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Fuego en el paraíso: Turismo y conflictos en las tierras pródigas1 Luis Ramírez Sevilla El Colegio de Michoacán en medio de la situación explosiva que prevalece en la Costa de Jalisco[...] se realizarán grandes expropiaciones en ejidos para que el sector privado cons- truya complejos turísticos.2 Introducción Detrás del esplendor, la contemplación y la visión edénica con que suele asociarse al turismo, más allá del encanto físico de un lugar, detrás de todo eso suele también ocultarse la vida social diaria, laboral, política, de los pueblos, hombres y mujeres que habitan y trabajan las tierras y aguas en que se desarrollan tales actividades turísticas. Eso que los visitantes de ocasión -casi siempre de origen urbano- ven como un paraíso terrenal, es el escenario en que se da el diario padecer y penitencia de los pobladores de esos rumbos, a quienes simplemente ahí les ha tocado vivir, por azares del destino más que por la gracia de dios, en un contexto muy distinto al del jardín del Edén, donde según se cuenta no había caciques, ni presidentes municipales, ni com- pañías hoteleras, ni expropiaciones, ni jornadas de trabajo para los niños, tampoco policías judiciales, ni desalojos, menos aún banrurales.

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Fuego en el paraíso: Turismo y conflictos en las tierras pródigas1

Luis Ramírez Sevilla El Colegio de Michoacán

en medio de la situación explosiva que prevalece en la Costa de Jalisco[...] se realizarán grandes expropiaciones en ejidos para que el sector privado cons­truya complejos turísticos.2

Introducción

Detrás del esplendor, la contemplación y la visión edénica con que suele asociarse al turismo, más allá del encanto físico de un lugar, detrás de todo eso suele también ocultarse la vida social diaria, laboral, política, de los pueblos, hombres y mujeres que habitan y trabajan las tierras y aguas en que se desarrollan tales actividades turísticas. Eso que los visitantes de ocasión -casi siempre de origen urbano- ven como un paraíso terrenal, es el escenario en que se da el diario padecer y penitencia de los pobladores de esos rumbos, a quienes simplemente ahí les ha tocado vivir, por azares del destino más que por la gracia de dios, en un contexto muy distinto al del jardín del Edén, donde según se cuenta no había caciques, ni presidentes municipales, ni com­pañías hoteleras, ni expropiaciones, ni jornadas de trabajo para los niños, tampoco policías judiciales, ni desalojos, menos aún banrurales.

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En los sitios donde han entrado los intereses del capital turísti­co, estas condiciones de vida han conocido nuevos elementos de conflicto. Conforme en distintos puntos del país se han ido promo­viendo proyectos de este tipo (nos referimos fundamentalmente al llamado “gran turismo”), en las comunidades de esas regiones se han ido generando procesos peculiares y a la vez típicos. La similitud y regularidad de estos problemas parece reflejar lo siste­mático de las políticas gubernamentales en este sector, las cuales han tendido siempre al beneficio de intereses restringidos de las compañías hoteleras para el “gran turismo”, y han recurrido reite­radamente a la afectación de terrenos ejidales y comunales. Ese ha sido y es el tipo de “desarrollo turístico” (ahora les llaman “megaproyectos”) que ha priorizado el modelo general del país, desde Acapulco en los cuarenta hasta Huatulco hace apenas unos años, y hoy o muy pronto en varios puntos más del país, principal­mente en las costas de los estados de Quintana Roo, Baja Califor­nia Sur, Guerrero, Colima, Nayarit3y el mismo Jalisco.4

La historia de los proyectos turísticos ha sido entonces algo más que tortuosa, y no está exenta de violencia; “el embrujo de la tierra caliente” se ha vuelto casi siempre en su contra. Ha sido así como en reiterados casos —la mayoría de los cuales han pasado práctica­mente desapercibidos fuera de las comunidades afectadas— se ha impuesto nuevamente, la fuerza de las instituciones externas y de los caciques locales, entre otros, construyendo así un escenario social sobre el que pocas veces se detiene la atención, ya no se diga de parte del turista, sino tampoco del funcionario ni del investiga­dor social.

Enseguida presentamos algunos elementos sobre la proble­mática turística en la costa jalisciense, adentrándonos luego en el caso del ejido de El Rebalsito de Apazulco, Municipio de La Huerta, ribereño de la bahía de Tenacatita y del Río Purificación, y que también ha sufrido varios embates contra sus bienes en este proceso.

En la parte final intentaremos hacer algunas comparaciones con la situación actual en la costa michoacana, a dondeya empiezan

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a llegar esos vientos amenazantes, de extraño tufo, que son las promesas de “modernización”. El trueno ha sonado: “Llegó el momento de la costa”, anunció ya la voz solidaria del Presidente, por vía del “brazo ejecutor de su política social”, Carlos Rojas, coordinador del Programa Nacional de Solidaridad.5

A n t e c e d e n t e s . C o n t e x t o g e n e r a l

En el caso de la llamada “Costa de Oro” de Jalisco, el turismo como fenómeno social de relevancia (como sueño de algunos empezó antes) tiene un lógico antecedente: la construcción de la carretera costera, cuyo trazo se inició ya entrados los cincuenta, para concluir hacia 1965 y quedar convertida en la carretera federal 200 (Manzanillo-Melaque-Puerto Vallarta).

Puerto Vallarta y Barra de Navidad-Melaque surgen en esos años y son hoy los dos principales polos turísticos de la costa de Jalisco. Sin embargo, entre estos dos puntos hay mucho más: una franja costera de alrededor de 280 kilómetros, que un día —al tocarla los aires y luces del exterior- amaneció convertida en escarabajo.

En efecto, la apertura del sistema carretero (que incluye co­nexiones con Guadalajara, Tepicy Manzanillo) preparó las condi­ciones y generó cambios múltiples en la estructura regional. Este proceso de cambio debe entenderse a la luz de lo que fue un esfuerzo de los gobiernos Federal y Estatal por integrar a la región costera de Jalisco a la dinámica nacional, para lo cual se creó la Comisión de Planeación de la Costa de Jalisco (en 1953 fue creada por acuerdo del Gobernador Agustín Yáñez, y en 1957 el Congre­so del Estado decretó su ley constitutiva). Este organismo conci­bió a la costa

como fuente de materias primas, campo potencial para inversiones altamente productivas (...) como solución a los problemas de sumi­nistro de productos primarios encarecidos o insuficientes, de flui­dez en el transporte hacia nuevos mercados, de satisfacción a la

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demanda de servicios turísticos, de aprovechamiento de áreas vír­genes y de reacomodo de la población excedente.6

Si bien los resultados de la acción de esta comisión quizás no fueron todos de la magnitud y en el sentido que sus planeadores quisieron, lo cierto es que jugó un papel determinante en este proceso de “... la compleja colonización de la insalubre, rica, caliente, vegetal, caciquil y muy brava costa de Jalisco”7 que a grandes rasgos cubrió el período 1955-1965.

Esos fueron los años en que las “voces viejas, clamores de la región, en coro” lamentaron: “-Brujas bramadoras han caído sobre la tierra caliente, la invaden, la desfiguran, exprimirán su belleza, le chuparán sus jugos, la harán bagazo, la dejarán inservible...”8 Al tiempo que en las playas y puntas de la costa se oía: “-Una ola mansa, siniestra, inexorable, llegará de noche”.9

Así, en ese periodo aparece un conjunto asombroso de cambios en las estructuras y la fisonomía regionales. Con la nueva vía de comunicación, el transporte, el agua potable, la energía eléctrica y otros servicios iniciaron un cierto desarrollo.

La carretera y las instituciones que llegaron detrás de ella, rompieron el aislamiento de los pueblos y la omnipotencia de los viejos grandes caciques (cuyos dominios se medían todavía a la vieja usanza: por los ríos, por las sierras, por el mar) descritos con precisión por la pluma de Yáñez como “los amos temibles de la costa”. Cuando debido a sus deudas y a las nuevas circunstancias, Ricardo G. V. y otros personajes vieron embargadas algunas de sus propiedades e intereses, estas vastas extensiones de tierra pasaron a manos primero del estado (a fines de los cincuenta) y luego (sobre todo hacia principios de los setenta) sirvieron para crear nuevos centros de población y otorgar ampliaciones a algunos ejidos de tiempos del cardenismo.

También algunos pequeños cacicazgos agrarios tradicionales -con asiento en la estructura ejidal de algunos de esos núcleos conformados a fines de los treinta y principios de los cuarenta-

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fueron rebasados por personas venidas de otros lugares en el período 1955-1965, con una mentalidad más de negociantes, que los desplazaron de las instancias de poder y que construyeron un nuevo y más sólido cacicazgo (sobre todo más acorde con las cambiantes circunstancias que conducían a una nuevas formas de explotación económica).

De tener una tendencia predominante al autoconsumo, la economía agrícola se orientó al mercado (cultivos de mango, plátano, papaya y coco). Surgió así paralelamente un creciente sector de jornaleros agrícolas, formado de entre aquellos que antes habían trabajado familiarmente para el autoabasto. La diferencia­ción social se profundizó.

Se presentó una mayor presión social sobre las tierras, y en las dotaciones que se dieron posteriormente en la región participa­ron incluso solicitantes provenientes de otros estados. En muchos casos el gobierno promovió como “vía de desarrollo” la tala total del monte para sembrar Zacate Bufell y por ello, entre otras cosas, los recursos naturales —flora, fauna y la tierra sobre todo— sufrie­ron un golpe mayor, debido a una explotación más extensa e intensa aún que la realizada anteriormente por los viejos grandes señores, quienes se dieron gusto sacando maderas preciosas de sus dominios.

Por último, quiero destacar que el hecho de que la región haya pasado de estar en manos de unos cuantos propietarios privados y unos pocos ejidos, a ser destinadas para ampliaciones y nuevos centros de población, constituye un elemento importante en la conflictiva que se generó después en el terreno turístico.

Los anteriores elementos conforman el contexto en el que se dieron los primeros impulsos coordinados institucionalmente a la actividad turística en la costa jalisciense. Con este marco de refe­rencia, a continuación damos una visión propiamente del proble­ma turístico en la costa de Jalisco.

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Turismo y conflicto social en la costa de Jalisco

En base a información recabada en algunos diarios nacionales y entrevistas con pobladores de la región,10 podemos reiterar que fue la irrupción de la carretera Vallarta-Melaque lo que marcó el inicio de la problemática turística en estos contornos. Así lo indica la afirmación de que, por ejemplo,

el ejido de Mismaloya y Boca de Tomatlán [...] estuvo tranquilo hasta los años sesenta, cuando empezó el verdadero auge turístico de Puerto Vallarta. [Desde entonces] existen marcados conflictos de carácter político [...] en torno al control de la actividad turística en el litoral [...] industria que se ha convertido en una actividad producti­va de enclave generando una marcada diferenciación en relación con los municipios con los cuales colinda.11

Este “conflicto en torno a la actividad turística” ha sido frecuen­temente determinado por la postura de los gobiernos Federal y Estatal. En efecto, aunque se dieron casos anteriores ya al menos desde principios de los ochenta se anunció que “en medio del ambiente explosivo que prevalece en la Costa de Jalisco [...] el gobierno estatal, con el apoyo del federal, se propone realizar grandes expropiaciones en ejidos para que el sector privado cons­truya complejos turísticos”.12 Ante ese anuncio en la región surgie­ron protestas en distintos ejidos, y al calor de esos conflictos se formó la Unión de Ejidos y Nuevos Centros de Población de la Costa de Jalisco, que manifestó por voz de su dirigente,

la inconformidad de los ejidatarios de la costa por el anuncio hecho por el Secretario de Turismo en el sentido de que se expropiarán 7500 has. de esa zona para destinarlas a complejos turísticos: “no estamos de acuerdo en que se vayan a expropiar tierras para ser entregadas a particulares, ya que nosotros las podemos explotar en forma turística.13

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Con todo y las protestas y los desacuerdos, como suele ocurrir en nuestro país, las políticas oficiales se tradujeron en hechos consumados. Así por ejemplo, en 1985 se anuncia que

empresas fraccionadoras y hoteleras, así como particulares, se han ido adueftando de más de 400 has. del cerro, la jungla, el arroyo y la playa del paradisíaco ejido de Mismaloya. (Ya desde) 1983, el 10 de agosto, 25 casas de palapa fueron destruidas y quemadas; el 14 de marzo fue derrumbada la casa ejidal, y antes, la escuela del poblado [...] Todo para dar paso a la construcción de un lujoso hotel y de una zona residencial a la que sólo tendrán acceso los turistas millonarios.14

Participaron en estas heroicas acciones “elementos de la Mari­na, [...] y después dejaron aquí una guardia permanente de policías preventivos del Estado que no nos dejaban acercar a la playa” (loc.cit.). Sobran los comentarios.

En el municipio de La Huerta, según datos proporcionados por sus autoridades en 1986, existen aproximadamente 90 kilómetros de costa. Como se había dicho antes, la mayor parte está en manos dedistintos ejidos, aunque hay varias propiedades particulares. No obstante, ningún complejo ni instalación turística es ejidal. Por el contrario, algunas tierras ejidales han sido expropiadas y en otros casos se presentan despojos de particulares hacia los ejidos, en complicidad eterna tanto con los caciques locales como con las autoridades agrarias, civiles y militares. Tal y como sucedió en el caso del ejido Valle de Allende -en las riberas del Cuitzmala- donde también se han cerrado los pasos a la playa, se han aterrado los pozos de agua de los ejidatarios, y ha surgido una tensión a veces apenas controlada por la policía municipal o estatal (información proporcionada oralmente).

A modo de muestra, es ilustrativa la actitud que las autoridades municipales de La Huerta hacia mediados de los ochenta tenían respecto a la situación de la costa. Ellos consideraban que para desarrollar el turismo “se necesitan dineros que los ejidos no

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tienen”, y por otro lado -a l modo de las avestruces- afirmaban categóricos que “aquí no hay problemas”, y que simplemente “se está tratando de echar a andar el turismo” (siempre mediante el ortodoxo procedimiento de los desalojos de ejidatarios).

E l c a s o d e u n e j id o e n l a b a h ía d e t e n a c a t i t a 15

...las playas y las puntas, la vena, los esteros, la jungla, los veneros de agua caliente, junto al río más río de toda la costa16

I) Introducción a la historia turística de El Rebalsito, o de cómo un loco soñó en estas tieiras

Al sur del sitio en que las aguas del Purificación desbordan al Pacífico abierto, donde el abrazo del cerro de Los Dos Hermanos protege a la Bahía de Tenacatita que termina allá lejos en El Estrecho; en este preciso micro rincón del mundo, un elemento peculiar en su historia lo dió el hecho de que a esa belleza natural se unió la locura de un personaje célebre en la región, Ricardo Guerra Victoria,17 quien tuvo viejos proyectos, tempranos sueños alucinatorios sobre las potencialidades turísticas del lugar, quizás desde fines de los años cuarenta.18

Sin embargo, salvo algunas semirealizadas locuras, aquel hom­bre no alcanzó a concretar sus sueños por sí mismo, pero sí logró levantar por ejemplo, una rústica pista de aterrizaje junto al manglar (misma que pudo haber sido en sus proyectos, “un gran aeropuerto que deje chiquitos a los de cualquier parte del mun- do”19y que estaría preparado algún día que nunca llegó, para recibir “superfortalezas con el mayor cupo posible”, que trajeran turistas de “esos, los del aire en aviones lujosos”.20También los embarca­deros en la Vena de Los Angeles de Tenacatita (punto predilecto

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de Ricardo G. V.), y algunos esfuerzos en caminos (empatados con las necesidades de sus negocios madereros), fueron obras empren­didas por Ricardo Guerra Victoria.

Salvo ese tipo de instalaciones y otras para recibir a sus ilustres visitas personales, en verdad nunca —sólo hasta la acción regional de la Comisión de Planeación-21 la Bahía de Tenacatita quedó preparada para empezar a ser un lugar en el que el turismo se fué convirtiendo en un hecho social de creciente significación.22

II) Una descripción somera de los atractivos turísticos del ejido

Los atractivos naturales del ejido en su porción costera (unos 8 ó 10 kilómetros cuadrados: ver mapa 1), correspondientes a “la ampliación” del ejido23 han sido magistralmente descritos por Yáñez24 y en forma gruesa pueden resumirse así: 1) el Río Purifi­cación y, por lo tanto, agua dulce para diversos usos; 2) playas en el mar abierto al sur del Purificación y, en la bahía, playas protegi­das; y 3) lagunas y canales interiores, agua salobre, unión fecunda de agua dulce y salada; con su fauna y vegetación asociadas.

En torno a estos recursos se ha dado una ya larga historia de conflictos por despojos imprevistos y reivindicaciones anunciadas, los primeros casi siempre impunes, las segundas las más de las veces malogradas.

El ejido de El Rebalsito de Apazulco está ubicado a poco menos de 30 kilómetros al noroeste de Barra de Navidad-Melaque. Antes de 1976, el ejido contaba con una franja costera de aproxi­madamente 8 kilómetros a partir de la desembocadura del Río Purificación, hacia el sur. Después de este año, como veremos, la franja se redujo -mediante sospechoso procedimiento expro- piatorio— en unos 2 kilómetros en su extremo sur (ver mapa 2).

III) El primer embate contra el ejido: el Presidente y “los cañeros” expropian Los Angeles de Tenacatita.

La lucha por la ampliación del ejido tuvo, como suele suceder, un desarrollo sinuoso. La solicitud de ampliación tras reposar casi

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Mapa 1

BAHÍA DE TENACATITA

A Tepic

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Mapa 2

COSTA DE JALISCO

Puntos principales y comunicación terrestre con el interior.

A Mazatlán

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veinte años en los archivos oficiales es desempolvada en 1972 (durante el auge de los repartos echeverriístas en la costa), y en tan sólo nueve meses, ante el asombro de los beneficiados, se finiquitan todos los trámites, desde el mandamiento gubernamen­tal hasta la ejecución. Sin embargo, sólo cuatro años después, en una medida rápida de final de sexenio, se determina la expropia­ción al ejido de 70 has., estableciéndose una indemnización por un monto de alrededor de tres millones y medio de pesos.

En esta ocasión los trámites se agilizaron aún más, y el decreto expropiatorio se ejecuta tan sólo cinco semanas después de su publicación, faltando dos meses para el cambio de gobierno federal, por lo que el conflicto que ahí se iniciaba se desarrolló ya en el sexenio de López Portillo. En ese breve periodo entre el decreto y su ejecución, se efectuó una asamblea general de ejidatarios con el fin de obtener el consentimiento de éstos para el proyecto. Un consentimiento simbólico, vale decir, pues el decreto ya estaba publicado. A continuación transcribo las partes medulares del acta mencionada, que bien podría formar parte de un catálogo de la demagogia y el engaño:

En presencia del Secretario General del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Azucarera [...] en Asamblea General Extraordinaria [...] presenta ante la misma la solicitud [...] de fincar un Centro Turístico Vacacional para los obreros cañeros en sus tierras ejidales y por consiguiente la posibilidad de aceptación del decreto expropiatorio respectivo.

[...] Se expresó la preocupación [del Presidente de la República] porque los compañeros cañeros cuenten con un centro vacacional que disfruten con sus familias [...] que dicho lugar se finque en el Estado de Jalisco, de preferencia en tierras ejidales con el fin de que los beneficios que se van a obtener por la indemnización [...] redun­de en beneficio y progreso de la comunidad ejidal[...]

[...] el diputado y Secretario General de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos del Estado [habló...] con el fin de que los compañeros ejidatarios tuvieran conciencia de que el Centro Vacacional que se pretende fincar no va a beneficiar a una clase

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privilegiada, sino que va a ser en beneficio de una parte del pueblo mexicano que se dedica junto con los campesinos a producir y a crear el bienestar de la Nación.

[...] el Presidium no tuvo inconveniente en que se recabara el consentimiento de una manera tan democrática como es el voto [...y] se obtuvieron los resultados siguientes: de los 106 ejidatarios que constituyeron el quórum [...], 57 votaron a favor [...], 44 en contra y 5 abstenciones.

Firmaron para debida constancia [...] los que intervinieron y quisieron hacerlo [...] ya que se dió el caso de que la mayoría de los que votaron en contra se retiraron [...] negándose a firmar, ( s r a , La Huerta, Expediente de Ampliación al ejido de El Rebalsito de Apazulco)

En esa asamblea se unieron, con la determinación de obtener ese consentimiento, los ejidatarios poderosos de dotación (los caciques locales), los representantes de la Reforma Agraria, los del Sindicato Azucarero y de la c n c . Por otro lado, algunos de los ejidatarios de ampliación se opusieron a la expropiación, pero algunos otros --los localmente llamados “caciquistas”, que en mayor grado dependían de “los favores”, el trabajo, de los caci­ques- en esa ocasión debieron pagar con su voto a favor del proyecto, la fidelidad que debían a sus patrones.25

Destaca de lo expresado en el acta por un lado, “la preocupa­ción del Presidente” por el carácter social que supuestamente tendría el proyecto; y por el otro, el manifiesto rechazo al proyecto de un sector importante de los ejidatarios. En este aspecto, si tomamos en cuenta que el total de ejidatarios es de ciento setenta, se tiene que -confiando en los datos asentados en el acta- sólo el 33.5% votó a favor del consentimiento, mientras que un 37.5% no acudió a la asamblea, 25.8 votó en contra y el restante 3% se abstuvo en la votación. Si a esto añadimos que muchos de los que no asistieron a la asamblea actuaron así por rechazo al asunto que en ella se trataría, y que algunos de los que se salieron “negándose a firmar” basaron su negativa en que los resultados reales de la

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votación habían sido distintos a los registrados en el acta, podremos ver que la conmoción causada por este proyecto fracturó a su población, agudizó los conflictos internos y la polarización política.

Para los ejidatarios de dotación en general, el atractivo estriba­ba en el hecho simple de que obtendrían su parte proporcional de la indemnización sin tener que ceder un solo metro de sus tierras: la expropiación de tierras de la ampliación no les afectaba en lo más mínimo. Además, los miembros del grupo hegemónico caciquil obtuvieron otras ganancias económicas y políticas derivadas de su alianza con sectores externos, fortaleciendo así su posición de dominio al interior del ejido.

El descontento se mantuvo aún después de la asamblea y la ejecución, pues “los cañeros” no sólo ocuparon una superficie mayor a la expropiada sino que, aún dos años después, no habían llegado a manos de la base ejidal 3 de los 3.5 millones de la indemnización; cuando por fin les fueron entregados a cada ejidatario los veinte mil pesos que le correspondían, su valor real se había visto ya notablemente reducido. Otros presuntos “acuer­dos” entre cañeros y autoridades ejidales (en base a los cuales aquellos se comprometían a abrir y dar mantenimiento a algunos caminos que facilitarían a los ejidatarios de ampliación el acceso a sus parcelas) tampoco se cumplieron.

IV) Los “beneficios a la comunidad ”, o de cómo comer migajas sin indigestarse

En 1977 se inició la primera etapa de la construcción -p o r parte del Fideicomiso del sn t ia para el Desarrollo Turístico- de lo que por unos años se llamaría Centro Vacacional Azucarero. Uno de los “beneficios para la comunidad” que más se habían anunciado (y que más se manejan en casos similares) era el de los empleos que este proyecto generaría y que contribuirían a aliviar la situa­ción económica de las familias del ejido. En este rubro, los em­pleos que se generaron pueden dividirse entre los temporales y los que tuvieron un carácter más permanente.

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Entre 1977 y 1984 se fueron construyendo en distintas etapas, las partes que compondrían el centro vacacional, la primera de las cuales empieza a operar a fines de los setenta. En estos años se generaron en la construcción un número no determinado de empleos en albañilería. Para ello se contrató a personas de El Rebalsito y de varios otros ejidos. Estas labores no tuvieron una continuidad plena sino que fueron suspendidas en distintos perío­dos. Aunque no disponemos de un dato aproximado sobre el número de rebalsiteños que aquí se emplearon, este no parece haber sido significativo, pues al menos entre nuestros informantes —alrededor de cincuenta personas adultas- solo dos se emplearon ahí temporalmente, “un par de meses”.

Otro sector también reducido de rebalsiteños de ambos sexos ingresó al centro vacacional como trabajadores de limpieza, jardi­neros, cocineras y recamaristas, principalmente. Hacia 1983 existía ya un transporte de la empresa que recogía por las mañanas y devolvía por las tardes a sus pueblos a unos veinte o veinticinco trabajadores, la mitad de los cuales -aproximadamente- eran originarios de El Rebalsito y ganaban -por si pudiera caber alguna duda- el mínimo salario mínimo.

Y eso fue todo, además de algunos “jales” -que no empleos- surgidos esporádicamente y en los que a veces intervienen algunos rebalsiteños, tales como desmontes o limpieza de terrenos, repara­ción de muelles u otras instalaciones. He ahí el magno “beneficio para la comunidad”.

Vale decir que -en la visión de los afectados, vislumbrada a través de las entrevistas- lo manifiesto en su caso no fue una expropiación sino una burda venta con la cual los caciques entre­garon tierras que no eran suyas. La imaginación popular vuela calculando el monto de los ilegales beneficios que, “bajo el agua” según dicen, obtuvieron los caciques por tal transacción y alianza.

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V) Los cañeros se van, otros ricos y güeros vienen; o de cómo pasar del “bien social” al lucro transnacional

La burla que implicó todo este proyecto se consumó ocho años después de haber surgido. A fines de 1984 los rebalsiteños se enteran de lo que el primero de febrero próximo anuncia en los siguientes términos El Universal, en la columna Ad-hoc de su sección de Sociales:

Jean S. Boyancé, director general de Posadas de México, compañía operadora de los hoteles Fiesta Americana y Holiday Inri, informó [que] el paradisiaco hotel y club de playa “Los Angeles Locos de Tenacatita” [...] se ha integrado a la organización que encabeza.

[...] comentó Boyancé, “se puede afirmar que se trata de un centro vacacional muy original, diferente, singular, además de muy exclusivo, pues (está) en un sitio fuera de serie, en donde todavía se puede gozar y vivir en pleno contacto con la naturaleza, pródiga ahí de paisajes, vegetación exhuberante, playas ideales para la pesca de jaiba, langosta, caracol o pulpo, en un ambiente rústico y sin las desagradables contaminaciones urbanísticas.

El hotel es realmente fabuloso, cuenta con 205 habitaciones incluyendo elegantes suites (entre ellas una suite presidencial y una ejecutiva), [...] cafetería, restaurante de especialidades, lobby bar, gran alberca, tabaquería, tienda de regalos y una espectacular discoteque.

[...] instalaciones especiales para reuniones, concesiones y semi­narios, con capacidades que van desde 25 hasta 600 personas [y] tres pequeñas salas para grupos reducidos.

Para los aficionados al tenis, el hotel cuenta con tres magníficas canchas al aire libre con iluminación para los juegos nocturnos.

La playa del hotel, rodeada de un hermoso paisaje tropical, es ideal para toda clase de deportes acuáticos, incluyendo la pesca mayor, tan preciada por los visitantes del extranjero. [..Es] algo verdaderamente exclusivo y singular gozar de una visita espléndida en “Los Angeles Locos de Tenacatita”.

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Quizás el documento sea suficientemente expresivo y no haga falta añadir mucho respecto a este original viraje. Viraje que -des­de la posición del sector finalmente beneficiado y del cronista de Sociales— podría ser referido como un viraje ad-hoc, por medio del cual se logró que un centro vacacional que era “para los trabajadores cañeros y sus familias [...] y no para beneficiar a una clase privilegiada, sino a una parte del pueblo mexicano..”, se convirtiera en un centro vacacional “muy exclusivo y singular”, orientado en buena medida a “los visitantes del extranjero”, los turistas “del aire” que treinta años atrás había soñado Ricardo Guerra Victoria. Sin duda, se trató de un cambio de rumbo del cual debieran sentirse orgullosos los que pregonan y buscan el triunfo de la “racionalidad empresarial” sobre lo que ellos llaman “la demagogia populista del turismo social”.

Recapitulando en torno a este primer conflicto por cuestiones turísticas, puede decirse que la afectación del proyecto sobre la población ejidal consistió, por un lado, en que se llevó a cabo contra su voluntad, fortaleciendo al grupo local dominante, re­produciendo y solapando viejos vicios políticos.

En cuanto a la oferta de trabajo, tanto la cantidad como la calidad de este pretendido beneficio es cuestionable, pues el emplear a veinticinco o treinta personas de la región no puede tomarse como benevolente dádiva. A decir verdad, lo único que hubiese faltado es que trajeran jardineros, recamaristas, cocineras, de otros lugares del país. Vale la pena tomar en cuenta observacio­nes de otros casos en los que “El derrame económico [...] proviene [...] de los raquíticos salarios que se pagan a los trabajadores autóctonos [...] Basta con preguntarnos acerca del tipo de em­pleos que genera y el precio que se paga para echar por tierra las endebles bases” de ese pretendido beneficio.26

Asimismo, más allá de los iniciales desplantes demagógicos para impulsar el proyecto, hay elementos para dudar de la más mínima honestidad con que todo se planteó desde un principio. Al menos parece absurdo que lo expuesto como un proyecto de “turismo

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social” se haya hecho con un derroche y ostentación tales que en los hechos le daban un perfil de hotel comercial, de lujo, “muy exclusivo”. Pensando en los trabajadores de la caña, parecen fuera de lugar el “lobby bar”, “la espectacular discoteque”, las “magní­ficas canchas de tenis”...: ¿o será acaso que estos hombres del campo habrán desarrollado su afición por el sublime “deporte blanco”?. Esas instalaciones hacen pensar que el centro nunca estuvo planeado para atender al público cañero, y adquieren sentido sólo pensando que quienes gozarían de ellas serían turistas de altos recursos... y miembros de la élite sindical del sn t ia .

De esta manera, en el caso que nos ocupa, operó efectiva la triple alianza entre autoridades agropolíticas, caciques locales y los intereses privados del sector beneficiado: alianza que en otros casos ya se ha visto operar con idéntica efectividad. Se verificó también la tradición vergonzante de invertir, pagar, desarrollar con recursos públicos proyectos con supuestos fines sociales, para una vez realizados entregarlos a manos particulares: el estado u otros organismos sociales (en este caso el Fideicomiso del sn t ia )

hacen las inversiones y construyen para posteriormente entregar o arrendar -para el asunto es casi lo mismo- a particulares, naciona­les o extranjeros, que ni en uno ni en otro caso generan un provecho de consideración para las poblaciones locales y el país.

Tomando en cuenta lo anterior, hace algunos años me pregun­taba —no sin tem or- cómo debían tomarse las palabras del Gobier­no del Estado cuando en El Plan Jalisco afirmaba que “[...] se promoverá la conformación de circuitos turísticos, con prioridad para el turismo social en el área entre Cihuatlán y Chamela”.27 ¿se trataba de una promesa o de una amenaza? ¿era el preludio de nuevos procesos de despojo y engaño? Veamos lo que ocurrió poco antes y después de ese anuncio.

VI) Y surgen más benefactores; pero la muía no era aiisca...

En 1983, llegó al ejido de El Rebalsito otro grupo turístico em­presarial que quería beneficiar a la comunidad y vino a ofrecer a

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los ejidatarios la luna y las estrellas, tan solo a cambio de sus playas, sus cerros y su sol. En esa ocasión todo empezó con las visitas cada vez más frecuentes de un personaje extra local, acom­pañado por algunos de los principales ejidatarios del sector domi­nante, quienes recorrieron los principales parajes costeros ejidales, viendo qué partes se adecuaban más a sus propósitos.28

Así, el agente externo no se presentó en asamblea sino hasta que tuvo asegurado el apoyo de los actores más influyentes en el ejido. Sin embargo, cuando en asamblea definió públicamente sus inten­ciones, se encontró desde un principio con el rechazo de algunos ejidatarios, mientras que otro sector nuevamente se sintió atraído por las ofertas de los hoteleros.

Agrandes rasgos, se reprodujo la división habida siete años atrás: los que se adhirieron de inmediato a la propuesta fue­ron —además de “ los gusgos” o caciques— los ejidatarios “caciquistas”, jornaleros dependientes en grado severo, de la población económicamente más baja, “los de a tiro jodidos que nunca habían visto juntos dos billetes de a mil”.

Esta vez lo que se pedía al ejido era algo más que las setenta has. del caso anterior. Se manifestaron pretensiones sobre la principal playa del ejido, esto es: Tenacatita entera; sobre la punta de las Coloradas (parte de la zona urbana de ampliación); el campo de aviación paralelo al canal; además de otras porciones (La Zacatosa y tierras cercanas a la Vena de Los Angeles y la laguna costera). A cambio de esto los hoteleros ofrecían -o tra vez- “empleos para los ejidatarios y sus hijos”, crecimiento de la afluencia turística y -sobre todo— cien mil pesos por ejidatario, cantidad que luego incrementaron en la célebre “asamblea del millón”.

La oposición al proyecto, primero débil (expresada por uno de los más viejos y radicales ejidatarios contrarios al cacicazgo local) fue tomando forma en las sucesivas asambleas que se fueron convocando para el caso, y cada vez más distintos ejidatarios interpusieron obstáculos y objeciones a la consumación de cual­quier trato. Después de tres asambleas, los sectores que impulsa­

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ban el proyecto no pudieron desarticular ni acallar a quienes se le oponían, por lo que renunciaron a sus planes, acaso momentánea­mente, esperando quizás una oportunidad como la que ahora les brindarán las reformas al artículo 27.

En esta ocasión, factores diversos determinaron un desenlace diferente al del caso anterior. Uno de estos factores fue, por ejemplo, que esta vez los promotores del proyecto no contaron con el aval explícito del estado, y por lo tanto con la determinación gubernamental de imponerlo, como sí sucedió en el caso de “los cañeros”. Por otro lado, también tuvo un papel importante la experiencia anterior con el sntla, de la cual se derivó una justa desconfianza que acaso favoreció una incipiente organización entre el sector opositor al cacicazgo local.

Si bien es cierto que el rechazo de algunos ejidatarios a la venta se debía a un auténtico sentimiento de que esas tierras eran su tierra, su terruño, su patrimonio y el de sus hijos y nietos, igualmen­te cierto es que en muchos casos intervino también un simple cálculo mercantil que les decía que tan sólo el lote a que tenían derecho en la zona urbana de ampliación podía valer la cantidad que les ofrecían, lo que ante sus ojos demostraba que se les quería hacer víctimas de un nuevo robo.

VII) Los últimos embates: en el sexenio de la modernidad

Hacia 1989, se inició un nuevo embate contra el litoral ejidal de El Rebalsito. Con un procedimiento similar al intentado en 1983, y argumentando que la porción conocida como las Playas Moras no estaba dentro de los linderos del ejido (cuestión falsa a decir de los viejos que participaron en el deslinde de terrenos y fijación de mojoneras), manos particulares se adueñaron (por la vía de una compra de dudosa licitud) de ese extremo norte de la bahía, levantando lienzos para delimitar esta nueva posesión. No con­formes con ello, buscaron judicial y extrajudicialmente expulsar a un par de familias asentadas en la parte federal de aquel recodo

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d e l m ar, in te n to q u e fu e d e te n id o p or au to r id a d es d e s e d u e q u e

tá c ita m e n te a p oyaron los d e r e c h o s d e p o se s ió n d e las fam ilias

n ativas.

Pero no termina ahí la historia de despojos acarreados por el interés capitalista en la explotación turística. El más reciente episodio de este proceso se remonta apenas a los últimos días de octubre de 1991, casualmente pocos días antes de que se dieran a conocer las reformas al Artículo 27. En esta ocasión salieron a relucir fuertes intereses de grupos con poder económico y político a nivel estatal, entre ellos la viuda de un exgobernador jalisciense que ahora, después de más de 25 años de la ampliación al ejido, viene a reclamar derechos sobre terrenos costeros (que en sentido estricto son propiedad federal y que, por lo tanto, ningún particular puede reclamar para sí) que han venido siendo ocupados por personas del lugar para desarrollar sus actividades pesqueras o para fincar rústicos restoranes playeros.

A pesar de que en este caso la razón legal parece estar mucho muy lejos de la viuda reclamante y de otros grupos económicos que se han inmiscuido en el asunto, su fuerza económica y política pueden ser determinantes para el desenlace del caso.

Por lo pronto, el primer paso ha sido iniciativa de la honorable mujer, según unos, o de esos otros grupos de poder, según otras versiones;29 el caso es que según testimonios locales, una noche de octubre, en dos autobuses en el Barrio de San Juan de Dios, Guadalajara, se reclutaron varias decenas de vagos, pandilleros, y demás elementos del lúmpen tapatío. Los transportaron con rum­bo a la costa, sin saber ellos todavía cuál sería su labor. Acaso seis horas después, el comando lúmpen llegó a la tierra pródiga; recibieron sus instrucciones y sin dar aviso ni tiempo de nada prendieron fuego a las chozas rústicas de toda Tenacatita y las Playas Moras. Horas después, apareció en el arsenal de los atacantes, maquinaria pesada que alcanzó a derruir también partes de las construcciones de material, dejando particularmente devas­tada la zona de los antiguos terrenos de la cooperativa pesquera. Al

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amanecer llegó un amparo tramitado por los afectados y se detuvo la barbarie, cuando ya casi todo estaba hecho. Luego llegaron elementos armados de seguridad del estado y cerraron el acceso a la playa. Días después los rebalsiteños afectados pudieron volver a empezar a levantar sus construcciones rústicas junto al mar.

En enero de 1992, la incipiente lucha de este grupo se planteaba el simple objetivo ya no de obligar a la reparación de los daños, sino tan solo lograr “que la tal viuda nos deje en paz”. Como en otras ocasiones, bien poco es lo que pide el hombre del campo, y sin embargo, muy probablemente, esas peticiones resulten excesivas ante los ojos del poder.

C o n c l u sio n e s y c o m pa r a c io n e s

A modo de recapitulación final expondré sintéticamente los elementos determinantes del proceso analizado, para después hacer algunos comentarios en torno a las posibles consecuencias que puede traer en la costa michoacana un proceso similar que ya está en marcha.

Partimos de que la aparición de la carretera costera sentó las bases a fines de los cincuenta para el enorme cambio que viviría la región a partir de la siguiente década. En los sesenta, el turismo inicia su desarrollo en la costa jalisciense con el surgimiento de Vallarta y Melaque. Poco a poco, las poblaciones y ejidos vecinos a estos polos van siendo integrados a las actividaes turísticas, la ambición sobre las tierras costeras crece, y ya para mediados délos setenta empiezan a ser evidentes los conflictos creados por los intereses encontrados de los núcleos ejidales y los grupos privados del capital turístico.

En este enfrentamiento -salvo muy raras excepciones que no hacen sino confirmar la regla- la actitud de las instituciones federales y estatales ha sido de total parcialidad a favor de los grupos privados, poniendo a su servicio no sólo los recursos económicos sino también -cuando ha sido necesario- la fuerza pública del estado.

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En este contexto es importante resaltar el papel de los cacicazgos locales, que han sabido obtener beneficios políticos y económicos de su alianza sumisa con los intereses externos. En contraste, tomando en cuenta la potencialidad de los recursos turísticos de la zona, es también notable -y difícilmente rebatible— lo raquítico que ha sido el beneficio económico directo para los pobladores de la costa.

Con este marco de referencia en torno a la situación del litoral jalisciense, ahora podemos aventurar algunos comentarios sobre los riesgos que penden hoy sobre otras tierras pródigas, las del Pacífico michoacano, más de doscientos kilómetros de playas, accesibles por tierra desde hace apenas una década.30

La carretara costera michoacana, que une al Puerto de Lázaro Cárdenas con Coahuayana y, más adelante -ya en el estado de Colima- con Tecomán, es la de más tardía construcción en toda la costa del Pacífico mexicano, pues hasta 1981 se vio convertida en realidad, tras reposar largos años en la lista de promesas de la revolución. Hasta la fecha sigue siendo una carretera relativamen­te poco transitada. Aquellas siguen siendo pues, tierras rústicas que sin embargo pronto empezarán quizás a cambiar su fisonomía.

De 1988 a la fecha, por motivaciones claramente políticas, los gobiernos federal y estatal han puesto sus ojos en la costa del estado para “que despegue esta región ancestralmente olvidada y margi­nada”31 como suelen decir en una de sus frases más acabadas de tanto usarse en tantos otros lugares del país. Otra vez -como años atrás en la costa de Jalisco- ahora aquí se oyen las amenazantes promesas de que pronto se desarrollará el turismo en la región, y de que llegarán los famosos “beneficios a la comunidad”. Sin embargo, puede preverse que algunos de los efectos nocivos conocidos en Jalisco puedan reproducirse en cierto modo en nuestro estado. Así, cabe ya perfectamente la duda sobre quiénes serán los beneficiarios de ese desarrollo y cómo ahora sí podrán ser distribuidas las riquezas generadas, lo cual jamás se ha llevado tampoco a los hechos.

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Valdría preguntarse si esta deficiente distribución de la riqueza generada por el turismo es un problema “de planeación” o si por el contrario es un problema estructural, intrínseco al sistema social en que vivimos. En lo personal me inclinaría a pensar esto último, máxime en estos tiempos de modernización neoliberal en los que cada vez más el objetivo de toda actividad económica es la creación de riqueza aunque ésta no se distribuya. De cualquier manera, pueden pensarse otras alternativas viables para el turismo, bajo otro tipo de racionalidad y de proyecto nacional, en el que se le conciba en su doble función social (el aspecto económico y el recreativo) y no como mera vía para engordar peces gordos que por décadas se han comido a los chicos.

En este sentido, puede afirmarse que ni el llamado “turismo social” ni el más joven “turismo ecológico” han sido jamás derro­tados. Pese a afirmaciones en contrario, estas no pueden ser consideradas como opciones inviables, pues lisa y llanamente nunca se les ha dejado existir, aún no han nacido. Y hoy por hoy, las condiciones generales del sistema económico vigente son el mejor antídoto para que surjan esas opciones que --sin embargo- no pueden descartarse para un futuro quien sabe qué tan lejano, cuando la naturaleza deje de ser botín de piratas empresariales y cuando todos podamos ser algo más que máquinas de enriquecer bolsillos ajenos. Aquí, como en otros casos, vale soñar, y vale confiar en que estas tierras pródigas dejen de ser un paraíso ajeno y en llamas, para convertirse, más modestamente, en un lugar viable para una vida digna de sus pobladores.

N otas

1. Este artículo fue elaborado sobre todo a partir del trabajo de campo realizado en la costa de Jalisco entre 1983 y 1987, que culminó con la tesis de licenciatura Caciquis­mo y Miseria Rural: intereses y conflictos en una comunidad ejidal de la costa sur de Jalisco. Otra vertiente que motivó la elaboración de este artículo es la emoción surgida por las letras de Agustín Yañez, genial reconstructor de la vida en esas tierras pródigas de la costa. Lo alimenta también un interés más reciente por la

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situación actual de la costa michoacana. Quiero agradecer el apoyo de los maestros del Centro de Estudios Rurales del Colegio de Michoacán, especialmente al amigo Miguel Hernández, tanto como al Maestro Esteban Krotz, de la Universidad Autó­noma de Yucatán, por sus amables asesorías. (Por último, aunque quizás aquí no quepa ni sea una práctica ortodoxa, quiero dedicar este trabajo a la persona que conoció junto conmigo lo que aquí se expone, y que le dió sentido a lo que entonces hice).

2. La Jomada, México, 30 de diciembre de 1984.3. La Jomada, op. cit., 17,18 y 19 de septiembre de 1991.4. Proceso, revista semanal, México, No. 798,17 de febrero de 1992, pp. 26-29.5. La Voz de Michoacán, 17 de diciembre de 1991.6. José Rogelio Alvarez, “La Comisión de Planeación de la Costa de Jalisco en el

período 1953-1959”, Encuentro, Vol I, núm. 1 pp. 87-96, Guadalajara, El Colegio de Jalisco, 1983.

7. Luis González y González, “Comentarios a la ponencia de José Rogelio Alvarez titulada ‘La Comisión de Planeación de la Costa de Jalisco en el período 1953- 1959\ Encuentro, Vol. I, núm. 1, pp. 97-100, Guadalajara, El Colegio de Jalisco, 1983.

8. Agustín Yáñez, La Tierra Pródiga. México, FCE., 1985, 315 p.9. Ibid: 28710. A grandes rasgos nuestra región abarca los municipios de Cihuatlán, La Huerta,

Tomatlán, Cabo Corrientes y Puerto Vallarta.11. El día, 12 de enero de 1985.12. La Jomada, op. cit., 30 de diciembre de 1984.13. Excélsior, 24 de diciembre de 1984.14. La Jomada, op.cit., 21 de mayo de 1985.15. Vale la pena hacer mención que el escenario en que se desarrolla la aludida obra de

Yañez (La Tierra Pródiga, FCE, México, 1985) es en buena medida el de las tierras de este ejido, (en las pp. 290-291 se .menciona inclusive textualmente al pueblo, cuando se dice que “al pasar el río de Purificación estaba la banda del Rebalsito”, y habla luego de “los arranques de los músicos traídos del Rebalsito, que apenas podían caminar de borrachos”. Temporalmente, la obra cubre un período vital para nuestro estudio, es decir: los años del cambio, básicamente los años cincuenta, aunque insinúa lo que vendría más adelante. Muestra el derrumbamiento de una vieja estructura y cómo se sentaron las bases para el surgimiento de otra.

16. Agustín Yáñez, op. cit., p.4217. Aquí empleamos el nombre utilizado por Yáñez en su novela para el personaje real

a que nos referimos.18. Existe base real para ese sueño alucinatorio de RGV. Quien conozca el lugar en

cuestión sabrá que no sólo serían posibles esos proyectos sino muchos más de esa y otras orientaciones. En el trabajo de tesis se insiste y muestran, por ejemplo, las potencialidades del desarrollo pesquero.

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19. Agustín Yáñez, op. cit., p. 61

20. Ibid., p. 62. En esta parte del relato, r g v añade, sobre los turistas “del aire”: “esos son los que me interesan”. Debemos reconocer que en este sentido su proyecto sí se cumplió: fomentar el turismo “de altura”.

21. El de la Comisión de Planeación de la Costa de Jalisco fue, como ya se ha dicho, un esfuerzo consistente, sistemático y de gran escala, orientado ciertamente por la consabida necesidad de integrar nuevas zonas a la dinámica nacional, esto es: al sistema capitalista dominante.

22. Por lo pronto no valoramos positiva ni negativamente esa significación adquirida por el fenómeno turístico.

23. En virtud de ser de gran importancia en la vida del ejido que nos ocupa, aquí resumiré la relevancia que tiene la división entre ejidatarios “de dotación” y “de ampliación”. Los primeros son los que usufructúan las tierras de la dotación origi­nal: parcelas de alrededor de 8 has. en tierras de riego sembradas de coco, plátano, papaya y mango; entre este sector están “los gusgos”, los ejidatarios fuertes econó­mica y políticamente, quienes dominan la estructura caciquil local. Los ejidatarios “de ampliación”, tienen parcelas de 20 has. cerriles, en algunos casos todavía parcial o totalmente enmontadas; algunos sacan de ahí magras cosechas temporaleras de maíz y otros -vinculados con los ejidatarios fuertes- explotan la ganadería en las zonas pastales. Lo más común es que los ejidatarios de ampliación trabajen no en sus parcelas que pocos frutos dan, sino como jornaleros agrícolas al servicio del grupo fuerte, lo cual crea un lazo de dependencia política y económica de gran peso en la comunidad.

24. Ver por ejemplo p. 211 y ss. de Yáñez.25. En nuestro trabajo de tesis se considera este lazo de sujeción y dependencia del

empleado hacia el empleador, del jornalero hacia el cacique, como un elemento clave en la estructura de poder local, pues genera dependencias y fidelidades difíci­les de romper en un contexto de empleos escasos.

26. Francisco Talavera Salgado, Lago Chapola: Turismo Residencial y Campesinado. INAH. Colección Científica núm. 105, México, 1982, p. 142.

27. Gobierno del Estado de Jalisco, Plan Jalisco, Guadalajara, 1985, p.33.28. En el trabajo de tesis se describe este caso en términos de la teoría del procesualismo,

detectando las fases determinantes del conflicto.

29. Ver Proceso núm. 798, del 17 de septiembre 1992.30. Vale decir que los comentarios que aquí se vierten sobre el caso de la costa

michoacana, se hacen sólo en base a una revisión superficial de la situación en esta región en la que, sin embargo, nos proponemos adentramos en la realización del trabajo de tesis de maestría.

31. La Voz de Michoacán, op. cit.

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B ib l io g r a fía

Á l v a r e z , José Rogelio, “La Comisión de Planeación de la Costa de Jalisco en el periodo 1953-1959”, Encuentro, vol. I, núm. 1, Guadalajara, El Colegio de Jalisco 1983, 87-96 pp.

G o b ie r n o d e l E s t a d o d e J a l i s c o , Plan Jalisco, Guadalajara, 1985,

G o n z á l e z y G o n z á l e z , Luis, “Comentarios a la ponencia de José Rogelio Alvarez titulada ' La Comisión de Planeación de la Costa de Jalisco en el periodo 1953-1959”’, Encuentro, vol. I, núm. 1, Guadalajara, El Colegio de Jalisco. 97-100 pp.

R a m ír e z S e v i l l a , Luis, Caciquismo y Miseria Rural: intereses y conflictos en una comunidad ejidal de la costa sur de Jalisco. Tesis de Licenciatura, México, 1989, Departamento de Antro­pología, Universidad Autónoma metropolitana-Unidad Izta- palapa. 227 p.

T a l a v e r a S a l g a d o , Francisco. Lago Chapala: Turismo Residen- cialy Campesinado, in a h . Colección Científica núm 105, Méxi­co, 1982.163 p.

Y á ñ e z , Agustín, La Tierra Pródiga, f c e . México, 1985,315 p.