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Prohibido Leer a Lewis Carroll

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Prohibido Leer a Lewis Carroll, de Diego Arboleda

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  • 1. edicin: octubre de 2013

    Del texto: Diego Arboleda, 2013 De las ilustraciones: Ral Sagospe, 2013

    De esta edicin: Grupo Anaya, S.A., Madrid, 2013Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid

    www.anayainfantilyjuvenil.ese-mail: [email protected]

    Crditos fotogrficos: AGEFOTOSTOCK

    ISBN: 978-84-678-4012-4Depsito legal: M-24781-2013

    Impreso en Espaa - Printed in Spain

    Esta obra ha recibido una ayuda a la edicin del Ministerio de Educacin, Cultura y Deporte.

    Las normas ortogrficas seguidas son las establecidas por la Real Academia Espaola en la Ortografa de la lengua espaola, publicada en el ao 2010.

    Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra est protegido por la Ley, que establece penas de prisin y/o multas, adems de las

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  • DIEGO ARBOLEDA

    Ilustraciones de

    RAL SAGOSPE

    PROHIBIDO LEER A

    LEWIS CARROLL

  • Personajes permitidos en este libro

    Alice

    Eugne Chignon

    Timothy Stilt

    Alice Liddell

  • Seores Welrush

    Peter DaviesBaptiste Travagant

  • Personajes prohibidos en este libro

    Humpty Dumpty

    Reina de Corazones Conejo Blanco

  • Lewis Carroll

    Gato de Cheshire

    Oruga Azul

    General Ho Chien

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    1. Parpadeos

    Todo el mundo sabe lo que es parpadear: abrir y cerrar repetidamente los prpados. Cuando decimos que todo el mundo lo sabe, no es solo una forma de hablar, no es como decir todos mis amigos o toda mi ciudad. Todo el mundo es todo el mundo, porque todas las personas de todo el planeta Tierra parpadean. Y todos lo hacen igual. Siempre ha sido as.

    Durante la historia de la humanidad han cam-biado muchas cosas: la forma de vestir, la forma de divertirse, la forma de construir y la forma de des-truir. Pero la forma de parpadear, no.

    Parpadead un par de veces. Ya? Pues igual que vosotros lo habis hecho se parpadeaba hace mil aos, o hace cien.

    Y, lo que ms nos interesa para esta historia, hoy en da nosotros parpadeamos igual que se par-padeaba en el ao 1932.

    En 1932 sucedieron un puado de grandes co-sas y, como todos los aos, miles de pellizcos de

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    cosas pequeas. La mayora de la gente asume que las cosas pequeas no suelen aparecer en el peri-dico y las grandes s. Pero eso no es del todo cierto. Todos los das los peridicos publican multitud de anuncios, noticias y artculos que nadie o casi nadie lee. Aparentemente no tienen importancia, pero se publican porque para alguien, en algn sitio, ese pequeo texto puede tener el mayor inters.

    Aquel ao los diarios recogieron noticias im-portantes, como la celebracin de los juegos olm-picos o el primer intento de Adolf Hitler de hacerse con el poder en Alemania.

    Ambos son sucesos importantes, s, pero para esta historia, no.

    Para esta historia interesa un escueto anuncio aparecido en la esquina de la penltima pgina de LHerald des Arcs, un peridico de provincias francs.

    El 10 de abril de 1932, una marquesa, un conde y dos barones se presentaron en la casa de la joven-cita Eugne Chignon y le insistieron en que leyera ese anuncio.

    Aunque, como hemos dicho, todos los parpadeos se parecen, no siem-

    pre se parpadea por la misma cau-sa. Se puede parpadear porque se nos ha metido algo en el ojo, porque nos da una luz muy bri-llante, por pena, por alegra, por ilusin o por asombro.

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    En este caso, la primera vez que mademoiselle Chignon ley el anuncio en aquel diario francs parpade asombrada.

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    2. Mademoiselle Chignon, institutriz

    Por extrao que resulte, ese anuncio aparecido en el peridico a quien ilusion ms no fue a mademoiselle Chignon, sino a la aristocracia de la comarca donde viva Eugne, Les Arcs, entre cuyos nobles la posibilidad de que aquella joven consi-guiera un buen trabajo en Nueva York provoc una inesperada y unnime alegra.

    Aquella maana, cuando des-cubri el anuncio durante el

    desayuno, la marquesa de Puntilliste apret entu-siasmada el peridico contra su pecho, sin importarle que la tin-ta an fresca pudiera manchar su collar de perlas ni su vestido.

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    En su biblioteca, el conde de Ablengue lo ley con cada uno de sus siete monculos, incluyendo el monculo dorado que tan solo utilizaba para leer su rbol genea-lgico.

    El barn de droite lo ensar-t personalmente con

    uno de sus floretes, honor reservado du-rante siglos solo a su familia ri-val, los gauche. Cuando se enter, el barn de gauche,

    lejos de enfadarse, hizo enmar-car el anuncio y lo

    colg en el saln de retratos fami-liar.

    Y, sin duda, hasta el siempre serio vizconde de Analphabte se hubiera entusiasmado tambin con el anuncio, de haber sabido leer.

    Esta fue la eufrica reaccin que produjo la lectura del peridi-co aquella maana entre la mayora de aristcratas de Les Arcs.

    Pero por qu se alegraron tanto estos distinguidos nobles?

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    La culpa de que un pequeo anuncio en un pe-ridico de provincias tuviera el poder de desenca-denar semejante entusiasmo entre marqueses, con-des y barones se encontraba repartida, a partes iguales, entre:

    a) Nuestra joven protagonista, Eugne Chig-non y...

    b) La clusula xiii del testamento del noble ms importante de la regin, el difunto duque de Les Arcs.

    Eugne era la hija del mayordomo del duque de Les Arcs, e hizo compaa al anciano aristcrata durante los ltimos aos de su vida, cuando a este ya nadie acuda a visitarle y se encontraba, adems de ciego y medio sordo, casi siempre solo.

    Eugne, a pesar de ser una nia, dedic mucho tiempo a cuidar del duque. El seor de Les Arcs la recompens proporcionndole una buena educa-cin y, lo que fue an mejor, incluyendo una clu-sula en su testamento, la clusula xiii, en la que exiga a todos los nobles de su comarca que consi-guieran empleo a Eugne como institutriz de los hi-jos de las mejores familias.

    En principio la clusula xiii no pareca ofrecer mayores problemas. De hecho, cuando los nobles la conocieron, no les pareci mala idea que aquella joven bien educada instruyera a sus hijos.

    Sin embargo, cuando monsieur Chignon, el pa-dre de Eugne, supo de esa ltima voluntad del du-que, no pudo evitar soltar una sonora carcajada.

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    No rio porque su hija no pudiera ser una buena institutriz, al contrario, era una apasionada de la lectura y hablaba con soltura francs, ingls y ale-mn. Podra educar perfectamente a cualquier hijo de noble. El problema resida en que, con su cegue-ra y su sordera, el seor de Les Arcs nunca conoci una de las principales caractersticas de Eugne, que no era su alegre sonrisa, ni su cabellera pelirro-ja, sino su irrefrenable capacidad para provocar de-sastres.

    All adonde iba, Eugne Chignon tropezaba, empujaba, obstaculizaba, chocaba o importunaba. Era un poderoso imn para el caos.

    No haba, sin embargo, maldad ninguna en Eu-gne. Lo que haba era mucha, muchsima mala suerte. Sobre todo mala suerte para los dems.

    Ya siendo apenas un beb, Eugne destac por su habilidad para enredarse en las piernas de los adultos, especialmente si ese adulto lle-vaba una bandeja. Tantas bandejas cayeron al suelo que el servicio del duque se convirti en el nico de toda Francia que serva las comidas en cestas.

    De nia cerr tantas veces a destiempo la tapa durante sus clases de piano, que provoc la dimisin

  • de todas sus profesoras de msica, normalmente despus de que es-tas entonaran un agudo ay! sostenido.

    Ms tarde, con las clases de baile, se descubrira la especiali-dad de Eugne, el efecto domin.

    Si Eugne haca tropezar a su profesor, su profesor no se limitaba a caer al suelo, sino que, mala suerte, se chocaba con una de las criadas quien, mala suerte, llevaba una sopera, sopera que, mala suerte, poda caer por la escalera hacia la entrada principal, justo en el mo-mento en el que el cartero deca: Buenos das.

    Y la sopa y la casa entera respondan:Mala suerte.

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    Durante el ao que sigui a la muerte del du-que, Eugne Chignon sirvi como institutriz en las residencias de los diversos nobles. En todas las ca-sas conquist a los nios, y en todas tambin enfa-d a los padres.

    En la mansin de la marquesa de Puntilliste, donde estuvo tres meses ensean-do idiomas a sus hijos, entre otros desastres volc no-venta y tres veces la taza de t: tres veces sobre s misma, diez veces sobre diez carsimos vestidos de la marquesa, y las restan-tes ochenta, sobre Nube, el caniche blanco de la seora de Puntilliste.

    Eugne y la marquesa descubrieron con sorpre-sa que el pelo de caniche se puede teir de forma permanente con t, descubrimiento que tuvo dos consecuencias: Nube pas a llamarse Mechas y Eu-gne fue expulsada de la mansin.

    Ese trabajo en la casa de la marquesa fue solo el primero de los que tuvo durante aquel ao, siempre con resultados catastrficos.

    Apart una escalera que estorbaba en la biblio-teca herldica del conde de Ablengue, sin perca-tarse de que el propio conde se hallaba en lo alto de la misma consultando en un grueso tomo quin fue

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    la hermana pequea de la primera esposa de su tatarabuelo, asunto que las ltimas noches no le de-jaba apenas dormir. Monculo, conde y tomo cayeron desde lo alto, y en ese orden.

    Descubri el pasillo secreto desde el que el barn de gauche es-

    piaba a su eterno rival, el barn de droite. El pasillo terminaba en el saln de retratos de los droite, concretamente detrs de un cuadro que tena los ojos perforados. Eugne resbal justo cuando espiaba, y su cabeza atraves el cuadro, ofendiendo en un solo movimiento a los dos baro-nes enemigos. gauche se enfad al ver su secreto pasillo de espionaje descubierto. Y droite estall en clera por la aparicin de la sorprendida cabeza pelirroja de Eugne donde debera estar la cabeza del Gran Senescal, el pariente droite ms prestigioso, quien adems era la segunda vez que perda la cabeza (la primera vez fue durante la Revolucin Fran-cesa).

    En casa del estricto vizconde de Analphabte tan solo estuvo un da, y curiosa-mente, no rompi nada. Pero con el pequeo heredero

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    del vizconde hizo algo que contravena la norma ms sagrada de la casa Analphabte: intent ense-arle a leer.

    Por eso, cuando los aristcratas vieron en ese anuncio la posibilidad de librarse de Eugne sin contradecir la clusula xiii del testamento del du-que, dieron saltos de alegra.

    Eso sucedi esa maana de abril de 1932, en la que una marquesa, un conde y dos barones acudie-ron a casa de mademoiselle Chignon para ensear-le el anuncio.

    Eugne cogi el peridico, ley el anuncio y lo primero que hizo fue, como hemos dicho, parpa-dear asombrada.

    Nueva York?