1

VI OlImpIada FIlOsóFIca

31 de marzo al 1 de abril 2016

¿Qué es la belleza? ¿Qué responsabilidad tenemos con

los animales?PROYECTODIDÁCTICO QUIRÓN

Edicionesde la Torre

¿Qué es la belleza? ¿Qué responsabilidad tenemos

con los animales?

VI OLIMPIADA FILOSÓFICA DE MADRIDMadrid, 31 de Marzo al 1 de abril de 2016

Madrid, 2016

De los textos: Los respectivos autoresDe esta edición: EDICIONES DE LA TORRE

Espronceda, 20 - 28003 MadridTel.: 91 692 20 34 - Fax: 91 692 48 55

info@edicionesdelatorre.comwww.edicionesdelatorre.comPrimera edición: junio 2016

ET Index: 629DQF40ISBN: 978-84-7960-798-2

Formato digital:Iris Cultura y Comunicación, S.L.

El signo permite compartir (copiar y redistribuir el material en cualquier medio o for-mato) y adaptar (remezclar, transformar y crear a partir del material para cualquier finalidad, incluso comercial) estos textos bajo el reconocimiento adecuado de la autoría, proporciona-

ndo un enlace a la licencia e indicar si se han realizado cambios.

Esta edición se descarga gratuitamente por cortesía de laComisión Organizadora de la VI Olimpiada Filosófica de Madrid

Contenido

Presentación 7

SECCIÓN DISERTACIÓN: ¿Qué es la belleza? 9

Luis Aceituno Pizarro. Primer premio 10Jimena Moreno Rubio. Segundo premio 12Pedro Argüello Mur. Tercer Premio 16Andrea Álvarez de Lucas 18Javier Aznar Cumplido 21Maribel Bermúdez 23Alba Casasbuenas Corral. 26Andrea Dorado San Segundo 28Andrea Ferrero Soldado 30Daniel Jiménez Hernández 32Leticia Martín López-Carrasco 35Julia de Miguel Velázquez 39Daniel Moreno Yusta 42Inés Olmos Alonso 45Claudia Rivera Lario 47Blas Rivero Delgado 49Miguel Rodríguez Martínez 52Maria Santiago Prieto 55Telma Sanz Hernando 58Marta Trigo Murillo 60

SECCIÓN DILEMAS: La visita al zoológico 62

DILEMA PROPUESTO: ¿Te negarías a ir al zoológico? 63Carlos Tejedor Bielza. Primer premio. 64Sofía Palmerín. Segundo Premio 67Mª del Mar Martín Díez. Tercer Premio 71Paula Alcaraz Laso 74Kaouthar Asrih 79Sara Blasco Hernanz 83Inés Cano Martos 86Claudia Díaz Flores 89Lucía Fullana García 93Paula García García 97María García González 101María López Carrizo 104Alba Mohedano Lozano 107Natalia Montero Gálvez 110Aitana Nuñez Guzmán 113Paula Pérez García 116Marta Radillo Guzmán 119Javier Rodríguez Castello 122Lucía Ruíz-Salinas Rivas 126Elena Yllán Ortiz 129

Profesorado responsable de las personas que llegaron a la final 130Profesorado de las disertaciones 130Profesorado de los dilemas 131

7

PRESENTACIÓN

No cabe la menor duda de que la Olimpiada Filosófica de Madrid (OFM) es un acontecimiento filosófico ya bien consolidado en nuestra Comunidad. Desde la IV OFM las personas que quedan primera y segunda en la final par-ticipan en la Olimpiada Filosófica de España (OFE) y están desempeñando en ese contexto más amplio un buen papel.

Volvemos a publicar, tras el paréntesis del año pasado, todos los traba-jos realizados durante la final en el ámbito de la disertación y los dilemas morales. Es al mismo tiempo un premio y un reconocimiento para quienes participaron en la final, después de haber participado en sus propios centros educativos. No se merecen menos. Para ver los finalistas en el área de la foto-grafía y del vídeo, hay que ir a nuestra página.

Los dos temas de este año no eran especialmente fáciles. Uno, el relacio-nado con la belleza, posiblemente por la importancia que la búsqueda de la belleza tiene en nuestra sociedad, en especial en el campo de la moda y de la estética corporal. Bien ha estado que la pregunta planteada en la final haya abierto el campo de la reflexión y haya propuesto una concepción de la be-lleza que va más allá de la estética y que, entre otros ámbitos, nos lleva al de la moral. Se recoge con ello algo que ya decían los griegos de la Antigüedad, al relacionar el bien y la belleza, pero también en nuestra propia cultura que sabe distinguir perfectamente entre una personas bella y una bella persona, concediendo en general más valor a la segunda que a la primera.

El tema planteado en la sección de dilemas goza también de gran actualidad: la relación que mantenemos con los animales. Desde ámbitos muy específicos como las corridas de toros, el vegetarianismo y veganismo, el proyecto Gran Simio, la experimentación con animales o el uso de pieles animales en ropa y complementos, entre otros muchos, crece la conciencia del sufrimiento innecesario de los animales, lo que demanda una nueva legislación y unas nuevas actitudes morales. También en este caso, el problema moral planteado en la final a los estudiantes llama la atención sobre una cuestión que no suele estar en primer plano, salvo justo después de la celebración de la final, cuando la muerte de un gorila por un disparo de un vigilante en un zoológico

8

de Estados Unidos ha provocado un debate sobre al trato que los animales reciben en esas instalaciones. De los zoológicos trataba el problema moral.

En ambos ámbitos, dilemas y disertaciones, las personas que participaron en la final han sabido desplegar su capacidad argumentativa, defendiendo su posición personal sobre las preguntas planteadas, como no puede ser de otro modo en una reflexión filosófica que siempre se hace en primera persona: ¿y tú qué opinas sobre este tema? Y lo que es más importante que la opinión personal: ¿en qué argumentos basas tu opinión? Por decirlo en un lenguaje coloquial, los estudiantes han salido bien parados y han podido mostrar que, aun siendo jóvenes, ya han avanzado bastante en la capacidad de reflexión y defensa argumentada de sus propias opiniones sobre temas que son polémicos y discutibles. Les queda camino por recorrer, como también nos queda a los adultos, pero han empezado con buen pie.

En momentos de cambios sociales de gran calado, y modificaciones educativas que han provocado rechazo y polémica, bien viene comprobar que la asignatura de filosofía es un ámbito académico en el que los estudiantes pueden desarrollar y enriquecer competencias y conocimientos gracias a los cuales puede darse un genuino debate público, previo a toda toma de decisiones sobre temas relevantes para la vida de los seres humanos.

Estimular la reflexión filosófica en las edades de la enseñanza formal, tanto obligatoria como no obligatoria, es una tarea valiosa de la que la sociedad puede obtener grandes réditos.

Es tiempo ahora de pasar a leer los trabajos del alumnado finalista.

Félix García Moriyón

SECCIÓN DISERTACIÓN: ¿Qué es la belleza?

La pregunta propuesta en el ejercicio de la final fue:

¿Es la belleza un valor exclusivamente estético?

10

Luis Aceituno Pizarro. Primer premio

IES Maestro Matías Bravo. Valdemoro. Madrid

Incluso en los orígenes de la civilización occidental ya se tenía a la belleza como un objeto de bien. Ya en la Antigua Grecia, Platón afirmó que el bien y la belleza se identificaban, puesto que ésta existía con el propósito de des-pertar el amor y así poder alcanzar la verdad. Un discípulo suyo, Aristóteles, relacionó la belleza con la armonía. Diferencias entre ambas visiones aparte, es claro que ninguno de estos pensadores ni de los que les siguieron tenía una visión negativa sobre la belleza. Esto es, quizás, porque siempre se ha relacio-nado el placer con la belleza, como si éste fuera su efecto más inmediato, o su finalidad en sí. «El placer es el paso de un estado de perfección a uno mayor», decía Spinoza. Actualmente, el placer más común y el más buscado es el fruto de la estimulación de los sentidos. Si el placer es resultado de la belleza, ¿es ésta un valor puramente estético?

Seguramente mucha gente pensará que sí. Yo, personalmente, he tenido que esperar hasta este año para reformular mi opinión al respecto. Y es que (a pesar de mi negativa inicial a aceptarla), incluso en las matemáticas puede encontrarse belleza. Tal fue mi sorpresa cuando oí hablar sobre la fórmula de Euler, y sobre la identidad que de ella se obtenía. La igualdad era tal que: eiπ+1=0

¿No le dice nada a usted esta fórmula? A mí tampoco al principio. Pero, para mi estupor inicial, leí que había sido elegida como «La Fórmula Más Bella del Mundo». ¿En qué radica su belleza? Bueno, son sólo cinco elemen-tos. Cinco simples elementos recogidos en una única fórmula. Sin embargo, esta igualdad relaciona los cinco aspectos más fundamentales de todas las matemáticas. El número e es la base de los números exponenciales, y el i representa a los números imaginarios (pero esto no es lo más curioso). No sólo relaciona estos elementos, sino que también cuenta con el número pi (fundamental para los círculos), el número 1 (la unidad) y el número 0 (el concepto de nada). Después de leer esto, miraba la fórmula y veía algo. Era como si se contara una historia: la de toda la realidad, la de la filosofía. Era tan simple, y en ella se hallaba la unidad de las cosas, el ser y el no ser, el vacío; y como si cerca, muy cerca, estuviese el secreto de la perfección (los círculos

11

eran perfectos a ojos de los antiguos griegos). Entonces, para mí su belleza era evidente; ¿no lo es para usted?

Pero, ¿acaso esa belleza me había causado un placer sensorial? No, desde luego.

¿Emocional? Desde luego que sí. Me había ayudado a enriquecerme cul-tural y personalmente. Me había permitido aprender, reflexionar sobre lo que soy, lo que somos; reflexionar sobre la realidad. (¿Será esta ecuación una fórmula que guarde el secreto de la realidad, del existir?). Todo ello con unos simples garabatos en un papel. Unos símbolos que decidimos que tuvieran un valor y que denominamos «números». Desde luego que mis sentidos se estimularon (¿o es que no lo vi con los ojos?), pero, es seguro que no fue esto la causa de un placer.

La belleza de la que era presa esta fórmula no fue fuente de este tipo de placer, y no obstante hizo difícil que la olvidara. Quizá por las emociones que despertó en mí. Sé que esta es una pequeña anécdota, personal, y quizá no sea el mejor ejemplo disponible en la realidad para tratar sobre el tema. Pero fue, a mis ojos, el más real de cuantos encontré. Quizá porque son esas emociones las que causan que vea esa belleza en esa ecuación. ¿Vería dicha belleza si no tuviese emociones? ¿Sólo la veo porque soy humano? Son muchos los interro-gantes que se presentan a partir de esta experiencia, pero saco varias cosas en claro. La primera es que la belleza no es sólo una cuestión de los sentidos y del placer estético. La segunda es que esa belleza no me sirvió sólo desde el punto de vista estético sino que me ayudó a aprender, a engrandecerme. Esto de-muestra -al menos para mi experiencia personal- que con la belleza no sólo puedo encontrar placer sino que me puede ayudar en mi educación, en mi formación como persona; me puede ayudar a formarme, y con ello a hacerme comprender lo que busco en esta vida. La belleza no tiene aplicaciones sólo desde el punto de vista estético, sino que me sirvió para algo más: para vivir.

Errante

12

Jimena Moreno Rubio. Segundo premio

IES Atenea. San Sebastián de los Reyes. Madrid

Desde pequeña me ha encantado leer. Creo que si alguien preguntase a la gente de mi entorno y les pidiera una descripción de mí, me llamarían «la loca de la literatura». Y he de decir que estoy de acuerdo con ellos, pero éste no es el tema que nos ocupa. El caso es que, gracias a los libros, la palabra «belleza» llegó muy pronto a mi vida, y durante mucho tiempo fue tan sólo un sinónimo de «algo bonito». ¡Qué equivocación más grande!

Siendo realistas, es normal que esto me ocurriera (a mí, y a todos). Al fin y al cabo, «Belleza» es una de esas palabras que no aparece en tipografía grande y cursiva en nuestra mente: es una palabra que se manifiesta en imágenes: en una flor, en el David de Miguel Ángel… Quizá alguien vaya más allá y escu-che el Claro de Luna de Beethoven. Todos ellos tienen una cosa en común: su percepción provoca placer a nuestros sentidos. Esto es lo que llamamos estética, el conjunto de sensaciones que provoca en una persona la exposición a una realidad, bella o no.

Esta es una concepción sofista de la belleza, muy ligada a la de nuestra sociedad actual. «Eso me gusta», «Aquello es bonito», gritan principalmente nuestros ojos, -porque el hombre, aunque quiera diferenciarse del primate, confía en su vista como si fuera una divinidad, como hacen los monos-. Sin embargo, un contacto prolongado con esa realidad puede cambiar nuestra idea acerca de su belleza. Quizá después de unos meses con un novio descubro que no se lava los dientes y su aliento parece emanar del averno, aunque tenga unos ojazos o un pelo perfecto. Tal vez esa brillante seta roja y blanca sea ve-nenosa y no me parezca tan bonita tras comerla sin querer. ¿Qué ocurre? ¿Han cambiado mi novio o la seta? ¿Sin que me haya dado cuenta se ha producido un misterioso cambio en su esencia que me provoca un rechazo repentino? Pues permítanme decir que ningún encantamiento ha tenido la culpa.

Lo que ocurre es que, en la percepción última de lo bello, influyen más factores que no son únicamente mis sentidos. Cassirer afirmó que interpreta-mos la realidad desde distintos ámbitos: el moral, el religioso, el económico, el político…Porque la realidad tienen todos estos matices. Así, a primera vista, la Gran Muralla china es hermosa, y una gran obra de ingeniería. Pero,

13

si tenemos en cuenta los miles de personas enterradas en sus cimientos que fallecieron por su construcción, probablemente nos replanteemos la idea que tenemos de ella y de su belleza. Estéticamente es bella. ¿Moralmente? Ya no tanto.

Ahora bien, quizá nos estemos metiendo en una visión interesada de la belleza. Pues, desde este punto de vista, antes de exponer un cuadro en una galería pensaremos: ¿es hermoso? ¿Me va a dar dinero por la gente que venga a verlo? A lo mejor el cuadro es una obra de arte, pero no responde al canon estético social. Como no va a gustar, no lo expondré. Vemos así que el dar una dimensión más allá de lo estético a la belleza lleva a alguna que otra in-justicia. Lo propio sería que, si el cuadro es bello, se reconozca su hermosura y se exponga, independientemente de los beneficios que vaya yo a obtener: la belleza debería basarse únicamente en valores estéticos. Un pensador cuyo nombre no recuerdo dijo una vez: «Mira dos veces para ver lo justo; no mires más que una vez para ver lo bello». Dicho queda.

Y sin embargo, hay algo que me molesta en esta «belleza llanamente esté-tica». Como una mosca zumbando detrás de mi oreja. La mosca me recuerda al alma podrida de Dorian Gray. ¡Él sí que era un hombre hermoso! Pero, por dentro, era soberbio, mezquino, y un asesino. Al igual que muchas celebrida-des en la actualidad, era bello por fuera y un monstruo por dentro. Quizá esté loca, pero para mí esta hipocresía con uno mismo no puede ser bella. Nece-sito dar otra dimensión más profunda a la belleza: una persona justa, buena, amable, esa sí es una persona bella. El pensador indio Osho comentaba que la belleza que importa, la interior, acaba dejándose ver en el exterior, y que lo contrario es imposible.

Con todo esto quiero decir que la estética no es más que una parte de la belleza. Posiblemente sea más fácil si recuerdo que Platón hablaba también de esta manera. Para él, belleza, bien y verdad son una misma cosa, se iden-tifican. Una forma de gobierno puede ser bella, por ejemplo, pero no puede ser percibida por los sentidos, es inmaterial. Entonces, es imposible que la Belleza sea solamente estética. Citando a John Keats: «La belleza es verdad y la verdad es belleza, y no hace falta saber más en esta tierra.» Claramente, estamos hablando ya de un valor lógico y moral, la verdad.

¡Cuidado!, exclaman Kant y Nietzsche. El primero me dice que la belleza agrada a todo el mundo, de forma desinteresada, además. Pero una forma de

14

gobierno, y lo dice la Historia, nunca ha sido aceptada de forma unánime, y siempre perjudica a alguien. ¿Cómo va a ser bella? A lo que añade Nietzsche que Platón, en su pobre y frágil visión dualista de la realidad, ignora que el mundo cambia constantemente como lo hacen las cosas bellas, y que por eso las opiniones sobre la belleza varían tanto. No se puede corresponder la belle-za con la verdad, además, porque no existe una verdad eterna.

He de reconocer que me convencen. La Belleza debe ser un valor sencilla-mente estético. «La Belleza no tiene razón. Es…», que dijo Emily Dickinson. Y, aun así, no estoy segura del todo. ¿No habrá un punto medio entre que la Belleza sea sólo estética y que sea algo más? Planteado así, es evidente que no son dos opiniones diametralmente opuestas.

Llamo al estrado a mi mejor testigo para resolver el caso: el Arte. Nadie puede negar la belleza del Arte (con mayúsculas, y no como un urinario fir-mado por Duchamp). No voy a detenerme en trazar un eje cronológico deta-llado del Arte. Sencillamente, apreciemos todo lo que ha hecho por nosotros. Y, si ha hecho algo, es porque no es mera estética estática. El Arte ha tenido siempre un valor sentimental y humano, porque ha conmovido almas a través de los tiempos y ha unido por ello a las personas. Ha tenido, además, un valor educativo. Pensemos en la E. Media en la que personas analfabetas eran capa-ces de entender la Biblia a través de las pinturas de las iglesias. El Arte, decía también Descartes, debe tener un valor moralizante y mejorar a las personas.

Y ahora, volviendo al principio de mi disertación, regreso a la literatura. No soporto cuando la gente habla de Arte y no se acuerda de los libros. Ellos constituyen quizá el arte más completo (y complejo), y de ahí su belleza. Desde un estilo delicado a uno brutal, como el de Cela en La familia de Pas-cual Duarte, hasta la crítica social que han realizado numerosos escritores. La literatura (arte y belleza) ha adquirido dimensión estética, sí, pero también social. Libros como El doctor Jekyll y míster Hyde, o cualquiera de las obras de Poe, son de una belleza innegable y además poseen un fuerte carácter psicológico. Además, algunos libros son capaces de cambiar a las personas. Sobre esto dijo Kafka: «Creo que deberíamos leer únicamente los libros que nos hieren o apuñalan». Porque un libro de entretenimiento no nos llena de la misma manera que la delicada tragedia de Hamlet. La Belleza nos llena y nos cambia también moralmente.

Mi último ejemplo no es la literatura, aunque no lo crean: es «El Guerni-

15

ca» de Picasso. Ninguna obra de arte ha expresado como ésta el horror de la guerra, y este es un sentimiento que trasciende lo meramente estético. Ob-servar el Guernica nos pone los pelos de punta y nos emociona en un sentido «ético».

Se acaba el tiempo, así que debo dar cierre a esta larga serie de aparentes sinsentidos. Aunque en un principio vemos lo bello como un mero placer de los sentidos, como un valor puramente estético, la verdadera Belleza es mucho más. Nuestro raciocinio nos lo dice, igual que lo grita el corazón (aquellos que lo tengan, al menos. No me meteré en este tema). La Belleza es moralidad, religión, psicología, crítica, educación, unión de las personas, emoción. La Belleza domina nuestros sentidos, vaya, pero a un nivel profun-do, que nos hace reflexionar. Nos llena y nos domina hasta el punto, tal vez, de la locura. Y, a propósito de esto, dijo Françoise Sagan: «He amado hasta el punto de la locura. Eso que se llama locura. Eso que, para mí, es la única for-ma razonable de amar». Pues que la Belleza nos enamore más allá del placer sensible, porque no es un mero valor estético. Es mucho más…

Takatsuki Sen

16

Pedro Argüello Mur. Tercer Premio

Colegio Retamar. Pozuelo de Alarcón, Madrid

La belleza -afirmaba Borges- es ese misterio hermoso que no necesita ex-plicación. Y, sin embargo, desde los orígenes de la filosofía, allá en la Antigua Grecia, el hombre se ha devanado los sesos buscando encuadrarla en una definición, intentando darle sentido. Y es que definir la belleza es práctica-mente una tarea imposible, porque ella, al fin y al cabo, es el motor del obrar humano. Pues ¿qué busca el hombre en su efímera vida? Felicidad, amor, y ¿no son éstas formas de belleza, sus formas más puras?

Fue sobre todo en la Edad Media cuando la belleza, desde el punto de vista filosófico, comenzó a adquirir la importancia que merecía. Tradicionalmente, la «ciencia» de la filosofía se había centrado en los conocidos como «trascen-dentales»: unum (el ser o la existencia), bonum (el bien), verum (la verdad). Pero fue entonces cuando el pulchrum (la belleza) entró en escena, pues efec-tivamente la belleza «trasciende». ¿Trasciende? ¿O es sólo un valor estético? En mi opinión la belleza no es sólo un trascendental, sino que sirve de criterio extrínseco para los tres clásicos, y es en esta tesis en la que mi trabajo busca desenvolverse.

Vayamos primero con el unum, el ser, la existencia. Su relación con la be-lleza es inmediata: algo no puede ser bello si no existe, por lo que un objeto bello implica necesariamente que se trate de un objeto existente. Por tanto, la belleza es un valor ontológico. Por supuesto, algunos pensarán que podemos imaginar cosas bellas y no por ello esas imaginaciones «existen». Efectivamen-te, puede ser que estas imaginaciones no existan en el mundo sensible, pero desde luego que sí lo hacen en nuestra imaginación, y, ¿no es eso también existir? Y, aunque no se dé esto por válido, desde luego la belleza de cualquier objeto de fuera de nuestra mente servirá para afirmar que ese objeto «existe», por lo que, aunque sólo sea aplicable al ámbito sensible, la belleza es un valor ontológico.

El segundo trascendental clásico es el bonum, el bien. La relación entre bien y belleza ha sido siempre objeto de estudio. El propio Kant indagó en esta relación, y llegó a la conclusión de que no existe belleza posible al margen del bien, que su relación es total. De hecho, en uno de sus tratados llegó a

17

afirmar que un buen juicio estético es necesario para elaborar juicios éticos correctos. Es en esta relación donde reside el gran éxito de la obra El retrato de Dorian Gray. En ella Oscar Wilde evidenció la imposibilidad de ruptura entre bien y belleza, valiéndose de su bellísimo protagonista.

Claro que, según esta teoría, todo lo bello sería bueno, por lo que, por ejemplo, no podría haber hombres o mujeres bellas y perversas. Pero ¡quién no ha conocido alguna vez alguno! Sin embargo, esto no atenta contra la unión de bien y belleza, sino que simplemente esta aparente incoherencia se debe a una falta de conocimiento por nuestra parte, pues la belleza de una persona va mucho más allá de su aspecto físico e identificarla requiere mu-cho más que el sentido de la vista. Por ello, a medida que aumente nuestro conocimiento menor será la equivocación a la hora de reconocer y admirar la belleza. Por tanto, no queda duda: bien y belleza van intrínsecamente unidos, de modo que podemos afirmar que la belleza es, a su vez, un valor ético. Y es que allí donde hay belleza, en contemplación directa de ella, es imposible obrar mal. Por ello el amor, forma suprema de belleza, es el motor que con-duce al hombre hacia la virtud, pero esto merece ser tratado en otro ensayo.

El último trascendental de los tres clásicos, el verum, la verdad. Como hemos mostrado, un objeto bello tiene necesariamente que existir, y no hay objeto bello al margen del bien. Por tanto, es inmediata la afirmación de que ese objeto no puede ser falso ni faltar a la verdad. Con esta afirmación conclu-yó el poeta inglés John Keats una de las mayores composiciones de la historia de la literatura mundial, A una urna griega: «la belleza es verdad, y la verdad belleza/ eso es todo lo que debéis saber». Por tanto, la belleza es, en última instancia, un valor gnoseológico.

«La belleza salvará al mundo», puso Dostoievski en boca del protagonista de su obra El idiota. Esta célebre cita ha sido fuente de numerosas discusiones e interpretaciones, y este pequeño trabajo me ha permitido contribuir al de-bate con mi humilde opinión; la belleza salvará al mundo porque va mucho más allá de ser un simple valor estético. Es, además, un valor ontológico, un valor ético y un valor gnoseológico. La belleza salvará al mundo porque per-mitirá al ser humano conocer qué es, cómo obrar y qué es verdad.

No. La belleza no es únicamente un valor estético.

Álvaro Bustos.

18

Andrea Álvarez de Lucas

IES. La Serna. Fuenlabrada, Madrid

Recuerdo justamente ayer, estando en clase de Lengua explicando la litera-tura del Renacimiento, y comentar el profesor que aquella gente creía que el contemplar la belleza femenina les acercaba a la divinidad. ¡Qué exagerado!, pensé para mis entrañas, pero luego pensé que el arte, además de una expe-riencia estética quizás permitía una experiencia religiosa. Recuerdo también un acalorado debate que presencié en mi clase sobre el desmesurado precio de ciertas obras de arte: debatían sobre su valor económico. Gracias a ello llego a una conclusión: el arte nos influye como individuos en tos los aspectos de nuestra vida, por tanto considerar sólo su valor estético es apreciar sólo una ínfima parte.

Si lo pensamos bien, cualquier persona que no sepa filosofía es el último valor que aprecia. Lo que quiero decir es que cuando apreciamos una obra de arte lo hacemos en todos sus aspectos ya que en todos ellos se refleja la rea-lidad que vivimos como observadores. ¿No es acaso el arte un negocio? Nu-merosas obras de arte tienen precio y sus artistas son remunerados; Tanto que podemos considerarlo un puesto de trabajo además de formar parte del sector terciario de la economía. Pero, ¿cómo influye esto en la belleza de la obra? ¿Cambiaría la experiencia estética si el arte no fuera parte de la economía?

La belleza de una obra es algo subjetivo, es el sujeto quien la pone cuando una obra le suscita sensaciones agradables, por ende, depende de la experien-cia estética (capacidad del observador de conmoverse ante una obra artística). Al ser el sujeto quien determina la belleza dependerá de si el hecho de tener conciencia del precio de la obra afecta a su apreciación de la belleza. A mí, por ejemplo, no me afecta que un cuadro valga millones de euros porque, con ese precio o sin él, si me transmite sensaciones buenas será bello. Sin embargo, otras personas, si saben el precio desmesurado del cuadro puede que eso in-fluya en las sensaciones que les transmite, aumentándolas o, por el contrario, inhibiendo las sensaciones positivas y resultando para ellos un cuadro indi-ferente o incluso feo. Los objetos artísticos tienen un valor económico y su influencia en la experiencia estética del individuo depende de cómo vincule éste ese valor con la obra.

19

Además del valor económico la obra de arte tiene un valor social. Es in-herente a la naturaleza humana el vivir en sociedad. Necesitamos contacto con otros seres humanos, como establece Rousseau en su teoría del «contrato social», en la que el ser humano cede su bondad natural para vivir en grupo ya que solo no podría sobrevivir. Pero organizar un grupo y asignar sus corres-pondientes roles dentro del colectivo no es algo sencillo, y muchas veces los líderes ha abusado de su poder. A lo largo de la historia muchos artistas han expresado, de forma explícita o no, a través de nuna obra de arte su descon-tento ante una situación injusta; sus obras influían a quienes las apreciaban, haciéndole reflexionar sobre la situación en que vivían. Y eso también afecta-ba a los injustos que se hallaban en el poder, y las han censurado. ¿Cómo algo tan simple como una obra de arte puede preocupar a los poderosos hasta el punto de censurarlas? Porque estas obras producen sin duda una experiencia estética que no solamente afecta a la sensibilidad, sino a la capacidad de re-flexión crítica del observador, y si esto ocurre en un colectivo se cuestionarán el abuso de autoridad del dirigente y reclamarán sus derechos. Esto demues-tra que el valor social y político del arte existe, y que influye en la experiencia estética del individuo que la experimenta.

Cuando al principio comentaba la conexión con la divinidad que los re-nacentistas creían encontrar al contemplarla belleza de la naturaleza y de la mujer, hablaba del valor religioso y espiritual inserto en la obra del arte. En la Edad Media se decía que la belleza de las obras de arte era un reflejo de la divinidad y que quien las creaba, el artista, tenía ese don creador gracias a la omnipotencia de Dios. Pero, ¿Qué ocurre si el observador es ateo? ¿Pierde entonces la obra su valor religioso? No, no lo perdería ya que es reflejo de la religiosidad del artista; podría influir en la experiencia estética, pero no en el valor que el artista ha intentado mostrar, su conexión (religiosa y espiritual) con Dios.

Recientemente se habla de una terapia que se ha demostrado eficaz para cambiar el estado de ánimo los pacientes: la musicoterapia. El arte compren-de muchas disciplinas, entre ellas la música. Gracias a la experiencia estética que tiene el espectador al apreciar la obra musical su estado anímico mejora, y no tiene que ser por la belleza, también puede ser por los sentimientos desagradables que suscita la fealdad, liberando sus penas. Esto demuestra el valor terapéutico del arte, del que puedo dar un ejemplo personal: cuando

20

me encuentro con hastío o suma tristeza tocar alguna pieza con mi guitarra o violonchelo mejora mi estado de ánimo.

El arte también tiene una función individual, no sólo para el espectador que, al apreciar la obra y tener una experiencia estética se explora a sí mismo, sino también para el creador, el artista que se descubre así mismo el proceso de crear. Vuelvo al ejemplo personal; cuando toco mis instrumentos c des-cubro valores como la perseverancia, el esfuerzo, la decepción, el orgullo, la satisfacción, etc. Cada vez que practico descubro en mí facetas que sin ellos a lo mejor desconocería.

En conclusión, el valor estético sí es parte de la obra de arte, pero hay muchísimos más valores que pertenecen a ésta. Valores que influyen en la experiencia estética del individuo y también en la forma de crear del artista. Esto me va a pensar que: «para valorar de verdad una obra hay que tener en cuenta todos sus valores

Andaluc

21

Javier Aznar Cumplido

Colegio Salesianos de Atocha. Madrid

En primer lugar he de decir que la belleza es una idea muy compleja y que resulta muy difícil definirla terminológicamente hablando.

A lo largo de la historia ha habido innumerables definiciones y concep-tos de belleza y es realmente complicado elegir uno que agrade a todo el mundo.

Ya Platón en sus diálogos formula muchas cuestiones acerca de lo bello que posteriormente se han tratado en estética y filosofía general. En el diálogo de Sócrates con el personaje ficticio Hipias, este último, para contestar a la cuestión de qué es lo que hace que las cosas sean bellas, adopta una postura relativista. Él dice que es bella una mujer hermosa, es decir, que es bello lo que tiene apariencia de belleza. Esto resulta inaceptable para Platón, (Sócra-tes), pues con ese concepto tan superficial de belleza no sería posible calificar de bellas leyes, acciones…Para Sócrates-Platón la belleza va más allá de las apariencias, no se limita al mundo material, sino que abarca también el mun-do de las ideas. Es decir, iguala la belleza a trascendentales como la sabiduría, la bondad…Para Platón una buena acción es bella.

Por otro lado, en la actualidad tiene más aceptación el punto de vista axio-lógico, que yo comparto hasta cierto punto. Según esta postura, la belleza no es ni una simple propiedad de los objetos, ni una idea independiente del mundo; la belleza es un valor.

La belleza no puede ser independiente de las cosas, ya que ésta puede ser observada en la naturaleza, a diferencia, por ejemplo, de la sabiduría. Opino por tanto, que la belleza es una cualidad que aplicamos a un objeto tras haber hecho un juicio de éste. Es, efectivamente, un valor estético atri-buido por un sujeto; de ahí el carácter subjetivo que posee. En mi opinión este juicio estético requiere necesariamente de una experiencia estética; un sentimiento de placer que aparece fruto de la observación de un objeto esté-tico. Este juicio es, sin lugar a dudas algo subjetivo; ahora bien, como diría Kant, la belleza debe ser universal. Como todos los seres humanos tenemos un mismo entendimiento, todos deberíamos ser capaces de llegar a la mis-ma conclusión en ese juicio estético. Además la experiencia estética es una

22

experiencia totalmente desinteresada y por lo tanto no afectan al juicio los intereses personales del observador.

Afirmo, por tanto, que la belleza es universal, pero concuerdo con Hume diciendo que no todos los seres humanos son aptos para emitir este juicio con validez. Los verdaderos jueces, donde sea que se encuentren, han de ser per-sonas bien formadas y con experiencia. Y sólo estos críticos pueden afirmar un objeto es una obra de arte. Si no, como la belleza es universal, cualquiera podría decir que, «una mierda pinchada en un palo» es arte.

Una vez que he tratado de expresar lo que es la belleza para mí y que he afirmado que, en mi opinión, la belleza es un valor estético como plantea la pregunta, he de pararme y decir que aunque sí opino que la belleza es un valor, no creo que sea «únicamente» eso.

Pienso que en lo referido a las obras de arte sí que se puede calificar sólo de valor. Pero cuando nos trasladamos a otras realidades más profundas, como acciones, leyes e incluso personas, la belleza es algo más. En estos casos, como expresa Platón, la belleza es más que un atributo aplicado a un objeto mate-rial. Centrándome en el caso de las personas, planteo esta pregunta: ¿Acaso una persona que es malvada por dentro es bella por lucir un cuerpo atractivo? En mi opinión, por supuesto que no. Yo considero que en el caso de los seres humanos tiene más importancia la belleza interior que la exterior. Es más, si afirmáramos que la belleza sólo se refiere a la apariencia física, ¿acaso una persona anciana no puede ser una bella persona? ¿Vamos perdiendo nuestra belleza a medida que envejecemos?

Concluyo que para mí, la naturaleza de lo bello no es únicamente un va-lor estético y que muchas veces también va ligado a lo que es moralmente correcto.

Dert

23

Maribel Bermúdez

IES San Isidro. Madrid

Vivimos en una sociedad globalizada, interconectada, realmente deshuma-nizada, en la que a veces son más importantes criterios superficiales, como la aceptación de terceros, para juzgar las cosas. La belleza es un criterio aleato-rio, personal y subjetivo que depende de quien la mira. Pero ¿Y si no miramos ningún objeto o persona? ¿Podemos justificar que la belleza se desarrolla en varios ámbitos, independientemente de su valor estético? ¿Existe la belleza independientemente de quien la juzga? Con estas líneas intentaré defender que existen ámbitos, lugares, personas y situaciones que son bellas a simple vista, dejando a un lado a todos aquellos empeñados en no prestarles aten-ción. Esta belleza que defenderé es la única real y genuina: la belleza de las acciones humanas.

Como es necesario empezar por algún sitio, creo necesario establecer (arraigar mi argumentación, dejártelo claro) que la belleza que voy a defender es completamente real. Podrás decirme que la belleza es un concepto abstrac-to, como el hecho de que el símbolo matemático del número 2 esté puesto independientemente del concepto de número 2, porque bien podría haberse dicho 2 y escrito 3. Ok, ok. Tiempo muerto. Primero: aunque el número 2 se escribiera 3, 3 + 3 seguiría dando 4. Segundo: no es en absoluto comparable. Por muy abstracta que parezca, la belleza, esa vieja amiga, tiene consecuen-cias en la vida real que son reales (reales como la vida misma). Estas son los problemas alimenticios ocasionados por la obsesión con la belleza exterior o la marginación que sufren algunos simplemente por ser distintos.

En este sentido, habiendo dejado claro que la belleza es real, no puedo pasar por alto la belleza humana o la belleza del arte. Es en estas áreas en las que únicamente consideraría la belleza como valor estético puro.

En primer lugar he de decir que los hombres o mujeres considerados bellos lo serán (muy a su pesar) dependiendo de quién los mire. Ya había llegado yo a la conclusión de que la belleza humana es un concepto aleatorio y personal. Aquí no nos vale eso de «No, perdona, es que es guapísimo», sino más bien un «Me parece guapo, sí». Además, ya sabemos que los cánones cambian con el tiempo, la ideología o el sexo. Por lo tanto, al no ser la belleza universal,

24

apreciable por todos de igual manera, no estamos muy equivocados si afir-mamos que este tipo de belleza, más que un valor estético, es una convención social. Así que no, no me entra la belleza humana dentro de la calificación de valores estéticos. Pero me queda el arte (a ver si funciona este).

Las concepciones de arte en la actualidad reflejan la polémica en la socie-dad. Así encontramos los partidarios de un arte más clásico que tiene unos principios o reglas a los que se atañe y otro más complejo: el arte contempo-ráneo. Este joven (comparado con el arte clásico) vive sin reglas, lejos de la teoría, es un rebelde sin causa. Los partidarios del primero utilizan como uno de sus argumentos principales el hecho de que cualquiera podría realizar el se-gundo. Con mucha razón. Pondré un ejemplo. Malevich. 1918. Un cuadro. Un título. (Ahí va, agárrate a la silla que voy a empezar a hablar serio). Redo-ble: cuadrado blanco sobre fondo blanco. ¡Dios mío! ¿En serio esto es belleza? ¿Es esto la estética, la buena imagen que me quieres vender? De verdad, me quedo sin recursos para defender al arte contemporáneo. Estoy de acuerdo en que cada uno aprecia la belleza como le viene en gana, pero ¿dónde está la gracia? ¿Qué me quiere transmitir Malevich con esto o sus imitadores como Rothko o Yves Klein? Yo no veo la belleza por ningún lado. Así que, como ya había intuido yo, el arte tampoco me vale para justificar la belleza como valor estético independientemente del dominio al que se aplique. En estos casos la belleza es solo un resultado de los actos humanos (en el caso del arte) y del azar de la herencia genética en los humanos. ¿Encontraré algún dominio en el que la belleza, no siendo superficial ni una convención social, sea real por sí misma y no por quien la juzgue?

Pues claro. ¿O qué creías, que te iba a dejar con la duda existencial? No. Sí que existe. Es la belleza de todos aquellos que aprecian lo bello dondequiera que esté, aunque no lo parezca a simple vista. No me refiero a estos progra-mas de la tele a los que van chicas no consideradas bellas por no pintarse las uñas o no teñirse las raíces (Ojo. Cuidado, ¿eh? Raíces de dos centímetros ya). Tampoco me refiero a esas youtubers que nos enseñarán sin duda a hacernos las ondas al agua en tan solo cinco sencillos pasos (ejem, ejem, sencillos), pero que se quedan sin recursos ante la pobreza, la desigualdad o la enfermedad.

Me refiero a personas que les da igual ducharse o ir a la moda ante el pa-norama que viven. Te hablo de todos aquellos que ven bello lo que a otros les repugna mirar o donde nadie quiere inmiscuirse. Personas capaces de ver la

25

belleza de esas delgadas piernas raquíticas que siguen jugando haciendo caso omiso a las llamadas de urgencia de su estómago o a la mirada de pena e im-potencia de su madre. Te hablo de la belleza de los feos, de los no perfectos, de los marginados, de los oprimidos, de los incomprendidos. De aquellos preocupados en cosas mucho más importantes que su aspecto. En este caso la belleza no es un valor estético. Un valor estético no significa nada. Sentido común y cordura en momentos penosos en cuanto a solidaridad humana sí. A esto me refiero. A la belleza, no del acto mismo (por el mero hecho de nacer guapo o ser creado bello) sino por ser bello independientemente de la superficialidad del concepto. Luego ¿Existe la belleza como valor únicamente estético?

Definitivamente no. La belleza no tiene límites ya que consideramos bellos lo que queremos sin aferrarnos a un criterio universal o atemporal. Pero hay cosas que escapan a ella, desde luego. No consideraré la belleza si es un cri-terio subjetivo y cambiante. Pero afirmo que hay cosas, sujetos y situaciones que se consideran bellos aunque su apariencia no lo sea. No hay nada de bello en sangre, vísceras o ausencia de vida, pero sí hay belleza en los corazones que laten por segunda vez en otro cuerpo nuevo. Tienen una fea cicatriz, sí, pero ¿a quién le importa? Ese ser humano tiene una segunda oportunidad, tiene vida. Por lo que sí, existe la belleza, aunque solo sea la que algunos precisa-mente no consideran. Es la belleza del ser humano y actuar como tal.

Jonathan Pitre

26

Alba Casasbuenas Corral.

Colegio Gamo Diana. Madrid

Simone de Beauvoir escribió «la belleza es aún más difícil de explicar que la felicidad». Y es que a lo largo de la historia, numerosos pensadores y filósofos han discutido sobre su naturaleza. Pero a pesar de la diversidad de opiniones todos podemos afirmar que nuestra concepción de la belleza se basa en idea-les estéticos (al fin y al cabo la estética es la encargada de estudiar la belleza), aunque estos hayan sido explotados para diversos fines, como hace actual-mente el mundo de la cosmética. Teniendo esto en cuenta, ¿podemos afirmar que la belleza es únicamente un valor estético?

El filósofo Enmanuel Kant dividía los objetos de belleza en los que no usan su belleza para ningún fin, u objetos de belleza libre, y en los que persiguen una finalidad, u objetos de belleza adherente. Para reflexionar sobre la res-puesta a la pregunta principal, seguiremos esta organización.

El ejemplo más claro de objeto de belleza libre es la naturaleza. Porque, ¿qué fin persigue un atardecer, un mar en calma o un cielo estrellado? La naturaleza no es consciente de su belleza, y sin embargo ahí es donde más la observamos. Es fácil argumentar que nuestra concepción de belleza natu-ral responde únicamente a un juicio estético, pero no podemos ignorar su importante valor cultural (explotado por las empresas de turismo) y hasta religioso (utilizado por numerosos creyentes para afirmar la existencia de un Dios creador).

Hemos utilizado la naturaleza como primer ejemplo de belleza, y sin duda el arte debe ser el siguiente. Leonardo da Vinci dijo que «la belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte», y es obvio que ambos están interconec-tados. Hay quienes argumentan que el arte es sin duda un objeto de belleza libre, pero fácilmente podemos observar que el arte muchas veces sirve a un fin ya sea cultural, religioso, político o económico, por lo que es un objeto de belleza adherente. Aun así, nuestra concepción de belleza artística no respon-de únicamente a normas estéticas, sino que además afectan a valores sociales, culturales y hasta religiosos. Por ejemplo, una persona atea y una creyente no encontrarán la misma belleza ante una catedral, y estamos más condicionados a disfrutar de una pintura de la que el público habla bien que al contrario.

27

Nunca podemos hablar de belleza como únicamente estética. Hasta la be-lleza humana, que en nuestra sociedad actual se rige por unos rígidos cánones de belleza, marcados por las empresas de moda y de cosmética, no puede ser concebida como un valor únicamente estético, ya que muchas veces encon-tramos más belleza en una persona querida, no particularmente atractiva, que en los actores, cantantes y modelos que llenan nuestras pantallas a todas horas.

En conclusión, la belleza es un ideal inherentemente humano, y aunque lo concibamos como un valor principalmente estético, abarca una realdad tan amplia que no puede ser así. La belleza no es un valor únicamente estético, sino que es además un valor social, cultural, religioso, intelectual… En fin, es un valor humano, que afecta en todos los ámbitos de nuestra vida, y restarle importancia para firmar que sólo está regido por la estética significaría renun-ciar a una parte de nuestra humanidad.

Corolianus

28

Andrea Dorado San Segundo

IES Alonso Quijano. Alcalá de Henares. Madrid

Estás continuamente presente en este mundo; pase donde pase mi mirada te encuentra; cierro los ojos y ahí estás. ¿Por qué reinas en nuestro mundo, Belleza? Permíteme ad entrarme en la profundidad de tu valor.

Considero que si la belleza atendiese únicamente al valor estético sería un concepto insuficiente para lograr esa sensación de plenitud que tenemos ante algo bello. Si la belleza fuera únicamente algo estético cabría la posibilidad de ser eliminada en su totalidad: podríamos quitar todas las cosas bellas, las ropas, adornos, paisajes … sin embargo esto es imposible, no creo que se pudiera eliminar la belleza del mundo, ya que es algo más que lo meramente estético; no podríamos quitar a un músico la capacidad de emocionarse al tocar su instrumento, ni al pintor el sumergirse en sus cuadros, o evitar que el enamorado no pueda expresar con meras palabras a su amada lo que siente; ni podríamos eliminar las ideas o los actos bellos.

Entonces, ¿cuál es el verdadero valor de la belleza? Al igual que la diversi-dad de gustos subjetivos que existen para indicar qué nos parece bello y qué no, existen también una gran variedad de respuestas a esta pregunta. Sin embargo creo que muchas veces no reflexionamos lo suficiente sobre su ver-dadero valor, sino que lo abordamos superficialmente llegando a corromper el verdadero valor de la belleza.

En la sociedad actual la belleza sí que se reduce a algo solamente estético; si decimos la palabra belleza ante un grupo de jóvenes que miran embobados la última foto de Instagram de una modelo famosa, puedo predecir una res-puesta pobre basada precisamente en atender la belleza como un valor físico y externo; pero detrás de esa apariencia existe el verdadero significado de la belleza.

Se puede asociar el valor de la belleza con el valor económico o el decora-tivo, pero creo que eso es algo erróneo, pues la belleza no busca ningún fin, simplemente se encuentra en el mundo esperando a ser contemplada.

Entonces, si estoy en contra de todos estos valores superfluos, ¿cuál es para mí el verdadero valor de la belleza? La belleza conmueve, impresiona, gusta, apasiona, es un sentimiento que va más allá de algo físico y que llega a pene-

29

trar en nuestra mente absorbiéndonos totalmente. La belleza nos muestra lo más magnífico y sublime de la naturaleza, y mediante el arte, una creación producto de nuestra inteligencia y de los más íntimos sentimientos e ideas del artista, es capaz de mostrarnos la imagen más atroz cargada de belleza. Tam-bién es conocimiento ya que nos enriquece y nos aporta múltiples puntos de vista diferentes sobre lo real. La belleza se aleja de cualquier propósito sea del tipo que sea y provoca en nosotros diversos afectos: la pasión la compasión, la admiración, el asombro, la calma, la plenitud…Parece que la belleza res-ponde a una necesidad humana y es inevitable que esté presente. La belleza consigue una contemplación sincera del mundo y de nosotros mismos. De-leita por sí misma y no necesita ninguna otra utilidad. Tal vez su mayor valor resida ahí, en ser tan pura que no busca ningún objetivo.

Después de haber reflexionado sobre ti tengo la sensación de no haberte abarcado en su totalidad, y me temo que no podría hacerlo; a pesar de in-tentar analizarte y entenderte en multitud de textos tú perteneces al mundo material y reflexivo más que al discursivo. Precisamente por ser quien eres no se puede hablar con exactitud sobre ti. Eres belleza algo inagotable, indescrip-tible e irrechazable.

Brisa

30

Andrea Ferrero Soldado

IES Mateo Alemán. Alcalá de Henares. Madrid

Sobre la belleza se ha discutido y argumentado durante toda la historia y en nuestros días seguimos planteándonos cuestiones sobre ella, siendo la Filo-sofía quien se encarga de dar respuesta a estos interrogantes, los cuales van desde el mismo planteamiento sobre qué sea la belleza, si ésta es útil o si posee algún valor más además del estético. Pues bien, en la belleza sí que encontra-mos otros valores no del todo relacionados con la estética.

La belleza es un valor sin duda estético, ya que está relacionada con los sen-tidos, los responsables de lo que percibimos, pero también está relacionada con el placer intelectual, ese que recibimos en el momento exacto en el que entendemos por qué algo es bello o feo.

Cuando hablamos de valor, no solo hablamos de una idea abstracta que no se puede sentir, sino que a su vez se habla sobre la utilidad de la idea cues-tionada.

Para Platón la belleza estaba relacionada con el bien moral, y su aspecto estético era solamente señalado porque está irremediablemente anexionado a los sentidos, lo que nos hace a nosotros, seres humanos sensibles, víctimas de engaño, por lo que solo se podía hablar de auténticamente de la belleza moral, irremediablemente conectada con la verdad. Este ideal de belleza, a día de hoy, se ha perdido, ya que la belleza se ha convertido en un objeto, un arma para conseguir fines económicos o políticos.

Muchos artistas, seres casi divinos, han negado que sus creaciones sean hechas por tales valores, pero no se puede negar el hecho de que el arte se ha trasformado en una moneda de cambio por sumas irreales de dinero, ya sean para el propio artista como para los que le rodean. Y no hay que olvidar que junto a la economía va la política: el arte ha sido utilizado en numerosas ocasiones para mover a la gente de forma más o menos subliminal, se utiliza la expresión artística como mensaje directo a nuestro subconsciente para vol-vernos casi objetos que puedan usar a su antojo.

También nos encontramos con el valor social de la belleza y el arte: cuan-do valoramos algo como bello o feo, esperamos que esa valoración no sea sólo personal, sino universal y absoluta; puede que critiquemos a un objeto

31

estético de una forma u otra influidos no sólo por la opinión de los demás, sino por los cánones del momento que rigen así en la sociedad. Patrones que obedecen a corrientes estéticas que han cambiado numerosas veces a lo largo de la historia.

En la Edad Media podemos observar como el arte tenía un valor religioso, intentando plasmar la luz, bondad y amor de un Dios creador. Pero no sólo ha sido un medio para expresar la fe, sino que el arte ha sido siempre una forma terapéutica por la que el ser humano puede expresar su naturaleza tan complicada y enrevesada; y también ha sido un medio pedagógico que está presente a lo largo de nuestras vidas.

Por lo tanto, se puede concluir que la belleza no es exclusiva del valor es-tético, sino que está sometida a tantos valores como ámbitos corresponden al ser humano, aunque la belleza no sea exclusiva de nosotros mismos.

Drean

32

Daniel Jiménez Hernández

IES San Mateo. Madrid

Podemos optar por comenzar esta disertación mediante un análisis de nues-tro propio uso del lenguaje, esto es, el modo en que describimos el mundo que nos rodea., los objetos (objeto aquí hace referencia a aquello que se sitúa ante un sujeto) que observamos. ¿Acaso no hablamos de un acto bondadoso como bello? ¿No mostramos desprecio, repugnancia hacia actos inmorales?

Belleza y ética se encuentran íntimamente ligados, lazo que no deja de sorprendernos, pues el individuo, a su vez, suele establecer cierto margen de separación entre belleza y ética.

Tal vez podamos comprender mejor esta unión si estudiamos en profundi-dad nuestro modo de comprender belleza y ética.

Comprendo belleza y ética como hechos, características íntimamente li-gadas al hombre, intrínsecas a su existencia. Que realizamos juicios estéticos y juicios éticos que poseen un valor real parece ser algo cierto, aunque no más de una vez se haya puesto esto bajo duda… El hombre es propiamente el único ser que tiene «mundo» (Welt) como tal, por tanto, su existencia se caracteriza precisamente por su estar-en-el-mundo, su ser-en-el-mundo («Da-sein»: acuñando el concepto de Heidegger), y precisamente por esta ra-zón, contempla los objetos que ante él se sitúan bajo la espacio-temporalidad (de manera natural), esto es, en el espacio y el tiempo. Mas nuestro modo de apreciar los objetos desde una perspectiva ética y estética se aleja de este criterio, de esta visión.

En tanto que nuestro modo de tender hacia estos objetos es desinteresado (en cuanto que bellos o buenos), podemos comprender que el hombre escapa de algún modo esta espacio-temporalidad a la que está sujeto. Puesto que, nada espera alcanzar a través del acto que posee corrección moral (siempre y cuando precisamente goce de corrección moral…) ni tampoco a través del objeto bello. Contempla el objeto bello del mismo modo que la acción que pose corrección moral, esto es, como un fin en sí mismo. Más de una vez se haya mencionado que contemplamos el objeto que comprendemos como bello «sub specie aeternitatis», esto es, bajo el aspecto de la eternidad. ¿Qué signiica esto? Significa que abandonamos la espacio-temporalidad para con-

33

templar el objeto no en el espacio y el tiempo, sino más bien con el espacio y el tiempo. Precisamente por esta razón, nada perteneciente a la espacio-temporalidad puede interesarle al sujeto que se ha «elevado» y goza de esta vi-sión; este concepto podemos aplicarlo tanto a estética como a ética, en tanto que no tendemos hacia un objeto bello por una serie de premios y castigos (materiales) que podamos obtener, y lo mismo ocurre cuando estudiamos las acciones morales, el individuo no se mueve por las consecuencias que una acción pueda promover, sino que más bien una serie de premios y castigos (inmateriales) se ocultan bajo la acción y el objeto contemplado (en cuanto a ética y a estética nos referimos, respectivamente). Precisamente por ello ha-blamos de un goce estético o placer estético, que es similar medida se preenta tras la realización de una acción moralmente correcta.

Anteriormente he empleado el verbo «elevar» para referirme a la visión «sub specie aeternitatis» de la que goza un sujeto. Sí, en efecto, es una eleva-ción, puesto que, como mencioné previamente, el hombre suele contemplar la mayoría de los objetos en el mundo, dado que esto es, al fin y al cabo, parte de su ser, de su «estar-en-el-mundo». Mas, precisamente el sujeto se aleja (se eleva) de este modo de ser, de esta visión (pues todo modo de ser implica un «modo de ver») al contemplar los objetos referentes a estética y Ética, aban-dona su «estar-en-el-mundo» para ascender a una dimensión donde todo se analiza con la espacio-temporalidad. Y esta visión es precisamente lo que hace posible que el hombre aprecie Ética y estética. Lo bueno, y lo bello (también lo malo y lo feo), puesto que ética y estética habitan esferas que nada tienen que ver con conceptos de este mundo sujeto a la espacio-temporalidad, y por ello a la insaciable búsqueda de fines o de utilidad. Esta dimensión de la que hablo dota de una «sensibilidad» especial al hombre, hace que sea capaz de apreciar la Ética y la estética. Deja así de estar únicamente sujeto a conceptos propios del mundo espacio-temporal, como es por ejemplo el caso del prag-matismo, la utilidad que tanto ha obsesionado a la raza humana. Parecemos así entender las palabras del Principito cuando decía: «es muy útil, realmente útil porque es bello». Lo útil en esta dimensión de la que goza el hombre abandona el pragmatismo para pasar a ser «lo valioso».

Y es que la ética y la estética son quizás lo más valioso para el hombre. Espero haber sido claro a la hora de mostrar las grandes similitudes que se establecen entre estética y ética, ese gran lazo que mencionaba al comienzo.

34

Mas quizás nos encontremos a un paso de alcanzar la verdad… Hablábamos de una dicotomía formada por ética y estética, sin embargo, ¿acaso no todo lo bueno es bello? Estética y ética parecen ser las caras de una misma mo-neda, pertenecientes a esa dimensión tan rica a la que hacíamos referencia anteriormente. Ambos conceptos son incomprensibles bajo el mundo de la espacio-temporalidad, no se pueden apreciar con nuestra forma común de «ver». Creo comprender las enseñanzas del zorro cuando le espetaba al prin-cipito: «solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos». Y es que ética y estética no se pueden ver sino en esta dimensión de la que puede gozar el hombre. En esos parajes los ojos nos fallan… Somos ciegos, solo el corazón puede «mostrarnos» algo. Sí, mostrar, pues de esto propiamente no se puede hablar. El hombre se topa con la imposibilidad de «decir» algo al respecto. Y sin embargo ¡esto es lo más importante de toda nuestra existencia! Todos los conceptos que en esta dimensión hallamos mantienen una estrecha relación entre sí. Y precisamente por este motivo la belleza no es únicamente indicadora de propiedades estéticas, sino también de valores éticos. Estética y ética son trascendentes en cuanto que pertenecen a esta dimensión. Preci-samente como ya he mencionado antes, todos los conceptos hallados en esta dimensión constituyen un todo, ese todo otorga su gloria a la existencia del hombre, lo forman. Así que concluimos, declarando junto con el gran filó-sofo austríaco: «ética y estética son una». En efecto, pertenecen al gran Todo donador de vida. Sí, de vida. Creo comprender las sabias palabras de Nietzs-che cuando declaraba: «la vida sin música sería un error». Esta dimensión es la música de los hombres

Johannes de Haufniensis

35

Leticia Martín López-Carrasco

IES San Mateo. Madrid

Al igual que sucede con otros términos o conceptos de este calibre, tales como la paz, la vida, el amor y un largo etcétera, la palabra belleza se utiliza muy frecuentemente incluso en conversaciones de tono coloquial sin que exista una reflexión real sobre su verdadero significado.

Puede haber diversas razones para explicar este fenómeno. Su ambigüedad sería una de ellas. La belleza es esa enigmática palabra que parece enmudecer al público en cuanto irrumpe en el escenario. Unos por asombro ante ella misma, ya sea por el misterio que encierra, por la magnificencia de que está vestida o por lo bella que les resulta la propia belleza. Otros callan porque han sido los labios que pronunciaron la palabra mágica los que les robaron el habla. A menudo sucede este inexplicable fenómeno. Uno que se hace llamar a sí mismo orador (con razones existentes o ausentes para ello) se llena la boca de palabras antiguas con las que sabe que desconcertará a su auditorio. Sin embargo, para mí, este suceso es el que priva a las palabras de su significado misterioso. Al lanzarlas al aire sin ningún cuidado con el objetivo egoísta de provocar la admiración, estas se convierten en un mero esqueleto de lo que alguna vez fueron y casi podría decirse que se vuelven en contra de quien las pronunció. Para mí, estos presuntos oradores no están pensando en ningún momento en el tipo de valor que es la belleza (dando por supuesto que lo sea), sino que se aprovechan de su alto grado de ambigüedad para dotar de magnificencia a su discurso. Por otra parte, no creo que sea necesario clasi-ficarla, ponerle una etiqueta más con el objetivo de encerrarla en otro cajón del inmenso archivo de valores. Sí, podemos afirmar que se trata de un valor estético pero ¿esto impide que pueda incluirse en los demás cajones de nues-tro pobre intento de clasificación?

En el momento en que la misteriosa belleza forma parte de una pregunta parece que esta ha perdido toda posibilidad de respuesta.

En mi opinión, tampoco es necesario pero sí me resulta imprescindible el hecho de que sea cuestionada. Puede incomodarnos, puede hacernos cosqui-llas, puede quitarnos el sueño, pero no por eso debemos eliminar la pregunta de nuestra mente. Aprovechando que menciono este término, mente, afir-

36

maré que todos y cada uno de nosotros tenemos diferentes ideas de la belleza en nuestros complicados laberintos mentales. ¿Es alguna más válida que otra? ¿Acaso la realidad de Sancho superaba a la del ingenioso hidalgo? Ninguna neutraliza a la otra. Al contrario, se complementan y conviven, sumándose al infinito número de seres humanos pensantes, de mundos individuales que forman parte del tejido mayor que es la humanidad. Según este planteamien-to, ninguna respuesta es correcta o incorrecta ya que no hay ninguna ley que sea capaz de regularizar el pensamiento humano por mucho que haya habido diversos intentos por encontrarla. Yo, por mi parte, no responderé solo desde la mente sino desde el corazón y principalmente desde el alma.

Para mí la belleza no puede ser únicamente un valor estético por diversas razones, entre las que se encuentra la incapacidad de etiquetar algo tan mis-terioso e inmenso y clasificarlo como si de un mueble se tratara. No estamos hablando de una silla cuyas medidas, color y material conocemos, sino de algo tan ambiguo como es la belleza. ¿Sabemos cuánto mide? ¿Podríamos de-cir de qué color es? ¿Con qué materiales ha sido fabricada? Responder a estas preguntas no solo sería absurdo sino imposible. Por tanto, para mí la belleza es una idea sin forma, sin contorno, sin color; que flota en el mundo interior de cada uno de nosotros y campa también a sus anchas por el otro mundo compartido moldeándose y adaptándose a cada ser humano.

En mi opinión, la matematización o formulación de la belleza es inne-cesaria e incluso insultante porque no es algo que haya aprendido en los libros de texto. Veo, palpo, siento (con los sentidos y con los sentimientos) lo bello en cada partícula del aire que me rodea. Como Walt Whitman, canto a la belleza que mi interior, por ser la reproducción de otro mundo que casi desconozco, esconde, y no por ello dejo de elogiar la belleza de cada microcosmos que forma el interior de otras personas. No asocio be-lleza con la contemplación de una escultura, no automatizo este concepto como representación de los sentimientos agradables que puedo tener. No pretendo clasificar y reducir esta idea a lo estético, que tampoco resulta fácil de definir.

Mi alma habla y relaciona la belleza con ese hilo que la une a la vida. Dice Dios y lo llama así porque así le han enseñado. En Arabia diría Alá, en un rincón perdido del mundo que no ha conocido contacto humano no pro-nunciaría palabra alguna, pero su corazón se estremecería por un instante

37

para después recuperar su ritmo habitual pero con el aire nuevo de aquel que ha sentido lo que llamamos belleza.

En aquel gran fichero de lo que hemos denominado valores (otra vez el impulso humano por clasificar todo lo conocido, por dar un nombre a lo desconocido con la idea de conquistar el misterio y vencerlo) yo optaría por varios cajones en los que archivar la belleza. «Valores estéticos» sería una de las etiquetas, «valores religiosos», «valores morales» podrían ser otras.

¿Que debemos ser bellos? ¿Admirar la belleza? ¿Percibirla al menos? No creo que existan tales obligaciones si etiqueto la belleza con el adjetivo moral, lo único que pretendo expresar es una ligadura irrompible entre ellas. No es una relación de igualdad, una ecuación en la que belleza = moral. Todo lo contrario. Un ser humano puede creer percibir belleza en algo con lo que no está de acuerdo moralmente. Pero esto no eliminaría una posible y existente conexión.

Tampoco limito el concepto de moral a la mente y la razón y el de belleza al alma o al corazón. En absoluto. Simplemente considero al ser humano una suma de esferas infinitas que no pueden evitar rozarse e incluso unirse formando esferas aún mayores en las que belleza y moral conviven.

Lo mismo sucede, en mi caso, con los valores religiosos. ¿No hay belleza (y la más pura, además) en su Dios para un creyente? Se trata nuevamente del misterio y de lo inefable, alejado de toda lógica y ciencia posible. Pero quizás eso lo convierte en algo más humano. Aquel que no experimente la belleza en su alma al vivir su religión, no lo hace en plenitud.

Puede refugiarse en la razón, pero esta solo le acercará al escaparate, a la vitrina de la verdad indescifrable y solo tendrá datos fríos con los que jamás podrá calentar su corazón. En este caso sí considero la belleza como una es-pecie de obligación en la experiencia religiosa. Más que una obligación diría necesidad. Uno no está completo hasta que no ha visto realizada esta expe-riencia —de algún modo estética también— en su interior.

Por supuesto, todas estas afirmaciones las hago desde mi corazón, desde mi mente y desde mi alma, siendo consciente de que más allá de las fronteras de mi mundo lo que yo veía gris puede ser verde y la luna puede transformarse en sol. Por tanto, no veo que exista una clasificación posible para la belleza o una respuesta universal a la pregunta. Sin embargo, puedo afirmar que no se trata únicamente (y esta es la palabra clave) de un valor estético sino que

38

su alcance excede los límites de nuestro raciocinio sobre todo, y de nuestra imaginación en último lugar.

No podemos reducir lo bello y aislarlo en la cárcel de la estética. No podemos impedir el vuelo de la belleza. Su libertad siempre acabará ven-ciendo nuestro infinito afán de clasificar, etiquetar y destruir el misterio de lo ambiguo.

Vandellia

39

Julia de Miguel Velázquez

IES Fortuny. Madrid

Todo es difícil. También lo es definir la belleza. Pero esto es necesario para escribir nuestra disertación.

Distintos filósofos han tenido distintas ideas sobre la belleza y sus valores a lo largo de la historia.

Pero de algo sí que podemos estar seguros. La belleza es una necesidad humana. No será una necesidad material o primaria, pues no moriríamos sin ella; pero sin la belleza, tal vez moriríamos de otra manera. La belleza consi-gue dar sentido a nuestra vida, si ella seríamos «zombis» que solo buscan la mera subsistencia.

Es por esto por lo que toda cultura y sociedad se ha rodeado y ha creado belleza. Incluso las personas buscamos embellecernos.

Como he dicho anteriormente, los filósofos tienen distintas concepciones de la belleza, que a veces incluso se contradicen.

Pero comencemos echando la vista atrás, a la cumbre del origen de nuestra cultura: la Grecia Clásica.

En la Antigua Grecia se tenía una concepción apolínea sobre la belleza. Lo bello se encontraba en la armonía entre las partes, en lo justo. ¿Pero qué valor tenía?

Para Platón, uno de los grandes filósofos, lo bello era lo útil, era un medio para llegar a un fin. Es decir, un cuchillo afilado era bello, pues podía cumplir su función de cortar. En cambio, Platón no dudaría en cuestionar la belleza de un martillo de diamante, pues se rompería y resultaría inútil en su función de dar golpes.

Aparte, Platón también consideraba el arte como algo de «segunda catego-ría», pues se encontraba muy lejos de la verdad, y por consiguiente, del bien.

Platón sostenía, al igual que en su mito de la caverna, que los artistas re-presentaban una realidad falsa (que serían las sombras de la caverna) frente a la realidad (que se encontraría en el exterior). Esta postura de Platón puede resultar algo abstracta. Para explicarla mejor, podemos aplicarla a un ejemplo de la actualidad. Por ejemplo, la fotografía y el arte representan el cuerpo de la mujer de una manera falsa e idealizada. Aparece siempre una piel perfecta e

40

inalcanzable cuando lo que en verdad hay es carne, vena y celulitis (como en las obras del artista Francis Bacon).

Aristóteles, discípulo de Platón, le otorgaba otro valor a la belleza, y con ello, al arte. El arte cumplía una función esencial en la vida del hombre. A través del arte, sobre todo a través del teatro y las tragedias griegas, se produ-cía un fenómeno llamado catarsis. Este fenómeno purifica el alma, es un acto desenfrenado, un «caos». Pero este «caos», exceso de sentimientos se opone a la concepción apolínea de la belleza, la de la justa medida. Entonces, ¿qué tiene esto de bello? ¿Es acaso bello? Sería ya en el siglo xix cuando el pensador alemán Nietzsche exclamaba que no solo existía la concepción apolínea de la belleza, sino que esta convive con la dionisíaca. Dionisos. Dios del exceso. Cuyos valores son el desenfreno, la contradicción, el caos. La vida misma, como explicaba Nietzsche.

Pasando al siglo xix, las ideas sobre la belleza habían cambiado mucho. Tolstoi, Bernard Show, consideraban que existía un profundo vínculo no solo entre el arte, la belleza y la verdad, sino también el arte, la belleza y la moral.

Estos valores están muy alejados de los que tenían los griegos, pero aún más de la concepción que tenían los decadentistas sobre el arte y sus valores.

Los decadentistas opinaban que la belleza era un bien en sí misma, que su valor estético era superior al de la verdad incluso la moral. Esto se ve reflejado en una anécdota de Oscar Wilde. Una vez le preguntaron al escritor inglés si cierta novela le parecía inmoral, a lo que contestó: «Me parece algo peor que inmoral. Está mal escrita». Aunque Wilde dijese esto, opino que en el fondo no solo le atribuía a la belleza un valor estético. Pues si nos fijamos en gran parte de su obra, como en El Príncipe Feliz, la belleza puede ser sacrificada por un corazón puro y bueno. Es por esto por lo que sus obras tienen un gran valor moral.

Lo mismo pasa con las obras de Bernard Shaw, Victor Hugo o Char-les Dickens.

Estos artistas y reformadores sociales le atribuyen a la belleza un valor social. Sostienen que la belleza es necesaria para mostrar las verdades de este mun-

do, esencial para acabar con la desigualdad. El arte despierta y conmueve las conciencias de la sociedad y esto hace que la gente empatice con los que más sufren, con los marginados, ya sea leyendo Los Miserables o un poema de Rupert Brooke.

41

Los románticos, por otro lado, buscaban una explicación a las incertidum-bres del mundo, la naturaleza y el ser humano, que fueran más allá de las fórmulas matemáticas y teorías físicas. Estas respuestas se encontraban en el arte, en la belleza. Solo el artista podía expresar estas verdades del mundo y eso sí, mostrárselas al hombre.

A pesar de todas las concepciones que se han tenido sobre el valor de la belleza, aún hoy sigue cambiando el valor del arte en nuestra sociedad.

En la actualidad a la belleza se le ha dotado no un valor sublime, no un valor sobrecogedor, sino un valor mercantilizado. Los humanos seguimos buscando esa necesidad de belleza, de dar sentido a nuestras vidas. Pero ya no es un placer desinteresado, como decía Kant, ahora la belleza se vende y nosotros la compramos. Llegamos al extremo de considerar un inodoro fir-mado por Marcel Duchamp arte, ¿pero es un inodoro bello? Y si lo es, ¿cuál es su valor?

M Eden

42

Daniel Moreno Yusta

IES Santiago Rusiñol. Aranjuez. Madrid

El valor estético de la Belleza ha tenido -ciertamente- un gran peso a lo largo de la historia. Sin embargo, según el criterio por el cual se considera algo «bello» o con «valor estético» ha ido cambiando en cada época, incluso en cada sociedad o individuo. Lo que ha permanecido perenne ha sido la influencia y la repercusión de la Belleza, aunque claramente esta esté influida y estrictamente ligada al criterio. Por ejemplo, en el Renacimiento se consi-deraba bello el tener la tez blanca, lo que influía en las mujeres de la época, las cuales se cubrían de cosméticos para disimular su moreno, para tapar manchas e imperfecciones. Los productos utilizados contenían altas dosis de plomo, lo cual era perjudicial para la salud, por lo que decimos que esa re-percusión que tuvo la «Belleza» fue negativa. Para que la repercusión de la Belleza tenga un efecto positivo, y por ello adquiera otro valor, un valor de utilidad, necesitamos cambiar el criterio por el cual consideramos que algo es bello. Este nuevo criterio debe ser considerar la imperfección como Belleza y como reflejo de nuestra propia naturaleza humana.

Sin embargo, la postura contraria al nuevo criterio y tesis de esta diser-tación es -irónicamente- la base de la estética occidental: los cánones de belleza griegos. Definidos por Platón en el Timeo se forman a partir de leyes universales y criterios matemáticos, buscando la perfección a través de la si-metría y de las proporciones ideales. Estos cánones pasan por alto un rasgo esencial de la naturaleza humana, la imperfección; y, al hacerlo, reniegan de otro de los valores de la Belleza, el valor humano. Dada la imposibilidad que conlleva alejar la Belleza de la naturaleza humana, al concebirla en otra realidad lejana, el proceso falla. Los dioses griegos, seres superiores, divinos, y perfectos, tienen sin embargo defectos puramente humanos y sienten ira, envidia, celos… Retomando a Platón, el filósofo decía en Fedro que la Belleza nos otorgaba un par de alas con las que alcanzar la ya mencionada realidad ideal residía todo lo bello y lo bueno. Pero, en realidad, la Belleza, siguiendo el criterio de la imperfección, lo que otorga es una nueva visión sobre uno mismo y sobre la realidad cercana y humana. Al considerar la belleza de lo imperfecto podemos apreciar nuestras propias imperfecciones y las de lo que nos rodea. En este caso la Belleza funciona como la técnica de fotografía «punctum», definida por el francés Roland Barthes en su libro La cámara

43

lúcida. Dicha técnica consiste en cómo un detalle casual de una fotografía nos hace apreciar la imagen completa. De este modo, la obra de arte, cuya belleza reside en la imperfección, funciona como «punctum», ya que, al ver su belleza, somos capaces de ver la realidad en la imagen completa.

Si siguiéramos la postura griega, nos pasaríamos la vida persiguiendo la perfección, una quimera imposible de alcanzar. Además, tendría efectos muy negativos, tanto a nivel emocional -al estar atormentándonos por no alcan-zar lo inalcanzable-, como a nivel físico como resultado de la utilización de «artimañas» y trucos para ocultar nuestras imperfecciones, como ya se ha visto en el ejemplo de las mujeres en el Renacimiento.

Volviendo a la pregunta inicial sobre si la belleza es únicamente un valor estético, hay que negarla, ya que existe otro valor de gran peso: el valor tera-péutico. Y es que, siguiendo de nuevo la tesis de la imperfección como Belleza y reflejo de la naturaleza humana, el valor terapéutico deja de ser la tradicio-nal «evasión de la realidad» para adoptar una nueva dimensión. Al reconocer como algo bello la imperfección humana, podemos alcanzar un mayor grado de aceptación de nosotros mismos, así como una mayor comprensión que nos lleva a comprender a los demás y a ser más empáticos. A nivel emocional -que acaba repercutiendo en lo físico-, el valor terapéutico de una belleza que me hace aceptar y apreciar mis imperfecciones, como pueden ser mis granos, tiene más poder curativo que todas las cremas del mercado contra el acné.

Pero yo ahora soy joven, ¿cómo me sentiré en la vejez ante la postura griega que glorifica la juventud y se obsesiona con la búsqueda de retrasar el enveje-cimiento? Las marcas de la vejez no son más que marcas del paso de los años, dignas de aprecio y comprensión. Retrasar un proceso inevitable no solo es un sinsentido, sino que puede llegar a resultar peligroso. Un libro viejo con las páginas amarillentas, y un rostro anciano no deben ser invisibilizados, ya que ambos tienen una historia que contar.

La Belleza tiene, pues, un amplio abanico de valores y no solo un valor exclusivamente estético. Entre ellos cabe destacar un valor humano y terapéu-tico. Además, si la influencia de la Belleza, que es innegable, resulta positiva, adquiere también un valor de utilidad, teniendo en común todos estos valo-res la estrecha relación que mantienen con la naturaleza humana. Por ello, el criterio con el que decidimos si algo es bello también debe estar ligado a nues-

44

tra humanidad y a uno de sus principales rasgos como es la imperfección. De esta manera, no solo podremos beneficiaros de todos los efectos positivos de la Belleza, sino que encontraremos encanto en los antes hubiésemos pasado por alto: un rostro surcado de arrugas, una grieta en el camino al instituto, o una disertación llena de tachones.

V. Woolf

45

Inés Olmos Alonso

IES Cervantes. Madrid

La belleza no es únicamente un valor estético. Tiene también que ver con nuestra relación con la realidad, con la memoria, la inteligencia, con los sen-timientos y nuestra forma de comportarnos. Aunque esté presente en toda manifestación artística, trasciende el arte, abarcando muchas más facetas de la vida humana.

De un modo parecido a la magia la belleza altera y transforma nuestra percepción del mundo, creando relaciones inesperadas con las cosas y convir-tiéndose así en uno de los posibles modos humanos de relacionarnos con la realidad. La belleza agita, revitaliza,, refresca, suaviza…la realidad.

La belleza está en todas partes: en la naturaleza, en un libro, en un rostro, en una risa, en una personalidad, en una combinación de sonidos, en un pen-samiento…podríamos afirmar que la belleza es omnipresente y se «materia-liza» en diversas formas o seres. De un modo similar al de un gran diamante que tiene diversas caras, todas ellas con inclinaciones distintas pero igual de importantes, la belleza se convierte en un modo de clasificar la realidad: la belleza de lo útil, la belleza de lo proporcional, la belleza de lo complicado, de los sonidos, de lo salvaje, de lo diferente…

Todo individuo nace con un anhelo innato de belleza y comprende a lo largo de su vida qué faceta de la belleza se adapta más a sus gustos y prefe-rencias personales. El anhelo de infinitud del ser humano lo sacia la belleza.

Además de esa relación con la realidad, la belleza tiene que ver también con la inteligencia, la mente y la memoria. «La belleza está en la mente de quien percibe lo bello» (Albert Einstein). El ser humano puede crear belleza, (por ejemplo, en el arte), pero no puede controlarla de manera total. La be-lleza trasciende al ser humano. Sin embargo, como afirma Einstein, la belleza reside en la mente humana. La memoria siempre es significativa y el recuerdo de algo agradable puede significar belleza.

Además, la belleza está íntimamente ligada a las acciones, a nuestro modo de comportarnos y nuestra reacción ante lo bello. Pues la dinámica propia de la belleza nos incita a dar una respuesta. La belleza no se agota en sí misma sino que nos lanza una llamada. Quien percibe lo bello se da cuenta de que

46

ha recibido una llamada a la que tiene que responder saliendo de sí mismo, dándose. La belleza, por tanto, llama a la generosidad y al olvido de sí. Un ejemplo a esa reacción que provoca la belleza es el amor, que es una forma sublime de belleza. Uno se da cuenta de que el otro lo espera, y responde a esa llamada saliendo de sí mismo y aumentando así también el conocimiento de uno mismo. El darse no implica perder. Por el contrario, quien se da gratui-tamente descubre que nunca se puede dar del todo, y descubre en ese juego de desvelamiento y ocultamiento la grandeza de la belleza.

Cuando se reduce la belleza a su mero valor estético se le da un carácter superficial, se pierde su grandeza y la dinámica que la caracteriza. Podríamos hablar entonces de «espejismos» de belleza. Una apariencia estéticamente agradable no tiene por qué ser auténticamente bella. Puede tratarse de una mera fachada, una pared de algo muy simple, de un mero disfraz. Y todo ser humano puede darse cuenta del engaño cuando comprueba que esa expe-riencia no le ha llevado a darse, a salir de uno mismo disolviendo momen-táneamente el yo, olvidándose de sus problemas, disolviendo su egoísmo y transformando su visión de la realidad.

En conclusión, a partir de los argumentos expuestos podemos afirmar que la belleza es mucho más que un valor estético. Ni el arte es sólo belleza ni la belleza es únicamente estética. La belleza es algo que marca e impulsa a todo ser humano y que sacia ese anhelo infinito presente en todo individuo. Por todas sus facetas y múltiples reflejos en la realidad me atrevería a repetir, para terminar, que la belleza tiene un carácter dinámico y omnipresente en la humanidad.

Clarice

47

Claudia Rivera Lario

IES Santamarca. Madrid

A menudo nos podemos plantear multitud de interrogantes en lo que res-pecta al concepto de belleza, debido a la amplitud que supone dicho tema.

La belleza, en numerosas ocasiones, es considerada un asunto puramente estético. No son pocos los que relacionan la belleza con la estética del sujeto que se estudia. Pero ¿qué nos lleva a pensar que la belleza no encierra valores más allá del de la estética?

No hace falta más que remitir al arte para comprobar que la belleza abarca gran cantidad de valores. Véase el caso de la famosa obra de Picasso, El Guer-nica. Hay quienes al contemplar dicha obra de arte no experimentan ningún grado de placer, satisfacción o agrado como el que esperan encontrar cuando ven una puesta de sol. Es más, yo personalmente y hablando desde mi expe-riencia, la primera vez que observé el cuadro, no fue belleza lo que hallé sino un conjunto de escenas difíciles de desentrañar con un toque incluso de feal-dad. El cuadro no cumplía mis esquemas de belleza. A simple vista no me era estéticamente bello. Pero fue poco a poco cuando fui descubriendo la belleza que encerraba el cuadro. El artista no había pretendido plasmar en el lienzo una escena bella, con todos los rasgos necesarios para hacer de su cuadro un objeto estéticamente bonito. Comprendí que la belleza que el cuadro ofrecía se escondía en la representación, aunque algo deformada, de la realidad que en ese momento o época el autor percibía. Caí en la cuenta de que el cuadro tenía un carácter realista claramente ligado y debido a la sociedad injusta, trá-gica y dura en la que vivía. Eran los valores sociales de la justicia y de la vida los que aportaban esa difuminada belleza al cuadro.

Es cierto asimismo que el ser humano al hablar de belleza relaciona dicho término, consciente o inconscientemente, con la estética. Generalmente los humanos poseemos un recalcable gusto por la simetría; el rito en relación con la música y demás rasgos que el ser humano como parte de una colectividad ha aceptado como estéticos, lo que supone a su vez que sean bellos.

Sin embargo, son muchos los factores y situaciones que refutan cualquier teoría que declare la belleza como únicamente un valor estético. Pongamos por ejemplo el caso de la música en una tribu africana. Es posible que un in-

48

dividuo que no pertenece a esta tribu y que desconoce sus costumbres, histo-ria y gustos, al escuchar un cántico típico de la dicha no perciba ni encuentre belleza alguna en dicho canto. Esto será debido a su falta de conocimiento cultural de la tribu, la cual en su cántico expresa lo que sus individuos, como parte de una cultura, reconocen como bello ya sea por los sonidos, el ritmo o la letra dándose así un valor cultural.

En conclusión, desde mi punto de vista, aunque la belleza es un asunto inevitablemente de valor estético, también supone gran cantidad de valores distintos a este. Esto es debido a la interacción del hombre con los demás seres humanos ya que inevitablemente son las ocasiones en las que el hombre no forma parte de una familia, grupo social, religión, cultura, ideología. Como decía Aristóteles, el ser humano que no vive en sociedad, o es un monstruo o un dios. Lo cual me hace llegar a la conclusión de que la influencia de un grupo de personas, por muy grande o pequeño que sea, va a determinar y suponer indiscutiblemente la aparición de distintos y diversos valores en los que identificará y encontrará belleza.

Watson

49

Blas Rivero Delgado

IES San Isidro. Madrid

¿Está la belleza en otro tipo de valores? Vamos a preguntarnos si la belleza es, además de un valor estético un valor sobre la verdad, la fama, el dinero o la vida. Vamos a responder negativamente a las cuatro y además nos vamos a preguntar por qué nos hacemos esa pregunta.

Sí, es cierto que no nos podemos imaginar una vida sin belleza, y esto debería valer para aceptar el importante valor de la estética, pero la filosofía y la sociedad se siguen preguntando el verdadero papel que tiene la estética, en ocasiones menospreciándola. Pero a su vez nos preocupamos mucho de nues-tra belleza, de nuestra estética e incluso de la de los demás. Porque sabemos que es nuestra única manera de cambiar los juicios de los demás, sabiendo que su juicio puede cambiar según su forma de ver la belleza, ya que es sub-jetiva e independiente de nosotros y porque sabemos de la importancia de la estética.

Lo primero que se cree sin reflexionar es que la belleza es únicamente un valor estético, porque únicamente hacemos valores sobre la belleza cuando juzgamos un valor de la estética, por ejemplo cuando lo que juzgamos nos parece armonioso y proporcionado. Pero a pesar de esto la belleza es asocia-da continuamente a otros valores como la verdad o la vida. Se debe a que pensamos que sólo algo verdadero o algo que transmite vida puede ser bello. Así, cuando descubrimos la falsedad de algo, por ejemplo, deja de parecernos bello. Esto se ve muy bien en la idea del amor romántico, en el que, cuando la amante es descubierta como embaucadora por el amado, éste deja de ver su belleza.

Igual que nos resulta complicado llegar a verdades universales, nos es di-fícil llegar a valores de belleza universales. Pero ¿existe realmente una belleza universal? No, porque nuestro juicio sobre la belleza es subjetivo. Por otra parte, no debemos caer en la tentación de crear valores sobre la belleza a partir de verdades universales o a la inversa, no podemos aplicarla porque no estamos seguros de si la relación entre verdad y belleza es clara y porque no existe la belleza universal, los patrones de belleza cambian según cambia el ser humano. Podemos asociar la belleza a la verdad en que la belleza solo existe si

50

creemos que algo es verdad, pero puede haber verdad sin belleza con lo que no podemos utilizar como valor la belleza para hablar de verdad, y la belleza no nos sirve de criterio para demostrar la falsedad de algo.

También se suele asociar la belleza a la fama y la popularidad. Esto se debe a la existencia de las modas. La mayor parte de la población suele estar de acuerdo en los valores de belleza, pero esto no se debe a que realmente le guste a la mayoría sino al parecido en la forma de ver el mundo y a la falta de conocimientos sobre otros tipos de belleza. Cuanto más viajamos, leemos o aprendemos sobre otras formas de ver la belleza más diversa es nuestra forma de apreciarla y también es más diferente el juicio del de nuestro entorno, pero si solo aprendemos de nuestro entorno el juicio que hagamos será el mismo.

Asociada a la fama está el valor de la riqueza y a ambos se asocia la belleza, de modo que cuanto más rico o caro sea algo se supone que lo veremos más bello. Pero esto se debe a una confusión con nuestras ganas de diferenciarnos por encima de los demás. En culturas sin la misma presión del dinero y la riqueza también existe el valor de la belleza, por lo tanto existe belleza sin riqueza.

Por otra parte, también se asocia a la belleza con la vida. Cuanto más vivo nos parece algo también nos parece más bello. Pero la vida no está realmente asociada a la belleza. Si así fuera los animales y las plantas deberían tener capacidad de apreciar la belleza, pero su comportamiento no cambia nun-ca por la belleza, simplemente buscan lo mejor para cumplir sus funciones vitales. Somos nosotros los que asociamos la vida a la belleza porque nos es imposible imaginarnos nuestra vida sin belleza, pero existe la vida al margen de la belleza.

Podríamos continuar con otros valores que se asocian a la belleza, pero lo que creo es que ese intento de asociar la belleza con otros valores viene del menosprecio que se hace de la estética. No se suele tener en cuenta el poder que tiene en el ser humano la belleza. Nuestra capacidad de apreciar y de crear belleza no sólo nos diferencia del resto de los animales, sino que nos hace imposible imaginarnos nuestra vida sin su presencia. La belleza hace que nuestra vida tenga sentido y esto es por el gran valor de la estética. Cuando juzgamos solemos hacerlo estéticamente. Y por eso tratamos de justificarnos asociando la belleza a valores que no tienen que ver con ella, nos avergon-zamos de nuestro juicio estético. Y nos preocupamos de nuestra belleza y de

51

la belleza de nuestras posesiones, aun sabiendo que el juicio que tienen los demás es totalmente subjetivo.

Por lo tanto la belleza es únicamente un valor estético. La belleza gana im-portancia si no la asociamos con otros valores y tampoco puede aspirar a ser un valor con el que llegar a la verdad. Pero es el valor que más utilizamos los seres humanos, es nuestro juicio más importante y esto se debe únicamente a su valor estético

Mario Jiménez

52

Miguel Rodríguez Martínez

IES. Sevilla la Nueva. Sevilla la Nueva, Madrid

¿Es la belleza únicamente un valor estético? ¿A la belleza solo le compete el juzgar si algo es bonito? La belleza a lo largo de la Historia de la Filosofía ha obtenido varios valores, pasando por Platón, donde la belleza era el inicio del camino del conocimiento, o por los trascendentales del Medievo, donde adquirían otra dimensión ontológica. Para responder a estas preguntas debe-ríamos cuestionarnos qué cosas son las que se consideran bellas, su naturaleza y el significado que pueden tener estos juicios.

Aquellas cosas a las que juzgamos como bellas no poseen la misma natu-raleza y, por lo tanto, las mismas características. Estas diferencias se pueden observar en distintos ejemplos, ya que cuando juzgamos, por ejemplo, a una persona como bella no posee el mismo significado que cuando nos referimos a una conducta bella.

Por lo que nos encontramos con dos objetos distintos a los que se juzga como bellos. En consecuencia se deben diferenciar dos tipos de belleza: be-lleza estética y belleza actual (actual en referencia a los actos, no a un tiempo presente). Estas dos bellezas se ocupan de objetos con características total-mente opuestas, mientras que la belleza estética juzga sensaciones, ya sean auditivas, visuales, etc., la belleza actual juzga actos, que no pueden ser sim-plemente captados por los sentidos, sino que han de ser también captados mediante la razón. Así, obtenemos dos referentes muy distintos, mientras que uno es totalmente fruto de la sensibilidad, otro es inteligible, fruto de la experiencia sensible y la razón.

Cabe destacar que lo bello estéticamente, destacando el arte, es fruto de la experiencia por medio de los sentidos, pero también para entender el re-ferente en su totalidad es posible que la razón tenga un papel principal. Por ejemplo, las grandes pinturas de los más célebres artistas no pueden ser to-talmente disfrutadas si no se comprenden desde el punto de vista intelectual. Aun así, los objetos que competen a las distintas bellezas (estética y actual) poseen distinta naturaleza.

Las dos bellezas producidas por estas diferencias producen distintos signi-ficados en cuanto a los juicios referentes a ellas. En primer lugar, si juzgamos

53

a algo como bello estéticamente se comprende que es atractivo por medio de los sentidos, y por lo tanto posee ciertas cualidades sensitivas que resultan agradables y que producen placer o gozo. Pero si lo bello estéticamente cam-bia, ¿qué significado puede poseer?

Si lo bello estéticamente cambia significa que aquellas cualidades que poseía el objeto juzgado son fruto de unos valores mutables. Aun así, la belleza estética como cualidad no se podría considerar cambiante, ya que, como concepto que es, tendría el mismo sentido aunque se aplicase en distintos objetos. Un ejemplo de dicha mutabilidad serían las modas en la vestimenta: estas producen continuos cambios en la estética, y lo que ayer era considerado como bello mañana será lo contrario, estará «pasado de moda».

Otro ejemplo sería la belleza en la mujer: mientras que en épocas pasadas el modelo de mujer bella era el de una mujer robusta y ancha, en la actuali-dad el modelo es el de una fémina alta y delgada. Así se puede observar que el significado de la belleza estética en referencia a los valores sería que los objetos juzgados como bellos poseen cualidades estéticas mutables. Pero ¿y si existiesen objetos juzgados como bellos estéticamente que nunca han sufrido un cambio en sus cualidades? Este caso que puede contemplarse en el arte o en la naturaleza pondría en cuestión el significado de estos juicios, y de los valores estéticos que representaría. Así pues, la solución sería diferenciar dos tipos de belleza estética: la natural y la moda.

La primera de estas haría referencia al caso del arte y la naturaleza, que representarían valores estéticos universales, y la segunda de estas haría refe-rencia a los casos que hemos visto anteriormente, que representaría valores estéticos mutables. Así quedan definidos los valores que representan la belleza estética, que sí son estéticas.

Pero en el caso de la belleza actual hemos de determinar si estos valores son igualmente estéticos o de otro carácter y así se podría responder a la cuestión inicial.

La belleza actual juzga actos o conductas, cuando juzgamos, por ejem-plo, una acción: «qué bonito eso que has hecho». Claramente este tipo de juicios no poseen un carácter estético, no nos basamos en las cualidades sensibles para juzgar. Pero si no poseen un valor estético, ¿qué valor posee esta belleza? El valor que esta belleza posee es puramente moral, el hecho

54

de juzgar un acto como bello se puede relacionar con el bien, al igual que un acto feo con el mal.

Esta valoración de la belleza tendría cierta concordancia con el emotivismo moral de Hume, que relacionaba la moral con el efecto de agrado o desagrado producido por una acción. Al igual que la evaluación anterior a los distintos objetos de las distintas bellezas en cuanto a universalidad o mutabilidad, la belleza actual se evalúa, dando lugar a la conclusión de un desarrollo moral. Esta conclusión es extraída del hecho de la mutabilidad de los objetos bellos actuales. Por ejemplo, en épocas anteriores la esclavitud era aceptada y estaba asentada como parte del modelo económico, mientras que en la actualidad la esclavitud es considerada como un acto feo, malo, no legítimo. Así se pue-de observar la mutabilidad de lo bello actualmente, denotando el progreso moral al que tiende la humanidad, un progreso que hace que se produzca la aceptación de unos derechos y valores que defienden la dignidad mínima, y una legitimidad de sus leyes.

Así, una vez terminada la evaluación a la belleza, podemos determinar que los valores estéticos no son los únicos que la belleza posee, ya que la belleza posee también unos importantes valores morales.

Caro data vermibus

55

Maria Santiago Prieto

IES Cañada Real.. Galapagar.Madrid

Habitualmente el término belleza se asocia al físico de una persona, al arte o a un paisaje, entre otras cosas; pero ¿es esa su única acepción?

Puesto que también calificamos como «bello» una acción o una situación, la belleza no es sólo un valor estético, sino que se puede considerar un valor ético o moral.

Para entender bien la relación que acabamos de establecer, es necesario comenzar definiendo los principales conceptos. El más importante es, por supuesto, la belleza, aunque también es el más difícil de explicar. Podemos considerar la belleza como aquella característica o incluso cualidad de objetos y seres que provoca una sensación placentera en la persona que los admira, generalmente por la armonía y unidad que presentan. La estética tiene una fuerte relación con la belleza, puesto que es la rama de la filosofía que se encarga de estudiarla. Por otra parte, un valor ético se puede definir, algo burdamente, como una conducta que lleva a un comportamiento ético, es decir, aquel relacionado con el bien y la justicia.

Una vez que entendamos los conceptos, aunque su definición haya sido algo vaga, queda clara la relación, como hay se ha señalado, de la belleza y la estética. Gracias a la primera podemos vivir experiencias estéticas en las que quedamos totalmente absortos y admirados; pensemos, por ejemplo, cuando contemplamos una obra de arte, escuchamos una melodía… Cuando algo nos parece bello sentimos, en definitiva, una sensación de placer.

¿Qué relación tienen, entonces, la belleza y la Ética? En la definición previamente realizada de belleza no se nombra en absoluto la Ética, pero la belleza y la Ética tienen mucho que ver, puesto que consideramos bella toda acción buena desde un punto de vista moral. Por ejemplo, calificamos como bello o bonito el hecho de que una persona realice un esfuerzo para ayudar a otras, que adopte un perro al que iban a sacrificar, que ayude a un anciano con las bolsas de la compra. Esas acciones que podríamos calificar igualmente como buenas nos parecen bellas. También es un ejemplo muy claro aquella frase tan recurrente de «la belleza está en el interior». Obvia-mente, cuando la utilizamos no nos referimos a que el interior del cuerpo

56

de una persona nos produzca una experiencia estética, sino a que los sen-timientos, acciones y pensamientos de un ser humano nos resultan bellos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esta idea puede ser muy antigua, dado que la noción del bien o de lo justo varía enormemente de unas cul-turas a otras, incluso entre personas de una misma cultura, y por tanto la idea de belleza en cuanto a sentimiento y emociones es relativa. A pesar de ello, está claro que asociamos la belleza al bien, y de hecho, como podemos observar en la frase previamente citada, se le da incluso más reconocimiento a la belleza como valor ético que como valor estético. Nos solemos rodear de gente no bella físicamente, sino emocionalmente, de gente buena. Si nos referimos a las personas, esta acepción de belleza es más importante que la definición que se suele dar (y que de hecho hemos dado al comienzo del texto) de la belleza. Como únicamente un valor estético. La pregunta que cabe realizarse tras este razonamiento es por qué, desde tiempos de Platón y puede que antes, se ha establecido una relación tan estrecha entre bien y belleza. Quizás sea porque ambos son conceptos sumamente comple-jos, aunque en un principio no lo parezcan; porque son variables aunque aparentemente puedan parecer objetivos; o porque ambos nos producen, a su manera, cierta sensación de placer. Parece que esta última razón es la que más nos puede convencer, puesto que aunque el bien no produce una experiencia estética tan explícita como la belleza, sí nos reporta bienestar y placer, sensaciones que también se experimentan con la belleza.

La conclusión es, por tanto, que la belleza no es solo un valor estético, sino que cuando dejamos de hablar de arte u objetos sin vida se convierte también en un valor ético y al que, de hecho ,se le da más importancia habitualmente que a la belleza física. Si estamos de acuerdo con que el bien es la única forma de llegar a la felicidad (aunque esta idea puede ser rebatida por aquellos que no crean que el ser humano no es bueno por naturaleza, pero este es un tema lo suficientemente complejo para no poder entrar en él ahora (y que la felici-dad es el estado al que todas las personas aspiramos llegar, podemos entender por qué se valora más la belleza de pensamiento, sentimiento o emoción que la que reside en unas acciones perfectas. La belleza estética también es relevante, no cabe duda, pero no podemos apoyarnos en ella para conseguir la felicidad, puesto que sería necesario seguir unos cánones muy estrictos e inalcanzables que, por otra parte, varían según el lugar y el momento.

57

Sin embargo, en muchas ocasiones la realidad no coincide con el razona-miento expuesto. Se premia la belleza estética en las personas mucho más que la belleza ética y, sobre todo, se castiga la falta de belleza estética (a pesar de que la belleza interior de la persona puede ser enorme) discriminando y me-nospreciando a las personas. Pero realmente, al intentar por todos los medios cuidar nuestro aspecto físico y adecuarnos a unos cánones de belleza que no son elegidos sino impuesto por la sociedad, estamos rechazando nuestra pro-pia naturaleza, no solo al someternos a cirugías estéticas que alteran nuestro cuerpo o al pretender deshacernos de las marcas que deja el paso del tiempo, sino principalmente al relegar a un segundo plano aquella belleza mediante la cual podemos desarrollarnos como seres humanos, la belleza como valor ético, que es el único tipo de belleza que nos puede llevar a la felicidad y no solo a un placer efímero.

Puede que sea el momento, por tanto, de releer a Platón y no distinguir entre bien y belleza; de centrarnos en esa belleza como valor ético que quizás no se adecúa totalmente a la definición clásica del concepto pero que todos sabemos que existe; en definitiva, de invertir nuestro modo de pensar para que, finalmente, nos preguntemos si la belleza puede ser otra cosas aparte de un valor ético.

Naomí

58

Telma Sanz Hernando

Colegio Sagrado Corazón de Jesús. Madrid

La belleza ha sido definida por los hombres continuamente a lo largo de la historia. Entre estas definiciones se encuentra la que la presenta como un valor estético, pero ¿es únicamente un valor estético?

Los valores estéticos están relacionados con lo físico, lo sensible, lo pri-mero que percibimos de algo. Cierto es que al conocer algo por primera vez tendemos a clasificarlo como bello o su contrario, sin haber llegado a un co-nocimiento más profundo de ello. Sin embargo, este juicio puede cambiar si conocemos mejor el objeto. Por ejemplo, con una persona; si tiene un defecto como la avaricia dejaríamos de pensar que es bella aunque en un principio así lo hubiéramos hecho. Esto nos llevaría a pensar que la belleza estética que habíamos considerado en un principio es falsa, ya que ha cambiado y si fuese realmente bella debería ser constantemente así.

Ante la afirmación de la belleza como valor estético eliminaríamos la cua-lidad de belleza de innumerables cosas que no se perciben con los sentidos, que físicamente no poseen extensión. Puede valer como ejemplo el amor. Cuando una persona está enamorada, ¿no ve belleza en ese sentimiento? No solo los sentimientos se verían afectados, también cosas superiores al mundo físico, como los valores morales. Centrémonos un momento en estos valores.

Si consideramos la belleza un valor únicamente estético, el bien, enton-ces, nunca sería bello. Por ejemplo un conocimiento verdadero es bueno y tal conocimiento no podríamos verlo como algo no bello. Un conocimiento verdadero es algo bello, pero no es un valor únicamente estético, ¿qué tipo de valor es? Es un valor moral. Los valores morales más conocidos son el bien y el mal. Pensemos en cómo se relaciona la belleza con la bondad. Algo que consideramos bueno también lo consideramos bello. Por ejemplo la generosidad, que es una cualidad relacionada directamente con la bondad y que, si tuviéramos que considerarla como bella o no, no dudaríamos en que es bella. La belleza entonces tendría una relación directa con el bien. Pero lo considerado como bello en un primer momento no es necesariamente bueno, ya que, al conocerlo en profundidad, podemos observar que no es

59

bueno. Por tanto, lo aparentemente bello no es necesariamente bueno, y la belleza no llega a ser un valor moral con tanta claridad como el bien, aun-que se relacione con éste. Por tanto, no podemos decir que la belleza es un valor moral en sentido estricto, ni únicamente un valor estético.

Para continuar y poder responder a la pregunta planteada me gustaría re-flexionar sobre las personas. Pensemos en una persona que, en un primer momento, estéticamente nos ha parecido desagradable, pero que, al cono-cerla mejor, hemos podido admirar nuevos aspectos y la hemos considerado como una persona buena. Al ocurrir esto podemos pensar que en esa perso-na existe belleza (por su bondad) olvidándonos de su aspecto estéticamente desagradable. Por lo tanto la belleza no sería únicamente algo estético. Pero, ¿cómo hemos podido ver a esa persona como bella? Porque posee bondad en su ser, como hemos dicho previamente. Pero, ¿y si no lo fuera? Si alguien no es bueno, si vemos rasgos morales malos en su ser, su belleza se desvanecería, lo que coloca a la bondad como condición para la belleza en un sentido más eminente.

No siempre se nos presenta la belleza en su sentido más elevado, pudién-dose establecer unos grados de belleza. En el nivel inferior se encontraría la belleza más superficial. Esta sí sería la belleza meramente estética, pero su consideración de belleza es efímera y dependiente del grado de conocimiento que se tenga de dicha cosa. En la cima estaría la belleza asociada al bien ab-soluto, que nos permitiría considerarla como un valor moral. Entre estos dos tipos de belleza estarían cosas con bellezas intermedias, bellezas que no son sólo un valor estético pero que no llegan tampoco a alcanzar el valor moral. En el mundo no podemos llegar a conocer el bien absoluto (que se encuentra por encima de él), por tanto las cosas bellas con las que tenemos contacto normalmente son valores intermedios entre los estéticos y los morales.

En conclusión, podemos responder a la pregunta inicial diciendo que la belleza no es únicamente un valor estético y que en muchos casos es algo intermedio entre un valor estético y un valor moral. La belleza, en su sentido más alto tendría que estar relacionada con el bien. Espero que hayan disfru-tado de este ensayo y que lo juzguen bello, no por estético sino por bueno.

Calistea

60

Marta Trigo Murillo

IES. La Serna. Fuenlabrada, Madrid

Sería prácticamente un crimen o un delito criticar un tipo de arte sin co-nocer o valorar sus distintos campos y variantes. Poniendo un ejemplo, uno no puede hablar sobre música ateniéndose simplemente a un solo género musical, sin tener en cuenta los demás géneros existentes e incluso sin lle-gar a conocerlos. Así, resulta casi imposible limitarse a tratar solo valores estéticos sin tener en consideración que en nuestras vidas también tienen un papel importante una serie indefinida de valores: éticos, políticos, eco-nómicos, sobre salud… etc. Entonces, ¿por qué hemos de considerar que tan solo un valor (el estético) entra en juego cuando hablamos de belleza? El término «estética» procede del griego «aesthesis», que se relaciona con cómo percibimos la belleza. Como seres subjetivos, de diversas culturas, creencias, edades y educaciones, podemos entender distintos conceptos y hacer diferentes apreciaciones acerca de la belleza que, definitivamente, no sólo se relaciona con valores estéticos.

En primer lugar, habríamos de destacar que, hoy en día, nuestra concep-ción del término «estética ha terminado por variar considerablemente. La existencia de los llamados «centros estéticos», o salones de «belleza», como peluquerías, tiendas de cosmética… etc., nos condiciona a asociar algo esté-tico con algo limpio, higiénico, pulido. Byung-Chul Han escribe en su obra «la salvación de lo bello» sobre nuestra sociedad, una sociedad de consumo que considera bello todo aquello que reúna las propiedades mencionadas an-teriormente,. Sin embargo, todo ello va en contra de la belleza natural, el caos, el desastre, lo «imperfecto», lo que acostumbramos a denominar «raro», o incluso lo que nos produce asco. De esta manera, para seguir ese canon de belleza de lo pulido, artistas como Jeff Koons, se limitan a producir obras de mero agrado visual, que no han de suscitar ninguna clase de interrogante en el espectador, como podría ocurrir, al contrario, con obras de Duchamp. Si tratamos de adoptar esto a la belleza física, nos encontramos nuestras «imper-fecciones» como «defectos» a tratar, es decir, hemos de pulir nuestro cuerpo, ser aparentemente «puros», «limpios»… etc., como se consigue, por ejemplo, con la depilación o con tratamientos para el acné.

61

A pesar de todo, no es posible que todo ello nos afecte por igual a cada ser humano. Es aquí donde toman parte valores como el económico o el cultural. ¿Qué es bello ara unas personas del mundo occidental y qué es be-llo para otra del mundo oriental? Definitivamente, los límites entre culturas establecen diferencias a la hora de hablar de belleza, ya que tenemos distintos conocimientos acerca de esto. En cuanto al valor económico, es célebre la cita de «el dinero no compra la felicidad». Sin embargo, como ya he explicado, vivimos en una sociedad de consumo, y los factores que influyen en nuestra percepción de la belleza se relacionan directamente con el dinero. Por otro lado, dado que las condiciones de vida no son iguales en todo el planeta, este factor también es posible.

En conclusión, tristemente la belleza no sólo tiene que ver con la estética. Además, artísticamente hablando, se ha de dar una diferenciación entre jui-cio estético y gusto, como postuló Immanuel Kant, de forma que juzgar una obra sólo por lo que nos produzca o nos comunique sería quedarse a medias. El arte es una herramienta para transmitir, para contar historias, para remover almas y conciencias. Por ello, el arte del ya mencionado Jeff Koons afecta sólo al gusto estético, sólo podríamos calificarlo con «me gusta» o «no me gusta». La intención de la belleza va más allá, es por esto que considero que no sólo se relaciona con valores estéticos. Retomando el ejemplo de la música que utilicé al principio, desde mi experiencia como estudiante de música, he de admitir que no produce la misma satisfacción conocer de qué habla una canción del pop más comercial, a entender una fuga de Bach o una ópera de Mozart. Así, hablar de valores estéticos carecería de sentido, ya que aquí también influyen nuestros conocimientos, nuestra curiosidad, nuestra sensibilidad… Por ello, el arte es algo que debería movernos, tratar de revolucionar, y no atenernos a pensar cuántos «me gusta» recibiría en una red social. Como bien defendía Nietzsche, la belleza está en uno mismo, no ahí fuera, y el primer paso, en mi opinión, para librarse de cualquier clase de prejuicio es empezar a buscar, a conocer, pues la belleza no reside en algo alcanzable a la vista, y probable-mente a ninguno de nuestros sentidos. La belleza ha de ser una herida, una herida que escueza y que ninguna clase de valor económico o cultural pueda curar, sino que simplemente el arte pueda transmitir y plasmar.

Amanda Wheat

SECCIÓN DILEMAS: La visita al zoológico

DILEMA PROPUESTO: ¿Te negarías a ir al zoológico?

La profesora de Ciencias Naturales del Instituto ha organizado una visita al zoológico de la Casa de Campo. Ha explicado a toda la clase las caracterís-ticas generales de ese zoológico y los beneficios que tienen los zoológicos para conocer mejor la vida de los animales y hacer que el público en general pueda verlos en directo. Como tarea de la visita, los alumnos deberán seleccionar uno de los animales y presentar un pequeño trabajo sobre sus costumbres y características. Dos personas de tu clase, Luisa y Carlos, le dicen a la profesora que están totalmente en contra de los zoológicos porque en ellos no se trata adecuadamente a los animales y se los somete a condiciones de vida que poco o nada tienen que ver con su hábitat. Están tan en contra que no piensan acudir a la visita y no piensan hacer el trabajo que dice la profesora. El único trabajo que harán será uno en el que argumentarán por qué los zoológicos son instituciones inmorales que deben ser abolidas, y que lo menos que se puede hacer es no acudir a visitarlos, mucho menos en una visita organizada por un centro educativo. Invitan a los demás a que se sumen a su decisión. La profesora les dice que sus argumentos no están justificados y que si no acuden a la visita tendrán una calificación negativa en la evaluación.

Si estuvieras en esa clase, ¿te negarías a ir al zoológico?

64

Carlos Tejedor Bielza. Primer premio.

Colegio «Retamar». Pozuelo de Alarcón. Madrid

1) Obviamente hay más opciones que las dos que se describen en el texto: ir o no ir. Pues se puede no ir pero sí hacer el trabajo requerido para la asig-natura. Por ejemplo, hacer un trabajo similar al que proponen Carlos y Luisa en el que expongan, desde un punto de vista científico, los «pros» y «contras» que para los animales tienen los zoológicos ; hacer una excursión a la monta-ña, estudiar los animales libres que hay allí y hacer el trabajo propuesto por la profesora; o en una excursión a la montaña se podría llevar las mascotas de los alumnos y observar su comportamiento en un entorno más «salvaje»; también se podría estudiar los animales libres de la propia ciudad, tales como pájaros e insectos, y hacer el trabajo propuesto por la profesora…

2) Este dilema, en cada una de las caras de la moneda, tiene numerosos argumentos a tener en cuenta:

1. A favor de ir al zoológico: si no se acude, se obtendrá una valoración negativa en la asignatura; al ir se pueden observar y estudiar numerosos ani-males salvajes que, de otra manera, no se podrían estudiar; es una salida de la rutina que hace de la vida cotidiana algo más interesante; permite adquirir un mayor compromiso con la fauna, dado que a veces un león, un rinoceronte o una serpiente nos parece algo demasiado alejado de nuestras vidas.

2. En la postura de no ir al zoológico también encontramos varios argu-mentos a favor: que en los zoológicos se degrada a los animales; para que se comporten de una determinada manera, especialmente para un espectáculo de animales salvajes, se les golpea activamente para inculcarles miedo al do-mador y lograr que obedezcan; muchas especies de zoológico no cuentan con las condiciones habituales de vida, por lo tanto su comportamiento no tendrá nada que ver con su comportamiento en la naturaleza, haciendo inútil el estudio de los mismos; al no ir se lucharía, dentro de lo que está en nuestra mano, a favor de los derechos y de la dignidad de los animales.

3) En este dilema nos encontramos con dos valores principales que entran en conflicto: nuestro propio bien -en este caso académico- y la dignidad de

65

los animales. Surge la pregunta siguiente: ¿vale más nuestro propio bien social que la dignidad de los animales?

Encontramos también numerosos valores y aspectos que giran en torno a los otros dos: la integridad, la honradez, la fortaleza, la sabiduría y la búsque-da de la misma… Encontramos cuestiones como: ¿actuamos conforme a lo que pensamos?, ¿lo decimos abiertamente?, ¿somos capaces de aguantar los envites de nuestro entorno por nuestras ideas?, ¿queremos ampliar los cono-cimientos sobre el mundo que nos rodea?

Todos estos aspectos y cuestiones han de ser considerados a la hora de tomar una decisión, pero una ha de valer más que la otra; ¿nuestro bien o la dignidad de los animales?

4) Pero, a pesar de todos los argumentos contrarios, mi opinión es estar a favor de ir al zoológico. En estos centros la dignidad de los animales no se encuentra tan vulnerada como se nos intenta hacer creer. Numerosas es-pecies, como el oso panda, han encontrado en estos lugares el socorro que necesitaban frente a la extinción. Es cierto que son muchas las especies que se encuentran en hábitats mucho más pequeños de los que realmente necesitan, pero a cambio se les aporta una vida mucho más longeva y cómoda que la que tendrían en la naturaleza. Además, estos zoológicos tienen un gran valor educativo y científico en nuestra sociedad pues de ellos nuestras nuevas gene-raciones y nuestros especialistas pueden sacar mucho provecho que se retorna a la sociedad y a los esfuerzos de la misma en la conservación de la vida. Cabe destacar que esta investigación no va en contra de la Declaración Universal de los Derechos de los Animales de la ONU. Ésta estipula que la investigación y la experimentación con animales son legítimas siempre y cuando el animal no sufra innecesariamente en el transcurso de las mismas.

Sin embargo este argumento tiene alguna brecha, pues esta misma De-claración estipula que la retención de un animal salvaje va en contra de sus derechos, incluso cuando esta retención tiene fines educativos o científicos.

Otra cosa que ha de tenerse en cuenta es que esa vida más cómoda de los animales dificulta su reinserción en el medio natural. Muchos predadores no saben cazar, sobre todo cuando han nacido en cautividad. Esta «minusvalía» de estos seres arrebata de forma directa e incuestionable una parte muy im-portante de la vida y la dignidad de los mismos, dado que ha sido generada

66

por los seres humanos, meros primates.Tras todo esto queda por estudiar la cuestión principal en este dilema:

¿nuestro bien o la dignidad de los animales? Aquí han de tomarse en cuenta las dos dignidades en juego, la humana y la animal. Es en esta cuestión donde el dilema queda zanjado: el bien de los seres humanos, y, por tanto, su dig-nidad, es predominante frente al de los animales. Nosotros tenemos un valor absoluto -sin referencia a nada-, y somos un fin en nosotros mismos, como dijo Kant. Los animales están para dar el bien a los hombres. Esto no quiere decir que podamos hacer uso de ellos como nos guste, pues su propia vida es necesaria para la supervivencia de nuestro planeta. Sin embargo, frente a la mala calificación académica, que puede tener un impacto en nuestro am-biente social y, potencialmente, laboral, el bienestar de un animal es inferior al nuestro como seres humanos. Es por todo esto por lo que yo decidiría ir al zoológico, para poder aprender más sobre los animales y disfrutar de un mayor bienestar.

Somnianti

67

Sofía Palmerín. Segundo Premio

IES Manuel Fraga Iribarne. Mdrid

1. Desde hace varios años ha habido un fuerte debate sobre si los zoo-lógicos son un lugar donde acercarse y conocer mejor a los animales, un refugio para las especies en peligro de extinción y una fuente de conoci-mientos científicos, o si es sólo otra de las formas mediante las que el ser humano y su egoísmo aprovecha su inteligencia para capturar y arruinar la vida de miles de animales, tratándolos como si fueran simples objetos en un museo dispuestos para nuestro disfrute. Los zoológicos, actualmente, son legales pero, ¿significa eso que son legítimos? A lo largo de estas líneas repasaré los argumentos que defienden la existencia de los zoológicos y los que los censuran e intentaré aportar una solución a este dilema basándome en los valores que estén en juego. La solución puede ser extrema, es decir, ir al zoológico, lo que supondría estar a favor de ellos dado que pagas la entrada, o no ir dejando clara tu postura de disconformidad frente a ellos. Pero también existen posturas más bien intermedias, como podría ser ir a la visita para observar y tomar nota del trato que reciben los animales y, a partir de ahí, tomar medidas pertinentes como puede ser escribir una carta de reclamación denunciándolo o hacer una recogida de firmas de alumnos que estén de acuerdo y se unan a tu postura.

2. A continuación analizaré los argumentos principales que defienden las personas que están a favor de la existencia de los zoológicos.

En primer lugar hay que ser autocríticos. El ser humano es el animal más destructivo que ha existido, en el sentido de que tiene una inteligencia mayor que el resto que usa para su propio beneficio, a veces sin pensar en las con-secuencias que tiene para los demás seres con los que comparte este planeta.

Esto ha acarreado problemas a nuestra propia especie, pero ha llegado has-ta el punto de ser la razón de la extinción de especies enteras de seres vivos. En ese sentido, los zoológicos han ayudado en lo posible a proteger a las especies en peligro de extinción dándoles un refugio fuera del peligro de de-predadores y asegurando su descendencia. Además, como se ha mencionado antes, al tener a los animales tan cerca hay opción de estudiarlos. Esto puede

68

ser muy beneficioso para ampliar el conocimiento científico y dar respuesta a preguntas existenciales, como el origen de la vida, que tantos años han estado atormentando al ser humano. El estar tan en contacto con la fauna también hace empatizar más con ella. En el telediario, por ejemplo, sale una noticia de que las consecuencias del no reciclar pueden acarrear la extinción de anima-les, y nadie reacciona. En cambio, cuando se ha estado tan cerca del animal, indefenso, que no daña a nadie, se empatiza mucho más con su situación, y la noticia nos afecta en mayor medida. Y es que los zoológicos no son simples museos donde se exhiben a los animales como si fuesen juguetes. Son un espacio den el que se intenta recrear su hábitat, aportándoles la mejor calidad de vida posible. Una parte de todo el dinero que se recauda con las entradas va para el bienestar de los animales: su comida, sus cuidados, sus vacunas y medicinas, etc. Los zoos no son circos. No tienen a los animales en condicio-nes inhumanas ni mucho menos. Los animales viven su vida plenamente, a cuerpo de rey, sin ni siquiera luchar por su supervivencia. Los zoos no son la expresión dice, una «animalada».

Después de haber expuesto los argumentos que la profesora de ciencias del ejemplo puede apoyar para organizar una excursión instructiva a sus alumnos toca explicar los que pueden tener los alumnos que se han negado a ir por estar en contra.

El principal argumento que se tiene contra los zoológicos es que no son na-turales, y eso hay que tenerlo claro. Los zoos interfieren con la naturaleza y son una mala imitación de los ecosistemas que el hombre ha destruido a su gusto y por lo que muchos animales ahora están en peligro de extinción. Los animales no son libres y eso es un derecho básico. Además de esto es que los zoológicos no son como lo pintan, un refugio. No acogen a los animales y los ayudan como puede hacer una asociación a favor de los animales. En ellos se capturan a los animales, se los arrastra desde lo que ha sido su casa para ponerlos en un recinto cerrado, detrás de un cristal y ahí quedan expuestos como objetos. Se pueden cometer barbaridades del tipo de robar los cachorros a una madre y separarlos para llevar al cachorro al zoo, dado que no es una gran amenaza y se puede «domesticar». Los defensores de los animales censuran esto mediante manifestaciones, protestas y, por supuesto, se niegan a asistir a visitarlos, que es lo que han decidido hacer los estudiantes del ejemplo.

69

3. Pero, antes de proponer una solución, es necesario delimitar los valores con los que se está jugando.

Los defensores de los zoos defienden el valor del conocimiento, dado que esa es una de las finalidades más importantes, si no la que más, de los zooló-gicos; el entretenimiento, dado que al fin y al cabo la gente paga para pasar un buen rato con los animales; e incluso la protección, que puede englobar el cuidado por la no extinción de los animales en peligro.

Los valores que defienden quienes censuran estas instituciones se basan en el bienestar de los animales, es decir, ¿se les está ayudando o perjudi-cando?; el respeto, dado que hay que darse cuenta de que hay gente que se está lucrando a costa de los animales y eso no es éticamente correcto; y su libertad. Todos estos valores se engloban en la defensa de la dignidad de los animales.

Llegados a este punto y conocedores de los valores en juego, es necesario establecer una jerarquía entre ellos. Está bastante claro que, desde el pun-to de vista ético, el bienestar de los animales debe estar por encima de las ansias humanas de conocimiento. Ese sería el principal valor en juego. Los valores secundarios serían el conocimiento y el entretenimiento. Aun así esto sigue generando un dilema y es que los zoos, por una parte arrebatan la libertad a los animales, pero, por otra, les proporcionan protección y estabilidad.

4. Yo, llegado a este punto, he de defender mis ideales y principios, y el principal, por supuesto, es hacer el bien. ¿Se le haciendo algún bien a los animales? Algunos pondrán la excusa de los animales en peligro de extinción, que es válido dentro de lo que cabe, pero es que en el zoo no sólo hay anima-les en peligro; es más, la mayoría no lo están.

Entonces, ¿se le está haciendo algún mal? Eso tiene una respuesta evidente: sí. No sólo se les está privando de su libertad sino también de su dignidad. Ambos son conceptos básicos que están reconocidos en la Ley de Defensa de los Animales aprobada en 1977. Esta tiene 14 puntos especificando que los animales tienen tantos derechos como nosotros dado que, al fin y al cabo, nosotros también somos animales. Y, para apoyar esta postura, haré una com-paración: una cárcel. En una cárcel se provee de comida y alojamiento a los presos, también de asistencia médica e incluso actividades lúdicas. Todas sus

70

necesidades básicas están cubiertas. Todas, excepto una: la libertad. Misma situación en la que se provee de alimento, ecosistema y cuidados. Mismas necesidades básicas cubiertas, pero la libertad no es una de ellas. Pero esto no se llama cárcel, se llama zoo. ¿Alguno de ustedes cambiaría su libertad por una barra de pan, un techo bajo el que dormir y unas revisiones médicas? Claro que no. Debemos empatizar con los animales. Estamos cometiendo los mismos errores que años atrás. Dibujamos una línea de separación (que puede ser el color de piel, el sexo, la orientación sexual, etc.) y organizamos una escala jerárquica en la que unos tienen más derechos que otros porque son «superiores». Esto no debe seguir así. No debemos trazar una línea entre especies. Porque la pregunta que nos debemos hacer no es ¿pueden razonar? Sino ¿pueden sufrir?

Yo estoy de acuerdo con los alumnos y no me parece éticamente correcto financiar este tipo de «cárceles» de animales, por lo que apoyaría a mis com-pañeros en su decisión de no ir y seguiría su ejemplo.

Akire

71

Mª del Mar Martín Díez. Tercer Premio

IES Felipe II. Madrid

1. Podría ir a la excursión con el resto de sus compañeros y realizar el trabajo solicitado por la profesora o podría negarse a ello y apoyar a sus compañeros. A parte de esto, podría hablar con una organización protectora de animales u otro organismo superior, para promover su causa y evitar cualquier castigo producido por su ausencia. También podría enseñar vídeos o cualquiera otro material audiovisual a sus compañeros, y, de esta manera, convencerles de que los animales no son libres en estos sitios, y, por tanto, no deben ir a visitar zoológicos, y, de esta manera, al no haber alumnos suficientes, tendrían que cancelar la excursión. Además, podría convencer a sus padres para que hablen con sus profesores, y que, debido a ello, no le impongan ningún castigo por no acudir a un sitio que realiza actos de dudosa moralidad.

2 Argumentos a favor de ir a la excursión:- Un alumno está siempre sometido a la autoridad del profesor y, si no

actúa como le han indicado, tendrá que aceptar un castigo.- Si acude podrá comprobar si realmente tratan mal a los animales y, si es

así, podrá informar a las personas ignorantes de estas actividades y promover el cierre del zoológico.

- Si no fuese a la excursión su nota bajaría y su relación con la profesora empeoraría. En consecuencia, aumentaría la dificultad de la asignatura, e in-cluso podría llegar a suspender.

- El zoológico, aunque prive de libertad a los animales, nos sirve para co-nocerlos más, saber más sobre ellos y propiciar nuestro amor por ellos, por lo que, al fin y al cabo también lleva a cabo acciones beneficiosas.

Argumentos a favor de no ir a la excursión:- Los animales no están libres y sufren en estos sitios, ya que están expues-

tos a fotografías, chillidos, etc. Su sufrimiento y su falta de libertad atentan contra la Declaración Universal de los Derechos de los Animales.

- Si no asiste y apoya a sus compañeros estará respetando un principio básico, como es el compañerismo.

72

- Con su ausencia podría promover el cierre de los zoológicos, y, de esta manera, estaría acabando con el sufrimiento de los animales.

- Si convence al resto de la clase para no ir, la excursión será cancelada y así el hecho de no asistir no tendrá ninguna consecuencia negativa para él.

3. Cualquier alumno debe respetar y obedecer a sus profesores, de no ha-cerlo sus notas bajarían.

Por otra parte, es importante el compañerismo, y, si no apoya a sus com-pañeros, su relación con ellos empeorará

Asimismo, hay que pensar en los animales, ya que se les está arrebatando sus derechos. Los zoológicos perjudican su correcto desarrollo, puesto que en ellos muchos turistas, aunque sin mala intención, les alimentan con comida que no es la adecuada para ellos; les hacen fotografías con flash (lo que daña su vista), hablan demasiado alto interfiriendo en sus horas de sueño, etc.

En definitiva, hay varios valores y principios enfrentados entre sí. Por un lado está la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, el compa-ñerismo, la lealtad a uno mismo. Pero, por otro lado, tenemos la obediencia a un superior (en este caso la profesora), y el castigo que sería impuesto en caso de no asistir.

De entre todos ellos, los que para mí tienen más importancia son: el res-peto a la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, la lealtad a uno mismo y la obediencia a un superior.

4. Aunque probablemente bajarían mis notas, y mi relación con la profe-sora empeoraría, yo me uniría a mis compañeros y no asistiría a la excursión.

Hacer sufrir a los animales de esta manera tan camuflada me parece un hecho horrible y creo que es fundamental tener empatía con ellos y crear conciencia de su sufrimiento. La vida de cualquier ser vivo debe ser respetada y de la manera en la que son tratados en los zoológicos esto no se cumple.

Además, tal como Kant indica, hay que actuar de tal manera que la máxi-ma que guíe nuestras acciones pueda hacerse universal, y, si asisto, no será una buena acción digna de dar ejemplo.

Asimismo, yo no tengo la culpa de los actos que allí se realizan y con mi ausencia estaría manteniéndome fiel a mí misma. Si aun así deciden casti-garme, aceptaría esa injusticia debido a que, tal como Sócrates dijo, es mejor

73

padece una injusticia que cometerla puesto que quien la cometa se convierte en injusto y quien la padece no. Además, si asistiese a esa excursión, sería, en gran medida, por evitar una mala calificación, lo que estaría siendo egoísta y me sentiría mal conmigo misma.

También está el compañerismo, algo que es primordial en una clase. Ade-más, si no nos apoyamos unos a otros y no defendemos nuestros principios, no estaremos formando una sociedad ni un mundo correcto donde el respeto sea una prioridad y donde se tengan en cuenta los derechos de todos los seres vivos.

Por consiguiente, las razone previamente expuestas indican que es mejor renunciar a ir a la excursión y aceptar el castigo. Los beneficios de no hacerlo no superan a los inconvenientes. Y, lo más importante, valores básicos como la lealtad a uno mismo, el respeto a la Declaración de los derechos de los Animales y el compañerismo jamás deben ser violados.

Capricornio

74

Paula Alcaraz Laso

Colegio Reinado del Corazón de Jesús. Madrid

1. EnumeraciónOtra opción que tendría para resolver la situación sería ir al zoológico

para ver las condiciones en las que se trata a los animales, porque sin prueba alguna, otra persona podría apoyarse en la decisión que realice. Por lo tanto, para conseguir más apoyo, debería realizar un examen a conciencia sobre las condiciones en las que se encuentran los animales en los zoológicos.

Una vez realizado esto, puedo llevar a cabo una campaña para desprestigiar a los zoológicos y conseguir que se cierren. Esta campaña podría ayudar a ver a las personas de otra forma, pues en algunas ocasiones solo hace falta un empujón para que la gente vea el mal que se está realizando.

Otra opción también podría ser la de ir a zoológico y llevar a cabo el tra-bajo que se les ha pedido que hagan. Una vez que realicen el trabajo, en él pueden decir las características del animal y el hábitat en el que deben vivir y, por lo tanto, se pueden ver los problemas que conlleva que se críen en zoos estos animales tanto para su salud, como para la especie en general. Porque se les está prohibiendo que vivan con libertad y esto llevará al final a que no logren vivir por su propio bien y dependan de los demás.

También podrían intentar negociar con la profesora para que les dejaran hacer un trabajo distinto al resto. Es decir, en vez de presentar algún animal, pueden presentar las desventajas de que vivan en esos lugares. Podría llegar a ser probable porque hay muchos que están realizando el trabajo de los animales, pero también tienen que saber las consecuencias de estas acciones. Se debe educar y hacer que aprendan a ver el lado positivo y negativo de las cosas.

2. ArgumentaciónPodría negarme a ir al zoo, porque tienen razón los que piensan que al lle-

varles a esos sitios se les priva de libertad, de hacer lo que quieran. Del mismo modo que hay una ley para no prohibir a los humanos ir a donde quieran, también debemos dejar que los animales vayan a los lugares que ellos elijan y no tenerlos encerrados en jaulas. Por supuesto, también podría ser positivo

75

llevarlos a estos sitios, pues ante la destrucción de sus hábitats o ante los ca-zadores furtivos, están en peligro los animales, y en estos centros, a pesar de que se les priva de su libertad, tienen atendidas sus necesidades. Tenemos que ver también que estos zoos, los cuales para muchos son sitios de refugio para los animales, son sitios en realidad que se han construido para entretener al ser humano y esto no es algo que me parezca bastante justo, pues los animales no son cosas bonitas a las cuales admirar, sino que hay que cuidarlos y es algo que debemos hacer entender a la población.

Porque estoy estoy segura de que si advertimos a la población de lo cui-dadosos que hay que ser a la hora de cuidar de un animal, o las necesidades que hay que tener en cuenta a la hora de escoger si adoptas a un animal o no. Podríamos hacer que bajen significativamente los porcentajes de animales abandonados.

Claro está, que a este sitio podemos llamarle refugio para animales, en el cual podemos conseguir, según la especie, como con el ejemplo del oso pan-da, que no se extingan. Son lugares, además, con los que los niños y, en ge-neral, todas las personas, pueden ver las maravillosas criaturas que hay por el mundo y, por qué no, culturizarse un poco sobre los animales que les rodean.

Alguna otra razón sería porque a mí no me parece que sean tan malos los zoológicos para los animales. Son lugares donde los cuidan y alimentan de la mejor forma posible, nunca les falta de nada. Les dan medicinas cuando lo necesitan así como comida. Además son lugares donde los niños se entretie-nen y aprenden más del mundo en el que viven, pues no solo se aprende con libros, sino que ver es una buena forma de aprender.

Por supuesto, son lugares donde también se refugian los animales que han pasado grandes dificultades o por algún problema no pueden vivir o sobrevi-vir por ellos mismos.

Es, por supuesto también una buena forma de que las demás personas del mundo aprendan de los animales que hay en otros países. Pues no todo el mundo tiene el dinero o tiempo suficiente para verlos en sus hábitats natura-les. Podemos observar a los animales de cerca, viendo sus costumbres de una forma que no podrían verlos en sus hábitats, aunque, por supuesto, es muy sorprendente verlos en sus lugares de origen, pero tampoco se puede tener todo en la vida. Es una buena forma también de aprender más de la anatomía de los animales, a pesar de que se haría mejor en un buen centro de investi-

76

gación, pero podemos aprender sus costumbres y saber más sobre ellos. Este conocimiento es algo que siempre ha buscado el ser humano.

3. AnálisisTendría dudas, sobre todo, por lo correcto a realizar, es decir, mientras que

debo sacar buena nota en clase, porque es mi deber, también creo que estos lugares no están hechos para que vivan los animales y siento una profunda decepción conmigo misma.

El valor del deber es muy importante en este caso, tengo tanto el deber de sacar buena nota en la asignatura y no suspender, no quiero decepcionar a mis padres, como el deber de saber que estoy pagando para que el centro siga en pie, pues cuantos más visitantes, más animales sufrirán ese trato injusto.

Podría influirme en la decisión de ir o no ir el darme cuenta de que los ani-males también tienen sentimientos. Al igual que no me gustaría que me hi-cieran a mí eso, no debemos hacérselo a los animales. Pues todos deberíamos tener los mismos derechos, todos somos seres vivos y tenemos que pensar en que, al llevarles lejos de sus hogares, podríamos estar enviándoles lejos de sus familias, el que no hablen no significa que no sienten nada.

También sentiría vergüenza al pensar que estoy haciendo algo que no me gustaría que me hicieran a mí. Pues hay un dicho que dice: «No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti». Me sentiría como una hipócrita al pensar que estoy pagando por tener animales encerrados en una habitación, observando las costumbres que tienen. Si no te gusta que te lo hagan a ti, no lo hagas a los demás, así de sencillo.

4. SoluciónYo iría al zoológico a pesar de que mi amigo me invitara a no ir, porque

de la nota de este trabajo dependerá la nota que saque en la asignatura. No puedo permitirme suspender este examen o prueba, pues sé que mis padres se pondrían muy disgustados conmigo y no creo que les gustara que me saltase un día de clase solo porque no me gusta o no estoy de acuerdo con algo. Pues en esta vida no todo lo que te pase será bueno, habrá cosas que te gusten y cosas que no, pero no por eso deben impedir que te dejen llegar a algo.

Al ir también puedo recoger pruebas, como ya he dicho antes, sobre si es verdad que los zoológicos son tan malos como me dicen mis amigos. Hacer un poco de investigación sobre un tema, antes de opinar sobre él, podrían

77

llegar a ayudarte a no realizar tantos errores. O llegar a conclusiones de las cuales lo único que te has basado ha sido en la opinión de los demás y algún conocimiento, por pequeño que sea, sobre el tema.

Por supuesto, podría ser que después de realizar esta investigación, te des cuenta de que tu amiga tanía razón y has pagado por ver esto aumentando sus ganancias. Pero son cosas que se deben sacrificar para descubrir la verdad. O, por el contrario, puedes también llegar a la conclusión de que no era tan te-rrible como te lo pintaban y estás aliviada de haber elegido la opción correcta. Sea cual sea, por lo menos no interviene en tu nota.

Me sentiría mal y un poco disgustada conmigo misma al llevar a cabo esta excursión. Porque el zoo no es un lugar que me recuerde a mi casa, sino que me recuerda a las cárceles en las cuales no te dejan estar en libertad ni hacer lo que quieres, ni comer cuando quieres. Al contrario que muchos de los encarcelados, estos animales no han hecho nada para que se les prohíba salir, para que se les prive de libertad.

Otra cosa que me gustaría tener en cuenta, es que se deben realizar algunos exámenes para ver si los zoos cumplen con el criterio adecuado para cuidar de estos animales. Que tengan a su disposición todas las necesidades básicas y un lugar en donde poder vivir sin estar agobiados. Los animales deben estar en calma y felices, una vez que estén así, no parece tan malo el que se encuentren en un lugar en el que puedan conseguir comida y no tengan que escapar de sus depredadores.

Claro está, que si seguimos este criterio, estamos dañando su evolución de igual forma que si destruimos sus hábitats. Pues la evolución se caracteriza por la supervivencia del más fuerte, pero si dejamos que vivan todos, la es-pecie se deteriora. Por lo tanto, no solo los fuertes sobreviven, sino también los débiles. Con esto podríamos llegar a que algún miembro de la especie sea defectuoso, pero al tener condiciones favorables siga viviendo. este problema o minusvalía que tenga el animal, pasará a sus descendientes y así hasta que toda la especie lo tenga. Si están en condiciones favorables, no es un gran problema, pero una vez que se encuentren en la naturaleza, no tendrán la capacidad necesaria para sobrevivir y se extinguirán.

Acabaría haciendo el trabajo yendo a la excursión, porque no veo ningún beneficio el saltarme la clase. Si al menos consiguiese por algún casual que se quitasen los zoos, como forma de protesta, estaría bien, pero no veo ningún

78

punto positivo a esto. Con solo esto no se puede cambiar la forma de ver el mundo a la gente, se tendría que hacer algo más para que al menos algunas personas se diesen cuenta de lo que en realidad significan los zoológicos. Como no hay nada más que se haga, además de saltarse clase, yo lo veo como los exámenes, es algo que no me gusta, pero debo hacerlo por el bien de mi futuro. Aunque espero que esta excursión no sea tan drástica como eso, es un ejemplo.

Por lo tanto, como conclusión, debo decir que no ir a la excursión no es una opción para mí y, si por algún casual no fuera, debería haber más razones con las cuales me convenzan de que ese zoológico no es apto para animales. Hasta entonces voy a seguir yendo a ellos

Raquel Fernández

79

Kaouthar Asrih

IES Sevilla La Nueva. Sevilla la Nueva. Madrid

1. Ir a la visita al zoológico y a la hora de entregar el trabajo a la profesora ex-plicar cómo afecta a ese animal en sus costumbres y su manera de vivir el hecho de estar encerrado en una jaula.

- Ambos deberían aceptar la postura del otro, tanto la profesora como los dos alumnos, hacer la visita al zoológico y una vez terminada ésta montar un debate en clase y que cada parte argumente sus posturas.

- Hacer la excursión a un lugar donde todos estén de acuerdo.

2. Para ir:- Ser una persona apasionada de los animales y del hecho de tenerlos cerca.

No es lo mismo ver a un león en una foto que tenerlo enfrente, no produce la msima sensación.

- Curiosidad por ver cómo los animales se desarrollan, presenciar en primera persona cómo viven, cómo reaccionan con los demás animales o al ver a los seres humanos.

- Si de mayor una persona quiere dedicarse a eso, ver qué cuidados necesitan los animales, cómo se debe llevar un zoológico, etc.

- Si estás en contra, ir para intentar comprender la postura contraria y qué motivos puede tener aquel que esté a favor de ir a la excursión.

Para no ir:- El hecho de ir supone renunciar a mis principios y creencias porque yo creo

que esos lugares no deberían de existir y no quiero ser partícipe de ellos.- Porque pagando esa entrad y dando tu consentimiento estarías contribu-

yendo al mantenimiento de los zoológicos.-Una persona que no le gusta ver a los animales en cautividad no se sentirá

bien viéndolos así, encerrados y privados de cualquier libertad. Se supone que una visita así es para disfrutar y pasarlo bien y en este caso se conseguiría todo lo contrario.

- Si vas a un zoológico le estarías dando la razón al contrario que piensa que hay que visitarlos y conocerlos por dentro. Es verdad que hay que conocer la postura contraria pero se puede conocer de otra manera.

80

- Si eres defensor de los animales y de que ellos son seres que sienten igual que nosotros, pensarías que ese animal se siente mal al verte parado delante de él, como aceptando la situación que vive.

3. Si tienes dudas entre ir y no ir es que realmente no tienes clara la postura frente al dilema. Una persona que tienen claras sus creencias y pensamientos no dudaría a la hora de tener que elegir.

Ir al zoológico tendría un valor económico ya que lo primero que se persigue con esto es recaudar dinero. En el fondo no deja de ser un negocio.

Por otra parte también podría dar un valor sentimental por parte de aquellas personas que aman a los animales y visitar zoológicos para conocer de cerca su forma de vida.

También podrá tener un valor moral, ya que es verdad que lugares como el zoológico han permitido que algunas especies puedan seguir existiendo y que no se extinguieran. Alguien se puede sentir con el deber moral de evitar esa desapa-rición y evitar la extinción de la vida.

A la opción de negarte le correspondería en valor sobre la moral. No quieres renunciar a tus valores y creencias apoyando algo talmente en contra de tus convicciones.

También la ética entraría a formar parte en esta opción como valor. Consi-derando que los seres humanos tenemos una serie de deberes con los animales como puede ser no tenerlos en cautiverio, no sería éticamente correcto hacer este tipo de visitas.

4. Yo personalmente no hubiera aceptado ir al zoológico aunque eso me baja-ra la calificación. Considero que la defensa de principios y valores de uno mismo está por encima de cualquier nota. Creo que es más importante la evaluación de uno como persona que como alumno, al menos para sentirse bien contigo mismo y tener la conciencia tranquila porque sabes que has hecho lo que tú consideras que estaba bien.

En mi opinión los animales tienen derecho a vivir en libertad, a vivir en su há-bitat y seguir el transcurso de su vida normal sin la intervención del ser humano.

Quizá un animal no tenga el mismo razonamiento que un ser humano pero de lo que no me cabe duda es que tiene los mismos sentimientos que nosotros, que siente el mismo miedo, angustia, tristeza, sensación de abandono, que sen-

81

tiríamos los humanos en su situación. Creo que aquí la pregunta más impor-tante es ¿Qué derecho tiene el ser humano para decidir la libertad de otro ser vivo? Pienso que ninguno. Los dos somos seres vivos, los dos respiramos, nos reproducimos, nos alimentamos, sentimos, padecemos sufrimientos y dolores, etc. Entonces si tenemos tantas coincidencias en nuestra manera de vivir y en el funcionamiento de nuestro organismo ¿No mereceríamos el mismo respeto y consideración hacia uno de nuestros principales derechos: la libertad?

Mirándolo desde el punto de vista ético, los seres humanos tenemos unos deberes con los animales, como respetarlos, respetar sus derechos, derechos que tienen por el simple hecho de que son seres vivos.

¿Acaso un animal ha nacido, acaso la madre Naturaleza ha permitido que estos animales existieran para que acaben encerrados entre rejas? Y lo que resulta aún pero es que esto se hace para el disfrute de las personas, para que un puñado de gente pueda pasar una tarde entretenida a costa del sufrimiento de un animal que ningún delito ha cometido sin ningún prejuicio ha causado para estar allí.

A los humanos para encerrarles tienen que cometer un delito y además des-pués pasan por un juicio para ver si son culpables y si son culpables claro está que deben pagar su deuda. Pero en este caso ¿cuál es el delito de esos animales? ¿Nacer siendo una especie diferente a la dominante?

Resulta repugnante traficar con el sufrimiento de los pobres animales inocen-tes para hacer felices a otros y obviamente para hacer dinero, ya que esto no deja de ser un negocio. Creo que la gente realmente se lo plantearía si se pusieran a pensar un poco ¿Pagar para ver como sufre un animal? No veo que esto tenga sentido.

Y para los que dicen que tienen amor a los animales y que precisamente por eso quieren tenerlos cerca y disfrutar de ellos, quizás realmente no los quieren tanto como dicen. Cuando se quiere se busca la felicidad del ser amado y por muy bien que los traten, por muchos cuidados que puedan tener, un animal jamás sería feliz privado de libertad, del hecho de decidir su vida.

Creo que hay formas de poder disfrutar de los animales a la vez que ellos están felices como en los parques naturales en los que ellos pueden llevar una vida más normal y feliz y al mismo tiempo las personas pueden disfrutar del ma-ravilloso mundo que ellos forman. También construyendo imitaciones, robots que actúen como ellos, obviamente no sería lo mismo, pero con todo lo que ha avanzado la tecnología hoy en día seguro que sería muy parecido.

82

Por otra parte siempre podemos tener el amor y el afecto de los animales do-mésticos. Si una persona ama realmente a los animales nada podría hacerles más felices que ver la carita alegre de su perrito.

Por último podemos pensar que los humanos venimos de los primates, de animal. ¿Y sin en vez de vivir en aquella época, tuviéramos que ser animal hoy? ¿Nos gustaría que nos privaran de vivir libremente, con rejas y sin poder disfru-tar del maravilloso regalo de la vida?

Estoy segura de que no.

Bella Filosofía

83

Sara Blasco Hernanz

IES Atenea. San Sebastián de los Reyes. Madrid

El dilema que presenta el texto está relacionado con los zoos, más correc-tamente con ir a visitar uno o no. Sin embargo, para este dilema se pueden presentar otras soluciones como por ejemplo, el informarse. Recaudar infor-mación es muy importante para un problema así, ya que con ella vas a entrar en la materia y vas a poder tomar una mejor decisión sobre ir o no ir al zoo. También se le puede pedir al centro detalles sobre ese zoo u opiniones de otras personas que hayan ido con anterioridad. Otra forma de enfrentar este problema es ir con anterioridad al zoo para conocer la experiencia y así si ha sido buena, se lo comentamos a los compañeros y, si no nos ha gustado lo hacemos de igual forma.

Para respaldar cualquiera de las soluciones principales del dilema es nece-sario tener en cuenta una argumentación. Aquellas personas que deciden ir al zoo, se pueden justificar con la curiosidad. Los seres humanos por natu-raleza buscan aprender cosas nuevas y embarcarse en experiencias distintas. Si una persona nunca ha ido al zoo, es normal que quiera ir para satisfacer esa necesidad de ver algo nuevo. Otra argumentación muy común es que el zoo es un lugar que tiene animales de muchas regiones del mundo que en un día cotidiano no podrías ver y de esta forma nosotros podemos aprender conceptos naturales de distintos continentes, enlazando así este razonamien-to con la sabiduría. Igualmente, si eres una persona que dudas del trato de los animales, es necesario que visites el zoo para documentarte y comprobar así si ese pensamiento está justificado. Esta argumentación está claramente relacionada con la verdad, ya que hay que saber si son mentira los comen-tarios que se suelen realizar, tanto de un lado como de otro. Y otro punto a favor de ir al zoo sería que con el pago de tu entrada y de los alimentos que consumas allí estás ayudando a recaudar dinero para mantener y mejorar las instalaciones de los animales y a pagar a los empleados que cuidan y trabajan con los animales. Esta razón para ir al zoo es solidarizarse con las personas y animales que están ahí.

Ahora bien, si no quieres ir al zoo puedes apoyarte en que los animales re-ciben malos tratos y no están en las condiciones adecuadas, lo que causa que

84

el animal sufra más de los que hubiera sufrido estando el libertad, por lo que, debido a nuestra responsabilidad con ellos, es necesario que el zoo se quite y la mejor forma de hacerlo es dejando que pierda visitantes. Otro modo de verlo es que al traer animales exóticos o poco comunes en nuestro país, mu-chas personas van a ir a visitarlos y al darse cuenta de su belleza van a querer cazarlos. Es cierto que el zoo no tiene la culpa de este egoísta pensamiento, pero si no yendo a zoo disminuyera el número de visitantes, provocando así su cierre, liberando a los animales a su hábitat natural y evitando a personas con ese pensamiento. ¿No se debería aplicar esta idea?

Muchos de los animales que hay en el zoo están en peligro de extinción, por lo que si los retenemos en nuestros recintos no van a poder reproducirse y aumentar el número de individuos de forma natural, que sería la ideal. En de-finitiva, la libertad de los animales juega un importante papel en la decisión de no ir al zoo. Otra razón por la cual no iríamos al zoo es el egoísmo de las personas al quitarle la libertad a animales que podrían y deberían vivir per-fectamente en su hábitat natural, no son nuestros juguetes para manipularlos a nuestro antojo, son seres vivos que merecen nuestro respeto.

Los valores que otorgamos a la idea de ir al zoo son la curiosidad, para ex-perimentar una situación diferente a la habitual; la sabiduría, para aprender de estos magníficos animales y estudiarlos; la protección del débil, porque muchos de estos animales están en peligro de extinción o herido. Mientras que para aquellos que no quieren ir al zoo, se identifican con la libertad, ya que no podemos «secuestrar» animales de cualquier forma para nuestro disfrute; la solidaridad, ya que debemos ayudarlos de la mejor forma posible siempre que podamos y sin intervenir de sobremanera y el amor, ya que a todos nos gustan los animales, pero no por ello los marginamos de los de su especie.

Desde mi punto de vista, el valor más importante es la protección de estos animales que están en peligro, tanto de extinción como de caza o de humani-zación. Es nuestro deber defenderlos y protegerlos de la mejor forma.

Si se hubiera dado este caso en mi clase, les explicaría a mis compañeros mis razones para ir al zoo. Un zoo es un lugar para aprender sobre la naturale-za, para concienciarse de que poco a poco la estamos destruyendo y así actuar. Un zoo no pretende esclavizar a los animales, sino intentar que estén en la mejor situación posible aun en cautividad, para estudiarlos, curarlos o ayudar

85

a su número de población. Mediante el diálogo les comentaría que ir al zoo es la mejor forma de ver el estado de los animales y averiguar así si es cierto que reciben maltratos o si están en situaciones pésimas o no. Es cierto que puede que haya compañeros que hayan visitado el zoo y hayan comprobado que los animales estén en malas condiciones, pero esto puede producirse en un momento determinado del año en el que justamente hayan coincidido que puede deberse por el calor del verano, reformas,… Sin embargo, siempre es mejor sacar tus propias conclusiones, que pueden ser erróneas o acertadas, pero serán tuyas y sin influencias. Además, esta actividad no sólo consiste en visitar el zoo, sino en informarse sobre algunos de los animales que viven allí y elaborar un trabajo. Algunas personas de la clase no irán porque piensen que el zoo es un lugar malo, sino por el interés del que al decidir no ir pueden escaquearse del trabajo o dar mala reputación al lugar.

Lo primordial en una situación así es el conocimiento, debemos documen-tarnos. A continuación tomaríamos una decisión. La mejor sería ir al zoo, comprobar la experiencia y ver a los animales. Si no nos ha gustado, realiza-remos una crítica sobre él, no para quitarlo o destruirlo, sino para mejorarlo y así mejorar la vida de los animales porque en él se realizan actividades de gran interés social. Y si, por otro lado comprobamos que la reputación que dan a los zoos es falsa, nuestra responsabilidad es callar esa corriente de mala fama para que los visitantes del zoo no mengüen y no queden sin el disfrute de la excursión.

La conclusión que se obtiene de este dilema es que si vemos necesario extraer animales de su casa, de su hábitat por su supervivencia, debemos res-ponsabilizarnos de ellos y darles la mejor vida posible. El ir o no ir al zoo no va a provocar cambios en el tratamiento de los animales en este lugar, lo que sí lo va a hacer es informar a la gente, luchar por ellos y protegerlos. Por lo que si es usted una persona a la que le gustan los animales y quiere que reciban un buen trato, ¿cree que el ir o no ir a un lugar va a afectar de alguna forma a la situación en la que viven diariamente los animales?

Trufo

86

Inés Cano Martos

IES Vicente Cano. Argamasilla de Alba. Ciudad Real

1. Una de las opciones que propondría sería la de cambiar la visita al zoo por una excursión a un parque natural o a una reserva, prácticamente es lo mismo, ya que observas animales que no suelen ser corrientes en su medio natural sin restricciones.

La otra opción válida podría ser que a cada uno de los alumnos se le asig-nara o que escogiera a su propio criterio un animal salvaje que se encontrase en un centro de reintroducción animal (que no es lo mismo que un zoo) y que se hiciese un trabajo sobre él.

2. Razones para ir al zoológicoEn los zoológicos podemos observar desde una perspectiva más cercana

el comportamiento y la vida de unos seres que no nos son familiares, ya que no podemos contemplarlos diariamente. También nos sirven para concien-ciarnos de las especies (aparte de nosotros) que habitan nuestro planeta, para protegerlas y fomentar su existencia a nuestro alrededor. En estos lugares se llega a permitir que los humanos tengamos contacto con los animales, lo que puede llevar a que sintamos mayor empatía hacia ellos. Otro de los argumentos es que hay animales heridos o enfermos que no podrían llevar una vida normal fuera de estos emplazamientos, ya que podrían ser camada o presa para otras especies o podrían transmitir enfermedades. La actividad humana también ha causado que algunos animales sólo puedan sobrevivir en ecosistemas artificiales, para poder evitar que se extingan y en muchos casos favorecer su reproducción.

Razones para negarse a ir al zoológicoLos zoológicos son lugares de retención animal. La mayoría de las especies

son adquiridas en el mercado negro donde los cazadores separan a las crías de sus madres a muy temprana edad. Los animales, en estas instalaciones no pueden llevar una vida normal, privados de los grandes espacios en los que residen en su vida silvestre, faltos de ejercicio, se ven convertidos en seres aburridos y normalmente obesos. La vida en los zoológicos afecta severamen-te a la condición mental de los animales, a los que sus pequeños lugares de

87

residencia artificiales llegan a agobiar, sin contar además con los visitantes de los zoológicos a los que no están acostumbrados los animales. Otros zoos intentan una reproducción de las especies que, en algunos casos se realiza entre miembros cercanos (hermano-hermana), lo que llega a provocar enfer-medades genéticas.

Los animales salvajes no son mascotas, por lo que en algunos espectáculos realizados en los zoológicos, suelen ocurrir accidentes que acaban con la vida de las personas (el caso de la orca Tilikum, que ahogó a su entrenadora).

Muchos de los residentes del zoo son animales carnívoros a los que se les da de comer pedazos de carne sueltos (que no pueden cazar).

Muchas de las crías nacidas allí son separadas de sus madres, criándose de manera artificial y muchas de ellas siendo educadas para convivir con huma-nos, lo que corrompe su naturaleza.

3. Siempre me han gustado los animales y me encantaba de pequeña ir al zoológico. Ahora en la actualidad, lo veo como una buena forma de ayudar a los animales enfermos o heridos, además de que favorece nuestra educación a favor del cuidado del medio ambiente, ya que incita al conoci-miento y a la protección de especies, tanto autóctonas como no. Nos ayuda a conocer nuestro mundo y los seres que habitan en él. Pero conforme fui creciendo vi las ataduras a las que estaban sometidas estos animales. Lo que tenían no era una vida, o por lo menos no era una vida plena, que es lo que nos merecemos todos los seres vivos. Ahora también veo a los zoológicos como una muestra de la ignorancia humana, demuestran que nos creemos capaces de dominar a cualquier raza que comparta nuestro mundo y nos avergüenza demostrarlo.

Los valores para la opción de ir quizás serían el conocimiento y la curio-sidad.

Los valores para no ir serían la empatía, la justicia y el deber.

4. Yo sinceramente no habría ido al zoológico. No voy a ir al zoológico porque no creo correcto pagar por ir a ver una crueldad en toda regla. Yo me considero una persona responsable y con criterio que sabe diferenciar entre los que está bien y lo que está mal. La esclavitud y humillación a la que están sometidos esos animales es otra prueba más de la ignorancia humana. Me

88

parece fatal que en pleno sigo XXI se siga fomentando en los colegios la visita a estos centros. Se puede observar la naturaleza en lugares que no han sido manipulados por el hombre, dónde los animales vagan en libertad, viviendo vidas y en entornos para los que están hechos.

En los zoológicos se permite el contacto con los animales (sobre todo crías) que no están acostumbrados a nuestro olor y llevarlo consigo puede provo-carles rechazo por parte de su manada, pareja, madre, etc.

Estos lugares también se excusan diciendo que los animales que tienen podrían estar en peligro en libertad porque están heridos o enfermos, pero cuando los que no presentan lesiones permanentes se curan, no son devueltos a su ecosistema.

Nadie quiere vivir preso, lejos de su hogar o su familia, por lo que debemos concienciarnos, como especie con intelecto superior en que nuestro deber es cuidar del medio y protegerlo.

Nosotros mismos creamos los derechos de los animales con buenas in-tenciones, pero parece que el dinero que mueven estas empresas es más im-portante que una vida animal. Por eso yo me niego a asistir, defendiendo un declaración de derechos que pocos recuerdan.

Debemos educar a las futuras generaciones para que en un futuro sólo se permitan los centros de reintroducción animal (que son los que benefician la fauna) porque cuando sea mayor quiero estar orgullosa de mí, sabiendo que he defendido una causa justa que beneficia a todos los animales.

Diana

89

Claudia Díaz Flores

IES Satafi. Getafe. Madrid

1. Los alumnos podrían colaborar con el propósito de sus dos compañeros proponiéndole a la profesora la opción de estudiar los animales de otra ma-nera, hoy en día hay muchas otras alternativas.

- Los alumnos podrían darles la espalda a Carlos y Luisa, no tienen por qué estar de acuerdo y están en su derecho a querer estudiar profundamente y en primera persona no por fuentes externas.

- Carlos y Luisa podrían cambiar de opinión y querer ir pero no para ver sus espectáculos y divertirse con sus compañeros, sino para intentar conven-cer a su profesora del daño que estos lugares pueden llegar a causar.

- Por otra parte, aún siendo niños, que no tienen muchos apoyos porque lamentablemente mucha gente no nos toma en serio, no perderían nada por tratar de hablar con los dueños del colegio para que, aunque no consigan plenamente lo que quieren, no les traten con violencia o le fuercen.

- Como última opción podrían intentar recoger firmas o contactar con asociaciones que colaboran con la protección animal para que la cosa llegase a un punto más serio y se elaboren leyes que impidan ciertos extremos.

2. Yo me negaría a ir al zoológico, estoy absolutamente de acuerdo con la decisión tomada por Carlos y Luisa. Los zoológicos, aunque parezcan in-ofensivos, un mero lugar al que llevar a tus hijos a pasar el día, son una de los principales lugares en que los derechos de los animales son olvidados por completo. Estoy en desacuerdo con todo tipo de celebración en la que el animal sufra; una cosa es que los necesitemos para alimentarnos, aunque también hay alternativas como la vida vegetariana, y otra muy diferente es maltratarlos física y psicológicamente con fin lúdico.

No porque sepamos hacer determinadas actividades que ellos no logren tenemos derecho los humanos a hacer con ellos todo cuanto queramos.

Al asistir a ese tipo de lugares, aunque pensemos que no, estamos fomen-tando el maltrato ya que se mueve una gran cantidad de dinero y todo el mundo sabe lo codiciosos que podemos llegar a ser. Incluso nosotros mismos somos muy egoístas cuando hay dinero de por medio, entonces ¿hasta qué

90

punto puede llegar la gente a perjudicar a otro ser vivo por nuestras costum-bres tan materialistas?

Sinceramente me parece vergonzoso que haya gente que apoye las corridas taurinas en las que se tortura al animal hasta que ya no puede más o los circos en los que hacen pasar a las pobres criaturas por aros de fuego.

La gente aplaude cuando un animal como el elefante que puede llegar a pesar toneladas se mantiene sobre dos patas o incluso una. ¿De verdad merece la pena todo el tramo por el que pasa el animal para que nosotros nos riamos un rato? Yo creo que no.

3. Me gustaría pensar que mucha de la gente que acude a los zoológicos es con el fin de aprender, ese es el único motivo al que le encuentro algo de sentido, con el que de alguna manera lo podríamos justificar.

La curiosidad muchas veces nos impulsa a hacer determinadas cosas poco éticas.

Valores que yo atribuiría a no acudir a estos lugares son el respeto por ejemplo, que para mí es el más importante y fundamental de todos. Humi-llamos a los animales y parece no importarnos.

También la capacidad de ponernos en la piel del otro, el reconocer que lo pasan muy mal y que seguro que no nos haría ninguna gracia estar en su lugar es un gran paso.

La humildad, ya que no debemos hacer este tipo de acciones solo por llevarnos mérito sino porque de verdad no soportamos esta situación y de-cidimos activar aunque sea con pequeños gestos como el de Luisa y Carlos.

4. En mi opinión, el maltrato animal es una de las peores cosas que el hombre puede hacer.

Estamos acabando con la vida de muchos animales que seguramente en muchas ocasiones nos hubieran salvado a nosotros.

Sabemos que muchas de estas criaturas nos proporcionan sustancias medi-cinales como el cerdo, una animal que además nos brinda alimento. Muchos animales aportan abrigo, como las ovejas y otros, simplemente compañía como el perro.

Se dice que este último es el mejor amigo del hombre, entonces ¿por qué a estas alturas todavía se pueden observar imágenes en redes sociales de gente

91

violando los derechos de los animales?No somos conscientes de lo rudimentarios que somos, del daño que nos

estamos haciendo a nosotros mismos y que algún día nos devolverá la vida, ya que en algún momento no muy lejano acabaremos con muchas especies animales.

«Hasta que no dejemos de maltratar seres vivos no dejaremos de ser salva-jes» dijo una vez Thomas Edison y tenía toda la razón del mundo.

Muchas veces damos importancia a cosas banales y hacemos por no ver las que son vitales. Intentamos mirar a otro lado, pensando que si no sabemos nada de él, dejará de existir y lo único que conseguimos haciendo eso es agra-varlo aún más.

Todo el mundo aporta su opinión sobre el tema, la mayoría suele estar en contra ya que «está bien visto» cuando en verdad no les importa absolu-tamente nada, ya que al decir esas palabras sin significado alguno doblan la esquina y se meten en un circo.

Yo no pido a la gente que colabore con ONGs o cualquier asociación para frenar esto, pero si todos aportamos pequeños detalles como el de Carlos y Luisa al final conseguiremos algo grande. Y solo vemos que queda muy bonito el espectáculo pero ¿nos paramos a pensar en lo que hay detrás del telón? En los millones de veces que ese pobre mono ha sido castigado por alguna torpeza por no hablar del mayor mal que le han podido hacer que es sacarle de su hábitat?

A lo mejor ese mono acaba de tener crías a las que ya no podrá cuidar y tendrán que luchar por sobrevivir sin el cariño y la protección de su padre o madre.

Simplemente no pensamos en que A LO MEJOR no le hace mucha ilu-sión vivir apartado de la maravillosa vida que, antes de que la destruyésemos nosotros, tenía. Es una cuestión de principios el opinar como Luisa y Carlos y decidir no ir al zoológico, teniendo el valor de enfrentarse a su profesora, al resto de la clase y a quien haga falta. Me parece fatal por parte de la monitora el defender que esos principios les perjudiquen. Y es que está demostrado científicamente que somos muy similares a algunas especies animales, que las estructuras que nos diferencian de ellos como el córtex cerebral no tiene nada que ver con el padecimiento del dolor y aun así mucha gente sigue pensando que los animales no lo pasan mal o por lo menos no tanto como nosotros.

Hacemos con ellos todo cuanto queremos: experimentamos, los amaes-

92

tramos, etc. La gente que piensa que un animal no tiene derechos está muy equivocada y eso es considerado espejismo, un pensamiento que por desgra-cia se aprecia mucho hoy en día.

Ojalá algún día nos demos cuenta de que estamos tirando piedras contra nuestro propio tejado pero deseo aún más que, cuando nos demos cuenta no sea demasiado tarde.

Quitemos el telón y que se acabe la función.

Mesa Dorada

93

Lucía Fullana García

IES Cañada Real. Galapagar. Madrid

OPCIONES

a) Negarse a la visita al zoológico.b) Negarse a la visita al zoológico y organizar campañas para prohibir la

construcción de estos centros.c) Ir a la visita al zoológico.d) Ir a la visita al zoológico y organizar campañas para mejorar las condi-

ciones en las que se encuentran los animales que viven allí.a) Negarse a la visita al zoológico. Los animales que viven en los zoológicos,

se encuentran fuera de su hábitat natural y no solo eso, sino que se encuen-tran encerrados en espacios mucho más pequeños a los que se encontrarían estando en libertad y, todo esto solamente para el disfrute del ser humano. Por otro lado no ir a visitar el zoológico no ayudaría a los animales, no todo l mundo visita zoológicos y estos siguen existiendo.

b) Negarse a ir a visitar el zoológico y organizar campañas para prohibir la construcción de estos centros. En muchos de estos centros los animales están siendo maltratados (Ej.: en los espectáculos de delfines, éstos han sido golpeados para que obedezcan al entrenador). Prohibir la existencia de estos centros provocaría la liberación de un montón de animales que están siendo maltratados y que vivirían mucho mejor en libertad. Sin embargo, los zoo-lógicos sirven en muchos casos, para preservar especies en extinción que de otro modo desaparecerían, además de que provocaría que mucha gente se quedara sin trabajo.

c) Ir a la visita del zoológico. Estos centros, no sólo sirven para preservar mu-chas especies, sino que también sirven para que la gente aprenda sobre nuestro planeta y la gente que vive en él. Sin embrago, mis compañeros y otras personas que están en contra de la existencia de estos centros, podrían enfadarse y volver-se en contra de la gente que no piensa en el bien de los animales.

d) Ir a la vista del zoológico y organizar campañas para mejorar las con-diciones en las que se encuentran los animales que viven allí. Estos centros no solo preservan especies y ayuda a que la gente aprenda sobre ellos, sino

94

que constituyen un gran factor económico para los países, ya que multitud de gente van a visitar los zoológicos cada año. Por otro lado, aunque los ani-males no estén siendo maltratados, si están siendo sometidos a estrés, por la cantidad de gente que los mira todos los días, los animales se ponen nerviosos y esto les puede perjudicar mucho, (muchas veces, cuando los animales se estresan, dejan de comer y de reproducirse). Mejorar las condiciones en las que viven (ej. que se encuentren en espacios más amplios), ayudaría a que los animales se encontraran mejor, pero siempre cabe la posibilidad de que la gente no cumpla las normativas impuestas para mejorar las condiciones de estos animales.

VALORES MORALES

Si me niego a ir al zoológico le estaría dando mucha importancia a la vida de los animales y a su derecho a vivir en libertas, sin embargo estaría respe-tando la opinión de cada persona al no obligar a nadie a no ir al zoológico, por ello el valor moral más importante para mí sería la libre elección de cada uno. Si escojo esta opción estoy haciendo lo que yo creo correcto y esto hace que me sienta bien conmigo mismo y no estoy obligando a nadie a hacer lo mismo que yo, pero nadie me asegura que haciendo esto, las condiciones de los animales de los zoológicos vayan a cambiar.

Si decido no ir al zoológico y, además, organizar campañas para prohibir estos centros, estoy poniendo, por encima de todo la vida de los animales y sería el valor moral que más me importaría. Por el contrario, el valor moral al que menos importancia le daría sería la libre elección de cada persona pues no les dejaría elegir si quieren ir al zoológico o no, sino que, simplemente, los prohibiría. Esta opción asegura el bienestar de los animales pero puede provocar el malestar de mucha gente, porque se quedaría sin trabajo y los ani-males podrían llegar a extinguirse por la caza furtiva, el cambio climático,...

Si decido ir a la visita del zoológico, las condiciones de los animales no ten-drían ningún valor para mí. Sin embargo, le estaría dando mucha importan-cia a mi educación, pues esto me ayudaría a aprender cosas sobre los animales y el planeta. Esta opción me ayuda a sentirme bien pues contribuyo a mi propia educación pero los animales seguirían sufriendo y eso me provocaría malestar. Si escojo la última opción, ir al zoológico pero organizar campañas

95

y mejorar las condiciones en las que se encuentran estos animales, estaría teniendo en mente dos valores muy importantes para mí, mi educación y el bienestar de los animales, además, también le estaría dando mucha impor-tancia a la opinión de la gente porque no impido que vayan a los zoológicos. Sin embargo, siempre cabe la posibilidad de que estas campañas no lleguen a nada o de que, en caso de que se hagan nuevas leyes, la gente no las cumpla.

SOLUCIÓN

La opción que yo escogería sería ir al zoológico y organizar campañas para mejorar las condiciones en las que viven estos animales. Los zoológicos son de mucha ayuda en la educación ya que los animales viven por todo el mun-do y no siempre se tiene la opción de viajar para ir a verlos. Además, son un gran apoyo en la economía de los países, por la cantidad de gente que van a los zoológicos. Sin embargo, esto provoca que los animales que viven allí se estresen y se pongan nerviosos por la cantidad de gente que va a verlos y esto puede perjudicarles severamente. Por otro lado, en muchos zoológicos, los animales están siendo maltratados para que lleven a cabo las órdenes de sus entrenadores sólo para el disfrute de los seres humanos. Esto no solo les perjudica a ellos, sino que puede llegar a perjudicar a los entrenadores, ya que los anímeles pueden volverse contra ellos y causarles daños muy severos. Sin embargo la prohibición de los centros provocaría que mucha gente se queda-ra en paro. Es cierto que los animales volverían a sus hábitats naturales, pero podrían llegar a extinguirse por el cambio climático, la caza, la destrucción de su hábitat,... Para prevenir esto existen muchas reservas naturales en la que los animales viven en espacios mucho más grandes y en un ecosistema natural.

Al organizar campañas para mejorar las condiciones de estos animales, se podría llegar a conseguir la prohibición de espectáculos con animales para evitar que sean maltratados. Además la aprobación de nuevas leyes que regu-len el espacio mínimo que debe tener cada animal cuando se encuentren en los zoológicos. Sin embargo, para ampliar los zoológicos se necesita mucho dinero, por lo que habría algún propietario que no podría permitírselo y cerrarían su centro. Esta situación se podría evitar si los gobiernos diesen subvenciones a los dueños de los zoológicos, para que pudieran ampliar sus recintos. Los zoológicos se asemejarían más a reservas naturales, algo más

96

pequeñas, en las que se podrían ver todos los animales del mundo. Aunque para prevenir que los animales pudieran estresarse o ponerse nerviosos, habría que disminuir el número de visitas por día, lo que provocaría que los zooló-gicos ganasen menos dinero y la economía de los países descendería. Por otro lado, en espacios tan grandes se haría difícil vigilar la zona y siempre podrían existir cazadores furtivos que habría que eliminar concienciando a la gente o aplicando sanciones más duras a los que cacen animales para disuadir a otras personas de hacer lo mismo.

Pianoblanco

97

Paula García García

IES Satafi. Getafe. Madrid

1. Enumeración de las soluciones posibles.Analizando este dilema veo diversas soluciones, por supuesto cada una

con su identidad moral diferente. Las dos que originalmente se plantan a mi parecer las más «radicales», no ir al zoológico y tener una calificación deficiente, o ir al zoológico (ya sea porque no compartes la opinión de los compañeros que se abstienen o porque temes a las amenazas); pedir una reclamación al centro educativo con solemnidad y respeto, alegando que la visita no puede resultar de agrado a todos y que se respete la ideología de cada persona; podríamos, también disentir con la profesora porque es una docente racional que cree en la libertad de pensamiento frente a una actividad extraescolar que no privará de conocimientos básicos a sus alumnos; proponer otra excursión que sea adecuada para todos, pese a nuestros pensamientos distanciados con nuestra profesora realizar el tra-bajo propuesto y pedirle que se pueda hacer una exposición del trabajo que vamos a hacer argumentando que los zoológicos son instituciones inmorales.

2. Argumentación a favor de cada una de las opciones propuestasAcudir a la actividad extraescolarPuede que ira al zoo sea una gran experiencia para fraternizar con mis

compañeros y tener un día agradable que se salga de la rutina, aunque sea una actividad cotidiana.

Puedo hacerme una idea si voy de cómo son esos animales salvajes que no podría ver si no fuera de esta manera.

Muchas veces los zoológicos son los hogares de animales que están en pe-ligro de extinción y son los encargados de preservar y cuidar estas especies.

Los zoológicos aportan alimento y un hábitat lo más asemejado que se puede al suyo original

No tienen que compartir nicho ecológico con muchas especies, lo que les hace la vida más cómoda.

Les protege de los cazadores furtivos y están vigilados de manera sanitaria

98

Algunos animales ya nacen en cautividad y no podrían sobrevivir en su medio natural

Los zoológicos son una tradición antigua.Argumentos a favor de no ir al zooLos zoológicos son instituciones, si se me permite la expresión, «con ánimo

de lucro; pertenecen a empresas que no son transparentes y a personas que les importa poco el trato que se dé a los animales.

Estas instituciones insinúan que la posibilidad de que un ser vivo pueda ser poseído como si fuera un material.

Los recintos están limitados y se priva de libertad a estos animales que no tienen opción alguna.

A veces los empleados no se encuentran cualificados, como en los zoos de Tailandia y otros países de Oriente, cuando se muere un animal puede ser repuesto rápidamente por otro y nadie va a adquirir responsabilidad ni cargos por ello.

Puede ser un mal ejemplo para una sociedad en la que se crece acudiendo a estos parques a los que se podría denominar como temáticos, en los que por el único hecho de estar encerrado en una jaula resultas una atracción.

¿Quién decide qué animales son aptos para vivir una vida en cautividad? ¿Cuál de ellos se lo merece más? Probablemente suene hasta absurdo.

A animales como los delfines se les obliga a entretener durante horas solo para que ejecuten actividades que para ellos son innecesarias: aplaudir con las aletas, saltar a través de un aro colocado a cierta altura… Que sí, que es verdad, que son graciosos, bueno, que nos resultan graciosos, pero ¿con qué fin? Son atracciones.

A veces son los propios cazadores furtivos los que son los encargados de traer los animales al zoo. Son instituciones que llegan a ser corruptas en los estados que desgraciadamente son más débiles y no pueden regularlo.

3. Análisis del problemaEl problema no es solo el mero hecho de ir o no ir, es apreciar nuestra

moralidad, porque evidentemente existe la posibilidad de adquirir una nota deficiente como se ha advertido, ya que debe ser una actividad obligatoria, que puede traernos problemas variopintos en el ámbito hogareño y en el escolar.

99

Pero, ¿podemos vivir con una conciencia «sucia»? ¿Debemos defender nuestra libertad de pensamiento? Aunque se trate de un superior, ¿debemos desobedecer? Claro, cada uno contestaría a estas preguntas de manera dife-rente, según sus valores.

Tenemos que saber lo valioso que es para nosotros ser una persona íntegra y veraz, frente a una persona obediente. No es una discusión fácil porque es defender si el hombre se hace a sí mismo o el hombre nace ya hecho.

Dicho esto, para mí los valores más importantes, y por supuesto en los que se basa la solución, son la responsabilidad del ser humano hacia los más débiles, el respeto a la dignidad y a la libertad y alego también a la paz entre especies; a partir de aquí me baso en la empatía

4. SoluciónPara mí no existe otra solución que la de no ir al zoológico, pues yo soy así

y así valoro mi moralidad. No puedo ser parte del juego del que reniego y por eso quiero predicar con el ejemplo.

Para argumentar debo decir que puede que intente ser persuasiva, aun-que por encima de todo respeto todas las opiniones. Aquí empieza mi crítica.

Los seres humanos, los autodenominados «superiores» que por si fuere poco el poder que los mismos se otorgan, no aceptan ninguna responsabi-lidad directamente legítima. Si, esos seres humanos que no tienen nada de neófitos en este mundo, que destruyen lo habido y por haber, no le basta con nada y nada les sacia; los humanos que lo transforman todo en un circo, o en un zoológico que no necesitan argumentos para hacer daño.

Yo, que soy parte de ese grupo, de esa especie entre especies que tienen un conocimiento del mundo que les llevaría a cualquier parte y de una concien-cia necesaria y que muchas veces no tenemos, yo pido un poco de reflexión. Todo sabemos de esa frase de un famoso filósofo, «sólo sé que no sé nada», se puede hacer tan válida en estos momentos, pues parece que cuanto más sabemos no nos queda más que saber, o mucho mejor, puede que cuanto más sepamos más queramos ignorar. Queremos ignorar los avances científicos so-bre todo los que demuestran el dolor que podemos ejercer en una especie, ahora que sabemos que su sistema nervioso, de que conviven y que sufren y que a pesar de todo nos quieren. Tal vez divismos todavía todo en blanco y

100

negro y no somos perros.Es tan patético que no seamos capaces de usar esos conocimientos, que

caigamos en la mismísima avaricia antes que en la empatía. Que seamos tan miserables como para ser parásitos de todo ecosistema, sus depredadores sin piedad. Les negamos todo y solo les quedaba la libertad, esa palabra tan bo-nita que solo la podemos usar si la reivindicamos porque no existe. Debería ser un derecho por el simple hecho de nacer en la Tierra, por el único hecho de ser vivos.

Par qué buscamos vida inteligente en otros planetas, ¿para ponerla a nues-tro nombre? Seguro que inventaban un nuevo impuesto, así somos; de los que no se lamentan antes de matar a una especia o de privarla de su libertad, pero llorar después; es más fácil clavar la daga y luego llorar desconsolados.

¿Los zoológicos? Un mero pasatiempo en el que enseñamos nuestro poder, en el que los valores y la moral se olvidan a favor del lucro. ¿Los zoológicos? Claro ejemplo de occidentalización del tipo más descabellado. ¡Lleven a sus hijos al zoo, al circo y, ¿por qué no? ¡A una prisión! ¡Quiten la decencia, en-séñenle al universo lo que realmente somos!

Lo queremos todo… y no sé si merecemos algo. ¿Quién puede poseer una vida? ¿Somos acaso dioses?

Pensemos

Libertad de expresión

101

María García González

IES Diego Velázquez. Torrelodones. Madrid

1. Este dilema nos presenta dos claras opciones, ir al zoológico o no ir, pero si se analiza desde otro punto de vista, se pueden ver otras soluciones alterna-tivas, como, por ejemplo: no ir al zoológico, pero hacer el trabajo que pide la profesora; de esta forma no traiciones tus ideales, pero a la vez cumples parte de las exigencias de la profesora manteniéndote en un estado neutral. Otra solución podría ser, en vez de cerrarte en banda y negarte a ir, buscar solucio-nes extra, por ejemplo, una opción sería ir al Museo de Ciencias Naturales; de esta forma puedes mantener el trabajo de la profesora de que cada uno hable de un animal, porque es el lugar ideal para recabar información. La última opción, la más arriesgada, sería acudir, por lo tanto estarías cumpliendo las exigencias de la profesora, pero aprovechas que está ahí para realizar tu pro-testa y de esta forma tendría un impacto mayor; el problema de esta opción es que acarrea muchas consecuencias negativas, resulta utópica ya que es casi imposible que te permitan realizar tu protesta.

2. Una vez analizadas las distintas opciones, podemos pasar a ver los argu-mentos a favor de cada una de ellas. Los argumentos a favor de ir son: el pri-mero que cumples con tu deber como alumno, ya que estás acudiendo a una excursión obligatoria que está ligada a la realización de un posterior trabajo. Lo que nos lleva a la siguiente razón: al ir puedes realizar el posterior trabajo, lo que afecta directamente a tu nota, por lo tanto, la beneficias.

Otro argumento podría ser que, a pesar de que estás en contra, indirecta-mente esta excursión supone una obtención de conocimientos, ya que estás observando animales, como leones, koalas, gorilas…, que puede que nunca veas en persona.

Los argumentos a favor de no ir son: el primero y el más obvio que, si crees en ello, estarías siguiendo tus ideales, que a fin de cuentas es d las pocas cosas que poseemos que sean completamente nuestras; por lo tanto, tenemos el de-ber de preservarlos. Otro argumento, muy relacionado con el anterior, sería el hecho de que estarías apoyando a tus compañeros, los cuales comparten tus ideales y apoyan tu misma causa.

102

3) Hay dos claros valores morales afectados en este dilema, con una carac-terística, si se apoya uno, difícilmente se puede conseguir apoyar el otro. En el primer valor entraría en juego tu responsabilidad como alumno, ya que es tu deber seguir las exigencias de tu profesor y en este caso han quedado muy claras; por lo tanto, evadirlas resulta una tarea compleja. Este valor moral en-tra en conflicto con el segundo, el que tiene que ver con el cumplimiento de tus ideales, una de las pocas cosas que te pertenecen hasta el final de tu vida y la única que tienes la obligación de preservar, ya que si sigues el camino por el que te llevan tus ideales, incumples las claras exigencias de tu profesora, situación que ambos valores puedan ir de la mano.

4) Tras haber expuesto todos los puntos, paso a dar mi solución. Yo per-sonalmente también estoy en desacuerdo con los zoológicos, pero n por la misma razón que Luisa y Carlos, ya que no pienso que se les trata inadecua-damente a los animales; estos tienen resueltas todas sus necesidades. Es cierto que los hábitats están mal adecuados, pero cabe deducir que al reproducir algo, como se reproduce el hábitat, es difícil que quede completamente logra-do. En lo que yo estoy en desacuerdo es en el zoológico como lugar para ver animales, ya que veo cruel que tengamos que usar animales, no en las mejores condiciones, para nuestro goce y disfrute; bien es cierto que educan a la po-blación ya que se observan animales que no se verían en otras circunstancias, pero creo que en el mundo actual de la tecnología no resulta tan necesario.

Sin embargo no pretendo su abolición ya que creo que su labor es impor-tante, al encargarles de cuidar a los animales requisados en el tráfico de estos y por preservar animales en peligro de extinción. Pero creo que deberían cambiar su forma de financiación y en vez de hacerlo con el entretenimiento a costa de unos animales, los cuales, a pesar de darles la mejor vida teniendo en cuenta sus circunstancias y que no pueden volver a la naturaleza, no viven la mejor de las experiencias. Podría hacerse como en las ONG, con subven-ciones y ayudas, y de esta forma evitar la cruel situación.

Por todo esto elijo la opción que propone cambiar el lugar de la excursión al museo de Ciencias Naturales, ya que lo veo una alternativa lógica y a pesar de no ser la de la profesora, es un camino viable al cual se puede llegar con el diálogo. Pero si está opción no funciona, me vería incapaz de ir al zoológico, a pesar de que fuese una actividad lúdica y no por entretenimiento, ya que aún

103

se sigue visitando por disfrute y por lo tanto no podría acudir a una institu-ción que lo permite. Sin embargo, continuaría haciendo el trabajo ya que no soy más que compañeros, incluyendo obviamente la argumentación de por qué no voy y si aun así sigo obteniendo una mala calificación, solo me queda resignarme y consolarme en que al menos he seguido mis ideales.

Rogelia

104

María López Carrizo

IES. San Isidro, Madrid

1. ENUMERACIÓN. Otra posible solución sería realizar el trabajo sobre las características del

animal sin la necesidad de ir al zoológico, ya que se pueden documentar a través de otros medios didácticos como documentales, libros, enciclopedias, internet, ... De esta forma podrían tener al alcance mucha información y con eso bastaría para obtener una calificación positiva, de modo que ni los alum-nos tendrían que ir en contra de sus valores y voluntad y la profesora tendría que suspenderles. Otra opción sería debatir y argumentar con sus alumnos para poder comprender su posición y, de esta forma suspender la actividad reemplazándola por cualquier otra en la que nadie tenga que sentirse inco-modo ni traicionando sus valores al realizarla.

2. ARGUMENTACIÓN. Ir sería lo más adecuado para poder obtener una buena calificación, de

forma que no suspendas por no haber podido realizar la actividad. Además, acudiendo al zoológico, se pueden observar las diferentes formas de vida de los animales en vivo, ver cómo actúan, cómo reaccionan entre ellos, como conviven... Teniendo la oportunidad de verlos de cerca; de esta forma, se pueden aprender muchas cosas sobre ellos que quizá para otros medios sean insignificantes, pero a ti te interesen y te llamen la atención. Acudir a la actividad con un fin didáctico pensando sobre todo, en los conocimientos que podrás adquirir. También se debe tener en cuenta que los animales de los zoológicos están condicionados para vivir ahí, ya que llevan una forma de vida con la que si se les pusiera en libertad, no sobrevivirían. Además, se les presta una atención de modo que no tendrían ningún tipo de problema de salud o alimentación, ya que se les proporciona lo necesario para que vivan en buenas condiciones.

Por otra parte, la asignatura se podría aprobar de otro modo, como rea-lizando otra actividad u otro trabajo con el cual no sea necesario acudir, o teniendo calificaciones positivas en las demás actividades. Además se puede aprender y adquirir los mismos conocimientos sin verlos tan cerca, ya que si

105

aprendes a manejarte con otros medios, puedes obtener toda la información que quieras. También hay que tener en cuenta que los animales no se encuen-tran en su hábitat por lo que pueden tener diferentes comportamientos que no sean los propios de su especie, y por ello, pueden sentirse agobiados con la necesidad de salir de ahí, ya que aparte de estar aislados, están sufriendo un maltrato psicológico al estar condicionados a estar ahí, sin sus condicio-nes de vida ni su clima. Lo mejor para evitar eso habría sido no comenzarlo, de forma que no estarían habituados a ello y podrían vivir en su hábitat sin ningún tipo de problema.

3. ANÁLISIS.Tendría dudas a la hora de decidir si lo mejor para ellos es ser puestos en

libertad ya que ahí entra en juego darle más valor a su vida, sabiendo que es posible que muera o darle más valor a la libertad de la especie, sabiendo que al conseguir eso, no se verían más en la misma situación. El valor de la empatía con los animales, pidiendo que se cierren los zoológicos y de la igualdad entre todos los seres vivos, y el valor didáctico al pensar que es mejor que existan, porque de esa forma se les puede estudiar y ayudar.

4. SOLUCIÓN.Yo no acudiría al zoológico ya que los animales están menos valorados que

los humanos y me parece injusta la situación en que se encuentran.Hay que cambiar las condiciones en las que se encuentran, empatizando

más con los animales y, para empezar, hay que comenzar a dejar de promover sitios como los zoológicos, ya que lo mínimo sería no ir y concienciarse de su situación, además de poder actuar de otras formas como ser vegano de forma que no habría explotación animal para poder satisfacer el deseo de un planeta sobrepoblado por comer excesiva carne, sin pensar en que esa demanda pue-de ser excesiva y que hay animales en muy malas condiciones que no viven en libertad y tomar productos antinaturales para un crecimiento acelerado, como no comprar productos textiles animales y comprando la vestimenta sintética, como luchar por el cierre de todos los recintos similares a zoológi-cos, que defiendan tener encerrados a animales.

Se debe tener en cuenta y pensar que,, aunque estén protegidos y estén bien alimentados, no dejan de estar encerrados sin poder hacer todo lo que

106

deseen, solo para el estudio y el entretenimiento de los humanos. Todo esto les perjudica tanto física como psicológicamente ya que las condiciones y el clima con el que viven no es el adecuado para todas las especies, por lo que es imposible tener a todos en buenas condiciones y, es una crueldad privarles de la libertad que todos deberíamos tener y, sobre todo, porque un clima con excesiva humedad o demasiada temperatura puede dañarles tanto la piel como el organismo.

Al poner en libertad ciertos animales que han sido encerrados en un zoo-lógico, y por ello están acostumbrados a vivir alejados del peligro que podría suponer vivir en cautividad, se defienden sus derechos, en los cuales se inclu-ye la libertad y, aunque quizá se ponga en peligro la vida de dicho animal, se podría conseguir la libertad de las próximas generaciones de todas las espe-cies y mentalizar a la sociedad de lo que está pasando y de que están siendo cómplices, probablemente sin darse cuenta, al acudir a estos sitios y dándoles dinero para poder seguir con ello.

En mi opinión, para poder cambiar las cosas, hay que comenzar con los gestos mínimos y, en este caso, no ir al zoológico, sería uno de ellos, ya que hay que estar concienciados de que no es fácil cambiar las cosas y menos cuando una gran parte de la sociedad piensa lo contrario, pero cuando quie-res defender a los animales y tus valores te dicen que la población humana está actuando incorrectamente con ellos es necesario hacer ver tu opinión para intentar que gente que antes no lo ha visto así, lo reflexione y recapacite, y sobre todo, para poder lograr que los animales tengan los mismos derechos que los seres humanos, empezando por la libertad, para que puedan vivir en su hábitat y no encerrados y aislados.

Kvthe

107

Alba Mohedano Lozano

IES Ignacio Ellacuría. Alcalá de Henares. Madrid

1. En primer lugar, tenemos las dos opciones básicas de ir o no ir según tus pensamientos morales. A partir de ellos, hay más opciones. Si se está en contra de los métodos de crianza usados en los zoológicos, una opción puede ser no acudir a la visita propuesta por el centro y más tarde escoger un animal para estudiarlo y entregar el trabajo a la profesora sin tener este ninguna relación con el zoológico. La otra de las diversas opciones puede ser dada en el caso extremo de que el alumno no quiera tener nada que ver con el proyecto, este consiste en solicitar a la profesora realizar un trabajo totalmente ajeno a la actividad e incluso, durante otro periodo escolar. Esta última opción mostrará el respeto de la profesora al pensamiento moral del alumno.

2. Por una parte, ir a la excursión al zoológico sería algo beneficioso para las calificaciones del alumno. No causaría ningún problema a la persona en cuanto a su relación con la profesora, como podría ser el no acudir. Ir allí también supondría pasar un día fuera del ambiente escolar con tus compa-ñeros y una experiencia agradable, interesante y didáctica para aquellos a los que les interese la fauna. Todo esto sería moralmente correcto para una persona que no estuviese en contra de los zoológicos.

Por el contrario, como se cita en el dilema, hay personas totalmente en contra de estos lugares. Para ellos, no ir al zoológico sería moralmente co-rrecto. Al no visitarlo, contribuirían a la desaparición de estos centros y a la causa que une moralmente a organizaciones defensoras de animales en contra de los zoológicos.

Aparte de estas razones positivas para ambas opciones, cada una tie-ne sus partes negativas. Por ejemplo, ir a la excursión y organizarla supondría un gasto económico al instituto y a las familias, además de la pérdida de horario escolar a favor de una visita que podría hacerse extraescolarmente.

Algunas razones negativas de no acudir a la visita serían un enfrenta-miento con la profesora. Aunque es cierto que ella debería ser respetuosa

108

con las ideas de sus alumnos, el alumno pocas veces resultaría vencedor ya que el enfrentamiento supondría un posible empeoramiento de sus cali-ficaciones y una falta de respeto al tiempo empleado por la profesora en organizar la excursión.

Por encima de todo esto estaría la idea moral que se posea sobre nuestra relación con los animales.

3. Las dudas sobre acudir o no surgen de varias ideas. Una de las princi-pales ideas sería el propio beneficio. Según cada persona, los beneficios son diferentes y provienen de opciones diferentes. Los primeros son las propias calificaciones individuales, según hagan el trabajo o no. Otros beneficios son los beneficios morales de cada persona, como puede ser el sentimiento de haber ayudado a los animales o el refuerzo de las relaciones entre amigos con la misma moral.

Aun así, la máxima prioridad es la moral propia y la correcta que nos lleve a realizar el bien. Esta surge de la idea que se tenga sobre qué es lo co-rrecto a hacer respecto a los animales, como puede ser el plantearnos si los seres humanos tenemos derecho a decidir sobre la libertad de los animales o sobre cómo viven.

Por ello, los valores relacionados con ir al zoológico son la preocupación que pueda tener cada persona respecto a sus calificaciones y la relación con su profesora. En este caso, los valores serían los beneficios individuales para no sufrir las consecuencias más tarde.

Los valores aplicados a ir al zoológico serían los valores morales. En este caso, tendríamos que razonar si apoyar a la muestra de estos animales es lo correcto y si nos beneficiaría a nosotros y pasivamente a los animales.

4. Personalmente, creo que en el caso de que uno de mis compañeros me invitara a no ir a la excursión, la mejor opción, una vez que se me hubiera explicado lo negativo que supondría para los animales el acudir, sería hablar con la profesora y llegar a un acuerdo para que no ir a la visita no suponga una mala calificación. De este modo, haría un trabajo como ella indicase a cambio de no acudir. Esto no interferiría con la excursión y los compañeros que sí estuviesen interesados podrían disfrutar de la visita. Además, moral-mente haría lo que más correcto me parece y uniría más mi relación con

109

aquellos con los que estuviese de acuerdo.A pesar de todo, la profesora se podría negar a aceptar este acuerdo, lo

que supondría realizar un mayor esfuerzo. En este caso, la situación reque-riría hablar el problema con más personas que pudiesen ayudarme, como podría ser el director del instituto. En algún momento alguien sabría qué es lo verdaderamente correcto moralmente para el alumno y la profesora.

Además de todo ello, siempre tendría la idea de haber aportado una pequeña ayuda al problema planteado e incluso, como último recurso, po-dría apoyar a organizaciones que estuvieran en contra de la exposición de animales en zoológicos, acto que no debería depender del ser humano, pues somos incapaces de comprender que la naturaleza es perfecta en sí misma y que no debemos querer controlarla a nuestro antojo.

En conclusión, pienso que los animales tienen el mismo derecho que no-sotros a poder vivir libres en sus correspondientes hábitats y que la acción de una sola persona, aunque insuficiente, puede promover la acción para impedir injusticias como esta.

Casiopea

110

Natalia Montero Gálvez

IES Felipe II. Madrid

1. OTRAS OPCIONES.Como el dilema plantea, tenemos dos opciones: ir a la excursión o negar-

nos a participar en ella. También podemos hacer un trabajo sobres los anima-les y sus costumbres sin ir al zoológico, basándonos en libros, documentales, revistas, enciclopedias o páginas web. Podemos intentar hacer un campaña de concienciación sobre los zoológicos para nuestros compañeros de clase y una recogida de firmas; si todos nos segamos a ir, se suspenderá la excursión. Otra opción es hablar con la profesora para conseguir poder hacer algún otro trabajo alternativo sin ir a la actividad. Puedo negarme a visitar el zoológico y obtener una mala nota, aunque poniendo una reclamación contra la profe-sora o tratando de hablar con el Jefe de Estudios, para defender mi posición. Por último, hablar con la persona encargada de la actividad, en este caso la profesora sería una gran alternativa y, así intentar convencerla de que la salida sea para visitar sea para visitar un bosque o un lugar donde los animales se encuentren en plana libertad.

2. ARGUMENTOS.A favor de ir al zoológico:En caso de no ir a la actividad, recibiré una mala calificación. No quiero

suspender.El centro tiene unas normas y debo cumplirlas. Un de ellas es obedecer a

los profesores.La visita es interesante y aprendería muchas cosas nuevas.Tendré la oportunidad de divertirme, pasando un día con mis compañeros

y amigos.No quiero tener a la profesora en mi contra por no haberla obedecido.Hay zoológicos que proporcionan buenas condiciones a los animales que

habitan en ellos, por lo que no podemos juzgarlos sin conocer realmente la situación de cada uno.

En contra de ir al zoológico:Los animales no se encuentran en su entorno natural, por lo que probable-

111

mente no aprendamos cosas sobre como es sus comportamiento estando en libertad. Algunos, incluso están domesticados, por lo que habrían cambiado su forma de vida.

Debemos defender los derechos de los animales, tanto por principios como por las leyes que así lo exigen (derecho a la libertad).

Si vamos a la excursión, esteremos contribuyendo a que el zoológico siga estando abierto al público, algo que no querríamos, puesto que algunos de los animales sufren estrés, ansiedad o malos tratos.

La profesora no debe obligarnos, no estaría respetando mi libertad de ex-presión ni me dejaría actuar según mis principios.

No tiene sentido gastar y aportar dinero en un centro en el que estoy en contra.

3. ANALISIS.Hay varios principios que se contraponen como sería mi libertad de expre-

sión frente a la obediencia a un profesor. Además la ética me lleva a defender la libertad y las buenas condiciones de vida de los animales. Otra cuestión a tener en valor sería el miedo a obtener una mala calificación en la asignatu-ra. Por otra parte, puede que la profesora se vuelva en mi contra si cree que mis actos no están lo suficientemente justificados y toma este hecho como rebeldía contra su manera de enseñar. Pese a todo, para mí lo primordial es obtener una buena calificación en la asignatura de Ciencias Naturales.

4. SOLUCIÓN.Mi conciencia a favor de respetar los derechos de los animales, me impedi-

ría acudir a la excursión, pero en estos momentos, lo que más preocupación me causa, es la mala nota que obtendría al oponerme a la actividad. Respecto a la sociedad, la opinión pública no es homogénea porque hay numerosas personas que defenderían cada una de las dos posturas, Además, las asociacio-nes defensoras de los animales estarían en contra; en cambio los sectores dedi-cados a la investigación preferirían seguir teniendo operativos los zoológicos. También es importante reflexionar si acudiera con frecuencia, estaría colabo-rando a mantener abierto los zoos y, ¿ estaría orgullosa de la persona en la que me habría convertido ? Si todas las personas los visitaran continúame te, probablemente construirían más centros, lo que conllevaría al sufrimiento de

112

algunos animales. Algo sobre lo que es necesario pensar en nuestra creencia de ser la especie superior de todos los animales, que puede llegar a ser contradictorio, ya que no somos los más fuertes, ni los más veloces, etc. Lo único que nos diferencia es la capacidad de reflexionar, lo que guía hasta la conclusión de que tenemos la oportunidad de cambiar estas situaciones. Aún así, el argumento de más peso en mi conciencia es la necesidad de conseguir una nota positiva y alta en la asignatura. De todas formas, no hay constancia de que en todos los zoológicos los animales sufran por lo que, ¿ por qué juzgar sin conocer ? Otro de los argumentos de más valor es que yo sería hipócrita defendiendo la libertad de los animales mientras en otros aspectos no actúo para su protección y, contribuyo a un sufrimiento para ellos aún mayor, permitiendo su muerte al no ser vegetariana. Acudiría a la actividad, ya que son las normas del centro y de la profesora y, para mí, es menester evitar una mala calificación.

Limón

113

Aitana Nuñez Guzmán

IES Pedro Salinas. Madrid

1. - Ir a un parque protegido donde los animales viven de forma libre.- Hacer un viaje s un sitio con una fauna característica que viva allí en

libertad y estudiarlos durante un período de tiempo allí.

2. Ir al zoológico: - Se pasará un día con compañeros en el que se adquirirán conocimientos

que antes no se podían haber ni planteado.- Al ir en persona, se esté en contra o no de estos, se podrá ver si es verdad

que no se les trata bien o si es una exageración. No ir al zoológico:- Si los principios o ideales que se tienen están en contra de estos o de

la retención de animales, se obtendrá una gran autosatisfacción porque no estarás faltando a estos.

- Se estará dejando muy clara la postura tomada pues a pesar de que ha-bría consecuencias, se impone la determinación.

3. El conflicto surge en el momento en que se debe decidir si es bueno que los animales vivan encerrados (pero con gente cuidándolos), o si es mejor que vivan de manera libre. En este momento entran en juego diversos valores, algunos llegando a estar en conflicto, como la libertad y la protección. Si bien es cierto que para un animal la libertad es algo natural, en el momento en que tenga algún problema que le haga vivir una vida más difícil, si fuese libre es más importante la protección. Por otro lado, también se debe nombrar la jus-ticia, ya que por un lado no es justo que un animal viva encerrado, pero por otro, tampoco lo es que tenga una muerte precoz debido a un factor natural. El último valor es la empatía, el ponerse en lugar del animal y deducir si sería mejor una vida libre o una vida «sana».

4. Debo decir que no estoy a favor de que los animales vivan encerrados. Es algo que va contra la naturaleza. Si bien es verdad que nos puede apor-tar muchos conocimientos el hecho de tener un área con un conjunto de

114

animales que hagan vida en común, ya sea para ver cómo se relacionan o simplemente para ver cómo se adaptan al entorno (un entorno que no suele ser el suyo, pues lo que caracteriza a los zoológicos es eso, el tener gran diver-sidad de animales, de todos los países, países con distintos climas y distinta flora que la del país en el que esté el zoológico). Creo que sería mucho más productivo el estudiar a los animales en su propio hábitat, es decir, viajar al país del que provengan y allí cuando estén en libertad estudiarlos, pues es así como realmente se averiguaría su comportamiento y su forma de relacionar-se. Trasladándolo a un ejemplo de la vida real, no es igual tu comportamiento en casa ajena que en la tuya propia.

Por otro lado, tengo que decir también que a pesar de ser cierto que en los zoológicos hay veterinarios que pueden ayudar a los animales siempre que estén enfermos, no creo que se deba infravalorar la libertad por el cuidado o protec-ción en ningún momento. A lo largo de la historia los animales han vivido en libertad corriendo los mismos peligros que correrían en estos momentos, y no han desaparecido. De hecho, empezaron a desaparecer debido al factor huma-no. La caza furtiva es una de las principales causas de extinción de animales.

Es por ello que yo tomaría la decisión de no ir al zoológico, pero aun así, intentaría hablar con la profesora y proponer la idea de ir a un parque protegido, donde los animales viven el libertad pero aun así los cuidan y verifican que estén sanos y que no haya ningún tipo de problema, y donde, si por algún casual, hay algún tipo de problema, tras solucionarse, el animal vuelve a su vida en libertad dentro del parque. Si lo volvemos a trasladar a un ejemplo de lo cotidiano, tras sufrir alguna lesión grave o enfermar, tú vuelves a tu vida normal. Es cierto que los animales no son como las personas, pero únicamente nos diferenciamos en la capacidad de razonar, en todos los demás aspectos nos parecemos, hacemos vida social, es decir, nos relacionamos y, aún más importante, somos sensibles, tenemos sentimientos que ponemos de manifiesto tanto verbal (en nuestro caso únicamente) como de forma no verbal. Es por ello que creo que tenemos que recapacitar a la hora de decir que un animal vive «bien» en un zoológico si a nosotros no nos gusta estar encerrados, por muy bien cuidados que estemos. ¿Por qué a ellos sí habría de gustarles? Verdaderamente en un parque así tampoco estarían en completa libertad pues estos están delimitados, pero tendrían hectáreas para correr y además los animales estarían viviendo en su propio entorno, en su clima y

115

con la flora típica de ese sitio.Por último, y enfocándolo al punto de vista didáctico que tenía las excur-

sión en un principio, si se va a estudiar el hábitat de los animales o su com-portamiento, ¿No sería mejor hacerlo si los animales tienen las condiciones de vida adecuada para ellos?

Ella

116

Paula Pérez García

IES Sevilla la Nueva. Sevilla la Nueva. Madrid

¿Ir o no ir? Esa es la cuestión.Es un dilema muy interesante en el que se formulan varias preguntas. La

principal, ¿qué es o no es moral? Ante esta situación yo propondría dos so-luciones. Una de estas soluciones sería, a pesar de mis principios a favor de la libertad absoluta de los animales y su derecho a una vida completamente digna, ir al zoológico y realizar un documento en el que plasmaría aquellos motivos por los que un zoológico no es el lugar adecuado para que un animal pueda desarrollarse adecuadamente. Un estudio con pruebas y argumentos que conseguiría haciendo una visita a este lugar, anotando cada situación inadecuada, cada maltrato o cualquier error que pudiera presentarse durante mi visita. Sería una buena oportunidad para mostrar al mundo la verdad de la vida de los animales en el zoo, para plasmar mi opinión personal y, como motivo secundario, no tendría problemas con mi profesora ya que habría asistido a la actividad, haría el trabajo que ella me asignó y le adjuntaría el mío propio sobre las injusticias de los zoológicos.

Otra opción sería n ir a la actividad. No la consideraría éticamente correc-ta, por lo tanto, estaría en mi derecho de no asistir. Para compensar mi falta a la excursión haría una amplia redacción sobre mis motivos que me impi-dieron asistir, explicaría claramente mis argumentos y se lo entregaría a mi profesora. No me importaría que bajaran mis calificaciones ya que considero que el derecho a una vida digna que poseen todos los animales está por enci-ma de una mala nota en una asignatura. Se lo entregaría al director e incluso me contactaría con alguna organización a favor de la libertad de los animales. Un artículo periodístico. Una manifestación. Protestar.

A continuación, profundizaré un poco en cada opción¿Por qué iría a la actividad? Iría porque es más fácil luchar contra una

injusticia si la vives de cerca, iría para documentarme profundamente, para corregir mis errores, para tener unas bases consistentes. Sería una decisión madura ya que negarse a ir lo considero en cierto modo inmaduro y cobarde: las injusticias se tienen que afrontar de cara, siendo consciente en su pleni-tud. Además, yendo a la actividad podría darme cuenta de otros detalles que

117

hacen aún más inadecuado ese espacio para el desarrollo vital del animal y puede que sin ir, no me habría dado cuenta de su existencia. Por supuesto no tendría ningún problema con mi profesora: habría hecho el trabajo que ella pidió en un principio, habría asistido a la actividad y habría protestado contra la misma de una manera madura y con unas bases. Puede que en un principio se me presentara el dilema de no ir (respetando mis principios y protestando) o no ir (siendo hipócrita con mis principios). Pero habría dado completamente la vuelta a la situación y de una manera astuta habría con-seguido sacarle provecho a la actividad ya que hubiera respetado mi opinión inicial en contra de la actividad en los zoológicos de los animales y habría protestado contra ello. Justo, moral, aliente, inteligente y maduro.

Pero, ¿y el otro bando? ¿Por qué no iría? No iría porque considero que no pueden obligarme a hacer algo que no quiero. Creo que ir, iría en contra de mis principios. Y no puedo permitir algo así. Considero que la vida de un animal en un zoológico no es vida realmente. Muchas veces no reciben los tratos que deberían, no se desarrollan en un entorno adecuado bien alejados de su verdadero hábitat y, además, se abren las puertas al público para que todos pudieran la vida de un animal como si fuera un entretenimiento, como si las injusticias que sufren fueran algo normal, justo o moral, algo que debe-mos ver. ¿Debemos disfrutar del cautiverio de un ser vivo?, ¿de sus penurias?, ¿de su sufrimiento? La respuesta es no, nunca, y no podría permitirme for-mar parte de un espectáculo tan atroz. . Que mis calificaciones bajen es algo secundario, la vida de un ser vivo, como ya he dicho antes, está por encima de eso. . Haría un trabajo en el que expondría mis motivos, explicaría mis argumentos y, si a pesar de todo la profesora quisiera bajarme la nota, que así sea. Prefiero una conciencia tranquila que una nota alta. Sería una solución moral, respetuosa y justa.

Ahora, ¿y si un compañero me propusiera no ir, qué haría? Yo lo tengo muy claro: Iría. Ante las quejas y los buenos argumentos que probablemente me diera mi compañero, iría. Incluso le intentaría convencer, podríamos llegar a algo, hablando se entiende la gente. Asistiría a la actividad con una libreta en la que apuntaría las injusticias que pudiera detectar. Apuntaría detalles del zoológico, entrevistaría a cuidadores, a guías, a visitantes… Acumularía todo tipo de información que después usaría para elaborar un trabajo en contra de los zoológicos con entrevistas, fotos y datos que habría obtenido de mi

118

visita y que no habría podido obtener si no hubiera ido. También realizaría el trabajo de analizar la vida de un animal, sus costumbres y característica que mandó la profesora de ciencias naturales, ya que así podría comparar la vida del animal en su hábitat natural con la vida de este ser vivo en las condicio-nes que ofrece el zoológico. Las diferencias serían obvias; el animal llevaría una vida más saludable, digna y adecuada en el lugar del que procede. Por desgracia, los zoológicos no siempre pueden conceder a los animales aquello que necesitan. Pueden intentar se suficiente para su desarrollo, pero nunca, jamás, podrá igualar las condiciones de su hábitat natural, ni su forma de desarrollases o actuar. Es una vida artificial. Ningún ser vivo debería vivir una vida artificial. Además, están constantemente sometidos a estrés, visitantes vienen y van, les sacan fotografías, les gritan, les enseñan (obligan) a realizar trucos… ¿Es eso digno para un animal? ¿Es eso digno para cualquier ser vivo?

No habría asistido para disfrutar; habría ido para documentarme con una buena base, sacado de una fuente completamente fiable; por lo tanto, no estará faltando a mis valores, todo lo contrario, estaría luchando con todos los medios a mi disposición por ellos. Estaría enfrentando, cara a cara, el problema, utilizando para ello mi propia experiencia. Una manera original e inteligente y respondiendo a la pregunta que formulaba al principio del trabajo, moral.

Siempre hay una manera de luchar contra la injusticia. Puede que sea esta.

Paul S30

119

Marta Radillo Guzmán

Colegio Hélicon. Valdemoro. Madrid

Atendiendo al dilema expuesto en el que tenemos que considerar si acudir o no al zoológico sabiendo las consecuencias que nuestras acciones pueden desencadenar, lo primero que haría sería plantear más opciones, es decir, otras alternativas. Entre ellas estarían:

• Hablar con la profesora, director del centro o incluso con mis padres en caso de sopesar la opción de no ir, para que, como adultos, sean ellos los que atendiendo a mi situación y opinión, propongan una solución que no me perjudique a mí y con la que la profesora esté de acuerdo.

• Otra opción sería convencer a toda la clase de no ir, de forma que a la profesora le sea más difícil poner esa nota negativa sin justificación alguna, sólo por el hecho de no ir a una excursión.

Al sólo tener la opción de ir o no ir, si fuera una de las alumnas de esa clase, antes de tomar una decisión enumeraría una serie de ventajas y desventajas de ir.

Los argumentos que expondría a favor de ir al zoológico son:1. La profesora ha dicho que te baja la nota de la asignatura. Este argu-

mento puede no valer para cierto tipo de personas, pues les da lo mismo, pero otras le dan mucha importancia, por lo que sería lo primero que tendrían en cuenta.

2. Es una excursión, me lo puedo pasar bien, no doy clase y es un día que paso con mis amigos y puedo divertirme.

3. Si no voy me sentiría culpable por no haber ido, pues al final es algo que la profesora organiza con buenas intenciones y para que aprendamos.

Los argumentos que consideraría a favor de no ir serían:1. Las personas no tienen derecho a mantener a los animales en esas jaulas

(pues al final es lo que son) a los animales, por simple entretenimiento.2. Otro argumento es que yo tengo, o se supone que debo tener, la libertad

de decidir si ir o no, y si no quiero porque me parce algo inmoral e injusto, no me pueden castigar por ello.

3. No tenemos derecho a decidir cómo viven esos animales, pues a noso-

120

tros no nos gusta que lo hagan con nosotros. No somos quienes para decidir qué animal vive o no en cautividad.

Tras haber expuesto los argumentos a favor y en contra de acudir a la ex-cursión, determinaría los valores de cada una de las propuestas.

A favor de ir al zoológico consideraría la responsabilidad de ir por no bajar mi nota, por diversión, no por el lugar al que voy o lo que voy a ver, pero sí por con quién voy. Y también la culpabilidad, si no voy le estaría haciendo un gesto muy feo a mi profesora.

Los valores que tendría en cuenta para no ir son los derechos de los animales, la inmoralidad de ir a verlos cuando ellos están encerrados en jaulas. Mi libertad de expresión sería otro valor y también la culpabilidad de pensar en lo que las personas, seres de mi especie, hacemos a otras sólo por creernos superiores al tener capacidad de razonar, al contrario que ellos.

Si mis compañeros me hubiesen invitado a no ir al zoológico, yo habría rechazado la invitación. No por algo tan superficial como que es un día en el cual no damos clase y podemos pasarlo genial con los amigos, sino por las consecuencias que el no ir puede acarrear.

Si no voy baja mi nota en esa asignatura, cosa que a muchos no les impor-taría, pero a mí, que me gusta sacar buenas notas y que además trabajo mu-cho y muy duro para lograrlo, si me bajan la nota por no tragarme mi orgullo y no ir, sería un golpe bajo. Yo no es que esté del todo de acuerdo con lo de los zoos y demás, pero creo más importante el que no me bajen la nota a que no tenga que ver animales enjaulados.

Pienso que porque yo no lo haga, mientras siga habiendo personas que sí lo hacen, de nada va a servir, pues no se van a cerrar, ni nada por el estilo, este tipo de instituciones.

Las excursiones las debe organizar alguien. Supongo que en este caso la profesora de ciencias, como profesora de ciencias, algo le deben gustar los animales y, supongo que no debe haber organizado la excursión con malas intenciones. Lo más probable es que quiera que sus alumnos aprendan de for-ma más divertida y didáctica. Por ello, el no ir por algo como que me parece una injusticia que tengan a los animales en jaulas, creo que es una falta de respeto, de forma más o menos directa hacia la profesora.

Los animales tienen sus derechos pero gracias a instituciones como los

121

zoológicos se conoce el comportamiento y las reacciones de animales que en su hábitat no se hubieran podido estudiar. Estas instituciones supongo que deben ser sometidas cada cierto tiempo a exámenes para comprobar que los animales están bien cuidados y alimentados, y que su jaula tiene un mínimo de condiciones para que los animales que viven en ellas. Tan mal no deben vivir, ni siquiera tienen que buscar su comida.

Todo el mundo tiene libertad de expresión y opinión, pero si, como en mi caso, eres menor de edad, es muy difícil que te dejen no hacer algo sim-plemente porque no te parece correcto. No es que me parezca bien que si no vas te perjudica tu nota, pero la profesora sí que tiene derecho a poner ese castigo, sea o no justo.

Los animales no tienen esa capacidad de pensar y razonar como nosotros la tenemos. De ahí que nosotros podamos controlarlos y domarlos. No es que esté a favor de hacer lo que se quiera con los animales, son seres vivos como nosotros, pero si se tiene ese poder y hay personas que lo ven correcto, ¿por qué no hacerlo?

Iría por la responsabilidad de que luego tengo que hacer un trabajo, de que de ello depende una nota. También por la diversión que una excursión puede suponer y por la culpabilidad que sentiría si no voy, después de que la profesora (confío) lo ha hecho con buenas intenciones.

Creo que por todas estas razones argumentadas y explicadas iría al zoo-lógico, a pesar de no estar del todo de acuerdo con la función de estas instituciones.

Meredith Moon

122

Javier Rodríguez Castello

Colegio Retamar. Pozuelo de Alarcón. Madrid

1. En este dilema se nos plantea la cuestión de si deberíamos ir al zoológi-co. Esta cuestión se podría simplificar más, pues en definitiva la pregunta es: ¿Qué le debemos a los animales?

Aunque en el dilema nos enfrentamos con dos opciones, ir al zoológico o rehusarse, también hay otras opciones para evitar la confrontación. Una de la opciones es la de ir a un museo, como el Museo de Ciencias Naturales, que nos permite observar gran cantidad de especies conservadas. Otra opción es la de realizar una salida a un parque natural o reserva donde se permite al vi-sitante observar a la fauna en su hábitat natural. Estas dos opciones permiten enseñar la naturaleza a los alumnos, sin que estos animales estén sufriendo, al estar encerrados en hábitats innaturales para sus respectivas especies.

2. Para resolver este dilema primero tendremos que estudiar los diversos argumentos a favor y en contra de ir al zoológico.

- En la argumentación a favor de ir al zoológico tenemos las siguientes razones:• Los zoológicos permiten a los visitantes observar animales en vivo que de

ninguna forma podrían ver, sino fuera por los zoológicos.• Los zoológicos conservan especies en peligro de extinción que no se po-

drían conservar de otra forma.• Los zoológicos permiten conocer la naturaleza y a los animales que ha-

bitan en ella, gracias a la investigación que se llevan a cabo en estos lugares.• Muchos de los animales que se conservan en los zoológicos solo lo hacen

de forma temporal, pues el objetivo es reintegrarlos a sus hábitats.• Son varios los animales que no podrían sobrevivir en sus hábitats debido

a sus propias características como una mutación en la piel que les impide camuflarse. Un ejemplo de esto es el gorila (gorilla gorilla) albino conservado en el zoo de Barcelona, «Copito de Nieve».

- En la argumentación en contra de ir al zoológico nos encontramos razones como:

123

• La exhibición de animales para beneficio humano atenta contra su dig-nidad y está penado por los artículos 4 y 10 de los Derechos de los Animales firmados por la ONU.

• Los animales conservados en estos lugares sufren trastornos y problemas físicos o psicológicos. Prueba de esto son los continuos recorridos y otros ac-tos que realizan continuamente por varios trastornos debidos al poco espacio que tienen para moverse libremente.

• La enseñanza en los zoológicos suele pasar a un plano secundario. La in-formación de los carteles en las jaulas está muchas veces dañada e incomple-ta. Además los visitantes no tienen mayoritariamente una actitud respetable hacia los animales enjaulados.

• A pesar de que es cierto que hay especies en peligro de extinción conser-vadas en los zoológicos, el 90% de los animales no están amenazados según un estudio de WWF.

• Es posible que el objetivo de muchos zoológicos sea la exhibición tempo-ral para una posterior reintegración, pero en muy pocos casos estos objetivos se han cumplido.

• La conservación de los hábitats artificiales y el mantenimiento de los animales son a menudo deplorables. Varios zoológicos de España han sido atacados y, no sin razón, por visitantes al ver a los animales rodeados de ex-crementos y sin la alimentación necesaria, llevando esto a que los animales acaben enfermos.

3. En este dilema se enfrentan diversos valores entre sí, A favor de los zoológicos se puede defender que promueven la enseñanza y la educación a los visitantes y científicos. Gracias a estos centros podemos aprender sobre los animales en vivo. También está la conservación de las especies en estos centros y la ayuda que se brinda a los animales cuando están heridos y esto es un objetivo de los zoológicos, la ayuda a los animales.

En contra de los zoológicos están: la dignidad de los animales, quienes no pueden ser exhibidos como meros instrumentos para beneficio de las perso-nas. Otro valor es la libertad, los animales tienen el derecho de ser libres y habitar en sus hábitats naturales como dicta la Declaración Universal de los Derechos de los Animales en el artículo 4. Otro valor al que atacan los zoo-lógicos es el respeto hacia la naturaleza y a los seres vivos que habitan en ella.

124

4. En conclusión, los zoológicos no deberían ser escogidos como destinos por los colegios o institutos porque en ellos no se practican hábitos saludables para la sociedad.

Como ya he mencionado antes la Declaración Universal de los Derechos de los Animales firmada por la ONU prohíbe en el artículo 4 que los anima-les e vean obligados a abandonar sus hábitats naturales. En el artículo 10 de esta misma declaración también se prohíbe la exhibición de los animales pues ésta atenta contra su dignidad.

Los animales conservados en los zoológicos tienen, normalmente, una menor esperanza de vida al estar encerrados. Según WWF, ciertas especies pueden redu-cir a la mitad su vida al estar encerradas. Además estos animales sufren trastornos psicológicos que en algunos casos ha llegado al suicidio de un delfín al dejar de respirar, pues estos animales son capaces de controlar su respiración al igual que los humanos. Este y otros muchos casos han llevado a que varios zoológicos hayan decidido dimitir al darse cuenta de los malos tratos que reciben estas criaturas.

Aunque es cierto que el objetivo de los zoos es la conservación de las especies hay muchos que sin estar en peligro son encerrados en jaulas solo para el beneficio de los seres humanos. Este es un acto muy perjudicial que deberíamos prohibir, porque el ser humano no puede destruir la naturaleza y a sus animales solo para su propio disfrute.

Un argumento muy usado a favor de los zoológicos es la investigación y educación de los visitantes. Es cierto que si no fuera por los zoológicos muchos animales que podemos ver en vivo en los zoológicos solo podrían ser vistos en documentales. Pero esta razón no nos permite poder privar de libertad a los animales y encerrarlos en un hábitat artificial que no cumple con los requisitos necesarios para su bienestar.

También se da el caso en el que las especies o individuos de una especie no puedan sobrevivir sin los zoológicos, ya sea porque están adaptados a la naturaleza o porque nacieron en cautividad y por lo tanto no desarrollan sus sentidos adecuadamente o por un problema morfológico no puedan sobrevi-vir sin la ayuda humana. En esos casos sí que deberían ser ayudados por los humanos, pero no por ello tenemos el derecho a exhibirlos.

Por último, la conservación y mantenimiento de los animales en el zooló-gico dista muchas veces de lo que podría considerarse aceptable. En algunos zoológicos se practican auténticas bestialidades en contra de los animales.

125

Muchas veces los hábitats no disponen de las condiciones necesarias como la suficiente amplitud o limpieza. También es frecuente una mala alimentación que provoca sobrepeso, enfermedades o hambre en caso de que no haya su-ficiente alimento. Todos estos problemas conducen a diversas enfermedades fácilmente contagiables, que llevan a los animales al borde de la muerte.

En conclusión, como diría Inmanuel Kant «Se puede juzgar el corazón de una persona por la forma en la que trata a los animales». Al igual que Kant, nosotros debemos respetar y cuidar a los animales, y como he argumentado, no asistiendo a la salida del zoo es la forma de hacerlo.

Kan-Ante

126

Lucía Ruíz-Salinas Rivas

Colegio Árula. Alalpardo. Madrid

Por una parte puedo ir al zoológico e ignorar los argumentos de mis compa-ñeros Luisa y Carlos o simplemente asistir porque no comparo su opinión, decisión que ellos deberían entender. De esta manera mi calificación no se vería perjudicada por factores ajenos a mi esfuerzo y trabajo.

Por otra parte, puedo no ir al zoo, apoyando a mis compañeros en su de-cisión y haciéndome cargo de que la profesora va a tomar represalias contra nosotros en lo que a nuestra calificación respecta.

No obstante podría acudir al zoo y defender a mis amigos en su lucha porque la creo justa y porque, independientemente, de si opine yo lo mismo o no, creo que todo el mundo tiene derecho de ser escuchado y respetado. Podría también negarme a ir e intentar persuadir a ala profesora para que no nos califique negativamente, haciéndola ver que sería algo totalmente injusto y si con eso no bastara, intentar hablar con otra persona del colegio como un jefe de estudios o el director para exponerle el problema.

Puede que muchas personas tuvieran clara su decisión pero yo tendría que contrastar detenidamente los pros y los contras para ir o no ir al zoo.

Ir al zoo es algo que hacemos desde pequeños y, sobre todo, la primera vez que te llevan tus padres suele ser un recuerdo que además de bonito o entrañable, es difícil de olvidar. Está por tanto en nuestra cultura, es una cos-tumbre o hábito más en nuestras vidas cotidianas.

Yendo aprendemos sobre ellos, no solo sobre su aspecto o anatomía sino también cómo se relacionan entre ellos, su forma de moverse y de actuar, las reacciones que pueden tener al ver a humanos. Podemos incluso ver animales que no sabíamos que existían.

Además el hecho de verles en directo sin tener que ir a un safari a otro país es algo bastante cómodo y económico.

Tienen también espectáculos que no dejan de sorprender por muchas ve-ces que vayas, como el de las aves o el de los delfines en los que incluso a veces puedes participar.

Sin embargo, no porque sea algo que llevamos haciendo toda la vida, signi-fica que esté necesariamente bien. Nosotros a medida que avanza el mundo y

127

la tecnología, nosotros también vamos aprendiendo cosas nuevas, nos vamos culturizando y podemos darnos cuenta de que algo que hacíamos ya no lo ve-mos con los mismos ojos. Los humanos somos personas y como tal podemos cometer errores y cambiar de opinión.

En la actualidad, no se necesita en absoluto acudir a un zoo para aprender sobre los animales, pues para eso estamos en la era de la tecnología e Internet nos aporta esa información y mucho más.

Los animales de los zoos no viven igual de bien que como lo podrían hacer estando en libertad. No reciben la misma alimentación, ni el mismo trato. Están verdaderamente explotados solo para complacernos y entretenernos a nosotros. Se están, por tanto, violando muchos de sus derechos recogidos en la Declaración Universal de los Derechos de los Animales.

Si queremos divertirnos o entretenernos, creo que existe un abanico muy amplio de posibilidades entre las que elegir sin que tenga que ser encerrando o maltratando ningún animal.

Habiendo señalado las ventajas y desventajas vemos que entran en juego muchos valores como el respeto. Al ir a un zoo no se están respetando los derechos de los animales, pues se atenta contra ellos tanto física como psico-lógicamente al no dejarles vivir en su hábitat natural.

También nuestra moral nos hace preguntarnos qué está bien y qué está mal, pero esto no es algo pautado o reglado, sino que está dentro de nosotros mismos, en nuestra opinión sobre las cosas. Mi moral me dice que aunque ir al zoo pueda parecer algo divertido, no está bien pues estría siendo egoísta si solo pienso en lo que quiero yo, porque al fin y al cabo, solo iría para sa-tisfacer un «capricho mío». Es una pena que los animales no puedan hablar, porque si lo hicieran y les preguntasen creo que no les haría mucha gracia eso de que les sacaran de su hábitat y les tuvieran encerrados de por vida en unas condiciones más que cuestionables.

Si yo estuviera en esa clase me negaría a ir al zoo, es decir, apoyaría a mis compañeros Luisa y Carlos, pero no por quedar bien con ellos, ni mucho menos, sino porque tras haber reflexionado fríamente sobre la situación iría contra mi moral y mis principios hacer otra cosa.

No sería una decisión fácil porque a mí siempre me han gustado los ani-males e ir al zoo, pero cuando creces y te das cuenta de que el mundo no es de color de rosa te empiezas a plantear las cosas.

128

Además de considerarlo una explotación que atenta contra las vidas de los animales solo para que nosotros podamos disfrutar de llos, me parece algo que hoy en día puede estar sobrevalorado pues existen muchas formas de estar en contacto con la naturaleza.

Si se piensa fríamente ¿Quiénes son los animales, los pobres a los que en-cierran o aquellos que disfrutan ante esta situación? Soy consciente de que esto puede sonar drástico o impactante porque cuando vas al zoo no piensas todo lo que puede haber detrás, porque «te lo pintan muy bonito». Pero ahí es cuando nosotros como seres razonables que somos (característica que supuestamente nos diferencia del resto de animales) debemos pensar que no está bien, no es lo correcto.

Si no, poneos en su lugar, imaginad que no estuviésemos en la cúspide de la cadena alimenticia ¿nos gustaría que viniesen a por nosotros, nos separaran de nuestras familias y nos encerraran en jaulas solo para complacer a otros?

Respecto a que mi calificación se viese afectada, trataría de hecerle ver al injusticia de la situación a la profesora y que, igual que yo respeto a las que quieren ir al zoo, aunque no comparta su opinión, mi decisión debería tener el mismo valor y ser respetada de igual manera, y si con eso no bastara habla-ría con el director o con quien hiciese falta, y si con eso no bastara, puede que no consiguiese evitar una injusticia, pero mis principios quedarían intactos y tendría la conciencia bien tranquila, que para mí es lo más importante.

Laila

129

Elena Yllán Ortiz

IES Santa Eugenia. Madrid

1. A la pregunta de si acudir o no al zoológico, podríamos hacer varias cosas, teniendo las siguientes opciones:

Ir porque crees que están bien sus condiciones, ya que los cuidan y les dan de comer

Ir porque, aunque no están en libertad, te gusta ver animalesIr para poder informarte de las condiciones en las que viven los animales y

luego poder opinar respecto al temaIr aunque estés en contra porque, si n, re va a influir negativamente en la

nota y no te interesa perder puntos o tener punto en tu contra.No ir, pero hacer un trabajo sobre las condiciones en las que se encuentran

los animales, para que la profesora entienda tu opinión

2. Si reducimos las opciones a las dos generales de ir o no ir, podemos argumentar a su favor los siguientes motivos para inclinarte por una opción

En la opción de ir al zoológico con la profesora: a todo el mundo le gusta ver animales y no te importa en las condiciones que están. Sabes que les dan de comer, beber y es curan las enfermedades, pero pasas por alto que están encarcelados. Además, la profesora te ha dicho que, si faltas, te influenciará negativamente en la nota y llevabas media de sobresaliente, así que no quieres una nota negativa.

Te parece divertido salir de la rutina de las clases para ver cara a cara un animal salvaje, que de otra manera no podrías ver.

En la otra posibilidad de no ir a la excursión argumentamos: no quiero ir a ver animales encarcelados día tras día sin poder seguir su instinto natural de caza o de buscar comida o refugio. Y no te parece correcto que encima el co-legio te lleve a verlo. Vas a hacer un trabajo y explicarle tu posición a la profe para que por lo menos la profesora no te ponga una nota negativa, aunque te da igual porque tú tienes motivos para faltar.

3. Al haber visto los argumentos de las opciones te entran dudas porque si te gustan los animales ya no es lo mismo porque están encarcelados. Si

130

estabas en contra de ir, sabes que, si no vas, tendrá una repercusión negativa en tus notas. Pero luego piensas en qué situación se encuentra el animal o cómo estarías tú si fueses él; o por otro lado puedes ignorarlo y pensar que es un animal no un humano y sentirte superior a él. O puedes reclamar y compadecerte del animal o por lo menos ves las reglas y el trato que el zoo hace al animal.

4. Ante tomar la decisión de ir o no al zoológico hay varios valores y varios argumento a favor de las dos opciones.

Es verdad que en los zoos por muy grandes que sean las jaulas, siguen estando los animales enjaulados. Por otro lado, si no existieran los zoos, ¿po-dríamos ver en carne y hueso al animal?

También los zoos dan muchos puestos de trabajo al año. Y muchos veteri-narios trabajan en ellos. Pero no cambia nada.

Por tanto, mi elección sería no ir y hacer el trabajo, ya que en los zoológi-cos se cumplen algunos derechos del animal, pero no es lo natural. Prefiero ver a un animal feliz, contento y en la naturaleza siguiendo sus instintos na-turales que en una jaula. Sí es verdad que estoy a favor de los refugios de los animales ya que curan al animal herido y luego lo liberan a su medio natural.

Pero hay que respetar a los animales, no causarles daño ni comercial ile-galmente con ellos porque no sirve para nada, solo para perjudicar al animal.

Como respuesta a la pregunta planteada, hablaría con la profesora, se lo comentaría para conseguir la aceptación suya y poder faltar a la excursión. Porque el animal mejor libre y contento que encarcelado y con miedo.

Judocaesquí

131

Profesorado responsable de las personas que llegaron a la final

Profesorado de las disertaciones

Centro Profesor/profesora

IES Atenea Lourdes  Durán Díaz

IES Fortuny Elena Moreno Medina

IES San Isidro Felipe Ignacio Silvero

IES Sevilla La Nueva Pilar  Mancebo PérezColegio Sagrado Corazón De Je-sús

Fernando Trigo Lumbreras

IES Santiago Rusiñol Felisa  Fresco Otero

IES San MateoÁngel Beleña López

José Luis Hidalgo Zan

Colegio Salesianos De Atocha Belén Quejigo

IES Mateo Alemán Félix  Carrasco Parra

IES Cervantes Ignacio Castro Rey

Colegio Gamo Diana Nadia Oller de la Fuente

Colegio Retamar Javier García Herrería

IES Alonso Quijano Victoria Guerrero

IES Cañada RealMª del Rosario Sánchez Gar-cía

IES La SernaAngelines Martín Maeso

María Soledad Martín Alonso

IES Maestro Matías BravoMaría Dolores Ramos Marja-lizo

IES Santamarca Asunción Olmedo

132

Profesorado de los dilemas

Centro Profesor/profesora

IES Pedro Salinas Isabel Morón Muñoz

IES Ignacio Ellacuría Moisés Redondo Perdices

IES Satafi Beatriz García Balboa

IES Santa Eugenia Jesualdo Mota Verdú

IES Vicente Cano María Santana Fernández

Colegio Retamar Javier García Herrería

IES Sevilla La Nueva Alfonso Najes Guillén

IES Cañada Real Pilar Chavarri García

Colegio Árula José Luis Gil Bueno

IES Felipe Ii Petra Gómez Sanz

IES Diego Velázquez Teresa Álamo de Triana

IES San Isidro Felipe Ignacio Silvero

Colegio Hélicon David López Muñoz

IES Felipe Ii Carlos Miranda García

Colegio Reinado Del Corazón De Jesús

Hermenegildo Fernández Menéndez

IES Atenea María Lourdes Durán Díaz

IES Manuel Fraga Iribarne Marta Requena Domínguez

PROYECTODIDÁCTICO QUIRÓN