¿Metafísica aquí

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    M E T A F S I C A A Q U ?REFLEXIONES PRELIMINAJIE.S SOBRE NICOLS GMEZ DVILA'

    A M A L I A Q U E V E D OUNIVERSIDAD DE LA SABANAd f i l o s @u n i s ab an a .ed u . co

    Res u menEl artculo se propone presentar el pensam iento de quien ha sido llamado el Nietz schecolombiano. Pensador fragmentario y slido, reaccionario y crtico de la m odem idad,Gm ez D vila fie autor de ima escasa produccin escrita, no por ello m enos significativay polmica.Pa lab ras clave: Nicols GmezD.;metafsica; filosofa.AbstractThe purpose of this article is to present the thought of whom has been called thecolombian Nietzsche . Being a fragmentary but solid thinke r, reactionary and critical ofmodemity, his literary production is scarce, but notwithstemding polemical and signi-ficative.Key wo rds: N icols Gmez D. ; metaphysics; philosophy.

    El ttulo bajo el que se convocaron estas jom adas, un tanto provocador y algoextrao, y que a m me gusta sintetizaras:M etafsicahoy?, me sugirielttulode esta conferencia, no menos provocador ni menos extrao: Metafisica aq u?A esta curiosapregunta:M etafsica aqu? quiero dar ima respuesta taxativa:S. Metafsica aqu, a slo unos pasos de este lugar, en Cajic. Metafsica enCajic, metafsica en la Sabana de Bogot, cuna del egregio pensador colombiano Nicols Gmez Dvila, nacido en Cajic en la segunda dcada de estesiglo y fallecido en Bogot hace tan slo cinco aos.Pero no pienso caer ahora en la historia - a la que Gmez Dvila denostabacon lucidez-, esbozando aqu su biografa. Prefiero caer an ms bajo, en laancdota, y contar cmo llegu a saber de l. La primera vez que o su nombrefie en Alemania, donde Gmez Dvila es mucho m s conocido y mejor apre ciado que en Colombia. Un colega de la Universidad de Mnster me rog quele consiguiera un libro del pensador colombiano Nicols Gmez, a quien yonunca haba odo nombrar. Extraado de mi ignorancia, el colega M nsteranome regal un recorte de la prensa alemana en el que se hablaba elogiosamente' Esta conferencia fue leda en las VII Jornadas de Actualizacin Filosfica, organizadas por laUniversidad de la Sabana del1 al 3 de septiembre de 1999.

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    mailto:[email protected]:[email protected]
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    de Gmez D vila y de su obra . Le aquel artculo de peridico, consegu el libroque tanto anhelaba el alemn, y me olvid de todo aquello.Un ao ms tarde, en los Estados Unidos, el conocido profesor alemnRobert Spaemarm, al saber que yo era colombiana, me pregunt, no si conocaa Gmez Dvila, sino si me gustaba. Yo entonces no tena respuesta para estapregun ta y se la devolv, a lo que Spaem ann respondi: me gusta m ucho GmezDvila, es muy bueno; como todo reaccionario. Pero la recomendacin deSpaem ann cay tambin en el olvido, al no encontrar a mi regreso ninguna o brade Gmez Dvila, ni en las libreras, ni en la biblioteca de esta Universidad.Mi encuentro con Nicols Gmez Dvila hubo de esperar an hasta comienzos de este ao, cuando cay en mis manos, por pura casualidad, uno delos volmenes de los Nuevos Escolios a un texto implcito ^. Le la primerafrase de este libro, y luego la siguiente y la siguiente, con creciente inters yadmiracin. El hechizo de Gmez Dvila haba obrado su efecto. La primeravez que me reun con mis colegas y amigos de esta Universidad, tras la lecturade aquellos escolios, les pregunt entusiasmada si conocan a Gmez Dvila, alo que uno deellos,que lo haba odo nom brar pero que no lo habaledo,terci:No es se el Nietzsche colombiano?Retomar esa pregunta: es Nicols Gmez el Nietzsche colombiano? nosllevara demasiado lejos y exigira una respuesta sum amente matizada. La comparacin con Nietzsche ya se me haba ocurrido a m misma, por la ndoleaforstica de las frases de Gmez Dvila, por la agudeza de sus crticas, por su sdestellos de genialidad. Pero no me voy a adentrar ahora por la va de la comparacin. El aprecio enorme que tengo por la obra de cada uno de estos pensadores me impide reducirlos a la miope estrechez de la mirada comparativa.Hablemos por hoy de Nicols, a quien sus amigos llamaban cariosamenteColacho. O tro da hablaremos de Federico.

    Gmez Dvila pubUc prcticamente una sola obra: Escolios a un textoimplcito. Un precedente de estos Escolios lo encontramos en el volumen titulado Notas, pubhcado en Mxico en 1954 por un hermano del autor, quien noreconocera la autora de este libro, por no haber llegado a corregirlo. A Notas losucede el nico hbro de Nicols Gmez que no consta de frases breves e incisivas, a las que l negaba la calidad de aforismos y prefera calificar en cambiocomo toques cromticos de una composicin puntillista. Se trata de Textos I,aparecido en Bogot, en 1959. No habr m s adelante Textos II, ni III, ni ...Escolios a un texto implcito^ aparece en dos volmenes gruesos en 1977.Nuevos Escolios a un texto implcito ve la luz, en dos volmenes mucho ms

    ^ Todos los textos de Gmez Dvila que se citan aqu estn tomados de: Gmez Dvila, Nicols.Nuevos escolios a un texto implcito. Procultura, Bogot, 1986.' Existe traduccin al italiano de esta obra, realizada por Franco Volpi.

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    delgados, en 1986. Y por ltimo. Sucesivos Escolios a un texto implcito sepubhca en 1992, dos aos antes del fallecimiento de su autor.A mi juicio, los calificativos nuev os y suces ivos obedecen a razonescronolgicas y editoriales, y son por lo tanto irrelevantes. Entre los nuevosescolios aparecen tambin viejos escolios, antiguos escolios formulados tan slocon otras palabras o enfocados desde otra perspectiva. De igual manera, tam poco los sucesivos escolios suceden propiamente a los nuevos, ni en sus temas,ni en sus propuestas. Los escolios de Gmez Dvila se entremezclan, se con-firnden, se asemejan, y parecen burlar toda sucesin espacial o temporal. Estosescolios constituyen todos ellos una unidad que no conoce evoluciones, ni obedece a cronologas; son una sola glosa a un solo texto: a un texto implcito.El solo ttulo de la obra, que, con pala bras del italiano Giovaimi Cantoni, esuna sola obra continua '', pone ya de manifiesto la genialidad de su autor:Escolios a un texto implcito. Glosar o comentar un texto implcito puedesignificar varias cosas. La primera de ellas, que slo existe la glosa y no eltexto.La segunda, que la glosa misma crea el texto al glosarlo, como trasfondosuyo. La tercera, que la distancia entre glosa y texto es falaz, viniendo a serambos lo mismo. La cuarta posibilidad es que el texto sea el mundo, la realidadimplcita de suyo, hecha explcita m erced a la glosa que le prestavoz.La quinta

    posibilidad es que el texto implcito no sea otra cosa que el pensamiento delautor, traducido p or la glosa, porelescolio. Otra posibilidad es entendereltextocomo implcito por incognoscible, al modo de la cosa en s Kantiana.No sabemos lo que sea el texto implcito; quizs sea todas estas cosas a lavez: realidad, pensamiento, lenguaje, pretexto, nada. Lo que s sabemos es quelos escolios nos ofrecen un acceso a ese texto implcito, sea lo que fiiere. D e lamang de los escolios nos adentramos de nuevo en la filosofa, por un caminosiempre viejo y siempre nuevo, el camino que desemboca sin remedio en sumismo punto de partida: la caverna de Platn, donde la luz se mezcla con lassombras y las cosas se confunden con sus reflejos, lugar privilegiado para lareflexin y la especulacin.Nicols Gmez sabe que el camino de la flosofa se asemeja ms a lasmigajas que arrojaba Pulgarcito para m arcar el camino de regreso a casa, quea la uniformidad del hilo de Ariadna en su recorrido a lo largo del laberinto. Deah que el pensador colombiano recurra a sus frases breves y com pactas, a lasque l se niega a llamar aforismos. El fragmen to -afrm a Gmez D v ila- es elmedio de expresin del que aprendi que el hombre vive entre fragmentos (II,87). El discurso continuo tiende a ocultar las rup turas del ser. El fragmento esexpresin del pensamiento honrad o (II, 203).

    Cantoni,Giovanni.GmezDvila ilconservatore. En: Seclo d'Italia , 7 Maggio 1999.

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    El amor de Gm ez Dv ila por lo fragmentario, si bien est en perfectaconsonancia con su aversin a lo modem o, dista enormemente de ser un gestopostmodemo, no habiendo en l ningn amago de relativismo. Gmez Dvilaes,p or el contrario, un defensor firibund o de las jerarqu as.Descubrimos otro rasgo anti-modemo en la aversin del autorde losE scoliosa los sistemas cerrados. En este sentido afirma: Desconfo del sistema que elpensamiento deliberadamente construye, confo en el que resulta de la constelacin de sus hue llas (I, 114). Y en otro lugar; Un conjunto personal de soluciones autnticas no tiene coherencia de sistema sino de sinfona (I, 12).Junto a la repugnancia por el sistema, por lo cerrado, aparece en GmezDvila una especial predileccin por la sonrisa. Platn desconcierta a los his toriadores de la flosofa, porque, en lugar de encontrarse ante un sistema, tro piezan con una sonrisa inteligente (II, 53) .Con Nicols Gmez la sonrisa adquiere por primera vez el rango de categora filosfica. Sin la sonrisa del escptico -d ir en otro luga r-, la metafisicadesemboca en especulaciones gnsticas (I, 101). No se le oculta al autor delos Escolios la estrecha relacin que hay entre el conocimiento y la sonrisa, yno slo entre sta y el sentimiento. La calidad de una inteligencia - se al a- ,depende menos de lo que entiende, que de lo que la hace sonrer (I, 73 ). Y enotro lugar: Los que saben sonrer nunca incurren, digan lo que digan, en lassum as blasfemias (1,153). Y en otro: Dos hombres inteligentes no se contradicen sin sonrer en secre to (II, 179).Conocimiento y sonrisa. Un rico binomio puestoderelieve por Gmez Dvila,un binomio menos conocido por la filosofa que por la literatura. Y es que laflosofa -en palabras suyas-, se acartona, se encanece, se encorva, cuando sedivorcia de las let ras (II, 128).Lafilosofaconserva, a los ojosdeNicols Gmez, todo su carcter aporticoy toda su fierza vital. Los problemas m etafsicos no acosan al hombre p araque los resuelva, sino para que los viva (I, 56). Las ideas se corrompen en lasinteligencias asp ticas (I, I I I ) .La obra de Gmez Dvila, encuadrada en el ltimo cuarto de este siglo yen pugna abierta con la modemidad, la tcnica y el marxismo, se hace eco delos mejores hallazgos de la filosofa contempornea, hallazgos que no representan propiamente descubrimientos, pues ya estaban contenidos en la filosofagriega de hace veinticinco siglos. Y es que, en sus propias palab ras, no existeverdad en las ciencias humanas que no sea forzoso redescubrir cada ochodas (I, 30). M ientras que el invento se inventa ima vez por tod as , la ideatiene que ser reinventada cada vez (II, 136). La inteligencia se capacita p aradescubrir verdades nuevas, redescubriendo viejas verdad es (I, 63). En fraselapidaria, la inteligencia avanza tomando creciente posesin de su punto depa rtida (I, 6).

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    La pretensin de certeza, oculta aliada de la voluntad de dominio y de latcnica, y rasgo inconfundibledela modemidad, es impugnada po r Gmez D vilaen trminos que rehabilitan la ambigedad, la paradoja, el misterio. En frasecontundente, lo que se puede saber con certeza no es real, y lo real no sepuede saber con certeza (I, 103). Por esta razn, el filsofo debe dejar al quelo imita la pretensin de saber con certeza (II, 16).El conocimiento -cito sus propias palabras-, se fianda sobre sospechasinteligentes, no sobre certidumbres inconcusas (I, 77) . He aqu otra expresinacuada por Nicols Gmez, sospechas inteligentes , que ampla una vez msel espectro de la gnoseologa. A categora filosfica eleva tambin el recursocasi inexplorado de la alusin, cuando afirma: Intil explicarle una idea al queno le basta una alusin (I, 147). La alusin es la nica manera de expresar lontimo sin adu lterarlo (I, 125).M aestro de la paradoja, Gmez D vila salpica y condimenta la mayora desus pginas con paradojas que van desde lo sorprendente hasta lo obvio, desdelo desconcertante hastalojocoso. Sin el doble brazo de la paradoja -d ir l -,la inteligencia no logra asir verdades finas (I, 104). Al mismo tiempo, sinambigedad no se puede hablar de nada que valga la pena (I, 86).Paradoja, ambigedad, misterio. Contra la evacuacin modemadelmisterio,afirmemos su presencia englobante (II, 68) , exclama Gmez con aire triunfal.Sloemergiendodela maleza modemasedivisa en lontananzaelcam ino (1,133).En abierto contraste con la actitudy elpensamientomodernos,propugnadoresincansables de la completa vigiha y transparencia de la razn, Gmez Dvilarecupera el valor del misterio. El alma -afirm a-, se alimenta de lo que hay demisterioso en las cosas (II, 60). Com prender es finalm ente hacer coincidirhecho tras hecho con nuestro propio misterio (I, 146). Y en frase feliz: Elmisterio se hace polvo, si manos diestras no desenrollan el pap iro (I, 45) .De la mano de la reposicin del misterio va la rehabilitacin delmito,aquelmito que sellaba con su presencia los dilogos de P latn,elmismo que Aristtelesaprend a a amar conforme pasaba n los aos. Como bien vio Nicols Gm ez, elmito corrige la precisin del concepto (II, 5). El mito es im estrato de significado allende la realidad y la ficcin (II,97). En relacin con el obrar del hombre,el acto que no despierta el eco de un mito es perfectamente triv ial (II, 80).SegnelautordeEscolios, las palabrasnodescifranelm isterio, peroloiluminan (II,154). Sloelsoplodel verbobarre el polvoqueopacalascosas (II,156).Gmez Dv ila sabe que la realidad es huidiza y se nos escapa. La s cosasno son vanas, sino esquivas -decla ra. Vana es nuestra precaria posesin (I,51). Enemigo acrrimo de la sociedad de consumo y de la acumulacin indiscriminada de bienes, Gmez Dvila se asoma al tipo peculiar de posesin representado por el conocimiento y por el lenguaje, nicos que nos permiten hacemos de veras con las cosas.No. IIIDICIEM RE1999 83

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    En este intercambio profundo con las cosas ocupa un lugar privilegiado lametfora. La metfora -so n sus pa lab ras -, es el vocabulario de la trascenden cia (II, 36). La metfora ilumina, no dem uestra (II, 73).Es la metfora la que nos permite un cierto acceso al misterio hondo de larealidadynos pone en contacto con su ms ntima sustancia, sin adulterarla. Eneste sentido asevera Gmez Dvila, no sin un cierto regusto platnico: Unrbol noesun rbol, es la metforadeun rbol (II, 176).Yen elplano antropolgico: M adurar es descubrir que todo objeto deseado es slo la metfora delobjeto trascendente de nuestro deseo (II, 86).A la trascendencia de la metfora corresponder entonces la de la poesa,morada natural y originariadetoda metfora. Ya hab a mostrado Aristteles que

    la poesa es ms filosfica, ms verdadera, que la historia. Gmez Dvila va anms lejos en su exaltacin de la poesa, cuando seala: La poesa rescata lascosas a l reconcihar en la metfora la materia con el espritu (H, 114).Por este camino de respeto a las cosas, de atencin delicada a su mssecreto misterio, Nicols Gmez se abre no slo a la trascendencia sin ms,sino que da acogida de lleno a la ms estricta verticalidad. La pasividad de lascosas nos engaa: nada manipulamos con descaro sin herir a un dios (I, 53).Rem ontndonos a los orgenes, ya en las supersticiones primitivas balbuceauna sensibilidad alerta al invisible relieve de las cosas (I, 101).Las cosas. Las cosas, para Gmez Dvila, tienen alma: Toda cosa a que leneguemos alma se desarticula en mera agmpacin de elementos inertes (I,79),dir. Y en otro lugar: Hay que creer en Dios para poderle atribuir importancia a las cos as (I, 105).Las cosas nos hablan de Dios y Dios mismo nos habla a travs de ellas. Esms, los dioses castigan privando de significado las co sas (I, 68) .Nicols Gmez Dvila no ignora que en cada metfora late un guio deDios. La presunta muerte de Dios entraara sin remedio la extincin de lametfora. La m etfora sin la cual el hombre que presta odo atento al ser de lascosas no podra ni querra vivir. La metfora que da luz y color a nuestraspalabras, la que se nutre en la flente pura de la analoga.No hay metfora si no hay Dios. El hombre mismo tal vez no sea ms queuna metfora de Dios. Imago Dei, metfora de Dios.Metfora y misterio se alian para conducimos a donde en principio no podemos ir, para mostramos lo que solos no conseguimos ver, para hablamos deaquello que no puede ser enunciado.El cristianismo -seala Gmez-, ha preferido la metfora a la literalidad,pa ra no irrespetar el misterio (I, 189). Pues de otro modo, el que se acerca aun misterio sin su venia, halla un vaco en su lugar (I, 156).De acuerdo con esto, y acentuando hasta el extremo su oposicin al criteriomodemo de certeza, Gmez Dvila sostiene que una metafsica slo debe84 IDEASY VALORES

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    aspirar a la verdad indemostrable de una gran novela o de un gran poem a (I,149).Sin entrar a discutir estatesis,plausible y bella, pero altamente problemtica, en cuanto que implica ni ms ni menos que la reduccin de lo verdadero a loverosmil, del aleths al eiks, quisiera retomar ahora la dimensin vertical dela obra de Gmez Dvila.Esta verticalidad no slo separa a Gmez Dvila de Nietzsche, sino tambinde Heidegger, cuyo eco resuena ntido y a la vez lejano en la obra del pensadororiundo de Cajic. A nada importante se llega simplemente caminando -esc ribeGmez. Pero no basta saltar para cmzar el abismo, hay que tener alas (I, 21).Salto y abismo evocan sin ambages el pensamiento de Martin Heidegger.Pero a ste nunca le crecieron las alas. Confinado al hermetismo de un horizonte puramente horizontal -valga la redundancia-, Heidegger, a la vez queabre el hombre al mundo, lo encierra dentro de l. No as Nicols Gmez.Nicols Gm ez, que fistiga con acritud la teologa modem a, no teme a la trascendencia, ni recela de la fe.No es el silencio de Dios el que nos sale al encuentro en la obra de GmezDvila, sino el silencio ante Dios, premisa reverente del dilogodivino. Dios eshusped del silencio (II, 102), leemos en los Nuevos Escolios, obra a la quepertenecen todas las citas aqu referidas.Entre el hombre y la nada -asevera Gmez-, se atraviesa la sombra deDios (I, 125). Slo Dios puede llenar aun el ms minsculo va co (II, 152).El ateo -se gn Gmez Dvila-, nunca le perdona a Dios su inexistencia (I,82).En consonancia conesto, el ateo se consagra menos a verificar la inexistencia de Dios, que a prohibirle que exista (I, 186). El que no cree en Dios -pu n-tuahza G m ez-, puede tener la decencia de no creer en s mismo (I, 202).El dilogo de Dios y el hombre cobra en la obra de Gmez Dvila un relieveespecial, pues, en palabras suyas, el hombre slo tiene importancia si Dios lehabla y mientras Dios le hab le (I, 207).Entender al hombre como interlocutor divino, en relacin dialgica con sucreador, es rescatarlo de la dimensin plana , de la lnea horizon tal. Es comprender que, adems del abismo que se abre debajo del hom bre, ante sus pies, y quereclama de l un salto, un abismo ms grande se cierne sobre su cabeza, porencima de l, inspirndole nostalgia de alas y ansias de volar. Slo florecen lasalmas que fecunda un polen divino (I, 51), sentencia Gmez.

    Dilogo con Dios, dilogo con los hombres. Pensar es dialogar sin treguacon interlocutores muertos (I, 90) .Se suele describir a Nico ls Gmez Dv ila como un intelectual confinadoen la soledad de su biblioteca. Ms exacto sera verlo como un pensador endilogo continuo con los que ya no estn, con los ausentes de irrevocablepresencia. Su biblioteca inslita burla las fronteras de espacio y de tiempo.

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    conculca lmites histricos, able distancias geogrficas, derriba barreras lingsticas.El hombre -se ala Gm ez-, no se comunica con otro hombre sino cuandoel uno escribe en su soledad y el otro lo lee en la suya. Las conversaciones sono diversin, o estafa, o esgrima (I, 88). Libros, soledad, silencio. ste es elclima en el que germina y florece el pensamiento, en el que se despliega lareflexin. Bien se aplican a Gmez Dvila los versos de Quevedo:Retirado en la paz de estos desiertos,Conpocos,pero doctos, libros jun tos,Vivo en conversacin con los difuntosYescucho con mis ojos a los muertos .

    Lo que nos enclaustra nos ofrece la posibilidad de ennoblecemos -obs erva Gm ez. Aun cuando sea un simple agua cero (I, 142). Y es que, cuandonada merece respeto en la sociedad -son palabras suyas-, debemos labramosen la soledad nuevas lealtades silenciosas (I, 25). El hombre -di ce en otroluga r-, recobra en la soledad aliento para vivir (I, 208 ).Am or a la literatura, aversin al periodismo. R asgos que Gmez Dvila comparte claramente con Nietzsche. Mientras que el viaje por el texto claro de unainteligencia lcida es el nico placer perfecto (I, 135), el peridico recoge labasura del da anterior pa ra desayimamos con ella (I, 9). La actuadad queinteresa al penodista -in dica G mez-, es la que no interesa al escritor (I, 127).Cada da -in si ste- , resulta ms fcil saber lo que debemos despreciar: lo que elmodem o admira y el periodismo elogia (I, 39). En pocas palabras -s uy as , naturalm ente-, el periodismo es la dispensa de disciplina intelectual (I, 27).Dejando de lado las invectivas de Gmez Dvila contra el periodismo, consideremos brevemente lo que a m me gusta llamar su antologa de la estupidez,que procurar ilustrar con unas pocas citas seguidas. Prefiero idea estpida enboca inteligente, a idea inteligente en boca estpida (II, 186). Pa ra inducimos aque las adoptemos, las ideas estpidas alegan el inmenso pblico que las com parte (I,97). La estupidez del individuo es aproximadamente proporcional al entusiasmo que una mquina le despierte (I, 130). Por ltimo, ser estpido es creerque se puede fotografiar el sitio que cant un poeta (I, 115).El estpido no se confunde con el tonto, ni la estupidez se identifica con lanecedad, a la que Gmez Dvila prefiere denominar tontera . De una y otraGmez traza indeleblemente su perfil, con los rasgos firmes y precisos de unreaccionario no venal.Nico ls G mez Dvila se define a s mismo como un reaccionario, y lo es acarta cabal. Pocos hombres han disfrutado de la libertad intelectual de quesiempre goz este pensador colombiano, exento de com promisos acadmicos ypolticos, dispensado de imposiciones editoriales, libre de presiones econm icasy sociales. Los pensadores europeos lo consideran uno de los suyos, la llam ada86 IDEASY VALORES

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    Filosofa Latinoamericana , tan cuestionable, lo desconoce. En este sentido,bien podemos ap licar a Nicols Gmez lo que Joseph Brodsky afirma del poetaitaliano Eugenio Mntale: los trminos europe o e intemacional , aplicados al,no son m s que cansados eufemismos de universal ^.Universalidad y libertad, ausencia de condicionamientos, se conjugan en lapersona de Gmez D vila para hacer de l un pensador que dice siempre lo quepiensa, sin concesiones ni temores, sin paliativos, sin atenuantes. Contodo,a mimodo de ver, Gmez Dvila se impone a s mismo la ley de la elegancia, de lacortesa. En virtud de esta voluntaria constriccin, sus afirmaciones puedenresultar irnicas, pero no mordaces, acidas, mas no amargas, punzantes, masno hirientes. Aun cuando la frase brillante termina en punta -so n sus palabras- , no hay que despreciar el impacto de la frase rom a (II, 192).Como pensador y como escritor, Gmez Dvila conoce el valor de las p alabras. Si las palabras no reemplazan nada -afirm a-, slo ellas completan tod o(I , 46). La palab ra -sea la en otro lug ar-, no se nos concedi par a expresarnuestra miseria, sino para transfigurarla (I, 92). Por eSto, renunciamos msfcilmente a una realidad que a sus smbolos (I, 37). Ahora bien, cuandodecimos que las pala bras transfiguran, el tonto entiende que adulteran (I, 95).Poder transfigurador de la palabra, densidad antropolg ica del smbolo, insuficiencia de todo nombre. El nombre con que se nos conoce -a s Gm ez-,es meramente el ms conocido de nuestros seudnimos (I, 76).Nicols Gmez conoce las palabras, sabe lo que son: nuestras mejores aliadas, nuestras enemigas ntimas. Dciles y al mismo tiempo huidizas, frgiles einquebrantables a la vez, de contomos precisos, pero de sustancia vaga . Slidas,resistentes a la erosin, y a la par figaces y ligeras. Fieles y a la vez traidoras,densas y no obstante vaporosas, desparramadas en innumerables connotaciones,delicuescentes,... irreales. Fla tus vocis, que no deja de ser eco de la voz divina.Portadora de sentido, la palabra a su vez nos arrastra, nos derriba, nos subyuga.En expresin de Gm ez Dvila, lo que permite soportar a los dems es laposibilidad de convertirlos en relato (II, 17). Am pliando el alcance de estafrase feliz, bien podemos afirmar que lo que nos permite soportar el mundo,soportar la vida, y aun soportamos a nosotros mismos, es esa posibilidad inalienable, siempre abierta y nunca plenamente saturada, de convertirlo todo, detransfigurarlo, en relato. M s an, el relato nos permite soportar la muerte. Aslo expresa el escritor italiano C laudio M agris: Escribir sirve tambin pa ra eso,para distraerse de la muerte. (...) Narrar es guerrilla contra el olvido y connivencia con l; si la muerte no existiera, tal vez nadie relatara nada * .' Cfr. Brodsky, Joseph. In the Shadow of Dante. En: Less Than One, Farrar Straus Giroux, New York,1986, 111.' Magris, Claudio. Microcosmos, Anagrama, Barcelona, 1999, 247-8.

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    Si la muerte no existiera... Tras la pretendida muerte de Dios, la culturacontempornea parece haber transformado el etsi Deus non daretur en etsimors non daretur, residuo agnico de las realidades ms altas, eliminadas progresiva y sistemticamente por el hombre modemo, el hombre que suplantprimero y asesin despus a Dios, el mismo que llev a Nicols Gmez a exclamar: Humanizar nuevamente a la humanidad no ser tarea fcil, despus deesta larga borrachera de divinidad (II, 196).Borrachera de divinidad . En esta novedosa expresin bien puede sintetizarse el diagnstico letal de la modemidad, emitido por Gmez Dvila sin rodeos. Por haberse presumido capaz de darle plenitud al mundo -sent encia -, elmodem o lo ve volverse cada da ms vaco (I, 36).

    Contra ese vaco se levanta la voz insobornable de un pensador solitarioque se comprende a s mismo, no como un soador de pasados abolidos , sinocomo cazador de sombras sagradas sobre las colinas etem as (I, 149).Sombras y escolios. De un texto implcito, de una luz invisible. ste es ellegado de Nicols Gmez Dvila, stas son las migajas arrojadas generosamente por l en su trayectoria intelectual y humana.El sendero de la filosofa, como el camino de la vida -insisto-, est hechode migajas, pero de migajas imperecederas, de semillas grvidas que toca acada uno recoger y cultivar, promesas calladas de sombra y de fmtos.El hombre -s e lamenta Gmez Dvila-, ra ra vez entiende que no hay cosasduraderas, pero que hay cosas inmortales (II, 169). Los Escolios de NicolsGm ez son una de ellas. Frases sabias, profundas y brillantes, sentencias inmortales, arrojadas en la senda hollada de la flosofa por quien tena claro que lamadurez consiste en caminar por vas trilladas con paso inconfundible (II, 208 ).Poco importa que la historia del pensamiento occidental, que arranca de laciudad de Mileto, no se detenga en Cajic. No importa, porque el pensamientose despoja p ronto de la geografa y al final se desembaraza tambin de la historia, para decantarse tan slo en los libros, en las instituciones y en los hombres.Entre estos libros y entre estos hombres, lo supiramos o no, se hallan NicolsGmez Dvila y su obra.Al asomarme aqu al pensamiento de Gmez Dvila, teniendo comohiloconductor uno solo de sus libros, los Nuevos Escolios a un texto implcito, no hepretendido ms que esbozar algunas de mis reflexiones en tom o al.Quien entreen contacto directo con cualquiera de sus obras, comprobar la verdad de aquellas palabras suyas:

    El choque contra un libro inteligentenos hace ver mil estrellas (I, 95).

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