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ty, LA ANTROPOLOGÍA CRIMINAL Y LA. ATLRALISTA POR BENITO MARIANO ANDRADE Abogado da ilustre Colegio de Madrid. s `ate MADRID EST. TIP. «SUCESORES DE RIVADENEYR A IMPRESORES DE LA REAL CASA Paseo de San Vicente, núm. 20 896

La antropología criminal y la novela naturalista por Benito Mariano

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LA ANTROPOLOGÍA CRIMINAL

Y LA.

ATLRALISTAPOR

BENITO MARIANO ANDRADE

Abogado da ilustre Colegio de Madrid.

s `ate

MADRIDEST. TIP. «SUCESORES DE RIVADENEYR A

IMPRESORES DE LA REAL CASA

Paseo de San Vicente, núm. 20

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AL QUE LEYERE.

No afirmaría yo categóricamente, be-névolo lector, que el título que encabezaeste libro fuese el más apropiado paraexpresar fielmente su objeto: he exami-nado algunos nombres, v. gr., «la Antro-pología criminal en la Literatura)), «LaAntropología criminal y el Naturalismo li-terario)), etc., etc., y en ellos he encontradoventajas é inconvenientes, como los en-cuentra en todas las cosas humanas quienyo me sé y cuyo nombre me callo. En se-gundo término quiero hacerte notar queeste trabajo sin pretensión de ningúngénero, aunque barrunte que á alguienpudiera parecer de erudito d la violeta,sólo representa la parte general y filo-sófica de un estudio particular y ex-

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perimental que, con ayuda de Dios y tubeneplácito, me propongo dar á luz cuandopara ello tenga mimbres y tiempo.

Adivino que esta obra va á parecerteincompleta, señaladamente por no estudiarlas cuestiones que en ella se tratan másque desde un punto de vista; pero modes-tamente te advierto, para tu gobierno, quesólo me propongo al escribirla darte á co-nocer una impresi(;n mía sobre el particu-lar, algo así como un tanteo sobre el pro-blema de las relaciones entre la Antropo-logía criminal y la literatura naturalista.

Y con esto, y con decirte que lo quemás me preocupa al publicar este libro esel temor de no haber entendido, ó el hechode haber interpretado mal alguna opiniónó teoría, cosa en verdad facilísima dada laanemia crónica que padece mi meollo, mepostro á tus plantas si eres dama (aunquesospecho que pocas leerán este libro), 6beso tus manos si fueres caballero, queciertamente lo serás, y muy cumplido.

EL AUTOR.

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INTRODUCCIÓN.

Si entre penalistas clásicos intransigen-tes, no enterados aún de las últimas con-clusiones de Lombroso respecto á la rela-ción entre la Antropología criminal y laLiteratura, /se afirmase por alguien quede los recientes progresos realizados en susestudios por el conocido antropólogo sededucen la identidad absoluta de procedi-mientos, de leyes y consecuencias entre laescuela antropológica criminal y la evolu-ción experimental de la escuela naturalista,indudablemente que no se tomarían en con-sideración sus afirmaciones por no poderadivinar las razones de tal coincidencia, yAcaso seria tildado de poco sesudo, pocoserio y, si se les apuraba un poco, de locode atar; pues, corno ellos dirían, en estos

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tiempos de tantas monomanías bien pu-diera ser la excesiva credulidad una locuracomo otra cualquiera..

Mas si estos señores oyesen con calmaá quien les hablara; si no tronasen desdeluego contra toda innovación, como lo ha-cen siempre que de estas cosas se trata; sicon un poco de paciencia escuchasen bre-ves momentos aquello que se les dice, y quetanta falta les hace aprender y ellos des-precian como cosa baladí y fiera de sen-tido; si respetasen cortésmente las opinio-nes contrarias, mantenidas muchas vecesde buena fe; si convinieran con Stuarten que nunca se debe ahogar en el terrenocientífico una opinión por errónea que pa-rezca, podrían por lo menos ilustrarsemucho, cosa de que en verdad no se arre-pentirían, porque nadie sabe tanto que deello reviente. Y digo esto porque, aunquegozo fama de intransigente en ciertos te-rrenos donde esta condición es indispensa-ble y aun dogma indiscutible, soy el hom-bre más amigo de la libertad de ideas yde manifestación y exposición de las in' is-

MEI

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mas en el palenque científico propiamentedicho, pues creo que nadie puede arrogarsela posesión de la verdad completa, quenunca suele acompañar en absoluto á nin-guna teoría, y mucho menos la infalibili-dad; y es una de las cosas que más meirritan el desprecio y la burla de ciertasideas, hipótesis ó conclusiones, que po-drán ser más ó menos probables ó aunverosímiles, pero que, sin embargo, tienentanto derecho á vivir la vida de la cienciacorno derecho tienen á la vida física lostuberculosos y los tísicos.

En España es frecuentísimo el hechoque aquí censuramos, y en todas las es-feras de la vida domina el amor excesivoá los moldes viejos, por lo cual, tratán-dose de teorías innovadoras que dan altraste con casi todos los principios y fun-damentos de la ciencia antigua, que endeterminadas ramas, y. cfr en el Derechob '5

penal, aparentemente minan las raíces deinstituciones que se creían inviolables, y,según opinión común, que casi es cierta,destruyen y aniquilan las nociones de res-

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ponsabilidad, de expiación, de correc-ción, de ejemplaridad, etc., etc., no es deextrañar que se haya dado la voz de alertaen el campo de la ciencia de los delitos ylas penas, y que los añosos cultivadoresde ella miren con horror lo nuevo, des-graciadamente sin conocerlo: defecto gra-vísimo éste de abominar de una cosa sinsaber lo que es; grave delito contra elprogreso científico, siquiera tenga á sufavor la circunstancia atenuante de nohaber querido causar un mal tan graveá las generaciones presentes como el cau-sado en efecto.

Pero no son sólo los tratadistas del De-recho penal los que, haciendo caso omisode la corriente avasalladora de la escuelaantropológica-positiva, siguen cavilando ymeditando acerca de la naturaleza y esen-cia del delito, acerca del carácter propiode la pena conforme á sus teorías y prin-cipios, sin cuidarse de conocer las obrasprincipales y los resultados prácticos 'ob-

tenidos por los modernos experimentado-res, sino, lo que es aún peor, los hom-,

re

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bres destinados á aplicar en los tribunaleslas leyes tienen odio personal á todo loque huela á escuela antropológica; y aunmuchos abogados de los que leen y estu-dian estas materias, suelen reírse á man-díbula batiente de las exageraciones, queson muchas, y de las consecuencias inme-diatas, que á veces son tristes, de las con-clusiones sustentadas por los modernosnaturalistas del Derecho penal, sin pararmientes en las verdades nacidas de la ex-periencia y del progreso en determinadasy afines ciencias, y en las lógicas conse-cuencias que de ellas se derivan; verda-des y consecuencias que van siendo apre-ciadas en todo su valor por algunos hom-bres imparciales en nuestra patria, y porcasi todos los jurisconsultos italianos yfranceses.

Los profesores de Derecho penal enEspaña, casi todos correccionalistas, par-tiendo de la base, para mí necesaria, de lanoción filosófica del Derecho, del libre ar-bitrio como condición sine qua non de laresponsabilidad é imputabilidad, y por

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ende del delito; de la pena como medio decorregir al delincuente que por acto delibre voluntad infringe el Derecho, etc., seextienden en largas y provechosas diserta-ciones sobre lo que debe ser el Derechopenal y los conocimientos primordialesnecesarios para poder entender y aplicarcon fruto los preceptos del Código, des-cuidando lo que esta ciencia tiene depráctica, haciendo poco caso de los hechosque se prestan á análisis detenido y queen esta esfera científica tiene capital im-portancia; en suma, teorizan demasiado, yclaro es que han de ser enemigos irrecon-ciliables de los que no admiten teorías.

En cuanto á algunos señores del mar-gen y funcionarios del ministerio fiscal, suintransigencia es mayor y de fatales con-secuencias: no ya no suelen conocer (hayexcepciones) ni siquiera los trabajos delos principales antropólogos, sino que noconciben que persona que tenga sus sen-tidos cabales pueda en serio ensalzar tal

cual conclusión positivista, dedicarse alestudio comparativó de un problema en su

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doble aspecto clásico y nuevo, ni aun si-quiera discutir académicamente la eficaciade las modernas observaciones; en unapalabra, niegan á la nueva evolución todaclase de beligerancia. Y esto no es de ex-trañar cuando aun en problemas perfecta-mente resueltos por la Medicina legal, yque nada tienen que ver con la modernaAntropología positiva, se muestran tananticuados que pronto tendrá algtín enér-gico legislador que poner coto á su in-transigencia. En lo que se refiere á la lo-cura, por ejemplo, la conducta que siguenhoy los tribunales españoles el ) no puedeser más deplorable: el desgraciado que sesiente en el banquillo de los acusados,aun cuando realmente esté loco, es muyprobable que sea, condenado, á lo menosen lo referente á esta circunstancia exi-mente: ni las declaraciones terminantesde los alienistas, ni los informes de los fo-renses, suelen en general influir como de-bieran en los funcionarios del ministerio

(1) Señaladamente el Jurado

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fiscal para el hecho de retirar la acusación;antes al contrario, sabido es por todos queentre la gente de toga no se da la impor-tancia que tienen á las afirmaciones de losprofesores de Medicina en lo que á su partelegal se refiere; es más: algún togado sueledecir á menudo, donde hay alguien que leoiga, que los primeros locos son los mismosalienistas. Por no dejarse engañar con lasapariencias ; por no pasar plaza de crédulo;por creer recurso gastado la simulaciónde enfermedades mentales; porque real-mente han abusado mucho los abogadosdefensores de esta circunstancia eximentepara defender á quien de otra manera hu-biera sido imposible; por desconocer losprogresos de la ciencia médico-legal ; porcreer (todavía hay quien lo cree) que laenajenación mental tiene siempre sus sig-nos exteriores perfectamente apreciables,y que sólo está loco el furioso, no conci-biendo ellos la manía sine delirio de Pi-nel, Mandsley, etc., ni otras muchas con-clusiones plenamente demostradas pormodernos alienistas, rarísima vez se con-

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forma un acusador con el informe médico,casi nunca le da crédito (1).

Y para citar ejemplos, bien recientesestán los de Galeote y Morillo, y aun eneste mismo año tenemos un caso preciosoy digno de estudio en el de D. Luis La-r« roder, al cual declararon loco con maníade grandezas (como vulgarmente se dice),de una manera terminante, y sin discon-formidad de ningún género en el más ni-mio detalle, el distinguido Dr. Vera, nom-brado por la defensa, y los dos señoresmédicos forenses nombrados por la Sala.Todo el mundo sabe que fué condenado, ypara nada sirvió el dictamen de los peri-tos. Dada esta manera de ser, ¡con quéojos mirarán estos dignísimos magistra-dos á todo aquel que les vaya á hablar deAntropología criminal! En cuanto á losdemás- cultivadores de la ciencia del De-recho, pocos, muy pocos son los que con

(1) Sentiríamos se interpretasen erróneamente estasobservaciones hechas en sentido general, cuando en ladignísima Magistratura espaiiola hay tantos hombreseminentes.

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detenido examen tornan en consideraciónalgunas de las fórmulas naturalistas delos antropólogos; muchos, corno he dichoantes, toman á chacota estas cosas; paraotros son indiferentes, pues no les llamaDios por estos caminos de crítica llenosde dificultades, y prefieren contentarsecon las cuatro ideas que referentes al casoaprendieron del profesor de Derecho pe-nal, barajándolas , sin orden y concierto, ydesconociendo lo que los antropólogos di-cen, y por consiguiente lo que pretenden;de éstos son los que creen que la escuelaantropológica es un sistema de defensa delcual echan mano algunos abogados cuandola causa está perdida; de éstos son tam-bién aquellos que creen primer principiode la nueva corriente científica, y eje sobreel cual giran todas sus consecuencias, el deque «todo delincuente, en el mero hechode serlo, es un enajenado)). ¡ Así se desfi-guran muchas veces las opiniones contra-rias, y así se pulverizan, al parecer, en elcafé, en la Academia ó en el Ateneo!

Y digamos, además, que es cosa común

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en todos los que detestan, sin conocerlas,las conclusiones positivistas, el afirmarcon voz campanuda, y á veces elocuente,que los modernos seudo sabios pretendendestruir las bases de la sociedad, los fun-damentos del derecho, la libertad humana;que los antropólogos modernos niegan eldelito, proscriben la pena, y otras tantasfrases hechas y lugares comunes á queacuden y acudirán los rutinarios del De-recho penal, hasta que algún animoso Cla-rín de la ciencia jurídica les ponga las pe-ras á cuarto, demostrándoles que no es tanfiero el león como le pintan.

La misma intransigencia que deplora-mos en el campo del Derecho penal ha te-nido y aun tiene lugar en la esfera de la Li-teratura. Esos amerengados literatos queen noche de luna, á la orilla del transpa-rente lago, etc. , etc., componen cánticosde amor á Filis y Amarilis ; esos novelis-tas hueros que comparan el amor de suprotagonista con el fuego del Vesubiodel Etna ; esos niños góticos de la litera-tura para quienes es insoportable, y no les

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resulta, la lectura de un trozo de Fray Luisde León, ó del Padre Granada, ó de Que-vedo, cuando no dice chistes, y para mu-chos de los cuales el mejor novelista delmundo es Jorge Onhet, formando coro conesa anodina comparsa de críticos de tres alcuarto que vociferan en todos los cafés, entodos los círculos, en los pasillos del Ate-neo y aun escriben en periódicos ; que ha-blan de caracteres desdibujados, de situa-ciones bien sostenidas, de propiédadesobjetivas y subjetivas , sin saber lo quedicen ; para quienes es necesario en unanovela ó drama lijar bien los tres estadosde exposición, nudo y desenlace, sola-mente porque así lo aprendieron en lasclases de Retórica, fueron los primeros enponer el grito en el cielo cuando una es-cuela nueva pretendía hacerse lugar en elcampo literario.

Lo mismo que la nueva tendencia jurí-dica, la nueva evolución literaria trae con-sigo errores de gran calibre, y llega hastadonde ningún hombre de sano juicio puedellegar; por eso, sin ridículas ostentaciones

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y sin gastar la pólvora en salvas, así comoen la ciencia de los delitos y las penas elilustre catedrático de Salamanca Sr. Do-rado y Montero se esfuerza en expurgarde lo nocivo y dañoso á la nueva evolu-ción, aunque creo debiera tratarla másduramente de lo que lo hace, y tambiénen Literatura D." Emilia Pardo Bazán, ensu notable obra la Cuestión palpitante,atenúa las crudezas de los naturalistas, ypretende explicar el verdadero sentido enque debe tomarse la palabra naturalismo;así en la Ciencia se alza gigantesca lafigura jurídica del Sr. Aramburu y Zu-loaga, refutando punto por punto los prin-cipales errores de los antropólogos; y en elArte se yergue arrogante la figura literariadel autor de Pepita Jiménez pulverizandolas utopías de Zola y sus secuaces en susApuntes sobre el nuevo arte de escribirnovelas.

Creo que tan perniciosos para el pro-greso científico son los sistemáticamentereaccionarios, como los excesivamente im-petuosos que se enamoran de todo lo

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nuevo con la misma pasión que nuestrosaristócratas golnosos encuentran encantosen las hijas de los altos diplomáticos ex-tranjeros: el .juicio sereno, la reflexión fríay la deducción desapasionada son cuali-dades negativas para, muchos de los hom-bres de Derecho ó para los literatos afilia-dos á determinada secta.

Acaso alguien, por lo dicho arriba, creaver en mí, sobre todo en lo que al Derechopenal se refiere, algo de indecisión, algode eclecticismo, en una palabra; pero me in-teresa hacer constar que no hay tal cosa:reconozco, sí, que muchas de las observa-ciones de los modernos antropólogos sonatinadas y preciosas, y que, por lo tanto,deben de tenerse en cuenta por los hom-bres dedicados al estudio del Derecho, yque ni minan ni destruyen nada tomán-dolas con la precaución necesaria; y creodeben estudiarse y seguirse sus pasos paraapropiarse lo mucho bueno que aportan alpalenque científico y para expurgarlas desus graves errores ; y por esto,_ y porquecontribuyen de una manera franca y es-

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pontánea al progreso, por eso recabo paraellas la atención, el respeto y aun los de-rechos de beligerantes.

Figuraos una vetusta y sólida fortalezasitiada por imponentes baterías enemigas;llegado el momento del fuego, y al prepa-rarse los artilleros á lanzar sobre la plazasus mortíferas granadas , encuéntranse sinel elemento indispensable, sin pólvora: lossitiados se ríen del lujo y aparato de lossitiadores, y claro es que les tiene sin cui-dado la ostentación de tanta fuerza; pero,sin embargo, estudian y reflexionan sobrelos adelantos de la artillería moderna, to-man notas del armamento, y con detenidoexamen apuntan todos los datos necesariosy dignos de tenerse en. cuenta : no temenningún daño, y siguen como si tal cosa,haciendo la vida ordinaria; pero procuranreconstituir aquel torreón que se desmo-rona, pretenden emplazar cañones del mo-derno sistema, y buscan el medio de apro-vecharse y aplicar para su uso todo lobueno que en su enemigo han visto.

La fortaleza, es la escuela (•14.ÇI(.a, que no

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teme el ataque de las modernas corrien-tes precisamente porque les falta el ele-mento indispensable de combate: la filo-sofía; siguen sus principios incontestablesé inmutables, pero, sin embargo, debefijarse en los modernos adelantos de lasciencias auxiliares del Derecho penal,debe tener en cuenta los benéficos frutosde los estudios de Lombroso y sus parti-darios en lo que se refieren al delincuente;debe fijarse en los detalles y casos con-cretos sin descender al casuísmo exage-rado , y debe recoger y anotar datos yobservaciones para introducir en los Có-digos penales aquellas reformas necesarias.Este es mi pensamiento: creo que á nadie'será sospechoso una vez explicado.

En vista de las consideraciones apun-tadas, y teniendo en cuenta, como ya hedicho, el espíritu excesivamente reaccio-nario que domina en nuestra patria, creoque por fitlta, de antecedentes no habrámuchos que á simple vista averigüen laanalogía de procedimientos y de conclu-siones entre la escuela criminológica ita-

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liana y la novela naturalista experimental;analogía tan exacta que, según Lombroso,puede estudiarse en ciertas novelas al de-lincuente (1) con todos los caracteres, noya de la verdad artísticamente conside-rada, pues esto todo el mundo lo con-cibe, sino de la verdad á secas, de la ver-dad científica, de manera que el personajenovelesco sirva de estudio, lo mismo queel personaje vivo; en una palabra, la no-vela naturalista es un verdadero docu-menty humano, y es fuente de tanta ver-dad, por consiguiente, para el antropólogoy para el criminalista como un informecientífico ó una fiel narración testifical:Zola es tan digno de crédito cuando nosdescribe minuciosamente un homicidio,con sus causas determinantes y predispo-nentes, los caracteres físicos, antropoló-gicos y sociales que influyen en un delin-cuente y las circunstancias ambientes que

(1) Aunque la palabra delincuente no es de la devo-ción de los antropólogos, la conservamos aquí por noconfundir demasiado los conceptos —Lo mismo decirnosde otras, v. gr., pena, delito, etc.

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rodean al delito, como Cásper ó Tardieucuando nos diagnostican una dolencia óafección, ó cuando en casos determinadosespecifican los caracteres propios de talcual hecho criminal.

Señalar en lo que coinciden los nove-listas y penalistas, y en lo que se debendiferenciar, y averiguar hasta qué puntopuede ser documento humano una novelapara el fin de la Antropología criminal, eslo que nos proponemos en el trascurso deestas páginas.

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CAPÍTULO 1.

INVASIÓN POSITIVO-NATURALISTA.

No sé quién ha dicho el primero que la-revolución es la manifestación histórica,de la evolución; y aunque alguien pudieracreer, y yo con él, que sería más exactodecir que la revolución es el desborda-miento, en un momento determinado ypreparado, de la energía concentrada du-rante el largo período evolutivo, aceptodesde luego aquella afirmación como bue-na, pues en el fondo no hay capital dife-rencia entre una y otra; y fundándomeen esta idea, y aplicándola á todos loshechos revolucionarios que han tenidolugar, lo mismo en la historia religiosaque en la política, social, científica y aun

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artistica, encnéntrola confirmada plena-mente.

También se ha dicho y repetido, hastael punto de haber llegado á ser una denuestras más académicas frases hechas,aquella de que «tras la revolución vienesiempre la reacción»; la cual idea paréce-me también exactísima, aunque acaso sehaya abusado de ella y se haya aplicadomuchas veces sin venir á cuento. Mas asícomo la evolución, aunque llegue á tradu-cirse en revolución, no lo hace nunca dela misma manera, pues reviste infinitasmodalidades según el objeto y circuns-tancias, así también la reacción que su-cede á la revolución varía mucho en sugrado de intensidad y trascendencia. Perolo que es un hecho cierto es que una re-volución llevada á cabo en una determi-nada rama de la actividad trasciende ensus efectos y lleva á otros órdenes susconsecuencias; las revoluciones religiosassiempre han influido en la marcha polí-tica, económica, científica y artística delos pueblos; las revoluciones políticas de

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la misma manera han llevado su semillaal campo de la religión, de la economía,de la ciencia y del arte, y las revolu-ciones científicas han hecho tocar sus re-sultados á todas las demás manifestacionesde la vida, como las revoluciones artís-ticas llevan en pos de sí ideas más ó me-nos religiosas ó más ó menos individua-listas ó socialistas; concatenación ésta deideas y principios, de efectos y consecuen-cias que fácilmente se echa de ver al ob-servar que todas las fases del progresohumano no son más que radios de larueda social, impulsada siempre por lamisma fuerza, por la misma energía, porel cerebro del hombre.

Y siendo esta ley de los tres estados deevolución, revolución y reacción generaly absoluta, dicho se está que la grantrasformación de conceptos y cosas quese ha llevado á cabo por el positivismomaterialista no podía sustraerse á ella;y no sólo no se ha sustraído, sino que enningún otro progreso humano puede se-ñalarse tan exactamente el processus evo-

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-23-lutivo. ¿ Cuál es la razón de esta exacti-tud? Á_ mi modo de ver, la de que estatendencia no se ha concretado á un deter-minado campo, ni ha pretendido germi-nar vigorosa sólo en el de la ciencia, parallevar luego sus consecuencias á otrosórdenes, sino que ha revivido al mismotiempo en la religión y en la política conel escepticismo y el pesimismo, y aun enmanifestaciones de la vida menos impor-tantes y aun vulgares con el egoísmo.Luego veremos lo antiguas que son lasteorías positivo-materialistas en el terrenofilosófico.

¿Dónde ha progresado más la evolu-ción, puesto que hay que convenir que esteprogreso no es uniforme en sus manifes-taciones? ¿Dónde ha llegado á ser casi ladueña del campo? Difícil es asegurarlo;pero para mí tengo que donde el períodorevolucionario ha llegado ya á su apogeoy donde se inicia ya vigorosa la reacción(dígalo Alemania), es en el terreno religio-so, donde la verdad se impone siempre yresiste los embates de las huracanadas co-

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rrientes, corroborando, en lo referente á lacatólica, aquella máxima de su divinoFundador, de que las puertas del infiernono prevalecerán contra la Iglesia. En elterreno científico creo que no ha llegadoaún á la plenitud de su vida.

La invasión existe, aunque no ha pene-trado por igual en todos los organismossociales.

Aquellas tres edades, de la fe, de la ra-zón y de la experiencia, de que nos hablaComp te, más que elucubraciones del inge-nio, parecen verdades demostradas por lapráctica; ¿pues acaso no nos hallamos yaen la edad de la experiencia? Así parece;pero téngase en cuenta que si abusarnosmucho de la tal experiencia ; si querernosllevarla adonde nunca debió ir; si tanto sequiere experimentar, y si se quiere forzarmucho su aplicación, puede suceder quelleguen á estallar los infinitos elementosconcentrados en la gran retorta del posi-tivismo materialista, y por haber arrancadoó pretendido arrancar de raíz del corazóndel hombre la idea de Dios, lleguemos ;í

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otra cuarta edad (ya iniciada), la edad dela dinamita ; cosa lógica, en verdad, te-niendo en cuenta que del fanatismo nacióel racionalismo, y del ridículo endiosamien-to de la razón nació el experimentalismo.

Observación y experiencia! Hé aquí lasavasalladoras palabras en cuyo significadoencarnan las nuevas corrientes. En ellashay que fundar en adelante toda clase derazonamientos y afirmaciones, las tesis filo-sóficas abstractas, á que tan aficionadosfueron los sabios de otros tiempos ; aque-llas demostraciones silogísticas de la dis-tición ó no distinción real entre la esencia yla existencia, aquellos tratados del ente, dela sustancia, de la causalidad, etc. , etc.,eran puros embelecos de imaginacionesexaltadas, acaso manifestaciones sórdidasde erotismo concentrado en la nostalgiadel convento!

Así vociferan los modernos corifeos delmaterialisno, claro es que desconociendoen absoluto eso á que ellos tienen tantohorror porque se llama Filosofía.

Del liviano consorcio de la Duda con el

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Pesimismo, nacieron el Materialismo, elPositivismo y el Naturalismo, tres herma-nos tan parecidos entre sí que todo elmundo los confunde.

Pero que en el terreno filosófico son muyrancias estas nueras teorías es facilísimodemostrarlo, y á propósito de ello nuncahe leído frase más exacta aplicada al Dere-cho penal y á las teorías antropológicas,pero que nosotros podemos extender á todala evolución naturalista, que aquella delSr. Dorado y Montero, que dice que estasteorías, ni son tan perniciosas como á pri-mera vista parece, ni son tan nuevas comosus apóstoles pretenden: ésta creo que es laidea del ilustre catedrático de Salamanca,aunque no recuerdo sus propias palabras.

Para demostrar que no son tan perni-ciosas como vulgarmente se cree, no es ésteel lugar oportuno; creo que expurgándolasde lo mucho malo que tienen, y que á míme hace mucho daito por atacar á creen-cias arraigadísimas, pueden en muchas desus conclusiones aceptarse, teniendo encuenta que han reportado grandes venta-

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jas y aun verdades al mundo de la ciencia;pero para convencernos de que no son tannuevas como sus apóstoles pretenden, sícreo que conviene decir aquí algunas pa-labras.

Dirigiendo una mirada retrospectiva álos pueblos antiguos, á los pueblos en que •nació la filosofía de todos matices y de to-das tendencias, observamos que en ese caosde ideas sin clasificar y sin obedecer á de-terminado sistema existen conceptos ne-tamente materialistas barajados y confun-didos con otros espiritualistas ó idealistas;pero concretándonos á los países en que suadelanto en el pensamiento hace ya distin-guir y determinar las escuelas filosóficas,encontramos, en la India con la filosofía deKapila y en la China con Confucio, el ori-gen primitivo del materialismo.

En Grecia, cuna de la Filosofía, los llama-dos hilozoístas, entre los cuales descuellanTales de Mileto, Anaximandro, Anaxime-nes, Heráclito y algunos otros, todos con-

vienen en que la causa ó primera sustancia

de las cosas es algo material, el aire, el

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agua ó el fuego. Protágoras tiende á de-mostrar que el fin del hombre es el goce delos placeres, y establece la tesis arbitraria,la hipótesis gratuita de todos los materia-listas , positivistas y naturalistas, de quepuede existir un movimiento sin principio,sin causa y sin razón suficiente.

Demócrito , filósofo célebre entre lospartidarios de la materia como origen detodas las cosas, echa las raíces del famososistema atomista, y afirma que los átomosy el vacío son los principios de todas lascosas; el alma, una sustancia compuesta deátomos, y el pensamiento, la conciencia yla sensación , resultado de agregación ócombinación diversa de átomos. Y sin ha-cer hincapié en las doctrinas de Aristipo,discípulo de Sócrates, que, interpretandotan mal las enseñanzas de su maestro, llegaá establecer, como Protágoras, que la feli-cidad del hombre consiste en el goce de losplaceres ; y sin fij arnos en Estratón de I. amp-saco, que, también separándose de su maes-tro Aristóleles, enseña que la Naturalezano necesita ni presupone la existencia de

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una inteligencia, causa eficiente primitivay ordenadora del inundo, sino que éstadebe su origen á fuerzas inherentes é in-manentes de la Naturaleza; y sin dar aquínoticia detallada del sistema del estoicoZenón, que sostiene que todo sér es corpó-reo y que el espíritu no es más que el prin-cipio ó elemento activo en contraposiciónal elemento pasivo, encentrámonos en estavertiginosa carrera por los campos de lafilosofía griega con el renombrado Epicuro.Este, también sensualista, que reccge porentero la herencia de Demócrito, mani-fiesta que la felicidad de que es capaz elhombre consiste en el deleite , el cual de-leite tiene dos grados , el movimiento yel reposo, y éste, que es la completa exen-ción de dolores, es el que constituye laverdadera felicidad.

Mas donde el materialismo torna cuerpoformidable en la filosofía griega, donde es-tablece sus bases principales delineadas yconcretas, donde el entendimiento del filó-sofo llega al grado superior de lucidez tra-tando y exponiendo estas materias, es en

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la escuela escéptico-positivista fundadapor Enesidemo. Veamos con Fray ZeferinoGonzález, á quien seguimos en esta breveexcursión histórica, los tropos ó razones deduda universal en que se apoyan estos fi-lósofos:

(d.° La diversidad de organización quese observa entre los seres sensibles y laconsiguiente diversidad y oposición de im-presiones producidas por los objetos endichos seres.

»2.° La diversidad en la organización hu-mana, de la cual debe resultar y resultadiversidad de impresiones, de ideas, deinclinaciones, las cuales deberían ser idén-ticas si no hubiera diversidad en la orga-nización de los individuos.

»3.° La variedad y oposición de sensa-ciones producidas por el mismo objeto: unpAjaro de hermoso plumaje y de canto óvoz desentonada produce una sensaciónagradable por parte de la vista, y á la vezotra desagradable al oído; por otro lado,es muy posible que este objeto que nosparece uno á pesar de las contrarias impre-

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siones que en nosotros produce, sea en rea-lidad múltiple y compuesto de elementose enciales que nosotros no percibimos porcarecer de sentidos acomodados al efecto,así corno la vista no percibe la música porno ser sentido acomodado para percibiresta realidad.

»4.° La dependencia y mutabilidad denuestras percepciones en relación con ladistancia, situación y demás circunstan-cias que rodean al objeto. El mismo ele-fante que visto de cerca nos parece muygrande, nos parece pequeño á larga dis-tancia. Esto quiere decir que, aunque pode-mos conocer y afirmar lo que son paranosotros tales objetos en tal situación, nopodemos afirmar ni conocer lo que sonesos objetos en sí mismos y con independen-cia de tales condiciones.

»5.° Las modificaciones ó cambios delsujeto percipiente. El objeto que nos cau-sa tal sentimiento ó emoción en la juventud,nos lo causa diferente en la vejez: en laenfermedad somos y sentimos las cosas dediferente manera que en buena salud; de

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manera que la naturaleza del juicio y delsentimiento relativamente al objeto cam-bia y se relaciona con el estado del sujeto.

»6.° La cantidad de las cosas modifica ycambia por completo sus cualidades, y,porconsiguiente, éstas no pueden guiarnos enel aumento de su naturaleza verdadera.Ciertas sustancias venenosas en pequeñasdosis sirven de medicamento, y las mismasen gran cantidad producen la enfermed.ady la muerte.

))7.° Podemos conocer y sabemos lo quees una cosa con relación a otra, y las im-presiones que en nosotros produce ; perono sabemos lo que ella es en sí misma ócon relación á su esencia intima, porquenada nos asegura que la relación de unacosa á otra, Ú la impresión que en nosotrosproduce, sea la norma y la medida de surealidad objetiva.

»8.° La influencia de la costumbre, de laeducación, de la sociedad y de la religión.Un eclipse ó la aparición de un cometanos llama la atención y nos impresionavivamente porque no son frecuentes, mien-

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tras que ni nos impresiona ni llama nues-tra atención la vista del sol por estar ha-bituados á ella. El judío educado en la re-ligión de Moisés considera á Jehová comoel Dios verdadero, y á Jli piter como unídolo vano.»

No hay más que fijar un poco la aten-ción en estos tropo:: de los escépticos po-sitivistas para admirar su talento y susentido filosófico, y para restar méritos álos modernos herederos de esta filosofíaque á veces se las echan de muy origina-les No es ésta ocasión, pues nos entreten-dríamos demasiado, de ir explicando puntopor punto las grandes coincidencias de lasmodernas tendencias con las ideas conte-nidas en estos topos; el lector comparará,é indudablemente encontrará muchis:masrazones de afinidad; pero dejemos sentadodesde luego que del escepticismo que en-cierran estas conclusiones materialistas de-dúcense luego, en diversas formas y de di-versas maneras, todas las demás hipótesisy conclusiones.

Nuestro objeto es sólo demostrar que

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estas teorías hoy en boga no son tan nue-ras como sus a1)ó.5101 es pretenden, y creemosque habiendo traído aquí á colación hechosy pruebas concluyentes de que en lejanafilosofía no sólo se echaron los cimientos,sino que se erigió arrogante el trono de lamateria, hénoslo hecho cumplidamente yno necesitamos insistir más sobre estepunto.

Por esta poderosa razón, y se alada men-te por no ser prolijos en demasía, renun-ciamos á seguir través de la Historia lasevoluciones y trasformaciones que hansufrido estas ideas, aunque con mucho gus-to lo haríamos y con poco trabajo por con-tar con algunos apuntes hechos hace pococon motivo de otro estudio parecido alpresente.

Sólo hemos de hacer notar, porque asísacamos un argumento poderoso para nues-tra creencia, de que el exceso y la plétoraproducidos por el uso de una cosa, sea laque fuere, estimula á apetecer la contra-ria, como la amarga medicina es objetode que el enfermo pida ansioso el azúcar,

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que el abuso del concepto espiritualista éidealista de tiempos m'In recientes ha sidouna de las causas más eficaces de las quehan contribuido á que revivan añejas hi-pótesis filosófica traducidas en forma cien-tífica muy discutible ó vestidas con el ropajede la Literatura. Sin necesidad de acudirá altas abstracciones y disquisiciones meta-físicas, como tales puramente de raciocinio,y sin hablar aquí de la exageración del es-colasticismo, cosa buena en sí pero perni-ciosa y ridícula en sus abusos, y sin meter-nos á ponderar las ventajas ó inconvenien-tes de esa lógica silogística, encanto aunhoy día de respetables hombres de la filo-sofía y de dignísimas y sapientísimas co-munidades religiosas, y aun sin acudir tdprincipio de Descartes, ni á la concepciónde la Razón pura, del Absoluto, de la Mea,del Yo, del Noúmeno, vemos que este idea-lismo espiritualista penetra en todas lasesferas de la inteligencia con la Política yla Ciencia, y también en todas las manifes-taciones del sentimiento con la Religión ylas Bellas Artes. Hacía falta que un gran

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acontecimiento viniese á despertar á los ce-rebros y á los corazones dormidos con elplácido sueño de las idealidades, y hé aquíque entre aquellos hombres espiritualessuena poderosa la voz de Schleiden en

1838, que muestra á la humanidad losgrandes progresos realizados en sus estu-dios sobre la célula; el eco poderoso deesta voz repercute en los ámbitos del mun-do científico, y á poco aparecen Schwamaplicando la teoría celular al reino animal,y creando la famosa hipótesis histogenéticacelular; Virchow, de quien es el famosoprincipio omnis cellula; Brucker,que llama á las células organismos elemen-tales; Darwin, unidades vivientes, etc., etc.

En 1850 Fernando Cohn establece lateoría del protoplasma, que luego amplifi-ca Max Schulze, y que constituye paraHuxley la base psíquica de la vida. Peroquien merece especial mención aquí, quienha ocupado gran parte de su vida en estosestudios con provechoso resultado, ha sidoel gran ILeckel, reconocido por sabio aunpor los más refractarios á estas cuestiones:

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él sostiene que el cuerpo del animal, con sufuerte centralización, puede ser consideradocuino una monarquía celular, y el organis-mo vegetal nris débilmente centralizado,como una república celular; todo organis-mo superior y todo organismo inferior poli-cel alar se desarrolla originariamente d e unacélula única, de la célula ovular. En 1864observa este sabio en Niza un organismo(son sus palabras) extremadamente sim-ple, cuyo cuerpo entero, no solamentedurante su crecimiento, sino en su estadocompleto de desarrollo y de libre locomo-ción, sólo estaba constituido por una pequeña, masa homogénea y sin estructurade protoplasma, sin núcleo y absolutamen-te amorfa; la llama morera, y afirma quees la única sustancia que nos puede resol-ver el origen de la vida y que data de unaépoca primitiva por generación espontá-nea ó autogonía de la materia inorgánica.Los demás sabios secundan los descubri-mientos de I-Leckel y se afanan por estudiar las monera,s, y alguno, como Kleinem-berg, las llega á descubrir en los alrededo

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res del Jena, mientras Iluxley las describecon el nombre de bathybi

Los investigadores no desmayan; siguencon alineo sus trabajos, y Van Benedendemuestra que los gérmenes de las Grega,-rinas unicelulares son eystoicleos comple-tamente simples; Elsberg apellida plastí-dulas á las moléculas del plasson, á la vezque confirman que toda verdadera célulaposee su núcleo celular Strasburger, OscarHertwig, Auerbach, Bliitschli y otrosmuchos. ¡El gran paso está dado con lapoderosa cooperación del microscopio, ypronto se llevan las consecuencias más ómenos lógicas de estos descubrimientos ála Religión, á la Ciencia y al Arte!

¡ Preténdese dar el golpe de muerte álas instituciones históricas basadas en elsano espiritualismo, cuando lo único quehacen los modernos sabios, al no poder se-ñalar, á pesar de tantas investigaciones, lacausa de la existencia de la célula, delplasson, del protoplasma ó de la mon era,es proclamar implícitamente la existen-cia del Sér infinito, verdadera causa, prin-

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-44-cipio y fundamento de todas las cosas!

De estos descubrimientos surgen mástarde ideas ó hipótesis más ó menos pere-grinas; sus efectos trascienden á todos losórdenes: las leyes de la evolución, adapta-ción, trasformación, etc., etc., tienen sudefensor arrogante en el célebre natura-lista Darwin; la nueva Moral, en el anti-filósofo Spencer; se funda la nueva psico-logía experimental por el ilustre ClaudioBernard, la psico-física con Fechner, lapsicología fisiológica con Wundt, la psico-patología con Bibot, de las cuales nuevasciencias surge la escuela antropológicaitaliana en el Derecho penal con Lombro-so, Ferri, Garofalo, Fioretti, y el natura-lismo en la literatura francesa con Balzac,Stenhdal, Zola, Flaubert, Daudet, etc., etc.,y presidiendo á todas estas manifestacio-nes de las nuevas corrientes álzase altiva ydesdeñosa la silueta de Augusto Comptecon su Nuevo Catecismo positivista.

La nave del positivismo moderno saliódel astillero airosa y gallarda, ostentandoen sus bordas, con gruesos caracteres, los

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nombres de ((Observación» y «Experien-cia» ; pero ya se van gastando sus máquinaspor haber querido tener en demasiada ten-sión las calderas ; ya cruje su mesana á laembestida de las olas de la crítica; proba-blemente no resistirá la imponente galernaque sobre ella se cierne, no podrá salvarsin averías los escollos y sirtes que en-cuentre á su paso, y pronto tendrá que en-trar en dique rota y maltrecha para recom-poner sus desperfectos si quiere volver ánavegar tranquila por el mar de la Ciencia.

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CAPÍTULO II.

CONCEPTO «CLÁSICO» DEL ARTE Y DE 'LA

CIENCIA.

Así como toda ciencia, para ser consi-derada como tal, debe servirse como delmás justo y legítimo título para merecereste nombre del concepto de abstracción,así el Arte, en su verdadero, estricto y no-ble sentido, siempre ha requerido, comocualidad esencial al manifestarse, la idea-lización.

Y creo esto porque no me satisfacen enmanera alguna, ni esas definiciones de cien-cia tan amplias que todo puede incluirseen ellas, ni esos conceptos del Arte en quepueden caber hasta las más humildes ope-raciones mecánicas.

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La definición de ciencia más vulgar yconocida, que corre por ahí de boca enboca como axioma indiscutible, y que diceque es «el conjunto de verdades ciertas yevidentes que , dependiendo de un mismoprincipio, concurren también á un mismofin», la aceptaré corno buena para ir pre-parando la inteligencia de los niños queestudian el bachillerato, pero de ningunamanera si quiere presentársenos con loshonores de verdadera definición y como2/0)1 plus ultra de lo que debe ser la Cien-cia ; y no la podemos admitir, porque for-zando solamente un poco las cosas y que-riéndola aplicar á otras ramas de nuestraactividad, ó aun á vulgares obras huma-nas, podemos comprender en sus moldeshasta lo que hoy se llama arte culinario.Nadie negará, en efecto, que en cuestionesde cocina hay verdades ciertas y evi-dentes , porque por tales deben ser tenidas, v. gr., el que los huevos revueltosen una sartén, con la manteca suficiente,se traducen en tortilla; y que la leche, úotro líquido cualquiera puesto al fuego,

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hierven, etc. , etc. ; y todos convendránconmigo en que, por ejemplo, para hacerun rico pastel es necesario proceder siste-máticamente sobre las verdades conoci-das, y hay que echar en el receptáculo ad/ioc primero la harina, después los huevospara revolverlos con ella, después el azú-car, etc. Y en cuanto al principio de quedependen todas estas verdades, no sé yo ápunto fijo cuál sea, lo cual no quiere de-cir que no exista; pero bien pudiera ser elde que los líquidos sujetos á la accióndel fuego se solidifican ó evaporan, y lossólidos se ablandan ó destruyen, ú otrocualquiera, que sobre esto no he de dis-cutir.

El fin existe como en toda obra humana;y como en la definición no se concreta dequé clase ha de ser, en uso de mi derechoasigno á la ciencia culinaria el fin de sa-tisfacer regaladamente el apetito ó la guladel comensal: creo que esto no es gana debuscar analogías, sino una verdad como untemplo. Sin embargo, en esta definición, ydesde otro punto de vista, encuentro una

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Cosa buena, y es que da cabida al dobleelemento subjetivo-objetivo de la ciencia,cosa que no es de despreciar dadas las de-finiciones que se enseñan por esas cáte-dras (iba á decir de Dios, pero no meatrevo): el elemento subjetivo en lo deverdades evidentes, pues tengo por cosacierta que la evidencia ó clara videnciade una cosa, como diría el Sr. Campillo,se refiere al hombre, al sujeto de la per-cepción, y el elemento objetivo en lo deverdades ciertas, pues también creo que lacerteza en sí de las cosas puede existir sinnecesidad de nosotros.

Esta misma definición, algo mutilada yreducida, se ve también escrita en muchaspartes en la forma siguiente: «ciencia esun sistema de conclusiones demostradasreferentes á un mismo objeto», y claro esque no he de detenerme á refutarla ; perolo que no puedo menos es de lamentarmeaquí de que un filósofo tan competentecomo el Sr. Elizalde (menos conocido delo que debiera serlo ) la acepte en su con-cienzudo tratado de Lógica.

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No he de citar más definiciones de cien-cia, que, después de todo, poco ó nada nosinteresa que unos la entiendan de una ma-nera y otros de otra; pero ya que acude ámi memoria aquella de San Clemente deAlejandría, cognitio rerum per causas, hede hacer notar que, aunque más bien pa-rece determinar lo que debe ser el conoci-miento científico, es , sin embargo, la queaceptaría si me viese forzado á aceptar al-guna , pues encuentro en ella el elementocualificativo de la abstracciún. Y digo sime viera forzado, porque sinceramentecreo que la Ciencia es una de las muchascosas que no se deben, que no se puedendefinir.

Puede saberse muy bien lo que una cosaes en si, sus propiedades, atributos, cua-lidades, accidentes, etc., etc., sin sabermostrarla reducida en los estrechos, con-cisos y aun mecánicos moldes de una defi-nición. La manía de las definiciones here-dada de nuestros antiguos dómines deberelegarse en ciertas materias al olvido;hoy, en presencia de un gran aconteci-

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miento científico, de una gran idea, deldese-abrimiento de una verdad, lo que nosimporta más es averiguar su porqué, suesencia, su naturaleza, sus efectos y con-secuencias. Mas no querernos decir conesto que no se deban especificar con clari-dad los verdaderos conceptos de las cosaspara que se puedan entender y apreciarbien; lo que censuramos es ese afán dequerer enseñar la concreta definición deuna cosa, corno prenotando indispensablepara entrar en la investigación de su na-turaleza y el abuso que de las definicionesse hace. Lo primero es el estudio; despuésde averiguar todas las relaciones y todaslas cualidades de un objeto, puede defi-nirlo el que se encuentre con fuerzas sufi-cientes para ello, si este objeto es suscepti-ble de definición. Repito que el conceptode la ciencia, aunque todos lo sentimos,no debemos preocuparnos en definirlo,porque, después de todo, z para qué hacefalta?

Lo dicho no empece para que podamosreflexionar sobre los elementos que carac-

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terizan á la ciencia y averiguar cuáles sonlos que siempre le acompañan.

Desde luego la verdad en general es elfin de la Ciencia considerada en abstracto,así como tal verdad ó el conjunto de talesverdades constituye el fin de esta ó deaquella ciencia; ésta es tesis indiscutible,y por tanto acatada y respetada por todos.El medio científico más adecuado para al-canzar la verdad, ora en sentido genérico,ora en sentido específico, es la abstracciónque se consigue por ]a reflexión ayudadade una manera eficaz por la generalización ;el medio en general caracteriza, no sólo lanaturaleza del fin que se quiere realizar,sino también la naturaleza del agente quepretende alcanzar este fin. No sé si me ex -plico: no quiero decir que el medio debe seradecuado al fin, sino que la clase del mediodenota la clase del fin, corno la clase delagente: si yo veo una escalera de manojunto á la tapia de un jardín, deduzco delhecho de estar allí la escalera que ha ha-bido alguien que ha querido penetrar enél: el fin que se proponía el agente (el

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hombre) es entrar; el medio adecuado, laescalera. Luego de la naturaleza del medie,averiguo y deduzco la naturaleza del fin ydel agente.

Como consecuencia de lo dicho, puedetambién afirmarse que la perfección delmedio denota también la perfección del finy del agente, v. gr., un sér irracional nuncapuede comprender la eficacia del medio,ni la nobleza del fin, como el hombre; yaun entre hombres, aquél es más diestro ycompetente en una cosa, en igualdad decircunstancias, en cuanto con menor es-fuerzo y más eficazmente consigue su fin;y aquel oficio será, por consiguiente, másconsiderado y honroso que tenga por ob-jeto materia más noble, y desde el carni-cero y el zapatero al sombrerero ó al sas-tre, y de éstos al marmolista ó al joyero,que casi son artistas, hay muchos grados-de diferencia; y siguiendo el razonamiento}y aplicándolo al orden moral, vemos queaquel que emplea siempre medios levan-tados y nobles es de suponer que buscafines también nobles y levantados, y que

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él es un hombre de bien. (Sé que aquí sepuede hacer una objeción fundada, y, porconsiguiente, sostengo lo dicho sólo en re-gla general, admitiendo bastantes excep-ciones.)

De todo esto se desprende que puestoque el medio caracteriza al fin (y el fin álos medios), el mejor medio conducente ála verdad es la abstracei(;)1, cualidad quesólo es atributo del sér racional y queconstituye uno de sus dones más exce-lentes.

N.o hay que confundir el medio con elprocedimiento, pues son cosas muy dis-tintas.

El procedimiento no caracteriza á nin-gún fin exclusivo, pues todos sabemos quese puede alcanzar este fin por muy diver-sos caminos (procedimientos), aunque sólohaya un medio perfectamente adecuado, yno caracteriza tampoco al medio, porque,siendo éste eficaz, puede, sin embargo, ser-virse de éste ó de aquel procedimiento in-diferentemente.

Tenemos, pues, demostrado que el fin

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de la Ciencia ha sido siempre la verdad,y el medio adecuado para alcanzarla deuna manera científica, la abstracción; rés-tanos ahora hacer mención del tercer ele-mento necesario para concebir el verda-dero concepto científico, y este elementoes la razón humana considerada como fa-cultad que reviste diferentes formas, segúnla manera como interviene en el estudio yanálisis científico.

No decimos ni una palabra para expli-car el modo como la razón humana inter-viene en estos estudios y análisis cientí-ficos, porque todo lo que de ella dijéramosresultarían verdades de Perogrullo.

En cuanto al arte, sabido es tambiénque el concepto general de conjunto dereglas para hacer una cosa puede referirsetambién á muchas industrias que no me-recen este calificativo, en el sentido rigu-roso y estricto en que nosotros debernosentenderlo.

Hay quien para desarrollar este con-cepto parte de la noción de actividad,considerándola de dos maneras: en el su-

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jeto que tiene la actividad, y en la obradonde esa actividad se haya manifestado,y así se define el arte, con relación al ar-tista, «la actividad humana sometida ámétodo, plan ú sistema, ú el poder y habi-lidad que tiene el hombre de obrar siste-mática y ordenadamente para conseguirsu fin»; considerando el Arte con relación

la obra como la trasformación ó modi-ficación de la materia, realizada por elhombre con un fin determinado en virtudde su libre actividad. El Sr. Santamaríadel Pozo, catedrático de la Universidadde Valladolid, de quien torno estas defi-niciones, cita al tratar estas materias unpárrafo de Georgias, de su obra Elocuen-cia ó improvisación, en confirmación desus definiciones. Dice asi Georgias: «Elarte supone que se ha tomado una materiacon el objeto de desarrollarla; madera,tela, piedra, palabras. El espíritu humanose apodera de ellas, se esfuerza en pulirlasconcentrando en ello toda su actividad.Lo que por de pronto no era más que unobjeto grosero, se encuentra cambiado en

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un objeto de arte, reviste una nueva.forma, pasa de lo real ;í lo ideal, de la nada

la vida, etc., etc.)) Pero yo pregunto:¿Estas palabras confirman acaso las defi-niciones citadas del ilustre catedrático?¿No es cierto que la actiridad, como laconsidera el profesor de Valladolid, esalgo así como propiedad exclusiva delarte? ¿ Y no es cierto que el concepto deactividad es muy genérico, y puede, porconsiguiente, extenderse á todas las obrashumanas sin distinción?

Dice el Sr. Santamaría en palabras tex-tuales: «La idea de arte se halla íntima-mente relacionada con la idea de actividad;de modo que, anunciada la una, ocurreinmediatamente la otra)); dígame el lectorsi, anunciada la idea activa de ir yo á pa-seo, ccurre y afluye (no se adónde) laidea de arte.

Resulta, pues, de esta manera de enten-der el arte que las definiciones de artistay obra artística adolecen del defecto que-,DOS lamentábamos al definir la Ciencia; esdecir, que pueden aplicarse (t cualquiera,

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cosa, á la fabricación de zapatos, sombre-ros, etc., etc.

Fijándonos en las palabras de 6 eorgia,s,sefialadamente en aquellas «de que, por el

arte, lo que no era más que un objeto gro-sero reviste una nueva forma, pasa dereal á lo ideal», encontramos la verdaderanota característica, es decir, la idealiza-ei4n, y esto nos importa mucho hacerlo.notar.

Descontemos, pues, las mil y mil defi-niciones de arte que atienden principal-mente á su fin último, pues ora sea éstela virtud, ó la enseñanza, ó el pasatiempo

el arte mismo, siempre habrá que Con-

venir en que su fin propio es la belleza.y el medio adecuado para alcanzarla,idealización. Un problema, como corolari»de lo dicho, puede presentarse aquí, y es,el siguiente: z El que copia la Naturalezafielmente y sin poner nada suyo, puede serconsiderado como artista? Pero este pro-blema no lo resuelvo ahora , pues puededecirse que es uno de los fundamentalesque se plantean en este trabajo, y, por

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consiguiente, ocasión llegará de estudiarlo.Dejemos, pues, sentado que lo que ca-

racteriza á la Ciencia es la abstracción, ylo que especifica al arte la idealización,que se consiguen, como diría la notableescritora D. a Emilia Pardo Bazán, la pri-mera con la atención reflexiva, y la se-gunda con la intuición inspirada.

Ocioso es demostrar que, dígase como sequiera, ora acudiendo á la Filosofía enbusca de razones más ó menos metafísicas,ora añadiendo á estos elementos otros alparecer tan importantes, ó barajando nom-bres y otros diversos conceptos y aspectosdel arte y de la Ciencia, ó definiéndolosde esta ó de la otra manera, todos conven-drán en que, aunque haya otras formasde analizar aquélla y concebir éste, exis-ten estos aquí apuntados; no sólo existen,sino que son los que se reconocen comopermanentes, es decir, que, aunque en lamanera de definir ó expresar las ideas dearte ó Ciencia no estamos todos conformes,tenemos que reconocer en ellas sus ele-mentos característicos.

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Así como arriba decíamos que la Cien-cia, á más del concepto de abstracción(medio), debe estar caracterizada por sufin (verdad), y por la facultad (razón),así también afirmarnos que en el arte, tal ycomo hasta ahora se le ha concebido,existen también sus atributos especiales:la idealización (medio) , la belleza (fin)y el sentimiento, y aun la inteligenciacomo bases donde nacen, donde viven yadonde tienden las concepciones artísticas.Y decimos tal y como se ha concebidohasta ahora el arte, y podernos añadir laCiencia, porque nuestro objeto al traeraquí á colación estas cosas , es compa-rar lo clásico con lo nuevo, y apreciar ladiferencia que hay entre ambos dictados, ylo que se pretende por las nuevas corrien-tes que sea la Ciencia, y especialmente elarte, que es el que más nos interesa paranuestro objeto.

Estoy viendo venir la objeción naturalque se deduce de este empeño mío en que-rer hacer característicos de la Ciencia ydel arte los elementos de abstraceijn é

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•Wealización respectivamente:alguien cree-rá que lo hago con objeto de negar la be-ligerancia científica y artística á las ma-nifestaciones naturalistas experimentales‹te las nuevas corrientes. Lejos de mí se-mejante disparate, pues de tal, y no deotra cosa, debe calificarse el deducir que,por el hecho de dar toda la importanciaque tienen á los repetidos elementos, voyti negar sus fueros científicos á esas ma-nikstaciones de la evolución moderna. Enteoría es imposible negarles tal beligeran-cia; pero si sus partidarios exageran lasccsas tanto como algunos pretenden, en-tonces ya es otra cosa. El nombre de cien-cia experimental lo toma la que lo es, nodel medio empleado para conseguir laverdad, sino del método, del procedi-miento, y puede darse, y de hecho se da,la abstracción en todas las verdaderasciencias experimentales. ¡ Pues qué! ¿ de laexperimentación bien razonada no se elevad científico al conocimiento de las leyesgenerales que rigen los destinos de la ma-teria? ¿No combina, no busca los efec-

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tos para atribuirlos á sus respectivascausas?

¿ No se pretende por el experimentadorconsignar y deducir del cómo se dan lascosas el porqué de su naturaleza? Puesentonces abstrae, arranca de la realidadlos hechos, y con ellos forma el sistemacientífico. Lo propio pudiera decirse, conrespecto á la idealización, de las manifes-taciones naturalistas en el arte literario,claro es que entendiéndolo como debe en-tenderse este arte, y no como alguien pre-tende que se entienda; pues aunque lospersonajes, los hechos, el lugar de la es-cena, etc , sean fieles trasuntos de larealidad, siempre quedará al verdaderoartista la facultad de idealizar en la com-binación y manera de presentar la obral iteraria.

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CAPÍTULO III.

CONCEPTO ((NOVÍSIMO)) EXPERIMENTAL

DEL ARTE Y DE LA CIENCIA.

Al llamar nuevo ó novísimo al conceptoque del arte y de la Ciencia tienen los de-fensores de la evolución naturalista, nopretendo afirmar que este concepto sea eleltimo, sobre todo en lo que á aquél serefiere y señaladamente á la novela, puesno desconozco la posterior tendencia psi-cológica, la de la novela novelesca y otras,en las cuales campea la influencia espiri-tualista corno sana reacción contra el ma-terialismo brutal de muchas obras natu-ralistas; sólo pretendo hacer resaltar coneste titulo la contraposición de ideas yprocedimientos de esta escuela con la&

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ideas y procedimientos de la clásica, con-traposición que poco trabaj o nos ha decostar demostrar.

Hemos visto en el ca pítulo anteriorque, como no puede menos de ser, losclásicos señalan corno fin último de laCiencia la verdad; los positivistas moder-nos no pueden negar que, en efecto, éstasea el fin de la Ciencia; pero vienen asícomo á mermar los prestigios de ellaqueriendo hacer este fin extensivo al arte.No quieren precisamente desnudar á unsanto para vestir á otro, sino vestir á losdos con el ropaje de uno solo. Los natu-ralistas literatos pretenden que sus obrassean verdaderos análisis sociológicos, ypretenden llevar su influencia al terrenopsíquico y fisiológico con el fin de inves-tigar lo que el hombre es, sus vicios, pa-siones, estímulos, móviles, etc., etc.; lascausas que rigen el destino humano, lasinfluencias y agentes extrínsecos que obransobre el individuo para formular las le-yes que determinan la manera de obrarde cada cual; buscan el cómo se da la ver-

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dad, y aun pretenden en ulteriores inves-tigaciones llegar al porqué y al conoci-miento de la esencia de la verdad misma.

La belleza, tal y como ha sido conside-rada hasta ahora, queda relegada á lugarsecundario; para los innovadores es un fe-nómeno completamente material é inde-pendiente de la voluntad humana; su ca-;bailo de batalla es la verdad. ¿ Y dóndecabe más belleza que en la verdad?, diránellos. Una de las bases en que se fundanpara llegar á la verdad es la aceptación dehechos probados.

Todos los axiomas científicos, todas lasverdades demostradas por el procedimientoexperimental, son tenidas muy en cuentapara el plan y desarrollo de sus novelas,son el punto de partida sin el cual no danun paso en el terreno firme que pisan suspersonajes. ¿ cómo se distingue al ar-tista del sabio? ¿Dónde se manifiesta la in-tuición artística?

Según ellos, en la expresión personal,en el sentido de lo real y en el estilo.

Claro es que la expresión personal como

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mérito indiscutible de un autor, y aun

condición sine qua non del genio, está re-conocida por Lirios y troyanos, y los clá-sicos le dan toda la importancia que tiene,sin prescindir de otras muchas condicio-nes que deben adornar al verdadero ar-tista; pero los naturalistas, en el mero he-cho de hacer caso omiso de las condicionespropiamente espirituales , hacen resaltarmás esta cualidad, que no niego dependetambién del espíritu, pero que tiene tam-bién mucho de la parte nerviosa, del tem-peramento y de la vista del autor. Lo queaquí se me ocurre preguntar es lo si-guiente: la expresión personal ¿ debe en-tenderse como el sello indeleble que carac-teriza la obra de un autor, en cuanto á sumanera de concebir y expresar la realidad,.ó solamente en la manera de traducir larealidad misma tal y como se da en la natu-raleza ? Porque en el primer caso no sepuede negar que cabe el error en la sus-tancia, es decir, en no penetrarse bien delo que son las cosas y para lo que sirven,en no entender bien aquello que estudia-

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mos é investigamos; falta de penetracióny error que, aun cuando creo que á un ar-tista, de otra escuela debe importársele unardite, para un naturalista constituye lapérdida de su carta de naturaleza, y dichose está que su obra, en la cual la imagina-ción ó el talento han suplido con lo ficticiolo verdadero, no cumple el fin de ser do-cumento humano. Si se entiende por ex-presión personal lo segundo, aunque con-cedamos al artista los méritos suficientespara ser fiel intérprete de la Naturaleza, sinquitar ni poner nada, sólo podrá manifes-tarse dicha expresión personal en el de-talle, en la forma; y sobre ser muy difícilencontrarla, nunca pasaría de los límitesen que puede tenerla un buen fotógrafo.

Serían más lógicos los naturalistas li-terarios si se contentasen con esta segundaacepción; pero, como artistas verdaderos,los buenos novelistas no pueden negar loque llevan dentro, y no quieren renunciará las energías artísticas de su espíritu, yadmiten la primera acepción como la ver-dadera, sin importarles mucho su inconse-

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cuencia con tal de tener campo más anchodonde se extienda holgada su inspiración.

Que la expresión personal, latamenteentendida, quita por sí y ante sí el carác-ter de documento humano á la obra de unnovelista que tenga esta expresión, es paramí evidente, y Zola lo confiesa implícita-mente al elogiar en Alfonso Daudet estacualidad, y dice con respecto á él . « Enesta unión intima, la realidad de la escenay la personalidad del novelista vienen áser ya una misma cosa. ¿ Cuáles son losdetalles absolutamente verdaderos, y cuáleslos inventados? Hé aquí lo que sería muydifícil de precisar.» Luego la expresiónpersonal ¿permite y tolera el inventar de-talles? pues no puede darse documentohumano. Y si es difícil distinguir lo ver-dadero de lo inventado, ¿cómo, al estudiarcon fe en una novela sociología ó antro-pología, nos vamos á guiar para no equi-vocarnos? ¿Pero es que el detalle no tieneimportancia? Para el artista no le tendrá;para el sabio sí. Y no se diga que quere-mos aquilatar demasiado las cosas. El pro-

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grama de los naturalistas y lo que ellospretenden nos obligan á ello.

¿En qué consiste el sentido de lo real?«En sentir la Naturaleza y expresarla talcual es, dice Zola; así como se decía de unnovelista en otro tiempo : tiene imagina-ción, pretendo yo que hoy se diga: tieneel sentido de lo real. El elogio será mayory más justo porque es todavía menos co-mún el don de ver que el de crear. El decirhoy de un novelista: tiene imaginación,puede considerarse corno una censura.»¡Qué manera de torcer el significado de laspalabras, y con qué obcecación y pretensio-nes de novedad hablan los naturalistas!¿Consiste acaso la imaginación, como elloscreen, en inventar embustes y cuentos,y, revistiéndolos de formas inverosímiles,mostrarlos en libros saturados de lirismo?¿Es que sólo consiste la imaginación delnovelista no naturalista en presentar á suspersonajes como monstruos parecidos áaquel de que nos habla Horacio en su Epís-tola ad Pisones? No tiene la palabra «ima-ginación)) otra acepción más propia y ver-

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dadera y más grande cuando se la empleaen literatura ? ¿ Acaso no puede esta bri-llante facultad de todo genio ser compatiblecon el sentido de lo real ? ¿ O es que el sen-tido de lo real es algo nuevo, patrimonioexclusivo é invento sorprendente de losexperirnentalistas? ¿ No poseían la imagi-nación en su grado más potente las grandesfiguras literarias de Shakespeare y Cervan-tes? ¿ Y en qué obras literarias puede darsemás perfecto sentido de lo real que enHamlet y el Quijote?

Las exageraciones son siempre pernicio-sas, y nadie cree en ellas, sobre todo si loque se dice en teoría se desmiente en lapráctica; y para mí tengo que, siendo 'Lolahombre de gran imaginación, se sirve deella constantemente, ri éndose á solas de suinconsecuencia.

El estilo, aunque á primera vista pareceque debiera ser indiferente en su sencillezó en su lirismo para nuestro objeto, desdeluego, y sin olvidar aquella célebre máximade que el estilo es el hombre, podríamosnosotros decir que la idea debe hacer el es-

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tilo, y una percepción sencilla y evidentede suyo ha de manifestarse también pormedio del lenguaje más sobrio y escueto,puesto que así lo emplea la Ciencia. Yareconoce Zola que ellos, los naturalistas,tienen aún metido en sus huesos el liris-mo y aun el romanticismo, y de ello selamenta, pero no se corrige. Si fuesen ló-gicos escribirían sus novelas al estilo dela Casa de los Muertos y la Novela delPresidio, de Dostoyusky. Pero no hayque temer que dejen los novelistas, aun-que se llamen naturalistas, de escribircomo escriben. Prefieren la contradicción,la paradoja, á privarse de elemento tanbrillante para un escritor.

¡Qué mal resultarían Nana, Jack, lira-dame Bobar y y todas las grandes obras na-turalistas escritas con el lenguaje escuetode la Ciencia!

Antes de pasar á otro punto, interésamemucho traer aquí á colación, á manera deincidente, aunque importantísimo paranuestro objeto, la opinión de la ilustre es-critora Doña Emilia Pardo Bazán con

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respecto á la tendencia literaria que re-presenta Max Nordau, porque la creo erró.nea. Dice la autora de Los Palos de Ulloaque «la crítica literaria que lógicamentese deriva del sistema de Lombroso la re-presenta Max Nordau», y cita palabrasdel autor de La Degeneraeirin que di-cen; «El arte y la poesía tienen por objetóla emoción, son subjetivos; la Ciencia, elconocimiento, es objetiva; aquéllos tra-bajan con la asociación de ideas por laemoción; ésta con la observación, ó sea conla asociación de ideas determinadas porlas impresiones de los sentidos cuya ad-quisición y energía son obra de la aten-ción.»

Bien sabe Dios que, al pretender refutarla lógica de esta derivación de la críticaliteraria de Max Nordau del sistema deLombroso, lo hago de buena fe y sólo enlo que se refiere al sistema de Lombrosocomo antropólogo criminalista y con rela-ción á las palabras citadas del modernistaalemán. Y hago esta confesión porque

tienen para mí tanto peso las opiniones cri-

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tico-literarias de la insigne escritora, quetemo haber interpretado mal sus palabrasó no haber entendido lo que quiere decirMax Nordau, cosa que no sería muy di-ficil. De todas suertes, daré aquí mi opi-nión, que, si es errónea, el buen sentido dellector la rectificará. Opino que Max Nor-dau en literatura no sigue la corriente de laescuela de Lombroso, que se aparta, como-es sabido, radicalmente de las ideas elrisi-cas, sino que el autor de Mal del siglo sehalla sujeto todavía á la influencia de lasviejas ideas, porque al señalar como objetodel arte la emoción y como objeto de laCiencia el conocimiento, hace la distincióncapital que todos hacemos (menos los po-sitivistas), señalando diferentes esferas deacción al uno y á la otra, y tan diferentesque la emoción se refiere á la sensibilidady el conocimiento á la inteligencia, facul-tades éstas de la sensibilidad y de la inte-ligencia que no hay necesidad de demos-trar que son manifestaciones muy distintasde nuestro espíritu, mientras que el autordel Ihnnbre delincuente aúna los fines del

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arte y de la Ciencia de tal manera que seconfunden en la realidad; porque ¿qué esaunar los fines de dos cosas sino hacer que

compenetren de tal manera que no sepuedan deslindar sus campos? ¿Y no haceesto Lombroso al pretender que en los es-tudios de Antropología criminal, la no-vela, v. err es documento humano (sé.7

que repito mucho esto del documento,pero me es necesario) de tal trascendenciay virtualidad que por sí sola basta paraaprender la verdad de los hechos, si estanovela reune las condiciones de La BestiaHumana, La Taberna, de Zola, ó El Dis-rfpulo, de Bourget.

En estas obras la emoción para Lom-broso es secundaria; lo principal es el co-nocimiento de la verdad, la realidad, lademostración científica de los hechos porlas leyes que los determinan fatalmente.Y más se nota esta disconformidad entre elextravagante alemán y el original italianoal decir aquél que el arte y la poesía tra-bajan con la asociación de ideas por laemoción, porque lo que quiere éste es que

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el arte trabaje con la asociación de ideasnacidas de la observación y la experiencia,punto de partida de todas sus investiga-ciones. Por consiguiente, al querer esto, alpretender que en las únicas fuentes en quedeben beber el artista y el sabio son lasde la observación y la uperiencia, conquien coincide el antropólogo es con Zola,padre de la escuela teórica naturalista li-teraria. De donde deducimos que la críticaliteraria que lógicamente se deriva del sis-tema de Lombroso la representa Zola y noMal Nordau.

Digamos ahora dos palabras de la norí -sima ciencia experimental.

El fin perseguido por todas las cienciasdesde que éstas existen, ha sido siempre yserá el mismo: el llegar á la posesión plenade la verdad. Y lo mismo en las cienciasnacientes que en las ya maduras, en lasabstractas que en las concretas, en las mo-rales, políticas, físicas, etc., todas las elucu-braciones, todos los estudios y todas lasobservaciones tienden al fin Ultimo. Sinembargo, aunque este fin, metafísicamente

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considerado, es uno, el de conseguir la ver-dad, en el terreno concreto tiene cada cien-cia su verdad ó serie de verdades determi-nadas que alcanzar, y según la naturalezay carácter de estas verdadades reciben lasciencias sus nombres. El fin metafísico yúltimo es inmutable; los fines propios decada rama del saber pueden cambiar ámedida que cambian los tiempos, que avan-zan los descubrimientos, y en que se creannuevas necesidades científicas señalada-mente en las ciencias que hoy se llamanmorales y políticas. Por aquella razón deinmutabilidad, el fin último asignado porla nueva corriente científica á la ciencia semantiene como se entendía en la cienciaclásica; en cuanto á los fines propios, secomprenden de diversa manera: lo queantes correspondía á un determinado cam-po, hoy se cultiva en otro, se disgreganlos elementos constitutivos de organismocientíficos respetados hasta hoy, y decla-rándose autónomos se erigen nuevos finesy nuevas bases, eh una palabra, se creannuevas ciencias, algunas con elementos

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viejos revestidos de nuevas formas, y otrascon verdaderos principios nuevos.

Y si esto ocurre en cuanto á los finés,:¿qué ocurrirá en cuanto á los medios em-pleados para alcanzarlos, más mudables,más inciertos de suyo, y en los que cabeaún más progreso y adelanto?

Aquella virtud de la abstracción, á lacual dábamos tanta importancia en el con-cepto antiguo de la ciencia, existe tambiénindudablemente, como en el capítulo enque de esto hablábamos se decía; peroaunque existe, es tornada de muy distintamanera en consideración por unos y porotros partidarios de ambas escuelas. Paralos clásicos creímos nosotros que consti-tuía medio sine qua non de la verdadera,ciencia; para los positivistas es algo asícorno elemento secundario nacido de laobservación y de la experiencia. A esta•observación y experiencia que nosotrosapellidamos solamente procedimiento y nomedio, que en esto ya sabemos á qué ate-nernos, es á la que ellos dan supina im-portancia, y sin ellas ni hay ciencia verda-

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dera ni nada que se le parezca. La Meta-física y la Filosofía son sueños de otrasedades; por consiguiente, el silogismo ytoda clase de discurso puramente racionalse halla ya relegado al olvido y despre-ciado por los verdaderos sabios. Cuandolos hechos comprobados por la observaciony la experiencia puedan traducirse enconclusiones y fórmulas generales, enton-ces será cuando la abstracción podrá auxi-liar algo á estas conclusiones y fórmulaspor medio de leyes universales. Realmentees insignificante el papel que hacen desem-peñar los naturalistas positivistas á ele-mento tan importante, tan legítimo yeminentemente racional. Muchos de ellos,los de pura sangre, le niegan por completocarta de naturaleza en todo lo que á laciencia positiva debe referirse.

La Antropología criminal, que nos-otros consideramos como verdadera cien-cia acaso haciéndola inmerecido favor,pero que ahora no hemos de regateárselo,dicho se está que entra en estos moldesgenerales. Su fin abstracto, alcanzar la

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verdad. Su fin concreto, determinar cate-góricamente las causas impulsoras de losdelitos ejecutados por hombres anormales;y su medio eficaz (que nosotros llamaría-mos procedimiento) la observación y ex-periencia, por las cuales del estudio de losdelincuentes, de sus condiciones psíquicas,fisiológicas, y de la averiguación de todaslas circunstancias que han concurrido enlos delitos, dedúcense las leyes generalescasi siempre en forma de estadística.

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CAPÍTULO IV.

RELACIONES ENTRE LA ESCUELA ANTROPO-

LÓGICO-POSITIVISTA Y LA NOVELA NATU-

RALISTA: PROCEDIMIENTOS.

Cúmplenos aquí hacer notar que en laesfera científica y artística la nueva co-

rriente ha ejercido su influencia, pero se-fia!adamente demostrar cómo en algunasramas de la Ciencia y en algunas mani-festaciones del arte coinciden casi porco.npleto sus procedimientos y resulta-do. Obvio parece lo primero, y para noincurrir en repeticiones sólo diremos queno solamente la Química y la Física, y otrasciencias referentes á los cuerpos inanima-dos, han recibido beneficiosos resultadosde estas ideas (por más que, naturalmente,

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vinieran empleando el método experimen-tal en sus observaciones ) , cosa no de ex-trañar dacio el carácter, procedimientos yfines de estas ciencias, sino que también al-uunas, como la Medicina, á la cual, dichosea de paso, dió Virchow con su patolo-gía celular sólido fundamento, han reci-bido con fruto sus bienechoras enseñan-zas. Pero sin insistir sobre este particular,contentémonos aquí con establecer queuna evolución preparada, más en el te-rreno científico que en otro alguno, no esde extrañar llegase á ejercer sobre él sumás directa acción. Y conste que al afir-mar esto no nos contradecimos con loexpuesto antes, al sostener que en la re-14,rión había hecho más rápidos progresosla nueva tendencia, pues una cosa es quese iniciase y aun se desarrollase más en elterreno científico, y otra cosa muy distintaes que cundiera y llevase sus consecuen-cias al terreno religioso; pues entendemosque la religión es casi exclusivo atributodel sentimiento, donde penetran más enlo vivo, donde hieren mejor y más profun,1

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damente la fibra nerviosa estas ideas, y,por lo tanto, donde se manifiestan antessus efectos, traducidos ora en protestaenérgica, ora en mansa sumisión ; mien-tras que en la esfera de la Ciencia el enten-dimiento del hombre tiene que examinar,tiene que comparar , asentir ó rechazar, yá veces expurgar, lo cierto de lo erróneo,lo verosímil de lo absurdo, lo hipotéticode lo demostrado ; labor fatigosísima querequiere mucho tiempo y mucho estudio.En el hombre religioso, penetra y obratoda idea nueva por impresión; en el hom-bre científico, por el estudio reflexivo. Lafe es cosa del corazón; el estudio, de la in-teligencia; por eso, aunque tardíamentevayan elaborando y nutriendo á las nue-

- vas ciencias las verdades más ó menos de-mostradas del positivismo, no por ellodejan de avanzar, aunque con paso lento.

La Ciencia debe recomendar siempre ásus cultivadores el paso de tortuga: larapidez del cohete quédese para el que vivey se sustenta de la inspiración.

Existe, desde cierto punto de vista, la

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coincidencia entre la esfera científica y la.artística, y señaladamente y en particu-lar la de la nueva escuela criminológico-positiva con el naturalismo literario, quees la que aquí nos interesa analizar. Alque desde luego no esté en autos, ex-trañará la enunciación de esta idea ; perocuando se le demuestre que la analogíaobedece, no sólo á la identificación de finesque se asignan á la Ciencia y al arte, cuales el de la verdad, sino también á los me-dios y métodos empleados para alcanzarestos fines, fácilmente lo comprenderá.

Aparte de ser hijas del mismo padre la.escuela antropológica criminal y la natu-ralista literaria, razón poderosísima de se-mejanza y parecido entre ellas, existenotros motivos para abonar esta coinciden-cia: entre estos motivos es uno el concebirlos naturalistas literarios á los personajesde sus obras como organismos naturalesinfluídos por las fatales leyes del determi-nismo, de la herencia y del medio , mien-tras que los antropólogos, partiendo de laidea de que el delito es un hecho natural,

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ven al delincuente á través del prisma dedichos fatalismos. La identidad en estepunto no puede ser más completa. Y dichoesto, fácilmente se deduce que en resumenambas escuelas versan sobre el mismo ob-jeto, sobre el hombre ; pero no sobre elhombre así como se quiera (pues muchasciencias hay referentes á él que poco tie-nen que ver aquí ), sino sobre cierta ramade la parte psico-fisiológica del sér huma-no, que es precisamente la más delicadapara su estudio, por entrar en ella elemen-tos morales y físicos de diversa naturaleza.

¿Cómo pretende estudiar la escuelanaturalista literaria á sus personajes? Nocreo que sea hacer ningún disfavor ( susdefensores el decir que analizan al sér hu-mano en todos sus hechos y obras, sinparar mientes en lo repulsivo, groseroy soez de sus actos; antes bien recreán-dose en pintar las escenas de impudor, decanallescas acciones y de vituperables crí-menes con los colores más ricos de supaleta.

¿Cómo concibe la escuela antropológica

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criminal al delincuente? Como un séranormal que ejecuta el delito como hechonatural; y siendo así, no tienen otro reme-dio que penetrar en las causas que produ-cen estos delitos, dirigiendo su vista alanálisis de las mayores llagas sociales y delos hombres más corrompidos, donde po-drán encontrar las causas de delincuencia.

Hé aquí un punto indiscutible de coin-cidencia de las dos escuelas. Ambas estu-dian al hombre anormal, al vicioso, al re-bajado por el crimen.

¡Pero con qué diverso carácter llevaná cabo sus investigaciones! El fin quepretenden los novelistas (pues á los no-velistas hemos de referirnos), dicen ellosque es el conocimiento y demostración dela verdad; ¡pero quién les mete á ellos ásabios! ¿No resultará siempre que, aun-que se empeñen en dar vuelos de águila ásus obras, el que coja en sus manos unanovela, aunque en ella reconozca verdadindiscutible y grandes méritos de obser-vación y aun de experiencia, abrirá el li-bro con objeto de pasar un rato agradable,

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y nunca con el fin de estudiar Medicina,Psicología ó Fisiología?

El antropólogo criminalista, por el con-trario, en uso de su perfectísimo derechode investigador verdad, puede y debe lle-gar con su bisturí á examinar las causasmás hondas de la delincuencia, y á bus-carlas aun en el arroyo y en el lupanar,porque en ello lleva un fin noble y utilí-simo. Desde este punto de vista no sepuede menos de reconocer que los nove-listas pretenden meterse en camisa de oncevaras, mientras que los antropólogos es-tán en su terreno.

Hay otra razón poderosa para los queá las cuestiones de la verdadera moraldamos mucha importancia, y es que desdeeste respecto es muy distinto también elcarácter con que el novelista penetra enlos lugares inmundos y nos retrata supodredumbre, del carácter con que lo haceel hombre antropólogo. El novelista lohace por, yunto, y es, por consiguiente,para nosotros verdadero responsable detodas las consecuencias.

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El hombre de ciencia lo hace por deber;y como guarde lo que pudiéramos llamarlas formas, no puede ser por nadie objetode censura.

Mas, aparte de todo esto, ¿quién les daá los novelistas vela en este entierro?¿Dónde y quién les ha otorgado á elloslos títulos de suficiencia para eregirse á símismos en fisiólogos y psicólogos?

¿Es que creen que con sólo buen sen-tido de la realidad, cosa que les doy porsupuesta, y con sus conocimientos litera-rios tienen suficiente? Lombroso, antes deescribir su Hombre delincuente, dedicósemuchos años al e s tudio y la reflexión, yllegó á conquistarse un puesto distinguidoentre sus compañeros. ¿Dónde ha estu-diado Zola Física, Química, MedicinarPsicología, Fisiología, etc etc ; pues todasestas cosas, y muchas más, parecen necesanas para el vasto plan de investigaciónque pretenden desarrollar los novelistas ?

Ya sé que alguien se burlará de estapregunta mía, y pensará que no se necesi-tan grandes estudios para llegar á un pro-

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fundo conocimiento del corazón humano;pero al que tal crea dejo toda la responsa-bilidad de esta afirmación.

Y hay que añadir, además, que los lite-ratos quieren abarcar al hombre en susmil y mil manifestaciones orgánicas y psí-quicas, cosa imposible aunque éstas fueranverdaderamente limitadas y conocidas,pues la vida de un hombre ó de diez esmuy poco para ello, y nunca, mejor queaquí puede aplicarse aquello de que el quemucho abarca poco aprieta.

Pero sea de esto lo que quiera, es locierto que novelistas y antropólogos estu-dian al hombre, aunque con distinto carác-ter, bajo el mismo concepto.

Veamos ahora sus procedimientos.En las cárceles y manicomios es donde

desarrollan sus trabajos de observación yexperiencia los antropólogos. El presidiopuede considerarse como un mundo pe-queño donde tiene lugar, no sólo la maniofestación de todas las pasiones y afectoshumanos, sino aun la realización de ideas ypensamientos. Oigamos á Gauthier, testigo

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presencial de la vida en las enredes: «Con-viene advertir que no existe ni una solade las pasiones del hombre material, ó fic-ticia, desde la embriaguez hasta el amor,que no pueda encontrar, aun bajo los ce-rroj os de la cárcel, á lo menos una aparien-cia de satisfacción. Ya cité el preso Clair-vaux, que para contraer el hábito del ta-baco aguardó á verse separado por rejasy muros inaccesibles del mundo donde sefuma; también hubiera podido hablar deaquellos que, á falta de alcohol, beben es-píritu de madera, barniz, ácido sulfú-rico.»

El célebre Dostoyusky, en sus obrasLa ..Vorela del Presidio y La Casa de losMuertos, sobre las cuales liemos de insis-tir más tarde aunque bajo otro concepto,también nos da los detalles más preciosospara hacer del presidio el centro de obser-vación y experiencia más á propósito paraanalizar é investigar las pasiones é ins-tintos criminales. Y Prims, en su obra Loscriminales en la prisión, también nos dice:«Y no se olvide que las prisiones encie-

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rran ciertamente recidivistas incorregiblesy corrompidos, la hez de las grandes ciu-dades, á quienes sin duda es preciso aislarde los otros. Pero también encierra de-lincuentes semejantes á la mayor partede los hombres de su condición que viven

Pero además de esto; además de quela cárcel es el único sitio para estudiardelincuentes, y con esto queremos decirque los criminólogos observan donde de-ben observar, es indudable que de la asis-tencia frecuente á las cárceles y de susjuicios deducen con más ó menos funda-mento, que en esto ahora no hemos demeternos, que, v. gr., la represión, auncuando correccional, no es bastante paraevitar delitos y reincidencias; que el me-jor sistema penitenciario es la depor-tación, etc., etc.; sin contar los prove-chosos resultados estadísticos que de allíse sacan, y que son una de las formas ex-perimentales más provechosas.

Del conocimiento de presos y presidiosse deduce aquella famosa y elocuente re-

la

O.

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seña de Elmira, referente á los padres delos presos, como también aquellas deduc-ciones no menos notables de Ferri, hechasen el penal de Pesaro y en la cárcel deCastelfranco, en los cuales establecimien-tos ha examinado el ilustre profesor á 700presos, deduciendo que mientras el 42 por100 de los delincuentes más criminales(asesinos, homicidas, salteadores) eran in-confesos, sólo lo era el 21 por 100 de losdelincuentes de menor criminalidad (deu-dores, rateros, estafadores). Y no sóloesto, sino que mientras los homicidas delpenal de Pesaro negaban el 38 por 100,por el contrario entre los homicidas dela cárcel de Castelfranco (menos feroces,puesto que sólo estaban condenados ácárcel) no eran negativos nada más queel 4 por 100.

Y en cuanto á los manicomios, ociosoes demostrar su importancia, y muy bienpudiéramos aducir aquí también los in-numerables trabajos de experiencia enellos llevados á cabo, no sólo por los quese llaman antropólogos, sino por todos

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los principales y más distinguidos alienis-tas: Esquirol, Lombroso, Maudsley, Tar-dieu, que son los primeros que acuden ámi memoria, y otros muchos darán fe deello.

(iEstudian los novelistas en tan ciertasy claras fuentes á sus personajes ? Llega-remos á ello (diría algún apóstol de estanueva idea literaria), y aun hoy hay quienlo hace, y, en último caso, es de nuestrosprogramas el aceptar los heebos probadosy en ellos apoyarnos. Pero esta contes-tación nada satisface, porque consultar,v. gr., El hombre Delincuente de Lom-broso para escribir La Bestia Humana, yresultar luego que el famoso :Antropólogono puede, según él mismo dice, ((á pesarde haber estudiado miles de criminales»,clasificar á 1Zoubaud, resulta completa-mente inútil, y para este viaje no necesita-rnos alforjas; y en cuanto á que los novelis-tas observan y estudian la realidad tantocomo el más pintado, les diré que no escierto, pues no pueden hacerlo por fillta deciencia para abarcar todas la pasiones, to-

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dos los afectos y todos los sentimientos.Tienen los antropólogos sólo un punto demira, y aun así yerran tanto sus tiros; con-que ¡qué les sucederá á los literatos, que, ámás de tener muchos, no han aprendidoá apuntar al blanco en ninguna escuela detiro !

Dice Lombroso que con una larga prác-tica de muchos millares de locos no está

useuro de haber observado más de una do-ncena: ¡ conque que nos vengan los novelis-tas con cuentos! Y no se vaya á creer quedesconocernos el entusiasmo con que susprincipales campeones llevan la exactitudde sus observaciones hasta el punto deFlaubert, que para escribir diez páginas,el- episodio de una novela donde saque áescena personajes que se ocupen de agri-cultura, no retrocederá, según cuentaZola, ante el aburrimiento de leer veinte ótreinta tomos que traten de esta materia;ni desconocernos que el mismo autor, paraescribir el primer capítulo de la Educaciónsentimental, que tiene por cuadro el viaje -de un barco de vapor remontando el Sena

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desde París á Montereau, siguió en cochetodo á lo largo del río el trayecto; ni ol-vidamos las molestias que pasó Emilio Zolaen el mercado, tomando notas para escri-bir el Vientre de París, ni dejamos de

e fijarnos en aquel párrafo de la Cuestiónpalpitante, de nuestra eximia escritora se-ñora Pardo Bazán, en que, hablándonos delos procedimientos realistas de Daudetpara componer é idear, dice la eminenteautora de Morriria: Antes de acostarseapunta minuciosamente los sucesos y par-ticularidades que notó durante el día (áimitación de Dickens, con el cual tienemuchos puntos de contacto), y bien sepuede asegurar que no hay pormenor, ca-rácter ni acontecimiento en sus novelasque no esté sacado de esos cuadernos ó delrico tesoro de su memoria. Zola dice acer-tadamente que Daudet carece de imagina-ción en el sentido que solemos dar á estevocablo, pues nada inventa y solamenteescoge, combina, dispone los materialesque de la verdad tomó.» ¿Pero qué de-muestran todos estos hechos y procedi-

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mientos de Flaubert, Gola, Daudet y otros?Que sobre que los tales novelistas se

fijan más en el marco que en el lienzo, es-tudian principalmente al hombre en sumanera de obrar en los efectos de su tem-peramento, carácter ó manera de ser; sefijan más en el cómo porque no puedendejar de ser artistas, mientras que los an-tropólogos, sin despreciar esto, antes, alcontrario, dándole toda la importancia quetiene, se fijan más en el hombre que enlo que le rodea, se concretan más á las cau-sas que á los efectos, se refieren más al por-quc" por la razón de ser más científicos.Esto es todo. No olvidemos lo dicho aquí,que luego habrá que recordarlo para sacarulteriores consecuencias.

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CAPÍTULO V.

MÉTODO CIENTÍFICO EXPERIMENTAL:

GENERALIDADES.

Ferri afirma en uno de sus primerostrabajos la necesidad de aplicar el métodopositivo experimental á la ciencia crimi-nal, idea que se agita también en los estu-dios de Lombroso y en los de todos losantropólogos modernos.

Pero fijaré mi atención en las palabrasdel profesor de Siena, no sólo porque ensu obra los Nuevos horizontes del Derechoy procedimiento penal expone con muchaclaridad la pretensión de los modernos cri-minalistas, sino porque le creo, entre to-dos sus secuaces, el más filósofo, y porende el más razonable. Admírase él, en

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esta obra maestra del positivismo crimina-lista, de que el método experimental, na-cido en Italia con el Renacimiento porobra de Galileo, fuera aplicado sin nin-guna desconfianza á las ciencias físico-na-turales, y, sin embargo, produjese tantosrecelos y oposición al quererle aplicar álas ciencias morales y sociales ; y asóm-brase porque creyendo, como cree, quetodas las ciencias tienen una misma esen-cia y un objeto idéntico, «el estudio de laNaturaleza y el descubrimiento de sus le-yes en beneficio de la humanidad», ha-biendo producido excelentes resultados enunas, debe producirlos en otras. A pocoque se mediten estas palabras de Ferri, seobservará que parten de un principio com-

pletamente falso, cual es el suponer quetodas las ciencias tienen una misma esen-cia y un objeto idéntico. ¿Qué se entiendepor esencia de una cosa? Yo aprendí, cuan-do estudiaba Metafísica, que la esencia es-la reunión de notas características y pro-pias de un sér; y, según este concepto, claroes que cada rama del saber tiene sus notas

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propias, y no comunes á las otras, y que sonprecisamente las que constituyen su per-sonalidad.

Nadie cree que la esencia de la Psicolo-gía sea la misma que la esencia del Álge-bra; y en cuanto á la identidad de objetoresalta mucho más el error, y no he de ha-cer hincapié en él. A los que hemos apren-dido la división de todos los seres en tresesferas, referentes á, Dios, al inundo y alhombre, tiene que parecer gratuita estaafirmación. Desde luego nosotros recono-cemos en Dios su existencia, su omnipo-tencia y todas las cualidades del Sér abso-luto, y del autor, creador y dueño de todaslas cosas; y como le reconocemos su per-es.onalidad augusta, tenemos que separartodo el estudio que á él se refiere del quese aplica al orden creado, y señalar á lasciencias que del Sér Supremo se ocupan,la Teología, en cuanto á la verdad revelada,y la Teodicea en cuanto al conocimientode Dios por ]a luz de la razón, una esferacompletamente distinta de las demás cien-cias.

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Pero como para los positivistas, á fuerde materialistas, no existe ninguna causasuprasensible, y todo el orden excelentedel mundo obedece á leyes naturales, deaquí que no reconozcan más causa de lascosas que las energías y fuerzas de la diosaNaturaleza.

Lo que tienen de común todas las cien-cias hun?anas no es su esencia y su objeto,sino su fin último ( verdad en abstracto),como ya queda dicho, y en este sentido esen el que todas tienden al descubrimientode las leyes de la Naturaleza consideradaen general; ahora bien, las que tienen porobjeto el estudio de esta Naturaleza de unamanera directa y concreta, son las propia-mente naturales. La refutación de esta.opinión de Ferri es esencialísima paranuestro objeto, pues de afirmar que todas.las ciencias tienen la misma esencia y ob-jeto se deduce lógicamente que todas hande seguir el mismo método en sus investi-

gaciones y demostraciones, y en consecuen-cia, que siendo el método experimental el

más exacto, es también el más propio. Búr-

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lanse estos señores de los metafísicos, acha-cándoles el que de una premisa mayor, dela enunciación de una idea, deduzcan luego,en vertiginosa marcha lógica, una serie deconsecuencias fundadas y derivadas todasde aquella premisa ó de aquella idea; peroolvidan que ellos hacen poco más ó menoslo mismo al deducir de un hecho experi-mental todos los resultados que de él de-penden, cosa naturalísima y, al fin y alcabo , lógica y aun silogística, pues laesencia del silogismo no consiste pura-mente en su forma, anteponiendo la mayorá la menor, etc., sino en el razonamientoque se deriva de una proporción estable-cida, sea una verdad abstracta ó un hechoexperimental, y por el cual razonamientose afirma otra verdad ú otro hecho. Delexamen de muchos homicidas ateos y cre-yentes ha deducido Ferri que el númerode estos últimos es muy crecido, y, porconsiguiente, ha establecido la proposiciónde que existe el sentimiento religioso enmuchos homicidas. Esta consecuencia esel resultado de un silogismo.

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Pero estudiemos lo que más nos inte-resa. ¿ Cómo puede creerse en serio quelas ciencias morales deben seguir en susinvestigaciones el mismo método que lasfísicas ó naturales? Fijémonos en una delas primeras, la Ética, y en una de las se-gundas, la Química.

Acaso dirán los positivistas que laÉtica no tiene realidad p1ctica, que hueleá Metafísica, que no es ciencia; pero á esoyo les contestaré que también la Cosmolo-gía, á que tanta afición tienen los de suescuela, no es ni más ni menos que unaparte fundamental de la Filosofía, y, porconsiguiente, hermana de la Ontología, yque en último remedio puede ser muyfilosófica y muy metafísica, y ser una ver-dadera ciencia. Y es de notar aquí que enocasiones no distinguen bien, ó por lo me-nos confunden en sus obras los positivis-tas el objeto y naturaleza de la Ética conla naturaleza y objeto de la Psicología, yque á esta ciencia la entienden de muy di-versa manera de como la entendemosnosotros, y esto se explica desde el mo-

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mento en que el espíritu, el alma, en quenosotros creemos fundamento y principiode la Psicología, no existe para ellos, queentienden por tal ciencia la que trata deesa parte moral del hombre que no sesabe á punto fijo si es perfeeeh;n de lamateria ó lo que es la psiquis ;¡ nunca han concretado bien su pensa-miento!

Creamos por un momento en la Psico-logía tal y como ellos la conciben, y noperdamos de vista la naturaleza de laQuímica. ¿ Cómo se demuestra que el azu-fre, el salitre y el carbón se traducen enpólvora mezclados en las debidas propor-ciones? Pues echando estas sustancias enuna retorta ad hoc ; la prueba no puedeser más clara, ni más evidente, ni más eeP-

perimentq l; aunque ignoremos la causa,conocemos el efecto, porque, en igualdadde circunstancias, siempre se da éste demanera uniforme. La fatalidad es ley in-eludible en ]as combinaciones puramentemateriales.

Pero ¿cómo se va á averiguar, sjlo por

usasie

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el nn'todo e,tperimental, cómo son nuestrosafectos, InleStraS rirtudes, nuestros vicios;por qué en determinados casos un hombreperverso y desalmado se muestra bueno ygeneroso, y de qué dependen, en suma,nuestras acciones y omisiones? Lo pri-mero que aquí se ocurre contestar, es queel hombre, en el mero hecho de serlo, eslibre, y, por consiguiente, no puede sernunca comparado con los cuerpos pura-mente materiales que tienen que regirsepor las leyes fatales de la Naturaleza; peroya hablaremos después del libre albedríoy del determinismo, y por ahora conceda-mos á los positivistas que la libertad hu-mana en el hombre es un mito y un sueñode los rancios filósofos de la escuela espi-

ritualista-clásica.Y en el supuesto de que el hombre se

cree libre porque desconoce los resortesinternos que determinan su manera deobrar, pero que en resultado no lo es,

pues el desconocimiento de una causa nodenota en manera alguna que no se dé y

' se manifieste el efecto, podemos, sin em-

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bargo, argiiirles de la siguiente manera:¿De dónde proceden esos impulsos desco-nocidos que nos hacen obrar en uno ó enotro sentido? ¿ Cómo inclinan el ánimo,hacia determinado objeto, y no le inclinanhacia el contrario? ¿ Son naturales, pro-ducto del organismo físico, ó dependen dela parte psíquica? Sin duda esto último.¿En qué consiste esta parte psíquica delhombre ? ¿ Cuáles son sus propiedades,atributos, fuerzas, energías ; cuál suesfera de acción , cuál la intensidad deestas fuerzas y energías? Sin duda que,al contestar á estas preguntas, se referi-rán los positivistas al in,seonciente, el granalcuhuete de todas las concepciones mate-rialistas.

Uno de los errores más graves de losnaturalistas positivistas en estas materiasconsiste en dar gran importancia, acasoreconociendo en ella la exclusiva, á la ex-perimentación externa en estas cienciasmorales, descuidando en absoluto el estu-dio de la observar /4n interna.

Claro es que la Química, la Tísica, la

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Astronomía, con sólo el empleo del métodoexperimental, podrán tener suficiente; perola Psicología, entiéndase como se entienda,siempre se ha de referir á la parte moraldel hombre. ¿Y qué método mejor paraaveriguar lo que en nosotros vire pordentro, lo que sentimos y á veces no po-demos traducir en palabras, que la refle-xión sobre nuestras acciones, sobre losmóviles que nos han inducido á tornarpor determinado caminos, que la observa-ción interna? Acaso sea un defecto de laescuela eldsica el exagerado predominioen sus disquisiciones y estudios de la ob-servación interna, descuidando algo laexterna, que también á veces es necesaria;pero sin duda alguna los positivistas, ámás de ser muy exagerados, pretendenquitar á la ciencia psicológica su verda-dero y propio método.

El método propio, lo repetimos, de laPsicología ha sido y será en todo tiempola observación interna, sin excluir la ex-terna, y nunca la experimentación al modocomo se emplea en Química y en Física; de

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lo contrario, á la Psicología, tal y como laentienden los positivistas, no se le puededar este nombre; tí, lo sumo, un libro escritoen este sentido se podrá titular: _Estudiom,bre alqunots' fenómenos experimentales re-ferentes (i la parte psíquica del hombre.

Dedúcese de todo lo dicho y repetido,acaso demasiado, que es completamenteabsurdo el creer que el método experi-mental debe aplicarse exclusivamente alestudio moral y psicológico del hombre.

Claudio Bernard fué el primero que tratóde llevar este método á la Fisiología y ála Medicina, y de sus resultados, á vecesutilísimos, dedujeron, Compte en Francia,Spencer en Inglaterra, Ardigó en Italia yWundt en Alemania, que también debieraser aplicado á las ciencias psíquicas. Lom-broso pretende llevar este método á la an-tropología criminal ; Zola á la novela.

Dice Ferri, hablando de estas cosas,«que hasta principio de siglo, y aun des-pués, la Medicina práctica había seguidosiempre un método que se puede conside-rar como metafísico y abstracto: la Medi-

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cinta era exclusivamente nosológica , estoes, se estudiaban, se describían y se cura-ban las enfermedades como entidades abs-tractas y en modo abstracto. El médicoá la cabecera del enfermo lo miraba secun-dariamente, y procuraba tan sólo descu-brir qué morbo trabajaba el organismo:convencido, por ejemplo, de que era la fie-bre ú otra cosa, prescindía del enfermo, yrecurriendo á sus conocimientos nosoló-gicos combatía la fiebre en sí y por sí comoente abstracto; fuese de temperamentosanguíneo, linfático ó nervioso el indivi-duo enfermo, tuviera ó no precedentes he-reditarios ó personales, fuese ésta ó aquellala causa externa ó interna del desordenorgánico, no importaba: la fiebre era lafiebre, y era necesario combatirla.

Cito aquí este párrafo, no sólo para de-mostrar su evidente exageración, sino prin-cipalmente porque se compara mucho á laMedicina con la ciencia de los delitos y laspenas, y aun al novelista con el médico(Zola), y al delincuente con el enfermo(Lombroso). Yo no sé una palabra de

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Medicina, ni de las diversas tendencias ymétodos que en ella se han empleado; perocreo que aun los médicos nosologistas fija-ríanse mucho en las condiciones y tempe-ramento del individuo enfermo muchoantes de que el método propiamente po-sitivista-experimental viniera á redimir áesta ciencia; si el enfermo tenía fiebre, yla quinina, v. gr., es el medicamento másapropiado para curarla, claro es que se ladarían desde luego; también hoy sucedelo mismo: lo que tengo por cierto es queno se la recetaría en las mismas dosis ycon las mismas combinaciones al niño yal adulto, al hombre robusto y al anémico.Si tal medicamento cura tal enfermedaden general, el médico desde luego, sin ne-cesidad de Claudio Bernard, procurará, sinembargo, fijarse en el paciente con objetode averiguar su estado especial; por con-siguiente, creo que en estas frases deFerri hay evidente exageración. Ahorabien; ¿que el sistema nosobyco en Medi-cina es insuficiente? Eso lo creo; perotambién opino que no se deben olvidar las

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leyes generales que la rigen, pues ellasayudarán mucho al método experimental.

Desde luego acepto este método en laciencia médica; pero creo que en algunade sus partes, v. gr., en la que se refiere álas enfermedades mentales, deben andarlos experimentadores con mucho tiento, ydebe darse toda la importancia que tieneen ellos el elemento psíquico: nadie des-conoce, en efecto, que, como dice Casper,es más frecuente hallar la causa de la ena-jenación en las funciones mentales que enlas corporales; y la pasión, en sus diversasmanifestaciones de amor desmesurado, lanostalgia inconsolable, la inquieta avari-cia, la insaciable pasión del juego, la va-nidad y la fatuidad que con nada se satis-fa,cen, etc., etc., conducen por lo regular, á,los individuos que están atormentados porellas, á la clemencia.

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CAPÍTULO VI.

EL M! TODO EXPERIMENTAn EN LA. ANTRO- ,

POLOGÍA CRIMINAL y EN LA -NOVELA NA-

TURALLSTA.

Así como Lombroso, Ferri, etc., empéñanse en censurar el '.1 ) 1 ri budismo quebasta ellos ha imperado en la ciencia delos delitos y de las penas, así Zola pro-testa enérgicamente contra todos los Idea-listas ront4 oteco,s. , á muchos de los cuales,como á Jorge Sand, echa en cara el que,puesto delante del papel, empuñe lag péñolay no cese de escribir inventando embusteshasta terminar una novela.

En Medicina ya hemos dicho que nosparece conveniente el empleo del métodoexperimental (que repito no es exclusivo

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de los positivistas), por creerle el más ade-cuado en muchos casos, no en todos. Enla ciencia penal le rechazarnos con granenergía como método exclusivo y princi-pal, pero sin negar que en la Antropologíacriminal es eficaz, y no abusando de élpuede dar provechosos resultados. Encuanto á la vida del arte, le negamos porcompleto la beligerancia en el sentido enque lo quiere emplear Zola y los deillásteorizantes del naturalismo.

Al decir Ferri que el Derecho criminalha consistido hasta ahora solamente en elestudio de los delitos como entes abstrac-tos, no toma en cuenta el que en todos 6casi todos los códigos del mundo existenespecificadas muchas circunstancias exi-mentes , atenuantes y agravantes que de-penden exclusivamente de la naturaleza yestado psíquico y aun orgánico del indi-viduo.

Cierto es que algunas de estas circuns-tancias no están bien determinadas, que nose hallan en los códigos todas las que de-berían estar incluidas en ellos, que á otras

hil

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de las ya establecidas se las da poca im-portancia, etc., etc.; pero, sin embargo, laexistencia de estas circunstancias pruebaque el legislador no ha sido sólo nosolo-gista, sino que ha tenido en cuenta el carác-ter ó estado del individuo. ¿ Que esto espoco ? ¿ Que se debe estudiar más deteni-damente al delincuente? Me parece muybien. Por eso creo que los modernos antro-pólogos que pretenden hacerlo son dignos(desde este punto de vista) de la atencióny respeto de todos los hombres imparcia-les que al Derecho penal dedican su acti-vidad.

Ahora bien: ¿cómo se quiere aplicar elmétodo experimental á la ciencia penal y-á la literatura? Haciendo una comparacióncon la Medicina y afirmando que si en estaciencia tiene aplicación tal método, debetenerlo también en la ciencia penal y enel arte.

Ya hemos dado la razón de por qué-esta comparación no puede hacerse; diga-mos ahora algo acerca de la manera deentender al delincuente los antropólo-

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gos positivistas, y respecto al concepto dela novela experimental según Zola.

Partiendo con Garofalo de la nociónsociológica del delito, que define como vio-lación de los sentimientos altruistas en lamedida media en que los posee todo unpueblo, y dando por sentado que el delitoes un hecho nablvid , se deduce que el de-lincuente 6 autor del hecho natural hade ser un individuo que, aunque con rela-ción á la sociedad no sea un miembroadaptable, pues ndposee el nivel medio delos sentimientos de piedad y probidad, conrelación á si mismo ejecuta el acto dafiinocon instinto tan lógico y consecuente, da-das sus circunstancias orgánicas, como elhombre virtuoso da una limosna 6 asiste áun desvalido.

¿Cómo ha de estudiar, pues, la Antro-.pología criminal al delincuente? Como áhombre que inconscientemente obra á im-pulsos de los gérmenes nocivos que llevadentro de su sér, y que pronto se manifes-tarán si están arraigados desde la cuna,aunque todos los medios posibles se opon-

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gan á su paso, llegando á ser el verdader odegenerado el delincuente n q t(); en la oca-,s1'(;n propicia para que estos gérmenes es-tallen con la fuerza expansiva nacida de laconcentración larga, ó en el fuego de enar-decida iymifjn, de la obcecación producidapor actos ó circunstancias que le impre-sionen directamente.

Entendiendo así al delincuente, es ciertoque el método experimental puede ser efi-cacísimo en la Antropología criminal.

Así como los antropólogos ven en eldelincuente un enfermo, así los naturalis-tas literarios ven en cada novelista unmédico, y todo esto por afán de declararselegítimos herederos de Claudio Bernard.

El ilustre médico explica, en su á l'é,tuile de lo inéflecine expéri-

mentale, la aplicación del método experi-mental á la Medicina, y de este libro saca,no sólo Lombroso, sino también EmilioZula, las conclusiones relativas á la apli-cación de este método á sus diversos estu-dios, hasta el punto de decir el mismo/ola que para sostener y defender el mé-

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todo dicho en su aplicación á la novela,.sólo tendrá que hacer un trabajo de ajuste,.y que las más de las veces le bastará sus-tituir la palabra médico con la palabra.novelista para aclarar su pensamiento ydarle la severidad de un principio cientí-fico. Sigamos el razonamiento del autorde Los Rougon, calcado en las palabrasde Bernard: «La espontaneidad de loscuerpos vivientes no se opone al empleode la experimentación. La diferencia naceúnicamente de que los cuerpos inanima-dos se encuentran en un medio exteriory común, mientras que los elementosde los organismos inferiores están en unmedio interior y perfeccionado , pero do-tados de propiedades psíquico-químicasconstantes como el medio exterior. Desdeeste momento hay un determinismo abso-luto en las condiciones de existencia de los.fenómenos naturales, tanto para, los cuer-pos vivientes como para los cuerpos in-animados.»

Ya hablaremos de este determinismo, yde la manera como lo entienden Zola, y

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Claudio Bernard, al tratar esta cuestión enel capítulo siguiente; pero por ahora ha-gamos constar que esto no es más que afir-mar gratuitamente sin prueba de ningúngénero. Sigue Zola diciendo en la primeraparte de su obra ((que la única diferenciaque hay es que el organismo de los seresvivos hay que entenderlo como un con-junto armónico de fenómenos». Precisa-mente por eso (aparte de que en ellos no sepuede estudiar el fenómeno sin referirloal noúmeno, el efecto á la causa), porqueen los organismos vivos se da el conjuntoarmónico de fenómenos, es por lo que sehace dificilísima é imposible la aplicacióndel método experimental en ellos; hay talcomplicación en ese conjunto, que se es-capan dichos fenómenos á la vista porsagaz que sea el experimentador.

Después de hacer la exposición de lasprincipales conclusiones de Claudio Ber-nard, pregúntase Zola:

((En Literatura, que hasta ahora pareceno haberse empleado más que la observa-ción, ¿ es posible la experimentación?» Para

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r.sp(Inder afirniativamente, dice que sólonecesita de los siguientes trozos de ClaudioBernard: 4( El observador estudia pura ysimplemente los fenómenos que se le pre-sent:E , Es el fotógrafo de los hechos;su observación debe representar exacta-mente la Naturaleza Escucha la Natu-raleza, escribe lo que ésta le dicta. Peronna vez comprobado el hecho, observadoel fenómeno, acude la idea, interviene el_raciocinio v aparece el experimentadorpara interpretar el fenómeno, etc., etc Pues bien; volviendo á la novela (diceZola por su cuenta), vemos también queel novelista lo constituyen un observadory un experimentador. El observador delos hechos, tal y como los ha observado,coloca el punto de partida, establece elterreno salido sobre el cual van á caminarlos personajes y se desarrollarán los fenó-menos; después aparece el experimenta-dor é instituye la experiencia, hace moverlos personajes en una historia particularpara demostrar que la sucesión de los he-chos será tal como lo exija el determinis-

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taro de los fenómenos que se estudian.Cualquiera que de buena fe é imparcial-mente lea estos párrafos de la ArovelatuTeri2nental, se quedará sin saber una pa-labra de las razones que abonan estas tebrías; lo que debía Emilio Zola, es demos-trar e(Sino trr rida d(' la inteligencia ydel sentimiento .s'!J puede aplicar el métodoe,rperime:Ja,',. todo lo demás huelga porcompleto.

((Total, toda la operación consiste enlomar los hechos de la Naturaleza, despuésde estudiar su mecanismo, obrando sobreellos por las modificaciones de las circuns-tancias y de los medios, sin separarse ja-más de las leyes de la Naturaleza.»

No es nada lo del ojo ! Se habrá que-dado Zola tan fresco después de haber es-crito este párrafo!

¿ Le parecerá facilísimo v cosa de pocamonta llevar á la práctica lo que indica?Primero, tomar los hechos de la Natura-leza; despus estudiar su mecanismo (esto,sobre todo, cualquiera lo hace, porque, en_resumen, el mecanismo de los hechos de la

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Naturaleza en general es más fácil de estu-diar que el mecanismo de una máquina dehacer pitillos) , obrando sobre estos hechospor las modificaciones de las circunstan-cias y de los medios. Qué quiere deciresto ? Porque, si es lo que me figuro, tra-bajo le mando al que tal pretenda.) Dicedespués el novelista que así se adquiereel conocimiento del hombre en su acciónindividual y social.

« Sin duda no llegaremos en este terrenoá adquirir la certidumbre de la Química nide la Fisiología. ( ¡ Claro que no ! ¡ Puesno faltaba más T ) No conocemos aún losreactivos que descomponen las pasiones yque permiten analizarlas

»Si el novelista experimental camilla to-davía á tientas en la más obscura y com-pleja de las ciencias ( ¡ Qué más quisieranlos gatos que lamer los platos ! ), esto no esrazón de que no exista la ciencia. ( Creoque, por lo menos, es razón de que noexiste por ahora la ciencia de la novelaexperimental, ó la novelología, corno lallamaría alguno.)

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» Dice Claudio Bernard que el expe-rimentador es el juez de instrucción de la.Naturaleza nosotros los novelistas so-mos los jueces de instrucción de los hom-bres y de sus pasiones. ( Sus señorías perdonen ; pero, para mí, en esta comedia.forense no llegan ni siquiera á la categoría.de procesados.) Una crítica necia quese nos ha hecho á los escritores natu-ralistas, es la de tacharnos de simples fo-tógrafos.»

¿Pues no decía usted que el observadores el fotógrafo de los hechos, según pala-bras de Bernard? Pues entonces tienen ra-zón esos necios críticos. «Partirnos de hechos verdaderos ,- que son nuestra baseindiscutible; mas para enseñar el meca-nismo de los hechos es necesario que pro-duzcamos y que dirijamos los fenómenos:ésa es nuestra parte de invención en laobra.» Pues si producen ustedes y dirigenlos fenómenos, sus escritos no pueden.considerarse como documentos humanos,porque los fenómenos verdaderos se pro-ducen y dirigen por la ley física ó moral de

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la gravedad determinista que ustedes pre-gonan. «Afirmo desde ahora que debemosmodificar la Naturaleza ; así, pues, en vezde encerrar al novelista en estrecho cam-po, el método experimen tal le abandona átoda su inteligencia de pensador, á todosu genio de creador. (No veo cómo.) Ten-drá el novelista que observar, compren-der, inventar. (Inventar, ¿eh?) 'Un hechoobservado deberá hacer brotar la idea dela experiencia que hay que practicar, de lanovela que hay que escribir para llegar alcompleto conocimiento de una verdad.Después , cuando haya discutido y deci-dido el plan de esa experiencia, juzgarácada minuto de los resultados con la li-bertad de espíritu de un hombre queacepta sólo los hechos conforme con eldeterminismo de los fenómenos. (Un pocodifícil es esto último, pero en fin ) Re-sumo toda esta primera parte repitiendoque los novelistas naturalistas observan yexperimentan, y que todo su trabajo nacede la duda en que se colocan frente á lasverdades poco conocidas, á los fenómenos

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no explicados, hasta que una, idea experi-.mental despierta bruscamente en su genio

Qué atroces son estos señores ! ) y loslleva á practicar una experiencia, paraanalizar y hacerse dueños de ellos.)

Siguiendo el análisis que á grandes ras-gos hace Emilio Zola de las teorías deClaudio Bernard, principio y fundamento,como queda dicho, (le la aplicacik:wn delmétodo experimental al mundo psíquico,hemos de fijarnos en algunas aseveracio-nes que hace en el segundo párrafo y si-

guientes.Indudablemente que el autor de las

Velarlas de Jieriitn repite mucho las cosas,y, al parecer, se confunde en muchas oca-siones, lo cual hay que advertir para quese achaque á él, y no á mí, el traer á cola-ción nuevamente lo que se ha. dicho y re-petido. Lo que más preocupa al célebrenaturalista es demostrar que el métodoexperimental puede aplicarse los seresvivos, y con esto llena algunas páginas, sindar, á decir -verdad, razones, y afirmandosiempre gratuitamente. Vuelve i decir

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nue si el método experimental ha podidollevarse á la Química, á la Física, á la Fi-siología y á la Medicina, puede llevarse ála novela naturalista.

Sigue atrincherándose detrás de Clau-dio Bernard (como él dice), y escribe:«Me propongo establecer que la cienciade los fenómenos de la vida no puede te-ner otra base que la ciencia de los fenó-menos de los cuerpos brutos, y que nohay en ese sentido diferencia entre losprincipios de las ciencias biológicas y losde las ciencias físico-químicas.» Como seve, esto es afirmar y no probar, y esextraño que en la misma página en quedice Zola «que esta cuestión de la apli-cación del método experimental á los se-res vivos la va á examinar con ClaudioBernard», añade después, á las pocas lí-neas, «que le parece inútil entrar en lasexplicaciones y en los complicados razo-namientos de Claudio Bernard». De estamanera es imposible entenderle y darningún crédito á sus dichos. Repite des-pués que insiste en la existencia de un

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medio interior en el sér viviente; que enla experimentación sobre los cuerpos bru-tos sólo hay que tener en consideración elmedio cósmico exterior, mientras que enlos seres vivientes elevados hay que aten-der al medio exterior ó extraorgánico, yal medio interior ó intraorgánieo. Esto esverdad; pero precisamente es lo que nosda la razón á nosotros, pues la dificultaddel método experimental se notará alaplicarlo á este medio intraorgánico; y te-nernos aquí la cuestión de siempre, y árenglón seguido se confirma esta dificul-tad diciendo que ésta es la razón, la de lacomplejidad de medios, de las grandes di-ficultades con que tropieza la aplicacióndel método experimental, etc., etc. Afirmadespués que hay leyes fijas para los ele-mentos fisiológicos que existen en el me-dio interior, como las hay para los elemen-tos químicos que están en el medio exte-rior. La misma idea con distintas palabras.

Sigue después repitiendo hasta la sacie--ciad lo mismo, hasta que se pregunta:

Habrá que detenerse ahí?

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Evidentemente no (dice Zola).«Cnai.doe 'laya probado que el cuerpo del loro-tre es una, máquina, de la cual pueda ar-marse y desarmarse el rodaje á caprichodel experimentador, habrá, que tratar delos actos intelectuales y sentimentales delhombre ; y puesto que sabios comoClaudio Bernard demuestran ahora quehay leyes fijas que rigen el cuerpo humano,puede anunciarse, sin temor de ser ewYa-i)ado, la hora en que las leyes del pensamiento y de la pasión se formulen á su vez.

»Un mismo determinismo debe regirla piedra del camino y al cerebro del hom-bre Debemos los novelistas operar so-bre los caracteres, sobre las facciones, so-bre los hechos humanos y sociales, comooperan el químico y el físico sobre loscuerpos brutos, como el fisiologista operasobre los cuerpos vivientes. Todo lo do-mina el determinismo.»

Luego habla de la herencia y del medio,y laméntase de que la novela experimen-tal no esté ai'tn más que dando sus pri-meros pasos.

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En el párrafo tercero desarrolla la ideade Claudio Bernard, de que el fin delmétodo experimental en Fisiología y enMedicina es estudiar los fenómenos parahacerse dueño de ellos. Y dice que no hayfin más noble, más alto, ni mayor. «Queel sueño del fisiologista y del médico ex-perimentador es también el del novelistaque aplica el estudio natural y social delhombre al método experimental Somos,en una palabra, moralistas experimenta-,dores, y enseñamos por la experienciacómo se mueve una pasión en un mediosocial. El día que tengamos el mecanismode esa pasión se la podrá reducir, ó almenos hacerla inofensiva Yo no sé quehaya trabajo más noble ni de más vastaaplicación. Ser dueño del bien y del mal,regular la vida, regular la sociedad, resol-ver á la larga todos los problemas delsocialismo, prestar sólidas bases á la jus-ticia resolviendo por la experiencia lascuestiones de criminalidad, ¿no es eso serlos obreros más útiles y m:Is morales deltrabajo humano?»

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No me detengo á hacer consideracionessobre estas palabras, pues, á más de creer-las vacías de sentido, repito que no sonpruebas, y sólo las cito aquí con objeto dedemostrar que en Zola, y en casi todos losde su clase, aquella máxima latina de _Adafirmandum, ad probandum está llamadaá desaparecer.

Trata después de sacudirse el dictado defatalista con que, con razón, le han apelli-dado; pero de esto hablaremos más tarde.Se pregunta luego: «¿ Por qué la Litera-tura no había de llegar á ser ciencia conayuda del inétodo experimental ? Nuestroterreno, como el del médico, es el cuerpodel hombre en sus fenómenos cerebrales ysensitivos, en su estado sano y en su es-tado mórbido»; y termina proclamando ála novela corno investigación general so-bre la Naturaleza y el hombre.

No voy aquí á hacerme eco de la severacrítica literaria que han tenido estas con-clusiones de Zola; aun en nuestra patriahan tenido impugnadores brillantes; sóloquisiera hacer notar que el sueño de Zola

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de elevar la Literatura á la categoría deciencia es una utopía á que afortunada-mente no quiere llegar él mismo, puescuando olvida su teoría y escribe unanovela sabido es que echa por tierra todolo anteriormente establecido, y sin dudapor aquello de que una cosa es predicary otra dar trigo" , cual otro Diderot, tieneuna teoría y otra práctica.

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CAPÍTULO VII.

EL DETERMINISMO.

El determinismo es un factor muy im-portante en las teorías informadas por lasnuevas corrientes.

No sólo se pretende referir á él la razón,la causa de los fenómenos materiales, sinoque también quieren los naturalistas de-mostrar su plena influencia en los fenó-menos que pudiéramos llamar morales.

Hay que fijar, pues, en este concepto deldeterminismo nuestra atención, pues es unpunto de partida muy importante, y sin elcual todas las leyes del positivismo se ve-rían sin fundamento.

Desde luego hemos de hacer notar quemuchos defensores del determinismo se

MEME MISINE1~~1. _

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empeñan, /ola: entre ellos, en hacer unadistinción que creen capital entre (l y elfatalismo.

Pero uno y otro concepto tienen tal se-mejanza, (lile bien puede afirmarse que unamisma es su razón y una misma su causa.

En primer lugar, hay que advertir queel fundamento de ambos no se halla en re-sultados obtenidos por el progreso de lasciencias naturales, como algunos preten-den, sino en la filosofía. Es corriente la ideadel fatalismo entre aquellos filósofos mate-rialistas de la antigüedad de que hablába-mos en el primer capítulo; lo que hay esque esta idea filosófica ha sido desarrolladay adoptada por los naturalistas como con-dición sine qua non de sus leyes en las di-versas manifestaciones de la Ciencia y delarte.

Y teniendo el determinismo su raíz enel fatalismo y estando identificado con él,dicho se está que tendrá que tropezar conmuchas dificultades aquel que pretendaestablecer entre ambos una verdadera dis-tinción real. Por de pronto, es indudable

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que todos los fatalistas son necesariamentedeterministas; de los propiamente deter-ministas la mayor parte reconocen tambiénsin discusión el principio del fatalismo,

de los que pretenden hacer la distinciónla hacen siempre de una manera formal,pues en la realidad no hay talento humanoque con un distingo pueda separar lo inse-parable.

Los antropólogos positivistas niegandesde luego la libertad humana, y. porconsiguiente, las ideas de responsabilidad éimputabilidad tal y como se han entendidohasta ahora, y fundan todo el motivo de lapena (no es palabra que les satisface) puray simplemente en la defensa social.

Niegan la libertad humana con los mis-mos argumentos que todos los fatalistasde antaño, y para ello se apoyan en que laconciencia que tenernos de querer una cosamás bien que otra es una verdadera ilusiónderivada del desconocimiento de los pre-cedentes inmediatos; en que en la complejagradación ascendente de la forma animalmás elemental, hasta el extremo superior

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de una acción humana, la intervención enel solo mundo humano de una potenciade libertad moral, sería una excepción mi-lagrosa; en la sofística ley de la conserva-ción de la energía, que no he de explicaraquí, y en el famoso argumento Aquiles(según ellos) mejor presentado por Leib-niz que por ninguno de los modernos sa-bios, que se reduce á afirmar que nuestravoluntad es siempre determinada é insensi-blemente arrebatada por la mayor bondaddel objeto, de forma que de dos ó más ob-jetos que la soliciten, aquel se llevará in-faliblemente la, victoria que le presente unbien mayor; y no siendo sino uno el quela mueva, éste la arrastrará hacia sí nece-sariamente.

Añaden á estas gastadas alegacionesotras derivadas de los recientes estudiosde Ribot referentes á la psico-patología., enlos cuales parece que creen encontrar ori-ginalidad, siendo así que la extinción óperversión de la inteligencia, de la memo-ria ó de la voluntad es un hecho plena-mente comprobado en algunos casos, desde

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que existen desmemoriados, tontos 6 anó-malos en cuanto á las funciones psíquicas.

Claro es que no he de meterme ahora árefutar estos argumentos, ni á hacer dis-tinciones que los positivistas no hacen, niá explicar la diferencia capital que existeentre la libertad de querer y la de obrar,ni á hacer hincapié entre la de contradic-ción, especificación y contrariedad , ni si-quiera á enumerar brevemente las razoneseternas, por no haber sido nunca rebatidas,que abonan la existencia del libre albedríoen el hombre, fundadas unas en el testi-monio de la conciencia psicológica ; otrasen la naturaleza misma de la voluntad,y otras en el consentimiento unánime delos hombres; pero sí he de atreverme á de-cir que indudablemente los positivistas enDerecho penal, ante la vista de esos espec-táculos horrendos de crímenes, en presen-cia de seres para quienes cualquier ideanoble se les antoja indiferente, delante dehombres abyectos y soeces hasta donde noes posible que, aun en suefios, penetre laimaginación del 'lumbre honrado, es lógico

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que piensen y razonen sobre la manera deser de estos desgraciados, y nee rando corno

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no pueden menos de negar, pues es de sucredo, la grandeza y sublimidad del espiri-tualismo cristiano, deduzcan en conclusiónque estos infelices seres obran sugestiona-dos por ciegos é inconscientes impulsosque les llevan al crimen con la misma indi-ferencia y naturalidad que corren su cursoy caminan hacia el mar las tranquilasaguas de un río. En presencia de estos in-dividuos y de estos crímenes, repito queson lógicos dada su manera de ser, puesellos, que no hacen otra cosa que tratar cri-minales; que adivinan en éste perversosinstintos, ya confirmados en aquél; que nocreen en el arrepentimiento; que, en unapalabra, observan á la sociedad en su es-tado putrefacto y corrompido , dejándosellevar del pesimismo consiguiente, ven lascosas á través del cristal más negro. ¿Noes, por otra parte, cierto que el empeder-nido jugador que ha pasado su vida sen-tado junto al tapete verde , el día en quesea dueño de una suma considerable, vol-

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verá al vicio con ansia indescriptible y sa-ciará su desordenado apetito, gozando conlas variaciones de la suerte y con las in-tensas emociones del azar? No habrá nadieque lo dude, como tampoco nadie negaráque ese hombre, en el acto de recibir lacantidad y de volar presuroso hacia la casade juego, con los ojos radiantes, el ros-tro alegre, con pasos de gigante y atro-pellando á todo el inundo, sintiendo terri-ble emoción excitante dentro de sí, bajo lainfluencia de un magnetismo nervioso di-ficil de definir, camina hacia su fin irresis-tiblemente, siendo en aquel acto tan pocoeficaz su libertad de obrar que casi quedapor completo anulada por la poderosapasión.

Esto es evidente; hasta los escolásticosmás escrupulosos conciben la influenciapoderosa de una pasión en el ánimo delagente, de forma que pueda en aquel actohasta cohibir el ejercicio de la libertad.

Creo, pues, conveniente hacer aquí unadistinción capitalísima. La filosofía espirl-tualista cristiana está desde luego en lo

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cierto al afirmar que existe la libertadmoral en el hombre; pero en muchos casos,en más de los que parece, el ejercicio deesta libert td está anulada por influenciasinternas ó externas que no son aquí delcaso especificar. Los filósofos escolásticoshan dirigido todos sus esfuerzos á la de-mostración fiesúfica de la existencia dellibre arbitrio en el hombre en el terrenoabstracto, sin desconocer, pero pasando deligero por el terreno de la práctica, loshechos; han procurado y conseguido de-fender y hacer patente la regla general, yhan parado poco en la excepción. Los po-sitivistas naturalistas, por el contrario, sehan apoderado de la excepción, han razo-nado sobre ella á su manera, sofística-mente, desentendiéndose de toda razónmetafísica y moral. Los pi-lineros son de-masiado filósofos; los segundos, enamora-dos de un hecho, no ven ó no pretendenver más allá de las relaciones materialesen él comprendidas.

Es, pues, una verdad indiscutible queel sér racional es dueño de sus acciones, y

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que pudiendo escoger generalmente entreel bien ó el mal, es por ende responsablede sus actos criminales; pero esto no esóbice para que procuremos indagar, los

I)1 que á los estudios jurídico-sociales nosdedicamos, aquellos resortes ó motivos(más inmediatos) que tanto influyen en elacto criminal en concreto. Como se ve,estamos perfectamente dentro del con-cepto del determinismo, y antes de refe-rirnos á él como lo entienden ClaudioBernard y Zola, haremos una considera-ción, con respecto á la libertad humana,fundada en unas palabras de Bonald. Diceeste autor que á medida que el hombrees más virtuoso es más libre, y viceversa,y nosotros creemos que está en lo cierto:el hombre verdaderamente honrado, quedomina sus pasiones, que tiene fuerza devoluntad suficiente y entendimiento sanopara comprender las consecuencias de to-dos sus actos, acostumbrado á obrar bajola acción de estas influencias, es induda-ble que, en presencia de dos caminos quese le presenten á su elección para llegar á

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un punto determinado, tendrá la sereni-dad de juicio suficiente, la libertad moralbastante para escoger aquel que le aco-mode; por el contrario, el golfo nacido enel arroyo, que acaso lleva en su sangregérmenes del alcoholismo ó del crimen,sin educación de ningún género, viviendosiempre en lupanares, acostumbrado á veral compañero ó al amigo entrar ó salir dela cárcel con la misma tranquilidad queun burgués entra ó sale de un teatro, sinnoción alguna religiosa, escuálido de ros-tro, raquítico de cuerpo, enteco de enten-dimiento, indiferente á los sentimientosnobles y generosos, ¿es extraño que seatambién torpe de voluntad? La sana in-teligencia es la condición primera en lalibertad de querer; el dominio de las pa-siones, la circunstancia concomitante en lalibertad de obrar.

Fijémonos ahora brevísimamente en loque dicen Bernard y Zola respecto á estepunto.

Ambos sostienen que hay verdaderadistinción entre ser fatalista y ser deter-

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minista, y al definir el determinismo,dice el sabio autor de la Fisiología experi-mental, que es la causa próxima, y deter-minante de los fenómenos. Prescindiendode que esta definición sea buena ó mala, yfijándonos solamente en su significado,no podemos menos de encontrar entre esteconcepto y el del fatalismo una distincióncaprichosa y arbitraria; la causa que in-forma y determina el fenómeno, segúnellos, es la próxima, la inmediata; ¿perocómo se conoce en algunas ocasiones, ycómo se distingue de las demás causasprimeras ó coexistentes esta causa pró-xima? ¿No es lógico suponer que, si eldeterminismo impera en la causa próxima,sobre ésta á su vez haya influido la ante-rior, y así sucesivamente hasta llegar álas causas primeras eficientes y trascen-dentales que nacen de la esencia mismade la cosa? Pues si esto es cierto, llámensefatalistas y atrévanse á sostener la depen-dencia y concatenación de todas las cau-sas y de todos los efectos correspondien-tes basta llegar al fenómeno, pues de lo

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contrario sólo harán una pueril distinciónsin sólido fundamento filosófico ni cien-tífico.

Dicen los escritores citados que el fa-talismo supone la manifestación necesariade un fenómeno independiente de sus con-diciones, mientras que el determinismo esla condición necesaria de un fenómenocuya manifestación no es forzada. 0 yo noentiendo esto, ó es un solemne disparate;porque ¿ cómo se va á dar un fenómenoindependientemente de sus condiciones?¿ Qué es precisamente lo que caracteriza áun fenómeno, lo que le distingue de losdemás, sino sus condiciones propias y pe-culiares? ¿ Acaso en los hechos y actosque nosotros creemos libres no concurrensiempre sus condiciones?

Y con respecto al determinismo, afir-man también que éste es la condición ne-cesaria de un fenómeno cuya manifesta-ción no es forzada..... Si esta manifestaciónno es forzada, no existe determinismo; y sihay determinismo esta manifestación tieneque ser forzada precisamente por las con-

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diciones que le determinan. Muchas razo-nes y muchos argumentos pudiéramosaducir aquí para demostrar que esta dis-tinción entre fatalismo y determinismo espuramente quimérica en la realidad, y se-ñaladamente para sostener que el deter-minismo físico que impele á la piedra lan-zada al aire á caer al centro de la tierrapor la ley fatal de la gravedad, es com-pletamente distinto del motivo, acaso, irre-sistible, á que obedece un acto humano.Cualquier hombre de buen juicio adivi-nará todas las razones que abonan estadiferencia, y que los antropólogos y nove-listas naturalitas tratan de identificar.En el Tratarlo de Psicoloyía del Sr. Eli-zalde he encontrado perfectamente con-cretada la manera de pensar de la verda-dera filosofía espiritualista respecto á estepunto, con la cual filosofía estoy comple-tamente de acuerdo. (La filosofía cristianaha sostenido constantemente que, aunquesean necesarios para la realización de losfenómenos de la vida sensitiva é intelec-tiva del hombre ciertos antecedentes ma-

lo

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teriales, éstos no son siempre determinan-tes; es decir, que de ellos solos no se si-gue siempre fatal é irresistiblemente laproducción de tales hechos.)) ¿Es que estamanifestación niega los poderosos estímu-los intrínsecos ó extrínsecos que puedenconducir al delincuente á ejecutar el de-lito?

De ninguna manera. Queda, pues, elcampo abierto á los psicólogos, antropó-logos, criminalistas y aun á los novelistas(si fuera su terreno), para sus estudios delas leyes, motivos ó estímulos (no fatalesni determinantes) de la criminalidad y detodas las demás llagas sociales, para locual no es necesario ser fatalista, ni deter-minista, ni positivista.

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CAPÍTULO VIII.

LA HERENCIA Y EL MEDIO.

Otro axioma indiscutible para los an-tropólogos y novelistas naturalistas, es ladirecta influencia sobre el individuo de laherencia y del medio ambiente.

Que aquélla tiene su parte en la manerade ser física ó moral de cada uno, creo quenadie se atreverá á negarlo : ahora bien;que sea su influjo tan eficaz y poderosoque por sí determine la manera de obrardel individuo indefectiblemente, esto, quees lo que los mencionados autores defien-den, es completamente inexacto.

Pueden considerarse á estos dos factorescomo los predisponentes del determinismo.En efecto, en ellos se fundan las primeras

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observaciones de todo investigador, y se-ñaladamente el alienista, el criminólogo,el sociólogo y aun el literato naturalistabuscan la primera causa; la ley inexorableque ha de regir á los hechos.

Con respecto al medio ambiente fácil esdemostrar que tiene mucha importanciapara la vida física, pero señaladamentepara la yida moral.

Con objeto de procurar toda la claridadposible, vamos á hacer algunas distin-ciones.

En cuanto á la herencia, es necesarioconsiderar este factor fisiológica y psíqui-camente. Fisiológicamente considerada,debe referirse á aquellos signos heredados,puramente materiales ó corporales que, ensentir de los modernos antropólogos, tantaacción tienen en el temperamento criminal,.y que son los constitutivos por ende de lasverdaderas anomalías físicas, gr. las'7

orejas de asa, senos frontales desarrolla-dos, la mayor frecuencia de las suturasmedio-frontales, la fosa occipital mediana,gran desarrollo de mandíbulas y de los ar-

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,1^

-1.49-cos cigomáticos, el prognatismo, etc., etc.;en suma, los caracteres impropiamentellamados antropológicos.

Psíquicamente considerada la herencia,debe atribuirse á aquellos instintos, pa-siones y motivos que, ora directamente,ora en forma atávica, hereda el hijo de susantepasados, y que, naturalmente, le pre-disponen áí, continuar el camino del vicioó del crimen que emprendieron y siguensus padres. La herencia, en concreto, cons-tituye el elemento interno, la causa ó leyintrínseca que estimula al desgraciado quese halla bajo su acción (cuando ésta es ma-lévola) al vicio ó al crimen.

Los nuevos naturalistas de la literaturay de la ciencia penal dan tanta importan-cia á este factor, que para ellos es el úni-camente esencial y la verdadera fuerza mo-triz de la rueda del determinismo. En laherencia encuentran los antropólogos losmoldes donde se ha de vaciar la comple-xión criminal del delincuente nato , y losnovelistas cuidan muy bien de aplicar yaprovechar esta manera de ser hereditaria

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en los personajes de sus novelas. Claro esque este modo fatal de concebir los desti-nos humanos; el empeño de hacer aparecercomo desgraciados irresponsables á los se-res más abyectos y rebajados; el afán decargar el mochuelo á la Naturaleza, ate-nuando todo lo posible, y aun eximiendode toda clase de culpa al foragido bandido

al sanguinario asesino, había de ser pastode acerada crítica y aun de desprecio paraalgunos penalistas y literatos ; pero, sinembargo, y poniendo las cosas en su pun-to , justo es confesar que aun sin necesi-dad de estudiar profundamente Fisiologíani Antropología, y aun sin ahondar en elu-cubraciones científicas de ningún género,existe de hecho, y no puede negarse, ciertaherencia en determinadas aptitudes físicasy psíquicas, y en determinadas inclinacio-nes y aun pasiones. Pues qué otra cosason las tendencias hereditarias que hábitosadquiridos, corno diría Guyau ? Y si sonhábitos, ciertamente denotan la repeticióncontinuada de actos que han venido verificándose en muchas generaciones anterio-

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res. Los grandes criminales casi siemprecuentan en la historia de sus padres ano-malías verdaderamente dignas de tenerseen cuenta. ¡Es tan extraño el crimen, queapenas se concibe en una persona bienequilibrada y sana!, dice el ilustre Escu-den, hablándonos del veterinario de Sueca,un criminal epiléptico que contaba entresus progenitores á verdaderos locos. Elcélebre Morillo, de quien también nos ha-bla el citado alienista, era hijo de un epi-léptico; y en cuanto al famoso cura Ga-leote, copiemos aquí las mismas palabrasdel perito. ((Cuatro generaciones de la fa-milia de D. Cayetano Galeote y Cotilla handesfilado ante mis ojos, y aun hasta laquinta be podido estudiar, quedando ma-ravillado al contemplar la inmutable leyde la herencia, fatalmente cumplida en 163parientes del procesado, de los cuales hanmuerto 97 y quedan vivos 66. Cotillas yGaleotes han aportado cada uno al fondocomún los gérmenes constitutivos de susdiátesis neuropáticas, y juntándose cornodos ríos en un solo lecho, al mezclar sus

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sangres han transmitido á sus descendien-tes, difundida en sus venas, la herencianerviosa que los distingue.»

Aunque por el prisma que mira estascosas el alienista haya apasionado fervorhacia ciertas teorías médicas, y las deduc-ciones de los hechos pudieran aparecerexageradas, es lo cierto que en el fondo, ysin necesidad de incurrir en doctrinas ma-terialistas, puede y debe creerse evidentela influencia de la herencia en estos céle-bres criminales españoles. Muchos casoscomo el precedente pudiera yo citar entrecriminales extranjeros, demostrando elinflujo de la herencia, pues para ello notendría más que apuntar aquí los nom-bres de muchos asesinos y ladrones quetodo el mundo ha oído nombrar; perohe preferido citar estos nombres españo-les, y de buena gana añadiría algún otroque por respeto á la • desgracia no cito,y he procurado fijarme en la locura here-ditaria, porque en cuanto á las personascitadas todo el mundo las ha conocidoó á oído hablar mucho de ellas, y en

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cuanto á la enfermedad es en sí tan com-pleta y contribuyen á su desarrollo ele-mentos tan heterogéneos, unos fisiológicosy otros psíquicos, que me relevan de ponermás ejemplos por estar en este solo com-prendida la verdad de la influencia en quenosotros creemos.

Pero lo cortés no quita á lo valiente,dice el adagio castellano ; y el creer en laherencia como en causa predisponentepara el delito en determinadas condicio-nes no es óbice para afirmar que en la ma-yor parte de los casos este influjo puedeser anulado por verdaderos reactivos queneutralicen y venzan su fuerza expansiva.Como reactivos morales, dicho se estáque nosotros encontramos suma eficaciaen la religión, en la moral , etc., y concre-tamente en la educación, y esto nos llevaá tratar del medio ambiente, en cuyo con-cepto procuraremos hacer también la dis-tinción debida para su mejor explicación.

Laméntase Guyau con razón, en su obraLa Educación y la Herencia, de lo pocoacordes que andan los sociólogos respecto

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de la virtud de la educación como mediode contrarrestar las influencias heredita-rias; y, en efecto, hay quien dice que laeducación lo puede todo, y hay quien afir-ma que no puede nada. No ya existe estadiscrepancia entre los antropólogos crimi-nalistas que corno verdaderos sociólogosdeben ser considerados, sino aun entre losnovelistas naturalistas, los que por endepretenden usar los mismos procedimientos.

Mientras Zola niega por completo á laeducación todo género de beligerancia enlas relaciones del ambiente con el indivi-duo, afirma Flaubert que la vida debe seruna educación incesante, que es precisoaprender todo, desde hablar hasta morir.

Sé que alguno me presentará una obje-ción con respecto á la afirmación mía dela disparidad de criterio entre los antro-pólogos, pues, al parecer, niegan en abso-luto el poder de esta facultad aun paramitigar la acción de la herencia; pero, encambio, en muchos pasajes de sus obrasno pueden menos de conceder que el indi-viduo que se halla dotado de todas las co-

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modidades, con todas las necesidades cu-biertas y en trato con yente honrada, pro-bablemente, aunque tenga dentro de sígermenes de criminalidad, éstos no apare-cerán: indudablemente que en esta afirma-ción se reconoce implícitamente la acciónde la educación.

Ferri distingue tres clases de educación:la física, intelectual y moral; con respectoá la primera, cree que puede alcanzar unalto grado, puesto que son conocidos losórganos que se tratan de mejorar, y señalalas ventajas de la gimnástica y la higiene.

En el orden intelectual resulta, según él,menor la eficacia educativa, porque sonmenos conocidos la constitución íntima yel funcionalismo del órgano pensante. Citacomo argumento lo que sucede en un niñode escasa capacidad, y afirma que no hayfuerza pedagógica que en cinco, diez, vein-te años pueda deshacer el trabajo acumu-lado en aquel organismo durante tantossiglos.

En el orden moral niega completamentela eficacia de la educación; dice que, aun-

t.,

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que en parte pueda ser verdad que la faltade educación llegue á extraviar al indivi-duo, no es cierta la reciproca; es decir,que la educación puede mejorar el carác-ter moral: en una familia, de cuatro ó cincohijos, dice, todos ellos edticanse con el mis-mo afán y en los mismos medios; sin em-bargo, tres ó cuatro son más ó menos bue-nos, mientras que uno sale indisciplinado,holgazán é incorregible. El motivo de estaineficacia, lo achaca Ferri al desconoci-miento que tenemos del lugar del asientoorgánico y del funcionalismo de las pasio-nes humanas, y concluye esta parte de suobra Xuevos estztdios de Antropología cri-minal procurando demostrar que la bon-dad ó malicia, la honradez ó criminalidad,son resultado directo de anomalías orgá-nicas, y que, por consiguiente, la educaciónes un mito en sus aplicaciones.

Pretenden acudir los positivistas á la ob-servación y á la experiencia para demos-trar sus asertos, y, sin embargo, son tanciegos, por lo menos en este asunto, queno ven lo que aquella observación y esta

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experiencia demuestran. Porque no ya porel conocimiento que tenemos reflexionandosobre nosotros mismos, sino precisamentepor lo que en el mundo vemos todos losdías, no podemos menos de afirmar rotundamente que la educación ejerce influen-cia tal sobre el sujeto que casi puede de-cirse que es la base principal de la conduc-ta de cada uno.

«El que lleva dentro dé sí el germen delmal, dicen los positivistas, tarde ó tem-prano lo mostrará en un hecho criminal,y toda educación para él sería inútil. Nohay más que girar una visita de inspec-ción por esas cárceles para convencersede los sentimientos innatos que abriganlos criminales, la ineficacia de todo conse-jo, de todo acto encaminado á procurarsu regeneración, la ausencia de todo re-mordimiento, la tranquilidad más octa-viana, la escasez de arrepentidos, etcé-tera, etc.» Yo también por mis aficiones,ó por el cumplimiento de mi deber comoabogado, he observado de cerca y sigo ob-servando á algunos criminales soeces, in--

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pasibles ante las ideas de nobleza y bon-dad, desagradecidos y egoístas en extremo;pero siempre he encontrado en su historiay su manera de ser actual el descuido másgrande en cuanto á la educación más ele-mental se refiere. Defendí el año pasadoá un sujeto reincidente en el delito dehurto nueve veces ( conste que no tienetipo criminal), cuya historia contaría yogustoso á Ferri, Lombroso y compañía,para demostrarles cómo aquel hombre,bien dirigido y bien educado, hubiera po-dido llegar á ser un miembro útil de lasociedad.

Pero no hay más que fijarse un poco, yprocurar desentrañar las razones que alegael profesor de la Universidad del Siena,para convencerse de lo fácil que es retor-cerle sus argumentos para demostrar pre-cisamente lo contrario de lo que él se pro-pone; porque para mí tengo por evidenteque, por escasa capacidad intelectual quetenga un niño, al cabo de los años queseñala Ferri para su educación puedeconseguirse de él, si no precisamente un

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talento , por lo menos un hombre mediana-mente ilustrado en aquello á que se dedi-que; creo yo que para ser un buen abogado,un buen médico ó un ingeniero notablese necesita desde luego tener algo dentro,

eso que se llama vulgarmente disposición,la cual disposición, con el estudio (me-dio principal de la educación intelectual),forma al hombre notable en cualquier arteó ciencia; pero para conseguir que un niñoaprenda á leer y escribir, sepa los rudi-mentos de la Gramática y de la Aritmética,Geografía é Historia ; que luego, al llegará los diez años, se amplifiquen estos estu-dios con otros relativamente más comple-jos, aunque absolutamente sencillos; y, porúltimo, bien en el comercio , ora en unaindustria ó profesión cualquiera , sea unhombre el día de mañana útil é instruidolo suficiente para hacer un papel digno,no se necesita acudir al milagro, ni muchomenos decir que esto no se conseguirá nien veinte años de esfuerzos cuando el niñono sea apto para el estudio. La aptitudpara aprender, teniendo sano el organismo

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y las facultades mentales, tendrá sus gra-dos, pero siempre existe en el sér racional.

De cien niños que se eduquen é instruyan en un buen colegio, me atrevería áasegurar que noventa y ocho, á los diezaños de ingresar sin instrucción ninguna,salían bachilleres.

Para demostrar que la educación no• puede mejorar el carácter moral hemos

visto que el autor á quien aludirnos cita-el caso de que en una familia, de cuatro ócinco muchachos buenos y obedientes,puede salir una indisciplinado, holgazán óincorregible. Lo primero ,que se ocurrepreguntar es qué se entiende en este casopor holgazán é incorregible; porque si portal se tiene al niño desaplicado, enredador,díscolo, etc., sin ulteriores consecuencias,en verdad no merece que en ello se fijasequien, después de todo, trata de hacer conéste un argumento en favor de la fatali-dad de la herencia; y si esa holgazanería yesa incorregibilidad ha de traspasar los lí-mites de la infancia y han de ser las notasy señales del criminal, resulta todavía más

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ridículo el eterno prejuicio de querer en-contrar criminales y carácteres delincuen-,tes en todas partes.

Vemos, pues, que, por más que se empe-ñen en negar los fueros á la educación, nopueden demostrar su nulidad, porque elconsentimiento universal de los hombres,la reflexión sobre nosotros mismos, y aunla observación y experiencia, fuente única.de verdad según ellos, proclaman muy.alto la eficacia de la educación en el sérjoven, como medio principal de que éstecumpla honestamente su fin.

Guyau, que desde luego cree, como hedicho arriba, en la eficacia de la educación,pretende ingeniosamente demostrar queésta es un cómputo de sugestiones coor-dinadas y relacionadas; y esto, que á pri-mera vista parecerá una frase más ó me-nos ingeniosa, lo. demuestra él en su obracitada De la Edueacióil y la iferencia, yyo lo traigo aquí á colación porque, á másde no ser sospechoso el autor, demuestra,por un medio que los positivistas no de-jarán de reconocer, que es científico á su

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manera. No hay necesidad de repetir queen las mismas razones que aducen los an-tropólogos criminalistas abundan los teo-rizantes de la literatura naturalista en loque respecta á la educación; lo que sucedees que en la práctica, en muchas de susnovelas, procuran rodear á sus personajescriminales de tal atmósfera, y ponen tantoempeño en hacer resaltar su educación vi-ciosa, que lo que lógicamente se desprendede tales obras, más bien que el influjo dela herencia, es el malsano hálito de la edu-cación. No quiero fijarme en el ejemploque Nana recibe de sus padres, ni en otrosejemplos, porque hay casos á millares quedemuestran nuestro aserto. Y no se ex-plica esto perfectamente, dado el gran ar-senal de datos y detalles que en la vida ycostumbres de los personajes encuentransiempre los novelistas?

No nos compete aquí hablar del medioambiente físico, pues el estudio del clima,temperatura, etc., poco ó nada interesa ánuestro objeto por varias razones, entreotras porque los novelistas no hacen hin-

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capié en él; en cuanto á los demás fac-tores sociales, entre los cuales claro es quequeda incluída la educación, tampoco ofre-cen gran interés para nuestro objeto.

Cerremos este capítulo afirmando unavez más que criminólogos y literatos na-turalistas, aunque en teoría admiten elpoderoso influjo de la herencia y rechazanel de la educación, en la práctica no pue-den menos de mermar aquél y dar más im-portancia á éste, señaladamente los nove-listas, que, como artistas que son, procuranencontrar resortes artísticos en la descrip-ción y enumeración del carácter, costum-bres y manera de ser de sus personajes.

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CAPÍTULO IX.

EL DOCUMENTO HUMANO.

Los resultados de la observación y ex-periencia traducidos en una obra escrita,constituyen una clase de documentos hu-manos.

Un trozo de historia, una semblanzabien hecha, una biografía completa, servi-rán á veces, y con determinadas condi-ciones, al sabio para deducir el carácterfisiológico ó psíquico de un individuo cual-quiera. Los novelistas naturalistas pre-tenden que sus novelas tengan esta efica-cia en absoluto, y aquí no podemos menosde salirles al paso con una distinción ne-cesaria para poner las cosas en su punto.Si la palabra documento humano se toma

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en sentido genérico, y se entiende por taltoda aquella investigación ó exposición deun hecho, de un carácter, de una persona-lidad que, tomada de la realidad, se pre-senta en la novela ataviada con las galasde la retórica, con ayuda de la intuición yaun idealizada á veces por la inspiración,entonces nada tendremos que objetar; an-tes al contrario nos agradará, dados nues-tros gustos literarios, admirar en aquelhecho, en aquel carácter ó en aquella per-sonalidad la realidad viva, palpitante; en-contraremos como uno de los méritos in-discutibles del artista el saber reproducirfielmente lo real y, sobre todo, el presen-tar la verdad vaciada en los moldes ar-tísticos formados por los caracteres quedistinguen á aquel concepto de idealiza-ción de que hablábamos al principio. Eneste sentido admitimos el documento hu-mano artístico en la novela. Á un autorde este género se le podrá decir que in-venta una situación, una escena, un moti-vo; nunca podrá decírsele que sus perso-najes no son hombres, sino maniquíes, y

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que las pasiones que retrata y las virtudesque pretende analizar no son humanas;añadiendo á esto el debido claroscuro quenos parece, si no esencial, muy impor-tante, referente al cómputo entre los viciosy virtudes reales, .como protesta viva con-tra el pesimismo excesivo de muchos na-turalistas, que todo lo ven por el prismanegro del crimen ó de la pasión bastarda,podríamos señalar nuestra opinión con res-pecto á este punto si fuera aquí ocasiónde ampliarla y especificarla.

Pero los novelistas naturalistas no secontentan con esto ; pretenden que susobras sean verdaderos documentos huma-nos de tal eficacia y trascendencia , cornoantes hacíamos notar, que sus novelas ten-gan la misma virtualidad que un informemédico ó que una lección puramente cien-tífica; contra esta opinión , indudable-mente lógica dada la premisa de hacer ydeclarar ciencia á la Literatura basada enla observación y en la experiencia, es con-tra la que nosotros protestamos. «Dad áDios lo que es de Dios, y al César lo que

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es del César» ; y parafraseando esta má-xima de Jesucristo, pudiéramos nosotrosdecir: «Dad al artista lo que es suyo, perodejad al científico sin entrometerse en sucampo.»

Pero no es lo malo que el apóstol de laliteratura naturalista, Emilio Zola, pre-gone semejante doctrina allí donde hayaalguien que le oiga, y se retuerza furiosocontra aquellos que, segun él. dice, no leentienden, sino que hasta el mismo Lom-broso se atreva á decir en serio que la An-tropología criminal está más adelantadaen la Literatura que en la Ciencia. Tengopara mí por cierto que Garofalo y Ferri,mucho más científicos y filósofos que elprofesor de Turín, no opinan de esta ma-nera.

El antropólogo italiano, que tanto re-caba para su ciencia los fueros de la verdadmás estricta, prostituye su fin y su pro-cedimiento y sus medios, atreviéndose áconsiderar á la novela naturalista comoverdadero documento' humano, científico,y, en el caso concreto de la Antropología

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criminal, como documento jurídico. ¿Noadmite Zola, en sus innumerables contra-dicciones, la intuición como medio parallenar los intersticios de los hechos ver-daderos? Pues entonces , cómo va áservir de documento jurídico aquello enque la imaginación juega tan importantepapel? Ay de la Antropología criminalsi no tuviera otras fuentes más verídicasde donde tomar sus investigaciones:

Y téngase en cuenta, además, que loque sucede es lo contrario; es decir, quela novela naturalista toma precisamentede la Antropología criminal los datos quele son necesarios; de donde resulta una con-fusión espantosa y una verdadera anar-quía en esta materia.

Mas lo que menos comprendo, lo queverdaderamente merece nuestra atención,es el desorden con que Lombroso barajalos nombres de literatos y novelas, y elcaos que reina en su Estudio de la Antro-pología criminal en la Literatura.

El gran genio Shakespeare no se librade la monomanía de Lombroso de buscar

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en la literatura argumentos para defendersus teorías antropológicas, y junto á élfiguran novelistas de tan distintos proce- •dimientos y de tan diversa naturalezacomo Dostoyusky, Zola, Daudet, Bour-get, etc etc• 5 •

Yo, en mi afán de distinguir, haríagustoso una clasificación para que pudié-ramos entendernos mejor, advirtiendo queen ella sólo incluiría á los autores y no-velas citados por Lombroso.

Partiendo de esta base, en primer lu-gar pondría al gran genio inglés solo yCínico.

En el lugar segundo, al Dostoyusky deLa Casa (le los Muertos y de La Noveladel Presidio, distinto del Dostoyusky deCrimen y castigo, y mucho más de Zola,Daudet, etc.

•En la tercera clase incluiría á los nove-listas Zola, Daudet, Balzac, Flaubert, etc.,haciendo una subdivisión, y colocando enel primer extremo al teorizante del na-turalismo que pudiérase llamar natura-lista novelista activo, y en el segundo á

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los que pudiéramos llamar asivos, Daudet,Flaubert, etc.

Desde luego, bajo ningún aspecto lite-rario puede Shakespeare colocarse al ladode Zola, así como tampoco bajo el con-cepto de los antropólogos; porque, quétiene que ver que Shakespeare nos pre-sente criminales y locos á los que nadieles ha puesto pero, según frase del mismoLombroso, para deducir que esos crimi-nales y esos locos constituyen modelosverdaderos de locura ó delincuencia conarreglo á las leyes antropológicas ? Lalocura simulada de Hamlet estaría per-fectamente delineada y caracterizada aun-que no hubiera venido al mundo ningúnantropólogo, porque el realismo del grangenio es el que propiamente correspondeá las obras artísticas, imperecederas y eter-nas. A cuántas consideraciones se prestanestas ideas, y cuántas consecuencias sepueden deducir de ellas que seguramenteno abonarían la manera de pensar de Zolani de Lombroso en cuanto al particular serefiere! Pero por ahora, y dada la índole

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- 1 2 -de este libro, no podemos entrar en másdisquisiciones.

La Casa de los Muertos y La .roerladel Presidio no son novelas ni cosa pare-cida: son narraciones fidedignas (al pare-cer) de la vida de los penados en Rusia, y,por consiguiente, no se deben involucrarcon las novelas propiamente dichas, por-que para mí tengo que estas dos obras sípueden considerarse como documentos ju-rídicos en cuanto relatan la vida y cos-tumbres de los presidiarios por un testigopresencial, y, por tanto, puede dárseles elvalor de la prueba testifical.

Dice Dostoyuski: « todos los dete-nidos eran tétricos, envidiosos, terrible-mente vanos, presumidos, quisquillosos y

formalistas con exceso La vanidad re.saltaba en primer término..... sin la me-nor señal de vergiienza é) arrepentimien-to, etc., etc.» Perfectamente; demos á es-tas obras el carácter dicho, y teniendo encuenta, como es natural, la posici(5n delobservador ante aquel cuadro, saquemosluego las consecuencias en cuanto al ca-

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rácter y manera de ser del deportado ruso,en lo que nos pueda servir para el aspectojurídico. Repito aquí que no quiero pe-netrar en la crítica y relación de estosdocumentos humanos en cuanto á los datosque puedan aportar á la Antropología:eso lo haré en próxima ocasión.

Varias obras cita el profesor de Turínde Lola, Daudet, etc., queriendo demos-trar su influencia antropológica.

En los personajes del Jack de Daudetpretende encontrar una tribu de ratas(alocados), cuando yo los llamaría sim-plemente ilusos. En La . fortuna (le los Rou-gon y en' Germinal cree ver la influenciade los criminales y de los locos en las re-beliones, y en La Bestia Humana, en cuyoanálisis se detiene, encuentra un vastocampo donde confrontar sus ideas y dedonde sacar importantes consecuencias.

Prométome, si el tiempo ó fuerza ma-yor no lo impide, echar yo también micuarto á espadas haciendo un análisis,algo así, si no fuese demasiada presun-ción el decirlo, como una detenida rirísec-

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ción en las principales novelas naturalis-tas, para demostrar mi tesis principal alemprender este trabajo; es decir, que lasnovelas, sean como sean, ni ninguna obrapropiamente artística, puede proporcionará la ciencia jurídica un conjunto de ver-dades incontestables que puedan tener elcarácter propio de documento humanocientífico.

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ÍNDICE.

Capítulos. Páginas.

AL QUE LEYERE 5INTRODUCCIÓN. 7

f. Invasión positivo-naturalista 25II. Concepto clásico del arte y de la Cien

cia 47III. Concepto novísimo experimental del

arte y de la Ciencia. IV. Relaciones entre la escuela antropoló-

gico-positivista criminal y la novelanaturalista: procedimientos 83

V. Método científico experimental: gene-ralidades. 99

VI. El método experimental en la Antro-pología criminal y en la novela natu-ralista 113

VII. El determinismo 3VIII. La herencia y el medio 11473

IX. El documento humano. 1135

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