Padre Spahn

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4. LAS VIRTUDES DE LA SANTSIMA VIRGEN MARA.4.1. INTRODUCCIN.San Alberto Magno, maestro de Santo Toms, afirma que Mara Sma. tuvo todas y cada una de las virtudes en grado superlativo, distinguindose en esto de los otros santos, que nicamente tuvieron alguna en grado eminente. As, No tuvo como prerrogativa especial el ser justo, Abraham ser fiel, Jos ser casto, Moiss manso, Job paciente, David humilde, Salomn sabio, Elas celoso de la ley, y as sucesivamente. Por esto, la Iglesia canta de todos los confesores: no se encontr ninguno a l semejante... Porque cada uno super a sus contemporneos en la prctica de alguna virtud especial. Pero la Virgen super a todos los santos del Antiguo y del Nuevo Testamento en la prctica, no slo de un determinado nmero de virtudes, sino de todas . San Buenaventura, con vigorosa sntesis, afirma que la Virgen gloriosa tuvo todas las virtudes de una manera perfectsima . La Virgen Mara fue tal que ilumin a toda la Iglesia y a todo el mundo... Ilumina todas las cosas con su ejemplo; es como una luz puesta sobre el candelero del mundo .La razn de un hecho tan singular se funda en tres cosas: 1) la singular alteza de su dignidad, 2) la singular excelencia de su gracia santificante y 3) al singular amor que Dios le profesaba, ltima raz de todo lo que hubo en Ella de hermoso, de bueno y de grande.4.2. EL ORGANISMO SOBRENATURAL.Existe una estrecha analoga entre el orden natural y el sobrenatural. La gracia no viene a destruir la naturaleza ni a colocarse al margen de ella, sino a perfeccionarla y elevarla a un plano incomparablemente ms alto y sublime. El orden sobrenatural constituye en el hombre una verdadera vida, con un organismo semejante al de la vida natural. Y as como en el orden natural nuestra alma no es inmediatamente operativa por su propia esencia, sino que se vale para obrar de sus potencias o facultades -entendimiento y voluntad-, que emanan de ella como de su propia raz, algo semejante ocurre en nuestro organismo sobrenatural. La gracia santificante, que constituye como el alma de ese organismo sobrenatural, no es inmediatamente operativa por s misma, no es un elemento dinmico, sino esttico; no se nos da en el orden de la operacin, sino en el orden del ser. Por eso, a semejanza de la esencia del alma en el orden natural, la gracia necesita valerse para obrar de una suerte de potencias sobrenaturales, que son infundidas por Dios en las potencias del alma -entendimiento y voluntad- juntamente con la gracia, que se infunde directamente en la esencia misma del alma. Estas potencias sobrenaturales no son otra cosa que las virtudes infusas y los dones del Espritu Santo.De manera que as como en el orden natural podemos distinguir en la vida del hombre cuatro elementos fundamentales: el sujeto, el principio formal de su vida, sus potencias y sus operaciones, de manera semejante encontramos todos esos elementos en el organismo sobrenatural. El sujeto es el alma; el principio formal de su vida sobrenatural es la gracia santificante; las potencias sobrenaturales son las virtudes infusas y los dones del Espritu Santo, y las operaciones son los actos de esas virtudes y dones .4.3. DIVISIN DE LAS VIRTUDES INFUSAS.Es anloga a la de los hbitos naturales. Unas ordenan las potencias al fin de la vida cristiana; otras, las disponen en relacin a los medios. Las primeras son las virtudes teologales; las segundas, las virtudes morales. Las primeras responden, en el orden de la gracia, a lo que son en el de la naturaleza los principios naturales, que ordenan al hombre a su fin natural ; las segundas responden a las virtudes adquiridas, que le perfeccionan en relacin a los medios. Una vez ms aparece aqu la estrecha semejanza y analoga entre el orden natural y el sobrenatural.4.4. LAS VIRTUDES TEOLOGALES EN MARA SMA.Como es sabido, las virtudes teologales son tres: fe, esperanza y caridad. San Pablo nos dice: Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza, la caridad; pero la ms excelente de ellas es la caridad .La razn del nmero ternario es porque con ellas se realiza perfectamente la unin inmediata con Dios, que exige su naturaleza de virtudes teologales. Porque la fe nos da a conocer y nos une con l como Primera Verdad: sub ratione veri. La esperanza nos lo hace desear como Bien sumo para nosotros. Y la caridad nos une con l con amor de amistad, en cuanto infinitamente bueno en s mismo. Y no puede haber nuevos aspectos en la unin con Dios, puestos que, aunque las perfecciones divinas sean infinitas, no pueden ser alcanzadas por los actos humanos ms que bajo la razn de Verdad -por la inteligencia- o bajo la razn de bien -por la voluntad-. Y nicamente esta ltima admite un desdoblamiento: bien para nosotros (esperanza) o en s mismo (caridad). No es posible establecer una nueva relacin teologal.Es el mismo Concilio Vaticano II quien nos exhorta al conocimiento e imitacin de Mara, modelo de virtudes: Mientras que la Iglesia en la Beatsima Virgen ya lleg a la perfeccin, por la que se presenta sin mancha ni arruga (cf. Ef. 5, 27), los fieles, en cambio, an se esfuerzan en crecer en la santidad venciendo el pecado; y por eso levantan sus ojos hacia Mara, que brilla ante toda la comunidad de los elegidos, como modelo de virtudes. La Iglesia, reflexionando piadosamente sobre Ella y contemplndola en la luz del Verbo hecho hombre, llena de veneracin entra ms profundamente en el sumo misterio de la Encarnacin y se asemeja ms y ms a su Esposo. Porque Mara, que habiendo entrado ntimamente en la historia de la Salvacin, en cierta manera en s une y refleja las ms grandes exigencias de la fe, mientras es predicada y honrada atrae a los creyentes hacia su Hijo y su sacrificio hacia el amor del Padre. La Iglesia, a su vez, buscando la gloria de Cristo, se hace ms semejante a su excelso tipo, progresando continuamente en la fe, la esperanza y la caridad, buscando y bendiciendo en todas las cosas la divina voluntad. Por lo cual, tambin en su obra apostlica, con razn, la Iglesia mira hacia aquella que engendr a Cristo, concebido por el Espritu Santo y nacido de la Virgen, precisamente para que por la Iglesia nazca y crezca tambin en los corazones de los fieles. La Virgen en su vida fue ejemplo de aquel afecto materno, con el que es necesario estn animados todos los que en la misin apostlica de la Iglesia cooperan para regenerar a los hombres .Nos dice Santo Toms, Doctor tan recomendado por la Iglesia en estos ltimos tiempos, sobretodo en los principales documentos: Ella [Mara] ejercit las obras de todas las virtudes, mientras que los otros santos ejercitaron nicamente algunas de ellas: el uno fue humilde, el otro casto, el otro misericordioso; y por esto se les propone como ejemplo de especiales virtudes .4.4.1. La fe de Mara.La fe es una virtud sobrenatural infundida por Dios en el entendimiento por la cual asentimos firmemente a las verdades divinamente reveladas apoyados en la autoridad o testimonio del mismo Dios, que no puede engaarse ni engaarnos.Jesucristo, como Hijo de Dios que era, vea claramente, aun con su inteligencia humana, las verdades reveladas por Dios en la misma divina esencia, y por eso no tuvo ni poda tener fe, que es incompatible con la visin beatfica que posea . Con la fe, en efecto, creemos lo que no vemos, fiados en la palabra de Dios revelante, que no puede engaarse ni engaarnos.En este sentido, Mara es el ms alto y sublime modelo de fe que ha existido jams. Su fe fue excelentsima sobre toda ponderacin.Los Padres de la Iglesia reconocen en la fe de Mara el principio de su divina Maternidad y de su grandeza. Ellos admiten como un axioma que fide concepit, fide peperit: por la fe concibi, por la fe dio a luz.El Padre Ignacio de la Potterie , hablando del fiat pronunciado por Mara Santsima, dice que al fiat latino corresponden dos frmulas griegas que expresan dos matices diferentes. Adems del fiat de la Anunciacin, conocemos tambin el fiat voluntas tua del Padrenuestro (Mt. 6, 10) y el de Jess en el huerto de Getseman (Mt. 26, 42), con el verbo en imperativo pasivo gentht. Para expresar el fiat de Mara en la Anunciacin, San Lucas emplea, sin sujeto, el optativo genoito , que, en forma positiva, slo se encuentra en este lugar del Nuevo Testamento. En griego, la forma optativa expresa un gozoso deseo de..., y nunca un sentimiento de resignacin o de obligada sumisin ante algo grave y penoso. La resonancia del fiat de Mara en la Anunciacin no es la misma que la del fiat voluntas tua de Jess en Getseman, ni tampoco la de la frmula correspondiente del Padrenuestro. Es esto un rasgo notable que slo se ha observado en estos ltimos aos y que con frecuencia pasa todava inadvertido. El fiat de la Santsima Virgen Mara no es una simple aceptacin y menos todava un resignado acatamiento. Manifiesta, por el contrario, un gozoso deseo de colaborar con lo que Dios quiere de Ella. Es la alegra del abandono total al querer de Dios. Por otra parte, la alegra de este final corresponde a la invitacin a la alegra del principio . Termina este autor con un texto de San Bernardo: Ya has odo, Virgen, el hecho; ya has odo tambin el modo. Las dos cosas son maravillosas, las dos son jubilosas. Algrate, hija de Sin; grita exultante, hija de Jerusaln (Zac. 9, 9). Ya que a tus odos se les anunci el gozo y la alegra, escuchemos tambin nosotros de tu boca la gozosa respuesta que anhelamos, para que se alegren los huesos quebrantados (Is. 51, 10) (...). El ngel est aguardando la respuesta. Seora, tambin nosotros esperamos esa palabra tuya de conmiseracin (...). Responde ya, oh Virgen; que nos urge (...). Abre, Virgen dichosa, el corazn a la fe, los labios al consentimiento y las entraas al Creador. Mira que est a la puerta llamando el deseado de todos los pueblos (Ap. 3, 20). Ah, si por retrasarte pasa de largo! Despus tendrs que volver angustiada a buscar de nuevo al amor de tu alma (Cant. 5, 6). Levntate, corre, abre! Levntate por la fe, corre con la devocin, abre con el consentimiento .Este gozo y alegra inmensa no pueden darse sin una profundsima fe en el misterio que se est realizando en Ella.Dice San Justino que Mara, al prestar su fe al ngel de la luz, nos salv, as como Eva al prestar fe al ngel de las tinieblas, nos llev a la ruina . Y san Ireneo escribe que lo que at la virgen Eva con su incredulidad, lo desat la Virgen Mara con su fe . Y Tertuliano: Eva crey a la serpiente: Mara crey a Gabriel; el delito que cometi Eva creyendo, lo borr creyendo Mara . Por esto, San Buenaventura dirige a todos los cristianos esta enrgica exhortacin: Seguid a la Virgen, que crey al Arcngel Gabriel, no a la mujer que crey a la serpiente .En el Evangelio, Santa Isabel, divinamente inspirada, se congratula con Mara, su parienta, por su fe: bienaventurada eres t, porque has credo, pues en ti se cumplir lo que el Seor te ha dicho . Y tengamos presente que estas palabras las pronunci el Espritu Santo por boca de Santa Isabel: ...llena del Espritu Santo exclam... .Dice Surez que la Santsima Virgen tuvo ms fe que todos los hombres y todos los ngeles juntos. Su fe estuvo sometida a una tripe prueba: a la prueba de lo invisible, a la prueba de lo incomprensible y a la prueba de las apariencias contrarias. Esta triple prueba la super la Virgen de manera verdaderamente heroica. Vio, en efecto, a su Hijo en la cueva de Beln, y lo crey Creador del mundo. Lo vio huyendo de Herodes, y no dej de creer que Jess era el Rey de reyes. Lo vio nacer en el tiempo, y lo crey eterno. Lo vio pequeo, y lo crey inmenso. Lo vio pobre, necesitado de alimento y de vestido, y lo crey Seor del universo; lo vio dbil y miserable, tendido sobre el heno, y lo crey omnipotente. Observ su mudez, y crey que era el Verbo del Padre, la misma Sabidura increada. Lo sinti llorar, y crey que era la alegra del Paraso. Lo vio, finalmente, vilipendiado y crucificado, muerto sobre el ms infame de los patbulos, y crey siempre que era Dios; y aunque todos los dems vacilaban en la fe, Ella permaneci siempre firme, sin titubeos...Ahora bien, cul es el secreto de esta fe excelentsima de Mara? Virgen perfectamente pura, no senta en s misma voz alguna discordante, ningn apego que opusiese a los imperativos categricos de la fe en inters sensual o de amor propio. Criatura perfectamente sumisa, no alimentaba pretensin alguna orgullosa contra el derecho soberano que tiene Dios a imponer una revelacin o de imponerla de aquel modo y con las pruebas que l quiere. Inteligencia perfectamente equilibrada, Mara reconoca por encima de S a un Dios no solamente incapaz de equivocarse o de engaar, sino deseoso de comunicar a sus criaturas las verdades necesarias. Podr l permitir que el error revista todas las apariencias de la verdad, que las indagaciones hechas con sinceridad no lleven sino a las amarguras de la duda? Todo esto estaba al alcance de Mara, que, sin ms con una sencillez sublime, corra hacia Dios y se abandonaba en l con una fe cuya firmeza no tena otra medida que la infalibilidad divina.Nosotros podemos, pues, repetir a Mara el elogio hecho por Jess un da a la Cananea: O mulier, magna est fides tua: Oh mujer, grande es tu fe! .El Concilio Vaticano II, nos recuerda la fe de Mara Santsima citando a los Padres: ...el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de Mara; que lo atado por la virgen Eva con su incredulidad, fue desatado por la Virgen Mara mediante su fe (San Ireneo: Ad. Haer. III, 22, 4: PG., 7, 959A; Harvey, 2, 123); y comparndola con Eva, llaman a Mara Madre de los vivientes (San Epifanio, Haer. 78, 18: PG., 42, 728CD-729AB.), afirmando an con mayor frecuencia que la muerte vino por Eva, la vida por Mara (San Jernimo, Epist. 22, 21: PL., 22, 408. Cf. San Agustn, Serm. 51, 2, 3: PL., 38, 335; Serm. 232, 2: 1108. San Cirilo Jeros., Catch. 12, 15: PG., 33, 741AB. San J. Crisstomo, In Ps. 44, 7: PG., 55, 193. San J. Dasceno, Hom. 2 in dorm. B.M.V. 3: PG., 96, 728) .El Papa Juan Pablo II dice: Mara ha pronunciado este fiat por medio de la fe. Por medio de la fe se confi a Dios sin reservas y se consagr totalmente a s misma, cual esclava del Seor, a la persona y a la obra de su Hijo (L.G. n 56). Y este Hijo -como ensean los Padres- lo ha concebido en la mente antes que en el seno: precisamente por medio de la fe [cita a los Padres], Justamente, por ello Isabel alaba a Mara: Feliz la que ha credo que se cumpliran las cosas que le fueron dichas por parte del Seor! (...) Sin embargo las palabras de Isabel Feliz la que ha credo no se aplican nicamente a aquel momento concreto de la Anunciacin. Ciertamente la Anunciacin representa el momento culminante de la fe de Mara a la espera de Cristo, pero es adems el punto de partida, de donde inicia todo su camino hacia Dios, todo su camino de fe. Y sobre esta va, de modo eminente y realmente heroico -es ms, con un herosmo de fe cada vez mayor -se efectuar la obediencia profesada por Ella a la palabra de la divina revelacin .4.4.2. La esperanza de Mara Sma.La segunda de las virtudes teologales es la esperanza, por la cual confiamos con plena certeza alcanzar la vida eterna y los medios necesarios para llegar a ella apoyados en el auxilio omnipotente de Dios. Mara es tambin en esta virtud el modelo ms sublime que se puede imaginar, ya que Cristo nuestro Seor -que era el mismo Dios- no tuvo ni pudo tener la virtud de la esperanza, por la misma razn que no tuvo ni pudo tener la virtud de la fe .Por eso la Iglesia en su Liturgia aplica a Mara aquellas palabras del sagrado libro del Eclesistico: Yo soy la madre del amor, del temor, de la ciencia y de la santa esperanza .Si fue grande la fe de Mara, no menos grande debi de ser su esperanza. Tambin Mara esper que obtendra el cielo. Se espera, en efecto, una cosa que todava no se posee. Y Mara, mientras estuvo sobre la tierra, no posea todava el cielo, es decir, no tena la visin beatfica, al menos de una manea permanente (como la tena Cristo). Debera, pues, esperarlo.Y tuvo razones especialsimas, incomparablemente superiores a las de cualquiera, para esperar el cielo. Durante toda su vida posey a Dios de una manera muy singular. A diferencia de todos los otros descendientes de Adn, posey a Dios y su gracia desde el primer instante de su existencia al ser concebida inmaculada y, por ello, enriquecida con una singular plenitud de gracia. Mara, adems, en cuanto Madre de Dios, lo posey de una manera completamente singular sobre la tierra; lo posey como algo suyo. Se podra imaginar que no haba de poseer de esa manera singular, perennemente, tambin el cielo? Estos motivos la hacan estar certsima de ir al cielo, hacia donde tenda continuamente. Esa certidumbre, sin embargo, no anulaba en Ella la virtud de la esperanza. Tambin las almas santas del purgatorio, por ej. estn certsimas del cielo, y, esto no obstante, esperan alcanzarlo, ya que an no lo poseen.La Virgen Santsima esper el cielo con motivos del todo particulares. Fue, indudablemente, la que estuvo ms segura, absolutamente segura de ir al cielo. Esperando el cielo, esper tambin, consiguientemente, recibir de Dios todos aquellos medios que son necesarios para llegar a l. Tanto ms que la Virgen Santsima no tena ninguno de aquellos obstculos que se oponen a esta virtud; en Ella no hubo ni el ms mnimo apego a la tierra, ya que estaba continuamente con el corazn en el cielo, total y permanentemente abandonada en los brazos paternales de Dios. Esta precisamente fue su actitud ante la proposicin del ngel el da de la Anunciacin: se le propona el vuelo hacia una cumbre elevadsima; y Ella, sin ningn gnero de dudas, esper de Dios, con plena confianza, que le haba de dar las alas para un vuelo semejante. En su respuesta al ngel: fiat, fundi todo su ser en la voluntad de Dios. Esta fue tambin su actitud ante las angustias de su esposo San Jos, que no acertaba a explicarse el inefable misterio de su maternidad. Esta fue su actitud ante la improvisada orden de huir a Egipto para salvar la vida del Nio Jess de las amenazas de Herodes. Esta fue su actitud en las bodas de Can, cuando pidi a Jess el milagro de la conversin del agua en vino. Siempre y en todo el abandono confiado en Dios, la seguridad de su ayuda en el momento oportuno. Lo mismo que Abraham, esper siempre, esper contra toda esperanza , especialmente all en la cumbre del Calvario. Y jams qued burlada. Aunque Dios me mate -podra repetir con Job-, en l esperar .Su esperanza, sin embargo, su abandono en Dios, no fue una esperanza con un abandono inoperante. Todo lo contrario. Practic del modo ms perfecto, durante toda su vida, aquel aviso de San Ignacio: Haz por tu parte todo lo que puedas, como si nada esperases de Dios; y espralo todo de Dios, como si nada hubieses hecho por tu parte . As, en el viaje de Nazaret a Beln, la Virgen Santsima esper que el Seor procurara un lugar para el nacimiento de su divino Hijo, pero no descuid el buscar Ella misma ese lugar. Cuando perdi a Jess, de doce aos, en el templo, esper firmemente que Dios hara que lo encontrase; pero no omiti, de su parte, el buscarlo asiduamente y con diligencia hasta que lo encontr. En una palabra, sigui tambin aquella norma: aydate y Dios te ayudar. Dios exige nuestra cooperacin.Por eso Mara Santsima es signo de esperanza cierta y de consuelo para el Pueblo peregrinante de Dios. Antecede con su luz al Pueblo de Dios. ...la Madre de Jess, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y en alma, es imagen y principio de la Iglesia que habr de tener su cumplimiento en la vida futura, as en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el da del Seor (cf. 2 Ped. 3, 10) .4.4.3. La caridad de Mara Sma.La caridad es la reina de todas las virtudes, muy superior a la fe y a la esperanza .Se define como una virtud teologal infundida por Dios en la voluntad por la que amamos a Dios por s mismo sobre todas las cosas y a nosotros y al prjimo por Dios. Ella, juntamente con la gracia, de la que es inseparable, es la raz del mrito sobrenatural. Sin ella nada de cuanto puede hacer el hombre en el orden puramente natural tiene valor meritorio alguno en orden a la vida terna. Esto no es una opinin teolgica ms o menos probable: es una doctrina expresamente revelada por Dios a travs del gran Apstol San Pablo: Si hablando lenguas de hombres y de ngeles, no tengo caridad, soy como bronce que suena o cmbalo que retie. Y, si teniendo el don de profeca y conociendo todos los misterios y toda la ciencia, y tanta fe que trasladase los montes, si no tengo caridad, no soy nada. Y si repartiere toda mi hacienda y entregare mi cuerpo al fuego, no teniendo caridad, nada me aprovecha .San Pablo admite la posibilidad de que un hombre reparta toda su hacienda y entregue su mismo cuerpo al fuego en favor del prjimo, y, sin embargo, no le aproveche para nada, por no tener caridad. Cmo se explica esto? Es que se puede hacer algn acto ms heroico en favor del prjimo que repartirle toda la propia hacienda y entregar el propio cuerpo a las llamas? En el orden natural ciertamente que no se puede ir ms lejos; pero si esos actos naturalmente tan heroicos se hacen sin poseer la caridad, que es una virtud estrictamente sobrenatural, no tiene ningn valor meritorio, segn el Apstol San Pablo, en orden a la vida eterna. La caridad es una virtud sobrenatural que en su triple dimensin (Dios, el prjimo y nosotros mismos) tiene siempre por objeto formal a Dios -por eso precisamente la caridad es una sola virtud y no tres virtudes - y, por lo mismo, todo cuanto se haga por el prjimo en el orden puramente natural sin poseer la caridad y sin hacerlo en ltima instancia por Dios, ser filantropa, altruismo o todo lo que se quiera, menos caridad. No hay ni puede haber una caridad puramente natural que tenga algn valor meritorio en orden a la vida eterna. Por eso la caridad es la raz del mrito sobrenatural, y las virtudes cristianas son tanto ms perfectas cuanto ms perfecto e intenso sea el mpetu de la caridad con que se hagan.La Virgen fue en su vida ejemplo de aquel amor maternal con que es necesario que estn animados todos aquellos que, en la misin apostlica de la Iglesia, cooperan a la regeneracin de los hombres .La caridad de la Virgen Mara fue perfectsima en grado casi inconcebible, slo superada por la caridad infinita de Cristo. Su amor a Dios y al prjimo por Dios alcanz un grado tan sublime y elevado que jams ha sido ni ser alcanzado nunca por ninguna pura creatura. Por encima de la caridad de Mara, slo est la caridad infinita de Cristo-hombre y la del mismo Dios, uno y trino.1. Cuanto mayor es la gracia tanto ms perfecta es la caridad; y la bienaventurada Virgen Mara desde el principio fue llena de gracia.2. La caridad es la amistad del hombre con Dios; y la amistad surge del mutuo amor fundado en alguna semejanza y comunicacin de bienes. Pero todo esto abunda en gran manera en la caridad sobrenatural de la bienaventurada Madre Virgen. Porque:a) Por una parte, el amor de Dios a la Virgen apenas se puede expresar; porque l, graciossima y librrimamente, la previno con todas las bendiciones de su virtud, de su gracia y de su dulzura, y la santific copiosamente desde el primer instante de su concepcin; se dio a s mismo como Hijo suyo, y as la coloc en la cumbre de la mayor dignidad posible a una pura criatura, esto es, en el estado de la divina maternidad, y no ces jams de acumular beneficios sobrenaturales en Ella hasta coronarlos con su gloriosa asuncin a los cielos.b) Y a su vez Mara se senta arrebatada por un intenssimo amor a Dios, autor de tantos beneficios, pues dice San Anselmo: Y t, oh dichossima mujer, en quien fluy tan copiosa y supereminente la gracia de todas las gracias!, qu sentas, te ruego, en tu alma respecto al que te hizo estas cosas tan grandes?; como si dijese que la bienaventurada Virgen tuvo un amor a Dios acomodado al amor de Dios a Ella, lo cual declara as San Alberto Magno: En Lucas (7, 41 ss.) se lee que, propuesta la cuestin de los dos deudores, de los cuales uno deba quinientos denarios y el otro cincuenta, y no teniendo ellos con qu pagar sus deudas, se las condon a los dos. Y preguntando el Seor quin le amara ms, se le respondi: pienso que aquel a quien ms perdon. De aqu se infiere que est en obligacin de amar ms aquel a quien se da ms; pero se ha dado a la Beatsima Virgen ms que a todas las criaturas; luego estaba obligada a amar ms que todas las criaturas, y am tanto cuanto estaba obligada (Mariale, q. 46.).c) De lo cual se deduce la ms grande semejanza de la Virgen con Dios, ya por la plena efusin de la gracia santificante, ya por los actos de sus virtudes y la perfeccin de su vida; as lo dice Dionisio el Cartujano: La semejanza espiritual de la sacratsima Mara con Dios, por los dones gratuitos y copiosos mritos que atesor, por los actos de sus virtudes y por la perfeccin de vida, fue tanto mayor y ms esplndida cuanto las virtudes infusas, la gracia y los dones con sus actos fueron sin comparacin ms excelentes en Ella. Con razn, pues, San Juan Damasceno llama a la Santsima Virgen Amiga de Dios, toda hermosa y sin mancha (De Assumpt. P. Virg.)3. La perfeccin de la caridad, segn Santo Toms (S. Th., II-II, q. 24, a. 8), se puede entender de dos maneras: por parte del amado y por parte del que ama. De la primera manera no puede ser perfecta la caridad de ninguna criatura, pues por parte del amado slo es perfecta la caridad cuando se ama al objeto de ella cuanto puede ser amado; pero de la segunda manera, o sea, por parte del que ama, es perfecta la caridad cuando uno ama todo cuanto a l le es posible amar. Y esto acontece de tres maneras: de una manera, cuando todo el corazn del hombre est actualmente arrobado en Dios, y sta es la perfeccin de la caridad en la patria, pero no en el camino (in via), puesto que la flaqueza de la vida humana impide que estemos siempre pensando actualmente en Dios y seamos arrebatados a l por un amor continuo. De otra manera es cuando el hombre pone todo su empeo en consagrarse a Dios y a las cosas divinas con toda la consideracin y diligencia que pueda, atendidas las necesidades de la vida presente, y sta es ciertamente la perfeccin posible de la caridad en esta vida, rara, sin embargo, y propia de pocos. De la tercera manera es cuando uno pone habitualmente todo su corazn en Dios, no pensando ni queriendo nada contrario a la voluntad divina, y sta es la perfeccin comn en los que tienen esta virtud.Pues bien, la caridad de la Santsima Virgen, aunque no fuese objetivamente perfectsima, o sea, adecuada a la perfeccin del ser amado: Dios -porque la bondad de Dios, que es infinita, es infinitamente ms amable que cuanto le es posible amar a una criatura-, fue, sin embargo, subjetivamente perfecta en sumo grado de estas tres maneras:a) La Santsima Virgen, por un especial privilegio, como dice Santo Toms, se senta como arrastrada por la atraccin de Dios a la manera de los bienaventurados, no ciertamente por una clara y perfecta visin de Dios, que de modo permanente no tuvo en esta vida, sino que, por la asiduidad y claridad de la contemplacin, por su continuo progreso y celestiales luces y por la actividad e internos ardores de su espritu, am a Dios ms que los mismos bienaventurados en el cielo.b) Se entregaba a Dios y a las cosas divinas con ms perfeccin que cualquier otro Santo, libre como estaba de toda inquietud por parte de las pasiones, totalmente ajena de toda distraccin y desorden e incomparablemente llena de gracia y dones divinos.c) Finalmente, puso todo su corazn en Dios, de modo que no slo nada pens ni quiso contario a la voluntad divina, pero ni lo pudo pensar ni querer, pues a ella estaba sometida y conformada la voluntad de Mara de modo inseparable y perfecto. De ah San Bernardino de Siena: Amaba a Dios tanto cuanto entenda que deba ser amado por Ella. Quin, pues, puede expresar con cunto ardor le amaba de todo corazn, esto es, sobre todas las cosas temporales del mundo; con toda su alma, esto es, sobre todas las exigencias de su cuerpo y de su carne; y con toda su mente, esto es, sobre todas las cosas superiores, espirituales y celestiales? (Serm. 51).4. Ni solamente la Santsima Virgen era arrebatada por este sumo amor a Dios en cuanto Dios es uno y trino, sino que su inmensa caridad se extenda al Hijo en su humanidad y a los otros hombres, sus prjimos; pues, como se dice en la primera epstola de San Juan (4, 21), este mandamiento tenemos de Dios, que el que ama a Dios ame tambin a su hermano.a) Aunque la bienaventurada Virgen amase a su Hijo incomparablemente ms en cuanto que es Dios que en cuanto hombre, sin embargo, le amaba muy vehementemente en su naturaleza humana, tanto con amor sobrenatural de caridad como con natural amor materno. Pues siendo propio de la caridad comprender bajo s y elevar todos los amores humanos, ambos amores de la bienaventurada Virgen se juntaron de tal modo, que todo amor natural de la bienaventurada Virgen fue perfecta y continuamente vivificada por la caridad y amor sobrenatural. De ah resulta en Mara una admirable armona entre su amor materno y la virtud teologal de la caridad, de que aqu tratamos, de modo que mientras que en nosotros hay que tener a raya frecuentemente el amor natural para que no contrare al amor divino o nos separe de Dios, tal precaucin no fue necesaria al amor materno en Mara, porque, amando ardientemente al Hijo, ama igualmente a Dios mismo, y no la separa de Dios, sino que la une ms y ms a l.Cuntos motivos concurrieron en Cristo para que fuese en tan alto grado amado por su Madre, los seala San Bernardino de Siena: Cristo -dice- reuni todas las condiciones por las cuales una madre ama a su hijo, y las tuvo en el ms alto grado, puesto que Nuestro Seor Jesucristo era ms poderoso, ms sabio, ms generoso, ms hermoso y mejor que todos los dems (Serm. 2, de Glor. Nom. Mariae).Tuvo, adems, bien probada experiencia de que su Hijo era un insigne bienhechor suyo, del cual le haban venido inmensos beneficios de alma y cuerpo, y principalmente el de la Maternidad divina, por los cuales haba sido exaltada sobre todas las criaturas; dones y prerrogativas que fueron ciertamente un gran incentivo a su amor.Finalmente, el amor del corazn materno al hijo, principalmente si es nico, es muy vehemente e intenso, de donde David, llorando a Jonatn, dice (2 Sam. 1, 26): Como una madre ama a su hijo nico, as te amaba yo. Por otra parte, tambin este amor se hace tanto ms lleno y mayor cuanto el hijo est ms concorde y ms agrada en todas las cosas a la voluntad de los padres; y ciertamente la voluntad de Cristo y toda su vida fue concordsima y agradabilsima a la voluntad de su Madre; asimismo, el amor materno es ms ferviente cuanto es mayor la fuerza afectiva de la madre, y nadie ignora que la fuerza afectiva de la bienaventurada Virgen fue fortsima y especialmente dispuesta al amor. De ah que Bernardino de Bustis diga: Amaba, pues, la Virgen a Cristo con amor de naturaleza, como la madre al hijo; con amor de amistad, como la criatura a su Creador, y con amor de gracia, como preservada y redimida, a su Salvador. Y fue tan ntimo el amor de la Madre al Hijo, que toda Ella se convirti en amor, como el hierro metido en el fuego, que todo se hace fuego (Mariale p. 4, serm. 2).b) Finalmente, que la bienaventurada Virgen am muy estrechamente a sus prjimos, desendoles y procurndoles la gracia en el presente y la gloria en el futuro, hermosamente lo expone Dionisio el Cartujano: Conoci Mara sapientsima y, muy frecuentemente consider que el Unignito de Dios Padre se haba hecho hombre slo por deificar a los hombres y que con el misterio de su Encarnacin, con el mrito de su muerte y precio de su sangre, libr al gnero humano de la potestad del diablo, del yugo del pecado y de las penas del infierno, y les mereci la corona de la bienaventuranza celeste. Haba conocido por los orculos de los profetas que su Hijo haba venido para salvar al mundo, para convertir a los judos y a los paganos, para constituir un rebao y una Iglesia, y que el Hijo de Dios se haba hecho Hijo suyo; y as conoci que fue por la reparacin de todo lo dicho por lo que Ella haba sido elevada a excelencia tan grande, a la Maternidad de Dios; y que por esta deuda, al menos de condecencia, Ella quedaba obligada a compadecerse de los pecadores y a desearles y procurar su salvacin. De aqu que, desde la hora en que concibi al Hijo de Dios, vivi continuamente inflamada con mayor vehemencia por el celo de la salvacin de los hombres. Por eso entre Mara y nosotros existe una causa grandsima de mutua dileccin. Pues Ella misma reconoce que debe a los pecadores en cierto modo haber sido hecha Madre de Dios. Nosotros tambin conocemos que hemos sido redimidos por el salutfero fruto de sus entraas y que Ella mereci de congruo la venida del Salvador.Adems, cuanto am con ms ardiente y puro amor a Dios, uno y trino, con ms firmeza trat de extender su honor y culto, hasta alcanzar que fuera honrado y venerado debidamente por todas las criaturas racionales, lo cual no fue otra cosa sino abrasarse en el celo de la salvacin humana por la santa caridad.Ms an, cuanto con ms ardor am a su Unignito en la humana naturaleza, tomada de Ella, ms ardientemente dese tambin que se dilatase el fruto de su pasin y fueran eficaces la efusin y mrito de su sangre, y conseguir el intentado fin de la renovacin de los hombres y de su final salvacin, acto principal ste del amor divino como del humano. Por esto fue ardentsima y perfectsima en la caridad con los prjimos y superior a Moiss, Elas y San Pablo en el celo del divino amor y de la salvacin humana .4.5. LAS VIRTUDES MORALES EN MARA SMA.Adems de las virtudes teologales que acabamos de estudiar en Mara Sma., Dios infunde en el alma justificada por la gracia otra serie de energas sobrenaturales para obrar virtuosamente de acuerdo con las exigencias de la misma gracia. Este segundo grupo de virtudes secundarias recibe en teologa el nombre de virtudes morales. Se distingue de las teologales en que stas tienen por objeto inmediato al mismo Dios (credo, esperado y amado), mientras que las virtudes morales disponen las potencias del hombre para seguir el dictamen de la razn iluminada por la fe en relacin a los medios conducentes al fin sobrenatural. De ah que las virtudes teologales -que se refieren inmediatamente al fin sobrenatural, que es Dios- son inmensamente superiores y ms perfectas que las virtudes morales, que recaen nicamente sobre los medios ms oportunos para llegar al fin.A diferencia de las virtudes teologales, que son nicamente tres , las virtudes morales son muchas, porque son muchos los actos de virtud que podemos utilizar como medios para acercarnos ms y ms a Dios y practicar, con ayuda de ellos, de una manera cada vez ms perfecta las virtudes teologales, que son las ms importantes. Santo Toms establece un principio fundamental para investigar el nmero de las virtudes morales: Para cualquier acto donde se encuentre una especial razn de bondad, el hombre necesita ser dispuesto por una virtud especial .Segn esto, tantas sern las virtudes morales cuantas sean las especies de objetos honestos que puedan encontrar las potencias apetitivas como medios conducentes al fin sobrenatural. Santo Toms estudia en la Suma Teolgica ms de cincuenta; no significa que no haya ms, sino que no estaba en su intencin dar una visin completa y exhaustiva.De todas formas, ya desde la ms remota antigedad suelen destacarse entre las virtudes morales cuatro muy importantes, que reciben el nombre de virtudes cardinales (del latn cardo, cardinis, el quicio o gozne [bisagra] de la puerta) porque alrededor de ellas, como sobre los quicios de una puerta, giran todas las dems virtudes morales derivadas de ellas.Las virtudes cardinales -prudencia, justicia, fortaleza y templanza- se encuentran expresamente nombradas en la Sagrada Escritura, donde se nos dice que son las virtudes ms provechosas al hombre en su vida: Si alguno ama la justicia (o sea, la santidad), las virtudes son fruto de su trabajo porque ella ensea la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza, las virtudes ms provechosas para los hombres en la vida .Las virtudes morales derivadas de estas cuatro fundamentales son muchas, y es imposible examinarlas todas aqu aplicadas a la Virgen. Nos limitaremos a las cuatro cardinales y algunas de sus virtudes derivadas ms importantes.4.5.1. La prudencia en Mara Sma.La prudencia sobrenatural es una virtud especial infundida por Dios en el entendimiento prctico para el recto gobierno de nuestras acciones particulares en orden al fin sobrenatural.Es la ms perfecta y necesaria de las virtudes cardinales. Su influencia se extiende absolutamente a todas las dems virtudes morales sealndoles el justo medio, en que consisten todas ellas, para no pecar por carta de ms ni por carta de menos. De alguna manera, incluso las virtudes teologales necesitan el control de la prudencia; no porque ellas consistan en el medio, como las morales (ya que la medida de la fe, de la esperanza y del amor a Dios es creer en l, esperarle y amarle sin medida), sino por razn del sujeto y del modo de su ejercicio, esto es, a su debido tiempo y teniendo en cuenta todas las circunstancias; porque sera imprudente ilusin vacar todo el da en el ejercicio de las virtudes teologales, descuidando el cumplimiento de los deberes del propio estado . Por eso se llama a la prudencia auria virtutum, porque dirige y gobierna a todas las dems virtudes.La Virgen Mara practic la virtud de la prudencia en grado perfectsimo. No solamente porque las practic todas en grado incomparable, sino porque tenemos en el Evangelio datos muy suficientes para demostrarlo plenamente. Royo Marn, cita aqu a Roschini donde explica esta virtud en Mara Sma. con suma claridad :La prudencia es la primera y la ms importante de todas las virtudes morales, puesto que sirve para que todas ellas se conserven en un justo medio, evitando los excesos opuestos. Con razn las diferentes virtudes se comparan a un coche que nos conduce al cielo, a Dios, y la prudencia al cochero que lo gua. Ella inclina al entendimiento a escoger, en cualquier circunstancia, los medios ms aptos para alcanzar los distintos fines, subordinndolos siempre al fin ltimo, que es Dios.Para obrar con prudencia, son particularmente necesarias tres condiciones: examinar con madurez, resolver con juicio y ejecutar rectamente. Esta nobilsima virtud, esta prudencia sobrenatural, fue por Mara elevada al ms alto grado de perfeccin a que puede aspirar una criatura humana. Ella fue la Virgen prudentsima: prudentsima respeto al fin que se propuso, que fue el agradar siempre y en todo a Dios, sirvindole y amndole con toda la capacidad de que era capaz su corazn; prudentsima en los medios por Ella empleados, que fueron escogidos con madurez, circunspeccin y consejo.Ella -como se expresa el cardenal Lpicier- jams hizo nada precipitadamente, sin reflexionar o inconscientemente, sino que primeramente se aconsej con su celestial Esposo, ponderando con sabia lentitud los motivos y razones de sus obras, juzgando con paz y quietud respecto a la conducta que haba de observar y siguiendo puntualmente los dictmenes de la razn y de la fe .Con qu solicitud, por ejemplo, en el momento de la Anunciacin, la Santsima Virgen indag cules eran las disposiciones de a voluntad divina!; y cuando las hubo conocido, con qu cordura se dispuso a seguirlas, y, una vez abrazada, con qu fidelidad las puso en ejecucin!... Y de esta misma manera obr en todo el decurso de su vida santsima.Una prueba muy elocuente de la prudencia de una persona consiste en saber callar y saber hablar a su tiempo, pues -como dice el Eclesiasts (3, 7)- toda cosa tiene su tiempo; hay tiempo de callar y tiempo de hablar: tempus tacendi et tempus loquendi. Tanto en lo uno como en lo otro, Mara fue incomparable.a) Fue Maestra incomparable en el callar. Habra podido hablar -observa justamente un piadoso autor- manifestando a Jos el misterioso arcano que en Ella se cumpla, disipando as la turbacin del amantsimo esposo; pero esto hubiera sido revelar el Sacramento del Rey del cielo, esto hubiera ido en alabanza propia; prefiri, por tanto, callar y dej que hablase Dios por medio del ngel. Habra podido hablar en Beln cuando se le neg el albergue, haciendo presente la nobleza de su origen, su dignidad sublime: su humildad profunda y su deseo de sufrir, de uniformarse a la voluntad divina, le aconsejaron el silencio, y Ella prefiri callar. Cuntas cosas habra podido decir a los pastores y a los Magos que vinieron a visitar al divino Infante! Esto hubiera dificultado tal vez la adoracin y contemplacin que rindieron a Jess estos santos personajes; la gloria de Dios, la caridad hacia los Magos y hacia los pastores le indujeron a que callara, y call. Oye con admiracin lo que dicen todos para gloria de su Hijo, cuanto se habla de su celestial doctrina, de sus milagros; Mara, ms que nadie, lo admira en su corazn, conserva en l celosamente sus palabras y sus acciones; Ella no es llamada a cumplir la misin propia de los Apstoles, y calla. El anciano profeta Simen le predice el destino del Hijo y sus futuros y atroces tormentos: Mara no aade una palabra, pues est dispuesta a todo, no hace alardes de su resignacin, escucha y se ofrece a s misma en holocausto con su Hijo, callando. Por las mismas justsimas razones calla al pie de la Cruz, calla en las tribulaciones, en las humillaciones, como por modestia calla en las horas de alegra y de gloria. He aqu las pruebas admirables de prudencia divina que nos ofrece el silencio de Mara: tempus tacendi.b) Maestra incomparable en el callar cuando se debe, se mostr Maestra insuperable en saber hablar a tiempo, en el lugar y en el modo conveniente: tempus loquendi, esto es, hablando cuando y en cuanto se pude dar gloria a Dios y hacer el bien a los hombres. Tambin aqu tenemos hechos que nos hablan elocuentemente. Habl con el Arcngel San Gabriel y no podemos menos de admirar la prudencia de sus palabras. Habl con su prima Isabel y sus palabras hicieron saltar de pura alegra, aun antes de su nacimiento, al futuro Precursor de su Hijo; y sus palabras fueron una profesin de humildad, de gratitud, un cntico de alabanzas, un himno sublime de accin de gracias al Omnipotente: Magnificat anima mea Dominum. Habl con el Hijo en el templo y sus palabras fueron una admirable manifestacin de afecto y de solicitud maternales. Habl en las bodas de Can y con sus palabras mostr su compasin hacia los indigentes y su ilimitada confianza en Dios. Oh admirable prudencia de Mara, prudencia incomparable tanto en el hablar como en el callar!... Oh virgen prudentsima! Virgo prudentissima! 4.5.2. La justicia en Mara Sma.La justicia, no en su sentido bblico (como sinnimo de santidad o cumplimiento ntegro de la ley de Dios), sino como virtud especial, puede definirse como una virtud sobrenatural que inclina constante y perpetuamente a la voluntad a dar a cada uno lo que le pertenece estrictamente.La justicia tiene como partes integrantes hacer el bien y evitar el mal. En s misma se subdivide en tres especies: justicia legal, distributiva y conmutativa. Y sus principales virtudes derivadas son las siguientes: la religin, con respecto a Dios; la piedad, con respecto a los propios padres y a la patria; la obediencia, con respecto a los superiores; la gratitud, por los beneficios recibidos, y la amistad y afabilidad en el trato con el prjimo.De las partes integrantes de la justicia, nada tenemos que decir aqu. Es muy evidente que Mara durante toda su vida practic el bien en grado jams igualado por nadie (a excepcin, naturalmente, del mismo Cristo) y evit el mal, puesto que no contrajo jams la menor sombra de pecado, ni siquiera de imperfeccin moral. Y en cuanto a las especies de la justicia en s misma, es indudable que practic la justicia legal (por ejemplo, emprendiendo el penoso viaje a Beln para empadronarse, segn el decreto del emperador romano); la distributiva, dando a cada uno lo que le corresponda en cada caso, y la conmutativa (por ejemplo, pagando el justo precio al realizar las pobres compras para la alimentacin del Nio y de San Jos). No tenemos datos positivos en el Evangelio, pero son cosas claras que se caen de su peso.Vamos a examinar ahora con ms detalle de qu manera practic Mara las principales virtudes derivadas de la justicia; la religin para con Dios, la piedad para con los padres y la patria, la obediencia con respecto a los superiores, la gratitud por los beneficios recibidos y la amistad o afabilidad en el trato con el prjimo .I) La religin o justicia para con Dios. Recurdese la respuesta que dio Jess a los que le preguntaron si era lcito pagar el tributo al Csar. Dad al Csar lo que es del Csar, y a Dios lo que es de Dios . El culto debido a Dios constituye la virtud de la religin, parte potencial o virtud derivada de la justicia. Mara lo practic fidelsimamente en su doble aspecto interno y externo.a) Culto interno, que se compone de dos actos fundamentales: la devocin y la oracin .1) La devocin consiste en una prontitud de nimo para entregarse a las cosas que pertenecen al servicio de Dios . Su entrega fue pronta, ntegra, total, desde que tuvo uso de razn hasta que exhal en la tierra su ltimo suspiro en un xtasis suavsimo de amor. Habr quien pueda poner en duda esto?2) La oracin es el segundo acto interno del culto debido a Dios . La oracin en su forma ntima y contemplativa (como acto interno del culto debido a Dios) fue, puede decirse, la vida de la vida de Mara. Era como la respiracin del alma: algo absolutamente necesario en cada instante, como el aire es en cada instante necesario para la respiracin de nuestros pulmones. Y en cuanto a la oracin de splica o de peticin, Mara Sma. fue la orante por antonomasia. No ha habido jams ningn alma sobre la tierra que haya seguido con tanta perfeccin como La Virgen Santsima aquel gran consejo de nuestro Salvador Es necesario orar siempre y no desfallecer (Lc. 18, 1) . Rog siempre por s misma especialmente por los dems. Y actualmente en el cielo alcanza del Seor, con sus mritos e intercesin, absolutamente todas las gracias que se conceden a los hombres como Mediadora y Dispensadora universal de todas ellas.b) Culto externo, cuyos principales actos son la adoracin, el sacrificio, las ofrendas y oblaciones, el voto y la invocacin del nombre de Dios .1) La adoracin es un acto externo de la virtud de la religin por el que testimoniamos el honor y reverencia que nos merece la excelencia infinita de Dios y nuestra sumisin ante l . En nosotros, compuestos de espritu y materia, suele manifestarse corporalmente. Esta adoracin exterior es expresin y redundancia de la interior -que es la principal- y sirve para excitar y mantener esta ltima.Cmo no iba a asociarse Ella, por ejemplo, a la adoracin de la que fue objeto el Nio Jess por parte de los pastores y de los Magos? Mara Sma. comprendi, como nadie ha comprendido jams, que Dios es todo y la criatura nada, como se desprende de su sublime cntico del Magnificat: Mi alma engrandece, alaba, adora al Seor... . ntimamente penetrada de estos sentimientos de adoracin, la vida de Mara, desde el primero hasta el ltimo instante de su existencia terrena, fue un continuo acto de adoracin a Dios, su todo. Fue una continua e ininterrumpida postracin de la nada ante el todo, de la humilde esclava ante su Seor.2) El sacrificio es el acto principal del culto externo y pblico y consiste en el ofrecimiento externo de una cosa sensible, con su real inmutacin o destruccin, realizada por el sacerdote en honor de Dios para testimoniar su supremo dominio y nuestra rendida sumisin ante l .La Santsima Virgen, aunque no tuvo ni tiene el carcter sacerdotal, coofreci realsimamente al pie de la Cruz de su Hijo el mismo sacrificio redentor, con lo que conquist, a fuerza de dolores inefables, su ttulo glorioso de Corredentora de la humanidad. Ningn sacerdote al celebrar la Santa Misa forma parte intrnseca del sacrificio, ya que, como es sabido, en la santa Misa -lo mismo que en el Calvario- es el mismo Jesucristo el Sacerdote y la Vctima a la vez (el sacerdote es tan slo instrumento de Cristo para reproducirlo). De modo que Mara realiz en el Calvario, juntamente con Cristo y en unin intrnseca con l, el sacrificio ms grande que se ha ofrecido jams a Dios.3) Las ofrendas u oblaciones, como acto de la virtud de la religin, consisten en la espontnea donacin de una cosa para el culto divino . Consta expresamente en el Evangelio que la Santsima Virgen ofreci en el templo de Jerusaln el da de su purificacin un par de trtolas o dos pichones, segn lo prescrito en la ley del Seor . En efecto, segn la ley de Dios dada a Moiss, era esa la ofrenda que corresponda a los pobres para rescatar a su hijo primognito . Puede suponerse que en sus visitas anuales al templo de Jerusaln y en otras mil ocasiones ofrecera Mara Sma. al Seor, con exquisita devocin en medio de su pobreza material, las ofrendas y oblaciones que determinaba la ley en cada caso.4) El voto, como acto de religin, es una promesa deliberada y libre hecha a Dios de un bien posible y mejor que su contrario . Como vimos al hablar de la virginidad de Mara, la Virgen hizo, por lo menos, el voto de perpetua virginidad desde su infancia, como afirma toda la tradicin cristiana y se desprende claramente del Evangelio. De lo contrario, no tendra sentido la pregunta que Mara hizo al ngel sobre cmo se verificara en Ella el prodigio de la Encarnacin del Hijo de Dios, pues yo no conozco varn . Es cosa tan clara y evidente que Mara Sma. haba ya consagrado su virginidad a Dios antes de la Anunciacin, que se cae por su propio peso, y toda la tradicin -lo repetimos- lo afirma unnimemente.5) La invocacin del nombre de Dios, como acto de religin, cosiste principalmente en la alabanza externa -como manifestacin del fervor interno- del Santo nombre de Dios en el culto pblico y privado . Es evidentsimo que Mara realiz innumerables veces en su vida este acto de religin, que alcanz quiz, su momento culminante en el maravilloso cntico del Magnficat: Mi alma engrandece al Seor..., porque ha hecho en m maravillas el Poderoso, cuyo nombre es Santo .II) La piedad, o justicia para con los padres y la patria. Como virtud especial derivada de la justicia, puede definirse: una virtud sobrenatural que nos inclina a tributar a los padres, a la patria y a todos los que se relacionan con ellos el honor y servicio debidos .Como no hay ninguno que pueda compararse con Ella en dar a Dios lo que es de Dios, as no hay nadie que pueda compararse a la Virgen Santsima en el dar al Csar, o sea, a los representantes de Dios sobre la tierra, lo que les pertenece. Estos representantes de Dios en la tierra son, principalmente, estos cuatro: los padres, el esposo, la autoridad civil y la autoridad religiosa .a) Para sus padres, Joaqun y Ana, tuvo siempre amor, respeto y obediencia: amor exquisitamente filial, respeto profundo y obediencia perfectsima en todo.b) Para su esposo, San Jos, cabeza de la Sagrada Familia, y a quien Dios le haba dado como consuelo y ayuda, tuvo afecto, respeto y sumisin. Aparece claro en las palabras de dolor y de amor que dirigi al Nio Jess al encontrarle en el templo: He aqu que tu padre y yo te buscbamos apesadumbrados . Ntese las palabras: Tu padre y yo. Nombra primero a Jos y despus se nombra a s misma, indicio elocuente no slo de la fina educacin de Mara, sino del afectuoso respeto y sumisin espontnea que senta por l.c) A la autoridad civil, es decir, a Csar Augusto, que en aquel tiempo era emperador de Palestina, la Virgen Santsima mostr respeto y obediencia. Prueba de ello fue el largo y difcil viaje que hizo de Nazaret a Beln, obedeciendo al censo que haba ordenado el emperador. En el mandato de ste Ella vio el mandato de Dios, y lo sigui sin titubeos.d) A las autoridades religiosas, o sea, a los Apstoles, y de una manera muy particular a San Pedro, cabeza visible de la Iglesia, prest su veneracin, consuelo y ayuda. San Lucas nos dice que Mara permaneci en el Cenculo con los apstoles y rogando sin interrupcin juntamente con ellos hasta que vino sobre todos el Espritu Santo el da de Pentecosts .III) La obediencia, o justicia para con los superiores. La obediencia es una virtud moral que hace pronta la voluntad para ejecutar los preceptos del superior . Su fundamento es la autoridad del superior, recibida directa o indirectamente de Dios .Cuando la Virgen dijo a los criados de las bodas de Can: Haced lo que l os diga (Jn. 2, 5), levantaba, sin advertirlo, el velo que cubra su alma y nos descubra lo que fue la norma constante de su vida: hacer la voluntad de Dios. Su vida fue un continuo someter su voluntad a la voluntad de Dios, nuestro supremo Padre y Seor, y a sus legtimos representantes sobre la tierra. Fue un continuo fat, un continuo ofrecimiento del mayor don que Dios, por su generosidad, ha creado. Tambin era Ella, como para su divino Hijo, que fue obediente hasta la muerte y muerte de Cruz (Filip. 2, 8), el nico alimento fue hacer la voluntad de Dios (cf. Jn. 4, 34). Para convencerse de esto basta con echar una rpida ojeada a su vida.A la tierna edad de tres aos -segn una antigua y constante tradicin-, el Seor le hace comprender que debe abandonar a las personas queridas y retirarse al recinto del templo para educarse y para prepararse a su futura misin, y Ella obedece con prontitud.Llegada a la edad conveniente, el Seor, por una ilustracin interna, le hace comprender que debe desposarse con Jos, y Ella obedece, sin discutir, abandonndose plenamente a la santa voluntad de Dios y sujetndose en todo a su esposo virginal.El Seor le manifiesta por medio de un ngel su plan de Redencin, invitndola a cooperar con su libre consentimiento. Y Ella, aun sabiendo que se entrega a una vida de dolor, pronuncia generosamente su fat.Prxima a dar a luz al Mesas, el emperador romano Csar Augusto ordena un empadronamiento, y Ella, con Jos, tiene que trasladarse de Nazaret a Beln. Las dificultades y las delicadas circunstancias en que se encontraba hubieran sido ms que suficientes para dispensarla de aquel viaje de cerca de tres das, impuesto por un emperador pagano e inspirado en bajas miras de intereses de vanidad. Esto no obstante, no discute y cumple al momento la orden recibida, demostrando con sus hechos que se debe obedecer a todos los legtimos representantes de Dios, prescindiendo de sus cualidades buenas o malas.Despus del nacimiento de Jess, el Seor le hizo comprender que era conveniente que se sometiese a la lay mosaica de la presentacin del primognito en el templo y de la purificacin. Hubiera podido pensar que aquella ley no la obligaba, que an era mejor no observarla para evitar el que los dems creyesen que Ella haba sido Madre como todas las dems madres y que Jess haba nacido como todos los nios. Pero tampoco quiso discutir aqu, y apenas conoci la voluntad divina, se someti a ella inmediatamente.Despus de la adoracin de los Magos, el Seor le hizo conocer, por medio de San Jos, que deba huir inmediatamente, de noche, a Egipto para salvar a su divino Hijo de la cruel persecucin que Herodes haba desencadenado. Tambin entonces hubiera podido ponerse a razonar algo sobre esta orden que acababa de recibir. Hubiera podido preguntarse: Por qu huir tan de repente, de noche y por una orden que ha recibido Jos en un sueo? Por qu huir a Egipto, entre gente desconocida? No ser mejor huir a Persia, junto a los Magos? Hubiera podido hacerse estas y otras muchas preguntas. No las hizo. Se dio inmediatamente a la huida, emprendiendo un viaje largo y penoso sin provisiones, sin nada.Tras una breve estancia en Egipto, apenas muerto el rey Herodes, el Seor le hace conocer de nuevo, por medio de San Jos, que debe volver a la paria. Y Ella, con aquella misma prontitud con que la haba abandonado, emprende inmediatamente el viaje de vuelta.Hacia el final de la vida de Jess, el Seor le hizo comprender que, como Corredentora, debera estar presente en el Glgota, al sacrificio cruento de su Hijo, para ofrecerle por la salvacin del mundo. Y Ella, no obstante el ocano de dolor que le esperaba, no dud un instante en dirigirse al Calvario, a estar con el cuerpo al pie de la Cruz y con el alma crucificada en la misma Cruz.Despus de la Ascensin de su divino Hijo, el Seor le hizo comprender que para el bien de la Iglesia naciente, el Cuerpo mstico de Cristo, tan necesitado entonces de sus cuidados maternales, Ella deba permanecer durante algn tiempo aqu sobre la tierra, lejos de la patria celestial, lejos de su tesoro. Y no dud un solo instante en conformarse, tambin en esto, al divino beneplcito.La obediencia de la Virgen Santsima fue, pues, continua, pronta, total. Continua, sin interrupcin; pronta, sin titubeos; total, sin restricciones. Fue una plena conformidad no slo de voluntad, sino tambin de juicio, a la voluntad y al juicio de Dios.El alma de Mara -escribe Ricardo de San Lorenzo- era como un metal hecho lquido, siempre pronto a tomar la forma que Dios quisiese. Por esto los santos Padres y los escritores han exaltado tanto su obediencia. Ella, segn aquellas palabras del Espritu Santo, cant siempre victoria: El varn obediente cantar la victoria (Prov. 21, 28). Cant victoria sobre la serpiente infernal, pisndole la cabeza. Feliz obediencia -exclama San Juan Damasceno-, que repar los daos de la desobediencia de Eva! Como Eva, desobedeciendo, fue causa de muerte para s y para la humanidad, as Mara, obedeciendo, fue causa de salvacin para s y para todos los hombres .VI) La gratitud, por los beneficios recibidos. La gratitud es otra virtud cristiana, derivada de la justicia, que tiene por objeto recompensar de algn modo al bienhechor por el beneficio recibido .La Virgen Mara practic en grado sublime esta hermosa virtud. No slo porque por su santidad eximia lo exiga las practic todas, sino porque hay datos positivos en el Evangelio para afirmarlo rotundamente. Qu es el Magnficat sino un cntico sublime de agradecimiento a Dios por las maravillas obradas en Ella por el Poderoso, cuyo nombre es Santo? Y el milagro realizado por Jess en las bodas de Can a instancias de Mara, no es, acaso, adems de un acto de exquisita caridad, un rasgo de finsima gratitud hacia los que les haban invitado a aquellas bodas?.Recuerda -escribe a este propsito con suavidad y uncin un piadoso autor - las escenas de Beln, con los pastores primero y con los Magos despus. Qu profundo y qu verdadero, pero sin exageraciones tontas y ridculas, sin palabreras de cumplimiento, sera su agradecimiento para aquellos adoradores de su Hijo! Qu les dira para agradecerles sus presentes y regalos. Y qu contentos se iran todos, hacindose lenguas del corazn agradecido de la Virgen!Mrala en su vida ordinaria de Nazaret, con aquellas pobres gentes que constituan su vecindad. Si le hacan algn obsequio, algn favor, qu hara Ella para recompensrselo? Cmo les agradecera las caricias y alabanzas que tenan para su Jess! Qu agradecimiento el suyo para aquellas otras que le proporcionaban trabajo a San Jos, y con l, el sustento para su casita!Y ms tarde, cuando ya su Jess sali a predicar, qu gratitud tan grande la suya sera con aquellas personas, como Marta y Mara y las otras piadosas mujeres, que tanto cuidaban de su Hijo; con aquellos apstoles que fielmente le seguan, con aquellas buenas gentes que iban entusiasmadas detrs de l y escuchaban su doctrina, ponderaban su santidad, pregonaban sus milagros por todas partes! En fin, mira a la Santsima Virgen en su agradecimiento a San Jos. Cmo le agradecera sus servicios! l, que era el guarda de su virginidad y de su honra, el obrero que trabajaba y sudaba por Ella y por su Jess, el compaero fiel, sacrificado y humilde, que comparta con Ella su pobreza, sus privaciones, su oscuridad Qu miradas las suyas! Qu palabras! En fin, en todo, qu agradecimiento! Cmo se entregara de lleno a la gratitud y a dar muestras de ello lo mejor que poda!.V) La amistad o afabilidad. Es otra virtud derivada de la justicia que nos impulsa a poner en nuestras palabras y acciones exteriores cuanto pueda contribuir a hacer amable y placentero el trato con nuestros semejantes .Sus actos son variadsimos y todos excitan la simpata y cario de nuestros semejantes. La benignidad, el trato delicado, la alabanza sencilla, el agradecimiento manifestado con entusiasmo, el buen recibimiento, la indulgencia, la paz, la paciencia, la mansedumbre, la exquisita educacin en palabras y modales, etc., ejercen un poder de seduccin y simpata en torno nuestro, que con ningn otro procedimiento pudiramos lograr. Con razn escribi Gounod que el hombre se inclina ante el talento, pero slo se arrodilla ante la bondad.VI) Otras virtudes dependientes de la justicia. Pertenecen tambin a la justicia como virtudes derivadas la veracidad en orden a decir siempre la verdad ; la fidelidad en el cumplimiento de las promesas , la simplicidad o sinceridad en las palabras y en los hechos , la liberalidad en desprenderse de las riquezas o bienes de la tierra . Todas ellas fueron practicadas por Mara en grado heroico y de todas se encuentran rastros suficientes en el Evangelio, como puede comprobar cualquiera que lo medite profundamente. No solamente en el sentido bblico -como sinnimo de santidad o de cumplimiento ntegro de la ley de Dios-, sino incluso refirindose a la justicia como virtud cardinal con todas sus derivadas, se puede decir de Mara -como hace la Iglesia en las letanas lauretanas- que es ejemplar y modelo acabadsimo de justicias: Speculum iustitiae.4.5.3. La fortaleza en Mara Sma.La tercera de las virtudes cardinales es la fortaleza. Como virtud infusa es un hbito sobrenatural que robustece el nimo para afrontar con energa los mayores peligros o dificultades en el camino de la virtud, sin desfallecer ante los ms duros trabajos .La fortaleza tiene dos actos: atacar y resistir. La vida del hombre sobre la tierra es una milicia . Y, a semejanza del soldado en la lnea de combate, unas veces hay que atacar para la defensa del bien, y otras resistir con firmeza los asaltos y dificultades, para no retroceder un paso en el camino emprendido. De estos dos actos, el principal y ms difcil es resistir o soportar las dificultades sin desfallecer. Por eso, el acto del martirio, que consiste en resistir hasta la muerte antes que abandonar el bien, constituye el acto principal de la virtud de la fortaleza .La Virgen Mara practic en grado sublime la virtud de la fortaleza. Su vida terrena puede decirse que fue un martirio continuado, sobre todo desde que el Santo anciano Simen, inspirado por el Espritu Santo, le descorri por completo el velo del porvenir anuncindole que su Hijo sera signo de contradiccin, y una espada de dolor atravesar tu alma . Desde entonces, sobre todo, comenz a ser la Virgen de los Dolores: huida a Egipto, prdida del Nio, penalidades del destierro, duro trabajo de Nazaret...Pero donde Mara practic la virtud de la fortaleza en grado estremecedor fue en su espantoso martirio al pie de la Cruz del Redentor. Dice expresamente el evangelista San Juan -testigo presencial de la escena- que Mara estaba de pie junto a la Cruz de su Hijo . De pie! Personificacin encarnada de dolor, resisti de pie el espantoso martirio de la Corredencin. Con razn la Santa Iglesia en su Liturgia aplica a la Virgen Mara el famoso texto del libro de las Lamentaciones del profeta Jeremas: A quin te comparar y asemejar, hija de Jerusaln? A quin te igualara yo para consolarte, virgen hija de Sin? Tu quebranto es grande como el mar . Porque as como el mar es lo ms extenso, lo ms profundo y lo ms amargo que existe sobre la tierra, as el dolor de la Virgen fue el ms extenso, porque abraz toda su vida; el ms profundo porque proceda del ms profundo de todos los amores: el amor hacia su Hijo, que era a la vez su Dios, y lo ms amargo porque no hay tormento ni amargura que se pueda comparar al martirio que sufri Mara al pie de la Cruz. Por eso la Iglesia aplica tambin a Mara aquellas otras palabras del profeta Jeremas: Oh vosotros cuantos pasis por el camino, mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor, al dolor con que yo soy atormentada! Y Mara lo resisti todo de pie, con aquella fortaleza heroica, que le ha valido para siempre su ttulo glorioso de Reina y Soberana de los mrtires.Las virtudes derivadas de la fortaleza. Con la fortaleza se relacionan ntimamente sus virtudes derivadas (o partes potenciales, como dicen los telogos). Las principales son cuatro: la magnanimidad, la paciencia, la longanimidad y la perseverancia ; y las cuatro brillaron en grado heroico en el alma de la Virgen:I) Su magnanimidad o grandeza de alma se manifest heroicamente en Mara, perdonando a los verdugos que crucificaron a su divino Hijo y ofreciendo por ellos su espantoso martirio al pie de la Cruz.II) Su paciencia y longanimidad, sobrellevando tan heroica y calladamente las grandes privaciones y sufrimientos a que Dios quiso someterla durante toda su vida mortal.III) Su perseverancia, en fin, permaneciendo firme en el cumplimiento perfectsimo de la voluntad de Dios hasta el ltimo suspiro de su vida.4.5.4. La templanza en Mara Sma.Templanza es lo mismo que moderacin. Como virtud cristiana cardinal, tiene por objeto moderar la inclinacin de la naturaleza humana hacia las cosas deleitables, sobre todo a los placeres del gusto y del tacto, contenindolos dentro de los lmites de la razn iluminada por la fe .Con ser la ltima de las virtudes cardinales, la templanza es una de las virtudes ms importantes y necesarias para la vida sobrenatural de una persona particular. La razn es porque ha de moderar, contenindolos dentro de los lmites de la razn y de la fe, dos de los instintos ms fuertes y vehementes de la naturaleza humana (hacia los placeres del gusto y del tacto), que con mucha facilidad se extraviaran sin una fuerte virtud moderativa de los mismos. Tal es el papel de la templanza infusa. Ella es la que nos hace usar de los placeres lcitos con un fin honesto y sobrenatural, en la forma sealada por Dios a cada uno segn su estado y condicin. Y como el placer sensible es de suyo seductor y puede arrastrar fcilmente ms all de los justos lmites, la templanza inclina a la mortificacin incluso de muchas cosas lcitas, para mantenernos alejados del pecado y tener perfectamente controlada y sometida la vida pasional.La Virgen Mara, propiamente hablando, no necesitaba la virtud de la templanza, al menos en cuanto virtud moderativa de los apetitos desordenados. Porque, como vimos al hablar del aspecto positivo del privilegio singularsimo de su Inmaculada Concepcin, Mara careci del fomes peccati, o sea, de la inclinacin al pecado -puesto que esa inclinacin o fomes es una consecuencia del pecado original, que Ella no tena-, y, por lo mismo, no necesitaba ninguna virtud moderativa de esa inclinacin desordenada.Lo cual no quiere decir que Mara no practic la virtud de la templanza; al contrario, la practic con una perfeccin sublime, jams alcanzada por ninguna otra pura criatura. Lo que ocurre es que la practic con suma facilidad sin esfuerzo alguno porque no senta la ms pequea inclinacin a los placeres desordenados. Lo cual no disminuye el mrito de la virtud, sino que, por el contario, lo aumenta. Los santos llegan a connaturalizarse tanto con la virtud que llega un momento en que ya no sienten siquiera la inclinacin a los pecados opuestos; y, sin embargo, es precisamente entonces cuando sus actos virtuosos son ms grandes y meritorios que nunca delante de Dios; porque, como explica admirablemente Santo Toms, es ms importante para la razn de mrito y de virtud lo bueno que lo difcil. Por lo cual no es preciso que lo ms difcil sea lo ms meritorio, a no ser que lo ms difcil sea tambin lo mejor . Por eso los actos heroicos de virtud realizados por los santos y, sobre todo, por Mara con grandsima facilidad, eran mucho ms meritorios que los actos virtuosos imperfectos que hacen con gran esfuerzo las almas imperfectas y mediocres.Virtudes derivadas de la templanza. La templanza, como las otras virtudes cardinales, tiene tambin sus virtudes derivadas (o partes potenciales, en lenguaje tcnico). Entre ellas figuran principalmente: la abstinencia, la castidad, la mansedumbre, la clemencia y, sobre todo, la humildad .I) La abstinencia es una virtud que nos inclina a usar moderadamente de los alimentos corporales segn el dictamen de la recta razn iluminada por la fe.Es necesario y obligatorio comer para conservar la vida corporal hasta que Dios disponga de ella. Por eso Dios, en su infinita bondad, puso un placer sensible en el acto de comer, precisamente para facilitarnos el cumplimiento de esa necesidad y de esa obligacin. Pero ese placer no debe buscase por s mismo, ya que no es un fin en s mismo, sino nicamente un medio para conservar la vida, que es el fin inmediato al que se ordena el alimento. Por lo mismo, hay que comer ordenadamente, o sea, segn las normas de la razn y de la fe: y eso es, cabalmente, lo que regula la virtud de la abstinencia, en el sentido teolgico de la palabra. Contra esta virtud se opone el feo vicio de la gula, que tanto rebaja y embrutece al hombre.Podemos pensar que esta virtud la practicaba Mara Sma. En su casita de Nazaret. Penetra en la casa de Nazaret y mira a la Santsima Virgen preparando y condimentando la comida de aquella casita. El condimento principal de la pobreza y la frugalidad y, sobre todo, el cario y el amor con que la Virgen lo prepara y lo sirve todo. Contempla aquella casita y aquellos utensilios que emplea; todo muy limpio, pero todo muy pobre. Y cmo comeran aquellos tres personajes excelsos? Qu posturas, qu actitudes, qu modales tan sencillamente correctos! Qu virtud de la templanza tan divinamente practicada en la casa de Nazaret?Di a la Virgen que te la ensee, y que te acuerdes de Ella cuando te sientes a la mesa, cuando te sirvan algo que no te gusta, para que te venzas y lo tomes, o cuando, por el contrario, es algo que te agrada muchsimo, para que te contengas y no te excedas. Que te acuerdes con la presencia de la Santsima Virgen de sobrenaturalizar y dar un valor grande a este acto tan ruin y miserable como es el de comer!; en fin, que nunca te levantes de la mesa sin haber hecho alguna mortificacin en honor de tu Madre querida .II) La castidad se define como la virtud sobrenatural moderadora del apetito gensico . Es una virtud verdaderamente anglica, por cuanto hace al hombre semejante a los ngeles; pero es una virtud delicada y difcil, a cuya prctica perfecta no se llega ordinariamente sino a base de una continua vigilancia y de una severa austeridad.Hemos de repetir aqu lo que acabamos de decir hablando de la virtud de la abstinencia. Dios quiere que el hombre coma para conservar su vida; y, para facilitar ese acto, puso un placer sensible en la comida, que es necesario regularlo segn la razn y la fe. Y Dios quiere tambin que se perpete el gnero humano a travs de los siglos: Creced y multiplicaos y henchid la tierra . Y, para facilitar el cumplimiento de ese deber, Dios puso un placer sensible en el acto por el que se propaga la especie humana. Ese placer, por tanto, no es un fin en s mismo, sino un simple medio para facilitar el fin, que es la propagacin del gnero humano. Por ello constituye un gran desorden moral buscar ese placer por s mismo -pecado de lujuria, de los ms feos y degradantes, que rebaja al hombre al nivel de los brutos animales-, sino nicamente en oren al fin (propagacin de la especie humana) y en las condiciones sealadas por el mismo Dios: en legtimo matrimonio .En relacin a la Virgen Mara habra que repetir aqu lo que ya dijimos al hablar de la virtud de la templanza en general. La castidad de Mara fue tan anglica y sobrehumana que, propiamente hablando, no se le puede atribuir a Ella la virtud de la castidad -que etimolgicamente viene del castigo de una carne rebelde-, sino la de la pureza en su grado ms sublime y excelso, que coincide con la perpetua y perfectsima virginidad . Como vimos en su lugar correspondiente, es dogma de fe, expresamente definido por la Iglesia, que la Virgen Mara permaneci virgen intacta antes, durante y despus del nacimiento de Jess . Por eso, para designarla inconfundiblemente por su propio nombre, basta decir: la Virgen, sin necesidad de aadir nada ms. Ella fue, efectivamente, la Virgen por antonomasia.III) La mansedumbre es una virtud especial que tiene por objeto moderar la ira segn la recta razn iluminada por la fe .No toda ira es mala, sino que puede ser hasta un acto de virtud cuando procede, por ejemplo, del celo por la gloria de Dios. Jesucristo, modelo incomparable de dulzura y mansedumbre , tom, sin embargo, el ltigo y arroj airadamente a los profanadores del templo . Y lanz terribles invectivas contra el orgullo y mala fe de los fariseos . Pero como la ira es una fuerte pasin que puede fcilmente desbordarse (degenerando, por ejemplo, en odio o crueldad), necesita una virtud especial que la contenga dentro de los lmites de la razn y de la fe. Y sa es, cabalmente, la virtud de la mansedumbre.Despus de Jess, el modelo ms sublime de mansedumbre que ha existido jams, fue, sin duda alguna, la Santsima Virgen Mara.Mira bien todos sus modales, graba esa imagen bendita en tu corazn; nunca la vers agria, spera, dura, airada; siempre la encontrars llena de bondad, de compasin, de caridad, de misericordia, de amor. Es, en fin, el modelo acabado de la mansedumbre .IV) La clemencia es una virtud que inclina al superior a mitigar, segn el recto orden de la razn, la pena o castigo debido al culpable. Procede de cierta dulzura de alma, que nos hace aborrecer todo aquello que pueda contristar a otro. ntimamente relacionada con la mansedumbre, se distingue, sin embargo, de ella en que la mansedumbre se refiere a la moderacin de la pasin de la ira, mientras que la clemencia modera el castigo exterior debido al culpable .Con la sola descripcin teolgica que acabamos de hacer de esta virtud ya queda fuera de toda duda que fue ejercitada en su grado ms excelso por la Virgen Mara, al perdonar de manera tan heroica y sublime a los verdugos que crucificaron a Cristo, rogando por ellos y ofreciendo al Padre la divina Vctima para la Redencin del gnero humano prevaricador. No tenemos duda alguna que, incluso, si Judas hubiera acudido a la Santsima Virgen Mara despus de la traicin a su divino Hijo no se hubiese desesperado, pues habra experimentado lo que es la infinita clemencia reflejada en esta tan excelsa creatura. Como Madre de Dios y Reina de cielos y tierra, ejercit el derecho de clemencia -que pertenece, como hemos dicho, a los superiores, principalmente a los reyes o jefes de Estado-, concediendo el indulto o perdn total a los que merecan un castigo eterno. Y todava hoy y mientras exista el mundo, contina la Virgen ejerciendo en el cielo su incomparable clemencia, intercediendo ante Dios para el perdn de los pecadores como Abogada y Refugio de todos ellos.V) La humildad es una virtud que se deriva de la templanza, nos inclina a cohibir el desordenado apetito de la propia excelencia, dndonos el justo conocimiento de nuestra pequeez y miseria principalmente en relacin a Dios .La humildad no es, ciertamente, la mayor de todas las virtudes. Sobre ella estn las virtudes teologales- fe, esperanza y caridad- y la justicia, sobre todo la legal . Pero en cierto sentido es ella la virtud fundamental, como fundamento negativo (o sea, removiendo los obstculos) de todo el edificio sobrenatural, ya que, como dice el apstol Santiago, Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes . En este sentido, la humildad y la fe son las dos virtudes fundamentales, en cuanto constituyen como los cimientos de todo el edificio sobrenatural, que se levanta sobre la humildad como fundamento negativo -removiendo los obstculos- y sobre la fe como fundamento positivo, estableciendo el primer contacto del alma con Dios .La humildad se relaciona ntimamente con otras dos virtudes que ya hemos estudiado en Mara: la verdad y la justicia. La verdad nos da el conocimiento cabal de nosotros mismos -nada bueno tenemos sino lo que hemos recibido de Dios - y la justicia nos exige dar a Dios todo el honor y la gloria que exclusivamente le pertenece al l . La verdad nos autoriza para ver y admirar los dones naturales y sobrenaturales que Dios ha querido depositar en nosotros; pero la justicia nos obliga a glorificar, no al bello paisaje que contemplamos en aquel lienzo, sino al Artista divino que lo pint.Mara, Reina de los cielos y tierra, es tambin la Reina incomparable de los humildes, por la humildad profundsima de la que nos dio maravilloso ejemplo. Ella se dio perfectsima cuenta de los inmensos tesoros de gracia que Dios haba depositado en su Corazn Inmaculado: Porque ha hecho en m maravillas el Poderoso, cuyo nombre es Santo , pero vio con la misma resplandeciente claridad que Ella era una pobre esclava del Seor y que precisamente porque Dios ha mirado la pequeez de su sierva, por eso todas las generaciones me llamarn bienaventurada .La humildad de la Reina de los ngeles mientras vivi en este valle de lgrimas fue realmente sobrecogedora, segn los datos del Evangelio. Siempre vivi en la actitud de una pobre esclava del Seor: ecce ancilla Domini. Apenas habla, no llama la atencin en nada, se dedica a las tareas propias de una mujer en la pobre casita de Nazaret, aparece en el Calvario como madre del gran fracasado, vive oscura y desconocida bajo el cuidado de San Juan despus de la Ascensin del Seor, no hace ningn milagro, no se sabe exactamente dnde muri...Pero qu premio recibi de Dios la Virgen Mara por su incomparable humildad! As como su divino Hijo Jess se humill, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz, por lo cual Dios lo exalt y le otorg un nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jess doble la rodilla todo cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos , as tambin porque Mara se humill reconociendo su pequeez y su nada delante de Dios, fue exaltada por l sobre todos los coros de los ngeles para ser ya eternamente la Reina y Soberana de cielos y tierra: Derrib a los poderosos de su trono y exalt a los humildes .4.6. LOS DONES DEL ESPRITU SANTO EN MARA SMA.Inmediatamente despus del estudio de las virtudes infusas en Mara, se impone la consideracin de los dones del Espritu Santo en su Inmaculado Corazn. Precisamente, como vamos a explicar enseguida, los dones tienen por misin especfica llevar las virtudes infusas a su ltima perfeccin y desarrollo. De donde hay que concluir, ya sin ms, que las virtudes de Mara fueron tan excelsas y sublimes porque su alma santsima estaba completamente llena del Espritu Santo que la rega y gobernaba mediante sus preciossimos dones, a cuya divina mocin la Virgen Mara correspondi siempre con la ms exquisita fidelidad, sin oponerle jams la menor resistencia u obstculo.4.6.1. Los dones del Espritu Santo en general .1) Los dones del Espritu Santo son ciertas perfecciones sobrenaturales por las cuales el hombre se dispone a obedecer prontamente a la inspiracin divina.Esta divina inspiracin es un impulso y mocin especial del Espritu Santo; a saber: no una invitacin sobrenatural comn a hacer algn bien o evitar algn mal, sino una mocin especial directiva para ejecutar aquello a que aqu y ahora mismo Dios mueve al alma.2) Siete son los dones del Espritu Santo, segn Isaas , estos son: de entendimiento, de sabidura, de ciencia, de consejo, de fortaleza, de piedad y de temor de Dios; de los cuales los cuatro primeros pertenecen a la perfeccin del entendimiento, y los otros tres a la perfeccin de la voluntad.3) Los dones del Espritu Santo son hbitos y no slo actos o disposiciones dadas transitoriamente, pues estos dones se infunden para que el hombre obre de modo sobrehumano con cierta connaturalidad a las cosas divinas y con cierta experiencia de ellas, como movido por instinto del Espritu Santo; pero el hombre no puede connaturalizarse con las cosas divinas y cmo espiritualizarse si no est dispuesto ni siente la afeccin a las mismas de modo permanente y habitual, ya que lo que se da slo por modo de don transente no connaturaliza al sujeto con aquello a que le dispone, porque no le habita a ello ni a ello le adhiere de modo permanente; luego los dones del Espritu Santo exigen ser una disposicin habitual para obrar .4) Estos dones del Espritu Santo son formalmente diversos de las virtudes, tanto adquiridas como infusas. Las virtudes adquiridas ven el objeto como susceptible de ser dirigido por las reglas del conocimiento y de la prudencia adquiridas; las virtudes infusas lo ven como dirigible por las reglas del conocimiento y prudencia igualmente infusas, esto es, por la luz de la fe y de la gracia, pero siempre conforme al modo y capacidad humana, o sea, con la razn, que especula, delibera y aconseja; pero los dones del Espritu Santo ven su objeto como asequible de un modo ms alto, esto es, por efecto interno y especial instinto del Espritu Santo, fuera de las leyes de la especulacin y de las reglas de la prudencia.De esta diversa regulacin se sigue una moralidad diversa y una diversa especificacin de las virtudes y de los dones. De muy diverso modo, en efecto, somos conducidos al fin divino y sobrenatural atenidos a normas de direccin formadas por nuestro estudio y trabajo, aun tratndose de actos de virtudes infusas, y de otro cuando nos gua y nos mueve la direccin formada en nosotros por el Espritu Santo, como la nave es conducida de diverso modo por el esfuerzo de los que reman o por el viento que empuja las velas, aunque se dirija al mismo trmino a travs de las olas .5) Por lo cual, presupuesta la formal diferencia entre las virtudes y los dones, se ve que los dones o se ordenan o mueven a obras extraordinarias por razn de la materia, que no suelen ocurrrseles a los fieles, o con ms frecuencia a la materia ordinaria de las virtudes, pero de modo extraordinario o sin previo y prudencial estudio.Precisamente porque los dones del Espritu Santo tienen la misin de perfeccionar el acto de las virtudes infusas hay entre ellos y ellas una estrecha relacin y correspondencia. Segn Santo Toms y los grandes maestros de la vida espiritual puede establecerse la siguiente correspondencia entre las virtudes y los dones:

V I R T U D E SD O N E STeologales (acerca del fin)CaridadSabidura.FeEntendimiento y Ciencia.Morales (acerca de los medios)EsperanzaTemor de Dios. PrudenciaConsejo.JusticiaPiedad.Fortaleza.Fortaleza.Templanza.Temor (secundariamente)

A travs de la virtud teologal o cardinal correspondiente, los dones del Espritu Santo influyen sobre todas las dems virtudes derivadas de aqullas. No hay una sola virtud sobrenatural que, ya sea directamente, ya a travs de alguna teologal o cardinal, que deje de recibir la influencia de alguno o algunos de los dones del Espritu Santo. Una misma virtud puede recibir la influencia de varios dones en distintos aspectos; as como un mismo don puede dejarse sentir, en diversos aspectos, sobre varias virtudes distintas. De esta manera la influencia de los dones del Espritu Santo abarca por completo todo el panorama de las virtudes sobrenaturales o infusas, haciendo que sus actos se produzcan con una modalidad sobrehumana, heroica y divina, que jams hubieran podido alcanzar por s mismas, o sea, desligadas de la mocin divina de los dones. Por eso es imposible alcanzar la santidad o plena perfeccin cristiana fuera del rgimen habitual o predominante de los dones del Espritu Santo, que es lo propio y caracterstico de la vida mstica.4.6.2. Los dones del Espritu Santo aplicados a Mara Sma.Despus de Cristo, la Madre de Jess, Madre de Dios y de los hombres, Madre del Cristo total, fue el alma ms dcil al Espritu Santo. San Juan de la Cruz nos asegura que la Madre de Dios viva bajo la mocin continua del Espritu de Dios, en la cima de la unin transformante: Tales eran las (acciones) de la gloriossima Virgen nuestra Seora, la cual, estando desde el principio levantada a este (tan) alto estado, nunca tuvo en su alma impresa forma de alguna criatura, ni por Ella se movi, sino siempre su mocin fue por el Espritu Santo . Cada uno de sus actos conscientes proceda de Ella y del Espritu Santo y presentaba la modalidad deiforme de las virtudes perfectas bajo el rgimen de los dones. Mientras que el Verbo encarnado, a causa de su personalidad divina, no poda aumentar en santidad, la Madre de Cristo aparece en la Iglesia como el prototipo del progreso espiritual, el ideal de toda alma cristina en su ascensin hacia Dios.[...] El juego de los dones del Espritu Santo en la existencia de Mara debe situarse nuevamente en el clima de su incomparable plenitud de gracia, siempre en progreso .Que la Virgen Mara posey en grado eminentsimo -solamente inferior al de Jess- la plenitud de los dones del Espritu Santo, se prueba con gran facilidad con razones del todo convincentes:Es indudable que la bienaventurada Virgen tuvo de modo excelentsimo los dones del Espritu Santo, pues:a) Estos dones siguen proporcionalmente a la gracia y a la caridad, y cuanto el alma es ms perfecta en gracia y caridad divina, tanto tiene en ms exuberante medida los dones del Espritu Santo. Y as fue en la bienaventurada Virgen, que sobrepuj en gracia y caridad a todas las criaturas.b) Los dones del Espritu Santo son ciertas perfecciones de las potencias del alma, por las cuales stas potencias se hacen ms aptas para ser movidas por el Espritu Santo fuera de todo humano modo. Esto acaeca en la bienaventurada Virgen, que era movida por el Espritu Santo de un modo perfectsimo y complacindole Ella en todo.c) Aunque la bienaventurada Virgen estuvo llena de los dones del Espritu Santo desde el primer instante de su concepcin, sin embargo, recibi un gran aumento de ellos con la venida del Espritu Santo en el da de Pentecosts. Pues despus de la Ascensin de Cristo, los Apstoles, conforme a los mandatos del Seor : Les mand no alejarse de Jerusaln, sino que esperasen la promesa del Padre que de m -les dijo- habis escuchado...; pero recibiris la virtud del Espritu Santo, que descender sobre vosotros, entraron en el cenculo y perseveraron unnimes en la oracin con las mujeres y con Mara, Madre de Jess, y con los hermanos de l , para prepararse a recibir el Espritu Santo con estos y otros santos ejercicios. Finalmente, cuando vino el Espritu Santo, llen a cada uno de ellos tanto ms copiosamente cuanto ms capaz y digno era y ms devotamente se haba preparado. De ah que siendo la Virgen Mara sola, ms digna, ms capaz, y teniendo ms excelente disposicin que todos los otros, recibiera Ella sola en mayor abundancia los carismas divinos dados aquel da por el Espritu Santo .4.6.2.1. Don de temor de Dios.Este don es un hbito sobrenatural por el cual el justo, bajo el instinto del Espritu Santo, adquiere docilidad especial para someterse totalmente a la divina voluntad, por reverencia a la excelencia y majestad de Dios, que puede infligirnos un mal.Para entender la verdadera naturaleza de este don es preciso distinguir cuatro clases de temor: mundano, servil, filial e inicial . Solamente el tercero o filial constituye propiamente el temor de Dios en cuanto don del Espritu Santo.a) El temor mundano es aquel que no vacila en ofender a Dios para evitar un mal temporal (por ejemplo, apostatando de la fe para evitar los tormentos del tirano que lo persigue). Este temor es siempre malo, ya que pone su fin en este mundo, completamente de espaldas a Dios. Huye de la pena temporal, cayendo en la culpa ante Dios.b) El temor servil es aquel que impulsa a servir a Dios y a cumplir su divina voluntad por las penas o castigos que, de no hacerlo as, podran venir sobre nosotros. Es un temor de Dios imperfecto -por eso no es todava don del Espritu Santo, ya que los dones mueven siempre a lo ms perfecto-, pero es bueno, en fin de cuentas, puesto que nos hace evitar el pecado y se ordena a Dios como a su fin, no considerando las penas o castigos como mal nico (si as fuera, sera malo y pecaminoso, por no importarle nada la ofensa de Dios en cuanto tal, sino nicamente el castigo de la misma). Huye de la culpa para evitar la pena.c) El temor filial (llamado tambin reverencial o casto), es el que impulsa a servir a Dios y a cumplir perfectamente su divina voluntad, huyendo de la culpa slo porque es ofensa de Dios (aunque no llevara consigo ninguna pena o castigo). Se llama filial porque es propio de los hijos el temor de ofender a su padre por el disgusto que esto le ocasionara. Huye de la culpa sin tener para nada en cuenta la pena.d) El temor inicial ocupa un lugar intermedio entre los dos ltimos. Es el de aquel que huye de la culpa principalmente en cuanto ofensa de Dios, pero mezclando en esa huida cierto temor a la pena. Este temor es mejor que el servil, pero no tanto como el filial. Huye de la culpa y de la pena.Teniendo en cuenta estos principios, se comprende sin esfuerzo que slo el temor filial (reverencial o casto), entra en el don de temor, porque se funda en la caridad y reverencia a Dios como Padre y teme separarse de l por la culpa. Es el de aquel que sabe decir con toda verdad: Aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera. Pero como el temor inicial no difiere sustancialmente del filial, tambin entra a formar parte del don de temor, aunque slo en sus manifestaciones incipientes e imperfectas . A medida que crece la caridad, se va purificando este temor inicial, perdiendo su modalidad servil, que todava teme la pena, para fijarse nicamente en la culpa en cuanto ofensa de Dios.En Mara Santsima actu alguna vez el don de temor de Dios? a primera vista parece que debe contestarse negativamente, ya que no era posible en Ella ningn temor de disgustar a Dios o separarse de l por la culpa, puesto que estaba confirmada en gracia y era imposible en Ella el pecado, por una asistencia especialsima del Espritu Santo. Pero, teniendo en cuenta que el temor de Dios en su aspecto ms perfecto -o sea, el temor del todo filial- lleva consigo el matiz reverencial ante la grandeza y majestad de Dios, no hay inconveniente, antes al contrario,