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Meando Contra Viento Nº3

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Director editorial: Nícolas MarperDepósito legal: LE-597-2014Diseño y maquetación: Santos Perandones Dirección musical: Julia GetinoSintonía musical:http://www.ivoox.com/sintonia-meando-contra-viento-audios-mp3_rf_2374087_1.htmlCon la colaboración de Groucho Sonido y Pepe MourelleDiseño Contraportada: Felipe ZapicoFotografía página 1: François AubertFotografía cubierta y contracubierta: © Santos M.Perandones (2014)Imprime:

Alfonso Xen Rabanal...........................Nuria Palencia...................................... Teresa Naranjo......................................Eduardo Fandiño................................. José Ignacio Aller................................. Alejandro Saenz de Miera..................Cecilia Quílez....................................... Marta del Riego Anta..........................Juan Luis García...................................Charo Acera.......................................... Laura Ortega Lozano........................... Juan José Fernandez Dominguez...... Miriam Vega......................................... Rafael Saravia....................................... Eva García Pellitero.............................Nícolas Marper (Pasatiempos)..........

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Aquí no existe la normalidad. Los avatares no conocen del lenguaje corporal. Una frase es interpretada de mil mane-ras, buscando la afrenta oculta. Nadie lee, ni asimila lo leí-do: la velocidad... se quiere llegar a todo y no se entiende nada. Eso da lugar a miles de malentendidos virtuales por no leer ni saber ya contextualizar las frases. Herencia de los norteamericanos y su estilo de vida forjado en pleitos. Se busca la intención solapada: me está insultando, algo pasa... todo, menos leer una simple frase en su contexto y descodificarla, muchas veces no tiene más misterio. Pero buscamos y buscamos tres y cuatro sentidos a todo, gra-cias a los manipuladores de la palabra que por aquí abun-dan y hacen saltar las alarmas de los egos... eso es face-book, whatsapp:Gracias por llegar hasta aquí. Ha sido un placer por mi parte. En estos últimos tiempos, me he dedicado a hacer una cosa pendiente: limpiar y ordenar libros. Cogerlos uno a uno, acariciarlos al limpiarlos con un paño. Lim-piar manchas de uso. Darme cuenta de que un par de ellos no deberían estar conmigo y separarlos para devolverlos a quien me los prestó, pidiendo disculpas por mi dejadez involuntaria.Me he dado cuenta de que es lo único que siempre me ha acompañado, y me he emborrachado al recordar los libros perdidos. Ellos me han hecho lo que soy, me ense-ñaron a mirar la vida, a escudriñar, a buscar el envés de lo que veía. Siempre pensé que era un camino digno, que merecía la pena dedicar una vida a ello. Y pese a quien le pese, lo sigo pensando. Pese a quienes dicen amarlos y sólo buscan mercantilizarlos.Me he ido de muchos mundos ficticios... también de este decorado que cierro hoy. Una vez creí que era un mundo más libre, que se buscaba algo más... eso creí entender en los libros. Ahora sé que nunca supe leer si lo que me en-cuentro siempre es lo mismo en todas partes. No les voy a dar más razones a quienes no se las merecen.

Hijos del plagio

(una despedida del facebook)

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A los que rige en su vida la envidia ya están adobados en ella. Los estrategas me hacen gracia, hasta un punto. Los manipu-ladores también, hasta medio punto. A todos ellos los he estu-diado, bebo de las fuentes... de ellos.Llevo buscando un paso necesario demasiado tiempo. Si algu-na vez alguien me ha leído sabrá que insisto en que si existe una solución, ha de partir de nuestro interior, de nosotros mismos. Chorradas... lo que hay que hacer, insisten, es venderse... pero aparentando que no se venden... disociándose a modo con lo políticamente correcto, el mundo regido por los genes nearden-tales que siempre resurgen en el fin de algo... llámalo imperio o mundo conocido.La disociación entre dos mundos, supuestamente opuestos, es lo que siempre ha esclavizado a esta sociedad occidental. In-centivando esa disociación nos han manipulado toda nuestra historia hasta hoy, su fin: un mundo septicémico cuyas células no se rebelan pues forman parte de la infección.La mentira, la apariencia es endémica aquí. Lo siento, ya he visto demasiado. Me voy.

Pertenezco a una generación que lidera el desastre, generación egotista como no se recuerda, manipuladores, disfrazados de falsa derecha falsa izquierda según convenga, todos fascistas de su ombligo, vacíos de mente que buscan grupo creyéndose todos líderes, que han vendido a sus padres, a sus abuelos, por decorar su ombligo... empáticos en la simulación si consiguen algún beneficio inmediato para sí, generación que ha esclavi-zado a sus descendientes, aun virtuales.

Psicópatas.

La palabra es un virus, así lo dijo Burroughs, la palabra es un virus que necesita insertar su rna en otra célula sana para re-plicarse, la palabra es un virus que entra en nuestro vacío y nos convierte en virus andantes. Hoy, la palabra dominante es la vacía de simbolismo y replica su vacío en el nuestro, transmu-

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ta nuestro todo en la parte que es la máscara que enseñamos, y nos hace caminar predicando el odio, inseminando en otros vacíos nuestros miedos impuestos, al no asumirlos, propagan-do el virus de los ismos que inconscientemente buscamos al no dejarnos ser, ser en conciencia: eso que extirpamos. Virus andantes que predican el fin de una época, que llegue ya y se extinga el hombre muerto, que desaparezca su olor a putrefac-ción bajo miles de toneladas de piedra hasta ya no ser ni un es-trato, ninguna huella, ni un oopart del egotismo de esta época.

La palabra es un virus, un puto virus... y aquí se llama: eufe-mismo.

Y yo abogo por la verdadera palabra, la llena, la que crea, la que es plena de magia.

Llevo demasiado tiempo en este cruce de caminos entre la niebla digital. Desde el principio he sido empático, buscando nuevas voces no para fagocitarlas como hacen demasiados, ni para follármelas. Por suerte de convicción, nunca me ha he-cho falta recurrir a la vieja fórmula: acércate a mí que publi-carás, prueba mi semen reciclado, lo que vomito de las babas y lefa revenida que yo he tragado. A quien tiene algo dentro, he buscado que germine su esencia, que no dé infinitas vueltas alrededor de una culpa que no es suya, sino impuesta por las envidias de los que le rodean. Apuesto por un futuro y por que no muera nunca la esencia, es mi papel en este desierto de palabras. Y he cumplido. Nunca me ha hecho falta lubricar con babas a un ego. Y no por guapo, que lo soy. Simplemente, yo tengo mi propia y original lefa. Y tarde o temprano, en este mundo de clones, se busca lo original... aunque sea ya vintage. Esto es una pelea a última sangre entre dos mundos, dos ma-neras de ver la vida. Y los que definen en los medios, crean opiniones vacías, me sitúan en el bando perdedor. No entro en sus juegos. No deseo sus paraísos de ventas. Sólo se es un perdedor si te riges por sus fórmulas, no por las tuyas. H

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Si aceptas su lenguaje y sus métodos. Si buscas un lugar dentro de su mundo psicópata. El triunfo no está en sus premisas. Casi todos los que reivindican hoy en día a los malditos, si conviven en el tiempo con ellos los hubiesen lapidado... sim-plemente porque ellos tenían, aun en la puta miseria social, un algo que hace que, sí, todos los necios se conjuren contra ellos: libertad.Nunca me han gustado las etiquetas, los borregos necesitan encasillar para deglutir, eso enseñan en sus rediles. Pero yo tengo esa libertad y la aprovecho. Me ha costado renuncias y pérdidas de todo tipo que, como la mierda, quedan atrás en el camino. Y en el fin del juego, llega el momento de empezar a arrastrar. Y si digo “llega” es por que sé qué cartas llevan los demás. Me lo enseñó un gran jugador de tute. Hay que saber contar, aún haciéndote el borracho, todas la cartas que han salido y dejar que suelten los triunfos.Me costó mucho dirimir la lucha egotista, demasiado. Mucho más de lo que la gran mayoría estaría dispuesta a perder o es-perar, llegar a este punto: el punto en el que sólo queda uno... y ese uno, en mí fueron dos o más que se dieron de hostias entre ellos durante largo tiempo.Hoy, al limpiar los libros, he llegado a pensar que no han me-recido la pena... pero mi Instinto me ha replicado: eso es lo que quieren que pienses. Y, como siempre, la verdad nace de él. Dicen que no hace falta leer, es contraproducente, es más, denostado y así ventilado a los cuatro vientos virtuales, para triunfar en esta sociedad: tener dinero, mucho, es lo que pri-ma. Y no, sigo mi camino.No tengo ninguna mentira detrás de mí, no me veo impelido a seguir perpetuándola hasta que la máscara se deforme mien-tras me pudro por dentro.Soy libre y plenamente consciente de que eso jode y mucho a los borregos que aúllan,no entro en vuestro juego, hijos del plagio,tengo cosas más importantes por hacer que escuchar los gemi-dos egotistas de los narcisistas psicópatas que ya no se ven en

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el espejo de sus lágrimas fingidas, y escabullirme de sus babas de ácido que corroe las juntas y penetra. Adoban con sus ba-bas, envuelven en un capullo de palabras egotistas y desfon-dan, chupan la energía. Y en cuanto se les deja de hacer caso, se ofenden y se centran en crear un ambiente virtual adverso a quienes no les hacen caso. Pobrecitos, supongo que ya no les quedan babas y esperan que alguien les engrase como hicieron ellos. Mundo de trepas que adaptan su discurso al viento que huelen en los culos ajenos. Asco.Expertos fagocitadores de las palabras que les cuadran en sus crucigramas mentales... y las vacían y utilizan extirpando su esencia, su origen, su firma. Hijos de un plagio de Democra-cia, me despido de vuestra virtualidad:A tomar por el culo, facebook...

Alfonso Xen Rabanal (2014)

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¡He sido identificada tantas veces a pesar de no haber dejado nunca mi huella¡,

El rastro del miedo es fácil de seguiry hay lomos a cuatro patas dispuestos

a darte caza.En los pupitres asignados, en la habitación de la casa

En el asiento del metro, en tu callequedan todos los rastros.

No puedes alejarte más de dos portalessolo puedes llegar con la bicicleta hasta las casas bajas,

nunca hables con extraños.¿Pero él, lo era?

Le acompañé hasta donde me estaba permitido,con siete años eres lo suficientemente fácil.

Solo hasta aquí y me vuelvo¡Y me entró hasta adentro ¡

en la casa entre los dos árboles, olía mi miedo,le fue muy fácil hacerlo, la colonia de baño

no podía encubrirlo.Huí con la bicicleta alemana después de haberme matado

y mi único temor era que descubrieranque no llevaba el escapulario que mi madre me colgaba

después de cada baño.

Teresa Naranjo (2014)

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MÁS CORNADAS DA EL HAMBREPiano Bar, viernes, 17 de febrero de 2012 a las 23:24

La hora del cierre del establecimiento estaba cantada desde hacía un buen rato... La señora de la limpieza barría despacito como si no quisiera molestar a las colillas y papeles del suelo.El pianista, indolente, ponía su gamuza sobre el teclado y en la barra, el camarero repasaba despacito una a una sus copas de coctel, mientras escuchaba el monólogo del último cliente...- esta me la hizo un toro, en la plaza de Pozoblanco...33 cm de cornada....- ¿qué te parece?El barman ponía cara de susto y proseguía limpiando con actitud entre ausente yexpectante.- esta, me la hizo el único toro albino que ha cogido a un torero en España.- esta otra, es de la feria de San Isidro, con una banderilla mal colocada... me la clavéal dar un pase de muleta ajustado al burladero...A estas alturas, el camarero ya empezaba a maldecir el momento en que había hechocaso al torero retirado. Entre martini y martini, llevaba más de tres horas atrinche-rado al otro lado de la barra.- esta, me la hizo una vaquilla cuando tenía 16 años. Mira, mira, toca...parece que es de anteayer...Cansado de escuchar y de que le enseñaran cicatrices, el camarero miró a los ojos al viejo torero y le dijo:- Escuche Maestro: tenía dos hijos; uno murió con 16 años de una sobredosis de heroína... De mi hija, hace diez años que no sé nada. Las últimas noticias que tuve de ella es que trabajaba en una barra americana en Baracaldo. Mi mujer...hace cin-co años que me dejó por un negro mestizo. Tengo 56 años y no sé dónde caerme muerto...Y si le enseño mi cuerpo, no encontrará ni un punto de sutura ...ni siquiera una simple cicatriz de apendicitis.A estas alturas, el viejo torero ya se había puesto su abrigo, sombrero, bufanda y guantes....No soportaba no ser el centro de la conversación. De camino a la puerta del bar, oyó decir a la señora de la limpieza:- Maestro, más cornadas da el hambre”

José Ignacio Aller (2013)

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Los hundidos

Los sin lengua

Los sin nombre temerario

Los de papel vegetal

Los de las musas cuánticas

Los de sin rima ni leyenda

Los del andén

Los que se quedan

No resbalar

Sal contra el hielo

Romperse la crisma

En la distancia justa

Del más fingido laurel

Aunque duela

Ego: Alimento de aquello que te da/dio fama y que nadie se cree. Ceguera sideral de uno mismo pese a todo contra(Tiempo). Gloria inexplicable-mente dudosa en la verbena de los espejos. Distorsión del presente sin orden futuro. Término no aceptado en aburrido continúo. No consta ni interesa (según el cónclave del clamor popular que es lo que hay y a ése no le engaña ya ni un dios).

Cecilia Quílez (2013)

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Odio las muñecas.

Lo supe a ciencia cierta el día de la hoguera. Una tarde de otoño mi abuela decidió quemar mis Tebeos, los cuentos del gato Pumby y los de Mortadelo y Filemón, y las aventuras del Guerrero del Antifaz y las del Capitán Trueno, heredadas de mi tío. Cuando llegué, ya era demasiado tarde. Había amonto-nado todo en el patio, junto con hojas y ramas secas, y contemplaba la pira con una sonrisa satisfecha. Ya estaba, ya había limpiado de polvo y papeles los armarios de la galería. Entonces subí de tres en tres las escaleras hasta mi habitación, agarré por el pelo todas las muñecas que pude y las tiré por la ventana, al centro mismo de las llamas. Se escuchó un crepitar furioso y la goma se derritió con un siseo maligno.

Mi abuela me castigó todo el invierno sin propina y sin postre. Y me repetía, qué payasa, qué pasaya, y se lo contaba a mi tía, a mi prima, a las vecinas, a quien quisiera oírla. Me dio igual. Al menos me había librado de esos mons-truos que me acechaban por la noche. Ella había quemado mis cuentos. Yo, sus muñecas. ¿Por qué? Porque las odiaba, porque las odio.

Odio las muñecas.

De todo tipo. Las que parecen bebés rollizos y monstruosos, y las que pa-recen lolitas provocadoras. El Nenuco y la Barbie. El Baby Mocosete y la Nancy. De niña me ponía de muy malhumor cuando mi prima me invitaba a subir a su casa a jugar a las muñecas. Y no tenía más remedio que ir porque si no, mi abuela montaba un drama familiar donde yo siempre era la niña mala, la rara. Pero jugaba con tanta desgana, agarrando a la Nancy de los pelos y arrastrán-dola por el pasillo, estrujando su cara blanda contra el suelo para compro-bar su resistencia, arrancándole los miembros (mira, sin piernas, mira, sin manos, mira, sin cabeza) que al final mi prima, entre horrorizada y llorosa,

Donde habitanlas muñecas

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me acababa expulsando de su cuarto. Eso era lo que yo esperaba porque así podía refugiarme entre mis primos y sus construcciones de Lego, que me parecían muchísimo más interesantes.

¿Por qué despreciaba a las muñecas? Odiaba sus caritas de goma, sus expre-siones aleladas, su hedor a plástico. Pero sobre todo odiaba el jueguecito a su alrededor. El jueguecito de yo soy la mamá y ella es la currina. Y tiene pupa y llora, y tiene hambre y la alimento, y tiene caca y le cambio el pañal.

Yo no lo veía la gracia. No le veía el sentido. ¡Jugar a ser mamás! No podía concebir nada más aburrido que ser mamá, que ser señora-de-incesante-parloteo a la salida del colegio o a la salida de misa o en la cola de la carnice-ría o en el baldosado de la plaza mayor. O señora-silenciosamente-atareada que cocinaba, que planchaba, que fregaba. Yo quería montar en bicicleta, inventarme ciudades fabulosas con las construcciones de Lego, leer cuentos, libros, Tebeos. ¡Pero jugar con un bebé que se hacía pis si le apretabas la barriga! ¡Asqueroso! Con esos muñecos no había más mundo que el domés-tico, no había viajes intergalácticos ni excursiones a bosques infestados de lobos ni a galerías excavadas por los  gnomos del inframundo. Solo la prosai-ca realidad: dar de comer al bebé, vestir a la Nancy; acunar al bebé, hacerle moñitos a la Nancy. Tejer un gorrito, coser una mantita, pintarle la carita con barra de labios.

Por eso enseguida mis muñecas se apolillaron, en ellas anidaron las arañas y los gusanos. En ellas anidó todo lo que yo odiaba. Creo que me sirvieron como exvotos para exorcizar esa parte de ser niña que yo me negaba a acep-tar. La Nancy rubia me miraba desde la estantería de mi habitación, junto a la Nancy pelirroja y la Nancy negra afro. Me miraban con sus ojillos lustrosos y acusadores: no nos quieres, no quieres jugar con nosotros. Te arrepentirás. Nosotras representamos lo que eres, lo que serás.Y yo me acostaba todas la noches con esos ojos fijos en mí. Como en un cuento de terror. Olvidaos de mí, les decía mentalmente. Olvidaos de mí e id a vivir con mi prima, donde habitan las muñecas.Y vaya si se fueron, pero a vivir al infierno.

Marta del Riego Anta (2013)

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Hace ya muchos años que nos quieren analfabetos,hace ya mucho que decidieron esta formación del mundo,hace ya mucho que ser analfabeto está de moda.Sin conocer nuestra historia, sin saber nada de nuestro origen, sin darnos cuenta.Nos manipulan, nos manejan.No saber nada es cómodo, es fácil, es gratis.Grandes analfabetos en un mundodiseñado por analfabetos que viven esclavos y manipulados.Analfabetos con calidad de vidaen un estado de bienestar organizado.Hipotecados, hiperalimentados, hiperinformatizados,Hiperconsumidos, hiperanulados.Analfabetos manipulados, insensibles, inutilizados.Analfabetos.

Charo Acera (2013)

AN

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Babel es un vergel en carne viva donde trepan los náufragos globales

con saltos de otredad.

Alza un enverjado hambriento de alto estambre que exhibe

el exterior al interior

Mide cinco metros desde la yedratensa los nudos y oblonga

menguante los finales.

Cada día, Babelia acicala su torso en sueño jabonado, apunta las puntas

y atrapa retazos de arlequines.

En Babel babelan las manos,reptan las rodillas y amputan

los dedos metatarsos.

Babelia chillachillan rechinantes las cuchillas

y manchan los zaguanes.

Busco una frontera que linde un perímetro de aire. Y digo aire

por llamarlo de algún modo que sepamos.

Juan José Fernandez Dominguez (2014)

BABELIA

(No saltéis la verja)

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Suceden los días como horcas en fila. Con la rectitud del indolente, uno se tropieza con el otro hasta asesinar el año y congregar el tedio del próximo.

Suceden los enclaves en los que tú te retuerces con poder en mi memoria. Transgreden los límites tu recuerdo de ojo elegante y no me queda otra que el amparo inmortal de tus tejidos.

En el intercambio de los amantes hay espuelas que sangran al no entregado. Lucen heterodoxas las crines de los bien copulados en el año del caballo. Se huele la lentitud del sexo en este viaje. La opulencia se centra en nosotros sin compasión y un ronroneo cerca mi vicio.

Me santiguo en tu honor con la devoción del filo y la carne. Seas por siempre este deseo innecesario pero constante a la altura del jengi-bre laminado. Logre tu recuerdo comprometerse en mi pasado y muera la institutriz del desánimo en tu presencia. Venga el orden de la desobediencia a tu lengua y recorra con húmeda lentitud la fe suscrita a mis ganas irreali-zables.

La razón nos aleja, la verdad nos recuerda. Hoy mi presente se eleva hasta rozar la gracia vital. Nada es fácil en el corredor de los sím-bolos erectos. Todo tránsito requiere el sacrificio de algo bello y uno ya, en lo que entiende por feliz, se queda con púas y abrazos en igual cantidad de pasado.

Suceden los días como horcas en fila. La rectitud me acom-paña, el recuerdo también. Sólo me debo a la incoherencia vital del que vive linealmente, sin posibilidad de plagio. Sea pues mi futuro una bufanda a medio tejer. Seas pues tú.

Rafael Saravia (2013)

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