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HÉCTOR IÑIGO CARRERA LA EXPERIENCIA RADICAL 1916-1922 TOMO I EDICIONES LA BASTILLA

La experiencia radical 1916-1922

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Héctor iñigo Carrera, Colección Memorial de la Patria

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INTRODUCCIN

La experiencia radical se desarroll entre 1916 y 1930, surgiendo de la etapa conservadora. Comparta con sta nominalmente el ideario sintetizado en la Constitucin de 1853. En cambio, disenta acerca del contenido y la interpretacin de ese conjunto de creencias que les eran comunes. El radicalismo, exhibiendo tonos ms ligados al espritu nacional, propona abrir surcos renovadores para restaurar las sustancias mismas de lo argentino. Movimiento bifronte, abrevaba en la savia cristiana e hispnica, y en las vivencias comunitarias de la historia rioplatense, incluida la inmigrante. Y al mismo tiempo, para obtener la confirmacin reparadora propugnaba cambios y aperturas hacia el futuro.

Coincidan conservadores y radicales en el enunciado de las metas modernas de afirmacin nacional, autoridad popular, progreso o bien comn y armona universal. Pero discrepaban en cuanto a la dimensin religiosa, al reconocimiento del linaje espaol, a la concepcin de independencia frente a las grandes potencias, al grado de participacin del pueblo en la res publica, a los mecanismos institucionales de gobierno y sucesin, y a la distribucin justa del bienestar y las oportunidades de ascenso. Unos y otros proponan una Argentina modernizada alrededor de un credo pblico de puntos globales, sin diferencias; pero la entraa del paquete ideolgico no era exactamente la misma para ambas tendencias. El radicalismo conducido por Hiplito Yrigoyen, conservaba con ms vigor los supuestos nativos que subyacan en la instancia de modernizacin, sintetizando ancestro y renovacin en el torrente cultural. El sistema liberal de los conservadores, de cepa racionalista, despus de haber dado organizacin, soberana y crecimiento al pas, viva una crisis progresiva, en la que se degradaba, pasando, con ciertas honrosas excepciones, de lo patricio a lo oligrquico. Aquejado de materialismo y de egosmo social, se mostraba peligrosamente inepto para encarar el resquebrajamiento cvico y estamental, y la atona reinante. En la izquierda extrema, se ira configurando desde 1918 el sello marxista-leninista, que con formas plurales apuntara a conquistar la Repblica mediante el clasismo y la colonizacin cultural. En la izquierda moderada se cobijaban la 'brega parlamentaria y la reforma social, sin excluir un sindicalismo orgnico.

El yrigoyenismo se presentaba hacia 1916, intentando su reaccin restauradora de lo nacional,

y simultneamente, propiciando una versin adecuada del credo en sus valores modernizantes. Todo ello llevara al movimiento radical, por una parte, a ser esperanza de reparaciones anheladas, y por otra, a sufrir insuficiencias similares a las del liberalismo del Rgimen. Una de stas fue la incapacidad para producir formas sociopolticas orgnicas y humanistas, de predicamento y grandeza. Otra, fue la debilidad resultante frente al conflicto clasista. Por lo primera, qued el radicalismo encerrado en las sentinas de la democracia partidocrtica. Por lo segundo, result cruzado por los fuegos de oligarqua y extrema izquierda. As, en su desenvolvimiento hasta el ao 30, la tendencia de Yrigoyen sera presionada por ambas fuerzas alterantes, lo que sumado a la propia decadencia, derivara en su descenso poltico. Como consecuencia resultara desguarnecida y frustrada la gran mayora ciudadana, que inclua a radicales y a quienes no lo eran. En ese sentido el agotamiento de la experiencia y el del sistema poltico que lo enmarcaba seran simultneos. Paralelamente, desde el conservadorismo y el socialismo independiente, y desde el nacionalismo, emergeran corrientes intentando un nuevo sistema, aunque discrepando entre s.

El perodo analizado en este libro, coincide con la primera presidencia de Yrigoyen y corresponde al tramo inicial de la experiencia radical, el cual ofreci fcticamente ocurrencias definidas, como tambin un proceso profundo y de prospectiva. Hemos intentado una comprensin de aquellos seis aos, integrando lo poltico con los dems planos; y conservando la insercin del sexenio en el largo plazo dentro del cual el historiador se mueve siempre.

Si es que algn avance nos es permitido hacia las pginas que siguen, sealaramos como temas subrayables la diferencia entre el liberalismo de los conservadores la restauracin a la que aspiraban los radicales; la legitimidad nacional alcanzada gracias al acuerdo conservador-radical en base a la ley Senz Pea, que entre 1912 y 1930 logr una estabilidad institucional, casi excepcional en nuestra historia moderna; el contenido hispanoamericano, policlasista, integrativo, vertebrado con los grandes sectores medios, y nucleado por su lder, que exhiba el yrigoyenismo; la buena relacin de Yrigoyen con el pas real, en una combinacin de principismo y pragmatismo tradicionalista y renovador a la vez; los fracasos radicales en su intento de reparar las fisuras sociales y las ilegitimidades del poder poltico; la limitada legitimidad del mismo gobierno radical a causa de su exceso personalista, su partidismo, su tratamiento inadecuado de las cuestiones militares y otros yerros; y el surgimiento de una mentalidad solidarista, que rescat lo que en el credo subyaca de espritu nacional, religiosidad, civismo y sensibilidad social, combinndolo con los elementos aceptables venidos en las corrientes demogrficas de ultramar.

Debemos sealar que, obviamente, se ha procurado encarar los hechos tal como ocurrieron, comprendindolos con realismo. Al contrario de las afirmaciones del anlisis marxista, la historia no se define fundamentalmente a partir de las relaciones de clase, sino a travs de las relaciones de poder. El poder poltico con sus funciones gubernamental, militar, administrativa y de polica; y los poderes econmico y cultural: todos en difcil equilibrio y puestos en dificultades por uno o varios de los contrapoderes que se les enfrentan. Tal la situacin observable en el perodo 1916-1922. Y en la que son las ideas las que condicionan decisivamente toda la realidad. Confirmando cmo con respecto al orden espiritual, el orden material es subsidiario.

El pueblo argentino ha venido haciendo prevaler la intencionalidad de afirmar su identidad soberana y su progreso, como comunidad diferenciada integrante de lo universal. La idiosincrasia y los valores que le son propios, tienden a insertarse, sin claudicar, en un mundo pluralista.

Dios, la historia y el espritu trascendente de los hombres, conjugan esa dinmica de fe y cultura, de tiempo y eternidad, tan clara en el alma nacional, y que el mismo radicalismo interpret en la filosofa de su causa.

Captulo Primero"POBRE GABINO!"Casa Rosada, 12 de octubre de 1916. Horas de la noche. Hiplito Yrigoyen, primer presidente surgido de comicios suficientemente representativos, recibe en su despacho una noticia ms entre las novedades del da: como a las cuatro y media de la tarde, en su casita de la calle Azul 92, en el barrio de Flores, haba muerto el payador Gabino Ezeiza. El Presidente guarda silencio un instante, y murmura:

-Pobre Gabino! l sirvi...

A qu o a quines haba servido el payador? Qu razones y sentimientos compartan el canto y el pulso guitarrero de aquel moreno sencillo y seorial nacido en San Telmo con la nueva instancia que conmova a la Repblica?

En la Argentina, las estrategias polticas, condicionadas por el medio fsico y el transformado, orientaron ciertas lneas de fuerza histricas, las cuales lograron armonizarse durante determinados perodos; pero, en otros ms extensos, chocaron entre s, o se desencontraron. De esa manera, en un proceso obviamente de largo plazo, hombres, espacio, tiempo e intenciones, fueron desenvolviendo la existencia de nuestro pueblo tras una intencionalidad principal y compartida de nacin en bien comn. Dinmica inagotable de experiencias, en ese fluir de tentativas y reajustes, el pas se fue haciendo hacia dentro y hacia fuera. La lnea centrpeta se manifest con preferencia alrededor del eje Alto Per-Crdoba Buenos Aires, y secundariamente en los ejes Cuyo Buenos Aires y Alto Paran-Buenos Aires.

La lnea centrfuga, en cambio, lo hizo especialmente mediante el eje Alto Paran-Buenos Aires y,

en segundo trmino por los otros citados. Corresponde adems tener en cuenta que la savia vital del pas ha corrido tambin por circuitos de cierta importancia que intercomunicaban distintas reas, con preponderancia centrpeta. As, entre otros, los de Alto Per-Cuyo, Crdoba-Cuyo y Alto Per-Alto Paran.

Dentro del proceso esbozado, la ciudad de Buenos Aires desempe el papel de ncleo que una y organizaba tanto lo que tenda a impulsar interiormente al pas, como lo que tendiese a hacerlo hacia fuera. De esa manera, tratando de aglutinar y de conducir, la urbe portea fue inscribiendo en su foja de servicios, aciertos y yerros. Su conducta exhibi matices que fueron desde la direccin armnica del todo, hasta el colonialismo interno y la macrocefalia, y desde una imagen de hermana mayor, hasta una suerte de sacralizacin en la que colaboraron con suficiente entusiasmo los mismos provincianos.

El despliegue del proyecto de patria compartido, expres, por lo menos desde mediados del siglo XVIII, nuestra modernizacin. Fueron sus ideas claves, las de identidad nacional, progreso o bien comn y universalidad. Tras ello, cabe detectar una lnea de pensamiento que con antecedentes en el amanecer de la cristiandad medieval, haba eclosionado en el siglo XIX. Era un liberalismo global, de valores cristianos subyacentes, y de significacin humanista. Y reuni aspiraciones integrales, relativos frutos, profundas contradicciones y respetable legado.

La Argentina haba venido desarrollando su modernizacin desde etapas originales y prefigurantes en el seno de la cultura madre espaola, unida al resto de la prole americana y dentro del mundo occidental nucleado desde Europa.

Con formas y alcances distintos, lo modernizante subyaca o campeaba en las diferentes etapas de nuestra historia. Al comenzar el tercer lustro del siglo XX, comenz un tramo de cierta peculiar acentuacin de las modificaciones. La sociedad nacional recompuso el contenido y la relacin de poder de sus sectores. La Repblica reemplaz objetivos, equipos gobernantes, fuerzas sociopolticas de sustentacin y estilos de mando. El Estado; como instrumento ejercitador del poder generado por la sociedad nacional, cambi en algunas de sus instituciones centrales y autnomas.

El intrincado juego de lneas de fuerza o de poderes que se manifestaron en la modernizacin argentina, vena regido sobre todo por los pensamientos y creencias del liberalismo. e Era una versin del mismo, que encaraba a las personas preferentemente como seres separados, dentro de una concepcin materialista y competitiva. Descuidando as su existencia religiosa, histrica y social. Pese a ese desfasaje, o mejor dicho, enmarcado en l, el Rgimen haba llevado adelante la modernizacin del pas con desajustes entre los enunciados y las realidades. Y en ese vaco incongruente que produca la cristalizacin del credo de fines ltimos manifiestos era la Constitucin, surga el radicalismo insertando su planteo reparador de esas creencias compartidas en general por el pas. El pensamiento radical, tambin de origen liberal, consideraba en cambio a la persona en su dimensin integral y trascendente, a la historia viniendo de Dios y volviendo a Dios, y a la humanidad como fraternidad de naciones. Su liberalismo era solidarista.

Desde el 80 con Roca y hasta aproximadamente 1910 - 14 el proyecto liberal modernizante cobr pujante realidad. Se busc dar a la .Argentina un contenido dinmico, ubicando para ello su realidad preferentemente agropecuaria y exportadora en el favorable marco de un mundo demandante de materias primas, y desarrollando progresivamente sus otros rubros productivos y sus estructuras en general.

Paz, unin, orden, soberana territorial, diplomacia adecuada, inversiones de capitales extranjeros y mano de obra inmigrante, motorizaban lo proyectado. La federalizacin de la ciudad de Buenos Aires estabiliz la conduccin del pas. Las campaas al desierto pampeano - patagnico y al Chaco, aportaron el dominio del espacio y efectivizaron la jurisdiccin, si bien con alcances relativos en algunas zonas y en el rea martima.

Esa Argentina liberal de las seis dcadas precedentes a 1916, present elementos positivos: la soberana efectiva en los territorios del sur, oeste y Chaco, la revolucin agropecuaria, la ampliacin del mercado interno, la expansin de las exportaciones, el aumento acelerado de la poblacin, la instalacin de servicios pblicos, el inicio y primer crecimiento de las industrias modernas, la expansin educativa, el fortalecimiento de las instituciones del Estado, y la

ubicacin de la produccin agropecuaria en el mercado internacional.

Los elementos negativos se localizaban con generosidad en la dimensin tica que rige muy especialmente a la poltica y la socioeconoma.

Es all donde los desperfectos del proyecto fueron ms profundos. La mayor parte de los habitantes no participaba de la vida cvica, ni de los derechos y garantas correspondientes. Tampoco de un justo goce de los beneficios del progreso alcanzado. Las mejoras se concentraban con desproporcin y privilegio en ciertos niveles sociales y, dentro de las reas litoral, central y pampeana, teniendo en la ciudad de Buenos Aires y sus aledaos el punto mximo de acumulacin. Las industrias locales no contaban con el apoyo que necesitaban, pese a los esfuerzos proteccionistas de distintos sectores. La poltica atenda las actividades agropecuarias y terciarias con suficiente olvido de las industriales.

El proyecto haba generado un buen preacondicionamiento de la economa, y una slida base de despegue; pero su desenvolvimiento ulterior no logr empalmar con un desarrollo moderno cabal; es decir, integrado. De ese modo, campo, industria, distribucin y consumo social, no compartan un empuje armnico, que, sin embargo, resultaba histricamente necesario y posible.

El dficit del programa resultante a partir del 80, en lo concerniente a la vida cvica, era el punto clave de las carencias que trababan al pas anterior a 1916 en el plano tico - social. Veamos al respecto lo que seala el doctor Victorino de la Plaza, como vicepresidente en ejercicio del Poder Ejecutivo por enfermedad del presidente, doctor Roque Senz Pea, en 1914:

La indiferencia y el desaliento pblicos haban descendido a un nivel alarmante. Bajo la preocupacin de que los actos electorales no estaban rodeados de orden, libertad y honestidad, los ciudadanos desentendanse de sus deberes, y el resultado de las elecciones quedaba librado a la prevalencia de las agrupaciones cercanas al poder, fallando as la forma representativa y republicana del poder. Crecieron gradualmente los vicios de corrupcin, de venalidad y fraude, que sin freno ni miramiento alguno se ponan en pblica exhibicin en las contiendas electorales

Agreguemos las siguientes aseveraciones de un testigo profundo, y en nada simpatizante del radicalismo yrigoyenista:

La lite ilustrada que haba gobernado el pas hasta entonces no queda exenta de culpa, por su incapacidad de previsin, su despreocupacin por el manejo de la cosa pblica, y por su orgulloso encastillamiento que la priv del contacto ntimo con el autntico pueblo.

La vida social mostraba desfasajes y falencias como las que indica Carlos Ibarguren:

Los poderes pblicos han prescindido por completo de la previsin y de la asistencia, cuestin importante para la gran masa proletaria. Los gobernantes, en las ltimas dcadas en que nuestro pas ofreca al mundo la explotacin de sus riquezas naturales, han procurado la proteccin de nuestras industrias, fomentando la produccin nacional y la inmigracin europea; pero no han considerado el amparo al trabajador, quien, sin ms patrimonio que el esfuerzo de sus brazos, vea perspectiva de la miseria en caso desventurado de enfermedad o invalidez. La gran masa de asalariados que contribuye con su labor sustancialmente en nuestra economa, fue acrecentndose en un ambiente en que dominaban el egosmo y el individualismo.

Subrayando el tema de la industria, rescatemos lo que Adolfo Dorfman ha sealado en 1942:

El papel secundario del desarrollo industrial registrado entre 1895 y 1913 queda puesto de manifiesto si se cotejan los aumentos de las importaciones, que pasan de 95 millones de pesos oro sellado en 1895, a 500 millones en 1913. Por consiguiente, el mercado interno ha crecido ms de prisa que la industria manufacturera nacional, que fue arrollada por la competencia extranjera.

Como corolario cabe observar que para 1915 las estadsticas oficiales indican un valor promedio de presupuesto de tipo familiar de $ 128,92 m/n., y un salario mensual promedio para los obreros industriales de $ 65,07 m/n.

Pero el cuadro negativo que afectaba a la sociedad de esa Argentina anterior a la experiencia radical, tena una dimensin conexa en cuanto a la situacin externa; es decir, las relaciones exteriores que necesariamente se orientaban especialmente hacia Europa.

All culturalmente abundaba el exotismo, y en la economa, al decir de Ibarguren:

Nuestra sujecin econmica a las grandes potencias imperialistas y capitalistas -Inglaterra, en ese tiempo- databa de casi medio siglo atrs.

En el proyecto y en la Constitucin haban sido definidos los grandes objetivos, el fin trascendente, el sentido profundo del pas en formacin. A comienzos de este siglo, algunos de esos elementos haban sido suficientemente encarados; pero otros se mostraban faltos de polticas adecuadas. Estas carencias se generaban en los desperfectos a los que antes hicimos referencia. Una cosa era lo que el texto constitucional enunciaba, y otra lo que la realidad mostraba.

Tal cuadro nacional aliment el surgimiento del radicalismo como buena conciencia del estado de cosas, y tesitura crtica del programa que imperaba. El cuestionamiento se fundaba preferentemente en la no correspondencia entre los enunciados y los hechos. La propuesta apuntaba a crear, reconstituir y restaurar, para que las palabras fueran avaladas por las concreciones; para que los textos solidaristas no fueran desmentidos por ese mal individualismo materialista y fracturante, que, por otra parte, ahogaba a los propios individuos como personas.

Cuando a partir de 1916, con Yrigoyen al frente del movimiento y del gobierno, comienza la experiencia radical, sta aparece simultneamente como una reafirmacin de los valores y objetivos que la anteceden, y como un rechazo de las formas en que los mismos han sido desarrollados. En el manifiesto del 4 de febrero de 1905 haba ya afirmado el jefe radical:

Asistimos a la fecunda obra de la reaparicin de la Repblica en toda su plenitud, para encaminarse por los senderos permanentes de sus grandiosos destinos.

Y diecisis aos despus, en el texto del veto a la ley de intervencin a la provincia de San Luis, sealara:

Hay que restaurar y reconstruir las bases primordiales de la nacionalidad.

Esta actitud del radicalismo -fcilmente comprobable, por reiterada- result, sin embargo, a menudo borroneada a posteriori por interpretaciones marxistas que trasformaron la cuestin en una especie de metra acerca de la capacidad del radicalismo para eliminar cosas preexistentes. Ya aplaudiendo, ya condenando, identificaron destruccin con mejora, y conservacin con malestar. Entonces la gestin radical era ms o menos buena o mala, segn su disposicin para destruir o para no hacerlo. Por cierto, subyace en esto un infantilismo que todo lo complica, aunque hable con idioma simplista.

Resulta imprescindible recordar que el tramo final de ese pas anterior a la experiencia radical, se hall signado por la denominada Preguerra de los Balcanes y por los tres aos iniciales de la Primera Guerra Mundial.

Por comprensibles sentimientos de solidaridad e identificacin culturales, la mayora del pueblo argentino vea con ms simpata a los aliados, que a la Alemania Imperial. Quienes apoyaban al bando germano eran evidentes minoras. Pero no se entender bien lo ocurrido hasta 1918 en esta cuestin de la actitud argentina frente al. conflicto, si no se repara que en su casi totalidad esa mayora simpatizante de los aliados, era simultneamente contraria a la participacin del pas en la guerra, mientras 'no existieran razones suficientemente vlidas.

Tngase entonces en cuenta que esa mayora al mismo tiempo benvola hacia Francia, Inglaterra y el resto de la alianza, y opuesta a entrar en la lucha, aunque en ocasiones se ofuscara ante las agresiones alemanas contra el pas, sera entre 1916 y 1918 el sostn de la filosofa de neutralidad soberana desplegada por Yrigoyen.

La Causa

Para el movimiento que, conducido por Yrigoyen, se hara cargo del gobierno en la primavera de 1916, los desperfectos del pas anterior prevalecan por sobre sus realizaciones. rechazaba los trminos en que el programa se haba llevado a cabo; es decir, los del Rgimen.

No cuestionaba los enunciados del programa, ni negaba el crecimiento del pas. En su segunda conferencia con Figueroa Alcorta haba dicho Yrigoyen:

Si bien no tenemos ms que un siglo de existencia, ella es de tradiciones tan colosales y de desenvolvimientos tan vastos, que a esta hora deberamos estar en la escena del mundo como factor concurrente a la obra. universal, no ya por asimilacin, sino por propia identificacin civilizadora.

Buscaban los radicales hacer autnticos y reales esas propuestas y enunciados, y recomponer el crecimiento argentino con identidad propia. Sus expresiones acerca de la reparacin de la Repblica, la reintegracin de la nacionalidad sobre sus bases fundamentales y tantas otras similares -generalmente, de la autora de Yrigoyen-, expresan esa intencin fundamental, que era su Causa regeneradora de la Repblica.

La fuente de la Causa era la misma existencia de la comunidad: "La vida de los pueblos es la fuente natural y sana, de donde surgen las grandes orientaciones que determinan el mejoramiento de las sociedades.

Esa existencia derivaba de Dios: "La Providencia fija los destinos de los hombres y de los pueblos"; y se encarnaba en la historia por voluntad de "la energa con que el pueblo argentino ha sancionado los imperativos categricos en la marcha definitiva de sus destinos".

Como credo de la Causa operaban los fundamentos expuestos, y tambin los objetivos que agrupados constituan el programa de la Reparacin. Estos objetivos provenan de "las tradiciones redentoras y de sus simbolizaciones orgnicas", y consideraban a la Constitucin Nacional de 1853 como "el cdigo poltico ms armoniosamente concertado, porque todo lo estudi y ampar debidamente, sin dejar ningn vaco que pueda dar motivo a duda alguna "

La reparacin -palabra preferida del radicalismo para definirse programticamente- lo inclua, a su entender, entre "los movimientos bienhechores de la humanidad, sean creadores, reconstituyentes o restauradores". As, crear, volver a constituir o recomponer lo torcido, eran entendidos como las acciones componentes.

"El pas quiere una profunda renovacin de sus valores ticos, una reconstitucin fundamental de su estructura moral y material, vaciada en el molde de sus virtudes originarias": as se expresaba la Unin Cvica Radical en vsperas de la eleccin presidencial del 2 de abril de 1916. Y de esa manera brindaba otro testimonio del contenido de la tentativa modernizante por entonces iniciada.

Desde el despacho de don Hiplito, los comits diseminados por toda la Repblica y las funciones pblicas, se iba vertiendo una forma de entender la cuestin del pas. Se haca trabajosamente, con improvisacin, tanteos y dificultades. Era una doctrina que, como tal, perciba, aceptaba o rechazaba los fenmenos en funcin de su ideal del Estado, Y por ello mismo le faltar comprobacin, clasificacin y explicacin de los hechos; o, en otras palabras, carecer de teora. Podra decirse que el mismo marco histrico universal que rodeaba a la experiencia del radicalismo, mostraba una clara tendencia a teorizar poco y a adoctrinar mucho.

As la experiencia quedaba en cierta medida trunca, aguardando la perspectiva imprescindible que slo el tiempo poda brindarle, y que en las ltimas tres o cuatro dcadas se ha ido alcanzando. Por esa causa, la historia del radicalismo ms o menos cabal, quiz no resulta posible sino desde nuestro tiempo, cuando los acontecimientos pueden tratarse comprensivamente.

La doctrina radical exiga que los grandes enunciados y los principios rectores se transformaran en hechos. Que el progreso del Rgimen, preferentemente conformado por el crecimiento de los intereses y bienes materiales, fuera reemplazado por el progreso de la Causa, preferentemente regido y por las fuerzas espirituales. Que lo fsico, lo cuantitativo, lo tcnico, fueran instrumentos al servicio del alma, lo cualitativo, lo humano, y no a la inversa.

Frente a los excesos y equivocaciones del individualismo de corte positivista y del evolucionismo ateo, la brega reparadora del humanismo cristiano como sntesis del bien comn. Frente al criterio extranjero, "habituado a pasar por alto el concepto de nacionalidad soberana y organizada", para solamente "preocuparse de la riqueza del suelo... y la seguridad de sus capitales", el criterio argentino de severos principios ticos y polticos, para "la fraternidad de voluntades . . . y la grandeza colectiva.."

Todo ese conjunto doctrinario que resuma la intencionalidad del radicalismo, traa orientaciones nuevas en reemplazo de la versin liberal del Rgimen, que se debata en crisis al contradecir sus propios postulados. Las boinas blancas queran reparar el voto y la poltica, llegar al gobierno, y desde all renovarlo luego todo.

Al promediar la segunda dcada del siglo, se acentuaba la crisis del Rgimen liberal. Los cuadros de gobierno integrados por los sectores sociales altos, ya desde tiempo atrs, venan perdiendo sus atributos de lites creadoras que orientaban al conjunto, y adquiran rasgos de cpula clasista u oligrquica. El desgaste cvico cubra de apata los espritus de una mayora silenciosa. Los conservadores estaban agotados y divididos. Los socialistas y Lisandro de la Torre intentaban lneas diferenciadas con programas modernos y de reforma social, que tenan eco en sectores localizados de los niveles sociales medios preferentemente urbanos. El movimiento conducido por Juan B. Justo haba alcanzado en ese sentido un respetable apoyo en la Capital Federal y entre determinados grupos asalariados, como empleados de comercio, ferroviarios y otros.

En cuanto a los mismos radicales, a caballo de su reorganizacin partidaria y sus triunfos electorales, hacan punta en la transicin poltica.

De ese panorama va a surgir la figura de Yrigoyen como gran protagonista. La expectativa de las gentes y los atributos de su personalidad engancharon con la situacin del pas. El codo de la Primera Guerra Mundial combin las aspiraciones cvicas, el ansia de nuevos horizontes, y -por qu no?- el muy especial clima de misterio, taumaturgia social y mstica religiosa que en esos tiempos alcanzaba difusin. Esto ltimo poda comprender ejemplos como Pancho Sierra, la madre Mara, la teosofa, y hasta la filosofa krausista, que claramente influa sobre el pensamiento y la accin de Yrigoyen.

En realidad, todo se hallaba ligado a una fuerte corriente espiritualista, que, sin desprenderse de fundamentales valores cristianos subyacentes, resista a la mentalidad materialista y a menudo frvola del liberalismo del Rgimen, y de ciertas modas de guerra y posguerra. Asimismo, esto se conectaba con las transformaciones de la cultura entonces tambin en movimiento, las que con sus distintos ismos compensaban el alza de ciencias y tcnicas acompaantes de la conflagracin.

La filosofa krausista influy intensamente sobre Yrigoyen, y sobre sus actos polticos y de gobierno. Sin embargo, el Caudillo radical combinaba esta orientacin con sus profundas convicciones catlicas. De all que su krausismo haya diferido del que se atribua a los krausistas espaoles ( en cuyo pas esta corriente tena importante gravitacin), que eran partidarios de la separacin de la Iglesia y el Estado, del divorcio, de la enseanza laica. Por otra parte, Yrigoyen, al igual que Krause, era miembro de la masonera, y tena simpatas o facetas teosficas y espiritistas.

Extrao, por cierto, este pensamiento de Yrigoyen, que era, a su vez, muy de poca, y que se complicaba con la elaboracin doctrinaria del mismo radicalismo.

Completa el cuadro el hecho de que el Caudillo intua la esencia, y comprenda la tica y la poltica de Krause, no as su metafsica.

Los dos liberalismos

El tema de la filosofa krausista lleva a los alcances y diferencias de las ideas polticas entre el fin de siglo y las primeras dcadas de la presente centuria.

La figura de Wenceslao Escalante -poltico del Rgimen, pero simultneamente catedrtico universitario de filosofa y pensador enrolado en las corrientes de Kant, Leibniz y Wolff, a travs de la obra de Krause que Enrique Ahrens sistematizara en su Derecho natural- resulta un hito principal de la presencia del liberalismo solidarista.

Estudiando al mencionado Ahrens y al filsofo belga Tiberghien, as como a los diversos krausistas espaoles, Yrigoyen form su ideario en la concepcin solidarista de Krause. En ella se hallaba buena parte del fundamento de su doctrina y su obra.

Las naciones, al igual que los hombres, tienen la obligacin de aportar a la obra de perfeccionamiento universal. Pero como tambin, al igual que ellos, actan por voluntad libre -pues Dios as lo ha legislado-, su aporte descansa en el derecho natural de la autodeterminacin; derecho que cuando es negado por gobiernos o interferencias ilegtimos y fraudulentos, demanda siempre esfuerzos reparadores correspondientes.

La reparacin viene de ese modo a situarse en el acto ms decisivamente ligado a la libertad humana: la libre eleccin de los gobernantes. El resto de las cuestiones: econmicas, sociales y de cualquier otro tenor, resultan secundarias, con respecto a ese acto fundamental y preliminar. Su concrecin justamente proyectara la saludable reparacin hacia todos los planos antes mencionados.

Las elecciones eran el nudo gordiano de la revolucin reparadora. Veremos ms adelante cmo han de presentarse a Yrigoyen dos caminos diferentes para cortar ese nudo: la abstencin y la participacin. Ambos armonizados dentro de la revolucin que es su comn denominador.

De conformidad con su doctrina, siendo la Causa de dimensin nacional y universal al mismo tiempo, la Unin Cvica Radical era la patria misma; y aquella parte de la humanidad que, contra la que nace muerta a la vida moral y del espritu, va llenando su cometido conforme con los designios de la providencia, forma y reforma las sociedades, reconstituyendo el mundo y perfeccionando el universo sobre la base inmutable de la libertad y la justicia.

Retornando al criterio de revolucin radical, ha de tenerse en cuenta que tambin inclua la idea de la no transaccin o intransigencia con todo lo que significara la usurpacin. Por ese motivo, lo intransigente pasaba con Yrigoyen a ser un carcter esencial del radicalismo. Y por cierto la cuestin haba de tener riesgosos filos en lo referente a las reservas de Yrigoyen a participar, mediante el acuerdo con Senz Pea y la concurrencia a los comicios en el perodo 1912 - 16. Por lo menos, si se computan los testimonios de Gabriel del Mazo y Alfredo Acosta.

El problema no poda ser simple, pues en la concepcin de Yrigoyen era la revolucin reparadora la que llevaba a la Patria a la realizacin de su destino, y consiguientemente al rescate de sus habitantes. Y su posible desconfianza hacia la participacin abra complejas instancias al asunto. El camino electoral habra sido para el Caudillo una salida entre parntesis que con el tiempo se despejaran.

Pero aunque Krause fue importante en la formacin de Yrigoyen, no ha de caerse en el error de olvidar las vertientes bsicas de su pensamiento como son las experiencias histricas hispnicas y argentinas (el federalismo muy claramente), la constitucin de 1853 y tambin los trabajos y obra pblica de Jos Mara Fragueiro.

El Hombre y el hombre

En 1916 prevaleca una actitud de expectativa entre la poblacin. Aspiraciones de sanidad poltica y de mejora social campeaban entre los ciudadanos y habitantes en general. Agreguemos a ello ese espiritualismo no falto de misterio al que ya hicimos referencia.

Hiplito Yrigoyen va a intercambiarse en armona con ese clima prevaleciente en el alma del pas. Sus antecedentes de poltico reivindicador y su peculiar carisma se combinaban entre prestigios de eficacia y de taumaturgia.

Surga el Hombre hacia el primer plano de la vida pblica. Pero no nos engaemos. No es por entonces Yrigoyen alguien al que la gente conozca mucho. Todo lo contrario. A excepcin de los crculos radicales y conexos, la mayora de los que lo llevan a la presidencia con su voto, poco y nada saben de l. El entorno misterioso que le es propio, lo comunica con la gente ms por lo que sienten y creen, que por lo que conocen sobre su persona. Aos ms tarde, esa relacin se ira enriqueciendo. En agosto de 1927, en un discurso en el Senado, dir el senador Caballero:

En el alma del pueblo argentino se ha encendido una esperanza de justicia, y se ha encarnado esa esperanza en la U. C. R., y en el jefe y hombre que la gua y representa: el doctor Hiplito Yrigoyen. Esa esperanza es inmortal!

Otro representante del radicalismo ha sealado:

En cambio, la empresa de ser libres cuando ya ramos independientes, ha llenado casi toda la historia argentina; abarca ms de un siglo de su fasto. Esta tarea secular, perseguida con denuedo y altivez, con sangre y sin renunciamiento, llega a realizarla un hombre, al cual por antonomasia se le llama el Hombre, al frente del movimiento...

Carlos Ibarguren, adversario poltico del radicalismo y observador de fuste, ha sealado:

Yrigoyen tena sesenta y cuatro aos de edad cuando asumi el gobierno. En la madurez de su vida habanse acentuado los rasgos sicolgicos que dieron carcter y tanta originalidad a las expresiones de su espritu. Su egolatra llegaba, a veces, al delirio... Maestro en el arte de engatusar y de tejer, como los araas, telas hbilmente extendidas para atrapar adeptos y vencer enemigos, Yrigoyen saba orientarse con firmeza sin perder su direccin. Su lenguaje verbal era muy superior al estilo escrito, ms suave y sencillo que ste, dicho con el diapasn de voz a medio tono y con palabras que le eran peculiares. Refirindose al radicalismo, no le llamaba partido, sino causa; y cuando aluda a la conducta o a los propsitos polticos del mismo, no usaba el trmino programa o plan, sino el de credo, como expresin de fe en el apostolado que l predicaba. Infunda siempre en la propaganda poltica de la causa una sugestin religiosa, una mstica cvica evangelizadora. Nunca atacaba individualmente a sus adversarios, evitando crear odios o enconos personales que lo perjudicasen; sus embestidas verbales o escritas eran en contra de sistemas, de procedimientos o de regmenes. Era fervorosamente patriota y devoto por todo lo argentino y sus tradiciones; este amor extendase a Espaa, como a nuestra madre patria; a su pueblo -instituy la Fiesta de la Raza, que se celebra el 12 de octubre- y a los rasgos que caracterizan al alma hispnica. Notbase en l, en algunos aspectos, la influencia espiritual espaola: en la generosidad, en el culto al pundonor que profes en su vida pblica, en la altivez, en el decoro y dignidad personal, que nunca descendi a lo chabacano ni a lo vulgar.

El mismo Yrigoyen, por su parte, se autodefine en 1923 de esta manera:

Soy un hombre de ciencia y de conciencia, y no he comprometido jams ni una, ni otra cosa, que no fuera en la aplicacin de normas ejemplificadoras y en rigores extremos de conducta. Quise, adems, que mi vida trascendiera al pueblo como un modelo, y sealara un camino hacia la perfeccin espiritual. Tengo, por ser as, el alma intacta, tal como la Divina Providencia quiso forjarla al soplo de sus impolutas irradiaciones. Yo no s ms que de la tarea evanglica de darme a los dems.

Claro que, como es de imaginar, en el campo opositor la personalidad fuerte y de arrastre de Yrigoyen generaba entusiastas y enconadas crticas. As los calificativos de demagogo, absorbente, antidemocrtico, mandn, eglatra..., recorran los medios polticos, sociales y periodsticos.

O la parodia irnica se expresaba en aquella famosa seccin en verso, que a cargo de Luis Garca y con ilustraciones de Sirio publicaba Caras y Caretas, con estrofas como la que en el nmero del 8 de mayo de 1920 deca:

l es el hombre a cuyo nombre

palidecen los rprobos. l manda

y el ms duro se ablanda.

No es simplemente un hombre, sino el Hombre.

l es el genio impvido y gigante

que la enseanza radical inculca.

Por su parte, Crtica, el tbano de Botana, golpeaba a don Hiplito y su gobierno sin pausa ni piedad. Las especiales adjetivaciones, combinadas con los dibujos del mono Taborda y otros colegas, centraban su pesada artillera sobre el Presidente.

Mrito de Yrigoyen fue el permitir con amplio criterio todas esas expresiones, que a menudo llegaban a la ofensa y hasta peores excesos, sin ninguna reaccin represiva.

Con otro estilo ms pulido y fundado, pero no por ello menos insistente, La Nacin, La Prensa y La Vanguardia sostenan una activa literatura criticona desde sus editoriales y sueltos, que tambin apuntaban a Yrigoyen y a su especial manera gobernante.

Por otro lado, para el Caudillo radical hubo apreciaciones favorables de testigos de importante rbrica: el conde de Keyserling lo mostr conduciendo "una revolucin sin sangre que ha cambiado fundamentalmente la fisonoma moral de su pueblo"; Enrique Gmez Carrillo lo compar a un juez del Antiguo Testamento; Jos Ingenieros lo llam un hombre formidable; Jos Vasconcellos lo hall "gobernante de una austeridad ejemplar, de una honradez indiscutible, de una firmeza de carcter jams desmentida". Otras figuras, no radicales, como Manuel Glvez, Manuel Ugarte, Carlos Ibarguren, no retacearon respeto y elogios.

Desde su postura de adhesin al gobierno, La poca respondi con fuego sostenido a todos los

atacantes, prodigndose en la informacin y en la polmica en un tono que lograba a menudo mantener sus convicciones sin caer en lo sectario. All la figura de Yrigoyen era asumida en sus rasgos de conductor, y a menudo lograba el diario llevar inteligentemente la discusin al terreno de las obras, evitando el de lo personal.

Por cierto que es en las pginas biogrficas de Manuel Glvez donde cabe hallar trazos de un medalln til para recrear la imagen viva del Hombre:

Su persona produce impresin, no slo de calma y serenidad patriarcales, sino de grandeza, de augustez. Crea en su entorno un respeto tan enorme, que nadie se atreve a discutirle, ni a dudar de sus palabras, ni a pedirle que las explique, ni a exponer una opinin contraria a la suya. Cuando ordena sin claridad -caso frecuente-, hay que interpretarlo; y as malas acciones que le atribuyen, son obra de sus intrpretes. Salvo Mitre, ningn contemporneo ha impresionado tanto... Yrigoyen se impone por su sola presencia, sin haber dicho una palabra, est en el gobierno o en la oposicin, en su rococ despacho de la presidencia o en la geomtrica pobreza de su casa. Sensacin misteriosa, pero real. Anloga, tal vez, a la que producen los santos y los genios.

Y algo ms adelante dice Glvez:

El introvertido es tambin, casi siempre, cerrado a toda influencia. En Yrigoyen, la egolatra, el autoritarismo y aun el idealismo contribuyen a aumentar la obstinacin. Yrigoyen no conoce la duda, ni la condescendencia, ni el renunciamiento a un propsito decidido. No acepta influencias, ni consulta a nadie.

En general, las opiniones sobre Yrigoyen son opuestas y poco conciliables. Su figura no ha podido escapar durante bastante tiempo al calor de la controversia y la lucha poltica, cargadas de pasiones y de impulsos sectoriales. Como excepcin, Ibarguren y Glvez, tambin en esto, se destacan por sus juicios lcidos y libres de acaloramiento.

Pero a el Hombre en su imagen conductora y pblica se agrega como reverso inseparable el hombre con su dimensin ms ntima y cotidiana. Fsicamente alto, de figura proporcionada y elegante, complexin robusta y recia, salud extraordinaria, dentadura completa, nunca gesticulante, movimientos lentos, color moreno, rostro cuadrado y crneo en punta, ojos aindiados, mirada de contenidos fuertes y variados, preferentemente afectuosa y con simpatas, voz casi susurrante y conquistadora. Vestimenta sobria y oscura, al estilo del 80; botines con elsticos, pantalones sin planchar, agua de Colonia en las manos, galera, bastn... Lenguaje peculiar, afecto a giros especiales, y carente de expresiones vulgares o groseras. Se le conocen algunos amores, siempre discretos y misteriosos. No concurre a las casas pblicas; no tiene crculos de caf en los que participe; no asiste a restaurantes ni confiteras; durante aos come en su casa de la calle Brasil la comida que se hace llevar desde un restaurante de la avenida de Mayo. No habla mal de nadie, se muestra paternal hacia todos, y desconfa a menudo de quien no debera. Es simpre parco, crptico, y miente cuando le es necesario en su vida de relaciones pblicas. Posee con excelencia el arte de comunicarse y ganar a la gente. No va al teatro, ni al cine, ni a un banquete.

Como seala Manuel Glvez: "Es uno de los rarsimos hombres en el mundo que no han visto a Carlitos Chaplin".

Su austeridad raya en el ascetismo. Es el introvertido por antonomasia. Carece de sentido prctico, y le sobra intuicin. No admite discrepancias una vez que ha manifestado su posicin. Posee gran dominio de voluntad, y peca de cierto delirio verbal, ligado a una tremenda imaginacin. Astuto al mximo, vive observando a quienes lo rodean. De aqu surge su complejo y especial misterio. Gusta de estar oculto, y odia las exhibiciones. Es desprendido y generoso.

Esta grandeza del Caudillo tena para Manuel Glvez la excepcin contrastada de pequeeces increbles. Una de ellas, "el no haberse adherido su gobierno en la amplia forma que corresponda, a las fiestas por el centenario de Mitre".

Pero toda esta rica personalidad de don Hiplito produca un genio cazurro y muy peculiar. Era el que le haca sorprender a algn correligionario con la pregunta: "Cmo va ese valor indiscutido, mi amigo?" O hacer referencia a los medios concretos en las relaciones pblicas y personales, como las efectividades conducentes. O comentar con sabio realismo: "Porque el presidente era yo, el vice era yo, y los ministros eran yo...

El Hombre y el hombre unidos llegaron a conformar una de las personalidades de las que Toynbee ha denominado minoras o personas creadoras, que son las que conducen en la historia los procesos de crecimiento social como el que corresponde a la experiencia radical asentada entre 1916 y 1922.

Hosannas jubilosos, el 12 de octubre de 1916

Por primera vez un presidente de la Repblica entregaba el mando a su sucesor, sin haber cambiado una palabra con ste. Victorino de la Plaza e Hiplito Yrigoyen no se conocan.

A las dos de la tarde, la ceremonia de trasmisin del mando se cumpla ante ambas Cmaras del Congreso Nacional reunidas en Asamblea.

Comentaba La Nacin del da siguiente:

El doctor de la Plaza, visiblemente emocionado, se dirigi al seor Yrigoyen, manifestndole que le era grato hacerle entrega de los smbolos de la soberana nacional, formulando, como argentino, votos auspiciosos por el mejor xito de su gestin gubernativa. El Presidente le contest agradeciendo sus palabras, y desendole felicidad y ventura personal.

La ceremonia tiene alcances inusitados: "Fue espantoso... Escupan sobre los felpudos, arrancaban las cortinas en su intento de verlo [a Yrigoyen]. Hemos pasado de las zapatillas de baile a las alpargatas", exclamaba horrorizado Benigno Ocampo, antiguo secretario del Senado. Cumplido el juramento ante el Congreso y finalizada la ceremonia, Yrigoyen asciende a la carroza de gala, aprestndose con su escolta de granaderos a caballo a recorrer el kilmetro y medio que por la avenida de Mayo lo separa de la Casa de Gobierno.

Desde la maana, una nutrida multitud ha ido cubriendo la avenida. Los balcones se han alquilado en el mejor sentido de la frase popular, y a los mejores precios. Hoteles, comercios, confiteras y casas particulares presentan una decoracin viva que oscila en vibraciones de cuerpos y voces, cubriendo las esquinas y veredas. "jams se ha visto tanta gente en las calles seala Manuel Glvez-, ni cuando el jubileo de Mitre, ni cuando el entierro de Senz Pea".

Se haban tendido cuerdas a lo largo de las aceras. Formaciones militares se aprestaban a rendir honores y colaborar en el mantenimiento de la seguridad general. Las plazas del Congreso y de Mayo se encontraban en su mayor parte llenas de pblico. Los canteros, las columnas de alumbrado, los rboles, las cornisas, las azoteas, los techos de los automviles: todo el escenario haba florecido en gente.

Regresando al testimonio de la magnfica pluma de Glvez, veamos la escena:

Pero ya Hiplito Yrigoyen, presidente de la Repblica, ha comenzado a descender por la teatral escalinata del palacio del Congreso. Espectculo sensacional. Las 100.000 personas que llenan la doble plaza del Congreso,- las azoteas, los balcones, prorrumpen en una enorme algaraba de vtores y aplausos. Las mujeres desde los balcones saludan con sus pauelos. Hay lgrimas en muchos ojos. Entre la emocin unnime y la frentica gritera, va bajando la escalinata serenamente el nieto del fusilado de la Concepcin, el ex comisario de Balvanera, el desterrado del 93, el apstol de la democracia. Nunca se ha visto un entusiasmo igual en Buenos Aires! La multitud parece enloquecida; y cuando el Presidente llega a la acera y sube a la carroza de gala, arrolla al cordn de agentes de polica que la ha contenido, y rodea al carruaje. Yrigoyen, en pie dentro del coche, con el vicepresidente y los dos ms altos jefes del Ejrcito y de la Armada, saluda con la cabeza y con el brazo. Pero hay que partir, y la polica se dispone a abrir calle. Yrigoyen hace un gesto con la mano, y da orden de que dejen libre a la multitud. El coche est rodeado por el gento clamoroso. De pronto, un grupo de entusiastas desengancha los caballos y comienza a arrastrarlo. En las cejas de Yrigoyen se marca una contraccin de desagrado. Quiere bajar de la carroza; pero la multitud no lo consiente. El pueblo aprueba el acto fantico, y todos los que estn cerca quieren tener la gloria de tirar del coche.

Se avanza muy lentamente, abrindose camino como se puede. Poco a poco se van agregando a la carroza algunos modestos fieles de Yrigoyen, que se instalan en los estribos, en los guardabarros, en la capota. Al enfrar en la avenida de Mayo, una gruesa columna popular de varios millares de hombres la precede. Algunos llevan banderas argentinas o tremolan banderitas. La escolta presidencial -un escuadrn del Regimiento de granaderos a caballo-, rota por la multitud en cien partes, ha quedado dispersa: un soldado va por aqu, en medio del gento a pie, y otro por all. La formacin de las tropas en las calzadas, junto a las aceras, tambin ha sido rota en infinidad de lugares por la multitud, que se derrama en la calle... Ahora, despus del gran grupo de pueblo, vienen varios automviles con ocho o diez personas cada uno, todas las cuales agitan banderitas en lo alto. Y por fin la carroza presidencial. Llueven flores desde los balcones... Hiplito Yrigoyen va de pie, en medio de la carroza, descubierto, contestando al pueblo que lo aclama. No demuestra emocin alguna en su rostro impasible. Es el mismo hombre que no se quej en el Ushuaia, ni se alegr al saber que acababan de elegirlo presidente de la Repblica. Los que han querido reemplazar a los caballos, siguen tirando cansadamente. A1 acercarse a la Casa de Gobierno, uno de ellos se desmaya. A Yrigoyen le amarga su satisfaccin la actitud servil de estos hombres, y ms tarde amonestar a los jefes y oficiales que lo acompaaban, por no haberlo impedido.

Glvez subraya el hecho de que hasta entonces, solamente otros dos gobernantes haban asumido sus cargos en medio del delirio popular: Juan Manuel de Rosas y Bartolom Mitre.

El episodio de la carroza traer secuelas, y quedar incorporado al anecdotario tradicional de la poca. Sealaba La Prensa del da siguiente:

El pueblo delirante arroll todo; desprendi los caballos del coche oficial, y levantndolo en peso lo trasport con su carga a travs de la avenida de Mayo hasta el Palacio de Gobierno, en un acto inusitado que contrara los antecedentes democrticos del ciudadano ahora presidente.

Ramn Columba brinda este otro testimonio:

Don Hiplito se mantiene de pie sobre la carroza. Al contestar las aclamaciones del pblico, mueve las manos en forma que ms bien parece un gesto de llamada que de saludo, como invitando a sus partidarios a que se acerquen. Y la multitud no espera ms y rodea al coche. Yrigoyen sigue saludando a los que han quedado rezagados y no se animan a avanzar todava. La gente aumenta alrededor del vehculo. Ya son como doscientos. Y siguen llegando, hasta que de pronto observo que los dos caballos, separndose de las varas, comienzan a andar sin rumbo entre el gento, en tanto el carruaje queda boyando a la deriva en medio de un mar de cabezas delirantes.

En ese momento, el jefe de la escolta de granaderos, interpretando este movimiento de la gente como un peligro, procede por lgica a ordenar a los soldados que carguen sobre quienes se han apoderado de la carroza presidencial y del Presidente mismo. Y contina diciendo Columba:

Entre tanto, veo que don Hiplito hace seas desesperadas al jefe del pelotn para que contenga a los granaderos. Tiene que repetir a gritos la orden, pues las voces del Presidente se pierden entre las exclamaciones de los que protestan contra los granaderos y de los que vivan al dotor Yrigoyen... Los granaderos no tienen ms remedio que envainar los sables y seguir al coche -ya empujado por la gente- a una distancia prudencial, que primero es de unos metros, y despus, de una cuadra al llegar a la Casa Rosada.

Por su parte, La Nacin, en su edicin del viernes 13 de octubre de 1916, informaba:

Cuando a la salida del Congreso la carroza iniciaba la marcha tirada por los caballos, el pblico la rode y comenz a desatar los caballos, con el propsito de arrastrar la carroza. Al advertirlo el doctor Yrigoyen se dirigi al jefe de la escolta, coronel Martnez, y le dijo:

-Coronel, cmo se permite este acto vulgar? El Coronel le contest:

-Seor, es imposible evitarlo; tendramos que sablear al pueblo para hacerlo retirar.

La escolta se dispona a proceder por la fuerza; pero entonces el Presidente, de pie sobre el coche, orden a los soldados que no atropellaran al pueblo.

Siete aos despus, en un documento poltico no dado a publicidad hasta 1957, Yrigoyen recordaba la jornada de esta manera:

Me fue dado asistir, naturalmente, al primer 12 de octubre de la libertad soberana y liberacin redentora de la Nacin. Fue la explosin inenarrable de los hosannas jubilosos que partan de la multitud enardecida y fervorosa, en el instante crucial del da esperado, que se trasformaba en efemrides histrica de los grandes fastos nacionales. Esa vibracin espiritual, esa arrebatada exaltacin del pueblo, conmovi mi corazn hasta las fibras ms ntimas, fijando en mi alma la emocin de un acontecimiento entraado e impar, tal vez el supremo de mi vida. Acababa de recoger, en un laurel ideal y sin mcula, el ms alto y generoso premio a tantas amarguras padecidas a lo largo de la spera lucha por la libertad de mi Patria.

En ese instante solemne desfilaron ante mi vida las figuras prceres del pasado glorioso, y era en la plaza histrica el mismo fervor y los mismos ideales que encendieron en Mayo.

Captulo IILA ARGENTINA EN EL MUNDOGuerra y soberana

Dos aos y dos meses llevaba de duracin la Primera Guerra Mundial para cuando Yrigoyen asuma la presidencia. Blicamente, era una lucha donde la estrategia defensiva se haba impuesto por sobre las intenciones ofensivas.

En 1917, Alemania emprenda una campaa submarina de grandes alcances. Con ella intentaba responder al bloqueo martimo declarado por Inglaterra, y quebrar los circuitos de abastecimiento de los aliados.

Entre esos circuitos, el que inclua las Amricas resultaba de gran importancia, y una de sus conexiones claves era la del comercio y transporte de productos alimenticios -especialmente, carnes- desde la Argentina. Para nuestro pas, este comercio exportador, de ms est decirlo, era decisivo en su economa. La capacidad de bodegas se haba reducido, y se utilizaban, adems de buques de matrcula de pases aliados -nuestros tradicionales compradores-, otros neutrales, y tambin algunos de bandera argentina.

La guerra submarina fue comunicada por Alemania a los gobiernos neutrales -entre los que se hallaba el argentino-, al comenzar el mes de febrero de 1917. La misma era sin restricciones, aplicable sin dilacin y con todas las armas disponibles, contra todo trfico en las zonas de bloqueo.

Recurdese que la imprescindible insercin de la Argentina en el mercado mundial, haba resultado desequilibrada en los trminos del vnculo. Las mismas habanse vuelto progresivamente dominadas por Inglaterra y los otros pases. Faltaba equidad en las negociaciones y en sus alcances.

Yrigoyen no se opona a esa insercin del pas , ni al desarrollo agropecuario y exportador del mismo, ni a los vnculos con Europa. Su actitud era contraria al referido desequilibrio y a las situaciones hegmicas favorables a las naciones con las que nos hallbamos ligados.

Como Ibarguren lo indica, en los aos de nuestro perodo la vida econmica argentina dependa principalmente de la relacin con Gran Bretaa, a la que seguan en orden de importancia Alemania, Estados Unidos, Francia y Blgica (en cuanto a intercambio comercial) y Francia y los Estados Unidos (en cuanto a capitales invertidos en el pas).

Yrigoyen evit escrupulosamente todo pronunciamiento formal de neutralidad. Para l, la neutralidad era el estado normal de las naciones, y no haba necesidad de proclamarla.

La decisin alemana de ofensiva submarina en gran escala, provoc la ruptura de relaciones de los Estados Unidos en ese mismo mes de febrero. Cuando el embajador norteamericano en la Argentina, Federico J, Stimson, recibi la noticia de su presidente Woodrow Wilson, inmediatamente solicit audiencia al Gobierno argentino. Sus instrucciones eran comunicar la ruptura y trasmitir la invitacin general por parte de la Secretara de Estado yanqui, para que los pases neutrales imitaran el proceder norteamericano. En esa importante entrevista mantenida el 6 de febrero con Yrigoyen, segn recuerda el mismo Stimson, el Mandatario argentino habra manifestado que era para l "terrible comprometer" a su pueblo "en la Gran Guerra", lo que no poda hacer llevndose nada ms que por razones de "afinidad" y sin un casus belli.

La Argentina respondi a la invitacin estadounidense con una simple nota de reconocimiento,

sin manifestaciones de simpata ni de adhesin. En los hechos era un rechazo a participar de la alternativa panamericanista liderada por Wilson.

En cuanto a la notificacin alemana sobre ofensiva submarina, fue contestada el da 7 de febrero. Abriendo una tnica diferente al simple acuse de recibo aplicado por el anterior presidente Victorino de la Plaza ante otras advertencias alemanas anteriores, Yrigoyen aplic la respuesta de tesitura. El Gobierno argentino -sealaba- lamenta que S. M Imperial se haya credo en el caso de adoptar medidas tan extremas, y declara que ajustar su conducta a los principios y normas fundamentales del derecho internacional.

Gran Bretaa y sus aliados europeos, si bien presionaban en ocasiones para que la Argentina rompiera con Alemania, no dejaban de percibir las ventajas derivadas ,-en la medida en que los buques argentinos eran respetados- del abastecimiento seguro que reciban de nuestro pas. La presin europea para empujarnos contra el Kiser, nunca lleg a ser total y dura. Aunque alcanz picos circunstanciales, fue preferentemente superficial y muy relativa.. Ms vigorosa en ese sentido, fue la presin de los Estados Unidos durante 1917 y 1918.

El presidente Yrigoyen fue el conductor de nuestra poltica en ocasin de esas difciles situaciones. Desarroll una doctrina, una estrategia y una tctica con eficacia. Su neutralismo aplic en todos los casos medidas adecuadas a los valores de soberana y armona de las naciones que le eran propios. Logr Yrigoyen combinar y matizar distintos elementos en un conjunto coherente.

Segn Ricardo Caballero, el Caudillo, ya en las vsperas de su gobierno, le habra manifestado en aquellas famosas entrevistas en la estancia de Micheo su ntima adhesin a los valores espirituales sustentados por las naciones aliadas, ligadas al Viejo Mundo hispnico y catlico, y su repudio por "el atesmo pagano y tcnico que encarna Alemania". De all y de entonces las referencias tambin transcritas por Caballero sobre la "neutralidad benvola hacia los Aliados" que Yrigoyen le habra expuesto y propugnado.

No faltan quienes han cuestionado la veracidad de esos testimonios de Caballero. Sin embargo, la postura del Presidente radical durante el conflicto blico no dej de tener esa neutralidad benvola con los Aliados, combinada con otros elementos, por cierto. Al respecto cabe sealar el mantenimiento de las relaciones econmicas y generales que el Presidente radical cuidara celosamente, como tambin sus dos proyectos de colocacin de nuestras cosechas en forma de crditos especiales otorgados a naciones de ese bloque (Inglaterra, Francia e Italia). Uno de esos acuerdos no fue tratado por el Congreso, pese al xito logrado por el primero. Esto oblig a Yrigoyen a retirarlo.

Yrigoyen fustig los excesos britnicos en la Argentina, tanto de los gobiernos, como de las empresas, por ejemplo las ferroviarias. Pero tambin expres en documentos oficiales su agradecimiento reconocido por los pobladores y las inversiones inglesas incorporados nuestra sociedad. Contradiccin? Ambivalencia? Probablemente, ni una cosa ni la otra, sino simplemente una poltica que aceptaba los aportes de Gran Bretaa, sin dejar de rechazar sus abusos. En esto, como en su postura de armona entre capital y trabajo, en la de hacer coexistir lo agroexportador con el avance de las industrias locales, o al sostener una sntesis de la tradicin hispanocriolla con la renovacin moderna y occidental, el yrigoyenismo habla de una estrategia conjuntiva, que no se aprecia, en cambio, en su accionar poltico y partidario.

Resulta necesario sealar que como consecuencia de los ataques de submarinos alemanes a barcos estadounidenses, Norteamrica declar a guerra a los Imperios Centrales el 6 de abril de 1917.

El Gobierno argentino se manifest al respecto, sealando que reconoca "la justicia de tal resolucin", en cuanto se fundaba en la violacin de los principios de la neutralidad consagrados por reglas de derecho internacional que se consideran conquistas definitivas de la civilizacin".

La neutralidad del gobierno de Victorino de la Plaza haba sido declarada en cada oportunidad. Distinta era la concepcin que iba desarrollando el presidente Yrigoyen. Para ste, la neutralidad, en tanto soberana pacfica, era el estado normal de los pases, y no corresponda declararla en cada oportunidad.

Ms all de las polmicas ya conocidas, es indudable que Yrigoyen encar la siempre difcil lnea neutral con vigor ideolgico y energa argumental mucho ms definidas que los tonos suaves de su antecesor de la Plaza. De todas maneras, ello no implica una comprobada negligencia culpable en esa ultima administracin conservadora. Opiniones diferentes al respecto han vertido, entre otros, Lucio Moreno Quintana, Estanislao S. Zeballos y Carlos Ibarguren. Los dos primeros, de dura crtica a de la Plaza. El ltimo, de elogio.

En ese mes de febrero de 1917 aumentara la caldeada tensin a causa de un suelto publicado enEl Diario, en el que se haca referencia a una supuesta suspensin de los trmites de un emprstito que se gestionaba ante banqueros estadounidenses. Conforme a la publicacion, ello ocurra por decisin de los banqueros como rplica ante la actitud del Gobierno argentino contraria a la proposicin del presidente yanqui Woodrow Wilson de constituir un bloque panamericano liderado por los Estados Unidos.

Intervinieron en la difusin del trascendido una agencia de noticias brasilea oficial con sede en Buenos Aires; el diario Le Temps, vocero parisiense del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia, con otros rganos de prensa franceses, como Le Figaro. La intriga internacional tenda a concentrarse en la Capital argentina. Las noticias presentaban la situacin como un enrolamiento de nuestro pas en la causa de Alemania y sus aliados.

EI diario La Prensa, de Buenos Aires, sali al encuentro de un artculo de Clemenceau publicado en L'Homme Enchan, en el que se felicitaba a los banqueros norteamericanos. Afirmaba el diario capitalino:

La Argentina no acepta de nadie lecciones de altivez ni de correccin, ni la opinin habra tolerado que el Gobierno en este caso se hubiese mostrado sin capacidad para mantener el tono esencial de nuestro carcter... Nosotros no sabemos aplaudir a los gobiernos sino cuando proceden bien, cuando consultan la tradicin nacional, el derecho y los ms elevados intereses sociales. A la notable contestacin argentina [del 7 de febrero] la encontramos ajustada a esos trminos y la aplaudimos sin reserva alguna de pensamiento; pero si los conceptos de esta nota fueron juzgados zurdamente, fuera o dentro del pas, para poner el honroso concepto nacional bajo la presin de operaciones financieras, no creemos que exista un solo ciudadano o extranjero radicado aqu, que no manifieste amplia y enrgica adhesin a la Argentina, rechazando semejante inslita pretensin...

El Gobierno argentino desminti toda supuesta gestin o tratativas de emprstitos con los banqueros norteamericanos quedando en consecuencia negada tambin la situacin diplomtica conexa. La agencia brasilea (Agencia americana) public en Le Figaro sus disculpas, y puso en claro la responsabilidad inicial de El Diario, por su suelto de contenido inexacto.

Declaraciones similares a la del 7 de febrero de 1917 hizo 1a Argentina cuando naciones amigas comunicaron haber roto relaciones diplomticas con Alemania o entrado en guerra con la misma. Simultneamente se producan presiones econmicas y diplomticas sobre los pases sudamericanos que se mantenan neutrales. En el nuestro, la mayora de los grandes diarios, los partidos opositores, sectores de la opinin pblica con potencia de difusin y eco, agencias noticiosas y ciertos voceros de pases aliados, como Inglaterra y los Estados Unidos, coincidan en la tentativa de obtener un clima psicolgico propenso al rompimiento con Alemania y su alianza.

El 4 de abril de l917 un submarino alemn hunda la goleta mercante argentina Monte Protegido, que se diriga a Rotterdam con una carga de lino.

El 10 se conoca la noticia en Buenos Aires. El 22 el Gobierno argentino reclamaba:

El ataque llevado al buque argentino es evidentemente contrario a los principios de derecho internacional consagrados, a la neutralidad (observada estrictamente por la Repblica Argentina), y a las relaciones cordiales entre nuestro pas y ese Imperio..., constituye una ofensa a la soberana argentina... El Gobierno argentino espera que el Gobierno Imperial alemn, reconociendo el derecho que asiste a la Repblica, le dar las satisfacciones debidas, desagraviando el pabelln, y acordar la reparacin del dao material.

Seala Harold F. Peterson: "Cuando los Estados Unidos declararon la guerra, Argentina convalid su accin y el conde Luxburg inquiri oficialmente si deba solicitar su pasaporte. Pero la medida menos neutral de todas fue la bienvenida que la Argentina dio a la flota norteamericana, renovada oportunidad para que el Ministro alemn preguntara si se esperaba de l que se marchara. A falta del casus belli que conforme a lo expresado por l justificara la intervencin, Yrigoyen se neg a firmar sobre la lnea de puntos insinuada por Lansing (secretario de Estado norteamericano), pero evidentemente su voto progermano tampoco estaba en el bolsillo de Luxburg".

Tras su ingreso en la guerra, la marina norteamericana tom a su cargo el patrullaje del Atlntico

Sur, que hasta entonces hacan los ingleses. Como medida estratgica y de presin diplomtica, el comando naval y el Departamento de Estado disponen que una escuadra al mando del almirante Caperton, realizara una visita a Buenos Aires. Se buscaba as que la opinin pblica simpatizante con los Aliados pudiese influir sobre el Gobierno. Gestionado el visto bueno, el Senado aprob en sesin secreta, que la flota fuese recibida. Un da antes el ministro Pueyrredn haba advertido al Embajador estadounidense la opinin de Yrigoyen favorable a la recepcin. Sin embargo, en los medios pblicos surga otra situacin conflictiva alrededor del sentido de la visita, tema sobre el que volveremos ms adelante.

Una vez superados problemas nacidos en el respectivo juego tctico de ambos pases y asimismo algunos malentendidos, la Capital argentina recibira con gran entusiasmo a la escuadra. Alrededor de doscientas mil personas dieron la bienvenida y presenciaron el desfile de la tripulacin y oficiales. stos marcharon armas al hombro por las calles porteas para rendir homenaje ante las estatuas de San Martn y Washington. Yrigoyen y los altos funcionarios departieron clidamente con el Almirante yanqui y su estado mayor, quienes al partir llevaron al presidente Wilson la expresin del caudillo radical de que la acogida haba partido del corazn del pueblo como expresin de espritu fraternal americano y universalista. Nada parecido haba ocurrido en Buenos Aires antes. Ms all de las discrepancias existentes entre la Argentina y los Estados Unidos, esos aos eran de aproximacin histrica, que se daba simultneamente en lo econmico como en lo espiritual.

Pero regresemos al incidente del Monte Protegido. Alemania se oblig a dar la satisfaccin requerida mediante una primera respuesta de fecha 28 de abril, y otra de fecha 2 de mayo, en la que sealaba:

El Gobierno Imperial se apresura a asegurar al Gobierno argentino que dar reparacin del dao causado, expresando sus sinceros sentimientos de pesar por la prdida del buque argentino... Aprovechar -dada la imposibilidad de demostrar en los momentos actuales su respeto al pabelln nacional argentino- la primera oportunidad que se ofrezca para hacerlo saludar por la escuadra imperial.

A todo se avino el Canciller germano.

El 6 de junio de 1917 era hundido a 38 millas de Toln el velero Oriana, que tena a Gnova por destino. La tripulacin fue rescatada por una nave francesa. Despus de una rigurosa investigacin, se lleg a la conclusin de que la nave no poda ser considerada realmente argentina, y que al conducir hierro y acero, encuadrados como material de contrabando de guerra, se hallaba sujeta al derecho de 'presas. La compaa aseguradora pag oportunamente al armador el seguro que corresponda; el Gobierno argentino entendi que no caban reclamaciones, conforme al derecho internacional, y se abstuvo al respecto.

El 22 de junio, mientras navegaba cerca de Gibraltar con destino a Gnova, fue hundido por un submarino el carguero Toro, de matrcula argentina con toda su carga de lanas, carnes, grasas, cueros y tanino. Los 26 tripulantes -muchos de ellos, argentinos- haban sido obligados a abandonar la nave, para pasar a un bote. La declaracin principal de lo sucedido qued a cargo del capitn del Toro, Pablo Badano, tambin argentino.

Luego de comprobar los hechos, la reclamacin argentina fue de inmediato enviada a Berln. Adems de las satisfacciones morales y las indemnizaciones materiales, se exiga de Alemania la seguridad de respetar en lo sucesivo nuestras naves en los trminos del derecho consagrado.

Era el desafo de David a Goliat, la arrogancia de Martn Fierro frente a la partida, un guante lanzado al rostro mismo del Kiser omnipotente", comenta Luis C. Alen Lascano.

Por cierto, Yrigoyen obligaba a los alemanes a no andarse con medias tintas. Lo que la Argentina exiga, haba sido negado ya a los Estados Unidos y a , otros pases de fuerte peso internacional.

La situacin era delicada. El Gobierno lleg al punto de advertir a nuestro representante en Berln, doctor Luis B. Molina, que deba estar preparado para cualquier eventualidad, incluida, por supuesto, la guerra misma.

El Imperio adujo la vigencia de la Convencin de Londres de 1909, conforme a cuyos trminos la mercadera argentina deba ser considerada contrabando de guerra; pero se comprometi a desagraviar a nuestra bandera. La Argentina, que no haba suscrito dicha Convencin, ratific el reclamo, sosteniendo sus derechos de pas neutral y soberano exportador de productos naturales (frutos del esfuerzo vital de la Nacin), destinados, no a satisfacer exigencias blicas, sino a las necesidades bsicas de la humanidad.

El da de esta ratificacin, Yrigoyen, al descender del automvil que lo condujera desde la Casa Rosada hasta su domicilio, le coment a Delfor del Valle, que lo acompaaba:

-Esta tarde he mandado un ultimtum al Gobierno alemn, reclamndole enrgicamente la satisfaccin que exige nuestra soberana. Si las excusas no son ampliamente aceptables, cumpliendo mi deber de presidente y de argentino, declarar la guerra a Alemania.

El Gobierno del Kiser contest reconociendo la libertad de navegacin para las naves argentinas; pero solicitaba que, por convenio secreto, nuestro pas se comprometiera a no enviar barcos por las zonas de contienda martima. Rechazada esta pretensin de plano, se insisti en un reconocimiento absoluto de dicha libertad, y el Gobierno Imperial accedi finalmente a ello, declarando que ya no se producira incidente alguno que en lo sucesivo pudiese perturbar las relaciones amistosas de Alemania con la Repblica Argentina, y que justamente la libertad de los mares era uno de los objetivos principales de la guerra que se haca a los pases aliados (28 de agosto de 1917).

En cuanto a las indemnizaciones por los hundimientos ya aceptadas por Alemania, la correspondiente al Monte Protegido se resolvi en abril de 1920, y la del Toro fue iniciada en sus tratativas en 1918 por la empresa argentina Dodero Hnos.

A mediados de 1917 se suscit otra cuestin diplomtica, paralela y no del todo ajena a la situacin con Alemania. Una escuadra norteamericana al mando del capitn Caperton se hallaba en las cercanas del Plata. La prensa aliadfila haca correr rumores de que los barcos no entraran al puerto de Buenos Aires, si la Argentina no daba antes seguridades de que rompera con Alemania, y que, de no hacerlo, los Estados Unidos retiraran su embajador del pas, en un acto que implicara una ruptura de relaciones.

El representante yanqui, Stimson, comunic al canciller Pueyrredn que para que la escuadra visitara a Buenos Aires, era menester que la Argentina enviara a la Unin una invitacin de carcter incondicional. La respuesta argentina, elaborada por Yrigoyen y el Canciller, objetando el trmino utilizado, y que Stimson se haba negado reiteradamente a retirar en la reunin inicial; haca saber que el pas no formulara jams invitaciones incondicionales. Indicaba, asimismo, que la visita deba producirse previa comunicacin en forma acerca del deseo de arribar a nuestras costas, para rendir al pas el homenaje de respeto y simpata acorde a las relaciones normales existentes.

El Embajador rechaz las propuestas argentinas, e insisti en los planteos anteriores. Especialmente, en el trmino de incondicional.

Frente a esto, Yrigoyen hizo saber al representante norteamericano que el territorio nacional no sera visitado por ninguna fuerza armada extranjera, y que de insistir el Gobierno yanqui en sus exigencias, la escuadra no entrara a puerto argentino alguno, a no ser pasando por encima de los escombros del pas.

Se vivieron horas de honda expectativa mientras llegaba la respuesta norteamericana", dice Roberto Etchepareborda. Ni el Presidente ni el Canciller abandonaron la Casa de Gobierno.

Veinticuatro horas despus se conoci la contestacin -sin duda, amplia y satisfactoria-, indicando que todo surga de un malentendido alrededor del significado y uso del trmino en cuestin, y allanndose a todo lo propuesto por el Gobierno argentino.

Otorgada la autorizacin del Congreso Nacional al Ejecutivo, los marinos de la Unin fueron recibidos en Buenos Aires con agasajos y clima fraterno ya descritos.

El 10 de setiembre, el embajador argentino en los Estados Unidos, Rmulo S. Nan, envi al canciller Honorio Pueyrredn un telegrama que en su apertura deca:

Washington, setiembre 10 de 1917. - A S. E. el Seor Ministro de Relaciones Exteriores. - Buenos Aires. N 139 (Urgente) . - El Secretario de Estado me acaba de manifestar que se han descubierto tres telegramas cifrados trasmitidos por la Legacin de Alemania en la Repblica Argentina por intermedio de la Legacin de Suecia en Buenos Aires y del Ministro de Relaciones Exteriores de Alemania. He conseguido que me adelantara el texto, a fin de que V. E. pudiera conocerlo con anticipacin, porque intentan publicarlo maana...

A continuacin trascriba los tres telegramas, cuyos textos eran los siguientes:

Mayo 19 de 1917 - N 32 - Este Gobierno [argentino] ha libertado los buques alemanes y austracos en los que hasta ahora haba colocdose una guardia: Como consecuencia del arreglo del caso del Monte Protegido, se ha operado un gran cambio en el sentimiento pblico. El Gobierno slo despachar en el futuro los barcos argentinos hasta Las Palmas. Ruego a V. E. que los pequeos barcos Orn y Guaz, enero 31 (fecha de salida), trescientas toneladas, qu esta acercndose

a Burdeos con el propsito de cambiar bandera, sean dejados pasar si es posible, o si no, hundirlos sin dejar astros. - Luxburg.

Julio 3 de 1917 - He sabido de fuente segura que el Ministro interino de Relaciones Exteriores, que es un notorio asno y anglfilo, declar en sesin secreta del Senado que la Argentina exigira de Berln la promesa de no hundir ms barcos argentinos. Si no se aceptara esto, las relaciones se romperan. Recomiendo rehusar, y s fuere necesario, buscar la mediacin de Espaa.- Luxburg.

Julio 9 de 1917 - N 64 - Sin mostrar ninguna tendencia a hacer concesiones, aplcese la respuesta a nota argentina hasta recibir ulteriores informes. Es probable un cambio de Ministerio. Con respecto a los buques argentinos, recomiendo compelerlos a volver, hundirlos sin dejar rastro alguno o dejarlos pasar. Todos son muy pequeos. Luxburg.

Los telegramas de la referencia fueron publicados por el Gobierno yanqui en los diarios de su pas.

El doctor Honorio Pueyrredn, que se vena desempeando como ministro de Agricultura, tena a su cargo, tambin, la cartera de Relaciones Exteriores en forma interina, por la renuncia del doctor Carlos A. Bec. Pueyrredn quedara finalmente al frente de la Cancillera como titular, durante toda la primera presidencia de Yrigoyen.

La publicidad del contenido de los telegramas del embajador von Luxburg desencaden en nuestro pas un gran revuelo. Sectores de opinin simpatizantes de los aliados, y partidarios de la ruptura de relaciones con Alemania, batieron estrepitosamente el asunto en las calles, en los medios periodsticos, y desde instituciones privadas y oficiales. Las acusaciones llovan sobre el Poder Ejecutivo, en trminos de presunta debilidad o algo peor. El centro del escndalo (su escenario principal) era el Congreso, donde los bloques opositores se multiplicaban en las crticas. La opinin pblica mayoritaria, que era simpatizante de los Aliados, aunque contraria a entrar en la guerra, estaba conmovida y en parte reaccionaba.

El presidente Yrigoyen decret el 12 de setiembre la entrega de pasaportes al Embajador alemn, por haber dejado el mismo de ser persona grata, quedando as terminada su misin diplomtica cerca del Gobierno argentino.

En la Cmara de Diputados, los episodios motivaron una serie de debates durante ese mes de setiembre de 1917. La agitada controversia parlamentaria, que en cierta medida inclua al Senado -con abrumadora mayora opositora-, se inici alrededor de un ,proyecto de resolucin presentado por el legislador socialista Antonio d e Tomaso El proyect invitaba al Poder Ejecutivo a informar a la Cmara por intermedio del Ministro de Relaciones Exteriores, sobre las negociaciones con el Gobierno alemn acerca de la libre navegacin de los mares por buques argentinos, y lo denunciado a la prensa por el Gobierno estadounidense sobre las comunicaciones telegrficas del Embajador alemn. En la sesin del 11 de setiembre de 1917, el tratamiento de la minuta dio lugar a la intervencin de diputados, que encarnaban diferentes concepciones polticas y estilos parlamentarios, aunque exhiban una calidad de talento compartida. Entre ellos sobresalieron el mencionado de Tomaso y el yrigoyenista Horacio Oyhanarte.

El viernes 14 de setiembre, el presidente Yrigoyen remita a Berln una nota en a que comunicaba las medidas tomadas con respecto al embajador von Luxburg. El Gobierno germano se haba apresurado a travs del subsecretario de la Cancillera a pedir disculpas, y desautorizar la conducta de su representante en Buenos Aires. La nota argentina subraya al respecto que "las satisfacciones deben ser tan amplias y terminantes, que no quede duda alguna de que en ningn momento ese Gobierno se ha complicado con la inslita conducta de su representante diplomtico".

Referente a los hechos callejeros, observemos la precisa crnica de La Nacin en su edicin del jueves 13 de setiembre:

En el Club Alemn

De los numerosos tumultos e incidentes callejeros ocurridos ayer, uno de los que revisten mayor importancia es el que se produjo en el Club Alemn.

A eso de las 8:30 de la tarde, una columna popular que se haba formado en la calle Florida, lleg al local de la mencionada institucin, Crdoba 731. Las manifestantes arrojaron primeramente piedras contra los cristales, y luego se lanzaron al interior del local, destrozando todo lo que all haba. Por las ventanas fueron arrojados a la calle algunos restos de muebles.

De pronto se vio que algo comenzaba a arder en el edificio. Efectivamente, alguien haba prendido fuego a un cortinado, y las llamas no tardaron en hacer presa de toda la planta baja del local.

Avisado el cuerpo de bomberos, concurri prontamente, y despus de media hora el incendio qued sofocado.

El presidente del Club Alemn, don Eduardo Morig, manifest en la comisara 13 que todo el moblaje haba sido destruido, pero no valu el monto de las prdidas.

El edificio, que es de propiedad del Club, no ha sufrido mayormente, por estar hecho a base de hierro y cemento armado. Las casas colindantes no sufrieron daos.

En la legacin alemana

Grupos de manifestantes desprendidos de otras tantas columnas populares, llegaron por distintas calles a la legacin alemana ubicada en la calle Vicente Lpez 1771, en el primer piso.

La actitud de esos manifestantes y los gritos que proferan. revelaban bien a las claras los propsitos que llevaban de asaltar el local. Sin embargo, cuando los primeros grupos empezaron a detenerse frente al edificio, sali de la casa que corresponde a la planta baja una persona y les manifest que haba all un enfermo grave.

Para comprobar estas manifestaciones penetraron a la casa de referencia tres personas, y como efectivamente resultara que haba un enfermo, salieron nuevamente a la calle yaconsejaron a la multitud que se abstuviera de toda clase de demostraciones.

Los manifestantes regresaron entonces al centro, siempre en actitud tumultuosa.

Un tumulto de consecuencias

A eso de las 11 de la noche, una compacta columna que avanzaba por Bartolom Mitre hacia el oeste, al parecer con propsitos de atacar una casa comercial alemana situada en dicha calle, entre las de Esmeralda y Suipacha, fue detenida por la polica.

La multitud comenz a remolinear en la esquina de Bartolom Mitre y Esmeralda, y algunos lograron arrollar a los agentes y avanzaron. Son entonces un toque de clarn, y enseguida cargaron los soldados del escuadrn.

En el entrevero que se produjo, resultaron heridos levemente los particulares Domingo Cometrelo, Pedro Muscepepo, Juan Vila Virasoro, Castelar Urube, Juan Garca, Miguel del Ro y Leonardo Lacone, y los agentes Andrs Navarro, Jos Paolo y Manuel Rodrguez.

Todos estos heridos fueron curados en la Asistencia Pblica. Se supone que ha habido otros contusos.

Ese mismo mircoles 12 de setiembre de 1917 eran atacados diarios y comercios que se consideraban germanfilos o neutralistas. As ocurri, por ejemplo, con el diario La Unin (Corrientes y Florida); La Gaceta de Espaa (Chacabuco 176); el restaurante Aue's Keller (Bartolom Mitre 656); la Compaa Trasatlntica de Electricidad (Sarmiento 961); la librera, papelera e imprenta de Guillermo Wouden y Ca. (Cangallo 147); el restaurante Bismarek (Cangallo 446) , y la agencia del Deutsche La Plata Zeitung (Sarmiento 642).

La casa particular del conde von Luxburg, ubicada en la calle Virrey del Pino 2130, en el barrio de Belgrano, se hallaba custodiada por quince agentes.

Luego de los sucesos ocurridos, el Jefe de polica trasmiti la siguiente orden especial a todos los efectivos guardianes del orden:

Es indispensable evitar cualquier atentado que pueda llevarse a cabo contra la propiedad de los sbditos alemanes, aunque para ello sea necesario usar de todo rigor.

Agreguemos que no escap a la ira de los manifestantes el Monumento a la Riqueza Agropecuaria Argentina, donado por la colectividad alemana para los festejos del Centenario y ubicado en Palermo, sobre la avenida del Libertador -entonces, avenida Alvear-, en el predio hoy parquizado con el nombre de plaza Alemania.

Por esos das, un nuevo proyecto de resolucin va a generar en el Parlamento otro debate, bastante ms extenso que el anterior, dentro del tema polmico del momento. En este caso fue presentado por el diputado Mariano Demara (h.), y en l se solicitaba al Poder Ejecutiva que informara acerca de las razones que haban motivado el ofrecimiento hecho por Yrigoyen al conde de von Luxburg, de proteccin especial a cargo del jefe de la casa militar de la presidencia, coronel Martnez Urquiza.

Terciaron en el debate los legisladores Joaqun Castellanos, Mariano de Vedia, Carlos F. Melo, Julio A. Costa y el citado autor del proyecto. ste result aprobado en general y en particular. Pero la cuestin de la proteccin al Embajador alemn, se insertaba en un ambiente agitado que en las calles ha alcanzado en ocasiones picos de violencia notables.

Los grupillos de opinin pblica mvil de Buenos Aires que motorizaban los comentarios y las charlas en oficinas, cafs y esquinas, haban formado verdaderas avanzadas desprendidas, verdaderos bandos: aliadfilos de una parte, neutralistas de otra. Unos proponan la ruptura de relaciones con Alemania, y el apoyo parcial o integral a las potencias aliadas, llegando algunos a sostener la declaracin de guerra. Los otros eran partidarios de mantener la neutralidad normal, defender la soberana ante los excesos de ambas partes contendientes, y fortalecer los fines pacifistas esenciales de la Repblica.

En una comunidad alimentada por generosas inyecciones de inmigracin, como era la nuestra, las colectividades originarias de pases con posicin tomada como beligerantes o neutrales deba dar, y as ocurra , gran energa a la controversia.

Los italianos, con su entusiasmo antitedesco, en el que episodios como el del Piave y otros daban tono de epopeya.

Los de procedencia francesa -tambin antigermnicos-, alentados por su atvico desborde patritico y prestigio cultural en el Plata.

Los de extraccin espaola, puestos en una prudencia neutral, probablemente vinculada a desencuentros de vieja historia con Inglaterra y Francia, y a coincidencias tambin antiguas con Austria.

Eran asimismo aliadfilos los partidos de oposicin en general, e instituciones ligadas por la cultura y el comercio a las potencias de ese sector.

La corriente neutralista se nutra de la tradicional desconfianza argentina hacia las guerras entre potencias dominantes, y del propio modo de vida pacfico y construtivo. Tena cierto consenso importante en sectores gremiales; en los cuadros eclesisticos; en grupos intelectuales identificados con los orgenes y valores hispanoamericanos; en las colectividades de pases tambin neutralistas -muy especialmente, la espaola-, y adems contaba con la adhesin de los sectores ligados a los pases germnicos. claro est que en trminos ya de parte comprometida.

La posicin aliadfila activa provena de fuertes simpatas y vnculos con los ncleos europeos de la cultura, y con los Estados Unidos del modernismo americano. Los puentes eran la moda, el teatro, el cine, el periodismo, la literatura, la filosofa, las artes, etctera. Por esa razn, eran estos sectores ms fuertes que sus oponentes en los medios culturales de comunicacin social y en los centros de resonancia urbanos. Sus manifestaciones exteriores adquiran de esa forma capacidad de concentracin numrica y gran difusin.

En cuanto a los militares, la ayuda tcnica brindada por Alemania hasta pocos aos atrs, haba generado una corriente simpatizante de ese pas; mientras que por otro lado, el contacto con los Aliados alimentaba tendencias en esa direccin. En la calle, aunque los neutralistas hacan lo suyo, prevalecan los simpatizantes de las naciones aliadas, por su mayor nmero, su alto voltaje emotivo, su notorio atolondramiento... Los grandes sectores medios de ciudades y pueblos, y grupos populares de otros niveles, alimentaban esa prevalencia. Eran mayora en el pas, pero a su corazn ligado a los Aliados sumaban un fuerte pacifismo contrario a entrar en guerra. En cuanto a los rganos periodsticos, el neutralismo contaba con diarios como La Unin, y otras publicaciones menores o especiales, que por un motivo u otro alentaban el no ingreso en la guerra.

Cabe aqu subrayar que el matutino La Prensa apoyaba la postura neutralista, elogiaba la gestin del Gobierno en la crisis diplomtica, brindaba con generosidad sus pginas a las manifestaciones opuestas a la declaracin de guerra, y hasta propiciaba y esperaba de Yrigoyen una lnea de singladura desde la situacin geopoltica peculiar argentina de no beligerante. Haba en esto una postura defensiva de nuestro comercio exterior y una concepcin de estabilidad progresista.

En cuanto a La poca, sostenedora principal de la postura del Gobierno radical, no dejaba por ello de reconocer y expresar la dimensin masiva y arraigada entre amplios sectores de la poblacin, que tenan los pases aliados.

As, aun en pleno pico de tesitura yrigoyenista, La poca hablaba de la popularidad de la causa aliada, y segua con profusin de columnas y fotografas la visita del buque de guerra ingls Glasgow.

Los aliadfilos, por su parte, posean el apoyo absoluto de La Nacin, Crtica, Caras y Caretas, Plus Ultra y la mayor parte de las publicaciones de todo el pas, tanto las generales, como las ligadas a las colectividades aliadas.

El entusiasmo rupturista adquira a menudo tonos casi irracionales y enajenados. Al respecto cuenta Gabriel del Mazo que ante el pasaje de una manifestacin pidiendo la guerra, frente a los balcones de la Casa Rosada, deca Yrigoyen a un acompaante:

-Esta gente no sabe lo que quiere: pero yo, en cambio, s lo que no quiere. Lo que no quiere, es movilizarse para ir a la guerra.

As quedaba reconocida la peculiar posicin de la mayor parte de la gente: aliadfilos y contrarios a la guerra.

Por enfermedad del ministro Pueyrredn, hasta el 19 de setiembre no se trata en el Senado la situacin internacional. Compuesto en su mayor parte por representantes enrolados en el conservadorismo, el alto cuerpo se pronunci en favor de la ruptura de relaciones con Alemania.

El viernes 21 de setiembre a las siete el canciller alemn Kuhlmann entregaba en mano al embajador argentino en Berln, Molina, la respuesta oficial a la comunicacin de Buenos Aires -ya para entonces reiterada con apremio-, en la que se haban exigido las explicaciones del caso. Molina la enva ese mismo da por telegrama, retrasmitido desde La Haya (Holanda) el sbado 22 de setiembre. A las diecinueve de ese da es recibida en la Capital argentina.

En la Cmara de Diputados, luego de los debates sobre el incidente Luxburg y los desrdenes callejeros, se llegaba al tratamiento de un proyecto de declaracin suscrito por los diputados Jos Arce, Mariano de Vedia, Eduardo Paz, Francisco E. Correa, Adrin C. Escobar, Luis Agote y Ricardo Caballero, y cuyo texto es el siguiente:

En vista de los antecedentes que ha hecho pblico oficialmente el Poder Pblico en ocasin de la entrega de pasaportes al ex Ministro del Imperio Germnico, La Cmara de Diputados de la NacinDECLARA:

Que procede de inmediato la suspensin de las relaciones diplomticas entre el Gobier