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LA EUCARISTIA QUE EDIFICA LA IGLESIA P. J esus C astellano C ervera OCD. Introducción “La Iglesia vive de la Eucaristía”1. Estas palabras iniciales de la Encíclica de Juan Pablo II Ecclesia de Eucharistia ofrecen el marco teológico del presente Simposio teológico y nos indi- can el sentido vital de una Iglesia que, siendo el Cuerpo visible de su Señor invisible, se nutre de Cristo Eucaristía, y por ello, como un cuerpo, se plasma y se construye, crece y se estructu- ra vitalmente con la celebración de la Eucaristía. En ella el Señor, Cabeza y Esposo de esta Iglesia, que es su Cuerpo y su Esposa, presente en el memorial de su pasión gloriosa, es decir en el acto que recapitula toda su existencia y su misterio2, no sólo la une a sí, sino que la configura, la estructura, la revela y la plasma para que sea cabal expresión de ese pueblo santo sacerdotal del Padre, cuerpo místico suyo y templo del Espíri- tu, sacramento universal de salvación. La Eucaristía hace la Iglesia. La Iglesia hace la Eucaristía. Estas dos clásicas expresiones del P. Henri De Lubac son perfec- tamente comprensibles sólo si se sobreentienden con la referen- cia a Cristo, es decir al Cristo de la Eucaristía, al sacerdote y la víctima, al donante y al don. En efecto, es Cristo en la Eucaristía 1 Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, n. 1. La presente conferen- cia, fue ofrecida en el Simposio Teológico y Pastoral Internacional "Ecclesia de Eucharistia”, celebrado en Guadalajara, México en prepara- ción del 48° Congreso Eucaristico Internacional. 2 Cfr. Catecismo de la Iglesia católica n. 1085. Teresianum 56 (2005/1) 3-53

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LA EUCARISTIA QUE EDIFICA LA IGLESIA

P. J e s u s C a s t e l l a n o C e r v e r a OCD.

Introducción“La Iglesia vive de la E ucaristía”1. Estas palabras iniciales

de la Encíclica de Juan Pablo II Ecclesia de Eucharistia ofrecen el m arco teológico del p resente Sim posio teológico y nos ind i­can el sentido vital de una Iglesia que, siendo el Cuerpo visible de su Señor invisible, se n u tre de Cristo Eucaristía, y p o r ello, com o un cuerpo, se plasm a y se construye, crece y se estru c tu ­ra vitalm ente con la celebración de la Eucaristía. En ella el Señor, Cabeza y Esposo de esta Iglesia, que es su Cuerpo y su Esposa, p resente en el m em orial de su pasión gloriosa, es decir en el acto que recapitu la toda su existencia y su m isterio2, no sólo la une a sí, sino que la configura, la estructu ra , la revela y la p lasm a para que sea cabal expresión de ese pueblo santo sacerdotal del Padre, cuerpo m ístico suyo y tem plo del E sp íri­tu, sacram ento universal de salvación.

La Eucaristía hace la Iglesia. La Iglesia hace la Eucaristía. Estas dos clásicas expresiones del P. Henri De Lubac son perfec­tam ente com prensibles sólo si se sobreentienden con la referen­cia a Cristo, es decir al Cristo de la Eucaristía, al sacerdote y la víctima, al donante y al don. En efecto, es Cristo en la Eucaristía

1 Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, n. 1. La presente conferen­cia, fue ofrecida en el S im posio Teológico y Pastoral In ternacional "Ecclesia de E ucharistia”, celebrado en G uadalajara, México en p repara­ción del 48° Congreso E ucaristico Internacional.

2 Cfr. Catecismo de la Iglesia católica n. 1085.

Teresianum 56 (2005/1) 3-53

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4 J. CASTELLANO

con la autodonación de su cuerpo y de su sangre, con la actuali­zación de su m isterio pascual y de sus efectos salvadores, el que hace de la Iglesia su Cuerpo y la p lasm a com o sacram ento u n i­versal de salvación. Y es Cristo presente en la Iglesia, a través de la sucesión apostólica y m inisterial del sacerdocio ordenado, p o r su presencia en cada sacerdote celebrante, el que hace, rea­liza la Eucaristía. Esta referencia al Cristo eucarístico y al Cristo sacerdotal nos perm ite com prender m ejor el binom io de reci­procidad entre la Eucaristía que hace la Iglesia y la Iglesia que hace la Eucaristía, para no separar nunca la dim ensión sacra­m ental del sacerdocio y de la Eucaristía, de la sucesión y trans­m isión de la presencia de Cristo en los apóstoles y sus sucesores por m edio del Espíritu Santo. Sólo a ellos, de m anera exclusiva, ha confiado el m inisterio eucarístico y la realidad m ism a del único sacerdocio de Cristo que en la actualización sacram ental de su m isterio pascual hace que la Iglesia nazca y renazca siem ­pre de ese misterio.

El m isterio eucarístico en su plenitud, com o hem os insi­nuado, actualiza el m om ento recapitu lado r de tod a la vida de Jesús, su m isterio pascual, significado y realizado en el cuerpo entregado y en la sangre derram ada. Pero que en la m ejor tra ­d ición de la Iglesia y de sus plegarias eucarística incluye la efu­sión pentecostal del Espíritu , para que la Iglesia sea, com o en Pentecostés, y aho ra por m edio de la E ucaristía, un solo cuer­po y un solo Espíritu.

E sta doctrina recoge la m ejor tradición de las Iglesias de O riente y Occidente, desde los prim eros siglos. Es la perspecti­va rica y eficaz de u n trinom io eucarístico. En él se pone en el p rincipio y en el centro la Eucaristía p lenam ente celebrada y vivida; la Iglesia que tiene com o m om ento centra l y fontal esa E ucaristía que la revela y la realiza; y la caridad, que fluye de la E ucaristía, para ser la fuerza que la aglu tina en la com unión, en todas sus expresiones jerárqu icas y carism áticas; y la que la lleva en la m isión al testim onio de un am or sin lím ites que se revela en la fuerza de la evangelización m isionera, en la creati­vidad del am or y del servicio; y forja una socialidad nueva que nace del celebrar el m isterio del am or de Cristo, y un testim o­nio que se m anifiesta en el m artirio3.

3 El trinom io que ha sustituido esta consideración de la E ucaristía en la actualidad es el de presencia, sacrificio, banquete, todos ellos in te­

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LA EUCARISTIA QUE EDIFICA LA IGLESIA 5

E n torno a la E ucaristía y com o revelación del m isterio de la Iglesia se va form ando y conform ando, se revela y se explíci­ta la función apostólica del gobierno, de la santificación y del m agisterio. Con u n a dim ensión jerárquica en to rno al Obispo en la Iglesia particular, con su presbiterio, sus diáconos y otros m in istros4. Se hace presente tam bién en u na com unión de los Obispos en la m ism a Eucaristía, m anifestada en la concelebra­ción eucarística, expresión de la perfecta com unión en Cristo y en Iglesia, u n a san ta católica y apostólica. Y tiene com o conse­cuencia u n a dim ensión magisterial de ortodoxia de la fe, de p re­dicación y salvaguardia de la verdad, para que nuestra doctri­na, com o dice Ireneo corresponda a la E ucaristía que celebra­mos y viceversa, ya que la celebración de la E ucaristía supone la confesión unán im e y com pleta de la fe5. Con u na función santificadora que tiene en la E ucaristía su pun to de llegada y de partida, con los sacram entos de la iniciación cristiana y con los otros sacram entos que tienen en la E ucaristía su centro y su culm en. Y con la consecuente irradiación de la caridad hacia todos.

La verdad y la vida, los m inisterios y los carism as, el apos­tolado y la acción social de los Padres de los p rim eros siglos tienen com o m arco esencial la E u caris tía celebrada. U na E ucaristía que garan tiza la unidad, la santidad, la cato licidad - po r ser la m ism a E ucaristía la que se celebra po r todo el m u n ­do - y la apostolicidad en la com unión con el m in isterio de un idad del sucesor de Pedro, que “preside en la carid ad ”. Una celebración eucarística que, por ser la m ism a en todos los lugares, po r la m ism a presencia del Señor y la profesión de la m ism a fe y del m ism o amor, van sem brado la conciencia que allí donde se celebra el m isterio de la carne y de la sangre del

grados en el m isterio eucarístico; es necesario recuperar ahora la d im en­sión sacram ental de Iglesia y la de la vivencia existencial de la caridad, com o com unión y m isión con todas sus consecuencias.

4 Es la perspectiva que ya vemos en las Cartas de San Ignacio de Antioquía; cfr. Ad Philadelphienses 3,4: PG 5, 700.

5 «Nuestro m odo de pensar ( la confesión de la fe) concuerda con la E ucaristía (la celebración del m isterio) y la Eucaristía es conform e a nuestro m odo de pensar” Cfr. Adversas Haereses IV, 18, 5, ed. SC 100, p. 611.

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6 J. CASTELLANO

Señor “se une estrecham ente toda la fra tern idad de su Cuer­po”6, en esa especie de ubicuidad de la Iglesia que se realiza m edian te la celebración de los santos m isterios, ya que la Igle­sia es la que se hace p lenam ente presente allí donde se celebra la E ucaristía7.

Esta perspectiva sacram ental de la Iglesia y de la E ucaris­tía, es la verdad salvífica que Juan Pablo II, en la línea m agiste­rial del Vaticano II y de algunos docum entos postconciliares, p ropone para la renovación teológica, pastoral, esp iritual y m isionera a principio del tercer m ilenio, con todas las conse­cuencias y todas las exigencias de u na ortodoxia y de u na orto- praxis que nacen de la m ism a verdad objetiva de la E ucaristía y de todas las necesarias condiciones p ara que sea au tén tica en la proclam ación de la fe, en la com unión eclesial, en la discipli­na eclesiástica, en el fervor de la vida teologal y en la irrad ia ­ción apostólica.

La p ropuesta de una Iglesia que vive, nace y renace, crece en profund idad de san tidad y com unión y en d inam ism o de m isión, se realiza y se desarrolla, p lenam ente con y en la E uca­ristía, ofrece la visión de u na Iglesia eucarística y de u n a ecle- siología eucarística, espejo y m odo de ser de la Iglesia; es la perspectiva de u na renovación radical de la Iglesia al p rincipio del tercer milenio.

Este es en parte el proyecto de Juan Pablo II en la p rocla­m ación de un Año eucarístico, que tiene su pun to de p artid a en el 48° Congreso Eucarístico In ternacional de G uadalajara con su lem a “Luz y vida del nuevo m ilenio” y se proyecta en u na onda expansiva hacia la XI Asam blea General del Sínodo de los Obispos con el tem a enunciado con estas palabras: “La Eucaristía: fuente y cum bre de la vida y m isión de la Iglesia”8. Este crecim iento de 1 conciencia eclesial eucarística es la que h a m otivado la celebración del un Año de la E ucaristía, al que da sentido y p rogram a la Carta A postólica Mane nobiscum D omine, del 7 de octubre de 2004.

6 Expresión de la liturgia hispánica (cfr. PL 96, 759), citada por Lum en Gentium n. 26 no ta 51.

7 Cfr. Lum en Gentium n. 26.8 Cfr. el docum ento preparatorio o Lineamenta del Sínodo con este

título, Ciudad del Vaticano 2004.

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LA EUCARISTIA QUE EDIFICA LA IGLESIA 7

En efecto, la celebración eucaristica, po r ser y p a ra ser genuina tiene que expresar y revelar la e stru ctu ra m istérica, sacram ental, jerárqu ica y apostólica de la Iglesia, su fuerza de servicio y de expansión m isionera, la genuina natu ra leza de su fe, de su caridad y de su esperanza escatològica.

De aquí fhtyen a nuestro perecer dos pun tos fu n dam en ta ­les que quisiéram os p o n er de relieve, com o fru to de u n a am plia exposición del tem a, de gran im portancia p ara el fu tu ­ro de la Iglesia, a p a r tir de una coral reflexión teológica,

1) La Eclesiología eucaristica. La Iglesia tiene su fuente y su culm en en la Eucaristía, vive y se realiza a través de la E uca­ristía. Por eso la reflexión teológica acerca de la Iglesia tiene que poner el acento en su dim ensión eucaristica que com pren ­de estos aspectos:

a) la celebración auténtica de la E ucaristía expresa en sus palabras, en sus gestos, en la genuina celebración, su estru c tu ­ra jerárqu ica y sacram ental, el genuino sentido de la Iglesia universal y local;

b) la celebración de la E ucaristía p lasm a u n a Iglesia de la au tén tica confesión de la fe y de la esperanza, del am o r y del servicio, presente en la tie rra y peregrina hacia la gloria9.

2) La E u caristía constituye el fundam en to teológico y sacram ental de la pastoral y espiritualidad de com unión y de m isión, puesta de relieve com o fruto del Vaticano II p o r los recientes docum entos del M agisterio pontificio.

Por eso, nos proponem os hacer prim ero una necesaria relec­tu ra de los datos de la revelación, de la tradición patrística y litú r­gica, así como de las orientaciones más recientes del M agisterio de la Iglesia que van decididam ente en esta dirección.

Seguim os en esto la doctrina m ism a, en su m étodo y en su contenido, de la Encíclica de Juan Pablo II Ecclesia de Eucha- ristia, aunque nos ceñirem os sobre todo al tem a del capítu lo segundo, sin poder soslayar algunas o tras perspectivas. En efecto, en el entram ado teológico de la Encíclica están p resen ­tes los textos de la E scritura, la teología de los Padres, la litu r­gia eucaristica de O riente y de Occidente, la trad ic ión del M agisterio de la Iglesia10.

9 Cfr. Sacrosanctum Concilium n. 2.10 M uchos de los tem as aquí tratados están contenidos en síntesis en

el Texto Base del XLVIII Congreso Eucaristico Internacional, La Eucaris­

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8 J. CASTELLANO

I. EL MARCO ECLESIOLOGICO EUCARISTICO A LA LUZ DE LA REVELACIÓN Y DE LA TRADICION

1. Una relectura eclesio lógico-eu carística de algunos textos b íb licos

La Iglesia eucaristica del CenáculoP ara en tra r de lleno en el m isterio de la E ucaristía, tene­

m os que situarnos en el Cenáculo de su institución. Los relatos de los tres sinópticos ( M t 26,26-29; Me 14,22-25; Le 22,14-20) y el testim onio de Pablo en la Carta a los Corintios acerca de la institución de la E ucaristía ( 1 Cor 11,23-26), nos aden tran en el m arco tem poral, geográfico, cultural y existencial en el que podem os com prender de lleno el significado de las palabras de Jesús, a la luz del contexto pascual de la Cena, del contexto de la pasión, hacia la que de m anera reso luta se dirige Cristo an ti­cipando su inm olación y su ofrecim iento al Padre. Las p ala ­bras de Jesús, acom pañadas de sus gestos y de su oración, dan pleno sentido a la institución de la E ucaristía com o su cuerpo entregado y su sangre derram ada, no so lam ente com o un acción profètica dem ostrativa de cuanto se va a rea lizar en el Calvario, y de lo que Jesús tiene p lena y libre conciencia, sino com o u na acción constitutiva que anticipa p a ra los discípulos este don que él hace al Padre de sí y lo ofrece a los suyos com o verdadera com ida y bebida, p ara que se im pregnen corporal­m ente de él y en el fu turo lo actualicen com o su m em orial.

No podem os aquí hacer una exégesis de los re latos de la institución sino ap u n ta r m ás bien a alguna anotación en clave eclesiológica de los relatos de la Cena p ara cap ta r tod a la carga eclesial de la E ucaristía desde su m ism a institución11.

tía Luz y viva del nuevo milenio, al cual es necesario remitir, po r su refle­xión a len la y completa.

11 Para una lectura exegética de los relatos de la Institución rem iti­m os a los m anuales sobre la Eucaristía donde hay abundantes referen­cias bibliográficas. Cfr. entre otros J. J e r e m ía s , La últim a Cena, Palabras de Jesús, M adrid, Ed. Cristiandad, 1 9 8 0 ; X . L e o n - D u f o u r , La fracción del pan. Culto y existencia en el Nuevo Testamento, M adrid, Ed. Cristiandad, 1983. H. S c h u r m a n n , ¿Cómo entendió y vivió Jesús su muerte? Reflexio­

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LA EUCARISTIA QUE EDIFICA LA IGLESIA 9

Ante todo, Jesús instituye la E ucaristía cenando con sus discípulos en un banquete que tiene un sabor pascual ind iscu­tible, no obstante los pareceres contrarios de algunos autores. Jun tos form an u na im agen de la com unidad escatológica de Israel, un icono vivo del nuevo Israel, en el que Jesús anun cia y anticipa su pascua de pasión y de gloria en u n banquete sag ra­do. El Cenáculo, con Jesús que reúne a sus discípulos an te el Padre, que invoca en su plegaria de bendición, es u na im agen y una profecía de la com unidad postpascual de la Iglesia que se realizará con su presencia, su palabra y la fracción del pan. Jesús no sólo aparece con los discípulos, a quienes encom ien­da realizar el m em orial de aquel acto recapitu lado r de tod a su vida que es su pasión gloriosa. Constituye con los suyos la com unidad pascual, no ya del m em orial de la liberación de Egipto - culm en de la realización de la com unidad de Israel en el m em orial anual de la Cena pascual jud ía - , sino en relación con su próxim a inm olación y tránsito pascual del que nace la nueva com unidad del nuevo Israel.

En el banquete de com unión, en el que Jesús ofrece su cuerpo y su sangre, se realiza ya la com unión en un solo cuer­po m edian te u n a especie de extensión de Cristo en sus d iscípu­los, partícipes de la carne y de la sangre del M aestro, de su vida entregada a ellos y p o r ellos, ofrecida al Padre com o redención y p len itud de vida en el Espíritu , siem pre con la m irada puesta en el cum plim iento de la pasión-m uerte, pero tam bién de la liberación pascual próxim a, cuando pueda beber con ellos el vino nuevo en el Reino del Padre. El Cenáculo an ticipa lo que será el m om ento culm en de la vida de la Iglesia en el fu turo, a p a rtir de la R esurrección y de Pentecostés, cuando en la frac­ción del pan y la bendición del cáliz, según el p recepto del Señor que quiere que sea este el nuevo m em orial de su nueva pascua, sus discípulos, en todo tiem po y lugar, hasta que vuel­va, proclam en, es decir, celebren la m uerte del Señor. Se tra ta de un celebrar en p lenitud p ara hacer p resente con la p alab ra y los gestos m ism os de Jesús su m uerte gloriosa que constituye con su resurrección a Cristo com o Señor. El Cenáculo es pues, icono, profecía y realización anticipada de la “dom inica coe-

nes teológicas y panorama, Salam anca, Ed. Sígueme, 1982. Rem ito a mi reciente libro: El misterio de la Eucaristía, Edicep, Valencia, 2004.

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10 J. CASTELLANO

n a ” de la Iglesia, la cena "señorial” presid ida p o r Él, que hace m em orial de Él, que lo hace presente. Es im agen de u n a Iglesia eucarística12.

Junto a esa im agen de los sinópticos y de Pablo, tenem os el testim onio de Juan. El no n arra la institución de la E ucaristía en los densos cinco capítulos dedicados a la ú ltim a Cena (cap. 13-17), pero la supone y en cierto m odo la ilum ina en su pleno sentido teológico y vital. Nos introduce en lo que supone la celebración de la E ucaristía en la Iglesia, en ese acto en que se com e su carne y se bebe su sangre; nos ofrece el "ser eclesial” de la Iglesia que vive de la E ucaristía con todas sus exigencias. Hay un probando sentido eucarístico-eclesial en los cinco capí­tulos del Cenáculo. E n tre otras cosas Juan nos hace presente el "deber ser” de u na Iglesia eucarística.

Ante todo, de u na Iglesia que sirve con la hum ildad de Jesús, que en el lavatorio de los pies an ticipa u n gesto de am or y de redención, y que tiene com o m andam iento nuevo de la alianza nueva el am or a los herm anos con la m ism a m edida de Cristo ( J n 13, 1- 15; 34-35).

Pero tam bién de una Iglesia que tiene su im agen eucarísti­ca en la vid y los sarm ientos (Jn 15, 1 y ss.), con todas las con­secuencias de esta im agen polifacética. En efecto, se alude a su d im ensión trin itaria (el cuidado del Padre viñador, que es tam ­b ién com o la raiz m ism a de la vid, la centra lidad de la vid que es Cristo y de la savia vital que es el Espíritu); se ilum ina su densidad com unitaria (sarm ientos de u na ú n ica vid), y m isio­nera (en la necesaria relación de todos los sarm ientos con y en la ún ica vid y sus frutos), en las exigencias de p erm anen er en la palabra, en la fidelidad a los m andam ientos, en la re ite rada ley del am o r com o m andam iento nuevo.

A esta Iglesia eucarística se le p rom ete el E sp íritu Santo p ara desvelar p lenam ente y llevar a p len itud vital las palabras y las acciones de Jesús (Jn 14, 15-17. 25-26; 15, 26-27; 16, 12- 15).

12 No podem os desarro llar m ás el tem a pero recogem os dos ideas fundam entales: la últim a cena com o im agen de la Iglesia eucarística y el Cenáculo com o lugar sim bólico en continuidad de la Cena, de la presen­cia del Resucitado, de la efusión del Espíritu, de la com unidad postpen- tecostal, im agen de toda com unidad eclesial en la com unión apostólica.

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LA EUCARISTIA QUE EDIFICA LA IGLESIA 11

De u na m anera particular, hay u na dim ensión eclesiológi- ca y eucaristica del Cenáculo en la plegaria final de Jesús en su dim ensión trin ita ria ( Jn 17). En ella Jesús, con los ojos vueltos al Padre, y con la fuerza del Espíritu envuelve en su oración a los discípulos presentes y futuros, a los que en el correr de los siglos creerán en él. Jesús en oración al P adre abraza con su p legaria a esta Iglesia presente y futura, es im agen viva de la Iglesia de siem pre que cuen ta con la presencia viva de Cristo que com o m ediador y pontífice intercede siem pre p o r ella y en la E ucaristía celebra esta presencia y esta intercesión.

Pero la m ism a oración de Jesús tiene u n auténtico sabor eucaristico. Es com o la plegaria eucaristica de Jesús, su anáfo­ra, con la que in te rp re ta y ofrece su inm inente sacrificio p as­cual que ya vive en su oblación y en sus sentim ientos. O sam os llam arla la anáfora de Jesús, ya que en ella no faltan los d eta ­lles prim orosos de esta que podríam os llam ar m uy b ien la ra iz de todas las anáforas. Jesús o ra con los ojos levantados al cie­lo; o ra con una re iterada invocación del Padre p o r seis veces consecutivas ( Jn 17, 1.5. 11 21. 24. 25); una de ellas con la expresión Padre santo (Jn 17, 11) y o tra con la de Padre justo (Jn 17, 25). Form an parte de su oración: la bendición glorifica- dora, la ofrenda de su vida, la intercesión histórica y escatològi­ca po r sus discípulos, p ara que sean una cosa sola, partíc ipes de la m ism a vida trin ita ria del Hijo, y hasta la epíclesis santifi- cadora que pide p ara sus discípulos le efusión del E spíritu , la m ism a gloria que El tiene po r p arte del Padre, el m ism o am or con que el Padre lo am a ( Jn 17, 22. 26)13.

Cada vez que la Iglesia celebra la E ucaristía y hace m em o­ria ante el Padre de las palabras y de los gestos de Jesús en el Cenáculo, p a ra actualizar el m em orial de su inm olación glo­riosa, la com unidad en to rno al Cenáculo se constituye com o im agen de ese Cenáculo de la institución que tend rá su com ­plem ento profètico en el cenáculo de la p resencia del R esucita­do y de la efusión del E spíritu de Pentecostés.

13 Resum o aquí una in tu ición que no he visto propuesta por n ingún au to r al habar del capítulo 17 de San Juan o al hab lar de las raíces de la plegara eucaristica.

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12 J. CASTELLANO

La com unidad eucarística de los Hechos de los ApóstolesEs im agen de la Iglesia eucarística en su p len itud sacra­

m ental la m em oria de los Hechos de los Apóstoles (cfr. 2,42-46; 20, 7) que hablan de la fracción del pan com o form a de ser y de vivir de la com unidad que nace de la efusión del E spíritu en Pentecostés. Esa com unidad apostólica, a la que se agregan personas de toda raza y lengua, signo de su universalidad, por m edio del bau tism o y la im posición de las m anos (iniciación conjunta al m isterio pascual de Cristo y pentecostal del E sp íri­tu), vive cotidianam ente en la perseverancia. En el centro de esa cotid ianidad está conjuntam ente la pa labra de los apósto ­les, la nueva fratern idad o relación de com unión, la fracción eucarística del pan, y la oración.

En este Cenáculo postpentecostal y cotidiano, la im agen de la Iglesia une a la vez, como en el Cenáculo de Juan, la palabra, la "koinonia” de un am or nuevo, la fracción del pan y la plega­ria con la cual toda la com unidad se sitúa, com o Jesús y con su presencia, delante del Padre. De aquí nace la o tra im agen euca­rística de la Iglesia que se hace com unión de bienes, testim onio de vida, un solo corazón y u na sola alma. Y así tenem os esa obra m aestra del Espíritu que el au to r de los Hechos coloca com o parad igm a del deber ser de la iglesia de todos los tiem pos en su esencialidad de fidelidad a la palabra del M aestro, a tra ­vés de los apóstoles, la com unión en el amor, el m em orial euca- rístico de la fracción del pan - m em orial del Jesús del Cenáculo de la pasión y de la Resurrección - y en las oraciones, p ara ser después continuidad de irradiación de su ser eucarístico en la predicación y en el testim onio de vida hasta el m artirio14.

Un solo cuerpo por la Eucaristía, la perspectiva paulinaEn u na m ism a perspectiva eclesial se coloca la doctrina de

Pablo sobre la Eucaristía, que hace la Iglesia, en la p rim era

14 Cfr. G. P a n ik u l a m , Koinonia in the New Testament. A dynam ic expression o f Christian life, Roma, 1979. Analecta Bíblica, n. 85; L. C e r e - f a u x , Vida y liturgia en la com unidad apostólica, en AA.W., La novedad del culto cristiano, publicado en “Cuadernos Phase”, B arcelona, Cpl, 2004, n. 145, pp. 45-61.

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LA EUCARISTIA QUE EDIFICA LA IGLESIA 13

C arta a los Corintios 10, 16-17. Con u na extensión a la E u caris­tía de la doctrina ya expuesta en la C arta a los R om anos sobre la Iglesia com o cuerpo de Cristo ( Rom 12, 4-5).

La intención de Pablo en este breve inciso es clara. La Igle­sia es cuerpo de Cristo porque se alim enta del cuerpo y sangre de Cristo. Todo parte del realism o m ism o de la E ucaristía que hace de la Iglesia el cuerpo de Cristo po r el pan que se p arte y el cáliz del vino que se bendice y com parte y es, com o afirm a con fuerza y realism o Pablo, com unión verdadera con el cuer­po y la sangre de Cristo. Y de esta identidad surge un im perati­vo ético, u na m oral eucarística de coherencia que exige u n a absoluta opción p o r el Señor, su doctrina y su causa. Por o tra parte esta doctrina es m ás clara en el cap. 11, cuando Pablo exige de u na verdadera celebración una coherente vida de ca ri­dad y de perfecta com unión con los herm anos. Por eso Pablo indica brevem ente la doctrina, pero advierte su im portancia ética, prim ero con la referencia al pueblo de Israel: no todos los que pasaron el m ar y se n u trieron del m aná y del agua de la roca fueron coherentes con la gracia recibida; tam bién puede suceder con los cristianos: h an recibido el bautism o y pueden to m ar parte del alim ento y de la bebida celestial y no ser cohe­rentes (1 Cor 10, 1-13; 19-22).

Pablo llam a la atención p ara que los corintios asum an la seriedad de la advertencia: « La copa de bendición que bende­cim os ¿ no es acaso com unión con la sangre de Cristo? Y el pan que partim os ¿ no es com unión con el cuerpo de Cristo? Porque, aun siendo m uchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participam os de u n solo pan». ( 1 Cor 16- 17). Las palabras de Pablo aluden a la celebración eucarística en las com unidades eclesiales prim itivas, Hay u na afirm ación doctrinal de gran calibre que supone el realism o del S eñor que se nos da en su cuerpo verdadero y en su sangre verdadera, que es com unión real con nosotros y p ara nosotros. Y hay u na lección consecuencial de tipo com unitario y eclesial: hay u n solo pan ( y un solo cáliz) signo y causa de un idad y p o r eso todos los que se nu tren de este pan ( y beben de este cáliz) fo r­m an un solo cuerpo ( y un solo E sp íritu ).15

15 La variante redaccional de algunos códices añade: “y de un único cáliz”.

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La lógica de Pablo se mueve en varias direcciones p o r la fuerza expresiva del sím bolo y por su realism o. El sim bolism o indica el único pan-cuerpo de Cristo y el único cáliz- sangre de Cristo. La eficacia hace que la com unión haga partíc ipe a cada uno del cuerpo y sangre del Señor y todos jun tos, p o r p artic i­p a r de la m ism a realidad de com unión con el Señor, significa­da y realizada p o r el m ism o pan-cuerpo y cáliz sangre, un solo cuerpo eclesial.

Los Padres sacarán o tras consecuencias sim bólicas: com o del pan que está hecho de m uchos granos de trigo y del vino que resu lta de m uchos granos de uva se form a la un idad del pan y del vino, así la Iglesia de m uchos form a u n a sola reali­dad. (Rom 12 , 4-5 y ss.)16

Y aquí brilla el profundo sentido eucarístico de una Iglesia que es cuerpo de Cristo, form ado po r m uchos m iem bros, en la variedad de las personas. Pero que es un solo cuerpo del Señor en la un idad de la com unión en la m ism a realidad de Cristo. Así la palabra cuerpo referida al pan de la E ucaristía se refiere de m anera no solo sim bólica sino real a la Iglesia. La E ucaris­tía, cuerpo y sangre del Señor, hace de la Iglesia el cuerpo del Señor en un m ism o Espíritu.

De aquí Pablo saca com o consecuencia la ética de la nece­saria com unión de todos con Cristo y en Cristo sin ceder e la ten tación de vivir en com unión con las costum bres paganas y sus consecuencias. Y en el capítulo siguiente - con o tras pers­pectivas - exhorta a vivir la perfecta com unión eclesial de fra ­tern id ad con los herm anos en u na iglesia que es "sinaxis”, "asam blea”, com unión con Cristo que lleva a reconocerlo y am arlo en los herm anos, con todas las consecuencias de una ética de com unión de amor, de reconocim iento de Cristo en los herm anos, de confesión del Señor presente en la asam blea eucarística, y que nos invita a vivir la m ism a coherencia del am or p o r nosotros en su m isterio pascual.

16 Así lo hace por ejemplo San Cipriano en la Carta 63,13 ( PL 4,384) hablando de los m uchos granos de trigo que form an el pan y de los m uchos granos de uva que form an el vino. Cfr. tam bién San Juan Crisòs­tom o, citado en Ecclesia de Eucharistia n. 23 y Gaudencio de Brescia en una herm osa exposición sobre el m isterio eucarístico: Cfr. Hom. pascual .2: CSEL 68, 30-32 texto castellano en la L iturgia de las H oras voi. II, Ofi­cio de lecturas del jueves de la segunda sem ana de Pascua..

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Com pleta la visión eucaristica del Cuerpo la d im ensión eclesial y eucaristica de la Iglesia com o Esposa con u n a in te r­p retación eucaristica del texto de E f 5, 25 ss. Cuando Pablo, en u n inciso en el que hab la del signo del m atrim onio cristiano com o im agen del am or de Cristo Esposo por la Iglesia Esposa, con un lenguaje sacram ental que alude a la purificación de la Esposa p o r la palabra y el agua del bautism o, para hacerla san ­ta y pura, alude al Señor Esposo de la Iglesia que la cuida y la a lim enta con su propio Cuerpo. Una alusión en línea bautis- m al-eucarística a la relación sacram ental de Cristo con cada cristiano y con el conjunto de la Iglesia que es su E sposa17.

2. La doctrina de lo s Padres de la Ig lesiaLa conciencia viva de la E ucaristía que tienen los Padres

de la Iglesia, com o m isterio de fe y de vida, a través de u na celebración viva y participada, pone de mil m aneras de relieve el nexo indisoluble entre E ucaristía e Iglesia, con todas las consecuencias que conlleva consigo no solo la h on d u ra de la percepción de u na Iglesia p lasm ada y m anifestada p o r la cele­b ración de los m isterios, sino tam bién por las exigencias de la profesión de la fe, del verdadero sacerdocio, de la com unión jerárquica, de la caridad y del dinam ism o m isionero.

Es im prescindible en este tem a rem itir a la obra clásica deH. De Lubac y a los libros de J.M.R. T illard18.

Escogem os la doctrina de tres eximios testigos de la época patrística en O riente y en Occidente: Juan Crisòstom o, Cirilo de Alejandría, Agustín de H ipona .

17 C fr. S. C ip r ia n i , Eucaristia e Chiesa in San Paolo, in AA.VV., Chiesa ed Eucaristia, in "Bollettino della Diocesi di Verona”, luglio Agosto 1983, pp. 439-454. Se tra ta de un nùm ero m onogràfico con contribuciones in teresantes sobre el tem a Iglesia y Eucaristía.

18 Méditation sur l'Eglise Paris, Aubier, Ed. Montaigne, 1954, troisièm e édition revue, ch. IV: Le coeur de l’Eglise, pp. 107-137; version en lengua castellana Meditación sobre la Iglesia, Madrid, Ed. Encuentro, 1980, cap. cuarto: el corazón de la Iglesia, pp. 107-132; J.M.R. T il l a r d , L’Eucharistie pâque de l'Eglise, Paris, Cerf, 1964; I d . Chair de l'Eglise chair du Christ, Paris Ed. Du Cerf, 1992; Came de Cristo came de la Iglesia. En las fuentes de la Eclesiología de com unión, Salam anca Ed. Sígueme, 1994. Una buena síntesis en O. P a s q u a t t o , L'Eucaristia e la Chiesa nei Padri, in Chiesa ed Eucaristia, o.c. pp. 455-498.

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Juan Crisóstom o es uno de ellos. Juan Pablo II lo cita al g losar el texto de la 1 Carta a los Corintios 10, 16-17. " Como el pan es sólo uno, p o r m ás que esté com puesto de m uchos g ra­nos de trigo y éstos se encuentren en él, aunque no se vean, de tal m odo que su diversidad desaparece en v irtud de su perfecta unidad; de la m ism a m anera, tam bién nosotros estam os u n i­dos recíprocam ente unos a otros y todos jun tos en C risto”19.

Se tra ta de una unión ín tim a que tiene com o fundam ento a Cristo m ism o que hace de todos nosotros su Cuerpo eclesial: "El pan que partim os, ¿no es la com unión del cuerpo de Cris­to? ¿ Por qué no dijo la participación? Porque quiso significar algo m ás y m anifestar u na gran unión. Pues com ulgam os no sólo con partic ipar y recibir, sino tam bién con el ser unidos. Pues com o aquel cuerpo está unido a Cristo, así tam bién nos­o tros estam os unidos a él p o r m edio de este p an ”20.

P ara este Padre de la Iglesia la com unión eclesial es tam ­b ién exigencia de caridad p ara con los herm anos, especial­m ente para los m ás pobres. Son célebres los textos de este P adre hasta el pun to que se habla de la doctrina crisostom iana com o el paralelo entre el sacram ento de la E ucaristía y el sacram ento del herm ano21.

En Cirilo de Alejandría la dim ensión eclesial de la E ucaris­tía que nos hace un solo Cuerpo, es m ás, que nos hace “concor- póreos y consanguíneos” con Cristo, tiene un tono m ás m ísti­co. La unión con Cristo en la Iglesia p o r m edio de la E ucaristía es im agen y realización de la com unión trin ita ria con Cristo y en tre nosotros. Tal es la hon dura de la com unión eclesial y eucarística22.

El texto fundam ental, referido a la un idad trin ita ria entre nosotros por m edio de la E ucaristía es este: “Para que tam bién nosotros tendiéram os a la unión con Dios y entre nosotros, y p ara que nos fusionásem os hasta fo rm ar una sola cosa, au n ­que tengam os cuerpos y alm as diferentes, el Unigénito, buscó

19 Homilías sobre la I Carta a los Corintios 24,2: PG 61, 200. Ecclesia de Eucharistia n. 23. Cfr. el texto com pleto en J.M.R. Tillard, o.c. pp. 74-75.

20 Ibid.21 Cfr. algunos textos antológicos en J.M.R T il l a r d o.c. pp. 75-79.

Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica n. 1397.22 Cfr. varios textos en J.M.R. TILLARD, o.c. pp .80-85.

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u na razón en su sab iduría y en el consejo del Padre. Porque con un solo cuerpo, a saber, con el suyo, bendiciendo p o r la m ística com unión a los que creen en él, los hace concorpóreos con él y con los dem ás. Porque si todos partic ipam os de un solo pan form am os todos un sólo cuerpo, pues Cristo no se puede dividir. Por esta razón a la Iglesia se le llam a cuerpo de Cristo, y a nosotros m iem bros, cada uno por su parte, según la m ente de San Pablo. Porque estando nosotros todos unidos a Cristo p o r m edio de su santo Cuerpo, ya que le recib im os en nuestros cuerpos, a él uno e indivisible, le debem os a él nues­tros m iem bros, m ás que a nosotros m ism os”23.

M uy acertad a es la perspectiva p n eu m ato ló g ica de la E ucaristía y de la unidad, según este Padre de la Iglesia: "Y acerca de la unión en el E spíritu Santo direm os, siguiendo el m ism o m étodo que todos nosotros nos fusionam os en cierta m anera unos con otros y con Dios. Porque aunque seam os m uchos individualm ente y en cada uno de nosotros Cristo haga inh ab ita r el E spíritu del Padre y suyo, sin em bargo es uno e indivisible el Espíritu. Porque así com o la v irtud de la san ta carne hace concorpóreos aquellos en quien está, del m is­m o m odo, según creo, el único e indivisible E spíritu de Dios, hab itando en todos, los reúne en una un id ad esp iritual”. De esta m ística de la un idad eclesial eucaristica, Cirilo arguye acerca de la to tal un idad en la fe, en el amor, en la esperan ­za...24 Tillard que recoge estos testim onios com enta: " Quizá m ás que Agustín y que Juan Crisòstom o, Cirilo hace com pren ­der así cual es la fuente y la natu raleza de la un idad eclesial. La com unión eucaristica deja en la carne del creyente la huella de la carne de Cristo, con el Espíritu . De esta huella en todos n os­otros es de donde nace la Iglesia de Dios"25.

En Occidente es clásica la doctrina de San Agustín. Nos es im posible resum ir sus enseñanzas, y po r ello nos es suficiente citar algunos de sus textos, geniales po r su argum entación , en la que juega con la realidad de la E ucaristía cuerpo y de la Igle­sia cuerpo de Cristo.26

23 In Ioannis Evangelium XI: PG 74, 560.24 Ibidem-. PG 74, 561.25 O.e., pp. 84-85.26 Rem itim os aquí a la bibliografía citada anteriorm ente, especial­

m ente a la serie de textos citados por J.M.R. T i l l a r d , o . c . pp. 49-60.

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Son célebres dos hom ilías pascuales a los bautizados, los serm ones 227 y 272 en los que con u n realism o verbal y a la vez sacram ental ilustra a los neófitos el sentido de la E ucaristía que está en el a lta r y van a recibir, y que es ese m ism o cuerpo del Señor que hace de ellos la Iglesia, cuerpo del Señor. He aquí las palabras esenciales: "Si queréis en tender lo que es el cuerpo de Cristo, escuchad al apóstol: " Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus m iem bros. Si, pues, vosotros sois el cuerpo de Cristo y los m iem bros de Cristo, lo que está sobre la san ta m esa es un sím bolo de vosotros m ism os, y lo que recib ís es vuestro propio m isterio. Vosotros m ism os lo refrendáis así al responder: Amen. Se os dice: He aquí el Cuerpo de Cristo. Y contestáis: Amen, así es. Sed, pues, m iem bros de Cristo para responder con verdad: Amén”27.

Son innum erables los textos en los que Agustín m arca esta identidad. He aquí algunos: " Este pan es el cuerpo de Cristo, del cual dice el Apóstol hablando a la Iglesia: " Vosotros sois el cuerpo y los m iem bros de Cristo”28. “Vosotros estáis sobre la m esa y vosotros estáis en el cáliz; vosotros sois todo esto con nosotros. Lo som os jun tam ente. Jun tam en te lo bebem os p o r­que jun tam en te lo vivimos...Nosotros m ism os hem os venido a ser su cuerpo y por su m isericordia recibim os de él lo que som os..."29

Célebre es la página de Agustín sobre el sacrificio esp iri­tual de los cristianos en su contesto global que alude no sólo a la un idad del cuerpo del Señor y de la Iglesia sino a la un idad del m ism o sacrificio red en tor celebrado en la E ucaristía: “Este es el sacrificio de los cristianos, form ando nosotros, siendo m uchos en núm ero, u n cuerpo en Jesucristo . Lo cual frecuen­ta la Iglesia en la celebración del augusto sacram ento del a lta r que usan los fieles, en el cual se le dem uestra que en la obla­ción y sacrificio que ofrece, ella es ofrecida”30.

27 Sermo 272: PL 38, 1246-1248. Texto íntegro con el paralelism o entre la transform ación del pan del vino y la in iciación cristiana en J.M.R. T i l l a r d , o . c . pp .50-52

28 Sermo Guelferfytanus n. 7: PL Sup. II, 554-556.29 Sermo Denis, 6: PL 46, 834-836.30 De Civitate D e i , X, 6. Todo el capítulo es una herm osa y no supe­

rada teología del sacrificio de los cristianos.

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La E ucaristía cuerpo de Cristo hace de la Iglesia, en cada uno de sus m iem bros y en su conjunto, el verdadero Cuerpo del Señor, con la m ism a fuerza del E spíritu que lo ag lu tina y la m ism a caridad que lo une y que no es o tra cosa sino el E sp íri­tu Santo. Es lo que pone de relieve u n discípulo de Agustín, Fulgencio de Ruspe, célebre p o r su herm osa esp iritualidad de la caridad eclesial fruto del E spíritu derram ado en nuestros corazones p o r m edio de la E ucaristía que recib im os31.

Es la m ism a doctrina que llega hasta la teología de la edad m edia con Sto. Tomás que afirm a, con la m ejor tradición, que el efecto propio de la E ucaristía es la un idad del Cuerpo m ísti­co, sin la cual no hay salvación; y es com unión porque nos u n i­m os a Cristo y a los dem ás; la E ucaristía nos hace esta r unidos a Cristo e incorporados a los m iem bros de su cuerpo que es la Iglesia32.

El eco de esta doctrina llegará hasta el Concilio de Trento, que si b ien no ha tra tad o explícitam ente del tem a E ucaristía e Iglesia, lo recuerda precisam ente en las c ircunstancias tristes del cism a de O ccidente al h ab lar en el proem io de la sesión XIII sobre la presencia real: "...precisam ente la E ucaristía que nuestro Salvador ha dejado a su Iglesia com o signo de su u n i­dad y de la caridad con la cual quiso que todos los cristianos estuviesen aglutinados y unidos entre ellos”33.

E n conclusión, la grande tradición patrística nos ha dejado u na huella perenne de la doctrina de la “com m unio eucharisti- ca” com o "com m unio ecclesialis”, con todas las exigencias de la m ism a fe y del m ism o amor, de la m ism a pertenencia al Cuerpo de Cristo que es su Iglesia verdadera, con todas las exi­gencias de m u tua caridad e unión en el am or que b ro tan de este ser un solo cuerpo, p o r la gracia del Espíritu , fuente de caridad y vínculo de com unión con la Trinidad y con los m iem ­bros de la Iglesia.

31 Cfr. algunos textos en J.M.R. Tillard, o.c. pp. 60-61.32 Sum m a Theologiae HE, 73,3; 73, 4, 80, 4..33 Prooemium Sess. XIII: Denzinger 1365.

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3. El rostro eucarístico de la Ig lesia en la celebración: las p legarias de Oriente y de O ccidente

Vamos a ilu strar brevem ente este icono de la iglesia euca- rística con algunos rasgos vigorosos, com o se desprenden de los textos de las anáforas orientales y occidentales. Lo h are ­m os con una exposición de carácter sintético34.

N uestro trabajo no tiene pretensiones m oralísticas ni des­ciende a detalles prácticos de com portam ien to eclesial. Ilustra un hecho: la form a noble, el carácter teologal, la riqueza de aspectos espirituales con los que se p resen ta la iglesia o ran te al celebrar la eucaristía a la luz de los textos orientales. C ierta­m ente, la exposición de los aspectos y rasgos de la iglesia euca- rística, según los textos orientales, evoca los inevitables parale­lism os y la sustancial concordancia con las plegarias eucarísti- cas de la liturgia rom ana, em pezando po r el canon rom ano que tiene u n a exquisita y noble expresividad eclesiológica. Estos textos nos son conocidos. Los que citam os son m enos conocidos, y po r ello los reproducim os porque llevan el sello de la tradición y el estím ulo de la novedad. Y nos ayudan a p er­cib ir la savia de la tradición inm utable de la Iglesia en sus o ra­ciones eucarísticas, verdaderas sum as teológicas del m isterio central de la fe35.

La celebración de la E ucaristía está ín tim am ente u n id a a la expresión de la Iglesia en su polivalente dim ensión, tal com o aparece claram ente en los textos del NT en estas tres vertien­tes: la Iglesia com o to ta lidad universal del m isterio, la “catho- lica ecclesia”, an terio r a cualquier o tra d istinción o localiza­ción; su expresión local, con su referente geográfico y su orga­

34 Rem itim os a otros trabajos nuestros sobre este donde hem os hecho un análisis de las expresiones m arcadam ente eclesiales: La Iglesia eucaristica. Ecclesiologia de las plegaria eucarísticas orientales, en “Phase" 33(1993 pp.) 271-290; Esperienza di fede e teologia delle preghiere eucaris­tiche , en AA.AA., Eucaristia e Chiesa, o.c. pp. 533-551.

35 Citam os los textos de la plegarias eucarísticas según están tran s­critas en algunas colecciones m ás conocidas: A . H a n g g i -P a h l , Prex eucharistica. Textus ex variis liturgiis antiquioribus selecti, Fribourg, E di­tions univérsitaires, 1968, (citado con la sigla PE); V. M a r t in P in d a d o - J.M. S a n c h e z C a r o , La gran oración eucaristica. Textos de ayer y de hoy, M adrid, La M uralla, 1969 (citado con la sigla LGOE)

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nización jerárqu ica en tom o al Obispo; la realización sac ra ­m ental y litúrgica que coincide con la celebración m ism a de la eucaristía en la asam blea. Sabem os que existe u n a indisoluble un idad entre estas tres expresiones fundam entales y no en tra ­mos en ello. Con m ucha frecuencia en la antigüedad cristiana la eucaristía episcopal une la dim ensión local y la expresión litúrgica de la asam blea, sin perder de vista la "católica eccle- sia”. Es m ás, esta expresión de la universalidad tiene en los textos prim itivos u na im portancia decisiva, de ta l m anera que la conciencia de la Iglesia universal precede y condiciona el sentido de la iglesia particu la r y de la asam blea eucarística36.

Las plegarias in terp re tan y explicitan todas las d im ensio­nes del m isterio eucarístico, su natu raleza celestial y hum ana, las perspectivas de un idad y de com unión, su dim ensión social y cósmica.

Podem os p roponer algunos rasgos esenciales, teológicos y espirituales, de la Iglesia que celebra los sagrados m isterios.

El sello trinitario de la iglesia eucarísticaEn el centro de la eclesiología eucarística está p recisam en­

te la Iglesia com o asam blea celebrante en la que convergen y se realizan todas sus figuras: pueblo sacerdotal y reino de Dios Padre, cuerpo y esposa de Cristo, tem plo del E spíritu , fam ilia, asam blea... La Iglesia in tensam ente vuelta al Padre en ac titud teologal de fe esperanza y amor, se siente en perfecta com u­nión con todos los que constituyen el cuerpo eclesial. El "nos­o tros” de la plegaria eucarística expresa esa com unión in tensa de la com unidad que es Iglesia y ora p o r la Iglesia, en la doble expresión de la Iglesia local celebrante y de la Iglesia universal que representa. En la litu rg ia eucarística la Iglesia no es sólo un sím bolo, es u na realidad. Algunas expresiones de las litu r­gias orientales ponen el acento en las diversas figuras con que la Iglesia se p resenta en su dependencia ante el Padre. Toda la liturgia eucarística es filial, con toda la oración d irig ida al Padre. El canon rom ano lo expresa bien desde el principio

36 Sobre este tem a cfr . E . L a n n e , L’Eglise une dans la prière eucharis­tique; en "Irènikon” 50 (1977) 326-344; 511-519.

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mismo: "Padre clem entísim o...” La Iglesia es el pueblo san to y la fam ilia de Dios Padre.

O tras acen túan su dim ensión de cuerpo de Cristo en un sólo Espíritu. Un teólogo oriental, N icolás Cabasilas, en su Explicación de la divina liturgia expresa esta p len itud del ser Iglesia expresado p o r los santos m isterios: " La Iglesia está expresada en los santos m isterios no com o en un sím bolo sino de la m ism a m anera que en el corazón están significados los m iem bros y en la raiz de un árbol están expresados sus ram os y, com o el Señor m ism o dice, de la m ism a m anera que en la vid están los sarm ientos. De hecho aquí (en la E ucaristía) no encontram os solo u na sem ejanza en el nom bre o u n a analogía sino u na identidad real"37. Cuando la Iglesia celebra y p artic i­p a de los sagrados m isterios es Eucaristía, el cuerpo de Cristo. Lo recalca Cabasilas cuando dice refiriéndose a las palabras de San Pablo: “Vosotros sois el cuerpo de Cristo”. E n realidad Pablo ha querido significar lo que decía, es decir que los cris­tianos “viviendo ya por esta sangre la vida en Cristo, dependen realm ente de esta cabeza, y habiéndose revestido de este cuer­po, ya no está fuera de propósito ver a la Iglesia en estos santos m isterios"38.

En la liturgia oriental se acentúa tam bién, la d im ensión de la eucaristía com o realización del m isterio de Pentecostés con la efusión del Espíritu. Lo subrayan en p articu la r las plegarias de epíclesis. Algunas, com o la anáfora a le jandrina de San Juan Crisòstom o, hace una alusión explícita al m isterio de Pente­costés en la segunda epíclesis: "Te pedim os, Señor, que así com o has enviado tu E spíritu santo sobre tus discípulos santos y sobre tus santos apóstoles puros, del m ism o m odo envía sobre nosotros tu E spíritu santo, para que santifique n uestra alm a, nuestro cuerpo y nuestro espíritLi”39.

La liturgia b izantina expresa esta d im ensión pentecostal con el rito del "zeón”, el agua caliente m ezclada en el cáliz con la sangre preciosa del Señor. El gesto es acom pañado p o r las palabras "Fervor de fe, lleno de E spíritu S an to”. En su explica­

37 Explication de la divine liturgie 38, Paris, Cerf, 1967, p. 231, Ed. Sources Chrétiennes 4 bis.

38 Ibid.39 P E p . 192.

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ción, que se ha hecho célebre, Cabasilas com enta el rito con estas palabras: “ El m isterio de Pentecostés se realizó después que la econom ía reden tora del Salvador se hab ía cum plido perfectam ente; y así ahora la efusión del E spíritu acontece cuando el sacrificio ya h a sido ofrecido y los dones h an a lcan­zado ya su plenitud. Ahora se va a cum plir en los que com ul­gan dignam ente... E sta agua, que no es solo agua, sino que partic ipa de la natu raleza del fuego, al ser agua caliente es sím ­bolo del E spíritu Santo, que a veces se rep resen ta con el sím ­bolo del agua y que en el Cenáculo bajó sobre los discípulos de Cristo bajo form a de fuego. Este rito eucaristico significa, pues, el m isterio de Pentecostés, cuando después de h aber sido cum plidos todos los m isterios de Cristo, descendió el E spíritu Santo... La Iglesia representada p o r los sagrados m isterios, esa Iglesia que es el cuerpo de Cristo y del que los fieles son sus m iem bros...recibió el E spíritu Santo en el Cenáculo, después de la Ascensión del Señor a los cielos. A hora esa m ism a Iglesia recibe el don de este E spíritu después que los sagrados dones han sido aceptados en el a lta r del cielo”40.

Las plegarias eucarísticas del Misal R om ano acen túan en la segunda epíclesis el hecho de fo rm ar un solo Cuerpo y un solo E spíritu m ediante la com unión al cuerpo y sangre de Cris­to.

U na E ucaristía que lleva el sello de la Trinidad y u na Igle­sia que está p lasm ada po r la Trinidad.

La Iglesia una en su constitución jerárquica y en su d im en­sión carismàtica

La Iglesia eucaristica se presenta en el acto de celebrar y en las expresiones de su oración com o un cuerpo orgánico, je rá r­quicam ente constituido, sin tensiones, en la m ás cordial com u­nión. El "nosotros” de la oración eucaristica es plenam ente ecle- sial. La m inisterialidad de la Eucaristía en el nom bre de Cristo y de la Iglesia, pertenece a los obispos y presbíteros concelebran­tes. Célebre es el com entario de Juan Crisòstomo a las palabras

40 PE p. 226-229.

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de invitación del prefacio con las que se en tra en la anàfora. Aunque son conocidas vale la pena transcribirlas:

"En el m ism o transcurso de los santos m isterios el sacer­dote se dirige con un deseo al pueblo, y el pueblo devuelve al sacerdote su voto y su deseo, pues no o tra cosa es aquel saludo: " Y con tu espíritu". Vemos igualm ente que la o ración eucaris­tica es com ún, ya que el sacerdote no da gracias p o r sí solo, sino que el pueblo eucaristiza con él, ya que el sacerdote no com ienza su acción de gracias sino después de h ab er obtenido la conform idad de los fieles, expresada en la frase: “Es justo y digno...” Pues bien, todo esto os lo digo p ara que todos vos­otros estéis atentos, es decir, todos los fieles, aun los m ás sim ­ples, a fin de que caigam os en la cuenta de que form am os todos u n solo cuerpo, y que entre nosotros no existe m ás dife­rencia que la que puede h ab er entre los d istintos m iem bros de un m ism o organism o”41.

E sta interacción está salvaguardada en las plegarias o rien­tales p o r el diálogo constante entre las oraciones presidencia­les y las respuestas de la asam blea. U na in teracción que tiene u na expresión de gran valencia participativa en el doble Amén de la consagración, en las anáforas orientales de Juan Crisòs­tom o y de Basilio. Y que alcanza su culm en en algunas o tras anáforas, com o la a lejandrina de san Basilio y de Cirilo, con m últiples intervenciones del pueblo que corean y asien ten las expresiones del celebrante42. De esta form a se salvaguarda el carácter presidencial de la anáfora y la adecuada partic ipación del pueblo sacerdotal.

El hecho de que las intercesiones pongan an te el Padre toda la riqueza del cuerpo eclesial en sus vocaciones, com o hem os tenido ocasión de ver en los textos citados an te rio rm en ­te, revela la Iglesia en su variedad carism àtica. Un ejem plo elo­cuente es el de las intercesiones de la anáfora a le jandrina de San M arcos en su expresión "católica” cuando ora así: " Al san ­tísim o y beatísim o Papa a quien elegiste y p redestinaste p ara gobernar tu san ta iglesia, católica y apostólica; a nuestro dig­nísim o obispo, guárdalos, para que lleven a feliz térm ino con toda paz el pontificado que tú les has encom endado, d ispen­

41 Comm. in I I ad Cor. H om. 18,3: PG 61,527.42 PE 347-357 y 135-139: LGOE 177-184.

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sando fielm ente la palabra de la verdad según tu voluntad san ­ta y bienaventurada. Acuérdate de los obispos ortodoxos del m undo entero, de los presbíteros, los diáconos y subdiáconos, los lectores y cantores, los monjes, los erem itas, de las vírge­nes, las viudas, y de los laicos”43.

En la anáfora llam ada Testamento de Nuestro Señor Jesu­cristo saltan a la vista tam bién los diversos m inisterios caris- m áticos de la com unidad eclesial:" Sostiene hasta el fin a los que tienen los carism as de las revelaciones, confirm a a los que tienen los carism as de las curaciones; fortifica a los que tienen el don de lenguas; guía a los que trabajan con la pa labra de la doctrina”44. De esta form a la E ucaristía asegura la renovación de cada uno en su propio m inisterio eclesial y lo confirm a en su particu la r servicio en favor de los herm anos.

El canon rom ano y las otras plegarias del M isal R om ano tienen el m ism o significado cuando recuerdan an te el P adre al Papa, a los Obispos, a los m inistros.

Iglesia universal, iglesia localLas plegarias eucarísticas, com o hem os visto, expresan

con un gran equilibrio el aspecto de la universalidad de la Igle­sia, de su san tidad y de su apostolicidad. Si el lenguaje de la o ración traduce la conciencia de la com unidad que se siente p lenam ente iglesia cuando celebra los m isterios, revela con sus palabras que es sólo u na realización de esa iglesia un iver­sal extendida p o r el m undo entero. El obispo que preside o el sacerdote que celebra confiesa la com unión en las cosas san tas que se realiza por m edio de la presencia de aquel que a su vez congrega esta Iglesia y no puede ser circunscrito o privatizado p or esa m ism a Iglesia celebrante, ya que es Cristo quien p resi­de y está presente en todas las asam bleas eucarísticas sin que n inguna pueda m onopolizar su presencia. La E ucaristía revela de esta form a la p len itud y los lím ites de la Iglesia celebrante. Y a su vez abre a la com unión por m edio de u n explícito recuerdo de todos los fieles esparcidos po r el m undo. Signo de

43 PE 109: LGOE 170.44 PE 221.

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esta com unión es el recuerdo de los pastores, los obispos que, en la sucesión apostólica y en la p redicación de la doctrina rec­ta, aseguran la verdad de esa Iglesia que es u na san ta cató lica y apostólica. C om unión en la verdad evangélica, en el am o r que nace de la Eucaristía, en la con tinu idad con los apóstoles que nace de la sucesión apostólica. Cuando la un idad reina, el recuerdo de los otros obispos es explícito. C uando surgen las herejías el signo de excom unión es precisam ente ignorar o cancelar los nom bres de los obispos en la p legaria eucarística.

La anáfora a lejandrina de San M arcos expresa ya lo que el canon rom ano precisará en las palabras del "Te ig itur”: "Acuér­date, Señor, de tu san ta y única iglesia, católica y apostólica, extendida del uno al o tro confín de la tierra; de todos los p ue­blos y de toda la congregación de tus fieles; envía desde el cie­lo la paz a nuestros corazones, y en la tie rra concédenos tam ­bién u na vida pacífica”45.

El canon rom ano, siguiendo las huellas del texto a le jandri­no, recuerda desde el principio que se ofrece el sacrificio vivo y san to "por tu Iglesia san ta y católica, p ara que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la un idad y la gobiernes en el m undo entero..." Y añade la m em oria del Papa, del obispo y de todos los dem ás pastores que " fieles a la verdad, p rom ueven la fe católica y apostólica”.

Al lím ite, la eclesiología de com unión expresada p o r esta plegaria, hace in tu ir que existe una un idad eucarística en to r­no a los Obispos sucesores de los apóstoles, p rim eros m in is­tros de la eucaristía. Pero a la vez, en la lógica de la sucesión apostólica, hay una eclesiología eucarística que ap u n ta a la com unión con el sucesor de Pedro, el papa; éste, a su vez, tiene en la E ucaristía una expresión del p rim ado, o si querem os una m inisterialidad que se mide, en su form a m ás alta, p o r la p re­sidencia de la Eucaristía, con todas sus consecuencias. Lo que resu lta im plícito en las plegarias eucarísticas orientales, se explícita en el canon rom ano y en las plegarias del M isal R om ano y constituye un elem ento que m erece una atención particular: la dim ensión eucarística del p rim ado del papa .46

45 PE 101-102; LGOE 165.46 Esta es la enseñanza de la Iglesia en la Carta de la Congregación

para la Doctrina de la Fe Communionis nodo del 28 de mayo de 1992, n. 14.

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El equilibrio de la com unión está expresado p o r las p a la ­b ras que unen a los m inistros celebrantes y a la asam blea: "Nosotros tus siervos y todo tu pueblo santo..."

Una iglesia abierta a la perfecta com uniónLas plegarias eucarísticas se abren a los horizontes m ás

am plios de la com unión. La unidad sacram ental y vital que se alcanza en la celebración es signo y realidad anticipada de u na com unión universal, a la que están destinados todos los h om ­bres. Como en círculos concéntricos, la unidad que se realiza ante el altar se tiene que ir extendiendo hasta alcanzar a toda la hum anidad. La estructura form al de la “m acroanáfora” del libro VIII de las Constituciones apostólicas, com o de otras plegarias orientales y de nuestra IV plegaria eucarística, sigue el esquem a de la "recirculación", de la Trinidad a la Trinidad, con su punto inicial en el tiem po de la creación, su culm en en el m isterio pas­cual y en la efusión pentecostal del Espíritu, su final en la reca­pitulación de todo en Cristo al final de los tiempos.

Pero en el tiem po interm edio, entre la h istoria y la parusía, la un idad de la Iglesia se tiene que rea lizar en todas sus d im en­siones, a través de la perfección de cada uno de sus m iem bros. La anáfora de Teodoro el in térp rete ora así al reco rd ar la o frenda que se hace “p or todos nuestros padres, los obispos y los corepíscopos, los sacerdotes y los diáconos que asisten en este servicio verdadero, p ara que siem pre asistan con pureza, esplendor y san tidad y sean así agradables a tu voluntad y m erezcan conseguir de ti el m ás alto m inisterio en la revela­ción de nuestro Señor Jesucristo; p o r todos los hijos de la Igle­sia, san ta y católica, los que están aquí y en cualquier otro lugar p a ra que progresen e la adoración de tu m ajestad y en la verdadera fe y obras buenas; ...por todos los hom bres, sean quienes fueren, que cam inan en el pecado y en error, p ara que tu gracia los haga dignos de conocer la verdad y de ad o ra r tu m ajestad, para que te conozcan a ti, único Padre y verdadero Dios, p ara que conozcan que tú eres bueno, y te reconozcan com o Señor desde siem pre y p ara siem pre..."47 La un idad de la

« PE 384-385; LGOE 220-221.

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Iglesia abraza toda la hum an idad que tiene que ser salvada. Lo subrayan tam bién las plegarias del Misal R om ano, especial­m ente la tercera que ora al Padre "por todos tus hijos dispersos p o r el m undo” y la cuarta que recuerda ante Dios Padre “tu pueblo santo y todos los que te buscan con sincero corazón”. Sin olvidar a los difuntos, cuya fe sólo el Padre ha conocido.

Una iglesia en cam ino hacia la patriaLa asam blea eucaristica es consciente de ser Iglesia peregri­

na en el m undo. E ntra en la com unión de los santos, se proyec­ta hacia el Reino, pero sabe que vive aquí en la tierra. La plega­ria no olvida el presente histórico, las dificultades que encuen­tra, las persecuciones que soporta, las calam idades tem porales, las guerras y el acoso de los enemigos. Con el viático de la E uca­ristía afronta el cam ino y las dificultades. Celebra los m isterios y se dispone a vivirlos en la existencia cotidiana. Lo m uestran bien las plegarias de la liturgia de San Juan y Crisòstom o y de San Basilio, recitadas al final de la celebración y que constitu­yen como una síntesis de la espiritualidad com prom etida y com ­prom etedora de la Eucaristía. La Iglesia que celebra la E ucaris­tía es una com unidad que peregrina hacia la patria, com o dice la III Plegaria eucaristica del Misal Rom ano y espera en la glori­ficación final de todos, incluida la creación entera.

Por u na parte el gozo de la experiencia de los san tos m iste­rios: “H em os visto la verdadera luz, hem os recibido el E spíritu celestial, hem os encontrado la verdadera fe, adorando la Trini­dad indivisible porque ella nos ha salvado”. P or o tra, la euca­ristía se cierra con una entrañable im ploración p ara que la fuerza de los m isterios celebrados pasen a ser testim onio de vida: “Te dam os gracias, Señor y Dios nuestro , p o r h ab er p a rti­cipado en tus santos m isterios, inm aculados, inm orta les y celestiales, que tú m ism o nos has dado para el b ien y la san tifi­cación de nuestras alm as y de nuestros cuerpos. Tú que reinas sobre todas las cosas, concédenos que la com unión al cuerpo y a la sangre de tu Hijo, Jesucristo, sea p ara nosotros: u na fe sin m iedo, un am or sin falsedad, aum ento de sab iduría , curación del alm a y del cuerpo, victoria sobre las fuerzas enem igas, observancia de tus m andam ientos, defensa válida ante el tre ­m endo tribunal de Cristo...”

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Las nuevas plegarias eucarísticas para varias c ircun stan ­cias del Misal R om ano ponen tam bién la atención en la Iglesia que tiene que ser testim onio en el m undo de los bienes del R ei­no: anuncio gozoso del Evangelio, recinto de verdad y de amor, de libertad, de justic ia y de paz. Se acentúa la dim ensión tes ti­m onial de la caridad y la capacidad de vivir e in te rp re ta r la h is­toria del m undo con los sentim ientos de Cristo, así com o de su deber ser sacram ento de unidad, de concordia y de paz.

E n la celebración de la E ucaristía la Iglesia se p resen ta ante el Padre y ante el m undo y refleja en su ser y en su o b rar su verdadero im agen, su rostro eucarístico.

La Iglesia tiene que dejarse p lasm ar p o r lo que es y p o r lo que ora. La E ucaristía es ese m olde en el que se vacía p ara salir cristificada. O rar y vivir las plegarias eucarísticas en toda la p len itud de su significado es m an tener viva su im agen m ás bella. O frecer en el m undo esta im agen de com unidad eucarís- tica es preservar el m isterio eclesial de toda m anipulación hum ana y de todo intim ism o religioso.

Las plegarias del O riente cristiano nos m uestran los rasgos esenciales de esta Iglesia, pues nada la caracteriza m ejor que esa "E ucaristía que hace la Iglesia”, ya que todo lo que en ella existe, se celebra y se ora, está supeditado al m isterio eucarís­tico que es su m anan tia l y su cum bre, su form a y su experien­cia m ás p lena aquí en la tierra.

II. EUCARISTIA E IGLESIA EN EL MAGISTERIO RECIENTE DE LA IGLESIA

1. A lgunas orientacion es m agisteriales d el V aticano IIEl m isterio de la E ucaristía octipa el centro de la enseñan ­

za del Vaticano II sobre la Iglesia. Aunque el Concilio no em a­nó un docum ento específico sobre el tem a, com o lo hizo el Concilio de Trento, la E ucaristía es com o la levadura de la ecle- siología del Vaticano II, desde la SC hasta la GS, pasando, com o es obvio, por docum entos centrales com o la LG, la DV, los D ecretos CD, PO, PC, AG, UR... No viene al caso h acer u na lista de los textos eucarísticos del Vaticano II. Pablo VI, que en el curso del Concilio m ism o, consideró oportuno pub licar la Encíclica M ysterium Fidei, del 3 de septiem bre de 1965, sobre

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el dogm a eucarístico , quiso que se recog ieran de m an era a rm ónica las enseñanzas eucarísticas del Concilio, com o las en co n tram o s expresadas en la In stru cc ió n E ucha risticum m ysterium del 15 de agosto de 1967.

Aquí nos lim itarem os a recoger algunas de las enseñanzas esenciales del Vaticano II sobre la E ucaristía y la Iglesia48.

En la Constitución LG, centro y eje del V aticano II, apare­ce claram ente definida la centralidad del m isterio eucarístico a p a rtir del n 3. Al h ab lar de la obra del Hijo y recordando el m isterio de la Redención, se afirm a tan to la representación del sacrificio eucarístico, com o tam bién la realidad de la un idad de la Iglesia: “Cuantas veces se renueva sobre el a lta r el sacrifi­cio de la cruz, en que nuestra Pascua, Cristo, ha sido inm olado (1 Cor 5,7), se efectúa la obra de nuestra redención. Al propio tiem po en el sacram ento del pan eucarístico se rep resen ta y se obra la un idad de los fieles, que constituyen u n solo cuerpo en Cristo (1 Cor 10,17)"49.

La E ucaristía vuelve a estar p resente en la explicación del sím bolo eclesial del Cuerpo m ístico: "En la fracción del pan eucarístico , p artic ip and o rea lm ente del C uerpo del Señor, som os elevados a una com unión con Él y entre nosotros m is­mos. Siendo uno solo el pan, todos form am os u n solo cuerpo, pues todos participam os de un m ism o pan (1 Cor 10,17). Y así todos nosotros quedam os hechos m iem bros de su Cuerpo (cf. 1 Cor 12,27), pero cada uno es m iem bro del o tro (Rom 12,5)” (LG 7) . La E ucaristía es signo y causa de la un idad de toda la Iglesia". Esta m ism a idea se vuelve a m anifestar en el n. 11, al hab lar de la estructu ra orgánica del Pueblo sacerdotal de Dios: “Participando del sacrificio eucarístico, fuente y cum bre de toda vida cristiana (los fieles) ofrecen a Dios la V íctim a divina y a sí m ism os jun to con ella; y así, tan to p o r la oblación com o p o r la sagrada com unión , todos to m an parte activa en la acción litúrgica no confusam ente, sino cada uno según su con­dición”. Un concepto, éste, que se encuentra ya expresado en el n.10, cuando se habla del sacerdocio de los fieles. Y añade: “Pero una vez saciados con el cuerpo de Cristo en la asam blea

48 E l is e o R u f f i n i , Eucaristia e Chiesa nel Vaticano II, in Chiesa ed Eucaristia, o.c., pp. 515-529.

49 Citado por Ecclesia de Eucharistia n. 23.

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sagrada, m anifiestan concretam ente la un idad del Pueblo de Dios ap tam ente significada y m aravillosam ente p roducida p o r este augustísim o sacram ento”.

En una dim ensión escatológica la E ucaristía aparece to d a ­vía en otros dos textos im portan tes de la LG, con u na referen ­cia a la Iglesia universal. En LG 48 se afirm a que el Cristo de la gloria, con el alim ento de su cuerpo y de su sangre, hace a los fieles partícipes de su vida gloriosa. En el n.50 se hace alusión a la com unión de los santos m ediante la celebración del sacri­ficio eucarístico.

Estos núm eros de la LG bastan p ara m an ifestar la centrali- dad del m isterio eucarístico en la Iglesia universal a la luz del V aticano II.

O tros textos hacen referencia a la presencia de la E u caris­tía en las Iglesias particulares, de m anera m ás explícita. Son las Iglesias que celebran la E ucaristía en la com unión eclesial de la ún ica eucaristía. En LG 26 y 28 encontram os expresado el principio de la llam ada "eclesiología eucarística”, es decir de u na eclesiología que tiene en la E ucaristía su principio sacra­m ental.

E n el n. 26, y con referencia a las iglesias particu lares y al oficio de santificación propio del Obispo, se afirm a que la Igle­sia está p resente en cada Iglesia particular, según la term ino lo ­gía del NT. Se tra ta de uno de los textos m ás bellos de la LG, p o r la afirm ación que contiene del m isterio de la Iglesia p a r ti­cu lar y p o r la m edida eucarística de esta eclesiología. Este n. pone de relieve algunas ideas fundam entales:

- El lazo profundo entre la Iglesia, el m inisterio episcopal y la Eucaristía, p lenitud y vínculo de com unión entre todas las Iglesias.

- La afirm ación de la identidad cualitativa entre las diver­sas iglesias en las que la “Iglesia está presente", según la te rm i­nología eclesiológica del Nuevo Testam ento.

- El nexo entre el significado de la Iglesia particu la r y el significado de la asam blea litú rg ica concreta, m ed ian te la "legitim idad" de la celebración que procede de la com unión en la m ism a fe y en los m ism os sacram entos. La concreta rea liza­ción de la iglesia particu lar en las com unidades que p artic ipan de la Eucaristía, bajo el m inisterio sagrado del Obispo, con su riqueza fundam ental que las hace iglesias - la p resencia de Cristo - aunque sean pobres y pequeñas y vivan en la d isper­

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sión. Y esto p o r la estupenda referencia a la E ucaristía que hace a la Iglesia, y a las iglesias particulares que fo rm an la "Ecclesia” una, santa, católica y apostólica. U na Iglesia que se hace E ucaristía en el sentido m ás pleno de la palabra, es decir Cuerpo y Sangre de Cristo, m ediante la transform ación de la asam blea en aquello que recibe de Cristo, ya que él m ism o se entrega p ara tom ar posesión de la Iglesia su Esposa y su Cuer­po. Porque según el texto tan significativo de San León M agno aquí citado "la partic ipación en el cuerpo y sangre de Cristo no hace o tra cosa, sino que pasem os a ser aquello que recib i­m os”50.

Aquí tam bién encontram os un principio de eclesiología eucarística, abierto, según la doctrina católica, a la com unión de todas las Iglesias, en la E ucaristía y en la un idad de la fe que presupone una com unión en la un idad del m inisterio eclesial y eucarístico del sucesor de Pedro.

Este p lan team iento de la eclesiología reviste u na im por­tancia fundam ental para todos los fieles, llam ados a edificar la Iglesia allí donde viven la h istoria de salvación en lo cotidiano, en aquella p lenitud de realidad divina y de sentido de com u­nión que es la presencia del Señor y la celebración de la Cena del Señor, m om ento sacram ental constitutivo del pueblo de Dios.

El sentido fuerte de la expresión: "La Iglesia está p resen te” rep resenta una novedad de plan team iento m istérico de la Igle­sia. Una Iglesia particular, en com unión con las o tras Iglesias y el centro de com unión visible que es el Sucesor de Pedro, no es solam ente una porción de Iglesia a la que le falta algo p ara ser p lenam ente Iglesia; tam bién es Iglesia, com o el todo en un fragm ento, porque en ella está presente la Iglesia. Es decir que es to talm ente Iglesia, aunque, com o es obvio, no es tod a la Iglesia.

Los elem entos constitutivos de este ser Iglesia alrededor de la sacram entalidad del m inisterio del Obispo pueden re su m ir­se en estas instancias fundam entales de la eclesiología del Nuevo Testamento:

50 "Non aliud agit participado corporis et sanguinis Christi, quam u t in id quod sum im us transeam us”: San León M., Sermo 63, 7: PL 54, 357 C.

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- La predicación del Evangelio com o presencia de Cristo y de su Palabra; u na palabra que es la que hace a la Iglesia. La Iglesia nace, ante todo, de la Palabra; es "creatura Verbi” en el soplo vivificador del Espíritu. La Iglesia, de hecho, in icia a ser “ecclesia”, com unidad de los convocados p o r la P alabra del Evangelio; es form ada p or la palabra proclam ada, acogida con fe, con tinuam ente predicada, com o nos enseñan los H echos de los Apóstoles (Cf. He 2,42 ss). Por ello hay tam bién en la cele­b ración de la E ucaristía u na presencia inicial de Cristo Pala­bra, en el poder vivificador del Espíritu.

- El m isterio de la Cena del Señor o la E ucaristía que hace la Iglesia. De hecho, es Cristo la Cabeza y el Esposo de la Igle­sia, y la E ucaristía es el m em orial sacram ental de su m uerte y resurrección, y el m em orial litúrgico, es decir la p resencia de Cristo glorioso en su Iglesia, dentro de ese hecho recapitu lado r de toda su existencia - el m isterio pascual, de la Cena a la Cruz y a la gloria - ; hecho que perm anece para siem pre en el cielo, en la h um an idad gloriosa del Crucificado-Resucitado p ara que se haga presente en la tie rra51. Es el Señor el que hace a la Igle­sia una, santa, católica y apostólica.

- E sta asam blea (sinaxis), se hace concreta tam bién en com unidades pequeñas, pobres y dispersas, p resupone y gene­ra la vida teologal: el amor, la esperanza y la caridad, es decir la existencia cristiana que alim enta la com unión entre los fie­les y solicita su misión; u n a com unión eucarística que genera u na m isión eucarística52.

En estos tres signos eucarísticos: la Palabra, la E ucaristía, la com unidad teologal, es posible percib ir tres rasgos o rig ina­les del ser cristianos-iglesia en u n nexo visible con la invisible presencia del M aestro y de su Espíritu: la palabra y la vida del Evangelio, el m isterio de la Cena del Señor, la caridad y la u n i­dad de los corazones, m ediante la m ism a fe y la m ism a espe­ranza. Todo esto confiado al poder del Espíritu.

El V aticano delinea así, en u na estup enda sín tesis, la m anera de ser Iglesia y de ac tu ar com o Iglesia, a nivel de expe­riencia de com unión y de exigencia de testim onio, que es posi­ble en todas partes.

51 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1085.52 Cfr. K . Ra h n e r , Il Vaticano II sulla presenza di Cristo nella com unità

della diaspora, en Nuovi Saggi, III, Ed. Paoline, Roma 1969, pp. 495-515.

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E sta visión, que es u n m ensaje en perspectiva de u n a ecle- siología renovada, es la justificación y el fundam ento , pero tam bién la exigencia p rofunda de cualqu ier com unidad y g ru ­po que, en la Iglesia universal y local, quiera vivir la d im ensión de com unión. Es u na eclesiología que pone de relieve la com u­n ión en lo esencial, la autentic idad cristológica y sacram ental del ser iglesia en la Iglesia.

A esta dim ensión de iglesia p articu la r en tend ida com o dió­cesis hay que añ ad ir la perspectiva del n. 28 de LG donde a la figura del p resbítero se la delinea en su rasgos litúrgicos y pas­torales, en la com unión con Cristo y con el Obispo; se describe con estas conm ovedoras palabras que son u n a fuente de com ­prom iso y de esp iritualidad presbiteral m arcada p o r el sello trin itario , eucarístico-eclesial y tam bién antropológico social: "E jercitando, en la m edida de su autoridad , el oficio de Cristo, P asto r y Cabeza, reúnen a la fam ilia de Dios com o u n a fra te r­nidad, an im ada hacia la un idad y p o r Cristo en el E spíritu , la conducen h asta el Dios P adre”.

Por últim o, hab ría que añadir, para com pletar la referencia a la eclesiología eucarística de la Iglesia local, cuan to expresa el Vaticano II al hab lar de las Iglesias orientales que tienen com o gozne "la celebración eucarística, fuente de la vida de la Iglesia y p renda de la gloria futura; p o r la E ucaristía, los fieles, unidos con su obispo, tienen acceso a Dios Padre p o r el Hijo, el Verbo encam ado, que padeció y fue glorificado, en la efusión del E spíritu Santo; y consiguen la com unión con la san tísim a Trinidad, hechos partícipes de la natu ra leza divina (Cfr. 2 Pd 1,4). C onsiguientem ente, po r la celebración de la E ucaristía del Señor, en cada u na de estas Iglesias, la Iglesia de Dios se edifica y crece y p o r la concelebración se m anifiesta la com u­nión entre ellas”53.

Un núm ero precioso que añade a lo ya dicho esa d im en­sión eucarístico-trin itaria de la Iglesia particu la r y la afirm a­ción de u na con tinua edificación y crecim iento de la Iglesia p o r m edio de la E ucaristía celebrada.

Como es sabido, la doctrina de Lum en G entium h a consti­tu ido el fundam ento de la definición de la Iglesia p a rticu la r expresada en Christus D om inas n. 11, que se h a convertido en

53 Unitatis redìntegratio n. 15

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un texto del Código de Derecho canónico en la escueta en u n ­ciación del c. 368 que dice así: "Las Iglesias particulares, en las cuales y desde las cuales existe la Iglesia católica u na y única, son principalm ente las diócesis...". Y se repite en el n. 369: "La diócesis es u na porción del pueblo de Dios cuyo cuidado p asto ­ral se encom ienda al Obispo con la cooperación del p resb ite­rio, de m anera que, un ida a su pasto r y congregada p o r él en el E spíritu Santo m ediante el Evangelio y la E ucaristía, constitu ­ya u na Iglesia particular, en la cual verdaderam ente está p re ­sente y ac túa la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostó ­lica”.

En esta descripción de la iglesia particu la r es relevante el lugar que la E ucaristía ocupa en el m inisterio del Obispo y de su presbiterio, en la com unión m isionera de los fieles de Cris­to que constituyen la porción del pueblo de Dios, con la fuerza del evangelio predicado y vivido, y con la potencia del E sp íritu Santo. Es com o u na aplicación de los textos conciliares de la LG 26.

2. La perspectiva de la E ncíclica Ecclesia de Eucharis- tiaE n esta am plia reflexión eclesiológica se coloca la C arta

Encíclica de Juan Pablo II Ecclesia de Eucharistia.El capítulo segundo, con una breve síntesis de elem entos

bíblicos, patrísticos y litúrgicos pone de relieve, com o reza el títu lo mism o: la edificación de la Iglesia po r m edio de la E u ca­ristía.

H abla del efecto causal de la com unión eucaristica a p a rtir de la experiencia del Cenáculo ( n. 21), de la reciprocidad con que recibim os a Cristo y som os recibidos p o r él en la d im en­sión joán ica de la com unión, de la am istad y de la m isión, p a ra recalcar que la E ucaristía es fuente y cum bre de la evangeliza- ción (n. 22). A la E ucaristía se le atribuye con Pablo, y con el com entario apropiado de S. Juan Crisòstom o, la eficacia unifi- cadora, fruto de la com unión con Cristo y de la efusión del E spíritu invocado en la epíclesis postconscratoria de la L itu r­gia de Santiago (n. 23). De aquí la fuerza generadora de la u n i­dad que b ro ta de la E ucaristía que llam a todos a la com unión en la Iglesiafn. 24).

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El Papa coloca en este contexto la exhortación a la ado ra ­ción eucarística com o u na prolongación de la gracia de la E ucaristía (n. 25). También, podem os afirm ar, la Iglesia se rea ­liza y se construye en su dim ensión contem plativa y adoran te en torno al m isterio de la presencia real.

O tros capítu los com pletan esta visión de la E u caristía com o signo y realidad de com unión, especialm ente el tercero que hab la de la apostolicidad de la E ucaristía encom endada a la Iglesia en su dim ensión apostólica y a la d im ensión de la com unión jerárqu ica de la celebración. De estos principios b ro tan algunas consecuencias p ara que la E ucaristía sea legíti­ma: la legítim a confesión de la fe, la dependencia del m in iste­rio episcopal y sacerdotal, la perfecta com unión de fe y de dis­ciplina con los Obispos y el Papa, de m odo que la celebración exprese sin reticencias la to talidad de la fe de la Iglesia que es congenial a la celebración de la fe y de la vida en el m isterio eucarístico.

III. LA PROFUNDIZACIÓN TEOLOGICA1. Perspectivas para la teo log ía de la Ig lesia y de la

E ucaristíaA la luz de los principios bíblicos, patrísticos, litúrgicos y

m agisteriales podem os y debem os ahora ofrecer u na profundi- zación teológica acerca de las relaciones entre la E ucaristía y la Iglesia en su dim ensión de reciprocidad. U na E ucaristía que hace y m anifiesta la Iglesia en su verdad plena. U na Iglesia que sólo cuando se expresa en su legitim idad sacram ental nos ofre­ce u n a au tén tica Eucaristía. En este m om ento subrayo sólo la centra lidad de la Eucaristía.

La celebración de la E ucaristía es centro de com unión ide­al y real de la Iglesia. Tiene la necesidad in trínseca de ser p re ­sidida p o r el Obispo, o presid ida po r los presbíteros, en com u­nión con Él, com o la Iglesia. El centro de la Iglesia, p o r consi­guiente, es Cristo y su m isterio pascual, del que h a nacido y del que podem os decir que renace cada día la Iglesia, porque es Cristo en la E ucaristía - presencia de Cristo en su m isterio p as­cual, y po r tan to en la recapitu lación de todo su ser y ac tu a r - el que hace a la Iglesia.

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De u na m anera concentrada la E ucaristía es la presencia de Cristo y de su m isterio pascual, de todos los efectos de este m isterio: la nueva alianza, la rem isión de los pecados, el don del Espíritu. Pero es tam bién “form a Ecclesiae", la form a de vivir de la Iglesia: la E ucaristía p lasm a una Iglesia que ha de vivir, al igual que Cristo, en oblación al P adre y entrega a los herm anos. P or ello Cristo da a la Iglesia su Cuerpo, p ara que la Iglesia se transform e sacram ental y existencialm ente en su Cuerpo. Y en la nupcialidad de la Eucaristía, la Iglesia ofrece a Cristo su Cuerpo, p ara que Cristo la posea y la fecunde, para que pueda estar p resente y p ara que pueda ac tu ar en su Iglesia.

He aquí la Iglesia, convertida por la E ucaristía en Cuerpo de Cristo presente en la realidad de nuestros cuerpos, de nues­tras tareas, de nuestra vida. Y esto por la enorm e exigencia de vivir jun tos, ac tu ar jun tos, en la variedad y en la riqueza del Cuerpo, y al m ism o tiem po en la unidad de aspiraciones, p ro ­gram as, deseos de Cristo que no pueden ser sino la salvación de todos y de cada uno.

Como ha afirm ado J. Ratzinger, la centralidad de la E u ca­ristía estriba en que siendo la Cena del Señor u n acto fundan te de la Iglesia, y con su referencia a la cruz gloriosa u n m em orial de la m uerte reden tora y de la resurrección vivificadora, se sitúa en el corazón m ism o de la vida de la Iglesia que vive en com unidades eucarísticas, que p o r doquier realizan el m isterio del Cuerpo de Cristo54.

De esta Iglesia eucarística, en su fuerza d inám ica, la cele­b ración eucarística ofrece la im agen del ser y del deber ser. Ser y deber ser - com o se m anifiesta en el d inam ism o progresivo de la celebración - , es decir: u na convocación, un pueblo san ­to, pero pecador, u na iglesia de la escucha de la Palabra, de la predicación a la luz de los signos de los tiem pos, de la confe­sión ortodoxa de la fe, de la intercesión universal, de la a laban ­za, de la ofrenda, de la reconciliación y de la paz m utua; u n a iglesia que se convierte en único cuerpo y en un único E spíritu en la com unión eucarística y se dispersa - sin desin tegrarse - por los cam inos del m undo p ara llevar la E ucaristía al m undo,

54 Cfr. J. R a t z in g e r , L'ecclesiologia del Vaticano II, en Chiesa, ecum e­nism o e politica, Ed. Paoline 1987, pp. 13-16, en una concisa y estupenda síntesis teològica sobre la eclesiologia eucaristica.

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p ara eucaristizar a la sociedad; una Iglesia que prom ueve el sentido social con u n estilo evangélico, con u na p resencia de don, porque si Cristo es E ucaristía p ara la Iglesia, la Iglesia es, a su vez, E ucaristía para el m undo: presencia, o frenda y don, com unión, transform ación, sem illa de esperanza escatológica.

Y todo ello en la espléndida afirm ación m istérica de la celebración en la que la variedad de los m in isterios ind ica la variedad de las tareas en la com unidad que debe vivir com o celebra, que vive aquello que celebra. He aquí, pues, la Iglesia forjada p o r la Palabra y p o r el Espíritu , p o r Cristo Cabeza y Esposo, en el don de la E ucaristía y, com o es obvio, de los dem ás sacram entos que hacen a la Iglesia, aunque no insista­m os en ello en este m om ento.

La presencia del Evangelio, la centralidad de la E ucaristía, la acción del E spíritu Santo, el m inisterio del Obispo y del presbiterio , jun tam en te con los diáconos, la densidad de la presencia de los consagrados y de los laicos, dicen con claridad com o Cristo m ism o es la Cabeza y el Esposo de esta Iglesia suya, su Cuerpo y su Esposa; cóm o El está en el centro de la vida de toda Iglesia particular, y cóm o pide a su Iglesia que sea su Cuerpo místico, pero tam bién, en u n cierto sentido tangible y visible, su cuerpo real e histórico.

La fuerza objetiva de la Eucaristía exige y solicita la fuerza subjetiva de la vida teologal - fe, esperanza y am or - p ara que la Iglesia sea una com unidad de vida teologal que celebra y vive, pero que a la vez tiende a la respuesta total que la E ucaristía exi­ge en la vida. La Eucaristía alim enta la vida teologal de la Iglesia y la realiza com o com unidad de fe, esperanza y amor.

De esta conciencia se desprende, pues, la exigencia de una esp iritualidad de com unión que en la E ucaristía encuen tra su fuente y su cim a.

R ecordando los elem entos esenciales que hacen a la Igle­sia: E sp íritu Santo, Evangelio, Eucaristía, som os cada vez m ás conscientes de esta m áxim a condensación m istérica en la Igle­sia particular, y al m ism o tiem po, en v irtud de la E ucaristía que rem ite a la Iglesia universal, de sus lím ites que la abren a la com unión y a la m isión.

La Iglesia de Cristo está presente y actúa, tiene su iden ti­dad y su m isión en la m ism a celebración eucarística.

Es Iglesia en toda su plenitud, porque n ada de esencial le falta para ser pueblo de Dios. Tiene a Cristo, al E sp íritu , el

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am or del Padre y p o r consiguiente la p len itud de la Trinidad. Posee el Evangelio y los sacram entos. Es la com unión de los creyentes en Cristo unidos y convergentes en la fe, en la espe­ran za y en el amor. Pero no es toda la Iglesia. Ante todo, p o r­que n inguna iglesia, aún siendo una, es única. P erm anece en com unión y en unidad con todas las san tas Iglesias de Dios, en la “com m unio sancto rum ” que es com unión en las cosas y p e r­sonas santas, del cielo y de la tierra. Pero no es todavía la Igle­sia que debería ser, si con realism o se m ira a lrededor y ve que sigue habiendo tan tos lugares vacíos alrededor de la m esa eucarística, a la que todos estam os invitados p o r el Padre.

He aquí que en la experiencia de la plenitud y de los lím ites de la Iglesia particular, y de cada legítima asam blea eucarística, los m inistros y los fieles oran en com unión con todas las santas iglesias esparcidas por el m undo, Iglesias herm anadas p o r la m ism a legítim a celebración del m isterio eucarístico, único cuer­po, único pueblo. Rezan p or todos aquellos que aún no están en la Iglesia, aunque a ella estén destinados y a ella sean confiados por el Padre, com o sacram ento universal de salvación.

De aquí fluye la experiencia eucarística de la m isión, para llevar con la palabra y la vida el Evangelio escuchado y la E ucaristía recibida. U na iglesia particu lar tiene que hacerse m isionera p o r m edio de la evangelización y la catequesis, con el testim onio y la caridad activa, rica de creatividad e inventi­va, de fan tasía de la caridad, p ara hacer p resente a Cristo en el m undo.

2. E cclesio log ia eucarística católica . A lgunas im por­tantes aclaraciones sobre la Carta "C om m unionis n otio ”

La eclesiología eucarística es uno de los tem as fundam en­tales de la relación Iglesia-Eucaristía en el ám bito de la teo lo­gía actual. N acida en am biente ortodoxo ha llam ado la a ten ­ción de m uchos teólogos católicos55.

55 Sobre este tem a cfr. B. F o r t e , La Chiesa nell’Eucaristia, Napoli, Ed. D'Auria, 1975; P. M C -P a t l a n , The Eucharist make the Church. Henri De Lubac and John Zizioulas in dialogue, Edim burgh, T&T Clark 1993;

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La tesis fundam ental de esta eclesiología es que la Iglesia tiene su fuente y su culm en en la E ucaristía, vive y se realiza a través de la Eucaristía, es su m áxim a expresión.

D entro de una reflexión teológica católica acerca de la Iglesia, hay que poner el acento en su d im ensión eucarística que com prende estos aspectos:

a) la celebración auténtica de la E ucaristía expresa en sus palabras, su estructu ra jerárqu ica y sacram ental el genuino sentido de la Iglesia universal y local, su p len itud de com unión en la un idad de la fe, del m agisterio, de la disciplina y de la vida teologal en com unión con el Sucesor de Pedro;

b) la celebración de la E ucaristía p lasm a u na Iglesia de la au tén tica confesión de la fe, del am or y del servicio, presente en la tie rra y peregrina hacia la gloria (cfr. SC n. 2).

D entro de las coordenadas de una au tén tica eclesiología eucarística, hay que advertir que el tem a fue ya p ropuesto in i­cialm ente com o fundam ento com ún del diálogo en tre o rtodo ­xos y católicos en el D ocum ento de M unich de Baviera: "El m isterio de la Iglesia y de la E ucaristía a la luz del m isterio de la Santísim a Trinidad"56.

El D ocum ento de la Congregación p ara la D octrina de la Fe C om m unionis notio, del 28 de m ayo de 1992, con el fin de p recisar algunos valores y lím ites de la eclesiología de com u­n ión y de la eclesiología eucarística, quiso especificar con razón algunas cualidades de la p lenitud y de los lím ites de la Iglesia en la reflexión de u n a eclesiología eucarística que res­pond a a su auténtica perspectiva católica.

En sentido positivo, y a propósito de la relación en tre Igle­sia universal e iglesias particulares en la E ucaristía, se afirm a: "La com unión eclesial, en la que cada uno se inserta p o r la fe y el bautism o, encuentra su raíz y su centro en la san ta E ucaris­tía. En efecto, el bau tism o es incorporación en un cuerpo edi­ficado y vivificado p o r el Señor resucitado m edian te la E uca­

J. A . A b a d I b a ñ e z , Algunos jalones de la moderna eclesiología eucarística, en “Burgense" 42 (2001) pp. 297-346; cfr y los trabajos de J. F o n t a b o n a I M i s s e , citados m ás abajo.

56 Cfr. el estudio de J. L ó p e z M a r t ín , La doctrina eucarística del docu­m ento de diálogo católico ortodoxo “M unich 1982", en "Diálogo ecum éni­co” 26 (1991) pp. 35-80.

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ristía, de m anera que este cuerpo pueda realm ente llam arse cuerpo de Cristo. La E ucaristía es fuente y fuerza c readora de com unión entre los m iem bros de la Iglesia justam en te porque une a cada uno de ellos en el m ism o Cristo... (Cfr. LG n.7). Por tan to, la expresión pau lina 'la Iglesia es el cuerpo de C risto’ sig­nifica que la Eucaristía, en la que el Señor nos entrega su cuer­po y nos transform a en u n único cuerpo, es el lugar en el que perm anen tem ente la Iglesia nos expresa, en su form a m ás esencial, que está p resente en todo lugar y, al m ism o tiem po, es solam ente una com o uno sólo es Cristo”57.

En el concepto de u n a eclesiología católica es la ún ica E ucaristía la que convoca a la un idad de la ún ica Iglesia y no a la fragm entación de tan tas iglesias. Y es la referencia a la ú n i­ca Iglesia querida por Cristo que rem ite siem pre a u na E uca­ristía que se realiza siem pre en com unión con Pedro y con el Colegio apostólico, com o expresan las plegarias eucarísticas de la Iglesia católica.

No sería conform e a la un idad eucarística querida po r Cristo in stau ra r sólo u n a com unión trasversal en tre las llam a­das "Iglesias h erm anas”, sin la relación con el S ucesor de Pedro, señal de un idad entre todas las Iglesias que celebran la Eucaristía. Esta es la Iglesia eucarística, según la verdad queri­da po r el Señor, com o presencia, com unión, sacrificio, en una com unión en el m ism o E spíritu y en el m ism o cuerpo, pero con el signo visible de la un idad eucarística, que es tam bién el sucesor de Pedro en la Iglesia, un centro de com unión eucarís­tica en la fe, en el amor, en la verdad, en la disciplina, y a la vez en la variedad de las características propias de cada iglesia particular.

Por tan to, hay que afirm ar que son am biguos los concep­tos de u n a cierta eclesiología eucarística de com unión que no subraya esta debida referencia al signo, fundam ento y p rinc i­pio de la un idad visible de la Iglesia.

Así, po r ejemplo, el D ocum ento C om m unionis notio, pone en guard ia ante un concepto de Iglesia p articu lar que p resenta la com unión de las Iglesias particulares de m anera que fragili- za, a nivel visible e institucional, la concepción de la u n id ad de

57 N . 5 .

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la Iglesia. "Se llega así a afirm ar - observa el D ocum ento - que cada Iglesia particu la r es un stijeto de po r sí com pleto y que la Iglesia universal resu lta del reconocim iento recíproco de las Iglesias particulares. E sta unilateralidad eclesiológica restric ­tiva no solam ente del concepto de Iglesia universal, sino tam ­b ién del concepto de Iglesia particular, m anifiesta u n a insufi­ciente com prensión del concepto de com unión"58.

Con el fin de evitar el escollo de una eclesiología cerrada en si m ism a, no ab ierta a la com unión y a la universalidad, he aqu í tam bién u n a afirm ación m uy im portan te e ilum inadora: “nadie en la Iglesia es extranjero”, especialm ente allí donde se celebra la E ucaristía de la Iglesia. Cada fiel, tan to si pertenece o no a la diócesis, a la parroqu ia o a la com unidad particular, tiene que sentirse siem pre com o m iem bro vivo de la celebra­ción de la E ucaristía en su Iglesia, la Iglesia universal. A unque pertenezca a u na Iglesia p articu la r en la que ha sido bautizado o vive, en v irtud de su referencia a Cristo y a la ú n ica Iglesia, de hecho él pertenece de alguna m anera a todas las Iglesias particulares, en las que partic ipa de la vida de Cristo, especial­m ente en la Eucaristía, que no puede ser nunca u n a celebra­ción que se encierra en lo particular, sino que nos abre a la u n i­versalidad de todos los hijos de Dios59.

En un reciente estudio sobre la eclesiología eucarística, insp irada p o r el teólogo ortodoxo N. Afanassiev, y luego p re ­sente en la teología de I. Zizioulas y J.M. R. Tiilard, se observó con razón que u na tal teología tiene que su perar tres escollos p ara poder ser auténticam ente eucarística y p o r consiguiente católica. E n tre otros, tres son los lím ites que hay que su perar en u n a visión de la E ucaristía que no se encierra en su p len itud la Iglesia particular, sino que la abre a la com unión universal.

Y así el riesgo del eucarístico-m onism o, es decir la acción de rad icalizar todo en la ún ica E ucaristía y en la ún ica celebra­ción eucarística, se supera con la apertu ra a la palabra, el evangelism o eclesial, con la referencia al bau tism o y a otros sacram entos, fuentes de gracia y de com prom iso. La E ucaris­tía es pun to de p artid a y de llegada de toda la rica v italidad d iocesana y parroquial.

58 N. 8.59 Ibid. N.10

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El peligro del episcopo-m onism o, típico de ciertas descrip­ciones de la Iglesia prenicena, que ap u n ta a cen tra r todo en el "unus Episcopus" con su presbiterio y sus diáconos, frente a los fieles, en un único lugar, hay que evitarlo tan to con la visión de la colegialidad episcopal, la com unión con las dem ás Iglesias, la un idad en el m inisterio eucarístico petrino, com o tam bién con la acogida de la diversidad de los carism as ecle- siales históricos que el E spíritu concede a su Iglesia.

P o r ú ltim o, un cierto topo-m onism o que rad ica liza el hecho del espacio concreto y cultural de la Iglesia p articu la r y de la parroquia, hay que superarlo con la visión del "ecum ene”, de la Iglesia universal, en la relación entre la un idad y la m u lti­plicidad de los creyentes60.

Pero está claro que la m ism a celebración eucarística, el m ism o concepto del episcopado, y la m ism a acentuación de la iglesia local en com unión, se superan en una visión de la ecle- siología de com unión y de la eclesiología eucarística, típ ica­m ente católica en la que se pone de relieve la com unión en la m ism a fe, esperanza y am or y en la m ism a com unión universal de a Iglesia, tal com o la ha querido el Señor con un centro de com unión que es tam bién la un idad visible con el Papa expre­sada en la m ism a plegaria eucarística com o com unión con su m inisterio y su m agisterio, con su persona y con su carism a de unidad y universalidad que es el carism a petrino.

Es la visión eclesiológico-eucarística que nos ofrece la Encíclica Ecclesia de Eucharistia.

3. La Iglesia, asam blea eucarística de com u nión y de m isión

P or o tra p arte cabe reco rdar aquí otro pun to im portan te. Desde hace algunos años, en el m agisterio de la Iglesia se ha puesto el acento en la eclesiología de com unión y ú ltim am ente en la esp iritualidad de com unión. Este últim o concepto, ya

60 Cfr. J. F o n t a b o n a I MissÈ, Comunión y sinodalidad. La eclesiología eucarística después de N. Afanassiev en I. Ziziuolas y J.M.R. lillard, B arce­lona, Herder, 1994, pp. 433-440. En síntesis: La eclesiología eucarística en Oriente y en Occidente, en "Phase" 35 (1995) pp. 209-217.

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presente en la Exhortación Apostólica Vita consecrata61, ha ten ido su consagración en la Carta del P apa Novo m illennio ineunte, con todas las consecuencias p ara u n a pasto ra l y u na esp iritualidad de com unión, a todo nivel, que quieren h acer de la Iglesia la casa y la escuela de com unión62. La Exhortación apostólica Pastores gregis encom ienda a los Obispos ser p ro ­m otores de una espiritualidad de com unión y de m isión63.

En esta perspectiva la Encíclica Ecclesia de Eucharistia parece ind icar en el m isterio eucarístico el fundam ento teoló­gico y sacram ental de la pastoral y esp iritualidad de com unión y de m isión, puesta de relieve com o fruto del V aticano II por los recientes docum entos del M agisterio pontificio64. Sobre todo, com o lo hace explícitam ente el Papa en el n. 41, la euca­ristía dom inical, celebrada sobre todo en las parroqu ias, "es el lugar privilegiado donde la com unión es anunciada y cultivada constan tem ente . P recisam ente a través de la p artic ipac ió n eucarística, el d ía del Señor se convierte tam bién en el d ía de la Iglesia, que puede desem peñar así de m anera eficaz su papel de sacram ento de un idad”65.

Desde el centro de com unión de la Iglesia universal, en la E ucaristía presid ida p o r el Papa, a la com unión en la m ism a E ucaristía celebrada p o r los Obispos en sus catedrales, a la celebración de la E ucaristía en las parroqu ias y en o tras asam ­bleas legitim as, la Iglesia, que vive de la E ucaristía porque "vive del Cristo eucarístico”66, se construye y crece cada día.

Es la experiencia que puede hacer cualquier cristiano cató­lico. La dim ensión teológica de la Iglesia p articu la r ilum ina en su realidad m ás verdadera la parroquia, es decir el lugar donde nos hacem os próxim os, vecinos, según su etim ología ("para- oikos"). En realidad, en ella se concentran algunos de los ele­m entos característicos de la eclesiología eucarística que está en la base del discurso sobre la Iglesia particular.

61 Cfr nn.. 46,50,51.62 Cfr. nn. 43 y ss.63 Cfr. n. 2264 Cfr. las alusiones de la Encíclica a la Novo millennio ineunte en los

nn. 6. 25, 41,60.65 Cfr. Ecclesia de Eucaristía n. 41 que cita Novo millenio ineunte n. 36.66 Ibidem n. 1 y 7.

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La Exhortación Christifideles laici privilegia la parroquia como ám bito prioritario de la presencia y de la com unión de los laicos, antes de otras form as concretas de participación personal y de agregación en la Iglesia, antes de cualquier prioridad que otros grupos o asociaciones laicales podrán alardear. La razón es evidente. Ninguna otra realidad puede hacer alarde de la "teolo­gía eclesial” que es típica de la parroquia, y por consiguiente de la riqueza objetiva teológica y espiritual que la parroquia posee. De hecho, el docum ento ofrece, quizá por prim era vez, una teología de la parroquia que es una aplicación de la eclesiología del Vatica­no II, referida a la Iglesia particular, y a su acontecer en la com u­nidad local alrededor del altar, pero con un tono típicam ente eucarístico. He aquí algunos rasgos de esta eclesiología concreta de la que hem os anticipado las líneas esenciales.

La parroqu ia es la expresión m ás inm ediata y visible de la realidad de la Iglesia; la ú ltim a localización de la Iglesia, es en cierto sentido la Iglesia m ism a que vive en m edio de las casas de sus hijos y hijas.

Sin citar la fuente, el n. 26 de Christifideles laici se inspira claram ente en la teología y en el lenguaje del n. 26 de Lum en Gentium, que ha trazado una estupenda teología de la iglesia local, es decir de cada legítima asam blea que es iglesia, en la que la Iglesia se hace presente. De hecho, en este núm ero se barajan los m ism os conceptos em pleados en LG donde se habla de com unidades pobres, pequeñas y dispersas, en las que, sin em bargo, es Cristo presente el que hace a la Iglesia una, santa católica. Com unidad que encuentra su m ás alta expresión sacra­m ental en la Eucaristía, que abarca la Palabra de Dios que con­voca, la com unión de los fieles, la presencia de Cristo y de su m isterio pascual.

Y entonces se puede hab lar del “m isterio" eclesial de la p arroqu ia en la que la Iglesia está presente y actúa; aunque pobre en personas y en medios, aunque d ispersa en caóticos y bulliciosos barrios m odernos.

Es la Iglesia de los rostros, la com unión de las personas, con la señal del edificio del tem plo parroquial, com o casa de Dios y de los herm anos en m edio de las casas de los hom bres. Por consiguiente, hay que considerar la parroqu ia com o la fam ilia de Dios, fratern idad anim ada p or el E sp íritu67, com o

67 Cfr. Lum en Gentium n.28.

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casa de familia, fraterna y acogedora68; es la com unidad de los fíeles69. En especial, hay que definirla com o u n a com unidad eucarística; y es ésta la m ás bella y m ás avanzada expresión de la teología de la parroquia: com unidad de fe, donde están los “christifideles”, los fieles de Cristo; com unidad orgánica, de carism as y servicios m inisteriales; con la presencia del párroco, de su presbiterio, que en com unión con el Obispo, expresa la com unión orgánica y jerárqu ica con toda la iglesia particular.

Es u na com unidad eucarística. Se tra ta de u n a palabra lle­na de sentido y densidad que supone la celebración de la E uca­ristía com o pun to de llegada y de partida, fuente y cim a de la vida de la com unidad; con un estilo eucarístico de vida, de aco­gida y de servicio, con u na continu idad entre la celebración y la vivencia, a nivel de prolongación y de ejem plaridad.

La Iglesia , en cuanto com unidad eucarística, no tiene o tra pasto ra l sino la que Cristo m ism o, p asto r y Esposo de su Igle­sia insp ira desde la Eucaristía. La celebración acoge y celebra esta pastoral de Cristo, Cabeza de la com unidad, en la palabra, en la oración, en los gestos sacram entales, en las obras del Rei­no que él solicita, en la Eucaristía, com o síntesis y cum bre.

Las o tras expresiones pastorales que de la celebración se d esp ren d en (evangelización, ca tequesis, ca rid ad , acogida, atención a todos, diálogo y anuncio, pasto ral social.) la expre­san, visibilizan, p rolongan y concretan.

¡Por eso no se puede hacer o pensar una pastoral separada de la liturgia eucarística! Y no se puede pensar a una liturgia, con su significado a la vez simbólico y real, que no enlace con la vida concreta, con la pastoral que prolonga sus valores originales.

La Exhortación Christifideles laici subraya la envergadura de los actuales com etidos de la parroquia y la necesaria coordina­ción y am plia colaboración, p ara llegar a todas partes, tam bién con la ayuda de form as de presencia y de acción, que lleven la Palabra de la vida y la gracia del Evangelio a tan tas situaciones concretas, de tipo social, que se encuentran en el territorio , en el cam po cultural, social, educativo, profesional... Con un precioso texto de Pablo VI se alaba esta venerable e irrem plazable reali­dad sacram ental de la Iglesia que es la parroquia.

68 Juan Pablo II, Catechesi tradendae, n. 67.69 Código de Derecho Canònico c. 515.

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Y es aquí donde la parroqu ia se ilum ina y se reviste de la luz concreta de la eclesiologia eucaristica, com o espacio euca­ristico y de com unión y de misión.

En dicha parroquia, los laicos son com o la sacram entaliza- ción hum ana de la com unidad evangelizada y evangelizadora, que se construye y se hace en el tejido de la sociedad, cuando se congrega y se dispersa, cuando se reúne com o asam blea y se separa p ara entregarse a la misión; en el latido de sístole y diàs­tole del corazón de la parroquia que son la Palabra y la E ucaris­tía, lugar, signo, instrum ento de la com unión con Dios para todos.

Y así, repitiendo u n a expresión de Juan XXIII, podem os decir que la parroqu ia puede convertirse en la "fuente de la aldea”, un m anan tia l de agua viva p ara apagar la sed de Dios y ofrecer el agua viva del Evangelio de Cristo.

4. El fundam ento eucaristico de la pastoral y de la espiritualidad de com unión

Fluyen de aqu í dos consecuencias fundam entales p a ra u n a acción pasto ral y espiritual que encuen tra en la E ucaristía su fuente, norm a y escuela: u na pastoral eucaristica y u n a esp iri­tualidad eucaristica

En el ám bito de la Iglesia particular, com o hem os visto, a todos se les pide tom a de conciencia y com prom iso, y esto a p artir de los que, siendo com o son los centros de la com unión - el Obispo, los presbíteros, el presbiterio, los diáconos, los consagrados por su específica entrega a Dios y a la Iglesia y su dim ensión de expertos de com unión y de m isión - son, al m is­m o tiem po, los garan tes y responsables de la anim ación p asto ­ral y espiritual. La com unión tiene u na fuerza cen trípeta para que se realice la convergencia de todos. Pero, al m ism o tiem ­po, tiene fuerza centrífuga para el testim onio, al igual que la E ucaristía que hace que la Iglesia sea convocación y m isión, congregación y epifanía. E n la "sístole y diàstole” de la com u­nión y del servicio, se tiene u n a im agen de la vida trin ita ria que vive en sí en la com unión y vive p ara los dem ás, p ara el m u n ­do, en la m isión. Así la Iglesia ha de ser siem pre y p o r doquier, y en m edida creciente, icono viviente de la Trinidad, partíc ipe y sacram ento del latido del am or trin itario para la salvación

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del m undo, siguiendo el ejem plo del m aravilloso “éxodo” de Cristo desde el Padre hacia la hum anidad , p ara la salvación del m undo, en la generosidad del don del Espíritu , p a ra que la Iglesia sea to ta l y perfectam ente Iglesia. Y p or consiguiente, con la fuerza m ism a del Espíritu, que en la Trinidad es p rinc i­pio de com unión y de desbordante m isión.

C om unión y m isión se exigen m utuam ente. La fuerza de la com unión hace crecer a la Iglesia en extensión y en p ro fund i­dad. Pero la m isión hace crecer tam bién la com unión, que se alarga alcanzando, com o en círculos concéntricos, a todas las personas. De hecho, en la m edida en que se irrad ia en las dis­tin tas culturas, las in troduce en el Reino, de m anera que todo aquello que de Dios h a salido, a Dios vuelva.

Por esto se ha afirm ado que: "La com unión se abre a la m isión, haciéndose ella m ism a com unión”70.

La participación de todos en la com unión y en la m isión recuerda que la Iglesia está hecha de personas que han de res­ponder personal y responsablem ente, todos, cada uno en su lugar, con su propia riqueza, con su propio carism a.

La com unión recuerda que el secreto del ser Iglesia es la finalización de todos los carism as hacia el ágape, hacia la com unión en la unidad, en el m ism o plan de salvación, en el m ism o proyecto eclesial.

Todos los carism as son p ara la m isión. Ya en la Sacrosanc- tu m Concilium n. 10 está im plícita la dim ensión eucarística de la m isión. Tiene hondo sentido la expresión: “Los fieles expre­sen en la vida lo recibido en la fe”. Sin em bargo, y a pesar de la sencillez de la propuesta, es cierto que la celebración de los m isterios apun ta hacia la m isión “p ara que todos se reúnan , alaben a Dios en m edio de la Iglesia, partic ipen en el Sacrificio y com an la cena del Señor”.

De la E ucaristía nace la Iglesia en m isión, para reu n ir a todos los hijos dispersos en el único Cuerpo del Señor. Una m isión que apu n ta a eucaristizar la vida de las personas, p ara reconciliar todo y a todos en Cristo71.

70 Christifideles laici, n. 31.71 Una visión de la Eucaristía abierta al m undo y una visión de su

alcance m isionero, se encuentra en el siguiente texto del teólogo ortodo­xo N. Nissiotis: "La m isión es., el esfuerzo po r in troducir en esta com u-

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Por eso, en línea con la perspectiva de PO n. 6 es preciso afirm ar que en las Iglesias particulares y en todas sus com uni­dades, com o tam bién en el conjunto de la Iglesia universal, la E ucaristía es el p rincipio pedagógico de u n a pasto ral integral: "No se edifica n inguna com unidad cristiana si no tiene com o raíz y quicio la celebración de la Sagrada Eucaristía, po r la que se ha de com enzar toda educación del espíritu com unitario . E sta celebración, para que sea sincera y plena, debe conducir tan to a las diversas obras de caridad y m u tua ayuda, cuan to a la acción m isional y a las varias form as de testim onio cristia-

ftno .Una tom a de conciencia de todas las dim ensiones de la

iglesia local agudiza el sentido de identidad y m isión y hace que las fuerzas m ás vivas de la porción del Pueblo de Dios se entreguen con generosidad a u na m isión a la vez cap ilar y sin fronteras.

Con vistas a un renovado im pulso p ara vivir esta eclesiolo- gía es posible sugerir éstas tres líneas de acción, estos tres m om entos p ara vivir en el fecundo dinam ism o del E spíritu Santo.

1) La eucaristía es el m om ento propicio p a ra estrechar los vínculos de la com unión, para poner de m anifiesto la m adurez del don para los dem ás, para la escucha recíproca, p a ra la d is­ponibilidad y la concreta colaboración. Sin b o rra r la riqueza de los carism as es necesario p ro cu rar que no se vuelvan estéri­les, fuera de la com unión; m ás bien, p o r el contrario , es nece­sario favorecer la acogida recíproca y ofrecerlos en la com u­nión a la creatividad del Espíritu . La E ucaristía nos hace a la vez uno en Cristo y asegura la peculiar vocación de cada uno.

2) La eucaristía es el m om ento propicio para hacer iglesia, en la belleza y responsabilidad de la realidad de esta porción del Pueblo de Dios, de la fam ilia eclesial: unos con otros, los unos p o r los otros en la em ulación de los m ejores carism as. La

nidad eucarística a nuevos m iem bros procedentes del m undo entero... La m isión es la fuerza de la com unión eucarística que constituye una invitación directa a todos aquellos que están fuera, para que se d ispon­gan a en trar en la presencia real de la gracia de Dios en Cristo y p ara que tom en parte en la com unión eucarística", citado po r J.J. von Allmen, Saggio sulla Cena del Signore, Roma, Ave, 1968, p. 192, no ta 11.

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tom a de conciencia que se desprende del ser Iglesia, jun tos, afina el sentido y la responsabilidad de la m isión.

3) Y es aquí donde es preciso un serio d iscern im iento - un discernim iento espiritual, con el E spíritu y en el E spíritu , y no sólo un análisis de la situación - en la oración y en la escucha, p a ra darse cuenta con claridad de las opciones concretas que hay que realizar bajo la inspiración del E spíritu del S eñor p ara que la Iglesia en su unidad y variedad m anifieste al m undo la fuerza del am or que recibe y lo transform e en m isión.

No hay que olvidar los aspectos de u na eclesiología euca­ristica que constituye la base de esta visión de la Iglesia p a r ti­cular: Cristo es E ucaristía p ara la Iglesia a fin de que la Iglesia sea E ucaristía para el m undo, y así Cristo es salvación p ara la Iglesia. Pero la Iglesia será E ucaristía, Cuerpo del Señor, an i­m ada por su Espíritu , será E ucaristía p ara el m undo, m ed ian ­te el don de com unión y de servicio generoso. Ya Juan Crisòs­tom o afirm aba la necesaria recip rocidad entre celebración eucaristica y caridad hacia los herm anos, y pedía que viviendo las exigencias de la caridad pudiéram os hacer de la tie rra un cielo72.

Es lo que afirm a el D ocum ento o Texto base del 48° Con­greso E ucaristico Internacional: "La E ucaristía actualiza la diakonia o servicio de Cristo, y es el lugar de renovación de la m isión de la Iglesia, sobre todo a favor de los m ás necesitados. Así la E ucaristía es escuela, fuente de am o r y d iakonia que necesariam ente tiende a realizarse en la vida. Esto supone que en la Eucaristía, y p o r la Eucaristía, sean prom ovidos los valo­res de acogida fraterna, de solidaridad y com unión de bienes. Este testim onio de am or es un elem ento indispensable de la verdadera evangelización”73.

C onclusiónH em os presentado am pliam ente, desde u na perspectiva

teológica que tiene su fundam ento en la E scritu ra , en los Padres, en la liturgia y en m agisterio, algunas perspectivas de

77 In Math. 50, 3-4: PG 57, 507-510.73 La Eucaristía luz y vida del nuevo milenio, n. 56.

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u na eclesiología eucarística en su vertiente teológica y en cierto m odo tam bién dogm ática, por sus im plicaciones para la fe, y en sus consecuencias tam bién pastorales y espirituales, es decir de vivencia del m isterio, en el "sacram entum ” y en la “res sacra- m enti”. De esta form a, u n a buena ortodoxia eucarística se transform a y prolonga en una auténtica ortopraxis eucarística.

El principio teológico nos ha llevado a considerar la euca­ristía, celebrada en la confesión católica de la fe y de la oración con su expresión de com unión católica y jerárqu ica com o m om ento fontal y culm inante de nuestra experiencia de Igle­sia.

El principio vital hace de la E ucaristía el ser y el ac tu a r de la Iglesia en connatural prolongación de lo que celebra y del m odo con que celebra. Fluye de aquí el sentido de u n a pasto ral de com unión y de una espiritualidad de com unión.

U na pastoral de com unión que va hacia la E ucaristía com o a su culm en y p arte de la E ucaristía com o de su fuente, para im pregnar la evangelización y la caridad, la socialidad y la m inisterialidad. La eucaristía es la fuerza ag lu tinadora en la reciprocidad de la com unión de u na pastoral de un idad en el amor, fo rjadora del sentido de todas las obras eclesiales, de su un idad in trínseca en la diócesis y de su com unión en la Iglesia universal, presid ida p o r el sucesor de Pedro.

U na au ten tica esp iritua lidad eucarística es la vivencia fuerte, teologal y com unional de las celebraciones, con la p ro ­longación en la vida y en los m om entos de adoración eucarísti­ca en la que la Iglesia vive en com unión con su S eñor y o ra po r el m undo entero. Una au tén tica esp iritualidad eucarística de com unión favorece el am or a la Iglesia en la com unión de la Iglesia universal y local, al Papa, a los Obispos, a los p resb íte­ros y diáconos.

Es fundam ento de esos m ovim ientos esenciales de la espi­ritua lidad de com unión de los que hab la Juan Pablo II en la Novo millenio ineunte 74: la visión teologal de los otros, cristifi- cados po r la Eucaristía, hechos un don p ara cada uno en Cris­to, m irados con la m ism a m irada positiva de Cristo, reconoci­dos p o r su am or y no p o r la rivalidad.

74 Cfr. n. 43.

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Una esp iritualidad de com unión es la visión de u n a Iglesia p lasm ada en su ser y en su o brar p o r la m ism a celebración eucarística, com o u n a Iglesia de la pa labra proclam ada, escu­chada y vivida, de la oración de acción de gracias, de epíclesis, de ofrenda y de intercesión; u na iglesia que, hecha un solo Cuerpo y un solo espíritu, obra en com unión y recip rocidad y lleva al m undo el testim onio de la g ratu idad y del am or univer­sal de Dios realizado en la Eucaristía. Incluso en su anim ación de las cosas tem porales y en su testim onio de u n a socialidad eucarística75.

Una Iglesia que vive y actúa con un estilo eucarístico en todo, porque vive con los m ismos sentim ientos de su Señor en el culm en de su donación al Padre y a los herm anos. Una Iglesia totalm ente som etida a la Palabra de Dios, alim entada y liberada p o r la Palabra. Una Iglesia que pone la Eucaristía en el centro de su vida, contem pla su Señor, y realiza todo lo que hace «en m em oria de El», m odelándose con su capacidad de don76.

En densas y sugestivas páginas de esp iritualidad eucarísti­ca, F. X. Durwell hab la del «rostro eucarístico de la Iglesia»; es decir, de aquella im agen ideal que la Iglesia ofrece de sí cuan ­do celebra la eucaristía. Los rasgos lum inosos del ro stro euca­rístico son sim plem ente los de u n a Iglesia que am a -en el sacra­m ento del am or de Cristo hasta el don de la vida-; de un Iglesia que cree y sabe, o sea, que en la fe posee el secreto de la vida y de la historia, y celebra la fe que le ha sido dada; de u na Iglesia que espera, y se proyecta hacia el día del Señor; de u n a Iglesia destinada a la resurrección, lavada de sus pecados, evangélica en sus com prom isos, porque es evangelizada y evangelizadora. De una Iglesia «imagen de la Trinidad». De u na Iglesia que tie­ne tam bién un rostro m ariano .77

Siem pre m e han im presionado estas palabras de Panayotis Nellas, teólogo ortodoxo, acerca del sentido cósm ico y social

75 Sobre este tem a cfr. el estudio de N . B r o x , «Hacer de la tierra el cie­lo». Diaconía en la Iglesia primitiva, en “Concilium" 24 (1988) n. 218, pp. 53-61.

76 Es uno de los sueños del Card. Carlos M aría M artini para la Igle­sia del tercer milenio.

77 Cfr. EX. D u r w e l l , La eucaristía sacramento pascual, Salam anca Sígueme, 1982, pp. 142-153.

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de la Eucaristía, vivida y celebrada con esos sentim ientos, que son com o la clave de u na espiritualidad en la que confluyen lo m ejor de la tradición cristiana de O riente y de Occidente:

"La litu rg ia eucarística p o r ser fu ndam en ta lm ente u n a adoración y u n a ofrenda, es tam bién u n a reestructu rac ión activa y responsable del m undo p o r p arte de los cristianos. Tie­ne pues una dim ensión fundam entalm ente política. Puede res­tau ra r el tiem po, el espacio, las relaciones entre las personas, la relación de los seres hum anos con la naturaleza. Su carácte r eucarístico, es decir su capacidad de rec ib ir la vida, de acoger a los otros, los frutos de nuestro trabajo y la naturaleza, com o dones de Dios, el hecho de ofrecernos m utuam en te y de ofre­cerlos jun tos a Dios...en el gozo y en la gratu idad...este carác­ter es d iam etralm ente opuesto al m odo egoísta según el cual se ha organizado nuestra civilización o sociedad del consum o... Si este m odo eucarístico de vivir se d ifundirá a través de los cristianos en nuestra civilización, ésta podrá liberarse de sus radicales insuficiencias, abrirse a la esperanza, al amor, a la fe y ser nuevam ente cristianizada" (Panayotis Nellas)78. Es decir, hecha cristiana y católica desde su en traña, desde dentro y desde el centro de la Iglesia que es la Eucaristía, celebrada y vivida.

78 Citado p o r O. C l é m e n t , La rivolta dello Spirito, Milano. Jaca Book, 1980, p. 132.