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¿Quién es el sujeto que decide qué? Una aproximación desde las perspecti- vas de Jacques Derrida y Ernesto Laclau Isidoro Harispe FPyCS [email protected] INTRODUCCIÓN. En las páginas que siguen abordaremos algunas cuestiones referidas a los conceptos de “sujeto” y “decisión” que aparecen en pasajes específicos de algunas obras de Jacques Derrida y Ernesto Laclau, y en las que ambos se vinculan con otros términos y/o temas (responsabili- dad, estructura, fundamento, libertad). Previamente contextualizaremos el debate en torno a “lo político” que se dio en Francia a principios de los años ‟80, condición indispensable para comprender el debate actual, y preguntaremos qué de ello hoy continúa. Lo que este trabajo intentará dar cuenta es cómo un análisis de dichos conceptos en Derrida -matizados funda- mentalmente por la problemática de la relación derecho/justicia- concluyen en una ética que aquí se interpreta como fundante de lo político; mientras que en el caso de Laclau, cuyo análi- sis está más centrado en las articulaciones posibles en torno a las cuales se construyen las re- laciones políticas, privilegiaría una perspectiva donde lo político mismo asume el lugar de fundamento del orden social. “Sujeto” y “decisión” son conceptos relevantes dentro de los contornos del debate político y filosófico de las últimas décadas más allá de sus largas historias como términos al momento de pensar por separadas las tradiciones de la filosofía y la teoría política. Algunas de las pre- guntas que los contienen podrían quizás enunciarse del siguiente modo: ¿quién es ese sujeto que decide qué? ¿Acaso hay un sujeto? ¿Podemos decir algo de él? ¿Y en qué marco pode- mos hablar de uno (el sujeto) y otra (la decisión)? Lo mismo respecto de la cuestión de la de- cisión: ¿qué comporta una decisión? ¿Cómo estar seguros que aquello que define un curso de acción nueva es producto de una decisión causada por un algo llamado sujeto? Es que del “sujeto” (y su crítica) vienen ocupándose desde mediados del siglo XIX hasta en- trado el siglo XX por lo menos, Nietzsche, Heidegger, Sartre, Kojeve, Foucault, Derrida, De- leuze y el pensamiento italiano contemporáneo (por mencionar sólo el canon), en interacción y complemento con disciplinas como la lingüística estructural y el psicoanálisis. IX Jornadas de Sociología de la UNLP Ensenada, 5, 6 y 7 de diciembre de 2016 ISSN 2250-8465 - http://jornadassociologia.fahce.unlp.edu.ar

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¿Quién es el sujeto que decide qué? Una aproximación desde las perspecti-

vas de Jacques Derrida y Ernesto Laclau

Isidoro Harispe

FPyCS

[email protected]

INTRODUCCIÓN.

En las páginas que siguen abordaremos algunas cuestiones referidas a los conceptos de

“sujeto” y “decisión” que aparecen en pasajes específicos de algunas obras de Jacques Derrida

y Ernesto Laclau, y en las que ambos se vinculan con otros términos y/o temas (responsabili-

dad, estructura, fundamento, libertad). Previamente contextualizaremos el debate en torno a

“lo político” que se dio en Francia a principios de los años ‟80, condición indispensable para

comprender el debate actual, y preguntaremos qué de ello hoy continúa. Lo que este trabajo

intentará dar cuenta es cómo un análisis de dichos conceptos en Derrida -matizados funda-

mentalmente por la problemática de la relación derecho/justicia- concluyen en una ética que

aquí se interpreta como fundante de lo político; mientras que en el caso de Laclau, cuyo análi-

sis está más centrado en las articulaciones posibles en torno a las cuales se construyen las re-

laciones políticas, privilegiaría una perspectiva donde lo político mismo asume el lugar de

fundamento del orden social.

“Sujeto” y “decisión” son conceptos relevantes dentro de los contornos del debate político y

filosófico de las últimas décadas más allá de sus largas historias como términos al momento

de pensar por separadas las tradiciones de la filosofía y la teoría política. Algunas de las pre-

guntas que los contienen podrían quizás enunciarse del siguiente modo: ¿quién es ese sujeto

que decide qué? ¿Acaso hay un sujeto? ¿Podemos decir algo de él? ¿Y en qué marco pode-

mos hablar de uno (el sujeto) y otra (la decisión)? Lo mismo respecto de la cuestión de la de-

cisión: ¿qué comporta una decisión? ¿Cómo estar seguros que aquello que define un curso de

acción nueva es producto de una decisión causada por un algo llamado sujeto?

Es que del “sujeto” (y su crítica) vienen ocupándose desde mediados del siglo XIX hasta en-

trado el siglo XX por lo menos, Nietzsche, Heidegger, Sartre, Kojeve, Foucault, Derrida, De-

leuze y el pensamiento italiano contemporáneo (por mencionar sólo el canon), en interacción

y complemento con disciplinas como la lingüística estructural y el psicoanálisis.

IX Jornadas de Sociología de la UNLP

Ensenada, 5, 6 y 7 de diciembre de 2016ISSN 2250-8465 - http://jornadassociologia.fahce.unlp.edu.ar

Con otro registro, el concepto de “decisión” llega al debate actual de lo político desde la te-

oría jurídica de la soberanía de Carl Schmitt y en auxilio de la crítica a la racionalidad liberal

democrática en la perspectiva posfundacionalista.

Afirmamos entonces que, aunque sea al modo de interrogación, ambos conceptos pueden re-

clamar el derecho de ser, sino los primeros, parte de un grupo de términos selectos, reconfigu-

rados, a reconfigurar por siempre, y que, junto con las de “contingencia”, “Ab-grund”, “sobe-

ranía”, “indecidibilidad”, “dislocación”, “repetición”, “antagonismo”, “diferencia política”,

“acontecimiento”, “emancipación”, etc., (la lista puede ser larga) hay que tener presente si se

quiere reflexionar dentro de los marcos del pensamiento “postestructuralista”. La existencia

en torno a una diferencia entre la política (lo fundado u ontico) y lo político (lo fundante u

ontológico) encuentra aquí la condición desde la cual pensar cada uno de ellos, por ello a con-

tinuación daremos algunas coordenadas de contexto.

EL CONTEXTO DE DEBATE DEL POSTESTRUCTURALISMO PARA PENSAR “LO POLÍTICO”.

Establecer un punto de aproximación al origen de la distinción o diferencia entre lo político

y la política en clave postestructuralista nos sitúa en la creación del Centro para la Investiga-

ción Filosófica sobre lo Político a principios de la década del ‟80 del siglo pasado bajo la

conducción de Philippe Lacoue-Labarthe y Jean-Luc Nancy, específicamente en los coloquios

que dicho Centro organizara en la École Normale Supérieure, lugar en torno del que se con-

gregaron autores como Étienne Balibar, Jean-Francoise Lyotard, Claude Lefort y Jacques

Rancière entre otros.

La interrogación acerca de lo político o acerca de la esencia de lo político es para noso-

tros… aquello que debe hacernos retomar hasta el presupuesto político mismo de la filosofía

(o si se prefiere: de la metafísica), es decir, hasta una determinación política de la esencia.

Pero esta determinación no constituye una posición política; es la posición misma de lo polí-

tico, desde la polis griega hasta aquello que se despliega en la edad moderna como la califi-

cación de lo político por parte del sujeto (y del sujeto por parte de lo político).1

Abordar la problemática de lo político “sin ortodoxias” -como dirán ambos autores en la

“Ouverture” del coloquio -, implicó en aquel entonces dar cuenta de tres ejes, a saber:

- la cuestión de lo filosófico, que ambos entienden como la “estructura histórico-

sistemática general”, identificado con lo que usualmente se entiende por el pensamiento

1 LACOUE-LABARTHE, Ph – NANCY, J. L., “Ouverture”, en Rejouer le politique, Paris, Galillée, 1981, Trad.

español: “Retrazar lo político”, en Nombres. Revista de filosofía, Córdoba, XXI, 2012, pág. 54.

mismo desarrollado en y desde occidente (y de algún modo con Heidegger se podría

llamar la cuestión de la metafísica2);

- la cuestión del totalitarismo como tentativa de “re-sustancialización” (o reorganización)

del cuerpo político, pero también del totalitarismo como “cumplimiento sin más de lo

político”, el “todo es político” que en perspectiva de ambos domina de modo inaparente

todo otro ámbito de referencia y homogeneiza a través de la espectacularización técnica

el “cuerpo político”, como “pueblo del sufragio” en las democracias liberales de occi-

dente;

- por último, la cuestión referida a la retirada de lo político mismo en su doble significa-

do: como retirada de la trascendencia (o de la alteridad si se quiere), pero que justamente

en su retirarse libera algo que permite e invoca a que ese algo re-trace (re-itere) la

apuesta misma por lo político.

Pero la recuperación del contexto antecedente tiene valor al ser referido al modo en que la

discusión sobre “lo político” se dio bajo el signo del postestructuralismo francés y difícilmen-

te pueda caber hoy un modo de pensar que ya tiene muchos años con las premisas vertidas en

el coloquio de 1980. No todos en esta tradición (hoy ampliada y llamada también “post-

marxista”, “deconstructivista” o “posfundacionalista”, dependiendo del autor y su adscripción

teórico-político-intelectual) le asignan en la actualidad la misma importancia a los tres ejes del

Coloquio de Cerisy-La-Salle, los contextos históricos y políticos del último cuarto del siglo

pasado naturalmente no son los actuales, ni para Europa, ni para Latinoamérica sumamos

nosotros. Temporalmente, se sucedieron transformaciones históricas muy importantes en la

historia contemporánea, tales como el colapso del comunismo real, la homogeneización polí-

tica a escala global a partir de democracias de tipo delegativo más que participativas, que po-

sibilitaron a su vez la financiarización de la economía a escala global también (neoliberalismo

a secas) sin oposiciones políticas fuertes ni proyectos antagónicos de ningún tipo.

Así y todo, en los últimos años las perspectivas populistas renovaron un interés teórico para

la política que es compartido y debatido aún por intelectuales de generaciones más recientes.

La pregunta por “lo político” hoy debe mucho a las experiencias concretas en latinoamerica, a

las que se suman otras como en España o Grecia y que de maneras no homogéneas ni esencia-

2 “… lo político tal como aparece y domina actualmente -y si fuéramos sencillamente heideggerianos diríamos:

la técnica, aunque justamente, por razones imposibles de desarrollar ahora, preferimos no decirlo-, lo político,

entonces, tal como aparece y domina actualmente, ¿no es el efecto de cierta retirada de lo filosófico, es decir,

también de cierta efectuación de lo filosófico (en el sentido en que Heidegger habla de una efectuación de la

metafísica)?”, LACOUE-LABARTHE, Ph. – NANCY, J. L., “La „retirada‟ de lo político”, en Rejouer le politi-

que, Galilée, 1981. Para nuestra versión: Nombres. Revista de filosofía, Córdoba, X, 15, 2000, p. 36.

listas buscan articular sus propias formas de representación. Estos momentos históricos diver-

gentes tal vez ayuden en la explicación de los acentos marcadamente diferentes en el uso y

consideración de algunos términos.

Jacques Derrida y Ernesto Laclau pese a la diferencia de herencias teóricas, campos de aná-

lisis y situaciones concretas de producción académica3, comparten con el pensamiento postes-

tructuralista un horizonte de similitudes en lo referido a determinada cuestión “posfundacio-

nal”: ambos participan de la crítica a cierto universalismo, abstracto y racionalista, con el cual

los debates sobre la emancipación y la democracia radical contemporáneos enfrentan a las

perspectivas liberales dentro del pensamiento político. Así y todo, no es del todo claro que

compartan la visión sobre ese momento de lo político (el acontecimiento) en el cual las no-

ciones de “sujeto” y “decisión” cobran protagonismo. Lo mismo podemos decir de las valora-

ciones respecto del psicoanálisis como herramienta teórica o la relevancia que el populismo

como lógica política puede tener para una concepción renovada de democracia. Por ello es

que en lo que sigue abordaremos por separado algunos aspectos puntuales del tratamiento de

los términos en ellos para luego tratar de componerlos en una panorámica provisoria final.

DECONSTRUIR AL SUJETO HACIA SUS INSTANCIAS INDECIDIBLES. LA EXPERIENCIA DE UNA

“DECISIÓN IMPOSIBLE” PARA DERRIDA.

Tomando como punto de partida un reportaje que le hiciera J.-L. Nancy en 1989 y en cu-

yo título “Hay que comer, o el cálculo del sujeto” se nos anticipa ya como la referencia más

importante sobre esta temática en cuestión, el índice inmediato desde el que Derrida proble-

matiza la institucionalidad del sujeto es el Dasein heideggeriano, noción desde la cual puede

observarse –dice el pensador argelino- un desplazamiento de la perspectiva “clásica” aunque

sin salirse completamente de la traza que intenta sustituir: libertad, resolución, presencia a sí,

conciencia moral, imputabilidad, llamada, etc.

Creo en la fuerza y en la necesidad… del gesto por el cual Heidegger sustituye por un de-

terminado concepto de Dasein un sujeto todavía demasiado marcado por los caracteres del

ente Vorhandene [a la mano]... Las consecuencias de tal desplazamiento son inmensas. In-

dudablemente, no las hemos medido aún del todo. No es cuestión de desplegarlas aquí im-

provisadamente, pero quisiera sólo señalar lo siguiente: el tiempo y el espacio de este des-

plazamiento abrirían un hiato, marcarían una apertura, fragilizarían o invocarían la fragilidad

ontológica esencial de los fundamentos éticos, jurídicos, políticos de la democracia y de to-

3 A Derrida lo podemos ubicar entre los pensadores de primera generación dentro del postestructuralismo y su

producción primera aparece muy ligada al debate entre el marxismo y la fenomenología, mientras que Laclau, ya

un heredero de esta tradición de amplios horizontes, irrumpe en la escena contemporánea al calor de los debates

postmarxistas.

dos los discursos que podemos oponer al nacional-socialismo bajo todas sus formas… Estos

fundamentos eran y siguen siendo sellados por lo esencial en una filosofía del sujeto”4.

Esta identificación del desplazamiento hecha por Heidegger tiene como contrapartida el

señalamiento por parte de Derrida de la imposibilidad de salirse del todo de la tradición5; por

ello la estrategia más correcta sería la de renunciar a un discurso topológico obsesionado con

identificar el lugar del sujeto y sustituirlo por la pregunta respecto a cómo determinadas tradi-

ciones han designado con esta categoría ciertos predicados que pueden ser (y deben ser!) de-

construidos hacia sus instancias indecidibles, por ejemplo la que conduce a definirlo como

estructura subjetiva o el “estar de bajo”, ser substrato o substancia; o la que en petición de

sostener cierta estabilidad lo define como permanencia; también la que lo ha pensado tenien-

do una conciencia y autonomía.

Volviendo a la cuestión del Dasein, en un texto ya clásico, Los fines del hombre, se pre-

gunta en qué sentido éste (tanto en su originalidad heideggeriana que lo entiende como el “en-

te que somos nosotros mismos”, como en su pobre traducción semántica “sartreana” de “rea-

lidad humana”) no reintroduce los tópicos esenciales de aquello que define su humánitas, a

saber: la presencia, la proximidad, la propiedad: “En el juego de una cierta proximidad,

proximidad a sí y proximidad del ser, vamos a ver constituirse contra el humanismo y contra

el antroplogismo metafísicos, otra insistencia del hombre, que reemplaza, releva, suple lo que

destruye según vías en las que estamos nosotros, de las que salimos apenas –quizá- y que si-

guen estando ahí para ser interrogadas”6. Lo “propio” del hombre, lo que le daría unidad me-

tafísica y antropológica es su proximidad a sí en tanto Dasein (es decir, en tanto lugar de la

pregunta), pero también en su idea de proximidad con el ser, ya que el Dasein goza del privi-

legio de tener de antemano una cierta disponibilidad del “ser” para consigo. Puede entonces

que el Dasein heideggeriano no represente cabalmente al sujeto de la metafísica, pero sí recae

–siguiendo este razonamiento- en un atavismo que refiere en su discurso de “lo propio” a una

serie de exclusiones que empiezan con aquellos entes que no son “nosotros mismos”.

4 DERRIDA, J., “Hay que comer, o el cálculo del sujeto”, en Revista Pensamiento de los confines nº 17, 2005.

5 Al respecto, puede consultarse “La estructura, el signo y el juego de las ciencias humanas” en La escritura y la

diferencia, donde Derrida explica claramente la imposibilidad de encontrar un lenguaje que logre significar la

“destrucción” de los conceptos de la metafísica y que a su vez esté constituido por conceptos y/o lenguajes aje-

nos a esa misma tradición. De esa circularidad no es posible salir. Por su parte, en “Hay que comer…” Derrida

señala que en todo caso los autores más determinantes de los últimos tiempos (Lacan, Althusser, Foucault) no

han hecho otra cosa que reintroducirlo de algún modo; en el caso de Lacan al otorgarle un lugar privilegiado en

el correlato de la ley y en la economía interna de la teoría psicoanalítica; con relación a Althusser el sujeto tendr-

ía aún “un lugar irreductible en la teoría de la ideología”; por último, el último Foucault habría producido un

retorno moral de un cierto sujeto ético. 6 DERRIDA, J., “Los fines del hombre”, en Márgenes de la filosofía, Madrid, Ediciones Cátedra, 2008, p. 161.

Por ello, no se trataría ni de “liquidar” ni de “sostener a cualquier precio” al sujeto sino

de trabajar sobre sus efectos, sus estrategias diferenciadoras, porque acaso ¿quién sería el que

acusa y desde qué lugar? pregunta Derrida.

A propósito de esta pregunta por el quién, quizás la referencia a su indeterminación abrir-

ía buenas posibilidades frente a una idea de sujeto “demasiado pesadamente cargado de de-

terminaciones metafísicas”,

… ella desborda la pregunta misma, la reinscribe en la experiencia de una „afirmación‟,

de un „si‟, o de un „compromiso… este „sí, sí‟ que responde antes mismo de poder concebir

una pregunta, que es responsable sin autonomía, antes y con vistas a toda autonomía posible

del quien-sujeto, etc. La relación a si no puede ser, en esta situación, más que de différance,

es decir, de alteridad o huella. No sólo la obligación no se ateúa, sino que, por el contrario,

halla aquí su sola posibilidad, que no es ni subjetiva ni humana. Lo cual no quiere decir que

sea inhumana o sin sujeto, sino que es a partir de esta afirmación dislocada… que algo así

como el sujeto, el hombre o quien quiera que sea, puede configurarse7.

En todo caso, “si hay sujeto [sea éste sujeto del derecho, de la moral o de la ética], si debe

haberlo, viene después”8 Pero ¿después cuándo? Derrida dice que en el momento en que se

abren las instancias al juego por un cálculo abismado en una experiencia que es en sí misma

“aporética” y por lo tanto que llama también a una responsabilidad ética y política infinitas;

experiencia imposible y necesaria a su vez, que organiza un desplazamiento que aquí, para

nosotros, representa el “momento político”, pero que en Derrida se define como un movi-

miento singular que va de la justicia al derecho y de la indecidibilidad a la decisión, es decir,

de lo incalculable a lo calculable para a partir de allí decir lo indecidible.

Fuerza de Ley, como texto, está al inicio de un nuevo impulso teórico en la obra de De-

rrida, en el que se destaca una renovada reflexión teórica vinculada a cuestiones éticas y polí-

ticas y que ha sido motivo de no pocas discusiones9. La tesis central de este texto es que todo

orden jurídico legal conlleva en su aplicación un “violencia originaria” (su “fundamento

místico”) que es necesario deconstruir. La justicia -para Derrida sinónimo de la alteridad irre-

7 DERRIDA, J., “Hay que comer, o el cálculo del sujeto”, en Revista Pensamiento de los confines nº 17, 2005.

El rasgo levinasiano del “quién” que nos llega a través de Derrida es imposible de abordar aquí, en todo caso es

necesario afirmar su preeminencia y radical infinitud e inapropiabilidad y por lo tanto su ser no-subjetivable

respecto de lo dado. Al respecto dice Derrida en el mismo texto, “la determinación del „Quién‟ singular, en todo

caso su determinación como sujeto, permanece siempre problemática. Y debe permanecer [así]. Este deber no es

solamente un imperativo teórico”. 8 DERRIDA, J., “Hay que comer…” Ob. Cit.

9 Fundamentalmente si es parte de un “giro”, y si este es ético y/o político, etc. Véase BISET, Emmanuel, “De-

rrida y lo político”, en Confines nro.30, pp.23-37. Disponible en Http://www.aacademica.org/emmanuel.biset/12.

También el artículo de Patricio Peñalver Gomez “Hacer justicia con Derrida”, en Derrida Político, Buenos Ai-

res, Ediciones Colihue, 2013, pp. 173-207.

ductible-, tendría “su condición de posibilidad en la desedimentación de aquello que siempre

supone, aún cuando esté estructurado como un orden desde un fundamento racional”10

. Así, si

el derecho es deconstruible (porque está fundado, edificado sobre interpretaciones y capas

textuales) dice Fuerza de Ley, es porque la justicia en tanto lo excede es ella misma decons-

trucción. Por ello el tránsito que va de uno a otra (y viceversa) es el de la experiencia de una

aporía, o para ser más precisos, de lo imposible: un cálculo (del derecho) en lo incalculable

(la justicia).

A propósito de esta experiencia entre cálculabilidad e incalculabilidad, es ella la que le

impide a la decisión obtener la estabilidad del criterio “de regla” en el discernimiento entre lo

justo o lo injusto; con todo, la experiencia misma de la aporía incrementa frente a lo indecidi-

ble la responsabilidad agente (la decisión debe tomarse), a esto se refiere Derrida cuando dice

que “[u]na decisión que no pasara la prueba de lo indecidible no sería una decisión libre; sólo

sería la aplicación programable o el desarrollo continuo de un proceso calculable. Sería quizás

legal, no justa. Pero en el momento de suspensión de lo indecidible, tampoco es justa, puesto

que sólo una decisión es justa”11

.

UN SUJETO QUE SE CONSTRUYE EN EL CUESTIONAMIENTO DE LAS REGLAS. LO QUE COMPORTA

LA DECISIÓN DESDE LA PERSPECTIVA DE LACLAU

En esta parte no me propongo una mirada global del enfoque laclausiano sino tan solo revis-

tar cuáles son para él las características del sujeto que asume la tarea de resolver una situación

de crisis de un sistema hegemónico tal cual lo plantea en Nuevas reflexiones sobre la revolu-

ción de nuestro tiempo, texto en el que de manera más detallada aborda esta problemática. Al

hacerlo trataré de dar cuenta, a su vez, de qué se entendería desde una concepción laclausiana

tomar la decisión.

Luego de arribar con precisión analítica en “Nuevas reflexiones sobre la revolución de

nuestro tiempo” a la conclusión de que toda estructura es indecidible porque desde ella no

puede accederse a ningún fundamento absoluto (tanto el momento de indecibilidad entre lo

contingente y lo necesario como el antagonismo tienen prioridad ontológica por sobre toda

objetividad pura o contingencia radical), Laclau concluye una definición de hegemonía que

incorpora esta misma “indecibilidad” como condición. Al respecto dice:

10

BISET, E., “Derrida y lo político”, Art. Cit. 11

DERRIDA J., Fuerza de ley. El fundamento místico de la autoridad, Madrid, Editorial Tecnos, 1997, p. 56.

… Hegemonizar un contenido equivaldría… a fijar su significación en torno de un

punto nodal. El campo de lo social podría ser visto así como una guerra de trincheras en la

que diferentes proyectos políticos intentan articular en torno de sí mismos un mayor número

de significantes sociales. De la imposibilidad de lograr una fijación total se derivaría el

carácter abierto de lo social… y los períodos de „crisis orgánica‟ serían aquellos en que se

debilitan las articulaciones hegemónicas básicas y en que un número cada vez mayor de

elementos sociales adquieren el carácter de significantes flotantes.12

.

Una lectura apresurada para el análisis de lo político podría llevar a cierres insatisfactorios

respecto de la cita si concluyéramos que es simplemente una voluntad consciente de los acto-

res sociales lo que determina la resolución en una crisis de hegemonía; en el mismo error se

concurriría si pensáramos que lo objetivo de tal crisis (así como su resolución) tiene siempre

como causa sui algún determinismo –inteligible- convenible a priori.

Es importante comenzar, entonces, recuperando el esquema de argumento que en Nuevas

Reflexiones… conduce hacia el sujeto y la decisión. Al inicio, la operatoria deconstructiva del

par necesidad/contingencia dio como resultado la posibilidad de postular la existencia de un

exterior constitutivo inherente a toda relación antagónica. Este exterior mismo a la vez que

bloquea toda identidad es su condición de posibilidad y en tanto presencia desde un exterior

es “facticidad pura”, ya que no permite que lo social logre constituirse como orden objetivo.

Nuestra tesis –dice Laclau- es que el antagonismo tiene una función revelatoria, ya que a

través de él se muestra el carácter en última instancia contingente de toda objetividad.13

De esto anteriormente dicho Laclau extrae varias consecuencias de las cuales interesan

aquí particularmente dos: a) que toda identidad es puramente relacional; b) que toda fuerza

antagonizante en tanto que bloquea es que posibilita la identidad del antagonizado. La inter-

dependencia de ambas es lo que permite determinar con precisión la “indecibilidad” de una

estructura. Sin embargo, el haber arribado a la demostración del carácter contingente de toda

objetividad no debiera conducirnos a sostener la ausencia de toda necesidad: “en un universo

del que la necesidad se hubiera evaporado –dice Laclau-, lo que encontraríamos sería pura

indeterminación y la imposibilidad de todo discurso coherente.”14

Por ello, en el análisis de una estructura social y de la situación limitada que la define,

sólo puede esperarse una objetividad parcial en la que las delimitaciones entre lo contingente

y lo necesario se desplazan.

12

LACLAU E., Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, Buenos Aires, Ed. Nueva Visión,

2000 (2da. Ed.), p. 45. 13

LACLAU E., Ob. Cit., p. 35. 14

LACLAU E., Ob. Cit., p. 43.

Resta ahora desentrañar qué entiende por sujeto y cómo actúa dentro de una estructura

cuya característica es la “indecidibilidad”. Así pues, conectando la última cita podemos agre-

gar la siguiente:

… esto significa: a) que el sujeto no es otra cosa que esta distancia entre la estructura

indedidible y la decisión; b) que la decisión tiene, ontológicamente hablando, un carácter

fundante tan primario como el de la estructura a partir de la cual es tomada, ya que no está

determinada por ésta última; c) que si la decisión tiene lugar entre indecidibles estructura-

les, el tomarla sólo puede significar la represión de las decisiones alternativas que no se rea-

lizan. Es decir, que la „objetividad‟ resultante de una decisión se constituye, en su sentido

más fundamental, como relación de poder.15

Analizando lo pertinente a la decisión, inicialmente, nos encontramos con que si la estructu-

ra es “indecidible” las decisiones que se desarrollan en ellas por lógica no pueden ser deter-

minaciones necesarias de ella, ellas son decisiones contingentes y, en un sentido que se acla-

rará más adelante, decisiones libres. El suelo primario (grund) de esta libertad es una estructu-

ra cuya falla es “de origen”, no sólo del sujeto sino también de una estructura que empuja al

sujeto a construir su identidad no en términos positivos sino sólo a través de procesos identifi-

catorios.

Pero esta decisión tomada en una estructura “indecidible” no quiere decir que sea “irracio-

nal”. Que la arbitrariedad de la misma haga que no se la pueda ligar de “modo necesario” a un

motivo racional no significa “que la decisión no sea razonable –es decir, que un conjunto

acumulado de motivos, ninguno de los cuales tiene el valor de un fundamento apodíctico, no

la hagan preferible a otras decisiones.”16

. Por último, el no poder derivar de modo inferencial

la decisión de la estructura -haciendo de la misma algo tan fundante como la estructura- nos

da como resultado que toda decisión instaura una relación de poder sobre un fondo de “obje-

tividad” que no es otra cosa que “la supresión externa de una decisión, una conducta, una cre-

encia, y la imposición de otra que no tiene medida común con las primeras”17

.

¿Qué podemos decir del sujeto? Laclau dice que es una distancia entre la estructura y la de-

cisión18

. Existe sujeto porque existe una estructura que desde el inicio está dislocada; esta

15

LACLAU E., Ob. Cit., p. 47. 16

LACLAU E., Ob. Cit., p. 47. 17

LACLAU E., Ob. Cit., p. 48. 18

Descifrar este enunciado a primera vista enigmático implicaría incorporar no pocos elementos del

análisis psicoanalítico a la teoría; aquí en particular nos limitamos al concepto de “dislocación” pues

desde esta perspectiva particular la dislocación explica al sujeto. Pero como se sabe, Laclau utiliza

muchos términos provenientes del psicoanálisis o impregnados con significación psicoanalítica: “sig-

nificante vacío”, “identificación”, antagonismo como “lo real”, “representante”, etc.

dislocación es resultado de la indecidibilidad de las fronteras de la propia estructura. Y existe

libertad para el sujeto porque la dislocación es la fuente misma de esa libertad. Una libertad

no entendida a la Spinoza (la de la conciencia de la totalidad y su necesidad) ni tampoco al

modo “sartreano” existencialista (como ausencia de cualquier determinación) o su contrario

estructuralista (yo no soy el que habla sino que la estructura es la que habla por mi), sino una

libertad que es resultado del estar arrojado en una estructura cuya “falla originaria” constriñe

al sujeto a actos de identificación. Y como la estructura esta dislocada esta identificación nun-

ca logrará convertirse en “identidad plena”: la imposibilidad del cierre de la estructura (la

“imposibilidad de la sociedad”19

) es (también) la imposibilidad del sujeto. Y viceversa

Lo que claramente se desprende de aquí es que dislocación es una falla primaria en la cons-

titución tanto de la estructura como del sujeto y antagonismo “es el punto crucial para la ela-

boración de una teoría de lo político” (ibid. 394). Las dislocaciones por ende se expresan en

el terreno de lo político en términos discursivos como antagonismos, pero no toda dislocación

es antagonismo. ¿Qué quiere decir esto? Que en todo momento anterior a cualquier organiza-

ción discursiva (necesaria para el desarrollo del antagonismo), la dislocación misma de la

estructura abre las posibilidades a articulaciones múltiples a quienes están fuera de ella; esto

es lo que entiende Laclau cuando dice que la dislocación es la “forma misma de la libertad”,

porque ella expresa la ausencia de determinación última de una estructura que, como ya diji-

mos, no logra constituirse ni constituir al sujeto. Dicho en sus propios términos:

No es que haya algo en mi que la estructura oprimía y que su dislocación libera; soy sim-

plemente arrojado en mi condición de sujeto porque no he logrado constituirme como obje-

to… Estoy condenado a ser libre, pero no, como los existencialistas lo afirmaran, porque yo

no tenga ninguna identidad estructural, sino porque tengo una identidad estructural fallida.20

La eventualidad en el desarrollo de una perspectiva hegemónica estará posibilitada por la

factibilidad de un actor en lograr la inscripción de esa dislocación, es decir, de rotularla (sig-

nificarla); en consecuencia los sujetos que construyan las articulaciones hegemónicas a partir

de la dislocación no serán “internos sino externos a la estructura dislocada… en tal sentido,

los intentos de rearticulación y reconstrucción de la estructura implicarán también la constitu-

ción de la identidad y subjetividad de los agentes.”21

. Con todo, cuanto mayor es la disloca-

ción, más indeterminadas son las posibilidades de construcción políticas a partir de ella que

tienen los sujetos.

19

Será la lógica hegemónica la que “sutura” y hace posible temporalmente esta imposibilidad de la sociedad. 20

LACLAU E., Nuevas reflexiones…, Ob. Cit., p. 60. 21

LACLAU E., Ob. Cit., p. 60.

(COM)POSICIONES.

Detrás de una diferencia de estilo escritural y de campo disciplinar aparecen los acuerdos

insinuados en este “injusto” recorte bibliográfico, el más importante es el que provee la crítica

a cualquier “esencialismo” de origen. Derrida lo expresa tempranamente en “La estructura, el

signo y el discurso en el juego de las ciencias humadas”, al denunciar en el discurso estructu-

ralista la repetición/reactualización de la idea de “fundamento último”: un discurso fundado

desde la larga historia de los “nombres del fundamento”, “lo invariante de una presencia”, o si

se prefiere, de un deseo de presencia (eidos, arche, telos, etc.). El momento del postestructu-

ralismo no es sólo el de un nuevo “discurso filosófico o científico, es también un momento

político, económico, técnico, etc.”22

según palabras del autor.

Por su parte, Ernesto Laclau reconoce su “posmarxismo” en la emergencia de factores

históricos y políticos concretos de la crisis del pensamiento clásico y la apertura del determi-

nismo teórico a nuevos y variados fundamentos: “Si una tradición cesa de ser el terreno cultu-

ral en el que la creatividad y la inscripción de nuevos problemas tiene lugar, y pasa a ser en

cambio un obstáculo para esa creatividad y esa inscripción, ella será gradual y silenciosamen-

te abandonada… Las raíces de mi posmarxismo remontan a esa época. Bien, en estas circuns-

tancias las movilizaciones de 1968 en Francia, Alemania y los Estados Unidos parecían con-

firmar esas intuiciones y hacían posible inscribirlas en un terreno político e histórico más am-

plio”23

.

En suma, el concepto (ampliado) de “indecidibilidad” con esta perspectiva da claves des-

de la cual pensar todo acontecimiento en sentido fuerte:

Dudo en utilizar ahora esa palabra de indecidible –dice Derrida-, porque con demasiada

frecuencia se la ha interpretado, de modo ridículo, como parálisis, duda, neutralización, de

forma negativa. Para mí, lo indecidible es la condición de la decisión, del acontecimien-

to…24

.

No obstante, si una decisión se toma en el seno de la “aporía” de la indecidibilidad, la

pregunta por la ética (por la responsabilidad) aparece para Derrida como criterio sensu stricto

de la misma. Transitar la aporía de la decisión consistiría en atravesar esa experiencia de con-

tradicción, entre el asumir absoluta y singularmente la llamada del y por el otro, y también

dar cuenta de nuestras acciones ante los demás. En “Notas sobre deconstrucción y pragma-

tismo”, dice en respuesta a Rorty:

22

DERRIDA J., “La escritura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas”, en La escritura y la

diferencia, Barcelona, Editorial Anthropos, 1989, pgs. 384-388. 23

LACLAU E., Nuevas reflexiones…, pgs. 189-190. Interesante en Laclau es que también combina sus revisio-

nes teóricas con su práctica política en Argentina de los años de proscripción del peronismo. 24

DERRIDA J., ¡Palabra! Instantáneas filosóficas, Madrid, Editorial Trotta, 2001, p. 42.

No creo que los temas de la indecidibilidad y de la responsabilidad infinita sean román-

ticos… Si analizamos fríamente los conceptos de decisión y responsabilidad encontramos

que la indecidibilidad es irreductible a ellos. Si no se toma en cuenta la indecidibilidad, no se

daría sólo el caso de que no se podría actuar, decidir o asumir responsabilidades, sino que ni

siquiera se sería capaz de pensar los conceptos de decisión y de responsabilidad.25

Desde una perspectiva laclausina se puede matizar esto último con la siguiente observa-

ción: esa decisión, que también transita el momento de la “locura”, de lo incalculable, presu-

pone un acto de identificación: el sujeto que decide es (siendo en esto Laclau fiel al paradig-

ma lacaniano) un “sujeto de la falta”, por lo que toda identificación/decisión provee el “su-

plemento” para simular la “distancia insalvable entre mi carencia de ser (que es la fuente de la

decisión) y aquello que provee el ser que necesito para actuar en un mundo que no ha logrado

construirme como un „modo‟ (modus) de sí mismo”26

. Por lo tanto toda decisión hace al suje-

to y no lo contrario, en términos de que tiene lugar en un terreno cuya “indecidibilidad” sólo

se supera parcialmente a través de un acto identificatorio; Dicho de otro modo, es la decisión

la que permite al sujeto actuar qua sujeto “sin estar dotado [a priori] de ninguno de los medios

de una subjetividad completamente constituida”27

, ni contar tampoco con la “universalidad de

la regla”, que la convertiría en una mera ecuación algorítmica o aplicación de una ley.

Derrida sí estaría de acuerdo con este punto a condición de que se reconozca que esa

identificación sobrelleve también el proceso de su propia destrucción como deci-

sión/identificación, y que ese otro por el cual se la toma, el otro “inapropiable”, jamás aligere

la responsabilidad del quién, “… por el contrario el otro es el origen de mi responsabilidad sin

que se la pueda definir en términos de una identidad. La decisión se anuncia desde la perspec-

tiva de una alteridad mucho más radical”28

.

Así y todo, la pregunta por el quién no podría nunca eliminar la referencialidad del suje-

to: el juego de lo político también necesita estabilidades sobre un suelo que es fundamental-

mente inestable: se debe “comer”; es decir, construir reglas, convenciones, leyes. “Todo lo

que un punto de vista deconstructivo trata de mostrar es que, dado que la convención, las ins-

tituciones y el consenso son estabilizaciones (algunas estabilizaciones de gran duración; a

veces, microestabilizaciones), esto significa que hay estabilizaciones de algo que es esencial-

mente inestable y caótico… [y] porque hay inestabilidad es que la estabilización se vuelve

25

DERRIDA J., “Notas sobre deconstrucción y pragmatismo”, en Deconstrución y pragmatismo (Ch. Mouffe

comp.), Buenos Aires, Editorial Paidós, 1998, p. 166-7 26

LACLAU E., “Deconstrucción, pragmatismo, hegemonía”, en Deconstrucción y pragmatismo, ob. cit., p. 114. 27

LACLAU E., ob. cit., p. 118. 28

DERRIDA J., “Notas sobre deconstrucción y pragmatismo”, en Deconstrución y pragmatismo, ob. cit., p. 164.

necesaria”29

. Como observa Emmanuel Biset aparece un “doble juego” en relación al sujeto

en la deconstrucción derridiana, pues:

[s]i bien asume su necesidad, „hay que calcular‟ indica Derrida, la deconstrucción es el

repliegue de lo incalculable sobre lo calculable. Para decirlo de otro modo, se trata de pensar

una responsabilidad y una decisión, una política sin más, que excede por principio el concep-

to de sujeto: que lo somete una y otra vez a una deconstrucción radical”30

.

Nada de esto se refleja en la perspectiva deconstructivista que Laclau representa, más

preocupada por una lógica “positiva” de la política (hegemónica) que por una exhortación

ética sostenida en los mismos principios ontológicos de la indecidibilidad.

29

DERRIDA J., “Notas sobre deconstrucción y pragmatismo”, en Deconstrución y pragmatismo, ob. cit., p. 162. 30

BISET, E. et al, “Sujeto y Metafísica”, en Sujeto, una categoría en disputa, Buenos Aires, Ediciones La ce-

bra, 2015, p. 42