O Latino Indolente Ignacio Martin Baro

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  • 7/28/2019 O Latino Indolente Ignacio Martin Baro

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    Psicologa de la liberacin

    Ignacio Martn-Bar

    Edicin, introduccin y notas de Amalio Blanco

    Eplogo de Noam Chomsky

    E D T O R A L T R O T T A

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    CONTENIDOir

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    C O l E C C I N ESTRUCTURAS Y P R O C E S O SSerie Pensomiento, Psicopotologo y Psiquiotrio

    I; Introduccin. La coherencia en los compromsos: Amalio Blanco 9"~L EL FATALISMOCOMO IDENTIDAD COGNITIVA

    !1. Presupuestos psico-sociales del carcter ....... ...................... .... 39 2. El latino'indolente ................................................................. 73

    ~ 3. El latino explotado.. ................. ............................................. 103 Editorial Trotto, S.A, 1998Sogosto, 33. 28004 Madrid

    t:Te/fono: 91 5 9 3 9 0 4 0 rax: 91 59391 1

    E-moi/: trotto@inforneLes r.t lI. ELQUEHACER DESIDEOLOGIZADOR DE LA PSICOLOGA

    http://www.trotta.es ~ ~

    UCA Editores, 1998 4. Conscientizacin y currculos universitarios .......................... 131 5. El papel desenmascarador dei psiclogo.. .............. ............. ... 161

    Ama/io Blanco Abarco, 1998

    Noom Chomsky, 1998

    f.j,

    m. LA LIBERACINCOMO VIVENCIADE LA FEiseno fJooqun Gol/ego

    f1.t. 6. Iglesiay revolucin en El Salvador 20 3ISBN: 84-8164273-8Depsito Legal: VA-485/98 t 7. Religin y guerra psicolgica ............................................... . 22 7

    8. Del opio religioso a la fe libertadora 245Impresi6n Simoncos Ediciones, S,A

    PaI. Ind. San Cristbol C / Estono, parcelo 152

    47012 Vollodolid

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    ELLATINO INDOLENTEI

    Queridos filsofos,queridos socilogos progresistas,queridos psiclogos sociales:no jodan tanto co n la enajenacinaquf donde lo ms jodidoes la nacin ajena.

    Roque Dalton, Poemas clandestinos

    EL SfNDROME FATALISTA

    El sopor latinoamericano

    En el mundo lat inoamericano recreado po r Garca Mrquez, los hechos ~ s extravagantes terminan por parecer normales y lo s anacronismos ms pintorescos adquieren un carcter de cotidaneidadatemporaL Como para el coronel que no t iene quien le escriba, eltiempo parece haberse detenido en estos pueblos, desquiciados entrelas selvas tropicales y las cumbres andinas. Pueblos solos y solitarios,para los qu e el manana ya fue ayer, y luego ser demasiado tarde, si nqu e ho y o abora puedan ellos hacer nada po r cambiar ese destinofatal2

    1. Este captulo rueexpresarnente escritopara el libroPsicologia poltica latnoame-ricaruJ coordinado por Marina Montero en 1987 y publicado por la EditorialPanapo deVenezuela acuyo editor, Pedro Carmona, queremos agradecerle las facilidadesque nos hadado para volver a incluir elcaptulo en esta seleccinde textos de Mamn-Bar.

    2. La referenda a GarcaMrquez nos permite sealar algoque a estas alturasnohabr pasado inadverrido: elmimo con que Mamn-Bar trata allenguaje. De casta le viene

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    ~ F i c c i nnovelstica? Po r supuesto; pero una ficcin que captaatinadamente un mundo obligado a vivir pseudo-marginado de lahistoria. Basta asomarse a la vida latinoamericana de cada da, desdeel do Bravo hasta la Patagonia, para saber qu e la imaginacin literari a no ha hecho ms que depurar un hecho esencial de nuestra realidado En El Salvador, po r ejemplo, nada resulta sorprendente y, sialgo ha conseguido la guerra civil qu e desde 1981 asola ai pas, eshacer de lo inslito lo cotidian0 3 En 1981, los hijos de uno solo de

    ai galgo: su padre, Francisco Martn Abril, ha sido durante dcadas el poeta local, eI cronista local, eI escritor local po r antonomasia (en palabras de Francisco Umbral en sus Cuader-nos de Luis Vives) de su tierra vallisoletana. Francisco Martn Abril falleca eI da 25 dediciembre de 1997, y cuentan los cronistas dei lugar que su porte digno, la imagen pu lera-mente acicalada de la bondad machadiana (Martn Abril, escribe Antonio l'iedra en EI Nortede Casti/la dei 31 de diciembre de 1997, era la encarnacin dei poeta machadiano definidocomo bueno por naturaleza) comenz a quebrarse definitivamente a raz dei asesinato desu hijo. En una larga carta remitida a la UCA ai Poco de los acontecimientos deja patente sudesconcierto dolorido: No hemos tenido tiempo de lIorarte, Nacho. No nos han dejadopensar en tu martirio ni hablar de ti slo nosotros. Slo y solos nosotros; quedarnos ensilencio y apiftados en torno a tu presencia hermosa y grande, milagrosa y pacfica. Estamosofuscados, deslumbrados, heridos, mareados. Nacho dei alma, Nacho ya en la Gloria. Qupobre va a salir mi "Galera"! Pero he de decir algo. Y no s qu decir en esta crnica. T yalo sabes todo. ~ L ocomprendes, verdad que lo comprendes? [ .. Porque t ests aqui. No teveo. Te siento. Todo este hogar se ha poblado de tus huellas calientes. La sala, el comedor,los aposentos, el cuarto que t ocupabas en tus breves estancias con nosotros, est lIeno de ti,Nacho valiente, Nacho desprendido. iSi yo acertase a perfilar un poco, tan slo un poco, delo que est en ni corazn ardiente! No puedo. iM e pesa eI mundo de tu muene! (EnMrtires de la UCA, libro editado po r Salvador Carranza. San Salvador: UCA Editores, 1990,pp. 66-67). Sus ltimos aftos los pas ensimismado, enroscado sobre s mismo intentandoreordenar sus credos y creencias lastimadas tras la madrugada dei 16 de noviembre de 1989.Miguel Delibes, uno de sus mejores amigos, lo ha descrito, con la sencillez de que suele hacergala, en un artculo publicado en EI Norte de Casti/la e131 de diciembre de 1997, La peque-M palabra de Paco: Profundamente religioso, de una reIigiosidad tradicional con cienosribetes de integrismo, Paco fue evolucionando en los ltimos anos, aunque l hablase pocode esto. EI mundo circundante --especialmente el tercero-, la dvisin norte-sur, eI ejempio de Sus hijos, alguno heroico, le lIevaron seguramente a reflexionar, a identificarse sinapenas darse cuenta con eI grupo de los desposefdos, de los perdedores, de la lIamada iglesiade los pobres. Ah encontr, creo yo, el verdadero sentido de lo cristiano. Su madre, labuena senora Alicia, falleci en febrero de 1998.

    3. Sobre este extremo IJam repetidas veces la atencin por entender que tras l seesconda una de las razones de la pervivencia de ese orden social cruel y violento que estabahaciendo afticos la convivencia social. En eI captulo 8 de Ac6n e ideologia. apunta a uno deestos mecanismos: la racionalizacin de la volenca erigida unas veces como valor centralde una forma de vida, legitimada otras como medio para la consecucin de determinados

    objetivos y favorecida siempre po r un marco estimulante de valores y normas, formales oinformales, que acepte la violenca como una forma de comportamiento posible e incluso larequiera (Martn-Bar, 1983,373). Pero es quiz en la Introduccin a su Psicologa socialde la guerra, obra publicada por la Editorial de la UCA en 1990, donde aparece con msc1aridad esta perversa normaldad de lo inslito.: la guerra ha acabado po r convertirse eneI marco fundamental de referencia para la vida de los salvadorenos. De alguna manera,que haya guerra es algo que se asume ya como "natural", y a nadie sorprenden los partescotidianos de enfrentamientos y emboscadas, de muertos y heridos, de sabotajes y bombardeos. Nos hemos acostumbrado a vivir en guerra; nadie se extrana de que en cualquieresquina de la capital estalle repentinamente una "balacera", y menosan que, cnco minutos

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    los miembros de la Junta de Gobierno se encontraban luchando enla guerrilla, mientras el jefe de la Polida Nacional, sndicada de cobijar a los escuadrones de la muerte y de practicar sistemticamentela tortura y el asesinato, era nombrado miembro de la Comsin deDerechos Humanos; un ministro de gobierno expres po r la televisin que la revolucin salvadorefia no tena comparacin en toda lahistoria, y que quiz slo la Revolucin francesa se le podda equiparar, mientras que, co n motivo de un intercambio de prisioneros, un

    subsecretario de Relaciones Exteriores saludaba a un comandanteguerrillero co n la expresin, a sus rdenes, mi comandante; en lapared de la iglesia de un pueblo "fantasma, abandonado po r la guerra, Tenancingo, creca un gran rbol, mientras que el director nacional de Turismo declaraba que la guerra seda mu y til para eiturismo de i pas, ya qu e se podra mostrar a lo s exnanjeros los tats, es decir, la s cuevas excavadas en la ti erra donde la gente seprotege contra los bombardeos de la Fuerza Armada.

    La lista de absurdos histricos podda prolongarse indefinidamente. Como en eI inconsciente freudiano, todas las contradicciones so n posibles en el mundo latinoameric ano, ya que la lgica parece no contar, po r lo menos aquella lgica qu e se basa en la razn yno en los intereses creados. Se dira qu e los pueblos latinoamericano s se hallan sumidos en un a siesta forzosa, un estado de duermevela qu e los mantiene al margen de su propia historia, sujetos obligados de procesos qu e otrOS determinan, sin qu e la semicondenda desu situacin le s permita crear otra cosa qu e sobresaltos espordicoscomo quien cabecea para no caer totalmente dormido. Los peridicos golpes de Estado qu e se producen en algunos de estos pasesconstituyen un a parte integrante de i folk1ore latino y representansimples vueltas a la tortilla para seguir asndola po r el otro lado, esdedr, para que otro grupo minoritario tome eI turno en el disfrutedel pastel y para ei pueblo todo siga igual.

    Este aparente estancamiento de i tiempo histrico para los pueblos latinoamericanos parece asimilar las realidades sociales a la naturaleza fsica. Cada objeto sigue su ciclo predeterminado, sin m salteradones qu e aquellas impuestas po r la s mnimas exigencias evo

    despus, la vida vuelva a su normalidad, como si nada hubiera pasado [ .. ) Es indudable queesta interiorizacn dei marco de la guerra como un contexto "natural" tiene que afectar aipsiquismo de los salvadoreiios, a nuestta conciencia personal y colectiva (pp. 15-16). SobreeI mismo argumento vuelve en la entrevista a la que hemos hecho alusin en eI capituloprevio: el dano irreparable que genera Ia habituacin a la violencia de la sociedad; todo esehacer de la violencia, de la muerte, de la imposicin de los mecanismos blicos como marcode referenca cotidiana para nuestra existencia (E. Lira y A. Luco, "Conversacin con Ignacio Martin-Bar6. Revista Chilena de Psicologia., 10, 1990,51-54).

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    lutivas. Las cosas so n como son, como fueron ayer y como sernmanana. Slo el presente cuenta y no po r la plenitud vivendal quebuscaba el poeta latino (carpe diem), sino po r el estrechamiento forzoso de las posibilidades de vida. Arrojados ah, sin memoria histrica 4 ni proyecto de vida, se dira que a lo s pueblos latinoamericanosno les queda ms perspectiva qu e Ia aceptacin fatal de su s destinos.

    EI fatalismo

    Fatalismo es un trmino qu e proviene de l latn fatum, qu e significahado, es decir, prediccin, orculo y, de ah, destino inevitable. Algoes fatal cuando es inevitable, pero tambin cuando es desgradado,infeliz. En castellano, po r tanto, fataHdad tiene esa doble connotad n de futuro inevitable y desgradad0 5 El fatalismo es aquella comprensin de la existencia humana segn la cual el destino de todosest ya predeterminado y todo hecho ocun:e de modo ineludible. Alo s seres humanos no les queda ms opcin qu e acatar su destino,someterse a la suerte qu e les prescriba su hado.

    La comprensin fatalista de la existencia qu e se atribuye a amplias sectores de lo s pueblos lat inoamericanos puede entendersecomo un a actitud bsica, como una manera de situarse frente a lapropia vida. En cuanto tal, el fatalismo pone de manifiesto una peculiar relacin de sentido qu e establecen las personas consigo mismas yco n lo s hechos de su existencia (ver Martn-Bar, 1983a, 281-282,

    4. Como tendremos ocasin de ver a lo largo de este libro, la recuperacin de lamemoria histrica forma parre decisiva de esa epistemologia psico-social que t iene comoprotagonistas a las mayoras populares y constituye la primera de las tareas de una Psicologiade la liberacin (ver epgrafe Tres tareas urgentes dei captulo Hacia una Psicologa de laliberaci6n). La superacin dei presentismo mediante la recuperacin de la memoria histricase convierre en e1 primer elemento para la eliminacin dei fatalismo (en la nOta 12 infraarremeter contra el individualismo presentista de una parte de la Psicologia social, y algo deello veremos tambin en eI epgrafe La ruptura dei fatalismo.), y como no podia ser de otramanera dada la naturaleza interdepediente de estos fenmenos, en soporte para la conscientizacin (ver el captulo El papel d esenmascarador dei psic6Iogo). Lo volver a repetir, prcticamente en los mismos trminos, en la entrevista que le hiciera Ignacio Dobles: eI primerode los pasos en el plano de la intervencin psico-social reside en eI reencuenrro de la memoria colecciva como vehculo de conscientzaci6n y como instrumento de lucha popular (p.75). EUo requiere una desideologizaci6n de la experiencia cotidiana, y ello, a su vez, exigedesmontar el clima de mentira social y de terrorismo ideol6gico en el que viven nuestrospueblos (

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    3. En el marco de referencia predominantemente religioso de lospueblos latinoamericano s, la definicin dei destino de las personas esatribuido a Dios, un Dios lejano y todopoderoso aI qu e de nada servida oponerse, y cuya infinita sabiduda en la creacin de I mundo yla sociedad no podra ser cuestionada po r un a sim pi e creatura.

    Los tres afectos o elementos emocionalesque co n ms frecuenciaaparecen en el sndrome fatalista latinoamericano son los siguientes:

    1. Hay que aceptar resignadamente eI destino qu e a cada cualleha tocado en suerte; es decir, asumir la existencia tal como le ha sidoimpuesta, si n resentimientos ni rebeIdas qu e a nada conducen;

    2. La inevitabilidad de los acontecimientos de la propia vidaresta importancia a cada un o de ellos. De ah que carezca de sentidoel experimentar grandes emociones, eI dejarse llevar po r la alegra ola tristeza; lo que cuenta en la existencia es aceptar el propio destinoco n coraje y llevarIo co n dignidad;

    3. La vida es as un a prueba exigente y dolorosa, de carctertrgico, que hace de la vivenda del sufrimiento eI estado normal delas personas, hasta Ilegar a la identificacin de destino y sufrimiento : se nace para sufrir.

    Finalmente, los tres rasgos o tendencias comportamentales m scaractersticas de l fatalismo latinoamericano son las siguientes:

    1. El conformismo respecto a lasexigencias de i propio destino.Ante la ineluctabilidad de las circunstancias en qu e un o se encuentray de lo s acontecimientos que a un o se le ocurren, no queda ms alternativa qu e la de conformarse . La sumisin a lasimposiciones deI destino, es decir, el realizar lo ms fielmente posible lo qu e se le exige yde la manera que se le exige constituye la nica forma adecuada deaceptar la propia suerte y de evitarse problemas adidonales;

    2. La pasividad frente a lascircunstancias de la vida. Puesto qu enada puede hacerse po r cambiar el propio destino o po r evitar qu etengan lugar los acontecimientos m s significativos de la existencia,carece de sentido el esforzarse po r mejorar la propia suerte, el teneriniciativas o el empefiarse en alterar el curso de las cosas. La pasivida d representa la forma racionalmente ms cmoda de adaptarse aidestino fatal;

    3.La

    reduccin dei horizonte vital aipresente.

    Lonico

    qu ecuenta es eI aqu y eI ahora, tanto para bien como para mal. EI conocimiento dei pasado o la predicdn del futuro ta n slo sirven paraconfirmar la inevitabilidad de l destino. Puesto que nada esencial pu ede alterarse, es intil planificar o pretender aquello a lo qu e se estpredestinado. Ha y qu e responder a las exigencias inmediatas de lavida, tratando de que resulten lo menos negativas posibles y extrayendo el mximo de sus posibilidades positivas.

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    EI cuadro 1 sintetiza estos rasgos delfatal ismo l ~ t i n o a m e r i c a n oconceptualizado como una actitud 7 Aunque cae po r su propio peso,es importante subrayar que las ideas, afectos y tendencias comportamentales enumerados representan un desglose analtico de un a forma de ser, de una manera como dertas personas se relacionan consigo mismas y se ubican ante su mundo. Eso quiere decir qu e podraencontrarse una forma dist inta de analizar esa realidad existencial y,po r tanto, qu e las caractersticas sefialadasno deben cosificarse comoentidades po r s mismas. Cada un a de ellas ha de entenderse po rreferencia ai todo personal (Ias personas fatalistas), sepresentarm s o menos claramente en cada individuo, y su sentido debe analizarse en el contexto de cada drcunstancia histrica.

    Cuadro 1. ELEMENTOS MS CARACfERlsTICOS DEL FATALISMOLATINOAMERICANO

    Comportamientosentimientosdeas-

    Conformismoesignacin frenteLa vida est y sumisin.i propio destino.predefinida.

    Tendencia ao dejarse afectar niLa propia accinno hacer esfuerzos,emocionar po r losno puede cambiar a la pasividad.sucesos de la vida.se destino fatal.

    Presentismo, sinAceptacin dein Dios lejanomemoria dei pasadosufrimiento causado.y todopoderosoni planificacindecide el destino dedei futuro.cada persona.

    7. EI artculo mencionado en la nota anterior, Psicologiadei campesino salvadorefio,da comienzo justamente con una iritroduccindedicada a la definicin psico-socialdeactitud, y lo hace porque "lo que nos interesano son los actos o conductas dei campesino,cuanto sus

    racesestructurales:

    las actitudes, escribeMartn-Bar

    (p.477). Una pausada

    ojeada a sus librosde consulta arroja la inequvoca sensacinde que eI tema de las actitudesle fue especialmentepredilecto. Dos ejemplos:los captulos escritospor W. McGuire parala 2. a y 3. ' edicin dei Handbook de Psicologia socialfueron especialmentetrabajados po rMaron-Bar utilizando su tradicional estrategiadei subrayado a colores (rojo, azul,verde yamarillo),sobre todo en su primera mitad. Durante su estancia en Chicagouno de los cursosque recibi fue "Psychologyof Social Attitudes yel trabajo que present, Counterattitudi-nal Performance, Attitude Change and Mass Persuasion Campaign, provoc en el profesor,que no era otrOque Milton Rosenberg, una reacci6n admirativa: Super, escribidebajo dela nota (A+ ).

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    A part ir de esta caracterizacin de i sndrome fatalista empieza adibujarse un a imagen estereotipada que suele atribuirse allat inoamericano por encima de distinciones nacionales o grupales, y qu e nos lo se maneja en otros pases de Norteamrica o Europa, sino queconsti tuye un esquema de referencia incorporado a las mismas pautas dei pensamiento cultural en los pases de Amrica latina. Ellat inoamericano perezoso, inconstante, irresponsable, juerguista y mu yreligioso. Sobre esta matriz estereotpica se dibujan diversos tipos:eI oligarca, cosmopoli ta y derrochador, hijo de pap o pariente dealgn dictador; eI militar golpista, medio populista y medio gori la ,sobornable en todo menos en su machismo, visceral y de principio; elindgena vago y simplista, de apariencia obsequiosamente sumisa,pero doblado, rencoroso y vengativo.

    Ahora bien, es importante distinguir eI fatalismo en cuanto actitud ante la vida de la s personas dei fatalismo en cuanto estereotiposocial atr ibuido a lo s latinoamericanos, incluso.cuando eI estereotipose lo apliquen a s mismos lo s propios lat inoamericanos. En otraspalabras, habr que examinar si eI fatal ismo corresponde a un a actitu d real de lo s lat inoamericanos o si ms bien consti tuye un a caracterizacin que se le s atr ibuye y que, de esa manera, t iene un impactosobre su existencia, aunque su comportamiento real no correspondaa es a caracterizacin H

    Estudios sobre el fatalismo latinoamericano

    A pesar de lo extendido de i estereotipo sobre eI fatalismo latinoamericano, no existen muchos estudios empricos que enfoquen este temadirectamente. La mayor parte de los anlisis encontrados constituyenreflexiones tericas sobre la naturaleza de i fatalismo, co n frecuenciaconsiderado como un rasgo ms dei carcter latinoamericano o deIcarcter particular de lo s habitantes de alguno de los pases latinoamericanos. En otros casos, el fatalismo es asumido como un puntode partida, como un dato cuya evidencia vueIve innecesario su exame n o su verificacin emprica. De ah que lo s estudios sobre eIfatalismo no slo sean sorprendentemente pocos, sino qu e la mayora apenas enfoca eI tema en forma indirecta, aI t ratar algunos de lo sproblemas de lo s sectores populares y marginados. Podemos espigaralgunos de estos estudios ms significativos.

    8. EI problema que suscita Martn-Bar es eI de si el fatalismo forma parte de laidentidad nacional dei lat inoamericano o se t rata simplemente de un estereotipo que se leaplica de manera automtica. En apartados precedentes (ver nota 6) y subsiguientes de estemismo captulo (ver nota 15), ya lo largo dei siguiente podemos encontrar algunas pautaspara dirimir esta cuestin.

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    En Sus t rabajos antropolgicos, construidos co n la s pr o pias palabras de las personas entrevistadas, Oscar Lewis ha logrado transmitir la s formas caractersticas de pensar, sentir y actuar de lo s sectores populares mexicanos (Lewis, 1961), puertorriquenos (Lewis,1965) y cubanos (Lewis, Lewis y Rigdon , 1977a, 1977b, 1978).Muchas de la s hiptesis sobre la textura mental dei machism0

    9ha n

    surgido o han encontrado su confirmacin en lo s relatos de Lewis.Asimismo, en esas narraciones autobiogrficas aparecen algunos delo s rasgos caractersticos dei fatalismo: un a creencia ms o menosexplcita en la irremisibilidad dei dest ino de la s personas, la resignacin frente a lo inevitable, la pasividad y eI presentismo comoformas de adaptarse a las exigencias sobre la propia vida. Resultaparticularmente interesante observar la diferencia de este t ipo deesquemas mentales en lo s cubanos antes y despus de i t r iunfo de larevolucin.

    Desde un punto de vista sociolgico, el fatalismo tiende a aparecer en los resultados de casi todas la s encuestas sobre la s actitudes yopiniones de los sectores populares lat inoamericanos. Podemo s toma r como ejemplo un estudio realizado po r Reinaldo Antonio Tfelen 1972 co n 45 0 jefes de famlias de lo s barrios marginales de Managu a (TfeI, 1972) . El 79,7% de lo s entrevistados se mostr de acuerdo co n que hacer planes slo t rae la nfeIicidad porque es difcil

    llevarlos a cabo (inutilidad de toda planificacin); eI 66,8% aceptaba que uno debe preocuparse de las cosas de ho y y dejar las demanana para manana (presentismo); f inalmente, eI93% consideraba que eI secreto de la feIicidad est en no esperar mucho de la vida,y en estar contento con lo qu e le toca a uno (conformismo, resigna-cin) (TfeI, 1972 , 118-119) .

    Uno de los primeros anlisis psico-sociales que toca eI t ema de ifatalismo lat inoamericano es eI estudio desarrollado p or ErichFromm y MichaeI Maccoby entre 1957 y 1963 en un pequeno pueblo mexicano de 16 2 familias, uti l izando la tipologa de Fromm sobr e eI carcter social (Fromm 1969a, 1969b). Segn Fromm y Maccoby (1970, 60), los aldeanos estudiados son envidiosos, suspicacesde lo s motivos mutuos, pesimistas en cuanto aI futuro y fatalistas.Muchos se muestran sumisos e insatisfechos de eIlos mismos aunqueson capaces de rebelarse y de iniciar la revolucin. Se sienten inferiores a lo s citadinos, ms estpidos y menos educados. Existe unsentimiento abrumador de impotencia para influir a la naturaleza oa la mquina industrial qu e le s domina. Aparecen, pues, en estos

    9. Sobre eI t ratamiento que Martn-Bar hace dei machismo, ver nota 7 dei prximo

    captulo.

    (fi)

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    campesinos los rasgos tpicos dei fatalismo: eI pesimismo hacia eIfuturo, la sumisin y la impotencia frente ai mundo y la sociedad.Por supuesto, estos rasgos no so n absolutos, ya que, po r ejemplo, semezclan co n semillas de rebelda. Es importante, con todo, indicarqu e la tendencia a rebelarse no constituye de po r s un a negacin deifatalismo sino que puede constituir incluso su confirmacin: eI fatalismo afirmado en eI da tras d a slo es puesto en cuestin mediantela rebelda violenta y circunstancial que, po r lo general, termina po rvolver ai cauce de la normalidad fata]".

    A travs de un cuestionario original sobre la filosofa de la viday otros instrumentos de medicin, Rogelio Daz-Guerrero (1973,1975) ha podido concluir que, a diferencia de la sociedad anglosajona , la sociedad mexicana t iende a reforzar patrones de adaptacinde carcter pasivo y conformista. Entre ocho t ipos de mexicanoscaractersticos, Daz-Guerrero (1985) considera qu e el tipo pasivo,obediente, afiliativo sera eI ms comn. Este tipo no cabe identificarlo co n eI fatalista que hemos descrito, pero mostrada algunos desus rasgos, sobre todo su conformismo y sumisin frente aI ordensocial establecido. Los rasgos fatalistas estaran, po r tanto, vinculado s a las condiciones econmicas, polticas y culturales de cada sis-tema social. Estudios ms recientes comparando poblaciones equivalentes de mexicanos en Estados Unidos y Mxico confirman esta

    relacin entre medio social y fatalismo. Catherine E. Ross, JohnMirowsky y William C. Cockerham (1983), po r ejemplo, compararon un grupo de 33 0 residentes de El Paso (Estados Unidos) co n13 8 residentes de Jurez (Mxico), co n edades comprendidas entrelo s 18 y lo s 65 afios, y encontraron qu e los mexicanos de sectoressocio-econmicos ms bajos eran m s fatalistas qu e los de sectoresms altos, y qu e lo s mexicanos en conjunto'eran m s fatalistas qu elo s norteamericanos.

    Lo s estudios sobre la imagen que los diversos grupos socialest ienen de s mismos so n sin duda los que mejor permiten apreciar lapresencia del esquema fatalista. Estos estudios ha n sido realizadossobre todo en Venezuela, impulsados po r eI trabajo pionero de JosMiguel Sal azar. Como en esta obra se les dedica un captulo entero lO ,apenas aludiremos brevemente a ellos. En la imagen qu e eI venezolano t iene de s mismo aparecen co n insistencia rasgos como la floje-ra, la pasividad, la irresponsabilidad, eI pesimismo y la ausencia de

    10. EI captulo que Jos Miguel Salazar escribi lIeva por ttulo .Ellatinoamercanismo como una idea poltica, y est includo dentro de la Seccin . Identidad, alenacin yconciencia., en la misma en la que se incluyen los dos captulos de Martn-Bar que hemosseleccionado para este libra_

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    EL L AT I N O I N D O L E N T E

    sentido histrico (Salazar 1970; Santoro, 1975; Salazar y Marn,1975; Salazar y Rodrguez 1982; Montero, 1984). Los estudiosmuestran que la autoimagen de i venezolano no es rgida ni uniforme en toda la poblacin y qu e est mu y relacionada co n las condiciones socio-econmicas propias de cada grupo; con todo, confirma n qu e un o de los elementos ms constantes en la imagen qu e eIvenezolano tiene de s mismo es eI verse en un marco de pasividadconnatural frente a la realidad.

    Cabe preguntarse en qu medida lo s estudios empricos existentes confirman la validez dei sndrome fatalista lat inoamericano. Co nla provisionalidad qu e exige un a revisin de estudios incompleta y enbase a la extrapolacin de lo s resultados de esos estudios, se puedenproponer tres conclusiones tentativas:

    1. Aunque no hay estudios que confirmen la presencia de todosy cada uno de los rasgos que configuran eI sndrome fatalista talcomo lo hemos presentado, lo s estudios disponibles compruebanqu e diversos sectores de la poblacin latinoamericana mantienenun a actitud fatalista frente a la vida, cuya importancia vara segnla s circunstancias histricas y sociales;

    2. Varios de los principales rasgos dei estereotipo sobre eI latinoamericano fatalista se encuentran en la imagen que diversos grupo s sociales asignan a los nacionales de su s propios pases e inclusode todos los pases latinoamericanos;

    3. La acti tud fatalista tiende a observarse sobre todo en lo ssectores socio-econmicos bajosll, en lo s campesinos y marginados; es decir, en los sectores populares mayoritarios de lo s paseslatinoamericanos, mientras qu e el estereotipo sobre el fatalismo lat inoamericano se encuentra no slo en esos sectores, sino tambinen otros grupos.

    11. La relacin entre fatalismo y cultura de la pobreza no se le escap a Martn-Bar;de hecho, es objeto de un ' apartado en este mismo captulo, y har acto de presencia enSistema, grupo y poder dentro dei epgrafe La reproduccin dei orden social. (pp. 84-87),un mecanismo ai qu e concede Una gran relevancia en la mayora de los temas de los que seocupa. Co n esta idea lo que pretende es salir ai paso dei .presenrismo. ahistoricista quetransita con toda locuacidad en la literatura psicolgica. Ya lo hemos visto en el captuloanterior ai defender eI carcter como algo que apunta a una estructura disposicional msamplia . Lo volver a repetir de mil maneras y aduciendo mil ejemplos: .E n Ley y orden enla vida dei mesn (Estudios Centroamericanos, 1978, 360, 803-827) lo explica en lossiguiemes trminos: De hecho, las normas ms importantes que determinan la vida deimesn no surgen de la interaccin espontnea dei grupo. La tesis comnmente aceptada enPsicologia social de que cada grupo, ai formarse como tal, se da sus propias normas, estotalmente falsa aqu. Las normas de dominacin vienen impuestas por la mesonera, nocomo persona, sino como personificacin dei poder que recibe de la esrructura social msamplia, econmica y poltica .. (p. 824). Es la hiptesis que subyace a La socializacin poltica: dos temas crticos. (Boletn de Psicologa, 19, 1986,5-20), y volver a aparecer a lahora de hablar, criticamente, de los grupos primarios en Sistema, grupo y poder.

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    LA PSICOLOGIZACIN" DEL FATALISMO

    Analizado en fro, el fatalismo constituye un a visin de la vida mu ycontraproducente, ya qu e tiende a bloquear todo esfuerzo po r el progreso ye l cambio, personal y social.En otras palabras, el fatalismo esun a de esas profecas qu e se cumplen po r s mismas (self-fulfllingprophecy), ya que provoca aquello mismo qu e postula: la imposibilidad de alterar el rumbo de la propia existencia o de controlar las

    circunstancias qu e determinan la vida real de cada cual. Po r ello ha yqu e preguntarse cmo surge el fatalismo. ~ Aqu se debe qu e las personas y, sobre todo, los grupos asuman un a actitud fatalista frente ala vida?

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    conductas desmesuradas e irresponsables, y e) eI indgena, po r logeneral aislado, pasivo, fatalista e inclinado a lo mgico. De acuerdocon Durn, estas cinco tipos de carcter social coexistiran simultneamente en cada un a de las naciones dei continente latinoamericano.

    Este enfoque sobre eI fatalismo adolece de los mismos problema s qu e eI planteamiento de DESAL sobre el subdesarrollo de lo spases lat inoamericanos (Sotelo, 1975; Martn-Bar, 1989a, 156164)13. Se atribuye a la herencia colonial eI que amplias sectores de

    la poblacin lat inoamericana se encuentren todava marginadosdeI mundo moderno, capitalista y anglosajn. La superposicin dela cultura hispana y las culturas indgenas estara en la raz de ladesintegracin cultural y normativa de la personalidad dei marginado , quien carecera de aquellas actitudes necesarias para enfrentaradecuadamente las exigencias de un a sociedad moderna. La dicotom a social sera producida po r esta deficiencia psico-social de lo ssectores marginados, sumisos, presentistas y recelosos de todo cambio: lo psquico sera el fundamento de la estructuracin social y noviceversa. Qu e las personas se incorporen o no ai sistema establecido dependera, po r tanto, de sus rasgos caracterolgicos, no de lanaturaleza dei sistema social.

    Una forma m s sutil de atribuir eI fatalismo ai carcter o a lapersonalidad de lo s individuas se encuentra en quienes lo vinculan

    con una baja motivacin de logro. Decir, po r ejemplo, qu e el obreroo el campesino latinoamericanos, a diferencia de lo s norteamericanos, no progresan porque carecen de esa ambicin y empuje, es un aforma aparentemente m s tcnica, pera no por ello menos psicologista, de cargar a la vctima co n la culpa de su situacin.

    13. La ci ta original (1984) corresponde a la edicin mimeo que Martn-Bar fuehaciendo de lo que posteriormente iba a constituir su Sistema, grupo y poder donde, EImodelo de desintegracin psico-soca! aparece entre las pginas 69-71, en unos trminosprcticamente idnticos a los de 1984. En adelante, citaremos slo e1libro de 1989. La ideade este segundo volumen la lIevaba madurando desde la publicacin de Acci6n e ideologfa.En sucesivas cartas remitidas ai editor de este l ibro, Martn-8ar va dando cuenta dei estadode la cuestin: Acabo de sacar un par de capitulillos, en su primera versin, sobre eI segundo volumen para mi texto de Psicologia social. Te envo una copia en cuanto pueda. Cualquier crtica o comentario ser recibida con gozo (carta fechada en San Salvador el da 24de agosto de 1984). Un par de afios ms tarde se hace ecO de la necesidad de dar por

    terminado eI l ibro: Tengo ya la comezn por sacar eI segundo volumen de La Psicologiasocial desde Centroamrica qu e incluira los captulos que t ya conoces sobre sistema, poder y grupos (carta fechada en San Salvador el 26 de diciembre de 1986). En 1988 ya seapunta la inminenca de la publicacin: Yo, no s cmo, he logrado terminar un captuloque me faltaba para cerrar un segundo tomo de Accin e ideologfa (que ir con otro nombre,claro). Por supuesto, el plan original er a mucho ms ambicioso; pero "el princpio de realidad" impone sus condiciones. Ahora tengo que revisar los primeros captulos, qu e datan de1984 (t los conoces), hacer resmenes, algunas correcciones y enviarlo tambin a la imprenta (carta fechada en San Salvador el 7 de septiembre de 1988). Ver tambin nota 21 deicaptulo .E l papel desenmascarador dei psiclogo.

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    Sin embargo, la experiencia de las poblaciones marginadas muestr a palmariamente lo falso de esta tesis. N o es voluntad, ni deseo, niempuje, ni siquiera flexibilidad lo que falta a muchos marginados.En una serie de estudios sobre las actitudes hacia eI trabajo, L. Goodwi n (1972) encontr que no haba diferencia entre la tica deI trabajo o las aspiraciones vitales de las personas pobres y de las persona s no pobres. Para eI caso de i pueblo salvadoreno, su laboriosidady tesn so n ta n reconocidos qu e se ha hecho de esas virtudes unestereotipo folklrico. La guerra entre EI Salvador y Honduras en1969 estuvo mu y relacionada con eI progreso y poder socioeconmico que los emigrantes salvadorenos haban logrado en t ierra hondurena. Po r el contrario, en el interior dei pas, tan pequeno o nuloes eI progreso que logra eI marginado que se esfuerza como eI qu e seabandona ai destino, sin qu e aparezca correlacin alguna entreempuje y logro. Quiz para explicar y au n justificar esta falta deprogreso, el estereotipo folklrico dei salvadoreno anade su cuali

    . da d de guanaco, es decir, de pjaro simpln y enganable. El qu esectores cada vez ms amplios de ls mayoras latinoamericanas noconsigan integrarse aI sistema dominante y ni siquiera disfrutende sus beneficios mnimos, no es po r falta de esfuerzo o po r un ainsuficiente motivacin; cuando menos, no siempre o necesariamente es po r eso, sino qu e eI sistema social mismo est planteado entales trminos estructurales qu e no puede satisfacer las necesidadesfundamentales de esa poblacin mayoritaria. La paradoja estriba enqu e estas mayoras marginales s se encuentran integradas ai sistema, pero en cuanto marginadas, y ello no porque tengan o dejen detener lo s valores y la s actitudes requeridas, no porque estn motivada s o no para lograr grandes cosas en su vida, sino porque carecende oportunidades sociales mnimas o de poder para lograrIas.

    La cultura de la pobreza

    Un a versin diferente de i fatalismo latinoamericano atribuye este sndrome al desarrollo de unas pautas culturales necesarias en un momento para lograr la supervivencia, pero que al reproducirse t iendena perpetuar aquellas mismas condiciones qu e las producen, generan

    do un crculo vicioso. Se trata de la l lamada cultura de la pobreza.EI trmino fu e acunado por Oscar Lewis (1959) e inmediata

    mente fue asumido po r los cientficos sociales, ya qu e reflejaba a laperfeccin eI hecho de qu e los pobres vivan en un mundo diferente, co n su s propias normas y valores, sus comportamientos y hbitos caractersticos. Segn Lewis (1969), la familia de esta subcultura se caracteriza p or las uniones libres, eI matricentrismo, la

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    ausencia de infancia como un periodo prolongado bajo proteccin,la frecuencia dei abandono paterno, una fuerte predisposicin haciaeI autoritarismo y eI nfasis verbal en la solidaridad familiar. Lo sindividuos se caracterizan po r fuertes sentimientos de marginalidad,impotencia, dependencia e inferioridad; carecen de un adecuadocontrol sobre su s impulsos, tienen un a fuerte orientacin presentista, so n resignados, fatalistas, provincianos y no t ienen un a mnimaconciencia de clase. De acuerdo co n Lewis, lo qu e hace de estosrasgos un a subcultura no es su simple presencia aislada, sino su conjuncin funcional. De ah que, probablemente, los perfiles de lasubcultura de la pobreza diferirn de forma sistemtica de acuerdo alas diferencias de lo s contextos de la cultura nacional de la qu e forme n parte (Lewis, 1959 , 193).

    La cultura de la pobreza es algo ms qu e la pobreza; es un estilode vida 14 qu e florece en u n determinado contexto social. De hecho,Ia cultura de la pobreza constituye tanto una adaptacin como unareaccin de lo s pobres hacia su posicin marginal en un a sociedadestratificada en clases, mu y individualista y capitalista. Representaun esfuerzo para manejar lo s sentimientos de impotencia y desesperacin qu e se desarroIlan ante la comprobacin de qu e es improbable tener xito siguiendo los valores y fines de la sociedad ms amplia (Lewis, 1969, 188). Po r consiguiente, el fatalismo seda un a

    forma adaptativa: plegarse a las fuerzas dominantes, dejarse llevarhacia donde imponen lo s poderes establecidos constitui d a la nicaforma de supervivencia asequible a la gran mayora de personas delos sectores marginados de Ias sociedades latinoamericanas. La inevitabilidad histrica se hace ms aceptable cuando se percibe comodestino natural; la necesidad se convierte en virtud, y hasta se le sacadulzura aI fatdico limn de la vida.

    Aunque la cultura de Ia pobreza surge como un mecanismo adaptativo frente a las condiciones de marginacin, un a vez establecidaseda m s difcil de eliminar qu e la misma pobreza y tenderia a perpetuarse a travs de lneas familiares. De esta forma, eI fatalismo seconvertida en una especie de profeca realizadora de lo que anuncia(self fulfilling prophecy), ya qu e llevara aI individuo a no hacer es-fuerzos para salir de su pobreza.

    Algunos psiclogos ha n identificado recientemente el proceso deadquisicin de la cultura de la pobreza co n el desarrollo de la impo

    14 . Gustavo Gutirrez, uno de los padres de la teologa de la l iberadn, corroboraesta misma idea en eI captulo .Pobres y opcin fundamental .. que escrbiera en 1990 paraMysterium Liberationis de Ellacura y Sobrino: A1 mismo dempo - -es importante recordarlo--, ser pobre es un modo de vivi r, de pensar, de amar, de orar, de creer y esperar, depasar eI tiempo libre, de luchar po r su vida .. (Gutirrez, 1990, 305).

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    tencia O desesperanza aprendida,) (Iearned helplessness) (Ardila,1979). Desde un a perspectiva algo distinta de corte psicoanaltico,Francisco Gonzlez Pineda (1971, 42) mantiene qu e la sumisin delindgena mexicano habda sido un a actitud extrema qu e le habra servido para evitar su destruccin. Santiago Ramrez (1971, 76), tambin en trminos psicoanalticos, afirma qu e ese indgena no se rebela ante la pobreza porque gracias a eIla ha podido conservar uncierto grado de independencia_ As, pues, parecera confirmarse qu e

    las ventajas secundarias obtenidas mediante el fatalismo t endedan aperpetuarIo como elemento cultural y rasgo psicolgico.Como en el caso dei carcter latinoamericano, la pretensin

    explicativa de la cultura de la pobreza para el sndrome fatalista incurre en una sutil psicologizacin. Se afirma que, un a vez establecido eIrasgo o el estilo de vida, adquiere un a autonoma funcional que lomantiene y reproduce. EI supuesto implcito es que, au n cuando evolucionen las condiciones sociales, el individuo mantendr su indolencia fatalista. En otras palabras, un a vez establecida la cultura de lapobreza, en ella radicar la causa dei fatalismo de la poblacin, independientemente de que las condiciones sociales cambien o no . EI fa-talismo echara su s races en eI psiquismo de las personas m s qu e eneI funcionamiento de las estructuras econmicas, polticas y sociales.

    Qu e en la poblacin marginallat inoamericana se encuentran lo srasgos de la cultura de Ia pobreza es un hecho; el problema estr iba ensi esos rasgos, un a vez establecidos, adquieren una autonoma funcionaL Ahora bien, lo s datos empricos disponibles no confirman laexistencia de una subcultura propiade lo s pobres que perpete susituacin como mecanismo funcionalmente autnomo respecto ai sis-tema social global. As, po r ejemplo, en un estudio realizado con norteamericanos pobres de raza negra, Coward, Feagin y Williams(1974) encontraron que lo s nicos aspectos de la cultura de la pobreza qu e su s datos confirmaban eran aquellos qu e podan considerarsecomo simples indicadores alternativos de la situacin de pobreza, yno como representaciones de un estilo propio de vida, de un a cultura , o como una orientacin psicolgica distinta a la del resto de lapoblacin. La misma evolucin observada po r Lewis en Cuba despus de la revolucin contradira la tesis de que la cultura de la pobreza perdura incluso cuando se producen cambios macrosocialesque tocan las races sistemticas de la pobreza.

    Si el sndrome fatalista sigue producindose en lo s sectores mayoritarios de los pueblos latinoamericanos, no es porque se reproduzca a travs de la s normas culturales y de un estilo de vida propiode lo s pobres e independiente de los cambios qu e se operan en elsistema social ms amplio; eI fatalismo constituye un a relacin de

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    sentido entre las personas y un mundo ai qu e encuentran cerrado eincontrolable; es decir, se trata de una actitud continuamente causa~ ~ reforzada po r el funcionamiento opresivo de la s estructurasm a c r ~ lnino de las favelas o champas marginales introyecta el fatalismo no tanto como una herencia paterna, cuanto comoel fruto de su propia experiencia frente a la sociedad: d a a da aprende qu e sus esfuerzos en la escue!a no sirven para nada o casi nada,qu e la calle recompensa mal su dedicacin laboral prematura comovendedor de peridicos, cuidador de carros o limpiabotas y que,po r tanto, es mejor no sonar ni trazarse metas qu e nunca podrnalcanzarse. La resignacin sumisa la aprende no tanto como fruto deun a transmsin de valores en un a subcultura cerrada, cuanto comoverificacin cotidiana de la inviabilidad o inutilidad de cualquieresfuerzo po r cambiar significativamente su propia realidad dentrode un medio que es parte de un sistema social opresivo. As como lamarginacin es generada po r un sistema socioeconmico excluyente de! que, po r tanto, los marginados forman parte en cuanto marginados, las actitudes y valores propios de la cultura de la pobrezaestn siendo continuamente causadas y reforzadas po r el funcionamiento normal de es e sistema social dei que lo s pobres so n miembros. Y aunque fuera cierto que, como afirma Lewis (1969, 197),es mucho m s difcil eliminar la cultura de la pobreza qu e la pobre

    za misma, ms difcil a n parece eliminar la cultura de la pobrezamientras se mantenga la pobreza y las estructuras socio-econmcasqu e la producen y perpetan.

    LA FUNCIONALlDAD POLTICA DEL FATALISMO

    La verdad dei fatalismo: imposibilidad dei cambio social

    As como ha y un elemento de falsedad en e! fatalismo, ha y otroelemento de verdad. Lo falso de i fatalismo estriba en atribuir la faltade progreso a un destino fatal determinado po r la naturaleza y au npo r eI mismo DioS15; lo verdadero de! fatalismo consiste en la verifi

    {5\ En una especie de dialctica voraz, parecida a aquella otra (en realidad es prcticam e ~ amisma) que alumbra cI pecado (ver nota 14 de lglesia y revolucin en EI Salva-dor) eI fatalismo alimenta y se nutre de la creencia en un orden natural (ver notas 4, 5 y 12deI captulo Del opio religioso a la fe libertadora), y suele contar con apoyos en las msacendradas y rancias creencias religiosas que acaban por justificar la dominacin social (Iadocilidad convertida en virtud, se dice ai final de este captulo; en la virtud de la resigna-cin), la condena de las ideas polticas, la reivindicacin de justicia y dignidad para la persona. Lo dir en este mismo captulo, aI final dei epgrafe EI carcter ideolgico dei fatalis-mo: habida cuenta de la importancia de la religin en los pueblos latinoamericanos, la

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    cacin de que resulta imposible a las mayodas populares latinoamericanas lograr un cambio de su situacin social mediante sus esfuerzos. EI fatalismo detecta acertadamente el sntoma, pero yerra en sudiagnstico.

    La historia de cualquier pueblo latinoamericano puede corrobora r ese ncleo de verdad de l fatalismo. EI nivel de vida de las mayoda s salvadorenas no es ho y mejor de lo qu e er a hace cincuenta, treinta o diez anos, a pesar de qu e el ingreso pe r cpita dei pas ha seguidoun a curva de ascenso. Y, si como dce lo que hemos llamado el es-tereotipo folklrico, el salvadoreno es ta n trabajador, ma l se puedeachacar a 'su carcter o a deficiencia de esfuerzos esta falta de progreso. En un estudio realizado en 1978 en un mesn de Sa n Salvador, es decir, en un a vivienda colectiva popular donde cada famliadispone de un a o do s habitaciones y comparte servicios co m unes, seobserv qu e lo s inquilinos aceptaban vivir en esas lamentables condiciones porque las consideraban transito rias y pensaban qu e pronto podran conseguir un a vivienda propia y ms digna (Herrera yMartn-Bar, 1978)16. Sin embargo, un buen nmero de ellos yaarrastraba esa situacin desde haca varios anos, y todo permitapredecir que la mayoda, si no todos lo s inquilinos, pasara el restode su vida en una vivienda as, quiz cambiando a otros mesonesequivalentes o levantando un a champa (choza) en alguna colonia

    marginaL Frente a lo qu e se pensara desde la perspectiva de la cultura de la pobreza, psicolgcamente casi todos los inquilinos delmesn aspiraban y au n confiaban en mejorar su situacin econmica y habitacional; er a el funcionamiento inexorable del sistema social dei que constituan un a parte marginal el qu e truncaba su s aspiraciones y suenos, mantenindoles en la misma situacin.

    Incluso polticamente, las mayoras salvadorenas han tratado deabrir el camino hacia un cambio social. Pero los esfuerzos polticosno ha n tenido mejor destino qu e los esfuerzos laborales. En 1932, unlevantamiento popular fue ahogado en sangre (Anderson, 1976). En1974, un amplio sector campesino acept participar en un proyectode Transformacin Agraria que el gobierno de turno le present

    confluencia entre fatalismo y creencias religiosas constituye uno de los elementos que mscontribuye a garantizar la establdad dei orden opresor. Algo hemos visto ya en eI captuloprevio, y volveremos sobre ello en eI captulo lglesia y revolucin en EI Salvador (nota 2),y sobre todo a lo largo dei capitulo Del opio religioso a la fe libertadora.

    16, Este estudio es un buen ejemplo de la critica ai individualismo que subyace a lapropuesta psicosocial de Martln-Bar: Lo que interesa no es tanto analizar casos indivi-duales cuanto examinar si eI mesn, como esrructura social, puede ofrecer una base, aImenos mnima, para el desarrollo de una comunidad humana. En otras palabras, no interesaeI individuo como tal, sino en cuanto es miembro de un "sistema" social, eI "sistema" deimesn (Herrera y Martln-Bar, 1978, 807).

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    como camino hacia el cambio social. EI proyecto no slo fu e cancelado do s meses despus de que fuera anunciado, sino qu e se reprimi a lo s campesinos involucrados cuando reclamaban su ejecucin;de esta forma pagaban co n su vida eI haber confiado en la palabragubernamental y haber osado buscar un cambio a su destino (ver Asus 6rdenes, 1976; Martn-Bar, 1977). Ms recientemente, en1980, eI gobierno salvadorefio inici un nuevo proyecto de Reforma Agraria '7 COn la voluntad expresa de quitar banderas a lo s movimientos revolucionarios y eliminar aIgunas de las condiciones

    sociales ms explosivas dei pas. Aunque eI programa ha continuado , ms que nada como una fachada requerida po r eI proyecto enmarcha de exterminar mili tarmente a lo s grupos revolucionarios,su s virtualidades ha n sido bloqueadas po r la falta de apoyo real yau n p or la misma Consti tucin pol t ica elaborada en 1982. De hecho, la s condiciones reales de los beneficiarios ha n seguido siendota n precarias y en ciertos casos m s qu e las dei resto dei campesinado salvadorefio (Diskin, 1985; Olano y Orellana, 1985).

    Se dira que, como pretende la teora de la dependencia J8 , lasituacin qu e se produce internacionalmente entre pases ricos ypases pobres se refleja ai interior de cada pas entre la s minorasricas o establecidas y las mayoras depauperadas y marginales. EIempobrecimiento creciente qu e hace impagable la deuda externaqu e tiene contrada la mayor parte de los pases latinoamericanosparece reproducirse en el empobrecimiento progresivo de los sectores mayoritarios de sus respectivos pueblos. Y as! como la impagabilidad de es a deuda es consecuencia de un ordenamiento econmicoy financiero internacional qu e favorece a lo s pases industrializados,la inmutabil idad de la situacin de las mayoras populares latinoamericanas es e1 resultado de unas estructuras sociales explotadorasy marginantes.

    Llegamos as a la consecuencia de que, aunque el fatalismo constituye un sndrome personal, representa un correlato psquico de

    17. La pOstura de la UCA sobre la reforma agrada fue precisamente uno de los motivos de desencuentro con los gobernantes. EI 29 de junio de 1976 la Asamblea Legislativaaprueba un tmido programa de reforma que es apoyado pblicamente po r los jesuitas en uneditorial de ECA (Estudios Centroamericanos). Pero ante la protesta de los terratenientes, eI

    presidente Molina retira la ley, lo que provoca un duro editorial de ECA, -A sus rdenes, micapital, en e! que se apunta directamente ai capitalismo agrario ms reaccionario como elresponsable de! fracaso. En los meses siguientes la UCA sufri media docena de atenradosCon bombas, algunos de ellos perpetrados po r el famoso escuadrn de la muerte "UninGuerrera Blanca. La reforma agraria OCupa precisamente la ltima parte de la Psicologadei campesino saluadoreno, el artculo en eI que, como se ha comentado, Martn-Bar seaproxima con decsn aI tema dei faralismo.

    18. Sobre las teodas desarrollistas y de la dependencia, ver notas 3 y 4 deI cap!tuloConscientizacin y currculos universitarios.

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    determinadas estructuras sociales. Reaparece as! la vieja tesis psicosocial que postula un a correlacin entre estructuras objetivas y subjetivas, .entre las exigencias de los regmenes sociales y lo s rasgoscaracterolgicos de los individuos. No hace falta suponer un a relacin mecnica de causa-efecto ni postular un a personalidad de base;se trata de verificar el hecho obvio de qu e el orden y funcionamientode cada rgimen social propicia unas actitudes mientras dificultaotras, premia ciertas formas de comportamiento mientras prohbe ycastiga otras.

    Aborabien, un o de los errores cometidos en la concepcin clsicasobre la relacin entre estructuras sociales y estructuras de la personalidad radica en el presupue sto implcito de que entre lo s sectores qu eforman un a sociedad ha y armona y unidad cultural, asuncin propiade la visin funcionalista de la sociedad, segn la cualla pertenencia

    'a un mismo sistema social implica un a comunidad de valores y normas. Si, po r el contrario, se comprueba qu e las sociedades latinoamericanas se basan en el dominio opresivo de unas dases sobre otras, cabeentonces esperar qu e las estructuras afecten de diversa manera a la spersonas segn su diferente incardinacin clasista. As como lo s tericos dei aprendizaje social ha n verificado qu e existen conductassexualmente tipificadas, es decir, a las qu e se responde de distintamanera si provienen de un hombre que si provienen de una mujer(Mischel, 1972), no es aventurado suponer qu e existen tambin esquemascomportamentalesdasistas, es decir, diferencialmente estimulados y reforzados en los miembros de una dase social o de otra.

    La consecuencia no po r obvia resulta menos importante: el fatalismo constituye un o de esos esquemas comportamentales qu e el orde n social prevalente en lo s pases latinoamericanos propicia yrefuerza en aquellos estratos de la poblacin a los qu e la racionalidaddeI orden establecido niega la satisfaccin de las necesidades msbsicas mientras posibilita la satisfaccin suntuaria de las minorasdominantes. A la praxis social sigue el conocimiento sobre la realida d 19 ; las dases sociales se apropian de su destino histrico y lo

    19. Es una buena muestra de la postura epistemolgica de Martln-Bar, perfectamente acorde con eI compromiso de caridad dei que hablbamos en la Introducci6n. EI conocimiento (Ias teorias psco-sociales) emanan ai calor de una realidad qu e en algunas latitudessangra por los cuatro costados y debe tener como objetivo (poscin axiolgica) intentarliberar a las personas de sus garras. La realidad nacional que con ramo nfasis ha definido eIquehacer de la UCA como instituci6n; la realidad como problema central, la realidad histrica de EI Salvador como la "gran asignatura, una realidad Caracterizada po r la injusticiaestruetural y la volencia institucionalizada, po r la dependenca internacional y po r la polarizacin social" (son palabras dei editorial de la revista Estudios Centroamericanos que, bajoel ttulo de "Veinticinco anos de compromiso universitario con la Iiberacin .. se public eneI n." 503 de 1990, pp. 705-729): de ahl a las teorias, y no ai revs.

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    interpretan ideolgicamente desde su perspectiva alienada. Po r eso,mientras las clases dominantes desarrollan un a alta motivacin delogro y alcanzan un control interno sobre los refuerzos, las clasesdominadas se muestran pasivas, asumiendo co n fatalismo qu e e l luga r donde se decide su destino est bajo control externo,,20.

    EI moldeamiento diferencial de lo s miembros de Ias clases dominantes y dominadas no es, po r supuesto, un proceso mecnico yuniforme, sino histrico; es decir, determinado por la especificidadde cada situacin y de cada circunstancia concreta. De ah que no sepueda esperar encontrar un fatalismo homogneo y total en todoslos grupos y personas de las clasesdominadas, sino qu e existen multitud de grados y modalidades de fatalismo. Po r es o es necesario preguntarse cul es la forma qu e en cada caso adquiere el fatalismo, ascorno los procesos especficos a travs de los cuales se ha conformado y transmitido y los comportamientos con los cuales se materializay acta. Corno muestran los estudios ya mencionados de Lewis, enalgunos casos sern las pautas de crianza y educacin lo s principalesmecanismos de socializacin fatalista; en otros, podr influir la obraeducativa de la escuela o de las iglesias;en otros muchos, sobre todopara el campesinado, que an constituye un porcentaje muy elevadode la poblacin latinoamericana, ser la experiencia laboral, la vivencia de las relaciones obrero-patronales en el campo el m s continu o semillero para el fatalismo. En todo caso, el fatalismo puedetransmitirse en varias y diversas circunstancias institucionales, ya qu e

    20 . Una de las singularidades de la propuesta psico-sodal de Martn-Bar es eI ampliotraramiento que hace de la clasesocial en eI captulo 3 (Lasestructuras sociales y suimpacropsicolgico)de Acci6n e ideologia. A lo largo de las 25 pginas que ocupa la realidad psico-social de las c/ases sociales (nota 8 dei captulo anterior) vuelven a hacer actO de presencialos mismos trminos empleados en el fatalismo: loindividual frente a lo situaconal y estructural, la necesidad de una perspectiva dialcrica y laviabilidad de una Psicologade claseconsistente en aquellasformas de pensar, sentir, querer y actuar propias de los individuasque pertenecen a lasdiversas clases sociales histricas(Martn-Bar, 1983, 101). Trminosntidamente durkheimianos con claras resonancias marxianas, como cuando cn Haca unaPsicologade la liberacin dice que ~ t o d o sestamos condicionados por nuestros interesesde clase que parcializannuestro conocimiento, o cuando en el captulo Conscientizaciny currculos universitarios resalta cmo Ia diferenciacin clasista penetra hasta lo msprofundo de las estructuras psico-socialesmediante la transmisin e imposicin de unosmodelos socialesde estricto COrte c1asista.Es en este contexto en eI que hace su aparicinla alienacin(enajenacin) que, en eI caso dei oprimido (ver la tipologa de clase de Freiremencionada por Mardn-Bar), guarda un correlato muy estrecho co n eI fatalismo. EnSiste-ma, grupo y poder va un poco ms ali: laguerra civil que azota a EI Salvador es la manifestacin de una lucha de c1ases:La experiencia que se vive en EISalvador desde 1980 de unaguerra civil de corte estricramente c1asista mueSlralo problemtico de la relacin entreconciencia gremial y conciena de c1ase. Objetivamente hab!ando, si en algn sitio deberaaparecer claro que los problemas que enfrenta0 los trabajadores, obreros y campesinos,remiten fundamentalmente a un conflicro de clases, esen EI S a l v a d o r ~(Martn-Bar, 1989,333). Y sobre la lucha de c1asesvolver brevemente cn el ltimo captulo, en el subepgrafeLa definicin de los problemas.

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    es la propia estructuracin social de los pases latinoamericanos eldeterminante lt imo de la fatalidad de hecho, ai condenar de antemano ai fracaso los esfuerzos de superacin qu e puedan realizar laspersonas. As, lo s miembros de las dases dominadas irn aprendiendo cul es su sitioen la sociedad corno pobres, ignorantes, campesinos o indgenas.

    El fatalismo como interiorizacin de la dominacin social

    La realidad estructural de una sociedad no es un dato natural sinohistrico, cuya construccin y funcionamiento involucra laintersubjetividad de lo s grupos y personas qu e forman esa sociedad.Po r ello, la ideologa no es un a simple superestructura que se afiada alas sociedades ya constituidas, sino qu e representa un importante elemento en la configuracin social. Ciertamente no son determinadasconcepciones las qu e causan en ltima instancia los procesos de dominacin, sino el poder adquirido en las relaciones socialesmediantela apropiacin de los recursos ms necesarios para la vida humana loque permite a un grupo imponer su voluntad e intereses a lo s dems.Sin embargo, esta dominacin no logra su estabilzacin mientras noencuentra acogida en el mismo psiquismo de las personas, mientrasno se vuelve concepcin de la vida y, lo qu e es ms, sentido comn.La colonizacin social slo logra echar races cuando se articula ideolgicamente en la mentalidad de las personas y grupos, quedando asjustificada co n el sello de lo que aparece corno un a realidad no histrica sino natural. Parte importante de esta colonizacin ideolgica laconstituye eI mito dei nativo perezoso (Alatas,1977).

    Frantz Fanon, quien acompafio corno psiquiatra los procesos deliberacin dei pueblo argelino, pudo captar los niveles de profundida d alcanzados po r la colonizacin en la misma estructura somatopsquica del colonizado. La violencia impu esta p or eI colonizador esintroyectada po r el colonizado, quedando anelada en su musculatura corno un a tensin reprimida y en su mente corno un a culpabilida d asumida. El colonizado vive su sometimiento corno un estadode inhibicin qu e le lleva corno compensacin psquica a sofiar co nsuefiosmusculares, suefios de accin, suefios agresivos (Fanon,

    1972, 45), o a explosiones peridicas de violencia frente a sus iguales. Su culpabilidad no es un a culpabilidad asumida, es m s bienun a especie de maldicin, un a espada de Damodes (Fanon, 1972,46 ) qu e continuamente pende sobre su cabeza y bloquea su s impulso s liberadores.

    Lo s anlisisde Fanon muestran por un lado la penetracin de ladominacin en el propio dominado, pero muestran tambin qu e el

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    mantenimiento de este domnio introyectado requiere eI ejercIclOexterno dei poder dominante. La negacin de su misma realidadcomo persona impide, en lt ima instancia, qu e el colonizado asumatotalmente las estructuras colonizadoras. Si n embargo, mientras notome conciencia refleja de la contrad ccn presente en su existencia,la inhibicin corporal y laculpabil idad psquica mantendrn su comportamiento dentro dei mbito de lo exigido po r eI orden colonia.!.

    Las relaciones socales estn de ta l manera estructuradas en lo spases latinoamericanos que despojan a la mayora de la poblacin de

    los recursos mnimos indispensables para configurar y dirigir su vida.La propiedad privada como uno de lo s principios mximos de la convivencia consagra eI despojo permanente de las mayoras que no encuentran posibilidad real de controlar su propio destino. El lugar denacimiento se convierte as en lugar de destino. EI fatalismo es, po relIo, un a realdad social, externa y objetiva antes de convert rse enuna actitud personal, interna y subjetiva 21 Las c1ases dominadas notienen posibilidad real de controlar su propio futuro, de definir elhorizonte de su existenda y moldear su vida de acuerdo a es a definicin. Mediante eI fatalismo adquiere sentido, po r deplorable qu e sea,la inevitabilidad de unas condiciones que no abren ms al ternativa ala vida de las personas que la de someterse a su destino.

    Paulo Freire (1970) ha mostrado eI papei que desempena eI fa-talismo Corno parte de la ideologa dei oprimido. EI oprimido se encuentra inmerso en un a realidad de despojo e impotencia qu e se lepresenta como un a situacin Imite que no puede superar. En esascondiciones, aI no lograr captar las races de su estado, su concienciase acoge a la actitud fatalista, transformando la historia en naturaleza. M s an, frente a este destino fatal, eI oprimido interpreta su impotencia como la prueba de que l mismo carece de valor personal,en contraste co n la figura poderosa del opresor a quien todo parecesede posible; de ah qu e el oprimido experimente un a atraccin irresistible hacia eI opresor, quien se convierte en su modelo de identificacin, y ante cuyos imperativos rnuestra un a casi total docilidad.I?e este modo, no slo la historia queda consagrada como destino,s ~ n oqu e .quedan aseguradas las vas para su reproduccin y pervivenCla: medIante su actitud fatalista y su comportamiento sumiso eI opri

    21. Una afirmacin en la que confluyen Durkheim y Vygotski. La primera parte (larealidad, externalidad y objetividad) nos lIeva aI Durkheim de! hecho social". mientras quela traduccin posterior en una actirud persnal, interna y subjetiva no s conduce a la Ieygentica dei desarrollo cultural .. dei ruso. ~ N oes, acaso, eI fatalismo una suerte de represenracin colcctiva, en cl sentido ms durkheimiano dei trmino, qu e sirve de envolrura a losprocesos psicolgicos superiores? (sobre la nocin de rcpresenracin colectiva cn Vygotskiver eI capitulo 4 dellibro de Alex Kozulin lA Psicologia de Vygotski. Madrid: Alianza, 1994 l.

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    mido contribuye a mantener las condiciones de opresin. La expresin uno de pobre co n qu e el campesino o eI marginado salvadorenos.solan hasta hace poco dar razn de su situacin o justificar lomoderado de sus aspiraciones vitales pone de manifiesto esta naturalizacin qu e viabiliza aI mismo sistema dei qu e surge.

    El carcter ideolgico deI fatalismo

    Si co n eI fatalismo las personas de las dases oprimidas encuentran

    un sentido a su vida, ello mismo constituye un valioso instrumentoideolgico para la s dases dominantes. La aceptacin ideolgica deifatalismo supone un a aceptacin prctica dei orden social opresivo.EI fatalismo constituye un poderoso aliado dei sistema establecidoen po r lo menos dos aspectos cruciales: a) aI justificar una posturade conformismo y sumisin hacia las condiciones sociales qu e a cadacual se le imponen comO si se t ratara de un determinismo de la naturaleza, le ahorra a las dases dominantes la necesidad de recurrir a lo smecanismos de coercin represiva, facilitando as el dominio social;b) aI inducir a un comportamiento dcil frente a las exigencias dequienes tienen eI poder, contribuye a reforzar y reproducir eI ordenexistente. As, facilitando la opresin y reproduciendo las condiciones de domnio social, eI fatalismo de las mayoras populares canalizalos intereses de las dases dominantes; es decir, articula en su propiopsiquismo lo s intereses qu e les mantienen enajenados y bloquean suhumanizacin.

    EI fatalismo supone la mitificacin de las fuerzas histricas comonaturaleza O como Dios. Como sefiala Freire (1970, 63), dentro delmundo mgico o mtico en qu e se encuentra la conciencia oprimida,sobre todo la campesina, casi inmersa en la naturaleza, encuentra eneI sufrirniento, producto de la explotacin de que es objeto, la volunta d de Dios, como si l fuese el creador de este desorden organizado. La alienacin de la conciencia en el fatalismo se perpeta mediante la referencia a smbolos absolutos, inalcanzables e inmutables,qu e incluso entrana la manipulacin ideolgica de la simbologa cristiana. Quizs ah radique, al menos en parte, la clave dei xito quetienen actualmente entre los sectores oprimidos centroamericanos lassectas fundamentalistas. Convencidos

    un avez m s de la inmutabili

    da d de su destino, atemorizados po r las consecuencias que arrastranlos intentos histricos po r cambiar esa condicin, muchos encuentran sentido en las creencias milenaristas, consuelo en sus liturgiascatrticas, t ranquil idad en su pietismo individualista. EI milenarismocuasi-cristiano de estas sectas remite a Dios la salvacin inmediatadei mundo, sin qu e al hombre le quepa ms papei que el de rogar po r

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    la pronta realzacin de este ltimo desgnio divino. El destino fatalqu e confronta la pr o pia existencia es asumido po r la accin, quiz nomenos fatal,co n qu e Dios pondr trmino a la sociedad humana. Loimportante, po r lo tanto, no es cambiar eI orden social; lo importan-te es preparar aI individuo para recibir la salvacin de Dios.

    Dada la religiosidad de los pueblos latinoamericanos, la con-fluencia de fatalismo y creencias religiosas constituye un o de los ele-mentos que ms contribuye a garantizar la estabilidad de i ordenopresor. Cuando la definicin de i propio destino se asume casicomoun artculo de fe, la sumisin frente a las condiciones de la vida seinterpreta como obediencia a la voluntad de Dios y la docilidad so -cial se convierte en un a virtud religiosa, todo aquello que podraafectar lo s ncleos fundamentales deI ordenamiento social es ex -cluido como objeto de cambio. De este modo, el fatalismo propor-ciona a las clasesdominantes una eficaz punta de lanza para la de -fensa de sus intereses de elase.

    LA RUPTURA DEL FATALISMO

    Segn Fanon (1972, 46), la dominacin psicolgica dei colonizadonunca es completa: e n lo ms profundo de s mismo, el colonizadono reconoce ninguna instancia. Est dominado, pero no domestica-do . Est inferiorizado, pero no convencido de su inferioridad. Laculpabilidad qu e pende sobre l como espada de Damocles est listapara volver su filo contra eI colonizador; y la violencia fsica,aneladaen su musculatura, est presta a organizarse y desplegarse como vio-lencia liberadora. La semilla de la rebelda, del rechazo a un destinoinjusto, no necesita se r sembrada; se encuentra ya en el esprtu deicolonizado y slo requiere encontrar un a circunstancia propicia parabrotar.

    Esta observacin de Fanon lleva a pensar que la acti tud fatalistano es cuestin de todo o nada, sino qu e se presenta en diversos gra-do s y con multi tud de matices. La creencia en la fatalidad inmutablede i propio destino se mantiene siempre sobre el elaroscuro dei domi-nio que de hecho t iene cada persona de su propia existencia. Por eso

    cabe hipotetizar que cuanto mayor sea el control qu e ejercen dehecho las personas y lo s grupos sobre su realidad presente, menorser su conviccin fatalista, aun cuando sigan utilizando eI mismoesquema para explicar el desarrollo de su vida. Y es que, en ltimainstancia, la raz dei fatalismo no est en la rigidez mental de laspersonas, sino en la inmutabilidad de las condiciones sociales frentea las qu e las personas y grupos existen y se forman.

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    La eliminacin deI fatalismo no puede, entonces, plantearsecomo una cuestin alternativa de cambiar aI individuo O cambiar su scondiciones sociales; de lo que se trata es de cambiar la relacinentre la persona y su mundo, lo que supone tanto un cambio perso-na l como un cambio social. Para qu e las mayoras latinoamericanaspuedan eliminar su fatalismo no slo hace falta que modifiquen suscreencias sobre el carcter dei mundo y de la vida, sino que tenganun a experiencia real de modificacin de su mundo y determinacinde su propio futuro. Se trata de un proceso dialctico en eI qu e elcambio de las condiciones sociales y eI cambio de las actitudes per-sonales se posibilitan mutuamente.

    De hecho lo s acontecimientos que se han desarrollado en El Sal-vador desde la dcada de lo s setenta y qu e han adquirido particularvirulencia en la guerra civil qu e se vivedesde 1981, han permitido auna buena parte de la poblacin romper co n lo s esquemas fatalistastradicionales. Si todava hay sectores campesinos qu e prefieren so -meterse a un a situacin de explotacin opresiva, no es tanto porqueen ello vean su destino fatal o la voluntad de Dios, cuanto porquetemen (iy co n razn!) las consecuencias qu e les puede ocasionar elrechazo a esas condiciones, temen ser tildados de subversivos, osimplemente porque no ve n alternativas realistas mejores. Pero laexpresin uno de pobre co n que tradicionalmente mostraban susumisin fatalista ha desaparecido hoy de su vocabulario y, mu yprobablemente, tambin de su psiquismo.

    El proceso dialctico po r eI qu e las mayoras latinoamericanaspodrn eliminar su acti tud fatalista involucra tres importantes cam-bios: a) la recuperacin de su memoria histrica; b} la organizacinpopular, y c} la prctica de clase.

    1. EI primer elemento para la eliminacin dei fatalismo lo cons-tituye la superan deI presentismo, no s lo abriendo la mente aIfutm:o, sino tambin recuperando la memoria dei pasado, personal ycolecdvo. Slo en la medida en que las personas y grupos adquieranconciencia sobre sus races histricas, sobre todos aquellos hechos ycondiciones qu e ha n configurado su realidad, podrn situarse en un aperspectiva adecuada para evaluar su propia identidad. Saber quinse es supone saber de dnde se viene y de quin o qu se depende.

    N ohay verdadero conocimiento de

    smismo que no se a

    unrecono-

    cimiento de lo s propios orgenes, de la propia identidad comunita-ria, de la propia historia. Lo s pueblos lat inoamericanos necesitanuna clara memoria histrica para rastrear los dinamismos de su his-toria, para saber dnde buscar las causas de su opresin secular y desu situacin presente; como dice Fals Borda (1985, 189), necesitandescubrir, selectivamente, mediante la memoria colectiva, eIemen-

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    to s de! pasado que fueron eficaces para defender lo s intereses de lasclasesexplotadas y que vuelvan otra ve z a ser tiles para lo s objetivos de lucha y conscientizacin. Esta memoria es particularmenteimportante en las circunstancias actuales en que las fuerzas dominantes realizan un gran esfuerzo propagandstico po r atribuir Iascausas de lo s problemas latinoamericanos a la confrontacin entreel Este y el Oeste y, m s en concreto, a la subversin comunista,como si los males latinoamericanos se derivaran del expansionismo sovitico o comenzaran con Ia subida de Fidel Castro al poder.La conciencia histrica necesita una particular perspicaciacrticapara discernir a partir de hechos y realidades concretas la validez dela s propuestas ideolgicas que hoy se plantean a lo s pueblos latinoamericanos, desenmascarando el carcter orwelliano deI lenguajedominante.

    2. Un o de los puntos cruciales para la eliminacin deI fatalismoradica en laorganizacinsocial de las mayorias populares en funcinde sus propios intereses. Slo de esta manera se superar el individualismo; es decir, la concepcin de que cada cual debe confrontaraisladamente su s condiciones de vida, de que e! xito o fracaso esalgo qu e slo concierne a cada individuo en particular, sin qu e eldestino de un o tenga relacin alguna co n e! destino de lo s de ms. Laorganizacin.popular supone Ia conciencia de que existe un a profunda comunidad d e intereses entre todos los miembros de las clasesoprimidas y de que Ia inmutabilidad de su mundo es debida, en buena medida, a su divisin y aislamiento individualista. En EI Salvadorse ha podido apreciar e! importante papel de las organizaciones populares como elemento dinamizador de la iniciativa de lo s oprimidosy au n como alternativa a Iaoferta tradicional de los partidos polticospara emerger de su marginacin histrica y representar su s interesesfrente a otras instancias sociales (Ellacura, 1983).

    3. El aspecto fundamental para la superacin deI fatalismo delas mayoras latinoamericanas lo constituye suprctica de clase. Ning n sentido tendra una conciencia histrica que no se operativizaraen la bsqueda de un a nueva identidad social, o la organizacin queno se materializara en actividades en beneficio para los sectores populares qu e rompan eI crculo vicioso de su pasividad y marginacin. M s an, es difcil pensar en que se desarrolle un a verdaderaconciencia histrica o qu e se logre un a organizacin popular fueradeI contexto de un a prctica popular que por necesidad tiene qu ese r un a praxis de clase, esdecir, articulada en eI eje de los interesespopulares. En lt ima instancia, la superacin de i fatalismo de lasmayoras populares latinoamericanas requiere un cambio revolucionario; es decir, un cambio en aquellas estructuras, polticas y econ

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    micas,pero tambin psico-sociales,donde se asienta un ordenamientO marginante Ypasivizador que basa el bienestar de unos pocos enla explotacin opresiva de los muchos. Slo la prctica revolucionari a permitir a lo s pueblos latinoamericanos romper la inflexibilis dad de unas estructuras sociales congeladas en funcin de interesminoritarios Ysuperar as lo s cien afiosde soledad qu e los mantienen al margen de la historia, uncidos aI yugo de un destino fatal.

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    22. Entre orras cosas,porque la IiberacinnO se agoraen un a crtica a esemodelo desociedadque ha dado lugar a lapobreza, a la injusricia Y a la violencia; estambin una praxissocialque intenta cambiar lascondiciones qu e los alimentan. EI compromiso dei que hemoshablado en la Inrroducci6n y deique volveremos a hablar en la nota 5 de "Conscentzadny currculos universirarios seconcreta en la lucha contra aquellas estrUcturasdotadas de untridente letal (injusticia,pobreza y violencia: vernora 9 de "lglesia y revoluci6nen EI Salvador)que se ayuda de la asepsiapara seguirmanteniendo sU perverso maridAjecon eI poderesrablecido.AI abordar eI problema de la volencaen Amrica latina, laConferencia deMedelln dejhecha la advertencia: No debe, pues,extraliarno s que nazca en Amricalatina la"tentacin de la violencia".No hay que abusar de la paciencade un pueblo quesoporta durante alios una condici6n que difclmenteaceptaran quienes tienenuna mayorconcienciade los derechos humanOS (CEL AM,1977,38). Un par de alios mstarde, en1979, monseno Romero insistida en la misma direccin:Cada vez son ms en eI pas losrue caen en la cuenta de que la raz ltima de los grandes malesque nos aflgen,includo eIrecrudecimientode la violenca, es esta "violenciaestructural" que se concreta en la injustadisrribucnde la riqueza Yde la propiedad, especialmentepo r lo que toca a la tenencia dela tierra y, msen general,en aquel conjunto de estructuras econmicas y polticaspo r lasque unos pocos sehacen cada vez ms ricos ypoderosos, mientras los m s se hacen cada vezms pobres y dbiles(