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PROGRAMA Nº73

PROGRAMA Nº73 - Teatro UC - Teatro UCHerrera · fotografía afiche y portada programa Andrés Larraín fotografías programa Luis Poirot · maquillaje Paulina Bhil · peluquería

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P R O G R A M A N º 7 3

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programa nº 73 Todos mienten y se vanEste programa es concebido como una iniciativa de mediación en el marco del Programa de Formación de Audiencias del Teatro UC. Queda prohibida su reproducción total o parcial sin la autorización expresa del Teatro UC.

estrenada el 11 de julio de 2019 en teatro uc

fotografías de archivo Programa de Investigación y Archivos de la Escena Teatral, Escuela de Teatro UC.

colaboran

de Alejandro Sieveking · dirección Alejandro Goic

elenco Alejandro Sieveking · Anita Reeves · Giordano Rossi · Andrea Martínez · Paulina Moyano · Juan Pablo Miranda · Ernesto MeléndezCarolina Paulsen · Francisco Reyes-Cristi · Tamara Herrera · Germán Retamal · Cristián Quezada Voz en off

reseña El lugar de acción, un café. Gregoria y Guillermo, amigos del alma por más cincuenta años, se escapan refugiándose de las marchas en el centro de Santiago. Mientras otros personajes se suman con sus historias a la conversación, un secreto será develado. Mentiras y verdades se enredan en esta realidad, donde todos mienten y se van. Escrita por Alejandro Sieveking, Premio Nacional de Artes de la Representación, la obra es parte de una trilogía dramática creada por el autor.

proyecto financiado por fondart, convocatoria 2019

E S T A B L I S H E D I N 1 8 8 5

asistencia de dirección Cristián Quezada · escenografía Sebastian Irarrázaval · diseño de iluminación / visuales Cristian Reyes · música Angel Solavera · vestuario Fabian Jeria · directora de escena Tamara Herrera · fotografía afiche y portada programa Andrés Larraín fotografías programa Luis Poirot · maquillaje Paulina Bhil · peluquería Patricio Araya · prensa VC Comunicaciones · marketing digital Data Co · registro visual Fabien Cornejo · asistente de producción Romina Ganduglia · producción general Paulina Moyano

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editorial | Andrés Kalawski, director artístico Teatro UC

Es fácil de entender con algunas pinturas. Podemos pararnos demasiado cerca. Un cuadro grande, pintado al óleo. Y vemos claramente las pinceladas, la textura rugosa, las puntitas de colores secos, pero no vemos la figura. También podemos ponernos demasiado lejos. Un retrato o un paisaje. Y el trabajo de la artista ya no se ve, no sentimos su fuerza. Los museos tienen la enorme responsabilidad de encontrar una buena distancia y proponernos una forma de mirar, para poder ver doble.

El teatro también es, puede ser, una forma de mirar. Siempre tiene un peligro esto de sentarnos a aplaudir a otros que sufren, sin meternos en la acción, pero lo hacemos porque suponemos que, si miramos atentamente y tenemos un poco de suerte, vamos a aprender algo, algo que si nos metiéramos en el medio de las coas no podríamos ver.

Todos mienten y se van es, de nuevo, una obra que ocurre en esta ciudad. La ciudad activa, movilizada, detenida en protesta,

tratando de conseguir el cambio. En esta ciudad, otra vez, una pareja mayor mira a los demás con dureza, con crueldad, con ingenio, y se miran ellos mismos al mirar. Y mirarse es doloroso.

Alejandro Sieveking ha mirado como casi nadie más en Chile. Esto es venir a ver a un acróbata, a un tragasables, a cualquier artista de lo peligroso. Alejandro mira y sobrevive. Desde siempre ha estado en ese acomodo entre los discursos que se gritan en la calle y el vaso de agua que se toma sentado en la mesa de un café. Y sabe que la vida está en esos dos lugares. Alejandro Sieveking tiene una enfermedad muy curiosa que vuelve su vista cada vez más aguda con la edad. Aquí hay rencores, segundas oportunidades, ahogos, la identidad de Chile, la risa y la exasperación, y todo en una misma esquina.

Esta es una obra de aprender a mirar, para ir a ver más agudamente otros teatros y otras vidas, contagiados de esa enfermedad de agudeza

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| Todos mienten y se van4

Los que se quedan Por Alejandro Sieveking

Premio Nacional de Artes de la Representación y autor de la trilogía dramática que incluye Todo pasajero debe descender (2012), Todos mienten y se van (2019) y una tercera parte que aún está en proceso.

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Todos mienten y se van | 5

El teatro nació con el propósito de prevenir, es decir, salvarle la vida al espectador. Eran obras que mostraban el destino de los que se revelaban en contra de la divinidad (y por lo tanto de la sociedad) y que cometían terribles errores creyendo que estaban luchando por el bien de sus comunidades y de sus seres queridos. El error del protagonista o de una sociedad fue el motor de cientos (tal vez miles) de obras.

La moral era el alma y el campo de batalla, la vida. Pero los dramaturgos tienen el auxilio de la historia para evitar la repetición constante de la misma tonada: si cada hombre pertenece a su época, en general tiene los vicios y las virtudes de su época. No hay que perder el tiempo intentando imitar a Shakespeare (como si fuera posible), hay que retratar al vecino, al amigo del amigo, a la odiosa madrastra, al buen samaritano, al joven que vacila, a las ambiciones torpes o malignas. A la injusticia.

Tienen que perdonarme si me pongo tan pedagógico. Hace años que no escribo nada sobre lo que escribo. Soy tan ingenuo o tan petulante que doy por seguro que no necesito dar explicaciones. Desde la época de La mantis religiosa, que sí es complicada, me propuse escribir obras cuyo contenido no fuera fácil descifrar, pero qué con un poco de buena voluntad, resultaran claras para el espectador. Un toque de misterio resulta un buen condimento para provocar interés. En otras palabras, lo que más estimula al espectador es descubrir el misterio que está en el misterio, es decir, en lo que realmente quiso decir el autor, pero que le pareció mejor ocultar de modo que la diversión verdadera estuviera en descubrir lo que oculta el agua turbia. Ahora bien, el misterio puede ser y es casi siempre, político. ¿Cuáles son las injusticias que la sociedad comete contra el hombre? ¿Los errores del hombre pueden ser mayores que los de una sociedad? Hay tantas

preguntas más apropiadas para un político que para un ciudadano común. Y muchos de nosotros somos catalogados en la medida que tenemos opiniones contundentes al respecto.

Y si vamos más lejos, resulta que está la complicada influencia del encanto, o la belleza, la bondad. La mentira no es necesariamente un pecado, a veces intenta solucionar problemas de relación, casi siempre es una artimaña usada por el mentiroso para ponerse a salvo o dar una mejor imagen de sí mismo a veces para salvar a otro, o sea a veces para hacer el bien. ¿La moral es variable?

Los personajes no son realistas, ninguna actriz chilena anda vestida por la calle como la Gregoria, con ese feroz rosado rodeado de perlas. Y su carácter es resbaladizo, es buena persona a ratos, pésima otras, es una caricatura de una actriz deslenguada y ególatra. Los demás personajes, se balancean entre lo superficial y lo profundo, lo gracioso y lo triste. Los conocí con esas características y cada vez que he intentado hacerlos más ricos, más auténticos, se me han desarmado. Por eso terminé decidiendo aceptarlos y dejarlos como estaban para que el director llenara los espacios vacíos.

Vivo en el centro de Santiago, siempre adoré esta mezcolanza, aunque fuera una triste parodia del centro de Nueva York, es mi ciudad. Ah… quisiera que hubiera más plazas en el sur de Santiago, teatros, grandes avenidas, que fuera una ciudad alegre, pero Santiago se sube a la cordillera y se congela bastante más de lo que estaba. Y los personajes que circulan por ella resultan esa mezcla

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Entrevista a Alejandro Goic, director de Todos mienten y se van.

Por Eduardo Guerrero del RíoDoctor en Literatura

Un collage de Chile con humor

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Todos mienten y se van | 7

En 1955, es decir, hace exactamente sesenta y cuatro años, el dramaturgo Alejandro Sieveking (1934), Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales en el 2017, estrena su primera obra. Era la época en que se iniciaba la producción de un grupo selecto de jóvenes vinculados con los teatros universitarios y que, a través de los años, se constituiría en una de las generaciones más significativas del teatro chileno. Ha pasado el tiempo, y Sieveking sigue vigente y presente en nuestra cartelera, tanto como actor, director y dramaturgo. Esta última obra, Todos mienten y se van, es parte de una trilogía dramática, que obtuvo el Fondart Nacional de Excelencia.

Por su parte, Alejandro Goic ha marcado un sello como director teatral en los últimos treinta años, sobre todo a través del colectivo “El bufón negro”. También como actor, en el ámbito del teatro, del cine y de la televisión. Por lo mismo, resulta interesante el resultado que se produce en su acercamiento, en esta segunda parte de la trilogía, con la propuesta dramatúrgica de Sieveking, en lo que el propio Goic llama lo “existencial-aciago”. Sin duda, un entrecruzamiento generacional.

En relación con Todo pasajero debe descender, ¿existen elementos diferenciadores entre estas dos obras? ¿Cuáles serían?

Cinco años, una eternidad, donde nada ha pasado salvo el tiempo y la muerte. Como nuestra República de Chile, contra Tánatos Sieveking esgrime la espada de su maravilloso humor.

Gregoria pregunta: “¿Qué clase de país es este? Incendios, inundaciones, erupciones, terremotos, admiradores de Pinochet, aluviones, sequía, corrupción”. ¿Cuál sería la respuesta de Alejandro Goic?

Amén, Gregoria, ¡es el que es!

¿Qué significa dirigir a actores de la trayectoria de Alejandro Sieveking y Anita Reeves?

¿Quién puede dirigir a dos brahmanes, ioni y lingam (o viceversa), madre y padre?

En términos generales, la dramaturgia de Alejando Sieveking –dentro de una línea realista– se vincula con lo psicológico, lo folclórico-poético, lo crítico-social, lo simbólico poético. ¿Ubicas a Todos mienten y se van en alguna de estas líneas o existe otra propuesta temática?

En el caso de Todo pasajero debe descender y Todos mienten y se van sumaría dentro de la misma línea realista, lo existencial-aciago. La muerte está tras bambalinas.

En el contexto de la dramaturgia chilena vinculada a los teatros universitarios (Díaz, Wolff, Heiremans, Vodanovic…), ¿cuál es el aporte de Sieveking?

Wolff el acuarelista anarco-existencial; mi amado Jorge, el crítico de la sinrazón social y paladín de la ternura; Vodanovic, aniquilador del arribismo mesocrático y del clasismo brutal de los dueños de Chile; algo de todos ellos existe en Sieveking: Alejandro el psicólogo, el poeta, el antropólogo, el folclorista, el Santo grial de lo popular, fusión de Wilde y de Rokha.

¿Por qué el público debiera presenciar una obra como Todos mienten y se van?

Vengan a ver Chile, este collage de Chile; se encontrarán recortados y pegados en el escenario. Garantizado. Y el humor delicioso de Alejandro Sieveking.

Aparte de este montaje, ¿en qué otros proyectos estás en la actualidad?

Terminé de escribir e hice una lectura dramatizada de mi última obra, Nostalgia de la República de Chile (el velorio de Pablo de Rokha en una quinta de recreo), que espera recursos para ser montada. Terminando de escribir El juicio a Pinochet en la Corte Penal Internacional, después de tres años y medio de investigación y decenas de versiones

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La huella de Sieveking en el Teatro UC

Peligro a cincuenta metros, de José Pineda y Alejandro Sieveking, 1968. Dirección: Fernando Colina. Compañía: Taller de Experimentación Teatral, del Teatro de Ensayo de la Universidad Católica de Chile. En primer plano de izquierda a derecha: Silvia

Santelices, Ramón Núñez y Violeta Vidaurre. Fotografía: Luis Poirot.

Dionisio, de Alejandro Sieveking, 1962. Dirección: Eugenio Dittborn. Compañía: Teatro de Ensayo de la Universidad Católica de Chile. En escena, de izquierda a derecha: Aníbal Reyna, Mario Montilles, Maruja Cifuentes –en el suelo-, Hugo San Martín,

Lucy Salgado y Alicia Cordech. Fotografía: René Combeau.

La danza macabra, de August Strindberg, 1991.Dirección: Keve Hjelm. En escena de izquierda a derecha: Roberto Navarrete, Alejandro

Sieveking y Gabriela Hernández.

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Tres Tristes Tigres, de Alejandro Sieveking, 2015.Dirección: Willy Semler. Imagen de afiche. De Izquierda a derecha: Kiki Rojo, Erto Pantoja, Remigio Remedy y Patricia López. Fotografía: Paolo Remedy.

Acción Armada, de Andrés Kalaswki, 2013. Dirección Ramón López. En escena de izquierda a derecha: Blanca Mallol y Ramón Núñez. En la proyección del costado derecho, Ánimas de día claro de Alejandro Sieveking y dirección de Víctor Jara (ITUCH, 1962) en la foto: Luis Barahona y Bélgica Castro.

Todo Pasajero debe descender, de Alejandro Sieveking, 2012.Dirección: Alejandro Goic. Foto de ensayo. De izquierda a derecha: Alejandro Sieveking, Bélgica Castro y Guilherme Sepúlveda. Fotografía: Prensa UC

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| Todos mienten y se van10

Las dramaturgias de Sieveking: esa clase media acorraladaPor Juan Andrés Piña

Extracto del texto escrito por el periodista, crítico, e investigador teatral para el cuadernillo de mediación de Todo pasajero debe descender, publicado por Teatro

UC en 2012. Ese montaje sería la primera parte de una trilogía dramática escrita por Alejandro Sieveking y que hoy continúa con el estreno de Todos mienten y se van.

Ánimas de día claro, de Alejandro Sieveking. 1962 Dirección: Víctor Jara. Teatro Antonio Varas. Equipo completo posando para la foto. Abajo de izquierda a derecha: Sergio Zapata, Guillermo Núñez, Alejandro Sieveking, Amaya Clunes, Víctor Jara, Víctor Segura, Jorge Acevedo, María Valle, Luis Barahona, Gonzalo Palta, y Tennyson Ferrada. Arriba: María Cánepa, Carmen Bunster, Kerry Keller, Marés González y Bélgica Castro. Fotografía: René Combeau.

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Junto con Jorge Díaz y Egon Wolff, Alejandro Sieveking es uno de los dramaturgos más prolíficos de la generación de 1950. A la extensa lista de estrenos en Chile y el extranjero se añaden, además, varias obras aún inéditas. Asimismo, es de los pocos autores en la historia del teatro chileno que simultáneamente ha sido actor, director, guionista, escenógrafo y hasta vestuarista. Estos dos últimos oficios han influido, seguramente, en que a la hora de dar las instrucciones de la puesta en escena de sus textos (la llamada didascalia), ellas sean en extremo detallistas, puntillosas y hasta obsesivas: modas, trajes, colores, escenografía, música, decorados, muebles y maquillaje son descritos de manera minuciosa y colaboran eficazmente a comprender no sólo la atmósfera donde se despliega la acción, sino el íntimo sentido de cada propuesta.

Aunque algunas de sus creaciones se acercan al territorio de lo irracional, lo mágico, lo simbólico y hasta lo esperpéntico, su dramaturgia más significativa nunca ha perdido un elemento básico de realismo y a lo largo de las décadas sigue respondiendo a aquello que se propuso desde joven. A propósito de sus primeros estrenos, confesó que “no me interesa ser un incomprendido ni pasar a la posteridad; quiero que el espectador actual vea en mis obras temas, problemas, imágenes que toquen de alguna manera su sensibilidad entreteniéndolo y, ojalá, haciéndolo mejor. Quiero mejorar el mundo”. Formulada de distintas maneras, esta última aspiración es común a casi todos los dramaturgos de su generación: el escenario es un lugar donde se pueden fraguar modificaciones en el individuo y la sociedad, una oportunidad de revelar la verdad de las existencias y cambiarlas.

Reinvención de leyendas y mundo popular

El realismo esencial de gran parte de su producción fue influido –como a otros escritores de su época– por la corriente sicologista norteamericana de mitad del siglo XX. “Yo creo que la mayoría de mi generación tuvo influencias extraordinarias de Arthur Miller, Tennessee Williams y sobre todo del cine”, relató en una entrevista con el profesor Pedro Bravo Elizondo.

“Yo empecé a estudiar teatro en el año 56 y es una influencia bastante fuerte la del realismo sicológico. En la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile se le daba gran importancia a lo que fuera realismo en todo sentido. Esos autores fueron los que influyeron más en mi formación de mi primera época, junto con Chéjov, especialmente. Porque Chéjov es un autor que de alguna manera es muy chileno. Mis obras –no tengo ningún pudor en decirlo– son muy chejovianas de alguna manera. El chileno es chejoviano. Tiene esa cosa triste, lenta, poco tímida, y de repente nos ponemos a hablar durante horas, como los personajes de Chéjov”.

Uno de los registros más interesantes en esta vertiente realista dominante se encuentra en la incursión en asuntos populares y urbanos. Se ha afirmado que varias de estas obras son recreación de temas de una tradición folclórica afincada, aunque ello es discutible. Sería más pertinente hablar de una especie de “reinvención” de lo folclórico, ya que los temas, personajes y argumentos que lo protagonizan tienen escasos antecedentes en el imaginario transmitido por la cultura oral. Irónicamente, Sieveking describió alguna vez esta tendencia como de folclore impresionista, “porque da la impresión de que es folclore”.

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Dentro de esta clasificación se encuentran las obras La Remolienda (1965), El cherube (1965), La virgen de la manito cerrada (1974), Manuel Leonidas Donaire y las cinco mujeres que lloraban por él (1984) y La comadre Lola (1985). La mayoría de ellas se fundamenta en una realidad palpable y reconocible, y a partir de allí se reconstruyen situaciones e historias nuevas y originales, proyectando diversas reflexiones sociales.

Esta línea dramática recoge algunos elementos de ese universo afincado en la memoria colectiva y los rehace con divertimento y humanidad. No hay aquí la intención fotográfica de un naturalismo amplificado, sino el dotar a estos personajes chilenos de las preocupaciones existenciales propias de los autores de su generación (búsqueda del absoluto, afán de libertad, crecimiento personal en el encuentro con el otro, etc.).

En Ánimas de día claro, una de sus obras mayores en este campo, seis ancianas que han muerto no pueden abandonar la tierra, porque su deseo más importante no fue cumplido en vida. Para algunas, será el recuperar su cacharrito artesanal más querido; para otra, hacer la más perfecta bebida espirituosa, y, para la última, darle una buena bofetada a la más habladora del pueblo. Pero Bertina sigue en la tierra porque no ha podido besar a un hombre, enamorarse. Transformada nuevamente en una bella joven, Bertina no sólo consigue un beso de Eulogio, sino que se enamora. Desde ese momento, ya no quiere ir a “descansar en paz”, sino quedarse junto a su amado. Ánimas de día claro es un espectáculo festivo, llena de humor, que recrea uno de los temas obsesivos de los autores de la generación del 50: la dimensión salvadora del amor.

Esa misma ingenuidad primeriza que generalmente poseen los personajes de Sieveking, se deja ver en el sainete La Remolienda, un clásico del teatro chileno aplaudido por varias generaciones. Allí, tres prostitutas se enamoran de tres iletrados campesinos que ni sospechan el oficio de sus amadas. Gracias a ellos, las mujeres descubren otra capacidad de los afectos, no basados en la pura sexualidad, y se salvan de una vida oscura y miserable. Así, las parejas se arropan en una fe primitiva, ajena a la contaminación, limpia en sus intenciones.

Lo privado de las vidas públicas

Otra fuerte tendencia de su teatro, que se proyecta hasta hoy es el realismo sicológico con afanes de crítica social –muy cercano a Egon Wolff y Sergio Vodanovic, sus compañeros de generación–. Posiblemente la mejor lograda del conjunto sea Tres tristes tigres, estrenada en 1967, al punto de que se ha convertido en un pequeño clásico de nuestra escena.

En la mayoría de ellas, la intención es conocer qué de privado se esconde en las vidas públicas que todos miramos cotidianamente en aquellos que nos rodean y cuyas existencias desconocemos. Sus protagonistas pertenecen esencialmente a una clase media chilena acorralada, aquella que finge cierta felicidad y aplomo, aunque su trasfondo esencial esconde temores, dolores y fracasos. Basta únicamente el título de otra de sus obras para apreciarlo: Pequeños animales abatidos (1975). En este sentido hay un desplazamiento en el formato dramático: de las complejidades y a veces atormentadas incursiones sicológicas de sus primeras creaciones, se deriva en una percepción social, en aquello que estos personajes representan al interior de una comunidad.

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En Tres tristes tigres, Rudi, Tito, Alicia y Amanda luchan por sobrevivir dentro del ámbito al que pertenecen. Todos se aferran al otro como tabla de salvación: Tito, un oscuro empleado de una venta de automóviles, y su hermana Amanda, ajada bataclana, tratan de hacerse un hueco al lado de Rudi, un fracasado playboy, dueño del negocio, quien los desprecia. Él, a su vez, aspira a la admiración de Alicia, joven heredera de los departamentos que él arrienda. El abolengo de la mujer desecha cualquier relación con Rudi y así las ansias de superación social, de compensación económica e incluso de reconocimiento al que aspira se ven frustradas, al igual que las de todo el resto. Detrás de una fachada relativamente exitista se esconde dolor y frustración, la imposibilidad de sobrevivir en un mundo exigente e implacable.

Parecida sensación queda en el último tramo de Todo pasajero debe descender (2012): tanto la renombrada y madura actriz como su amigo Guillermo son despojados de su careta efervescente y mundana para quedar desnudos en sus inseguridades, en su terror a la pobreza material y a la soledad, en su certeza de una muerte inevitable, que de manera notable expresa el título de la obra

Alejandro Sieveking ensayando para la obra Pana, de Andrés Kalawski, donde participó como actor en 2009. Fotografía: Gerardo Rivera

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¿En qué te inspiraste para realizar el diseño de iluminación? ¿Cuáles fueron tus principales referentes?

El trabajo de Edward Hopper, tal vez, pueda ilustrar de mejor forma la atmósfera y estado de la obra. El uso de una iluminación pulcra y con carácter me interesa como propuesta para instalar lo cotidiano que propone el texto. La obra también contiene quiebres visuales al usar imágenes proyectadas, entonces el referente es otro y se acerca más a la “veladura”, que es la técnica en pintura que va develando las capas y permite desdibujar las formas, otorgándole un carácter más extraño a esos momentos.

¿Qué elementos incluye el trabajo visual realizado para este montaje?

Existe un trabajo de sombras gráficas que van emulando el carácter de cada personaje, como una especie de álter ego, al momento de que se van presentando

a lo largo de la obra. Son pensadas como intervenciones y de factura muy simple para su mejor comprensión por parte del espectador.

¿Puedes describir brevemente la atmósfera que quisiste recrear con el diseño de iluminación y visual?

La escenografía diseñada por Sebastian Irarrázaval tiene un carácter determinante en esta puesta en escena. La propuesta de una estructura dibujada y semi transparente, hace que el trabajo lumínico deba ser muy preciso en cuanto a su ejecución. La atmósfera deambula entre lo cotidiano y lo irruptivo de las imágenes proyectadas que acompañan a los personajes.

Estuviste también en Todo pasajero debe descender, ¿hay alguna continuidad entre el trabajo que realizaste para ese montaje y el concretado en esta obra?

En ambas obras los personajes son testigos pasivos, a través del recurso audiovisual, de una protesta en desarrollo. Hay un punto de partida desde lo cotidiano, instalado desde una visión realista de la puesta, pero en Todos mienten y se van esto toma distancia al poder integrar quiebres dramáticos que permiten instalar imágenes más surrealistas

“Entre lo cotidiano y lo irruptivo”Por equipo Teatro UC

El diseñador Cristian Reyes realizó el trabajo de iluminación y visual de Todos mienten y se van. El profesional, quien ya había trabajado con Alejandro Sieveking en la primera parte de la trilogía, cuenta aquí lo que quiso plasmar a través de su propuesta.

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“Una pieza ágil y con bastante humor negro”, La Tercera.

“El elenco conformado por una muestra de actores heterogéneos es eficazmente dirigido por Manuela Oyarzún, quien logra imprimir un sello inconfundible a cada una de las interpretaciones”, El Mercurio.

De Nina RaineDirección Manuela Oyarzún Grau

17 de agosto al 7 de septiembre / miércoles a sábado / 20.30 h

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Jorge Washington 26, Plaza Ñuñoa

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Decano Facultad de Artes Luis Prato

Director Escuela de Teatro Alexei Vergara

Directora Ejecutiva Teatro UC Verónica Tapia

Director Artístico Teatro UC Andrés Kalawski

Productor General David Meneses · Productora Artística (s) Paula Pavez Productor Técnico Julio Toloza · Comunicaciones y Marketing Marcela Rivera · Educación y Mediación Ignacia Goycoolea · Diseño Gráfico Florencia Aguilera · Administrador de Sala y Gestión de Públicos Nelson Álvarez · Operador Técnico Pablo Jorquera Realizadores Escenográficos Eduardo Gallagher, Claudio Viedma, Alejandro Núñez · Sonido Marco Díaz · Iluminación Juan Carlos Araya, Pablo Sáez · Realización Vestuario Sergio Aravena · Boletería Viviana González, Lucía Castillo · Encargado de Promoción y Ventas Mario Contreras, Raúl Pacheco · Asistente de Administración Francisco Jorquera · Asistente de Servicio Ana Cid, Leslie Salazar · Administración y Finanzas Luis Coloma

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