder Ejecutivo nombr al historiador revisio-nista Ernesto Palacio como presidente de la Comisin Nacional de Cultura. Pala-

    cio, un conocido escritor nacionalista, dio su primer paso en falso cuando otorg

    el Gran Premio de Honor de la Comisin de Cultura al ex ministro de Relaciones

    Exteriores del presidente Castillo (Enrique Ruiz Guiaz) por un libro sobre Mal-

    vinas. La decisin contradeca lo que haba dictaminado oportunamente el jurado

    de expertos el cual se haba expedido a favor de la obra de Ricardo RojasEl Pro-

    feta de La Pampa Vida de Sarmiento sobre el prcer educador. Las reaccionesfueron diversas pero sirvieron para establecer el tono de abierta animosidad que

    caracterizara desde entonces las relaciones entre la intelectualidad y la burocracia

    cultural. Este evento conrmaba a los intelectuales antiperonistas que la burocra-

    cia cultural serva bajo el peronismo a las intenciones ms temidas: a la interven-

    cin lisa y llana de la poltica en el campo intelectual. El debate suscitado por el

    premio continu en el recinto legislativo. An cuando Palacio gozaba de respeto,

    no logr convencer a sus colegas del carcter desinteresado de su gestin. A nesde 947 debi renunciar a la presidencia de la Comisin Nacional de Cultura.5

    Este fracaso inicial, el consecuente intento ocial de empezar de nuevo una re-

    lacin que se revelaba difcil desde la primera hora, y el oportuno reclamo de

    algunos intelectuales de ser incluidos en la reforma social peronista, aceler la

    puesta en marcha de la gran invencin del gobierno en materia de gestin cultural:

    la creacin de la Subsecretara de Cultura en febrero de 948. La fundacin desta se insertaba en una reforma burocrtica de mayor envergadura: la separacin

    de la administracin de justicia y educacin. Concretamente, el peronismo apart

    de la rbita del Ministerio de Justicia la poltica educativa y cultural al crear la

    Secretaria de Educacin de la Nacin y el Ministerio de Educacin un ao des-

    pus. Al frente de dicho Ministerio fue nombrado Oscar Ivanissevich, un mdico

    5 Detalles de este debate se pueden leer en Diana Quattrochi-Woisson Diana,Los males de lamemoria: historia y poltica en la Argentina, (Emec, Buenos Aires, 995)., p. 60-666 Segn el decreto tanto el secretario de educacin como la secretaria tenan prerrogativas deministro y ministerio respectivamente.

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    cirujano catlico y antiliberal. Segn el decreto los temas relacionados con la

    educacin y la cultura haban alcanzado un grado de complejidad e importanciaque se haca necesaria la formacin de un despacho especial. La fundacin de la

    Subsecretara de Cultura se justicaba en el hecho de que en el plan de gobierno

    gura entre sus captulos esenciales el fomento de la cultura y el fortalecimiento

    de sus instituciones representativas. La letra chica del decreto estableca que era

    labor de la Subsecretara la coordinacin y gerencia de todas las dependencias

    culturales de la administracin nacional: la Comisin de Bibliotecas Populares;

    la Biblioteca Nacional; los museos nacionales; la Comisin de Monumentos yLugares Histricos; la Comisin de Cultura y el Teatro Cervantes. La Comisin

    de Cultura continuaba funcionando como rgano consultivo. El gobierno que en

    la visin de sus detractores desdeaba de la cultura de elites creaba un rgano

    estatal para fomentar la denominada alta cultura y para coordinar el mejor aprove-

    chamiento de los recursos del estado ya existentes. Esto ltimo abra un escenario

    incierto porque si bien la Subsecretara poda constituirse en una oportunidad para

    reencauzar las relaciones del gobierno con la intelectualidad tambin implicabapotenciales focos de conicto dado que se expandan las capacidades estatales en

    el rea.

    La propuesta del estado peronista de regular y legislar sobre la cultura (espec-

    camente aquello que se consideraba como alta cultura), a travs de la creacin

    de nuevas dependencias estatales coincidi con un clima de poca donde varios

    pases haban comenzado a ampliar la burocracia cultural. Entre 935 y 943funcion en Estados Unidos el primer programa federal de nanciamiento de las

    artes. En Brasil la constitucin establecida por el Estado Novo en estipu-

    l el deber estatal de contribuir directa e indirectamente en el desenvolvimiento

    cultural del pas, lo que estimul la fundacin de diversas instituciones artsti-

    7 Para una caracterizacin de Ivanissevich ver Adriana Puiggrs (Dir),Peronismo: Cultura Polticay educacin, (Galerna, Buenos Aires, 995). pp3-78 VerBoletn del Ministerio de Educacin, febrero de 4.9 Para un anlisis de casos sobre el avance del estado hacia la poltica cultural ver Milton C.Cummings Jr, Richard S. Katz, The Patron State Government and the Arts in Europe, North Americaand Japan, (Oxford: Oxford University, 987).

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    cas, cientcas y de enseanza.0 En Inglaterra se otorg en 946 estatus legal al

    Consejo para el Fomento de la Msica y las Artes, cuerpo colegiado ideado porLord Keynes. En todos los casos, dichas creaciones burocrticas, que institu-

    cionalizaban sistemas de patronazgo de las artes, detonaron enconados debates y

    Argentina no fue la excepcin. El problema era evidente: cmo conciliar libertad

    de creacin y patronazgo estatal? Debe y puede ser la cultura un rea de poltica

    pblica? An si se pudiera llegar a un consenso sobre estas cuestiones, quedaba

    en pie la pregunta sobre la seleccin: qu arte y qu artistas deben ser nanciados

    por el estado? Y nalmente, quin o quines deben ser los encargados de delinearesta poltica? En el caso de Argentina, el avance del estado en la gestin cultural

    comenz en los tempranos aos treinta y constituy un proceso que se articul en

    paralelo a la institucionalizacin del campo intelectual. El estado peronista conti-

    no por lo tanto un proyecto que lo anteceda, por lo que sera errneo asimilar la

    expansin estatal al mero objetivo del peronismo de intervencin.

    El gobierno nombr a Antonio Castro al frente de la recin inaugurada Subsecre-tara. Castro era un historiador que tena cierta experiencia en gestin de museos.

    Haba sido investigador y director del Palacio San Jos en Entre Ros y cuando

    fue designado Subsecretario ostentaba desde 945 el cargo de director del Museo

    Sarmiento y Presidente de la Comisin de Cultura desde el alejamiento de Pala-

    cio. Al asumir el cargo, Castro especic como objetivos de su gestin elevar el

    nivel cultural de la poblacin, llevando la cultura a todos los rincones del pas

    y mejorar las condiciones de la clase intelectual, en especial del intelectual detierra adentro. Fragmentos de los discursos que Castro pronunci en los das

    inaugurales de su gestin permiten observar adems cierto nimo revanchista de

    un intelectual que hasta entonces haba ocupado un lugar marginal en el campo:

    llegaba para rescatar la cultura de una casta intelectual que se [la] haba adue-

    0 Daryle Williams, Gustavo Capanema, ministro da cultura, Angela de Castro Gomes,Capanema: o ministro e seu ministrio, (Rio de Janeiro: FGV, 000) p.56. El documento que ocializ dicha institucin elaborado por Keynes fue el primero enreconocer las artes como una responsabilidad estatal permanente. Sobre Keynes y el patronazgocultural ver Anna Upchurch, john Maynard Keynes, The Bloomsbury Group and the Origins of theArts Council Movement,Internacional Journal of Cultural Policy, Vol. 0, N , 004, pp. 07-7.

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    ado en forma absoluta. La nueva Subsecretara se justicaba tambin en un

    estado que pretenda dar su propia orientacin a la cultura, jar [sus] objetivosy controlar [su] ejecucin.

    En el proyecto de la fundacin de la Subsecretara se conjugaban nes y pblicos

    variados. Las polticas a desarrollarse desde esta agencia deban ser distributivas,

    redistributivas y tambin reguladoras. Proyectaban orientarse a dos audiencias

    diversas: los productores y los consumidores de cultura. Tena como intencin

    expresa corregir asimetras regionales entre el interior y Buenos Aires tanto enrelacin a la creacin como al consumo cultural. En cierto sentido la nueva de-

    pendencia cultural se poda ver como una continuacin de la ya existente ya que

    se asentaba en el andamiaje institucional creado en la dcada del treinta (la Aca-

    demia de Letras y la Comisin de Cultura). No obstante la Subsecretara estaba

    animada por dos propsitos innovadores: la democratizacin y el acento en la

    federalizacin del consumo cultural.4 En un plano normativo el estado se pro-

    yectaba claramente como el artce y el responsable de una poltica cultural conrespecto a lo que comnmente se asocia con alta cultura lo que por extensin im-

    plicaba la institucionalizacin de mecanismos para intervenir sobre el campo inte-

    lectual. El aumento de las partidas presupuestarias para el rea puede leerse como

    un signo del compromiso poltico del rgimen con la empresa. Las partidas

    se triplicaron, pasando de .55.500 pesos a ..000 pesos.5 Esto representa

    una proporcin claramente mayor a la que aument el gasto pblico real en su

    totalidad, que creci en el perodo que va de 947 a 948 en aproximadamente un40% para luego estacionarse. Proporcionalmente, el incremento para cultura era

    tambin mayor a aquel que fue considerado el principal motor de las inversiones

    Castro,Boletn, abril de 1949 N Boletn del Ministerio de Educacin, N , p.

    4 La Subsecretara se organiz en cinco departamentos que hablan de las tareas que se proponaesta agencia al ser creada: Departamento de Difusin Cultural; Departamento de Bellas Artes;Departamento de Investigaciones Culturales; Departamento de Conservacin de la Cultura yDepartamento de Poltica Cultural ejercido por el mismo subsecretario.Boletn del Ministerio de

    Educacin, de marzo de 4

    5 Ver detalle en Decreto 709, 4 de enero de 949, incorporado alBoletn del Ministerio deEducacin, N 3, Enero de 949.

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    estatales: el gasto en defensa que se expandi en dicho perodo en un 60 %.

    La eleccin de Castro a la cabeza de la nueva estructura no era para nada obvia

    al ser una gura menor y poco conocida en el mundo de las instituciones de la

    cultura (sobretodo en la ciudad de Buenos Aires). Adems con el nombramien-

    to de Castro el gobierno dispuso por decreto la renovacin de la Comisin de

    Cultura, que como se mencion deba funcionar como rgano asesor de la nueva

    Subsecretara. Esto abri una disputa con la intelectualidad porque implic que

    sus antiguos integrantes fueran reemplazados por guras elegidas directamentepor el poder ejecutivo nacional. Entre los que deban retirarse de la Comisin

    estaba el representante de la Sociedad Argentina de Escritores y los dos miembros

    de las cmaras legislativas. El conicto lleg a la Cmara de Diputados cuando

    6 Estos datos estn calculados en base a una tabla de gasto pblico real reproducida por PabloGerchunoff, Lucas Llach, El ciclo de la ilusin y el desencanto. Un siglo de polticas econmicasargentinas, (Buenos Aires, Ariel, 003), p. 79.

    7 Existe una dicultad intrnseca a la hora de conformar una burocracia cultural que no es tanmarcada en otros mbitos de la administracin pblica: la de identicar a los expertos de dicha

    poltica. Este problema est asociado a la imposibilidad de sealar un grupo que se pueda adjudicarconocimientos, destrezas o calicaciones especcas necesarias para decidir sobre ste captulode la gestin pblica, teniendo en cuenta entre otras cosas, la diversidad de actividades de aquelloque se engloba bajo el concepto de cultura. Dicha dicultad se volvi ms compleja en el perodoaqu estudiado, porque la mayora de la intelectualidad se opona al peronismo. Adems la nuevadependencia pretenda ir ms all de los mbitos letrados y era lcito preguntarse quines estaban

    mejor preparados para comprender las necesidades y demandas de los sectores populares en torno

    a la cultura. En sntesis, no exista para la cultura un correlato como el caso de los arquitectos para

    las polticas de la vivienda, para los cuales la relacin entre competencias tcnicas y participacinen el desarrollo de polticas pblicas era al menos en la autorepresentacin - ms inmediata.Ver Anah Ballent, La Caja de Pandora: Los arquitectos y el peronismo mimeo. Existe unaincipiente pero interesante bibliografa que explora la relacin entre las demandas estatales de unsaber y la consolidacin de los campos profesionales en el pas. Para el caso de los ingenieros verSilvana Palermo, Elite tcnica y estado liberal: la creacin de una administracin moderna enlos Ferrocarriles del Estado (870-90), mimeo, El caso de los mdicos puede ser ledo en eldocumentado estudio de Ricardo Gonzlez Leandri, Curar, Persuadir, Gobernar: la construccinhistrica de la profesin mdica en Buenos Aires, 1852-1886, (Madrid: Consejo Superior deInvestigaciones Cientcas, 999). Para una seleccin de textos que incluyen diversas profesionesver Federico Neiburg & Mariano Plotkin (compiladores),Intelectuales y expertos, La constitucin

    del conocimiento social en la Argentina, (Buenos Aires: Paids, 004). Segn Plotkin y Neiburg,el desarrollo de las ciencias sociales estuvo estrechamente vinculado a la demanda de expertos por

    parte del estado en vas de consolidacin y modernizacin.8 Sobre el conicto que este tema provoc en la Sociedad Argentina de Escritores ver FlaviaFiorucci, Between Institutional Survival and Intellectual Commitment: The Case of the Argentine

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    Ricardo Rojas intent en vano promover la revisin del decreto planteando una

    cuestin de privilegio. Rojas se quejaba de que la Comisin se haba convertidoen un organismo simplemente burocrtico, sin vida propia ni autoridad intelec-

    tual. Calicaba la reorganizacin como un agravio a la Cmara de Diputados y

    haca expresa su preocupacin de que la cultura est dirigida por el PEN. Para el

    diputado escritor el inters del gobierno en la cultura no era genuino se reduca a

    la mera centralizacin. Las diatribas de Rojas revelaban que los avances estata-

    les sobre terrenos que eran propios del campo intelectual generaban desconanza.

    Al mismo tiempo, stas insinuaban ciertas aprehensiones elitistas. Rojas concluasu alocucin armando que el orden de prioridades estatales estaba claro: mien-

    tras [el estado destinaba] millones de pesos a los clubes de ftbol, poco era lo que

    destinaba a la cultura. Que la cultura ocupara un lugar relegado en el presupuesto

    no era un dato nuevo, lo que le molestaba a Rojas era que el deporte ocupara un

    lugar preponderante.

    Si el objetivo del estado era crear una burocracia con capacidad de reorganizar elcampo cultural los pasos seguidos resultan, sino objetables, por lo menos torpes

    y dejan adivinar cierto desconocimiento de las leyes que regan las dinmicas de

    la comunidad intelectual. La decisin ocial de integrar la Comisin con gu-

    ras desconocidas para la mayora de los escritores, especcamente porque stos

    tenan ms credenciales cientcas que culturales, era sin lugar a dudas un tema

    espinoso. La reaccin de Rojas no slo responde a sus diferencias ideolgicas

    y/o polticas con el peronismo sino que se inscribe en un conicto bastante tpicodel campo: el de los reconocidos contra las guras menores. Tal como advierte

    Pierre Bourdieu, el campo intelectual tiene sus dominados y dominantes, constitu-

    ye un campo de fuerzas y de luchas que buscan conservar o transformar jerarquas

    internas. Para 40 ya haca varios aos que el campo cultural argentino operaba

    con cierta autonoma. Contaba con espacios de sociabilidad especca y haba

    Society of Writers during Perns rule, The Americas: A Quaterly Review of Inter-AmericanCultural History, Vol 6, N 4, Abril 006.9 Decreto 78 del 6 de marzo de 949. Es probable que en las designaciones haya pesado lainuencia de Ivanisevich dado el nmero importante de mdicos entre los miembros de este cuerpocolegiado.

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    logrando la imposicin de criterios de distribucin de prestigio internos, an en

    aquellos mbitos donde su labor se realizaba en conjuncin con la del estado. Lossignos visibles de dicha autonoma eran variados, observaban distintos grados de

    formalidad, constituan tanto instancias de consagracin y/o legitimacin como

    de reproduccin pero no caban dudas de su existencia en 947.0 An cuando el

    peronismo no se propuso ni emprendi en ningn momento una completa renova-

    cin de los crculos intelectuales objetivo por cierto difcilmente alcanzable en

    un campo que ya funciona - s permiti a muchos personajes de trayectorias des -

    lucidas, guras del interior poco reconocidas a nivel nacional, la posibilidad deuna mayor visibilidad integrndolos a instituciones estatales o hacindolos acree-

    dores de galardones que difcilmente sus pares les hubieran concedido. Rojas los

    caracterizaba en su alocucin como personajes de estilo pedestre y proclives

    al gerundio. El caso de Castro no escapaba a la denuncia de Rojas: director de

    un museo en la provincia de Entre Ros que para 945 ni siquiera contaba con

    luz elctrica, dos aos despus diriga la dependencia estatal llamada a denir la

    poltica cultural nacional. La articialidad del notable ascenso se comprendemejor observando la trayectoria posterior de Castro: luego del peronismo ste

    desapareci completamente de los registros. Su nombre no est en ninguno de

    los diccionarios biogrcos argentinos editados luego de 955. Casos como los

    de este personaje proliferan dentro de la Secretara. Otro ejemplo, probablemente

    ms elocuente, es el de Horacio Velsquez: de obrero frigorco pas en 949 a

    dirigir la Comisin de Bibliotecas Populares. Lo antecedan en el puesto persona-

    jes como Juan Pablo Echage y la de Carlos Obligado.

    Esta promocin de guras deslucidas y/o advenedizos implic que los antes ig-

    norados, los que ocupaban un lugar subordinado en el campo, podan imponer

    sus criterios sobre aquellos que tenan mayor capital cultural. No era fortuita la

    0 Entre ellos podemos mencionar los mecanismos de eleccin independiente de los miembros dela Academia de Letras, la decisin sobre los premios propios y ajenos hasta la tcita y compartidaaceptacin de una jerarqua de publicaciones. Para ese entonces la colaboracin en una determinadarevista (Sures el caso ms paradigmtico) garantizaba el ingreso a la selecta comunidad de escritores

    profesionales.

    Estos datos surgen de la lectura de las Actas del Perodo de la Comisin Nacional deMonumentos y Lugares Histricos que regulaba la labor del museo.

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    mencin del recientemente electo Subsecretario de Cultura de la necesidad de re-

    cuperar la cultura de una casta. Del otro lado, el rechazo absoluto de los consa-grados a todo proyecto estatal antecedido por la rbrica cultural que veremos

    repetirse a lo largo del perodo debe ser entendido entre otras cosas como la pro-

    teccin de un monopolio del cual se consideraban portadores legtimos: decidir

    quin es quin entre los literatis y artistas. Los reproches a la vulgarizacin vivida

    por la cultura que denunciaba Rojas, los intelectuales recientemente promovidos

    por el peronismo los convertan en estandarte de su legitimidad. A diferencia de

    la privilegiada casta, estos ltimos buscaban acercarse al pueblo y promover lacultura ms all de los estrechos connes de una elite. Era esta apelacin al pueblo

    una estrategia contra los mecanismos de exclusin y clausura que los reconoci-

    dos no tardaran en poner en marcha.

    El hecho de que gran parte de los nombres elegidos por el PEN estaban ligados a

    las universidades intervenidas por el peronismo agregaba un elemento de discor-

    dia. El arbitrario e indito recambio del personal docente de la Universidad reali-zado y/o instigado por el peronismo es un dato ineludible a la hora de comprender

    la respuesta de la intelectualidad a las transformaciones institucionales: muchas

    guras intelectuales, sobre las cuales la Subsecretara se propona legislar, haban

    sido vctimas del vaciamiento universitario. Entre los nuevos miembros de la

    Comisin de Cultura estaban: Carlos Rivas, mdico interventor de la Universi-

    dad de La Plata desde 948; Roque Izzo, interventor de la facultad de Ciencias

    Mdicas de la Universidad de Buenos Aires; Agustin Riggi, gelogo director delMuseo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia desde 946; Federico Daus,

    gegrafo, ex interventor del Consejo Nacional de Educacin y decano de la

    Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires desde 949. A

    estos se sumaban personajes desconocidos como Armando Echeverra, un pro-

    fesor de escuela, encargado en ese entonces de dirigir la Comisin Nacional de

    Aprendizaje y Orientacin Profesional junto con el abogado Horacio Rodrguez,

    Pierre Bourdieu, Les usages du peuple, en Choses Dites pp.-p. Questions deSociologie, -

    3 Sobre la universidad ver Pablo Buchbinder,Historia de las Universidades Argentinas, (BuenosAires: Sudamericana, 005), pp.44-68.

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    quien haba sido director desde 934 del Registro de la Propiedad Intelectual y

    abogado del Crculo de Autores.4 La cabeza de toda la estructura el ministro deEducacin - haba sido el primer interventor de la Universidad de Buenos Aires

    de 946 a 948, en momentos en donde las exoneraciones y renuncias se hicieron

    efectivas. Los nicos conectados especcamente al mundo de la cultura en esa

    inslita lista eran Carlos Ibarguren, el escritor nacionalista en ese entonces presi-

    dente de la Academia de Letras y el autor de bestsellers de contenido antisemita

    Gustavo Martnez Zuvira, director de la Biblioteca Nacional. Figuras stas, que a

    pesar de tener experiencias ms acordes al tipo de decisiones que se deban tomar,eran personajes cuestionados por gran parte de la intelectualidad por sus posicio-

    nes ideolgicas de derecha. En otras palabras, al no ser personajes de consenso,

    difcilmente stos podran ayudar al gobierno a atraer a la intelectualidad de su

    lado.

    El primer y ms ruidoso experimento de la Subsecretara de Cultura fue la crea-

    cin en mayo de 948 de la Junta Nacional de Intelectuales. Los eventos y de-bates que desencaden la fundacin de esta institucin mostraron las discusiones

    que tenan lugar en el campo intelectual y las actitudes e iniciativas no siempre

    compatibles que el gobierno ensayaba con la intelectualidad. La idea de la Junta

    estaba inspirada en el pedido de algunos intelectuales.5 Oportunamente, varios

    escritores, no todos peronistas, haban reclamado al presidente Pern por la preca-

    riedad de la situacin econmica del sector y ste haba respondido con el proyec-

    to de la Subsecretara y de la Junta. Para el peronismo la Junta representaba unaocasin nica: respondiendo a dicha demanda, posicionndose como garante de

    la actividad artstica e intelectual, el gobierno poda plantearse la posibilidad de

    cooptar a la intelectualidad, al menos, vencer los rechazos iniciales. No obstante,

    el proyecto tena elementos contradictorios. La Junta proyectaba como misin

    expresa extender los benecios de la reforma social peronista a los trabajadores

    intelectuales. Buscaba paliar la situacin de injusta pobreza en que la clase

    4 La funcin de la Comisin Nacional de Aprendizaje y Orientacin Profesional era scalizar laformacin de los menores y jvenes vinculados al trabajo en las fbricas.5 Ver Elas Castelnuovo, Carta a Manuel Glvez, 3 de marzo de 947, Archivo Glvez, AcademiaArgentina de Letras. Ver detalles en el captulo 3.

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    12 Flavia Fiorucci

    intelectual desarrollaba su tarea, rayana a menudo segn el decreto- en la in-

    digencia. A efectos de remediar esta situacin el nuevo organismo, conforma-do por los mismos intelectuales, deba expresamente dignicar y asegurar [sus]

    condiciones de vida, y [su] libertad econmica juzgada indispensable para el

    goce normal de la libertad espiritual. En el decreto reglamentario se estableca

    que la organizacin promover[a] la investigacin y la creacin literaria, artsti-

    ca, cientca y tcnica, y velar[a] por todas las manifestaciones de la cultura y su

    difusin. Adems prometa expresamente que ninguna iniciativa del gobierno,

    bajo pretexto alguno, ha[bra] de interferir [con] el ejercicio de la libertad deltrabajador intelectual. Esta ltima promesa sin embargo no alcanz para atenuar

    las sospechas de gran parte de la intelectualidad local acerca de los propsitos

    que animaban el patronazgo estatal en el peronismo. Los intelectuales antipero-

    nistas pensaban que con la Junta el estado buscaba tan slo controlar el campo.

    Dicho temor no se fundaba solamente en acontecimientos y/ o lecturas previas,

    sino en ciertas exigencias presentadas en dicha oportunidad. Es que Pern si bien

    haba sido el a la estrategia conciliatoria convocando a la intelectualidad en suconjunto a participar en la fundacin de dicha organizacin y proponiendo tanto

    a aclitos y detractores como autoridades de la Junta, impona como requisito

    para llevar adelante el proyecto que las dos sociedades de escritores existentes en

    la Argentina se reagrupasen en una sola. Por un lado, esto pareca insinuar que

    la agenda del gobierno era sindicalizar a la inteligencia y por el otro signicaba

    concretamente la fusin de Asociacin de Escritores Argentinos que reuna a los

    literatos que haban expresado su adhesin al peronismo y la Sociedad ArgentinaDe Escritores donde se congregaban los antiperonistas.

    Como s que hay varias entidades [de escritores] que los agrupa, es ne-

    cesario no desperdiciar ningn valor de los escritores, y para ello, a mi

    entender, la tarea principal a realizar, es unirlos a todos en una sociedad

    o reunir a todas las sociedades, para realizar una tarea de colaboracin, lo

    inmediato es unirse espiritualmente, para que yo pueda ofrecerle no a un

    6 Decreto N 5484, 8 de mayo de 948, enBoletn del Ministerio de Educacin, p.50.7 La lista inclua intelectuales expresamente peronistas como Gustavo Martnez Zuvira o DelnaBunge y antiperonistas como Carlos Alberto Erro o Eduardo Gonzles Lanuza.

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    LA ADMINISTRACION CULTURAL DEL PERONISMOPOLITICAS, INTELECTUALES Y ESTADO 13

    sector de los escritores argentinos sino a todos los sectores.

    La discordia domin la sesin en donde se deba votar la conformacin del nuevo

    rgano. Los peronistas expresaron su oposicin a unirse apelando a las diferen-

    cias ideolgicas irreconciliables que separaban a ambos grupos de escritores. El

    antiperonismo por su parte decidi enfrentarse a un proyecto que no era otra cosa

    para ellos que un intento de vigilar la cultura e intervenir sobre las reglas del cam-

    po intelectual, por lo tanto se rehus a conformar la institucin. En ese contexto la

    Sociedad Argentina de Escritores se convirti en la interlocutora del gobierno enrepresentacin de la intelectualidad antiperonista y declar su repudio repitiendo

    que la cultura no poda ser dirigida.0

    La intelectualidad antiperonista no vio, no quiso ver, o simplemente no crey en

    los nimos pacicadores. Por el contrario, interpret el proyecto como un ataque

    directo a la autonoma del campo intelectual. El rechazo se explicaba por una lec-

    tura de la propuesta ocial donde subsidio y autonoma no podan ms que cons-tituir una relacin de mutua negacin. La creacin de la Junta y conjuntamente

    la de la Subsecretara pona sobre el tapete un debate constitutivo a la formacin

    del campo intelectual que ya haba aparecido en la dcada del treinta cuando se

    fundaron la Academia de Letras y la Comisin de Cultura. En ese entonces, el

    debate se haba resuelto a favor de consideraciones de orden prctico. Se haba

    logrado alcanzar una situacin de equilibrio entre los deseos de autonoma de los

    intelectuales y los benecios del subsidio. Por lo tanto la reaccin de los intelec-tuales antiperonistas no implicaba una posicin doctrinaria sobre la legitimidad de

    la intervencin estatal o sobre la incompatibilidad entre patronazgo e instituciona-

    lizacin del campo. La misma Sociedad Argentina de Escritores tena hasta nes

    de 947 un representante en la Comisin Nacional de Cultura. La intransigencia

    de los intelectuales frente a la Junta y a la Subsecretara implicaba un cuestiona-

    8 El primer magistrado convers ayer con un grupo de escritores,La Prensa, Friday December 947.9 Junta nacional de intelectuales, antecedentes de su creacin - Decretos y reglamentos internos,(Ministerio de Educacin, 949).0La Nacin, , y 3 Diciembre 947,La Prensa y de diciembre 4.

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    miento concreto al estado peronista, al elenco de funcionarios escogidos y no a

    la conveniencia misma de una poltica cultural o del patronazgo estatal. Revelabauna posicin que buscaba preservar la autonoma porque se sospechaba de las

    intenciones ociales. El gobierno, alimentaba dicha lectura con pedidos incon-

    gruentes. Si la promesa expresa del peronismo de no intervenir en la dinmica del

    campo intelectual era genuina, la exigencia de que los intelectuales se uniesen en

    una sola asociacin de escritores contradeca dicha oferta. La no participacin de

    los intelectuales en las nuevas creaciones institucionales debe interpretarse como

    una forma de rehusarse a legitimar con la presencia: los intelectuales consagrados

    al autoexcluirse de la Junta impedan que la misma se constituyera en una ins-

    tancia de legitimacin del campo. Slo aquellos carentes de capital cultural, de

    prestigio, estaban dispuestos a formar parte de dicha institucin. De ah que luego

    de cado el peronismo los intelectuales peronistas ms castigados por sus colegas

    fueron aquellos pocos, que aunque reconocidos, se unieron al nuevo movimiento

    poltico. El caso de Leopoldo Marechal es el ms representativo. Segn este

    autor, su peronismo, le cost un ostracismo de aos, el cierre de puertas vitalesy literarias, una especie muerte civil o asesinato colectivo.

    Los temores de los antiperonistas no se cumplieron: la Junta no fue un instrumen-

    to regulador del campo intelectual y cultural simplemente porque sta enseguida

    perdi mpetus hasta ser cerrada por un decreto en 953. Durante su efmera du-

    racin, sta se ocup de las relaciones del gobierno con la recin fundada UNES-

    CO, de la redaccin de un estatuto del trabajador intelectual, adems de ser laresponsable de un proyecto que sobrepas sus lmites cronolgicos: la creacin de

    la Orquesta Sinfnica del Estado. La suerte de una convocatoria como la lanzada

    3 La obra ms signicativa de este autor (Adn Buenosayres), aparecida en 4, fue ignorada porla crtica o denostada con trminos claramente humillantes. El escritor Gonzalez Lanuza la caliccomo un Ulises local, pero salpicada de estircol. La critica apareci en Sur. Ver John King, Sur:

    Estudio de la revista argentina y de su papel en el desarrollo de una cultura 1931-1970, (Fondo de

    Cultura Econmica, Mxico, 989), p. 93.Leopoldo Marechal en Alfredo Andrs,Palabras con Leopoldo Marechal, (Buenos Aires: Editorial

    Ceyne, 990), p.5.3 Leopoldo Marechal en Alfredo Andrs, Palabras con Leopoldo Marechal, (Buenos Aires:Editorial Ceyne, 990), p.5.33 El estatuto no pudo ser puesto en prctica porque provoc el rechazo unnime de la

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    LA ADMINISTRACION CULTURAL DEL PERONISMOPOLITICAS, INTELECTUALES Y ESTADO 15

    por el gobierno en el Teatro Cervantes en un contexto de divisiones tan viscerales

    no sorprende. Los recelos de los intelectuales antiperonistas frente al proyecto de

    la Junta son comprensibles, sobre todo teniendo en cuenta las contradicciones del

    proyecto. Haber esperado de ellos otra reaccin sera exigir una dosis de aplomo

    que los tiempos no propiciaban. Sin embargo, es claro que el debate y la decisin

    que tomaron al rechazarlo comprometieron el futuro de dicha institucin y cerra-

    ron toda posibilidad de dilogo entre la intelectualidad y el estado peronista. Nos

    muestra adems la capacidad de los intelectuales de reaccionar en forma orgnica

    y articulada frente a lo que observan como un ataque al propio gremio.4

    UNA CULTURA METROPOLITANA PARA EL PUEBLO

    Como se mencion en prrafos anteriores a la hora de crearse la Subsecretara

    haba dispuesto que su labor deba orientarse a dos audiencias, los denominados

    productores de cultura y a sus consumidores Si la Junta fue el principal proyecto,

    aunque fracasado, destinado a este primer pblico, varias fueron las polticas que

    la Subsecretara intent para el segundo de los grupos. Con un afn primordial-mente distributivo, no exento de preocupaciones civilizadoras, la Subsecre-

    tara se aboc desde un principio sus esfuerzos a hacer posible el consumo de

    alta cultura a la mayor cantidad de pblico. A tan slo das de ser inaugurada, el

    nuevo organismo estatal dispuso la consecucin de un plan integral de poltica

    cultural, el que deba ser diseado por la Comisin de Cultura.5 Cules fueron

    las acciones desarrolladas y de que forma las mismas condicionaron an ms la

    difcil relacin con la intelectualidad local? Varias y con suertes dispares fueronlas actividades del gobierno programadas por este plan. Entre ellas cabe resaltar

    la del Tren Cultural. La Subsecretara orden la creacin de una especie de centro

    cultural itinerante que tena como misin recorrer el pas acercando la cultura a

    las poblaciones alejadas. Este deba trasladar conjuntos teatrales y artsticos, or-

    questas, exposiciones pictricas, escritores y libros y acercarlos al interior. Ense-

    intelectualidad. Ver Flavia Fiorucci,Neither Warriors Nor Prophets: Peronist and AntiPeronistintellectuals, 1945-1956, (Tesis Doctoral, Universidad de Londres, 00).34 Esto mismo implic un cambio de rol para el intelectual. De abogado de la democracia, adalidde la lucha contra el fascismo en los aos treinta, el intelectual pas en el contexto del peronismo acircunscribir su voz pblica a la defensa de sus intereses ms particulares.35 Decreto N .45, de abril de 948,Boletn del Ministerio de Educacin, p.05.

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    1 Flavia Fiorucci

    guida el proyecto fue presentado como poltica central de la nueva administracin

    quien en un principio no escatim esfuerzos para llevarlo a cabo.

    Paralelamente se sumaron otras polticas que tenan el mismo afn democratiza-

    dor que se le quera dar a la nueva agencia estatal. La Comisin de Bibliotecas

    Populares dependiente de la Subsecretara acus un dinamismo extraordinario,

    entre cosas porque se aumentaron sus partidas notablemente (de .0.5 pesos

    en 946 pas a tener 3.578.865 en 946.) Al mismo tiempo se organiz un

    programa de conferencias y audiciones radiales, un plan de difusin del teatro enel interior con dos elencos que recorran el pas, un programa de Teatro para nios

    de los hogares obreros, se cre una orquesta de Msica Popular y en julio de 949

    se orden la institucin de un Gran Certamen Nacional de Teatro Vocacional. El

    certamen, que tuvo mejor suerte que otras iniciativas del gobierno, se inspiraba en

    el intento de fomentar la labor de los grupos teatrales en el interior del pas, ra-

    ramente visitados por compaas teatrales, atentos adems a que tales cuadros

    constituyen ncleos experimentales de los que surgirn nuevas personalidadespara incorporarse a la escena nacional. El proyecto extenda los benecios del

    subsidio estatal a un grupo hasta entonces exento de ellos. El estado no impona

    un contenido rector de una poltica cultural como suceda con la idea de un

    tren que desde el centro se diriga a la periferia - sino que fomentaba un espacio

    por donde discurra la espontaneidad creativa del pueblo.

    La resolucin que estableca la creacin del concurso mencionada arriba estipula-

    36 Se contrat a un director artstico francs (Andrs Gardes) para el diseo de los vagones, sedesign el personal para ste, Castro comenz a recorrer el pas en jornadas previas a la inauguracindel tren para difundirlo. Sin embargo, el entusiasmo inicial pronto pereci, el tren no lleg amaterializarse y en 50 la idea fue abandonada.

    37 La Comisin de Bibliotecas era la nica dependencia de la Subsecretara de Cultura que tena unpresupuesto independiente de las partidas de la Subsecretara.38 Hubo experimentos anteriores a este tipo de certmenes en el mbito privado, por ejemploorganizados por compaas teatrales o por publicaciones. Ver Nora Mazziotti, Bambalinas: el augede una modalidad teatral-periodstica, en Diego Armus, Mundo Urbano y Cultura Popular: Estudiode Historia Social Argentina, (Buenos Aires,Sudamericana) p. 86. El dato innovador del peronismono es slo que este tipo de concursos es organizado por el estado sino su grado de apertura hacia elinterior.

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    ba que el apoyo a dichas manifestaciones artsticas [las vocacionales] ocupa[ban]

    un lugar de preferencia dentro de las actividades planicadas por esta Subsecre-tara. Lo cierto es que el fomento de las aciones populares puede ser identi-

    cado como un contenido recurrente de la poltica cultural durante todo el perodo,

    incluso luego que Castro dejar el cargo de Subsecretario en 950. Entre las ini-

    ciativas que se sumaron a la poltica de democratizacin cultural se pueden men-

    cionar: la inauguracin de un Saln de Artes Plsticas para el Magisterio; o de un

    Saln Nacional para Estudiantes de Artes Plsticas o aquellas que proveen medios

    a los grupos vocacionales para manifestarse. En el Teatro Cervantes se cre unaSala Argentina con la idea de que los grupos del interior pudieran llegar a Bue-

    nos Aires a realizar presentaciones, la Subsecretara cedi salas gratuitamente a

    distintos grupos teatrales, y numerosos coros recibieron subsidios.40 La democra-

    tizacin era entendida en un sentido amplio: no slo difundir manifestaciones cul-

    turales entre grupos normalmente imposibilitados de acceder a las mismas, operar

    as sobre la sensibilidad del pueblo, sino tambin proporcionar a aquellos con

    inquietudes artsticas los medios para realizarlas. El apoyo a la actividad amateurborraba la distincin entre productores legtimos y acionados del arte e inclinaba

    al gobierno no hacia la subvencin de la bsqueda de la excelencia artstica sino

    ms vale fomentar el arte como un pasatiempo para las masas. Esto aliment an

    ms el mencionado conicto entre guras menores y consagradas. El estado daba

    a los profesionales del arte un motivo extra para sentir su legitimidad amenazada.

    Por ejemplo, el auspicio de un teatro consumado por practicantes amateurs era

    vivido como un rebajamiento de esta actividad. Poda adems ser ledo como unaforma ms de intervenir sobre las jerarquas internas al propio campo. El contraste

    era evidente para sus protagonistas: mientras se segua organizando religiosamen-

    te el Certamen de Teatro Vocacional, los actores se quejaban al gobierno del des-

    empleo generalizado en el sector.4 Los afanes democratizantes de la Secretara de

    Boletn del Ministerio de Educacin, de Julio de 4

    40 Resolucin del de marzo de 949 brindando a los conjuntos vocacionales de teatro salasgratuitas de la Subsecretara, Boletn, N 5 Marzo de 949. Tambin se auspiciaron las actividadesculturales de la Confederacin General del Trabajo.4 La queja del sector se puede leer en una carta enviada por el sindicato del teatro. Legajo 5,

    FST, AGN. No obstante, Es necesario subrayar el peronismo trajo aparejada nuevas oportunidadeslaborales para los actores dado el impulso otorgado al cine. Tambin se lograron ciertas conquistas

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    Cultura alimentaron as las reacciones elitistas de las clases cultas.4

    Realmente implicaba el fomento de las vocaciones una revalorizacin de un arte

    del pueblo para el pueblo? El n de toda distincin entre arte y artesana? La

    proclama que la legitimidad cultural era nalmente improcedente y tan slo sujeta

    a dispositivos institucionales?4 Negar toda legitimidad a una prctica profesio-

    nal del arte y la cultura? Un intento por producir un reordenamiento total del

    campo cultural? Si bien podemos detectar durante el peronismo tanto polticas

    como discursos ambiguos en relacin a este interrogante es posible concluir queno estuvo en el horizonte del peronismo revocar las jerarquas culturales. El caso

    de la pintura nos brinda un ejemplo concreto para abordar esta pregunta. Por un

    lado, el Ministro de Educacin armaba la improcedencia de las jerarquas cultu-

    rales al abrir el Saln del Magisterio. En este Saln no hemos necesitado hacer

    la separacin de lo que en otro lado hubimos de hacer entre lo normal y lo pato -

    lgico. Aqu todo es normal.44 El contrapunto que tena Ivanissevich era el Saln

    de Artes Plsticas donde participaban los pintores profesionales, el cual habainaugurado poco antes. Si el primero de los salones poda ser mirado con ojos

    de amor y estmulo, el segundo debi ser cuidadosamente inspeccionado por el

    jurado antes de ser presentado al pblico para delimitar apelando a un lenguaje

    que le era familiar - el lmite entre lo normal y lo enfermizo.45 Las diatribas de

    Ivanissevich iban en contra de la nefasta mana del cubismo, del futurismo, del

    fauvismo y del surrealismo. Sus conclusiones eran categricas: entre los pero-

    como la construccin de casa del teatro.4 Sobre los efectos del populismo en el arte ver Roger Bartra, Democracia y Cultura,Letras

    Libres, Octubre 000, Ao II, N , pp. 46-50.43 Para un breve anlisis de la relacin entre alta y baja cultura ver, Jerarquas culturales yJerarquas sociales en Carlos Altamirano, Trminos Crticos de la Sociologa de la Cultura,(Buenos Aires: Paids, 004).44 Discurso de Ivanissevich de Inauguracin del Primer Saln de Artes Plsticas del Magiesterio, 4de octubre de 4 reproducido enBoletn del Ministerio de Educacin, N 0, octubre de 4, p.

    405.

    45 Discurso Pronunciado por Oscar Ivanisevich, el acto inaugural del XXXXI Saln de ArtesPlsticas, el de septiembre de 948. Ivanisevich se refera concretamente a su exhortacin al

    jurado para que retirase el cuadro de Pettorutti,Sol en ngulo, exigencia que el jurado pese a loinsinuado en el discurso, rechaz. Para una discusin ver Giunta, Vanguardia, Internacionalismo y

    Poltica, (Buenos Aires: Paids, 00) p. 66- 67.

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    nistas no caben losfauvistas y menos los cubistas. Dicho discurso permiti a la

    oposicin establecer paralelos con el nazismo dado que este recordaba en muchossentidos al texto de la exposicin del arte degenerado, an cuando no fuera un

    texto antisemita. Las palabras del ministro no slo parecen sugerir que el gobier-

    no prefera el arte producido por el pueblo al que le otorgaba mayor legitimidad

    - sino tambin que auspiciaba una esttica realista. Sin embargo, como observa

    Andrea Giunta en un cuidadoso estudio, el peronismo no tuvo mayor ingerencia

    en las artes plsticas y no favoreci una escuela artstica sobre otra. No se produ-

    jeron quemas, conscaciones, ni proscripciones, mientras Ivanissevich aborrecadel arte abstracto otro director de un museo nacional como Ignacio Pirovano (Mu-

    seo de Arte Decorativo) coleccionaba dicho arte.

    La abstraccin tampoco fue extirpada (como haba aconsejado Ivanissevich) de

    las exhibiciones realizadas con el auspicio ocial. Por el contrario, en 949 algu-

    nas de las exposiciones ms relevantes del perodo estuvieron dedicadas al arte

    abstracto tales comoDe Manet a nuestros das y la especcamente denominadaArte Abstracto .4 Incluso un tiempo despus, el Ministerio envi precisas instruc-

    ciones a los establecimientos de enseanza pblica los cuales estaban obligados

    de visitar los Salones de Arte sobre cmo los maestros deban orientar a los

    alumnos a la hora de apreciar una pintura.4 En las mismas se instaba a que frente

    a determinadas formas o escuelas artstica [el docente] deber explicar que el arte

    no es simplemente, la reproduccin exacta, mecnica, material de la Naturaleza.

    Por otro lado el estado segua abonando la idea de exista una cultura superior queera la que deba llevarse del centro a la periferia, hasta llegar incluso a armar que

    la divulgacin de lo popular era necesaria para cooptar a las masas y comenzar un

    proceso de educacin de sus gustos. Al asumir, Castro cit las palabras de Pern:

    la vulgarizacin de nuestra cultura deber servir como elemento espiritual para

    captar a las masas de emigrados, facilitando por esa va generosa la absorcin.

    El proyecto era, en el decir de uno de los editorialistas de la revista de teatro Tala,

    46 Sobre los avatares del arte abstracto bajo el peronismo ver Giunta, Vanguardia, pp. 45-.47 En esta obligacin se hacia maniesta la voluntad de educar al pblico para que pudiera gozarde los bienes expuestos en un museo. Resolucin del de junio de 953 del Ministerio deEducacin, verBoletn de Comunicaciones del Ministerio de Educacin, N , junio de 5.

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    acercar la cultura al pueblo; educarlo por medio del arte,pulir sus imperfeccio-

    nes y hacer que pueda asimilar las obras superiores de los creadores de la cultu-

    ra.4 Es inherente al objetivo de la democratizacin cultural la jerarquizacin.

    Dicho propsito se basa en la visin de que hay una cultura legtima, lo que se

    busca es diseminar su acceso. En consecuencia el pueblo aparece como un sujeto

    a ser renovado donde las prcticas de la cultura popular no tienen valor artstico

    o esttico. Adems ni la radio ni el cine fueron parte de los proyectos activos de

    la Subsecretara o de la Direccin de Cultura. Las polticas que involucraban a

    dichos medios fueron parte de la gestin de la Secretaria de Informaciones Pbli-cas.4 Es probable que esta distribucin institucional de tareas abonara una mirada

    tradicional y/o conservadora sobre las prcticas artsticas donde el cine y la radio

    difcilmente podan entrar en la misma categora que el teatro por ejemplo.

    La creacin por parte del Ministerio de Educacin de las denominadas Misio-

    nes Monotcnicas (947), que tenan entre otros el rol maniesto de irradiar

    cultura a las comunidades rurales nos ofrece un ejemplo acabado de cul eranalmente la visin del gobierno del grado de desarrollo cultural del pueblo.50 El

    estado proyectaba lo popular como una esfera de actividad creativa pero no un

    espacio tal como era postulado por el romanticismo de una autenticidad o

    verdad que no se hallara en otra parte.5 Hasta en el pueblo ms lejano llegaba

    ahora el arte, proclamaba la revista Mundo Peronista., Hasta donde jams lleg

    un signo de la cultura metropolitana llegaba un concertista, que en el relato de la

    revista, provocaba una reaccin nueva y desconocida para una familia que vivaen el monte.5 El mencionado concertista poda ser un ignoto profesor de piano

    48 Miguel Ronzitti, Plan Quinquenal y Teatro, Tala, n,,3 , (Septiembre, Noviembre,Diciembre 953) citado por Leonardo, p. 3.49 La televisin xxx Mirta Varela.50 Las misiones empezaron a funcionar en 947 y tenia como misin educar al campesinadorural. No slo se les enseaban tcnicas agrcolas, artesana, nociones de economa sino tambin seorganizaba una biblioteca y una discoteca.

    5 Ver Jess Martn-Barbero,De los medios a las mediaciones Comunicacin, cultura y hegemona,(Ediciones Gilli, Mxico, 988), pp.8. Los escritores que se aliaron al peronismo tampoco vieronen lo popular un lenguaje para operar un cambio en lo literario. Ver Andres Avellaneda, El Hablade la Ideologa, (Buenos Aires, Sudamericana, 983), p. .5 Hasta en el pueblo ms lejano, Mundo Peronista, N , N, 5 de noviembre, p. .

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    y es probable que lo fuera lo que importaba es que vena como mensajero de

    la cultura metropolitana, de aquello que era presentado como un ideal. Guillermo

    Palacios observa que la misiones culturales introducidas en con el objetivo

    de actualizar el Mxico rural, al querer difundir elementos de la cultura urbana

    reforzaban la representacin de la inferioridad del grupo agrario, de su limitada

    capacidad para manejar los ingredientes de ese nuevo conjunto de gustos, normas

    y prcticas que signicaban el progreso y la modernidad, ante los cuales eran

    necesariamente infantiles y torpes practicantes.5 Esto mismo, no era ajeno a

    los afanes democratizantes que se vivan en el mundo peronista. Cuando Perndeca que la cultura si no es popular no es cultura, no propona un rescate sin

    cortapisas de las tradiciones populares, ni proveer aquello que era parte del gus-

    to ya existente.54 Se refera en forma expresa a la necesidad de borrar tantas

    dcadas de olvido y capacitara las masas para que se ilustraran en todo lo

    posible, poner a su alcance los medios ms comunes y elementales de estudio

    y lograr por ese medio su elevacin cultural.55 La misma estructura burocrtica

    de la Subsecretara de Cultura centralizada en la Capital Federal responda a unaimplcita jerarqua entre la cultura urbana (metropolitana) y la del interior.

    Subrayaba la distancia entre un mundo (el de la ciudad) que poda irradiar

    cultura utilizando el lenguaje del rgimen y uno que poda recibirla. El pe-

    ronismo abrevaba en un tpico clsico de las elites letradas latinoamericanos que

    en Argentina haba tenido su elaboracin ms acabada en Sarmiento: la ciudad

    como foco civilizador.5 Por otra parte, a la hora de interpretar el nfasis al apoyo

    de las vocaciones no debe descartarse una estrategia de recambio: el estado buscacrear sus propios cuadros artsticos.5 Esto no implica un desafo a las jerarquas

    5 Guillermo Palacios,La Pluma y el Arado Los intelectuales pedagogos y la construccin

    sociocultural del problema campesino en Mxico, 1932-1934 , (Mxico: El Colegio de Mxico,) p. .

    54 Para una discusin terica sobre los trminos cultura, cultura popular, cultura de masas, verAltamirano, Trminos.55 Mundo Peronista, subrayado es mo.

    56 Para una discusin sobre el ideal urbano en Amrica Latina y su relacin con la cultura letradaver ngel Rama, La Ciudad Letrada, (Montevideo: Arca, 995).57 Segn Luis Ordaz el apoyo del peronismo al teatro vocacional se explicaba por su conicto conel teatro independiente liderado por guras opositoras como la de Lenidas Barletta. Luis Ordaz, ElTeatro en el Ro de la Plata, (Buenos Aires: Leviatn, 957).

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    culturales sino un intento por reproducirlas y en consecuencia, reforzarlas. En

    954, el gobierno hizo maniesta esta aspiracin al armar que el estado tomaa los sujetos mejor dotados y les ofrece enseanza artstica por intermedio de sus

    academias e institutos. De ah surgirn los artesanos del arte y los artistas. La

    voluntad de recambio se puede relacionar a las dicultades que tuvo el peronismo

    para lograr apoyos en la familia intelectual. Ya resignado, el rgimen baraja la

    posibilidad de crear sus propios cuadros.

    Por todo esto sera equivocado pensar que el contenido de cultura que se promo-

    va en esos aos desde la institucin aqu estudiada delineaba una esttica estatal

    exclusivamente centrada en el color local y en lo popular. Si ciertas iniciativas: la

    fundacin del Instituto del Folklore, la institucin de un da para celebrar la tradi-

    cin (948), o la creacin de una orquesta de msica popular, otras la desmentan,

    como la creacin de la Orquesta Sinfnica o la organizacin de puestas teatrales

    de obras clsicas como la representacin de Electra de Sfocles en las escalinatas

    de la Facultad de Derecho.5 En sus audiciones en el Cervantes se incluan obrasde Weber, Chopin, Mozart y el famoso decreto que determinaba que deba pasarse

    un cincuenta por ciento de msica nacional en las salas de espectculos, estaba

    basado en consideraciones econmicas (proteger a la corporacin de msicos e

    intrpretes) y slo secundariamente invocaba motivos nacionalistas.5 La misma

    orquesta de msica popular, delimitaba claramente que lo popular era toda aquella

    msica consumida por el pueblo, an la extranjera. Las menciones del discur-

    so poltico al fomento de una cultura nacional, por ejemplo la expresa intencindel II Plan Quinquenal de desarrollar la cultura artstica con preponderancia del

    acervo nacional, se superponan con otras que armaban la universalidad de los

    valores culturales. No tenemos la pretensin de seguir pensando en las ondas

    etreas e inalcanzables de una cultura ideal armaba Pern, pero a ah mis-

    mo admita, si tenemos la pretensin de ir poniendo ladrillo sobre ladrillo hasta

    58 En 948 se instituy por decreto el 0 de noviembre como da de la tradicin, aniversariodel nacimiento de Hernandz. Sobre el teatro bajo el peronismo ver Yanina Andrea Leonardo,Espectculos y guras populares en el circuito teatral ocial durante los aos peronistas, mimeo.59 Decreto 337, 3 de diciembre de 949. El mismo decreto se justicaba apelando a un pedido delas entidades representativas de la industria de la msica. Existen testimonios que sugieren que eldecreto era asiduamente violado. Ver Legajo 358, Fondo Secretaria Tcnica, AGN

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    LA ADMINISTRACION CULTURAL DEL PERONISMOPOLITICAS, INTELECTUALES Y ESTADO 23

    alcanzar las alturas etreas e inalcanzables de ese arte ideal perseguido por la

    humanidad durante siglos.0 Esta falta de acento, al menos en forma exclusiva,en la cultura popular y en lo que comnmente se asocia con lo nativo tambin se

    dio en otros captulos de la produccin cultural promovida por el rgimen. Emilio

    Bernini resume el cine producido bajo el peronismo - en gran parte auspiciado

    por el mismo gobierno - como caracterizado por la transposicin de lo culto:

    la traduccin al lenguaje cinematogrco de la literatura europea del siglo XIX.

    Entre otros el cine del perodo lm a Flaubert (Madame Bovary, Schlieper), a

    Maupassant (La dama del collar, Mottura), a Ibsen (La dama del mar, Sofci),a Gorki (Albergue de mujeres, Mom), a Tolstoi (Celos, Sofci), a Schnitzler (El

    ngel desnudo, Christensen) y a Dostoievsky (El jugador, Klimovsky). En el

    caso del teatro la situacin parece haber sido ms heterodoxa. Al mismo tiempo

    que se desplegaban importantes esfuerzos para exponer obras clsicas como el

    mencionado caso deElectra, el estado apoyaba obras de la dramaturgia nacional

    tradicional asociadas al nativismo como fueron las espectaculares puestas deEl

    patio de la Morocha de Catlo Castillo y Anbal Troilo (953). Por otra parte,la misma apelacin a la tradicin (cuando se haca) no era un elemento novedoso.

    Tal como sostiene Alejandro Cattaruzza, la apropiacin estatal del gaucho y la

    consecuente reivindicacin de las prcticas culturales folclricas, la identicacin

    de dicha gura como esencia de la identidad nacional, preceda al peronismo.4

    Basta mencionar por ejemplo que el festejo del da de la tradicin formaba parte

    60 Juan Domingo Pern, La Prensa, de diciembre de 5 Bernini sostiene que este uso del gnero se debe por un lado al agotamiento del criollismo y porel otro, a que este permite evadir el control estatal sobre el contenido. Emilio Bernini, Un cine culto

    para el pueblo. La transposicin como poltica del cine durante el primer peronismo, mimeo.6 Sobre los auspicios al cine ver Noem Girbal-Blancha, Mitos, paradojas y realidades en la

    Argentina peronista (1946-1955), (Quilmes, Universidad Nacional de Quilmes, 000), pp. 4-54.63 Sobre el teatro ver Leonardi, Espectculos y Laura Mogliani, Principales Objetivos de laPoltica Cultural Teatral del Peronismo (945-955): Hegemona y Difusin Cultural, www.unsam.com.

    64 Para una interesante discusin en torno al proceso que llevo a la apropiacin estatal del gauchover Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian, Hroes Patricios y Gauchos Rebeldes. Tradicionesen Pugna, enPolticas de la Historia Argentina 1860-1960, (Buenos Aires: Alianza Editorial,003), pp. 7- 6 y Alejandro Cattaruzza, Descifrando pasados: debates y representaciones dela historia nacional, en Alejan;dro Cattaruzza (comp.), Crisis econmica, avance del Estado eincertidumbre poltica (1930-1943), (Buenos Aires: Sudamericana, 00), pp. 46-476. Sobre laaparicin del gaucho en la iconografa del peronismo ver Gene, Un mundo, pp. 0-

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    desde 939 del calendario ocial de la provincia de Buenos Aires y que el Ins-

    tituto del Folklore propiamente anteceda al peronismo.5 En otras palabras, nodebemos confundir programas estatales con smbolos y actividades previamente

    instaladas en la sociedad, ni es posible concluir la existencia de una poltica cul-

    tura peronista basada en lo popular.

    An cuando las iniciativas culturales del peronismo tendan a reforzar jerarquas

    propias de la alta cultura las mismas alimentaron los recelos de la intelectualidad

    que las asociaban a la vulgarizacin, al nacionalismo y a lo popular. De acuerdoa la interpretacin ms diseminada entre los intelectuales antiperonistas lo que

    resultaba de la poltica estatal era una cultura abaratada, producida en serie.

    Podramos pensar dichas prevenciones como la prueba del elitismo de los intelec-

    tuales antiperonistas: stos se oponen a la democratizacin porque socavaba las

    bases de su autoridad cultural. En contra de ese argumento es necesario advertir

    que la vocacin pedaggica y civilizatoria est presente en los proyectos de

    aquellos intelectuales que se quejan de esos mismos afanes en el peronismo. Elejemplo paradigmtico es el de Sury su poltica de traduccin, la cual implica

    entre otras cosas la democratizacin del consumo, el intento de crear un pblico

    lector. Por lo tanto, si bien las aprehensiones de los intelectuales frente a la

    poltica cultural del peronismo pueden ser tomadas como evidencia del carcter

    antipopular de la intelectualidad local, sera ms atinado leerlas como la expresin

    de la desconanza que sienten frente a la capacidad del gobierno de realizar la

    democratizacin cultural, donde lo popular quedara subsumido a lo masivo. Ala vez, no se pueden descartar ciertos gestos de esnobismo social por parte de los

    65 Varios expedientes del Ministerio de Educacin muestran como los maestros por propiainiciativa apelaban a repertorios asociados al folklore como vehculo para acrecentar el sentimiento

    nacionalista en el mbito escolar y demandaban del estado una mayor inversin en el rea. Porejemplo, en 946 fue creado por propia iniciativa de los maestros un Centro Cultural FolklricoArgentino del Magisterio.66 Francisco Ayala, El escritor, Sur, 03 (95). p. . 67 Wilson concluye que la recurrencia del grupo Sur a la prctica de la traduccin anulara

    parcialmente la tesis del elitismo del grupo. VerWilson, La Constelacin del Sur, (Buenos Aires,Sigloveintuno, 004) p.44. La vocacin pedaggica por cierto con pretensiones de federal- tambin estaba en el Colegio Libre de Estudios Superiores segn Federico Neiburg, Losintelectuales y la invencin del Peronismo (Alianza Editorial, Buenos Aires, 998), p.54.

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    intelectuales que no deber ser asociados con ademanes propios o exclusivos de la

    intelectualidad.

    LOS LMITES DEL ESTADO

    Si los primeros aos del peronismo fueron de prueba, innovacin y expansin

    del estado en el terreno cultural, el inicio de la dcada de 50 tambin trajo

    aparejado cambios tanto en las estrategias del estado con los intelectuales como

    en la poltica cultural estatal. Dichas transformaciones pueden resumirse en dos

    direcciones: por un lado en la progresiva prdida de dinamismo de la burocracia

    cultural creada muy poco antes y por el otro, en la proliferacin de eventos que

    remitan a un nimo cada da ms censurador con la intelectualidad. En cuanto a

    la burocracia cultural, el repliegue de las iniciativas estatales fue, como en otros

    mbitos de la poltica pblica del peronismo, a contramano de lo que suceda en

    el terreno de la legislacin dado que la reforma constitucional haba estipulado ex-

    presamente la responsabilidad estatal en la proteccin y fomento de las ciencias

    y las artes. La nueva Constitucin impona la necesidad de elaborar un aparatolegislativo que pudiera reglamentar las nuevas disposiciones y es de esperar que

    la Subsecretara estuviera llamada a jugar un rol importante en la consecucin de

    esta labor. Sin embargo, en julio de 950, Ivanissevich debi renunciar por apa-

    rentes desentendidos con Eva Pern, e ingres un nuevo ministro de Educacin:

    el mdico Armando Mndez de San Martn quien haba ejercido hasta entonces

    el cargo de Director de la Asistencia Social. Con el cambio se transform a la

    Subsecretara en una Direccin Nacional de Cultura. Castro, quin consigui que-dar como presidente de la Comisin de Cultura, fue reemplazado por un joven

    poeta vinculado al catolicismo: Jos Castieira de Dios. Pronto fue claro que el

    cambio institucional, signicaba una vuelta atrs en el avance del estado en el

    terreno cultural. Por empezar, se recortaron en un tercio las partidas presupues-

    tarias para el rea que haban aumentado al inaugurarse la Subsecretara. Esto

    68 El artculo constitucional estableca adems criterios para determinar aquello que constitua elpatrimonio cultural de la nacin incluyendo en ste todas las riquezas artsticas e histricas ydictaminaba que stas quedaran sujetas a la tutela del estado. El prembulo incorporaba ademsun alegato a promover la cultura nacional.Ver Julio Cesar Avanza, Los derechos de la Educacin yla Cultura en la Constitucin Argentina, (Ediciones de Biblioteca Laboremos, La Plata, 950).69 El periodo en que Mndez de San Martn fue ministro se caracteriz por el avance de la

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    ltimo reejaba la crisis econmica por la que atravesaba el pas que obligaba al

    gobierno a disminuir el gasto pblico. La creacin de la Direccin de Cultura erapor lo tanto la aceptacin de un fracaso: el del proyecto de la Subsecretara y de

    aqul que propona incluir a la intelectualidad en su conjunto en la elaboracin de

    una poltica estatal, lo que fue admitido por el estado cuando disolvi la Junta de

    Intelectuales (5).

    El recorte nanciero tambin se hizo evidente en la disolucin de la Comisin

    Nacional de Folclore que haba sido abierta por la Subsecretara de Cultura en948. Asimismo se dispuso el cierre de la Comisin de Cultura a nales de 954.0

    Segn la justicacin ocial la intencin era centralizar la accin cultural estatal

    en una sola dependencia, pero poco despus al ordenarse que se congelaran los

    nombramientos de personal fue evidente que lo que se buscaba era disminuir los

    gastos. De acuerdo a las estadsticas provistas por Llach y Gerchunoff, medi-

    do en precios constantes, el gasto pblico se redujo entre 950 y 953 un 3%.

    Adems, el hecho de que a pesar de ser creada en 950, el funcionamiento de laDireccin de Cultura no se reglament hasta 954, revela la poca importancia que

    se le asignaba a la nueva dependencia que sigui funcionando casi por inercia. De

    esta forma, la Direccin de Cultura slo espordicamente se ocup de las nuevas

    exigencias establecidas por la Constitucin proclamada en 949. Esta retom las

    iniciativas culturales que se haba originado en los aos anteriores pero con un

    presupuesto y un entusiasmo ms modesto. Religiosamente continuo organizando

    el Certamen de Teatro Vocacional, transform el Tren Cultural en ms humildesestas provinciales de cultura e instituy nuevos certmenes como el anterior-

    mente mencionado Saln Nacional de Estudiantes de Artes Plsticas siguiendo

    esa idea que apareca tan importante para el peronismo como la que era fomentar

    las vocaciones. Subsidi tambin algunos proyectos populares otorgando ayudas

    nancieras aisladas como por ejemplo el que le dio en 95 al Museo de Bellas

    peronizacin en la educacin pblica (particularmente con el cambio de los libros de texto) y por uncreciente nivel de conictividad entre el Estado y la Iglesia. Ver Mariano Plotkin, Maana es Sn

    Pern, (Editorial Ariel, Buenos Aires, 993).pp. 6- 08.70 Decreto 0564, --547 Decreto 0564, 7 de diciembre de 954.

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    Artes de la Boca. El repliegue estatal en el rea tuvo lugar an cuando el II Plan

    Quinquenal (95) rescataba el artculo constitucional sobre la cultura e incluauna serie de proyectos especcos. Es necesario aclarar que los recortes no pasa-

    ron inadvertidos para quienes estaban a cargo de la gestin de las dependencias

    que formaban parte de la Direccin de Cultura y provocaron frustraciones. El

    director del Museo de Bellas Artes (Juan Zoochi) se quejaba de no haber logrado

    cumplir el objetivo cardinal de su gestin: la construccin de un nuevo y moder-

    no edicio para el museo. En dos cartas, la ltima de julio de 95, Zoochi le

    reclam a Pern el incumplimiento de la promesa que le haba hecho en 947,por lo que el museo continuaba funcionando en una casa tan inadecuada como

    ineciente, recordndole adems que tal descuido no era digno de un rgimen

    como el peronista.

    En cuanto a las relaciones entre el estado y la intelectualidad es posible regis-

    trar una mayor recurrencia de polticas ociales censuradoras a partir de 950

    aunque no se abandonaron completamente los gestos conciliadores. Esto se pue-de observar en dos instancias contradictorias: en los esfuerzos por promover los

    premios de la Comisin Nacional de Cultura y en el decreto que reglament el

    funcionamiento de las academias nacionales. Dichas tentativas hablaban de la

    persistencia de estrategias estatales irreconciliables con respecto a la inteligencia:

    la cooptacin en el caso de los premios y la mera subordinacin en el caso de las

    academias. Es probable que el acento sobre la ltima de stas haya sido alimen-

    tado por la indiferencia y rechazo de los intelectuales a los intentos de cooptacinprevios. En 95, a pesar que las partidas para cultura haban sido reducidas, el

    gobierno aument el monto recibido por el premio de la Comisin Nacional de

    7 Como excepcin a esta falta de dinamismo, debe destacarse la mega exposicin La Pintura y laescultura argentinas de este siglo presentada entre octubre de 5 y marzo de 5 en el Museo de

    Bellas Artes. Para detalles de la exposicin ver Giunta, Vanguardia.73 AGN, Fondo Documental de la Secretaria Tcnica de la Nacin, Legajo 37. Un dato sintomticoes que para dirigirse a Pern, Zoochi envi la misiva como parte de la campaaPern quiere

    saber realizada en 95. En sta se convocaba a la poblacin en general para que hiciera llegarsus propuestas para integrar el II Plan Quinquenal. El hecho de que el director del museo usara uncanal de comunicacin destinado a los sectores civiles para acceder al ejecutivo es revelador dela autorepresentacin que el mismo haca de su propio lugar e inuencia dentro de la estructura

    burocrtica del gobierno.

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    Cultura de 5.000 a 40.000 pesos. Instaur adems nuevos galardones nacio-

    nales a investigaciones acadmicas y textos literarios, e instituy una serie dedistinciones regionales. Junto con esto inici un programa de becas para intelec-

    tuales americanos para que visiten el pas con el n de estudiar e investigar. Con

    esto, el estado buscaba atraer a los intelectuales y al mismo tiempo convertirse en

    un agente productor de valor cultural. Sin embargo, los esfuerzos fueron vanos.

    Para ser escogido como ganador haba que inscribirse. En 955 el gobierno volvi

    a aumentar el monto de las distinciones nacionales a 60.000 pesos y cambi su

    reglamento porque en muchos de ellos no habido ninguna presentacin. En lasnuevas bases se derog la obligatoriedad de la publicacin ocial del trabajado

    ganador. Finalmente el gobierno acept tcitamente su escasa legitimidad para

    distribuir prestigio en el campo intelectual: estimaba que slo exentos del deber

    de publicar en la editorial ocial los intelectuales se presentaran al concurso.4

    La indiferencia de la intelectualidad a la importante recompensa econmica pue-

    de ser interpretada como un deliberado gesto tendiente a preservar las jerarquaspropias y a subrayar la improcedencia de valoraciones externas.5 A dicho cau-

    sa, debemos agregar el conicto que se inici a nes de 950 por la legislacin

    que pretenda regular el funcionamiento de las Academias el cual invalidaba todo

    esfuerzo con nimo conciliador. En septiembre de 950, luego de que Mendz

    de San Martn se convirtiera en Ministro de Educacin, el Congreso de la Na -

    cin promulg una ley que estableca que el Poder Ejecutivo deba reglamentar

    el funcionamiento de las Academias. El proyecto aprobado apresuradamente enla ltima sesin de la Cmara de Diputados, fue materia de una acalorada dis-

    cusin. El diputado Jos Prez Martn de la provincia de Santa F expres su

    desacuerdo contra lo que consider un escaln ms en la consecucin de una

    74 A nes comparativos, para evaluar la importancia econmica del premio se puede traer a colacinnuevamente el sueldo de un maestro que recin se iniciaba en la docencia. Este era de 300 pesos.75 Ya desde los primeros das del peronismo los premios ociales perdieron legitimidad, comovimos en el evento que motiv la renuncia de Ernesto Palacio.76 Las academias tendrn por objeto la conservacin, fomento y difusin de la cultura en susdiversas manifestaciones, as como el asesoramiento permanente de los poderes pblicos, cuando lefuera requerido.

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    cultura dirigida. En tono amenazante Reynaldo Pastor, les dijo a sus colegas

    en la Cmara que la vida argentina va a demostrar cun difcil ser en el futuroreconstruir lo que hoy van a destruir slo por el afn de hacer triunfar las ideolo -

    gas que sostienen desde el gobierno. A la hora de defender la ley, los diputados

    peronistas invocaron los clsicos reproches a una intelectualidad que acusaban de

    antipopular y antinacional. Ricardo Guardo cerr su intervencin en el debate

    con una pregunta retrica ms que elocuente a la hora de conrmar las sospechas

    de la oposicin: Puede pretenderse que haya centros de cultura superior que

    vivan alejados de la realidad poltica de un pas? John William Cooke defendi elproyecto apelando a aquello que ms teman los opositores: el carcter interesado

    del patronazgo estatal.

    Para nosotros el n de la comunidad no es una obra aislada, una estatua o

    un libro olvidado en alguna biblioteca de academia. Nosotros admitimos

    la posibilidad de que haya quienes se dediquen a cualquier tipo de activi-

    dad intelectual,pero creemos que el hombre que tenga un puesto en unaacademia nacional protegida y mantenida por el estado debe devolverle

    al estado parte de los benefcios que de l recibe.

    Recin en septiembre de 95 el Poder Ejecutivo sancion el decreto respec-

    tivo. El mismo, justicado en que el gobierno nacional deba ser el rector y

    el organizador de toda actividad que interese al patrimonio social, tanto en el

    terreno cultural como en el cientco, estableca la necesidad de racionalizarel funcionamiento de las diversas entidades cientcas y culturales. Para esto se

    centralizaba la scalizacin de la labor de las academias a un rgano reciente-

    mente creado: el Consejo Acadmico Nacional, integrado por los presidentes de

    las distintas academias, el Ministro de Educacin y el rector de la Universidad de

    Buenos Aires. Adems de la ingerencia ministerial en las Academias, el nuevo re-

    77 Diario de Sesiones de la Cmara de Diputados de la Nacin, Tomo IV, septiembre 9 950, p.54.

    78 Sobre los usos de lo popular ver Pierre Bourdieu Los usos del pueblo, en Pierre BourdieuCosas Dichas, (Madrid, Editorial Gedisa, 993), pp. 5-57.Diario de Sesiones de la Cmara de Diputados, septiembre de 50, p. 5.

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    glamento inclua una serie de disposiciones concretas que causaron gran revuelo

    en los crculos intelectuales. Se estableca que la designacin de los acadmicosde nmero deba ser aprobada por el Poder Ejecutivo y se estipulaba que los

    miembros de ms de sesenta aos deban retirarse. Se decretaba adems la obliga-

    cin de las academias de prestar la colaboracin de orden cientco y cultural que

    los poderes pblicos le requirieran.0 Esto ltimo implicaba un postrero intento

    por forzar esta vez sin ninguna pretensin amistosa - el objetivo frustrado que

    haba animado la fundacin de la Junta Nacional de Intelectuales: cooptar a la

    intelectualidad, pero nos habla de un momento donde domina una lgica distinta.El decreto otorgaba dos meses a los presidentes de las academias para enviar la

    nmina de acadmicos que reunan las condiciones, y para reorganizarse bajo la

    nueva estructura. En el caso de las academias privadas el gobierno iba an ms

    all. Se eriga con la potestad para crearlas, intervenirlas o negarles personera

    jurdica. El requisito de los sesenta aos implicaba el virtual vaciamiento de estos

    cuerpos colegiados, en su mayora integradas por personas mayores a esa edad.

    Por ejemplo, de los acadmicos de la Academia de Letras, tan slo uno elpoeta Francisco Luis Bernrdez era menor de sesenta aos. En lugar de apunta-

    lar el funcionamiento de estas entidades culturales, el decreto provoc renuncias

    masivas. Carlos Ibarguren, quien haba apoyado el peronismo en das iniciales,

    dej por motus propio pero en silencio su cargo de presidente de la Academia

    Argentina de Letras. Dedic los que seran los ltimos das de su vida a escribir

    sus memorias. El poeta Bernrdez, el nico miembro de la Academia de Letras no

    abarcado por el decreto, present su renuncia. La Academia de Ciencias Moralesy Polticas, cuerpo privado en donde se reunan conocidas guras como Ricar-

    do Levene, Enrique de Ganda y Rmulo Zabala, decidi autodisolverse por el

    voto unnime de sus miembros. Su autoclausura, acto cargado de simbolismo,

    demostraba el grado de rechazo que la medida generaba a lo largo del campo

    intelectual. En los textos de las dimisiones que fueron reproducidos en la prensa

    diaria se acusaba al decreto de avasallar el derecho de asociacin, la libertad de

    pensamiento y de expresin.

    80 El PEN tena adems el derecho de elegir sobre quien recaera la presidencia entre aquellosternados por el recientemente fundado Consejo Acadmico.8 Ver La Nacin, de octubre de 5.

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    Las mayores diatribas contra el proyecto se centraba en que la prdida de libertad

    ya que ste privaba [a las academias] de esa independencia que [era] su mayor

    resguardo contra las vicisitudes de la vida poltica. El editorial del diarioLa

    Nacin conclua con algunas frases reveladoras de cual era la visin que se tena

    de la gestin cultural estatal:

    Constituidas en adelante como cuerpos sin real autonoma, cercenando su

    derecho a nombrar a los propios miembros, carentes stos de estabilidad

    y en estrecha y continua dependencia del gobierno que los designa con

    mandato limitado, las academias no conservarn sino el nombre, pues

    habrn de constituirse en dependencias del estado como tantas otras de

    ndole cultural ya existente, cuyas tiles resoluciones y tareas son dirigi-

    das por notas desde las ofcinas ofciales.

    Para el editorialista deLa Nacin lo que estaba en juego era la existencia misma

    de un campo intelectual autnomo. Como una sugerencia velada a los renun-

    ciantes el editorial subrayaba que en otras latitudes las academias no slo eran

    autnomas sino que adems contaban con rentas propias con que fortalecer la

    necesaria independencia. Aunque el decreto no estimul la formacin de una

    academia no ocial, algunos de sus miembros formaron grupos que intentaron

    mantener dichos espacios de sociabilidad. El nuevo reglamento de las academias

    no logr por lo tanto ni la cooptacin ni el recambio, resultando por el contrario

    en la virtual parlisis de dichas asociaciones. De algn modo lo comentado revela

    el poder y el grado de cohesin aunque relativo de la intelectualidad antipero-

    nista frente al estado: sta ltima fue capaz de desarticular uno a uno los distintos

    proyectos estatales que intentaron regular la vida intelectual. Esto ltimo puede

    ser interpretado como un signo de la madurez que ha alcanzado el campo inte-

    lectual en el mbito nacional.

    La Nacin, de octubre de 5.

    83 Ver Discurso de Don Mariano de Vedia y Mitre en el Sepelio de Carlos Ibaruguren, enBoletnde la Academia Argentina de Letras, Tomo XXI, N 80, Abril- Junio 956, p. 59.

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    A partir de la instancia referida el estado se convirti en muchos sentidos en unverdadero desorganizador del mundo letrado mostrando sus aristas ms autori-

    tarias. Es decir abandon completamente los objetivos barajados al principio de la

    gestin de intervenir sobre el campo intelectual a travs de la integracin. Varias

    instituciones de la cultura local tales como la Sociedad Argentina De Escritores, el

    Museo Social o el Colegio Libre de Estudios Superiores experimentaron diversos

    episodios de censura. El mencionado cambio se reej en el funcionamiento de

    la burocracia cultural estatal. En octubre de 95 asumi como nuevo director deCultura (Ral de Oromi), quien se haba desempeado hasta entonces en el cargo

    de Subsecretario de Informaciones de la Presidencia de la Nacin, secundando en

    su tarea a Ral Alejandro Apold. Este ltimo, encargado de llevar adelante la po-

    ltica de propaganda del rgimen, era el responsable de la progresiva peronizacin

    del imaginario pblico, sobre todo a partir de 950.4 Poco antes, el Ministerio

    de Educacin haba aconsejado en una resolucin interna hacer un minucioso

    reajuste en los cargos directivos de modo que no queden sino hombres de absolutaconanza y lealtad.5 La orden dictaminaba adems que la Direccin de Cultura

    deba intensicar su accin de difusin de la doctrina justicialista mediante la

    voz de los intelectuales argentinos. Si bien este objetivo no se llev a cabo la

    mayora