LOS 7 DONES DEL ESPÍRITU SANTO DONES DEL ESPIRITU SANTO Del Catecismo: 1830 La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo. 1831 Los siete dones del Espíritu Santo son: Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad yTe mor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.
1. LOS 7 DONES DEL ESPRITU SANTO DONES DEL ESPIRITU SANTO Del
Catecismo: 1830 La vida moral de los cristianos est sostenida por
los dones del Espritu Santo. Estos son disposiciones permanentes
que hacen al hombre dcil para seguir los impulsos del Espritu
Santo. 1831 Los siete dones del Espritu Santo son: Sabidura,
Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad yTemor de Dios.
Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11, 1-2).
Completan y llevan a su perfeccin las virtudes de quienes los
reciben. Hacen a los fieles dciles para obedecer con prontitud a
las inspiraciones divinas. Tu espritu bueno me gue por una tierra
llana (Sal 143,10).
2. Todos los que son guiados por el Espritu de Dios son hijos
de Dios... Y, si hijos, tambin herederos; herederos de Dios y
coherederos de Cristo (Rm 8,14.17) Ver tambin: Espiritu Santo
Oracin para pedir los dones Los dones del Espritu Santo son hbitos
sobrenaturales infundidos por Dios en las potencias del alma para
recibir y secundar con facilidad las mociones del propio Espritu
Santo al modo divino o sobrehumano. Los dones son infundidos por
Dios. El alma no podra adquirir los dones por sus propias fuerzas
ya que transcienden infinitamente todo el orden puramente natural.
Los dones los poseen en algn grado todas las almas en gracia. Es
incompatible con el pecado mortal. El Espritu Santo acta los dones
directa e inmediatamente como causa motora y principal, a
diferencia de las virtudes infusas que son movidas o actuadas por
el mismo hombre como causa motora y principal, aunque siempre bajo
la previa mocin de una gracia actual. Los dones perfeccionan el
acto sobrenatural de las virtudes infusas. Por la mocin divina de
los dones, el Espritu Santo, inhabitante en el alma, rige y
gobierna inmediatamente nuestra vida sobrenatural. Ya no es la razn
humana la que manda y gobierna; es el Espritu Santo mismo, que acta
como regla, motor y causa principal nica de nuestros actos
virtuosos, poniendo en movimiento todo el organismo de nuestra vida
sobrenatural hasta llevarlo a su pleno desarrollo. Nmero de dones:
La interpretacin unnime de los Padres y la enseanza de la Iglesia
enumera siete dones del Espritu. Explicacin de cada don Ver tambin:
Los 7 Dones
3. SABIDURA "Gusto para lo espiritual, capacidad de juzgar segn
la medida de Dios. El primero y mayor de los siete dones" S.S. Juan
Pablo II, Catequesis sobre el Credo, 9-IV-89 La sabidura "es la luz
que se recibe de lo alto: es una participacin especial en ese
conocimiento misterioso y sumo, que es propio de Dios... Esta
sabidura superior es la raz de un conocimiento nuevo, un
conocimiento impregnado por la caridad, gracias al cual el alma
adquiere familiaridad, por as decirlo, con las cosas divinas y
prueba gusto en ellas. ... "Un cierto sabor de Dios" (Sto Toms),
por lo que el verdadero sabio no es simplemente el que sabe las
cosas de Dios, sino el que las experimenta y las vive " Adems, el
conocimiento sapiencial nos da una capacidad especial para juzgar
las cosas humanas segn la medida de Dios, a la luz de Dios.
Iluminado por este don, el cristiano sabe ver interiormente las
realidades del mundo: nadie mejor que l es capaz de apreciar los
valores autnticos de la creacin, mirndolos con los mismos ojos de
Dios. Ejemplo: "Cntico de las criaturas" de San Francisco de Ass...
En todas estas almas se repiten las "grandes cosas" realizadas en
Mara por el Espritu. Ella, a quien la piedad tradicional venera
como "Sedes Sapientiae", nos lleve a cada uno de nosotros a gustar
interiormente las cosas celestes.
4. Gracias a este don toda la vida del cristiano con sus
acontecimientos, sus aspiraciones, sus proyectos, sus
realizaciones, llega a ser alcanzada por el soplo del Espritu, que
la impregna con la luz "que viene de lo Alto", como lo han
testificado tantas almas escogidas tambin en nuestros tiempos... En
todas estas almas se repiten las "grandes cosas" realizadas en Mara
por el Espritu Santo. Ella, a quien la piedad tradicional venera
como "Sede Sapientiae", nos lleve a cada uno de nosotros a gustar
interiormente las cosas celestes. "La prefer a cetros y tronos, y,
en su comparacin, tuve en nada la riqueza" Sb 7:7-8. Por la
sabidura juzgamos rectamente de Dios y de las cosas divinas por sus
ltimas y altsimas causas bajo el instinto especial del E.S., que
nos las hace saborear por cierta connaturlidad y simpata. Es
inseparable de la caridad. INTELIGENCIA (ENTENDIMIENTO) "Es una
gracia del Espritu Santo para comprender la Palabra de Dios y
profundizar las verdades reveladas" S.S. Juan Pablo II, Catequesis
sobre el Credo, 16-IV-89 La fe es adhesin a Dios en el claroscuro
del misterio; sin embargo es tambin bsqueda con el deseo de conocer
ms y mejor la verdad revelada. Ahora bien, este impulso interior
nos viene
5. del Espritu, que juntamente con ella concede precisamente
este don especial de inteligencia y casi de intuicin de la verdad
divina. La palabra "inteligencia" deriva del latn intus legere, que
significa "leer dentro", penetrar, comprender a fondo. Mediante
este don el Espritu Santo, que "escruta las profundidades de Dios"
(1 Cor 2,10), comunica al creyente una chispa de capacidad
penetrante que le abre el corazn a la gozosa percepcin del designio
amoroso de Dios. Se renueva entonces la experiencia de los
discpulos de Emas, los cuales, tras haber reconocido al Resucitado
en la fraccin del pan, se decan uno a otro: "No arda nuestro corazn
mientras hablaba con nosotros en el camino, explicndonos las
Escrituras?" (Lc 24:32) Esta inteligencia sobrenatural se da no slo
a cada uno, sino tambin a la comunidad: a los Pastores que, como
sucesores de los Apstoles, son herederos de la promesa especfica
que Cristo les hizo (cfr Jn 14:26; 16:13) y a los fieles que,
gracias a la "uncin" del Espritu (cfr 1 Jn 2:20 y 27) poseen un
especial "sentido de la fe" (sensus fidei) que les gua en las
opciones concretas. Efectivamente, la luz del Espritu, al mismo
tiempo que agudiza la inteligencia de las cosas divinas, hace
tambin mas lmpida y penetrante la mirada sobre las cosas humanas.
Gracias a ella se ven mejor los numerosos signos de Dios que estn
inscritos en la creacin. Se descubre as la dimensin no puramente
terrena de los acontecimientos, de los que est tejida la historia
humana. Y se puede lograr hasta descifrar profticamente el tiempo
presente y el futuro. "signos de los tiempos, signos de Dios!".
Queridsimos fieles, dirijmonos al Espritu Santo con las palabras de
la liturgia: "Ven, Espritu divino, manda tu luz desde el cielo"
(Secuencia de Pentecosts). Invoqumoslo por intercesin de Maria
Santsima, la Virgen de la Escucha, que a la luz del Espritu supo
escrutar sin cansarse el sentido profundo de los misterios
realizados en Ella por el Todopoderoso (cfr Lc 2, 19 y 51). La
contemplacin de las maravillas de Dios ser tambin en nosotros
fuente de alegra inagotable: "Proclama mi alma la grandeza del
Seor, se alegra mi espritu en Dios mi salvador" (Lc 1, 46 s).
CONSEJO "Ilumina la conciencia en las opciones que la vida diaria
le impone, sugirindole lo que es lcito, lo que corresponde, lo que
conviene ms al alma"
6. S.S. Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo, 7-V-89 2.
Continuando la reflexin sobre los dones del Espritu Santo, hoy
tomamos en consideracin el don de consejo. Se da al cristiano para
iluminar la conciencia en las opciones que la vida diaria le
impone. Una necesidad que se siente mucho en nuestro tiempo,
turbado por no pocos motivos de crisis y por una incertidumbre
difundida acerca de los verdaderos valores, es la que se denomina
reconstruccin de las conciencias. Es decir, se advierte la
necesidad de neutralizar algunos factores destructivos que
fcilmente se insinan en el espritu humano, cuando est agitado por
las pasiones, y la de introducir en ellas elementos sanos y
positivos. En este empeo de recuperacin moral la Iglesia debe estar
y est en primera lnea: de aqu la invocacin que brota del corazn de
sus miembros -de todos nosotros para obtener ante todo la ayuda de
una luz de lo Alto. El Espritu de Dios sale al encuentro de esta
splica mediante el don de consejo, con el cual enriquece y
perfecciona la virtud de la prudencia y gua al alma desde dentro,
iluminndola sobre lo que debe hacer, especialmente cuando se trata
de opciones importantes (por ejemplo, de dar respuesta a la
vocacin), o de un camino que recorrer entre dificultades y
obstculos. Y en realidad la experiencia confirma que los
pensamientos de los mortales son tmidos e inseguras nuestras ideas,
como dice el Libro de la Sabidura (9, 14).
7. 3. El don de consejo acta como un soplo nuevo en la
conciencia, sugirindole lo que es lcito, lo que corresponde, lo que
conviene ms al alma (cfr San Buenaventura, Collationes de septem
don is Spiritus Sancti, VII, 5). La conciencia se convierte
entonces en el ojo sano del que habla el Evangelio (Mt 6, 22), y
adquiere una especie de nueva pupila, gracias a la cual le es
posible ver mejor que hay que hacer en una determinada
circunstancia, aunque sea la ms intrincada y difcil. El cristiano,
ayudado por este don, penetra en el verdadero sentido de los
valores evanglicos, en especial de los que manifiesta el sermn de
la montaa (cfr Mt 5-7). Por tanto, pidamos el don de consejo.
Pidmoslo para nosotros y, de modo particular, para los Pastores de
la Iglesia, llamados tan a menudo, en virtud de su deber, a tomar
decisiones arduas y penosas. Pidmoslo por intercesin de Aquella a
quien saludamos en las letanas como Mater Boni Consilii, la Madre
del Buen Consejo. FORTALEZA "Fuerza sobrenatural que sostiene la
virtud moral de la fortaleza. Para obrar valerosamente lo que Dios
quiere de nosotros, y sobrellevar las contrariedades de la vida.
Para resistir las instigacione S.S. Juan Pablo II, Catequesis sobre
el Credo, 14-V-89
8. 1. En nuestro tiempo muchos ensalzan la fuerza fsica,
llegando incluso a aprobar las manifestaciones extremas de la
violencia. En realidad, el hombre cada da experimenta la propia
debilidad, especialmente en el campo espiritual y moral, cediendo a
los impulsos de las pasiones internas y a las presiones que sobre
el ejerce el ambiente circundante. 2. Precisamente para resistir a
estas mltiples instigaciones es necesaria la virtud de la
fortaleza, que es una de las cuatro virtudes cardinales sobre las
que se apoya todo el edificio de la vida moral: la fortaleza es la
virtud de quien no se aviene a componendas en el cumplimiento del
propio deber. Esta virtud encuentra poco espacio en una sociedad en
la que est difundida la prctica tanto del ceder y del acomodarse
como la del atropello y la dureza en las relaciones econmicas,
sociales y polticas. La timidez y la agresividad son dos formas de
falta de fortaleza que, a menudo, se encuentran en el
comportamiento humano, con la consiguiente repeticin del
entristecedor espectculo de quien es dbil y vil con los poderosos,
petulante y prepotente con los indefensos. 3. Quiz nunca como hoy,
la virtud moral de la fortaleza tiene necesidad de ser sostenida
por el homnimo don del Espritu Santo. El don de la fortaleza es un
impulso sobrenatural, que da vigor al alma no solo en momentos
dramticos como el del martirio, sino tambin en las habituales
condiciones de dificultad: en la lucha por permanecer coherentes
con los propios principios; en el soportar ofensas y ataques
injustos; en la perseverancia valiente, incluso entre
incomprensiones y hostilidades, en el camino de la verdad y de la
honradez. Cuando experimentamos, como Jesus en Getsemani, la
debilidad de la carne (cfr Mt 26, 41; Mc 14, 38), es decir, de la
naturaleza humana sometida a las enfermedades fsicas y psquicas,
tenemos que invocar del Espritu Santo el don de la fortaleza para
permanecer firmes y decididos en el camino del bien. Entonces
podremos repetir con San Pablo: Me complazco en mis flaquezas, en
las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las
angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy dbil, entonces es
cuando soy fuerte (2 Cor 12, 10). 4. Son muchos los seguidores de
Cristo -Pastores y fieles, sacerdotes, religiosos y laicos,
comprometidos en todo campo del apostolado y de la vida social-
que, en todos los tiempos y tambin en nuestro tiempo, han conocido
y conocen el martirio del cuerpo y del alma, en ntima unin con la
Mater Dolorosa junto la Cruz. Ellos lo han superado todo gracias a
este don del Espritu!
9. Pidamos a Maria, a la que ahora saludamos como Regina caeli,
nos obtenga el don de la fortaleza en todas las vicisitudes de la
vida y en la hora de la muerte. Ver tambin: Fortaleza como virtud
CIENCIA "Nos da a conocer el verdadero valor de las criaturas en su
relacin con el Creador" S.S. Juan Pablo II, Catequesis sobre el
Credo, 23-IV-89 1. La reflexin sobre los dones del Espritu Santo,
que hemos comenzado en los domingos anteriores, nos lleva hoy a
hablar de otro don: el de ciencia, gracias al cual se nos da a
conocer el verdadero valor de las criaturas en su relacin con el
Creador. Sabemos que el hombre contemporneo, precisamente en virtud
del desarrollo de las ciencias, est expuesto particularmente a la
tentacin de dar una interpretacin naturalista del mundo; ante la
multiforme riqueza de las cosas, de su complejidad, variedad y
belleza, corre el riesgo de absolutizarlas y casi de divinizarlas
hasta hacer de ellas el fin supremo de su misma vida. Esto ocurre
sobre todo cuando se trata de las riquezas, del placer, del poder
que precisamente se pueden derivar de las cosas materiales. Estos
son los dolos principales, ante los que el mundo se postra
demasiado a menudo.
10. 2. Para resistir esa tentacin sutil y para remediar las
consecuencias nefastas a las que puede llevar, he aqu que el
Espritu Santo socorre al hombre con el don de la ciencia. Es esta
la que le ayuda a valorar rectamente las cosas en su dependencia
esencial del Creador. Gracias a ella -como escribe Santo Toms-, el
hombre no estima las criaturas ms de lo que valen y no pone en
ellas, sino en Dios, el fin de su propia vida (cfr S. Th., 11-II,
q. 9, a. 4). As logra descubrir el sentido teolgico de lo creado,
viendo las cosas como manifestaciones verdaderas y reales, aunque
limitadas, de la verdad, de la belleza, del amor infinito que es
Dios, y como consecuencia, se siente impulsado a traducir este
descubrimiento en alabanza, cantos, oracin, accin de gracias. Esto
es lo que tantas veces y de mltiples modos nos sugiere el Libro de
los Salmos. Quien no se acuerda de alguna de dichas
manifestaciones? "El cielo proclama la gloria de Dios y el
firmamento pregona la obra de sus manos" (Sal 18/19, 2; cfr Sal 8,
2); "Alabad al Seor en el cielo, alabadlo en su fuerte
firmamento... Alabadlo sol y Luna, alabadlo estrellas radiantes"
(Sal 148, 1. 3). 3. El hombre, iluminado por el don de la ciencia,
descubre al mismo tiempo la infinita distancia que separa a las
cosas del Creador, su intrnseca limitacin, la insidia que pueden
constituir, cuando, al pecar, hace de ellas mal uso. Es un
descubrimiento que le lleva a advertir con pena su miseria y le
empuja a volverse con mayor mpetu y confianza a Aquel que es el
nico que puede apagar plenamente la necesidad de infinito que le
acosa. Esta ha sido la experiencia de los Santos... Pero de forma
absolutamente singular esta experiencia fue vivida por la Virgen
que, con el ejemplo de su itinerario personal de fe, nos enseria a
caminar "para que en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros
corazones estn firmes en la verdadera alegra" (Oracin del domingo
XXI del tiempo ordinario). PIEDAD "Sana nuestro corazn de todo tipo
de dureza y lo abre a la ternura para con Dios como Padre y para
con los hermanos como hijos del mismo Padre. Clamar Abba,
Padre!"
11. Un hbito sobrenatural infundido con la gracia santificante
para excitar en la voluntad, por instinto del E.S., un afecto
filial hacia Dios considerado como Padre y un sentimiento de
fraternidad universal para con todos los hombres en cuanto hermanos
e hijos del mismo Padre. S.S. Juan Pablo II, Catequesis sobre el
Credo, 28-V-1989. 1. La reflexin sobre los dones del Espritu Santo
nos lleva, hoy, a hablar de otro insigne don: la piedad. Mediante
este, el Espritu sana nuestro corazn de todo tipo de dureza y lo
abre a la ternura para con Dios y para con los hermanos. La
ternura, como actitud sinceramente filial para con Dios, se expresa
en la oracin. La experiencia de la propia pobreza existencial, del
vaci que las cosas terrenas dejan en el alma, suscita en el hombre
la necesidad de recurrir a Dios para obtener gracia, ayuda y perdn.
El don de la piedad orienta y alimenta dicha exigencia,
enriquecindola con sentimientos de profunda confianza para con
Dios, experimentado como Padre providente y bueno. En este sentido
escriba San Pablo: Envi Dios a su Hijo..., para que recibiramos la
filiacin adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha
enviado a nuestros corazones el Espritu de su Hijo que clama: Abb,
Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo... (Gal 4, 4-7;
cfr Rom 8, 15). 2. La ternura, como apertura autnticamente fraterna
hacia el prjimo, se manifiesta en la mansedumbre. Con el don de la
piedad el Espritu infunde en el creyente una nueva capacidad
12. de amor hacia los hermanos, haciendo su Corazn de alguna
manera participe de la misma mansedumbre del Corazn de Cristo. El
cristiano piadoso siempre sabe ver en los dems a hijos del mismo
Padre, llamados a formar parte de la familia de Dios, que es la
Iglesia. Por esto el se siente impulsado a tratarlos con la
solicitud y la amabilidad propias de una genuina relacin fraterna.
El don de la piedad, adems, extingue en el corazn aquellos focos de
tensin y de divisin como son la amargura, la clera, la impaciencia,
y lo alimenta con sentimientos de comprensin, de tolerancia, de
perdn. Dicho don est, por tanto, en la raz de aquella nueva
comunidad humana, que se fundamenta en la civilizacin del amor. 3.
Invoquemos del Espritu Santo una renovada efusin de este don,
confiando nuestra splica a la intercesin de Maria, modelo sublime
de ferviente oracin y de dulzura materna. Ella, a quien la Iglesia
en las Letanas lauretanas Saluda como Vas insignae devotionis, nos
ensetie a adorar a Dios en espritu y en verdad (Jn 4, 23) y a
abrirnos, con corazn manso y acogedor, a cuantos son sus hijos y,
por tanto, nuestros hermanos. Se lo pedimos con las palabras de la
Salve Regina: i... 0 clemens, o pia, o dulcis Virgo Maria!. TEMOR
DE DIOS "Espritu contrito ante Dios, concientes de las culpas y del
castigo divino, pero dentro de la fe en la misericordia divina.
Temor a ofender a Dios, humildemente reconociendo nuestra
debilidad. Sobre S.S. Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo, 11
-VI-1989.
13. 1. Hoy deseo completar con vosotros la reflexin sobre los
dones del Espritu Santo. El Ultimo, en el orden de enumeracin de
estos dones, es el don de temor de Dios. La Sagrada Escritura
afirma que "Principio del saber, es el temor de Yahveh" (Sal
110/111, 10; Pr 1, 7). Pero de que temor se trata? No ciertamente
de ese miedo de Dios que impulsa a evitar pensar o acordarse de El,
como de algo que turba e inquieta. Ese fue el estado de nimo que,
segn la Biblia, impuls a nuestros progenitores, despus del pecado,
a ocultarse de la vista de Yahveh Dios por entre los rboles del
jardn (Gen 3, 8); este fue tambin el sentimiento del siervo infiel
y malvado de la parbola evanglica, que escondi bajo tierra el
talento recibido (cfr Mt 25, 18. 26). Pero este concepto del
temor-miedo no es el verdadero concepto del temor-don del Espritu.
Aqu se trata de algo mucho ms noble y sublime: es el sentimiento
sincero y trmulo que el hombre experimenta frente al tremendo
malestar de Dios, especialmente cuando reflexiona sobre las propias
infidelidades y sobre el peligro de ser encontrado falto de peso
(Dn 5, 27) en el juicio eterno, del que nadie puede escapar. El
creyente se presenta y se pone ante Dios con el espritu contrito y
con el corazn humillado (cfr Sal 50/51, 19), sabiendo bien que debe
atender a la propia salvacin con temor y temblor (Flp, 12). Sin
embargo, esto no significa miedo irracional, sino sentido de
responsabilidad y de fidelidad a su ley. 2. El Espritu Santo asume
todo este conjunto y lo eleva con el don del temor de Dios.
Ciertamente ello no excluye la trepidacin que nace de la conciencia
de las culpas cometidas y de la perspectiva del castigo divino,
pero la suaviza con la fe en la misericordia divina y con la
certeza de la solicitud paterna de Dios que quiere la salvacin
eterna de todos. Sin embargo, con este don, el Espritu Santo
infunde en el alma sobre todo el temor filial, que es el amor de
Dios: el alma se preocupa entonces de no disgustar a Dios, amado
como Padre, de no ofenderlo en nada, de "permanecer" y de crecer en
la caridad (cfr Jn 15, 4-7). 3. De este santo y justo temor,
conjugado en el alma con el amor de Dios, depende toda la prctica
de las virtudes cristianas, y especialmente de la humildad, de la
templanza, de la castidad, de la mortificacin de los sentidos.
Recordemos la exhortacin del Apstol Pablo a sus cristianos:
"Queridos mos, purifiqumonos de toda mancha de la carne y del
espritu, consumando la santificacin en el temor de Dios (2 Cor 7,
1). Es una advertencia para todos nosotros que, a veces, con tanta
facilidad transgredimos la ley de Dios, ignorando o desafiando sus
castigos. Invoquemos al Espritu Santo a fin de que infunda
largamente el don del santo temor de Dios en los hombres de nuestro
tiempo.
14. Invoqumoslo por intercesin de Aquella que, al anuncio del
mensaje celeste o se conturb (Lc 1, 29) y, aun trepidante por la
inaudita responsabilidad que se le confiaba, supo pronunciar el
fiat de la fe, de la obediencia y del amor. Mas sobre el temor de
Dios >>> Distincin entre las virtudes y los dones Por: El
hombre: En orden a los actos: la Virtud adquirida se dispone para
ser movido por la simple razn natural naturalmente buenos. la
Virtud infusa se dispone para ser movido por la razn iluminada por
la fe sobrenaturales al modo humano. los Dones del Espritu Santo se
connaturaliza con los actos a que es movido por el Espritu Santo
sobrenaturales al modo divino o sobrehumano. El crecimiento en los
Dones del Espritu Santo forma en el alma perfecciones llamadas
Frutos del Espritu Santo Hay muchas similitudes entre las virtudes
y los dones: Ambos son hbitos operativos que residen en las
facultades humanas. Ambos buscan practicar el bien honesto y tienen
el mismo fin remoto: la perfeccin del hombre. Pero hay diferencias:
1: La causa motora: Las virtudes son movidas por la razn vs. Los
dones del E.S. son movidos directamente el Espritu Santo. -Las
virtudes disponen para seguir el dictamen de la razn razn humana
(ilustrada por la fe si se trata de virtud infusa), bajo la previa
mocin de Dios (gracia actual) -Los dones son movidos por el Espritu
Santo como instrumentos directos suyos.
15. 2: El objeto formal. (virtudes) Actan por razones humanas
vs. (dones del ES) Actan por razones divinas . Los dones del ES
transcienden la esfera de la razn humana, aun de la razn iluminada
por la fe. 3: (virtudes) Modo humano vs. (dones del ES) modo divino
-Las virtudes infusas tienen por motor al hombre y por norma la
razn humana iluminada por la fe. Se deduce que sus actos son a modo
humano. -En cambio los dones tienen por causa motora y por norma el
mismo Espritu Santo, sus actos son a modo divino o sobrehumano. De
esto se deduce que las virtudes infusas son imperfectas por la
modalidad humana de su obrar y es imprescindible que los dones del
Espritu Santo vengan en su ayuda para proporcionarles su modalidad
divina, sin la cual las virtudes no podrn alcanzar su plena
perfeccin. 4: (virtudes) Uso a nuestro arbitrio vs. (dones del ES)
al arbitrio divino -Se deduce de las diferencias anteriores que el
hbito de las virtudes infusas lo podemos usar cuando nos plazca
-presupuesta la gracia actual, que a nadie se niega- -mientras que
los dones slo actan cuando el Espritu Santo quiere moverlos. Los
dones de Espritu no confieren al alma ms que la facilidad para
dejarse mover, de manera conciente y libre, por el Espritu Santo,
quien es la nica causa motora de ellos. Nuestra parte es solo
disponernos. Ej.: refrenando el tumulto de las pasiones, afectos
desordenados, distracciones, etc. "La primera oracin que sent, a mi
parecer, sobrenatural, que llamo yo lo que con industria ni
diligencia no se puede adquirir aunque mucho se procure, aunque
disponerse para ello s y debe de hacer mucho al caso..." -Sta.
Teresa de Avila, Relacin Ira al P. Rodrigo 3. Dones en las Sagradas
Escrituras Sabemos de la existencia de los dones por la Biblia.
Segn Sto. Toms de Aquino, la sabidura pagana desconoca los dones
del Espritu Santo. Isaas menciona seis de los dones (falta el don
de piedad)
16. Isaas 11:1-3 Saldr un vstago del tronco de Jes, y un retoo
de sus races brotar. Reposar sobre l el espritu de Yahveh: espritu
de sabidura e inteligencia, espritu de consejo y fortaleza, espritu
de ciencia y temor de Yahveh. Este texto es mesinico. Se refiere
propiamente al Mesas. No obstante, os Santos Padres lo extienden
tambin a los fieles de Cristo en virtud del principio universal de
la economa de la gracia que enuncia San Pablo cuando dice: "Porque
a los que de antes conoci, a sos los predestin a ser conformes con
la imagen de su Hijo" Rm 8:29. San Pablo describe el don de Piedad:
"No habeis recibido el espritu de siervos para recaer en el temor,
antes habis recibido el espritu de adopcin, por el que clamamos:
Abba, Padre! El Espritu mismo da testimonio de que somos hijos de
Dios" Rom 8:14-17 Otros textos que revelan los dones: AT: Gen
41:38; Ex 31:3; Num 24:2; Deut 34:9; Ps 31:8; 32:9; 118, 120;
142:10; Sap 7:28; 7:7; 7:22; 9:17; 10:10; Eccli 15:5; Is 11:2;
61:1; Mich 3:8. NT: Lc 12:12; 24:25; Jn 3:8; 14:17; 14:26; Hechos
2:2; 2:38; Rm 8:14; 8:26; 1 Cor 2:10; 12:8; Apoc 1:4; 3:1; 4:5;
5:6. Padres de la Iglesia Tanto los Padres griegos como los latinos
hablan con frecuencia de los dones del Espritu Santo, aunque con
diversos nombres: dona, munera, charismata, spiritus, virtutes,
etc. Fuentes principales: -Catecismo de la Iglesia Catlica -Juan
Pablo II, Catequesis sobre el Credo -Royo Marn, Teologa de la
Perfeccin#117s, BAC
17. Los Carismas Etimologa: del griego, charis+ma. Char: algo
que causa felicidad. Charis:conceder gracia, favor gratuito de
Dios. Ma: es el objeto y el resultado de una accin. "charisma": el
resultado de haber recibido el charis (don de Dios). Los carisma
son: Sobrenaturales concedidos por Dios a determinadas
personas.Aunque se le atribuyen sobre todo al Espritu Santo, son
igualmente don del Padre y del Hijo. Son un don para la Iglesia.
Aunque ya existan en el Antiguo Testamento, Dios los concede de
forma incomparable en la Iglesia, por los mritos de Cristo. Para el
bien comn. Concedidos para servir en la edificacin de la Iglesia.
Sus efectos se manifiestan en favor de los miembros del cuerpo en
funcin del amor. Son tiles para la misin y por lo tanto no son ni
privados (para uso egosta, personal), ni son superfluos. No son
requisitos para la salvacin personal como lo es la gracia
santificante. No es mas santo el que tenga mayores carismas. Pero
si es verdad que los santos se caracterizan por el buen uso de los
carismas porque los ponen al servicio de la Iglesia motivados por
el amor. El Espritu Santo los concede a quien quiere y cuando
quiere. (1 Cor 12,11). Se encuentran en todo tiempo y lugar. Son
dones transitorios. El Espritu Santo los da y los quita segn su
beneplcito; son pasajeros respecto a las virtudes teologales que
son permanentes y sobre todo, con relacin a la caridad que no
disminuye; poseen, sin embargo, una cierta estabilidad que hace que
el hombre dotado habitualmente del carisma proftico sea llamado
profeta. Son valorados por su grado de utilidad; en cuanto mas
tiles para edificar la Iglesia.
18. Es bueno pedirlos si lo hacemos por amor a la Iglesia, para
servirla (1 Cor 14, 27) Jams podran adquirirse ni ser previstos con
las fuerzas humanas. El carisma brota con formas nuevas. Por eso le
incumbe al ministerio jerrquico la delicada tarea de examinar y
cultivar los carismas que nacen continuamente en el seno del pueblo
de Dios. Hacer aflorar nuevas modalidades de carismas, favorecer
las concreciones institucionales de estos y velar para que se
mantengan vivos, insertndolos adecuadamente en la vida de la
Iglesia. Por su naturaleza, los carismas son comunicativos, y hacen
nacer aquella "afinidad espiritual entre las personas" y aquella
amistad en Cristo que da origen a los "movimientos". (cf.
Christifideles laici, 24) Criterios esenciales de los carismas
autnticos (Libero Gerosa): "Los carismas son gracias especiales que
el Espritu distribuye libremente entre los fieles de todo tipo y
con los que los capacita y dispone para asumir varias obras y
funciones, tiles para la renovacin de la Iglesia y para el
desarrollo de su construccin. Algunos de estos carismas son
extraordinarios, otros, por el contrario, sencillos y mucho ms
difundidos, pero el juicio sobre su autenticidad corresponde, sin
ninguna excepcin, a los que presiden en la Iglesia, a los que
compete no extinguir los carismas autnticos" El carisma se
distingue del talento: talento: es la capacidad natural de la
persona. carisma: es un don sobrenatural del Espritu para
edificacin del cuerpo eclesial. Por ser sobrenatural no implica que
sea necesariamente algo portentoso, mas bien los dones se integran
en la disposicin natural de la persona y acta en ella. Antiguo
Testamento Aunque el trmino "carisma" parece ser propiamente
paulino, la realidad a que se refiere est ya claramente operante en
el Antiguo Testamento, en numerosos reyes, jueces, profetas y otros
grandes personajes, tanto hombres como mujeres. Estos no solo
recibieron de Dios una misin sino tambin la efusin del Espritu
Santo para ejercerla mas all de las fuerzas meramente naturales.
Nuevo Testamento La palabra carisma aparece 17 veces. 16 veces en
San Pablo: Rom1,11; 5,15.16; 6,23; 11,29; 12,6; 1 Cor 1,7; 7,7;
12,4.9.28.30.31; 2 Cor 1,11; 1 Tm 4,14; 2 Tm 1,6. 1 vez en S.
Pedro: 1 P 4, 10. Carisma en San Pablo San Pablo hace cuatro listas
de carismas: 1 Cor 12,8-10; 1 Cor 12, 28-30
19. Rom 12, 6-8 Ef 4, 11 Las listas contienen un total de 20
carismas diferentes, pero estas no pretenden ser exhaustivas. Hay
muchos mas carismas. Mientras unos son dones que capacitan para
ejercer ciertos oficios, otros son extraordinarios. Pero todos son
fruto de la gracia, es decir de la obra del Espritu Santo. El
significado de "charisma" en Pablo vara. Algunas veces es aptitud,
otras es sinnimo de gracia sacramental de estado. Pero siempre se
trata de una gracia del Espritu Santo que habilita a quien la
recibe para servir en la edificacin (oikodom) de la comunidad
(Iglesia). Es por lo tanto para el bien de todos (1 Cor 12). Los
carismas tienen un carcter orgnico. Todos los carismas deben operar
en armona, como las mltiples funciones de un cuerpo sano. Es
necesario cuidar el uso de los carismas tanto para desarrollarlos
como para encaminarlos en forma equilibrada hacia el propsito
querido por Dios. San Pablo advierte a los Corintios sobre el
peligro del mal uso de los carismas: Cuando los carismas pretenden
remplazar el esfuerzo y la responsabilidad de la vida cotidiana.
Cuando la atencin se centra en los carismas haciendo de ellos un
espectculo, creando desorden y distrayendo de la disponibilidad al
sacrificio. Cuando se toma posesin de los carismas, buscando
vidamente poseerlos por inters egosta (orgullo, competencia, fama,
etc.). San Pablo acta fuertemente contra los excesos porque los
carismas, si no contribuyen a la edificacin del cuerpo, pueden
hacerle dao. San Pablo igualmente se preocupa de que no se apaguen
los carismas "No apaguis el Espritu. No despreciis las profecas.
Examinad todo y quedaos con lo que es bueno. Abstenos de todo mal."
(1 Ts 5, 19-22) Pablo ensea constantemente que Dios acta ntimamente
y poderosamente en sus hijos, dndoles los dones necesarios para la
misin. Minimizar la necesidad de los dones es tambin una forma de
poner al hombre como un falso protagonista de la edificacin de la
Iglesia, usurpando el lugar de Dios y relegndolo a un cielo que
estara distanciado de la tierra. Todos los santos son testimonio
del poder de Dios y de los carismas que el suscita para el bien de
la Iglesia. San Ignacio de Loyola, a travs de su propia experiencia
de gracia, desarrolla unos "ejercicios espirituales" para discernir
las mociones del Espritu. Estos ejercicios correctamente presuponen
que Dios se manifiesta al hombre, le da los carismas y le da
conocimiento para utilizarlos correctamente. Este proceso de
discernimiento debe continuar toda la vida e incluye necesariamente
una profunda obediencia a la Iglesia.
20. Despus del Concilio Vaticano II, se ha suscitado un
desarrollo de la doctrina eclesiolgica y pneumatolgica. Al mismo
tiempo el Espritu Santo se ha manifestado extraordinariamente entre
el pueblo de Dios. Han aparecido numerosos movimientos eclesiales
con nuevos carismas. La Renovacin Carismtica en el Espritu Santo a
motivado un "redescubrimiento" de carismas como la curacin, la
profeca, el don de la alabanza en lenguas y muchos otros. El
Espritu Santo se da as a conocer como la verdadera vida de la
Iglesia. FRUTOS DEL ESPRITU SANTO Del Catecismo: 1832 Los frutos
del Espritu son perfecciones que forma en nosotros el Espritu Santo
como primicias de la gloria eterna. La tradicin de la Iglesia
enumera doce: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad,
benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad
(Ga 5,22-23, vg.). Los 12 frutos del Espritu Santo: Caridad | Gozo
| Paz | Paciencia |Mansedumbre | Bondad | Benignidad | Longanimidad
| Fe | Modestia | Templanza | Castidad Ver abajo: 12 frutos "El
fruto del Espritu es amor, alegra, paz, paciencia, afabilidad,
bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de s; contra tales cosas no
hay ley." -Glatas 5:22-23 Cuando el Espritu Santo da su frutos en
el alma, vence las tendencias de la carne. Cuando el Espritu opera
libremente en el alma, vence la debilidad de la carne y da fruto.
"Velad y orad, para que no caigis en tentacin; que el espritu est
pronto, pero la carne es dbil" Mateo 26:41 Obras de la carne:
Fornicacin, impureza, libertinaje, idolatra, supersticin,
enemistades, peleas, rivalidades, violencias, ambiciones,
discordias, sectarismo, disensiones, envidias, ebriedades, orgas y
todos los excesos de esta naturaleza. (Glatas 5, 19)
21. Naturaleza de los frutos Espritu Santo y la santificacin Al
principio nos cuesta mucho ejercer las virtudes. Pero si
perseveramos dciles al Espritu Santo, Su accin en nosotros har cada
vez mas fcil ejercerlas, hasta que se llegan a ejercer con gusto.
Las virtudes sern entonces inspiradas por el Espritu Santo y se
llaman frutos del Espritu Santo. Cuando el alma, con fervor y dcil
a la accin del Espritu Santo, se ejercita en la prctica de las
virtudes, va adquiriendo facilidad en ello. Ya no se sienten las
repugnancias que se sentan al principio. Ya no es preciso combatir
ni hacerse violencia. Se hace con gusto lo que antes se haca con
sacrificio. Les sucede a las virtudes lo mismo que a los rboles:
los frutos de stos, cuando estn maduros, ya no son agrios, sino
dulces y de agradable sabor. Lo mismo los actos de las virtudes,
cuando han llegado a su madurez, se hacen con agrado y se les
encuentra un gusto delicioso. Entonces estos actos de virtud
inspirados por el Espritu Santo se llaman frutos del Espritu Santo,
y ciertas virtudes los producen con tal perfeccin y tal suavidad
que se los llama bienaventuranzas, porque hacen que Dios posea al
alma planamente. La Felicidad Cuanto ms se apodera Dios de un alma
ms la santifica; y cuanto ms santa sea, ms feliz es. Seremos mas
felices a medida que nuestra naturaleza va siendo curada de su
corrupcin. Entonces se poseen las virtudes como naturalmente. Los
que buscan la perfeccin por el camino de prcticas y actos metdicos,
sin abandonarse enteramente a la direccin del Espritu Santo, no
alcanzarn nunca esta dulzura. Por eso sienten siempre dificultades
y repugnancias: combaten continuamente y a veces son vencidos y
cometen faltas. En cambio, los que, orientados por el Espritu
Santo, van por el camino del simple recogimiento, practican el bien
con un fervor y una alegra digna del Espritu Santo, y sin lucha,
obtienen gloriosas victorias, o si es necesario luchar, lo hacen
con gusto. De lo que se sigue, que las almas tibias tienen doble
dificultad en la prctica de la virtud que las fervorosas que se
entregan de buena gana y sin reserva. Porque stas tienen la alegra
del Espritu Santo que todo se lo hace fcil, y aqullas tienen
pasiones que combatir y sienten las debilidades de la naturaleza
que impiden las dulzuras de la virtud y hacen los actos difciles e
imperfectos. La comunin frecuente perfecciona las virtudes y abre
el corazn para recibir los frutos del Espritu Santo porque nuestro
Seor, al unir su Cuerpo al nuestro y su Alma a la nuestra, quema y
consume en nosotros las semillas de los vicios y nos comunica poco
a poco sus divinas perfecciones, segn nuestra disposicin y como le
dejemos obrar. Por ejemplo: encuentra en nosotros el recuerdo de un
disgusto, que aunque ya pas, ha dejado en nuestro espritu y en
nuestro corazn una impresin, que queda como simiente de pesar y
cuyos efectos sentimos en muchas ocasiones. Qu hace nuestro Seor?
Borra el recuerdo y la imagen de ese descontento, destruye la
impresin que se haba grabado en nuestras potencias y ahoga
completamente esta semilla de pecados, poniendo en su lugar los
frutos de caridad, de gozo, de paz y de paciencia. Arranca de la
misma manera las races de clera, de intemperancia y de los dems
defectos, comunicndonos las virtudes y sus frutos.
22. Los 12 Frutos del Espritu Santo De los frutos de caridad,
de gozo y de paz Ver tambin caridad, gozo y paz Los tres primeros
frutos del Espritu Santo son la caridad, el gozo y la paz, que
pertenecen especialmente al Espritu Santo. -La caridad, porque es
el amor del Padre y del Hijo -El gozo, porque est presente al Padre
y al Hijo y es como el complemento de su bienaventuranza. -La paz,
porque es el lazo que une al Padre y al Hijo. Estos tres frutos
estn unidos y se derivan naturalmente uno del otro. -La caridad o
el amor ferviente nos da la posesin de Dios -El gozo nace de la
posesin de Dios, que no es otra cosa que el reposo y el contento
que se encuentra en el goce del bien posedo. -La paz que, segn San
Agustn; es la tranquilidad en el orden. Mantiene al alma en la
posesin de la alegra contra todo lo que es opuesto. Excluye toda
clase de turbacin y de temor. La santidad y la caridad valen mas
que todo La caridad es el primero entre los frutos del Espritu
Santo, porque es el que ms se parece al Espritu Santo, que es el
amor personal, y por consiguiente el que ms nos acerca a la
verdadera y eterna felicidad y el que nos da un goce ms slido y una
paz ms profunda. Dad a un hombre el imperio del universo con la
autoridad ms absoluta que sea posible; haced que posea todas las
riquezas, todos los honores, todos los placeres que se puedan
desear; dadle la sabidura ms completa que se pueda imaginar; que
sea otro Salomn y ms que Salomn, que no ignore nada de toda lo que
una inteligencia pueda saber; aadidle el poder de hacer milagros:
que detenga al sol, que divida los mares, que resucite los muertos,
que participe del poder de Dios en grado tan eminente como queris,
que tenga adems el don de profeca, de discernimiento de espritus y
el conocimiento interior de los corazones. El menor grado de
santidad que pueda tener este hombre, el menor acto de caridad que
haga, valdr mucho ms que todo eso, porque lo acercan al Supremo
bien y le dan una personalidad ms excelente que todas esas otras
ventajas si las tuviera; y esto, por dos razones: 1- Porque
participar de la santidad de Dios, es participar de todo lo ms
importante, por decirlo as, que hay en l. Los dems atributos de
Dios, como la ciencia, el poder, pueden ser comunicados a los
hombres de tal manera que les sean naturales. Unicamente la
santidad no puede serles nunca natural (sino por gracia). 2- Porque
la santidad y la felicidad son como dos hermanas inseparables y
porque Dios no se da ni se une ms que a las almas santas y no a las
que sin poseer la santidad, poseen la ciencia, el poder y todas las
dems perfecciones imaginables. Por lo tanto, el grado ms pequeo de
santidad o la menor accin que la aumente, es preferible, a los
cetros y coronas. De lo que se deduce que perdiendo cada da
tantas
23. ocasiones de hacer actos sobrenaturales, perdemos
incontables felicidades, casi imposibles de reparar. No podemos
encontrar en las criaturas el gozo y la paz, que son frutos del
Espritu Santo, por dos razones. 1- Porque nicamente la posesin de
Dios nos afianza contra las turbaciones y temores, mientras que la
posesin de las criaturas causa mil inquietudes y mil
preocupaciones. Quien posee a Dios no se inquieta por nada, porque
Dios lo es todo para l, y todo lo dems solo vale en relacin a El y
segn El lo disponga. 2- Porque ninguno de los bienes terrenos nos
puede satisfacer ni contentar plenamente. Vaciad el mar y a
continuacin, echad en l una gota de agua: llenara este vaco
inmenso? Todas las criaturas son limitadas y no pueden satisfacer
el deseo del alma por Dios. La paz hace que Dios reine en el alma y
que solamente l sea el dueo. La paz mantiene al alma en la perfecta
dependencia de Dios. Por la gracia santificante, Dios se hace en el
alma como una fortaleza donde habita. Por la paz se apodera de
todas las facultades, fortificndolas tan poderosamente que las
criaturas ya no pueden llegar a turbarlas. Dios ocupa todo el
interior. Por eso los santos estn tan unidos a Dios lo mismo en la
oracin que en la accin y los acontecimientos ms desagradables no
consiguen turbarlos. De los frutos de Paciencia y Mansedumbre Ver
tambin: Paciencia y mansedumbre Paciencia modera la tristeza
Mansedumbre modera la clera Los frutos anteriores disponen al alma
a la de paciencia, mansedumbre y moderacin. Es propio de la virtud
de la paciencia moderar los excesos de la tristeza y de la virtud
de la mansedumbre moderar los arrebatos de clera que se levanta
impetuosa para rechazar el mal presente. El esfuerzo por ejercer la
paciencia y la mansedumbre como virtudes requiere un combate que
requiere violentos esfuerzos y grandes sacrificios. Pero cuando la
paciencia y la mansedumbre son frutos del Espritu Santo, apartan a
sus enemigos sin combate, o si llegan a combatir, es sin dificultad
y con gusto. La paciencia ve con alegra todo aquello que puede
causar tristeza. As los mrtires se regocijaban con la noticia de
las persecuciones y a la vista de los suplicios. Cuando la paz est
bien asentada en el corazn, no le cuesta a la mansedumbre reprimir
los movimientos de clera; el alma sigue en la misma postura, sin
perder nunca su tranquilidad. Porque al tomar el Espritu Santo
posesin de todas sus facultades y residir en ellas, aleja la
tristeza o no permite que le haga impresin y hasta el mismo demonio
teme a esta alma. De los frutos de bondad y benignidad Ver tambin:
bondad y benignidad
24. Estos dos frutos miran al bien del prjimo. La bondad y la
inclinacin que lleva a ocuparse de los dems y a que participen de
lo que uno tiene. La Benignidad. No tenemos en nuestro idioma la
palabra que exprese propiamente el significado de bengnitas. La
palabra benignidad se usa nicamente para significar dulzura y esta
clase de dulzura consiste entratar a los dems con gusto,
cordialmente, con alegra, sin sentir la dificultad que sienten los
que tienen la benignidad slo en calidad de virtud y no como fruto
del Espritu Santo. Del fruto de longanimidad(perseverancia) Ver
tambin longanimidad La longanimidad o perseverancia nos ayudan a
mantenernos fieles al Seor a largo plazo. Impide el aburrimiento y
la pena que provienen del deseo del bien que se espera, o de la
lentitud y duracin del bien que se hace, o del mal que se sufre y
no de la grandeza de la cosa misma o de las dems circunstancias. La
longanimidad hace, por ejemplo, que al final de un ao consagrado a
la virtud seamos ms fervorosos que al principio. Del fruto de la fe
Ver tambin: fe La fe como fruto del Espritu Santo, es cierta
facilidad para aceptar todo lo que hay que creer, firmeza para
afianzarnos en ello, seguridad de la verdad que creemos sin sentir
repugnancias ni dudas, ni esas oscuridades y terquedades que
sentimos naturalmente respecto a las materias de la fe. Para esto
debemos tener en la voluntad un piadoso afecto que incline al
entendimiento a creer, sin vacilar, lo que se propone. Por no
poseer este piadoso afecto, muchos, aunque convencidos por los
milagros de Nuestro Seor, no creyeron en l, porque tenan el
entendimiento oscurecido y cegado por la malicia de su voluntad. Lo
que les sucedi a ellos respecto a laesencia de la fe, nos sucede
con frecuencia a nosotros en lo tocante a la perfeccin de la fe, es
decir, de las cosas que la pueden perfeccionar y que son la
consecuencia de las verdades que nos hace creer. No es suficiente
creer, hace falta meditar en el corazn lo que creemos, sacar
conclusiones y responder coherentemente. Por ejemplo, la fe nos
dice que Nuestro Seor es a la vez Dios y Hombre y lo creemos. De
aqu sacamos la conclusin de que debemos amarlo sobre todas las
cosas, visitarlo a menudo en la Santa Eucarista, prepararnos para
recibirlo y hacer de todo esto el principio de nuestros deberes y
el remedio de nuestras necesidades. Pero cuando nuestro corazn esta
dominado por otros intereses y afectos, nuestra voluntad no
responde o est en pugna con la creencia del entendimiento. Creemos
pero no como una
25. realidad viva a la que debemos responder. Hacemos una
dicotoma entre la "vida espiritual" (algo solo mental) y nuestra
"vida real" (lo que domina el corazn y la voluntad). Ahogamos con
nuestros vicios los afectos piadosos. Si nuestra voluntad estuviese
verdaderamente ganada por Dios, tendramos una fe profunda y
perfecta. De los frutos de Modestia, Templanza y Castidad Ver
tambin: Modestia, Templanza y Castidad La modestia regula los
movimientos del cuerpo, los gestos y las palabras. Como fruto del
Espritu Santo, todo esto lo hace sin trabajo y como naturalmente, y
adems dispone todos los movimientos interiores del alma, como en la
presencia de Dios. Nuestro espritu, ligero e inquieto, est siempre
revoloteando par todos lados, apegndose a toda clase de objetos y
charlando sin cesar. La modestia lo detiene, lo modera y deja al
alma en una profunda paz, que la dispone para ser la mansin y el
reino de Dios: el don de presencia de Dios. Sigue rpidamente al
fruto de modestia, y sta es, respecto a aqulla, lo que era el roco
respecto al man. La presencia de Dios es una gran luz que hace al
alma verse delante de Dios y darse cuenta de todos sus movimientos
interiores y de todo lo que pasa en ella con ms claridad que vemos
los colores a la luz del medioda. La modestia nos es completamente
necesaria, porque la inmodestia, que en s parece poca cosa, no
obstante es muy considerable en sus consecuencias y no es pequea
seal en un espritu poco religioso. Las virtudes de templanza y
castidad ataen a los placeres del cuerpo, reprimiendo los ilcitos y
moderando los permitidos. -La templanza refrena la desordenada
aficin de comer y de beber, impidiendo los excesos que pudieran
cometerse -La castidad regula o cercena el uso de los placeres de
la carne. Mas los frutos de templanza y castidad desprenden de tal
manera al alma del amor a su cuerpo, que ya casi no siente
tentaciones y lo mantienen sin trabajo en perfecta sumisin. El
Espritu Santo acta siempre para un fin: nuestra santificacin que es
la comunin con Dios y el prjimo por el amor. Fuentes principales:
-Catecismo de la Iglesia Catlica -Royo Marn, Teologa de la
Perfeccin Cristiana, BAC