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OCTUBRE Media bata 1745-1760 Por: María Redondo Vitrina: El paseo de los elegantes Domingos: 12:30 h Duración: 30 min Asistencia libre hasta completar aforo

Media bata, 1745-17603f1ee3f4... · hegemonía francesa se impuso en práctica - mente toda Europa. Su influencia se había manifestado en multitud de aspectos, pero sin duda la moda

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OCTUBRE

Media bata 1745-1760Por: María Redondo Vitrina: El paseo de los elegantes

Domingos: 12:30 h Duración: 30 min

Asistencia libre hasta completar aforo

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Texto

María Redondo Solance es licenciada en Histo-ria del Arte por la Universidad Complutense de Madrid. Como docente, imparte la asignatura de Historia del traje y sociología de la moda en IADE, Escuela de Diseño y la Universidad de Nebrija. Desarrolla además su labor investiga-dora en el ámbito de la historia de la indumenta-ria especializada en el siglo XVIII.

Coordinación y maquetación

M.ª José Pacheco

Corrección de estiloAna Guerrero

© De las imágenes, sus autores/as © De las imágenes de la colección del Museo del Traje, Ministerio Cultura y Deporte

NIPO: 822 - 19 - 010 - 6

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MEDIA BATA, 1745-1760

“Cuando quiero, cuando quiero

soy también aseñorada;

sé lo que es formalidá,

y a llevar bien una bata,

o un savillé desafío

a la usía más pintada”.

(Sainete Las castañeras picadas de Ramón de la Cruz)

Introducción

A partir de la segunda mitad del siglo XVII la hegemonía francesa se impuso en práctica-mente toda Europa. Su influencia se había manifestado en multitud de aspectos, pero sin duda la moda fue uno de los más evidentes. Luis XIV se esforzó con éxito en convertir la Corte de Versalles en árbitro en cuestiones de gusto y, cuando su nieto Felipe V llegó al trono español, lo francés lo invadió todo.

Descripción de la pieza

El vestido femenino que nos ocupa en este modelo del mes es una bata cortada a la al-tura de las caderas. Está realizada en seda de color rosa con efecto moaré y decorada con ramos de flores que se alternan de for-ma vertical con cintas que imitan encajes. Se compone de dos piezas: la media bata pro-piamente dicha, que se abre en su totalidad en la parte delantera, y una pieza triangular a juego que recibe el nombre de peto, y que cierra la primera.

El conjunto se ha confeccionado con cuatro paños que incluyen cuerpo y falda, dos para el delantero y dos para la espalda.

En la cintura presenta una serie de pliegues que permiten, por un lado, ajustar el cuer-po y, por otro, otorgar vuelo a la falda. Entre ellos hay dos aberturas que darían acceso a sendas faltriqueras1. Un doble pliegue plano, característico de este tipo de traje, recorre la espalda partiendo del escote cuadrado (fig. 1). Las mangas, de tres cuartos, son ajustadas hasta el codo, de donde parten dos volantes en forma de pagoda adornados en sus perí-metros con un cinta de encaje de bolillos de lino en color crema. Como decoración, las mangas presentan además una cinta fruncida del mismo tejido llamada rodete con encaje aplicada en sus dos lados. La media bata está forrada con un tafetán de lino.

1 Las faltriqueras eran una especie de bolsillos de lino, cáñamo o algodón, a los que se accedía por unas aberturas en las faldas.

Fig. 1. Vista posterior de la media bata, ca. 1745-1760. Museo del Traje, Madrid (MT000618)

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MODELO DEL MES DE OCTUBRE

Ambas prendas, media bata y peto, se llevarían junto con una falda de la misma tela que, lamentablemente, no se ha conservado.

Respecto al tejido, se trata de un ta-fetán espolinado de seda en color rosa, con efecto decorativo moaré, esto es, haciendo aguas. Un tejido espolinado es aquel en el que la decoración se ha realizado utilizando un espolín o pequeña lanzadera para tejer cada uno de los diferentes colores de modo independiente, por lo que produce el efec-to de bordado; en este caso se reproducen ramos de flores y cintas que imitan encajes. Los tejidos espolinados se elaboraban con dos urdimbres, una para el fondo de la tela y otra para ligar los hilos de los espolines que forman el dibujo. En el interior del tejido po-demos observar claramente los hilos de la trama suplementaria que dibuja los motivos (fig. 2 y 3).

A mediados del siglo XVIII el arte textil refleja el estilo rococó, con sus colores suaves y delicados y los motivos florales dispuestos en ramos siguiendo líneas verticales onduladas que, a partir de 1760, se alternan con cintas

que simulan encajes tal y como sucede en nuestra pieza. En este caso vemos además cómo la decoración de encaje adquiere pro-tagonismo al ser colocada justo en la parte central del peto. Respecto al tejido utilizado, añadir que se trata de un tejido bastante rico que contrasta con la cinta de encaje de bo-lillos de lino, más modesta, lo que nos lleva a interrogarnos sobre la cronología y el uso de la prenda.

Datación y procedencia

Su hechura y tejidos sitúan la prenda entre 1745 y 1755; sin embargo la decoración frun-cida de la manga la acerca más a la década de 1760 e incluso 1770. Esto podría deberse tal vez a la adaptación de un vestido anterior al que se le habría añadido el rodete de la manga y la cinta de encaje que, como aca-bamos de aludir, no concuerda con la calidad del tejido. Es más, hipotéticamente, podría haberse tratado en origen de una bata com-pleta que fue más adelante cortada y adap-tada, y se decoró a la moda del momento por lo que se utilizaría parte del tejido para elaborar el rodete.

Fig. 2 Detalle de motivos decorativos espolinados (vista exterior) de la media bata, ca. 1745-1760.

Fig. 3. Detalle de motivos decorativos espolinados (vista interior) de la media bata, ca. 1745-1760.

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MEDIA BATA, 1745-1760

Hemos de tener en cuenta que en aquella época la ropa era un bien de consu-mo de lujo, más aún teniendo en cuenta este tipo de vestidos, por lo que era algo común adaptarla a las modas e incluso reutilizarla. Esto explicaría por ejemplo que hayan llegado hasta nuestros días tan pocas faldas, puesto que al estar realizadas con gran cantidad de tejido eran susceptibles de ser aprovechadas para la confección de otras prendas. Por otro lado, existía un mercado de segunda mano que atendía las demandas de las clases me-nos pudientes y donde la cultura del aprove-chamiento estaba al orden del día.

Respecto a la procedencia de este conjunto, y según la información conserva-da en el Museo, provendría de la colección de Francesc Guiu, un anticuario y marchante catalán que logró reunir una importante co-lección de tejidos e indumentaria históricos. Junto con Eusebio Guëll, cedió numerosos trajes y complementos a la Exposición del Traje Regional e Histórico que se celebró en Madrid en 1925, que donó después en 1934 al Museo del Pueblo Español, germen de este Museo.

La media bata

Este tipo de bata fue conocida también con el nombre de “desabillé” o “deshabillé” por ser una prenda más cómoda y para usar de día. La media bata era una adaptación de la prenda conocida internacionalmente como robe à la française (vestido a la francesa) y en España como “bata” por semejarse a la ropa de levantar (fig. 4).

En el Diccionario de Autoridades de 1726 se define precisamente con ese uso, para estar abrigados y convenientemente dentro de casa o en la cama, siendo utilizada tanto

por hombres como mujeres. En la edición de 1780 de la Real Academia Española se incorpora una nueva acepción como prenda que usan también las mujeres, con cola para salir a visitas y funciones, y para dentro de casa las suelen tener cortas. De hecho, para diferenciar la bata como vestido exterior de la también llamada ropa de levantar, en los do-cumentos de la época se solía llamar a esta última bata de cama.

Su origen se sitúa en el robe volante o flotante, un vestido suelto y cómodo del que mantiene los pliegues de la espalda. Curio-samente también recibirá el nombre de Wat-teau por ser representado por dicho pintor en múltiples ocasiones.

A partir de 1715, año de la muerte de Luis XIV, se incorporaron líneas más va-

Fig. 4. Vista posterior de bata, ca. 1770 (MT016036A)

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porosas y sueltas al atuendo femenino, que dieron como resultado un traje de una sola pieza, ancho y largo, ajustado bajo el pecho y caracterizado por unos pliegues planos que nacían del escote de la espalda y llegaban al ruedo de la falda. Las mangas llegaban al codo con una vuelta transversal llamada “en raqueta”. Debajo llevaban un armazón, el panier (tontillo, en español), que les otorgaría una peculiar silueta. Este traje se encontraba dentro de los llamados negligées, una pren-da más informal que las damas usaban en la intimidad para estar en casa, salir de viaje…

Alrededor de 1740 surgiría el que se conocería en toda Europa como robe “à la française”. Consistía en un traje largo y nor-malmente abierto por delante mostrando una falda interior de la misma tela llamada guar-dapiés o brial, según estuviera confeccionada en algodón o seda, que solía decorarse con volantes plisados, principalmente en el ruedo. El cuerpo, abierto en el delantero, se ajustaba gracias a un peto o petillo triangular que se sujetaba sobre la cotilla en el momento de vestirse cosiéndolo o mediante alfileres. Las mangas, con largo hasta el codo, presenta-ban una vuelta de la que partían los vuelos de tela fina o de encaje.

Lo más característico eran los pliegues planos que partían del escote recorriendo toda la espalda y terminando en una cola. Dichos pliegues, que en un primer momento ocupaban todo el espacio entre los hombros, fueron estrechándose hasta situarse en el centro de la espalda.

Se trataba de un atuendo majestuoso, pesado y rígido, principalmente de corte, que llegaría a adquirir una gran complejidad. Para su ejecución se destinaban los tejidos más ricos, brocados de plata y oro, rasos de co-

lores, terciopelos labrados…, guarnecidos a su vez con oro y plata, bordados y lentejuelas, flores de tela, finos encajes, pieles, piedras de estrás e incluso con joyas verdaderas.

Por otro lado, era un traje difícil de ves-tir e incómodo de llevar por lo que su uso se reducía a las clases altas. En los encargos de la época se advierte con frecuencia que sean ligeros y que no pesen, eso sí “sin perjuicio del buen gusto y la magnificencia”.

Estos motivos hicieron que, aunque podemos considerar la bata francesa como el atuendo femenino más característico del siglo, esta se alternara con otros trajes gene-ralmente compuestos de dos piezas (cuerpo y falda). Una versión frecuente, más sencilla y cómoda, la encontramos en la media bata

Fig. 5. Detalle de media bata, ca. 1745-1760 (MT000618)

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MEDIA BATA, 1745-1760

o “desabillé” (fig. 5). Amelia Leira señala que fueron muy populares en nuestro país, donde estaban presentes en todas las capas socia-les, tanto en dotes ricas como en modestas.

Del francés déshabillé, que indicaba en origen una prenda femenina interior para estar en casa o levantarse de la cama, pron-to se convirtió en un vestido exterior que se exhibía en público. Resultaba ser una voz nueva a principios de siglo que no aparece todavía en el Diccionario de Autoridades (pu-blicado entre 1726 y 1739) pero que sí lo hace en el diccionario de Terreros2 (1786-1793) y en la edición de la Real Academia Española de 1791. Ambos señalan en primer lugar la procedencia francesa del término3 y su com-posición por una bata corta o media bata y falda (zagalejo o brial) de la misma tela o color.

Esta prenda consistía en un cuerpo con la misma forma que la bata o el vestido “a la francesa” pero cortada a la altura de las caderas. En función de la persona que lo por-tara podía estar confeccionado en seda, en su versión más lujosa, o en algodón.

La prenda con dicho nombre irá evolu-cionando con el paso del tiempo. A finales de los años ochenta del siglo XVIII, se fabricaron déshabillés con la forma del cuerpo del va-quero pero con faldones, también abiertos por delante, pero muy ceñidos al cuerpo gracias en ocasiones al refuerzo de las ballenas y con

2 TERREROS Y PANDO, Esteban de: Diccio-nario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas, francesa, latina e italiana, Madrid, en la Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1786. 3 Es curioso constatar cómo Terreros en el prólogo de su diccionario señala que esta palabra es un ejemplo de los términos para los cuales no se ha encontrado equivalencia en lengua castellana.

mangas largas y estrechas. Poco a poco irán desapareciendo los faldones y darán lugar a un cuerpo muy ajustado con faldón pequeño en el centro de la espalda también llamado pirro o piero (fig. 6). En Francia estas pren-das recibirán el nombre de pierrot o caraco.

La indumentaria femenina a mediados del siglo XVIII

La llegada de una nueva dinastía, la de los Borbones, a principios del siglo XVIII, conllevó multitud de cambios políticos, económicos y sociales, que se dejaron sentir de una forma palpable en la moda con el triunfo del mode-lo francés. A pesar de ello, en nuestro país coexistieron dos estilos en el vestir femenino: el traje a la española y el traje a la francesa.

Fig. 6. Vista posterior de jubón (también llamado pirro), ca. 1780-1795 (MT000726)

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El vestido “a la española” se componía de dos prendas independientes. Un cuerpo, que podía ser un jubón corto o una casa-ca con faldones (fig. 7), y una falda, llamada basquiña o brial. El uso de estos conjuntos de dos prendas tuvo en nuestro país un gran éxito y aumentará desde finales de los años ochenta.

Respecto al traje “a la francesa”, po-día consistir bien en el vestido de corte o gala con cuerpo emballenado y falda o bien en la bata que hemos visto.

Sea cual fuere el estilo, la mujer en el siglo XVIII complementaría su vestuario con otra serie de prendas fundamentales. En pri-mer lugar, no podemos olvidar la ropa inte-rior, consistente en una camisa ancha y larga hasta las rodillas, confeccionada en un tejido fino de tafetán de lino y decorada con ricos encajes en los modelos más lujosos.

Sobre ella, se vestían dos elementos modeladores: cotilla y tontillo, que creaban la peculiar silueta de la mujer en estos mo-mentos, caracterizada por cintura apretada y amplio volumen en la falda.

La cotilla (fig. 8) era un cuerpo interior armado con ballenas, destinado a reducir el volumen del tórax, especialmente el períme-tro de la cintura. Carecía de mangas, pero tenía hombreras y se ataba con cordones pasados a través de ojetes situados en el delantero o en la espalda. El tontillo, armazón interior destinado a ahuecar las faldas, con-sistía en una falda interior con aros, que fue ensanchándose en las caderas, hasta que se dividió en dos mitades, a ambos lados de la misma estaba realizado.

En las piernas, las medias, de seda, algodón o lana, se sujetaban con ligas debajo de las rodillas. Las había de distintos colores,

Fig. 7. Detalle delantero de casaca femenina, ca. 1740 (MT001018)

Fig. 8. Cotilla, ca. 1750 (MT000627)

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lisas o con ricos bordados, aunque las más comunes eran las de hilo o seda blanca.

En cuanto al calzado, existían dos modelos a la moda, el zapato apuntado, cerrado con lengüeta y hebilla y con tacón alto y curva-do, y la chinela, un zapato con el talón al descubierto.

Como complementos, pañuelos, de-lantales, guantes cerrados y abiertos (mito-nes), manguitos o el imprescindible abanico.

Para el frío, además del habitual manto, existía todo un repertorio de capotes, man-tillas, manteletas y el cabriolé de moda, un tipo de capa con capucha y aberturas para los brazos.

Por último, el peinado más característico a mediados de siglo consistía en un recogido sobre el que se podía colocar un pequeño bonete o añadir plumas, flores, cintas o joyas.

A partir de 1775, debido a la influencia ingle-sa que puso de moda la vida en el campo, surgieron nuevos vestidos más sencillos y cómodos como la polonesa o el vaquero “a la inglesa” (fig. 9), que permitía prescindir de la cotilla o el tontillo y favorecía actividades como el paseo, actividad de ocio por exce-lencia en la época, que propiciaba las rela-ciones sociales en los espacios públicos. El aparatoso vestido “a la francesa” se reservaría para la corte.

El rasgo más característico de la polo-nesa era el volumen creado en la parte poste-rior gracias a una sobrefalda que se recogía en esa zona formando tres paneles drapeados de distinta longitud. El vestido «a la inglesa», por su parte, consistía en un traje largo y abierto en su parte inferior, por el que asomaba una falda interior. El cuerpo, muy ajustado, termi-naba en la espalda en una punta alrededor de la cual se fruncía la falda. Su gran aceptación

Fig. 10. Vitrina El paseo de los elegantes. Sala “Ilustración y casticismo (1700-1788)”. Museo del Traje, Madrid

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se debió a la supresión de la cotilla, ya que incorporaba las ballenas en el cuerpo.

Sobre el vestido, una moda típica de nuestro país consistía en colocar para salir a la calle o ir a la iglesia una falda o basquiña negra y una mantilla negra o blanca.

Ese “traje nacional” no sería el único con el que se reivindicaba nuestra identidad. Como contraposición a todo lo francés, los majos y las majas (habitantes de ciertos ba-rrios populares de Madrid) llevaban su propio atuendo, consistente en el caso femenino en un jubón y una basquiña.

La industria de la moda

En la realización de estas prendas participa-rían un gran número de profesionales. Con la llegada de los Borbones se pone en marcha una serie de reformas para aplicar en España el mismo sistema que Luis XIV y su ministro Colbert habían implantado en Francia. Aun-que no se abandonarían los encargos directos a París, se potencia la industria nacional, en especial la producción de bienes de consumo de lujo para abastecer a la Corte, mediante la creación de Reales Fábricas como la de pa-ños de Guadalajara o la de seda de Talavera de la Reina y el apoyo a iniciativas privadas con la concesión de privilegios.

Una vez obtenido el tejido, el corte y la confección de estos sofisticados trajes eran complejos. ¿Quiénes intervendrían en su elaboración?

Desde el establecimiento de la corte en 1561, con la consiguiente demanda de las clases altas, había surgido en Madrid una industria del vestido con una estructura cada vez más compleja. En ella tenemos en el rango más alto a los artesanos y artesanas del rey

que trabajan directamente abasteciendo a los reyes y la familia real de todo lo necesario para su vestimenta. En el polo opuesto, un gran número de trabajadores no cualificados entre los que encontramos mujeres y niños que lu-chan por ganarse la vida fuera del “sistema”. En medio, una masa de personas organizada en corporaciones o gremios especializados: sastres, cotilleros, pasamaneros, cordoneros, bordadores, calceteros, zapateros, guante-ros… Pero también bateras, modistas, cos-tureras, escofieteras…

Los sastres eran los encargados de cortar los vestidos y coserlos. Del ensamblaje perfecto de los patrones dependería el resul-tado final. Para demostrar el gran desarrollo e importancia que había alcanzado este ofi-cio, se aplicó también en la sastrería desde el siglo XVI el debate histórico entre las ar-tes liberales y las mecánicas. En él, el sastre era un artista porque aplicaba a su trabajo la geometría, diferenciándose así de los meros artesanos.

Desde el Renacimiento, al igual que ocurría en otras disciplinas, algunos sastres trataron de codificar los saberes acumulados en su profesión en una serie de tratados con la intención de economizar costes de producción ahorrando la mayor cantidad de tela posible en el corte, y de estandarizar la producción. El último de estos tratados españoles que se conservan fue el que Juan Albayceta publi-có en 1720 bajo el título Geometría y trazas pertenecientes al oficio de sastre, donde se contienen el modo y orden de cortar todo género de vestidos españoles y algunos ex-tranjeros, sacándolos de cualquier ancharía de tela, por vara de Aragón, y explicada ésta con todas las de estos reinos y las medidas que usan en otras provincias extranjeras. Para el período que nos ocupa contamos con las

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imágenes de la Encyclopédie, ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des mé-tiers (Enciclopedia, o Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios) editada entre los años 1751 y 1772 en Francia bajo la dirección de Denis Diderot y Jean le Rond d›Alembert. En ella podemos ver el despiece de diferentes prendas (fig. 10).

Por otro lado, existían los fabricantes de prendas o accesorios concretos como podían ser los cotilleros encargados de la confección de las cotillas, los zapateros, los guanteros o los abaniqueros. Además, toda una serie de especialistas del “adorno” del vestido como bordadores, botoneros, pa-samaneros o cordoneros, cuyos bordados, botones, pasamanerías o cordones, convir-tieron los trajes del siglo XVIII en auténticas obras de arte.

La transformación de la indumentaria de los españoles era un reflejo de los cambios que estaban experimentando su mentalidad y sus formas de vida, principalmente en los centros urbanos. Nuevos escenarios de la vida moderna, para las relaciones sociales, en los que las clases altas entraban en con-tacto con los modos y las modas extranjeros. El lujo y la moda se convertirán en una parte lógica del proceso de civilización, en el que la apariencia, es decir, la construcción de una imagen pública de cara a los demás, era el modo de participar esa nueva sociabilidad.

Fig. 10. Lámina XXIV de L’Encyclopédie que muestra los patrones de distintas partes de un cuerpo femenino (The Encyclopedia of Diderot & d’Alembert Collaborative Translation Project. Dirigido por Bob Trump. Ann Arbor: Michigan Publishing, 2003. (http://artflx.uchicago.edu/images/encyclopedie/V26/plate_26_9_24.jpeg)

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Bibliografía

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• CABRERA, A.: Vestido de hombre, s. XVIII, Modelo del mes de mayo, Museo del Traje, Madrid, 2019 (http://www.culturaydeporte.gob.es/mtraje/dam/jcr:23abdedc-02a1-4648-8e30-ed86f9e57ff0/mdm05-2019-digital.pdf).

• CARBONELL BASTÉ, S.: El col·leccionisme i l’estudi dels teixits i la indumentària a Ca-talunya. Segles XVIII-XX, tesis doctoral, Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 2016 (https://hdl.handle.net/10803/399345).

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MEDIA BATA, 1745-1760

• NAVAJAS, M.: Bata infantil, ca. 1750-1760, Modelo del mes de enero, Museo del Traje, Madrid, 2018 (http://www.culturaydeporte.gob.es/mtraje/dam/jcr:bcb0b053-f1a7-4a61-8957-a30b3cc61f3f/mdm01-2018.pdf).

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*Quiero agradecer a Ana Cabrera y María Prego del Museo del Traje su ayuda y sus con-sejos en la elaboración de este trabajo.

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Con un lector de códi-gos QR accedes a las publicaciones en pdf de esta actividad GRACIAS PORSU COLABORACIÓN

Estas breves conferencias tienen lugar en las salas de Exposición, se analiza e interpreta una pieza de especial importancia de entra las expuestas. A los asistentes se les entrega gratuitamente este cuadernillo con el contenido de la conferencia.

Domingos: 12:30 h. Duración: 30 min.Asistencia libre hasta completar aforo

ENERO* Cancelado

FEBREROVestido de Jacques FathJosé Luis Díez-Garde

MARZOVestido de Ana Pombo para Paquin, P/V 1939Miquel Martínez i Albero

ABRILVestido de Sybilla, 1985Sergio Gálvez Biesca

MAYOVestido de hombre, s. XVIIIAna Cabrera

JUNIOAbanico de baraja, 1890-1914 Carmen Murillo Portela

SEPTIEMBRE* Cancelado

OCTUBREMedia bata, 1745-1760María Redondo Solance

NOVIEMBRETraje de Diablo de ArtáConcha Herranz

DICIEMBRELos tejidos del siglo XIX (exposición temporal ¡EXTRA! Moda)Lucina Llorente

En www.museodeltraje.es tiene a su disposición todas las publicaciones de Modelo del Mes en la sección Biblioteca | Publicaciones periódicas.

MODELO DEL MES | CICLO 2019

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MUSEO DEL TRAJE

Av. Juan de Herrera, 2. Madrid, 28040

Tel. 91 550 47 00

[email protected]

www.museodeltraje.es

@museodeltraje

Num. de inventario:

MT000618