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La invención de una ciencia de las religiones: Las Casas y el universo «no canónico» de los dioses paganos Ludwig Schrader Universidad de Dusseldorf I Fray Bartolomé de Las Casas (1474-1566) es conocidísimo como «padre de los indios», como protector de «estas ovejas mansas» a las que asaltaron «los españoles [...] como lobos e tigres y leones cruelísimos». Estas pocas palabras, tomadas de la célebre Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1542) 1 , caracterizan bastante bien la actitud de Las Casas, sus juicios y prejuicios, actitud que como se sabe, originó un debate teológico, jurídico, político que probablemente no terminó con el Quinto Centenario 2 . Quiero tan sólo mencionar aquel debate que, como tal, no es mi tema. Lo que quiero intentar en lo que sigue es arrojar alguna luz sobre un aspecto menos estudiado de la obra de Las Casas, a saber sus reflexiones sobre las religiones «indígenas». De ellas trata largamente en su Apologética Historia Sumaria [...] destas Indias occidentales y meridionales, obra compuesta, según algunos críticos, a partir de 1 Bartolomé de Las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, ed. de R. Hernández, en Tratados de 1552. Impresos por LAS CASAS en Sevilla, ed. de R. Hernández y Lorenzo Galmés, Madrid, Alianza Editorial, 1992 (Obras completas 10), p. 34. Cf. A. Carreño, «Una guerra sine dolo et fraude: el P. Las Casas y la lucha por la dignidad del indio en el siglo XVI», Cuadernos Americanos, 33, 193, México 1974, pp. 119-139, y A. Saint-Lu, Las Casas indigéniste. Études sur la vie et l'muvre du défenseur des indiens. Séminaire interuniversitaire sur l'Amérique espagnole coloniale, París, L'Harmattan, 1982. Siguen siendo fundamentales los trabajos de M. Bataillon, entre ellos «Le "Clérigo Casas", ci-devant colon, réformateur de la colonisation» (1952), en M. B., Eludes sur Bartolomé de Las Casas réunies avec la collaboration de R. Marcus, París, 1966 (Théses, mémoires et travaux 5), pp. 1-94. 2 Cf. G. Díaz Díaz, Hombres y documentos de la filosofía española, vol. 2, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1983, pp. 200-217. Studia Áurea. Actas del III Congreso de la AISO, I, Toulouse-Pamplona, 1996 AISO. Actas III (1993). Ludwig SCHRADER. La invención de una ciencia de las reli...

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La invención de una ciencia de las religiones:Las Casas y el universo «no canónico» de los

dioses paganos

Ludwig SchraderUniversidad de Dusseldorf

I

Fray Bartolomé de Las Casas (1474-1566) es conocidísimo como «padre de losindios», como protector de «estas ovejas mansas» a las que asaltaron «los españoles [...]como lobos e tigres y leones cruelísimos». Estas pocas palabras, tomadas de la célebreBrevísima relación de la destrucción de las Indias (1542)1, caracterizan bastante bien laactitud de Las Casas, sus juicios y prejuicios, actitud que como se sabe, originó undebate teológico, jurídico, político que probablemente no terminó con el QuintoCentenario2. Quiero tan sólo mencionar aquel debate que, como tal, no es mi tema.

Lo que quiero intentar en lo que sigue es arrojar alguna luz sobre un aspecto menosestudiado de la obra de Las Casas, a saber sus reflexiones sobre las religiones«indígenas». De ellas trata largamente en su Apologética Historia Sumaria [...] destasIndias occidentales y meridionales, obra compuesta, según algunos críticos, a partir de

1 Bartolomé de Las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, ed. de R. Hernández,en Tratados de 1552. Impresos por LAS CASAS en Sevilla, ed. de R. Hernández y Lorenzo Galmés, Madrid,Alianza Editorial, 1992 (Obras completas 10), p. 34. Cf. A. Carreño, «Una guerra sine dolo et fraude: el P.Las Casas y la lucha por la dignidad del indio en el siglo XVI», Cuadernos Americanos, 33, 193, México1974, pp. 119-139, y A. Saint-Lu, Las Casas indigéniste. Études sur la vie et l'muvre du défenseur desindiens. Séminaire interuniversitaire sur l'Amérique espagnole coloniale, París, L'Harmattan, 1982. Siguensiendo fundamentales los trabajos de M. Bataillon, entre ellos «Le "Clérigo Casas", ci-devant colon,réformateur de la colonisation» (1952), en M. B., Eludes sur Bartolomé de Las Casas réunies avec lacollaboration de R. Marcus, París, 1966 (Théses, mémoires et travaux 5), pp. 1-94.

2 Cf. G. Díaz Díaz, Hombres y documentos de la filosofía española, vol. 2, Madrid, Consejo Superiorde Investigaciones Científicas, 1983, pp. 200-217.

Studia Áurea. Actas del III Congreso de la AISO, I, Toulouse-Pamplona, 1996

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1527 (o sea, en La Española) y concluida en 1550, o bien, según otros, sólo a partir de1552 (es decir, después del regreso definitivo de Las Casas a España3). Sin entrar en estadiscusión, cabe preguntar si el obispo de Chiapas disponía en América del impresionanteaparato erudito en que se basa la Apologética Historia. (Parece mentira lo que dicenHurtado y Palencia a ese respecto, caracterizando a Las Casas, en 1925, como «unespíritu algo leído, penetrado de las ideas de la Edad Media, que ocultaba su incapacidadliteraria y política bajo una capa de rancias preocupaciones, fatigando al lector con citasde teología escolástica»4.) Es la Apologética Historia una de las obras lascasianaspublicadas muy tarde: la primera edición es de 19095.

Me limitaré, pues, a analizar la concepción «comparatista» que tiene Las Casas de lasreligiones americanas, en particular la azteca, la maya y la incaica, concepción que poruna parte tiene la misma base que las demás ideas y demostraciones «antropológicas» o«etnológicas» de Las Casas: el alto grado de racionalidad del indio como consecuenciaforzosa del ambiente físico que lo había creado6; pero por otra parte, tal concepciónrebasa los límites del espacio americano, precisamente por sus aspectos comparatistaspor no decir: universales.

Claro que tendremos que evitar el peligro del anacronismo. La «ciencia de lasreligiones» de Las Casas no tiene su origen en un anhelo de saber decimonónico,objetivista; tampoco es Las Casas un investigador empírico, por detalladas que sean susdescripciones. Sin embargo, la Apologética Historia, además de ser una enormecompilación de materiales no siempre imprescindibles, obedece a un sistema claramentevisible, sistema moderno —quizás involuntariamente—, moderno aunque derivado deprincipios escolásticos (Santo Tomás es autoridad citada con bastante frecuencia). Lo

3 Cf. L. Hanke, Bartolomé de Las Casas. An Interpretation of His Life and Writings, The Hague,Nijhoff, 1951, p. 66 (composición a partir de 1527); la segunda tesis en E. O'Gorman, «Génesis de laApologética Historia», Revista de historia de América, 61-62, 1966, pp. 159-166; cf. i. L. Phelan, «TheApologetic History of Fray Bartolomé de las Casas», The Hispanic American Historical Review, 49, n° 1,1969, pp. 94-99, y C. Contreras, «Las Casas y la Apologética», Estudios Filológicos 14, Valdivia 1979, pp.19-31.

4 J. Hurtado y J. de la Serna y A. González Palencia, Historia de la literatura española, Madrid,Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1925, p. 431; la cursiva es mía.

5 Bartolomé de Las Casas, Apologética Historia Sumaria cuanto á las cualidades, dispusición,descripción, cielo y suelo destas tierras, y condiciones naturales, policías, repúblicas, maneras de vivir ecostumbres de ¡as gentes destas Indias occidentales y meridionales, cuyo imperio soberano pertenece á losReyes de Castilla, ed. de M. Serrano y Sanz, Madrid, Bailly-Bailliére, 1909 (NBAE 13).

6 O'Gorman, loe. cit., p. 164. Cf. Venancio Diego Carro, «Los postulados teológico-jurídicos deBartolomé de Las Casas [...]», en Estudios Lascasianos. IV Centenario de la muerte de Fray Bartolomé deLas Casas (1566-1966), Sevilla, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla, 1966(Publicaciones de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla 175), p. 158: «Lo principal paraLas Casas se cifraba en presentar al indio y a los pueblos indígenas en pie de igualdad con los españoles ydemás pueblos europeos, dentro del campo de los derechos. Es una idea que repite mil veces, como repitesus argumentos. Por eso disimula y calla, atenúa y disculpa los defectos, vicios y crímenes de los indios, conlos de sus gobernantes, reyes, príncipes y caciques, que tanto exageraban sus contrarios. Quien lea suApologética Historia, con sus idílicas y ponderativas descripciones, tan difíciles de creer en todos susdetalles, se convencerá de esto. Sus noticias sociológicas, políticas, etnológicas, arqueológicas y humanasno tienen otra finalidad, aunque en ellas tengamos una valiosa aportación al conocimiento de los tiemposprecolombinos, según el sentir de los investigadores modernos.»

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moderno, pienso yo, consiste en que Las Casas quiera tomar en serio las culturasamericanas, incorporándolas en un cosmos nuevo, cosmos ya no integrado únicamentepor la herencia clásica y, me atrevo a decirlo así, la cultura y la geografía cristianas. Eneste sentido Las Casas es antípoda de Colón: Colón trata de comprobar la veracidad demuchos datos geográficos, zoológicos, botánicos, «antropológicos» ofrecidos por latradición clásica y la Biblia —la situación del Paraíso Terrestre, las sirenas, lasamazonas, etc.—, considerando todo lo nuevo que encuentra —sin pensar en uncontinente nuevo, es verdad— como algo ya conocido en principio. Las Casas, empero,se ve enfrentado con un mundo que realmente no es el de antes de la Conquista.

He dicho que la Apologética Historia ofrece ciertos aspectos por los cuales rebasa lopuramente americano. Uno de ellos es el siguiente. En la Apologética Historia vemosrepetirse, «mutatis mutandis», un fenómeno que ya creemos conocer: el encuentro delcristianismo con la mitología grecorromana, siria, etc., o mejor dicho, con las religiones«paganas» mediterráneas, ya que no se trata sólo del Olimpo y sus dioses como temasliterarios —en Hornero, por ejemplo—, sino de lo que conocemos menos bien losliteratos: se trata de religiones practicadas, con sus templos, sacerdotes, sacrificios yritos. Veremos que Las Casas está perfectamente informado sobre tal situación de lacristiandad temprana; se da cuenta del paralelismo en que él se encuentra y conoce yutiliza las estrategias hermenéuticas empleadas por los teólogos cristianos para«neutralizar» las religiones paganas, reconociendo al mismo tiempo la existencia deciertos valores éticos y otros logros morales e intelectuales que poseían las culturaspaganas.

Otro aspecto sobre el que quiero llamar la atención, antes de exponer másdetalladamente las descripciones y argumentos de Las Casas: aquel encuentro entre elcristianismo y las religiones americanas no fue un acontecimiento momentáneo,rápidamente superado. Pensemos en la birreligiosidad o el sincretismo tan frecuente aunhoy en día en América, por ejemplo en Santo Tomás de Chichicastenango en Guatemala—quizás sea este el ejemplo más espectacular entre todos, con el culto que se rinde alpanteón de los mayas en plena iglesia católica. Encuentros de esta índole son todomenos meramente históricos —y todo menos meramente turísticos—, al contrario:teólogos centroamericanos contemporáneos, tanto católicos como protestantes, atribuyenvalores prefigurativos a las religiones «indígenas», ya no llamadas simplementepaganas. Así, los obispos de Guatemala, en una carta pastoral publicada —no porcasualidad— poco antes de la llegada del Papa Juan Pablo II a Santo Domingo el día 12de octubre de 1992, dicen cosas francamente revolucionarias acerca de las culturasprecolombinas, por ejemplo:

Es clara la presencia de Dios en los pueblos y culturas de nuestro Continente. Guatemalano es la excepción. Encontramos ya presente[s] las «semillas del Verbo» [...]. La Palabraera la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jn 1,9). Para elpueblo maya, la religión daba la explicación satisfactoria del cosmos y de la vida. Losritos religiosos ocupaban un lugar preeminente en su vida familiar y social. Veían en la

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naturaleza la manifestación de Dios. Por ello agradecían sus dones. En sus fiestascelebraban el sentido de la vida.7

La idea es, lo repito, revolucionaria, pero también es cierto que los obispos siguen lashuellas de Las Casas, su colega de Chiapas, quien, hace cuatro siglos, ya tuvo la mismaconvicción.

H

Hablemos ahora más detenidamente de las bases teóricas de las que parte Las Casasen su Apologética Historia. Ya hice alusión a la racionalidad que reconoce Las Casas enlos indios y sus culturas. Es más: Las Casas expone, con gran aparato de citas tomadastanto de Aristóteles, Cicerón, Boecio y otros filósofos antiguos, como de San Agustín,Santo Tomás y otros teólogos cristianos, que

[...] tanto quiso y amó Dios a las criaturas racionales, que son los hombres, que a suimagen y semejanza quiso criar, y con su visión propria determinó graciosamentebeatificar; lo cual ser no podía sin que los hombres, mientra [sic] en la vida corporalduraban, cognosciesen y amasen a Dios. De aquí fue poner la benignidad divina en cadaánima de los hombres, al instante de su creación, una lumbre natural intellectual ycognoscimiento por ella, puesto que confuso, y juntamente [es] un ímpetu —por otronombre apetitu— e inclinación natural de cognoscer que hay Dios y criador, y que se debebuscar para le servir e adorar como a Dios y señor (71, VII, pp. 633-634; el subrayado esmío).8

El hombre tiene, pues, «natural cognoscimiento de Dios, aunque confuso» (73, VII,p. 643). No puede vivir «sin algún dios falso o verdadero»; de ahí el origen de laidolatría (74, VII, p. 644). Repito que es impresionante la erudición de Las Casas; tienepor consecuencia cierta extensión de su texto ... Con todo, lo interesante es que en este

7 Quinientos años sembrando el Evangelio. Carta Pastoral Colectiva de los Obispos de Guatemala. 15de agosto de 1992, Km. 30.2 Autopista Antigua Guatemala, Publicaciones O.M., 1992, p. 5; cf. en particularpp. 42-48. Cf. también un artículo de la teóloga protestante E. Tamez, del Seminario BíblicoLatinoamericano de San José de Costa Rica, sobre Quetzalcoatl y el dios de los cristianos, publicado enVida y Pensamiento, 1991; E. Tamez va mucho más lejos que los obispos católicos cuando dice: «Tenemosante nosotros la revelación no sólo mediada por la cultura hebraica o judía, sino también por otras culturascomo las de nuestros antepasados». Dispongo sólo de una versión alemana: «Allianz oder Kampf derGíirter? Quetzalcoatl und der Gott der Christen», Evangelische Kommentare, 1992, no. 10, pp. 582-587. Cf.en este contexto también el interesante artículo de A. Huerga, «Sobre una teoría del Padre Las Casas: laemigración de la Iglesia a Indias», Escritos del VEDAT11, Valencia 1981, pp. 253-269.

8 Cito por la siguiente edición, indicando capítulo, volumen y páginas arriba en el texto: Bartolomé deLas Casas, Apologética Historia Sumaría, ed. de V. Abril Castelló, J. A. Barreda, B. Ares Queija y M. J.Abril Stoffels, 3 vols., Madrid, Alianza Editorial, 1992 (Obras completas VI-VIII). Además de la edicióncitada en la nota 5, hay otras dos: la de J. Pérez de Tudela Bueso, 2 vols., en Obras escogidas, Madrid, RealAcademia Española, 1958 (BAE 105. 106) y la de E. O'Gorman, 2 vols., México, UNAM, Instituto deInvestigaciones Históricas, 1967. El primer volumen de la edición de 1992 ofrece un «Estudio preliminar» yuna «Introducción», ambas de admirable riqueza. Las religiones indígenas son tratadas por B. Ares Queijapp. 211-213 de una manera más bien general, como «un hecho social y cultural».

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marco teológico-filosófico, que como tal no tiene nada nuevo, Las Casas confiera unaprioridad muy clara a los habitantes de «nuestras Indias» (103, VII, p. 789; cf. 126, VE,p. 895). He aquí el motivo fundamental de lo que hoy llamaríamos el «métodocomparatista» de nuestro autor, quien, sea dicho de paso, no ignora la terminología de lacomparación sistemática. Al contrario: con cierta frecuencia encontramos en su obraexpresiones como «Cotejémoslos» (127, VII, p. 898), «debemos cotejar los unos a losotros», es decir «los templos de los antiguos idólatras y los de los modernos que en estasIndias hallamos» (132, VII, p. 919), «¿Y que comparación puede haber [entre un temploromano y otro peruano]?» (133, VII, p. 924), «cotejemos estas indianas gentes con ellos[los sirios] y con los troyanos» (192a, VIII, p. 1257), etc.

Prioridad de los indios en cuanto a la «lumbre natural»: según Las Casas, los indiosno sólo no carecen «de aquella lumbre y cognoscimiento y apetitu natural» (127, VII, p.896), sino:

tuvieron muchas menos fealdades que otras afamadas y políticas naciones de las antiguas,y con menos heces de errores en su idolatría (ibid.),

tuvieron más razón y discreción y honestidad que las más de todas cuantas nacionesidólatras antiguamente hobo, bárbaras, griegos y romanos [...] (ibid.),

y además

tienen [...] muncha menor dificultad para ser traídos y convertidos a nuestra santa fe quemunchos de los idólatras gentiles pasados (ibid.).

Muchos indios, por ejemplo los de la isla Española, tenían ya la idea «de haber un soloDios, y no muchos» (ibid.). Es más,

se puede suponer que la inunción principal que los idólatras tuvieron fue hacer sacrificio asólo Dios verdadero [...], o a aquel Dios que tuvo o fingió tener por verdadero (183, VIII,p. 1216).

Se ve claramente que Las Casas se esfuerza por comprobar, o al menos por sugerircon gran insistencia, que sus queridos indios ya eran monoteístas. No tiene problemas,para citar otro ejemplo, en hablar de lo que ellos «con sus sacrificios, de Dios o de losdioses alcanzar pretendían» (179, VIII, p. 1198; el subrayado es mío). También lamentalidad que Las Casas atribuye a los indios, hace pensar en un cristianismoanticipado: subraya el temor de haber cometido un pecado, la inclinación por la tristeza,y no sorprende leer que

son de muy fuerte imaginación, tan mansos, tan pacientes, tan humildes y tan de noblecomplexión, porque sanguinos (177, VIII, pp. 1189-1190 y nota).

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Tampoco sorprende que Las Casas los considere como particularmente serios y diligentesen sus cultos, de modo que,

quitados los sacrificios horrendos y sangrientos que ofrecían, [...], todo lo demás dehacerse y complirse dentro de nuestra universal iglesia y aprenderse dellos era dignísimo(191, VIII, p. 1255).

Ya es algo: suprímanos los sacrificios, y todo el resto nos puede servir de ejemplo-Las Casas va, pues, bastante lejos. Va más lejos aún cuando habla de los sacrificioshumanos en un capítulo anterior. Los describe con gran exactitud y, si el término eslícito aquí, con objetividad, para dedicar luego sólo unas breves líneas al comentario: lossacrificios humanos son una costumbre «horrible y abominable», es verdad, pero sehacen «por religión», y con todo, hay cosas peores, a saber la costumbre de matar a lospapas sólo «por ser viejos» y comerse sus carnes (178, VIII, p. 1195).

Creo haber caracterizado la convicción teórica más importante de Bartolomé de LasCasas: la relativa cercanía entre los indios y el cristianismo, afinidad basada en la«lumbre natural». Las Casas expone esta idea conociendo perfectamente los otros«modelos hermenéuticos» que el cristianismo había elaborado para explicar, o mejordicho: para «neutralizar» la mitología grecorromana, apoyándose en parte en la filosofíade la misma antigüedad. Antes de comparar más o menos sistemáticamente la mitologíaclásica con las religiones americanas —templos, sacrificios, sacerdocio—, Las Casastrata detenidamente a los dioses antiguos, incluyendo a los de Egipto. Si concede a losindios algo así como un presentimiento de las verdades cristianas, las religionesmediterráneas son para él mera idolatría, error, «ceguedad y miseria» (75, VII, p. 652).Echemos una breve ojeada sobre esta parte de la Apologética Historia. Veremos cómoLas Casas emplea aquellos instrumentos hermenéuticos para condenar violentamente loque él llama la «insensibilidad», la «opinión errada» o, repetidas veces, la «ceguedad dela gentilidad antigua», ceguedad debida a la falta de «lumbre de fe» (76, VII, p. 657; 78,VII, p. 665; 80, VII, p. 675). De tal manera realza, al menos indirectamente, lasuperioridad e inocencia de los indios.

En cuanto a Egipto, Las Casas se sirve de una variante de lo que podemos llamar la«teoría de la corrupción». Quiere decir en este caso que Cham (Ham), hijo de Noé,«nigromántico y en muy feos vicios viciosísimo» (75, VII, p. 652), abandonó lareligión de su padre y como él y sus hijos «poblaron a Egipto» (ibid.), dieron origen a laignorancia de Dios en este país. Las Casas se vuelve realmente rabioso cuando habla de

la gente y nación egipciaca, procedida de la generación de Cham, que adoraban el cabrónhidiondo por la fetidísima y sucia causa que alegaban, y ésta es por ser lujuriosísimo ysiempre andar en el acto venéreo ocupado, como los griegos a Príapo por aquella parte delcuerpo por la cual todos los animales nacen (76, VII, p. 657).

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Aquí la teoría de la corrupción9 coincide con otra actitud crítica que excuso nombrar:es la condena moral. Los dioses paganos, por inmorales, no pueden ser dioses,argumento importante utilizado ya por el cristianismo temprano y, naturalmente, porLas Casas quien a cada paso aprovecha la oportunidad para expresar el asco que le da, porejemplo, Baco, «hombre torpísimo, muelle y afeminado, dado a todos los viciosnefandos» (78, VII, p. 665). Lo interesante es que el Padre Las Casas, por grande yseguramente muy sincera que sea su furia, no deje de dedicar páginas y páginas a ladescripción bastante detallada de lo que tanto odia. Sus fuentes son excelentes. Para daruna impresión de cómo Baco era pintado en la antigüedad, se sirve de nada menos que elmanual del autor llamado «Albrico», De deorum imaginibus10.

Es natural que Las Casas conoce otros tipos de «recepción» de la mitología, actitudesque en la historia concreta de tal recepción aparecen, en la grandísima mayoría de loscasos, reunidas, es decir que la posible contradicción entre ellas es más bien teórica.Naturalmente, pues, para Las Casas como para tantos otros teólogos, entre ellos SanAgustín que cita en este contexto, la «idolatría» de los paganos es «obra de arte mágica oilusión de los demonios» (74, VII, p. 645). Es este uno de los casos no muy frecuentesen que Las Casas adapta un juicio negativo sobre los dioses paganos mediterráneos paracaracterizar las religiones americanas: en ciertos ayunos practicados en La Española, alos indios

les venían o les aparecían ciertas formas o imaginaciones de lo que deseaban saber, o —alo que es de creer — que el demonio se las ponía y pintaba por los engañar [...] (167, VIII,p. 1155).

Lo mismo vale para el llamado euhemerismo, es decir la tesis que los dioses paganosno fueron dioses, sino hombres venerados por sus méritos que se habían ganado como

9 Para otros aspectos de esta teoría, tomada en serio aun en pleno siglo XVIII, cf. mi artículo «Feijóound die Deutung der Mythen», en S. Jüttner (ed.), Spanien und Europa im Zeichen der Aufklárung.Internationales Kolloquium an der Universitát-GH-Duisburg vom 8.-11. Oktober 1986, Frankfurt am Main /Bern etc., Peter Lang, 1991 (Europáische Aufklárung in Literatur und Spracbe 2), pp. 287-304.

10 Un verdadero clásico en el campo de la «sobrevivencia» de la mitología grecorromano es J.Seznec, The Survival of the Pagan Gods. The Mythological Tradition and Its Place in RenaissanceHumanism andArt, trad. del francés [¡1940!] de B. F. Sessions, Princeton, Princeton University Press, 1972(Bollingen Series. 38); sobre «Albricus», cf. pp. 170-183. No es mi propósito analizar las fuentes de LasCasas. Me permito remitir al lector al vol. I de la edición de 1992. J.-A. Barreda ofrece una«Documentación bibliográfica de la Apologética», pp. 215-233, con una lista de las obras eruditas utilizadaspor Las Casas; observa: «Las fuentes bibliográficas de la Apologética nos sitúan ante un Las Casashumanista, cultivador de la historia y la literatura clásica en su dimensión más universal» (p. 215). En lo quea la documentación sobre México y Centroamérica se refiere, cf. J. B. García, «Las fuentes utilizadas paraMéxico y la Nueva España en la Apologética Historia», ibid., pp. 235-259, con «Tabla de análisis»; cf. p.241: «La documentación usada en la Apologética refleja ya el conocimiento de un texto como el Popol Vuh—o al menos parte de él— [...]». Y para el Perú, véase L. López-Ocón Cabrera, «Las fuentes peruanas dela Apologética Historia», ibid., pp. 261-282, igualmente con «Tabla de análisis». Gracias a la edición de1992 (cf. nota 8) y a J.-A. Barreda disponemos ahora de una «Bibliografía lascasiana de la ApologéticaHistoria» en el vol. I, pp. 221-233; las ediciones citadas no son siempre contemporáneas.

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«héroes de la cultura» y luego considerados dioses erróneamente. Las Casas cree que aunen América hubo este error:

Veneraban y adoraban también por dioses a los hombres que habían hecho algunashazañas señaladas o inventado cosas nuevas en favor y utilidad de la república, o porqueles dieron leyes y reglas de vivir o les enseñaron oficios o sacrificios o algunas otrascosas que les parecían buenas y dignas de ser satisfechas con obras de agradecimiento(122, VII, p. 878).

Y no le faltan ejemplos. Sobra decir que nuestro dominico está al tanto de la funciónde muchos dioses como dueños de los planetas (p. e. 84, VII, p. 696) y también de lainterpretación alegórica de la mitología, tan corriente, por no decir tan dominante tantoen la Edad Media como en el Renacimiento. Es casi curioso, dada la dominancia de laexplicación alegórica de la mitología clásica, ver con qué reservas se sirve Las Casas deella, aprovechando en seguida la oportunidad para defender a los indios. Hablando deaquella fea historia de Júpiter y Saturno, dice lo siguiente:

La tercera razón que me movió a detenerme y traer aquí estos pedazos de fábula fue para quesi entre los sabios antiguos, que por sabios eran tenidos, se fingían ficciones que parecíandesvarios, las cuales empero tenían sus morales y prudentes significaciones por las cualeslos poetas sapientísimamente, a componerlas se movían, como es el cortamiento de losmiembros del Cielo y nascer Venus de la sangre y espuma de la mar, ninguno de los quepoco saben se maraville que aquestas indianas gentes digan que los españoles fueronespuma de la mar y los llamen viracocha, que quiere decir «espuma o grosura de la mar»,como las gentes naturales del Perú dicen según los españoles que poco del lenguaje saben.Pero según la verdad que verdaderamente alcanzan solos los religiosos. Porque la estudiany trabajan de penetrar las lenguas para convertir a Dios aquellas gentes, viracocha quieredecir «criador de todas las cosas», el cual nombre pusieron a los españoles luego que losvieron creyendo que venían del cielo y eran sanctos [...] (103, VII, p. 793).

ffl

Las Casas sabe, pues, de qué habla. Domina, por decirlo así, las diferentes teorías queservían para integrar a los dioses paganos al mundo cristiano —de nada menos se trataba.Aun la crítica más acerba permitía hablar de ellos. Ahora veremos más de cerca cómoprocede nuestro dominico para comprobar su tesis que, aunque siendo paganos como losgriegos y romanos antiguos, los indios americanos son superiores a los paganoseuropeos. No es sólo la afirmación que disponían prácticamente de la «semilla delverbo», para citar otra vez a los obispos de Guatemala, sino gracias a una comparaciónrelativamente sistemática, Las Casas sabe llegar a las demás conclusiones que ya no nossorprenden.

En lo esencial, los capítulos que dedica, dentro de la Apologética Historia, a la«mitología comparada», funcionan así: descripción, por regla general larguísima, de unaactividad o de un sector religiosos en la antigüedad clásica, por ejemplo: los templos;luego: «Referidos los templos de la antigua gentilidad, [...], refiramos los que entre estas

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gentes [americanas], en las tierras donde los había, hemos visto y experimentado» (130,VII, p. 911), y finalmente: «Representados los templos de los antiguos idólatras y los delos modernos que en estas Indias hallamos, consiguientemente debemos cotejar los unosa los otros [...]» (132, VII, p. 919). Las Casas no niega la riqueza y buena construcciónde los templos egipcios, griegos y romanos, pero hablando de los de la Nueva España ydel Perú, su entusiasmo no tiene límites (y el autor con frecuencia olvida su propioesquema, anticipando sus elogios): «Los templos que en término de buenas cuatrocientasleguas de tierra de [l]a que llamamos Nueva España tenían edificados y la grandeza yedificios dellos, sería imposible ni encarecellos ni numerallos» (130, VII, pp. 911-912).

Es interesante ver cuales son las características de los templos de una y otra parte quedestaca Las Casas en sus descripciones. Son, en efecto, como ya se puede deducir de lasúltimas citas, la cantidad, la altura, las riquezas de las que disponía un templo y,naturalmente, el adorno arquitectónico:

[...] parece haber habido más templos principales y señalados en sola la Nueva España, entiempo de su infidelidad, que en todo el resto de la tierra que antiguamente se sabía delmundo. Porque ni en Roma ni en Tebas ni en Menfis ni en Atenas, que fueron ciudadesnominatísimas y donde rebosaba la religión y rito de los ídolos e idolatría, no se lee quehobiese tantos y en común tan principales templos, que pasaban de trecientos, comohabía en la ciudad de Cholola (132, VII, p. 919).

Y si el templo de Diana en Efeso tiene sus indudables maravillas, si es «uno de losmilagros del mundo hechos por artificio humano», ofrecen más artificio aún los templosamericanos:

[...] más ancho y más luengo era el templo mexicano, pues tenía un tiro de ballesta [•••] encuadro. Para en lugar de las ciento y veinte y siete colunas que aquél [el de Éfeso] tenía desesenta pies de alto, podrían recebirse muchas partes maravillosas de los edificios que enéste de México había y en los de las otras ciudades de su comarca. Y si esto no basta, serábien tomarse en cuenta las piedras no ciento y veinte y siete ni quinientas solas, peroinnumerables, de veinte pies de largo y de doce de ancho y de más de una vara de medir enalto, puestas en el templo del sol que estaba en el valle de Yucay, cuatro leguas de la realciudad del Cuzco abajo [...] (132, VII, p. 921).

Etcétera, etcétera. No puedo leerles el libro entero, pero creo que se ve cuan«materialmente» Las Casas observa las cosas. Si no me equivoco, esta particularidad nose explica sólo por su afán de exponer sus conocimientos acerca de los nuevos milagrosdel mundo, tampoco por su general predilección por los indios, sino por la siguienteteoría, ya mencionada brevemente al principio: el que más y mejor sacrifica, másreligioso es, o en palabra de Las Casas:

[...] porque aquel hombre o aquella gente que de mejores y más preciosas y costosas y másde sí amadas cosas ofrece a Dios sacrificio, y con mayor cuidado y solicitud y diligencia ytrabajo, parece naturalmente formar y tener mejor y más noble y digno concepto y

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estimación natural y cognoscimiento de la excelencia, nobleza, dignidad y merecimientosde Dios y de la deuda que las criaturas le deben [...] (183, VIII, p. 1216).

Tal idea, basada al menos parcialmente en «el filósofo» (cf. 141, VII, pp. 961-962 y143, VII, pp. 968-969, donde se alega también el comentario de Santo Tomás), va juntacon otra, no menos importante: «para la obligación de ofrecer sacrificios a Diosverdadero o falso, si es tenido y recibido por verdadero, ninguna diferencia hay» (ibid., p.1215; el subrayado es mío). Nos encontramos, pues, de nuevo, ante la «lumbre de larazón natural», y como ella está más desarrollada, según Las Casas, entre los indios, lossacrificios de estos últimos son más valederos. Llamo la atención sobre las largas yeruditas descripciones que da Las Casas de los sacrificios griegos y romanos, ordenadospor dioses, con especial acento en los «humanos sacrificios, o por mejor decir,inhumanos» (161, VIII, p. 1126), con una «rebaja» que se le concede a Hércules:

Dícese que Hércules fue el primero que ofreció a Saturno sacrificios sin sangre y hizo leypor la cual revocó la costumbre que había de ofrecer hombres (161, VIII, p. 1127).

Hércules, lo digo de paso, goza de cierto prestigio en las obras de Las Casas, quizásporque es —euhemerísticamente— una especie de héroe nacional para España; piénseseen la muerte de Gerión (103, VII, p. 792).

Las Casas habla con verdadero alivio de los sacrificios de los gentiles americanos:

Bendito sea Dios que me ha librado de tan profundo piélago de sacrificios como aquellosgentiles, que ignoraron tantos tiempos el verdadero sacrificio [...]. De aquí adelante, segúnla orden que traemos, será bien referir los sacrificios destas nuevas naciones nuestras, quevulgarmente llamamos indios (166, VIII, p. 1151).

Son estas líneas otro signo también de lo sistemáticamente que procede Las Casas o almenos se esfuerza por proceder. En el párrafo siguiente subraya lo que ya sabemos, esdecir que aun en su práctica religiosa, en sus sacrificios, «las gentes de aquesta isla[Española] y todas las de su circuito tenían delgado, débil y confuso cognoscimiento deDios, aunque más limpio o menos sucio de las horruras de idolatría que otras munchas»(ibid.). Y luego se dedica a caracterizar los ritos de la Española y de Cuba (donde nohabía muchos ídolos), de la Florida, etc. Describe con bastante detención los sacrificioshumanos de Tenochtitlán, y lo hace sin la menor crítica (a diferencia de otro pasaje yaaludido más arriba). Es casi macabra la exactitud «científica» de tal descripción:

Entonces, uno de los sacerdotes y ministros principales de aquello, llamado tlamacazque otlenamacaque, con una piedra de pedernal de hechura de un hierro de lanza jineta, como elpecho estaba muy teso y con muncha fuerza y ligereza, como estaba ya muy experto enaquel oficio, abríalo fácilmente y sacábale el corazón [...] (170, VIII, p. 1165; elsubrayado es mío).

No sorprende que Las Casas utilice la terminología católica para caracterizar lasfiestas y los sacrificios americanos. Cholula, por ejemplo, es una ciudad modelo «por

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votos y romerías, santuario» y una fiesta celebrada el primero de mayo en honor deQuetzalcoatl, con un «terrible ayuno» (173, VIII, p. 1174), y no tiene reparos en hablarde la «cuaresma» (p. e. 178, VIII, p. 1192). Desgraciadamente, los indios seemborrachan en muchas fiestas, al igual que los europeos (180, VIII, p. 1203).

Las Casas se interesa hasta por la organización práctica del culto. Después de unestudio de los «deputados ministros», sus oficios y sus jerarquías de los paganoseuropeos (134, VIII, p. 928) pasa a la situación «entre aquestas nuestras indianas gentes»(138, VIII, p. 947). Lo que le gusta particularmente, son las dos clases de jóvenes que enla Nueva España estaban consagrados al culto, unos «de gente ciudadana, que servían enlas cosas más exteriores», otros, «hijos de señores caballeros», en las interiores. Ademáshace mención de una especie de escuela donde iban

munchos hijos de señores nobles y generosos [...] permanecían en los templos hasta queera tiempo de casarse, según las leyes y costumbres del templo. Mientra allí estaban sellamaban tehutlamacax, de tehu, que es dios, y de tlamacax, que es mancebo o doncel, cuasidonceles de Dios. Estos eran doctrinados por el maestrescuela en las cerimonias del cultodivino y en las leyes del pueblo temporales, y en las virtudes, para que huyesen los vicios,según la estimación que ellos podían tener de la virtud por la lumbre de la razón natural(139, VII, p. 952).

Una descripción de esta índole sirve, naturalmente, de por sí para demostrar cada vezmás las afinidades entre los paganos de la Nueva España y el cristianismo. Las Casas nocesa de expresar su convicción de manera muy explícita. Los «ginasios» de los indioseran superiores a los de los griegos, casos de homosexualidad eran la rara excepción(ibid., pp. 952-953), y añade:

Alguna más señal de virtud y aun de seguir mejor el dictamen de la razón natural y de máspolítico regimiento era ésta que no la de los griegos (ibid., p. 954).

rv

Doy por terminado este vistazo que hemos echado sobre ciertos detalles de lacomparación que hace Las Casas entre el paganismo americano y el cristianismo. Tienerazón O'Gorman cuando dice: «La conclusión final de tan extraordinario esfuerzo es,claro está, que los indios americanos no solamente revelan en sus instituciones, religióny costumbres una plenitud de entendimiento en todos los órdenes de la vida humana,sino que igualaron y en muchos casos superaron a los más pulidos entre los antiguosgentiles»11. Tal juicio se refiere a la Apologética Historia entera. La religión esmencionada, eso sí, pero es vista en función de la civilización, de la cultura. De ahí queno se haya subrayado con bastante insistencia hasta dónde Las Casas va. Nos quedanalgunos puntos importantes a ese respecto.

11 E. O'Gorman, «La Apologética historia. (Incitación a su lectura)», Revista de la Universidad deMéxico, XX, 10, 1966, p. 4.

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Ya he citado aquellas «actitudes hermenéuticas» que servían para neutralizar a losdioses paganos. A veces da la sensación de que no se trata únicamente de una simpatíamuy grande, sino de una especie de prefiguración. Me refiero primero a Quetzalcoatl, taly como lo presenta Las Casas. Es conocida la profecía según la cual Quetzalcoatlvolvería desde oriente, gran ventaja para los primeros españoles. Pero esta profecía, enmi contexto, no es lo esencial. Lo esencial parece que es la tendencia de Las Casas adescribir a este dios pagano como si fuese el único. No lo dice así, es verdad, ni puededecirlo porque antes de tratar de Quetzalcoatl habla de otros dioses. Pero la tendencia síque la hay; Quetzalcoatl es caracterizado casi como un precursor de Jesucristo:

era hombre blanco, crescido de cuerpo, ancha la frente, los ojos grandes, los cabelloslargos y negros, la barba grande y redonda. A éste canonizaron [los de Cholula] por susumo dios y [...] le ofrecieron suaves y devotísimos y voluntarios sacrificios por tresrazones: la primera, porque les enseñó el oficio de la platería [...]; la segunda, porquenunca quiso ni admitió sacrificios de sangres de hombres ni de animales [...]; la tercera,porque vedaba y prohibía con mucha eficacia las guerras, robos y muertes y otros dañosque los hiciesen unos a otros (122, VII, pp. 879-880).

Es más: sólo a este Quetzalcoatl le llamaban «nuestro Señor», porque su señorío «fuesuave y no les pidió en servicio sino cosas ligeras y no penosas» (ibid., p. 880). Contoda prudencia quiero mencionar que la ecuación aquí sugerida tiene un equivalentemoderno en el libro de Xokonoschtletl, Nuestro único dios es la tierra; el autor se diceazteca, el libro nació en Alemania de entrevistas que se le hicieron. En el capítulo«Dioses no, pero símbolos de la creación» leemos que Quetzalcoatl es símbolo de lasabiduría. «Otras naciones tienen también sus símbolos de la sabiduría, cada una el suyopropio: es "Cuculán" entre los mayas, "Viracocha" entre los quechua, "Buddha" entre loshindúes, "Quistos" entre los griegos»12...

Las Casas conoce casos aparentemente más «claros» aún. Dice que en Yucatán,«cerca» de su obispado de Chiapas, encontró a un clérigo que le contó lo siguiente: uncacique que,

inquiriéndole de su creencia y religión antigua que por aquel reino solían tener, le dijo queellos cognoscían y creían en Dios que estaba en el cielo, y que aqueste Dios era Padre yHijo y Espíritu Sancto. Y que el Padre se llamaba Izona, que había criado los hombres ytodas las cosas; el Hijo tenía por nombre Bacab, el cual nació de una doncella siemprevirgen llamada Chibirias, que está en el cielo con Dios; [...].

Sigue casi todo el resto de la historia, con la cruzificación, la subida al cielo a los tresdías; lo que falta es la resurrección de los muertos. Y la historia continua: un grupo deveinte hombres —misioneros— llegó «antiguamente». «El principal dellos se llamabaCocolcán». Las Casas es prudente:

12 Xokonoschtletl, Unser einziger Gott ist die Erde. Weg, Weisheit und Geschichte der Azteken,Freiburg im Breisgau, Aurum, 1988 (Edition 2000), p. 82.

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Si estas cosas son verdad, parece haber sido en aquella tierra nuestra santa fe notificada;[...]. Finalmente, secretos son estos que sólo Dios los sabe (123, VII, pp. 882-883).

Lo interesante no es, naturalmente, la veracidad de esta historia, sino el que LasCasas la declare «harto nueva en todas las Indias». No quiere, pues, comprobar que laverdadera religión estuvo en todas partes, mal comprendida, disfrazada etc., sino guardacierto respeto, no sin dudas, ante aquella narración. Creo que el mismo respeto lo mereceél.

La misma prudencia la guarda ante otras narraciones de parecida índole, por ejemploante la pretendida llegada de Santo Tomás al Brasil, y sobre todo, una historia que lecontaron de Guatemala, «donde tuvieron noticia del Diluvio». Antes de él, «adoraban porDios al Gran Padre y a la Gran Madre que estaban en el cielo, y lo mismo después delDiluvio». En una visión se les dijo «lo que agora nosotros les decimos ser Dios». Nacióun dios en la provincia de la Vera Paz que llamaron «Exbalanquén» (probablemente es elhéroe Xbalanqué del Popol Vuh13) «que fue a hacer guerra al infierno y peleó con toda lagente de allá y los venció y prendió al rey del infierno y a muchos de su ejército». Sepuede pensar en Jesucristo. Las Casas no lo hace, seguramente porque aquel Exbalanquéninició los sacrificios humanos (124, VII, p. 884).

Resumo: partiendo prácticamente de su predilección por los indios, teóricamente de lateoría de los climas y de la idea de la lumbre de la razón natural, Las Casas no sóloesboza, en el marco de una temprana «historia cultural de las Indias», algunos rasgosinteresantes de la mitología pagana, sino escribe un verdadero manual de aquellasreligiones indígenas, comparándolas con la grecorromana, también con la egipcíaca. Lohace con una simpatía muy evidente por las primeras, sin dejar de describir largamentelas segundas. Y lo hace con admirable erudición. No pretendo contestar definitivamente ala pregunta si Las Casas es medieval o renacentista —pregunta muy general, por cierto,que no permite ver los rasgos medievales del Renacimiento, precisamente en cuanto a lamitología—, y sé que se ha podido decir de él:

He should not be regarded as a precursor of democratic liberal pacifism and modernegalitarianism. He should be viewed for what he was, a late medieval theologian who hadno understanding of or sympathy for the rising current of nationalism.14

Su punto de vista principal es claramente cristiano y misionero: los indios tienenmás razón natural que otros paganos, por lo tanto se pueden fácilmente convertir alcristianismo. Pero esto no es todo: quizás «malgré lui», Las Casas va relativamentelejos en reconocer a las religiones indias como tales religiones, inclusive los sacrificioshumanos que trata de explicar —para Las Casas, el que más sacrifica, más religioso es.

13 Cf. Agustín Estrada Monroy (ed.), Popol Vuh. Versión actualizada, basada en los textos quiche,castellano y anotaciones al manuscrito de Fray Francisco Ximénez, o.p., México, D.F., Costa / AmicEditores, 31988, p. 68. (nacimiento), pp. 82-98 (lucha contra los Señores; ¡de Xibalba!).

14 Phelan, loe. cit., p. 98.

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Reconoce con prudencia las «semillas» del Verbo, y saca, como he dicho al principio deesta conferencia, nuevas consecuencias de la Conquista.

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