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INTRODUCCIÓN EL ALFILER EN LA SILLA: SENTIDOS, PROYECTOS Y ALTERNATIVAS EN EL DEBATE DE LAS POLÍTICAS SOCIALES Y DE LA ECONOMÍA SOCIAL Claudia Danani Sólo hay dos caminos abiertos a la investigación mental: la estética y la economía política. (S. Mallarmé, citado por Alvite, 1997) A afirmaçâo discursiva dos valores é tanto mais necessária quanto mais as práticas sociais dominantes tornam impóssivel a realizaçâo desses valores. (de Sousa Santos, 2000) Cada época (y, probablemente, cada geografía) tiene sus lugares comunes. Sin duda, uno de los correspondientes a la época actual, en particular si de trabajos realizados desde las Ciencias Sociales se trata, es la referencia a "la crisis", a las transformaciones sociales (en sentido amplio) de las últimas décadas y a la "globalización". También un "lugar común", con inmensa capacidad de construir la realidad, se ha tornado la alusión a la pobreza, al desempleo y a la exclusión. Este libro no es la excepción: salvo el primer capítulo, de Christian Topalov, todos los demás reflexionan, exponen información y producen argumentos en torno a "la crisis" actual, a las transformaciones y a la globalización. Sin embargo, lo hacen en un sentido distinto o, mejor dicho, opuesto al del lugar común 1 : sus referencias ponen en cuestión, ponen "patas para arriba" el principio general que caracteriza esta época. Dicho de otro modo, los autores de cada uno de los capítulos discuten en sus mismísimas raíces distintos argumentos, expresiones y enfoques que, en torno a los temas planteados, han visto la luz y se han instalado en los últimos veinte años. Desnaturalizan, en fin, el lugar(sentido) común del neoliberalismo. José L. Coraggio, Alberto Federico y Susana Hintze fueron, a la vez, dispuestos lectores y comentaristas de este capítulo. Como siempre, Javier Lindenboim intentó que fuera implacablemente rigurosa con cada afirmación y, defendiendo al lector, pugnó porque expusiera mis ideas con toda la claridad posible. Ni unos ni otro tienen aquí el texto que esperaban, pero colaboraron mucho para que mejorara desde su versión original. 1 "Lugar común: 1 Principio general de que se saca la prueba para el argumento en el discurso. 2. m. Expresión trivial, o ya muy empleada en caso análogo" (Diccionario de la Real Academia Española, 2003).

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EL ALFILER EN LA SILLA: SENTIDOS, PROYECTOS Y ALTERNATIVAS EN EL DEBATE DE LAS POLTICAS SOCIALES Y DE LA ECONOMA SOCIAL

INTRODUCCIN

EL ALFILER EN LA SILLA: SENTIDOS, PROYECTOS Y ALTERNATIVAS EN EL DEBATE DE LAS POLTICAS SOCIALES Y DE LA ECONOMA SOCIAL (Claudia Danani

Slo hay dos caminos abiertos a la investigacin mental:

la esttica y la economa poltica.

(S. Mallarm, citado por Alvite, 1997)

A afirmao discursiva dos valores tanto mais necessria quanto mais

as prticas sociais dominantes tornam impssivel a realizao desses valores.

(de Sousa Santos, 2000)

Cada poca (y, probablemente, cada geografa) tiene sus lugares comunes. Sin duda, uno de los correspondientes a la poca actual, en particular si de trabajos realizados desde las Ciencias Sociales se trata, es la referencia a "la crisis", a las transformaciones sociales (en sentido amplio) de las ltimas dcadas y a la "globalizacin". Tambin un "lugar comn", con inmensa capacidad de construir la realidad, se ha tornado la alusin a la pobreza, al desempleo y a la exclusin.Este libro no es la excepcin: salvo el primer captulo, de Christian Topalov, todos los dems reflexionan, exponen informacin y producen argumentos en torno a "la crisis" actual, a las transformaciones y a la globalizacin. Sin embargo, lo hacen en un sentido distinto o, mejor dicho, opuesto al del lugar comn : sus referencias ponen en cuestin, ponen "patas para arriba" el principio general que caracteriza esta poca. Dicho de otro modo, los autores de cada uno de los captulos discuten en sus mismsimas races distintos argumentos, expresiones y enfoques que, en torno a los temas planteados, han visto la luz y se han instalado en los ltimos veinte aos. Desnaturalizan, en fin, el lugar(sentido) comn del neoliberalismo.

En consecuencia, no se trata de un libro celebratorio ni complaciente en ningn sentido: ni de enfoques, ni de propuestas, ni de argumentos. A la inversa, la seleccin de los trabajos estuvo guiada por el objetivo de tornar incmoda toda reflexin (no permitir/permitirnos el reposo en ningn asiento), de mantener alerta la capacidad de autovigilancia, y as avanzar en nuevas reflexiones y en la formulacin de nuevos problemas. Parafraseando a Offe (1990), dira que el libro es resultado de la bsqueda de los problemas estructurales que tornan problemtica, en vez de autoevidente, la conexin entre los estudios sobre poltica social y la propuesta de la Economa Social.

En lo que sigue, entonces, revisar algunos de los conceptos, dimensiones y aproximaciones que se han construido en torno de las polticas sociales, ejercicio que me parece indispensable para intentar una reflexin desprejuiciada sobre la conexin (y sobre la pertinencia de esa conexin) entre el campo de la poltica social y la propuesta de la Economa Social. Es ese punto de contacto, finalmente, lo que constituye el meollo de este libro. Y en su tratamiento enfrento aquella misma incomodidad, ya que la nica certeza que traigo es la de transitar un camino extraordinariamente preliminar.

1. HACIENDO SOCIEDAD: APROXIMACIN CONCEPTUAL A LAS POLTICAS SOCIALES Y A LA IDEA DE UNA "ECONOMA SOCIAL"

En dos estupendos trabajos , Gerald Cohen recuerda que la sociabilidad capitalista se ha construido sobre los principios de la codicia y el miedo. Y explica: "Desde la codicia, las otras personas son vistas como fuentes de enriquecimiento (me sirvo de ellos) y, desde el miedo, vistas como amenazas" (Cohen, 2001 a: 74-75, y b).

Consigno esto porque me interesa sealar un imprescindible punto de partida: las polticas sociales hacen sociedad... o sociedades, segn sean los principios que las orientan. En otro lugar (Danani, 1996) me he referido a las polticas sociales como a aquellas especficas intervenciones sociales del Estado que se orientan (en el sentido de que producen y moldean) directamente a las condiciones de vida y de reproduccin de la vida de distintos sectores y grupos sociales, y que lo hacen operando especialmente en el momento de la distribucin secundaria del ingreso. En este ltimo aspecto, ello significa que lo que las distingue es que ese proceso de configuracin no obra en el circuito de la distribucin del ingreso directamente derivada del proceso de produccin, por la va de la retribucin a los factores (distribucin primaria), sino por mecanismos de redistribucin que se le superponen (o, antes bien, slo analticamente distinguibles de aqulla, pero tampoco idnticos). Esto me permite postular la (siempre relativa, pero creo que analticamente necesaria) discriminacin entre polticas sociales y polticas inmediata y tradicionalmente reconocidas como econmicas y, parcialmente, entre polticas sociales y polticas laborales en sentido general (ya que estas ltimas, al regular directamente los ingresos del capital y el trabajo, se desenvuelven principalmente en la esfera de la distribucin primaria).

En orden a esta distincin, hay otro aspecto que importa destacar, y que es definitorio del lugar que las polticas sociales ocupan en el proceso general de reproduccin social, y como parte del rgimen social de acumulacin: como ya sealaron otros autores (vg., Corts y Marshall, 1993 entre otros) histricamente han cumplido una funcin indirectamente reguladora de las condiciones de venta y uso de la fuerza de trabajo, tornndose en lo que Offe (1990, 84) ha caracterizado como "(...) una estrategia estatal para incorporar fuerza laboral a la relacin salario-trabajo". Esta segunda cuestin tambin aporta a la distincin con las polticas laborales, ya que el carcter directo de su regulacin sobre las condiciones de venta y uso de la fuerza de trabajo es evidente.

Siendo as, en las polticas sociales se expresan y se construyen, simultneamente, los modos de vida y las condiciones de reproduccin de la vida de una sociedad -la vida social, en fin-, condiciones que en las sociedades de clases son siempre diferenciales para los distintos grupos sociales. Ahora, bien: la naturaleza, el rango de variacin y los contenidos de tales diferencias (de la desigualdad) son objeto de la lucha social y no pueden definirse a priori. Por el contrario, su determinacin es el resultado de estudios especficos, porque especficos son los procesos en que se configuran.

Hace a la propia ndole de estas polticas, entonces, el que en ellas se expresen "... la medida en que una sociedad se acerca o se aleja del reconocimiento de las necesidades de todos sus miembros y su capacidad de proteccin de los mismos" (Grassi, 2003: 25-26). Y, si a la vez que seguimos la lnea del anlisis de esta autora, asumimos a "la economa" como "(...) el sistema que se da una comunidad o una sociedad de comunidades e individuos, para definir, generar y administrar recursos a fin de determinar y satisfacer las necesidades legtimas de todos sus miembros" (ver Coraggio en este volumen), la existencia misma de las polticas sociales es una muestra de la falacia (siempre evidente, siempre recreada) de la separacin entre economa y poltica en la que se apoya la teora econmica neoclsica y la representacin liberal dominante . Desde distintas perspectivas, dos autores de este libro (Standing y Coraggio) se detienen en este proceso de la separacin de economa y poltica, acto verdaderamente germinal de las sociedades modernas (v.g., capitalistas), en la medida en que es el punto de partida de la sociabilidad descripta por Cohen, y constitutivo del enfoque sobre la poltica social que aqu expongo.

En este sentido, ubico a las polticas sociales en el centro mismo del proceso de constitucin (de permanente constitucin, vale decir, de constitucin-reconstitucin) de la forma mercanca de la fuerza de trabajo. Proceso que es social, en sentido amplio, y que digo as para oponerlo a definiciones que, porque se expresa institucionalmente en el "mercado de trabajo", inscriben este proceso en el "orden econmico" (como si "los mercados" pertenecieran a una esfera "propiamente econmica" o, an ms, como si esa esfera existiera como tal). Por el contrario, la constitucin de la forma mercanca de la fuerza de trabajo, y por lo tanto el desarrollo de polticas sociales, es un proceso sociopoltico, institucional, econmico y cultural , en el que se construyen el trabajo y la poltica, y en el que una sociedad define los sujetos, objetos y medios legtimos de satisfaccin de las necesidades (Lindenboim y Danani, 2003).

As dicho, no puede hablarse de "poltica social" antes de que se configuraran, al menos, las sociedades capitalistas. Y, es justo reconocerlo, genera reservas acerca de la pertinencia de su uso en sociedades que pretendieron superar el capitalismo, caracterizadas por Standing (1999) como dependientes de una fuerza de trabajo pasiva, aunque ello no signifique mercantilizada. Definiciones y clasificaciones, sin embargo, tienen siempre una utilidad limitada, y llega un punto en que es ms fructfero detenerse en las interfases y articulaciones, que en las distinciones. Por esa razn, resumo diciendo que reservo el trmino "intervenciones sociales" para dar cuenta del conjunto de intervenciones que producen las condiciones de vida y de reproduccin de la vida, incluyendo en ellas a las polticas laborales, que en las sociedades capitalistas constituyen el eje de esas condiciones; y el de "poltica social", a esas intervenciones sociales que, entre aqullas, revisten las caractersticas sealadas anteriormente. Esto me permite reconocer "intervenciones sociales" en otros modos de organizacin social, sin denominarlas indiferenciadamente como polticas sociales.

Algo similar puede decirse de la Economa Social en el sentido que aqu le doy: aunque algunas instituciones que hoy reconocemos como formando parte de un sistema (real o potencial) de Economa Social ya existan (cooperativas, mutualidades, asociaciones que incluso en sus orgenes tenan carcter corporativo-medieval, como las fraternidades y talleres de oficios), su actual posicin como portadoras de prcticas y principios distintos a los del intercambio mercantil y a la competencia con fines de ganancia, surgi en el momento de la constitucin de las "sociedades de mercado" y, especficamente, de la organizacin del mercado de trabajo.

Como describe muy bien Laville (1999), disociacin de poltica y economa (en realidad, retiro a largo plazo de la economa del dominio poltico), naturalizacin de esta ltima y despolitizacin del trabajo (la invalidacin del trabajo como cuestin poltica), fueron y son una sola operacin, aunque se desarroll a lo largo de un siglo. Y esa despolitizacin obtur la posibilidad de la democratizacin del trabajo, proyecto del movimiento asociacionista vinculado con las organizaciones obreras y con sus luchas por la defensa o reivindicacin, segn el caso (Laville, 1999; Coraggio, 2002b).

Pero aun entonces, en sus orgenes, materialmente y/o como propuesta defensiva o emancipadora, la idea de Economa Social naci y creci desgarrada en un campo discursivo ambiguo e inespecfico. En efecto, en el seno mismo del movimiento higienista y de las corrientes filantrpicas del siglo XIX se levant la demanda por "una economa social", estrategia dirigida a los sectores populares definida como "...todas las formas de direccin de la vida de los pobres con vistas a disminuir el coste social de su reproduccin, a obtener un nmero deseable de trabajadores con un mnimo de gasto pblico..." (Donzelot, 1978, 20) . Fue esa estrategia, agrega Donzelot, la que se conocera ms comnmente como "filantropa". De este modo, en la construccin histrica de la Economa Social encontramos un proceso similar a aquel que presenta Topalov en este volumen, con su tesis de que la reforma social (y las polticas sociales que de ella derivaron) que se abri en la segunda mitad del siglo XIX, pero que se consolid a partir de 1880, y que sent "(...) las bases de un ordenamiento del sistema de poder que a la vez [puso] frente a frente y [uni] a las clases dominantes y las clases subalternas".

A mi juicio, la naturaleza de esa fractura poltica y terica y de la disputa actual alrededor del sentido de la Economa Social y de la Economa del Trabajo, y de sus posibilidades de erigirse en una alternativa frente a las peores tendencias desplegadas en la sociedad mundial actual, es constitutiva tanto del campo de la poltica social, como del referido a la Economa Social (correspondiendo ambos a rdenes diferentes). Al inicio de este acpite dije que las polticas sociales hacen "distintas sociedades", segn cules sean los principios que las orientan. Como se ha visto, tambin la expresin "Economa Social" ha albergado proyectos sociales distintos y en tensin: el de la defensa de los intereses de las clases trabajadoras, por un lado; y por el otro, el de vincular las instituciones patronales con el operario y su familia, socializndolo en la vida de la empresa, a la que a la vez se responsabilizaba por el problema de la "seguridad civil" de los trabajadores (Eid, 2003) .

Al decir que la fractura poltica y terica y la disputa" son constitutivas de ambos campos, quiero decir que ninguno de ellos poda -ni puede- ser sino contradictorio. Lo que me lleva al problema de las necesidades y de la reproduccin de la vida, y a la postulacin de la "reproduccin ampliada de la vida de todos" como horizonte de la Economa Social.

2. LA CUESTIN DE LAS POLTICAS SOCIALES Y LAS NECESIDADES DE REPRODUCCIN DE LA VIDA SOCIAL

Empiezo por una cuestin elemental: tal como en un texto de hace ya varios aos recuerda Topalov, "(...) el valor de cambio de la fuerza de trabajo no incluye el conjunto de las necesidades histricas de los productores" (Topalov, 1979, 44) o, lo que es lo mismo, es propio del capitalismo el no reconocimiento del conjunto de las necesidades de los trabajadores. Primera cuestin, entonces: la forma mercanca de la fuerza de trabajo se opone a la reproduccin ampliada de la fuerza de trabajo o, lo que nuevamente es lo mismo, la mercantilizacin del trabajo entra en contradiccin con toda pretensin de reproduccin ampliada de la vida de todos. Sobre esta base puede afirmarse que la crisis del sistema de mantenimiento cotidiano y de reproduccin ampliada de los trabajadores es tambin una "virtualidad permanente".

Ese des-conocimiento del conjunto de las necesidades puede ser planteado en dos planos: no todas las necesidades son reconocidas; y/o no todos los trabajadores satisfacen sus necesidades por la va de la venta de su fuerza de trabajo, ya que no hay ninguna garanta de que todos los productores puedan vender-se . Aunque la virtualidad de ambos desconocimientos es intrnseca al capitalismo, las formas que ellos adopten depende de condiciones histricas especficas, y se dirime en el curso de la lucha social. Sin embargo, cabe tener presente algo que hace al contexto de las discusiones actuales sobre la poltica social y sobre la Economa Social: la transformacin neoliberal ha llevado ambos desconocimientos a niveles inditos hasta ahora, ya que nunca antes tantos productores haban "existido en vano" (Topalov, 1979, 45) (haban sido no-necesarios), y nunca antes tantos bienes objetivamente necesarios haban quedado sin producirse, "sencillamente" porque no eran socialmente reconocidos como tales (bienes necesarios).

Por supuesto, y dado que "necesidades" y "bienes" no preexisten a las formas generales de organizacin social, ampliamente definidas, aqu me refiero a que comparativamente nunca antes tantos bienes que podran ser producidos (porque las sociedades estn en condiciones de proporcionarlos a sus miembros y por los cuales a la vez incentivan el deseo en ellos) han sido inaccesibles para los trabajadores. Cuestin que me lleva a una consideracin lateral respecto de la naturaleza de la transformacin neoliberal, alrededor de sus diferencias con "otras" crisis del capitalismo. En efecto, creo que la "crisis de los setenta" se diferencia de las otras "grandes crisis" (1870 y 1929, en especial) por el hecho de que en aqullas fue el propio desarrollo de la "lgica de la acumulacin del capital" el que forz un reordenamiento que relanzara el proceso de reproduccin del capital (asegurando sus condiciones, a la vez que transformndolas). En los setenta, en cambio, el propio capital es el que produce la crisis, desplegando un reordenamiento en sentido ms "propiamente capitalista". De Sousa Santos (2000) expone una idea por dems sugerente para caracterizar lo medular de este "reordenamiento" en el largo plazo: seala que la globalizacin neoliberal y el capitalismo neo-salvaje han invertido la relacin entre experiencia y expectativas, tal como haba sido planteada por la modernidad. En efecto, la idea de progreso que caracteriz a esta ltima haba dado nombre a una situacin en la que la primera estaba "permanentemente desbordada" por las segundas. A la inversa, dice, para la mayora de la poblacin mundial la transformacin neoliberal ha tornado toda expectativa en negativa, aun frente a experiencias presentes completamente mediocres e insatisfactorias. Ello nos pone, nuevamente, frente a la posibilidad de cursos de significados opuestos: la de que las sociedades impongan un lmite a la tolerancia al retroceso; la de la resignacin a que "as son las cosas", ninguna de ellas predeterminada, sino parte de los procesos de hegemonizacin poltico-cultural, "...dimensin de la lucha social que recuerda que todo orden es siempre transitorio" (Grassi, 2003:304). Problema directamente relacionado con nuestra preocupacin acerca de las necesidades sociales (y de su satisfaccin, por supuesto).

El funcionamiento a largo plazo de un sistema de relaciones tal, requiere de una serie relativamente simple de condiciones generales que deben encadenarse . La primera de ellas es el requerimiento de la conversin de todas las transacciones en transacciones monetarias, de lo que deriva la necesidad de introducir un medio de cambio en cada articulacin de la vida econmica (el dinero). A su vez, de ello procede el hecho de que todos los ingresos deben derivar de la venta de algo a otros, y que "(...) cualquiera que sea la fuente efectiva del ingreso de una persona, deber considerarse como el resultado de una venta" (Polanyi, 1992, 53).

Ahora bien; as las cosas, toda necesidad de que los trabajadores satisfagan por fuera del mercado genera un problema al capital, ya que en principio violenta la correspondencia entre ingresos derivados de una venta . Sin embargo, da lugar a un movimiento contradictorio: por un lado, abarata para el capital el costo de la reproduccin de la fuerza de trabajo, pero a la vez potencialmente refuerza la capacidad de resistencia de los trabajadores, ya que puede "... a veces permitir a los trabajadores escapar parcial o temporalmente del dominio del capital" (Topalov, 1979:47). Se trata, repito, de un movimiento contradictorio, irresoluble en los propios trminos de las sociedades capitalistas, en la medida en que ambos contenidos estn irremisiblemente presentes. Aunque, una vez ms, la forma concreta y el sentido que tal contradiccin adopte (as como sus resultados) depende de condiciones y procesos especficos.

Cules son las vas por las cuales los trabajadores podran satisfacer necesidades por fuera del mercado? Clsicamente, el Estado y la familia. Ambas vas comparten un horizonte limitado; sin embargo, sus contenidos sociales (en trminos del entramado de relaciones a que dan lugar) pueden ser muy distintos; o, antes bien, opuestos.

En una formulacin que en la ltima dcada se ha tornado clsica para los estudios sobre poltica social, Esping-Andersen (1990) ha denominado a la primera va -la va estatal- como desmercantilizacin, a la que define como el proceso por el cual "...se presta un servicio como un asunto de derecho y [por el que] una persona puede ganarse la vida sin depender del mercado" (41). As definida, la desmercantilizacin es resultado de las reivindicaciones de los trabajadores, resultado siempre parcial y fragmentario en el que se produce un movimiento contradictorio con la exigencia de expansin de los circuitos monetarios, en este caso porque objetivamente socializa (y politiza) la reproduccin. Es en procesos de este tipo en los que claramente pueden reconocerse las polticas sociales, aunque -a riesgo de ser obvio- ello no significa que toda poltica social desmercantilice, pues no toda poltica social socializa la reproduccin. En la perspectiva de lo que estoy analizando (el continuo proceso de surgimiento y satisfaccin de necesidades sociales), esto ocurre si (y slo si) la satisfaccin de necesidades se torna un proceso de reconocimiento de derechos del sujeto, pues slo entonces la persona puede independizarse (parcialmente) del mercado, segn la expresin de Esping-Andersen, fugando parcial o temporalmente del dominio del capital, lo que fortalece la resistencia de los trabajadores, en los trminos de Topalov. An as, como se sabe, la satisfaccin de necesidades va el desarrollo de sistemas pblicos (socializados) de mantenimiento de la fuerza de trabajo fue una forma ("a travs de mediaciones complejas", como tambin dice Topalov) activamente apoyada por el propio capital, que a la vez que abarat el costo inmediato de reproduccin, desplaz "al mbito del Estado" una parte de la lucha de clases.

La "va familiar" puede ser enteramente diferente . En un primer nivel, podra decirse que la satisfaccin de necesidades mediante el autoabastecimiento por los propios trabajadores, cualquiera sea la forma que el mismo adopte, constituye "desmercantilizacin" en su sentido ms elemental de "sustraer" la satisfaccin de ciertas necesidades de los intercambios mercantiles y, por lo tanto, de disminuir la dependencia respecto del salario. Sin embargo, un movimiento tal no es desmercantilizacin en el sentido integral que seal anteriormente: no socializa la reproduccin; por el contrario, la privatiza, reenviando a la esfera familiar e individual la responsabilidad por el bienestar. Debilita necesariamente la capacidad de resistencia a la explotacin y la subordinacin? No necesariamente; puede constituir una estrategia de resistencia pero que, en tanto defensiva, si no cuestiona la "lgica" de aqullas, tambin puede expresar la "resignacin" a, y hacer parte de la idea de, que el bienestar (la vida) es un problema individual/privado .Precisamente en torno a este planteo, los estudios de gnero (y particularmente el movimiento feminista) han desarrollado una rica produccin que pone en cuestin el concepto de desmercantilizacin formulado por Esping-Andersen, no por lo que dice sino por lo que ignora: precisamente, que no toda desmercantilizacin es idntica, porque las configuraciones poltico-sociales resultantes de procesos de socializacin y de familiarizacin son muy diferentes; cuando el propio Estado estimula estos ltimos, incentivando el recurso a una "informalizacin del bienestar y de la asistencia", los "problemas sociales" se identifican con "fallas familiares" (Cochrane, 1997) o comunitarias, segn he dicho (ver nota 14). No son menos importantes las puntualizaciones que desde este mismo enfoque se hacen respecto de la "dimensin de gnero", es decir, de los muy diferentes supuestos y definiciones, sociopolticos ambos, de las respectivas posiciones de hombres y mujeres frente a los mercados de trabajo y de bienes y servicios. Destaco la condicin sociopoltica de tales supuestos y definiciones, porque sus diferencias no se inscriben en un debate "puramente" terico, sino que entraan consecuencias tambin diferenciales en trminos de lo que OConnor (1998) denomina autonoma personal. Dicho de otro modo: hacen distintas sociedades, ms iguales o ms desiguales, sencillamente porque algunos ganan y otros (otras) pierden, tema con demasiada frecuencia ignorado en perspectivas "ciegas al gnero".

Sin embargo, aqu no voy a dedicarme a la cuestin de gnero. Ms bien, y tenindola en cuenta como trasfondo, me interesa recordar el hecho -bien sabido a esta altura- de que el desarrollo de una esfera domstica (familiar y comunitaria) "desmercantilizada" histricamente ha sido una base necesaria para la mercantilizacin del trabajo (Cochrane, 1997; Langan y Ostner,1991; Meillassoux, 1987). Y como nada hay permanente y universal (tampoco los mercados, para desdicha del pensamiento liberal...), vuelvo con esto a la cuestin de la Economa Social como propuesta de construccin de un "sistema reflexivo" que permita satisfacer las necesidades legtimas de todos sus miembros (ver el captulo de Coraggio, en este volumen).

3. TENSIONES Y POSIBILIDADES EN LA PERSPECTIVA DE LA ECONOMA SOCIAL

El desgarramiento del significado (real, no slo terico) que ms arriba mencion en los orgenes del trmino "Economa Social" no ha desaparecido frente a las condiciones crticas en que contingentes cada vez ms amplios de la poblacin mundial reproducen su vida; por el contrario, esa tensin se ha exacerbado.

Como bien recuerda Eid (2003), los anlisis liberales otorgan a las experiencias solidarias el lugar de "correctivos" ("compensadores") de las crisis cclicas del sistema capitalista, en el sentido de que, ante ellas, el surgimiento de experiencias de ese tipo tendran "(...) la funcin de reducir las presiones populares por trabajo, empleo y renta" (Eid, 2003, 2). Si se tratara de emprendimientos exitosos (es decir, que crecieran en el contexto de la competencia del mercado capitalista), se convertiran en empresas capitalistas, y cerraran en el caso contrario. Siempre en esta misma lnea de anlisis, tan pronto como el ciclo econmico reentrara en un ciclo expansivo, los trabajadores optaran por retornar o iniciarse en la condicin de trabajador asalariado .

Dos cuestiones importan destacar aqu: una, de orden terico-poltico; la otra, de carcter ms propiamente histrico, en torno a las perspectivas que pueden avizorarse como "reales". Intentar reconstruir ambas, empezando por esta ltima.

En este volumen y en otros trabajos (1999 y 2002a) Coraggio afirma que las actuales tendencias del capitalismo mundial muestran la incapacidad terminante de este ltimo de reintegrar productivamente a quienes han quedado al margen de una distribucin mnimamente aceptable de la riqueza generada y de los beneficios de esa produccin; y que ello hace a la justificacin de la necesidad de "...construir conscientemente otra estructura econmica: otros encadenamientos productivos; otra matriz tecnolgico-organizativa; reformar el rgimen de propiedad de activos productivos, financieros y (...) del conocimiento; definir un marco normativo y una accin estatal y social para introyectar otros valores... ( lo destacado en cursivas me corresponde). Incapacidad de reintegracin y necesidad de esta construccin, agrega, son an ms evidentes en la periferia.

En los captulos que forman parte de este libro se desarrollan anlisis fundados sobre la direccin de algunas de esas "tendencias" que tornan razonable un pronstico de este tipo; y, aunque formulados desde distintas perspectivas, todos ellos muestran la naturaleza compleja de un proceso de transformacin profundamente regresiva en el que, si por una parte la materialidad inmediata de la vida colectiva y personal se alter enteramente (los modos de vida, las condiciones y patrones de reproduccin, el reconocimiento y atencin de las necesidades -cules y de quines-, etc.), por otra parte, la transformacin de cada una de esas nociones hizo parte de ese mismo proceso: se de-construy y reconstruy el molde y significado de "lo posible", "lo aceptable" y "lo deseable". De las experiencias y expectativas de las que hablaba de Sousa Santos. De la libertad. De la justicia.

El debate y la bsqueda de alternativas, entonces, se sitan en torno a las posibilidades reales de revertir un estado tal de cosas que condena a millones a la supervivencia en el lmite de la existencia, y para las polticas sociales -tema central de esta reflexin-, el problema es el lugar que podra caberles en esa bsqueda. Si stas son las tendencias y aqulla la necesidad, finalmente, tanto en lo terico-poltico cuanto en lo histrico tambin para las polticas sociales toda alternativa debe ubicarse en un horizonte de construccin que reasuma ambas dimensiones: la que he llamado inmediatamente material y la poltica (pues de eso se trata).

Vuelvo aqu a mi nota 2, con la advertencia de Offe respecto de las cuestiones "autoevidentes" y "problemticas" de las condiciones de produccin y reproduccin de la vida social. En la perspectiva que desarroll hasta aqu, resulta (auto)evidente que los problemas de la poltica social, por su propia naturaleza, y el de la Economa Social, como alternativa socioeconmica, confluyen en torno de la nocin misma de necesidades legtimas. Pues, como he intentado sugerir, no se trata de idear polticas, en general, que eventualmente satisficieran ciertos "umbrales mnimos", aun si ellos pudieran ser objeto de precisas definiciones "operativas". Si las polticas sociales "hacen sociedad", si ellas generan y son, en definitiva, las relaciones y prcticas que hacen a, y en las que se define, un orden como totalidad (Lechner, 1984; Danani, 1996), la expansin del reconocimiento social de las necesidades posibles de ser satisfechas es una dimensin central de cualquier alternativa que se pretenda progresiva, en el sentido de mejorar las condiciones de vida de los miembros de una sociedad. Grassi lo expresa as: "...son necesidades de la reproduccin de todos los miembros de una sociedad, todas aqullas posibles de ser satisfechas en las actuales condiciones del desarrollo de las capacidades humanas (fuerzas productivas y culturales), que las comunidades o grupos sociales (en tanto sujetos colectivos) hacen deseables y reconocen como positivas para su desenvolvimiento y bienestar y a las que, en consecuencia, los individuos pueden aspirar legtimamente" (Grassi, 1998, 378. Lo destacado en cursivas me corresponde).

Asimismo, en este volumen y en otros textos (1999 y 2002b), Coraggio analiza las consecuencias que para supuestos diseos de polticas sociales tiene la nocin de "necesidades bsicas". As, seala el carcter histrico (es decir, su relacin con cada contexto concreto) de la definicin de las necesidades, nocin que contrapone a los supuestos de definiciones abstractas y universales. "Necesidades legtimas" son, entonces, aquellas que han transitado un proceso de reconocimiento social, y de este modo la naturaleza democrtica o antidemocrtica de ese reconocimiento estar directamente vinculada con el carcter del proceso de construccin de esa legitimidad. En este sentido, segn el autor, la democratizacin de la sociedad, de la poltica y de la gestin de lo pblico en s misma se convierte a la vez en parte de la satisfaccin de la necesidad de los sujetos de constituirse en ciudadanos plenos, y simultneamente son condiciones para la determinacin socialmente racional de las prioridades. Vuelvo enseguida sobre este punto. Pensado el tema en estos trminos, y como problema de las polticas sociales en el marco de la propuesta de la Economa Social, inmediatamente surgen, claro est, al menos dos cuestiones problemticas, de distinto orden cada una de ellas. Mejor de lo que podra hacerlo yo aqu, de Sousa Santos (2002b) las ha formulado como desafos al pensamiento crtico en trminos de viabilidad y deseabilidad. Lo planteo ahora resumido como sigue: es posible construir (y no slo deseable en el pensar) un sistema de relaciones -ampliamente definido, como es el caso de la propuesta de la Economa Social- que incluya en un mismo horizonte de expectativas y posibilidades de desarrollo personal, libremente elegidas, a todos los miembros de una comunidad, sin que cambien radicalmente las bases mismas de la organizacin social? Es evidente que no, en un doble sentido: en primer lugar, porque las condiciones y posibilidades actuales de satisfaccin de necesidades implican un principio de organizacin cuya concentracin en el momento de la distribucin no tiene precedentes. Pero en segundo lugar, aunque en el mismo tiempo "histrico", porque una parte creciente de esas posibilidades es apenas limitadamente expansible, ya que se funda en condiciones no sustentables, que devoran esas mismas condiciones inmediatas y las de reproduccin a mediano y largo plazo, en lo humano y en lo natural. Primero, entonces, no es posible; segundo (y ms importante), no es deseable.

Claro que de esto se derivan nuevas cuestiones problemticas, que exigen autovigilancia. Una de ellas es la crtica al "consumismo", pertinente en el orden de la deseabilidad de la preservacin de las condiciones ecolgicas, tanto cuanto de relaciones sociales distintas y superiores a las que ese consumismo encierra. Pero tambin se sabe que parte de esa crtica se desarrolla diferencialmente, como imperativo moral para las elites consumidoras, y como normativa para las clases populares; es decir, a uno los convoca, a otros los normatiza y normaliza (Grassi, 2003). Para las polticas sociales, sin embargo, ello difcilmente pudiera ser un dilema: sin duda, en su ejercicio debe impulsarse la satisfaccin de todas las necesidades posibles de ser satisfechas, ya que resultara cnico atribuir a las clases populares los riesgos de desequilibrios de ningn tipo. Si es correcto lo que afirma Sousa Santos (2002b, 29), en el sentido de que es necesario reforzar las lneas de pensamiento y de accin que "tornan ms incmoda la reproduccin y hegemona del capitalismo, podr entenderse como estratgico operar en la ampliacin del horizonte de satisfaccin de las necesidades. Siendo as, no obstante, debe haber algo ms: no se tratara slo de trabajar sobre esta brecha entre experiencias y expectativas, sino de traer adems a la discusin la brecha entre experiencias y entre expectativas de unos y otros sectores y clases sociales, pues all se encuentra el ncleo y expresin de la desigualdad; prcticas tales (de pensamiento y de accin, repito) contribuyen, en s mismas, a la hechura de una sociedad ms igualitaria y ms justa.

Por supuesto, eso no agota, ni mucho menos, la conexin con la construccin de una Economa Social. La Economa Social es eso, una construccin o, antes bien, una hiptesis de construccin, cuyas condiciones y horizontes (sus puntos de llegada y de partida) postulan e impulsan una sociabilidad ms rica, y ello incluye la satisfaccin de unas otras necesidades, definidas de otro modo. Por lo tanto, implica tambin el desarrollo de otros sistemas de establecimiento de prioridades, que requieren de la existencia de esos espacios pblicos de negociacin y debate de los que habla Telles en este volumen, pues en ellos se "...reelaboran el sentido de [las] condiciones de existencia que conciernen a la convivencia y que requieren juicio tico y deliberacin poltica" (lo destacado en cursivas me corresponde).

Propuesta pobre para pobres? S, es un riesgo, el mismo que corri y corre cada propuesta que haya contradicho algn aspecto de la sociabilidad capitalista, que haya ido a contramano de la codicia o haya pretendido superar el miedo; el mismo peligro que amenaz y amenaza las luchas populares por ms democracia, por ejemplo, a la que en Amrica Latina se vaci de contenido, sin que la pura aspiracin por una vida ms democrtica haya perdido legitimidad en s misma; el que socav los alcances y la potencialidad emancipatoria de los movimientos asociacionistas de distinto cuo desde el siglo XIX, sin que la apropiacin de parte de sus contenidos por el propio sistema de dominacin pueda hacer dudar de su oportunidad (y necesidad) histrica; el mismo, finalmente, que con resultados muy diferentes impuls la legitimidad (el reconocimiento) del derecho al trabajo y a su proteccin, y que desde ningn punto de vista, a mi juicio, puede verse como contradictorio con la construccin de una sociabilidad ms libre y ms humana.

Quienes nos desempeamos en el campo de la poltica social tenemos una inmensa tarea por delante: en la reorientacin de todo tipo de planes asistenciales en vigencia, en la desasistencializacin del trabajo (que es lgicamente previa a la asistencializacin de las propias polticas sociales - Danani y Lindenboim, 2003), en la recuperacin de las condiciones y calidad del acceso y del uso de los servicios de educacin, salud, hbitat; en la contribucin a elevar polticamente los "pisos". Es necesario menos desarrollo tcnico para focalizar (sinnimo de individualizacin y de competencia por la "ayuda"), y ms para empujar la reapropiacin de las condiciones de la propia vida.

Slo otras formas de pensar la solidaridad, las necesidades y la convivencia social "nos harn libres", porque pueden ponernos en el camino de la igualdad. Y en ese camino, la Economa Social es una hiptesis.

Que si no es, lo sea por alguna otra mejor.

4. EN TORNO AL SENTIDO DE ESTE LIBROAunque hasta aqu he retomado buena parte de los contenidos que se encontrarn en los prximos captulos de este libro, es momento de precisar algunas de las contribuciones que resultan ms importantes, tanto para quienes realicen una lectura ms especfica desde el punto de vista de las polticas sociales, cuanto para quienes lo hagan desde la economa social. En efecto, el lector encontrar aportes en esta doble vertiente: la calidad de los trabajos aqu ofrecidos suma a una reflexin sistemtica sobre el campo de la Poltica Social como objeto de estudio y espacio de intervencin; y, a la vez, la puesta en perspectiva de los mismos en torno a la propuesta de la economa social, cuya relevancia en los debates actuales viene siendo creciente, actualiza y replantea el ejercicio de indagacin de las condiciones y posibilidades de superacin de la catstrofe a que han sido sometidas las sociedades latinoamericanas al cabo de tres dcadas de neoliberalismo.

En efecto, la magnitud y profundidad de la crisis poltica, social y econmica contempornea, de escala mundial pero que por distintas razones presenta manifestaciones desusadamente violentas en la Argentina, ha ido conformando la conciencia de que diagnsticos y propuestas hasta ahora vigentes son insuficientes para dar lugar a una convivencia moralmente aceptable para el conjunto de la sociedad. En este sentido, y en el marco de un debate an incompleto, que constituye ms una bsqueda y una exploracin que una propuesta en s misma -y que este libro slo pretende alimentar-, la concepcin de la Economa Social se posiciona con la pretensin de construir una matriz social alternativa a la que han conformado casi treinta aos de neoliberalismo.

Dado que ella refiere a las condiciones de vida y de reproduccin de la vida de las poblaciones, la Poltica Social (y las Polticas Sociales) ocupa un lugar central en esos debates y en esa bsqueda. Como he sealado en los puntos anteriores, por cierto siempre ha tenido ese lugar, sea enunciada como tal o por la va de las distintas problematizaciones que desde el siglo XIX rondaron la "cuestin social". Sin embargo, los balances sociales y polticos de estas dcadas de "reforma" de las polticas sociales vuelven a poner en el centro de la escena el problema de las sociedades modernas (el de la organizacin del trabajo y de la distribucin de sus beneficios), actualizan antiguos interrogantes (cules son los distintos y mejores arreglos poltico-econmicos e institucionales para garantizar el acceso a servicios que hacen a la vida humana, es decir, a una vida plena en sociedad?) y suman aspectos diferentes (a la luz del fracaso de la muy pobre concepcin de lo econmico que ha dominado el mundo de las ideas y de las prcticas sociales en estos aos, cmo enriquecer socialmente la nocin de eficiencia, a partir de la cual evaluar estas y nuevas polticas sociales?)

Uno de los objetivos de esta seleccin ha sido inscribir las problematizaciones y debates actuales en el complejo proceso histrico en el que se han construido las condiciones de vida en los dos ltimos siglos. As, muy distantes pocas y geografas (por retomar nuestra reflexin del inicio del captulo) se ven aqu sorprendentemente cercanas en sus recurrencias, en sus "problemas", en sus interrogantes y en sus "respuestas"/propuestas. Por ese motivo, el libro se divide en tres partes, cada una de las cuales pretende dar cuenta de "los orgenes", de los debates y polticas actuales, y de nuevos horizontes, respectivamente.

La primera parte (Polticas y debates en los orgenes), est compuesta de un solo captulo, de Christian Topalov. La densidad de la investigacin histrica de este trabajo torna abusivo e injusto todo intento por destacar "el ms importante" de sus aportes: de l sacarn provecho quienes estn interesados en rastrear las races de las polticas de vivienda y de subsidios de desempleo (y las antiqusimas y a la vez modernas polticas de sostenimiento del ingreso); tambin, quienes se ocupen de la "historia de las ideas" en el marco de la cuestin social, por no aludir a quienes estudian el desarrollo (vg,, especializacin) de las ciencias sociales. Sin embargo, ni esos especialistas, ni otros, podrn ignorar lo que, en el marco del inters por los temas de este libro, tal vez sea el ms provocativo aserto de Topalov, cuando analiza "la relacin entre los trabajadores y las reformas" de fines del siglo XIX y principios del XX. En efecto, al referirse a lo que llama las abundantes "explicaciones simplistas" (vg., "progresistas", en boca de los propios reformadores, y las "radicales" de distinto cuo), el autor afirma: "El inconveniente de todas esas interpretaciones en sus formulaciones ms rgidas (...) es que no llegan a tener en cuenta que en los procesos histricos mencionados intervienen por lo menos dos elementos, los de arriba y los de abajo, donde ambos cambian al mismo tiempo que el sistema de poder que los une. En otras palabras, ambos trminos son el resultado de una interaccin, marcada por vacilaciones y sorpresas, entre prcticas y movimientos populares e iniciativas de las clases dirigentes (...). Por supuesto, las modalidades de esta relacin varan segn los pases, los mbitos de la reforma, las pocas histricas y los grupos obreros". Nada ms apropiado para nuestras preocupaciones: sealamiento terico acerca de lo que significa recuperar en el anlisis concreto las afirmaciones (que demasiado a menudo olvidamos) sobre la complejidad y lo contradictorio de los procesos reales; leccin metodolgica y epistemolgica, para evitar la tentacin de seducirse con conclusiones cmodas. Si algn trabajo pudiera ser presentado como ejemplo de la "accin (y razn) rebelde" convocada por de Sousa Santos en el texto al que pertenece el extracto con el que est encabezado este captulo (de Sousa Santos, 2000), bien podramos pensar que ese trabajo es este, de Topalov.

La segunda parte del libro ("Para entender el presente: polticas y debates en torno a las transformaciones neoliberales") consta de tres captulos. El primero de ellos corresponde a Guy Standing, Director del Programa In focus sobre Seguridad Socioeconmica de la OIT. Se trata de un texto de reciente elaboracin, cuya publicacin en espaol es muy prxima a su aparicin en ingls. Tal como lo sugiere desde su ttulo ("Globalizacin: las ocho crisis de la proteccin social"), el trabajo plantea lo que llama las "ocho crisis" a que las nuevas sociedades, mundialmente reguladas por "el mercado", vienen sometiendo a todo sistema de proteccin que reivindique criterios de solidaridad extendida y umbrales mnimos de igualdad. Como se ver, su anlisis y su crtica son a la vez amplios en sus alcances y especficos en sus contenidos: en el artculo desfilan las tendencias regionales (a nivel mundial) de reestructuracin del ingreso social desde los setenta, las nuevas formas de estratificacin social que hoy enfrentan las sociedades nacionales y las crisis producidas en los sistemas de proteccin social por las caractersticas de lo que se ha dado en llamar la "nueva economa". De entre ellas, merece destacarse lo que Standing llama "la crisis del lenguaje", expresada en una monumental inundacin de nuevas palabras, frases, acrnimos y smbolos que, dice, dan forma a las "agendas de polticas" y a las polticas mismas. Desnuda e ironiza, simultneamente, sobre el sentido de expresiones tales como "polticas activas para el mercado de trabajo", "red de contencin", "eficiencia", "seleccin" (referida a las polticas focalizadas), "empleabilidad", "dependencia", exclusin" y "organizaciones de la sociedad civil" . Opone a ellas ideas tan "antiguas" como las de igualdad, libertad, solidaridad, reintroducindolas como "nuevos" principios de lo que deberamos pensar como "La buena sociedad del siglo XXI", y culmina con una propuesta tan actual como pertinente para las discusiones sobre la Economa Social: la de un "Ingreso Bsico" que impulse un "igualitarismo complejo", que sea genuinamente emancipador de los sujetos (y de las sociedades) y que recupere el sentido social de la solidaridad. El siguiente captulo corresponde a Vera Da Silva Telles, de la Universidad de San Pablo (Brasil). A partir de la experiencia brasilea de los ltimos quince aos, la autora desarrolla una minuciosa respuesta para una pregunta provocativa: queda para la "sociedad civil" alguna alternativa entre la tutela estatal burocrtica y autoritaria y "la buena voluntad" filantrpica? Luego de una rpida caracterizacin de la situacin social brasilea, Da Silva Telles discute las nociones de derechos, inters pblico y vida colectiva, analizando las condiciones formales y reales (es decir, histricas) para la construccin de una sociedad ms democrtica, superando las visiones ms ingenuas de "participacin" y el carcter particular de las demandas. Lo poltico emerge de lo social como unidad inextricable, y en consecuencia como recprocas condiciones para la puesta en cuestin (la desnaturalizacin) de la matriz social neoliberal. Todo el tiempo sus reflexiones trascienden la experiencia brasilea. La trasciende en el anlisis, cuando al tomar las transformaciones en el mundo del trabajo seala que "... aquello que fue considerado durante dcadas como imagen de atraso, hoy es proyectado como smbolo de modernidad, y los derechos del trabajo, limitados y frgiles, son estigmatizados como privilegios anacrnicos". Y la trasciende tambin en la invitacin a la reconstruccin de un espacio pblico que requiere "juicio tico y deliberacin poltica", dice, y a la "reinvencin del contrato social", que debe ser mucho ms que el deber de pura obediencia y la sujecin "a la ley": "...debe ser un contrato capaz de hacer de los derechos los principios reguladores de la vida social y de establecer los trminos de una negociacin de las reglas de equidad y de justicia que deben prevalecer en las relaciones sociales ". Igualdad, debate pblico, derechos, nuevo contrato social: da Silva Telles casi enuncia el programa de discusiones para la perspectiva de la Economa Social que aqu presento.

Esta segunda parte se cierra con el captulo de Susana Hintze, en el que expone y discute el lugar que, en la produccin de las ciencias sociales de los ltimos aos, ha tenido y tiene el concepto de capital social. Un primer paso dado por Hintze es el de discriminar entre perspectivas "estructurales" y "disposicionales o culturales" en la construccin y uso del concepto . Discriminacin fundamental, toda vez que el texto pone en relacin el concepto de capital social con el de estrategias familiares de vida e intenta retornar a una tradicin abandonada por las ciencias sociales latinoamericanas que, ya se ha visto aqu, resulta central para la comprensin de las polticas sociales: el problema de la reproduccin social, en cuyo centro se encuentra "el problema general de la reproduccin de la fuerza de trabajo" y, por lo tanto, de las clases sociales.

Desde las implicancias de la utilizacin del propio trmino "capital", hasta las connotaciones positivas con que en la literatura acadmica y "tcnica" se evocan los atributos que lo constituiran, la autora visita dimensiones presentes y ausentes, identifica las consecuencias de ello en la formulacin de problemas y rastrea las tendencias de polticas que, bajo la forma de las ya habituales "recomendaciones", han venido registrndose en materia de poltica social (sea en el plano de los "diagnsticos", del sealamiento de los destinatarios de las polticas y/o de las acciones a desarrollar). "El capital social de los pobres, finaliza la autora, resulta ms un artefacto ideolgico que un aporte significativo para el abordaje de tales cuestiones". Artefacto eficaz por cierto, agregamos, en la medida en que se ha instalado como referencia para la evaluacin de programas, mientras resuenan como trasfondo las palabras de Grassi del mismo texto ya citado: "Los profesionales de lo social no diagnostican problemas, en el mismo sentido que se determina una enfermedad, segn unos signos que los especialistas saben reconocer (...); sus diagnsticos participan en la instalacin de los problemas en el debate social y tambin en su definicin; es decir, en la produccin de los signos del diagnstico" (Grassi, 2003:10). Segn muestra Hintze, eso ha ocurrido, y sigue ocurriendo, con el concepto de "capital social".

Con una reflexin que ronda las mismas preocupaciones comienza la tercera parte del libro (Para imaginar alternativas futuras: polticas sociales y economa social), inaugurada con el captulo de Jos L. Coraggio. Su texto ("Una alternativa socioeconmica necesaria: la Economa Social) se introduce directamente en la visin y en algunas de las discusiones que la concepcin de la Economa Social plantea a la Poltica Social. En este sentido, y aunque el lector sacar provecho mucho ms extenso que el que resalto en esta presentacin, para los debates aqu convocados interesa llamar la atencin sobre dos tipos de aportes: uno, en un plano que podra llamar analtico y propositivo a la vez, en el que Coraggio hace una revisin de los alcances y los lmites de propuestas hoy planteadas, o vigentes; revisin en la que entreteje, simultneamente, un "mapa" de las iniciativas que han emergido a la consideracin pblica en los ltimos aos y de los sectores con pretensin (y capacidad diversa) de constituir ncleos de redes de sociabilidad alternativa. Me detengo un instante en esta cuestin, porque digo "redes de sociabilidad alternativa" en sentido amplio para ambos trminos. Respecto de la sociabilidad, porque incluyo en ella la "institucionalidad", las prcticas "econmicas", las relaciones sociales, inescindibles de principios y sistemas de valores que las orientan y cimentan. Y digo tambin "alternativa" en sentido amplio, porque se trata de una sociabilidad distinta en algunos casos, opuesta en grados diversos en otros, no necesariamente contradictoria (en el sentido de portadora de otras estructuras de relaciones), pero s que, en todo caso, no "celebra" la codicia y el miedo a los que se refiere Cohen en nuestra cita inicial , a la que volvimos en varias oportunidades .

Si registro este aporte en lo que llam un plano "analtico y propositivo", el segundo aporte que me interesa destacar aqu puede ubicarse en el plano terico y poltico... y, como puede verse, el orden en el que enuncio ambos es slo retrico, y no de jerarqua. Porque aquella revisin y anlisis de las propuestas estn sostenidos en (e invitan a) la puesta en contexto de cada idea e iniciativa y en la bsqueda de sus fundamentos, bajo el recordatorio con el que se encabeza el captulo: que en el trasfondo de los conceptos se expresan intereses y proyectos que, como dije antes (y otros autores suscriben) producen "la realidad". La presente, s; y tambin la futura.

En la misma lnea de ayudar a imaginar alternativas futuras, el ltimo captulo, de Jean-Louis Laville y Marthe Nyssens, realiza un ejercicio poco comn: los autores sistematizan e ilustran, y a la vez interrogan poltica e institucionalmente a los servicios de ayuda a las personas mayores desde la perspectiva de lo que denominan "una economa plural". Desarrollan esta interrogacin sobre el sentido de variadas combinaciones y arreglos institucionales tanto para la evaluacin (diferencial) de experiencias en curso en distintas escalas (la calidad prestacional, los estmulos a la formacin y profesionalizacin del personal involucrado, la seleccin de poblaciones a las que se dirige el servicio), cuanto para retornar a una mirada general sobre los patrones de intervencin estatal y sobre el trabajo asociado a esas experiencias.

Bien mirado, entonces, mediante la exploracin y el anlisis de los componentes especficos del campo de los servicios sociales a las personas mayores, particularizan las preocupaciones generales expresadas en la conceptualizacin de las polticas sociales que aqu desarroll. Esa funcin cumple el anlisis de las tendencias de los movimientos asociacionistas en diferentes pases (todos ellos europeos), del contenido concreto que los casos nacionales otorgan al objetivo de "insercin" (inscripto en la propia historia de las intervenciones sociales correspondientes, de los modos peculiares de tematizar la "crisis" y de desarrollar sus procesos de "reforma") y la descripcin de los procesos por los que configuran amplios espectros de empresas sociales: referentes particulares para problemas que se ubican en las opciones de la sociedad, dicen, y que deben "...evitar que se limite a la eleccin entre estatalizacin y mercantilizacin".

Adems de lo que aporta en tanto reunin de trabajos de alta densidad terica, histrica e informativa, este libro realiza una ltima contribucin, que no considero menor: pone a disposicin del pblico interesado textos que no estn habitualmente accesibles para los lectores de habla hispana, y en particular para el argentino. La seleccin prest especial atencin a este aspecto, ya que las dificultades para acceder a material especializado suelen ser un obstculo que se agrega a las de por s fatigosas condiciones de estudio y actualizacin profesional. En consecuencia, debo agradecer especialmente la gentileza de las autorizaciones de Vera da Silva Telles, Jean-Louis Laville y Marthe Nyssen, Guy Standing y Christian Topalov, como as tambin de la Oficina de Publicaciones de UNESCO, que cedi los derechos para la inclusin del trabajo de este ltimo autor. A Jos L. Coraggio y Susana Hintze, agradezco la disposicin a considerar comentarios.

Hay otros agradecimientos de los que no puedo prescindir, ya que involucran a personas de cuyos trabajos dependi la existencia misma de este libro. Irene Lindenboim y Clarisa Martnez realizaron estupendas traducciones, lo que incluy preocupacin y esfuerzos por hacer que los textos fueran tan accesibles (y queribles) en espaol, como en sus idiomas originales. Como en otra ocasin, me apoy en Andrea DAvino para la revisin de las traducciones del ingls, y su profesionalidad est a la vista. Finalmente, Raquel Nan estuvo a cargo de la correccin y edicin de los originales, mostrando su condicin de lectora competente. BIBLIOGRAFA

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( Jos L. Coraggio, Alberto Federico y Susana Hintze fueron, a la vez, dispuestos lectores y comentaristas de este captulo. Como siempre, Javier Lindenboim intent que fuera implacablemente rigurosa con cada afirmacin y, defendiendo al lector, pugn porque expusiera mis ideas con toda la claridad posible. Ni unos ni otro tienen aqu el texto que esperaban, pero colaboraron mucho para que mejorara desde su versin original.

"Lugar comn: 1 Principio general de que se saca la prueba para el argumento en el discurso. 2. m. Expresin trivial, o ya muy empleada en caso anlogo" (Diccionario de la Real Academia Espaola, 2003).

Offe dice (pg. 77): "Este problema original, intacto, central y permanente [el de la reproduccin social] es dominado por la sociologa en la medida en que es capaz de identificar los problemas estructurales que hacen problemtica en vez de autoevidente la cohesin y la continuidad histrica de la sociedad y en la medida en que identifica los medios de integracin social mediante los cuales un sistema social dado supera, o no logra superar, sus especficos problemas estructurales". Volver sobre esta idea ms adelante.

Uno de ellos ("Back to Socialist Basics" ) fue publicado en 1994 y actualizado en 1999, en New Left Review N 207 y Revista Mientras Tanto, respectivamente, y recientemente recuperado en la compilacin realizada en espaol por Gargarella y Ovejero (2001), que se cita en la bibliografa (dicho artculo figura aqu por su ttulo en espaol: "Vuelta a los principios socialistas").

En lo que sigue retomo y reviso las definiciones elaboradas en ese texto.

Aprovecho la ventaja de la definicin de "poltica econmica" utilizada en otra oportunidad (Lindenboim-Danani, 2002), como "...el conjunto complejo de acciones emprendidas desde el aparato del Estado, y especficamente desde el nivel gubernamental, destinado a enmarcar y orientar la accin del sector privado (eventualmente, tambin del sector pblico) en relacin con la actividad econmica. En principio se supone que tal accin se orienta a la consecucin del crecimiento econmico".

En aquel mismo texto, agrega Grassi: "Son, en fin, la manera en que la cuestin social es constituida en cuestin de Estado y, en consecuencia, el resultado de la politizacin del mbito de la reproduccin" (Grassi, 2003:25).

Hace ya ms de 10 aos, deca Grner: "Se puede leer en el propio Marx, por ejemplo, que el funcionamiento mismo de las relaciones de produccin capitalistas sera inimaginable sin el elemento "ideolgico-cultural" del fetichismo de la mercanca, que interpela a los sujetos constituyndolos como sujetos de un mercado y no de un proceso productivo (Grner, 1991:164). Para hacer justicia con el autor, vale sealar que en el texto al que pertenece la cita discute, precisamente, la naturaleza global del sistema capitalista, contra las versiones "economicistas" que cclicamente disputan el centro de las interpretaciones. Lo que de Sousa Santos denomina una "forma de civilizacin" (2002b, 23).

La Economa Social entendida como filantropa estuvo guiada por el objetivo de lo que Donzelot denomina "la conservacin de los hijos". Segn este autor, constituy el polo de la reforma social del siglo XIX dirigida a los pobres o "familias populares", complementada con una estrategia dirigida a las "familias burguesas" que persegua el mismo objetivo (la conservacin de los hijos). En este ltimo caso, dado que el problema construido por el Estado y las clases dominantes era diferente (es decir, que se dio el mismo nombre a otro problema, para otra clase social), se abri lugar a lo que se conoci como "medicina domstica".

Es sumamente ilustrativo el proceso histrico descripto por este autor alrededor de la sancin de la ley de accidentes de trabajo en Francia.

En otro texto (Danani, 1999) me refer a esta cuestin desde la perspectiva de la generacin de pobreza.

En este sentido, la no-venta de una mercanca en general, y de la fuerza de trabajo en particular, es expresin de su no-necesariedad y representa la negacin misma de la posibilidad de la reproduccin.

Queda claro que digo "simple" en su enunciado y no en su establecimiento. Dice Polanyi: "La transformacin de la economa anterior [la economa agrcola pre-capitalista] en este sistema nuevo es tan completa que se asemeja ms a la metamorfosis de la oruga que a cualquier alteracin que pueda expresarse en trminos de un crecimiento y un desarrollo continuos" (Polanyi, 1992:53).

En realidad, Topalov (1979, 47) afirma que "todas las formas de distribucin del producto social a los trabajadores que no pasen por el salario causan un problema al capital", para luego ocuparse de ejemplos tales como el del autoabastecimiento de consumos necesarios por parte de los trabajadores. Como se ve, en el texto no retomo exactamente esa definicin, porque cabe la controversia acerca de si la produccin en la esfera domstica, de la que me ocupar luego, puede ser incluida en el "producto social" tal como el autor la considera.

En "va familiar" incluyo las prcticas familiares y comunitarias, y ello por al menos dos razones: 1) porque desde el punto de vista terico-conceptual participa de idntico proceso, en lo que coincido con la desagregacin que en el captulo 2 de este volumen hace Standing acerca de la composicin del salario social (vase su componente de "beneficios comunitarios", que desagrega en beneficios familiares y comunitarios propiamente dichos); 2) porque en el anlisis histrico puede verificarse que el pensamiento conservador (y no slo el neoconservadurismo construido en torno al neoliberalismo) siempre ha presentado a "la comunidad" como fuente y recurso de bienestar (por oposicin "al Estado", claro). Hay abundante literatura al respecto, pero es particularmente rico el anlisis recientemente desarrollado por lvarez-Ura (s/d). Asimismo, el captulo de S. Hintze en este libro, en el que analiza el concepto de "capital social de los pobres", permite razonar en esta misma lnea.

De hecho, y con formas por dems contradictorias, algunas de las prcticas autoorganizativas del "Movimiento Piquetero" argentino estn atravesadas por esta tensin. Remito al lector al excelente trabajo de Bottaro, citado en la bibliografa.

Esta cuestin es tratada por la literatura feminista que revisa las discusiones sobre ciudadana (OConnor,1998; Pateman, 1992, entre muchos otros).

Adems del desarrollo terico e histrico del concepto y el problema de la microempresa, Lindenboim (1988) analiza algunos de los dilemas a los que se enfrentan los programas de promocin de las mismas, muchos de los cuales en la actual situacin son ilustrativos para los emprendimientos solidarios que en general serviran de base para un sistema de Economa Social.

Entiendo aqu tal "reintegracin productiva" en sentido amplio, como produccin de sociedad; y, por lo tanto, como un proceso de construccin de una comunidad (cualquiera sea su escala) que reconoce como valiosos a todos sus miembros, slo por serlo.

Permtaseme una broma: dado que casi no menciona el de "capital social de los pobres", Susana Hintze se ocupa del mismo en el captulo 4 de este texto.

Lo destacado en cursivas me corresponde.

Bourdieu, en los aos setenta, es el "padre" del concepto, en la primera perspectiva; Putnam y Fukuyama, en los noventa, son referentes para la segunda.

La autora pasa revista a distintas formulaciones a travs de las cuales se pretendi dar cuenta de la problemtica as planteada: estrategias de reproduccin, estrategias de supervivencia.

Al hacer aquella descripcin acerca de la sociabilidad capitalista, Cohen dice: "Por supuesto que el capitalismo no ha inventado la codicia y el temor: ambos se encuentran profundamente enraizados en la naturaleza humana, relacionados como estn con las estructuras infantiles ms elementales. Pero, al contrario que su predecesora, la sociedad feudal, que tena la gracia (cristiana) para condenar la codicia, el capitalismo la celebra" (Cohen, 2001a, 75).