Miradas - Una Novelita Por César Whaite

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  • 8/18/2019 Miradas - Una Novelita Por César Whaite

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    César WhaiteLa Asunción, Nueva [email protected]

    20.600 Palabras.

    MIRADAS

    Novelita

    Por César Whaite

    Registro de Propiedad intelectual

    SAFE CREATIVEIdentificador: 1504023760952

    02 de abril de 2015

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    Zita

    Misión

    El avión desciende pronunciadamente aproximándose a la cabecera de la pista. Navegodentro de un pequeño y veloz avión que me trae a Margarita en poco menos de treinta minutodespués de haber despegado de Charallave, donde está uno de los aeropuertos que sirven aCaracas. Voy en una misión de exploración, para honrar un contrato de inteligencia que un ensuscribió con nuestra empresa. Sí, nuestra.

    Me niego a aferrarme con fuerza a la butaca a pesar que con el descenso siento como si fua estrellarme en los siguientes segundos, o por lo menos mis tripas así lo sienten. Pero consuavidad, el avión se nivela, alza un poco la nariz y se posa con suavidad sobre la pista. Con mayor desfachatez del mundo, abro mi bolso y saco un pequeño polvero, lo abro y me empolvlevemente la nariz tapando la gota de sudor nervioso que brotó durante la maniobra de aterrizmientras, el aparato recorre la pista hasta un pequeño hangar parcialmente cerrado por tres desus lados, el piloto conduce la nave hasta el centro, la vira ciento ochenta grados y quedaapuntando hacia afuera.

    Mi pensamiento regresa a la misión que me trae a esta hermosa Isla. Desde hace variosmeses, un equipo conformado por diferentes expertos en inteligencia, leyes y ciencias forenssigue la pista y busca evidencias que prueben los delitos que una rosca de corrupciónempresarial y política, está cometiendo.

    El ruido de la compuerta al abrirse me distrae aunque me recupero rápidamente, tomo mi bolso, me levanto, camino hacia la salida y desciendo por la escalera de pocos escalones. Ape piso tierra, bueno, asfalto, no puedo evitar hacer un cliché, levanto la cabeza arrogantementeinspiro y exhalo lentamente. Lo de la brisa marina es una broma.¿Okey? Olía como todoaeropuerto, a mezcla de combustible y gases, aunque afuera soplaba una brisa que dentro delhangar apenas se notaba.

    Una camioneta espera por mi con la puerta trasera abierta y el conductor tras el volante.Cierro la puerta de un empujón, doy la vuelta por detrás del carro, le brindo un bella sonrisa acaletero que dejaba mi maleta en la caja; le doy una palmaditas en el hombro, camino hasta la puerta del acompañante y abro la puerta. De un salto me subo y me aseguro el cinturón deseguridad, antes de cerrar la puerta.

    -Tenías mucho tiempo que no venías por estos lares, Zita. —Me dijo el Elwin. Le aprieto e

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    brazo derecho y no sonrío. Cuando mis padres vivían Elwin trabajó en el equipo de seguridadfue uno de los pocos sobrevivientes a la matanza en la que murieron mis padres.

    -Y tu, ¿desde cuando no sonríes? —Le dije. Él se encogió de hombros y se mantuvo ensilencio. Tenemos cosas pendientes, aunque no era ni el momento ni el lugar adecuado paratratarlos. Además, el sistema de seguridad del vehículo grababa todo lo que ocurría dentro de

    auto. Audio y video. Con un gesto de cabeza, le indico que nos movamos. Salimos del hangaren pocos minutos circulábamos por la avenida Arismendi hasta el sector Conejeros y nosdesviamos hacia La Asunción. Recorreríamos una cuarta parte de Isla para llegar a casa—.

    Cierro los ojos y recuesto la cabeza en el asiento. Muchos recuerdos pasan por mi mente ycomo de costumbre, se volvieron un torbellino que amenazaba con hundirme en una espirallastimera. Decido que lo mejor era regresar al trabajo. Las pistas que me trajeron a Margaritaconducen a un posible encuentro entre uno de los corruptos que mi equipo investiga con unextranjero experto en cibernética y había interés en descubrir lo que llevaban entre manos. SoZita Salcedo y dirijo un gran equipo bajo la égida de Forense Margarita Internacional . Tengo undoctorado en ciencias forenses, otro en cibernética y otro en leyes; resulté ser la personaadecuada para esta fase de la investigación. Ah, olvidaba decir que solo tengo veinticuatro añY sí, soy una genio. ¿Y qué?, me gusta.Así que, aquí estoy, en esta linda, bella, hermosa y maravillosa Isla y sus gentes. Losrecuerdos me abruman y no puedo contener las lágrimas. La última vez que vine a la Isla, fue para el entierro de mis padres, asesinados vilmente por los esbirros de un consorcio criminal ramificaciones por tres continentes. No podía evitarlo, mis pensamientos giraban demasiadorápido y me mareaba. Y, mientras nos acercábamos a la casa me esforcé por respirar conabsoluto control y ritmo.

    Los portones de acceso a la propiedad estaba abiertos de par en par cuando la camionetallego allí y, apenas pasar, comenzaron a cerrarse. A cada lado del acceso, dos guardias de launidad canina. Recorrimos un par de decenas de metros y llegamos a la entrada principal de lcasa. Estacionadas a un costado de la casa, cuatro camionetas.

    -¿Qué hacen ellas aquí? —Le pregunté—.-Con los muchachos de vacaciones, ya sabes…-No a esta hora. ¿Qué hacen aquí? —Apenas se escuchaba un tic tic del motor enfriándose

    La temperatura dentro del del vehículo comenzó a elevarse lentamente—.-¿Qué quieres que te diga..? —Soltó de sopetón—. Te están esperando.-Los niños…-¡Zita! —Respiró profundo—. La última vez que te vimos, fue hace tres años, con excepci

    de los que viajan a Caracas a verte, los demás queremos verte. Hablarte… Tocarte… — Finalmente calló, avergonzado—.

    Me sorprendí terriblemente porque nunca antes, en mi vida, le había escuchado tanconmovido. Y mira que nos conocemos desde la infancia. En fin, qué puedo hacer, losacontecimientos me desbordaron y no podía hacer otra cosa que aceptar los hechos.

    -Está bien. —Le dije—.En realidad quería decirle veinte mil cosas, pero mi estado de ánimo saltaba inesperadame

    y en cualquier momento me pondría a llorar,¡y no quería! Abro la puerta de la camioneta y me bajo del carro, echo a un lado los zapatos, me desabrocho la falda y la dejo caer, desabotono camisa, me la saco de golpe y la dejo sobre unas ixoras rojas. Me detengo. Cuan alta soy, no mde ciento cincuenta y dos centímetros, me estiro, inclino la cabeza hacia atrás y boto todo el a

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    que tengo en los pulmones, los lleno lentamente con el aire del Atlántico, que se convierte enCaribe al llegar a Margarita. Llevo mis manos por sobre la cabeza, estirando los brazos y dedal máximo y me empino todo lo que mis pies me empujan.

    Quien no me conoce, pensaría primero que estaba haciendo ejercicio y luego me desmayaPero no, no me caí. Aflojé todos mis músculos y la gravedad hizo el resto, recupero mi contro

    muscular antes de golpear el suelo y quedo en cuclillas. Me levanto. Un fondo de seda cubredesde mi cintura hasta medio muslo y una cota del mismo material, el torso. Nunca, en mi vidhe utilizado un sostén para mis pequeños senos, que son como yo, toda menudita…

    Miro la puerta. Esta entreabierta esperando por mí. No puedo entrar allí con torbellinos enmi mente. Debía ser yo. La mujer que dirigía el pequeño imperio que sus padres le dejaron. Yyo soy el jefe. Doy un paso decidido y empujo la puerta.

    A un lado de la puerta, una de las abuelas gritó. -¡Zita! Llegó Zita—… Y la fiesta comenzó.

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    Destino

    Me salgo de la piscina y dejo que el agua escurra sobre mis extremidades, mientras apreciel incipiente amanecer. Mi casa está en la ladera de una montaña con vista al mar. Allá sobre pedacito de horizonte que veo, comienzan a fulgir los colores violeta, naranja y azul. Tomo latoalla y me seco ligeramente, me calzo las sandalias y camino hacia la casa para darme unaducha e irme a trabajar. En el camino hacia mi cuarto, una de las abuela que viven en la casa mintercepta con un pocillo de café.

    -Mija —me dice—, Elwin te espera.-¿Me espera abuela, cómo es eso? —Repregunto—.-Sí mija, está en la camioneta, al frente de la casa; esperando por ti. Dice que necesitas

    protección.Aquello encendió la mecha, rápidamente, de una bomba que le explotaría en la cara a Elw

    -Gracias, abuela. El café está muy rico. —Que le iba a decir a la vieja, ella no es sino lamensajera—.Entré en el cuarto molesta. Tomé mi teléfono y envié varios mensajes. Lo dejé sobre la cam

    y entré en la sala de baño.* * *Llegué a la cocina vestida con unos pantalones tipo pescador, zapatos deportivos blancos,

    una franela blanca, como de costumbre, sin mangas y ningún tipo de adorno corporal. Ceromaquillaje. Lo primero que me impactó fue el olor. Más que cualquier otra cosa de la casa, loolores de la cocina me hacían sentir el hogar a su alrededor. Supongo que la causa de ello eraque mamá y yo, siempre teníamos las conversaciones más importante, en la cocina. Papátambién.

    -¡Comida! —Exclamé contenta, al ver el plato de frutas que me esperaba—.Comí con rapidez.-Tu comes como los pájaritos mija. —Le dijo la abuela que me servía el desayuno, y se rió

    con picardía—.-En realidad sí, abuela, paso el día comiendo como un colibrí; por eso nunca engordo.Luego la abuela colocó frente a mí, un platico con dos empanaditas crocantes, doradas,

    olorosas y calientes; recién salidas del aparato de hacerlas. Cuando la segunda desaparecía pasiempre, la abuela colocó un nuevo platico con dos empanadas más. Y dos más y, finalmente más.

    -Diría que tienes las piernas huecas, mija. —Me dijo la abuela y ambas soltamos una cortacarcajada—.

    Regresé a mi cuarto, entré al baño y después de lavarme los dientes, me colocó una gota dagua de colonia en la muñecas y las froto, luego una gota detrás de cada oreja. La cara me laembadurné con protector solar hecho a base de aloe, para evitar que mi piel se marchite. Enrealidad antes de vestirme, me unté todo el cuerpo con ese protector. Tomé mi ridículamenteínfima cartera, que solo contenía mi cédula y dos tarjetas de dinero.

    Salí desde mi cuarto hacia el jardín y de allí hacia el garaje, pendiente de Elwin. No queríencontrarlo y tener que enfrentarlo ahora. La camioneta estaba frente a la entrada de la casa yla puerta del pasajero me esperaba sonriente Roque Vargas. Me acerqué a él con una enorme

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    sonrisa y mi corazón latiendo aceleradamente. Roque es mi hermano mayor. Permítanme aclaalgo para que lo entiendan de una buena vez por todas; somos una tribu y todos somoshermanos, padres, abuelos tíos y primos mutuamente. No es la sangre lo que nos une, sino laconvivencia; estamos unidos. Dicho esto, corro a abrazarme a él con todas mis fuerzas. Tengoganas de llorar, pero no me lo permito.

    -Chiquita… —Su sobrenombre para mi—. Te extrañamos demasiado.-Lo se —le respondí con mi cara apretada a su pecho—, también los extraño a todos, todotiempo.

    Ambos nos soltamos al mismo tiempo y él abre la puerta y me extiende una mano paraayudarme a subir. Me acomodo en el asiento y me abrocho el cinturón de seguridad. Volteo amirar a Carlos Parra que está sentado detrás del asiento del conductor. Estiré el brazo y le di lmano. Ambos vibramos con emoción contenida. El tuvo la mala fortuna de tener que avisarmde la muerte de mis papás. Yo tuve la dicha de encontrar un amigo firme. Leal.

    Le suelto la mano y volteo a mirar al frente, parpadeando para evitar derramar las lágrimaque amenazaban con caer. Respiro profundo, descanso mis manos sobre las piernas y exhalo poco a poco.

    -¿No es como mucha protección el que los dos investigadores principales estén conmigo?Bajo el tapasol y lo muevo hasta tener una vista de Carlos—.-Dado que no sabemos por qué estás aquí, pensamos que era preferible aprovechar el tiem

    para que nos informes y así puedas lidiar con lo que te espera en la oficina.Miro al espejo y veo sonreír a Carlos. Así que comencé a informarles, asignando tareas y

    responsabilidades.-¿Quién está en Protección? —Pregunto—.-Ámbar Acuña; es buena. —Respondió—.-Quiero conocerla… Tan pronto termine con… —No fue necesario que dijera más—.Me bajo del carro y entro al pequeño edificio sede de Forense Margarita Internacional (FM

    y no, no es que queramos identificarnos con esa financiera internacional, pero en las búsqueden la red, la asociación de letras ayuda.Apenas entro siento la tensión en el ambiente. Las personas no me miran y todos parecenocupadísimos con sus propios asuntos; lo peor, el silencio; es decir, nadie estaba hablando.Caminé hasta las escaleras y subí al tercer piso, donde estaban las salas para reuniones.

    -¡Buenos días! —Exclamé severamente al entrar—.A mi izquierda, cerca de la puerta, una mesa redonda con tres sillas pero dos ocupadas y u

    libre. Esa es para Elwin. Más o menos al centro de la estancia otra mesa con dos sillas yocupadas por dos personas. Al extremo derecho una mesa rectangular con tres sillas ocupadasla otra esperándome. Tomo asiento junto a Esmeralda y le tomo la mano brevemente. Con lacabeza hago una seña a oficial de seguridad que está junto a la puerta y este dice algunas palabras a su micrófono y a los pocos segundos, tocan a la puerta.

    Se abre y entra Elwin con cara de… bueno no tengo otra manera de explicarlo; con cara dculo. Su acompañante de seguridad lo guía hasta su silla y se queda detrás de él.

    -Comencemos. —Dije—. Elwin, te acompaña tu abogado designado y un asesor externocontactado por ella. —Miro a la siguiente mesa y luego a Elwin—. Los señores representan ula Fiscalía y el otro al Consejo de Protección de niñas niños y adolescentes. A tu¡esposa! Laconoces, sentada junto con su abogado y el abogado de vuestras hijas. Ahora, por el bien detodos, dejemos que los abogados hablen y expliquen todo.

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    Aquello llevó un par de horas amenizadas por los comentarios de Elwin, hasta que llegó atono amenazador que el fiscal debió intervenir.

    Elwin se volteó hacia mí, furioso.-No puedes hacerme esto a mí. Es mi obligación protegerte. Se lo prometí a tu papá.-¡Tu obligación con mi papá, se acabó cuando él murió! —Exclamé, cansada de tanta

    estupidez—. Escúchame bien, porque hasta aquí nos trajo el río. No tienes derecho a imponertu voluntad. Estás quebrantando los reglamentos de esta empresa en lo que a conducta se refilas leyes de protección en relación con las niñas, y mis derechos civiles.

    Una vibración tensa recorre mi cuerpo. Tengo los puños cerrados a la altura de los muslosRespiro profundo para calmarme.

    -Si insistes en imponerme tu presencia cuando no lo deseo, te denunciaré como acosador cintenciones sexuales, dada la cantidad de veces que, a cuenta de caricias, me tocas las nalgas,senos y metes tus cochinas manos entre mis piernas.

    La cara de Elwin, era una oda a la O. Miro a Esmeralda y su vista estaba sobre Elwin y losojos le relucían con ira. Aparte de eso, no movió ni una pestaña. Tengo que admirarla por elloPorque todo lo que dije, la tomó por sorpresa.

    -¡Falso! ¡Eres una mentirosa! —Gritó desaforado, levantándose de golpe y empujando lasilla, pero el seguridad que tenía a su espalda, lo empujó a sentarse, dominando la situación cun fuerte apretón de hombros—.

    Debí soportar una hora más las imbecilidades de Elwin, hasta que Esmeralda no se aguantmás, se levantó, caminó hacia Elwin y le asestó un puñetazo en la cara, que le rompió el labio

    -¡Eres un enfermo sexual! —Le gritó en su cara y e soltó otro puño que le rompió la nariz—.¡Y debería devolverte todos los coñazos que me has dado en las nalgas y piernas! —Y con el puño en ristre le pregunta—¿Y cuál trato darías a tus hijas, el de los golpes o el del sexo, ¡ah!?

    -¡Y tú! —Me gritó Elwin— Eres una puta, te la pasas en los burdeles buscando carnefresca…

    Otro seguridad se acercó a Elwin y entre los dos, con cierta dificultad, lo sacaron del salónEsmeralda se me acercó y se echó en mis brazos. Allí nos quedamos las dos, abrazadas, hastaque un quejido del fiscal nos llamó la atención.

    -Señora Zita, debemos finiquitar el acto. Por favor díganos como piensa proceder.-Fiscal, creo que debemos esperar a que los abogados, hagan su trabajo y se llegue a un

    acuerdo; luego se introducirán las respectivas demandas en los tribunales correspondientes.-Pero, señora, ha hecho usted una denuncia severa…-De las que tengo extensas pruebas, Fiscal, pero la repito, será cuestión de días antes de qu

    entreguemos las denuncias formales. Que la minuta de este acto refleje las posiciones de todalas partes, para presentarlas como elementos de juicio en los actos posteriores.

    Volteo a mirar a los abogados de Elwin que asienten, volteo a mirar los abogados deEsmeralda quienes también asientes y retorno mi mirada al Fiscal.

    -Muy bien, señora, si todas las partes están de acuerdo, que así sea y que conste en la minAhora soy yo quien busca los brazos de mi amiga de vida; desde la infancia. Ambas

    lloramos.

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    Planificación

    Después de una increíble sesión de toma y dame con mis compañeros, durante el almuerzome recosté en el sofá de mi oficina y puse la cabeza en los muslos de Esmeralda. Allí me dormDuermo siestas cortas cada vez que puedo, lo mismo que comer y beber agua. Cada vez que puedo. Mi metabolismo consume calorías a velocidad acelerada y aprendí a mantenermeequilibrada, con una alimentación adecuada y descansos frecuentes.

    Abro los ojos y encuentro a Esmeralda mirándome.-Siempre me sorprende verte despertar. Un momento estás completamente dormida y al ot

    completamente despierta. —Me dijo. Luego tomó mi mano izquierda y me beso en la palma;repitió con la mano derecha y me dijo—: Te quiero mucho hermanita.

    -Soy mayor que tú.-Sí, Esperan… Zita.

    -Y tú, Esmeral… ¿Dita?-¡Estúpida!-¡Necia!Ambas reímos con gusto, hasta que tocaron la puerta.-Entra. —Dije levantándome. Me había quitado la falda y la camisa. Vestía un fondo de se

    y una cota, sobre mi ropa interior de tela elástica, ajustada—.Roque asomó lentamente la cabeza y gruñó, conociendo las costumbres extravagantes de

    Zita.-Entra. —Repetí—.Soy un rayo a la hora de vestirme. Me pongo la falda y la camisa rápidamente, me aliso el

    cabello y me calzo las sandalias de oficina.-Zita, aquí está Ámbar Acuña.-Ámbar —le dije tendiéndole la mano—. Por favor siéntate.Detrás de Ámbar entró Carlos Parra y se acomodó en el sofá, junto con Esmeralda y Roqu-Desde Caracas —dije—, estamos siguiendo una información proveniente de un grupo de

    empresarios corruptos y su contraparte política. Hay un encuentro importante entre una piezaclave del grupo empresario con un jaquer norteamericano debemos descubrir de qué se trata asunto; a cuál red quieren penetrar.

    -O a cuáles. —Acotó Ambar—.-¿Por qué aquí? —Preguntó Esmeralda—.-Porque hay una convención de electrónicos en la Isla. —Respondió Roque—.-Sí y los burdeles incrementan sus ganancias a cambio de la explotación humana. —

    Respondí secamente—.Las siguientes dos horas fueron de planificación concienzuda y al final decidí repasar lo

    acordado.-Entonces Roque, seguirás a Cirilo, tu enlace nos avisará desde Caracas, cuando el hombr

    despegue; Carlos irá tras el experto en cibernética; no sabemos quién es, pero estadounidense por lo que será fácil seguirle; Ámbar coordinará la inspección del burdel y la seguridad durannuestro evento.

    * * *

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    Ámbar y yo mirabámos la pared cubierta por monitores, en los que se reflejaban lasactividades de inspección del burdel. Seis efectivos se hacían pasar por tres parejas detrasnochados, que seguían la rumba de ayer al mediodía de hoy. Dos parejas se sentaron juntouna mesa para 4 y la otra se alejó un poco y ella empujó al hombre a sentarse en un rincónoscuro y sentó a horcajadas en un muslo del hombre y empezó a menearse lentamente.

    La otra pareja les bromeaba y todos reían, mientras los mesoneros comenzaban a servir la bebidas. Otra pareja de dijo algo al mesonero y le sobó el entrepierna con una mano y la de s pareja con la otra. La tercera pareja salió a la pista y se pusieron a bailar. A los pocos minutostres parejas estaban en la pista, bailaron un par de piezas, vaciaron sus vasos y se marcharon.

    Las pantallas se apagaron salvo las cuatro centrales, en donde se veía el croquis del burdevarios puntos distribuidos por todo el recinto. Ámbar me miró.

    -Han hecho un buen trabajo de siembra. —Le digo—. Me parece que tu idea de utilizar equipos neumáticos para implantar los electrónicos es buena, porque minimiza el peligro dedetección durante la implantación.

    -Los instrumentos permanecerán inactivos, hasta que sean activado con tu señal o la mía. Me dice—.

    -¿Puedo activarlos individualmente? —Le pregunto—.-Sí. —Me responde—. Debemos actualizar el programa que lo controla para sincronizarlocon tu teléfono y éste debería funcionar bien. Tendremos a alguien en el bar en todo momentohasta nuestra operación mañana en la noche, además del equipo móvil en las cercanías paranuestras comunicaciones.

    -Perfecto. —La miré y tomé una decisión—.-¿Tienes tiempo libre? —Miro mi reloj y calculo—, son cerca de las cuatro—. Podríamos

    salir a darnos un baño oceánico y regresar antes de las ocho. ¿Me acompañas?—La alegría bren sus ojos y me deleito de contenta—. En mi carro en diez. —Le dije y salí a mi oficina a demis asuntos cerrados y buscar a Esmeralda para que nos acompañara.

    * * *

    La brisa me sacude el cabello y me aferro al timón, mientras empujo hasta el tope las palancas de control de velocidad de los motores. Estos rugen con mayor intensidad, al tiempoaumentan las revoluciones de las propelas y el bote parece saltar hacia adelante. Me río y todlas energías negativas que habitualmente hacen presa de mi cuerpo, se escapan dejándome liginternamente. Reduzco la velocidad al mínimo y derivamos bajo control, mientras Esmeraldasin que sea necesario decirle nada, saca un ancla de posición y la deja caer por la proa.

    Apago los motores y el silencio nos envuelve y a los pocos segundos se oye el golpe de lamar contra la borda. Suelto un grito descomunal, me saco la ropa y quedo completamentedesnuda. Me encaramo sobre la borda y me zambullo de cabeza en el agua fría del Atlántico.Esmeralda laza varias ruedas de anime fuertemente comprimido, atadas a la lancha con cuerdde tres metros, que ignoro totalmente. Me hundo de cabeza y pataleo hasta una profundidad q parece aplastarme por la presión, dejo que el aire dentro de mis pulmones me haga flotar hastsuperficie y mientras asciendo escucho dos chapuzones. Esmeralda y Ámbar.

    Me muevo con rapidez hasta alcanzar la superficie, exhalo el aire que me queda en los pulmones y los lleno un una profunda bocanada. Luego me acerco a una de las ruedas, meto preciado trasero por el aro y me quedo allí, suspendida sobre la profundidad oceánica, sentadsobre las olas. Mis dos amigas ya están en posición similar, cada una en su propio aro. Hablamcomo niñas, nos insultamos con cariño, nos burlamos de las otras y pasamos un buen rato, ha

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    que la brisa fresca de la noche incipiente, me hace temblar y me subo al bote, seguida por misdos amigas.

    Enciendo los motores mientras Ámbar y Esmeralda recogen los aperos y cuando el ancla sido izada abordo, doy potencia a los motores y emprendemos el regreso hacia Porlamar, avelocidad media. Disfruto la navegación. Reviso con frecuencia mi ruta en el posicionador

    global y no tengo que hacer corrección de rumbo, porque a lo lejos brilla la ciudad y reconozlos puntos de referencia visual con facilidad.Grito otra vez con toda la fuerza de mis pulmones, y otra vez y otra vez. Me inunda una

    alegría que me sacude por inesperada. Me siento viva. Mi cuerpo vibra y gozo con la sensaciLuego permanecemos, todas, en silencio, cada una envuelta en los pensamientos propios; sinembargo, aprecio la sonrisa en Ámbar, pero mi hermana del alma, mi querida Esmeralda, estámuy triste.

    Cuando llegamos a puerto, veo mi vehículo personal, un carro viejito que me compró mi papá cuando entré a la universidad y lo cuido como a mi misma. Un Mazda Miata, menudocomo yo. De pie junto a los vehículos, Roque Vargas espera con la dos niñas de Esmeralda.Apenas acerco la lancha al muelle, Esmeralda salta y corre hasta sus hijas que también correnhasta su madre y las tres se abrazan y saltan y se ríen de alegría, mientras Ámbar y Roqueamarran los cabos y yo termino apagando los motores.

    Veo a mi amiga tan contenta, que lágrimas de felicidad asaltan mis ojos y se derraman.

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    propietario del lugar se acerca y pronto estará en su reservado. No entra al recinto por la entrexclusiva, sino por las instalaciones de servicio, da varios pasos, se detiene, conversa conalguien y repite la rutina. Finalmente hace una seña con la mano y le dejan en paz. Camina hasu reservado que tiene las cortinas abiertas completamente y es totalmente visible con tododetalle.

    Comienza un desfile de gente, de uno en uno, a conversar con el capo. Yo, acomodo alguncojines y me recuesto con la espalda recta. Miro a uno de mis compañeros que me acerca una botella de agua, traída por nosotros. Ni de broma me atrevo a beber nada de allí, ni de ningún burdel. Solo lo que llevo conmigo.

    Le hago seña a uno de los chicos que me acompañan y cuando se me acerca, lo pongo derodillas delante de mí, le agarro la cabeza y lo pongo a trabajar. Gimo, me meneo, estiro elcuerpo, meneo las caderas y finalmente suelto un suave y largo gemido de placer, cuando elchico me hace alcanzar al orgasmo con su nariz pegada fuertemente entre mis piernas. Luego hago una seña para que me deje sola. Lo único que me molesta de toda esta actividad es que, el traje que llevo, la sopa que tengo entre las piernas se queda allí y se mezcla con el sudor, demanera que cuando llegue a mi casa estaré oliendo a… a puta pues. Me río mentalmente.

    Mi compañero me pone una botella de agua en las manos. Le lanzo un beso provocador paagradecerle y él sonríe, sin dejar de vigilar a nuestro alrededor; luego me mira y voltea sus ojhacia el reservado del dueño del burdel. Alguien llega. No es otro sino el gringo. Hago una sea los chicos para que abandonen el reservado y se van contentos sabiendo la jugosa propina qtienen.

    Mi teléfono me advierte de un nuevo mensaje y al leerlo, encuentro un mensaje de Ámbarcon una sinopsis del personaje: Jarvis Bates, ciudadano estadounidense experto en informáticcon nexos en la rama de la inteligencia política de su país. Habla varios idiomas; el español cacento mexicano. Me fijo en el individuo mientras espera a que Cirilo Acosta le autorice a enen el reservado. Es un hombre alto, grueso, atlético, de cabellos rubios, ojos grises.

    Pulso el número de Ámbar en mi teléfono.-Dime Zita.-Recién me doy cuenta de que hay otro reservado ocupado, pero está muy oscuro y no

    distingo bien cuantas personas hay dentro. —¿Quieres que active los micrófonos.-No. Espera a que el gringo haga su chequeo y luego los activas. Quiero escuchar lo que

    dicen.-De acuerdo. Hay dos personas entrando al bar. Aparentemente son clientes.Miro hacia la entrada general y, en efecto, dos hombre caminan hacia las mesas. Se sientan

    por separado y el que más cerca está del reservado de Cirilo, está acompañado por unaanfitriona. Tan pronto el hombre se sienta, le mete un puñado de billetes en el sostén a la chicse la sienta en las piernas. Pronto un mesonero llega con una bandeja y dos vasos de licor.

    -Quiero que los chequees. Dime quiénes son.-Trabajando en ello.Intento ver a través de las cortinas de mi reservado, pero el otro está realmente oscurecido

    No distingo si hay una o varias sombras en el interior.-Zita. —La voz de Ámbar suena en mi teléfono—.-Dime.-Uno de ellos pertenece a la brigada antisecuestro del CICPC, es el que está sentado solo

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    cerca de la entrada. Del otro no tenemos registro alguno. Estamos buscando en más bases dedatos.

    -Está bien, mantenme informada.-Zita.-Dime.

    -Ya ejecutaron una búsqueda electrónica dentro del bar. Nuestro micrófonos no han sidodescubiertos… todavía.-¿Crees que lo hagan?-Siempre es posible. Lo sabes.-Sí, lo sé… —Le respondí—, activando en tres, dos… ya. Listo. —Dije al pulsar sobre mi

    teléfono el código que activaba los sensores—. Mantente alerta; en el momento que nosdescubran, los destruyes.

    -Esta bien.Un mesonero, seguido por varias chicas, se acerca al hombre que está sentado a la mesa

    cerca del reservado de Cirilo. Mientras el mesonero sirve el hielo y el licor, tres chicas le haccarantoñas al desconocido. Me río. Es obvio que el hombre actúa su papel ante las chicas,aunque no lo hace mal. Cuando el mesonero le interroga con un movimiento de cabeza, el terresponde de la misma manera, señalando a una de las chicas, paga la cuenta y se pone aconversar y a manosear a la chica.

    Doy vueltas en la pequeña pista de mi reservado, mientras escucho los inicios de laconversación entre Cirilo y Bates.

    -Zita. —Escucho a Ámbar por mi audífono—.-Dime.-Hay otro aparato emitiendo una señal débil. Tenemos su frecuencia que está codificada, p

    lo que el transmisor debe estar muy cerca. Posiblemente ese otro reservado.Doy otra vuelta alrededor de la pequeña pista dentro de mi reservado, observando con

    cuidado todo el establecimiento. -Ámbar, revisa los alrededores, hasta donde alcance la señal me avisas.-En ello. —Me respondió—.

    Me detengo. Nadie hablaba en el reservado de Cirilo. Continúo con mi lento caminar alrededor de la pista, mientras mantengo una conversación ficticia y observo todo condetenimiento. El otro reservado está en penumbras y no es posible discernir quién está dentrolo que hacen. El policía está solo, bebiendo, mientras el otro hombre se divierte con la chica,que tenía sentada sobre sus piernas, aunque no deja de mirar a su alrededor.

    Cirilo tiene la cabeza inclinada a un lado, mientras su mirada, dura, recorre el local y sequeda fija en mi dirección.

    -Sí, señor; lo haré. —Le escucho decir por mi audífono—. Vete de aquí. —Le dijo de malagana al gringo—.

    Cuando el gringo sale del reservado y camina hacia la salida, Cirilo gira hasta quedar frenmí, levanta un arma y dispara. En el mismo momento mi compañero me da un empujón y mequita del camino de la bala que le impacta en el pecho. Le oigo gruñir por el golpe y lo veodesplomarse.

    -¡Médico! —grito—. Herido de bala.¡Ya!Tomo el arma de su mano y brinco a través del cortinaje hacia Cirilo, que apunta al otro

    hombre y dispara. El hombre rueda, levanta un arma y apunta a Cirilo, pero este no estaba all

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    Había desaparecido. Me detengo en medio de la pista cuando veo y oigo un tropel de policíasentrar apresuradamente. Levanto mis manos con el arma colgando de mi índice por la guarda gatillo.

    Volteo a mirar hacia mi reservado y veo al paramédico atendiendo al compañero.-Zita. —Escucho a Ámbar— Nos identificamos con la policía. Saben quienes somos y que

    estamos en un operativo aprobado por instancias nacionales.Dejo caer las manos y mantengo el arma tomada por la culata. Miro a mi alrededor y meencuentro de frente con el hombre, con una chapa en el cinturón. Levanto la vista. Nuestrasmiradas se cruzan y…

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    Leonardo

    Misión

    Me llamo Leonardo Ruelas. Soy investigador privado. Es decir, Agencia de detective.Singular. Uno. Yo. La gran ventaja de mi trabajo es que tengo casa en Bogotá, Colombia;Maracaibo, Venezuela y Fortaleza en Brasil. No, no me miren así, no bromeo. Mi abuela medejó un terrenito en Fortaleza, donde tengo una humilde casa. En Bogotá tengo un apartamen bueno, sí; igual en Maracaibo. Me titulé en Criminalística forense, Contabilidad y EconomíaSoy algo así como medio genio; ya saben. Tres títulos a los veintitrés años. Trabajé dos años cla policía de Bogotá y luego me independicé. Son tres los años que trabajo solo. O sea; ahoratengo veintiocho años. No se descuiden, porque desde niño soy adepto a una técnica de artemarcial coreano, porque como siempre he estado más cerca del suelo que la mayoría de miscongéneres, debí defenderme de muchos abusadores a lo largo de mis años de estatura… digode estudiante. Figúrense; primer año de bachillerato a los 8 años.

    En fin, para hacer de un cuento largo, uno corto, Me encuentro en la isla de Margaritahaciendo un trabajo de buena voluntad, pro bono. Uno de mis clientes en Maracaibo es uncomerciante Wayúu solicitó formalmente mi ayuda para encontrar a cinco mujeres jóvenes detribu, que habían desaparecido de su comunidad, tres han aparecido cadáveres en Margarita. M pidieron ayuda. ¿Qué quieren que haga?; tengo un año investigando el asunto y finalmenteencontré un pequeño indicio que me trajo a través del charco y por eso es que estoy alojado eun buen hotel, el Venetur Margarita, comido y bebido ligeramente, supe detenerme en una sol botella de vino, y ahora estoy cómodamente instalado en la cama con una película a punto deempezar. Mañana tengo cita con unos policías que me informarán, o no, del caso. Así que, buenas noches…

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    Destino

    Estoy francamente decepcionado. Molestamente, mejor dicho. El detective que lleva el cade las chicas muertas, me citó a las diez de la mañana, al llegar, me dijeron que no estaba; mehora de espera después, me dijeron que demoraría en venir, que él me llamaría. Así que aquíestoy, de nuevo, en el hotel y como el día está margaritamente hermoso, estoy a la orilla de la piscina y disfrutando de la vista y brisa marina. Y todavía no he pedido la primera bebidaalcohólica. Creo que mi paciencia se agota.

    Un par de horas más tarde, después de la tercera cerveza, comenzaba a atardecer. Habíahecho sopotocientas llamadas a todos los contactos que me facilitaron para la Isla, obtuvemuchísima información, alguna buena, lo demás pura mierda. Sí, lo sé; lo siento, pero es queentre la frustración y las cervezas, me olvido de ponerle el candado a la lengua por aquello deser vulgar y grosero.

    Las tres chicas fueron contratadas como modelos y luego vendidas a un conocido tratante personas. Tenía una dirección probable, un burdel en las afueras de Porlamar, pero mi fuente dijo que era un lugar de baja calidad. Tendría que ir a revisar el local. No me importaba ir acualquier lugar. Poco me sorprende de la humanidad. Pero a un burdel de mala fama, peligrosy sin respaldo, no me atraía mucho la idea.¡El teléfono sonó! Era Marco Rojas, el detective delcaso.

    -Detective; gracias por llamar. —Nunca estaba de más, ser cortes, ¿verdad?— Dígame queestá libre. —Me respondió afirmativamente—. Voy a cambiarme de ropas y le espero en el hoacompáñeme a comer.¡Magnífico! Le espero en cuánto… quince minutos. Estaré listo.

    Salí del área de la piscina y subí a mi habitación; me di una ducha de tres minutos, me vessin mucho apuro y estaba esperando en la puerta del hotel, exactamente quince minutos despu

    -¡Leonardo!Me sorprendió. Estaba detrás de mí y no lo supe identificar.¡Mierda! -Detective, no lo esperaba a mi espalda.-Disculpe usted…-Nada de disculpas y puedes tutearme que haré igual.-De acuerdo. ¿Qué quieres hacer?-Comer, beber algo y luego debo seguir resolviendo el asunto que me trajo acá, así que

    regresaré a mi habitación y terminaré lo que debo terminar. Dime dónde iremos a comer.-¿Tu invitas?-Por supuesto.-Entonces quiero comer sashimi y beber sake.Tomamos un taxi y fuimos a un centro comercial que tenía un restaurante japonés en un

    rincón lleno de palmas. Las matas lograban un efecto aislante de la multitud, y una cascada pequeña creaba un efecto de sonido que neutralizaba un poco el bullicio. En el taxi hablamos bolserías. Cuando pedimos la comida ambos nos enseriamos. No era un cita social.

    -Tengo órdenes precisas de no compartir contigo ningún dato del caso, hasta el lunes.-Lo primero no me extraña; suele suceder; pero imponer un plazo me llama la atención; ¿p

    qué?-Se me prohibió, incluso, tener contacto contigo, no solo yo, sino todos mis colegas; hasta

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    Finalmente me siento exhausto. Me salgo, hago una serie de ejercicios respiratorios mientlos colores del amanecer pintan una sinfonía visual en el cielo, que no aprecio mucho porquecuerpo me pide descanso inmediato. Ya saben, llevo más de veinticuatro horas sin dormir. Meenfundo en la bata y con la toalla me seco las piernas y me apuro a mi habitación. Me desplomen la cama y se me apagaron las luces.

    * * *Me encuentro en un desierto. Tengo un puñado de semillas en una mano y agua en la otra. El suelo está seco, duro, cuarteado. Echo una semilla en una rendija y un poco de agua sobreella. Una plántula raquítica comienza a salir y de pronto se marchita y se seca. Muerta. Dead.

    Largo las semillas con furia y le sigue el agua que se dispersa de manera que cada semillarecibe la misma cantidad: una gota. Una miríada de plántulas comienzan a nacer y luego el sol las achicharra y todas perecen quedando tan solo unos hilos escuálidos y deshidratados. Sientoque me derrito en el calor asfixiante y me seco hasta quedar un hilo achicharrado marcando el lugar.

    Me despierto. Tengo los pies helados. Tomo el celular y veo la hora: las diez de la mañanaApenas dormí cuatro horas. De un salto me salgo de la cama, que quito la bata y el traje de bay entro a la ducha y pongo el agua al máximo en caliente. Cuando me meto bajo el chorro estfría, me mojo rápido, me enjabono y me meto otra vez bajo la ducha por la que ya el agua salcaliente. Doy vueltas y más vueltas mientras quito todo el jabón del cuerpo. A los pocos minuya estoy en taxi y le digo al chofer que me lleve adonde las empanaderas de Pampatar. Unono puede venir a Margarita, yno comer algunas empanadas; valga la doble y redundante negación.

    Soy un purista. Solo como empanadas de pescado. Les pongo bastante picante y cuandotermino de comer, sudo profusamente por la coronilla; allí donde se está formando un claro deluna. El chofer del taxi está a mi lado, relamiéndose después de haberse zampado una empande pabellón: carne desmechada, caraotas, plátano frito y queso blanco, todo salpicado con picante y guasacaca verde. Una bomba. Luego hago que me lleve hasta el centro comercialSambil. Entro a un bodegón, compro algunas chucherías y una botella de güisqui. Luego comalgunos periódicos y tomo otro taxi de regreso al hotel.

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    Planificación

    Estoy de regreso en mi habitación. Voy a revisar todo el material que me dio Marco Rojasconfrontarlo con la información de que dispongo; pero antes, con el perdón de ustedes, debo baño a hacer algo que nadie puede hacer por mí.

    Salgo del baño con el traje que me dio mi madre al nacer: la piel. Completamente desnudoSolo las tijeretas y alcatraces que vuelan frente al edificio me pueden ver y así me sientocómodo; ¿y qué? Conecto mi teléfono a unas diminutas cornetas cuya calidad de sonido no scompagina con su tamaño y selecciono una lista de reproducción de marchas y de inmediato notas de laMarche Troyenne de Berlioz inundan la habitación. Me siento frente a mi laptop ycomienzo a revisar información; cruzo una serie de informaciones y los resultados los voyalmacenando en una nueva pata de mi araña; ahora tiene siete y es un fenómeno.

    Me levanto, voy al baño, hago pipí, regreso a la habitación y comienzo a revisar las

    pesquisas policiales realizadas en los burdeles al tiempo que comienzan a sonar las notas deomp & Circunstance de Elgar. Me entretengo brevemente dirigiendo a una orquesta imaginariy luego recuerdo que estoy trabajando como detective y me siento nuevamente ante elcomputador.

    Genero un nuevo archivo con los datos que voy seleccionando de las pesquisas,determinando quién dijo qué y cuando. Luego ordeno los datos en función de fecha, cruzo lasreferencias con nombres y luego lugares y, ¡sorpresa! Las tres mujeres que me interesan, las pobres chicas asesinadas, trabajaban todas en un burdel llamadoThe Golden Pleasure. De unavez realizo una búsqueda por internet y encuentro queThe Golden Pleasure tiene tres locales enMargarita, tres en Caracas, uno en Maracaibo y uno en Bogotá; y comienza a sonar la marchaFucik Entry of the Gladiators .

    Yo nunca he entrado a tales lugares. Eso dice mucho de la clase de vida que llevo; casimonástica. Bueno, no tanto. Tengo mis jujús por aquí y por allá, pero no frecuento burdeles;nunca he tenido la necesidad de pagar por sexo ni me gusta urgar allá donde tantos otros sedivierten, por no hablar de los riesgos de salud, aunque haya latex como para mil siglos.

    Decido almorzar. Me visto, bajo al comedor y ordeno una catalana con papas fritas,acompañada por una cerveza helada. Como con calma, meditando mis próximos pasos ysaboreando la carne blanca del pescado, que tiene un sabor delicado. Después pido un caféguayoyo y al terminar, salgo del restaurante y camino por los alrededores de la piscina durantmedia hora. Después regreso a mi habitación y me dispongo a dormir la siesta.

    Me encuentro en un desierto. Tengo un puñado de semillas en una mano y agua en la otra. El suelo está seco, duro, cuarteado. Echo una semilla en una rendija y un poco de agua sobreella. Una plántula raquítica comienza a salir y de pronto se marchita y se seca. Muerta. Kaput.

    Largo las semillas con furia y le sigue el agua que se dispersa de manera que cada semillarecibe la misma cantidad: una gota. Una miríada de plántulas comienzan a nacer y luego el sol las achicharra y todas perecen quedando tan solo unos hilos escuálidos y deshidratados. Sientoque me derrito en el calor asfixiante y me seco hasta quedar un hilo achicharrado marcando el lugar.

    Me despierto de golpe, bañado en sudor frío y temblando, a pesar de que el aireacondicionado de la habitación es fresco. Que sueño tan extraño. Es segunda vez que sueño l

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    mismo y, lo más curioso de todo es que casi nunca sueño y recuerdo lo soñado; y en los casosque o hago apenas brevemente, pero luego todo se esfuma y no me acuerdo de nada. Salvo eneste caso. El recuerdo de este sueño que he tenido dos días seguidos es vívido. Impresionantecolor del desierto, el agua cristalina, traslúcida, el verdor de las plántulas y luego la negruraachicharrada de las plantas y de mi cuerpo.

    Me levanto de la cama y sacudo mi cuerpo como si fuese un perro sacudiéndose el agua. Minstalo ante la computadora y comienzo a buscar algún sitio que interprete sueños. Finalmenencuentro uno llamado Los Clones , que muestra en su portada una serie de figuras cabalísticas yuna lista de datos estadísticos y de comentarios de clientes satisfechos. Sé, por completo, queesto es, probablemente, una estafa, pero la curiosidad me mata. Por eso soy detective; soycurioso. Pago con mi tarjeta de crédito los doscientos bolívares que me piden y escribo mi suen la ventana que aparece para tal fin. Al terminar recibo un mensaje diciendo que mi sueño sanalizado y que pronto obtendré los resultados de la interpretación, vía correo electrónico.

    Me pongo el traje de baño, me echo una bata de paño sobre los hombros, tomo una toalla me dirijo a la piscina. Mi estilo de natación no es de competencia; okey, puedo nadar comocualquier campeón, tanto braceado, como mariposa y espalda, pero mi estilo favorito es de pecho. Aprovecho para mover mis brazos, antebrazos y manos de forma que todos los múscude esas extremidades se estiren y contorneen y demás lanzo patadas en diferentes direccionesesforzando los cuádriceps, los bíceps femorales y los glúteos que tanto gustan a las mujeres.

    Luego de una hora de ejercicios, me siento bajo una palma a disfrutar del atardecer, que pinta rasgos naranjas, azules y púrpura a lo ancho del cielo, mientras el gris surge del mar yengulle los colores trayendo la noche. Regreso a mi habitación y me ducho, me visto y chequmi correo e.

    Allí está un mensaje de Los Clones . Pincho el vínculo y me lleva a una página en la que seexpone la interpretación del sueño. A cada lado de la pantalla, una imagen de un hombrecincuentón dice un número y del otro lado la otra imagen, un clon del primero, repite el númeVan del diez al noventa, hasta que veo el botón de silencio y les callo. Leo.

    El desierto estéril trae implícita la muerte. Las plántulas no le sobreviven ni la personatampoco. También significa un camino. Un camino duro de recorrer que se chupa los recursosdel andante (semillas y agua). La repetición del sueño significa perseverancia. En materia denúmeros, el desierto se asocia con el camello cuyo número es el veintidós, que sumado al tercer número repetido, o sea, treinta y tres, resulta en cincuenta y cinco más los treinta y tres, ochenta ocho. Recomendación: jugar el número doscientos cincuenta y ocho.

    ¡Joder! La pegaron con la muerte. Son tres las mujeres muertas que investigo. Desiertoestéril, sí también, mi vida sentimental. Está tan desierta que ni cactos crecen. Perseverancia; me comprometí con mis amigos a buscar a sus mujeres y no traiciono ni mi palabra ni a misamigos. Los números… bla… bla… bla…

    Abro una ventana del buscador y encuentro en internet los mapas y direcciones para los trlocales deThe Golden Pleasure. Uno está en Punta de Piedra, otro en playa El Yaque y el terceroen las cercanías de playa El Agua. Será una noche larga en la que tendría que beber su cuota dalcohol. Mejor contrato un carro con chofer por la duración de la noche para tener seguridad transporte.

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    este que nos llevaría directamente hasta Punta de Piedra. Luciano mantenía el vehículo en elcarril izquierdo y nunca sobrepasaba los ochenta kilómetros por hora de velocidad. Después d pasar frente al desvío para El Yaque, Luciano apagó la radio.

    -Marco me dijo que buscas unas prostitutas en particular. ¿Puedes contarme acerca de ello-Seguro. Tengo una Agencia de detective, en singular —a Leonardo siempre le gustaba ha

    énfasis en aquello de ‘singular’—, y trabajo en Bogotá, Maracaibo y Caracas, donde tengosuficientes contactos entre mis amigos comerciantes. Uno de ellos, en Maracaibo, está casadocon una mujer Wayúu y me pidió que averiguara sobre varias chicas que habían desaparecidoZulia y tres de ellas ya aparecieron muertas en Margarita.

    -Las chicas de los burdeles.-Sí. Ellas. Todavía faltas otras dos, que espero encontrar vivas.-¿Y crees que quieran regresar a sus casa?-Seguro. —Le respondí—. Una de sus compañeras me contó que habían sido contratadas

    para trabajar en ‘protocolo’ entre con una agencia de eventos en la Isla; empresa que no exist por supuesto.

    -Y esa compañera, ¿cómo es que no viajó con ellas?-Porque estaba en su primer trimestre de embarazo y no quería perder su hijo. Por eso noaceptó el trabajo.-Este burdel que vamos a visitar —dijo Luciano cambiando de tema—, está a la orilla de l

    playa. Es una casa grande y atiende un público de bajo nivel, más que todo pescadores ymarineros. El lugar tiene un patio grande, alrededor del cual hay cabañas para quienes quierarecibir ‘masajes’. El lugar tiene buena seguridad y no se permiten alborotos ni despelotes que puedan molestar a los vecinos.

    -¿Y los vecinos permiten el funcionamiento de un burdel en su comunidad?-Opera como bar restaurante y tiene licencia para expendio de licores. También tiene varia

    mesas de billar y los días de carreras en los hipódromos, hay remate de caballos; nada que noencuentres en tantos otros negocios similares en toda la Isla. Por el fondo del bar, está el accea las cabañas de masajes.-Todo legal —dije—, ya veo.

    De nuevo mantuvimos el silencio, mientras Luciano negociaba las vueltas por las calleshasta llegar al lugar; detuvo el carro en un terraplén junto a la casa donde funcionaba el “bar restaurante”, nos bajamos del auto y sin habar nos dirigimos a la puerta y entramos. Deinmediato una chica vestida con una blusa transparente que mostraba sus grandes pechosinflados artificialmente, una micro falta que dejaba ver sus nalgas y, apuesto bolívar contradólar, que si se inclina se le vería hasta la garganta… pero por dentro.

    Luciano, con una gran sonrisa en la cara, me hizo un ademán con la cabeza apuntando a lamesas de billar y se marchó, dejándome con la agraciada chica, quien me llevó hasta una mesy se sentó a conversar conmigo. Al cabo de un minuto, otra chica llegó con una carta y se senal otro lado, mientras revisábamos el contenido de la misma. Luego de varios tragos cada chiy uno solo yo, apunté a una fotografía de la “carta”.

    Una de las chicas se sonrió y la otra levantó los hombros. Ambas lo acompañaron a travésuna puerta, tras la que estaba un pequeño mostrador tras el cual se sentaba una vieja y teníadetrás a un guardaespaldas. Luego de completar la transacción mercantil correspondiente, qucargó varios miles de bolívares a mi tarjeta de crédito, la chica recibió una llave de la matronme guió, a través de otra puerta al patio trasero.

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    Había música ambiental suave y seis cabañas repartidas los lados. En el medio un caney un bar y varias mesas. Una de ellas estaba ocupada por la chica que había seleccionado. Nosacercamos, mi guía le entregó la llave sin pronunciar palabras y se marchó.

    -¿Quieres algo o prefieres..? —Me dijo la muchacha, que vestía una camisa transparente yuna micro falda, que parecía ser el uniforme allí—.

    -Prefiero que vayamos a la cabaña de una vez. —Le respondí—.Una vez adentro, ella se despojó de la camisa con tal rapidez que me quedé sorprendido.Luego siguió la faldita y cuando comenzaba a bajarse la tira que fungía de pantaleta la detuve

    -Espera, no tan rápido. —La tomé de las manos y la paré frente a mí—.La muchacha era bonita y tenía buen cuerpo, pero la juventud la abandonaba rápidamente

    Estaba completamente depilada. Las uñas, tanto de manos como pies estaban pintadas deescarlata, menos un dedo en cada extremidad, pintado de turquesa. Metí mi mano derecha en bolsillo trasero de mi pantalón y saqué un billete de cincuenta dólares, que doble con cuidadolo colgué de la tira sobre su cadera izquierda. La muchacha abrió los ojos y luego sonrió engrande y comenzó a mover las caderas seductoramente. La detuve.

    -Siéntate. —Le dije con seriedad—. Vamos a conversar.Al cabo de media hora, una luz comenzó a titular dentro de la cabaña. Era el aviso de que tiempo se había terminado. La chica me sonrió, se vistió rápidamente y salimos. Me llevó de

    mano hasta el salón principal, donde Luciano esperaba observado una partida de billar. Al verse levantó y sin mediar palabras, nos marchamos.

    Cuando pasábamos frente el puerto El Guamache, rumbo a la segunda aventura de la nochLuciano abrió las ventanas del carro, dejando entrar el aire con los olores típicos de cualquier puerto.

    -Aprestas a puta. —Me dijo—.-Estaba puteando. —Respondí con desgano. No obtuve información útil de la chica, que

    durante la media hora que me acompañó insistió en recompensarme por tamaña propina, cosaque no acepté. No sabía mucho. Dijo que cuando las chicas llegaban, ella vino de La Guaira, pasaban una semana en una finca en Macanao, donde los jefes las ‘probaban” para conocer sugrado de aptitud y eficiencia. Es decir, las violaban repetidamente y las que no aceptaban de buena gana eran drogadas y vueltas a violar, hasta que perdían por completo la voluntad delucha.

    -¡Una mierda! -Grité—.¡Una asquerosidad! —Dí un par de golpes a la puerta, patee el pisoy solté un alarido en el que toda la furia escapaba por mi garganta desgarradoramente. Luegoadeando, me disculpé con Luciano—.

    -Si tanto te afecta, no llegaremos al tercer burdel. Tendré que llevarte al hospital. —Me dijcon cierta sorna—.

    -Necesito un trago. —Dije cansado—.-¿Y no bebiste allá?-Hice como si bebí; no me gusta beber en esos lugares; porque si ponen una gota de yodo

    mi bebida, podría afectarme de forma insospechada. Mejor nada.Luciano no dijo nada. Abrió la guantera, saco una carterita de ron y me la ofreció. Bebí un

    poco. Regresé la botellita a la guantera, la cerré y me recosté. Debí quedarme dormido, porquLuciano me sacudió cuando llegamos. Me bajo del carro y echo a caminar hacia el local. Es uedificio de tres pisos y la planta baja la ocupa, por completo, un bar restaurante. Al fondo, dedel bar, arena y playa. Entro como perro por su casa, como si fuese un cliente usual. Luciano

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    acerca a una mesa y saluda con el puño a un par de hombres y se sienta con ellos. Me acerco barra.

    -Agua mineral sin hielo, por favor. —Le pido al barman—.Me trae una botella de plástico que abro y bebo. Me volteo a mirar el lugar y observo que

    todas las mesas ocupadas, lo están por parejas. No hay tríos ni grupos. Es obvio que son las

    mujeres que trabajan en el lugar.-¿Le interesa algo más? —Preguntó atento el barman—.-Quizá —respondo sin mostrar mucho interés—, si consigo algo que me guste…Por unos segundo el barman me mira y sigo mostrándome desinteresado.-Okey —me dice él—, por esa puerta. Es un privado y alguien le atenderá.Paso por la puerta que me indica y entro a un saloncito en el que apenas cabe un sofá

    pequeño, como para una y media persona; una mesita en la que apenas cabrían dos vasos y quen ese momento soportaba el peso de un control de tv, que ocupaba la pared frente al sofá. Unchica, con el uniforme de micro falda y blusa transparente que mostraba sus inmensos yartificialmente abultados pechos, entra y enciende el aparato. Se sienta a mi lado y me brindauna bonita sonrisa. Me hace un guiño y pulsa un botón del control. La pantalla se enciende ymuestra una pequeña pasarela. Del fondo sale un chica caminando mostrando el mejor estilo modelaje, aunque lo que muestra es piel y nada más.

    La chica llega al extremo de la pasarela, el más cercano a la cámara, gira lentamente, seagacha para mostrar las nalgas, el ano y la vulva, se endereza, mira hacia la cámara por sobrehombro y lanza un beso con una sonrisa y se regresa contoneando las caderas pronunciadamente.

    -Debemos pedir un trago cada uno. —Le dijo ella con un susurro que pretendió ser seduct —.

    -Pide lo que quieres, pero nada para mí. Después… después… —Dije haciéndome elinteresado por la pantalla, por la cual otra chica recorría la pequeña pasarela y repetía losmovimientos de la anterior; y otra; y otra. La quinta chica parecía muy nerviosa y su sonrisa medio torcida, pero era una de las que me interesaba. Estiré la mano y puse el video en pausa-Ella. —Dije—.

    -Ella es aburrida. —Me contestó la chica—. No le gusta divertir a los hombres… ¿meexplico?

    -Claramente, pero es ella la que quiero. —Metí la mano izquierda en el bolsillo trasero ysaqué un billete de cincuenta dólares, que procedí a colocar entre aquellos voluptuosos pechoque parecían globos de fiesta; aunque en realidad, son globos para la diversión.

    -Ella. —Repetí—.-Ella vale una hora. —Me respondió con un tono que pretendía decirme que perdería mi

    dinero—.-Ella.La chica se levantó y salió. Unos minutos después vino con un equipo portátil para la tarje

    y me facturó dos tragos aunque solo trajeron uno, una hora con la chica, la renta de la habitacy una botella de champán que probablemente sería un espumante barato cobrado a precio delíquido francés.

    Firmé la nota y la chica me entregó una llave con el número siete.-Por es puerta —me dijo. Luego se levantó la faldita, se bajó una mini pantaleta y me mos

    una entrepierna totalmente depilada—. Te la pierdes. —Me dijo y salió del salón—.

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    No me importó lo que la chica dijo ni me mostró, aunque sentí un corrientazo correr por mabdomen hasta llegar a los testículos. Pero andaba de trabajo, así que me levanté y caminé hala puerta, la abrí y salí a un corredor con puertas a cada lado y a la mitad del pasillo, unasescaleras. Junto a esta, el número 7. Introduje la llave en la cerradura y la giré. Abrí la puertalentamente y sobre la cama esta ella, sentada con la espalda a la pared y las piernas acurrucad

    contra su pecho y rodeadas por sus brazos.Su mirada estaba perdida.Cerré la puerta sin hacer ruido y me acerqué a la cama. Me senté junto a ella y no reaccion

    La tomé de la mano y ella levantó la cabeza para mirarme brevemente. Sus ojos parecían vacísin vida. La revisé y encontré numerosas marcas de pinchazos entre los dedos de los pies y enlas corvas.

    -Dime chica, cuál es tu nombre.-María. —Su voz apenas un murmullo difícil de oír—.-¿De dónde vienes?-De Perijá.-Tengo un mensaje para ti. —Me miró con algo más de atención—.A continuación dije las cautro palabras que me indicó mi amigo el comerciante deMaracaibo, en su idioma aborigen el wayuunaiki:eii, miichi, apüshii, atünajutüü , que según mi

    amigo, significamadre, casa, familia, amigo ; esto conmovió a la muchacha. Comenzaron a caer una gruesas lágrimas que parecían correr como las torrenteras de los aliviaderos en la represaGuri. La dejé llorar cuanto quiso. Luego se animó un poco y me habló en su lengua pero negucon la cabeza.

    -Quiero irme de aquí. —Me dijo finalmente en castellano—.-Te llevaré conmigo, pero no hoy, todavía estoy buscando a una de tus amigas.-Se la llevaron ayer para el otro negocio. -Me dijo entre sollozos—. Después no regresan

    más.-Escúchame con atención María, porque pronto tengo que irme. —Le dije lo que tendríam

    que hacer—. Mañana vendré por ti a esta misma hora. Aguante por favor y pronto nos iremostu casa. Tu familia te espera y te quiere de regreso.Aquello desató un nuevo chorro de lágrimas. La calmé como pude y la hice que repitiera l

    que tendría que hacer hasta mañana. A pesar de la influencia de las drogas, lo ojos le brillaroncon inteligencia y esperanza. Me sonrió.

    Salí de la habitación y regresé por donde vine. Al salir del saloncito, la chica que me recibantes, esperaba.

    -Te lo dije. —Dijo con mala intención—.Metí mi mano izquierda en el bolsillo delantero del pantalón y saqué un billete de cincuen

    dólares; lo doblé lentamente mientras sus ojos lo miraban con codicia. Me le acerqué hasta ca pegarme como una estampilla, le metí dos dedos por debajo de la falda y puse el billete entremuy depiladas piernas.

    -Mañana vengo por ti.

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    Encuentro

    Una vez fuera del local, caminé furiosamente hacia el carro de Luciano. Él venía detrás demí, dando zancadas para alcanzarme.-Muchacho, estás que echas humo. —Me dijo bromeando—.-Sí, estoy ardiendo. —Le respondí a Luciano quien activó el control del vehículo y las

    puertas se destrancaron. Abrí y me senté, dejando la puerta abierta y un pie fuera. Practiqué uejercicios de respiración para calmarme y después de varios segundos, metí el pie y cerré la puerta—.

    -¿Listo para la próxima visita? —Había preocupación en la voz de Luciano—. Mi pana,estás en un sube y baja emocional. ¿Estás seguro de estar bien?

    -Sí Luciano. Gracias por preocuparte. Estoy bien, pero bien¡arrecho! —Respiré profundo por la boca y luego exhalé lentamente—. Encontré a una de las chicas y lo que me contó me

    dejó frío; mejor dicho ardiendo pero no de lujuria sino de coraje.Luciano enfilaba el carro hacia la salida de El Yaque, buscando la avenida Juan BautistaArismendi hacia Porlamar.

    -La tienen —continué— atiborrada de drogas, probablemente heroína, para controlarla; laviolan constantemente buscando quebrantar su voluntad, pero esa chica es valiente, se niega aaceptar la vida que le obligan a llevar esos desgraciados mal paridos.

    De nuevo respiré profunda y repetidamente para enfriar un poco la sangre que corría calie por todo mi cuerpo y casi que veo rojo.

    -Debemos contactar a la unidad antisecuestro de la policía. —Le dije—.-Ya están notificados, Leonardo; soy parte de esa unidad y Marco me pidió que te

    acompañara hoy por si acaso tenías éxito en tu misión. ¿Cómo quieres resolver este asunto?-Dejé dicho que regreso mañana para tener sexo con la chica que me atendió, una tal Yésile dejé cien dólares, por lo que es posible que espere mi llegada mañana.-Bien, temprano mañana solicitaré una orden de cateo buscando a la chica desaparecida…

    debes darme sus datos particulares. Luego nos reunimos en la sede del comando antisecuestro planificamos el allanamiento del lugar.

    -Está bien. —Respondí ya algo calmado—. Otra cosa; las cinco chicas comenzaron atrabajar en Punta de Piedra y luego las trasladaron a este lugar; más tarde las llevaron al otrositio y después aparecieron muertas, cosa que María no sabe. No quise decirle debido a suinestabilidad emocional.

    Luciano aceleró apenas entramos en la avenida Arismendi. Sacó un dispositivo dealmacenamiento de un bolsillo y lo insertó en el equipo de sonido. Pronto sonaron los acopleSea of Joy interpretado por Blind Faith . La melodía más la aflautada voz de Steve Winwood metranquilizaron. Luego siguió Lay Down porMelanie Safka, cuya v oz sensual y altos tonos meanimaron un poco, y cuando llegamos a Porlamar, Aretha Franklin , la reina delSoul y Gospel arrancó con su movido Respect. Ya estábamos en el distribuidor de Conejeros, tomando laavenida Tovar rumbo Norte. El silencio nos acompañaba roto por las sicodélicas notas deSeason of The Witch interpretada por Dónovan.

    Al llegar a La Asunción, seguimos por la avenida 31 de julio, que nos llevaría directo hast playa El Agua. A la altura de Paraguachí, la voz gangosa de Joe Cocker intepretaba la canción

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    de los Beatles,With a Little Help from my Friends. Estiré la mano y bajé el volumen delreproductor de música.

    -Luciano… —Respondió con un ujum—. Háblame del lugar al que vamos.-No se parece en nada a los que hemos visitado; para empezar, es caro. Muy caro. Eso lo

    hace exclusivo y solo entran personas conocidas o que tengan grandes recomendaciones. Solo

    estado una vez allí, haciendo un trabajo a destajo como guardaespaldas.-Cuando llamé para reservar, debí pagar unos cuantos dólares con mi tarjeta de crédito y mdijeron que eso apenas cubría el costo de entrada; supongo que deberá pagar extra por ti.

    -No. Soy tu guardaespaldas y como tal, ocuparé un lugar dentro del salón y no se meservirán bebidas alcohólicas ni recibiré atención del personal, salvo para servirme agua.

    -Describe el interior, por favor.-El lugar es una especie de finca. Está rodeado de terreno sembrado con berenjena, ají y

    tomate. Hay una pequeña casa en un extremo, que supongo ocupan los encargados de cuidar elocal y, en todo el centro de la propiedad, que debe tener unas cuatro hectáreas, un edificio baredondo rodeado por un estacionamiento. Hay una entrada principal, una de servicio y tresentradas privadas que llegan directo a los reservados, de forma que los visitantes no puedan sobservados al bajarse de los carros o al entrar y salir del local.-Como llegaremos allí.

    -La vía más expedita es recorrer el bulevar de playa El Agua hasta el final y tomar la calleGómez. Al llegar al pueblo de Manzanillo nos desviamos por una calle engranzonada hastallegar a la finca. Hay un portón con vigilancia y ellos tienen la lista de los autorizados a entra

    -La chica que me atendió me aseguró que no tendríamos problemas para entrar.-Con la cantidad de dólares que debes haber pagado…-Y los que tendré que pagar adentro…Luciano enrumbó en auto por el bulevar, con la playa a la derecha, donde al océano Atlánt

    se convierte en mar Caribe. Al final, debieron cruzar a la izquierda y circular por la calle GómJusto antes de llegar al pueblo propiamente dicho, en una esquina había un letrero pequeño, clas siglas TPG brillando bajo la tenue luz nocturna. Luciano viró a la derecha y unos doscientmetro más adelante, una entrada con una pequeña garita ocupada por un vigilante, bloqueabaentrada a la propiedad.

    Luciano bajó los vidrios, tanto del piloto como del pasajero y de la oscuridad salió unhombre armado que vigilaba a Leonardo, mientras el otro vigilante salió de la garita.

    -Reservación a nombre de Leonardo Ruelas. —Dijo Luciano—.-Un momento.Solo el vigilante de la garita se movió. Retrocedió dos pasos y entró de espaldas en la gari

    sin dejar de mirar el vehículo. Tomó un radio manual y comunicó el nombre. A los pocossegundos, se escuchó el cuac de la radio y el vigilante apretó un botón que hizo elevar la barr

    -Por la izquierda, a la entrada principal. —Dijo escuetamente—.-Luciano condujo por donde le dijeron y allí les esperaba una anfitriona elegantemente

    vestida con un vestido vaporoso semitransparente, a través del cual se delineaba perfectamensu hermosa silueta.

    -Señor Ruelas… —Dijo dirigiéndose a Leonardo—. Acompáñeme, por favor.Leonardo miró a Luciano quien le hizo una seña para que se fuese con la chica.-Estaré bien. —Le dijo—.Luciano entró al local detrás de Leonardo, se sentó en el primer taburete que encontró

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    disponible y se dedicó a mirar el local. Sacó su teléfono celular y mantuvo una conversación duró un par de minutos, mientras Leonardo y la anfitriona se acomodaban frente a la pista de baile, cerca del reservado que estaba abierto y en el que dos hombres conversaban. Leonardometió unos billetes en el sostén a la chica y se la sentó en las piernas. Pronto llegan un mesoncon dos vasos y a los pocos segundos llega otro mesonero seguido por varias chicas, que se m

    acercan.Mientras el mesonero sirve el hielo y el licor, las tres chicas me hacen carantoñas. Me río. mesonero me interroga con un movimiento de cabeza y respondo de la misma manera,señalando a una de las chicas, pago la cuenta y me pongo a conversar y a juguetear con la ch

    María me había dado el nombre de la quinta chica, que había sido trasladada un par de díaantes. Josefa. Pregunté al oído de la que estaba contigo, mientras deslizaba un billete decincuenta dólares por el borde de la micro falda. Me dijo que estaba en el reservado que estabmi espalda y a la derecha, con un cliente especial de la capital.

    El ambiente dentro del lugar cambió de pronto y el clima se tornó tenso. Uno de los hombsalió del reservado, apurado y el otro se daba media vuelta mientras metía la mano en la espa

    -Chica, cuando te empuje, tírate al suelo y quédate quieta. —Le dije mientras llevaba midiestra a la cintura, donde tenía mi arma—.EL hombre se viró, apuntó y disparó hacia el reservado donde había una mujer y yo empua la chica, mientras el tipo se volteó a dispararme. Me agaché y cuando iba a dispararle, elhombre había desaparecido.

    -¡Médico! . Herido de bala.¡Ya! —Gritó la mujer dentro del reservado y salió del mismocorriendo hacia el lugar desde donde le habían disparado—.

    Me colgué una credencial en el cinturón y me levanté, al tiempo que varios policías entrara toda carrera y se acercaron a la mujer, quien sostenía el arma en alto. Me acerco hasta ellacuando deja caer sus brazos y sostiene el arma por la culata. Ella se voltea y nuestras miradascruzan y…

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    Zita

    Miradas

    Levanto la vista y veo que el hombre, con una chapa colgada en el cinturón, se percata demí. Nuestras miradas se encuentran y nuestros ojos se fijan los unos a los otros. Me perdí en l profundidad de sus ojos. Un remolino parecido a una tormenta sideral, con toda clase de novasúper novas, huecos negros, big bang y toda esa parafernalia espacial, llenó mi existenciadurante unos breves segundos. Un fuerza mayor que mis sentimientos y emociones me embary me oprimió el pecho impidiéndome respirar. Levanté una mano, la puse sobre su pecho yempujé. Nuestras miradas se desconectaron. Me maree y él me sostuvo por un codo, aunque parecía estarse sosteniendo de mi.

    Sonreí y le vi imitarme. Su cara buenamoza mostraba asombro y me provocó besarlo.-Zita. —Escuché a Ámbar en mi auricular—.-Adelante.

    -¿Estás bien?, estás jadeando.-Sí, lo estoy. Dime.- Alfredo está bien. Su chaleco contra balas le salvó la vida, aunque es probable que tenga

    una o dos costillas maltratadas.-Bien —me sentí extraña, no quería dejar de mirar a ese hombre y eso me molestaba; en

    plena operación no podía perder el control de mi cuerpo y menos de mis pensamientos—.Un policía, con la credencial colgada de su cuello, se acercó al hombre.-Leonardo. —Le dijo—. ¿Estás bien? —Preguntó—.-Si… —dijo algo desorientado y luego me miró—.-Ella…-Soy Zita Salcedo de Forense Margarita Internacional . —Le dije tendiéndole la mano que

    cuando él tomó, me produjo un escalofrío que recorrió mi cuerpo y me hizo temblar. Quizá es por la adrenalina tras haber sufrido un atentado de bala, porque nunca antes me habíandisparado, pero las mariposas que revoloteaban en mi entrepierna me decían otra cosa—.

    -Leonardo… —Repitió el policía—, hay una chica muerta.

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    Leonardo

    Muerte

    Luciano me empujó y me separó de la mujer… de Zita. Qué clase de nombre es ese…Luciano me empujó nuevamente y eché a andar hacia el otro reservado, Me detuve en la entrAdentro, dos policías franqueaban el paso.

    -Leonardo puede identificar a la mujer. —Dijo Luciano, dirigiéndose a sus compañeros—-Está bien, pero que no toque nada; ni al cuerpo.Luciano me empujó nuevamente y di dos pasos al interior del reservado y no fue necesari

    acercarme más; era Josefa. Estaba muerta, con los ojos desorbitados empezando a nublárselesLos labios estaban morados y la boca abierta como queriendo inspirar una bocanada de aire.

    -Sí, es Josefa, la mujer wayúu que vine a buscar. —Un mundo pareció caerme encima; comsi Atlas hubiese dejado caer el globo terráqueo sobre mi cabeza—.

    Salí del recinto y dejé a los policías hacer su trabajo. El mío había concluido esta noche y

    solo quería dormir, y llorar por la chica muerta, y por sus padres acongojados. Ana mano toó brazo y me sacó de mi ensimismamiento. Zita.-¿La conocías?-No. No la conocía, pero sé quien es. Sus padres me encargaron que la buscara y la hallé,

    pero muerta.-Lo siento. No sabía que trabajabas en ello. ¿Quién eres? —La cara de Zita a preguntarme

    mostraba un interés sincero—.-Soy Leonardo Ruelas, investigador privado y los padres de cinco chicas wayúu me pidier

    que las encontrara. Cuatro de ellas están muertas y la otra es una esclava sexual en otroestablecimiento de esta cadena comercial.

    -¡Vamos a buscarla! —Exclamó Zita con cara de preocupación—.

    -¿Ahora?-Sí, ya mismo.-No podemos. Luciano es integrante del comando antisecuestro y todo se está preparando

    para mañana.-Y tenemos el lugar vigilado, afuera y adentro. —Dijo Luciano que se había acercado a

    nosotros si que me diese cuenta—. Zita —se dirigió a ella—, ¿tu gente podría llevar a Leonara su hotel?, debo quedarme aquí mientras criminalística hace su trabajo y luego debo hacer toel papeleo de esta operación.

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    Caí en cuenta de que para que los policías llegasen tan rápido, debían estar, si no muy ceren el estacionamiento del lugar. Levanté la cabeza y miré a mi alrededor. Detrás de Zita habíados personas guardándole las espaldas. De nuevo miré a Zita pero todavía tenía la cara tapadacon la máscara de latex; los ojos miraban hacia un lado.

    -Uno de nuestro equipo te llevará; cuando quieras. —Me dijo sin mirarme a los ojos—.

    -Ahora mismo, si no es problema, por favor.-Seguro. Carlos te llevará. —Dijo ella mirando al nombrado—.* * *Recorrimos el trayecto hasta Porlamar en silencio. EN el auto solo estábamos Carlos y yo

    Durante el trayecto, él habló varias veces por su teléfono celular; mejor dicho, respondió conmonosílabos a cosas que le decían. Cuando detuvo el auto bajo la marquesina del hotel se vola mirarme.

    -Zita quiere que desayunen juntos, pasará por ti a las ocho treinta y después van a la reunicon la policía, para el allanamiento de la noche. ¿Estás de acuerdo?

    -Sí, respondí con desgano. Seguro.Me bajé del auto y caminé apesadumbrado hasta la recepción, donde me entregaron la llav

    de mi habitación.-Gracias —dije—, por favor que me despierten a las ocho.Apenas entré en la habitación, me quité la ropa y me metí bajo la ducha. Me enjaboné vari

    veces, pero aun seguía oliendo a burdel y a muerte. Me sequé y me metí bajo las sábanascompletamente desnudo y me dormí inmediatamente.

    Me encuentro en un desierto. Tengo un puñado de semillas en una mano y agua en la otra. El suelo está seco, duro, cuarteado. Echo una semilla en una rendija y un poco de agua sobreella. Una plántula raquítica comienza a salir y de pronto se endereza y comienza a crecer.

    Emocionado largo las semillas y le sigue el agua que se dispersa de manera que cada semillarecibe la misma cantidad: una gota. Una miríada de plántulas comienzan a nacer y crecer, hastaormar un bosque de plantas de dos metros que se transforman en personas que me rodean y me

    tocan.Me desperté con la alarma telefónica. Eran las ocho. Volví a ducharme, me vestí y bajé al

    vestíbulo del hotel, a esperar por Zita. Mientras llegaba, recordé el sueño, pero aunque ahoraauguraba algo bueno, porque las plántulas sobrevivieron y se convirtieron en personas que mabrazaban, el espíritu me pesaba como un elefante. Estaba triste. A las ocho treinta en punto lllegar en un carro pequeño color rojo desteñido por el sol y el tiempo. Me sonrió al verme ycuando se detuvo frente a mí, se inclinó y me abrió la puerta. Me subí sin mediar palabras.

    -Eres condenadamente bonita, mujer. —Le dije apenas salíamos del estacionamiento delhotel.

    -Y tu condenadamente buenmozo, muchacho. —Me respondió en tono jocoso, pero no hani una ápice de burla en sus palabras. Estiró un brazo, me agarró una mano y la apretócariñosamente—.

    Luego condujo en silencio hasta un edificio pequeño, bajó por una rampa al estacionamieninterno y detuvo el auto junto a un ascensor. Miré a mi alrededor y vi varias camionetasestacionadas ordenadamente y algunos vehículos de distintas marcas y modelos y un par demotocicletas. Me tomó de la mano y me haló hacia el ascensor. Mientras subíamos, ella no somi mano. Cuando las puertas se abrieron, salimos a una pequeña antesala en la que varias personas hablaban y se intercambiaban papeles y nadie nos prestó atención. Sin soltarme, me

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    guió hasta una puerta que daba hacia una cocina con una barra adosaba a lo largo de una pareUna vieja arrugada se apresuró a servir dos pocillos de café. Cuando se acercó y nos lo

    entrego, Zita la abrazó.-Gracias abuela. ¿Qué hay de comer?-Tu siempre comes y requete comes, mija, el día menos pensado vas a explotar de tanto qu

    comes.Zita rió y mi corazón dio un salto al escuchar aquella risa cantarina que me hizo recordar agua de un arrollo saltando por entre las piedras. La vieja rió ruidosamente a su propio chistese afanó a poner sobre la barra, dos platos de frutas.

    -Como mija. —Le dijo a ella y luego volvió su arrugada cara hacia mí—. Tu también, quetienes cara de hambre.

    Cuando comencé a comer, sentí como si un león estuviese dentro de mi estómago y comítodo lo que la vieja me puso por delante: unas empanadas pequeñitas, pescado asado, ensaladarepa y queso; todo regado con jugo de parchita. Cuando terminé de comer, me recosté y palpel abdomen.

    -¿Satisfecho? —Preguntó Zita con tono de humor—.-Sí, ¿y tu? —Ambos habían consumido alimentos a la par—.-Suficiente por un rato, dijo ella con toda la seriedad del caso.La vieja trajo dos pocillos con café y cuando los dejó sobre la barra, retiró los platos vacío-Si te casas con ese hombre, mija, van a tener que trabajar tiempo extra para pagar tanta

    comida. —Luego se marchó riendo, dejándolos solos—.-Siento que mi caso haya causado la muerte de tu cliente. —Dijo ella con sinceridad—.-No, más bien creo que nuestros casos se han cruzado, porque Josefa fue asesinada de la

    misma manera que las otras tres chicas antes que ella. Ahorcada con un garrote.-Sigue siendo una lástima que una chica inocente muriera por los eventos que nosotros

    iniciamos ayer noche. —Insistió ella con franqueza—.-Quizá sí o quizá no. Hasta ahora he descubierto que traen a las muchachas y las aislan en

    una finca en Península de Macanao, allí las “entrenan” y luego las distribuyen por sus diferenlocales. En el caso que me compete, las pusieron a trabajar en Punta de Piedra primero, luego pasaron a El Yaque y cuando las trajeron a playa El Agua, murieron estranguladas. —Bajé lcabeza hasta mis manos y la moví sacudiendo mis pensamientos, pero la imagen de la chicamuerta estaba fija en mi mente—.

    -Leonardo… —Zita puso una mano sobre mi brazo y se me acercó hasta que su fraganciamezclada con los olores de los alimentos, inundó mi nariz—… Tenemos buenos contactos colas instituciones policiales no solo en la región, sino a nivel nacional también. Marco Rojas, aquien conoces, me informó acerca de tu caso. Quiero que sepas que decidimos acompañarte, poniendo nuestros todos recursos para lograr capturar al desgraciado que las asesinó.

    Aquellas palabras me conmovieron y me causaron un profundo dolor porque no pude salvla vida de Josefa. Derramé un par de lágrimas y Zita me abrazó tiernamente. Respiré profundlevanté la cabeza y me encontré con aquellos ojos, que desataron una corriente interna en mimente y en todo mi cuerpo; me perdí en la profundidad y la inmensidad de aquella mirada.

    -Ujum. —Había alguien más con nosotros—.-Zita, debemos irnos. —Una mujer vestida toda de negro estaba junto a la puerta abierta—-Leonardo, ella es Ámbar Acuña. Nuestra jefe de protección. Ámbar, él es Leonardo Ruela

    investigador privado. Dirige el caso de las mujeres asesinadas.

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    -Hola Leonardo. Cualquier cosa que necesites en tu caso, solo tienes que pedirlo.-Gracias. —Dije mirando primero a Ámbar y luego a Zita, quien me brindó una sonrisa qu

    causó un estallido de tipo nuclear entre mis piernas—.-Vámonos. —Dijo Zita y me tomó de la mano—.

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    Informes

    Bajamos por el ascensor hasta el estacionamiento y el carro de Zita no estaba por ningúnlado. Una camioneta esperaba junto a la puerta del ascensor, con un hombre sentado tras elvolante y el otro esperando junto al ascensor. Cuando salimos, Zita dio un pequeño saltoemocionada y se abrazó a aquel hombre, que le devolvió el gesto y la besó en la cabeza. Aquemuestra de cariño me produjo envidia. La verdad es que siempre he sido aquello que llaman ulobo solitario y no son muchas las personas a las que pueda llamar amigos y menos estoy dadesa clase de muestras de afecto.

    Zita se metió de un salto al vehículo y le dio un abrazo y un sonoro beso al conductor.Cuando estuvimos instalados y el vehículo en marcha, ella nos presentó.

    -Leonardo, ellos son Roque Vargas —dijo apuntando al conductor mientras me miraba conseriedad—, y Carlos Parra. Ambos son buenos amigos. Puedes confiar en ellos, tanto como en

    mí.-Apenas te conozco Zita. No lo olvides.-Es verdad, pero estoy segura, no, mejor digo, sé que nos llevaremos bien.-La división contra secuestro ha montado un buen operativo para esta noche. —Informó

    Parra—. Luciano tiene personal vigilando el sitio desde anoche mismo.-Nosotros también. —Dijo Vargas—.Zita bajó el parasol y lo ajustó, hasta que nuestras miradas se cruzaron en el espejo.-Desde anoche, cuando Luciano nos explicó lo que hacías, decidimos ayudarte en este cas

    proteger a María. —Zita me miraba pero no a mis ojos. Por mi parte también evitaba hacerloRecorrimos el resto del camino en silencio, aunque Zita me lanzaba miradas y sonrisas

    constantemente. Mantuve mi seriedad, aunque tenía gasas de desnudarla y besarla hasta que mlabios se hiciesen polvo… entre otras cosas. Cuando estábamos cerca, Carlos Parra, quien estsentado junto a mi en el asiento trasero, habló en voz muy baja por su celular. Al llegar, LuciaSalazar nos esperaba. Carlos, Zita y yo nos bajamos y caminamos con Luciano hacia el interidel edificio sede de la policía. Roque Vargas nos alcanzó después.

    -Primero que nada —comenzó a decir Luciano—, la mujer muerta anoche es, como lo indLeonardo, Josefa y pertenece a un clan Epieyu de la Alta Guajira. Si tomamos como válida lainformación que nos suministró Leonardo, las cuatro fallecidas más María, a quien debemosrescatar hoy, todas pertenecen al mismo grupo familiar.

    -Todas comparten la misma matriarca. —Interpuse—. Aunque no soy experto en genealogWayúu, las mujeres comparten la carne mientras que los hombres la sangre. O algo así por elestilo.

    -También —continuó Luciano ignorando mi interrupción—, elmodus operandis del criminales similar al de las otras tres mujeres asesinadas. —Zita me miró—. El caso de los asesinatoscorresponde a la división contra homicidios y el inspector a cargo es Marco Rojas. Nosotros ndedicaremos a la misión de rescatar a María, quien está detenida contra su voluntad y esobligada a trabajar como esclava sexual. ¿Correcto? —Luciano me miró—.

    -Correcto. —Dije—. No solo la engañaron para retenerla contra su voluntad, sino queademás la drogan constantemente y la obligan a vender su cuerpo a los clientes delestablecimientoThe Golden Pleasure .

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    -Leonardo Ruelas, para quienes no conozcan todos los detalles del caso —aclaró Luciano—es investigador privado contratado por familiares de las víctimas; su investigación le llevó adescubrir dónde tenían cautivas a las mujeres, identificó a las asesinadas como parte del grupque buscaba y estaba anoche en el sitio de los sucesos.

    -¿Y como encaja Forense Margarita Internacional aquí? —Preguntó otro policía—.

    -Ellos están en un caso contra corrupción cuya investigación les ubicó en el mismo local dTGP al momento de los sucesos, al igual que el señor Ruelas.-Es posible que ambos casos tengan elementos comunes —dijo Zita—, cosa que ya estam

    investigando, por lo que sería útil si el inspector Rojas nos facilita información de los asesinade forma que podamos cruzar las informaciones y ver adonde nos lleva todo esto.

    -Seguro Zita —Dijo Rojas—, Roque puede pasar por mi oficina y le daré copia de lainformación que disponemos. —Concluyó Marco, mirándola con mucha seriedad—.

    -De todas formas —continuó Zita—, lo de las mujeres asesinadas está bajo la direccióninvestigativa particular de Leonardo Ruelas, quien ha estado llevando el caso desde muchoantes. Nosotros, Forense Margarita Internacional simplemente prestará todo el apoyo queLeonardo requiera y, de paso, ponemos a disposición de la víctima sobreviviente, los recursosnecesarios para la resolución de este caso y la ayuda que necesite para su estabilidad sicológide forma pro bono .

    Miré largamente a Zita. No había en sus gestos ninguna muestra de arrogancia. Lo único q pude apreciar en la mirada que me echó, fue sinceridad. De la sonrisa que me brindó, pues mno comento lo que me hizo sentir, porque sería una falta grave a mi responsabilidad profesionen este instante.

    Luego Luciano pasó a describir los pormenores de la planificación y lo que cada quién hauna vez en el lugar. Me costó trabajo convencer a los funcionarios policiales de dejarme participar en el operativo de allanamiento. Dado que había contactado a una de las prostitutale había dicho que la buscaría esa noche, propuse que comenzáramos por allí y que una vez qestuviese dentro de la habitación donde tienen a María, avisaría para que procediesen con elallanamiento.Tras mucho discutir y decir sopotocientas cosas, gracias al apoyo que Zita me brindo,incluso desconociendo mis habilidades policiales, el equipo decidió aceptarme como punta delanza.

    Cuando salimos y estábamos dentro del vehículo, le pedí que me dejaran en el hotel y Zita prometió buscarme a la hora convenida. Cuando llegamos ella también se bajó del carro, me un corto abrazo y me dejó un besito húmedo en la comisura de la boca. Por supuesto tambiéndejó con la líbido alborotada,

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    Allanamiento

    Me encuentro en un desierto. Tengo un puñado de semillas en una mano y agua en la otra. El suelo está seco, duro, cuarteado. Echo una semilla en una rendija y un poco de agua sobreella. Una plántula raquítica comienza a salir y de pronto se endereza y comienza a crecer.

    Emocionado largo las semillas y le sigue el agua que se dispersa de manera que cada semillarecibe la misma cantidad: una gota. Una miríada de plántulas comienzan a nacer y crecer, hastaormar un bosque de plantas de dos metros que se transforman en personas que me rodean y me

    tocan.Me despierto bañado en sudor. Miro la hora en mi celular y veo que son casi las ocho de la

    noche. Recuerdo que cuando Zita me dejó dediqué un par de horas a ejercitarme dentro de la pisc