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Palabras clave: cultura, sistema político, ciudad de México, democracia, ciudadanía, partidos políticos. Key words: culture, political system, Mexico City, democracy, citizenship, political parties. P ara contar con elementos que permitan determinar el derro- tero de la democratización en México, se requieren estudios específicos sobre las relaciones políticas que proporcionen pistas sobre el proceso más general. Con este propósito, el siguiente texto, resultado de una investigación teórico-empírica realizada de 1997-2006, tiene como objetivo exponer las características de los vínculos entre Prácticas políticas, imaginarios y ciudadanía: las disonancias entre cultura y democracia en la ciudad de México 1 HÉCTOR TEJERA GAONA* Resumen: El texto explora el vínculo entre ciudadanía, partidos políticos y gobierno en la ciudad de México. Sustentado en una investigación del periodo 1997-2006, mues- tra los efectos político-culturales de dicho vínculo y su repercusión en la democracia en la capital del país. * Doctor en antropología. Investigador y profesor en el Departamento de Antropo- logía de la UAM-Iztapalapa, donde coordina el proyecto Cultura y Política en México. Es- pecialización en antropología política, cultura organizacional y ciudadanía. Departamen- to de Antropología, División de Ciencias Sociales y Humanidades. Edificio F-006, planta baja, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. San Rafael Atlixco núm. 186, colonia Vicentina. C.P. 09348, delegación Iztapalapa, Distrito Federal, México. Tels.: 5804-4763, 5804-4764, 5804-4767. Correo electrónico: <[email protected]>. 1 Una versión preliminar de este artículo recibió la mención honorífica del IV Premio Iberoamericano en Ciencias Sociales (UNAM-IIS/Organización de Estados Ibero- americanos). Abstract: The text explores the link between citizenship, political parties and goverment in Mexico City. Based on a research of the period 1997-2006, the article shows the poli- tico-cultural effects of this link and its reper- cussions on democracy in the capital of the country. D. R. © 2009. Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales. Revista Mexicana de Sociología 71, núm. 2 (abril-junio, 2009): 247-285. México, D.F. ISSN: 0188-2503/09/07102-02.

Prácticas políticas, imaginarios y ciudadanía: las ... · Resumen: El texto explora el vínculo entre ciudadanía, partidos políticos y gobierno ... ciudadanos y con los gobiernos

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  • Palabras clave: cultura, sistema poltico, ciudad de Mxico, democracia, ciudadana, partidospolticos.

    Key words: culture, political system, Mexico City, democracy, citizenship, political parties.

    Para contar con elementos que permitan determinar el derro-tero de la democratizacin en Mxico, se requieren estudios especficos sobre las relaciones polticas que proporcionen pistas sobre el proceso ms general. Con este propsito, el siguiente texto, resultado de una investigacin terico-emprica realizada de 1997-2006, tiene como objetivo exponer las caractersticas de los vnculos entre

    Prcticas polticas, imaginarios y ciudadana: las disonancias entre cultura y democracia en la ciudad de Mxico1

    Hctor tejera Gaona*

    Resumen: El texto explora el vnculo entre ciudadana, partidos polticos y gobierno en la ciudad de Mxico. Sustentado en una investigacin del periodo 1997-2006, mues-tra los efectos poltico-culturales de dicho vnculo y su repercusin en la democracia en la capital del pas.

    * Doctor en antropologa. Investigador y profesor en el Departamento de Antropo-loga de la uam-Iztapalapa, donde coordina el proyecto Cultura y Poltica en Mxico. Es-pecializacin en antropologa poltica, cultura organizacional y ciudadana. Departamen-to de Antropologa, Divisin de Ciencias Sociales y Humanidades. Edificio F-006, planta baja, Universidad Autnoma Metropolitana-Iztapalapa. San Rafael Atlixco nm. 186, colonia Vicentina. C.P. 09348, delegacin Iztapalapa, Distrito Federal, Mxico. Tels.: 5804-4763, 5804-4764, 5804-4767. Correo electrnico: .

    1 Una versin preliminar de este artculo recibi la mencin honorfica del iv Premio Iberoamericano en Ciencias Sociales (unam-iis/Organizacin de Estados Ibero-americanos).

    Abstract: The text explores the link between citizenship, political parties and goverment in Mexico City. Based on a research of the period 1997-2006, the article shows the poli- tico-cultural effects of this link and its reper-cussions on democracy in the capital of the country.

    D. R. 2009. Universidad Nacional Autnoma de Mxico-Instituto de Investigaciones Sociales. Revista Mexicana de Sociologa 71, nm. 2 (abril-junio, 2009): 247-285. Mxico, D.F. ISSN: 0188-2503/09/07102-02.

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    ciudadana,2 gobierno y partidos polticos, sus efectos poltico-culturales y su repercusin en las posibilidades de profundizar y ampliar las actitudes y prcticas sociales de carcter democrtico en la ciudad de Mxico.

    Para alcanzar dicho objetivo, en la primera parte se expone una estra-tegia terico-metodolgica cuyo propsito es responder a tres problemas: primero, cules son las caractersticas de la interinfluencia entre cultura y poltica;3 segundo, cmo delinea sta las prcticas poltico-culturales4 prevalecientes en las relaciones polticas, y, finalmente, qu implicaciones tienen dichas prcticas en las posibilidades de ampliar las relaciones de-mocrticas en la capital del pas. En la segunda parte se aborda la forma en que las relaciones polticas entre los habitantes de la capital del pas y los candidatos a diputados locales, federales y jefes delegacionales confi-guran la ciudadana, y cmo acota y redefine sta las prcticas proselitistas de los partidos polticos. Igualmente, se expone cmo la interinfluencia partidaria ha modificado el quehacer proselitista.5 En la tercera parte se transita de la interaccin a la participacin y se exponen las caractersti-cas de la participacin ciudadana6 organizada, particularmente la de los actualmente desfallecientes comits vecinales y las comisiones de asamblea vecinal, as como la relacin de estas formas de representacin con otros ciudadanos y con los gobiernos locales (delegacionales).7

    2 Se entiende como ciudadana al conjunto de prcticas poltico-culturales que, au-nadas a las obligaciones y derechos de carcter legal, poltico y social, definen la relacin de un individuo con el Estado y con su comunidad.

    3 Se considera a la poltica como el conjunto de relaciones sociales a travs de las cuales se intentan modificar tanto las estructuras como las interacciones de poder que, en su conjunto, delinean cmo se producen, reproducen y consumen los bienes (mate-riales o simblicos) sociales.

    4 Las prcticas poltico-culturales son acciones cuyos contenidos se aprenden, repro-ducen y modifican por la interaccin entre cultura y poltica. Son prcticas que sinteti-zan imaginarios e intencionalidades polticas.

    5 El estudio de las relaciones entre ciudadanos y partidos fue realizado durante las campaas polticas de 1997, 2000 y 2003 en las delegaciones Tlhuac, Milpa Alta, Izta-calco, Miguel Hidalgo y Cuauhtmoc. Se analizaron actividades proselitistas de candi-datos a diputados locales, federales y jefes delegacionales del pan, prd y pri en un total de 23 campaas electorales. El correspondiente a las casas de atencin ciudadana se efectu en 2001 y 2004 en ocho y cuatro oficinas, respectivamente, pertenecientes a di-putados locales del pan y el prd en Cuauhtmoc e Iztacalco.

    6 Se define a la participacin ciudadana como el conjunto de acciones que sta rea-liza con el propsito de incrementar su influencia en las decisiones gubernamentales, particularmente en las relativas al destino de los recursos del Estado.

    7 El anlisis de la dinmica de los comits vecinales y de las comisiones derivadas de asambleas vecinales fue realizado de 2002 a 2005 en Tlhuac, Iztacalco y Tlalpan.

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    Finalmente, se hace una reflexin sobre los procesos anteriores que, si se quiere, integran un collage, el cual, sin embargo, visto en su conjunto, pro- porciona pistas sobre la dinmica poltica de una megalpolis tan vasta y diversa como la ciudad de Mxico. Esa perspectiva, que entrelaza los resultados obtenidos desde diversos mbitos de investigacin, es la aqu expuesta.8

    De las orientaciones habitualmente utilizadas para analizar los proble-mas relacionados con la instauracin o el fortalecimiento de la democracia la poltica, la legal-organizacional y la participativa (Brachet-Mrquez, 2001: 27-28), el estudio se ha inclinado por esta ltima, buscando ex-plicar los procesos mediante los cuales, en su caso, la ciudadana influye en la poltica y en la distribucin del ingreso social.

    Se parte de un enfoque cultural que profundiza en la interrelacin social como estrategia para entender tanto la conexin entre cultura y poltica como la forma en que ella afecta las posibilidades de impulsar relaciones democrticas ms amplias. Con este propsito, se muestra la influencia cultural de las instituciones (gubernamentales o partidarias) en la cultura ciudadana y, a la vez, cmo se modifica la cultura institucional al vincularse con los ciudadanos.

    la interinfluencia entre cultura y poltica: una propuesta terica

    Como se ilustra en la grfica 1 (p. 251), propongo que la cultura se com-pone de tres planos: las convicciones de fondo, que son difusas y aproblem-ticas; los valores significativos, que imprimen sentido a la cotidianidad, y la asignacin de significados sobre las prcticas sociales. Las convicciones de fondo no son usualmente cuestionadas, sustentan la convivencia social y se modifican muy lentamente. Los valores significativos son, por decirlo as, un esqueleto conceptual que matiza la posicin que los sujetos socia-

    Se entrevistaron integrantes de 46 organizaciones vecinales (comits y comisiones de asambleas vecinales) y se efectu observacin participante en sus reuniones internas, acciones vecinales y negociaciones con las delegaciones polticas. El programa Hacia un presupuesto participativo fue estudiado en 2003 en Tlalpan (nica delegacin donde se intent implantarlo). Finalmente, las relaciones entre organizaciones vecinales y go-biernos locales se abordaron en las delegaciones Tlhuac, Iztacalco y Tlalpan durante 2003 y 2004.

    8 En todos los casos, el autor del presente texto dise la investigacin, particip en el estudio en el terreno y coordin, cuando esto se requiri, al grupo de campo.

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    les adoptan ante diversos acontecimientos. Finalmente, la asignacin de significados est vinculada a la pugna social por establecer las conviccio-nes y los sentidos que impregnan las relaciones y las prcticas sociales. El afn de los actores o grupos sociales por reforzar o cuestionar los sig-nificados culturales dominantes delinea el contenido de los imaginarios sociales.9 Este proceso, que designo objetivacin de la cultura, se realiza a travs de discursos y otras prcticas, como los performances culturales,10 que representan o teatralizan las relaciones polticas establecidas, o las que se desean establecer.11

    En este proceso, la poltica transforma la cultura cuando emplea y reorganiza sus contenidos; a su vez, la poltica cambia al delinearse nue-vos sentidos comunes (Lechner, 2002: 47). La poltica implica pugnas por cmo nombrar y clasificar las relaciones sociales, y cuando se logra establecer un campo de significacin social, es probable que ste apun-tale la eficacia de los disensos sociales.12 La poltica pone en interaccin y tensin las convicciones, los sentidos y las atribuciones de la cultura, dinamizando sus contenidos.

    Esto sugiere que el trmino cultura poltica es un pleonasmo, ya que toda cultura es poltica porque es producida por las relaciones sociales, las cuales, a su vez, reproduce (Dagnino, 1998: 43).13

    La poltica es una accin cargada de intencionalidad. La enfoco como intencionalidad ms que como racionalidad, particularmente porque sta se asocia al rational choice y al homo economicus, y debido, en todo caso, a que coincido con Habermas (1989: 39) en cuanto a que la racionali-dad implica reflexionar sobre los estndares de valor con los cuales se

    9 Los imaginarios sociales son aquellas subjetividades que median la vida colectiva, que estn entreveradas en el habitus de una poblacin, y a travs de las cuales los indivi-duos entienden sus identidades y su lugar en el mundo (Parameshwar, 2002; Calhoun, 2002; Bakso, 1991).

    10 El performance cultural es el proceso social mediante el cual los actores muestran a otros el significado de ciertas relaciones sociales o polticas. No necesariamente es un significado al que se adhieran, porque puede ser creado conscientemente para que los otros se adscriban al mismo, pero debe realizarse de forma tal que sea plausible para quienes lo observan (Alexander, 2004).

    11 Regresaremos a esta cuestin posteriormente.12 En este sentido, los conflictos polticos tienen un fuerte componente cultural por-

    que inciden en la construccin de significados, pero su ubicacin es estructural porque buscan modificar las formas de ejercicio de la dominacin (Melucci, 1998: 423).

    13 Por ello, adems, coincido con Wedeen (2002: 720) cuando advierte que el con-cepto de cultura poltica presupone una coherencia y estabilidad interna indefendibles empricamente.

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    interpretan las necesidades. Tambin porque la cultura matiza la polti-ca, ms all del clculo que se adscribe a los actores polticos. En efecto, el voto ha sido empleado como medio para analizar la racionalidad de los electores (Downs, 1957);14 tambin como expresin condensada del sustrato cultural asociado a los deseos ciudadanos (Krotz, 1990: 12). Sin embargo, se requiere de una afanosa imaginacin para extraer de los resultados electorales tanto una racionalidad como una cultura y los deseos ciudadanos. La definicin de sus preferencias est influenciada por los medios de comunicacin masivos, en resonancia tanto con las vivencias, necesidades y aspiraciones ciudadanas como con los conte-nidos culturales que las matizan (Lipovetsky, 1986: 26). Por ejemplo, el imaginario social ciudadano que enfoca el ejercicio de gobierno como un acto personalizado (Calcagno, 2001; Sartori, 1998: 107-108), encarnado en un candidato, propicia la aspiracin a tener contacto con ste. Esta

    14 Para un recuento del tema, vase Blais, 2000.

    Grfica 1relacin entre cultura y poltica

    Delinean las definiciones

    generales de las situaciones

    en las cuales se ubican

    Difusas y aproblemticas

    Convicciones de fondo

    CULTURA

    Transformaciones en la cultura

    Transformacin de las relaciones polticas

    Cam

    bios

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    ella Matizan las

    acciones frente al mundo

    Establecen el campo de accin de los individuos

    Se utiliza con el propsito de alcanzar

    objetivos

    Se expresa en el campo de las relaciones

    polticas

    Prcticas poltico-culturales

    Representaciones o performances

    Discursos

    Objetivacin

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    aspiracin es un insumo en las estrategias proselitistas, que convierten la poltica en performances actuados en los medios de comunicacin masivos (Newman, 1994; Friedenberg, 1997), donde los polticos se dirigen a sus audiencias con un lenguaje coloquial, horizontal, pletrico de inters por sus problemas cotidianos y rebosantes de energa, optimismo y voluntaris-mo. Estas estrategias influyen, a la vez que enmascaran, las motivaciones ciudadanas para votar por un candidato o por otro.

    Por su parte, los estudios sustentados en encuestas de valores no explican el comportamiento poltico-cultural encontrado en la investi-gacin por tres razones: la primera, debido a que simplifican la cultura, asignndole tanto un carcter normativo como un contenido esttico;15 la segunda, porque al adscribirle dicho carcter normativo (Almond y Verba, 1963: 14) obstaculizan la posibilidad de reflexionar sobre las tensiones en las declaraciones de sus encuestados, y la tercera, porque su esfuerzo heurstico es tipolgico y descriptivo (Thomson, 1993: 141).

    Siendo el ejercicio de la poltica un espacio de negociacin donde se entrecruzan imaginarios e intenciones, llama la atencin que escasamente se escudrie su relacin con la cultura, ubicando a esta ltima ms como un elemento que pauta el comportamiento poltico que como un sustrato dinmico que modifica los campos o las fronteras de significado asociados a dicha negociacin.16

    Reduccionismo culturalista y enfoque metodolgico

    Es importante evitar caer en un reduccionismo culturalista de la poltica, porque la posibilidad de que la cultura influya sobre el sistema poltico es decir, que tenga eficacia poltica (Lipset, 1993: 155) reside en la correlacin de cuatro condiciones: a) los efectos derivados de la cons-titucin de los campos significativos (cultura), b) las caractersticas de la participacin ciudadana (accin), c) las ventajas que los actores polticos perciban de actuar bajo determinadas prcticas poltico-culturales demo-crticas o autoritarias (intencionalidad), y d) la porosidad de dicho sistema

    15 Incluso un analista sagaz como Lechner (1990) enfoc a la cultura por su per-durabilidad temporal al distinguir la cultura de la opinin pblica por sus contenidos arraigados (49).

    16 Probablemente porque muchos de sus aspectos difcilmente son cuantificables (Kertzer, 1998: 7).

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    poltico (contexto). Es decir, en la combinacin de condiciones culturales, de accin y estructurales en el campo de las pugnas polticas.17

    En consecuencia, las posibilidades de ampliar o fortalecer la democra-cia en la ciudad de Mxico no se resuelven estableciendo la raigambre democrtica de los valores expresados por los citadinos, sino en la interaccin de las condiciones mencionadas. Sostener, por ejemplo, que procesos democrticos como la posibilidad actual de elegir a un jefe de gobierno derivan de dicha raigambre simplifica la cuestin, porque, en todo caso, para sustentarla, los valores deberan ubicarse en el trinomio accin-contexto-intencionalidad.18

    No se malinterprete lo expuesto. El derecho a elegir gobernantes en la capital del pas es, indudablemente, un avance democrtico, ya que desde 1928 hasta 1988 no hubo elecciones locales. Pero aseverar que dicho avance es resultado de transformaciones en la cultura de los capi-talinos, expresada en cambios polticos, pasa por alto la complejidad de la cuestin y abreva en el mencionado reduccionismo culturalista. En todo caso, la cuestin es si puede pasarse de un gobierno elegido democrticamente a una institucionalizacin democrtica, y cules son las condiciones en las relaciones entre ciudadana, gobierno y partidos polticos requeridas para ello (ODonnell, 1994: 56).

    La investigacin realizada se sustenta en estudios llevados a cabo en el terreno (lo que coloquialmente se denomina trabajo de campo), requeri-dos por las implicaciones metodolgico-tcnicas de la perspectiva terica ba- jo la cual se aborda la dinmica poltico-cultural. La observacin partici-pante, as como las entrevistas semiestructuradas y a profundidad de los involucrados en los procesos estudiados, han permitido ahondar en el efecto que tienen las prcticas poltico-culturales en las relaciones demo-crticas, tomando en consideracin otros aspectos, como los estructurales y de intencionalidad ya mencionados.

    Estratgicamente se han buscado mbitos de condensacin de las relacio-nes polticas, donde los ciudadanos, organizados o no, negocian apoyos polticos por gasto social, o consideran tener un derecho y lo exigen ante quienes representan al gobierno, o buscan alcanzar su representacin

    17 Esto permite, adems, abordar del cambio poltico, que generalmente es un pro-blema tanto en las perspectivas institucionales de la poltica como en las visiones norma-tivas de la cultura (Lieberman, 2002).

    18 El anlisis que busca en los resultados electorales, particularmente en el voto, las motivaciones ciudadanas tambin es insuficiente porque requiere ubicarse en el trinomio cultura-contexto-accin.

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    (Signorelli, 1996: 29.); mbitos donde la interinfluencia entre ciudadana, gobierno y partidos polticos adquiere corporeidad.

    Las demandas ciudadanas usualmente refieren a necesidades mate-riales de muy diversa ndole, las cuales, obviamente, son indicadoras de sus carencias y de los problemas urbanos. Lo sugerente es que tambin muestran tanto sus imaginarios acerca del carcter de las relaciones pol-ticas como de las prcticas poltico-culturales utilizadas para solventarlas. La bsqueda de su satisfaccin se fusiona con el contenido cultural que se imprime a la negociacin con los representantes del gobierno, o con los intermediarios de los partidos polticos. A su vez, las posibilidades de que sean satisfechas combinan la eficacia poltica y la permeabilidad de las instituciones gubernamentales. Los engarces de estos elementos en torno a las demandas ciudadanas pueden considerarse una sntesis, una condensacin, de los contenidos estructurales, culturales y de intencio-nalidad, asociados a las relaciones polticas.

    El anlisis no se circunscribe a cmo se relacionan los ciudadanos con las instituciones gubernamentales y polticas, expresando y utilizando la cultura al hacerlo. Penetra en cmo muestran dichas instituciones, a tra-vs de sus representantes, su carcter como organizaciones culturales no solamente en trminos de su identidad corporativa la cual es fcilmente observable en los partidos polticos, sino en cuanto a su influencia cultu-ral al intentar establecer fronteras de significado mediante el proselitismo poltico, o el contenido y la prctica de las polticas pblicas.19

    partidos, proselitismo poltico y cultura

    Los procesos electorales conjugan los efectos mediticos de las campaas a travs de los medios de comunicacin masivos con las relaciones cara a cara entre candidatos y ciudadanos. Como se sabe, los partidos buscan ganar las elecciones impulsando a sus candidatos ms importantes (a presidente o, en el caso de la capital del pas, a jefe de gobierno) en los medios de comunicacin. Mientras, sus aspirantes a jefes delegacionales y diputados federales y locales realizan campaas seccin por seccin, o, si se prefiere, manzana por manzana. Estas ltimas muestran una capacidad de penetracin limitada si se comparan con las enfocadas

    19 Las polticas pblicas contienen mensajes implcitos sobre los derechos ciudada-nos y las formas adecuadas de relacin con el gobierno (Rathgeb e Ingram, 2002: 56), las cuales configuran la cultura ciudadana.

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    a la radio y la televisin, pero, en trminos del objetivo propuesto, con-densan relaciones, polticas difciles de observar en otros espacios. Per-miten escudriar tanto en la cultura, la cual se revela a travs de dichas relaciones, como en la intencionalidad de la accin ciudadana, y en la forma en que su relacin con los candidatos logra, algunas veces, influir en las instituciones gubernamentales para alcanzar la satisfaccin de sus necesidades y expectativas. En otros trminos, muestran empricamente las condiciones estructurales, culturales y de intencionalidad en el campo de las relaciones polticas cara a cara al representar para los ciudadanos la oportunidad de reclamar que sus problemas sean resueltos, ofrecien-do, a cambio, votar por quien gestione su atencin gubernamental o los solvente con recursos del partido al que pertenece.

    La bsqueda partidaria de votos reviste a los ciudadanos de un poder que se esfuma una vez realizada la eleccin, por lo que aquellos pertene-cientes a los sectores populares buscan continuar la relacin combinando en la negociacin la demanda con la bsqueda de vnculos sustenta- dos en la reciprocidad mediante los cuales intercambiar apoyo poltico por gestin. Otros, los menos, los generalmente ubicados en las clases media y alta, se inclinan por exigir sus derechos como ciudadanos y ha-bitantes de la ciudad de Mxico.

    Hay dos tipos de ciudadanos: el primero, el ciudadano tapete, que al dirigirse al gobierno, llmese delegacin o gobierno central, lo hace de manera casi en tono de ruego. Le pide si es posible, si est dentro de sus posibilida-des, sera tan amable, por su atencin, quedo como su atento servidor. Casi lame el piso. Por el contrario, el segundo, si no es atendido, es el patea- puertas, el que exige de manera inmediata la solucin a sus demandas. De plano, hasta parece que te va a golpear.20

    En ambos casos la negociacin se tensa si los candidatos o militantes se acercan con promesas sustentadas en, por ejemplo, ofrecimientos de un futuro mejor, o peor an, si exponen sus proyectos legislativos. La expectativa es, por una parte, que demuestren su capacidad de interme-diacin y gestin, preferiblemente antes de los comicios, porque, como sostienen muchos ciudadanos, despus de las elecciones se olvidan de nosotros; por otra, que comprueben su inters a largo plazo por estar cerca de la ciudadana, tornndose en su lder y gestor.

    20 Coordinadora de Mdulo de Atencin Ciudadana de diputado local.

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    Lo anterior indica que, particularmente entre los sectores populares, las prcticas para garantizar la atencin a sus demandas usualmente no se ubican en el mbito de lo ciudadano (de los deberes y derechos frente al Estado), expresndose frecuentemente como peticin que se acompaa de la bsqueda de relaciones a largo plazo. En las clases medias dichas prcticas fluyen hacia la exigencia y la ausencia de lealtades personales.

    La conciencia ciudadana es ms difusa entre los grupos ms desfa-vorecidos de la poblacin de la capital del pas y, por tanto, su debili- dad poltica es mayor, hacindolos proclives a entablar relaciones del tipo patrn-cliente y transferir a los intermediarios la solucin de sus proble-mas, anulando su participacin y difuminando su responsabilidad. Lo anterior propicia un crculo vicioso donde no se fortalecen su ciudadana ni su presencia poltica, y favorece la intermediacin, la cual, a su vez, obstaculiza que stas se consoliden. Esta situacin es alimentada por el carcter de las prcticas polticas que estn definiendo el sentido de ciudadana en la capital del pas, las cuales frecuentemente confluyen con el desvaneci-miento de las relaciones comunales y barriales, o su degradacin a causa de la delincuencia y la violencia.21 Del mismo modo, est relacionada con el hecho de que un sinnmero de ciudadanos prefieren reforzar su vnculo con los polticos que asistir a las urnas, ya que la democracia no ha satisfecho sus necesidades y expectativas.22

    Ciudadanos, reciprocidad y partidos polticos

    Los ciudadanos buscan entablar con los polticos relaciones de reciproci-dad sustentadas en algo ms que en compromisos a futuro, en promesas de que gestionarn peticiones o en entrega de regalos utilitarios en mtines y festivales. Buscan establecer negociaciones sobre beneficios puntuales, tangibles y duraderos que respondan a demandas tales como la gestin para el otorgamiento de un crdito de vivienda. Intentan que estas relaciones tengan un carcter de largo plazo durante el cual

    21 Una vecina de Tepito entrevistada durante uno de los estudios sobre las campaas electorales lo expone as: Antes tenamos reglas y los ladrones no se metan con los que vivamos aqu; pero ahora con la drogadiccin los muchachos ya no reconocen y por conseguir ms droga lo asaltan a uno aunque sea de la misma calle [...]. Ni se vaya a meter a La Fortaleza (la unidad habitacional denominada as), porque all hasta entre los vecinos se roban.

    22 La Encuesta Nacional de Cultura Poltica (Encup) 2005 muestra que 57% de los ciudadanos est poco o nada satisfecho con la democracia del pas.

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    los patrones (para muchos, los ms pobres, ms bien percibidos como patronos) intermedien entre ellos y las instituciones gubernamentales, y en retribucin los apoyarn polticamente (por ejemplo, realizando ac-tividades de proselitismo electoral y asistiendo a festivales y mtines). Son relaciones alimentadas por lazos sociales revestidos de contenidos mora-les (lealtad o correspondencia) que, en algunos casos, incorporan nexos rituales (compadrazgo) que las fortalecen. Aun cuando analticamente estas relaciones sean desiguales, la investigacin indica que tienden a ser imaginadas por quienes las practican como sustentadas en intercambios equivalentes ubicados en el mbito de las relaciones personales. Y aun-que en algunos casos se perciben como verticales y asimtricas, de todas formas se desean, porque se consideran la forma ms viable o prctica de lograr la atencin gubernamental. Son relaciones carismticas, per-sonales y personalizadas, propiciadas y sustentadas por la desigualdad econmica y poltica entre quienes las entablan, por lo que muestran un carcter autoritario.

    La tendencia ciudadana a negociar con base en la reciprocidad no significa que un regalo utilitario le marcar una direccin a su voto, porque ste no se ubica en el campo de las obligaciones y contraobligaciones propias del intercambio simblico-material (Mauss, 1979). Recibir un presente no implica un compromiso, sino que representa una oportunidad que puede combinarse con el chantaje si no se entrega, reclamando, por ejemplo: si as son ahora, cmo ser cuando sean gobierno, chantaje que ha fortalecido el imaginario partidista de que los regalos influyen en las preferencias electorales, aunque el sustento emprico de ello sea endeble.23 Por lo dems, en la percepcin de muchos los regalos son una prueba ms del derroche econmico de las campaas, lo cual genera mayor descontento hacia los partidos polticos.

    Las relaciones clientelares no estn generalizadas ni abarcan todo el espectro de estrategias mediante las cuales los partidos buscan allegarse

    23 Con excepcin de la entrega de material de construccin. Durante las tres cam-paas estudiadas se encontr a quienes estuvieron dispuestos a intercambiar votos por varilla, cemento y lminas de asbesto, por ejemplo. Aun as, quienes compran el voto frecuentemente presionan socialmente a los electores reunindolos el da de los comicios para llevarlos a votar. Con ello intentan evitar que sigan la recomendacin de reciban todo lo que les ofrezcan, pero voten por, inicialmente utilizada por el prd en contra del pri y actualmente por los dems partidos en contra del prd. Algunos ciudadanos se han apropiado de ella modificndola en los siguientes trminos: recibamos todo lo que nos ofrezcan, pero votemos por quien mejor nos parezca.

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    votantes en la ciudad de Mxico, aun cuando sean las que tienen mayor efecto en las preferencias electorales. Esto no es nuevo, pero s lo es que dichas relaciones requieren, cada vez ms, de eficiencia. Los contenidos morales que respaldan las adhesiones estn siendo sustituidos por el pragmatismo individualista, lo cual podra explicar el incremento de los swings (osci-laciones) en las preferencias polticas mostradas en algunas secciones electorales en la ciudad de Mxico.24 El incremento en la competencia partidaria tambin implica una creciente disputa por las clientelas, lo cual, como se muestra posteriormente, modifica su cultura y sus estrate-gias proselitistas. Esto se expresa, como se ilustra en la grfica 2, en las relaciones frente a frente entre polticos y ciudadanos a travs del despla-zamiento de las transacciones difusas (impregnadas de intercambios mora-les), donde se hacen ofertas generales acompaadas de discursos cohe- sivos, tpico-recurrentes y percepciones normativo-funcionales, por las transacciones especficas (caracterizadas por intercambios poltico-materia-les), donde la intermediacin por bienes y servicios se intercambia por votos y apoyo poltico.

    Partidos y cultura

    Los partidos polticos actan como organizaciones culturales, no slo porque reproducen una identidad particular,25 sino porque su proseli-

    24 Por ejemplo, en Iztapalapa existe un intercambio de votos entre el pri y el prd, o viceversa, desde hace algunos aos. Gmez-Tagle (2000: 84-909) considera que esto se debe a los cambios en las lealtades de las organizaciones clientelares. En la investi-gacin realizada se encontr que, adems, la dilucin de las adhesiones polticas y sus consecuentes desalineamientos polticos son propiciados por un creciente pragmatismo poltico entre los sectores ms desfavorecidos de la poblacin de la ciudad, alimentado, a su vez, por la competencia creciente de los partidos por ganarse su adhesin. Por el con-trario, en las zonas donde predomina la clase media, como la denominada laguna azul en la delegacin Benito Jurez, pero tambin en Miguel Hidalgo, Cuauhtmoc, Gustavo A. Madero, Coyoacn y lvaro Obregn, existen reas donde se vota reiteradamente por el pan desde los aos sesenta. En cuanto al pragmatismo, tenemos como ejemplo la siguiente reflexin: Recibimos la invitacin de un partido porque se supona que iban a trabajar y tener la fuerza suficiente para presionar a la delegacin a que nos resolvieran nuestros problemas. La verdad fue una mala decisin ya que no nos benefici. Ahora aceptamos los apoyos de todos los partidos siempre y cuando nos traigan cosas y no nos pidan que votemos por ellos: coordinador de comisiones de unidad territorial.

    25 Se enfoca la identidad como el sentimiento de pertenencia a una comunidad, lo que usualmente genera la percepcin de estar en igualdad de condiciones, lo cual es im-portante para propiciar la organizacin (Gimnez, 2000: 71-72). Dicha identidad puede

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    Importante: Esta grfica solamente es ilustrativa, ya que las transaccio- nes polticas pueden ubicarse en espa- cios intermedios entre las transacciones difusas y las especficas, o pasar de una a la otra en una negociacin.

    Grfica 2caractersticas de las transacciones polticas

    Discursos cohesivos (ej. similitud de intereses, preocupaciones, origen social o inclinacin poltica).

    Discursostpico-recurrentes (ej. inseguridad, nivel de vida, justicia, democracia).

    Percepcionesnormativo-funcionales (ej. debe ser de gobernantes y polticos y ciudadanos).

    Especficas

    Difusas

    Ofertas generales de carcter pblico. Compromisosde

    gobierno en medios de comunicacin masivos.

    Intercambios morales

    Ofertadebienesyservicios.

    Intercambiodevotos por bienes o gestin.

    Ofertadeintermediacin o gestin de demandas pariculares.

    Negociacionesdebienes y apoyos evaluados como equivalentes.

    Intercambios poltico-materiales

    Apoyosciudadanosenmtines y festivales.

    Manifestacionesde adhesin de organizaciones sociales.

    Transacciones polticas

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    tismo genera nuevas fronteras de sentido cuyo propsito es obtener el apoyo ciudadano para alcanzar el poder. Dicho proselitismo bosqueja formas de ser y actuar ciudadanas (Bolos, 1995; Salles, 2000: 274), ma-tizando, en consecuencia, la intencionalidad de su actuacin poltica.26 Tambin configura las formas que adquieren las relaciones sociopol- ticas al infiltrarse en los contenidos de algunos de los valores significativos constitutivos de la arena poltica.27

    Afirmar que los polticos se acoplan pragmticamente a las expecta-tivas ciudadanas no es incorrecto, aunque simplifica los elementos que intervinieron entre ambos, fundamentalmente porque ellos comparten la cultura institucional de su partido, especialmente su identidad e ima-ginarios sobre cmo alcanzar el poder y, para el tema aqu abordado, los contenidos de la relacin con los ciudadanos para lograrlo. Por esta razn, si, como se ha sostenido, las demandas son indicativas de los imaginarios ciudadanos y muestran sus prcticas poltico-culturales, las estrategias proselitistas son tambin prcticas poltico-culturales que revelan los imaginarios de los partidos y sus integrantes acerca de los ciudadanos.

    Durante los tres periodos electorales estudiados se encontr que, como organizaciones culturales, los integrantes de los partidos polticos particularmente sus candidatos, militantes y simpatizantes reprodu-cen la cultura de la cual provienen. En efecto, el pri se relaciona con la ciudadana tomando como base las prcticas poltico-culturales mediante las cuales muchos de sus integrantes fueron atrados a ese partido; en consecuencia, se inclinan a simplificar su relacin con los capitalinos a la intermediacin para obtener bienes y servicios. Esto fue ms evidente en el primer periodo electoral analizado, cuando todava gobernaba la ciudad de Mxico. No obstante las restricciones legales, antes de las

    expresarse en una ideologa poltica y una percepcin afn del mundo, y, en trminos generales, en un estilo de vida, particularmente en aquellos partidos que apelan a los valores para preservar sus tradiciones, como el pan. Un estudio sugerente sobre el tema es el realizado en Chile por Lomnitz y Melnick (2000). Tambin Goren (2005) muestra cmo las adscripciones partidarias predisponen a ciertos valores y formas de accin so-cial y poltica.

    26 Habermas (1998: 622) sostiene que la identidad ciudadana deriva del ejercicio de los derechos y la participacin. Coincido en trminos generales con esta afirmacin, aun cuando debe precisarse que ambas se enmarcan en prcticas poltico-culturales que imprimen sus contenidos a dicho ejercicio.

    27 La arena poltica est integrada por los valores significativos o las convicciones de fondo que establecen las reglas compartidas con base en las cuales se relacionan los adversarios o contendientes polticos.

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    elecciones hubo una significativa interaccin entre sus candidatos y las delegaciones polticas para corregir deficiencias en la calidad y suminis-tro de servicios pblicos, as como para emplear de manera proselitista programas sociales gubernamentales. Posteriormente ha sustentado su presencia poltica como lo haba hecho el prd antes de gobernar en la bsqueda de ventanas de oportunidad donde la atencin a los pro-blemas citadinos sea insuficiente, o est ausente, para obtener adhesiones mediante la gestin.

    Por su parte, el prd ha mostrado bsicamente dos tendencias en su relacin con los ciudadanos: la pragmtico-clientelar, caracterstica del pri, y la utpico-participacionista, provenientes de experiencias e imaginarios distintos sobre la ciudadana. La primera es propia de militantes y lderes de organizaciones urbano-populares formados arrebatndole al pri espacios de gestin pero educados bajo sus prcticas poltico-culturales; la segunda la desarrollan intelectuales, que asocian participacin con democracia, y representantes e integrantes de organizaciones de la so-ciedad civil.28 La diferencia de concepciones se expresa prcticamente en la siguiente descripcin de un da de campaa electoral:

    Una candidata a diputada federal realiza un recorrido por diversas uni-dades habitacionales cuyos habitantes usualmente le solicitan pintura para las fachadas y la limpieza de cisternas. A dicho recorrido se integra el can-didato a diputado local. En una reunin celebrada en una de las unidades, a la que asisten aproximadamente cuarenta personas, el candidato local expone que la tarea de legislar es diferente a la de gobierno y que la orga-nizacin de la gente es lo que necesita el pas, debido a que la gente vale oro y les posibilita resolver el tipo de problemas que tengan. No obstante esta invitacin, en las intervenciones se solicita que se recoja la basura y se instalen topes en la calle. Una seora reclama: el mayor problema es el de la credibilidad. Espero que las peticiones se resuelvan y no solamente nos visiten para pedir nuestro voto; que nos atiendan cuando tengamos algn problema, alguna peticin. La candidata afirma que el problema de la ba-sura requiere que los vecinos soliciten una explicacin a la delegacin, y que en cuanto a los topes no pueden instalarse porque la zona presenta un alto ndice de asaltos. El candidato a diputado local interviene afirmando que

    28 Desde un enfoque tanto cvico como cultural, la sociedad civil est integrada por asociaciones ubicadas fuera del Estado que expresan los intereses de los ciudadanos. Su funcin poltica de movilizacin, contencin e institucionalizacin genera ciudadana, establece algunos elementos de la agenda pblica y puede modificar a las instituciones mediante la accin colectiva (Brysk, 2000:151).

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    hay que apostar a la organizacin, que la diputacin no lo puede resolver todo y que, sean o no perredistas, los presentes deben luchar por su comu-nidad. Sostiene que la lucha es cambiar la cultura poltica que ha marcado el pri y la mejor forma de modificarla es la organizacin de la sociedad. De todas formas, un grupo de asistentes les pide pintura e impermeabili- zante para sus casas. La candidata se retira para cumplir otros compromi-sos, mientras el candidato se queda intentando responder a las demandas de los ciudadanos. Saliendo de la reunin el candidato a diputado local comenta en corto: No me gusta cmo se compromete la candidata con los vecinos, es un estilo muy prista.29

    En cuanto al pan, este partido actualmente flucta entre la cultura del ve-cinismo y la pragmtico-clientelar. Designo as a la primera por ser una estrategia en la cual sus candidatos se presentan como vecinos,30 inten-tando con ello eludir la percepcin negativa de la ciudadana sobre los diputados y los partidos polticos.31 Desde las elecciones del 2000, la evaluacin que seala que esta estrategia es insuficiente ha impulsado al partido a reproducir las tcticas habituales del pri. Algunas representa-ciones distritales han ofrecido particularmente en periodos electora-les servicios de asesora jurdica, atencin mdica y oftlmica, as como gestionar entrevistas con funcionarios gubernamentales y diputados. No obstante, recientemente (marzo del 2007) se instauraron los mircoles azules, mediante los cuales se pretende institucionalizar estos servicios como estrategia proselitista en la ciudad.32

    29 Recorrido y reuniones con vecinos por parte de los candidatos del prd, 5 de junio del 2000.

    30 En consecuencia, durante los recorridos de toque de puertas, caractersticos de este partido, frases como busco una relacin personal, soy vecino de la colonia, soy padre de familia como usted, tengo inters en servir a mi comunidad, busco el bie-nestar de su esposa e hijos, tenemos aqu problemas de los que todos somos vctimas, son reiterativas en el discurso poltico de los candidatos panistas.

    31 Estrategia que puedo sintetizar con la frase no votes por un poltico, vota por un vecino. Recurdese que en la Encup 2005 los partidos polticos tienen el nivel de confianza ms bajo: 5.4, mientras que en la encuesta nacional del peridico Reforma del da 29 de marzo de 2007, 57% de los ciudadanos confa poco o nada en la Cmara de Senadores, 60% confa poco o nada en la de Diputados y 68% confa poco o nada en los partidos polticos.

    32 Adems de los servicios mencionados, la presidenta de ese partido en el Dis-trito Federal anuncia lo siguiente, entusiasta por el futuro: impulsaremos el autoem-pleo mediante cursos en oficios que no requieran una fuerte inversin inicial: queremos en el pan ms carpinteros, ms pintores, ms plomeros. Mariana Gmez del Campo, en rueda de prensa, 6 de marzo del 2007.

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    Este partido ha virado lentamente al mundo clientelar debido a la cultura de clase media urbana con la que ha integrado sus cuadros33 y a aspectos estructurales, como su acotado quehacer poltico, al no ser gobierno en la capital. En todo caso, el ve-cinismo tiene cierta eficacia electoral en zonas de ingresos medios y altos, pero carece de ella en zonas donde predomina la transaccin especfica.

    La creciente presencia poltica y electoral del prd y el pan en la ciu-dad desde hace una dcada en vez de impulsar la diversidad en la rela-cin poltica con los ciudadanos ha desembocado en la confluencia de sus estrategias proselitistas en un proceso de empalme poltico-cultural con el pri.34 Esta situacin proviene de la fusin de tres aspectos: a) los atributos internos de los partidos, como composicin social, organiza-cin interna, caractersticas identitarias y de relacin con el gobierno; b) su interrelacin poltico-cultural con otros partidos, que influye en sus imaginarios sobre las motivaciones electorales de la ciudadana, la forma adecuada o eficaz de hacer poltica y de alcanzar el poder, su aprecia-cin sobre los frutos del proselitismo de esos partidos y la propagacin de la perspectiva clientelar por parte de quienes proponen o disean su quehacer partidario,35 y c) los resultados obtenidos de la forma en que se relacionan con los ciudadanos, que es, en mi opinin, el aspecto ms importante.

    33 En el Distrito Federal el pan puede enfocarse como un partido de cuadros en los trminos en que Duverger (2002: 93) lo define.

    34 Actividades como las caravanas de autos, inauguradas por Clouhtier en 1998, han sido reiteradamente retomadas en las campaas perredistas, y aunque sus integran-tes no parecen proclives a recorrer la avenida Insurgentes porque, como expresaba un candidato, eso es demasiado fresa, lo hacen por mencionar un ejemplo en las ca-lles de los pueblos y barrios de Tlhuac y Milpa Alta, donde muchos pobladores que los miran pasar utilizan, en el mejor de los casos, los bicitaxis como medio de transporte urbano. Al indagar sobre la percepcin de la eficacia proselitista de dicha actividad se encontr que para quienes participan de ella lo importante es tener presencia en la calle, lo cual se asocia con el xito de una campaa y es una forma particular de repre-sentar metafricamente el ejercicio del poder.

    35 En las discusiones internas de los partidos acerca de cul es el proselitismo ms adecuado, el estudio indica que los estrategas profesionales o improvisados aluden directa o indirectamente al pri para establecer las actividades de una campaa electoral, lo que muestra la influencia de este partido en el quehacer poltico.

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    Diputados: intermediacin y ascenso poltico

    Las relaciones poltico-culturales que predominan en la ciudad de Mxico entrelazan las estrategias ciudadanas para garantizar la atencin guber-namental a sus necesidades con las prcticas de intermediacin asocia-das a ellas, las cuales son empleadas para garantizar triunfos electorales o ascensos polticos. Los procedimientos usados por los diputados loca-les para incrementar su prestigio poltico y, en su caso, competir en las elecciones internas para ser postulados como candidatos a otros puestos de eleccin popular son un buen ejemplo de dichas prcticas.

    El estudio de campo confirma que el desprestigio de los legisladores reside en que, a los ojos ciudadanos, no existe correspondencia entre el beneficio de su labor y su costo en salarios y prebendas.36 Esto es bien conocido, pero tambin se encontr que esta percepcin se entrelaza con la conviccin de que los legisladores, en realidad, deberan afanarse en fungir como gestores e intermediarios. Es comn que la estructura democrtica de la divisin de poderes les sea ajena o la juzguen innece-saria. Muchos sostienen que diputados, funcionarios o jefes delegacio-nales: todos son lo mismo, son parte del gobierno, cuya obligacin es atender sus demandas.

    El prestigio poltico de un diputado se basa no en su labor parlamen-taria, sino en la satisfaccin de las peticiones ciudadanas, lo cual, adems, es un medio para integrar grupos de apoyo a su carrera poltica. Para ello cuenta con recursos proporcionados por el erario pblico. Al instituirse la Asamblea Legislativa se estableci que tena entre sus funciones atender las peticiones y quejas que formulen los habitantes del Distrito Federal, respecto del cumplimiento de las obligaciones que les sealan los ordenamientos jurdicos en materia administrativa, de obras y ser-vicios a las dependencias, organismos desconcentrados y entidades.37

    36 Los ciudadanos no cuentan con datos duros, pero cada uno de los sesenta y seis legisladores locales recibe actualmente, en nmeros redondos, 308 mil pesos mensuales, desglosados de la siguiente manera: 63 mil pesos de salario bruto, 56 mil para apo-yos parlamentarios, 64 mil para la operacin del mdulo de atencin ciudadana y 125 mil de ayudas, administrados por el coordinador de su fraccin parlamentaria. Desde 2007 obtiene, adems, 20 mil pesos del captulo 4000, Ayudas, subsidios y transferen-cias, los cuales no son auditables. Con excepcin de los salarios, la informacin anterior no tiene carcter pblico al no haber sido emplazada a la fecha (marzo del 2007) en la seccin sobre transparencia de la pgina electrnica de la Asamblea.

    37 Artculo 13 fraccin primera de la Ley Orgnica de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Tambin los artculos 17 fraccin sptima y 18 fraccin sptima estable-

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    Este artculo ha sustentado econmicamente la institucionalizacin de la intermediacin a travs de sesenta y seis mdulos de atencin, orientacin y quejas ciudadanas, cada uno administrado por un diputado local.38

    Por un lado, estos mdulos no agilizan la atencin de las delegaciones polticas a los reclamos y solicitudes vecinales. La actividad preponde-rante de sus empleados estriba en solicitar, integrar y entregar en las ventanillas nicas delegacionales39 los documentos requeridos en cada caso.40 Sin embargo, es habitual que no realicen adecuadamente las gestiones, permitan que transcurran largos periodos (hasta tres meses) entre la integracin de la solicitud en el mdulo y la recepcin de s- ta en la delegacin lo que reafirma entre los vecinos la conviccin de que las delegaciones son ineficientes para atender sus problemas, cuan-do esto es resultado de la ineficacia de los intermediarios polticos.

    Muchas personas acuden a este servicio (de atencin ciudadana en la de-legacin), pero en su mayora son provenientes de los partidos polticos. Van a las casas de los ciudadanos y les toman sus gestiones, pero cuando las llevan a la delegacin es cuando hay varios problemas: el primero, que no traen las gestiones con todos los requisitos que se piden, y ello imposibilita que se les d trmite o se acepte la denuncia; el segundo, que cuando le to-man sus gestiones a la gente se tardan a veces hasta tres meses en traerlas a la delegacin y la gente piensa, sin saber, que es culpa de la delegacin, cuando el que no est cumpliendo es el diputado o el partido poltico; ter-cero, que le prometen a la ciudadana resolver cosas que no se pueden re-solver, que no est en sus manos ni tampoco son responsabilidad de la dele-gacin. Esas situaciones podran terminar o disminuir con el simple hecho de que la gente acudiera personalmente a levantar su denuncia o, en ltimo caso, hacerlo por va telefnica.41

    cen como derecho y como obligacin, respectivamente, la gestin y la intermediacin de los diputados locales.

    38 Un recuento de las negociaciones en la Asamblea Legislativa que dieron lugar a los mdulos se hace en Vite, 2002.

    39 Se han creado unidades de atencin ciudadana en las diecisis delegaciones po-lticas, las cuales son denominadas coloquialmente como ventanillas nicas, ya que a travs de ellas se reciben las diversas demandas ciudadanas.

    40 Las solicitudes son de muy diverso tipo: desde donacin de material, poda de rboles y reparacin de luminarias, hasta quejas por comercio ambulante y talleres en la va pblica.

    41 Responsable de un centro de servicios y atencin ciudadana.

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    Por otro lado, estas oficinas reproducen la intermediacin poltica. Por ejemplo, fomentan la imagen de que las delegaciones son exclusivamente recaudadoras de impuestos y, simultneamente, aprovechan los progra-mas de entrega de material de construccin y pintura para mejorar la vivienda, simulando que lo obtenido es un obsequio desinteresado del seor diputado, como se describe a continuacin.

    Despus de escuchar la solicitud de material de construccin de una seora, el jefe de gestin del mdulo le recomienda que para obtenerlo debe ex-ceptuar algunas cosas en la solicitud y cuando la visite la trabajadora social (quien realiza un estudio socioeconmico del solicitante), exponer que care-ce de telfono, refrigerador y televisin, subrayando que los habitantes del lugar estn, en su mayora, desempleados. La seora pregunta asombrada si acaso el diputado no otorga el material directamente y se le explica: S, pero l toma en cuenta a la delegacin, por cuestiones de poltica.42

    Como la intermediacin se monta sobre los programas gubernamenta-les de gasto social, mientras ms eficaces son dichos programas, ms se fortalece el clientelismo.43

    La investigacin muestra relaciones estrechas entre algunos funcio-narios delegacionales y diputados locales, derivadas de pertenecer a la misma camarilla poltica,44 o partido poltico.45 En consecuencia, los m-dulos contribuyen a darle sesgos partidarios a la atencin gubernamen-tal, lo que se suma a la predisposicin de quienes los atienden a excluir de sus servicios a los clasificados como no seguidores del partido al que pertenece el diputado.

    Los mdulos son dispositivos para efectuar campaas polticas du-rante los tres aos de gestin de los legisladores locales,46 las cuales se

    42 Observacin participante realizada por la antroploga Marcelina Corts.43 Se define el clientelismo como el conjunto de deberes u obligaciones morales com-

    partidos por patrones, clientes e intermediarios, los cuales son considerados justos o equivalentes por los involucrados. Es una forma en que los grupos o sectores desfavore-cidos y con poco o nulo poder poltico y social pueden acceder a bienes escasos.

    44 Se enfoca a la camarilla poltica como el grupo poltico donde sus miembros se ayu-dan mutuamente. Como lo expresa Ai Camp (1995): A medida que el mentor asciende en la burocracia, va colocando a miembros de su grupo, siempre que puede, en otras posiciones de influencia, dentro de su organismo o fuera de l (138).

    45 Estas camarillas se sustentan en componentes de la relacin patrn-cliente que sus integrantes, a su vez, reproducen en las relaciones con los ciudadanos.

    46 Por esa razn, cuando se pregunt a un candidato a diputado federal que haba sido diputado local si realizara una campaa intensa contest: Para qu, si en estos tres ltimos aos me he dedicado a hacer campaa.

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    pueden capitalizar si obtienen la candidatura a una diputacin federal o jefatura delegacional. Igualmente, son un medio para apuntalar votos en las contiendas internas de los partidos establecidas para designar a los candidatos a puestos de eleccin popular. Particularmente en el prd, se ha encontrado que los procedimientos democrticos para la seleccin de sus candidatos en el Distrito Federal han sido reiteradamente apro-vechados por quienes cuentan con redes clientelares para triunfar en dichas contiendas.47

    ciudadana, participacin y Gobierno

    Los partidos y los diputados locales interactan polticamente con los ciudadanos, influyendo en los contenidos de su participacin. Lo hacen, adems, porque en sus negociaciones la intervencin de la organizacin vecinal no es importante.48 Pero en el caso de las instituciones guberna-mentales, el vnculo con los ciudadanos est mediado ms frecuentemente por la intervencin de diversas formas de organizacin y participacin vecinal, o por la intermediacin poltica partidista, no obstante que, como ya se ha dicho, estas instituciones son organizaciones culturales similares a los partidos; es decir, muestran una identidad corporativa y configuran la cultura de los ciudadanos al ejercer, en este caso, polticas pblicas. La organizacin y la mediacin influencian a la ciudadana, disputndole a dichas instituciones los contenidos de su cultura y amortiguando su dominacin (Ramrez, 1998: 78-79). La organizacin ciudadana tambin acta culturalmente. En efecto, los contenidos de la ciudadana derivan de los deberes y derechos en su relacin con el Estado-nacin, pero tambin de las prcticas poltico-culturales que a nivel local colocan frente a frente a los ciudadanos y los funcionarios del gobierno, a los polticos, a otros ciudadanos y a la comunidad en la que viven (Ahluwalia, 1999: 321).49 La ciudadana no presenta un contenido inmanente, ya que se configura en el espacio de las relaciones polticas. En realidad, puede considerrsele

    47 En la observacin de las elecciones internas del prd, se pudo ver que quienes en-cabezan grupos de militantes y simpatizantes, usualmente cohesionados por redes clien-telares, son aquellos con mayores posibilidades de triunfar en los comicios para obtener una candidatura a un cargo interno o uno de representacin popular.

    48 Excepto cuando candidatos o diputados se renen expresamente con organizacio-nes partidarias y de vecinos.

    49 Por lo dems, en lo local lo pblico se hace posible porque all se compenetran la poltica y la vida cotidiana (Carrin y Dorte, 1999: 16).

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    como un orden simblico de carcter operativo-referencial50 que puede innovarse al transmutarse las relaciones que la sostienen (Nipn, 2000; Snchez Mejorada, 1997).

    Transitar del estudio de la interaccin al de la participacin para influir en las decisiones de gobierno requiere de un tratamiento distinto del tema, por lo que en las siguientes pginas se abordar la dinmica interna de algunas formas de representacin ciudadana, las caractersticas de la relacin entre ellas y la ciudadana y, finalmente, el vnculo de los ciudadanos, organizados o no, con las instituciones gubernamentales.

    La participacin ciudadana ha sido un tema constante en la reflexin sobre la relacin entre cultura y sistema poltico (Dalton, 2002; Dalton y Sickle, 2004; Putnam, 2000; Verba, Burns y Schlozman, 1997; Meja Lira, 1993: 12); no obstante, se le ha vinculado a veces linealmente con el fortalecimiento de la democracia, particularmente por quienes se adhieren a la idea de que la cultura cvica es una cultura poltica partici-pante donde la cultura poltica y la estructura poltica son congruentes (Almond y Verba, 1963: 31). El presupuesto de que la participacin estampa los contenidos de la cultura en el sistema poltico51 es lgica-mente correcto, pero si no seala las circunstancias bajo las cuales esto sucede cae en el ya mencionado reduccionismo culturalista.52 Tambin forma parte del imaginario gubernamental que matiza la relacin entre ciudadanos y programas sociales, particularmente a partir de que el prd se convirti en gobierno en el Distrito Federal. Entre sus contenidos destaca la percepcin de que la participacin es, por s misma, demo-crtica, y con base en ella la sociedad construye una nueva relacin con el Estado. Se sustenta en un enfoque que obvia la identidad ciudadana particularista y pragmtica que tiende a disolver la naturaleza colectiva y social de las relaciones democrticas (Ake, 1997), as como los lmites

    50 La propongo de esta forma debido a que establece los contenidos de la relacin individuo-comunidad y comunidad-comunidad. Esta relacin es referencial porque ins-taura semejanzas y diferencias, y afinidades y disparidades, entre individuos y comunida-des; es operativa porque matiza la direccionalidad de la accin social.

    51 Verba define la participacin poltica como aquellas actividades legales de los ciudadanos privados que estn ms o menos enfocadas a influir en la seleccin del per-sonal de gobierno y/o con las acciones que ste realice (1978: 46).

    52 Pateman adverta: No obstante las afirmaciones de los tericos empricos, ellos no han producido un recuento convincente de las relaciones entre patrones de actitudes y actividades mostradas en sus hallazgos y la estructura poltica de las democracias libe-rales (1980: 58). Vase tambin McCann, 1997.

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    gubernamentales impuestos a la participacin, sobre los cuales regresa-remos posteriormente.

    Los analistas que conjeturan sobre las causas que inhiben o propician la participacin han identificado tres grandes grupos: a) las posibilidades personales, relacionadas con acotamientos debidos a empleo, responsa-bilidades familiares e ingresos; b) los intereses e informacin polticos, y c) las condiciones estructurales de reclutamiento, relacionadas con las redes a las que pertenecen quienes participan. Estos grupos han susten-tado anlisis mediante regresiones logsticas para establecer el peso de uno u otro elemento (Schussman y Soulem, 2005: 1087), lo cual es su-gerente pero no toma en cuenta, en mi opinin, dos cuestiones nodales: las condiciones culturales que configuran dicha participacin y si esta participacin influye en la profundizacin de las actitudes y prcticas democrticas.

    Desde la perspectiva gubernamental, la participacin ciudadana a tra-vs de figuras diseadas y reconocidas institucionalmente genera consenso social, favorece la gobernabilidad y fortalece la administracin pblica local. En el enfoque de las diversas fuerzas polticas, dichas figuras son espacios de poder que deben conquistarse, pues amplan la influencia poltica de quienes los ocupan. En consecuencia, las formas de repre-sentacin ciudadana instauradas hasta la fecha (consejeros ciudadanos, jefes de manzana, comits vecinales, comisiones de asamblea vecinal y los prximos comits ciudadanos)53 han estado sujetas a forcejeos entre el gobierno en turno y su partido con las dems fuerzas polticas. Por esta causa, bajo el ropaje de rivalidades entre vecinos o ciudadanos por integrar dichas formas de representacin, los partidos y grupos polticos realizan campaas furtivas o impulsan a sus simpatizantes a ocupar- las para llevar a cabo, por mencionar dos ejemplos, actividades rela-cionadas con el incremento de la seguridad pblica y el rescate de las tradiciones populares de sus barrios y colonias.

    Organizaciones vecinales y relaciones intraciudadanas

    La eleccin de 1 352 comits vecinales en 1999 (las nicas y, por el cambio de ley, las ltimas realizadas con esta figura) no rebas el 10%

    53 Los comits ciudadanos fueron establecidos legalmente partir de mayo del 2004, pero no se han realizado las votaciones para elegirlos a causa de tensiones entre el Gdf, los partidos polticos y el Instituto Electoral del Distrito Federal.

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    de participacin del padrn electoral. La descomposicin de las redes vecinales puede explicar este abstencionismo. En todo caso, la investiga-cin indica que las demandas del movimiento urbano popular estn ms orientadas a resolver problemas de servicios y polticas de ordenamiento territorial que a instaurar formas de participacin ciudadana formal, aun cuando stas no sean rechazadas, particularmente por su reconocimiento gubernamental.

    La participacin ciudadana en comits y comisiones de asamblea vecinal ha estado matizada por los factores mencionados, que la inhiben o propician, especficamente por la disponibilidad de tiempo, porque es frecuente encontrar entre sus integrantes a jubilados o amas de casa con hijos ya mayores, por conviccin o inters poltico, ya que hay quienes intentan iniciar una carrera poltica con su actividad, y por la presin social, porque muchos son convencidos de participar por familiares, vecinos y amigos. Para la participacin inicial en los comits contribuye-ron, adems, tanto el inters econmico ya que los partidos circularon el rumor de que sus miembros recibiran un sueldo o, al menos, una compensacin, lo que incentiv la integracin a las planillas como el de solucionar problemas especficos. Una vez que fue evidente que sta no era una actividad remunerada, o que se resolvi el problema, como manifiesta uno de los entrevistados, se desaparecieron.

    Muchos comits se eclipsaron porque la norma estableca que algunos integrantes de las planillas perdedoras formaran parte de los mismos.54 Su propsito pluralista tuvo, en realidad, efectos disolventes. Otros ele-mentos discordantes han sido los contrastes socioeconmicos entre sus integrantes55 y su procedencia de barrios o colonias con problemas dis-tintos. Las dificultades tambin provienen del pragmatismo, as como de la insuficiencia o del deterioro de la confianza entre ellos. En conjunto, estos aspectos alargan las reuniones, tensan los nimos y desalientan la participacin.

    54 El artculo 92 de la Ley de Participacin Ciudadana vigente en 1999 indicaba: La integracin de los comits vecinales se realizar de manera proporcional bajo el principio de cociente natural resto mayor. Quien encabece la planilla ganadora ser el coordinador del comit vecinal.

    55 Diferencias resultantes de la reproduccin estructural de las desigualdades y las inequidades que cuestionan las percepciones optimistas sobre el capital social de los citadinos y sus posibilidades para deliberar democrticamente y formar una nueva ciu-dadana (Helly, 2003: 21; Carpini y Lomax, 204: 331).

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    En dichas reuniones se encontr, por ejemplo, que se apela a princi-pios democrticos cuando se intuye que stos sern favorables para ganar una votacin, y al consenso cuando se advierte que una propuesta se en-cuentra en desventaja. Existen otros muchos ejemplos, pero el expuesto muestra tanto que las dificultades para la instauracin de relaciones de-mocrticas ms all del mbito electoral como que los contenidos cultu-rales asociados a la participacin estn mediados por la intencionalidad. En efecto, aun cuando en trminos de los planos culturales propuestos inicialmente particularmente en las convicciones de fondo y los valores significativos puedan detectarse contenidos democrticos o autoritarios, stos se emplean dependiendo de su acoplamiento a la intencionalidad. Esta situacin dificulta la convivencia porque, adems, no existe un com-promiso sustantivo, no se encuentran ventajas en regirse bajo principios democrticos (Stryker, 1994; Przeworski, 1991) y tampoco existe una reglamentacin que establezca sanciones o reconocimientos.

    Ciertamente, frente a las grandes dificultades para lograr acuerdos, los comits subsistentes han logrado contraponer redes e identidades vecinales. Algunos funcionan con parte de sus integrantes (usualmente de la misma preferencia poltica o partidaria); otros estn desarticulados en grupos ms pequeos, cada uno de los cuales se proclama como el comit, o se han transformado en comisiones de asamblea de vecinos que gestionan por su cuenta. Es importante precisar que los comits funcionan a nivel delegacional,56 mientras que las comisiones son im-pulsadas directamente por el Gobierno del Distrito Federal a travs de la actual Subsecretara de Participacin Ciudadana. No obstante, a nivel vecinal, muchos ciudadanos que participaban en los comits pasaron pos-teriormente a formar parte de los comisiones, lo que ha sido indicativo de que existe cierta constante en el tipo y nmero de ciudadanos que usualmente participan.

    representacin, territorio y demandas urbanas

    En cuanto a la relacin con los ciudadanos, existen dos grandes proble-mas. El primero radica en que los comits y comisiones representan a unidades territoriales generalmente extensas y densamente pobladas, pero, contradictoriamente, estn integrados con base en tramas polticas

    56 Las delegaciones estn divididas en unidades territoriales, cada una de las cuales est, al menos tericamente, representada por un comit vecinal.

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    o vecinales geogrfica y socialmente restringidas. Por tanto, exhiben problemas de representatividad manifestados en quejas ciudadanas ta-les como que nadie los conoce y desconocemos quin los eligi. El segundo problema consiste en que pocos de sus integrantes muestran una visin panormica de las dificultades de la unidad territorial que representan, siendo, adems, proclives a trabajar slo en las cuestiones vinculadas a su entorno y en las relaciones sociales inmediatas.

    El xito de la relacin entre ciudadanos y su representacin no es ningn descubrimiento: estriba en que el segundo recoja las demandas ciudadanas y que las delegaciones atiendan sus gestiones, pero esto no significa que ocurra as. Sin abundar en el tema, la investigacin muestra que las delegaciones son, entre otras cosas, organizaciones inflexibles, anquilosadas e ineficaces, con carencias presupuestales y dependientes del gobierno central. Con este panorama, comits y comisiones buscan legitimidad ante los ciudadanos pero, por ejemplo, a su vez, los comits han sido utilizados por las delegacionales para legitimar acciones con-trovertidas y encauzar en su contra el descontento vecinal: son sus re- presentantes, qujense con ellos.57 Por eso, aun cuando algunos jefes delegacionales intenten sostenerlos, los desgastan, como tambin sucede con las relaciones entre stos y sus representados. El deterioro se mani-fiesta tanto en su disolucin y el rechazo vecinal como en el creciente encono de los enfrentamientos con los funcionarios delegacionales. Algunos de stos atribuyen dichos enfrentamientos a que sus inte- grantes son militantes de la oposicin poltica,58 o al desconocimiento ciudadano del funcionamiento de las delegaciones, por lo que constante-mente idean nuevos cursos y diplomados para educarlos. Otros simplemen- te objetan su existencia argumentando muchas veces con razn que ya no funcionan y que han sido suplidos legalmente (aunque no real-mente, porque no han sido todava elegidos los sustitutos) por los comits ciudadanos, o prcticamente por las comisiones de asamblea.

    57 Por ejemplo, autorizaciones de cambio de uso de suelo y, por ende, construccin de condominios e instalacin de comercios, como gasolineras y centros nocturnos. Un integrante de un comit reflexiona: La delegacin slo nos usa como fachada. Preten-den demostrar que estn trabajando directamente con la representacin de los ciudada-nos, pero nicamente nos llaman cuando necesitan nuestro apoyo.

    58 Al estudiar los comits ciudadanos puede confundirse participacin ciudadana con militancia partidaria. Algunos de sus integrantes ms activos o beligerantes pueden estar integrados a un partido poltico y actuar en consecuencia, por lo que es importante distinguir entre la caza de simpatas o liderazgos partidarios mediante la intermediacin y la bsqueda del mejoramiento de la comunidad en que se convive.

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    La actitud gubernamental con los comits y las comisiones condensa la relacin mostrada ante la participacin de otro tipo de organizaciones, como las juntas de vecinos, las organizaciones de colonos y, en general, las denominadas organizaciones de la sociedad civil.59 En la mayora de los casos, la relacin se configura como una persistente confrontacin en la que los ciudadanos buscan respuesta a sus demandas y los gobiernos locales generar espacios donde la participacin pueda acotarse y conver-tirse en colaboracin. La mayora de los cursos y plticas para ciudadanos a los que se ha asistido lo ejemplifican porque, en su mayora, buscan absorber a los ciudadanos en las estructuras institucionales mediante su identificacin con ellas, hacindolos, por un lado, copartcipes de las ca- rencias y deficiencias institucionales, y entrenndolos, por otro, para cooperar en las tareas delegacionales, como, por ejemplo, la verifica-cin de obras pblicas. Esto no mejora la administracin delegacional, sino que la remedia con supervisores o monitores ciudadanos cuya influencia est acotada por los contenidos que los funcionarios en turno le dan a la participacin. Estas acciones domestican a los ciudadanos al adoptarlos institucionalmente, y aun cuando sean imaginadas por stos y los servidores pblicos como una ampliacin de la participacin, operan en la periferia del quehacer oficial, sin modificar, mejorndolo, su funcionamiento interno.60 Tambin muestran bajo qu condiciones la ciudadana puede intervenir en el gasto pblico (lvarez, 1998) y cules son las relaciones adecuadas desde la ptica gubernamental.

    Por lo dems, la legislacin sobre participacin ciudadana en la ciudad de Mxico no otorga herramientas suficientes para incidir en las accio-nes de gobierno. Por ejemplo, los recorridos de los jefes delegacionales, la difusin pblica (que es, en parte, rendicin de cuentas),61 la cola-boracin ciudadana (apoyo a proyectos gubernamentales), la consulta

    59 Las diferencias estriban en que los comits han sido una figura institucional, lo que ciertamente les ha facilitado la apertura de las oficinas de gobierno, aun cuando ahora yazgan en el limbo legal. Su influencia ha disminuido en la medida en que hay quienes sostienen que desaparecieron legalmente cuando finaliz su periodo, aunque sus integrantes aseveren que, mientras no se hagan nuevas elecciones, los comits siguen operando.

    60 Por ejemplo en los comits de asignacin de obras por contrato, en los cuales se analiza el rcord de cumplimiento de las empresas concursantes y la calidad de sus tra-bajos, se fijan los costos y se establecen los plazos para ejecutar las obras.

    61 La rendicin de cuentas es deseable aunque insuficiente. Se requiere de una supervisin estrecha, la cual es ms eficaz para evitar acciones de corrupcin y abuso institucional (ODonnell, 1999; Smulovitz y Peruzzotti, 2000: 150).

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    y la audiencia pblica todas ellas incluidas en la Ley de Participacin Ciudadana, son figuras de participacin? Corresponden, ms correc-tamente, a prcticas de gobierno promulgadas legalmente como formas de participacin ciudadana.

    A estas limitaciones hay que aadir que las administraciones dele- gacionales carecen de mecanismos normativos que incluyan la partici-pacin ciudadana en la definicin del destino de los recursos pblicos; definicin que, adems, est centralizada por el coloquial pero signifi-cativamente denominado gobierno central. Por ello, aun cuando la delegacin Tlalpan haya intentado implantar el programa Hacia un pre- supuesto participativo, la Secretara de Finanzas del Gdf modific y present su presupuesto anual a la Asamblea Legislativa, la que, a su vez, lo alter. Por ello, no obstante que los vecinos votaron el 17% del presu-puesto del Programa Operativo Anual (poa), estableciendo prioridades en obra pblica en sus colonias, el presupuesto fue mucho menor y el ejerci-cio democrtico-participativo frustr a muchos de que sirve el voto si la obra no se realiza, sostena alguno de ellos, que, en consecuencia, manifiestan su resistencia a cualquier ejercicio similar de gobierno.

    a manera de conclusin: Qu sucede con la democracia en la ciudad de mxico?

    He propuesto que la cultura es un recurso (Ydice, 2002: 45) mediante el cual los sujetos y las instituciones (enfocadas aqu como organizaciones culturales) intentan transformar sus relaciones polticas, lo que no nece-sariamente fortalece la democracia. La investigacin ha mostrado que tanto la cultura y las aspiraciones ciudadanas como la interinfluencia partidaria tienden a modificar las estrategias proselitistas, empujndolas hacia el mbito de la gestin y la intermediacin.

    La inclinacin a establecer relaciones de reciprocidad que cier-tamente son la base para establecer vnculos clientelares predispone pero no determina el comportamiento electoral, como lo demuestra el retroceso electoral del pri en el Distrito Federal, el cual no proviene de una estrategia proselitista inadecuada sino, en todo caso, insuficiente. No ha logrado remontar en las elecciones, entre otras causas, porque no puede competir con los programas del Gdf y porque el gobierno perredista ha asimilado a la mayora de sus redes, lo cual ha sido aceptado de manera

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    presurosa por muchas organizaciones urbano-populares, lo cual se expresa coloquialmente como cambiarse de cachucha.62

    Esa inclinacin a establecer relaciones de reciprocidad es propiciada por: a) la influencia cultural del pri en las prcticas polticas por ms de siete dcadas; b) un contexto socioeconmico donde el deterioro de las condiciones de vida en el pas y, para el caso abordado, en la capital, aunado a la disminucin del gasto social del gobierno federal, induce a los ciudadanos a buscar vnculos ms eficientes para dirigir el gasto social, y c) las caractersticas del sistema poltico, que fomentan el sentimiento de powerlessness (Giddens, 1991: 191-194) y el desencanto por la democracia (McCann y Lawson, 2003: 64; Ryan, 2001; Payne, et al., 2002), tanto por la carencia de canales ciudadanos para intervenir en las decisiones guber-namentales (Sartori, 1997: 55) como por la transformacin de la poltica en intermediacin.63 Estas condicionantes influyen en los imaginarios ciudadanos sobre la poltica y el poder, circunscribiendo la relacin con los partidos a un limitado nmero de transacciones polticamente eficaces. Lo anterior se hace evidente cuando, en los diversos performances con los cuales los candidatos buscan explicar a sus pblicos cmo ejercern el gobierno en caso de ser electos, aquellos que apelan a la intermediacin y la cercana se eslabonan con las expectativas ciudadanas. Tambin aus-pician la instauracin de vnculos carismtico-personales-autoritarios, en oposicin a los democrtico-racionales-institucionales. Esto obliga a dis- tinguir analticamente la institucionalizacin de la democracia de los con-tenidos culturales que la rodean. La pregunta es: estn relacionados la configuracin cultural y los imaginarios ciudadanos con sus motivaciones para votar por uno u otro candidato? Todo parece indicar que algunos candidatos estimulan las expectativas de los ciudadanos, por lo que stos asisten a las urnas y buscan elecciones limpias.64 Esto fortalece la democracia electoral, pero no implica cambios significativos en los ele-mentos culturales que sustentan las relaciones polticas. Ciertamente se

    62 Esto demuestra que las adhesiones partidarias de las organizaciones sociales son particularmente inconsistentes, respondiendo ms a contextos polticos que a principios morales de militancia.

    63 Esa falta de canales para la relacin entre gobierno y ciudadanos probablemente explique los resultados de la Encup 2005 a la pregunta: Qu tanto cree usted que a los gobernantes les interesa lo que piensa gente como usted?, a la cual el 86.7% responde poco o nada.

    64 Por lo dems, los ciudadanos estn ms dispuestos a participar si consideran que las elecciones sern justas (Hiskey y Bowler, 2005).

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    tiene un gobierno elegido de manera democrtica, lo que no es poco, porque, como afirma ODonnnell, el ejercicio de los derechos polticos es fundamental (ODonnell, 1998: 264), pero la institucionalizacin democrtica es dbil en la medida en que las relaciones polticas no la fortalecen. Las preferencias polticas en la ciudad de Mxico durante la ltima dcada podran expresar ms la bsqueda de nuevos interme-diarios que inclinaciones democrticas, porque, como lo han mostrado las relaciones interciudadanas, aqullas no parecen un valor sustantivo generalizado, sino una ventana de oportunidad.

    Se ha afirmado que las relaciones clientelares se han desgastado en el pas. Es probable que en otras regiones as sea, pero en la ciudad de Mxico continan sustentado las prcticas tanto de los partidos como del gobierno.

    En cuanto a las relaciones entre ciudadanos e instituciones guberna-mentales, los cambios son obstaculizados por los lmites institucionales y, aun cuando no sea una relacin esttica, las transformaciones son lentas y los contenidos de la ciudadana se mantienen a largo plazo.65

    En otras palabras, en la interaccin entre ciudadana y gobierno las negociaciones estn circunscritas por normas, reglamentos y candados administrativo-institucionales (Taylor, 1994), los cuales delinean modos acotados de reconocimiento al ciudadano. Ciertamente ste busca con-tinuamente cmo entablar una relacin ms eficaz y, no obstante los obstculos inherentes al mbito institucional, cmo redefinir lo pblico, lo privado y lo domstico (Ku, 2000: 227); modificar los contenidos y las formas de las polticas pblicas; ampliar la participacin ms all de consultas ciudadanas, al mismo tiempo que se forma como actor social relativamente autnomo. Pero los avances no han sido sustantivos y esto desgasta la participacin ciudadana (Appelbaum y Bartolomucci, 2004). La reedicin de los comits vecinales, ahora como comits ciudadanos, y la persistencia del clientelismo como relacin poltica bsica muestran que no se ha avanzado mucho en los contenidos de la participacin, lo cual probablemente es una manifestacin de la debilidad del movi-miento ciudadano.

    La participacin ciudadana ha estado asociada particularmente en colonias populares a una activa accin gubernamental por impulsar

    65 Lo anterior confirma que la conservacin de la cultura sin cambios significativos a travs del tiempo no es una caracterstica que la defina como tal, sino resultado de condiciones especficas del ejercicio de la dominacin.

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    diversos programas de gasto social, como la pensin alimentaria para adultos mayores de setenta aos, el apoyo para la adquisicin de libros de texto y tiles escolares, los programas de apoyo al empleo (microcrditos y crditos para medianas y pequeas empresas sociales), el programa para el mejoramiento de vivienda, el otorgamiento de becas a nias y nios en situacin de riesgo, el apoyo econmico a personas con discapa-cidad, entre otros ms. Aun cuando sean apoyos exiguos, son significativos para la economa y las condiciones de vida de muchos, lo que fortalece la percepcin expresada coloquialmente por uno de los beneficiarios entrevistados de que el gobierno (ms precisamente, el jefe de gobier-no) s se preocupa por nosotros, aunque sea un poco.

    Esta situacin ha propiciado una dinmica poltica contradictoria en la ciudad: por un lado, una constante tensin en la relacin entre dele-gaciones y organizaciones vecinales o ciudadanos aislados descontentos con los servicios pblicos, las condiciones del entorno urbano y las limi-taciones a su participacin; por otro, la ampliacin del apoyo poltico a la jefatura de gobierno con base en el consenso social que generan programas organizados territorialmente (no administrativamente) a nivel delegacional, coordinados por jefes de unidad departamental de par-ticipacin ciudadana del Gdf.66 Por ello, aun cuando las relaciones entre gobiernos locales y ciudadanos no se modifiquen de manera sustancial, se incrementa dicho apoyo hacia el gobierno central, y ms puntualmente al jefe de gobierno en turno.67

    En este marco, la participacin ciudadana est acotada a la coadyu-vancia y, por tanto, tambin lo estn los contenidos de la ciudadana y lo pblico.

    La democracia como forma de vida implica que los ciudadanos pue-dan definir y dar direccin a las decisiones gubernamentales (Ramrez, 1998: 82-83), construirse como tales al ejercer los derechos democrticos a la participacin e impulsar por sinergia la democracia ms general (Lechner, 1996: 63-65), pero al no existir los canales para esto se debilita el sentido de ciudadana.

    Los defeos siguen siendo habitantes de las pirmides, no tanto por su convivencia con el pasado mexica, sino porque estn inmersos en relaciones polticas orientadas centralmente, estructuradas verticalmen-

    66 La mayora de estos programas continan en la administracin iniciada en di-ciembre del 2006.

    67 Por ejemplo, cuando en una entrega de microcrditos se le dice a cada uno de los beneficiarios: De parte de Andrs Manuel (Lpez Obrador).

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    te y aglutinadas por la cultura de la personalizacin (Pansters, 1997). Las formas de participacin ms amplias no son aceptadas debido a las transformaciones institucionales que implicaran, por el cuestionamien-to que hacen del poder68 y porque son polticamente menos rentables. De esta forma, los ciudadanos quedan como receptores y, en el mejor de los casos, ejecutores de las polticas pblicas, no como codiseadores de las mismas. Las decisiones sobre las condiciones para acceder a los recur-sos pblicos y sealar en dnde se aplicarn continan restringidas a la esfera gubernamental. La participacin no garantiza ni es sinnimo de democracia, particularmente si es de baja calidad.69 Incluso, como se ha mostrado, las organizaciones ciudadanas pueden actuar autoritaria- mente al interior y en su relacin con otros ciudadanos.70 Por ello, aun cuando la ciudad de Mxico cumple con los requisitos democrticos mnimos,71 la intermediacin y el autoritarismo alimentan sus relaciones polticas.

    68 Muchos cambios no son bienvenidos porque ponen en entredicho los espacios de poder. Por eso, un director de enlace territorial pide a los asistentes a una reunin: Si no estn preparados para debatir con los funcionarios podran confundir la correspon-sabilidad y querer participar en todo []. Si desean que se les tome en cuenta, exijan de buena manera e inteligentemente.

    69 Verba (2003) la define como aquella participacin poco informada y que no apoya o corroe a la democracia.

    70 Lo cual significa, por un lado, que el capital social para la ciudadana del Distrito Federal no es importante, ya que no hay reciprocidad, confianza ni emociones positivas (Paxton, 2002: 256); por el otro, que la sociedad civil no es necesariamente democrtica (Brysk, 2000: 156; Dahl, 1991: 11; Dagnino, et al., 2006: 75).

    71 Morlino (2005: 43) formula una definicin mnima que determina un umbral por debajo del cual un rgimen ya no es democrtico, el cual est integrado por los si-guientes componentes: sufragio universal de ambos sexos; elecciones libres, competidas, peridicas y correctas; presencia de ms de un partido, y existencia de fuentes de infor-macin diversas.

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