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Los mártires latinoamericanos. Interpelación y gracia para la Iglesia. Jon Sobrino, Centro de Reflexión Teológica, San Salvador. En el úliimo tercio de este siglo ha habido muchos mártires en América Latina, campesinos y campesinas, obreros. eslUdiantes. abogados, médicos, maestros, intelectuales, periodistas. catequistas. sacerdotes, religiosas. obispos, arzobispos, que nos recuerdan a Jesús crucificado. Y junto a ellos ha habido grupos de mayorías pobres. asesinados en grandes masacres, en total indefen- sión, que permanecen en el anonimato, y que nos recuerdan al siervo sufriente de Yahvé. Con toda raz6n se puede hablar, pues, de una Iglesia martirial. En esa Iglesia martirial se dio también una generaci6n de obispos de calidad evangélica extraordinaria, una vida religiosa, simbolizada en la CLAR, y numero- sos grupos sacerdotales renovados. También en ella se origin6 una teologfa -la de la liberaci6n- que centr6 la fe, la esperanza y la caridad alrededor de los pobres. Por último, en esta Iglesia surgieron comunidades eclesiales de base, co- munidades de pobres, de laicos y laicas, que llevaron a madurez al pueblo de Dios. Esta Iglesia martirial es -pensamos- el mejor fruto evangélico en muchos siglos de historia. En este artículo. sin embargo. no la vamos a presentar, sino que ---<lesde ella y pensando en la Iglesia aClual- queremos analizar c6mo los mártires de estos últimos treinta años la pueden configurar hoy. Más en concre- lO, c6mo esos mártires se convierten hoy para la Iglesia en interpelaci6n y gra- cia. Y ambas cosas son centrales en "la llamada a la santidad", que pide el documento Ecclesia in America. 1. La necesidad de interpelación a la Iglesia actual Primera tesis. La interpelaci6n a la Iglesia es necesaria y saludable. Los mártires son quienes con mayor vigor la pueden interpelar porque, en defini- Digitalizado por Biblioteca "P. Florentino Idoate, S.J." Universidad Centroamericana José Simeón Cañas

Martires Latinoamericanos RLT 1999 048 F

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  • Los mrtires latinoamericanos.Interpelacin y gracia para la Iglesia.

    Jon Sobrino,Centro de Reflexin Teolgica,San Salvador.

    En el liimo tercio de este siglo ha habido muchos mrtires en AmricaLatina, campesinos y campesinas, obreros. eslUdiantes. abogados, mdicos,maestros, intelectuales, periodistas. catequistas. sacerdotes, religiosas. obispos,arzobispos, que nos recuerdan a Jess crucificado. Y junto a ellos ha habidogrupos de mayoras pobres. asesinados en grandes masacres, en total indefen-sin, que permanecen en el anonimato, y que nos recuerdan al siervo sufrientede Yahv. Con toda raz6n se puede hablar, pues, de una Iglesia martirial.

    En esa Iglesia martirial se dio tambin una generaci6n de obispos de calidadevanglica extraordinaria, una vida religiosa, simbolizada en la CLAR, y numero-sos grupos sacerdotales renovados. Tambin en ella se origin6 una teologfa -lade la liberaci6n- que centr6 la fe, la esperanza y la caridad alrededor de lospobres. Por ltimo, en esta Iglesia surgieron comunidades eclesiales de base, co-munidades de pobres, de laicos y laicas, que llevaron a madurez al pueblo deDios.

    Esta Iglesia martirial es -pensamos- el mejor fruto evanglico en muchossiglos de historia. En este artculo. sin embargo. no la vamos a presentar, sinoque ---

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    tiva, se consliluyen en poderosa mediacin histrica del Dios que la interpe-la. Esa interpelacin debe hoy lener en cuenla. muy centralmente. la involu-cin eclesial que se ha operado con respecto a Medelln.

    Esla primera tesis es previa al cuerpo del artculo. pero es fundamental paracomprender la necesidad de que la Iglesia sea interpelada y la capacidad quetienen los mrtires para hacerlo.

    1.1. Necesidad de que la Iglesia sea interpelada

    Los mrtires actuales interpelan en directo a la realidad histrica. a las es-tructuras econ6micas, polticas. militares, ideolgicas. ctc., y a sus agentes. Lainterpelacin fundamental consistc en pedirles cuenlas de lo que han hecho. delo que hacen y de lo que van a hacer anle los pueblos crucificados. Estecucstionamiento. sin embargo. es desodo, y normalmente las instancias citadasno slo no se sienten inlerpeladas. sino que. si pueden. difaman a los mrtires. y.en cualquier caso, se afanan en enterrarlos para siempre. como ha ocurrido y, dealguna forma. sigue ocurriendo hasta el da de hoy en El Salvador. Y lo msgrave es que de esa forma la sociedad se empobrece. se priva del potencialhumanizador de los mrtires.

    La interpelacin fundamental de los mrtires se dirige. pues, al mundo depecado. pero esa interpelacin se dirige tambin a la Iglesia. Que la interpela-cin es posible y necesaria es cosa bien sabida. La Iglesia se ha reconocidocomo semper reformandiJ (como lo record el Vaticano 11) o. en palabras msfuertes, como la casta meretra:. que decan los padres. Si de las palabras pasa-mos a la realidad, se puede discutir si la Iglesia en su conjunto est hoy mejor opeor que anles. Comparada con la Iglesia de hace medio siglo los cambios yavances son claros. Pero si se la compara con la Iglesia que surgi del Vaticano11 y Medelln. no se puede negar que se ha dado una involucin -yen ellaestamos.

    En la Iglesia se manlienen cosas buenas -3 veces con gran mrilo y enmedio de mlliples obstculos- e incluso surgen otras nuevas. pero los signosde involucin son inocultables y marcan la actual direccin. Al hablar de inter-pelacin, nos vamos a concentrar no tanto en las limitaciones y pecados quesiempre afectan a la Iglesia -escndalos recurrentes en la historia hasta el dade hoy-o sino en la prdida y merma en cosas buenas que han sido reales y queestn muriendo ahora la muerte de mil cualificaciones. Con palabras bblicas sepodra formular la interpelacin a la Iglesia de esta manera: "dnde est tuamor primero. dnde la audacia de Medelln. dnde el arriesgarlo todo por sal-var a los pobres de este mundo?". Mencionemos, a modo de examen de con-ciencia, algunas expresiones de esta involucin.

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    Por lo que loca al inlerior de la Iglesia, hay merma en fraternidadinrraeclesial y excesiva insistencia en su dimensin jerrquica. controladora,con miedo a la base popular, a los laicos y, especialmente, a la mujer. Haymenna en propiciar /0 madurez del pueblo de Dios, fomentando o tolerandomovimientos interioristas. que se desentienden de la creacin de Dios. y quellegan a ser esolricos y, sobre lodo, infantilizanles. Hay menna en catolicidad yco/egialidad. Una Iglesia que fomentaba la localidad eclesial, para ser as uni-versal a la manera callica, no unifonnista, y que en Amrica Lalina promoviuna generacin de obispos locales, slo comparable a la de los obispos profelasde la colonia, vuelve a ser parte de una Iglesia exageradamenle centralizada yunifonnista, sin la honradez de reconocer la necesidad de aquel lipo de obisposy sin la audacia de promoverlos -y con muchsima frecuencia ocurre lo conlra-rio. Y por lo que loca a la colegialidad, ese tipo de obispos no cuenta mucho enla direccin de la Iglesia universal.

    Por lo que toca a la misin, hay menna en la opci6n por los pobres, en laopcin por todo lo que implique lo popular consciente, la praxis, el conflicto, laprofeca. A pesar de muchas palabras y documentos -buenos, muchos deellos-, se ha pasado de una Iglesia de los pobres, volcada utpicamenle en sudefensa y profticamente en la denuncia de sus opresores, a una Iglesia que,comprensiblemente, deseara volver a la nonnalidad, a la armona con los pode-res de este mundo, los cuales la cooptan, aun en el momento en que aqulla loscritica.

    Por ltimo, por lo que toca a sus fundamentos cristianos, hay menna enhumildad creatura/, y asl, aun cuando dialogue con el mundo, a la Iglesia lecuesta abandonar su protagonismo. como si estuviese por encima de lodacrealura. Hay merma en la conciencia creatural teologal de dejar a Dios serDios ante las novedades que traen los signos de los tiempos, los laicos y lamujer, nuevas leologas, ensayos de inculturacin. Hay menna en el seguimientodel Jess de Nazaret evangelizador y profela, como si el Esplritu -

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    Hoy da, la impresin dominanle es que la Iglesia, en su mayorra, en lospastores y las ovejas, vuelve al pasado. Mantiene el mismo lenguaje, pero laprctica es dislinta. Vuelve a las sacristas y a las casas parroquiales. Ya noescucha la voz de las mayoras pobres y escucha ms a su pblico tradicio-nal, al que asiste al culto. La Iglesia vuelve a preocuparse de s misma.Busca recuperar posiciones de poder cultural, poltico y aun econmico.Vuelve a cultivar los sentimientos religiosos. las emociones. No le faltaclientela, pues el modelo neoliberal ha hecho crecer la angustia, la desespe-racin, la inseguridad, el desconcierto de los pueblos '.

    1.2. La capacidad de los mrtires para interpelarLa Iglesia necesita, pues, cambio y conversin, pero dejada a su inercia y a

    sus mecanismos administrativos y cannicos, le es dificil hacerlo. Segn esto,existe, por una parte, una seria necesidad de interpelacin a la Iglesia, pero, porotra, existe una gran dificultad para dejarse interpelar. Adems, como justifica-cin siempre pudiera decir que. en definiliva. no tiene que rendir cuentas anadie, sino slo a Dios, y de ah que slo Dios pueda interpelarla. Por ello, en laactualidad pide perdn. pero no parece estar sinceramente abierta a la interpela-cin que le pueden hacer los seres humanos. Siempre hay excepciones, induda-blemenle, pero la idea misma de gozar de un slatus especial que la protege de lainterperlacin es peligrosa y empobrecedora. De ahr la pregunta imponante de siexiste alguna instancia que pueda hacerlo.

    Comencemos. como siempre. con lo ms fundamental, con el Dios en quiencree la Iglesia y que s la puede interpelar. Pues bien, ese Dios no es un Dioscualquiera. distante en su transcendencia, sino que se ha hecho realidad humanaen Jesucristo, y entonces el problema de la interpelacin de Dios se traslada a lainterpelacin que Jesucristo hace a la Iglesia. Nadie puede negar esa posibilidad,aunque la leyenda del Gran Inquisidor ("Seor, no vuelvas") pone de manifiestoel miedo que sentimos a que Cristo se nos acerque. Pero tampoco termina ah elproblema, pues Cristo, ahora ensalzado, slo podr inlerpelar existencialmenle ycon vigor a Iravs de realidades hislricas.

    La presencia de Cristo en esas realidades hislricas es aceptada tradicional-mente en la Iglesia. aunque se mantenga con diversos matices. segn las confe-siones. Sigue presente en la eucarislfa, en la predicacin de la palabra, en lacomunidad, en los pastores. Esto es bien sabido, pero segn el evangelio ysegn la ortodoxia de la Iglesia latinoamericana, Jesucristo est ms presenteque en ninguna aira pane, y, adems, en cuanlo interpelacin, "en los pobres"

    l. "Medelln ayer, hoy y maana", RevislCl wlinoameriafUJ de Teologa 46 (1999), p.79s.

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    (Mt 25, 31-46). Medelln lo recuerda (cfr. Paz, 14), aadiendo "sus clamoresque suben hasta el cielo" (Justicia, 1). Y Puebla lo proclama con claridad meri-diana: "ha querido identificarse con ternura especial con los ms dbiles y po-bres" (n. 196). Desde los pobres, pues, Jesucristo puede interpelar a su Iglesia, yante esa interpelacin aqulla queda indefensa.

    Pero podemos dar un paso ms. La realidad de los pobres llega a su mximaexpresin en los mrtires, aquellos que han sufrido el sumo empobrecimiento.Visto desde la realidad latinoamericana reciente, mrtires son (a) quienes hanvivido como Jess y han sido asesinados por las mismas causas que Jess (unmonseor Romero), y (b) quienes han sido masacrados, masiva, cruel, injusta einderensamenle, porque su muerte es necesaria para poder seguir manteniendo lainjusticia (las masacres de El Mozote, Guatemala, Hait, Rwanda... ).

    Tomados en su conjunto, esos mrtires son los que interpelan a la Iglesia. odicho de otra manera, si ellos no tienen capacidad de hacerlo, pucde dudarse deque algo la tenga. Cuantitativamente son tan numerosos, que no es posible igno-rarlos. Cualitativamente, es tal el horror y el amor que expresan. que puedensacudir y animar. Y, adems, ellos hacen imposible aducir la disculpa de que"slo Dios puede interpelar a la Iglesia", pues ellos son hoy la presencia deJesucristo entre nosotros. Son el siervo doliente de Yavh, que carga con lospecados del mundo y .de la Iglesia. Son el Cristo crucificado. Su sangre esprecisamente lo que explica el derramamiento de la sangre de Cristo, comodecfa Irenea: "Si no hubiera de ser derramada la sangre de los justos, de ningunaforma hubiera el Seor tenido que derramar sangre... La recapitulacin de lasangre de todos los justos y profetas vertida desde el principio... habrfa de tenerlugar en su persona" (Adv. Har. V, 1, 1, 7ss).

    No slo los mrtires pueden interpelar a la Iglesia, evidentemente. Lo puedehacer una campesina o un monje contemplativo, la trabajadora de una maquila oun obrero. Pero la interpelacin primigenia siempre se origina en presencia desangre injustamente derramada. "Qu has hecho? Se oye la sangre de tu herma-no clamar a m desde el suelo" (Gen 4, la). Y segn sea quin interpela a laIglesia, as ser tambin, por su naturaleza, el contenido concrelo de la interpela-cin. Pues bien. los mrtires tienen una ilJlerpelacin especfica en estos tiem-pos que, fundamentalmente, son de involucin. Ellos pueden sacudir a la Iglesiacomo slo lo hace el amor y la sangre, y ellos muestran el camino que hay quedesandar para volver a la Iglesia de los pobres, de la que son sus ms eximiosrepresentantes. "Necesitamos que alguien nos sirva de profeta tambin a noso-tros para que nos llame a conversin, para que no nos deje instalar en unareligin como si ya fuera inlocablc"J, dec(a monseor Romero.

    2. Homila B de julio de t979.

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    A continuacin vamos a concretar los contenidos fundamentales de la inter-pelacin -y de la oferla de gracia- que hacen los mrtires, segn el esquemacristolgico de encarnacin, misi6n, cruz y resurreccin.

    2. Encamacin: "superacin de la irrealidad"Segunda lesis: Alrededor de Medelln, la Iglesia latinoamericana ha sido unaIglesia encamada, "real". Sin embargo, se es hoy problema grave y funda-mental, pues una Iglesia que no sea real no cumple con la exigencia de laencarnaci6n ni participa de su dinamismo. Cae en el docetismo y pierdeidentidad y relevancia. Los mrtires interpelan a la Iglesia a ser una "Iglesiareal" y la animan a ello.

    La Iglesia debe estar dispuesta a ser interpelada sobre si es ---

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    Esto no es la totalidad de la realidad, pues en medio de la aberracin men-cionada existe bondad, compromiso. esperanza y hasta gozo. Pero s es lo msnagranle de la realidad. El Ellacura filsofo aprehendi la realidad ante todocomo inhumana pobreza. como muerte cruel e injusta de las mayoras. hasta elpunlo de que se atrevi a desafiar a Heidegger: "quizs en vez de preguntarsepor qu hay ms bien ente que nada, debera haberse prcguntado por qu haynada -no ser, no realidad. no verdad, elc.- en vez de ente"~. Y el Ellacuratelogo se preguntaba por el signo de los tiempos, y responda: "Ese signo essiempre el pueblo histricamente crucificado"'.

    Esa misma visin de la realidad es herencia preciosa de la Iglesia latinoame-ricana. Medelln comenz con estas palabras: "la miseria que margina a grandesgrupos humanos [como] injusticia que clama al cielo" (Justicia. 1). Y para Pue-bla, "el ms devastador y humillante nagelo [es] la situacin dc inhumana po-breza en que viven millones de latinoamericanos" (n. 29). Con globalizacin osin ella, con antiguos o nuevos paradigmas, esta realidad no slo no ha dismi-nuido. sino que va en aumento al comenzar el siglo XXI.

    Pues bien, de esa realidad proviene la pregunta de si vivimos en este mundo,y as somos reales, o no, y de ah surge la interpelacin a la encarnacin -nicaforma de recuperar dignidad y superar la vergenza de vivir en un mundo artifi-cial. Y no se trala s610 de un estar fsicamente en ese mundo, sino de que surealidad nos configure. Dicho en olras palabras, si el Sumpul y El Mozole, siZaire y Rwanda, no configuran nuestro saber, nuestro hacer, nuestro esperar ynuestro celebrar. si no mueven la inteligencia y el corazn, no estamos en larealidad en forma alguna, y entonces no es slo que no somos humanos, ticos ocristianos, sino que ms radicalmente no somos "reales", Habremos fabricadoun mbito alternativo de realidad (histrica. cultural, religiosa) para refugiarnosen ella y defendernos, as, de la verdadera realidad. Segn el ideario kanliano,seguimos sumidos en un sueo de irrealidad.

    2.2. La "irrealidad" como docetismo eclesialPara ilustrar lo anterior quizs sea til recordar cmo, desde el principio del

    cristianismo, la "irrealidad" fue problema grave bajo la forma de "docetismo".Desde el principio, en efecto, el docetismo, la negacin de la humanidad deCristo, fue para la Iglesia grave problema, si no el mayor. Y fue tambin el msdifcil de superar, de modo que la Iglesia lard mucho ms liempo en delinir laverdadera humanidad de Cristo (en Calcedonia, 451), aun siendo evidenle en el

    3. "Funcin liberadora de la filosoffa", ECA 435-436 (t985). p. 50. EHacura hacealusin a la conocida pregunta de Heidegger de por qu hay algo y no nada, en WasSI Melaphysik?

    4. "Discernir el signo de los tiempos", Diakona 17 (1981), p. 58.

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    Nuevo Testamento, que su verdadera divinidad (en Nieea, 325), no siendo lanevidente.

    Pues bien, ese docetismo es tambin problema eclesial. Quizs extrae laexpresin, pues no pareciera ser ste especial problema para la Iglesia, sino que,por el contrario, el problema parecera consistir en ser "demasiado humana",pecadora incluso. Pero las cosas no son as. La Iglesia est factual mente en elmundo, pero tiene la tendencia y la tentacin recurrentes a crearse su propiombito de realidad (doclrinal, pastoral, litrgica y cannica) que la distancia y ladefiende del mundo. Concretndolo desde lo que acabamos de decir, la lenden-cia y la tenlacin consiste en estar en un mundo de mayoras pobres, sin que elloafecte esencialmente a su fe, su misin, su teologa. su organizacin interna, sudimensin de pueblo de Dios. Dicho en ejemplos ms concretos, en su modo denombrar obispos. en su comprensin masculina ya-femenina del ministeriosacerdotal ... A los pobres se les suele tomar en cuenta como destinatarios deprcticas de pastoral social y en algunas prcticas ticas; pero en lo esencial, enlos niveles en que se juega la "identidad" y el verdadero "poder" eclesial, laIglesia no da la sensacin de ser "real" por no ser una Iglesia de los pobres.

    ESlO es problema grave no slo para su relevancia en un mundo de pobres,sino lambin para su identidad. El prlogo de Juan expresa "la voluntad derealidad" del mismo Dios, volunlad que no consisle slo en hacerse factual-mente carne, sino en hacerse carne dbil. En el lenguaje de la cristologla posle-rior, la realidad que asume el Hijo no es simplemenle la humanitas (humani-dad), sino la sarx (lo dbil de la carne). Y como lo muestran las discusionescristolgicas de los primeros siglos, slo con la humanitas (lo que llamamosfaclualidad) no se supera radicalmenle el docetismo. Para superarlo en verdadhay que hacerse sarx.

    Pues bien, se sigue siendo un grave problema eclesial: humanitas sin sarx,actualidad sin realidad (del mundo de los pobres). Por ilustrarlo con algunosejemplos, sensacin de irrealidad es lo que producen con frecuencia hornillas,documentos y mensajes que no hacen central la pobreza de la realidad -aunquela mencionen-, la injusticia y la corrupcin que la originan, y el encubrimientoque la acompaa. Y producen sensacin de irrealidad sobre lodo, porque noexpresan compromiso a inlroducirse en el conflicto, luchar contra la injusticia ysufrir las conscuencias. Es a lo que apunla J. Comblin en el arlculo cilado:words, words, words. Esa misma sensacin de irrealidad es lo que producen, enotro orden de cosas, seminarios en los que la fonnaci6n protege al seminaristade la realidad, espiritualidades y pastorales, lamentadas o toleradas, de movi-mientos que trasladan al ser humano a una transcendencia sin historia, con con-secuencias infantilizantes.

    Muchas veces acontecimientos eclesiales importantes. como una visita delPapa, son organizados de tal manera que tambin producen sensacin de irreali-

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    dad. En la visila a El Salvador, en 1996, la mayora de las personas que sehicieron presentes eran pobres, ciertamente, pero de su realidad s6lo apareci suentusiasmo religioso. mejor o peor fomentado. Lo que no apareci es su pobre-za, sus miedos, su desencanto e indcrcnsi6n, ni tampoco su verdadera fe y espe-ranza; no apareci su realidad. En cuanlo dependi de la organizacin, los po-bres fungan como leln de fondo ms que como la realidad que define a lodoun pas. mientras que en primer plano aparecan minoras, que no representan larealidad: gobierno, diputados y polticos, poderosos y opulentos -y la Iglesiacn cercana con ellos. La visila del Papa no hizo anorar la realidad, ni, a juzgarpor las consecuencias, tuvo un innujo importante sobre ella.

    Las consecuencias de esto que llamamos docetismo, irrealidad, son varias.La opcin por los pobres no liene ya uhimidad, sino que vive en equilibrio conotra opcin, que, a la hora de la verdad, parece ser muchas veces msprimigenia y ms real: la de la armona con los poderes eSlablecidos. La Iglesiano se plantea radicalmenLe su ser y hacer desde los pobres, sino desde otrascosas, que podrn ser necesarias y aun buenas. pero que no van a lo esencialsuyo. A la hora de la verdad, liene ms peso la organizacin institucional, elfreno a las seclas, el mantenimiento del nmero de fieles y de una religiosidadalienanle, la fidelidad -hasla la obsesin- al magisterio y un largo etctera,que la realidad de los pobres.

    Esta irrealidad -ms que posibles exageraciones leolgicas- pone en peli-gro la idenlidad ms honda de la fe. Por decirlo en lrminos un poco tcnicos,sin vivir la realidad lal cual es se hace muy difcil conseguir la perspectiva y lahermenutica necesarias para comprender lo fundamental de la fe: la en--carna-cin de la palabra en lo dbil de la realidad y el dinamismo salvfico de ese tipode encarnacin. La irrealidad lleva, ms bien, a lo conrrario: a la des--encarna-cin de la pobreza y a la encarnacin en inslancias poderosas, a la bsqueda delo salvfico no en lo dbil de la carne, sino en el poder.

    2.3. La interpelacin y la gracia de los mrtires: ser ''una Iglesia real"Cunlo es verdad de lo que acabamos de decir depende de pocas y lugares,

    por supuesto, pero en conjunto nos parece que el peligro de irrealidad no sepuede negar. A como vamos. pareciera que de la Iglesia oficial y de numerososgrupos y movimientos se ha apoderado un sueo que no la hace estar activa yrealmente en la realidad. Pues bien, en esta siluacin, los mrtires nos interpe-lan, como lo hizo hace cinco siglos Antonio Montesinos: "Cmo estn en tantaprofundidad de sueo letrgico dormidos? Cmo se desenlienden de los sufri-mientos de las mayoras o los relativizan? Dnde estn las homilas y cartaspastorales de los aos setenta y ochenla que pongan en palabra la verdad de larealidad y analicen sus causas? Dnde esl la denuncia y el confrontamientocon el mundo de pecado, no slo la doctrina social y el dilogo? Sobre todo,

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    dnde est el abajarse a los pobres. compartir su impOlencia y su destino. ponera su servicio todo lo que son y tienen?".

    Los mrtires inlerpelan, y lo pueden hacer con credibilidad. No se les puededesor sin caer en hipocresa porque ellos fueron, anle lodo, "reales". Lo fueron,ciertamente, los mrtires pasivos y annimos, que vivan directa e inmediata-mente la realidad de pobreza, insignificancia, impolencia. Y lo fueron los mrti-res activos. configurados por aqullos. al poner su palabra al servicio de los sin-palabra y su poder al servicio de los sin-poder. Por esa razn especfica, losmnires pueden interpelar a la Iglesia sobre su propia realidad o irrealidad. Sufinal manirial aade, adems, radicalidad.

    El mrtir monseor Romero ofrece, mejor que cualquier palabra, un ejemplode lo que acabamos de decir. Monseor construy una Iglesia "real". En ellahaba limitaciones, errores y aun pecados, pero de lo que no se poda dudar esde que era "salvadorea", "real". En palabras suyas muy ciladas solfa decir:"Me alegro, hermanos, de que la Iglesia sea perseguida, precisamente por suopcin preferencial por los pobres y por lralar de encarnarse en el inters de lospobres" (15 de septiembre de 1979). Y con mayor claridad: "Sera trisle que enuna patria donde se est asesinando lan horrorosamente no contramos entre lasvctimas tambin a los sacerdotes. Son el testimonio de una Iglesia encarnada enlos problemas del pueblo" (24 de junio de 1979).

    Pero la Iglesia de monseor Romero tambin era real, porque estaba encar-nada en las realidades positivas del pueblo. Ante su aguante y resistencia, dedaa los cristianos: "Si alguna vez nos quitaran la radio, nos suspendieran el peri-dico, no nos dejasen hablar, nos mataran a todos los sacerdotes y al obispotambin y quedaran ustedes, un pueblo sin sacerdotes, cada uno de ustedes tieneque ser un micrfono de Dios, cada uno de ustedes tiene que ser un mensajero,un profeta" (8 de julio de 1979). En medio de la generosidad y del compromisodel pueblo, monseor Romero se enorgulleca de su Iglesia y senla gozo: "Uste-des, deca, una Iglesia tan viva! Una Iglesia tan llena de espritu'''.

    Estas no son palabras slo para la piedad, ni siquiera slo para el compromi-so, sino tambin para la lucidez: para saber si una Iglesia es o no real. La Iglesiade monseor Romero lo fue, y, a la inversa, una Iglesia que no es pobre entiempo de pobreza, que no es perseguida en tiempo de persecucin, que no esasesinada en tiempos de asesinatos, que no se compromete en tiempo de com-promiso y no anima a l en tiempo de indiferencia, que no tiene esperanza entiempo de esperanza y no anima a ella en tiempo de desencanto, no es unaIglesia real. "Superar la irrealidad" nos parece ser hoy la primera interpelacinde los mrtires a la Iglesia. Pero son tambin gracia. Su ejemplo y su recuerdoaniman a la tarea.

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    3. Misin: "la salvacin de la realidad"

    Tercera tesis. La Iglesia latinoamericana ha buscado la salvacin de todo unpueblo crucificado. En la actualidad se concentra ms en la salvacion de lointerior e individual. Los mrtires la interpelan y animan a volver a revertirla historia y salvar a esos pueblos.

    3.1. Mrtires y salvacin de un puebloLos mrlires que hemos llamado activos, como Jess, pusieron signos con-

    cretos de salvacin y se interesaron en la salvacin de las personas. Pero vivie-ron tambin -lo que ahora queremos recalcar- por la salvacin de los pue-blos, salvacin histrica, popular y estructural. La razn de insistir en ello esque hoy la salvacin estructural se ha convertido en cosa sospechosa y va ca-yendo, aun tericamente, en el olvido.

    Los mrtires, sin embargo, no pensaban asr. De mrtir a mrtir. IgnacioEllacura defini a Monseor Romero no simplemente como hombre bueno ysacerdote santo, sino como "un enviado de Dios para salvar a su pueblo"\salvacin que tiene, por ello, una dimensin esencialmente histrica, popular yestruclural. En palabras del mismo Monseor Romero, salvar es decir la verdaden nombre de lodo el pueblo: "estas homilas quieren ser la voz de este pueblo"(29 de julio de 1979); es dar esperanza a todo un pas: "sobre estas ruinasbrillar la gloria del Seor" (7 de enero deI979). En palabras de IgnacioEllacura. salvar es "revenir la historia", no slo remendarla; es fomentar lajusticia, anunciar la ulopfa, la civilizacin del amor, que para ser real debe ser"civilizacin de la pobreza"; es anunciar al pueblo que "se avizora el Diossalvador, el Dios liberador". Salvacin e hisloria, salvacin y pueblo, eran reali-dades correlativas para los mrtires.

    3.2. Dficit de palhos salvfico popular y totalizanteLo importante de estas citas es que expresan dimensiones esenciales y

    IOtalizantes de la misin de la Iglesia. Son palabras con aliento y con palhos,que hoy tienden a ser olvidados. La Iglesia ya no habla, como sola, de transfor-mar estrucluras, de salvar a un pueblo, de utopa histrica, de instaurar el reinode Dios. La tendencia es, ms bien, a concenlrarse en y propiciar la salvacinindividual, familiar a lo sumo -buena y necesaria- ms que la de un pueblo,la salvacin interior ms que la histrica. Y por lo que toca a las actividadessalvficas, stas suelen ser ms benficas que liberadoras, acciones que apoyan alos dbiles, pero que no la ponen en confrontacin con los opresores. La lenden-cia es comprensible, dadas las ingenies dificultades, las urgencias y necesidades

    5. "Monseor Romero, un enviado de Dios para salvar a su pueblo", Revisla Lalinoa-me,;"ana de Teologa 19 (1990), pp. S-lO.

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    concretas, el desencanto y la orfandad en que han quedado los pobres. Pero espeligrosa: de la misin de la Iglesia esl desapareciendo lo que el magisterio, enlenguaje poco dicente, pero importante, solfa llamar liberacin integral, la salva-cin totalizanle, y por ello lambin hislrica y de un pueblo.

    y no es que los mrtires que buscaban "la salvacin de un pueblo" ignoraseno hiciesen pasar a segundo trmino la salvacin personal, que provieneespecficamente del encuentro personal con Dios. "Quin me diera, queridoshermanos, que el fruto de esta predicacin de hoy fuera que cada uno de noso-tros furamos a enconlrarnos con Dios" (10 de febrero de 1980), decamonseor Romero. "Para ser bombre hay que ser ms que hombre", sola recor-dar Ignacio Ellacura citando a san Agustn. Es, pues, una falsedad interesadaafirmar que los que buscaban la liberacin del pueblo fuesen, por principio,reduccionistas.

    El reduccionismo, aunque de signo contrario, es ms bien problema de laIglesia de hoy -y problema serio. En ese reduccionismo individualista einleriorisla est en juego la relevancia de la Iglesia en un mundo de pueblospobres que necesitan de urgente salvacin, y lambin su identidad. Una Iglesiaque no est volcada a la salvacin de esos pueblos se convertir en secta cerra-da, moderno reducto de esenios. O se convertir en institucin masiva, desenten-dida de la realidad y alienante del pueblo, nuevo inlento de cristiandad socio-cultural, aunque ahora ms suave e inane.

    No es ahora el momento de detallar los diversos contenidos de una misineclesial que supere ese dficit de po/has salvffico popular y estructural. Bastemencionar la necesidad de manlener lo que fue central a partir de Medelln: lalucha contra la injusticia, en favor de una sociedad jusla y humanizanle, queEllacurfa llam "civilizacin de la pobreza", y, junto con otros, proponer vas desolucin por modestas que sean. A eslo podemos aadir hoy nuevas tareas, o almenos nuevas dimensiones de la larea de siempre: la lucha contra la mentira, laliberacin de la verdad, el desenmascaramiento del giganlesco encubrimienlo denuestro mundo; fomentar una adecuada "ecologIa del esplritu". es decir, la nece-saria purificacin del aire que respira el espritu de los humanos en la aClual(pseudo)cullura; tomar parle en la batalla que hoy se esl librando alrededor dela esperanza de los pobres para arrebatrsela.

    No podemos analizar cada una de esas lareas. Lo ms importanle. sin embar-go, de esta u otra descripcin del hacer de la Iglesia es recalcar dos cosasesenciales que se estn olvidando. Una es el po/hos de praxis histrica en sumisin, aadiendo, adems. aunque no est ahora muy de moda, la dimensinagonista, luchadora, de la vida cristiana. La otra es el horizonte totalizante de lapraxis: en lenguaje evanglico, el reino de Dios; en lenguaje actual, la salvacinde un pueblo. Y recordemos que esa liberacin tolalizanle incluye la vida de lospobres en toda su amplitud: poder ser hogar (oikos, de donde viene economla),

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    poder ser familia fraterna, poder expresarse en cultura y ane, poder hablar y serescuchados... Y poder ser pueblo de Dios, sin que los pobres tengan miedo aDios, sino sintindose acogidos por l.

    3.3. La interpelacin y la gracia de los mrtires: "salvar a un pueblo"

    Por qu acudir a los mnires para interpelar a la Iglesia sobre su praxis desalvacin histrica? No pueden encontr"",e para ello textos inspiradores de laBiblia y del magisterio? La respuesla es que los mrtires interpelan con unafuerza especial porque --en nuestra poca- se da Untl estrecha relacin entremrtires y salvacin de todo un pueblo -novedad, de gran envergadura-, parala Iglesia y para los pueblos, que apenas si ha ocurrido a lo largo de la historia.

    Por un lado, los mrtires pasivos y annimos, grandes mayoras, puebloscrucificados, son en su misma trgica realidad exigencia absoluta a que la Igle-sia trabaje no por cualquier salvacin, sino por la "salvacin de un pueblo". Y,por otro, los mnires activos interpelan sobre esa praxis porque precisamentepor ella y en ella les arrebalaron la vida. Es una simpleza pregunlarse -enforma de alternaliva- si dieron su vida por razones cristianas o polticas. por sufe en Dios o por su compromiso popular. Dieron su vida, como Jess, por amora un pueblo, por salvar a un pueblo. para que cse pueblo llegue a ser pueblo deDios en el reino de Dios.

    A lo dicho pudiera objetarse que bueno era este lenguaje en pocas pasadas,pero que la actual situacin impondra realismo al hablar de liberacin integral,de salvacin de un pueblo -lo cual, en parte, es verdad. En lo fundamental, sinembargo, sea cual fuere la actual sensibilidad mundanal y eclesial, no debieradesaparecer la interpelacin a la Iglesia sobre si en su misin se desliza o no porla pendiente de lo privado, ahistrico, sin impacto social; si se contenta o no conhacer c.osas buenas, pero no liberadoras, o con paliar problemas sin trabajar porerradicar sus races; si ha sucumbido o no a una postmodemidad sin utopa o aun neoliberalismo contrario a la utopa, que tolerar la religin mientras sta nocuestione la realidad. e incluso la propiciar en cuanto pueda ponerla a su favor-aunque los pobres no lleguen a tener conciencia de ello.

    Aqu surgen de nuevo los mrtires. Interpelan a la Iglesia sobre si se hadejado conmover hasta el final, sin reservas, sin guardarse nada para s, por lospueblos crucificados de nuestro mundo actual. al entrar en el siglo XXI. Endefinitiva, la interpelan sobre si es fiel o no a la herencia de Jess y a la heren-cia que ellos mismos -los mrtires- nos dejaron abundantemente: vivir y desvi-virse por salvar a un pueblo.

    Adems, no slo interpelan. sino que iluminan y animan en un punto crucial.Decimos "crucial" porque hay que es~ar claros que no es la Iglesia la que crea lamisin. sino que es la misin la que crea a la Igles:ia. No es una Iglesia ya

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    constituida la que decide qu es lo que debe hacer, sino que es en el ejercicio dehacer y operar la salvacin, como se ir constituyendo ella misma como unadeterminada Iglesia. Segn sea ese hacer y operar, segn sea la salvacin que laIglesia quiere traer al mundo, asr ser ella. Por eso es decisivo plantear, lo msadecuadamente posible en qu consiste esa misin -problema ms primigenioque el de su pastoral, su liturgia y sus cnones.

    Hoy se habla mucho de planes y mtodos pastorales -y con buenas razo-nes-, pero se habla poco de la misin, y parece, incluso, que hubiese miedo deabordar el lema con seriedad. En el mejor de los casos, se presupone,simplistamente, que la cuestin ya qued zanjada en el Vaticano 1I y Medellrn.Pero bien claro est que no es as. pues no se ve que se defina la misin desdeellos, sino a veces con independencia de ellos y olras veces contra ellos.

    En esta silUacin hay que volver a los mrtires y su misin. Los mrtires nohan dado su vida slo por algunas cosas buenas ni por liberaciones pequeas,sino por algo ms hondo y abarcador: por la salvacin de un pueblo, y, dentrode l, de las personas. Esa misin gener un tipo de Iglesia, que recogra muchodel movimiento de Jess. Por eso los mrtires preguntan -e interpelan- si lamisin de la Iglesia en la actualidad se orienta hacia la salvacin de un pueblo, ysi, as, est gestando una Iglesia que se parece a Jess o no. Pero, de nuevo, sonnimo y gracia para ello.

    4. Cruz: "cargar con el peso de la realidad"

    Cuarta tesis. La Iglesia latinoamericana ha cargado con el peso de la reali-dad, llevando a cabo su misin en presencia de y en contra del anlirreino.Hoy parece tender a desentenderse del conOicto estructural y de cargar conlo oneroso de la realidad. Con ello pierde "realidad", "capacidad salvrtica" y"crediblidad". Los mrtires la interpelan y animan a volver a cargar con lacruz de la realidad.

    4.1. La realidad como antirreino que da muerte

    Hablar de cargar con el peso de la realidad no es masoquismo, sino quedebiera ser lo ms obvio en una realidad histrica como la nuestra. Los mrtirespasivos y annimos lo muestran con claridad y muestran su indefensin ante esepeso cruel que se les viene encima. EHos son el analogatum princeps de lo quesignifica "cargar con la realidad".

    Pero queremos referimos ahora a los mrtires activos. Para ellos, cargar conla realidad tampoco fue masoquismo, ni puro deseo mstico e intencional deidentificacin con Cristo crucificado ~omo a veces suele ser presentado-,sino honradez con lo real. Bien vista, la exigencia de Jess -"toma tu cruz ysgueme"- es 13utolgica. pues seguir a Jess, vivir como l y hacer lo que l

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    hizo. conduce a cargar con lo que l carg, la cruz. En lo que hay que estarclaros al analizar la interpelacin de los mrtires a la Iglesia es en qu significacruz y de dnde proviene la necesidad de cargar con ella.

    Cruz no es meramente el sufrimiento que proviene de nuestra naturalezahumana limitada -aunque ante l hay que tener, obviamente, respeto y compa-sin, y hay que tralar de eliminarlo o aliviarlo. Es el sufrimiento que se expresaen angustia, enfermedades, fracasos, desencantos, incomprensiones. la muerte deseres queridos. el miedo a la propia muene, cosas lodas muy dolorosas, que, aveces, pueden llegar a ser incluso ms dolorosas, subjetivamente, que la cruz delmartirio. Con todo, lo dicho es cxpresin de la limitacin de la realidad humana,pero no es todava formalmente "cruz". Insistimos en ello porque la Iglesia tieneuna larga tradici6n de aliviar el tipo de sufrimientos que acabamos de mencionary de participar en ellos para aliviar los de otros -lo cual es benemrito yjesunico. pero no significa todava "cargar con la cruz",

    Cruz es, en directo, la muerte que sobreviene por defender al oprimido yluchar contra el opresor. Anlogamente, cruz son los sufrimentos que genera esalucha fundamental: hostigamiento. difamacin, persecucin. exilios. crceles,tanuras, etc. En otras palabras. cruz dice relacin a injusticia, de modo que enun mundo en que no hubiera injusticia habr sufrimiento, sin duda, pero nohabr cruz. Segn eslo, subjetivamente, la cruz proviene de la voluntad de en-carnarse en la conflictividad de la historia. Objetivamente, presupone una es-tructura conflicliva de la realidad, visin que podr ser compartida o no desde lafilosoffa, la sociologfa y la polrtica, pero que es clara en la visin crisliana: es laestructura histrico-teologal de la realidad, dialclica y dulica'.

    La Biblia, con escasos conocimientos de sociologa, economa y poltica,sigue ofreciendo esta gran intuicin sobre la estructura de la realidad, diffcil deencontrarla en otras panes y que, por ser desenmascaradora, es ignorada y encu-bierta, tambin en muchas teologfas cristianas. En lenguaje de Juan, el malignoes asesino, y de esa especfica maldad asesina est transida la realidad. No hayque extraarse, pues, de que seres humanos honrados con la realidad y compro-metidos con su transfonnacin sean dados muene. Anormal sera lo contrario,

    6. En la historia hay dioses rivales y en pugna: el Dios de la vida y los dolos demuerle (absolulizacin del poder econmico. mililar. culLural. religioso).Correspondientemente, hay mediaciones, formas de sociedad. en pugna: el reino deDios. de justicia y fraternidad, por una parte. y. en la aClUalidad. sociedades configu-radas de acuerdo al capitalismo neoliberal. por olra. Finalmente. hay mediadores enpugna: todos los que. sabindolo o sin saberlo. han seguido la causa de Jess, y, porotra parte, los sistemas financieros. consejos de seguridad, multinacionales, ele. Se-gn lodo esto. "cruz" es aquello que sobreviene por necesidad a un mediador quecombate a una mediacin injusta.

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    pues significara o que la realidad ya no es asesina o que en la Iglesia y en elmundo ya no hubiera creyentes y seres humanos honrados con esa realidad.

    4.2. La tentacion de la Iglesia: rehuir la conflictividad

    En la actualidad no hay mucha confrontacin real en Amrica Latina -aun-que haya debates verb~les- entre Iglesia y mundo de pecado. Como justifica-cin, excesivamente simple, se dice que "las cosas han cambiado". Pero suelehaber aqu serio dficir en el anlisis de lo quc ha cambiado, y hay, sobre todo,falla de lgica. como si en una situacin cambiada (que no liene por qu serdistinta en cosas fundamentales) hubiese desaparecido automticamente laconflictividad entre el Dios de Jess y los dolos. Que tericos delneoliheralismo ensalcen la situacin actual es una cosa, pero que la Iglesia caigaen la trampa de no denunciar ya el conflicto fundamental y no se introduzca enl es grave. El mal no es simplemente "mal". sino que a su esencia le compelegenerar conflicto, el "hacer contra". La Iglesia, entonces, debe tomar posturaante un mal que es "conflictivo", aunque eso le complique mucho las cosas.

    Es cierro que hay confrontaciones verbales entre el Vaticano y los gobiernosy los organismos internacionales alrededor de la problemtica del derecho a lavida. En otras reas, sin embargo, economa, derechos humanos, armamentismo.elc., la denuncia eclesial, aunque tica y certera con frecuencia, es normalmentecooptada. de modo que hay textos conflictivos, pero no hay conflictos reales. LaIglesia no carga hoy con ninguna cruz importante por decir tales cosas. Muyotra era la silUacin en tiempo de monseor Romero, don Helder Camara,Angelelli, don Sergio, Proao, por mencionar slo obispos que ya han muerto.Sus denuncias no eran cooptadas, sino combalidas.

    En la actualidad, en varios pases, y ciertamente en El Salvador, algunosnombramientos episcopales han sido pensados precisamente para evilar conflic-tos y reanudar, despus de cincuenta aos, buenas relaciones enlre el poder civily el eclesistico. Hay excepciones benemritas entre los obispos, pero los comu-nicados de la conferencia episcopal, parcos en la denuncia, en comparacin conla magnitud de la tragedia, describen la realidad. a veces con cierlo vigor lin-g{slico, pero no analizan a fondo sus causas, ni mencionan con un mnimo deconcrecin a los responsables. La consecuencia es que no generan Conmclo. Enmi opinin. no se puede decir que la Iglesia sea hoy ni el aguijn socrtico, ni lapluma desenmascaradora de Ellacura, ni la palabra insobornable de monseorRomero.

    No hay que ser anacrnicos, se repite. Pero, al menos como cristianos, tam-poco hay que ser acrilicos, ni hay que engaar ni engaarse. Y en cualquiercaso, algo habr que mantener de la parresa paulina, valenta, audacia y con-fianza. y no caer en cobarda. No hay que ofrecer un cristianismo aguado, blan-do, que pudiera hablar de igual manera con las vctimas que con sus verdugos

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    -y nada digamos si hablase ms con los verdugos que con las vctimas, mscon Pinochet que con los desaparecidos, aunque se hiciese de una manera ele-gante, y para evitar males mayores. No hay que hacer del cristianismo una"gracia barata", que. como deca Bonhoeffer, es el mayor peligro para el cristia-nismo. Aunque la frase hay que entenderla bien y quitarle todo resabiosacrificialisla, es importante tener presente la intuicin del Nuevo Testamentosobre "lo que cost nuestra salvacin" para no trivializar la existencia cristiana:"ustedes han sido rescalados no con algo caduco, oro o plata. sino con unasangre preciosa" (lPe 1, 18s).

    Nuestra Iglesia y nuestra fe estn basadan sobre un conflicto, una cruz y, poreso, sobre una resurreccin. Olvidarlo es el fin del cristianismo. "Han cambiadolos tiempos", se dice, y con ello se quiere comunicar al creyente, subliminalmente,que cruz (y resurreccin) sern cosas buenas y necesarias en la liturgia, en ladevocin privada y en la vida personal, pero que nada ltimo y serio diran de larealidad a la que debe evangeli2ar la Iglesia. Pero no es asl. Hay cambios en laescena poltica, pero sera grave error adecuar esa escena con la realidad msreal. Los cambios en la superestructura poltica no tienen por qu cambiar laestructura profunda, teologal o metafsica, de la historia -que hace que prosigael enfrentamiento. Otra cosa es que este enfrentamiento, afortunadamente, nolOme ahora, en muchos pases, la fonna blica y brutalmenle represiva de haceunas dcadas. Pero no hay que pensar que ya no exisle conflicto en la historia yque la Iglesia no debe introducirse en l. En cualquier caso, la Iglesia no deberahacer el juego al sislema ---en la prctica-, actuando como si ahora lodo estu-viera suslancialmenle mejor o, al menos, bien encaminado.

    4.3. La interpelacin: ''sin cargar con el pecado no hay salvacin"Sin cargar con el pecado del mundo no hay encamacin, por supuesto, pero

    sin ello la Iglesia tampoco traer salvacin ni tendr credibilidad. No tiene porqu ser una verdad liIosfica, pero s es una verdad crisliana que sin lucharcontra el pecado desde dentro --cargando con l y sus consecuencias- no hayredencin. Por mucho que haya que superar, en la teora, un sacrificialismoespreo, y por mucho que, en la prctica, hayan cambiado las cosas, siguesiendo verdad que "si el grano de trigo no cae en tierra, no lleva fruto, pero simuere da mucho fruto". Esto es lo que expresan los mrtires, aun sin decirpalabra, por el mero hecho de serlo. Pero algunos lo explicitaron.

    En la concesin del doctorado honoris causa al presidente Osear Arias, Igna-cio Ellacura, en pleno discurso poltico, en presencia de embajadores, y delexpresidente Cristiani, cit, en latn, estas palabras: "sine e!fusione sanguinis,nul/a redemptio" [sin derramamiento de sangre no hay redencin], y aadi: "la

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    salvacin y la liberacin de los pueblos pasa por muy dolorosos sacrificios"7.Todo esto hay que entenderlo bien y hay que historizarlo en situaciones noblicas. Pero se mantiene la tesis: sin disponibilidad a introducirse en el con mc-lo de la realidad, a cargar con ella y a pagar algn precio. la Iglesia no traersalvacin. Y tampoco tendr credibilidad. Cuando los infonnes de NacionesUnidas sobre la situacin mundial hablan de tragedia y de inhumanidad, no sepuede tener credibilidad si no hay disposicin, al menos, a luchar contra ellas ya atenerse a las consecuencias. Y, por ltimo, tampoco se podr verificar que laIglesia est actuando cristianamente: si de ninguna forma le va a ella como lerue a Jess. no se ve por qu razn deba ser comprendida y aceptada comoIglesia de Jess. Monseor Romero lo deca con lada claridad: "Una Iglesia queno sufre persecucin, sino que est disfrutando los privilegios y el apoyo de latierra, esa Iglesia tenga miedo! No es la verdadera Iglesia de Jesucristo" (11 demarzo de 1979).

    Quienes interpelan a la Iglesia a cargar con la cruz son los mrtires, puesellos s lo hicieron. Pero ellos muestran tambin que una Iglesia as trae salva-cin a las mayoras pobres, tiene credibilidad y es acogida y querida -por lospobres- como Iglesia de Jess. Con su ejemplo, nos animan a ello.

    5. Resurreccin: "dejarse llevar por la realidad"Quinta tesis. Aunque en lenguaje anlogo. obviamente. bien se puede decirque los mrtires "se le han aparecido a la Iglesia". Ellos la siguen interpelan-do, animando y posibilitando a vivir ya como resucilada en la historia, conliberlad, gozo y esperanza.

    En las tesis anteriores hemos historizado desde los mrtires la encamacin,la misin y la cruz de la Iglesia -lo cual puede hacerse con facilidad. Alabordar ahora la resurreccin, nos movemos en un tipo distinto de realidad, y enel anlisis se impone la analoga. Con todo, desde los mrtires, vamos a hacerdos renexiones sobre una "Iglesia resucitada", Una es que los mrtires son unagracia muy especial, anloga a la aparicin del crucificado-resucitado, y de ahque hablemos de que algo ltimo se nos ha dado y de que la realidad carga connosotros. La olra es que, en cuanto ya resucilados, vencedores de la negatividady de la muerte, nos invitan a vivir como Iglesia resucitada en la historia.

    5.1. La gracia: "algo se nos ha dado"

    En el Nuevo Testamento se proclama que Jess ha sido resucitado por elPadre y que se ha aparecido a sus discpulos, mujeres y varones. Lo que ahora

    7. Palabras en el Doctorado Honoris Causa en Ciencias PoJ[ticas al Presidente de CostaRica Dr. Osear Arias, texto mimeografiado, San Salvador, septiembre. 1989, p. 6.

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    nos interesa recalcar son dos cosas. La primera es que Jess "se deja ver",opt/e; es decir, que la aparicin de Jess y el Jess que se aparece es don ygracia: es bueno lo que se deja ver y es gracia el que se deje ver. Y la segundaes que ese dejarse ver del resucitado no elimina que tambin durante su vidaJess "se dej ver". Aunque el Nuevo Testamento no usa ese lenguaje. se trata,podramos decir, del opt/e histrico: se dej ver un Jess que pas haciendo elbien. La aparicin del resucitado fue la gracia mayor, por as decirlo, pero desdeella comprendieron los discfpulos que tambin el paso de Jess fue gracia: "enl ha aparecido la benignidad de Dios". Dicho de la forma ms sencilla posible,en el "aparecer" total de Jess. histrico y escatolgico. algo bueno se nos hadado: hemos sido introducidos en el dinamismo de bondad de la realidad, y stacarga con nosotros.

    En esto queremos insistir al analizar la importancia de los mrtires para laIglesia. Anlogamenle, podemos decir que a lo largo de la historia sigue habien-do "apariciones", vuelve a acaecer el opthe. Monseor Romero dijo con todasencillez: "si me matan, resucitar en el pueblo salvadoreo", y as lo experi-mentan muchos en el caso de Monseor y de otros mrtires. Pero, como en elcaso de Jess, esa resurreccin de los mrtires irrumpe conjuntamente con suvida histrica: tambin fue gracia -"se dej ver"- la palabra de verdad deMonseor, su praxis de justicia. su fortaleza en la persecucin. su amor a lospobres hasta el final y sin condiciones. Desde un pUnlO de vista exislencial yexperiencial, la muerte martirial ayuda a la Iglesia a abrir los ojos a la bondadde los mrtires. Y esa bondad captada parece como que se desborda, nos anega-por seguir con la melfora-, nos invita y nos facilita el ser tambin nosotrosbuenos. Es la gracia primigenia de la realidad, que carga con nosolros y, as, nosagracia.

    Eso es I~ fundamenlal que queremos recalcar en esle apartado final: la inler-pelacin-invitacin a la Iglesia a dejarse agraciar por los mrtires y a vivircomo Iglesia resucitada en la historia. Sobre esto ltimo volveremos, pero que-remos insistir ahora en el momento de "dejarse" agraciar, "dejarse" cargar, puesel "dejarse" siempre tiene en su contra, como peligro, a la /ybris, la arroganciade los humanos. Por ello, aunque sea a modo de pequea digresin, queremoshacer dos reflexiones sobre ese peligro. Y para ilustrarlo analicemos brevementelo que puede ocurrir en los procesos de canonizacin, lo que mencionamos porser asunto de gran aClualidad enlre nosotros, pues est en marcha el demonseor Romero.

    Los mrlires como gracia para la Iglesia. Ante todo hay que mantener quelos mrtires son gracia para la Iglesia, mediacin primigenia del crucificado ydel resucitado. Por ello, los procesos de canonizacin deben expresar la graciaque los mrtires son para la Iglesia. No quita esto que no haya que reglamentar(canonizar) los procesos, pero el proceso no debe ocultar la gracia. ni dar la

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    impresin, si se nos pennile el lenguaje, de que es la Iglesia la quc "agracia","hace un favor" a monseor Romero, cuando l es el que "agracia", "hace unfavor" a la Iglcsia, local y universal. En esle sentido, ms fundamental quc elanlisis de si en monseor Romero se dieron virtudes. ortodoxia, obedienciaeclesistica, nos parece el anlisis de si Monseor -su vida. su obra, su marti-rio- ha sido reconocido y acogido por el pueblo de Dios como gracia -locual, en su caso, ha sucedido con meridiana claridad, No vive la gracia delproceso de canonizacin, sino a la inversa".

    Mamener la totalidad de los mrtires. La segunda rcflcxin es que hay quemanlener la totalidad de la gracia, que se expresa en los mrtires. Es decir, elmomento linal, formalmente martirial, debe ser mantenido junto con su vida ysu praxis. teniendo en cuenta, adems, que. en los mrtires latinoamericanos.muy frecuentemente el martirio ha sido culminacin de toda una vida. Se daaqu una dialctica: la vida explica el martirio, y el martirio expresa la vida.Insistimos en ello por scr problema importante y actual. Es claro que los poderesde este mundo quisieran enterrar a los mrtires. aunque lo hagan elegantemente.Pero tambin algunas instancias eclesiales inlentan domesticarlos, precisamenlepor lo que hemos dicho en esle arlculo: son la mediacin histrica de la inlerpe-lacin de Dios.

    Volvamos a monseor Romero. Ojal no ocurra, pero pudiera ocurrir que secanonizase a un monseor que no sea el "verdadero", que canonizasen a unMonseor bueno, piadoso. celoso, sacerdotal pero, en definitiva, a un monseor"aguado". Lo que hay que manlener es que el "verdadero" monseor vivi, a lavez, para la justicia dc los pobres y para la gloria dc Dios, y que por eso luchcontra la injusticia y los dioses de la muerte. Ese fue el monseor Romero tOlal,el "verdadero" monseor. Ese, no otro, fue el monseor que acab mrtir.

    Si la Iglesia oficial canoniza a un mrtir no se puede decir quc lo hayaolvidado, pero se puede preguntar qu del mnir se quiere que siga vivo yactuanle en la historia. Para que el modo de recordar a un mrtir no desvirte loque realmente fue, puede ayudar que la canonizacin sea cercana a los hechos---

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    con las llagas del crucificado, como el que otorga perdn y paz, y prepara unamesa para ser compartida --cosas, todas ellas, tpicas de Jess de Nazarel envida. As debiera ocurrir con los mrtires actuales. Pero adems, el Nuevo Tes-tamento nos pone en guardia contra el peligro de volatilizar y manipular al resu-citado. Para defenderse de ese peligro se escribieron evangelios, y lo importante esque en ellos se narra la vida de aquel Cristo que fue Jess. Esa vida --consumadapara siempre- fue lo que los evangelistas propusieron como buena noticia ycomo vida a ser proseguida. Anlogamente, eso mismo debe ocurrir con elrecuerdo de los mrtires.

    5,2. Vivir como resucitados en la historiaHemos dicho que en la "resurreccin" algo se nos aparece, algo se nos da:

    en definitiva, la plenitud de vida. Pero la resurreccin tiene tambin la dimen-sin esencial de "triunfo" y "victoria" sobre la negatividad. Terminemos pregun-tndonos qu de ese "uiunfo" y "victoria" puede expresarse hoy en la vida de laIglesia, de modo que podamos vivir ya como resucitados bajo las condiciones dela historia. En mi opinin se da un como reverbero histrico de la resurreccionen la libertad, el gozo y la esperanza. A eso nos invilan los mrtires'.

    a) Libertad como triunfo sobre el egocentrismo. La liberlad refleja el "triun-fo" del resucilado no porque nos aleje de nueslra realidad material, sino porquenos introduce en la realidad histrica para amar sin que nada de esa realidad seaobstculo para ello. El hombre libre, cristianamente hablando, es el que ama y afin de cuentas slo ama, sin que ninguna otra perspectiva lo desve del amor.Dicho en lenguaje paradjico, la libertad es atarse a la historia para salvarla,pero -siguiendo la metfora- de tal manera que nada en la historia ate yesclavice para poder amar.

    En la historia hay amores y amores. En un mundo de pobres y vctimas,muchos --o algunos- pueden sinceramente afinnar que han dedicado su vida aellos, y que los aman sinceramente, pero lo nonnal es que ese amor vaya tam-bin acompaado de ataduras a otros amores, incluso los legtimos: al partido. ala organizacin popular y revolucionaria, a la congregacin religiosa, a la insti-tucin eclesial, lo cual casi siempre mitiga, condiciona o tergiversa el ejerciciodel primer amor a los pobres (y nada digamos cuando se est atado por laambicin de riqueza y poder). En esa medida puede decirse que, aunque hayaamor real, no hay amor total porque persisten las "atadurali", comprensibles ylegtimas algunas de ellas en s mismas. Pero hay otros, como monseor Rome-ro, que am a los pobres y no am a nada por encima de ellos, sin segundas

    9. Para un tratamiento ms extenso, vase el captulo 111 y V de J fe en Jesucristo.Ensayo desde las vctiTTllls (San Salvador, 1999). De ah lomamos mucho de lossiguiente prrafos.

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    intenciones, sin que otros amores, aun legtimos. lo desviaran de ese amor fun-damental, y sin que los riesgos que se corren por ese amor le aconsejaran pru-dencia.

    En ese tipo de amor -mayor o menor, segn los casos, pero real en losmrtires- se hace presente la libertad. La libertad cristiana es, en ltimo trmi-no, libertad para amar. Es la libertad del mismo Jess cuando afirma: "Nadie mequila la vida, sino que la doy" (Jn ID, 18). Es la libertad de Pablo que "seesclaviza a todos, para ganarlos a todos" (lCor 9, 19). Esta libertad nada tieneque ver con salirse de la historia, pero ni siquiera tiene que ver en directo con elderecho a la propia libertad, aunque ese derecho sea legtimo y su ejercicio seanecesario y apremiante dentro de la Iglesia. La libertad que expresa el triunfodel resucitado consiste en no estar atado a la historia en lo que sta tiene deesclavizante (el miedo, la prudencia paralizante); consiste en la mxima libertaddel amor para servir, sin que nada ponga lmites ni sea obstculo a ese amor.Los mrtires, sobre todo la gran mayora de ellos, a quienes la muerte les sobre-vino como culminacin de la persecucin, nos interpelan y animan a la libertad.

    b) El goZO como triunfo sobre la tristeza. La otra dimensin de lo que detriunfo hay en la resurreccin es el gozo, y el gozo slo es posible cuando hayalgo que celebrar. Vivir con gozo significa poder "celebrar la vida", y la pregun-ta es si existe tal celebracin. De nuevo, esto puede sonar sumamente paradjicoen situaciones de terrible sufrimiento como el de los pueblos crucificados, peroocurre. "Lo que se opone a la alegra, es la tristeza, no el sufrimiento" I cuentaGuslavo Gutirrez que oy en una comunidad de base.

    Que la vida pueda ser "celebrada" y que haya gozo es Fundamental en elvivir como resucitados, y ese gozo es posible. Es el gozo de comunidades, que,a pesar de todo, se renen para cantar y recitar poesas, para mostrar que estncontentos porque estn juntos, para estudiar la Biblia y celebrar la eucarista.Para ser honrados con su propia vida sienten que tambin tienen que celebrarla.Es el gozo de monseor Romero, acosado por todos lados y por todos los pode-res, pero que gozaba visitando a las comunidades, y que lleg a exclamar ---conpalabras aparentemente retricas, pero con grandsima verdad- "con este pue-blo no cuesla ser buen pastor". Le cost la vida, pero el pueblo le otorg ungozo que nadie pudo quitrselo, y en ese gozo se le hizo presente histricamenteel triunfo de la resurreccin. Los mrtires nos interpelan sobre ese gozo en laIglesia y nos animan a ello.

    e) La esperanza contra la resignacin. Si algo expresa la resurreccin es eltriunfo de la esperanza. "Ustedes lo mataron, pero Dios lo resucit". dice Pedroen los Hechos. No a un cadver, sino a una vctima hizo Dios justicia. De esamanera se hace realidad el anhelo de que "el verdugo no triunfe sobre la vcti-ma". .

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  • LOS MRTIRES LATINOAMERICANOS 329

    La esperanza es, y sigue siendo, contra esperanza -quizs cada vez ms.Pero una Iglesia con esperanza es una Iglesia que vive ya resucitada. Los mrti-res -en cuanto expresan la negrura del asesinato- pueden ser la mayor pruebapa.. la esperanza, pero lambin su mayor fuenle -pues expresan tambin laluminosidad de una muerte por amor. De hecho, as surgi la Iglesia, cuandocon la muerte de Jess no muri la esperanza, sino que surgi una esperanzams plena -aunque siempre crucificada. Tambin hoy puede ocurrir, y por esoquisiera terminar con unas palabras sobre la esperanza de I. ElIacura poco antesde su martirio:

    Toda esla sangre martirial derramada en El Salvador y en loda AmricaLalina, lejos de mover al desnimo y a la desesperanza, infunde un nuevoespritu de lucha y nueva esperanza en nuestro pueblo. En este sentido, si nosomos un "nuevo mundo" ni un "nuevo continente", sr somos, claramente, yde una manera verilicable -y no precisamente por la gente de fuera- uncontinente de esperan7.a, lo cual es un sfntoma sumamente interesante de unafutura sociedad frente a otros continentes que no tienen esperanza y que lonico que lienen es miedo lD .

    Liberlad, gozo y esperanza son realidades que triunran sobre la negalividadde la historia. Bien pueden ser consideradas como formas de resurreccin hist-rica. Los mrtires nos animan a ello. Y una Iglesia libre, gozosa y esperanzadavive ya como Iglesia resucitada.

    La Iglesia lalinoamericana ba sido una Iglesia perseguida y marlirial. SusmrLires, objelivamente, se parecen a Jess, pues siguieron a Jess hasta el finaly fueron dados muerle por ser, en directo. defensores de los oprimidos, comoJess -y, as, testigos del Dios de la vida. Son mrlires del reino de Dios y dela humanidad.

    Hoy en da, en el cambio del milenio, la Iglesia de Jess sigue necesitando-en situaciones distinlas- del espritu y del patlws de sus mrlires. En elloesl en juego su identidad. Y lambin su relevancia.

    Si miramos a nuestro mundo, lleno de piltrafas humanas y de vrclimas de unsiSlema inicuo, slo una Iglesia que recoja la herencia de los mrtires tendrcredibilidad entre los pobres y entre los solidarios con ellos.

    y si miramos a Dios, a la fe en Dios, difcil muchas veces en nuestros das,slo una Iglesia martirial podr pronunciar su nombre con credibilidad. Ya el

    10. "Quinto centenario. Descubrimiento o encubrimiento?", Revisla LlIIinoamericnna,te Teologa 21 (1990) pp. 281s.

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  • 330 REVISTA LATINOAMERICANA DE TEOLOGIA

    concilio Vaticano II nos avisaba de que "en esla gnesis del atelsmo puedenlener parte no pequea los propios creyentes que [... ] han velado ms bien querevelado el genuino rostro de Dios" (Gaudium el spes, 19). Y con palabras msfuerles denuncia la Escrilura: "por causa de usledes se blasfema el nombre deDios entre las naciones".

    Pues bien, los mrtires no han usado el nombre de Dios en vano, sino quecon su vida y con su muerte, han mostrado el verdadero rostro de Dios. Eniglesias de mrtires no se blasfema el nombre de Dios, sino que se lo bendice o,al menos, se lo respeta. Por elJo, quisiera acabar con eslas palabras de agradeci-miento a los mrtires latinoamericanos: "por causa de ustedes se bendice elnombre de Dios enlre los pobres".

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    RLT-48-19990048_2RRLT-48-19990049_1LRLT-48-19990049_2RRLT-48-19990050_1LRLT-48-19990050_2RRLT-48-19990051_1LRLT-48-19990051_2RRLT-48-19990052_1LRLT-48-19990052_2RRLT-48-19990053_1LRLT-48-19990053_2RRLT-48-19990054_1LRLT-48-19990054_2RRLT-48-19990055_1LRLT-48-19990055_2RRLT-48-19990056_1LRLT-48-19990056_2RRLT-48-19990057_1LRLT-48-19990057_2RRLT-48-19990058_1LRLT-48-19990058_2RRLT-48-19990059_1LRLT-48-19990059_2RRLT-48-19990060_1L