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LAS ENIGMÁTICAS TORTUGAS BAULA Freddy Pacheco, Ph.D. Catedrático Universidad Nacional Heredia, Costa Rica Marzo 2008

La enigmáticas tortugas baula

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Freddy Pacheco, Ph.D. escribe sobre las tortugas baula.

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LAS ENIGMÁTICAS

TORTUGAS

BAULA

Freddy Pacheco, Ph.D.

Catedrático

Universidad Nacional

Heredia, Costa Rica Marzo 2008

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LAS ENIGMÁTICAS TORTUGAS BAULA Dr. Freddy Pacheco*

Introducción El estudio de las tortugas baula (caná en Colombia; laúd en México y otros

lugares; leatherback en países de habla inglesa) siempre conduce hacia una

especie de mundo misterioso. No han bastado los recursos financieros y

humanos dedicados a conocerlas como para poder concluir con certeza que se

han revelado sus secretos y que, a partir de ese conocimiento, se pueden

emitir medidas de conservación con las cuales enfrentar las amenazas que

indubitablemente las afecta. Las baulas (Dermochelys coriacea coriacea,

Orden Testudines, Familia Dermochelyidae) son literalmente enigmáticas. Sus

secretos, muy bien guardados, son parte de su extraordinario poder de

supervivencia. Contemporáneas de los grandes reptiles símbolos de lo que se

ha llamado “Era de los Dinosaurios”, sobrevivieron a los cataclismos que

acabaron con ellos y las características diagnósticas de su especie han

permanecido casi invariables desde hace unos 100 millones de años. Entre

más se les estudia, se tiene la percepción que menos se conoce de ellas.

Poco se comprenden los mecanismos homeostáticos que les permiten

frecuentar aguas heladas de las grandes latitudes o de grandes profundidades

del mar, así como de la regulación de sus ritmos cardíacos y otros aspectos

metabólicos necesarios para enfrentar exitosamente las condiciones extremas

de los fondos marinos. Aunque al igual que otros reptiles, tienen un mecanismo

de definición del sexo determinado por la temperatura de incubación de sus

_______________________________________________________________

* Ph.D. Catedrático. Profesor de “Planes de Manejo y Estudios de Impacto Ambiental”. Escuela de Ciencias Biológicas. Universidad Nacional. Costa Rica Dirección correo electrónico: [email protected] Marzo, 2008

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huevos, todavía se discute acerca de su estrategia de depositar sus huevos en

lugares de las playas que, para algunos, pueden verse afectados por la

humedad de las mareas altas. O acerca de las características estructurales

preferidas de la arena en los sitios escogidos para excavar sus nidos, los que

además se caracterizan por la presencia de un porcentaje alto de huevos

infértiles, que conllevan un aparente desperdicio energético que, según los

principios básicos de las teorías de la evolución orgánica, obviamente no lo es.

Pero hoy, después de unos 100 millones de años de superar retos planetarios

inimaginables, el Homo sapiens, está acabando con esa especie. En agosto del

2002, un numeroso grupo de científicos y organizaciones internacionales

diversas, suscribimos un “Llamado Internacional por una Moratoria en el Uso

de Palangres y Redes Agalleras en el Océano Pacífico” en que se afirma que

“La tortuga baula se encuentra en la cima de la lista de especies que están

siendo llevadas hacia el borde de las extinción debido a los efectos de la pesca

industrial global”, en vista de que “Miles de baulas del Pacífico están siendo

atrapadas incidentalmente y matadas por las largas cuerdas con anzuelos y

redes que son lanzadas sobre todos los océanos…”

(www.una.ac.cr/campus/ediciones/otros/tortugas.pdf).

Situación global que ha repercutido en Costa Rica en virtud de que en ambos

litorales del país, se encuentran reconocidos hábitats de anidación para esas y

otras tortugas marinas, siendo el Parque Nacional Marino Las Baulas de

Guanacaste, una de las pocas playas latinoamericanas del océano Pacífico, a

la cual todavía llegan, aunque en números que vaticinan, lamentablemente, su

pronta extinción (Spotila et al, 2000). De esa realidad se ha planteado como un

dilema (Pacheco, 2004) cuál camino a seguir en pro de su conservación,

tomando en consideración que la protección de los sitios de desove en Costa

Rica, al no contar con un adecuado y enérgico complemento de protección en

contra de la pesca incidental, ha tenido resultados desastrosos para la especie.

De las aproximadas 1600 tortugas que anidaban en las playas del Parque

Nacional citado hace tan solo 15 años, hoy raramente llega un centenar por

temporada de anidación.

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En el litoral Caribe costarricense, en un sitio frecuentado por muchas personas

que no constituye un parque nacional, como es la desembocadura del río

Parismina, se reciben anualmente unas 300 tortugas (La Nación, 18 de marzo

del 2008), reflejo quizá de la menor intensidad pesquera en el Caribe y el

océano Atlántico en regiones que guardan sus fuentes alimenticias.

Situaciones como las descritas por Leslie et al. (1996) en que un 33,3% del

total de nidos estudiados en 1991 fueron destruidos por perros en el Parque

Nacional Tortuguero evidencian, por lo menos para el Caribe, el daño que años

atrás sufrían las tortugas baula en esa importante playa, más conocida por la

presencia de tortugas verde (Chelonia mydas). Superada esa situación, y

disminuida considerablemente la caza de tortugas verde en la vecina

Nicaragua, hoy la población se encuentra en muy buenas condiciones. En

cuanto al tamaño de las poblaciones de baulas que desovan a lo largo de la

costa caribeña costarricense, se le considera la segunda playa en importancia

y en pocos años quizá se hablará de la costa Caribe costarricense como la más

importante a nivel nacional.

En términos generales se desconocen muchas particularidades propias de las

baulas. Pese a los muchos estudios, todavía se desconoce qué hacen y hacia

dónde se dirigen a los pocos días de su nacimiento. El por qué de su peculiar

dieta, su regulación osmótica y los mecanismos homeostáticos que les

permiten frecuentar ambientes extremos en los océanos del mundo. Su

capacidad adaptativa excepcional expresada en una menor fidelidad a las

playas de anidación, si se les compara con otras especies de tortugas marinas.

La manera en que logran determinar la adecuada relación entre machos y

hembras para cada población y las consecuencias que podría estar teniendo la

reproducción en viveros manejados empíricamente. Cuán longevas son y el

por qué las diferencias de tamaño entre las baulas de los océanos Atlántico y

Pacífico. El por qué algunos machos acompañan a las hembras hasta las

regiones en que se encuentran los sitios de anidación, si se ha logrado

determinar que prácticamente llegan a ellos muchos días después de haber

sido fecundadas.

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En fin, los enigmas de las baulas son muchos y los esfuerzos por escudriñar en

su historia natural siguen siendo escasos. Por ello hemos querido revisar

cuidadosamente decenas de publicaciones en que se describen

investigaciones realizadas en el Parque Nacional Marino Las Baulas de

Guanacaste, Costa Rica, principalmente por estudiantes y académicos

extranjeros, en que se destaca la participación del doctor James R. Spotila,

presidente de The Leatherback Trust. Revisión que se hace con el objetivo de

dar a conocer, más ampliamente, algunas especificidades que podrían ayudar

a la toma de decisiones nacionales relacionadas con el futuro de las

poblaciones de baulas en el parque nacional, el área terrestre vecina y el resto

del litoral latinoamericano.

Revisión que se hace también para satisfacer curiosidades académicas de un

biólogo vinculado indirectamente y por varios años, en la toma de decisiones

relacionadas con uno de los parques nacionales que las protege en la vertiente

del Pacífico costarricense donde, precisamente, personas que las dicen

proteger han promovido campañas de desinformación que hoy tienen al

Gobierno de la República ante un dilema a resolver, tal y como fue expresado

en una publicación anterior de este autor (Pacheco, 2004). Debido a que del

plano científico el tema ha trascendido a la opinión pública, sin que los

habitantes cuenten con información fidedigna basada en fuentes caracterizadas

por la rigurosidad científica formal, se ha acogido esta tarea como una

colaboración en la labor de enfrentar esa desinformación. Y se hace

asimismo, para responder expresiones descalificadotas de parte de los que,

fieles a intereses no confesos, se manifiestan abierta o veladamente en contra

de un instrumento reglamentario emitido por un gobierno local, que tiene en su

jurisdicción política y geográfica la responsabilidad de promover el desarrollo

sostenible de su comunidad.

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Información inadecuada

En primera instancia, creemos que inadecuada, es la palabra que mejor define

la calidad de información que brindan las observaciones que se difunden en la

literatura relacionada con los factores que afectan las poblaciones de tortugas

marinas que desovan en playas costarricenses y otros países. Sin embargo,

aunque esa información es inadecuada se promueven acciones relacionadas

con el estado de sus poblaciones que, por su trascendencia, deberían

sustentarse en documentación científica calificada.

El Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste, que protege las playas

de anidación y eclosión de una importante población de tortugas baula del

océano Pacífico, y que forma parte del Sistema Nacional de Áreas de

Conservación -Sinac- del Ministerio del Ambiente y Energía, ha estado,

prácticamente desde su creación, sometido a la influencia de un grupo de

investigadores estadounidenses que no solo ha contado con este “laboratorio

natural” casi a su exclusiva disposición, sino que ha inducido a autoridades del

Ministerio citado a tomar decisiones que han comprometido la independencia

del ente gubernamental y provocado conflictos con autoridades locales, vecinos

del lugar y académicos costarricenses, entre otros.

En documentos de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la

Naturaleza), como por ejemplo el titulado “A marine turtle conservation strategy

and action plan for the western Indian Ocean”, se destaca precisamente esa

falta de rigurosidad científica que caracteriza la información recabada en playas

ribereñas del océano Indico receptoras de tortugas marinas: datos incompletos

sobre la biología de las poblaciones, sobre las condiciones de los hábitats

migratorios, de alimentación y anidación, sobre la supervivencia de las crías,

sobre los efectos de las pesquerías en altamar, etcétera. Situación que se

podría aplicar casi al pie de la letra a la situación costarricense donde no existe

un solo estudio, ni siquiera preliminar, del efecto de las pesquerías sobre las

poblaciones que desovan (cada vez en menor número) en Playa Grande,

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principal playa del Parque Nacional Marino. Omisión que dificulta casi hasta lo

imposible, un estudio de población en que se quisiere evaluar, por ejemplo, el

efecto de la temperatura ambiental sobre los nacimientos y el tamaño de las

poblaciones a través de los años. Imposible y carente de rigurosidad científica

en vista de que lo que sí se conoce desde hace casi dos décadas, es el efecto

de la pesca incidental sobre esas y otras poblaciones, por lo que no es

científicamente válido, inferir conclusiones acerca del efecto de un factor

específico sobre una población estudiada, si se desdeña la más importante y

determinante variable: la muerte por pesca incidental.

Si en poblaciones como las que llegan al Parque Nacional Marino se ha

eliminado por completo la extracción ilegal de los huevos, se protege

eficientemente el desarrollo de los mismos en la playa y en vivero, y las baulas

adultas no son amenazadas por su carne, debería darse una situación en la

cual su población no debería estar enfrentando la dramática caída que la

amenaza hasta su dolorosa extinción. Pero, reiteramos, al no tomarse en

cuenta el factor pesca incidental y despreocuparse por luchar en pro de su

conservación en sus rutas de migración y lugares de alimentación, aunque se

mantenga la protección que se les brinda en su hábitat de anidación,

seguiremos siendo testigos de la caída en el número de baulas que año con

año llegan al Parque. Del 1 de octubre del 2007 al 31 de enero del 2008,

habían llegado 75 individuos… En los años en que se estableció el Parque a

inicios de la década del ‘90, llegaban unas 200 por noche. Disminución que

no se podría atribuir al efecto de unas pocas luces situadas a decenas de

metros de distancia del sitio de anidación, y que, por las mismas razones, no se

podría atribuir a algún otro factor -¡no identificado!- como por ejemplo,

proveniente de la región central de Playa Grande carente de infraestructura

alguna.

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Las causas de la mortalidad

Como señalan los autores Mortimer, Donnelly y Plotkin (2000) es imperativo

identificar las causas de la mortalidad, para cuantificarlas y mitigarlas. Según

Spotila et al (1996) la disminución observada en las poblaciones de baulas del

Pacífico obedecía al efecto a la extracción de los huevos y la pesca incidental.

En ningún momento se refiere a otro factor, como sería por ejemplo, el efecto

de luces o ruidos cercanos a sus sitios de anidación. Observación que se

repite, múltiples veces, en estudios de éste y otros autores.

Mortimer et al. (2000) enumeran otras causas de la desaparición de las

tortugas marinas, como serían, la acción de animales (perros, cerdos, gatos,

zorros…), lesiones provocadas por embarcaciones, operaciones de dragado,

ingestión de plásticos y otros materiales no biodegradables, contaminantes

líquidos, explosiones submarinas e incluso, viveros mal diseñados. Señalan

asimismo que la presencia de luces artificiales de alta intensidad,

principalmente de baja longitud de onda (ultravioleta, violeta, azul y verde)

podrían desorientar a los neonatos en su camino al mar y desestimular el

desove de las adultas. Situación que dichosamente no se presenta en el

Parque Nacional Marino Las Baulas, aunque sí se evidencia en la parte sur de

Playa Grande debido a la cercanía de las construcciones del poblado vecino de

Tamarindo, sede de un desarrollo urbano sin carente de regulaciones

ambientales.

En un estudio reciente de los autores Piedra et al. (2007) que tiene como

primer autor al director actual del Parque Nacional, Rotney Piedra, al referirse a

las causas de la acelerada desaparición de las baulas en Costa Rica y el resto

del océano Pacífico reportadas por Spotila et al. (1996), se señala que tal

“situación fue vinculada a la extracción intensa de huevos, la captura incidental

de adultos por parte de pescadores y a la muerte de tortugas adultas en playas

de anidación”, para lo cual citan a Pritchard 1982 y Spotila et al.(2000), sin

hacerse mención alguna a la posibilidad del efecto de luces o algún otro factor

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diferente a los anotados. En sus conclusiones, se manifiestan en contra de un

“desarrollo sin control de la playa”, lo que afortunadamente no constituye una

amenaza más para las baulas del Parque Nacional Marino Las Baulas, en vista

de las medidas tomadas por el gobierno local para los lugares vecinos al área

de conservación.

En publicación del gobierno de los Estados Unidos de América (National

Marine Fisheries Service y U.S. Fish and Wildlife Service) sobre la situación de

las tortugas marinas en peligro de extinción (Plotkin, 1995) ya se hablaba de la

disminución en el número de individuos de diversas poblaciones y de las

posibles causas, como por ejemplo el fenómeno oceanográfico de El Niño,

extracción de huevos y pesca incidental. En relación a las playas de anidación,

se cita que se ha dado una degradación de las mismas, particularmente por

desarrollos de alta densidad, luces dirigidas hacia la playa, limpieza mecánica

de playas, extracción de arena, uso recreativo sin control, tráfico vehicular,

basura y remoción de vegetación estabilizadora. En cuanto a contaminantes

provenientes de industrias, como efluentes, petróleo y pesticidas, se indica que

todavía tenían que ser determinados pues la información era insuficiente. Para

ciertos lugares, se menciona la presencia de sombrillas de playa, redes de

volleyball, fogatas, música estridente, licor y uso de drogas. En síntesis, un

gran número de posibles causas que pudieran afectar las poblaciones de

baulas que, para satisfacción de los costarricenses, son inexistentes en el

Parque Nacional Marino.

Spotila y Paladino en “Biodiversity Conservation in Costa Rica” (2004) en

apartado titulado “Parque Marino Las Baulas”, dicen referirse a las “lecciones

de conservación” que les dejara el Parque Nacional. Los autores (del The

Leatherback Trust o Fideicomiso Baulas) señalan que “las tortugas baula están

declinando en su número a una tasa catastrófica en el océano Pacífico, por lo

que de continuar esa tendencia, desaparecerán de esta agua dentro de los

siguientes pocos años (Spotila et al. 1996, 2000). La disminución se debe

primeramente a la pesca incidental de tortugas en palangres, redes agalleras y

pesquerías de arrastre. La extracción de huevos en las playas de anidación y

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alguna mortalidad de adultos en las playas y en el mar por personas de la

localidad, sea para aceites alimenticios o medicinales y ungüentos, también

tiene un impacto”. En el artículo, en referencia a las causas que “también

tienen un impacto” ha de aclararse que ni en términos cualitativos (y menos

cuantitativos) se presentan resultados o referencias que sustenten dicha

conclusión. Asimismo, se reitera que, como en muchos otros casos, no se

sustenta con rigurosidad científica (en este caso ni se menciona) el efecto

alegado en otras instancias, que hubiere tenido el desarrollo urbano o el efecto

de ciertas luces sobre las poblaciones de tortugas baula en una o varias playas

estudiadas con esos fines.

Sucede también en el Parque Nacional Santa Rosa

En anotaciones e informaciones de análisis de campo realizadas por

investigadores trabajando al lado de James Spotila (Drake et al., 2003) en

Playa Naranjo, al norte de Playa Grande (Parque Nacional Santa Rosa) donde

no se existen posibles efectos antropogénicos derivados por desarrollos

urbanos o de cualquier otro tipo, los autores destacan que para la temporada

de desove ’98 – ’99 encontraron muchos menos nidos que los reportados en

estudios hechos entre los años ’70, ’80 y ’90, destacando que para las tortugas

baula en particular, había disminuido significativamente después de la

temporada ’90 – ’91. De 312 baulas reportadas en la temporada ’83 – ’84 y de

466 reportadas para el período ’89 – ’90, los autores del estudio citado solo

pudieron documentar 48 baulas, lo cual nos da una disminución del 89,7 % en

tan solo cinco años para la segunda playa en importancia del litoral Pacífico

costarricense.

Playa que al ser parte también de un parque nacional muestra un

comportamiento similar a las playas del Parque Marino Las Baulas, en cuanto

al significativamente menor número de hembras anidando, pese a que se cita

un estudio de los años ’70 (Cornelius, 1976) que les permite concluir que las

características de Playa Naranjo y la composición vegetal no mostraban

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cambios con relación a los descritos por el autor citado. Aunque los autores

citan la acción de predadora de coyotes, se puede inferir que la causa de tan

dramática caída en el tamaño de la población de baulas en el sitio habría que

buscarla en otro lado, como por ejemplo, en la documentada matanza que se

realiza en las zonas de pesca del océano Pacífico, cerca de Chile y Perú, muy

lejos de las áreas de anidación protegidos.

La necesidad de mayor información para estimar poblaciones

El problema irresoluto de tratar de determinar inequívocamente el efecto de la

pesca incidental sobre las poblaciones de tortugas baula, se explica en la

imposibilidad de estudiar el comportamiento de los juveniles, de los machos e

incluso, el comportamiento de las hembras antes de que alcancen la madurez

sexual, como sí ha sido posible hacerlo parcialmente con otras especies de

tortugas marinas.

Las baulas muy raramente se reúnen en áreas de alimentación ya que

generalmente se movilizan ampliamente a través de los océanos en busca de

su alimento, compuesto principalmente por medusas, ctenóforos y otro

plancton gelatinoso (Boulon et al., 1988). Ante esta limitante, no queda más

que inferir resultados a partir de la observación de las hembras en las playas

de anidación, tal y como lo hemos leído recientemente en una tesis de

posgrado en preparación donde se pretende estimar la disminución de las

poblaciones en el Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste,

correlacionando los datos numéricos con datos de temperatura en la playa.

Estimación que cuestionablemente deja de lado la causa más probable de su

caída exponencial, o sea, lo que inobjetablemente está sucediendo en las

pesquerías en altamar.

Un factor adicional que obstaculiza las estimaciones del tamaño de las

poblaciones que anidan en el Parque, es el hecho de que aunque de 1993 al

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2000 se marcaron 1349 tortugas baula, solo 207 (un 15,3%) regresaron a

desovar en una temporada posterior, a intervalos de 1,7 años a 3,7 años. En

forma similar a lo observado en Playa Naranjo en el Parque Nacional Santa

Rosa, se presentó una sensible caída en el número de hembras que llegan a

Playa Grande. De las 1367 tortugas que anidaron en la temporada ’88 – ’89,

solo 231 llegaron una década después en la temporada ’99 – 2000 (una caída

del 83%) evidencia de una alta mortalidad en adultos (Reina et al., 2002).

Fidelidad a las playas

Un alto porcentaje (de hasta un 43,4%) de las tortugas marcadas en Playa

Grande (3,6 km) en las tres temporadas de ’96 – ‘97 a ’98 – ‘99

respectivamente, desovaron en las playas Ventanas (1 km) y Langosta (1,3 km)

del mismo Parque Nacional Marino. Evidencia preliminar de una relativa baja

fidelidad de las mismas hacia las playas de anidación, si se les compara con

otras especies de tortugas marinas. Comportamiento que posiblemente les ha

permitido a través del tiempo aumentar las probabilidades de supervivencia de

los neonatos en caso de que el hábitat de anidación experimente algún efecto

adverso que pudiere poner en riesgo a la especie. Sin embargo, frente a lo que

se considera como usuales movimientos de las baulas entre las playas

Langosta y Grande, Nordmoe et al. (2004) sostienen la hipótesis de que las

baulas sí guardan fidelidad hacia los sitios en que hubieren desovado

anteriormente, justificando sus resultados divergentes en el uso de

procedimientos de estudio diferentes a los usados en otras investigaciones.

Aunque en Costa Rica se ha determinado un pequeño porcentaje de baulas

anidando indistintamente en Playa Langosta y Playa Grande, el caso reportado

por Reichart y Fretey (1993) es especialmente interesante. Ante el deterioro

natural de las playas de anidación en Guyana Francesa, la gran colonia de ese

lugar se ha derramado sobre Surinam, dicen los autores citados. Así, de un

poco menos de 100 nidos localizados en 1967, su número anual aumentó a

5565 una década después y a 9816 hacia 1987.

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La pesca incidental y la alta mortalidad de adultos

Más allá de las estimaciones de población y sus limitaciones, Spotila et al.

(2000) calcularon una tasa anual promedio de mortalidad cercana al 35% para

las baulas que anidan en Playa Grande, concluyendo que ciertas técnicas de la

industria pesquera en el océano Pacífico eran la causa de tal insostenible

mortalidad. Aún con una mortalidad del 25%, estimada posteriormente, se

predice la extinción de esta población particular en un futuro cercano. Para

efectos comparativos, se estima que una mortalidad del 4 al 10% refleja una

situación estable para una población como la que anida en la isla caribeña de

Saint Croix, US Virgen Island, (Dutton et al., 1999) lo que reafirma el carácter

crítico de las poblaciones que desovan en las playas de los parques nacionales

Santa Rosa y Marino Las Baulas.

El artículo de Spotila et al. (2000) citado antes vaticina que la recuperación de

la población no podría lograrse por medio de la producción en viveros, como se

hace en Playa Grande. La alta mortalidad que sufren los neonatos de tortugas

marinas desde el mismo momento en que abandonan sus nidos nos hace

presumir que como técnica de conservación ésta es muy limitada. Peces,

pájaros fragata (Fregata magnificens) son predadores muy efectivos hasta

unos 4 km mar adentro, siendo más exitosos en su caza cuando la salida de

los neonatos se produce cerca del amanecer. Se ha calculado que más de un

75% de los neonatos mueren en su primer día de vida (Spotila et al.,1996). Es

preocupante (aunque posible) entonces el que se estime que de cada mil

tortugas nacidas quizá solo una sola llegue a su edad reproductiva, cuando en

ciertos años se ha anunciado que el número de neonatos liberados de un

vivero en Playa Grande no llega al millar por temporada de desove.

Santidrián et al. (2007) informan que de una “producción” de neonatos en la

playa igual a 153.547 individuos en la temporada ’92 – ’93, el número

disminuyó a 15.374 individuos en la temporada 2002 – 2003. Pese a que los

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autores señalan la cifra de la temporada ’92 – ’93 como máxima para efectos

de su estudio, los datos aportados ilustran una severa disminución, aún

comparándolos con cifras como las obtenidas en la temporada ’89 – ’90

correspondientes a 30.180. Aunque se destaca una cantidad de neonatos

significativamente mayor por tortuga (que podría ser parte de una estrategia de

supervivencia de la especie ante una caída en su población) se evidencia una

disminución altamente significativa en el número de nacimientos lo que,

consecuentemente, augura un futuro nada halagüeño para la población que

llega a Playa Grande y las otras playas del Parque Nacional Marino.

Aun está sujeto a discusión la conveniencia o no de manipular sin los controles

debidos la mayoría de los huevos depositados en áreas de la playa de la zona

intercotidal que se verían “afectadas” por las mareas altas. Es obvio que tales

acciones no toman en cuenta la plasticidad genética de la especie y sus

estrategias de supervivencia en diferentes ambientes. Si solo se considerara

que han logrado sobrevivir por unos 100 millones de años, mientras otros

reptiles de mayor tamaño e importancia relativa llegaron a extinguirse, tal

manipulación debería ser sujeto de discusión. Y si además se conoce que la

temperatura pivotal cercana a los 29,4 ºC (cuando se presenta una relación de

1 a 1 entre los sexos) es la que determina el sexo en los neonatos, no pueden

soslayarse las consecuencias que podría estar provocando el traslado de los

huevos de una zona donde quizá, por efecto intermitente de las mareas, su

desarrollo se daría a temperaturas menores aptas para el nacimiento de los

machos.

Este aspecto, sumado a que los únicos criterios para llevar los huevos a otro

lugar de la playa alejado de la marea alta, tienen que ver con la intención de

evitar la muerte de embriones a consecuencia de la humedad, enfrenta

cuestionamientos en la comunidad científica, pues podría estarse creando un

factor a favor de una “producción” de neonatos 100% hembras, como resultara

con el muy criticado estudio en que después de manipular unos 400 huevos

para eventualmente matar a los neonatos decapitándolos para extraer sus

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gónadas y así determinar los porcentajes de machos y hembras… el 100%

eran hembras (Spotila et al., 1987).

La selección de los sitios de desove

Porque la selección de los sitios de desove determina el éxito reproductivo de

la especie Dermochelys coriacea y otras tortugas marinas, al ser a su vez

determinante en el sexo de los neonatos y su probabilidad de supervivencia, es

criticable que este aspecto haya sido incomprensiblemente soslayado por las

autoridades administrativas del Parque Nacional. Y ello, pese a que se ha

determinado que las baulas de Playa Grande muestran una fuerte preferencia

(92,2%) por zonas arenosas más allá del límite promedio de la marea alta

(Nordmoe et al., 2004) y donde la playa que no es usualmente bañada por la

marea alta, es relativamente más ancha y más homogénea, como en la parte

central y central-sur de la playa, entre los puntos 1,7 km y 2,6 km,

aproximadamente, medidos a partir del extremo norte y rocoso de la playa.

Los autores describen asimismo la presencia de características topográficas

hacia los kilómetros 1,5 y 1,6 donde se presenta una depresión a través de la

cual fluyen aguas pluviales provenientes de la vegetación en la época lluviosa,

por lo que los resultados sugieren que muchas de las tortugas evaden anidar

en esta parte de la playa en vista de que allí es mayor el efecto de las mareas

altas. Así mismo, el estudio señala que en ciertos años el ancho de la berma

hacia el norte del punto 1,6 km mostraba reducciones producto de tormentas

que resultaron en menor número de nidos. Esto les permite concluir que las

tortugas baula tienen la capacidad de distinguir sitios con características

topográficas inadecuadas (por efecto de las lluvias, por ejemplo) que las

inducen a no desovar en esas partes de la playa. Diferente a lo que se observa

en relación con el límite superior de la marea alta, específicamente en las

partes más anchas de la playa, propias del área central y sur de Playa Grande,

donde son menos evidentes los efectos de la precipitación durante la época

lluviosa. Según los autores, independientemente a los factores geográficos, un

factor importante en la determinación el sitio de anidación individual lo

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constituye la proximidad a la ubicación de nidos previos. Hipótesis que,

reconocen, todavía espera demostrar su validez, pues no se sabe si se trata de

la influencia de factores ambientales externos, como corrientes marinas y

variaciones en la temperatura, o si más bien se trata de factores fisiológicos

internos. No se cita siquiera el efecto que pudiere tener el desarrollo urbano

limitado existente en las parte norte y sur más allá del área de playa.

Las que regresan a anidar

Un estudio más reciente (Santidrián et al., 2007) indica que de 1719 baulas

marcadas en el Parque Nacional Marino Las Baulas, solo regresaron a anidar

nuevamente 448. Al determinar intervalos de re-emigración en 3,7 ± 1,4 años,

pudieron concluir que de un 60% a un 79% de las tortugas identificadas que

partieron de Playa Grande… jamás regresaron. Datos que confirman lo

expresado por otros autores citados en el sentido de que la causa de la casi

inminente extinción de las baulas del océano Pacífico en general, y de las que

desovan en playas costarricenses de ese litoral (como en Playa Naranjo del

Parque Nacional Santa Rosa y Playa Grande más al sur) habría que buscarla

en las pesquerías que tienen lugar en sitios muy alejados de Costa Rica. Este

estudio encabezado por el Dr. James Spotila y en el que participara también el

director del Parque Las Baulas, entre otros, es especial por su actualidad y

porque como dicen los autores, se trata de una descripción que se hace “por

primera vez, de la población que anida en el Parque Nacional Marino Las

Baulas, en forma integral”.

Una tasa de mortalidad insostenible

Aunque se discute acerca de si la mortalidad anual en adultos es de un 28% o

un 22% (dependiendo de los autores y los años evaluados) y del efecto de los

fenómenos oceanográficos de El Niño o La Niña, existe consenso en que la

población de baulas en Playa Grande está enfrentando una mortalidad

Page 17: La enigmáticas tortugas baula

17

insostenible en adultos, en términos de su supervivencia. En el estudio del

2007, Spotila y coautores vaticinan, a partir de la determinación de otros

autores que estiman que de 554 neonatos uno alcanzaría la madurez sexual

(se dice que a los 9 años) que la “producción” en Playa Grande entre octubre

1991 y febrero 1995 se debería haber reflejado en 794 nuevas hembras

anidando en Playa Grande de octubre 2000 a febrero 2004. A partir de

cálculos similares, en que se varían los años necesarios para alcanzar la

madurez sexual (10 y 11 años) y confrontadas las estimaciones con los

números reales de tortugas para ese período de años, concluyen que el

número de nuevos reclutas (“primerizas”) era cercano a la mitad de las cifras

esperadas, “lo que sugiere que las tasas de mortalidad en el océano antes de

la madurez sexual son el doble comparadas a las exhibidas por una población

estable”. Y se agrega: “esta primera aproximación al reclutamiento esperado

en la población anidante es menor que el esperado, a pesar de los esfuerzos

de conservación en la playa. Estas conclusiones ponen mayor énfasis sobre las

consideraciones relacionadas con el impacto de la pesca sobre las poblaciones

de baulas del Pacífico.” (Santidrián et al., 2007).

Según Spotila y Paladino (2004) la mortalidad anual promedio en el mar para

las baulas es de un 28%, por lo que llaman la atención en el sentido de que

organismos marinos longevos como estas tortugas no pueden soportar

mortalidades semejantes. Y agregan: “Las vidas cortas de las baulas que

observamos hoy en Las Baulas –el Parque- no son normales y reflejan una

intensa presión pesquera sobre ellas. Miles de baulas murieron cada año en

palangres y redes agalleras en los ‘80s y ‘90s.”

Otros factores naturales adversos

Un aspecto importante tomado en consideración por lo autores de este estudio

del 2007 es el referente a las mayores posibilidades de que ciertas áreas de

Playa Grande se vean inundadas por ciertas mareas altas de la región, como

sucediera en la temporada ’88 – ’89 en las zonas norte y sur de la playa, según

Page 18: La enigmáticas tortugas baula

18

informe de Nordmore, Spotila y otros (2004) en un trabajo sobre la fidelidad de

las baulas a las playas de desove. Sumada a la presencia de materiales

rocosos en la parte norte de la playa que obstaculizan el desove de las tortugas

y que dificultan en alto grado su uso, éste constituye otro factor a tomar en

cuenta para comprender mejor el por qué, como sucede en otras playas, la

mayoría de las hembras han seleccionado en el pasado y seleccionan en el

presente, anidar preferentemente en la parte central de la playa, por lo que no

se podría concluir, a partir de información científica inexistente, que el hecho de

que la región central de Playa Grande muestre una relativamente mayor

presencia de nidos, se deba a factores adversos de carácter antropogénico

presentes en las secciones norte y sur de la playa.

El gasto energético de las migraciones

En publicación de Price et al. (2006) en que se cita el período de

reemigraciones a la misma playa como de 2 a 7 años, después de un desove

específico, se considera como referencia un estudio anterior (Congdon et al.,

2001) que señala que dichas variaciones podrían tener relación con la inversión

energética dedicada al crecimiento del individuo. Asimismo, se cita a Bull &

Shine (1979) para quienes tales periodos de reemigración podrían más bien

estar relacionado con la localización de fuentes alimenticias (energéticas) más

eficientes, necesarias para enfrentar eventualmente una temporada

reproductiva de mayor fecundidad. En otras palabras, en vista de que las

baulas tienen que movilizarse grandes distancias para completar su ciclo

reproductivo, se estimaba que era más conveniente para ellas almacenar por

más tiempo los recursos energéticos, reemigrar con menor frecuencia y

producir más huevos durante la temporada de desove. Sin embargo, a la hora

de demostrar la hipótesis en el estudio realizado en Playa Grande, no fue

posible encontrar una correlación que la confirmara, por lo que se mantiene el

enigma del por qué se dan tan variados intervalos de reemigración en las

baulas que desovan en esta playa del océano Pacífico costarricense.

Page 19: La enigmáticas tortugas baula

19

En el artículo de Price et al. (2006) se especula acerca de los cambios que

muestran poblaciones de atún barrilete, que junto al atún aleta amarilla,

representa el recurso natural vivo más importante de Costa Rica en el océano

Pacífico, desde los puntos de vista comercial y biológico. Para ello se cita a

Lehody et al. (1998) quien estudio la posible vinculación del estado de dichas

poblaciones con los cambios en las corrientes asociados con el fenómeno

oceanográfico El Niño. Planteándose comparativamente la hipótesis de que

quizá exista relación entre los períodos de reemigración y la distancia recorrida

en las migraciones entre las áreas de alimentación y las playas de desove,

partiendo del supuesto que entre mayor sea la distancia a recorrer mayor sería

también la energía proveniente de la alimentación, por lo cual los períodos de

reemigración serían a su vez mayores.

Igualmente, Saba et al. (2007) discuten acerca de las necesidades energéticas

para la formación de los huevos fértiles (con vitelo) los que han de estar bien

formados antes de llegar a los sitios de apareamiento cercanos a las playas de

anidación. Los autores, entre los que sobresalen investigadores asociados al

The Leatherback Trust (Spotila, Paladino, Reina…) destacan que la “Pesca

incidental provocada por las pesquería con redes agalleras se cree que

constituyen la mayor influencia antropogénica sobre la supervivencia de las

tortugas baula del Pacífico oriental (Kaplan 2005); sin embargo, el efecto

escolástico del ambiente sobre esta población todavía tiene que ser descrito.”

Así, se correlaciona, en términos teóricos, la extrema sensibilidad hacia el

ambiente marino que exhiben los organismo gelatinosos que sirven de alimento

a las baulas, según planteado antes por otros autores (Graham et al., 2001,

Mills, 2001). Lo anterior como un esfuerzo para poder acercarse a la

formulación de modelos que permitan eventualmente predecir el número de

hembras reemigrantes en futuras temporadas de anidación. En vista de la

insuficiencia de datos ellos sugieren estudios posteriores.

Siguiendo la línea de investigación relacionada con el efecto de los recursos

alimenticios y la disponibilidad energética sobre las baulas del océano Pacífico

Oriental, Wallace et al. (2006) concluyen que la escasez de fuentes alimenticias

Page 20: La enigmáticas tortugas baula

20

podría alargar los intervalos de reemigración si se les compara con el

comportamiento exhibido por baulas del Atlántico Norte, lo que tendría como

consecuencia un menor éxito reproductivo en las baulas del Pacífico Oriental.

Además, advierten que tal situación las expondría a mayores peligros de

muerte provocada por la pesca en la región. Exponen así la hipótesis de que la

presencia de El Niño podría estar exacerbando el efecto de la alta mortalidad

asociada a la pesca incidental, por lo que destacan la importancia de que se

tome en consideración el permitir poca o ninguna mortalidad de baulas adultas

del océano Pacífico “si se pudiere tener alguna esperanza razonable para la

recuperación de esta población”. Así, concluyen que la pesca incidental

representa la más severa amenaza para la supervivencia de las baulas del

océano Pacífico Oriental, al tiempo que los efectos de El Niño han de

considerarse a la hora de determinar estrategias de conservación que

posibiliten salvar a las baulas de su extinción.

Los autores Wallace et al., (2006) hacen un aporte interesante al considerar a

las baulas como indicadores oceanográficos, según sus fuentes de alimentos y

su influencia sobre consumidores de niveles tróficos superiores, donde juega

un papel significativo el efecto del fenómeno oceanográfico El Niño como factor

de influencia sobre la productividad primaria y el desplazamiento de predadores

hacia hábitats de mayor productividad. Fenómeno que a su vez podría

reflejarse en cambios en el número de tortugas anidantes en Costa Rica y que

requeriría de ulteriores investigaciones.

Secretos bioenergéticos de las baulas

Por su parte, Wallace et al. (2005) le prestan especial atención a los aspectos

fisiológicos, ambientales y de historia natural relacionados con la actividad y

aspectos bioenergéticos de las tortugas marinas. Para ello, se describe el

comportamiento de las baulas durante los períodos de inmersión y los cambios

metabólicos asociados a ellos. Para el caso de las baulas que anidan en Costa

Rica, se reportan menores períodos de inmersión (de 7 a 8 minutos a

Page 21: La enigmáticas tortugas baula

21

profundidades de 15 a 19 m) que las reportadas para las baulas del Caribe

cerca de la isla de Saint Croix y las baulas del sur del Mar de la China.

Diferencias que podrían atribuirse a la profundidad menor de la plataforma

continental costarricense (según Morreale, 1999; Southwood et al., 1999)

cercana al Parque Nacional Marino.

Coinciden los autores citados que para un desove exitoso de las baulas, antes

habrán de alimentarse suficientemente para así acumular la energía necesaria

para la construcción de los nidos, la producción de huevos y su propia

supervivencia en el mar durante los períodos de desove. De esos

componentes, dice Wallace et al. (2005) solo el gasto energético durante los

períodos que separan las anidaciones sucesivas pueden considerarse flexibles,

en vista de que la construcción de nidos y la producción de huevos conlleva

una disminución en el éxito reproductivo. Por otro lado, Crim et al. (2002)

demostraron que no se producen apareamientos durante los períodos en que

se dan las anidaciones sucesivas, lo que reafirma la hipótesis de que las

hembras guardan el esperma de un macho en su sistema reproductor para las

subsiguientes fecundaciones; adaptación que les permite asegurar la

fertilización de sus huevos aún ante la imposibilidad de encontrar machos

después de cada desove.

Siempre en relación con estudios sobre los mecanismos reproductivos y

factores que podría estar afectando los mismos, Wallace et al. (2003)

estudiaron la alta mortalidad que presentan los embriones de baulas,

vinculándola principalmente con la temperatura de los nidos, tanto por efecto

del ambiente como por la actividad metabólica de los mismos. Además le

prestaron atención a las concentraciones de oxígeno a disposición de los

embriones, el efecto de la posición de los huevos en el nido y el tamaño y tipo

de arena. Otros estudios se relacionan con los mecanismos de respiración en

neonatos y sus respuestas a diferentes tratamientos, concluyéndose que son

similares a los que presentan las tortugas adultas (Price et al., 2007) adaptadas

a relativamente largos períodos de apnea adecuados a los correspondientes

períodos que pasan sumergidas.

Page 22: La enigmáticas tortugas baula

22

Otros estudios, menos atractivos para este autor, se plantearon en el campo

de la microscopía electrónica, específicamente en relación con la epífisis

humeral de neonatos. Para ello fueron trasladados huevos del Parque Nacional

Tortuguero a la Universidad de Drexel (Filadelfia, EUA) donde fueron

incubados para luego enviar los neonatos a la Universidad del Sur de la Florida

(Tampa, EUA) donde fueron sacrificados (Rhodin, Rhodin y Spotila, 1996). Los

autores concluyen que las baulas presentan especializaciones anatómicas y

fisiológicas que les permiten enfrentar un rápido crecimiento de su cuerpo, por

lo que, como aporte a desentrañar los secretos de las mismas, es muy limitado.

Desoves múltiples e intervalos observados

Rostal et al. (1996) reiteran la observación de que las baulas desovan hasta 10

veces en una misma temporada, que muestran el intervalo más corto

comparado con otras tortugas marinas con un promedio de 9 a 10 días y que

producen menos huevos por desove que los que se esperarían según su

tamaño relativamente mayor (Tucker y Frazer, 1991). Además se refieren al

hecho especial de producir numerosos huevos sin yema en cada anidada,

sobre lo cual hacen comentarios y plantean hipótesis acerca del por qué esa

particularidad, sin lograr demostrar las mismas ni proponer estudios para ello.

Siempre en el ámbito de los interesantes aspectos enigmáticos propios de esta

singular especie, se refieren al hecho de que se encuentran entre el grupo de

reptiles de mayor longevidad, con adultos con pesos que van desde los 250 a

los 900 kilogramos, pelágicos y de tan amplia distribución que se les encuentra

a latitudes mayores que cualquier otro reptil en aguas con temperaturas que

van de los 0 C a los 30 C, y otros aspectos fisiológicos únicos (Goff y Lien,

1988).

Page 23: La enigmáticas tortugas baula

23

Estudios de interés estrictamente académico

Otro ejemplo del carácter un tanto sofisticado de estudios estrictamente

académicos que se han hecho y se hacen sobre las baulas en Playa Grande,

fue el experimento sobre las regulaciones fisiológicas relacionadas con el

control del balance de la sal y el agua en neonatos de baulas. Aparte del hecho

deplorable de que se sacrificaran unos individuos, congelándolas hasta morir,

para ver (infructuosamente) posibles cambios anatómicos en sus glándulas de

sal después de los diversos tratamientos con adrenalina, metacolina y

soluciones salinas (Reina, Jones y Spotila, 2002), el experimento demostró la

alta capacidad de la especie para tolerar cambios significativos en la

composición iónica interna. Resultado esperable en un reptil marino.

Drake y Spotila (2002) estudiaron a su vez la correlación entre la temperatura

de la arena y la emergencia de los neonatos de baula, concluyendo que

temperaturas superiores a los 37,5 °C tienen un efecto negativo sobre la

sobrevivencia de los mismos, lo que eventualmente, podría reflejarse en el ciclo

de vida de los individuos de Dermochelys coriacea. Situación que difícilmente

se presenta en condiciones normales en vista de que los neonatos salen de

sus nidos en horas de la noche o la madrugada cuando la temperatura de la

playa está muy por debajo de la anotada.

El estudio de los cambios exhibidos por los niveles de esteroides durante los

ciclos reproductivos de tortugas baula anidantes en Playa Grande (Rostal et al.,

2001) mediante muestras de sangre tomadas en dos temporadas consecutivas

(1996-1997 y 1997-1998) permitieron concluir que posiblemente las hembras

terminan su vitelogénesis antes de iniciar su desove, predominantemente entre

los meses de noviembre y enero del siguiente año. Como en otros análisis, no

fue posible resolver el enigma de los huevos sin yema que las baulas producen

y depositan en sus nidos.

Page 24: La enigmáticas tortugas baula

24

Las baulas, la temperatura y otras condiciones locales

Bilinski et al. (2001) pudieron comprobar en huevos incubados en condiciones

controladas de laboratorio, que el efecto de la temperatura era relativamente

más importante que el de la humedad en cuanto al éxito de los nacimientos.

Así informaron sobre un aumento en la mortalidad conforme la temperatura de

la arena fue aumentando.

Con respecto a los huevos dejados en sus nidos en la playa, determinaron un

éxito de un 19,8% en la producción de neonatos, similar a los resultados

obtenidos en el laboratorio. Se menciona también, sin pretender demostrarlo,

que el fenómeno de El Niño y mareas más altas podrían ser responsables de la

alta mortalidad de embriones medida en la temporada ‘97-’98, aunque se cita el

trabajo de Leslie et al. (1996) realizado en el Parque Nacional Tortuguero, del

Caribe costarricense, señalando que el éxito en el nacimiento está también

afectado por las condiciones locales de la playa, que incluyen el contenido de

humedad de la playa, el tamaño de los granos de arena, el contenido orgánico

y la contaminación biótica. Por su parte, Bilinski et al. (2001) informan acerca

de los cambios continuos en la dinámica de las playas Grande y Ventanas

sucedidos durante la temporada ’97-’98, en oposición a las más estables

condiciones de alta acumulación de arena y mayor disponibilidad de áreas para

anidar características de temporadas previas.

En medio de estudios tan precisos que evidencian en su mayoría un cuidadoso

diseño experimental de parte de los especialistas de diversas universidades

que incluyen al presidente del The Leatherback Trust como uno de sus autores,

llama la atención el artículo sobre un experimento con el cual se demostraría la

relación dependiente entre la determinación del sexo de las baulas y la

temperatura de incubación (Spotila et al., 1998). En el mismo, como parte de

una propuesta experimental de escasa rigurosidad científica, los autores

sacrificaron cerca de 400 neonatos nacidos en el Parque Nacional Marino Las

Page 25: La enigmáticas tortugas baula

25

Baulas de Guanacaste en la temporada ’94-’95. Durante la misma, se indica

que la temperatura en la playa alcanzó los 30 ºC, superior a la temperatura

pivotal de 29,4 ºC. Pese a conocer por estudios anteriores que esa

temperatura de 29,4 ºC determina el punto en que se determina el sexo de los

embriones en desarrollo, de tal manera que en rangos inferiores a la misma se

presenta una alta predominancia de machos, en contraposición a la producción

de hembras a temperaturas superiores a 29,4 ºC, los autores decapitaron

cientos de neonatos nacidos en la playa para extraer sus gónadas y enviarlas a

laboratorios de los Estados Unidos de América para estudios histológicos de

determinación del sexo, con el resultado esperado de 100% hembras. Otra

tortugas sacrificadas, luego de incubarlas en condiciones controladas de

laboratorio, confirmaron la conocida temperatura pivotal determinada antes por

Rimblot et al. (1985), por lo que el experimento en sí no determinó aporte

alguno de importancia. Fue lamentable, y desproporcionado, lo sucedido.

Estudio de alta tecnología

Una muestra clara del uso de tecnología que podríamos considerar sofisticada

fue la usada en un experimento que contó con el aporte de la National

Geographic Televisión. En el mismo (Reina et al., 2005) se estudió la

frecuencia respiratoria, el comportamiento asociado a las inmersiones y las

interacciones sociales de las baulas durantes los períodos entre anidadas. Se

colocaron sistemas integrados de cámara de video y un TDR (aparato que

determina las profundidad y el tiempo en que se sumerge la tortuga) cerca de

la parte delantera del caparazón de la tortuga, a efecto de conocer si en sus

inmersiones la tortuga alcanzaba el fondo del mar, qué tipo de hábitat

submarino frecuentaba, cuáles eran los patrones respiratorios al llegar a la

superficie y el tipo y frecuencia de interacciones sociales se hacían presentes.

Las 11 tortugas usadas en el estudio realizado en el Parque Nacional Marino

Las Baulas de Guanacaste brindaron datos de utilidad para la comprensión de

la población. Se logró determinar que después de desovar dedican más de un

95% de su tiempo nadando a una profundidad de menos de 3 m sin tocar

nunca el fondo marino; no se detectaron actividades de alimentación aunque sí

Page 26: La enigmáticas tortugas baula

26

se observaron medusas y ctenóforos en su campo de visión. Similar desdén

mostraron ante la presencia de machos de su especie.

Cabe destacar que, como sucede en este estudio, los investigadores en Playa

Grande han contado con recursos financieros y materiales suficientes para la

realización de proyectos propios de una ciencia de primera categoría, y que por

ello, llama la atención la ausencia de propuestas (al menos) dirigidas a

demostrar el alegado efecto del desarrollo urbano sobre las poblaciones de

baulas que llegan al Parque Nacional.

Alta mortalidad de embriones

La magnitud de la muerte de embriones de baula durante el período de

incubación es algo que capta la atención de los estudiosos. Para los autores

Bell, Spotila, Paladino y Reina (2003) el bajo éxito reproductivo se debe a esa

alta mortalidad embrionaria. En estudio realizado en Playa Grande, se encontró

una correlación entre una baja fertilización y una alta muerte embrionaria,

presentándose una alta mortalidad al inicio del período de incubación, antes de

que los embriones fueran visibles a simple vista. Llama la atención las

diferencias notables entre hembras pues unas mostraron un éxito de

supervivencia de entre un 71% a un 81%, mientras en otras era de un 23% a

un 32% solamente, concluyéndose que la causa de una evidente disminución

en el número de baulas en Playa Grande obedece a la muerte de embriones y

no la baja fertilidad, pues las hembras en esta playa muestran altas tasas de

fertilidad (de más o menos un 93%) mientras que en otras playas lejanas es de

aproximadamente un 80%. Mas sin embargo, el éxito en la producción de

neonatos raramente alcanza el 80%, especulándose que la mortalidad podría

estar asociada a la salud reproductiva de la madre, a contaminantes químicos o

a contaminación bacteriana, tomando en consideración estudios de otros

autores (Bishop et al., 1994; Davenport et al., 1990) los que, sin embargo, no

se reportan en Playa Grande.

Page 27: La enigmáticas tortugas baula

27

Utilidad de los viveros; primeras actividades de los neonatos

Un aspecto al que se le ha de prestar mayor atención en Costa Rica, y

específicamente en Playa Grande es el relacionado con la producción de

tortugas en vivero. La sensibilidad de los embriones a la temperatura demanda

un control adecuado basado en información científica acerca, por ejemplo, de

las relaciones porcentuales entre hembras y machos que mejor se acerquen a

las encontradas en condiciones naturales. Un manejo empírico del vivero, sin

control de la temperatura durante los diferentes estadios de desarrollo, podría

eventualmente resultar en nacimientos de solo hembras (o solo machos) o al

menos, en cantidades desconocidas de uno y otro sexo, que en todo caso

alteraría el equilibrio natural de las poblaciones. Mortimer et al. (2000) llama la

atención al señalar que tal situación podría afectar negativamente la misma

supervivencia de la especie. El ambiente en que funcionan los viveros debe de

mantenerse dentro de los límites de la tolerancia de los embriones con

respecto al intercambio de gases, la humedad y la temperatura. No solo en

cuanto al conocimiento de la temperatura pivotal (cuando se presenta una

relación de 1:1 entre los sexos) sino también en relación con las temperaturas

letales, que para algunas poblaciones podrían encontrarse en rangos

superiores a los 33 ºC e inferiores a 23 ºC (Ackerman, 1997).

En vista de que los neonatos generalmente salen a la superficie unas ocho

semanas después de iniciar su incubación, de acuerdo a la temperatura (Millar,

1985) y que el éxito podría rondar el 80% en condiciones en que no se ven

afectados por factores externos como predación, cambios ambientales,

infección microbiana y contaminantes, es imperativo mantener un buen

monitoreo de sus hábitats de anidación, tanto en la playa como en viveros.

El mismo autor se refiere a los impactos humanos sobre las tortugas en los

sitios de alimentación, en las playas expuestas a saqueo de huevos,

comparándolos con el dramático descenso de las poblaciones provocado por la

pesca incidental que afecta a los adultos, lo que demanda una exacta

Page 28: La enigmáticas tortugas baula

28

determinación de las causas de mortalidad a efecto de cuantificarlas y, si es

posible, mitigarlas. En cuanto salen del nido, los recién nacidos se dirigen

inmediatamente hacia el mar, primeramente guiados por señales visuales,

orientándose hacia los puntos más brillantes en el horizonte especialmente

atraídos por las longitudes de onda más cortas de la luz visible (Mortimer et al.

2000 citando a Lohmann et al., 1997), aunque en algunos casos se sabe que

se orientan en sentido contrario a la presencia de siluetas elevadas. Al llegar al

mar, la mayoría de las especies inician aparentemente una migración pelágica

pasiva dejándose llevar por las corrientes marinas por unos dos o tres años..

En términos generales se desconocen las tasas de crecimiento de las tortugas

baula (algunos estiman que alcanzan la madurez sexual a los nueve años), al

tiempo que se estima que para mantener una población de poco más de 1000

individuos, se requiere una producción de neonatos cercana al medio millón,

constituyendo la muerte en pesquerías el más amenazante factor por darse

sobre poblaciones de adultos, como se refleja en prácticamente todas las

poblaciones de baulas del océano Pacífico, de Malasia a México y Costa Rica

(Chan & Liew, 1996; Sarti et al., 1996; Spotila et al., 1996).

Otras particularidades de las baulas

No solo las tortugas baula son las tortugas más grandes sino que son tan

diferentes a las otras tortugas marinas conocidas que son clasificadas en una

familia taxonómica separada por sus características diagnósticas únicas:

Dermochelyidae. En su magnífico ensayo la doctora Karen L. Eckert (1995),

además de destacar lo anotado, aporta unas 40 páginas de valiosa, objetiva y

científica información, que constituye lectura obligatoria para los estudiosos de

las maravillosas y enigmáticas baulas. Lectura que resume información

dispersa hasta el año 1994 y que resume investigaciones hechas hasta ese

momento. La adaptación de las baulas a la tolerancia térmica que permite

encontrarlas a latitudes de 71 °N y 47 °S; su alimento basado en cnidarios

(medusas, sifonóforos) y tunicados (pirosomas y salpas) en latitudes templadas

Page 29: La enigmáticas tortugas baula

29

y boreales, siendo común observarlas asociadas a medusas como Aurelia,

Chrysaora y Stomolophus; sus rutas definidas de migración que a veces cubren

distancias de miles kilómetros; su comportamiento reproductivo antes y durante

las migraciones hacia las playas de anidación; su temperatura pivotal en que la

relación entre los sexos es equivalente; el peligro intrínseco a las técnicas de

incubación artificial en viveros mal manejados; la salida instintiva de sus

neonatos hacia mar antes de iniciar la noche siguiendo el brillo tenue del

horizonte; sus primeros movimientos en el agua siguiendo ángulos

instintivamente prefijados; los diferentes tamaños que exhiben diversas

poblaciones según las regiones; el efecto letal de los contaminantes en el mar;

el dramático exterminio provocado por la pesca incidental; la selección de

playas alternativas ante la erosión de otras; su amplísima distribución

planetaria y sus múltiples enigmas.

Las baulas del Caribe

Pese a la mayor importancia que se le presta a las baulas que desovan en el

litoral Pacífico costarricense de 1200 km de longitud, el litoral Caribe (212 km

de la costa de la provincia de Limón) constituye uno de los principales hábitats

de anidamiento asociados al Atlántico occidental. Brasil, las Guyanas (Guyana

Francesa, Guyana y Surinam), Venezuela, Panamá, México, Trinidad,

República Dominicana, Puerto Rico, Saint Croix y el estado de Florida (EUA),

se cuentan entre otros lugares conocidos poseedores de hábitats de anidación

para las baulas. Lamentablemente, como es casi la generalidad, la

documentación es escasa para esos y una veintena más de países.

Como también es muy escasa la información sobre las poblaciones en sitios de

forraje, aparte de que raramente se reúnen para alimentarse. Se les ha visto en

Alaska a latitudes superiores a los 60 °N y otros lugares a lo largo de la costa

del océano Pacífico de Norte América, que ha permitido concluir que las

tortugas baula es la tortuga marina más abundante de las aguas

estadounidenses del Pacífico Oriental. Se conoce mucho menos del las baulas

Page 30: La enigmáticas tortugas baula

30

del Atlántico de Canadá y los Estados Unidos (Eckert, 1995) y no se ha podido

determinar formalmente si las poblaciones que frecuentan las jurisdicción

estadounidense muestran una situación estable, están aumentando o

declinando. De lo que no hay duda es de que algunas poblaciones anidantes,

como las de las Islas Vírgenes Saint John y Saint Thomas, fueron virtualmente

eliminadas (Eckert, 1992).

Cabe resaltar un aspecto que podría explicar la mayor abundancia de baulas

en el océano Atlántico y el océano Pacífico Occidental, si se le compara con la

situación dramática que se vive en el océano Pacífico Oriental, es el planteado

por Dutton (2006) al analizar las variaciones geográficas en cuanto a las

estrategias vinculadas con las fuentes de alimentación. Según el autor existen

varios factores que podrían estar provocando la disminución de las poblaciones

del Pacífico Oriental, cercano a las costas americanas. Mientras las

relativamente mayores poblaciones de la región oeste del Pacífico utilizan

muchas áreas cercanas a las costas, así como múltiples áreas de forrajeo en

sendos hemisferios norte y sur de la misma región oceánica, la situación en la

región este es totalmente diferente.

En la región del Pacífico oriental, las poblaciones como las que frecuentan

Costa Rica, tienen una estrategia de forrajeo muy limitada, constituida casi

exclusivamente por la presencia de alimento en la parte sureste del océano, lo

que las hace más vulnerables a las acciones antropogénicas destructivas y a

los cambios climáticos impredecibles. Tal vulnerabilidad ya ha tenido sus

consecuencias, en contraste con las áreas oceánicas poseedoras de

características que les brindan mayores posibilidades de responder a

condiciones adversas, como sucede también en el océano Atlántico,

caracterizado por una menor presión pesquera y mayores controles

ambientales.

Page 31: La enigmáticas tortugas baula

31

Las amenazas en las playas

Dentro de los factores (Eckert, 1995) que amenazan a las baulas, se señala la

situación de las playas que están siendo degradadas por construcciones

residenciales y comerciales, indicándose de manera particular el impacto de

“desarrollos de alta densidad”. Asimismo, la alta intensa luminosidad al

frente de las playas: obras como estructuras estabilizadoras de la erosión que

afectan la dinámica de playas como muros y rompeolas; limpieza mecanizada

de las mismas; deforestación tierra adentro asociada a la erosión de los suelos

y la presencia de cursos de agua; extracción de arena como actividad minera;

uso recreativo sin control; tráfico vehicular en las mismas playas; desechos

sólidos asociados a las anteriores actividades y al desarrollo urbano sin control;

remoción de vegetación estabilizadora. En cuanto al efecto de contaminantes

químicos en el ambiente marino, como efluentes industriales, petróleo crudo y

pesticidas, diversos autores reconocen que se conoce muy poco al respecto.

Nótese que, como lo señala claramente la Unión Internacional para la

Conservación de la Naturaleza (UICN) en su Manual “UICN-MTSG Técnicas de

Investigación y Manejo para la Conservación de las Tortugas Marinas”, las

recomendaciones se dirigen específicamente hacia la adopción de medidas de

conservación en el mar y sus hábitats de anidación y eclosión. Destacándose

para los últimos la importancia de la estabilidad de las playas, la conservación

de la vegetación que la favorece y la utilidad de barreras naturales o artificiales

que mitigan u ocultan fuentes urbanas de alta intensidad luminosa. Se trata de

recomendaciones para mitigar el uso de aparatos de iluminación en sitios

visibles desde la playa, como por ejemplo, orientándolos en sentido contrario a

los lugares de desove y regulando su luminosidad principalmente en

temporadas de anidación. Medidas que en general son aplicables a playas con

presencia de construcciones en el sitio, las que si se consideran como parte de

las regulaciones de protección de las tortugas marinas podrían ser efectivas

como medidas de conservación en playas en que, con presencia de desarrollo

urbano regulado, se pueden obtener resultados positivos (Rusenko, 2008).

Page 32: La enigmáticas tortugas baula

32

Otras normas del manual citado de la UICN, como por ejemplo la presencia de

vehículos motorizados en las playas son concordantes con la normativa

costarricense para la zona pública de 50 metros, aplicable en toda región

marino costera del país. Y por supuesto, de manera especialmente controlada,

en las áreas de conservación.

En cuanto a la necesidad de regular la presencia de transeúntes en gran

cantidad en las playas, aunque algunos coincidimos en que la administración

del Parque Nacional Marino Las Baulas quizá no le está prestando la debida

atención a este aspecto, todavía no se podría demostrar el efecto de visitantes

atraídos por atestiguar las labores de desove de las tortugas. Sin embargo,

consideramos que ya deberían tomarse medidas sustentadas en estimaciones

de capacidad de carga específicamente para los meses en que se produce la

anidación, que coinciden con la temporada alta de turismo en Guanacaste y el

poblado de Tamarindo de manera especial.

La UICN se refiere también al uso de técnicas mecanizadas de limpieza o

cualquier otra actividad que produjere alteraciones en el hábitat de anidación, o

sea en las playas propiamente dichas, lo cual no sucede en el área de

conservación debido a su carácter de parque nacional. De hecho, la primera

categoría de respuesta expuesta por Witherington (2000) en su artículo sobre

la reducción de las amenazas al hábitat de anidación, se refiere a “eliminar la

amenaza. Por ejemplo, limitando la extracción de arena a depósitos tierra

adentro, prohibiendo la circulación de vehículos en la playa y apagando el

alumbrado con frente de playa… En algunos casos, puede ser suficiente

restringir las actividades dañinas a períodos fuera de las temporadas de

anidación y eclosión, los cuales se prolongan desde la fecha en que se

deposita la primera nidada, hasta aproximadamente dos meses después de la

última nidada de la temporada.” Con satisfacción se ha de reconocer que

ninguno de estos ejemplos son parte de la realidad que se vive cotidianamente

en las playas del Parque Nacional Marino Las Baulas.

Page 33: La enigmáticas tortugas baula

33

Más allá de Playa Grande

A propósito de los puntos anteriores, creemos que las autoridades

gubernamentales de Costa Rica, conocedoras de la importancia de las

numerosas playas que acogen poblaciones indeterminadas de baulas y otras

tortugas marinas, en ambos litorales, deberían reafirmar en ellas el ideal

conservacionista. Para ello, se recomienda ordenar un estudio detallado de la

situación local de ciertas playas para eventualmente dictar medidas

conservacionistas, independientemente de la existencia o no de áreas de

conservación en cada sitio particular. Sin necesidad de cambiar el estatus de

tales regiones costeras, que muchas veces conlleva obligaciones financieras

imposibles de atender, se estaría cuidando el hábitat de anidación y eclosión

en áreas mucho más extensas de las costas costarricenses, al dictar normas

ejecutivas y municipales, según sean los casos particulares, dirigidas a

proteger a las poblaciones de baulas y otras tortugas marinas.

El caso particular de los contaminantes en el mar Lamentablemente también se ha determinado que los desechos sólidos y

líquidos depositados en el mar han llevado la destrucción hacia los hábitats de

alimentación de las baulas y otras tortugas marinas. Hay profusa evidencia de

que la ingestión de bolsas plásticas, presuntamente confundidas con medusas,

es algo común, y muchas veces fatal, entre las baulas. De 15 individuos

encontrados muertos en el verano de 1982 en las playas de Long Island, New

York, 11 tenían sus conductos estomacales totalmente bloqueados (Anon,

1983). Por otro lado, 10 de 33 baulas encontradas muertas de 1979 a 1988 en

las mismas playas, tenían en su tracto digestivo bolsas y hojas plásticas, y

filamentos de nylon (Sadove & Morreale, 1989, citado por Eckert, 1995).

Materiales también encontrados en baulas muertas recogidas del mar por

pescadores peruanos (Fritts, 1982). Este dramático hecho se evidencia

también en estudios provenientes de Francia, Sur África y otros lugares, lo que

Page 34: La enigmáticas tortugas baula

34

sugiere, según Eckert (1995) que “la habilidad de las poblaciones de baulas

para recuperarse no solo depende de su protección frente a la caza y la

conservación de importantes hábitats de anidación, sino también de la salud

general y la limpieza de sus océanos.”

Aunque se han dado impactantes derrames de petróleo en áreas marítimas

cercanas a playas de anidación, sitios de forrajeo y rutas de migración, los

pocos estudios realizados no permiten evaluar sus efectos posiblemente

catastróficos. Lo que sí se estima es que sumado a los factores citados, y a

otras amenazas, como por ejemplo la presencia creciente de desechos sólidos

y líquidos que provenientes de la tierra contaminan los océanos y mares del

planeta, todas las tortugas marinas y otras especies de flora y fauna, están

próximas a su extinción. Lo lamentable es que, ante la insuficiencia de

estudios sobre tan impactantes procesos, no ha sido posible determinar cuán

grande es la amenaza que se cierne sobre la supervivencia de las baulas en

particular, a efecto de tomar las medidas internacionales que, al menos,

mitiguen las impactantes acciones que atentan contra ellas.

Una particular petición al señor Presidente de Costa Rica Fue bajo este contexto que cientos de participantes de más de 40

nacionalidades, presentes en el XXIV Simposio de Tortugas Marinas celebrado

en febrero del 2004 en Costa Rica, se dirigieron al señor Presidente de la

República del país anfitrión, Dr. Abel Pacheco, en los siguientes términos:

“Al reconocer que las principales amenazas que afectan a las tortugas

baula del Pacífico, provienen del uso de palangres y redes agalleras con que

se están matando miles de ellas, nosotros, participantes del XXIV Simposio de

Tortugas Marinas, invitamos al Gobierno de Costa Rica para que lidere el

movimiento internacional dirigido al establecimiento de una moratoria en el uso

de artes de pesca que están matando a las tortugas baula. Dicha moratoria

deberá sustentarse en la información científica relacionada con sus patrones

migratorios”. (Recibida en Casa Presidencial el 5 de marzo del 2004).

Page 35: La enigmáticas tortugas baula

35

La invitación, planteada en términos acordes con resoluciones de la

Organización de las Naciones Unidas dirigidas a detener la conocida matanza

de tortugas baula por parte de pescadores, no fue atendida por el entonces

ministro del Ambiente y Energía costarricense, Lic. Carlos Manuel Rodríguez

Echandi, por lo que Costa Rica desdeñó así, una trascendental oportunidad por

liderar un movimiento ambientalista de resonancia mundial. Perdimos los

costarricenses con la impericia gubernamental, pero perdieron mucho más las

poblaciones de baulas que era urgente proteger.

Más recientemente (Febrero 2008) The Sea Turtle Restoration Project, por

medio de su coordinador de la campaña sobre las Baulas, promovió una

campaña entre científicos internacionales con el objetivo de urgir al National

Marine Fisheries Service (NMFS) del gobierno federal estadounidense, para

que se designe como “hábitat crítico” para las baulas del Pacífico las aguas

frente a la costa oeste de los EUA, frente a las costas de California y

Washington. Esto en respuesta a medidas tomadas por el gobierno

norteamericano haciendo más laxos las reglas sobre el uso de palangres en

dicha zona.

Se cumplen los vaticinios Al mes de febrero del 2004 (final de temporada 2003-2004) llegaron al Parque

Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste 159 baulas. Tres años después el

número había disminuido un 64% a 58 individuos (temporada 2006-2007). La

temporada recién concluida (2007-2008) registró solo 75 individuos (un 47%

menos que la temporada 2003-2004) lo que evidencia que se mantiene la

tendencia que ha predominado en por unas dos décadas, como consecuencia

de la alta mortalidad que se cierne sobre las poblaciones adultas de ambos

sexos en sitios muy diferentes a las playas de desove. Importante anotar que

desde hace más o menos una década no se ha construido ninguna edificación

de importancia en las áreas vecinas a las playas del Parque Nacional Marino.

Mas sin embargo, pese a la protección que reciben en el área de conservación

y al cuidado que la población ejerce sobre las actividades que pudieren

Page 36: La enigmáticas tortugas baula

36

afectarlas, cada vez son menos las hembras que alcanzan las playas del

Parque. No se pude por tanto, seguir soslayando la realidad palpable y

conocida del origen de esa dramática disminución en las poblaciones de

baulas.

Sobre-utilización de las baulas Igualmente, ha de prestársele especial atención a lo que Eckert (1995)

denomina “Sobre-utilización para propósitos comerciales, recreativos,

científicos y educativos”, donde documenta el comercio de huevos, aceite y

carne en ciertos lugares del Caribe y el océano Atlántico Occidental, en países

como República Dominicana, Guyana, Granada, Santa Lucía, Trinidad, Puerto

Rico, Saint Croix, así como en México, el océano Pacífico, zonas templadas del

Atlántico y otros lugares del continente americano de Costa Rica a Colombia.

“Investigaciones” y maltratos sobre las baulas Además, al referirse al uso científico de las poblaciones de baulas, Eckert

(1995) describe la situación conocida hasta el año 1994, donde los estudios se

limitaban principalmente a análisis de datos estadísticos de población “que no

conllevan la muerte o afectación de los individuos”. Sin embargo, pocos años

después de publicado el estudio de Eckert (1995) fueron publicados los

resultados de estudios realizados en los parques nacionales Tortuguero y

Marino Las Baulas, en Costa Rica, donde los investigadores, la mayoría

vinculados a la organización privada estadounidense The Leatherback Trust,

aplicaron procedimientos mediante los cuales sacrificaron a tortugas recién

nacidas, 1- congelándolas hasta morir, 2- con inyecciones letales al corazón, 3-

anestesiándolas o 4- decapitándolas.

Además de denuncias públicas hechas por la prensa costarricense

presentamos una solicitud formal de investigación sobre el caso de “las

decapitadas” ante el señor ministro del Ambiente y Energía, Dr. Roberto Dobles

(8 de mayo del 2007) que fuere respondida casi cuatro meses después, con el

alegato inaceptable de que “El artículo 31 del Código Procesal Penal,

Page 37: La enigmáticas tortugas baula

37

preceptúa los plazos de prescripción de la acción penal : “a) Después de

transcurrido un plazo igual al máximo de la pena, en los delitos sancionables

con prisión; pero en ningún caso, podrá exceder de diez años ni ser inferior a

tres”. Agregándose: “Aunado a lo anterior, es necesario manifestar que la

Administración debe mantener dentro de sus archivos los expedientes y

procesos correspondientes a los últimos cinco años; en virtud de lo cual no fue

posible localizar el Expediente de la Investigación, que se diera en entre los

años 1994 y 1995”. (30 de agosto de 2007, SINAC-DG-1418).

A la anterior evidencia de impunidad promovida desde la jerarquía ambiental

del Gobierno de Costa Rica, se le ha de agregar la respuesta a la denuncia

presentada por la Asociación Conservacionista Yiski relacionada con el artículo

publicado en la revista The Journal of Experimental Biology (2005, 1853-1860)

donde los autores Richard Reina, Todd Jones y James Spotila, describen como

sacrificaron neonatos de baulas congelándolas hasta morir. En su respuesta,

el entonces ministro del Ambiente y Energía, Lic. Carlos Manuel Rodríguez

Echandi, avala la propuesta de un Órgano Director constituido por subalternos

suyos que recomiendan “desestimar la denuncia” pues, frente a lo publicado en

la revista científica, afirman que “el artículo publicado contiene un error en la

descripción de la metodología utilizada, que no corresponde a la que se utilizó

en la investigación autorizada…”. Por lo tanto, el ministro Rodríguez acepta

como válida tan insólita afirmación (nota DM-007-2006 del 4 de enero 2006) y,

como sucediera luego con el caso de “las decapitadas”, se hizo evidente la

impunidad.

Cabe señalar que para esas autoridades tampoco tuvo importancia que la

Universidad de Drexel, centro de trabajo del Dr. James R. Spotila, acogiera a

su vez una investigación que solicitáramos y determinara que “la dosis de

metacolina usada excedió la dosis aprobada…” por lo que le solicitan a su

profesor que, en un plazo de 30 días, presentara un plan mediante el cual

prevendría el que tal “implementación impropia” no se repitiera, al tiempo que lo

conminan a “atender tres de los próximas seis reuniones del Comité

Institucional del Uso y Cuidado Animal –Institutional Animal Care and Use

Committee- IACUC- a efecto de que se ponga al día en su capacitación sobre

Page 38: La enigmáticas tortugas baula

38

los procedimientos vigentes del IACUC”. Lo anterior entre otras normas de

control y monitoreo que se le imponen. (Drexel University, August 2nd, 2005).

Pese a que el documento anterior fuere remitido al Órgano Director indicado,

las autoridades ministeriales no le prestaron atención alguna. Así, aunque se

trató de hechos graves sucedidos en el Parque Nacional Marino Las Baulas de

Guanacaste, fue más responsable la reacción de la Universidad de Drexel

realizan. Lo bueno de todo esto es que, aunque se actúo negligentemente de

parte de las autoridades ministeriales, sabemos que, a partir de las acciones

citadas, se ha tenido mayor cuidado en las solicitudes y eventuales

autorizaciones de investigación. El único lunar lo constituyó quizá el haber

patrocinado junto a Conservation Internacional, The Leatherback Trust y unas

empresas comerciales transnacionales, lo que llamaron “La Gran Carrera de

Baulas”, sin objetivos formales y que fuere incluida, para vergüenza de Costa

Rica, en el negocio de las apuestas por Internet (Pacheco, 2007).

La necesidad de un desarrollo urbano controlado Un aspecto importante señalado por Spotila y Paladino (2004) que merece la

mayor atención de las autoridades municipales y ambientales de Costa Rica

con jurisdicción en las zonas vecinas al Parque Nacional Marino Las Baulas, es

el de que, en referencia al resplandor proveniente de las luces desde el pueblo

de Tamarindo, se lamentan de que “No existe legislación que prohíba la

emisión de luces hacia las playas con tortugas. Por tanto, un desarrollo

incontrolado afecta la protección del parque en vista de la ausencia

reglamentaria sobre las luces”.

Y efectivamente es así; no existe en Costa Rica reglamento general alguno

que, acorde con el prestigio conservacionista del pueblo costarricense, se le

preste especial atención a la protección de las playas en que anidan las

tortugas marinas. Lo único que podríamos documentar en ese sentido es la

existencia del “Reglamento de Zonificación Distrito Cabo Velas, Sector Costero:

del sector norte de playa Ventanas hasta el sector sur de playa Langosta.

Coordenadas Lambert N 255 000 E 332 000 a N 259 000 E 336 000 ”,

Page 39: La enigmáticas tortugas baula

39

aprobado y publicado en La Gaceta (N° 127 del lunes 3 de julio del 2006,

páginas. 30-35) por la Municipalidad de Santa Cruz y al cual nos referiremos a

continuación.

El “Reglamento de Zonificación”: su carácter preventivo y precautorio en pro de la naturaleza.

Fiel a lo establecido en la legislación costarricense en pro de la flora y fauna

natural (Art. 11 de la Ley de la Biodiversidad y otra legislación ambiental) a fin

de anticipar, prevenir y atacar las causas de la pérdida de la biodiversidad o

sus amenazas (lo “preventivo”) así como la vigencia y razonabilidad del

aspecto “precautorio” que nos manda a no hacer uso de la ausencia de

certeza científica como razón para postergar la adopción de medidas eficaces

de protección (Sagot, 2007), el gobierno local del cantón de Santa Cruz,

provincia de Guanacaste, emitió el Reglamento municipal que comentamos.

Ante la ausencia de normativa general admitida por los autores Spotila y

Paladino (2004), ambos conocedores de la situación existente en las playas de

Costa Rica y, específicamente, en las playas del Parque Nacional Marino Las

Baulas de Guanacaste, como jerarcas del ente “Fideicomiso Baulas” (“The

Leatherback Trust”) la Municipalidad de Santa Cruz respondió así a la

necesidad de proteger a las baulas en la zona costera vecina al Parque

Nacional, a partir de lo definido en su ley de creación del año 1995, que incluye

además de una zona marina definida, un área terrestre equivalente a los 50

metros de ancho que definen la “zona pública” en la “Ley sobre la Zona

Marítimo Terrestre” emitida en 1977.

Honrado por la Rectoría de la Universidad Nacional como coordinador de un

grupo de trabajo interdisciplinario que asesorara a la Municipalidad de Santa

Cruz en la elaboración del citado Reglamento, y “Considerando el relevante

papel que usted ha venido ocupando como representante de esta Rectoría y de

la Universidad Nacional en las acciones técnicas tendientes a establecer

mecanismos de protección para las tortugas Baulas…”, procedimos a la tarea

Page 40: La enigmáticas tortugas baula

40

encomendada en oficio del 10 de enero de 2005 (R-0055-2005). Meses antes,

el rector de la UNA, Dr. Olman Segura Bonilla (en nota del 28 de agosto del

2006, R-2302-2006) cita nota del 24 de julio del 2003 (R-1597-2003) en que la

Rectoría le comunica a la Municipalidad de Santa Cruz que “para atender la

solicitud municipal le estamos solicitando a compañeros universitarios el aporte

individual y de grupo, necesario para el cumplimiento de los compromisos que

nos aprestamos a acoger”.

Así, desde la Universidad Nacional (UNA), de manera oficial, calificada y

además entusiasta, se asesoró al gobierno local de Santa Cruz en tan

relevante tarea, trabajándose conjuntamente con las partes interesadas que

incluían la opinión favorable del entonces ministro del Ambiente y Energía, Lic.

Carlos Manuel Rodríguez, quien en memorándum remitido a la Asamblea

Legislativa, abogaba por un desarrollo controlado en los terrenos vecinos a las

playas del Parque Nacional. Según sus palabras de entonces, “Los esfuerzos

de conservación y protección estarán centrados en Playa Grande, donde

buscaremos promover un desarrollo de baja densidad”, a lo que agregaba: “En

las áreas privadas declaradas como Parque Nacional en 1991 y 1995, nos

interesa promover un régimen voluntario de conservación, en lugar de proceder

a las respectivas expropiaciones”, - “Cualquier desarrollo en Playa Grande

deberá ajustarse a los criterios que deben definirse como: de baja densidad, el

manejo y uso apropiado de las luces, la implementación y uso de “cortinas

verdes”, entre otros.” (Carlos Manuel Rodríguez, 16 de julio, 2003). Hasta

entonces todo era armonía y nadie, pese a haberse divulgado hasta en la

prensa nacional la tarea que se estaba realizando, manifestó oposición alguna.

Como resultado de ese proceso, cuidadoso y bien fundamentado desde el

punto de vista científico y jurídico, la Municipalidad de Santa Cruz culminó

exitosamente una normativa única y sin antecedentes similares, dirigida a

complementar, con medidas efectivas, la protección que las autoridades del

Minae cumplen sobre el hábitat de anidación de las tortugas marinas que llegan

al Parque Nacional Marino. Normas aplicables en terrenos que, según la Ley

de Creación del Parque, no forman parte de éste.

Page 41: La enigmáticas tortugas baula

41

Como se documenta en otras partes de este ensayo, ante el fracaso evidente

de la estrategia implementada por tantos años para proteger las poblaciones de

baulas, afectadas por la muerte en altamar y, como en el caso de la zona

marino costera de Tamarindo donde las luces y otras fuentes de contaminación

hacen imposible el desove de tortugas marinas en sus alteradas playas, se

procedió a estudiar medidas que evitaran precisamente una situación

semejante. Convencidos de la urgencia de evitar que las playas Ventanas,

Grande y Langosta pudieren experimentar un proceso urbanístico

desordenado, de alta densidad y hasta destructivo, se analizaron opciones de

desarrollo estrictamente reguladas. Por ello, aunque ya para entonces se

discutía acerca del status (público o privado) de una franja de terreno de 75 m

de ancho situada inmediatamente después del límite de los 50 m de las playas,

fue acogida nuestra propuesta de ampliar en 125 m más (hasta 200 m de

ancho) el área a regular.

Así, el Reglamento de Zonificación se aplica en una zona de protección 125 m

más ancha, para lo cual se contó con la venia expresa de los dueños de los

terrenos involucrados, constituyéndose así en un ejemplo que creemos posible

repetir en otras regiones costeras del país. Al prohibirse expresamente

edificaciones como las que se encuentran en Tamarindo, Jacó, Hermosa, y

muchos otros lugares costeros, y al exigirse estudios de impacto ambiental

para todas y cada una de las edificaciones, se consideró que se estaba

cumpliendo con los principios precautorios y preventivos de la Ley de la

Biodiversidad. Así, se garantiza un desarrollo de muy baja densidad, donde

además del establecimiento de barreras vegetales entre las casas y las playas

del Parque Nacional, se prohíben construcciones que pudieren superar alturas

de 9 m en los primeros 50 m del área regulada. En los siguientes 150 m las

construcciones no podrán superar los 14 m de altura, o sea, según las

condiciones climáticas es de esperar que los diseños sean de solo dos pisos,

con la finalidad de evitar construcciones que por su altura pudieren afectar de

alguna manera a las tortugas que alcanzan llegar a las playas vecinas. Medida

que se complementa con la presencia de las barreras vegetales existentes en

la zona cerca de los linderos del Parque Nacional.

Page 42: La enigmáticas tortugas baula

42

Asimismo, para evitar segregaciones de terrenos libre de construcciones, se

establece que los lotes no podrán tener áreas menores a 1200 metros

cuadrados, con un área de construcción máxima al suelo de un 40%, por lo

cual se habrá de dejar como áreas verdes en cada lote un mínimo de un 60%

del total del mismo. Estas normas, aunadas a las regulaciones que se

establecen sobre la emisión de luces y ruidos, el tratamiento de aguas

servidas, el acceso a las playas cercanas, y otra más incluidas en las varias

páginas de La Gaceta del lunes 3 de julio del 2006, son garantía de que las

malas experiencias vividas en otros lugares de Costa Rica no podrían repetirse

en el área extraoficial “de influencia” del Parque Nacional Marino.

Concientes de que una gestión ambiental segura pasa por proteger el recurso

antes de su degradación y que, como han dicho autoridades judiciales, “en

materia ambiental la coacción a posteriori resulta ineficaz”, al acoger la tarea

encomendada por la jerarquía universitaria a petición de la Municipalidad de

Santa Cruz, Guanacaste, tuvimos presente lo que podría suceder en la zona

regulada de no existir un Reglamento como el comentado.

De hecho, cuando conocimos que el grupo The Leatherback Trust había

recurrido dicho Reglamento acusando a la citada Municipalidad ante la Sala

Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, no solo no comprendimos el o

los objetivos de una acusación semejante, sino que con preocupación nos

imaginamos lo que podría suceder en la zona regulada de prosperar una

acción semejante. De acoger la Sala Constitucional el recurso de amparo

presentado por el Ing. Mario Boza Loría, se caería a una situación en la que,

sea a cero metros o a 75 m del límite del Parque Nacional, no existirían

regulaciones como las vigentes, creándose el peligro de que se pudiere repetir

lo sucedido en el vecino poblado de Tamarindo. Se estaría paradójicamente,

actuando en contra del ambiente y las especies que se quieren proteger.

Se reitera pues, que el grupo de trabajo de la Universidad Nacional, el gobierno

local y los vecinos “afectados” por el Reglamento municipal citado, siempre

tuvimos presente que la calidad ambiental, como parámetro de calidad de vida,

conlleva la obligación de proteger y preservar el ambiente de manera

Page 43: La enigmáticas tortugas baula

43

sostenible. El Reglamento de Zonificación es, desde una visión objetiva y

científica, uno de los mejores instrumentos conocidos y estructurados para el

fin específico de coadyuvar en la protección de las tortugas baula.

La presente revisión bibliográfica no permitió ubicar nada siquiera semejante a

nivel internacional. Lo que quizá se le podría aproximar, son las

recomendaciones de la UICN dirigidas, estrictamente, a acciones que pudieren

darse en las playas de anidación; no a áreas de alguna manera relacionadas

con las mismas, como en este caso particular, lo cual le confiere a este

Reglamento su carácter único y, más importante, efectivo.

Un trabajo de docencia muy cuestionable Cabe citar, en vista del uso que se le ha dado por quienes objetaron su

promulgación, un informe derivado de un trabajo de docencia realizado en

playa Grande, con la participación, entre otros estudiantes, del Director del

Parque Nacional Marino en su calidad de miembro de un curso de la

Universidad Nacional (UNA).

Dicho documento, suscrito luego por un profesor de la UNA con escasa

experiencia en el tema, ha sido “avalado” por el mismo Director del Parque y

otras autoridades del Sinac, fue además incluido dentro de un análisis

solicitado por el rector de la UNA ante petición de una señora diputada. El

trabajo (¡jamás evaluado!) hecho por los estudiantes a partir de datos obtenidos

durante una corta visita, contrasta notablemente con las formalidades propias

de un trabajo científico, quizá porque quien lo dirigiera no contaba con las

credenciales académicas fundamentales en un académico con posgrado. Si

se le confronta con las decenas de investigaciones que han servido como

fuentes bibliográficas para el presente ensayo, se evidencia la escasa

rigurosidad científica, tanto en el diseño experimental como en los resultados y

conclusiones. El contraste es evidente.

Mientras los investigadores coautores de la mayoría de los estudios citados,

que hubieren trabajado en el Parque Nacional Marino, pese a contar con

Page 44: La enigmáticas tortugas baula

44

suficientes recursos académicos y materiales no incluyen como parte de sus

estudios ni un solo informe dirigido a demostrar el efecto del desarrollo urbano

que se ha venido dando a través de los años en la parte norte de Playa

Grande, el informe de Tabash et al. (2006) incluido como parte de una

respuesta tendenciosa dirigida al señor rector de la UNA (FCEN-ECB-DIR-368-

06) llega a conclusiones no sustentadas en la información anotada. Así, para

dar respuesta a la hipótesis relacionada con el posible efecto de un desarrollo

urbano sobre el hábitat de anidación de las baulas, se hizo uso equivocado de

un modelo estadístico “trófico de balance de biomasa” que se presenta como

“la herramienta de uso universal en el manejo” de áreas marinas protegidas.

Mientras por un lado no se hicieron muestreos con tamaños tales que

permitieran llegar a conclusiones significativamente valederas (tres individuos

por especie marina) por otro se aplicó el modelo en un área natural compleja

pese a conocerse ampliamente en la comunidad científica, que tales modelos

de flujo de alimentos tienen muy limitadas aplicaciones en sistemas cerrados

de acuacultura. Los resultados derivados del mismo así lo demuestran, pues se

pretendió vincular la productividad primaria en la boca de un manglar con el

flujo energético de un área de 100 m de playa situada a varios kilómetros de la

primera... Lo anterior con el agravante de que los datos recabados no permiten

sustentar nada semejante a lo que supuestamente se logró demostrar a partir

de un procedimiento deficiente. Máxime tomando en cuenta que se habla de

diversos “escenarios” simulados, cuando en realidad se incluye un solo

escenario; opción única que involucra nada menos que la presunta

desaparición del manglar Tamarindo-Salinas, situado a varios kilómetros del

área de estudio, y ello como consecuencia del desarrollo urbano regulado y de

baja densidad que determina el Reglamento de Zonificación, en contraposición

a un proceso urbanístico sin control como el imperante en muchas zonas

costeras del país. Es tal la insensatez que se desconoce tácitamente, que el

desarrollo propuesto difícilmente tendría efecto alguno sobre los humedales de

la región, hoy afectados más bien por la situación de Tamarindo y otras

regiones de la zona, además de que evidencia que los autores desconocen que

no es posible aplicar un modelo de flujo de energía –de productores a

consumidores- en un ecosistema en que, a pesar de la presencia temporal de

Page 45: La enigmáticas tortugas baula

45

las baulas, éstas en ningún momento se alimentan mientras desarrollan su

proceso reproductivo. En otras palabras, algo tan básico como conocer antes

la biología de las tortugas y su relación con otras especies en el sitio, fue

desdeñado.

Y para no extendernos más en esto y gracias a la colaboración de un

estudiante que tuvo acceso a él, contamos con un documento en borrador del

citado informe de docencia donde, en un aparente borrador de publicación

científica, se lee: “Esta tendencia debería determinar una energía de reserva

importante, que no se aprecia en las lecturas del overhead, lo que justificaría

una propensión del sistema hacia la complejidad, e indicaría posiblemente que

los efectos negativos del desarrollo costero aún no se reflejan en el ecosistema

del área en estudio (Revisar idea y redacción, arma de doble filo)”. (Hernández

et al.,2006).

Sobra decir que el documento final fue modificado según el interés de algunos

de los autores e incorporado luego al que ahora aparece como primer autor.

Aunque alguien podría considerar que tal afirmación habría de tomarse como

un elemento a favor de los que defendemos las bondades del Reglamento de

Zonificación, es tan deficiente el “trabajo” que rápidamente nos alejamos de

esa tentación.

Además de lo anterior, el documento remitido al rector y del cual el Consejo

Universitario de la UNA se limitó a tomar nota, amplía conceptos que denotan

desconocimiento sobre la materia jurídica, ambiental y en términos generales,

sobre el manejo marino costero. Por ejemplo, se confunde el concepto de

“arribadas” aplicado estrictamente a tortugas como las lora (Lepidochelys

olivacea) que desova masivamente en playas como Ostional y Nancite, y no en

Playa Grande, lo que evidencia que quienes así lo escribieron desconocen el

tema de baulas y otras tortugas marinas. Además, pese a que nivel mundial la

densidad urbanística aplicada a hoteles y afines se regula y mide en

habitaciones por hectárea, tal y como se incluye en el Reglamento de

Zonificación que nos ocupa (y en el Plan Maestro del Proyecto Turístico Golfo

de Papagayo regido por el Instituto Costarricense de Turismo – ICT- ), en el

Page 46: La enigmáticas tortugas baula

46

informe al rector se dice que esa estimación debería sustentarse en camas por

hectárea; eso sí, sin aclarar si se trata de camarotes, camas individuales o

matrimoniales…

Y si lo anterior pudiere ser calificado de anecdótico y hasta risible, lo cierto es

que como parte de un debate parcial que hasta ahora se realiza en Costa Rica

y que es bienvenido por la comunidad científica, se han dado situaciones como

la que se incluye en un artículo de opinión incluido en una revista de

divulgación de la UNA. El autor plantea que (en relación al proceso del

calentamiento global) “ante un eventual incremento del nivel del mar que

propicie que en el futuro la playa de desove se encuentre más tierra adentro de

lo que se encuentra hoy…” se requiere “salvaguardar una franja de costa

inmediata a la playa…”, que (en referencia al Parque Nacional Marino Las

Baulas) “aunado a la posibilidad del aumento del nivel del mar, hará que la

zona de protección de 75 m definida por el Parque se vea reducida” por lo que

es necesario que “no se permita desarrollo alguno.” (Alpízar, 2007). Pues sí,

ahora resulta que como consecuencia del calentamiento global habrá que irle

abriendo espacio a las tortugas baula y otras tortugas marinas, en los terrenos

detrás de las playas de anidación… con la esperanza de que tengan el tiempo

suficiente para evolucionar (según la teoría de Lamarck) hacia una especie

capaz de anidar en áreas terrestres donde la ausencia de playas arenosas sea

su característica.

Siempre relacionado con lo anterior y con acciones de tipo jurídico y

administrativo que han venido a obstaculizar la puesta en práctica del

Reglamento de Zonificación, y aunque este ensayo no se propone analizar

tales aspectos, nos limitamos a señalar que diversos juristas han afirmado que

jamás puede el órgano procurador de la República sugerir siquiera que un

párrafo de una ley ha de “desaplicarse” (o sea, borrarse) y menos porque se

afirma erróneamente que la expresión “aguas adentro” seguida de 125 metros

surge de un error en la Ley de Creación del Parque Nacional Marino Las

Baulas de Guanacaste (Ley N° 7524 del 25 de julio de 1995). Por ello llama la

atención que en el informe interno que ha sido usado para enfrentar las

bondades del Reglamento de Zonificación, no se mencionara siquiera que está

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47

plenamente demostrado que no hubo error alguno en la inclusión de la

expresión “aguas adentro”, según las actas de la Asamblea Legislativa y

testimonios formales del exdiputado Ing. Hernán Fournier Origgi, dirigidos a la

comisión legislativa que al momento de escribir este ensayo, conoce un

proyecto de interpretación auténtica del párrafo de la ley que fuere agregado

consciente y en forma unánime por los señores diputados a la hora de aprobar

la ley que creo el Parque Nacional Marino. Aspecto éste que fue analizado,

como parte del grupo asesor de la UNA, por asesores jurídicos de la UNA que

participaran activamente del proceso que condujo eventualmente a la

aprobación del Reglamento de Zonificación por parte de la Municipalidad de

Santa Cruz. De haberse concluido o al menos pensado, que existían dudas

razonables en cuanto al carácter privado, y por tanto de administración

municipal, del área a regular con el reglamento municipal que eventualmente

se emitiría, el trabajo de asesoría y la participación de los funcionarios

municipales se hubiera detenido en ese instante.

Evaluación de un especialista de gran experiencia Regresando nuevamente a terrenos estrictamente científicos y formales,

hemos de citar la reciente evaluación del experto estadounidense Dr. Kirt

Rusenko con experiencia de muchos años en proyectos sobre baulas en

playas del Estado de Florida en EUA y quien viajara recientemente a Costa

Rica a evaluar la situación del desove de las tortugas marinas en Playa Grande

y áreas vecinas (Rusenko, 2008).

Su evaluación coincide con un documento suscrito por James R. Spotila, Ph.D.,

como Presidente del The Leatherback Trust (2005) quien escribiera, en relación

con el desarrollo existente en el área frente al Parque al sur de Playa Grande,

que “el área de Palm Beach está teniendo un impacto mínimo sobre las

tortugas… debido a que es un desarrollo de baja densidad”. Por su parte,

Rusenko expresa sentirse muy impresionado al encontrar pequeña evidencia

de desarrollo urbano frente a la playa, vista desde la misma o desde una

embarcación, desde donde tampoco se aprecian luces de alumbrado público

que pudieren interferir con el desove de las tortugas. Con certeza concluye

Page 48: La enigmáticas tortugas baula

48

“que las escasas luces que observé en Playa Grande no son responsables de

la drástica disminución del número de baulas que anidan en esta playa”. Para

el especialista, la única fuente significativa y destructiva de luces presente en el

área proviene de Tamarindo, donde además se han alterado los 50 m de playa

debido al desarrollo urbano descontrolado.

En cuanto al número de visitantes nocturnos autorizados para ver las pocas

tortugas desovando, el autor se manifestó conmocionado por su gran número,

con lo cual asegura se estaría impactando negativamente la llegada de las

baulas a desovar. Aunque afirma que las baulas son la especie de tortugas

marinas menos afectadas por la presencia de personas, sí ha tenido

experiencias en que las hembras regresan al mar sin desovar al encontrarse

grandes números de personas en la playa.

En vista de que la definición del sexo de las baulas está determinada por la

temperatura a la cual se incuban sus huevos, cuestiona el que un gran número

de ellos sean trasladados a un mismo sitio (vivero sin control de temperatura)

donde podría estarse alterando artificialmente la relación natural entre hembras

y machos. En la Florida, nos dice, la conservación de las tortugas marinas se

sustenta principalmente en procesos de educación y orientación, dejando a las

tortugas actuar, tanto como sea posible, en forma natural. Confirma a su vez,

que la razón principal de la desaparición dramática en el número de baulas del

Pacífico (y por ende del Parque Nacional Marino Las Baulas) hay que buscarla

en la pesca incidental, y no necesariamente en lo que sucede en Tamarindo y,

mucho menos, en el efecto del mínimo desarrollo que muestra Playa Grande,

por lo que aboga por un desarrollo urbano controlado al frente de esta playa

que garantice la eficiencia de las medidas de conservación. Para ello, se

manifiesta muy satisfecho con el Reglamento de Zonificación que pudo revisar

y con el cual, reafirma, Playa Grande mantendría su atractivo como sitio de

desove para la decreciente población de baulas del Pacífico. “Mi impresión es

que si tal código –Reglamento- fuese puesto en práctica, Playa Grande luciría

dentro de 20 años tal y como la vemos hoy.”

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Esas y otras valiosas observaciones incluidas en el informe del reconocido

especialista, que ha visto aumentar la población anidante de baulas en la playa

de Boca Ratón, Florida, aún con la presencia de desarrollo urbano

prácticamente en la misma playa (comunicación personal), demuestra que,

como lo expresara ante autoridades gubernamentales – incluido el señor

Presidente de la República Dr. Oscar Arias - que las tortugas marinas

protegidas en el Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste pueden

convivir, sin problema, con un desarrollo urbano de baja densidad y

estrictamente regulado, como se establece en el Reglamento municipal emitido

para una franja de terreno de 200 m de ancho que corre a lo largo del límite de

50 m de la playa del área de conservación.

Observaciones finales La revisión bibliográfica que sustenta este ensayo tuvo como objetivo primordial

documentar, especialmente a partir de las publicaciones de los investigadores

directa o indirectamente vinculados al Fideicomiso Baulas o The Leatherback

Trust, la información científica que a su vez sustenta la afirmación de que la

caída dramática en el número de tortugas baula que alcanzan las playas del

Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste, es consecuencia del

desarrollo urbano que se asienta en ciertas zonas cercanas a dichas playas.

Así se hizo en vista de que conjuntamente con autoridades de la Municipalidad

de Santa Cruz, habitantes de ese mismo cantón guanacasteco y colegas

universitarios en misión oficial de la Universidad Nacional (UNA), nos

involucramos en la estructuración y puesta en vigencia de un reglamento

municipal dirigido a complementar las medidas de conservación existentes al

interior del Parque Nacional, con normas estrictas a aplicar en un eventual

desarrollo urbano en una franja de terreno de 200 m de ancho, que corre a lo

largo de la colindancia del área de conservación, más allá de los 50 m

inalienables del mismo.

Al asumir dicha responsabilidad jamás se consideró que al publicarse el

llamado “Reglamento de Zonificación” se irían a dar acciones en contra de su

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50

ejecución, y mucho menos, de parte de una organización no gubernamental

(The Leatherback Trust) conocida como defensora de la conservación de las

baulas. Y no se creyó así pues, luego de años de discusión pública del mismo,

nunca se había recibido ni una observación contraria a su promulgación, lo que

se interpretó como una aprobación tácita a la emisión de medidas preventivas y

precautorias en pro de una especie en peligro de extinción, que podría verse

afectada en un hábitat de anidación reconocido a nivel latinoamericano.

Por ello, se planteó la tarea de ampliar la investigación que se había iniciado

aún antes de asumir la tarea en calidad de representantes oficiales de la

Rectoría de la UNA, con el fin de confirmar los cuestionamientos que desde la

citada ONG y algunos funcionarios del Minae habían surgido en los últimos

momentos. Para entonces se llegó a considerar la posibilidad de que se había

escogido el camino incorrecto y que, más allá de las buenas intenciones y

loables objetivos del trabajo conjunto, existía una realidad desconocida que, de

confirmarse, nos hubiera hecho cambiar de parecer.

La rigurosa revisión bibliográfica hubo de vencer múltiples obstáculos. El

principal de ellos, el hecho de que en ninguna dependencia del Ministerio de

Ambiente y Energía existe una colección completa de las publicaciones nacidas

de las investigaciones autorizadas por las autoridades del Parque Nacional

Marino Las Baulas. Hubo pues que invertir mayor energía en su búsqueda.

Superadas las vicisitudes iniciales se tuvo acceso a esas y otras

investigaciones con las cuales hacer un estudio comprensivo como el

propuesto y que para su lectura se resume. En primera instancia, se pudo

confirmar que no se había seguido el camino errado y que, por tanto, las metas

y objetivos del Reglamento de Zonificación mantenían su fundamento:

complementar las medidas de conservación existentes y predecir, para

prevenir, los posibles impactos ambientales de un desarrollo urbano cercano al

Parque Nacional. Importante conclusión en virtud de la responsabilidad

encomendada y el prestigio de la institución de educación superior.

Page 51: La enigmáticas tortugas baula

51

Además de concluir lo anterior, fue sorprendente corroborar que, pese a los

diversos estudios realizados, muchos de ellos como trabajos de graduación de

estudiantes de posgrado de universidades estadounidenses, ni uno solo se

propuso siquiera evaluar, o al menos estimar, correlación alguna entre el

dramático derrumbe en el número de las poblaciones de tortugas baula que

desovan en las playas Langosta, Grande y Ventanas del Parque Nacional

Marino, y el supuesto desarrollo urbano descontrolado que se argumenta.

Más allá de contar con adecuados recursos financieros y humanos, llama la

atención el hecho de que aún con la tutoría de los doctores James R. Spotila,

Richard D. Reina, Frank V. Paladino, entre los más notables vinculados a The

Leatherback Trust, no existe publicación alguna que evalúe o pretenda iniciar

evaluación alguna, que demuestre una correlación estadísticamente

significativa entre la presencia de infraestructura al menos en las zonas norte y

sur de Playa Grande, donde existe un desarrollo urbano conocido.

Aparte del “trabajo de clase” que se discutiera antes, realizado por unos

estudiantes de la UNA, ausente de las formalidades académicas esperables en

una tarea universitaria y carente de rigurosidad científica, no existe

investigación alguna que permita sustentar la afirmación de que el Reglamento

municipal pondría en peligro la existencia de un manglar y la supervivencia de

las baulas en Playa Grande.

Cabe aclarar que no se está afirmando que un desarrollo urbano descontrolado

y masivo, sin regulaciones ambientales, no pudiere provocar el traslado de las

tortugas hembras, junto a sus consortes, a otras playas, tal y como ha sido

documentado antes. Por eso precisamente, es que compartimos la tarea de

legarle a las baulas y a la comunidad del cantón de Santa Cruz, una normativa

que efectivamente evite lo que ha sucedido en regiones vecinas al área de

conservación, como es el caso del poblado de Tamarindo.

Aunque no se pudo demostrar la hipótesis propuesta, fue correcto el

procedimiento científico utilizado. Por algo en ciencia se trabaja tan

frecuentemente con la hipótesis nula. Lo importante era llegar a conclusiones

Page 52: La enigmáticas tortugas baula

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valederas a partir de la obtención de información suficiente y el análisis

objetivo.

Reconocimiento Mención muy especial merecen la Dra. Sonia Marta Mora Escalante y el Dr. Carlos Lépiz Jiménez como Rectora y Vicerrector Académico de la Universidad Nacional, Costa Rica en los años en que se inició nuestra colaboración con la Municipalidad de Santa Cruz. Gracias a su visión y apoyo entusiasta, pudo culminarse exitosamente la realización del trabajo de asesoría que condujera hacia la formulación del Reglamento de Zonificación para la región costera del distrito Cabo Velas, cercana a las playas del Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste.

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1

UNIVERSIDAD NACIONAL Heredia, Costa Rica

EL DILEMA DE LAS TORTUGAS BAULA

DE COSTA RICA

Dr. Freddy Pacheco

Enero, 2004

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2

El dilema de las tortugas baula de Costa Rica

Dr. Freddy Pacheco*

La muerte de las baulas Mientras por muchos años se han invertido sustanciales recursos económicos y documentado esfuerzo humano, para salvar de la extinción a las tortugas baula (Dermochelys coriacea coriacea, Orden Testudines, Familia Dermochelydae) que desde hace miles de años desovan en playas costarricenses, poco o casi nada se ha hecho por emprender acciones efectivas de protección en altamar, centrando más bien la atención casi exclusivamente en la protección de los hábitats de anidación. En el caso particular de las poblaciones que anidan en playas del océano Pacífico, el pueblo costarricense, representado en el gobierno de la República, ha hecho importantes esfuerzos por garantizarle a esos extraordinarios reptiles marinos, el ambiente propicio para su función ecológica en playas protegidas donde sus hembras puedan depositar sus huevos sin ser disturbadas por acciones antropogénicas. Como parte de esa tendencia conservacionista, la Asamblea Legislativa decretó en 1995 la creación del Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste (Ley N°7524), como corolario del Decreto Ejecutivo N° 20518-Mirenem del 9 de julio de 1991. Más recientemente, según fuere publicada en La Gaceta del 28 de noviembre de 2002 (Alcance N°86) la Asamblea Legislativa emitió la "Ley de Protección, Conservación y Recuperación de las Poblaciones de Tortugas Marinas" en que se declararon "de interés ecoturístico" ecosistemas de anidamiento y desove como Playa Grande (parte importante del Parque Nacional citado) donde se establece, entre otros, la obligación de que las instituciones relacionadas con la conservación de la vida silvestre, coordinen la realización de actividades turísticas relacionadas con "la observación del anidamiento y desove de las tortugas", con el fin de garantizar la protección de las mismas. Según la letra de esta última ley, se consideró necesario adoptar medidas que garantizaran además, el cumplimiento de los compromisos internacionales adquiridos por Costa Rica en pro de la conservación de las tortugas marinas, como por ejemplo, la obligación de protegerlas de los pescadores inescrupulosos que se negaren a usar el Dispositivo Excluidor de Tortugas (DET) que tanto daño causan a sus poblaciones, del cual, nuestro país, no ha salido muy bien librado en cuanto al cumplimiento de sus obligaciones, según lo determinaren observadores independientes que han denunciado al Instituto Costarricense de Pesca y Acuacultura (Incopesca) por no hacer cumplir el ordenamiento legal con el rigor que exige la situación. -------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Ph.D. Catedrático de la Universidad Nacional, Escuela de Ciencias Biológicas. Heredia. Costa Rica. • Tel. oficina: (506) 277 3332 Correo electrónico: [email protected]

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3 Sin embargo, pese a lo último, no se puede afirmar que haya habido indiferencia estatal ni privada ante las amenazas que desde hace años se ciernen sobre las tortugas baula de Costa Rica. Más bien, y esto ha de reconocerse, desde hace más de una década, gobernantes costarricenses han asumido la responsabilidad de salvaguardar esos maravillosos reptiles marinos, prestándole atención a las recomendaciones que entes, fundamentalmente privados, han promovido en pro de su conservación. Acción no estatal que en varios campos ha orientado la actividad conservacionista llevada adelante por el gobierno de la República en esta y otras áreas, en virtud de las limitaciones económicas y logísticas que impiden un efectivo y autónomo cumplimiento de su deber. En este contexto, cabe analizar el origen del dilema en que se mueven las iniciativas tendientes a acudir en auxilio de las amenazadas tortugas baula. En los últimos años el número de tortugas que generalmente venía a anidar al Parque Nacional creado para su protección, ha venido disminuyendo dramáticamente. De las 70 hembras que cada noche venían a anidar entre los meses de octubre a marzo (según el decreto del año '91) sólo llegaron 69 para toda la temporada del 2002-2003. De las 1.367 tortugas que llegaron a Playa Grande en la temporada 88-89, nueve años después la población había disminuido a 117 (Spotila et al, 2000). Y como dijimos antes, seis años más tarde el número había caído a 69. Cifras que revelan una realidad que hoy parece casi imposible superar: las poblaciones de baulas que llegan a Costa Rica están camino a su extinción; de las amenazas de exterminio se ha pasado a la consumación de su extinción. Está incluida en el apéndice I de CITES y en el libro rojo de la UICN se encuentra catalogada en "peligro crítico". Al indagar acerca de la razón o las razones de tan masiva desaparición, encontramos que es un fenómeno que lamentablemente se repite en otros lugares del Pacífico latinoamericano. Por ejemplo, en México (donde se le conoce como tortuga laúd) se determinó que de las decenas de miles que anidaban en 1980, el número cayó a 50 en el año 2002. El total de nidos en Mexiquillo, Michoacán, disminuyó sostenidamente de más 6.000 en 1984 a unos 500 en 1995 (Greenpeace, Boletín 2002), lo que viene a confirmar la hipótesis de que algo devastador está afectando a las tortugas baula del Pacífico. Algo devastador que no se puede circunscribir a la situación de su hábitat de anidación, pues en términos generales, gracias a la protección que se les brinda (como en los parques nacionales y refugios costarricenses) no se puede explicar tal catástrofe a partir de lo que se hace o no se hace en las playas o lugares próximos a ellas. Cuando dirigimos nuestra atención hacia la situación de las poblaciones que habitan el Pacífico Oriental, el asunto de su dramática desaparición adquiere ribetes de debacle. De acuerdo a Sarah Bouchard y Karen Bjorndal (2002), las grandes poblaciones de tortugas baula que antes cubrían los océanos, casi han desaparecido en poco más de una década, disminuyendo su número desde cientos de miles a unas 40.000 alrededor del mundo. Para Jennifer Harford (2002) quedan solamente entre 20.000 y 30.000 hembras en el mundo. En el mismo sentido, otros investigadores y organizaciones, como Wildaid (2001) se lamentan que el número de hembras adultas ha declinado de 115.000 en 1982 a 34.500 en 1996, según lo reportara Spotila et al (2000), quienes además afirman que la especie Dermochelys coriacea del océano Pacífico se encuentra, por desgracia, a punto de extinguirse. En cuanto a la situación de las poblaciones que llegan a costas mexicanas, esos mismos autores llaman la atención en cuanto a que la gran colonia que anidaba en ese país cayó exponencialmente de 70.000 individuos en 1982 a menos de 1.000 en 1994, según lo comunicaran Sarti et al en 1996, y a menos de 250 en la temporada 88-89, con una mortalidad anual del 22,7% para el periodo de 12 años comprendido entre 1984 y 1996. ¡Alguien o algo, lejos de los sitios de anidación, las está matando!

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4 Para Centroamérica se calcula que para el año 2000 había unas 687 hembras y 518 subadultos, mientras que para México la población remanente era de 1.000 adultos y 750 subadultos. Así, la población combinada del océano Pacífico Oriental habría disminuido de 4.638 individuos en 1995 al número casi insignificante de 1.690 hembras adultas. Pero donde se hace más evidente la desgraciada situación de esos invaluables reptiles marinos, es en las estadísticas que nos dicen que de los 91.000 adultos existentes en el Pacífico en 1980 (hace tan solo 23 años) para el año 2000 quedaban solo 2.995 hembras (Spotila et al, 2000). Para las 71 personas físicas y jurídicas firmantes de un llamado internacional en pro de su protección (Agosto, 2002) las poblaciones de baulas del océano Pacífico habían caído de 91.000 en 1980 a menos de 5.000 en el 2002, por lo que advirtieron de la necesidad de tomar acciones inmediatas y significativas para evitar su extinción; para evitar que las sigan matando… Tal devastadora situación fue asimismo señalada en Ambientico (Pacheco, 2003) donde se cuestiona la razón de tal desastre ambiental: ¿Cómo es posible que pese a la protección de sus sitios de anidación, se esté presentando esta lamentable situación? Y cabe la interrogante pues obviamente ha fracasado la estrategia recomendada por los expertos y seguida casi al pie de la letra por los gobiernos de naciones que, como Costa Rica, creían de buena fe que con su esfuerzo proteccionista y conservacionista, estaban salvaguardando las colonias de baulas para satisfacción de las actuales y futuras generaciones. Si no se estuviera hubiera dando la catástrofe expresado en los informes estadísticos que hoy lamentamos, sí podría hablarse de un triunfo del movimiento ambientalista dedicado a la protección de ese extraordinario animal. Pero como los resultados han sido totalmente contrarios a lo que se ha buscado con tanto esfuerzo, hay que admitir que se ha fallado, que la energía y recursos económicos invertidos no han rendido los frutos esperados, y que, en respuesta a esta situación, no queda más que mirar hacia otro lado en busca de respuestas, y más importante, en busca de soluciones urgentes y ojalá efectivas, que permitan prevenir la irreparable extinción. Algunas características de las baulas Las baulas son las tortugas vivientes más grandes. En etapa adulta las hembras promedian los 500 kilogramos de peso, pero se ha llegado a reportar ejemplares de hasta 900 kilos. Es la única especie de la familia Dermochelidae, no posee el típico caparazón duro cubierto de escudos de gran consistencia, sino más bien uno cuerudo con una matriz de huesos exagonales, con siete quillas en total, una de ellas prominente en la parte media del caparazón. Su piel es negra en la parte dorsal, con una gama variable en la abundancia de manchas blancas, azuladas o rasadas en el cuello y base de las aletas; la pigmentación clara predomina en el plastrón (mundomatero.com) Para una mejor comprensión de los hechos que amenazan su desaparición, ha de considerarse que se trata de una tortuga de hábitos pelágicos y altamente migratoria, que se mantiene muy lejos de la costa y que solamente en su etapa reproductiva se acerca a las playas. Puede ejecutar zambullidas de hasta 700 metros y navegar grandes distancias, tanto de oriente a occidente como de norte a sur; se han visto tanto en Alaska como en Chile. Se conoce que pueden nadar distancias de hasta unos 4.000 kilómetros o más desde sus sitios de desove; cada dos o tres años sus hembras regresan a las mismas playas a anidar, donde hacen agujeros de aproximadamente un metro de profundidad en que depositan un poco más de 100 huevos. Es interesante señalar que, de ellos, colocan en la parte superior unos 30 huevos, más pequeños e infértiles. Aunque mediante estudios se ha demostrado que las poblaciones que anidan en las regiones oriental y

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5occidental del océano Pacífico, son genéticamente diferentes, los mismos estudios permiten concluir que las baulas capturadas en altamar y en las regiones pesqueras del Pacífico norte, efectivamente realizan migraciones transoceánicas a partir de sus correspondientes playas de anidación en ambas riberas del océano Pacífico, hacia las áreas de alimentación en que también pescan los buques palangreros y con redes. Los investigadores reafirman la necesidad de que se ejecute un movimiento efectivo de cooperación para su conservación, en vista de que los impactos en el ambiente marino tienen un efecto sobre las diversas poblaciones ajeno a lo que sucede en las playas de anidación (Dutton et al, 2003). Además, se les encuentra alrededor del mundo, tanto en océanos tropicales como sub-polares, anidando en playas tropicales principalmente (raramente se les ha visto anidando en playas subtropicales). Como sucede con otras especies de tortugas marinas, se conoce muy poco acerca de los rumbos que siguen sus neonatos y juveniles (Martínez, S.,2000). Su alto contenido de grasa le proporciona aislamiento y le brinda la habilidad de mantener temperaturas corporales a un nivel superior a su ambiente, muchas veces frío, lo cual le permite permanecer prolongados periodos en aguas casi heladas donde encuentra abundancia de medusas, su principal alimento. Un enfoque diferente sobre su conservación Al conocer cada vez más de su biología, que incluye aspectos relevantes de su fisiología, etología, ecología, etcétera, no parece prudente seguir hablando casi exclusivamente del "efecto de las luces y del ruido", cual si estos fueren la razón de la matanza que se ha documentado estadísticamente. De seguir por ese camino, seremos irresponsables testigos de la desaparición de un reptil que ha poblado el planeta desde hace más de 100 millones de años. Testigos además, de la extinción de una maravillosa especie de tortuga que logró sobrevivir los efectos de los cambios climáticos monumentales que hace millones de años hicieron imposible la supervivencia de muchas planta y animales. Especie que soportó exitosamente los choques de cuerpos provenientes del espacio exterior, de los cataclismos geológicos que resultaron de los movimientos violentos de los continentes en formación y la elevación de las cordilleras volcánicas que con su intensa actividad fueron dándole forma a los valles, mesetas, montañas y playas que forman el paisaje terrestre. De esa especie que nadaba por los mares y océanos que cubrían lo que hasta muchos millones de años después iría a ser el istmo centroamericano. De esa especie que habría de esperar casi 100 millones de años para ser acompañada por esa otra especie, la "inteligente", que vendría a ejercer un dominio demoledor, destructor, depredador, sobre el ambiente, gracias a esa ventaja evolutiva que la dotara de un cerebro desarrollado y una capacidad de raciocinio (¡qué paradoja!) hasta entonces desconocido. Porque tampoco se trata de negar o tratar de ocultar la gravedad de las acciones del hombre contra la supervivencia de las tortugas baula pues de hecho, éstas no han cesado en muchos sitios conocidos. Las principales amenazas en el pasado (antes del factor "pesca incidental") lo constituía el saqueo de sus nidos y la matanza producida para extraer sus aceites, como sucediera con las desaparecidas baulas de Malasia. También se ha documentado suficientemente la mortalidad provocada por los plásticos contaminantes y la destrucción de sus hábitats de desove. Pero la prohibición internacional al comercio de baulas o sus productos, ha contribuido grandemente a eliminar tales prácticas destructivas (Martínez, S., 2000).

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6Pero ahora se tiene claro que es en altamar donde las tortugas baula encuentran sus mayores amenazas, por lo que gracias a esa capacidad adaptativa extraordinaria que les permitiera sobrevivir a los gigantescos dinosaurios y demás especies de plantas y animales que sucumbieron hace decenas de millones de años a las tortugas baulas, se les considera "fósiles vivientes", en vista de sus características, si se quiere primitivas, pero enigmáticas, que sustentaron su exitosa existencia frente a los peligros y amenazas reales que lograron superar. Y es precisamente a esos animales a los que hoy vemos camino a su desaparición en medio de una actitud de pasividad pasmosa, irresponsable, inhumana, cual si se tratara de una especie despreciable que no merece un mayor esfuerzo. Claro que son importantes los simposios y demás reuniones de especialistas e interesados en la materia, pero ellos por sí solos no contribuyen a su supervivencia. Ahora que la especie está muriendo a una tasa insostenible producto de una indiferencia que pretende obviar quien sabe qué conflicto internacional, es cuando ha de admitirse que si no se cambia la estrategia conservacionista seguida hasta ahora, habremos fallado, desde el punto de vista de la responsabilidad ética y moral que ha de permear la acción racional del Homo sapiens. El dilema costarricense A partir de los resultados obtenidos hasta ahora, tenemos los costarricenses (aunque no exclusivamente) el deber de tomar acciones correctivas tendientes a revertir el proceso creciente, sostenido y de evidente resultado destructivo, que afecta a las poblaciones de tortugas baula que anidan en Costa Rica. Pero es precisamente aquí donde nace el dilema relacionado con el quehacer que nos espera. Dilema producto de la divergencia de criterios que durante el último año han surgido en cuanto al tema y que todavía sigue sin resolverse. Tenemos por un lado a los que, según la estrategia tradicional seguida hasta ahora, optan por proseguir prioritaria y exclusivamente, el camino de la protección de las playas de anidación, como la única opción salvadora de las colonias de baulas que todavía llegan a las playas costarricenses. Opción que, en vista de los resultados anotados, paradójicamente, no solo parece ser una negativa inútil de la realidad, sino que también parece desconocer la imposibilidad financiera que ha impedido a través de los años, cumplir con la compra de terrenos originalmente destinados a ser parte del Parque Nacional Marino fundado para brindar protección a todo lo relacionado con la anidación. Los estimables amigos que defienden ésta, como la solución al problema que representa la caída estrepitosa que se ha dado en el número de individuos que hasta hace pocos años llegaba a playas costarricenses, parecieran no percatarse de la debacle. Aunque no fuere su intención, ellos actúan cual si no se estuviere dando la matanza de tortugas que se ha hecho evidente; para ellos la atención ha de enfocarse en los hábitats de anidación y nada más. Otros creemos más bien, que de seguir con esta actitud que calificamos de equivocada (aunque pudiere ser bien intencionada) donde se fija la atención en los sucesos que pudieren darse en los sitios de desove, dejando de lado la conocida matanza causada por pescadores inescrupulosos, presumiblemente se estaría asumiendo una posición en la que poco bueno se puede esperar en pro de la conservación de las baulas. Cabe mencionar que a través de los años que han pasado desde la creación del Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste, una gran dificultad todavía sin solución, ha sido la imposibilidad de incorporar al parque, terrenos de propiedad privada como parte de las áreas que una vez se determinaron ligeramente como parte de la porción terrestre de dicha área de conservación. La escasez financiera crónica fue alimentando un creciente déficit presupuestario, que por efectos de la plusvalía relacionada con el desarrollo de pequeños proyectos turísticos que se ha venido dando en el área, ha alcanzado niveles inalcanzables para el Estado costarricense o para cualquier

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7organización no estatal conocida. Más allá de las inevitables divergencias relativas al valor de los terrenos que habría que expropiar, donde por un lado los propietarios de los mismos defienden y negocian valores a veces muy diferentes a los que funcionarios del gobierno hubieren determinado en ciertos casos, lo cierto es que el conflicto existe, es de muy difícil resolución y más bien estaría obstaculizando otras iniciativas tendientes a proteger, a partir de la situación real, a las tortugas baulas. Fundamentos legales Los determinantes jurídicos incluidos en las normas legales que sustentaron la creación del Parque Nacional, incluye aquél que dice: "Los terrenos privados comprendidos en esa delimitación serán susceptibles de expropiación y se considerarán del Parque Nacional Marino Las Baulas, hasta tanto no sean adquiridos por el Estado…" (Art. 2 de la Ley del '95) y "La declaratoria de parque nacional tendrá plena eficacia, una vez que el Estado adquiera las propiedades privadas existentes en esa demarcación" (Art. 5 del Decreto del '91). De esta forma, en vista de que a la fecha no se ha hecho efectiva la compra en firme de ni un metro cuadrado de esos terrenos privados, sus propietarios en el ínterin han hecho valer los derechos que la ley les confiere, habiéndose ejecutado proyectos de desarrollo en esas áreas no consideradas como parte del Parque Nacional, que han hecho aumentar sustancialmente el valor de las propiedades, con lo cual cada vez es mayor la dificultad de ejecutar tales adquisiciones. Según resolución del ministerio responsable de la administración del Parque Nacional (DAJ-PN-223), emitida en respuesta a una consulta de un ente privado en el sentido de "si existe algún obstáculo legal para el pleno disfrute… del inmueble… ubicado dentro de los límites establecidos para el Parque Nacional Marino Las Baulas", la asesoría jurídica ministerial respondió que la finca sobre la cual se hacía la consulta "no forma parte de ese patrimonio forestal del Estado y por tanto el propietario goza de todos los atributos propios del derecho de propiedad, estando facultado para desarrollar cualquier proyecto, segregar lotes o construir, sujeto eso sí a las limitaciones que imponga el resto de nuestro ordenamiento jurídico." Así, esa formal resolución confirma aún más el carácter privado de las tierras no adquiridas por el Estado para incorporarlas al Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste. Ha de aclararse, sin embargo, que la totalidad de tales áreas privadas se encuentran fuera de la franja de 50 metros de ancho medidos a partir de la pleamar ordinaria (zona pública de la zona marítimo terrestre) que desde un primer momento pasaron a formar parte del Parque Nacional, por lo que las áreas de anidación propiamente dichas, se encuentran bajo el estricto régimen de protección que administra el Ministerio de Ambiente y Energía, y que asimismo, se ejerce una protección absoluta sobre las áreas de manglar y los esteros. Dentro de este contexto se han venido dando acciones polémicas entre los que consideran que tales terrenos privados pueden ser administrados con las limitaciones legales que son intrínsecas al Parque Nacional, y los que dicen tener derechos de acuerdo a lo señalado en la legislación, posición ésta compartida además por el gobierno local representado por la Municipalidad del cantón de Santa Cruz. Para la cual, dichos terrenos han sido parte de su jurisdicción pues jamás han sido incorporados al Parque Nacional. Para el ente municipal, su objetivo en dicha área privada es el "de darle apoyo a una iniciativa local que surja de la Municipalidad de Santa Cruz y la cual estamos dispuestos a promover para regular lo que sea necesario y con ello garantizar la protección ambiental y el desarrollo económico en armonía con la naturaleza" (Acuerdo del 10 de junio, 2003).

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8 El señor Ministro de Ambiente y Energía don Carlos Manuel Rodríguez, en lo que respecta, en cierta forma se muestra concordante con la posición municipal de promover un desarrollo "en armonía con la naturaleza", enfatizando que "Los esfuerzos de conservación y protección estarán centrados en Playa Grande, donde buscaremos promover un desarrollo de baja densidad.". Y agrega: "En las áreas privadas declaradas como Parque Nacional en 1991 y 1995, nos interesa promover un régimen voluntario de conservación, en lugar de proceder a las respectivas expropiaciones", - "Cualquier desarrollo en Playa Grande deberá ajustarse a los criterios que deben definirse como: de baja densidad, el manejo y uso apropiado de las luces, la implementación y uso de "cortinas verdes", entre otros." (Carlos Manuel Rodríguez, 16 de julio, 2003). Asimismo, es de destacar que la Universidad Nacional, al acoger invitación que le hiciera la Municipalidad de Santa Cruz a participar como entidad científica como parte de su gestión en Playa Grande, manifestó por medio de su Rectora que "Creemos más bien que, ante la imposibilidad demostrada de agregar áreas de propiedad privada a los terrenos del Parque Nacional, la mayor atención habrá de dirigirse hacia el establecimiento de medidas de carácter obligatorio, relacionadas con el ordenamiento territorial en aquellos lugares que podrían afectar los sitios de anidación, a efecto de que, como dice el acuerdo municipal, se pueda "garantizar la protección ambiental y el desarrollo económico en armonía con la naturaleza", según los fundamentos del concepto de desarrollo sostenible. (Dra. Sonia Marta Mora, 24 de julio, 2003). Y es precisamente en esos términos que la Universidad Nacional ha iniciado un proceso tendiente a cumplir tales objetivos, en el cual participan las dos instituciones, representantes de los propietarios de los terrenos citados y líderes comunales, según el supuesto bien sustentado de que ante la imposibilidad e intencionalidad manifiesta (por el señor Ministro) de que no se iría a proceder a efectuar las costosas expropiaciones, lo recomendable es trabajar conjuntamente, y bajo un marco de buena fe y respeto, hacia un ordenamiento en el que se garanticen las metas conservacionistas tendientes a proteger las tortugas baula que todavía llegan a desovar al Parque Nacional. Ordenamiento que evitaría la ejecución, e incluso la propuesta, de proyectos urbanísticos de alta densidad en el sitio, como el que fuere discutido, y desechado, hace poco más de un año por la Secretaría Técnica Nacional Ambiental (Setena) del Ministerio de Ambiente y Energía, al improbar el estudio de impacto ambiental (EsIA) que fuere sometido ante ese ente por los interesados en la construcción de una urbanización. Mediante estrictas regulaciones en que se consideran además de los derechos, los deberes de todos los responsables e involucrados (tanto autoridades como habitantes) a partir de la cooperación iniciada entre la Universidad Nacional y el gobierno local del cantón de Santa Cruz, se pretende proteger a las baulas a partir de medidas relacionadas con la mitigación del impacto ambiental a partir de desarrollos de muy baja densidad que consideren, entre otros, regulaciones sobre el porcentaje de construcción en lotes de al menos 1.500 metros cuadrados, otras normas en lotes menores, altura de las casas, cortinas vegetales, tipo, intensidad y orientación de luces, limitaciones al acceso a la playa durante las temporadas de desove, etcétera, que tomadas por los entes establecidos por ley a partir de recomendaciones fundamentadas, sean parte de los requisitos a que habrán de someterse los actuales y futuros propietarios de terrenos situados en las áreas adyacentes a las playas protegidas. Cabe mencionar, que hasta ahora no se ha dado ninguna respuesta negativa de parte de las personas físicas y jurídicas con intereses en la zona, por lo que existe conformidad con las propuestas iniciales que, conjuntamente, plantean el ente municipal y la Universidad Nacional. Pese a las divergencias evidenciadas entre las autoridades municipales y los funcionarios ministeriales locales, en cuanto a quién tiene o no tiene jurisdicción sobre los terrenos que, al no

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9haber sido expropiados oportunamente, no fueron incorporados al Parque Nacional, ese no es el dilema a que deseamos hacer referencia. Lo cierto es que más bien creemos que de seguir sumidos en dicha discusión, se consumiría innecesariamente el tiempo mientras seguirían muriendo las tortugas, como en este instante está sucediendo, sin que se tomen las medidas urgentes que demanda la actual situación de emergencia. Sin menospreciar la importancia de determinar formalmente los citados aspectos jurisdiccionales, lo cierto es que ese no es el problema mayor pues con esa determinación, no se van a salvar las pocas tortugas que todavía alcanzan las playas costarricenses y de otros países americanos. Paradójicamente, más bien estaríamos contribuyendo con una estrategia que, como hemos dicho antes, ha fracasado estrepitosa y lamentablemente, en vista de que ha concentrado casi exclusivamente su atención, en lo que se hace en una o varias pequeñas playas, donde se protegen las hembras y sus neonatos, obviando los sucesos que están arrasando con las poblaciones de las baulas en amplias áreas de altamar. S.O.S. para las baulas Mientras se desviaba la atención hacia aspectos como la magnitud del efecto que podría tener una lejana fuente luminosa o el ruido de un motor sobre una colonia de baulas, y se debatía acerca de la necesidad de ampliar, mediante un proyecto de ley que conlleva mayores obligaciones económicas, un parque nacional que aún espera su consolidación, diversas poblaciones de baulas sufrían los embates destructivos de una creciente amenaza para su supervivencia representada en la pesca incidental. Mientras en Costa Rica se iniciaba el trámite legislativo del detenido proyecto de ley que hubiera derivado en la incorporación al "Parque Marino" de más y más tierras cada vez más alejadas del mar y la playa, se pretendió obviar el hecho incuestionable de que todavía no se ha pagado ni una moneda por los terrenos que habrían de ser sumados al Parque Nacional Marino, creado para proteger a las tortugas baula. Se seguía pues, nuevamente, el camino equivocado, costoso, infructuoso y sin sentido, de pretender financiar la compra de más lotes tierra adentro, en lugar de dedicar los mejores y mancomunados esfuerzos por efectivamente revertir la destrucción de tan extraordinaria especie. Todo ello a pesar de que se sabe que los supuestos beneficios que se derivarían de los dineros dedicados a la compra de unos cuantos terrenos cercanos a los sitios de anidación, de nada servirían para detener la matanza que se cierne sobre las tortugas baula. ¡Ahí no está el origen del problema! Y cuidado si la solución que se plantea no conlleva paradójicamente un mayor peligro para su supervivencia, tal y como se desprende de la propuesta del Fideicomiso Baulas (The Leatherback Trust) de triplicar, al menos, el ingreso anual de turistas a las playas protegidas (de 20.000 a 60.000) como medio de financiar, mediante las tarifas de ingreso, la compra de tierras, pese a que ello estaría aumentando peligrosamente el impacto negativo sobre las playas de anidación y afectando aún más a las pocas tortugas que logran llegar a Costa Rica, después de superar los peligros que se ciernen sobre ellas. En el expediente legislativo tal Fideicomiso no solo se manifiesta a favor de la ampliación del Parque Nacional Marino, sino que propone también el aumento sustancial en el ingreso de turistas y de dinero, proveniente del cobro de derechos de investigación, de práctica de surf, concesiones y alquileres no especificados, que parecieran referirse a la construcción de "centros para visitantes, senderos, áreas para almuerzos y para acampar, tiendas, restaurantes, miradores, servicios sanitarios y otros" (Fideicomiso Baulas, 2003).

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10Por nuestra parte, creemos que tal propuesta encierra en sí una contradicción pues compartimos más bien el criterio de que lo menos que necesita las tortugas baula, para su supervivencia, es el desarrollo de infraestructuras que promuevan el ingreso de visitantes por decenas de miles, y mucho menos durante la época de anidación. Jamás podríamos pensar en las playas de este Parque Nacional cual si fueren las playas de otros parques nacionales o zonas protegidas, donde no se da el desove de estas tortugas y donde el turismo es parte fundamental, como el caso del Parque Nacional de Manuel Antonio donde "Su atractivo principal lo constituyen las playas Espadilla Sur y Manuel Antonio, de arena blancuzca, escaso oleaje, pendiente suave y aguas transparentes…" (Boza, M. 1989). El impacto ambiental que semejante propuesta traería consigo podría incluso, ser mayor al que tendría un desarrollo armónico, controlado, altamente restrictivo, como el que se propone desde la Municipalidad de Santa Cruz, según los preceptos del desarrollo sostenible. Como en Playa Grande, por decisión municipal, ministerial y de sus habitantes, no se pretende ni permitiría "desarrollos masivos" como los que se darían según la organización Fideicomiso Baulas, tal amenaza no ha de usarse como argumento para minimizar el foco del problema e insistir ciegamente que es en la playa donde está la causa de su masiva desaparición. ¡Claro que ahora son mucho menos las tortugas que llegan a desovar! Eso todos lo sabemos. Pero no se puede torcer la realidad y concluir que ello se debe a las luces artificiales que, de paso, difícilmente se ven desde los principales sitios de anidación, como se puede comprobar en playa Grande. De continuar por ese camino, de lo único que estaríamos seguros es de que pronto, muy pronto, aunque se inviertan más de cien de millones de dólares en un muy improbable proceso de expropiación, eventualmente no llegaría ni una sola baula a desovar a ninguna playa costarricense. En su informe, Spotila et al (2000) concluyen que de continuar la protección de sus sitios de anidación lo único que se lograría es que la caída de la población "a menos de 50 animales podría posponerse por cinco años". Malas noticias para los que todavía creen que se podría revertir, con la compra de más tierras ubicadas tanto dentro como fuera de la zona prevista para el Parque, el rápido camino hacia la extinción del que todos somos testigos. Eventualmente, después de un gran esfuerzo humano y económico, tendríamos el disparate de un parque nacional para las baulas… sin baulas. Las que a diferencia de las otras tortugas marinas, se manifiestan imperturbables ante las luces, ruidos o la lluvia, cuando están en la labor de desove (Harford, 2002) lo que hace menos relevante esos elementos a la hora de explicar, o tratar de explicar, la angustiante extinción que las amenaza. Estamos seguros que los autores citados (Spotila et al) comparten con la mayoría que lo que se busca no es solo atrasar o posponer la extinción de las baulas. ¡No! De lo que se trata es de hacer lo que fuere necesario para detener la masacre que afecta sus poblaciones y tratar de revertir el proceso. Y tal tarea ha de ser compartida por todos los que, de alguna u otra manera, estamos involucrados en la tarea de garantizar su supervivencia, incluyendo, por supuesto, a los que promueven la ampliación del área del Parque Nacional Marino. Sucede en altamar De acuerdo al "Llamado Internacional por una Moratoria en el uso de Palangres y Redes Agalleras en el Océano Pacífico" suscrito en agosto del 2002, "La tortuga baula se encuentra en la cima de la lista de especies que están siendo llevadas hacia el borde de la extinción debido a los efectos de la pesca industrial global". "Destacados biólogos especialistas en tortugas marinas y expertos en oceanografía reconocen que las principales amenazas que se ciernen en el mar sobre las tortugas baulas del Pacífico, provienen de los palangres y redes agalleras. Miles de baulas del Pacífico

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11están siendo atrapadas incidentalmente y matadas por estas largas cuerdas con anzuelos y redes que son lanzadas sobre todos los océanos, hogar de las tortugas marinas durante la mayor parte de sus vidas." (Agosto, 2002) Así, se manifestaron formalmente, representantes de instituciones estadounidenses como The Leatherback Trust, Inc., Conservation International, Turtle Island Restoration Network, Sea Turtle Restoration Project, Defenders of Wildlife, Natural Resources Defense Concil, Friends of the Earth, Oceana, Sierra Club, Reefkeeper International, Center for Biological Diversity, Wildcoast, National Coalition for Marine Conservation, Caribbean Conservation Corporation, Recreational Fishing Alliance, Bluewater Network, sumadas a entes como The Marine Turtle Preservation Group de la India, Greenpeace de México, Greenpeace de Chile, Centro Ecoceanos de Chile, Billfish Conservation Foundation e International Fund for Animal Welfare (ambos de México), Randall Arauz (Pretoma), Mario Boza (Wildlife Conservation Society), Daniel Frunkes (Costa Rican Fisheries Restoration) y Rolando Castro (Cedarena) (los cuatro de Costa Rica), y muchos otros más representantes de organizaciones de Irlanda, Reino Unido, Argentina, Zimbabwe, Fiji, Indonesia y Alemania. Y es que según los datos aportados por Spotila, Paladino, Reina, Plotkin y Steyermark (Spotila et al, 2002) en 1996 -1997, 1997-1998 y 1998 -1999, solo 26,7%, 27,1% y 20,6%, respectivamente, se clasificaron como re-emigrantes en Playa Grande. Por otro lado, de las tortugas etiquetadas en las temporadas 93-94 y 94-95, solo 11,9% y 19% respectivamente, regresaron a anidar en los próximos cinco años, por lo que concluyen que esta población está a punto de colapsar. En contraste, en otros lugares como en la caribeña Saint Croix, la re-emigración alcanzaba cifras superiores al 48%. Ante la pregunta que se hacen los autores de "¿Cómo pudieron haberse desvanecido las tortugas de Playa Grande?", se ensayan varias respuestas, llegándose a la conclusión de que la "mortalidad parece ser la mejor respuesta para explicar la disminución de la población". Así, para sustentar dicha eventualidad, informan que para la temporada 93-94 la mortalidad anual para las baulas de Playa Grande fue de 34,6%, manteniéndose para el año siguiente en un 34%, por lo que concluyen que "aún contando con protección total de las playas, cualquier población experimentando tales tasas de mortalidad de adultos no puede sobrevivir más que algunos años." Y lo mismo sucede, como se citó antes, con las otrora grandes colonias de baulas que anidaban en playas mexicanas. Playas que, al igual que Playa Grande, cuentan con medidas de protección… que obviamente no han tenido el efecto esperado. En su Boletín 211 (del 26 de febrero, 2002) Greenpeace de México destaca que "Se estima que entre mil y 2 mil tortugas laúd mueren cada año debido a la pesca incidental en Chile, Perú y hasta hace poco tiempo en Hawai (donde se estima que morían cerca de 800 tortugas marinas anualmente). De hecho, hay una relación directa entre el incremento de la pesca en Chile y la distribución de la anidación de tortuga laúd en México. La pesquería de palangre de Hawai fue prácticamente cerrada recientemente por las estrictas disposiciones de conservación de Estados Unidos. Sin embargo, la consecuencia de esto es que ahora los barcos palangreros de Hawai están pescando en aguas mexicanas y están capturando todo tipo de tortugas, de acuerdo con denuncias de pescadores deportivos de México ante las autoridades mexicanas." En el mismo boletín de Greenpeace se ilustra la extraordinaria disminución de hembras anidantes en tres playas mexicanas, según datos de los años '80, '92 y '94 para Tierra Colorada, Guerrero, donde se anota que de 10.000 individuos anidando en 1980, se pasó a menos de un centenar en 1994. En Mexiquillo, Michoacán pasó de un estimado cercano a las 5.000 tortugas en 1980 a tan

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12solo 16 (!) en 1993. Igualmente, otras publicaciones también resaltan que la pesca es la causante de la caída en el número de baulas, y otras especies marinas, alrededor del mundo (Grow, 2003). Uno de los aspectos más relevantes de dicha publicación, es el que se ilustra a partir de la publicación que hiciera Eckert (1997) en que se correlaciona la disminución nidos de baulas en México en un período que va de 1987 a 1996, con el aumento en el "esfuerzo de pesca" documentado en pesquerías chilenas implicadas en la debacle que viven las poblaciones de baulas. Con ello se confirma la posible razón de la matanza evidente que ha venido infringiéndosele a las baulas en sus conocidas travesías por el océano Pacífico. Movimientos migratorios que también fueron documentados a partir del estudio de siete tortugas de Mexiquillo entre enero y setiembre de 1997, que en conjunto constituyen un aspecto fundamental para comprender la actual situación de las poblaciones de tortugas baula, pese a los esfuerzos que, como en el caso de Costa Rica, se ha venido cumpliendo a cabalidad la protección de su hábitat de anidación. Toma mayor importancia el hecho de que se conozca a Dermochelys coriacea como el mayor "viajero", capaz de alcanzar las extremas latitudes polares. Que "puede ser encontrada desde Noruega hasta Nueva Zelandia y que vaga a través del Atlántico, el Pacífico y el océano Indico, desde Islandia, las Islas Británicas, Alaska, Japón, el sur de Argentina, Chile, Africa, el Mediterráneo y, por supuesto, ¡Costa Rica!" (Harford, 2002). Comportamiento que, paradójicamente, además de favorecer a la especie en su plasticidad adaptativa que tanto éxito le ha conferido a través de unos 100 millones de años, también la ha expuesto a las amenazas destructivas que hoy la están exterminando del planeta. Y esto último se afirma aún más cuando nos percatamos de que las baulas son absolutamente incapaces de superar obstáculos a lo largo de su camino en el mar. Es admirable (y esto las ha salvado de estar prisioneras en acuarios y zoológicos) el hecho de que, como un ¡canto a la libertad! en sí mismas, cuando se les aprisiona, sea en tierra o en agua, se golpean contra las paredes hasta consumar su suicidio. "El único lugar donde tal animal podría ser capaz de sobrevivir es en el mar abierto" (Harford, 2002). Cuando son atrapadas en las inmensas redes de pesca, conque pescadores inescrupulosos arrasan indiscriminadamente con los remanentes de los recursos biológicos marinos que aún persisten, las baulas mueren. También han tenido que tomarse acciones estrictas en contra de embarcaciones camaroneras que inescrupulosamente, en aguas nacionales de varios países, usan sus redes para atrapar, y matar, a las baulas que se "interponen" en su labor de extracción. Diversos estudios demostraron que el uso de un dispositivo excluidor de tortugas (TED en inglés) ha permitido reducir la mortalidad de tortugas por parte de la "industria camaronera" hasta en un 97%, según Todd Steiner, director del Sea Turtle Restoration Project de Earth Island Institute (Environmental News Network,1998). En aplicación de sus leyes conservacionistas, autoridades estadounidenses han tenido que imponer embargos a la importación de camarón desde países donde sus pescadores no son obligados a cumplir a cabalidad con medidas de mitigación semejante, como sucedió recientemente con Costa Rica. Según la Australian Marine Conservation Society (1999) las aguas suramericanas son unas de las más problemáticas para las tortugas, debido a la creciente industria pesquera que se ha despreocupado del impacto causado a las tortugas. Chile, dice dicha organización, tiene la más grande pesquería de pez espada mediante el uso de redes agalleras y palangres en Sur América. Las agalleras podrían haber exterminado hasta 1.600 tortugas baulas solo en el año '97, mientras que la acción combinada de Chile y Perú podría matar un mínimo estimando de 2.000 tortugas anualmente. Datos, se aclara, que no incluyen las pesquerías con palangre que cada vez adquieren más importancia en esas aguas. Asimismo se llama la atención en cuanto a que las

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13baulas también son aniquiladas por los pescadores de calamar y atún en el Pacífico Norte, quienes capturaron unas 1.000 tortugas entre los años '90 y '91, concluyéndose, entonces, que "Parece que la muerte incidental de las baulas de parte de las flotas pesqueras estaría seriamente implicada en la disminución rápida y alarmante de la que fuere una vez la población más grande de baulas en el mundo". Asimismo, autores como Gallaway (2001) se refieren, además de los eventos del Niño, a las pesquerías suramericanas de pez espada que se caracterizan por un esfuerzo de pesca superior a los 40.000 días en el mar, que les permiten extraer unas 2.000 baulas al año. Sin embargo, aunque es un asunto que trasciende las fronteras nacionales, es poco lo que efectivamente se hace para detener tal masacre, aparte de las declaraciones internacionales ya conocidas. En Costa Rica, pese a las gestiones e invitaciones hechas a las autoridades gubernamentales para que se dirijan, muy especialmente, a los gobiernos chileno y peruano para que con su necesaria e imprescindible ayuda, se tomen las acciones urgentes que eviten el daño ambiental que causan algunos de los buques que pescan en sus aguas nacionales y en altamar, no conocemos de gestión alguna de parte del poder ejecutivo. Asimismo, según el coordinador de la campaña de biodiversidad Greenpeace México, Juan Carlos Cantú, "Aún cuando se conoce desde hace años que las tortugas laúd de México son víctimas de las pesquerías en otros países, las autoridades mexicanas no han hecho nada para establecer una acción internacional que pueda remediar la crítica situación de esta especie" (Greenpeace, 26 de febrero del 2002). Y agrega: " Si las autoridades no aplican medidas urgentes para salvar a la tortuga laúd, México será uno de los responsables directos de su desaparición, en unos años, de la tortuga más grande del mundo". Es imprescindible que por medio de la Organización de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales relacionadas con la conservación ambiental, se imponga una estricta moratoria en el uso de técnicas de pesca que, como los palangres ("pelagic longlines"), redes agalleras y otras, están arrasando con las poblaciones de tortugas baula. En vista de que la ONU y otros entes no han sido especialmente exitosos en imponer acuerdos semejantes, también está el camino de las relaciones bilaterales entre los Estados que, como en el caso de Costa Rica y México, conocen la necesidad de que gobiernos amigos, como los de Chile y Perú, por ejemplo, hagan algo efectivo en pro de esta trascendental campaña internacional a favor de la supervivencia de estas tortugas. Tales diálogos bilaterales podrían ser exitosos de contar con la comprensión de las partes y a partir del conocimiento de la situación de emergencia que se vive. Aunque para los pesimistas esas y otras acciones difícilmente conducirían a la salvación de las baulas, otros creemos que sí es posible llevar adelante esa tarea. El relativo éxito que ha tenido el uso de los dispositivos TED en las redes de los pescadores para salvar de la extinción a otras tortugas marinas como la Lepidochelys kempi que desova en playa mexicanas, que llegó a contar con solo unas 300 hembras anidando anualmente en los '80, es un prometedor ejemplo (SeaWeb, 2003) de que el proceso destructivo se puede revertir. A partir de la obligación impuesta a los despreocupados pescadores de utilizar el dispositivo excluidor de tortugas en sus redes, las poblaciones de tales tortugas han venido aumentando entre un 11 y un 13% anualmente. Para el año 2002 el número de nidos observados ya había llegado a 6.200. Aunque se reconoce que para salvar a las baulas se habrán de implementar mayores esfuerzos, debido a que el TED no les facilita, por su tamaño y dificultad para superarlo, su salvación, y en vista de que cubren mayores distancias en los océanos y mares, lo cierto es que el esfuerzo habrá que hacerlo. Esperanzas se tienen y personas decididas a acoger dicha tarea se conocen; solo hace falta la toma efectiva de decisiones y la resolución del dilema a que hemos hecho referencia.

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Propuestas de solución Como parte de dicha estrategia conservacionista, alternativa y complementaria a la protección de los sitios de anidación, se discute sobre tres opciones que podrían ser complementarias entre sí: 1) Desarrollar e implementar un mecanismo tecnológico que permita reducir la pesca incidental en la pesca con palangres y redes, 2) Examinar, a nivel internacional, la distribución espacial y temporal de los baulas y relacionar esa información con las actividades de pesca a efecto de determinar la eventualidad de cerrar, en cierto tiempo y espacio (moratorias) área marinas en que se usen dichas técnicas de pesca, y 3) Considerar aspectos de tipo comercial o de mercado, dirigidos a disminuir la importación y comercialización de especies obtenidas por pesqueros que matan tortugas baula. (SeaWeb, 2000) Hasta ahora, sin embargo, tales medidas o algunas similares, no han sido puestas en ejecución y pareciere que no parece existir la disposición necesaria de que algo así se haga. Y es que el aspecto crítico para que sean efectivas, descansa en la cooperación internacional para su obligatoriedad, supeditada a la toma de conciencia de parte de pescadores, conservacionistas, estadistas, organismos internacionales y otros entes tanto públicos como privados. Más de 2.000 millones de anzuelos son lanzados al mar por palangreros alrededor del mundo. Aunque naciones, como los Estados Unidos de América han restringido o cerrado ciertas áreas de pesca, por algún tiempo, tales medidas unilaterales no son suficientes para salvar a las baulas. Más del 90% del esfuerzo de pesca con palangres se concentra en países orientales, como Japón, Taiwan, Corea y China. Otras naciones, aunque menos importantes como pescadores con palangres, juegan por otro lado un papel preponderante en la pesca del pez espada y la consecuente muerte de baulas, como sucede, por ejemplo, en Chile y Perú, lo que afecta directamente a las poblaciones que desovan en playas latinoamericanas. La posible solución pues, descansa en la cooperación internacional y la conciencia de los gobernantes. Y precisamente allí parece estar el mayor obstáculo. Por ello, habrá de incrementarse la presión, entre otros, de la comunidad científica internacional para hacer oír su voz, fuerte, fundamentada, y con carácter de emergencia. En el momento en que se reconozca que en tan solo unos años, la especie humana se habría encargado de exterminar a un organismo maravilloso que por unos 100 millones de años ha sido testigo de las mutaciones geológicas y ambientales del planeta Tierra, ese día se habrá dado el primer paso en pro de su conservación. Así de grande es nuestra responsabilidad como Homo sapiens y, si somos efectivamente racionales, deberíamos ser capaces de actuar correspondientemente. Esa es la única solución que nos queda.

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